Entrevista: Jesús Franco

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En portada / Entrevista

JESÚS FRANCO

HONOR

En 2009, el Goya de “legitimó” académicamente la inabarcable filmografía del gran mago español del género fantaterrorífico, recientemente revisada por Carlos Aguilar en su libro “Jesús Franco” para la colección “Cineastas” de Cátedra. RAÚL CRUZ LAMARCA

esús Franco (Madrid, 1930), cineasta de culto por antonomasia, ha ejercido de guionista, actor, productor, montador, músico y, por supuesto, director. Su heterodoxa producción rebosa tributos a los grandes monstruos del expresionismo alemán de los años 20 y de la productora Universal de los 30 y 40, períodos que domina con maestría catedrática. Este consumado fabricante de dimensiones irreales y atmósferas bizarras llegó a firmar hasta siete películas al año. Su repertorio no deja indiferente y sus no pocos detractores se contraponen a la legión de seguidores repartidos por todo el mundo. Cuenta probablemente con el más dilatado curriculum del cine español. ¿Qué supone el cine para usted? Todo. Hay dos cosas en mi vida, que son mi mujer y el cine. Luego tengo una especie de vicio colateral que es el de la música, que ha llenado mi vida durante mucho tiempo. Eso es mi vida. Me han preguntado muchas veces si me quería retirar pero yo no puedo retirarme. Yo me retiraré el día que palme porque me retirará el de la funeraria, pero yo no. ¿Qué le decantó por el cine? Tenía afición al cine desde que era un enano, desde los ocho años. En Madrid durante la guerra no había muchas oportunidades para divertirse. Lo único que teníamos era un par de cines de sesión continua. Allí ponían películas del Oeste y empecé a ver cine. Yo quería ser independiente mentalmente y el conglomerado totalitario que me rodeaba hizo que empezara a interesarme más seriamente por el cine. Y por la música como algo paralelo, por

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mediación de mi ya fallecido hermano Enrique, luego primer crítico musical que tuvo El País. Pasé al Conservatorio, dónde estudié primero solfeo y luego armonía. Respecto al cine me di cuenta muy pronto de que sería muy difícil con la censura de aquel momento. Llegué a la conclusión de que tenía que irme a París, y me fui. Nunca tuve la autorización de mi padre para irme, ni nada, pero me fui. Me metí en el mundo de la Cinemateca de París, viéndome todas las películas que podía y trabajando en cualquier cosa. El París de aquellos primeros años 50 era una maravilla. Para mí era la libertad. Vi todo el cine del mundo.

“Hay dos cosas en mi vida: mi mujer y el cine. Luego tengo una especie de vicio colateral que es el de la música” El director de la Cinemateca, al verme todo el día ahí metido, se interesó por mí y me dio un pase que me duró hasta que volví a España y empecé a trabajar en el cine con Bardem, al que yo conocía de la primera versión de la Escuela de Cine de Madrid. Le dí mucho la lata, le envié cartas y demás y me dijo que me buscaría algo en la película que estaba preparando. Trabajó como compositor de bandas sonoras y ayudante de dirección en títulos de Bardem, Klimovsky o Berlanga, y firmando algunos documentales culturales hasta dirigir su opera prima, Tenemos 18 años (1959). ¿Qué recuerdos tiene de esa etapa? Unos recuerdos cojonudos. Lo

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que tenía eran problemas oficiales. Desde el principio no me tragaron en el Ministerio. Se cachondeaban de mí: “Mira, un nuevo Charlot”. Escribí y grabé la música de mi primera película, Tenemos 18 años. Tocaba la trompeta. Hice casi todo y a ellos les cayó muy mal, “mira el niño”,“el sabiondo este”. Yo era muy joven y me jodieron la vida. A la película le dieron categoría, no de tercera pero sí de segunda B, lo que implicaba la imposibilidad de estrenar en cines de primera. Sus inicios en el cine

¿Con qué inspiraciones o influencias contó en sus inicios y a lo largo de su carrera, aparte de las puramente cinematográficas? Como te decía, la música y también la literatura, pero sobre todo el cine. Creo que la única manera de aprender a hacer cine es ver mucho cine y ejercer de casposo, de traer los cafés, de irte enterando. Pero no de una manera doctoral, escolástica, sino siendo un tío que lo que le gusta es hacer cine y está dispuesto a hacer lo que le pidan para hacer cine. Así yo he conocido a gente muy válida. Cuando yo empezaba no había escuelas y cuando apareció la primera escuela de cine me apunté. No es que sirviera para nada la escuela en sí, porque tenía, por lo general, unos maestros que eran una mierda, pero sí fue un punto de encuentro para personas que no se conocían entre sí, entre las que estaban Bardem y Berlanga. Brotó un conocimiento entre gentes mucho más modernas casi por casualidad. Si en lugar de ellos hubiera estado, por ejemplo, Carlos Serrano de Osma, que también estuvo por allí, y otras gentes de ese tipo


aquello no hubiera prosperado. ¿Cómo recuerda su colaboración con Orson Welles en Campanadas a medianoche, La isla del tesoro y Don Quijote? No fueron colaboraciones, yo fui un ayudante. Después me convertí en director de la segunda unidad. A Orson le gustaba más que yo fuera director de la segunda unidad. Yo estaba al servicio de Orson Welles. Todo lo que pudiera seguir aprendiendo de aquella fuente insólita e inagotable bienvenido era. Empezó por Campanadas a medianoche, aunque la gente no sabe, porque no tiene por qué saberlo, que para Orson La isla del tesoro era igual de importante que Campanadas… Los 116 minutos recogidos en su montaje de Don Quijote en 1992 no resultaron demasiado bien acogidos por la crítica. ¿A que cree que se debió? ¿A que llamas tú la crítica? Hubo de todo. A mí ni me gusta ni me deja de gustar el montaje, que por cierto no hice yo. Yo era el director de la segunda unidad de esa película, y de la postproducción, pero el montaje lo hizo la que es hoy mi mujer, Lina Romay. Lo hizo ella. Yo estaba por ahí, desde luego, pero el mérito de este trabajo, con el que seguramente yo no hubiera podido, por el coñazo que implica trabajar durante año y pico buscando un rollito que se ha quedado en Bruselas y otro en no sé dónde, corresponde a ella. Siempre digo que no sé si Orson Welles estaría muy contento del Quijote. Lo digo porque he trabajado con él a diario en una sala de montaje y no dejaba tocar a nadie un metro de material. Había que esperar a que se fuera borracho a la cama y recogerlo todo, ponerlo en orden. No sé si ese trabajo ingente se corresponde a uno de los muchos montajes que Orson Welles habría podido hacer. Sé que no está lejos porque si alguien ha seguido con fidelidad cada demencia de Orson, o cada idea maravillosa, ése he sido yo. Una serie de intelectuales “finos” decían que yo estaba haciendo un desastre con el trabajo de Orson. Pero a ver, ¿quién cojones tuvo los huevos de ponerse a hacerlo? El trabajo de Lina es

el que hay. El único que se ha hecho. El Quijote de Orson no es el de Cervantes, es otra historia. La versiones que se han hecho del Quijote son, si no malas, incompletas, casi epidérmicas. A Orson le interesaban los personajes en sí mismos como muestra de la mentalidad española. Es lo que él quería hacer y lo hizo. Lo hizo como Dios. Terror “made in Spain”

¿Cree que el denominado terror made in Spain de los sesenta y setenta ha obtenido un justo reconocimiento? Yo creo que sí. Lo ha tenido porque era un cine muy malo, no nos engañemos. Ahora se ha querido hacer una especie de homenaje y resurgimiento de aquello, pero… Es que el cine español ha sido en general muy malo. Primero por la censura. De una manera aviesa se fomentaban unas películas y otras nada. Hay dos etapas en el cine español: una antes de Bardem y Berlanga y otra después. Ellos fueron una ruptura. El cine de antes era muy malo. Bastante mediatizado. El primer guionista era el general Franco, joder. Con eso está dicho todo. Neville era un tío de la UGT antes de la guerra, era un tío de izquierdas, pero en el momento que se produce el famoso alzamiento nacional de los cojones se cambió de lado. Sin embargo, y a diferencia de otros muchos como el nacional católico Rafael Gil, Edgar Neville estuvo siempre más cerca del mundo de Berlanga, que era un mundo completamente anárquico y muy inteligente. Neville conocía el cine de Hollywood, había estado allí como asesor de las versiones españolas. Fue alguien positivo. Muchos otros acababan haciendo películas del tipo Sin novedad en el frente, pasaban por el aro, y eso me cabreaba. ¿El sadoerotismo constituye

Jesús Franco y su mujer, Lina Romay, en los Premios Goya de 2009.

“Hay dos etapas: antes de Bardem y Berlanga y después. Ellos fueron una ruptura. El cine de antes era muy malo” 37

una de sus mayores obsesiones creativas? Me gusta mucho eso que has dicho, pero obsesiones creativas creo que tengo muchas. Yo creo en cuatro o cinco cosas en el mundo y soy fiel a ellas. Considero que el erotismo está implícito en todo lo que es expresionismo. Prefiero hablar de expresionismo que de vampiros y cosas de ésas. El cine y la novela expresionistas están invadidos por un sexo soterrado y oscuro. Soy un seguidor de ese mundo pero no con intenciones de ningún tipo, sino simplemente por sentirme adscrito a eso y admirar ese mundo, en el que también entra, de manera secundaria, el surrealismo. Porque soy español y el surrealismo es uno de los mayores logros creativos de este país. Variedad de géneros

¿Qué opina de las etiquetas que le han intentado atribuir sin éxito y de las críticas que consideran que su cine no ha evolucionado? ¿Que no ha habido evolución en mi cine? He atacado todos los géneros. Lo que no ha sido mi cine es pedante, creo yo, nunca. He hecho cine de todo género salvo western, que no lo he tocado porque no he querido. Me lo han

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En portada / Entrevista Una vida (y una obra) de novela CARLOS AGUILAR

acía falta un libro español sobre Jesús Franco. Irrefutablemente. Existían ya en Alemania y Francia, también en Japón. Yo mismo había escrito uno en Italia, hace once años. En cambio, nada en España. No era justo, debía llenarse ese hueco. Con base en mi conocida vinculación a Jesús, tanto por haber formado parte de su equipo de trabajo durante una temporada cuanto por mis conocimientos al respecto (coordiné un número monográfico sobre él en la desaparecida revista “De Zine”, organicé un ciclo retrospectivo en la Filmoteca Española, amén de escribir el antedicho libro italiano, Jess Franco. El sexo del horror), desde hace años mucha gente me sugería que lo escribiera yo. Me fui animando poco a poco. Comprendí que si no lo hacía yo acabaría haciéndolo alguien menos adecuado. Planteé el proyecto en Cátedra, apenas aparecer la segunda edición ampliada de mi libro sobre Clint Eastwood, y a ellos les pareció oportuno incorporar a Jesús en la colección “Cineastas”. Lo más difícil fue mantener una cierta imparcialidad, dentro de mi interés por su obra y su persona, por respeto a los lectores y a mí mismo. De no haber procedido así hubiera condescendido fatalmente, y, apenas me descuidara, justificado lo injustificable y defendido lo indefendible.

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ofrecido veinte veces y llegué a tener un contrato firmado para hacer un western. Era una coproductora hispano-italiana y en principio iba a tener no a estrellas pero sí a unos actores B cojonudos. Americanos, de los que iban a caballo bien, de verdad. Pero en el último momento los productores decían “te voy a traer en lugar de a ése a Tramontano Benini”, y yo decía “métetelo en los huevos”.Y es un problema de andar y de creértelo. No me podía creer de ninguna manera que aquellos paletos de Almería, por el hecho de ponerles encima de la boina un

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He procurado asimismo que el libro sea “algo más” que un ensayo sobre Jesús Franco, haciendo hincapié en el contexto artístico-industrial de las décadas en que se desenvolvió. Sobre todo respecto a la época dorada de las coproducciones europeas de género, los años cincuenta, sesenta y setenta, pues ese tipo de cine conformó decisivamente la base de mi cinefilia. El polar francés, el krimi alemán, el spaghetti western hispano-italiano, el terror gótico inglés… y nuestro carpetovetónico “terror de pipas”, como lo llamaban despectivamente, que emerge justo gracias a Jesús. Del mismo modo, he incorporado fotos de gente representativa de aquellas películas, no sólo de las de Jesús, que apenas se ve en los libros de cine: Soledad Miranda, en primera instancia, lógicamente, pero también gente tan distinta y peculiar como Herbert Lom, Maria Perschy, Maria Röhm, Jean Servais, José María Tasso, Howard Vernon, Ricardo Palacios, Dennis Price, Anton Diffring, Jack Taylor, Silva Koscina, Janine Reynaud, Rosalba Neri, Dan Van Husen, el ya legendario Klaus Kinski… o directores como Jorge Grau, Eugenio Martín y León Klimovsky. Por último, he procurado que pueda leerse cual novela. Puesto que la vida y obra de Jesús Franco en efecto son… novelescas.

sombrero de cowboy, fueran unos cowboys, porque el sombrero es lo de menos. Lo de más es lo que hay debajo del sombrero. Aparte de eso, creo que he abordado casi todos los géneros, incluso ése, quitándole la etiqueta de Oeste americano. Alguna

“Dirigí la segunda unidad y la postproducción del ‘Don Quijote’ de Welles. Y el montaje lo hizo mi mujer, Lina Romay” 38

película he hecho que transcurre en atmósferas equivalentes como Venezuela y algo así. Tengo un padre mexicano y una madre cubana y estaba muy al tanto de la chorizada tropical que era fácil de vender aquí. ¿Nadie es profeta en su tierra? De profeta no tengo nada, pero todo es por culpa mía. Mi exilio ha sido voluntario. Yo nunca fui perseguido físicamente por la Policía ni nada, pero te van quitando y quitando y te joden la vida. Yo decidí marcharme. Conozco muchas lenguas, el francés lo hablo igual que el castellano y el inglés casi. También conozco y entiendo tres o cuatro lenguas más, entre ellas el catalán. Eso me dio facilidades cuando quería hacer una peli y me ponían pegas, esto no puede ser, esto está prohibido… Entonces me iba a otro país y lo hacía. ¿Lugosi o Karloff? En principio Bela Lugosi, pero como Karloff hizo un par de joyas maravillosas te diré que fifty-fifty. ¿De los filmes realizados en este país en las últimas dos décadas, ¿cuál habría firmado? Ninguno. ¿Tan mal está el cine español? Muy mal, salvo excepciones. Tropecientas películas, ¿le queda alguna por hacer? ¡Pero si estoy empezando mi carrera!, ¿qué dices? ¿Has visto Paula-Paula? Es de hace unos meses. ¿La dependencia de subvenciones en el cine español no es un arma de doble filo? Pienso que siempre que sea para hacer algo, la gente joven está mejor con algo que con nada. Pero también considero que las subvenciones pueden matar al cine español. Porque la gente ya no hace películas libres, por sentimiento, por vocación, sino para ganarse las pelas y la subvención. Eso me parece deshonesto y jodido. Pero es lo que hay. ¿Algo que añadir? Hay una cosa que no hemos hablado. Como músico de jazz que soy me dejo llevar por la improvisación, por mis feelings. Hace tiempo que he desechado la posibilidad de ser un escritor, un realizador frío. Yo digo: “A ver qué tal me queda este solo”.Y hago una peli.


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