El Carme

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Rafael Solaz Albert


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El Carme se sitúa en el extremo noroeste del casco antiguo de la ciudad, contiguo a los barrios de la Seu, Mercat y Velluters por el este y sur, la ronda de las antiguas murallas y el antiguo cauce del río, por el oeste y norte. Está delimitado por el recorrido de las siguientes calles: Cavallers, Quart, Guillem de Castro, Blanqueries, Furs, Serrans y plaça de Manises. Adquiere su título a partir de la ocupación cristiana del siglo XIII, con la instalación del convento del Carmen fundado por Carmelitas Descalzos. Anteriormente, una parte de su superficie había sido arrabal musulmán.


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EL CARME, así con mayúsculas, es el actual título dado a todo el barrio que se conoció también como del Carmen, del Carme o partides del Carme, por eso en el texto de este libro, en algunas ocasiones y según la época o transcripción, aparecen indistintamente títulos como: Barri del Carme o del Carmen, Convento del Carme o del Carmen, Moreneta del Carme, Associació de Veïns del Carme, calle de la Portería del Carmen o plaça del Carme. Siempre deseé escribir la otra historia de mi barrio. Digo otra historia porque en los últimos años surgieron algunas obras que trataron sobre él, exclusivamente o de forma parcial. Ahora quiero presentar El Carme de manera diferente, tal como lo veo y siento, con el afecto y pasión de un Carme que va unido inseparablemente a mi infancia. Dentro de mí viven multitud de recuerdos de mi estancia en él, desde mi niñez hasta mediados los años 70 del pasado siglo. Nací en el nº 9 de Pintor Fillol, en un noble pero desvencijado caserón. Es en estos primeros años de mi vida cuando por mis ojos entró un incesante volumen de voces, formas y colores que mi intelecto retuvo, memoria que he tratado de describir. Un pasado lejano y reciente a la vez que permite la contemplación de un ayer, un recorrido por las calles de la demarcación, su historia, anécdotas, personajes y comercios, un viaje nostálgico por una parte de València injustamente ignorada. He vuelto a recorrer la barriada y a tomar notas in situ, a hablar con los vecinos en busca de esas pequeñas noticias que se aportan con datos de primera mano, momentos que vivieron sus protagonistas y que, por desgracia, si no se atrapan, se escapan generación tras generación.

Introducción

Cuando he podido siempre he reivindicado mi barrio. Ya en 2002 tuve la oportunidad de citarlo incluyéndolo en algunos artículos de mi obra Guía de las Guías de Valencia, editada por l’Ajuntament de València. En su introducción dije: En sus líneas hay una pequeña parte autobiográfica, momentos vividos en El Carme que me vio nacer y en el que discurrió mi niñez y juventud, referencias que por lo populares he creído conveniente señalar como recuerdo local de este barrio artesano, sin menoscabo a otros de mucha tradición. En 2004 lo cité nuevamente en Valencia, ciudad de postal. También en 2007 incluí una Breve historia del Carme como colaboración del libro que editó la falla de Santa Creu conmemorando sus 156 años de existencia. Desde las guías turísticas se recomienda visitar sus monumentos más emblemáticos: las torres de Quart y de Serranos; el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM); el Centro Cultural de la Beneficència, con sus museos de Etnología y de Prehistoria; la Casa-Museo del pintor José Benlliure; el antiguo convento d’El Carme, hoy convertido en el Museo del Siglo XIX Centre del Carme, la parroquia de la Santa Creu; el convento de Sant Josep; la Casa-Museo de Les Roques y el Portal de Valldigna. Pero El Carme es mucho más que los monumentos o la noche valenciana. Todo él, sus calles y plazas, sus vecinos, sus comercios, su historia, representan un conjunto de la València más vitalista. Es, quizá, el barrio con más sabor, en el que permanece una intensa vida local de convivencia entre los vecinos. Es bastante más que un lugar considerado típico o castizo, calificativos que siempre generalizan la vulgaridad o el desconocimiento. El Carme es un lugar en proceso de profundos cambios y de transformación imparable, en el que siempre hay un oasis de firmeza, de lucha ante los infortunios. Y es que en las últimas décadas, apartados como en una reserva india, los habitantes del barrio han tenido que lidiar contra los envites de una riada, el abandono, la degradación, apuntalamiento y derribo de sus edificios, promesas incumplidas, el olvido casi siempre de la administración de turno, la especulación urbanística, el éxodo masivo de la gente que marcha hacia viviendas más habitables y, por lo tanto, la reducción de habitantes de toda la vida que abandonaron el lugar hartos de tanta dejadez. Se ha resistido en el tiempo gracias al esfuerzo de algunos pacientes luchadores que siempre creyeron en él y a ellos va dedicado este trabajo.

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‘ ‘ Sintesis Historica


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Como ya es sabido València fue fundada por romanos hacia el año 138 a. de C. según una descripción del historiador Tito Livio. El primitivo asentamiento estable se situó sobre la zona de la Catedral y Basílica de la Virgen. Así lo confirman las excavaciones realizadas a partir del s. XVII hasta nuestros días. La que atañe al área pre-barrio del presente estudio está localizada en la prolongación del decumanus maximus, o salida de la ciudad hacia el poniente, junto a la actual calle de Quart donde existen las de Cañete y Mare de Déu de la Misericòrdia. Algún autor aseguró que en estos enterramientos aparecieron restos que correspondían a ritos de antigua tradición griega. De confirmarse demostraría que, al menos, hubo presencia de población helénica en la zona, aunque sólo fuera de paso. La presencia árabe marcó notablemente a la ciudad que vivió cierta época de esplendor. La ocupación cristiana conllevó nuevas costumbres sociales, militares y políticas.

Pintura mural de las tropas de Jaume I. Castillo de Alcañiz. S. XIV.


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De la Valencia musulmana a la Época Foral LOS ÁRABES LLEGARON A LA CIUDAD SOBRE EL año 714, permaneciendo en ella durante más de cinco siglos. Aquí nacieron y vivieron generaciones que la consideraron con razón como su patria, la amaron de forma apasionada y contribuyeron con su elevada cultura y su trabajo a engrandecerla. Esta presencia musulmana experimentó un cambio en las estructuras socio-culturales de Valencia que acabó por quedar islamizada al cabo del tiempo, de tal manera que los habitantes de aquella sociedad tuvieron un carácter específico del que todavía persisten fuertes lazos en la ciudad a la cual llamaban Balansiya, Hadiqat Al-Andalus (València, Jardín de Al-Andalus). Como se transmitían los apellidos paternos pronto hubo una importante población con nombres árabes de etnia hispanoromana-visigoda, ya que pertenecía al mundo cultural árabe en cuanto a su lengua o religión islámica, pero étnicamente Caballero cristiano.

era una población hispano-romana. De hecho, los mismos musulmanes no aceptaban que se les llamase árabes. En 1238 se produjo la ocupación de la ciudad por las huestes cristianas de Jaume I. En esos momentos madinâ Balansiya era un extenso núcleo urbano que superaba los límites de la muralla, caso del arrabal de Roteros que abarca nuestra zona estudiada. En el área de Serrans se creó la partida de unos 800 hombres de Teruel, que pronto ocuparían las casas que les habían correspondido en el Repartiment, entre la puerta de al-Qantara y la muralla de Roteros, por lo que la barriada, por algún tiempo, tomó el nombre de esa ciudad aragonesa. Entre las calles de Serrans y del Salvador, pegado a la muralla, existía un huerto y a su lado se hallaba la calle de al-Buzuil donde se dieron casas a diecinueve familias de los nuevos ocupantes.1 En los primeros días de la ocupación cristiana se reunió el Consell nombrando a diversos prohombres para que se ocuparan de los distintos territorios de la ciudad. Entre ellos se encontraban Ruffes y

Jaume I. Xilografía del s. XVI

1 Vicente Coscollá. La Valencia musulmana. 2003, p. 68.

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Luchas entre musulmanes y cristianos. Grabado.

Cedrelles, los asignados a la partida appellada de Roteros, tro a la porta de la Moreria. Entre las dos puntas existía una considerable extensión de terrenos de población muy escasa, normalmente ocupados por alquerías que, confinando con el barrio de la Morería, albergaban huertos, patios y solares que pertenecían unos a la Pobla Vella o del Bisbe, inmediata al convento d’El Carme y a la actual plaza de Mossén Sorell, y otros a la ya entonces célebre Pobla de les fembres peccadrius que más adelante se cita. A partir del s. XIII, con la presencia cristiana, en el área del que sería barrio del Carme, al igual que en toda la ciudad, se fueron creando una serie de centros religiosos para atender los servicios del nuevo culto. La iglesia de Sant Nicolau fue erigida como parroquia y, en principio, estuvo ubicada en el ámbito de nuestro barrio. También lo fueron la de Santa Caterina, que abarcaba en su jurisdicción hasta el poblado de Campanar, la de Sant Miquel asignada por Jaume I a los pobladores procedentes de Teruel, la de Santa Creu que daba título a la barriada y la de los Caballeros del Santo Sepulcro, convertida en iglesia de Sant Bertomeu.2 En 1281 se aprobó la instalación en el barrio de un convento de carmelitas, hecho importante porque de ahí

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Grabado de 1499

partiría el título de todo el barrio. Se cita el convento en un privilegio de Pere III de Aragón, fechado el 18 de noviembre de ese año, en el que se otorgan diferentes donaciones al prior del Conventui Valentie Ordinis Beate Marie de Monte Carmeli. Sobre el barrio de Roteros se dijo erróneamente que provenía de los que portaban el correo (troteros). Examinando el Llibre del Repartiment no se menciona a ningún troter o trotarius como beneficiarios del reparto de casas y sí se cita el lugar designado con la palabra Roteros. Según Rodrigo Pertegás, su etimología se basa en que en este núcleo de población se hallaban, casi en su totalidad, las fábricas árabes de curtidos y es aquí donde, posteriormente, se establecieron los curtidores cristianos. Parece ser que, en ese lugar, en los tiempos anteriores a la entrada de los árabes, ya existieron rothoriums, balsas o depósitos de agua que sirvieron para macerar el lino y el cáñamo. Otra versión de su título se debe a los roteros, campesinos que trabajaban las rotas, árbol oriental de la familia de las palmas del que se sacaba la madera para hacer bastones. Lo que es evidente es que estas balsas sí existieron y también fueron utilizadas por la población musulmana para curtir las pieles, de ahí que quedara el título rothoriums, roters o el castellanizado de roteros.3


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Torre de la muralla árabe en la antigua posada de IʼÀngel, años 70

En 1401 se derribó la antigua puerta de Roteros y se rehizo la muralla junto al río, al mismo tiempo que se construyeron las torres de Serrans. Eran tiempos en que los nobles aragoneses y catalanes establecieron sus palacios en la zona de Cavallers. Uno de los mejores narradores de las costumbres de esta época fue Jaume Roig quien vivió durante algún tiempo en la calle de la Cullereta o Garrofereta, actual de Fos. Durante el siglo XV la ciudad disfrutaba de un gran auge mercantil. Los antiguos arrabales se desarrollaron fuertemente con la incorporación de nuevos vecinos, sumándose a las actividades artesanas ya existentes otras nuevas, como la

de los peraires, cardadores, tejedores y alfareros que ocuparon prácticamente todo el espacio hasta las renovadas murallas.4 Las puertas de acceso se fueron ampliando en número al ir adquiriendo esta zona su carácter de barrio artesanal y tener, por tanto, más necesidades en el trasiego de gentes y mercancías. Sobre 1400 fue abierto el portal de Valldigna. La anterior puerta de Roteros, en el recinto árabe, dejó su protagonismo a la nueva dels Serrans junto al portillo dels blanquers, Portal Nou, Portal dels Tints (1356) y, por último, la de Quart. Por entonces la ciudad alcanzaba los setenta y cinco mil habitantes y ejercía la supremacía de la Corona de Aragón. A partir de 1522 con la derrota definitiva de les Germanies como revuelta encabezada por las clases medias gremiales, se produce el triunfo de la nobleza que va a propiciar un periodo precapitalista, unido a una cruel represión, que da paso a la decadencia gremial. Consecuencia de les Germanies fue la destrucción de la mezquita de la Morería, asaltada en 1521, reconstruída en 1525 y, posteriormente, convertida en parroquia de Sant Miquel. En el plano de Antonio Mancelli (1608) ya se ve el edificio cristiano señalado como nº 28. En el s. XVII El Carme sufriría otra catástrofe: la epidemia de peste que padeció la ciudad entre octubre de 1647 y marzo de 1648. En el barrio el número de muertos fue notable: en el distrito de la parroquia de Sant Bertomeu se produjeron doscientas veintidós víctimas; en el de la Santa Creu, setecientas ochenta y ocho y en el de Sant Miquel, cuatrocientas ochenta y seis, independientemente de los que fallecieron en los hospitales que se habilitaron para la ocasión y de los cuarenta y seis religiosos que murieron en los conventos del Carmen y de la Corona.5 Se destinaron, como lugar de convalecencia, los terrenos del Partit, cuya actividad ya languidecía. Otro de los lugares destinados a sanar a los ciudadanos de los distritos de Santa Creu y Sant Miquel fue el el huerto de Arguedes, frente al portal de la Corona, donde se instaló una enfermería que se constituyó en centro neurálgico de acogida de los infectados del barrio. 2 A estas primeras fundaciones hay que añadir otras realizadas tras la aparición del protestantismo que, en 1529, producirá el movimiento de la Contrarreforma. La ciudad se cubrirá de conventos, algunos de nueva fundación y otros reformados o ampliados. 3 José Rodrigo Pertegás. Sobre Roteros. “Almanaque de las Provincias para 1915”, p. 195. 4 María de los Desamparados Cabanes Pecourt. Avecindados en la ciudad

Vista de Valencia. Grabado del s. XVll

de Valencia en la época medieval. Avehinaments (1308-1478). 2008. 5 Francisco Gavaldá. Memoria de los sucesos particulares de Valencia y su Reyno en tiempo de peste. 1804, p. 100.

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La ciudad en el s. XVIII. Reformas urbanas, epidemias e industrias del s. XIX TRAS LA GUERRA DE SUCESIÓN DE 1707, FELIPE V mandó cerrar todas las puertas y portillos de la muralla, excepto las de Serrans, Quart, del Reial y Sant Vicent. Eran épocas de renovación y construcción de iglesias lo que originó que acudieran a Valencia diversos artistas, como Palomino, que se instala en El Carme. Para el orden administrativo se procedió a parcelar la ciudad en distritos y barrios. En el s. XIX se produjeron diversos cambios urbanos en la ciudad, especialmente en el barrio. Los grandes huertos situados al oeste fueron urbanizados apareciendo nuevas calles y se construyeron edificios para albergar diversas instituciones benéficas. Mientras se derribaban las murallas, una incipiente industrialización irrumpía en el barrio salpicada por las epidemias de cólera. El primer molino de chocolate se instala en la calle de Dalt. Tal vez fuera el mismo que se cita como situado en la plaza de Mossén Sorell, según quedó citado en un anuncio del Diario de Valencia, del 4 Octubre de 1792. Hacia mediados de siglo comienza una fase de expansión económica que da paso a una incipiente industrialización. En el barrio se emplazan dos fábricas de hilaturas y tinte de seda. Siguen funcionando las alfarerías de la calle de la Corona y en el Portal Nou se instalan los almacenes de comerciantes franceses que tenían sus tiendas en la zona del Mercado.6 Con el fin de evitar robos y pendencias, el 1 de diciembre de 1763, se colocaron en la ciudad los primeros faroles. Se pusieron a cuarenta pasos de distancia unos de otros y fueron costeados por los propietarios de las casas a que correspondían. Estos primeros faroles se apagaban a las once de la noche. Pero como los ciudadanos estaban descontentos de este alumbrado, en 1771 se estableció otro tipo y se creó el cuerpo de faroleros, para lo cual pagaba cada casa un canon de 14 reales de vellón al año. Los nuevos fanales de aceite eran pequeños, triangulares y se colgaban de unos ganchos de hierro clavados en la pared. Del total de 2.356 faroles con que contaba la ciudad, 436 correspondían al cuartel de Serranos, una cantidad sensiblemente inferior a la

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El Carme, en el plano de Tosca.

de otros barrios. El comisario responsable del alumbrado para toda la ciudad fue Joaquín Escolá y Climent, regidor que vivía en el barrio, en la plaza de l’Arbre. Era la época en que se vieron por El Carme los vigilantes del recién creado cuerpo de serenos.

Plaza de Manises-Cavallers. Foto Abelardo Ortolá, 2006


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Defensa de las Torres de Quart. Grabado de Rocafort, 1810

En virtud del auto acordado por la Real Audiencia de la ciudad, del 5 de octubre de 1769, cumpliendo la Real Cédula del 13 de agosto de ese año, se dividió la ciudad en cuatro cuarteles: Serranos, Mercado, Mar y San Vicente, que, a su vez, contenían cada uno un número determinado de barrios. El Carme estaba comprendido en el de Serranos y parte de San Vicente. En los edificios se colocaron los rótulos con un

Responsables municipales del Cuartel de Serranos en 1779 y 1784.* 1779. Alcalde del Cuartel: Jacobo de Caamaño y Ganoso. Alcaldes de barrio: Pedro Asensi, Juan Bautista Martínez, Juan Miguel de Lahoz, Vicente Martí, Joaquín Mascarós, Joseph Ramos, Vicente Lozano y Mariano Espinosa. 1784. Alcalde del Cuartel: Antonio Pagán. Alcaldes de barrio: Pedro Asensi, Jayme Mincheta, Mariano Jordán, Christoval Serra, Antonio Anderi, Vicente Lozano y Mariano Espinosa. * Kalendario (sic) Manual y Guía de Forasteros de Valencia, 1779, 1784.

número secuencial que los identificara, así como otro indicando la manzana a la que pertenecían y también el nombre de las calles, en unos azulejos que medían quince y veinte centímetros de lado respectivamente. Las letras de las rajoletes que indicaban los números de edificios y manzanas se pintaron de negro como se puede ver en las que subsisten en la actualidad. Las del título de las calles se dibujaron en azul o negro (en la de Vall de Crist, hasta los años 60, se conservaba una de éstas). Quedaron noticias de que en El Carme hubo cierto desconcierto a la hora de colocar los azulejos con la denominación de las calles ya que algunas eran conocidas con varios nombres. Se tuvo que adaptar rápidamente una rotulación acorde a lo que pareció más adecuado, nombrándose una comisión que examinara los verdaderos nombres de cada calle o corregir los erróneos. Pese a todo, muchas de las vías del barrio permanecieron sin 6 El Barrio del Carmen en la ciudad de Valencia. Ed. Associació de Veïns. 1999, p. 21.

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Defensa de la Torre de Santa Caterina en 1808. Grabado.

rótulo ya que los encargados de colocar las placas olvidaron algunas de las menos importantes. Así, pasaron desapercibidos callejones, atzucacs y algunos cobertizos a los que no se les dio consideración de calle y sí de lugar de paso sin nombre. En 1770 se procuró subsanar estas omisiones colocando algunos de los azulejos que faltaban. El barrio primero del cuartel de San Vicente abarcaba la zona que quedaba dentro del recinto de la calle de la Corona, Mossén Sorell, Mesón de Morella, Baja del Alfondech, Tros Alt, Bolsería, Carda, Larga del Empedrado, hasta la muralla. Serranos alcanzaba una amplia zona, de 77 manzanas y 1.383 casas. Su primer barrio comprendía la parroquial de San Salvador, Convento de Trinitarios y la ermita de Santiago de Uclés. El segundo, la parroquial de San Lorenzo, convento de Santa Ana y la Ermita de San Jaime. El tercero, correspondía exclusivamente a la parroquial de Santa Cruz. El cuarto, los conventos del Carmen y San José. El quinto y

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último, el convento de la Corona y la ermita de San Pedro Mártir. Se nombraron los primeros alcaldes para cada barrio. El Carme aún era considerado por entonces como un suburbio de la ciudad. Se vio citado en alguna ocasión como lugar, partida, poblado y arrabal referido a la zona donde quedaban algunos terrenos por urbanizar del antiguo Partit y sus inmediaciones. En las ordenanzas del gremio dels Guanters de 1758 se decía que la casa cofradía estaba situada en el Poblado de esta ciudad, Parroquia de la Santísima Cruz, en la plazuela de Na Jordana. Y aún, en junio de 1814, un anuncio del Diario de Valencia indicaba la subasta de una casa grande en el poblado de esta ciudad, calle de la Pobla Larga, frente al huerto de Ensendra. El comienzo del s. XIX iba a resultar movido. La participación de las gentes de la barriada en la guerra contra la ocupación francesa de 1808 fue, mayormente, en la defensa de las puertas de la muralla que recaían al barrio: Serrans,


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rodeaba la muralla con un foso defensivo en el que se instalaron baterías frente al baluarte y torre de Santa Catalina y la franja del arrabal de la puerta de Quart. Desde entonces este nuevo trazado, que posteriormente abarcó todo el recorrido de la muralla, comenzó a conocerse como línea de circunvalación, título que ha llegado hasta nuestros días. La comunidad de Carmelitas Descalzos del convento del Carmen, iría poco a poco participando activamente en la contienda. A ellos fue entregado un pendón en el que se hallaba pintada la imagen de San José, bandera que sirvió de reclamo para alistamiento de personas en la defensa de la ciudad, nómina que los mismos frailes del convento se encargaron de redactar durante ocho días en los que se formaron colas de voluntarios. Los religiosos también participaron en la batalla de Quart defendiendo la ciudad desde la muralla próxima a las torres y cedieron sus conventos –entre ellos el del Carme– para ser habilitados como cuarteles y hospitales.

Estudio sobre el Convento del Carme, 1778

Portal Nou o Sant Josep y Quart, dotadas con cañones del calibre 4 y 8. En el baluarte de la reconstruida torre de Santa Caterina, junto a la de Sant Josep, se colocó una sola batería. Para la protección de las murallas se había dispuesto su señalización en la parte interior con unas rayas gruesas de cal o almagre, en la que figuraba la división responsable de su defensa, debiendo llevar cada una su número correspondiente junto al nombre del santo o santa más apropiado al lugar. Una descripción de la cruenta batalla nos la proporcionó Luis Orozco: Por fin atacaron los franceses la ciudad, la mayor parte fue por la puerta de Quart y batería de Santa Catalina situada frente al pretil del río Turia (…) A los franceses, desde la una de la tarde, se les contestaba con innumerables tiradores de fusil y a las ocho de la tarde, se retiraron con gran pérdida, dejando muchos chaponazos en las torres de la puerta de Quart, los que existen y existirán para perpetua memoria.7 Y es que la lucha en las torres de Quart fue heroica y tras la provisional derrota del francés se colocaron dos lápidas sobre la citada puerta, en remembranza de esta victoria que tuvo lugar el 28 de junio de 1808.8 Con motivo de la guerra, en 1810 se reconstruyó la línea que

El 9 de enero de 1812, el general Joaquín Blake y el ejército que defendía la capital salieron al Portal Nou y puente de Sant Josep para rendir Valencia. Con la entrada del general francés Suchet se produjeron represalias contra aquellos que habían defendido la ciudad y, entre ellos, veinticinco religiosos carmelitas que fueron concentrados en la plaza de San Francisco y trasladados como prisioneros hacia Francia. Algunos, los más ancianos y enfermos, quedaron recluidos en condiciones penosas en el convento que daba título a la citada plaza.9 Ninguna religiosa quiso abandonar el convento de Sant Josep del Portal Nou, a pesar de estar situado junto a la muralla donde tenían lugar cruentos combates. Incluso la población religiosa se incrementó al recibir monjas refugiadas, procedentes de otros lugares. Las carmelitas se ocuparon de confeccionar telas que sirvieran como vendaje a los heridos. Cuando Suchet entró en la ciudad, temiendo represalias, se dispersaron por varias casas particulares. Algunas de ellas marcharon a la población de Enguera donde tenían familiares. Así hasta que acabó la guerra.10 7 Luis Orozco y Ruso. Itinerario. (Manuscrito, ca. 1830). 8 Sucesos de Valencia desde el día 23 de mayo hasta el 28 de junio de 1808. 1810, vv. pp. 9 Manuel de Santo Tomás Tragia. Historia de lo que padecieron los Carmelitas Descalzos de la Provincia de Aragón y Valencia. Manuscrito. 1808-1814, vv. pp. 10 Íbid, p. 402.

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La riada de 1897 bajo el antiguo Pont de Fusta.

Talleres y empleados de La Balaustrera Valenciana, 1908

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