yo soy mi propio padre

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YO SOY MI PROPIO PADRE

AUTOR: MIGUEL ANGEL DÁVILA PANADERO

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RESUMEN DEL LIBRO ANTERIOR. El mismo día en que me volatilizaba en un accidente de aviación, me reencarné en un bebé. Al nacer, sabía hablar tres idiomas, pero mis palabras no salieron de mi boca con fluidez y coherencia, hasta los once meses. Mamá se llamaba Lola y su hermana Claudia. En vez de tener una madre, tenía dos. En el libro cuento, lo mal que me llevaba con el doctor, mis amoríos con una enfermera y con la chica de la guarde y los pinitos que hacía jugando a la bolsa. Cuando estaba despierto vivía en Madrid, pero cuando soñaba, me trasladaba a New York. Tenemos una pequeña fortuna gracias a mis conocimientos de bolsa. En el 2.008, año de la depresión, arriesgamos un pequeño capital y tuvimos éxito. Ahora vivimos holgadamente de las rentas. Al final del libro descubrí, que mamá era soltera y el semen que sirvió para fertilizarla era el que yo doné en mi vida anterior. Resultado: mamá era mi mujer, mi tita era mi cuñada y yo mi propio padre. ¿Verdad que era un lio?

SINOPSIS 2


Pensad por un momento, que volvéis a nacer, sabiendo lo que sabéis ahora. ¿Qué ocurriría? ¡Os lo diré! -Vuestra edad mental no coincidiría con la cronológica. Sabríais hablar, leer, hacer operaciones y problemas; incluso algunos dominarán un poco el inglés (edad mental). Por otro lado, os haríais pipi y caca en los pañales. Tomaríais biberones, papillas y purés. Usaríais chupete. Andaríais a gatas, os levantaríais, caeríais al suelo cientos de veces antes de aprender a andar. Lloraríais, cada vez que os desollarais las rodillas (edad cronológica). En infantil, dejaríais pasmada a la profesora por vuestra sapiencia, en primero, no digamos. Pues todo eso era lo que le pasaba a Ángel, el protagonista de esta historia. No era un superdotado, solamente un adelantado-según sus propias palabras.

CAPÍTULO UNO. TENGO QUE IR AL COLEGIO

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-¡Mamá! ¿Cuándo empieza el cole? Desde que abandoné la guardería a los tres años tuve siempre el mismo profesor y quiero conocer a otros. Si es profesora mejor que mejor. Ya sabes mis gustos con respecto al género femenino. -Para el carro, Ángel, vayamos por partes. ¿Cómo se llamaba el profesor que tuviste estos años? -preguntó mamá intrigada porque en casa durante ese tiempo no entró ningún hombre. -Internet, mamá. Mi profesor fue el señor Internet. Mamá, me miró fijamente antes de hablar. -¡Quedándote conmigo otra vez! ¿Por qué siempre yo? ¡Quédate alguna vez con tu tía la cariñosa! -¡Celosa, celosa!- Repetí varias veces antes de abrazarla. Me gustaba hacerle

rabiar. -Eres…como nadie. Tú siempre con segundas tintas. A veces me sacas de quicio. -Como nadie ¡no! Soy tu hijo y tu marido, ¡recuérdalo! -¡Basta ya de tonterías! ¿Cómo prefiere el señorito a su nueva profesora? -Alta, rubia y guapa, como…vosotras. ¿Te parece bien? Lo de cómo… vosotras le llegó al alma, pero enseguida reaccionó. -¡Ojalá te toque un profesor, calvo y con bigote!-dijo para mosquearme. -Entonces, me cambiáis de colegio y santas pascuas. Mientras conversábamos, apareció tía Claudia con una caja bastante voluminosa en la mano. Debía pesar poco ya que se la pasó de una mano a otra sin apenas esfuerzo. - ¡Es para ti! Pronto te hará falta. Era una mochila azul con ruedas para transportar los libros al colegio. -Gracias tita. -Claudia, ¿conoces al profesor que tuvo Ángel estos últimos años? -Profesor... ¿Qué profesor? ¿Te estás quedando conmigo, Lola? hombre que estuvo en casa se llamaba Ángel y es tu hijo y mi sobrino.

El único

-Fue el niño el que se quedó conmigo, resulta que su profesor se llamaba Internet, el señor Internet. 4


-Eso sólo se le puede ocurrir a mi sobrino. ¡Ven!, y dame un abrazo -dijo Claudia riéndose de la ocurrencia del señor Internet. -Te tiene en el bote, Claudia. Hace contigo lo que quiere. -¿Sabes lo qué pienso algunas veces? –dijo Claudia dándose un respiro para continuar-. Si me hubieran inseminado a mí, ahora sería mi hijo, por eso le quiero tanto. Mamá se dio cuenta que su hermana decía una verdad más grande que la copa de un pino. Si fuera así, Claudia sería la madre y ella la tita. -Todavía estás a tiempo, tita. A lo mejor queda algo de las escurriduras. Eso acabó con la paciencia de las dos hermanas. Querían cogerme para darme una colleja. Puse pies en polvorosa y desaparecí de su vista. -No te escondas bribón, que ésta me la pagas -decía Claudia medio enfadada. -Mamá, ¡defiéndeme!, que soy tu hijo -grité una y otra vez mientras me escondía. Cuando los ánimos se fueron calmando, asomé mi cabeza por el lateral de un mueble. -¿Hacemos las paces? -le dije a mi tía, porque a mamá se le pasó el enfado enseguida. -Si me besáis, prometo no ser tan soez con vosotras. Poco a poco Claudia se calmó. -El comentario que hice, fue parecido al que me hicieron a mí en la universidad cuando iba a donar semen y en vez de enfadarme, tuve que reír. Yo soy así y suelto lo primero que me viene a la mente sin pensar en las consecuencias. Algunas veces tenéis que pensar, que las palabras se las lleva el viento. Me acerqué a tía Claudia y le dije con toda intención: -¡Te quiero mamá! Mientras nos abrazábamos, guiñé un ojo a Lola para que no se enfadara. “Este chiquillo sabe como ganarse a las personas, ¿a quién habrá salido?”pensó mamá. El “mamá” que le dije a tía Claudia le llegó al corazón y me llenó de besos. -Te quiero hijo mío -me dijo una y otra vez, sin parar de besarme. 5


-Me vas a desgastar, deja algo para otro día - dije muy bajito al oído de la tita. -Claudia, ¿sabes otra cosa qué me dijo tu sobrinito?-dijo con sorna Lola a su hermana. -¿Qué? -Que quiere una maestra que se parezca a nosotras y yo le contesté que le tocará un maestro calvo y con bigote. -¡Eso no! Si le tocara un maestro, calvo y con bigote, le cambiaríamos de colegio al instante -expresó tía Claudia como si fuera mi madre. -Eso mismo me contestó el mujeriego éste -dijo mamá señalándome con el dedo, pero sin enfadarse. -¿Cuándo me “apuntaréis” al colegio? Quiero ampliar mi círculo de amistades y presumir de dos madres tan guapas. -¿De verdad qué en tu vida anterior no hubo mujeres? ¡Estarían tontas o ciegas! Si hubiera estado yo, te atraparía -exclamó tía Claudia -En mi época universitaria, sólo sabía estudiar, no quería perder la beca. Las mujeres pasaron a un segundo plano. Después, fue el trabajo el que me absorbió por completo. -¿Es qué no tenías mujeres a tu alrededor?-volvió a preguntar la tita. -Muchísimas y bastante jóvenes. En la planta del edificio donde trabajé, disponía de varias secretarias y más de cuarenta mujeres a mi cargo, pero yo era don Ángel, un director de inversiones con muchas aspiraciones -le contesté a la curiosa de mi tía mientras mamá quería decirme algo. -Estamos a doce de Septiembre y desde Marzo, estás “apuntado” al colegio que hay muy cerca de tu antigua guardería -expresó mamá. -Dentro de tres días te llevaremos al colegio. ¿Qué te parece?-dijo la tita. -Bien, pero no sé qué me van a enseñar, si yo sé más que ellos. -Algo aprenderás, siempre se aprende algo cada día. De ahí viene el dicho de “nunca te acostarás sin saber una cosa más”. -No quiero libros, sólo necesito cuadernos para perfeccionar mi caligrafía. -De momento, la mochila rodante se quedará en casa, sólo llevaré una pequeña mochila a la espalda para guardar el bocadillo, un par de cuadernos, y el plumier. 6


-Si luego te riñe la guapa de tu seño, no vengas quejándote -insinuó mamá con recochineo pensando en el calvo con bigote. -En idiomas y matemáticas, bien, pero… ¿qué sabes tú de historia y naturaleza?- expresó tía Claudia, para que estrenara la mochila con libros de esas asignaturas. -Llevo más de dos años estudiando la historia de España, desde la Prehistoria hasta el último Borbón. Las autonomías, provincias y ciudades vienen diariamente en la prensa, y los documentales de TV me pusieron al día sobre la fauna y la flora de este país. Hasta me leí varias veces la Constitución. -Vamos, que tu solito te marcaste tu propio plan de estudio. -Más o menos así fue. Si queréis preguntarme algo ¡Hacedlo! Comprobaréis que estoy al día. La tita me preguntó por los Borbones de España. Empecé con Felipe V y terminé con Juan Carlos I. Quedó bastante satisfecha con mi respuesta. Mamá me hizo preguntas sueltas, tipo “trivial” y también las contesté. -Dejaos ya de pamplinas y acompañadme a la agencia de viajes-insinué a las dos hermanas-más que insinuar fue una orden. -¿Piensa viajar el señorito?-me preguntó mamá. -De momento ¡no!, pero quiero presentarme en clase con algunos folletos. Luisa me regaló media docena: dos de Europa, uno de Asia, uno de África, uno de Estados Unidos y el último de los países caribeños. -¿Para qué los quieres?-me preguntó la tita. -Voy a organizar un viaje para los tres. Cuando lo tenga decidido os daré dos opciones para que elijáis. ¿Qué os parece? Lo haremos el próximo verano. -Nos costará un dineral -dijeron las dos mujeres que no querían pasarse del presupuesto familiar. -Ya se encargará Luisa de hacernos un tres por dos. ¿A cuanto ascienden nuestras reservas tita Claudia? -Apenas las usamos, habrá unos cuatrocientos mil euros en la caja fuerte. La mayoría de nuestro dinero está en letras del tesoro, a corto y a largo plazo. -Podemos invertir en bolsa durante unas semanas, seguro que sacaremos para el viaje. 7


-Tres mil para el viaje y hotel y dos mil para gastos, fueron mis cálculos. Puedes sacar unos cincuenta mil de la caja, en un par de semanas te los devolveré -le comuniqué a la tita. -¿Tantos? ¿Por qué no sacamos varios miles y juegas con ellos varios meses? No tenemos prisas. -Como tú quieras, así lo haremos. Con los folletos informativos esparcidos sobre la mesa, empezaron a opinar. -A mi me gustaría viajar al Caribe - dijo mamá. -Yo estoy dudando entre el Caribe y Paris -exclamó tía Claudia. -Pues, pasaremos una semana en Paris y otra en el Caribe. ¿Os parece bien?-les dije en tono jocoso. Las dos hermanas se miraron como si dudaran de mi palabra. -¡Que va en serio! ¡Decidme algo! Si queréis, uno de los viajes lo conseguiré casi gratis. -Creo que te estás pasando, Ángel. ¿Tú crees que Luisa se chupa el dedo? -Por mi se puede morder un codo, pero llevo razón. Si el viaje al Caribe costara dos mil, por hacer la reserva nueve meses antes te corresponde un descuento del veinte, ahorraríamos cuatrocientos. Si el viaje a Paris costara mil quinientos, nos ahorraríamos con el descuento trescientos. Resumiendo, los dos viajes saldrían por dos mil ochocientos, os sobraría dinero para compraros un modelito para cada una. ¿Qué os pareció el planteamiento? -Tú lo ves todo de color de rosa -dijo mamá. -Se lo preguntaremos a Luisa -exclamó la tita-, a lo mejor el niño lleva razón -¿Qué viaje haríais antes? Pensarlo bien antes de responder. Me miraron embobadas. -¿Qué más da ir primero a un sitio que a otro? ¿Tú a cuál irías primero?-me preguntaron intrigadas por la pregunta formulada. -Primero, iríamos al Caribe. -¿Y por qué no a Paris?

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-Porque primero tenéis que tostaros bien con el sol caribeño, así cuando fuéramos a Paris, podríais presumir de vuestro broceado y yo sería la envidia de todos los parisinos. -De tonto no tienes un pelo, pero esta vez tienes razón, primero iremos al Caribe -contestaron muy contentas al unísono. Por la tarde, volvimos a la agencia para hablar con Luisa. -¿A dónde os quiere llevar el embaucador? -Al Caribe y a Paris -contesté, aceptando la palabra embaucador como alucinador. Luisa se puso a trabajar con su calculadora. El descuento era de un veinticinco y si desde el Caribe viajábamos directos a Paris sin pasar por Madrid, las vacaciones saldrían más baratas. -Al final tendréis quinientos euros extras para gastar -les aclaré, después de hacer mis propios cálculos. Le entregamos a Luisa mil euros de señal, el resto lo cobraría cuando retiráramos los pasajes. -¿Cuándo empezarás a invertir?- preguntó mamá en casa. -Mañana mismo si queréis - les comuniqué, mientras leía la página de la bolsa y la confrontaba con otra de la semana anterior. -Observad estas acciones, llevan más de una semana bajando, ya tocaron fondo. Dentro de varios días subirán como la espuma y con varios golpes de suerte sacaremos una buena tajada para las vacaciones. -¿Nunca te equivocas en tus apreciaciones? -Pocas veces, pero siempre rectifico a tiempo y en vez de ganar más, gano menos, pero siempre gano. -Ya podéis compraros el bikini. Por el color de vuestra piel, no debéis comprarlos ni muy claros ni muy oscuros. -¡Vaya con el niño! Si ahora quiere elegir hasta nuestro vestuario -comentó tía Claudia, porque mamá se quedó pensativa. -¿Por qué ni muy claros ni muy oscuros? ¡Explícate! Porque esos colores, son para las mujeres que ya están bronceadas, así resaltan más su moreno y vosotras estáis blanquitas. 9


No tan blanquitas, el sol que nos dio este verano en la piscina del club, todavía se nota en nuestra piel -exclamó tía Claudia. ¡A ver, a ver!-expresé con segundas intenciones. Mi tía hizo el ademán de bajarse un poco el sujetador para que viéramos las marcas del sol en su piel, pero al ver mi actitud sonriente, desistió. -¡Será sinvergüenza!, tú lo que quieres es verme los pechos. -Si me los enseñas, los miraré, eso depende de ti. -Pues te quedarás con la miel en los labios, mujeriego, que eres peor que un viejo verde. -Entonces, nos compraremos dos cada una, uno para el principio de las vacaciones y el otro para los últimos días -dijo mamá que llevaba un buen rato sin decir palabra. -¡Bien dicho, Lola! –exclamó tía Claudia. Hablando, hablando, se pasó el tiempo volando.

CAPÍTULO II. POR FIN VOY AL COLEGIO.

Las dos noches anteriores al quince, soñé con el cole de New York. Veinte yanquis y cinco hispanos componíamos la plantilla del señor Matute. Gracias a la hermana de mamá, que me hacía las tareas de inglés, no me retrasé. Tardé varios años 10


en dominar el nuevo idioma. Para no olvidar el anterior, en casa siempre hablábamos español. Me desperté, en el mismo momento que caía una gran nevada en la ciudad de los rascacielos y los copos taparon el cemento de las calles en un abrir y cerrar de ojos. El 15 de Septiembre a las nueve y media de la mañana estábamos en la puerta del colegio. Los demás cursos, entraron a las nueve y los infantiles entrarían a las once. -

-Ángel, en Norteamérica, ¿qué tuviste?, profesor o profesora.

-Mi primer profesor americano fue el señor Matute, estuve con él los dos primeros años. Era un cuarentón bastante aburrido, pero conocía su oficio. -Qué nombre más raro. ¿Cuál sería su traducción al español?- me preguntaron las dos curiosas que andaban pez en inglés. -Matute, equivale a Matusalén, que según los libros apócrifos del Antiguo Testamento, fue el hombre más longevo de la historia. -¡Ah!- exclamaron las dos, quedándose con la boca abierta como tontas. Mientras hablaba con mamá y la tita, estuve observando a una madre alta, joven y muy guapa. Sus largos brazos sujetaban a dos niños. Le calculé unos veinticuatro años. ¿Tendría los niños siendo muy joven? (pensé). -Señorita Rosa, ya puede entrar en su clase -dijo una cuarentona a la joven madre. -Los de primero, pueden pasar con sus madres a la clase para conocerla-dijo la tal Rosa. -Te has salido con la tuya: es alta, joven y guapa, como tú querías - dijeron mis acompañantes al comprobar que la veinteañera era mi profesora. La expresión de mis ojos me delataban ¡estaba contento!, contento ¡no!, ¡contentísimo! No se parecía en nada al señor Internet ni al señor calvo con bigote, ni al señor Matute. Se llamaba Rosa, e iba a ser mi maestra, los niños que aguantaba, serían seguramente de alguna madre que se marchó con prisas. Me senté junto a una niña grandota, parecía simpática. Era la más alta y fuerte de la clase con mucha diferencia, aparentaba varios años más. Mientras, mamá y tía Claudia, hablaban con la señorita junto a la pizarra de la clase. ¡Estarían haciendo elogios de mi persona!-pensé vanidosamente. Cuando volviera a casa, me informarían de su conversación. Diez minutos después, según mi reloj de pulsera, las madres se fueron. Rosa se quedó sola. 11


-Buenos días niños, me llamo Rosa, señorita Rosa y seré vuestra profesora este curso. Por favor, levantad la mano los nuevos para conocerles. Solamente mi compañera y yo levantamos la mano, los demás hicieron infantil el curso pasado en el mismo colegio y promocionaron, ya se conocían. -¿Cómo os llamáis?-nos preguntó. -Rosario y Ángel -contestamos poniéndonos de pie para que todos nos vieran. ¡Qué alta era mi compañera!, me sacaba más de media cabeza y eso que yo no me consideraba bajito. -Podéis sentaros -nos dijo amablemente la señorita Rosa. Después abrió su libreta y exclamó: -¡Aquí estáis! Rosario de Cádiz y Ángel de Madrid. ¿Es correcto?-nos preguntó. Miré a mi compañera y los dos dijimos a la vez: -¡Correcto, señorita Rosa!-contestamos a la vez después de habernos puesto de acuerdo con las miradas. - ¿Alguno sabe leer? –volvió a preguntar la seño a toda la clase. Sólo cinco levantamos la mano. Mi compañera agachó la cabeza avergonzada. -Ángel, tu madre y tu tía me dijeron que podías sorprenderme, que no me asustara. ¿A qué se referían? ¿Me lo puedes explicar? -¿Qué quiere saber?, señorita Rosa. -¡Todo! Me gusta saberlo todo sobre mis alumnos. Si quiere saber todo, tardaría muchos días en explicárselo. Es mejor que vayamos poco a poco, como los novios antiguos (lancé mi primer “pildorazo” a la señorita Rosa). La fluidez de mis palabras y mi vocabulario haciendo una frase comparativa, hicieron mella en ella, no podía imaginarse lo que le esperaba. -Tu familia me contó, que tuviste estos años el mejor profesor particular del mundo. ¿Le conozco? ¿Cómo se llamaba? Eso era cosa de tía Claudia, quería ponerme en ridículo delante de toda la clase. Si le decía el nombre, pensaría que me guaseaba de ella y si no respondía, parecería un lelo. Me decidí por lo primero. -Internet, señorita, mi profesor fue el señor Internet. 12


La clase enmudeció. De pronto, mi compañera me dio un golpe en la espalda con la palma de su mano. No me lo esperaba y casi me tira del asiento. -¡Bien dicho, macho! Eres un gracioso. Después comenzó a reírse y contagió a toda la clase, hasta la señorita tuvo que reírse. Lo que no supe fue, si se reía de mi respuesta o de lo que hizo Rosario conmigo. La seño, escribió media docena de palabras en la pizarra y debajo varias frases sencillas en la que estaba su nombre y el de Madrid. Mandó que lo leyeran tres niñas y un niño, a mí me dejó el último. También mandó hacer frases con las palabras escritas. -Puedes leer lo que quieras - dijo cuando me tocó el turno. -¿Lo qué quiera? -le pregunté. -Todo lo que tus ojos vean - fue su respuesta. Aprovechando el deseo de la señorita, leí varios poster de animales que adornaban la clase, leí hasta la letra pequeñita que venía en el margen. -¡Qué tío!, sabe más que “Briján”- dijo mi compañera en voz alta. Miré a mi compañera sorprendido de lo que dijo. ¿Quién sería el tal Briján qué sabía tanto? -Mis padres siempre dicen eso, cuando alguien sabe mucho -aclaró Rosario. ¡Ah!, era una frase hecha, por eso no lo conocía.-pensé. Cuando llegue a casa se lo preguntaré al profesor Internet, por si él le conoce. En ese momento sonó el timbre, era la hora del recreo. Cuando me disponía a salir por la puerta con los demás niños y con mi bocadillo en la mano, me dijo la señorita. -Quédate un momento, Ángel, quiero hablar contigo. Me gustó la proposición de la señorita, era mi primera cita con ella a solas. Empezaba bien el curso. -Deseo saber más de ti. Entonces me lancé. -Tengo seis años y medio y usted me gusta mucho como profesora, pero no creo que estemos mucho tiempo en la misma clase. -¿Por qué? ¿Te piensas marchar de Madrid? 13


-¡No!- exclamé. Porque tengo superado con creces este nivel y tendrán que pasarme a otro. -¿Tan listo te crees?- me dijo en tono jocoso. -Más que listo, adelantado. Hice bien mis deberes. Entonces, me acerqué a la biblioteca del aula y cogí de la estantería un libro que estaba escrito en ingles. -Ese libro es mío, lo estoy leyendo en mis ratos libres. Sin mirar el interior del libro dije: - Oliver Twist de Charles Dickens, primera mitad del siglo XIX, lo leí hace tiempo -le dije. Después, abrí el libro por una página al azar y comencé a leer en inglés -Si quiere se lo puedo traducir. También hablo francés y estoy aprendiendo alemán con el profesor Internet. -¡Así decía tu familia que me sorprenderías! Me dejas helada. ¿Hay algo qué no sepas? -De primaria y secundaria lo sé todo. -¿Tendrás algún defecto? Te lo pregunto, porque todavía no encontré al hombre perfecto. -Que yo sepa, solo tengo uno, pero no es preocupante. -¿Lo puedo saber? -Que me enamoro enseguida de mujeres como usted. (Otro pildorazo). Le gustó la lisonja, pero no se ruborizó. Eran palabras de un niño. -Si tuvieras mi edad, no te escaparías -contestó Rosa, al encontrar al hombre perfecto en forma de niño. -Es lo mismo que me repite constantemente tía Claudia. -¿Manejas bien el ordenador? -Soy un experto, hago mis propios programas informáticos. -Pues me vas a dar algunas lecciones prácticas, soy una principiante en esa materia y me da vergüenza que mis compañeros pasen mis notas e informes al ordenador.

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-No tengo inconveniente. Todas las tardes, puede venir a casa y le enseñaré. Mamá y tía Claudia nunca se oponen a mis decisiones. Me pasaba igual que con Eva, después de clase estaría una hora a solas con ella. ¿Qué sería de Eva?, desde que se casó sólo la vi una vez. -Esta semana te quiero en mi clase, después hablaré con la directora. -No traje libros porque no los necesito, sólo quiero mejorar mi caligrafía, en casa todo lo que escribo es con el ordenador. Escribir a mano me cansa. -Pues te pasarás la semana escribiendo y ayudándome en clase. -Aparte del ordenador ¿a qué juegas en tus ratos libres? -A la bolsa -le contesté sin pensármelo dos veces. -¿No te estarás quedando conmigo, Ángel? -Es cierto, si todos los días me trajera el periódico le diría los valores que más subirán los próximos días. Es fácil comprobarlo con el periódico del día siguiente. Con tanta charla se acabó el recreo y sólo me dio tiempo a hacer un pis. Rosario esperó a que me sentara para decirme al oído: -¿Has visto el molondro que tiene ese niño?- y señaló con el dedo a uno que tenía mucha cabeza y el pelo ensortijado. Me tuve que reír de las ocurrencias y forma de hablar de mi compañera. Hacíamos una buena pareja. Cuando Rosario abrió su libro sólo se sabía las vocales, por eso agachó la cabeza cuando la seño preguntó los que sabían leer, le daba vergüenza. En poco tiempo le enseñé un par de consonantes y empezó a leer algunas palabras. ¡Se puso muy contenta! Leer no era tan difícil. -¡Gracias tío! Mañana me enseñarás más palabras. Diré en casa que tengo una profesora y un profesor. Van a alucinar. ¿Cuándo podré leer algún cuento? -Si practicas mucho, en menos de un mes. Me hizo gracia lo de “tío”, pero comprendí que Rosario era así. Decía lo primero que le venía a la mente, pero con gracia. Yo, casi siempre, hablaba con segundas intenciones. La mayoría de los niños nos quedamos en el comedor escolar. -“Ange”, es la primera vez que como fuera de casa -me dijo Rosario un poco preocupada, 15


-Pues ya te comiste una letra de mi nombre. Que aproveche. -Si las letras alimentaran, yo estaría como un tonel porque me como un montón. En casa, todos nos comemos muchas letras cuando hablamos, así terminamos antes de decir las cosas y tenemos más tiempo libre. Pensé que era una buena teoría para ganar tiempo al tiempo. Lentejas, filete de pollo empanado y naranja, era lo que venía en la bandeja. Probé las lentejas, me comí el filete y pelé la naranja. Rosario, rebañó la bandeja. -¡Estaba bueno!-exclamó. La “naraja” es la fruta que más me gusta y en mi casa comemos las lentejas con “babetas”*. -Tú eres capaz de comerte un buey. Te acabas de comer otra letra. ¿Quieres?, y le ofrecí la mía. Desapareció en su boca en un santiamén. Mientras los niños dibujaban en clase, me entretuve haciendo caligrafía. Me costó al principio, pero pronto le cogí el tranquillo. Estuve copiando unos párrafos del libro de la señorita que gentilmente me prestó. Los demás libros eran insulsos y repetitivos, con letras muy grandes para mi gusto. -Muy bien Ángel, en pocos días escribirás mejor que yo. -Seño, me canso mucho escribiendo. Mientras descanso, ¿puedo enseñar a leer a Rocío?- le pregunté a la señorita Rosa. -Claro que puedes, me harás un gran favor. Con esas palabras me animaba la señorita. Miré hacia arriba y le guiñé un ojo. Ella me devolvió el guiño. Estábamos “compinchados”. Rosa, habló con mamá a la salida. Mañana iría a casa para que le enseñara a manejar el ordenador y a informarse sobre mi persona. -¿Qué haces?-me preguntó tía Claudia mientras tecleaba en mi ordenador. -Una poesía a mi señorita, quiero llevársela mañana. Será una sorpresa. -¿Desde cuándo escribes poesías? -pregunta mi tita sorprendida. -Desde hoy. -Cuando esté terminada, quiero leerla, Ángel y te daré mi opinión.

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Hasta la hora de cenar no pude terminarla. Sin lugar a dudas lo mío eran los números. No sé cuantas veces me levanté de la silla completamente bloqueado sin encontrar la rima. La poesía quedó así:

A Rosa

Flor perfumada que mece el viento, por los jardines de los conventos. ¿Por qué marchitas en corto tiempo? Ella responde ¡Es culpa del viento! Para escribir cuatro versos necesité más de una hora, pero creo que mereció la pena -¡Mamá, tía Claudia! ¡Por fin terminé!, ya podéis poner la mesa para cenar que tengo hambre. En vez de poner la cena, vinieron a leer la poesía. -No está mal, granujilla, ¿cuándo nos escribirás una a nosotras? -Cuando me sienta inspirado. ¿Es que estáis celosas de un bombón de veintitrés años? ¡Yo sí! ¡Yo también!-respondieron las dos sonrientes. En la sobremesa sólo hablé de lo guapa que era mi señorita y de la simpatía de mi compañera Rosario. Cuando conté lo de la palmada en la espalda y las palabras que decía, no pudieron aguantar la risa. -Cuando quieras, nos la presentas -me dijeron las dos-. Es la primera vez que hablas de una persona de tu edad. ¡Ya era hora! En un folio cuadriculado entregué la poesía a la señorita. Por el rostro que puso, sabía que le gustó. Después, se la enseñó a otras compañeras y vinieron a conocer al autor. Eso de que un niño de primero escribiera poesías, no era muy normal y si encima hablaba tres idiomas, menos. -¿Seguro qué no la has copiado de algún libro?- me preguntó doña Hortensia la directora. -Estoy segura-respondió Rosa saliendo en mi defensa. 17


En un corrillo cuchichearon un rato. Cuando terminaron, me llevaron al despacho de la directora. Al salir de clase, cogí la mano de mi seño como si fuera mi novia y no la solté. Aquello era una encerrona en toda regla; tres profesoras (incluida Rosa) y la directora. Me enfrentaba a cuatro mujeres. Más bien a tres, porque Rosa estaría siempre de mi lado. Por si las moscas, no solté su mano, me imprimía confianza. La primera pregunta me la formularon en inglés, contesté correctamente. La segunda en francés, volví a contestar correctamente como un nativo (durante estos años, estuve perfeccionándolo viendo películas en internet). -¡Ya os lo dije!- exclamó Rosa saliendo en mi defensa. Es un caso único y lo mejor de todo es que sólo tuvo un profesor. -¿Quién?-preguntaron al unísono las tres. ¡Díselo tú, Ángel!, que a mí me hizo gracia el nombre de tu profesor particular la primera vez que lo escuché -exclamó Rosa tapándose la boca con una de sus manos para aguantar la risa. Era mi cómplice, no daba lugar a dudas. Quería, que cayeran en la misma trampa que cayó ella. Ya que tenía el beneplácito de la seño, lo solté de sopetón -Mi profesor fue… ¡el señor Internet! La incredulidad de tres, contractaba con la sonrisa de una. También cayeron en la trampa. -¿Y de matemáticas como andas?—me preguntó doña Hortensia. -Mejor que con los idiomas. Ahora estoy repasando las derivadas e integrales y en Física estoy con el tiro oblicuo. -¿Qué carrera piensas estudiar?- me preguntó la profesora de inglés. -Pienso hacer varias, la primera será Económicas. Prefiero los números a las letras. Quiero ser asesor financiero y agente de bolsa. -¿Con qué edad acabarías la primera carrera?-me volvieron a preguntar. -Con doce años -afirmé orgulloso, sabiendo que ellas terminaron con veintiuno por lo menos. Mientras contestaba a una de las profesoras, la directora fue en busca del profesor de matemáticas. Quería comprobar lo que sabía de esa asignatura.

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No le desilusioné, sabía bastante más que él. Cabizbajo, se retiró para hablar con doña Hortensia. -¡Es un genio!- escuché que le decía en voz baja a la directora. -¿Qué hacemos contigo? Expondré tu caso a la inspección -expresó doña Hortensia orgullosa de tener en el colegio un niño súper adelantado. La reunión finalizó y regresamos a clase. Rosa me felicitó por el pasillo. -¡Sabes más qué yo! Nunca lo hubiera creído-me dijo antes de entrar en la clase. Mientras la seño repasaba lo del día anterior, yo seguí con clases particulares a mi compañera Rosario. Juntos, leímos lo aprendido el día anterior y después, continué con varias consonantes más. No era torpe, aprendía con rapidez, lo que necesitaba era que alguien estuviera pendiente de ella. En un par de sesiones aprendería todas las sílabas directas. Por debajo de la mesa sacó de su mochila un bocadillo monumental. -Hoy me voy a poner púa en el recreo, mamá me puso media telera porque no quise desayunar. Comprendí el significado de su frase gracias al bocadillo, si no, me habría quedado “en ascuas”. En el recreo me ofreció un trocito de su media telera rellena de chorizo extremeño. Era generosa con sus amigos. Me interesaba tenerla a mi lado para que me defendiera en caso de trifulca. Era capaz de pelearse hasta con niños de tercero y cuarto, cuerpo tenía, me sacaba casi una cabeza. -¿Dónde compró tu madre el chorizo? ¡Estaba buenísimo! - En el almacén de productos extremeños que hay en mi bloque. Desde que lo probamos por primera vez, nunca nos falta.

CAPÍTULO III. PROFESOR DE PROFESORA.

Por la tarde, fuimos andando a casa. En el trayecto, la seño contó a mamá y a la tita lo que paso en el despacho de la directora. Como era natural, no se sorprendieron ni un ápice. 19


-Ya le dijimos que se sorprendería con nuestro Angelito. -Buenas tardes doña Lola -le dijo a mamá una señora con un carrito de bebé. -¡Hola Matilde! ¿Qué tuviste? -Una niña, se llama Sara. Ya veo que su Angelito está grande y guapo. La buena señora se acercó y me besó muy educadamente. Por un momento me pareció conocerla. ¿De qué la conocería?, pensé, pero pronto desistí. -¿Y su marido?, hace tiempo que no lo veo -le preguntó mamá. -Está de guardia en la clínica. ¡Ya sé quien era! Era la esposa del malaje que me ayudó a nacer. -Está usted mucho más guapa. Las lentillas le sientan mejor que las gafas de aumento que tenía, además, el cambio de peinado le favorece - le dije a Matilde disculpándome a mi manera de la primera vez que la vi con aquellas horribles botas y las gafas de culo de botella. -Gracias Ángel, nunca me dijeron nada tan bonito. Nos despedimos de ella y continuamos caminos opuestos. - Matilde, es la esposa del médico que me atendió cuando di a luz a Ángel -le aclaró mamá a Rosa-. Con el parto y el cambio de imagen, está mucho más favorecida. -El matasanos ése, no se merece una mujer como Matilde -dije en voz alta alabando a la señora y maldiciendo al marido. -¿Qué palabras son esas, Ángel? - me recriminó la seño. -Mi sobrino tiene tirria al médico que atendió a Lola en el parto. -¿Por qué? -Porque le dio unas palmaditas en las nalgas para que llorara. Cada vez que se lo encuentra se pone frenético. -Me dolieron, por eso lloré -dije malhumorado. Rosa no sabía si reírse o regañarme, optó por lo primero. -Es la primera vez que oigo, que alguien se acuerde del día en que nació. Callamos, era nuestro secreto y no se lo revelaríamos a nadie. 20


Entramos en la antigua tienda. Detrás de un biombo tenía mi mesa y el ordenador. -¿Qué negocio tenían montado aquí?- preguntó Rosa. -Una tienda de antigüedades, pero recibimos una herencia y ya no trabaja nadie de la familia, ahora vivimos de las rentas -mentí, pero sólo en parte, fue una mentirijilla. -¿Qué sabes hacer? ¡Hazme una demostración!- me pidió la seño sentándose a mi lado junto al ordenador Puse en la pantalla una foto mía reciente y le dije: -Ahora, voy a meter un programa informático. Me costó más de seis meses desarrollarlo. A continuación, fui envejeciéndome hasta los veinticinco años. ¡Así seré cuando tenga su edad!-exclamé. -Estás muy bien. -Si tiene alguna foto suya, puedo averiguar como era cuando tenía mi edad o como será cuando tenga… No dejó que terminara. -No me pongas años, que estoy muy bien con los que tengo -me contestó. Después, rebuscó en su cartera y lo único que encontró fue una foto tamaño carnet. -¿Sirve?-me preguntó. Cogí la foto y la escaneé, después, la amplié. Se quedó atónita cuando se vio con veinte, quince, diez y seis años. -¡Estaba usted muy bien cuando tenía mi edad!- exclamé, contestando a lo que ella respondió de mí cuando me vio con veinticinco años. Después, hice algunas copias y se las entregué. -Cuando cuente esto en casa, no se lo creerán. Me has sacado igual que cuando tenía tu edad. Te traeré fotos antiguas para que las puedas comparar. -En el colegio chitón, que después querrán que les dé una copia del programa informático. En verdad, lo que quería la seño, era aprender a entrar en el programa “Séneca” para poner las notas durante el curso. Siguiendo mis indicaciones, enseguida lo consiguió. Hizo varias pruebas satisfactorias. 21


-Su hijo me contó que es un lince en los movimientos bursátiles de la bolsa, ¿es cierto?, o faroleaba. -Es cierto, puede confiar en él. No sabemos como lo hace, pero casi nunca se equivoca. Le sirve de hobby. Antes, arriesgábamos dinero y siempre lo multiplicaba. Después lo dejó, porque se aburría de ganar siempre. Sólo juega cuando le apetece. Nosotros siempre le respaldamos y animamos para que juegue. -Si yo te diera cien euros ¿cuántos me devolverías? -Depende, si lo invierto a corto o a largo plazo. -Explícate, que yo estoy pez en ese tema. -Con esa cantidad podría obtener unos mil al año e incluso más. -¿No me estarás engañado? Con ese dinero podría pasar una semanita en el Caribe y sería la envidia de mis amigas. Ahora la que intervino fue tía Claudia. -Nosotras nos vamos al Caribe con Ángel la primera semana de Julio, ya hicimos las reservas para que nos hicieran un veinticinco por ciento de descuento. Fue idea del niño. Después del Caribe nos iremos una semana a Paris. Nos escogió hasta el color de los bikinis. ¿Qué te parece el niño? Entiende hasta de ropa. El verano pasado fuimos a Londres, nos lo llevamos de intérprete. A través de internet, se conocía todas las tiendas y el callejero de la ciudad. Era gracioso oírle hablar con cualquier londinense, lo confundían con un norteamericano. Las azafatas del avión, lo acapararon durante el vuelo. Con una hablaba inglés y con la otra francés. Le gusta estar siempre rodeado de mujeres guapas. -Tenéis una joya en casa, un sabelotodo agradable. Hasta me dijo que le gustaba de novia. -No es la primera a la que se lo dice, ya tuvo dos novias. Una se casó y la otra está a punto de hacerlo. La primera fue la enfermera que asistió su parto y la segunda una cuidadora de la guardería. -¡Dejadlo ya! Creo que la seño ya tiene bastante material para añadir a mi currículum. -Una de las cosas que me tiene intrigada es su vocabulario. Habla como un adulto culto. -Es que soy un adulto culto, según el ordenador mi cociente intelectual corresponde a una persona de cuarenta y un años (era la edad que tendría si no me hubiera reencarnado), esta vez dije la verdad, pero, incompleta. 22


Mamá, nos trajo la merienda. Una hora después, la señorita Rosa se marchó muy contenta. Ahora tengo en mi ordenador la foto de la señorita y la puedo ver las veces que quiera. Sacaré una copia y la pondré en la mesita de noche, junto a la de Eva. Por la noche, me trasladé a New York. Celebrábamos la Navidad en las oficinas. Mis empleadas llevaban en la cabeza el gorrito rojo de Santa Claus. Tenía en mi mano una copa de champán e íbamos a cantar un villancico popular. En ese momento sonó el despertador de la mesita de noche y me chafó la fiesta. Los recuerdos del pasado eran cada vez más espaciados y borrosos, estaba viviendo intensamente el presente y olvidando mi vida anterior. Cuando llegué al colegio, un señor con perilla me esperaba. Estaba con doña Hortensia. Quería hablar conmigo en el despacho de la directora. -Si no viene mi seño, no voy -le dije, simulando tener miedo. Me imaginé que sería el inspector por la forma que le trataba la directora. -Me asaeteó a preguntas, que fui contestando una a una. La edad y el lugar de nacimiento fueron las más importantes para él. -¿Y dicen ustedes qué este niño aprendió sólo en Internet? -No lo decimos nosotras, lo dice él, lo corrobora su familia y nosotros nos lo creemos. -Habrá que adaptar un programa para él en bachillerato, aquí no pinta nada. Mientras lo arreglo, se puede quedar en el curso que está. Deben hablar con su familia. -Yo me encargaré de eso, señor inspector -exclamó mi seño agradecida de que me quedara en su clase una temporada. -Te mandarán con niños de dieciséis años, ¿no tendrás miedo? -me comentó la señorita Rosa mientras regresábamos a clase. -Desde pequeño estoy acostumbrado a tratar con personas mayores (me refería a mamá y a tía Claudia), no tendré miedo, pero me sentiré un poco desplazado, algunos me doblarán en estatura. -Mamá está muy contenta, ya leo bastantes palabras y todo gracias a ti. Del colegio a casa me leo todas las letras grandotas de las tiendas-me comentó Rosario en clase. -Hoy daremos las últimas consonantes. Tendrás que aprender pronto a leer, dentro de unos días me mandarán al piso de arriba con los de bachillerato. 23


-¡Allí está mi hermana Rocío!, cuando llegue a casa se lo contaré. ¡Te puede ayudar! Estuve pensando en las últimas palabras de Rosario, ¿en qué me podría ayudar su hermana? -Cuando salgamos por la tarde la conocerás, siempre viene a recogerme, ella no tiene clase por la tarde. Mientras Rosa hablaba con mi familia en la puerta del colegio, apareció la hermana de Rosario. Era enorme, con dieciséis años tenía la altura de mamá pero mucho más cuerpo, parecía una jugadora de rugby. -Rocío, este es “Ange”, mi compañero, el que sabe una “hartá” y me enseña a leer –Así nos presentó Rosario con su gracia gaditana. Me cogió con sus brazos y me levantó por encima de su cabeza. Cuando miré al suelo parecía que estaba en el balcón de casa. ¡Qué fuerte era! Me dejó en el suelo con mucha delicadeza. --Encantado de conocerte, “Ange” De tal palo, tal astilla, otra que se comía las letras. Con esas espaldas y esos brazos podía pelearse con cualquiera. -Dice mi hermana, que te mandan con los mayores, tendrás una buena sesera. ¿Tanto sabes? -Bastante -le respondí.- Te propongo un trato. Tú serás mi guardaespaldas y yo te ayudo en las tareas de clase. Aceptó enseguida. Rosario me contó que el inglés y el francés los tenía “añusgados”. -¿Cuándo empezamos?-me preguntó impaciente por aprender como hizo su hermana. -Si te parece bien, cuando seamos compañeros de clase. Quiso cerrar el trato con un apretón de manos, pero temí por mis falanges y le di una palmada. Mamá y la tita se acercaron y les presenté a mis nuevas amigas. -Ahora le puedes preguntar dónde compró su madre el chorizo del que te hablé. Mamá tomó nota del establecimiento, no estaba muy lejos del colegio. Prometió comprarlo. 24


-A mi padre le gusta el chorizo picante para combatir el frío -dijo Rosario. Rosa se disculpó, tenía que solucionar no sé qué asunto. Aquella tarde no iría a casa. -Buenas amigas te has buscado, ¿de dónde las has sacado?- me preguntó tía Claudia en el camino. -Son hermanas. Una es mi compañera y la otra será mi compañera. -Entonces son las traga letras. Cuando quieras, las puedes invitar a casa. -Tengo un trato con la mayor, me defenderá en el colegio y yo le daré clases de idiomas. - Las puedes invitar el sábado a merendar -sugirió mamá, porque muchos sábados nos aburríamos como ostras los tres solos. -No es mala idea, se lo diré mañana a mi compañera cuando le enseñe las sílabas inversas. Se alegrará una “hartá”.

CAPÍTULO IV. VOY A BACHILLERATO.

El sábado, las dos hermanas fueron a merendar. Rocío se acercó a mi ordenador. -¿Es tuyo?-me preguntó. ¿Puedo? Asentí con la cabeza y lo encendió. ¡Rosario, ven! –gritó como una loca cuando vio el rostro de la señorita Rosa en la pantalla. ¡Es tu señorita!-volvió a gritar. 25


-¡Aquí está tu seño! y señaló con el dedo a la pantalla extrañada de encontrar el rostro de la profesora de su hermana nada más encender el ordenador. -¿Tienes ahí tu carnet escolar?- le pregunté a Rocío. Abrió su bolso y me lo entregó. Lo escaneé y puse su foto en la pantalla. Rejuvenecí la foto diez años. Rocío chilló. -¡Soy yo, cuando tenía seis años! ¿Cómo lo has hecho? Parece cosa de magia. Rosario miraba pensativa. Al final lo soltó. -A mí no me hagas eso, que saldré tomando biberones. Mamá y tía Claudia se reían del asombro de una y de la incredulidad y gracia de la otra. -Ya te dije que “Ange” sabe una “hartá” - dijo Rosario a Rocío. La merienda estaba servida y las dos tragaldabas acabaron con todo. -Estaba “to mu güeno” -dijo Rosario comiéndose tres letras y cambiando otra. -Podéis venir todos los sábados. Mi hijo te enseñará inglés y francés -le dijo mamá a Rocío y a ti te enseñará a leer y escribir. Las dos hermanas se fueron más contentas que unas castañuelas. Ni el lunes, ni el martes, ni el miércoles estaba solucionado lo mío. Por fin el jueves me dijo doña Hortensia que a la semana siguiente iría a Bachillerato. Me entregó un documento de la inspección para mi madre. Pude leer algo de superdotado y yo no me consideraba un superdotado, sino un adelantado. Cuando leímos el papel de la directora, nos enteramos que en breve, me harían una prueba para obtener el graduado escolar. Entré en internet, quería averiguar el nivel de la prueba. Anoté en un folio lo que tenía que repasar: Historia y Literatura. Estudiaría el fin de semana. -Mamá, quiero que hagas un escrito dirigido al centro. -¿Para qué?-me contestó. -Vamos a solicitar que la mayoría de los exámenes me los hagan orales. Mis manos no están acostumbradas a escribir muchas horas seguidas, me dolerían y tendría que descansar a cada momento. Se sorprenderán al recibirlo, pero, lo que pido es justo. Esa decisión no la puede tomar el centro, por lo que tendrán que pedir permiso a la inspección. Tendré unos días más para repasar. No quiero defraudaros. También quiero quedar bien ante mi seño. 26


-Eres un listillo, a mí no se me hubiera ocurrido. -Seré lo que tú quieras, pero razones no me faltan para solicitar lo que considero justo. -Es mejor que lo hagas en el ordenador y después te lo firmaré. La mañana del sábado la dediqué a estudiar, por la tarde acudieron mis amigas acompañadas de su madre. Venía a conocernos, su padre no vino porque estaba de retén, ¡era bombero!, una de las profesiones más honrosas en los Estados Unidos a raíz de la destrucción de las torres gemelas el famoso 11s. La madre se llamaba Lourdes y no se parecía a las hijas en nada. Estatura y hombros normales, su hija Rocío era mucho más voluminosa y alta que ella. -¿A quienes han salido esas niñas tan grandes? ¡A usted no!- le preguntó tía Claudia, que era más curiosa que su hermana. -Al padre, es sargento en el cuerpo de bomberos. Ya le conocerán, es una mole capaz de levantar más de cien kilos sin apenas esfuerzo. Nos contó, que vinieron de Cádiz el pasado verano por cuestiones laborales de su marido. Añoraban el clima de la bahía, la playa y el ”pescaíto” frito. Ahora me explico la subida y bajada de las mareas. Cuando el padre y las niñas se metieran en el agua, subiría la marea y cuando salieran, bajaría. Me reí de mis propios pensamientos, acababa de inventarme un chiste. Después se lo contaría a mamá y a la tita. Una semana tardaron en dar la conformidad a la solicitud que entregué. La burocracia era la burocracia. España funcionaba así. Sólo hice por escrito una parte de las Matemáticas, Física y Química, lo demás fue todo oral. La formulación y los problemas que me pusieron, los desarrollé en la pizarra. Hubo risa para todos, tuvieron que colocar sillas junto a la pizarra para que me subiera en ellas, con mi corta estatura no alcanzaba. Saqué una media de nueve con ocho. Cuando entré por primera vez en mi nueva clase acompañado de doña Hortensia y de otra profesora, mis nuevos compañeros se rieron de mí. -Siéntate aquí, dijo Rocío dando un empujón a su compañero y tirándolo al suelo. Las risas se acabaron, Rocío me avalaba. Un gracioso me llamó “mijurria”y la mirada que le echó Rocío fue mortífera. Después, levantó su puño desafiando a toda 27


la clase, le temían y no era para menos. Había chicos más altos que ella, pero no más fuertes. -Ya no tienes que preocuparte de esos pardillos. Olvídate de ellos. -¿Podemos confiar en alguien?-le pregunté. -Sólo en un par de chicas y las señaló con el dedo. Una era rubita y la otra morenita. A simple vista me gustaron. Como eran pequeñas, estarían bajo su protección como yo. En el recreo, las dos pequeñas no se separaron de mi compañera ni un instante. Se llamaban Yolanda y Daniela. -Si necesitas algo de nosotras, no tienes nada más que pedirlo -me comunicó Yolanda en nombre de las dos. -Lo mismo digo, cualquier duda que tengáis, no dudéis en consultarme. Las Matemáticas y los idiomas son mi fuerte -les comuniqué. -Lo mío es la Historia y la Literatura y a Yolanda se le dan bien los temas de Naturaleza, Física y Química-exclamó Daniela. -Rocío, ¿cuál es tu especialidad?- le pregunté. -La Educación Física -me contestó sacando bíceps. -Entre los cuatro dominamos todas las asignaturas, haremos muchos trabajos en equipo, ¿os parece bien? El ¡si!, con el que contestaron fue espontáneo. Era como si necesitaran salir de casa y ampliar su círculo de amistades. Yolanda y Daniela ofrecieron sus casas para las reuniones, yo ofrecí la mía. Rosario se excusó diciendo, que su casa era muy pequeña y que la mía era la más grandota de todas. Al final, quedamos en utilizar las tres casas. A sugerencia de Rosario, empezaríamos por la mía. Antes que se acabara el recreo apareció la señorita Rosa. Ante el asombro de mis compañeras me besó en ambas mejillas y me entregó cien euros. -Esta tarde pasaré por tu casa, después se marchó. -¿Por qué te dio cien euros la señorita?-me preguntaron intrigadas las tres. -Porque yo cobro a cincuenta euros el beso - dije, riéndome de mis propias palabras. 28


-¡Qué tío! Ya verás cuando se lo cuente a mis padres -exclamó Rocío por mi tarifa amorosa. Yolanda y Daniela se percataron enseguida de la broma. Las clases continuaron, la mayoría de los temas de clase no me interesaban, los conocía al dedillo. Mis pensamientos se centraron en mis dos nuevas amigas. Haría lo imposible para conseguir que se sentaran junto a nosotros, ahora, estaban en el otro extremo de la clase. Se lo pediría como un favor a la señorita Rosa. Viniendo de ella, mi tutora aceptaría el cambio. También pensé que llevarían aisladas muchos cursos, ninguna de las dos llegaba al metro sesenta, no eran tan bajas, pero si las demás chicas pasaban del uno setenta, la cosa cambiaba. Con ese complejo, su círculo de amistades se cerraba. Con la ayuda de Rocío se acabarían los problemas durante el curso. Me interesaba, que la gaditana siguiera el curso normal de la clase para permanecer también juntos en segundo. Tía Claudia, pasó a recogerme a las tres. Los de Bachillerato disfrutábamos de jornada continua. Me preguntó por las clases y le entregué los cien euros de Rosa. -Entonces, tienes dos nuevas amigas, que según tú, sufren algún tipo de acoso escolar. -Más que acoso, parece aislamiento escolar. Las consideran como ceros a la izquierda. Son muy inteligentes, y les tienen envidia. -¿Y qué piensas hacer? -Primero, revalorizar su autoestima. Después, lo que ellas quieran. -Mañana compraréis acciones de astilleros por valor de dos mil cien euros. Las aguantaremos una semana, para venderlas después. Os iré indicando las próximas que compraremos.

CAPÍTULO V. FINALIZA EL TRIMESTRE.

Estuvimos comprando y vendiendo acciones de astilleros, telefónicas, bancos, inmobiliarias y de compañías petrolíferas. En poco más de tres meses los cien euros de Rosa se convirtieron en cuatrocientos y los dos mil nuestros en ocho mil. Creo, que ya tenéis bastante para las vacaciones y además os sobra un buen pellizco, mañana sin falta vendéis nuestras acciones. Las de Rosa, las aguantaremos hasta conseguir los mil que le prometí. 29


-¿Cómo van mis inversiones?-me preguntó Rosa en el patio al día siguiente. -Ya tiene cuatrocientos. -¿Tantos? -Podrían ser más si no fuera tan”rasca”. Nosotros invertimos dos mil y conseguimos ocho mil. -¿Cuándo tendrás los mil que me prometiste? -Para después de Semana Santa. -¿Y si te diera doscientos más? Hice unos cálculos mentales mientras me miraba impaciente. Su rostro era un poema. Los pensamientos iban y venían, estaba nerviosa. Hasta se cambió el bolso de hombro varias veces mientras esperaba mi respuesta. -Con doscientos más, en mayo tendrá…tres mil. -¡Tres mil!-gritó asustada. Era más de lo que ganaba en dos meses. Mis compañeras, giraron sus cabezas para averiguar lo que pasaba. Rosa, sacó del bolso los doscientos y me los entregó, después de darme cuatro sonoros besos. -¡Qué pena que no tengas mi edad!-dijo suspirando, después, desapareció. -¡Te he visto, “tío”! Esta vez fueron cuatro besos. ¿Le cobrarías doscientos?exclamó la inocente de Rocío creyendo que iba en serio lo de cobrar por los besos. -Claro, ¡míralos! Y le enseñé cuatro de cincuenta. Yolanda y Daniela reían la inocencia de su amiga, pero no tenían ni idea del uso que iba a hacer con el dinero. - ¿Dónde pasaréis las vacaciones de Navidad?-les pregunté. -Nosotros iremos una semana a Cádiz para visitar a la familia y alejarnos un poco del frío de Madrid -contestó Rocío. Los demás, nos quedábamos aguantando el gélido invierno de la capital. La mayoría de los días, el termómetro no superaba los tres grados y por las noches, heladas. En la tacita de plata, Rocío disfrutaría de un clima más benigno. El mar hacía de termostato en las poblaciones costeras donde disfrutaban de temperaturas superiores a los quince grados, los más atrevidos incluso se bañaban. Era lo que leí en las páginas de Internet. Mi piel, nunca rozó las arenas de una playa. A veces me preguntaba, ¿por qué los españoles, teníamos tantas ganas de viajar a otros países si 30


aún no conocíamos nuestro propio país? El siguiente viaje lo programaré nacional. Alternaremos playa y sierra. Si eligiera la bahía gaditana, podríamos pasar unos días con Rocío y haríamos la ruta de los pueblos blancos. Estos últimos pensamientos los guardé en el hipocampo (parte del cerebro donde reside la memoria), para que no se me olvidaran. Dos días antes de las vacaciones nos dieron las notas. Rocío aprobó por los pelos y nos contó, que era la primera vez que no suspendía nada en el primer trimestre. Yolanda y Daniela sacaron notables altos y sobresalientes. Como la inspección me diseñó un programa especial, estuve exento de algunas asignaturas. Mis calificaciones fueron de sobresalientes. La envidia que se cernía en los demás compañeros llegó a tal extremo, que empezaron a llamarnos D´Artagnan y las tres mosqueteras. Más que molestarnos, nos enorgulleció. El veintidós, nos dieron las vacaciones, nos despedimos de Rocío y quedé con Yolanda y Daniela en vernos durante las fiestas, nos llamaríamos para quedar. -Mamá, todavía no compraste el chorizo que te pedí, ¿por qué no vamos a comprarlo, ahora que estoy de vacaciones? Tanto insistí, que al final se decidió. Tenía ganas de volver a comer chorizo del bueno y que la tita y mamá lo cataran. -Coge el abrigo y la bufanda, nos vamos de compras. Más que decírmelo, me lo ordenó. Como tía Claudia no estaba, nos fuimos solos. No obstante, le dejó una nota indicándole a dónde íbamos. Cuando pasábamos por la guardería, una joven salía con su hijo en un cochecito. -¡Está abierta!-grité. ¿Por qué no entramos y saludamos a la dueña?-sugerí a mamá. Mi verdadera intención era preguntar por Eva. Llamamos y nos abrieron. No conocíamos a la empleada. -¿Está doña Leonor?-le preguntó mamá -, queríamos saludarla. No hizo falta que fuera a buscarla apareció por una de las puertas del pasillo con su inconfundible bata celeste (las empleadas utilizaban batas blancas). -¡Pasad! ¿Cuánto tiempo sin vernos? reconocido ¡qué grande estás!

Tú serás Ángel, nunca te hubiera

Mientras las dos mujeres charlaban, me escabullí para dar un vistazo por mi cuenta. Sólo reconocí a dos de las cuidadoras. ¡Hola Teresa! ¡Hola Juanita! ¿No os acordáis de mí? 31


Me miraron y remiraron bastante sorprendidas. No me reconocieron, decidí darles una pista. -Yo era el novio de vuestra compañera Eva -dije orgulloso de aquella relación fallida. -Claro, ¡tú eres Ángel! Estás muy cambiado. ¿En qué colegio estás?-me preguntaron. -Como la vanidad es una de mis cualidades les respondí: -Estoy en el Instituto de al lado. -Será en el colegio de al lado. Por tu edad, estarás en primero o en segundo. -Habéis acertado sólo la mitad, estoy en primero, pero de Bachillerato- estas palabras las pronuncié en un tono más elevado para que las demás cuidadoras se enteraran. -Si no os lo creéis, preguntádselo a mi madre, es la que está hablando con vuestra jefa. Dos jovencitas se acercaron. -Nosotras estudiamos Bachillerato nocturno -dijeron orgullosas-. Trabajamos de día y estudiamos de noche. -¿Qué nota media sacaste en el Graduado Escolar? Nosotras sacamos un siete con tres -dijeron orgullosas y desconfiadas de que yo estudiara lo mismo que ellas. -Yo saqué un nueve con ocho y este trimestre sobresalientes.

en Bachillerato, todas

Me miraron de arriba abajo, no se lo creían, incluso se reían de mis fantasías. -Doña Leonor, ¡Ángel dice, que estudia Bachiller!- dijo Juanita señalándome con el dedo. Leonor miró a su empleada, a Lola y a mí. -Que inocentes sois, se está riendo de vosotras, no veis que es un crio-le respondió Leonor a Juanita y a las demás. -Es verdad, dijo mamá sacando del bolso las notas del trimestre y mostrándoselas a doña Leonor. Sus ojos no daban crédito a lo que leía. Después, se las entregó a su empleada, que regresó con ellas en las manos a nuestra reunión. 32


Las notas pasaron de mano en mano, pero seguían sin creérselo. En ese momento llamaron a la puerta. Era tía Claudia, que al pasar por la guarde, se imaginó que entraríamos y haríamos una visita. -¡Hola, tita!- grité sentado en el suelo. -Ya veo que estás bien acompañado. Juanita y Teresa saludaron a tía Claudia con la mano. - Sobresaliente en Inglés y en Francés-leyó una de las bachilleres. -Sobresaliente, ¡no! Ahí pone diez, lo mismo que en Matemáticas y un diez es matrícula de honor. -Si queréis preguntarme algo, ¡preguntadme!-exclamé en tono ufano. Tía Claudia se acercó a nuestra reunión, le gustaba ver como me desenvolvía con mis admiradoras. -¿Por qué no le dais un beso por cada pregunta que os acierte?-exclamó la tita. -Y si no acierta, ¿qué ganamos nosotras? Tía Claudia se adelantó a mi respuesta. -Diez euros por cada una que falle de idiomas o Matemáticas y cinco por las demás. Estuve de acuerdo, lo mismo que ellas. Me preguntaron de todo y a todo contesté. Entre las cuatro me llenaron de besos; la cara, la frente y hasta las orejas, pero ninguna me dio un” piquito”. Dispuse de un pequeño harén para mí y lo disfruté a mi manera. -¿Hay algo qué no sepas? ¡SI!- ¿Viene alguna vez Eva a la guardería? Desde que se casó, no la volví a ver. -¿Entonces no sabes que tuvo una niña preciosa? -Si sale a la madre será requeteguapa. Estaba a mis anchas, era el centro de atención de un grupo de guayabos. De pronto se me ocurrió una idea genial. -¡Mamá! ¿Tienes en el bolso algunas de las fotos que escaneé? -Yo tengo –dijo la tita. -¿Para qué la quieres? 33


-Para que la coloque doña Leonor dentro de la guardería. Así, si viene Eva me verá, y sabrá que estuve aquí preguntando por ella. Desde hoy, será un orgullo pertenecer a esta guardería porque uno de sus alumnos está en Bachillerato con seis años y diez meses. -Pues no está mal pensado -dijo Leonor-. Me ofreces una publicidad gratuita. Si se apuntaran muchos niños, tendría que habilitar una de las habitaciones de la casa y contratar a más personal. Tía Claudia, sacó la foto. Con cuatro chinchetas la clavó en el panel de corcho del pasillo. -Cuando vuelva, traeré una de Eva y la colocaré junto a la mía. Así todos sabrán que fue mi…cuidadora preferida -exclamé suspirando, acordándome de los abrazos que me daba cuando apenas tenía un año. Mamá miró su reloj. -Vámonos, que se hace tarde, nos entretuvimos más de la cuenta. La tienda de embutidos estaba a dos manzanas más arriba. El surtido de chacinas era enorme. -¿Cómo sabrás los chorizos qué quieres? -Muy fácil, preguntando. -¿Cuáles son los chorizos que compra una señora que tiene dos hijas muy grandes?-le pregunté a la empleada ante el asombro de mi familia. Enseguida apareció con un par de chorizos. -Estos son los que compra siempre la señora Lourdes -nos indicó amablemente. -¿Dulce o picante?, porque se lleva de los dos - preguntó. Ponga dos chorizos dulces, los picantes que se los coma el padre de tus amigas -le dijo tía Claudia a la empleada mirándome de reojo. -Tita, no seas rasca y compra cuatro. Te prometo que no te arrepentirás. -Lo que diga el señor marqués. ¡Ponga cuatro! En el camino de vuelta fuimos conversando. -¿Por qué creéis que estoy interesado en colocar una foto de Eva junto a la mía en la guardería?- les pregunté. -Porque era tu novia, porque te gusta que esté a tu lado, para bacilar… 34


Me dieron un sinfín de respuestas, pero ninguna cuadraba con mis verdaderos propósitos. -¡No! ¡No! y ¡No! –Respondí a sus respuestas.-Mis intenciones van por otros derroteros. Las madres de los niños, las empleadas y la misma doña Leonor secundarán mi plan sin darse cuenta. Mis dos mamás alucinaban escuchando mis argumentos. ¿Qué me traería entre manos?, se preguntaban. -Cuando las madres pregunten por el niño de la foto, cualquiera de las empleadas o la misma dueña les informarán. Para ellas, es un honor que yo asistiera a la guardería. La noticia correrá de boca en boca. Me harán popular, pero a la vez la guardería cogerá prestigio y se llenará de niños. Algunas de las madres querrán que contraten a Eva otra vez y si no es tonta, pedirá que le suban el sueldo.- (respiré hondo y continué). Como tiene una hija, la puede cuidar en la misma guardería y así podré verla cuando quiera. ¿Qué os pareció mi argumento? -¿Y todo eso lo pensaste tú solito?-preguntó tía Claudia tocándome la frente como si tuviera fiebre. -Tu amiga Rocío diría, que tienes una buena sesera -exclamó mamá tocándome la cabeza con la palma de una de sus manos. Cuando llegué a casa hice varias copias de la foto de Eva y las guardé en el bolso de mamá. Cuatro días después, Yolanda y Daniela me llamaron. Me invitaban a merendar en un Búrguer, vendrían a recogerme. Era la primera vez que salía con mujeres ajenas a la familia. Me traerían de vuelta al anochecer. -Tened cuidado con Ángel, no le dejéis solo -aconsejó mamá. -No se preocupe, a las siete estará de vuelta. Antes de salir, les di un beso. Cuando besé a la tita, noté, que guardó un papel en el bolsillo de mi abrigo. -¡Hasta luego!-dijimos los tres mientras cerrábamos la puerta. Mis amigas me cogieran de la mano por la calle hasta el metro y eso me alegró. Cuando nos sentamos, hurgué en mi bolsillo y saqué el papel. Dentro iba un billete de cincuenta con una nota que decía: “no dejes que paguen”. -Ya tenemos para merendar a lo grande, ¡la tita invita!- exclamé.

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-¿No te parece mucho dinero?-dijeron cuando les enseñé el billete de cincuenta. -Esto es una bagatela de mis ahorros. -¿Tienes mucho ahorrado? Antes de responder medité una cantidad que no fuera muy exagerada, pero a la vez no podía ser corta, quería impresionarles. -Tengo tantos miles, como años sumamos entre los tres. -¿Cómo tienes tanto ahorrado?-me preguntaron las curiosas. -Es parte de la herencia de mi padre (que era yo mismo). Se conformaron con esa respuesta y no tuve que ahondar más. El móvil de Yolanda sonó, era un mensaje de Rocío con foto incluida. Paseaba por el paseo marítimo de la playa Victoria de Cádiz, de fondo estaba el mar con sus encrespadas olas rompiendo en la arena. Llevaba un jersey rojo y un pañuelo anudado al pelo; nosotros, abrigo y bufanda. El mensaje decía así: -“Hace un levante que te cagas” -¡Ya se enterará cuando vuelva a Madrid! –exclamé al comprobar la envidia que creó en mis acompañantes. Durante la merienda, me hicieron muchas preguntas. Todas relacionadas con mi cociente mental. Les puse un ejemplo para salir airoso del embrollo en que me metieron. -Imaginaos, que por arte de magia, tú o tú o las dos, os convirtierais en unas niñas de seis años, pero sin perder ningún ápice de lo que sabéis. ¿Cómo os sentiríais? Dudaron un momento antes de responder - ¡Sería maravilloso! ¡Nos pareceríamos a ti!-contestaron después de unos segundos de reflexión. -Pues una cosa así me pasó a mí. Nací sabiendo. Cuando damos un tema nuevo, para mí es un repaso, para vosotras aprendizaje, voy siempre por delante. Lo que os conté, guardadlo con llave, será nuestro secreto de ahora en adelante -acabé diciendo. Cuando regresamos a casa a la hora prevista, en mis bolsillos sólo quedaba un billete de cinco y algo de calderilla. Después de invitarlas a merendar les compré sendos regalos navideños. Ellas sólo pagaron los billetes del metro. También compré

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dos pares de guantes de cuero para mamá y la tita. Aproveché una oferta de “dos pares por uno”.

CAPÍTULO VI. Cumplo siete, veo a Eva y hago realidad el sueño de Rosa.

-Ángel, esta mañana llamó doña Leonor para darte las gracias -me dijo tía Claudia cuando regresé del Instituto con mamá. -¿Qué quería?

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-Darte las gracias por la foto, en una semana ya hizo todas las reservas de la guarde para el curso que viene. Está pensando en utilizar una de las habitaciones de su casa, para ampliar en doce el número de plazas. -¿Llamó Eva? -Todavía ¡no!, pero llamará, estoy segura -me comunicó la tita, dándome ánimos. -De todas maneras, hasta Septiembre no empezaría a trabajar. -Cuando conozca a su hija ya no gateará, correrá -insinué un poco apenado. Observé el periódico, era el momento de vender las acciones de Rosa. -Mañana sin falta, daréis la orden de venta de las acciones de Rosa. El viernes quiero sorprenderla con su dinero. -Nos gustaría ver la cara que pone cuando se lo des -me dijeron las dos. -Si va sola al Caribe ¿por qué no la invitas a venir con nosotros? ¡Pregúntaselo!insinuó mamá ante el desconcierto de su hermana. -No te preocupes, lo haré. Así tendré tres mujeres para mi solito. El trabajo en equipo de D´Artagnan y las tres mosqueteras dio sus frutos. Se formaron varios grupos más en clase, se dieron cuenta que la unión hacía la fuerza y era la mejor manera de mejorar las notas. La tutora, pronto se percató del asunto e intentó, que todos se integraran en grupos. Siempre nos ponía como ejemplo. Incluso dibujaba un gráfico, en el que explicaba nuestra evolución. Ponía a Rocío en primer lugar. De rondar el aprobado ya se acercaba al notable. Algunos de los compañeros, incluyendo a las chicas, se acercaban para pedirnos información sobre determinados temas o cuestiones. La integración de mis amigas era ya todo un hecho. El viernes, en un sobre cerrado, llevé el dinero a la señorita Rosa. Esta vez fui yo el que se acercó a ella aprovechando la hora del recreo. Estaba en su clase. Nada más entrar, Rosario saltó de su asiento como si tuviera un resorte. ¡Ange!- gritó espontáneamente sin poderse contener. -Hola Rosario, me enteré que ya lees de corrido y tu señorita está muy contenta contigo. -¿A qué se debe esta visita?-me preguntó la seño. En vez de contestarle, le entregué el sobre. Con manos temblorosas lo abrió. Treinta de cien, dos de cincuenta, uno de veinte y uno de cinco. 38


-¡Tres mil ciento veinticinco euros!-, gritó asombrada. -Mamá dice que si quiere venir con nosotros, lo que no sabemos es si iremos a Cancún o Punta Cana, ¿cuál prefiere? Como no se decidía, le entregué varios folletos de hoteles y playas. -Cuando quiera, puede hacer la reserva. La agencia está cerca de casa. Luisa se encargará de todo. --Mañana, pasaré por vuestra casa con la respuesta. Nos despedimos. Me reuní con mis mosqueteras en el patio, antes de finalizar el recreo. -Mañana, daremos el tema de la economía en los países desarrollados -nos comunicó la tutora en clase-. Ángel, se encargará de hacer una presentación del mismo. Podéis buscar información en Internet. -Si quiere, puedo hacer ahora una disertación del mismo, así ahorrarían tiempo y podrían dedicarlo a otras asignaturas. Todos, sin excepciones me miraron agradecidos. Tomé por ejemplo a Estados Unidos, cuya economía regía el mundo. Se demostró en la crisis financiera del 2008 que todos conocían. Cuando el edificio Wall Street de la bolsa de New York estornudaba, todos los países desarrollados se resfriaban. Les di una serie de datos confidenciales, imposibles de localizar, si no vivías o hubieras vivido en el mundo de las finanzas neoyorquino. -No sé como te las apañas para dar datos que no se encuentran en ningún libro. Siempre tienes algo con que sorprenderme -respondió mi tutora en el momento en que sonaba el timbre, anunciando el final de las clases. Pasaron varios días. Una tarde, apareció Rosa por casa. Venía a comunicarnos que iría con nosotros de vacaciones y que le daba igual ir a Cancún que a Punta Cana. La acompañamos a la agencia para que hiciera su reserva. -Luisa, si te dejaran elegir, ¿a dónde irías?, a Cancún o a Punta Cana. Dudó un poco, pero al final se decidió. -Este año iría a Cancún y al siguiente a Punta Cana. Como buena vendedora, nos dejó con la miel en los labios para que probáramos los dos pasteles. 39


-Me gusta tu estilo. Te prometo que el próximo verano iremos a Punta Cana -le respondí a Luisa-. Si nos gustara México, iríamos todos los veranos. Tampoco desdeño el turismo nacional. Una semanita aquí y otra allí, así conoceríamos España. -Y del turismo nacional, ¿qué nos aconsejas? -Depende del mes o de las celebraciones. Andalucía es el destino ideal, tiene de todo. Diciembre en Sierra Nevada, Semana Santa en Sevilla y Málaga, verano en la bahía gaditana… De cada provincia fue sacando lo mejor, conocía al dedillo la Comunidad. -¡Este verano iré a Cancún!-exclamó Rosa delante de sus compañeras en el colegio. -¿Sola o acompañada?-le preguntaron intrigadas. -Acompañada y bien acompañada. -¿Le conocemos? -¡Claro que le conocéis! Iré con Ángel y su familia, me invitaron, y acompañaré.

les

-¡Ah!-exclamaron desilusionadas, sus pensamientos iban por otros derroteros. Sonó el timbre y la reunión se disolvió, comenzaba el trabajo. Los días pasaban inexorablemente, se acercaban las vacaciones y Eva sin dar señales de vida. -Ángel, te llamó Elvira la de la guardería -me comunicó tía Claudia nada más regresar del instituto. -¿Quién es Elvira?, yo sólo conozco a Juanita y a Teresa. -Elvira era una de las que estudiaban bachiller nocturno. ¿Ya no recuerdas a la desconfiada que te hizo más preguntas y te dio más besos? -Me acuerdo de ella, pero no me dijo su nombre. ¿Qué quería? No me contestó, pero se acercó con un papel en la mano. En ese momento el corazón me dio un vuelco. Nueve dígitos con una reseña: llamar urgente por la tarde. -¿Qué querrá Elvira de mí? Llamaré después de comer. Mientras fui al aseo para hacer mis necesidades, dejé a las dos hermanas cuchicheando. 40


Después de marcar el número, escuché una voz al otro extremo de la línea telefónica. -¿Diga? No era la voz de Elvira, era… era.., ¡la de Eva! Enmudecí durante un instante. Tantas cosa que contarle y ahora no podía articular palabra. Me quedé “in albis”. -¿Diga?-volví a escuchar. Eva estaba a punto de colgar. -¡No cuelgues Eva! -exclamé. -¡Ángel! ¿Eres tú? ¡Por fin te encuentro! Tenemos que hablar. Me contó Elvira tus hazañas y me aconsejó que te llamara. ¿Cuándo nos vemos? -Si te parece bien, esta misma tarde en mi casa -le contesté. -Tráete a la niña, quiero conocerla. Después, colgamos. -¡Va a venir Eva! ¡Va a venir Eva con la niña!- grité por toda la casa. Mamá y la tita ni se coscaron. -¿Es qué no os alegráis? -Ya lo sabíamos, mi hermana me lo contó hace un rato -dijo mamá. -¿Y estuvisteis toda la comida sin decírmelo? Eso no se le hace a un niño de siete años. -Queríamos que fuera una sorpresa, y lo conseguimos. Después de una larga espera de más de tres horas, apareció Eva con la niña. La traía en brazos y era preciosa. La dejó en el suelo y se vino hacia mí con los brazos abiertos. No tuve más remedio que acogerla entre los míos. -Ángela, dale un besito a tu tito Ángel. Me besó y le devolví el beso, pero… hubiera preferido besar a la madre. Cuando solté a la niña se acercó Eva y me estampó dos sonoros besos que resonaron en la instancia. ¡Ésta si era mi Eva! -¿Cómo le pusiste ese nombre a la niña? -le preguntó la curiosa de tía Claudia mientras me guiñaba un ojo. 41


Se dieron muchas circunstancias. Nació el 5 de Noviembre, festividad de Santa Ángela de la Cruz, mi marido nació en Sevilla, la santa también y yo quería un recuerdo del primer niño que llegó a mi corazón ¡tú!, mi Angelito. Las lágrimas salieron de mis ojos cuando escuché las palabras de “mi Eva” -¿Por qué no nos invitaste al bautizo? -Por cuestiones de trabajo, vivíamos en otra ciudad, pero hace unos meses volvimos a Madrid. ¿Es cierto lo qué me contaron de ti? – preguntó Eva. -Si te refieres a mis estudios, es todo cierto. -Me contó Teresa que eres bilingüe. Tía Claudia, que estaba al acecho, intervino. -Es políglota, la diferencia radica en que el bilingüe domina dos idiomas y el políglota tres o más -, después de la explicación respiró hondo. Haciéndome un poco “el longui”, le pregunté. -¿Para qué querías hablar conmigo? -Doña Leonor ampliará en doce plazas la guarde y quiere que vuelva a trabajar para ella. ¿Qué me aconsejas? -¿Te hace falta el dinero? Es muy importante tu respuesta, ¡piénsalo bien antes de responder! No lo tuvo que pensar, venía con la lección aprendida. -Gracias a Dios no me hace falta trabajar, mi marido trabaja en la construcción de autopistas. Se marcha de madrugada y no regresa hasta la noche. Estoy todo el día, sola con la niña. Si trabajara, me distraería y ganaría un dinerito extra para mis gastos. -Y seguro que te ofreció el mismo salario que a las demás. ¿Acerté? -Acertaste. -Doña Leonor es muy lista, quiere aprovecharse de ti. Esta vez le saldrá el tiro por la culata. Debes poner tus condiciones de trabajo. Aumento de salario, tu hija tendrá plaza gratuita y para que no se molesten tus compañeras por lo del salario, serás como una especie de supervisora de todas las trabajadoras. Resumiendo, serás la que mandes en ausencia de doña Leonor. ¿Estás de acuerdo? -Tú lo ves todo de color de rosa. 42


Es que esta vez es de color de rosa, tienes todo a tu favor. Puedes contar con todo mi apoyo. Si hiciera falta mi presencia, allí estaré. Mientras continuaba aleccionando a Eva, la niña pidió unas galletas, tenía hambre. Se acercó tambaleándose para ofrecerme una. Era una preciosidad de criatura. Poco a poco me fui encariñando de ella. Volveríamos a vernos, después que Eva hablara con doña Leonor. -¿Por qué no hacemos otra visita a la guardería? La semana que viene, mi clase irá de excursión al valle de Arán para hacer senderismo. Estarán toda la semana y según mi plan de estudios, estoy exento de excursiones de ese tipo. Aprovecharemos, para darle caña a doña Leonor. Mis dos mamás estuvieron de acuerdo. Nos serviría de distracción.

CAPÍTULO VII. -Todavía me acuerdo de la poesía que le escribiste a Rosa -dijo tía Claudia mientras cenábamos. -Y yo -insinuó mamá.

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Entendí vuestra indirecta, seguís estando celosas. Prometo, que cuando esté inspirado, os escribiré una a vosotras. -Repite, repite lo último que dijiste, me sonó a música, a música celestial -exclamó tía Claudia cogiendo papel y lápiz, ante la extrañeza de mama. Mientras repetía, mi tía escribía y el texto así decía. Entendí vuestra indirecta, seguís estando celosas. Prometo, que cuando esté inspirado, os escribiré una a vosotras. Cuando leí mis propias palabras, quedé asombrado, hablé en verso sin darme cuenta, como le ocurrió al burro flautista cuando hizo sonar la flauta por casualidad. -Sois unas pelotilleras, sabéis darme coba. Al final os tendré que copiar las rimas de Bécquer. -Nosotras queremos algo que te salga del corazón, como la que le hiciste a Rosa -exclamó mamá en nombre de las dos. No me atosiguéis y hablemos de la visita a la guarde -les comuniqué para intentar llevar la conversación por otros derroteros. -Lo que mande el señor Onassis - dijo tía Claudia con mucha guasa. -Gracias por compararme con ese personaje, fue un ídolo de las finanzas. Llegó a América con 250 $ y en apenas tres años, consiguió ganar su primer millón de dólares. Después, fue uno de los hombres más ricos del mundo. Estaban imposibles, seguían pinchándome. Me desentendí un poco de ellas y cogí el teléfono. -¿A quién llamas? -A Eva, tengo un plan. -¿Con Eva? No te da vergüenza quedar con una señora casada. -No seáis tontas, quiero tenderle una encerrona a doña Leonor. Las dos interesadas callaron, para escuchar mi conversación con Eva. Quedamos para el lunes, ella llegaría a las once y nosotros quince minutos después. -¿Por algún motivo elegiste esa hora, Ángel? -preguntó mamá intrigada. 44


-Porque de once a doce van las madres a entregar las solicitudes para cubrir las nuevas plazas. Con puntualidad inglesa, entramos en la guardería a la hora prevista. -Hola Teresa. ¿Está Eva? -Acaba de llegar. La encontrarás en el despacho de la jefa, pero no trajo a la niña. Dentro de la guarde, tres madres esperaban su turno para entregar las solicitudes. Con mucho sigilo me acerqué hasta el tablón de anuncios, justo debajo de donde Claudia pinchó mi foto. Carraspeé para llamar la atención y lo conseguí. Dos madres me reconocieron al instante. -¡Éste es el niño de la foto!-dijo una. -¡Es cierto! –exclamó la otra. Hicieron un sinfín de preguntas sobre la guardería y el personal de la misma. Mamá y tía Claudia se las contestaron. La tercera señora no se integró al grupo. ¡Será extranjera!-pensé. -Do you speak English? -le pregunté -Yes, I do. Después de la presentación, continuamos hablando en inglés. Varias cuidadoras se acercaron, entre ellas, las bachilleres. La fluidez de nuestra conversación hacía, que Elvira y sus amiga no se enteraran de nada, sólo cogían palabras sueltas. Era norteamericana, me di cuenta enseguida. Me contó, que su marido era militar, trabajaba en la base de Torrejón y quería que su hijo fuera bilingüe. Vivió muchos años en Nueva York y sobre la ciudad de los rascacielos se basó nuestra conversación. Con mis siete años conocía mejor la ciudad que ella, cosa que le extrañó muchísimo. Tuve que mentirle diciéndole que viví en Norteamérica cuatro años. Nos acercamos al tablón, vimos mi fotografía y le expliqué mi currículum. Quedó encantada. Cuando la entrevistó doña Leonor, entré con ella para ejercer de intérprete. Salió como si le hubiera tocado la lotería. -¿Qué te dijo la jefa?-le pregunté a Eva, que estaba esperándome. -Le expuse todo lo que me dijiste y me dijo que lo pensaría. -¡Qué tendrá que pensar la tonta esa!-exclamé-. Como no te admita, le chafo el negocio y nos vamos a otra guardería. 45


-Le pedí más dinero del que acordamos. -¡Hiciste bien! Que se fastidie y no sea tan rasca. Las demás madres que entraron a ver a doña Leonor, aconsejadas por mamá y tía Claudia, exigieron la contratación de Eva. Al final, no tuvo más remedio y la contrató. Fue un contrato verbal, pero era suficiente. Empezaría a trabajar la primera semana de Septiembre. En verano cerraba la guardería por vacaciones y por reformas. Fuimos a celebrarlo al bar de la esquina. El curso avanzaba sin poder detenerlo, empezaban las evaluaciones finales. No me hicieron ningún control, sólo sostuve una entrevista con varios inspectores. Una semana antes de lo previsto, disfrutaba de mis vacaciones, los demás ¡no!, yo era un caso aparte. Pronto, desconecté del instituto. Mi madre y mi tía estaban nerviosas, las vacaciones de Rosa se acercaban; viajaríamos al Caribe. Hacía ya una semana que los billetes de avión estaban encima de la mesa del salón. Cada vez que pasábamos por allí, los mirábamos. -¿Qué te llevarás? -¡Eso no lo guardes! ¿Para qué quieres eso si no te lo pondrás?-, así se pasaban todo el día las dos hermanas discutiendo. ¡Tenía qué hacer algo para evitarlo! -¡Al discusiones.

final os haré yo la maleta!- exclamé cortando una de sus muchas

-¡Ya habló el listo! Seguro que ya tendrá su maleta preparada-me dijeron las dos hermanas. -Y dejé media maleta vacía, por si queréis guardar algo en ella. Las dos acudieron a mí para que les guardara algunos de sus trajes de verano. ¡Querían llevarse catorce!, uno para cada día. -¡Estáis locas! ¿Acaso buscáis novio? Si lo intentarais, me sentiría celoso; vosotras ya deslumbráis con luz propia. Al final, consiguieron guardar tres trajes cada una en mi maleta. Cada día estoy más enamorada de ti -me confesó tía Claudia. -¡Ahora, la celosa soy yo!-dijo mamá después de escuchar las palabras de su hermana. Cuando estuve enfrente de la pantalla de mi ordenador, me acordé de la poesía que le hice a Rosa. Mamá y la tita querían una. En un folio comencé garabateando, escribí multitud de palabras bonitas para encajarlas después, pero nada, todo me salía 46


al revés. La rima se resistía, ¡no era lo mío! ¡Adelante Ángel!, me decía una voz interior animándome ¡tú puedes! Por fin, tras mucho esfuerzo, conseguí una estrofa. Rosa, Claudia Claudia y Rosa. Las orquídeas más hermosas. Leí y releí, algo es algo me dijo mi ego. Di varias vueltas alrededor de la mesa y como un poseso acabé tumbado en la cama con los ojos cerrados pensando en la poesía. - Lola, mira lo que escribió tu hijo de nosotras en el ordenador - exclamó Claudia. -¡Está muy bien!- dijo mamá al leer la estrofa. Me gusta que nos compare con la flor más cara del mundo, pero está incompleta. Mientras hacían alabanzas sobre mi persona, me personé. -¡Dejadme el ordenador!, tengo otra. Las dos se apartaron para colocarse a mis espaldas. Comencé a escribir. Dos flores de casa, que mi vista alegran. Nunca os marchitéis. ¡Esperad, qué crezca! Claudia y mamá se miraron embobadas, después, comenzaron a aplaudir. -¡Bravo! ¡Bravo!-gritaban mientras me abrazaban. -Es más bonita que la de Rosa. Una orquídea nunca se podrá comparar a una rosa -afirmó mamá. -Te doy toda la razón-corroboró su hermana. -Por qué no llamas a Rosa y le preguntas cuantos vestidos piensa llevarse. -¡Más qué vosotras, seguro que no! Tanto insistieron que acabé llamando. 47


-Llevará seis. -Claro, como ella no va a Paris, no necesita tantos.

CAPÍTULO IX. El avión. Por fin llegó el gran día. Desde casa fuimos en taxi al aeropuerto de Barajas. Facturamos el equipaje y una hora después, estábamos sentados en el avión. Para Rosa era su primer viaje, se notaba nerviosa, lo mismo que me ocurrió a mí la primera 48


vez que volé. Mamá y tía Claudia ya viajaron a Suiza y a Londres conmigo, pero no era lo mismo, nos esperaban siete horas de avión. -¿A qué sé lo que estas pensando? -le dije a Rosa que estaba sentada a mi lado. - Si te lo digo no me creerías -me contestó. -Se te nota un canguelo que no puedes disimular. Estás comparando el avión con una lata de sardinas, por supuesto, que las sardinas somos nosotros. Vamos, que tienes miedo a volar y de buena gana te bajarías. Por otro lado piensas, lo valiente y despreocupados que están los otros pasajeros y eso te da ánimos. -No te equivocaste en nada, ¿cómo lo hiciste? -Porque a mí me pasó lo mismo la primera vez que volé. -¿Cuántas horas llevas de vuelo? Estuve a punto de meter la pata, cuando fui a contestar su pregunta. Me acordé del consejo de la tita:”no digas todo lo que piensas, pero, piensa antes todo lo que digas” -Hice sólo dos viajes con la familia, a Suiza y a Londres. No mentí, pero me acordé de los que hice en Estados Unidos y Canadá antes de la reencarnación. -¿Y a qué fuisteis? A Suiza por negocios y a Londres a comprar ropa. Mamá y la tita se trajeron varios modelos cada una a precios irrisorios, en ambos viajes actué de intérprete. Mientras continuábamos con preguntas y respuestas, el avión inició el despegue. Noté, como Rosa apretó los dientes y cogió fuertemente una de mis manos a causa del miedo. Era incapaz de articular palabra. Hasta que el avión no cogió la altura de crucero y la azafata anunció por megafonía que podíamos quitarnos los cinturones, no se tranquilizó. -¡Qué mal lo pasé!-exclamó la seño después de suspirar. -Pues el aterrizaje es peor -insinué, viendo otra vez el miedo reflejado en su rostro. Tía Claudia, que estaba al loro, exclamó: -Se está quedando contigo, Rosa. A nosotros nos dijo lo mismo la primera vez que volamos con él. -Me contó, que fuisteis a Londres a comprar ropa, ¿mereció la pena? 49


-Por el precio de una bufanda de lana en España, te podías comprar un traje completo -afirmó mi tita. Ahora era mi tía la que se quedaba con Rosa. -Pues la próxima vez que vayáis, ¡avisadme!, tengo ganas de conocer Londres. -Este niño se conocía la ciudad de “pe a pa” (desde el principio hasta el final o de cabo a rabo) -Si, ya sé, que me vas a preguntar como conocía tan bien Londres. -¿Cómo? -Gracias al señor Internet. Con las tres preciosidades que llevaba de acompañante, no me fijé en lo guapa que era una de las azafatas. Tendría unos veintiocho o veintinueve años. Se parecía un montón a la azafata que se volatilizó conmigo en el vuelo New York Madrid hacía siete años y casi cinco meses. Cuando se acercó a nosotros, lo comprobé, ¡era idéntica! Volvía a viajar con la misma persona pero muchos años después, ¡parecía increíble! No estaba muy seguro, pero creo que se llamaba Ana y tenía un lunar en forma de corazón en su codo izquierdo. -Me llamo Laura y si necesitan algo, no duden en pedírmelo. Suspiré al conocer su nombre, ¡menos mal que no era la misma! -Yo soy Ángel y estas preciosidades son: Lola, Claudia y Rosa. Igual que Juan Palomo (yo me lo guiso y yo me lo como), continué hablando. -Mis mujeres necesitan agua y yo el Times de New York, para leer un rato, por favor. - Este niño es un manipulador -dijo mamá a la azafata. Hice señas a Laura para que se acercara, quería pedirle algo al oído. Cuando se acercó, le dije muy bajito-“si no tiene el Times me trae el Playboy” La azafata dio un respingo y se ruborizó. No esperaba, que un niño le pidiera esa revista. -¿Qué te dijo el guripa para arrebolarte? – dijo la tita a Laura que no salía de su asombro. -Qué quiere un Playboy - soltó la azafata de sopetón. 50


Mientras Rosa enrojecía de vergüenza, mamá y la tita reían con todas sus ganas. Un rato después, apareció Laura con el New York Times, iba acompañada de otra rubia, ¡era la copiloto! - Este es el niño del que te hablé -le dijo Laura a su compañera mientras me entregaba el periódico solicitado. Comprobé la fecha, era del día anterior. Le caí bien desde el principio a la copiloto, lo noté en su mirada. -Me llamo Raquel, llevo cinco años de copiloto y es la primera vez que piden en vuelo un Playboy. Cuando me lo contó Laura, me hizo gracia y vine a conocer al personaje que lo solicitó. No tenemos esa revista a bordo, ni la tuvimos nunca. -Entonces, me conformaré con el Times -le respondí abriendo el periódico por la página de bolsa. -¿Sabes inglés?, o te estás quedando con nosotras -me preguntaron al verme enfrascado en la lectura. -Sabe inglés, francés y ahora estudia alemán, se lo digo yo, que fui su profesora en primaria. Lo más curioso es que aprendió idiomas con un profesor particular sin salir de su casa. -¿Quién?-preguntaron la azafata y la copiloto cayendo en la trampa que les tendió Rosa. -El señor Internet -contestamos los cuatro al unísono riéndonos. Para cerciorarse de mis conocimientos de idiomas, comenzaron a hablar entre ellas en inglés. Con las orejas tiesas como los perros de caza y la vista fija en el periódico me preguntó Raquel. -¿Te enteraste de nuestra conversación? –me preguntó Raquel en inglés. -Hablasteis de mis estudios, una decía que estaba en primero y la otra en segundo -les contesté en perfecto francés. La azafata entendió mis palabras, Raquel sólo dominaba el idioma anglosajón y la copiloto, miró a Laura sorprendida esperando su respuesta. -¿Qué dijo?- preguntó Raquel a Laura. -¡Habla francés mejor qué yo!, se enteró de todo-exclamó sorprendida la azafata. 51


Nuestra conversación continuó en inglés. Les expliqué, que antes de los nueve años ingresaría en la universidad para estudiar Económicas. Como no se lo creían, saqué del bolso de mamá una fotocopia de las notas de bachillerato. -Ángel, ¿te gustaría conocer la cabina del aparato?-me preguntó Raquel. Miré a mamá para que me autorizara. Sentarme en el asiento de Raquel para escudriñar el cielo, me ilusionaba. -Puedes ir con ellas -dijo mamá autorizándome -Ahora se lo traemos -dijo Raquel a mamá -. Vamos a visitar al capitán. Cogido de la mano de Laura accedí a la carlinga del piloto. Nunca imaginé que hubiera tantos botones, palancas y lucecitas. Daba un poco de miedo contemplar el paisaje desde un lugar tan privilegiado, pero, era hermoso penetrar entre la maraña de nubes blancas, parecían algodones gigantes desinflándose a nuestro paso. -Luis, aquí te traigo al personaje del Playboy. Se llama Ángel, habla inglés, francés y acaba de terminar primero de bachillerato. Lo más asombroso son las notas que tiene y eso que aun no cumplió los ocho años. -Mi hijo Enrique tiene diecisiete años y estudia lo mismo que tú -exclamó el capitán sorprendido al comparar el cuerpo y la estatura de su hijo con la mía. -Es buen estudiante, sacó de media ocho, ¿y tú? -Nueve con ocho, todas dieces menos un nueve. Bajo muchas presiones, mi profesor me puso un nueve, era el primero que ponía en su vida. Tenía un lema que constantemente repetía en clase: “el diez para Dios, el nueve para el rector, el ocho para mí y el siete para ti. -Entonces, un siete de ese profesor, es considerado como diez, ¡los hay rarillos! En mi época de estudiante también tuve un profesor de esos, nunca le puso un diez a nadie. La máxima nota que ponía era un nueve. -A lo mejor coincidimos en la universidad y si su hijo hiciera Económicas, que me busque, le echaré un cable. Ya me sé de memoria casi todas las asignaturas.-le comuniqué fanfarroneando. -Cuando acabes la carrera, ¿a qué te dedicarás? -Seré agente de bolsa. Los movimientos bursátiles son para mí, como el pan de cada día. Si quiere le digo los valores que subirán y los que bajarán la próxima semana. -Nunca me gustó la bolsa.

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El capitán me explicó amablemente como funcionaban la mayoría de los aparatos de la cabina, apenas me enteré, ¡no era lo mío!, pero fue una experiencia interesante. -Como el viaje será muy largo, después te haré otra visita -me dijo Raquel ocupando su asiento. Cuando regresé con mi familia, les conté como era la cabina del piloto. Varias horas después, mis acompañantes se adormilaron. Cuando terminé de leer el periódico, hice unas anotaciones en él. Gracias a Laura, no me faltó de nada durante la travesía. -Ya falta poco para aterrizar, me comunicó Raquel que vino otra vez para charlar. -Raquel, escribí en el periódico sin permiso. Dejé unas anotaciones interesantes para ustedes. Si coincidiéramos en el vuelo de vuelta charlaríamos sobre el tema, pero no pierdas este periódico. -No creo que coincidamos, dentro de siete días viajaremos a Paris. -Si vais a Paris, iré con vosotras, Laura es un encanto y la copiloto una preciosidad. -Gracias por lo de preciosidad, se lo diré a mi novio que es muy celoso. Lo que no le diré, es la edad del que me piropeó. - Mamá, me voy a sentar un rato en los asientos vacios que hay delante, quiero hablar un momento a solas con Laura y Raquel. -Raquel hizo señas a Laura para que se acercara. Cuando llegó, se sentó con nosotros. -Es contigo con quién quiero hablar, Laura. Raquel puede quedarse como espectadora. -¿Espectadora de qué?-exclamó Raquel. -De lo que os voy a contar. Fue un sueño que tuve hace años. -Por favor Laura, levántate tu manga izquierda y enséñame el codo. -¿Para qué? -Quiero comprobar si tienes un lunar en forma de corazón. Laura palideció, le dio un vuelco el corazón. Raquel nos miró extrañada. Se levantó la manga, el codo estaba limpio de lunares. 53


-¿Por qué me preguntaste lo del lunar?-dijo Laura en un tono nervioso difícil de disimular. -Te pareces mucho a Ana, una azafata que conocí en uno de mis sueños. -Ana era mi hermana gemela, éramos iguales. Mis padres sólo nos distinguían por el lunar, ¿cómo sabes tú eso?-exclamó Laura entristeciéndose. -Por un sueño (mentí, pero fue una mentira piadosa), ahora no me interrumpas, ¡por favor!, déjame que te cuente el sueño completo. -Tu hermana, viajaba en un vuelo de New York a Madrid. El pasado Febrero hizo siete años. En mitad del océano, el avión se volatilizó a causa de una explosión. Todo ocurrió en cuestión de segundos. Nadie a bordo se enteró, simplemente desaparecieron. ¿Encontraron algo del avión? Te lo pregunto, porque eso no lo soñé. Con voz entrecortada nos confesó, que unos meses después, encontraron un trozo del fuselaje del avión. Nunca averiguaron si fue un accidente o un acto terrorista. -Puedes estar tranquila, tu hermana no sufrió, simplemente pasó de la luz a la oscuridad. -Me alegra que me cuentes lo de mi hermana, ahora dormiré más tranquila todas las noches, sabiendo que murió sin darse cuenta. En esos momentos, el capitán anunciaba por megafonía el aterrizaje, reclamando la presencia de su copiloto para iniciar la maniobra. -Quiero verte para seguir esta conversación -confesó Laura. -Yo también, no me lo perdería por nada del mundo -respondió la curiosa de Raquel. -Nos veremos en el hotel, vamos al mismo -les confesé. -¿Cómo lo sabes, si nosotras no te lo dijimos? Acaso lo soñaste -me dijeron las dos intrigadas por las palabras del sabelotodo. -Me lo dijo Luisa, la de la agencia de viajes de Madrid. “Vais a al hotel donde pernoctan las tripulaciones de los vuelos de Iberia”. Quedamos para cenar. Regresé a mi asiento, me puse el cinturón y cogí la mano a Rosa. -Es para que estés más tranquila durante el aterrizaje –le comenté, para calmar un poco sus nervios. 54


-Gracias Ángel, eres todo un caballero. Un caballero en miniatura -pensé. -Un autocar nos esperaba en el aeropuerto. Paró en dos hoteles antes de llegar al nuestro. Nuestras habitaciones estaban en la cuarta planta. Nos dirigimos a la terraza, debajo, dos preciosas piscinas y a continuación la playa. El agua se perdía por la línea del horizonte Era el lugar perfecto para los amantes del mar. -¿Piscina o playa? –preguntó mamá. -Un bañito para desentumecer nos vendrá bien antes de cenar. Elegimos la piscina, dejamos la playa para el día siguiente. La tripulación en pleno nos esperaba en el comedor. -¡Venid a nuestra mesa!-ordenó el capitán. Más que orden fue una súplica La cena resultó bastante agradable. Me llamó la atención una gran mesa repleta de frutas tropicales. Pregunté el nombre de algunas. Los jardines del hotel estaban a rebosar de clientes, la mayoría gente joven y alguna que otra pareja de recién casados; se les notaba por lo acaramelado que estaban. La música inundaba el recinto. Una pareja del grupo musical, sacaban a bailar a los clientes al son de ritmos caribeños. -Mamá, voy a la zona de las piscinas con Raquel y Laura, quiero terminar la conversación que interrumpimos en el avión; después os lo contaré. Sentados en dos tumbonas continuamos nuestra conversación. -¿Cómo supiste que Ana era mi hermana? -No lo sabía, creí que eras la misma Ana con más edad. Estoy acostumbrado a envejecer y rejuvenecer rostros a través de un programa informático creado por mi mismo, por ese motivo te reconocí. Raquel era experta en informática ya que el avión navegaba a través de un programa de ordenador. -¿Te llevó mucho tiempo confeccionar el programa? -Más de seis meses, pero al final lo conseguí. -¡Me gustaría verlo! Soy una enamorada de la red. -Habla con mamá o con la tita y cuando regresemos de vacaciones, te acercas por casa y te lo enseño, merece la pena, te lo aseguro. 55


.Cuéntame algo más de mi hermana -me preguntó Laura cortando la conversación que mantenía con Raquel sobre ordenadores. -Recuerdo su amabilidad, siempre estaba pendiente del pasaje. No le importaba sentarse con algún pasajero para charlar. Precisamente, el día que desapareció, estaba hablando con un neoyorquino sobre la crisis económica. -¡Así era mi hermana! Gracias por recordármela -después de decir eso, me abrazó entusiasmada. -Esta misma noche hablaré con mis padres para contarles tu sueño. - ¿Tuviste más sueños de ese tipo?-me preguntó Raquel. -¡No! los demás fueron placenteros: Chicago, Los Ángeles, New York, Montreal, Londres y un sinfín de grandes ciudades. Cuando el pasado año estuve en Londres, conocía la ciudad perfectamente. Si conoces New York puedes preguntarme lo que quieras de esa ciudad. A través de los sueños, conozco la ciudad como la palma de mi mano. -¿De verdad? Te haré unas preguntas que sólo los neoyorquinos conocen. -Adelante ¡pregunta! -¿Cuánto cuesta un taxi del aeropuerto Kennedy a la ciudad? ¿Y un billete de metro? -Creí que me lo pondrías más difícil. El taxi cuesta 45$, el metro 5 y la distancia a recorrer es de 19 kilómetros. Si quieres te digo también, el tiempo que tarda cada transporte. -Veo que conoces la ciudad perfectamente. Hablaré con tu madre para haceros una visita en Madrid. -Ya estamos aquí, ¿y Rosa? –pregunté al no verla en la reunión. - Está bailando la conga con aquel grupo de turistas. Lo está pasando bomba. -Mamá, estoy cansado, tengo sueño. Vosotras podéis quedaros. -Tu tía y yo estábamos hablando de lo mismo. Le diremos a Rosa que nos retiramos a descansar. Nada más entrar en la habitación me rodearon: ¡cuenta, cuenta! Les relaté, que Laura era la hermana de Ana, la azafata que se volatilizó en el avión con mi otro yo el mismo día que nací. 56


-Tuve que contarles que lo soñé. Laura se alegró mucho de conocer los últimos segundos de la vida de su hermana. ¿Sabéis una cosa?, en el viaje de vuelta, llevaremos la misma tripulación, ¡me gusta! -Raquel y Laura son muy simpáticas. Por la mañana, compré cuatro postales del hotel y sus alrededores para mis amigas. Me recreé en el texto. La de las piscinas fue para Rocío, el buffet de frutas para la tragona de Rosario y a Yolanda y Daniela les mandé unas de la playa. Cuando regrese, me enteraré si les gustaron. Cuando echaba las postales en un buzón de la planta baja, observé a uno de los botones del hotel, paseaba por el hall con un cartel en la mano, ¡llevaba escrito mi nombre con letras mayúsculas! ¡Es para ti!-exclamó mamá. Ella y su hermana llevaban uno de los bikinis con un pareo y una toalla bajo el brazo. Nos disponíamos a desayunar en la terraza, antes de dirigirnos a la playa. Estaban preciosas. -Yo soy don Ángel, el que usted busca - le dije al empleado que me miró extrañado pensando que el tal don Ángel sería un señor mucho mayor. En una bandeja plateada llevaba un sobre de Laura. “Perdona que no me despidiera, nos dieron un aviso de madrugada y ahora volamos hacia Madrid. Si quieres dejarme algún mensaje, acércate a cualquier oficina de Iberia, ellos me lo comunicarán. Te quiero”. Laura. -¿Qué tendrá este niño que todas las mujeres le quieren?- dijo la tita mientras aparecía Rosa con un bañador celeste y una toalla en el hombro. -Tienes que venir en bikini -le dije, regañándole a mi manera por su forma de vestir. -Me daba un poco de corte aparecer con el bikini nuevo, ¡es muy pequeño! -¡Mejor que mejor!-Me gusta estar rodeado de sirenas y sentir la envidia de los que nos rodean. No lo puedo remediar, ¡soy un egoísta! Se sonrojó un poco, mamá y la tita ni se coscaron, ya estaban acostumbradas a mis piropos. -Otra que te quiere.-dijo después de leer la carta de Laura, ¿qué nos das, para, que ninguna se te resista? -Mucho cariño. Confesé emocionado al escuchar las palabras de Rosa. 57


Si hay alguien que sepa disfrutar de la playa al cien por cien, son los madrileños y nosotros lo éramos. Será, porque en Madrid no hay playa y cuando encontramos una, la hacemos nuestra. El único peligro residía en el tiempo de exposición a los rayos solares. Gracias a las cremas protectoras, nuestra piel se tostó paulatinamente sin llegar al rojo cangrejo, el tercer día, el tono rojizo se convirtió en moreno yodado. Los días transcurrieron sin apenas darnos cuenta: playa por la mañana, piscina por la tarde, alguna que otra excursión y fiesta por la noche. La conga de Jalisco se hizo muy popular en la disco del hotel. Nuestro bronceado, no desentonaba con el de los demás veraneantes. La próxima noche dormiríamos en Paris.

CAPÍTULO. VIII.

Del Caribe a Paris.

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En la puerta de la escalinata estaba Laura esperándonos. Me alegré al verla. Cuando pasé junto a ella, me besó efusivamente. -Después iré a verte para charlar un rato-me comunicó al oído. -Te estaré esperando. No conocía a nadie del pasaje, era normal. La mayoría se quedaron en sus respectivos hoteles, todavía les quedaban una semana, otros, como Rosa, viajarían a Madrid dos horas después. Cuando el aparato alcanzó los veintisiete mil pies de altura (un poco más de nueve kilómetros), el capitán colocó el piloto automático. Laura se acercó para traerme un refresco. Fue una disculpa para sentarse a mi lado. -¿Dónde está Raquel?-le pregunté. -Se quedó en Madrid, tenía un poco de fiebre y el médico le dio la baja. Debió coger algún virus veraniego de esos que no sabes como entran, ni cuando se irán. -Entonces, ¿quién llevamos de copiloto? -A Paloma, fue compañera de mi hermana Ana, ¡te gustará! Hicieron muchos viajes juntas y era su mejor amiga. Le hablé de ti y está deseando conocerte. -¿Soltera o casada? -¡Soltera! En nuestra profesión, la mayoría de las mujeres que volamos somos solteras. -¿Dónde está el personajillo del que me hablaste?- dijo una morena de la edad de mamá. -¡Era guapa la condenada! ¡Qué bien se conservaba! Pero que tonterías pensaba, si tendría treinta años. En vez de saludarme, me besó, como si me conociera de toda la vida, ¡me gustó!, para que voy a mentir, si siempre me gustaron los besos del género femenino. Sin darme cuenta, de mi boca salió una palabra: -¡Treinta! -¿Qué dice el sabelotodo? -Que tienes treinta años -le contestó su amiga Laura. -Se lo dijiste tú, ¡seguro!, siempre me echan unos… -Veintitrés o veinticuatro, es lo que aparentas. 59


-Gracias Ángel, yo iba a decir un par de ellos más. A propósito, compré un Playboy para ti, (mis ojos me delataron de la alegría que me entró), ¡era una broma!, el muy granujilla se lo creyó -exclamó la graciosa de Paloma. Era verdad, ¡me lo creí! -pensé como un tonto, sabiendo que en los aviones no viajaba esa revista a no ser que fuera propiedad de algún pasajero. -Vente con nosotras, Luis quiere saludarte. No sabía que mano coger, por eso, me cogí de las dos. Me llevaron en volandas por el pasillo. -Hola Ángel, me saludó el capitán nada más entrar en la cabina. Tenías razón, con los movimientos de la bolsa neoyorquina, lo comprobé diariamente en el periódico. Mi hijo quiere conocerte, no se imagina a un niño y perdona por lo de niño, con sólo siete años y medio, sepa más que él. -Estaré encantado de conocerle. Usted y su familia, pueden visitarnos cuando quieran, serán siempre bien recibidos y vosotras también. Si os pusierais de acuerdo, daríamos una fiesta. ¿Os parece bien el 15 de Agosto festividad de la Virgen de la Paloma? Tenéis tiempo para solicitar el día de asuntos propios, si los tres sois madrileños, no creo que os lo nieguen. Llevaros una foto reciente para mi programa informático. Me gusta guardar recuerdos, sobre todo de mis amigas. -Yo llevaré la tarta para celebrar mi santo -dijo Paloma haciendo planes anticipados. - Laura, lleva a Ángel con su madre y anuncia por megafonía que se pongan el cinturón de seguridad. Esta zona es propensa a las turbulencias “termales”, será poca cosa, pero estaremos prevenidos -ordenó el capitán a la azafata después de comprobar unos datos meteorológicos en el ordenador de a bordo. La azafata me dejó con mamá, volvió y cumplió la orden del capitán. Comprobó todo el pasaje y se sentó a mi lado, ¡me alegré!, me gustaba estar bien acompañado. -¿Por qué se producen las turbulencias termales?- le preguntó tía Claudia a Laura. -Por la bajada de aire frío al océano y la ascensión de aire caliente. Aquí en el Atlántico son bastante frecuentes, sólo notaremos una especie de baches parecidos a los que sufre un coche en una carretera descarnada. Casi siempre se producen con el cielo despejado -le respondió Laura. -Mamá, con tu permiso invité a toda la tripulación a pasar el día de la Paloma en casa. Nuestra copiloto, llevará una tarta para celebrar su santo. Encárgate de invitar a Raquel -le comuniqué encarecidamente a Laura, - ¡no se te olvides! 60


Descuida, no me olvidaré. Cuando lleguemos a Paris, preguntaré como sigue con su virus. Durante un minuto sentí como el cinturón me apretaba, ¡eran las turbulencias!, a continuación, escuchamos la voz de Paloma por megafonía anunciando el fin de las sacudidas. Laura paseaba por el avión atendiendo las necesidades de los pasajeros. Una de las veces se acercó a nosotros. -¡Toma!, para que tengas un recuerdo mío y de…mi hermana. ¡Te quiero Ángel!-dijo entregándome una gorra de azafata. Me sentaba estupendamente. Mamá y la tita al vérmela puesta exclamaron, ¡guapo!, incluso me hicieron varias fotos. A mí me daba igual ser un azafato con gorra de azafata. Cuando llegara a casa, pondría la gorra en el mueble de mi dormitorio, en un lugar destacado para verla desde todos los ángulos. Haciendo planes, charlando y bromeando se nos pasó el tiempo volando (nunca mejor dicho). A nuestros pies se encontraba Paris, el aeropuerto Charles de Gaulle estaba a 25 kilómetros al norte de la ciudad. En poco más de dos horas nos encontrábamos en el hotel en pleno corazón de Paris, a unos diez minutos andando de la torre Eiffel. Era un vetusto edificio de más de doscientos años. Seguramente participó de alguna manera en la revolución francesa Cuando miré mi reloj, iban a dar las dos de la noche. Gracias a unos sándwiches de pavo que nos preparó Laura en el avión, no nos quedamos sin cenar. Después de darnos las buenas noches, nos acostamos. Me dormí planificando nuestra visita a la ciudad. El hotel sólo nos proporcionaba cama, las comidas eran por nuestra cuenta. Buscaríamos restaurantes españoles o italianos para saciar nuestro apetito. -¿Tienes preparado el itinerario de hoy?-me preguntó la tita por la mañana después de asearnos. -Lo primero será un buen desayuno en el primer bar que encontremos, ¡tengo hambre! -Nosotras también. Al pasar por la recepción cogí un folleto de la ciudad con las líneas de metros y autobuses, nos haría falta. Pregunté al recepcionista por un bar, según me indicó estaba a la vuelta de la esquina. Nos sentamos en la terraza y una joven se acercó para anotar lo que íbamos a tomar. Chapurreando un poco de español nos preguntó por la

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consumición. Pedí en francés: dos cafés, un gran vaso de leche y tres cruasanes rellenos. -Perdón, creí que eran españoles-comentó la camarera después de escucharme hablar en francés. -¡Qué pena que aquí no hagan porras!-solté, cuando se marchó la empleada. -¡Qué ricas!, no me las recuerdes -exclamó mamá relamiéndose los labios. -Te confundió con un francés -comentó tía Claudia. Cuando nuestros estómagos terminaron con los riquísimos cruasanes, pagamos la cuenta. Dejamos un veinte por ciento de propina (era lo habitual en Francia) -Nos olvidaremos del metro, cogeremos siempre el autobús, así conoceremos mejor Paris. Nuestra primera parada fue a la catedral de Notre Dame. La visita duró más de una hora. Había una excursión de españoles con guía incluido, les seguimos para recibir un poco de información sobre la catedral. Se empezó a construir en el siglo XII y casi siempre, estuvieron haciendo reformas. Aquí se coronó Napoleón y proclamaron beata a Juana de Arco, hasta sirvió de granero durante la Revolución. Según nos alejábamos del grupo, escuchamos que las torres de la fachada medían sesenta y nueve metros. -El museo del Louvre, lo dejaremos para mañana, ahora vamos a comer en uno de los restaurantes de la torre Eiffel. -Eso costará un pastón -exclamó la tita que era la encargada de casi todo el dinero. -No seas rasca y paga. Yo estuve una vez allí y quiero volver. El paisaje de Paris merece la pena, os aseguro que quedará grabado en vuestras retinas para toda la vida. Desde la catedral de Nuestra Señora nos dirigimos al oeste y en menos de diez minutos llegamos en autobús. Antes de tomar el ascensor vimos los precios del restaurante Julio Verne de la segunda planta. El menú costaba más de ciento cincuenta euros por persona, ¡era una barbaridad! Con buen criterio y por unanimidad, decidimos visitar la torre y comer en cualquier bulevar cercano. Al día siguiente, pasamos toda la mañana en el museo del Louvre. Quedamos agotados, recorrimos más de cuatro kilómetros sin salir del museo. Después de comer, regresamos al hotel a dormir la siesta. Sin ponernos de acuerdo, cuando despertamos, faltaba una hora para el anochecer, ¡dormimos más de cuatro horas seguidas! 62


-Esta noche os tengo reservada una sorpresa. -¿A dónde iremos? Les llevé a dar un paseo en barco por los canales del Sena. La noche fue nuestra aliada para presumir de bronceados, no lo digo por mí, que apenas me miraba nadie, pero… mamá y la tita llamaban la atención. Ropa clara, faroles encendidos y cuerpos sombreados por el sol caribeño hacían mella en la retina de los franceses. La palabra “jolies” (guapas) se escuchaba constantemente. Claudia y Lola no se percataron, pero yo si, ¡qué orgulloso estaba de las dos!, era la envidia de muchos parisinos. -Aquel grupo parece que habla de nosotros, nos miran mucho, ¿qué dirá? -pregunto la tita. -Os llamaron ¡guapas!, un montón de veces, ahora discuten, quien de las dos es la madre del niño. -Cuando escuches alguna grosería, nos defenderás; confiamos en ti -exclamó mamá. -Déjales que se chinchen. Hoy estáis con la persona que más os quiere en el mundo, ¡yo!, y no pienso compartiros con nadie. -Mañana iremos de compras -insinuó la tita. -Si pensáis comprar ropa, en Paris ni se os ocurra. Es una ciudad muy cara. Guardad los euros para las rebajas de Agosto. Es un consejo, vosotras sois mayorcitas para decidir. -A mí no me llames mayorcita.-dijo mamá con segundas intenciones. -Me refería a que sois mayores de edad. ¡Ah! Creí que ibas por otro derrotero. Todas las noches llegábamos destrozados al hotel. ¡Qué ganas tenía de volver! No era lo mismo recorrer Paris con veintitrés años que con siete. El viaje de regreso lo realicé durmiendo.

CAPÍTULO IX. ¡POR FIN EN CASA!

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Hogar, dulce hogar, ¡por fin en casa!, me tiré sobre la cama con los brazos abiertos, después, abracé la almohada, ¡mi almohada querida! ¡Cuánto te eché de menos! –pensé con los ojos cerrados ante la mirada atenta de mamá. -El próximo año iremos al Caribe y a New York -exclamó tía Claudia. Entreabrí mi ojo izquierdo para dar mi consentimiento. Estaba tan cansado que lo único que me apetecía era dormir, no pude articular palabra, mis ojos se cerraron definitivamente y quedé dormido. Después de cinco horas durmiendo y una buena ducha mi cuerpo se relajó. -¿Dónde vamos?, me apetece dar un garbeo por los alrededores. Como estaba anocheciendo, a la tita se le antojó cenar en cualquier terraza de algún bar de los alrededores. Aprobamos la sugerencia, ninguna tenía ganas de meterse en la cocina. -¡Pedid lo qué queráis, la tita paga!-aludió tía Claudia. Quince minutos después, apareció el camarero con una fuente de pescado frito: boquerones, calamares, acedías, chocos, cazón y hasta gambas fritas. Me serví de todo un poco. Lo que más me gustó fueron los chocos y las gambas fritas. -¿Cuánto costaría esto en el Julio Verne de la torre Eiffel?- preguntó mamá -Mamá, allí no hacen fritangas, el chef solo elabora platos sofisticados para agradar la vista al cliente, pero siempre se quedan con hambre. Las quince estrellas Michelín que posee entre todos sus restaurantes, hay que pagarlas. Teníamos tanto apetito, que pedimos helados de postre y sólo nos cobraron treinta euros por todo. -Vamos a comprar, hay que rellenar el frigorífico y de paso haremos una visita a Luisa.- dijeron por la mañana las mujeres de mi casa. -Mamá, guárdame esto en tu bolso. Le dije entregándole el gorro de azafata. Cuando entramos en la tienda de Luisa me lo puse. -¡Ya están aquí los veraneantes! ¿Cómo lo habéis pasado? Ya veo que te ligaste a una azafata -exclamó al verme con el gorrito puesto. -A una azafata y a dos copilotos-contesté orgulloso. -No sabía que también te gustaran los hombres. ¿Cómo se llamaban tus copilotos?-preguntó con recochineo.

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Raquel y Paloma, son madrileñas y dentro de unos días vendrán a casa a visitarnos. Como todavía quedaban secuelas de nuestro bronceado caribeño, la tita y mamá se dieron una vuelta alrededor de Luisa. Las dos a la vez, pusieron sus brazos junto al de su amiga. El moreno de las dos, contractaba con el de su amiga. El yodo marino ganaba por goleada al cloro piscina. -Veo que aún conserváis el moreno del Atlántico. -Esto ya no es nada, ¡si nos hubieras visto hace siete días!, te da un soponcio. -¿Tan morenas os pusisteis? -Parecían mulatas, mulatas rubias, de esas que anuncian cremas bronceadoras en la tele. -Gracias sobrino, te debo una. En ese momento sonó el móvil de mamá. -Es para ti, Ángel, te llama una de tus amigas. -¿Quién eres?-pregunté. -Quiero hablar con el chico del Playboy. -¡Es Raquel!-grité loco de contento. -¿Pregúntale por su novio el celoso?-dijo mamá. Después de cinco minutos de conversación le entregué el móvil a mamá. -¡Cuenta, cuenta! –me preguntaron. -Ya no tiene novio, tenía celos de mí -dije todo orgulloso llenando mis pulmones de aire. -Viene a comer con nosotros, tardará como media hora. -¿No le preguntaste por sus fiebres? -Se me olvidó, lo único que sé, es que quiere hablar conmigo. -Tenéis un Casanova en la familia -afirmó Luisa levantando el pulgar hacía arriba. -Cuando quieras te echo los tejos, hasta ahora no se me resistió ninguna-expresé de forma natural sin empavonarme.

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-¿Por qué no llamas a Rosa y la invitas también a comer? Al fin y al cabo lo mismo nos da comprar un pollo asado o dos, lo que no nos comamos, lo guardaremos para cenar. Cuando Rosa escuchó mi voz, se apuntó enseguida. ¡Cuatro mujeres para mi sólo!, seré el hombre (niño) más feliz del mundo y lo mejor de todos es que las cuatro me quieren a su manera (amor afectivo y amor de amistad). Sonó un claxon en la calle. Era Raquel, llegaba diez minutos antes de lo previsto con su R19 blanco. -Da gusto conducir por Madrid en verano, apenas hay tráfico- dijo, después de aparcar el vehículo junto a la tienda de Luisa. Cuando salió del automóvil estiró sus brazos. En un acto reflejo me abalancé sobre ella. Cogiéndome en volandas me abrazó y besó delante de todas. -¡Te quiero!- fueron sus palabras de bienvenida. -¡Y yo a ti! Y a ésta y a ésa y a aquélla. ¡Os quiero a todas! -¿Qué haces tú con el gorrito de Ana? -Me lo dio Laura. -Pues te regaló el gorrito de su hermana, compruébalo si quieres, debajo del la doblez interior tiene escrito Ana. ¡Era cierto!, ponía Ana. -¡Vámonos a casa!- insinué. -Adelantaros vosotros, voy a encargar dos pollos al asador para recogerlos dentro de un par de horas, de paso, compraré un poco de pan y otras cosillas-dijo la tita, quitándose de en medio. -¿Y tus fiebres?-le preguntó mamá. -Más que fiebre es destemplanza, tengo que tomar al día tres paracetamoles para bajar esas décimas. Hasta que no desaparezcan, permaneceré de baja. -¿Qué te paso con tu novio?-le preguntó mamá intrigada cuando llegamos a casa. -Le comenté que conocí a otro, amable, bondadoso con los amigos, guapo, sincero, educado, políglota, ¡un ángel del cielo! De esos que sólo te encuentras uno en la vida. Cuando le dije que tenía siete años, no lo creyó y el muy imbécil se largó. Ahora me alegro, os aseguro que no le echo en falta. 66


-Entonces no te quería -le contestó mamá. -Borrón y cuenta nueva-le dije yo. -Estoy intrigada por conocer tu programa informático, ¡enséñamelo! -Dame tu foto y vente conmigo al ordenador. Diez minutos después, Raquel tenía en sus manos varias fotos tamaño folio, una, con diez años más y las otras, con diez y veinte años menos. -Te puedo asegurar que me sacaste calcada. ¿Tienes idea de lo que te darían por el programa si lo comercializaras? Es mucho mejor que el de la policía, te lo digo yo que estoy acostumbrada a ver fotografías de personas buscadas por la Interpol en los aeropuertos. -¿Cuánto?-preguntó mamá por curiosidad. -Varios millones seguro. Los ojos de mamá, se agrandaron al escuchar la cantidad. Después pensó, que jugando a la bolsa se ganaba más. -De momento no pienso venderlo, no obstante, lo consultaré con la familia, al fin y al cabo sería para la policía. Lo malo es, que quieran conocer al inventor para que siga desarrollando programas parecidos y no estoy dispuesto a que me separen de mi familia. -Lo primero que tienes que hacer es patentarlo. Con la patente en la mano puedes hacer lo que quieras, F.B.I, C.I.A, Interpol etc. Todas las agencias lo comprarán. Dejé a Raquel con la palabra en la boca. - ¡Vamos a mi cuarto!, quiero enseñarte más fotos. Enseguida reconoció la de Rosa. -¿De quiénes son esas otras? -Tres son compañeras y la otra es de Eva, mi antigua novia. Fue mi cuidadora en la guardería -¿Con qué edad te enamoraste de Eva?-preguntó intrigada. -Tendría unos seis… -Antes de terminar la frase me interrumpió Raquel. -¿Años? 67


¡No!, meses. Estuvimos más de tres años de novio, después se casó y nos invitó a su boda. Ahora tiene una niña preciosa, le puso Ángela por mí. Aquí guardo fotografías de la boda - le dije, enseñándole un pequeño álbum que guardaba en un cajón de la cómoda. -Tiene un hijo muy precoz - le comentó Raquel a mamá. -Quería tanto a Eva, que le amuebló toda la cocina de casa, incluidos electrodomésticos. -Costaría un ojo de la cara. -Menudencia, el dinero está para gastarlo, además el dinero era mío, lo gané honradamente jugando a la bolsa. -Cuándo yo me case, ¿qué me regalarás? -Lo que tú quieras, pero búscate un novio antes, el anterior te salió rana.contesté maliciosamente. Tía Claudia y Rosa llegaron a la vez, venían charlando, escuché parte de la conversación. La tita hablaba de Paris, monumentos, museos y del paseo romántico que hicimos en barco por uno de los canales del Sena. -¿Te gustó el programa informático de Ángel? - preguntó Rosa a Raquel. -¡Es maravilloso! El que tiene la policía, se queda en pañales. Ya le dije, que si lo vendiera, obtendría más de dos millones de euros. -Eso no lo gano yo en sesenta y seis años-afirmó Rosa después de realizar unos cálculos mentales. -Por menos de diez millones no lo vendo-afirmé para dejar zanjada polémica.

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-A Ángel no le interesa el dinero, cuando quiere, lo obtiene legalmente jugando a la bolsa. Las vacaciones a Cancún, me salieron gratis. Primero le entregué cien euros y después doscientos, pagué las vacaciones y me sobraron mil trescientos. Raquel estaba atónita escuchando a Rosa. -Si yo te entregara cinco mil, ¿cuántos me devolverías?- preguntó Raquel. En dos años podría obtener unos trescientos mil -le contesté después de hacer unas operaciones con la calculadora. -Con ese dinero me compraría un ático y no tendría que compartir piso con nadie como me pasa ahora. Lo amueblaría a mi gusto, sin escatimar gastos. 68


-Deja ya el cuento de la lechera y vuelve a la realidad.-le aconsejó Rosa, que también hizo sus cábalas. Eso de comprarse un piso por casi nada, era una tentación muy fuerte.

CAPÍTULO X. AGOSTO Y LA VIRGEN DE LA PALOMA.

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Los pocos días que quedaban de Julio, pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Por la mañana, piscina, siesta por la tarde y paseo por la noche. Mis dos mamás estaban negras. Era un negro piscina, no era el moreno caoba que trajimos del Caribe. La sombrilla fue mi aliada para evitar los rayos solares de la piscina del club. Durante este tiempo hablé varias veces por teléfono con mis compañeras Yolanda y Daniela. Rocío se marchó a Cádiz a pasar el verano olvidándose de nosotros. ¡Tendrá un ligue!, y no tiene tiempo libre-pensé maliciosamente. -Ángel, faltan sólo dos días para el santo de Paloma, ¿cómo haremos la fiesta? ¿Vendrán Yolanda y Daniela? ¡Las puedes invitar!-insinuó mamá. -¡Vendrán todos!-afirmé.- Desde el capitán con su familia, hasta Eva con su Angelita. Lo celebraríamos en el local donde tuvimos la tienda. -Dile a Claudia, que desempolve el organillo que no quisisteis vender cuando liquidasteis todos los artículos de la tienda. Montaremos una fiesta castiza con música de chotis. Vosotras podéis plancharos el traje de chulapa. ¡Causaremos sensación entre nuestros invitados! -¿Tú qué te pondrás? -Sólo una “parpusa” (gorra a cuadros con visera, típica de la vestimenta del madrileño castizo). -¿De dónde sacaste esa palabreja? -Me la dijo el viejecito del kiosco, siempre porta una. Yolanda y Cristina acudieron a casa sobre las diez de la mañana. Venía a echar una mano a petición mía. Entre los tres, decoramos un poco el local con algunas guirnaldas. En un lateral colocaron el organillo y las mesas para la comida. El centro del local, sería la pista de baile. Cuando entrara un invitado o invitada haría sonar el organillo, siempre la misma canción: Madrid, Madrid, Madrid... Para recabar algunos datos, consulté a mi profesor el señor Internet. Me informó de muchos detalles curiosos, me servirían para vacilar ante mis invitados. Mis amigas nunca habían bailado un chotis, mamá y la tita, ¡si!-según me dijeron. El primero que llegó, fue Luis con su mujer y su hijo Enrique. Nada más entrar por la puerta, empecé a darle vueltas al manubrio del organillo y a canturrear. “Cuando llegues a Madrid, chulona mía. 70


Voy a hacerte Emperatriz de Lavapiés. Y alfombrarte con claveles La Gran Vía. Y a bañarte con vinillo de Jerez. La música cesó- ¡Buenos días Luis! ¿Tú debes ser Enrique? Y usted… -¡Patricia!, me llamo Patricia y tú eres Ángel el chico del Playboy. ¿Acerté? -Al cien por cien -le respondí. Yolanda y Cristina rodearon a Enrique como moscas alrededor del pastel. No era de extrañar, un chico alto y guapo, siempre llama la atención. Ellas mismas se presentaron y en un momento le crucificaron a preguntas. En vez de contestarlas lo que hizo fue preguntar por mí. Mis compañeras se llevaron un pequeño fiasco. Le informaron de la labor que ejerció D´Artagnan sobre sus mosqueteras. Sin complejos de ningún tipo, como si se conocieran de toda la vida se colgaron de sus brazos. Sus autoestimas crecían, ¡me alegré por ellas! -¡Vamos a ver a Ángel!-dijeron. -¿Qué hacen dos chicas tan guapas con el hijo de Luis? -Estudia lo mismo que nosotras-exclamó Cristina-, pero en distinto instituto. -Ya lo sabía, me lo contó su padre en la carlinga durante el viaje. -Vine a conocerte, mi padre insistió tanto que…. ¿De verdad que terminaste primero de bachillerato? ¡No me lo puedo creer! -No le preguntes nada, se las sabe todas -saltó mi compañera Yolanda. -En Idiomas y Matemáticas es un lince. A veces creo que sabe más que el profesor -insinuó Daniela. -Si vienes a ver mi programa informático, tendrás que esperar a que lleguen, Paloma y Laura, así mataré tres pájaros de un tiro. -¡Felicidades! Gritamos todos cuando apareció Paloma acompañada de Laura. Como prometió, traía una tarta helada, rápidamente pasó al frigorífico. La música sonó. Canté la misma estrofa que antes (no me sabía más). Fuimos a besar a Paloma, tuve el honor de inaugurarla, mi beso fue el primero. -¡Ángel! ¡Ángel!- me decían desde la puerta. ¡Eran Angelita y Eva!, no quisieron perderse la fiesta. La que me llamaba insistentemente era la niña. -¡Ya estamos todos!-gritó tía Claudia dándole vueltas al manubrio del organillo. 71


Lo primero que hicimos fue tomar un refrigerio, el 15 de Agosto hacía calor. Eran las trece horas y el termómetro marcaba 30ºC en la calle. Gracias al aire acondicionado disfrutábamos de siete grados menos. -Los que trajeron su foto, que se acerquen al ordenador- ordené. En un momento les entregué sus copias envejecidas o rejuvenecidas, quedaron atónitos al contemplarlas. Laura me pidió una con la edad que murió su hermana. Me emocioné recordando el momento de la explosión. -Se la llevaré a mis padres, ¡se alegraran! ¡Eh!, listillo -exclamó Luis delante de todos. -¿Cómo sabías qué a mi mujer y a mi nos gustaba el chotis? -exclamó Luis, para que todos le oyeran. -No lo sabía, pero a alguno de la reunión le debería gustar. - Matemático, ¿qué te parece nuestra música?- preguntó Luis refiriéndose al chotis del organillo. Mamá y tía Claudia me miraron, como todos los demás, estaban acostumbradas a que saliera airoso con las preguntas de idiomas o Matemáticas. Era la primera vez que debía responder una pregunta de música, se quedaron expectantes esperando mi respuesta. No les defraudé. -La música de que tanto presumen los madrileños en sus fiestas, ¡no es madrileña!, procede de Bohemia. El primer organillo, ¡no lo trajo un madrileño!, sino un siciliano, la primera vez que sonó esta música en España, fue a mediados del XIX en el palacio real, con el nombre de “polca alemana”, la palabra chotis viene del austriaco “schotis” y para colmo de los colmos, la canción Madrid, Madrid, Madrid, ¡no la compuso un madrileño!, fue Agustín Lara y era mejicano -después, respiré hondo para continuar. -Conclusión, el chotis es un hijo ilegítimo, muy querido, muy amado, pero a la postre, adoptado. -Pues yo creía…Hubiera jurado…, que el chotis nos pertenecía -eran los comentario de los mayores. Enrique, mis amigas y Angelita no opinaron.

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-¡Lumbrera!- me dejas anonadado- exclamó Luis. Mi mujer y yo, nos conocimos en una fiesta popular, tal día como hoy, hace veinte años, bailando el pasacalle de “Los Nardos”; donde la florista paseaba sus flores por la calle de Alcalá, ¿le conoces? -Pues esa canción y la del” Pichi”, son de Francisco Alonso; compositor nacido en Granada. Antes que siguiera nuestro piloto con su interrogatorio, me rescató tía Claudia. -“Te quiero más que a mi vida”. Me canturreó la tita al oído. La cosa iba de canciones, ¡me gustaba! -No te esfuerces tita, Rocío Jurado la cantaba mejor. Aproveché para cantarle: -“No tengo edad, no tengo edad, para amarte…”Era mi canción preferida desde que conocí a las dos hermanas. Me cogió en brazos y me achuchó. -¿A qué viene eso, Claudia?-dijo mamá a su hermana que estaba llorando en silencio, emocionada por mi declaración. Claudia le contó a Lola todo lo que dije. La congoja que le entró, hizo, que nos ausentáramos un momento de la reunión. Mamá también me abrazó. -¡Cántame a mi lo que le cantaste a mi hermana! ¡Quiero oírlo! Con voz entrecortada a causa de la emoción le canté un poco de la canción de “Gigliola Cinquetti”, ganadora del festival de Eurovisión en 1974. Me hicieron llorar, lloramos los tres fundidos en un abrazo, que recordaré toda mi vida. Quedará grabado en mi cerebro como un flash, para recordarlo en los momentos tristes, ¡qué felices éramos en ese momento! Nos atusamos un poco y regresamos con los demás, nadie se percató de nuestra ausencia. Yolanda y Cristina tenían rodeado a Enrique y éste se encontraba muy a gusto entre ellas. Me fui a otra reunión donde estaban las copilotos, la azafata y mi Eva, ¡estaban hablando de mí! Eva llevaba la voz cantante, las otras preguntaban y Eva respondía. -¡Qué!, hablando del señorito -dije mientras me acercaba. -Dice Eva, que antes de hablar, leías el periódico todos los días, ¿es cierto?preguntó Raquel. -Cierto, y mis páginas preferidas eran las de la bolsa. 73


-También nos dijo, que besabas como nadie. Como un tonto me puse colorado -Es verdad, a Eva siempre le besaba en el cuello y se estremecía. Recordaré siempre como me abrazaba junto a su pecho. -¡Será sinvergüenza! Te tenía que abrazar a la fuerza, sólo tenías seis meses. Las empleadas de Iberia, no daban crédito a lo que oían, ¡besando a los seis meses! -Era natural que te besara, eras mi novia. -¿Estás enamorado ahora?-me preguntó Laura. -Tengo dos amores al cincuenta por cien. -¡Escuchad!, Ángel está enamorado de dos -exclamó Raquel en voz alta. Pronto me rodearon. Querían saber quienes eran las afortunadas que compartían mi corazón. -Una se llama Lola y la otra Claudia -dije en voz alta mirando a mamá y a la tita. -¡Bah! –dijeron algunas. ¡Eso no vale!-dijeron otras. Lo que más me gustó fue la expresión de mamá. “Eres lo más bonito que parió madre” (Parecía una frase de mi amiga Rocío). Todos se dieron cuenta de lo unido que estábamos. La tarde avanzaba. Sacaron la tarta de Paloma y cantamos: “feliz, feliz en tu día”. El primer trozo fue para Ángela. Pronto se embadurnó la cara con chocolate, ¡qué graciosa estaba! Cuando empieces a trabajar, te haré una visita a la guarde-le comuniqué a Eva delante de las otras. -Hasta el trabajo que tengo, se lo debo a él. Dijo Eva a las demás. No sé como lo hace, pero va sembrando por donde pasa, sobre todo con sus amigas. -¡Os quiero a todas!

CAPÍTULO XI. SEPTIEMBRE, UN NUEVO CURSO 74


Daniela y Yolanda ligaron con Enrique, tenían que compartirlo por igual. ¡Vamos, que salían los tres juntos! Me dejaron en un segundo plano. ¡Ya se acordarán esas pánfilas en el instituto! Cuando quieran que les ayude, les diré que ¡no! ¡Pero qué tonterías pienso! Seguro, que cuando me pidan algo, les diré que ¡si! Con mi nueva vida, soy incapaz de dar la espalda a nadie y menos a mis amigas. -¿Qué estás murmurando?-me preguntó mamá. -¡Nada!, son cosas mías-contesté algo malhumorado por ser malpensado. En ese momento, me acordé de Rocío, ¿habrá regresado de Cádiz? -Tita, acércame el móvil, “por fa”. -¿A quién vas a llamar? -A Rocío, ¿te parece bien? -Con el cuerpazo que tiene, se podía llamar” doña Rocío” Las palabras de Claudia, cambiaron mi semblante. Más de quince minutos estuve hablando con ella. -¿Qué te contó? ¿Cómo pasó el verano? ¿Cuándo regresó?.. -¡Basta!, ya está bien de preguntas y dejadme hablar-les contesté a mis dos mamás. -Regresó la última semana de Agosto, el padre se incorporó al trabajo en Septiembre y me asegura que está irreconocible. -No digas tonterías, Ángel. Tu amiga no pasa desapercibida ni en un combate de lucha libre-exclamó la tita sin dejarme terminar de hablar. -Dice, que está como un tizón. Que es el primer verano que pasa, sin dar clases de recuperación. Pasó más tiempo en la playa La Victoria que en su casa. Estuvo practicando voleibol en la playa con sus amigas. Mañana, vendrá a vernos con su hermana. -¿Por la mañana o por la tarde?-me preguntó mamá. -Por la mañana, ¿por qué lo preguntas? -Para que nos traiga un kilo de chorizo y después nosotras se lo pagamos. Volví a llamar para pedirle el favor. Sobre las once de la mañana aparecieron las dos tragaldabas. Tía Claudia abrió la puerta. 75


-¡Ángel!, son tus amigas. Al ver a las dos hermanas con vestidos claros exclamé: -Parecéis una película en blanco y negro. No estáis negras, ¡estáis ennegrecidas! -¡Qué gracioso es” Ange”! ¿Verdad, hermana?-dijo Rosario a Rocío. Si me hubiera querido levantar con un brazo, lo habría conseguido. ¡Qué bíceps tenía!, el ejercicio en la playa los había fortalecidos. -Durante las vacaciones, te echamos de menos. Nos acordamos mucho de ti. También echamos de menos los chorizos, la tonta de mamá sólo se llevó media docena de ellos y cuando los probaron mis primos, iban todos los días a merendar a casa hasta que se los comieron- dijo inocentemente Rosario. Estas niñas siempre pensando en la comida. Como sus primos estén a su altura, son capaces de comerse un cerdo entero hecho chorizos-pensamos los tres. -Dice papá, que el próximo verano llevaremos el coche lleno de chorizos. -Vuestra familia lo que necesite es un” tráiler” lleno de chorizos -le contesté a Rocío -¿Y qué es eso?-pregunto Rosario. -Un camión muy grandote-contestó su hermana. -¡Ah!, creí que era algo de comer. -Si tienes apetito, mamá te preparará algo. No tenemos hambre, acabamos de desayunar dos euros de porras cada unarespondió Rocío. Me eché las manos a la cabeza, ¡dos euros era lo que nos comíamos normalmente entre los tres de la casa! Le contamos la fiesta del día de la Virgen de la Paloma y como conocimos en el cielo a nuestros invitados. -Como me guste Enrique, ¡se lo quito a esas dos!-exclamó Rocío. -Mamá, ¡págale a Rocío los chorizos antes de que se te olvide! ¿Qué otros productos tiene la tienda, que merezcan la pena? -Tienen de todo: morcón, jamón, morcilla patatera, de calabaza, costillas adobadas, tasajo, bacón… etc. 76


-“To está güeno”-exclamó Rosario que llevaba mucho tiempo sin hablar y al escuchar la comida, se le hizo la boca agua. Me acerqué a mi cuarto y cogí varios cuentos clásicos de literatura infantil que me regaló no se quién, ni cuando. Necesitaba el hueco del mueble para colocar otros. -Son para ti-le dije a Rosario –pero me tienes que prometer, que te los leerás antes de que empiece el colegio. -Te lo prometo-me contestó. -¡Si están sin estrenar!-exclamó Rocío. Era cierto, nunca los abrí, simplemente los coloqué en la estantería cuando me los regalaron y allí quedaron, hasta hoy. Caperucita, Blancanieve, La Cenicienta, Pulgarcito, Garbancito, Cerditos.... y unos cuantos títulos más, componían la colección.

Los Tres

-Cuando llegue a casa los guardaré y no los estropearé, te lo prometo. -¡De eso ni hablar!, quiero que los estropees leyéndolos. Yo no los leí, porque ya los había leído-exclamé en tono medio enfadado. -Lo que tú digas,”Ange”. Haré lo que tú digas. En dos bolsas de plástico, guardó Rocío los libros a su hermana. Ella misma se encargaría de que cumpliera su promesa. No obstante, cuando la volviera a ver, le haría algunas preguntas absurdas sobre los libros. ¿Cómo se llamaba el octavo enanito? ¿Quién era el novio de Caperucita? ¿Cuántos metros medía Pulgarcito? ¿De qué marca era el reloj que dio las doce campanadas en el cuento de La Cenicienta? … etc. No me imagino sus respuestas, pero casi seguro, que serán graciosas. Días después me llamó Luis, nuestro piloto, ¡me pedía que le aconsejara! Yo, un imberbe, aconsejando a un señor de cuarenta años. Por señas, llamé a mamá y a tía Claudia, para que escucharan nuestra conversación. Lo que me propuso, era razonable. En el avión, le prometí que ayudaría a su hijo, si íbamos a la misma universidad, ¿por qué no ayudarle ahora en bachillerato? ¡Le dije que si! Lo que quería Luis era muy sencillo. Cambiaría la matrícula de su hijo a mi instituto. Así, con mi ayuda, mejoraría sus notas con vistas a la selectividad y podría acceder a cualquier carrera universitaria. El único inconveniente era, que tenía que chuparse una hora de autobús entre la ida y la vuelta. -El que algo quiere, algo le cuesta-expresó la tita, que era muy aficionada a los proverbios y refranes. 77


-Ahora seréis cinco, ¿cómo os llamaréis?-preguntó mamá. -No te preocupes, ya se encargarán en clase de ponernos algún nombre. -Las que saldrán ganado serán las chicas, no sólo Yolanda, Daniela y Rocío, sino las demás de la clase, habrá competencia. El guaperas, actuará de tarta y las chicas de moscas- insinuó la tita. -Llama a las chicas y comunícales la buena nueva. Llamé primero a Rocío, ni se inmutó. Yolanda y Daniela soltaron un gritito, cuando escucharon la noticia, señal inequívoca de su alegrón. Después de hablar con ellas, les conté a mi familia las reacciones de mis amigas. Ya tengo planificado el curso, sin conocer el programa de la inspección. Pongan lo que me ponga ¡estará “chupao”!, lo tengo decidido, me dedicaré por entero a mis compañeros, ¡espero que no me defrauden!, mejorar sus notas, será mi objetivo. A mamá y a la tita, les quiero dar una sorpresa. Se sacarán el carnet de conducir porque voy a pedírselo cariñosamente, ¡l sin saberlo, lo están deseando!, después, les compraré un coche. Estoy decidido a recorrer España de norte a sur y de este a oeste. Aprovecharemos todas las vacaciones para viajar. La que va a chinchar, será Luisa, en una temporada, no utilizaremos su agencia para viajar, sólo para la reserva de hoteles. Mi próximo viaje en avión, será a New York. Lo tengo decidido. Tengo una morriña, que me corroe por dentro. Tened, en cuenta que viví casi treinta años en la ciudad de los rascacielos y los recuerdos nunca se olvidan. ¿Qué fueron en otra vida? ¡Ya lo sé!, no me importa. Con la cabeza apoyada en mi querida almohada, me vino una brillante idea. Cuando fuéramos a New York, buscaría a uno de los abogados de mi antigua empresa para hacer una demanda. Primero, tenían que cotejar mi A.D.N con el banco de datos de la universidad de Harvard (lugar donde estudié en mi anterior vida), así se comprobaría, que era descendiente directo del estudiante que donó semen en su último curso universitario. Con esas dos analíticas y la lista de desaparecidos del avión siniestrado, sería muy fácil solicitar al seguro, la indemnización correspondiente por la perdida del padre, aunque el accidente hubiera ocurrido, ocho o diez años atrás. Volveríamos con unos cientos de miles de dólares. Preguntaría a Laura, cuanto les dieron a sus padres por la perdida de su hermana Ana. Esa cantidad más los intereses, era lo que me correspondía, ¡un buen pellizco! Si era mío ¿por qué dejarlo? Mis dos mamás me acompañarán. Si voy a disfrutar, ellas también lo harán, ¡las quiero mucho! ÍNDICE. 78


Resumen del libro anterior. Prólogo. Capítulo I.

Tengo que ir al colegio.

Capítulo II.

Por fin voy al colegio.

Capítulo III.

Profesor de profesora.

Capítulo IV.

Voy a bachillerato.

Capítulo V.

Finaliza el trimestre.

Capítulo VI.

Cumplo siete, veo a Eva y hago realidad el sueño de Rosa.

Capítulo VII.

El avión.

Capítulo VIII.

Del Caribe a Paris.

Capítulo IX.

¡Por fin en casa!

Capítulo X.

Agosto y la Virgen de la Paloma

Capítulo XI.

Septiembre, un nuevo curso.

PERSONAJES. 79


Ángel.

Protagonista.

Lola.

Mamá.

Claudia.

Mi tita.

Internet.

Profesor particular.

Matute.

Mi primer profesor norteamericano.

Luisa.

Encargada de la agencia de viajes.

Rosa.

Mi nueva profesora.

Rocío.

Mi nueva compañera.

Hortensia.

Directora de primaria.

Matilde.

Esposa del matasanos.

Rocío.

Hermana de Rosario.

Lourdes.

Madre de Rosario y de Rocío.

Yolanda y Daniela.

Compañeras de bachillerato.

Leonor.

La dueña de la guardería.

Teresa y Juanita.

Empleadas de la guardería.

Elvira.

Otra empleada de la guardería.

Eva.

Mi antigua novia.

Ángela.

Hija de Eva.

Laura.

Azafata.

Raquel.

Copiloto.

Luis y Patricia.

Piloto y señora.

Enrique.

Hijo de Luis.

Paloma.

Copiloto.

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