N4 COLOR

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usitala revista de goce intelectual

COLOR

Amarillo ‌ • Bisagra • Color Carne • Un lugar en B-N • LSD El Cisne Rojo • Un grito desesperado contra Pantone • El precio De andamios por estaciones de ferrocarril moradas • Imágenes en Blanco y negro • Sons de colors sobre un fons negre • Sinestesia 2015

AÑO 1 - NUM 4 - 5€

LUGAR

BARCELONA

Al iluminar la oscuridad se origina el color. Goethe


La forma es tambiÊn color. Sin color no hay forma. Forma y color son uno�.

Johannes Itten


En Portada:

“Al iluminar la oscuridad se origina el color” Johann Wolfgang von Goethe. Todo mundo conoce la faceta de Goethe como poeta, pero no todos saben que una de sus más grandes pasiones fue la observación del fenómeno de la luz y que con el resultado de esta observación,

elaboró

un

extenso

tratado sobre la luz y los colores.

Edición Febrero/Marzo, 2015.

Fotografía: Polaridad

Goethe comprobó que los colores no eran únicamente producto de la refracción, y aún más importante, que para ser producidos hacía falta, además de luz, un segundo elemento: la Oscuridad. Un cambio en la velocidad de rotación o de traslación de las partículas luminiscentes, da lugar a los fenómenos de la coloración y de la refracción. Esto sucede exactamente en los límites entre la luz y la oscuridad.


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tusitala significa el que cuenta historias, en una lengua de las islas polinesias. En esta revista participa gente que cuenta historias a través de textos, ilustraciones, música o fotografía.

staff

Dirección de harte (o la que controla el punto de cocción):

Fabiola Eme

Gente amable y con buen ojo:

Ana Grimaldos, Rafael Buzón

Tusitalas de este número (o los que nos cuentan

sus cosas): Héctor Gómez, David G. Costa,

Carlos Arroyo, Sara Martín Blanco, Anna Vilà, Joan Carles Anta, Paula Arizmendi, Efrem Gordillo Pla, Sabela Eiriz, Zulma Sierra, Franco Chiaravalloti, Cristina Martín Valbuena, Nathalie Eden, MPNova, Rafael Buzón (Onironautas).


Contenido

editorial pag. amarillo pag. bisagra pag. el cisne rojo pag. color carne pag. un grito desesperado contra pantone pag. lsd pag. de andamios por estaciones de ferrocarril moradas Ăł sobre Los Ăşltimos adioses de Manuel Maples Arce pag. otra mentira pag. un lugar en b-n pag. imĂĄgenes en blanco y negro pag. sons de colors sobre un fons negre pag. el precio pag. sinestesia pag. Ă­gneo pag.

4 6 12 22 26 28 34 . 40 44 48 49 50 54 60 63

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Editorial narrativa

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“El oído es mudo, la boca es sorda; pero el ojo percibe y habla. En él se refleja desde el exterior el mundo y desde el interior, el hombre.” Goethe

La experiencia del COLOR cambia según la distribución entre luz y oscuridad. Goethe estudió el nacimiento de los colores a partir de ese fenómeno, para él los colores eran ‘las acciones y pasiones de la luz’. Para él, si la luz es vida, los colores son su biografía: los actos y padecimientos que enriquecen nuestra experiencia y conmueven nuestro ánimo librándonos de la monotonía de los grises. Es en la superficie de los cuerpos donde se encuentra el límite entre la sombra y la luz, el movimiento giratorio de los corpúsculos aumenta o disminuye respecto de su velocidad de traslación, y esa diferencia de velocidad produce el color. Así entonces, el rojo corresponde a los corpúsculos más veloces y el azul a los más lentos, mientras que las velocidades intermedias producen el resto de la gama cromática. Goethe fue uno de los principales representantes de la Naturphilosophie, dedicó grandes esfuerzos al estudio de la naturaleza y elaboró tesis sobre botánica, anatomía, zoología, minerología y otras ciencias. En cuanto al Color, sus investigaciones se originaron por una motivación artística. Según relata el propio Goethe en “Confesiones de un autor”, durante su juventud sintió una inclinación especial por la pintura, pero al no poseer dotes naturales para esta disciplina, volcó todo su interés en el estudio de la paleta cromática y la aplicación de ésta por parte de sus amigos artistas. Sin embargo en esta fase no encontró explicaciones satisfactorias acerca del fenómeno físico y sobre la percepción del color, y de esta manera el inicial interés artístico fue dando paso a motivaciones científicas.


En su Teoría de los colores Gohete comienza estableciendo una distinción entre los colores fisiológicos, los físicos y los químicos. Los primeros pertenecen prioritariamente al órgano visual y son producidos por las acciones y reacciones de éste mientras que los físicos son aquellos cuya producción requiere algún tipo de medio material, aunque sea incoloro, por ejemplo un prisma, y se producen en nuestra retina en virtud de determinadas causas externas, como la refracción. Por último los colores químicos son los que son inherentes a los objetos o pueden ser fijados a ellos y se consideran permanentes. En ese mismo tratado, Goethe dedica la última parte a investigar la influencia de los colores en el ánimo y en la sensación estética, la llama: “Efecto sensible y moral del color”, constituyéndose como precursora de la ‘psicología del color’. Con esta teoría, Goethe busca una ciencia integral que combine el conocimiento de la naturaleza con el conocimiento de sí mismo, el elemento objetivo con el subjetivo, los fenómenos con la percepción del hombre que los observa. Sobre esto explicó: “El hombre en sí mismo, en la medida en que se sirve de sus sanos sentidos, es el mayor y más preciso aparato físico que puede haber; y justamente la mayor desgracia de la física moderna consiste en que, por así decirlo, los experimentos han sido separados del hombre, y pretendemos conocer la naturaleza sólo en lo que muestran los instrumentos artificiales queriendo limitar y demostrar con ellos lo que ésta puede hacer.” Para Goethe, la investigación sobre el modo en que surgen los colores en la naturaleza es inseparable de la investigación sobre su aparición en nuestro interior; el ojo es el enlace entre la naturaleza y el yo, el mundo externo refleja en él su imagen y a través de él ejerce su influencia en el interior del hombre. Podríamos decir que la preocupación central de Goethe es pues, el descubrir cuál es el elemento que modifica la luz y hace nacer de ella el color, con todo lo que ello representa. Fabiola Eme

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Amarillo narrativa

…eso ha estado bastante bien… Pero vamos a buscar algo más íntimo, ese momento que nunca le has contado a nadie. Cavemos un poco más… Déjame que volvamos a ajustar la sintonía. Veamos con este lado del espectro. Empecemos. Sí. Me has pedido que recuerde algo muy intenso. ¿O tal vez te refieres a que recuerde algo muy intensamente? Puede que las dos cosas a la vez. Piensa en algo, no sé, instintivo, primigenio… Ese recuerdo que te afina los sentidos, el que de golpe te instala aquí y ahora. El rincón donde sueles refugiarte cuando te fallan las fuerzas. Catalizo, como dirías tú. Oigo un zumbido. Déjame enfocar la vista… un poco más… sí, veo avispas. Avispas enredándose alrededor de un cesto de limones. De acuerdo. Estoy completamente desnudo, en un prado. Un prado de alta montaña, sin árboles a la vista y rodeado de picos imponentes. Llueve, una tormenta muy intensa, de verano, con muchos rayos y truenos. Y yo aporreo unas cacerolas, no, una sartén y unas ollas, con palos que he hecho de unas ramas secas que he recogido al lado del río, de esas que usan los pastores para hacer leña cuando suben a pasar la noche en la cabaña que hay

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justo detrás de mí.


por: HÉCTOR GÓMEZ

Porque delante, a unos cincuenta metros, hay un rebaño de ovejas, bastante numeroso, balando y pastando y haciendo tintinear sus cencerros. Una de ellas está muerta. Hay el cadáver de una de ellas descomponiéndose no muy lejos de donde estoy yo. Una nube de moscas asedia los despojos, y el zumbido y los cencerros me sumen en el trance. El hedor es intenso, qué digo, es un miasma insoportable, la bilis se agolpa en mis amígdalas, pero no me distrae de lo que me ocupa, que es aporrear mi percusión improvisada al son de una música inalcanzable. Estoy empapado, rodeado de barro, y el sonido es cada vez más primario y brutal, directo de las cavernas, directo a las tripas. Relámpago. Entonces estoy en una iglesia. No, en una catedral. Un sol nuclear atraviesa el enorme rosetón de vidriera multicolor. El cambio me ha cogido por sorpresa (¡como siempre!), así que por reflejo de continuidad golpeo impulsivamente uno de los cientos de bancos de madera alineados en la nave central con mis baquetas improvisadas. El eco es ensordecedor. Aquí estoy, desnudo, medio sordo y bañado por la luz divina.

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amarillo

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El ruido, como el polvo milenario que flota en el ambiente, se posa en los muros de piedra lentamente, marchitándose hasta morir. Silencio. Soledad. No. Oigo pasos. ¿Se acercan? ¿Se alejan? ¡Oh, no lo sé! Suenan como una legión inundando todo un campo de batalla con su estruendo. ¿Por qué siempre acabo sintonizando este canal? Me angustia estar aquí, quiero volver a mi prado. Necesito encontrar esas avispas otra vez… ¿Dónde están los limones? Tengo que salir de aquí, veo una sombra que se alarga hacia mí. Es ese maldito chubasquero chillón acechando una vez más, silbando entre dientes el submarino de los Beatles. Corro hacia el portón. ¿Estará mi tormenta descargando ahí fuera? Acelero. Acelera. Aceleramos. Ah, voy a salir. ¡No! El enorme cerrojo de hierro forjado está soldado, reducido a una mancha de óxido ocre. Cambio de estrategia. Esta no es la salida. Nunca lo es. Nunca lo ha sido. ¡Hay otro camino! Sí, sí lo hay. La torre del campanario. Atravieso las filas de bancos por un lateral. Mis pasos y mi sombra se duplican, se multiplican pocos metros atrás, sé que no estoy solo en mi huida.


héctor gómez

Nunca hay una piel de plátano colocada estratégicamente a mi espalda para poder ganar unos metros. Salto a las escaleras del torreón; son de madera vieja y carcomida, chirrían, crujen bajo mis pies. Alcanzo el primer rellano. Remonto y remonto, el acoso no se detiene. Un escalón se parte bajo mi peso. Mi pierna cuelga en la nada. ¡Arriba! Veamos… tengo un clavo oxidado hundido en mi pierna. Hay que seguir ¡Se me echan encima! Avanzo torpemente, el aliento de lo desconocido humedece mi nuca al llegar al tercer nivel. Redoblo la marcha, me falta el aire, no llego… ¡Un último suspiro! Me quedo con un trozo de barandilla en la mano. Llego a lo alto de la torre. La melodía infernal de acerca peligrosamente, siento el escalofrío de lo inevitable. ¡Haz algo! Las campanas. Sí. Hago tañer los campanos dorados con mis baquetones y barandilla y todas mis fuerzas. No voy a oír ese silbido nunca más, ¡voy a hacerlo temblar todo hasta los cimentos!

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amarillo

Nos tambaleamos. Aparecen las grietas y los muros de piedra se desmoronan. El oro de las campanas se funde en los altos hornos. Se acabó, ya está aquí. Solo queda el vacío… ¿Quién caerá esta vez, eh, Jimmy Stewart, la rubia o la morena? Es cuando invoco a Van Gogh y sus girasoles, a Molière y su enfermo imaginario y su mala suerte… es el conjuro que me saca de esta pesadilla recurrente una y otra vez, y una y otra y otra… Entonces la mano enguantada de la silueta me alcanza y me coge del brazo, y me dice esas mismas palabras del bucle con voz metálica: El problema de ser contemporáneo Es que no cojas un martillo y asesines al reloj Busquemos un bote, saltemos por la borda Corta el cableado y sal desnudo ahí fuera Y estalla un sol cegador, un diente de león de proporciones cósmicas, me abrasa la vista y tengo que cubrirme los ojos, y me arden las manos y se hace el silencio y, cuando vuelvo a mirar, ahí están el prado y las ovejas, la tormenta y las cacerolas. Soy el hombre que nunca estuvo allí. No tengo un plan. Voy a quemarlo todo para que sepáis de mí. Afino los sentidos, me instalo en el aquí y el ahora. Vuelvo a lo primario. Vuelvo a lo brutal. Directo de las cavernas. Directo a las tripas.

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Nos vemos en la próxima sesión para una resintonización.=t


h茅ctor g贸mez

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Bisagra narrativa

Me atrae el ejercicio de identificar regiones del globo con un color en particular. La subjetividad habla en nombre de cada observador, por eso, al menos para mí, la India es naranja, Japón es blanco, Italia es marrón claro, Inglaterra rojo terracota, Rusia rojo a secas. En los países donde no he estado los prejuicios se corporizan aún más, por eso Canadá me trae a la mente el bordó, Venezuela el verde, Irán el gris. Parece una generalización absurda, pero en realidad lo que habla es el tono con el que identifico la primera emoción que aterriza a mi conciencia al evocar esos países-idea. La emoción primigenia, la animal. ¿Con qué latido vinculo esos lugares? La India es naranja porque naranja era el color del cabello de una bellísima joven con la que me crucé en una calle de Jaipur. Rusia es roja porque esperaba ver todo rojo en la plaza Roja, cuando, por supuesto, allí habitan muchos más colores; pero es igual: tan fuertes son las ideas preconcebidas que consiguen construir una realidad paralela, por eso mis recuerdos del país más grande del mundo se me tiñen de bermellón a pesar del azul del lago Baikal o del verde de las estepas siberianas. Y pinto de verde mis imaginerías sobre Venezuela no por sus selvas o por el uniforme de Chavez, sino porque verdes eran los jardines de las mansiones que

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aparecían en aquellos culebrones de los ochenta que miraba mi madre.


texto y fotos

por FRANCO CHIARAVALLOTI

Me refiero a la primera imagen, a la imagen relámpago, aquella que los publicistas llaman posicionamiento o los surrealistas automatismo. Cuando tiramos del hilo de ese virginal destello está claro que daremos con otras ideas, con otros conceptos más conscientes y racionales. Sin embargo, esa entidad virginal que nos sorprende ante la primera idea siempre está relacionada con una imagen u objeto a la que pintaremos de un color determinado. ¿Cómo identificar ese color primigenio, virginal, cuando los estímulos que nos vienen a la mente son tantos y tan intensos? ¿De qué color es nuestro nacimiento? ¿Con qué pincel pintaríamos la muerte? ¿Cuál elegiríamos para pintar el primer orgasmo? Existe un territorio del globo que no me trae a los ojos un color en particular, sino una completa paleta cromática.

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bisagra En 2013 emprendí un viaje en solitario por un territorio cuyo nombre, de este lado del mundo, suele evocar confín, rareza, pero que en realidad está a unas pocas horas de avión desde la Metrópoli. El Cáucaso. La cadena montañosa que aloja el pico más alto del continente europeo; la puerta que separa Asia de Europa; una región a la que nuestra simplificadora cultura de titular periodístico solo relaciona con conflictos

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armados.


franco chiaravalloti El Cáucaso es la verdadera bisagra del mundo, la más cromática paleta cultural de la humanidad, donde conviven centenares de lenguas, una treintena de etnias y decenas de manifestaciones religiosas. En las enciclopedias y en los acuerdos de la OTAN hoy el Cáucaso incluye tres países: Azerbaiyán, Georgia y Armenia.

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bisagra

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Pero en la práctica hemos de sumar otras tres entidades jurídicas no reconocidas por nadie en el mundo, y en sempiternas disputas: Osetia del Sur, Abjasia y Nagorno Karabaj. Un paño abrumador en el que se embarullan Historia, petróleo, soberbia y resabios comunistas. Y todo, en un área cuya extensión no es ni la mitad del tamaño de España. ¿Y qué color tiene una bisagra? A nadie parece importarle el color de la bisagra cuando lo que vale es la puerta. A diferencia de lo que me ocurre con China, con Canadá o con Venezuela, no sabría resumir esta región con un color. Porque no lo tiene, o porque los tiene todos. Vayamos por partes. Azerbaiyán, el primero de los países que visité, se autodenomina el país del fuego. Así está señalado en sus folletos turísticos, así lo sugieren los gigantes edificios con forma

de llama que dominan la capital del país, así se indica en la camiseta del Atlético de Madrid... Azerbaiyán es un país lleno de gas y petróleo, oasis de esplendor económico en medio de tanta depresión donde, aunque de mayoría musulmana, las mujeres se atreven a lucir minifaldas en el centro de las ciudades. Podría pintar mis recuerdos azeríes de beige desierto, el color que más se observa desde las ventanillas de los autobuses o el que define los edificios de la capital, ya que la mayoría de ellos están hechos con la misma piedra caliza. Pero de golpe asalta mi memoria el abismal verde de las montañas del norte, próximo al minúsculo poblado de Xinaliq, desde el cual ascendí a un pico de tres mil quinientos metros de altura –nunca había subido tan alto– dominado por praderas mustias, hormigas enormes y cagadas de cabra. O también soy


franco chiaravalloti

bañado por un azul aumentado,

separa Azerbaiyán de Georgia,

el del cielo que dibuja el contorno

dos países que no tienen más

de las montañas tras las cuales se

alternativa que llevarse bien si

esconde la Rusia demonizada,

quieren mantener el débil statu

admirada y temida de este lado de

quo que sostiene la región. A

la frontera. O el ocre de las casas

pesar de ello, el color que esa

de piedra de Qubá, o el pardo

frontera me evocará por siempre

del té de pasha que me ofrecían

será el verde oscuro, no por los

a toda hora, o el blanco de un

prados que rodean las oficinas de

delicioso plato llamado qutab...

la aduana sino por el snack que

En esta tierra donde las fronteras

compré en una tienda después

no son puente sino barrera, no

de recibir el sello en el pasaporte,

es raro que uno de esos confines

una especie de pan relleno que me

se jacte de mantener vivo cierto

intoxicó y me mantuvo postrado

efluvio de amistad. Es lo que

durante días en un hostal de mala

se percibe al cruzar la línea que

muerte de la bonita Tbilisi, la

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bisagra capital georgiana. Afortunadamente, ese verde se fue diluyendo día a día no solo porque mi estómago sanaba a fuerza de tés y verduras, sino también por la sorprendente explosión cromática que es capaz de dar este país a pesar de su escueta extensión. Es imposible, de hecho, identificar a Georgia con un único color-chispazo, porque en este patchwork habitan tonos esmeraldas o jades propios de una selva en Costa Rica, o blanquecinos desiertos marroquíes, o carmesíes viñedos californianos, o celestes playas mediterráneas. Podría designarse a Georgia como el muestrario del mundo a quienes vengan a visitarnos del espacio exterior, dado que, en muchos sentidos, es la Tierra en miniatura gracias a su vastísima variedad de paisajes, pero también a los odios que se respiran y que colorean las enfadadas mejillas de abjasios y osetios, dos pueblos que buscan la independencia incluso si para ello deban vender su alma a Rusia. Los colores de Georgia son tantos que, cual snack de frontera, tienen

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la capacidad de intoxicar la vista.


franco chiaravalloti

El tercer lienzo del periplo fue Armenia, país que siglo a siglo se encoge como un calcetín a causa de las incontables rencillas con sus vecinos y que hoy, en efecto, tiene forma de calcetín. Armenia toda y su capital en particular –la pintoresca Ereván– son presididas por los colores del monte Ararat, el omnipresente símbolo del país que aparece impreso en los billete de mil drams, que da nombre a cientos de calles, a miles de tiendas y a la cerveza nacional, y que la leyenda identifica como el lugar donde Noe atracó su arca. Desde los pies del monte brota color blanco, surge púrpura, germina el beige, juguetea el chartreuse... Colores que, sin embargo, no están del lado armenio sino turco, ya que las guerras y las caprichosas cartografías leninistas situaron la montaña del lado de los enemigos, aquellos turcos de Abdul Hamid que asesinaron un porcentaje escandaloso de armenios en las primeras décadas del siglo pasado. De todo eso fue testigo el secuestrado monte, hoy a la vista de un pueblo que anhela, algún día, volver a atesorar sus colores.

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bisagra

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Existe un país embrión de Armenia llamado Nagorno Karabaj, al que solo puede accederse a través de un cordón umbilical de asfalto y en cuyo perímetro aún quedan sepultadas miles de minas, resabios de la guerra de 1994 que disputó con Azerbaiyán y que borró del mapa a la mitad de la población masculina. En las grises calles de Stepanakert –la capital de este estado no reconocido por nadie en el mundo–, en sus opacos edificios o en los ecos de la desconchada ciudad de Sushi parece no haber color: Nagorno Karabaj, a vista de pájaro, es un lienzo pintado con acuarelas aguachentas. El color aquí lo dan las palabras, las de la gente que me encuentro en el camino y me invita a tomar café sin conocerme de nada, la que me narra cómo perecieron sus hermanos bajo las bombas azeríes, o la que me invita a comer un delicioso borsch solo para agradecer la visita de un extranjero a este enclave despintado.

La tierra que alguna vez atravesara el Miguel Strogoff de Verne es aún un rompecabezas social incomprensible para propios y extraños. La Historia es una mochila llena de piedras para azeríes, georgianos y armenios, piedras que caen rodando desde esas altas y bellas cumbres, que pintan todo de verde, de marrón, de azul río, y que se burlan de sus


habitantes con mapas que parecen dibujados por un niño, pero que, en realidad, son obra del lápiz de Lenin, y cuya punta intentó teñirlo todo de gris. Pero ni Lenin ni Strogoff ni nadie en el mundo puede despintar la región madre de todos los colores del orbe, al lugar donde chocan las dos perspectivas antagonistas del ser humano –Oriente y Occidente–, un dedal lleno de cejas negras, de blancas cumbres, de lilas flores y rojos potajes, de risas doradas, de negras esquirlas de bomba y sepiadas fotos de muertos. Hoy sé que si la Historia o Dios o la Providencia o quien sea se disponen a repintar el mundo, seguramente mojarán el pincel en el Cáucaso, la verdadera paleta de colores de la Tierra. =t

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El Cisne Rojo narrativa

El azul plomizo era el color de mi derrota. También había algún toque burdeos, como el de las cortinas sucias de este burdel. De vez en cuando, para sentirme un poco más digna y limpia, añadía algún blanco a mi ropa y, si ese día coincidía que veía una nube blanca en el cielo, me decía a mí misma que eso era un signo de esperanza. Pero el blanco se torna gris con demasiada facilidad, y mis momentos de gloria y felicidad imaginada se disipaban como el gas de las cervezas de El Cisne Rojo. Mi derrota azul plomizo empezó el día en que me hice mayor. El rojo penetrante fue mi desgracia: me llegó a los 14 años. Ese día Amparo me dijo que ya podía empezar a ganarme un sueldo, y me colocó tras la barra. Esa misma barra marrón, desgastada, pegajosa y triste en la que me he ido muriendo poco a poco, día tras día, como las moscas que se ahogan borrachas de alcohol, o asfixiadas por la falta de oxígeno de este antro. No mentiré: el plomo de mi azul se tornaba turquesa de vez en cuando gracias al viejo de nariz aguileña y piel anaranjada. Un pobre solitario. A él le debo mis momentos de locura, de risas desmesuradas, de secretos infantiles y de complicidades compartidas. Solía decir que yo era su estrella dorada; que yo brillaba como el oro; que mis ojos eran como el café; que mi pelo, el de una leona; que mis brazos, como los de una princesa rosa;

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que mi corazón, como el cristal incoloro.


por SARA MARTÍN BLANCO

Él fue el único que supo tratarme bien. A él le dediqué mis mejores besos. Las cervezas mejor servidas eran sólo para él. Y, a veces, cuando estaba Amparo controlando y pisoteando mi alma, yo escupía en el vaso de este loco para que se tragara mi saliva y, así, poder sentirme más cercana a él. El gris espumoso de mi saliva se mezclaba con el amarillo de su cerveza y lograba una espuma más

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densa, un poco grisácea.


el cisne rojo

Pero mi loco ya no está. Y este sótano oscuro se pudre. Y aunque piense en él cuando vendo mis besos, ya nada me sabe igual. Mi derrota acaba aquí. Ya no quiero seguir luchando en esta guerra sangrienta. El Cisne Rojo ha sacado dolorosamente mis entrañas por el ombligo. Ahora estoy vacía, muerta por dentro: me ha comido el vientre, los pechos, los pulmones, mis venas. Ya no me queda carne, ni vida, ni color. Siento, en mi cara, el aire del ventilador giratorio, pequeño y sucio que descansa en aquél taburete de la esquina. Me pregunto si el aire de las montañas es igual. ¿Y de qué color el cielo libre? ¿Cuántos azules deben existir? Dicen que mi viejo aguileño descansa, en paz, en un cementerio de las montañas del Sur. ¡Quién pudiera volverte a ver, loco mío! Iba a escribir una nota de despedida a Amparo, pero al final decido que no. A ella sólo le deseo la negrura más densa que exista. Y yo, me voy a buscar colores: quiero amarillos, rosas, naranjas, verdes y lilas. Quiero dorados y plateados. Y quiero un sinfín de cielos azulados, limpios y frescos. Y cuando te encuentre, escupiré en tu tumba y luego besaré tu lápida. Y, para vengarme de este Cisne, volveré a llenar mi vientre de rojos vivos, de pechos anaranjados -como tu nariz-, y de venas verdosas, como la de los ganadores. Los colores serán el triunfo de mi derrota, y el plomo de mi azul

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se tornará volátil. =t


sara martĂ­n blanco

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por: ANNA VILÀ

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ilustración de Joan Carles Anta


Color carne

poesía

Hay dos ventanas, una dentro de otra. Yo miro desde la más lejana, helada. Miro y nos veo en una piscina. (Estamos dentro de una piscina.) Digo miro pero seguramente es la boca la que lo hace todo. Miro o digo. Nos miro o nos digo dentro de una piscina. Azul. Azul y casi sé que es color carne. En la piscina, verticales; apenas medio cuerpo nos queda a cada uno. Tú me tocas un hombro repentino. No me tocas un hombro repentinamente, me tocas un hombro que me apareció, así sin saber cómo, nuevo, brusco y abrupto, singularidad de aire colapsado. Tú me tocas el hombro, nuevo cuerpo, y ya se vuelve pecho: un balbuceo en forma de cúpula, tiembla. Se eriza toda el agua del agua que somos, y en la que somos, que nos es, que hacemos y que nos hace; toda el agua: música en pizzicato. ¡Ya no hay frío! Ni ventanas ni ahogamientos en los lagos de sus espejos -sembrados, ay, de estáticas bocas rectas, naufragadas, taxidermia de la soledad más asesina, y húmeda. ¡Ya no hay frío! Ni tumbas en los espejos. Refutamos el aire, casi todos sus cristales, siendo manos; desde las manos, y sus cien sílabas; goteamos.

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Un grito desesperado contra pantone

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opinión

Hoy estás de buen humor, así

tu armario prácticamente sin

que abres tu armario y eliges

que te dieras cuenta.

cuidadosamente tu vestuario:

Y tú dirás: “¡Claro! No soy tan

una blusa lila que combina

ingenua. Las colecciones de

perfecto con esa falda negra y

moda se definen con un año de

aquellos tacones grises. Alguien

anticipación”. Sí, pero no es un

te dirá que no es lila sino violeta

proceso aleatorio. El comité de

y uno más atrevido insinuará

expertos de la casa Pantone que

que se trata de un morado

pontifica sobre LOS COLORES

(precioso); pero que tus zapatos

en el mundo es el que determina

no son grises sino azules.

qué tonos moverán nuestros

Todos fallan: ni tú has elegido

“impulsos” a la hora de comprar

nada, ni ninguno de tus amigos

no sólo la ropa sino también

ha acertado con los colores.

los

Pantone decidió por ti -hace

publicitarios, la decoración de

más de un año- que en 2014

las casas y el tapizado de los

se

muebles.

llevaría

el

“Orquídea

coches,

los

anuncios

radiante.18-3224”, así que esa

La curiosidad te corroe y tecleas

blusita tan chic y esos tacones

www.pantone.com y descubres,

tan coquetos, te los pusieron en

aterrada, que todo lo que te


por ZULMA SIERRA

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un grito desesperado... rodea y que con tanto esmero

de ver las películas que se están

seleccionaste, no es otra cosa que

rodando para el año siguiente;

la paleta de colores dispuesta

se supone que visitan toda

para la temporada 2013-2014.

clase de estudios y talleres de

Los tacones no resultaron ser

diseñadores y que analizan

grises sino “Paloma.160000”;

diferentes exposiciones de arte

tus cortinas exclusivas son

en el mundo. Se supone que

de un vulgar “Sand.15-1225”,

de todos esos informes, ellos

y el juego de sábanas resultó

calculan, evalúan y predicen

ser

lo que quiere el mundo en

una

“Celosia

combinación

de

Orange.17-360”

y

materia de colores.

“Hemlock.15-6114”. ¡Maldita sea! ¿Dónde quedaron

Equilibrio reflexivo

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el amarillo pollito, el rojo sangre y el azul cielo que con tanto

En 2013 llegaron a la conclusión

orgullo

como

de que el predominante debería

tus favoritos en la infancia?

ser el Verde Esmeralda porque

Seguramente se quedaron en el

era “símbolo de crecimiento,

cajón de las tendencias de los

renovación

ochenta y algún día, tal vez, los

y para 2014 llega “el color

expertos de Pantone decidirán

Orquídea Radiante llega para

que es hora de volverlos a

intrigar a los ojos y despertar la

poner en tu cerebro y en tu ya,

imaginación”.

cobarde intuición.

Estas

Se supone que los expertos

tranquilizadoras vienen de la

viajan mucho y que se hartan

mismísima Leatrice Eiseman,

proclamabas

y

prosperidad”,

descripciones

tan


zulma sierra directora ejecutiva de Pantone

tajante que la humanidad en

Color Institute, ese organismo

su conjunto está buscando el

plenipotenciario en materia de

“equilibrio reflexivo, emocional

tonos, gamas y visos.

y artístico” en un lila que parece

Dice la señora Eiseman que

morado. O tal vez sí. Tal vez tu

los

estamos

corta imaginación no te permite

equilibrio

dilucidar la importancia de

reflexivo, emocional y artístico”

uniformarnos bajo los mismos

y que por eso, el Orquídea

tonos en el año chino del

Radiante resulta ideal.

Caballo.

Piensas que algo se ha fumado

que viene lindo en camisetas,

la señora, porque es imposible

pulseras y calcetines.

consumidores

“buscando

concluir

un

de

manera

Moradito

precioso

tan

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un grito desesperado...

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Green Money ¿Mucha palabrería para darle la vuelta de tuerca a los colores? Quizás sí, pero es rentable. Pantone es una marca registrada y su lista de números cromáticos es propiedad intelectual de la compañía, de manera que su uso libre no está permitido. Cualquier color hay que pagarlo, y a muy buen precio. Y si contamos con que la compañía es la que impone lo que está de moda y lo que no en materia cromática, el negocio es redondo. ¡Y pensar que la empresa nació en 1962 como un pequeño negocio de tarjetas de colores para cosméticos! La cosa ha crecido a ritmo de arco iris y hoy en día las Guías Pantone dominan casi cualquier proceso de impresión en el mundo. Además, resultan rentables si se analizan desde el punto de vista comercial: La Dole Food Company, que se precia de

vender las frutas y verduras más frescas del mundo, ha reconocido públicamente que clasifica las etapas de maduración de sus bananas de acuerdo a las paletas Pantone y está claro que cuando el plátano tiene un color Pantone 12-0752 se vende más que cuando el color es Pantone 130858. Dicho de otra forma: si el amarillo plátano se parece más a un Pantone 12-0752, quiere decir que inspira maduración sin pecas ni manchas, y por tanto, estamos ante un plátano de película que se venderá más rápido.

“está claro que cuando el plátano tiene un color Pantone 12-0752 se vende más que cuando el color es Pantone 130858”


zulma sierra No hay forma de escapar ante mundo

Lanzas un grito desesperado y

cromático es una farsa impuesta

te empeñas en no combinar, te

por un ‘quiensabequién’ que se

olvidas de las reglas básicas de

inventa las preferencias y si nos

colores primarios y secundarios

descuidamos, patenta el arco

y te esfuerzas por desentonar

iris.

todo lo que puedas. Es inútil.

tante

evidencia:

tu

Pantone ya sabe que la nueva Tu armario, ese que con tanto

tendencia es justamente esa y

celo has hecho y deshecho

ya te ha dejado una mancha

conforme pasan las estaciones,

encantadora en tu nuevo look,

no es otra cosa que una tarima manipulada,

predecible

y

sin que te dieras cuentas.=t

aburrida.

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LSD

ensayo por EFREM GORDILLO PLA

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Explicar totes les mateixes coses però en color i d’una manera més estètica, fa que entrin a la ment per una via més emocional i no calgui concentrar aquesta només en l’intel·lecte... Cal un color, un nen màgic que alegri el camí del coneixement cap al cervell, i aquest és l’art. Hi ha un vers de J.W. Goethe que es titula “La inconstant libèl·lula”, i diu així:


efrem gordillo pla Aleteja l’aire de la font la canviant libèl·lula fa temps que alegra la meva vista. Fosca a estones o brillant ara, com el camaleó flexible. Vermella de seguida i llavors blava; blava que tot seguit és verda. Voldria contemplar de prop el seu magnífic coloram! Però el seu vol no s’atura. Fins que suaument, es posa a la gespa. És aquí! Ja la tinc! Ara puc veure-la a poc a poc. I no és més que un trist blau fosc. Així et passa a tu, que analitzes les teves alegries.

Aquest poema copsa a la perfecció la vessant mortífera del coneixement. Si volem conèixer l’arc de St. Martí, aquest desapareix en apropar-nos-hi, i així també desapareix la seva vida, amb tota la màgia i la bellesa generadores d’alegria, que també s’esfuma. Hi ha un element de misteri sense el qual no hi pot haver gaudi estètic. El drama del coneixement és que per a realitzar-se destrueix la vida dels objectes quan els esquartera per a poder-los analitzar; aquesta és la ferida originària de què sagna el coneixement, i així interpreto jo el passatge bíblic del Pecat Original, la caiguda de l’home.

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lsd Hi ha qui interpreta aquesta situació com a causant d’una relació íntima entre el coneixement i la tristesa, com el trampolí que duu inevitablement cap a la malenconia a tot aquell que flirta amb el saber. I en aquest context apareix l’estètica; la tasca de l’estètica és suturar aquesta ferida, tornar-li l’alegria de la vida al coneixement tot completant-lo a través de la irradiant bellesa artística, que dóna la força propulsora necessària per arribar als camins de transcendència de la fe. La vida d’un petó d’enamorats desapareixeria si aquests es posessin a raonar.

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I fins i tot així no n’hi hauria prou. La descripció de la realitat no és suficient quan el que cal és canviar-la. Però és un primer pas. Per a canviar-la cal imaginació, ideals! Hi ha realistes que utilitzen les descripcions de la realitat com a justificació de la seva debilitat conformista, i acaben tornant-se pessimistes, paràsits. Cal lluitar per canviar la realitat opressora. El color conforma el que veiem, i sense color res veiem. És vista.


efrem gordillo pla Molt de color és ànsia de ser, la manca de color és negligència existencial. El color ens mostra que El Verb Diví existeix. La vida. El món es prodiga, serem també generosos amb ell, i qualsevol cosa esdevindrà art. L’art és la mateixa sang viva de les ferides de la vida que en comptes de perdre’s entre enterros d’oblit i claveguerams llacrimosos, s’alça arremolinada, i balla i riu! L’art és poder tensar l’arc de l’ànima sense estressar-se... I apuntar als estels qualsevol nit. Viure en un llamp i que l’única pàtria comuna i indivisible sigui, com deia Rilke, la infància.

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Ningú podrà negar que l’estètica femenina, actualment, s’erigeix com un dels millors espectacles del món. Però a l’home de color llibertat ni els vestits ni la lascívia en les mirades l’exciten tant com l’alè alcoholitzat, les pupil·les universals de la desvergonya, el sentit de l’humor. Perquè la ditiràmbia d’una ment alterada, els seus focs artificials, i per sobre de tot el riure, són sens dubte els colors del llenguatge. Sense l’emoció el llenguatge es quedaria en un raquític conjunt de signes innocus.


lsd

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Sartre deia que és només a través de la folla fúria com els miserables de la terra esdevenen homes. Per ponderar aquesta visió, excessivament tràgica, hem d’afegir-hi l’alegria del color, l’amor, la generositat i totes les passions positives que segons Spinoza li procuren al nostre esperit l’harmonia amb l’Univers. L’odi, l’enveja, la tristesa, etc., ens posarien en desequilibri amb Déu, que per a ell i tots els panteistes és com parlar de la Naturalesa física amb totes les les seves lleis. S’han fet estudis científics que demostren que les persones deprimides veuen, literalment, la realitat en menys colors, i més foscos. El color és el nen màgic que, ànima endins, il·lumina el nostre camí. És el joc i el desig i el geni. El daimon, l’àngel missatger que ens porta, per la via d’eros, fins al món de les idees. Hi ha dies daimònics, diabòlics... en què ens atrevim a mirar pel forat del pany de la porta de la llar de Déu, l’obrim, i ens aventurem fins al seu mateix dormitori, allà li fabriquem els somnis perquè pugui seguir inspirant la Humanitat. Bellesa impossible, infinita. Nit de poetes amb un sol i unes fonts i un poble i un palau dignes dels Reis de la vida. Plaer excels vessant de Sublim i Absolut. Visió cristal·lina. Riure auri. Caure en picat cap amunt i pujar sempre més i més alt, cada cop més fins les cimes del paradís universal on creix la ciència dels premis i volen les dives que només poden ser robades. Viatjar al país dels àngels que regalimen pecat y “Txin-Txin” del cava dels vencedors, que naveguen, sota simfonia dels quatre vents als estels, en la perla de la humanitat. LSD. Tresor patri llegat d’oportunitat i potència que ha de ser protegit i preservat. El món ideal és una experiència, el món ideal és una realitat.=t


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De andamios por estaciones de ferrocarril moradas

ó Sobre Tras los adioses últimos de Manuel Maples Arce narrativa

Los párrafos bajo estas líneas rinden un pequeño tributo a un poema de Manuel Maples Arce. De la pluma de alguien

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que va Tras los adioses últimos.

Muchas veces he tenido la ocurrencia de asociar a las personas con colores. Y así Andrés es verde militar, Diego verde fosforescente, Anna es color naranja y Gabriela es fucsia. Carla es verde también, sin embargo, no se parece en nada a Andrés. Alfredo es azul celeste y yo, particularmente, considero que soy de color morado. Morado oscuro, por favor. Nada de pastel. Además de las personas, sé que seguramente muchas otras cosas tendrán un color que a mis instancias las identifiquen. Mi casa, por ejemplo, es azul envejecido y crema. Mi antiguo cuarto fue rosa viejo, un rosa empapelado en la pared durante los años cincuenta; así lo recordaré siempre. También son de colores la música, los sabores, los olores y más recientemente le he encontrado un color a uno que otro poema.


por NATHALIE EDEN Hallé, para mi deleite, un poema del mismo color que yo. Un poema morado. Sin embargo no se queda en el color. También suena. Tiene el ritmo acompasado y la cadencia del vapor impulsado hacia los pistones que apremian a las bielas para que hagan girar las ruedas en un movimiento de manivela, sacando así a la locomotora de la estación, alejándola por el horizonte y arrastrando por los rieles los vagones cargados de gente que van levantando polvo a su paso.

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de andamios por estaciones...

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A ratos trato de imaginarme la locomotora. Una Baldwin, una Delaware & Hudson o quizás una vieja De Witt Clinton. Los versos transcurren en una estación de ferrocarriles mexicana a principios de los años 20 del siglo pasado. El cuadro es color sepia, pero al blanco y al negro del sepia clásico en lugar de agregársele amarillo, se le agregó algo de pigmento morado. La tarde tiene un fuerte y penetrante olor acre que impregna los pañuelos blancos que se agitan en patrones regulares en manos de las personas que desde los andenes los utilizan en señal de despedida a los ocupantes de los carros de pasajeros. ¿Será en la del Ferrocarril Interoceánico? ¿En la del Ferrocarril al Pacífico? ¿O será en la del que va hasta Alvarado? ¿En qué estación comienza la ausencia?


nathalie eden

Un silbato de vapor, también de color morado, anuncia la partida del ferrocarril. La clave Morse del telégrafo en la oficina envía mensajes a otras estaciones haciendo que (solamente) a ratos se rompa la distancia. La estación se encuadra en una ciudad moderna, donde el hierro empieza a dominar y todo se va automatizando. ¿Estará impulsada aún por el vapor la locomotora que parte? O ¿estaremos despidiendo más bien a una locomotora eléctrica? El sol vespertino baña los anuncios luminosos y las vidrieras de estas calles. El aleteo mudo de los insectos pareciera tomar volumen con sólo observarlo. La vida transcurre en esta urbe sepia-morado y como es normal, poco a poco se va agotando. Completa el cuadro un individuo que se despide de algo que ya no regresa, quedando pálido en su recuerdo. Algo que se pierde en una ciudad eléctrica y veloz. En la Estridentópolis de Manuel. Puede parecer, sí, un tema del corazón, pero lo que para mí resalta entre todo el sepia-morado es ese tópico urbano y cosmopolita de los años 20 que vieron nacer al Estridentismo. Casi un siglo después puedo, como Manuel, estar de pie en un andén, en una ciudad igual de estridente, donde ya todo es eléctrico, donde fue reemplazado el telégrafo luego de múltiples mutaciones, pero donde la ciudad sigue siendo “una ferretería espectral”. Donde ya sin ondear los pañuelos blancos nos damos los “adioses últimos”. Arrastrados por la urbe, por el “fru-fru inalámbrico” y el “ascensor eléctrico” nos alejamos de todo, de nosotros mismos. Donde sentimos una inexplicable pero permanente ausencia. La pérdida de lo que nos supera. Solos. Y al darme cuenta de esto,

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“despachos emotivos desangran mi interior”. =t


Otra mentira fotografía y texto

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Quise quererle. De verdad lo quise, lo noté en mis dedos. Lo noté en el hoyito que se me hizo en el costado mientras le miraba. Quise quererle despacio, en silencio, con cuidado. – No son más que luz – sentenció, como siempre. Como siempre: escupía su dogma y se callaba. Se callaba él y me callaba a mí. Y todas esas ganas de quererle que estaba sintiendo se me bajaron al estómago y se quedaron ahí, calladitas también.


por SABELA EIRIZ

Bajé mi mirada a las fotografías que cubrían la cama. Eran hermosas. Intenté decírselo de nuevo pero ya no pude, sólo las observé y traté de entender lo que él decía. Eran luz, sí, pero eran más que luz: también eran mentiras, como nosotros. Mentiras de papel y mentiras de piel. El sol se abrió paso entre los edificios, atravesó la ventana y aterrizó sobre mi cara. Caía sobre mi piel cálido, casi húmedo, y yo lo miré con insistencia, rogándole que me doliera, que me quemase las córneas. Lo miré hasta que inevitablemente mis ojos se cerraron.

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otra mentira

Tardé un tiempo en abrirlos. En la oscuridad aparecieron de pronto manchas de colores que se movían y palpitaban adentro de mis párpados. Está equivocado, pensé, claro que es más que luz: también es color; no puede decirme que serían lo mismo sin color. Abrí los ojos con la intención de enfrentarme a él, de explicarle que no era sólo luz sino color, que no era sólo aquello sino lo otro, que no era sólo él sino yo. Le miré y descubrí que la estela de luz caía ahora sobre su mejilla. Sentí el deseo de apartarla, de privarle a la luz de poder tocarle, de ser yo y no ella quien caía sobre su piel. Quise no quererle. No son más que mentira – sentencié. –

t

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Una mentira hermosa.=


sabela eiriz

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Un lugar en B-N

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ilustraci贸n

por CARLOS ARROYO


Imágenes en Blanco y Negro música

por: DAVID G. COSTA Abro el cajón de las viejas fotos y observo una en concreto, un instante que refleja una de mis muescas junto con otros seres en un paisaje. Recuerdo que fue intrascendente para todos, pero lo recuerdo vivamente, como si hubiese sucedido hace unos dias. La foto está tomada en blanco y negro. Esa ausencia de color hace que el recuerdo tome mucha más fuerza, le otorga una legitimidad y una certeza superior a cualquier foto en color. Nada queda disimulado, los gestos son completamente desnudos, el fondo exige reivindicar que siempre estuvo allí. Una imagen en blanco y negro, un momento grabado a fuego. Unos mínimos trazos dibujando un contorno provocan la explosión del recuerdo. La capacidad de abstracción se eleva al infinito y provoca que ese momento sea recordado con una intensidad y un anhelo casi cegador. Una simple imagen, una época, un sentir. Vuelvo a recomponer los colores en mi mente y les atribuyo la forma y la tonalidad que yo siempre deseé. Es algo parecido a escuchar una canción añeja por la radio, en mono y con interferencias, siempre agitando la materia gris mucho más que la misma canción en stereo y con un buen equipo. O como un disco de vinilo en comparación con un compact disc. EL vinilo envejece y se degrada con uno mismo, pero mantiene intactas todas las frecuencias. Blanco y negro, infinita escala de grises. Momentos para recordar... no... Momentos para aprender. No se pueden retocar ni teñir. Sucedieron. Son Historia. enlace a música Cierro el cajón. =

t

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https://soundcloud.com/tusitala-1/imagenes-en-blanco-y-negro


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Sons de colors sobre un fons negre I. Estirada al llit, sento els llençols. Suaus. Sobre els peus, les cames, el pit, els braços. Fora, el vent bufa amb força. Les branques, sacsejades pel vent, graten la finestra de l’habitació. Aquest soroll és de color gris. No sé ben bé per què sento el moviment de les branques sobre el vidre així. Potser és pels dies de pluja en què veia les gotes d’aigua córrer per les finestres. Recordo que quan era petita les intentava tocar amb els dits des de l’altra banda del vidre i mai les trobava. S’escapaven i morien. O potser és perquè recordo que les cortines de l’habitació són grises. M’aixeco del llit i busco amb els peus -el terra, fred- les sabatilles. Sempre les deixo sobre la rajola que té dues esquerda en forma de creu. Les trobo. Agafo la bata i em cordo ben fort el nus. Camino fins la finestra. El xiuxiueig del vent, gris. De sobte, vermell. Sento que s’ha trencat alguna cosa. A prop meu. Faig una passa i trepitjo vidres. El cop ha sigut vermell. Sona el timbre. Amb compte, surto de l’habitació. Vaig pel passadís, amb les mans resseguint la paret, fins arribar a la porta. Busco el pom. Les claus estan posades. Dono tres voltes i la porta s’obre. Em parla el veí del pis del costat. La seva veu és de color groc, d’un groc molt intens. Ve per ajudar-me. Ha sentit un soroll. El deixo passar i li dic que hi ha vidres pel terra de l’habitació. Ell va cap a l’habitació mentre el segueixo pel passadís, més lenta, tocant la paret. Quan arribo al llindar de l’habitació, em diu que una branca ha trencat la finestra, empesa pel vent. Em demana per una escombra. Groc. Molt groc.


por CRISTINA MARTÍN VALBUENA Li dic que la guardo amb el recollidor a la cuina. M’assec al llit mentre l’espero. Escolto com obre els armaris de la cuina. Primer, el dels plats i els gots, al costat de la porta. Després, el de les olles, al costat de la nevera. Més tard, el de les escombraries, sota la pica. I per últim, el de l’escombra i el recollidor, al costat de la taula de la cuina. Torna i recull els vidres. En silenci. Quan acaba, va a la cuina i troba les escombraries -aquest cop sense dubtar- on llença amb cura els vidres. Des del passadís, abans d’obrir la porta, em diu que ara ve, que vol agafar eines per arreglar la finestra. I quan surt deixant la porta ajustada, imagino què farà, des del llit.

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Començarà per cercar les claus a la butxaca dreta de la camisa però les trobarà a l’esquerra. Obrirà la porta i es guardarà les claus al mateix lloc d’on les ha tret. Només entrar, fitarà el seu reflex en el mirall del rebedor, el que queda tot just davant de la porta, i es pentinarà un pèl imaginari que creu que li cau pel front. Probablement, les eines les tindrà a l’habitació on guarda tot allò que ha oblidat on para. Abans de descobrir que les va deixar entre dues caixes buides, ensopegarà amb la samarreta que volia l’altre dia per anar a sopar amb uns amics, el llibre que fa mesos que hauria d’haver tornat a la biblioteca o bé un objecte que li recorda coses que intenta ignorar. Quan, per fi, trobi les eines, marxarà i tancarà l’habitació dels objectes perduts, si més no per una estona. Abans de sortir, revisarà que el gos -té un nom començat per R i lladra quan l’ascensor funciona- tingui menjar i no l’hagi llençat fora. I, ara sí, tornarà. Continuo asseguda al llit quan entra de nou. Em saluda i és groc. Deixa les eines a prop meu. Passeja per l’habitació i sento com fulleja els llibres -els que abans llegia per les nitsque apilono a una taula al costat del llit. Li podria dir que se’ls emportés. Li podria deixar aquells que em feien sentir menys sola. Li podria demanar que me’ls tornes a llegir. Encara fa vent. Sento com les branques es mouen. Gris. Ell es posa a arreglar la finestra. I llavors, de sobte, blau. Sona música. El truquen per telèfon. Recordo la cançó. M’agradava.


II. El blau s’esvaeix i el negre és fa més fosc per ella. Cau desmaiada a terra. I quan desperti, recordarà el què va passar fa poc i el seu cervell intenta amagar. Gris, groc, blau i vermell. Gris per la pluja, el vent, els núvols i el cel tapat del primer dimecres del mes passat. Ella, la Laura, sortia de casa quan es va trobar al seu veí, en Pau. Havien coincidit al replà on havien compartit informació -de tipus irrellevant i sobre les seves experiències més recents- abans d’entrar a l’ascensor. En Pau vestia una samarreta de color groc, la qual la Laura havia vist com ell l’estenia al patí interior -on s’abocaven les finestres dels seus respectius menjadors- el dia abans. A l’ascensor, van escoltar els lladrucs del gos d’en Pau. Ell anava a comprar el pa i ella marxava a la feina. Quan s’acomiadaven, van trucar al Pau. A la Laura li agradava aquella cançó que el Pau tenia al mòbil -el qual era de color blau – i que era molt antiga. No recordava el nom ni tampoc el grup que la cantava però la coneixia. I mentre l’escoltava, cada cop més llunyana, la Laura creuava el semàfor i un cotxe vermell va aparèixer entre llàgrimes de pluja i vent. Va ser així com la Laura va rebre un cop que la va deixar a les fosques. I com el Pau, des de llavors, cuida d’ella. I parla amb veu groga. =t

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El precio narrativa

Se desperezó con semblante ceñudo. Ser humano tenía multitud de contratiempos. Tenía exactamente veinte minutos para personarse ante su despacho de la céntrica Avda. Galera. Su estricta puntualidad y el orden le ayudaban a sobrellevar el caos en su vida. Arnaldo empezaba a resentirse de estar en dos mundos a la vez. Sus genes le obligaban a relajarse, a dejarse llevar por el entorno y ello le causaba un esfuerzo considerable. Aunque finalmente vencía su sentido crítico de la situación, obligándole a aceptar dichos efectos del organismo como contratiempos colaterales, imprescindibles para alcanzar su objetivo. Su mujer, Elvira, rompió el silencio de la mañana mientras degustaban el desayuno. -¿Quedamos en tu oficina o voy directamente al restaurante? -Mejor, ven tu a recogerme.No te haré esperar.Te lo prometo. Ella se despidió de él regalándole un beso en la mejilla, al que Arnaldo no correspondió, como era habitual. A Arnaldo le costaba entender el comportamiento de los humanos en general. Siendo como eran conocedores de poseer una irremediable fecha de caducidad, se atrevían a malgastar su propia vida y las de los demás. Elvira pasaría probablemente las próximas cuatro horas, pensando en la ropa más adecuada para el almuerzo y decidiendo el color de esmalte para sus uñas , y todo ello sin ningún remordimiento. Sus pensamientos cambiaron en el trayecto. Tenía en su mente las

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primeras negativas ante su petición al consejo. Había pasado mucho tiempo de eso, pero seguían allí. Fueron las causantes de la ruptura en su inamovible armonía, creando desasosiego entre sus semejantes.


por MPNova

¿Color?, ¿Quién piensa en el color? ¡Moléculas de luz! ¿Para qué necesitamos ensayar con longitudes de onda? No las necesitamos. Si fueran imprescindibles ya las tendríamos. ¿Qué es lo que quieres? ¿Quieres ir ahora tras el color?¿Piensas que nos aportará bienestar?¡Hay temas más importantes que tratar! Cuando puedas argumentar esa necesidad, hazlo. Y así lo hizo. La mañana engulló a Arnaldo con gestiones urgentes, que vistas unas horas después, parecían totalmente intrascendentes. Una pérdida de tiempo y energía incalculable puestas al servicio de interminables memeces. Tiempo. Se agotaba el tiempo que le habían otorgado. Cuando calculó el experimento, no contempló la posibilidad de que pudiera volver a humanizarse. Esa variable no la consideró. Si estaba de nuevo allí, era por la importancia del estudio. Era un ente reconocido en el infinito por su gran poder perceptivo sensorial. Era uno de los afortunados. Lo sabía perfectamente. Y este proyecto se t55

acercaba al fin. Luego vendrían las exhaustivas conclusiones.


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el precio Sus ecuaciones preparatorias habían pasado por alto la posibilidad de que los cromosomas humanos pudieran interferir en su sistema. No conseguía mitigar el desgarro que le producía su inmediata marcha. El dolor infringido era tan brutal que tenía la sensación de que le arrancaban el alma. Si eso fuera posible. Aunque para que pudiera ocurrir tal hecho, el alma, debería primero de existir. Y esa era otra incógnita. No tenía ninguna razón para permanecer más tiempo del acordado. Y sin embargo lo deseaba. Su permanencia estaba calculada y planeada en milésimas de segundos. Su regreso tendría un carácter irreversible y debía prepararse para que su marcha no supusiera alteración alguna en su ausencia. Ningún rastro. Ese era el trato. Y ese era el precio. En pocas horas su universo volvería a la normalidad. No había vuelta atrás. Solo quedaba la duda. Saber si la imprenta de esta experiencia le permitirá alcanzar la armonía nuevamente. -Sr Arnaldo, su mujer le espera. Dice que han quedado a comer juntos.- Le interrumpió su secretaria. -¿Qué le digo? -Dígale que ahora mismo salgo, gracias. Al mirar a Elvira, una punzada entre envidia y dolor se apoderó de él. Sabía que aunque se lo explicara, jamás entendería lo que ella significaba para él. Pero eso no le eximía de experimentar sensaciones y sentimientos debido a su comportamiento. Lo más difícil era mirarla a la cara y permanecer impasible. Pero debía hacerlo. Era necesario. -Pensé que te habías olvidado. Cada día que pasa está más distraído. ¿Debería preocuparme? -Su tono era cariñoso, incluso protector, pero de inmediato se percibía el temor en cada sílaba y podía sentir como se paralizaba su respiración a la espera de las respuestas en cada una de sus preguntas.


MPNova

-No, cariño. Todo va bien. Es el cansancio de este trabajo, demasiada rutina, sólo eso. Tu no debes preocuparte por nada. Eso ya lo hago yo. Reservar mesa en el restaurante favorito de Elvira fue un acierto. Ese detalle le provocó una tímida sonrisa y Arnaldo se esforzó en encontrar las palabras adecuadas para llenar el vacío entre ellos y adularla. -¡Venga! Comámos algo bien apetitoso, aquí no venimos todos los días. No se como lo haces, pero cada día eres más bella. No dejaría de mirarte nunca. Ya de regreso al despacho, Arnaldo retenía en su memoria el reflejo dorado de los cabellos de Elvira, el lunar canela de su nuca, y esos excitantes labios aterciopelados de ese color melocotón asemejado a sangre. Notó que sus venas destapaban una pasión retenida, ahogada, y sintió la necesidad de volver a su lado y amarla con anhelo, sin condiciones. La fuerza del deseo se apoderó de el, y aunque siempre lograba dominarla, esta vez decidió sucumbir ante ella, una única vez. Sería su despedida. Sus manos al volante del jaguar y su mente multiplicando incógnitas ¿Color?, ¿para qué? Para alimentar el alma. La respuesta le asaltó naturalmente. Enseguida intuyó que pagaría un alto precio por ello. Abrió la puerta de su casa y encontró a Elvira en un rincón del suelo llorando calladamente, las lágrimas dibujaban un delicado lienzo, el maquillaje descompuesto le aportaba cierta apariencia de anonimato

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al rostro.


el precio

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al rostro. Se acercó y la besó. La besó hasta que desaparecieron sus lágrimas. Y la amó. Le hizo el amor con total entrega. Ella hizo que despertara en su interior una explosión capaz de iluminar las sensaciones. Y sucumbió al éxtasis. La puesta de sol los envolvió y permanecieron abrazados y adormecidos hasta el anochecer. Elvira se incorporó y miró a Arnaldo. No lo reconocía. Desde que se conocieron, multitud de Arnaldos habían cohabitado con ella. Algunas veces temía que estuviera perturbado. Aquel hombre alegre y cariñoso, se había convertido en un ser distante, educado e inaccesible. Vivir con él era como jugarse la vida a una mano de cartas. Todo o nada. Al principio desconfió. ¿Otra mujer? pero lo descartó. El seguía proporcionándole todo lo que deseaba. O casi todo. Todo menos a él. Por otra parte, su vida no era peor que la de otras parejas.Incluso vivían mejor que la mayoría. Ellos jamás discutían, se trataban con cariño, se respetaban. Arnaldo tenía un problema y ella debía sufrirlo en silencio. Eso era todo. Y de repente, hoy sentía que Arnaldo le había entregado el alma para que la retuviera en ella. Durante la cena los ojos de Arnaldo permanecieron hipnotizados. Mantenía fundidas en sus retinas las imágenes vividas, en sepulcral silencio. Alternaba las sensaciones como secuencias en cada bocado llevado a su boca. Calor. Olor. Color.


MPNova

Comprendió que las emociones, a pesar de carecer de corporalidad, se manifestaban explosivamente. Desarmaban la racionalidad y se sustentaban en un espacio- tiempo indefinido suspendido en sí mismas. Experimentarlo le derrumbó. Para él dicha transformación se llamaba Elvira. Había llegado el momento. Se acostó. Cerró los párpados, las espesas pestañas cayeron sobre la piel. Sintió su roce. Se abandonó a su esencia. Lo esperaban. Mientras su materia se fusionaba iba recreando pensamientos del trabajo realizado . Dos años terrestres. Dos planos opuestos. Impulsos eléctricos le devolvían a su realidad. Luz y destellos. Recordaba lanzar su mirada en el paisaje y su desazón. No había nada que mirar. Nada destacable. Nada. La nada no entendía de espacios temporales. Sólo lanzas subliminales en el vacío. La ausencia en sí misma no significaba nada. La conciencia sensorial despertaba a través de la sombra, del matiz, del efecto lumínico al

al ecléctico vacío de la nada.=t

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mismo ritmo que su racionamiento biológico desaparecía. Elvira se despertó inquieta, tenía, como a algunos les gustaba decir, un sexto sentido. La sensación de cambio se apoderó de ella. Se incorporó y su mano se acomodó inconscientemente en su vientre. Bostezó. La ventana transmitía una paleta de color primaveral, nítida y resplandeciente capaz de trasformar el último aliento invernal en un presagio de explosión de olor y color. Un acto consciente de rebeldía


Sinestesia música

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“No existe una teoría. Sólo tienes que escuchar. El placer es la ley. Me gusta la música con pasión. Y porque me gusta trato de liberarla de las tradiciones estériles que la ahogan. Es un arte libre que brota - un arte al aire libre, sin límites, como los elementos, el viento, el cielo, el mar. En ningún caso debe ser cerrado y convertido en un arte académico. Claude Debussy

Siendo el tema central de este número el color, quizá os parecerá extraño encontrar en esta página composiciones musicales. Sin embargo, los que ya conozcáis la revista habréis comprobado que una de sus características distintivas es que rechaza la separación categórica entre las artes, y en cambio tiende a ir en busca de la esencia misma del acto creativo, potenciando la combinación de los diferentes lenguajes artísticos. Pero para los espíritus más críticos que no se contenten con excusas genéricas, sirvan estas breves notas como pistas interpretativas sobre la relación entre el arte de combinar sonidos y el de combinar colores, y sobre las dos composiciones que acompañan a este artículo. (Antes de seguir leyendo, os recomiendo que escuchéis primero la música de manera que mis reflexiones no condicionen vuestra audición). Lo primero que me viene a la mente es el recuerdo de una clase de música en la que el profesor nos recomendaba visualizar escenas o imágenes como recurso de inspiración para componer. La idea de buscar la inspiración musical fuera de la música, incluso fuera del sonido, me entusiasmó inmediatamente, aunque nunca la puse en práctica hasta hoy. La participación en un número de Tusitala sobre el Color me daba el impulso necesario para probarlo.


música y texto

por RAFAEL BUZÓN (Onironautas)

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Hablar de música con palabras siempre conlleva una dificultad insalvable, la música es también un lenguaje con su propia gramática y léxico, y es totalmente intraducible al lenguaje verbal (por lo que sé hasta el día de hoy). Por ello, cuando hablamos de las sensaciones que nos provoca la música recurrimos normalmente a imágenes metafóricas asociadas a otras artes y nos referimos a texturas, atmósferas, paisajes o colores. Música descriptiva lo llaman. En estas dos composiciones intenté imaginarme como un pintor ante un lienzo en blanco, como digo, puede parecer extraño, pero ya desde un punto de vista etimológico la pintura y la música están más próximas de lo que nos imaginamos pues la palabra composición se aplica tanto al ámbito de la pintura como a la música. La idea era, por tanto, asimilar en la medida de lo posible el lenguaje musical al lenguaje pictórico, tratando a los recursos musicales como si fueran figuras y colores, exagerando conscientemente el contraste entre los diferentes modos, instrumentos, y ritmos con una técnica por así decirlo impresionista. La expresión “música impresionista” se utilizó, por cierto, ya en su día para describir la música de Debussy y Ravel.


En relación a las composiciones que acompañan este artículo, en “Orient Express” intenté pensar como si fuera un compositor de música de cine. Intenté escribir música a partir de la visualización de una escena en un paisaje boscoso y nevado, visto desde la ventana de un tren en marcha, e intenté dejarme llevar por la música que me sugería el paisaje cambiante. Música para una película que no existe. “Cenefa” está construido sobre una idea muy visual. A partir de un mismo motivo que se va repitiendo y entrelazando consigo mismo, usando varios instrumentos y combinando distintos modos musicales y compases, el efecto puede llegar a sugerirnos la misma sensación que tendríamos al observar un motivo serial pictórico que germina armonizando varios colores, ángulos y posiciones. Pero como decía antes, el lenguaje verbal tiene una capacidad limitada para hablar de cuestiones tan abstractas como la música. Nunca podremos aspirar a llegar con la palabra a la intensidad emocional que puede transmitirnos la música, al menos yo no puedo. Lo mejor será, entonces, dejar que la música hable por sí sola. =t

escuchar Orient Express

https://soundcloud.com/tusitala-1/orient-express

escuchar Cenefa

t62

https://soundcloud.com/tusitala-1/cenefa Onironautas son: Rafael Buzón, Guitarra Paulina Sánchez, Violín Ruth Abela, Clarinete Oriol Fontanals, Contrabajo Jose Luis Garrido, Percusión

Grabado y mezclado en Bonobo Records


Ígneo

poesía

Quiero todo el rojo ¡El rojo desorbitado!

por PAULA ARIZMENDI

para borrar lo blanco de mi sangre (sangre de insecto, agua y baba) y olvidarme desde siempre de mi dorada aureola —tan revulsiva—, de mi vértigo de nieve, de mi náusea amoratada, de este oxidado ombligo, de las palmas con cristales, de la carne ya verdosa. Quiero morder el miasma rojo, volverme carnada del fuego, pulpa mojada del diablo, ser piel sedosa de manzana, Quiero volver al cielo roja, quiero abrigarme en piel purpúrea. Sentir el útero enclaustrado, los dedos cenicientos, las pálidas vísceras, la lividez de mis respiraciones, mis brazadas en cloro(formo) Arrastrarme al escarlata, naufragando en lava.

t63

Quiero mi cuerpo encendido, todo rojo.


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