Discos y Otras Pastas 96 - enero 2022

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DISCOS Y OTRAS PASTAS www.otraspastas.blogspot.com AÑO 16 NÚMERO 96

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ROBERT PLANT & ALISON KRAUSS - “RAISE THE ROOF”

LA CANCIÓN SIGUE SIENDO LA MISMA “Cada vez que tuve que despedirm e de algún amor, siempre me aseguré de que mi colección de discos estuviese a salvo en el baúl de mi auto. A veces las despedidas fueron demasiado apresuradas, así que no era posible mantener el orden alfabético. Pero siempre me fui con mis discos. Eso siempre fue algo esencial...”. El hombre suelta las palabras sin aclarar cuántas veces tuvo que cargar sus vinilos, ni qué tan pacíficas fueron las despedidas, pero todo hace pensar que solo debe fidelidad a la música. Robert Plant, de él se trata, sabe lo que es ganar y sabe lo que es perder. Tuvo todo lo que un joven puede aspirar a conseguir, y dejó en el camino mucho de lo que un viejo quisiera conservar hasta el último día de su vida. Al menos, retuvo una buena cabellera, herencia de su madre gitana, y si bien sus icónicos agudos pueden haber quedado anclados sin remedio en algún doblez de los años ochenta, su voz añejada sería capaz de encantar serpientes.

caseros, volvió a reparar en ‘Quattro’, la canción de Calexico inspirada en los rarámuris, un pueblo que vive en la Sierra Madre Occidental mexicana, conocido por su gran capacidad para correr cientos de kilómetros sin descanso. Un talento que los ha convertido en hombres serenos e inmunes a las enfermedades y a las tensiones de la vida moderna. Christopher McDougall, que escribió “Nacidos para correr” inspirado en la historia de los rarámuris, dice que ellos han respondido siempre a los ataques corriendo más lejos y m ás rápido que cualquiera para terminar refugiándose en la profundidad de las barrancas. Desde la llegada de Cortés y sus invasores, hasta los capos mexicanos de la droga, pasando por las correrías de Pancho Villa y sus jinetes temerarios, nadie pudo darles alcance. Krauss recuerda que, al escuchar atentamente la letra de la canción, detuvo su vehículo en la primera intersección del cam ino e inmediatamente le escribió a Plant. Tenía la sensación de haber encontrado la chispa adecuada para encender la inspiración que venía esquivando los intentos por reunir un manojo de canciones que les devolviera el entusiasmo con el que hace catorce años encararon “Raising Sand”, el disco conjunto que, sorprendiendo a propios y extraños, se convirtió en un hito en la carrera de ambos.

Alison Krauss aún graba sus canciones favoritas en discos com pactos, una costum bre que le facilitaría huir con su colección algo m ás ordenada que la de Plant, aunque no tanto como podría hacerlo si supiera cómo armar una playlist en algún servicio de streaming. Hace un tiempo, mientras conducía por Nashville escuchando uno de sus compilados

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* * * “Raising Sand” fue un disparo al aire que hizo diana. Con semejante antecedente, su segundo acto estaba obligado a dar en el blanco, y en esa dificultad “Raise the Roof” encuentra gran parte de su m érito. Stephen T. Erlewine se refiere al sonido que el dúo logró en su prim era reunión como “un relámpago en una botella, un tipo de m agia que no podría ser reproducido”, para luego afirmar que esta secuela es la “prueba de que los rayos a veces caen dos veces.” La propia Krauss recurre a las alegorías voltaicas para explicar el tiempo transcurrido entre un disco y el otro: “ha sido como un relámpago”, una im agen que recuerda aquel “Sabemos a dónde vam os, y de dónde venimos. Entre dos oscuridades, un relámpago”, el verso de Vicente Aleixandre, aunque en formato de negativo fotográfico. Con el oficio de unos zahoríes que rastrean oasis subterráneos, Plant & Krauss vuelven a probar su talento para hurgar en los pliegues de la historia y encontrar canciones que a priori no exhiben demasiadas afinidades, pero que en el proceso interpretativo, o m ejor con la artesanía productiva de T Bone Burnett y su séquito de intérpretes (hasta el mism ísimo Bill Frisell se ha sum ado al club), son deconstruidas y reformuladas, desprovistas de algunas prendas y vueltas a vestir con otras ropas, hasta un punto en el cual todas terminan conformando una unidad indisoluble e im posible de ser concebida de manera distinta. Una habilidad que solía reconocérsele a Joao Gilberto era la de haber encontrado una fórmula de interpretación, una ecuación perfecta de voz y guitarra, respiración y armonía, a partir de la cual todo podía ser convertido en Bossa Nova. Toda canción se transformaba en su canción como parte de un proceso espontáneo y no de una conquista o apropiación, su arte era el ejercicio pleno del don de la libertad. En ese

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punto reside el secreto que potencia esta colección. En lo que se quita y se agrega a cada una de ellas para darles una tonalidad y un sentim iento que las estiliza y les da un carácter novedoso, en ciertos casos transformándolas y en otras aportándoles sutiles pinceladas que tan solo realzan sus colores más discretos. El dúo da testim onio de una época que solo perdura en estas canciones, sin im portar su contemporaneidad o el preciso m omento histórico del que proviene cada una de ellas. De hecho, las hacen viajar en el tiem po, envejeciéndolas en unos casos, y resucitándolas en otros. Hay una ecualización natural en el modo de frasear y acarrear la melodía. Todas las canciones son distintas, y todas son iguales. Uno no se cansa del mar, aunque lo haya visto mil veces. El universo se muere un poco cada día, y aunque todo parece indicar que Dios se hartó de nosotros, de vez en cuando nos concede algún que otro milagro. ¿Tendrá acaso esta gente la fórmula que activa la debilidad celestial? * * * “Raise the Roof” es el resultado de una misión ecuménica. A la hora de escoger el repertorio, hay elecciones que se repiten, otras que no sorprenden, y están las que forman parte de un verdadero regalo para curiosos y melómanos. Entre las reincidencias están The Everly Brothers, su balada blusera ‘The Price of Love’ se convierte en un proto trip-hop que destaca por sus contrapuntos vocales, y Allen Toussaint, de quien rescatan el ‘Trouble with My Lover’ para trocar su lujuria soul por una no menos efectiva sensualidad tántrica. En el territorio de las selecciones esperables, las intervenciones no son por ello m ás convencionales. A ‘Quattro (World drift in)’ le extirpan la sección de vientos para hacerla fluir con una tensión

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dramática acorde a su propio relato. Con ella inician el disco, y a partir de ese mom ento, todo avanza con la lentitud de la ingravidez, una cámara lenta que hasta cuando acelera suavemente, com o lo hace con el ‘Can’t Let Go’ de Randy Weeks, lo hace sin apuro, dejando que cada acorde suene entero, en el momento indicado. Si “Raise the Roof” innova respecto de su predecesor, es con su rescate al folk británico. La cita a Anne Briggs confirma que se puede sostener actitud roquera cantando canciones que acumulan siglos en su ADN. Un acto de justicia, que Plant reafirma con la versión del ‘It Don´t Bother Me’ de Bert Jansch. Si en “Raising Sand” la dupla recreaba el ‘Please Read the Letter’ que Page & Plant habían estrenado en su Walking into Clarksdale, aquí se atreven con una nueva composición de Plant y T Bone Burnett (‘High and Lonesome’), cuya potencia contenida nos deja fantaseando con la pirotecnia de una guitarra cargada por el diablo. El sonido de la fusión de las voces de Plant y Krauss, es el eco de todas las voces posibles cantando al unísono todo el tiempo; un experimento que fuerza los límites de la teoría de la relatividad. Sobre la cuerda inquebrantable del soprano de Krauss, el arrullo de Plant reverbera como el eco del canto de los pájaros en los días nublados. La interpretación del dúo juega a demorar el desenlace, prolongando la tensión como en un final cinem atográfico. Se hace eterno y fugaz a la vez, como todas las cosas importantes. *

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En el «El Rif, por la m úsica», uno de sus tantos escritos de viajes, Paul Bowles cuenta que en 1959 recorrió zonas inhóspitas de Marruecos, dedicado a hacer un registro de los principales géneros musicales que podían encontrarse dentro de las fronteras del país. El relato le hace padecer al lector el agobio que el propio Bowles sufre por la falta de electricidad, la dificultad para trasladar e instalar el equipo, la negativa de algunas tribus para reunir y presentar a sus músicos, o el sopor del clima desértico impregnado por el exceso de kif (cannabis). En la escala de Einzoren la comitiva instaló el equipo de grabación en un edificio municipal en desuso lleno de m ujeres y niñas que cantaban y tocaban suavem ente los tambores. Estaban sentadas por parejas con las cabezas lo bastante pegadas como para poder cubrirse con una gran toalla turca. Dirigían las voces hacia el suelo, por lo que era imposible saber quiénes cantaban realmente. La canción era asombrosam ente repetitiva; sin embargo, lo que m ás le molestaba a Bowles eran los murmullos y cuchicheos que se oían mientras cantaban; interferencias que el micrófono grabaría inev itablemente. En un momento, Bowles pudo dirigirse al caíd, la autoridad local, para preguntarle por qué las cantantes hablaban tanto, y él le contestó que era para preparar la estrofa que irían a cantar a continuación. La letra era improvisada. Media hora más tarde, con la cinta de grabación agotada, Bowles cruzó nuevamente la sala para preguntarle al caíd si todas las canciones serían así de largas. El caíd le explicó que podían seguir toda la noche, hasta que él las detuviera. “¿La misma canción?”, preguntó Bowles. “Sí, la mism a canción, ¿quiere que canten otra?” Le contestó el caíd.

JORGE CAÑADA

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VICIOGAMES

LO BUENO, LO MALO Y LO FEO DE: BLACKWIND LO BUENO Blackwind es un videojuego del género hack and slash, con elementos de acción y puzles; en el que controlamos a un mecha para hacer f rente a hordas de alienígenas. El control del robot es adecuado y, a medida que avanzamos en la campaña, iremos ganando distintos poderes y habilidades, como lanzar misiles teledirigidos, activar un escudo def lector, doble salto, entre otros. Lo interesante es que los poderes que vamos ganando se hacen de utilidad para avanzar en la campaña, no solo para aplicarlos con combate, sino especialmente para la resolución de puzles y para alcanzar secciones antes inaccesibles. Aquí contamos con un árbol de habilidades amplio, que nos permite mejorar los poderes adquiridos durante la campaña. Así, podemos ampliar el ef ecto de los ataques o duplicar el rango de nuestros disparos. Un detalle a tener en cuenta es que la campaña puede pasarse también en cooperativo: uno de los jugadores toma el mando del mecha, mientras que el segundo controla un dron de asistencia. Es una alternativa interesante, aunque sin opciones de juego online. Ir ganando habilidades nos permite hacer algo de backtracking, a f in de acceder a zonas antes inaccesibles. Aunque, esto solo está supeditado a completar el único coleccionable de Blackwind: los distintos skins de nuestro mecha. Blackwind no es un juego demasiado corto: terminar la campaña me tomó entre siet e y ocho horas, una duración nada deleznable para los tiempos que corren. Además, el diseño del mecha y de los distintos enemigos es bastante convincente, mientras que la ambientación es variada y satisf actoria.

LO MALO En Blackwind, encarnamos a James Hawkins, un adolescente que termina at rapado dentro de un mecha en el planeta alienígena Medusa -42. El joven debe abrirse paso en este mundo hostil con la misión de encontrar a su padre, que debido a un accidente está no habido. La trama es una de las partes más f lojas del juego: no hay mayores sorpresas ni momentos intensos; y el gran plot twist es demasiado predecible. El sistema de combate me pareció algo simplón, con apenas un puñado de combos a nuestra disposición. En la misma tónica, la dif icultad me pareció apenas retadora en el nivel Normal, por lo que recomendaría a

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los más curtidos iniciar en Hard para sentir el desaf ío. Esto se debe a que los enemigos suelen tener ataques parametrados, que una vez aprendidos podemos evitar y contrarrestar con relativa f acilidad. Los momentos más complicados son cuando hay muchos enemigos en pantalla. Aquí las acciones se vuelven realmente f renéticas y hay que estar en constante movimiento para evitar caer presas del enemigo. Lo malo es que estos momentos no abundan en todo nuestro recorrido por Medusa-42. Para ubicarnos, tenemos la ayuda de un mapa que, lamentablemente, no podemos desplegar para verlo en su totalidad. ¿Qué les costaba colocar el mapa completo dentro del menú para pod er orientarnos mejor? Terminada la campaña de Blackwind, solo podemos regresar a nuestro último punto de guardado para conseguir todos los skins de nuestro mecha. No hay Game+ ni siquiera modos extras para darle más tiempo de vida a nuestra inv ersión. A nivel técnico, me topé con algunos bajones de f rames bastante molestos en las secciones f uera de las mazmorras. LO FEO El trabajo de los actores de voz (en inglés) me dejó mucho que desear: poca emoción y f uerza. Además, hay líneas que se repiten hasta el hartazgo durante las batallas. En la misma línea, debo cuestionar que el juego no llegue doblado al español: solo con subtítulos; pero estos están localizados para España, mas no para Latinoamérica. CONCLUSIÓN “Blackwind me llamó la atención cuando lo vi en tráileres, y algo de esa emoción y vértigo que vi en los avances está en el videojuego. Sin embargo, debo reconocer que no t oda la campaña goza de ese nivel de calidad. Estamos ante un producto interesante, pero irregular; una propuesta llamativa, pero desangelada. Nunca llega a explotar como para convertirlo en una opción 100 % recomendable”.

FERNANDO CHUQUILLANQUI

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NOVEDADES DISCOGRÁFICAS

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THE WEEKND – “Dawn FM” No nos engañemos, que The Week nd haya descubierto las bondades del revival de sintetizadores, solo puede ser sinónimo de tener a nuestra disposición un arsenal de hits de irresistible estampa. Con esa habilidad indiscutible que Tesf aye tiene de saber llegar a toda clase de público s, una vez más nos vemos en la obligatoriedad de abrazar su propuesta. Es más, tal y como el álbum se plantea, entendemos ahora su trabajo previo (“Af ter Hours”) como una hoja en sucio en la que el canadiense f ue realizando sus sumas y sus restas hasta llegar al término def initivo que acontece la espectacular bomba que es este “Dawn FM”. Una emisora nos da la bienvenida: “estás escuchando 103.5 Dawn FM y parece que llevas mucho tiempo en la oscuridad: es hora de caminar hacia la luz”. ¿Quién puede resistirse a una introducción así? Y más cuando lo que acto seguido invade la emisión es un surtido de sintetizadores, cajas de ritmo y voces distorsionadas tratadas con una excelsa elegancia (‘Gasoline’). Poco tardamos en desenvolver uno de esos hits con marca de la casa que apunta a acabar en los podios de todos los rankings globales (‘Take My Breath’). Y aunque el inicio tenga una energía dif ícil de superar, todavía atestiguaremos algunas sorpresas como su colaboración con Lil Wayne entre punteos f unkys para ‘I Heard You’re Married’, o el seudo podcast de mindf ulness que el amigo Jim Carrey se gasta para cerrar el disco. Tenemos a un Tesf aye bien acompañado y asesorado, que logra casi esquivar del todo la machacante reiteración de recursos y técnicas, para presentarnos un canal más que aceptable con el que disf rutar de su propuesta. FRANK GONZÁLEZ THE WOMBATS “Fix Yourself, Not the World” Aquí, la banda de Liverpool experimenta más con su sonido, pero no hay duda alguna de que este es su disco más desaf iante. Hay canciones con su clásico sonido (‘If You Ever Leave, I’m coming with You’), también experimentaciones digitales (‘Work Is Easy, Lif e Is Hard’), algo de pop f unk (‘Wildf ire’) y hasta música disco (‘This Car Drives All by Itself’). Todos los géneros en los que han incursionado se logran de una manera f enomenal, en parte por la variedad de productores involucrados, y porque la banda decidió incorporar nuevas herramientas como sintetizadores, beats y arreglos vocales de acuerdo con las necesidades de cada género. “Fix Yourself …” te hace bailar, poguear, e incluso hasta tararear una balada de amor (‘Method to Madness’). Esto lo hacen con varios matices, con su ya registrada intensidad y letras acordes a los mensajes de cada canción. The Wombats variaron, pero se mantuvieron f iel a su estilo. G. PADILLA

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CAT POWER – “Covers” Marshall no se contenta con hacer versiones, sino que lo suyo suele ser una reinvención de la canción. Aquí, en este su tercer disco de covers, amplía horizontes e incluye piezas de artistas del nuevo canon como Frank Ocean, sin olvidarse de otros más af ines como Nick Cave, o intérpretes tan idiosincráticas como Nico. La estadounidense siempre ha utilizado este tipo de álbumes para alimentarse creativamente. Su voz es bastante limitada, aunque lo que no tiene en registro, lo tiene en expresividad y emoción, convirtiendo una canción ajena en algo propio, siempre desde un punto de vista personal. Hay muchos momentos notables, desde el inicio con ‘Bad Religion’ hasta el f inal con ‘I'll Be Seeing You’. Por ejemplo, en la primera no solo le cambia la instrumentación, también le añade nuevas palabras, acordes, e incluso modif ica la melodía, haciendo irreconocible a la original pero logrando algo hermoso. En cuanto a ‘I'll Be Seeing You’, aunque es un estándar con miles de versiones, ella parte de la hecha por Billie Holiday en 1944, que era la canción f avorita de su abuela, y la reclama por completo, convirtiendo el adiós a un amante en la más escalof riante de las despedidas. Marshall, una vez más, logra encontrarse a sí misma en la música ajena. SERGIO ARIZA MILES KANE “Change the Show” El cuarto disco de Kane llega tras el discreto “Coup De Grace”, y relega aquellas guitarras otrora tan evidentes a un plano secundario. A cambio, el músico se deja caer en sonidos setenteros como el soul, el glam e incluso el f unky, apostando por la inclusión de vientos y teclados vintage al tiempo de apurar su trazo pop. Un movimiento que el músico gestiona con habilidad, en torno a un álbum animoso que destila f uncionalidad a lo largo de once piezas que no cambiarán la vida de nadie, pero que la tornarán más colorida durante cuarent a minutos. La secuencia se abre con el medio tiempo ‘Tears Are Falling’, antes de dar paso al acelerón de ‘Don’t Let It Get You Down’ y ese logrado jugueteo con Corinne Bailey Rae que supone ‘Nothings Ever Gonna Be Good Enough’. Una activación que se mantiene constante gracias a otros cortes como ‘Never Get Tired Of Dancing With You’ o los homenajes a The Ronettes y John Lennon que suponen respectivamente ‘Coming Of Age’ y ‘Change The Show’. Ya en el tramo f inal del lanzamiento destacan ‘Caroline’ y ‘Adios’, que recuerda que la inf luencia de The Style Council continúa vigente. Estamos ante álbum de sonido atemporal que, sin llegar a desatar la euf oria, se degusta con naturalidad e incluso satisf acción en sus mejores momentos, tras levantars e sobre unos parámetros que en manos adecuadas no suelen f allar. RAÚL JULIAN

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2021 EN TIEMPO DE IMÁGENES: UNA MIRADA RETROSPECTIVA

ESCRIBE: ROGELIO LLANOS Q. Tenemos una f rontera para nuestra selección f ílmica del año pasado: debemos limitarnos a películas que se hayan realizado en los últimos años. Así pues, de las casi doscientas cincuenta películas que hemos visto en el 2021 utilizando la plataf orma de Netf lix y los vídeos y Blu-rays de los que nos hemos apertrechado para no morir de inanición en estos tiempos de pandemia, hemos tomado unos cuantos títulos, sin orden de pref erencia, para comentarlos a manera de selección. Si tuviéramos que quedarnos con un único f ilme que muchos pudimos ver por primera vez en el 2021, sin duda sería “Wiñaypacha” (2017), ópera prima del joven cineasta peruano Óscar Catacora, que muriera a la temprana edad de treinta y cuatro años, mientras rodaba su segundo largometraje. La rutina diaria, convertida en una suert e de ritual, de una pareja de ancianos que viven solos y abandonados en la puna es el motivo central de su f ilme. Las potentes imágenes de Catacora -planos largos y f ijos en los que entran y salen los personajes, siempre en comunión con la naturaleza (la tierra, los animales, las hierbas, la montaña)descubren gratamente las inf luencias del cine japonés que impactaron y formaron al cinéf ilo convertido luego en joven y prometedor director de cine. Óscar, como bien lo menciona el cineasta Joel Calero, descubrió tener la estirpe de los grandes hombres de cine. Los paisajes westernianos f ueron revisitados con éxito por cineastas nuevos en el género como Paul Greengrass, y por un director, tan viejo y tan sabio, como Clint Eastwood. De Greengrass vimos “Noticias del gran mundo” (2020), donde se interna en los predios del wéstern, y con mirada serena y hábil trazo construye una historia de aprendizaje y de nacimiento de af ectos entre un antiguo combatiente de la guerra civil y una niña que es rescatada luego de haber sido secuestrada por los indios kiowa.

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En “Cry Macho” (2021), Clint Eastwood nos repasa con nostalgia la lección: en el actual oeste americano el caballo ha sido reemplazado por el auto, pero los recuerdos de un lírico y heroico pasado, parando en medio del camino a la hora del crepúsculo, con las noches vividas a la intemperie y junto a una acogedora f ogata, aún persisten. En esta ocasión, el deseo de retornar al camino y a la pradera están vinculados a una misión de rescate en la que el viejo Clint se enf renta a una variopinta serie de personajes, pero su combate de ahora tiene lugar ya no con pistola en mano sino con la sagacidad y prudencia de un anciano cuya ilusión f inal es recorrer aquellos parajes que f ueron testigos de su épica aventura juvenil y recalar en un pequeño lugar de ese sur amado por Sam Peckinpah, en algo que se parezca a un hogar, a mirar la puesta de sol. Quizás porque el deterioro de la política y sus malas prácticas están a la orden del día en nuestro país, un f ilme como “Invierno en el f uego” (Evgeny Af ineevsky, 2015), nos motivó a revisarla con interés. El escenario es Kiev, capital de Ucrania. Y la revuelta popular que allí se muestra tenía a la f rustración colectiva como motivo principal. En ef ecto, las expectativas de los ucranianos de formar parte de la Unión Europea se f rustran luego de que el presidente Yanúkovich, siguiendo las disposiciones de Vladimir Putin, rompe las negociaciones y pref iere enf rentarse a la población. La gente, entonces, acudió en masa a la plaza de Maidan a protestar. La represión desatada f ue durísima. Tras 93 días de rebelión el presidente renunció, pero el costo social f ue elevadísimo: más de cien muertos es la cif ra oficial (otros han hablado de más quinientos), miles de heridos y desaparecidos. El documental logró registrar en toda su crudeza -los planos de detalle y la cámara en mano, así lo permitieron verlos enf rentamientos violentos entre la población indignada por la burla del Ejecutivo en complicidad con los congresistas y la policía y f uerzas paramilitares. Al margen de lo logrado en la revuelta, la sensación general de tristeza e insatisf acción tenía un asidero: Rusia, que apoyó al tirano, no se quedaría con los brazos cruzados y la anexión de Crimea f ue su acto vindicativo. Hacía ya buen tiempo que no accedíamos al cine de Werner Herzog. “Family Romance” (2019) f ue un buen pretexto para hacerlo. En esta película, el cineasta entra en apariencia en el dominio de la f icción. Nos introduce en la rutina de algunos personajes y de sus f amilias y, de pronto, nos damos con la sorpresa de estar f rente a la construcción de una f icción. Porque el alquiler de f amiliares -hacerse pasar por un padre, un novio, etc.- o la simulación de momentos f elices a

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gusto del cliente, y su construcción cinematográf ica, no han salido de la imaginación del guionista o del cineasta. Es la realidad la que ha impactado en el cineasta que ha encontrado allí el motivo para hacer su f ilme. Japón es un país que ha crecido muy rápidamente y, quizás por eso mismo, la sensación de tugurización y deshumanización acelerada está en el imaginario de muchos. Es sobre ese proceso involutivo, en medio de todo el desarrollo urbanístico y tecnológico que Herzog lanza una mirada que en su apariencia de neutralidad -jamás Herzog acude a discursos desaforados a despecho de sus muchos personajes “bigger than lif e”- y serenidad resulta impactante y conmovedor. El testimonio de lo que ocurre ahora o en el pasado es una de las grandes f uentes de las que bebe el cine. Los acercamientos a esas f uentes pueden ser controvertidos y cuestionados por alguna de las partes involucradas. Tal es su riesgo. Y eso es lo que ocurre con “Dara of Jasenovac” (Predrag Antonijevic, 2020), que es una historia de supervivencia de una niña en un c ampo de concentración controlado por los croatas -aliados de los nazis- durante la segunda guerra mundial. Y es un f ilme que impacta porque aun cuando se narra una brutal historia ocurrida en los años cuarenta del siglo pasado, no se han olvidado los cruentos acontecimientos que tuvieron lugar en la guerra de los Balcanes a f ines del siglo pasado. Si bien en este f ilme los serbios aparecen como víctimas del conf licto, no debemos olvidar que tanto croatas como serbios removieron nuestras conciencias haciéndonos ref lexionar a qué prof undidades puede descender el ser humano cuando el nacionalismo, la exclusión y el odio racial llegan a predominar en un orden social impuesto por la f uerza. No podemos negar que siempre estamos a la caza de películas que se enf ocan en la carrera de una agrupación musical, en la vida de un intérprete, en la captura de uno de sus conciertos o en el registro de un determinado momento esencial en su evolución musical y humana. Mi gusto por la música y la admiración que siento por The Band me condujo hacia la visión de “Once Were Brothers” (Daniel Roher, 2019). Y no me def raudó. Ef ectivamente, alguna vez f ueron hermanos, pero dieciséis años en la carretera no son pocos en la vida de una banda y el cansancio y los egos siempre aceleran el distanciamiento y la ruptura. Y eso f ue lo que ocurrió

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con The B and que puso punto f inal a su carrera con el hermoso “The Last Waltz”. Pero ¿cómo empezó todo? ¿cómo f ue posible que The Band se convirtiera en una de las bandas más inf luyentes de la historia de la música popular? Este documental producido por Robbie Robertson, guitarra líder, compositor y voz de The Band y basado en Testimony, su libro autobiográf ico, nos resume la carrera de esa entrañable agrupación musical que acompañó a Dylan en sus años esenciales y gloriosos -el paso de la guitarra acústica a la eléctrica- y que mantuvo estrechas relaciones musicales y amicales con Bruce Springsteen, Martin Scorsese, Eric Clapton, Taj Mahal, Van Morrison y otros personajes más que, con motivo del f ilme nos cuentan pasajes emotivos de la historia de la banda. Hay en el documental un momento memorable y emotivo cuando Robbie Robertson nos descubre la génesis de su clásico ‘The Weight’: música, creación y cine se conjugan allí maravillosamente. Y el año lo cerramos con el maravilloso “Get Back” (2021) de Peter Jackson. Sesenta horas de filmación y más de cien horas de audio f ueron la materia prima que utilizó Peter Jackson para construir un f ilme que no es otra cosa que un tributo a la banda de sus amores. El producto f inal, un f ilme de cerca de ocho horas, captura a The Beatles en aquellos momentos vitales que precedieron a su disolución como banda: la creación de canciones, las discrepancias en materia compositiva y de ejecución, los af ectos siempre presentes, los juegos y las bromas que hacían recordar sus años aurorales, las improvisaciones y pequeños homenajes a las bandas y compositores admirados, y un emotivo y sorprendente recital f inal en la azotea de los estudios. Imposible no quererlos más a Paul, George, John y Ringo luego de ver este hermoso f ilme, al que sólo es posible acercarse con cariño y admiración. Podríamos seguir hablando de muchos otros filmes que nos han gustado, pero el tiempo y el espacio no nos lo permiten. Sin duda, el cine, los libros y la música nos han servido de invalorable compañía en este año de reclusión en el que el mundanal ruido de las calles, con sus odios, maldiciones y polarizaciones, hizo de esta Lima gris un lugar inhabitable. Gracias a las imágenes de clásicos y contemporáneos, los textos de los escritores admirados y los sonidos de las bandas bien amadas pudimos hacer nuestros viajes imaginarios y, de vez en cuando, tocar las puertas del paraíso.

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LIBROS

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ZONA DE OBRAS AUTORA: LEILA GUERRIERO (ARGENTINA) En este suculento libro, se compilan artículos de opinión, ponencias, consejos y reflexiones sobre el oficio del periodista y sobre el escribir crónicas. Este libro no pretende ser un manual. Aquí, la argentina Guerriero, incide en lo que ella hace para potenciar sus habilidades de escritura y ejercer el periodismo. Leila te sugiere devorar películas, novelas, poesía, comics. Te muestra textos de no ficción de sus escritores favoritos y/o maestros. Y, sobre todo, con cada párrafo te vas a empapar de la pasión y la disciplina que ella tiene por lo que hace, por su vocación. La lectura de ‘Zona de Obras’ podría ser más gravitante que el asistir a un taller de crónica periodística. ¿DIOS EXISTE? AUTORES: RAZTINGER / FLORES (ALEMANIA / ITALIA) Este libro, en su mayoría, contiene un debate público entre el cardenal alemán Ratzinger (hoy Benedicto XVI) y el filósofo italiano Flores d’Arcais, en el año 2000. De entre los muchos temas tratados (valores, derechos humanos, comunismo, aborto, ecología, Iglesia Católica, etc.) destacan: cuando Ratzinger (cristiano católico) apuesta por la idea de que en el cristianismo hay una simbiosis entre la fe y la razón. No se cree en absurdos, sino que las ideas, los mensajes y hasta los hechos están acordes con nuestra razón. Mientras que Flores (ateo) cuestiona el que muchos cristianos pretendan imponer la idea de que la fe es el resumen y el cumplimiento de la razón. Ambos concuerdan en que no se puede vivir sin fe, y que podría haber un terreno común entre creyentes y no creyentes: los valores del Evangelio.

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ÉRASE UNA VEZ EL AMOR AUTOR: EFRAIM MEDINA REYES (COLOMBIA)

La trama de esta cruda y delirante novela se desarrolla principalmente en la Colombia de los noventa, con jóvenes que escuchan grunge, se emborrachan, se drogan, aman y dañan. Son los típicos personajes que se pusieron de moda con el realismo sucio y urbano noventero; sin embargo, aquí su autor, el cartagenero Efraim Medina Reyes, los concibe con la debida distancia del tiempo y así perfila mejor a sus protagonistas, e incluso dota de nostalgia e inocencia a sus acciones más hedonistas y condenables. El díscolo Rep se vuelve entrañable. Siempre orbitando alrededor de esa chica que lo marcó para siempre en el amor, y quien es el leitmotiv de esta novela. BOB DYLAN – UNA INTRODUCCIÓN AUTOR: DARÍO VICO (ESPAÑA)

Como dice el autor de esta biografía, no hay que tomarse muy en serio la obra de Dylan porque ni él mismo lo hace. Y bajo esa premisa, desarrolla una simpática, por ratos humorística, y a la vez rigurosa breve biografía que sirve muy bien como introducción al universo del cantautor norteamericano. Un texto muy disfrutable gracias a la ironía y cierto humor que le impregna el autor. Esta biografía abarca hasta los noventa, con la salida del “Time of Out Mind” (1997). Dylan no es infalible, eso ya lo sabemos, Dylan solo se compromete consigo mismo, eso también lo sabemos, pero encontraros con anécdotas como por ejemplo su actuación para el papa Juan Pablo II y que el biógrafo haga bromas sobre eso, no tiene pierde, y contribuyen a la humanización de este genio de la música popular.

DIRECTOR: HENRY A. FLORES

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