Pobacma. Época I. 2014

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, año 3, núm. 1, enero-junio de 2014 /105

rir Virgen como resultado de haber sido la menor de sus hermanos. Sin embargo, lo averiguó por sí misma. No tuvo que investigar demasiado. En aquel pueblo de pequeñas dimensiones, una mujer versada en padecimientos femeninos se ofreció a otorgarle la cura con la única condición de no revelar nunca lo que entre ellas quedó entendido y acordado. La noche siguiente, María Castidad abandonó por primera vez su hogar, sola y con rumbo propio, dirigió sus pasos hacia un destino incierto —quizás—, pero decidido por ella misma. No titubeó, ni siquiera volteó el rostro cuando el zaguán se cerró tras ella. Con paso firme y una idea fija en la mente, caminó hasta los límites del pueblo…

Regresó a casa cuando ya los gallos anunciaban el alba. Se acostó en su lecho y entrecerró los ojos sonriendo. Supo que su mal estaba curado y fue consciente también de tener un nombre, de estar viva y de poseer para sí su cuerpo entero. Aquella misma noche, en uno de los dos burdeles del pueblo, una bella joven debutó en el oficio más antiguo del mundo, ostentando un alias tan sugerente y peculiar como: Mariposa de Fuego. Cualquiera podría haber pensado que ambas eran la misma persona; sin embargo, María Castidad estaba convencida de que se trataba de dos mujeres completamente diferentes, poseedoras de un destino tan peculiar como sus nombres, de los cuales no podría desligarse por el resto de sus días.

El bolo Víctor Manuel Esponda Jimeno Transcurría la apacible vida de la familia Arguello Guillén, cuyos remotos antepasados se habían establecido en la vecina Guatemala y en la productiva zona fronteriza que actualmente divide Chiapas y dicho país. Algunos residieron en la acogedora ciudad de Comitán, cuyas flores y mujeres alegran la vista y deleitan el olfato. Disponía esta familia de una vasta y cómoda casa solariega de amplios corredores, patios y traspatios. Algunos afirman que en ella vivieron los descendientes de un antiguo encomendero de apellido Escandón y Noriega, con los que los Arguello estaban emparentados. Éstos y aquellos poseyeron sendas estancias donde además de la cría de razas puras de vacunos y equinos, producían abundantes cereales y agaves este último destinado a la elaboración de un suculento espirituoso cuya destinación se hacía con la mezcla de tres fermentos (sumos de caña, maíz y agave) y tres separaciones lentas a fuego muy medido y en alambique especial cuyo

serpentín se asemejaba a los rizos de la cabellera de una distinguida trigueña comiteca. El señor Arguello se ejercitaba en el oficio de tenedor de libros en las oficinas del gobierno local y además era poseedor de dos ranchos agrícola-ganaderos. Su tiempo lo dividía en la casa y sus ocupaciones. Como era el que autorizaba las licencias y permisos de los comercios siempre era convidado en infinidad de colaciones y festejos, razón por la cual en numerosas ocasiones no compartía la mesa con su esposa. En casa de los Arguello prestaba sus servicios una eficiente ama de llaves que por prolongados años se ocupaba de ese oficio; vestía de gris o negro, era reservada, muy diestra en las artes culinarias, además de eficaz y rigurosa en la administración de la servidumbre que bajo su mando estaba. En una ocasión dicha dama fue requerida por su único hijo que vivía en la capital de la república donde cursaba la carrera de veterinario, y explicó a los señores que


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