Palabrería

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Nuestros sueños fabricados 5ta sinfonía o Mambo # 5 Francesca Woodman



Sobre lo que nos rodea, de gente diferente y a la vez iguales, de costumbres y tradiciones, de sentir, pensar... pensar. Lo que nos gusta, lo que no nos gusta y lo que nos gustaría. Opinar, discutir, dialogar, expresarse sin temor a equivocarse, porque el que no se cae es porque no camina. De música, pintura, literatura o cualquier forma de expesión, de aquí, de allá y de más allá. Eso es Palabrería y no sólo son palabras. Gracias a J. C. Najar, Charly, Tona, Marianna Salvioli, a Jenny y Paula por los ánimos, a Nicola Mariani, a Pogo, Aurora Aroca, Adriana y Pedro y sobre todo a Mariana por apoyarme en todas y cada una de mis locuras.

En este número: Nuestros sueños fabricados - Tonatiuh Mendoza; Subvertir el estereotipo. La abstracción geométrica latinoamericana presentada en España - Nicola Mariani; Francesca Woodman - Marianna Salvioli; El perdón también es cultura - St. JC!; 5ta sinfonia o Mambo # 5 - Carlos Olmos. Diseño y edición: Tonatiuh Tenopala.



por Tonatiuh Mendoza No sé si ha habido algún hombre que haya tenido ojos como los suyos, para hacernos ver las peores almas y las más dulces miradas. Hay tanto qué decir y, finalmente, hay tanto, que no se puede hacer otra cosa que callar. Louis Aragon (Así, Chaplin) ¿Qué hace a una película? Hay una corriente del cine actual que trata de ser arte, poesía. Cargan con el estigma del nacimiento. El cine fue creado para ganar dinero, claro que se puede ganar dinero y hacer las cosas bien. Pocas producciones de nuestro panorama cinematográfico actual podrían salir airosas, de un escrutinio riguroso. No hay nada como olvidarse del mundo guiados por una buena historia. ¿Y las películas que no cuentan historias, o las cuentan de una manera diferente? Las películas no necesariamente deben contar historias, aunque son más entretenidas las que lo hacen. En todo caso debería ser más importante que el director (y, a través de él, el guionista) digan lo que quieran decir, disfruten con lo que hacen, que de esa manera, llevaran el gozo cinematográfico a los espectadores. Aunque es difícil precisar o consensuar lo que todos entendemos o sentimos como placer al ir al cine. Al final creo que la mejor herramienta para evaluar una produción es la honestidad. La Fábrica de Sueños, no lo es ¿o sí? ¿Son estos los sueños que tenemos y padecemos? Por mencionar sólo las dos últimas películas ganadoras de los premios Oscar, ¿qué nos dicen El discurso del rey y Zona de miedo? Sí, sí, son grandes producciones, buenas actuaciones (siempre se agradece); aunque me quita más el sueño saber que aún hoy existen los parásitos de la realeza británica o que en ninguna producción norteamericana sobre la guerra de Irak encontremos algún atisbo de autocrítica hacia la criminal invasión del territorio en el medio oriente. Voto por películas más honestas, siempre Clint Eastwood (republicano irredento) sobre Spielberg, siempre Truffaut o Chabrol sobre Luc Besson, siempre Chaplin sobre Bob Hope, o Tin Tan sobre Cantinflas.



por Carlos Olmos

Según el diccionario de la lengua española, el término “cultura” se refiere al: Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc. Asumiendo esto como cierto, me siento libre de poder compartir con ustedes mi gusto por visitar museos en dónde habita el arte consagrado y pomposo (Mainstream) pero casi nunca el día de las inauguraciones donde todo el mundo acude de lentecito, piocha, pantalón roto y camiseta, claro de diseñador, en dónde todo mundo es snob y se pasea por la exposición como si fuera pasarela. Prefiero acudir cualquier otro día como cualquier hijo de vecino y así poder disfrutarla como disfruto del show del mimo en cualquier plaza pública de la ciudad. Si la cultura es un conjunto de modos de vida, no sé porque tenga que ser sustractiva y no aditiva, quien me puede decir que estoy mal si después de asistir y disfrutar del concierto de Iron Maiden, acabé en una fiesta bailando cumbias y salsas. ¿O qué? el hecho de oír a los Tigres del Norte y sus narco corridos me hace narco, yo creo que no, si acaso para algunos me hará “naco”, pero tampoco me digan que si asisto a la temporada de ópera de Bellas Artes me hace snob, pues tampoco. Porque siempre tenemos la tendencia a etiquetar todo de “bueno o malo” El hecho de que me guste la ópera o la música clásica no me vacuna contra los corridos, banda o salsa. Esto lo podemos llevar a cualquier ámbito: literatura, pintura, arquitectura etc. Aunque también debo confesar que hay algunos temas que son soporíferos y que prefiero evitarlos pero eso es cuestión de gustos y no de calidad.

http://www.youtube.com/watch?v=GEdXagVh-Rs


por Marianna Salvioli

Podríamos destacar el cuerpo y la identidad como temas esenciales en la obra de una otra gran artista del siglo XX. Nacida en Denver el 3 de abril de 1958, Francesca Woodman se dedicó a la fotografía desde adolescente. Una de sus primeras imágenes inquietantes es titulada Self-portrait at thirteen (Autorretrato a los trece años- 1972-1975), hecha con una cámara Rolleiflex de medio formato. En ella ya se perfilan algunas características sobre su trabajo: la afición por autorretratarse a velocidades lentas, por ocultar su rostro mientras exhibe su sexualidad, por usar el blanco y el negro, por relacionarse con los ambientes y la luz natural, y por comulgar con la acción fotográfica, esto es, actuar como ente activo y pasivo. Francesca Woodman programaba la toma, pero, al colocarse rápidamente frente a la cámara, dejaba que ésta actuara casi independientemente. Es muy conocida la explicación de Woodman sobre la razón por la cual continuamente se fotografiaba a sí misma: “Es una cuestión de conveniencia: yo siempre estoy disponible”. Sin embargo, sus trabajos académicos nos revelan que no sólo se retrataba por comodidad, sino para expresar la búsqueda de su ser, de su Yo. Por ejemplo, en la serie Charlie, the model (Charlie, el modelo- 1976-1977) dejó de lado la obvia posibilidad de retratarlo en posiciones rígidas, para pedirle que se involucrara en una reflexión sobre su trabajo como modelo. La joven artista prefirió plantearlo como persona, en vez de como ente al servicio de los estudiantes del Rhode Island School of Design. La serie continúa con la propia participación de Woodman, desnuda y bailando alrededor de Charlie, como dando a entender que la relación entre ellos puede ser más orgánica y no estancarse en los roles que cada uno debería representar. Así, escribió: “está el papel y luego la persona”. Uno de sus trabajos más famosos se llama Y un día más desperté sola en estas sillas blancas. En él aparece desnuda, sentada sobre una silla semidestruida, con las piernas abiertas, y dejando caer su largo cabello oscuro sobre su cara y el vello púbico. ¿Quién es la joven? ¿Tan “Sólo un nombre”, al estilo del poema de Pizarnik (“alejandra alejandra/ debajo estoy yo/ alejandra”)? ¿Dónde está Francesca Woodman en su fotografía?


Y es que entre más nos descubre, más nos oculta; entre más se expone, más se esconde. Mimetizada entre los muebles, el papel tapiz, las puertas, los árboles y los espacios domésticos, la fotógrafa revela una identidad asociada al objeto concreto y cotidiano, pero desligada de un tiempo específico. No importa cuántos de sus trabajos sean mostrados al público (se estima que sólo un 15% ha sido expuesto por la fundación que dirigen sus padres, los artistas George y Betty Woodman), parece que no llegaremos a conocerla del todo. La desnudez, el auto crearse y la supresión son otros aspectos frecuentes; de hecho, en algunas imágenes se “amputa” partes de su cuerpo o los esconde tras los elementos (alacenas, otras personas, etc.), sin dejar de hacer hincapié en su presencia. De esta manera, una fotografía de 1975-1978 la presenta entre otras dos mujeres desnudas, cada una sosteniendo un retrato de la artista estadounidense. Salvando las diferencias, podríamos aplicar en las obras de Woodman este principio del fotógrafo norteamericano Duane Michals: “quien ve mis fotos ve mis pensamientos”. Si bien su obra es íntima y hasta narcisista, cabe la duda de si Francesca Woodman llegó a conocerse de verdad. Quedaba claro para ella, sin embargo, que el mundo únicamente podía serle representado a través del visor de una cámara: “La fotografía es también una manera de conectar con la vida. Hago fotos de la realidad filtradas a través de mi mente”, señaló. La obra de Woodman genera opiniones extrañas en los espectadores, a raíz de esa sensación de intimar con ella sin llegar a conocerla. Quizás sea allí donde recaiga la curiosidad - y el culto - que genera Woodman; o quizás en el hecho de que se haya suicidado en enero de de 1981, con tan solo veintidós años, y dejando algunas de las fotografías más emblemáticas de su época.

Fotografías: Self portrait at thirteen (fondo) Charlie the model Nº5* Y un día más desperté sola en estas sillas blancas**

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por St. JC

Cultura. Cultura son muchas cosas y muchas cosas son cultura. Étnicas, artísticas, regionales, religiosas, literaria... ¿cuántas conocemos? ¿A cuantas le damos importancia y cuales nos mueven? ¿Cuántas personas no pasan por nuestra vida diciendo ser “muy cultos” y tiempo después nos damos cuenta que con todo lo que saben, realmente no valen nada? Pero... hoy me gustaría preguntar, ¿dónde esta nuestra cultura humana? Esa que incluye los valores básicos del ser humano, esa que nos hace ser mejores cada día, la que nos acerca, la que nos eleva y lleva a algunos a ser. Ejemplo: No hace mucho tiempo, puse un negocio, en una colonia ajena, en donde yo no conocía a nadie y nadie me conocía a mi, en donde con solo dos meses de establecerme pude llegar a conocer a varios vecinos con base en una buena atención y en un buen servicio. Siempre me ha gustado el atender a la gente, no se, siento que es algo que se me da. Total, que de entre las múltiples personas que desfilan a diario a través de esas rejas blancas, también llegan niños, de esos que ya son raros en estos días y que todavía te piden las cosas por favor, que te dicen señor (y de paso te hacen sentir más ruco), que dicen “Gracias y hasta luego”. Y entonces ocurrió que un buen día, llegan con una cuerda de saltar y se me ocurre preguntarles que ¿quién era el que más saltos hacia?, o grave error, termine siendo blanco de 2 hermanos que me retaban a superar sus 40 saltos seguidos, infelices, ya los quiero ver a los 28 y con cientos de cajetillas de cigarros encima... pero bueno, el marcador acabo con un fabuloso: 50 el gran St. JC... 90 la niña de 11 años... damn! Ese día llevo a otro y a otro y a otro más, entre saltos, avioncitos y botes pateados. Si, si, si… ya se, ya estoy grandecito, pero ¿qué quieren? Tengo complejo de Peter Pan.


El 3er día fue el más genial y el más triste. Por primera vez desde que llegue a ese lugar vi en la calle a muchos niños jugando, saltando la cuerda y yendo a sus casas por cuerda para lograr hacer una cuerda más grande. Y por primera vez desde hace ya mucho tiempo, me vi ahí, con 10 años, jugando en la calle con mis amigos, cuando todo era bueno y no había preocupaciones. En eso llegó un cliente y me metí a atenderlo, acto seguido un niño había llegado con un balón ¡Oh no!..., acto siguiente, estoy en las últimas de atender al cliente y trato de apurarme para decirles que por favor no jugaran con la pelota. Acto final: Un balonazo a la accesoria continua. Nunca supe bien en que momento llegaron tantos gritos y reclamos, tantas miradas con odio y tantas palabras sin sentido. Nunca comprendí y sigo sin comprender ¿cómo algo tan padre se convirtió en algo tan... malo? El casero terminó pidiéndome la accesoria, los vecinos terminaron pidiéndome perdón, los niños terminaron viéndome con tristeza y yo termine preguntándome: ¿Qué hice? Después me entere del acta levantada en contra de unos chavos (entiéndase de edades entre 19 y 26 años) que se ponían a jugar fútbol en la madrugada, que tomaban, se drogaban y le daban balonazos a los portones y los carros, que muchos vecinos están peleadísimos a muerte con el casero, por que es un “ojete mala onda” y el casero con ellos por que son unos “envidiosos”. Y entonces me pregunte: ¿Qué pasa con todos los demás que no son parte del problema? ¿Qué culpa tienen los niños? ¿Dónde queda el perdón? ¿Cuantas ocasiones dejamos ir de nuestra vida a gente valiosísima sólo por una estupidez? ¿Cuánta gente queda sola y muere sola en el mundo ante su incapacidad de vencer su orgullo y sus caprichos? ¿Cuántos padres e hijos no vuelven a dirigirse la palabra hasta que ya es demasiado tarde y el corazón deja de latir? ¿Cuántas personas no se han quedado paradas frente a su pareja pensando en el “¿Por qué no le dije?”..., mientras la ven recostada en una caja. Se que esos niños ya no van a volver a pararse a jugar por ahí. Se que ahora el odio y la mala vibra es mayor que nunca y que ese cáncer pasara de generación en generación. Se que tal vez nunca nadie sea capaz de buscar decir esa palabra mágica que puede abrir corazones, pero... lo que si se, es que por una tarde, por una soleada y agradable tarde, los niños fuimos felices. ¡St. JC! (¡La St. Es de “Saint”! ¡Ja!)




Su b v e r t i r e l e s t e reotipo. La a b s t r a c c i ó n g eométrica latinoamericana pr e s e n t a d a e n E s paña Por Nicola Mariani Crítica de la exposición: América fría. La abstracción geométrica en Latinoamérica. Fundación Juan March. Castelló, 77. Madrid. Comisaria: Osbel Suárez. Hasta el 15 de Mayo de 2011.

Hay exposiciones rotundas que destacan por el carácter profundo y riguroso de los análisis y las investigaciones que las preceden; por la coherencia entre la claridad de sus intenciones y la eficacia de sus logros; o bien por su importancia didáctica y documental. La exposición presentada actualmente en la Fundación Juan March de Madrid [http://www.march.es/], comisariada por Osbel Suárez, sintetiza todas estas características, representando una cita de referencia en el contexto español para una reflexión sobre el arte procendente del Centro y del Sur del continente americano.

Utilizando una clave metafórica “térmica”, que alude a la objetividad “fría” del arte abstracto, esta exposición ofrece una visión de Latinoamérica diversa del estereotipo habitual y, al mismo tiempo, pretende dar cuenta de la heterogeneidad y complejidad que caracteriza la producción abstracta geométrica llevada a cabo, a lo largo de casi cuatro décadas del siglo XX, en el ámbito artístico de este especifico contexto geográfico. El percorso expositivo consta de una muestra de cerca de 300 obras, creadas por más de 60 artistas procedentes de Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, México, Uruguay y Venezuela. También se pueden admirar obras realizadas por artistas y arquitectos europeos y norteamericanos que cultivaron el lenguaje de la abstracción entre mediados de los años treinta y mediados de los setenta, como Josef Albers, Alexander Calder, Victor Vasarely o Ludwig Mies van de Rohe entre otros. Estos últimos influenciaron directamente algunos de los artistas latinoamericanos representados en la exposición, en ocasión de sus viajes por Latinoamérica o bien entrando en contacto con ellos en Europa (sobre todo en París). Una mención especial merece la densidad y amplitud del catálogo, que se configura como una herramienta fundamental para profundizar el estudio de los movimientos y los artistas objeto de la exhibición (edicción cartoné; en español y en inglés, con textos de Osbel Suárez, María Amalia García, Ferreira Gullar, Michael Nungesser, César Paternosto, Gabriel Pérez-Barreiro y Luis Pérez Oramas; 504 p.; 45 euro).


(Fondo) Leo Matiz: USA Abstracto – 1950. Plata en gelatina, impresión vintage. Cortesía: Fundación Juan March. 2011.

Hércules Barsotti: Preto/branco, 1959–61 (Negro/blanco) Óleo y arena sobre lienzo. Colección Patricia Phelps de Cisneros. Cortesía: Fundación Juan March. 2011.

Haruo Ohara: Turbilhão. Londrina–PR, 1957 (Torbellino. Londrina–PR). Plata en gelatina Colección Instituto Moreira Salles. Cortesía: Fundación Juan March. 2011.

Rafael Soriano: Sin título, s. f. – Óleo sobre lienzo. Colección Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana. Cortesía: Fundación Juan March. 2011.


Si bien se podría debatir sobre el adjetivo latinoamericano” - puesto que en muchas ocasiones ha sido criticado por ser un término que no surge en lo que generalmente se conoce como Latinoamérica, sino en el contexrto europeo y en Estados Unidos, y por obligar de hecho a centrar la discusión exclusivamente en el contexto de producción y no en el valor artístico de las obras - cabe señalar, sin embargo, que tanto el proyecto de la muestra como su eficaz realización tratan claramente de remover algunos de los prejuicios todavía existentes a la hora de aproximar el arte procedente del continente americano. En efecto, la clave de la exposición evidencia una intención explícita de subvertir el punto de vista postcolonial desde el cual a menudo todavía se mira a América Latina: un punto de vista aplastado sobre el estereotipo reduccionista “tropical” y “caribeño”, que tiende a considerar el Centro y el Sur de América como un unicum “caliente”, “espontaneo”, “expresivo”, “sensual”, “vitalista” etc. En este sentido, la exposición muestra la renovación llevada a cabo en diversos países latinoamericanos tratando de representar el caracter diferenciado de sus peculiares invenciones respecto a la abstracción geométrica europea. De hecho, si por un lado el lenguaje plástico creado en el Centro y Sur de América tiene como referencias claras la herencia abstracta europea de movimientos como el suprematismo, el contructivismo o el neoplasticismo, por otra parte encuentra una manera propia de articular ese lenguaje.

A este propósito cabe citar la excelente sección dedicada a la fotografía, en la que destacan obras como Composição Cubista del brasileño Gaspar Gasparian (c.1950, plata en gelatina, impresión vintage, 30x40 cm., Colección Ella Fontanals-Cisneros); Homenagem a Mondrian de German Lorca (1960, plata en gelatina, impresión vintage, 57,8x46,5 cm., Colección Museu de Arte Moderna de São Paulo); México (1942), Abstracto Caracas (1950) y Polígono Venezuela (1950) de Leo Matiz (plata en gelatina, Fundación Leo Matiz). Además de pinturas, esculturas y fotografías, se exponen también muchos documentos gráficos y textos originales, como por ejemplo el boceto en guache sobre cartón Estudio para el Cartel de la I Bienal de São Paulo, realizado en 1951 por el artista brasileño Antônio Maluf; el cartel de la exposición acht argentijnse abstracten de 1953, conservada en el Stedelijk Museum de Ámsterdam o el Manifiesto Blanco, publicado por el italo-argentino Lucio Fontana en Buenos Aires en 1946.


Como se sabe, entre mediados de los años treinta y mediados de los cuarenta, mientras el continente europeo se hallaba destrozado por tremendas dictaduras y por el desastre de la Segunda Guerra Mundial, el contexto latinoamericano representó a menudo un lugar privilegiado para la libre expresión artística e intelectual. Caso emblemático es el del citado Manifiesto Blanco de Fontana: una declaración de poética neofuturista con la que empieza una etapa fundamental en la trayectoria del artista, quien se encontraba en aquel entonces en la capital argentina al cubierto de la tragedia bélica europea. La unidad del tiempo y del espacio allí porclamada se concretará, a partir de finales de los cuarenta, en sus obras abstractas “espacialistas” realizadas una vez regresado a Italia. Recordamos aquí un breve paso de dicho Manifiesto (que en el catálogo de la exposición se publica por entero): «El descubrimiento de nuevas fuerzas físicas, el dominio sobre la materia y el espacio impone gradualmente al hombre condiciones que no han existido en toda la historia. La aplicación de esos hallazgos en todas las formas de vida produce una modificación en la naturaleza del hombre. El hombre toma una estructura psíquica diferente. Vivimos la edad de la mecánica. El cartón pintado y el yeso erecto ya no tienen sentido».

Algunas de las piezas presentadas en esta exposición nunca habían aparecido antes fuera de su país de origen, como es el caso de algunas obras del mexicano Germán Cueto o del colombiano Leo Matiz. También cabe mencionar la sección dedicada a la abstracción geométrica cubana, desarrollada en torno al trabajo de un grupo de artistas como Mario Carreño, Luís Martínez Pedro, Sandu Darie, Loló Soldevilla o Rafael Soriano entre otros. No hay duda de que esta muestra refleja muy bien la complejidad de una página de la historia del arte americano menos conocida en Europa y la fragmentación de una producción artística que se desarrolló en maneras muy diversas en los distintos contextos culturales, sociales y políticos. Se trata, en este sentido, de un evento muy recomendable y de notable interés.

(Fondo) Ludwig Mies van der Rohe: Edificio de oficinas Bacardi, Santiago de Cuba, proyecto. Versión preliminar: perspectiva interior – 1957. Cortesía: Fundación Juan March. 2011.



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