PIM PAM PUM

Page 1

Miguel テ]gel Dテ。vila Panadero


Para alumnos de 3º y 4º curso de Primaria PIM, PAM, PUM. TRES RATONCITOS DE CAMPO.

PRÓLOGO. Cuando empecé a escribir este cuento, me acordé de mi amiga Milagrito. El sólo hecho de nombrar la palabra “ratón” delante ella, le pone enferma, le entra un no se qué en el cuerpo, que se encoge y tiembla. ¡Quiere desaparecer!, y trasladarse a otro lugar, donde el nombre del roedor no exista. Si fuera por ella, quitaría la palabra del diccionario Lo siento por ti, Milagrito; pero llevaba más de veinte páginas escritas y no era cuestión de dejarlo. Cuando lo leas, no te parecerán, tan, tan, tan…(espacio reservado para que mi amiga ponga lo que quiera). El autor.

2


CAPÍTULO UNO: COMO HUÉRFANOS.

Me llamo Pum, soy un ratoncito que quiere contaros un cuento. No tengáis miedo, no muerdo. En una granja de gallinas a las afueras de una gran ciudad, vivían tres ratoncitos. Sus nombres eran: Pim, Pam, Pum (yo). Cuando éramos pequeños, fuimos abandonados por nuestros padres en los alrededores de una granja. Creyeron, que era el sitio más seguro para nosotros. Nuestros padres, habían decidido dar la vuelta al mundo y no podían llevarnos, seríamos un estorbo para ellos. Crecimos entre el cacareo de las gallinas y el canto de los gallos. Durante ese tiempo, la comida nunca nos faltó. El maíz era siempre nuestro menú principal. Con nuestros fuertes dientes, roíamos las semillas hasta dejarlas convertidas en pequeñas partículas que ingeríamos sin dificultad. Poco a poco construimos una vivienda en el granero del gallinero. En un rincón, perfectamente disimulado entre dos gruesos tablones, se encontraba el agujero. Disponíamos de otros dos agujeros de emergencias. Uno, daba al exterior de la granja, donde un viejo árbol con el tronco carcomido por el paso de los años, nos saludaba. En su interior, construimos un pequeño habitáculo muy profundo, como si de un refugio antinuclear se tratara. El otro agujero de escape, daba a una pequeña habitación donde el dueño de la granja guardaba sus herramientas. Allí también teníamos otro refugio construido a más de medio metro de profundidad. En ambos refugios, guardábamos comida para más de una semana. Como fuimos abandonados muy pequeños, casi no nos acordábamos de nuestros padres. Recordábamos la voz de nuestra madre cuando nos llamaba para comer:

3


-¡Pim!, ¡Pam!, ¡Pum!, ¡Fuego!, solía decir. - Por lo tanto, nuestro padre se llamaba Fuego, o sea, que nos acordábamos de la voz de nuestra madre y del nombre de nuestro padre. Pim, parecía el mayor por su envergadura, casi siempre era el que daba las órdenes. Pam, era una ratona muy guapetona, y yo soy Pum, el más pequeño, pero a la vez, el más inteligente de los tres. La idea del segundo refugio fue mía. Como la granja carecía de gatos, vivíamos a nuestras anchas, sin temores. Nuestra única preocupación era, que el dueño nos descubriera en alguna de nuestras correrías. Cuando escuchábamos el ruido del motor de su vehículo, nos escondíamos. Cuando le volvíamos a escuchar, salíamos. Una vez Pim, agujereó un saco de maíz y Pam echó excrementos junto a los sacos. El granjero, al descubrir esos dos rastros, evidenciando la presencia de ratones, enseguida colocó en varios lugares del habitáculo comida envenenada y trampas para cazarnos. Mis hermanos, salvaron sus vidas gracias a mí. Sabiamente les aconsejé, no tocar nada de lo que puso el granjero. Con mucho cuidado, escondimos bajo tierra la comida envenenada, como si nos la hubiéramos comido. -¡Comieron!, pronto morirán-exclamó el granjero cuando vio que la comida envenenada había desaparecido. Así fue, desde entonces, no se preocupó más de nosotros y nunca más volvimos a dejar ningún rastro a la vista que nos delatase. La vivienda principal era pequeña pero muy confortable. Disponía de dos dormitorios. Uno estaba lleno de paja y el otro de plumas de gallina. El de plumas de gallina, lo utilizábamos para no pasar frío en invierno. -Mañana iremos al campo - insinuó Pim.

4


-De acuerdo –exclamó Pam. -Me parece bien – contesté -, pero hay que planificar la salida. -¿Qué haremos en el campo?- preguntó Pam que dijo al tuntún lo de salir. -Vamos a buscar bellotas, antes que otros animales se las coman-expresé a mis hermanos ratoniles. A los tres nos gustaban y de cuando en cuando variábamos el menú. El maíz estaba bueno, pero llegaba a hartarnos, ¡siempre lo mismo! Por la mañana, salimos en busca de las deseadas bellotas. No tuvimos que andar mucho, enseguida encontramos un quejigo con el suelo plagado del apetecido fruto. -A mi me gustan más las de encina –exclamó la glotona de Pam junto al árbol de la familia de los robles. -Tendrás que conformarte con éstas, el sitio de las encinas está bastante lejos, ¡iremos otro día! – le dijimos los dos a Pam. Cada uno trasladamos rodando media docena de bellotas hasta la granja. Las guardamos en los dos refugios de la vivienda principal. -Ya tenemos para varias semanas-insinuó Pim. - Depende de lo que coma Pam –exclamé mirando a la guapetona de mi hermana. Pam, me lanzó una mirada como si quisiera morderme.

5


CAPÍTULO DOS, EL GRANJERO Y LA NUEVA COMIDA.

Una mañana apareció el granjero con su coche. Era un hombre de unos cincuenta años, ni alto ni bajo, cabello corto, tapado por un sombrero marrón. Abrió el capó y de su interior, sacó varios sacos que trasladó dentro del habitáculo en una carretilla. Los tres, expectantes en la entrada de nuestro agujero, observábamos sus evoluciones. Colocó los cuatro sacos apilados junto a los de maíz. Abrió uno, llenó un cubo con su contenido y después lo fue repartiendo en los comederos de las gallinas. Como locas acudieron a probar su nueva comida. Era pienso compuesto especial para intensificar la postura de huevos. Poco después, el granjero cerró la puerta y se marchó en su coche llevándose ocho docenas de huevos frescos. Cuando las gallinas cogieron el sueño del atardecer, aprovechamos para probar su nueva comida. Si era buena para ellas, también sería buena para nosotros. Durante un buen rato estuvimos comiendo y después nos retiramos a descansar. -¿Qué te pareció el pienso nuevo? – me preguntó Pim. Después de saborearlo, contesté: -Es una mezcla de varios cereales molidos, con un sabor bastante conseguido. Puedo distinguir su contenido: maíz, cebada y centeno. Además, han agregado algún compuesto de calcio, para que las gallinas fabriquen el cascarón. Sobre diez, le daría un ocho. Pam se quedó dormida enseguida, fue la que más comió. Como la comida estaba molida, se hartó, y con la pesadez de estómago, su cuerpo no aguantó. Durante una hora no paramos de hablar. La comida ya no era nuestra preocupación (nunca lo fue), pero no debíamos abusar de ella, nuestros pequeños cuerpos engordarían y en vez de ratones, pareceríamos bolas con rabos. Perderíamos nuestra agilidad, 6


nuestra rapidez de movimientos para escapar del peligro y no cabríamos por los boquetes de nuestras viviendas. -¡Tenemos que hacer ejercicio!-sugerí a mi hermano, mientras Pam dormía -¿Qué tipo de ejercicio?-me preguntó Pim. -Podíamos construir otro refugio. No importa que esté a cuarenta o cincuenta metros de la casa. Buscaremos el lugar idóneo. Debe ser difícil de localizar por otros animales, que no se inunde cuando llueva y que nos proteja del frío en invierno. Por la mañana lo buscaremos. Nos despedimos con un “hasta mañana”. Por la mañana le comunicamos la decisión a Pam, aceptó a regañadientes, eso de cavar no era lo suyo. Pronto se dio cuenta que si no hacía ejercicio engordaría y ella no quería estar gorda, era bastante presumida para llegar a esa situación. Toda la mañana estuvimos buscando y no encontramos el lugar ideal. Seguiríamos buscando, no teníamos ninguna prisa, lo hacíamos para entretenernos. Por la tarde, volvimos al campo. Pam descubrió por casualidad una madriguera de conejos abandonada junto a una gran roca. Estaba tapada por una enorme esparraguera. Fue corriendo a buscarnos. -Creo que encontré el lugar perfecto. ¡Venid y os lo enseñaré!exclamó Pam. Nos acercamos al inspeccionamos por dentro.

lugar

indicado

por

Pam

y

lo

-¡Me gusta! Es perfecto, podíamos aprovechar la entrada y parte del túnel, pero construiremos una nueva galería en sentido ascendente con una pequeña cueva que sirva de almacén habitación-comenté. Según mis cálculos, en menos de una semana estaría todo construido. A los quince días, ya teníamos el nuevo túnel, la 7


pequeña cavidad y media despensa llena. De momento, no pensábamos utilizarla, la nuestra estaba muy bien. -Cuando salgamos en verano a contemplar las estrellas me gustaría dormir aquí-exclamó la romántica de mi hermana. -También se puede aprovechar los días que viene el granjero a echar de comer a las aves y a recoger los huevos- opinó Pim. Yo no opiné, me quedé contemplando la hermosa mimosa que proyectaba su sombra sobre la esparraguera. Estaba preciosa con sus flores amarillas perfumadas. Me gustaban como olían, y me recreé respirando fuerte para sentir en mis fosas nasales el aroma de las flores.

8


CAPÍTULO TRES. UNA VISITA INESPERADA.

Una mañana, apareció por los alrededores un ratón. Iba de paso y dijo llamarse Pom. Nunca nos había visitado nadie por eso le invitamos a comer y le ofrecimos nuestra humilde ratonera para pasar la noche. Aceptó de inmediato, llevaba tres días caminando e iba a la ciudad en busca de unos familiares para pasar una temporada con ellos. Según sus palabras, se alojaban en el sótano de un chalet. Su plan era subirse en un camión cuando estuviera parado y bajarse en el garaje de éste. Tenía memorizado la firma comercial de los vehículos, para que no le llevaran a otro lugar. Cuando llegase a su destino, preguntaría a cualquier ratón por su familia. Algo así debieron de hacer nuestros padres después de abandonarnos en las inmediaciones de la granja para dar la vuelta al mundo. En un breve relato, Pam le contó la escapada de nuestros padres. - Nuestro padre se llamaba Fuego-exclamó mi hermana. -Oí hablar de vuestro padre, era bastante conocido por sus excentricidades y por el color de su pelaje. Según escuché, vuestro padre debe ese nombre al color de su pelo –afirmó Pom. -¿De verdad? –dijimos los tres. -¿Sabes por dónde andará ahora? –le volvimos a preguntar. -Las últimas noticias son de hace varios meses y vivía en la cocina de un hotel de la ciudad. No se marcharon a dar la vuelta al mundo, su pareja estaba embarazada y esperó al parto. Tuvieron dos ratoncitos. Como el hotel está en un edificio muy antiguo, tienen muchos sitios donde esconderse y abundante comida para saciar su apetito. Durante la narración, estuvimos con los ojos muy abiertos y las orejas tiesas. Nuestros padres estaban a pocos kilómetros y nosotros sin saberlo. Además, teníamos dos hermanos que no conocíamos. 9


-Yo estaré un mes con mi familia en el chalet. Si queréis puedo preguntar por vuestro padre. Cuando regrese, os contaré lo averiguado. -Nos parece estupendo –contestamos los tres. -Mañana te acompañaremos hasta la gasolinera de la carretera para tomar el camión que te llevará a la ciudad. De noche, es el mejor momento para subirte a él mientras reposta. Como si de una excursión se tratara, los cuatro emprendimos el camino hacia la gasolinera. Estuvimos más de dos horas andando. Al final, la encontramos. -Ahí tienes tu gasolinera Pom –le dijimos. -Muchas gracias por todo. Cuando vuelva, pasaré por la granja para daros noticias de vuestros padres y me quedaré con vosotros unos días para reponer fuerzas antes de iniciar el camino de vuelta a la montaña– contestó. Nos despedimos y regresamos muy contentos. Teníamos un nuevo amigo y pronto nos traería noticias de nuestros padres. En el camino de vuelta, Pam encontró bellotas de encina y se comió dos. No cargamos con ninguna, quedaba una hora de camino y hubiéramos perdido mucho tiempo en el transporte. -¿Qué opinión tenéis de Pom? –preguntó Pam. -Muy buena, parece muy educado y servicial –contestamos los dos. -Estoy deseando que pase el mes para que vuelva con noticias de nuestros padres –continuó diciendo Pam. Pam, me estuvo observando durante el trayecto. Sentía su mirada en mi nuca. Esperaba que dijera algo. Al fin lo solté. - Si papá es pelirrojo ¿por qué ninguno de nosotros lo somos? Pim y Pam se quedaron confusos con la pregunta formulada.

10


-Creo, que nos parecemos a nuestra madre-respondí a mi propia pregunta al no recibir contestación de mis hermanos. -¿De qué color serán nuestros hermanos?-preguntó Pam. No hubo respuesta, solo silencio. A mí en particular, me gustaba nuestro pelaje y todavía no conocía a ningún ratón pelirrojo. La vida continuaba en la granja con la misma monotonía de siempre. Cada dos días aparecía el granjero a echar de comer a las gallinas y a recoger los huevos. Recogía más de diez docenas. Según los cálculos de Pum, cada gallina solía poner unos cinco huevos a la semana. Eran buenas ponedoras, su dueño estaba muy orgulloso de ellas. Al principio de estar en la granja, las gallinas intentaban picotearnos cuando íbamos a robarles su comida. Ya están acostumbradas a nuestra presencia, son listas. Saben, que cogemos una cantidad insignificante. Solo un par de ellas nos atacaban, eran muy tercas, siempre las evitábamos por miedo a los picotazos; cogíamos la comida mientras dormían.

11


CAPÍTULO CUATRO. REGRESA POM CON NOTICIAS.

Pasaron los días, las semanas y hasta un mes. Nuestro amigo el ratón no aparecía. ¡Por fin!, a los dos meses, apareció por la granja. Venía agotado. Relató, que el viaje de vuelta lo tuvo que hacer casi todo andando, los camiones no repostaban a la ida, sino a la vuelta. Tardó un mes, en recorrer veinte kilómetros viajando siempre de noche por la cuneta de la carretera para no perderse. Le dimos de comer, ¡venía hambriento! Al rato, quedó dormido, ¡estaba destrozado! Estuvo casi un día durmiendo a pierna suelta. -¿Cuándo despertará el dormilón?- preguntaba la impaciente de Pam con un sinfín de preguntas preparadas para nuestro invitado. -¡Déjale que duerma lo que quiera!, venía agotado. Ya nos informará sobre su instancia en la ciudad -le contesto Pim. Despertó por la mañana mientras paseábamos por los alrededores. Salió de la granja gritando: -¡Pim!, ¡Pam!, ¡Pum!, ¿dónde estáis?- gritaba una y otra vez. Tardamos diez minutos en llegar. El jolgorio en el gallinero era enorme, las gallinas cacareando y los gallos cantando atronaban el lugar. Era imposible mantener una charla en ese lugar. Para que no nos molestara nadie, nos marchamos al refugio de la madriguera. Allí empezó a contestar nuestras preguntas. -¿Averiguaste algo de nuestros padres Pom? -¿Qué queréis saber? -¡Todo!-exclamamos. Con voz pausada, pero firme, empezó el relato. -Vuestros padres siguen viviendo en el mismo sitio, no creo que se muden. Disponen de buen alojamiento y abundante comida.

12


Esta información me la dio un primo mío que va de cuando en cuando a recoger comida de los contenedores del hotel. Habló incluso con ellos y les dijo, que vosotros seguís vivos en la misma granja donde os abandonaron. Se pusieron muy contentos al conocer la noticia. Están deseando veros. Cuando tengan tiempo, se acercarán a visitaros. También vio de lejos a vuestros dos hermanos. Según las referencias, se parecen a vosotros, ninguno salió pelirrojo. ¡Qué contentos nos pusimos los tres al escuchar la información! Pam, casi se cayó del respingo que dio. -¿Cómo te fue en casa de tu familia? –le preguntó Pam. Mejor de lo esperado. Después que me dejarais cerca de la gasolinera, me acurruqué en un rincón a esperar la noche. Cuando pasó el primer camión a repostar, me subí a la parte de atrás y me escondí entre las cajas de frutas. Los veinte kilómetros del recorrido, se pasaron en un pispas. Bajé del camión y enseguida olfateé un nido de ratones. Me estaban esperando, mis familiares les habían advertido de mi llegada. Me invitaron a pasar la noche y uno de ellos me acompañó por la mañana al chalet. Se alegraron mucho de verme, sobre todo mis quince primos y primas. Resulta que el chalet es la segunda residencia de un matrimonio mayor, y sólo lo habitan tres meses al año. Después de hacer un alto para beber agua en una cáscara de bellota, continuó el relato. -Mi familia es muy lista, igual que vosotros, no dejan pistas por donde pasan. Se alimentan de los cubos de basura de otros chalet y sus dueños están locos poniendo trampas por los alrededores de sus casas. No se les ha ocurrido pensar en el chalet de los ancianos. Hizo otra pausa para tomar aliento. -Del chalet al hotel de vuestros padres, hay varios kilómetros y se tarda más de tres horas andando de noche. Mi primo, el que me dio noticias de vuestros padres, vive a mitad de camino en una antigua pensión del casco antiguo. Vuestro padre es muy conocido 13


en el vecindario, sobre todo por el color de sus pelos y por las historias fantásticas que cuenta. Muchos ratones acuden por la noche a su casa para escuchar sus historias. Hace de cuentacuentos en la vecindad. -Seguro que cuenta historias de viajes que nunca realizó y sólo existen en su imaginación –insinuó Pam. -Si os parece bien, me quedaré una semanita con vosotros para reponer fuerzas. Los tres estuvimos de acuerdo. Como aquella noche hacía un poco de frío, nos metimos en el dormitorio de las plumas. -¿Tu dónde vives Pom? –le preguntamos. -En una cabaña del bosque a tres días de camino. Está habitada por dos leñadores. Se dedican al carbón durante la primavera. Solamente en esa época del año la ocupan. Después, meten el carbón en sacos y se los llevan al pueblo donde sus mujeres lo venden. Nosotros tenemos nuestro nido en el pajar. Nunca nos falta comida, los bosques son muy generosos con nosotros -nos contestó. -¿Y no te da miedo viajar solo? -Sí que me da miedo, pero me aguanto. Tomo mis precauciones. De día me oculto de las cigüeñas y otras rapaces, que desde lo alto, buscan comida, y por la noche, procuro esquivar a los búhos y lechuzas que con su sistema de visión pueden verte. De noche, a las que más temo es a las serpientes, apenas hacen ruido cuando se deslizan de un lugar a otro entre la hojarasca buscando comida. Los tres mirábamos a Pom embobados. Para nosotros era una especie de héroe, pero durante la narración, nos dejó los vellos de punta. -Mi abuelo me tiene advertido, que para esquivar a las aves hay que esconderse en las sombras y para evitar a las serpientes 14


hay que correr. Esas dos normas las sigo a rajatablas. Si viajara acompañado, el viaje sería más seguro, cuatro ojos ven más que dos y mientras uno descansa el otro vigila. El otoño avanzaba, pronto llegaría el invierno, pero todavía las temperaturas eran suaves, solamente por las noches refrescaba un poco. Transcurrida la semana, Pom se puso en marcha. Se despidió de nosotros diciendo: -“Hasta la próxima primavera”. Sentíamos mucho su marcha. Nos estábamos acostumbrando a escuchar sus historias familiares. No obstante, le acompañamos durante un buen trecho. La despedida definitiva fue en lo alto de una colina situada a una hora de la granja. -¿Veis aquella loma?, pues hay que pasarla y dos montañas más allá, está nuestra cabaña -afirmó Pom. Regresamos pensativos. Creo que nuestros pensamientos iban dirigidos en la misma dirección. ¿Podríamos acompañar a Pom y pasar con su familia una temporada? Así dejaríamos a un lado la monotonía cotidiana. Pero por otro lado, nos daba un poco de miedo abandonar la tranquilidad de nuestro hogar. Seguro que nuestro padre no hubiera dudado ni un instante y le hubiera acompañado. -¿No creo que recibamos la visita de nuestros padres teniendo tan cerca el invierno? –insinué a mis hermanos. Me dieron la razón. Un día apareció el granjero con dos niños pequeños, debían de ser sus nietos. Les estuvo enseñando el gallinero y de paso le ayudaron a recoger huevos, que fueron metiendo cuidadosamente en un cubo de plástico para que no se rompieran. Después, el granjero los repartió en envases de cartón. A los niños se les veían felices y contentos correteando por todos los alrededores de la casa sin llegar a alejarse.

15


Pronto, el abuelo les llamó, subieron al coche y se marcharon. En todo el invierno no volvimos a recibir más visitas. Solo el granjero seguía apareciendo cada dos días a recoger la cosecha de huevos.

16


CAPÍTULO CINCO. POM Y SU NOVIA PEM.

El invierno pasó con mucha agua pero sin frío, cosa que agradecimos, cualquier resfriado hubiera acabado con alguno de nosotros. Apenas salimos de la granja, el barro inundaba todos los alrededores. Nuestra hermana, se manchó sus patitas cuando fue en busca de castañas y regresó maldiciendo. -¡Qué asco!-se lamentaba mientras lamía sus patitas y escupía el fango. -Si no fueras tan glotona, no te habrías manchado- le dijimos. -Estaba cansada de comer siempre pienso. Los árboles echaron sus hojas. Las ramas, desnudas en invierno, se cubrieron de verde. Muchos estaban floreciendo. Se acercaba la época de comer frutos frescos. Estábamos un poco hartos de tanto maíz y tanto pienso. Ya no quedaba ninguna bellota, la glotona de Pam, se las comió casi todas. El buen tiempo nos cambió el carácter, estábamos de mejor humor. Por un lado, esperábamos la visita de Pom como nos prometió en otoño y por otro, la de nuestros padres. Esta última era una esperanza muy remota. Casi al final de la primavera apareció Pom, ya no le esperábamos. Venía acompañado de una ratona. Se llamaba Pem y vino a conocernos. La que más se alegró de la visita fue Pam, por fin tenía a alguien de su mismo género con quien hablar. Pam y Pem desaparecían de cuando en cuando para hablar de sus cosas. Mientras, nosotros tres, planeábamos un viaje sorpresa. Cuando volvieran Pom y Pem a su cabaña les acompañaríamos. Pam no sabía nada de nuestra decisión. Queríamos darle una sorpresa. Pom nos advirtió, que las rapaces estaban criando, por lo que el viaje debía hacerse evitando los descampados y los lugares soleados. Tendríamos que andar siempre por sitios sombríos para 17


evitar a las voladoras. En época de cría, su vista se agudiza desde el cielo y atacan al menor movimiento. -Si vamos con vosotros, tú nos guiarás, además de conocer el camino tienes experiencia –le comuniqué a Pom. -De acuerdo –contestó Pom. Cuando regresaron Pam y Pem y les comunicamos la noticia, se pusieron locas de contentas, cogieron sus manitas delanteras y dieron unas cuantas vueltas saltando. - Yo quiero quedarme una temporada aquí, para conocer todos los alrededores -relató Pem que no tenía prisas por regresar al refugio del bosque. -¿Cuánto tiempo estaremos fuera? –preguntó Pam. -El que tu puedas aguantar-contestamos los dos hermanos a la vez. Les ofrecimos el refugio de la madriguera para que lo habitaran mientras estaban con nosotros. Como Pem no lo conocía, Pam fue la encargada de enseñárselo. Le gustó mucho y alabó lo bien construido que estaba. -¡Vamos a estrenar ratonera!-expresó Pem toda contenta. -Yo fui quién encontró la cueva del conejo, pero Pum fue el encargado del diseño. La decoración interior es cosa mía –exclamó Pam orgullosa de haber dado al refugio un toque femenino colocando en algunos lugares pétalos secos de rosas. -Si no os molestáis mucho os diré un pequeño fallo que tiene el refugio –sugirió Pem a su amiga. -Aceptamos toda clase de sugerencias y más si vienen de ti. -¿No habéis pensado que una serpiente puede entrar y hacer aquí su nido? Era una buena sugerencia la que acababa de formular Pem. También puede comeros mientras estáis durmiendo –dijo Pom. 18


-¡Es verdad! ¿Y que sugerís que hagamos? -Primero, hay que tapar la entrada con zarzas o con otras plantas que tengan muchas púas, como las mimosas. Después, hay que hacer lo mismo en la misma entrada del habitáculo por si la serpiente llegase a traspasar el primer obstáculo. También sugiero que tengáis preparado otro túnel de escape desde el dormitorio. Debe ser mucho más estrecho y sinuoso, para que la serpiente no lo pueda utilizar. Si escaváis algunas galerías ciegas, mucho mejor. En caso de huida nunca las utilicéis. Todo el rollo lo soltó Pem sin interrupción. -Nosotros estamos dispuestos a ayudaros en las reformas, pero con una condición, que sea Pem la que dirija la ampliación – afirmó Pom orgulloso de la inteligencia de su novia. -Todos de acuerdo, ¿cuándo consultar a mis hermanos.

empezamos? -expresé sin

-Empezaremos hoy mismo a trasladar los materiales necesarios. Mientras unos buscan ramas espinosas, los otros pueden cavar los nuevos túneles. Pim y yo nos quedamos haciendo el túnel y los demás se fueron a recoger espinos. En solo dos días la reforma estaba hecha. Pem fue la encargada de supervisar el trabajo. Todos esperábamos el visto bueno de la arquitecta. -Antes de dar mi aprobación hay que probar el túnel de escape y echar un poco de arcilla en los extremos de las ramas espinosas para fijarlas al suelo. Una hora después, todo estaba preparado para la prueba de escape. Uno a uno, todos realizamos la prueba. El tiempo fue cronometrado mentalmente. Como soy el más delgado y a la vez el más ágil, no me costó mucho trabajo ser el más rápido. Pam fue la más lenta. Después hubo que realizar la prueba por parejas.

19


Al final Pem dio su aprobación. Fuimos a celebrarlo a la sombra de un cerezo silvestre, donde consumimos algunos de sus frutos. Pom y Pem no los habían probado nunca y les encantó su sabor y jugosidad. -Este tipo de frutas no lo tenemos nosotros en la montaña, cuando volvamos les llevaré un par de ellas a los abuelos para que las prueben –manifestó Pom. -Yo también cargaré con otro par de ellas –expresó Pem. -Este árbol, está aquí de casualidad. Hace muchos años, alguien estuvo comiendo cerezas en este lugar y arrojó los huesos al suelo. Uno de ellos arraigó y formó este hermoso árbol. Cuando florece, se pone precioso, es una pena no verlo florecido. Dentro de un mes dejará de dar frutos –les informé. -Mañana iremos a recoger frutos secos del tronco de un árbol donde antes vivían unas ardillas. Lo he descubrí por casualidad mientras recogía espinos para la cueva. Deben haberse buscado otra vivienda más segura -expresó Pam. El hueco del tronco tenía de todo: castañas secas, bellotas e incluso nueces. La golosa de Pam se relamía al ver tantos manjares juntos. Había tal cantidad, que necesitaríamos casi tres días en trasladarlos. Cuando todo estuvo distribuido entre los tres nidos, volvimos a celebrar otro banquete, pero este por cuenta de las ardillas. Fueron pasando los días y las semanas, Pom y Pem ya llevaban más de un mes con nosotros. Estábamos haciendo los preparativos para la marcha. Íbamos a acompañarles a su cabaña. En unas pequeñas alforjas guardábamos comida para el viaje. Era por si la madre naturaleza nos fallaba. Pom y Pem no olvidaron sus cerezas.

20


CAPÍTULO SEIS. ACOMPAÑAMOS A NUESTROS AMIGOS.

Llegó el gran día. Después de un fugaz desayuno iniciamos la marcha. Pom iba el primero y yo cerraba el grupo. No tuvimos ninguna dificultad en atravesar la loma y las dos pequeñas montañas. Tardamos tres días en llegar a la cabaña. Hicimos nuestra entrada de noche mientras los carboneros descansaban en la vivienda. Como no nos esperaban, todos se alegraron de vernos. Nunca habíamos visto tantos ratones juntos correteando de un lugar a otro sin parar. Nos conocían de oídas. El abuelo de Pom fue diciendo nuestros nombres sin conocernos de antemano. ¡Era listo el abuelete! Pronto, Pam fue rodeada por seis ratoncitos. Querían ganarse rápidamente su amistad. Tuvo que ser rescatada por Pem, para traerla junto a nosotros. El abuelo ordenó traer algo de comida para reponer fuerzas. Después, nos asignó un lugar para dormir. Pom y Pem entregaron al abuelo las sabrosas cerezas que rápidamente incluyeron en su dieta nocturna. Entre el abuelo y la abuela se comieron una, las otras tres las repartieron entre los demás. Les encantó, les supo a poco. A petición de Pom, tuve que contar otra vez la historia del cerezo silvestre. Al amanecer, escuchamos las voces de los carboneros. Se disponían a cargar sus caballerías para transportar el carbón al pueblo. En seis caballos cargaron tres grandes sacos de carbón en cada uno, de un poco más de cincuenta kilos. En total iban a transportar unos mil kilos de carbón. Según nos informaron, era su noveno viaje. El abuelo Chi tomó la palabra. -Según mis cálculos, éste será su penúltimo viaje, sólo les queda uno para finalizar la temporada. Cada vez que realizan un 21


traslado al pueblo, tardan cinco días en regresar. El pueblo está a un día de camino, pero suelen quedarse varios días con sus familiares antes de volver. También contó, lo contento que estaban los carboneros. El viento del invierno tiró muchas ramas y contra más leña en el suelo, más carbón para vender. Gracias a ellos, los bosques se limpian disminuyendo los riesgos de incendios. Cuando los hombres se marcharon ladera abajo, el abuelo Chi nos llevó a ver como los carboneros tenían apilada la leña para fabricar el último carbón de la temporada. Pudimos ver tres grandes montones de leña perfectamente colocados. Según contó, estaban listos para prenderles fuego. Mientras la leña ardía, ellos echarían agua, para que la combustión fuera lenta y la madera se fuera trasformando poco a poco en carbón. Después, lo extenderían para el enfriado. Concluyó diciendo: La próxima semana lo veréis con vuestros propios ojos. Pom, nos presentó a su abuela, se llamaba Cha y estaba muy bien de aspecto para la edad que debía tener. Era toda una ratona de su casa, apenas salía. Siempre estaba de un lugar para otro dentro del nido dirigiendo a sus nietas y bisnietas para que todo estuviera en su sitio. Era la gobernanta de la vivienda y la encargada de almacenar toda la comida que se recolectaba por los alrededores. Como dentro vivían más de veinte ratoncitos y se consumía mucha comida diaria, había que reponer suministros constantemente. -En verano y otoño, almacenamos comida para más de tres meses. Si no somos precavidos y el invierno se alarga, pasamos hambre. En esa época, hay que dosificar los alimentos-dijo Cha. Nosotros le explicamos, que nunca teníamos problemas con la comida. En la granja donde vivíamos abundaba, nos comíamos la comida de las gallinas. -Tres ratoncitos consumen poco-exclamé-, con la comida de una gallina tenemos para tres días, son unas tragonas insaciables.

22


-¡Qué suerte tenéis de tener la comida a mano! –comentó Cha. -Tampoco tenemos gato que nos moleste. Creo que el dueño no lo puso, porque sería capaz de matar a las gallinas. El gato es un animal semisalvaje y no obedece órdenes. -¿Hay muchas gallinas en la granja? –preguntó Cha. -Más de cien, seguro. -¿Organizarán un buen escándalo con sus cacareos? – volvió a preguntar Cha. -Sólo cuando las echan de comer y después de poner el huevo. Mientras comen, están muy tranquilas y se pasan casi todo el día comiendo. -Una vez al mes, aparece un camión para cargar el estiércol que generan. El dueño se lo vende a los agricultores para que lo mezclen con otros abonos, el estiércol de gallina es muy fuerte y puede quemar la tierra. -¿Qué hacen aquí los ratoncitos durante el día aparte de buscar comida? – preguntó Pam a la abuela. -Se van a jugar por los alrededores, pero sin alejarse mucho. Siempre hay dos vigilando mientras los otros juegan y esa norma la cumplen a rajatablas. Saben que sus vidas dependen de ella. -¿Tienen algunas normas más? -¡Si!, varias más y muy importantes. No deben dejarse ver por los hombres, no deben salir nunca solos al campo y hay que ser puntuales en todas las comidas. -Nosotros no tenemos normas, siempre vamos los tres juntos a todas partes, comemos cuando tenemos hambre y dormimos cuando tenemos sueño –le respondió Pam a la abuela. -Tú, ya debes tener casi dos años y eres una ratona muy bonita ¿Cómo es que todavía no tienes novio? –le preguntó Cha a Pam. 23


Pam se ruborizó ante la pregunta de la abuela. Pasados unos segundos le contestó. -No tengo prisas, ya llegará mi hora. Además, los ratones de vuestra familia son los primeros que veo en mi vida. -Vuestro padre es muy conocido en el mundo ratonil y según me contó Pom, son casi desconocidos por vosotros. -Es verdad, nos abandonaron cuando éramos muy pequeños. Pero tengo la corazonada de que pronto los conoceremos. -Me alegraré por vosotros. Bueno, vamos a posponer la charla para otro momento, ¡ayudadme a colocar la mesa!, dentro de un rato aparecerán todos hambrientos. Con nuestra colaboración, la mesa estuvo colocada en un santiamén, nos sobró un poco de tiempo para seguir con la charla. Pronto aparecieron todos a comer, cada uno se fue al sitio de siempre, los invitados nos sentaron junto a los abuelos. La mesa era una tablita colocada en el suelo donde se ponían los alimentos. El jefe del clan, hizo un pequeño recuento de los comensales y como no faltaba nadie, dio la orden de empezar. Cada ratoncito cogió un poco de cada cosa, estaban muy bien educados. Sus abuelos podían estar muy orgullosos de ellos. -¿Qué es ese fruto que se parece a nuestras cerezas? – preguntó Pim. -Son acerolas que tenemos guardados desde el otoño. No son tan jugosos como las cerezas, pero están muy ricos y las podemos conservar mucho tiempo. Hoy nos comeremos los últimos, estaban reservados para un momento como éste.

24


CAPÍTULO SIETE. NOS VAMOS A LAS CATARATAS.

Después de comer, el abuelo Chi se levanto y dijo a los comensales: -Mañana iremos de excursión a las cataratas. Todos sus nietos aplaudieron al escuchar el comunicado de su abuelo. -¿De qué va eso de las cataratas? –dijo Pam a Pem. -Es un lugar precioso donde vamos una docena de veces al año. Está a una hora de camino, pero merece la pena. -¿Y qué vamos a hacer allí? –volvió a preguntar Pam. -Es el sitio donde el abuelo nos ha enseñado a nadar –dijo Pem. -Pues yo no sé nadar y me da pánico el agua. -A nosotros nos pasaba lo mismo, pero aprendimos a disfrutar dentro del agua. Los principiantes se colocan en una zona somera y los que ya saben nadar, se pueden alejar un par de metros de la orilla. El abuelo nos tiene dicho que es una manera de desparasitarnos y de paso nos ayuda a mejorar nuestra salud y a embellecer nuestro pelaje. Aquella noche, Pam estuvo soñando con el agua. No sabía si se bañaría por primera vez en su vida, en la granja lo más que había hecho, era colocarse debajo de la manguera para aprovechar las gotas de agua del salidero o ducharse con los aguaceros veraniegos. Cuando pasaba por el pequeño arroyo de la parcela contigua a la granja, miraba hacia otro lado o cerraba los ojos por culpa del miedo. Dos horas después de la salida del sol, el clan de Chi y Cha se puso en marcha. Nadie quedó en la cabaña, todo el mundo fue a bañarse. Una hora después, como estaba calculado, llegamos a la

25


cascada. Era enorme, el salto de agua tenía más de diez metros de altura. Era peligrosa incluso para los humanos. Pam se escondió detrás de Pem. ¿Ahí no me baño yo ni por diez bellotas de encina? –exclamó Pam toda asustada y temblorosa. Pim y yo, nos reímos, lo mismo hicieron todos los que estaban alrededor. Pem la tranquilizó diciéndole: -Ese gran charco no es el nuestro ¿ves ese charquito que hay en el remanso? ¡Ese es el nuestro! Pam se tranquilizó y mucho más cuando nos acercamos a la orilla del charquito y miró el fondo. El abuelo se metió en el agua, dio varias vueltas nadando y salió fuera para secarse al sol. Acto seguido, todos los ratoncitos se lanzaron al agua formando una gran algarabía. Con mucho cuidado, Pem acompañó a Pam hasta que el agua tapó sus patitas. -Ahora vuelvo, voy a remojarme un poco más allá -dijo Pem a Pam. Mientras Pem se bañaba a todas sus anchas, Pam flexionaba sus patitas mojándose la mitad del pelaje de su cuerpo. Algunos ratones fueron a salpicarla. Tenían práctica, con un movimiento rápido de sus rabos, levantaban gran cantidad de agua para mojar a Pam. Cuando Pem regresó, acompañó a Pam, dándole las primeras lecciones de natación. -Primero tienes que introducir medio cuerpo en el agua, después, levantas tus patitas y las vas moviendo sin brusquedades, como si quisieras andar, pronto comprobaras como te desplazas sobre el agua. Cuando tengas más prácticas, aprenderás a nadar más rápida sin hundirte coordinado los movimientos de las patitas delanteras con las traseras. 26


Desde la roca, el abuelo vigilaba las evoluciones de todos los miembros de su clan. Era el vigilante oficial del charquito. Si alguno se encontrara en peligro, no hubiera dudado ningún instante en lanzarse al agua para salvarlo. Después de una hora, el baño concluyó. Todos se dirigieron a la roca donde estaba el abuelo secándose. Como Pam y Pem querían estar solas, se fueron a la roca de al lado. -¿Qué te ha pareció el baño? –preguntó Pem a Pam. - Nunca me lo hubiera imaginado así, ¡ha sido ideal! Tus hermanos y primos disfrutaron de lo lindo. Según observé, solo hay un par de ellos que nadan con dificultad, los demás, parecen patos en vez de ratones. Hubo un momento durante el baño que creí que nadaba. ¡Me ilusioné! Pem se reía con todas sus ganas de las conclusiones de Pam. -¿Cuándo volveremos? –preguntó Pam. -No te has ido y ya quieres volver ¡Eso me gusta! Dentro de unos diez días, volveremos. -Estoy decidida a nadar la próxima vez que vuelva. Vuestro abuelo es un excelente nadador –expresó Pam. - Ha sido nuestro maestro y habrás comprobado que lo hizo muy bien –respondió Pem. - La abuela también nada muy bien. -Es lógico, aprendieron juntos. Fueron ellos los que descubrieron este charquito cuando eran novios. El cuerpo de Pam se había tonificado con el baño y según le iba contando a su amiga llevaba, un hambre de” muerte”. -Abuelo ¿por qué no damos un rodeo y vamos por la ladera de las setas? –insinuó Pem. -Estaba esperando que alguien me lo pidiera –contestó Chi.

27


Dejamos el sendero y nos introdujimos entre unos matorrales donde encontramos otro sendero apenas perceptible al ojo humano, por la altura de la hierba, no había sido utilizado desde hacía tiempo. Unos trescientos metros a la izquierda el abuelo dio la orden de parada. -¿Qué queréis primero, jugar o comer? -Todos gritaron a la vez. ¡Jugar! -Entonces preparados para cuando de la orden. -Preparados, listos, ¡Ya!-gritó Chi. En un abrir y cerrar de ojos todos los ratones desaparecieron entre la hojarasca del bosque. Otra vez se escuchó la voz del abuelo diciendo: - ¡Fuera! Todos los ratones salieron de entre las hojas. -¿Qué juego es ese? –le pregunté a Chi. -El esconder -respondió el abuelo. -Nosotros lo utilizamos como técnica de camuflaje rápido. Es para escondernos en caso de que las rapaces sobrevuelen la zona. De la velocidad con que te escondas depende tu vida. Ahora vosotros vais a participar un par de veces hasta que lo aprendáis y cuando os haga falta, lo utilicéis. -Nos parece buena idea –contestamos los tres hermanos, parecía divertido. El juego no se repitió dos veces, sino cinco. Todos al unísono desaparecíamos a la vista del abuelo. Después volvíamos a aparecer. El truco consistía en esconderse en la tercera o cuarta capa de hojas, así no te podían localizar desde las alturas, además, había que permanecer inmóviles.

28


Todos sentados alrededor del abuelo escuchamos sus palabras. Lo hicisteis muy bien, estoy orgulloso de vosotros. También Pim, Pam y Pum, lo hicieron muy bien, teniendo en cuenta que es la primera vez que lo hacen. - Tenéis media hora para buscar y comer setas -exclamó Chi. En un abrir y cerrar de ojos todos los ratones desaparecieron, pero esa vez fue para buscar setas entre las hojas del suelo o en el tronco de algún árbol viejo. Cinco hermosas setas trajeron a los abuelos. Esta vez fue Cha la que dio su aprobación. -¡Son comestibles!, habéis elegido bien-exclamó Cha que sabía distinguir las comestibles de las venenosas nada más olerlas. En media hora se acabo el festín e iniciamos el camino de vuelta. El estómago de Pam ya no se quejaba como antes, había matado el gusanillo.

29


CAPÍTULO OCHO. LA FIESTA.

Al día siguiente, regresaron los carboneros, pronto se pusieron manos a la obra. Prendieron los tres montones la leña apilada y poco a poco se fue consumiendo. Las idas y venidas con los cubos de agua se sucedían. La combustión tardó más de un día. Después, desparramaron los carbones para que se enfriaran. A los dos días estaban guardados en sacos. Se acabó la temporada para ellos, al día siguiente regresarían al pueblo con su última carga y no volverían a la cabaña hasta la siguiente primavera. Mis hermanos y yo observamos con todo detalle lo que hicieron los carboneros. Su ropa y su piel estaban ennegrecidas por el polvillo del carbón. Era un oficio muy sucio. -Nunca me escondería en un montón de carbón-exclamó Pam al ver la cara de los carboneros. La familia ratonil estaba contenta, desde mañana, tendrían toda la cabaña para ellos durante una buena temporada. Solamente en época de caza era aprovechada por un grupo de cazadores que iban a tirar al zorzal y al conejo, pero hasta Septiembre, no se abría la veda de caza. El abuelo Chi comunicó, que cuando desaparecieran los carboneros, celebraríamos una fiesta. Aquella noche todos se acostaron temprano, madrugar para ver la salida de los hombres de negro.

querían

Nada más alejarse un par de cientos de metros, estalló el griterío. Salieron de sus escondrijos y se pusieron a decorar el salón de la casa. Bueno, lo único que decoraron fueron las cuatro patas de una mesa. Les iba a servir de pista circense. La fiesta sería por la tarde y duraría hasta el anochecer. Cha preparó una comida fugaz, para que los ratones no tuvieran pesadez de estómago. -¿De qué va la fiesta? –preguntó Pam a Pem. 30


- Es una sorpresa, me está prohibido contarlo. Pim, Pam y yo, estábamos deseando que empezara. ¿Con qué nos sorprendería esta vez la familia de Chi y Cha? Por fin, sobre las seis de la tarde comenzó. Todos los ratones se reunieron alrededor de la mesa, el abuelo Chi se colocó en el centro y dijo: -Por primera vez vamos a celebrar la fiesta con invitados, espero que todos lo hagan bien y aquellos que no lo hagan tan bien también recibirán sus aplausos. Todos los ratones al unísono comenzaron a rechinar sus dientes. El sonido no era muy agradable, pero era su manera de dar su conformidad a las palabras del abuelo. En el primer número, salieron tres ratoncitos haciendo equilibrio, se subieron uno encima del otro y se pasearon alrededor de la improvisada pista. Cuando dieron por terminada su actuación, volvieron a su sitio y se sentaron. A continuación, salió un grupo de seis con una bellota. A la carrera, se la iban lanzando unos a otros como si fuera un balón de rugby. La bellota volaba de un lugar a otro sin caerse. Cuando terminaron, uno de ellos se acercó a Pam y le regaló la bellota. Había sido idea de Pom, sabía que le gustaban mucho. Pam ya no pensaba soltarla hasta la hora de la cena aunque de buena gana le hubiera tirado un buen mordisco. El abuelo cogió una nuez y se acercó al centro de la pista. Ratones y ratonas le rodearon. A una señal de éste, se dividieron en dos grupos. Cuando Chi soltó la nuez en el suelo, se abalanzaron sobre ella. Un montón de patas empujaban la nuez hacia un lado y hacia otro. Estaban jugando al fútbol, pero en vez de balón, ¡usaban una nuez! El equipo que más veces sacó la nuez de la pista fue el ganador. El último número fue una carrera de ratones. Participaban por parejas, uno debía de ir encima del otro. Tenían que dar tres vueltas alrededor de la mesa. Ganó la pareja más joven. 31


La fiesta acabó, se recogió todo en un santiamén y nos fuimos a cenar a la ratonera. Dentro nos aguardaba otra sorpresa. El abuelo tenía una pequeña cajita cerrada. Cuando la abrió, toda la instancia se iluminó. Estaba llena de gusanos de luz. -Esta caja solo se abre cuando organizamos una fiesta- dijo la abuela Chi. Cuando los gusanos de luz se conviertan en luciérnagas, habrá que pasarlas a una jaulita de grillos. Es una pena que solo vivan un mes. -¿Y qué comen? –preguntó Pim. - Lo que más les gustan son los pequeños caracoles y aquí en la montaña abundan. Cha había preparado una fuente con una castaña pilonga para cada uno. Pam se comió su bellota y después la castaña. -¡Está más dura que una piedra!-exclamó. -Son del año pasado, hasta dentro de un par de meses no las tendremos tiernas- le aclaró su amiga. -¿Qué os pareció la fiesta?- nos preguntó Pem. -¡Maravillosa! –contestamos los tres. -Sois geniales, cada día nos enseñáis una cosa nueva. Estáis perfectamente organizados para no aburriros –exclamó Pum. -Pues todavía os quedan muchas cosas por aprenderrespondió Pem. Ninguno de los hermanos hablábamos de la vuelta, estábamos pasando unas vacaciones inolvidables. No teníamos prisas por volver, pero, no nos podíamos quedar mucho tiempo más, había que plantearse el regreso. Por la mañana, insinué que ya iba siendo hora de regresar. Nos estábamos acostumbrando a vivir en la montaña y éste no era

32


nuestro verdadero hogar. Aquí se pasaba bien, sólo hacíamos que comer y jugar. -Debemos regresar ahora que el verano ha comenzado-les comenté a mis hermanos. -Vamos a comunicárselo a Pem y a Pom -dijo Pam. Cuando los encontramos, estaban hablando con los abuelos. Era el mejor momento para comunicarles nuestra vuelta. Al estar los cuatro reunidos matábamos dos pájaros de un tiro. Nada más acercarnos el abuelo Chi nos dijo: -¡Dejadme adivinar!, estáis pensando en la vuelta. Los tres nos miramos extrañados de la agudeza y sabiduría del abuelo. -¡Nos adivinaste el pensamiento! –respondió Pam. -Hasta dentro de tres días no os podéis marchar, mañana nos vamos de excursión, después descansáis un par de día y regresáis a vuestra granja. Como no teníamos tanta prisa, aceptamos la invitación de Chi. -¿A dónde iremos de excursión? –preguntó Pim. -Vamos a una ladera de la montaña, donde los ratones jugamos a los toboganes. Está muy cerca de aquí. Espero que el túnel no esté obstruido. -¿Pero tenemos que atravesar un túnel?-preguntó Pam. -Nosotros lo llamamos así, pero es solo un muro de piedras. Si bonito era el lugar donde estaba la cascada, aquel no le envidiaba. Era un enorme prado verde de unos veinte metros, siempre picando hacia abajo. Desde arriba se apreciaban ciertas hondonadas en el recorrido. Deben ser los desniveles de los toboganes-pensé.

33


Los ratones fueron a buscar hojas. Pem y Pom nos trajeron las nuestras. -¿Para qué sirven? –preguntó Pam. -Vosotros observad lo que hacen con ellas los demás ratones. Eso hicimos. Los ratoncitos se sentaban en las hojas y se agarraban al pedúnculo, después empezaban a deslizarse ladera abajo. Cuando llegaban a los desniveles se les veía volar por los aires. Si alguno soltaba la hoja, rodaba ladera abajo como una bola de peluche. En menos de un minuto todos estaban abajo. Nosotros cinco fuimos los últimos en lanzarnos. Sentimos un poco de cosquilleo en nuestras tripitas cuando volábamos en los desniveles. Ninguno nos caímos. Cuando llegamos al final, se acercaron varios ratones para felicitarnos. Habíamos tenido la suerte de los principiantes. La ascensión fue agotadora, no estábamos acostumbrados a ese tipo de juegos. -¡Estoy exhausta!-exclamó Pam después de la subida. -Eso te pasa por comer demasiado-le respondí a mi hermana. Los ratones se lanzaron varias veces más, ¡nosotros no! No porque nos diera miedo, sino por el cansancio de la subida. No quise quejarme para no hacer el ridículo, pero estaba cascado. Regresamos a la hora de comer y nos encontramos la mesa puesta.

34


CAPÍTULO NUEVE. EL REGRESO A LA GRANJA.

Sólo quedaban dos días para regresar, había que descansar, nos esperaban tres días de camino. Varios ratoncitos nos querían acompañar en la vuelta, pero el abuelo no los dejó. -El próximo año les acompañareis unos cuantos-les prometió. No quisimos cargar nada de comida para el camino, pensábamos alimentarnos de la madre naturaleza. Los abuelos le regalaron a Pam una cajita con un gusano de luz dentro. Con un fuerte hilo se la colgó del cuello. Iniciamos la marcha lentamente, estábamos tristes por abandonar a los únicos amigos que teníamos. Sabíamos que los volveríamos a ver, pero pasaría un tiempo antes que ocurriera. No obstante, nos acompañaron un buen trecho. -¡Tened cuidado! ¡Estad atentos! ¡No os confiéis! –nos decían a voces. Pronto desaparecimos de su vista. Como tenía memorizado el camino, no tuvimos ninguna dificultad en encontrar el mismo sitio donde nos quedamos a dormir. Hicimos tres turnos de guardia durante la noche. Cuando Pam estuvo de guardia, abrió su cajita y el gusano empezó a lanzar destellos cada seis o siete segundos. Observando fascinada la luz del gusano, se le pasó el tiempo volando. Un poco antes del anochecer del tercer día divisamos la granja. Llegamos entrada la noche. La luna iluminó el último tramo. Directamente fuimos a la ratonera. Estábamos exhaustos por eso caímos completamente rendidos entre la paja. Por la mañana, nos costó mucho despertarnos. Salí el primero a beber agua del goteo de la manguera. Pam, fue la última en levantarse. Estaba hambrienta. Menos mal que tenía comida a mano y pudo saciar pronto su voraz apetito. 35


Los refugios estaban tal como los dejamos. Ningún animal fue a visitarlos. Como no teníamos noción del tiempo no sabíamos cuando llegaría el granjero. Había que extremar las precauciones. -El granjero vino ayer –dije después de pensar un poco. -¿Cómo lo sabes si no estábamos aquí? Preguntó mi hermana. -Es muy fácil, basta con observar los huevos de las gallinas, se nota que ayer hubo recolección, por eso hay tan pocos- aclaré. -Eres el más pequeño, pero a la vez el más listo. A mí no se me hubiera ocurrido lo de los huevos –manifestó Pim alabando mi inteligencia. -Tenemos que buscar un par de caracoles para el gusano. Creo que en el humedal cercano al arroyo los hay. Fuimos los tres hasta el arroyo y enseguida cogimos un par de caracolitos. Pam se quedó mirando una zona del arroyo donde no había apenas corriente. -¿Ya se lo que estás pensando, Pam? -¿En qué, listo? En continuar las clases de natación que empezaste en las cataratas. ¿Me equivoco? ¿A qué no? -Acertaste de pleno y como eres tan listo, tendrás que acompañarme todos los días, no me gusta bañarme sola –me pidió Pam. -Te acompañaré, porque a mí también me apetece. Si alguna vez volvemos a ver a los abuelos Chi y Cha, les demostraremos que sabemos nadar tan bien como ellos. -Preparar el charco para el baño nos llevará varios días. -Hay que hacer un muro de contención para retener el agua. -¿Cuándo empezamos con el muro?

36


-Mañana, si tú quieres. ¿Y a mí no me invitáis a venir? –dijo Pim. -Decidido, cuando se vaya el granjero con los huevos, vendremos al arroyo. -Ya casi es la hora de comer –insinuó Pam bostezando. -No perdonas ninguna –dijimos los dos hermanos a la vez. Los tres, felices y contentos, regresamos a la granja. Pam le dio los caracoles al gusano y después sacó algo de comida. El calor del verano era sofocante fuera de la casa, por eso después de tener el estómago lleno, nos entró un sopor y sesteamos. Estuve soñando con nuestros padres. Tuve la certeza de que nunca se acercarían por aquí a visitarnos. Me entró el espíritu aventurero de mi padre y me imaginé realizando el viaje a la ciudad montado en un camión de verduras. En mi sueño, me acompañaba Pom. Desperté bruscamente por culpa de un ruido exterior. Era un conejo, estaba escarbando detrás de nuestra pared. -¿No te da vergüenza venir a despertarnos en plena siesta? – le dije al conejo medio enfadado. -Ya puedes tapar el agujero que has hecho para que el dueño de la granja no investigue- le ordenó Pam. -Perdonadme, no sabía que aquí viviera nadie-se excusó el conejo. -Estoy buscando algo de comida, a veces me canso de tanto comer hierba y quiero variar. -Mientras tapas el agujero, yo te traeré comida –dijo Pam. Con sus patas traseras el conejo tapó el agujero en un momento y después apretó la tierra para que no se notara.

37


¡Echa encima algunas hojas secas!, así disimularás lo que hiciste -le ordenó Pim Pam, le trajo un poco de pienso compuesto que devoró en un instante como si fuera un aperitivo. -No está mal- dijo, después de relamerse los labios, pero a mí me gustan más la zanahorias. -Pues por aquí no hay ningún huerto con hortalizas, esto es una granja avícola –afirmó Pim. -Cuando tengas hambre, te puedes pasar por aquí y te daremos de comer, pero de hacer agujeros ¡ni hablar! Si vuelves otra vez, te acercas por detrás y golpea la pared de madera con una de tus patas. Enseguida saldremos a recibirte-dijo Pam. -Y si ves un coche en la puerta, no se te ocurra llamar, pondrías en peligro nuestras vidas y la tuya. -De acuerdo, contestó el conejo. Con una velocidad inaudita, saltando sobre sus patas traseras, desapareció de nuestra vista en un abrir y cerrar de ojos. -No le preguntamos su nombre –dijo Pam. -Es inconfundible, tiene el rabito de dos colores y una mancha blanca en la cabeza. -También tiene los ojos azules. -No seas tonta Pam, casi todos los conejos tienen los ojos azules. Al día siguiente, los tres nos acercamos al arroyo para bañarnos. Estuvimos varias horas arrojando piedras para hacer el muro de contención y así aumentar la superficie de baño. Pam fue la primera en lanzarse y asombrosamente comenzó a nadar. -¿Cómo lo has conseguido? Le dije asombrado.

38


-Es muy fácil. Basta con acompasar las patitas de delante con las de atrás. Me lo dijo Pem cuando estábamos en las cataratas secándonos. No tengas miedo Pum, ¡imítame! Me metí en el agua con mucho cuidado y seguí las instrucciones de Pam. Poco a poco comencé a desplazarme lentamente de una orilla a la otra. El siguiente que probó fue Pim y también lo consiguió. Pam se metió en medio de la charca y desapareció bajo el agua. Como no salía, temí que se estuviera ahogando. De pronto apareció en la otra orilla. Sin descansar, tomó aire y volvió a sumergirse. Esta vez no tardó apenas nada en cruzar la charca. ¡Era inaudito!, nuestra hermana nadaba bajo el agua y no la enseñó nadie, Cuando salimos del agua relató Pam. - Cuando se lo contemos a nuestros amigos, no lo creerán. Aprendimos a nadar sin la ayuda del abuelo. -Y tú ya sabes hasta bucear –le dije a Pam. -Es verdad y lo hice sin darme cuenta. -Nos tienes que enseñar-le propusimos los dos hermanos. -¡Mañana!-respondió más contenta que nunca.

39


CAPÍTULO DIEZ. APARECE CHI CON LA MITAD DE SU CLAN.

El otoño está a punto de comenzar, algunos árboles habían comenzado a desprenderse de sus hojas, pero no hacía frío. Parecía como si el verano se resistiera a desaparecer. El baño se agradecía y cada vez nadábamos mejor. Pam seguía buceando y aguantaba mucho debajo del agua sin respirar. De regreso a la charca nos encontramos a Pem y a Pom. Quedamos sorprendidos y mucho más cuando dijeron: - ¡Ahora! Entre las hojas caídas apareció el abuelo Chi con la mitad de su clan. Nos quedamos mudos durante un instante, pero después nos fundimos en abrazos. El abuelo y todos los suyos nos rodearon y casi no nos dejaban respirar. -¿Qué hacéis por aquí? No os esperábamos-dijo Pam. -Cosas del abuelo, quería conocer vuestra granja-contestó Pem. -¿Cuántos habéis venido? –dijo Pum. Es por lo de los alojamientos. -Quince en total –respondió el abuelo. -No hay problemas, tenemos sitio para todos en una misma madriguera. Chi tenía prisas por conocer el gallinero y fuimos a enseñárselo. Le encantó y probó el pienso de uno de los cubos. -Si estuviera aquí la abuela os diría que es buena comida, pero como se ha quedado con el resto de la familia, os lo tendré que decir yo. ¡Tenéis una comida excelente! Les enseñamos todas nuestras dependencias. Cuando el abuelo visitó la vivienda de la madriguera dijo: 40


-Aquí cabemos todos. Nos reunimos a cenar en la ratonera del granero. Como todavía era de día no nos hizo falta sacar el gusano de luz de la cajita. Durante la cena, se levantó Pim para pronunciar unas palabras. - Por la mañana aparecerá un hombre, es el granjero que viene a dar de comer a las gallinas y a llevarse los huevos, no os dejéis ver, permaneced ocultos. Se quedará solo una hora. Durante ese tiempo no salgáis de vuestro escondrijo. Cuando se marche, podremos hacer lo que queramos. A continuación Pam tomó la palabra. -Mañana, cuando se marche el granjero nos iremos de excursión”. El lugar donde iremos no os lo puedo decir, es una sorpresa. En ese momento pensé en el charquito del arroyo. Seguro que Pam quería dar una sorpresa a sus amigos. Antes de acostarse, el abuelo les dio las últimas instrucciones a los suyos. Como estaba previsto, el granjero apareció puntualmente, dio de comer a las gallinas, recogió los huevos y se marchó bastante contento con la recolección. Pim, como hermano mayor, fue el encargado de anunciar que había pasado el peligro. Todos los ratoncitos salieron del refugio. Nos íbamos de excursión. Durante el camino, Pam y Pem iban charlando. -¿A dónde nos lleváis? –preguntó Pim. -Es una sorpresa, pero dentro de diez minutos lo sabrás. Pronto apareció la charca del arroyo y todos los ratoncitos al verla se lanzaron al agua.

41


-No se puede comparar con el charquito de las cataratas pero está muy bien. He pensado que podéis practicar el juego del tobogán cayendo de uno en uno a la charca. Pem se lo comunicó al abuelo. Después de inspeccionar el charquito, el abuelo mandó a sus nietos que colocaran más piedras en la charca. Era para hacerla más profunda. De esa manera no se harían daño cuando cayeran en ella. Cuando todo estuvo colocado, el abuelo dio el visto bueno. En un pispas todos los ratoncitos estaban subidos a una hoja y a una señal del abuelo comenzaron el descenso. Sólo fueron cinco metros, pero la entrada en el agua era fenomenal. Después de un buen rato de idas y venidas, el abuelo dio una orden. -¡Ya está bien! ¡A secarse! Obedientes, salieron y se tumbaron alrededor de la charca. Con mucha parsimonia, Pam se acercó a la charca ante la mirada atónita de los ratoncitos. Andaba despacio, como una estrella del circo sintiendo la mirada de los espectadores. Cuando llegó al centro de la charca, nadó en círculos, pero a gran velocidad. Se impulsaba dando vueltas al rabito como si fuera una hélice. Después se sumergió y apareció en la otra orilla. Repitió el mismo ejercicio varias veces. Con la cabeza erguida salió muy despacio de la charca esperando los aplausos. El abuelo y Pem fueron los primeros en felicitarla. Nunca habían visto a una ratona nadar debajo del agua ni utilizar el rabo para desplazarse. Los demás ratoncitos pidieron permiso al abuelo para probar, pero el abuelo les contestó que lo harían el próximo día. -¿Cómo has aprendido a nadar así? –dijo Pem. -Fue por casualidad, en uno de mis baños comencé a hundirme y nadé rápidamente para salir a la superficie, pero en vez de salir, lo que hice fue llegar a la otra orilla. Con mucha práctica he aprendido a controlar mi respiración mientras nado bajo el agua.

42


-¡Me has sorprendido!, nunca pude imaginar, que pudieras nadar mejor que yo. Te felicito. -Mañana si quieres, nadamos juntas. Te enseñaré mi técnica, igual que tú me enseñaste la tuya en las cataratas. -Eso, si mis primos y hermanos nos dejan. -De eso se encargará el abuelo. Mientras los ratoncitos jugaban entrando y saliendo del refugio, nos fuimos a charlar con el abuelo. -Ahora que estamos los seis juntos, ¿a qué se debe esta visita? -Hacía tiempo que no me daba una escapadita y aprovechando que el verano se alargaba y que muchas aves ya han emigrado, me decidí a viajar. Todos querían venir conmigo y hubo que echar a suerte. Diez se han quedado con la abuela. Espero que no le den mucha guerra. Eso es todo- terminó diciendo el abuelo Chi. -¿Y qué te pregunté.

pareció lo que has visto hasta ahora? –le

-Esto está muy bien. Nadie os molesta y tenéis la comida asegurada, pero yo no lo cambio por la vivienda de la montaña. Me he acostumbrado a pasar frío en invierno y a buscar comida para subsistir. Antes, pasábamos un poco de hambre, pero ahora que la familia es muy grande, no nos falta de nada. -¿Por aquí no tenéis setas? -No lo sabemos, nunca las hemos buscado. -Si os parece bien, mañana saldremos a buscarlas. También buscaremos frutos secos y toda clase de tubérculos comestibles. Hay que llenar vuestra despensa para que no merme mucho la comida de las gallinas. Aquella noche, Pem y Pom comentaron la posibilidad de volver otra vez a la ciudad. 43


Estuve pensando en acompañarles. Cuando amaneciera se lo comunicaría a Pim y a Pam para que dieran su aprobación. Por la mañana, el abuelo reunió a los suyos y se fueron por los alrededores a buscar comida. Mis hermanos y yo nos quedamos charlando con Pem y Pom.

44


CAPÍTULO ONCE: CONOZCO A MIS PADRES.

-¿Cuándo os pensáis marchar a la ciudad? No tenemos fecha decidida, pero no tardaremos mucho. Estaremos solo unos días y regresaremos antes de que comiencen las lluvias. -¿Os puedo acompañar? Por nosotros encantado, así tendremos compañía. Pam y Pim estuvieron de acuerdo en la decisión que tomé. De pronto, se me ocurrió una de mis brillantes ideas. El granjero era de la misma ciudad donde vivían mis padres, lo leí en una etiqueta de los sacos. Desde que llegaba hasta que se iba, transcurría una hora aproximadamente. Disponíamos de ese tiempo, para escondernos en su coche, de esa manera nos ahorrábamos el paseo hasta la gasolinera. La idea era buena, solo tenía un inconveniente, ¿nos dejaría muy lejos de la vivienda de mi familia? Pronto expuse mi idea a los demás. -Pensando, ¡eres único! - exclamó mi hermana. Todo estaba decidido, sólo faltaba saber el día de la marcha. -¿Te parece bien dentro de tres días?-dijo Pom. -Me parece estupendo -le contesté. A media mañana apareció el abuelo Chi con sus nietos. Venían bien cargados de alimentos. Sin decirle nada distribuyó los alimentos en los tres refugios. -Por aquí no abundan las setas, no obstante encontré unas de las mejores. Gracias a mi fino olfato, desenterré algunas –expresó el abuelo orgulloso de su hallazgo.

45


Al momento aparecieron unos cuantos ratoncitos con media docena de setas. -¡Que feas son! –exclamó Pam. -¡Están llenas de agujeros! –dijo Pim. Yo, no dije nada, solo observaba, pero aquellas setas no tenían buena pinta, parecían podridas. -A este tipo de setas se les llama celdillas, porque se asemejan a las celdas que hacen las abejas en las colmenas. Huelen muy bien y saben mejor. Hace muchos años que no las pruebo y estoy deseando hacerlo –recalcó Chi. -Pues hoy nos comeremos la mitad –afirmó Pam como jefa de cocina. La glotona de mi hermana estaba loca por probarlas. Pues si que estaban buenas las dichosas setas. Solamente encontré un inconveniente, que tenían tierra adherida y nosotros estábamos acostumbrados a comer alimentos limpios. La próxima vez las lavaré en el goteo de la manguera. -¿Cuándo pensáis marcharos a la ciudad? –preguntó Chi. -Dentro de tres días –le contestamos. -¿Pensáis quedaros muchos días?-volvió a preguntar. -¡No!- exclamamos-, será una visita fugaz. -Entonces, os esperaremos para hacer el viaje de vuelta juntos. A última hora, Pem no quiso viajar, prefirió quedarse con mi hermana que le estaba enseñando a bucear y a mover el rabito con cierta velocidad. Mientras el granjero recogía los huevos, Pom y yo nos escondimos en el cárter del vehículo.

46


En veinticinco minutos ya estábamos en la ciudad y lo más sorprendente, nos dejó en el mismo hotel donde vivían mis padres. Aparcó en la parte de atrás del hotel junto a la puerta de la cocina. Allí descargó casi todos los huevos. -¡Es el hotel dónde viven sorprendido de la suerte que tuve.

tus

padres!-exclamó

Pom

Con mucho sigilo bajamos del vehículo y nos escondimos junto a los contenedores de basura. Nos encontramos a un ratoncito buscando restos de comida de la noche anterior. -¿Tú vives aquí? – le preguntamos. -Aquí vive mi familia y dos familias más –nos contestó. -¿Podría acompañarnos a la ratonera de Fuego el pelirrojo? -Claro, está junto a la mía. Nos introdujimos por una grieta de la pared y en un momento estábamos en el sótano. -Aquí vive el pelirrojo –dijo el ratoncito. Le dimos las gracias y desapareció. Entramos en la vivienda y nos encontramos a cuatro ratones. Mi padre mi madre y dos ratonas que debían ser mis hermanas. -¿Quiénes sois? –dijo Fuego. -Este es mi amigo Pom y yo soy vuestro hijo Pum. Mi padre y los demás miembros de la familia se quedaron mirándome asombrados. -¿Tú eres el pequeño Pum? - exclamó mi madre dándome un fuerte abrazo. -Yo soy tu madre y me llamo Agua y estas son tus hermanas Ta y Te.

47


-Ya no me acordaba de ti ¿y Pim y Pem? -Están muy bien. Se quedaron en la granja con la novia de Pom. Me acerqué para abrazar a mi padre y a mis hermanas. -Sois unas ratonas muy guapas –comenté a mis hermanas. Al escuchar la lisonja me miraron de arriba abajo bastante sorprendidas. -¿Nuestra hermana Pam es tan guapa como nosotras? – preguntaron las dos presumidas. -Yo creo que es mucho más guapa. Será, porque estoy acostumbrado a verla todos los días y a vosotras es la primera vez que os veo. Se parece mucho a vuestra madre. -Que zalamero eres –dijo Agua dándome otro abrazo. -Vine a conoceros y a pasar unos días con vosotros. Pim y Pam se quedaron en la granja con el abuelo Chi y los suyos. -He oído hablar del abuelo Chi y de la abuela Cha a unos ratoncitos que vienen por aquí de cuando en cuando para escuchar mis historias. -¿Y qué hacen en la granja?-preguntaron mis hermanas. -Están de visita pasando unos días con nosotros. Hace un mes fuimos nosotros a visitarles y ahora nos devolvieron la visita. ‘ -¿Y tú quién eres? –dijo mi padre dirigiéndose a Pom. -Soy el nieto mayor de Chi. Pues seáis bienvenidos, aquí tenéis vuestra casa, quedaros el tiempo que queráis.

podéis

-Esta noche tengo que visitar a la familia, pero solo me quedaré con ella un día –expresó Pom. Mis hermanas no se separaron de mí ni un instante. Me estaban dando coba para que las llevara a conocer a Pam.

48


-Si Fuego y Agua quieren, podéis pasar con nosotros el invierno. Locas de contentas se fueron a ver a su madre para comunicarles la noticia y para que les ayudara a convencer a su padre. Hasta que vuestro padre no de el visto bueno no os podéis mover de la ciudad. Agua, Ta y Te fueron a hablar con Fuego. Cuando escuchó la petición de sus hijas se quedó meditabundo. Montones de ideas bulleron en su cabeza. Empezó a pensar en los viajes que nunca realizó. Ahora era el momento de realizar uno de ellos, pero ¿a dónde iría? Mirando a sus hijas un buen rato para darse más importancia dijo: -Podéis ir con vuestro hermano a la granja. Ta y Te no paraban de dar vueltas y saltitos a mi alrededor. Cuando se tranquilizaron, me preguntaron: -¿Cuándo nos marchamos? -Si os parece bien, nos iremos la semana que viene, pero el que tiene la última palabra es Pom. -Estoy de acuerdo contigo, nos iremos dentro de siete díasexclamó Pom. Cuando oscureció, salió Pom del hotel. Atravesó un sinfín de callejones. Poco a poco se alejó de la ciudad. Iba a la zona residencial donde vivía su familia. -¿Qué tenemos para cenar? –le pregunté a mi madre. -Esta noche cenaremos pizza. -¿Y qué es eso? – pregunté-. Nunca escuché esa palabra.

49


-Es una comida italiana bastante completa. Todos los martes en la cocina del hotel hacen pizza para sus clientes. Sólo tenemos que esperar a que terminen de cenar y tiren las sobras a los bidones de basura. Mientras, te prepararé un tentempié. Mamá me sacó un trocito de queso que devoré en unos minutos. -Nunca probé nada tan bueno –exclamé relamiéndome los labios suavemente. -A nosotros nunca nos falta. La comida del hotel es muy buena y los clientes están siempre contentos, nosotros más. A medianoche, nos acercamos a los bidones de la basura a recoger nuestros trozos de pizzas y los trasladamos rápidamente al interior de la vivienda. Mamá, mandó colocar los trozos en el centro. Eso hicimos. -Hoy tenemos para elegir: cuatro estaciones, con anchoas, a los cuatro quesos, con champiñones y a la marinera –exclamó Agua. -Que elija Pum –dijeron mis dos hermanas. -¿Qué me aconsejáis? –les pregunté. Yo nunca las he probado. -La de los quesos es la mejor-dijo mamá Agua. No solo comí la de los quesos, también probé un trocito de la de champiñones. Las dos estaban buenísimas. Mi barriguita se llenó y no podía apenas moverme. -Creo que comí demasiado y no estoy acostumbrado a comer tanta cantidad. Si me perdonáis me retiro a descansar. Cuando le cuente a Pam lo buena que están las pizzas, se morirá de envidia, es una tragona compulsiva. Tumbado en un rincón, medio adormilado, estuve escuchando trozos de la conversación de mi familia.

50


Mi madre se acordaba de las bellotas, castañas y nueces que comía en el campo. Mis hermanas hablaban del viaje, y mi padre de sus aventuras. Unos ruidos me despertaron. Cuando abrí sobresaltado me encontré junto a mis dos ratonas.

los

ojos

-¡Despierta dormilón!, que ya va siendo hora. -¿Cuánto he dormido? -Más de nueve horas seguidas. -¿Qué estará haciendo nuestra hermana Pam ahora en el campo?-me preguntaron mis dos hermanas. -Lo más seguro que esté en el charquito del arroyo nadando. Hace solo dos meses que aprendió a nadar y es la única que nada bajo el agua -les contesté. -¿Tu crees qué nos enseñará a nadar? –me preguntaron. -Si el tiempo no empeora, tenedlo por seguro.

51


CAPÍTULO DOCE: REGRESO CON MIS HERMANAS.

Pasaron los días. Teníamos que emprender el camino de vuelta. En cuanto llegara Pom, nos marcharíamos. Bien entrada la noche apareció Pom. Se disculpó porque solo iba a estar un día con la familia y se había quedado cinco. Traía preparado el itinerario. -Mandé investigar a mis primos y sus amigos el domicilio de vuestro granjero y ya sé su dirección. Está a una hora de aquí. Antes del alba, debemos estar en los bajos del coche. -Vamos, que tenemos un taxi para nosotros a una hora de camino –dije en tono burlón. -Más o menos- contestó mi amigo. Aquella noche tuvimos tiempo de descansar cuatro horas. Después de despedirnos de nuestros padres, emprendimos la marcha. Ta y Te se habían colgado del cuello una bolsita con un poco de queso. No era para comer durante el corto viaje, sino para dárselo a Pam y Pim. Era un regalo sorpresa. Cuando me lo dijeron, les contesté. - Pam os lo agradecerá, era una glotona insaciable. Llegamos a los bajos del coche una hora antes de lo previsto y nos dio tiempo para acomodarnos dentro del cárter. A la hora prevista, apareció el granjero, arrancó su coche y en veinticinco minutos ya estábamos en la granja. Ta y Te se querían bajar al instante, pero las detuve. -No tengáis prisas, en cuanto entre en la casa, nos bajaremos. En cuanto escuchamos el ruido de la puerta de la granja cerrándose, bajamos. Dimos un rodeo a la casa y entramos en la ratonera por la parte de atrás. No había nadie.

52


-¿Dónde estarán a estas horas? Cuando se vaya el granjero les buscaremos. Una hora después nos dirigimos a la charca. Allí estaban los tres; Pim, Pam y Pem. -¿Cuál de las dos es nuestra hermana? -La que está nadando, la otra es Pem, la novia de Pom. En pocos segundos estábamos en la orilla. Nos miraron sorprendidos. Pem nos miró celosa, creyéndose desplazada ante las dos ratonas desconocidas. Quise que la confusión durara más. Me divertía. -¿Quiénes son estas ratonas tan guapas? -exclamó Pam. -Se llaman Ta y Te y ¡son tus hermanas! Pam salió del agua y fue a abrazarlas. Pem recobró su sonrisa en un instante, había desconfiado de su novio. -¿Y el abuelo y los demás? –le pregunté a Pim. -Se marcharon ayer. Pem se quedó para esperar a Pom. Mientras, las tres hermanas no paraban de hablar. -¿Cuánto tiempo os quedaréis? –les preguntó Pam. -No tenemos prisa, si nos gusta esto, podemos pasar aquí el invierno con vosotros. Pocas veces había visto yo a Pam tan contenta. Durante la vuelta a la casa, no pararon de preguntarse cosas entre ellas. Observé por detrás a Pam, desde que practicaba natación, había perdido peso y estaba más ágil y guapa, hasta su pelaje brillaba con más intensidad. -Te hemos traído un regalo, según Pum, te va a encantar. Te lo daremos en la casa. Nada más llegar, Pam recibió su regalo.

53


-¡Que cosa más rica! Me guardaré un trocito para comérmelo después-exclamó Pam. Fue extraño que no se lo comiera todo de una vez con lo comilona que era. Debía mantener la línea o había aprendido a dosificar su comida, de todas formas me alegré por ella. Pam, acompañó a sus hermanas por toda la granja. Vieron las gallinas, probaron el pienso nuevo, se metieron en el refugio e incluso se acercaron a coger unas bellotas. -¿Estas son las famosas bellotas de las que tanto habla mamá?-me preguntaron. -Estas son de quejigo, pero las buenas son de encina-les respondió Pam-, las otras tienen un sabor más dulzón. -Estamos un poco confundidas con los olores que percibimos. Son completamente distintos a los que estamos acostumbradas a oler –dijeron Ta y Te. -¿A qué olores os referís? -En el hotel huele a comida de la cocina y a cañerías oxidadas, aquí dentro huele a gallinas y fuera a hierba fresca. -Cuando llueve también huele a tierra mojada –completó Pam.

54


CAPÍTULO TRECE: PEM Y POM REGRESAN CON LOS SUYOS. -Mañana nos marcharemos, debemos aprovechar el buen tiempo para viajar más rápido y seguros ahora que la mayoría de las rapaces han desaparecido en busca del buen tiempo -dijo Pom. Si no hubiera traído a mis hermanas, Pam se hubiese entristecido al escuchar que su amiga Pem se iba, pero su rostro no denotaba tristeza alguna. Estaba a gusto con sus hermanas, las acababa de conocer y tenían todavía mucho de qué hablar. Como siempre, les acompañamos un buen trecho y poco a poco les vimos desaparecer en la lejanía. Nos quedábamos otra vez solos, pero ahora éramos cinco. En pocos días Pam enseñó a nadar a sus hermanas. -¡Despacio Ta! ¡Sigue así Te!, lo hacéis muy bien- repetía constantemente Pam a sus hermanas en la piscina natural del arroyuelo. Disfrutaban en el agua como un niño con su sonajero. Pim y yo, les enseñamos a distinguir las plantas comestibles de las indigestas. Mis dos hermanas aprendían rápidamente, eran listas. Se habían vuelto muy ágiles gracias a la natación y a los largos paseos que daban por el campo, acompañadas de Pam y a veces con nosotros. El abuelo Chi y los suyos nos habían dejado las despensas repletas de alimentos, según comprobé. Me alegré mucho cuando encontré casi una docena de celdillas y algunas trufas. Gracias al fino olfato del abuelo, nos daríamos unos buenos festines. Llegaron las lluvias y el mal tiempo, se notaba la humedad por doquier, pero no hacía frío. Ta y Te nos contaron las aventuras de nuestro padre. Aventuras, que solo existían en su imaginación, porque era imposible que con la edad que tenía las realizara. Una de las más fantásticas que contaron fue, cuando haciendo funambulismo se subió a un mercante y marchó a América. Allí permaneció varios meses, regresando en otro mercante. De la misma manera fue a la India, donde probó frutos y especias 55


desconocidas, regaladas por unos ratones birmanos que solo vivían en los árboles. También conoció a ratones saltadores muy difíciles de cazar, daban saltos de dos y tres metros de longitud y por último contaba lo de los ratones con espinas en el dorso. Nuestro padre era un embaucador. Gracias a su labia, podía tener entretenida a toda una colonia de ratones durante muchas horas seguidas. Algunas veces, papá contaba sus historias de forma altruista, pero la mayoría de los ratoncitos llevaban comida para la casa. Era su forma de pago por escuchar historias tan fantásticas. Cuando tenían llena la despensa, mamá les invitaba a cenar. Una de las historias preferidas de los ratoncitos era el famoso cuento de “la ratita presumida”. En él narraba la historia de una ratita muy guapa y presumida que quería casarse con el ser más poderoso del mundo y acabó casándose con otro ratoncito. Para los humanos, el ratón más famoso era el ratoncito Pérez, el gran coleccionista de dientes de leche. Si hubieran conocido al abuelo Chi o a Fuego, algunos hubieran cambiado de opinión. Nuestro granjero, seguía apareciendo puntualmente cada dos días. Un día casi nos sorprende, no le tocaba ir y fue. Descargó muchas barras de aluminio y las montó en el gallinero. Cuando terminó la estructura, comprobé, que era una ampliación del mismo. La parte nueva tenía una capacidad para más de cincuenta gallinas. -¿De dónde traerá las gallinas nuevas? ¿Cuándo las traerá? -No creo que las traiga en invierno por culpa del frío. El invierno fue pasando lentamente. Solamente varias mañanas, apareció la escarcha. Mis hermanas se sorprendieron al ver la hierba blanca, en cuanto salió un poco el sol se diluyó y todo volvió a la normalidad. La primavera se acercaba y con ella el buen tiempo. Una mañana apareció el granjero. No iba en su coche, iba de copiloto en

56


una furgoneta. Pronto empezaron a descargar jaulas metálicas llenas de gallinas jóvenes. Podían tener poco más de un mes. Entre el conductor y él, colocaron las gallinas en el nuevo gallinero, pero sobraban gallinas. A continuación, metieron las gallinas viejas en las jaulas que trajeron y terminaron de colocar las nuevas. Se llevaban las que apenas ponían huevos. Algún carnicero se encargaría de sacrificarlas para poner su carne a la venta. Era ley de vida. Tres horas después, todas las gallinas viejas estaban dentro de la furgoneta. Nuestra curiosidad nos llevó a conocer a las nuevas. Estaban asustadas, pero gozaban de buena salud. Pronto se acostumbraron a nuestra presencia sin denotar miedo alguno. Las viejas gruñonas habían desaparecido del gallinero. Ya no formarían más guirigáis. Un mes después, empezaron a poner huevos, pero eran muy pequeñitos. En total conté ciento setenta y cinco gallinas. Entre grandes y pequeños ponían ciento veinticinco huevos diarios. El granjero recogía doscientos cincuenta huevos cada dos días. Estaba muy contento con sus nuevas ponedoras. La vuelta de Ta y Te a la ciudad era eminente. Ya era primavera y ellas vinieron a pasar el invierno. Se marcharían contentas y contarían a Fuego y Agua todo lo aprendido en la granja, -Cuando veamos a nuestros padres, les contaremos que nuestra hermana Pam nos ha enseñado a nadar y gracias a nuestros hermanos, sabemos distinguir muchas plantas comestibles-exclamaron Ta y Te. -Pues yo, quiero viajar con ellas para conocer a mis padres, sobre todo, a mi madre, dicen que me parezco mucho a ella- dijo Pam mientras comíamos un poco de pienso. Pim y yo nos miramos.

57


-¿Qué te parece Pum si las acompañamos? Además tú ya eres un experto en eso de coger taxis –dijo Pim con bastante ironía. -Tú lo que quieres es conocer también a tus padres –le contesté. Todo estaba decidido, los cinco nos marcharíamos a la ciudad en el coche del granjero.

58


CAPÍTULO CATORCE: AL FIN TODOS JUNTOS.

Otra vez utilizamos el vehículo del granjero como taxi. En un momento nos encontrábamos en el callejón del viejo hotel. Ta y Te entraron corriendo en la vivienda. No había nadie, estaba vacía. -¿Se habrán marchado de viaje? –dijo Ta. -No me extrañaría nada –respondió Te. -Habrán sentido otra vez su afán aventurero-exclamaron los dos al unísono. -Pues es una pena que hayamos hecho un viaje en vano. Yo quería conocer a mis padres –exclamó Pam entristecida. No dije nada, me dediqué a investigar las dependencias de la casa. Después, me reuní con mis cuatro hermanos. -No os preocupéis, ayer estuvieron aquí –afirmé después de mis observaciones. -¿Cómo lo sabes? –dijeron los cuatro a la vez. Por los restos de comida que encontré, además, hay bastante comida en la despensa y si se hubieran marchado de viaje no hubieran guardado comida, se la habrían regalado a sus vecinos. Los cuatro fueron a comprobar las existencias de las despensas, ¡había mucha cantidad! Bien entrada la noche aparecieron. Se alegraron mucho de vernos. Mamá Agua se acercó a Pam y la estuvo mirando detenidamente de arriba a abajo. -¡Eres igual que yo cuando tenía tu edad!-exclamó Agua. Papá Fuego nos comentó: -Venimos de otro hotel donde fuimos invitados a dar una conferencia sobre mis viajes por países exóticos. Terminé mi 59


conferencia contando algunas aventuras del ratón Jerry y el gato Tom. Mamá no se separaba de Pam, estaba muy a gusto junto a ella y viceversa. En un breve relato le contó los principales acontecimientos de su vida. -Si queréis, podéis quedaros aquí a vivir toda la vida-expresó mamá. Cuando terminaron de hablar madre e hija, decidí intervenir. -No creo que Pam y Pim se acostumbren a vivir en la ciudad. Les pasa lo mismo que a mí. Cuando estoy unos días fuera de casa, añoro la granja, el campo y la libertad de movimientos. Salir por la mañana a pasear libremente, es un placer. Aquí siempre ronda el peligro, En cuanto ven un ratón, lo quiere exterminar con venenos, trampas y gatos. -Nos quedaremos una temporada, después, volveremos a la granja, tengo en mente practicar la natación de espaldas para que flipe la familia de Chi y Cha cuando me vean. Como ya sabemos donde os alojáis y tenemos transporte directo, os podemos hacer más visitas-concluyó Pam. Nos quedamos en la ciudad una buena temporada disfrutando de manjares que no podríamos degustar nunca en el campo. Los tres engordamos unas decenas de gramos. Pronto nos marcharemos de la ciudad. Hemos prometido a Ta y a Te que las llevaremos a conocer a los abuelos de Pom, cuando vuelvan a visitarnos. -Mañana regresaremos- decidió mi hermano Pim. En un abrir y cerrar de ojos estábamos en la granja. El viaje se convirtió en pura rutina. Los tres fuimos al arroyo para hacer un poco de ejercicio. Estábamos anquilosados. La abundante comida del hotel y la falta de ejercicio, había hecho estragos en nuestras articulaciones. Necesitábamos hacer mucho ejercicio pero poco a poco. 60


Un refrescante baño y un poco de natación, nos vino estupendamente. Después del ejercicio me dolía todo el cuerpo, ¡tenía agujetas!, hasta el rabito se movía con dificultad. A Pam si que le dolía el rabo de practicar la natación con hélice. -Me duele el rabito- exclamó después de secarse al sol. Regresamos a la vivienda completamente baldados. Un sueño reconfortante fue la mejor medicina a nuestras dolencias. Cuando despertamos, nos encontrábamos mucho mejor. Mañana volveríamos a la charca a seguir con los ejercicios para perder peso y mantenernos en forma. Por la mañana, apareció nuestro amigo el conejo a comunicarnos que había descubierto un estupendo huerto a sólo una hora de camino y quería compartirlo con nosotros. Según sus indicaciones, estaba muy cerca de la gasolinera. Agradecimos su gesto. -¿Qué hay sembrado? –le preguntamos. -Un poco de todo: zanahorias, lechugas, tomates y… hasta una hilera de maíz. A Pam se le pusieron los ojos de garabitos. Tenía muchas ganas de comer maíz tierno sin tener que triturarlo con sus incisivos. -Todavía no sabemos tu nombre. -Me llamo Po ¿y vosotros? -Esta es Pam, ese es Pim y yo me llamo Pum y somos hermanos. Entonces sois los hermanos Pim, Pam, Pum. -¡Si! –le contestamos los tres a la vez. ¿Has oído hablar de nosotros? -¡No!, -¿Vais a venir conmigo? 61


-Si el huerto está cerca de la gasolinera, de acuerdo. Gracias a un atajo que conocíamos, llegamos antes a la gasolinera. Desde allí, Po dirigió la marcha, solamente tuvimos que atravesar una arboleda. Era cierto, el huerto estaba muy cerca. Pronto contemplamos una preciosa huerta. Parecía abandonada. Pam se encaramó en una de las plantas del maizal y tiró al suelo una mazorca. Sus granos estaban tiernos, tan tiernos, que cuando los mordía echaban leche. Pronto terminó con la mazorca y no quiso comer más. No quería engordar. Pim y yo, probamos un poco de cada, siempre sin abusar, sin embargo Po, no paró ningún momento de engullir; era un tragón nato. Una hora después, regresamos, pero en vez de ir a la casa nos quedamos en la charca. El conejo se quedó en la huerta, era insaciable. -Hay que planificar el verano- comenté a mis hermanos. - Yo pienso disfrutar de él a tope –respondió Pam-. Además, tengo que hacer bastante ejercicio para estar en forma, todavía me siento pesada de las comidas de mamá; la vida de la ciudad no es para mí. -Para nosotros tampoco -le contestamos. -Si volvieran nuestras hermanas, podíamos ir los cinco a visitar a Chi y Cha –propuso Pim. Acabamos de llegar de la ciudad y ya te quieres ir, espera a que nos recuperemos. Nuestras hermanas no son como nosotros, son ratonas de ciudad y están acostumbradas a otra clase de vida, nuestra granja es como una segunda residencia para ellas, no las veremos en una temporada. -Pues yo tengo la corazonada de que las veremos muy pronto –dijo Pam. -¡Ojalá! –le contesté.

62


Por la noche, tumbado sobre la mullida paja del nido, me puse a pensar lo acontecido en los últimos meses. Tenemos nuevos amigos y un lugar donde veranear en la montaña. Por fin conocimos a nuestros padres y hermanas. También tenemos otro hogar en la ciudad. Pero la tranquilidad del campo no la cambio por nada. Vivo feliz en la granja junto a mis hermanos. Para que la felicidad sea completa, tendré que buscar una ratona que le guste el campo y quiera casarse conmigo, ¡yo de aquí no me muevo!

63


ÍNDICE. Capítulo uno.

Como huérfanos.

Capítulo dos.

El granjero y la nueva comida.

Capítulo tres.

Una visita inesperada.

Capítulo cuatro.

Regresa Pom con noticias.

Capítulo cinco.

Pom y su novia Pem.

Capítulo seis.

Acompañamos a nuestros amigos.

Capítulo siete.

Nos vamos a las cataratas.

Capítulo ocho.

La fiesta.

Capítulo nueve.

El regreso a la granja.

Capítulo diez.

Aparece Chi con parte de su clan.

Capítulo once.

Conozco a mis padres.

Capítulo doce.

Vuelvo con mis hermanas.

Capítulo trece.

Pem y Pom regresan.

Capítulo catorce.

Al fin, todos juntos.

PERSONAJES. 64


Pum.

Personaje principal.

Pim y Pam.

Hermanos de Pum.

Pem y Pom.

Ratones amigos.

Chi y Cha.

Abuelos de Pem y Pom.

Fuego.

Padre de Pim, Pam, Pum.

Agua.

Madre de Pim, Pam, Pum.

Po.

El conejo amigo.

Ta y Te.

Hermanas de Pim, Pam, Pum.

65


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.