QMC Magazine ¿Qué me Cuentas? MAYO. 2013

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LOS NUEVE PASOS A MI VIDA Del Libro “MI VIDA ES MIA” por Margarita Pérez Fuentes

La vida está llena de sinsabores y decepciones, podemos vivir o medio vivir en ese estado, aceptando todo lo que nos venga sin reclamar, sin levantar la vista, sin defendernos… O podemos hacer a un lado nuestros miedos, levantar la frente y tomar las riendas de nuestra vida. Para iniciar este nuevo camino les recomiendo estos, LOS NUEVE PASOS A MI VIDA. No he descubierto el hilo negro, ni uso palabras nuevas. Todo ha sido dicho, todo ha sido escuchado, la diferencia entonces es lo que hagamos con lo que escuchamos y leemos. Así que, deseo les sea de utilidad y tomen todo lo bueno que la vida y el mundo nos puede dar; las oportunidades están ahí… esperando por nosotros. Paso 1. El más importante… Decisión. Si has decidido ya tu meta ¡bravo! Vamos bien. Se firme en tu decisión, no importa que vengan otros a tratar de hacerte desistir, desanimándote, haciéndote sentir que te verás como un perfecto tonto en lo que harás; nadie más que tú sabes todo lo que desea tu corazón, todo lo bueno que quieres para tu familia, para tu casa, para tu vida. Nadie mejor que tú para elegir y decidir. Recuerda que el tiempo que tenemos de vida es subjetivo. No sabemos cuánto, ni el cómo… solo tenemos el presente en nuestras mano y ese presente se hace pasado rápidamente. La diferencia la hacemos al tomar las mejores decisiones y solo nosotros que conocemos nuestras circunstancias y necesidades podremos tomar las opciones que nos lleven al éxito que buscamos. No debemos desistir. Habrá personas que con diferentes intenciones, nos querrán hacer que abandonemos nuestros sueños. Argumentarán cosas que ni imaginamos, de nosotros dependerá DECIDIR. No se pierdan el PASO NÚMERO DOS en el próximo número de QMC MAGAZINE por Maggie Fuentes





RECUERDOS DE FAMILIA

Mónica Barraco Amigo

EL CASAMIENTO La nueva iglesia, que hace poco fue construida se ve hermosa. Hoy fuimos con mamá de mañana a llevar los ramos de flores, flores por todos lados, hermosas rosas y también flores silvestres, estoy feliz. El vestido de novia que hacía veinte años esperaba este día, salió del baúl donde estaba celosamente guardado. Cuando me lo probé tenía miedo de que ya no me entrara, no es lo mismo un cuerpo joven de dieciséis que uno de treinta y seis. El trabajo y las penas no permitieron que aumentara de peso, así que cuando prendió el último botón a la perfección me sentí radiante. Llevé puesta la peineta y el mantón que mamá usó en su casamiento y como una adolescente llena de sueños esperé en la mecedora que papá me viniera a buscar. Elegantemente vestido con sus mejores ropas mi padre me tendió su mano, así de su brazo caminamos por la nave central de la iglesia, él orgulloso, yo feliz. Lo primero que hice al abrirse las puertas de la iglesia fue buscar los ojos de Manuel, allí estaba parado del brazo de Rita que era la madrina. Parece más joven que cuando llegó, el amor le ha devuelto el brillo a sus ojos, ya no parece cansado, esta lleno de vida. Llegamos al altar, papá me entrega con una sonrisa, sabe que su hija por fin va a ser feliz, Manuel le devuelve la sonrisa asegurándole que así será.


Juntos de la mano escuchamos la ceremonia, aceptamos con un enfático si, Manuel desliza por mi dedo la sortija de bodas de doña Micaela, el padre Antonio dice: –Los declaro marido y mujer hasta que la muerte los separe, puede besar a la novia. Manuel me mira y nos besamos, ese beso lo soñé tantas veces. Cuando separamos nuestros labios el me dice: –Isabel a este amor la muerte no lo podrá separar, yo te prometo, hoy, aquí ante dios que seremos una familia eterna. _Que así sea amor la muerte no lograra separarnos, si la vida no lo logró la muerte tampoco lo hará.

LA NOTICIA Estoy embarazada, si, espero el bebé que tanto soñé, Manuel me mira, esta radiante, parece mentira pero la vida nos dio la revancha. Ser la esposa de Manuel es todo lo que soñé y más, es dulce, tierno, amable, es mi compañero mi amigo. Rita mejoró y se casó con el médico que la curó y se quedaron a vivir con nosotros en la estancia. Mis padres están felices de que podrán conocer y mimar a su primer nieto. Soy feliz.

EL NACIMIENTO Comencé con una simple molestia que a medida que fue pasando el día se convirtió en un dolor fuerte; parece que ya es tiempo. Manuel llego temprano de sus tareas en el campo me miró y me dijo: _¿Qué te pasa? ¿Estás bien? Me conoce tanto, le conté que me habían comenzado los dolores y que el nacimiento estaba próximo, quedó lívido se baño y no se movió mas de mi lado. Me instale en mi cuarto y empezaron los dolores de parto, estaba Manuel que no me soltaba la mano, Francisco el doctor, y Rita.


La noche fue larga y el trabajo de parto duro, Manuel estaba pálido se veía peor que yo, cuando ya casi despuntaba el alba hizo su aparición triunfal a este mundo la pequeña Ana Paulina, le cortaron el cordón, la envolvieron y se la entregaron al orgulloso y tembloroso padre. La tomó en brazos la nena lloraba sana y vital, la besó y la miró con tanta ternura que podía derretir el hielo, se arrodillo a mi lado y me mostró a su hija, nuestra tan esperada y deseada hija. Me dio las gracias por haberle dado ese tesoro y me llenó de besos, dice que para él fue un momento glorioso que hasta ahora nada se le podía comparar. Yo me sentía tan dichosa que me olvide de todo el sufrimiento, valió la pena, todo valió la pena para vivir este momento.

MÁS NOTICIAS DE LA CIGÜEÑA -Manuel, te tengo, que decir algo. -¿Que mi amor? -Estoy embarazada. - ¿Otra vez? Ya van cinco, y el pequeño Francisco apenas camina. - Es que tengo un marido que me adora y voy a darle todos los hijos que Dios me mande. - Es cierto, te adoro y adoro a cada pequeñito que ha salido de tu vientre y me enamoro cada día más de ti y de los pequeños traviesos de tus hijos. - ¿Tus hijos? Los tuyos son tu vivo retrato, todos tienen tus dulces ojos verdes. Manuel y Isabel estuvieron felizmente casados por mas de treinta años cuando la muerte los separó, separó sus cuerpos por un corto tiempo, porque su amor ni la muerte lo pudo separar y hoy después de tantos años les puedo asegurar que son una familia eterna y que van a estar juntos para siempre.

La última acotación la había escrito una hija de Ana Paulina, nieta de Isabel para dar por terminado el diario de su abuela. Cuando termino de leer, me doy cuenta de que la mecedora en la que estoy sentada es la que Isabel, vestida de novia, esperaba realizar su sueño después de tantos años de angustia. Me llaman a almorzar, recojo todo, la caja con todo su contenido, también el otro diario que encontramos, solo lo abrí, no es de la misma persona, al menos me dio el tiempo justo para poder leer toda la primer historia, bajo las escaleras como flotando en una nube.


Mientras almorzamos, les cuento la maravillosa historia de amor que acabo de vivir, sí, porque por unas horas viví en el 1700, amé, viaje, llore y esperé para ver realizado mi maravilloso sueño de amor. La tía me regalo todo, la caja con las cartas, el diario, el vestido de novia de Isabel, documentos, fotos y el otro diario, también me prometió contarme su historia, que fue según dice ella muy, muy dura. Pasamos hermosos días de descanso, tuve tiempo suficiente para revisar y ordenar todos los documentos que encontramos, así pude saber que el tío Elías era descendiente directo de Manuel e Isabel, por lo tanto mi esposo y mis hijos también. Me dio orgullo ser parte del producto de ese amor, recorrimos el Cementerio de San Carlos, pero no pudimos encontrar sus tumbas, quien sabe donde fueron enterrados, si, encontramos allí, muchas tumbas de nietos y bisnietos. El considerar vivas a las personas que han muerto, con la posibilidad de seguir viviendo en familia y conservar el mismo amor que nos tuvimos en la tierra, hace que, se le pierda el miedo a la muerte, lo que si nos da una enorme tristeza es la separación temporal de las personas que uno ama. Una tarde, después de organizarme y de volver a leer la historia de La caja de cedro y las cartas de Isabel, porque le puse un título a esa historia. Lo valiosa en antigüedad y en sentimientos totalmente vigentes, necesite buscar el otro diario. Lo abrí y pensé que el mejor lugar para volver a leer un diario era el altillo, no sé, sentí que allí se repetiría la magia, porque me pasó eso, lejos de todo me metí en la vida y en las vivencias de cada personaje. Subí las escaleras, corrí las cortinas y me senté en la vieja mecedora que ahora sabía que había pertenecido a Isabel, abrí el diario y comencé a leer:

Lunes 10 de septiembre. Nos despertaron de madrugada en realidad era apenas pasada la medianoche, prácticamente a oscuras como ladrones en la noche nos escapamos de la ciudad. Con un nudo en la garganta empezamos lo que será un largo camino que nos conducirá a la libertad, cansados ya, de la guerra y la división entre imperiales y farrapos. Arriesgamos mucho, teníamos buena posición y reputación en la ciudad y ahora escapamos, los hombres se convierten en desertores de sus puestos de liderazgo en el ejército imperial y en el farrapeño, en nuestra familia hay de los dos bandos. Cruzaremos la banda oriental, poblada en su mayoría por españoles para dirigirnos a la Colonia una ciudad portuaria y estratégica fundada por portugueses en territorio por excelencia de los españoles.


Somos catorce personas las que partimos esta noche de Río Grande, Don Tomás Dutra mi papá, mi mamá Doña Petrona Batalla, mis hermanos, Marina, Josefa, Damiana y Tomasiño. También van en este convoy, Bernardo Umpierrez mi prometido, José María Maramandria el prometido de Damiana, Laureana la esposa de Tomasiño y siete esclavos de la casa. Los esclavos son: Manoel, Joao, Joaquín, Damiano y el matrimonio de Juan de Dios y Ceferina con su pequeño hijito Ciriaco. Partimos de Río Grande con dos carretones tirados por bueyes, ocho caballos y veintitrés vacas, nos llevamos casi todo, muebles, ropa, joyas vajilla, todo lo que trajeron mis padres hace más de veinticinco años de la isla de Santa Eulalia en el Reino de Portugal. El destierro es duro, incluso si es elegido como en este caso. La noche es oscura, se eligió una noche sin luna para no ser vistos, por suerte no hace tanto frío, el andar es lento, caminamos como ocho horas y nos adentramos en un monte espeso para pasar el día, no podemos hacer fuego así que comimos lo que ya llevábamos preparado. Nos va a llevar algunos días llegar, mi hermano Tomasiño ya hizo el recorrido, tiempo atrás fue enviado con los imperiales a una misión a Colonia, el ya conoce el camino, rodearemos el río Uruguay casi desde el comienzo hasta el fin.



CARIOCA

Analía Requena

Ahí viene con su noche vestida de boina blanca, su sombra como su piel va sonriendo

partituras

por las esquinas y casas; carioca es su caminar, por el valle de las zambas. Su soltera negritud siempre estuvo enamorada, entre sus brazos vivía, entre sus brazos, la dama, paloma de cedro esclava, redonda la boca en fuga suelta boleros y enaguas, provoca con sus arpegios un carnaval guitarrero, su cuerpo sabe de amor entre las manos amadas. ¿Prieta o blonda la guitarra? La guitarra es sin color para el negro Abel Quintana.


Centella

Gracelia junta en balde agua de cielo, Y alisa con la lluvia el crespo pelo.

Arranca el vendaval la

flor del cardo,

las dalias se arrodillan bajo el viento y escupe maldiciones la tormenta amoratando el aire

una centella.

Ese instante electriza los recuerdos… Nos contaba , Gracelia Ernestina que dentro de su casa anochecida la luz cruzó buscando unos atajos y desprendió las suelas de zapatos sacando del corral tristes mugidos, para al final partir en dos lamentos la suerte del sauzal en llamarada.

Al campo alimonado por magnolias lo avasalló el pesado olor a azufre. Desde allí jamás hubo lluvia buena y el miedo refucila entre pestañas… Ceferino su santo en la llovizna Ceferino su santo en la sequía la mirará entre velas y rosarios. Mi abuela creyó en él, yo también creo.

Gracelia junta en balde agua de cielo Y alisa con la lluvia el crespo pelo. Analía Requena


ODA AL DELINEADOR Antes no había ojos, fugada estaba la emoción existía el órgano visual pero las miradas de Cleopatra se ocultaban en una pálida hondura. Entonces, el revelador del alma, el fabricante de lágrimas, la pupila visionaria vivían naturalmente desnudos; ciegos de osadía. Y los párpados se acostaban sobre goteras opacas. Y se aburrían las ojeras y perecían las miradas. Para que te vean los que quieren ignorarte; para agrandar la órbita lumínica apareciste, delineando dulzura y misterio, sombreando más allá del iris trazos felinos. ¡ Oh, grafito transformador de ojos diminutos! Mágico pincel que despabilas y pones de pie a los apagados espías de mi cara. Maquillas secretos, esmaltas con hilos de sueños los portales acuosos de mi rostro; intensificas la visión, le sacas destellos de azúcar y llamaradas translúcidas; lanzas de mí pajarillos de agua y cuando salen de tu jaula puedo ver los ojos que me hablan.

Analía Requena






DOLOR _________________________________________________________

Sé del dolor, Piélago oscuro de la desesperanza.

Tortura agonizante Pesadilla sin fin. Fuego del alma

En mis mejillas Mi corazón Mis pupilas Puedo verlo, Puedo palparlo

Lánguido Miserable Pifio

Cual lumbre en decadencia Agitarse en mis venas lo diviso Con ganas de vencer

Más

Cielos oscuros De miel y arena Han de pasar por tus gélidos sueños Oh dolor, pérfido dolor. No vuelvas ya Que anida mi corazón Nuevos anhelos

Autora Luz Marina Méndez Carrillo.


TU NOMBRE _____________________________________________________________________________

Cual encendido rubí Cual perfumado alelí En la cima sacra de la argenta flor Yace tu nombre D A N N Y Viva magia de mis sueños Fuerza vital de mis anhelos

Cálido y transparente Límpido y bello.

Autora: Luz Marina Méndez Carrillo.


PROSA POÉTICA __________________________________________

LAS PALOMAS Autora: Luz Marina Méndez Carrillo.

Volaban cada vez más alto, hasta perderse en el gris violáceo de las estrellas. El sol quemaba sus fauces y el mar guardaba sus alas. Fueron instantes de energía suprema.

A las doce campanadas cayeron en el corazón de la tierra desmayadas, y el furor de sus miradas, quedó plasmado cual leve carcajada, en la llama ardiente de mi alma ansiosa y penitente.

AQUÉL CABALLO

Y aquél caballo, con su recia personalidad e imperdonable destino, brioso galopaba con el agua entre sus cascos y golpeando su mirada.

La pálida noche en el horizonte lo esperaba, y él, mágico de pensamiento, solo con ella soñaba.


Y UN SOL .

Desde siempre y escondida de mí, anhelé escribir lo que dictaba mi alma recóndita y triste, y a través de prosas y versos teñir de blanco el azul de las nubes y de verde violeta el verde prado. Bajaba y subía cada noche por las escalinatas de la inocencia, reposadas azucenas quedaba.

hasta que dormida en

Siete lunas plasmadas en mi blanca túnica y traslúcidos sueños en mis manos. Mariposas de diminutos colores adheridas a las cortinas, y un sol, que diluido caía sobre la madre tierra Quise tocarlas y guardar para sí, la más bella; Introduje entonces mis pequeños dedos entre sus alas, y la oscura espina que transparente estaba, al otro extremo de la mustia alborada, pinchó mis dedos y horadó mis venas.

Y

Una gota roja con olor a sangre Empañó mi alma con sabor a muerte

Autora: Luz Marina Méndez Carrillo


MADRE

Madre mía De ti nací

Brotan de tus manos Rosas y flores de alelí Madre Preciosa eres La más bella entre mil rosas

Madre del alma Me amas, me apoyas Me quieres Me amas

A ti, gracias te doy.

Autor Danny Hernando Tao Méndez.


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EL PÁJARO NEGRO Autora: Ana María Lorenzo Gracia

Las cosas podrían haberse arreglado si hubiesen hablado de aquel día sólo una vez, si lo hubieran analizado con franqueza. Pero resultaba imposible. Su pasado estaba enterrado en ella como una punta de flecha rota con la que se puede vivir a condición de tener cuidado y no tocarla nunca porque si lo haces, se pone de nuevo en movimiento y esta vez irá directa al corazón. Lo observaba a la última luz, cuando se detenía a contemplar el Cantábrico, entrecerrando los ojos a causa del resplandor dorado. Ha sido un largo camino desde aquel pequeño espejo del cuarto de baño hasta el mar que se abre a la vastedad del cielo. Parece tan sereno, que al mirarlo nadie pensaría sus anteriores palabras: Dolido, confuso, colérico. Sin embargo, seguían clavadas en algún lugar dentro de él. Tenía que localizarlas y arrancarlas. Pero no podía hasta que le explicara la totalidad de su dolor. -¿Qué más, dime, qué más te irrita tanto? Guarda silencio un momento. Raquel creía que lo negaría. Entonces susurra con la voz tan baja que tiene que esforzase para oírlo: "¡El pájaro!". Sí, aquel precioso pájaro negro que ya había contemplado a través de las vidrieras de su trabajo mientras esperaba que sonara el timbre de salida; aquel pájaro que apareció como por encanto y desapareció en el cielo con sus ojos tristes de rubí y su grito sobrehumano. Soñaba con él de vez en cuando y al despertar, le escocía la palma de la mano allí donde sus uñas se clavaban en el deseo de fundir al ave. Como presagio de historias extrañas por venir, el pájaro había retornado a su vida posándose inmóvil y atento todos los días en el alero de la ventana de la cocina. Es entonces cuando empezó a comportarse de forma extraña y cuando las cosas comenzaron a ir mal entre ellos. Él se había dado cuenta de que le sucedía algo. Había intentado dialogar con ella, pero sus pensamientos y recuerdos estaban formados por plumas e imágenes abstractas que no sabía explicar. Por las noches, en sueños, aparecía el pájaro negro. Le oía gritar y mencionarlo. Izan quería saber y Raquel, callaba. No tenía palabras para remover el pasado. Eso le enfurecía y provocaba discusiones. La última vez que habían peleado había sido en el cuarto de baño, mientras se afeitaba. Ella estaba detrás de él, contemplando su imagen en el cristal azogado cuando de pronto vio reflejada al ave en el espejo.


Gritó. Izan se cortó y comenzó una discusión absurda. Cada día que pasaba la tirantez entre ellos aumentaba. Su convivencia se había convertido en un fino hilo tan tenso que en cualquier momento podía romperse. En el pasado habían tenido que salvar muchos obstáculos para llegar a realizar sus sueños: largas separaciones, cambios de domicilio, abandono de vidas pasadas, amigos... y ahora, el pájaro estaba ahí, presente, como creando un extraño maleficio entre ellos para acabar con el trabajo realizado. O quizá el sortilegio fuera sólo contra ella, enmudeciendo las palabras y bloqueando en la mente los recuerdos. Algo claro tenía: Lo amaba y no podía perderlo. Tenía que descubrir la forma de retenerlo. Debía de alejar a ese pájaro de sus vidas como fuera. Fue entonces cuando vio aquella película en el cine donde entre pucheros de comidas y aromas se podía abrir el apetito necesario para alcanzar la felicidad y producir impresiones sorprendentes en las personas. Así que Raquel comenzó a esmerarse en la preparación de los alimentos más sencillos, con la esperanza de que hicieran el efecto deseado para salvar su matrimonio. Todas las mañana se levantaba temprano, acudía a la cocina y a la vez que contemplaba la imagen familiar del pájaro posado en la cornisa de la ventana, comenzaba, como si de un ritual se tratara, a hacer los preparativos para ofrecer una exquisitez a su amado con el fin de que apaciguara el mal humor y volviera a sentirse atraído por ella.

Llegó el momento donde consideró que debía realizar un ataque directo para recuperarlo. Era demasiado peligroso seguir presionando la relación. Aquel día consideró que sería bueno preparar un caldo de pechuga de pollo con apio, zanahoria y puerro para suavizar su garganta y hacer que sus gritos no se oyeran; después, pensó sería bueno acompañarlo con un ave en salsa de pétalos de rosa (como había visto hacer en la película) para que cada bocado penetrara en lo más profundo de su corazón y la contemplara. La leyenda atribuye a las hojas frescas de menta propiedades afrodisiacas, así que para estimular el apetito sexual, añadió a una jarra de agua mineral, un puñado de las citadas hojas de menta partidas por la mitad y la peladura de un limón y una naranja. Quizá fuera deseable poner un pequeño entremés de salpicón de marisco con pepino y guindilla, eso le daría el toque de picardía que necesitaba recuperar. Emplearía aceite de brahmi para tranquilizarlo y un Fino de solera que acompañara la comida. De postre, como final del experimento, unas fresas


bien ornamentadas con una muy sugerente guayaba tierna, sonrosada y dulzona, que podrían ese punto erótico necesario para el acercamiento total. Manos a la obra. Mientras Izan se duchaba, pensó en la conveniencia de hacer un café grumet colombiano. Pronto la cafetera silbó, su aroma se extendió rápidamente por la casa. No hubo un rincón en toda ella donde el calor y olor de los granos pasaran de largo ejerciendo ese efecto hipnótico que arrastra hasta la cocina e impulsa a saborearlo lentamente, como si se tratara del cuerpo de una mujer a la que hay que besar despacio, suavemente, gozando con cada poro de su piel. Intuía que esas pequeñas cosas eran importantes para crear un ambiente de conciliación. Mientras se hacía la despistada organizando cazuelas y comidas, sintió la mirada de Izan en la espalda. Sabía que el café lo iba a inducir a una mayor potencia y por ello, activaría sus deseos más íntimos. Raquel se movía con cadencia y sensualidad dejando que se produjera el milagro de su sexualidad dormida. Dejó caer un tenedor al suelo y se inclinó para recogerlo de forma que sus nalgas rozaban levemente las piernas de éste. La incorporación la hizo con suaves movimientos voluptuosos esperando que se acercara a ella en íntima provocación. Pero, Izan permaneció quieto, en silencio, observándola con ojos extraños. Así, sintiendo los ardores de sus respectivos cuerpos, ninguno de los dos hizo más por acercarse. Éste, se levantó de la silla, dejó la taza vacía sobre la mesa y se retiró con la sana intención de ir a trabajar al despacho. Ella, oyó el golpe seco de la puerta. Suspiró profundamente. Miró hacia la ventana. Estaba sola con el pájaro negro que de forma hierática le miraba.

La neblina persistía como cada mañana desde hacía tiempo bajo los eucaliptos... ¿Eran eucaliptos u olivos, o quizá manzanos? Izan no entendía de herboristería y plantas. ¡Qué más daba! Lo importante era que la neblina no quería disiparse y el cielo grisáceo suspiraba por entreabrir paso a la luz del Sol. Abandonó la casa como cada mañana. Salió con el rostro afeitado, la camisa y el pantalón bien planchados, la chaqueta cepillada, la cartera con sus documentos importantes en una mano y las llaves del coche en la otra... Un día más. Suave sirimiri... neblina persistente, rumor de agua en la lejanía; coche bien aparcado, de azul profundo como el mar tenebroso de aquellos días fríos de invierno... Un débil “clic” y se enciende el motor. Otro día más: cruzar calles, parar ante semáforos, tráfico revuelto, llamadas constantes al teléfono... trabajo, trabajo... problemas... problemas que resolver de todo tipo y condición.


Pero aquel día tenía algo distinto. No veía las casas. Miró hacia el cielo: imposible encontrarlo dentro de la densidad de las nubes. Sólo le pareció oír el graznido de un ave rapaz en la lejanía. Le recordó al maldito pájaro negro que veía todos los días tras los cristales de la ventana mirando con ojos de fuego que herían su mente. ¿Dónde estaba la ciudad? La fragancia de los eucaliptos de la zona ocupaba su lugar. Un sitio que, por lógica, no les correspondían puesto que su ubicación debía centrarse en los montes de los alrededores, pero, no obstante, ahí estaban y la neblina se arrastraba por el suelo. El coche corría sin rumbo fijo... Izan no entendía, no veía, no sabía qué ocurría, pero algo le empujaba a seguir hacia adelante a través de caminos estrechos, valles extraños... Un mundo desconcertante que le cercaba. No se hacía preguntas, sólo avanzaba. En su marcha el vehículo se deslizó por carreteras desconocidas, curvas cerradas, caminos inciertos, pendientes prolongadas hasta, al fin, alcanzar la cima de un monte. Allí se detuvo, abrió la portezuela y bajó de él. Desde ese lugar, divisaba un valle despejado, cubierto de frondosos árboles de las más variadas clases. No era un pinar o un robledal, era la mezcla de millones de pluralidades biológicas y tonalidades... Un Valle Encantado. Observó cómo entre tanto árbol y maleza, destacaba por su gracia y esbeltez un Abedul de tronco blanco, alto y majestuoso con su punta rozando el cielo, sin embargo, algo desentonaba en su conjunto: eran ramas alicaídas desnudas de hojas que hacían, a pesar de su grandeza, diera tristeza verlo. A veces, las fuerzas de la naturaleza son misteriosas y susurros inciertos hacen que nuestro corto entendimiento nos muestre cosas a los sentidos que habitualmente no vemos o percibimos. Así, Izan observó en la distancia una gran roca compuesta de varios minerales pero que parecía respirar vida propia. “--¿Será mi imaginación u observo que la roca palpita?--”, se dijo el hombre. Y sus ojos se posaron de nuevo en el Abedul que con suavidad cimbreaba el tronco. “--¡Qué curioso! ¡Qué ridículo pensamiento!--”, volvió a repetirse mentalmente, “--Es como si pudiera percibir el sentimiento de atracción entre estos dos seres tan distintos: una Roca y un Abedul--”. “-- ¡Sí! Susurró el viento, así es, sienten...se aman...; ¡Sí!, gritaron las aves del cielo, así es, sienten... se aman… ¡Sí!, alzaron sus voces el resto de las criaturas que habitaban el Valle, así es, sienten... se aman...--”


“Pero, es un amor imposible, pensó Izan, escapa a toda lógica. ¿Cómo puede realizarse ese amor entre dos naturalezas tan diferentes y distantes? ¿Una roca y un abedul? ¿Qué locuras llenan mis pensamientos? Hasta creo oír que el Valle entero me responde”. Izan, sacudió la cabeza intentando arrojar de su cerebro aquella historia que estaba viviendo y que consideraba absurda, totalmente esperpéntica y fuera de lugar. Se dio media vuelta y volvió a subir al coche. El motor rugió, puso la marcha atrás, giró y comenzó a bajar la cuesta del Puerto. Una y otra vez, se decía que Indudablemente estaba soñando, seguro que pronto despertaría y todo volvería a la normalidad. Mientras éste se perdía en cavilaciones, las horas pasaban y Raquel seguía obsesiva con aquella comida que le iba a ofrecer. Tenía que ser el punto decisivo para reencontrarse. Había que poner una pizca de fe y de amor en cada acto que hiciera. La devoción que pusiera manejando los alimentos tenía que ser puntual y precisa. Así, preparó los gambones; picó, entre lágrimas, la cebolla, el pimiento y se paró a observar un instante el pepino... su forma provocativa trajo pensamientos eróticos a la mente e hizo que lo acariciara suavemente a la vez que lo troceaba en rodajas diminutas. Con el mismo mimo que utilizó para preparar el salpicón, cogió el apio, el puerro y la zanahoria jugueteando con ensoñaciones fantásticas de ser poseía por ellos. Tanto deseo puso, que el caldo se sobró de la cazuela dejando un charco en la vitrocerámica de humedades y vapores que presta limpió, bajando la temperatura del fuego para que la comida se hiciera lentamente. Era ya hora de preparar el ave en salsa de rosa. No había comprado ningún tipo de estas: ni perdiz, picantón, avestruz o pollo... Estaba dentro de un día muy especial. También debía de ser especial el guiso. Salió al jardín, cogió unas rosas cuyos pétalos depositó en un cuenco. Luego, se acercó al baño y contempló su imagen gastada por el tiempo. Tomó una respiración profunda, cerró los ojos, abrió el pecho como si de las puertas de un armario se tratara e introdujo la mano hasta el corazón extrayendo la flecha rota que durante años le había invalidado. Los recuerdos fluyeron como en cascada y el origen de su dolor atravesó hasta las paredes de la casa siendo expulsado hacia el exterior disolviéndose en la nada. Con la flecha en la mano y un arco que descolgó de la pared de la entrada, en la otra, dirigió los pasos, nuevamente, hacia el jardín. Tal y como imaginaba, el pájaro negro permanecía inmóvil en la ventana. Le miraba fijamente. Ambos sabían lo qué iba a ocurrir. Pero éste no se movió. Raquel apuntó directo a su corazón y disparó. La flecha lo atravesó limpiamente, su cuerpecito cayó en plomada al suelo. Se acercó a él y lo recogió con cuidado. Un vacío interno se abrió dentro de su alma. Todavía sintiendo el calor de la avecilla en sus manos, retornó a la cocina y allí, lentamente, fue quitando las plumas con suavidad; a medida que caían al suelo, eran flores que llenaban el hueco dejado. Por fin, lo tuvo en carne viva,


lo rellenó con los pétalos de las rosas, untó con salsa agridulce y metió al horno. Todo estaba saliendo perfecto. Ya no había pájaro en la ventana, ni en su mente. En otro lugar, Izan seguía conduciendo dentro de su desvarío. “¡Qué extraño día, se preguntaba, no sé dónde estoy, ni qué hago aquí. Todo es demasiado confuso, irreal. Tiene que existir alguna explicación para lo que estoy viviendo. El coche seguía avanzando. Por el camino, al torcer una curva, se encontró con un gran Dragón. Frenó bruscamente. - ¡Cielos! - exclamó. Y al instante, apareció en su mano, como por encanto, una espada, un yelmo cubriendo la cabeza y una armadura en el cuerpo. Pablo se había transformado en Caballero... A continuación, gritó: - ¡Por mi honor y por mi Dama! - Y con la furia de mil Dragones juntos, clavó la espada en el corazón del terrible animal. ¡Ya no más Dragones en mi vida! -, volvió a gritar tan alto que el sonido de su voz retumbó en el espacio. Ya no existían espada, yelmo, ni armadura. Estaba sentado ante el volante... Izan pensó en voz alta: “¿Por mi honor y por mi Dama? ¿Qué estoy diciendo? ¿Qué clase de locura es ésta?: Roca, Abedul, Dragones, Honor, Dama... Fue entonces cuando comenzó a recordar: Iba al trabajo, tenía una casa en una ciudad grande, una mujer que le esperaba y a la que últimamente no entendía... Sí, siempre rodeado de obligaciones y trabajos... La imagen de Raquel invadió su mente. “¿Amaba realmente a aquella mujer? ¡Eran tan distintos!”. Pensó en la Roca y el Abedul, en su silencioso amor y en la cruel distancia que los separaba. “¡Qué impotencia deben de sentir!”, reflexionaba a la vez que evocaba sus imágenes. “¡Igual que la impotencia que tengo ante mis sentimientos!”. El stress de su propia vida le había vuelto comodón ante la entrega emocional de sí mismo. Se había olvidado de cómo hacerlo, de cómo era el amor. La mente volvió a mostrar la imagen de su pareja. ¿Cuánto tiempo hacía que no le había mirado a los ojos? Intentó atraer a la memoria su mirada.

Cuando el entendimiento abre las puertas al corazón y a la mente, todo ser humano proyecta un rayo de luz desde su propio interior, así Izan pudo ver con claridad en los ojos de Raquel a su Dama mostrándole un lugar nuevo, distinto, feérico... pero que existía realmente; lleno de Caballeros que se enfrentan a Dragones, de Damas que luchan desde la soledad mientras esperan la correspondencia de un amor. Personas reales que batallan diariamente con sus problemas, con sus Dragones. Amores inciertos y temerosos de brillar a la luz de la vida. De pronto, unos agudos timbrazos le situaron en la realidad. Era el teléfono. Izan conectó el móvil y contestó con un hilo de voz que casi no reconoció. Al


otro lado, alguien hablaba de máquinas estropeadas que esperaban ser revisadas, instrucciones... “¿Qué es lo absurdo?”, se preguntaba. Por primera vez, Izan sintió la pesadez de las máquinas sobre sí mismo; le ofuscó la abstracción de unos números, de unas cuentas...; la opresión de una vida llena de problemas... Tenía que descansar, apagar los ruidos de su mente y serenarse. Paró el coche un instante con el fin de cerrar los ojos en busca del añorado silencio, de la quietud de su espíritu. Cuanto más arriba nos elevamos en la contemplación, más limitadas se vuelven nuestras expresiones de aquello que es puramente inteligible. Al zambullirse en la oscuridad de sí mismo, Izan, divisó el primer resplandor de entendimiento. No había que comprender, sino sentir para saber. Volvió a girar las ruedas y comenzó a subir el Puerto. Se detuvo en el mismo lugar que había estado hacía unos momentos y contempló, otra vez, el Valle. Habían transcurrido mil años. Pero, ¿qué son mil años para el reencuentro con la naturaleza del ser mismo? ¿Qué son mil años para el amor verdadero? Tiempo que se lleva consigo todas las cosas... incluso nuestra mente, formado de instante donde se hallan todos los tiempos. Buscó al Abedul con la mirada, seguía allí: altivo y desafiante a la duración de toda existencia a pesar de que apenas se podía mantener en pie. Dirigió la vista hacia la roca. Ya no estaba. Su lugar aparecía cubierto de tierra fina. Se quedó extrañado sin saber qué pensar de ello. El agua de un cercano manantial que allí discurría le contestó: La lluvia, el viento y el aire fueron erosionándola y su propia evolución la transformó en tierra fértil llena de recuerdos y experiencias. Izan entendió una vez más. Descubrió a unos leñadores que se entretenían en apilar montones de leña. Alzó la voz llamándoles fuertemente, pero éstos no le oían. Entonces decidió aproximarse más a ellos salvando la caótica multitud de arbustos, plantas espinosas y enmarañada maleza que cubrían el terreno del bosque, hasta que los tuvo a su alcance. Con precisas instrucciones, logró que estos extrajeran de la tierra el Abedul sin dañarlo. Y con la delicadeza de aquellos que saben comprender la naturaleza del sentimiento más puro, consiguieron trasladarlo al lugar donde antaño la roca suspirara por él. En un gran acto de amor, el Abedul hundió sus raíces en la tierra nueva y rica, que se abrió para ofrecer el más cálido cobijo. Una sola acción o palabra es capaz de liberarnos de todo el peso y el dolor de la vida, y esta actuación o palabra curativa, se llama Amor. Así, el gran árbol rejuveneció en cuanto sintió el roce y el calor de su amada. Su espíritu siempre se había mantenido joven.


Izan contempló con lágrimas de emoción, la obra que con su comprensión había creado. Pensó en su mujer, en sus sueños y supo que no había distancia, ni tiempo, pero sí lugar para poder trabajar ese amor; pensó en el honor de las cosas bien hechas y en la fortaleza para vencer los dragones de su propia vida. Respiró profundamente, subió nuevamente al coche y lo arrancó. Había aprendido muchas cosas en un tiempo extraordinario. La lógica de su mente le decía que todo aquello había sido producto de un sueño, una experiencia planeada por las imágenes distorsionadas que la noche nos ofrece y revelan a la conciencia el secreto de nuestros propios secretos... pero, no.... era de día y estaba bien despierto. Un claxon y otra llamada de teléfono...

Los vehículos se amontonaban, la gente iba y venía, las casas se alzaban... ¿Dónde estaban los eucaliptos? ¿Y aquella neblina? ¿Y el Valle encantado? ¿El Puerto, la cuesta, las curvas? ¿Dónde estaban?... Miró hacia el cielo. El Sol brillaba. Contestó al teléfono. Era Raquel quería saber a qué hora iba a llegar a casa. Le respondió vagamente: “Estoy cruzando Hoznayo”. No quiso hablar más. Ya llegaría el momento oportuno. Ahora quería saborear en soledad su descubrimiento, el secreto de sus propios secretos. Raquel colgó el teléfono, aún tenía tiempo para hacer el postre que sería sencillo y rápido. Ningún misterio para adornar unas copas con la guayaba abierta bajo la nata y las fresas apuntando hacia arriba provocando sensaciones jugosas. Ya sólo quedaba preparar la parte final. Sabía que una buena comida debe de ser mostrada en platos finos y servida con gracia y maestría. Así pues, dispuso la mesa del salón adornada con un mantel de lino verde suave, sacó la frágil vajilla que tanto tiempo se hallaba olvidada en la alacena empotrada en la pared, los dos candelabros de plata blanca que les regalaron en la boda y unas flores silvestres colocadas estratégicamente sobre un macetero alargado adornado también con filigranas de plata. Ciertamente todo estaba dispuesto. Su amado estaría a punto de llegar, sólo faltaba el arreglo personal. Se retiró al cuarto, buscó en el fondo del armario aquel vestido negro corto, sugerente y provocativo que dejaba casi los pechos al aire, con una abertura atrás que abría paso a unas espléndidas nalgas y que en el pasado había sido elemento imprescindible para sus juegos eróticos. Quizá Izan recordara. Se lo puso haciendo un pequeño esfuerzo para caber en él. Buscó el liguero, las medias y los zapatos de tacón. Recogió el pelo en un moño griego con rizos a los lados, se puso una gargantilla al cuello y esperó la llegada de su amado esposo.


¿Quién dice que a la edad madura el apetito sexual desaparece? Creo que aquellos que lo piensan están en un pequeño error. Sólo basta con que se metan en la cocina y comiencen a trajinar con los alimentos, a sentirlos en sus manos y a crear nuevas sensaciones y olores. Izan apareció como desde hacia tiempo atrás: gruñendo, cansado, quejándose del trabajo y de sus responsabilidades. Ella, a primera vista, no se percató de la profunda transformación que se había producido en él y que sus demostraciones actuales eran puro teatro. Ambos, sin saberlo, deseaban sorprenderse mutuamente. Así que se quedó un poco decepcionada cuando al salir a recibirlo, vio que no había reparado en ella y se dirigía directo hacia el baño. A gritos le pidió que le acercara el batín de seda, tenía calor y no deseaba llevar nada más puesto. Aquello le extrañó un poco puesto que la temperatura en la calle era bastante baja. Pero no dijo nada. Enseguida oyó caer el agua de la ducha, imaginaba cómo le acariciaba la piel, cómo la espuma del gel le envolvía en manto etéreo y sus manos jugaban con los genitales... Le deseaba. No llevaba ropa interior y sentía el sexo húmedo de ansiedad por él. Por fin, salió de la ducha. Raquel se encontraba quieta en la puerta contemplando su desnudez: un cuerpo proporcionado, fornido, velludo... el cuerpo del hombre que siempre había amado. Gotas de agua discurrían por sus hombros, pecho, brazos, piernas dando a la piel un brillo especial. Se acercó con una toalla en las manos y comenzó a secarle despacio, acariciando su gran humanidad; luego, apoyó un instante la nariz en la espalda dejando que su olor penetrara hasta en las partes más intimas... Estaba muy excitada... De pronto, fue sorprendida por la brusca reacción de Izan quien le quitó la toalla de las manos preguntándole a la vez, si estaba la comida lista y porqué extraña razón iba vestida de esa forma. Ella se ruborizó. Le contestó que aquél era un día especial y que la comida ya estaba preparada. No supo cómo interpretar la mirada que le lanzó. Algo en su interior le decía que Izan no era el mismo de siempre. Seguidamente observó como se enfundaba el batín y dirigía al salón. Éste se quedó gratamente halagado admirando la mesa tan bien ornamentada. Buscó con ternura los ojos de su mujer que aparecían juguetones y sonrientes. - ¿A qué se debe esto? - Preguntó. - Deja que te sirva la comida y me siente a tu lado. ¿No recuerdas que una vez fui Scherezade? Raquel Imaginó los pensamientos que cruzaban por su mente. Seguro que creía que estaba ya al borde de la locura y pronto empezaría alguna tonta discusión. Pero esto estaba muy lejos de la realidad del pensamiento de Izan, el cual estaba entrando en un juego íntimo y profundo de reencuentro con ella. Recordaba cuando la conoció y cómo le gustaba oírle relatar los cuentos que


escribía. ¿Cómo habían podido perder aquellos momentos tan bellos del pasado? Se sentía muy culpable y deseoso de corregir sus errores. Su mujer apareció con una fuente ovalada y le mostró el salpicón de mariscos, con el pepino y la guindilla, servido todo ello con un Fino andaluz en copa grande y le pidió un brindis. - ¿Brindar por qué? - le interrogó. - Por el pájaro negro. Está muerto. Un brillo cruzó la mirada de Izan. El vino y el salpicón, comenzaban a hacer efecto. - ¡Eso merece un brindis y dos!- festejó alborozado. - Ya no hay pájaro ni dentro ni fuera. - le comentó Raquel. Un trago más y la guindilla chispeando en su garganta. Le cogió de la mano y atrajo hacia él dándole el primer beso de pasión desde hacía muchos meses. Ella le envolvió el cuello con los brazos y dejó los labios sobre su boca pegados unos instantes. Se alejó de él por un momento para servir el caldo de pechuga de pollo. Tal y como pensaba iba a ocurrir, en cuanto su marido absorbió un par de cucharadas, la voz se le dulcificó con ese matiz de sensualidad y deseo que tanto te gustaba. Izan se había fijado en el vestido provocativo y se lo hizo notar abriendo la abertura de atrás mientras hacía alusiones a su generoso trasero. Todo estaba saliendo a pedir de boca. Llegó el segundo plato: el ave adornada con rosas y dos plumas negras alzándose sobre el cuerpo perfectamente dorado. Éste se impresionó al verla y la miró con gesto de estupefacción. Enseguida entendió lo que pasaba. También ella debía de haber tenido una experiencia trascendental. Se sirvió un trozo. Probó la carne saboreándola en el paladar. Raquel tomó su ración. Los vapores sensuales que emanaban del ave cocinada, junto a unos sorbos del refresco de menta, comenzaron a enrojecer sus mejillas. Izan soltó el cinturón de la bata. Ella, en acto de provocación, se subió el vestido para que contemplara el liguero negro y quitó los zapatos. No dio tiempo al postre. Ambos rodaron por la alfombra en loco momento de placeres desatados. Raquel sintió con la penetración como si le besara el alma y el mundo desapareciera de su alrededor. Nada era importante. Ya no existían los recuerdos, las confusiones... en aquel ahora se liberaba del tiempo y de ella misma, y a la vez, lo liberaba a él con su entrega. Sus manos acariciaban sin parar el cuerpo que durante tanto tiempo había estado dormido. Él alzaba sus nalgas introduciéndose más y más... queriendo formar parte de ella como nunca lo había hecho. Deseaba arriesgar su alma en una danza que se escapaba más allá del control de la mente. ¡Por fin se habían vuelto a encontrar!


El postre lo saborearon en la cocina, mejor dirían, sobre su físico desnudo donde desparramaron la nata, las fresas y la guayaba... Cuerpo, mente, espíritu y sentimientos en perfecta sintonía dentro de la sencillez de los juegos del amor. Ambos agudizaron sus sentidos hasta hartar. Al igual que si hubieran sido atraídos por la fuerza de gravedad de un agujero negro del espacio, sentían cómo eran fusionados, absorbidos hacia un centro vertiginoso donde giraban a gran velocidad: Pájaro, Abedul, Roca...; armaduras y caballeros; damas y emociones... Todo ello para acabar en una explosión de fuerza y luz, que crea y destruye a la vez. Luego, paz... silencio... Sabor al goce de las delicias que tenían olvidadas. Exhaustos, cerraron los ojos el uno en brazos del otro. Raquel le susurró al oído: - ¿Qué piensas? - No pienso, siento tierra y raíces dentro de mí. Ella no entendió la contestación, sonrió y se acurrucó más junto a su cuerpo. Ya tendrían tiempo de explicaciones. Ahora, sólo quería saborear el momento, contemplar esa imagen fugaz que atravesaba su mente: el pájaro negro que se alejaba. Todo estaba en orden.




01:06:2013

VIII CERTAMEN LITERARIO “DULCE CHACÓN” (España)

La Gavilla Verde convoca el VIII Certamen literario “Dulce Chacón”. Las bases de este Certamen son las siguientes:

1. Podrán participar todas las personas que así lo deseen, españolas o extranjeras, salvo aquellas que hayan obtenido el primer premio en los anteriores Certámenes literarios “Dulce Chacón”.

2. Las obras consistirán en relatos ambientados en los periodos históricos de la II República Española, La Guerra Civil, el Movimiento Guerrillero de posguerra o la Resistencia antifranquista. Se tendrán especialmente en cuenta aquellas obras relacionadas con el mundo rural.

3. La lengua oficial del concurso será la castellana. No obstante, podrán presentarse narraciones en otras lenguas, siempre que se acompañen de la correspondiente traducción al castellano. En el supuesto de su publicación, se procurará hacerlo en la lengua original.

4. Cada participante podrá presentar un único trabajo que será original, inédito y no premiado con anterioridad.

5. Las obras se presentarán en documento de Word versión 97-2003 con las siguientes características: estarán escritas por una sola cara, el tipo de letra será Courier New 12, con un espaciado de 1,5 y tendrán una extensión mínima de 4 hojas y máxima de 10.

6. Los trabajos se podrán enviar por correo normal (una copia) o por e-mail, de tal manera que no se identifique el autor en el contenido del mismo. La identificación del autor con sus datos: nombre completo, dirección particular,


teléfono, correo electrónico, así como un breve currículum, deberá remitirla por correo normal en un sobre, que contendrá a su vez otro en su interior, cerrado y con el nombre de la obra escrito fuera.

7. El jurado no admitirá obras que no cumplan estos requisitos. La dirección de correo electrónico para los trabajos que se envíen por mail es: certamen@lagavillaverde.org Y la dirección postal para los trabajos enviados por correo normal y el envío del sobre con la identificación del autor, es: LA GAVILLA VERDE VIII Certamen Literario “Dulce Chacón”. C/ Mayor, 1 16336 Santa Cruz de Moya. CUENCA

8. El plazo de presentación de originales finalizará el 1 de junio de 2013. El fallo del jurado será inapelable y se dará a conocer en los medios habituales de comunicación www.lagavillaverde.org. La entrega del premio tendrá lugar durante el mes de octubre de 2013 en Santa Cruz de Moya.

9. El jurado estará formado por personas relacionadas con el mundo de la Literatura y un representante de La Gavilla Verde, sus nombres se darán a conocer junto con el fallo.

10. Se establece un único premio de 600 € para el relato seleccionado por su calidad literaria.

La persona ganadora del Certamen deberá asistir al acto de entrega del mismo, de lo contrario, seguirá ostentando la condición de ganadora pero no tendrá derecho a recibir el importe del premio.


11. El premio puede quedar desierto por decisión del Jurado.

12. El ganador deberá ceder los derechos de publicación a la Asociación La Gavilla Verde que se reserva el derecho de publicar en un volumen algunos o todos los trabajos presentados, además de los premiados, para cuyo fin se pondrá en contacto con los autores de los trabajos seleccionados.

13. La participación en el presente certamen supone la aceptación íntegra de estas bases.

14. Cualquier imprevisto no especificado en las bases del concurso será resuelto por el Jurado

Dirección de contacto: certamen@lagavillaverde.org www.escritores.org


01:07:2013 XXV PREMIO DE NARRATIVA “TORRENTE BALLESTER” (España)

Con el ánimo de contribuir a acrecentar la calidad fabuladora y la creatividad que caracteriza a nuestros escritores, así como de homenajear al ferrolano Gonzalo Torrente Ballester, la Diputación Provincial de A Coruña, convoca el XXV Premio de narrativa “Torrente Ballester”, de acuerdo con las siguientes:

BASES

Primera.-

Podrán optar al premio todas aquellas personas, cualquiera que sea su nacionalidad, que no hayan obtenido el premio en las cinco ediciones anteriores a ésta, y que presenten obras inéditas y no premiadas con anterioridad, escritas en castellano o en gallego.

Segunda.-

Se otorgará un premio único e indivisible dotado con 25.000 €, estando sujeta esta cantidad a los impuestos y retenciones legales que le sean de aplicación.

La Diputación publicará la obra premiada, directamente o a través de otra editorial, reservándose durante dieciocho meses los derechos de edición.

Tercera.-

Las obras serán de tema y extensión libres, pudiendo presentarse novelas, relatos y conjuntos de relatos.


Las obras se presentarán preferentemente en formato digital: CD que incluirá en la carátula: XXV Premio de narrativa “Torrente Ballester”, título de la obra y un lema, o el seudónimo de la persona que sea la autora; el tratamiento de texto será Word, OpenOffice o PDF.

En el caso de optar por la presentación en papel, los originales se enviarán por duplicado, en ejemplares separados, en tamaño DIN A4, por las dos caras, numerados, grapados o encuadernados.

La obra será presentada bajo el sistema de plica, por lo que será enviada junto con un sobre aparte; en el exterior del sobre se hará constar el título de la obra y un lema, o el seudónimo de la persona que sea su autora; en el interior se incluirá una copia del documento de identidad, dirección, teléfono de contacto y correo electrónico y, además se icluirá una declaración expresa de que la obra es inédita y que no ha sido premiada, hasta la fecha de presentación, en ningún otro certamen o premio.

Cuarta.-

El plazo de presentación de originales comenzará al día siguiente al de publicación de esta convocatoria en el Boletín Oficial de la Provincia y finalizará el 1 de julio de 2013.

Los originales se enviarán a la Diputación de A Coruña, Avda. Alférez Provisional 2, 15006 A Coruña, indicando en el sobre: XXV Premio de narrativa “Torrente Ballester”.

Quinta.-

Para la lectura de la totalidad de las obras presentadas, será nombrada una comisión de preselección, que estará compuesta por personas expertas en el


campo de la literatura; esta comisión seleccionará las obras que, según su criterio, reúnan la calidad suficiente para que ser valoradas por el jurado del premio

Sexta.-

El jurado estará presidido por el presidente de la Diputación y formarán parte del mismo la diputada presidenta de la Comisión de Cultura, Educación, Deporte y Juventud, y siete personas de reconocido prestigio en el ámbito literario.

El jurado será nombrado por el presidente de la Diputación y actuará como secretario el de la corporación o el funcionario en el que éste delegue.

La composición del jurado se dará a conocer con anterioridad a su reunión en el tablón y en la página web de la Diputación, con el fin de que se puedan interponer los recursos legales pertinentes.

Séptima.-

El jurado actuará en pleno, en sesión a ser posible única, siendo necesaria la asistencia de la mayoría simple de sus miembros. A los efectos de la validez de su constitución, será de aplicación lo dispuesto en el art. 26.1 de la Ley 30/1992 de régimen jurídico de las administraciones públicas y del procedmiento administrativo común. www.escritores.org

Las deliberaciones serán secretas y de ellas será redactada el acta correspondiente.

El jurado no podrá declarar desierto el premio y presentará su propuesta al presidente de la Diputación, que es el órgano competente para concederlo.


El fallo del jurado tendrá lugar en el mes de noviembre de 2013 y se dará a conocer en el tablón de anuncios y en la página web de la Diputación, así como a través de los distintos medios de comunicación.

La plica correspondiente a la obra que resulte finalista podrá ser abierta por el secretario del jurado con el fin de que, si su autor lo permite, pueda darse a conocer su nombre.

Octava.-

No se devolverán las obras presentadas no premiadas y a partir del día siguiente al del fallo del jurado serán destruidas.

La presentación de las obras supone la aceptación de estas bases por parte de los autores.

Los participantes tienen la obligación de comunicar a la Diputación la concesión de cualquier premio que obtenga la obra presentada, en el momento en que esta situación se produzca, lo que dará lugar a su exclusión de este concurso.





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