CELEBRANDO DÍA DE MUERTOS

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Poetas sin Fronteras

Noviembre 2018 AĂąo 6 Ejemplar 56


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Volver a volar Octavio Ponzanelli México Toqué la puerta de esa cabaña ubicada justo en la cima de un cerro poblado de una variedad increíble de plantas silvestres con flores exóticas. No fue fácil llegar hasta acá, no hay acceso en automóvil, subí a pie por una estrecha vereda con grava suelta que dificultaba el ascenso, sin hablar de todas las telarañas que fui quitando del camino, algunas con su propietaria posada justo en el centro de su red esperando algún distraído insecto para llenar su alacena. A un lado del camino, como a tres metros, baja un arrollo, angosto, pero escandaloso por lo agreste del terreno, a su paso, amenizaba con su ruido mi subida haciéndola menos tediosa. Con una vara quité del camino una enorme telaraña que al caer dejo atrapada en sus pegajosos hilos a su propia creadora, me


provocó una sonrisa el pensar que esa araña jamás supuso que seria victima de su propia trampa. Pasó ya un tiempo razonable, aún no me abren la puerta, seguro no me han escuchado, se oyen muchas voces, muchas risas, me dispongo a tocar de nuevo, esta ocasión mas duro, pero me detengo maravillado al ver la exquisita belleza de las flores de un raro arbusto situado a unos pasos de donde estoy parado, son flores con enormes pétalos que forman un circulo perfecto con el centro de un violeta brillante y atenuando el tono hacia afuera para terminar en un rosa pastel en las orillas, tiene ramas muy delgadas pero duras, como las de un rosal, solo que las espinas son mucho mas agudas, pienso en cortar unas pocas para dárselas a quienes están dentro de la cabaña, no cortaré muchas, no tengo derecho a descomponer la majestuosidad de su presencia, mejor no lo hago, lucen muy bien en donde están. Entonces golpeo de nuevo, se produce un silencio dentro de la casa, ya me escucharon. Se abre la puerta: -Pásale, que gusto que estés aquí. Sonrisas, abrazos, besos, están justo quienes tenía ganas encontrar, mi abuelita Margarita con mi abuelito Rene, mi abuela Elena con mi abuelo Octavio, también mi tía Angela (hermana de mi abuela Elena), además de muchos otros familiares a quienes tenía mucho tiempo sin ver; hay un hombre joven, rubio con ojos claros sentado en una silla de ruedas, nunca lo había visto, adivino que es mi tío Arturo, el hermano mayor de mi papá, me acerco y me da un abrazo


apretado y largo, no dice nada, solo me ve y retrocede en su silla para dejarme verlo. Aquí esta todo el amor y todo el calor que me había hecho falta estos días de estrés. Que reconfortantes son sus brazos, que energéticas sus palabras y que cálidos y llenos de amor sus besos. Platicamos de mil cosas, que si el trabajo, que si mi mujer, que si mis hijos, mis hermanos y mis primos, esos fueron los temas principales. Ellos hablaron de las ganas que tienen de vernos a todos, de abrazarnos y hacernos sentir su enorme cariño. La abuela Elena interrumpe la conversación con su clásica pregunta -¿Qué dijo? No recordaba eso, hay que hablarle fuerte, tiene problemas en los oídos. Mi abuelito Rene, siempre humeando por la nariz y con su mano ocupada, todo el tiempo, por un largo cigarro, mi abuelita Margarita lo regaña: -Acuérdate de tu asma. El, simplemente la ignora y exhala una nube gris. El abuelo Octavio, nos observa, con su postura habitual, muy derecho, bien plantado, con sus ojos azules y las manos, siempre en la espalda, con su actitud de “estoy poniendo atención a cada una de sus palabras”, se divierte con la plática, son inconfundibles sus carcajadas. Mi tía Angela, jarra en mano, se dirige al arroyo con el fin de traer agua para hacer su famoso café con canela, mi abuela Elena pretende bajar al pueblo a comprar algo de pan. Pensando en lo difícil del camino me ofrezco para remplazarla en esa tarea, me cuesta unos minutos convencerla de que no es buena idea dejarla bajar y luego


subir cargando el pan, todos de acuerdo, emprendo el camino cuesta abajo. La bajada es mucho más sencilla que la subida, se escucha el agua chocando con las piedras y el alocado canto de las aves que habitan el lugar. Sigo bajando y encuentro a la araña atorada en la telaraña que quite del camino, con algo de pena y armado con una rama, le ayudo a salir de ese enredo y continúo mi descenso hacia la carretera. Estacionado cerca de la vereda, esta un auto maravilloso, no se como, pero se que es mío, busco en mi pantalón las llaves y emprendo el viaje hacia el pueblo a comprar el pan. Al salir de la panadería encuentro una bicicleta azul, justo como la soñé toda mi infancia, ahora, siendo niño de nuevo, monto la bicicleta y me dispongo a dar un paseo por el pueblo, por calles muy familiares, aún que nunca las había visto. Pedaleo rápido, suelto el manubrio y controlo “mi bici” con movimientos de cadera, me siento libre. En mi plan de niño, con pantalones cortos, me apeo en un parque más bien pequeño, con andadores adoquinados y una placita con juegos infantiles, tengo que subir a un columpio, ya acomodado, me impulso hacia el frente y me dejo llevar por la inercia, voy, regreso, subo, bajo, siento claramente el viento en la cara, sonrío. Ahora el movimiento pendular es fuerte, aprovecho el impulso cuando voy hacia el frente y me suelto para bajar del juego con un brinco, corro hacia una fuente de cantera, me descalzo y meto los pies al agua, chapoteo y me salpico la cara, hacia años que no me


sentía así de bien. Ahora camino por el césped, siento cosquillas en los pies, me acuesto y me revuelco sobre la hierba. Cuanta paz. Camino por una calle, no hay nadie, solo un enorme perro tirado en la acera, temo a los perros, me ve amenazante, apuro el paso al caminar frente a él, me sigue viendo, acelero ritmo de mis piernas, me he adelantado unos cinco metros cuando se pone de pie, trato de ignorarlo pero siento su mirada. Estoy asustado, estoy solo. Intento no verlo, pero me es imposible no voltear, viene siguiéndome, ahora corro y el también lo hace, voy a tener que…. no puedo, eso lo hacia de niño, ahora tengo mas de 40, los adultos no hacen esas cosas, pero continua detrás de mi, ahora mas cerca, tengo que hacerlo… corro con todas mis fuerzas, escucho el viento zumbar en mis oídos, no se si podré hacerlo, ahora es necesario intentarlo, abro mis brazos, cuando tengo la velocidad necesaria, brinco y bajo mis brazos pegándolos a mi cuerpo. ¡Pude! Lo logré, estoy volando… como lo hacia de niño, ya había olvidado que podía hacerlo, más alto, más rápido, que feliz soy. Río, disfruto mi vuelo, ¡soy el rey del mundo! Con sonoras carcajadas hago mil piruetas, giros, círculos, ahora de espaldas, hacia abajo, en picada a toda velocidad. Nadie puede hacerlo como yo. Hacia arriba, como una flecha, atravieso las nubes y siento el calor del sol en mi piel. Quisiera quedarme aquí todo el tiempo, abajo se ve una playa, no hay nadie, es para mi solo.


Está caliente la arena, me apresuro para mojarme los pies, ya tengo el torso desnudo, solo me viste mi pantalón corto, más adentro, el agua me llega a las rodillas y cuando las olas chocan contra mi, brincan gotas frescas y saladas hasta mi cara, sigo caminando, un poco más profundo, el agua me llega al pecho, es increíble cuanta tranquilidad hay en este lugar. Mojado me tiro de espalda en la arena, esta caliente pero puedo soportarlo, separo las piernas y los brazos, ahora giro para quedar boca abajo, se pega la arena a mi piel. La estoy pasando increíble. ¿Y el pan? Lo dejé en el coche, tengo que regresar, me esperan. Que pena, seguro están preocupados por mi tardanza. De nuevo en la vereda. Para entonces, ya el cielo se había tornado rojo por la caída del sol, con esta luz el paisaje es totalmente diferente, se escuchan los sonidos de los grillos, de las ranas y continúa la música del arroyo bajando la colina. Me ha dolido despertar esta mañana. Pero este sueño ha sido revitalizante, me ha dado fuerza para enfrentar la rutina. Habrá otros sueños, podré ver a la gente que ya no esta conmigo, de nuevo volaré y de nuevo seré feliz con mi bicicleta azul, descalzo en un parque y acostado en la arena, siendo niño y adulto al mismo tiempo.


EL MEJOR REGALO Ramón de Jesús Hernández Olivares Veracruz, México Se acercaba el cumpleaños de Jazmín, una chica encantadora, coleccionista de objetos que ella misma guardaba y que tenían un significado especial. Festejaría su cumpleaños número 27 y a pesar de que era muy alegre ella, soñaba que quería tener en su cumpleaños un regalo especial. Todas las noches al irse a dormir, en punto de las 5 de la mañana sucedía un evento muy singular, los personajes de las fotografías que existían en una de las paredes de su casa, tomaban vida. Increíblemente el día antes de su cumpleaños platicaron entre ellos mismos. - ¡Damas y Caballeros! ¡Despierten por favor! ¿Alguien tiene idea de lo que pudiéramos hacer para darle un regalo especial a nuestra querida Jazmín? -preguntó el abuelo Renán.


-Podríamos realizar una nueva fotografía – indicó la tía Rosalía -Perfecto- Exclamo el abuelo Renán, se buscarán los mejores candidatos, dependiendo de sus virtudes. Así que no se emocionen tanto que a cada uno se le cuece aparte. -Jajaja(carcajada), seguramente todos son unos hijos de la...hmm... buena vida. - ¡Calla! Puedes despertar a la niña, siempre andas por las nubes con tu amigo Baco. ¡Hay! si viviera tu tía Regina, te borra de la fotografía José. -No debemos estar haciendo bulla, hay que tomar las medidas necesarias y hacer la fotografía, queda poco tiempodecía el abuelo Renán- sin embargo, quien crea hacerse acreedor a dicha distinción deberá abandonar el lugar donde están ahora y trasladarse a este marco fotográfico, así que piensen bien. -En esta fotografía estoy preciosa, bien arreglada y con el galán a un lado, pero como no me casé con él, lo abandonodice la tía Rosalía acomodándose el sombrero de ala ancha con sus hermosas flores rojas a un lado, su finísimo collar de perlas que su papá le había obsequiado para su primera comunión, y como le había quedado grande, lo uso hasta sus quince años. -Si tía tu quedarás perfecta porque le enseñaste siempre a Jazmín en tener una Fe inquebrantable. Pasa por acá y acomódate del lado izquierdo.


Todos quedaron de acuerdo, la tía Rosalía era una devota de la religión y llevaba a cabo todos sus principios morales. El novio se quedó en la foto, con el mar de fondo, inmensamente azul como los ojos de la Tía Rosalía. - Seguimos, pero por favor todos en orden y vallan diciéndome quien quiere estar en la foto, no sé pero ¿José quedaría bien? - ¡Oh! ¡Imposible! El siempre anda dando mal ejemplo de bebedor empedernido y escandaloso como él mismo. ¡Valla ejemplo! ¡No estoy de acuerdo! Aun así, tiene buenos sentimientos y lo importante es que siempre quisiste a Jazmín-comenta la tía Rosalía acomodándose el sombrero. -mira amiga mía, José, independientemente que sea bebedor o no, siempre ha visto con amor a su sobrina, es amoroso e ideal como todo padre debe ser. Dejemos que el tiempo lo decida. - ¿Qué tienes que decir al Respecto José? ¿Crees que eres buen ejemplo para Jazmín o no? - Pregunto el abuelo Renán. Sin embargo, un grito de este y entonando una canción bullanguera, bailando y sin decir palabra alguna, se acomodó el poco cabello que tenía, se lamio los bigotes y exclamó. ¡Seré lo que sea¡ Un bebedor y mal hablado, pero eso sí. De que soy amoroso con mi sobrina lo soy, y para que vean que soy educado, plancharé mi camisa, limpiaré mis botas, me afeitaré para salir guapo, porque yo sé que mi sobrina Jazmín estará orgullosa de verme ahí, en esa fotografía que aun cuando todos estemos en color sepia le va a encantar.


-Anda, baja de tu foto y acomódate del lado derecho, no vayas a ensuciar el vestido de Rosalía. Sugiere el abuelo. -Si ya lo sé, nada más dile que acomode su plumerío de pavo alborotado para otro lado, que no se da cuenta usted, que me picaron los ojos (exclamó mientras todos reían). Era increíble observar que muchos querían participar en el asunto. Sin embargo, mientras todos se acomodaban sus trajes, una pequeña mano, allá en la última fotografía del rincón se agitaba. Se trataba nada menos que la señorita Margarita, una diminuta y delgada amiga de antaño de Jazmín. -Hola, ¿Quién eres? Pregunto Rosalía, debiste ser alguien importante, pues figuras en la pared del recuerdo y eso significa que te consideraban familia. Porque como vera usted señorita, somos pocas las elegidas. Debo confesar que Margarita, había sido una amiga entrañable, confidente y de una nobleza como poco se ven en las amigas, agregándole además la complicidad que se tenían ambas. -Todo este tiempo, ahí plasmada con mi alma en esa fotografía y sin poder explicarme porque la vida me fue muy corta y sin haberme despedido de la vida de Jazmín. Es algo que me tiene triste y desolada, como mis últimos días, sin embargo, quiero estar ahí, junto a ustedes, si me lo permiten para dar mi mejor sonrisa en ella. Y que me recuerden siempre. Sé que solo guardará silencio unos instantes, y al


vernos a todos juntos, abrazará la fotografía- Exclama la amiga, diminuta y frágil de Margarita. -Comprendo y demuestras que has querido mucho a tu amiga, varias veces pasaste por estos muros y te detenías a ver nuestras fotografías, mucho gusto señorita, soy el Abuelo Renán, un poco delgado, porque aquí me tienen a dieta. Todos reían y se presentaban, - Yo soy Don “Mostacho”, porque eso de “Loco” no tengo mucho, solo un poco. A sus órdenes señorita para el bailongo, soy el tío José. -Me da gusto saber que eres amiga de mi sobrina, ella es todo un estuche de monerías, pero no por las gracias de su persona, sino por todos los muñecos de peluche que se encuentran en su recamara, ya es mujer adulta y aun así, todo colecciona. (Sonríe la tía Rosalía) y abraza a Margarita. -Anda niña, arréglate el cabello, debemos salir guapísimos todos en la foto, porque recordemos que será un regalo especial. Bueno como ya no hay más candidatos y la hora en que despierte Jazmín será de inmediato, quiero decirles ¡Yo! Soy el ultimo candidato para la foto. (dice el abuelo Renán ) Hemos reunido unos valores morales de alta calidad y será un estupendo ejemplo de Fe religiosa, como lo tiene la tía Rosalía, aunque a veces no iba mucho a la iglesia porque tenía que cuidarla hasta que enfermó, pero ¡Esa es otra Historia! Y de Amor Paternal, bueno José siempre lo demostró y lo llevó a la práctica, triunfando más en sus sobrinos que en sus propios hijos, como él lo mencionaba.


Y la señorita Margarita. - Amiga entrañable de época de adolescente, su actitud de amistad y lealtad al amigo. Es un gusto que usted esté aquí como parte de este hermoso detalle familiar. -Gracias abuelo Renán, mucho escuché de usted porque sus hijos y nietos estaban orgullosos, un ejemplo a seguir, todo rectitud y de buenos principios. -No me apene usted con lo que dice, las acciones de todo individuo, describen su formación y siempre traté de inculcar eso en la familia. Todos empezaron a acomodarse en la fotografía, eligieron una pose para cada uno de ellos. Los minutos pasaban rápidamente y el sol ya hacía presencia en la habitación de Jazmín, se escuchaba la melodía de “Las Mañanitas” por parte de la familia, que habitaba la casa, el reloj de pared hacia “cucú, cucú”, se escucharon las guitarras, de repente el sonido de una campanita que seguramente era de cristal, por su sonido muy particular. Este hecho, hizo que bajaran las escaleras para buscar de donde venía el sonido. Todos se quedaron viéndose unos a otros, el reloj del “cucú, cucú” seguía con su sonido particular y el sonido de la campana enigmática, había bajado su volumen. Un viento con aroma de dulce inundó la habitación y sobre la pared donde había un candelabro, se encontraba una vela encendida que iluminaba la pared, y en particular la fotografía.


Todos quedaron atónitos ante la sorpresa de ver que sobre la fotografía que se había realizado por los fieles difuntos. Estaba un canario que empezaba con sus trinos a darles la bienvenida. - ¿Qué es lo que ha pasado aquí? - pregunto la mamá de Jazmín. - ¡Mamá! ¿Qué no te das cuenta de que existe una nueva fotografía en la pared? - Exclamó Jazmín un poco desconcertada, todos se acercaron poco a poco para observarla y ante la sorpresa de todos, las demás estaban incompletas, solo existía la silueta del ausente que en la nueva foto aparecían. -Esto es maravilloso, el abuelo Renán, la tía Rosalía, el tío José y Margarita mi amiga entrañable, están ahí. ¿Qué pasó? ¡No sé! Sin embargo, es un bello regalo de cumpleaños. La madre de Jazmín bajó la fotografía de la pared. Y se la entrego. Abrazó fuertemente a su hija para festejar juntas, un detalle de la vida, un regalo de Amor.


Poetas sin fronteras By James Coonor Monterrey Mexico Ha llegado la calaca a nuestro grupo bendito, en busca de los poetas que cumplan los requisitos. Mujeres y hombres parejos De España, Argentina o ecuador De México aunque sean un dolor Aquí ya muertos los emparejó En la calle de enfrente mira pasar a la gente, a ver cual se va a llevar A un poeta sin fronteras Que parezca delincuente. Corretea a su líder en el centro “Ramon, Ramon” es el grito Y le grita sin presunción ahora te haremos reto para llevarte al panteón Ramon le contesta no me asustas Si me gustan los poetas que jalen bien parejo si me siguen apoyando hasta mi lugar les dejo Cuidado con la catrina ya me voy a despedir, ahí les encargo un altar por si me llevara a mí...


Muertos en vida Morir no es lo importante, lo que me asusta es no dejar huella o no terminar mi trabajo antes de partir. Gandhi

Por. Isidoro A. Gómez Montenegro. México Los muertos no solo se encuentran en criptas, en cementerios o en catafalcos enterrados. Gran cantidad de cadáveres caminan y tienen apariencia de vivos, pero están putrefactos: como los parias; nunca han hecho nada. Los cobardes: no se atreven a actuar. Los insensibles no tienen alegría ni dolor. Los que para no ser lastimados se cierran al amor. Los anodinos viven sin pena ni gloria, Los viejos verdes hacen una caricatura del amor. Los que temen el que dirán y prefieren no actuar. Los que se aterran ante el ridículo. Los que prefieren criticar en vez de hacer. Los que se raspan las rodillas y doblan la cerviz ante otro mortal igual que ellos solo porque ocupan algún cargo ostentoso. Los abogados cual samuros en los osarios que


viven de los problemas de los humanos carentes de escrúpulos. Los que no confían en nadie. Los que se aferran a los bienes materiales. Los que no aceptan ayuda para no deberle un favor a nadie. Los descontentos. Los que no ven el lado malo de las cosas. Los que miran hacia abajo, el lodo y no levantan la mirada al cielo para contemplar las estrellas que tachonan el firmamento. Los que no tienen amigos porque en cada hombre ven un enemigo. Los que están viviendo horas extras teniendo oportunidad de hacer algo grande y no se dan cuenta de ello. Los perfeccionistas que por hacer todo bien no hacen nada, evita imitarlos ¡simplemente vive, vive, vive! Esto implicará llorar, reír, fracasar, hacerlo una y otra vez, amar y odiar, involucrarte, sentirte hermano de las cosas y de todo lo que te rodea, alégrate con lo bueno y aprende a sufrir con el dolor de los demás, tiéndeles la mano a todos hazlos tus amigos. El universo, su inmensidad y tú, somos grandes al formar parte del infinito, hagamos algo en nuestra vida ingente, caminar, pisar fuerte, dejar huella y no ser muerto en vida.


Me pesan mis muertos Por: Alejandra Inclán Veracruz, México

Me pesan mis muertos, cada que estoy a solas y los recuerdo. Me pesa la falta de momentos, el vacío de su ausencia, sus voces que ya no distingo en el viento. Me pesan mis muertos, porque ya no los veo ni de lejos. Me pesan sus tumbas huecas, donde sólo habita lo que quedó de sus cuerpos, por eso no les llevo flores, ahí no están ellos… Me pesan mis muertos, me pesan las fotos que no nos hicimos juntos, las alegrías que faltaron, los enojos que no conciliamos, el agradecimiento que no les di, el perdón que por falta de humildad no pedí, las historias que no contamos, el abrazo que nunca volveremos a darnos. Me pesan mis muertos, porque no supe decirles te quiero a tiempo, porque dejé pasar meses sin que mis palabras les llegarán. Porque se fueron y los extraño, porque de algunos no pude despedirme, porque mi más grande temor es que ellos me olviden. Me pesan mis muertos, pues quizás no haya cielo y sí infierno. Me pesan porque grito sus nombres y nomás responde el silencio. Me pesan, porque a veces ni en mis sueños los encuentro… Me pesan, porque también he muerto con ellos, aunque todavía camine mi cuerpo.


MURIENDO SIN TI Antonio Fco. Rodríguez Alvarado Veracruz, México Dónde quedaron las frases de amor Las caricias sin medida Las promesas de un mundo mejor Dónde quedaron, mi vida. Ayer fuiste una bella realidad Hoy una fantasía No hay una eternidad Sin ti, sin tu alegría. Aquel bello idilio real Era mi único mundo Y tu ausencia fantasmal Lo borró en un segundo. Sigue la vida buscando Te deseo mucha suerte Que tu alma siga amando A quien logre quererte. Yo me quedaré aquí esperando… Sin los latidos de tu corazón Y tus suspiros de amor A que llegue la muerte. Veracruz, ver. 13.01.2007


Cariño Antonio francisco Rodríguez Alvarado México Nuestras vidas al lado de los astros, Son tan efímeras como estrellas fugaces. Al marcharte quise perpetuarte Sembrando los recuerdos de ti En el jardín de mi alma. A plena luz de la luna, Con lágrimas de amor, Noche tras noche Los irrigaba. Y florecieron… Rosas tan bellas como tú Y las llamé cariño Como te llamé a ti… Veracruz, Ver. 12.10.18


LA MANO PELUDA Antonio Fco. Rodríguez Alvarado Tenía mucho miedo de bajarme de la cama. Ya pasaba de las 12 de la noche. Todas las luces estaban apagadas. La oscuridad era total. Había mucho frío, necesitaba ir al baño y traer un cobertor. Sentía paralizado el cuerpo, no sé si de miedo, de frío o de ambas cosas. No quería bajar los pies pensando en que la mano peluda me jalara de ellos y me estrangulara, o que, algún monstruo debajo de la cama igual me jalara y me comiera poco a poco y por completo. Pensé en gritar, pero me acordé que estaba solo esa noche. Pocas veces he tenido pesadillas estando despierto y esta era una de ellas. Todo mi cuerpo empezó a temblar. La cama se zarandeaba con los bruscos movimientos de mi cuerpo y eso me llenó más de pavor. Sonó el teléfono, no pude pararme e ir por él. Volvió a sonar en dos o tres ocasiones más y yo seguía acostado arriba de la cama, temblando y hecho un ovillo en posición fetal. De niños, casi todas las noches antes de dormir, mis hermanos y yo acostumbrábamos a saltar y a escondernos debajo de la cama. Hasta que una de esas noches mí abuela


nos advirtió sobre la mano peluda: -"es muy mala, siempre se aparece debajo de la cama, tiene forma de una gran tarántula, negra y peluda, y se mueve para todos lados como los cangrejos, pero en lugar de patas está llena de garras con uñas bien largas, filosas y cortantes, y le gusta lanzarse al cuello de las personas para estrangularlas y cortárselo al mismo tiempo hasta matarlas". Con este relato me traumó por todo el resto de mi vida. Nunca pude olvidar su explicación. Escuché duros toquidos en la puerta de la calle, me daba miedo contestar, y al escuchar que gritaban mi nombre reconocí la voz, me armé de valor y salté de la cama corriendo velozmente hacia la puerta, era mi vecino que al escuchar los ruidos de la cama se preocupó, habló por TF y al no contestarle vino a tocarme para saber si yo estaba bien. Le di las gracias, a propósito, lo invité a pasar a tomar un café, así aproveché a encender todas las luces, a buscar el cobertor e ir al baño. Cuando él se fue, yo ya estaba más tranquilo. Aun así, para calmar mis nervios y mis miedos, me tomé un diazepam, procurando quedarme profundamente dormido, cuando un ruido me hizo voltear la vista hacia él. Descubrí gracias a la luz de la luna, que la mano peluda rascaba el cristal de la ventana queriendo entrar... Xalapa, Ver. 28.10.16


LA SONRISA DE LA MUERTE Antonio Fco. Rodríguez Alvarado Xalapa, Ver. México Anoche morí un rato en mis sueños. Antes de acostarme a dormir Vi la sonrisa de la muerte, ¡Era hermosa…! Platiqué con ella, Le dediqué versos de amor Me dijo estar encantada… Pero el encantado fui yo. Me despedí de ella Le robé la sonrisa, Deseándole Una linda noche. ¿No sé si ella Haya soñado conmigo? Pero ella de mis sueños ¡No salió jamás…! Xalapa, Ver. 31.10.16


MÁS ALLÁ Antonio Fco. Rodríguez Alvarado Veracrz, Ver. México Bendita muerte que te apiadas de los que sufren Y en otros previenes su futuro dolor Tu siempre misericordiosa Te condueles de la humanidad. Nuestro querido ser superior Te envía oportunamente A librarnos del presente y futuro mal No hay mejor eutanasia que la que tú nos das. Más allá de que tengas el rostro De la mujer que amamos o deseamos por lo que extendemos nuestros brazos para abrazarte Muerte engañosamente dulce Y apasionada… Hágase Señor/Señora tu voluntad Que, aunque a veces no estemos de acuerdo


Respetamos y agradecemos La decisión que tú nos das. Es un consuelo el morir Es entrar a un mundo nuevo Donde nuestras almas Dejarán de sufrir. Hipnos, Hermes psicopompo y Thanatos Del sueño profundo, llevar... al sueño eterno Los tres en una sola Trinidad Hágase Señor/Señora tu voluntad. Veracruz, Ver. 21-01.17


ABRAZOS DE ULTRATUMBA Antonio Fco. Rodríguez Alvarado Xalapa, Ver. México Gran parte de la madrugada recibí mensajes y fotos de amigos y parientes que como nunca los veo, a veces pienso que están en el inframundo. Y sí, eran mensajes de INBOX. Realmente no pude reconocer muy bien a varios de ellos, están completamente descarnados, ahora todos son iguales, la pura osamenta. Claro que me dio mucho gusto que se hayan acordado de mí. Y que la modernidad los haya alcanzado, hubo quienes hasta vídeosme enviaron, fotos en familia sentados en sus tumbas mostrando, para distinguirlos, las placas en donde aparecen sus nombres. Otros, los que más me amaron, llegaron a visitarme, que pena, pues algunos han perdido parte de sus huesos y tuvieron que llegar caminando con bastones de palo. Los recibí en casa, como siempre los recibo… con el corazón. Fue una noche de gran convivencia, de plácemes. Ex profeso, tenía botellas de tequila, whisky y de anís. Fruta de la temporada, sin faltar los jobos. Y unos ricos panes a la leña de Coatepec. . Reímos a carcajadas, lloramos por no estar siempre juntos, salieron de la tumba chismes y secretos que nos mantuvieron


atentos, incrédulos, sonrientes, dolorosos. Fue una maravillosa noche, la cual se hizo lo suficientemente larga para festejarnos entre todos. Nunca dejo de acordarme de ellos y de llevarles flores a sus sepulturas. Estén o no estén ahí, sé que están en mí corazón, en mis recuerdos, y en mis deseos de ser día a día mejor para orgullo de ellos… o de los que me sobrevivan. Xalapa, Ver. 01.11.16.

ALTAR Antonio Fco. Rodríguez Alvarado Xalapa, Ver Oscura y bella tarde xalapeña con neblina y lluvia, iniciando tronidos, y un agradable frío. En espera de mis seres queridos, un año ya sin vernos tanto ellos como yo mantenemos vivos el cariño y el recuerdo. ¡Nos hace tanta falta vernos... es muy difícil aguantar todo un año para ello!


Descansaremos de esta ansiedad y angustia cuando estemos juntos. La lluvia sigue arreciando afuera de casa y en mis ojos también. El incensario despide volutas aromáticas que se cuelan entre las rosas, acariciándolas antes de remontar las alturas. Las flamas en las velas del altar, pese al aire que penetra, apenas se mueven en serena paz, iluminando las fantasmales siluetas. Las frutas, los panes y las bebidas han sido tocados y consagrados por nuestras queridas almas, y ya están listas para que comulguemos con ellas. Xalapa, Ver. 31.10.15


DESPEDIDA Antonio Fco. Rodríguez Alvarado Xalapa, ver Este mediodía cayó un chubasco en Xalapa, el cual vino a borrar las huellas que habían dejado nuestros fieles difuntos. Llegó como un telón de teatro para anunciarnos de que la función había terminado. Una vocecita salida de quién sabe dónde, se coló en nuestros oídos para decirnos: - ¡Gracias por esperarnos y recibirnos, NOS SENTIMOS VIVOS, nos veremos en un año…los amamos! Me paré, agité mis manos diciéndoles también adiós, y una lágrima escurrió por mis mejillas. Xalapa, Ver. 03.11.16


SOMBRA NEGRA Antonio Fco. Rodríguez Alvarado Xalapa, Veracruz, México

Esa fría y neblinosa noche xalapeña de jueves no podía dormir, cerraba en vano los ojos sin poder conciliar el sueño. Pensé, son las tazas de café que tomé antes de acostarme en la cama. Pero no, algo dentro de mí quería decirme algo, di aún varias vueltas sobre mi suave colchón y al posar mi vista en una foto sobre el buró, me contemplé abrazado de mí querida y única tía, Aurora. Era muy guapa, nunca supe por qué nunca se había casado. La luz de la lámpara parecía reflejarse a través de sus ojos los cuales me miraban alumbrándome la cara. Tomé la foto, la acerqué a mi rostro y le deposité un beso sobre los cabellos y la frente. Sonreí, acomodé la cabeza sobre la almohada y me quedé dormido. A la mañana siguiente, acudí a la escuela, y mis pensamientos gravitaban en torno de mi tía. Al regreso a casa apresuré mis pasos intuyendo que algo malo había sucedido. Mi madre me recibió con la infausta noticia de que mi tía se suicidó al no aguantar los dolores del cáncer que padecía desde hace más de 3 o 4 años. Antes de matarse dejó una carta, en una parte


de ella se leía que me dejaba su casa, la cual debía de habitarla de inmediato. Queriendo cumplir sus deseos, desde esa misma noche me encaminé a su casa situada cerca de los lagos del fraccionamiento Ánimas. Casi por llegar a ella no sé de dónde salió una enorme y silenciosa perra la cual me siguió a prudente distancia, y en la misma forma en que había venido, desapareció. Dentro de casa los recuerdos me llegaban como una avalancha, mis ojos se inundaron en llanto, preparé un café y me puse a hojear los libros que ella tan celosamente guardaba. La noche del sábado se presentó nuevamente la misteriosa y enorme perra. El domingo por la noche al regresar distraído y cansado a casa escuché un silbido y casi de inmediato me vi rodeado de tres tipos con rudo aspecto de ladrones, me atemoricé y al querer huir se oyó un fiero y prolongado ladrido, vimos un par de ojos centellando como dos encendidos tizones y una enorme y negra sombra de un formidable salto atacó con saña a los tres rufianes los cuales espantados y heridos escaparon esa neblinosa noche como quien ve al mismo diablo. Al día siguiente, en lo que recogía algunos de mis objetos personales de la recámara de mi casa reparé nuevamente en la foto del buró y pude esta vez apreciar que a espaldas de mi tía se proyectaba una enorme y etérea sombra negra. Xalapa, Ver. México. 31.07.18


POLVO AL FINAL Antonio Fco. Rodríguez Alvarado Xalapa, Ver. México El día que llegue mi muerte Quiero que en el polvo del camino En que me convierte Comprendas que mi destino Fue quererte. No pido lágrimas No quiero sufrimientos No quiero lástimas No deseo arrepentimientos. Regreso al polvo Del que he nacido Sé que no vuelvo Me he vuelto olvido. Antes de partir Recordaré tu sonrisa Para compartir Con la póstuma brisa. Ahora sí… Creo estoy listo Hoy me estremecí La He visto. Xalapa, Ver. 20.02.2017


ACERCÁNDONOS A LA MUERTE... Antonio Fco. Rodríguez Alvarado Veracruz, México

Me preguntas: ¿Qué pasa cuando se abrazan el amor y la muerte? ¿Se muere el amor? ¿O se enamora la muerte? Te respondo: Tal vez la muerte moriría enamorada Y el amor amaría hasta la muerte Y concluyo: La muerte le daría eternidad al amor y el amor le daría vida a la muerte, por lo que ambos vivirían eternamente. Veracruz, Ver. México 24.10.16


Deme mi calavera América Guerrero González México Ha llegado el otoño, el cambio de color, ahora todo luce entre amarillo y naranja, los puestos en el mercado exhiben bellas flores de cempasúchil, veladoras, calabazas gigantes, calaveritas de dulce, dulce de calabaza. En los altares las ofrendas; fotografías de difuntos, comida favorita de cada uno, el olor a incienso, frutas, sin faltar la cerveza o licor preferido, las veladoras, diferentes tipos de flores. Estamos disfrutando en estos días la tradición de día de muertos, el famoso pan de muerto se vende en todas las panaderías, comámoslo con rico chocolate. Los días primero y 2 de noviembre, los cementerios se abren, los muertos salen, los espíritus rondan.


Para nosotros es importante recordar a los muertos, a través de las tradiciones, nos burlamos de la muerte, creamos un ambiente místico, contamos anécdotas de terror, cuentos de misterio, imaginamos la llegada de cada ser que amamos y que partió al más allá, recreamos momentos felices vividos con ellos. Los recuerdos de estos días tan significativos me llevan a la adolescencia en Tamuín, S.L.P. teníamos de vecino el cementerio, las calles aledañas se llenaban de vendedores de flores, de rico zacahuil, veladoras, constante ir y venir de la gente a limpiar las tumbas a pasar el día entre los muertos, había música, sobre todo la unión familiar que fortalece la tradición de día de muertos. Se escuchaban rosarios y alabanzas, en esos días no podíamos jugar a los retos que se hacíamos a los valientes, en el día escondíamos objetos en el panteón y en la noche retábamos a los primos, a los amigos a que fueran a buscarlos brincando la barda que dividía el patio con el Campo santo, en día de muertos tenías algo más interesante que hacer, ¡Salir a pedir chichiliques! Algunos tienen la facilidad de jugar con el lenguaje y hacen Calaveras, textos especiales con un toque de humor e ingenio, yo no. Es común también ver representaciones teatrales de muertos, espíritus, fantasmas, algunas serias, otras cómicas, el más común Don Juan Tenorio, también el monólogo fársico La muerte irredenta de la actriz jalapeña Elia Vargas Sastre, hoy la película “COCO”.


Sin dejar atrás a La Catrina, obra de José Guadalupe Posada llamada originalmente La calavera garbancera, que Diego Rivera bautizó con el nombre de Catrina. Algunos de los sitios más atractivos para visitar durante el Día de Muertos por el colorido y la emotividad con que se lleva a cabo ésta tradición son: Janitzio, en Michoacán, Mixquic, en la Delegación Tláhuac, Xochimilco, Coyoacán en México, D.F. Disfrutemos estos días de muertos con la familia y no se olvide ¡Deme mi calavera!


Ausencias Ma. Guadalupe Martínez Bernal Veracruz-Oaxaca Cuando eres niño no dimensionas la muerte pasan los años y evades la realidad con azúcar buscas en la letanía consuelo y respuestas en la religión. Cirios Escuchas los sinónimos del otro mundo temer dormir el sueño sin retornar dimensiones que no concibes por miedo, ojos cerrados lamentaciones con pésames formales; carentes de solidaridad. Luto Despídete de tu padre porque no amanece... con once años ignoras esa frase y su importancia un abrazo, un beso, caras serias, mutis eres receptor de cariño por ser menor, dulces. Rosario Noche larga y ruidosa, aromas penetrantes, preguntas conoces a familiares que nunca te habían visitado no te dejan probar el café y todos lo beben... el enfermo se levanta, para seguir en la fiesta otros 10 años. Vida y muerte muerte y vida vid vi


El Castigo del Usurero. Lucila Reyes González Ciudad de México. Una leyenda asegura que en epoca de la colonia un Don Rodrigo Borgoña dedicado a la usura, de palabra y acción dura, a un sepelio, fue al panteón, de un tal don Agameón, que mucho le debía; y cobrarle no podía pues el muy listo falleció. Y después, cuando volvía una calaca pateaba le decía; - ¡desgraciada¡ ¿y tú cuanto me debías? -, cuando ya anochecía, y se disponía a dormir; oyó cadenas crujir comenzóse a estremecer, y creyendo enloquecer; escuchó una voz decir:


- Busco a un tal Don Rodrigo dijo un negro caballero tenía capa, sombrero, y un porte muy altivo, - ¡vengo a darte castigo! de ultratumba suena la voz en la mano trae una hoz y picándole el ombligo gritaba: - ¡ no eres mi amigo! y le tiraba una coz. - ¡Diga cuanto le debo¡ - ¡Usted no me debe nada! y con voz desencajada, le dijo muerto de miedo: - Señor yo no lo recuerdo. Habló, Rodrigo, muy quedo - ¡Don Borgoña no le creo que usted no me conozca porque hoy en forma muy tosca me ha pateado y muy feo! - ¡Y siendo mi enemigo yo no le vine a pagar, vine a sus burlas cobrar y a llevármelo conmigo! y que se lleva a Rodrigo. Por eso es que te digo; mira a quien vas a vejar o como el usurero sin vida y sin dinero, y así te vas a quedar.


La prisionera Efrén Velazde Veracruz, México Rodrigo Alonso De Vivar Mejía desembarcó en aquella fortaleza que sola era acobijada por el mar. Miró aquellos muros de coral, los cuales transpiraban un enorme hedor a dolor y miseria. Caminó con la escolta que lo llevaría ante el Gral. Juan De Ceballos Escamilla. Durante el trayecto hacia el cuartel del Gral. De Ceballos, no podía evitar mirar a su alrededor aquel lugar que guardaba celosamente historias detrás de las mazmorras que parecían estar cubiertas por un enorme velo negro como el que portaba la muerte. El canto del oleaje de repente era interrumpido por alaridos o quejidos. Aunque Rodrigo Alonso no tenía mucha experiencia en prisiones de máxima seguridad. Tenía el temple pero de algún modo algo lo inquietaba.


La recepción con el Gral. De Ceballos fue breve y le indicó que si seguía bien las instrucciones su permanencia en esta fortaleza no sería larga. El joven era reservado y apenas emitió unas cuantas palabras, odiaba las ceremonias y a la gente lamebotas. Las últimas palabras del general hacia él, lo dejaron con cierto aire de extrañeza: «No importa lo que usted vea y escuche. La maldad tiene muchas formas de engañarlo a uno». Aquella noche le tocó hacer su primera ronda aunque solo le fue asignada una sección y una celda en especial. Los compañeros con cierto tono sarcástico le comentaron que era «afortunado». Rodrigo Alonso escucho unos lamentos que cimbraban los muros del lugar. Los soldados fueron hacia la celda y quedaron asombrados al ver el rostro de aquel prisionero como si lo último que hubiera visto era algo brotado del infierno. Después de aquel incidente todo volvió a la calma. La brisa le coqueteó detrás de la nuca. El mar comenzó su serenata nocturna y de pronto una voz dulce siguió la melodía del oleaje. Rodrigo Alonso sorprendido se fue acercando lentamente hacia la celda de la cual solo se vislumbraba una oscuridad inmensa como si se adentrara en un pozo sin fin. La voz se escuchaba más fuerte se acercó hacia la prisión apretando con fuerza su mosquete. Se percibía esa melosa voz pero no se veía nadie. Se quedó un momento perdido en ese vació negro y de pronto el reflejo de la luna le mostró un rostro que jamás había visto en su vida.


El había conocido mujeres hermosas pero ninguna se comparaba al de este ángel de ébano. Sus pupilas eran de un azul intenso como el mar que lo rodeaba. Su cabello era un manto estelar blondo. Estaba hechizado ante semejante sílfide. —Usted es nuevo por aquí, ¿verdad?—preguntó aquella mujer sin dejar de quitarle la mirada. —Si…mi nombre es oficial Rodrigo Alonso. —Está bien oficial—interrumpió aquella mujer, exhaló algo de aire y prosiguió— los nombres son lo que menos importa, se olvidan con el paso del tiempo igual que uno. Y uno deja de ser alguien para convertirse en un mito o una leyenda o en nada... La mujer se retiró entre las penumbras de la mazmorra. Rodrigo Alonso quiso mirar más adentro pero una neblina repentina cubrió el lugar. La duda lo tenía más acaparado que el temor. Quería seguir hablando con aquel ángel de ébano, más decidió retirarse. Al siguiente día fue a la cancillería para saber sobre aquella presa que tanto lo había inquietado. Lo que encontró en resumen fueron palabras como: Brujería, conjuros, hechicerías, sacrificios. No podía creer que aquella mujer que parecía esculpida por Dios era obra del Diablo. Las noches pasaron y aunque las conversaciones con aquella mujer eran muy cortas en un principio, luego se extendían un poco más de lo normal. Tenía que ser cauteloso porque sabía cómo trabajaba el santo oficio. Hasta que una noche ella le


pidió un favor. El asombrado le preguntó que necesitaba, solo le dijo que un carboncillo. Al otro día, antes de que anocheciera Rodrigo le llevó el carboncillo, aquella sílfide de ébano comenzó a dibujar, él estaba asombrado por los perfectos trazos que elaboraba. Hasta parecía que danzaban sus dedos sobre la pared. Había dibujado un hermoso atardecer sobre el mar. — ¿Cómo vos lográis hacer eso? ¿Qué clase de don es este? — — ¿Don? Si de hecho su justicia divina me acusa de lo peor. De ser una bruja y de hacer el amor con el Diablo todas las noches. — La mujer se acercó a Rodrigo Alonso. Lo miró hasta que las pupilas de ambos coincidieron—Por más bello que lo haga, todo lo que provenga de mi es obra del mal. Por cierto mañana le quiero mostrar algo pero tiene que ser a las seis en punto Rodrigo le asintió con la cabeza. Después de acabar su turno se echó a la cama y cayó rendido. En un rato más escuchó la voz de aquella mujer, lo llamaba de una forma melodiosa. Observó que vestía un camisón negro que era transparentado por la luz de la luna, la cual silueteaba su cuerpo perfecto. Sus senos eran dos colinas de bronce perfectas para besar. Sus labios era un imán. El oficial no podía creerlo. Quizá si era una bruja, quiso orar un padre nuestro en latín, pero su boca fue callada por el hechizo del beso. Algo le decía que debía resistirse. Tenía que


hacerlo, Sin embargo esa voz le dijo: «No me entregues tu alma ni tu corazón, solo tu piel, deja que ella peque». Ante aquella sentencia se dejó devorar por aquellas caricias y solo percibió como aquellas manos entraban en su piel hasta fundir su cuerpo en el de ella. Todo era perfecto y en el momento que tomó sus piernas para colocarlas en sus hombros, sintió algo peludo y duro sobre de ellos, miró de reojo y soltó enorme un alarido. Aquellas hermosas piernas eran de cabra. Rodrigo se hizo a un lado mientras que la mujer soltaba una enorme carcajada y sus ojos brillaban como dos enormes bolas de fuego. Rodrigo despertó sudoroso y alcanzo a ver que era de madrugada. Miro a la ventana por un momento, pero no podía quitar de su mente aquella visión. Decidió asearse, luego comenzó a orar en latín y se dispuso hacer otras cosas para tener la mente ocupada. El atardecer llegó y recordó su cita con aquella mujer. Su corazón comenzó a palpitar conforme se acercaba a la celda. Llegó a la hora exacta, ni un minuto menos ni demás. Le dijo al oficial en turno que le abriera la puerta. El entró y ahí estaba ella. Lucia más hermosa que nunca. Era una poesía echa mujer. Asombrado vio que ahora el dibujo tenía un enorme galeón, bastante detallado. — ¿Qué pensáis que le falte a este dibujo oficial Rodrigo Alejandro?— preguntó. —Le falta alguien que este sobre la borda, Soledad— dijo.


—Veo que sabe mi nombre oficial Rodrigo Alonso De Vivar Mejía—dijo ella impregnando el azul de sus ojos nuevamente en la mirada del oficial, lo miró con cierto aire desafiante sin ser pedante y a la vez coqueto. — Y usted sabéis el mío completamente. ¿Quién sois en verdad? ¿Qué es lo que buscáis?— De pronto un aire sopló fuerte, el cielo se nubló y una oscuridad invadió la celda. Rodrigo Alonso comenzó a cargar su mosquete, el otro guardia entró e hizo lo mismo. Una luz inmensa surgió de aquella pared y ambos miraron como Soledad brincaba hacia ese galeón. Aquella ventisca los derribó y solo fueron espectadores de aquella escena sobrenatural. La tranquilidad vino después. Los días pasaron sin que supiera nada de aquella mujer y Rodrigo Alonso jamás volvió a ser el mismo.


A los poetas sin fronteras José Manuel Ambrocio Veracruz, México Vagaba la calaca taciturna, buscando en los rincones un poema, viendo aquí, allá sintió tal pena, al no hallarlo regreso a su urna. El día de fieles difuntos decidida, salió no en busca de un poema, sino de quien los compone sin medida, más no sabía que enfrentaría gran dilema. Al pasar frente a La Cantonal voltea, la puerta entreabierta deja Lupis, entra la calaca haciendo mutis, sorprendida sin creer su suerte observa. ¡Una sala de poetas llena! con la mandíbula abierta escucha, de inspiración y amor plena, de poemas de aquí me ¡voy repleta! Sin que se dieran cabal cuenta, la tilica la puerta con candado cerró, sólo cargada de poesía me marcho yo, o a todos me los llevo sin que lo sientan. Y antes de que la cordura asista, a los poetas de miedo muertos, un sudor frío sale de sus cuerpos, observando a la calaca hacer su lista.


Esto es lo que quiero, de aquĂ­ no me muevo hasta tenerlos: De Angel quiero un tautograma, de Isidoro una bella reflexiĂłn, de AmĂŠrica quiero un gran poema, de Alejandra IC sus vivencias, pintame un arcoiris con palabras RamĂłn, dale luz a tus versos querida Luz, de amor fraterno dame un poema PĂ­o, Claudia versos dame de tu đ&#x;’–, de DiĂłgenes Escritor un relato sentido... Y ya no pudo la flaca su perorata continuar, al escucharse fuerte voz con acento tronar: LargatĂŠ de aqui vos, en paz vas dejando a los pibes, marchatĂŠ de aquĂ­ huesuda impia, que los poetas trabajando estan su 5a. antologĂ­a. TradiciĂłn de muertos te describĂ­a, calaca que a mi, me tenes harta, si no conoces mi nombre es: Marta, y con mucho orgullo de apellido DĂ­az. Ante tal desplante de las pampas, la muerte corriĂł despavorida, se fue a esconder al panteĂłn, en donde vive ahora a sus anchas... DiĂłgenes Escritor.


ILUMINACION Autor. José Luis J. Ayala Derechos reservados 15 de Octubre del 2018 Veracruz, Ver. Mex. ¡Al mirar el infinito y sus espacios! ¡El tictac del tiempo en segundos, escuchara cada uno de nosotros! ¡Penetrando la luz de los misterios! Al escuchar el canto de los astros y escuchar la voz de los números... ¡Saldrán de estrellas, pensamientos! ¡Así se podrá ver en cada sol, a Dios! Se descubrira el pensamiento divino ¡ Cuando se recorra todo el camino! ¡Así el sol, las siete esferas y su signo! ¡Te dirán de los siete cielos tu destino! ¡Sin separar la felicidad de la sabiduría! ¡En una semilla harás un plano superior! ¡Germinando y creciendo así la ciencia! ¡Formada por cuatro elementos y el amor! i Oh almas, porque son tan ciegas! ¡Oh almas, porque nunca nada creen! ¡Tristes almas que andan a obscuras! ¡Que los ángeles de luz hoy las iluminen!


ALAS NEGRAS Luis Vázquez Veracruz, México Era muy temprano en la mañana, el escaso viento húmedo movió ligeramente las cortinas. De ningun lado o quizá de entre las nubes azules y grises que curbiran el cielo, se escapó una pequeña y vacilante "basurilla" de carbón, similar a toda esa ceniza negra que cae tras la quema del azúcar en la temporada de safra. Odette, está en la ventana, vio aparecer en el cielo turbado, aquella imperfección oscura, la contempló sin interés, y absorta en un sentimiento melancólico susurro la tristeza de un corazón solitario, miro de nuevo con aquellos ojos que no habían perdido el orizonte, de pronto aquella ceniza que antes caía con lentitud, ahora aleteaba con dificultada entre las ráfagas de viento, una pequeña mariposa de alas negras, oscuras y fulgorantes como las noches de octubre.


Le vio descender con incómodos movimientos, pasó tiempo para que la mariposa pudiera estar clara a la vista de Odette, para que pudiese determinar su tamaño exacto, sus contornos y apreciara los brillos oscuros de sus alas de papel. Aquella mariposa se reflejo en el marrón de sus ojos, los ennegrecio con el reflejo de su ser, del mismo modo que el sol enrojece la luna. Odette se sintió entre las alas de la mariposa, empujada por vientos frescos y sintió en el alma el beso cálido del amor distante, del que creyó perdido. Las alas negras revolotean alrededor de Odette, un recuerdo murmuró amores en su oído y su corazón. - aquí en el cielo, te espera nuestro amor eterno... Con lágrimas de amor Odette vio a la negra mensajera regresar hacia las nubes. Cargada de amor, llevándolo de vuelta al cielo, la mariposa extendió sus negras alas y se perdió entre el viento, entre la luz y nubes. Regresó al paraíso. Odette - Espérame ahí donde las nubes te esconden, donde en vano el azul del cielo oculta tus recuerdos, donde el sol despierta con tu mirada... donde nuestro amor sigue eterno.


“EL DISCURSO” Diógenes Escritor Veracruz, México No alcanzó a detenerse y cayó. Pesado, cuan largo era. Cayó de bruces, rompiendo sus oscuros lentes. Maldijo como era su costumbre últimamente pero no escuchó sus palabras, su blasfemia —que duro me caí que hasta sordo quedé —dijo para sus adentros. Aturdido aun, se levantó a duras penas, tiró a un lado el armazón torcido de sus gafas y caminó a la puerta de la calle distante apenas unos metros. —¡Vaya! —dijo al abrir la puerta al no atorarse como usualmente lo hacía. Por acción del tiempo había hecho un surco en la loseta que cubría el piso —vamos de sorpresa en sorpresa.


La fuerza que lo movía a la calle era muy fuerte y claramente iba en contra de sus convicciones. Era finales de octubre. Había sufrido una serie de desmayos, algunos leves, otros severos como aquella mañana cuando al tratar de levantarse de la cama para ir a trabajar perdió el sentido despertando ya entrada la tarde. Las deposiciones mancharon su ropa de cama y la que usaba para dormir. Había recibido la noticia de su médico, el cual se había rehusado a visitar, sin embargo, lo único que lograba al negarse a verlo era aplazar lo que ya imaginaba. El diagnostico que recibió no lo alarmó pues los síntomas que había sufrido con anterioridad le decían que algo andaba mal, muy mal. Un trombo deambulaba libre, cuando este se detenía causaba la falta de irrigación en su cerebro y por consiguiente el apagón en sus funciones principales. De carácter difícil no podía evitar los problemas con los pocos familiares que tenía. En su trabajo como supervisor no era bien visto por sus subalternos quienes todo el tiempo se quejaban de malos tratos y vejaciones. Amanda parecía ser la única que lo soportaba. Se habían hecho pareja hacia menos de un año, tiempo en el cual tuvieron muchas peleas y no pocas reconciliaciones, todas ellas a iniciativa de la mujer, nunca de él. Fue en una cantina de mala muerte donde a raíz de una violenta pelea iniciada por él se conocieron. Dos almas rotas. La dura vida de Amanda le había dado el temple para iniciar


una relación en donde abundaron los golpes y las malas palabras. Camino a uno de sus destinos se sintió confundido, las sombras en la calle se alargaban como si fuera ya tarde. Las personas que caminaban a su lado parecían ignorarlo y sin darse cuenta había llegado a la puerta de la fabrica donde laboraba. Empezaban a salir los autobuses con los obreros. Un salto a tiempo evitó que uno de ellos le pasara por encima, gritó iracundo, pero por el ruido circundante se perdieron sus palabras altisonantes. Antes de que los guardias alcanzaran a cerrar la reja pudo pasar por el hueco entre las dos rejas. Un alambre suelto en una de las hojas de la reja casi le rasga su chamarra. El guardia sin inmutarse terminó de cerrar estas y poner el candado. Al llegar a su oficina no pudo abrir la puerta pues no traía sus llaves. Era la primera vez que esto le sucedía. Bajó al área de casilleros en donde los obreros a su cargo guardaban su ropa de trabajo. Estaba seguro de que ahí los encontraría. Sin decirles la verdadera razón, se sinceraría con ellos y les ofrecería una disculpa por lo mal que los había tratado durante su gestión como supervisor. Desde el descanso de la escalera los vio. Bajó tres escalones, se aclaró la garganta e inició un discurso sincero, muy sentido que iba elaborando palabra por palabra en ese momento. Todos los hombres al mismo tiempo voltearon hacia ese


lugar y uno a uno fueron subiendo para ocupar sus puestos de trabajo. El último de ellos al pasar junto a él dijo: —Quien lo creería —mientras esbozaba una mueca de burla. Fuera de sí, olvidando su propósito de enmendar sus errores del pasado maldijo una vez más. —Esto me pasa por tonto ¡Esta recua de animales no entiende! Furioso, gritando las palabras más soeces escuchadas alguna vez se retiró del lugar. Su siguiente parada era la cantina de mala muerte en donde trabajaba Amanda. Una cerveza oscura le quitaría el mal sabor de su experiencia en su trabajo. Oteo la poca concurrencia sin ver a la mujer. —Que raro… Olvidándose de la cerveza buscó el camino a su casa. La sorpresa una vez más se abrió paso, pues no supo cómo llegó a casa al amanecer. —Quizá me desmayé— Ver luz dentro de la casa lo asustó. Con mucha precaución se fue acercando. Paso a paso. Trató de tomar un palo que encontró en el bote de basura, pero desechó la idea, de poco o nada le serviría. Haría frente a los ladrones (si es que aún estaban dentro). El corazón parecía salirse de su pecho, las sienes le latían ruidosamente y acordándose de su trombo trató de calmarse. De nada le sirvió.


El dantesco cuadro que observó lo hizo estremecer. En medio de la sala, un ataúd, austero, de basta madera pobremente cubierto con una tela de baja calidad que transparentaba las vetas de las tablas con que estaba hecho. Dentro del ataúd al asomarse se vio a si mismo tras el cristal de la tapa, serio, mortalmente serio. El crujido de un pedazo de sus de sus gafas al pisarlo sobresaltó a ambos. Amanda se santiguo y más resignada que asustada dijo: —Aquí descansas ya de tu miserable vida y de no ser por mi yacerías en una fosa común, sin nombre. He aquí lo que con tu mal carácter conseguiste. Terminar solo. No lo lamentes y afróntalo —triste dijo, para enseguida levantarse y con gran esfuerzo abrir la puerta de la calle con un chirrido siniestro… Fin


SOBRE EL COSTADO IZQUIERDO ZIRA LUZ AIMÉ TUCUMÁN – ARGENTINA rosas negras llorando tristezas mientras en su pecho flores rojas por ese amor que se profesaban. Lastimadas las nubes sus ojos de lluvia no podían evitar el día gris, mientras en soplos de suspiros el viento se abrazaba a los árboles, en capullos cerrados se abrigaban flores...mariposas y luciérnagas del lastimero grito de querer robar su cuerpo antes de su última morada. Los deudos en silencio seguían su dolor, mientras las almas murmuraban de tanta belleza en un vestido blanco. La novia no pudo evitar ver tanta traición dejando caer su cuerpo en un cuchillo afilado, mientras su amado solo abrazaba y besaba a su hermana que decían muerta... Que astuta la muerte...sabe de trampas, esta vez se llevó juventud... ojos azules...manos de nácar... es mentirosa...traicionera...mal amiga no sé cómo hace para dormir sus noches.


ADELAINA Claudia Elizabeth Castillo Velasco Veracruz, México Desde la ventana del automóvil en movimiento, me encontraba yo misma contemplando el viento, el paisaje, ese momento incierto. Sentía dentro de mí un resentimiento, aún seguía enojada por tener que pasar las vacaciones con mi hermanita, lejos de mi ciudad y mis amigos, de aquello que más quería. Mis ojos y mis pensamientos se perdían con el paisaje de aquel lugar, lugar al cual no le prestaba realmente atención, escuchaba remotamente a mi hermanita hablar y jalar mis cabellos sin razón; giré la cabeza y solo atine a decir – Déjame en paz Nidia. ¿Qué no tienes corazón? Mis padres a lo lejos solo reclamaban, decían lo mismo que me decían como una plegaria. “Cuida a tu hermana, es lo más preciado que tienes, aún es pequeña, debes ser su ejemplo siempre”. Hice mi cara de desdén y volví a concentrarme en mis ideas, pero entonces me percaté que ya había llegado a Catemaco, pueblo donde vivía mi bisabuela, allí se encontraba la historia de mi pasado. Baje del auto y la saludé, debo aceptarlo una sonrisa sentí en mi piel, su cabello largo y plateado amarrado en una trenza le llegaba a la cintura, una sonrisa cálida mostraba, ella era la única que me amaba más que a mi hermana y sabía cómo mirarme con ternura. –Hola Alcides tiempo de no verte, como has crecido, no parece que hayas cumplido trece, me has hecho mucha falta, entra a la casa, me despediré de tus padres y saludaré a tu hermana. Caminé hacia la puerta y sentí fija en mí una mirada, voltee hacia la izquierda y allí estaba ella, era la niña más extraña y hermosa que había visto en mi vida, tenía el cabello castaño, unos ojos grandes y


penetrantes, unas pestañas largas y negras, aparentaba mi edad, pero de estatura era muy pequeña. Nos quedamos viendo por unos segundos, sentí que ella buscaba algo en mi mirada, pero hizo un gesto de desaprobación y volteo a ver a mi hermana. Nidia se quedó petrificada, pude notar como sus pequeñas piernecitas estaban temblando, Aquella extraña niña volvió a mirarme, sonrió plenamente y empezó a alejarse. Caminó hacia el final de la calle y desde lejos pude ver como entraba a una tétrica casa, llena de maleza y un aura solitaria. Ese extraño acontecimiento duró unos minutos, pero fueron suficientes para ser tema de conversación, aquella noche que parecía de luto sin razón. –Abuela ¿Quién es esa niña que vive al final de la calle? Mi abuela un poco nerviosa contestó: –No lo sé hija mía, acaba de mudarse hace tres días, pero de algo si quiero advertirte, no quiero que ni tú, ni tu hermana tan siquiera se le acerquen, los vecinos no pueden ni verle; ellos son sabios como yo y esa niña no tiene alma, siempre camina en las noches y anda merodeando por las casas, no sé qué es lo que busca, pero mira como ha dejado a tu hermana. Su nombre es Adelaina y vive con su madre, la cual nadie ha visto, solo se escucha los gritos de ella cuando la llama en las noches para que saque a pasear a su perro negro de raza rottweiler. Ella sale a la media noche y no regresa hasta la mañana siguiente, siempre con una sonrisa, una mirada en sus ojos verdes, muy alegre. Miré a mi hermana y la vi por primera vez hundida en sus pensamientos, pensé en aquella niña llamada Adelaina y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, me dirigí hacia mi hermana y fuertemente la abracé, le susurré al oído que yo la protegería, que nada le iba a suceder, entonces me di cuenta por primera vez, que


por ella en realidad sentía un gran querer y en ese momento arrepentida me concebía como jamás pensé. Tomé de la mano a mi hermanita de siete años y subimos las escaleras para irnos a dormir, aún me latía el corazón fuertemente por la historia que acababa de oír; mi bisabuela nos detuvo y rápidamente nos comentó, que el próximo sábado habría una fiesta de una niña del andador, que apartáramos la ropa que nos pondríamos ese día, para no tener prisas y disfrutar la semana más tranquilas sin presión. En la noche no pude dormir y mi hermana se levantaba gritando constantemente por pesadillas, me asome a la ventana y vi salir de su casa a Adelaina paseando a su perro caminando de puntillas. La escena era espeluznante, vestía de negro, transitaba apabullante, como si fuera a realizar aquello que más le gusta y aunque pensé mucho, no encontraba ninguna acción que a esas horas se manifestara justa. Después de un rato de mirar por la ventana y esperar a que aquella chica volviera de pasear a su perro, mi cuerpo claramente mostraba las primeras insignias de sueño. Baje y bebí un vaso de leche, mordí un pedazo de pan y fui y me cepillé los dientes. Entre al cuarto y apagué la lámpara de mi buró, tome la sábana y en seguida escuche un grito de terror. Todo se tornaba oscuro así que encendí la lámpara, aquel grito provenía de mi hermana, entonces vi un panorama que me horrorizó, Adelaina estaba al pie de su cama mirándola con estupor. Me sentía consternada ante aquella situación, entonces se escucharon los pasos de mi abuela que subía a la habitación. Me sentí muy cansada en aquel instante, mis ojos se cerraron y caí profundamente dormida con mucho sueño inexplicable. A la mañana siguiente desperté abruptamente, sintiéndome absurda, notando


que todo había sido una simple alucinación de mi mente. Todos en la casa se encontraban dormidos, así que salí a la tienda a comprar algo para desayunar, pensaba en lo que había soñado, me sentía angustiada en realidad. Doblando la esquina tropecé con un joven mayor que yo, me hizo tirar todo mi dinero, se agacho a ayudarme a recoger las monedas, se disculpó y me dijo “lo siento”. En la tarde salí a explorar el pueblo, todo era tan hermoso, lleno de vegetación y un cálido cielo. Desde lejos vi a un grupo de chicas platicando, me acerqué a ellas con la esperanza de hacer nuevos amigos ese verano. – ¡Hola! Mi nombre es Alcides, espero no molestarlas, vine de visita, mi abuela es doña Alejandra. Entonces todas una a una comenzaron a responder. –Hola yo soy Sararí y vivo desde hace mucho tiempo aquí, sé que te agradará este lugar, hay muchos lugares para vacacionar y disfrutar. –Yo soy Carmen y vengo de Guatemala, me mudé hace poco a este lugar, pero me gusta mucho, realmente no me puedo quejar. –Yo me llamo Xóchitl, pero me dicen Flor, te doy la bienvenida a Catemaco, tierra de brujas y hechiceros, se rumora en la nación. –Gracias, pero hay algo que me inquieta mucho, es sobre una niña que se acaba de mudar, su nombre es Adelaina, ¿Hay algo sobre ella que me puedan contar? Mi abuelo –respondió Xóchitl con su gran cabello negro largo – es el mejor brujo de la región, y él a todos ha comentado, que esa niña no pertenece a este mundo humano, y eso al pueblo causa mucha conmoción… Seguimos platicando un prolongado rato más, me sentí alegre pues simpatizamos rápidamente sin ninguna dificultad. Me despedí de ellas prometiéndoles volverlas a ver en el mismo lugar mañana, saldríamos de compras y a visitar la cascada de Poza Negra el fin de


semana. Seguí caminando hacia la casa de mi abuela, pero observé que parado en una esquina se encontraba solo, aquel chavo con el que había tropezado. Mi intuición y curiosidad me dijeron que debía ir a su lado, para preguntarle si algo le había ocurrido, pues se veía muy cansado. Me detuve junto a él y la vergüenza se apoderó de mi cuerpo, pero eso no impidió que las palabras brotaran para preguntarle su nombre, aunque mi cara estaba roja por completo. Me miró de arriba abajo y me reconoció de inmediato, exclamo: – ¡Ah! tu eres aquella chava con la que tropecé hace rato, discúlpame es que corría deprisa y estaba muy asustado. Pienso que debo contárselo a alguien y tú has llegado en el momento indicado, Salí a correr esta mañana, así como lo hago todos los sábados, sinceramente he visto todo en esta tierra de Catemaco, pero después de lo que vi hoy, ¡he quedado anonadado! Creo en los brujos y en los hechizos, pero básicamente en los de sanación, pero hoy he visto la maldad pura, la vecina nueva con un demonio substrayendo el alma de unos niños, ¡Una completa aberración! Lo miré fijamente deseando no creerle, pero no mentían aquellos hermosos ojos verdes, pude notar su miedo desplegado y lo único que acerté a decir fue un “te creo, que bueno que te hayas desahogado”. Así que de inmediato continué: –Pero ahora tengo miedo pues mi hermana está en un peligro inminente, mis sospechas se han confirmado, esa niña no es normal, debe ser un engendro del infierno incandescente. Colocó ambas manos sobre mis hombros, y me miró con su semblante indicando que todo estaría bien, aquello lleno mi alma


con reconforto, en aquel instante de verdad confié. Hizo una breve pausa y muy despacio musitó, mi nombre es Alejandro hijo de don Filemón, somos muy conocidos por el sureste de la región. Caminamos hacia un sendero alto que parecía no tener fin, el silencio se había hecho presente y se apodero de nuestras bocas repentinamente. Arribamos hasta el punto deseado, nos detuvimos y a lo lejos el me señalo una casa, comenzó a explicarme que era de su abuelo Ignacio, uno de los mejores brujos que existía y que a este pueblo en gran medida había beneficiado. Llegamos a la casa y tocamos tres veces la puerta, pero ni un ligero ruido se emitía, nos dirigíamos a partir decepcionados, cuando detrás de nosotros una voz grave que nos detuviéramos con sus palabras nos decía. Volteamos y pude observar a un señor de avanzada edad, portaba un bastón pues se le dificultaba caminar, tenía la cara llena de arrugas, pero una templanza en su cara, como no había visto en ninguna. Nos miró a ambos a los ojos y con rapidez expreso que ya sabía el motivo de nuestra visita. Con un ademán nos dio la señal de que ingresáramos en su morada y que la solución a nuestros problemas nos daría. Comenzó a balbucear palabras de forma complicada, murmuraba tan bajito que no se le entendía nada. Y como si se hubiera encendido un foco en su cabeza exclamo: – ¡Ya, ya, ya recordé el hechizo de protección!... He estado leyendo últimamente e investigando sin autorización, he seguido de cerca sus pasos y ahora sé lo que es, no es muy conocido el término, pero se les llama Aluxes a esas criaturas arcaicas de pérfido quehacer; destacando que realmente hay muy poca información sobre su ser, son muy sanguinarios y buscan a niños para poderlos corroer, destrozarlos furiosamente y comerse su corazón de un solo bocado con placer.


Sus palabras eran recitadas de una forma prosaica, como si todo aquello fuese muy natural, como si de alguna manera no nos tuviésemos qué preocupar. Pero mis facciones lo delataban todo, inclusive lo más inusual, estaba impactada, enfurecida, realmente quería llorar. Me abalance contra el pobre hombre gritando, gimoteando y gimiendo, exigiendo absurdamente que tenía que forzosamente realizar algo al respecto. Involuntariamente me encontraba de rodillas, quizá era mi manera de suplicarle que me ayudara ante tal catástrofe de aire truculento. Sentí sus manos suaves en mi cabeza que me consolaban; recitó una serie de palabras en armonía y con un lenguaje que carecía de sensatez y claridad, palabras raras, evidentemente difíciles de pronunciar. Gire mi cabeza y descubrí a Alejandro sonriendo, de alguna manera esa acción causo que tuviera un buen presentimiento, de todo lo que acontecía en aquella casa del gran abuelo Ignacio, un brujo realmente muy benévolo. Experimenté una recarga de energía impresionante, justo como si me hubieran puesto un escudo para realizar un combate de magnitudes impresionantes. Me levanté del suelo con un ágil movimiento, incorporándome feliz, llena de esperanzas y anhelos. No sabía exactamente lo que aquel hombre había hecho, pero impulsivamente le dije “gracias” y un “hasta luego”. Salí muy apresurada de aquel lugar, apenas me percataba de que la luna y la noche habían ocupado su puesto habitual. ¡Era tarde, definitivamente! Eso sí lo concebía mi mente, escuchaba a Alejandro seguirme por detrás, a pesar de mis pasos diligentes y mis ansias por llegar. Esbocé un amplio suspiro cuando vi la puerta de la casa de mi abuela, estaba nerviosa y simultáneamente dispuesta a entrar, caminé dos pasos y Alejandro me detuvo por detrás. Giré algo irritada dispuesta


a gritarle si era necesario que me tenía que ir a acostar, que mañana quizá nos veríamos, pero que ya era tarde para platicar. Pero en ese instante un beso en la boca me colocó, me dijo “es de la buena suerte” y sonrió, dio la media vuelta y plácidamente se marchó. Entre a la casa lentamente como si me hubieran hechizado, aun recordando embelesada aquel regalo improvisado, pero allí parada muy molesta se encontraba mi abuela, quería argumentos para eximirme de aquella culpa que ya tenía impuesta. Expliqué algunos acontecimientos que complejamente recordé, efectivamente estaba cansada, pero en el encuentro con mis nuevas amigas de la zona me enfoqué. Hizo algunas muecas de displicencia e incredulidad, pero dentro de mí sabía que me iba a perdonar. Me abrazó y me advirtió que no quería que volviera a ocurrir una situación parecida de desconsuelo, me expreso lo que sentía y temía al ver que no regresaba de mi insólito paseo. Subí las escaleras y caí en la cama como piedra en un inmerso sueño. Al día siguiente se soltó un aguacero como solo en Catemaco solía acontecerse, mi hermana y yo nos pusimos los vestidos de fiesta y fuimos a la casa de nuestra vecina a pasar un rato alegre. La casa estaba maravillosamente decorada, por todos lados había globos de colores, serpentinas y bombones. Adultos y niños se unían a la diversión, cantaban y reían hasta que intempestivamente se acabó la función. Un rayo centellante hizo que se apagará la iluminación y con la continua luz de los relámpagos, apenas podía verse algo más o menos claro en aquella habitación. El incesante ruido de la lluvia puso nerviosos a todos, pero lo peor estaba a punto de suceder, la puerta principal impetuosamente de un solo golpe se dispuso a arder, de ella salió Adelina con un vestido negro corto de seda, su cabello largo y castaño, peinado estaba en


dos simpáticas coletas, a su mano derecha estaba postrado su perro guardián, espeluznantemente el espectáculo apenas estaba a punto de comenzar. Su perro se transformó en un demonio atroz que desgarraba los cuerpos en un segundo, Adelina substraía el corazón de las víctimas, lo devoraba, y se extasiaba con el sucio sabor inmundo. Se retorcía al escuchar los gritos de la gente, pero más se complacía porque sabía que no podían moverse. Ríos de sangre se conjuntaban con la lluvia y la teñían de rojo, la luna y la noche guardarían en secreto aquel suceso horroroso, con todas mis fuerzas logre abrazar a mi hermana conté hasta diez, abrí los ojos y sentí su respiración en mi espalda…


Entre Líneas... José Rafael Rivero Venezuela @letrasysentires Solía sentarme a la orilla de aquel río cada Octubre, a recordar tiempos de mi infancia, en los que mis abuelos me llevaban de la mano contándome sobre la pesca en ese hermoso río. Mamá, preparaba el picnic junto a papa y mis hermanos, la familia se reencontraba en tiempos en los que las nubes y el sol hacían las pases. Unos días llovía, unos día brillaba el astro rey. Las generaciones continuaron y las líneas del tiempo se ampliaron, se desviaron, se separaron. Aprendí de cada uno a valorar esos lazos y en cada poesía, en cada verso, incluía una metáfora que mencionara hechos de familia, relaciones humanas, al amor. Así comencé a reconocer con honor a mis difuntos, entre líneas, en cada pensamiento al anochecer, ahora aquí, a la orilla del río de mis antecesores, aquí donde termina una historia y comienza otra. Mañana tenemos reunión familiar, un picnic a unos metros del río, mi hijo está ansioso a que le cuente una vez más cómo mi abuelo me


enseñó a pescar, y al llegar a casa, me leía un cuento mientras yo dibujaba imágenes que recreaba en mi mente al escucharlo. Es fin de mes, más apenas es el comienzo de una nueva historia, con mis amados blanquecinos, transparentes, sin un cuerpo físico pero con una hermosa energía... A uds, mis respetos y mi amor Universal.


LAGRIMAS NEGRAS. Santa Velia Flores B. Sabinas, Coah. México. La felicidad se esconde y me siento tan triste te veo en mi mente la nostalgia cercana, me invade en sopor, que oprime mi pecho. Aun siento el duelo donde mi alma llora esas lagrimas negras que desgarran y que duelen, que encierran vivencias que hablan de amor me estruja el sentido y abro mis ojos me veo en silencio... te siento aqui, como siempre

en mi mente y corazón. con esta ausencia existe un vacio acomodo vivencias para sentir que aun estás ...que nunca te has ido.


2 de noviembre Antonio Perez Malpica Papantla, Veracruz. Las flores hacen juego con mi vestido, es largo y elegante. Encontré un sombrero que combina con los colores del Zelpazutchil. Este año, saldré a pasear por las tumbas; recorreré cada calle y callejón para embriagarme con el dulce aroma del incienso. Puedo percibir como las almas regresan del sueño eterno. Llegan de todas partes: niños, jóvenes y adultos. Me llena de alegría saber que volveré a ver a José. Hace tiempo que me separe de él, la vida misma nos jugó una mala broma. He


arreglado el altar con tepejilote, mano de león, naranjas y dulces para los pequeños; he puesto la comida que tanto les gusta a mis difuntos. Hay cerveza y cigarros, chocolate y el delicioso pan de muerto que me enseño hacer la abuela antes de partir. Son las 7:00 pm y es hora de que salga, visito a mis vecinos y escucho las historias de sus fieles difuntos. Observo que cada familia tiene su manera de recordar a sus muertos: Más tarde recorro la ciudad, puedo sentir como las ánimas comienzan hacer su fiesta. Veo con fascinación como bailan y cargan con cazuelas y ollas llenas de comida, algunos llevan en exceso mientras que otros solo llevan un vaso de agua. La verdadera fiesta se está celebrando en el cementerio. Este baile de vivos y muertos es la mejor celebración del año. Las familias que puedo ver al entrar al cementerio están cenando en las tumbas, unos cantan por la ausencia de sus muertos, mientras que otros solo se emborrachan para recordar sus proezas. Estoy segura que la gente no podía ver a sus difuntos, sin embargo, este día 2 de noviembre todo podría pasar. Sigo mi recorrido por el cementerio, y decido llegar hasta el final. La algarabía celebrada ya no se escucha, el silencio reina en las tumbas olvidadas. Me guió por la luz de la luna, tardo en encontrar la tumba de José. Veo con tristeza que esta descuidada, no puedo leer su epitafio. Me siento frente a su tumba; hay un nudo en la garganta que no me permite hablar, me calmo y tomo un respiro:


-siento mucho llegar tarde, sé que no te he procurado como antes. He tenido muchas ocupaciones, y me he olvidado de ti. Discúlpame, ¿sabes algo? Hoy he sentido más tu ausencia. Recordé cuando visitábamos a nuestros padres, cuando celebrábamos todo santos juntos y las veces que me ayudabas a no sentirme mal. Observo que José se acerca, me mira fijamente y se agacha para secar mis lágrimas. Me toma de las manos y me dice: Sé que has estado ocupada, y no te culpo por eso. Siempre te estaré esperando, no me he sentido solo en el otro mundo. He encontrado a mis padres y a mis amigos, sin embargo, no mentiré que también te echo de menos Pero ahora, estoy feliz que estés aquí. No puedo contener las lágrimas, me abraza muy fuerte que puedo sentir por un momento el latir de su corazón. Aún mantiene ese aroma de sándalo y del puro cubano. Me tranquiliza cantando aquellas canciones que compuso para mí. Le pido que me dé un beso y él se niega. Ambos sabemos que si un muerto besa a ser vivo, este dejaría el mundo terrenal. Hay un silencio incomodo e intento mirar a sus ojos, sigue siendo el mismo joven del cual me enamore. No dudo en responder y con voz firme contesto: -Estoy segura, sé que hay muchas cosas por delante, pero lo que realmente anhelo es estar contigo nuevamente. Toma mi rostro, su mano aun es cálida y me da aquel beso. Siento como un pequeño espasmo se apodera de mi cuerpo, el aliento se va por un momento. ¿Es así como se siente


morir? Abro los ojos y observo mi cuerpo yace sobre la tumba. Volteo a los lados buscando a José, me extiende la mano y me guía hacia un túnel de luz. Sonrió y tomo la mano de José, caminamos hasta perdernos en aquella luz transitando el mismo recorrido que se abren las ánimas cada 2 de noviembre. Créditos de la imagen: Chiara Bautista


EL NAHUAL Por: Clauzbeth Casvel. Veracruz, México. Ella caminaba muy deprisa, el sonido del silencio se hacía estridente, la noche parecía perseguirla; la luna y su reflejo era lo único que podía verse. En su celular la hora marcada decía que ya era de madrugada, los árboles con crujidos se retorcían con el fuerte viento que soplaba, las hojas caían, el polvo se arremolinaba. El sonido del palpitar de su corazón se hacía cada vez más fuerte, rogaba en su mente que todo saliera bien, que llegara sana y salva a su casa, justo a pedir perdón por haber salido sin permiso a la fiesta de su amiga Sandra.


El eco que emitían los tacones al apresurar sus pasos por la calle empedrada, el sentirse culpable porque nadie la acompañaba, el haber tomado unas copas de más y por un malentendido tener que salir deprisa de aquel lugar. Ella tenía tantas ganas de divertirse, tener un momento de acción, por eso se había salido sin permiso, aceptaría la culpa con resignación. Quería ver a aquel chico que le ponía los vellos de punta, con el que le temblaban las piernas y con mariposas retorcía su vientre; cuyo nombre lo tenía en su cabeza siempre muy presente. Pero todo había sido en vano, aquel chico no se presentó y ahora hundida estaba en una inmersa desesperación. Caminaba y parecía que aquella calle no tenía fin, como si la estirasen cada vez más sin decoro, lágrimas de cristal brotaban de sus ojos, el tiempo se hacía eterno, el momento se inmortalizaba en oro. Volvió a sacar para mirar la cartera de su bolsillo, ni un solo peso atesoraba, y la calles desoladas, ¡Tan vacías! Ni un alma se movía, solo el miedo le resguardaba. De pronto un enérgico viento soplo de la nada, levantando polvo, hojas, semillas, incluso su falda, una fuerte presencia le obligo a quedarse paralizada, la energía que emitía, se sentía en todas sus entrañas. Una estrepitosa risa se escuchó tras su espalda, percibió una mirada fija, sabía que la observaban. Tenía ganas de gritar como nunca lo había hecho, pero los sonidos no se emitían, se había quedado sin aliento. Con mucho esfuerzo bajo la


mirada y pudo percatarse de que sus manos temblaban. Al instante violentamente una fuerza la azotó y al mismo tiempo la soltó de la prisión en la que estaba cautiva, pudo moverse pero sabía que ya no existía una salida. Giró su cuerpo lentamente, con las pocas fuerzas que aún le quedaban, la adrenalina se hizo presente, lo que miró la dejo completamente aterrada. Había un pequeño perro negro rottweiler, aparentaba ser tierno, pero su mirada era incesante. Sin decidir aún que debía hacer, decidió caminar hacia adelante, pero con su vista periférica, se dio cuenta de algo horripilante. A cada paso por más pequeño que daba, aquel animal se hacía más grande, crecía y se ensanchaba. Aquella situación parecía inverosímil, sus pensamientos se volvían insaciables, miles de preguntas revoloteaban en su cabeza, el final sería aberrante. Paradójicamente si se detenía, sabía que sería atrapada en aquel instante, pero si huía, aquel monstruo acabaría con su vida, seguramente de una manera miserable. Así que prefirió la más mínima esperanza, decidió correr por aquellas calles tan lejanas de su casa. A cada paso que efectuaba, retumbaban con violencia las pisadas de aquel perro enorme que se transformaba, y vorazmente corría por el alma de Casandra. Llego con pavor a una calle sin salida, pero antes de morir quería ver a su verdugo con desprecio, pero se llevo la sorpresa más grande de su vida, ¡Aquel sanguinario asesino,


era el chico de sus sueños! Ágil reminiscencia llegó a su mente, recordó las historias que por el pueblo contaban, del nahual que a su presa acechaba con ganas, consternada conoció la verdad aunque ya no podría predicarla. ¡Oh triste final de aquella chica! Que con ilusiones salió aquella noche, tantos sueños marchitos, con esperanzas destruidas, llena de lágrimas sin reproche. Saboreé lentamente su alma, la suculenta exquisitez de la inocencia humana. Mientras substraía aquella adolescente, su mirada se perdía en el infinito, sus recuerdos en el olvido, su cuerpo se convertía en polvo y volaba con el viento de la oscura noche de noviembre. Recogí las ropas que me protegían de mi débil disfraz de humano, había saciado mi hambre, había saciado mi esencia de antemano. Caminé hacia la luz del sol, dirigiéndome hacia mi próximo destino, que seguramente sería al anochecer del crepúsculo de las tinieblas de mi pérfido instinto de asesino.


EL MERCADO DE OCTUBRE A NOVIEMBRE Ángel Valenzuela Ruvalcaba Veracruz, México

Los pasillos del mercado están sembrados de colores y de azúcar. Se entiende una alfombra púrpura y un manto anaranjado. Los altares huelen a más que copal e incienso. Las brujas venden remedios, hierbas, voladoras y fragancias extrañas. El charro negro siempre fiel, atento,silencioso en su fe para con Juanita. Piel de monstruos colgando de ganchos, pieles y máscaras a la venta. Calaveras que no asustan, calaveras danzantes. Alebrijes que serpentean en un espacio reducido, reptando entre cazuelas de barro. Básculas que mienten, básculas que dan confianza y que despachan, frutas y verduras transitando, manos arrugadas y


trabajadas, anteojos que cubren y ayudan a observar, a saludar y ser atento. Este es el mercado, sitio por el que desfilan historias, alimentos, alegrĂ­as y congojas ... hospital para los tristes que quieren reĂ­r, refugio para alguno que otro abusivo, da igual decir que aquĂ­ se han extraviado billeteras o que se han alimentado los necesitados.


Retorno Carina Andrea Nadale Córdoba. Argentina.

Cerré tus ojos. Húmeda y punzante, la lágrima, siguió su cauce en mi mejilla. Volverás. Lo prometiste. Aguardo con pan y vino en las puertas de noviembre, templo del más allá. Regresarás. En el viento que despeina las candelas y alborota las cortinas o en la bruma de la madrugada. Tal vez, el colibrí, te arrastre en el tornasol de su vuelo

para seducir al cempasúchil, ofrenda de néctar en mi ventana. Renacerás. En la fronda de la nube y su melena de lluvia. En las semillas que el sol multiplica en el trigal. En los ciclos pétreos de la luna. En el ala delta de los pájaros. En el arado con que la semilla se abre paso entre las sombras... Volverás. Lo prometiste.


Hablando de muertos

Erinís Córdoba Veracruz, México Mírenme, fantasmas rumiantes acérquense, no se queden distantes devórenme, sacien su incertidumbre. Quedarán tan llenos de amor, que a la vida volverán. Para esta vez...no escapar, para esta vez, aprender a amar…


CALAVERITA Juan Guerrero México De noche festiva vienes, pues justo hoy es mi día, aquí me tienes a tus pies catrina, ya nada puedo hacer, soy toda de usted. DE MUERTES TANTAS Juan Guerrero México Tantas veces he muerto ya y otras tantas asesinado, que no recuerdo demasiado, y en el limbo, solo me he quedado... Acróstico Juan Guerrero México Juntos yacemos en oscuros como grisáceos días, Unos transitan y otros reviran; con melancolía, Antes las glorias eran pan de dulce vida, Nada es igual ya...al cruzar la vía.


Las Muñecas

Alejandra Inclán Veracruz, México A MI MAMÁ A MI TÍA Y A MI ABUELITA OLAYA QUE NO CONOCÍ

Olaya fue presurosa sonriendo y pensando en sus nietas. Se sentía muy bien. Ya quería ver esos pequeños rostros felices y ver como arrullaban sus muñecas entre sus brazos. Se las imagino grandes, ya como madres y con sus críos mamando. Se dijo así misma: <<Quiero mucho a mis nietas>>. Y con ese pensamiento rememoró la situación que la llevó a ese punto: –Olaya, abuelita Olaya, quiero una muñeca –dijo Esther con tristeza y un fuerte anhelo. Olaya agarró y le dio una cachetada a la pequeña Esther. Ordenándole que se dejara de pensar en burradas y fuera a lavar los trastos. Esther lloraba desconsolada. Era una niña de 9 años. Desde que nació su único juguete fue un juego de té usado, que le dieron a su mamá, para ella y su hermana Margarita, que era un año menor. Siempre veía a otras niñas con muñecas y deseaba una. La quería intensamente. La pobre Esther y su hermana casi no sabían de juegos. Toda su vida se volvió en


ayudar en los deberes a su mamá, en el rancho donde vivían. Cuando Esther apenas cumplió los 9, la mandaron junto con Margarita al pueblo, con su abuela Olaya, para que al menos estudiaran tres años de primaria y supieran leer y escribir. Olaya tenía artritis y ya no podía hacer muchas labores del hogar. Sus manos se ponían rígidas con la humedad, así que la llegada de sus nietas fue una bendición. Si por ella fuera no hubieran ido a la escuela. Pero no eran sus hijas y lo poco que le daban de dinero, su hija y yerno, era para ese propósito. No es que Olaya fuera mala. Así fue criada, con el pensamiento que la mujer sólo sirve para la cocina y atender al marido. Sí creía que era importante leer y escribir. Por ello a su hija Gulnara la mando un año a la primaria. Y ahí estaban sus nietas para cursar no uno, sino tres años de escuela. Para ella eso era mucho. –Yo también quiero una muñeca –dijo Margarita que se acercaba a Esther que lavaba platos. Su actitud era neutral. Si no fuera por su deseo manifestado verbalmente, podría decirse que carecía de emociones. Mas no era así. Margarita simplemente era una niña que veía y callaba, aceptaba y no cuestionaba nada. No lloraba. Sólo por Esther se atrevió a romper su silencio y manifestar un deseo. Quería mucho a su hermana aunque no lo dijera, y siempre que podía se solidarizaba con ella cuando estaban a solas. Olaya escuchó a Margarita cuando dijo eso a Esther. Iba a decirles algo, pero calló. Prefirió escuchar la conversación de sus nietas.


Esther empezó a llorar cuando escuchó a Margarita. Sollozaba amargamente, diciéndole que se sentía muy mal de ver a otras niñas que si tenían muñecas. Que qué bonito era verlas arrullarlas, besarlas, jugar a cambiarle los pañales y quererlas mucho. Margarita acarició el cabello de su hermana, y Esther seguía llorando. Olaya sintió una opresión en su corazón. Como dije, ella no era mala. Simplemente no le alcanzaba para comprar una muñeca, mucho menos dos. Apenas y vivía con una pensión con la que escasamente comía. Lo que le mandaban para las niñas también era escaso, con ello y apenas les podía dar un desayuno y una comida. Nada de cena. Olaya quiso llorar. No pudo. La vida le había hecho dura y sus lágrimas se habían secado hace mucho. Pero aún sentía dolor. Recordó su infancia y se dio cuenta que ella también sufrió la falta de una muñeca. Pensó: <<Mis nietas, que mala soy, yo también fui niña, no debí pegarle a Esther, no se lo merecía>>. Así que al día siguiente mientras las niñas estaban en la escuela, fue a casa de una costurera amiga suya. Vivía algo retirada de la casa. Había que pasar al otro lado de la carretera que conectaba al pueblo con el mundo. Luego había que pasar por el puente colgante que atravesaba el río. Llegó y dio los buenos días. –Lourdes, buenos días ¿Se puede? –¡Olaya, que milagro! Pasa mujer, pasa. Ya sabes que esta es tu casa –dijo Lourdes sorprendida de la visita.


–Pues ya ves. Aquí ando. –¿Qué se te ofrece? Tú ya no sales a menos que sea necesario. –Así es, tienes razón. Hoy es una de esas veces. –Pues cuéntame. –Se trata de mis nietas, sobre todo de la pequeña Esther. Quiere una muñeca. Yo no tengo pa comprarles. Ya sabes que soy de las más pobres del pueblo. Ayer lloraba mucho y no pude resistirlo. Por eso vengo. Quisiera ver si me puedes hacer dos muñecas de trapo. No te las puedo pagar enseguida, pero haré el esfuerzo de pagarte antes de un mes, aunque me esté dos o más días sin comer. La confesión conmovió a la amiga de Olaya, quien sin dudarlo le dijo: –Ay Olaya. No te cobraré nada. Dos muñecas de trapo las hago fácilmente, con todos los retazos de tela que me quedan de las costuras que hago. Y ahí tengo estambre para hacerles el pelito. Ahorita casi no tengo trabajo, así que puedo tenértelas mañana como a esta hora. –¿De verdad Lourdes? –Sí mujer. Yo también fui chamaca. Yo sé lo que es desear una muñeca. –¡Gracias! La verdad es que yo misma las haría, pero mis manos se engarrotan fácilmente con la aguja y el hilo, y con mi vista no le atino al ojo de la aguja. –No digas más Olaya. Yo mañana te las tendré.


Al día siguiente Olaya repitió el trayecto hasta casa de su amiga Lourdes. Vio las muñecas y sonrió. –¡Te quedaron “rechulas”! – expresó–. Esther y Margarita van a estar muy contentas. No sabes cómo te lo agradezco. Te confieso que cuando Esther me dijo que quería una muñeca le di una cachetada. Reaccione por puro impulso. A veces olvidamos que de chamacas no distinguimos la falta de dinero, ni lo que hay que pasar para conseguirlo y comer. No sentí nada en el momento. Pero luego la oí hablar con Margarita y me arrepentí mucho. Fue cuando pensé en venir a verte. Mi conciencia fue la que me trajo a ti. –No sólo la conciencia Olaya. Te trajo el cariño que le tienes a tus nietas. Ya no te sientas mal. Anda ve, que esas chiquillas no tardan en salir de la escuela. Y Olaya fue presurosa sonriendo y pensando en sus nietas. Se sentía muy bien. Ya quería ver esos pequeños rostros felices y ver como arrullaban sus muñecas entre sus brazos. Se las imagino grandes, ya como madres y con sus críos mamando. Se dijo así misma: <<Quiero mucho a mis nietas>>. Sumergida en sus pensamientos y en sus sentimientos, cruzó sin precaución la carretera. Entonces sólo vio negro, y de repente estaba en el suelo. No soltó las muñecas. Las vio por última vez. En ellas vio los rostros de Esther y Margarita, y comenzó a hablarles: <<¡Las quiero mis niñas, lo siento, su abuela se va! Fui muy mala con ustedes, por eso Dios me castiga ahora que quise hacer una buena acción.


Perdónenme, aquí están sus muñecas>>. Diciendo esto cerró los ojos y nunca más los volvió a abrir. Esther y Margarita estaban sorprendidas de la aparición repentina de su abuela ante sus ojos. Iban camino a la casa. No entendían el porqué de las palabras de Olaya para entregarles esas muñecas. Sólo sabían que estaban felices. Sonrieron y cada una tomo su muñeca, las abrazaron y luego abrazaron a Olaya, diciendo: <<¡Gracias abuelita, gracias!>> En ese momento Olaya comprendió que se le había dado la oportunidad de ver por última vez a sus nietas. De hacer ese gesto que le permitiría ir en paz con el Señor. Las niñas se despegaron de su regazo y empezaron a caminar con una gran felicidad. Gritaban a Olaya: <<¡Vamos abuelita lleguemos a la casa, hoy te ayudaremos mucho con el quehacer!>> Olaya ya no se movió de ahí. Tenía los ojos cerrados y dijo: <<Ya voy, ya voy>>. Sin embargo, esa frase ya no era para sus nietas, era para Dios. Se había despedido de ellas. Podía irse sin temor. Esther y Margarita voltearon y ya no vieron a su abuelita. Únicamente les quedó la presencia de su amor, representado en las muñecas de trapo que llevaban entre sus brazos. Las muñecas que tanto habían anhelado


Ellos Alejandra Inclán Veracruz, México –Voy a ver a mis muertos abuela –dijo el nieto que estaba de visita. –Anda, ve pues. Pero no demores mucho rato con ellos, no es bueno. –¿Por qué no abuela? –Porque luego se les olvida que están muertos y te arrastran a quedarte con ellos. Así le pasó a Melitón. Toda una tarde se la pasó en el panteón, le anocheció y amaneció. Cuando le fueron a buscar al otro día estaba como tieso, con la mirada fija. Y así se quedó. Su mujer aún lo cuida. Ahora es como un vegetal. Si miras sus ojos siempre fijos, se puede ver su alma y la de sus difuntos platicando. El mismo “dotor” del pueblo vecino lo comprobó. Casi se queda mudo. Lo tuve que curar de espanto. Sudando frío contó lo que vio. Después de eso nunca regresó a “medicinar” a nadie. Ni a mí que le ayudé.


Tú no lo sabes, caí enferma luego. Lo que le quité al “dotor” me lo pasó a mí y ya no me lo pude sacar. Pero el sufrimiento no es eterno y ya me libré de eso. –¡En serio abuela! –dijo el nieto con sorpresa y escepticismo. –Ay hijo, tú te criaste poco aquí, por eso no me crees, porque te fuiste a estudiar y te apagaron las creencias. Pero hay cosas que existen y que en las escuelas no te dicen. –Debe ser abuela –dijo incrédulo–. Ya voy al panteón. Saludaré al abuelo de tu parte. –Hazlo, aunque de nada sirve, él ya no está aquí. Sólo se aparece el día de muertos. Aquí viene a que le dé de comer. El que sí puedes ver es a tu tío Leoncio. Si te dice que le invites una cerveza no lo contradigas. Dile que te espere, que vas por ella. Pero no regreses hasta el otro día. Le llevas la cerveza y la dejas en su tumba. Te alejas y no lo esperes. Al otro día veraz la botella vacía, si es que quieres regresar a comprobar. –Podría tomársela cualquiera abuela, incluso podría caerse y vaciarse. –Ay hijo, tú no me crees… –La verdad no del todo abuela. Sin embargo, si me da curiosidad todo esto que cuentas. ¿Cómo sabes tanto de los muertos? –¡Porque yo ya estoy muerta hijo!… Y diciendo esto, la humilde casa se transformó en ruinas…


Tú recuerdo no morirá jamás. Omar Efraín Martínez Meza. Ecuador. No has muerto, tú recuerdo vive en el huerto en la retina del vecindario, y yo te pienso a diario. Como olvidar lo vivido, si todo fue compartido, la ausencia terrenal, es suplida con la memoria real. En cada espacio y tiempo, tú recuerdo deslumbra con infinita pasión en mí. la mano de Dios; es tú mano amiga. Que guía a cada instante mi camino, un vivir con atino, vivo como que tú me estás viendo, y tu recuerdo siempre me está persiguiendo. "La muerte es el paso para eternizarse entre los vivos"


ESTO NO ES UNA LEYENDA PORQUE YA NADIE LAS CUENTA. Bertha Laraf. Veracruz, México.

En la antesala del festejo de “Coco” Dicen que el perro que ladraba y aullaba En la casa de enfrente conocida como el chorizo Les sembraron una masacuata Demás está decir que la vecina “Ojos locos” Se quedo estupefacta Ella que era tan beata Al fondo se oyó un alarido El cabello todo se le erizó Protección civil se la llevó el taquero los interceptó sin más la preparó en una noche friolenta Esto, no es una leyenda Porque ya ni los ancianos las cuentan. *Basado en una historia real con personajes del Barrio de la Huaca. Coco, personaje de la película del mismo nombre.


Vecina Ojos locos, si existe. Protección Civil, dependencia de gobierno municipal. Masacuata, Es una palabra compuesta por 2 palabras en náhuatl mazatl y coatl, que juntas se pronunciarian "mazatlcoatl" y que designan a una serpiente grande constrictora de la familia de las boas presente en el territorio mexicano, la característica forma de su cabeza parecida a un ciervo mexicano mas pequeño que el venado al cual le llamaban "mazatl" aunado a la palabra "coatl" que significa serpiente, designan a una serpiente cabeza de siervo.


AUNQUE SEA DE DIA Octavio Ponzanelli México Mi calle se siente sola desprotegida, hasta de día se ve oscura. Esa mirada vigilante de 24 horas 365 días. Incesante búsqueda de movimientos extraños en las casas circundantes. Todo lo ve, todo lo sabe, todo lo cuenta. Al caminar frente a su portón siempre te saluda, Siempre tiene algo que decirte de algún vecino. Imagino lo que les dirá a los otros de todo lo que pasa en nuestro hogar Vino la muerta, quiso llevársela 3 veces, pero no pudo sola, era demasiado volumen, demasiado peso en la cuarta oportunidad vino con 8 ayudantes, una carreta que era arrastrada por 4 esqueletos de caballo. Así se fue, en silencio, sin avisar. Desde ese día mi calle se ve oscura…. aunque sea de día


Vida y muerte. Jorge Alberto Troncoso Juárez Veracruz, Ver. México. Si la muerte es tan temida, por qué la tenemos tan vivida. Eso no lo podremos explicar, pues a ella tendremos que llegar. La vida; en cambio, sólo es una moneda de cambio. Que hoy en día es difícil digerir, pues tarde o temprano hemos de morir. Sin tanto temor, me llegó la inspiración. Pues con mucho amor, me surgió la devoción.


LATITUD Marta Diaz Deán Funes, Córdoba, Argentina. En el camposanto la lluvia libera a los demonios de la soledad. La flor - cual arlequín de fuegose abre lujuriosa ante la caricia húmeda. Su útero despojado de aromas es un puñado de olvido. Sentada junto a mis muertos me guarezco del tiempo, mientras la nostalgia en un extraño rictus atenaza su espíritu a una gárgola de metal. Del libro: El Mar que habita en mí imagen de internet


TE ESPERO Luz H. Olvera (Derechos reservados) Días tengo extrañando el viento otoñal golpeando el cristal de mi ventana, anunciando tu llegada en brevedad viajera. La hojarasca en las calles, en los prados, junto a los lirios luce húmeda y apagada, maltrecha por la lluvia que ha cesado a ratos. Anhelo esos soplos de viento haciendo rizos para adornar el ocaso, como marco perfecto para dibujar la mirada que pesque esa corriente que rumore tu venida, tu aroma. Extraño romper esas hojas de los árboles caídas, caminando sobre ellas y en cada paso, escuchar el eco no de mis pisadas, sino de las tuyas. Sentir como TU ALMA SE APROXIMA. Sentir como llega… ebria de distancia, de horizontes bastos, de senderos infinitos, de besos de nubes, de abrazos en tu vuelo.


Extraño ver en mi jardín el último retoño, para que llegues cuando éste caiga; la mesa te estará esperando, a la luz de las velas, adornada con pétalos de Cempasúchil, con el vino que te gusta, con el cálido incienso, y con el murmullo de mis labios que recitan los laudes en silencio.


Infinitas gracias a todos los escritores que participaron en esta muestra literaria en el marco de la festividad Mexicana Día de los fieles difuntos

Ramón de Jesús Hernández Olivares Director y Editor Veracruz, México


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