ROJO-AMATE 2

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ROJO-AMATE

Año 1 Número 2

R ev i sta d e pol í t i ca , econom í a y c u lt u ra A ñ o 1

Armando Aguirre José Vicente Anaya Armando Bartra Lourdes Bueno Mauricio Calcaneo Miguel Ángel García Víctor Jiménez Thierry Linck Jorge Mansilla Torres Julio Moguel Adolfo Orive Eduardo Pitta Ethelia Ruiz Carlos San Juan Víctor Suárez Víctor M. Toledo Jaime Vieyra Jorge Zepeda


Rojo-amate Revista de política, economía y cultura Año 1 | Número 2 | noviembre - diciembre | 2010 Director: Julio Moguel Consejo editorial: David Aburto, Gaspar Aguilera, Ismael García Marcelino, Julio Moguel, Adolfo Orive, Enrique Pérez, Carlos San Juan, Víctor Suárez Consejo consultivo nacional: Alfredo Acedo, Armando Aguirre, Faustino Altamirano, René Alvarado, Laura Andrade, Brenda Arenas, Armando Bartra, Benjamín Berlanga, Gustavo Bernal, Lourdes Bueno, Raúl Cabrera, Alberto Carral, Juan José Chagolla, Lizbeth Cruz, Evodio Escalante, Alejandro Estrada Salinas, Eduviges Franco, Javier García Chávez, Abraham García Gárate, Miguel Ángel García, Rosario Herrera, Víctor Herrera, Martha Guaderrama, Mariana Hernández García, Benjamín Herrejón, Víctor Jiménez, Adolfo Lizárraga, Patricia Moguel, Arturo Montañana, Fidel Negrete, Luis Rojas, Laila Saab, Emilio Toledo, Víctor M. Toledo, Javier Morett, Alfredo Ramírez Bedolla, Héctor Ramírez Williams, Roberto Sánchez, Enrique Velázquez Zárate, Jorge Zepeda, Francisco Zamudio, Sergio Zermeño Consejo consultivo internacional (en proceso de integración): Alín Cid Fleitas, Norberto Codina, Nicolás Hernández Guillén, Enrique Saínz, Thierry Linck Coordinación ejecutiva: Adriana Martínez Rodríguez Subcoordinador editorial: Miguel Ángel García Diseño editorial: Galera Fotografías: Martha Guaderrama, Alberto Millán, Claudio Zorrila Fotografía de portada: Martha Guaderrama Distribución: Tinta Roja ROJO-AMATE es una publicación bimestral editada por Fundación México Social Siglo XXI AC, Monterrey 242, Colonia Roma Norte, Delegación Cuauhtémoc, México, DF, CP 06700. Teléfono 52647157. www.rojoamate.com Información en el correo: mexxicosocial@hotmail.com Editor responsable: Julio César Moguel Viveros Reserva para uso exclusivo otorgada por la Dirección de Reservas del Instituto Nacional de Derecho de Autor bajo el Número 04-2010-072214451200-102. Certificado de Licitud de Título y Contenido Núm. 15003 expedido el 26 de octubre de 2010 por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas. ISSN 2007082-9. Distribuida por Mariela Calcagno en Tinta Roja, Truenitos 21, Col. Villa Coyoacán, CP 04000, Delegación Coyoacán, México, DF, Tel. 56 59 02 52, Fax 56 59 44 80. Impresa en Offset Santiago SA de CV, Río San Joaquín 436, Colonia Ampliación Granada, CP 11520, Delegación Miguel Hidalgo, México, DF, en octubre de 2010. Tiraje de 3500 ejemplares. Los textos aquí publicados son en su totalidad responsabilidad de los autores. Prohibida la reproducción total o parcial.

amate en el otlayo, pedro cote


Nuestros colaboradores

David Aburto Cuentista y ensayista de temas literarios. Ex secretario general del Sindicato de Pesca. Armando Aguirre Doctor en medicina. Fue subsecretario de Política Social en el gobierno del estado de Michoacán durante el periodo 2002-2008. Activo promotor de proyectos en torno a la salud comunitaria en diferentes partes del país. Armando Bartra Director del Instituto de Estudios para el Desarrollo Rural Maya y profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Xochimilco. Ha publicado numerosos libros sobre economía, política, historia y filosofía. Actualmente es director del suplemento La Jornada del Campo. Lourdes Bueno Maestra en Tecnología Instruccional y doctorante en Educación. Participó en la creación del actual Sistema Virtual de la Universidad de Guadalajara. Ha publicado, entre otros libros, La exclusión de la esperanza: un sistema de educación desertor. Es editorialista del periódico El Informador. Mauricio Calcaneo Monts Licenciado en Derecho por la UNAM y licenciado en Economía por la UAM-Xochimilco. Actualmente se desempeña como asesor jurídico en la V Legislatura de la Asamblea Legislativa del DF. Evodio Escalante Doctor en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha escrito distintas obras literarias, filosóficas y ensayísticas. En 2009 recibió el Premio Iberoamericano Ramón López Velarde.

Miguel Ángel García Psicólogo Social por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Miembro del Consejo Consultivo y subcordinador editorial de Rojoamate. Poeta y narrador. Víctor Jiménez Arquitecto por la Escuela Nacional de Arquitectura de la UNAM. Tuvo a su cargo la Dirección de Arquitectura del Instituto Nacional de Bellas Artes (19331998). Desde marzo de 1998 es director de la Fundación Juan Rulfo. Historiador, analista en diversos temas y crítico literario. Cecilia Lartundo Licenciada en Letras, en la Universidad Complutense de Madrid. Especialidad en Literatura Norteamericana, en la Universidad de Kutztown, Pensilvania. Ha publicado cuentos y ensayos en diversas revistas. Thierry Linck Doctor por la Faculté des Sciences Economiques d’Aix-Marseille II. Coordinador de la Red Franco Mexicana de Investigadores. Miembro del Comité Científico de la Cátedra México de Toulouse. Fue director del Groupe de Recherche sur l’Amerique Latine. Adriana Martínez Estudios en la Facultad de Economía en la UNAM. Participa en las instancias de coordinación de Rojo-amate y acompaña las tareas de redacción del periódico regional de la Delegación Magdalena Contreras del DF. Jorge Mansilla Torres Embajador del Estado Plurinacional de Bolivia en México.


Víctor Suárez Carrera Director Ejecutivo de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo, A.C. (ANEC). Integrante del Consejo Nacional de Organizaciones Campesinas (Conoc) y de la Campaña Sin Maíz No Hay País.

Adolfo Orive Ingeniero Civil, con doctorado en Ciencias Políticas por la UNAM y postdoctorado en Economía Política por la Universidad de Cambridge, Inglaterra. Actualmente es diputado por el Partido del Trabajo en la V Legislatura de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Ha publicado diversos libros y ensayos sobre temas económicos y sociales.

Víctor M. Toledo Ecólogo y ensayista. Ha sido investigador de la UNAM por cuatro décadas. Se dedica a los temas de etnoecología, ecología política y sustentabilidad de México y América Latina. Su libro más reciente es, en coautoría con Narciso Barrera Bassols, La memoria biocultural (2008).

Leonardo Padura Fuentes Periodista y escritor cubano. A la fecha uno de los novelistas más importantes de la Isla, quien cuenta con un significativo reconocimiento internacional. Destacan, entre sus novelas, La novela de mi vida y El hombre que amaba los perros.

Jaime Vieyra Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Es doctor en Filosofía por la UNAM. Ha publicado el libro México: Utopía, legado y conflicto, así como diversos artículos sobre cultura mexicana y filosofía contemporánea.

Ethelia Ruiz Medrano Doctora en Historia de América, 1990. Premio Francisco Javier Clavijero que otorga el INAH al mejor libro de Historia, 1991. Premio al mejor investigador joven por la Academia Mexicana de Ciencias en el área de Ciencias Sociales, 2001. Beca Guggenheim, 2006. Profesora invitada por la Universidad de Harvard, 2010.

Jorge Zepeda Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Autor del libro La recepción inicial de Pedro Páramo (1955-1963), e integrante de la XIV promoción (2002-2005) del Programa de Doctorado en Literatura Hispánica del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios (El Colegio de México).

Carlos San Juan Economista e historiador. Actualmente es investigador de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Ha publicado diversos libros y ensayos sobre temas sociales, económicos, políticos e históricos.

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Erasmo

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Índice

Presentación

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sobre el capitalismo añoso y las luces del porvenir Diez aproximaciones a la Gran Crisis Armando Bartra

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diez tesis sobre la crisis de la modernidad Víctor M. Toledo

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DIEZ TESIS SOBRE “LA ECONOMÍA DE FICCIÓN” EN EL PENSAMIENTO NEOLIBERAL Thierry Linck La Nación en diez tesis Carlos San Juan Diez tesis sobre literatura y la vida en la era glacial del capital Julio Moguel

salud pública en méxico y proyecto alternativo de nación Armando Aguirre y Miguel Ángel García La educación: hoyo negro del México de nuestros días Lourdes Bueno

Democracia postliberal y empoderamiento ciudadano (Una experiencia emergente en el Distrito Federal) Adolfo Orive Nuevos aires democráticos en el Distrito Federal (La actual Ley de Participación Ciudadana) Mauricio Calcaneo Monts

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18 Noticias del mundo del trabajo Héctor de la Cueva 20

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campo, salud y educación en la caída neoliberal Tesis equivocadas sobre el campo mexicano Víctor Suárez Carrera

df: democracia con participación ciudadana

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voces del méxico profundo en tiempos de festejos criollos La historia de los Estados Unidos Amexicanos Carlos San Juan Nueva España como territorio imaginado (...sin indios) Ethelia Ruiz Medrano

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59

29 El México profundo de Bonfil Batalla En la hora de las rememoraciones centenarias 66 Jaime Vieyra 32 De héroes y racismos (o la historia altiva de Cristóbal Colón) Julio Moguel 37

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in memoriam recordar a bolívar echeverría Adriana Martínez y Miguel Ángel García

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Diletantismo y poder: otra mirada sobre Octavio Paz Víctor Jiménez

74

hablemos del mambo Leonardo Padura Fuentes

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Las sendas perdidas de Bolívar Echeverría Evodio Escalante

Un 15 de septiembre, doscientos años después Cecilia Lartundo

104

el turno de bolivia. memoria de su futuro

77

puros cuentos

83

una nota sobre roberto bolaño y “el arte de escribir cuentos” Miguel Ángel García

96

Jorge Mansilla Torres

ventana Agustín Dávila Padilla

el factor bolaño, los infra y algo más

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la literatura del absurdo de daniil kharms José Vicente Anaya

109

84

seis cuentos Daniil Kharms

110

Roberto Bolaño, otro “escritor mexicano” Víctor Jiménez

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la cucaracha insomne David Aburto

113

¿Fue usted quien pidió un Bolaño? Eduardo Pitta Roberto Bolaño, a siete años de ausencia Jorge Zepeda

88

jonás viceversa Miguel Ángel García

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los Infra y algo más Conversación con José Vicente Anaya

93

galería

116

la caricatura de mat

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Presentación

Nuestro segundo número de Rojo-amate abre con una primera sección integrada bajo la forma de “tesis”, de Armando Bartra, Víctor M. Toledo, Thierry Linck, Carlos San Juan y Julio Moguel. El tema: reflexiones sobre la Gran Crisis, la Modernidad y la Patria (México), en un nivel de elaboración que va directamente al grano, sin la exigencia que imprime el ensayo, pues éste requiere determinadas formas de articulación sintáctica y un cierto aparato demostrativo. Pero lo que pudiera perderse en un específico rubro se gana en otro, por la virtud de ese esquema afirmativo (el de “las tesis”) para marcar muy rápida y plásticamente las líneas del debate sobre las realidades presentes y futuras del país y del capitalismo planetario. (Bien encaminadas, “las tesis” –como aforismos– pueden hacer a un lado el formalismo retórico de la academia y “cartografiar –por derivación instantánea y rizomática– futuros parajes”). Este primer bloque de textos es seguido por el que aportan Víctor Suárez, Armando Aguirre, Miguel Ángel García y Lourdes Bueno, con materiales que entran de lleno a la valoración de la problemática que hoy vive nuestro país en tres campos clave de su sistema económico, social y políticamente reproductivo, a saber: los que comprenden las temáticas del medio rural, de la salud y de la educación, hoy por hoy convertidos en tres espacios minados por la perspectiva de desarrollo de sello neoliberal. En un tercer momento presentamos los trabajos de Adolfo Orive y Mauricio Calcaneo, con lo que constituye una temática central de Rojo-amate, y que tendrá por consecuencia una importante línea de continuidad en los próximos números: el de la perspectiva de vida o de presentación

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Señalábamos en la presentación de nuestra línea editorial que Rojo-amate contendría en cada número algún importante análisis o aproximación teórica, política o literaria de América Latina. Toca ahora la presencia de Jorge Mansilla Torres, embajador del Estado Plurinacional de Bolivia en México, con un texto tan riguroso en su argumentación como exquisito en su hechura. Después de abrir nuestra sección cultural con “Ventana” —y que aparecerá en cada número de Rojo-amate, a la manera de los “Retales” de Rulfo—, presentamos una serie de materiales dedicados a uno de los escritores de habla hispana más importante de nuestros tiempos: Roberto Bolaño, con aportaciones de Víctor Jiménez, Eduardo Pitta y Jorge Zepeda. Acompaña esta parte la conversación que tuvimos recientemente con el poeta José Vicente Anaya, miembro fundador —con el autor de Los detectives salvajes— de la denominada corriente Infrarrealista y él mismo un excelente escritor de prolífica obra. No podemos dejar de destacar en esta presentación la colaboración del escritor Leonardo Padura Fuentes en torno al mambo. Quien sepa de su obra sabrá reconocer a quien seguramente es hoy por hoy el novelista —vivo— más importante de la hermana República de Cuba. Por último, agradecemos al resto de nuestros colaboradores: Víctor Jiménez (en reseña), Héctor de la Cueva (noticias sindicales), Cecilia Lartundo (en torno a las celebraciones bicentenarias del pasado 15 de septiembre), David Aburto y Miguel Ángel García (en cuento), Erasmo y Mat (en las caricaturas).

sistema democráticos con participación ciudadana, elemento que no representa simplemente —como algunos consideran— un “agregado” o un plus al típico modelo de democracia representativa, sino un elemento esencial a otro sistema político que, como lo demuestran algunas experiencias recientes de América Latina, va más allá en definitiva del régimen neoliberal. Como prometimos en el primer número de Rojoamate, el tema de las celebraciones del bicentenario y del centenario de nuestros históricos procesos revolucionarios no podrían faltar en la revista, al menos no mientras se cerrara el referido ciclo celebratorio en este 2010. En el presente número el tema relativo a nuestra historia tiene, desde distintas ópticas y perspectivas de aproximación, el eje central de la “cuestión indígena”. Los trabajos presentados llevan las firmas de Carlos San Juan, Ethelia Ruiz Medrano, Jaime Vieyra y Julio Moguel. La muerte de Bolívar Echeverría golpeó nuestro ánimo cuando nos encontrábamos en el tránsito de publicar el primer número de Rojo-amate. Nada hubiera sido más estimulante para nosotros que recibir de él mismo, siempre voluntarioso sobre el terreno, alguno de sus lúcidos ensayos históricos, filosóficos o de economía. Ni nada más significativo que recibir sus comentarios críticos sobre nuestro proyecto editorial. Pero toca ahora, con su ausencia, retomar sus innumerables textos y entrar a leer o a releer su obra con la mayor acuciosidad posible, de cara al compromiso de echar hacia delante el deseo compartido de transformar nuestras realidades latinoamericanas. Presentamos para ello, In memoriam, con textos de Adriana Martínez y Miguel Ángel García, por un lado, y de Evodio Escalante por otro.

Julio Moguel 9

presentación


DIEZ APROXIMACIONES A LA GRAN CRISIS Armando Bartra

“Lo sabemos todo acerca de la catástrofe ecológica, pero de algún modo no creemos que vaya a ocurrir realmente”, escribió Slavoj Zizek. Y, efectivamente, hace ya cinco años que el Panel Internacional para el Cambio Climático anunció el acabose y no nos cae el veinte. Se escribe del desbarajuste, sí, pero cada cual sobre su crisis: ambiental, económica, energética… y poco sobre el ominoso conjunto. Sirvan estas tesis epigramáticas para compensar en algo la falencia. La Gran Crisis (GC) bien vale un decálogo.

Martha guaderrama


1. L a Gran Crisis es una y múltiple. Entrevero de cambio climático, recesión económica, encrucijada energética, incremento de la pobreza y exclusión, descrédito de la política, anomia social, pandemias, éxodos, guerras. Debacle global cuya virulencia aumenta porque sus dimensiones tienen el mismo origen y se retroalimentan.

elección sexual, apariencia. Es un envilecimiento abarcador, que carcome tanto el orden material como el espiritual y se extiende de la producción económica a la reproducción social, de la jornada laboral al tiempo libre, de la vida pública a la privada, de la vigilia al sueño.

7. La Gran Crisis marca el fin del prometeísmo providencialista: una forma de ser en el tiempo que situó el motor de la historia en el desarrollo presuntamente lineal y ascendente de la potencia productiva. Se trata de un determinismo finalista común al capitalismo y al socialismo que satanizó el pasado, fetichizó el futuro y nos unció al progreso como bueyes a una carreta.

2. La Gran Crisis es de época, no de coyuntura, pues en ella confluyen el agotamiento del modelo neoliberal de desarrollo, del sistema económico capitalista y del orden civilizatorio urbano-industrial en una turbulencia prolongada con ocasionales recuperaciones seguidas de recaídas más profundas. 3. La Gran Crisis resulta de la degradación y escasez de las condiciones naturales y sociales de la existencia humana. Enrarecimiento de los recursos vitales como saldo del ancestral conflicto hombre-naturaleza y hombre-hombre que el capitalismo enconó de manera exponencial.

8. La Gran Crisis invalida la presunción de que el porvenir nos depara un mundo de sabiduría total y abundancia ilimitada donde seremos libres, justos, fraternos y felices. Promesa que soslaya evidencias duras: que la ignorancia crece a la par que el conocimiento y el egoísmo cunde también entre los ahítos, mientras que se puede ser sabio con incertidumbres, solidario en la penuria y satisfecho en la austeridad.

4. La Gran Crisis la provoca el capital al tratar como mercancías el dinero, al hombre y a la naturaleza. La especulación con el dinero genera periódicas contradicciones internas del sistema económico que frenan la acumulación, mientras que al ponerle precio al hombre y a la naturaleza se ocasiona una contradicción externa que fractura el orden civilizatorio.

9. La Gran Crisis es el acabose de la modernidad y no un tropiezo más en el curso de la modernización. El derrumbe general de un orden desencantado que ve superstición en las experiencias extáticas resultantes de nuestra apropiación intuitiva del cosmos; de un orden racionalista que rinde culto al pensamiento técnico, económico y administrativo de carácter instrumental; de un orden prosaico que subestima el poder de la imaginación y la poesía.

5. La Gran Crisis se gestó a raíz del vuelco histórico por el que transitamos de sociedades con mercado que regulaban producción e intercambio, a sociedades para el mercado donde la economía priva sobre los hombres, el valor de cambio sobre el de uso, el trabajo muerto sobre el vivo y las cosas sobre las personas.

10. La Gran Crisis somos todos. Hay crisis no porque crujen estructuras e instituciones, sino por la acción de sujetos colectivos que asumen el magno descalabro como amenaza y desafío. Hay crisis porque somos capaces de negar y trascender lo que nos niega. Hay crisis porque hay esperanza.

6. La Gran Crisis remite a la explotación del trabajo y la desigualdad económica, pero también a la opresión y ninguneo asociados con género, edad, etnia, creencias, 11

sobre el capitalismo añoso y las luces del porvenir


DIEZ TESIS SOBRE LA CRISIS DE LA MODERNIDAD Víctor M. Toledo

1. La mirada histórica. Resulta imposible tener una visión acertada de la crisis actual si se carece de una perspectiva histórica. Pero nos referimos no sólo a la historia de los historiadores, sino también a la de los arqueólogos, paleontólogos, biólogos, geólogos y astrofísicos. El panorama revelado por la investigación científica, es decir por el pensamiento racional, ofrece datos concretos acerca del devenir humano y social, del mundo vivo, del planeta y del universo. Comprender la vida del planeta o la evolución de los homínidos resulta necesario para entender los procesos sociales. Buena parte de la tozudez humana proviene de la estrechísima mirada de los analistas y estudiosos, de su ausencia de memoria, de su visión casi instantánea, rasgo inequívoco de la propia crisis.

capitalismo son procesos difíciles de datar, pero ambos no van más allá de los tres siglos. En la perspectiva de la historia de la especie, de unos 200 mil años, la aparición de la era moderna ocurrió en apenas “un abrir y cerrar de ojos”. En unas cuantas décadas se pasó de un metabolismo orgánico a un metabolismo industrial. La crispación que hoy se vive se debe, fundamentalmente, a lo ocurrido en los últimos 100 años, un lapso que equivale solamente al 0.05 por ciento de la historia de la especie humana. En el parpadeo del último siglo todos los procesos ligados al fenómeno humano se aceleraron, incrementando sus ritmos a niveles nunca vistos y generando fenómenos de tal complejidad que la propia capacidad del conocimiento humano ha quedado desbordada. El siglo XX ha sido entonces la época de la consolidación del mundo moderno, industrial, capitalista, racional, tecnocrático, y de su expansión por todo el planeta. Vivimos una crisis de la civilización industrial cuyo rasgo primordial es la de ser multidimensional, pues reúne en una sola trinidad a la crisis ecológica, a la crisis social y a la crisis individual, y dentro de cada una de éstas a toda una gama de (sub) dimensiones. Esto obliga a orquestar diferentes conocimientos y criterios dentro de un solo análisis, y a considerar sus ámbitos visibles e invisibles. Se equivocan quienes piensan que la crisis es solamente económica o tecnológica o ecológica. La crisis

2. Crisis de civilización. El mundo moderno es un invento social de hace apenas 300 años. Un origen difícil de precisar pero que se ubica en algún punto donde confluyen industrialismo, pensamiento científico, mercado dominado por el capital y uso predominante de petróleo. El inicio de la ciencia puede fecharse de manera “oficial” en 1662 y 1666, años en que se fundaron las primeras sociedades científicas en Inglaterra y Francia, respectivamente. El estreno de un pozo petrolero regurgitando “oro negro” tuvo lugar el 17 de agosto de 1859 en el Sureste norteamericano. La industrialización y el sobre el capitalismo añoso y las luces del porvenir

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fue y sigue siendo un producto del conocimiento racional, modificó radicalmente visiones, instituciones, reglas, costumbres, comportamientos y relaciones sociales. El conocimiento, en íntima relación con la empresa, triunfó sobre todas las cosas y transformó como nunca antes. La ciencia (y sus tecnologías) al servicio del capital es por fortuna dominante pero no hegemónica. Contrariamente a lo que se pregona y sostiene, no hay una sola ciencia (“La Ciencia”) sino muchas maneras de concebir y hacer ciencia, así como de producir tecnologías. Al interior de la gigantesca comunidad científica existen minorías críticas de contracorriente que buscan un cambio radical del quehacer científico y la democratización del conocimiento. Por ello, toda superación de la crisis actual supone un cambio radical en la manera de generar y aplicar ciencia y tecnología. Mientras no existan propuestas alternativas de conocimiento científico no podrá remontarse la crisis; el conocimiento seguirá encadenado al capital.

de civilización requiere nuevos paradigmas civilizatorios y no solamente de soluciones parciales o sectoriales. Buena parte de los marcos teóricos y de los modelos existentes en las ciencias sociales y políticas están hoy rebasados, incluidos los más críticos. Estamos entonces en un fin de época, en la fase terminal de la civilización industrial, en la que las contradicciones individuales, sociales y ecológicas se agudizan y en el que los escenarios sorpresivos y la ausencia de modelos alternativos son cada vez la norma. Vista así, la crisis requiere un esfuerzo especial, pues se trata de remontar una época que ha afectado severamente un proceso histórico de relaciones visibles e invisibles iniciado hace miles de años: el metabolismo entre la especie humana y el universo natural.

3. El papel crucial de la ciencia y la tecnología. Estos últimos tres siglos han sido una sucesión continua de transformaciones vertiginosas, inusitadas y hasta compulsivas. La ciencia apuntaló, a través de la tecnología, el desarrollo del capitalismo y éste impulsó a niveles inimaginables el desarrollo de la ciencia. El conocimiento permitió la construcción de máquinas cada vez más sofisticadas. El poder de la especie humana se multiplicó a niveles sin precedentes, tanto para construir como para destruir. El mundo moderno, profano y pragmático, que

4. Tradición y modernidad. Una de las claves para la correcta comprensión de la crisis de la modernidad, y su posible superación, atañe a la significación cultural de los mundos que se ubican antes o por fuera de ese mundo moderno. Las periferias espaciales y temporales que por fortuna aún existen como enclaves pre-modernos o preindustriales son estratégicas para la remodelación de la 13

sobre el capitalismo añoso y las luces del porvenir


sociedad actual. Por lo común, lo tradicional se opone (contrasta) a (con) lo moderno. Durante más del 99 por ciento de su historia, el ser humano aprendió a convivir y dialogar con la naturaleza, al considerarla una entidad sagrada y al concebir a sus principales elementos como deidades y dioses. También aprendió a formar colectivos basados en la cooperación y la solidaridad, la sabiduría de los más viejos y el uso de una memoria comunitaria y tribal. La época de oro de la especie humana tuvo lugar hace unos 5 mil años, cuando cerca de 12 mil culturas, distinguidas por la lengua y distribuidas por todos los hábitats del planeta, aprendieron a vivir en comunidades o aldeas soportadas por relaciones armónicas con sus recursos locales. La aparición de sociedades no-igualitarias cada vez más complejas permitió el incremento de la población, del comercio y del conocimiento, pero también desencadenó usos imprudentes de los recursos naturales. La historia que siguió a esa época de equilibrio no ha sido más que la historia de una doble explotación, social y ecológica, un largo proceso de degradación y decadencia que alcanza su cenit con el advenimiento de la modernidad. Hoy como nunca antes, a pesar de los avances tecnológicos, informáticos y sociales (como la democracia), la especie humana y su entorno planetario sufren los peores procesos de explotación y destrucción. En lo que queda de tradicional en el planeta, 7 mil pueblos indígenas con una población estimada en 400 a 500 millones, se encuentran las claves para la remodelación de las relaciones sociales y de las relaciones ecológicas, hoy convertidas en meras formas de explotación del trabajo humano y de la naturaleza. Por ello resultan de enorme interés los experimentos políticos que viven países como Bolivia y Ecuador, donde los gobiernos se nutren de elementos de la cosmovisión indígena. Ello no significa una vuelta romántica al pasado (tentadora opción), sino la síntesis entre tradición y modernidad, que es la disolución de su conflicto.

profanó una visión del mundo que había prevalecido y operado exitosamente durante el largo pasado, y quebró la unidad que existía entre individuo, sociedad y naturaleza. Esta vez la visión secularizada, objetiva y científica de la realidad, prometió mitigar la angustia mediante una oferta tentadora: la construcción de un mundo pleno de satisfactores, cómodo y seguro, donde quedarían satisfechas la mayor parte de las necesidades. Este “mundo feliz” tendría como sus fundamentos el uso creciente y perfeccionado de los conocimientos científicos y tecnológicos, puntualmente orientados por un ente económico superior: el mercado. La fe en el progreso, el desarrollo y un futuro cada vez mejor, compensó la ausencia de creencias divinas en la que devino la nueva concepción moderna y racional de la realidad. Pero esta sustitución, que dejó atrás el encantamiento del mundo, condenó al mono racional a vivir frente a una realidad que se analiza y se fracciona por medio de instrumentos, fórmulas, teoremas, ecuaciones y experimentos, pero que de nuevo carece de un significado como totalidad. El ser moderno ha quedado a la deriva y desprovisto de brújula, por ello se hace necesario un re-encantamiento del mundo, una reconexión del individuo consigo mismo, con los otros y con la naturaleza, que no es más que el concepto del “buen vivir” de las cosmovisiones indígenas.

5. La crisis del racionalismo y el re-encantamiento del mundo. La ciencia dio lugar al nuevo “cosmos oficial” del mundo moderno. El conocimiento científico ha revelado el macrocosmos y el microcosmos, desconocidos ambos por los seres pre-modernos. Sobre este cosmos profano que reconoce todo ciudadano moderno se montan, a manera de componentes no deseados, otros cosmos secundarios, marginales o alternativos que se empeñan por mantener vigente, de mil maneras, un cosmos sagrado. Pero el imperio de la razón generó a su vez una nueva contradicción. El racionalismo, que ineludiblemente separa al sujeto del objeto de su observación y análisis, sobre el capitalismo añoso y las luces del porvenir

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6. El individuo olvidado. En un mundo orientado por una racionalidad instrumental, materialista y tecnocrática, las soluciones a la crisis se buscan por lo común en los procesos de innovación tecnológica, los ajustes al mercado, los productos que se consumen, los sistemas de producción, los instrumentos financieros o políticos, los medios masivos de comunicación... y muy rara vez en el individuo, en el ser y sus expresiones más cercanas, sutiles y profundas: su cultura, comunicación, problemáticas, relaciones con él mismo y con los demás, incluidas sus maneras de organizarse y resistir. No se puede buscar la transformación de las “estructuras externas” y visibles de los procesos vastos y gigantescos de la sociedad y la naturaleza sin explorar el mundo (interno, doméstico y organizacional) del individuo. El ser humano es un ente complejo que busca el equilibrio entre razón y pasión, pensamiento y sentimiento, cuerpo y espíritu. Es un ser cuyas conductas y decisiones se rigen no solamente por el mundo conciente del día sino por el universo inconciente de la noche y los sueños. El ser humano, la cultura a la que pertenece y recrea su vida cotidiana, así como las instituciones y organizaciones que inventa para enfrentar, resistir y remontar la crisis, son las claves ocultas, las dimensiones intangibles que la reflexión crítica debe integrar. Es Occidente por fin mirando a Oriente.

8. La era del poder social. Vivimos el pináculo del capital y, específicamente, del capitalismo corporativo. Como nunca antes las grandes compañías han tenido ganancias récord, y si no, si han entrado en bancarrota, se han dado el lujo de ser rescatadas por los impuestos ciudadanos. Esto ha sido así porque el poder económico ha sojuzgado al poder político hasta tal punto que en muchos casos es imposible distinguir si se trata de un político que se dedica a los negocios o un empresario que se dedica a la política (ahí están los casos emblemáticos de G. Bush, V. Fox, S. Berlusconi y S. Piñera). Frente a esta amalgama de intereses, la gran derrotada ha sido la sociedad civil, que ha visto menguado su poder de decisión. Hoy, la devastación del mundo de la naturaleza corre en paralelo a la explotación del esfuerzo de los trabajadores. Liberado de candados y restricciones, solo, el capital destruiría el planeta entero si ello fuera rentable, de la misma manera que exprimiría hasta la última gota de sudor de los empleados y trabajadores y abusaría impíamente de los consumidores. El gran desafío es entonces la re-constitución del poder social y el control ciudadano sobre los procesos económicos y políticos. Ello supone construir o re-construir el poder social en territorios concretos. En esta perspectiva, la superación de la crisis será la sustitución paulatina y gradual de las actuales instituciones por aquellas creadas por el poder ciudadano. A las gigantescas compañías monopólicas seguirán las cooperativas, microempresas y empresas de escala familiar; a los grandes bancos, cajas de ahorro, bancos populares y cooperativas de crédito; a las cadenas comerciales el comercio justo, orgánico y directo entre productores y consumidores. A la producción estatal o privada de energías fósiles y del agua seguirá la producción doméstica o comunitaria de energías solares y renovables y de agua; a los grandes latifundios, base de los agro-negocios, las reformas agrarias de inspiración agro-ecológica; a los espacios naturales, escénicos y de esparcimiento hoy privatizados, su reconversión en espacios públicos y gratuitos administrados por los ciudadanos locales.

7. La conciencia de especie. Hoy, el conocimiento coherente y completo de los procesos históricos y actuales, naturales y sociales, permite al ser humano adquirir una conciencia sin concesiones. Una mirada limpia sobre lo que acontece. La conciencia de especie permite recobrar una percepción original del ser humano, hoy casi olvidada o suprimida en la realidad industrial: la de su pertenencia al mundo de la naturaleza. También lo conduce a restablecer un comportamiento solidario con sus semejantes vivientes (humanos y no humanos) y no vivos y a edificar una ética de la supervivencia basada en la cooperación, la comunicación y la comprensión de una realidad compleja. Bajo la conciencia de especie ya no sólo se pertenece a una familia, a un linaje, a una comunidad, a una cultura, a una nación o a una cofradía religiosa o política. Antes que todo se es parte de una especie biológica dotada de una historia y necesitada de un futuro, y con una existencia ligada al resto de los seres vivos que integran el hábitat planetario y, por supuesto, en íntima conexión con el planeta mismo. La conciencia de especie otorga a los seres humanos una nueva percepción del espacio (topoconciencia) y del tiempo (cronoconciencia), que trasciende la estrechísima visión a la que le condena el individualismo, el racionalismo y el pragmatismo del homo economicus.

9. ¿Revolución o metamorfosis? Aunque muchas cosas han cambiado, un precepto que sigue vivo no obstante su obsolescencia es la idea de revolución, de cambio súbito y violento. Imbuida de una fuerza épica descomunal, la idea de revolución encierra dones sagrados como el sacrificio, la entrega, la gloria, el heroísmo, todo lo cual da un sentido a la existencia de quienes se involucran. Hoy, en la era de la comunicación, la información, el conocimiento y la democracia, el cambio social requiere de nuevas fórmulas. La sociedad civil organizada, 15

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es también una especie mortal, una especie que dependiendo de las acciones actuales, presentes y futuras, puede llegar a desaparecer, y que por lo mismo se ha vuelto una especie amenazada de extinción. Lo anterior obliga a plantear las siguientes preguntas: ¿No hay en realidad una brecha tajante y profunda entre el ser humano dotado de esa conciencia de especie y el que carece de ella? ¿No parece que se procrean en realidad dos especies (sociales, culturales, ontológicas) dentro de un mismo gremio biológico?, ¿no estamos por lo tanto frente a dos miembros radicalmente distintos de una misma especie biológica? En suma, ¿no estamos reconociendo a dos especies diferentes, el “mono demente” (Homo demens) y el “mono pensante” (Homo sapiens), de cuya conflictividad y su resolución dependerá el futuro de la humanidad, el resto de los seres vivos y el planeta entero?

liberada ya del control de los poderes económico y político, debe conformar núcleos, redes, organizaciones basadas en la cooperación, el conocimiento, la comunicación y la toma democrática de decisiones. La construcción del poder social en territorios concretos debe ser un proceso expansivo, combinado cuando sea posible con la toma del poder político, en este caso con el único fin de consolidar, multiplicar y expandir el poder social. Ello da lugar a una nueva idea de cambio, como proceso gradual y acumulativo, y por ello recuerda al fenómeno de la metamorfosis. Dejar atrás la idea de revolución para sustituirla por la de metamorfosis otorga una visión anclada en la vida cotidiana, que se expresa en acciones concretas y que permite proyectar el cambio en el corto, mediano y largo plazo.

10. ¿Homo sapiens u Homo demens? Quienes hoy alcanzan a vislumbrar limpiamente la situación que se vive, que lo mismo produce angustia que temor, parálisis o desilusión, logran rescatar la dimensión más acabada del pensamiento crítico. Que no es de izquierda ni de derecha, ni conservador ni progresista, pues hoy las geometrías ideológicas han quedado rebasadas. Ellos han adquirido una “conciencia de especie”, una “ética planetaria”, una “inteligencia global”. Esta conciencia es fundamentalmente el reconocimiento de que la nuestra

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* Las 10 tesis aquí enunciadas se encuentran más desarrolladas en mis ensayos: “¿Contra Nosotros? La conciencia de especie y el surgimiento de una nueva filosofía política”, 2009, Polis (Revista de la Universidad Bolivariana) 8 (22), (www. scielo.cl/pdf/polis/v8n22/art13.pdf.). Y: “Las claves ocultas de la sostenibilidad: transformación cultural, conciencia de especie y poder social”, En La Situación del Mundo, 2010, Icaria Editorial y World Watch Institute.

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DIEZ TESIS SOBRE “LA ECONOMÍA DE FICCIÓN” EN EL PENSAMIENTO NEOLIBERAL Thierry Linck

1. Las nociones de “modernidad”, “progreso”, “cambio” y “ruptura” tienen, dentro del discurso político (pero también “científico”), un elevado valor. Con todo y que dichas nociones se sostienen en criterios vagos, ambiguos o más o menos contradictorios. Todo ello no tiene nada de sorprendente. La noción de modernidad impregna fuertemente nuestras representaciones colectivas. Ella emerge con el Renacimiento, echa raíces en la filosofía política inglesa y el Siglo de las Luces, se impone como doctrina hegemónica con la revolución francesa y las revoluciones agrícola e industrial para finalmente impregnar de manera profunda las ciencias sociales. Tal noción de modernidad se sostiene sobre algunos pilares estrechamente relacionados entre sí, que aquí enumeramos del punto 2 al punto 5:

mecánica considerada por Durkheim, y que conduce también a una visión lineal e idelizada de la historia.

5. La afirmación de que el liberalismo mercantil, imagen simétrica del liberalismo político y filosófico, asegurará el crecimiento en la producción de las riquezas, y garantizará a la vez una disminución generalizada de la precariedad y “la llegada” de una sociedad más justa. 6. Este último punto funda el principio de un crecimiento virtualmente ilimitado de la producción de las riquezas materiales (el campo sobre el cual han sido construidos los paradigmas fundadores de la ciencia económica), hoy por hoy francamente desmentido por: a) El agotamiento de los recursos naturales y las energías fósiles; b) El avance de la pobreza y la agravación de las desigualdades; c) La saturación de las necesidades en lo que concierne a las categorías sociales dotadas de poder de compra; y d) El crecimiento espectacular de la producción y del comercio de bienes intangibles.

2. La creencia irracional en el carácter redentor de los progresos de la ciencia y de la técnica viene del viejo sueño bíblico de una naturaleza domeñada por el hombre, que parece encontrarse al alcance de la mano y se corresponde, en el imaginario referido, a la construcción de un orden social más justo dominado por la razón.

7. En una aproximación vitalista revisitada, las necesidades (pretendidamente ilimitadas) se articulan en realidad en torno a tres ejes fundamentales: las que corresponden a las funciones psicológicas, las que pertenecen a las funciones reproductivas y las que tienen que ver con la lógica (la “estrategia”) de reproducción de la especie. Estas necesidades deben ser satisfechas en parte por bienes materiales, pero también por bienes inmateriales: digámoslo así: por saberes relacionales (de reglas y valores sociales). Estos valores sociales pueden ser simbólicamente representados por bienes materiales cuyo consumo no conduce más que a la generación de frustraciones que hacen “regresar” al comercio y las fábricas: pues la frustración alimenta la sed de consumo y no puede derivar sino hacia otras nuevas

3. La convicción de que el mejor mundo posible quedará sostenido en la democracia representativa y en el individualismo. Ambos fenómenos producto de un proceso de emancipación frente a las viejas instituciones (las comunidades, entre otras) y a las creencias “irracionales” que emergen del orden antiguo. 4. La visión disociativa del mundo: la economía y la sociedad son percibidas como máquinas desmontables, de las que es posible cambiar los elementos. Reencontramos allí la oposición entre solidaridad orgánica y solidaridad sobre el capitalismo añoso y las luces del porvenir

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9. Vivimos en un régimen neoliberal, es decir, en un liberalismo reglamentado. El fin del siglo XX y el principio del XXI están justamente marcados por la multiplicación de reglas, normas, estándares, convenciones, acuerdos y (para referirme a un dominio que interesa directamente al desarrollo rural) de certificación. La certificación, sea de origen, bio o solidaria, ofrece una buena ilustración para este propósito. Ella constituye una garantía “de autenticidad” y, por su inscripción en el campo de la propiedad intelectual, asegura una exclusividad de uso a los beneficiarios del dispositivo.

ta la ventaja de incorporar una buena dosis de justicia social en un terreno —el comercio mundial— en que dicho valor no es relevante en absoluto. De igual forma, las certificaciones bio alimentan una reflexión saludable sobre el origen y la calidad sanitaria de los alimentos. Las certificaciones bajo Indicaciones Geográficas (IG) presentan la ventaja de rehabilitar la importancia de la relación entre la producción y los recursos naturales y estimular el interés que pueden generar los saberes particulares (tanto orgánicos como simbólicos) de la tradición. En la medida en que este comercio desarrolla los intercambios y ofrece accesos a nuevas posibilidades productivas y a la emergencia de nuevas capacidades de apreciación (que distinguen al conocedor del consumidor anónimo), no puede quedar duda alguna sobre el valor positivo del principio de certificación. Ésta no es una simple puesta en escena. Puede en un caso promover la activación y el desarrollo de recursos medioambientales o cognocitivos, relanzar actividades en declive, estimular la creación de empleos y el desarrollo local, preservar la diversidad de saberes orgánicos y simbólicos relativos a la alimentación y, por misma vía, tener una incidencia positiva en el reforzamiento de las identidades territoriales. Es claro igualmente que, por lo demás, en ausencia de dispositivos de certificación los productos genéricos pueden llegar a desplazar a los productos específicos (difícilmente identificables) después de haber usurpado su nombre. ¿Son fiables estos dispositivos? ¿Son legítimos? ¿Se movilizan siempre en esta perspectiva? Estas preguntas abren la vía a nuevos desarrollos y debates en los escenarios del capitalismo actual.

10. El comercio de valores sociales no constituye en sí mismo una práctica detestable. El comercio justo presen-

Traducción del francés de Julio Moguel

frustraciones. En este sentido, la economía liberal reposa menos sobre una filosofía hedonista (basada en la búsqueda del placer) que sobre un principio y una lógica compulsivos.

8. Considerada bajo este ángulo, la frustración es el primer principio que permite hacer de la ilusión un valor mercantil de referencia en las economías contemporáneas. Y este es un valor interesante, pues es un valor simbólico (un saber, en su sentido amplio) que no se destruye a partir de su consumo y, sobre todo, cuyo costo marginal de producción (de hecho su costo de producción) es virtualmente nulo. En otros términos, ello no cuesta nada y puede reportar ganancias. Lo que resulta cierto siempre y cuando existan dispositivos creíbles de señalización, y que pueda establecerse una “escasez instituida” para que sean dotados de un valor de cambio. En otros términos, para convertirse en mercancía el valor simbólico debe ser privatizado.

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LA NACIÓN EN DIEZ TESIS Carlos San Juan

1. Vivimos en el desacuerdo. Nuestra época es del Gran Disenso: no hay acuerdo sobre el rumbo de la Nación. Hay, por una parte, una minoría aliada al Imperio que procura una casa con fachada de Palacio de Hierro, exclusiva y excluyente, que mira y se integra a Estados Unidos, regida por el dinero, el poder y la “alta” cultura. Y existe, por la otra, una mayoría que insiste en tener una gran casa para todos, autónoma y mirando al Sur, multicultural y plena de las potencias de sus territorios, el trabajo, sus culturas y poblaciones, y regida por la Justicia. Los proyectos de Nación alternativos llaman a resolver este disenso en una nueva hegemonía donde las mayorías, ahora periféricas, pasen al centro.

de los mitos de la convivencia nacional: la guerra popular de independencia y la revolución social de 1910 con sus conquistas de tierra, salarios justos, recursos y territorio nacional soberano, ciudades abiertas; las luchas democráticas del 68, el 88 y el 2006. Hay una memoria oligárquica de dominación, pero también una memoria nacional, popular y ciudadana de conquista y ejercicio de derechos. Nuestra época fue dominada por la coagulación, sangre estancada, oligárquica. El proyecto alternativo le apuesta al resorte plegado, al flujo intenso de la irrupción popular en el amplio bastidor de las alianzas pluriclasistas.

4. Los proyectos de Nación son productores de sentido. Pelean contra la razón oligárquica que desvaloriza a la población mayoritaria y a su historia: de que sólo se invierte positivamente cuando se apoya con dinero público a los más ricos; de que los apoyos a los productores y al salario son un gasto improductivo y que provocan inflación; de que la cultura de elite debe fomentarse por encima de los saberes y culturas populares; de que el mexicano es un ser corrupto e improductivo. Los proyectos de Nación alternativos deben provocar una transformación de los valores y mitos del vivir en común; reconocer el valor de lo que el pensamiento oligárquico desprecia: la historia nacional popular, la potencia de la gente, la riqueza de las muchas culturas.

2. Los proyectos de Nación surgen como iniciativas para resolver la pugna real que ahora ocurre. Detrás del proyecto hay un combate. No se trata de un concurso de discursos y buenos deseos; se trata de alimentarse de los muchos conflictos para resolverlos en clave nacional y popular, democrática y ciudadana. Hoy vivimos un gran combate a lo largo y a lo ancho del país: una ofensiva oligárquica que intenta controlar territorios, recursos, los excedentes nacionales, la educación, los imaginarios sociales, la democracia, los medios masivos, la inserción subordinada a Estados Unidos. Y que controla una enorme aspiradora que succiona el esfuerzo nacional y deshecha y margina a la mayoría que vive de su esfuerzo diario. Frenar su ofensiva, reinventar gobiernos y políticas, desatar alianzas amplias cargadas de sentido de servicio a la nación y al pueblo, es la tarea central. Hoy un proyecto de gobierno alternativo tiene que fomentar a la vez varios proyectos de construcción de bloques de alianzas sociales, una conjunción de autonomías: la del Estado que procura y la de la sociedad que se organiza y organiza sus objetivos.

5. Es posible rehacer de otra manera los cimientos profundos, materiales, de una gran casa para todos. Los excedentes nacionales y las políticas abiertas deben promover a un gran bloque de productores en alianzas estratégicas: alianza del trabajo y la naturaleza para aprovechar la biodiversidad y la pluralidad cultural al máximo en términos sustentables; alianzas entre el Norte, el Centro y el Sur de nuestra Nación; alianza entre capitales y economías sociales para rehacer cadenas de producción y comercialización dirigidas al mercado interno y a la exportación; alianzas globales para fortalecer las capacidades productivas nacionales y su inserción en un mundo multipolar. Un gran bloque de productores, desde la diversidad de formas y culturas de producir, resuelve los falsos dilemas de la hegemonía oligárquica: puede crecer y distribuir; puede fomentar el desarrollo en las urbes y en el campo; puede

3. En el trayecto centenario de nuestra Nación hay un pleito recurrente: se repiten las coagulaciones oligárquicas, momentos de su pleno dominio que, sin embargo, no destierran y sí alimentan, como resorte replegado, a las irrupciones populares que rehacen a las dominaciones y las acotan. Los breves momentos en que se crearon márgenes ciertos de justicia y libertad —que resuelven agravios y retoman esperanzas populares, ciudadanas y nacionales— son los fundadores sobre el capitalismo añoso y las luces del porvenir

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contrario, la cultura puede ser un gran espacio de libertad para que esas oposiciones desarrollen sus exploraciones de encuentro y desencuentro: la creación “absoluta” y la reelaboración de tradiciones; la apropiación de las innovaciones globales y la recreación de las muchas culturas regionales; el impulso a la razón y a la ciencia y el regreso de los mitos que nos revinculan y dan sentido. En ese espacio de libertad la cultura puede convertirse en el escenario de las luchas por el sentido y, en su caso, de las transformaciones de los valores y mitos de la convivencia en común.

equilibrar a las regiones prósperas en capital y tecnología con las regiones ricas en recursos, culturas y trabajo; puede exportar y a la vez alimentar al mercado interior.

6. Podemos desarticular la gran maquinaria de uso y desprecio de hombres y recursos que montó la oligarquía minoritaria; frenar el regreso de una sociedad jerárquica que valora a los de piel blanca, el dinero y a los “ganadores”; superar la gran fábrica de exclusiones hacia la pluralidad social, de género, edades, etnias y preferencias identitarias. Para ello se requiere un gran bloque social de los iguales en la diferencia, que desde la Nación multicolor pueda establecer tres garantías: la multiplicación de los derechos como conquista real de espacios y formas de convivir, un Estado laico vacío de preferencias para abrirse a las de todos, y el inexistente hasta ahora Estado de Derecho al alcance de los más.

9. Vivir en República, de acuerdo a muchas de nuestras tradiciones desde el siglo XIX, el XX y a la fecha, es vivir en una legitimidad fundada en la justicia para la convivencia y una libertad para todos. Vivimos ahora en una República sin fundamentos. Hoy asistimos no sólo al resquebrajamiento de la legitimidad, sino de sus fundamentos esenciales de Justicia y Libertad. Sí hay, en cambio —abundan— acciones para saciar intereses de grupo, actos sin legitimidad ante la mayoría del pueblo, poderes multiplicados y confrontados, la dispersión que debilita, una soberanía sumisa. Superar ese riesgo se llama Refundación. Se requiere volver a los cauces originales para reinventar la convivencia pública de acuerdo a los nuevos desafíos, a ese mito fundacional que se creó en el siglo XX, y que se llama Justicia y se apellida Social: sin corporativismo, aliada a la ciudadanía plena y a la libertad para la multitud plural, fundamento de legitimidad de un edificio institucional renovado.

7. La ofensiva oligárquica desvirtuó el sentido de la democracia, ocupó muchos de sus ámbitos estratégicos y utilizó a los medios masivos para imponer su opinión y sus valores. Lo que no pudo hacer fue borrar la rica experiencia de participación de millones de ciudadanos que volvió a florecer en 2006 y puede regresar en 2012. Después de más de 20 años de experiencia democrática, en ocasiones incierta, es posible rehacer el espacio público, el sistema de representación política y la participación directa de los ciudadanos en las decisiones públicas. Con las experiencias conquistadas es posible que el gran río democrático se alimente al menos de tres grandes afluentes de la experiencia colectiva: la apropiación de los pequeños espacios de convivencia, desde barrios hasta pueblos; la apertura de la representación política a los liderazgos ciudadanos y sociales auténticos; el fomento a muy diversos mecanismos de consulta y participación en las decisiones públicas de los gobiernos constituidos. Frente a la centralización oligárquica se requiere oponer la descentralización popular, ciudadana y democrática.

10. México no se merece el destino manifiesto de ser el patio trasero del Imperio. Integrado en su geopolítica, en los recursos estratégicos, en el uso barato de sus trabajadores, en el “modo de vida” consumista, y con la ignominia del muro del desprecio que ya se levanta en la frontera norte. Hay que derribar el muro. México necesita ser de verdad global. Necesita brincar las bardas políticas, financieras y mentales que le encierran en la geopolítica del Imperio, apuntalar el orden naciente multipolar y mirar hacia el Sur; necesita contemplarse en su espejo y en sus logros de crecimiento y distribución, de democracia con conquista de derechos, de República saludable y de sociedad renovada.

8. La cultura se encuentra desarticulada y en falsas oposiciones: absorbida por los mercados culturales y sus modas, sin mayor vínculo y en oposición entre la “alta cultura” y las culturas populares, en un falso antagonismo entre cosmopolitismos y el ser autóctono. Por el 21

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DIEZ TESIS SOBRE LITERATURA Y LA VIDA EN LA ERA GLACIAL DEL CAPITAL Julio Moguel

1. Vivimos un tiempo en que el pensamiento multidisciplinario (económico, sociológico, antropológico, político) de gran visión sobre el capital y sus crisis está obligado a buscar su desdoblamiento o derivación ontológica. Aunque sólo sea porque hemos llegado a ese punto de la historia en que el fin del modo de producción (en este caso del modo de producción capitalista) pudiera corresponder en realidad no a una extraordinaria y mágica transición al mundo de la igualdad y del alumbramiento (el tan mencionado y proyectado modo comunista de producción), sino al fin de la vida humana en el planeta. Con lo que tendríamos que decir, no sin la sensación de derrota que contendría, del hombre, todas y cada una de sus históricas derrotas, que, en efecto, la vida no es muy seria en sus cosas. Tesis sencilla y limpiamente diseñada por un filósofo que nunca se pensó a sí mismo como tal: Juan Rulfo, cuando antes de cumplir los 30 años de edad publicó su primer cuento-parábola bajo esa extrañísima divisa.

todos los tiempos). Tres “ingredientes” necesarios para hacer valer el peso de los nuevos dioses “de la pluma” —Octavio Paz, entre otros—, y para dar sustento argumental a la alianza histórica establecida entonces entre “los poderes literarios” y el poder político estatal. “La vida no es muy seria en sus cosas” avanza a la vez en un esfuerzo experimental de Rulfo no poco significativo, a saber: la construcción de un tiempo de inmanencia para dar al relato correspondiente condiciones de verosimilitud, universalidad y permanencia, tanto como para confrontar la versión lineal del tiempo-flujo propio del teleologismo dominante de la época (tiempo de inmanencia que Rulfo construirá con maestría sin par en sus obras posteriores).

2. Si algo ha entrado en crisis en el tiempo-espacio de la posmodernidad es el sentido de trascendencia y la romántica y metafísica mira-finalista de los activos salvadores de nuestra vapuleada humanidad. Y en este saco caben, paradójicamente, tanto los activos del neoliberalismo como los marxistas que todavía creen que el desarrollo de las fuerzas productivas llevará hacia un nuevo y definitivo Shangri-Lá. Entran en crisis, en consecuencia, la idea del ser-individual del posicionamiento liberal tanto como la del ser-de-clase del posicionamiento marxista, este último convertido, más que en un instrumento de análisis “útil” para comprender la realidad “y transformarla” (para utilizar un término propio de las Tesis sobre Feuerbach), en un molde apriorístico que posibilita el ocultamiento y la manipulación (ya Sartre se enfrentaba con lucidez a este problema, en su Crítica de la razón dialéctica). En esta perspectiva, se perfila con naturalidad la desmitificación de la heroicidad revolucionaria sustentada en el prometeísmo, fenómeno en crisis terminal que aún pretende mantener un hálito de vida con el argumento de que el desarrollo de las fuerzas productivas se ubica

*** La perspectiva propiamente filosófica de la obra de Rulfo ha sido poco considerada. En su primer cuento publicado —“La vida no es muy seria en sus cosas”—1 el escritor jalisciense enfrenta un presupuesto significativo sobre el que se basaba entonces —y aún ahora— la “era de las luces” y la iluminada “escena literaria”, a saber: la reivindicación de la razón como arma todopoderosa del hacer humano positivo; el —consecuente— desprendimiento y desprecio de las cosas ligadas al entorno humano (consideradas casi como mero contexto de la realización social humana); y la mitificación del genio (del genio codigofágico de ése y de 1 “ La vida no es muy seria en sus cosas”, “Nos han dado la tierra” y “Macario” fueron los tres primeros cuentos publicados por Juan Rulfo, en 1945. El primero apareció hacia finales del mes de junio, en el número 40 de la revista América. El segundo y el tercero aparecieron, consecutivamente, en los meses de julio y octubre en la revista Pan.

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función en la constitución misma del sentido de vida y del sentido de ser. Con ello se olvida que el hombre es en gran medida pulsión, temple o energía, disposición afectiva que lo impulsa hacia delante y lo abre a la existencia; y se olvida en consecuencia que ello determina o predetermina las posibilidades y sentidos de ser (y con ello de su “ser racional”). El cogito cartesiano funda por lo demás la trampa del “ser trascendental” en la idea de la trascendentalidad considerada como un acto de conciencia.

aún del lado libertario y sigue, como el viejo topo, haciendo de las suyas como si estuviera en realidad haciendo de las nuestras. Esta desmitificación del prometeísmo ofrece a nuestro parecer una ganancia plena para el pensamiento filosófico de nuestros días —con todo y sus métodos y sus fetiches—, al mandar al museo de la historia la razón de izquierda fincada en la trascendencia (pensada esta idea de trascendencia en el sentido en que se señala en el punto 4).

3. Dos graves problemas anclan en la nada los conceptos del ser-individual y del ser-de-clase, ambos atados a las metafísicas ideas de saber (racional) y voluntad (humana). Pero también a la seductora idea de destino. En dichas concepciones ambas entidades (individuo o clase) están predestinadas a llegar a promisorios puertos (nunca es claro el puerto de llegada, pero puede ser el cielo, el mundo redondo del ser-hacer neoliberal, o el comunismo).

*** En la literatura moderna entran a jugar en contra de esta lógica del pensamiento escritores de la talla de Lewis Carroll, Herman Melville, Franz Kafka y Jorge Luis Borges (ya hemos hablado de Rulfo). Las aventuras de Alicia, por ejemplo, se ubican en ese espacio a-temporal en el que los sueños se confunden y mezclan con “las realidades objetivas” y ofrecen una realidad muy otra a la que nos identifica el solo pensamiento racional despierto. El “Pienso, luego existo” de Descartes se hace añicos para ser desplazado por un insinuante y maravilloso Sueño, luego

4. La razón cartesiana es común a ambos tipos de razonamiento. El “Pienso, luego existo” de Descartes establece el reinado absoluto de la razón. La locura o lo disfuncional —lo patológico, se dirá— deja de tener una específica

Alberto Millán

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existo, tema-eje más propio de la vida de los seres humanos si lográramos cambiar nuestro criterio y aceptar que éstos (los seres humanos) están hechos con materia de niñez. El País de las Maravillas aparece entonces como una tierra subterránea abierta al disparate o a la locura, en una línea narrativa que interroga al sentido ordinario convencional adulto de la época para abrir nuevos continentes posibles a las capacidades creativas de lo imaginario y de la imaginación. Capacidades que de variadas formas y niveles aún tienen los niños y que pierden conforme crecen y se vuelven partícipes activos del tiempo-espacio de la madurez. “Más tarde —nos dirá Gilles Deleuze—, las personas mayores son atrapadas por el fondo, caen y ya no comprenden, porque son demasiado profundas.” En el juego preciso de esa extraordinaria puesta en jaque de la racionalidad aparece también como arma de liberación la fuerza vital que llega a provenir del sentido del humor, pues éste “nos vuelve a la superficie” para mostrarnos que lo pesado y lo sustancioso con seguridad no eran más que “espacios vacíos”. (De ahí que Peter Sloterdijk haya considerado el humor como “la versión democratizada de la locura divina”). El diálogo bizarro de Alicia con el gato de Cheshire o con el Sombrerero y la Liebre Marcera cumple otra importante función en la literatura de Carroll: establece la posibilidad del no-lugar del lenguaje que otras obras maestras como la de Bartleby2 de Melville o como Inquisiciones de Borges han llevado a sus máximas posibilidades de construcción. Se trata de la eficacia mágica del sin-sentido para desmontar el flujo autoelógico y autorreferencial de un discurso que juega y se impone en el mundo moderno como un hecho natural. Del sin-sentido que refracta la impertinencia retórica del yo-ismo del lenguaje occidental. Alguien diría que para que ese circuito perverso y circular de nuestro hablar común, retórico y enfático, quedara rebasado bastaría con la posibilidad de decir No. Mas justamente Bartleby ha demostrado que el referido No tiende a ser fácilmente asimilado por la lógica binaria de una relación de contrapunto que acepta e incluso se alimenta de la di-sidencia. Por ello es que la cadena se rompe en definitiva sólo cuando Bartleby sustituye el esperado No por su famosa frase: “Preferiría no hacerlo” (“I would prefer not to”).

tiempo? Definitiva estocada a la concepción lineal del tiempo-flujo, en una lúcida confesión del propio autor de El Aleph: “En el decurso de una vida consagrada a las letras y (alguna vez) a la perplejidad metafísica, he divisado o presentido una refutación del tiempo, de la que yo mismo descreo, pero que suele visitarme en mis noches y en el fatigado crepúsculo, con ilusoria fuerza de axioma. Esa refutación está de algún modo en todos mis libros.” *** En la perspectiva de Gilles Deleuze el sentido y el sinsentido no pueden calcarse sobre la relación polar entre lo verdadero o lo falso, concibiéndola “simplemente como una relación de exclusión […] La lógica del sentido está necesariamente determinada a plantear entre el sentido y el sinsentido un tipo original de relación intrínseca, un modo de co-presencia.”

5. El Dasein o el ser-ahí heideggeriano constituye un buen punto de partida para reconstruir la idea del ser ajeno al sentido metafísico de lo individual propio del pensamiento liberal y de lo clasista propio del marxismo apriorístico, siempre y cuando vayamos más allá del mismo Heidegger para poner por delante, en la perspectiva planteada por Emmanuel Levinas, al ser-con (al ser-colectivo como entidad ya fundante del ser). El “Morir por…” de Emmanuel Levinas3 resume con extrema radicalidad —y dramatismo, sin duda— el sentido de este heideggerianismo sin Heidegger. No es menos relevante la crítica que en una dirección más o menos similar a Levinas dirige Karl Löwith al filósofo alemán en Heidegger, pensador de un tiempo indigente. 6. Un esfuerzo —entre otros— relevante para abrirle paso a la idea heideggeriana del Dasein en su connotación prioritaria o determinante de Ser-con sin quedar varado en la difícil terminología de Ser y tiempo ha sido desarrollado en los últimos años por el filósofo alemán Peter Sloterdijk.4 Autor que busca, en el análisis de una “arqueología de lo íntimo”, encontrar “las situaciones tonales o las relaciones totales microclimáticas” en las que los hombres viven, se entretejen y son, en un “mundo mágico, urdido de símbolos, de tensiones y significados internos”. Los hilos con los que Sloterdijk construye este discurso son en su mayor parte de consistencia intangi-

*** ¿Y qué decir de Borges, quien en sus extraordinarias obras nos descubre las ficciones del Yo y los contrasentidos del

3 Emmanuel Levinas, “Morir por…”, en Entre nosotros. Ensayos para pensar en otro [París, 1991], trad. de José Luis Pardo, Pre-Textos, Valencia, febrero de 2001 [Primera edición en español: septiembre de 1993].

2L a mejor edición en español: Herman Melville, Preferiría no hacerlo. Bartleby el escribiente, seguido de los ensayos de Gilles Deleuze, Giorgio Agamben y José Luis Pardo, Pre-Textos, Valencia, 2000.

4 Estas líneas del pensamiento de Peter Sloterdijk, básicamente en: Esferas I. Burbujas. Microesferología [1998], Ediciones Siruela, 2003; Esferas II. Globos. Macroesferología [1999], Ediciones Siruela, 2004; Esferas III. Espumas. Esferología plural [2005], Ediciones Siruela, 2006.

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ble: aéreos, inmateriales, energéticos, musicales, mediales, preobjetuales o no-objetuables. Y se tejen en una línea de estudio que hace trizas los fundamentos del análisis sustantivista propio del pensamiento corriente. No está por demás decir aquí que esta línea de razonamiento quiere llegar al concepto o a la “idea morfológica” del ser-con como entidad ya constituida (históricamente constituida, se entiende) en su unidad de “al menos” dos como constituyentes. Derivando de allí su propuesta de pensar dicha unidad de “al menos dos” como una esfera.

de nuestra más reciente y desmejorada modernidad: haciéndolo “flotar”, “desterritorializándolo”, desprendiendo entonces de la naturaleza del ser lo que para nosotros resulta en definitiva esencial, a saber: su ser desde su propio espacio vital. De lo que se desprende en definitiva la idea de un ser-ahí necesariamente múltiple y variado, sólo definible en su rica y polivalente multi-tipicidad. (Heidegger desarrolló claramente esa dialéctica del ser situado, con una aproximación más nítida y fértil en sus reflexiones y análisis sobre el arte en general y en particular sobre la poesía de Hölderlin —posteriores a Ser y tiempo).

7. Cabe destacar aquí la extraordinaria línea de aproximación de Hannah Arendt a una crítica profunda del individualismo moderno sin caer en las trampas conceptuales de “la clase”. Y su rechazo, a la vez, a hablar “del hombre” —y a nombre del hombre o de lo humano— en general. La gran profundidad del pensamiento de Arendt se demuestra también en otra línea. De manera sencilla, como siempre, desplegando la idea desde lo básico nos dice que: “[La] paradoja fundamental de la experiencia está en que, incluso mientras estamos solos en un sentido riguroso, es decir, sin ninguna representación concreta de otro, nos experimentamos necesariamente como dos. Pensar en la soledad es siempre un diálogo consigo mismo. Quizás esté ahí también el sentido de los verbos reflexivos, que no son retrospectivos, sino que establecen originariamente el llamado yo como dos. Por primera vez en el encuentro con mis iguales […] me hago, por así decirlo, idéntico conmigo, me hago uno. Sólo cuando me expreso a otro, yo soy realmente existente en cuanto yo”.5

9. En los términos —heideggerianos— de Gadamer, podría decirse que “la humanidad originaria del lenguaje significa […] al mismo tiempo la lingüisticidad originaria del estar-en-el-mundo del hombre”. Si “El lenguaje es la casa del ser” es porque el ser del lenguaje se atiene a esa esencialidad del ser-ahí, a saber: la del espacio-tiempo de su habitabilidad. Y remite entonces a lo verdaderamente extraordinario y fértil del lenguaje, a saber: su polivalencia y multi-tipicidad. La idea de que pudiera existir una sola lengua para el género humano resulta desde esa perspectiva una simple aberración. Digamos entonces, si se nos permite la formulación, que la lengua-en del ser-ahí es la lengua propia que en sus posibilidades expresivas o de representación puede llegar a convertirse en parte de una lengua universal. El diálogo entre las lenguas —la traducción— tendría que verse entonces como la relación entre entidades diferenciadas (territorializadas, decíamos) de la lengua que se dicen una a otra “quién es”. La pluralidad de lenguas (representada por la figura de la Torre de Babel) habría existido, entonces, no para castigar la unidad originaria del ser, sino para ubicarlo en su lugar correcto, a saber: el que define justamente su condición plural fundante.

8. La construcción esferológica de Sloterdijk presenta entonces una clara línea de avance en lo que a nuestras convicciones y planteamientos se refiere. Pero cabe discutir hasta dónde una ontología del ser basada en dicha perspectiva esferológica resiste el paso de una conceptualización fenomenológica a otra básicamente morfológica. Porque desprendida de su piso “la esfera” tiende al vuelo como la cabra al monte. Transformada en forma (esfera, globo, espuma), por lo demás, la relación humana matricial (la de “al menos dos”) tiende a su presentación fetichizada (cosificada en su forma). Se pierde con ello lo que aparece como verdaderamente vital y revolucionario del pensamiento de Heidegger, a saber: su “hermenéutica de la facticidad” y por consecuencia su idea del ser-con siempre desde un determinado territorio o de su espacio vital. No casualmente el filósofo alemán Peter Sloterdijk deriva —equivocadamente, a nuestra manera de ver— hacia su idea de “espumas” para determinar morfológicamente aspectos relevantes del sentido del Dasein dentro

10. Podemos llegar entonces a una comprensión correcta, en nuestra opinión, de la literatura o del arte en y desde su específico espacio-particularidad que, como hemos visto, no somete o nulifica sus posibilidades de universalidad. ***

Paulo Moreira6 ya ha mostrado cómo William Faulkner, Guimãraes Rosa y Juan Rulfo resultan ejemplares en la construcción de un universal que sólo vale como tal des6 Paulo Moreira, “La modernidad y lo local en las Américas”, en Jorge Zepeda (coordinador), Nuevos indicios sobre Juan Rulfo: genealogía, estudios, testimonios, Juan Pablos Editor, México, 2010.

5 Hannah Arendt, Diario filosófico, 1950-1973 [Primera edición en alemán, 2002], Herder Editorial, Barcelona, 2006.

sobre el capitalismo añoso y las luces del porvenir

26


Alberto Millán

de una específica construcción particular (una aproximación similar ha sido desarrollada por Víctor Jiménez para el caso específico de Rulfo).7 Lo que vale en definitiva también para otros temas o materias, cuando en ello se implica la relación entre “lo local” y “lo global”, tema de consumo corriente en las reflexiones actuales sobre la globalización.

* Sólo he citado al pie de página las obras que considero son poco conocidas o de difícil acceso. Algunas de las tesis aquí enunciadas se encuentran en mis textos: Ecos y murmullos en la obra de Rulfo (Juan Pablos Editor, México, 2008); “Invitación a la lectura de El hombre de hierro de Armando Bartra”, Memoria No. 231, 2008; Diez obras/mil mundos, Juan Pablos Editor, México, 2009; “Del ser y lo redondo (Gaston Bachelard en la arquitectura del pensamiento de Peter Sloterdijk)”, Ethos educativo núm. 46, septiembre-diciembre de 2009); Prólogo al libro de Armando Bartra, Tomarse la libertad, Itaca, México, 2009; “Juan Rulfo en francés” y “La obra de Rulfo: traducciones y traductores”, en Víctor Jiménez, Julio Moguel y Jorge Zepeda (coordinadores); Juan Rulfo: otras miradas, Fundación Rulfo-Juan Pablos Edi-

***

tor, México, 2010. Y en próxima publicación (2011): El hierro y el aura, Juan Pablos Editor.

Las ideas que hemos desarrollado hasta aquí han tenido varios territorios de arraigo real en el curso de muy diversas historias. Pero no hay que cansarse demasiado en la búsqueda de patrias para la referida conceptualización pues algunas de ellas las tenemos en casa, no pocas de ellas en los fértiles terrenos en los que habitan aún los pueblos originarios. Pero también podríamos descargar la mirada hacia el Sur: a variadas experiencias de cambio y de re-conceptualización que se viven con intensidad en ese espacio del continente, particularmente en las tierras bolivianas.

7V íctor Jiménez, “Juan Rulfo frente a sus traducciones”, en Víctor Jiménez, Julio Moguel y Jorge Zepeda (coordinadores), Juan Rulfo: otras miradas, Fundación Rulfo-Juan Pablos Editor, México, 2010.

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sobre el capitalismo añoso y las luces del porvenir


EL NEOLIBERALISMO EN VILO, ¿HACIA DÓNDE? Ha-Joon Chang, Thierry Linck, Adolfo Orive, Carlos San Juan, Randall Wray

DESPERTARES DEL SUR: EN LA HORA DE ECUADOR José Luis Coraggio

EN EL HORNO DEL CENTENARIO: ¿QUÉ CELEBRAR?

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TESIS EQUIVOCADAS SOBRE EL CAMPO MEXICANO Víctor Suárez Carrera

La política neoliberal contra la agricultura campesina y la soberanía nacional ha estado sustentada en un credo cuyos principales axiomas, dogmas y supuestos se enunciarán en el presente texto. Pero antes quisiéramos dejar establecido, así sea a vuelo de pájaro, los rasgos que distinguen “el modelo” mundial en que se basan dichos presupuestos:

* Fomento a la concentración de la producción mundial de alimentos en unos cuantos países o bloques de países (Estados Unidos, la Unión Europea, Brasil) y, como contraparte, promoción del desmantelamiento de las agriculturas campesinas e indígenas en el resto del mundo. * Tal concentración no podría ser posible sin la utilización de sistemas intensivos de producción a gran escala con base en subsidios dumping; la utilización de tecnologías altamente riesgosas para la salud humana, la salud animal y el ambiente; y la externalización de los costos ambientales. Sin el uso masivo y creciente de tales prácticas, las potencias agroalimentarias no podrían imponer su hegemonía en los mercados internacionales y en la definición de las políticas agrícolas mundiales y locales. * Dicho modelo, que bien podría denominarse imperialismo alimentario y de agricultura sin campesinos, propicia, además, una desruralización forzada, compulsiva. Se trata de acelerar el despoblamiento de los territorios rurales de México y de los demás países en vías de desarrollo para debilitar la resistencia social a la privatización y monopolización de los patrimonios campesinos y de las comunidades indígenas. 29

campo, salud y educación en la caída neoliberal


1. Si México quiere transformarse hoy en un país desarrollado, debe reducir drásticamente su población rural a no más de 5 por ciento de la población total. Así lo demuestra la evolución de los países más ricos. 2. Nuestro país no puede avanzar y superar la pobreza con una alta población rural que, además, aporta una pequeña proporción del Producto Interno Bruto. 3. La agricultura es un sector igual al resto de los sectores de la economía. Por tanto, debe ser evaluado con los mismos criterios de desempeño económico, y debe ser sometido a las mismas condiciones que la industria y los servicios. Así, la multiplicidad de funciones de la agricultura y la gestión del territorio rural se reduce a una sola de ellas. 4. La agricultura, la alimentación y el territorio rural no son más que simples mercancías, sujetas a las leyes del valor y a los equilibrios de la oferta y la demanda. 5. En una economía globalizada y sujeta a procesos de integración de bloques económicos regionales, la agricultura mexicana tiene que reorganizarse en función del

Diez propuestas para una nueva política agrícola y alimentaria (2012-2025) Víctor Suárez Carrera 1. Revalorizar el papel de la agricultura y en particular de

5. Equidad y reconocimiento a la contribución de las mu-

las agriculturas campesinas e indígenas (agricultura fa-

jeres y los jóvenes al desarrollo rural.

miliar, agricultura en pequeña escala) y reconocimiento

6. Estrategia productiva para el combate de la pobreza ru-

de sus derechos y capacidad de desarrollo productivo y social, en el marco de un nuevo proyecto de nación.

ral y, secundariamente, programas compensatorios.

2. Soberanía alimentaria y derecho a la alimentación.

7. Agricultura sustentable y manejo productivo sustentable de los recursos naturales.

3. Reconocimiento del carácter multifuncional de la agri8. Reconstrucción, rentabilidad, competitividad y articula-

cultura y de la gestión de los territorios rurales.

ción de las redes de valor agropecuarias, forestales y pes-

4. Vida digna para la población rural: derecho al buen vivir.

queras, con prioridad para el mercado interno y en cadenas cortas de suministro.

Distribución equitativa de los ingresos, respeto pleno a los derechos colectivos e individuales de campesinos y pueblos indios.

campo, salud y educación en la caída neoliberal

30


las escalas pequeñas y medianas de producción han demostrado mayor eficiencia y viabilidad —económica, social, ambiental y política— en países tales como los de la Unión Europea (cuya superficie promedio por campesino es de 18.7 hectáreas), Japón (con 3.1 hectáreas por campesino) y China (con 0.3 hectáreas por campesino).

principio de las ventajas comparativas. Esto significa que México debe dejar de producir granos básicos, oleaginosas, lácteos y productos cárnicos para importarlos más baratos de Estados Unidos y Canadá; y debe a la vez reorientar el conjunto de sus agriculturas a la producción de hortalizas, flores y frutas tropicales.

6. En la globalización e integración de bloques económicos regionales, la única forma de que las economías y las agriculturas sean viables y competitivas es que se desarrollen a gran escala. Para competir con la agricultura de Estados Unidos, que tiene un promedio de 176.5 hectáreas por granjero, México necesita acabar con el minifundismo (3.5 hectáreas por campesino) y acelerar el surgimiento de un fuerte sector de grandes propietarios y rentistas rurales. Consecuentemente, la inversión y los subsidios públicos deben tener un destinatario inequívoco: los grandes agricultores. ¿Cuál es el sentido de invertir recursos productivos en un sector inviable y que va de salida?

8. Un principio que subyace en la concepción neoliberal de la agricultura es que los campesinos representan una herencia del pasado y un pesado fardo que el país debe sacudirse si es que quiere progresar. 9. La agricultura y los patrimonios territoriales de campesinos se consideran recursos en manos muertas, activos improductivos y, más aún, recursos sujetos a la aniquilación por parte de los rústicos ecocidas. Por tanto, es un imperativo categórico trasladar el dominio de dichos recursos a manos privadas y de preferencia a grandes corporaciones nacionales y trasnacionales.

7. El culto a las grandes escalas significa expulsar de sus territorios y de la agricultura a los 5 millones de minifundistas y sus familias. Lo anterior, sin considerar que

10. Se trata, en consecuencia, de promover la privatización total de la agricultura y la alimentación, incluidos los conocimientos y los recursos genéticos.

9. Ciudadanía plena y democracia en el medio rural. Combate frontal al clientelismo y al corporativismo. Apoyo y fomento al asociacionismo autónomo y autogestivo productivo y social a nivel local, en redes regionales, estatales y nacionales. Nueva relación con organizaciones rurales: autonomía y respeto a la pluralidad.

10. Estado democrático-popular, con un gobierno progresista y con fortaleza económica e institucional para promover y regular la nueva política hacia el campo.

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SALUD PÚBLICA EN MÉXICO y proyecto alternativo de nación Armando Aguirre Miguel Ángel García

La Constitución mexicana establece el derecho a la protección de la salud y la equidad en la atención de la misma. No obstante, se trata de un derecho ampliamente privatizado en México, incluso desde el sector público. Actualmente, el gasto directo de las personas para atender sus enfermedades (“gasto de bolsillo”) alcanza el 55 por ciento del total del gasto en salud del país, que a su vez representa no menos del 3.6 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). El gasto total en salud para 2009 se calculó en 5.6 por ciento del PIB.1 Estos recursos “de bolsillo” son captados directamente por el sector privado en salud. Si se considera que, además, vía subrogación, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) y el Seguro Popular (SP) —esto es, el sector público— “compran” al sector privado una gama de servicios (exámenes de laboratorio, hospitalización, cirugías y procedimientos especializados), se puede afirmar que en nuestro país la atención a la salud es principalmente privada. Contradictoriamente, los programas públicos institucionales para “población abierta” segmentan y acotan el derecho a la salud de los ciudadanos. A lo anterior debe agregarse el costo del subsidio a los servicios privados de salud. Al respecto,2 Assa Cristina Laurell aborda el tema de los llamados subsidios cruzados, situación de vital importancia en estudios de economía de la salud, dado que el gasto en dicha área se estima en 6.5 por ciento del PIB, y de éste el 54 por ciento corresponde al sector privado. Laurell indica que en la Repúbli-

ca Mexicana esos subsidios son generalmente indirectos e “invisibles”. Se conceden por dos vías: mediante la deducción de impuestos de los gastos de atención médica o de seguros. En dicho tenor, la ausencia de información oficial fidedigna sobre el sector privado de salud impide calcular el monto de estos subsidios. Laurell concluye su artículo con datos aportados por la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros en cuanto a los seguros privados de gastos médicos y de salud: alrededor de 5 millones de personas (5 por ciento de la población mexicana) están cubiertas por estos seguros y corresponden a quienes perciben altos ingresos o, alternativamente, lo reciben como prestación laboral. En ambos casos la prima es deducible en el pago de impuestos (Ley del Impuesto sobre la Renta, artículos 31 y 149), o sea, es subsidiada por el erario público. Entre 2004 y 2007 el monto de ese subsidio subió de 5 mil 533 a 7 mil 605 millones de pesos, lo que significa aproximadamente mil 320 pesos anuales por persona asegurada. En contraste, el subsidio promedio por persona asegurada del Seguro Popular (las de menos recursos) es de unos 850 pesos al año, aproximadamente.

La inequidad urbano-rural en salud y sus consecuencias colaterales El Programa Emergente de Salud para el Campo 20032006,3 resultado de las mesas de negociación entre el gobierno mexicano con las organizaciones campesinas del movimiento “El Campo no aguanta más”, ya señalaba en el párrafo inicial de su primer capítulo:

1 “Tendencias del gasto en salud y en infraestructura sanitaria”, en http://www.fundar.org.mx/np2009/pdf/tendenciasdelgasto.pdf, consultado el 3 de julio de 2010.

3 En http://www.salud.gob.mx/unidades/cdi/documentos/DOCSAL7317.pdf, consultado el 27 de junio de 2010.

2 “Los subsidios del sector privado de salud, La Jornada, 7 de agosto de 2008.

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Riesgos graves de salud

Porcentaje mayor para el medio rural

Los indicadores de salud —de necesidades, recursos y servicios— nos hablan de la existencia de un importante rezago del campo mexicano en esta materia. La población rural, en general, presenta mayores necesidades de salud que la

Riesgo de muerte por diarrea

300

Riesgo de muerte por infección respiratoria

170

Riesgo de muerte por embarazo

280

igual que para el país en su conjunto, de tres grandes retos:

Retraso en el crecimiento (desnutrición)

300

la equidad, la calidad y la protección financiera.4

Riesgo de muerte por alcoholismo

300

población urbana, y el acceso que tiene a los recursos y servicios que requiere para atenderlas es considerablemente menor. Este rezago puede resumirse en la existencia, al

Riesgo de muerte por cirrosis y enfermedades del hígado

64

Riesgo de muerte por accidente de tránsito

44

Riesgo de homicidio

54

Riesgo de muerte por enfermedad C-V

30

Siete años después, estos “rezagos” y “retos” no sólo no se han podido resolver, sino que la crisis económica los está ampliando y profundizando. Dicho documento registró desde hace siete años la inequidad en las condiciones de la salud: los daños mayores en las zonas rurales y los recursos menores destinados a atenderlos, como lo demuestran los cuadros de la columna izquierda:5 Las autoridades saben que no se están asignando los recursos suficientes desde hace décadas, pero se persiste en modelos que para los pobres rurales se ajustan al criterio del costo de “inversión”. Hay un aspecto no estudiado suficientemente de esta inequidad: se trata del efecto en la salud para toda la sociedad en el caso de enfermedades infecciosas y transmisibles que explican el “regreso” de padecimientos como la tuberculosis pulmonar, los rebrotes de cólera o del paludismo. La falta de atención a comunidades alejadas genera reservorios humanos para padecimientos como la influenza, lo que en el caso de una verdadera epidemia llevaría a que las medidas de contención biológica fallaran y desde esas comunidades se relanzara una nueva ola de transmisión del padecimiento. La inequidad en estas condiciones es una aliada estratégica de las enfermedades infecciosas y transmisibles que, por ejemplo, puede estar prolongando y manteniendo los niveles de prevalencia del VIH-SIDA en nuestro país.

Recursos físicos y humanos en el medio urbano y rural (*) México, 2001 Total

Rural

Unidades médicas

1.90

3.70

0.93

Consultorios

5.07

3.14

5.53

Camas censables

7.67

0.77

11.40

Camas no censables

5.92

7.79

4.91

Salas de expulsión

0.69

1.54

0.24

Gabinetes de rayos X

0.21

0.04

0.30

Laboratorios clínicos

0.18

0.05

0.25

Recursos humanos

57.90

14.56

81.37

Personal médico

14.02

5.53

18.62

Médicos en contacto con el paciente

11.95

5.33

15.53

Médicos generales

3.64

1.73

4.68

Pasantes de medicina

1.67

2.80

1.05

Odontólogos

0.88

0.49

1.09

18.86

5.59

26.05

Personal de enfermería

Urbano

El servicio social médico, la curva del aprendizaje médico en el sector rural y su impacto en la salud pública El estudiante de la carrera de Medicina, de acuerdo a la Constitución y a diversas leyes,6 debe cumplir con un año de servicio social como requisito indispensable para titularse y ejercer la profesión.7 Administrativamente, estos médicos en formación son considerados “pasantes en servicio social” y académicamente cursan el séptimo año 4 Ibidem, p. 9. 5 Ibidem, pp. 26 y 32, respectivamente. 6 Al respecto, véase el artículo 1 del Reglamento para el Servicio Social de los Alumnos de la Facultad de Medicina de la unam (p. 3), en http://www.facmed.unam.mx/sss/ docs/reglamentoss.pdf, consultado el 29 de junio de 2010.

(*) Por mil habitantes (se incluyen instituciones públicas y privadas)

7 Ibidem, artículo 6, p. 4.

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de la carrera. Para la mayoría se trata de la primera ocasión que se encuentran completamente solos frente a sus pacientes. El servicio social en la carrera de Medicina es definido como: […] la realización obligatoria de actividades temporales que ejecuten los estudiantes en el último año de la carrera de médico cirujano, tendientes a la aplicación e integración de los conocimientos adquiridos en los años previos de su formación y que impliquen el ejercicio de la práctica médica profesional en beneficio o interés de la sociedad.8

En las carreras del área de la salud, el servicio social es indispensable y parte sustancial de la estructura del Sistema Nacional de Salud. Surge con dos propósitos fundamentales: vincular al estudiante con su entorno y devolver en forma de acción social los beneficios que recibió durante su preparación. De acuerdo a lo señalado por la Subdirección de Regulación para la Formación de Recursos Humanos para la Salud, el medio rural es prioridad del servicio social, el cual tiene dos componentes que fungen como ejes vectores: académico y asistencial. Cuando el pasante llega al servicio social ha cursado materias básicas y clínicas (las últimas en clínicas y hospitales de segundo y tercer nivel), lo que le permite el aprendizaje sobre enfermedades que han avanzado hasta la necesidad de la hospitalización o de tratamientos especializados. Las prácticas en el primer nivel de atención y en la Atención Primaria a la Salud (APS) se han pospuesto para los nuevos médicos hasta el servicio social, donde deberán terminar su aprendizaje en el medio rural, en condiciones poco propicias para ellos y con un impacto negativo no medido en la salud de sus pacientes.9 Si tomamos en cuenta que no hay médicos de base en cerca del 58 por ciento de las unidades de salud donde los pasantes prestan sus servicios, y que la rotación anual garantiza un constante aprendizaje básico de los estudiantes, se puede empezar a comprender la inequidad hacia las zonas rurales y urbano-populares del país que se describen líneas arriba. En la práctica médica, durante no menos de seis meses, el estudiante de Medicina aprende “sobre la marcha” con el servicio social, generando sin duda alguna un número no definido de acciones iatrogénicas que impactan gravemente sobre la salud de los pobladores rurales. 8 Ibidem, artículo 3, p. 3. 9 “La Ley General de Salud indica que el servicio social deberá realizarse en las comunidades de menor desarrollo económico y social, por lo que, en congruencia, la distribución de pasantes se realiza de manera prioritaria en el medio rural”. “Servicio Social de Medicina en México. Factibilidad del cumplimiento académico en el área rural”, en http://www.ejournal.unam.mx/rfm/no47-5/RFM47502.pdf, consultado el 26 de junio de 2010.

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Usar a los médicos pasantes como mano de obra barata garantiza no sólo menos calidad en la atención de la salud en el campo, sino que es fuente de problemas de salud generados por un aprendizaje tardío e improvisado. Dado lo anterior, podemos afirmar que el servicio social es usado como “esquirol” institucional del empleo pleno de los médicos titulados.

Empleo médico en México Focalizando un poco la atención en Michoacán y en sus egresados de Medicina titulados, éstos aún encuentran un obstáculo: el desempleo. Juan Alejandro Dueñas Corona, vicepresidente del Colegio de Médicos de Michoacán AC, señala que “alrededor de un 85 por ciento de los médicos están desempleados debido a que en los campos clínicos públicos y privados no hay plazas, en ocasiones ni para quienes tienen una especialidad”.10 Ante tal panorama, la primera opción para dichos médicos sería instalar un consultorio propio, mas el no contar con recursos económicos para hacerlo obliga a los nuevos médicos, en la mayoría de los casos, a realizar funciones ajenas a su profesión.

Los determinantes sociales de la salud Las condiciones económicas, sociales, medioambientales y sanitarias constituyen los determinantes sociales de la salud, dado que en tales situaciones una persona nace, crece, juega, estudia, trabaja y muere. En años recientes, la Organización Mundial de la Salud (por fin) creó una Comisión sobre Determinantes Sociales de la Salud, organismo que en su informe de 2008 afirmó: “La nefasta combinación de políticas y arreglos económicos deficientes y una mala gestión política son responsables en gran medida de que la mayoría de la población del mundo no goce del grado de buena salud que sería biológicamente posible.”11 Prueba innegable de lo anterior es la siguiente comparativa incluida en el informe aludido: “En Suecia, el riesgo de que una mujer muera durante el embarazo o el parto es de 1 por cada 17 mil 400; en Afganistán es de 1 por cada 8.”12

10 Humberto Castillo, “Desempleados el 85 por ciento de los médicos michoacanos”, Cambio de Michoacán, 8 de septiembre de 2008. 11 “Las inequidades provocan una enorme mortandad”, en http://www.who.int/ mediacentre/news/releases/2008/pr29/es/index.html, consultado el 20 de junio de 2010. 12 Ibidem.

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ATENCIÓN PRIMARIA A LA SALUD: ESTRATEGIA EFICAZ PARA LA SALUD DE LA POBLACIÓN (RESISTIDA DURANTE MÁS DE 30 AÑOS POR LAS INSTITUCIONES MEXICANAS) México participó en la Conferencia de Alma Ata en 1978 y firmó la Declaración que comprometió la consigna “Salud para todos en el año 2000”. Pero como sucede en otros tantos “temas” de la agenda internacional, de inmediato las autoridades sanitarias mexicanas comenzaron a boicotear el espíritu de una estrategia que ha demostrado ser sumamente eficaz en países como Bangladesh, Cuba o Francia. Además de la aplicación de la forma “medicalizada” de la estrategia llamada APS Selectiva, se generó en nuestro país una forma de participación comunitaria en salud controlada, tutelada, mediatizada y finalmente anulada, hasta ahora ejemplar y explícitamente ejercida por el programa Oportunidades, que a final de cuentas elimina las fuerzas comunitarias en el actuar a favor de su propia salud.13

Cuando el programa empezó en 1965, las “enfermedades de la pobreza” dominaban la escena sanitaria. Uno de cada tres niños moría antes de alcanzar los cinco años de edad, principalmente por diarreas y enfermedades infecciosas combinadas con la desnutrición crónica. Siete de cada 10 mujeres estaban anémicas y una de cada 10 moría durante o tras un parto. En este ambiente, las estrategias del Proyecto Piaxtla evolucionaron en tres fases:15 Atención curativa: los promotores de salud de los pueblos eran capacitados con métodos participativos, con lo que se hicieron relativamente competentes en el tratamiento de enfermedades y lesiones comunes. Medidas preventivas y promocionales: inmunizaciones, letrinas o sistemas de agua. Como resultado, ciertas enfermedades se hicieron menos comunes y la salud mejoró notablemente. Pocos niños morían de tétanos o tosferina y pocos quedaban discapacitados por la polio o por complicaciones del sarampión. Sin embargo, muchos niños y mujeres aún estaban desnutridos y enfermos, sobre todo en los años de malas cosechas. De igual manera, la tasa de mortalidad en menores de cinco años permanecía alta, especialmente entre los niños de familias pobres (sin tierra y mal pagados). Acción organizada: la comunidad detectó las necesidades básicas que tenían y se comenzó a organizar para exigir y defender sus derechos. De esta forma, el programa de salud rural de Piaxtla evolucionó de la atención curativa a las medidas preventivas y promocionales para de ahí pasar a la acción sociopolítica.

Programas y acciones de salud basadas en la comunidad. El Proyecto Piaxtla, en Sinaloa La Atención Primaria a la Salud tiene sus orígenes en programas que fueron impulsados en el mundo desde las comunidades asiáticas, africanas y latinoamericanas. En México, campesinos de Piaxtla, Sinaloa, impulsaron uno de los movimientos más enérgicos a favor de la salud de su comunidad, generando una excelente muestra de cómo la salud en manos de la comunidad, con el apoyo de los profesionales puede cambiar significativamente las cosas, incluso en situaciones de pobreza extrema y aislamiento. El Proyecto Piaxtla es un programa rural de atención sanitaria desarrollado enteramente por campesinos locales. Nombrado así por un río cercano y localizado en las colinas de la Sierra Madre, Piaxtla comenzó hace 30 años para servir a una región grande, escarpada y con población diseminada del estado de Sinaloa. Hasta hace poco el área sólo estaba atravesada por senderos y caminos muleros. El programa tiene su base en Ajoya, la mayor comunidad (mil habitantes) en el área de cobertura de Piaxtla.14 13 “Hace 30 años, la Atención Primaria de Salud se presentó como un conjunto de valores, principios y enfoques destinados a mejorar el grado de salud de las poblaciones desfavorecidas. […] El problema radica en que los sistemas de salud y los programas de desarrollo de la salud se han convertido en un mosaico de componentes dispares. Ello se evidencia en la excesiva especialización de los países ricos y en los programas impulsados por donantes y centrados en una sola enfermedad de los países pobres. Una gran proporción de los recursos se destina a los servicios curativos, pasando por alto las actividades de prevención y promoción de la salud, que podrían reducir en un 70 por ciento la carga de morbilidad a nivel mundial”. “La Atención Primaria a la Salud, más necesaria que nunca”, en http://www.who.int/whr/2008/08_report_es.pdf, consultado el 20 de junio de 2010.

conclusión Resulta definitivo el hecho de que la privatización de la salud en México es una realidad actual y los programas gubernamentales como Oportunidades o el Seguro Popular no son más que estrategias que garantizan la llegada plena de la Instituciones de Seguros Especializadas en Salud (ISES), organismos que contarán con un ejército de reserva de médicos y enfermeras desempleados, así como con listas nominales de futuros asegurados proporcionadas desde Oportunidades y el Seguro Popular. La iniciativa privada en salud se encontrará con un terreno fértil con pobladores del medio rural y urbano-popular deseosos de que alguien los salve de los altos costos para atender sus enfermedades; también encontrará una de las estructuras institucionales más burocráticas del sector público deseosa de operar el arribo de los capitales privados de manera más abierta. ¿Aceptaremos dicha situación con los brazos cruzados?

14 David Werner, “De la Atención Sanitaria Rural a la Lucha por la Tierra y la Justicia Social: un ejemplo desde México”, en http://www.healthwrights.org/ spanish/piaxtla.htm, consultado el 17 de junio de 2010.

15 Cf. Ibidem.

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LA EDUCACIÓN: HOYO NEGRO dEL MÉXICO de nuestros días Lourdes Bueno

En el transcurso del siglo xx nuestro país [pasó de ser] una sociedad mayoritariamente analfabeta a otra en la que prácticamente uno de cada tres mexicanos estaba en la escuela. Al término del periodo revolucionario […] el promedio de escolaridad de la población era de sólo un año y la tasa de analfabetismo superaba el 65 por ciento. El siglo terminó con una proporción de analfabetas menor a 10 por ciento […] El siglo XX pasará a la historia como una época de expansión educativa sin precedente. Programa Nacional de Educación 2001-2006

de 42.6 por ciento a 47.4 por ciento (lo que hace un total de 50.6 millones de mexicanos, de acuerdo con los datos que ofrece el reporte del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social). Y, en materia de escuelas, el panorama también es polarizado, puesto que ricos y pobres viven en mundos diferentes: el 92 por ciento del 20 por ciento más rico termina el colegio, frente a apenas un 17 por ciento del 40 más pobre.1 Enríquez Rosas2 refuerza lo anterior con una expresión más acuciosa del fenómeno:

La educación modela el perfil social que sostiene todo colectivo nacional. Es la plataforma base para abrir posibilidades a la satisfacción de necesidades de diversa índole, contribuyendo así a la orientación del rumbo que la Nación pretende tener. Y es en el sistema escolar donde ese modelo opera y modela el perfil del ciudadano. Pero si la escuela es la reproductora del modelo, la educación debe alimentarse de los cambios sociales que se encuentren en curso. Es en este círculo que se crea una función, para la escuela, que es generadora y multiplicadora, con capacidades que ninguna otra institución puede llegar a tener. Por ello, fortalecer la educación significa fortalecer el modelo social que la Nación requiere. Mas he allí que nuestro específico drama nacional nos presenta una circunstancia significativamente diferente, a saber, que las últimas cinco administraciones sexenales han generado el decaimiento vertical de nuestro sistema educativo. Es en torno a este punto que quisiéramos bordar en el presente artículo, con la idea de aportar nuestro granito de arena a la discusión a la que nos convocan los nuevos tiempos de cambio.

Las manifestaciones actuales de la pobreza urbana extrema en México van mucho más allá de la ausencia de servicios, la escasez de empleo, la falta de infraestructura y la exclusión de la seguridad y protección social. Se trata de un asunto que atenta […] contra la posibilidad de alimentarse mínimamente. La realidad del hambre no es hoy en día un tema ajeno a la vida de muchos hogares en extrema pobreza en las ciudades [...] Las estrategias domésticas para el acceso y el consumo de alimentos han presentado modificaciones alarmantes en los últimos años. Entender los estragos de la pobreza urbana extrema significa reconocer la posición de muchas familias mexicanas en el primer peldaño de la subsistencia: el acceso al alimento.

¿Educación con creciente pobreza? La ONU define la pobreza como la situación en que vive una persona que dispone de menos de 400 dólares al año, es decir, que vive con poco más de un dólar al día. Bajo este criterio, entre 2006 y 2008 el porcentaje de pobres alimentarios en México creció de 13.8 por ciento a 18.2 por ciento, y el porcentaje de pobres patrimoniales

1 UNESCO, Estudios de Save the Children y el IIPE sobre pobreza y educación: Clase social y marginación en las aulas, 2001. Buenos Aires. 2 R. Enríquez Rosas, “El rostro actual de la pobreza urbana en México”, Comercio Exterior, junio de 2003, http://revistas.bancomext.gob.mx/rce/magazines/53/4/enri0603.pdf. Una versión sin editar de este trabajo se presentó en el foro “Pobreza ignorada” realizado en el Museo de la Ciudad de México los días 24-25 de octubre de 2001; y forma parte de las Memorias de este evento (DECA Equipo Pueblo, A.C.).

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Esta definición hace una división de la pobreza en dos grupos: el primero es el que corresponde a familias que, dada su condición de pobreza, todo lo que hagan por salir de ella estará destinado al fracaso. El segundo es el que todavía puede, aunque con mucho esfuerzo, hacer algo por cambiar su condición de pobreza:

educación primaria, y bajaría hasta un 30 por ciento si su población concluyera la secundaria. Pero en México pareciera, como lo demuestran las propias cifras oficiales, que se trabaja en sentido contrario.

Un fenómeno interesante por su repercusión social, que ha surgido en años muy recientes como resultado del desempleo creciente en el país, es lo que Enríquez Rosas3 llama los nuevos pobres (antes pobres, ahora con pobreza extrema) y los empobrecidos (antes sectores medios, hoy pobres). Sobre los primeros, de acuerdo con la autora, cabe decir que el hambre es para ellos un común denominador; y que sin embargo aún tienen la expectativa de acceder al sistema educativo para lograr alguna mejora económica y por ende cierta movilidad social. Pero el caso es que el sistema actual ya no los considera en una lógica de integración, y que no les ofrece entonces los apoyos necesarios para su permanencia dentro del sistema educativo. El sector de empobrecidos tiene sin duda mejores condiciones que el grupo de los nuevos pobres, pero en las actuales condiciones tampoco tienen cabida dentro del sistema educativo y se encuentran excluidos del mercado laboral. Pretender, entonces, que México está a la altura de los países de la OCDE, es desconocer la realidad y seguir asumiendo la visión ilusoria generada en los años ochentas del siglo pasado. Resulta un dato importante saber que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) considera que: “la educación por sí sola es el mecanismo más efectivo para revertir los efectos de la pobreza”. Y que en los referidos cálculos México reduciría su pobreza extrema en un 18 por ciento si su población terminara la

La caída del sistema educativo Para alcanzar una máxima precisión en los datos, se requiere fijar la atención en la permanencia, más que en el ingreso, pues con éste último se presume frente a organismos internacionales que contamos con una buena salud en niveles de escolaridad, ocultando el hecho, grave, de que no tenemos buenas cifras en términos de asistencia y eficiencia terminal. (Por ello el PNUD ya no toma las cifras de matrícula como parámetro para los índices de desarrollo humano, sino que hoy pide a México el número de estudiantes que asisten y, desde luego, el de egreso). El Informe Panorama de la educación 2008, de la OCDE, indica que México se encuentra en el último sitio de los países miembros respecto a egreso de secundaria, ya que sólo 41 por ciento de los inscritos en ese nivel educativo concluye sus estudios (a pesar de que, como decíamos, en la matrícula el sistema ofrece cifras alegres). Además, se tiene una de las tasas más bajas de cobertura educativa entre los jóvenes de 15 a 19 años, puesto que el 45 por ciento de ellos no asiste a la escuela. Y sólo 39 por ciento de los mexicanos entre 25 y 34 años ha concluido su preparatoria, lo que hace que México se ubique en el penúltimo lugar en la misma lista de países de la OCDE. (Pero empecemos por decir las cosas claras: cuando se dice que “México” ocupa algún “último” o “penúltimo” lugar en las listas de registro internacional, en este caso en educación, debiera entenderse que quien ocupa esos desastrosos lugares es la administración gubernamental en turno. Administración, ésta y las últimas cuatro, que son quienes han puesto a México y a los mexicanos en tales niveles, dejando de lado su compromiso social para con la Nación). Respecto a las tasas de inscripción para los jóvenes de entre 15 y 19 años, el país sólo alcanza 48.8 por ciento, mientras la media de los miembros del organismo es de 81.5 por ciento; lo que ubica a esta administración gubernamental en el penúltimo lugar de la lista de 30 naciones. En este grupo poblacional sólo el 62 por ciento cuenta con empleo, y el 38 por ciento restante ni estudia ni trabaja. Respecto del nivel universitario, el informe de la OCDE4 señala que una proporción importante de estudiantes no concluye sus programas educativos, pues sólo el 61 por ciento de los que ingresan logran terminar.

3 Idem.

4 OCDE, Panorama de la educación 2008, 2009.

En el primer grupo se encuentra el discurso de la desesperanza y la impotencia acumulada por años y los múltiples esfuerzos sin respuesta. Este grupo se asemeja a los que R. Kaztman y C. Filgueira denominan vulnerables a la marginalidad. Familias que han vivido un deterioro agudo y sostenido en sus posibilidades materiales y sociales para hacer frente a la pobreza. Su discurso surge [...] a partir de una sensación de carencia de control sobre las demandas y los requerimientos de la vida diaria. En el segundo grupo encontramos respuestas que concentran una posición similar a la que los mismos autores llaman los vulnerables a la pobreza. Se trata de familias que han apostado su posibilidad de sobrevivencia a la conservación del empleo y en la oportunidad de inversión en capital humano para un mayor bienestar en las generaciones posteriores.

campo, salud y educación en la caída neoliberal

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Basándonos en la misma fuente, sabemos que los recursos destinados por el gobierno mexicano en cuanto a gasto por alumno están en el último sitio, con una inversión promedio de 2 mil 405 dólares al año, frente a una media de 7 mil 527 de los estados integrantes de la OCDE. Y desglosado se tiene que el gasto promedio por alumno de primaria apenas alcanza 913 dólares anuales, lo que representa una tercera parte del promedio general de las naciones miembros del organismo (que tienen 6 mil 252 dólares). En secundaria se destinan sólo mil 838 por estudiante, en contraste con los 7 mil 437 que en promedio invierte el resto de los estados miembros. A pesar de que en bachillerato el gasto en México se incrementó a 2 mil 853 dólares por estudiante, las naciones integrantes de la OCDE destinan 8 mil 366 dólares. En el nivel universitario la erogación de esta administración sexenal en México por estudiante es de 6 mil 402 dólares, cuando el nivel promedio del organismo es mayor a 11 mil 512 dólares. Es por ello que el rector de la UNAM, José Narro, lamentó, en la reunión de San Lorenzo del Escorial, ante el claustro de la Universidad Complutense de Madrid, este pasado mes de julio, “que el país tenga un presupuesto de educación del 0.67 por ciento del Producto Interno Bruto”, y agregó: “América Latina tiene que hacer un esfuerzo —y México indispensablemente— por comprometerse en esta década de 2010 a 2020 para lograr duplicar el presupuesto a la educación”. Con esta realidad, la OCDE alerta que México mantiene uno de los “más grandes déficit” entre el gasto por alumno de primaria y el nivel universitario, pues este último triplica la inversión destinada al gasto por estudiante de enseñanza básica.

2008

De 7 a 24 años

De 7 a 12 años

De 13 a 19 años

De 20 a 24 años

Quintil 1

70.7

97.9

60.9

16.9

Quintil 2

66

98.7

66.4

19.3

Quintil 3

64.4

99.3

69.9

26.6

Quintil 4

69.6

99.1

78.5

37.3

Quintil 5

78.8

99.2

88

52.9

Por tanto, no es lo mismo plantear políticas educativas para países con un desarrollo incluyente y con lustros de avance en materia de equidad social y económica que para un país escindido y con mayorías empobrecidas como México. Si la población mexicana atraviesa por condiciones socioeconómicas tan difíciles y complejas como las descritas, el sistema de educación tiene la obligación de ofrecer los mecanismos necesarios para que los estudiantes de todos niveles puedan lograr la permanencia y, desde luego, la conclusión de su proceso formativo. Pero dadas las actuales políticas educativas, lo que se reporta son las cada vez más altas tasas de deserción.

Relación ingreso-educación Si hacemos un cuadro comparativo respecto a la asistencia escolar en México por quintiles de ingreso —siendo el 1 el quintil de más bajo ingreso y el 5 el de más alto ingreso—, la resultante es muy reveladora (ver cuadro). De este cuadro, presentado por la CEPAL,5 se desprende que la diferencia educativa tiene una relación directa con el ingreso familiar de cada estudiante, siendo la inequidad distributiva el primer escollo que la población encuentra en su búsqueda por lograr la igualdad de oportunidades. Así, a pesar de los malabares estadísticos, no puede haber desarrollo en un país donde en estados como Chiapas, Oaxaca o Guerrero se necesita tener 200 niños inscritos en la primaria para que dos décadas después se pueda tener un solo profesionista.

La deserción: disfraz de una expulsión Cuando los educadores, analistas y evaluadores de la educación hablan de tasas de deserción, ponen el énfasis en que es el estudiante quien asume la decisión de abandonar, es decir, que él es quien deserta. No obstante, lo que se hace con este uso del concepto deserción es más bien un juego de significados que encubren la irresponsabilidad del Estado en el diseño e instrumentación de políticas para la permanencia. Porque lo que la oficialidad llama deserción es un concepto que los educadores hemos tomado sin cavilar sobre lo que la palabra implica: una carga culposa para el sujeto, en este caso para el estudiante, quien se enfrenta a un sistema que los expulsa sin ofrecerle alternativas educativas viables para continuar sus estudios. Se trata pues de una decisión presionada que responde en la realidad a mecanismos de expulsión, si bien disfrazada.6 Por lo que debería modificarse el término y llamarlo por su nombre: tasas de expulsión. Porque, regresando a nuestro razonamiento, ¿se puede llamar desertor al estudiante menor de edad que no encuentra respuestas ni

5C EPAL, 2009. Recuperado el 20 de julio de 2010, en: http://www.eclac.org/ estadisticas/

6 Lourdes Bueno, La exclusión de la esperanza; un sistema educativo desertor, Universidad de Guadalajara, 2004.

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campo, salud y educación en la caída neoliberal


apoyo de un sistema inoperante? Para contestar a esta interrogante, recurrimos a Goicovic:

Así, lo que hoy se hace desde las políticas educativas ha sido escindir la cohesión social y fragmentar a la población a través del otorgamiento de bienes educativos parciales —becas para algunos grupos privilegiados—, con el detrimento de los grupos mayoritarios. Se hace imperativo, por tanto, la presencia de un esquema de equidad en el sistema educativo, en al menos los siguientes rubros: a) En el monto del recurso que la Federación asigna a la educación; b) En el modo como son distribuidos los referidos recursos, de acuerdo a las condiciones geográficas, sociales, culturales y económicas de cada sector o clase de la sociedad mexicana; y c) En las políticas y estrategias que permitan que la educación —del nivel básico, medio superior y superior— contribuya a reducir las desigualdades sociales (por lo que las políticas y estrategias para la permanencia son fundamentales). Y siguiendo este razonamiento Molina identifica los siguientes aspectos de equidad, a través de:10

El término deserción –tomado del lenguaje militar y que denota el acto voluntario de dejar un determinado lugar o institución– no sería adecuado, pues lo que se trata de describir son actos de retiro escolar transitorios o prolongados en el tiempo, provocados por situaciones que se desencadenan mayoritariamente en el interior del sistema escolar, aunque sus causas son variadas y combinan factores de tipo social, familiar, escolar, individual, y otros.7

Así, lo que se hace cuando se repite el concepto “tasas de deserción” es ser partícipes del engaño que ha favorecido al sistema educativo, en procesos que, como hemos dicho, expulsa a los estudiantes al abandonar su deber de impartir educación preescolar, primaria y secundaria a todos los niveles. Otro de los problemas que el sistema educativo enfrenta es la ausencia de calidad del sistema educativo en la visualización del todo y de la población toda.8 Muñoz Izquierdo y Ulloa9 lo explica de la siguiente forma:

- Igualdad de servicios básicos ofrecidos y de oportunidades de acceso a recursos educativos; - Igualdad de condiciones educativas para los funcionamientos y capacidades esperables para el área, correspondientes a los

Lo que existe actualmente son currículos diseñados de

distintos grupos y actores sociales (por ejemplo, condiciones

acuerdo con las características culturales y las necesidades

salariales que permitan a los docentes adquirir medios de ac-

sociales de los países dominantes, de los países desarrolla-

tualización y capacitación permanentes; una calidad igual de

dos y […] por tanto, no son relevantes, menos significati-

prestaciones tal que todos puedan aprender, investigar, inno-

vos para los países dependientes que presentan distintas

var, argumentar); - Igualdad en trato y posibilidades de participación en los ámbitos

características culturales.

institucionales socialmente valiosos (por ejemplo: la existencia

Esto es patente en las distintas reformas educativas que se han realizado al margen de los maestros, los que, en resistencia pasiva dentro de su aula, interfieren el proceso de cambio impuesto, aun cuando algunas de las propuestas pudieran ser beneficiosas. Además, y siguiendo a Muñoz Izquierdo, muchos de los expertos que elaboran los currículos en los países latinoamericanos provienen por lo general de clases sociales diferentes a las de la población mayoritaria, siendo en muchas ocasiones profesionistas con una formación en el extranjero que los ha alejado de las necesidades de los sectores populares de la población, aun de la realidad nacional.

de procedimientos que garanticen la imparcialidad e igualdad de criterios para la evaluación anual docente, o la transparencia en la promoción y control de gestión de quienes conduzcan los proyectos escolares, como lugar accesible a todos); - Igualdad en la contribución, en tanto es necesario contrarrestar con mecanismos de distribución desigual de recursos las particularidades y los casos de sectores de población situados en condiciones desfavorables por circunstancias personales especiales o sociales, económicas o culturales restrictivas o en conflicto.

Diletantismo educativo del sistema En el panorama de las cifras mencionadas, así como de términos y conceptos en boga, en este creciente río revuelto, las autoridades pescan triunfos aislados para transferir los fracasos a la sociedad, realizando un diletantismo educativo. Si se dice que México está en el último lugar en materia educativa, la población asume el fracaso como propio; a los maestros se les culpa, por supuesto, y la administración y el sistema educativo mismo quedan

7 Goicovic, Panorama Educativo de América Latina, CEPAL, 2002. 8 Torres, R. M., en Necesidades Básicas de Aprendizaje (1994), planteó como indispensable: asumir expresamente el reconocimiento de la diversidad y el cambio en un terreno que, como el educativo, ha estado tradicio­nalmente fincado en lo homogéneo, lo inamovi­ble, las verdades incues­tionables; recuperar la dimensión de lo individual (el papel de la motiva­ción y los objetivos de formación de cada persona) en todo proceso educativo; buscar nuevos vínculos entre procesos educativos y procesos sociales (escuela y vida, escuela y hogar, cultura escolar y cultura so­cial, educación y trabajo, teoría y práctica). 9 Muñoz Izquierdo, C. y Ulloa, M. En Rivero, J., Educación y exclusión en América Latina. Miño y Dávila editores. 1999. Madrid.

campo, salud y educación en la caída neoliberal

10 Molina, M.G., (2000) Estudio sobre criterios para la evaluación de la justicia social en las instituciones educativas, OEI Calidad y equidad en la educación.

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martha guaderrama

sión escolar y desigualdades socioeconómicas,11 donde se presentan los negativos resultados de la baja inversión del Estado en la educación, ausencias de infraestructura para el desarrollo de la población, niños y adolescentes. Porque una vez que los niños y/o adolescentes y jóvenes son expulsados del sistema educativo, lo que ha sido generado es:12

fuera de la evaluación (fuera por lo tanto de la calificación reprobatoria). Pero también ocurre lo contrario, a saber, que las administraciones sexenales se apropien de los éxitos de pequeños grupos, aun de individuos que, rompiendo todas las barreras del sistema, hayan alcanzado alguna específica meta. Entonces la administración en turno lo reconoce para colgarse la medalla y salir avante, otra vez, evitando la evaluación. Es en este contexto que las autoridades presentan los resultados negativos de la educación como parte de un problema originado por los estudiantes, por sus familias, o por lo que el sistema llama la incapacidad de los maestros.

Abandono social y familiar; pobre información de métodos de contracepción y de protección; actividad sexual a muy temprana edad; abortos; problemas de salud relacionados y alta mortalidad; embarazos tempranos; riesgos y problemas de salud por embarazos tempranos; altos índi-

Efectos del abandono social del Estado La CEPAL, preocupada por esta situación existente, ha realizado un importante estudio sobre deserción-expul-

ces de mortalidad y morbilidad materno-infantil; altos costos en atención médica de problemas agravados; abando11 “Consecuencias de una baja inversión en los adolescentes” en El estado de la población mundial. 2002. Caracterización de la pobreza. Banco Interamericano de Desarrollo. United Nations Population Found. 12 Idem.

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campo, salud y educación en la caída neoliberal


no de recién nacidos; madres solteras; maltrato de las

ciclo básico y disminuir significativamente la deserción en

mujeres y de los infantes; violencia sexual para ambos

el ciclo medio. En efecto, una proporción muy elevada de

sexos; abuso sexual: incesto; discriminación de género;

los niños, niñas y adolescentes abandonan tempranamen-

pobre autoestima de las adolescentes; trabajo de menores;

te el sistema escolar, sin alcanzar los niveles mínimos de

explotación sexual y tráfico sexual de menores de ambos

conocimientos y destrezas requeridos para integrarse a la

sexos; pobres oportunidades de empleo y más bajos sala-

sociedad, incumpliéndose respecto de ellos los derechos a

rios; ausentismo laboral y baja productividad; escasas posi-

la educación básica consagrados en las declaraciones inter-

bilidades de creación de fuentes de trabajo; marginación

nacionales pertinentes.13

del sistema económico y social; proclividad al uso de dro-

Por todo lo dicho en los párrafos anteriores, la calidadequidad de la educación debe ser medible con relación a las necesidades del individuo y de la comunidad para su desarrollo integral. Y mientras las condiciones de vida individuales y sociales no mejoren como resultado del trabajo del sistema educativo, habrá que poner en tela de juicio la calidad y la equidad de las políticas educativas actuales.

gas; depresiones recurrentes y cada vez más profundas; escasa posibilidad de construir relaciones emocionales estables; alta criminalidad y pobre orden social; agresividad social, familiar y personal; ausencia de oportunidades de participación y de expresión; ausencia de tolerancia social y política; exclusión social, económica y política; asociación por parte del estado, de la juventud como “origen” de inestabilidad social; libertad de elección acotada; reducida libertad de movimiento; ausencia de los mecanismos para salir de la pobreza.

A manera de conclusión Las últimas cinco administraciones sexenales tienen a México más cerca de la ignorancia que del desarrollo; más cerca de la indigencia que del crecimiento; más cerca de la manipulación que de la libertad y de la democracia. Porque para construir democracia y libertad hace falta que el ciudadano esté enterado, analice, evalúe y opine. Y todo esto no se logra cuando los votantes difícilmente saben leer, cuando las instituciones de educación no han creado las vías para que todos los ciudadanos —no sólo grupos privilegiados— puedan expresarse más allá de las urnas. Entonces el reto de la Secretaría de Educación se extiende y profundiza. El reto de la presente y la siguiente administración sexenal es combatir la ignorancia y ofrecerle a los mexicanos no pequeñas islas de beneficios —como becas a manera de lotería gubernamental—, sino una plataforma social amplia y sólida. A menos que eso no sea de su interés para apuntalar su interés, es decir, a menos que se trate precisamente de no dar el poder de la educación a la población.

Y todo empezó con la expulsión del sistema educativo... Al final, lo que queda es el aumento de la delincuencia y un ambiente de inseguridad creciente, no por la participación de los jóvenes sino precisamente por su exclusión. Exclusión que llega incluso a marginación de la libertad. Y en este punto valdría la pena preguntarse: si la libertad es un valor que el sistema económico actual privilegia sobre la equidad y es el que ofrece como “su aporte” fundamental, ¿qué sucede cuando cada vez más personas han sido privadas precisamente de esa libertad, por los efectos de este sistema económico respecto a la equidad? Y la CEPAL, preocupada y ocupada por ofrecer la información que permita un cambio para mejorar la equidad y la calidad de la educación, en un excelente trabajo indica: Uno de los principales desafíos para avanzar decididamente hacia el logro de los Objetivos del Desarrollo del Milenio y el cumplimiento de las Metas al año 2015, es evitar que los niños abandonen la escuela antes del término del

campo, salud y educación en la caída neoliberal

13 CEPAL. Panorama social de América Latina 2001-2002.

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sobre el capitalismo a単oso y las luces del porvenir


martha guaderrama

sobre el capitalismo a単oso y las luces del porvenir

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DEMOCRACIA POSTLIBERAL Y EMPODERAMIENTO CIUDADANO

(Una experiencia emergente en el Distrito Federal) Adolfo Orive

Los fundamentos de una democracia postliberal (o las bases del empoderamiento ciudadano) El régimen político mexicano no es, estrictamente hablando, una democracia. Es una república liberal representativa sustentada en un sistema competitivo de partidos. Para que por lo menos exista lo que ahora se denomina democracia la ciudadanía debe estar relativamente empoderada —en términos de alimentación, salud, educación, información, organización— y, por lo tanto, tener la capacidad para ser relativamente autónoma en sus decisiones. Y ello sucede en los países desarrollados, no en los nuestros. El régimen político mexicano es ahora una república liberal pues los ciudadanos cuentan con la posibilidad de ejercer los derechos civiles y políticos otorgados por la Constitución y las demás leyes en la materia. Y es una república representativa sustentada en un sistema competitivo de partidos porque los ciudadanos opinan (otorgando su voto) sobre quiénes quieren —de entre los candidatos propuestos por los partidos— que sean sus representantes en los poderes ejecutivos y legislativos de la Nación. Este tipo de régimen político fue diseñado en lo fundamental por los “padres” de la independencia estadounidense en el siglo XVIII, principalmente por James Madison y Alexander Hamilton. Ellos argumentaron expresamente (en El Federalista) las razones por las cuales no deseaban para Estados Unidos una democracia sino una república representativa: no solamente porque el territorio de su país era sumamente extenso, sino sobre todo porque no querían que la mayoría de los ciudadanos tomara directamente las decisiones de gobierno. Es decir, pretendían que el poder fuera ejercido por los representantes propuestos como candidatos por los partidos, no por los ciudadanos.

¿Por qué entonces a este régimen político se le llama democracia? Aclaremos que no fue sino hasta bien entrado el siglo XIX y, en el XX, después de la Primera Guerra Mundial, que politólogos, ideólogos y políticos defensores de este régimen político le adosaron el calificativo de democracia para ganar la legitimidad de la propuesta entre la mayoría de la población. Pero estudiosos muy respetados de las ciencias sociales como Joseph Schumpeter en 1942 y Robert Dahl en 1971 —ninguno de los dos de izquierda— calificaron al régimen político que ahora denominamos democracia como una oligarquía de partidos, el primero, y el segundo como una poliarquía. Si la fuerza de la propaganda ha conducido a que en el mundo se le llame a este régimen político democracia, en los países subdesarrollados (como les decíamos hace cuarenta años) deberíamos agregarle el apellido liberal. No sólo porque gozamos de los derechos civiles y políticos promulgados desde el siglo XVII inglés por el liberalismo, sino porque el supuesto esencial del liberalismo es que todos los ciudadanos son básicamente iguales; y en las naciones del Tercer Mundo somos básicamente desiguales: económica, social y culturalmente y, por lo tanto, políticamente también (aunque la ley plantee que somos iguales). Para que exista lo que se denomina democracia liberal en los países desarrollados —para que la realidad se acerque al supuesto legal sobre la igualdad ciudadana— se debe, en México, empoderar económica, social y culturalmente a la ciudadanía, con el propósito estratégico de que tenga capacidad para ser relativamente autónoma —y no dependiente— en sus decisiones. El régimen político mexicano es un conjunto de instituciones (organismos y reglas) sustentado en una partidocracia oligárquica que promueve un sistema económico, social y cultural —el neoliberal— que favorece a una minoría e incrementa las desigualdades. La litis 45

df: democracia con participación ciudadana


pertenencia e identidad con determinadas comunidades sociales o civiles; contrarrestando así el aislacionismo individualista al que conduce el liberalismo y la dependencia exclusiva a la identidad partidaria. La democracia postliberal abre así un segundo circuito de la ciudadanía y de la política que en Europa se da como complemento de la democracia liberal realmente existente para hacer más efectiva la gobernanza, y que en México requerimos para empoderar ciudadanos con el propósito de que nuestra democracia liberal realmente existente sea menos oligárquica y, por lo tanto, más “democrática”. Al otorgar una especie de ciudadanía colectiva a organizaciones sociales y permitirles que sus decisiones sean vinculantes para los órganos de gobierno en el marco de ciertos límites, la democracia postliberal está dando cabida al ejercicio de ciertas funciones inexistentes en el juego político actualmente dominante, mediante una determinada relación de corresponsabilidad sociedadEstado que el neoliberalismo desplaza hacia relaciones de mercado mediante el outsourcing a empresas privadas. Este outsourcing —maquila— que el estado neoliberal realiza se da en los servicios de salud, de educación, de empleo en las instituciones públicas y en los servicios de pensión, en beneficio de las empresas privadas.

de fondo no consiste, por lo tanto, en la afinación de los elementos que integran el régimen: en hacerlo semi-parlamentario o semi-presidencial, etcétera. ¿De qué sirve realmente —a la mayoría del pueblo— reformar una superestructura institucional —un edificio, digamos— si la base ciudadana —es decir los cimientos del edificio— está tan desempoderada que el régimen político realmente existente en nuestro país ni siquiera cumple los requisitos mínimos de la llamada democracia liberal? Por eso afirmamos que la llamada transición a la democracia, tan vehementemente discutida, no pasa tanto por el ajuste de las instituciones de nuestra superestructura política como por el empoderamiento económico, social, cultural y, por supuesto, político de los ciudadanos mexicanos; es decir, de los cimientos de esa superestructura. En nuestra opinión, a la ciudadanía hay que concebirla como un proceso histórico —endógeno al sistema político y no exógeno a él, como lo plantea el liberalismo— que le sirve al ser humano para hacer transitar su condición de sujeción y dependencia con relación a otros seres humanos que cuentan con poderes económicos, políticos, sociales y culturales, a una condición que le permita ser sujeto de la historia. Sin capacidades —alimentación, salud, educación, ingreso, información, organización— que empoderen al ciudadano éste no puede ejercer autónomamente las libertades que formalmente le otorgan los derechos civiles y políticos. Por eso proponemos instituciones de democracia postliberal. No para sustituir a las instituciones del sistema político representativo imperante sino para que dicho sistema satisfaga los requisitos mínimos de la llamada democracia liberal. Las instituciones de una democracia postliberal tienen el propósito de que los mexicanos, formalmente designados como ciudadanos, tengan las oportunidades de irse capacitando —empoderando— para ejercer una ciudadanía autónoma, plena, en la propia democracia liberal. Sólo así podremos ir transformando la partidocracia oligárquica prevaleciente en un sistema político que se asemeje más a la poliarquía descrita por Robert Dahl, que es lo más cercano que existe actualmente —en el mundo— a la imagen ideal de la democracia liberal: en lugar de una oligarquía una poliarquía y, en esa medida, un poder de los partidos frenado y balanceado por poderes ciudadanos. Como planteé en el primer número de Rojo-amate, la democracia postliberal es el resultado de procesos de libertades autónomas que permiten empoderar ciudadanos mediante diversas formas de participación al margen de los partidos; y mediante el otorgamiento a organizaciones sociales de una especie de ciudadanía colectiva. En la democracia postliberal se hace política por fuera de los partidos, por una parte, para gestionar demandas que exceden el marco de la democracia liberal realmente existente y, por otra, para fortalecer el sentido de df: democracia con participación ciudadana

La ley de participación ciudadana en el Distrito Federal (Presupuesto participativo, planeación democrática desde abajo) La democracia postliberal puede impulsarse tanto desde la sociedad como desde las propias instituciones del sistema político liberal imperante, a condición de que los actores sociales y políticos que lo hagan decidan ir más allá de las opciones que las instituciones prevalecientes ofrecen; es decir, que decidan impulsar proyectos alternativos al modelo socioeconómico neoliberal y a la democracia liberal. En mayo del 2010, los dos órganos de gobierno del Distrito Federal —el Ejecutivo y la Asamblea Legislativa— decidieron promulgar lo que de hecho es una nueva ley de participación ciudadana; una ley que es postliberal y cuyo objetivo es proporcionar los instrumentos que permitan a los ciudadanos —en la medida en que los ejerzan— irse empoderando al margen de los partidos. Para que puedan ejercer los instrumentos de participación ciudadana —como el presupuesto participativo, la contraloría social o la planeación participativa— la ley obliga al Instituto Electoral del Distrito Federal a que por sí mismo y por medio de las instituciones públicas de educación superior capacite permanentemente a los 16 mil 335 representantes ciudadanos electos el 24 de octubre de 2010 en las mil 815 colonias de la Ciudad de México. El empoderamiento se irá dando así vía el apren46


las rememoraciones presentes sobre el bicentenario y el centenario— no puedo dejar de pensar que así como la Independencia no se realizó el 16 de septiembre de 1810 ni la Revolución el 20 de noviembre de 1910 sino, ambas, muchos años después gracias a las luchas sociales y reformas institucionales que duraron décadas, también el proceso histórico de empoderamiento ciudadano —tanto en la Ciudad Capital como en todo el país— requerirá de prolongadas luchas ciudadanas y múltiples transformaciones de las instituciones vigentes.

dizaje de conocimientos explícitos y de conocimientos tácitos generados durante la participación ciudadana en esos instrumentos, al margen de los partidos. Los órganos de representación ciudadana serán los Comités Ciudadanos electos en cada una de las mil 815 colonias (o sección de colonia, cuando ésta es demasiado grande), los representantes de manzana, las asambleas de colonia y los Consejos Ciudadanos Delegacionales. Éstos estarán integrados también por un representante de cada una de las organizaciones sociales registradas en la delegación. Una medida radicalmente nueva de la presente ley de participación ciudadana es que una parte de las decisiones que tomen los Comités Ciudadanos y los Consejos Ciudadanos Delegacionales serán vinculatorias para los órganos de gobierno. Me refiero, por ejemplo, a la decisión sobre el destino hasta del 3 por ciento del presupuesto total delegacional que los representantes ciudadanos podrán decidir, desde el 2011, a qué obra, servicio o equipamiento habrá de destinarse en qué colonia y manzana. Es un ejercicio de presupuesto participativo que toma el ejemplo de lo hecho en Porto Alegre, Brasil y Kerala (India) desde hace ya muchos años con gran éxito. Presupuesto participativo promovido en esos dos países, como en el DF, por partidos de izquierda. Igualmente importante es la función de contraloría ciudadana que impulsaremos para que se inicie, en los hechos, desde 2011, sobre el ejercicio de los recursos públicos del presente año. La Ciudad de México lleva ya muchos años sin contar con un trabajo de prospectiva que norme las acciones públicas en materia urbana, económica y social. La ley de participación ciudadana le da la oportunidad a las asambleas de manzana y de colonia, así como a los comités ciudadanos de colonia y a los consejos ciudadanos delegacionales de participar en la planeación a corto, mediano y largo plazo de su entorno inmediato y de la propia Ciudad. El Instituto Electoral del Distrito Federal habrá de emprender los procesos de capacitación y organización para que, conjuntamente con las opiniones de especialistas —que también son ciudadanos de la capital—, vayamos elaborando entre todos el plan de desarrollo económico, urbano y social de la Ciudad de México. Sí, de abajo hacia arriba; como expresión de empoderamiento ciudadano. Es cierto que estos procesos se enfrentan a intereses económicos y políticos muy poderosos. Ya desde agosto, muchos dirigentes de partidos y funcionarios públicos han estado violando la ley de participación ciudadana interviniendo de diversas formas en la integración de las fórmulas que compitieron el 24 de octubre para integrar los comités ciudadanos. Pero —aprovechando el tema de

Por un nuevo tipo de organizaciones sociales y la formación de contrapoderes Hay otra veta que se abre con el planteamiento de una democracia postliberal: la necesidad de constituir organizaciones sociales con vida orgánica democrática. No es un secreto para nadie que en México existe una elite económica de poder —organizada como “consejo empresarial”, “hombres mexicanos de negocio”, medios masivos de comunicación, etc.— que, junto con la elite política de poder, deciden los destinos políticos, económicos y sociales de la Nación. Una democracia postliberal permite a las fuerzas económicas y sociales excluidas del proyecto hegemónico de Nación —conducido por esas elites— formar contrapoderes que contribuyan a ir transformando la realidad imperante. Me refiero a contrapoderes que se pueden ir constituyendo por organizaciones de empresarios medianos y pequeños; por sindicatos y organizaciones de agricultores, ganaderos y campesinos; por solicitantes de vivienda popular; por jóvenes a quienes el sistema actual no les da la oportunidad de estudiar ni trabajar; por asociaciones de colonos y padres de familia; por profesores y estudiantes universitarios, etcétera. Trabajo organizativo basado en el empoderamiento ciudadano.

colofón Pensar que basta la elección de un Presidente de la República con un proyecto alternativo al neoliberal para emprender la transformación de la realidad es no darse cuenta de que la elite económica de poder seguirá estando presente y que una buena parte de la partidocracia oligárquica también. Además de conquistar la Presidencia se hace necesario, entonces, desplegar procesos de empoderamiento ciudadano que, como expresiones de democracia postliberal, formen contrapoderes a lo largo y ancho del país. Con ello podremos emprender un nuevo rumbo nacional que acabe con esta larga noche que dura ya más de 27 años.

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df: democracia con participación ciudadana


NUEVOS AIRES DEMOCRÁTICOS EN EL DISTRITO FEDERAL (La actual ley de participación ciudadana) Mauricio Calcaneo Monts

El 27 de abril de 2010 la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó, por unanimidad, el decreto de reformas a la Ley de Participación Ciudadana del Distrito Federal.1 Ello marca en nuestra opinión un hito en los procesos de cambio político en la capital de la República, pues se dirige directamente a crear algunas de las condiciones políticas de base que pueden llevar al empoderamiento ciudadano y al desarrollo de contrapoderes civiles que den solvencia y sostén a transformaciones de más largo aliento. Aquí revisaremos algunos de sus contenidos, con el necesario tránsito por sus antecedentes.

lidades y ayuntamientos y encargando el gobierno del DF al Presidente de la República –ejercido a través del Departamento del Distrito Federal. Fue así como los ciudadanos del Distrito Federal estuvieron privados de su derecho a elegir gobernantes desde 1928, en un lapso que duró hasta 1988 en el caso de los miembros del poder legislativo, hasta 1997 con respecto al titular del poder ejecutivo, y hasta el 2000 por lo que se refiere a los titulares de las delegaciones. Todo ello convirtió a los habitantes de “la ciudad más grande del mundo” en ciudadanos de segunda.

I. Algunos antecedentes históricos en la materia La participación política de los ciudadanos descansa en lo general sobre dos tipos de acciones: la elección de gobernantes y la intervención en la toma de decisiones colectivas. Con respecto a la elección de gobernantes en el Distrito Federal, el texto original de la Constitución de 1917 —artículo 73 fracción VI— establecía la división en municipalidades a cargo de ayuntamientos de elección popular directa, encomendando su mando ejecutivo en un gobernador nombrado y removido libremente por el Presidente de la República. Este modelo constitucional contempló entonces la elección popular de los titulares y concejales de los ayuntamientos de la Ciudad, pero no así la de su gobernador. Esta situación fue modificada en 1928 con la reforma al artículo 73 constitucional,2 con la que se dotó al Congreso de la Unión de facultades para legislar en todo lo relativo al Distrito Federal, desapareciendo las municipa-

II. La participación de los ciudadanos del Distrito Federal en la toma de decisiones colectivas La etapa consultiva (1928-1995) Como resultado de la reforma al artículo 73 constitucional de 1928, el 31 de diciembre del mismo año se expidió la nueva Ley Orgánica del Distrito y de los Territorios Federales, en la que se dispuso que el Presidente de la República ejercería el gobierno a través del Departamento del Distrito Federal, se dividió al territorio del Distrito Federal en un Departamento Central y 13 Delegaciones, se estableció que las funciones encomendadas al Departamento las desempeñarían el Jefe del Departamento, los delegados y subdelegados, y se designó como auxiliares de la administración al Consejo Consultivo del Departamento Central y a los Consejos Consultivos Delegacionales. Con este nuevo diseño institucional se centralizaron las más importantes atribuciones gubernativas en el Presidente de la República y en el Jefe del Departamento del Distrito Federal, aunque mediante la creación del Consejo Consultivo Central y los Consejos Delegacionales se intentó dar la apariencia de pluralidad, de ejercicio de

1 Publicada el 27 de mayo de 2010 en el número 848 de la Gaceta Oficial. 2 Publicada en el Diario Oficial de la Federación el lunes 20 de agosto de 1928.

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decisiones compartidas y de apertura a las demandas ciudadanas. Sin embargo, tanto por la forma de designación de sus integrantes (por el Jefe del Departamento y los Delegados), como por la naturaleza prácticamente testimonial de sus atribuciones,3 la participación ciudadana en la toma de las decisiones públicas quedó prácticamente anulada. Este modelo de “participación” de membrete estuvo vigente en sus aspectos centrales durante cerca de setenta años, en el transcurso de los cuales se eliminaron los Consejos Consultivos Delegacionales (Ley Orgánica de 1941), se crearon las Juntas de Vecinos (como órganos de colaboración de las delegaciones), se modificó la integración del Consejo Consultivo y —por si fuera poco— le quitaron al Consejo Consultivo la facultad para revisar la cuenta pública del Departamento del Distrito Federal (Ley Orgánica de 1970). Y ello, no obstante el hecho de que se instauraron comités de manzana, asociaciones de residentes, el referéndum y la iniciativa popular (Leyes Orgánicas de 1978 y de 1984).

por parte de la Asamblea de Representantes, de la Ley de Participación Ciudadana del 12 de junio de 1995. Los ordenamientos jurídicos señalados dispusieron una nueva forma de participación ciudadana en las decisiones colectivas, con el establecimiento de los Consejos Ciudadanos en cada demarcación territorial. Los integrantes de dichos nuevos consejos eran electos de manera directa y contaban con atribuciones para revisar los programas operativos anuales de las Delegaciones, solicitar la comparecencia de servidores públicos, opinar y aprobar el plan parcial delegacional y representar a la ciudadanía ante las autoridades administrativas centrales y locales. Se previeron además otras formas de intervención ciudadana en los asuntos públicos bajo las figuras de: la audiencia pública, difusión pública, colaboración ciudadana, consulta vecinal, quejas y denuncias, y la formación de órganos de representación vecinal por manzana, colonia, barrio o unidad habitacional. Si bien los Consejos Delegacionales tuvieron una existencia efímera (entraron en funciones en diciembre de 1995 y concluyeron en 1997), constituyeron una primera experiencia real de participación ciudadana en la construcción de las decisiones más importantes de la colectividad. Lo que se vio en gran medida posibilitado por la forma en que fueron electos sus integrantes, así como por las importantes atribuciones con que contaban estas instancias.

Los Consejos Ciudadanos (1995-1997) Durante el año de 1987 se dio un primer paso en la elección de gobernantes por los ciudadanos del Distrito Federal, con el establecimiento de la Asamblea de Representantes como órgano de representación ciudadana (cuyos integrantes se elegían cada tres años por voto directo). Pero fue en los años de 1993, 1994 y 1995 cuando se dio un avance más sustantivo en la línea de la participación ciudadana, como consecuencia de la reforma constitucional del 25 de octubre de 1993, la expedición del Estatuto de Gobierno del Distrito Federal de 1994 y la aprobación,

La llegada de la izquierda al poder (1997) y la creación de la Asamblea Legislativa Hacia 1996 el Congreso de la Unión aprobó una nueva reforma a la Carta Magna que incluyó el régimen jurídico del Distrito Federal. Como resultado de estas modificaciones constitucionales: se creó la Asamblea Legislativa, se hizo descansar el poder ejecutivo en un Jefe de

3C onsistente en proponer reformas a reglamentos, plantear el mejoramiento de servicios públicos, denunciar deficiencias en los servicios, revisar la cuenta anual del Departamento e inspeccionar los servicios locales.

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Gobierno y se definió la titularidad de las demarcaciones territoriales bajo la fórmula de Jefaturas Delegacionales. Todos estos cargos, salvo los Jefes Delegacionales, serían electos a partir de 1997 por voto universal, libre, directo y secreto de los ciudadanos del DF. En materia de participación ciudadana en los procesos de toma de decisiones públicas, los cambios legales contemplaron la desaparición de los consejos ciudadanos, al tiempo que dotaron a la Asamblea Legislativa de facultades para expedir la normatividad respectiva. En las elecciones de 1997 Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano conquista la Jefatura de Gobierno, logrando además, con sus colores partidarios, la mayoría legislativa en la Asamblea Legislativa. Es desde esa nueva plataforma de posibilidad que la izquierda emprende la tarea de emitir una nueva Ley de Participación Ciudadana, la que fue publicada en la Gaceta Oficial el 21 de diciembre de 1998. Con una específica aportación sustantiva al avance democrático, a saber, la formación de los comités vecinales, figura de representación ciudadana verdaderamente cercana a la gente. Esta normatividad dividió en dos grandes ejes la participación ciudadana en los asuntos públicos: 1) los instrumentos de participación ciudadana para expresar su voluntad en asuntos de interés general, y 2) los comités vecinales, representación ciudadana de vinculación de los habitantes con las autoridades delegacionales. Respecto de los instrumentos de participación ciudadana se retomaron algunos de los ya existentes en la ley anterior. Por lo que hace a los comités vecinales, la nueva Ley tomó de la normatividad anterior lo previsto para los órganos de representación vecinal por manzana, colonia, barrio o unidad habitacional. Y, aunque se suprimió la figura de jefes de manzana, se previó la existencia de un comité vecinal por cada colonia, barrio, pueblo o unidad habitacional, además de la elección universal, libre, directa y secreta de los integrantes de los comités (otro gran logro para asegurar la voz ciudadana). La Ley de 1998 estuvo vigente hasta el 2004, año en el que se emitió una nueva Ley de Participación Ciudadana publicada en la Gaceta Oficial el 17 de mayo de 2004. La Ley de Participación Ciudadana de 2004, al igual que su antecesora, secciona la participación ciudadana en dos planos: los instrumentos de participación y los órganos de representación. Por lo que hace a los instrumentos de participación ciudadana se redujo el número de ciudadanos requeridos para convocar a plebiscito, referéndum e iniciativa popular; y se eliminaron las quejas y denuncias, instituyendo en su lugar instrumentos tales como la rendición de cuentas, la red de contralorías ciudadanas y las asambleas ciudadanas. df: democracia con participación ciudadana

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En cuanto a los órganos de representación ciudadana, el ordenamiento de 2004 sustituyó a los comités vecinales por los comités ciudadanos, y contempló la creación de los consejos ciudadanos como instancia de coordinación de los comités con las autoridades delegacionales y del gobierno central. Si en un primer momento se estableció que la elección de los comités ciudadanos siguieran las mismas reglas que las de los comités vecinales —elección universal, libre, directa y secreta—, por reforma del 16 de mayo de 2005 se determinó que la elección fuese en asamblea ciudadana electiva. Se previó además que el ámbito geográfico para las elecciones de comités fuera el de las unidades territoriales. Con todo, a pesar del avance formal de la reforma, se otorgaron atribuciones poco trascendentes a los comités y consejos ciudadanos4 y se permitió que las asambleas ciudadanas y los consejos ciudadanos fue4 Conocer y promover soluciones a las demandas colectivas, emitir opinión sobre programas y políticas, etc.

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III. Proyecto Político Alternativo de Izquierda: la nueva Ley de Participación Ciudadana Desde el inicio de actividades de la V Legislatura de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (2009-2012) los grupos más progresistas de izquierda fijaron, como parte de la agenda legislativa, la necesidad de reformar la Ley de Participación Ciudadana para, entre otros objetivos, realizar elecciones vecinales. Así, en el discurso de posicionamiento del Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido del Trabajo, Adolfo Orive, ante el tercer informe de actividades del Jefe de Gobierno, dijo: La ciudadanía, además de participar en las elecciones, busca otra manera de hacer política. Busca que el centro de gravedad de lo político no esté situado solamente en los partidos políticos, las elecciones y los órganos de gobierno. Hay síntomas, en los sectores populares y medios, de una expresión postliberal de las masas por las masas: una participación que empieza por jalar el centro de gravedad de lo político hacia los espacios públicos de la sociedad, permitiendo que no sean solamente los ciudadanos que gobiernan los que se empoderen; permitiendo, de hecho, la formación de poderes populares: poderes que sean el contrapeso a los poderes fácticos neoliberales; poderes ciudadanos que los gobernantes de izquierda deben ayudar a construir para avanzar en la transformación de nuestra realidad económica, social, política y cultural. No estoy hablando de una sustitución, sino de una combinación de la democracia liberal representativa con la democracia postliberal participativa, porque la democracia no se agota en su encarnación liberal. Hay democracia, como poder popular, más allá de lo electoral. Es un segundo circuito de lo político, dentro del marco

sen convocados —y fijaran sus agendas— por las autoridades (cuestión que limitaba entonces el alcance progresivo de la reforma). La Ley de 2004 mantuvo casi el mismo esquema que la de 1998 en materia de instrumentos de participación ciudadana. A los órganos de representación ciudadana los hizo descansar en las asambleas ciudadanas, convirtiendo a los comités ciudadanos en simples operadores de las decisiones de éstas. De igual forma se mantuvo la tendencia prefigurada en la ley de 1998 de otorgar a los órganos de representación ciudadana fundamentalmente facultades consultivas y de opinión. Conviene resaltar que en el momento de la publicación de la ley se contempló que la elección de los comités se verificaría en abril de 2005, y que éstos entrarían en funciones en junio del mismo año. Pero por diversas reformas a los artículos transitorios se decidió posponer en forma indefinida la elección, hasta el momento en que la Asamblea Legislativa decidiera lo conducente.

de una democracia postliberal: el que tiene que ver con el empoderamiento de los ciudadanos en términos de la formación de sus capacidades de deliberación y decisión —y, por lo tanto, en la ampliación de sus libertades positivas— al asignar, conforme a sus intereses locales, los recursos públicos correspondientes. Se trata del presupuesto participativo guiado por la línea de masas, es decir, etiquetado por la gente para su beneficio. Porque la Ley de Participación Ciudadana vigente […] otorga facultades a la ciudadanía, pero sólo de carácter consultivo […] Los comités ciudadanos no funcionan y el cambio de dirigentes ya se retrasó varios años. Proponemos que esta Ley se modifique para que llegue a buen puerto: uno postliberal.

Como resultado de los trabajos legislativos, el 27 de abril de 2010 el Pleno de la Asamblea Legislativa aprobó por unanimidad la reforma integral a la Ley de Participación Ciudadana que, en cuanto a sus avances, puede decirse que: 51

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1. Posibilita las votaciones para elegir a los integrantes de los comités ciudadanos de todas y cada una de las colonias en que se divide el Distrito Federal. Compromiso que quedó datado al 24 de octubre de 2010. 2. Contempla —por primera vez— la posibilidad de que los ciudadanos puedan decidir sobre las necesidades de sus colonias y, a partir de ello, tomar acuerdos colectivos sobre la forma en que deba aplicarse entre el 1 y el 3 por ciento de los presupuestos delegacionales. Es decir, se estatuye por primera vez la planeación y el presupuesto participativo. 3. Fortalece —con diversas medidas a los órganos de representación ciudadana en cada colonia— los comités ciudadanos, posibilitando su participación en los procesos de planeación y presupuesto participativo, que incluyen los ya referidos procesos de capacitación por parte del Instituto Electoral. Y los hace parte a la vez de los consejos ciudadanos delegacionales, permitiendo que el equivalente al 10 por ciento de los comités puedan instar la realización de instrumentos de participación (plebiscito, referéndum, iniciativa popular). Establece por último que la difusión pública y la rendición de cuentas se hagan ante los comités ciudadanos. 4. Reconoce a las organizaciones ciudadanas como sujetos de participación, otorgándoles derechos de registro para recibir capacitación y participar en los instrumentos de participación ciudadana, en las asambleas ciudadanas y en los consejos ciudadanos delegacionales. 5. Instituye a los consejos ciudadanos delegacionales como instancia de coordinación de los ciudadanos con las autoridades delegacionales, facultándolos para conocer y opinar sobre los anteproyectos de presupuestos de egresos y los programas operativos delegacionales, así como para solicitar información (a las autoridades delegacionales), requerir la presencia de servidores públicos y recibir (cada tres meses) la visita del jefe delegacional con miras a la presentación de informes. 6. Se propicia una mayor accesibilidad a los instrumentos de participación ciudadana, mediante la reducción de los requisitos para invocarlos y el otorgamiento de derecho para iniciarlos. Ello beneficia a actores organizados como los comités ciudadanos, los consejos ciudadanos y las organizaciones ciudadanas. En suma, la nueva Ley de Participación Ciudadana rompe con la continuidad e inercias que habían prevalecido durante varias décadas de nuestra historia. Siempre en el entendido, por supuesto, de que la población del DF se apropie de ella, y de que con suma responsabilidad tanto el gobierno del DF como la Asamblea Legislativa se apliquen a fondo en la difusión y seguimiento de la misma.

martha guaderrama

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sobre el capitalismo a単oso y las luces del porvenir


NOTICIAS DEL MUNDO DEL TRABAJO Héctor de la Cueva

Interminable conflicto minero Son ya más de cuatro años en los que el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SNTMMSRM) ha tenido que resistir toda clase de persecuciones y agresiones por parte del gobierno mexicano y el poderoso Grupo México. Las autoridades laborales han hecho todo para desconocer a su dirigencia y han promovido la imposición de sindicatos blancos. Se ha hecho uso de esquiroles —incluso traídos desde Centroamérica—, lo que ha desembocado en confrontaciones violentas y en la detención y muerte de sindicalistas. Más de tres años han cumplido ya las huelgas en las secciones 65 de Cananea, Sonora; 201 de Sombrerete, Zacatecas; 17 de Taxco, Guerrero y, más recientemente, en la sección 142 de El Cubo, Guanajuato. En Cananea, Sonora, en clara violación al convenio 87 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre libertad sindical, finalmente fue aprobado el laudo que da por terminadas las relaciones colectivas de trabajo, violando el derecho de huelga y pretendiendo imponer un sindicato blanco en la mina. El pasado 8 de septiembre, con más de mil elementos de la policía federal y estatal, fueron agredidos los mineros que habían tomado una de las puertas de la mina en virtud de un amparo promovido por la autoridad judicial, resultando algunos heridos de bala y alrededor de 26 mineros detenidos. Por otra parte, en Esqueda, Sonora, se intenta despedir a 900 mineros que decidieron dejar el sindicato blanco encabezado por Elías Morales y volver al Sindicato Minero.

constitucional el decreto de extinción, el conflicto sobre la llamada “toma de nota” de la dirección sindical y el patrón sustituto continúa, ahora en manos de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje. Una vía de negociación con la Secretaría de Gobernación está abierta como resultado de la incansable resistencia del SME, misma que se expresó incluso con una prolongada huelga de hambre que, después de casi 90 días y ante el peligro de muerte de los huelguistas, logró que el gobierno retrocediera después de que el sindicato pactó una tregua en las movilizaciones. No existe hasta ahora, sin embargo, garantía alguna de que el gobierno cumplirá sus compromisos, por lo que los 16 mil electricistas que se han negado a liquidarse continúan en la resistencia.

Nuevo golpe contra los trabajadores de Mexicana de Aviación Como es de sobra conocido, a principios del mes de agosto los dueños de la compañía de aviación más antigua del país la declararon en crisis económica, lo que llevó a la suspensión de vuelos. Las acciones emprendidas por “rescatarla” han partido de las claras intenciones de las autoridades laborales y de los empresarios para recortar drásticamente los derechos de los trabajadores, y responsabilizar en forma absurda al contrato colectivo del desfalco de la compañía. Con tal de negociar con los nuevos inversionistas interesados en comprar la compañía, los pilotos y sobrecargos se han manifestado dispuestos a sacrificar empleos y condiciones laborales por mantener su fuente de trabajo. No obstante, los compradores buscan una reducción drástica de la operación de la compañía y el recorte drástico de personal. Grave, y de consecuencias profundas, resulta el hecho de que dicha quiebra ha dado pie a la profundización del discurso sobre la necesidad de impulsar “contratos colectivos competitivos” que permitan el cre-

Un año de resistencia del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) A un año de que arbitrariamente el Ejecutivo federal decretara la extinción de Luz y Fuerza del Centro, el SME continúa dando una lucha ejemplar por la devolución de su trabajo, el reconocimiento de su dirigencia y la defensa del servicio público de energía eléctrica. A pesar que la Suprema Corte de Justicia de la Nación declarara rojo-amate

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cimiento de las empresas, siempre a costa de los derechos laborales. Problemática que ya está sucediendo en Aeroméxico, la que en días pasados condicionó las negociaciones para renovar su flota a las modificaciones que los trabajadores “estén dispuestos a hacer” de sus contratos colectivos.

Una historia diferente en General Tire Un sindicato de protección patronal, contratado por la empresa Continental Llantera Potosina —filial de la corporación alemana Continental Tire—, pretendió arrebatar el contrato colectivo de trabajo al independiente Sindicato Nacional de Trabajadores de General Tire de México, y así sumar la mayoría que por ley es necesaria para la modificación del Contrato Ley de la Industria Hulera. A pesar de la presión de la empresa, de la presencia de golpeadores y todas las dificultades que impusieron las autoridades laborales, el recuento sindical fue ganado por el sindicato de General Tire, con 640 votos a favor y uno en contra (un voto que le costó muchos miles de pesos a la empresa, quien realizó toda una campaña para despojar a los trabajadores de su organización sindical y someterlos al control patronal, pero como se dice en buen mexicano, se ch…).

Pistolerismo en Banobras El pasado 24 de agosto fue baleado el hijo del Secretario de Trabajo y Conflictos del Sindicato Único Nacional de Trabajadores de Banobras, en medio de un conflicto en el que esta organización está encabezando un movimiento para crear una federación independiente de la banca de desarrollo. Los afiliados sospechan que el atentado forma parte del sistemático acoso y hostigamiento que los afiliados al SUNTBANOBRAS han sufrido por parte de la administración, entre las que están el despido injustificado, destitución de dirigentes, espionaje sobre las tareas y planes del comité sindical.

Alberto Millán

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rojo-amate


Presentación Con motivo de los festejos del bicentenario el Gobierno Federal publicó una versión de la historia mexicana desde el pasado mesoamericano a nuestros días, con sello editorial de la Secretaría de Educación Pública y el Fondo de Cultura Económica. Son dineros públicos para promover, muy a la usanza del actual liberalismo, una versión libre y de opiniones privadas. Sin embargo, ahí asoma una versión oligárquica de la historia que pretende reducirla a las querencias de nuestras elites. Los dos trabajos que presentamos, uno sobre los tres siglos coloniales, y otro sobre el pasado inmediato, invitan a re-

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flexionar sobre la necesidad de preservar la memoria mexicana en sus claves populares. En el escrito de Carlos San Juan Victoria se comenta el texto de Enrique Krauze, “México contemporáneo (1988–2008)”; en el trabajo de Ethelia Ruiz Medrano se analizan los capítulos III al VI de Gisela Von Wobeser (coordinadora). Ambos en Historia de México, Presidencia-Secretaría de Educación Pública-Fondo de Cultura Económica, México 2010.

La redacción


LA HISTORIA DE LOS ESTADOS UNIDOS AMEXICANOS Carlos San Juan

Enrique Krauze dice verdades que mienten. Su visión personal de los últimos veinte años mexicanos es la del brillante tránsito del mundo hacia la democracia y el mercado. México por fin disuelve su condición multicolor (cultural, política, social) en el uniforme gris del mundo occidental: el viejo sueño de Octavio Paz que empezó a esgrimir desde los años cincuenta del siglo pasado. Para dibujar ese tránsito elige el año de 1989 (aunque su ensayo se compromete con un año anterior, 1988) donde, nos dice, ocurrieron dos coincidencias: la fusión de la ruta mundial con la nacional, por un lado, y la caída mítica del muro de Berlín por otro. Coincidente además con el primer triunfo del PAN a escala de gubernaturas, en Baja California. Pero si, como dice el título de su ensayo, se hubiese atenido a 1988, otro sentido de nuestro pasado inmediato aparece turbador: el robo electoral del triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas pero, sobre todo, la emergencia de una mayoría nacional que le dice NO al viraje neoliberal. Krauze, decíamos, dice verdades que mienten. La verdad es que sí ocurrieron el triunfo del PAN y la caída del muro. La mentira: ocultar que en México se le puso un candado a la democracia. Desde esa manipulación, que oculta e intenta borrar la memoria del país a los más jóvenes, Krauze narra a sus lectores cómo México tuvo su transición, incierta y lenta. El presente, nos dice, es una estación final donde México se sacude las máscaras de la simulación y vive en plena democracia: elecciones competidas, alternancia, equilibrio de poderes, federalismo. Pero no se menciona el tamaño y el sentido del descalabro democrático vivido en el segundo gran fraude para frenar a la izquierda: las elecciones de Andrés Manuel López Obrador en 2006. También menciona con halago los retos de los dos gobiernos priístas y de los dos panistas del periodo para abrirle paso a una economía de mercado y para dar entrada a la democracia liberal (más rápida y sostenida la primera; con

retrocesos y a cuentagotas, la segunda). Reprueba a Carlos Salinas de Gortari por no intensificar la reforma política, pero lo aprueba en la reforma económica; elogia a Ernesto Zedillo con quien —siempre en su versión— se consolida esa ruta de mercado y democracia; reprueba a Vicente Fox que, aunque disciplinado en las finanzas, resultó ser un presidente frívolo; y aprueba a Felipe Calderón por haber iniciado —por fin— la guerra contra el narcotráfico, acentuado las privatizaciones y aprovechado un clima de acuerdos con el Congreso para el avance sobre decisiones sustantivas (como la reforma energética). Su historia es optimista. Señala errores, pero al final transmite satisfacción y cierto orgullo, como el del oráculo que ve cumplidas sus previsiones. Tal vez por ello no se menciona la acentuación de la desigualdad y la pobreza, la caída abrupta del crecimiento, la concentración de las riquezas y el regreso galopante de una sociedad jerárquica, racista y desigual. Tampoco se habla del “desencanto” ciudadano frente a la tan mencionada “democracia”. Sólo existe esa marcha triunfal sin disenso alguno. ¿Y para qué el disenso si Krauze sólo registra lo que el poder actual considera sus triunfos?: un Tratado de Libre Comercio que permitió aprovechar la vecindad con la gran potencia para crear un sector exportador; las privatizaciones que abarataron las tarifas ¡de Telmex!; la transformación productiva y comercial de ciertas franjas del agro a pesar de los campesinos; la migración no como tragedia de la desarticulación nacional, sino como heraldo de los nuevos tiempos (pues se convirtió en la competidora del segundo puesto como proveedora de divisas). Y una guerra necesaria contra el narcotráfico que, a pesar del reguero de muertos —dice sin aportar cifras—, tiene los mejores resultados. Y como buen liberal, coloca en el centro de esta transformación a dos individuos reconocidos por el mundo, uno en el arte, Octavio Paz, y otro en la ciencia, Mario Molina. El temple crítico del texto, tan elogiado por sus amigos, se concentra en advertir que el 57

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Alberto Millán

Así se asoma la novísima narración del pasado mexicano que hace un liberalismo rehecho a la moda derechista actual, muy lejos del complejo liberalismo histórico mexicano, y que se pasea con aires de profesionalismo y de neutralidad ideológica en la historia mexicana. Sin embargo en esta historia —la verdadera, la nuestra—, el liberalismo tuvo muchas facetas: desde la promoción del capitalismo y la renovación de las elites dominantes, hasta la que, con una significativa carga social, llegó a preocuparse en verdad por la justicia y la redistribución de poderes y riquezas. Krauze hace una reducción simplista de ese liberalismo mexicano, traduciéndolo desde el lente que le ofrece el liberalismo actual profundamente derechista. En una operación intelectual y de poder gigantesca se remastica la historia toda para apuntalar el peso de las elites, el papel de los grandes individuos. Produciendo la idea de ese mundo perfecto del mercado y de la “democracia” reducida a mecánica institucional. Con el texto de Krauze parece cerrarse al fin un largo ciclo intelectual inaugurado por el verdadero Oráculo, Octavio Paz, cuando en Postdata y en El ogro filantrópico propugnó por un México que llegara a ser igual a las economías de mercado y a las democracias electorales de las metrópolis. De entonces a la fecha se truncó una veta intelectual que el mismo Paz visitó en El laberinto de la soledad, en una visión no exenta de brillantez pero que se encontraba dominada ya por una extrema ambición cosmopolita. Con el texto de Enrique Krauze no contamos con una nueva “visión” de nuestra historia reciente. Tenemos, eso sí, la verdadera historia de los Estados Unidos Amexicanos.

medio ambiente no se atiende bien, y su tolerancia se vuelve notable al “recuperar” al Ejército Zapatista de Liberación Nacional cuando, reducido a la “justa demanda de los indios” —en la Segunda Declaración de la Selva Lacandona—, llamaba a realizar una reforma de Estado. El claroscuro y los muchos protagonistas políticos y culturales de estos años se convierten en UNA historia luminosa; en una narración de cómo México se hizo igual al mundo: democrático y de mercado. Krauze usa el bisturí para vender como verdad los credos de un liberalismo ultraderechista. A su sombra se destierran ideas —ellas sí caras a los liberales del siglo xix— sobre las revoluciones fructíferas, sobre el decisivo papel de la pluralidad social, sobre las tradiciones redistributivas de poderes y riquezas. También se destierra el enorme peso de los imaginarios laicos de justicia. Y ni qué decir sobre el peso de “lo popular” en la historia. Esta versión del pasado reciente coincide con los imaginarios de las elites dominantes en los últimos 20 años, y festina los actos del actual gobierno. El muy largo proceso histórico de una sociedad multicultural termina en este presente donde concluye su transformación en el Occidente deseado por algunos liberales desde el siglo XIX. Los muchos aportes de clérigos, militares, abogados, dirigentes populares, movilizaciones, situaciones de guerra y rebelión, y que abonaron la otra historia, la nacional y popular centrada en la Justicia de la convivencia, se borra para dar paso a la saga de la Libertad (de unos cuantos). La gran diferencia del siglo XX con respecto a los grandes Notables del siglo XIX, donde por vez primera la República integró a la Justicia Social como su clave de relación con la sociedad mayoritaria, simplemente es borrada. No existe. voces del méxico profundo en tiempos de festejos criollos

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NUEVA ESPAÑA COMO TERRITORIO IMAGINADO (…sin indios) Ethelia Ruiz Medrano

¿Por qué omitir en la historia de la Nueva España a su población mayoritaria durante los tres siglos coloniales? Esta omisión se registra en los capítulos III, IV, V y VI de Gisela Von Wobeser (coordinadora), en el libro Historia de México, que acaba de aparecer bajo el sello editorial de Presidencia-Secretaría de Educación Pública-Fondo de Cultura Económica. Repetimos: ¿por qué omitir a los indios en nuestra historia? Tal vez para que se difunda la imagen de un suave devenir donde México estaba llamado a ser una nación mestiza, occidental —cultural y biológicamente hablando—, a partir de que desembarcaron los primeros europeos en las costas del continente americano. Es la ruta imaginada de una suave asimilación sin dominación y, por ello, los capítulos dedicados a la colonia en este volumen omiten la existencia de un actor fundamental: el indio. El capítulo III, escrito por el Dr. José María Muriá, se titula con el eufemismo de: “El encuentro de dos mundos”. Si bien habla de conquistadores, misioneros y villas que se fundan, sólo al final menciona la brutal despoblación indígena y, como de paso, señala que hubo “saqueo”, esclavización y demás tropelías contra la población originaria. Como si se tratara de travesuras de chicos mal portados y no del proceso de destrucción de una población calculada en millones. El mismo tono “conciliador” lleva el artículo de Gisela Von Woebeser, quien subtitula su texto: “El surgimiento de un nuevo país”. La autora habla de una supuesta “hispanización” y calcula la población de la Nueva España en 12 millones, cifra que es incorrecta como se puede ver por los trabajos de Cook y Borah (ver cuadro). La autora menciona el impacto ecológico, tan de moda, y afirma que llegó una “avalancha de españoles” sin mencionar cifras y ponerlas en contexto. Al igual que en el capítulo anterior, la autora señala fundaciones, desarrollo económico y llegada de frailes, pero

sin mencionar el sistema de encomienda que obligó a los pueblos indios a sostener a la nueva sociedad mediante un ilimitado saqueo de las riquezas y el trabajo de los indios. Las terribles cifras de despoblación del siglo XVI ya establecidas desde hace tiempo por Woodrow Borah arrojan una realidad que es imposible de ignorar.

La Nueva España, patrimonio de la Corona de Castilla Los autores evitan utilizar la palabra colonia, aunque en los hechos eso es lo que era la Nueva España. En la palabra colonia se jugaban asuntos esenciales: su condición patrimonial ante la Corona, los privilegios derivados para sus vasallos y ciudades y la obligada protección a los naturales de América. Recordemos en breve: debido a que la Corona de Castilla patrocinó inicialmente el llamado “descubrimiento” de América, las Indias Occidentales fueron políticamente incorporadas a dicha corona. Más aún: en 1493 el Papa Alejandro VI expidió una célebre bula en la que se asignaba por derecho divino el dominio temporal sobre Améri-

Año

Población indígena en billones

1518

25.2

1532

16.8

1548

6.3

1568

2.65

1585

1.9

1595

1.375

1605

1.075

1622

.75

Fuente: Woodrow Borah, The Aboriginal Population of Central Mexico on the Eve of the Spanish Conquest, Berkeley, 1963.

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ca tanto a Castilla como a Portugal. Tal asignación se realizó con el compromiso de que los pobladores del nuevo continente fueran convertidos al cristianismo. De hecho, el proceso de incorporación de las Indias al reino de Castilla atravesó por varias fases jurídicas entre los años de 1492-1493 y 1516. Por el derecho reconocido en las Partidas, América pertenecía desde 1492 a los reyes de Castilla y Aragón debido a que había sido “descubierta” como parte de una empresa de estos monarcas. Las bulas de 1493 otorgaban esas tierras a los soberanos sobre una base personal, estableciendo que a la muerte de los gobernantes su herencia debía pasar a los reyes de Castilla y León y no a los de Aragón. A la muerte de Fernando el Católico en 1516 las Indias fueron un patrimonio heredado a la princesa Juana la Loca y a su hijo Carlos V: América era un territorio que de manera inalienable pasaba al dominio de Castilla. Por ejemplo, el hecho de que los procuradores de algunas ciudades americanas consiguieran una serie de provisiones en los años de 1519, 1520 y 1523, que confirmaban esa inalienabilidad, sólo tenía como efecto la corroboración y ennoblecimiento del status de las ciudades: para una ciudad castellana ser “libre” significaba pertenecer al rey —ser parte del patrimonio real y no estar sujeta a ningún otro gobernante—, lo que era en la época un honor y una garantía de libertad.1

fue fray Bartolomé de las Casas, figura fundamental que no merece una mención en los capítulos comentados. A partir de 1514 y hasta su muerte en 1566, fray Bartolomé de las Casas luchó infatigablemente porque la corona garantizara la supervivencia física y política de los indios de América, y planteó el asunto vital de la restitución de sus tierras y señoríos. Procuró mostrar que el rey debía salvaguardar a la población indígena, ya que su misión era la de convertirlos a la fe católica y no permitir que nadie se apropiara de territorios y personas. Gracias a su notable trabajo político en la corte, Las Casas logró en 1542 que se promulgaran las leyes nuevas, un corpus que ponía límite a la encomienda y garantizaba la protección de los naturales. Como procurador de los indios incluso intentaría impedir la política tributaria del rey Felipe II en 1565. Fue él quien en ese tiempo apoyó el intento de los kurakas (caciques) andinos por comprar los derechos de la encomienda a Felipe II. La idea que Las Casas desarrolla con fuerza en esos años fue la de la restitución: devolver a los nobles indios sus tierras y señoríos, como una forma de evitar que el rey perdiera legitimidad de su señoría sobre las Indias y se condenara a sufrir grandes penas en el otro mundo.2 La legitimidad de la Corona en este contexto permitió que los indios gozaran de una relativa protección “oficial” por su parte, y ello implicó el respeto a sus usos y costumbres, naturalmente siempre y cuando no fueran idolátricos ni amenazaran la jurisdicción real. Así, este plano también implicó que los servidores reales de mayor estatus, los miembros de la audiencia y el propio virrey, fueran en esta época gente cuidadosamente elegida, con una ideología acorde al tema de la protección de los indios. El contexto colonial de los siglos XVII y XVIII abonó a que los indios fuesen vasallos protegidos. Toda esta discusión es completamente obviada por los autores reseñados, lo que impide comprender a cabalidad lo que significó la sujeción de los territorios americanos por parte de la metrópoli.3

La legitimidad del dominio A lo largo del siglo XVI la Corona incorporó a la América como su patrimonio y a sus indígenas con el estatuto de vasallos. El dominio se revistió de legitimidad: el gran tema ideológico de la monarquía en ese siglo fue definir su papel de guardián del cristianismo universal, papel que la propia monarquía castellana se otorgó a sí misma. La tarea de notables teólogos y juristas fue establecer cuáles eran los principios éticos y políticos inherentes al dominio de la Corona, sus “justos títulos” criticados por ingleses y franceses. Así se desencadenó una fructífera corriente de pensamiento que buscó razones para sostener los derechos de la Corona sobre América, donde se enlazaron estos derechos con las obligaciones hacia la población nativa. El rey debía emitir una serie de órdenes específicas en que se garantizara su conversión y el buen tratamiento a los naturales. Reconociendo y aprovechando esta forma de legitimidad, al interior de los reinos de Castilla hubo voces que cuestionaron los títulos del rey a raíz de la devastación de la población nativa a manos de los españoles. El mayor representante de esta corriente

La rentabilidad del dominio Pero el dominio no sólo requería ser legítimo, también debía ser rentable. Esta doble dimensión de la Corona es ignorada por los autores del capítulo III y IV. En sus ensayos, el control se vuelve asimilación y se impone la idea de un paulatino mestizaje, fenómeno que no sólo es irreal sino imposible dado el escaso número de europeos que llegaron a la Nueva España. En el capítulo V, titulado “El Virreinato de Nueva España en el siglo XVII”, Jor2 Henry Raup Wagner, The Life and Writings of Bartolomé de las Casas, Nuevo México, The University of New Mexico Press, 1967, pp. 209-240. 3 Anthony Pagden, Spanish Imperialism and the Political Imagination: Studio in European and Spanish-American Social and Politica Theory 1513-1830, New HeavenLondres, Yale University Press, 1990, pp. 5-6.

1 Mario Góngora, Studies in the Colonial History of Spanish America, Cambridge, Cambridge University Press, 1975, p. 43.

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martha guaderrama

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Alberto Millán

ge Alberto Manrique retoma ese tono de suave asimilación. El autor se centra principalmente en una historia cultural, sin entrar a los grandes problemas sociales y políticos de la época. Pero recordemos que epidemias, trabajos forzados y el inicio del programa de congregación tenían devastados entonces a los pueblos indios. A mediados del siglo XVII la población indígena había llegado a su punto demográfico más bajo. En esa época había aproximadamente una población de 150 mil blancos en el territorio colonial, 130 mil negros y mulatos, no menos de 150 mil mestizos y entre 300 mil o 400 mil indígenas.4 Sólo hasta el año de 1671 las autoridades coloniales observaron, a través de las listas de tributarios, una lenta recuperación de la población indígena. A pesar de ese desplome el trabajo en las unidades productivas coloniales dependía enteramente de la fuerza de trabajo indígena. En 1610 la mayor parte de los trabajadores en las minas eran indios. Asimismo, las zonas de alta producción agrícola, como eran las regiones de Tlaxcala, Tecamachalco, Atlixco, Toluca y el Bajío, de-

pendían del trabajo indígena. En esa misma época el trabajo en obra pública de los centros urbanos como la ciudad de México también era soportado por los indios. Una de las quejas recurrentes por parte de los colonos blancos en el siglo XVII fue la falta de indios para el trabajo y el aumento de los vagos debido al crecimiento de la población mestiza y mulata. Además, la Corona y los encomenderos expropiaban parte de sus excedentes a los pueblos a través del tributo. Durante los primeros años de la conquista el tributo impuesto a los indios por los españoles descansó en la organización social sobreviviente de la etapa prehispánica, aunque esta situación cambió rápidamente.5 Muy pronto las autoridades españolas cambiaron el concepto de tributo manejado por los indios: a finales del siglo XVI la tendencia era la de individualizar el pago del tributo e imponer su pago en moneda y no en especie. Sin duda las políticas tributarias de los españoles también tomaron en cuenta los efectos de las epidemias. En los momentos de mayor despoblación, como fue durante el año de 1577, las autoridades españolas trataron de evitar que

4 J.I. Israel, Race, Class and Politics in Colonial México, Oxford, Oxford University Press, 1975, pp. 21-22 y 27.

5 Charles Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule: A History of the Indians at the Valley of México, 1519-1810, Stanford, Stanford University Press, p. 194.

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los indios abandonaran los cultivos y permutaron el tributo de dinero a especie, especialmente de maíz y trigo. A principios del siglo XVII, un tributario indígena promedio en el valle de México debía pagar ocho reales [un peso] y media fanega de maíz al encomendero o al corregidor, un real por Fábrica y Ministros y cuatro reales por Servicio Real. También contribuía al tesoro de su comunidad sobre la base de diez varas de tierra agrícola. Nada de esto es mencionado en los capítulos que comento. Otros gastos extraordinarios impuestos a los pueblos ocurrieron en el siglo XVIII. El primero en 1770, cuando se ordenó que hubiera maestros en los pueblos y que sus salarios fuesen pagados con dinero de la comunidad. El segundo impuesto se dio en 1786, cuando se ordenó que el dos por ciento del ingreso anual de la caja de comunidad de los pueblos fuese asignado como parte del salario de los intendentes. Además de estos impuestos no se debe olvidar que los pueblos sostenían económicamente a los curas de sus parroquias.6 Este injusto ritmo de obligaciones hacía que muchos pueblos se retrasaran en los pagos y acumularan grandes deudas. En el siglo XVIII los atrasos en los tributos de la colonia equivalían a un millón y medio de pesos. A partir de 1790 las ideas emancipadoras permitieron que se diera una campaña para abolir el tributo indígena, aunque todavía en 1809 se encarcelaba a los gobernadores indígenas por el atraso en el pago de tributos. En 1810, como consecuencia del movimiento de independencia, el Consejo de Regencia decretó la abolición del pago de tributos. Por otra parte, no se debe olvidar —como hacen los autores de estos capítulos aquí reseñados— que los pueblos tuvieron la obligación de servir a los españoles de manera obligatoria en sus empresas a través del repartimiento. Aunque en 1632 se prohibió formalmente el repartimiento, con excepción del de las minas, esto tendría efecto a partir del 1 de enero de 1633.7 De entonces hasta finales del periodo colonial el trabajo indígena fue asalariado. Debo recordar que con el afán de lograr un mayor control de la mano de obra y las tierras de la población nativa, su forma de vida tradicional era combatida por parte de los empresarios criollos y españoles. Los hacendados de Tlaxcala pugnaron, por ejemplo, porque se aboliera el sistema de corregimiento y que en lugar de éste se establecieran cabildos españoles para que se hicieran cargo del gobierno local de los pueblos indios.

Los problemas generados por tan difícil contexto orillaron a los indios a sufrir altos niveles de alcoholismo, y provocaron la ruptura de su tejido social. Fue en el siglo XVII cuando los españoles observaron el fenómeno de la delincuencia entre los indios, especialmente en los centros urbanos. En el nivel jurídico, los indios tuvieron un estatuto de miserables (recién convertidos a la religión), pero paulatinamente se asoció, a partir de finales del siglo XVI, con el de ser una población caracterizada por “su imbecilidad, rusticidad, pobreza, y pusilanimidad”. Ya en el siglo XVII había una negativa connotación social, que llevaba implícito que sólo a través del trabajo (voluntario u obligatorio) los indios y pobres podían redimirse.8 Este también fue un fenómeno asociado a la fuerte movilidad indígena que se dio en esta época hacia la periferia de las ciudades, a donde acudían los indios atraídos por una posibilidad de obtener mayores ingresos y también huyendo de los mandones (autoridades nativas que organizaban el trabajo) y de las autoridades de sus pueblos. Más aún, la huída de los indios en muchas ocasiones se debía a los tributos excesivos que los pueblos debían pagar a las autoridades coloniales o a un encomendero. En este contexto global tan poco afortunado para los pueblos ocurrió que las autoridades novohispanas del siglo XVII, aquellas que estaban encargadas de regular el orden institucional y proteger a los indios, fueron elegidas con un menor cuidado por parte de la Corona, especialmente en relación con las que habían sido nombradas durante el siglo XVI. De hecho, el rey inició la costumbre de vender los oficios más importantes al mejor postor, independientemente de su capacidad para acceder a un puesto político. Así se puede decir que a partir del siglo XVII hubo una enorme corrupción en la administración.9 Nada de ellos es mencionado por los autores. Por otra parte, el tono de que hubo un “desarrollo” continúa en el capítulo VI, a cargo de Don Ernesto de la Torre Villar. En estos capítulos no se mencionan las terribles congregaciones de indios, las composiciones de tierras y todo el sistema colonial en pleno impulso desde la metrópoli. A mi juicio, a fines del siglo XVIII los pueblos indios seguían en un difícil contexto. Sin duda había distintos problemas que hacían particularmente compleja su relación con el poder colonial. En esta época se dio un claro empuje al desarrollo de la agricultura mercantil en manos de los españoles y criollos que, junto con el aumento demográfico indígena, generaba una fuerte presión

6W illiam Taylor, Magistrates of the Sacred Priests and Parishioners in EighteenthCentury Mexico, Stanford, Stanford University Press, 1996, pp. 125-150; Charles Gibson, The Aztecs…, p. 214.

8 Amos Megged, “Poverty and Welfare in Mesoamérica During the Sixteenth and Seventeenth Centuries: European Archetypes and Colonial Translations” en: Colonial Latin American Historical Review, vol. 6, 1997, núm. 1, pp. 1-29.

7 S ilvio Zavala, El servicio personal de los indios en la Nueva España, 1600-1635, t. V, Primera parte, México, El Colegio de México/El Colegio Nacional, 1990, pp. 92-93.

9 J.I. Israel, Race, Class and Politics…, p. 35.

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sobre las tierras de los pueblos.10 Asimismo, las reformas borbónicas impulsadas a partir de 1765 obligaban, entre otras cosas, a un saneamiento de las finanzas de los pueblos indios, lo que se pretendía lograr arrendando sus tierras “sobrantes” o no ocupadas. Al final esta política sólo benefició a los hacendados, mineros y comerciantes y no a las comunidades indígenas.11 Con las reformas borbónicas se crearon las intendencias como unidades administrativas (1786), de las que dependían también las comunidades indígenas. Los subdelegados de las intendencias se involucraron directamente en la regulación financiera de los pueblos, lo que significó una mayor participación por parte de la autoridad española en los asuntos de gobierno indígena12 y una pérdida por parte de las autoridades indias de algunos de sus recursos políticos locales.13

de 1810. En opinión de Eric Van Young, las situaciones que detonaron el descontento en alrededor de 150 pueblos a fines del siglo XVIII y durante la primera década del siglo XIX se centraron en reclamos por el aumento de tributos, problemas de tierras y dificultades al interior del gobierno indio.14 Asimismo, la mayor parte de las revueltas indígenas estaban lideradas por sus propias autoridades, generalmente los gobernadores de los pueblos, quienes solían iniciar la protesta enfrentándose a algún funcionario español por cuestiones de poder y reconocimiento de su autoridad. Es en este contexto general que ocurrieron los primeros levantamientos por la independencia de México entre 1810 y 1820. Eric Van Young señala que la guerra de independencia no tuvo como actores principales a los mestizos, como suele afirmarse; en realidad, en este movimiento participaron centenares de miles de indios, lo que es natural ya que era la población mayoritaria. Del total de población que había en Nueva España en 1810, aproximadamente 60 por ciento eran indios, 20 por ciento eran españoles y otro 20 por ciento eran negros y castas.15 De hecho, a lo largo del siglo XIX la población indígena fue mayoritaria: en 1857 representaban 50 por ciento del total de población y en 1876 aproximadamente 43 por ciento. En opinión de Eric Van Young, en este sector de la población se dio también un prolongado proceso de resistencia cultural en contra de las fuerzas que impulsaban algunos de los cambios ya señalados. Esta resistencia cultural tuvo como elementos importantes la identidad étnica, el sentido de pertenencia a la comunidad, la sensibilidad religiosa indígena así como “un cierto estilo de pensamiento político propio”.16

Los motivos populares para irse a la guerra El movimiento de independencia de México surgido a partir de 1810 tiene como antecedente los diversos levantamientos que se dieron en los pueblos a fines del siglo XVIII. Fue un periodo de gran descontento de la población rural que detona el movimiento de independencia, y que se debió en parte a un aumento de la población indígena —lo que incrementó la demanda por tierras— así como a la aplicación de políticas “modernizadoras” que amenazaron la supervivencia de las comunidades. Otro factor relevante fue el incremento de la comercialización agrícola que benefició a los grandes productores. Muchos de estos cambios fueron impulsados sin duda desde la época de las Reformas Borbónicas. Aunado a lo anterior, la agricultura novohispana entró en crisis en el periodo de 1808 a 1811, lo que trajo hambruna a la población que, desesperada, se unió al levantamiento

14 Eric Van Young, The Other Rebellion. Popular Violence, Ideology, and the Mexican Struggle for Independence 1810-1821, Stanford, Standford Univerity Press, 2001, pp. 408-415. 15 Ibid., 46 y 498. 16 Dolores Pla Brugat, “Indios, mestizos y blancos, según algunas estadísticas elaboradas en México en el siglo XIX”, en Diario de Campo, Suplemento núm. 43 de la Coordinación Nacional de Antropología del Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, 2007. Existen muchos problemas que impiden saber qué tan fiables fueron los distintos censos de población en el siglo XIX, por lo que se puede decir que las cifras presentadas son aproximadas: se calcula que en 1810 había 18 por ciento de blancos, 60 por ciento de indios y 22 por ciento de mestizos; en 1857 había 17 por ciento de blancos, 50 por ciento de indígenas y 33 por ciento de mestizos; en 1876 era 20 por ciento de blancos, 43 por ciento de indios y 37 por ciento de mestizos; en 1885 había 19 por ciento de blancos, 38 por ciento de indios y 43 por ciento de población que se consideró mestiza (desconocemos bajo qué parámetros). Finalmente, en 1921 había un 10 por ciento de blancos, 29 por ciento de indios y ¡59 por ciento de mestizos! (situación muy curiosa ya que se puede ver que la población blanca mantuvo un ritmo de crecimiento mínimo y por momentos decreciente). Como se observa, a partir de 1885 los censos muestran un ascenso de la población mestiza. No obstante, estas cifras pueden ser engañosas, ya que no se trata de un mestizaje biológico sino social y cultural; en este sentido, nuevos trabajos muestran que la población indígena fue mayoritaria a lo largo de los siglos XIX y XX. Federico Navarrete, Las relaciones interétnicas en México, México, UNAM, 2004.

10 John Tutino, “Globalizaciones, autonomías y revoluciones: poder y participación popular en la historia de México,” pp. 25-85 en Leticia Reina y Elisa Servín (coords.), Crisis, Reforma y Revolución. México: Historias de fin de siglo, México, Taurus, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Antropología e Historia, p. 29; Felipe Castro, La rebelión de los indios y la paz de los españoles, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Instituto Nacional Indigenista, 1996, p. 40. 11 Margarita Menegus Bornemann, “Los bienes de comunidad y las Reformas Borbónicas (1786-1814)”, en Estructuras agrarias y reformismo ilustrado en la España del siglo XVIII, Madrid, Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación, 1989, pp. 383-389. 12 Wayne Osborn Smyth, “A Community Study of Meztitlán, New Spain, 15201810”, Phd. Thesis, University of Iowa, 1970, pp. 197-198. 13 William B. Taylor, “Conflict and Balance in District Politics: Tecali and the Sierra Norte de Puebla in the Eighteenth Century”, en Arij Oweneel y Simon Miller (eds.) The Indian Community of Colonial Mexico. Fifteen Essays on Land Tenure, Corporate Organizations, Ideology and Village Politics, Amsterdam, CEDLA, 1990.

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Durante los años de la guerra de independencia varios pueblos indios manifestaron una ideología mesiánica y leal a la figura del monarca hispano. Era común que los indios insurgentes expresaran su deseo de cambio mediante el clamor de “Viva el rey y muera el mal gobierno”. Sin duda había un sentimiento en contra de los españoles —representados por las autoridades coloniales y la oligarquía local— y una adhesión leal al rey y a la virgen de Guadalupe, aunque esta última, cabe recordar, había gozado de una reducida influencia en la fe indígena a lo largo de la época colonial. William B. Taylor ha mostrado que la relación que los pueblos establecieron entre la virgen, la justicia y un sentimiento nacionalista se originó durante la guerra de independencia, sentimiento que posteriormente se fue acrecentando.17

Debo recordar que al interior de las comunidades indígenas se identificó la idea de ciudadanía con el pago de impuestos y el derecho a votar por los oficiales municipales, quienes a su vez controlaban los recursos. De hecho, las ceremonias utilizadas para elegir a los oficiales de ayuntamiento en esta época eran muy similares a las acostumbradas en la época colonial con los cabildos indios, ya que, como señala Peter Guardino, ambos tenían un origen común en la práctica municipal española. Por encima de los ayuntamientos estaban las diputaciones provinciales. Aquí la aplicación de la justicia quedaba fuera de la esfera de los ayuntamientos y dependía de los subdelegados, aunque supuestamente la figura del subdelegado quedaba anulada con la creación de diputaciones provinciales en Nueva España. No obstante, los subdelegados “subsistieron como jueces de primera instancia, y como encargados de los asuntos de guerra”. Como se puede observar, en general esta legislación generó entusiasmo entre numerosos pueblos indios, ya que les permitía una autonomía basada en su personalidad jurídica como ciudadanos, así como tener, desde esta trinchera, una continuada participación política. Aunque este entusiasmo no era compartido por las autoridades coloniales y las oligarquías blanca locales, especialmente los subdelegados percibían a los ayuntamientos indígenas como unidades políticas que establecían límites en su jurisdicción.

La apropiación indígena del nuevo orden liberal Por otra parte, los autores reseñados olvidan completamente que la legislación liberal permitió generar esperanzas a los pueblos indios de lograr un mayor bienestar para ellos y sus comunidades. En 1812 se aplicó la Constitución Liberal de Cádiz, que sentó la base de la organización del futuro estado nacional en México. Con ella se creó la división administrativa del Estado en diputaciones provinciales, la organización del poder municipal y la igualdad de derechos entre americanos, españoles e indios (por ejemplo la abolición del tributo, la encomienda y de los servicios personales). A través de esta Constitución se ordenó la creación de ayuntamientos en las poblaciones que contaran con mil habitantes y se ordenó que —al igual que en el cabildo colonial— las autoridades fueran elegidas por votación. Esta situación jugó a favor de las comunidades indígenas ya que los indios estaban familiarizados con las elecciones (a diferencia de los otros grupos sociales) y hubo amplia participación de los mismos entre 1820 y 1830. Sin embargo, en la época colonial las reglas para la elección de cargos para el cabildo indígena variaban según las costumbres locales. Ello cambió en la etapa posindependiente, al señalarse que para elegir los cargos municipales sólo podían participar los varones mayores de 25 años, además de que el voto era indirecto.18

Olvidar a la mayoría Sin todo este contexto, el libro aquí comentado se limita a reseñar frases tan alejadas de la realidad como: El calendario litúrgico determinaba el curso de la vida cotidiana: los domingos y días festivos se asistía a misa, se participaba en procesiones religiosas y en los festejos en honor a los santos, a la Virgen y a Jesucristo. Los acontecimientos más importantes de las familias eran los bautizos, las bodas y las defunciones […] la mayoría de los indígenas permaneció en el ámbito rural. Como vasallos del rey, se les concedió el derecho de conservar sus altepetl o aldeas [sic, ciudades, pueblos], así como las tierras que explotaban desde la época prehispánica […]

Con ese bucólico e irreal cuadro uno no puede dejar de preguntarse ¿de quién es la historia que los autores abordaron? ¿De qué territorio imaginado surgen sus descripciones?

17 William B. Taylor, Magistrates of the Sacred. Priests and Parishioners in EighteenthCentury México, Stanford, Stanford University Press, 1996, pp. 296-297. 18 Peter F. Guardino, Peasants, Politics, and the Formation of Mexico’s National State Guerrero, 1800-1857, Stanford, Stanford University Press, 1996, pp. 92-93.

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EL MÉXICO PROFUNDO DE BONFIL BATALLA En la hora de las rememoraciones centenarias Jaime Vieyra

un prodigio de resistencia, la civilización mesoamericana desarrolló mecanismos de ocultación, rebelión, apropiación e innovación cultural que ha permitido sobrevivir a varias decenas de culturas indígenas y mantener diversos rasgos culturales en el mundo rural y aun en la ciudad de México. Bonfil elabora el concepto de México profundo para caracterizar la presencia de la civilización india en las formas de vida cotidianas de la mayoría de los mexicanos, incluso en aquellos que no se reconocen explícitamente como indios. La antítesis del México profundo es el México imaginario, constituido tanto por los grupos dirigentes, afiliados incondicionalmente a los criterios y valores de la civilización occidental, como por las clases medias, desarraigadas culturalmente y adormecidas por las promesas de la sociedad de consumo.

Hay un puñado de libros decisivos para comprender el origen, la historia y las posibilidades de la sociedad mexicana. Su importancia estriba en ofrecer interpretaciones amplias y profundas (y por eso mismo muy polémicas) de lo que somos como pueblo. Se trata de obras distintas entre sí, pero que comparten el sentido crítico y la voluntad de ir hasta el fondo del asunto, aunque esto signifique cuestionar las más caras ilusiones del nacionalismo oficial. Pienso, entre otras obras, en El perfil del hombre y la cultura en México, de Samuel Ramos; El laberinto de la soledad, de Octavio Paz; El análisis del ser del mexicano, de Emilio Uranga; México profundo. Una civilización negada, de Guillermo Bonfil Batalla. El objetivo de este artículo es recordar la tesis principal del libro de Bonfil y hacer un balance general de sus aportes a la auto-comprensión crítica de México.

La escisión cultural Bonfil analiza el conflicto del México profundo y el México imaginario a lo largo de la historia nacional. Ésta nos revela que ha sido el México imaginario el que ha definido los sucesivos proyectos socioculturales del país, sin reconocer ya no digamos la importancia, sino incluso la presencia de lo indígena en la sociedad mexicana. La visión colonizadora del México imaginario percibe lo indígena como lo atrasado, lo bárbaro, lo carente de cultura y civilización; se trata siempre para los grupos dominantes de alcanzar el desarrollo, el primer mundo, el progreso y la modernidad, sin preguntarse jamás sobre el por qué, el para qué y el hacia dónde de tal modernización. Desde la perspectiva de Bonfil, las políticas indigenistas del Estado mexicano están basadas en una concepción occidentalizadora y paternalista de las comunidades indígenas: no se pretende realmente eliminar los obstáculos al desarrollo autónomo de los pueblos indios, sino “mestizarlos”, es decir, integrarlos a la sociedad dominante. Y es que la escisión cultural de la sociedad mexicana no puede superarse, insiste Bonfil, mediante la aplicación estatal de políticas especiales para los pueblos indios. Plantear el problema en sus verdaderas dimensiones requiere, en principio, reconocer el conflicto entre el México imaginario y el México profundo. En segundo lugar, aceptar que no se trata de un problema coyuntural

El México profundo y el México imaginario La tesis central de Bonfil establece que en la raíz de las crisis recurrentes de la sociedad mexicana se encuentra un conflicto no resuelto entre dos matrices civilizatorias distintas: la mesoamericana y la occidental. Una civilización, en la perspectiva de Bonfil, constituye un marco general de relaciones interculturales, un plan general de vida compartido por un conjunto de pueblos, cada uno de los cuales posee su identidad cultural peculiar. La civilización mesoamericana se ha formado a lo largo de milenios, desde la llamada cultura madre olmeca hasta las culturas indígenas de hoy. Bonfil señala una serie de rasgos culturales en los que se manifiesta la unidad y continuidad de la civilización mesoamericana, desde el cultivo del maíz hasta las concepciones del tiempo y la relación con la naturaleza, pasando por las formas de autoridad, los procesos de inculturación y diversas tradiciones. Pero el desarrollo autónomo de esta civilización fue interrumpido drásticamente por la invasión de la civilización europea u occidental, asentada en la religión cristiana, en una tecnología superior de dominación y en una valoración protocapitalista de la riqueza. Al genocidio y etnocidio producidos por la invasión militar siguió la aplicación de estrategias de subjetivación, destinadas a extirpar de raíz las identidades culturales originarias. Sin embargo, en voces del méxico profundo en tiempos de festejos criollos

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2. Asumir y defender el derecho de las culturas a determinar sus factores internos de transformación de acuerdo con decisiones autónomas; 3. Cuestionar y rechazar la globalización impuesta, así como el concepto unilateral individualista de democracia que niega los derechos de los pueblos y las minorías; 4. Avanzar hacia un concepto amplio de democracia cultural, más allá del ámbito nacional, en el que se afirme la capacidad de las culturas para diseñar autónomamente sus propios modelos de desarrollo; 5. Comprender que la concepción de la cultura que mantienen los grupos dominantes en México es por vocación negadora de la alteridad cultural y que, por tanto, la cancelación de las relaciones de dominación es una condición indispensable para la realización de un nuevo proyecto nacional.

o local, que podría solucionarse con la atención a algunos “rezagos” de salud y alimentación, puesto que se trata del problema fundamental de la sociedad mexicana. En tercer lugar, evitar la confusión entre las desigualdades sociales (que existen y exigen soluciones verdaderas) y las diferencias culturales (que también existen, pero no como obstáculos, sino como patrimonio y fuente de alternativas culturales). En cuarto lugar, plantear el problema en términos de civilización, es decir, como proyecto de construcción de un marco democrático de relaciones interculturales, consensado por los distintos grupos de la sociedad nacional.

La democracia cultural El proyecto de civilización pluralista implica una inversión de perspectivas: se trata de ver a Occidente desde México y ya no de ver a México desde el punto de vista de los valores y criterios occidentales. Esto no implica para Bonfil negar o renunciar a la civilización occidental, sino depurarla, eliminando su pretensión cultural hegemónica, exclusiva y excluyente, y constituir una cultura distinta, fecundada por y fecundadora de las culturas de estirpe mesoamericana, así como de las culturas regionales y minoritarias que existen en México. El reconocimiento de la legitimidad de cada cultura, su derecho a un futuro propio, además del compromiso de crear las condiciones para su florecimiento y cancelar las condiciones de la dominación colonial son los principios esenciales del proyecto pluralista. No bastaría el simple “respeto”, máscara habitual de la integración anuladora o el desdén. Es preciso asumir el derecho a la diferencia cultural (es decir, el valor de la diversidad cultural) como contenido explícito del nuevo proyecto nacional. Esto es imposible, por supuesto, sin el desarrollo de una democracia cultural, cuyas condiciones establece Bonfil en cinco puntos:

El espejo roto Guillermo Bonfil Batalla murió en 1991. No pudo ser testigo de la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994, ni de la “alternancia” de partidos en el gobierno federal desde el año 2000, aunque alcanzó a participar del entusiasmo de las movilizaciones ciudadanas en 1988 por un cambio significativo en el régimen político del país. Y también a advertir el peligro de que las reivindicaciones se quedaran limitadas a un simple cambio de gobierno y no se plantearan una transformación del proyecto nacional. Seguramente habría saludado el levantamiento zapatista y colaborado en las mesas de diálogo por los derechos culturales de los pueblos indios. La negativa del gobierno federal a cumplir los acuerdos pactados con los zapatistas, así como la mezquindad de la clase política mexicana en su conjunto no habrían, sin embargo, eliminado su esperanza, pues no es en los poderes establecidos donde encontraría eco su propuesta cultural pluralista. Sin duda el planteamiento de Bonfil es esquemático y no valora suficientemente la herencia cultural europea y occidental, que también nos constituye profundamente. Pero tiene razón en lo esencial: un proyecto de país que se impone por la fuerza al México real asentado en una herencia cultural milenaria, es un proyecto históricamente inviable.

1. No disociar la globalización y la emergencia de las particularidades culturales en el contexto mundial: comprender que los cambios culturales ocurren por factores externos e internos y que el cambio es el modo de ser de la cultura; 67

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DE HÉROES Y RACISMOS (O la historia altiva de Cristóbal Colón) Julio Moguel

El racismo es moderno. Las culturas o las razas anteriores se ignoraban o se aniquilaban, pero nunca bajo el signo de una razón universal. Jean Baudrillard

I ¿Quiénes eran los mexicanos de principios del siglo xx? ¿Cómo se concebían o pensaban a sí mismos? ¿Cuáles eran los perfiles de su identidad cuando se veían ante el espejo?: como una entidad en formación, en movimiento, en transición, por tanto, como una identidad desagregada. La población en México estaba formada por mestizos, indios, criollos y mulatos, y por uno que otro de color oriental. La unicidad, el Uno, el ser nación, suponía integrar sus elementos diversos por la vía de la eliminación gradual de sus polaridades raciales, fundiéndolas en el crisol de su mezcla: descriollizar al país, por un lado, pero, sobre todo, desindianizarlo, pues el indígena era de una raza degradada por naturaleza o por la fuerza de la historia: pasiva, culturalmente limitada, ignorante, rejega, taimada, incapaz de entender su pasado y el presente, mucho menos de construir por sí sola su futuro.1 Guillermo Prieto señalaba este fenómeno en 1845:

La raza indígena es indolente, humilde, perezosa. Acostumbrada a vivir de poco, desdeña el trabajo; la debilidad es su constitución, se inclina a la obediencia; sus escasas necesidades y su ignorancia no dan lugar en ella al espíritu de empresa. Su educación es casi la del salvaje. Identificada con sus antiguos hábitos, no bastaría el tiempo ni el ejemplo para arrancárselos. Es hoy tan supersticiosa como hace dos siglos. Intolerante como la ignorancia, no encuentra medio entre su religión y la idolatría o el ateísmo.3

No eran pocos los criollos y mestizos —y alguno que otro indígena “ilustrado” y desclasado— de la época que creían que la única verdadera y radical solución a los problemas del país era el aniquilamiento de los indios. Así pensaba, por ejemplo, la mayoría de los yucatecos blancos que vivieron el drama de la guerra de castas de mediados del siglo; así lo consideraban también los que enganchaban a los indios por doquier para llevarlos a morir en el trabajo esclavo de Valle Nacional o en las monterías de Tabasco. De igual manera lo creían aquellos que desde el estado porfiriano emprendieron una guerra de exterminio contra los indios yaquis y mayos del estado de Sonora.4 Con todo, la idea de aniquilar a los indios no era una idea predominante en el México decimonónico, pues desde la época de la evangelización y de la colonia se había forjado, a contrapunto, un espíritu protector que, si bien contenía fuertes rasgos racistas y discriminatorios, prefería el expediente de hacer valer “su utilidad” y mantenerlos como imagen viva del viejo México que fue, y

Siendo los que hoy llamamos mexicanos una raza anómala e intermedia entre el español y el indio, una especie de vínculo insuficiente y espurio entre dos naciones, sin nada en común, su existencia fue vaga e imperfecta durante tres siglos.2

La necesidad de desindianizar el país ya era un objetivo mayor de las clases ilustradas y de los núcleos políticos fundamentales del siglo xix. En 1848, un periódico liberal hacía la siguiente caracterización:

3 Santa Anna no era ajeno a dicha concepción, por lo que, en su condición de “Excelentísmo señor presidente”, el 2 de agosto de 1853 emitía una resolución que exceptuaba a los indígenas “puros y sin mezcla alguna” del sorteo para la prestación del servicio militar, bajo la argumentación de que “los llamados indios de la raza primitiva, que no se han mezclado con otros, son pobres y desvalidos, que cultivan nuestros campos, que se emplean en otras ocupaciones no menos útiles a la sociedad [...]”. Citado por Magdalena Gómez en “Pueblos indígenas, retrato de su anonimato cultural, del racismo y la discriminación”, en Tolerancia e identidades hacia el nuevo milenio, Instituto de Cultura del Gobierno de la Ciudad de México, 1999.

1 Encontramos en José Joaquín Blanco una visión muy plástica y lúcida sobre “las miradas” en torno al indio a lo largo del siglo xx: “Desde mediados del siglo xix hasta, supongo, el indigenismo cardenista, los circos exhibían indios norteños o apaches, más o menos enjaulados, junto con las jirafas y los elefantes […] Eran vistos como excentricidad o monstruosidad por una población capitalina de fisonomía muy indígena, pero que culturalmente ya se sentía ‘redimida’, amestizada […]”. Ciudad de México. Espejos del siglo xx, México, Era-Conaculta-inah, 1998. 2 Guillermo Prieto, Revista Científica y Literaria de México, citado por Carlos Monsiváis, A ustedes les consta, Era, 1980.

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4 Héctor Aguilar Camín, La frontera nómada, Siglo XXI, México.

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alguna vez representó, el portentoso y mítico imperio de Tenochtitlán. Además, desatar una guerra de castas generalizada para exterminarlos no era fórmula sencilla, mucho menos cuando la población indígena aportaba entonces contingentes de trabajo numérica y cualitativamente decisivos en algunas áreas productivas del país (recordemos, por ejemplo, la protección que algunos grandes terratenientes sonorenses daban a los indios perseguidos por las fuerzas federales, pues aquéllos eran fuerza de trabajo indispensable en las labores agrícolas y ganaderas de la zona), generaba el mayor número de sirvientas y sirvientes en las concentraciones urbanas y en las grandes y medianas haciendas, trabajaba en actividades que mestizos y criollos consideraban indignas, y era la carne de gleba y de cañón más numerosa y más preciada en las innumerables confrontaciones bélicas internas y externas de la época. Ése era el siglo xix. Los primeros años del siglo xx no llegaron con signos de aliento y esperanza para el mundo indígena de México. Replegado en su comunidad y sumergido en la miseria, el indio peleaba por su vida en el desventajoso combate diario contra el hambre y las enfermedades, pero también contra aquellos que, por una u otra vía, siguieron manteniendo la idea de que más pronto que tarde se impondría “la necesidad” de liquidarlo físicamente en nombre del progreso, el orden y la paz. En dicha tesitura, al indio de la época sólo podía consolarle el hecho de que, frente a la espada amenazadora de sus enemigos acérrimos, existieran otros que siguieron pregonando y actuando a su favor desde una posición más matizada y “protectora”, así ésta estuviera contaminada también por el virus del racismo. Una perla de ese espíritu protector cargado de “racismo suave” fue la expedición, el 4 de noviembre de 1906, de la Ley para el Mejoramiento y Cultura de la Raza Tarahumara en el estado de Chihuahua, que tenía como

aceptar que éstos llegaran a fundirse en el futuro con los blancos para alcanzar una amalgama superior? No necesariamente. No todos los que creían que la Conquista había sido “purificadora” —por la mezcla de razas— estaban convencidos de que, en adelante, habría que promover o convalidar dicha fusión: ello era una herencia del pasado, pero nada indicaba que debía ser lo que nos deparara el futuro. Tan es así que el “signo de la raza” no fue constituido con alguna figura heroica amestizada; no con un emblema en que el color blanco (rosado) y el color cobre (terracota) mostraran la hermosura y perfección de su feliz combinación, sino... con el personaje-símbolo mayor de raza blanca que había sido la llave —con su “descubrimiento”— de todas las conquistas posibles a partir del siglo xvi en el continente americano: la de Cristóbal Colón.

II El 12 de octubre de 1910 la figura de bronce del nauta genovés en el Paseo de la Reforma fue visitada por miembros de la colonia italiana, acompañados por una delegación de la Comisión del Centenario de la Independencia y por trabajadores de las mutualidades El Renacimiento, Mártir de Cuilapan y Doña Josefa Ortiz de Domínguez. A las once de la mañana de aquella “fecha de feliz remembranza“ el señor ingeniero Novi, organizador del encuentro, hizo uso de la palabra para resaltar las cualidades sobrehumanas del marino que descubrió América. La disputa por dar sentido a aquella estatua del “descubridor” del Nuevo Mundo, colocada en la Ciudad de México desde agosto de 1877, muy pronto pasó del homenaje con color italiano —dirigido a resaltar la nacionalidad originaria del navegante, con ganas de que tal fuese el sentido imperecedero del recuerdo— al de la reivindicación simple y genérica de “la raza”, fórmula con la que se expresó el profundo deseo tan criollo como mestizo de la desindianización plena de la patria. España, con la epopéyica gesta de Colón y sus marineros, habría venido a nuestras tierras a fertilizar la tierra con su sangre, y a civilizar al indio. ¿Cuál era entonces el signo unívoco de la reivindicación de la raza expresado en el culto al nauta genovés? Puro y simple racismo. Alguien inventó después la historia de que (implícito quedaba) lo que en tal celebración se festejaba no era al hombre blanco que el navegante italiano era, sino a lo que su simiente produjo años después: la “fusión”, “la mezcla”, el mestizaje. La Revolución terminó por hacer más cobriza la medianía del país, cuestión que ayudó sin lugar a dudas a que el racismo más radical o descarnado fuera desplaza-

[…] mira principal en sus tareas no contrariar a los indios en sus ideas religiosas, en sus juegos, en sus bailes, fiestas y esparcimientos, así como en sus costumbres íntimas y profundamente arraigadas, para procurar así la evolución lenta, tenaz y constante de la raza, hasta convertirla a la civilización, mediante que se la rodee de los beneficios que disfruta la gente culta, para que así lleguen los indígenas a ser buenos ciudadanos y a contribuir con su labor al progreso de la familia mexicana.5

Pero este “espíritu protector” se movía en un terreno lleno de ambigüedades y dobleces. “Respetar las costumbres” y las formas de vida de los indios, ¿implicaba 5 Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Chihuahua, XXVI, 88, domingo 4 de noviembre de 1906.

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do, o reducido a ser tema de consumo de pequeños cenáculos con poca o nula capacidad de acción y con poco margen para influir en el espacio de los debates fundamentales. Las voces que clamaban por “el exterminio” se fueron extinguiendo, o se convirtieron en tenues e inaudibles lamentos que ya pocos quisieron escuchar. Con la excepción de algunos lugares del país, como en el estado de Chiapas.6 Por ello fue que a nadie se le ocurrió bajar a Cristóbal Colón de su distinguido pedestal en el Paseo de la Reforma de la ciudad de México, manteniéndolo, por el contrario, como el símbolo mayor del “día de la raza”. El 12 de octubre de 1917 la celebración “del día de la raza” corrió por primera vez por cuenta del Estado, y ya no sólo en la ciudad capital sino en toda la república. Las escuelas e instituciones cívicas de todo el territorio nacional se encargaron del rito “de liturgia latina para glorificar la raza”. A partir de entonces, la idea de que nuestro futuro —promisorio— “sería mestizo o no sería” quedó convertido en fuerza y signo de valor oficial en los cuatro puntos cardinales de la patria, en el entendido de que algún día no muy lejano todos los mexicanos seríamos abrasados por “una sola llama de unión bajo la caricia luminosa de muchas banderas y una alma sola”. Muchos años pasarían antes de que aquel sello de conmemoración impuesto al “descubrimiento de América” por el gobierno carrancista pudiera mover las aguas del debate a favor de los indios. En los lustros que siguieron, Cristóbal Colón, encaramado en su base de piedra del Paseo de la Reforma, siguió haciendo valer el signo unívoco de su misión (racial) purificadora. Por ello, pocos pudieron sorprenderse cuando, el 12 de octubre de 1946, en las celebraciones correspondientes al “día de la raza”, José Gorostiza, a la sazón Director General de Asuntos Políticos y del Servicio Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores, expresara en su discurso:

las campanas. La vida está creando, otra vez, allí en la tierra, un mundo. España pone el idioma y la fe y la sangre, hirvientes de resolución y de energía. Los pueblos aborígenes ponen el canto y la flor, la ternura y la fatiga, el suelo rebelde y la alta noche estremecida de estrellas.7

III 12 de octubre de 1992: V centenario del “descubrimiento de América”. Ese día, en San Cristóbal de las Casas, una manifestación de alrededor de 10 mil indígenas que se desplazó de la plaza central hacia el templo de Santo Domingo pasó del grito rítmico de la protesta a una acción concertada para derribar la estatua del capitán español Diego de Mazariegos. Mazo y martillo sirvieron para hacer desmontar el armatoste, que cayó de cuerpo entero y que ya en el suelo fue hecho pedacitos por la masa enardecida. El mismo día, en la ciudad de Morelia, otra marcha indígena hizo lo suyo con la estatua del virrey Antonio de Mendoza, en este caso con largos y fibrosos lazos que sirvieron para abrazar la efigie y derribarla. En la Ciudad de México, miles de manifestantes llenaron el Zócalo para dar fe de su ira por “el genocidio” iniciado en 1492. Entre otros actos de protesta, los congregados allí quemaron las banderas de Estados Unidos y España, danzaron bailes prehispánicos y juraron vengar a sus hermanos indígenas asesinados durante los 500 años de dominación. Mientras eso sucedía, en el Paseo de la Reforma diversos grupos indígenas y simpatizantes del movimiento indio del país lanzaban huevos podridos y jitomates contra la estatua de Cristóbal Colón, al tiempo que algunos encaramados le imponían a la figura metálica del genovés un gorro negro con cuernos rojos y una manta colgada de su cuello que rezaba: “V Centenario de la masacre indígena”. Entretanto, el presidente del Gran Consejo de Anáhuac, Miguel Ángel Mendoza, iniciaba formalmente una colecta de firmas que llevaría, según su propio discurso, a reunir no menos de dos millones de adherentes para hacer una petición específica al Congreso: que se llevaran la estatua de Cristóbal Colón a España, junto con los restos de Hernán Cortés que descansaban en el Hospital de Jesús. Algunos creímos entonces que a partir de ese día empezarían a caer, una a una, todas las efigies-símbolo de la Conquista. Pero no fue así. Entre otras, la de Cristóbal Colón en el Paseo de la Reforma mantiene hasta ahora su histórica verticalidad. ¿Cuándo derribaremos esa estatua?

[...] el Creador dijo: “Hágase la luz”, y la luz se hizo. También el 12 de octubre de 1492, desde lo alto de un mástil, un sencillo marinero gritó “Tierra”, y la tierra se hizo. Se manifestó en su redondez, presentida, y en su existencia generosa […] Desde entonces empieza a contar nuestro tiempo […] El conquistador funda ciudades; se escuchan lágrimas y juramentos, risas y canciones, sostenidas en la marca puntual de 6E l 9 de abril de 1934, al crearse el Departamento de Acción Social, Cultura y Protección Indígena, la Legislatura del Estado de Chiapas consideró “que el mayor problema social que agobia y detiene la evolución económica del estado de Chiapas, es la existencia de las grandes masas indígenas, que representando el 38 por ciento de nuestra población, son el lastre del progreso colectivo y el mayor obstáculo que se opone a la coordinación de todos los sectores de la vida social, encaminada a la realización del programa constructivo de la Revolución [...]” Manuel Gamio et al., Legislación indigenista de México, Instituto Indigenista Interamericano, México, 1958 (Ediciones Especiales, 36), p. 198.

7 Excélsior, 13 de octubre de 1946.

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RECORDAR A BOLÍVAR ECHEVERRÍA Adriana Martínez Miguel Ángel García

Bolívar Echeverría es, para mí, una conversación que tendré siempre.

Bolívar Vinicio Echeverría Andrade, Profesor Emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam). Nació en Riobamba, Ecuador, el 2 de febrero de 1941. Y fué el segundo de seis hijos de Rosa Andrade y Bolívar Echeverría Paredes. A petición de su madre, la educación que recibió en la infancia fue básicamente católica; no obstante, a los 14 años su padre lo cambia a un colegio que Echeverría recordará como un lugar interesante por su diversidad social. Es precisamente ahí donde comienza a politizarse: participa en la organización de movimientos y huelgas estudiantiles, en las que fue manifestante activo. A este periodo se le atribuye su interés por la filosofía. Cuando cumple 17 años su padre le obsequia los ensayos completos de Miguel de Unamuno, autor que lo acerca a la literatura existencialista de autores como Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Martin Heidegger, entre otros. Al mismo tiempo, en el terreno político, él y su círculo de amigos se convierten en seguidores de la Revolución Cubana. A finales de 1961, después de un año de haber estudiado Filosofía y Psicología en la Universidad Central del Ecuador, en Quito, Echeverría obtiene una beca para estudiar en Friburgo, en la República Federal de Alemania. Bolívar y su amigo Luis Corral se mudan a Berlín el mismo año del levantamiento del muro. En esta ciudad, Echeverría se une a un círculo de discusiones donde se encuentra con futuros exponentes del movimiento estudiantil de la Alemania Federal y comienza una amistad con Rudi Dutschke y Bernd Rabehl. Para 1968 obtiene el título de Magister Artium en Filosofía en la Universidad Libre de Berlín, pero ya no le es renovada la beca con la que permanecía en Alemania.

José María Pérez Gay

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A los 69 años de edad, el 5 de junio de 2010, murió en la Ciudad de México debido a un paro cardiaco. Entre los textos que Bolívar Echeverría escribió se pueden nombrar:

Esto le dificulta su estancia en Berlín, al grado de que ese mismo año se ve en la necesidad de abandonar definitivamente ese país. Se establece en la Ciudad de México, donde laboró como traductor, hizo contacto con Adolfo Sánchez Vázquez, quien lo invitó a desempeñarse como profesor adjunto en la unam, institución donde concluyó su licenciatura en Filosofía en 1974 y continuó sus estudios en Economía. Llevó a cabo un seminario de lectura sistemática de El capital de Marx en la Facultad de Economía. En 1974 fundó, junto con Ruy Mauro Marini, la revista trimestral Cuadernos Políticos. En 1987 consiguió una cátedra de tiempo completo en la Facultad de Filosofía y Letras, por lo que renuncia a la que tenía en la Facultad de Economía. En 1991 realizó una maestría en Economía y en 1995 un doctorado en Filosofía, ambos en la UNAM. En el periodo que va de 1994 a 1995, tras la publicación de algunos de sus libros, Echeverría llegó a ser reconocido más allá de las fronteras mexicanas: Immanuel Wallerstein lo invitó a participar durante un año en una investigación en el Fernand Braudel Center de Binghamton, Nueva York. Bolívar Echeverría obtuvo innumerables galardones, entre los que destacan:

• El discurso crítico de Marx, Era, México, 1986. • Conversaciones sobre lo barroco, unam-Facultad de Filosofía y Letras, México, 1993. • Circulación capitalista y reproducción de la riqueza social. Apunte crítico sobre los esquemas de K. Marx, unam-Facultad de Economía-Nariz del Diablo, México-Quito, 1994. • Modernidad, mestizaje cultural y ethos barroco, compilación de Bolívar Echeverría, unam-El Equilibrista, México, 1994. • Las ilusiones de la modernidad, unam-El equilibrista, México, 1995. • Valor de uso y utopía, Siglo XXI, México, 1998. • Vuelta de siglo, Era, México, 2002. Algunas de sus traducciones: • Bertolt Brecht, Me-Ti, el libro de las mutaciones, Casa de las Américas, La Habana, 1969. • Jean-Paul Sartre, “El socialismo que llegó del frío”, en La Cultura en México, 1978. • Jürgen Habermas, “La soberanía como procedimiento”, en Cuadernos Políticos, 57, agosto de 1989. • Karl Marx, “La mercancía”, en Revista de la Universidad Central del Ecuador, 1979. • Robert Musil, “La casa encantada” (con Ingrid Weikert), en Revista Palos, 2, 1981.

• Premio Universidad Nacional que otorga la unam, uno de los premios mexicanos más importante de las ciencias filosóficas y sociales (1998). • Premio Pío Jaramillo Alvarado, Quito (2004). • Premio Libertador Simón Bolívar al Pensamiento Crítico, Caracas (2006). 73

in memoriam


LAS SENDAS PERDIDAS DE BOLÍVAR ECHEVERRÍA Evodio Escalante

La modificación weberiana El recurso a Max Weber tiene que ver de modo directo con la necesidad de destacar lo que podríamos llamar lo particular dentro de lo universal. Los minuciosos análisis de Marx en El capital, su obra inacabada, dedicados a estudiar los procesos de la acumulación capitalista, resultan de cierto modo insuficientes en la medida en que concentran su atención en la valorización del valor, piedra de toque del desarrollo del capital, pero al costo de dejar en la sombra o bien de considerar de manera subordinada el llamado valor de uso, con toda la gama de posibilidades que éste ofrece. La ley de la pauperización creciente del proletariado, la carga del capital acumulado y su dominio fatal sobre el trabajo vivo, el famoso fetichismo de la mercancía, categoría utilísima para explicar la alucinación colectiva en que vivimos los que habitamos dentro de los parámetros de la sociedad de mercado, todas estas herramientas conceptuales funcionan muy bien dentro de lo que podría llamarse el capitalismo prototípico. Lo interesante es que Echeverría descubre que hay otras formas de capitalismo que adoptan una “tonalidad” que no necesariamente es la del ethos capitalista puritano-calvinista que describió Weber en sus tratados. Bolívar Echeverría propone que en realidad hay cuatro ethos capitalistas: el realista (que es el que habría estudiado primordialmente Marx), el clásico, el romántico y el barroco. Tomadas de la historia del arte, estas categorías servirían para identificar formas específicas de la modernidad capitalista que dominan en distintas regiones geográficas del planeta y se refieren al “estilo” de comportamiento con el que los sujetos sociales de esas regiones logran soportar lo insoportable, es decir, capotear lo que no se puede vivir pues atenta contra la “forma natural” de existencia: el sistema capitalista de producción y reproducción. La modificación weberiana cristaliza cuando menos en tres libros que debo mencionar. El primero, colectivo,

Aunque pueda parecer exagerado, me gustaría decir que todo el trabajo teórico de Bolívar Echeverría (Riobamba, Ecuador 1941-Ciudad de México 2010) tiene como trasfondo esta pregunta: ¿Sigue siendo válido el pensamiento de Marx? Me queda la sensación de que el filósofo contestó y a la vez dejó abierta la pregunta. Por un lado, la respuesta de Bolívar Echeverría es abrumadoramente afirmativa. Siempre y en todo lugar conserva Marx el sitio privilegiado del pensador profundo e intachable que no se equivoca nunca y al que hay que acudir para esclarecer la situación de crisis en que nos encontramos. Marx es la referencia última y apodíctica en el discurso de Bolívar Echeverría. Por otro, sin asumirlo de manera abierta, las grandes líneas de investigación en que se ocupó parecerían indicar que Echeverría sabía que era necesario, e incluso una cuestión esencial, avanzar más allá de Marx. Aflojar la rigidez economicista de algunas de sus propuestas y abordar la realidad a partir de otras bases. Animador y sostenedor durante muchos años de un legendario seminario acerca de El capital que se desarrollaba en la Facultad de Economía de la UNAM, Bolívar Echeverría estaba obligado a ser un marxista “duro”. Y, sin embargo, sus numerosas publicaciones indican que en todo momento se encontraba en busca de ventanas por las que pudiera circular un aire más fresco. Tanto en sus libros personales como en los colectivos, se advierte la necesidad de abrir los esquemas del Marx anquilosado con aportaciones novedosas venidas de otros campos o tomadas en préstamo a otros pensadores. El de Echeverría se me aparece, así, como un marxismo modificado y en plena ebullición. Son tres las grandes modificaciones que se trabajan en sus textos, y creo que ellas dan cuenta de una necesidad de actualizar el pensamiento de Marx con el fin de ajustarlo a realidades que éste no pudo nunca prever. Las tres fuentes y partes integrantes de este proyecto renovador son Max Weber, la lingüística europea y Walter Benjamin. in memoriam

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La modificación lingüístico-semiótica Uno de los recuerdos más persistentes que tengo en torno a Bolívar Echeverría tiene que ver con la impresión que me causó la lectura de uno de sus ensayos, publicado creo que en la revista Cuadernos Políticos (de la que fue director y fundador), en la que abordaba el análisis de la mercancía como si se tratara no de un bien comerciable sino de… ¡un signo lingüístico! Eran los años, como todos recuerdan, del famoso “giro lingüístico” en filosofía. Había una aplanadora llamada “filosofía analítica”. Wittgenstein estaba de moda. Barthes publicaba entonces sus Elementos de semiología y los aportes de Roman Jakobson eran ponderados como una verdadera revolución en las ciencias humanas. Eran los años, en Francia, de la revista Tel Quel, que a las aportaciones de Marx sumaba las de Saussure, Peirce, Husserl y Chomsky, en un campo de cultivo que privilegió el “semanálisis” y un nuevo concepto de la ècriture. Bolívar Echeverría, empero, no abrevaba en la semiología francesa ni en los delirios maoístas de Philippe Sollers, sino en los análisis ultraformalistas de Louis Hjelmslev, el lingüista danés que al superar la visión clásica de Saussure que distingue en el signo las dos caras de significado-significante, proponía una disección cuatripartita entre forma de contenido, forma de la expresión, sustancia del contenido y sustancia de la expresión. Éste y otros ensayos de semejante orientación los recogió Echeverría en su libro Valor de uso y utopía (Siglo XXI, 1998). Confieso que hasta el día de hoy sigo sin entender del todo esta aproximación a la mercancía como si se tratara de un signo. Por esos mismos años, Bolívar Echeverría sostiene que la sociedad humana es necesariamente logocéntrica. El uso más divulgado del término se debe a un libro muy célebre de Derrida (De la gramatología), pero hay que reconocer que éste tiene un eminente sentido crítico que no existe en la versión de Bolívar Echeverría. Según Echeve-

coordinado por Echeverría, se titula: Modernidad, mestizaje cultural, ethos barroco (UNAM-El Equilibrista, 1994). A esto hay que agregar otros dos de su exclusiva autoría: Las ilusiones de la modernidad (UNAM-El Equilibrista, 1995) y La modernidad de lo barroco (Biblioteca Era, 1998). Stefan Gandler, en su acucioso estudio Marxismo crítico en México: Adolfo Sánchez Vásquez y Bolívar Echeverría (UNAM-FCE, 2007), nos informa que el título tentativo del primer libro era Modernidad y capitalismo. Retrabajando acaso una tesis básica de Gunder Frank, quien sostenía que los llamados países “subdesarrollados” son tan capitalistas como el que más, Bolívar Echeverría demuestra que desde la época de la Colonia entramos de golpe en un proceso de desarrollo capitalista, que por supuesto adquiere entre nosotros una coloratura diferente en la medida en que se produce en una sociedad que tiene por base el mestizaje de razas y de culturas. En la medida en que somos hijos de la Malinche. Quizás el aspecto más interesante de esta lectura, aunque a la vez está erizado de dificultades, es que Echeverría deja en la sombra el concepto de valor de cambio para poner todos los acentos en el llamado valor de uso. Esta última noción, como quiera que se la vea, es muy polivalente e implica muchas facetas. Si la referencia inmediata es a la utilidad de un objeto o una mercancía, es imposible disociarla de la noción jurídica de uso y usufructo, es decir, de utilización y disfrute. Estos términos no se aplican ya sólo a la cosa monda y lironda, igualmente hay que aplicarlos a los sujetos históricos en cuestión: el cuerpo mismo o lo que en términos de Marx es la fuerza de trabajo se usa, se desgasta, se disipa, pero también se goza y se disfruta ella misma en el ejercicio mismo de su acción, ya sea en el trabajo productivo, ya sea en los momentos de fiesta o esparcimiento en el hogar o en la plaza pública. 75

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cos, dogmatizados ya entonces por instrucciones de Stalin, rechazó por obvias razones la publicación de su ensayo. La pinza de la contrarrevolución tenía dos extremos: los nazis por un lado, los bolcheviques del “socialismo en un solo país” por el otro. En este mismo contexto hay que mencionar lo que podría ser su legado más importante: el libro La mirada del ángel. En torno a las ‘Tesis sobre la historia’ de Walter Benjamin (Biblioteca Era-UNAM, 2005). Además de un ensayo propio, este libro reúne ponencias de Michel Löwy, Stefan Gandler, Crescenciano Grave, Ana María Martínez de la Escalera y una docena de pensadores abocados todos a dilucidar los alcances del último y más enigmático texto de Benjamin. Sin duda su texto teórico y político más polémico. Como muchos comunistas y personas de izquierda, Benjamin se siente traicionado por el pacto de no agresión que firman Hitler y Stalin en 1939. En esta atmósfera de irritación y desencanto, el Benjamin mesiánico atreve una tremenda crítica en contra de la concepción lineal de la historia propuesta de manera simplista por Marx y sus seguidores. La visión es terrible: el materialismo histórico esconde debajo de su disfraz “científico” a un enano teológico que le ha vendido la idea de la invencibilidad del proletariado. En el momento en que reivindica al gran revolucionario Blanqui, estigmatizado como alborotador anarquista por los revolucionarios sometidos al Comité Central, Walter Benjamin dictamina: “Nada ha corrompido tanto a la clase trabajadora alemana como la idea de nadar a favor de la corriente”. Podría decirse, sin exagerar, que estas “Tesis sobre la historia” son en realidad el acta de defunción del materialismo histórico, que desde entonces no ha podido acertar en ninguna de sus predicciones. Más allá de lo que Bolívar Echeverría haya podido decir acerca de ellas, la insistencia con la que nos ha invitado a releer una y otra vez los siempre densos textos de Walter Benjamin es para mí una de sus lecciones más duraderas.

rría: “Producir y consumir objetos es producir y consumir significaciones”. Tal cual. Esta violenta identificación entre mercancía y signo me parece peligrosa y muy poco sostenible. Claro que de entrada hay un parentesco evidente: el dinero y los bienes y los signos son intercambiables y se consumen dentro de un amplio proceso de circulación. Pero el mundo social es también un mundo de violencia y coacción que los lingüistas obcecados en el horizonte de la pura significación ignoran con desdén soberano. En el mundo de los signos no hay extracción de plusvalía. Por lo demás, a la mercancía humana no se la podría reducir a un signo, ni la expresión de sus necesidades se limita a una urgencia de significación.

La modificación benjaminiana Gran lector de Adorno y Horkheimer, destacados integrantes de lo que se conoce como la Escuela de Frankfurt, Echeverría profesó especial devoción por el pensamiento de Walter Benjamin. Hizo traducir y prologó la versión original de uno de los textos más polémicos de éste acerca del vínculo que existiría entre las vanguardias artísticas de las tres primeras décadas del siglo XX y la revolución proletaria, me refiero a La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, documento que plantea el declive progresivo del “aura” en la estética de nuestro tiempo y conecta la emergencia de las masas con nuevas formas artísticas derivadas del desarrollo tecnológico, como la fotografía y señaladamente el cine. Quizás el elogio más grande que se haya hecho nunca del dadaísmo se encuentra en este texto anarquizante y subversivo que no ha perdido ninguna actualidad. Echeverría señala muy bien cómo la marcha triunfal de Mussolini en Italia, y de Hitler en la Alemania nazi, dieron al traste con las esperanzas revolucionarias que recorren como un estremecimiento la columna vertebral de este texto. Lo que olvida decir es que la patria de los soviéti-

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EL TURNO DE BOLIVIA. MEMORIA DE SU FUTURO Jorge Mansilla Torres

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“Pensar alto, sentir hondo y hablar claro” El maestro del Libertador Simón Bolívar se llamaba Simón Rodríguez y fue el gestor de una pedagogía de temprano anticolonialismo a partir de las ideas de Juan Jacobo Rousseau en la patria creada el sábado 6 de agosto de 1825. A Rodríguez se acercaron una mañana en la plaza de Chuquisaca unos jóvenes que le preguntaron por los requisitos a cumplir para ser considerados ciudadanos de la “República de Bolívar”, que ese fue el nombre original de Bolivia. El sabio venezolano les dijo que más que requisitos a presentar había tres principios éticos a cumplir para ser boliviano: “Pensar alto, sentir hondo y hablar claro”. De eso se trató ser ciudadano en Bolivia. De tratar de cumplir aquella moral de vida formulada en los términos de la época: pensar la soberanía, sentir la independencia y hablar la libertad.

No hubo cambio de piel social para los indios ni los negros, éstos ratificados en su esclavitud hasta 1862, en que un presidente revolucionario, Manuel Isidoro Belzu, les devolvió la libertad que habían perdido 300 años antes al ser arrancados de su África natal.

El extractivismo colonial Desde 1548, año en que se descubrió la mayor montaña de plata del mundo en Potosí, y durante 157 años de quehacer republicano, Bolivia no pasó de ser un país obligado a vivir de la explotación de sus recursos minerales, naturales: plata, oro, cobre, estaño, zinc, petróleo. Extractivismo a secas, sin valor agregado alguno. Nada es para siempre. La “rosca” —terminajo acuñado por los bolivianos para identificar a sus opresores oligarcas— imponía, en connivencia con el imperialismo y su embajada en La Paz, a los presidentes dizque demócratas y a los presidentes de facto durante 180 años.

Las 47 asonadas y los embates del imperalismo Alumbrada por las gestas de sus prohombres y héroes populares, la República de Bolivia padeció también la oscuridad de tiranos y dictadores, a los que, empero, los patriotas nunca dieron tregua y menos estabilidad. Debido a ello, a la efimeridad de los gobiernos anticonstitucionales, los recopiladores de catástrofes nos contabilizaron 157 golpes de Estado hasta 1982, aunque, ajustadas las cuentas, no fueron tantas, sino sólo 47 asonadas militares triunfantes, con toma violenta del Palacio Quemado. Las últimas nueve, por cierto, desde 1964, alentadas por la embajada de Estados Unidos, patrocinadas por el Fondo Monetario Internacional y ejecutadas por los espadones proimperialistas. Por esos casi siempre sangrientos avatares, la república se volvió escéptica de su tiempo histórico y despótica frente a su espacio geográfico.

1982: año parteaguas y tiempo en que el neoliberalismo mandó parar En 1982, las dictaduras militares se resquebrajaron por la indocilidad popular y porque Washington entendió que ese modelo de fuerza bruta ya no procedía en Bolivia. Los bolivianos recobramos sorpresivamente el ejercicio de la democracia. Estábamos creyendo que nos dejarían solos, pero el sistema nos aventó el neoliberalismo cuyo mezquino pasatiempo fue darse a desprestigiar al Estado abriendo las puertas al diablo tentador: el mercado. En la “república aparente” —definición del pensador boliviano René Zavaleta Mercado, aquí en México precisamente— dio comienzo entonces una enloquecida privatización de los recursos naturales y de las históricas empresas estatales. En la vorágine de globalización a saco las centrales sindicales fueron desarboladas de sus conquistas sociales. Los inversionistas foráneos aparecieron dueños de las materias primas con el cuento de la “capitalización”, una modalidad del saqueo con la gracia de bautizarnos a los bolivianos “socios” de las empresas capitalizadas para la repartija de las ganancias “iguales” en las partes del patrón león y el peón ratón. O sea: un inversionista que tiene 49 por ciento de la propiedad y nueve millones de habitantes que retienen 51 por ciento de las acciones… Un dueño que se agandalla el gran dinero y nueve millones de migajeros, de centaveros en discordia entre sí, porque no tienen acceso a los documentos del manejo real de los ingresos. Entre azul y buenas noches —qué frase mexicana tan propicia— sufrimos la capitalización, mejor dicho la privatización del gas, petróleo, todos los minerales, electri-

Las poblaciones originarias, fuera de la historia Los indígenas, que eran su mayoría naturales —cuando se fundó el país eran 85 por ciento y ahora oscilan entre 63 y 64 por ciento— y su fuerza de trabajo permanente, fueron los que llevaron la peor parte en la patria fundada por Bolívar. Sufrieron la secular discriminación de una casta republicanamente colonial y racista. Las poblaciones originarias estaban en efecto en el mapa geográfico, pero no eran parte de la historia. Gente con nacionalidad, pero sin ciudadanía. Y así fue a lo largo de 180 años, con la aclaración de que los indios jamás renegaron de la imposición de Bolivia en sus territorios ni se extrañaron porque Simón Bolívar no los hubiese invitado a la fiesta inaugural. el turno de bolivia. memoria de su futuro

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nen correspondencia con la contundencia democrática y patriótica de un gobierno que le cumple al pueblo, que honra su palabra de reivindicaciones y realizaciones soberanas sin la presencia, por ejemplo, del Fondo Monetario Internacional. En los primeros seis minutos de su primer discurso como Presidente Constitucional, el 22 de enero de 2006, Evo Morales rompió con el neoliberalismo, y acabó toda relación política con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Procedió a partir de ahí a encabezar un audaz proceso para recuperar lo que nunca debimos haber perdido.

cidad, fundiciones, ferrocarriles, aviones, bancos, agua, telecomunicaciones, tierras. Tan desmedido era el lucro del mercado bajo el paraguas neoliberal que una trasnacional gringa, la Bechtel, que apareció propietaria del agua potable en Cochabamba, no había hecho ninguna inversión importante pero subió las tarifas en 100 por ciento, aparte de anunciar que reglamentaría el líquido de ríos, acequias, arroyos y lagunas. “Ah, caray, ojalá nos dejen a precio bajito el agua de la lluvia…”, se pitorrearon los cochabambinos.

La primeras guerras populares del siglo XXI Pero no. Del razonamiento chusco pasaron a la acción. Los vecinos se alzaron en armas y ocurrió la primera guerra popular del siglo XXI. En enero de 2000 los pobladores irrumpieron en las calles y enfrentaron a las fuerzas armadas que, para el caso, también habían sufrido privatización y defendían al mercado en desmedro del Estado, porque sus jefes se cuadraban con un sonoro: “¡Es su orden, mi capital!”. Resistió el pueblo y ganó la Guerra del Agua. La transnacional que pretendió administrar la sed popular se fue del país, expulsada. A secas. Al impulso de esa dinámica rebelde, en octubre de 2003 los pobladores de El Alto de La Paz ganaron otra guerra trascendental, la del gas, el gran recurso energético de Bolivia para este siglo XXI. Esa gesta, que nos costó 63 muertos en una sola tarde —la del 17 de octubre de 2003— incluyó la huida a Estados Unidos del último presidente neoliberal, Gonzalo “Goni” Sánchez de Lozada, contra quien tenemos una demanda de extradición con orden de captura que, mientras se halle refugiado por sus amos en Estados Unidos, probablemente no logremos. Pero la democracia dejó de ser la sirvienta del sistema y se convirtió en la madre, novia, hermana, compañera del pueblo organizado en su vida orgánica y en sus decisiones.

Los recursos naturales en la nueva patria boliviana En la actualidad todos los recursos naturales están bajo el poder y control soberano de los bolivianos. Todos. Los procesos de nacionalización y rescate ocurrieron sin que se disparara un tiro y ninguna transnacional se llame a estafa o retención ilegal de sus inversiones. Un ejemplo: antes del 1 de mayo de 2006, el gas boliviano estaba bajo control de 12 transnacionales. Luego de la nacionalización, las 12 empresas fueron invitadas a quedarse en el país en calidad de “socias”, ya no de “dueñas”. Bolivia no habría podido abordar la explotación e industrialización de su gas porque no teníamos tecnología, mercados ni capitales. Las 12 empresas internacionales del gas se quedaron en el país y están trabajando allí regidas por la Constitución y con respeto a nuestros derechos soberanos. Ganan dinero. Claro que lo ganan, porque allí están desde 2006 y, además, invierten en prospección y nuevas formas de industria gasífera.

La nueva Constitución y el Estado Plurinacional La república fundada por Simón Bolívar en 1825 dejó de ser tal en febrero de 2009, porque la nueva Constitución abrió todos los horizontes de participación legal y activa de sus habitantes, en especial de sus mayorías indias. Hoy somos el Estado Plurinacional, porque Bolivia se integró, y no al revés, a las 36 naciones originarias que habitan su geografía desde tiempos inmemoriales. Patrias nuevas con su sabiduría de siglos, todas y cada una con su idioma propio, su identidad, su medicina, su organización social, su historia, sus danzas y cantos, sus maneras de imponer la justicia y ejercer la herbolaria. Y, lo más importante, cada día, como desde hace tres mil años o más, esos habitantes, ecologistas de raíz, despliegan su relación armónica y agradecida con la Naturaleza. En su escala sagrada de respetos, primero están los árboles, el aire y el agua, después los animales y, al final, ellos: la gente al servicio de la flora y la fauna.

Evo Morales en la Presidencia “Pensar alto, sentir hondo, hablar claro…” Porque la ciudadanía piensa patria, siente pueblo y habla voto, el indígena Evo Morales Ayma ganó la presidencia en 2006 con 54 por ciento de aprobación popular. Dos años después, la oposición impulsó la figura ya constitucional del Referéndum Revocatorio de Mandato. Evo se sometió a esa prueba y fue ratificado en el mando nacional con 67 por ciento de los votos. El año pasado, en los comicios generales ordenados por la nueva Constitución, el Presidente, y el Vicepresidente Álvaro García Linera refrendaron su mandato con 64.08 por ciento de la voluntad electoral. Esos márgenes de victoria electoral, que no se habían dado en más de 80 años en el país, tie79

el turno de bolivia. memoria de su futuro


“Vivir bien”: állin causay, suma q’amaña, ñan dereku, teko kavi, ivi maraie, khapaj ñan De ellos estamos aprendiendo la doctrina vital del “vivir bien”, en la convivencia satisfecha y justa con todos. Vivir bien: állin causay, suma q’amaña, ñan dereku, teko kavi, ivi maraie, khapaj ñan, es decir 36 formas de decir “vivamos bien”. Para esto, las 36 lenguas nativas son ya idiomas oficiales constitucionalmente. No es que nos enloquezcamos hablando tantos idiomas ni Bolivia sea una Torre de Babel. Sepan ustedes que, después de 2 años y 4 meses de febril castellanización del país con apoyo de Cuba y su método didáctico del “Yo sí puedo”, el 18 de diciembre de 2008 la UNESCO declaró a Bolivia “territorio libre de analfabetismo”. Esto lo comunico a ustedes con mi parte congénita, con mi idioma de madre, el quíchua: “Tucuy sonkoyhuan q’ancunata cay súmaj causay llajtaymanta willani…” Ahora, al amparo de la Constitución redactada y aprobada por ellos mismos, está empezando el tiempo de las autonomías. No ha de ser fácil, pero tampoco vaya a pensarse que al otorgar autonomía a las regiones cada una de ellas será una republiqueta. No. Porque la democracia consiste en ponernos de acuerdo hoy para cuando no estemos de acuerdo; la Ley Marco de Autonomía y Descentralización que aprobó el gobierno de Evo en el pasado julio contiene cinco normas generales para su aplicación en cuatro niveles específicos (provincial, regional, municipal e indígena) que se atendrán al mandato supremo de respetar, defender y consolidar la integridad territorial y la unidad poblacional a prueba de todo, en especial del acecho de los separatistas... “Diversos, pero integrados”. Es decir, superada la fase del apartheid republicano del “iguales, pero separados” que nos impuso la fundación de la república, vamos a avanzar democráticamente en la pluralidad de este principio: “diversos, pero integrados”. Tal práctica será lo singular de nuestra pluralidad. De esas cosas habló el Presidente Evo Morales a los mexicanos en su visita no oficial a México, la inolvidable tarde del domingo 21 de febrero en Coyoacán. Bolivia es así una prueba de que otro mundo es posible si se ejerce la soberanía, si se cuestiona el control político colonial, si se encara y renuncia a la dependencia imperialista. Ahora, cuando los pueblos del mundo soportan en su piel el resquebrajamiento del capitalismo salvaje con su cauda de sufrimiento social, desempleo y pobreza, Bolivia no resiente todos esos efectos de la crisis que carcome la esperanza de los pueblos. Somos el país con el superávit más elevado de nuestra historia. No hemos cerrado ninguna fábrica ni despedido masivamente a ningún sector. el turno de bolivia. memoria de su futuro

Se vive mejor sin la influencia del FMI Evo Morales dijo recientemente ante Naciones Unidas, en Nueva York, que Bolivia vive mejor y con más tranquilidad económica sin la presión política del imperio ni la nociva influencia del Fondo Monetario Internacional. Evo ha propuesto en la Asamblea General de la ONU, en las discusiones por el cumplimiento de los Objetivos del Milenio, que los países de América Latina, África y Asia fundemos un llamado Banco del Sur, un ente financiero más confiable y más nuestro frente a los designios despóticos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Y ha pedido que China —esa palpitante potencia mundial— sea parte aportante del Banco del Sur.

“Vamos a tener problemas” Nada de esto que digo deberá ser tomado como un testimonio triunfalista, una alocución lírica. Bolivia no es una ínsula extraterrestre. Vamos a tener problemas, porque el enemigo no descansa y estamos, al parecer, en la víspera de una reacción desesperada de los sectores oligárquicos que ven sus arcas disminuidas y rajado su poder político. Puede empezar una temporada de terrorismo. El imperio no cesa ni ceja en su empeño de derruir todo proyecto o realidad antiimperialista. La más reciente provocación contra nosotros fue consumada cuando Washington “descertificó” a Bolivia porque dizque no colabora lo bastante en la lucha contra el narcotráfico. Por ese flanco podría sobrevenirnos incluso una guerra. Nuestra altiva y digna condición de sembradores de la hoja de coca, factor de dieta y evidencia biomédica desde tiempos inmemoriales, ya fue utilizada como argumento y pretexto para volver a ocupar militarmente nuestro territorio, como en los años setenta, ochenta y noventa del siglo pasado, cuando la DEA y la embajada norteamericana eran el supremo control del narcotráfico con cuarteles y oficinas en el trópico del Chapare. Ellos tenían pistas de aterrizaje de naves cuyos vuelos sólo ellos mismos autorizaban. No digo que en Bolivia no haya narcotráfico, pero luego de expulsar a la DEA y al embajador gringo a comienzos de 2009 podemos decir que tenemos más eficacia para enfrentar el flagelo del tráfico de drogas. Estamos comprometidos en una campaña de todos contra el narcotráfico con la consigna de revalorizar, redignificar nuestra hoja de coca, y estamos comprobando que no hay mejor recurso ni estrategia que el control social de los propios cocaleros contra los narcos y los consumidores. No es gratuito que Evo Morales sea a un mismo tiempo el Presidente y el secretario general de las federaciones de cocaleros de Bolivia. Ello a pesar de los diabóli80


de arrostrar a los autores del sobrecalentamiento global y sus terribles efectos en el aire, el suelo y el agua. En abril pasado se realizó en Cochabamba el Primer Foro de los Pueblos contra el Cambio Climático y por los Derechos de la Madre Tierra, la Pachamama. Treinta y siete mil personas, entre ellas ocho mil delegados de 120 países, suscribieron una tesis para salvarnos del desastre climático. Ahora postulamos que la “Declaración de Cochabamba” sea tomada en cuenta en la próxima Cumbre de Cancún. Que se consideren democrática y serenamente las aportaciones de esa cumbre indígena-popular. En tal dinámica, el pasado 28 de julio Bolivia logró que la asamblea plenaria de la ONU reconociera y aprobara, con 122 votos a favor, 42 abstenciones y ninguno en contra, que el agua potable y su saneamiento sean considerados un derecho humano básico. Consciente y puntual México votó con un sí a esa nuestra propuesta.

cos considerandos de la DEA y los medios de prensa al servicio del sistema y del Plan Colombia. Nuestro gobierno y el pueblo revolucionario tienen a los poderes mediáticos en contra. Desde que Evo asumió la presidencia no tuvo un día de tregua frente a la violencia escrita, visual y verbal de la mayoría de los medios sostenidos, eso sí, por los capitales oligárquicos o de plano por las empresas Prisa de España y la CNN.

Un futuro nuestro es posible Ahora estamos llamando a nuestros compatriotas emigrados para que retornen a la patria. Les ofrecemos tierras labrantías en el valle y el trópico a cambio de una sola condición: que demuestren que regresaron al país y que se quedarán para siempre. Y estamos consagrando nuestro futuro de aquí para adelante a la obtención del valor agregado para la vastedad de los recursos naturales. Queremos industrializar el país con el concurso de quienes se avengan a nuestras condiciones de seguridad jurídica y ganancias compartidas. Hacia 2025, cuando cumplamos 200 años de la fundación de Bolivia, quisiéramos estar en capacidad de exponer productos de manufactura final boliviana, obviamente comerciables. Nuestras reservas de gas nos garantizan 150 años de beneficios; hay hierro en el Mutún para 90 años y tenemos litio, bendito regalo de la Pachamama guardado por millones de años en esa bella alcancía llamada el salar de Uyuni; tenemos reservas de litio para los mil años venideros. Es nuestro proyecto ser fabricantes de las baterías de litio para la industria automotriz, es decir, para producir la gasolina seca, limpia, ecológica que se empleará en breve. El pasado 20 de septiembre se encontró, en la franja sur de Potosí, el más grande yacimiento de cobre del continente y, también, mediante trabajos prospectivos, más reservas de oro, plata y uranio en un sitio de disputa fronteriza entre Oruro y Potosí.

“La patria no es herencia de los padres, sino préstamo de los hijos” Deseo culminar este texto con una frase hecha pueblo por nuestro proceso: “la patria no es herencia de nuestros padres, sino préstamo de los hijos”. Por esa gran razón, los bolivianos estamos prohibidos de negociar riquezas naturales por cuenta propia; todo yacimiento o filón pertenece a los que vienen. Nadie puede someter tampoco la independencia a ningún poder. La sobrevivencia y los derechos de nuestros hijos son más importantes que todo porque ellos son la justificación del futuro. Evo Morales pronunció en Copenhague una definición conflictiva pero necesaria: “los derechos de la Madre Tierra son más importantes que los derechos humanos.” Porque, en suma, nadie debe amar la patria porque es grande. La patria debe ser grande porque es amada.

La Pachamama: clave regenerativa El gobierno del Presidente Evo Morales hace girar sus logros democráticos, sus proyectos para generar riqueza y sus reconquistas culturales en los goznes de los derechos de la Madre Tierra. Vamos a explotar los recursos naturales con tecnologías que se atengan al respeto sagrado a los derechos de la Madre Tierra. En esta traumática época del cambio climático, que desbarata la vida humana y descompone la relojería ecológica del planeta, el Estado Plurinacional de Bolivia se asume no como el país líder sino como el pueblo capaz 81

el turno de bolivia. memoria de su futuro


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VENTANA Agustín Dávila Padilla

Como señalábamos en la presentación del primer número de

Maestre de campo porque se havía quedado en la mar Fran-

Rojo-amate, inspirados en la idea que llevó a Juan Rulfo a publicar

cisco Drac. Venían marchando poco a poco al son de sus

entre 1964 y 1966 sus “Retales” en El Cuento: Revista de Imagina-

atambores y pifaros, y disparando sus escopetas, para que

ción, hemos abierto la columna “Ventana”, en la que se presentan

pareciesse más gente de la que venía, y los Españoles des-

algunos retazos de textos históricos y literarios de primerísimo ni-

amparassen la ciudad. No tenían para qué intentar estas

vel de calidad. La selección corresponde a Víctor Jiménez.

traças los enemigos, pues que sin ellas la tenían dada con-

La redacción

forme a su desseo los que la avían de dar en destruyrlos. Caminaron los Ingleses toda la mañana con mucho can-

***

sancio, hollando arena y sufriendo sol, en tierra de temple muy contrario al de la suya. Yvan tales que pequeñas fuerças

En su Historia de la fundación y discurso de la Provincia de Santiago de México de la Orden de Predicadores (1596), Agustín Dávila Padilla describe la reacción de los españoles al recibir la noticia del arribo de Francis Drake a Santo Domingo (capital de La Española, hoy República Dominicana), donde el inglés no desembarcó siquiera el día de la toma de la ciudad por estar enfermo. Fueron sólo sus fatigados soldados los que causaron todo lo que narra Dávila, quien enfatiza la cobardía de los españoles y la humillación que se les impuso, relacionándola con el castigo divino que merecían por las atrocidades cometidas por ellos en América:

bastavan para quitarles la vida: y con todo esso quando los amedrentados Españoles los vieron, juzgaron que venían legiones de gigantes, en cuya compareción ellos eran menores que langostas. Bolviéronles las espaldas a título de conocidissimas ventajas, y que sería loco atrevimiento esperarlos pues para ochenta hombres mal armados venían ochocientos bien prevenidos. Todo aquel medio día avían caminado los Ingleses sin agua, que les hazía más falta que en otras ocasiones el vino. Estavan sin aliento, dexativos, y sin más ánimo del que les dava el poco que los Españoles tenían. A la entrada de la ciudad estavan dos grandes piezas de batir, assentadas en fuertes carretones, que si tuvieran

Salieron huyendo al monte, y escondiéndose en la espesura

dos hombres que las mandaran, eran bastante defensa con-

de los árboles y quebradas de las cuestas, que comúnmente

tra más enemigos y más alentados que aquellos desventura-

llaman en aquella tierra arcabuços. Huyó el Presidente y toda

dos venían. En la fortaleza avía también muchos tiros

la audiencia, y luego el Arçobispo con sus clérigos, y todos

gruessos y menudos, de que pudieran aprovecharsse: y

tres conventos de frayles: abrieron también los conventos

quando quisieran aver salido al camino, tenían las manos

de las monjas, y las que havían professado perpetua clausu-

llenas para yrles uno a uno quitando la vida en los passos

ra, la dexaron en aquel caso forçoso, y se fueron huyendo

estrechos y arcabuços que avía desde el río hasta la ciudad.

a los arcabuços. Los enfermos estavan buenos para huyr, los

[...] Para ninguna cosa destas tuvieron advertencia, ni su-

asmáticos a quien antes faltava el resuello para hablar, lo

pieron hacer cosa de importancia, más que dejar libremen-

tenían ya para correr: todos eran valientes para huyr: que-

te la ciudad a los enemigos, para que la robassen y saquea-

riendo Dios que se diessen priessa a dexar la ciudad a los

sen. Iuyzios de Dios. No supieron defender la ciudad

enemigos, los Españoles que tantas ciudades habían destru-

quando podían y devían, por las muchas que sus mayores

ydo de Indios. Terrible cosa es, que con aquella gente a

saquearon a los Indios, quando ni pudieron ni devieron.1

cuyo cargo estava la defensa de la ciudad, no hubiesse po-

No es extraño que pocos años después de publicado lo anterior, cuando por una ironía del destino Dávila Padilla fue nombrado arzobispo de Santo Domingo (1599), encontrase al llegar a la isla, en 1601, un clima francamente hostil, sobre todo de parte del gobernador. Dávila había nacido en 1562 en la ciudad de México y murió en Santo Domingo en 1604, apenas a los cuarenta y dos años de edad. Es posible que lo hayan envenenado.

dido su obligación, ni las vozes de las mugeres y niños, ni la clausura perdida de las monjas, ni el ruydo de las armas enemigas, para que dexassen de huyr, y tratassen de poner mejor remedio. Eran juyzios de Dios, y castigos de pecados viejos de Indias. Algunos Españoles estavan en arma, vnos de pie y otros de cavallo: pero en descubriendo a los enemigos, les bolvieron las espaldas y huyeron a los arcabuços, cuyo camino dexavan enseñado los que primero avían de aver salido a la defensa. Por el río salieron a tierra ocho-

* Extraído del libro de Víctor Jiménez y Rogelio González, Inquisición y arquitectura: la “evangelización” y el ex-obispado de Oaxaca, Editorial RM, México, 2009.

cientos Ingleses (según dize la relación más verdadera) aunque los de la ciudad escrivieron que avían sido dos mil: y es maravilla que no dixeron diez mil. Traían por Capitán al

1 Historia de la fundación..., pp. 333-334.

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Roberto Bolaño, otro “escritor mexicano” Víctor Jiménez

Nadie parece insistir lo suficiente en un aspecto singular de la obra de Roberto Bolaño (1953-2003), quizá porque se considera obvio: su primer gran éxito literario, abrumador, Los detectives salvajes, de 1998, siendo muchas cosas, es también una corrosiva lectura de nuestro mexicano campo literario —para usar la expresión de Pierre Bourdieu— o, si se quiere, de nuestra vida literaria —para usar la expresión de Balzac. Que una novela tan localista (algunas peripecias tienen como escenario otros países, pero su medio fundamental, culturalmente hablando, es México) como ésta se hubiera convertido en un fenómeno literario mundial no es para pasarse por alto. Su aparición al inglés en 2007 fue celebrada como un gran acontecimiento por The New York Times (de hecho, por toda la crítica literaria de los Estados Unidos), que destacaba su filiación mexicana (algo a lo que se han resistido lo españoles, con su característico etnocentrismo), y en abril de 2010 acaba de aparecer en japonés, también con gran acogida. Paradójica recepción internacional a nuestro localismo literario visto por un chileno, pero no inexplicable. Quizá muchos lectores extranjeros de Bolaño no descubrirán nunca, en las novelas “mexicanas” de éste (a Los detectives se agregarían Amuleto, de 1999 y 2666, de 2004), las referencias a personas reales que dejó en todas partes, excepción hecha, quizá, del caso de Octavio Paz (a quien Bolaño y su grupo detestaban y combatían). Este personaje “real” y reconocible es tratado con aparente distancia pero, visto de cerca, es objeto de una malicia no tan subrepticia tanto en Los detectives salvajes como en 2666. Un patético personaje de ficción de Los detectives, Luis Rosado, poeta de la “otredad” que se desempeña como redactor de la revista Línea de Partida, pertenece al círculo de Paz, y un general ebrio de 2666 habla de una manera que su interlocutor asocia a la de Octavio Paz. Bueno: todo esto tiene ya cientos de miles (quizá millones) de lectores en muchos idiomas. Pero en este punto conviene precisar que la literatura de Bolaño es mucho más que estos private jokes no siempre indescifrables: supera eso y más. el factor bolaño, los infra y algo más

Chileno transplantado a México en su adolescencia, Bolaño se desarrolla literariamente entre nosotros para emigrar definitivamente a Europa y escribir en un lugar cercano a Barcelona la obra con la que rompería los esquemas de la literatura escrita por los latinoamericanos una vez agotado el boom, cuando los listos se encaminaban ya a un pretendido cosmopolitismo como el que impulsaba precisamente el grupo de Octavio Paz. Bolaño regresa la literatura latinoamericana a América Latina, sin complejos y con un éxito que nadie hubiese predicho, definiéndose siempre como escritor latinoamericano. Pero no sería inexacto llamarlo también “escritor mexicano”, si dejamos muy visibles las comillas. Parafraseando a Foucault, se puede decir que el verdadero tema de Don Quijote es la literatura. Es, salvando las distancias, el caso de Los detectives salvajes y las otras novelas “mexicanas” de Bolaño, así como de La literatura nazi en América (falso libro de biografías literarias), sin olvidar cuentos recogidos en diversas colecciones (por ejemplo, “Dentista”, en Putas asesinas, de 2001). Y aquí podemos abordar la paradoja que señalaba al principio: el campo literario mexicano (o nuestra “vida literaria”) no es tan peculiar como hubiésemos creído, y ahora todo el mundo está enterado del papel de nuestras vanguardias de principios del siglo xx (los estridentistas) o la más reciente, despistada y marginal de todas (los infrarrealistas), que resultó no ser desdeñable: de ella salió Bolaño. La concepción de la literatura que sostenían los detractores “salvajes” del gran cacique literario mexicano resultó interesante para legiones de lectores en lugares insospechados: ¿sería el nuestro tal vez un caso más generalizado de lo que pensamos? Bolaño elevó a la calidad de héroe literario en nuestro globalizado mundo, pese a lo que nuestro establishment local quiera pensar de él —lo cual a nadie importa—, a su modesto compañero de andanzas, Mario Santiago Papasquiaro. Otra dimensión de la misma paradoja: convertido en Ulises Lima, Mario Santiago es más conocido, entrañable y cosmopolita hoy, para los lectores de toda la geografía literaria, que el emperador de las letras al que combatió. 84


claudio zorrilla

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el factor bolaĂąo, los infra y algo mĂĄs


Presentación las jerarquías literarias que aún rige en nuestro mundillo cultural: la construida por Octavio Paz (para los extranjeros éste sería hoy sólo un personaje de Bolaño más, como Ulises Lima: una anécdota en las peripecias de éste). Presentamos a los lectores de Rojo-amate esta traducción de la nota de Pitta sobre 2666. Como dice el crítico, aún quedaba espacio en nuestra propia época, la más improbable de todas, para que Arturo Belano, el alter ego literario de Roberto Bolaño, marginal entre los marginales, se comiera el mundo.

En octubre de 2009, aparecida apenas la traducción de 2666 al portugués, la revista lisboeta Ler, del Círculo de Lectores de Portugal, dedicó su portada y dos textos a Roberto Bolaño: uno muy largo de Rogério Casanova y otro más breve de Eduardo Pitta, escritor y crítico nacido en Mozambique. Su lectura me hizo pensar en la paradoja que he querido explorar aquí, porque ninguno de los dos debe tener la menor referencia del campo literario mexicano, ni antes ni después de leer a Bolaño. Ahora tienen una vaga idea del mismo, que sucesivos estudios precisarán y que nada se parece, ni se parecerá, a la pirámide de

Víctor Jiménez

claudio zorrilla

el factor bolaño, los infra y algo más

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¿FUE USTED QUIEN PIDIÓ UN BOLAÑO? Eduardo Pitta

Hubo un tiempo en que intercambiábamos libros como los drogadictos intercambian jeringas. Horas al hilo con Carson McCullers, Saul Bellow, Truman Capote, Mary McCarthy, Dashiell Hammett, Jack Kerouac, Edith Wharton y otros. Noches perdidas mientras discutíamos si El corazón es un cazador solitario o si Carpe diem. Kubrik y Truffaut obligándonos a salir a leer a Anthony Burgess y Ray Bradbury por culpa de Naranja mecánica y Fahrenheit 451. Primicias en una página literaria, en 1968, a cuenta de lo que Mike Nichols había hecho al Albee de ¿Quién teme a Virginia Woolf? Una temeridad: el niño entre los doctores. Tiempo de protesta, descubrimiento y crecimiento: Bob Dylan y Jacqueline du Pré, Godard y Bodganovich, Chet Baker y Britten, Sartre y Érico Verissimo, Bacon y Lichtenstein, Kennedy y Régis Debray, Knopfli y T.S. Eliot, los Beatles y Joan Baez, Auden y Clarice Lispector, Hockney y Edward Hopper, Beckett y Arthur Penn, Mick Jagger y Mary Quant. Más que nada, tiempo. El tiempo se acabó. El tiempo de las posibilidades de un punch hecho a base de ron, Coca-Cola y Dramamine. Cada época impone sus protocolos. En 1966 estaba prohibido no haber visto Blow-Up, de Antonioni. ¿Quién no discutió sobre el juego del gato y el ratón entre David Hemmings y Vanessa Redgrave? Hoy es un oprobio no haber leído 2666, de Roberto Bolaño. La traducción portuguesa de Cristina Rodríguez y Artur Guerra acaba de llegar a las librerías, no se sabe exactamente para qué, porque “toda la gente” leyó el libro en el original castellano o en las traducciones de Natasha Wimmer, Roberto Amutio y Christian Hanse (inglesa, francesa y alemana). Toda la gente. Eso deja fuera a los koalas. Quetzal Editores pensó en ellos. Roberto Bolaño murió pronto. Tenía 50 años y 20 libros publicados. Las muertes prematuras provocan siempre un tumulto groupie. Con W.G. Sebald pasó lo mismo, aunque Sebald haya muerto con unos añitos de más. Pese a quedar inacabado se convirtió en un fenómeno en el mundo de habla inglesa. El escritor Benno von Ar-

chimboldi, personaje del libro (inspirado en el médico y bacteriólogo alemán Hans Conrad Julius Reiter) y probable alter ego del autor, suscita tesis que traen a los departamentos de Literatura Comparada en un enredo. Como Archimboldi, Reiter también publicaba bajo seudónimo. Al final, incluso para un nazi, la eugenesia, o mejoramiento genético, nunca dejó de ser materia sensible. Bolaño nació en Chile, pero pasó su adolescencia e inicio de la edad adulta en México. En 1973 regresó a Santiago para luchar al lado de Allende. Pinochet tenía otros planes y el joven trotskista, fundador del Infra-Realismo poético (en aquel tiempo era sobre todo poeta) pasó ocho días en prisión. Quien lea Los detectives salvajes encontrará referencias al surrealismo punk que distinguía a este movimiento. Luego del intervalo chileno retorna a la diáspora. Esa etapa incluye la amistad con el poeta salvadoreño Roque Dalton, quien lo introduce en la guerrilla del Frente Farabundo Martí. Acusado de colaboracionismo con la cia, Dalton fue ejecutado a los 39 años por camaradas de una facción rival. Será entonces cuando Bolaño parta a Europa, donde lavará platos en restaurantes (le pasa a muchas buenas personas) antes de que le fuese otorgado el reconocimiento como escritor. Descontando su debut de 1984, con el pretexto de Morrison y Joyce y en coautoría con Antoni García Porta, su obra arranca en 1993 con La pista de hielo; sus poemas fueron compilados en Los perros románticos (2000), en una fase avanzada de enfermedad. Murió en Barcelona el 14 de julio de 2003. La fama le llegó en 2007, cuando Farrar, Straus and Giroux publicó Los detectives salvajes. Quedaba abierto el camino para 2666, que incluso como obra póstuma recibirá media docena de premios, entre ellos el inexpugnable National Book Critics Circle Award. Creo, aunque no lo juro, que habrá sido el único autor de lengua extranjera en haber recibido este galardón. En un tiempo en que los escritores comienzan por ser profesores y acaban como escritores-residentes de las Ivy Leagues posibles, Bolaño es una reminiscencia de los tiempos del cólera. 87

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ROBERTO BOLAÑO: A SIETE AÑOS DE AUSENCIA Jorge Zepeda

Roberto Bolaño llegó a México en 1968 y regresó a Chile para defender el régimen legítimo poco antes del golpe militar de Pinochet. Cuando el derrocamiento de Salvador Allende fue un hecho, pudo salir de prisión gracias a un antiguo compañero de estudios que intercedió por él. Luego de volver a México para una estancia de varios años, se instaló finalmente en España, donde pasaría el resto de su vida. Era la época en que México representaba una alternativa real de refugio ante las dictaduras del Cono Sur, función que cumplió para quienes deseaban encontrar continuidad a sus vidas frente a la imposibilidad de hacerlo en tierra propia. Habida cuenta de estos mínimos detalles biográficos, Roberto Bolaño podría contribuir a desmitificar de manera definitiva una etapa como la de la segunda mitad de los setenta, en que México acogió a una gran cantidad de transterrados. La presencia de Bolaño en México, marginal a fin de cuentas —no un académico en busca de plaza en alguna universidad, no un escritor más o menos conocido, no un represaliado notorio—, muestra los límites de la imagen de ensueño que todavía recrea entre suspiros esa versión sentimental de la izquierda mexicana a la que le basta con firmar crónicas sensibleras y asumir una superioridad moral que muchas veces sólo existe para consumo propio. También, al mismo tiempo, derruye la imagen utópica de los adolescentes con aspiraciones literarias que sobrevive incluso entre las generaciones más recientes, tan “posmodernas” e “irreverentes”. La propuesta anterior podría despertar, por sí sola, justas sospechas, pero la trayectoria de Bolaño muestra hasta qué punto las actitudes iconoclastas de los personajes de Los detectives salvajes representaban para su autor la alternativa a la mediatización de la literatura y su utilización con fines meramente políticos; una forma de resistencia. Ésa, que podría considerarse una toma de postura ingenua, propia de un adolescente, queda respaldada por la calidad de la novela, que obtuvo el Premio Herralde y el Rómulo Gallegos en 1998. El acierto de Bolaño consiste en concentrar en su texto la crónica de las experiencias de un grupo de adolescentes aspirantes a escritores que bajo la bandera de la actitud vanguardista del real-visceralismo llevan al lector a un recorrido por la el factor bolaño, los infra y algo más

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de los críticos”). Todo ello relatado con conocimiento humano de las circunstancias narradas, pero sobre todo con verdadero talento, lo cual ofrece al lector personajes complejos, sólidos y verosímiles con quienes establecer un vínculo de identificación o distanciamiento. Las novelas sucesivas continúan la historia y amplían a su vez épocas, escenarios y dimensiones que nos muestran la (ficticia) ciudad fronteriza de Santa Teresa —en el norte de México— desde la perspectiva de un exiliado chileno inserto en la vida universitaria (“La parte de Amalfitano”), o a partir de la mirada de un periodista norteamericano que profundiza en los acentos de muerte, sordidez y violencia (“La parte de Fate”) que terminarán por imponerse en el relato descriptivo de una aparentemente interminable sucesión de hallazgos de cuerpos de mujeres asesinadas, en la transposición literaria de los feminicidios de Ciudad Juárez (“La parte de los crímenes”), para saltar luego al Bildungsroman del escritor, desde su infancia hasta hallarse bien entrado en la madurez y enlazar, por fin, las secciones precedentes (“La parte de Archimboldi”) para dejar sumido al lector en la interrogante de cómo habría concluido esta última novela que Roberto Bolaño preparó para su publicación si hubiese tenido más tiempo antes de morir el 14 de julio de 2003. Pero esa pregunta resulta tan ociosa, tan típica de las especulaciones pseudoliterarias de las que se abusa en la concepción imperante de la crítica actual, que no vale la pena profundizar en ella. Basta traer a cuento el final de esa otra persecución de un autor huidizo novelada por Bolaño, la de Cesárea Tinajero en Los detectives salvajes, para recordar que una meta tan idealizada, tan mitificada por aquellos que la han reconocido como su razón de ser, resultaría, una vez alcanzada, un asunto totalmente anticlimático, incluso antiliterario. La obra de Roberto Bolaño recibe en estos momentos la atención de gran parte de la crítica norteamericana y un sector considerable del público lector perteneciente a las generaciones más recientes en el ámbito de la lengua española. La solidez de su narrativa resulta ajena a los desplantes de quienes proponían hace poco más de una década la bancarrota de los valores literarios hasta entonces vigentes y la necesidad de recrear la literatura mexica-

Ciudad de México y por el ambiente literario de mediados de los setenta. Estructurada en capítulos testimoniales que cambian de narrador, la perspectiva se modifica y aparecen ante el lector distintas versiones de los hechos. Nada novedoso resultaría de una estrategia narrativa semejante, que, por otra parte, tiene ya su trayectoria. El logro literario de Bolaño es transmitir el cambio de estilo con cada declarante que se aventura en la reconstrucción de su convivencia con los protagonistas de la novela, Arturo Belano (trasunto del mismo Roberto Bolaño) y Ulises Lima (modelado a partir del compañero de aventuras de Bolaño, Mario Santiago). Tales deslizamientos en el enfoque de los hechos narrados conllevan una sensibilidad ante las anécdotas que potencia su contenido más allá de los posibles gestos de reconocimiento que el lector mexicano puede dar ante los usos y costumbres del medio literario, las manías persecutorias de cierto Nobel con tendencias caciquiles y la explotación del aura del poeta maldito como inevitable gesto de identidad entre quienes aspiran a ser escritores, a impulsar una revista, a hacerse oír en un medio en el que —todavía— sobran las propuestas y escasean la solidez y el talento. La prueba definitiva del valor literario de Los detectives salvajes es que se sostiene como novela incluso leída fuera de México; el mejor ejemplo de ello es la insistencia de buena parte de la crítica española en olvidar el escenario de las correrías de Belano y Lima y acentuar, en cambio, la marginalidad de los protagonistas y su reparto de secuaces en distintos puntos del planeta, además de resaltar el hecho de que Bolaño escribió su obra narrativa ya como residente en Cataluña. Seis años después de la anterior apareció 2666, libro en el que confluyen cinco novelas cuyo denominador común es el rastro explícito, insinuado o paralelo del escritor Benno von Archimboldi, novelista alemán al que siguen la pista (infructuosamente) un grupo de académicos europeos obstinados en descifrar su obra y su biografía. Asistimos, así, al momento epifánico en que cada uno de ellos (un francés, un español, un italiano y una inglesa) se encuentra con alguna de las muchas novelas de ese autor inasible que termina por dominar sus trayectorias profesionales, y a su apropiación del tema en el terreno de los congresos y las publicaciones especializadas (“La parte 89

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na a partir de una concepción más bien provinciana del cosmopolitismo. La figura del escritor escapa a la corteza de mitografía contracultural con que la han recubierto muchos de sus frecuentadores, e incluso al plan mercadológico del que la ha hecho objeto su más reciente editor anglosajón. En la recepción crítica de sus dos principales novelas son reconocibles los rasgos de otros casos en que el discurso crítico delata la irrupción de una gran obra, a ratos incomprendida, malinterpretada o hasta mistificada, pero invariablemente identificada como tal. En la primera novela de las cinco que conforman 2666 puede leerse un párrafo que, toda proporción guardada, podría traer a la memoria el destino de las traducciones de la obra de Bolaño en el mundo literario norteamericano:

próxima temporada navideña’, aunque para ello falta ver si el público, de un país al que nunca se le han dado bien las traducciones de títulos de ficción, cae rendido a Bolaño”.2 Dado su énfasis en el tema de las ventas y la idoneidad de las novelas de Bolaño como obsequio de fin de año, es inevitable identificar aquí, una vez más, las motivaciones concretas que conducen a la traducción de una obra latinoamericana en el mercado editorial norteamericano.3 Como todo el ámbito anglosajón, Estados Unidos resulta impermeable la mayor parte del tiempo a cualquier texto no escrito originalmente en lengua inglesa. Suele perderse de vista, sin embargo, que ninguna operación de mercadeo prospera más allá de un cierto margen. Superado el límite de las estrategias de promoción, los lectores norteamericanos hallarán en la narrativa de Bolaño algo más que lo que sus editores han querido encontrar en ella. El hecho se ha trivializado la mayor parte de las ocasiones, y una reacción semejante sería una señal aislada si no fuera de por sí sospechosa la atención que los escritores jóvenes suelen prestar a Roberto Bolaño. Esta pretendida admiración no deja de despertar todo tipo de reservas cuando se tiene en cuenta que quienes aseguran tener presente su ejemplo como lección para producir la literatura venidera —al menos en México— aspiran a convertirse en becarios y subsidiarios de una serie de políticas de apoyo oficial a la creación literaria (o ya lo son). Es ésta una situación a todas luces contrapuesta a la actitud vital de Bolaño, que desempeñó cualquier tipo de empleo precario para subsistir mientras se dedicaba a producir textos que enviaba a los numerosos concursos literarios existentes en España, donde se instaló desde finales de los setenta. El lector concordará en que no es lo mismo hacer de la literatura un modo de vida que convertir la creación literaria en el centro de ésta.4 Roberto Bolaño es un escritor latinoamericano. No por la imposición de esa etiqueta a la que tan a menudo se apelaba entre los sesenta y los ochenta —y que se asumía como la coronación de un activismo muchas veces panfletario e ineficaz—, sino por la escritura de un par de novelas que se complementan de manera óptima. Ade-

[…] nadie de sus colegas aún vivos lo había visto jamás, no existía ninguna biografía suya en alemán pese a que la venta de sus libros iba en línea ascendente tanto en Alemania como en el resto de Europa e incluso en los Estados Unidos, que gusta de los escritores desaparecidos (desaparecidos o millonarios) o de la leyenda de los escritores desaparecidos, y en donde su obra empezaba a circular profusamente, ya no sólo en los departamentos de alemán de las universidades sino en los campus y fuera de los campus, en las vastas ciudades que amaban la literatura oral o visual.1

Toda proporción guardada, porque no podría pensarse directamente en el mismo Bolaño como objeto de esta descripción, que corresponde al personaje del novelista Benno von Archimboldi, una figura contraria a la disponibilidad inmediata de casi cualquier autor contemporáneo (en especial si se trata de escritores de best-sellers), por lo general ávidos de entrevistas, firmas de libros y publicidad. No deja de resultar inquietante que el éxito de Roberto Bolaño entre los escritores jóvenes se base casi exclusivamente en esa aura de marginal cuyo repertorio de leyendas resulta ya, en estos momentos, francamente rutinario. Su éxito de ventas proviene también, en parte, de la facilidad para asociar los estereotipos ligados a figuras destacadas de la cultura estadounidense como William Burroughs, Allen Ginsberg, Jack Kerouac o (incluso) Jim Morrison con los protagonistas de Los detectives salvajes y 2666. Dicha tendencia se ve reforzada por su recepción en Estados Unidos, como queda claro en el caso del reseñista de The New York Review of Books: “La revista neoyorquina augura que 2666 se convertirá en ‘el éxito de ventas literario más de moda para la

2 Nota de la agencia efe, “Aguardan en EU llegada de 2666, de Roberto Bolaño”, El Universal http://www.eluniversal.com.mx/notas/556120.html, 17 de noviembre de 2008. 3 A este tema dedica un estudio detallado Sarah Pollack (“Latin America Translated (Again): Roberto Bolaño’s The Savage Detectives in the United States”, Comparative Literature, 61, 3, Summer 2009, pp. 346-365). 4 Ignacio Echevarría se refiere a este proceso de construcción de sí mismo como escritor que Bolaño llevó a cabo: “Recordemos que pasó veinte años de su vida siendo un escritor ignorado, desconocido, que concurría rutinariamente, para sobrevivir, a toda suerte de concursos literarios, la mayoría de poca monta. […] Bolaño debió ser poseído muchas veces por el miedo a ser malo, miedo a no ser reconocido, a no dejar huella. Miedo al fracaso y al ridículo. ¿Cómo no iba a sentir él mismo ese miedo? Nadie mejor que él lo comprendió. Lo característico, en su caso, aquello que lo distingue, es el modo en que hizo frente a ese miedo” (“Los intelectuales sin sombra”, Laberinto, 152, 13 de mayo de 2006, p. 5).

1 Roberto Bolaño, “La parte de los críticos”, en 2666, Anagrama, Barcelona, 2008 (Compactos, 462), p. 30.

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más de identificarse como escritor latinoamericano cuando la situación le reclamaba una toma de postura al respecto,5 Bolaño logró en Los detectives salvajes una obra cuyo tema es el de los latinoamericanos por el mundo, como lo presenta la segunda parte —homónima— de esa novela. Y es latinoamericano el autor que da vida en la ficción a los distintos personajes de 2666, desde los especialistas europeos en la obra de Archimboldi hasta los funcionarios polacos colaboracionistas que escenifican un nuevo ejemplo de la “banalidad del mal” que Hannah Arendt advirtió en Eichmann durante el juicio en Jerusalén. Bolaño da tratamiento literario a los crímenes contra mujeres en Ciudad Juárez y convierte la ciudad de Santa Teresa en el punto de convergencia de tramas y personajes, en un ejercicio que tendría que hacer reflexionar sobre sus desvaríos a quienes han pretendido indagar en la naturaleza del mal sin dejar de lado su formación exclusivamente libresca y su profunda dependencia de los estereotipos y los lugares comunes derivados de la cultura de masas. Es muy fácil jugar a ser Baudelaire, el conde de Lautréamont o Rimbaud mientras exista la certeza de cobrar puntualmente las becas para jóvenes creadores o recibir el depósito mensual de los subsidios para “editoriales independientes”. Pero jugar a ser émulo de Bolaño no garantiza escribir, al paso de las décadas, la gran novela latinoamericana que es Los detectives salvajes. Ni —tampoco, qué pesar— la gran novela a secas que es 2666. Es muy fácil jugar a ser suicida. Pero nada obliga al que finge serlo a cumplir su amenaza. Por otra parte, Bolaño convirtió en literatura los recuerdos de sus experiencias contestatarias y vanguardistas cuando ya estaba en plena madurez, y después de haber explorado con disciplina los temas que le preocupaban hasta obtener las armas que le permitieran dar forma a sus obsesiones. He ahí la diferencia entre Bolaño y la caricatura de Bolaño y de su obra a la que tributan admiración muchos de sus émulos actuales, carentes de la necesaria distancia estética ante sí mismos y sus aficiones como para poder convertirla, a la larga, en distancia creativa. Tras la muerte de Bolaño han aparecido libros de recopilación de sus ensayos y conferencias, novelas (reeditadas e inéditas) que encajan de manera coherente en

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sus temáticas predilectas, libros de esa poesía que el escritor nunca dejó de cultivar porque siempre se consideró poeta, y hasta un volumen que reúne los tres libros de cuentos que publicó en vida —precisamente el tipo de libro que en otro momento hubiese sido impensable en un caso como el suyo si no mediara el aval de sus dos principales novelas. No hay que subestimar la importancia del cálculo económico en estas decisiones, pero recriminar a los herederos del autor una supuesta avidez de ganancias subestimaría el talento que Bolaño depositó en cada uno de esos textos mientras construía con trabajo frente al papel en blanco y frente a sí mismo una trayectoria consistente con sus convicciones literarias y personales. Las “denuncias” que en apariencia defienden la pureza artística provienen con frecuencia de quienes nada arriesgan ni apuestan por su propia obra, puesto que formulan sus reproches al amparo de becas y subsidios financiados con dinero público. Prestar atención a ese tipo de discursos sólo contribuye al aura de incomprendido genial e irracional con que desean rodear al verdadero escritor quienes quisieran desactivar su ejemplo incómodo en el estado de cosas actual (y el de Bolaño no es el único caso en que ocurre algo semejante). El lector es libre para acercarse a su obra y comprobar, por sí mismo, cuánto difiere el autor de Los detectives salvajes de la multitud vociferante de imitadores y críticos de suplemento dominical pretendidamente iluminados. Para contrariedad de todos ellos, Roberto Bolaño es un escritor latinoamericano cuya obra nadie ni nada —ni siquiera su propio éxito— ha podido acallar.

5A l hacer uso de la palabra durante la ceremonia en la que recibió el Premio Rómulo Gallegos, Bolaño afirmaba: “[…] a […] Bolívar […] no le hubiera disgustado una América Latina unida, un gusto que comparto con el Libertador, pues a mí lo mismo me da que me digan que soy chileno, aunque algunos colegas chilenos prefieran verme como mexicano, o que digan que soy mexicano, aunque algunos colegas mexicanos prefieren considerarme español, o, ya de plano, desaparecido en combate, e incluso lo mismo me da que me consideren español, aunque algunos colegas españoles pongan el grito en el cielo y a partir de ahora digan que soy venezolano, nacido en Caracas o Bogotá, cosa que tampoco me disgusta, más bien todo lo contrario. Lo cierto es que soy chileno y también soy muchas otras cosas” (“Discurso de Caracas”, en Edmundo Paz Soldán y Gustavo Faverón Patriau (comps.), Bolaño salvaje, Candaya, Barcelona, 2008, p. 38).

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LOS INFRA Y ALGO MÁS Conversación con José Vicente Anaya

Julio Moguel: Creo que hoy es del mayor interés para los que aman la buena letra tener ideas más aproximadas sobre “el factor Bolaño” —y lo que se denominó el movimiento o el grupo Infrarrealista—, pues ha logrado por una u otra vía sentar un significativo precedente en la literatura nacional y aun en la universal (las novelas de Roberto Bolaño, por ejemplo, ya han sido traducidas a diversas lenguas). Tú fuiste uno de los fundadores del grupo y te mantienes vivo y activo en el terreno de la producción poética y de la crítica literaria. ¿Qué nos puedes platicar al respecto?

argentina Diana Valessi, los mexicanos Cuauhtémoc y Ramón Méndez, Sergio Loya, Mario Santiago (quien más tarde se agregaría el apellido de Papasquiaro, el pueblo en que nació José Revueltas), Lisa Johnson, Uriel Martínez, Jesús Luis Benítez (“El Buquer”), Estela Ramírez, Saide Sesín, Darío Galicia, Orlando Guillén, el argentino Jorge Boccanera, los chilenos Roberto Bolaño, Bruno Montané, Juan Esteban Harrington. También entraban en la lista artistas plásticos como Carla Rippey y Rodolfo Zanabria (Monjarás-Ruiz también es pintor). Entre todos los mencionados hasta aquí se encuentran los 20 que fundamos el grupo Infrarrealista, así como los que fueron —digámoslo así— amigos y simpatizantes del grupo, en algunos casos, como es natural, con sus definidas divergencias. En 1975 comenzamos a hacer reuniones frecuentes para discutir sobre la posibilidad de formar un grupo de poetas que marcara claras diferencias con aquellos que se encontraban apegados al status quo de la cultura mexicana. Nuestras inclinaciones estaban por el lado de una poesía apegada a la vida y a la rebeldía; nuestras simpatías se cargaban hacia los poetas de la generación beat, los pop de Liverpool y los eléctricos de París. Sin que estuvieran ausentes los futuristas, los dadaístas, los surrealistas, etcétera. El grupo original del Infrarrealismo fuimos Lorena de la Rocha, Lisa Johnson, Mara Larrosa, Vera Larrosa, Gelles Lebrija, Estela Ramírez, Guadalupe Ochoa (empiezo a mencionar a las mujeres porque muchas de ellas han sido olvidadas, incluso por los hombres del grupo), Víctor Monjarás-Ruiz, Ramón Méndez, Cuauhtémoc Méndez, José Peguero, Rubén Medina, Darío Galicia, Mario Santiago, Jorge Hernández (“Piel Divina”, creo que el apodo se lo puso Mara), José Rosas Rybeiro, Roberto Bolaño, Bruno Montané, Juan Esteban Harrington y yo.

José Vicente Anaya: En 1974, después de que se deshizo la revista Poesía Militante, un grupo de poetas —en el que se encontraba Lorena de la Rocha, Mara Larrosa, Carlos Rodolfo Rodríguez de Alva y Víctor Monjarás-Ruiz— formamos un grupo que se reunía semana tras semana, a manera de taller, para leer nuestros trabajos y también a otros muy diversos poetas de acá y de otras partes del mundo. Sosteníamos entonces que la poesía debía estar ligada a la vida real, alejada de ejercicios meramente especulativos, por lo que presumíamos de ejercer un cierto vitalismo poético. Para ese entonces yo ya había empezado a traducir a poetas de la generación beat como Allen Ginsberg y Gregory Corso. En ese tiempo yo compartía un departamento con el poeta venezolano Enrique Arenas (por él leímos a muchos poetas de su país), en la calle de Nueva York de la colonia Nápoles, domicilio que recibía visitas frecuentes de otros poetas como Vera Larrosa, Ramón Méndez y Felipe Aguirre. De 1974 en adelante, además de los poetas que he mencionado, coincidíamos en fiestas, en bares y en el Café La Habana con poetas como el nicaragüense Julio Valle-Castillo, el ecuatoriano Fernando Nieto Cadena, la 93

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JM: Roberto Bolaño se ha convertido en los últimos tiempos en un novelista con reconocimiento importante en el nivel internacional. ¿Qué nos puedes decir sobre él y su relación con los infra? ¿Qué, sobre la relación entre él y tú? ¿Fue él quien fundó el grupo? ¿Qué papel tuvieron otros personajes?

grupo de 20 y algunos más era muy festivo; la vida cotidiana la tomábamos por el lado lúdico. Las reuniones para formar el grupo e ir llevando acuerdos de nuestras propuestas se realizaron varias veces en nuestros departamentos, donde Bruno vivía con sus padres, otras en mi departamento de la Nápoles, y de manera informal en el Café La Habana (donde conocí por cierto al español Juan Cervera, del segundo exilio por su militancia antifranquista, quien fue el editor y prologuista de Pájaro de calor. Ocho poetas infrarrealistas, la primera edición y única que muestra el momento de nuestro auge: 1976).

JVA: Es mucho lo que se ha dicho del Infrarrealismo y de Roberto Bolaño en periódicos, revistas y en los circuitos del ciberespacio. Entre otras razones, por la fama de sus novelas Los detectives salvajes y 2666. Hay quienes aseguran que el Infrarrealismo fue fundado o inspirado por él. Pero las cosas no fueron tan simples. Fue de hecho una decisión de varios: de quienes decidimos asociarnos para tratar de generar una alternativa del ser y del quehacer en la literatura frente a aquellos que considerábamos conformistas y malandrines de mala pluma, fabricantes muchos de ellos de textos insustanciales. Yo aprecié la amistad y las coincidencias rebeldes con Roberto Bolaño, igual que con las otras y los otros poetas que conformamos el grupo. El Infrarrealismo nació porque había un ambiente de inquietudes y de grandes rebeldías en toda América Latina. Desde mediados de los años sesenta el continente era un polvorín. Conocí a Bolaño años antes de constituir el grupo. Te cuento la historia de manera muy breve. Yo vivía en un pequeño departamento de la colonia Condesa, donde, después del desayuno, solía permanecer en la mesa cafeteando con mis lecturas y escrituras, al lado de la puerta que mantenía abierta. Uno de esos días aporreaba la máquina de escribir (que todavía guardo conmigo) cuando la puerta se llenó con la figura de un tipo flaco, con gabardina oscura y de cabellos largos que me dijo: “Soy un genio”. A lo que yo respondía: “¡Ah!, yo también soy un genio. Pasa, te invito un café”. Era Bolaño. Se sentó y compartimos el café. Me dijo que andaba buscando poetas que fueran diferentes a los del medio conocido; que el poeta Luis Antonio Gómez (te recuerdo que con él formamos el grupo de Poesía Militante) le había dado mis referencias.

JM: ¿Y por qué 1976 fue el año de auge del grupo Infrarrealista? JVA: Por la edición de Pájaro de calor…, la lectura que hicimos en Casa del Lago, y las que tuvimos cada viernes —durante dos meses— en el foro de la librería Gandhi, programadas por José Luis Rangel. JM: Me dejas intrigado, ¿podrías decirme algo más sobre el proceso de formación del grupo, y sobre lo que siguió a partir de su formación? JVA: Recuerdo que en mi departamento discutimos el nombre que le pondríamos al grupo. Hubo varias propuestas, una que lo llamáramos Vitalismo. Bolaño propuso que fuera Infrarrealismo, con el argumento de que en las novelas de ciencia ficción los hoyos negros también eran llamados galaxias infrarreales, y que debido a su enorme concentración de energía se calculaba que en ellas sucedían las cosas más extraordinarias que pudieran llegar a imaginarse, y que así deberíamos considerarnos los nuevos poetas. Fue con esta idea que el grupo adoptó ese nombre. A finales de 1975, también en mi departamento, discutimos la necesidad de darnos a conocer con un manifiesto. En esta ocasión Bolaño y yo tuvimos una divergencia. Yo propuse que cada uno de los miembros del grupo escribiera un manifiesto, y que no importaba que se expresara un cúmulo de ideas caóticas y aun opuestas pues eso sería más significativo y atractivo, además de que ello permitiría que todos tuvieran voz. Bolaño se opuso, y dijo que él escribiría el manifiesto porque sólo él sabía lo que era el Infrarrealismo. Mario Santiago tampoco estaba de acuerdo en que hubiera un solo manifiesto, así es que finalmente se escribieron tres versiones. Es por ello que existen tres manifiestos escritos en el mismo tiempo, aunque fueron divulgados

JM: ¿Y cómo se formó el grupo? JVA: El grupo se formó después de muchas pláticas en fiestas y en reuniones en cafeterías, cafés de chinos y algunos bares del centro de la ciudad. Recuerdo varias fiestas en el departamento donde Vera y Mara vivían con sus padres y hermanos en Avenida Universidad. Aquel el factor bolaño, los infra y algo más

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periodismo crítico; Rosas Rybeiro se fue a Londres y después a París (donde ahora vive); “Piel Divina” se fue a París; Gelles Lebrija decidió viajar y años más tarde supe que trabajaba en Tijuana en un restaurante argentino; Mario Santiago hizo un largo viaje por Europa e Israel; Víctor se ocupó más de su vocación por las artes plásticas; Mara pintaba y hacía bellos collages con elementos ordinarios. En fin, como te dije, una verdadera diáspora. Yo desmonté el departamento que tenía en ese entonces en la colonia Condesa, me quedé con tres mudas de ropa, dos libros (me deshice de una numerosa biblioteca), la máquina de escribir y una mochila de espalda para largos viajes. Durante casi cinco años viajé por todo México (estuve tres meses en la Sierra Tarahumara, experiencia de mis libros Híkuri y Peregrino). Luego recalé por Texas, Nuevo México, Arizona y California, hasta volver a la ciudad de México. Todavía seguí frecuentando a Mario Santiago, pero más a Víctor Monjarás-Ruiz, a Lorena de la Rocha y a Mara Larrosa.

de manera desigual. Esos tres manifiestos son diferentes entre sí, pero los une el hecho de que representan sobre todo un grito de rebeldía expresado de tres formas...

JM: ¿Cuáles fueron algunas de las acciones desplegadas por el grupo de los infra en aquellos tiempos de su buena salud? JVA: El Infrarrealismo tuvo una vida corta pero muy intensa. Te puedo decir que de 1975 a finales de 1977 sucedieron sus mejores hechos. Los sabotajes a varias de las aburridas conferencias o aburridas lecturas de poesía (“sabotajes” que yo prefiero llamar performances) se dieron con un espíritu festivo y crítico, radical. En ese tiempo los escritores del status quo (viejos y jóvenes, de derechas e izquierdas) nos anatematizaron, y quisieron desaparecernos de la vida cultural. Solían decir que éramos unos “terroristas”. Al respecto, hace como un año en entrevista con un canal de la televisión de Nueva York (se puede consultar en youtube) Carmen Boullosa confesó que ella formaba parte del grupo de Octavio Paz y que hicieron todo por excluirnos de los periódicos, revistas y editoriales del momento. Desde luego que hubo performances de todos los tonos posibles cuyas formas y consecuencias también fueron variables. Tal vez el mejor performance fue el que algo tarde encabezó “El Buquer” en una lectura de Octavio Paz y David Huerta (la reseña de dicha circunstancia quedó grabbada en el periódico Unomásuno del viernes 25 de enero de 1980.

JM: Me parece que nos regalas ahora una información preciosa, alimentando con originalidad una historia de la que se conocen sólo algunas facetas, muchas de ellas no exentas de estar envueltas en alguna bruma de ficción. Para terminar esta conversación, ¿nos podrías hablar un poco de ti y de tu obra? JVA: Muy rápidamente, te digo que soy hijo de un carpintero y disidente obrero, Ignacio Anaya Portillo, y de Soledad Leal Bueno, hija del guerrillero villista Jesús Leal (cuyas hazañas se cantan en un corrido histórico). Nací en Villa Coronado, Chihuahua, el 22 de enero de 1947. Por muy diversas razones mi formación inicial fue bilingüe y bicultural (inglés-español, México-Estados Unidos). De allí proviene mi interés en la traducción. Mi primer esfuerzo en este sentido lo hice con el poema “El cuervo” de Edgar Allan Poe. Influenciado por el 68 (participé en dicho movimiento), y ya en 1970, empecé a publicar en revistas y suplementos culturales de la ciudad de México. Y participé entonces en la revista Poesía Militante (con poetas como Edmar Salinas, Carlos Rodolfo Rodríguez de Alba, Max Ortega y Luis Antonio Gómez), donde nos propusimos difundir nuestros poemas entre los obreros en sindicatos, manifestaciones y huelgas. En la actualidad tengo publicados más de una veintena de libros, y he traducido también a más de 20 poetas de lengua inglesa. Y, bien lo sabes, he trabajado intensamente como periodista cultural.

JM: ¿Y cuándo consideras que terminó el Infrarrealismo? Existen varias versiones al respecto. JVA: Mi opinión es que el Infrarrealismo como tal terminó en 1977, aunque Mario Santiago siguió enarbolando el proyecto. Y digo eso porque en ese año sucedió lo que he llamado nuestra diáspora: Bolaño y Bruno se fueron a España; Peguero se dedicó a estudiar cine, y que yo sepa no volvió a publicar poesía; Guadalupe se dedicó a estudiar antropología; Lorena de la Rocha, que ya era concertista de guitarra clásica y formó grupos de música renacentista y de teatro, publicó Pájaro hembra, interesante libro de poesía; Lisa Johnson se había retirado mucho antes y se dedicó a estudiar biología; Juan Esteban Harrington me dijo un día que regresaría a Chile para dedicarse al cine; Vera actuó en interesantes obras de teatro; los hermanos Méndez regresaron a Morelia, donde pusieron una panadería y más tarde ejercieron un buen 95

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DILETANTISMO Y PODER: OTRA MIRADA SOBRE OCTAVIO PAZ Víctor Jiménez

Mal está un país que no deja rincón de su vida libre del cacicazgo. No es el campo cultural la excepción, ni original llamar “cacique” a Octavio Paz, el máximo que seguramente ha tenido México en esta área. Como cualquier cacique, Paz levantaba opiniones elogiosas por todas partes: a los caciques les gusta saberse “amados”, lo que es importante para establecer un dominio sin fisuras: es malo para la imagen del cacique no recibir sino animadversión: un poco sí, pero no únicamente. Y de acuerdo con Pierre Bourdieu podemos pensar en la “homología de los campos” para ver aquí algo más que una casualidad: al fenómeno del caciquismo cultural corresponde una disposición parecida en la política y la economía de una sociedad. Paz declaró sin descanso que el escritor debía mantenerse alejado del “príncipe”, pero sólo estaba anunciando que su estrategia cultural reclamaba un poder de negociación propio, no una distancia, frente al poder político y económico. Ricardo Piglia, el escritor y crítico argentino, acertó al describir a Paz sobre todo como “un periodista”: aquí radica el origen de su poder, que convirtió en hereditario. Paz acuñó un discurso mediático que el poder necesita escuchar: simple, con una retórica que hace sentir a sus oyentes que hay profundidad donde sólo hay juegos de palabras (el ingenio de salón transformado en sabiduría) y que puede desarmar a sus opositores porque nadie es capaz de argumentar sólidamente con las mismas armas de Paz: retruécanos, oxímoros, paronomasias, etcétera. ¿Quién le puede ganar a Cantinflas una discusión? En un país con un campo cultural más sólido que el nuestro alguien del perfil intelectual de Paz, tan próximo al diletantismo, jamás hubiese adquirido relevancia. Sólo un rojo-amate

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Anaya, compilador y prologuista del libro, además de ensayista con el texto ya mencionado y con “Plagios de Paz en El laberinto de la soledad”. De Yépez se incluyen asimismo “De la índole crustácea de la poesía” y “Pazentrismo en la literatura mexicana del s. xxi”. Otros autores y ensayos compilados son: Alí Calderón, con “Octavio Paz: luz y sombra de la poesía mexicana”; Carlos Roberto Conde Romero, con “Poesía en movimiento, caducidad del instante”; Evodio Escalante, con “Octavio Paz y el arte de ametrallar cadáveres” y “Los seis errores más comunes de Octavio Paz acerca de Villaurrutia y los Contemporáneos”; José Reyes González Flores, con “El encantamiento de lo bello en ‘Piedra de sol’”; Enrique González Rojo Arthur, con “El pri de Octavio Paz. Los partidos políticos en la realidad actual del país” y Mónica Mansour, con “Sor Juana ante el discurso paradójico: un ejemplo contemporáneo”. Los títulos de los ensayos ya anticipan, sin defraudar, el interés que tiene su lectura para quien desee superar esa condición expresada por Yépez en el primero de sus ensayos que he citado: “Paz es parte de nuestro impasse”. Anaya avanza ideas importantes en la introducción a este libro: la equivalencia entre el cacicazgo cultural de Paz y el charrismo sindical de Fidel Velázquez (o Elba Esther Gordillo, agregaríamos hoy), así como la conversión del intelectual mexicano en personaje de la farándula. Aguilar Mora nos recuerda que el planteamiento fundamental de El laberinto de la soledad es racista: los “mexicanos” sobre los que pontifica Paz son los criollos, no los mestizos ni (mucho menos) los indios, que para él no existen. Y agrega Aguilar Mora: “Todavía hay mexicanos y extranjeros de diversas lenguas que citan con

poder político y económico culturalmente indigente (por ejemplo, Carlos Salinas de Gortari o Emilio Azcárraga padre) e hipersensible al diletantismo podía permitirlo. Nadie más es capaz de creer que el premio de la Academia Sueca represente una garantía de calidad literaria. La imagen de Paz ha atravesado décadas sin sufrir apenas algunos rasguños entre el gran público: éste se informa por la TV y no representa un problema. En cambio, un autor crítico como Jorge Aguilar Mora escribió La divina pareja. Historia y mito en Octavio Paz y tuvo que buscar refugio académico fuera de México, mientras su libro era descatalogado por Era. Pero no calló: en 2008 Aguilar Mora publicaba en la revista Día Siete un adelanto de otro, La fuga de la identidad. Crítica a la obra poética de Octavio Paz. La buena noticia hoy es que, con otros ensayos de diversos autores, dicho texto ha sido recogido en el libro que reseño aquí: Versus: otras miradas a la obra de Octavio Paz, editado este 2010 por Ediciones de Medianoche con el patrocinio de la Universidad Autónoma de Zacatecas y el Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde. Hay en esta publicación otros textos aparecidos con anterioridad: “El retardado surrealismo de Octavio Paz. Piedra fundacional del manierismo actual en la poesía mexicana”, de José Vicente Anaya, dado a conocer en la revista Alforja, número 43, invierno de 2007. También se divulgó, con variantes con respecto a su versión incluida en Versus, “Delicia de la glosa” (ahora “Octavio Paz: la alquimia que no”), de Heriberto Yépez, incluido en el número de la revista La Tempestad de 2008 dedicado al décimo aniversario luctuoso de Octavio Paz. Es muy buena idea que se reúnan hoy por iniciativa de José Vicente 97

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el “proceso de degeneración política y moral del monarca de la cultura mexicana”. Mónica Mansour contempla a Paz como practicante de un “psicologismo criollo” y un amasijo de contradicciones, además de considerarlo incapaz de advertir el sentido del humor de Sor Juana. La acusó de “plagiaria” y de “autodidactismo” —precisamente lo que él ejemplifica— como parte de una operación para descalificarla y coronarse a sí mismo como máximo poeta del Parnaso mexicano. La autora hace igualmente un excelente análisis de los trucos retóricos de Paz para crear “verdades”… que no lo son. Heriberto Yépez ofrece en el primero de sus ensayos un valioso informe sobre las relaciones de Paz con los infrarrealistas, a los que despreció sin atenuantes. Pero el destino reservaba una sorpresa a Paz y a Christopher Domínguez: el infrarrealismo produjo un bicho raro, Roberto Bolaño, quien se propuso “partirle la madre” a Octavio Paz y, de manera insospechada, lo hizo. Contra lo que el instinto de supervivencia de Domínguez lo lleva a sostener, en Los detectives salvajes y 2666 (los dos títulos más conocidos de Bolaño) el infrarrealista chileno ha puesto en la picota a Paz y a quienes Yépez llama “sus acólitos”. En su segundo ensayo Yépez compara a Paz con dos personajes de la farándula, Cantinflas y Héctor Suárez: el lector admitirá que ésta es una vertiente de la crítica literaria tan poco común en México como estimulante. En su tercer texto, Yépez exhibe a un Gabriel Zaid que propone su propia visión de la Biblioteca de Babel, dedicada ahora a la obra de Octavio Paz: he aquí el modelo de lo que Yépez llama “pazentrismo” en la literatura mexicana, cuyos máximos impulsores han sido, para él, Adolfo Castañón, Gabriel Zaid, Guillermo Sheridan, Christopher Domínguez y el ya finado José Luis Martínez. Una última reflexión de Yépez sobre el diletantismo al que me referí al principio: “Para los pazentristas, la Fenomenología del Espíritu de la literatura mexicana del siglo XX culmina en la Academia Sueca”. Yépez despide sus reflexiones recordándonos que los poderes político y económico sometieron (sin encontrar la menor resistencia, por lo demás) a Paz y su grupo llenándoles los bolsillos. La vieja estrategia con que esos mismos poderes habían sujetado a los caciques sindicales. Ninguna síntesis haría justicia a esta reunión de ensayos, pero lo anterior puede orientar de manera suficiente al lector. Sólo queda lamentar que en algunos de los textos falte un cuidado de edición más escrupuloso. Como el libro merece reeditarse, espero que esto se pueda remediar muy pronto.

una seguridad a veces risible El laberinto de la soledad para afirmar que conocen muy bien a México y a los mexicanos”. También sostiene, con razón, que en Paz hay una retórica antes que un pensamiento. La revisión hecha por Anaya de los vínculos de Paz con el surrealismo (del que resulta un repetidor tardío) es de gran interés, y desenmascara la ignorancia que sobre este tema profesa Fabienne Bradu. Son conocidos los plagios practicados por Paz en el Laberinto, pero el recuento de Anaya es tan exhaustivo que incluye entre éstos la propia justificación dada por el acusado para desentenderse del asunto —que los leones se alimentan de corderos—: también esta frase es un plagio. Y de paso nos vemos obligados a pensar si Paz podría haber sobrevivido en el campo académico, porque al primer indicio de plagio la carrera de un autor universitario se viene al suelo. Alí Calderón es severo en ciertos renglones de su crítica a la poesía de Paz, que encuentra anacrónica y anquilosada. Igualmente, ve en Paz al responsable de la atrofia de la crítica en México, que ejerció desde el impresionismo hasta llevarla a la extinción. Recuerda, por último, sus vínculos con Carlos Salinas y su postración frente a Televisa. Carlos Roberto Conde ubica a Paz en el campo del esteticismo cuando analiza sus reflexiones sobre la poesía, ya que ignoró siempre todo contexto sociocultural. Pero la “tradición de la ruptura” no es un oxímoron muy diferente al del nombre del partido “revolucionario institucional”. Evodio Escalante sigue la pista de algunos camaleonismos de Paz: del socialismo de su juventud a su entrega a Televisa, por ejemplo. O del rechazo al surrealismo a la adopción fervorosa del mismo. O de su crítica al poder a su conversión en ideólogo del mismo, con derecho de picaporte en Los Pinos… En este último papel, como todos sabemos, sus herederos han mostrado también la mayor actividad. José Reyes González Flores pone en evidencia el encantamiento de Paz, como poeta, con lo “bello”, lo que hace de su poesía un producto tieso, sin vida: frutos sin aroma, lluvias sin agua... Un poema como “Piedra de sol” no ofrece mayor dificultad crítica precisamente por su preciosismo. Ningún poema de Paz nos conmueve, por su artificiosidad, pequeñez e inmovilidad, precio que debió pagar por la “belleza” que persiguió como fin último de su poesía. Enrique González Rojo Arthur ve en Paz a Fidel Velázquez y también a un rey convertido en cortesano (un consejero que provee de discursos contra el cambio). Su acercamiento al pri y a la televisión comercial no fue sino

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sobre el capitalismo a単oso y las luces del porvenir


hablemos Del mambo Leonardo Padura Fuentes

Fue en México, en los días iniciales de la década del 50 y mientras compartía el escenario con la orquesta del matancero Dámaso Pérez Prado, que un joven cantante llamado Bartolomé Maximiliano Moré —que recién entonces comenzaba a nombrarse, para siempre, “El Benny”— compuso e interpretó una pieza titulada “Locas por el Mambo”, en la que decía:

mano Israel, “Cachao”, bajista y también compositor; y lógicamente, el nombre del mismo Dámaso Pérez Prado. Quizás el primer elemento que ha dado origen a todo este litigio de paternidades esté más en el terreno del lenguaje que en el de la música propiamente dicha. Porque ocurre que con la palabra “mambo” se han denominado lo que parecen ser varias formas musicales más o menos cercanas, y de ahí la confusión original a la hora de definir qué es el mambo, paso inicial necesario para llegar a saber quién lo inventó. El nombre mambo entró definitivamente en los predios de la música popular cubana en el año 1935 cuando Orestes López compuso un danzón titulado, exactamente, “Mambo” y lo llevó a la orquesta de Antonio Arcaño, que comenzó a tocarlo al año siguiente. No obstante, la palabra ya existía en el léxico popular cubano y por eso los hermanos López la tomaron para nombrar uno de sus danzones y, además, para definir un nuevo estilo —mambear— que llegó a ser conocido como el “danzón de ritmo nuevo”, una modalidad danzonera que implicaba una variación fundamental en la estructura del danzón clásico, pues a éste se le agregaba una coda en la que se le daba mayor libertad a los músicos y se hacían largas improvisaciones sincopadas para el disfrute de los bailadores. De este modo es evidente que el término “mambear” es anterior a 1935, pues con ese verbo los músicos definían cualquier tratamiento rítmico —también llamado “guajear” o “montuno”— que se caracterizara por elementos como tener libertad, inspiración, sabrosura, improvisación, polirritmia. Por otro lado, según Arsenio Rodríguez, el gran renovador del son en los años 30, uno de los padres fundadores de la salsa y conocedor de las tradiciones afrocubanas, mambo es una palabra de origen congo, usada en las fiestas de los africanos de esa cultura. A partir de esta definición, algunos expertos han asegurado que fue precisamente en el ritmo de tambores

¿Quién inventó el mambo que me sofoca? ¿Quién inventó el mambo, que a las mujeres las vuelve locas? ¿Quién inventó esa cosa loca? ¡Un chaparrito con cara de foca!

Por supuesto, el “chaparrito con cara de foca” no era otro que el maestro Pérez Prado, que ya se imponía en México, La Habana y Nueva York con el ritmo del mambo, y Benny, con la alegría de su canción inmortal, no se proponía hacer otra cosa que reconocer lo que para él era un hecho indiscutible, sin poder imaginar que, varios años después, aquella afirmación daría pie para una de las más agudas y, al parecer interminables polémicas de la historia de la música popular del siglo XX: ¿quién inventó el mambo? Si bien durante mucho tiempo todo el mundo pensó como Benny y se aceptó que el ritmo del mambo era una creación del gran compositor Dámaso Pérez Prado, con los años las opiniones se han ido complejizando y hasta modificando y, entre músicos que se sintieron escamoteados de sus méritos personales y musicólogos que han decidido escarbar la cuestión, la paternidad del mambo ha entrado en disputa y hoy son al menos cuatro los nombres que se relacionan con el origen de este ritmo: el del gran sonero Arsenio Rodríguez; el del compositor y pianista Orestes López (arreglista de la famosa orquesta danzonera de Arcaño y sus Maravillas) y el de su herrojo-amate

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ha rastreado Radamés Giro en un documentado y esclarecedor artículo sobre este tema, varios años después el propio Urfé aseguraba: “Es el danzón ‘Se va el matancero’ (1949), de Israel López ‘Cachao’, contrabajista de la orquesta de Arcaño, el que consagró definitivamente el ‘ritmo del mambo’ como el final de los danzones”, por lo que es ahora Israel López y no su hermano Orestes, y mucho menos Joseíto Valdés, el creador del mambo... Y a todas éstas, ¿qué hacía Dámaso Pérez Prado?

utilizados por estos negros que Arsenio se inspiró para hacer el primer “diablo” o mambo que se grabó en disco, y cuyo título fue “So, Caballo”. No es raro, entonces, que una personalidad tan importante de la música del Caribe, como sin duda lo es el compositor boricua “Tite” Curet Alonso, no duda en afirmar que Arsenio es el inventor del mambo. Para ello Tite, al igual que otros musicólogos, se apoya en esos diablos que tocaba el conjunto de Arsenio, en los cuales había una notable capacidad de improvisación en la que se hacía una especie de contrapunteo, que el Ciego llamaba “masacote”, del cual —según estos defensores de la tesis “Arsenio”— se nutrió Pérez Prado para escribir sus primeros mambos. Por ello comenta Helio Orovio que Arsenio “usó, desde sus números iniciales, una base rítmica de origen congo, que mezclada con pasajes instrumentales ejecutados por las trompetas, inspirados en figuraciones propias de los sones montunos tocados por los treseros orientales daban los elementos definidores del nuevo género”, o sea, el mambo. Por último, debe tenerse en cuenta, como ha dicho el propio Pérez Prado que “Mambo es una palabra cubana. Se usaba cuando la gente quería decir cómo estaba la situación: si el mambo estaba duro era que la cosa iba mal. Me gustó la palabra. Pero musicalmente no quiere decir nada”. A esta confusión de los orígenes lexicales y musicales del mambo y de la búsqueda de un progenitor único se pueden sumar criterios como los de Odilio Urfé cuando, tratando de poner cada cosa en su sitio, afirmó: “Una cosa es el guajeo sincopado que es lo que hacen la mayoría de las orquestas, como la de Arcaño; otra cosa es el diablo; y otra es el mambo”, y agrega: “La culminación del verdadero mambo es el ‘Manzanillo’ que ejecuta Joseíto Valdés con su orquesta Ideal”. Pero, como bien

Una corona para un rey Dámaso Pérez Prado es, sin duda, una de las figuras universales de la música cubana y la fructífera carrera de este pianista, compositor y director de orquesta le ha dado un lugar de privilegio que nadie puede discutirle: el de Rey del Mambo. Nacido en la ciudad de Matanzas el 11 de diciembre de 1916, se inició en la música como pianista de orquestas danzoneras —las charangas— hasta que en 1942 se traslada a La Habana y luego de pasar por varias agrupaciones, es solicitado por el notable conjunto Casino de la Playa, donde comienza a cobrar notoriedad como arreglista singular. En La Habana de los años 40 a la que llega el matancero todo era búsqueda, experimentación, furia por el baile y la diversión, libertad creativa... siempre y cuando no se perjudicara el negocio. Por eso, si ninguna escuela podía resultar mejor para un hombre como Dámaso Pérez Prado, también la capital cubana podía ser una jaula de oro en la que su talento excepcional se viera limitado por patrones de gusto y venta, como en efecto ocurrió cuando la división latina de la disquera Peer prohíbe contratar arreglos de Dámaso por sus “extravagantes orquestaciones”. Es entonces que Pérez Prado sale de Cuba buscando ambientes propicios, como los que le ofreció 101

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la ciudad que entonces estaba “en la región más transparente del aire”: el DF mexicano. Cuando Dámaso se establece en México, en 1949, el ritmo mambo ya existía, pues —como ha afirmado Radamés Giro— estando en la Casino de la Playa “las orquestaciones de Pérez Prado ya tomaban un nuevo derrotero: era el mambo que ya había cuajado en la mente del genial compositor matancero”. Entonces, si el mambo de Pérez Prado no es el de los danzoneros hermanos López ni es el “diablo” del sonero Arsenio Rodríguez, ¿qué fue lo que hizo Pérez Prado? Arduas definiciones musicológicas aparte, lo que él hizo fue, en primer término, tomar del ambiente una palabra ya pegajosa y probada para dar nombre a su música; y, en segundo pero más importante lugar, realizar tan significativos cambios de sonoridad, de orquestación y de formato que dieran como resultado algo musicalmente “nuevo” a partir de elementos ya existentes: y esa mezcla singular es el ritmo del mambo, del que en una fecha tan temprana como 1951 comentó Gabriel García Márquez: “Cuando el serio y bien vestido compositor cubano Dámaso Pérez Prado descubrió la manera de ensartar todos los ruidos urbanos en un hilo de saxofón, se dio un golpe de estado contra la soberanía de todos los ritmos conocidos”. Pero, comentando el hecho que entonces era noticia, García Márquez se acercaba a la definición: a diferencia de los danzones “con mambo”, o los sones “con diablo” —que de algún modo influyeron en el compositor matancero, como también influyeron el jazz y el swing— el nuevo ritmo de Pérez Prado traía algo nuevo, vanguardista y renovador a la música cubana: una sonoridad diferente, que era expresión de una nueva circunstancia: la vida de la ciudad moderna. Para alcanzar esta sonoridad distinta Pérez Prado debió trabajar arduamente en la melodía, la armonía y el ritmo a través de una sección de metales que se distinguía por el uso de saxofones —inexistentes en el son y el danzón y más propio de la jazz band—, mientras encargaba a la percusión cubana la base rítmica esencial. De este modo, todas las influencias y hallazgos anteriores pasaron por el fino tamiz de una concepción renovadora que alcanza su forma definitiva hacia 1951, cuando Dámaso graba su segundo álbum mexicano, Qué rico mambo, y vende más de 4 millones de copias, que de algún modo explican por qué son tantos los interesados en la paternidad del mambo. Creo que la novedad del mambo quizás tuvo su mejor definición en la que, también en 1951, diera el erudito Alejo Carpentier al afirmar:

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Creo [...] que el mambo presenta algunos rasgos muy dignos de ser tomados en consideración: 1. Es la primera vez que un género de música bailable se vale de procedimientos armónicos que eran, hasta hace poco, el monopolio de compositores calificados de ‘modernos’; 2. Hay mambos [...] de una invención extraordinaria, tanto desde el punto de vista instrumental como desde el punto de vista melódico; 3. Pérez Prado, como pianista de baile, tiene un raro sentido de la variación, rompiendo con esto el aburrido mecanismo de repeticiones y estribillos; 4. Todas las audacias de los ejecutantes norteamericanos del jazz han sido dejadas atrás por [...] el más extraordinario género de la música bailable de nuestro tiempo.

La discusión sobre la paternidad del mambo puede parecer, a estas alturas, un conflicto sin sentido organizado por ciertos puristas de los “orígenes” de las cosas. Sin embargo, fueron algunos de sus protagonistas musicales los que pusieron la leña en este fuego. Por ejemplo, el director de orquesta Antonio Arcaño fue, por mucho tiempo, el más encarnizado enemigo de la “paternidad” del mambo que se atribuía a Pérez Prado y dijo en una ocasión: Pérez Prado se alejó completamente del verdadero mambo que creó López [Orestes], pero con lo que él salió a la calle, y lo que avala al principio, es la palabra mambo, que ya estaba hecha en Cuba. En 1940 el mambo se conocía ya en América Latina.

De lo que puede quedar claro que lo tomado por Dámaso es la palabra mambo y no el ritmo, aunque también se dice que el verdadero mambo lo creó López. Sin embargo, el propio Arcaño, luego de discutir los méritos del matancero, trató de sajar la disputa llegando a un pacto de caballeros en el que le entregaba a cada uno lo que a cada uno le pertenecía y admitió: “López fue el precursor y Pérez Prado el creador”. Dámaso, por su parte, aprovechó la altura de su trono para desentenderse, en muchos casos, de la aguda controversia en cuanto al origen y creación del mambo. Quizás él mismo, que sabía de dónde había sacado “todo” lo que vertió en el mambo, sospechaba que su paternidad no era total, y prefirió moverse por ramas más anecdóticas en muchas de sus declaraciones, aunque siempre insistió en algo: él había hecho algo nuevo.

El destino universal del mambo En la memoria visual de los cinéfilos hay una imagen que, como el final de Casablanca, la promesa de Scarlet 102


dirán todavía algunos— por Pérez Prado tenía abierto los senderos de una conquista que los llevaría a Europa y hasta el lejano Japón, donde el cubano se convierte en un ídolo musical. Por eso, sea obra de quien sea, lo cierto es que el ritmo inventado fue, junto al chachachá y al rock and roll la gran sorpresa musical de los años 50 y por eso su dominio alcanzó al mundo entero y el responsable de tal hazaña no fue otro que Dámaso Pérez Prado. El Rey del Mambo estableció así una monarquía, eterna y única, capaz de convertirlo en uno de los músicos populares más influyentes del siglo por haber sido el hombre que hizo decir “¡Uhhh!” al mundo entero, gracias a esa cosa loca llamada mambo.

O’Hara o las escaleras de Potemkin, pertenece a la galería de las inolvidables: es Anita Eckberg, en La Dulce Vida, moviendo caderas y nalgas ante nuestros ojos, al ritmo de “Patricia”, uno de los mambos de Pérez Prado. Pero, antes de llegar al gran cine italiano, el mambo ya había conquistado el mundo y, como muchas veces, esa conquista debió comenzar por Nueva York, a donde llegó por primera vez Pérez Prado en 1952. A partir de entonces [...] tal fue el arraigo de este género en Nueva York que en 1953 el pianista y orquestador cubano Joe Loco organizó una gira que abarcó las principales ciudades de los E.U. a la que denominó Mambo-USA, la que repitió en 1954 con un mayor número de músicos: Machito y sus Afrocubans, Tito Rodríguez, Damirón, Facundo Rivero, César Concepción.

* En la bibliografía existente sobre el asunto del origen del mambo hay dos textos que recomendamos al lector: el artículo “Todo lo que usted quiso saber sobre el mambo...”, de Radamés Giro, publicado en La Gaceta de Cuba, nov-dic, 1992 —y del que tomo gran parte de la información utilizada— y el libro de entrevistas de Erena Hernández, en el que aparecen opiniones de Orestes López, Antonio Arcaño y Pérez Prado sobre el polémico asunto de la “paternidad” del mambo.

Y agrega Radamés Giro: No escaparon de la fiebre del mambo músicos norteamericanos como Charlie Parker, Perry Como, Rosemary Clonney, Les Brown, Stan Kenton, Woody Herman, Billy Taylor, Art Pepper, Sonny Rollins, Errol Gardner, Carl Tjader, Shroty Rogers, Howard Rumsey, Cont Basie, Dizzy Guillespie y otros.

Tal densidad de cultores permitió, incluso, lo que Strom Roberts calificó de escuela neoyorquina del mambo, donde se produce una aclimatación de la “música salvaje” y de “arranques caníbales” del matancero a un gusto mucho más mediatizado, en el que medraba la edulcorada concepción de los ritmos latinos de Xavier Cugat. No obstante, músicos como los dos Titos —Puente y Rodríguez— hicieron aportes tan significativos que Roberts asegura que: “Si Pérez Prado simboliza el impacto que el mambo tuvo en gran parte del público estadounidense, Tito Puente y Tito Rodríguez simbolizaron su logro de creatividad”. Pero el mambo no sólo mantuvo su influencia en la música de estos latinos sino que, al incidir sobre tantos músicos del Norte, hace aportes al jazz y, en reconocimiento de esta mutua influencia mambo-jazz quedan, entre muchos testimonios, el “Mambo a la Kenton” escrito por Armando Romeu pero editado en disco como propio de Pérez Prado, por lo que Stan responde con “Viva Prado”, en homenaje al matancero, a quien, por demás, Stan Kenton, igual que Guillepie y Artie Shaw, siempre estimó como el creador del mambo. Dominado un público tan exigente y dado a los estereotipos, como sin duda lo es el norteamericano, el camino universal del polémico ritmo creado —¿creado?, 103

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UN 15 DE SEPTIEMBRE, DOSCIENTOS AÑOS DESPUÉS Cecilia Lartundo

El 15 de septiembre me encaminé al desfile tratando de rescatar, de entre los escombros que vivimos a diario, un poco de esperanza, y acaso también un poco de patria. Y lo hice con mis hijos pues, pensé: “Se requiere que los niños aprendan, que se acerquen a nuestras celebraciones aun en estos tiempos de violencia y de desigualdad, de descrédito y de mentiras.” Y seguí pensando: “Creo que todavía podemos rescatar algo del país, a pesar de que se está deshaciendo entre las manos, pero que no son nuestras manos, sino la de quienes no saben, no quieren, no pueden…” Nuestro recorrido se inició en el Castillo de Chapultepec, pensando que era necesario, primero, hurgar un poco en la historia. Pero al llegar al Castillo encontramos la mala noticia de que “como era el 15 de septiembre del Bicentenario se había cerrado antes” (ello en contra de nuestra consulta previa, en la que habíamos cotejado horarios). Así es que a las 3 de la tarde, con el ánimo listo, nos quedamos fuera. Y no éramos los únicos: la misma suerte corrieron unas familias que venían de Chicago, otras de Los Ángeles, otras más de entidades distantes del país. Y todas —comentamos ahí— con la misma idea de nosotros: dar a los hijos un poquito de historia, algo de lo que nos queda de patria. Pero de nada valieron nuestras peticiones, quejas y súplicas, pues los guardias tenían, claro, órdenes precisas: el museo de historia se encontraba cerrado ¡por el festejo del Bicentenario! Tomando aire y queriendo mantener el ánimo, de camino hacia Paseo de la Reforma, le fui platicando a mis hijos cómo los mitos son un valioso recurso para crear y reproducir el sentido de identidad. Y mencioné los casos del Pípila, o de Rolando el Furioso —para el caso de Francia— o del Cid —para el caso de España. En el mito las rojo-amate

naciones encuentran una manera sencilla y clara para integrar a grupos y personas con diferencias. Les señalé cómo de esa magnificada integración de imagen que viene de la historia, la narración oral y la leyenda, es posible unificar y elevar las mejores cualidades de las culturas y los pueblos. Muy animados estaban los chicos con la plática, cuando al cruzar la glorieta del metro Chapultepec nos topamos con la suciedad absoluta: justo al lado de la Secretaría de Salud las alcantarillas de aguas negras rebosaban, dejando salir, a borbotones, liviados pestilentes que, unidos con la gasolina y los aceites quemados de los camiones urbanos ahí estacionados en barrera infranqueable para los transeúntes, eran el sostén insalubre para botellas y envases tirados. Poca historia se puede sostener ante esta realidad; muy poca esperanza cuando al lado de la institución rectora de salud en el país hay semejante foco de enfermedades en absoluto agravio. Con todo, nos dimos a la tarea de saltar semejantes obstáculos y ofrecí un premio a quien no cayera en los múltiples pozos que, en la calle, eran disimulados, a manera de trampa mortal, por las aguas negras. “Mañas de una mamá” me dije, mañas para rodear la realidad y no salir lastimado en el intento; reto cotidiano de todos los mexicanos. Ya en Reforma y felicitando a mi hija por no haber caído en las cloacas, ella, de apenas 8 años de edad, dijo: “bueno mamá, nosotros con tenis y tomándolo a juego pudimos pasar sin ensuciarnos, pero ¿qué hacen las gentes que todos los días van a su trabajo, que llevan a sus hijos a la escuela y no tienen más remedio que pasar por aquí? ¿Qué hacen cuando para ellos no se trata de un juego? 104


Continuamos la caminata por el Paseo de la Reforma plenos ya del entusiasmo patriótico que deseábamos vivir. Pero nos topamos otra vez con la cruda realidad: pelotones de policías a cada 100 metros que, con escudos y toletes, esperaban agrupados y en actitud envalentonada como si buscaran, con mirada agresiva e insolente, que algún ciudadano diera la más mínima oportunidad para ejercer el poder de la violencia institucional. La circunstancia era entonces significativamente contradictoria y contrastante: por un lado las familias o las parejas con las caras iluminadas por la alegría —algunas de ellas con la cara pintada por nuestro símbolo tricolor— esperando la fiesta nacional, su fiesta; por el otro policías federales, auxiliares, los de la ciudad de México y hasta la policía bancaria que, encaramados en torretas de grúa con vidrios polarizados, tenían en la mira a todos en actitud amenazante. Con el ruido de fondo de helicópteros que daban vueltas sobre nuestras cabezas. En cerrado estado de sitio, entonces, para “nuestra tranquilidad”. Queríamos mirar hacia otro lado; queríamos, sin decirlo, borrar esa imagen de fuerza que poco tenía que ver con la seguridad y sí mucho con el control poblacional. Al seguir avanzando hacia el Ángel de la Independencia, y como si hubiera sido una callada consigna, guardamos un minuto de silencio hasta que mi hijo, que espera ser aceptado en la escuela de medicina de la UNAM, nos señaló los puestos de auxilio que el gobierno de la Ciudad había instalado en cada uno de los cruces de Reforma: blancas y amplias tiendas de campaña luciendo el logo de la ciudad, con el Ángel como guardián, esta vez, de la integridad y salud de los paseantes. “Bueno”, me dije, “ahora sí que las autoridades se han puesto a trabajar en la

Miramos el letrero de la Secretaría de Salud y nada dijimos. De poco valía que les hubiera platicado de cuando fue construida, de sus logros en la población mexicana en los años 30, 40, 50 y 60. De poco hubiera valido que les explicara su bellísima arquitectura, ejemplo mundial del art decó y del nacionalismo que fue, en esos años, el eje de un mejor México. Así, seguimos en silencio nuestro camino ya sobre el Paseo de la Reforma que, para entonces, empezaba a llenarse de familias. Fue entonces cuando mi esposo empezó a describirles los desfiles que le tocó ver de chico. Los enormes carros alegóricos y los gigantescos cuadros de la historia mexicana. Les describió con lujo de detalle la fundación de Tenochtitlán, la dignidad y gallardía de los Caballeros Águila, los códices donde había quedado plasmada la sabiduría de los mexicas o de los mayas. Les habló de Nezahualcóyotl y su poesía; de la medicina prehispánica y su permanencia aun en la medicina actual, tomando como ejemplo las bondades de la planta digital, que ya los aztecas usaban para males cardiacos. Les habló sobre la Conquista, no desde la perspectiva de los vencedores o de los vencidos, sino como el nacimiento de una nueva cultura, cuando Cortés pide a Carlos V la autorización para hacer del mestizaje la simiente de una nueva nación. Les habló de la cultura novohispana, de Sor Juana Inés de la Cruz y de Juan Ruiz de Alarcón; de la fundación de la primera universidad del Nuevo Mundo, antecedente de nuestra Universidad Nacional Autónoma de México; les habló de las imprentas y los cronistas, de las publicaciones y las leyendas. Ya para este momento la expectativa de los chicos era enorme y esperaban con ansiedad que iniciara el desfile. 105

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cripto envueltos en vestimenta parodiada. ¿Era eso lo que los costosos equipos de investigadores, escenógrafos y organizadores habían rescatado como lo más representativo de la historia prehispánica? ¿Era eso lo que festejaba el Bicentenario de la Independencia? La vergüenza me sacudió en una rabia sorda que me ahogaba queriendo abrirse paso y que, sin embargo, yo trataba de apaciguar por respeto a mis hijos, en esa búsqueda de lo nuestro que aun en la desolación procurada me sostenía. Y en esa chata visión se sucedieron pequeños grupos de varias regiones: tres charros sobre sus caballos; seis alazanas; tres parejas de huastecos; cuatro viejitos que, al son de la música purépecha, bailaban tratando —inútilmente— de sacar sonido al pavimento; seis huicholes y ocho rarámuris. Todo ellos en una muestra que, en los acordes acompasados, eran lo más sobresaliente de nuestros antepasados indígenas. La realidad de “la muestra” era muy otra, más la imagen que en este país se da a la cultura indígena: pobreza y descuido, escasez y mal trato en la vida diaria; imagen del escaso y pobre aprecio por quienes, en su cultura autóctona, han sido almácigo y fuerza aún del descontento. Luego vinieron los revolucionarios: marionetas diseñadas con andrajos que apenas cubrían el desgarramiento de músculos y venas; marionetas manejadas por voluntarios de buenas intenciones. Todo lo cual sólo dejaron un amargo y triste sabor de la parte histórica que nos dio la identidad como país mestizo, proyecto de nación sin igual que hoy se pierde. A lo lejos por fin unos carros alegóricos. Todos nos animamos. ¿Cuáles cuadros de la historia del país nos presentarían en estas altas y rodantes plataformas? La respuesta llegó a nosotros en unos cuantos minutos: los de Televisa. Daniela Romo bailando con un traje de volantes lo que ella y sus manejadores supusieron pasos de Mambo, más a la manera andaluza que en una trasnochada imitación de Ninón Sevilla. Eugenia León, voz extraordinaria, esta vez reducida a las acrobacias de levantar la pierna en elevado spring y en repetidas ocasiones, en lo que el coordinador de este cuadro pretendió era la estilización telerisa de un baile de danzón. Y los aplausos se sucedieron, no por el lucimiento de las imágenes que en su ridiculez daban lástima, sino porque el pueblo mexicano en su generosidad quiere a sus artistas, a pesar de Televisa… Una niña que se encontraba a mi lado exclamó: “Me gusta mucho el desfile, está muy padre, pero la verdad no me parece muy mexicano. Creo que salió de una película.” Mi hija, en solidaridad de la edad, remató: “sí, sólo que a estos actores no les pagaron porque fueron voluntarios. Hay que ver dónde se quedó el dinero de los festejos.” “Sí, hay que ver… dijo un ciego”, remató mi hijo.

atención del ciudadano: ¡enhorabuena!” y solicité permiso para entrar y enseñarles a mis hijos este acierto gubernamental. Pero, una vez adentro: la nada. No había tanque de oxígeno ni resucitadores para los casos de infarto. La única camilla —una tabla de plástico— estaba sostenida, a manera de cama, sobre cuatro paquetes de botellas de agua, listeza de los dos trabajadores de la salud que, sin recurso alguno, estaban al pie para dar la cara y su habilidad cuando la población lo requiriera. El botiquín carecía de lo más elemental, aun para alguna intoxicación y, lo que fue increíble, pero totalmente congruente con lo usual: no había ni luz eléctrica, ni lámpara alguna para iluminar el interior de la tienda y las emergencias que hubiera una vez que la luz del día se extinguiera. Lo que ocurrió en pocos minutos. De salida todos le expresamos al médico y a su asistente nuestro reconocimiento por su profesionalismo de trabajar aun con tales carencias, pero sobre todo los felicitamos por su absoluta valentía y solidaridad para con la población. La música empezó y en las bocinas sonaban canciones mexicanas que, unos y otros, entonábamos entre el recuerdo y la nostalgia; la fiesta, después de todo, estaba empezando. Mi hija me preguntó dónde podíamos colocarnos para ver mejor. Desde luego la primera fila estaba ya “tomada” y busqué, como debía ser —y había sido siempre para los desfiles de mi niñez—, la ubicación de las tribunas. Pero otra vez no contaba con que este festejo era para muchos, pero no para todos. Porque quienes no estuvieran invitados al Zócalo o hubieran encontrado sitio en la primera fila de Reforma poco podrían ver. Pero le dije a mis hijos en un vano intento por no desilusionarlos: “no se preocupen, los carros alegóricos son altos y aún atrás podremos verlos; imagínense: yo los veían cuando era niña”. Pero otra vez la realidad. Esa terca que aparece cuando uno se empeña en hacer castillos en el aire se dio paso con el inicio del desfile: sobre el pavimento de Reforma, las primeras estampas: no estaban sobre carros, no. Los cuadros anunciados y que ya se sucedían unos a otros marchaban a ras del arroyo de la calle, que es aún más bajo que ésta, haciendo que no pudiéramos ver absolutamente nada; sólo las molleras de los desfilantes; sólo algunos penachos que, en una interpretación ignorante, habían hecho de plumas de avestruz pintadas de blanco, verde y rojo, y que algunos llevaban sin el menor sentido ni garbo ¿Dónde estaba la gallardía de los Caballeros Tigre que yo les había descrito a mis hijos? ¿Dónde la magnificencia y sabiduría de los pueblos prehispánicos, cuando el mayor cuadro presentado y que reflejaba, según los organizadores, el esplendor antiguo, era la entrega de pescado fresco a Moctezuma por los tatemes? Personificación de indígenas con corte de pelo a lo consrojo-amate

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iban a cancelar nuestra fiesta mexicana. Subir en el trenecito fue recordar la infancia, la algarabía era de todos. Una familia sentada frente a nosotros venía de Ciudad Juárez; el padre le enseñaba al hijo adolescente, en la maravillosa panorámica, la tercera sección del bosque: “mira ahí es donde está la montaña rusa…” dijo. “Y por qué no fuimos ahí primero papá”, preguntó el joven, “ah, porque primero es la historia y luego la diversión”, contestó el padre, guiñándonos un ojo a todos. Ya en la taquilla nos sumamos todos, los del tren y los de a pie, hablando de lo que veríamos primero: “vamos al carruaje de Benito Juárez; no, mejor donde se tiró el Niño Héroe. Bueno, pero luego al pabellón de la bandera, me gusta mucho cómo hacen guardia los cadetes”, decían unos y otros en la algarabía colectiva del festejo. De pronto, la familia que en la fila iba delante de nosotros se detuvo: el costo de cada boleto era de 51 pesos por persona. Sí, de 51 pesos por cada visitante, el salario mínimo por día, justo en la celebración del Bicentenario de la Independencia. Se disculparon con nosotros por dilatar la fila y, sin más, la madre dijo: “abuelo, llévate a los niños, ustedes pueden entrar sin pagar. Pedro, mis hermanas y yo los esperamos aquí afuera y no se preocupen, aquí también está bonito.” El abuelo quiso decir algo, pero la madre le interrumpió cariñosa: “por favor papá: llévatelos, que siquiera ellos puedan ver, que no se queden con las ganas.” Y, sin más, el abuelo, sabedor de las tristezas de este pueblo, entró con sus tres nietos menores de 12 años. Pero se llevaban consigo la certeza de que en este país la educación cuesta y de que: quien tiene pasa y quien no se queda fuera. Dicho de otra forma: los 667 millones de pesos que dijeron había costado la celebración no alcanzaron para dejar sin costo la entrada a los museos nacionales. Y así terminaron los festejos. Familias desilusionadas, enfrentadas con la realidad que quisieran olvidar en su cotidiano vivir; mexicanos que al grito de “era” se refugian en el recuerdo de tiempos mejores. Una historia que en la memoria de la población rescata lo que los organizadores destrozaron en el desfile. Millones de pesos gastados en la mofa de un país, interpretación absurda que refleja el comercialismo entronizado en la conducción nacional. Un desfile donde a la tradición y a la cultura la cubrieron de artificios y de mal gusto, con corrupción y traición: esta vez de la historia, de las tradiciones y de las costumbres de una nación en la visión chata de quienes no conocen a México. Pena propia y ajena en el Festejo del Bicentenario que, apenas a dos días de haber pasado, ya tiene la promesa del directivo de la Secretaría de Educación para ¡hacer lo mismo el próximo 20 de noviembre, en las celebraciones del centenario de la Revolución!

Pero no todo fue negativo. Cuando estábamos a punto de dejar Reforma, el cuadro de La Muerte nos dio respiro: imágenes alternadas de carros, personas y luces que en festejo del 2 de noviembre lucía sin igual; catrinas del brazo de la muerte, la muerte reposando, la muerte que devora, la muerte que vomita. Juego de destrezas, habilidad y símbolo de un pueblo que en este cuadro, por primera vez en el desfile, se reconoció. Las pantallas, que distaban mucho de ser gigantes, daban la secuencia de imágenes desde el Zócalo que a esas alturas de la noche estaba totalmente iluminado. Todo era espectacular como un colorido circo. Kukulcán luminoso y serpenteante que, en mágico baile, nos hizo recordar los maravillosos festejos de las Olimpiadas de China. Y, en el centro: un Coloso con los pies de barro, como si fuera la ejemplificación de lo hoy creado: chato coloso con la espada mocha que se desmorona; Coloso de ojos tristes que, a semejanza del campesino mexicano, se erigía en medio de la cultura del cemento sin azadón y sin futuro. Y pudo evidenciarse entonces un Instituto Nacional de Antropología e Historia ausente y burlado, en una celebración que hizo de la estilización mortaja y aniquilación. Carritos camoteros a los que ni vendimia ni compra alegraban el paso. Y, como corolario, las campanas de la libertad cargadas como badajos de canasta entre dos bicicletas. Otra vez un gobierno —antes Moctezuma, hoy Calderón— que paga con oro los deslucidos espejitos que algunos vivales, organizadores de este evento, les pusieron como anzuelo de su enorme trivialidad. Cuando regresamos a la casa estábamos cansados, pero con la motivación de seguir el festejo, no el de las autoridades, sino el nuestro, el de los mexicanos, el de los millones de mujeres y hombres que día a día construyen este país contra todo. Y cenamos en familia un delicioso pozole blanco para unirnos con la multitud en un Viva México vigoroso. Viva México a pesar de todo, de todos, a pesar de quienes en uso y abuso de nuestro mandato no han sabido hacer de este país lo que merece. Y la charla siguió, no en la voz de las televisoras sino en la de nuestros amigos, nuestra familia, en un recuento de narraciones y leyendas, de anécdotas y de conocimiento compartido que terminó de hacer de este grito colectivo un grito propio. De madrugada nos fuimos a dormir, no sin antes decir: “Mañana es 16 y esta vez sí que entraremos al Castillo de Chapultepec. Mañana continuaremos nuestro festejo de la patria con la historia de nuestra patria”.

Septiembre 16 Llegamos temprano, esta vez los horarios recortados de los museos, para el festejo del Bicentenario, pues no nos 107

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Una nota sobre Roberto Bolaño y “el arte de escribir cuentos” Miguel Ángel García

No podía faltar en este número de Rojo-amate una nota específica sobre la idea del escritor chileno-mexicano en torno al “arte de escribir cuentos”. La ventaja que tenemos para favorecer la economía del espacio a la que obliga la revista es que el propio autor de Los detectives salvajes se ocupó del tema en una brevísima presentación. Nos referimos al “Prólogo: consejos sobre el arte de escribir cuentos”, con el que se abre su libro Cuentos: Llamadas telefónicas, Putas asesinas, El gaucho insufrible, publicado por Anagrama en este 2010. Citamos entonces una de las partes más esclarecedoras de la referida presentación:

error: ¡deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas sabe nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval! 8) Lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges. 9) La verdad de la vedad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra. 10) Piensen en el punto número nueve. Piensen y reflexionen. Aún están a tiempo. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas. 11) Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, el Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sydney […]; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters;

Como ya tengo cuarentaicuatro años, voy a dar algunos

Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas, y Mientras ellas

consejos sobre el arte de escribir cuentos […] 4) Hay que

duermen, de Javier Marías. 12) Lean estos libros y lean tam-

leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay

bién a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el

que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo y a Monterroso.

mejor cuentista que ha dado el siglo.

Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no

Hasta aquí partes centrales del texto de Bolaño. ¿Hay algo qué agregar? Sí, en definitiva hay algo importante que agregar. Así es que nos daremos licencia para agregar al texto del autor de 2666 un punto número 13 y otro 14: 13) Hay que leer los cuentos de Roberto Bolaño. 14) Hay que combinar la lectura de sus cuentos con la de sus magníficas novelas.

leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y Umbral. 5) Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura. 6) Un cuentista debe ser valiente. Es difícil reconocerlo, pero es así. 7) Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel. Gran puros cuentos

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la literatura del absurdo de Daniil Kharms José Vicente Anaya

convencido de que el arte debe ser independiente del mundo real e incluso actuar en contra de la lógica, sostenía que la poesía debía de ser irracional. Se le recuerda sobre un escenario con vestimenta al estilo de Sherlok Holmes andando en bicicleta mientras recitaba sus poemas. Algunos de los escritores con quienes compartió experiencias fueron: Mayakovski, Malevich, Kaverin, Terentiev, Filonov, Alexander Vvedensky, Nikolai Zabolotsky y algunos del círculo de los formalistas rusos. Ya en 1920 Daniil Kharms era considerado un excéntrico en los círculos de los intelectuales de Leningrado, vestía como un dandy pipa en mano y estaba presto a las actuaciones poéticas fueran espontáneas o programadas pero sin libreto alguno, a la manera de los ahora llamados performances. Desde aquel momento en que el joven Daniil fue expulsado de la universidad por sus “actividades antisociales” no dejó de estar fuera de la mira de la burocracia represiva staliniana. Sus participaciones con los grupos de artistas de vanguardia fueron también parte de lo que reprobaba la oficialidad gobernante. Asimismo sus cuentos del absurdo en los que los represores encontraban sátiras implícitas contra el sistema, incluso sus cuentos para niños fueron vistos con una carga de subversión. Fue así que en 1931 Daniil fue por primera vez encarcelado y luego obligado al exilio por un año en la ciudad de Kursk, bajo la acusación de “pertenecer a un grupo de escritores antisoviéticos de literatura infantil” (¡sic!). Otra acusación fue: “sus escritos absurdos se oponen a los valores soviéticos del materialismo”. En 1941 lo arrestaron de nuevo bajo “sospecha de traición”. Fue llevado a la Prisión Número Uno de Leningrado y después a ese otro tipo de cárcel llamado manicomio “bajo vigilancia psiquiátrica”. El 2 de febrero de 1942 se reportó su muerte “por desnutrición” (valga decir “por hambre”, obvia consecuencia del mal trato carcelario, y también es decir que fue asesinado). Tenía 37 años de edad. Después de su muerte su literatura dejó de circular por la URSS. Hasta hoy en día parece que no existe un libro de Daniil Kharms en español, aunque se tiene noticia de que está antologado en el libro Literatura rusa del absurdo, George Gibian (compilador), Editorial Pleamar, Buenos Aires, 1975.

Los cuentos de Daniil Kharms escritos 20 años antes de la llamada literatura del absurdo, pero ahora catalogados de esa manera, son en realidad de un delicioso e imaginativo humor que a veces raya en lo negro, pero que en su tiempo molestó sobremanera a la intolerante burocracia stalinista de la ex URSS, al grado de haber amenazado y reprimido a su autor hasta llevarlo a la cárcel, al manicomio y a la muerte. Daniil Kharms es el seudónimo de Daniil Ivanovich Yuvachev, hijo del escritor Iván Pavlovich Yuvachev (quien publicó bajo el seudónimo de Mirolubov), revolucionario que perteneciendo al grupo La Voluntad del Pueblo combatió contra el zarismo y fue encarcelado. El mismo Daniil Kharms fue un activo revolucionario tanto en los hechos históricos de su país como en la literatura al participar en las vanguardias artísticas de su tiempo. El apellido Kharms como seudónimo no fue el único que utilizó Daniil, se desdobló con otros como: Charms, Shardam, DanDan, Khorms y Kharms-Shardam. Daniil nació en San Petersburgo el 30 de diciembre de 1905. Estudió en el Colegio Alemán Peterschule y a los 19 años de edad se inscribió en la universidad llamada Electrotécnica de Leningrado (antes San Petersburgo), de donde al poco tiempo fue expulsado al acusarlo de “actividades antisociales”. Esto provocó en el joven la decisión de dedicarse exclusivamente a la creación literaria. Se interesó en escribir cuentos para niños y tenía 22 años cuando se integró a la Asociación de Escritores de Literatura Infantil, género en el que fue prolífico y con el que se dio a conocer en los medios editoriales del momento hasta la década de 1940. Sus inquietudes artísticas lo llevaron a relacionarse y a compartir proyectos renovadores con los literatos más activos de su generación que formaron grupos vanguardistas. En 1928 fue copartícipe del famoso grupo OBERIU (Asociación del Arte Auténtico) en clara oposición al “realismo socialista” en ascenso que contó con todo el apoyo del gobierno. Asimismo se asoció con los futuristas. Se distinguió también por participar con el grupo que en 1922 fundó la revista LEF (Frente de Izquierda) animada por Vladimir Mayakovski, Osip Brik, Shklovski, Serguei Tretiakov y otros. En ese tiempo Daniil estaba 109

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seis cuentos Daniil Kharms

Cuaderno azul número 2 Había un hombre pelirrojo que no tenía ojos ni orejas. Ni siquiera tenía cabello, así es de que eso de que era pelirrojo es un decir. No podía hablar porque no tenía boca. Tampoco tenía nariz. Ni siquiera tenía brazos ni piernas. Tampoco tenía estómago ni espalda ni espina dorsal ni intestinos de ningún tipo. De hecho, no tenía nada. De modo que es muy difícil entender de quién estamos hablando. Tal vez sea mejor ya no hablar nada más de él.

Sinfonía número 2 Anton Mikhilovich escupió y dijo: “¡hugh!”, otra vez escupió y dijo: “¡hugh!”; volvió a escupir y otra vez dijo: “¡hugh!”; y luego desapareció. ¡Al diablo con él! En lugar de él déjenme hablarles de Ilya Pavlovich. Ilya Pavlovich nació en 1893 en Constantinopla. Cuando apenas era un niño su familia se mudó a San Petersburgo, donde se graduó en la Escuela Alemana ubicada en la calle Kirchnaya. Luego trabajó en una tienda y después en alguna otra cosa. Cuando empezó la Revolución él emigró. Bueno, ¡al diablo con él! En su lugar, permítanme hablarles de Anna Ignatievna. Pero no es fácil hablar de Anna Ignatievna; en primer lugar, porque no sé casi nada sobre ella; y en segundo, porque me acabo de caer de la silla y se me ha olvidado qué les iba a decir. Así es de que mejor les hablaré de mí. Soy alto, razonablemente inteligente. Me visto con mesura y buen gusto. No bebo, no apuesto en las carreras de caballos pero me gustan las damas. Y a las damas yo no les importo. A ellas les gusta salir conmigo. Sarafima Izmaylovna me ha invitado a su casa varias veces, y Zinaida Yakovlevna ha dicho que le encantaría verme. Pero yo tuve un gracioso incidente con Marina Petrovna, del cual quiero platicar. Fue un asunto muy ordinario pero algo divertido. Por mi culpa Marina Petrovna perdió todo su cabello, quedó calva como nalga de bebé. Sucedió así: cuando llegué a visitar a Marina Petrovna, ¡zas!, perdió todo su cabello. Así como así. puros cuentos

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Ancianas que caen Debido a su excesiva curiosidad, una anciana cayó de su ventana y se estrelló contra el suelo. Otra anciana se acercó a su ventana y miró a la que se había estrellado, pero debido a su excesiva curiosidad también se cayó y quedó estampada sobre el suelo. Fue entonces que una tercera anciana cayó de su ventana; y luego una cuarta; y después, una quinta. Cuando la sexta anciana cayó de su ventana yo me aburrí de haber estado viéndolas y me fui al Mercado Maltsev donde dije: “¿Hay alguien que le regale un mantón a este pobre ciego?”

Andrey Semyonovich Andrey Semyonovich escupió en un vaso de agua. Inmediatamente el agua se puso negra. Andrey Semyonovich torció los ojos y miró atentamente al interior del vaso. El agua estaba muy negra. El corazón de Andrey Semyonovich empezó a latir fuerte. En ese momento el perro de Andrey Semyonovich se despertó. Andrey Semyonovich se acercó a la ventana. Sucedió que el perro de Andrey Seyonovich salió volando y como un cuervo se posó sobre el techo del edificio de enfrente. Andey Semyonovich cayó de rodillas y se puso a chillar. A la habitación llegó corriendo el camarada Popugayev. –¿Qué te pasa? ¿Estás enfermo? –preguntó el camarada Popugayev. Andrey Semyonovich guardó silencio y se restregó los ojos. El camarada Popugayev echó un vistazo al vaso que estaba sobre la mesa. –¿Qué has echado ahí dentro? –le preguntó a Andrey Semyonovich. –No sé –respondió Andrey Semyonovich. En un instante desapareció Popugayev. El perro entró volando por la ventana, se echó sobre su lugar de costumbre y se durmió. Andrey Semyonovich se dirigió a la mesa y tomó un trago del vaso con agua ennegrecida. En ese momento, el alma de Andrey Semyonovich se llenó de luz.

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Las cosas Orlov comió muchos frijoles fritos y murió. Y cuando Krylov vio a Orlov muerto, también murió. Pero Spridolov murió sin razón alguna. La esposa de Spridolov se cayó en la cocina y también murió. Pero los hijos de Spridolov se ahogaron en un estanque. Mientras tanto, la abuela de Spridolov se volvió alcohólica y se fue de vagabunda. Pero Mikhailov dejó de peinarse y se enfermó. Kruglov le dio un latigazo a una dama y enloqueció, Perehvostov compró un alhambre por 400 rublos y se sintió tan deprimido que le prendieron fuego. Las personas buenas no están aptas para tener una posición segura en la vida. 22 de agosto, 1936 Un soneto Hoy me sucedió algo extraño: de repente olvidé si primero venía el 7 o el 8. Fui con mis vecinos para conocer su opinión sobre esa secuencia. La extrañeza de ellos y la mía fueron grandes cuando, de pronto, descubrieron que ellos tampoco podían recordar cuál era el orden de esos números. Ellos se acordaban de contar 1, 2, 3, 4, 5, 6; pero olvidaban qué número seguía. Entonces decidimos ir a la tienda más cercana, la que está en la esquina de las calles Znamenskaya y Basseinaya, para consultar ese asunto con la cajera. La cajera nos sonrió como padeciéndonos, se sacó de la boca un martillito y, moviendo su nariz con suavidad hacia adelante y atrás, nos dijo: –En mi opinión, el siete viene después del ocho sólo si el ocho viene después del siete. Le dimos las gracias a la cajera y contentos salimos de la tienda. Pero luego, pensando con cuidado en lo que dijo la cajera, nos pusimos tristes porque sus palabras estaban vacías de significado. ¿Qué se supone que haríamos? Fuimos al Jardín Primavera y empezamos a contar árboles, pero al llegar al seis nos deteníamos y empezábamos a discutir. Algunos opinaron que el siete era el que seguía; pero otros decían que era el ocho. Estuvimos discutiendo mucho tiempo cuando, por un golpe de suerte, un niño se cayó de una banca y se quebró las quijadas. Eso nos distrajo de nuestra discusión. Y cada quien se fue a su casa. 12 de noviembre, 1935

Traducción de José Vicente Anaya

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LA CUCARACHA INSOMNE David Aburto

Ya tarde la mañana, trepa por detrás del mueble y alcanza el lado superior izquierdo del esquinero. Desde ahí, aposentada y dominante, otea el entorno y calcula su impulso hacia el comedor: salta, vuela, planea y aterriza con magistral dominio a escasos cuarenta centímetros de su objetivo. La blátida, del tamaño de una raja mediana y bermeja de chile jalapeño, atisba imperturbable; casi inmóvil, sólo sus antenas delatan el ánimo del insecto… tan perenne como aborrecido. Observa dirigiendo sus alambres frontales a uno y otro lado; se escurre indagando con movimientos rápidos y acercándose cada vez más al emparedado. Antenas en ristre merodea el cuadrado; se detiene y con sus patas delanteras rastrea y se abre paso entre las dos capas de pan; muerde a diestra y siniestra como quien busca encuevarse en esas paredes internas del sándwich, igual que minero en socavón. Se arrastra lentamente entre las desdeñadas rebanadas de jamón y queso, en un sándwich asentado a presión para meterlo en el trasto de dos brazos largos con dos tapas, a modo de comal doble, para tostar el pan y fundir el queso. El emparedado pasivo consiente a la intrusa que se abre paso entre los coágulos de almíbar y fruta rojos, emerge de la melaza y con su pata izquierda primera se limpia los ojos devolviendo trozos de pan y queso en el mero centro del bocadillo; camina, aletea y araña; mordisquea todo a su paso para avanzar con prontitud en medio de esas dos tapias. De pronto la omnívora apresura sus pasos y alcanza a su presa: la mosca arrinconada, atrapada entre la mayonesa y la mermelada ha dejado de aletear; la alimaña se da el banquete. Satisfecha, la cucaracha, estoica, bosteza y duerme. 113

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jonás Miguel Ángel García

Incisión sobre incisión, negligencia, una cicatriz sobre otra. Recuerdo, Jonás está cansado de evocarte en las tinieblas. ¿Cómo decirte que le haces falta? La plaza se encuentra sola y la fuente irriga vida en el lugar donde jamás estuviste. Hastiado de esperarte se monta en el poema y abrocha el cinturón de seguridad. Va hacia ti. En la serranía de lo intangible dos cisnes pugnan ferozmente. Pasan días, semanas, y los cisnes siguen fornicando. Jonás está varado, el poema se lastimó una aleta y se muestra renuente a caminar. Es entonces cuando Jonás entiende que antes de ser paloma de la paz fue cuervo y por ello extrae una pluma del bolsillo izquierdo de su cerebro y se la da al poema, éste comienza a elevarse: bendito placebo. Recuerdo, en el camino Jonás recoge los rescoldos que te hacen posible. Te escucha en el silencio, en la soledad, en la nada. Por fin, llega a su destino (su destino eres tú). La ciudad está dividida en dos: una mitad que desconoce y una mitad que no existe. Para evitar extraviarse prefiere internarse en la mitad inexistente. El poema se aleja, lo deja solo. Miento. Está con su perra, con su perra suerte. La oda de los asesinos ronda su cabeza, desde ahí devora las entrañas de la tierra. Recargado sobre el árbol se pregunta por la veracidad de la mentira. Recargado sobre el árbol se pregunta por la cierta verdad que habita en la sospecha. Recuerdo, estás azulado y no quiere tocarte, sólo charlan, beben anhelos y planean construir puentes con palabras endebles. Jonás huele a los demonios, ¡Jonás huele a mil demonios! Éstos regresaron, al parecer nunca se fueron. Jonás abre la boca y hace lo inverosímil: vomita vivo al enorme pez que llevaba tres días rezando en su vientre. 114


VICEVERSA Miguel Ángel García

Alfonso tenía un trastorno, un trastorno tenía Alfonso. En realidad nunca lo tuvo, nunca lo tuvo en realidad (Freud, el psicoanalista Polvo de Ángel, se lo imputó post mortem; tardó 14 lustros en hacerlo). Con clero y gobierno en su contra: manicomio, anatema y cárcel: la respuesta. Simone de Beauvoir y Albert Camus defendieron su lectura pues en su tiempo, otro tiempo, no este tiempo, hablar de sexo era un atractivo pecado. Dicen que el demonio calcinaba el alma de Alfonso mas en el alma de Alfonso se calcinaba el demonio. ¿Dudas al respecto? Pregunten a Justine y Juliette, las vírgenes que pagaron los platos rotos. Su eterno flagelo vino de una mente retorcida, retorcidamente. Sólo así (¿sólo así?) se pueden imaginar 120 días de Sodoma y miembros de 16 pulgadas diametrales cuya eyección seminal llena jarras... de leche. Cópulas interminables con meretrices insaciables, inocencias interrumpidas ininterrumpidas veces. Vejaciones a la dignidad aquí y allá. Orgías, lujuria desbordante, encierro creador de fantasmas exigiendo ser materializados con el Fin de alcanzar un Principio: el Placer. Alfonso sufrió con sus narraciones, la gente sufre con ellas. Alfonso disfrutó sus narraciones... y viceversa.

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Presentación Las fotos que se presentan en este segundo número de Rojo-amate corresponden a la autoría de Martha Guaderrama, Alberto Millán y Claudio Zorrilla. La composición tríptica tiene a “La ciudad” como temática común, con y

desde sus espacios vitales, exteriores e interiores, sus rostros, “sus maneras”, sus locuras. El lector juzgará por su cuenta lo que es para nosotros un producto artístico de la más alta valía y capacidad expresiva.

Martha Guaderrama es comunicóloga. Durante casi tres décadas ha realizado testimonios fotográficos, videográficos y multimedia como integrante de diversos movimientos sociales y organizaciones no gubernamentales, en instituciones de educación superior, el poder legislativo federal, el Gobierno del Distrito Federal y actualmente en la Delegación Iztapalapa.

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Alberto Millán ha disparado con maestría la cámara fotográfica durante varias décadas. Actualmente es jubilado del Instituto Nacional de Antropología e Historia, donde trabajó como fotógrafo en la Coordinación Nacional de Museos.

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Claudio Zorrilla ha realizado una parte importante de sus estudios y de su obra artística en el extranjero, particularmente en Italia. Ha elaborado catálogos para pintores y escultores (Roma, Italia, 1977-1979), diseñado carteles y portadas para libros (Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, 1980-1982), y ha sido fotógrafo de la Filmoteca de la UNAM (1980-1986). Ha montado exposiciones fotográficas en Florencia (1976) y Roma (1977), así como en la Ciudad de México (1979-1990).

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