Oracion

Page 1

Fernando Cavaliere (Obra Don Orione)

ORACION Y VIDA RELIGIOSA


ABREVIACIONES -D.V.

= Dei Verbum (Constitución sobre la Divina Revelación)

-E.M.

= EucharisticumMysterium (Instrucción de la Sagrada Congregación de los Ritos sobre el culto de Eucaristía)

-E.S.

= EcclesiaeSanctae (Normas para la aplicación de Algunos decretos conciliares)

-E.T.

= EvangelicaTestificatio (Exhortación de Paulo VI a los Religiosos)

-I.O.

= Inter Oecumenici: Instrucción para la aplicación de la Constitución sobre la sagrada Liturgia (S.C)

-L.G.

= Lumen Gentium (Constitución sobre la iglesia)

-LETT. = Cartas de Don Orione(III edición ampliada) -P.C.

= PerfectaeCaritatis (Decreto sobre la vida religiosa)

-P.O.

= PresbiterorumOrdinis( Decreto sobre la vida sacerdotal)

-R.C.

= RenovationisCausam( Ubstryccuibsibrekafirnación de los Religiosos)

-R.F.

= Ratio Fundamentalis (Normas de la S. Congregación para la Educación católica)

1


PROLOGO

La mentalidad del hombre contemporáneo es heredera de una línea de pensamientos que tuvo su origen en la baja Edad Media, en una corriente llamada nominalismo. Una de las características de esa forma de pensar es el así llamado “principio de inmanencia”, al que podemos sintetizar en estas formulaciones: “el término de mi conocimiento son mis propias impresiones subjetivas”; “capto lo que está dentro del sujeto, lo de afuera es transcendente y por lo tanto inalcanzable”. Este principio, en su evolución consta a través de la Edad Moderna, llegará a su culmen en el “idealismo”; bajo el influjo de éste y de ciertas teorías materialistas vigentes en su época, un pensador alemán llamado Fuerbach sacará sus propias conclusiones. En su libro “Esencia del cristianismo” expone: “La razón, el amor, la voluntad, las perfecciones más altas del hombre, son objetivadas por él, en un sujeto fantástico, puro producto de su imaginación, al cual le da el nombre de Dios” (concepto de “alineación” en Feuerbach citado por H. De Lubac, en “El drama del humanismo ateo”, págs. 28-29). Marx irá aún más adelante en este planteo y llegará a divinizar al hombre: “La crítica de la religión desemboca en la doctrina de que el hombre es el ser supremo para el hombre…” (Citado por A. López Trujillo, en “Liberación marxista y liberación cristiana, págs. 172-175). Es evidente que si se concibe al hombre de esta manera, o sea, como una realidad libre en sí con una clausura que nadie puede abrir, todo lo que provenga del exterior a él mismo debe ser rechazado. La subjetivad tiene una dimensión 2


insospechada; la exaltación del sujeto trae, como lógica consecuencia, la negación de Dios a quien se considera un extraño y un intruso. Este pensamiento influye notablemente en nuestro siglo, aunque hay intentos valiosos de superación del mismo (vg. El resurgimiento de la filosofía tomista, promovido especialmente por el Magisterio de la Iglesia, la “corriente fenomenológica”, “el personalismo” etcétera). Podemos sumar a lo expuesto anteriormente el gran avance de la ciencia y de la técnica; en virtud de éstas la humanidad puede poco a poco liberarse de la naturaleza que siempre le incomodó. El “positivimismo”, con su fe ciega en la ciencia y en el progreso de la humanidad, fue uno de los factores fundamentales de este progreso. (“La Humanidad sustituye definitivamente a Dios”, según Comte (citado por H. De Lubac, o.c., pág. 197). “La industrialización del mundo moderno ha estado y sigue estando llena de una fe sin precedentes en el progreso…”.

“Se cree, que eficiencia técnica e

incremento ilimitado del poder económico, técnico y militar, son ya valores en si mismos” (J. Moltmann, “El hombre”, pág. 45). El hombre se hace cada vez más poderoso y al mismo tiempo más inseguro. Casi con angustia R. Guardini solicita que, “mediante la autocomprensión y el renunciamiento, el hombre aprenda a dominarse a sí mismo y…también a ser dueño de su propio poder” (“El fin de los tiempos modernos”, pág. 87). Esta supravaloración del hombre y su actividad trae consecuencias negativas para él. Una manifestación clara de esto es la “filosofía existencial” atea, cargada de angustia y desesperanza. “El hombre es una nada que vive en el desamparo, en la soledad y sin ninguna esperanza” (cfr. J. P. Sartre, “Eñ existencialismo es un humanismo”, págs.. 17 y 35). 3


Otra

consecuencia

importante

es

el

“secularismo”

(mencionado

expresamente en esta obra del P. Cavaliere), que penetra sutilmente en la iglesia y que tiene sus raíces en la “teología liberal protestante”, que vuelca la teología de la muerte de Dios”. Es imposible hacer aquí un desarrollo de esta corriente; lo único que diremos es que ya el Concilio Vaticano II ve con claridad los peligros de la misma y la condena en la Constitución Pastoral “Gaudium et spes”. Podríamos sintetizarla (arriesgándonos a errar en la simplificación) diciendo que es la “tendencia que proclama la autonomía de lo temporal, entendiendo por esto, que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador” (F.S. 36); “equivale al proyecto de organizar la comunidad humana quedando en la pura inmanencia”. Este fenómeno, característico de nuestro siglo y especialmente en los países desarrollados, comienza a ejercer su acción también en Latinoamérica”.

El

cardenal A. Lorscheider, presidente del CELAM, expresó que éste es uno de los problemas al que debe enfrentarse la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano a llevarse a cabo en Puebla de los Angeles (México) (L Osservatore Romano, 16-IV-78, pág. 12), y el “Documento de consulta” que se envió como material de trabajo previo a dicha conferencia lo menciona ampliamente (Nº 361-67; 453-54, etc.). De este breve análisis, que de alguna manera nos da una visión acerca del contexto histórico en el cual nos toca vivir y actuar, se puede concluir que es tarea esencial del cristiano (¡y cuánto más del religioso!) la de mostrar a los hombres, sumergidos en la orgullosa inmanencia que los agobia, la necesidad de los trascendente. Testimoniarles la maravillosa realidad de la fe, que nos hace profundamente

humildes

para

reconocer

nuestra

situación

de

creaturas

dependientes del Creador; la experiencia concreta de la absoluta primacía de lo sobrenatural (Gracia) para poder realizarnos plenamente como hombres. 4


Estoy convencido, que en este mundo secularizado, que ha proclamado la “muerte de Dios”, el religioso ha de ser testigo eficaz de su existencia; el camino para lograr esto es el de vivir una experiencia profunda de fe en ese Dios en el cual cree y al cual ama, en particular, mediante una intensa vida de oración. Este convencimiento me llevó a empeñarme a traducir el hermoso libro del padre Cavaliere, que demuestra en forma sencilla y profunda el papel esencial de la oración en la vida de la Iglesia y, por ende, en la vida religiosa. Lo fundamenta con abundantes citas bíblicas, de los documentos del Magisterio y recabando la experiencia de los “maestros de oración”, clásicos y modernos. Elevo una ferviente oración a María Santísima, ella que en la fecundidad de su silencio engendró la Palabra y nos dio la Vida, a fin de que el mensaje de este libro dé frutos abundantes y verdaderos en mí y en mis hermanos.

5


INDICE

07 Crisis de oración 18 La oración de Jesús y de la Iglesia 24 Naturaleza de la oración 30 Contenidos de la oración 43 Formas de oración 47 Oración en acto 58 Oración en praxis 71 Oración en la vida religiosa 87 La oración de los pobres

6


CRISIS DE LA ORACION

-

El hecho

-

Las causas

-

Las consecuencias

-

El retorno a la oración

EL HECHO Muchas voces autorizadas han constatado el hecho de una progresiva agonía de la oración, de un debilitamiento del espíritu de contemplación. Muchas veces el Papa ha lanzado el grito de alarma, haciendo un llamado a los cristianos sobre “la necesidad de volver a la oración personal”. ¿Por qué volver? -él se pregunta. Y responde: “ Porque nosotros tenemos la opinión, y quisiéramos que fuera desmentida por los hechos, que hoy los buenos, también los fieles, también aquellos que están consagrados al Señor, rezan menos que antes. Invitamos a cada uno de vosotros a hacer esta indagación: ¿Se reza hoy? ¿El hombre moderno sabe rezar? ¿Siente la obligación? ¿Siente la necesidad? Y también el cristiano, ¿tiene felicidad, tiene gusto, tiene empeño por la oración? (13VIII-1969). Yen otra circunstancia: “La invitación es la acostumbrada: orar. La invitación común, ciento de veces repetida, ciento de veces conocida. Probablemente habrá alguno que pensará: el Papa no sabe hacer otra recomendación que la de orar” (Cfr discursos: 21-IV-70; 5 y 14-11-73; 22-VIII-73; 10-X-73, etc.). El fundador de los Hermanitos de Jesús, P. Voillaume, ha escrito: “Desgraciadamente –¡cuántos superiores generales me lo han señalado!-se reza cada vez menos en la vida religiosa” (La vita religiosa nel mondo attuale, pag. 151). 7


El notable teólogo protestante O. Cullman, en el mensaje a los intelectuales católicos europeos, reunidos en Estrasburgo en setiembre de 1971, hizo esta constatación: “En muchos ambientes cristianos se delinea un cierto desprecio de la oración con el pretexto de reaccionar contra la falsificación de ella…Hoy se habla tanto del diálogo, se ha convertido en el slogan de hoy, pero no se acepta ya el diálogo con Dios, propuesto por el Evangelio”. La crisis de la oración, con la cual nos enfrentamos, no es sino un aspecto de la crisis religiosa de nuestro tiempo: la “muerte de Dios” en el corazón del hombre conduce necesariamente a la muerte de la oración.

LAS CAUSAS Son múltiples los factores de las crisis: algunos son los de siempre y bien marcados; otros derivan del ambiente socio-cultural contemporáneo. Enunciamos los principales: La mal entendida exigencia del apostolado - Hay tanto que hacer, por lo tanto no tengo tiempo para rezar…Quien es llamado al trabajo apostólico, por medio de él asciende a la santidad (Cfr L.G. 41)…El apostolado mismo es la oración…Todo se reduce al amor, todo es expresión de amor, la acción es oración; no tenemos, por lo tanto, necesidad de consagrar otro tiempo a la oración… Esta es misión propia de los contemplativos”.

8


La mal entendida actualización litúrgica – Hoy se manifiesta la necesidad de poner todo en común: es una dimensión auténticamente cristiana.

De aquí la

exigencia de una oración comunitaria y litúrgica. Pero a menudo se subraya tan fuertemente esta exigencia que se da por suficiente la sola oración litúrgica. Para muchos, más bien, la oración personal representaría una supervivencia de la piedad individualista e intimista del siglo pasado.

Esta mentalidad ha influido

también sobre la programación de los ejercicios espirituales. Nacidos como encuentro individual silencioso y prolongado con Dios, los ejercicios van concediendo cada vez más un espacio más largo a los diálogos comunitarios, a las revisiones de vida, a los intercambios a las actividades de grupo, etc….

Dificultad del recogimiento – “¿Por qué la vida de oración no es fácil a los hombres de nuestro tiempo? Porque estamos habituados a la vida exterior” (Paulo VI, 13-VIII-73). En efecto, para rezar tenemos necesidad de entrar en nosotros mismos, haciendo callar las infinitas voces que provienen del exterior del corazón. Esto constituye una dificultad. Pero, la dificultad del silencio interior, siempre vivo en todo tiempo, está agravada en nuestros días por el ritmo vertiginoso de la vida moderna, por los sonidos y por los rumores que día y noche nos persiguen y forman parte tan integrante de nuestra vida que el silencio nos da miedo y nos oprime, por las imágenes de la TV, del cine, de la prensa escrita y que perturban nuestra fantasía… En estas condiciones es extremadamente difícil seguir el mandamiento de Jesús: “Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, despúes de cerrar la puerta, ora a tu Padre que está allí en lo secreto” (Mt 6,6). Desgraciadamente también en las casas religiosas, en los seminarios y aún en las iglesias, el silencio se hace cada vez más difícil, y por consiguiente no sin dañosas

9


consecuencias para la vida de oración de los religiosos y de los sacerdotes” (De rosa, o.c. 170).

Mentalidad materialista – En nuestro tiempo el valor de las actividades humanas, así como el valor mismo de la persona, es medido por su eficiencia productiva. Estamos dominados más por el culto del hacer que por el culto del ser. La producción de las cosas prevalece enormemente sobre la contemplación de las cosas. Ahora bien, no puede ser más que una inútil pérdida de tiempo.

Psicología del apresuramiento – Es también una característica de nuestra época y nace de la manía de producir: “Se trata de un hábito intelectual, que nos impele a hacer todas las cosas de prisa, en el mínimo tiempo posible, para poder dedicarnos al próximo deber; tenemos siempre los ojos en el reloj, aún durante la oración” (Valentine, Arte di predicare, 102). Ahora bien, esta prisa nos quita el afecto por la oración, la cual requiere calma interior.

Visión secularista de la religión – “La tendencia a secularizar toda actividad humana excluye gradualmente la oración de la costumbre pública y privada” (Paulo VI, 20-VIII-69).

¿Qué es el secularismo? Es la afirmación de que Dios, en sí

mismo, es una realidad inalcanzable y un no-valor para la vida del hombre.

10


No tiene sentido, por tanto, amar a Dios. El se vuelve para nosotros “Alguien” solamente en el hombre: allí él puede ser buscado, encontrado y amado. “Cristo ha identificado el primer mandamiento al segundo…Se alcanza a Dios sólo por medio de los hombres…Para mí no hay una cuestión más central: ¿hay dos mandamientos o uno solo? La originalidad del cristianismo está en juego: todas la otras religiones son religiones de Dios; el cristianismo es la religión del hombre, por la revelación de que Dios se ha hecho hombre. La religión pagana está centrada en el culto a Dios: cómo servir a Dios, aplacar a Dios, etc….la fe cristiana está centrada sobre el hombre, el amor del hombre…Nosotros estamos continuamente llevados a repaganizar el cristianismo afirmando los derechos de Dios, el amor a ser servido. Pero Dios ha renunciado a todos sus derechos en favor del hombre, no ha querido ser el primero en ser servido sino el primero en servir, hacer crecer al hombre. El hombre se vuelve ateo, pagano, cuando es mejor que Dios. Ahora, si tú sirves a Dios, oras a Dios, amas a Dios, eres mejor que él (L. Evely, in rivistaRocca). Como no tiene sentido amar a Dios, así tampoco rezar a Dios. Sólo la acción por los otros, particularmente por los pobres y oprimidos, se puede llamar oración La oración pura (el hablar con Dios) es una fuga de la responsabilidad social y de los empeños de la caridad. ¿No es egoísmo e hipocresía estar en la iglesia rezando cuando afuera mi hermano tiene necesidad de mí? ¿No me enseñó acaso Jesús que entrará en el Reino de los Cielos no quien dice “Señor, Señor”, sino quien hace la voluntad del Señor? Es muy fácil rezar por aquellos que tienen hambre, sin incomodarse por ellos, sin comprometerse con la caridad. “Obras, obras quiere el Señor” (Sta. Teresa de Avila). Y después, cuántas personas que no rezan, atraen nuestra admiración por su generosidad en la causa de los pobres. Es ciertamente mejor un ateo altruista que un creyente egoísta.

11


Por lo demás, el hombre no tiene necesidad de recurrir a Dios por ayuda, teniendo en sí mismo la fuerza suficiente para realizar su destino y para resolver todos los problemas de la vida. Nuestros antepasados oraban, porque ignoraban las causas naturales, de las cuales

derivan determinados efectos.

Pero hoy

nosotros conocemos los secretos de la naturaleza; por tanto, cuando hubiera necesidad p.e. de desterrar el cólera, recurrimos a la vacunación, a las medidas higiénicas, no a Dios. Al contrario, el rezar es una alineación, es algo indigno del hombre adulto: Dios mismo quiere que el hombre se arregle solo y viva como si Dios no existiese. Quien tiene un poco de contacto con los jóvenes, sabe cuán profundamente objeciones similares contra la oración inciden sobre su espíritu (ver a este respecto la infomracion de Rusconi, en `Giovani e secolarizzazione`, Valecchi, 1971). Inciden hasta introducirlos en crisis de fe y llevarlos a abandonar toda práctica religiosa.

Autosuficiencia – Según el P. Anastasio OCD, una sola es, en el fondo, la verdadera razón de la crisis de la oración: la falta de humildad, la autosuficiencia, El creer que se puede dejar de lado a Dios en todo (cfr “Tu sei in mezzo a noi”, 129).

12


Oposición de Satanás - “No habéis jamás notado que la más fuerte tentación de Satanás es contra la oración” (B. Eymard). “El demonio no tiene miedo sino de esto: Que oréis” (Don Orione). La más dura batalla de la vida cristiana no es contra las pasiones, ni la del apostolado, sino la batalla para defender el abastecimiento de la gracia, o sea, la oración.

CONSECUENCIAS

Crisis de fe – De la crisis de la oración se originan otras crisis Ante todo la crisis de la fe “La crisis de la cual hoy tanto se habla es, en gran parte, crisis de fe (hoy son puestos en duda hasta los dogmas más fundamentales del cristianismo) y su causa más que en el envejecimiento de las estructuras eclesiales, ha de ser buscada en el hecho de que los cristianos-también los Religiosos y Sacerdotes-hoy rezan mucho menos. No por casualidad Jesús ha dicho a sus discípulos en una hora dramática-¿y la hora que vive la iglesia hoy no es dramática?-. “Velad y orad para no caer en la tentación” (De Rosa, o.c., 173)

Crisis de caridad y apostolado - Sin la oración, las obras de caridad pierden la animación sobrenatural de la gracia y se reducen a mera filantropía, y el apostolado se convierte en puro activismo, cuando no se resuelve en una búsqueda de la propia afirmación, como en sus tiempos constataba San Pablo: “Todos se buscan a sí mismos, no a Jesucristo” (Fil 2,21).

13


Crisis de vocación – “Nosotros creamos – afirma el Papa—que muchas de las tristes crisis espirituales y morales de personas integradas en el organismo eclesiástico son debidas a un debilitamiento y quizás a una falta de una regular e intensa vida de oración, sostenido hasta ayer prudentemente por las costumbres externas, abandonadas las cuales, la oración se ha extinguido y con ella la fidelidad y la alegría” (13-VIII-69). “Creedme, creed a una experiencia perfeccionada en treinta años de ministerio.

Afirmo energéticamente que todas las defecciones,

todas las faltas, todas las miserias, todas las culpas, todas las dispersiones del recto sentir tienen un solo origen: falta de oración perseverante” (P. De Ravignan S.J.). “El abandono del Sacerdocio ha venido sobre todo por el progresivo dejar de lados los medios normales de salvaguardia: la oración… De esta manera, como lógica consecuencia, encontramos el amor por una mujer” (Bugalassi: Gli expreti: fuga o profezía?). En lo que mira a la vocación religiosa, he aquí el pensamiento del Papa: “Se puede afirmar que los religiosos, cuya vida espiritual florece y es fecunda para los otros, son los religiosos que oran, mientras que aquellos cuya vida espiritual languidece o abandonan tristemente su estado, son éstos siempre perezosos para rezar” (25-V-73). “No olvidéis el testimonio de la historia: la fidelidad a la oración o su abandono son el paradigma de la vitalidad o decadencia de la vida religiosa” (E.T.42). “Quien no hace oración fallará, traicionará su vocación miserablemente” (Don Orione, Lett. 11, 267). “Tanto tedio y rutina en ciertas vidas de consagrados no se puede explicar

con otro motivo que no sea la falta de contemplación”

(Gonzáles, Revisioni Comunitaria, Ed. Paoline, 25).

14


EL RETORNO A LA ORACION

Exigencia fundamental – Hoy se habla mucho de renovación de las viejas estructuras de la Iglesia.

Es esto un razonamiento importante, porque las

estructuras no son todo y no son tampoco lo más importante. Pensarlo, significaría aceptar la visión marxista de la historia, según la cual la estructura, particularmente la económica, tiene en el proceso histórico una función eminente y decisiva: ella hace la historia. En realidad la Iglesia no se renovará sólo porque se renueven algunas de sus estructuras o se crearan nuevas. Para el cristianismo es específica y principalmente un hecho interior, debido a la acción del Espíritu Santo, que “renueva la faz de la tierra”, haciendo de cada bautizado una nueva creatura (2 Cor 5,7). Ahora, el Espíritu Santo es dado al creyente cuando él se abre a Dios en la oración. Por tanto, serán sobre todo los hombres de oración los que renovarán la Iglesia” (De Rosa, o.c. 175-76). Entonces, en la jerarquía de las reformas, la oración ocupa el primer puesto: “Cuando nos proponemos promover una renovación religiosa, por lógica pensamos en un provecho de la oración, sea individual como colectiva. No en vano la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, esto es sobre la oración oficial de la Iglesia, sobresale entre los documentos del reciente Concilio.

La oración es un acto característico de la religión; por esto

queriendo imprimir a la vida religiosa una conciencia y una expresión correspondiente a las necesidades y actitudes de los hombres de nuestro tiempo, necesita que los invitemos y eduquemos en la oración” (Paulo VI). “Sin oración en vano atenderemos, no obstante todos los estudios y profundizaciones doctrinales, la actualización de la cual tiene necesidad el pueblo de Dios”. 15

(Mons. Mauro,


secretario de la S.C. de los Religiosos, en la asamblea general del USMI, el 15-168). Es lo que el cardenal Leger propuso a toda la Iglesia: refiriéndose al exceso de habladurías que se hacen en los encuentros, en los debates y en las entrevistas, y para recuperar el sentido de lo esencial y del primado de Dios, exigía que se comenzara un año de silencio y de oración. “Si vosotros habéis perdido el gusto a la oración-dice Paulo VI en su exhortacióna los religiosos-vosotros sentiréis de nuevo el deseo poniéndoos humildemente a rezar” (E.T. 42).

Formación a la oración – Una vez, cuando el factor religioso constituía un dato sociológico, la oración entraba casi espontáneamente en la costumbre del cristiano. Hoy, en cambio, en una época de secularismo, es necesaria una formación a la oración; formación dada, no sólo a nivel de instrucción, sino en especial de iniciación (de experiencia, de vida). Sin la misma será muy difícil obtener vida de oración en las almas y en la comunidad.

La formación debe tener en cuenta

también una conveniente revisión de los métodos.

Signos de superación – Hemos tomado nota de la crisis de la oración. Debemos también reconocer que están despuntando tentativas de retorno a la oración. No ya la antigua oración consistente en múltiples prácticas devocionales, sino a una oración más profunda, a la oración del corazón. Señalamos más que todo el interés por el problema de la oración de parte de los superiores generales, reunidos con este propósito durante tres días, en 1972.

16


Además, al lado de los institutos religiosos están surgiendo las llamadas “casas de oración”, de las cuales hablaremos más adelante. Taizé, Spello, Cuneo, Hautecourt (Alta Saboya), etc. Son metas de los jóvenes, que concurren todos los años por militares para rezar. Aún en ambientes no cristianos (vg. en Asia) hoy, millones de personas buscan aquel silencio orante del cual nuestras comunidades cristianas no ofrecen más la posibilidad. La actual crisis de la oración puede entonces tener la vuelta positiva: puede convertirse en un pasaje a un nuevo y más perfecto modo de orar.

17


LA ORACION DE CRISTO Y DE LA IGLESIA -

Jesús ha rezado mucho

-

La iglesia, comunidad orante

JESUS HA REZADO MUCHO Entre tantas perplejidades y discusiones sobre la oración, es indispensable mirar a Cristo.Su ejemplo y sus enseñanzas son decisivos para comprender cualquier cosa acerca de la oración y para aprender a rezar. Como los apóstoles, debemos también nosotros tomar a Cristo como maestro de oración y decirle: “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,2). Jesús oró mucho, incluso en medio de los grandes trabajos de la vida pública. Los testimonios evangélicos son tan numerosos que no se sabría decidir si él era atraído más por el desierto, donde se entretenía en oración con el Padre, o por el apostolado. He aquí una simple enumeración de paso: -

En el bautismo “estaba en oración” (Lc 3,21)

-

En el desierto, durante cuarenta días ayunó (Mt 4, 1-2); que es como decir: Estuvo totalmente ocupado en oración.

-

“De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario, donde se puso a orar” (Mc 1,35)

-

Después de la curación del leproso, “su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírle y ser curado de sus enfermedades. Pero él se retiraba a los lugares solitarios donde oraba” (Lc 5, 15-16).

18


-

Antes de elegir a los apóstoles, “se fue a l monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios” (Lc 6,12)

-

Cuando hay mucho que hacer, retira a los apóstoles de la multitud y los lleva a rezar: “Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. El, entonces, les dice: “Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco”. Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, aun lugar solitario” (Mc 6, 30-32).

-

Después de la multiplicación de los panes, obligó a los discípulos a subirse a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedir a la gente subió al monte a sola para orar. Al atardecer estaba solo allí. Y la cuarta vigilia de la noche vino hacia ellos, caminando sobre el mar” (Mt 14, 22-23.25).

-

Antes de la confesión de Pedro en Cesarea, “mientras él estaba orando a solas, se hallaban con él los discípulos…” (Lc 9,18).

-

Sobre el monte de la transfiguración: “Unos ocho días después de estas palabras tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y mientras, oraba el aspecto de su rostro mudó, etc.” (Lc 9, 28-29).

-

Cuando enseñó el Padre Nuestro: “Estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: “Maestro, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos". ”Él les dijo: “Cuando oréis decid: “Padre… (Lc 11,1ss).

-

En los viajes a pie rezaba. En Mc 9,33 se dice que “llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? Signo que él, aún caminando con ellos, no estaba con ellos pero sí un poco distante, de manera que no pudo escuchar el contenido de su discusión. Pero, ¿por qué 19


él andaba solo? La razón no puede ser más que aquella que expresa San Lucas 9,18: “Mientras los discípulos se hallaban con él, él estaba orando a solas”. -

Reza antes de las comidas (Mt 14,19; 15, 36; Lc 22, 17-19; Mc 8,6).

-

Sobre los niños (Mt 19,13).

-

Antes de realizar los milagros (Jn 17, 1-26).

-

Al terminar la Ultima Cena (Jn 17, 1-26).

-

En el Getsemaní: “Salió y como de costumbre fue al monte de los Olivos (Lc 22, 39), naturalmente para rezar, como lo hace más intensamente el día de su arresto (Lc 22,44).

-

En la cruz no cesaba de orar al Padre por sí (Mc 15,34; Lc 23,46) y por sus verdugos (Lc 23,33).

-

También en el cielo él no cesa de rezar por nosotros (Heb 7,25).

El mandamiento de Jesús – Jesús ha hecho de la oración un precepto para todos aquellos que quieran seguirlo. -

“Es preciso orar siempre” (Lc 18,1)

-

“Estad en vela, pues, orando todo tiempo” (Lc 21, 36).

-

Orad para no caer en la tentación” (Lc 22,46).

-

El nos enseña a rezar con humildad (parábola del publicano: Lc 11, 5-8), con insistencia (parábola del amigo inoportuno: Lc 11,5-8) (parábola del juez inicuo: Lc 18, 1-8); con fe (Lc 11, 11-13); en su nombre (Jn 16, 23-24).

20


LA IGLESIA COMUNIDAD ORANTE La impresión complexiva que se recibe de los Hechos de los Apóstoles es que los primeros cristianos, bajo el ejemplo de Cristo, han rezado mucho.

La

Iglesia apostólica realiza en pleno el ideal de rezar siempre, propuesto por el Señor (Lc 18,1). -

La primera imagen que nos es dada a ver acerca de la Iglesia primitiva es justamente la de una asamblea reunida en oración: “Todos ellos perseveraban en la oración con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María la madre de Jesús, y de sus hermanos” (Hech 1,14).

-

Se reza por la elección de Matías, el duodécimo apóstol (Hch 1,24).

-

Los tres mil bautizados por Pedro “perseveraban en la oración” (Hech 2, 42).

-

Acudían (los fieles) al Templo todos los días” (Hch 2, 46).

-

La guardia del Templo vino un día, cuando “Pedro y Juan subían al Templo para la oración del a hora nona” (Hch 3,1).

-

La comunidad está en oración después de la liberación de Pedro y Juan (Hch 4,24).

-

Los Doce eligen después de haber rezado (Hch 6,6), los 7 diáconos, ya que los apóstoles deben ocuparse de la oración y el ministerio de la Palabra (Hch 6,4).

-

Esteban reza durante su martirio (Hch 7,59).

-

El Señor, para asegurar a Ananías que Saulo, el perseguidor, está ya convertido, se lo describe como uno que está orando (Hch 9,11).

-

Pedro se pone en oración antes de resucitar a Tabita (Hch 9,40).

-

El ingreso oficial del primer pagano a la Iglesia, el italiano Cornelio, sucede después de una visión que Pedro tuvo en Joppe, el día en que “subió Pedro al terrado, sobre la hora sexta, para hacer oración” (Hch 10,9). 21


-

Cuando Pedro es arrestado, “la Iglesia oraba incesantemente por él a Dios” (Hch 12,5).

-

En casa de María, madre Marcos, “se hallaban muchos reunidos en oración” (Hch 12,12).

-

Pablo afirma de sí mismo que reza día y noche 1 Tes 3,10; cfrHch 16,26; 21, 5; 22, 17, etc.) y exhorta a los cristianos diciendo “siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos” (Ef 6, 18; cfr 5,20).

El Magisteriodefine a la Iglesia, “a semejanza de su cabeza, como Iglesia (comunidad) en oración” (Laudiscanticum). “¿Qué es la Iglesia? –se pregunta Paulo VI – y responde; Es una comunidad que ora. Pensad: es un pueblo orante, Puesto que su actitud fundamental y característica es la cultual. La Iglesia es, ante todo, una sociedad religiosa. Lo que más la urge es la oración… Gustará o no, pero éste es el rostro de la Iglesia, aquel gran coro de la humanidad que adora al Padre en Espíritu y verdad”. En otra circunstancia el Papa vuelve sobre la misma verdad: “¿Qué hace la Iglesia? ¿Cuál es su manifestación característica, su momento esencial? ¿Su actividad que distingue su existencia? La oración… Nosotros queremos recordaros el apelativo que tan bien define al catolicismo: Ecclesiaorans” (23-III-70). “La oración es la expresión cumbre de la Iglesia, el alimento, el principio…La oración es la respiración del cuerpo místico” (22-VIII-73). En el ejemplo de Jesús y de la Iglesia se halla ya una primera respuesta a las Objeciones a la oración, provenientes del secularismo y del activismo. Jesús – que ha sido por excelencia el `hombre para los otros` estaba siempre unido al Padre en toda su actividad (cfrJn 8,29) – no ha sostenido que la acción caritativa y 22


salvífica puede sustituir su oración; pero, apenas podía él se retiraba en la soledad de una oración pura. Y, como Jesús, hubo hombres de mucha oración, los santos, los cuales más que todos (incluso más que tantos “radicalmente comprometidos”) han trabajado por los otros. “Ciertos simplificadores oponen hoy la acción a la oración, como si las grandes obras no han sido realizadas por los cristianos que han fundado su acción sobre la oración” (A. Cullman, I.c.). Ha podido, ciertamente suceder que algunos cristianos han buscado en la oración una coartada para su pereza; pero esto ha sucedido simplemente porque no eran verdaderos cristianos, en otras palabras, porque la suya no era una auténtica oración, sino una falsificación de la oración cristiana.

(La respuesta a las objeciones del secularismo será afrontada en el

capítulo “Oración y praxis”).

23


NATURALEZA DE LA ORACION - La oración en el plan salvífico - La oración y la filiación divina

LA ORACION EN EL PLAN SALVIFICO Problema– El descrédito del a oración nace de una multitud de prejuicios: se piensa que sea un deleite egoísta de Dios (objeción del secularismo), un hecho puramente sentimental, una religiosidad devocionaria o pietista. Las definiciones comunes de la oración, siendo más o menos incompletas, podrían confirmar esta idea. Se dice, vg.que la oración es un coloquio con Dios, se podría pensar en una mera comunicación de palabras; si se especifica que es un coloquio filial y afectuoso, se podría creer que ella se reduce solamente a un cambio de ternuras; si, para indicar la oración interior, uso el adjetivo “mental”, esto podría inducir a considerar la oración como un hecho intelectual. La oración, en cambio, es una realidad más profunda y más compleja, no definible exhaustivamente por una fórmula. Para tomar las líneas esenciales debemos encuadrarla en el plan salvífico de Dios, o mejor en la relación de la palabra con el Padre.

El plan de salvación - Consiste en “la vocación del hombre a la comunión con Dios” (L.G. 19) esto es, a compartir la vida divina, como es poseída por el Verbo (cfr 1 P 5, 10; 2 P 1,4). Puesto que la salvación es Dios que se revela (en la

24


palabra) y se comunica (en los sacramentos), la iniciativa corresponde exclusivamente a Dios. Al hombre le corresponde solamente aceptar, responder, decir que sí: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20). Y bien, la oración se sitúa en este contexto salvífico: es la respuesta del hombre al Dios que salva: “La oración forma parte del sistema general de nuestras relaciones con Dios y de la economía esencial de nuestra salvación” (Paulo VI, Si pregaoggi?, 95). Es verdad que el hombre debe responder a Dios con todo su ser, pero la respuesta se inicia en la oración, esto es en la actividad más profunda de nuestro ser.

A la luz del plan salvífico podemos recoger los múltiples aspectos de la oración. ELLA: -

Es una escucha de la Palabra de Dios que se revela: “Si hoy escucháis su voz… Habla, Señor, que tu siervo escucha”;

-

Es respuesta del hombre a la llamada salvífica de Dios; Es aceptación de su voluntad: “Que se haga tu voluntad… Sí, Padre”;

-

Es hambre y sed de Dios: “Quien tenga sed venga a mí beba… Mi alma tiene sed de ti”; es deseo de Dios “tu deseo es tu oración” (San Agustín);

-

Es encuentro con Dios: “La oración no es otra cosa que el encuentro con Dios en la vida interior del hombre, la palabra que dirigimos al Señor en la profundidad de nuestro corazón, donde El habita” (San Agustín); “Venid a mí, todos los que estáis fatigados y agobiados…”.

-

Es comunicarse con Dios, abrirse a Dios: “Si uno me abre…” (Apoc. I.c.);

-

Es adherirse a Dios con la mente y el corazón (P.C. 5);

-

Es ponerse a disposición de Dios, para que él opere en nosotros la salvación; 25


-

Es extraer de Dios la vida divina, como un niño extrae el alimento del pecho materno, como una ramita extrae la savia de la planta;

-

Es ejercicio de fe, de esperanza y de caridad; sobre todo de caridad: ¿Cómo se puede decir que Dios es nuestro amigo, que Dios es nuestro padre, si no sentimos la necesidad de estar de tanto en tanto con él?

LA ORACION Y LA FILIACION DIVINA

La oración cristiana es la expresión de nuestra filiación divina, de nuestro ser hijos de Dios: “Vosotros rezad así: Padre nuestro…”. Si pues, rezamos en Cristo, toda fórmula de oración se resume en una sola palabra: “¡Padre!”. Pero hay más. La oración cristiana se injerta en la oración de Cristo y nos introduce en la relación filial del Verbo con el Padre. Es éste el aspecto más profundo de la oración. Intentemos explicarlo. Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre. En cuanto “Hijo” él es el reflejo del Padre (Hb 1,3), el himno de gloria hecho

persona que resuena eternamente en la sede celestial (S:C.83), es el

Amén, el Sí, la Respuesta generada al Padre generante (cfr 2 Cor 1,19). Y bien, cuando Jesús oraba, expresaba con acentos humanos el Amén, aquel Himno, aquel su ser hijo del Padre. Su oración, por lo tanto, era expresión de su filiación divina. Pero en esta filial relación y comunión con el Padre, Jesús quiere inserir toda la humanidad. Por eso nos enseñó el “Padre Nuestro”. El cual no es una pura y simple imitación exterior de la oración de Cristo, sino que es la oración que Cristo mismo en nosotros dirige al Padre. Si en efecto San Pablo pudo afirmar de sí: “No

26


soy yo el que vive, sino que es Cristo quien vive en mí”, nosotros podemos afirmar: “No soy ya el que ora sino que es Cristo el que reza en mí”. “Y de igual manera el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritumismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8,26). Y

no se puede pensar que esto ocurra sólo cuando la

oración ha subido a la dimensión vertiginosa de los santos; sino que es verdadera desde el primer momento, desde el momento de nuestro bautismo: entonces percibimos el Espíritu de Jesús y ahora este Espíritu ha comenzado a rezar en nosotros, arrastrándonos en su gemido que dice “Padre” (cfr. P. Anastasio del Santo Rosario, `Scuola di preghiera`, 11-14). La oración cristiana, por lo tanto, nos introduce en la oración de Cristo y nos hace participar en las relaciones filiales que el Verbo tiene con su Padre.

COROLARIOS De todo lo que hemos expuesto, podemos hacer un elenco de las prerrogativas de la oración. Ella es un misterio, es decir no un hecho puramente humano, sino una realidad divina, que desciende de lo alto y compromete la acción del hombre. La oración no es un acto superficial, no interesa sólo a un sector dela personalidad humana, sino que toma a todo el hombre, porque parte del corazón, es decir del centro, de la raíz más profunda de nuestro ser (conciencia y voluntad).

27


Debido a que la oración es un hecho total de la persona, cae toda oposición entre oración y vida. Cuando es auténtica, la oración se transforma en vida y la vida se transforma en la exteriorización de la oración. La oración, contrariamente a la tesis secularista, no podrá ser nunca reemplazada por el progreso de la ciencia y de la técnica. Si hoy el hombre tiene menos necesidad de la intervención de Dios en el plano material, no tiene menos necesidad de él en el plano material, no tiene menos necesidad de él en el plano del ser. El hombre, en efecto, para decirlo con San Agustín, ha sido creado por Dios y su corazón estará siempre insatisfecho sino descansa en él. El hombre es, por naturaleza, un hambriento y un sediento de Dios: “Quiérase o no, la necesidad de Dios es connatural al corazón humano” (Paulo VI, 22-VIII-73). El hambre de Dios es el hambre mas profunda del hombre, es el hambre de todo el ser (hambre metafísica). El hombre moderno, ensoberbecido por su progreso, no reza más. Pero los efectos de esta autosuficiencia son evidentes: crece la soledad, la tristeza, la angustia, la desesperanza, aumenta el número de los neuróticos, de los drogadictos y de los suicidas. La ciencia y la técnica no podrán jamás resolver los problemas fundamentales, los más decisivos del hombre. ¿Podrán jamás liberar a un homicida del remordimiento de haber asesinado a un inocente? ¿Podrán consolar al hombre que perdió a una persona querida? ¿Podrán dar un sentido a la vida, al dolor, a la muerte?. “Otra que alienación, la oración Sin la oración, la vida sí que es alienada” (Un joven).

28


La oración no es disminución o alienación de nuestra personalidad, sino un componente esencial. Si en efecto, estoy hecho por Dios, no sere plenamente yo mismo sino en Dios, y la oración es condición de mi ser y de mi crecer auténticamente humano.

Es, sobretodo, condición del desarrollo de mi ser

cristiano; porque el fin principal de la oración no es tanto el de obtener la lluvia, la promoción, la curación, etc, sino el de transformarnos en Cristo. La misma oración de petición nos deja - como veremos mas adelante- protagonistas de nuestro crecimiento y de la historia del mundo. La oración, en fin, no es una actividad temporal, propia del hombre en este mundo que pasa; sino una actividad que se dilata en la vida del más allá(ver Ap. 4). Ella es el inicio, el alba de la vida del mundo que vendrá: “En la oración, este anticipo se toma como tal, mientras que en todas las otras actividades que realizamos nosotros cumplimos cosas que pasan” (Voillaume).

29


LOS CONTENIDOS DE LA ORACION -Adoración - Acción de gracias - Arrepentiemiento - Petición de gracias

“Vosotros orad así: Padre Nuestro…”. En esta oración Jesús ha indicado a sus discípulos los grandes objetivos que deben dar contenido a nuestra comunicación con Dios: “Si rezamos rectamente, nosotros no decimos otra cosa que la que ya está contenida en esta oración dominical. Puesto que, si alguno pide alguna cosa que no se refiera a esta oración evangélica, aunque tal oración, no sea ilícita, es carnal” (San Agustín, Carta aproba). “Fundar nuestra oración sobre aquella que ha salido de la boca del Señor no es algo sin importancia… No debemos tener necesidad de otra fórmula, ni de otro libro de oración… Aunque nuestros libros nos eleven, tened siempre el Padre Nuestro, que es preferible a todos” (S. Teresa, Camino de perfección, 21,3). Nosotros, entonces, trataremos de las cuatro expresiones fundamentales de la oración, extrayéndolas sobre todo del Padre Nuestro, en la redacción de San Mateo. ADORACION La adoración es un valor hoy descuidadoy totalmente opuesto al pensamiento actual, ateo y secularista; pensamiento que impregna la mentalidad de muchos cristianos, los cuales a los cantos de alabanza (como el Sanctus, el 30


Tedeum, etc.) prefieren la oración “comprometida” de la cual emerge no Dios, sino el hombre. Todo esto es comprensible: hoy nosotros nos sentimos más creadores que creaturas.

Pero el ejemplo y la enseñanza de Cristoes muy distinto.

La

glorificación del Padre fue el fin de su nacimiento, como anunciaron los ángeles al mundo desde la gruta de Belén: “Gloria a Dios en los cielos y en la tierra Paz a los hombres”. Más bien, como antes se ha dicho, Jesús mismo es el Himno de Gloria hecho persona. A este Himno, él quiere asociar a todos los hombres: “Vosotros orad así: Padre nuestro…Se ha santificado (=glorificado, adorado) tu nombre, etc.” Es un precepto. Y debe constituir el principal tema de la oración cristiana; como aparece de la estructura misma del Padre nuestro, en la cual los intereses de Dios (su Gloria, su Reino, su Voluntad) están en el primer puesto, respecto a las necesidades del hombre (nuestro pan, nuestros males, etc.). Fiel intérprete del pensamiento de Cristo es la Liturgia de la Iglesia. El sacrificio eucarístico, tiene como fin principal, rendir a Dios “Todo honor y toda gloria”. La Liturgia de las horas se abre con la invitación a la adoración: “Venid, adoremos al Señor; venid postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor creador nuestro” (Sal 94), y está totalmente recorrida por la glorificación a la Ssma. Trinidad: “gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo” se canta al final de cada Salmo. La invitación a la adoración que hoy nos viene por la liturgia restaurada es un llamado de Dios a nuestra época de secularización: Es Dios quien busca a los verdaderos adoradores, que lo adoren en Espíritu y verdad (cfr JN 4, 23-24). Naturalmente, no porque él tenga necesidad de nuestra alabanza: nuestros himnos de bendición no acrecientan su grandeza, pero nos obtienen la gracia que nos salva (cfr 4º Prefacio común).

31


La adoración debería ser muy valorada por los religiosos que, por vocación, son los glorificadores de Dios. No por nada la Iglesia quiere que, la vida religiosa tenga tanta importancia la oración litúrgica. En esta perspectiva van comprometidos los tres votos: ellos tienen principalmente un significado sacrificial, a ejemplo de Jesús, que adoro al Padre hasta el sacrificio de sí. Por eso la Iglesia asocia nuestra oblación al sacrificio eucarístico. Nuestra existencia religiosa debe ser día tras día consumada a la Gloria de Dios, para testimoniar al mundo que el Señor es el Señor (cfr P. Anstasio, Scuola di preghiera, 54-55). ¿Qué es la adoración? – “Es un testimonio que deriva de la relación metafísica de mi ser creatura (sea sobre el plano natural, en cuanto hombres, sea sobre el plano sobrenatural en cuanto hijos de Dios) respecto a Aquel que es Principio sumo y necesario” (Paulo VI, 30-1-74). En concreto adorar: -

Es reconocer y confesar delante de Dios, la nada que somos nosotros, como creaturas: “ quien cree ser alguna cosa, siendo en realidad nada se engaña a sí mismo”

(Gal 6.3).

“Incluso la Virgen experimento esta humildad

metafísica: Recordad el Magníficat, en el cual María proclamo la propia pequeñez delante del Señor” (Paulo VI, 30-1-74). -

Es reconocer que todo, absolutamente todo, es de Dios y solo a Dios pertenece la Gloria: “Pues ¿Quién es el que te distingue?, ¿Qué tiene que no lo hayas recibido? Y si los has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieses recibido? (1 Cor 4,7).

-

Es reconocer que nuestra vida está suspendida como un hilo, de la gratuita y continua acción creadora de Dios.

En otras palabras, que Dios nos

conserva la vida, instante por instante (cfr Mt 6,27; Hch 17,8). -

Es sentirnos totalmente de Dios (cfr 1 Cor 6.19 Rm 14,7-9). 32


-

Es reconocer a Dios el poder de disponer libremente de nuestra vida, como el alfarero dispone de sus vasijas (cfr Mm 9, 14-28); es proclamar que Dios tiene hacia su creatura sólo derechos y ningún deber, y ésta hacia su creador, sólo deberes y ningún derecho.

-

Es someter a Dios nuestra voluntad, aceptar su plan salvífico, en las concretas situaciones de nuestra existencia a ejemplo de Cristo, “bajado del cielo no para hacer su voluntad sino la del Padre”.

-

Es reconocer a Dios como fin último de nuestra vida y de toda nuestra actividad (cfr. Ef 1,2-12; Mt 5, 16).

IMPORTANCIA DE LA ADORACION

-

Ella es, en el modo más absoluto, el primero y más importante deber del hombre;

-

Es el fin último de nuestra existencia;

-

Es la forma más alta de oración;

-

Y al mismo tiempo la más práctica y dinámica, en cuanto sometidos a la divina voluntad, en deberes de nuestro estado: En efecto, “no todo el que me diga ´Señor, Señor´ entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial” (Mt 7,21).

-

La adoración fortifica el alma y la hace idónea para superar las dificultades de la vida.

-

Tiene una función educativa y correctiva de los valores humanos, en cuanto coloca al hombre en su justo puesto de creatura y reconoce a Dios el primado sobre todas las cosas. 33


-

La adoración debe ejercitar una influencia profunda y permanente sobre toda nuestra vida, según la expresión de San Benito: “Caminar siempre humildes en la presencia del Dios”.

-

En fin, la importancia de la adoración aparece el hecho que ella constituirá la ocupación, eterna y gozosa de los bienaventurados en el mundo que vendrá (crfAp 4), lugar donde terminará la oración de arrepentimiento y de petición.

También el cuerpo adora– El Salmo 94, llamándonos a adorar a Dios, nos invita a ponernos de rodillas. Se podría objetar que la oración no es cuestión de actitudes externas, que sólo la actitud digna del hombre es interior e invisible (“Dios busca adoradores que lo adoren en espíritu”), que todo el resto es formalismo, etc. Pero, estemos atentos a no hacer como aquel que por limpiar un cuadro de su antepasado, junto con lo sucio le hizo desaparecer la nariz. Yo veo a Jesús en Getsemaní, para expresar su total sumisión al Padre, se postra “con el rostro en tierra”. Un sacerdote de paseo en un país de Lorena, entrando a una iglesia para una visita, nos cuenta: “En el medio, arrodillada sobre el pavimento, vuelta con rigidez hacia el tabernáculo, con las manos juntas, una viejita de ochenta años, sorda, ciega y con reumatismo, oraba. Cada tanto se inclinaba lentamente para besar el pavimento, después dolorosamente se elevaba. Ha sido el más hermoso espectáculo de mi vida”.

34


El hombre no es puro espíritu, sino espíritu y cuerpo; y la unión de estos dos elementos es tal que “nuestros más íntimos sentimientos están ligados a las actitudes del cuerpo, no sólo para expresarlos, si no frecuentemente también para ayudarnos a probarlos verdaderamente” (Voillaume, Sullestrade…, 149).

ACCION DE GRACIAS Otro tema fundamental de la oración cristiana, y ligado al anterior, es el tema de la acción de gracias. El evangelio atestigua muchas veces que Jesús daba gracias al Padre (cfr Mt 11, 25; 25, 36; Mc 8,6 Jn11,41, etc.); narra también el lamento que salió de su corazón herido por la ingratitud de los leprosos curados; como en el A.T. Dios reprochaba , al pueblo beneficiado, su habitual ingratitud (cfrDt 32; Is 1, 1-4; Jr. 2, 1-13; Sal 77 y 106). La proporción numérica de los leprosos desagradecidos, 9 sobre 10, tiene un significado universal: los hombres son por naturaleza egoístas por lo tanto ingratos. La Liturgia

nos recuerda que “es nuestro deber y fuente de

salvación dar gracias a Dios”, y la Biblia nos enseña a agradecer a Dios, enumerando los beneficios por él recibidos (cfr Sal 104, 105, etc.). De una cosa debemos sobremanera agradecer a Dios: el habernos tomado desde el abismo de nuestra nada y habernos elevado a compartir su misma vida divina; en otras palabras, el habernos dado a Cristo.

La excesiva

generosidad de este don hace asombrar a Cristo mismo “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que cree en mí no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16)” …Y que yo los he amado a 35


ellos como tú me has amado a mí”; exclamación que cada uno de nosotros puede repetir en singular. Nos gusta, comentando este pasaje bíblico, traer una bella página de Kierkegaard: “Comprendo siempre más que el cristianismo es demasiada felicidad para nosotros hombres. Si pensamos solamente lo que significa el osar creer que Dios ha venido al mundo por mí. Parece la impiedad más blasfema.

Si no hubiese sido Dios mismo en

decirlo, si lo hubiese inventado un hombre para mostrar la importancia que tiene un hombre a los ojos de Dios, hubiera sido la más horrenda de todas las blasfemias… No ha sido inventada para mostrar la importancia que tiene un hombre para Dios, sino para mostrar qué infinito es el amor de Dios. Porque es una dignación infinita que él se tome cuidado de un gorrión; pero el nacer y el haber querido morir por los pecadores (y un pecador es aún menos que un gorrión), ¡Oh, amor infinito!”-. (Diario, n. 1395). La gratitud Hacia Dios debe convertirse en un sentimiento habitual de nuestra vida; debemos agradecer “siempre y en todo lugar”. Nosotros vivimos, en efecto, bajo la lluvia incesante de los beneficios de Dios. Todo acontecimiento pequeño a grande, gustoso, o no, es una manifestación de la Divina Providencia. Aquellos cristianos de los primeros siglos que se saludan diciendo “¡deo gratias!”, vivían en esta luz de fe y en este espíritu de gratitud.

36


ARREPENTIMIENTO Un tercer tema fundamental de la oración es el arrepentirse delante de Dios por los pecados cometidos, humillarse por la propia indignidad. La oración de arrepentimiento no es muy apreciada en el clima de presuntuosa contestación en el cual vivimos. Ciertas plegarias de los fieles, espontaneas, tienen, a menudo, un acento polémico y provocativo, naturalmente

contra

los

Pastores

eclesiásticos,

juzgados

infieles,

responsables de traicionar a la iglesia y necesitados de conversión. Hoy son los sacerdotes y religiosos que dejan a la iglesia, porque dicen que no es creíble. Lógicamente quien razona así se considera más creyente que los otros, más puros, más inocente, y no se da cuenta de que está cometiendo el pecado más grave, que ni siquiera Cristo pudo perdonar, aquel del fariseo, condenado en la parábola de que Lucas introduce con estas palabras: “Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola…” (Lc 18,9). Recordemos la otra sentencia de Jesús: “Quien de vosotros está sin pecado, que arroje la primera piedra… ¿Cómo es que miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no miras la viga que hay en el tuyo…? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, entonces podrás ver para sacar la paja que hay en el ojo de tu hermano” (Lc 6,4142). Quien no se siente pecador y necesitado de misericordia se engaña a sí mismo, hace de Dios un mentiroso, no obtendrá misericordia y

no

conseguirá nunca rezar verdaderamente. Reza de verdad quien se siente pobre, débil, tentado; quien se siente impotente para salvarse solo.

37


Responderán también los otros, en la caridad de Cristo, pero antes, respondamos, revolucionemos, convirtámonos a nosotros mismos. Solo así se revolucionara al mundo. Jesús nos presenta dos modelos para imitar, el publicano que, ocupando el último puesto

en el Templo, no osaba ni

siquiera alzar los ojos al cielo y suplicaba a Dios diciendo: “Piedad de mi, Señor, que soy un pecador” (Lc 18, 9-14); el hijo prodigo que confesaba de sí mismo: “No soy digno de llamarme hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros”

(cfr Lc 15, 11-32). Si rezamos de veras descubriremos con

humillante evidencia nuestra indignidad: “Dios es luz, si uno de nosotros se le presenta delante, ¿cuál es el primer efecto resultante? El primer efecto es que nosotros, antes de mirar a Dios, nos miramos a nosotros mismos, y de pronto somos invadidos por una confusión y un malestar, porque, mientras intuimos la majestad trascendental de su presencia, vemos nuestra bajeza” (Paulo VI, 16-I-74). Como le ocurrió a Pedro, que delante de Jesús exclamo: “Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador” (Lc 5,8). “Y cuanto más bajo el hombre desciende dentro de sí, tanto más alto se eleva a Dios…Si tú supieras anonadarte, yo debería esparcirme en ti con abundancia de gracia” (Imitación de Cristo, III, 42). Si en la oración alcanzamos a reproducir en nosotros los sentimientos del publicano y del hijo prodigo, entonces en la vida alcanzaremos a reproducir los sentimientos del buen ladrón, que no se lamento de la cruz si no que la acepto con humildad: “Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos” (Lc 23,39-42); considerando, cada cual a los demás como superiores a sí mismo (cfr Fil 2,3).

38


ORACION DE PETICION Problema: la oración de petición hoy no goza de mucho crédito. Se aducen las siguientes razones: - Ella tiene todo el semblante de ser un remedio fácil para nuestra necesidad temporal; un seguro contra los infortunios de la vida, comunes a todos los hombres; por ende, un hecho totalmente utilitario. - No es digno del hombre, al cual Dios has dado la fuerza y la inteligencia para que resuelva por si sus problemas y no haga de mendigo. “Detrás de tanta oración, en la cual se pide a Dios que intervenga, ¿no hay acaso mucha vileza, mucho miedo, mucha comodidad, esto es, todo lo que no podemos hacer por nosotros mismos, queremos que lo haga Dios? (Bianchi, o.c. 14). Con este testimonio el cristiano no construye el mundo. - La oración de petición no es digna de Dios, que debería continuamente sustituir al hombre, corrigiendo la acción de las causas naturales. - La oración de petición, en fin, es inútil, porque Dios sabe bien de todo aquello de lo cual tenemos necesidad (cfr Mt 6,32). Ciertamente existe el peligro de una concepción supersticiosa, utilitarista e instrumental de la oración. ¿De qué cosa no pueden abusar los hombres? Pero no estaría en la verdad quien sostuviera que no es necesaria la oración de petición, cuando es realizada según el espíritu del Evangelio.

El ejemplo de las enseñanzas de Cristo __ Cuando Jesús habla en la oración, se trata casi siempre de la oración de petición. El nos enseño a pedir, a golpear, a buscar (Mt 7,7): en particular, a pedir “nuestro pan cotidiano”; el concede gracias también materiales (curaciones) a aquel que se las pedía; más bien, el mismo solicitaba que se las pidieran (Mt 9,23; Mc

39


9,22; Lc 8,50) y alababa la fe de quien la había obtenido (Canonea, Centurión, Hemorroísa). Y digo más; Jesús mismo ejercitó esta humilde forma de oración, “y no solo para darnos ejemplo, sino porque también él, como hombre, sentía la necesidad” (Voillaume, Pregare per vivere, 5). “El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y suplicas con poderoso clamor y lagrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente” (Heb 5,7).

¿Por qué debemos orar? No intentamos tocar aquí todos los problemas relativos a la oración de petición (¿obtenemos siempre? ¿También cuando pedimos cosas materiales? ¿Bajo qué condiciones eficaz la petición?, ¿ella cambia el plan eterno de Dios?, etc.). Nos limitaremos a algún indicio de demostración de la necesidad de la oración en orden a la salvación eterna, o sea para obtener el Espíritu vivificante. Lo haremos explicando la siguiente tesis: “Sin la gracia de Dios no podemos nada; pero sin la oración de petición no obtenemos la gracia; por consiguiente, sin la oración no podemos nada, mientras que con la oración podemos todo”.

Sin la gracia nada podemos en el plano sobrenatural de la salvación. No podemos ni pensar, ni querer, ni obrar sobrenaturalmente (cfr Jn 15.5; 1 Cor 2,14; 2 Cor 3,5). Se trata de impotencia absoluta, por que el hombre es “carne” y la carne es debilidad (Mt 26,42) y no sirve para nada (Jn 6.63). Solo el Espíritu de Dios, con su gracia, pude obrar en nosotros el querer y el hacer (Fil 2,13) y vivificarnos (darnos la vida divina) (Jn 6,63). Como fue simbolizado en la célebre visión de Ezequiel (cap.37). El profeta vio un valle lleno de cadáveres y oyó una voz: “Hijo del hombre, ¿pueden, acaso, revivir estos huesos? Después el Espíritu descendió sobre ellos y opero lo 40


imposible: “Los huesos secos, revivieron y se incorporaron sobre sus pies”. Decíamos que esta visión tiene un valor simbólico. Dice en efecto el Señor, por boca del mismo profeta: “Arrancare de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Os difundiré mi espíritu, y hare que caminéis según mis preceptos”. San Agustín a los pelagianos que enseñaban: “Si queréis, podréis observar los mandamientos de Dios”, dio esta respuesta: “Ciertamente observaremos los mandamientos, si queremos; pero es Dios quien nos hace quererlo… Ciertamente somos nosotros los que hacemos, pero es Dios quien opera en nosotros el querer y el hacer, dando fuerza eficaz a nuestra voluntad”.

Sin la oración no obtenemos la gracia (el Espíritu Santificador), necesaria para vencer las tentaciones, para ejercitar las virtudes cristianas, para cumplir fielmente la voluntad de Dios y para perseverar en su amor hasta la muerte. Jesús, en efecto, ha dicho: “Pedid y recibiréis… Si vosotros sabéis das cosas buenas a vuestros hijos, cuanto mas vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo piden”. Esto significa que nosotros tenemos que pedírselo, como afirma Santiago en términos negativos: “Vosotros no recibís porque no pedís” (4,3). Dice también Jesús: “Orad para no caer en la tentación”. Es como decir: si oráis, resistiréis en pie; si no oráis, caeréis: es fatal, es solo cuestión de tiempo. Caeréis primero en la tibieza, después en el pecado, al fin en el infierno. Se trata de una ley absoluta que no admite excepciones. Lo demuestra el hecho de que también Pedro, a pesar de haber sido elegido como fundamento de la iglesia, por no haber orado cayó. Si no podemos nada sin la oración, con la oración podemos todo. Orar es como cargarse de fuerza, de luz, de amor; es como llenarse del

41


Espíritu Santo, que nos transformara de hombres “carnales” (1 Cor 3.2) en hombres “espirituales” (cfr 1 Cor 2,14-15; E.T. 38).

La oración no nos dispensa del esfuerzo __ Es clásica la sentencia de San Agustín: “Aquel que te ha creado sin ti, no te salvará sin ti”. Es también clásica la norma ascética de San Ignacio: “Reza como si todo dependiese de Dios, y obra como si todo dependiese de ti”. Dos niñas temen llegar tarde a la escuela. Una propone: “Detengámonos a rezar al Señor para que nos haga llegar a tiempo”. La otra propone: “¡No! Corramos con todas nuestras fuerzas y corriendo recemos”. Algunos Padres de la iglesia—comentando la frase: “danos hoy nuestro pan cotidiano”- observan que el pan es simultáneamente de Dios (“danos”) y fruto del trabajo humano (“nuestro”). Así la oración por los otros, va por las víctimas del hambre, es sincera y por lo tanto eficaz, solo en la medida en la cual se está dispuesto a hacer todo lo posible por ayudarlos. La oración, por lo tanto, deja al hombre responsable y protagonista de su destino y de la historia del mundo, mientras lo convierte en colaborador de Dios.

42


FORMAS DE ORACION

-

El ejemplo de Cristo

-

Primado de la oración litúrgica

-

Necesidad de la oración individual

-

Complementariedad de las dos formas

EL EJEMPLO DE JESUS

Jesús tomaba parte de la liturgia hebraica. El evangelio atestigua que el acostumbraba a frecuentar la sinagoga los sábados (Lc 4,16). Además Jesús era fiel a las grandes liturgias anuales del Templo de Jerusalén para la fiesta de Pascua y que Jesús comenzó a ir a la edad de doce años (Lc 2, 41-49). Durante su ministerio lo hayamos frecuentemente en la zona del Templo (cfr Mt 21,12; 24, 1, etc.) y no es imaginable que fuera ajeno al culto, aunque los Evangelios no lo afirmaran explícitamente. Pero Jesús rezó también en “la soledad” (Cfr el cap. Jesús ha rezado mucho). Se tiene la impresión que los apóstoles mismos estorbaban su oración solitaria. El ejemplo de Jesús nos reclama al doble deber de la oración litúrgica y de la oración individual.

PRIMADO DE LA ORACION LITURGICA “La liturgia tiene un primado propio, una plenitud y por sí misma una eficacia, que debemos todos reconocer y promover” (Paulo VI, 14-VIII-69). 43


Los ejercicios privados de la liturgia deben traer inspiración y deben conducir al pueblo cristiano a la liturgia (cfr S.C. 13). Las razones de esta superioridad según el Concilio (cfr. S.C. 7,10, 84) son las siguientes: ___ la oración litúrgica es acto de la iglesia, la voz de la esposa que habla al esposo. ___ Es más, es la acción de Cristo sacerdote, es la oración que Cristo, unido a su cuerpo, eleva al Padre; ___ de ella, y particularmente de la Eucaristía, deriva en nosotros, como de una surgente, la gracia; ___y se obtiene con la máxima eficacia la santificación de Dios en Cristo; ___ es el culmen hacia el cual tiende la acción de la Iglesia, puesto que el trabajo apostólico esta ordenado a que todos, hechos hijos de Dios mediante la fe y el bautismo, se reúnan en asamblea, alaben a Dios en la Iglesia, tomen parte del Sacrificio y de la mesa del Señor.

NECESIDAD DE LA ORACION INDIVIDUAL

Después de haber experimentado en la oración la influencia de una sociedad muy individualista, hoy, por influjo de una sociedad amenazada por la hegemonía de la “colectividad” (para la cual todo debe resolverse y desenvolverse socialmente), se corre el riesgo opuesto: el de considerar la oración comunitaria y litúrgica como sustitución de la individual. ¡El hombre está, por desgracia, fatalmente llevado a no ver más que un solo aspecto de las cosas! Y bien, la oración litúrgica no basta, no es todo. Lo prueba el ejemplo de Cristo; lo afirma el Concilio: “La vida espiritual no se agota en la participación de la sola liturgia. El cristiano, en efecto, si bien llamado a la oración en 44


común debe, no obstante, entrar también en su cuarto para orar al Padre en secreto” (S.S. 12); lo vuelve a decir Paulo VI: “Es necesario que cada uno aprenda a rezar también dentro de sí y por si. El cristiano debe tener una oración suya” (22-V-70)… “Como afirma el Concilio, es justo predicar la importancia y la utilidad de la oración comunitaria. Pero, además de ella, debe ser cultivada también la oración privada” (a los superiores generales 25-V-73). La razón de esta afirmación es evidente: el cristiano no es solo miembro del cuerpo místico de Cristo, sino también persona individual, con la propia vocación, responsabilidad con los propios problemas y necesidades, con la propia debilidad y dificultad. Debe, por lo tanto, tener también una relación individual con Cristo. Puesto que la Palabra de Dios revelada a todo el pueblo cristiano, debe ser profundizada, asimilada y aplicada por cada uno. De la oración personal tienen una especial necesidad los presbíteros: “El Clero, anciano o joven, no se ilusione: por mas exegéticamente moderna y sociológicamente pastoral, la palabra de la predicación, si no es meditada en la oración personal, en lugar de pan ofreceremos piedras a la comunidad. Y los creyentes poseen el olfato para juzgar si las palabras del predicador salen de la profundidad de la oración personal o si son superficiales y vacías como las de cualquier periódico” (H.V.Von Balthasar, Punti fermi, 193).

COMPLEMENTARIEDAD DE LAS DOS FORMAS

Oración litúrgica y oración privada son dos aspectos inseparables de la piedad cristiana, ligados por un influjo reciproco. La liturgia “es el alimento sustancial para la contemplación” (Paulo VI, Si prega oggi?, 123; cfr S.S. 90); da solidez a la oración individual, impidiéndole 45


caer en el sentimentalismo, en el subjetivismo, en el individualismo, en la tendencia de recluir la gran piedad cristiana en los estrechos límites del propio yo (cfr Paulo VI a los Superiores mayores de Italia, 16-V-66); e inserta al orante en el vasto plano salvífico de la humanidad. A su vez, la oración individual prepara y profundiza la oración litúrgica, como enseña Paulo VI: “La religión personal es condición indispensable para la autentica y consciente participación litúrgica” (14-VIII-69)… “La oración personal está decayendo, amenazando así a la liturgia misma de empobrecerse interiormente, de ritualismo exterior, de practica puramente formal” (25-V-70).

46


ORACION EN ACTO ___Ir al desierto ___Escuchar ___Responder ___Perseverar “Debemos aprender a hablar con el Señor. Un coloquio directo, nuestro, sincero con el Señor constituye un género de oración particular: la oración personal. Surge la pregunta: ¿Somos capaces de oración personal? Podríamos responder que si, si por oración personal entendemos la recitación de algunas formulas de oraciones habituales… Pero, ¿bastan estas pocas formas siempre iguales, y por lo tanto más vocales que espirituales, para dar a nuestra existencia su profundo significado religioso?” (Paulo VI, 21-1-74). La respuesta es obviamente negativa. De la oración personal e interior nos ocuparemos ahora; oración prescripta por las Constituciones de todos los Institutos religiosos y repetidamente recomendada por la iglesia (cfr. E.S. 11, 21; P.O. 18). De ella consideraremos la condición indispensable (la soledad), el punto de partida (la Palabra de Dios), y la esencia (respuesta a la Palabra).

IR AL DESIERTO Soledad exterior___ Jesús, para rezar, se retira “al desierto”, “en lugares solitarios”, “aparte”, “sobre el monte”, “solo”, etc. Nosotros debemos imitarlo: “Una cierta soledad es normalmente necesaria para sentir la voz de Dios que habla al

47


corazón (E.T.46). “Para tomar algo del problema religioso tenemos necesidad del silencio:

queremos decir pausa a todos los rumores, de todas las impresiones sensibles, de todas las voces que el ambiente impone a nuestra escucha, y que nos hace extrovertidos, sordos, mientras nos llena de ecos, de imágenes, de estímulos que, quiérase o no, paralizan nuestra libertad interior de pensar, de orar” (Paulo VI, 5XII-73). “La experiencia de los Maestros es categórica: si no se es capaz de crear en la propia vida una zona de recogimiento y de silencio, es imposible alcanzar un nivel más alto y ser capaces de rezar en las plazas” (Paolo Eudokimon, La priere de I’ Eglise d’Orient). Es para favorecer el encuentro con Dios que en determinados momentos de la jornada (mañana y noche) se hace silencio en las casas religiosas. Con Bonhoeffer podemos decir: “Callemos a la mañana temprano porque Dios debe tener la primera palabra, y callemos antes de acostarnos, porque la última palabra pertenece a Dios” (de la vita comune). El Lugar más apto para la oración es “la casa de la oración”, la capilla, donde el Señor mismo nos viene al encuentro. Se puede decir, usando las palabras del Evangelio, que del tabernáculo sale una fuerza que atrae a si y sana a todos (cfr Lc 6,19). Pero la soledad exterior tiene solamente la finalidad de preparar la: Soledad interior ___ “Una búsqueda de la intimidad con Dios comporta la necesidad verdaderamente vital del silencio de todo el ser” (E.T. 46). Sobre todo el silencio de la fantasía. “Cuanto me hacen reír aquellos que dicen: Es necesario llevar a la oración todo nuestro yo… ¿llevar todo? Yo os aseguro que no querría llevar nada, al menos por una hora… y poder atar mi fantasía, para que me deje en paz al menos por una hora. ¿Y aquellos que vienen a decirte con grandes palabras 48


que es necesario llevar también a nuestros hermanos, tenerlos siempre presente? ¡Mi madre! Una telefonista me decía: “Estoy aplastada desde la mañana hasta la noche por el prójimo… ¿Cuándo puedo hallar cinco minutos para estar a solas con Dios? Esta telefonista tiene razón y no aquellos charlatanes de la oración que hablan sin haberla experimentado. Para rezar se necesita una pisca de soledad, de distanciamiento, de separación. Volveré a los hermanos, estad tranquilos, volveré… Doy a ellos veintitrés horas, pero la veinticuatro dejad que la viva solo con Dios” (C. Carretto, Al di la delle cose, 105-106). Es necesario responder que, entrando

en

la

oración,

no

podemos

alejar

automáticamente

aquellas

preocupaciones que expresan la sustancia de nuestra vida, los deberes de estado: debemos superarlos desde dentro, elevarlos hacia Dios, purificarlos y hacerlos entrar en su plan de salvación. Es necesario prevenir también las disipaciones de la fantasía y de los sentidos: “La costumbre del cine, de la TV, de la audición continua de música (discos) constituye una incontenible exteriorización de los sentidos, que corta o disminuye la disposición a la oración. Es un problema serio. No creo que quien sigue cualquier transmisión televisiva, se halla en condiciones favorables para la oración” (Voillaume, Intimita con Dios, 92-03). La soledad interior indica también distancia de las comodidades de la vida. En efecto, el desierto es un lugar despojado de todo confort material, y es por este motivo que favorece el encuentro con Dios. La oración está ligada a la pobreza: donde esta es practicada realmente, allí florece la oración; en cambio donde se lleva una vida cómoda y burguesa, el espíritu de oración queda sofocado (cfr Mt 13, 22). El desierto interior debe llevarnos al desapego de nosotros mismos: para seguir a Cristo es necesario perder la propia vida; para ser totalmente llenados por el Espíritu Santo es necesario vaciarnos de nosotros mismos (cfr Fil 2,7).

49


ESCUCHAR LA PALABRA Orar es ante todo escuchar___ Muchos creen que la oración personal consiste en hablar o en provocar artificialmente pensamientos y afectos. Debemos corregir esta concepción. Para aprender a rezar es necesario partir de lo opuesto: es necesario comenzar a callar y a escuchar. En efecto, la oración es un dialogo con Dios que salva. Ahora bien, puesto que la iniciativa de la salvación corresponde a Dios, a él corresponde también la iniciativa del dialogo: por lo tanto nuestra función en la oración es aquella de escuchar y de responder. En la Biblia, la primera actitud del fiel no es la de hablar sino la de escuchar: “Habla, Señor que tu siervo escucha” (1 Sam 3, 9-16); “Escucha, oh pueblo mío… Abre tu boca y yo la llenare” (Sal 81); “¡Ojala oyerais hoy su voz!, no endurezcáis vuestro corazón” (Sal 94). Todo el pueblo hebreo es presentado como un pueblo en escucha: “Escucha, oh Israel” (Dt 6,4). También el Mesías es descripto como un discípulo en escucha: “El (Yavhé) mañana tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos; el Señor Yavhé me ha abierto el oído” (Is 50, 4). También el Evangelio enseña que el verdadero discípulo es aquel que escucha la palabra y la pone en práctica (Mt 7, 24; Mc 4, 20; Lc 8, 21; Jn 5, 25; St 1, 19-25). Un ejemplo para imitar en la oración es el de María de Betania: ella, “sentada a los pies del Señor escuchaba su palabra” (Lc 10, 39).

Dios nos habla en los libros sagrados___ “(En ellos), en efecto, el Padre que está en los cielos sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos” (D.V. 21). “Cuando lees, es Dios que te habla; cuando oras, eres tú que respondes a Dios” (San erónimo).

50


“La palabra de Dios es viva” (Hb 4, 12), viva como en el momento en el cual Dios la ha inspirado al autor sagrado; en otras palabras: es Dios que te la repite, ahora, como si la pronunciase por primera vez. “La Palabra de Dios es eficaz y penetra hasta la medula” (ib.). Vale decir: la Palabra de Dios no solo es verdad sino también potencia, que crea en nosotros la fe y obra la salvación: “La fe viene por la predicación” (Rm 10, 17); la Palabra de Dios “permanece operante, en vosotros los creyentes” (1 Tes 2, 13); “es una fuerza de Dios para todo el que cree” (Rm 1, 16). “Todo esto que narra el Evangelio sucede también ahora” (Evely), en ti, si tú crees “Hágase en vosotros según vuestra fe” (Mt 9, 29): si tu estas convencido de que leer el Evangelio es escuchar la voz viva de Cristo, es tocar a Cristo, como la Hemorroisa, entonces obtendrás efectos maravillosos (“Alguien me ha tocado, porque de sentido que una fuerza ha salido de mi” (Lc 8,46); en cambio si tú te acercas al Evangelio como a un libro histórico, obtendrás solo un resultado humano, cultural. Es necesario, entonces, partir de la Biblia: “Es inconcebible una oración que no tenga en la Biblia su punto de partida” (Magrassi, o.c. 130). Por este motivo el Concilio recomienda a los religiosos de extraer cotidianamente la inspiración de su oración de la S. Escritura (P. C. 6). La Biblia siempre fue considerada el libro clásico para orar. Santa Teresa de Ávila confesaba de si: “Amo mucho las palabras del Evangelio: ellas ayudan a mi recogimiento más que los mejores libros. Estos, mas bien, no me animan para nada” (Camino de la perfección 21, 4). La Palabra de Dios leída o escuchada, da contenido a nuestra oración: “Una vez el P. Voillaume me ha dicho: Me dan miedo los Petits Freres que no leen, puesto que su oración puede empobrecerse cada vez mas” (D. Gasparino). Orar para entender___ “No podemos comprender la Escritura (en modo salvífico) sin la ayuda del Espíritu Santo que la ha inspirado” (San Jerónimo, Ep. 120). Cuando Jesús preanuncio a los apóstoles su pasión, ellos, que no habían 51


recibido todavía el Espíritu Santo, “no entendieron nada de esto; estas palabras les quedaban ocultas y no entendían lo que había dicho” (Lc 18, 34). Por el contrario, Lidia creyó en la evangelización de Pablo, porque “El Señor le abrió el corazón para que se adhiriese a las palabras de Pablo” (Hch 16,149). Por lo tanto, “lo más importante es rezar para comprender” (San Agustín). En la Imitación de Cristo hallamos un hermoso pasaje que trata este tema: “Una vez los hijos de Israel decían a Moisés: Háblanos tú, que no nos hable el Señor, porque quizás moriremos… No así, oh Señor… No me hable Moisés, sino háblame tú… Los hombres puedes obrar solamente de afuera, pero tu enseñas e iluminas el corazón… No me hable, entonces, Moisés, sino háblame tú, oh Señor, para que no muera y quede sin fruto, si fuere amonestado solamente de afuera y no fuere encendido de dentro; que no me sea condenación la palabra oída y no obrada, conocida y no amada, creída y no guardada… Tú solo tienes palabras de vida eterna” (Imitación de Cristo. III, 2). ¿Cómo leer la Palabra de Dios? Meditándola. A través de la meditación ___ que los medievales con términos pintorescos llamaban rumiar___ la Palabra divina penetra en la zona más profunda de nuestro Espíritu, modelando los pensamientos y los afectos. Como le ocurrió a Ezequiel. En una visión, Dios dijo al profeta: “Hijo de hombre, abre la boca y come lo que te voy a dar… Come este rollo (conteniendo la Palabra divina)… Abrí la boca y él me hizo comer aquel rollo… Y me dijo: “Llena tus entrañas con este rollo… Lo comí y fue en mi boca dulce como la miel” (Ez 3,13). También la Virgen María es un modelo para imitar: ella trataba de comprender el plan divino y el misterio de su hijo, meditando las intervenciones de Dios en su vida: “María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón”. “Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón” (Lc 2, 19-51).

52


“Esta lectura meditada debe estar exenta de curiosidad. No se debe leer lo más posible para ocupar el tiempo, sino leer lentamente en espera de que el Espíritu nos ilumine. Por esto, hay que leer el texto sagrado sin buscar nada, sin querer llegar a una conclusión, sino con simplicidad de alma, como si se caminase tranquilamente a lo largo de una orilla, sabiendo que se deberá, de un momento a otro, encontrar a alguien que espera” (Voillaume, la V.R. nel mondo attuale, 164). Por consiguiente, cuando halles algo que nutre tu mente suspende la lectura y reflexiona, “puesto que no el mucho saber sacia el alma, sino el sentir y el gustar las cosas interiormente” (San Ignacio, Esercizi, 2ª Ann.). “La Biblia esta echa así: con una línea se puede vivir varios meses… La Biblia no nos cura de nuestros males porque no la leemos para nosotros, sino para los demás o la leemos de modo superficial. Es difícil que, delante de una página de Evangelio, yo me pregunte: ¿Qué quiere de mi el Señor con esta frase?” (Don Gasparino, Richiami, pág. 62).

RESPONDER A DIOS La verdadera oración comienza cuando el corazón, al toque de la divina Palabra, responde a Dios que lo interpela, y se abre en actos de fe, de adoración, de arrepentimiento, de sumisión a su voluntad, de petición de esperanza, etc., según los casos. La meditación, por lo tanto, no es todavía la verdadera oración sino solo una iniciación, un proceso de inflamación del corazón. Puede también ocurrir que la meditación, cuando nos quedamos mucho en ella, se convierta en un obstáculo a la oración, debido a un exceso de conceptualismo y un empobrecimiento afectivo.

También en este caso vale la norma ignaciana del

tantum quantum: me detengo en la reflexión en cuanto sirve para estimular la oración y no más. 53


La oración tiene su vida: crece en nosotros gradualmente, con un lento y continuo proceso de maduración. El tema de las etapas evolutivas (o grados) de la oración es una invitación a todos, para tender a ideales más altos. Cuando habitualmente el tiempo dedicado a la oración interior cotidiana en casi totalmente absorbido por la pura meditación de la palabra, se dice que el alma está en el grado de oración meditativa. Cuando, en cambio, casi todo el tiempo está ocupado en el coloquio con Dios, el alma ha pasado al grado de oración afectiva. Hay que advertir que con el término “afectivo”, no nos referimos a la pura esfera sentimental, si no a la de la voluntad. Interiorizándose, la oración gradualmente se simplifica: el alma advierte poco a poco que ciertos afectos no se expresan más; que hay algunos que predominan sobre todos, y que valen más que todos: el amor (= el ofrecimiento de si a Dios, sumisión a su voluntad). Apenas el alma se pone a orar, le nace espontaneo aquel sentimiento y en él se recoge durante todo el tiempo de la oración. En este punto el alma esta en el grado de oración de simplicidad. Oración infusa___ Si la oración se desarrolla aun mas, esto sucede mediante un salto cualitativo. Por un

nuevo y misterioso modo de orar, infundido

directamente de lo alto, en el cual la iniciativa divina es absolutamente preponderante e invade todo, mientras el hombre se siente receptivo y pasivo, y como aferrado por Dios (cfr experiencia de Pablo: Fil 3, 12). Siente hasta la evidencia que ya no es él el que ora sino que es Cristo el que ora en él (cfr Gal 2, 20). Este grado de oración consiste en una experiencia oscura de Dios. En cuanto experiencia, es maravillosamente más rica y profunda que las precedentes, que parecen decir más

cosas pero que en realidad son más superficiales y más

pobres. Pero es un grado de oración más “oscuro” que los precedentes, estando por encima de toda experiencia natural. De allí la dificultad de expresar y de explicar estos otros grados de oración. Vale para ellos el dicho: “No lo pueden entender quien no lo prueba”. Es como si tu debieses explicar los colores a un

54


ciego: le hablas en términos visibles y el te comprende en términos táctiles o auditivos. Este grado de oración es llamado infuso o pasivo. Pero entendámonos. Con el término “infuso” no se quiere decir que esta oración implica fenómenos extraordinarios (visiones, palabras interiores, arrobamientos, etc.) puesto que ella actúa totalmente en la oscuridad de la fe. Se quiere afirmar solamente que ella depende de la libre iniciativa divina. El término “pasivo” no quiere indicar inercia. La pasividad, en efecto, es solo aparente, puesto que Dios exige al alma una parte activísima, la de dejarse tomar por él. Es la pasividad de la harina que recibe la levadura, la cual transformará la masa informe en pan sabroso. Y como el pan nutre la vida de los hombres, aquel que sea transformado de esta manera devendrá, a su tiempo, más activo al servicio de la Iglesia que mucho otros juntos, los cuales están todavía en los grados inferiores de la oración. Dios, sin embargo, adapta este don infuso al tipo de vida al cual él llama. Para aquellos que viven en los conventos de clausura, la gracia infusa se expresa bajo la forma de luz. Es el caso de los grandes místicos (Bernardo, Juan de la Cruz, etc.) que enriquecieron a la iglesia con su enseñanza. Para los llamados al apostolado, en cambio, la gracia celeste se expresa especialmente bajo la forma de fuerza de voluntad, que los impele a consumirse en el trabajo por el Reino y a superar todo los obstáculos. Es el caso de los Santos de la caridad (sobre el tema, ver Orsy, o.c., 261-262). No hay que hacerse, empero, ilusiones: para avanzar en los grados de oración, el precio obligado es la fidelidad a Dios en la vida. De esto hablaremos más adelante.

55


PERSEVERANCIA Quien quiera alcanzar la fuente del agua viva, esto es “una verdadera experiencia de Dios” (E.T. 52), se encontrará tarde o temprano, después de un inicio de fervor sensible, con el clásico obstáculo de la aridez, que es el silencio de Dios y un sentimiento de inutilidad e impotencia. El rezar en estos momentos es comparable a un camino en el desierto; en el cual se está tentando a volver atrás, abandonarlo todo, refugiarse en las ocupaciones y entregarse a los encuentros. Este es el momento del coraje y de la perseverancia: “Espera en el Señor, se fuerte y valeroso, espera en el Señor” (Sal 27). San Gregorio afirma que la oración es como una lucha con Dios: “Deus vult cogi, vult quadam importunitate vinci”. Fue una lucha la primera oración citada por la Biblia, la de Abraham, que quería arrancar la gracia a favor de Sodoma y Gomorra; fue una lucha con el Ángel de Yavhéh la de Jacob; es presentada como una lucha la oración del amigo inoportuno (Lc 11, 5-10); de la viuda que insiste al juez inicuo (Lc 18, 1-8); así fue la oración de la cananea (Mt 15, 21-28), de la Madre de Jesús en Caná (Jn 2, 1-12); del Apóstol Pablo (cfr Rm 15,30; Col 4, 12; etc.); fue un combate hasta sangrar (agonía) la oración misma de Cristo en Getsemaní

(Lc 22,44).

Un motivo para perseverar en la oración es la certeza de alcanzar la fuente del agua viva: “Oh, todos los sedientos id por agua, y los que no tenéis plata venid” (Is 55,1); “Quien tenga sed venga a mí y beba” (Jn 7,37); “Quien me busca me encontrara” (Prov. 8,17); “Dichoso el hombre que me escucha velando ante mi puerta cada día, guardando las jambas de mi entrada” (Prov. 8,34). “Tened paciencia… Lejos de desanimaros por las dificultades del camino, caminad con energía sin quedaros nunca… Pensad que el Señor grita a grandes voces llamado a todos y, cuando nos llame nos dirá: “Yo os daré de beber”. Hubiera podido decir: Venid todos los que no tenéis nada que perder, y yo daré de beber a quien quiera. 56


Pero como no pone ningún límite y dice “todos”, de esta manera tengo por cierto que, no quedándonos en el camino, llegaremos a beber de aquella viva. El Señor que la promete nos da la gracia de buscarla como se debe” (Sta. Teresa de Ávila, Camino de perfección, 29). Otro camino que nos empuja a perseverar viene del conocer el valor y la función de la aridez. Cuando no es efecto de nuestra infidelidad, ella en un fruto precioso de la oración misma: haciéndonos experimentar nuestra impotencia y pobreza, nos purifica de la autosuficiencia; arrancándonos de una piedad muy sensible, nos prepara al encuentro más profundo con Dios en el plano de la fe. En fin, se trata de la paradoja salvífica de la potencia de Dios que se manifiesta precisamente en nuestra debilidad (cfr 2 Cor 12,9).

57


ORACION Y PRAXIS -

Realidad indisociable

-

Interdependientes

-

Distintas

-

Primado de la oración

-

Oración habitual

PROBLEMA El problema de la oración entre oración y praxis (entre fe y obras, entre el primero y segundo mandamiento) se agudizó en nuestros días. Mientras antes se temía que el darse a los hermanos significaba alejarse de Cristo, hoy se teme que darse a Cristo signifique un sustraerse a los hermanos. En un pasado, no muy lejano, estaba difundida la opinión de que las obras apostólicas no eran por sí mismas un medio para crecer en la santidad, un medio de unión con Dios sino un elemento de dispersión, una fuente de distracciones, de preocupaciones, de tentaciones, de ataques desordenados y, consecuentemente, llevaría a un desgaste del amor a Dios. En esta visión la vida cristiana era prácticamente reducida a la vida interior y a la oración, el amor del prójimo al amor de Dios. De allí entonces aquel problema de conciencia al cual alude el Concilio: “En cuanto a los presbíteros, envueltos y distraídos en las muchísimas obligaciones de su ministerio, no sin ansiedad buscan como pueden reducir a unidad su vida interior con el tráfago de la acción externa” (P.O. 14). El secularismo, en cambio, como hemos visto, reduce la vida cristiana la mera acción por los otros, el amor de Dios al amor al prójimo. 58


En ambos casos, el problema de la relación entre oración y acción está mal planteado, esto es, en términos opuestos (¿oración o acción?), como que los dos elementos se excluyen recíprocamente o sean extrínsecos uno al otro. Esto depende de un falso presupuesto; del modo equivocado de concebir la oración y acción; la oración, como un pasatiempo sin consecuencia de palabras y píos sentimientos, como un formalismo vacio, y la acción como una exteriorización, un agitarse, o solamente un realizar obras en forma clamorosa, revolucionaria, para establecer la justicia social. “Uno de los grandes malestares que amenaza hoy la síntesis entre oración y acción es la repulsa de lo cotidiano por parte de los jóvenes. Se quiere vivir grandes acciones, que cambien en forma visible la realidad que nos circunda” (Bianchi, o.c. 102-103). Nosotros intentaremos demostrar que los dos términos en cuestión son indisociables, interdependientes, pero distintos y ambos necesarios, y que el primado corresponde a la oración. Entendemos la oración no tanto como prácticas de piedad, sino como espíritu de piedad (oración en espíritu y en verdad), y con el nombre de obras no excluimos lo cotidiano, y por lo tanto escondido, el deber de estado, el soportar a los otros, la renuncia al egoísmo, etc.

59


REALIDAD INDISOCIABLE La oración y la praxis son expresiones diversas de un único principio interior: la caridad. El alma está guiada por un idéntico amor sobrenatural hacia Dios cuando se consagra a la oración y cuando se entrega a las actividades caritativas y apostólicas (cfr R.C.5). Esta visión global de la vida cristiana reflejada por el Concilio el cual recomienda a los religiosos que “Junten la contemplación, por la que se unen a Dios con la mente y el corazón, con el amor apostólico, por el que se esfuerzan en asociarse a la obra de la redención” (P.C. 5). Es por esta relación intrínseca con la caridad que también las obras son medios de satisfacción; como enseña el Concilio: “Las preocupaciones apostólicas, los peligros y contratiempos, no solo no les sean un obstáculo, sino mas bien ascienden por ellos a una más alta santidad” (L.G. 41). Una prueba de esta doctrina la hallamos en una afirmación de Jesús: él se decía unido al Padre por que cumplía las obras del Padre (Jn 8, 29). Como Jesús también los fieles estarán “todo el día unidos íntimamente a Dios”, si ejercitan “con diligencia y por amor a Dios los deberes de estado” (Paulo VI, del motu proprio Sacram Liturgia). Nos gusta referir también una carta que San Ignacio escribe a un padre de la Compañía: “Ciertamente el peso de los cuidados temporales puede parecer que distrae… pero las distracciones mismas que nosotros tomamos para su servicio en unión con su voluntad divina, revelada por la obediencia son, no solo equivalentes a la unión y al continuo recogimiento interno, sino también más agradables a Dios, por que proceden de un amor más fuerte y poderoso”. Si el trabajo apostólico es fuente de satisfacción, ¿cómo se explica que no siempre acrecienta la santidad del que lo cumple? La respuesta es: este hecho no depende del apostolado mismo, sino del modo imperfecto, muy humano o carnal de realizarlo. En tal caso es un equívoco hablar de apostolado: llámese mejor 60


“activismo”. El modo, pues, “carnal” de realizar el apostolado depende del hecho de que no está unido con la contemplación. La oración y la praxis están unidas en armoniosa y vital unidad también por la unidad de la persona que lo realiza. INTERDEPENDIENTES Entre la oración y la praxis hay una interdependencia y una comunicación de influjos; así nuestra oración no es mejor que nuestra vida y esta no es mejor que nuestra oración. “La oración es un acto de nuestro ser cristiano, y son los mismos hábitos, las mismas virtudes que nos hacen obrar en la soledad de la oración o cuando estamos insertados en la vida corriente en medio de los hombres. Sólo el objeto y la dirección son diferentes. Es en este sentido que hay una unión entre nuestra vida y nuestra oración” (Voillaume, Sulle Strade del mondo, 142). Influjo de la oración sobre la vida interior___ La oración, cuando es auténtica, no es alineación sino revolución. Ante ella todo cambia, transfigura la vida, por analogía de cuanto sucede en el Tabor a Jesús___ del cual el Evangelio dice que “orando se transfiguró” (Lc, 9, 29) __ y a Moisés sobre el Sinaí (Ex, 34, 29-35). La experiencia dice que cuando hemos rezado más nos sentimos más buenos: Recte novit vive qui recte novit orare” (San Agustín). “Cuando rezo, siento en mi la voz de Dios en lo profundo de mi alma y siento que Dios crece en mi… siento crecer en mi el amor por la justicia, por el bien, por la virtud… Orad, hijitos; no seremos nunca buenos siervos de Dios sino rezamos bien” (Don Orione). Por la oración, efectivamente, Jesús entra en nuestras casas, como entro en la de Zaqueo (Lc 19, 1-10) y opera la conversión, En la oración Dios transforma nuestro corazón de piedra en un corazón de carne y hace que pongamos en práctica sus leyes (cfr Ez 37, 26-27) “operando en nosotros el querer y el hacer” (Fil

61


2,13); por la oración Dios manda sobre nosotros el Espíritu que vivifica (cfr Jn 6, 63; Ez 37, 1-10), y “renueva la faz de la tierra” (Sal 104,30). Influjo sobre la vida activa___ La verdadera oración es dinámica y proyectada sobre las obras; porque es en la oración que el cristiano se dispone a “hacer” la voluntad divina, cuyo objeto es el amor al prójimo (“éste es mi mandamiento; que os améis como yo os he amado”). El hermano Carretto cuenta: “Una mañana una señora francesa, venida aquí para un retiro, se da cuenta de que una niña taureg tiembla por el frio… Entra en la ermita y trata de rezar. No pude rezar___ me confesará___ sentí el deber de salir y dar a aquella niña uno de mis pullòveres. Después volví y pude rezar” (II Dio che viene, 108). Es absurdo pensar que los cristianos no han amado a los hombres porque han amado demasiado a Dios. En los orígenes de todo verdadero movimiento caritativo en la Iglesia estuvo siempre la oración. “Después del Concilio no es posible decir que el cristiano es revolucionario

aunque creyente, sino justamente porque es creyente. Hay que

admitir que la fe no es un opio, sino un fermento de la acción” (R. Garaudy). El amor a Dios no nos distancia del amor a los hermanos, nos arranca de nuestro egoísmo para que podamos amar a nuestros hermanos desinteresadamente. Influjo de la praxis sobre la oración___ La oración no es un momento separado de la vida: nosotros entramos en la oración como estábamos en la vida. Ya que el progreso en la oración está ligado al progreso en la virtud; en la medida en que el cristiano se niega a sí mismo y hace la voluntad de Dios, en la misma medida buscará a Dios en la oración (cfr Mt 5, 23-24). ¿No habéis nunca constatado que difícil es rezar cuando no estamos reconciliados con nuestro hermano? “Me decía un médico___ cuenta el hermano Carretto__: ¡Oh si yo pudiera tener tu fe…! Una vez le dije: Doctor, ¿quiere verdaderamente creer? Entonces, deje de ir a la casa de su amante y vuelva a la amistad con su mujer;

62


venda las tierras y distribúyalas entre los pobres… y después vera” (Al di lá delle cose, 10). También la actividad caritativa y apostólica influye sobre la contemplación de muchas maneras: el don de si a los otros es recompensado por Dios con gracias de luz y de amor; los ejemplos de almas santas son estímulos al fervor; la resistencia de quien vive en pecado, nuestros límites y nuestras dificultades nos hacen sentir la necesidad de la intercesión, el sentido de nuestra impotencia, etc. Concluyendo: oración y acción se entrelazan así: donde hay verdadera oración allí habrá verdadera caridad, y si hay verdadera caridad es signo que también hay una autentica oración.

DISTINTAS Aunque los dos términos de la relación se funden en la vida, sin embargo no se confunden; no se identifican, no son equivalentes, no son intercambiables; la oración no se puede reducir al apostolado hasta quedar completamente absorbida, anulada por la acción; ni ésta se reduce a la oración. “El segundo mandamiento no suprime al primero… En otras palabras, el cristiano debe amar a Dios y al prójimo. El amor al prójimo es el signo más cierto del amor a Dios, pero no es el amor a Dios… Para amar a Dios es necesario amar al prójimo, pero no basta. Es necesario amar a Dios por sí mismo. Así el amor a Dios y el amor al prójimo no se excluyen ni se confunden el uno con el otro, aunque se refuerzan y se vivifican recíprocamente” (De Rosa, o.c. 122-123). El Padre es una persona y tiene el derecho de ser amado por sí mismo, como tienen derecho de ser amados los hermanos. Las personas se aman por sí misma y no en función de otras. Amar a alguien, servirse de alguien en función de otros, significa en pobres palabras, instrumentalizarlo; y hoy están todos 63


de acuerdo en decir que esto no debe hacerse. Y si estamos decididos a no instrumentalizar al hombre, ¿Por qué queremos instrumentalizar a Dios? No puedo decir: amando a los hombres amo al Padre; como no puedo decir: amando al Padre amo a los hermanos… No puedo decir amo a Cristo presente en la asamblea de los hermanos, si primeramente no amo a Cristo en sí, como Persona…”. (Carretto, II Dio chhe viene, 200). “Jesús merece por mi mismo ser adorado, amado, merece que se pierda el tiempo por él… Esta pérdida de tiempo es un medio para verificar el valor de nuestra fe en la trascendencia de Dios… El detener toda actividad humana, el ocio sobre el plano temporal, que es el aspecto externo y sensible de la oración, es precisamente el elemento que mejor expresa la soberanía absoluta de Dios sobre la creatura” (Voillaume, Come loro, págs. 80-81, 205). “Cuando no hay oración en nuestra vida no está Dios. El tiene en nuestra estima el puesto que tiene en nuestro tiempo. Si nosotros no tenemos tiempo para Dios, a pesar de todos nuestros pretextos, de todas nuestras excusas, es porque no tenemos estima por él. El empleo del tiempo está determinado por nuestro juicio de valor; y si Dios no tiene un puesto en nuestro tiempo, eso significa que él es un no-valor. Hallamos tiempo para todo lo que juzgamos importante; un mínimo de aseo personal, leer el diario, decir una palabra a alguno, comer tres veces al día. Si no hay un lugar para Dios, es porque no le damos importancia”. Ambas son necesarias___ La fe sin las obras está muerta (Santiago) y las obras sin la fe no salvan (San Pablo). No se puede, por lo tanto, decir: es mejor un ateo altruista que un creyente egoísta, o viceversa. Sería como decir: ¿es mejor un ciego que un mutilado? Ambos son casos patológicos. Como tales no se deben despreciar sino que se deben curar: haremos palanca sobre la fe para provocar la caridad; y sobre el altruismo para disponer a la fe. Si, por tanto, tú estás más llevado a las obras que a la oración, estará al acecho el orgullo de dejar de lado a 64


Dios; si en cambio estás más llevado a la oración que a las obras, correrás el peligro de terminar como el fariseo de la parábola, es decir, que te olvides y desprecies a los demás. EL PRIMADO CORRESPONDE A LA ORACION Llegamos aquí a la discusión entre los cristianos de nuestro tiempo. El cristianismo abraza a Dios y al hombre; pero, ¿Cuál es su función primaria y esencial: teológica o antropológica? En términos más claros: en el cristianismo el primer puesto ¿corresponde a Dios o al hombre? ¿A la oración o a la acción? Promulgando la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, el tema primero examinado y concluido por el concilio, Paulo VI hace una afirmación que contiene la respuesta a nuestro problema: “Nosotros reconocemos en este resultado el respeto a la escala de valores y de los deberes: Dios en el primer puesto; la oración, nuestra primera obligación” (4-XII-63). He aquí las pruebas: Sin la oración, no obtenemos la gracia; y sin ella no podemos hacer nada con respecto a la salvación. “Tened por cierto: no es la virtud la que crea la oración, sino la oración la que crea la virtud” (Carretto, II Dio che viene, 191). Jesús afirma que “el primero y más grande mandamiento” de la ley es: “Amaras al Señor tu Dios” (Mt 22, 37-38). “Cuando se dice que el amor a Dios es el primer mandamiento no se quiere afirmar solamente una prioridad de hecho (porque en la Escritura viene antes que el segundo), sino una prioridad de derecho, de valor: “Dios es el primero y ha de ser amado por sí mismo, sobre todas las cosas”. Ahora, esto precisamente hace la oración. Ella es, por lo tanto, una afirmación practica del primado de Dios, es una manera de vivir y de practicar el primer mandamiento” (De Rosa, o.c. 175). Dice además Jesús: “Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mi” (Mt 10-37).

65


El primer mandamiento tiene sobre el segundo una procedencia de causalidad: “Debemos recordar siempre el principio del amor hacia el prójimo es el amor hacia Dios. Quien olvidase la razón por la cual debemos decirnos hermanos de los hombres –o sea la común paternidad de Dios__ podría, un momento dado, no recordarse más de los honores gravísimos de tal fraternidad y podría divisar en el propio semejante no más un hermano sino un extraño, un opositor, un enemigo. Dar en la religión el primado a la tendencia humanitaria lleva el peligro de transformar la teología en sociología” (Paulo VI, 10-1-68). `La oración es el alma del apostolado – El apostolado, no es actividad del hombre, sino es la acción salvífisica que Cristo cumple por medio del hombre; cuya parte es secundaria y subordinada, como la del instrumento con respecto al artífice. El apostolado es tal si solamente se lo mantiene unido a Cristo (Permaneced en mí´.. Sin mí nada podéis hacer…Si el Señor no edifica la vida en vano trabaja el obrero”).

Ahora bien, lo que mantiene unido el apóstol con Cristo es la

contemplación (cfr L. G. 41).

Desconectada de Cristo la acción apostólica

degenera en activismo, que es una verdadera herejía (“la herejía de la acción”). Ciertamente que se debe hacer del trabajo mismo una oración y ser “contemplativos en la acción”; pero esto es posible solamente a quien se ha ejercitado en la oración verdadera y propia. No se encuentra a Dios en la caridad sino se lo ha hallado antes en la oración. Viene bien aquí una página de San Juan de la Cruz: “Aquellos que son muy activos y piensan abarcar todo el mundo con su predicación y obras exteriores, reflexionen mejor que aportarán más utilidad a la Iglesia y conseguirán ser más agradables a Dios (aún prescindiendo del buen ejemplo que darían) si gastaran al menos la mitad de su tiempo en estar con Dios en la oración. Entonces obtendrán, ciertamente, más y con menor fatiga, más con una obra que con mil, y todo ello por el mérito de su oración y la fuerza espiritual en ella conquistada; de otra manera 66


todo se reducirá a un martillar en vano y a hacer poco más que nada, y aún no es raro que también se cometan errores. Y Dios no quiere que la sal de la tierra comience a desaparecer, puesto que no porque parezca que se produce algún buen efecto externo, que en sustancia no será nada, siendo cierto que las obras buenas no se puedan hacer sino en virtud de Dios”.

La oración es la caridad más sublime -- Paulo VI cuando invitó al mundo a rezar por la paz, se hizo la pregunta: “Puede preguntar alguno: ¿Para qué sirve la oración? Se necesitan otras cosas: fuerza, potencia, dinero, astucia diplomática, etc., para obtener algún resultado… La Iglesia, el Papa ¿qué pueden hacer de eficaz? Y bien, respondemos: Nosotros podemos hablar y rezar… Nosotros rezamos y estamos convencidos de que no es una obra vana. Es la condición para el injerto de la casualidad misteriosa de la bondad divina en el circuito incierto y enfermo de la casualidad humana” (Si prega, oggi?, 170).

“El hombre más

poderoso es aquel que sabe juntar las manos… El punto de Arquímides fuera del mundo es una celda donde un orante reza con toda la sinceridad del corazón: moverá la tierra” (Kierkegaard, Diario, n. 1482).

ORACION HABITUAL La oración, limitada por un tiempo fijo con el crecer en profundidad (interiorizándose), crece también en extensión penetrando progresivamente en todo el día, transformando así la vida misma en oración, sea en una habitual orientación hacia Dios, en un continuo vivir en su presencia. En este punto, la oración de “acto” se convierte en “estado”, respiración regular del alma, y realiza la palabra de Jesús: “Orad en todo momento” (Lc 21,36). La oración habitual es el resultado

67


espontáneo de la felicidad cotidiana a la oración

pura, pero también hay que

facilitarla con algunos medios. El primero y más simple, es cumplir con fidelidad y constancia los deberes de estado, como expresión de la voluntad de Dios. Nosotros deberos ir al trabajo con el mismo movimiento de amor con que vamos a la oración: “Si cuando se sumerge la mano en el balde de agua, o se aviva el fuego con el fuelle; o se alinean interminables filas de números en los libros de contabilidad; o cuando estamos abrasados por el sol, metidos en el barro del arrozal; o se está de pie delante del fundidor, no se realiza la misma vida religiosa que se hace en un monasterio, el mundo no se salvará” (Ghandi) “Se puede hacer fuego con todo. Aún con la inmundicia: aprenderé a santificar todo si aprendo a cambiar mi jornada en amor. De esta forma el tedio, el abatimiento, el abandono, pueden convertirse en oración cuando aprendo a ofrecerlo al Señor como actos de amor” (Gasparino, o.c. 48). Otro medio consiste en elevar frecuentemente nuestro corazón a Dios -“¿Ignoras acaso que los obreros, sin detener las manos del trabajo, piensan y hablan de cosas vanas o malas? Entonces, ¿quién prohibirá al cristiano que eleve el pensamiento a Dios y cante su santo nombre, mientras sus manos están ocupadas en el trabajo” (San Agustín). San jerónimo atestigua: “En el país de Cristo, no hay más que campesinos: fuera de los salmos otra cosa no se oye. Mira a tu alrededor: el que ara, con la mano en la esteva , canta Aleluya; el que cosecha, envuelto en sudor, se anima con los salmos, y aquel, todo encorvado, cuida de las viñas entonando cantos davídicos”. La biografía de Don Bosco hace referencia al espíritu de oración de mamá Margarita: “Rezaba siempre. ¡Cuántas veces interrumpía un Padre nuestro o una 68


Salve para dar una orden, un consejo, una advertencia! Hazme un favor, saca del fuego aquel pedazo de leña: está de más, así quema el cobre: Dimitte novis debita nostra… Salve Regina, Eia ergo advocata nostra: Tú toma la escoba y limpia aquí, decía a otro niño…Mirando por la ventana decía a un tercero:

“¿Ves aquella

sábana en el suelo? Colócala de nuevo sobre la soga: Angele Dei…” Con el mismo espíritu, Don Orione educaba a los aspirantes al sacerdocio: “Vuestras manos no deben estar quietas: debéis tener siempre en la mano alguna cosa: un libro, una escoba, la corona del Rosario. Un día sorprende a algunos que lo esperaban de su ventana charlando, y les dice: “ ¡No estéis ociosos! Tomad la corona y decid el Rosario”. Para estimular el recuerdo de Dios conviene reflexionar que Dios nos mira: “El hombre debe estar persuadido que Dios lo observa continuamente y que en todo lugar realiza sus acciones bajo sus ojos” (San Benito). Es útil recordar un episodio de un ilustre benedictino. Un día. Exhibiéndose en Milán un documental cinematográfico sobre el Duomo, es filmada una función sagrada. Participó también el cardenal Schuster. Y al fin, como después de cada pontifical, ascendió sobre el púlpito ante la admiración de todos, ya que aquella escena la trama del documental no la prevía. El arzobispo estaba persuadido que raramente un público similar habría tenido ocasión de escuchar la palabra de Dios y, entre el fulgor de las vestiduras sagradas, con la mitra y empuñando el báculo, habló: “Siempre, y en todas partes en vuestras jornadas de trabajo, sin cerrarse y sin extinguirse nunca, un ojo os ha seguido –y señalaba el haz luminoso de los reflectores—os ha envuelto en su mirada irresistible, encendiendo alrededor de cada uno de vosotros y sobre todas las cosas, una luz plena, penetrante casi inexorable que vosotros sentíais como nada, ni siquiera el mínimo gesto podía escapar a cualquiera que detrás de aquel ojo mirase y juzgase a vosotros y a vuestra obra… ¡Pensad! No de otro modo en la vida, en la vida de cada hora y de cada día: un ojo os mira, está fijo 69


en vosotros, os penetra, os escruta, os juzga, sin que nada de vosotros, de vuestra mente, de vuestro corazón, se le escape jamás. ¡El ojo de Dios! Para vivir en la presencia de Dios es útil también el pensamiento de que nosotros,

“En Dios vivimos, nos movemos y existimos”

(Hech 17,28).

Más

estimulante debería ser todavía la presencia real y continua de la Santísima Trinidad en el alma en gracia (cfr Jn 14,23). “Si se tomase cuidad de recordar que poseemos en nosotros un huésped de tanta majestad, no se podría ciertamente abandonarse, como se hace, a las cosas terrenas” (Santa Teresa, Camino, 32). El mundo puede ser motivo de oración y esto en todo lugar: en la calle, en el ómnibus, en la carretera, en el cine, delante de la televisión. Cuando encontramos a alguien que ha roto su relación con la Iglesia: Haz Señor que retorne al camino que lleva a ti. Cuando veamos el cementerio y encontramos un cortejo fúnebre: Oh Dios. Ayúdanos a amarte, a fin de que superemos el miedo a la muerte. Cuando encontramos afiches del cine repugnantes y escandalosos: ninguno se deje arrastrar… “(Kirchgasner, o.c. 41).

70

Señor, haz que


ORACION EN LA VIDA RELIGIOSA

-

Religiosos, es decir orantes

-

Orantes en comunidad

-

¿Llamados a la contemplación?

-

Fidelidad a la oración cotidiana

-

Retiro mensual

-

Ejercicios espirituales

-

Casas de oración

RELIGIOSOS, ES DECIR ORANTES El término “Religioso” es un adjetivo sustantivado e indica que la religión, es decir el culto a Dios, constituye la razón de ser de toda nuestra existencia… Pero, “La oración es el acto característico de la religión” (Paulo VI, 22-VIII-73; Sto. Tomás II-II, 83-3)… “La oración es la actividad característica del hombre religioso” (Paulo VI, 10-X-73). Por lo tanto en la vida del religioso, la oración no es una actividad como otras, sino su actividad esencial y característica. En otras palabras, la vida religiosa o es vida de oración y misterio de intimidad con Dios, o no es vida religiosa. Esta doctrina emerge clara de los documentos del Magisterio, que sostienen el primado de la oración sobre la actividad apostólica.

El Concilio

Vaticano II: “Los que profesan los consejos evangélicos busquen y amen ante todo a Dios que nos amó primero” (P.C.6).

Paulo VI: “Cuando miramos las más

verdaderas, profundas y descuidadas necesidades de los hombres de nuestro tiempo, no podemos dejar de afirmar el primado de la oración en el campo de la 71


actividad multiforme de la Iglesia… Al procurar la renovación de vuestros institutos, prestad atención a dar el primer puesto a la vida espiritual de vuestros cohermanos; que ni para vosotros se debe dar el primer puesto a las obras externas y el segundo el cuidado de la perfección interior, como si de la Iglesia”

(a los

Superiores Mayores, 1964). “Salvaguardad el primado de la vida espiritual, sin el cual se tornaría estéril cualquier programa de actividad apostólica” (a los padres Capitulares de la Congregación de Don Orione, 7-III-69). “La oración debe ocupar el primer puesto en vuestras constituciones y en vuestras vidas”

(E.T.48).

“Conviene recordar que, si en los institutos dedicados al apostolado, la acción apostólica pertenece a la naturaleza de la vida religiosa, ella no constituye el fin primario. Las mismas obras apostólicas se pueden cumplir perfectamente sin la consagración propia del estado religioso” (R.C.2).

ORANTES EN COMUNIDAD

Como se dijo anteriormente, la Iglesia es principalmente una comunidad en oración, pero “la vida religiosa es expresión de la Iglesia” (Paulo VI), y “la comunidad religiosa es la misma comunidad de la Iglesia en el grado máximo de su vitalidad y manifestación” (Alonso, o.c. 16). Se sigue, entonces, que las familias religiosas tienen, como fin primario, el de ser comunidades orantes, particularmente en la acción litúrgica.

Es mediante la liturgia que “se manifiesta la genuina

naturaleza de la verdadera Iglesia” (S.C.2): será, por lo tanto, la celebración litúrgica el momento fuerte de nuestra experiencia de Iglesia. “El pueblo de Dios es reunido ante todo por medio de la palabra del Dios viviente” (L.G:25). Los Hechos de los Apóstoles nos refieren que la comunidad primitiva se reunía para escuchar las enseñanzas de los apóstoles (Hch. 2, 14). De 72


la misma manera la comunidad religiosa debe estar nutrida por la doctrina evangélica (P.C. 15), debe leer y meditar juntos la Palabra divina. Cuando los miembros de una comunidad local se comunican sus reflexiones sobre la Palabra de Dios, y hacen revisión de la vida a la luz de esta Palabra, entonces llegan a ser comunidad e Iglesia, porque la Palabra divina tiene una fuerza especial para convocar a todos dejando de lado los sentimientos egoístas y fundir los espíritus. “La lectura y la meditación individual de la Escritura es preciosísima y necesaria. Pero cuando escuchamos la Palabra de Dios juntos, hay una gracia particular, y el Espíritu Santo aletea sobre la asamblea. Esto está testimoniado largamente por la historia de la Iglesia primitiva. Sucederían entonces cosas admirables: los acontecimientos carismáticos, que documentan los Hechos, están todos ligados a un escuchar comunitario de la Palabra de Dios, explotando ésta, sea en expresiones de alabanza, sea en la confesión de los propios pecados, etc.

No debemos preguntar por qué estas cosas hoy no ocurren más…” (P.

Anastasio, Scuola di preghiera. 66).

Esta forma de meditación comunitaria no

podrá actuarse en ese sentido estricto todos los días. ¿Queda entonces válida la forma tradicional de meditación comunitaria en sentido lato en la cual los religiosos se reúnen para la oración, pero cada uno reza individualmente? Hay opiniones opuestas. Hay quienes, sintiéndose ya maduros y responsables y juzgando este sistema en clave de infantilismo, quisieran sistemáticamente dispensarse. Otros en cambio lo sostienen, cuando empeños mayores de apostolado no se opusieran… Y por estas razones: es siempre estimulante el ver a los hermano de fe que rezan; la regla comunitaria es una defensa contra la invasión de las ocupaciones, es un sostén contra la inconstancia individual (cuantos Religiosos deben a la Regla el haber dedicado todos los días un poco de tiempo a la oración); en fin, no está prohibido, sino más bien recomendado, el dedicar a la oración personal otro tiempo, aunque sea mínimo, por libre iniciativa.

73


Pero el acto más importante de la Comunidad religiosa es la celebración eucarística. La Eucaristía es el origen, el centro, el fin de la comunidad cristiana, el lugar donde el acercamiento del Espíritu se realiza en profundidad. La Eucaristía es origen: “Nosotros formamos un solo cuerpo porque comemos todos un mismo pan” (1 Cor 10,17). “Sin embargo, ninguna comunidad cristiana se edifica si no tiene su raíz y quicio en la celebración de la Santísima Eucaristía, por la que debe, consiguientemente, comenzar toda educación en el espíritu de comunidad” (P.O.6). También el apostolado tiene origen en la acción eucarística: “Alimentados así en la mesa de la ley divina y del altar sagrado… se consagran (los Religiosos) totalmente al servicio de la Iglesia” (P:C:6). Es como decir que la Eucaristía proyecta a la comunidad religiosa al apostolado, y que la misión apostólica es emanación de la comunión de los corazones con Cristo. La Eucaristía es, al fin, “el culmen de toda la vida cristiana” (E.M.) El mismo “trabajo apostólico se ordena a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan, alaben a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Señor” (S:C:10). Si tal es la importancia de la Eucaristía para la vida comunitaria, ella se debe salvaguardar a toda costa y celebrarla con una participación “consciente, piadosa y activa” (S.C.48). Es un hecho que la celebración eucarística comunitaria, con la meditación de la palabra de Dios, se encuentra frecuentemente obstaculizada por motivos de ministerio, que empeñan a los religiosos en actividades diversas.

Pero se debe reconocer que esto refleja un defecto de

organización. También en las comunidades numerosas se deben regular las cosas de modo que el encuentro de todos los religiosos, en torno a la mesa del Señor, se pueda concretar al menos una vez a la semana. El mismo ritmo intenso del trabajo hace indispensable estos encuentros, que salvaría a los religiosos del individualismo en el ejercicio del apostolado, de la frialdad efectiva, debida a la falta de ocasiones de verdaderos diálogos, y recompondría la unión eventualmente comprometida. 74


Desgraciadamente no podemos, con una participación habitual y pasiva, reducir la Eucaristía a un puro ritualismo.

Esto explica el hecho de que grupos de

religiosos, no obstante la celebración eucarística cotidiana, no se arriesgan todavía a formar una comunidad verdaderamente cristiana. ¡Hay todavía mucho que hacer para llegar a una verdadera participación comunitaria! Tomando, por ejemplo, el acto penitencial al comienzo de la misa: si fuese valorizado, eliminaría los obstáculos para la unión: se llegaría a pedirse pública y recíprocamente perdón de las faltas externas contra la caridad (omisión, malos ejemplos, ausentismos, etc.). Ejercicios propios de los Institutos – Afirmar que la Liturgia es el culmen hacia el cual tiende toda la acción de la Iglesia no significa hacer un panliturgismo. “También la comunidad religiosa debe tener un suficiente espacio para una devoción que no sea sólo litúrgica, pero haciendo el esfuerzo de integrarla a ésta, como en su ambiente natural. Cada Congregación tiene dos tradiciones, hechos de oración, actos de homenaje, que llevan la impronta de su estilo, connaturalizados con la fisonomía espiritual y apostólica que han recibido del fundador” (Zigrossi, o.c. 221). Una nivelación completa en este campo constituiría un empobrecimiento también para toda la Iglesia. En efecto: “Cede en bien mismo de la Iglesia que los institutos tengan su carácter y función particular” (P.C. 2,b). Por esta razón la S. Congregación de los ritos prescribe que “los ejercicios de piedad, establecidos por las costumbres y por la regla de cada Instituto, teniendo en su debido honor” (I.O. 17). ¿LLAMADOS A LA CONTEMPLACION? Problema --A la oración contemplativa ¿son llamados sólo los de clausura, cuya vida está dedicada eternamente a la contemplación (cfr P.C.7), o también todos los religiosos, aunque estén dedicados a la vida apostólica? Con Maritain definimos la contemplación: “Una oración silenciosa que se hace en el recogimiento secreto del corazón y está directamente ordenada a la unión con Dios” (Liturgia e 75


contemplazione)… Es la unión con Dios mediante un conocimiento experimental, amoroso e inefable que cada uno puede desear obtener por la gracia de Dios, especialmente con la asidua práctica de la oración” (Vita di preghiera). He aquí la respuesta del Magisterio: “Un cierto grado de vida contemplativa, de diálogo interior, de amor del alma con su Dios, es inherente a toda forma de vida religiosa. Lo afirma el decreto Perfectae Caritatis: “Es necesario que los miembros de cualquier instituto, buscando únicamente y sobre todas las cosas a Dios, conjuguen la contemplación y el ardor apostólico”. Así Paulo VI, en la E.T. invita a los Religiosos a “una cierta experiencia de Dios” (52), a “gustar (en la oración) el conocimiento íntimo del Señor” (43). “Todos los religiosos están llamados sea a la contemplación como al amor apostólico; por lo tanto no se puede hacer alguna distinción entre los Institutos contemplativos y apostólicos… Si hubiera que hacer alguna distinción, ella podría aplicarse a los varios tipos de contemplación y de acción apostólica” (Orsy, o.c. 219).

“La contemplación debe ser una nota

característica de todo religioso, como expresión de aquella donación total a Dios que lleva a buscarlo sobre todas las cosas y como lo único necesario” (Molinari, o.c.71).

“A lo que no están llamadas las órdenes activas es al estado

contemplativo: pero no se debe confundir el estado contemplativo, con la gracia de la contemplación, ofrecida a todo cristiano por el solo hecho de estar bautizado” (Voillaume, intimitá con Dio, 104). “Aquellos por lo tanto que están comprometidos en la vida activas no deben renunciar a la contemplación con el pretexto que no llevan una vida contemplativa. Al contrario. Justamente ellos tienen un motivo mayor para aferrarse a la contemplación. Puede suceder que las condiciones de la vida hagan más difícil el acceso a las formas más altas de la contemplación, no por esto debe ser rechazada la sustancia de la contemplación. Debemos pedir más bien la divina misericordia la gracia de una vida interior tan intensa como la misma

76


acción, al menos en cuanto al modo. Que brote de la abundancia de la contemplación” (Maritain, o.c. 27). Alguno podría objetar que la contemplación es una forma de aristocracia espiritual, no apta para los religiosos que, llamados a ocuparse de los pobres y los humildes, deben compartir con ellos también el modo de rezar. Nuestra respuesta es la siguiente: la oración contemplativa es accesible a todos, también a las personas más simples; de esta manera su pequeñez puede ser un atajo: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes, y se las has revelado a los pequeños” (Mt 11,25). Es muy notorio el caso del campesino de Ars, que pasaba largo tiempo del día en oración de simple mirada delante del tabernáculo (“No digo nada: yo lo miro y él me mira”). El padre Loew cuenta que una mujer brasileña, extremadamente pobre y madre de nueve niños, le confiaba así su modo de rezar: “Cuando rezo y digo las oraciones vocales siento que no es suficiente. Entonces rezo a Dios en mi corazón; pero tampoco es suficiente. Entonces concluyó: rezo con el silencio”. La verdadera razón por la cual nosotros

“religiosos” no llegamos a la contemplación no es

porque no seamos llamados, sino porque nuestra vida no es suficientemente “religiosa” (cfr Imitación de cristo, III, 31); “es verdad que hay gracias que Dios concede a quien quiere, pero si nosotros le amásemos, las concedería a todos” (Santa Teresa, Castillo, VI. 4). Necesidad de la contemplación ---Es necesario que nuestra oración llegue al nivel de contemplación, para que nuestra vida sea verdaderamente “religiosa”. Esta, en efecto, es un seguir a Cristo más de cerca sobre el camino estrecho de los consejos evangélicos; es un vivir sólo para Dios, renunciando a las inclinaciones más profundas de la naturaleza humana.

77


Ahora bien, para mantenernos a esta altura moral no es suficiente un poco de oración. Si nunca lo fue en el pasado, lo es menos hoy, en un mundo erotizado y secularizado. La contemplación es testimonio del primado de Dios. “Muchos hombres y entre ellos muchos jóvenes, han extraviado el sentido de su vida y están ansiosamente a la búsqueda de la dimensión contemplativa de su ser. Hechos de esta naturaleza deben llevaros a reflexionar seriamente sobre lo que los hombres tiene derecho a exigiros” (E.T. 35). “La Iglesia no puede dejar de lado a los religiosos, a estos testimonios de la trascendencia del amor de Cristo, y menos el mundo podría dejar, sin dañarse, apagar estas luces” (Paulo VI, a los Superiores generales, 25-V-73). Pero es testigo del amor de Cristo sólo “aquel que ha estado con Cristo” (cfr Hch 4, 13). Sólo quien puede anunciar “esto que ha visto y oído”; en otras palabras, sólo quien tiene un conocimiento familiar y experimental de Cristo. En un mundo que abandona a Dios, las casas religiosas deben convertirse en casas y escuelas de oración, para hacer reflorecer el sentido de Dios. Es bajo ese aspecto principalmente, que las casas religiosas se tornarán esenciales para el mundo de hoy y de una importancia extrema. A la luz de estos principios se comprenderá fácilmente que la función primaria de un superior religioso es la de formar una comunidad orante. “Si los superiores son elegidos por su eficiencia en los negocios, no siempre serán capaces de hablar, de promover la contemplación. Serán dirigentes de empresa, no superiores religiosos”. El superior debería ser tal, también en la práctica de la oración (cfr 18,18-20): ¡Ay de él! Si se preocupa sólo de la oración en comunidad. Peor si acorta también esta o se apresura para entregarse más al trabajo. Del culto a la oración en un Instituto religioso depende también su vitalidad: “Si yo debiese aconsejar a un joven en la búsqueda de una Congregación, lo 78


mandaría a ver como los religiosos rezan y hasta que punto estiman la oración” (Haring, o.c. 169).

FIDELIDAD A LA ORACION COTIDIANA

Para que nuestra oración llegue al nivel de contemplación, es necesario dedicar a ella un tiempo suficiente con regularidad cotidiana: “la fidelidad a la oración cotidiana es para cada uno de vosotros (Religiosos) una necesidad fundamental” (E.T. 45). Un tiempo suficiente --- La media hora, prescripta por las reglas de muchos institutos, es un mínimo suficiente. Es necesario recordar que “breves instantes de oración, aunque frecuentemente repetidos, no podrán sustituir nunca una oración prolongada”

(Voillaume, Intimitá con Dio, 106).

Es preciso un

tiempo para

recogerse, pacificarse interiormente y establecer una comunicación profunda con Dios: “Los Santos ocupaban versas horas para llegar a aquel instante sublime de contacto con Dios” (Paulo VI, Si prega oggi?, 129). Si “La fidelidad a la oración o su abandono es el parámetro de la vitalidad o de la decadencia de la vida religiosa” (E.T. 42), cada instituto debe, a cualquier precio, sostenerse espiritualmente. Para sustraerse a estas “prácticas de piedad” se apela siempre a la importancia del “espíritu de piedad”. Ciertamente, las prácticas de piedad no son el fin, pero sería ilusorio y presuntuoso querer llegar al fin sin los medios, pensar tener el espíritu de piedad sin dedicar un tiempo exclusivo a la oración.

Por ello el

concilio prescribe: “Los miembros de los Institutos cultiven con asiduidad el espíritu de piedad y la oración misma” (P.C. 6). 79


Con fidelidad cotidiana --- Es necesario consagrar todos los días un tiempo suficiente a la oración personal. Contra esta forma metódica se opone la objeción de la espontaneidad: “Es necesario ser espontaneo en la oración… Es menester rezar cuando sentimos la necesidad… Es el Espíritu que suscita en nosotros la oración, y el Espíritu no puede ser sofocado por un esquema de regularidad humana; etc. “. Respondemos: hay una espontaneidad del Espíritu, que consiste en la decisión de la libre voluntad. Es ésta la verdadera espontaneidad humana que debe dirigir nuestra vida, si no queremos ser esclavos de los altibajos de nuestros estados afectivos.

Así como no hacemos depender la fidelidad de

nuestros deberes de la espontaneidad del sentimiento, así tampoco la fidelidad en la oración. Entonces cuando yo rezo porque quiero rezar --- si bien no tengo nada de ganas--- no falto a la espontaneidad, sino que hago triunfar la espontaneidad de la voluntad sobre la de la sensibilidad. En cambio si rezo sólo cuando tengo ganas, fatalmente rezaré cada vez menos y un buen día dejare completamente de rezar. En la regla de Taizé, está escrito: “Si, está bien el imponerse rezar a horas regulares, esto es por amor al Señor, no por fuerza de una ley. Ciertamente habrá días en los que la regularidad resultará pesada…

Recordemos entonces este

consejo: es necesario aferrarse a la regla en las horas de aridez espiritual más fielmente todavía que en los días en los cuales la fe lleva espontáneamente a la oración y al recogimiento… El único remedio para el formalismo y la costumbre está justamente en el permanecer fiel a la propia regla”. En lo que se refiere a la moción del Espíritu Santo, respondemos que ésta no anula las formas mas metódicas.

Puesto que el Espíritu no sustituye al hombre, pero le pide que

colabore humanamente, es decir con el empleo de medios humanos.

80


RETIRO MENSUAL Los Religiosos no pueden vivir en profundidad su consagración a Dios, sino haciendo periódicas pausas, posiblemente en un lugar solitario: “Dadas las excesivas preocupaciones y las tensiones de la vida moderna, conviene atribuir una especial importancia, junto con el ritmo cotidiano de la oración, a estos momentos prolongados de oración, que sean variadamente distribuidos en los diversos períodos, según las posibilidades” (E.T. 35). “El retiro” realiza para cada uno y para toda la comunidad la experiencia bíblica del éxodo y del silencio vivida a menudo por los apóstoles, cuando el Señor los llamaba “aparte, a un lugar solitario” (Mc 6,31-32). El clima de silencio exterior e interior favorece para escuchar más profundamente la Palabra de Dios y dar así una respuesta más generosa. La experiencia demuestra la eficacia de “auténticos retiros”. D. Gasparino di Cuneo cuenta: “Por muchos años he pensado que el don más grande que el Señor me había concedido era el de llevarme al sacerdocio. Después cambié. Me di cuenta que el don más grande era el de ser transformado en pobre, el de haberme dado a los pobres… Pasaron algunos años. Me di cuenta de que había un don más grande aún en mi vida: fue cuando comprendí que la oración era más que los pobres, porque me sostenía en el amor a los pobres, valía más que los pobres. Pensaba que Dios no podía darme más. Fue un encuentro con el P. De Foucould que comprendí que aún había otro don de la oración, el desierto” (de la revista “Amici delle Vocazioni). “El desierto es la gran escuela de Dios… Se ven más cosas dentro y fuera de nosotros en veinticuatro horas de desierto que un mes den el tráfico de la vida ordinaria… El desierto es un gran maestro de sabiduría. Si lo hacéis bien saldréis más equilibrados en las ideas, en las conversaciones, en las acciones… El primer descubrimiento del desierto que da miedo es la propia impaciencia y ligereza. El fruto más importante del desierto es el comprender que no se puede vivir sin el desierto… En él tiene un gran peso la mortificación: menos 81


cómodo es, más es desierto: más cosas faltan, más es desierto. El desierto es comenzar a amar a Dios sin historia. No agradeceréis nunca lo suficiente por el don de amar al desierto, de sentir la necesidad de refugiarse en él cuando la lámpara se está apagando” (D. Gasparino, o.c. 175-184). “Todos los jóvenes que se han zambullido en esta cura---- cada mes 24 horas de soledad completa con Dios--- los he visto meter raíces profundas a su vida de oración” (D. Gasparino, de la revista “Amici delle Vocazioni”). “He ido---- cuenta D. Giovani Barra--- con unos treinta jóvenes, entre veinte y treinta años, aspirantes al sacerdocio, a Hautcour (Alta Saboya), para aprender a rezar, con las hermanas dominicas de Belén (Congregación reciente)… En Hautcour las hermanas no hablan nunca: rompen el silencio sólo tres horas a la semana… Horas y horas arrodilladas en el suelo delante del tabernáculo. Viven en una vieja casa rectoral desmantelada, la más pobre del país. Comen sobre la mesa de madera sin mantel; duermen sobre unos caballetes con jergones. Y así también los huéspedes… Dice una hermana: “Nosotras nos hicimos religiosas para rezar y para participar a los otros nuestra experiencia de oración. Dejamos que la gente venga a rezar en silencio con nosotros… La gente tiene hambre de oración. Llegan aquí de todas partes. (D. Barra pregunta): ¿Qué es la jornada de desierto de la cual habla vuestro reglamento…? (Respuesta): Una vez a la semana las hermanas toman poco un poco de alimento y se dispersan por la montaña; todo el día de oración…Han querido hacer la experiencia también nuestros muchachos: un día entero de desierto con la sola con la sola compañía de la Biblia. trastornados.

Regresaron

Es siempre desconcertante hallarse cara a cara con Dios, en el

silencio… He comprendido finalmente qué quiere decir orar” (de la revista “Amici delle Vocazioni).

82


En un mes, ¿no es posible hallar una tarde libre, para hacer nosotros también la misma experiencia, en cualquier lugar solitario, en cualquier capilla desierta, en algún convento acogedor?

EJERCICIOS ESPIRITUALES Los Ejercicios Espirituales son un retiro más prolongado. Como decíamos anteriormente, en estos últimos años se ha ido concediendo más espacio a los encuentros comunitarios, con diálogos, intercambios de experiencias, largas revisiones de vida, etc.

Estas cosas tiene un valor importante; pero---como

precisaba Paulo VI en una carta al cardenal Cushing (25-VII-66)--- su lugar no está en los ejercicios espirituales, en los cuales el alma se encuentra a solas con Dios. “Lo que se busca hoy son los verdaderos ejercicios, los verdaderos retiros de oración.

Cuidado con caer en cursos o conferencias… No vale la pena

disminuir el número de las conferencias… No vale la pena disminuir el número de conferencias para salvarse de los desahogos oratorios de los predicadores. Sería necesario llegar a las breves “introducciones” a la oración, repetidas cuatro veces al día, y que permitan hacer hasta cuatro veces oración por una hora…”. (Beyer, en Vita Consacrata, mayo 1973). Pero sería necesario hallar predicadores que sepan callar, que sean capaces de ofrecer con pocas palabras estímulos fuertes a la contemplación.

Mahoma, refiriéndose a las prédicas de las mezquitas,

amonestaba: “Tened cuidado, cuando vuestras prédicas se vuelven largas y vuestras oraciones cortas”. Un buen curso de ejercicios nos es un tiempo para descansar: requieren un esfuerzo ascético y mental, especialmente para las personas acostumbradas a un ritmo de trabajo material. Se debe procurar, por lo tanto, no ir cansados a los ejercicios. Es también necesaria una preparación psicológica: “Casi siempre al 83


comienzo se siente como una especie de torpeza espiritual. Ocurre durante un día o dos hasta adaptarse al retiro. Es una ley psicológica: no se pasa bruscamente de una vida de contactos y actividades a una vida de silencio y de no-acción sin encontrar dificultades reales” (Voillaume, La vita religiosa nel mondo attuale, pág. 162). “Es fundamental anteponer un día dedicado a los encuentros en visita de una completa unidad de intenciones y de un mayor clima interior” (De un documento de la F.I.E.S.). “La duración de los ejercicios para los religiosos debe ser de al menos seis días sin interrupción.

Resulta útil aumentar la duración de los encuentros

formativos-orientadores, que procedan y siguen a los ejercicios mismos” Una propuesta: Los Institutos Religiosos en los cuales los ejercicios han decaído de su espíritu original y no fuese posible imponer a todos un retorno a los orígenes, ofrezcan al menos a sus miembros también la posibilidad de un curso con silencio absoluto y mucha oración. CASAS DE ORACION Justamente en la parte más activa del mundo, en los EE.UU., se ha advertido más fuertemente la exigencia de la oración y son muchas las “casas de oración”. La onda ha llegado a nosotros (los europeos) del otro lado del océano, y muchos Capítulos Generales han decidido fundar estos centros. Los cuales no deben convertirse en casas de retiro para Religiosos ancianos si no en verdaderos oasis de recogimiento y oración, sostenida por un estudio serio de la teología de la vida espiritual y de la vida religiosa, y comprendida en un contexto verdaderamente comunitario, de manera que las casas de oración sean también escuela de amor fraterno.

84


“Las comunidades activas deberían conceder a sus miembros la posibilidad de dirigirse a las casa de oración cuando sientan una necesidad especial. Los religiosos sean animados a pasar al menos seis meses o un año, una o dos veces en la vida.

No se excluyen períodos más breves, como puedan ser algunas

semanas del año” (Haring, o.c. 282-84). Estas casas de oración y de silencio podrían ser abiertas también a los laicos, puesto que también para ellos el desierto contituye un exigencia, como observa Maritain: “Lo que me parece particularmente necesario para nuestro tiempo es la creación de centros de instrucción espiritual, o escuelas de sabiduría, en los cuales, aquellos que aman el recogimiento podrían llevar durante algunas semanas vida en común, comenzar el camino de la vida espiritual y de la contemplación…. Por lo que respecta en particular a los joven los estudiantes y otros muhcachos y chicas que cada año pasaran un período de vacaciones y quisiera emplear una parte de su tiempo de este modo también ellos podrían pasar algunos días o algunas semanas en estos lugares de paz”. Estas casas tendrán en el futuro una gran importancia para la solución de la crisis vocacional. En una mesa redonda sobre este tema, una hermana refirió la experiencia de su congregación: “Nuestra Congregación ha abierto una casa para experiencias de oración. Una, vez al mes invitamos a la juventud de la ciudad para un tiempo fuerte de oración y de silencio. Desde el sábado a la tarde hasta el domingo al mediodía. Hay presentes siempre de 50 a 60 jóvenes. Nuestras últimas vocaciones han nacido de estos encuentros”.

Se le preguntó al Frere

Roger Schutz, superior de Taizé: ¿De dónde provienen vuestras vocaciones? Respondió: ¿De dónde provienen vuestras vocaciones? Respondió: “Casi todas de Taizé, poquísimas de la fraternidades de trabajo, esparcidas por el mundo”. “Es Taizé y sobre todo el silencio de la iglesia de Taizé. Los hermanos no tienen miedo de sumergir en los reclamos del silencio a la juventud que llega. Se 85


proclama la Palabra de Dios y luego se está media hora en silencio… Es en este silencio que le joven es provocado, motivado, llamado” (G. Barra, ib).

86


LA ORACION DE LOS POBRES ----Es humilde en los sentimientos ----Está desnuda de cerebralismos ----Enriquecida por el sacrificio ----Simple en las formas

Los institutos religiosos. Nacidos para las humildes clases sociales, debiendo compartir la vida de los pobres, es necesario que compartan también su modo de rezar. Sólo de esta manera podrán evangelizarlos. La oración de los pobres es: Humilde en los sentimientos ---Los pobres hablan de Dios con su miseria, debilidad, indignidad.

Reza como un pobre el publicano, el centurión “No soy

digno”; la Cananea; Jesús mismo, que pide ser librado de su “hora”. Este sentido de pobreza espiritual es condición de la verdadera oración, en cuanto se derriba el principal obstáculo, la autosuficiencia o confianza en las propias virtudes: “El grito de los pobres llega hasta los oídos del Señor” (Jb 34,28). La oración de la gente de trabajo está desprovista de verbalismos, de sensibilidades, de cerebralismos: No pueden meditar mucho, porque no tienen cultura o están muy cansados (cfr Voillaume, Pregare per vivere, 96). Su oración es árida, fatigosa, con distracciones. Sin embargo estas impotencias, en cuanto purifican el alma, son providenciales: son un atajo para pasar más rápido de la meditación a la contemplación. La oración auténtica no consiste en la belleza de las ideas, en conceptos elevados: no es un asunto de cabeza sino de voluntad.

87


La oración de los pobres está enriquecida por el sacrificio, en cuanto está acompañada del cansancio del trabajo del sufrimiento de la pobreza.

Así fue

también para Jesús: él iba a la oración después de una jornada de trabajo agobiador. “El P. De Foucould--- afirma Carlo Carretto--- nos ha enseñado a ir a rezar cansados, cuando la espalda está a dolorida por el cansancio del día” (Barra, o.c. 89).

Nuevamente, estas duras condiciones de la gente pobre no son un

obstáculo para llegar a Cristo, sino un título de privilegio: “Venid, los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré”. La oración de los trabajadores está llena de distracciones. Jesús mismo estaba obligado a dejar loa oración porque todos lo buscaban (cfr Mt 1, 35-37); pero él en la primera ocasión que podía, por la mañana, en la tarde o en la noche, se internaba en el desierto. Por tanto si tú no puedes disponer, para la oración, de aquella calma y comodidad de la cual gozan los monjes e su clausura, piensa que también esta dificultad puede entrar en la lógica de la purificación y del desprendimiento. El trata sobre la oración incómoda nos recuerda una “buenas noches” de Don Orione. La referimos así como se ha podido recoger de su viva voz: “Toda Congregación en la Iglesia tiene un espíritu propio y por ello una piedad propia. La piedad de los salesianos es una piedad vivaz, diversa de la piedad de los capuchinos, de los jesuitas,… La piedad de los Hijos de la Divina Providencia no debe ser una piedad de monjas sino una piedad viril, de monje fuerte. Un día entrando en una capilla de hermanas muy estimables he encontrado, sobre los reclinatorios, unos blandos almohadones. Esta es una piedad de ellas, una piedad que sabe de cosas blandas, sentimentales. La piedad de los Hijos de la Divina Providencia debe ser viril, fuerte, muy fuerte: diría: una piedad ruda.

Crispolti,

hablando de Don Bosco, dice: Don Bosco tiene una piedad salvaje . Así debe ser también la nuestra, para resistir los vientos y las turbaciones de las tentaciones, como la encina del bosque; para sufrir en la Congregación y soportar la diversidad de los caracteres, para corregir nuestra debilidad, nuestras inclinaciones, para 88


despreciar los juicios del mundo y de aquellos (religiosos) que no tienen buen espíritu… Nuestra piedad debe ser fuerte, para servir a los pobres, para quedar inmune de ciertos sentimentalismos.

La piedad de los Hijos de la Divina

Providencia debe ser fuerte, también para conservarse libre de consolaciones de Dios y de los hombres. El hermano de S. J. Benito Cottolengo, que le ayudaba la misa, dijo a la mamá que José lloraba. La mamá le respondió: ”En el altar se llora bien…”. Ciertamente eran lágrimas suavísimas que el Cottolengo vertía; son las migajas que caen de la mesa del Señor. Pero yo que he tenido la gracia de ayudarle la misa a Don Bosco, sé que él no lloraba, antes daba orden que le tiraran de la casulla y lo sacudieran de las consolaciones de Dios, sino al Dios de las consolaciones… La piedad de los Hijos de la Divina Providencia debe ser tan fuerte para quedar inmune de las consolaciones de los hombres. No debemos buscar la consolación de los Superiores… Desearía que leyerais muy bien las cartas de San Pablo: en cada carta salta a la vista la piedad fuerte del apóstol. Tal debe ser nuestra piedad, si queremos corresponder a la vocación que Dios no ha dado a la Congregación de los Hijos de la Divina Providencia…”. La oración de la gente humilde es simple en las formas. Debemos también nosotros volver a la simplicidad de los pequeños: “El mundo de hoy busca este testimonio, porque hacemos muy complicadas las relaciones del hombre con Dios: se razona mucho, se utilizan demasiados métodos y técnicas también en materia de vida espiritual” (C. De Foucould, en Come loro, 56). El pueblo recurre mucho a la oración vocal y a algunas fórmulas tradicionales, compatibles con el cansancio de una jornada de trabajo. Y bien, los religiosos, particularmente los destinados a las clases trabajadoras, debiéndose nutrir aún con la oración interior, no pueden desprenderse de estos píos ejercicios populares, que el Concilio ha “vivamente recomendado” (S. C. 13). Aquellas 89


fórmulas tradicionales son simples, pero serias, sólidas, evangélicas. camino hacia la oración interior.

Don Orione escribía a un sacerdote:

Son un “Sigue

adelante con la simplicidad de un niño, hasta las comas de las fórmulas más comunes y populares de la oración, aprobadas o sólo toleradas por la Iglesia en su sabiduría y dulzura de madre, para tantos hijos suyos que tienen necesidad de esas fórmulas y con ellas van a Dios, de tal modo que los vemos delante nuestro” (Lettere di Don Orione, ed. Paravia, página 224). Entre los ejercicios de piedad el más criticado es el rosario. Se dice: es un modo infantil de rezar. He aquí la respuesta de un santo: “Cuando me dicen que el rosario es la devoción de los niños, yo me consuelo con las palabras del Evangelio: “Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos” (Don Orione). Se dice también: el rosario es una oración mecánica y monótona. Respondemos: ciertamente cuando adentro no hay amor, o no se siente viva la necesidad de la ayuda de Dios. ¿Se cansan los novios de repetir siempre el mismo estribillo? Jesús en Getsemaní oró por largas horas, “repitiendo las mismas palabras”; San Francisco pasó una noche entera exclamando: “ ¡Mi Dios, mi todo!. ¿Has probado alguna vez un profundo remordimiento por tu infidelidad con Dios? No terminabas entonces de repetir: “Señor, no soy digno, pero di una sola palabra y mi alma sanara”. “Ciertas formas de la música popular moderna, fundada sobre el ritmo vibrante alrededor de una palabra y un pensamiento, nos hacen superar la dificultad hasta ahora adoptada con respecto al Rosario, de la repetición y de la monotonía” (Paulo VI, Si prega oggi?, 199). El rosario, como la oración repetida por Jesús en Getsemaní no es sólo oración; puesto que la repetición de la fórmula es un medio para prolongar el afecto del corazón: “Lo que importa es la relación con Dios que yo encuentro en la oración mental y en la oración vocal, en las jaculatorias, en el rosario, en todas las formas de piedad más populares y más simples, demasiado simples para nuestra soberbia, pero todas ocasiones, en realidad, para tener una relación con Dios” (Paquale Foresi). Junato al valor de la 90


alabanza y de la súplica, se nota la importancia de otro elemento esencial del Rosario: la contemplación de los misterios, por lo cual este piadoso ejercicio se justifica como oración evangélica y cristológica. ¿Cómo superar la dificultad de la monotonía? --- “La liturgia de la misa, el oficio divino, el rosario, etc., todo es susceptible de costumbre. Es una ilusión buscar un remedio a la repetición suprimiendo toda oración vocal regular, toda expresión que podría convertirse en costumbre. Se puede ciertamente intentar combatirlas variando las oraciones; pero sería todavía mejor hacer cada día un esfuerzo de atención y de amor para dar de nuevo a la oración vocal todo su significado” (Voillaume, Pregare per vivere, 63-64). En otras palabras, es necesario resolver desde el interior la dificultad del acostumbramiento, es necesario buscar en un nivel más interior, desde el corazón, la solución al problema.

Y es

imprescindible educar la voluntad en la perseverancia en la oración aunque sea monótona, aunque no sintamos ningún gusto sensible, aunque no veamos ningún resultado.

91


__________________________________________________________________________

DON ORIONE A SUS HIJOS “Oh Hijos del a Divina Providencia santos o no Hijos de la Divina Providencia. Llegaremos a la santidad pero con la condición de rezar, de rezar mucho, de rezar bien.

Postrémonos a menudo delante del Tabernáculo y digamos: Infunde, oh

Señor, sobre esta casa y sobre los que la habitan el espíritu de oración”. Quien hace oración mantiene la vocación y llega a hacerse santo, o sea, a un gran amor a Dios”. __________________________________________________________________________

92


93


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.