87_Ingeniería_16

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EL PERFIL Margaret Hamilton

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AÑO 8 NÚMERO 87 AGOSTO 2016

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MARTÍN SOLARES

03

Autor de libros como Los minutos negros, No manden flores y Cómo dibujar una novela, Martín Solares (Tampico, 1970) es escritor y editor. Afirma que hay que escribir sólo aquellos libros que nos despiertan de madrugada y que tienen que ver, de algún modo, con los que se están leyendo en ese momento. Se levanta muy temprano para escribir y espera que sus palabras tengan el sabor de su tierra natal y de las otras donde ha vivido. Esto fue lo que nos contó sobre su librero. +

Foto: Valeria Moheno©

EL LIBRERO DE...

¿Cuántos libros tienes? Ni idea. Puedo decir que un treinta por ciento está prestado en casa de mis amigos. Creo que cada vez que alguien necesita un tipo concreto de lectura, hay que funcionar no como escritores o lectores sino como médicos y prestarles ese libro para que se lo lleven de inmediato. Cuando alguien está muy deprimido hay que recomendarle algo de Roald Dahl, de Rubem Fonseca o de Ray Bradbury; si alguien necesita poesía, algo de Sabines. Si no regresa el libro es una pena, pero insisto en que se habrá salvado una vida.

¿Cuál es la joya de la corona del librero? 
 El libro de Cuentos completos de Rubem Fonseca, lo he prestado varias veces y ha regresado. Leí vorazmente cada uno de estos cuentos no una, sino varias veces, y es uno de los libros que casi siempre me acompañan cuando estoy escribiendo una novela. Admiro mucho su obra, es uno de los grandes maestros. Todos deberíamos dejar de leer las novedades que están por ahí y ponernos a leer al hombre que inventó al cobrador, a Mandrake y a Bufo y Spallanzani.

¿Cuál es el más nuevo? Una biografía de Marcel Duchamp que me muero por leer, salió en Anagrama. Salté hacia ella como si fuera agua pura, quiero leerla ya.

¿Qué libro has regalado? Los culpables, de Juan Villoro, lo he regalado unas treinta veces; Poesía eras tú, de Francisco Hinojosa; Cuentos completos, de Rodrigo Rey Rosa; No habrá orquídeas para la señorita Blandish y Sobre los huesos de los muertos, de Olga Tokarczuk. También regalo todo el tiempo Crónicas marcianas, de Ray Bradbury; a veces El nombre de la rosa, cuando descubro al joven que empieza a leer y que no cree en la literatura, o El Hobbit y El Señor de los Anillos.

¿Cuál es el libro más viejo? La Ilíada, en una edición perdida en algún extremo del librero detrás de varias capas de otras Ilíadas, porque cada vez que me encuentro o una traducción distinta, o una versión ilustrada o en otro idioma, trato de comprármela. Es un libro que me gusta mucho porque con él me inicié en la lectura de libros más literarios. ¿Cuál es tu favorito? El libro favorito es aquel que hace que me desvele, que no me dé cuenta de que el tiempo está pasando, que hace que me interese más por la suerte de los personajes que pueblan ese libro que por la suerte de los trabajos que yo esté llevando a cabo ese mismo día. Puedo decir que entre mis favoritos están El guardián entre el centeno; La Ilíada; Pasado negro, de Rubem Fonseca; La trilogía de los gemelos, de Agota Kristof; Unos caballos muy lindos, de Cormac McCarthy; La conjura de los necios, de John Kennedy Toole; cualquier novela de Emmanuel Carré, de El adversario en adelante; Yo recibiría las peores noticias de tus lindos labios, de Marçial Aquino; El arte de perdurar, de Hugo Hiriart; las cartas de Fernando del Paso a Juan Rulfo. En poesía, lo que sea de José Eugenio Sánchez, Francisco Hernández y Tedi López Mills. ¿Qué libro no has leído aún? Un montón. Descubrí que aunque me lo regalen o me lo encarguen mucho, si el libro no está a la altura en las primeras cincuenta páginas nadie tiene derecho a exigirte que lo termines. No he leído dos y lo haré este año: Ulises y A la busca del tiempo perdido.

¿Qué libro te falta? Soy muy desapegado de la mayoría de los libros que tengo, no soy un coleccionista sino un lector, los libros hay que leerlos y pasárselos a la siguiente persona que necesita esa botella con ese mensaje dentro. Me gustaría tener en este momento la primera edición de La insoportable levedad del ser, que he prestado tantas veces que no recuerdo quien la tiene ahora; también recuperar la primera edición de Tom Sawyer y la edición de Poemas escogidos, de Yehuda Amijai, y Dejar de ser, de Ricardo Yáñez. ¿Qué autor se repite más veces en el librero? Son etapas de mi vida que se ven muy claramente: tengo una etapa de lector de Roberto Bolaño; otra de Jorge Luis Borges. También Roald Dahl, Adolfo Bioy Casares, Rubem Fonseca y Guillermo Cabrera Infante. ¿Cuál libro no has regresado? (es decir, que no es tuyo). Un amigo me prestó las dos primeras novelas semipoliciacas de Bernardo Atxaga, El hombre solo y Esos cielos. Ese amigo se fue a vivir a otro país y me dejó las novelas. Cada que me contacta por Facebook o Twitter, me pregunta por ellas y le digo que están bien cuidados. +


EDITORIAL

CONTENIDO

Hablar de ingeniería y de literatura es, en apariencia, como mezclar agua y aceite. Si usáramos un termómetro, la ingeniería se mantendría bajo cero, al ser una actividad racional, basada en las siempre frías matemáticas. Por el contrario, la literatura elevaría el mercurio más allá de los treinta y siete grados que se consideran normales en todo ser humano, porque su creación responde a estímulos relacionados con el corazón, mediante una serie de mecanismos y procesos que a veces ni siquiera los propios escritores alcanzan a explicar. De acuerdo con esta explicación al vuelo, la literatura y la ingeniería tienen tanto que ver una con la otra como el vidrio tiene que ver con el acero. ¿Es verdad? ¿Es cierto que la ingeniería no tiene nada que ver con la literatura y viceversa? ¿Acaso el conocimiento de una técnica —pensemos en la construcción de un puente— no se parece un poco a la técnica que un escritor emplea al momento de armar una historia? Aunque es un lugar común, suele decirse que dentro de una novela, de un poema o de un ensayo existe una estructura que sostiene la trama; una serie de planos y máquinas que no se pueden ver y que han sido depurados una y otra vez por el escritor en busca de que su trabajo resulte verosímil. En términos constructivos, el objetivo es que el lector no vea los cables, los castillos, las trabes de esa ficción que está leyendo. Para hablar más acerca de las coincidencias entre la ingeniería y la literatura el escritor mexicano Luis Felipe Lomelí, quien además es ingeniero físico, escribe en este número de Lee+ un artículo sobre estas relaciones. José Stalin dijo alguna vez que “los escritores son los ingenieros del alma humana”, frase que podría parecer ingeniosa y que vuelve a tender puentes entre ambas disciplinas pero que, como se puede leer en el artículo del mismo nombre escrito por Leonardo Guerrero, tuvo graves consecuencias en la extinta urss. Ingeniero proviene del latín ingenium, formada de in, “en”, y genium, “engendrar”. El ingeniero también crea objetos: máquinas o productos. Para el caso que nos ocupa, los colaboradores habituales de Lee+, como verdaderos ingenieros, han creado textos-puente para vincular estas actividades que ejemplifican las capacidades humanas.

EL LIBRERO DE… Martín Solares

03

DE IDA Y VUELTA Y VICEVERSA Niños a ¡leer!/ Karen Chacek

08

FELIPE LEAL Entrevista

10

RODOLFO NERI VELA Entrevista

12

REINGENIERÍA LITERARIA Fábulas del Tío Hoffs/ Antonio Malpica

14

EL RINCÓN GOURMET

16

LA ARQUITECTURA DE LOS LIBROS Jóvenes/ Raquel Castro

18

LOS ESCRITORES SON LOS INGENIEROS DEL ALMA HUMANA Leonardo Guerrero

22

EL PLANO DE EL PRINCIPITO

24

SOBRE INGENIERÍA Y COSAS PEORES Nerd Plus/ Bernardo Fernández-Bef

26

LOS HIJOS DE DÉDALO Omar Delgado

28

INGENIERO IBARGÜENGOITIA Calle de León/ Jorge F. Hernández

32

Con una portada diseñada por Alejandro Magallanes, inspirada en carteles rusos, éste es un número de ingenio: incluye un plano de El Principito, el perfil de Margaret Hamilton (la programadora que hizo posible que el hombre llegara a la Luna), entrevistas a Rodolfo Neri Vela, el primer astronauta mexicano, y al arquitecto Felipe Leal; un listado de célebres mujeres ingenieras, además de las secciones conocidas. En este número todos nos ponemos el casco de ingenieros.

INGENIERÍA LITERARIA Luis Felipe Lomelí

34

TUBERÍAS Mono-grafías/ F. G. Haghenbeck

36

LA CASA Cuento/ Ricardo Otero Córdoba

40

EL PERFIL Margaret Hamilton

46

INGENIERÍA

Ilustración original de Alejandro Magallanes loquehacealejandromagallanes.blogspot.com

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LOS+VENDIDOS

06

NO FICCIÓN

FICCIÓN

ÉRASE UNA VEZ MÉXICO 3 Sandra Molina y Alejandro Rosas MARTÍNEZ ROCA

YO ANTES DE TI Jojo Moyes SUMA DE LETRAS Lou Clark sabe muchas cosas. Sabe cuántos pasos hay entre la parada del autobús y su casa. Sabe que le gusta trabajar en el café Buttered Bun y sabe que quizá no quiera a su novio Patrick. Lo que Lou no sabe es que está a punto de perder su trabajo o que son sus pequeñas rutinas las que la mantienen en su sano juicio.

Más allá de vencedores y vencidos, con una mirada que permite al lector acercarse de una manera distinta al pasado reciente, Alejandro Rosas y Sandra Molina concluyen su apasionante y perturbadora revisión de la Historia de México. Su trabajo inicia con el recuento de una fallida democracia —la de Madero— y finaliza con una crónica no menos triste, el retorno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a los Pinos.

Y COLORÍN COLORADO ESTE CUENTO... Odin Dupeyron DIANA

LA CHICA DEL TREN Paula Hawkins PLANETA Cada mañana lo mismo: el mismo paisaje, las mismas casas y la misma parada en la señal roja. Son sólo unos segundos, pero le permiten observar a una pareja desayunando tranquilamente en su terraza. Siente que los conoce y se inventa unos nombres para ellos: Jess y Jason. Su vida es perfecta, no como la suya. Pero un día ve algo. Sucede muy deprisa, pero es suficiente.

Y colorín colorado este cuento aún no se ha acabado se editó por primera vez en el año 2001 y desde entonces ha sido leído, releído, regalado, prestado y recomendado por lectores de todas las edades, géneros, religiones, preferencias y nacionalidades. A menos de dos años de su publicación se convirtió en best seller nacional, pero ha vivido una historia atípica, brincando de la impasibilidad al lanzamiento humilde, al lanzamiento en grande, al destierro y al renacimiento.

EL DIARIO DE TITA Laura Esquivel SUMA DE LETRAS

CÓMO GANAR AMIGOS E INFLUIR SOBRE LAS PERSONAS Dale Carnegie DEBOLSILLO

Veinticinco años después de la publicación de Como agua para chocolate y luego de haber conquistado a más de siete millones de lectores, Laura Esquivel vuelve con la segunda parte de esta maravillosa historia aderezada con las pasiones, la magia de la gastronomía y la búsqueda del amor. En estas páginas nos adentramos en el universo íntimo de Tita de la Garza a través de su diario.

El único propósito de este libro es ayudar al lector a que descubra, desarrolle y aproveche esos poderes latentes que no emplea. Algunos puntos importantes del contenido son: Técnicas fundamentales para tratar con el prójimo. Si quiere recoger miel, no dé puntapiés a la colmena y El gran secreto para tratar con la gente.

CINCO ESQUINAS Mario Vargas Llosa ALFAGUARA

EL AMASIATO Álvaro Delgado EDICIONES PROCESO

La idea de esta novela comenzó con una imagen de dos amigas que de pronto una noche, de una manera impensada para ambas, viven una situación erótica. Luego se fue convirtiendo en una historia policial, casi en un thriller, y el thriller se fue transformando en una especie de mural de la sociedad peruana en los últimos meses o semanas de la dictadura de Fujimori y Montesinos.

MISS PEREGRINE Y LOS NIÑOS PECULIARES Ransom Riggs PLANETA De niño, Jacob formó un vínculo especial con su abuelo, quien le contaba extrañas historias y le enseñaba fotografías de niñas levitando y de niños invisibles. Ahora, con dieciséis años, Jacob sufre la inesperada muerte del anciano. Entonces, en manos del joven cae una misteriosa carta que lo empuja a emprender un viaje hacia una remota isla de Gales, donde su abuelo se crio, para descubrir si todas esas historias que había oído de niño... son reales.

En 2006, poco antes de la celebración de los comicios presidenciales, tuvo lugar una minicumbre en cierto hotel de la Ciudad de México; ahí, el entonces gobernador Enrique Peña Nieto le garantizó una considerable cantidad de votos al candidato presidencial panista, Felipe Calderón, el mismo porcentaje con el que fue declarado gobernador.

EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO Viktor Emil Frankl HERDER Estremecedor relato en el que Viktor Frankl narra su experiencia en los campos de concentración. Él, que todo lo había perdido, que padeció hambre, frío y brutalidades, que tantas veces estuvo a punto de ser ejecutado, pudo reconocer que, pese a todo, la vida es digna de ser vivida y que la libertad interior y la dignidad humana son indestructibles.

JÓVENES UNO SIEMPRE CAMBIA AL AMOR DE SU VIDA Amalia Andrade PLANETA

LA SELECCIÓN Kiera Cass ROCA EDITORIAL

ELEANOR & PARK Rainbow Rowell ALFAGUARA

ASYLUM Madeleine Roux VERGARA Y RIBA

CARTAS DE AMOR A LOS MUERTOS Ava Dellaira VERGARA Y RIBA


07

ELECTRÓNICOS

ARTE

TE AMO PERO PREFIERO DEJARTE Walter Riso EBOOKS PATAGONIA En este breve ensayo de nuestra colección Camino Interior, Walter Riso nos habla de que existe una dimensión ética del amor que se cruza con la autoestima, y que nos obliga a pensar este sentimiento; a revisar la relación y a preguntarnos si el sufrimiento que a veces nos ocasiona realmente tiene algún motivo razonable. También habla de la voluntad de amar y de los límites para que una relación amorosa, sea —y se mantenga— sana.

LA MAGIA DEL ORDEN Marie Kondo AGUILAR Marie Kondo te ayudará a acomodar tus espacios de una vez por todas con su sencillo método KonMari. La clave para mantener el orden exitosamente está en acomodar los objetos de tu casa, habitación, apartamento, estudio u oficina en forma correcta, manteniendo sólo lo que realmente amas y limpiándolo todo a la vez.

VÉNDELE A LA MENTE, NO A LA GENTE Jürgen Klaric YOPUBLICO

#COLOREANDING MÉXICO Malacara & Gale VERGARA Y RIBA #Coloreanding es un verbo que no existe en los diccionarios, pero algo es seguro: es una invitación a llenar de color la página. La propuesta de esta colección es sencilla, se trata de divertirse y dejar que la creatividad aflore. Los atractivos diseños retoman elementos de la naturaleza, así como las formas y figuras que distinguen lo mexicano.

EL JARDÍN SECRETO Johanna Basford MTM Por fin tenemos aquí la esperadísima reimpresión de El jardín secreto, un éxito de ventas internacional que entusiasma a grandes y pequeños con sus fantásticas y minuciosas ilustraciones. Un imprescindible para los amantes de la naturaleza y la creatividad.

EL LIBRO DE MINDFULNESS PARA COLOREAR Emma Farrarons PAIDÓS

La neurociencia está invadiendo de manera positiva muchos sectores del mercado, trasformando con descubrimientos y tecnología clínica la forma de entender, mejorar, rentabilizar e innovar cómo operamos y hacemos nuestro trabajo.

Tómate unos minutos cada día, donde quiera que estés, y colorea tu camino hacia la calma y la paz. Realizar algún tipo de trabajo manual es una forma muy eficaz de eliminar el estrés y de controlar la ansiedad. El libro de mindfulness para colorear te ofrece la posibilidad de concentrarte en el aquí y ahora: te sentirás más relajado y aprenderás, al mismo tiempo, a despertar tu creatividad.

YO ANTES DE TI Jojo Moyes SUMA

COLOREAR PARA RELAJARSE PARRAGON

Lou Clark sabe muchas cosas. Sabe cuántos pasos hay entre la parada del autobús y su casa. Sabe que le gusta trabajar en el café Buttered Bun y sabe que quizá no quiera a su novio Patrick. Lo que Lou no sabe es que está a punto de perder su trabajo o que son sus pequeñas rutinas las que la mantienen en su sano juicio.

Colorea tu senda hacia la serenidad y la paz interior con este fantástico libro de dibujos relajantes. Pintar motiva la conciencia plena y reduce el estrés; es una actividad que relaja y, al mismo tiempo, estimula la creatividad. Olvida las preocupaciones del día a día y alcanza un estado mental zen simplemente pintado.

UNO SIEMPRE CAMBIA AL AMOR DE SU VIDA Amalia Andrade PLANETA Este manual para sobrevivir a un corazón roto es una guía llena de amor, ternura, honestidad y verdadera sabiduría emocional para superar cualquier ruptura y, sobre todo, para asumir que está bien estar mal. Frente a las exigencias del amor y de la felicidad, Amalia Andrade ha pensado en un libro que asume el fracaso emocional como algo que se repite muchas veces en la vida y que, por lo tanto, debe ser visto con normalidad.

DISEÑOS MARAVILLOSOS ANIMAE ¡Coloree su camino a la serenidad! Este libro para colorear, lleno de hermosos y detallados patrones y diseños interactivos que rebosan creatividad, le proporcionará horas y horas de relajación y alivio del estrés. Saque sus colores, apague el celular, encuentre su página favorita ¡y dé rienda suelta a su imaginación!

NIÑOS EL PRINCIPITO Antoine de Saint-Exupéry EMECÉ

MI LIBRO MÁGICO Carmen Espinosa NORI

EL DÍA QUE LOS CRAYONES RENUNCIARON Drew Daywalt/ Oliver Jeffers FCE

EL LIBRO SALVAJE Juan Villoro FCE

DESTROZA ESTE DIARIO Keri Smith PAIDÓS


y viceversa La actividad del ingeniero supone la concreción de una idea en la realidad; arte y técnica de aplicar los conocimientos científicos a la invención. De la actividad del autor de (buena) literatura infantil se podría decir lo mismo, con la debida aclaración de que algunos de los conocimientos científicos aplicados a las obras tienen una procedencia que a más de un ingeniero recién graduado le podrá parecer dudosa, absurda, insolente o deliberadamente caprichosa. Cosa que nadie (en su sano juicio) se ocuparía de negar. Hay libros que son una verdadera obra de ingeniería. Cualquiera que haya hojeado el Animalario universal del profesor Revillod, de Javier Sáez Castán (fce), estará de acuerdo con esto. Ningún otro libro en el mundo reconstruye de manera tan fiel la imagen de un “Formidable paquidermo de poderoso vuelo de los fondos abisales” o la de un “Antenado común de hábitos omnívoros de la Nueva Zelanda”. Ni qué decir del “Animal desdentado de irisadas escamas de los bosques malayos”. Como lo indica la propia contraportada del libro, se trata de un compendio de ciencia rigurosa y edificante diversión, el cual consiste en la selección de los souvenirs zoologiques del profesor Revillod. La combinación de veintiún láminas permite al lector conocer cuatro mil noventa y seis especies de animales fantásticos, con la descripción zoológica de la criatura. En sí, una muestra de las maravillas que este mundo reserva para deleite exclusivo de las mentes inquietas que se animen a descubrirlas.

Quiero una mamá robot, de Davide Cali (SM), nos hace caer en la cuenta de que cada persona lleva dentro un pequeño ingeniero que se la pasa ideando maneras de rediseñar todo en el mundo. El niño de la historia se propone construir una mamá robot que no trabaje todos los días, que no deje en la cocina la comida lista, acompañada de una horrible nota que diga: ‘Por favor lávate los dientes, haz la tarea y ordena tu recámara. UN BESO. Mamá’. Mejor aún, una mamá robot que nunca de los nuncas lo regañe, porque de lo contrario la podría apagar con el control remoto. Sí, una idea estupenda —o eso es lo que piensa el niño de la historia. Entonces, su mamá verdadera vuelve a casa, lo abraza, le da un beso y arruina de golpe su gran invento. Las ilustraciones del libro tienen un toque singular; supongo que la pequeña ingeniera que habita la cabeza de la ilustradora, la convenció de echar mano de lo que fuera: fotografías, teléfonos, hilos, encaje, recortes de revistas, escuadras, acrílico, lápices de color… Lo mejor del caso es que ¡funciona! En Un hogar para Pájaro, de Philip C. Stead (Oceano Travesía), nos enteramos de que la vida puede cambiar en un segundo y que eso, lejos de ser un infortunio, es un regalo. Que para volver a casa, cuando crees que te has extraviado, lo único por hacer es continuar el camino y confiar en los nuevos amigos, porque los giros, los vuelos y las corrientes de agua inesperadas te mantendrán todo el tiempo en la ruta exacta, aunque eso tú no puedas verlo en el momento. Así pues, por asombroso que se escuche, esta fábula consigue

Corfanronte, Animalario universal del profesor Revillod

08

ilustrar con plumones, crayones, acuarelas y menos de cien palabras, la gran ingeniería de la vida. Supongo que Philip C. Stead jamás imaginó cuán ambicioso era su proyecto; de haberlo hecho, quizá nunca lo habría concluido. Una ovación de pie para este libro, que además es una golosina visual. Palabras para nombrar al mundo, de Andrea Fuentes Silva y Alejandro Cruz Atienza (La caja de cerillos), es un libro tan colorido que sirve como recordatorio de la prodigiosa obra de ingeniería que es la lengua —ese curioso instrumento que utilizamos para poner en palabras lo que pensamos y lo que sentimos. Cada pueblo, comunidad o grupo social tiene su propio sistema de comunicación verbal, su propio lenguaje vivo que se modifica y adapta según las circunstancias y las necesidades. Esa frase de “Aprende un idioma y amplía tus horizontes” es más que un mero slogan publicitario: conocer la forma en la que alguien más nombra las cosas que lo rodean implica entender lo que esa persona nos dice y, al mismo tiempo, acercarnos a su muy particular manera de concebir el mundo. En el libro se muestran traducidas al maya, mixteco, náhuatl, rarámuli, tseltal, wixárika y zapoteco cincuenta y dos palabras que todos conocemos y usamos con frecuencia para nombrar al mundo. Qué mejor manera de multiplicar el sentido de un objeto y de un sentimiento que aprender a darles vida con sonidos diversos. +



C

omo pocos, el arquitecto Felipe Leal ha podido establecer relaciones cercanas con un grupo de escritores entre los que se incluye un premio nobel. Por medio de su oficio ha diseñado los sitios donde novelistas, ensayistas y filósofos pasan muchas horas, frente a la computadora o la máquina de escribir, construyendo sus textos e historias, rodeados por los libros que van atesorando a lo largo de la vida.

Un puente entre la arquitectura y la literatura En la biblioteca de Felipe Leal abundan los libros de arte y arquitectura, aunque también se notan decenas de novelas, ensayos y libros de poesía. Durante su época de adolescente y los años de formación como arquitecto entre la década de los setenta y los ochenta, leyó mucha poesía —con Efraín Huerta y Jaime Sabines a la cabeza—, así como a los exponentes más clásicos de la literatura latinoamericana, como Gabriel García Márquez, Mario Benedetti o Alejo Carpentier. “Después pasé a Milan Kundera…”, cuenta Felipe Leal, “…que me llevó a un pensamiento de otro tipo; disfruté mucho la poesía de Václav Havel, la literatura centroeuropea, luego la parte mediterránea como Claudio Magris y José Saramago. Me gusta mucho Paul Auster y, recientemente, Sándor Márai, escritor de una historia muy dramática. Me atrae mucho por la profundidad humana de sus libros”. A la pregunta sobre la relación entre la arquitectura y la literatura, el arquitecto no duda en su respuesta: “Como disciplinas artísticas hay un vínculo importantísimo entre ellas. De qué manera podríamos imaginar o conocer muchísimas ciudades si no fuera desde la literatura. A través de los libros hemos viajado mucho, gracias a esas narraciones la humanidad ha podido conocer lugares recónditos que de otra forma hubiera sido imposible. Uno no puede pensar en El cuarteto de Alejandría sin imaginarse ese mundo, o en Las mil y una noches, parte de la construcción del mundo árabe, las azoteas, los minaretes, una serie de espacios laberínticos. En Proust, entre todos esos recuerdos del pasado, de lo perdido en el tiempo, está siempre una narración de lo cotidiano donde aparece el comedor, la cocina, el ambiente doméstico, el ambiente familiar. Otros narradores han escrito sobre la arquitectura, sobre los espacios arquitectónicos o sobre las ciudades, como Italo Calvino con Las ciudades invisibles, o Paul Valéry con Eupalinos o el arquitecto, donde hace una oda de la arquitectura, una elegía sobre las virtudes de la construcción, del paso del tiempo, de la memoria material. Simplemente la construcción o la idealización de mundos, Comala de Juan Rulfo o Macondo de García Márquez, siempre hay una referencia física, urbana, de la villa, del pueblo, de la arquitectura. No hay literato que no se refiera siempre a un espacio físico, arquitectónico; no me puedo imaginar Nueva York sin Paul Auster, su gran escenario; o a Cortázar y Rayuela con la Maga y Horacio perdiéndose por París. No podemos dejar de lado a La región más transparente, de Carlos Fuentes, y hay muchos otros como Gonzalo Celorio o Vicente Quirarte que se vinculan entre la crónica y la narración urbana. Yo veo un vínculo indisoluble entre la literatura y la arquitectura y quizá quienes mejor han descrito los espacios arquitectónicos no hemos sido los arquitectos —nos corresponde diseñarlos y construirlos— sino los escritores. Hay una reflexión preciosa de Octavio Paz que dice que al recorrer todo el patrimonio arquitectónico de México, fatigó sus piernas mas no su pensamiento. Este tipo de referencias maravillosas subliman lo que la arquitectura y los espacios han hecho a lo largo de la historia de la humanidad”.

Barragán, un Rulfo de la arquitectura Para ejemplificar las relaciones entre la arquitectura y la literatura, nada como apoyarse en dos de los máximos referentes de uno y otro campo, cuyo reconocimiento ha sobrepasado el ámbito nacional: Luis Barragán y Juan Rulfo, ambos nacidos en Jalisco. “Hay un texto que hice sobre Luis Barragán en donde digo

‘Barragán, un Rulfo de la arquitectura’, por esa capacidad sintética de tocar lo esencial de una cultura, los dos hicieron muy pocas obras, de escala pequeña, pero de una gran dimensión universal porque ambos fueron capaces de crear universos. Sí hay un vínculo enorme entre ellos dos”.

Arquitectos como personajes literarios Por las vidas que llevaron, hay algunos arquitectos que de no haber existido hubieran encontrado un lugar dentro de las páginas de una novela, como Frank Lloyd Wright, quien no tenía ningún empacho en decir que era el mejor arquitecto del mundo, al tiempo que se fugaba con la esposas de sus clientes. A ese respecto, Felipe Leal propone un par más de grandes personajes: “Otro arquitecto de la calidad de Wright, no tan difundido, fue Louis Kahn, asentado en Filadelfia, extraordinario, uno de los más famosos, realizador de uno de los edificios más bellos de Estados Unidos, el Museo Kimbell, en Dallas Fort Worth. Tuvo una vida azarosa: tenía tres mujeres a la vez, su mujer oficial, de la cual nunca se divorció, una paisajista que trabajaba en su despacho y otra más, aunque se presupone que ellas lo sabían. Un día, regresando de Bangladesh donde hizo el Parlamento (un edificio que le dio identidad a una nación), como su vida era muy incógnita —nunca decía a dónde iba, ninguna de sus mujeres los sabía—, en Penn Station, la central de trenes de la ciudad de Nueva York, entró al baño y ahí le dio un infarto, cayó colapsado en el mingitorio y un policía lo descubrió después. Estuvo tres días en la morgue, nadie lo reclamaba porque como no comunicaba a dónde iba, ninguno de su familiares sabía dónde estaba. Fue muy dramática la muerte de uno de los grandes arquitectos y pensadores”. La vida de Ludwig Mies van der Rohe también merecería una novela: “Un hombre que se vestía de blanco y negro, saco negro y pañuelo del lado izquierdo, nunca cambió su estética en ningún momento. También acabó viviendo en Estados Unidos, fue director de la Bauhaus, famosa escuela de arquitectura y diseño alemana, proscrita por Hitler. Mies emigró a Chicago donde forma toda una nueva escuela, hace grande sobras con el mit, edificios de departamentos, emblemáticos, considerados patrimonio cultural de la ciudad de Chicago. Tuvo un gemelo que se quedó en Alemania y aunque no veía muy bien, era un hombre muy preciso en sus trazos. Le gustaba el whiskey con pasión, trabajaba arduamente por las mañanas, y después de las dos de la tarde, cuando el whiskey le hacía efecto, abandonaba toda actividad y permanecía en un estado tranquilo. Al día siguiente continuaba con su trabajo obsesivo. En los tres hay una constante, una obsesión por el vestir: Frank más estrambótico con sus grandes capas, sombreros, se sentía más un actor de cine, mucho más arrogante; en el caso de Kahn, siempre vestía de negro, muy austero, poco comunicativo, y Mies con su propia estética, vestido siempre de la misma manera”.

Bibliotecas de autor Dentro de la producción arquitectónica de Felipe Leal, la creación de estudios y bibliotecas para un buen grupo de escritores se ha convertido en un sello distintivo de su despacho. “Ha sido de esos maravillosos accidentes de la vida”, dice cuando se le preguntan las razones de tales encargos. “Me ha tocado la fortuna de hacerles no sólo las bibliotecas sino los estudios, donde trabajan creadores de gran prestigio con quienes he establecido relaciones muy cercanas. Quizá los primeros con quienes trabajé fueron Carmen Boullosa y Alejandro Aura, en la calle de Tiepolo, en Mixcoac. Hice la casa pero había que hacer el estudio de Carmen y el de Alejandro; ella necesitaba de más aislamiento y Alejandro, en cambio, como era muy histriónico, podía escuchar que llegó el del gas, el de la basura, el mandado, se iba al mercado, regresaba y continuaba escribiendo. En algún momento Ángeles Mastretta fue a ese estudio y les preguntó quién lo había hecho. Le hice su estudio,

y por consecuencia a su marido, Héctor Aguilar Camín. Después diseñé la biblioteca de Alberto Ruy Sánchez, la hice dos veces porque a los pocos años se desbordó por tantos libros. Después apareció Juan Villoro, luego José María Pérez Gay, amante de la literatura alemana. En una de esas visitas, Gabriel García Márquez fue a su casa y le encantó la biblioteca, entonces me habló el Gabo para hacerle la suya, ya que una parte de sus libros estaba en Cuernavaca, pero como ya no se podía desplazar tanto quería concentrarla. Quedó tan satisfecho con el trabajo que después me decía ‘Soy una de tus víctimas, porque me tienes aquí encerrado’. A la par apareció Alejandro Rossi, que conoció la biblioteca de Pérez Gay y me dijo ‘quiero que la mía sea mejor’, entonces le hice tanto su casa como la biblioteca, incluyendo el estudio de su esposa, la filósofa Olbeth Hansberg. Como Rossi era muy competitivo me preguntaba que cómo iba quedando la del colombiano, con esa ironía”.

¿Cómo diseñar estudios y bibliotecas de autor? Cada biblioteca o estudio, aunque en esencia parecidos, son diferentes porque Felipe Leal se ha tomado el tiempo por comprender el trabajo de cada uno de sus clientes, sus gustos y aficiones para poder crear algo de acuerdo con su manera de ser y sobre todo con su forma de trabajar. A ese respecto, el arquitecto Leal ofrece su visión: “Hay un trabajo fundamental y eso les ha gustado a mis clientes. Hay la idea de querer imponer acríticamente una noción de un espacio independiente de la persona. En el caso de los artistas hay que entender su mundo. Por ejemplo, García Márquez tenía una Macintosh grande, todo lo hacía en computadora, a sus espaldas tenía todas sus obras por las referencias que buscaba en ellas, y su colección de vallenato. Carlos Fuentes, poco antes de morir, me pidió que le ayudara a organizar su casa. Tenía un escritorio y escribía a mano, y a un lado había un sofá donde se recostaba y luego volvía a escribir. Antes de diseñar convivo mucho con ellos, hay una dinámica, casi como una terapia para saber más de ellos, conocer su hábitos, conocer cómo trabajan. Dialogo mucho con ellos y hago una interpretación y a lo largo del proceso hay una participación del cliente. Sorprende mucho cómo trabajan, algunos en escritorios pequeños, o en un rincón. ¿Cómo traduces eso? No puedes imponer un criterio de que todas las bibliotecas son iguales”. +

Por Jorge Vázquez Ángeles


Entrevista con Felipe Leal

Foto: Ulysses AvathŠ


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Entrevista con Rodolfo Neri Vela

L

a imagen del Universo, la configuración de la historia futura y el escenario del cosmos nos llevan al sentido de la vida. Descubrimos que hay mapas astronómicos y es casi poético percibirlo, el tiempo es una dimensión correspondiente al presente, y futuro y pasado coexisten en un continuo espacio temporal. En nuestra etapa terrestre encontramos procesos infinitamente complejos que nos harán pensar: ¿por qué recordamos el pasado, pero no el futuro? ¿Por qué el tiempo va hacia delante? ¿Está relacionado con el hecho de que el Universo se está expandiendo?

Hoy sabemos que nuestra galaxia es sólo una entre las aproximadamente cien mil millones de ellas que pueden verse con telescopios modernos, y que cada galaxia contiene aproximadamente cien mil millones de estrellas. Vivimos en una galaxia que tiene cien mil años luz de diámetro y que va rotando lentamente en el tiempo. Las novelas cumplieron su condición profética: Julio Verne, con el poder de la imaginación, fue a la Luna y estuvo veinte mil lenguas por debajo del mar mucho antes de que se inventaran cohetes y submarinos, y actualmente hay muchos hombres que han visitado el espacio, incluyendo a un mexicano: Rodolfo Neri Vela, primer astronauta de México, participó en la Misión STS-61B del Transbordador Espacial Atlantis a cargo de la nasa. Despegó el 26 de noviembre de 1985 y participó en un viaje espacial con una duración de siete días volando alrededor de la Tierra, realizando experimentos diseñados Foto: Ulysses Avath©

por científicos mexicanos. Cursó la licenciatura, maestría y doctorado en Ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México (unam) en el área de Telecomunicaciones, y en Reino Unido en la Universidad de Essex y Birmingham obtuvo el grado de Doctor en Radiación Electromagnética. Su desarrollo lo ha encaminado a la docencia e investigación. Aplicando su conocimiento ha publicado libros en español e inglés sobre divulgación científica y tecnología espacial: La exploración y el uso del espacio, Líneas de trasmisión, The Blue Planet. A Trip to Space, Emergency Mission to Mars, entre otros. Se ha desarrollado como profesor de Telecomunicaciones de la División de Posgrado de la Facultad de Ingeniería de la unam. Su amplia experiencia lo llevó a colaborar en el diseño de la estación espacial Alfa de la Agencia Espacial Europea y en la creación de la Agencia Espacial Mexicana. Recuerdos del futuro… ¿De qué manera recuerdas la emoción y la experiencia de ese momento a casi treinta y un años de tu misión espacial? Regresé a México después de doctorarme en Inglaterra y aún no se estrenaba el famoso transbordador, daba clases en la unam, trabajaba en un centro de investigación en Cuernavaca, de investigaciones eléctricas, y colaboré con la Secretaría de Comunicaciones y Transportes en la primera etapa de planeación para el uso del satélite Morelos II. Un día llega la noticia: México firma un convenio con Estados Unidos y se busca un astronauta mexicano; me llamó la atención porque las naves espaciales se usaban para llevar satélites al espacio y ponerlos en órbita baja y yo soy especialista en satélites de telecomunicaciones. Además, la nasa sonaba extraordinario. No ha habido más astronautas mexicanos ¿Volverías otra vez al espacio en una nueva misión? En el caso de México no ha habido otra segunda oportunidad para seleccionar a un astronauta nacional que nos represente en una misión espacial. En ese sentido me considero muy afortunado, en el momento histórico en que esto ocurrió yo estaba en condiciones físicas adecuadas y cumplía con los requisitos para la misión espacial. Si hoy saliera una convocatoria no podría participar porque no estoy en condiciones de ganar; asesoraría al que fuera seleccionado. Responsabilidades ¿Cuál fue el entrenamiento antes de viajar al espacio? Yo era como un embajador ante la nasa y las relaciones exteriores eran muy importantes. En la nasa me recibieron con las puertas abiertas y mis compañeros de tripulación fueron muy profesionales. Tenía un entrenamiento de muchas horas al día. Obviamente también tuve que entrenarme con los científicos mexicanos que habían diseñado los experimentos que íbamos


a realizar en el espacio. Ellos fueron a Houston y teníamos reuniones en los simuladores y también en el orbitador. La sensaciones de salir a órbita ¿Cómo viviste el conteo regresivo? Llega el momento del despegue y la subida es tremenda, me daban ganas de bajarme, pero ya no se podía, se siente horrible. Créanme, aquel que se suba en una cápsula en la punta de un cohete va a sentir lo mismo o tal vez peor, porque a veces las aceleraciones de los cohetes son superiores. Los experimentos y la misión en el espacio ¿De qué manera experimentaste las ciento nueve vueltas a la Tierra? En órbita teníamos que hacer los experimentos sobre germinación de semillas de amaranto. Parecía muy simple pero era muy simbólico, porque las culturas prehispánicas veneraban al amaranto. Era el cereal sagrado, ellos pensaban que los dioses estaban hechos de eso. El amaranto casi no se conocía en el mundo. Poca gente sabía de su valor nutritivo y gracias a ese experimento el amaranto se conoció a nivel mundial. Otros experimentos más complejos eran cómo trasportan sus nutrientes los vegetales a través de las raíces y los tallos a pesar de que la gravedad desaparece, o la velocidad de reproducción de bacterias. Con un aparato que fue diseñado y armado por el Instituto Politéncnico Nacional (ipn) probé si con estímulos eléctricos se podía reducir el síndrome del espacio, para que uno se adaptara más rápido y no se sintiera tan mareado, especialmente el primer día en órbita. Tomé fotografías del territorio nacional para estudios de la unam, Pemex, inegi, y desde luego un experimento sobre el adelgazamiento de las piernas, porque hay muchos cambios fisiológicos en el organismo cuando la gravedad no está presente. Todo ello además de situar en órbita al satélite Morelos II. El regreso a la Tierra ¿Cuáles son las consecuencias emocionales de ir al espacio? La nasa había preparado un programa de entrenamiento muy intensivo para los primeros representantes de países amigos, como México y Canadá, normas establecidas por la propia nasa. Tuvimos exámenes psicológicos de distintos tipos para ver si emocionalmente estábamos capacitados para esa misión, y al ser seleccionado, se supone ya estás un noventa y nueve por ciento listo para superar emocionalmente todas las situaciones que se puedan presentar. En el ascenso se siente un poco de dificultad para respirar, pero dura poco, y en órbita es una sensación completamente diferente. Pero para lo que no te preparan es para el regreso. Tu vida cambia totalmente. Infraestructura espacial en México ¿Por qué no hay astronautas mexicanos? Desaprovechamos lamentablemente la oportunidad que tuvimos hace más de treinta años. Porque nuestras relaciones eran extraordinarias con la nasa, pudimos haber continuado con experimentos en el espacio. Pero en parte, para variar, el gobierno no le da continuidad a los proyectos y tampoco había una unión, un intercambio fuerte entre las instituciones de educación superior del país. El terrible accidente de la nave Challenger complicó las cosas después de nuestra misión, la nasa dejó de hacer vuelos y misiones cerca de tres años, y cuando los reanudó no llevaba astronautas de otros países hasta que todo se normalizó. Pero también ha habido falta de voluntad política para que México sobresalga en desarrollo de tecnología propia. Implementación de interés científico y espacial en el país ¿De qué manera has implementado su trabajo en la ciencia básica? He hecho muchas cosas en treinta años. Aparte de la docencia y divulgación científica, el Conacyt en su momento me pidió que fuera conductor de su programa científico televisivo Cambio. He sido invitado por el canal NatGeo, grabé programas y entrevistas del tema espacial con los mejores científicos mexicanos en la televisión de Puebla. El Conacyt también me pidió un libro para niños sobre astronomía y así nació El pequeño astronauta.

El campo actual de la ingeniería ¿Cómo ves el sector de la ingeniería y la industria en México? Creo que los gobernantes se han conformado con traer empresas extranjeras que hagan plantas para generar trabajos y empiezan a exportar pura maquila. No hay una inversión fuerte y además no existen controles que exijan eficiencia para la investigación científica en México o el desarrollo de propuestas tecnológicas, falta una política o un programa nacional fuerte, sólido, serio que acabe con esos clubes de amigos. La productividad es muy baja y el mundo va a paso acelerado. Hay que hacer cambios a nivel nacional. La actualidad en tecnología espacial ¿Cuál es su opinión sobre Juno, la sonda enviada a Júpiter? La llegada de la sonda interplanetaria Juno fue un éxito rotundo de la nasa, tardó cinco años en llegar. Si no se hubieran hecho las maniobras a tiempo y con la precisión necesaria se hubiera ido de frente, no hubiera podido entrar en órbita porque Júpiter es un planeta con una fuerza de gravedad muy grande, el triple de la gravedad terrestre. Y afortunadamente se colocó en la órbita deseada porque ya antes había llegado la sonda Galileo, que también se convirtió en satélite y orbitó Júpiter. Ahora Juno está sobrevolando los polos, que son zonas muy interesantes, de radiación muy intensa, porque en los polos norte y sur se concentran las líneas de fuerza magnética y la radiación puede dañar todos los componentes electrónicos y alterar la información que se manda a la Tierra. Las velocidades de transmisión tienen que ser muy bajas para que se introduzcan pocos errores y se proteja lo mejor posible la información. Juno es el primer artefacto impulsado por energía solar en la historia que cruza el cinturón de asteroides, pero las celdas solares también se van deteriorando con el paso del tiempo por la radiación. Por ello la nasa ha programado esta misión para año y medio aproximadamente en órbita alrededor de Júpiter, treinta y siete vueltas, pero a lo mejor dura más tiempo. Ha sido un éxito extraordinario para la humanidad y nos dará mucha información sobre Júpiter y posiblemente sobre los orígenes del propio Sistema Solar. Un imaginario constante al presente siglo nos permite citar la frase del poeta Stefan George “Siento el aire de otro planeta” ¿Llevaste algo al espacio? ¿Algún libro, música? Los libros pesaban mucho, pero llevaba algunos casetes de música folclórica mexicana, boleros y temas de compositores mexicanos clásicos como Agustín Lara. No leía más que los manuales, y en el tiempo libre prefería ver la Tierra, las estrellas, reflexionando sobre esa maravillosa experiencia. Pablo Neruda dice “Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos” ¿Qué letras te acompañan y actualmente que estás leyendo? Mientras más leamos, más cosas vamos a conocer y más difícil va ser que nos engañen. Actualmente estoy leyendo todos los libros que se pueden encontrar en las Librerías Gandhi. El sonido cósmico y el origen de la música ¿Cómo se escucha el espacio? En el espacio el sonido no se propaga, no sabemos por qué, se dice que estamos en el vacío del espacio. La ciencia ficción desde la ciencia ¿Percibes que la ciencia ficción es más notoria que la ciencia? El cine nos brinda una probada de lo que podría ocurrir en muchos años hacia delante. La ciencia ficción es una herramienta importante, se ha comprobado que no precisamente en las fechas especificadas se han logrado cosas que parecían inimaginables, como el que hoy cualquiera pueda tener un aparato pequeño que permite hablar, navegar, tener un gps y tener toda la información que quieras, además de tomar videos y fotos. El espectro electromagnético es superreducido, entonces la magia de poner todos esos enlaces en una banda de frecuencias tan pequeña parece algo maravilloso. +

Por Ulysses Avath


Aquiles: ¿“Hello world”? Tortuga: Me dan ganas de llorar. Mi primer programa de computadora. ¡Hey! ¡Diga usted “hola”! ¿No ve que lo está saludando? Aquiles: Ya me imaginaba que por estar “programando” toda la noche iba a terminar usted trastornado. Tortuga: ¿Y a qué vienen las comillas? ¡Claro que estuve programando! Si me viera mi mamá... Aquiles: Nada. Sólo digo que su programa no es precisamente un Windows 11, ¿eh? Tortuga: Por algo se empieza. ¿Será muy exagerado presumirlo en redes? Aquiles: Creáme. Lo será. Y mucho. Tortuga: Para variar, la envidia lo corroe. Aquiles: ¿Una página web que despliega, en negro sobre blanco, el mensaje “Hello world”? En serio, créame. Todos sus contactos en redes han visto cosas más espectaculares. Desde 1994. Tortuga: Algún día el php y yo conquistaremos el mundo. Y entonces ya no reirá usted tan alto. Aquiles: A veces pienso que si le pagaran por ser tan necio, ya tendría usted la fortuna de Bill Gates. Tortuga: Todas mis ideas son buenas. Sólo necesito quién las programe. Y si nadie va a hacerlo, entonces yo lo haré, así me lleve varios años. Al final será mejor, porque no compartiré mi fortuna con nadie. ¡No los necesito, enanos intelectuales! Ah. Páseme las galletas Oreo, ya que anda por ahí. Aquiles: Lleva usted apenas una noche siendo un nerd y ya se volvió todo un Sheldon Cooper. Lo felicito. Tortuga: El sujeto se negó. Era el tipo perfecto y se negó. ¿Qué quiere que haga? ¿Que me tire a la depresión bajando porno y jugando Civilization? No. Haré yo mismo los programas y seguiré con mi vida. Una muy exitosa, por cierto. Aquiles: ¿Se refiere a este autor que escribe para niños y jóvenes y que, además, es ingeniero en Computación por la unam? Tortuga: El mismo. Uno que tiene una columna en esa revista que le regalan a usted en la librería a la que vamos a leer a escondidas. Aquiles: Ah, sí. Esa columna donde pone a hablar a dos payasos entre sí.

Tortuga: Exacto. Uno de los personajes me cae bien, pero el otro no lo soporto. Aquiles: Me pasa lo mismo. El caso es que... ¿usted le sugirió que se asociaran para programar sus ideas? Tortuga: Sí. Era la asociación perfecta. Él como ingeniero y yo como autor. Yo escribo los libros y él los programa. Nada podía salir mal. Incluso le sugerí que él también podría escribir un libro de pronto. Sé que tiene una saga de libros de terror. Tal vez algún día los lea a escondidas. Aquiles: Porque los libros tienen que ser de terror. Tortuga: Absolutamente. Usted va leyendo en su kindle y el programa detecta en qué parte de la lectura va y toma decisiones. Un asunto facilísimo de “if then else”. He estado haciendo la tarea. Aquiles: ¿Y qué clase de decisiones? Tortuga: Pone musiquita de suspenso, por ejemplo. O se niega a cambiar de página y, de repente, ¡zas!, aparece el vampiro detrás de la cortina. O le cambia el tamaño de letra. O le mete un gif de Nosferatu. Aquiles: Añadirle efectos especiales al libro. ¡Acabáramos! Tortuga: Pero no sólo eso. El programa se conecta con las otras aplicaciones y también toma decisiones. Por ejemplo, sabe que usted estuvo en el banco en la mañana y al personaje lo matan en el banco. O usa nombres de sus contactos en la trama. O le toma fotos mientras lee sin que usted se dé cuenta y luego las despliega alteradas, con un monstruo horrible mirándolo. Aquiles: Iba a preguntar por qué el autor se negó a asociarse, pero ya me queda claro. Usted no necesita un ingeniero en Sistemas, necesita un siquiatra. Tortuga: Su reacción natural ante mis ideas de triunfo. No importa. Diga lo que quiera. Mis libros de miedo harán época. Aquiles: Y yo me largo a leer a Tolstoi. Sin un solo sobresalto. Tortuga: Eso dice ahora. Pero espere un par de años. Un día estará leyendo Ana Karenina en su tablet y aquélla se levantará de entre los muertos. Aquiles: Ajá. Y solicitará mi amistad en el Face, ¿no? Váyanse al diablo usted y su reingeniería literaria. Tortuga: Como guste, pero no haga ruido, que estoy programando. Y compre más galletas Oreo si piensa salir. +



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RAQUEL

Hay libros que son como tu casa: los abres, te internas entre sus páginas y te sientes a tus anchas. Casi que te quitas los zapatos, te subes a tu capítulo favorito (como quien se apoltrona en su sillón consentido) y te olvidas de las prisas y los problemas cotidianos. Son libros que puedes releer una y otra vez, donde lo más importante no es el final sino el recorrido. No te urge saber quién hizo qué o cómo se va a resolver tal o cual enredo, y más bien disfrutas los pasajes que más te gustan. Por supuesto, cada uno de nosotros va haciéndose de sus libros-casa, dependiendo de los intereses, los momentos de vida y, a veces, hasta de las circunstancias. Por ejemplo, en mi caso, uno de mis libros-casa favoritos es Las dos torres, de J. R. R. Tolkien (Editorial Minotauro), segundo tomo de la trilogía El Señor de los Anillos. ¿Por qué precisamente ése? Hace muchos años hicimos un viaje familiar mi papá, Mary, su esposa, mi hermano y yo. Y, por azar, el único libro que llevábamos, entre los cuatro, era ése (lo llevaba mi hermano, pero lo expropiamos por el bien común). Pasamos dos días en un barco y otros dos en un hotel donde no había nada, por lo que buena parte del tiempo lo dedicamos a leer Las dos torres. Nos turnábamos para leer en voz alta y el resto escuchaba. Desde entonces, cada vez que lo leo me acuerdo de esa sensación tan grata. Hay otros libros que, más que un hogar cómodo, son como laberintos, como si sus autores los hubieran construido para confundir al lector, hacerlo dudar de sus pasos, detenerse, avanzar de nuevo, más despacio, fijándose en todos los detalles… Son historias que exigen mucho pero que también pueden dar mucha satisfacción. En esa categoría yo les recomendaría especialmente dos libros: La mano de la buena fortuna, de Goran Petrovic (Sexto Piso), y Todos los vientos, de Erika Mergruen (Cal y Arena). Ninguno de estos dos tiene la etiqueta de “juvenil”, pero no la necesitan: puede que sean historias más complicadas que las que suelen catalogarse así, pero una vez que les agarras la onda, el paseo por el laberinto es divertidísimo. En La mano de la buena fortuna, el autor plantea el concepto de la “lectura total”: los lectores que de verdad se meten en el libro pueden encontrarse dentro de sus páginas a otras personas que estén leyendo el

CASTRO

mismo libro al mismo tiempo. Pero los más hábiles pueden hacer más que eso… así que un escritor decide crear una novela refugio, donde su amada pueda entrar y vivir con él, evitando así un matrimonio impuesto… La trama se complica, por supuesto, pero es deliciosa. Por su parte, Todos los vientos entrelaza varias historias: en una, la protagonista es Luisa, quien está por dejar de ser niña para convertirse en mujer mediante un ritual al que someten a todos los chicos de su pueblo, Umbrías, un poco en la vena de Alicia en el país de las maravillas. En otra, se narra, a modo de cuento de hadas, la historia en la que se basa el ritual. En otra más, el escritor de la historia de Luisa cuenta sobre la novela que le rechazaron y, en paralelo, sobre la historia de amor que está viviendo. Y en otra, tenemos el diario de un personaje más, Roderico, habitante de Umbrías, que nos describe los rarísimos usos y costumbres del lugar. Las historias se enredan, se separan, a ratos parece que se contradicen o que se confirman unas a otras; pero el resultado es una lectura inolvidable. Por supuesto, hay otros tipos de arquitectura literaria: hay libros como campanarios de iglesia, desde cuya cima podemos observar el mundo (así me parece, por ejemplo, el poemario Viento del pueblo, de Miguel Hernández) y libros como búnkers, que al meternos en ellos el mundo exterior pareciera no existir (como La historia interminable, de Michael Ende). Pero entre mis favoritos están sin duda los libros puente: ésos que crean lazos entre generaciones, culturas, clases sociales. Y entre ésos, uno que leí recientemente y que me encantó es Fallas de origen, de Daniel Krauze (Planeta), novela que nos cuenta cuatro días caóticos y autodestructivos en la vida de un joven de clase acomodada que sólo así puede tratar de elaborar su duelo por la muerte de su padre. Más allá de la anécdota, Fallas de origen establece puentes entre la mente de ese personaje torturado y su lector: a pesar de que el tipo puede parecer insoportable, es imposible no sentir empatía por él, y acompañarlo en su viaje. ¿Campanario, puente, laberinto, búnker o dulce hogar? La única forma de saberlo es abriendo el libro. Pero eso sí, los buenos libros siempre son refugio. +



Foto: Ulysses Avath©

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os asesinatos. Tres amigos. Dos hermosas pianistas. Una ciudad enloquecida y una historia trepidante son los ingredientes de este salvaje thriller capitalino escrito por Eloy Urroz. Demencia es el relato alucinado del violinista Fabián Alfaro, quien tiene comprometido el jueves 27 de junio para tocar públicamente las tres sonatas Opus 30 de Beethoven. Sin embargo, cada vez que intenta ensayar con Daniela, su acompañante al piano, aparece otra mujer: Herminia, mitad sueño, mitad bruja, posible media hermana de Daniela. ¿En qué obras pensabas mientras escribías Demencia, tu nueva novela? Conscientemente sentí la influencia de algunas novelas, sobre todo por la atmósfera que quería reflejar en la historia, una atmósfera de suprarrealidad, de ambivalencia, como de vigilia, de duermevela por la que transita, sobre todo Fabián Alfaro, el violinista. En primer lugar La obediencia nocturna, de Juan Vicente Melo. Sobre héroes y tumbas, de Sabato, sobre todo la parte llamada “Informe sobre ciegos”, donde todo es demencial, y la otra novela en que pensaba mucho era Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de Murakami, en la que nunca sabes lo que pasó, nunca te enteras bien de nada, todo es vago, extraño, hay una sensación continua de extrañeza. Sin ser fantástica, mi novela no lo es ni hay nada sobrenatural, sí quería impregnarla de una atmosfera casi onírica, que tiene que ver con la esquizofrenia de Fabián Alfaro. ¿Consideras que tu novela posee cierta carga fantástica? En ningún momento quise meterme en el tema fantástico. Lo que puede parecer fantástico es lo que le pasa a Fabián, él tiene demencia; de hecho no está seguro de si las cosas pasaron o no, se olvida si pasó esta mañana, ayer o antier, se le trastocan los eventos, los mismos personajes: ¿murió o no la anciana del número 4? Los inspectores que vienen a buscarlo para resolver el crimen de la anciana no son tal, sino son técnicos del agua, pero luego resulta que sí lo son y se lo llevan para interrogarlo… no diría que eso es fantástico, es un problema mental, es una novela sobre un problema psicológico. ¿Cómo se te ocurrió la historia de la novela? Para mí la novela es sobre tres amigos: Néstor, Fabián y Rogelio. Primero se me ocurren dos historias: el amigo de un amigo me cuenta que él se había enamorado de una chica; tres meses después conoce a la hermana de ésta, se enamora de ella y deja a la primera; después la tercera hermana se enamora de él, así que deja a la segunda para andar con ella. No podía creer la historia y dije “tengo que escribir esto”. La otra historia, también real, es la de Eulalio Ricalde, el respetable cirujano, padre de familia, que de día atiende a sus pacientes y que en la noche se viste de mujer y recorre los bares de la Zona Rosa para vivir sus juegos y transgresiones. ¿Cómo combinaría esta historia con la primera? Y finalmente la historia del violinista Fabián Alfaro, que creí

que sería la menos importante y que al final roba cámara. ¿Qué otras características hay en Demencia? Otro desafío que me impuse es que fuera una novela coral, hay ocho o nueve puntos de vista, ocho o nueve personajes que nos van a decir lo que pasa en la novela sin repetir eventos y sin que el lector se pierda o pierda la atención de la historia. La ciudad es un elemento muy importante; hay referencias a calles de Mixcoac y a un parque que quizá sea el Parque Hundido que en Demencia se llama Parque de los Muertos. ¿Por qué le pusiste así? Una de las ideas que tenía al principio es que fuera una Ciudad de México transfigurada. Algo le ha pasado que se reconoce, pero de pronto cambian los nombres. Le puse el Parque de los Muertos porque yo estaba en Quito cuando empecé a escribir la novela. Me iba a correr a un parque inmenso donde casi no había gente y un día me preguntaron por qué lo hacía, y es que una semana antes habían ahorcado a una señora y un mes antes habían matado a un niño. Se me ocurrió que en la novela ese parque fuera un coto prohibido. De día hay niños, carriolas, mamás, algodones, policías, todo tranquilo, y de noche es el Parque de los Muertos, el lugar por donde no debes pasar porque algo puede suceder. ¿Mientras la escribías, viniste a México para recorrer los escenarios o los recreaste a la distancia? Dejé México hace veintiún años, conozco la ciudad muy bien. Creo que recupero una ciudad no de ahora sino la que fue mía, por eso es una ciudad transfigurada y no es la Ciudad de México, pero no es la que yo dejé, porque yo viví la ciudad de los ochenta y los noventa. Vengo de vez en cuando, pero ese fenómeno de revivir mi ciudad a la distancia influyó en la recreación y en la atmósfera irreal y fantasmagórica en un sentido sabatiano, que le da forma a Demencia, según mi recuerdo, un recuerdo de hace veinticinco años. +

Por Jorge Vázquez Ángeles

Libro electrónico DEMENCIA Eloy Urroz ALFAGUARA



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l 21 de agosto de 1946, el buró de organización del Comité Central de la Unión del Partido Comunista publicó una disposición en la revista Pravda sobre los escritores soviéticos Anna Andréyevna Ajmatova y Mijail Zoschenko. El texto hablaba así de sus obras literarias:

“La concesión de las páginas de la revista Zvezda a tantos hombres insulsos y sosos como Zoschenko es inadmisible, ya que además la redacción de Zvezda conoce bien la fisonomía de Zoschenko y su comportamiento indigno durante la guerra, cuando no ayudó al pueblo soviético en su lucha contra los invasores alemanes y escribió esa obra tan abominable, Antes de la salida del sol, cuya crítica, junto con la apreciación de toda la ‘creación’ de Zoschenko, fue publicada en las páginas de la revista Bolchevique. La revista Zvezda también populariza por todos los medios la obra de la escritora Ajmatova, cuya fisonomía literaria y político-social hace mucho tiempo que es bien conocida por la opinión pública soviética. Ajmatova es la representante típica de una poesía vacía y carente de ideología, la cual es extraña para nuestra gente. Sus versos están impregnados de un espíritu pesimista y depresivo, expresan los gustos de la antigua poesía de salón que se estanca en las posiciones del estetismo burgués-aristocrático y decadente, es decir ‘el arte por el arte’, sin querer ir al mismo paso que su pueblo, una obra perniciosa para la educación de nuestra juventud y que no puede ser consentida por la literatura soviética”. Ajmatova, además de atestiguar la muerte de sus dos esposos y la deportación de su hijo a Siberia, sufriría la censura constante de sus obras, manipuladas y alteradas por parte de los burócratas soviéticos. La poeta pasó buena parte de su vida en la más profunda pobreza y se vio forzada a escribir poemas donde hablaba de la felicidad de vivir bajo el régimen de Stalin. Habían pasado casi ocho años desde que José Stalin declarara en la casa de Máximo Gorki que “los escritores son los ingenieros del alma humana”, en plena época de las grandes purgas. La frase —que peligrosamente aludía a que todas las plumas, las soviéticas, desde luego, pero también las de todo el mundo, debían estar al servicio de la causa comunista para esculpir el alma de los hombres y contribuir a la creación de esa nueva humanidad— marcó el destino de toda una generación de escritores que, o tomaron la decisión de escribir apegados a las instrucciones o necesidades del régimen, o soportaron el destierro, los trabajos forzados en los Gulag o la muerte. Desde luego que la censura en contra de la literatura no inició con Stalin sino desde la Revolución de 1917, encabezada por Lenin, cuando se crea la Glavit (Glavnoe Upravlenie po delam Literatury i Izdatel’stva), el 6 de junio de 1922, organismo encargado de revisar y aprobar cualquier texto literario o periodístico, así como pictórico. Después también se encargaría de censurar el arte en general, como la música: el célebre Dmitri Shostakóvich sería acusado de desviacionista y decadente tras la presentación de Lady Macbeth de Mtsensk, por lo que tuvo que prestarse a la farsa stalinista y crear obras que fueran del agrado del partido comunista, como lo cuenta Julian Barnes en su más reciente novela El ruido del tiempo. Escritores como Borís Pasternak, Vladimir Mayakovski, Isaak Bábel o artistas como Ródchenko, Kandinsky o Chagall participaron activamente durante los años de la revolución rusa mediante sus trabajos que buscaban crear un nuevo arte y, por ende, un nuevo ser humano, siempre desde una idea de libertad creativa. Sin embargo, a la muerte de Lenin, Stalin, “el montañés del Kremlin”, como le llamó el poeta polaco-ruso Ósip Emílievich Mandelshtám (acto que le costaría la vida), llevó hasta sus últimas consecuencias la construcción de un estado que lo dominara todo, desde el ámbito político, económico y, sobre todo, el social. En el primer Congreso de Escritores Soviéticos, celebrado en agosto de 1934, participaron más de setecientos escritores y se establecieron las directrices de la literatura: el realismo socialista. Las obras debían ser revolucionarias en el sentido de apoyar irrestrictamente la Revolución, y retratar fielmente la vida de obreros y campesinos de tal forma que se exaltara su figura. Algo parecido a lo que cuenta Leonardo Padura en su novela El hombre que amaba a los perros, que inicia con el relato de un joven escritor cubano a quien sistemáticamente le niegan la posibilidad de publicar cuentos porque éstos no se ajustan a los lineamientos de la Revolución. Yuri Olesha, uno de los grandes novelistas rusos, fue una de las pocas voces disonantes en el congreso: dijo que un escritor escribe lo que puede escribir, y que escribir sobre obreros o héroes revolucionarios le resultaría imposible. Su declaración no le costó la vida; fue encarcelado, pero sobreviviría. El control del Estado, entiéndase Stalin, llegó a grados tan ridículos como que el propio dictador revisaba algunas obras antes de publicarse, definía las tramas de cuentos y novelas para destacar la importancia del sistema soviético en la construcción de la nueva sociedad y estableció un premio con su nombre al que se le agregaban las categorías que fueran necesarias.

Veinte años después, el segundo congreso reunió apenas cincuenta escritores: los demás, o habían desaparecido en los Gulag, murieron fusilados o habían dejado la Unión Soviética. Isaak Bábel, por ejemplo, vio sus obras prohibidas a partir de 1937, fue arrestado en 1939 y fusilado en enero de 1940. Borís Pilniak publicó sus obras en el extranjero, lo que le costaría la vida: fue fusilado en abril de 1938. La poeta Marina Tsvetáyeva padeció el arresto de su esposo y de su hija. Sin trabajo ni vivienda, desacreditada por el aparato comunista, se suicidó en 1941. Los escritores Panteleimon Romanov, Sergei Tretyakov y Artyom Vesyoly también murieron. Por haber publicado sin permiso Doctor Shivago, Borís Pasternak fue perseguido prácticamente toda su vida, y denigrado por los jerarcas comunistas: “Si comparamos a Pasternak con un cerdo, un cerdo no haría lo que él ha hecho porque un cerdo jamás defeca donde come”. Escritores y artistas no pueden crear sus obras como si se tratara de vigas de acero; no existen planos que definan con anticipación una novela, un poema o una sinfonía. Los procesos creativos son el resultado de la libertad.

Por Leonardo Guerrero





BERNARDO

La escena es así: En una empresa trasnacional, un ejecutivo estadounidense visita la planta mexicana para hacer una supervisión. Todo transcurre bien, y al final varios de los ingenieros locales llevan al gringo a cenar. En la sobremesa, la plática va de lo profesional a lo trivial hasta un momento en el que el visitante pregunta por Juan Rulfo. Todos callan, guardando el respetuoso silencio del ignorante, y voltean a ver a uno de sus compañeros. —Pregúntele a éste... —musita uno. El joven aludido sonríe y el resto de la velada gringo y mexicano discuten apasionadamente sobre Pedro Páramo y El llano en llamas. Ese momento pudo significar para el joven ingeniero una mejor posición en la compañía, un aumento y quizá hasta una invitación a mudarse a laborar a los Estados Unidos, pero afortunadamente la pulsión literaria dominó. La industria perdió un buen ingeniero, pero nuestras letras ganaron un brillante narrador. El nombre de ese muchacho es Élmer Mendoza. Léase Besar al detective, la cuarta novela de la serie protagonizada por “el Zurdo” Mendieta, su detective, para más evidencia. Otra anécdota: en alguna ocasión varios escritores discutían acaloradamente sobre un tema literario. La plática se convirtió en lo que las abuelas llamaban con toda incorrección política “una cena de negros comiendo calamares en su tinta a la media noche”. Uno de ellos volteó a decirle a otro, que estaba muy callado: “¿Cómo ves a estos cuates?”, a lo que el aludido replicó “Yo no sé, mano, yo estudié Ingeniería Química”. Era Germán Dehesa. Soy hijo y nieto de ingenieros. Mi abuelo materno fue agrónomo y mi papá es ingeniero electricista. El abuelo paterno fue toda la vida periodista tras un fugaz paso por las aulas del Poli para convertirse en ingeniero electrónico. Casi todos mis primos y muchas de mis primas estudiaron ingeniería de cualquiera de sus áreas. Pareciera que mi hermano —músico y cineasta— y yo somos los mutantes de la familia. De modo que toda la vida he padecido la ingeniería, que sin duda es toda una cosmogonía casi religiosa. Muy a mi pesar constantemente descubro en mí el pensamiento estructurado, no pocas veces rígido, propio del ingeniero. Por ello, al llegar el momento de ir a la universidad busqué lo más alejado que encontré de la ingeniería. Gran ironía, el diseño gráfico, carrera en la que me titulé, es a las artes visuales lo que la ingeniería a las ciencias exactas. Sirva lo anterior para justificar mi fascinación casi morbosa por los ingenieros escritores. Ciñéndome estrictamente a la literatura mexicana contemporánea, la lista es tan enorme como sorprendente (al menos para mí). A vuelo de pájaro...

FERNÁNDEZ

Tanto Vicente Leñero como Jorge Ibargüengoitia fueron ingenieros, el primero civil (y de sus experiencias en la construcción alimentó su novela Los albañiles) y el segundo, en minas. Gabriel Zaid es egresado del Tec de Monterrey. Enrique Krauze, además de historiador, ostenta el título de ingeniero industrial (que es lo que hubiera estudiado yo, de verme obligado a matricularme en esa área). Entiendo que Hernán Lara Zavala estudió la misma área. Naief Yehya es ingeniero electrónico, por ello es el más brillante ensayista sobre temas tecnológicos de su generación; lea usted El cuerpo transformado para confirmarlo (y además fue compañero de generación de Guillermo Fadanelli, si bien estoy seguro que a él no le gustaría ser incluido en un recuento como éste). En mi generación son varios los ingenieros escritores. Gerardo Sifuentes, que aparte de ser un brillante cuentista es el coordinador editorial de la revista Muy Interesante, es ingeniero electrónico. Su libro Planetaria le dará una idea de la riqueza de sus mundos ficticios. Luis Felipe Lomelí es egresado de Ingeniería Física, también por el itesm. Su última novela es Indio borrado. Antonio Malpica, magnífico narrador tanto de literatura infantil y juvenil como de libros para grandes y colaborador de esta misma publicación (y sobre todo un entrañable amigo) es egresado de la unam en el área de Sistemas. No tiene que conocerlo como yo para quererlo, basta leer #Másgordoelamor. Rodolfo J. M., autor y compilador tanto de género policiaco como de literatura fantástica (lea usted Todo esto sucede bajo el agua) es también ingeniero y trabajó varios años para la industria automotriz. César Silva tiene tres oficios: poeta, narrador e ingeniero. Y divide su amor a partes iguales. Al autor de La balada de los arcos dorados y Juárez Whiskey se le ilumina la cara cuando se le pregunta sobre su paso por la industria maquiladora de la frontera norte. Haga el experimento la siguiente vez que lo vea. No sé de ninguna mujer ingeniera y escritora en México, pero a cambio, Cecilia Pego, una de nuestras mejores novelistas gráficas, egresó de Ingeniería Civil. Si hubiera alguna otra, les agradecería que me lo dijeran. Finalmente esta lista incompleta cierra con Alberto Chimal, para mí el mejor cuentista de mi generación, maestro de otros escritores y extraordinario fantasista, de lo que da cuenta su novela La torre y el jardín, entre muchos otros títulos que deleitan a sus hordas de lectores. Como se ve, la lista es abundante; estoy seguro de que dejé fuera a varios (y quizá a varias). Pido una modesta disculpa. A todos los incluidos, vaya la admiración de alguien que pudo ser ingeniero, pero nunca tuvo mente numérica. El cómic del mes: el legendario historietista Manuel Ahumada era ingeniero agrónomo. Muerto prematuramente, dejó un puñado de álbumes gráficos. Mi favorito, El cara de memorándum y otras historias. +



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“Los ingenieros son los Oompa-Loompas de la ciencia”, afirmó alguna vez Sheldon Cooper, científico protagonista de la sitcom The Big Bang Theory. Evidentemente, tal aseveración era peyorativa, dando a entender que son los científicos teóricos quienes doman las leyes del Universo mientras que los ingenieros sólo aceitan los engranes y aprietan las tuercas de los aparatos producto de tales descubrimientos. Sin embargo, la realidad es otra: son los vituperados ingenieros los que diseñan la manera en que los principios del cosmos pueden ser aplicados para facilitar la vida cotidiana: quizá haya sido George Simon Ohm quien descubrió la relación entre corriente eléctrica y diferencia de potencial, pero fue Thomas Alva Edison quien aplicó ese conocimiento para construir la bombilla incandescente, misma que permitió a la humanidad robarle horas a la noche; quizá haya sido Blaise Pascal el que descubrió el principio de los fluidos que lleva su nombre, pero tuvo que llegar Joseph Bramah para aplicarlo construyendo la prensa hidráulica, una de las herramientas básicas de la industria moderna. Los griegos, más generosos que el doctor Cooper, daban un lugar privilegiado a aquellos que lograban convertir las leyes naturales en artilugios útiles. Hefestos, el laborioso aunque contrahecho hijo de Hera, se encargaba de elaborar las armas de los dioses, aplicando los fundamentos de la metalurgia y la termodinámica, mientras que Dédalo, un simple humano de renombrada inteligencia, era capaz de diseñar desde intrincados laberintos para capturar monstruos innombrables hasta alas artificiales que le permitieron escapar de cierto patrón ingrato. Por desgracia, el buen hombre también descubrió a la mala que la inteligencia no es necesariamente hereditaria. La estirpe de Dédalo ha dado grandes hombres a la humandidad, como Nikola Tesla. Margaret Cheney es autora de una muy completa biografía de uno de los genios más grandes del siglo xix, y desafortunadamente, de los menos reconocidos en su tiempo: Nikola Tesla, el genio al que le robaron la luz. El mundo de hoy le debe a Tesla, entre otras cosas, los modernos sistemas de generación y distribución de luz eléctrica, sin los cuales la tecnología actual sería impensable. Además, su gran capacidad le permitió NIKOLA TESLA, EL GENIO AL QUE LE ROBARON LA LUZ Margaret Cheney TURNER

tradicciones, no hubiera tendido la audacia de cambiar al mundo con sus creaciones.

prefigurar ingenios que después otros se adjudicarían, tales como los rayos X, el transmisor de radio o los sistemas de control remoto. El libro de Cheney es una exploración de la vida del científico serbio, elaborada con partes de sus documentos personales y testimonios de sus contemporáneos, donde se consigna su complicado temperamento, su insaciable curiosidad, sus cruentos enfrentamientos con sus detractores —Thomas A. Edison a la cabeza—, y los múltiples fraudes de los que fue objeto. Otro personaje que cambió nuestro mundo para siempre fue Steve Jobs. Brent Schlender trató, según su propio testimonio, al legendario fundador de Apple durante veinticinco años, en una relación de amistad que sólo concluyó con la muerte de Jobs en 2011. Fue testigo de su ascenso como uno de los mayores innovadores del siglo xx, de sus innegables aportes a la revolución informática del siglo xx, y por supuesto, de sus descalabros. En el texto, Steve Jobs se devela, más que como un genio de la informática, como un experto hombre de negocios, hábil para conformar equipos de trabajo que compartieran su visión y concretarla, y con la capacidad de remontar aún los fracasos más estrepitosos. El libro de Steve Jobs también muestra el rostro más íntimo del personaje, narrándonos su infancia como hijo adoptado, su temprano amor por las artes, su apego a las filosofías orientales, su carisma abrasador y su desprecio hacia aquellos que no consideraba a su altura. Este libro quizá no guste a los admiradores incondicionales de Jobs, pues lo muestra con todas sus flaquezas y mezquindades. Sin embargo, el lector llega a la conclusión de que, quizá sin esas profundas con-

EL LIBRO DE STEVE JOBS Brent Schlender MALPASO

LOS INNOVADORES Walter Isaacson DEBATE

Por medio de un viaje literario por las vidas de personajes como Ada Lovelace —hija de Lord Byron, considerada la primera programadora—, Charles Babagge, Alan Turing, los creadores de la máquina ENIAC o Bill Gates, Los innovadores, libro de Walter Isaacson, más que narrar la vida de una serie de científicos y matemáticos que hicieron posible el desarrollo de la informática, elabora una profunda reflexión acerca de la naturaleza de la innovación. Si bien los primeros libros de esta lista tratan sobre dos personajes en particular, Los innovadores muestra que lo que permite las revoluciones tecnológicas, más que el trabajo de solitarios excéntricos, es la acumulación de múltiples saberes, visiones y descubrimientos. Este texto es indispensable para cualquiera que se pregunte la manera en que la tecnología se nutre de muchas otras disciplinas, y de cómo la imaginación creativa y la intuición artística son indispensables para el ingeniero. El subtítulo del último libro a recomendar de inmediato nos remite a su naturaleza: De la catapulta al Curiosity. 250 Hitos en la historia de la ingeniería. El libro de la ingeniería, de Marshall Brain, es un resumen de los inventos más trascendentes de la historia de la humanidad, mismo que inicia con el arco y la flecha —con su origen fechado aproximadamente en el año 30,000 a. C.—, y concluye con sistemas que aún no han sido inventados, pero que ya son una realidad teórica, como las colonias humanas en Marte. A cada uno de estos avances tecnológicos, que lo mismo abarcan la arquitectura que la navegación, el diseño de armas, la astronomía o la informática, la autora les dedica una página en donde explica la trascendencia del descubrimiento y sus dificultades. Además, a cada texto monográfico lo acompaña una ilustración a color que permite reafirmar lo aprendido. Diga lo que diga el brillante Sheldon Cooper, los ingenieros son a tal grado importantes que si uno de ellos no hubiera inventado el papel, otro la tinta, y otros el sistema de impresión en cadena, usted no tendría este texto en sus manos. + Por Omar Delgado

Libro de importación EL LIBRO DE LA INGENIERÍA Marshall Brain LIBRERO



Leonardo da Vinci nunca pasa de moda. Sea que se descubra una nueva obra, una carta, o un plano, su genio aún nos sorprende a tantos años de su muerte. Este libro reúne las invenciones de este genio y visionario: máquinas para volar, bélicas, de trabajo, escénicas, musicales y otras más sin clasificación, antepasados del helicóptero, el tanque, sierras, puentes… el ingenio de Leonardo no tenía límites. ATLAS ILUSTRADO DE LAS MÁQUINAS DE LEONARDO Domenico Laurenza/ Mario Taddei/ Eduardo Zanon SUSAETA

Imposible desligar la práctica de la arquitectura y de la ingeniería. A pesar de su divorcio en el siglo xix, estas dos disciplinas configuran el mundo y la manera como vivimos en él. Este libro reúne cien edificios ordenados del siguiente modo: Ubicaciones extremas, Reinvenciones, Edificios saludables, Desplegables, Camaleones, En ruta, Edificios inspirados en la naturaleza, Refugios frente a la tormenta, Minimalistas, Catalizadores urbanos y Hacia el futuro. EL FUTURO DE LA ARQUITECTURA EN 100 EDIFICIOS Marc Kushner EMPRESA ACTIVA

Santiago Calatrava no es sólo uno de los arquitectos más importantes del mundo, sino también un ingeniero, escultor y pintor. Su reputación como ingeniero arquitectónico se consolidó con sus numerosos puentes en diversas ciudades alrededor del mundo. Su obra está íntimamente relacionada con sus propios dibujos del cuerpo humano y con sus esculturas de formas geométricas, inspiradas por las dinámicas de movimiento y tensión. CALATRAVA Philip Jodidio TASCHEN



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HERNÁNDEZ

Cuenta Jorge Ibargüengoitia que el día que decidió dejar la ingeniería para irse a la Facultad de Filosofía y Letras a estudiar teatro, decepcionó a su familia, sobre todo porque soñaba con que el joven se convertiría en un exitoso profesionista. Gracias a esa decisión, hoy seguimos disfrutando de las novelas de uno de los escritores mexicanos más queridos y más leídos.

C

on sólo escribir el título he logrado un absurdo y, sin embargo, consta en la biografía que Jorge Ibargüengoitia iba para ingeniero. No intentaré explicar el milagro de su literatura como un ejemplo de resistencia de materiales o albañilería de tramas o colado de personajes o, incluso, el andamiaje impalpable de la soberbia construcción no sólo de sus novelas, sino de las columnas que publicaba no una sino dos veces a la semana, esos pequeños ensayos de bolsillo y crónicas condensadas. Lo que sí es cierto es que no cuadra presentar o imaginarlo de ingeniero porque basta leerlo para sentir una gratitud instantánea por absolutamente todo lo que escribió y sí, quizá, imaginar que su formación inoculó una rara mecánica de trabajo que pocos conocen. Me consta que de niño jugaba con mi padre y mis tíos en Guanajuato y luego en el exilio de ambas familias en la Ciudad de México, y que por delante de toda teoría literaria habría que asentar que se trataba de una pandilla que vino al mundo para divertirse, no sólo con juegos inventados de caballería en las azoteas sino con aventuras que leían sacándole jugo a cada juego de palabras. Consta también que Jorge era capaz de tirar a la basura todas las cuartillas acumuladas, ya de una obra de teatro o incluso de una novela, y volver a empezar desde cero por el solo hecho de que la trama no cuajó. Es una prueba de que Ibargüen no era autor de los que recurren a andamiajes falsos o transas en el cemento, y dice Joy Laville que era además escritor que narraba hilos de cuentos o enredos de novelas a los taxistas que abordaba por azar (en México o en Francia) y que esas conversaciones eran puestas a prueba de la solidez de los edificios narrativos que llevaba en la cabeza. Quien no ha leído a Jorge Ibargüengoitia tiene abierto el salvoconducto que renovamos todos al releerlo. Una literatura que se expande a partir de las obras de teatro, pues abandonó la ingeniería para soñar que sus

historias serían escenificadas, en parlamentos con actores y escenografías variables. Dicen que su maestro Rodolfo Usigli lo instó a que se cambiara el apellido porque no cabría en las marquesinas, y por ésa y otras bromitas que le fueron llenando de piedritas el camino se sabe que Ibargüengoitia terminó por reconocer que “era bueno para los diálogos, pero no para dialogar con gente de teatro”. Esa afortunada marea lo motivó para sentarse a cuajar novelas, una por una, pequeñas joyas de algo que espero ser capaz de argumentar: son historias hilarantes, llenas de una chispa incandescente de buen humor que no por ello debieron insinuar que estábamos ante alguien “chistoso”. Así como muchos de los grandes sarcasmos de la literatura inglesa diferencian el buen humor del mero chistosito, así también es lamentable que en su tiempo no pocos lectores acudían a las conferencias de Ibargüengoitia como si asistieran a un show cómico y eso le molestaba. Por celebrar sus cuentos es ejemplar y envidiable la capacidad que tuvo para convertir en literatura la anécdota, la vera realidad que vivió en tal o cual situación, la verdadera desgracia de un amor contrariado entre las faldas de una gordota y convertirlo en relato no sólo palpable sino creíble y tan risible como los increíbles avatares que siguen padeciendo hasta la fecha los que piden una beca para estudiar en Estados Unidos. De ese mismo hilo está confeccionada la novela Las muertas —que es A sangre fría de Capote a la mexicana—, basada en el expediente judicial y los recortes periodísticos en torno a los famosos crímenes de Las Poquianchis que retumbaron en noticieros de todos el mundo. Hay días en que creo que mi lectura favorita de todas las obras de Ibargüengoitia son las piezas que compuso para niños, y otros en que no sin envidia me convenzo de la suprema maestría de Dos crímenes, una novela que fue reseñada y altamente recomendada por Octavio Paz en la revista Vuelta apenas salió de la

imprenta. Luego hay días en que no puedo menos que sincronizar con cada párrafo de Estas ruinas que ves, no sólo por conocer a la mayoría de los personajes reales que la inspiraron sino por compartir una biografía colectiva y familiar que parece una extensión de sus páginas y, al día siguiente, juro que Los relámpagos de agosto o Maten al león son dos de las principales razones por las que decidí estudiar Historia y no en balde sucede el detalle de que Pueblo en vilo. Microhistoria de San José de Gracia —la obra maestra de mi maestro Luis González— recibió su primera reseña nada menos que de la pluma de Ibargüengoitia en su columna de Excélsior. Ya que menciono el periódico, añado que hay días en que creo que lo que más me gusta de Jorge es tomarlo como ejemplo diario e intentar estar a la altura de su clara sombra en el trajín y en la trinchera de la adrenalina del periódico, escribir columnas en ese tono que Juan Villoro ha definido como literatura con prisa y sincronizar con ese duende (bien degustado por Jorge Ibargüengoitia) en donde uno debe procurar escribir mejor que todo aquel que escribe más rápido que uno, pero también escribir más rápido que todo aquel que escriba mejor que uno. Hablo de un hombre polifacético que no deja de sorprender. Un autor que conquista lectores nuevos no por los artificios de la mercadotecnia, sino por el contagio implacable que produce la instantánea recomendación cada vez que alguien cree descubrirlo. Lo leemos como espejo fiel de la vida de un México que ya no existe y al mismo tiempo termómetro de todas las corrupciones, enredos y surrealismos que nos rodean inevitablemente así pasen los siglos. Lo leemos como quien habla en el mismo tonito con el que nos hablamos a solas o carcajeamos de sobremesa y sobre todo, lo leemos con la agradecida sonrisa de que no pasa un solo día sin reconocer que nos hace falta. +



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Reconocer patrones

L

a mente humana parece tener una capacidad especial para eso: para predecir el futuro y reconocer el pasado. Cualquiera que haya convivido lo suficiente con niños se habrá dado cuenta. Antes incluso de que comiencen a construir oraciones más o menos elaboradas, los plebes empiezan a tratar de establecer cuáles son las regularidades que se presentan en su entorno y son ajenas a ellos, a su gustos y decisiones. El niño se pregunta por aquello que le parece más maravilloso: los ciclos de la noche y el día, de la lluvia, del frío y el calor. También por aquello que le da más alegría: “¿ya mero va a ser otra vez mi cumpleaños?” O por aquello que tal vez no le gusta tanto: “¿Hoy no vamos a la escuela, verdad?”.

La búsqueda y reconocimiento de patrones —y en el caso de mi hija ha sido así— sucede antes de empezar a tratar de postular relaciones causales: “¿se hace de noche cuando cierro los ojos, papá?” O, por lo menos, es una preocupación que se da con mayor incidencia pues de forma intuitiva sabemos que confiere mayor poder heurístico, mayor poder explicativo, que una simple causalidad. Los patrones suelen parecer certezas mientras que las causalidades son un poco más difusas. Y es a partir de las certezas que el huerco piensa en las posibilidades de lo que se puede y lo que no se puede hacer en determinados tiempos y lugares. Si usted tiene hijos, ya lo sabe por la práctica: funciona mejor decirle a su chamaco “es la hora del baño” que explicarle las relaciones causales entre la mugre y las enfermedades.

Ojo, aquí no quiero decir que las explicaciones causales sean inútiles como técnica pedagógica, sino que suelen aparecer —en el infante— después de la etapa del reconocimiento de patrones; es más, hasta tienen un nombre popular: “la edad de los por qué”. Desde el punto de vista de la evolución biológica, entender regularidades y patrones, así como imaginar relaciones causales (“cuando muevo mi palo de lluvia, empiezan los truenos, papá”) ha dado muchísimo de qué hablar, pero ¿qué tiene que ver la posible predisposición humana a buscar patrones y causalidades con la construcción de un puente o un poema?

Hay dos tipos de ingenieros: los que saben diseñar y los que no Los ingenieros que no sabemos dibujar tuvimos que buscar estrategias alternativas para dar el gatazo, por ejemplo: pintarrajear de volada en una servilleta, frente al tornero, la pieza que queríamos mientras se la íbamos explicando, sin olvidarnos de poner esas rayitas y números que indican las magnitudes. Así, el tornero no iba a pensar que éramos una vaca frente al AutoCAD (o, antes, frente al restirador) sino que habíamos estado muy ocupados. Porque esa abstracción, el dibujo, con esas convenciones, las magnitudes, son indispensables para la comunicación en el trabajo ingenieril. Por supuesto, también están los ingenieros que son incapaces de concebir un diseño siquiera de forma imaginaria. Aquéllos que son excelentes para construir un artefacto ya que alguien les da el dibujo (o de repararlo). En eléctrica y electrónica, por ejemplo, solía haber un buen número de ingenieros que se ganaban la vida haciendo diagramas, y tenían filas de clientes que les contaban, verbalmente, el problema que querían resolver y ellos lo traducían a líneas y símbolos que significaban cables, resistencias, transistores y capacitores. La diferencia entre estos ingenieros diagramistas y un dibujante-no-ingeniero es obvia: a los primeros se les da un problema y lo resuelven de forma visual, mientras que a los segundos ya se les da el problema resuelto. Así, el diseño es la resolución simplificada y condensada (sin paja) del problema real que luego pueden embellecer, ya que funcione, otros profesionistas que, curiosamente, se llaman a sí mismos “diseñadores” y “creativos”. El diseño es el punto intermedio, el puente, entre tres conjuntos de restricciones: las que implica la realidad (no es lo mismo diseñar un aparato para operar a 10°C que a 80°C), las que implica la teoría (esos bellos casos donde “teóricamente” se puede hacer lo que sea, pero en la práctica no) y las que implica la disponibilidad de recursos (“si tuviéramos un material que aguante más la corrosión, entonces…”). En la literatura sucede algo similar, sólo que no suele haber tal división del trabajo y un solo escritor es quien tiene que hacer todo: 1) identificar el problema a resolver (el tema al cual muchas veces, más que resolver, se le añaden más preguntas porque así es más interesante y las respuestas suelen ser siempre equívocas); 2) imaginar el diseño (cómo va a construir su novela, poema, obra de teatro, con qué elementos de


la realidad, la teoría y la disponibilidad de recursos podrá jugar); y 3) construirlo. Ciertamente hay escritores que narran horriblemente pero saben crear historias espectaculares que luego enchulan editores y correctores de estilo, pero son los menos, y por lo general sólo se dan entre novelistas y guionistas (no entre poetas ni dramaturgos). También hay escritores que no saben diseñar, pero son excelentes narradores, éstos suelen lograr publicar dos o tres libros a su nombre pero por lo general lo hacen “con seudónimo”, es decir, escriben los libros de otros: ensayos, “memorias”, panfletos y “autobiografías”. Al igual que entre ingenieros, los escritores suelen molestarse muchísimo porque lo que encuentran en la ferretería (o en Festo) no es suficiente para hacer lo que quieren: “chillen, putas”, les reclamaba Octavio Paz a las palabras. Hay otros escritores que son como los ingenieros empíricos que uno se encuentra de tanto en tanto en las plantas industriales o las empresas constructoras: no saben cosa alguna de teoría, pero son mejores que los que tienen su doctorado en mecánica de suelos o en mecatrónica. También están los que algún día, como el burro que tocó la flauta, resolvieron un problema peliagudísimo pero nunca volvieron a repetir la hazaña: los one single hit writers. Hay otros escritores a los que no se les dan los problemas de ingeniería inversa y reclaman que “leer novelas no sirve para aprender a escribir novelas”. Por supuesto, a un ingeniero no se le ocurriría decir algo similar si quiere seguir teniendo chamba, pero a los escritores sí. Tal vez esto no sea tanto por aquello de las musas inspiradoras (que ya no están de moda) sino porque los escritores y artistas en general son reacios a reducir su trabajo a cuestiones técnicas por dos asuntos: 1) porque lo que realmente importa “está más allá de la técnica” y 2) por el síndrome del Coronel Sanders: nadie quiere revelar su receta secreta. ¿Y cuáles son esas cuestiones técnicas, esa “receta secreta”?

Ingeniería literaria Lo primero es aprender a redactar, por supuesto. Hay que conocer la lógica del lenguaje como se conoce la lógica de un circuito, un reactor bioquímico o la interacción de fuerzas físicas. Esto incluye, como se mencionó, conocer los recursos que uno tiene a su disposición (las especificaciones técnicas de varillas, pegamentos, rondanas y cepas, o las palabras del diccionario y el lenguaje oral) y analizar el trabajo que han hecho otros para aprender las mañas. Así como los ingenieros no dejan de desarmar electrodomésticos nomás porque sí, los escritores no dejan de desarmar libros. Mejor aún, de forma similar a una ingeniera electromecánica que va a comprar una chambrita para su sobrina y termina haciendo una evaluación de todos los errores y aciertos de la instalación eléctrica y los ductos de aire acondicionado de la tienda departamental, los escritores también suelen salir a la calle por una cosa y regresar con un montón de historias e imágenes: “¿Y la chambrita, vieja?: ¿cuál chambrita?”. Si usted quien está leyendo esto es ingeniero, muy probablemente esté pensando una cosa: lo descrito en el párrafo anterior también lo hace un técnico, los ingenieros hacen algo más. Los escritores también. Así como en ingeniería se dice que “los verdaderos ingenieros” son aquellos que son capaces de entender un fenómeno a profundidad para proponer soluciones, para crear alternativas —mecanismos, procedimientos— que no existen, los “verdaderos escritores” también.

Más allá de los fenómenos o temas específicos, la tensión de un cable o de una relación amorosa, la comprensión de éstos y la creación de alternativas suele pasar por esas dos actividades que se mencionaron al inicio: el reconocimiento de patrones y de relaciones causales. Piénselo como lector. Por ejemplo, cuando una novela no se siente acabada porque quedaron cabos sueltos, porque aparecía un personaje sensacional y luego no supimos más de él, estamos ante el rompimiento de una relación causal: el autor nos dio la causa (el personaje) y se olvidó de la consecuencia (su desenlace). Y esto, por supuesto, crea desazón en la lectura; o el sentimiento de que alguien no hizo bien su chamba. En cambio, en una novela que se siente redonda, todos los elementos que aparecen (causas) tienen su desenlace (consecuencia). La lógica causal cambia de texto literario a texto literario, digamos, de forma análoga a cómo cambia la relevancia de ciertas características físicas según las magnitudes del aparato, el viejo cuento del mundo subatómico y el mundo macroscópico… ¡y el intergaláctico con velocidades cercanas a la de la luz!; pero también, por ejemplo, en la imposibilidad de copiar el diseño de un sistema de drenaje urbano para una aplicación milimétrica, pues la capilaridad, antes desdeñada, ahora será importantísima. La diferencia entre ambas áreas es que muy probablemente hay mayor número de lógicas internas, propias y únicas, en el diseño de un texto literario que en el diseño de un artefacto ingenieril. Y esto es un reto para los escritores que quieren trascender el ámbito meramente técnico. Porque además, al igual que en ingeniería, un buen artefacto literario es aquel en el que todas las partes cumplen una función específica e indispensable. Si desarmamos y rearmamos una lavadora y ésta funciona perfectamente a pesar de que “nos sobraron piezas”, esto quiere decir que el diseño no era el mejor, ¿cierto? Lo mismo pasa con un texto literario al que le podemos quitar páginas y queda mejor. Pero la gran ventaja que tienen los escritores sobre los ingenieros tiene que ver con ese asunto anterior a la búsqueda de relaciones causales: el reconocimiento de patrones. Un ingeniero reconoce y usa las regularidades de la naturaleza, incluso propone algunas nuevas, pero este conjunto es más o menos fijo y limitado. En cambio, un escritor puede crear cualquier tipo de patrón y, maravilla de maravillas, el lector lo reconocerá de inmediato, sin darse cuenta: el típico “Ah, claro, ya lo sabía, lo sospeché desde un principio”. Los talleristas suelen llamar a esto “señales en el camino”: las indicaciones que va dando el autor para guiar al lector dentro de un mundo con regularidades y lógicas causales únicas. Los escritores trabajan con la imaginación y la imaginación suele ser —por suerte, por reto— más rica que la naturaleza. +

Por Luis Felipe Lomelí

Sobre el autor: Nació en Etzatlán, Jalisco, en 1975. Estudió Ingeniería Física y fue consultor ISO pero se decantó por la todología no especializada: un poco de tianguero por acá y otro de doctor en filosofía de la ciencia. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y sus últimos libros publicados son Indio borrado (Tusquets) y Okigbo vs. las transnacionales y otras historias de protesta (La Pereza). Se le considera el autor del cuento más corto en español: El emigrante —¿Olvida usted algo? —Ojalá.


F. G . H A G H E N B E C K Durante uno de sus viajes, F. G. Haghenbeck descubrió el castillo de Hellbrunn, maravilla hidráulica a las afueras de la ciudad de Salzburgo. Aquí arte y técnica se conjugan para asombrar a los visitantes que a pesar de su visión moderna de las cosas, encuentran fascinantes los juegos de agua creados por el fraile florentino Gioacchino.


E

n esta casa casi siempre hay sol. Los días lluviosos son pocos, esparcidos entre los meses de tal forma que es posible no recordar ni uno solo. Yo sí recuerdo algunos. La mayoría no.

La casa es grande. De hecho, es inmensa. Y tiene esta capacidad para hacerse sentir interminable. No conozco todos los cuartos, aunque la he recorrido un sinfín de veces. Antes me preocupaba, pero ya no. Prefiero sólo ir donde quiero y olvidar lo demás. De hecho, nos pasa que buscamos un cuarto que jurábamos haber estado ahí el día anterior y por más que recorremos los pasillos y abrimos puertas, el cuarto ya no está. O también ha pasado que nos dormimos en un cuarto (nadie tiene su propio cuarto, uno duerme en el que encuentra cuando uno cree ser presa absoluta del sueño) y despertamos en otro. La casa, a pesar de estar constantemente bañada en sol, produce mucha depresión. La gente prefiere las esquinas oscuras, el silencio, evitar miradas y comer de los banquetes a solas. Casi nadie convive con nadie y prácticamente nos comunicamos con miradas y decimos cosas con los ojos como “¿vamos a explorar la casa?”, “¿vamos al jardín?”, “¿habrá nuevos cuchillos en la cocina?” si encontramos una mirada cómplice. La gente sigue llegando. Eso es una de las tantas constantes aquí. Otra constante es que nadie se va. Se podría decir que el tiempo pasa porque vemos Sol y Luna, pero también se podría decir que no, porque nadie envejece. Si llegas anciano, te quedas anciano. Si llegas joven, te quedas joven. Otra notable constante es que nadie se enferma. Y los accidentes, que han pasado, no tienen consecuencia. Ayer, una mujer se cayó de un balcón y aunque gritó y se escuchó todo el peso muerto azotarse sin piedad sobre el jardín, no le pasó nada. Los nuevos, creían que era un milagro, los residentes de más tiempo ni se inmutaron. En la mañana vi a una niña de unos trece años llorar y por más que traté de consolarla lo único que logré fue que corriera a esconderse en la casa. Y ahí sí que no puedo hacer nada. No hay forma de encontrarla entre los cuartos que se mueven ni los pasillos que respiran. Como les dije, la casa cambia, la casa vive. Y en sus entrañas nosotros desesperamos. Ahora mismo veo cómo un señor se trata de desgarrar con las manos la tráquea. No se está ahogando, ni está loco. Sólo está cansado de ser. De estar. Su cara, roja a reventar, sus dedos, determinados, como garras tratando de abrir la piel, parecen de juguete. No hay consecuencia. Es lo que uno piensa cuando ve este tipo de cosas. A mí a veces me dan risa. Una vez una jovencita trató de sacarse con una cuchara un ojo, y mirándola parecía que uno veía a un mimo y eso me pareció gracioso.

En esta sección aparecerán relatos de autores contemporáneos. Cada mes una ficción para arrebatarle un espacio a la vida cotidiana.

CUENTOS INÉDITOS

LA CASA Ricardo Otero Córdoba

escalaba la pared crecía y se estrenaba interminable y aunque no me canso, y puedo estar ahí día y noche, al darme cuenta que era inútil preferí bajarme y hacer otra cosa. Que la verdad aquí hacer cualquier cosa es como no hacer nada. Algunos han intentado tener relaciones sexuales. Es como estrechar la mano, o caminar descalzo, pues sin duda se siente algo, pero no es ni la sombra diluida de lo que recordamos. La gente se aburre y desiste, algunos terminan por deambular desnudos. Una vez llegaron varios hombres y mujeres de diversas edades. Tomaron una de las salas, se desnudaron y empezaron a fornicar sin importarles nada. Era como ver perros copular. Sus expresiones, una mezcla de asombro y frustración, no tardaron en convertirse en resignación, y, después de un tiempo, se dispersaron con la mirada perdida adentrándose en la casa, explorando escaleras, el jardín y otras zonas. Es muy fácil perder interés aquí. Y cuando uno se da cuenta de que su existencia ha sido reducida a solamente estar, porque uno no es, uno sólo está, no queda nada más que andar por andar, dormir sin realmente necesitarlo, porque aquí dormimos primero por costumbre y luego por nostalgia. Los que sabemos que no hay necesidad de dormir, rara vez lo hacemos. Hoy mismo llegaron dos amigas. Entraron de la mano y estaban atónitas. Preguntaron unas cosas pero nadie contestó. Lo primero que hicieron fue llorar abrazadas. Luego, tomadas aún de la mano, se subieron a los pisos que nunca terminan y empezaron a gritar de desesperación. Yo me acerqué con ellas y les di una pistola que me encontré en un sofá dentro de un cuarto rojo lleno de cuadros que representaban varias formas de morir. Tomé el revólver y lo estuve prestando. Varios trataron de volarse los sesos, pero la bala a pesar de atravesarlos no estallaba con sangre ni los mataba. Las amigas, o la pareja, no lo sé bien, tomaron de inmediato la pistola y se dispararon hasta el cansancio. Pero nada. Seguían paradas, poseídas por una desesperación y sobre todo, incrédulas. Una empezó a desesperar de manera terrible. Ya estoy acostumbrado, pero a veces, de repente, uno siente como si fuera la primera vez. La muchachita se tiraba con todas sus fuerzas del cabello, se azotaba contra la pared, ponía la mano sobre la mesa y con un martillo que estaba ahí al lado trataba de destrozarse los dedos. Nada. Su amiga la veía sin pronunciar una palabra y la resignación llenaba poco a poco sus ojos. Hice el esfuerzo de explicarles que era inútil, que en esta casa no pasaba nada de trascendencia y que al habernos quitado nuestra propia vida, perdimos el derecho a morir y nos habíamos convertido en inmortales. No me quisieron escuchar, o no me creyeron. La amiga hasta ese momento pasiva, se me aventó como bestia y trató de pisarme la cara una y otra vez. Ni metí las manos. Yo sabía que no me iba a pasar nada.

Generalmente son los nuevos los que hacen este tipo de cosas. Alguno que otro residente viejo, a veces, intenta con una llama esperanzadora en los ojos, algo que no se le había ocurrido. Yo lo he hecho. Una vez, hace tiempo, escalé la barda del jardín pensando en que podría escapar de aquí. Pero les juro que mientras Ricardo Otero Córdoba Nació un 25 de junio de 1984. Desde niño conoció las historias a manos de sus padres y su abuela, quienes le leían cuentos todas las noches hasta que él empezó a leérselos solo. Estudió Cine en Centro de Diseño, Cine y Televisión aunque se alejó de ese camino para enfocarse en la literatura. Ha escrito dos novelas, Ayer (2014) publicada por un tiempo en la plataforma Kindle y No pasa nada, misma que en este momento se encuentra corrigiendo. Su primer trabajo concursó sin ganar nada, pero está determinado a seguir escribiendo hasta que muera. Es también un melómano empedernido e idealista de clóset. Puedes leer sus textos en www.ciudadormida.com


DE VUELTA A LOS CLÁSICOS

Clásico es aquel libro que se ha convertido en muestra representativa de la época en que fue escrito y que marcó el camino para las siguientes generaciones de escritores y de lectores. Estos clásicos son como puertos a donde todo lector puede llegar para quedarse largo tiempo, cuando se ha fatigado en el mar de las novedades editoriales.

En una versión del Pequeño Larousse Ilustrado, la entrada correspondiente a Edgar Allan Poe decía así: “escritor estadounidense de espíritu atormentado y morboso”, con toda seguridad una defición oscura pero no muy alejada de la realidad. Considerado como uno de los creadores del género detectivesco, el escritor oriundo de Baltimore, nacido el 19 de enero de 1809, también renovó la novela gótica e hizo del relato de terror uno de sus sellos distintivos. Escritor de culto, incluso Los Simpsons lo han homenajeado en algunos de sus episodios, sigue siendo una de las figuras literarias que no han perdido vigencia, y cuya influencia se extiende sobre decenas de generaciones de escritores y de lectores. Para quienes no han tenido la oportunidad de leer alguno de sus cuentos, ofrecemos “El barril de amontillado”, en el que el alcohol, en este caso un jerez blanco atesorado en una profunda cava, sirve como carnada para una venganza muy al estilo de nuestro querido Edgar.

El barril de amontillado CLÁSICOS

Lo mejor que pude había soportado las mil injurias de Fortunato. Pero cuando llegó al insulto, juré vengarme. Vosotros, que conocéis tan bien la naturaleza de mi carácter, no llegaréis a suponer, no obstante, que pronunciara la menor palabra con respecto a mi propósito. A la larga, yo sería vengado. Este era ya un punto establecido definitivamente. Pero la misma decisión con que lo había resuelto excluía toda idea de peligro por mi parte. No solamente tenía que castigar, sino castigar impunemente. Una injuria queda sin reparar cuando su justo castigo perjudica al vengador. Igualmente queda sin reparación cuando éste deja de dar a entender, a quien le ha agraviado, que es él quien se venga. Es preciso entender bien que ni de palabra, ni de obra, di a Fortunato motivo alguno para que sospechara de mi buena voluntad hacia él. Continué, como de costumbre, sonriendo en su presencia, y él no podía advertir que mi sonrisa entonces tenía como origen en mí la de arrebatarle la vida. Aquel Fortunato tenía un punto débil, aunque, en otros aspectos era un hombre digno de toda consideración, y aun de ser temido. Se enorgullecía siempre de ser un entendido en vinos. En realidad, pocos italianos tienen el verdadero talento de los catadores. En la mayoría, su entusiasmo se adapta con frecuencia a lo que el tiempo y la ocasión requieren, con objeto de dedicarse a engañar a los millionaires ingleses y austríacos. En pintura y piedras preciosas, Fortunato, como todos sus compatriotas, era un verdadero charlatán; pero, en cuanto a vinos añejos, era sincero. Con respecto a esto, yo no difería extraordinariamente de él. También yo era muy experto en lo que se refiere a vinos italianos, y siempre que se me presentaba ocasión compraba gran cantidad de estos. Una tarde, casi al anochecer, en plena euforia del Carnaval, encontré a mi amigo. Me cogió con excesiva cordialidad, había bebido mucho. El buen Ilustración original de Amanda Keen© akeen153@gmail.com


hombre estaba disfrazado de payaso. Llevaba un traje muy ceñido, un vestido con listas de colores, y en su cabeza un sombrero cónico adornado con cascabeles. Me alegré tanto de verle, que creí no haber estrechado jamás su mano como en aquel momento. Le dije:

abovedado pasaje que conducía a la bodega. Bajé delante de él una larga y tortuosa escalera, recomendándole que adoptara precauciones al seguirme. Llegamos, por fin, a los últimos peldaños y nos encontramos, uno frente a otro sobre el suelo húmedo de las catacumbas de los Montresor.

—Querido Fortunato, le encuentro a usted muy a propósito. Pero, ¡qué buen aspecto tiene usted hoy! El caso es que he recibido un barril de algo que llaman amontillado, y tengo mis dudas. —¿Cómo? —dijo él—. ¿Amontillado? ¿Un barril? ¡Imposible! ¡Y en pleno Carnaval! —Por eso mismo le digo que tengo mis dudas —contesté—, e iba a cometer la tontería de pagarlo como si se tratara de un exquisito amontillado, sin consultarle. No había modo de encontrarle a usted, y temía perder la ocasión. —¡Amontillado! —Tengo mis dudas. —¡Amontillado! —Y he de pagarlo. —¡Amontillado! —Como supuse que estaba usted muy ocupado, iba ahora a buscar a Luchesi. Él es un buen entendido. Él sabrá... —Luchesi es incapaz, por sí mismo, de distinguir el amontillado del jerez. —Y, no obstante, hay imbéciles que creen que su paladar puede competir con el de usted. —Vamos, vamos allá. —¿Adónde? —A sus bodegas. —No, mi querido amigo. No quiero abusar de su amabilidad. Preveo que tiene usted algún compromiso. Luchesi... —No tengo ningún compromiso. Vamos. —No, amigo mío. Aunque usted no tenga compromiso alguno, veo que tiene usted mucho frío. Las bodegas son terriblemente húmedas; materialmente cubiertas de salitre. —A pesar de todo, vamos. No importa el frío. ¡Amontillado! Le han engañado a usted, y Luchesi no sabe distinguir el jerez del amontillado.

El andar de mi amigo era vacilante, y los cascabeles de su gorro cónico resonaban a cada una de sus zancadas.

A la larga, yo sería vengado. Este era ya un punto establecido definitivamente. Pero la misma decisión con que lo había resuelto excluía toda idea de peligro por mi parte.

—¿Y el barril? —preguntó. —Está más allá —le contesté—. Pero aquí tiene usted esos blancos festones de telaraña que brillan en las paredes de la cueva.

Más libros clásicos

LA CASA DE LOS SIETE TEJADOS Nathaniel Hawthorne PENGUIN CLÁSICOS

Se volvió hacia mí y me miró con sus nubladas pupilas, que destilaban las lágrimas de la embriaguez.

—¿Salitre? —me preguntó, por fin. —Salitre —le contesté—. ¿Hace mucho tiempo que tiene usted esa tos? —¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Ejem!... A mi pobre amigo le fue imposible contestar hasta pasados unos minutos. —No es nada —dijo, por fin. —Venga —le dije enérgicamente—. Volvámonos. Su salud es preciosa, amigo mío. Es usted rico, respetado, admirado, querido. Es usted feliz como yo lo he sido en otro tiempo. No debe usted malograrse. Por lo que mí respecta, es distinto. Vámonos. Podría usted enfermarse y no quiero cargar con esa responsabilidad. Además, cerca de aquí vive Luchesi...

NANA Émile Zola PENGUIN CLÁSICOS

EL BURLADOR DE SEVILLA Tirso de Molina PENGUIN CLÁSICOS

Para terminar de leer este cuento visita mascultura.mx

EUGÉNIE GRANDET Honoré de Balzac PENGUIN CLÁSICOS

Diciendo esto, Fortunato se cogió a mi brazo. Me puse un antifaz de seda negra y, ciñéndome bien al cuerpo mi roquelaire, me dejé conducir por él hasta mi palacio. Los criados no estaban en la casa. Habían escapado para celebrar la festividad de carnaval. Ya, antes, les había dicho que yo no volvería hasta la mañana siguiente, y les había dado órdenes concretas para que no estorbaran por la casa. Estas órdenes eran suficientes, de sobra lo sabía yo, para asegurarme la inmediata desaparición de ellos en cuanto volviera las espaldas. Cogí dos velas de sus hacheros, entregué a Fortunato una de ellas y le guié, haciéndole encorvarse a través de distintos aposentos, por el

CUENTOS Emilia Pardo Bazán PENGUIN CLÁSICOS CUENTOS COMPLETOS Edgar Allan Poe PENGUIN CLÁSICOS




Quienes creen que la ingeniería es cosa de hombres viven en un profundo error. En este campo las mujeres han realizado grandes avances a partir de investigaciones exhaustivas y profundas que han cambiado para siempre la cultura y la vida del ser humano. Al día de hoy, la única persona que ha ganado dos ocasiones el premio Nobel en disciplinas diferentes es una mujer: Marie Curie, galardonada en Física y en Química. Desde el siglo xix, las ingenieras contribuyen al progreso de la humanidad.

Helen Augusta Blanchard (1840-1922) Entre 1840 y 1922 patentó veintiocho inventos. Al perder su fortuna, sus habilidades mecánicas la sacaron a flote. Sus mayores aportaciones las realizó en el campo de la costura al inventar la máquina de coser en zigzag, en 1837, que actualmente se exhibe en el Museo de Historia Americana, en Washington, D.C. Mary Walton Pionera del cuidado del medio ambiente. Preocupada por los niveles de contaminación del aire en Nueva York, en 1879 desarrolló un sistema que conducía el humo de las fábricas hacia unos tanques de agua que luego se vertía al sistema de drenaje. En 1891 inventó un dispositivo que disminuía el ruido causado por la fricción de las ruedas de los trenes contra los rieles. Emily Warren Roebling (1843-1903) Ingeniera autodidacta que concluyó la construcción del Puente de Brookliyn cuando su marido, Washington Roebling, ingeniero en jefe responsable de la obra, padeció del síndrome de descompresión debido a la profundidad de los cimientos del puente. La contrucción, iniciada el 2 de enero de 1870, finalizó trece años más tarde, el 24 de mayo de 1883. Emily Warren Roebling fue la primera persona en cruzarlo el puente. Edith Clarke (1883-1959) Estudió matemáticas y astronomía. Trabajó para ATT donde investigó todo lo relacionado con líneas de transmisión y circuitos eléctricos. Primera mujer en obtener una maestría en Ingeniería Eléctrica en el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT). En 1921 patentó una calculadora gráfica para facilitar el diseño de las líneas de transmisión de energía en distancias de hasta cuatrocientos kilómetros. Beulah Louise Henry (1887-1973) Desarrolló un total de ciento diez inventos a lo largo de su vida. por lo que se le conoce como la “Señora Edison”. La máquina de escribir que realizaba hasta cuatro copias del documento Además, inventó una máquina para cosido con pespunte, una heladera, una muñeca de brazos flexibles y una muñeca con radio incorporada. Beatrice Shilling (1909-1990) Ingeniera y corredora de motocicletas. A los catorce años compró su primera moto y, al terminar la secundaria, trabajó en una compañía eléctrica que instalaba cableado y generadores. Durante la Segunda Guerra Mundial inventó el “Miss Shilling’s orifice”, un disco con un agujero al centro que evitaba que el motor de los cazas británicos se quedara sin combustible al realizar una maniobra en picada. Al término de la guerra se dedicó a correr coches. Hedy Lamarr Hedwig (1914-2000) Actriz e inventora. Fue la primera mujer en salir desnuda en una película e interpretar un orgasmo. Durante 1942 desarrolló la teoría del espectro ensanchado, que daría pie al desarollo de un sistema de detección de torpedos teledirigidos y posteriormente de las comunicaciones de los teléfonos celulares, los sistemas gps, el WIFI y el Bluetooth. Grace Murray Hopper (1906-1992) Se le considera como una de las pioneras de las ciencias de la computación. “Amazing Grace”, como le decían, programó en 1944 la primera computadora moderna, la “Mark I” y trabajó en el desarrolló del COBOL, uno de los primeros lenguajes de programación. El término bug fue otra de sus aportaciones al encontrar una mariposa dentro de una caja de circuitos que afectaban el trabajo de una computadora. Fue la primera mujer en llegar a ser capitán de navío de la marina estadounidense.

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TEATRÉALEE & ROCKÉALEE

VERDAD O RETO Es un musical con éxitos pop de la década de los noventa, que habla sobre la amistad y la importancia de ser verdaderos. La obra trata sobre un grupo de amigos que, después de muchos años de no verse, deciden juntarse un fin de semana en una casa de verano en Acapulco. Pero durante este fin, se les va la luz, les llueve a cántaros y se quedan sin dispositivos electrónicos, absolutamente incomunicados. Sólo les queda convivir. Es entonces que a la organizadora de la reunión, se le ocurre una gran idea: jugar “Verdad o Reto“ con una botella, y comienzan a salir las verdades… Y nada después de ese fin de semana, volverá a ser lo que era antes. Dónde: Teatro Banamex Santa Fe, Lateral Autopista México Toluca #1235, Col. Santa Fe, Del. Cuajimalpa. Dentro de Plaza Zentrika, a 5 minutos del Centro Comercial Santa Fe. Días y horarios: Viernes 7pm y 10pm/ Sábado 5pm y 8:30pm / Domingo: 6pm Teléfonos: 5207 1498 / 5292 1380

MENTIRAS, EL MUSICAL Como bien sabe todo mundo “recordar es volver a vivir”, por ello este musical permitirá a todo mundo revivir una de las décadas más coloridas y apasionadas, y le permitirá volverse a emocionar y cantar y reír con esta divertitrágica comedia musical. Un misterioso asesinato, un extrañísimo testamento, cuatro guapísimas y apasionadas mujeres, una desconcertante visitante, un confundido galán y una cascada de buen humor, son algunos de los elementos que se conjugan en Mentiras, un divertido musical armado como un gran popurrí, a partir de las canciones más exitosas del México de la década de los 80. Dónde: Centro Teatral Manolo Fábregas (Teatro México), Velázquez de León #31 Col. San Rafael, atrás del Teatro San Rafael. Días y horarios: Jueves y Viernes 8pm / Sábado 5pm y 8:30 pm / Domingo 1:30pm y 6pm Teléfonos: 5207 1498 / 5535 5424

IDIOTA

Idiota cuenta la experiencia de un hombre que se presenta a unas muy bien remuneradas pruebas psicológicas que forman parte de un experimento de una importante fundación, lo que el hombre cree una manera sencilla de solucionar sus problemas económicos se convertirá en una auténtica trampa, tanto física como psicológica, nos dice el autor Jordi Casanovas. Un juego que situará al protagonista al límite de su paciencia y su razón, y que retará al espectador a resolver los diferentes obstáculos que se le presentan al protagonista. Ingeniosamente la trama nos lleva de la comedia, a la comedia negra y finalmente al thriller. Dónde: Centro Teatral Manolo Fábregas (Teatro Fernando Soler), Velázquez de León #31 Col. San Rafael, atrás del teatro San Rafael. Días y horarios: Jueves 8pm/ Viernes 7pm y 9pm / Sábado 5:30pm y 8pm / Domingo 4:30pm y 6:30pm Teléfonos: 5207 1498 / 5535 5424

Ésta es una obra para aquellos que quieren tener una relación viva con el saber, sin fórmulas ni barreras. Para los que piensan que la labor más útil de la cultura es enriquecer nuestras vidas y ayudarnos a conocernos mejor. Éste es un libro para aquéllos que quieren tener una relación viva con su cultura. Muchas veces el conocimiento se ha visto encorsetado por fórmulas y barreras, y se ha alejado de su labor más útil, que es enriquecer nuestras vidas. ¿Cómo y por qué surgieron la sociedad moderna, el Estado, la ciencia, la democracia o la administración? ¿Qué ha dicho Heidegger que no supiéramos ya? ¿Por qué Don Quijote, Hamlet, Fausto, Robinson, Falstaff o el Dr. Jekyll y Mr. Hyde son figuras tan conocidas? ¿Dónde estaba el inconsciente antes de Freud? Este libro aborda los episodios remotos y centrales del Antiguo y Nuevo Testamento; la emergencia de los Estados y la epopeya de la modernización, las revoluciones y la democracia; la evolución de la literatura, el arte y la música por medio de sus grandes obras; el desarrollo de la ciencia y la filosofía, el campo de batalla de las ideologías, cosmogonías y teorías. Pero también la educación que dan los libros, los colegios o las universidades, los periódicos y los foros de opinión. Más de mil fotos e ilustraciones, un cuadro cronológico, una breve relación de los libros que han cambiado el mundo, consejos de lectura y un índice onomástico muy detallado aumentan la utilidad de esta obra imprescindible.

LA CULTURA. TODO LO QUE HAY QUE SABER Dietrich Schwanitz EDICIONES GANDHI


NOVEDADES LEE+ FINTECH, EL FUTURO DE LA INDUSTRIA FINANCIERA

MANUAL PARA MUJERES DE LA LIMPIEZA Lucia Berlin ALFAGUARA

Vivimos en una sociedad volcada hacia lo digital; la tecnología es un tema común y estamos acostumbrados a utilizar estas herramientas en nuestra vida cotidiana. Es natural que la sociedad demande que las empresas transformen sus servicios para resolver cualquier situación vía online. El Estudio de hábitos de los usuarios de internet en México, realizado por la Asociación Mexicana de Internet (amipci), dice que en 2015 la población internauta nacional ascendió a sesenta y cinco millones de usuarios; atender este nicho de mercado, el cincuenta y nueve por ciento de la población mexicana, es de suma importancia.

Con su inigualable toque de humor y melancolía, Berlin se hace eco de su vida, asombrosa y convulsa, para crear verdaderos milagros literarios con episodios del día a día. Las mujeres de sus relatos están desorientadas, pero al mismo tiempo son fuertes, inteligentes y, sobre todo, extraordinariamente reales. Ríen, lloran, aman, beben: sobreviven.

EL RUIDO DEL TIEMPO Julian Barnes ANAGRAMA

Libro electrónico

El 26 de enero de 1936 el todopoderoso Iósif Stalin asiste a una representación de Lady Macbeth de Mtsensk, de Dmitri Shostakóvich en el Bolshoi de Moscú. Lo hace desde el palco reservado al gobierno y oculto tras una cortinilla. El compositor sabe que está allí y se muestra intranquilo. Dos días después aparece en Pravda un demoledor editorial que lo acusa de desviacionista y decadente. Un editorial aprobado o acaso escrito de su puño y letra por el propio Stalin.

Tendencias como servicios en la nube y movilidad permiten a las empresas extender sus modelos de negocio hasta la palma de la mano de sus clientes; la industria financiera no se queda atrás, siendo uno de los segmentos empresariales claves en nuestra sociedad. Los bancos hacen llegar sus servicios a más personas gracias a la democratización del acceso a internet. Hoy hay más dispositivos móviles que personas en el mundo y cada usuario se convierte en un cliente potencial de los sistemas financieros. Según el Banco Mundial, veintidós por ciento de los usuarios de internet ya realizan operaciones de banca en línea.

EJERCICIOS DE SUPERVIVENCIA Jorge Semprún TUSQUETS Una conmovedora narración sobre la importancia de la fraternidad y el valor de la solidaridad frente a la injusticia y la tiranía. En este libro, que Jorge Semprún entendía como el inicio de un ciclo autobiográfico definitivo y sistemático, el autor va en busca de aquel joven de veinte años, estudiante de filosofía, hijo de una importante familia desgarrada por la Guerra Civil española que, en 1943, es detenido por la Gestapo y torturado como miembro de la Resistencia francesa a la ocupación nazi.

El Fintech, contracción de Financial Technology, es un concepto que aplica la tecnología de servicios y productos financieros, una de las grandes oportunidades para el desarrollo digital tanto en Latinoamérica como en el mundo; sólo en México tiene un valor estimado de diez mil millones de dólares. Las entidades financieras tradicionales están tardando en adoptar este modelo mientras que pequeñas empresas y startups aprovechan la tecnología y las lagunas en términos de regulación gubernamental para ofrecer servicios financieros digitales mediante nuevos modelos de negocio disruptivos.

LA CARRETERA Cormac McCarthy EDICIONES GANDHI En un mundo apocalíptico donde llueve ceniza, un hombre y un chico cruzan a pie el territorio estadounidense en dirección al sur. El hambre es mucho más que una preocupación diaria: es la medida de todas las cosas, y las bandas de caníbales asolan el país convertido en un yermo donde sólo la barbarie ha echado raíces. El amor de un padre por su hijo es, sin embargo, la única luz de una tierra que ha perdido a sus dioses.

ANTE TODO NO HAGAS DAÑO Henry Marsh SALAMANDRA A punto de poner fin a una dilatada carrera plena de éxitos y reconocimiento, Henry Marsh —uno de los neurocirujanos más eminentes de Gran Bretaña— ha querido exponer a los ojos del mundo la esencia de una de las especialidades médicas más difíciles, delicadas y fascinantes que existen. A los mandos de un microscopio ultrapotente y un catéter de alta precisión, el doctor Marsh se abre camino por los intersticios del cerebro.

Libro electrónico SIN BLANCA EN PARÍS Y LONDRES George Orwell DEBATE Vívido relato del tiempo que Orwell pasó entre los más pobres de la sociedad, un recorrido por los bajos fondos. Fue la primera obra que publicó, escrita cuando era un escritor primerizo, y narra su primer contacto con la pobreza. Describe meticulosamente un mundo de miseria y penalidades, duerme en hostales infestados de insectos, en casas de acogida, trabaja como friegaplatos en un inmundo restaurante parisino, se alimenta de migajas y colillas de tabaco, vive con vagabundos, un soñador artista callejero y un ex militar ruso muerto de hambre.

Para aprender más sobre Fintech te recomendamos leer How do Fintech Startups and a Changing Consumer Behavior Reshape the Financial Services Industry?, de Viktor Kanzler, que muestra cómo las startups en Fintech están reconfigurando la industria financiera al aprovechar las últimas tendencias tecnológicas e identificar los cambios que ha sufrido la sociedad moderna, adaptándose al mercado y cumpliendo con las expectativas de los usuarios. The Fintech Book: The Financial Technology Handbook for Investors, Entrepreneurs and Visionaries, de Susanne Chishti, representa una guía para inversionistas y empresarios que deseen subirse al barco del Fintech, además de mostrar el estado actual y el posible futuro de este sector. + Por Malinali Vázquez

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EL LIBRO DE LAS ALMAS James Oswald OCEANO Durante diez años, Edinburgh cultivó una costumbre macabra. En algún lugar de su territorio, cada año en el día de Navidad, el cadáver de una mujer joven se presentó sin falta. Siempre con los mismos rasgos de violencia: desnuda, degollada, perfectamente impoluta. Fueron diez años, diez mujeres. La agente Kirsty Summers, nada menos que la prometida del inspector Tony McLean, estuvo a punto de convertirse en la onceava víctima, pero el asesino cometió un error.

THE FINTECH BOOK Susanne Chishti WILEY



La tejedora del software que llevó al hombre a la Luna La llegada del hombre a la Luna se relaciona con cohetes espaciales y astronautas, todos ellos hombres; rara vez con computadoras y mucho menos con mujeres. Para que Neil Armstrong posara su pie en la polvosa superficie lunar, además de horas de entrenamiento, mucho valor y de conjuntar la más avanzada tecnología de la época, fue necesario que el comandante de la misión junto con su tripulación operara una computadora que mediante un código pregrabado guiaría el Módulo Lunar hacia su destino. Esa computadora llamada Apollo Guidance Computer (AGC) tenía por funciones, entre otras, controlar el vuelo y el alunizaje. Programar esta máquina en una época en la que el desarrollo de las computadoras apenas empezaba y no existía la ingeniería de sistemas fue responsabilidad de una mujer, Margaret Hamilton, directora de la División de Ingeniería de Software del Laboratorio de Instrumentación del Massachusetts Institute of Tecnology (mit). Matemática de profesión, desde su llegada al mit, comenzó a programar de manera intuitiva con tarjetas perforadas y código binario. Con el reto de John F. Kennedy de llevar a un hombre a la Luna antes de que terminara la década de los sesenta, el trabajo de diseñar un código que no existía ni se parecía a ninguno creado hasta ese momento recayó en su equipo. La labor fue tan ardua y requería de tantas horas de trabajo que muchos miembros del equipo terminaron divorciándose. Margaret Hamilton, casada, llevaba a su hija al laboratorio por las tardes, y era común que ésta se quedara dormida en el piso. El código, como tal, fue tejido a mano con cables atados a anillos de metal, por lo que se le llamó Core Rope Memory. Cientos de mujeres se encargaron de tejer este entramado tan complejo que en caso de error tenía que empezarse desde cero, ante la imposibilidad de ubicar “la puntada” errónea que afectaba las instrucciones de la computadora. Debido a la relación del tejido con mujeres adultas, los ingenieros llamaban a esto LOL Memory: “Little Old Women”. Durante la misión Apolo 11, mientras el módulo lunar descendía, se activaron dos alarmas, conocidas como 1201 y 1202. En el comando central de la misión en Houston nadie sabía qué estaba pasando, y se pensó en abortar el alunizaje. La situación no era tan seria como se creyó en ese trascendental momento: Margaret Hamilton había previsto que la computadora podría saturarse al efectuar más operaciones de las que su capacidad le permitía, por lo que instaló esa alarma para que los astronautas, con sólo apretar un botón, resetearan la computadora para que ésta realizara las operaciones importantes. Así, Neil Armstrong pudo caminar en la Luna. Margaret Hamilton, además, acuñó el término ingeniería de software, y trabajó en todas la misiones Apolo, tripuladas y no tripuladas. A la llegada del hombre a la Luna, ella tenía treinta y tres años de edad. A sus ochenta años, que cumple este mes —el 17 de agosto—, Margaret Hamilton encabeza su propia empresa de software, Hamilton Technologies, con sede en Cambridge, Massachusetts. Nunca antes la humanidad le debió tanto a un buen tejido.




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