Rev.Trim.Nº 194, Legión Pequeñas Almas

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EDITORIAL Queridas Pequeñas Almas de Chile y América Latina El Centro Nacional y Secretariado Latinoamericano de la Legión de las Pequeñas Almas, les desea un año pleno de bendiciones y de gracias, año muy especial, porque como ya lo hemos publicado, ha sido dedicado por su SS Benedicto XVI a la virtud teologal de la Fe. Esta es una gran ocasión para crecer en una fe vivida cada día a la luz del Mensaje del Amor Misericordioso. Como siempre les llamamos a la unidad espiritual a través de los Islotes de Santidad que son comunidad y familia y que juntos forman la Legión de las Pequeñas Almas. Recordamos las palabras de Jesús en el Mensaje Tomo I la unión es una fuerza invencible… contra la cual nadie puede nada, trabajemos por este gran bien que es la unidad, hagamos de él un fuerte propósito para este año, esforcémonos y sacrifiquemos sus contrarios para alcanzarla, así de la mano de nuestra dulce Madre, única guía y de Jesús único Maestro para las pequeñas almas seremos Legión “Haz brotar de tu corazón, la Viva llama del Amor. Abrázalos a todos con mi intensa Caridad. Cuán importante misión, es el encargo de salvar almas”, con esté Mensaje del 13 de junio de 1992 tomo IV retomemos la misión que Jesús nos encarga como pequeñas almas y que es la habiendo conocido su Amor Misericordioso, amar a nuestro prójimo y ayudarle a salvar almas, meta que persigue toda la Legión nacida del corazón traspasado de nuestro Señor en la Cruz. Unidos en los Santísimo corazones de Jesús y María iniciemos este viaje en este nuevo Año que Dios nos regala implorando su bendición. Directiva Nacional

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CATEQUESIS DE LA FE BENEDICTO XVI AUDIENCIA GENERAL Plaza de San Pedro

Miércoles 17 de octubre de 2012

Queridos hermanos y hermanas: Hoy desearía introducir el nuevo ciclo de catequesis que se desarrolla a lo largo de todo el Año de la fe recién comenzado y que interrumpe —durante este período— el ciclo dedicado a la escuela de la oración. Con la carta apostólica Porta Fidei convoqué este Año especial precisamente para que la Iglesia renueve el entusiasmo de creer en Jesucristo, único salvador del mundo; reavive la alegría de caminar por el camino que nos ha indicado; y testimonie de modo concreto la fuerza transformadora de la fe. La celebración de los cincuenta años de la apertura del concilio Vaticano II es una ocasión importante para volver a Dios, para profundizar y vivir con mayor valentía la propia fe, para reforzar la pertenencia a la Iglesia, «maestra de humanidad», que, a través del anuncio de la Palabra, la celebración de los sacramentos y las obras de caridad, nos guía a encontrar y conocer a Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Se trata del encuentro no con una idea o con un proyecto de vida, sino con una Persona viva que nos transforma en profundidad a nosotros mismos, revelándonos nuestra verdadera identidad de hijos de Dios. El encuentro con Cristo renueva nuestras relaciones humanas, orientándolas, de día en día, a mayor solidaridad y fraternidad, en la lógica del amor. Tener fe en el Señor no es un hecho que interesa sólo a nuestra inteligencia, el área del saber intelectual, sino que es un cambio que involucra la vida, la totalidad de nosotros mismos: sentimiento, corazón, inteligencia, voluntad, corporeidad, emociones, relaciones humanas. Con la fe cambia verdaderamente todo en nosotros y para nosotros, y se revela con claridad nuestro destino futuro, la verdad de nuestra vocación en la historia, el sentido de la vida, el gusto de ser peregrinos hacia la Patria celestial. Pero —nos preguntamos— ¿la fe es verdaderamente la fuerza transformadora en nuestra vida, en mi vida? ¿O es sólo uno de los elementos que forman parte de la

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existencia, sin ser el determinante que la involucra totalmente? Con las catequesis de este Año de la fe querríamos hacer un camino para reforzar o reencontrar la alegría de la fe, comprendiendo que ésta no es algo ajeno, separado de la vida concreta, sino que es su alma. La fe en un Dios que es amor, y que se ha hecho cercano al hombre encarnándose y donándose Él mismo en la cruz para salvarnos y volver a abrirnos las puertas del Cielo, indica de manera luminosa que sólo en el amor consiste la plenitud del hombre. Hoy es necesario subrayarlo con claridad — mientras las transformaciones culturales en curso muestran con frecuencia tantas formas de barbarie que llegan bajo el signo de «conquistas de civilización»—: la fe afirma que no existe verdadera humanidad más que en los lugares, gestos, tiempos y formas donde el hombre está animado por el amor que viene de Dios, se expresa como don, se manifiesta en relaciones ricas de amor, de compasión, de atención y de servicio desinteresado hacia el otro. Donde existe dominio, posesión, explotación, mercantilización del otro para el propio egoísmo, donde existe la arrogancia del yo cerrado en sí mismo, el hombre resulta empobrecido, degradado, desfigurado. La fe cristiana, operosa en la caridad y fuerte en la esperanza, no limita, sino que humaniza la vida; más aún, la hace plenamente humana. La fe es acoger este mensaje transformador en nuestra vida, es acoger la revelación de Dios, que nos hace conocer quién es Él, cómo actúa, cuáles son sus proyectos para nosotros. Cierto: el misterio de Dios sigue siempre más allá de nuestros conceptos y de nuestra razón, de nuestros ritos y de nuestras oraciones. Con todo, con la revelación es Dios mismo quien se auto-comunica, se relata, se hace accesible. Y a nosotros se nos hace capaces de escuchar su Palabra y de recibir su verdad. He aquí entonces la maravilla de la fe: Dios, en su amor, crea en nosotros —a través de la obra del Espíritu Santo— las condiciones adecuadas para que podamos reconocer su Palabra. Dios mismo, en su voluntad de manifestarse, de entrar en contacto con nosotros, de hacerse presente en nuestra historia, nos hace capaces de escucharle y de acogerle. San Pablo lo expresa con alegría y reconocimiento así: «Damos gracias a Dios sin cesar, porque, al recibir la Palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como Palabra de Dios que permanece operante en vosotros los creyentes» (1 Ts 2, 13). Dios se ha revelado con palabras y obras en toda una larga historia de amistad con el hombre, que culmina en la encarnación del Hijo de Dios y en su misterio de muerte y resurrección. Dios no sólo se ha revelado en la historia de un pueblo, no sólo ha hablado por medio de los profetas, sino que ha traspasado su Cielo para entrar en la tierra de los hombres como hombre, a fin de que pudiéramos

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encontrarle y escucharle. Y el anuncio del Evangelio de la salvación se difundió desde Jerusalén hasta los confines de la tierra. La Iglesia, nacida del costado de Cristo, se ha hecho portadora de una nueva esperanza sólida: Jesús de Nazaret, crucificado y resucitado, salvador del mundo, que está sentado a la derecha del Padre y es el juez de vivos y muertos. Este es el kerigma, el anuncio central y rompedor de la fe. Pero desde los inicios se planteó el problema de la «regla de la fe», o sea, de la fidelidad de los creyentes a la verdad del Evangelio, en la que permanecer firmes; a la verdad salvífica sobre Dios y sobre el hombre que hay que custodiar y transmitir. San Pablo escribe: «Os está salvando [el Evangelio] si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano» (1 Co 15, 1.2). Pero ¿dónde hallamos la fórmula esencial de la fe? ¿Dónde encontramos las verdades que nos han sido fielmente transmitidas y que constituyen la luz para nuestra vida cotidiana? La respuesta es sencilla: en el Credo, en la Profesión de fe o Símbolo de la fe nos enlazamos al acontecimiento originario de la Persona y de la historia de Jesús de Nazaret; se hace concreto lo que el Apóstol de los gentiles decía a los cristianos de Corinto: «Os transmití en primer lugar lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día» (1 Co 15, 3.4). También hoy necesitamos que el Credo sea mejor conocido, comprendido y orado. Sobre todo es importante que el Credo sea, por así decirlo, «reconocido». Conocer, de hecho, podría ser una operación solamente intelectual, mientras que «reconocer» quiere significar la necesidad de descubrir el vínculo profundo entre las verdades que profesamos en el Credo y nuestra existencia cotidiana a fin de que estas verdades sean verdadera y concretamente —como siempre lo han sido— luz para los pasos de nuestro vivir, agua que rocía las sequedades de nuestro camino, vida que vence ciertos desiertos de la vida contemporánea. En el Credo se injerta la vida moral del cristiano, que en él encuentra su fundamento y su justificación. No es casualidad que el beato Juan Pablo II quisiera que el Catecismo de la Iglesia católica, norma segura para la enseñanza de la fe y fuente cierta para una catequesis renovada, se asentara sobre el Credo. Se trató de confirmar y custodiar este núcleo central de las verdades de la fe, expresándolo en un lenguaje más inteligible a los hombres de nuestro tiempo, a nosotros. Es un deber de la Iglesia transmitir la fe, comunicar el Evangelio, para que las verdades cristianas sean luz en las nuevas transformaciones culturales, y los cristianos sean capaces de dar razón de la esperanza que tienen (cf. 1 P 3, 15). Vivimos hoy en una sociedad

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profundamente cambiada, también respecto a un pasado reciente, y en continuo movimiento. Los procesos de la secularización y de una difundida mentalidad nihilista, en la que todo es relativo, han marcado fuertemente la mentalidad común. Así, a menudo la vida se vive con ligereza, sin ideales claros y esperanzas sólidas, dentro de vínculos sociales y familiares líquidos, provisionales. Sobre todo no se educa a las nuevas generaciones en la búsqueda de la verdad y del sentido profundo de la existencia que supere lo contingente, en la estabilidad de los afectos, en la confianza. Al contrario: el relativismo lleva a no tener puntos firmes; sospecha y volubilidad provocan rupturas en las relaciones humanas, mientras que la vida se vive en el marco de experimentos que duran poco, sin asunción de responsabilidades. Así como el individualismo y el relativismo parecen dominar el ánimo de muchos contemporáneos, no se puede decir que los creyentes permanezcan del todo inmunes a estos peligros que afrontamos en la transmisión de la fe. Algunos de estos ha evidenciado la indagación promovida en todos los continentes para la celebración del Sínodo de los obispos sobre la nueva evangelización: una fe vivida de modo pasivo y privado, el rechazo de la educación en la fe, la fractura entre vida y fe. Frecuentemente el cristiano ni siquiera conoce el núcleo central de la propia fe católica, del Credo, de forma que deja espacio a un cierto sincretismo y relativismo religioso, sin claridad sobre las verdades que creer y sobre la singularidad salvífica del cristianismo. Actualmente no es tan remoto el peligro de construirse, por así decirlo, una religión auto-fabricada. En cambio debemos volver a Dios, al Dios de Jesucristo; debemos redescubrir el mensaje del Evangelio, hacerlo entrar de forma más profunda en nuestras conciencias y en la vida cotidiana. En las catequesis de este Año de la fe desearía ofrecer una ayuda para realizar este camino, para retomar y profundizar en las verdades centrales de la fe acerca de Dios, del hombre, de la Iglesia, de toda la realidad social y cósmica, meditando y reflexionando en las afirmaciones del Credo. Y desearía que quedara claro que estos contenidos o verdades de la fe (fides quae) se vinculan directamente a nuestra cotidianeidad; piden una conversión de la existencia, que da vida a un nuevo modo de creer en Dios (fides qua). Conocer a Dios, encontrarle, profundizar en los rasgos de su rostro, pone en juego nuestra vida porque Él entra en los dinamismos profundos del ser humano. Que el camino que realizaremos este año pueda hacernos crecer a todos en la fe y en el amor a Cristo a fin de que aprendamos a vivir, en las elecciones y en las acciones cotidianas, la vida buena y bella del Evangelio. Gracias.

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Miércoles 24 de octubre de 2012 El Año de la fe. ¿Qué es la fe? Queridos hermanos y hermanas: El miércoles pasado, con el inicio del Año de la fe, empecé una nueva serie de catequesis sobre la fe. Y hoy desearía reflexionar con vosotros sobre una cuestión fundamental: ¿qué es la fe? ¿Tiene aún sentido la fe en un mundo donde ciencia y técnica han abierto horizontes hasta hace poco impensables? ¿Qué significa creer hoy? De hecho en nuestro tiempo es necesaria una renovada educación en la fe, que comprenda ciertamente un conocimiento de sus verdades y de los acontecimientos de la salvación, pero que sobre todo nazca de un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo, de amarle, de confiar en Él, de forma que toda la vida esté involucrada en ello. Hoy, junto a tantos signos de bien, crece a nuestro alrededor también cierto desierto espiritual. A veces se tiene la sensación, por determinados sucesos de los que tenemos noticia todos los días, de que el mundo no se encamina hacia la construcción de una comunidad más fraterna y más pacífica; las ideas mismas de progreso y bienestar muestran igualmente sus sombras. A pesar de la grandeza de los descubrimientos de la ciencia y de los éxitos de la técnica, hoy el hombre no parece que sea verdaderamente más libre, más humano; persisten muchas formas de explotación, manipulación, violencia, vejación, injusticia... Cierto tipo de cultura, además, ha educado a moverse sólo en el horizonte de las cosas, de lo factible; a creer sólo en lo que se ve y se toca con las propias manos. Por otro lado crece también el número de cuantos se sienten desorientados y, buscando ir más allá de una visión sólo horizontal de la realidad, están disponibles para creer en cualquier cosa. En este contexto vuelven a emerger algunas preguntas fundamentales, que son mucho más concretas de lo que parecen a primera vista: ¿qué sentido tiene vivir? ¿Hay un futuro para el hombre, para nosotros y para las nuevas generaciones? ¿En qué dirección orientar las elecciones de nuestra libertad para un resultado bueno y feliz de la vida? ¿Qué nos espera tras el umbral de la muerte? De estas preguntas insuprimibles surge como el mundo de la planificación, del cálculo exacto y de la experimentación; en una palabra, el saber de la ciencia, por importante que sea para la vida del hombre, por sí sólo no basta. El pan material no es lo único que necesitamos; tenemos necesidad de amor, de significado y de

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esperanza, de un fundamento seguro, de un terreno sólido que nos ayude a vivir con un sentido auténtico también en la crisis, las oscuridades, las dificultades y los problemas cotidianos. La fe nos dona precisamente esto: es un confiado entregarse a un «Tú» que es Dios, quien me da una certeza distinta, pero no menos sólida que la que me llega del cálculo exacto o de la ciencia. La fe no es un simple asentimiento intelectual del hombre a las verdades particulares sobre Dios; es un acto con el que me confío libremente a un Dios que es Padre y me ama; es adhesión a un «Tú» que me dona esperanza y confianza. Cierto, esta adhesión a Dios no carece de contenidos: con ella somos conscientes de que Dios mismo se ha mostrado a nosotros en Cristo; ha dado a ver su rostro y se ha hecho realmente cercano a cada uno de nosotros. Es más, Dios ha revelado que su amor hacia el hombre, hacia cada uno de nosotros, es sin medida: en la Cruz, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre, nos muestra en el modo más luminoso hasta qué punto llega este amor, hasta el don de sí mismo, hasta el sacrificio total. Con el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, Dios desciende hasta el fondo de nuestra humanidad para volver a llevarla a Él, para elevarla a su alteza. La fe es creer en este amor de Dios que no decae frente a la maldad del hombre, frente al mal y la muerte, sino que es capaz de transformar toda forma de esclavitud, donando la posibilidad de la salvación. Tener fe, entonces, es encontrar a este «Tú», Dios, que me sostiene y me concede la promesa de un amor indestructible que no sólo aspira a la eternidad, sino que la dona; es confiarme a Dios con la actitud del niño, quien sabe bien que todas sus dificultades, todos sus problemas están asegurados en el «tú» de la madre. Y esta posibilidad de salvación a través de la fe es un don que Dios ofrece a todos los hombres. Pienso que deberíamos meditar con mayor frecuencia —en nuestra vida cotidiana, caracterizada por problemas y situaciones a veces dramáticas— en el hecho de que creer cristianamente significa este abandonarme con confianza en el sentido profundo que me sostiene a mí y al mundo, ese sentido que nosotros no tenemos capacidad de darnos, sino sólo de recibir como don, y que es el fundamento sobre el que podemos vivir sin miedo. Y esta certeza liberadora y tranquilizadora de la fe debemos ser capaces de anunciarla con la palabra y mostrarla con nuestra vida de cristianos. Con todo, a nuestro alrededor vemos cada día que muchos permanecen indiferentes o rechazan acoger este anuncio. Al final del Evangelio de Marcos, hoy tenemos palabras duras del Resucitado, que dice: «El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado» (Mc 16, 16), se pierde él mismo. Desearía invitaros a reflexionar sobre esto. La confianza en la acción del Espíritu Santo nos

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debe impulsar siempre a ir y predicar el Evangelio, al valiente testimonio de la fe; pero, además de la posibilidad de una respuesta positiva al don de la fe, existe también el riesgo del rechazo del Evangelio, de la no acogida del encuentro vital con Cristo. Ya san Agustín planteaba este problema en un comentario suyo a la parábola del sembrador: «Nosotros hablamos —decía—, echamos la semilla, esparcimos la semilla. Hay quienes desprecian, quienes reprochan, quienes ridiculizan. Si tememos a estos, ya no tenemos nada que sembrar y el día de la siega nos quedaremos sin cosecha. Por ello venga la semilla de la tierra buena» (Discursos sobre la disciplina cristiana, 13,14: PL 40, 677-678). El rechazo, por lo tanto, no puede desalentarnos. Como cristianos somos testigos de este terreno fértil: nuestra fe, aún con nuestras limitaciones, muestra que existe la tierra buena, donde la semilla de la Palabra de Dios produce frutos abundantes de justicia, de paz y de amor, de nueva humanidad, de salvación. Y toda la historia de la Iglesia con todos los problemas demuestra también que existe la tierra buena, existe la semilla buena, y da fruto. Pero preguntémonos: ¿de dónde obtiene el hombre esa apertura del corazón y de la mente para creer en el Dios que se ha hecho visible en Jesucristo muerto y resucitado, para acoger su salvación, de forma que Él y su Evangelio sean la guía y la luz de la existencia? Respuesta: nosotros podemos creer en Dios porque Él se acerca a nosotros y nos toca, porque el Espíritu Santo, don del Resucitado, nos hace capaces de acoger al Dios viviente. Así pues la fe es ante todo un don sobrenatural, un don de Dios. El concilio Vaticano II afirma: «Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede ―a todos gusto en aceptar y creer la verdad‖» (Const. dogm. Dei Verbum, 5). En la base de nuestro camino de fe está el bautismo, el sacramento que nos dona el Espíritu Santo, convirtiéndonos en hijos de Dios en Cristo, y marca la entrada en la comunidad de fe, en la Iglesia: no se cree por uno mismo, sin el prevenir de la gracia del Espíritu; y no se cree solos, sino junto a los hermanos. Del bautismo en adelante cada creyente está llamado a revivir y hacer propia esta confesión de fe junto a los hermanos. La fe es don de Dios, pero es también acto profundamente libre y humano. El Catecismo de la Iglesia católica lo dice con claridad: «Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre» (n. 154). Es más, las implica y exalta en una apuesta de vida que es como un éxodo, salir de uno mismo, de las propias seguridades, de los

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propios esquemas mentales, para confiarse a la acción de Dios que nos indica su camino para conseguir la verdadera libertad, nuestra identidad humana, la alegría verdadera del corazón, la paz con todos. Creer es fiarse con toda libertad y con alegría del proyecto providencial de Dios sobre la historia, como hizo el patriarca Abrahán, como hizo María de Nazaret. Así pues la fe es un asentimiento con el que nuestra mente y nuestro corazón dicen su «sí» a Dios, confesando que Jesús es el Señor. Y este «sí» transforma la vida, le abre el camino hacia una plenitud de significado, la hace nueva, rica de alegría y de esperanza fiable. Queridos amigos: nuestro tiempo requiere cristianos que hayan sido aferrados por Cristo, que crezcan en la fe gracias a la familiaridad con la Sagrada Escritura y los sacramentos. Personas que sean casi un libro abierto que narra la experiencia de la vida nueva en el Espíritu, la presencia de ese Dios que nos sostiene en el camino y nos abre hacia la vida que jamás tendrá fin. Gracias.

Miércoles 31 de octubre de 2012 El Año de la fe. La fe de la Iglesia Queridos hermanos y hermanas: Continuamos con nuestro camino de meditación sobre la fe católica. La semana pasada mostré cómo la fe es un don, pues es Dios quien toma la iniciativa y nos sale al encuentro; y así la fe es una respuesta con la que nosotros le acogemos como fundamento estable de nuestra vida. Es un don que transforma la existencia porque nos hace entrar en la misma visión de Jesús, quien actúa en nosotros y nos abre al amor a Dios y a los demás. Desearía hoy dar un paso más en nuestra reflexión, partiendo otra vez de algunos interrogantes: ¿la fe tiene un carácter sólo personal, individual? ¿Interesa sólo a mi persona? ¿Vivo mi fe solo? Cierto: el acto de fe es un acto eminentemente personal que sucede en lo íntimo más profundo y que marca un cambio de dirección, una conversión personal: es mi existencia la que da un vuelco, la que recibe una orientación nueva. En la liturgia del bautismo, en el momento de las promesas, el celebrante pide la manifestación de la fe católica y formula tres preguntas: ¿Creéis en Dios Padre omnipotente? ¿Creéis en Jesucristo su único Hijo? ¿Creéis en el Espíritu Santo? Antiguamente estas preguntas se dirigían personalmente a quien iba a recibir el bautismo, antes de que se sumergiera tres veces en el agua. Y también hoy la respuesta es en singular: «Creo». Pero este creer mío no es el

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resultado de una reflexión solitaria propia, no es el producto de un pensamiento mío, sino que es fruto de una relación, de un diálogo, en el que hay un escuchar, un recibir y un responder; comunicar con Jesús es lo que me hace salir de mi «yo» encerrado en mí mismo para abrirme al amor de Dios Padre. Es como un renacimiento en el que me descubro unido no sólo a Jesús, sino también a cuantos han caminado y caminan por la misma senda; y este nuevo nacimiento, que empieza con el bautismo, continúa durante todo el recorrido de la existencia. No puedo construir mi fe personal en un diálogo privado con Jesús, porque la fe me es donada por Dios a través de una comunidad creyente que es la Iglesia y me introduce así, en la multitud de los creyentes, en una comunión que no es sólo sociológica, sino enraizada en el eterno amor de Dios que en Sí mismo es comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; es Amor trinitario. Nuestra fe es verdaderamente personal sólo si es también comunitaria: puede ser mi fe sólo si se vive y se mueve en el «nosotros» de la Iglesia, sólo si es nuestra fe, la fe común de la única Iglesia. Los domingos, en la santa misa, recitando el «Credo», nos expresamos en primera persona, pero confesamos comunitariamente la única fe de la Iglesia. Ese «creo» pronunciado singularmente se une al de un inmenso coro en el tiempo y en el espacio, donde cada uno contribuye, por así decirlo, a una concorde polifonía en la fe. El Catecismo de la Iglesia católica sintetiza de modo claro así: «―Creer‖ es un acto eclesial. La fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y alimenta nuestra fe. La Iglesia es la Madre de todos los creyentes. ―Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre‖ [san Cipriano]» (n. 181). Por lo tanto la fe nace en la Iglesia, conduce a ella y vive en ella. Esto es importante recordarlo. Al principio de la aventura cristiana, cuando el Espíritu Santo desciende con poder sobre los discípulos, el día de Pentecostés —como narran los Hechos de los Apóstoles (cf. 2, 1-13)—, la Iglesia naciente recibe la fuerza para llevar a cabo la misión que le ha confiado el Señor resucitado: difundir en todos los rincones de la tierra el Evangelio, la buena nueva del Reino de Dios, y conducir así a cada hombre al encuentro con Él, a la fe que salva. Los Apóstoles superan todo temor al proclamar lo que habían oído, visto y experimentado en persona con Jesús. Por el poder del Espíritu Santo comienzan a hablar lenguas nuevas anunciando abiertamente el misterio del que habían sido testigos. En los Hechos de los Apóstoles se nos refiere además el gran discurso que Pedro pronuncia precisamente el día de Pentecostés. Parte de un pasaje del profeta Joel (3, 1-5), refiriéndolo a Jesús y proclamando el núcleo central de la fe cristiana: Aquél que había beneficiado a todos, que había sido acreditado por Dios con prodigios y grandes signos, fue clavado en la cruz y muerto, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, constituyéndolo Señor y Cristo. Con Él hemos entrado en la salvación

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definitiva anunciada por los profetas, y quien invoque su nombre será salvo (cf. Hch 2, 17-24). Al oír estas palabras de Pedro, muchos se sienten personalmente interpelados, se arrepienten de sus pecados y se bautizan recibiendo el don del Espíritu Santo (cf. Hch 2, 37-41). Así inicia el camino de la Iglesia, comunidad que lleva este anuncio en el tiempo y en el espacio, comunidad que es el Pueblo de Dios fundado sobre la nueva alianza gracias a la sangre de Cristo y cuyos miembros no pertenecen a un grupo social o étnico particular, sino que son hombres y mujeres procedentes de toda nación y cultura. Es un pueblo «católico», que habla lenguas nuevas, universalmente abierto a acoger a todos, más allá de cualquier confín, abatiendo todas las barreras. Dice san Pablo: «No hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo, y en todos» (Col 3, 11). La Iglesia, por lo tanto, desde el principio es el lugar de la fe, el lugar de la transmisión de la fe, el lugar donde, por el bautismo, se está inmerso en el Misterio Pascual de la muerte y resurrección de Cristo, que nos libera de la prisión del pecado, nos da la libertad de hijos y nos introduce en la comunión con el Dios Trinitario. Al mismo tiempo estamos inmersos en la comunión con los demás hermanos y hermanas de fe, con todo el Cuerpo de Cristo, fuera de nuestro aislamiento. El concilio ecuménico Vaticano II lo recuerda: «Dios quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados, sin conexión entre sí, sino hacer de ellos un pueblo para que le conociera de verdad y le sirviera con una vida santa» (Const. dogm. Lumen gentium, 9). Siguiendo con la liturgia del bautismo, observamos que, como conclusión de las promesas en las que expresamos la renuncia al mal y repetimos «creo» respecto a las verdades de fe, el celebrante declara: «Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Jesucristo Señor nuestro». La fe es una virtud teologal, donada por Dios, pero transmitida por la Iglesia a lo largo de la historia. El propio san Pablo, escribiendo a los Corintios, afirma que les ha comunicado el Evangelio que a su vez también él había recibido (cf. 1 Co 15,3). Existe una cadena ininterrumpida de vida de la Iglesia, de anuncio de la Palabra de Dios, de celebración de los sacramentos, que llega hasta nosotros y que llamamos Tradición. Ella nos da la garantía de que aquello en lo que creemos es el mensaje originario de Cristo, predicado por los Apóstoles. El núcleo del anuncio primordial es el acontecimiento de la muerte y resurrección del Señor, de donde surge todo el patrimonio de la fe. Dice el Concilio: «La predicación apostólica, expresada de un modo especial en los libros sagrados, se ha de conservar por transmisión continua hasta el fin del tiempo» (Const. dogm. Dei Verbum, 8). De tal forma, si la Sagrada Escritura contiene la Palabra de Dios, la Tradición de la Iglesia la conserva y la transmite fielmente a fin de que los hombres de toda época puedan acceder a sus

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inmensos recursos y enriquecerse con sus tesoros de gracia. Así, la Iglesia «con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las generaciones lo que es y lo que cree» (ibíd.). Finalmente desearía subrayar que es en la comunidad eclesial donde la fe personal crece y madura. Es interesante observar cómo en el Nuevo Testamento la palabra «santos» designa a los cristianos en su conjunto, y ciertamente no todos tenían las cualidades para ser declarados santos por la Iglesia. ¿Entonces qué se quería indicar con este término? El hecho de que quienes tenían y vivían la fe en Cristo resucitado estaban llamados a convertirse en un punto de referencia para todos los demás, poniéndoles así en contacto con la Persona y con el Mensaje de Jesús, que revela el rostro del Dios viviente. Y esto vale también para nosotros: un cristiano que se deja guiar y plasmar poco a poco por la fe de la Iglesia, a pesar de sus debilidades, límites y dificultades, se convierte en una especie de ventana abierta a la luz del Dios vivo que recibe esta luz y la transmite al mundo. El beato Juan Pablo II, en la encíclica Redemptoris missio, afirmaba que «la misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola!» (n. 2). La tendencia, hoy difundida, a relegar la fe a la esfera de lo privado contradice por lo tanto su naturaleza misma. Necesitamos la Iglesia para tener confirmación de nuestra fe y para experimentar los dones de Dios: su Palabra, los sacramentos, el apoyo de la gracia y el testimonio del amor. Así nuestro «yo» en el «nosotros» de la Iglesia podrá percibirse, a un tiempo, destinatario y protagonista de un acontecimiento que le supera: la experiencia de la comunión con Dios, que funda la comunión entre los hombres. En un mundo en el que el individualismo parece regular las relaciones entre las personas, haciéndolas cada vez más frágiles, la fe nos llama a ser Pueblo de Dios, a ser Iglesia, portadores del amor y de la comunión de Dios para todo el género humano (cf. Const. past. Gaudium et spes, 1). Gracias por la atención.

Miércoles 28 de noviembre de 2012 El Año de la fe. ¿Cómo hablar de Dios? Queridos hermanos y hermanas: La cuestión central que nos planteamos hoy es la siguiente: ¿cómo hablar de Dios en nuestro tiempo? ¿Cómo comunicar el Evangelio para abrir caminos a su verdad salvífica en los corazones frecuentemente cerrados de nuestros contemporáneos y

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en sus mentes a veces distraídas por los muchos resplandores de la sociedad? Jesús mismo, dicen los evangelistas, al anunciar el Reino de Dios se interrogó sobre ello: «¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos?» (Mc 4, 30). ¿Cómo hablar de Dios hoy? La primera respuesta es que nosotros podemos hablar de Dios porque Él ha hablado con nosotros. La primera condición del hablar con Dios es, por lo tanto, la escucha de cuanto ha dicho Dios mismo. ¡Dios ha hablado con nosotros! Así que Dios no es una hipótesis lejana sobre el origen del mundo; no es una inteligencia matemática muy apartada de nosotros. Dios se interesa por nosotros, nos ama, ha entrado personalmente en la realidad de nuestra historia, se ha auto-comunicado hasta encarnarse. Dios es una realidad de nuestra vida; es tan grande que también tiene tiempo para nosotros, se ocupa de nosotros. En Jesús de Nazaret encontramos el rostro de Dios, que ha bajado de su Cielo para sumergirse en el mundo de los hombres, en nuestro mundo, y enseñar el «arte de vivir», el camino de la felicidad; para liberarnos del pecado y hacernos hijos de Dios (cf. Ef 1, 5; Rm 8, 14). Jesús ha venido para salvarnos y mostrarnos la vida buena del Evangelio. Hablar de Dios quiere decir, ante todo, tener bien claro lo que debemos llevar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo: no un Dios abstracto, una hipótesis, sino un Dios concreto, un Dios que existe, que ha entrado en la historia y está presente en la historia; el Dios de Jesucristo como respuesta a la pregunta fundamental del por qué y del cómo vivir. Por esto, hablar de Dios requiere una familiaridad con Jesús y su Evangelio; supone nuestro conocimiento personal y real de Dios y una fuerte pasión por su proyecto de salvación, sin ceder a la tentación del éxito, sino siguiendo el método de Dios mismo. El método de Dios es el de la humildad —Dios se hace uno de nosotros—, es el método realizado en la Encarnación en la sencilla casa de Nazaret y en la gruta de Belén, el de la parábola del granito de mostaza. Es necesario no temer la humildad de los pequeños pasos y confiar en la levadura que penetra en la masa y lentamente la hace crecer (cf. Mt 13, 33). Al hablar de Dios, en la obra de evangelización, bajo la guía del Espíritu Santo, es necesario una recuperación de sencillez, un retorno a lo esencial del anuncio: la Buena Nueva de un Dios que es real y concreto, un Dios que se interesa por nosotros, un Dios-Amor que se hace cercano a nosotros en Jesucristo hasta la Cruz y que en la Resurrección nos da la esperanza y nos abre a una vida que no tiene fin, la vida eterna, la vida verdadera. Ese excepcional comunicador que fue el apóstol Pablo nos brinda una lección, orientada justo al centro de la fe, sobre la cuestión de «cómo hablar de Dios» con gran sencillez. En la Primera Carta a los Corintios escribe: «Cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado» (2, 1-2). Por lo tanto, la

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primera realidad es que Pablo no habla de una filosofía que él ha desarrollado, no habla de ideas que ha encontrado o inventado, sino que habla de una realidad de su vida, habla del Dios que ha entrado en su vida, habla de un Dios real que vive, que ha hablado con él y que hablará con nosotros, habla del Cristo crucificado y resucitado. La segunda realidad es que Pablo no se busca a sí mismo, no quiere crearse un grupo de admiradores, no quiere entrar en la historia como cabeza de una escuela de grandes conocimientos, no se busca a sí mismo, sino que san Pablo anuncia a Cristo y quiere ganar a las personas para el Dios verdadero y real. Pablo habla sólo con el deseo de querer predicar aquello que ha entrado en su vida y que es la verdadera vida, que le ha conquistado en el camino de Damasco. Así que hablar de Dios quiere decir dar espacio a Aquel que nos lo da a conocer, que nos revela su rostro de amor; quiere decir expropiar el propio yo ofreciéndolo a Cristo, sabiendo que no somos nosotros los que podemos ganar a los otros para Dios, sino que debemos esperarlos de Dios mismo, invocarlos de Él. Hablar de Dios nace, por ello, de la escucha, de nuestro conocimiento de Dios que se realiza en la familiaridad con Él, en la vida de oración y según los Mandamientos. Comunicar la fe, para san Pablo, no significa llevarse a sí mismo, sino decir abierta y públicamente lo que ha visto y oído en el encuentro con Cristo, lo que ha experimentado en su existencia ya transformada por ese encuentro: es llevar a ese Jesús que siente presente en sí y se ha convertido en la verdadera orientación de su vida, para que todos comprendan que Él es necesario para el mundo y decisivo para la libertad de cada hombre. El Apóstol no se conforma con proclamar palabras, sino que involucra toda su existencia en la gran obra de la fe. Para hablar de Dios es necesario darle espacio, en la confianza de que es Él quien actúa en nuestra debilidad: hacerle espacio sin miedo, con sencillez y alegría, en la convicción profunda de que cuánto más le situemos a Él en el centro, y no a nosotros, más fructífera será nuestra comunicación. Y esto vale también para las comunidades cristianas: están llamadas a mostrar la acción transformadora de la gracia de Dios, superando individualismos, cerrazones, egoísmos, indiferencia, y viviendo el amor de Dios en las relaciones cotidianas. Preguntémonos si de verdad nuestras comunidades son así. Debemos ponernos en marcha para llegar a ser siempre y realmente así: anunciadores de Cristo y no de nosotros mismos. En este punto debemos preguntarnos cómo comunicaba Jesús mismo. Jesús en su unicidad habla de su Padre —Abbà— y del Reino de Dios, con la mirada llena de compasión por los malestares y las dificultades de la existencia humana. Habla con gran realismo, y diría que lo esencial del anuncio de Jesús es que hace transparente el mundo y que nuestra vida vale para Dios. Jesús muestra que en el mundo y en la creación se transparenta el rostro de Dios y nos muestra cómo Dios está presente en las historias cotidianas de nuestra vida. Tanto en las parábolas de la naturaleza

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—el grano de mostaza, el campo con distintas semillas— o en nuestra vida — pensemos en la parábola del hijo pródigo, de Lázaro y otras parábolas de Jesús—. Por los Evangelios vemos cómo Jesús se interesa en cada situación humana que encuentra, se sumerge en la realidad de los hombres y de las mujeres de su tiempo con plena confianza en la ayuda del Padre. Y que realmente en esta historia, escondidamente, Dios está presente y si estamos atentos podemos encontrarle. Y los discípulos, que viven con Jesús, las multitudes que le encuentran, ven su reacción ante los problemas más dispares, ven cómo habla, cómo se comporta; ven en Él la acción del Espíritu Santo, la acción de Dios. En Él anuncio y vida se entrelazan: Jesús actúa y enseña, partiendo siempre de una íntima relación con Dios Padre. Este estilo es una indicación esencial para nosotros, cristianos: nuestro modo de vivir en la fe y en la caridad se convierte en un hablar de Dios en el hoy, porque muestra, con una existencia vivida en Cristo, la credibilidad, el realismo de aquello que decimos con las palabras; que no se trata sólo de palabras, sino que muestran la realidad, la verdadera realidad. Al respecto debemos estar atentos para percibir los signos de los tiempos en nuestra época, o sea, para identificar las potencialidades, los deseos, los obstáculos que se encuentran en la cultura actual, en particular el deseo de autenticidad, el anhelo de trascendencia, la sensibilidad por la protección de la creación, y comunicar sin temor la respuesta que ofrece la fe en Dios. El Año de la fe es ocasión para descubrir, con la fantasía animada por el Espíritu Santo, nuevos itinerarios a nivel personal y comunitario, a fin de que en cada lugar la fuerza del Evangelio sea sabiduría de vida y orientación de la existencia. También en nuestro tiempo un lugar privilegiado para hablar de Dios es la familia, la primera escuela para comunicar la fe a las nuevas generaciones. El Concilio Vaticano II habla de los padres como los primeros mensajeros de Dios (cf. Lumen gentium, 11; Apostolicam actuositatem, 11), llamados a redescubrir esta misión suya, asumiendo la responsabilidad de educar, de abrir las conciencias de los pequeños al amor de Dios como un servicio fundamental a sus vidas, de ser los primeros catequistas y maestros de la fe para sus hijos. Y en esta tarea es importante ante todo la vigilancia, que significa saber aprovechar las ocasiones favorables para introducir en familia el tema de la fe y para hacer madurar una reflexión crítica respecto a los numerosos condicionamientos a los que están sometidos los hijos. Esta atención de los padres es también sensibilidad para recibir los posibles interrogantes religiosos presentes en el ánimo de los hijos, a veces evidentes, otras ocultos. Además, la alegría: la comunicación de la fe debe tener siempre una tonalidad de alegría. Es la alegría pascual que no calla o esconde la realidad del dolor, del sufrimiento, de la fatiga, de la dificultad, de la incomprensión y de la muerte misma, sino que sabe ofrecer los criterios para

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interpretar todo en la perspectiva de la esperanza cristiana. La vida buena del Evangelio es precisamente esta mirada nueva, esta capacidad de ver cada situación con los ojos mismos de Dios. Es importante ayudar a todos los miembros de la familia a comprender que la fe no es un peso, sino una fuente de alegría profunda; es percibir la acción de Dios, reconocer la presencia del bien que no hace ruido; y ofrece orientaciones preciosas para vivir bien la propia existencia. Finalmente, la capacidad de escucha y de diálogo: la familia debe ser un ambiente en el que se aprende a estar juntos, a solucionar las diferencias en el diálogo recíproco hecho de escucha y palabra, a comprenderse y a amarse para ser un signo, el uno para el otro, del amor misericordioso de Dios. Hablar de Dios, pues, quiere decir hacer comprender con la palabra y la vida que Dios no es el rival de nuestra existencia, sino su verdadero garante, el garante de la grandeza de la persona humana. Y con ello volvemos al inicio: hablar de Dios es comunicar, con fuerza y sencillez, con la palabra y la vida, lo que es esencial: el Dios de Jesucristo, ese Dios que nos ha mostrado un amor tan grande como para encarnarse, morir y resucitar por nosotros; ese Dios que pide seguirle y dejarse transformar por su inmenso amor para renovar nuestra vida y nuestras relaciones; ese Dios que nos ha dado la Iglesia para caminar juntos y, a través de la Palabra y los Sacramentos, renovar toda la Ciudad de los hombres a fin de que pueda transformarse en Ciudad de Dios.

Jesús: “Tienes bastantes temas de meditación en lo que has transcrito y en la lectura de los libros santos para mantener muy alta tu fe.” 20 de junio de 1967

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El Consejero Internacional nos dice: « Yo haré de ti la hija querida de Mi Iglesia, ¡la Iglesia de los débiles, la Iglesia de los pequeñines, la Iglesia donde el Amor es Rey! » (Mensaje 29 de Marzo de 1993)

Queridas Pequeñas Almas: En el título de este artículo, pueden reconocer el objetivo de mi artículo anterior, donde mi reflexión se refiere a la misión que el Señor nos confía, el destino de la Legión de las Pequeñas Almas. ¿Cuál es el lugar de la Legión en la Iglesia, en colaboración con todos los movimientos eclesiásticos, todas las órdenes religiosas? Este lugar está maravillosamente expresado en el Mensaje del 12 de Agosto de 1992, en un estilo muy poético donde se anuncia que: «La Legión de las Pequeñas Almas tendrá un papel capital que desempeñar», una misión esencial para el futuro. ¿No es precisamente una vuelta en que la Legión está comprometida? Se debe permitir profundizar lo que el Señor espera de sus pequeños legionarios. Debemos igualmente plantearnos la pregunta: ¿Cuál es personalmente mi lugar al interior de la Legión y de la Iglesia? Margarita, ella misma había sido elegida por Jesús para ser la fundadora de la Legión de las Pequeñas Almas, y descubriendo el pensamiento de Santa Teresa del Niño Jesús que dice: « ¡En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor! », ella se preguntó qué haría, cuál sería su lugar en la Iglesia. Y descubre con alegría la respuesta de Jesús: «Yo haré de ti la hija querida de mi Iglesia, ¡la Iglesia de los débiles, la Iglesia de los pequeñines, la Iglesia donde el Amor es el Rey! »

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Atendiendo esta pregunta, creo necesario hacer una recomendación importante para evitar un error que en ocasiones sucede entre las Pequeñas Almas, que creen recibir un llamado del Señor, mientras que es su propia voluntad la que desean realizar. Puede ser una tentación muy sutil. A veces también hay una situación difícil de discernir: ¿lo que vislumbro en mi corazón está verdaderamente inspirado en el Espíritu Santo? Recordamos este tema que dice en el ―Librito de la Pequeña Alma‖, en el Capítulo II: 4.- ERROR A EVITAR Cuando una Obra reposa sobre la ―revelación privada‖ de la fundadora, se puede presentar una tentación la que se debe evitar cueste lo que cueste. Es la tentación de considerarse a sí mismo (a) como habiendo recibido un carisma profético. Ha ocurrido ya que algunas Pequeñas Almas dicen: ―Jesús habla a Margarita. Jesús me habla también a mí. La Santísima Virgen me habla‖. Ellas creen haber recibido el carisma de Margarita y dicen: ―El Señor quiere esto. La Virgen María me dijo hacer aquello‖. No se debe actuar así, pues tal manera de actuar escapa a todo discernimiento. Margarita no ha hecho nada por sí misma. Ella ha confiado todo a su director espiritual quien le ha pedido poner por escrito todo lo que ella vive interiormente, los movimientos interiores, las palabras de Jesús, las meditaciones inspiradas. El director espiritual ha sometido el Mensaje al Obispo y no ha sido sino después de haber recibido el Imprimatur que éste ha sido comunicado a la gente. Se debe ser muy pequeña para reconocer lo que viene o no del Señor. No buscar otro lugar que donde el Señor nos pone actualmente, por medio de nuestra obediencia a nuestros superiores jerárquicos. Y en este lugar, realizar todo un trabajo interior que el Señor espera de cada uno de nosotros, trabajo que realiza Él mismo por su gracia cuando nosotros le abrimos nuestro corazón. Finalmente, aquí está una meditación de Margarita, el 24 de Enero de 1977, sobre su relación en su relación con Teresa del Niño Jesús:

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«Ella cantó el Amor. Como ella quiero cantarlo, basándome en las notas de la Misericordia Infinita, yo, que he sido precipitada en el fondo del abismo; conociendo mis límites ¿puedo dudar que Dios me ama como Él amó a Teresita? Ella miró al precipicio. Jesús la rodeó con su brazo para preservarla de la caída. ¿Yo? ¡Llegué al fondo sin freno para detenerme sobre la pendiente! En el mundo hay almas pequeñas como Teresita y almas pequeñas como Margarita. No hago comparaciones, sería inadmisible. Admiro simplemente el trabajo de Dios en dos almas tan diferentes, pero también tan parecidas en su deseo de Amar. ¡Y Jesús bajó hasta mí! (…) Él ha curado mis llagas con tanta ternura. (…) Hoy no tengo otra cosa para ofrecerle que mi dolor de haberlo ofendido, mi esperanza en su bondad, a pesar de las voces insidiosas que intentan continuamente destruir en mi alma la flor de la esperanza. Estas voces que me dicen: ¿Por quién te tienes? ¿Crees, pues poder igualar un alma que sólo ha conocido de la vida, debilidades fácilmente perdonables? ¿Tú piensas verdaderamente ser lo bastante amada para que no se acuerden ya de tus pecados? (…) Creo que mi misión es ayudar a las almas, segadas por el pecado, a volver a encontrar el camino del Cielo; a dejarse buscar y descubrir por el Único que puede hacerles volver a subir la cuesta, sacándolas de la desesperación causada por sus caídas repetidas. ¿El único tratamiento de sus males? Es el Amor; y es ahí donde nuestras dos Vías se juntan: TERESITA preservada de todo mal pero conociendo el remedio sin haber sucumbido; MARGARITA, cuya experiencia la acerca más a los pobres pecadores que ven en ella un milagro de la Bondad de Dios. Amor que perdona y que olvida sus faltas para no acordarse más que de su arrepentimiento.» fr. Yves-Marie Legrain, Carme

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SM12 CARTAS DE MARGARITA

¿CUÁL ES LA CONDICIÓN DE LA VERDADERA GRANDEZA? Vosotras, mis queridas pequeñas almas habéis puesto vuestra confianza en Dios. Vuestro mayor anhelo, es el de buscar complacerlo. Ofrecedle vuestras fuerzas, vuestra inteligencia, vuestra alma y vuestra vida en un total abandono a su adorable voluntad. Desearías saber ¿cómo un alma pequeña puede ser «infinitamente pequeña en una infinita grandeza»? Pienso que si nosotras pudiéramos llegar, por la gracia de Dios a realizar lo que quieren decir esas palabras, sería prácticamente alcanzar la perfección, pues bien, la perfección no existe en este mundo. Lo que no quiere decir que debamos tratar, pobremente quizás, de alcanzarla lo más cerca posible, pues nuestros renunciamientos, sacrificios y olvido de nuestro «yo» nos ayuda del «tu» en provecho del «mi». Seamos desconfiados con respecto de nosotros mismos, nuestra naturaleza es tan reacia algunas veces, que ella fácilmente echa fuera la Gracia de Dios en nuestra alma. De ahí toda la necesidad que se requiere para pasar sobre nosotros mismos y cumplir lo que Dios nos pide. San Pablo se regocijaba y se glorificaba en sus debilidades. Para él, era una razón para poner toda su confianza sólo en Dios. Por su pequeñez llegaba sí a establecerse en la Infinita Grandeza de Dios y también adquirir la amistad y la posesión de su Señor. Si nuestro Dios, queridas pequeñas almas, nos hace sentir nuestra debilidad, es para invitarnos a recurrir a El con más confianza.

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El conocimiento de nuestra miseria es una gracia concedida únicamente a los humildes y a los pequeños. Es en este conocimiento del estado de su alma pecadora, que San Agustín sacó la fuerza para levantarse y correr a grandes pasos hacia la santidad. El llegó a ser humilde y comprendió, por fin, que la humildad es el fundamento de todas las virtudes y el principio de la verdadera grandeza. El todo de una vida, es la salvación de nuestra alma; y lo que esos grandes santos han hecho, ¿por qué no tratar de marchar sobre sus huellas? El mensaje del Amor Misericordioso es el medio cierto del cual Dios se sirve para hacer de cada uno de nosotros, testigo del Amor. Jesús nos dice: « ¿De qué le sirve al hombre ganar el universo, si pierde su alma?» ¡Cómo yo os repito, un alma puede ser de una infinita pequeñez en una infinita grandeza! Porque, después que Dios nos ha hecho comprender nuestra miseria, nuestra nada, sentimos que no somos nada. Y El aparece a nuestros ojos como el Todo de nuestra vida. Es necesario, pequeñas almas, habituarnos y no es nada fácil, a ver con coraje nuestros defectos y el fondo de nuestra naturaleza humana; humana quiero decir: con lo que eso lleva de flaquezas, orgullo escondido, algunas veces, pero real respeto humano, deseo de aparentar, cuando debiéramos en realidad buscar desaparecer con nuestras pobres limitaciones, para hacer transparentar en nosotros solo a Aquél que tiene poder de salvarnos de nosotros mismos. Hay en muchas almas, un espíritu de propiedad. No sabría enumerar lo que eso puede esconder, algunas veces de ignominias. Que nuestro dulce Salvador nos penetre con su misericordia frente a esos males que golpean nuestro mundo actual.

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Jesús se hizo pequeñito. Siendo Dios, El descendió hasta hacerse hombre como nosotros. El se llamaba por el profeta: «Un gusano en la tierra». El abrazó los desprecios, venganzas y humillaciones, y se hizo «obediente». Dios, ha obedecido a las creaturas, pero nos dice que solamente ese es el camino que nosotros debemos seguir para tener la verdadera grandeza, la gracia y su reino en nuestras almas. El dice: «Yo os he dado el ejemplo, a fin de que vosotros hagáis lo que Yo he hecho». «Si alguno quiere venir a Mí, que renuncie a si mismo, que tome su cruz y que me siga». «El que permanece en Mí y Yo en él, ese lleva mucho fruto». Es por la fe que nosotros venimos a Dios y que Dios viene a nosotros. Yo os invito, hijitos míos, a reafirmar nuestra fe, alimentándola por buenos sentimientos y sobre todo viviéndola intensamente para que sobre esa base (de la fe) pueda levantarse el templo de la perfección cristiana «ella es la raíz de la santidad». Si la humildad es el fundamento de todas las virtudes, ella misma está fundada en la fe, que es el principio de la santificación. Es la fe, pequeñas almas, la que nos une a Dios; por ella, la luz de Dios llega a ver nuestra luz; su sabiduría, nuestra sabiduría; su ciencia, nuestra ciencia; su espíritu, nuestro espíritu; su vida, nuestra vida. Es por la fe que nosotros imitamos a nuestro Señor, que nosotros moldeamos nuestra alma a su semejanza: dulce, humilde y obediente como El. Es por la fe que nosotros seguimos en el camino que El nos ha trazado; el camino de la pequeñez que nos hace participar, a nosotros pobres nadas, de su infinita grandeza. Hacerse pequeños para conocer la felicidad de entrar un día al Reino los Cielos.

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Es por la fe, no importa que sea oscura algunas veces, que nosotros aceptamos el sufrimiento, que tan a menudo nos visita, por amor, por Jesús y como El. Hacerse (no infantiles) humildes, obedientes, inocentes como un niñito; único medio de atraer la grandeza de Dios a nuestras almas. La gracia que es vida de Dios en nosotros, trabaja en nosotros, con nosotros para conducirnos al Cielo, nuestra Patria. En la Santa Escritura lo dice: «Dios da su gracia a los humildes y promete el cielo a los pequeños y a los que son como ellos, en un total abandono a su providencia». Sí, mis pequeños, sólo Dios es Grande y es por nuestra unión a El que somos grandes. Es eso la infinita pequeñez en la infinita grandeza. Ahora, comprendéis lo que significa esas palabras. En este texto que encontráis en el Santo Evangelio, creo que si ponéis en práctica esta enseñanza (quizás ya lo hacéis), habrá algo más en vuestra vida. Demos testimonio a vista de todos de este amor, de esta fe, que nos hace vivir en medio de un mundo tan a menudo cruel y desgarrado por el pecado. Oremos, santifiquémonos. Así nosotros salvaremos almas. Guardemos bien en nuestro corazón la pequeña flor de la esperanza. No olvidemos que fe y caridad son de condición divina.

Margarita Revista Nacional Año 8, Nº 9. (Septiembre 1988)

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MENSAJES DEL AMOR MISERICORDIOSO 8 de abril 1966. (A. 64). J Las palabras no bastan. Dame tu corazón. Míralo, palpitante entre mis manos. Su morada ya no está en ti, sino en mí. Hija mía, no quiero solamente tu santificación, sino la de todas las almas. Por todos he dado mi vida. Por todos he derramado mi sangre. Hoy tengo necesidad de más amor. Si, así es, tengo necesidad de los hombres, pues los amo con amor apasionado. Mi hijita. Dentro de algunas, el suplicio de la cruz, con una ternura infinita. Ellos me van a crucificar. ¡Me van a crucificar! Y, sin embargo, dentro de mi Corazón, ya los he absuelto. Hijos míos queridos, os concederé vuestras peticiones en la medida en que sean conformes a mi voluntad. J Ellos me odiaron porque vine para descubrir su hipocresía. También habían sentido en Mi, la superioridad misma de Dios. Pero la negaron y no quisieron reconocerla. ¡Si supierais los sufrimientos que Yo he padecido por vosotros, hijitos míos! ¡Oh! ¡Esta corona de espinas que oprimía enteramente mi cabeza, estas puntas de fuego que penetraban en mi carne! Y la sangre que me cegaba, y mi Cuerpo desnudo ante la multitud que se mofaba y vociferaba. El odio me abofeteaba. Los azotes caían brutalmente sobre mí, y, a cada golpe, me arrancaban pedazos de carne. He soportado mi suplicio sin una queja. En mí, un solo pensamiento: estaba salvando a mis pequeños. No había venido más que para eso. ¿No había esperado este momento con impaciencia? Redimiros a todos, mis pequeñuelos. ¡Con qué delicias he dado Mi Vida por vosotros! Sin embargo, sabía que mi sacrificio sería en vano para muchos de vosotros. Echaron un manto áspero y grosero sobre mis hombros magullados por los golpes. Soporté sus burlas, sus insultos; recibí sus esputos. Estaba impasible, aunque sufriendo horriblemente. Les veía a ustedes, mis redimidos. Este madero pesaba muchísimo sobre mi hombro magullado. ¡Oh esta llaga de mi hombro!

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Agotado en mi Corazón y en mi Carne. ¡Hijos míos, qué caro me costáis! Los soldados, los gritos de la muchedumbre, mis caídas, el encuentro con mi dulce Madre. ¡Qué aflicción! ¡Qué aflicción! El verme en este estado fue para Ella una crucifixión anticipada. En aquel momento estuvimos unidos en el más terrible sufrimiento que pueda haber. Llegué exhausto al lugar de mi suplicio. Me arrancaron el vestido que me cubría y que estaba pegado a mi cuerpo por la sangre coagulada que había chorreado de mis llagas. ¿Quién podrá jamás saber lo que fue la crucifixión? Mi carne palpitante entregada a un populacho fuera de sí. Hasta estas horribles moscas posándose sobre mi cuerpo desnudo y torturado alimentándose con mi sangre. Horrible espectáculo: me había convertido en un objeto de repulsa. Y, sin embargo, hija mía muy querida, no fue nada en comparación con lo que sufrí en mi Alma. Había cargado con vuestros pecados, y su peso reducía mi alma a la agonía. Abandonado por todos, traicionado, odiado, ridiculizado, burlado, solo. Mi Padre mismo parecía abandonarme. ¡Y, dentro de Mi Corazón desgarrado, había tanta ternura, tanta compasión para Mis verdugos! Y no podía guardarles rencor. Era para todos vosotros mis amados. ¡Venid a mí! Que mi Sacrificio no haya sido vano. No Me abandonéis ya más. Es hora de recogeros. ¿No os dais cuenta de la necesidad que tenéis de mí? No podéis vivir sin mi".

Mensaje del Amor Misericordioso a las Pequeñas Almas TOMO I

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Proposiciones de Textos del Libro “Mensaje del Amor Misericordioso de Jesús” para reflexionar en sus Islotes de Santidad. ¡Ave María! Queridas Pequeñas Almas: El deseo del Centro Nacional como una manera de unificar y trabajar muy unidas a Jesús y María Santísima; presenta estas profundas meditaciones para que puedan ser meditadas en los Islotes de Santidad. Esperamos que esto sea de ayuda para todos. Estos mensajes se publican los días domingo de cada semana en nuestra página http://peqalmachile.wordpress.com/ Citas del Mensaje Tomo I

ENERO

1.

A.21 ( pág. 56) J Hija mía, la santidad no consiste en ser, sino en aceptar no ser.

2.

19 de agosto de 1965. (B.4 y 5) M Esta mañana, al despertarme, he pedido a la Santísima Virgen que me ayude a trabajar muy bien.

3.

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7 de septiembre de 1965. (B. 11)


M ¿Cómo podría practicar la mortificación y la penitencia? 4.

1 de diciembre de 1965. (B. 27-28) J

Hija mía, los sentimientos valen solamente si provienen de un amor verdadero.

FEBRERO

5.

6 de enero de 1966. J Yo, que soy el Rey de reyes, ¿por qué debo esperar el consentimiento de los hombres?

6.

18 de enero de 1966 J Tú eres la que elegido para ser instrumento de mi voluntad.

7.

11 de agosto de 1966 J ¿Sabes, hija mía? Si la vida decepciona a tantas almas y las hiere a veces tan dolorosamente

8.

23 de septiembre de 1966 J

A los que rezan y no ponen en práctica las enseñanzas de sus oraciones, no les otorgaré lo que me piden.

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MARZO

9.

10 de octubre de 1966 J

Mis ojos están puestos en vosotros, hijos míos. No os dejan. Sondean vuestras almas y escudriñan vuestros pensamientos. Nada les escapa.

10. 15 de octubre de 1966 J

Para el hombre actual, el disfrutar de todo lo creado ocupa el lugar de Dios.

11. 3 de abril de 1966 J

Las palabras no bastan. Dame tu corazón.

12. 24 de marzo de 1967 J

Mi pobre Corazón humano se estremece de dolor y de aprensión.

Jesús: Hoy día, en muchos de mis hijos, esta fe se ha tornado razonadora, fría y poco condescendiente. (6 de septiembre de 1974)

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Hermana Elena López E.C.J Asesora Espiritual para Argentina SER PEQUEÑO… DAR TESTIMONIO EN EL MUNDO En este mundo que nos toca vivir, materialista, ateo, sin valores, rápido, cruel, donde el ideal es una vida cómoda, llena de placeres y máximo confort, el mundo de la técnica y de la eficiencia, este mundo escéptico donde DIOS SOBRA hay que sacarlo, molesta. Realmente una cultura de muerte, nosotros a contrapelo deseamos vivir el ideal evangélico de la pequeñez, de la simplicidad, este ideal teresiano que Margarita recibiera como carisma. Creo que ante Dios lo primero es tener una actitud de profundo agradecimiento por llamarnos a ser Pequeños, es una elección gratuita de El. Por el don de Sabiduría llegamos a gustar su Infinito Amor de Padre y día a día nos decidimos a caminar por este camino de humildad, abajamiento desear ocultarnos, pasar desapercibidos, tratar de no colocarnos en el centro sino que el centro de nuestra vida sea solo El; Su voluntad, el amor a nuestros hermanos. MENSAJE: ―No te eleves jamás‖. Dicen los monjes, desear y pedir la humildad es pedir ser tenido por nada; empecemos por practicar el silencio, el callar y pronto se olvidarán de nosotros, pongamos y consideremos siempre mejores mas santos a los demás ese es el camino de Cristo, el abajarse. La gracia actúa eficazmente en el corazón pobre, limpio de apegos terrenales. SED LO BASTANTE PEQUEÑOS PARA COMPRENDER Y PASAR POR ENCIMA DE LAS MEZQUINDADES DE ESTA VIDA. Tener la inteligencia espiritual para no enredarse con los defectos ajenos, no analizar vidas ajenas. La HUMILDAD nace en el corazón del hombre a medida que no está pendiente de las faltas ajenas sino de las suyas. Este espíritu de pequeñez me lleva a buscar siempre la reconciliación, a no juzgar, a no pensar mal de nadie así como el Padre me ha perdonado mi fragilidad con MISERICORDIA. El esta dispuesto a perdonar a los hermanos, así mi corazón reconciliado desea ser un corazón agradecido y abierto al perdón. El corazón pobre es un corazón abierto a la novedad, acoge la Buena nueva, vive de esperanza. El pobre ve con más claridad, distingue mejor la verdad, no esta condicionado por ídolos, apegos, compromisos. Vamos comprendiendo hasta que punto el Señor es el Único que puede satisfacer nuestra ansia de vivir y de amar. El único que nos comprende y nos ama como somos. Esta pequeñez, esta humildad consiste en apartar los ojos de ti, pero ¿cómo

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conseguirlo? Cada vez que compruebas tu imperfección, tu pobreza, vuelve tu mirada a Dios dulcemente. (P. Liagré) Todo aumento de humildad produce acrecentamiento de amor. Quien conoce su miseria, no se mira a si mismo sino al AMADO. ¿En qué medida crecemos? En la medida que nos hacemos más atentos al Espíritu Santo que mora en nosotros. ¿Cómo DIOS nos hace simple? ―A través del dolor que nos purifica. A través del dolor aceptado con paciencia y amor. Las cosas de valor se compran un subido precio‖. (Mensaje) Podemos meditar la parábola del fariseo y el publicano. ¿Quién sale justificado? El que conociendo su miseria confía en un amor mayor el del Corazón de Jesús. Debemos sufrir para dar testimonio del Señor en los distintos ambientes, para llegar a ser pequeños debemos aceptar la contradicción, a ese precio se posee el Amor. La Contradicción supone muchas luchas interiores dolorosas. El AMOR SE NOS DA A ESE PRECIO, SER AUTENTICOS, VIVIR EN LA VERDAD, SER DE UNA PIEZA SUPONE VALENTIA Y DEJARSE LABRAR, PURIFICAR POR DIOS. ―Abandonarse totalmente a esta gracia y fidelidad creciente a su acción‖ (Mensaje). El camino de la pequeñez es un camino que todos los santos han deseado seguir contemplando el evangelio: Charles de Foucauld, San Francisco, Madre Teresa de Calcuta han deseado copiar la pobreza y humildad de Cristo. Nosotras, almas pequeñas, podemos iluminar el mundo irradiando un amor activo, práctico, servicial en la alegría y en la confianza. ¿Cómo hacer triunfar en nosotros al Corazón de Jesús? Abrazando las cosas que el espíritu mundano tanto detesta, pasar desapercibidos, buscar el trabajo que menos luce, las ocasiones de humildad, de anonadamiento y humillación en la vida diaria, una sonrisa cuando tendría ganas de estar seria y triste, el saludo gentil, tomar la parte del trabajo que cansa y aburre, la atención cariñosa al enfermo. De estos medios sencillos se vale el SEÑOR PARA IR HACVIENDONOS PEQUEÑOS A NUESTROS PROPIOS OJOS y a los ojos de los demás. Cuando la vanagloria nos asalta con pensamientos mentirosos o nos adulen considerarnos y comportarnos como los últimos de todos, allí en ese punto nadie tendrá envidia de nosotros, con elegancia, con paz, abrazar ese puesto. Bajar nuestro orgullo natural que nos lleva siempre a sentirnos mejores que los demás. Con nuestro trabajo espiritual tratemos de ir cortando en nosotros toda vanidad, hipocresía y orgullo espiritual de sentirnos mejores que los demás.

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El alma pequeña no es complicada. No tiene problemas con los demás. No hay tiempo para mirar para los costados porque pierde Vida. ALLI ESTA EL DISCERNIMIENTO. Está TERESITA EN HISTORIA DE UN ALMA. Cuando el enemigo intenta poner ante los ojos de mi alma los defectos de tal o cual hermana que resulta menos simpática me apresuro en descubrir sus virtudes, sus buenos deseos. EL ALMA PEQUEÑA NO MENDIGA VIDA DE LOS DEMÁS. Hay un solo amigo verdadero. Los hermanos nos animan y apoyan pero ¡qué motivo de tristeza y desilusión cuando ponemos nuestra confianza en la criatura! Así el Señor nos va desprendiendo ya que El es celoso de nuestro corazón. El testimonio que el Señor espera de nosotros, en todos los ámbitos, es de alegría y mucha paz. Esa paz que el mundo no puede dar ni amar con detalles a todos, buenos y malos, amar viendo a Jesús en persona, ser los primeros en amar. Pedirle esta gracia de conservar a cualquier precio la PAZ, don de Dios, en las diversas circunstancias de nuestra vida. Ese es el canal para transmitir el amor recibido, para ser de verdad hijos, amados del Padre. PERDERLE EL MIEDO A DIOS, a pesar de las reiteradas faltas, CONFIAR CADA DIA MAS EN SU AMOR MISERICORDIOSO. El lo sabe, está ansioso de perdonar, de consolar, irradiar su eterna alegría. COLOCAR SIEMPRE LAS NECESIDADES DE LOS DEMAS PRIMERO QUE LAS NUESTRAS. Los pequeños colocan a Dios y a los demás primero, esto supone renuncia y muerte a nuestro yo, pero a cambio vivimos una gran paz. Gozar también de las pequeñas cosas. El niño no tiene astucia ni propósitos ocultos, no tiene amor propio que bloquee el sendero de la gracia. La pequeñez, la humildad es muy distinto de sentimientos o complejos de inferioridad, éstos nacen de expresión de desaliento o depresión. En estos tiempos muchos sufren estas depresiones pero hay que saber distinguir, la humildad contiene sentimientos aparentemente opuestos: la pequeñez y la grandeza. Quien solo experimenta su pequeñez a la larga caerá en complejos de inferioridad en cambio quien solo experimente la grandeza, se hará orgulloso y presuntuoso. En María se da el perfecto equilibrio en si misma se siente pequeña pero a la vez se siente amada y engrandecida por DIOS. HUMILDAD COMO GRANDEZA. Es entonces saberme valorado y querido por el Padre. Es el descanso en un TU QUE ME DA SEGURIDAD, es la experiencia que tranquiliza mi corazón y me permite aceptar mi pequeñez y las limitaciones sin angustia. Puedo sentirme querido y por eso grande e importante a los ojos de DIOS- pidamos en este RETIRO UNA EXPERIENCIA FUERTE DEL AMOR PATERNAL DE DIOS, QUE ME PERMITIRA LEVANTARME Y DINAMIZARME PARA DESDE MI

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PEQUEÑEZ CONSTRIBUIR A SU PROYECTO. El hombre autentico se encuentra bien cuando es veraz, es la espontaneidad de aquel que no tiene nada que esconder, la espontaneidad del niño. Por lo tanto humildad no es esconder los talentos. El ideal bíblico de mansedumbre NO ES LO MISMO QUE PASIVIDAD, comodidad, la pequeñez no es MEDIOCRIDAD, la paciencia no es cobardía, no nos confundamos porque sino siempre estaremos atados llenos de miedo, creyendo que el miedo es virtud pidamos la sabiduría el discernimiento. Padre Kenternich por lo general el hombre humilde no es nervioso, si somos nerviosos es porque constatamos una gran falta de humildad. LA PEQUEÑEZ ES NO DARME IMPORTANCIA A MI MISMO NI MI PERSONA ES IMPORTANTE NI MI SALUD NI MI HONOR NI MI OBRA, NI MI AMOR NI MI MISERIA. Todo lo que se refiere a mi propio Yo no importa. Soy solo un instrumento. ENTONCES ¿Quién es importante SOLO DIOS PADRE UNICAMENTE A EL DEBEMOS DARLE IMPORTANCIA A LA OBRA DE DIOS. El hace todo yo le ayudo un poquito. El honor de lo que estoy haciendo no es para mi sino para DIOS , y SOLO DOY IMPORTANCIA A LA OBRA DE EL HACE TODO YO LE AYUDO UN POQUITO. El honor de lo que estoy haciendo no es para mi sino para DIOS. Porque soy pequeño por eso le agrado a DIOS Padre. TU ERES EL QUE HACE S LAS OBRAS MAS GRANDES SOLO EN LOS PEQUEÑOS Y ATRAVES DE LOS PEQUEÑOS. (P.KENTENICH)- El Señor nos pide ser fervientes, aun en las pequeñas cosas, no pactar con el mal perder el miedo al que dirán o a parecer ridículo, distinguirnos claramente en nuestras elecciones porque el mal esta allí para seducirnos, en primer lugar desde dentro con nuestras pasiones, por eso conocernos y luchar contra nuestras debilidades y lego el ambiente esta allí para acobardarnos, el Rosario con el corazón es el arma que María nos ha dado rezado con asiduidad nos llevara a imitar a JESUS Y MARÍA EN SU VIDA POBRE, HUMILDE OCULTA Y PERFECTA. En el mensaje se nos recuerda que solo por DIOS PODEMOS LLEGAR a ese estado de abandono. CONCLUSION Vivamos con mucha esperanza mirando al SEÑOR Y A MARIA no nos dejemos deprimir por la ola de enfriamiento general de la fe y del AMOR de DIOS en el mundo entero, cada uno de nosotros hemos sido elegidos por el SEÑOR COMO PEQUEÑAS VICTIMAS DE SU AMOR MISERICORDIOSO, para llevar al mundo su Paz su Alegría, seamos almas pequeñas confiadas y alegres mirando hacia arriba en un silencio amoroso que deje actuar al Espíritu en nosotros. SEAMOS JESUS DULCE JESUS AMOR PARA TODOS.

Hermana Elena López E.C.J

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Octubre de 2012 Almas Pequeñas de la Diáspora, El jueves 11 de octubre de 2012, a iniciativa del Papa Benedicto XVI, entraremos en el año de la Fe. No podríamos apartarnos de este gran esfuerzo pedido a todos los cristianos para revigorizar las gracias ofrecidas por el Concilio Vaticano II, que se inició hace exactamente cincuenta años. Para comenzar nuestra meditación, podremos dejar resonar en nosotros una pregunta casi dolorosa de Jesús: « ¿Cómo no tenéis fe? » Lo que el decía a sus discípulos enfrentándose a la tempestad en el lago, ¿no sería acaso terriblemente de actualidad para nosotros que nos enfrentamos varias veces a vientos contrarios? (Texto 1) Ocurre en efecto que la sal de nuestra fe esté a menudo sometida a dura prueba por el pensamiento contemporáneo… En su carta apostólica "Porta Fidei", escrita precisamente para anunciar este año de la Fe, el Papa Benedicto XVI decía que "no podemos dejar que la sal se vuelva insípida" (Texto 2) El Mensaje del Amor Misericordioso a las Almas Pequeñas es un buen remedio para luchar contra esta insipidez. Jesús se preocupa por vernos anclados en una fe sólida que guíe nuestros actos. Podremos releer una página algo asombrosa. Parecería una lección de catecismo que Jesús hace recitar a Margarita para asegurarse de que ella lo haya bien comprendido y asimilado. ¿Habríamos sabido nosotros responder con tanta seguridad? (Texto 3) Podamos honrar al mes del Rosario confiándonos a la Virgen María, que veneramos como Baluarte de la fe, para que nos haga entrar decididamente en este camino de Iglesia. Padre Marcel +

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¿Cómo no tenéis fe? Evangelio según San Marcos (4,35-41) Este día, al atardecer, Jesús dice a sus discípulos: « Pasemos a la otra orilla. » Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba, e iban otras barcas con él. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que se anegaba la barca. El estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le gritan: « Maestro, ¿no te importa que perezcamos? » El, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: « ¡Calla, enmudece! » El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y Jesús les dijo: « ¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe? » Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: « Pues ¿quien es éste que hasta el viento y el mar le obedecen? »

Descubrir de nuevo el gusto de la Palabra y del Pan. Benedicto XVI No podemos dejar que la sal se vuelva insípida y que la luz permanezca oculta (cf. Mt 5,13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús que invita a crear en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4,14). Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y con el Pan de la vida, ofrecidos como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6,51).

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En efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la misma fuerza: « Trabajad no por el alimento que se pierde, sino por el alimento que perdura para la vida eterna » (Jn 6, 27). La pregunta planteada por los que lo escuchaban es también hoy la misma para nosotros: « ¿Que tenemos que hacer para realizar las obras de Dios? » (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: « La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado » (Jn 6, 29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación. (Carta apostólica « Porta Fidei » § 3) La Fe ?... ¡puede hacer todo en mí! Diálogo entre Jesús y Margarita sobre la Fe Jesús:

¿Cuál debe ser, según tú, el fundamento de toda vida cristiana?

Margarita:

La Fe, en la que está encerrada la sabiduría de los bienes eternos y el modo de utilizarlos: por este don de la Fe estamos llamados a dar testimonio.

Jesús:

Contestación justa, pero ¿qué encuentras en la fe?

Margarita:

La fuerza de soportar las cruces de cada día, la voluntad de amar y los medios de perseverar en la desnudez y todo lo que entorpece el caminar del alma hacia lo que ella ansía: ¡el Amor!

Jesús:

DaMe algunos atributos de la Fe, aparte del privilegio de poseerla, ¿qué puede hacer en ti?

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Margarita:

¿La Fe? Puede hacer todo en mí, incluso lo que puede parecer imposible a la naturaleza humana.

Jesús:

¿La Fe es el lote de los grandes?

Margarita:

No, es el pilar donde se apoyan los pequeños de la tierra. Es la santidad difusa en un alma, aunque a menudo imperceptible. Si la Fe puede transportar montañas, cual no es su poder de acción en un alma al servicio del Amor.

Jesús:

Para servir al Amor, ¿no crees que la Fe es necesaria?

Margarita:

Claro, pero ocurre muy a menudo que, el alma, no encontrándola ya en las tinieblas donde se esconde, debe entonces lanzar al Cielo un grito de Amor y de Voluntad. La fe, existente, pero escondida, se hace voluntad de amor.

Jesús:

Entonces, ¿en la luz o en la oscuridad, hace falta que la Fe dicte vuestros actos?

Margarita:

Sí, hace falta, so pena de matar al Amor en un alma.

Jesús:

¿Qué deseas de la fe?

Margarita:

Una fuerza de fidelidad aumentada, un amor purificado y liberado de sus trabas que son el yo y sus derivados. ¡Soy pequeña y débil, pero deseo que mi fe sumerja mi debilidad y le haga cumplir toda Tu Voluntad... oh, Dios mío! Es muy pobre lo que pienso darTe, pero cuán rico es cuando se da con esta frase: ―¡creo en Dios!‖ (29 de abril de 1979)

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Misterios Luminosos

Primer misterio: El Bautizo de Jesús por Juan el Bautista. J

Si yo me repito tantas veces, es para que comprendáis perfectamente la importancia de lo que os pido. No quiero vuestros labios sino vuestro corazón. Las palabras no salvan. Pero el amor sincero, hecho de oraciones, penitencias y de olvido de si mismo, alimentándose así a la Fuente, encontrará la vida eterna en la santa posesión de su Dios. (1 de febrero de 1967)

Segundo misterio: Las bodas de Caná. J

En cualquier alegría, haz la parte del pobre. Piensa en los que en el mundo sufren hambre, persecución, enfermedad. Para que, de esta manera, tu alegría no tenga nada de excesivo. La parte del pobre es la parte de Dios. En la aflicción, piensa a los que sufren más que tú, y encontrarás ligera tu carga. Ahí está también la parte de Dios. Teme ser demasiado feliz mientras otros lloran. (26 de febrero de 1967)

Tercer misterio: El anuncio del Reino, el llamado a la conversión. J

La voz de la Mansedumbre, del Amor y de la Misericordia se hace oír por el Jefe Supremo de la Santa Iglesia. En el Mensaje del Amor Misericordioso a las almas pequeñas, Yo os invito a venir a Mí, a convertiros, a hacer penitencia por

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vuestros pecados, a renovaros en el Santo Amor. (7 de abril de 1974) Cuarto misterio: La Transfiguración del Señor. M

Seamos ricos solamente de deseos santos y para ponerlos en práctica no contemos jamás con nuestras pobres fuerzas, sino con el socorro permanente de Dios por la luz del Espíritu Santo. (6 de septiembre 1974)

Quinto misterio: La institución de la Eucaristía. M

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¡Señor! Hoy siento con más fuerza el sufrimiento por el poco respeto que acompaña la recepción de tu Sacramento de Amor. No sé porqué, pero me duele tanto verte, Tú, el Dios de ternura, manipulado con tanta inconsciencia por aquellos mismos que no deberían acercarse a Ti más que de rodillas. (7 de abril de 1977)


Noviembre de 2012 Queridas Almas Pequeñas de la Diáspora, En el hemisferio norte, el mes de noviembre es visto, muy a menudo, como sinónimo de un mes grisáceo, con una sombra de tristeza vinculada al recuerdo de nuestros seres queridos que se han ido. Pero ¡en la mitad sur de nuestro planeta, las Almas Pequeñas viven en la primavera! Por ello, sería deseable que la liturgia hiciera el síntesis… pues el misterio de la muerte es un « Paso », una « Travesía » desde la tierra del triste exilio hacia la Patria de la felicidad… Jesús, el primero, abrió este paso. Nos lo dice en su testamento del jueves santo, cuando nos pide no ceder a la tristeza: « ¡No se turbe vuestro corazón, voy a prepararos un lugar! » Y el nos invita, de alguna manera ¡a soñar desde ahora con esta morada que ya es la nuestra! (Texto 1) El pensar en nuestros difuntos no es algo facultativo, sino un deber de comunión. Debemos esforzarnos por dar más importancia a sus necesidades reales que a nuestra búsqueda de consuelo después de su salida. El catequismo de la Iglesia Católica nos recuerda el sentido del Purgatorio: dejar el fuego de Dios purificar el alma, para que pueda soportar el cara a Cara. (Texto 2) Podemos vivir con ellos en una comunión espiritual fructífera que puede volverse más fecunda de lo que fue su presencia física sobre la tierra. Una hermosa página del Mensaje del Amor Misericordioso a las Almas Pequeñas nos hará vislumbrar esta posible complicidad en un doble sentido: por una parte, se convierten en « una levadura de santidad para sus hermanos de la tierra »… y por la otra, nuestra oración por ellos es « una gota de rocío sobre el tormento que las aflige.» (Texto 3) Pidamos que la Santísima Virgen María, en el misterio de su Asunción, abra nuestro horizonte: el destino de nuestro viaje terrenal no es el panteón sino la Vida Eterna. ¿No es precisamente lo que cantamos cada domingo en nuestro Credo? Padre Marcel +

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¡Hay muchas mansiones en la casa del Padre! Jn 14,2-11 « No se turbe vuestro corazón: Creéis en Dios, creed también en mi. En la casa de mi Padre, hay muchas mansiones; si no, ¿os habría dicho: Voy a prepararos un lugar? Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo; para que donde esté yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, sabéis el camino. » Le dice Tomás: « Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino? » Le dice Jesús: « Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conocéis también a mi Padre. Desde ahora lo conocéis, lo habéis visto. » Le dice Felipe: « Señor, muéstranos al Padre y nos basta. » Le dice Jesús: « ¡Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me conoces, Felipe! El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: 'Muéstranos al Padre'? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre está en mí; al menos, si no creéis en mis palabras, creedlo por las obras.

¡No es una venganza de Dios… sino un fuego que purifica! Catequismo de la Iglesia Católica N° 1472 Para entender esta doctrina y esta práctica de la Iglesia, es preciso recordar que el pecado tiene una doble consecuencia. El pecado

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grave nos priva de la comunión con Dios, y por ello nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama la "pena eterna" del pecado. Por otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas, que tiene necesidad de purificación, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio. Esta purificación libera de lo que se llama la "pena temporal" del pecado. Estas dos penas no deben ser concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios desde el exterior, sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado. Una conversión que procede de una ferviente caridad, puede llegar a la total purificación del pecador, de modo que no subsistiría ninguna pena.

Se convirtieron en pilares del Amor en el Cielo.

Margarita:

¡No es muy fácil hacerse santo! Yo pensaba en mis queridos desaparecidos, en todas las almas del Purgatorio.

Jesús:

Arrojaron la ropa de carne que los mantenía prisioneros. Aparecieron ante Mí, desnudos como gusanos, ¡pues nada puede ocultarse ... delante de mi Cara! ¡He sondeado su alma en lo más íntimo... Yo Me busco en él! He separado lo bueno de lo malo. He cribado todas sus acciones para extraer de ellas un poco de santidad... ¡lo suficiente para hacer de ellos, elegidos! He quemado la cizaña, y con el buen grano extraído de su vida he hecho levadura de santidad para sus hermanos de la tierra.

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Ellos, según sus obras, algunos más, algunos menos, se convirtieron en pilares del Amor en el Cielo, ¡Intercesores más o menos influyentes sobre mi Corazón, según el grado de Amor que me dieron aquí abajo! Yo te lo digo: ―Aun cuando Yo no encontrara en ellos más que un solo grano de trigo Santo y Puro, éste serviría al Amor para hacer Misericordia.‖ ¡Yo no dejo ninguno pensamiento, ninguna acción, sin respuesta, cualquiera que sea! El Bien y el Mal se separan ante Mí. El mal es aniquilado, el bien es recordado... Hay campos poco rentables, otros muy ricos en valores, que compensan la pobre producción de los demás. Son Uno en Mí. Como hay varias Moradas en la Casa de mi Padre... Yo doy a cada cual lo suyo. En el cielo, hay Águilas Reales, y también pequeñitas moscas. Todos viven armoniosamente, en el grado de santidad que adquirieron sobre esta tierra... para la eternidad... Adorarán, con fervor, a Aquel que dispuso de su bien, olvidando el mal que cometieron. Desde luego, se necesita un mínimo de bien salvado. ¡Puesto que Mi Justicia debe ser satisfecha, una purificación es necesaria, antes de acogerlos delante de mi Cara!... antes de que sean juzgados dignos de mi Reino. ¡Ora, ora por las almas del Purgatorio!, Una oración es, para ellas, una gota de rocío sobre el tormento que las aflige. Los sufrimientos en este mundo reparan muchos males; pueden ser también corredentores del mal cometido. (2 de noviembre de 1997)

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Misterios Gloriosos

Primer misterio: La Resurrección del Señor. J

La Luz permite costear el abismo sin caer en él. Yo soy la Luz del mundo. Almas Pequeñas, os hago luces en el mundo. Que nada empañe vuestra claridad. Ocuparos de los que están en las tinieblas. (2 de octubre de 1970)

Segundo misterio: La Ascensión del Señor. M

Las pequeñas amarguras del alma son como nubecillas cabrilleando en un cielo azul; ¡no empañan su hermosura, a lo sumo, la velan! Más allá de todas las nubes de nuestra alma que representan nuestras miserias, el sol brilla intensamente, y sus rayos terminan siempre atravesando sus capas por muy profundas que sean, para venir a calentar los seres ateridos por el frio de sus impotencias. (6 de octubre de 1977)

Tercer misterio: El Pentecostés - el Don del Espíritu Santo. M

¡Oh Dios! Concédenos gozar siempre de los divinos consuelos del Espíritu Santo. Este Espíritu que siento vivir más particularmente en mí, últimamente: Espíritu de amor, de suavidad, de paciencia y de santa humildad que me impide ir hacia el contrario de estas virtudes. (15 de marzo de 1979)

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Cuarto misterio: La Asunción de la Santísima Virgen. J

Hoy es la fiesta por excelencia de Nuestra Madre, la Mía y la tuya y la del género humano entero; contémplala interiormente en su inefable hermosura de Inmaculada, diciendo siempre « Sí » a las voluntades del Padre, de... ¡transfigurada en la Gloria de su Asunción! (15 de agosto de 1980)

Quinto misterio: La Coronación de la Santísima Virgen. J

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Florecita de amor, date a mi Madre Inmaculada, tan poderosa cerca de Mí. Una Madre viene siempre a socorrer al niño que sufre y que la llama. Ella te consolará hablándote de Amor, solo de mi Amor. Ella te tranquilizará en tu miedo y tus angustias. Ella te renovará por la Sangre de su Hijo con una vida de paz y de amor. (23 de enero de 1992)


Diciembre de 2012 Queridas Almas Pequeñas de la Diáspora, El mes de diciembre dirige nuestros corazones hacia el misterio del NiñoDios. La imaginación humana espera fácilmente que Lo Divino se manifieste de manera brillante. Se sueña con un mensajero celestial apareciendo sobre las nubes del cielo. Se sueña con un guerrero poderoso que venga a meter en cintura todas las violencias que desfiguran nuestra tierra. Y sucede que un Niño nos es dado. El Papa Benedicto XVI nos invita a prosternarnos ante su fragilidad que oculta un poder que no sospecha el mundo (Texto 2). Un Niño es confiado a nuestra contemplación como una invitación apremiante a buscar los verdaderos valores del lado de la interioridad, la que se oculta en la fragilidad humana… Miremos a los niños como íconos privilegiados de la presencia celestial disimulada en lo más íntimo de cada uno de nosotros, incluso de los más denigrados. Cada vez que herimos el alma de un niño, herimos directamente al Corazón de Dios (Texto 1) Es también una invitación a las personas mayores que somos: a que respetemos, encontremos de nuevo, desarrollemos y cuidemos el espíritu de infancia que sigue siendo esencial para nuestro ser verdadero, tal como lo es delante de Dios. Pese a todas nuestras desviaciones y a todas las heridas que nos fueron infligidas (o que nos hemos infligido a nosotros mismos), según las palabras de la hermosa meditación de Margarita, nos queda: "un poco de oro puro disimulado por lo externo! Y es ahí que el Señor se esconde". (Texto 3) ¡Que cada Alma Pequeña pueda aprovechar la gracia del Adviento, hacer silencio para escuchar a Jesús murmurando en el hueco del oído : « ¡Mira! Tu corazón es un pesebre donde Yo vengo a renacer para traer la Paz al mundo »! Padre Marcel +

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El que reciba a un niño como éste... Mt 18,1…9 Se acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron: « ¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos? » Entonces, Jesús llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: « Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar (…) Guardaos de menospreciar a uno de esos pequeños, porque yo os digo, que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos.

¡Dios se ha manifestado como Niño! Benedicto XVI Dios se ha manifestado – como niño. Precisamente así, se contrapone a toda violencia y trae un mensaje que es paz. En este momento en que el mundo está constantemente amenazado por la violencia en muchos lugares y de diversas maneras; en el que siempre hay de nuevo varas del opresor y túnicas ensangrentadas, clamamos al Señor: Tú, el Dios-Poderoso, has venido como niño y te has mostrado a nosotros como El que nos ama y mediante El cual el

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amor vencerá. Y nos has hecho comprender que, junto a Tí, debemos ser constructores de paz. Amamos a Tu ser-niño, Tu no-violencia, pero sufrimos porque la violencia continúa en el mundo, y por eso también te rogamos: Demuestra tu poder, ¡oh Dios! En este tiempo nuestro, en este mundo nuestro, haz que las varas del opresor, las túnicas llenas de sangre y las botas estrepitosas de los soldados sean arrojadas al fuego, de manera que Tu paz venza en este mundo nuestro. (Homilía del 24 de diciembre de 2011)

Un poco de oro disimulado por lo externo. Meditación de Margarita Ofrezco la carencia de un mundo que ya no reconoce a su Dios. En compensación, ofrezco la pureza, la sencillez, la pequeñez de los hijos de Dios para que Jesús, a través de mí, a través de ellos, pueda alcanzar las almas apuradas, dobladas bajo el peso del pecado. Oh, hay que ser muy pequeño para poseer dentro de si la pureza de intención que alegra los Corazones de Jesús y de María… Cuando un niño empieza a crecer, es como el cambio que se hace en la primavera de la vida. Poco a poco, la inocencia, el candor que hace su encanto se transforman en un conocimiento más profundo del bien y del mal que puede contaminar el alma del pequeño, cuando no está orientada hacia el verdadero Bien. El niño tiene que estar bien formado para guardar intacto... su privilegio de «pequeño».

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Es verdad también para el adulto sometido a las tentaciones de esta vida. La diferencia es que el niño no tiene que hacer ningún esfuerzo para ser lo que es, ya que no ha dejado todavía la Mano de Dios que le mima con su ternura y sus atenciones. Cuando el pájaro toma el vuelo, tiene que buscarse un alimento sustancial para vivir. Entonces es cuando se encuentra en peligro. Las rapaces, los buitres acechan su presa; pero el Señor no abandona a quien se acuerda de su Amor. El ser humano está dotado de una inteligencia - del corazón - que le hace conocer como, frente a sus responsabilidades ante Dios, puede permanecer en el espíritu de infancia por el abandono a su santa Voluntad que le conduce. Quiero ofrecer a Jesús, no solamente las almas tales como parecen ser, sino, sobre todo, el fondo de su corazón... Un poco de oro puro disimulado por lo externo. Ahí es donde el Señor se esconde. Yo sé que, en cada uno de nosotros, Jesús está presente. El espera, pues nuestros pecados no Le alejan de nosotros... Por eso, ofrezco el bien para que desaparezca en él todo lo que hiere los Dulces Corazones de Jesús y María, su Madre... No es necesario hacer mucho. Sólo Dios actúa en nosotros. Pero, sobre todo, hace falta hacer muy bien, con mucho amor lo que Él nos inspira. 13 de febrero de 1985 Misterios Gozosos Primer misterio: La Anunciación. M

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Sí, yo doy todo a Jesús; ¿qué otra cosa puedo hacer? De todos modos no puede ser de otra manera. No es fatalismo: es una comprobación: ¡no se puede huir de la cruz! Entonces más vale aceptar y ofrecer. ¡Me pregunto lo que haría si se me propusiera elegir! (18 de agosto de 1977)


Segundo misterio: La Visitación. M

Jesús da la paz, la tranquilidad para expresar el Amor y el fervor para vivirlo. La interioridad de un alma se encuentra en los ojos que la animan, en el gesto comedido que da el Amor, la caridad afable y dulce, el apoyo fraterno, el compartir el sufrimiento ajeno... (7 de febrero de 1980)

Tercer misterio: El Nacimiento de Jesús en Belén. J

Frágil florecita campestre, rica de mi Gracia, Yo te lo digo: Sé también ser tu Pequeño Rey de Amor. Mírame. Soy para ti el Niño-Dios que alcanza tu pequeñez para unirla a la Suya. No llores más, sino vas hacer llorar también a tu Jesusito. (20 de septiembre de 1981)

Cuarto misterio: La Presentación de Jesús en el Templo. J

Una flor no se preocupa del momento en que la cortaran, vive un presente en el centelleo del sol divino... Hoy es, mañana será. Tu ofrecimiento de este día Me basta; por María lo renovarás... Eterno recomienzo en el Corazón Inmaculado de mi Madre. (8 de diciembre de 1981)

Quinto misterio: Jesús encontrado en medio de los Doctores. J

No temas ni a los inteligentes ni a los que se dicen sabios; en mis caminos, tienen todo por aprender y sus pensamientos no les iluminarán si su corazón permanece sordo a la Verdad. En verdad, te lo digo; Yo soy tu gran Consolador y suscitaré su Enviado. Tu tristeza, las angustias de tu alma, suministradoras de una santidad que se ignora, serán sostenidas y aligeradas en su intensidad. ¡Ten confianza en Mí! (17 de julio de 1982)

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MISIONERO DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR NECESITAMOS TU AYUDA Fieles al mandato del Papa Juan Pablo II, quien en el Congreso Eucarístico de Sevilla en 1993 nos decía que ―el deseo más profundo de su corazón era que cada Parroquia del mundo establezca la Adoración Eucarística Perpetua‖. Los Misioneros de la Transfiguración queremos levantar una Capilla de Adoración Eucarística Perpetua (CAEP) en Rinconada de Silva. ―Adoración Perpetua significa adorar a Jesús en el Santísimo Sacramento de día y de noche de manera ininterrumpida durante las 24 horas del día, todos los días del año‖. Este es el proyecto que tenemos. La CAEP estaría ubicada dentro del terreno de un Oratorio consagrado a María Santísima, como vemos en el siguiente diagrama:

Necesitamos de su ayuda para hacer realidad este hermoso sueño eucarístico. Si quieres colaborar deposita tu aporte en la Cuenta Corriente Nº 132 026 51 01 del Banco de Chile a nombre de Parroquia Nuestra Señora del Carmen, o entregármela personalmente a mí. “Quisiera afirmar con alegría que hoy en la Iglesia hay una primavera eucarística” (Benedicto XVI, 17 de noviembre de 2010, en Roma) Con cariño paternal P. Ricardo Gómez, M.T.S.

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PERO AHORA HE COMPRENDIDO Por no haberte mirado en cada rostro humano. Por no haber advertido, que eras ―DON ESCONDIDO‖. Por no haberme asido al hueco de ―TUS MANOS‖ Me vi como en desierto:… árido… seco… frío. _____________________________ Por el duro silencio de las horas vacías, que dejaron un nada, en este todo mío; me vi como en un campo de abrojos cosechado; todo lleno de espinas. ―LASTIMANDO Y HERIDO‖ _____________________________ Por no seguir las huellas, de TUS PIES‖, que sangraron, por rescatarme en vano, de mi obstinado olvido. Por llegar junto ―AL POZO‖, y no pedirte ―AGUA‖. ¡QUE sed me traspasaba, sin encontrar alivio! _____________________________ Porque pensaba siempre en complacerme en todo: porque nunca pensaba, en el ―HERMANO MIO‖. Por no saber mirar, ―TU MIRADA SERENA‖. Que irradia paz al alma, ¡Que ciega me he sentido! _____________________________ Por tener la sordera, del que obstinado quiere, escuchar solamente sus propios raciocinios. No supe hacer ―SILENCIO‖. Profundo en mi interior: Para escuchar ―LA VOZ‖, del ―AMOR INFINITO‖. _____________________________ María Elena Bambill de Chávez

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Noticias de América JORNADA NACIONAL ANUAL DE LAS PEQUEÑAS ALMAS DOMINGO 25 DE NOVIEMBRE 2012 Los significativos conceptos que caracteriza el saludo de Las Pequeñas Almas: Paz, Alegría y Amor; se reflejaron plenamente en La Jornada Nacional, que se llevó a efecto en el Recinto de La Parroquia La Anunciación de Santiago de Chile bajo el Lema PEQUEÑAS ALMAS GRAN VALOR EN EL BUEN COMBATE. El feliz encuentro, como gran familia, unida en el Amor a Jesús y a su Madre, la Santísima Virgen, a la Luz del Mensaje del Amor Misericordioso a Las Pequeñas Almas, considerando y siguiendo la Propuesta del Santo Padre Benedicto XVI, RESPECTO DEL AÑO DE LA FE; en esta JORNADA la primera enseñanza por el Padre Hernán Correa (O.M.I.) Oblato de María Inmaculada; versó sobre EL AÑO DE LA FE EN LA BIBLIA. La Segunda Enseñanza Sobre LA FE A LA VISTA DEL MENSAJE, la realizó el Padre Ricardo Gómez (M.T.S.) Consejero Nacional de Las Pequeñas Almas de Chile. Cabe mencionar que en esta JORNADA, contamos con la Representación de NUEVE DIOCESIS. Las Pequeñas Almas asistentes de dichas Diócesis, participaron activamente. Además se contó con la presencia de las delegaciones de las Repúblicas de ARGENTINA y PARAGUAY, quienes se manifestaron sus agradecimientos por tan maravilloso Encuentro. En la tarde del 25 de Noviembre, FIESTA DE CRISTO REY, SE REALIZÓ Adoración Solemne del Santísimo Sacramento, seguido de la celebración de LA EUCARISTÍA, Presidida por Monseñor Pedro Ossandón, Obispo Auxiliar de Santiago de CHILE, concelebrada por Padre Ricardo Gómez, Consejero Espiritual de CHILE. TALLER DE FORMACIÓN DE PEQUEÑAS ALMAS RESPONSABLES DE ISLOTES DE SANTIDAD. DIAS LUNES 26 Y MARTES 27 DE NOVIEMBRE 2012. El Taller de Formación de P.A. Responsables de Islotes de Santidad se realizó en la Casa de Retiros Nuestra Señora de La Dehesa, ubicada en: Camino Real 4336 Lo Barnechea Santiago de CHILE.

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Durante esos dos días se realizaron charlas de Formación junto con Trabajos Grupales y Plenarios con la participación aproximadamente de 50 personas diariamente. TEMAS TRATADOS A CARGO DE EXPONENTE QUE SE INDICA: LA HUMILDAD Y LA PEQUEÑEZ Hermana Elena López, Esclava del Corazón de Jesús y Asesora Espiritual para Pequeñas Almas de ARGENTINA LA PEQUEÑA ALMA Y LA LITURGIA Hermana Patricia Rojas Ibáñez, de La Congregación Hermanas Ministras de los Enfermos de San Camilo LA COMUNIÓN FRATERNA. Padre Ricardo Gómez Herrera (M.T.S.) Consejero Espiritual de Las Pequeñas Almas para CHILE. MARÍA MODELO DE PEQUEÑA ALMA Padre Juan Cortés Malbrán (M.T.S.) Asesor de Las Pequeñas Almas para América LA VIVENCIA DE LA LITURGIA DE LA PEQUEÑA ALMA Vivian Urrea Aranguiz, Presidenta Nacional de Las Pequeñas Almas de CHILE Alma María Ayala Arguello Presidenta Nacional PARAGUAY.

de Las Pequeñas Almas Del

LA PEQUEÑA ALMA EUCARISTICA Pequeña Alma Señora María Teresa Echeverry, Representante Diócesis de TALCA. COMPROMISO DE LA PEQUEÑA ALMA Pequeña Alma Señora Luisa Marlene Vargas Roco Representante Diócesis de SAN FELIPE Después de todas las actividades realizadas durante los ENCUENTROS, cabe destacar que siempre estuvo presente la Oración, Adoración al Santísimo y LA Santa Misa El día 27 de Noviembre se exhibió Los Cristeros, película de la Historia de la persecución de los católicos en MÉXICO a principio del siglo 20. Finaliza este Encuentro con la entrega de Certificados de Asistencia y los agradecimientos expresados por todos los presentes. DIRECTIVA NACIONAL DE CHILE DE LAS PEQUEÑAS ALMAS

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Asunción, 28 de diciembre de 2012.Paz, Alegría, Amor.Queridos hermanos del Secretariado Latinoamericano Y Centro Nacional de Chile, DE LA LEGION DE PEQUEÑAS ALMAS DEL CORAZON MISERICORDIOSO DE JESUS.Asesores Espirituales: Padre Juan Cortés y Padre Ricardo Gómez: Antes que nada, quiero dar gracias a Dios Padre Todopoderoso por haberme permitido asistir al Encuentro anual y talleres de formación en Santiago de Chile, los días 25, 26 y 27 de noviembre del corriente año.- Y también Muchas, muchas gracias a Mamita María por llevarme como siempre en sus maternales brazos hasta ese maravilloso lugar donde hemos sido hospedadas y tratadas con tanto cariño.- Y a la P.A. Mónica Venegas, Secretaria Latinoamericana, a la P.A. Vivi Urrea, Presidenta Nacional de Chile, Al P.A. Pedrito, Secretario del Centro Nacional de Chile, desde el fondo de mi corazón solo me resta decirles muchas, muchas gracias por tanto cariño y muy buenas atenciones que nos han brindado desde nuestro arribo a Santiago hasta el regreso a nuestro país.Personalmente, quiero dar mi testimonio sobre todo lo vivido durante esos tres días en que hemos compartido nuestras alegrías y nuestras tristezas; nuestras experiencias como Pequeñas Almas y en fin, todo cuanto EL ESPIRITU DE DIOS ha querido transmitirnos.El encuentro anual como siempre excelente, y cargado de emociones, de encuentros y abrazos fraternos entre hermanos que aún sin conocernos, sentíamos en el corazón que nos conocemos de siempre, tal vez por que estamos muy unidos por ese lazo invisible que se llama LEGION DE PEQUEÑAS ALMAS DEL CORAZON MISERICORDIOSO DE JESUS, engendradas en el corazón de nuestra pequeña Mamá Margarita, gracias a su FIAT al Amor Misericordioso.El lema del encuentro: ―Pequeña Alma GRAN VALOR EN EL BUEN COMBATE”, nos habla de la fortaleza que debemos tener para sortear nuestras dificultades en estos tiempos tan difíciles que nos toca vivir. LA ESCUELA DEL AMOR, (EL MENSAJE) es la fuente donde debemos alimentarnos todos los días. Hemos escuchado a nuestros disertantes sobre la FE, en la biblia y a la vista del Mensaje,.. y nos decían: La fe es tener la plena seguridad de recibir lo que no se ve, Creer contra toda esperanza… En el Mensaje Jesús nos dice: La fe es la base de toda obra buena 17-VI-66.Las Pequeñas Almas estamos llamadas a dar testimonio de lo que Dios ha hecho en nuestra vida, y nuestra fe nos tiene que llevar a hacer obras, es importante dar un buen testimonio de vida otros hermanos para que estos puedan abrirse a la fe.En los talleres de formación: La hermana Elena nos instruía sobre la humildad y la pequeñez, En el evangelio Jesús nos dice: Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón.-

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¿Que es la pequeñez?, es ser humilde, es sentirse nada.- Es tener el corazón de niño, el espíritu debe estar abierto a la voluntad de Dios, ponernos en sus manos y dejar las cosas pasadas. Para dar testimonio en el mundo hay que aceptar el sufrimiento.- Padre Hugo nos decía: ―No debemos ser el Cura Gatica, que predica pero no practica.‖ Debemos tener el pensamiento siempre puesto en Dios.Nuestro ejemplo de HUMILDAD Y PEQUEÑEZ, nuestra Madre María. Ella en el Magníficat dice: Mi alma proclama la grandeza del Señor… por que ha mirado la humildad de su esclava.También hemos reflexionado sobre LA EUCARISTIA: y la P.A. Teresita, nos ayudó a vivir la eucaristía paso a paso, ya no ser un simple espectador de cuanto sucede en la misa, sino ser parte, ser protagonista, acompañar a Jesús en su entrega total a la humanidad, En el Mensaje Jesús pide a las P.A. a ser defensores de su Eucaristía,.La hermana PATRICIA Rojas nos habló sobre la Pequeña Alma y la Liturgia.- L a finalidad es profundizar nuestra vida espiritual, encontrar la presencia de Cristo en la Liturgia.- EL Padre Ricardo nos habló sobre la Comunión fraterna. En el Mensaje Jesús nos dice: ―Si hieres a tu hermano, hieres a tu Dios‖.―El rencor y la maledicencia hacen retroceder al amor".Una frase muy conocida del Padre Hugo: ―Cual es la medida del amor?.. es amar sin medida‖.- En los Islotes de Santidad debe haber mucho amor, dejar de lado las críticas, la falta de caridad en los pensamientos y los actos.El Padre Juan nos habló de María como modelo de pequeñez.- bellas reflexiones sobre Nuestra Madre y la importancia de tenerla siempre como nuestro modelo y ejemplo de pequeñez.- Y luego los testimonios de tantas P.A. de distintos lugares nos han enriquecido enormemente.- Ahora solo nos queda poner en práctica cuanto hemos aprendido y vivido en esos días de encuentro.- Y para ello invocamos a Nuestro Señor, ya que El es quien mueve nuestra vida, abandonarnos totalmente a su voluntad y como María nos dice: HAGAN LO QUE EL LES DIGA; estemos disponibles a lo que Jesús quiere de nosotros.- Mamá Margarita es también un ejemplo de entrega total y definitiva a la voluntad de Dios.- Y Gracias a su FIAT, nació esta obra, esta montaña de pequeños corazones que se alzan mirando al cielo, buscando alcanzar la santidad.Somos los pequeños Legionarios del Amor Misericordioso.- Jesús nos envía al mundo con las armas del AMOR.- Y COMO UNICA GUIA a SU MADRE La Santísima Virgen María.Quedamos muy unidas en la oración a los Sagrados CORAZONES DE JESUS Y MARIA.Reciban un fraterno abrazo de hermanos en Cristo Jesús, feliz y bendecido año 2013, para todos.P.A. ALMA MARIA AYALA ARGUELLO PRESIDENTA NACIONAL LEGION DE PEQUEÑAS ALMAS-PARAGUAY.-

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Actividades del Centro Nacional en Santiago de Chile “Parroquia La Anunciación” Retiros Mensuales Se reitera la invitación a todas las Pequeñas Almas y simpatizantes a los retiros mensuales a efectuarse los segundos miércoles de cada mes de 9:30 a 16:00 Hrs de Chile. Islotes de Santidad día Miércoles a las 10:00 hrs. Exposición del Santísimo Sacramento. Los días miércoles a las 11:00 Hrs. Misa diaria a las 12:00 hrs. Horario de Oficina de Lunes a Viernes de 15 a 18 hrs. y los segundos Miércoles del mes desde las 9:30 a las 16:00 hrs. y los otros Miércoles desde 11:00 hrs. Lunes – Martes – Miércoles – Jueves – Viernes. Islotes de Santidad en diferentes zonas del área Metropolitana. Misas de la Legión, difuntos, intenciones y coronas de caridad. Suscripción a la Revista Trimestral Ofrecemos la suscripción a la Revista Trimestral por 12 meses. Su valor $2.500 pesos chilenos ó us$4.88 dólares americano, más flete según lugar a pagar. Sede Nacional al

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Teléfono 22042381 Email:legionpachile@gmail.com


CENTRO DE INFORMACION MENSAJE DEL AMOR MISERICORDIOSO A LAS PEQUEÑAS ALMAS - MENSAJE TOMO I (1965 - 1975) - MENSAJE TOMO II (1977 - 1979) - MENSAJE TOMO III (1980 - 1987) - MENSAJE TOMO IV (1988 - 1995)

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SERIE MARGARITAS 2.- “La Teología del Mensaje” (Ph.Vecoustre) 5.- “Los Pensamientos del Corazón de Jesús” Parte I (P.R. Jaouen) 6.- “Los Pensamientos del Corazón de Jesús” Parte II (P.R. Jaouen) 7.- “El Rosario de las Pequeñas Almas” 8.- “El librito de la Pequeña Alma” 9.- “Cartas – Circulares y Alocuciones de Margarita” 12.- “Cartas de Margarita a los responsables y Las Pequeñas Almas del mundo” 13.- “Al servicio del Evangelio el mensaje del Amor Misericordioso” 14.- “La Legión de las Pequeñas Almas y los Niños”

REVISTA TRIMESTRAL Revista Trimestral (Ultima Edición)

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Nueva dirección Sede Nacional – Secretariado Americano Pedro de Valdivia 1850 Parroquia ―La Anunciación‖ Teléfono: 22042381 Email: legionpa_chile@hotmail.com

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