El Comité 1973, número 44. El Tiempo

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Año 9 No. 44

EL COMITÉ 1973 Revista de Difusión, Crítica y Creación Literaria

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El Comité 1973, No. 44. El tiempo Revista de difusión, crítica y creación literaria. Correo electrónico: elcomité1973@gmail.com hp://issuu.com/revistaelcomite1973 hps://www.facebook.com/revistaelcomite1973 hps://twier.com/Elcomite1973

EL COMITÉ 1973 Revista de Difusió n, Crítica y Creación Literaria

Director Meneses Monroy Editor Marti Lelis Jefa de Redacción Dulce Mariscal Diseño Gráfico Sergio H. García

Consejo editorial Eduardo Torre Cantalapiedra Guadalupe Flores Liera Daniel Olivares Viniegra Claudia Hernández de Valle Arizpe Juan Antonio Rosado Zacarías Agustín Cadena Consejera en Artes Visuales Elsa Madrigal

Portada y contraportada Sergio H. García Publicación Bimestral Septiembre - Octubre Año 9 | No. 44| 2021

Colaboradores de este número Carlos Jaurena Eduardo B. Rosado Zacarías Guadalupe Flores Liera Juan Antonio Rosado Zacarías Marti Lelis Mauricio Bares Meneses Monroy Rafael Mauricio Marrufo


Índice Dossier: El tiempo Sirap Meneses Monroy 7 Pop, rock y canciones sobre el tiempo Rafael Mauricio Marrufo 9 Vuelta de paseo Juan Antonio Rosada Z. 13 Unidos para siempre Guadalupe Flores Liera 22 Carlos Jaurena 28 Medida del tiempo por diferentes relojes Luis de Góngora y Argote 45 Árbol genealógico de Meneses Monroy Diario de Meneses Monroy 49 Semblanza de Mabel Monroy 50 Semblanza de Eloy Monroy Fragoso. Eloy Segundo 52


Editorial La espera terminó. La revista El Comité 1973, —después de aproximadamente un año de sombra—, ve nuevamente la luz. ¡Y lo hace festejando su noveno aniversario El presente número gira en torno a El tiempo. Encontrarán, en las siguientes páginas, textos divertidos e interesantes sobre dicho tema. Cabe señalar que esta editorial estaba programada para que la realizara precisamente nuestro editor Marti Lelis; sin embargo, por cuestiones ajenas a su voluntad, esto no ha sido posible, mas aquí aprovechamos para mandarle un abrazo y recuperar uno de sus textos, en donde nos da cátedra sobre un aspecto a tener en cuenta si se pretende andar el camino de la escritura. Fragmento CLXXI Del camino de la escritura

A todos los colaboradores y a todos lectores: les agradezco enormemente, el ser parte de este proyecto. Gracias y, ¡felices letras

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MENESES MONROY

(30 de julio de 2021.)

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En la escritura literaria la clave es durar y tener el valor de llegar hasta el final del camino. Siempre dispuesto a abrir brecha en la selva donde los senderos trazados acaban, internarse ahí sin temor a equivocarse; en una mano el machete para abrirse paso, en la otra el Diccionario. La de escribir debe ser una vida gozosa y aventurera. *** Marti Lelis / Libro de los fragmentos

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Dossier

EL TiEMPO



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Relato

Sirap Meneses Monroy

Sirap, un schnauzer gigante que deseaba ser más compacto, pensó: siendo mediano o miniatura, tendría más amigos y gastaría menos dinero en croquetas. Incluso tendría más opciones para comprar más y mejor ropa. Además de que mi casa me parecería una mansión . Se propuso desear con todas sus fuerzas, que cada vez que ladrara, fuera disminuyendo de tamaño. Al cabo de un mes llegó a ser schnauzer mediano, y en un mes más, ya era schnauzer mini. No cabía de contento, ahora tenía una casa enorme; también tenía un ropero nuevo, con ropa de muy buena calidad. ¡Y a qué precios

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Dossier: Relato

Sin embargo, no hizo ningún amigo, y pronto descubrió que ser pequeño tenía sus desventajas, pues en este punto, hasta los gatos lo asustaban. Ah, y no sólo los gatos eran problema. Algunos perros lo molestaban por ser pequeño, y cuando los trataba de encarar, –las más de las veces–, lo que recibía era una risa burlona, cargada de desprecio. Era tamaño miniatura, y aunque lo intentaba, no podía dejar de disminuir de tamaño. Procuraba no ladrar, pero no siempre lo conseguía; por ejemplo: a veces llegaba algún vendedor o repartidor a su casa, y era imposible no ladrarle. Sirap entró en pánico. Salió de su mansión y corrió desesperado durante horas. Exhausto se detuvo cerca de un nido de ratas. Un ratón era del tamaño de Sirap. Una rata era del doble de su tamaño. Escuchó decir a una de las ratas que el pequeño intruso sería su cena. Un par de roedores se acercaron y sin piedad lo engulleron. En ese instante, Paris despertó, recordó haber cenado muy pesado. La pesadilla había sido terrible. En este mundo al revés, él no era Paris, sino Sirap; y no había tragado varias ratas de cena, sino al contrario… todavía con la panza llena el schnauzer sonrió y se agarró la barriga con beneplácito.

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Ensayo

P op, rock y canciones sobre el tiempo Rafael Mauricio Marrufo

La composición de letras en el ámbito musical ha tocado desde siempre una gran diversidad de temas, siendo aquellas que hablan sobre el tiempo y su in uencia en la vida, una porción muy relevante en el Pop y el Rock angloamericano. Solistas y bandas nos han permitido conocer interesantes creaciones, algunas de las cuales se han convertido en clásicos imprescindibles de nuestras colecciones musicales. Estas son algunas de estas creaciones, por cierto, no necesariamente en orden cronológico:

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Dossier: Ensayo En South of the border , escrita en 1939 por Jimmy Kennedy y Michael C ar r, un hombre recuerda en primera persona su viaje de Estados Unidos a México, donde por cuestiones del azar conoció a una mujer de la cual se enamoró. A pesar de tener la oportunidad de entablar una relación formal, la misma no se materializó debido a que él, en su momento, decidió mejor dejarlo para mañana . Después, el hombre retorna a su país, pero con el paso del tiempo, el recuerdo provoca en él la necesidad de volver al sur de la frontera para recuperar el amor de esa mujer. Sin embargo, su regreso a México resultó ser tardío puesto que el tiempo y las decisiones anteriores han hecho su efecto: las campanas de la misión aluden al hecho de que la mujer amada se entregó a la vida religiosa. La letra de la canción indica de esta manera que las oportunidades se deben aprovechar de inmediato, antes de que las circunstancias favorables cambien. La versión más famosa de esta canción es probablemente la grabada por Frank Sinatra en 1953. La obra de e Beatles, generalmente con los créditos de Lennon y McCartney, es extensa en cuanto a temas donde hay referencia directa o indirecta al 10 tiempo. Una pieza muy popular es

Yesterday de 1965, en la cual se canta con tristeza sobre el tiempo pasado donde los problemas entonces se veían muy lejanos, y sobre cómo después cambian las cosas cuando una persona amada desaparece por siempre de nuestra vida. Ha sido un cambio tan profundo, menciona la letra, que se genera la obligación de resignarse y convertirse en una persona triste y sombría. Sobre esta canción se especula que fue una inspiración subconsciente de Paul McCartney tras el fallecimiento de su madre, aunque hoy en día la mayoría de las personas pre ere vincularla con el recuerdo del amor perdido por

causa de los errores propios. Por el contrario, en ings we said today (1964), un hombre está hablando con su pareja en tiempo presente, acerca de cómo desea que ambos recuerden este momento en su futuro. Este acto en pareja revela una especie de anticipación a la nostalgia y al éramos felices, pero no lo sabíamos . Con esta precaución, aquel hombre no quiere dejar espacio al error de una mala decisión ent re amb os, advirtiendo que será mejor tomar de inmediato la oportunidad para continuar juntos en el amor, jugándosela aquí y ahora. Gracias a la acción en este momento, de


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Paul McCarney, tocando “Yesterday”, 1965.

acuerdo con la letra, es posible anticipar que en el futuro se recordará este momento y las cosas que dijimos ahora como una decisión afortunada. En Time in a bottle de Jim Croce (1972), el cantante expresa su deseo de guardar el tiempo en una botella, de estar cada día con la persona que ama hasta después de la eternidad, mientras re exiona que no parece haber tiempo su ciente para hacer las cosas que queremos hacer una vez que las descubrimos. Al nal, cada día y cada palabra se convierten en algo que hay que atesorar, hay que vivirlo y compartirlo con el ser amado hasta el nal del tiempo. Esta canción adquirió popularidad luego de la muerte de Jim Croce en un accidente de aviación. La canción Time de Pink Floyd es considerada una obra maestra en la historia de la música moderna. La letra fue escrita por Roger Waters, compartiendo el crédito con todos los integrantes del

grupo en 1973. Con momentos cuasi einstenianos (el Sol es el mismo de una manera relativa, pero tú eres más viejo), las letras pueden considerarse como un regaño oportuno para quien aún es joven, o un reproche tardío para quien ya es viejo. La pieza musical inicia con los sonidos del Big Ben y relojes despertadores, signi cando con ello el inicio del tiempo de nuestra vida. Luego, viene el regaño en el que, mientras somos jóvenes, desperdiciamos el tiempo de nuestra vida sumidos en el descanso y la inacción, esperando que alguien nos muestre el camino. El dramático tono de la guitarra de David Gilmour en la parte intermedia de la canción marca el rápido correr del tiempo, y precede al triste descubrimiento de que ahora somos nosotros, ya entrados en años, quienes nos apresuramos para alcanzar el Sol que se va poniendo en nuestro horizonte; queremos recuperar el tiempo perdido, para tarde darnos cuenta que la canción –el tiempo de nuestras vidas– ya terminó sin que supiésemos aprovecharlo plenamente. Los años 80's comenzaron con distintos estilos musicales y letras más frescas, dejando atrás el Rock y la música Disco. Perteneciente al estilo New Wave, la banda Culture Club lanzó la canción Time a nales de 1982, escrita por todos sus integrantes (George, Moss, Hay, Craig). La letra describe la exigencia hacia el amante por aprovechar el tiempo a su debido tiempo y sin miedo . No tenemos otra cosa más preciosa que el tiempo, dice la letra de la canción, agregando que el tiempo hace sentir a los amantes como si tuviéramos algo real . De no esmerarse, será el mismo tiempo quien no nos dará tiempo para más . En referencia a esta melodía, Boy George, cantante del grupo, menciona que el tiempo es algo muy preciado y demasiado valioso, como para desperdiciarlo en algo que no está funcionando . 11


Dossier: Ensayo

agua,

La juventud es la época donde somos calor, melodía y latido del corazón, pero estos atributos los perderemos poco a poco, «

vivir intensamente cada instante, la juventud es como diamantes en el sol,

a pesar de tratar de [...]

y los diamantes son para

En la misma corriente musical, el grupo Alphaville lanzó Forever young en 1984, siendo escrita por Lloyd, Mertens y Gold. En la melodía se aprovecharon los sonidos de los entonces cada vez más utilizados sintetizadores, para cobijar letras de desesperanza acerca del paso del tiempo. La juventud es la época donde somos agua, calor, melodía y latido del corazón, pero estos atributos los perderemos poco a poco, a pesar de tratar de vivir intensamente cada instante, dice la canción, mientras que hace una analogía mencionando que la juventud es como diamantes en el sol, y los diamantes son para siempre. Al reclamo de una juventud eterna y el deseo de detener el paso del tiempo, se lanza la pregunta de si ¿quieres vivir para siempre , con la respuesta y el anhelo de vivir joven para siempre. A diferencia de Alphaville, para la banda de 12 heavy metal Iron Maiden no hay lugar para la

siempre.

cavilación y el recuerdo de las experiencias que se irán con el tiempo, sino el entendimiento de vivir siempre el ahora, lo cual expresan mediante la letra de Adrian Smith en Wasted years . La canción, publicada en 1986 en el álbum Somewhere in time , menciona en su apertura que luego de muchas experiencias en la vida (a través de los siete mares), cambiamos tanto que ya ni nos reconocemos a nosotros mismos. En medio del ritmo frenético de guitarras y batería, la lección de esta canción es que no vale la pena gastar el tiempo buscando los años perdidos, sino que hay que levantar la cara y darse cuenta de que se están viviendo los años dorados, es decir, el tiempo presente. La década de los 90's inició con muchos eventos geopolíticos trascendentales sucediendo uno tras otro alrededor del mundo, así, Right here, right now de Jesus Jones (1990), tuvo quizá un momento de lanzamiento muy acertado. A principios de tal década,

»


la única constante por todas partes empezaba a ser el cambio, por ello la letra habla de una revolución que ha sido tan rápida, que ni tiempo le ha dado a Bob Dylan de cantar sobre ella . No hay mejor lugar para vivir que el aquí y el ahora, dice el estribillo, aludiendo indirectamente a un mundo que para ese entonces se estaba sacudiendo de su propia historia de dictaduras, muros y guerras frías, mientras que la humanidad se aproximaba al umbral del nuevo milenio. La música country de Brad Paisley con Welcome to the future (2009) revela una postura

en extremo alegre y positiva, cuando se asume que el futuro es el ahora. Dando la bienvenida al futuro con aleluyas incluidos, para el autor este futuro bondadoso es precisamente hoy. Aquí hay que celebrar los videojuegos en el celular y las tele-conferencias, pues esto es mejor que el pasado de la S egunda Guer ra Mundial, incluyendo a la guerra contra Japón. Las letras, más adelante, incluso hacen referencia a un futuro que ya hubiera deseado vivir el propio Martin Luther (King). Finalmente, se tiene a los Pet Shop Boys (Neil Tennat y Chris Lowe), que con la colaboración en las vocales de Philip Oakey ( e Human League), lanzaron en 2009 la canción is used to be the future , mostrando su decepción ante la manera en que se vive actualmente. Contrario al optimismo extremo de Brad Paisley, los Boys advierten un desengaño frente a las grandes expectativas generadas por los futuristas desde décadas antes del nuevo milenio, cuando se decía que esta sería la era espacial . Aquí, ya no hay lugar para la ansiedad por develar qué nos depara el futuro, porque el futuro ya está aquí y lo estamos viviendo día tras día convirtiéndose en algo rutinario. La ciencia cción se ha vuelto

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realidad y lo que surge ahora es una nostalgia por aquel recuerdo de cuando el futuro parecía excitante. Los Pet Shop Boys, en su interés por seguir creando letras y música inspiradas en el tiempo futuro, hicieron una colaboración en 2012 para el álbum de la película Elysium (Matt Damon) con la canción Memory of the future . Se concluye que cada generación escribe sobre la manera en que percibe el tiempo presente, comparado con lo que ya ha sucedido tiempo atrás y con lo que espera que suceda en el futuro. El ser humano intenta medir el tiempo de acuerdo con el cambio de las cosas, pero si se tiene en cuenta otra perspectiva, el correr del tiempo es independiente de todo aquello que nos acontece. Al nal, todos somos prisioneros de la época en la que vivimos, el tiempo de nuestra existencia es nuestro singular momento histórico sobre el cual vamos dejando marcas por medio de aquellos acontecimientos que posteriormente son convertidos en recuerdos. Aunque explicar o comprender el tiempo es una tarea todavía incompleta, lo que podemos hacer es relacionarlo con los cambios que observamos a través de la vida, como lo hacen los compositores a través de sus canciones. 13



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Relato

Vuelta de paseo Juan Antonio Rosado Z.

Al tiempo que, sin distinción, termina burlándose de todos

I Sin pestañear en medio de la corriente de aire, observó el muro que rodeaba la azotea y se apresuró hacia él con los puños cerrados y el ceño fruncido. Subió con tranquilidad. Apenas un zapato cabía sobre el ancho del muro, en el borde del edi cio, en el lo de cemento donde el inicio de lo que en otras circunstancias le habría producido un vértigo feroz fue domado por sus ánimos. El hombre se dejaba recorrer, bajo el cielo gris, por un regocijo lleno de ingenuidad. Un breve tambaleo lo ubicó sobre su ruta de equilibrista frustrado. Como una mano que se alarga para dejar caer los dados, la azotea parecía difundir, en toda su extensión, el revoltijo abrumador de hoteles, casas, rascacielos, calles, avenidas, personas, vehículos diseminados por una ciudad envuelta en humo, cuyos límites era imposible discernir. Los hombres se ven tan minúsculos desde aquí, los coches tan insigni cantes... Parecen bichos inofensivos. ¿Qué ocurriría si me cayera, si aplastara a alguna anciana o a algún niño ¿Y si ese niño fuera mi hijo Mario, qué reacción tendría mi mujer Es divertido pensarlo, sólo pensarlo. Ay, debo concentrarme. Cualquier pinche piedra puede hacerme resbalar y entonces... ¿y entonces ¿Qué haría Marta sin mí ¿Qué harían mis hijos ¿Qué haría Mario, con su soberbia y su falta de cariño

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Dossier: Relato

Caminó con lentitud. Un zapato se acomodaba frente al otro. Lograr el equilibrio con los brazos era retar a la muerte de concreto. Apenas se distinguían los cláxones y el ruido de los autobuses. El hombre escupió a la calle con desprecio y trazó en el semblante una sonrisa furtiva. Ojalá mi gargajo se haya descalabrado en la calva de algún idiota. Volvió a contemplar sus pies apoyados sobre el azar, la separación entre luz y sombra, la conclusión en el pavimento que revoloteaba como avispa en el interior de su estómago: un leve tambaleo, una distracción y... caer, no burlarse de la fuerza de gravedad; caer de este edi cio, del trabajo, de la familia... Y esa maldita gente, ¿estará hablando de mí Que se vayan a la chingada... —¡Pinche loco ¡No nos vaya a aplastar —Hombre, casi ni se ve desde aquí. —Mejor quítate, güey. Esa mezcla de loco y cirquero que irrumpió en la normalidad de una tarde citadina dio unos pasos para adaptarse a su nueva situación sobre la barda de cemento. Se detuvo. El aire agitaba la oscura melena y enfriaba el rostro pálido, desvelado. Se quitó el saco, lo colocó sobre el muro, planchó con la mano su corbata negra, programó la alarma del reloj y se tendió sobre el borde para dormir. Una pierna colgaba hacia la calle; la otra reposaba sobre el paredón. Carajo... Tener que bajar después, continuar el trabajo en medio de escritorios, papeles, computadoras... Eso sí que es depresivo. El placer se tornaba más intenso cuanto más lo invadía la sospecha de que cualquier giro lo haría caer. Al despertar, apoyó las piernas sobre la azotea. Detuvo la alarma, se puso el saco y bajó con torpeza las escaleras de caracol. Aunque no recordaba su sueño, en el ascensor experimentó un extraño sentimiento de armonía con todo lo que lo rodeaba. Esa noche recordó la hazaña como si se tratara de una vieja historia, o acaso de un sueño de la infancia, cuando su único deber era el placer, la ilusión por expandir durante meses los efímeros momentos de alegría.

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II Acostado sobre la cama, boca arriba, con las manos bajo la cabeza y la mirada clavada en el techo, Arturo Tulela dejaba que la modorra matinal tapizara sus párpados. Sus ojos cafés —globos saturados de lagañas resecas— capturaban el techo, que le apresaba la conciencia y entumía sus músculos. Arturo se sintió cerca de lo que alguna vez consideró como perfecto: por n compartía su espacio con una mujer. Por n trabajo en una o cina para vivir con dignidad. Por n puedo ver juguetear a mis hijos en la sala. Por n duermo relajado frente a un televisor. Ahora estaba seguro de que el ciclo trabajo-vacaciones o tensión-recompensa se prolongaría hasta la jubilación. No hay motivos para sentirme mal. Lo principal es tratar de ser como el resto de la gente. Mario no lo entiende. Sus ambiciones de ser rico y famoso lo van a decepcionar. La vida es dura y él no quiere terminar como yo, de gato en una pinche o cina. Su madre lo ha convertido en un chavo petulante. A sus doce años ya está echado a perder. Yo siempre quise ser héroe en las películas de sexo y violencia. Soñaba con las admiradoras pidiéndome autógrafos y me veía dándoles la mano a los políticos y directores. Mario no entiende que la vida es dura y me reprocha lo que soy. Más que un niño parece un adolescente. Su madre tiene la culpa de todo. Sin embargo, aunque sabía que tenía lo necesario, Arturo sintió, sin poderlo expresar con claridad, que su vida era sólo una repetición invariable, incompleta, una vuelta en redondo —la expresión círculo vicioso lo deprimía— que se burlaba de sus anhelos y decisiones, de la pasajera felicidad. Tan pronto como acomodó las ideas, creyó olvidar todo; quiso levantarse, tomar el Metro como de costumbre, llegar a la o cina, jar en el semblante la misma sonrisa forzada de siempre, comer, seguir trabajando hasta la noche, regresar a mi casa, vencer la resistencia de mi esposa, desnudarla y luego dejarme desnudar por ella, acariciar sus nalgas y muslos, jugar con sus senos cotidianos y hundirme en su cotidiana vagina, en busca de un orgasmo cotidiano, todo a la orden del reloj tictac, tictac, tictac... Algo impedía el olvido: un hueco... El tiempo se hacía espeso, empalagoso, lento; el olvido de la noche anterior, patente. Le interesaba su estado: ¿cuál era el sentido de lo que había hecho , ¿cuál el móvil que lo impulsaba a trabajar por una familia Ninguno, sin dudas: un hueco. Tal vez Mario pueda lograr lo que yo no logré... Pero quisiera que su desprecio se acabara. Yo nunca fui así con mi padre. Ahora, a mis cuarenta y ocho años, me doy cuenta de que siempre lo admiré y traté de imitarlo en todo. Creo que eso es lo normal, pero no en Mario. No sé lo que ocurrió para que el niño dejara de acercarse a mí como antes. Arturo volvía a los años de infancia. Observaba la igualdad de gestos, actitudes y convicciones de quienes lo rodeaban. Vio sorpresas agradables, anhelos truncados... Caray, qué ojera. Quisiera dormir toda la semana... Estoy harto. En esos instantes Mario, con la mirada brillante y cierta inocencia en la sonrisa que alegraba un poco el triste uniforme escolar, salía de casa con un hasta pronto cuya agudeza resonó en los oídos de Tulela. A veces era incómodo para el niño regresar de la escuela por el camino más corto, ya que era necesario pasar frente al edi cio donde trabajaba su padre, a quien, no hacía mucho tiempo, había visto —a través de la

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Dossier: Relato ventana de un restaurante— besarse con una rubia pintarrajeada, que emitía vulgaridad y mal gusto por los cuatro costados. Desde entonces la imagen de su padre se desplomó. Mario nunca dijo nada. ¿Para qué alarmar a mi mamá ¿Para qué decirle que su esposo la traiciona Ella siempre ha sido celosa; ella misma se lo dice a mi papá: soy muy celosa... Su madre lo despidió con un beso en la mejilla, que el jovencito recibió mientras Arturo seguía en la cama. Recordó cuando le propuso matrimonio a Marta —dispuesta en ese momento a preparar el desayuno de los otros niños—, y un retortijón invadió su estómago al evocar la respuesta: está bien, ya lo pensé: vamos a casarnos. Después de tanta indecisión, motivado por chispazos imaginativos, el señor de la casa intuyó con júbilo que el hueco que sentía podía llenarse. Arturo trabajaba mañanas y tardes, cinco días a la semana. Disponía además de tres horas para comer: de una a cuatro de la tarde. Al pensar en esas horas, surgió la solución de su malestar: ese vacío as xiante, ese hueco —se repetía obsesivo— podía ser aniquilado en aquel lapso de libertad. Con inmensa gratitud, apartó las cobijas de la cama y se dio un baño caliente. Ya listo, se despidió de su mujer, quien estaba a punto de dejar a los niños más pequeños en la guardería. —Se te hizo tarde, ¿verdad —preguntó Marta. —Sí. No pude dormir bien. —¿Llevas boletos del Metro A estas horas hay mucha cola. —Sí, sí... ¿Ya le pusiste gasolina al coche —Antier llené el tanque. Ambos se despidieron. Arturo caminó hacia la estación del Metro. Sabía que llegaría al trabajo con una hora de retraso, pero nada era tan importante como su descubrimiento. Durante el trayecto, lo acompañó una sola idea: huir de los escritorios, de las máquinas de escribir, de los informes, de las secretarias feas. Iniciaba una nueva vida. Su próximo alejamiento lo motivaba a ser amable, a ceder el asiento a una anciana —cosa que nunca hacía—, y, sobre todo, a ser tolerante. ¿Qué importaba ahora su fracaso ¿Qué importaba no haber podido actuar en películas de acción Sus compañeros de trabajo percibieron la alegría de un empleado que siempre llegaba decaído, triste o en una actitud tan indiferente como la de un gato que ronronea sobre un cojín después de un buen desayuno. Detrás del escritorio, Arturo aguardó con ansiedad la hora de la comida. Aparentaba trabajar mucho, leer y anotar en papeles membretados, pero lo cierto es que sólo miraba —en su liberación de tres horas— una parte más del ciclo vital. Esa vislumbre no lo apesadumbró: ahora el ciclo estaba cerrado y debía, por ese hecho, sentirse feliz.

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III El reloj de la pared dio la una de la tarde. Arturo fue el primer burócrata en levantarse. Fuera del saludo y las palabras indispensables para el trabajo, no entabló nunca relación con sus compañeros. Como de costumbre, se dirigió a su restaurante predilecto. La rubia con quien solía comer para luego llevarla a un hotel cercano y hacerle el amor con frenesí antes de reiniciar sus labores, lo había dejado por otro. Fue terrible que me lo dijera, pero que se vaya al carajo... Aun así la extraño. Ordenó lo de costumbre: una crema de frijol con chile chipotle, carne asada a la tampiqueña y un agua de horchata con bastante canela. Al terminar, puso la propina sobre la mesa, pero esta vez, en lugar de distraerse frente a los aparadores o leer las secciones deportiva y policiaca del periódico, se dijo: me quedan dos horas y media, y volvió al edi cio. Con pasos largos alcanzó el ascensor, oprimió el botón y llegó al último piso. Aún subió por unas escaleras de caracol. Cuando se vio en la azotea, recordó la escandalosa alarma del reloj de cuarzo y decidió con ar en ella. Se recostó sobre el borde del muro que rodeaba la azotea —el saco como almohada y la punta de la corbata señalando la calle—; giró el cuerpo con lentitud, entre espasmos nerviosos; giró la cabeza: los coches eran hormigas. Un sentimiento de regocijo y terror brilló en sus facciones adustas. Nunca antes había retado a la muerte. Se puso boca arriba, entornó los ojos, los cerró. Durmió como nunca y soñó en el centímetro que lo separaba de la vida. En eso, sonó la alarma. Apareció ante su vista una decena de nubes bajo un cielo gris que lo incitaba a regresar al escritorio. Ni a su esposa ni a su hijo les comentó nada. Los siguientes días fueron repeticiones del mismo cuadro. Como si los hilos invisibles de un titiritero lo movilizaran, Arturo ni siquiera alteraba la cantidad de comida ni la cantidad de propina ni la cantidad de pasos que daba hacia lo más cercano del cielo y de la nada. Sus estancias en la azotea se tornaron en un nuevo círculo que no pretendía abandonar. Al cabo de una semana, alguien descubrió su manera de dormir: un peatón cuya primera reacción fue de miedo y después de indiferencia. Nada hizo para impedir que Arturo persistiera en su costumbre. No tardó en propagarse la noticia de que un extraño descansaba de ese modo, y a pesar de que casi no se distinguía desde la calle, varios fotógrafos intentaron imprimirlo en una placa.

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Dossier: Relato

—¡Caray ¡Lástima que no hay edi cios más altos —¡Lástima de nuestros lentes, dirás —A mí me robaron el zoom hace un mes. A veces, llamado por la fuerza de gravedad, uno de los brazos colgaba del borde. La gente se congregaba para contemplarlo y algunos, como pasaban diario, comenzaron a llevar binoculares. El señor Tulela se convirtió en atracción del barrio, y hasta hubo un negocio que rentaba un telescopio para ver al acróbata, de quien sus compañeros de trabajo no se enteraban, pues comían en la o cina. Cuando sonaba la alarma del reloj, como si pudieran escucharla, los curiosos se alejaban y el negocio cerraba. Poca gente especulaba sobre la vida y el horario del desconocido. No había policías ni chismosos. Cada día se veían niños, señoras y ancianos. Todos se preguntaban por el acróbata, pero a nadie le importaba esperar a que saliera. Con el tiempo, el hombre del telescopio había reunido un importante capital y aumentó la tarifa. Un día de marzo, después de casi tres meses de iniciado el espectáculo, las autoridades acordonaron la zona, cerraron las calles a peatones y coches a pocas cuadras de ahí. Uno de los bancos cercanos había sido asaltado: tres muertos y seis heridos, dos de ellos de gravedad. El hijo de Arturo tuvo que regresar a casa por la otra ruta, la que no tomaba desde el terrible encuentro con su padre y aquella rubia vulgar y desabrida. Pálido, el niño caminó hasta la avenida que cortaba el pasaje de su escuela y viró a la izquierda. Ah, me dejaron mucha tarea... Mi papá no va a estar allí; lo sé... Pero si está con esa mujer ahora sí le digo a mi mamá, ahora sí... Al dar con la calle del edi cio, vio una cola de gente que se turnaba un telescopio. Pasó delante del temido restaurante y sintió alivio al no advertir a su papá. El beso, los labios de su padre unidos a los de una extraña, lo habían hecho pensar en la falsedad de todo. Por fortuna, esta vez no había nadie. Pensó Mario que tal vez su papá se había confesado con el padre Benito, quien lo casara hace ya quince años, o quizá se había arrepentido. Mario se formó en la la hasta que llegó su turno. —Tu cuota, chavo. 20


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El niño pagó, tomó el telescopio y se lo puso frente al ojo derecho. Vio a un señor corpulento tendido sobre el borde del edi cio, con una pierna y un brazo colgados. Ese señor, en segundos, se transformó en su propio padre. ¡Su propio padre Mario quedó estupefacto. Un estremecimiento de incomprensión lo hizo apartar el ojo y volverlo a colocar, para asegurarse de que no era un sueño. Paralizado, hizo una leve exclamación y dejó el aparato. Se echó a correr sin dirección. En ese mismo instante, dos compañeros de la o cina resolvieron buscar a Tulela. Se habían enterado de su costumbre por un aviso anónimo. Pero poco antes de que pudieran llamarlo por su nombre y despertarlo con cuidado, los tres habían muerto. Muchas historias se contaron sobre el destino del equilibrista. Algunos insisten en que Tulela precipitó a sus colegas al abismo. Los tres se habrían impactado en el pavimento. Otros aseguran que un helicóptero chocó contra ellos. Sólo dos cadáveres habrían sido identi cados. La mayoría piensa que Tulela continúa exhibiéndose en algún edi cio lejano.

Este cuento fue publicado originalmente en el libro Las dulzuras del limbo (Ed. Praxis, 2003), y luego en la recopilación El miedo lejano y otras fobias (Ed. Praxis / Secretaría de Cultura, 2017).

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Dossier: Relato

Relato

Unidos para siempre Guadalupe Flores Liera

Estuvieron ahí desde el principio, acechando, inoculando nuestros actos. Crecieron hasta envenenar el presente y convertir el futuro en una habitación donde el reposo no existiría. Pero entonces no lo sabíamos, aunque los mensajes se habían ido haciendo cada vez más claros. La víspera de nuestra boda, Juan quiso que fuéramos a pasar un último n de semana como novios. Después de diez años de relación y un montón de reveses habíamos conseguido jar la fecha para unirnos ante Dios y los hombres y continuar nuestra vida ahora sí bajo el mismo techo. Diez años se dicen fácil, pero tuvimos que esperar a que se titulara, hiciera el servicio militar, encontrara un trabajo prometedor, a que sus tres hermanas se casaran, a que en el banco donde trabajaba le cumplieran la promesa de darle la planta, a que su madre viuda se acostumbrara a la idea de que él también tenía derecho a organizar su vida. Por mi parte, mientras desempeñaba mis labores de contabilidad en una fábrica de ropa para caballeros, me había ido convirtiendo en la columna principal de la casa familiar. También yo tenía tres hermanos que habían decidido que me quedaría a velar a nuestros padres durante su vejez; en determinado momento se nos unió una tía que había quedado sola y sin hijos; por lo tanto, la suerte estaba echada para mí. Pero mi tía, que me quería bien, se encargó de convencer a todos de que se las arreglarían perfectamente sin que hubiera necesidad de sacri car mi futuro por ellos. Finalmente la casa donde viviríamos Juan, su madre y yo estaría a tiro de piedra. Nos ayudaríamos entre todos. 22


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Juan arregló las cosas para que saliéramos el viernes por la tarde a Valle de Bravo, me recogería afuera del trabajo, regresaríamos el domingo por la noche. No nos veríamos los días siguientes sino hasta el sábado en la puerta de la iglesia. Con qué emoción preparé mi pequeña maleta, ese n de semana sería la antesala de un cambio signi cativo en nuestras vidas. Muchas cosas nos unían a los dos, el gusto por los paseos, el apego a nuestras familias, el amor por la lectura, la música y los buenos amigos, los restaurantitos apartados, los cielos estrellados. Y un sentimiento oscuro y vigilante que en ocasiones nos in amaba a tal grado que nos hacía perder la conciencia, pero que se manifestaba en forma diametralmente opuesta en los dos. Juntos habíamos recorrido prácticamente todas las zonas arqueológicas próximas a la capital, aprovechábamos para dar largas caminatas por el monte o el campo y él me explicaba las cosas que veíamos. Una de sus distracciones principales era la botánica, parecía increíble que una persona que trabajaba en un ambiente tan severo y apegado a la exactitud de los números y los in exibles plazos de pago pudiera conmoverse tanto ante la presencia de una or silvestre. Conocía las yerbas comestibles, las curativas, los árboles y los arbustos, además de la historia y la sabiduría popular. Era un libro ambulante, amenísimo, lleno de sorpresas. Ya instalados en el cuarto de hotel, cansados de la semana laboral y el ajetreo de los preparativos de la boda nos dimos un duchazo, nos acostamos a descansar media hora y al cabo salimos a buscar un sitio donde cenar. Yo estaba tan feliz que lo convencí de pedir otra botella de vino y continuar conversando sin prisas hasta que los meseros nos corrieran, reíamos a mandíbula batiente y hablábamos del futuro. Hasta que Juan comenzó a dar signos de nerviosismo, a mirar a su alrededor con esa mirada era y vidriosa que tan bien le conocía de instantes muy precisos que no había conseguido olvidar. Súbitamente, sin pedir mi opinión exigió la cuenta, mientras mascullaba no sé qué improperios y me hizo ponerme de pie casi a la fuerza. Avergonzada eché una mirada a nuestro alrededor, había solamente otras dos mesas ocupadas, una por una pareja y la otra por un pequeño grupo de hombres. Éstos nos observaban curiosos, por lo que Juan se interpuso entre ellos y yo, como si quisiera protegerme de sus miradas. La dicha que sentía se disolvió y la alegría algo embriagada recobró al punto la sobriedad. Conocía bien esa reacción siempre injusti cada pero siempre igualmente incontrolable. Pasamos el resto de la noche sin hablar, en realidad estaba tan cansada que decidí no hacer caso de nada más y me entregué al sueño que todo lo borra y todo lo alivia. 23


Dossier: Relato Me despertó muy temprano el canto de los pájaros, a mi lado Juan dormía profundamente y como no supe a qué horas se había acostado decidí no despertarlo y salir a dar una pequeña vuelta para tomar el fresco matinal. Me vestí sin hacer ruido y salí sigilosa. El hotelito tenía un jardín maravilloso y una vista espectacular de la presa. Cuando vi que el sitio reservado a los desayunos comenzaba a llenarse decidí volver por Juan. Mientras avanzaba distraida a punto estuve de tropezar con un hombre, reaccioné con sorpresa porque no lo había visto y me paré en seco, se detuvo para abrirme el paso, nos reímos perplejos, nos dimos los buenos días, a continuación hizo ademán de cederme el paso indicando con la mano que el camino estaba libre, nos alejamos en direcciones opuestas riendo tontamente. No bien puse la llave en el ojo de la cerradura la puerta de nuestra habitación se abrió con violencia y una mano me sujetó con brusquedad por un brazo y me arrastró al interior. La puerta se cerró con estruendo. De nuevo esa mirada era y vidriosa se clavó en mis ojos. Juan me acusó de estarme burlando de él, dijo que lo había sospechado la noche anterior, pero que no había comentado nada porque no estaba seguro, pero que acababa de verme con ese hombre del restaurante con el que había estado coqueteando la noche anterior y con el que seguramente me había puesto de acuerdo para encontrarnos hoy a sus espaldas; por eso, dijo, yo había insistido en que pidiéramos una segunda botella de vino. Empecé a articular algunas frases, asustada, intimidada por esos celos siempre injusti cados pero siempre lacerantes y terribles a los que ya tantas veces había tenido que hacer frente. Una vez más le reclamé su falta de con anza que no era otra cosa, le dije, que falta de amor. No terminé la frase, una bofetada que quiso 24 detenerse en el último instante pero que no alcanzó a

perder toda su fuerza me cruzó el rostro. Las frases se helaron en mi garganta, me quedé petri cada. Era la primera vez que Juan perdía el control de esa manera, mucha veces antes me había herido con sus celos, con sus palabras crueles y descon adas que supe siempre calmar, en muchas ocasiones, también, las huellas de sus dedos habían quedado por días marcadas en mis brazos o en mis muñecas que llegó a zarandear con furia cegado siempre por sus inseguridades. De las lágrimas que había derramado por esta causa qué decir, lo mismo que de la amargura con que habían concluido días que pudieron haber sido maravillosos. Pero nunca antes se había atrevido a levantar la mano contra mí para golpearme en el rostro. En ese momento decidí que no habría boda. Ese n de semana mal compartido sería el último para nosotros. Con inusitada frialdad me sequé las lágrimas con las manos y comencé a


El Comité 1973

me daba por ponerme mis moños, ya no estaba en posición -añadió -de realizar caprichos porque ni por la edad ni por la fama se iba a acercar nadie más a mí. ¿Qué fama , la interrogué intrigada. ¿Es que no me había jado en la forma en que me miraban todos, no había notado que cuando iba a las casas de nuestros parientes en plan de visita los tíos estaban siempre ausentes, que pretextaban dolor de cabeza o algún mandado que los hacía llegar cuando yo estaba a punto de marcharme Me dejaban sola con mis primos, pero hasta ellos, hablaban mal de mí. ¿No había notado el silencio que se hacía cuando llegábamos Juan y yo a alguna esta En adelante todo eso terminaría, cuando formalizáramos nuestra relación, ¿por qué lo volvía todo tan difícil En cuanto a la tía, ésta se limitó a decir que los cambios debían ser para mejorar, que si estaba segura de que no sería así, era mejor que me quedara como estaba. El tiempo dirá –añadió –a lo mejor con esto aprende su lección.

preparar mi maleta, ni siquiera había terminado de sacar todas las cosas de su interior. Juan trató de convencerme de mi error, si se había equivocado en algo de nuevo tenía yo la culpa por no saber refrenar mis gestos y dar lugar a malas interpretaciones, dijo. Salí de la habitación sin mirar atrás. Sin mirar atrás me despedí de él en la puerta de mi casa después de un recorrido en silencio obstinado que sólo rompí para pedirle que no volviera a buscarme. Lo dije y me mantuve, en adelante me negué incluso a contestarle el teléfono. Aquella semana transcurrió en medio del caos, al volver del trabajo estaba siempre alguna prima, algún amigo cercano tratando de mediar para una solución. Papá me apoyó en todo, lo había hecho siempre; mamá puso el grito en el cielo, ahora que por n iba a dejar de ser la comidilla de familiares y amigos

No volví a contestarle el teléfono a Juan y me negué a salir de mi recámara todas las veces que intentó hablar conmigo. Uno de mis hermanos se ofreció a hacer cualquier cosa que yo le pidiera, lo que fuera para arreglar la situación, pero solamente si yo se lo pedía. Le aseguré que mi decisión era rme e inamovible. Me abrazó y me dijo que no esperaba otra cosa de mí. Algunos años después Juan se casó y muy pronto se convirtió en padre de un par de hijos. Su madre, que nunca me había querido, era un pan con su nuera, pero no les duró mucho, un domingo al volver de un paseo familiar le dio una embolia y eso fue todo. Y un día, once años después de nuestra ruptura, una de mis primas, que había conservado la amistad con él, vino a verme de su parte. Estaba muy enfermo y deseaba verme por última vez. Me mantuve rme en mi juramento, le deseé que se fuera en paz, solo eso. 25


Dossier: Relato

No me casé, no me abrí a otra relación, cumplí mi ciclo laboral y pedí mi retiro anticipado a la primera oportunidad y me consagré a cuidar a mis padres y a mi tía. Pero no lo olvidé jamás, ni pude superar la ruptura. Mamá me preguntó una vez si haberlo dejado prácticamente plantado con la boda en puertas no había sido una venganza de mi parte, pero bien a bien ella desconocía muchos pasajes de mi relación con él, a nadie le había con ado mis sufrimientos a causa de sus celos, aunque no habían sido pocas las veces en que me habían interrogado a causa de mis ojos llorosos. La miré intrigada, ¿por qué una venganza Juan era más que guapo muy atractivo y carismático, delgado y de mediana estatura, a pesar de su situación modesta y la falta de un padre había sabido salir adelante y dar siempre la imagen de despreocupación y solvencia, se vestía bien, con gusto a pesar de la sencillez, porque sabía elegir las corbatas, las mancuernillas y los zapatos. Cuando estábamos juntos, juntos hacíamos frente a los gastos de nuestros paseos. No pocas veces le acompleté a la hora de pagar un traje o el calzado, mientras él bromeaba con las vendedoras y mostraba su parte más encantadora, al tiempo que me daba la espalda, seguramente ellas pensaban que yo era la esposa tonta que le aguantaba todo. Lo mismo sucedía en los restaurantes, de inmediato se hacía agradable a las meseras. Tal vez por eso no quiso nunca que lo fuera a buscar al trabajo, tampoco nunca me presentó a sus compañeros de o cina. En una ocasión se encontró con una chica en la calle a la que saludó con especial cordialidad, se alejó de mí y tuvo con ella un pequeño tête-a-tête, pero no me la presentó. Otra vez, durante un paseo a Cholula se topó con un grupo de amigos, se citaron para una copa después de comer, me dejó en el hotel y se fue a alcanzarlos. Nunca le reclamé nada, tal vez porque no hubiera podido sostener una discusión en la tónica necesaria sin sentirme ridícula, además tampoco me lo hubiera perdonado. Sin embargo, aquella sensación de ahogo que me subía por la garganta y me cegaba nunca la he podido olvidar, apretaba tan fuerte los puños que me hería las palmas con las uñas; aquella impotencia se transformaba en lágrimas. Yo no soy bella, ni atractiva, ni me sé vestir, ni peinar, ni maquillar como lo hacen por ejemplo mis primas, no sé brillar en sociedad, no soy buena conversadora, paso en todas partes inadvertida. Pero a su lado me sentí plena, segura en mis zapatos, tan segura como lo estaba de su amor por mí, si no ¿por qué iba él a sentir esos celos

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El Comité 1973

Aquellas imágenes pasaron por mi memoria cuando me abofeteó, todas las heridas acumuladas se abrieron al mismo tiempo, volví a escuchar sus gritos la primera vez que me agravió, y la segunda y todas las otras. Me había hecho sentir ridícula muchas veces, desesperadamente desarmada y a igida. Los días con él guardaban siempre un rincón para el miedo, y una reserva de amargura. A nuestro futuro lo trasminó de resentimiento; estaba escrito que no íbamos a ser felices a pesar de que hubo instantes en que a su lado toqué el cielo. No le perdono que no supo cumplir las expectativas que hizo nacer en mí. Yo sabía, desde la primera vez que lo ví, que estaríamos unidos para siempre. Aunque no imaginé que sería así. Su golpe me quemaría siempre como a él mi rechazo y mi silencio. La ruptura no fue un acto premeditado, pero sucedió en el momento justo. Mejor entonces que no estábamos casados, ni teníamos hijos. La verdad, me hubiera gustado ver su cara cuando fue a cancelar el salón y la misa. (26-28 de mayo de 2020.)

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Dossier: Galería

Carlos Jaurena Galería

Nació en la hoy Ciudad de México en 1964. Como artista visual inició su carrera en 1989 en el Salón de los Aztecas. Cuenta con veinte exposiciones individuales y ha participado en más de cien muestras colectivas. También ha ejercido profusamente el performance con el Sindicato del Terror y mediante acciones individuales. Recibió en dos ocasiones la Beca Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) en la disciplina de medios alternativos, así como mención honorífica en la V Bienal Nacional de Artes Visuales de Yucatán. Como promotor cultural ha realizado cerca de treinta curadurías tanto en México como en el extranjero. Fundó y dirigió las carpetas de gráfica Pelos de Cola y M´hija. Fundó y dirigió las galerías El Ghetto y El Departamento, y estuvo a cargo de la Galería José María Velasco (2000-2004) y el centro cultural Ex Teresa Arte Actual (ambas del INBA). Vive y trabaja en la Ciudad de México.

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El Comité 1973

Carlos Jaurena 2022 (Fragmento)

Mauricio Bares

Este escrito data de 1996 y hasta el momento es mi mejor prueba de que Carlos Jaurena y otros artistas existieron, aunque no haya ninguna referencia en los programas de HyperNet: "Su trabajo es un producto típico de la era del individuo. La era posterior al estallido silencioso del n del mundo. El mundo estalló en pedazos, sin estallar. Y Jaurena recoge trozos esparcidos para armar su historia personal, su alma dentro de sus cajas y ensamblajes en una disposición limpia y ordenada, fría, digna de un asesino serial, personaje también típico de nuestra era. La fuerte carga emocional de los objetos empleados por Jaurena, juguetes, fotografías familiares, herramientas, utensilios caseros y artículos escolares, entre otros-, así como la explosión de posibilidades combinatorias entre estos objetos y los símbolos contenidos en ellos, se congelan en toda su magnitud al ser dispuestos ordenadamente, por la mano del artista, dentro de cada caja. Encapsuladas, las imágenes de sus cajas y ensamblajes, tiene el poder mudo del video vertiginoso a congelarse por el botón de PAUSA en el control remoto . —¿Te das cuenta —Me interrumpe Rex—, ellos ya veían lo que ahora vivimos nosotros, pero en 1996. Sin hologramas, ni cabinas virtuales, sin HyperNet ni morphina. ¡Este es el 2022, veintiséis años después de este escrito Fueron artistas importantes, personajes de su tiempo, pero hoy no aparece registro alguno de su existencia. Debo volver pronto a la Zona 18.

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Dossier: Galería

La respiración de Rex ha vuelto a alterarse por la emoción. Es un anciano a sus treinta años. Así sería peligroso suministrarle un tiro de morphina. Continúo leyendo: "La obra de Jaurena tiene la enredada simplicidad, la engañosa franqueza de nuestras relaciones en la edad del SIDA. Posee, ante la so sticación tecnológica en el manejo relampagueante de datos e imágenes, la profundidad de collages sin promiscuidad visual. Es un artista del siglo veintiuno con objetos clásicos del siglo 20. Jaurena hace hoy lo que nuestros nietos artísticos harán el próximo milenio, entre desechos radioactivos". —Ja, ja, ja… —ríe Rex— ¡nosotros somos esos nietos artísticos ¡Ellos fueron nuestros abuelos, borrados de la faz de la tierra dos años después de ese escrito, tan pronto como comenzó la Tercera Con agración. ¿Quién rma ese escrito —Un tal Mauricio Bares —le respondo, dejando mi lectura para después—. Quizás aún estén vivos. Tendrán unos sesenta años de edad, si es que han sobrevivido a las razzias con armas químicas. Podrías indagar entre los viejos vagabundos de la Zona 25, recuerda que ése era el centro de esta ciudad el siglo pasado. Pero si vas, necesitarás al menos dos cápsulas de OXI-GEN. Me levanto y preparo un tiro de morphina para Rex y otro para mí. Por supuesto, no le con eso que la cápsula de oxígeno casi vacía que se llevó hoy, es la misma que yo usé ayer, llena, para ir a la misma Zona 18 a robar estos cien tiros de morphina. La ventaja es que sólo gasté ocho microbalas: me quedan 12 para salir a robar las cápsulas de OXI-GEN que Rex necesita…

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El Comité 1973

El trabajo diario

1993 Caja arte objeto 90 x 70 x 12 cm Colección de Vicente Romero

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Dossier: Galería

Autorretrato como maestro de primaria 1992 Caja arte objeto 60 x 80 x 15 cm Colección particular en Monterrey

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El Comité 1973

Dos corazones en el salón de clases 1997 Caja arte objeto 60 x 70 x 15 cm Colección del artista

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Dossier: Galería

El chacharero

1996 Caja arte objeto 80 x 100 x 12 cm Colección de Vicente Romero

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El Comité 1973

Recuerdos de la escuela primaria 1997 Caja arte objeto 70 x 90 x 10 cm Colección particular

Un hombre que no ha viajado

1995 Caja arte objeto 60 x 50 x 20 cm Colección de Raúl Piña

Bodega y archivo muerto

2018 Caja arte objeto 40 x 50 x 17 cm Colección del artista

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Dossier: Galería

De pie junto a tu tumba 2018 Caja arte objeto 50 x 40 x 12 cm Colección del artista

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El Comité 1973

Noticias

2004 Acrílico/tela 80 x 60 cm Colección particular

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Dossier: Galería

Cigarrillo en la tarde 2004 Acrílico/papel De Ponte 60 x 80 cm Colección particular

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El Comité 1973

Días de júbilo

2001 Acrílico/tela 80 x 100 cm Colección Juan Rafael Coronel Rivera

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Dossier: Galería

La espera

2019 Acrílico sobre madera 38 x 38 cm Colección del artista

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El Comité 1973

Flores para Rafael

2020 Acrílico sobre macocel 50 x 40 cm Colección de Juan Rafael Coronel Rivera

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Dossier: Galería

Una luz en el cielo

2020 Acrílico sobre macocel 40 x 40 cm Colección de Raúl Cano Monroy

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El Comité 1973

Una fiera acecha mi casa 2020 Acrílico sobre macocel 50 x 40 cm Colección del artista

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Dossier: Galería

Un hombre con pasado Acrílico/tela 100 x 80 cm 2016 Colección del artista

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Poesía

Medida del tiempo por diferentes relojes

(Letrillas atribuibles)

Luis de Góngora y Argote (1561-1627)

Reloj de arena ¿Qué importa, oh Tiempo tirano, aquel calabozo estrecho que de vidrio te hemos hecho para tenerte en la mano, si el detenerte es en vano, y siempre de ti está ajena, cuando más piensa que llena nuestra vida, a cuya voz huyes cual tiempo veloz, y sordo, como en arena?

De campana ¿Qué importan, porque te estés, tantas ruedas diferentes, si, gastándote en sus dientes, vas más ligero después? ¿Qué importa calzar tus pies de plomo, en pesos, si habitas el viento y te precipitas con la pesadumbre más, y a veces de metal das lo que callando nos quitas? 45


Dossier: Poesía

De sol ¡Con qué mano liberal, si bien de hierro pesado, las horas que nos has dado contando vas puntual! Camino puntual del desengaño más fuerte señalas: y porque acierte la vida ciega que pasa, sol le muestras su casa las sombras de la muerte.

De aguja y cuerda En engaste de marfil tu retrato, ¡oh tiempo ingrato! me sueles dar, si retrato hay de cosa tan sutil; una aguja en su viril, él claro, ella inquïeta; así es tu imagen perfeta, y la de mi vida amada, una hebra delicada, a tus mudanzas sujeta.

De cuartos Vida miserable en quien nunca de ti estamos hartos; ¿por qué por puntos y cuartos quieres, tiempo, que te den? Pero medirte así es bien, pues ya la experiencia enseña (o vela la vida, o sueña) que no con mayor medida se dividirá una vida tan invisible y pequeña.

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Por el canto de las aves y animales Si escucho la voz del gallo o al torpe animal consulto, por su agreste canto inculto en ninguno el tiempo hallo. Mas si por mucho que callo sólo señal conocida escucho de su partida, ¿qué reloj de más concierto [que no tener tiempo cierto] para gobernar la vida?


El Comité 1973

De agua ¡Cuántos la industria ha buscado ya, para medirte, modos!; pero en vano, oh Tiempo, todos los que sutil ha enseñado; pues mano apenas te ha echado cuando ya tu pie no alcanza; medida ha hecho y balanza del agua misma, y no dudo si medirte no pudo podrá verte en su mudanza.

Para el pecho Tal vez en paredes do oro te vi encerrado, y allí armado también te vi contra el pecho en que te honoro. Siempre eres, tiempo, tesoro; pero dime, ¿qué aprovecha encerrarte en caja estrecha y envolverte en oro, pues huyes, tiempo, y, parto, ves, huyendo, alcanzar tu flecha? Por las estrellas Si quiero por las estrellas, saber, tiempo, dónde estás. miro que con ellas vas, pero no vuelves con ellas. ¿Adónde imprimes tus huellas que con tu curso no doy? Más, ay, qué engañado estoy, que vuelas corres y ruedas; tú eres, Tiempo, el que te quedas, y yo soy el que me voy. [Artigas: Góngora, págs. 215 a 217]

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Árbol genealógico de Meneses Monroy


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Árbol Genealógico de Meneses Monroy

Diario de Meneses Monroy 12 de agosto de 2020

Mamá, me dieron ganas de hablarte por teléfono. Al instante recordé que estabas muerta. Muerta estarás, quizá, mas no ausente. Siempre te pienso.

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Árbol Genealógico de Meneses Monroy

Árbol Genealógico de Meneses Monroy

Semblanza de Mabel Monroy Texto escrito por Meneses Monroy

Nació en Tulancingo, Hidalgo, en 1960. Tuvo una infancia feliz, en compañía de hermanos varios y de sus padres. Su juventud se vio ensombrecida por la muerte de su padre –muerto de un infarto–. Se casó ante los ojos de Dios y de los hombres. Vivió la mayor parte de su vida en Pachuca, Hidalgo. Ciudad de la que gustó mucho. Fue administradora. No por título universitario, sí por administrar de manera espléndida, su casa y sus negocios. No desdeñaba la cocina, cocinaba sabroso, con el sazón de su madre, acaso perfeccionado. Le sonreía a la gente. Sincera era su sonrisa, y la gente le devolvía el gesto. Mabel Monroy, Mabe como le gustaba le dijeran de cariño, fue una orgullosa madre de dos hijos, ambos varones. Dio amor, y mucho, a sus padres, a su esposo, a sus hijos. De todos fue correspondida. ¡Qué esposa para su esposo ¡Qué hija para sus padres ¡Qué mamá para sus hijos 6 de agosto de 2020

Nota 1: Mabel Monroy Fragoso (Tulancingo, Hidalgo, 23 de octubre de 1960 - Pachuca, Hidalgo, 10 de mayo de 2020). Semblanza realizada por su hijo, Marco Antonio Meneses Monroy. Nota 2: Fotografía utilizada: Mabel Monroy con desconocidos de fondo . Fecha: 15 de marzo de 2018. Lugar: Dresde, Alemania.

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Mabel Monroy con desconocidos de fondo

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Árbol Genealógico de Meneses Monroy

Árbol Genealógico de Meneses Monroy

Semblanza de: Eloy Monroy Fragoso. Eloy Segundo Texto escrito por Meneses Monroy

Nombrado “Eloy” en honor a su padre, Eloy Monroy Pimentel; Eloy Monroy Fragoso, se convierte en la segunda persona de la familia que llevara dicho nombre, y fue también el segundo hijo por orden de nacimiento. Su hermano, el primogénito, Mauricio; había nacido en 1942. Eloy, nació en Tulancingo, Hidalgo, el 1 de julio de 1944. Así lo señala el registro civil que consigna su nacimiento. Se sabe, sin precisión de la fecha exacta, ni la causa de muerte, que Eloy II, falleció en el mismo año de su nacimiento. Después de su muerte, nació una hermana suya, a la que sus padres nombraron Gloria; y después de ella, nació otro hermano que llevaría, igualmente, el nombre que él y su padre compartían. Más hermanos de Eloy, nacieron, hasta llegar el año de 1960, en que nace Mabel Monroy Fragoso, la novena de nueve hermanos. Los restos de Eloy II, yacen en el panteón San Miguel, de Tulancingo, Hidalgo, junto a sus padres y algunos de sus hermanos. Podríamos señalar que Eloy, descansa en Paz, y que descansa del mundo desde 1944. Eso no impide que su existencia esté presente en el universo, y que el día de hoy un hijo, de una hermana suya a la que nunca conoció, recupere, más de setenta años después de su partida, su nombre, su legado, su memoria. 30 de mayo de 2021

*Eloy Monroy Fragoso (Tulancingo, Hidalgo, 1 de julio de 1944-Tulancingo, Hidalgo, 1944).

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EL COMITÉ 1973 Revista de Difusión, Crítica y Creación Literaria


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