Lee las primeras páginas de 'El sueño de Raúl'

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La claridad que venía de la terraza de la cocina le tranquilizaba. Se sentía bien cuando la luz del día invadía sus pupilas. Avanzó lentamente dejando tras de sí la entrada de la casa. No parecía haber desorden. La encimera recogida, la cafetera, la plancha… las tazas que coleccionaba su padre… todo en su sitio. Solamente algo de pienso del gato fuera del comedero perturbaba la perfecta armonía que reinaba en la cocina. Había demasiado silencio. Eso no le gustaba. El silencio le creaba inseguridad y miedo. No se escuchaba el ronquido característico de Justin, ni su maullido lastimero pidiendo mimos. Demasiada calma. Los peluches gigantes de Mickey y Minnie Mouse que presidían el salón parecían haber sido testigos mudos de algo que aun Raúl no podía entender. Allí todo era normal. Los ordenadores portátiles de su padre, la vitrina del mueble del salón llena de figuras, los cuadros, la fuente con agua, los libros… Qué silencio… Decidió atravesar el pasillo. Se le antojaba oscuro para ser tan solo las seis de la tarde. El invierno ya había llegado y los días se rendían antes de lo normal. A Raúl no le gustaba que la luz se le escapara de las manos tan pronto. Pero, ¿por qué esa oscuridad repentina? 9

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José Javier Zamora

En su habitación, los cuadernos y libros del colegio estaban sobre la encimera, por la mañana había estado estudiando con su padre. Empezaba a tener frío y allí parecía que el silencio había pedido permiso para quedarse eternamente. Todo normal a su alrededor; La gran pelota azul que reposaba bajo la pizarra, los Playmobil, el gran Goofy colgando del techo, las fotos en su pared… No entendía nada. Esa tarde de sábado parecía haberse inventado para sentir en soledad todo lo que le rodeaba, pero bajo las riendas de la calma y el misterio. El cuarto de su hermana Raquel también respiraba normalidad. Decenas de peluches y muñecas parecían darle la bienvenida, mientras observaba la encimera de su hermana llena de muñecas chinas. —¿Dónde están todos? No se escucha nada. Estoy perdido en mi propia casa —susurraba Raúl mientras le recorría un escalofrío por la espalda. La puerta de la habitación de su padre estaba entreabierta. No le gustaba ver las puertas así. Le daban mucho respeto. Decidió abrirla con cuidado. A su paso se apreciaba más calma. La cama de matrimonio hecha, con sus cojines, el despertador de su padre, los dibujos egipcios que él mismo había hecho colgados en el armario… Todo normal. Se sentó en la cama. —Víctor… ¿dónde estás…? ¿Raquel? No tiene gracia… Tampoco está Justin. —Elevó un poco más el tono de voz—. Papá, ¡sabes que estas cosas me dan mucho miedo! ¡No os escondáis, por favor! En ese momento el pasillo se iluminó con una luz tremendamente brillante. Era blanca y resplandeciente. Su calor alcanzaba el rostro de Raúl. Le daba paz, pero a la vez miedo. Su corazón comenzó a acelerarse. Se le salía del pecho. Se levantó de la cama de su padre y caminó varios pasos. El elevado ritmo de su corazón le hizo detenerse. Se ahogaba. Tenía que tranquilizarse como fuera. Se detuvo a la altura del baño. La luz cada vez era más fuerte. Parecía que venía del salón. 10

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El sueño de Raúl

Con la respiración cada vez más agitada, torció la esquina del pasillo. La luz ya era cegadora y el calor demasiado fuerte para ser invierno. Con la mano temblorosa y con lágrimas en los ojos, Raúl abrió la puerta del salón. La luz le atrapó…

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