"Aquí nos tocó morir". Texto de sala para exposición en Oregon, EUA.

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Aquí nos tocó morir

(Texto de Sala para la exposición de Día de Muertos en el The Jordan Schnitzer Museum of Art. Oregon, E.U.A. 2021)

México Lindo y Querido Si muero lejos de ti Que digan que estoy dormido Y que me traigan aquí1

Existen ciertos íconos de identidad mexicana que logran trastocar a una gran población cuyo origen remite a esta nación, uno de ellos es el canto de la famosa canción “México lindo y querido” la cual es un himno de amor por el México como lugar donde se tienen las raíces, y que resulta tremendamente nostálgica de escuchar al encontrarse lejos, porque la canción remite a la situación “si muero lejos de ti”, evocando la idea de esa incertidumbre con que vivimos al no saber cuándo y dónde nos tocará morir. Porque habría que decirlo, la sensación es aún más intensa cuando se ha emprendido un viaje en el cruce de fronteras en busca de sueños y oportunidades, distantes al lugar y la gente que nos vio crecer.

Así pues, escuchar esta canción y sentir algo dentro vibrar es atender a un llamado de fiesta mexicana, al mismo tiempo que se atiende a una tristeza, a un dolor, remite a ese sentimiento de la relación que solemos tener las y los mexicanos con la muerte; puesto que la concepción de muerte es también ícono de identidad cultural ligada a una historia, y en torno a la cual se ha desarrollado la tradicional fiesta del 2 de noviembre De la misma manera que la canción, la muestra que aquí se presenta busca también ser un llamado a las y los compatriotas, al abordar la muerte desde las diversas visiones mexicanas de las y los artistas guanajuatenses participantes Las obras hacen uso de símbolos y figuras que van desde las tradicionales calaveras y el colorido papel picado, hasta expresiones más abstractas que demandan poner mayor atención en el material y la composición para su interpretación.

Si bien los discursos y respuestas en torno a la muerte pueden ser tan variados y subjetivos, y más en este mundo globalizado, donde no sería prudente hablar de la pureza de un concepto de muerte, habría que destacar aquí dos visiones históricas arraigadas en la cultura mexicana: Por un lado, la de los pueblos prehispánicos, en la que “La vida se prolongaba en la muerte. Y a la inversa. La

1 Fragmento de la canción “México lindo y querido”, del compositor michoacano, conocido como Chucho Monge.

muerte no era el fin natural de la vida, sino fase de un ciclo infinito”2; se creía que los muertos iban al inframundo y la vida después de la muerte dependía de la manera en que se haya efectuado ésta. La concepción de muerte en los prehispánicos tenía cierta crudeza, al existir también los sacrificios, así que de allí proviene el uso de imágenes de rostros y cuerpos descarnados, que corresponden a las calaveras, que se presentan estos días en la fiesta popular, representadas en blanco y negro, y a veces junto a un colorido festivo. Por otro lado, la visión occidental, que corresponde al cristianismo introducido por la colonización española, mediante la cual se toma la concepción de la vida después de la muerte y que mediante la idea del bien y el mal, según sea el comportamiento en vida, se presenta como destinos al morir el cielo, el infierno o el purgatorio. Así de esta manera, ambas visiones han permeado la cultura y han constituido la fiesta de los muertos.

Cabe destacar entonces, la manera especial en que se ha abordado la muerte en México, ligada al ritual y consolidada en la gran celebración del día de muertos, lo cual nos habla de este rasgo de la cultura mexicana, de ligar los aspectos de muerte y vida, dolor y fiesta; porque, como lo señala Paz: “ Entre nosotros la Fiesta es una explosión, un estallido. Muerte y vida, júbilo y lamento, canto y aullido se alían en nuestros festejos, no para recrearse o reconocerse, sino para entredevorarse. No hay nada más alegre que una fiesta mexicana, pero también no hay nada más triste. La noche de fiesta es también noche de duelo ” . 3 De esta manera el llamado de la mexicanidad convoca a la gran fiesta de la muerte, para recordar ese tema tan temido y doloroso por quienes estamos vivos, enfrentándolo de la manera festiva en que hemos aprendido; en un país con grandes índices de violencia, y en un mundo que atraviesa una pandemia, y que nos hace ser más conscientes de nuestra mortalidad, pero también de sentirnos vivos y festejar.

Enlace al evento: https://jsma.uoregon.edu/events/d%C3%ADa-de-los-muertos-3

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Del ensayo “Todos santos, día de muertos”, compilado en la obra “El Laberinto de la Soledad”, del famoso escritor mexicano Octavio Paz.

3 Del ensayo “Todos santos, día de muertos”, compilado en la obra “El Laberinto de la Soledad”, del famoso escritor mexicano Octavio Paz.

4 Gestora cultural, curadora y artista originaria de León Guanajuato. Licenciada en Cultura y Arte con Maestría en Artes por la Universidad de Guanajuato. Contacto: palmiraparamo@gmail.com

Citas para la exposición:

Verdad lo digo: ciertamente no es el lugar de la felicidad aquí la tierra. Ciertamente hay que ir a otra parte: allá la felicidad sí existe. ¿O es que sólo en vano venimos a la tierra? Otro es el sitio de la vida. Allá quiero ir, allá en verdad cantaré con las más bellas aves. Allá disfrutaré de las genuinas flores, de las flores que alegran, las que apaciguan al corazón, las únicas que dan paz a los hombres, las que los embriagan con alegría ...

La muerte como esperanza. (Cantares Mexicanos prehispánicos, rescatados por León Portilla)

Para el habitante de Nueva York, París, Londres, la muerte es la palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor má s permanente. Cierto, en su actitud hay quizá tanto miedo como el de los otros; más al menos no se esconde ni la esconde; la contempla cara a cara con impaciencia, desdén o ironía; “si me han de matar mañana, que me maten de una vez”.

El Laberinto de la Soledad (Fragmento) Octavio Paz

No vale nada la vida La vida no vale nada Comienza siempre llorando Y así llorando se acaba Por eso es que en este mundo La vida no vale nada.

“Camino

de

Guanajuato” (Fragmento de canción) José Alfredo Jiménez

Sus ojos, que se habían apeñuscado con los años, venían viendo la tierra, aquí, abajo de sus pies, a pesar de la oscuridad. Allí en la tierra estaba toda su vida. Sesenta años de vivir sobre de ella, de encerrarla entre sus manos, de haberla probado como se prueba el sabor de la carne. Se vino largo rato desmenuzándola con los ojos, saboreando cada pedazo como si fuera el último, sabiendo casi que sería el último.

Diles que no me maten (Fragmento) Juan Rulfo

¿Quién medirá el espacio, quién me dirá el momento en que se funda el hielo de mi cuerpo y consuma el corazón inmóvil como la llama fría?

Nocturno muerto (Fragmento) Xavier Villaurrutia

En diversas salas de espera Aguardan la misma muerte Los pasajeros de color Y los blancos, de primera.

Volver a una patria lejana, volver a una patria olvidada, oscuramente deformada por el destierro en esta tierra. ¡Salir del aire que me encierra! y anclar otra vez en la nada. La noche es mi madre y mi hermana, la nada es mi patria lejana, la nada llena de silencio, la nada llena de vacío, la nada sin tiempo ni frío, la nada en que no pasa nada.

Abandonados con la tristeza, quedamos aquí en la tierra. ¿En dónde está el camino que lleva a la región de los muertos, al lugar de nuestro descenso al país de los desencarnados?

¿Acaso en verdad se vive, allí adonde todos vamos? ¿Acaso lo cree tu corazón? Él nos esconde en un arca, en un cofre, el Dador de la Vida, el que amortaja a la gente. ¿Acaso allí podré contemplar, podré ver el rostro de mi madre, de mi padre? ¿Se me darán en préstamo allí

North Carolina Blues (Fragmento) Xavier Villaurrutia

Volver Xavier Villaurrutia

algunos cantos, algunas palabras?

Allí tendré que bajar, nada espero: nos dejaron, acompañados con la tristeza.

¿Hay algo más allá de la muerte? (Cantares Mexicanos prehispánicos, rescatados por León Portilla)

¿Qué me importa la muerte si no me importa la vida?

El Laberinto de la Soledad (Fragmento) Octavio Paz

No tenía ganas de nada. Sólo de vivir. Ahora que sabía bien a bien que lo iban a matar, le habían entrado unas ganas tan grandes de vivir como sólo las puede sentir un recién resucitado.

Diles que no me maten (Fragmento) Juan Rulfo

Entonces, con el paso de un dormido despierto, sin rumbo y sin objeto nos echamos a andar. La noche vierte sobre nosotros su misterio, Y algo nos dice que morir es despertar.

Nocturno miedo (Fragmento) Xavier Villaurrutia

En pocos lugares del mundo se puede vivir un espectáculo parecido al de las grandes fiestas religiosas de México, con su s colores violentos, agrios y puros, sus danzas, ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos y la inagotable cascada de sorpresas de los frutos, dulces y objetos que se venden esos días en plazas y mercados.

El Laberinto de la Soledad (Fragmento) Octavio Paz

Ambas actitudes (tanto la azteca, como la cristiana occidental), por más opuestas que nos parezcan, poseen una nota común: la vida, colectiva o individual, está abierta a la p erspectiva de una muerte que es, a su modo, una nueva vida. La vida sólo se justifica y trasciende cuando se realiza en la muerte. Y ésta también es trascendencia, más allá, puesto que consiste en una nueva vida. Para los cristianos la muerte es un tránsito, un salto mortal entre dos vidas, la temporal y la ultraterrenal; para los aztecas, la manera más honda de participar en la continua regeneración de las fuerzas creadoras, siempre en peligro de extinguirse si no se les provee de sangre, alimento sagrado. En ambos sistemas vida y muerte carecen de autonomía; son las dos caras de una misma realidad.

El Laberinto de la Soledad (Fragmento) Octavio Paz

Se había dado a esta esperanza por entero. Por eso era que le costaba trabajo imaginar morir así, de repente, a estas alturas de su vida, después de tanto pelear para librarse de la muerte; de haberse pasado su mejor tiempo tirando de un lado para otro arrastrado por los sobresaltos y cuando su cuerpo había acabado por ser un puro pellejo correoso curtid o por los malos días en que tuvo que andar escondiéndose de todos.

Diles que no me maten (Fragmento)

Desde entonces lo supo. Comenzó a sentir esa comezón en el estómago, que le llegaba de pronto siempre que veía de cerca la muerte y que le sacaba el ansia por los ojos, y que le hinchaba la boca con aquellos buches de agua agrio que tenía que tragarse sin querer. Y esa cosa que le hacía los pies pesados mientras su cabeza se le ablandaba y el corazón le pegaba con todas sus fuerzas en las costillas. No, no podía acostumbrarse a la idea de que lo mataran. Tenía que haber alguna esperanza. En algún lugar podría aún quedar alguna esperanza. Tal vez ellos se hubieran equivocado. Quizá buscaban a otro Juvencio Nava y no al Juvencio Nava que era él.

Diles que no me maten (Fragmento) Juan Rulfo

¡Que se abra tu corazón!

¡Que tu corazón se acerque!

Tú me atormentas, tú me das muerte. He de irme para allá, donde pereceré.

¿Llorarás por mí una última vez?

¿Por mí sentirás tristeza?

En realidad, fuimos sólo amigos, yo tengo que irme, yo tengo que irme.

Amor y muerte (Cantares Mexicanos prehispánicos, rescatados por León-Portilla)

Se oye que ladran los perros y se siente en el aire el olor del humo, y se saborea ese olor de la gente como si fuera una esperanza.

¿No oyes ladrar los perros? (Fragmento) Juan Rulfo

“Somos cuatro”. Hace rato, como a eso de las once, éramos veintitantos, pero puñito a puñito se han ido desperdigando hasta quedar nada más que este nudo que somos nosotros.

Nos han dado la tierra (Fragmento) Juan Rulfo

Allí estaba la luna. Enfrente de ellos. Una luna grande y colorada que les llenaba de luz los ojos y que estiraba y oscurecía más su sombra sobre la tierra. Este no es ningún camino. Nos dijeron que detrás del cerro estaba Tonaya. Ya hemos pasado el cerro. Y Tonaya no se ve, ni se oye ningún ruido que nos diga que está cerca.

¿No oyes ladrar los perros? (Fragmento) Juan Rulfo

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