Laberinto N°. 537

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Laberinto David Toscana Fantasía página2 Armando González Torres Piedra de sol y el 68 página 3 José Antonio Rodríguez México y su fotografía página 8 Magali Tercero El Caballito: ¿Vandalismo por omisión? página 12

N.o 537 sábado 28 de septiembre de 2013

In memóriam Álvaro Mutis Víctor Flores García / Marisol Schulz / Santiago Gamboa Páginas 3, 4 y 5 OCTAVIO HOYOS

MILENIO

Francisco Hernández

La escritura espejo Darío Jaramillo Agudelo Francisco Goñi Página 6


02 sábado 28 de septiembre de 2013

MILENIO

antesala Maqroll EKO

EX LIBRIS

Fantasía TOSCANADAS ESPECIAL

David Toscana dtoscana@gmail.com

N

ada me echa a perder tanto el desayuno como que alguien me quiera contar un sueño. Por interesante, significativo o vívido que le parezca a la otra persona, prefiero que me dejen untar la mantequilla en paz. Digamos que en una reunión familiar un primo o cuñado dice: “Les voy a contar algo que no me ocurrió, pero hagan de cuenta que les digo la verdad”, y se lanza a relatar que quisieron asaltarlo, pero él golpeó a los criminales y los hizo poner pies en polvorosa, y para colmo pretende alargar su narración hasta varias horas con detalles sobre la luz del sol en ese atardecer. Creo que muy pronto perdería la atención de sus parientes. Pensemos que en el noticiero nocturno el conductor confiesa en un arranque de sinceridad: “Damas y caballeros, hoy redactamos noticias al capricho de nuestros patrones, así que no esperen la acostumbrada desinformación sino francas mentiras”. El rating iría a la baja. Creo. ¿Por qué, entonces, hay gente que quiere enterarse de las aventuras de un caballero andante que no existió o de un estudiante de San Petersburgo que asesina a una prestamista si ni el estudiante ni la prestamista existieron? Ni los Buendía ni Macondo existieron, ¿entonces por qué han de interesarnos cien años de peripecias de la susodicha familia? La respuesta es digna de varias páginas o varios libros, pero no nos hace falta a los que amamos la literatura. Y sin embargo, una mayoría de personas diría: “Es que a mí no me interesan ni los tales Buendía ni el señor don

Quijote. No me gustan las ficciones. Prefiero la realidad”. No saben que la ficción puede ser el mejor de los mundos. Suele ser más emocionante, reveladora y, a veces, más real que la realidad. Imaginemos que hay una lata vacía de cerveza en cierta calle sin tráfico. Yo me coloco en la banqueta entre dos árboles y le pido a otra persona que patee la lata. Solo alguien con el alma muerta pensará: “He aquí que estoy en la calle pateando una lata de cerveza hacia Toscana”. Lo normal es que imagine una portería entre los árboles, que Toscana se convierta en un guardameta, la lata en un balón y la calle en Maracaná durante la final de la copa mundial en el último minuto cuando el partido está empatado. A quienes abogan por la realidad suelo ponerlos a prueba con la siguiente fábula: Supongamos que se aparece el diablo y te ofrece una noche con una mujer espectacular, bellísima y amante perfecta. Pero, advierte el diablo con su costumbre de meterle un truco a todo lo que propone, al día siguiente no vas a recordar nada. O bien, dice el diablo, te ofrezco que nada ocurra, pero te meteré a esa mujer y esa erotiquísima noche en forma de recuerdo y siempre creerás que en verdad ocurrió. En este caso, aún quienes desairan las ficciones, suelen elegir la ficción. Vaya uno a saber qué hay en eso que llamamos fantasía, pero a los niños les gusta tenerla en la cabeza. Y los niños son felices. Y algo de esa felicidad me toca cuando voy a la inexistente Comala de la mano del inexistente Pedro Páramo y atestiguo cosas que nunca ocurrieron. L

DE CULTO

Ernesto Jiménez Olín urzoolin@prodigy.net.mx ESPECIAL

Enrique Molina

La poesía como cuchillo

P

ara no pocos de sus seguidores, más que un método de creación artística, el surrealismo era una filosofía vital. Así lo asumió el poeta, narrador, traductor y pintor argentino Enrique Molina (Buenos Aires, 1910–1996; aunque en internet, ay, también anotan 1997); para él se trataba de “una concepción total del hombre y del universo: un humanismo poético, en cuyo centro está el hombre, no la divinidad, proyectado hacia lo absoluto, con todos los poderes implícitos en su condición”. Juan Malpartida, uno de sus estudiosos, precisa que su fidelidad a la escuela se dio menos por el empleo de la escritura automática y más por seguir la tríada “poesía, amor y rebelión”. Destaca que Miguel Espejo, otro de sus atentos lectores, en el ensayo que abre la Antología poética (Visor, 1991), solo mencione de pasada a Breton pero sin hacer una referencia explícita al surrealismo. (Por cierto, Molina tradujo El amor loco, del líder surrealista, y, al lado de Oliverio Girondo, realizó una versión de Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud.) Junto con su paisano Aldo Pellegrini, Molina fundó la revista A partir de cero, y en una poco documentada estadía peruana, cuenta Malpartida, dirigió algunos números de ella al lado de César Moro y Emilio Adolfo Westphalen. A diferencia de la alta concentración de la escritura de sus pares peruanos, la del autor de Amantes antípodas (1961), uno de sus libros mayores, es más expansiva a la manera de Vicente Aleixandre, aunque puede decirse que el torrente verbal del argentino llega a ser más apabullante.

Molina estudió Derecho, pero decepcionando las expectativas paternas, optó por el oficio de marinero. Este hecho define tanto su personalidad como parte de su poesía. Su aura marina hace que Margo Glantz lo empariente con Saint–John Perse y Álvaro de Campos, si bien estilísticamente se trata de escrituras diferentes. En su análisis, Espejo igualmente hace referencia a Saint–John Perse, pero en su caso, hablando del exilio y tomando al poeta como su emblema. La errancia sería también otro de los temas de Molina, no importando si el motivo es una ola o un ala. Amantes antípodas ofrece otra vertiente de su poesía: la unidad de la vida y la muerte, a partir de un epígrafe de Henry Miller. No se fuerza la interpretación si en lugar de “vida” se pone la palabra “sexo”. Solo hay que recordar que una de las escenas de Un perro andaluz de Luis Buñuel, otro surrealista destacado, muestra la unidad que existe entre sexo y muerte. Como señala Espejo, Molina no desconocía esta circunstancia. Acaso sea Monzón Napalm, aparecido en el emblemático y turbulento año de 1968, el libro que ejemplifique mejor la apreciación de Octavio Paz de que “La poesía de Molina, como un cuchillo, no describe, se hunde en la realidad”. Sin ser explícitamente un libro político o contestatario, es claro el trasfondo de la guerra de Vietnam. Y hablando de Paz, ¿no es perceptible su huella en los siguientes versos del poeta argentino?: “Cuando un hombre y una mujer que se han amado/ se separan/ se yergue como una cobra de oro el canto ardiente del orgullo…” Esto, sin embargo, no es una influencia directa sino solo vasos comunicantes. L

BITÁCORA PSICOTRÓPICA

Xavier Velasco

Unidos en pandilla, los disparates se hacen ideología.

MILENIO LABERINTO Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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LABERINTO

antesala

Canción del este Cada paso es un recorrer distancias que pueden evocar imágenes, sensaciones, ambientes o cosas perdidas, la vida misma se nos pierde con todo y sus recuerdos, sus remansos, la vida se va siempre. Con estas líneas recordamos al afectuoso amigo y maestro colombiano POESÍA

Piedra de sol y el 68 ESCOLIOS Armando González Torres agonzale79@yahoo.com.mx

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Álvaro Mutis

A

la vuelta de la esquina un ángel invisible espera; una vaga niebla, un espectro desvaído te dirá algunas palabras del pasado. Como agua de acequia, el tiempo cava en ti su manso trabajo de días y semanas, de años sin nombre ni recuerdo. A la vuelta de la esquina te seguirá esperando vanamente ese que no fuiste, ese que murió de tanto ser tú mismo lo que eres. Ni la más leve sospecha, ni la más leve sombra te indica lo que pudiera haber sido ese encuentro. Y, sin embargo, allí estaba la clave de tu breve dicha sobre la tierra.

E

n este breve poema se encierran para mí muchas de las claves de la poesía de Álvaro Mutis; su escepticismo, su mirada vuelta a otros tiempos y voces, su tono lacónico y como en sordina, su amor por el detalle, por el trabajo de los años; su versificación perfecta, su forma de mostrarnos los abismos que se esconden en el acto más cotidiano y en apariencia inocuo. Lo que no fuimos nos acecha, está vivo en este poema, en cuyas líneas cada quien descubre las posibilidades de la vida que no tuvo, en esquinas abiertas una vez y ya perdidas, nunca sabremos dónde o cuándo. Hay muchos otros poemas de Mutis que amo, pero éste, en particular, me provocó desde la primera vez que lo leí un especial desasosiego, el estremecimiento de una revelación como un rayo inevitable. No a todos hablaba el poeta: me hablaba a mí, directamente. Sin retórica, con un ritmo sin fracturas, los poemas de Mutis son ya parte del aprendizaje estético, emotivo y plástico —por sus vivas imágenes— de más de una generación. Buen viaje, poeta. Blanca Luz Pulido

l pie de imprenta de “Piedra de sol”, el poema más célebre y celebrado de Octavio Paz, data del 28 de septiembre de 1957. Como ha documentado Víctor Manuel Mendiola en su libro El surrealismo de Piedra de sol, la plaquette recibió un amplio beneplácito crítico y se convirtió rápidamente en una referencia generacional. ¿Qué ocurrió para que un poema largo y complejo, escrito por un autor controvertido, alcanzara tal popularidad? “Piedra de sol” es muchas cosas: un ejercicio de sincretismo y diálogo intercultural; un prodigio de virtuosismo técnico y, sobre todo, un arrebatado elogio de la rebeldía, el amor y el placer. Es este rasgo el que embona con el clima de ideas por venir y el que establece la mayor empatía con los lectores futuros. Puede decirse que hay una profunda conexión emocional entre el poema y las consignas que, años más tarde, se popularizarán y pretenderán pasar de la utopía a los hechos en los movimientos estudiantiles del 68. Cierto, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la preocupación en torno al cultivo de la personalidad autoritaria, la represión de los sentidos y el nacimiento del hombre unidimensional ocupa a muchos pensadores; sin embargo, la articulación poética de estas inquietudes en Paz resulta especialmente seductora. Con la alusión al calendario azteca (que está lejos de ser un recurso nacionalista), Paz erige el tiempo arquetípico y circular del mito frente a la temporalidad lineal y cronológica de la historia. Lo que hace el poema es ilustrar esas dos formas de temporalidad y encontrar un vínculo entre ellas: el amor. La poesía y el amor son perturbadores, pues extraen el lenguaje y el sexo de su función pragmática y

los vuelven, a la vez, gratuitos y trascendentes; pero, sobre todo, porque trastornan el sentido del tiempo. En el encuentro amoroso pueden reconciliarse historia y mito, fugacidad y eternidad, fragilidad y perdurabilidad. Regresar al tiempo original cuestiona las nociones de futuro, progreso, productividad, normalidad y todas las categorías cerradas que, a decir de los críticos de la modernidad, caracterizan esta época desencantada. El hombre atado al reloj, al dinero y al qué dirán ha dejado de ser humano. Salir del tiempo reivindicando la ritualidad de la poesía y el éxtasis del placer es, entonces, un acto de libertad poética. Así, las distintas gradaciones del amor aparecen en el poema de Paz, con énfasis en la fuerza telúrica que es el amor loco. Este amor implica una rebelión integral: contra el fanatismo político, el conservadurismo social y el imperio de la rutina. No es extraño que Paz, aunque crítico de sus extremismos, haya mostrado simpatía y solidaridad hacia los movimientos juveniles. Pero lo más importante es que este poema escrito por un hombre de cuarenta y tantos años, desengañado de la ideología y con algunos tropiezos sentimentales a cuestas, no parece decir adiós a la juventud, sino recuperarla en su elocuente elogio amoroso. L

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MILENIO

literatura

In memóriam

Álvaro Mutis La poesía y los poetas, la travesía marítima, la amistad fincada en las afinidades electivas, el amor, el deseo, el erotismo, la tierra de origen y la ciudad adoptada en el exilio son algunos temas que convergen en esta charla con Eduardo García Aguilar, biógrafo y amigo del creador de Maqroll el Gaviero. Lo acompañamos de dos recuerdos personales ENTREVISTA Víctor Flores García

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urante más de tres décadas, dos escritores colombianos compartieron en una casa de la Ciudad de México, en San Jerónimo, largas veladas de nostalgia por los cafetales colombianos de Manizales, la pasión por la literatura francesa y la memoria de las capitales europeas. Rebelados ante la literatura del boom latinoamericano de sus amigos, sobrevivieron a sus naufragios. Mutis, el anfitrión de “whiskies inolvidables”, murió poco después de cumplir 90 años el domingo pasado. García Aguilar acaba de cumplir 60 y escribió de aquellas tardes la biografía intelectual de Mutis: Celebraciones y otros fantasmas. A finales de agosto pasado viajaste desde París a Bogotá para celebrar junto con otros escritores los 90 años de la vida de Álvaro Mutis en la Biblioteca Nacional. ¿De qué hablaron sobre Mutis, en ausencia de Mutis? De su obra, que es un tratado profundo de preparación a la enfermedad, la podredumbre y la muerte. No es una obra de entretenimiento sino de revelación y guía para enfrentar el desastre. Dimos testimonio del hombre para quien la amistad fue una forma de guardar para siempre el niño que llevamos dentro; un amigo mayor cuyo afecto y complicidad literaria nos hizo a todos mejores. ¿Cuál fue aquel día tu elogio como biógrafo? Dije que Mutis escribió por necesidad. Él dijo lo que tenía que decir y se silenció en la última década. Hubiera podido seguir con la saga de su personaje, Maqroll el Gaviero, crear una exitosa serie, pero no era el caso. Ese gran tratado de preparación para la muerte fue su obra compacta con vasos comunicantes entre la poesía y la prosa. Su hijo Santiago, que es un poeta y un sabio, destacó que Mutis había tenido una bella amistad con la parca. A lo largo de su vida habló con ella y la hizo su amiga. La muerte, la naturaleza y el deseo son los centros primordiales de su poesía y su narrativa. ¿Qué lugar ocupa Bogotá para Mutis? En los días del homenaje caminamos por las calles que él transitó de joven; y donde se formó como poeta al lado de maestros como Eduardo Carranza y el guatemalteco Luis Cardoza y Aragón; en las tertulias de los cafés bohemios de entonces, donde se formó y fue muy feliz, antes de la tragedia del 9 de abril de 1948. Su primera colección de poemas, La balanza, quedó incinerada por los disturbios y los incendios de la ciudad después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, que partió la historia del país en dos. Caminando por esas calles hoy decrépitas uno podía imaginar al joven Mutis conversando con los poetas de su generación y sus maestros, como los colombianos Eduardo Carranza, Jorge Zalamea y León de Greiff. Por ahí cerca estudiaba el bachillerato, que abandonó por el billar y la poesía. En esas calles se inició como

IMÁGENES PERDURABLES Marisol Schulz MI MEMORIA ME TRAE INVARIABLEMENTE un rostro bien formado, con unas cejas gruesas y pobladas y un bigote entrecano. Un rostro que se encendía cuando aquel hombre que podría parecer serio se reía, sin ningún pudor, a tambor batiente. Una risa fuerte, contagiosa, con la que celebraba cualquier ocurrencia de su interlocutor. Era uno más de sus gestos de caballerosidad y amabilidad. Mutis era ante todo un caballero que parecía disfrutar cada momento de la vida. La suya era una voz tan inconfundible que remitía a sus épocas de actor de doblaje de series tan famosas como Los intocables. No puedo recordar cuántas veces lo vi ni cuántas veces hablé con él por teléfono en conversaciones que iban desde temas serios (como la edición de tres títulos que tuve bajo mi cuidado) como temas aparentemente superficiales. Uno de ellos, por ejemplo, fue que compartíamos el gusto por el mismo vino. Él, mucho más conocedor que yo, celebró que una Navidad le hubiera obsequiado un libro y una botella de Viña Alcorta, en una reserva que ya olvidé. Cuando habló para agradecerme el obsequio, hizo gala de ese conocimiento y me dejó con muy buen sabor de boca. Otro recuerdo muy grato fue una comida en casa de Javier Wimer y su esposa Nenuka, quienes me invitaron para celebrar el cumpleaños de mi querida Luisa Valenzuela. Entre otros comensales, en la reunión estaban Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Álvaro Mutis. La charla tan informal como deliciosa, hubiera sido digna de un documental. No creo que haya registro de aquella ocasión, así es que si mi memoria no me deja mentir, diré que departieron al calor de las copas, en una conversación tan atropellada como divertida, cargada de anécdotas que ilustraban una amistad que rayaba en la hermandad. Los demás éramos testigos mudos de esa situación. Con esas imágenes decido quedarme. Con esa risa y esas estampas lo recodaré por siempre. locutor y relacionista público de empresas aéreas y petroleras. Por ahí caminó con García Márquez y transcurrieron los primeros años de amistad con quien sería su casi hermano, el Premio Nobel. ¿Cómo impactó en la obra de Mutis el contraste de viajes transatlánticos a Bélgica y la tierra caliente colombiana? Mutis pasó la infancia en Bruselas y cada año viajaba en transatlánticos a la tierra caliente. Salía de Hamburgo o Le Havre en esos enormes barcos de entreguerras con su padre Santiago, que era diplomático, y su madre Carolina Jaramillo. Cruzaban el Atlántico hasta el Canal de Panamá. De ahí seguían hasta el puerto de Buenaventura, en el Pacifico colombiano. Luego subían por tierra hasta Cali y después a Bogotá. Eran largos los viajes del niño Álvaro, donde se aficionó a los barcos, al mar y al viaje como elementos básicos de su existencia. Ese viejo mundo europeo con sus catedrales góticas, castillos reales, viejas ruinas romanas y medievales, avenidas y urbes magníficas que siempre constituyeron sus fantasmas infantiles de húsares y monarcas; y al otro estaba lado la tierra caliente, con la enfermedad, el sopor, los mosquitos y la muerte. Esos viajes anuales de ida y regreso conformaron su primer imaginario.

La muerte del padre puso fin a esa etapa… Así es. Todo ese mundo europeo se derrumbó de repente. Su padre murió joven, a los 33 años, y Mutis quedó huérfano a los 9 años de edad. Fue arrancado de repente de esa vieja Europa de reyes e imperios idos, y traído por su madre Carolina, originaria de la ciudad andina de Manizales, mi ciudad, de regreso al país. Mutis es dejado en esa gran finca cafetera de su abuelo, entre los ríos Coello y Cocora y allí, entre guaduales, cafetos y platanales vive sus primeros deseos con las recogedoras de café, y aprende a amar la tierra caliente, los ríos desbordados que traen en la creciente árboles arrancados, vacas muertas, hombres despedazados y asesinados. ¿Por qué la memoria de cafetales, donde tú también creciste, aparece en su obra de manera distinta al realismo mágico? En esa finca cafetera, Mutis vivió años básicos y siempre dijo que deseaba que sus cenizas fueran vertidas en el río Coello y en esos montes, el verdadero paraíso terrenal perdido de la infancia. Toda su poesía está marcada por lo que vivió en esa finca. Uno de sus primeros poemas, “La creciente”, se origina allí. En los primeros poemas telúricos establece su terreno: la lucha imposible del hombre con la naturaleza de la tierra caliente. En muchos de los poemas habla de los cafetales, del río, de los aguaceros. Y mucho después en su obra narrativa, en libros como La mansión de Araucaíma, La nieve del Almirante, Un bel morir y Amirbar vuelve siempre a esos lugares, los recorre, los aborda desde todas las aristas posibles. Primero la certeza de que no somos nada frente a esa naturaleza: como los animales muertos que lleva la creciente, seremos devorados por ella. El destino inapelable es la muerte. ¿Qué tanto de Mutis hay en el personaje de Maqroll el Gaviero? Maqroll el Gaviero es el viajero, el judío errante que viaja y emprende las más inverosímiles aventuras sin la más mínima esperanza de éxito. Inicia empresas y actividades muchas veces ligadas a la


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LABERINTO

literatura ESPECIAL

AMBOS MUNDOS

UN BEL MORIR Santiago Gamboa Facebook: Santiago Gamboa–club de lectores

U

En 2001, fue condecorado con el Premio Cervantes

ilegalidad, porque no hay de otra. Comercia con los hombres aunque no cree en la humanidad y es escéptico sobre sus designios, pero no juzga al hombre y sus crímenes y traiciones. Maqroll deambula en esa naturaleza feraz, recorre ríos en planchones, llega a puertos infelices y sórdidos, sube por las montañas y se protege de la lluvia bajo los platanales, se encuentra en esos parajes con el ejército o los guerrilleros o los traficantes y al final siempre se salva para contar esas aventuras que son muy colombianas. Colombia es un país que ha vivido en la guerra desde siempre y sus montañas y paisajes están infestados por el mal de la violencia y las armas. Maqroll siempre se encuentra con esas fuerzas en el camino, no puede evitarlas, y en Un bel morir, nos las cuenta a través de personajes tenebrosos o militares secos con los que se cruza en el camino. ¿Y el deseo de dónde proviene y dónde queda? Además de la muerte y la violencia, el deseo es la arteria y el sistema sanguíneo de su obra toda. Las mujeres, sus cuerpos, belleza, sabiduría, complicidad y talento están siempre presentes en figuras como Amparo María, Flor Estévez, Ilona y Doña Empera. Todos esos personajes femeninos son fundamentales y el deseo que corroe a Maqroll, esa sensación “de mariposas desbocadas en el esófago” que es el amor según él, está descrita con maestría. Las escenas de amor, la descripción de los cuerpos, la sensación posterior al coito, las caricias, el sudor, la piel, recorren todos los caminos de su poesía y su prosa. Y ese deseo, el sexo desnudo, están ligados a la enfermedad y la muerte, la presagian, la advierten. Ustedes dos compartieron dos pasiones: Manizales y la literatura francesa. ¿Cómo las vivieron? Conocí a Mutis poco después de llegar a México en 1981 y desde entonces tuve la alegría de compartir con él muchas cosas. Su madre, Carolina Jaramillo, era de mi ciudad natal, Manizales. Mutis pasaba ahí, junto a los volcanes y las cordilleras de la tierra templada, temporadas en su adolescencia que lo

marcaron y visitaba la biblioteca municipal que yo visité también cuando hacía mi bachillerato. Desde entonces, en Manizales, cuando se quedaba en casa de sus tías las Jaramillo, Mutis tuvo contacto con los clásicos y autores como Charles Dickens y Dostoievsky lo marcaron para siempre. El otro punto que compartíamos era París, donde he vivido mucho tiempo; y la literatura francesa. Con él revisitábamos a Balzac, Stendhal, Céline y Malraux y yo descubrí a otros como Chateaubriand y sus Memorias de ultratumba, las Memorias de Casanova, así como a Valéry Larbaud y Joë Bousquet, quien decía que la “poesía expresa lo que nosotros somos sin saberlo”, una de las consignas poéticas mutisianas. ¿De allí surgio la biografia que escribiste de él? Gracias a Manizales y Francia, los encuentros tenían casi un carácter familiar y fueron tantos, que decidimos grabar parte de las conversaciones en sesiones de 40 minutos, después de lo cual me ofrecía sus deliciosos y prolongados whiskies. Yo salía muy feliz y ebrio de la casa de San Jerónimo. Me regalaba libros franceses en ediciones que ya no quería conservar. Yo bajaba por la avenida que salía de la esquina de su casa, en busca de un lugar donde seguir hojeando esos libros y degustar las charlas en las que aprendí tantas cosas. Cada tarde fue un curso acelerado en temas como Bizancio, ese imperio que se derrumbó en 1453, fecha para él definitiva. De esas conversaciones que transcurrieron durante cinco años en su estudio biblioteca, salió mi libro Celebraciones y otros fantasmas. Una biografía intelectual de Alvaro Mutis, donde abordamos por temas los aspectos fundamentales de su pensamiento y su estética. La poesía, la novela, la historia, la democracia, la monarquía, el amor, el deseo, la muerte, Bizancio, la guerra, Francia, la poesía latinoamericana, el surrealismo, Rimbaud, Baudelaire, Conrad, Proust, todos esos temas los revisamos en conversaciones pausadas al calor de esos whiskies inolvidables. En aquellas noches y en su vida, Carmen Miracle, su esposa catalana, fue siempre un pilar omnipresente. L

n bel morir honra toda una vida”, escribió Petrarca, y es el epígrafe de la novela homónima de Álvaro Mutis, Un bel morir. Morir bien, ¿qué significa? Llegar a ese momento con ingenua dignidad, ligero de equipaje, agotada tal vez la fuerza pero no los sueños. ¿Cómo saberlo? Son suposiciones, pues los únicos que lo saben por definición no están. Tal vez por eso la muerte es uno de los temas centrales de la poesía de Mutis (pero también de la poesía en general, del arte, de la vida). Él mismo lo dijo en una entrevista concedida al escritor Héctor Abad, publicada hace más de diez años: “Cuando leí los Cuadernos de Malte Laurids Brigge a los 17 años, encontré por fin lo que a mí me obsesionaba de la muerte, y es, aunque puede parecer un lugar común (pero hay que tener cierta fe en los lugares comunes porque por algo existen), que nosotros llevamos la muerte, nuestra propia muerte, la llevamos con nosotros desde el instante en que nacemos. Ahora, Rilke sostiene que debemos ir diseñando, preparando, construyendo la muerte que nosotros merecemos, o más que merecemos, la muerte que nos pertenece, la que va con nosotros, la que termina de verdad nuestro destino. Y eso se construye día por día, dice Rilke. Esa idea de que llevamos nuestra propia muerte y de que debemos cultivarla y diseñarla para que esté en armonía con ciertas convicciones que tenemos, me parece muy bella y me ha acompañado el resto de mi vida”. Mutis fue un hombre de convicciones, sobre todo literarias pero también vitales, y es esto lo que le da ese especial carisma a sus personajes, que son todos como él. Es el caso de Maqroll el Gaviero —el que, desde la gavia del barco, anuncia las tormentas, la cercanía del puerto, el porvenir—, que es capaz de atravesar el océano para cumplir una promesa o socorrer a un amigo. Su divisa es la lealtad, el sentido romántico de la libertad, oponerse a toda ley y rechazar cualquier autoridad. Esa libertad que él veía representada en la vastedad del mar, por donde deambulan sus personajes, marineros pesimistas, con un profundo sentido de la discontinuidad de la existencia y un saludable desprecio por las leyes humanas. El mar, espacio de navíos y bajeles y Tramp Steamers. Espacio de la poesía y de la prosa que él confundió a su antojo. Lo recuerdo saludando la tumba de Chateaubriand, con una gorra azul de marinero, en la localidad portuaria de Saint Maló, capital de la piratería francesa. Frente al mar, delante del islote en el que está enterrado el autor de Memorias de ultratumba (que consideraba el modernizador de la lengua francesa), Mutis unió sus manos, bajó la cabeza y se recogió un momento, y yo pude verlo con su chaqueta y su gorra, con las nubes al fondo, un violento atardecer a punto de reventar en el cielo, y así lo imagino ahora, alejándose hacia ese espacio entre violeta y plateado más cerca de la poesía, ese otro cielo creado por él para ser habitado en la muerte. L CORTESÍA EDUARDO GARCÍA AGUILAR

Álvaro Mutis, Cecile Lemesle y Carmen Miracle


LABERINTO

La escritura espejo Premio de Poesía Aguascalientes 1982, Xavier Villaurrutia 1994, Nacional de Ciencias y Artes 2012, Francisco Hernández recibirá en noviembre el Jaime Sabines–Gatien Lapointe 2013 en la ciudad de Québec. En estas páginas ofrecemos dos lecturas de la obra y un inédito de quien es una de las voces más significativas de la actual poesía mexicana UNA FORMA ESCONDIDA TRAS LA PUERTA Darío Jaramillo Agudelo

A

unque el tema ya se insinúa en Portarretratos (1976), uno de los primeros libros de Francisco Hernández, el desdoblamiento del poeta en otras voces, voces siempre de solitario, aparece plenamente más tarde, en un libro excepcional, Moneda de tres caras (1994). Vicente Quirarte, al tocar el tema en el prólogo de su Poesía reunida, se refiere a que Hernández emprendió “una búsqueda de sí mismo a través de aventuras paralelas” y señala que el poeta se ha educado “en las vidas de los más altos torturados”, en este caso, Schumann, Hölderlin y Trakl. En el mismo texto, Quirarte advierte que “la poesía de Francisco Hernández se encuentra más comprometida con la vida que con la literatura” y esta consideración vale para todas las veces que Hernández se puso una máscara para desnudarse, las mismas en que con sus palabras convirtió en suyas las vidas de otros, las veces en que otros tomaron como propias

las palabras de Hernández, las mismas en que Francisco Hernández se refirió a su vida como mirada en un espejo o en otro, o a lo que las vidas ajenas le dejaron en palabras. “Escribo para verme/ en lo que escribo/ para nombrarme/ en lo que nombro/ para oírme pronunciado/ por mis palabras/ para sentirme caminar/ sin cuerpo/ por el cuerpo presente/ de la memoria”, dice en Cuerpo presente, un poema de los años ochenta. Diez años y cinco poemarios después de ese hito que es Moneda de tres caras, apareció Imán para fantasmas (2004), dividido en tres partes, la tercera con “veinte fragmentos pensados por Salvador Díaz Mirón”; la segunda con “veinte textos a partir de dieciocho fotografías de Octavio Paz” y la primera con “el cuaderno de un retorno a mi país natal”, en el que el poeta recorre el paisaje de su infancia acompañado con el libro análogo de Aimé Cesaire. En 2009 se editó La isla de las breves ausencias, el delirante itinerario de un supuesto Robinson Defoe y, sin pretender ser exhaustivo en la enumeración de los desdoblamientos de Francisco Hernández, en 2010 apareció Población de máscaras, un museo de poemas, una galería en donde se confiesa un artista

en cada texto. Hablan Picasso o Toledo, Magritte o Rembrandt, Morandi o Durero, en fin, más de treinta creadores. Hay, pues, un largo recorrido en estos desdoblamientos hasta llegar a Una forma escondida tras la puerta (2012), otro hito, otra vuelta a la tuerca, si cabe, si ello existe, un libro perfecto, deslumbrante, conmovedor. Adicional a que cada poema es un hermoso poema, Una forma escondida tras la puerta puede leerse como una narración a tres voces. Es una novela contada con poemas, una historia con principio y fin que se cuenta resumiendo y citando la Nota que precede a los poemas: dos locos alquilan una casa al frente de la mansión de Emily Dickinson en Amherst. Están enamorados de ella y se dedican “a espiarla meticulosa, obsesivamente, para después dispararle”. “Antes de quitarle la vida al ‘gorrión de Nueva Inglaterra’, ella muere”. De ahí la pertinencia del título, que proviene de un poema de Emily Dickinson que comienza: “morir no hiere tanto./ Nos hiere más vivir./ Un modo diferente, una forma escondida/ tras la puerta, es morir” (la traducción es de Rosario Castellanos). Una forma escondida tras la puerta se divide en tres partes. En la inicial, el primer

testigo, un ciego, le cuenta al otro lo que sucede en la casa que espían (“pasar de la sombra de la ceguera/ a la ceguera del deslumbramiento./ Permanecer aislado por la inmovilidad,/ esa hermana bastarda de la invidencia./ Quienes ciegos nacieron imaginan la luz/ como un bastón de agua”). “Pasan semanas. El Segundo Testigo no resiste continuar siendo el amanuense de un débil visual enloquecido; decide sentarlo en el banquillo, atarlo, amordazarlo y dar así inicio a una tortura similar a la sufrida por él: le va describiendo las actividades de Miss Dickinson, aunque la mayoría de las veces sus narraciones sean producto de la invención”: esta es la segunda parte del libro. El segundo testigo parece no ver a la poeta: “no hay nada enfrente, solo atmósfera./ No hay relojes, ni academias, ni cartas./ Hemos estado suspendidos ante/ un retrato de aire.” Más adelante insiste: “…Hoy no aparece. Debe estar dormida/ o deprimida o suprimida por/ el blanco absoluto o por el absoluto vacío./ Entonces, voy a hablarle de mí./ Soy por completo ajeno/ a las carcajadas naturales./ En la garganta cargo un desierto,/ un paraje desolado, una cañada seca…”. ¿Es la voz del poeta?, ¿es, escueta, desnuda,


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de portada OCTAVIO HOYOS

SEIS IMPRESIONES Francisco Goñi hiperion05@yahoo.com.mx I. TATUAJE n su brazo izquierdo tiene un tatuaje en tipografía sencilla. Dice: “Poesía: Lo cura”. Verso del poeta colombiano Jaime Jaramillo Escobar, que descubrió durante una visita a la Casa de Poesía Silva. También es un juego de palabras que puede resumir —literalmente— una vida llena de contrastes, enfermedades, catarsis, premios, momentos de dicha y reconocimiento de un público fiel. Este año cumplió 67 y publicó Mal de Graves y Mi casa se cayó del caballo, en una hermosa edición artesanal. Le concedieron el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 2012 y, en semanas anteriores, el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines–Gatien Lapointe. Para sorpresa de sus lectores y editores, cada día en crecimiento, su creatividad no se detiene, todo lo contrario, se reinventa y transgrede sus límites. Desde Mar de fondo en el lejano 1982 hasta el presente, ha forjado un decir poético de oscura belleza, contenidos eléctricos y musicalidad desbordada. Siempre denotando las maravillas de la vida cotidiana y sumergiéndose en los grandes temas. Francisco Hernández es, quizás, el poeta mexicano más leído y respetado de nuestro tiempo. Marco Antonio Campos no se ha cansado de expresar que es el mejor poeta de su generación, empresa nada sencilla.

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II. LA PROVINCIA San Andrés Tuxtla es una pequeña ciudad sureña de Veracruz, vecina de las cascadas de Eyipantla. Durante la juventud de Francisco no brindaba mayores oportunidades de trabajo ni cubría las expectativas de un joven inquieto que comenzó a leer a poetas y escritores gracias a las recomendaciones su padre: Rubén Darío, Salvador Díaz Mirón y Stefan Zweig. La posibilidad de salir de casa lo más pronto posible cobraría cualquier rostro. Por ejemplo, cursar la preparatoria en Jalapa, aunque el intento fue trunco porque el joven Francisco cayó en las garras de los despiadados profesores de química y lógica. Las alternativas para intentar una vida fuera de lo ordinario eran escasas hasta que un día, casualmente, vio un anuncio en el Excélsior que decía: “Si no sabe qué hacer con su imaginación, estudie en la Escuela Técnica de Publicidad”, ubicada en la Calle Tabasco de la colonia Roma. Con menos de 20 años decidió “irse a la capital”, como solía decirse, siguiendo el ejemplo de su hermano mayor, Sergio, quien trabajaba de químico en la Central Quirúrgica. la evidencia de que la vida está más en la solitaria solterona de la casa de enfrente que en la precaria y desolada lucidez de los testigos? Hasta aquí, la presencia de Emiliy Dickinson tiene connotaciones similares a la aparición de Schumann, de Hölderlin o de Trakl en Moneda de tres caras. Marco Antonio Campos dice que “Hernández, para retratar al personaje, utiliza algunos datos reales e inventa situaciones de trastorno, creando una atmósfera que encierra — ahoga— al lector en una cárcel invisible de la que no puede salir”. Así es. Pero en Una forma escondida tras la puerta da un paso más allá, y es que Emily Dickinson muere y la tercera parte, la culminación argumental y poética del libro, la otra vuelta a la tuerca, son los poemas en que habla la hermana Lavinia. Unos poemas lúcidos que hablan de un mundo que se ha vuelto completamente blanco: “Murió mi hermana Emily. […] De pronto el blanco es el color de la existencia./ De lo inmóvil y lo volátil./ De lo que nace debajo de las piedras, de los celajes/ y de lo que repta y se escarcha. […] Blanco el cenit, blanco el nadir y blanca la carcoma./ Blanco lo indescriptible/ y blanca la torre gótica de la iglesia/ rodeada por panales, aguijones y sabanas. […] Niños de yeso juegan en la calle/ con una pelota de yeso, al lado/ de ancianos albinos que juegan/ al ajedrez en un tablero lechoso/ con piezas por completo difuminadas. […] Tengo fiebre. Mi corazón es un iglú”. Más adelante, en otro poema, la hermana Lavinia hará el reclamo central, que también es el más profundo elogio de su hermana: “Hermana,/ ¿por qué te llevaste/ todos los colores del mundo?”. Con Una forma escondida tras la puerta, Francisco Hernández confirma, de nuevo, que es una de las voces más trascendentales de la poesía viva en nuestro idioma. L

III. LA PUBLICIDAD COMO FORMA DE VIDA Y ESCRITURA “Fue la beca que duró 29 años”, dice Francisco, con su característico sarcasmo. “Aunque no fue nada fácil, tenías que trabajar 8 horas diarias y hacerte tiempo para escribir”. La publicidad llegó por azar y se convirtió en vehículo de creatividad. De McCann Ericksson, Iconik a Bozell, Francisco estuvo en varias agencias. El trabajo le divertía y a la vez le permitía escribir vertiginosamente al compás de las producciones. Recuerda con particular emoción cuando grabó un comercial por el aniversario de Banamex: tenían que recrear la ceremonia prehispánica del fuego nuevo en El Tajín. El escritor argentino Pedro Organbide, colega de Hernández en Arellano Publicidad, era el lector piloto de sus poemas. Un día insistió en el talento que percibía y sugirió que metiera a concurso los textos que le compartía. Así, se decidió a enviarlos al Premio Aguascalientes. Para sorpresa, ganó. De la noche a la mañana irrumpió en la escena literaria y desde entonces conquistó un lugar central. Con Mar de fondo sublimó el dolor de la infancia lastimada y comenzó una trayectoria fulgurante. Con el dinero del premio se fue quince días a New York. Uno de sus viajes soñados: pagó por ver a los Yankees y de noche escuchó a Ella Fitzgerald en el Carnegie Hall. El reconocimiento impreso se lo envió a su padre, quien nunca creyó que la literatura fuera una vocación digna. IV. PSICOANÁLISIS Hace más de veinte años, Francisco llegó al consultorio de Miguel Kolteniuk sin poder escribir nada. Había dejado el alcohol y quería replantear su vida. Francisco ha trabajado duramente en los sótanos de la conciencia. Las sorpresas no han sido pocas. La oportunidad de exorcizar los fantasmas y demonios ha traído algo de sosiego y frutos palpables en la escritura. No ha parado desde entonces, cobró un ritmo veloz y preciso, adquirido en la publicidad, mayor foco, y perfeccionó técnicas. El psicoanálisis le dio comprensión sobre un tema fundamental: su padre. También aprendió los recursos para volver a sí y refundar un ser: expandirse y tratar de curarse. De la primera etapa de terapia nació Moneda de tres caras, el poemario que lo consagró. Pero, más allá del logro, esta experiencia dio paso a crear un sistema de escritura para sublimar el dolor y la enfermedad. Así se comprenden libros posteriores: Isla de las breves ausencias, sobre la epilepsia; Mi vida con la perra, frente a la depresión, o Mal de Graves, como bálsamo para la ceguera.

A MARK ROTHKO I En la capilla no había nadie de rodillas. Solo tus rodillas. Sin embargo, podía observarse tu camisa sostenida por un rayo de luz, con granos de polvo flotando como astros. Así nacía una quietud de ojos, algo para fortalecer aguaceros de pus bajo los párpados. ¿Pueden esas lágrimas verdosas arreciar tormentas? Pueden. De hecho lo hacen cuando enturbiamos nuestros intentos de simplificación. Azul, café, amarillo, negro y magenta hacen a un lado pensamientos: se apoderan de lenguajes donde, a partir de la ausencia de palabras, todo se multiplica hasta morder el cuello del aire. La lluvia golpea la puerta de la capilla. No se le permite la entrada. Sus rodillas aún no sangran lo suficiente. II Pintabas. Pintabas desde entonces. ¿Desde antes de nacer? Catálogo llorado. Catálogo razonado. Al salir descubriste tierras dolorosas. Alguien te ofreció los brazos de otras geografías y te fuiste. Un pasadizo. Una ventana. El instante sin título. El firmamento de una firma. Pero tú ya eras capaz de presentirlo: tus venas iban más allá de filos, de oscuridades, de galerías. Así, a través de cristales de aumento, llegabas a tu identidad. Así dabas con el centro de un blanco fugitivo. III ¿Dónde te abandonaron los refugios? ¿Dónde los encontraste nuevamente? ¿Dónde la figura humana te dio la espalda para hacerte polvo? ¿Fuiste un día algo más que una inscripción, un número o un pigmento? ¿Cuánto tiempo perdió la certeza tratando de crear lo que para ella era imposible? IV Lo sencillo. Lo simple. Los cortes donde se aceleran consecuencias de quien se aleja. No pasa nada. Solo se escucha el eco de un tríptico sobre una imagen lisa. Solo unos labios rojos que nos miran y dicen no pasa nada, solo se acaba el mundo. Mark Rothko duerme una siesta y hoy es un día como cualquier otro: 25 de febrero de 1970. Dicen, quienes te vieron: la sangre no manchó sus rodillas. V. POLIFONÍA El jurado del último premio encomió su escritura espejo. Refiriéndose a los cientos de artistas que habitan su obra, fungiendo como espejos para que el autor exprese desde ellos torrenciales líricos, heridas, conflictos existenciales, apuntes estéticos y amores craquelados. La famosa imagen de Rimbaud, “Yo es otro”, es la estilográfica con la que Francisco puede entrar al “yo” del “otro” que le seduzca, y cantar desde otra isla. En Población de la máscara radicaliza su estilo al intervenir a más de noventa artistas en el momento de autorretratarse. Posteriormente, en Un forma escondida tras la puerta, no solo escribe desde el yo de Emily Dickinson, sino que rompe las fronteras de la poesía, tomando en préstamo recursos de la narrativa. Es decir, también desdobla y espejea el lenguaje: la escritura espejo o polifonía, es la cualidad que funda su obra. VI. RESPIRAR EL ARTE El diálogo entre poesía y arte es elemental en la obra de Hernández. En sus libros da voz a todo tipo de artistas, convirtiendo al papel en recinto para la otredad plástica. Francisco ha sido Arturo Rivera, Claudio Bravo o Basquiat. Ha sido desde ellos, aportando elementos de la vida que no se encuentran en las obras. Francisco respira el arte todo el tiempo. Su pasión por la música (jazz, afroantillana y de cámara) también tiene ecos en los poemas. A través de la galería de su mujer, Leticia Arroniz, conversa con artistas y obras de vanguardia, aprendiendo perspectivas nuevas e ingeniando próximos espejos. L


08 sábado 28 de septiembre de 2013

MILENIO

fotografía HERMANOS MAYO

Construcción de la Torre Latinoamericana, Ciudad de México, 1951

VICTOR MENDIOLA

Sin título, de la serie "El que no brinque", 1998 DANIEL MENDOZA ALAFITA

Historias, historias: México y su fotografía TRABAJO DE CÁMARA José Antonio Rodríguez clicksaladistancia@hotmail.com

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lgo así no se veía por lo menos desde 1989. Año éste que fue celebratorio de los 150 años de la fotografía en México y en el que Mariana Yampolsky, junto con Francisco Reyes Palma y David Mawaad –quienes se estrenaban como curadores fotográficos en tiempos en que éstos escaseaban– emprendieron la tarea de reconstruir una parte de nuestra historia fotográfica en la apabullante exposición Memoria del tiempo montada en el Museo de Arte Moderno (MAM). Muestra plena de saturación y riqueza, con más de 400 obras exhibidas, que iba de nuestros primeros daguerrotipos hasta el fotoperiodismo y, por si hiciera falta, además incluía las primeras obras digitales. Pero por entonces, el conocimiento sobre nuestra historia de las imágenes apenas se estaba dando de manera sistemática. De hecho los fotohistoriadores eran apenas un puñado de profesionales que se dedicaban a investigar y a historiar algo tan raro —y todavía nada prestigioso para la historia del arte— como era la fotografía mexicana que tenía grandes periodos de oscuridad. De eso han pasado 24 años, y 35 de que se diera la exhibición y catálogo pioneros Imagen histórica de la fotografía en México, con los que apenas nos estábamos asomando a nuestra fotohistoria. Y esto viene al caso porque ahora puede verse México a través de la fotografía en el Museo Nacional de Arte (Munal), un recuento que reactualiza aquellas muestras históricas, que por momentos la retoma o le hace guiños con obras vistas en aquellas exposiciones (he ahí ese clásico y notable daguerrotipo de un charro y una niña, conservado por el MAM, o la obra de Romualdo García), pero sobre todo logra una nueva mirada contra lo que hace décadas apenas se estaba conociendo, y con todo y que se antoja que tuviera un mejor título que el de México a través de la fotografía,porque ésta resulta ser una pequeña historia de la fotografía mexicana, en el sentido de que después de años ya hablaríamos de una vastedad histórica y de muchas historias fotográficas, así, en plural. Esencialmente, su curador, Sergio Raúl Arroyo, con el apoyo de las historiadoras Gina Rodríguez e Isaura Oseguera, muestran, a lo largo de más de siglo y medio,

por lo menos cuatro líneas de lectura: una que exhibiría el cómo se ha formado una iconografía reconocible en la foto mexicana (para varios espectadores, tanto para los especialistas como para fascinación de los nuevos públicos que, ahora, son muchos en el Munal); también en todo aquello en lo que se ha avanzado, en esta vasta historiografía de los últimos 20 años; más todos aquellos autores que inicialmente no ingresaron al Olimpo de las muestras anteriores, pero que hoy son ineludibles para abordar una historia visual y que se ganaron su lugar en las nuevas historias. Más la cuarta línea, el plato fuerte, lo que de manera inédita se ve en un recinto museístico y que no conocíamos, en directo, entre nosotros. Veamos. Inicialmente ahí estarían esos autores que forman parte ya del imaginario nacional, que de tanto verse ya los pasamos de largo. Reiteración obliga a la permanencia. Digamos, del clan Casasola a Nacho López o Hugo Brehme (aquí con una bella goma bicromatada pictorialista del Pico de Orizaba) pasando por A. Briquet en el siglo XIX. Lo que no necesariamente habla de que esos autores estén estudiados más ampliamente (por ejemplo, de Briquet se conocen ampliamente sus registros del tendido de vías férreas y esos pueblos enteros que hacía posar, más su nombre completo, Alfred Saint–Ange Briquet, conocido apenas hace poco, pero no más; ahí estaría también Octaviano de la Mora y/o Percy S. Cox). Lo historiográfico es amplio aquí: entre el conocimiento técnico de los nuevos historiadores (en Memoria del tiempo se hacía pasar por ambrotipo a aquel daguerrotipo en donde se retrata al charro y la niña), hasta la exhibición —no todas, claro—, y consulta, de las publicaciones que se han producido actualmente junto a una nueva reflexión para acercar a los públicos a las imágenes exhibidas: desde lo nacional, desde una historia propia, segmentando los periodos en cuatro ciclos. Ello, junto a autores revalorados, rescatados y estudiados en los últimos años, he ahí: un Manuel Ramos que se ganó por derecho propio su inserción dentro de la historia de la fotografía, un Ramos pionero de una cierta iconografía nacionalista, complejo por reunir en un solo registro diversos planos simbólicos; la poderosa retratista María Santibáñez, toda una maestra del pictorialismo de los años veinte; Juan Crisóstomo Méndez, un autor que creó un singular imaginario erótico en la Puebla de los años veinte y

El axolote gigante del lago de Alchichica, Puebla, 2001 OSCAR GUZMÁN

El espolón, de la serie "Ciudad Gálvez", 1996

treinta (nada parecido se dio a lo que él hizo en una sociedad tan conservadora), solo exhibido esporádicamente; y, vamos, hasta Luis Márquez, que hasta hace pocos años fue relegado por ser un fotógrafo demasiado artificioso. Entre otros, ellos serían los nuevos autores integrados a otra relectura histórica. Más las joyas no vistas, comenzando con los cuatro daguerrotipos de 1847 de la guerra México–Estados Unidos que les fueron solicitados al Amon Carter Museum y que pueden hoy ser vistos en el Munal. Imágenes que solo las conocíamos por los libros de Robert Taft (Photography and the American Scene, 1938, cuando trata a “Los fotógrafos de la Guerra Civil”) o en el de Martha A. Sandweiss y Rick Stewart (Eyewiteness to War. Prints and Daguerreotypes of the Mexican War, 1846–1848, publicado por el mismo Amon Carter en 1989). Nada menos que las primeras imágenes de guerra en el mundo. Y aunque el espectador común apenas las perciba por su superficie espejeante, el curador tuvo el tino de hacer una reproducción “visible” de cada una de ellas. Y por ahí el

otro daguerrotipo tardío de Ángel Albino Corzo fechado —por la propia muerte del político chiapaneco— ¡a mediados de los años setenta! del siglo XIX, cuando precisamente la historiografía nos dice que para entonces ya no existía esta técnica. Y por si hicieran falta más sorpresas, ahí están: ese Registro de mujeres públicas (1865) hecho durante el imperio de Maximiliano. Si algunos lo conocían por el artículo de hace años de Sergio González Rodríguez, ahora lo podrán ver en vivo y en directo; o esa obras de Arno Brehme, acaso el único fotógrafo mexicano que salió de la Bauhaus, titulada Botellas, que dio a conocer en su exposición experimental de 1963; o, casi nada, una pieza del proyecto Fotografía del pensamiento de Armando Salas Portugal de 1968: imágenes que se imprimían solo con el pensamiento, así como se oye. Escuchando música y proyectando sobre un negativo. Dos obras, ejemplos clave de la fotografía experimental mexicana. Y por ahí hay más sorpresas. Pero ya solo con ello puede verse cuánto se ha avanzado en la comprensión de nuestra fotografía. L


sábado 28 de septiembre de 2013 09

LABERINTO

en librerías La amante del ghetto Pedro Ángel Palou Planeta México, 2013 210 pp

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ovela que mezcla la trama de espionaje con una historia de amor y guerra, el relato gira en torno Zofía Nowak, excantante de Varsovia y modelo de Christian Dior, una chica que cobrará venganza contra el oficial alemán que fue su amante en los momentos más álgidos de la Segunda Guerra Mundial. Miembro de un grupo denominado Nokmin, vengadores del Holocausto que se mueven por Europa en plan de cacería de nazis, la Nowak deberá cumplir su misión de exterminio por cuenta propia, antes de que el objetivo a aniquilar descubra su identidad secreta.

Algunas estúpidas razones para volver a Berlín

Rituales literarios Gabriel Weisz Fondo de Cultura Económica México, 2013 168 pp.

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ara el autor del presente estudio, la visión occidental acerca de la mentalidad primitiva mantiene una artificiosa posición de superioridad que ya es indefendible. Carlos Marx, Sigmund Freud y André Breton, entre otros pensadores, son cuestionados por el uso que han hecho del concepto de “magia”, que ha servido para mantener la hegemonía del hombre “blanco”. “Las ciencias humanas y la literatura hacen uso de la magia y abusan en sus intentos por definir o por aprovechar elementos que adornen sus trabajos con una opulenta exótica”, explica Weisz.

No hubo barco para mí Luis González de Alba Cal y Arena México, 2013 207 pp.

Julián Herbert filodecaballos México, 2013 31 pp.

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sta crónica nos revela un Berlín solitario, un Berlín social, hipster, melancólico, algunas veces encerrado en su historia, otras floreciendo en la modernidad. Una ciudad abarrotada de inmigrantes y sostenida por sus raíces. El narrador Julián Herbert (Acapulco, 1971), a través de una serie de mosaicos, establece puntos de comparación con México y con aquello que todo hombre y, sobre todo, escritor, atraviesa de cuando en cuando: las fronteras. Dice el autor: “Mi Berlín es una promesa: la de que un día yo también podré rendir homenaje a mis muertos como si fueran seres de ficción; como si nunca hubieran existido”.

Yaquis

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ara festejar su vigésimo quinto aniversario, la editorial Cal y Arena ha lanzado una nueva colección dedicada al ensayo personal, y el primer libro está a cargo del escritor y periodista Luis González de Alba. El autor hace un recuento de temas importantes en su vida, mismos que van estrechamente ligados con episodios clave de la historia del México moderno: el movimiento estudiantil de 1968, la política y la cultura en México, el exilio y, sobre todo, la homosexualidad en una época en que se comenzaban a romper paradigmas culturales al respecto.

Lo orígenes del cine en México (1896–1900) Aurelio de los Reyes Fondo de Cultura Económica México, 2013 231 pp.

Paco Ignacio Taibo II Planeta México 2013 275 pp.

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a guerra más prolongada de la historia de México duró casi cuarenta y dos años en el territorio Yaqui de Sonora, misma que concluyó con un genocidio despiadado, razón por la que el pueblo yaqui ya no superó la cantidad de treinta mil hombres: exilios forzados, fusilamientos, epidemias originadas por el abandono del gobierno, disgregación poblacional en los entornos de las minas, los ranchos, las ciudades. A pesar de que de ese episodio sí se tiene registro en la crónica oficial, poco se sabe de ella. Este libro es una especie de ajuste de cuentas con la historia.

Movimientos sociales, derechos y nuevas ciudadanías en América Latina

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30 años de su primera edición, el Fondo de Cultura Económica reimprime este análisis histórico del escritor y académico Aurelio de los Reyes sobre la industria cinematográfica nacional. Reyes propone que, durante los cuatros años que revisa en el libro, se gesta una de las grandes aportaciones del cine mexicano al séptimo arte: una visión documental de la realidad inmediata que carecía de sentido crítico. En esta nueva edición, Reyes agrega un texto introductorio acerca de los avances más recientes de la investigación sobre los orígenes del cine mexicano.

Istor

Cécile Lachenal y Kristina Pirker (coord.) Gedisa México, 2013 546 pp.

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partir de las nuevas formas de organización de los movimientos sociales en América Latina, surge este título que ofrece una amplia imagen de los actores de las democracias latinoamericanas, y se muestra el potencial y las limitaciones que tienen las estrategias colectivas en las luchas políticas. En este volumen se reúnen 20 investigadores que abordan temas como las nuevas y viejas modalidades de participación, nuevas ciudadanías y derechos, movimientos sociales y violencia, y otros retos para la teoría democrática.

Más dudas que certezas

CIDE Núm. 54, otoño, 2013 México 242 pp.

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l número de otoño de la revista de historia internacional Istor, vuelve a abordar el tema del golpe de Estado que el 11 de septiembre de 1973 acabó con la vida del presidente chileno Salvador Allende. Los ensayos abordan la vida en Chile antes del golpe y los primeros años de la dictadura de Augusto Pinochet. Además, el presidente de El Colegio De México, Javier Garciadiego, colabora con una aproximación a la Decena Trágica. Finalmente, la revista incluye textos del escritor chileno Alejandro Zambra y de la mexicana Valeria Luiselli, entre otros.

COLUMNA INVITADA Víctor Manuel Mendiola

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uchos pensábamos que la nueva administración del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes plantearía, una vez realizada la designación de funcionarios en los distintos puestos de mando, la visión de la cultura nacional para los próximos seis años y el plan detallado con los programas correspondientes. Sabíamos que la vuelta de Rafael Tovar y de Teresa tenía una ventaja insoslayable: el conocimiento amplio y efectivo —profesional— del universo complejo de la artes en México y la capacidad de manejo de los instrumentos oficiales creados en los últimos treinta años (de hecho, él fue uno de los constructores de ese estatus, en consonancia con las ideas y la voluntad de Octavio Paz). También sabíamos que el retorno de Tovar y de Teresa ofrecía un peligro: actuar en el nuevo ambiente de la vida creativa e intelectual de México como si todavía las cosas ocurrieran igual que en los años noventa, bajo las mismas capillas y figuras tutelares, incluida la sombra del gran poeta. Y sabíamos, por último, debido a la crisis económica de los países europeos y a la relativa estabilidad financiera del nuestro, que la industria editorial, la promoción de artistas plásticos y el teatro y el cine mexicanos estaban y están en una posición excelente, única, privilegiada para desarrollarse plenamente tanto en el interior del país como, por lo menos, en otras capitales de nuestro continente. Si en este instante, por poner un ejemplo, el Estado mexicano apuesta por los auténticos editores de nuestro país (institucionales y privados, grandes, pequeños y hormiga), entonces la industria editorial mexicana podría recuperar su antigua presencia en nuestra propia nación y en América Latina y hasta, quizá, un poco en España. Con ello ganaríamos, al mismo tiempo y de manera directa, una mejor exposición de nuestros narradores, ensayistas y poetas, muchos de ellos en plena actividad creativa, gracias a los apoyos del propio Conaculta. Los estímulos que otorga esta institución han propiciado la consolidación de autores muy interesantes, tales como Daniel Sada, Juan Villoro, Francisco Hernández, Elsa Cross, José

Luis Rivas, Cristina Rivera Garza, Ximena Escalante y muchos más. ¿Qué ha sucedido? De un modo extraño, poco o muy poco. Después de las designaciones, que revelaban diferencias de criterio y probablemente fricciones internas en el sector educación–cultura, las acciones del Conaculta parecen mínimas y refrenadas. No hay nuevos proyectos, y varios de los que estaban en operación han sido cancelados o modificados “hacia atrás” (este es el caso de las alteraciones a los programas del Fonca). Tal vez esto es transitorio y obedece también al hecho de que la administración anterior del Conaculta se sobregiró en gastos. Como quiera que sea, a casi un año de trabajo es inquietante ver en nuestras autoridades culturales una actitud más bien pasiva y de bajo perfil. Y esta imagen no coincide con los propósitos expresados por el Ejecutivo nacional ni con las expectativas que despertó la vuelta de Rafael Tovar y de Teresa. Esa imagen preocupa. Nos hace pensar que falta una conciencia de situaciones evidentes y oportunidades inmensas. Hay problemas urgentes: evitar que continúe la devastación del patrimonio arquitectónico del siglo XX y cuidar las ciudades coloniales (está el caso de Oaxaca, que un grupo de artistas ha logrado salvar) y los sitios arqueológicos precolombinos amenazados de manera constante por una comercialización equivocada y rapaz. También hay oportunidades no pequeñas: recuperar la industria editorial mexicana, que cuenta hoy con una nueva generación de pequeños editores serios y conocedores de los problemas de la lectura y el libro. Si la cultura ha de contribuir a la recuperación de un ambiente de paz y desarrollo, esto solo podrá suceder resolviendo problemas concretos (por ejemplo con la salvaguarda del patrimonio arquitectónico del siglo XX) e impulsando de manera decidida a la nueva generación de creadores que ya tienen obras significativas. El Conaculta debería jugar un papel principal en la resolución de los problemas de nuestro país, ayudando a crear con la cultura un ambiente de paz. Pero esto solo será posible si logra salir de su apocamiento. L


10 sábado 28 de septiembre de 2013

MILENIO

teatro CORTESÍA PRODUCCIÓN

Versos hechos teatro La voz y la obra de dos poetas sostienen esta puesta en escena que ensambla un relato estético a través de la luz, el decorado, el vestuario y el movimiento CRÍTICA Alegría Martínez alegriamtz@gmail.com

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nvitación al silencio es un montaje al que sin duda podemos llamar insólito. Propuesta que se convierte en un desafío tanto para quienes están en escena como para los que observan desde dos laterales enfrentados del escenario que permiten ver, en mayor porcentaje, solo el costado del cuerpo de los personajes y en escasas ocasiones parte de su rostro. Las líneas de un gran rectángulo con sus lados al descubierto, cual cápsula geométrica con flancos de viento, ocupa el centro del escenario. Una mujer descalza, con abrigo y vestido rojo, permanece sentada con las piernas separadas en un extremo de la figura. El reflejo del mar en movimiento se proyecta en el piso. La silueta de un hombre se percibe en un extremo alejado. Un personaje femenino más, también descalzo, camina fuera del objeto escenográfico, con los senos desnudos bajo un grueso abrigo, cubierto su cuerpo de ombligo a pies con un pantalón color vino. Voces de hombre y mujer se escuchan en una grabación que no cesará de reproducirse más que en contados momentos en los que se hace un marcado silencio. Fragmentos poéticos viajan por el espacio en la voz de esa pareja a la que no se puede ver, pero que no deja de estar presente. Sobre la escena, la mujer sentada guarda silencio. Jamás se levantará de su silla. El personaje calla, escucha, observa. Pareciera que aguarda sin la inquietud del que espera. Su lugar es ése y su acción es interna, a ratos intensa como si su pecho pudiera hacer erupción y su rostro desfigurarse rompiendo

La obra se presenta lunes y martes, 20:00 hrs. Teatro El Granero, Xavier Rojas, del Centro Cultural del Bosque

su postura inamovible; su imagen quieta diluye su presencia que luego se fortalece, como en un vaivén perceptible apenas. La mujer que orbita por lo general fuera del rectángulo, trazó previamente el espacio interior del cuerpo de seis lados mediante delgadas sogas rojas, líneas que desde del inicio inhibieron la posibilidad de transitar el estrecho pasillo rumbo al encuentro del personaje ubicado en un punto fijo. El hombre dará pasos lentos hasta el extremo del espacio delimitado, donde una vez frente a la mujer estática, continuará con su decir poético, a veces en contrapunto con el personaje que camina y con las voces que emergen de las bocinas. Lydia Margules dirige su versión para la escena a partir del ensayo Agatha o el amor absoluto, de Esther Seligson, y de diversos textos eróticos de Marguerite Duras. Su propuesta detiene el tiempo y el deambular de personajes de un lado a otro para abrirle espacio a la palabra poética, para darle un lugar en el que pueda volar y desplazarse. El suceso en la escena reside en la repercusión de lo que se dice, unido a la reacción que genera en quienes lo pronuncian y quienes lo escuchan. Sin parafernalia. El espectador tarda en habituarse a escuchar —cuando lo logra—, en adentrarse al universo poético en el que se alude a la oscuridad del cuerpo, al mar, al amanecer, al deseo y a la muerte. Las voces grabadas de Aída López y Arnoldo Picazo, la interpretación de Antón Araiza, Ichi Balmori, Tania Olhovich y, sobre el espacio diseñado

por Teresa Rovalo, trabajo aunado al registro sonoro de Ricardo Cortés, al diseño y realización de video de Marie Christine Camus y Neil Rusic, y a la asistencia de dirección de Alberto Cerz, dan como resultado el presente trabajo escénico puesto al servicio de la obra de quien dejó asentada lo imponderable : “Escribir pese a todo, pese a la desesperación”. Invitación al silencio convoca a ir tras la poesía de Duras que la puesta en escena deja suspendida en el espacio y la memoria a través de imágenes y sonoridades que en la repetición sin pausa toman mayor contundencia. Lydia Margules realiza una especie de instalación escénica, performance, expresión plástica y sonora que alude a una parte del universo legado por la ensayista y poeta, para quien el mar fue parte de su posesión ilimitada. La evocación de Ágatha, nombre de mujer y del lugar, del amor entre dos hermanos, del tiempo transcurrido, del mar, del deseo, del instante y lo que esto horada, es parte esencial de esta propuesta artística a partir de la poesía de Duras, que Lydia Margules estructuró para otorgarle otra consistencia sobre el escenario. L

LA PUERTA ESTRECHA ESPECIAL

Reseña histórica Alicia Quiñones aquinonescontacto@gmail.com

E

l fondo de la creación, aquel punto que se sobrepone al tiempo o que lo recupera para volver a las historias resistentes a su muerte, es la reflexión. El teatro implica voltear a los hechos, a la historia de la humanidad, implica confrontar las tradiciones y su época. El teatro es un acto efímero y concreto, es de los pocos lugares donde la gente se puede encontrar físicamente, cara a cara, para plantear los problemas que nos aquejan: desde el amor hasta la violencia en nuestras casas, en las calles. Dice Luis Villoro: “La historia responde al interés en conocer nuestra situación presente. (...) Ésta función que cumplía el mito en las sociedades primitivas, la cumple la historia en las sociedades desarrolladas”. No existe dramaturgo, periodista, escritor o acción escénica cuyo discurso no esté sostenido por una reflexión histórica. Bertolt Brecht, por ejemplo, sentó sus ideas a través de dramas testimoniales —históricos— como la clásica pieza Madre coraje, en la que nos revela su visión de la guerra de los treinta años sin que sus personajes provengan propiamente de la Historia; otro ejemplo es Guillermo Prieto, quien más allá de ser el poeta popular por excelencia, fue abrazado —como la mayoría de los decimonónicos— por las corrientes románticas del costumbrismo mexicano y su folclor; de las luchas sociales, que no solo dejó en sus versos, también en su prosa, en sus crónicas y piezas teatrales. Para Prieto, la vida cotidiana y sus colores eran los verdaderos escenarios dramáticos y literarios; el mismo Rodolfo Usigli analizó a través de obras como El gesticulador, Noche de estío o Corona de sombras, las entrañas

de un pueblo y del poder político. Su instrumento de comprensión fue el teatro y la palabra. ¿Qué sería, pues, de los amantes del teatro sin estos registros que se dieron en gran medida a través de la prensa escrita? Ante esta pregunta, ante el rescate de nuestras costumbres, apuestas estéticas, es decir, de nuestra tradición, el Centro de Investigación Teatral Rodolfo Usigli, a través del trabajo de los investigadores Israel Franco y Sergio Honey, presentan el proyecto Reseña histórica del teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, una recopilación digital de lo que se podría llamar una línea de tiempo, de la memoria, de lo que ha sido nuestra crítica teatral y la reseña histórica. Su objetivo es, como dicen los investigadores a cargo, facilitar el acceso a informaciones como críticas teatrales o reseñas históricas a estudiantes, profesores, investigadores de teatro y creadores escénicos.

En esta página encontramos la vida y obra de personajes emblemáticos de la reseña, crítica y quehacer teatral como Marcela del Río Reyes, Héctor Mendoza en sus faceta de crítico, Armando de Maria y Campos, Malkah Rabell y, ya en nuestros tiempos, textos de Rodolfo Obregón y Noé Morales, quienes han hecho del periodismo una herramienta de análisis, difusión y acercamiento al teatro. El octavo arte, como llamó Usigli a la crítica que ahora se reúne en esta web, “continúa” un trabajo comenzado por el periodista, escritor e historiador Enrique de Olavarria y Ferrari, quien abarcó la recopilación y estudio de la crítica hasta 1911; ahora, este proyecto se extiende hasta los siglos XX y XXI. Definitivamente, el siglo pasado nos legó una lección en materia de crítica y periodismo teatral. En la década de los sesenta, profesionales de la escena como Salvador Novo, Luis Reyes de la Maza, Rafael Solana, Héctor Mendoza, Marcela del Río y María Luisa Mendoza, entre otros, daban cuenta de la ebullición y diversidad que existía en las propuestas, así como del interés del público. Para darnos una idea, cien mil asistentes era el número estimado para la temporada de una obra “de mediana calidad”. En el siglo XXI, las artes escénicas han comenzado a dar un importante giro que va desde la escritura hasta su escenificación: nuevas estructuras, planteamientos ideológicos, lenguajes visuales, auditivos y corporales. Debemos registrarlo. La crítica y el periodismo teatral animan, informan, pero también marcan una parte de la historia escénica. La puerta estrecha se ha cerrado. L


sábado 28 de septiembre de 2013 11

LABERINTO

cine Jorge Torregrosa

“Me encanta el cine que sugiere pero no muestra” CORTESÍA PRODUCCIÓN

El largometraje Fin cuenta el reencuentro de un grupo de amigos y un extraño incidente que los aísla en el campo; un thriller que explora el miedo, la crisis y la incomunicación ENTREVISTA Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com

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espués de veinte años sin verse, un grupo amigos se reúne en una casa en la montaña. El reencuentro se empaña por un inexplicable fenómeno que amenaza al planeta y sacará a relucir los miedos y obsesiones de los participantes. Inspirado en la novela Fin de David Monteagudo, el realizador ibérico Jorge Torregrossa realizó una cinta homónima, que aprovecha el género de suspenso para reflexionar sobre la incomunicación y la crisis social en España. ¿Por qué un thriller apocalíptico? El cine de género es una excelente forma de hacer accesibles asuntos complejos. El fin del mundo era una situación muy jugosa para poner a unos personajes y sus conflictos más íntimos contra las cuerdas y, a la vez, para llevar al espectador a una aventura extrema. La novela de Monteagudo se enfoca en las obsesiones de los personajes. Sin embargo, usted se concentra en el fenómeno que los amenaza. El fenómeno en sí no es más que la excusa para que los personajes se enfrenten a sus miedos más profundos. Hay varias diferencias entre el libro y la película. Construimos un prólogo y el final es más positivo, existencial y poético.

La cinta de Torregrosa se estrenó este fin de semana en la Ciudad de México

La historia esconde una metáfora sobre la incomunicación y las relaciones disfuncionales, ¿por qué le interesa abordar este tema? Son temas que siempre me han interesado. Creo que se trata de dos de los grandes temas del mundo contemporáneo. Cuando el productor Fernando Bovaira me propuso adaptar la novela, inmediatamente pensé en L’ Avventura de Michelangelo Antonioni, obra maestra de la incomunicación, las relaciones disfuncionales, el hastío, la alienación y construida sobre una desaparición inexplicable e inexplicada. Ahí está el germen de mi fascinación. ¿El tema del Apocalipsis tiene alguna relación con la crisis que vive España? Sin duda; es precisamente lo que decía sobre las películas de género y su capacidad de sugerir más allá del mero relato. El fin del mundo es una forma de definir la situación por la que pasa mi país. Cuando algunas de las cosas que te sitúan como persona

(trabajo, vivienda, lugar en el mundo, función) desaparecen de un golpe, la crisis existencial te sacude como un mazo. ¿Cómo se llevan el existencialismo y el cine? En el caso de Fin, bien. El existencialismo fundamenta el relato. El cine tiene la capacidad infinita para reflejar lo concreto: en este caso la aventura, el suspense, las secuencias de acción; y lo abstracto: la poesía, la sugerencia, la metáfora. Creo que la película reúne ambas capacidades y las lleva a sus últimas consecuencias. Su película escapa en varios momentos a la lógica y deja varios hilos abiertos, ¿por qué? La génesis de esas preguntas sin respuesta estaban en el libro, y yo aposté por continuar en ese sentido: creo que la lógica hubiera convertido el relato en algo muy banal. Me encanta el cine que sugiere pero no muestra, el que te deja

pensando en la película cuando sales de la sala o al día siguiente. Esto es lo que buscaba precisamente. Su manejo del suspenso me remite a Hitchcock o al mejor Stephen King, ¿fueron referentes para su historia? Los pájaros, de Hitchcock, fue un referente muy temprano: ese final apocalíptico, abierto, y esa intriga sin resolver. Stephen King está más presente en la novela, creo que Monteagudo utilizó un modelo de inicio parecido para luego explorar algo más existencial y más abstracto. Pero, evidentemente, hay elementos en común. ¿Qué tan rígidas son las reglas del suspense en el cine? Las reglas del suspense son infinitas. Piense en Amour de Haneke, Mulholland Drive de Lynch o La ley del deseo de Almodóvar. Cada una lo maneja según reglas y mundos propios. Las posibilidades son múltiples, complejas, maravillosas, infinitas. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

La banalidad del mal Fernando Zamora @fernandovzamora

L

a principal virtud de Hannah Arendt es la actuación. No debería sorprendernos; la directora Margarethe von Trotta es antes que realizadora, actriz. Pero el crédito es todo de Barbara Sukowa, quien trae a presencia la auténtica curiosidad del ser pensante. Su interpretación, sin duda, no es cosa de estar bien dirigida, es cosa de ser capaz de interpretar a una mujer risueña, a veces agresiva (muy fumadora) y sobre todo profundamente curiosa. En 1961, Hannah Arendt asistió al juicio contra Adolf Eichmann como enviada del New York Times. Con base en lo vivido acuñó un concepto que hoy se utiliza con displicencia: “la banalidad del mal.” La actuación de Sukowa está apuntalada por un reparto de magníficos compañeros. Uno tiene de pronto la impresión de asistir a un teatro. No porque falten los elementos del gran cine, sino porque los personajes, con sus rabias, sus fobias, sus cicatrices y sus hechizos, parecen tan próximos que de pronto uno siente que podría tocarlos.

Los actores que interpretan a los periodistas del New York Times, el material del juicio contra Eichmann, la sinfonía de lenguas habladas en esta película, todo le sirve a Barbara Sukowa para enaltecer a una mujer pensante. Incómodamente pensante. Hannah Arendt, lejos de ser un elogio a la inteligencia, pone en escena el fatigoso oficio de ser pensante. Frente a Eichmann, este hombrecito lleno de tics, frente a su defensa timorata y el cinismo de sus respuestas; frente a los ojos mediocres de uno de los hombres más despreciables de la “solución final” del régimen nazi, la Shoah, El Holocausto, esta mujer cuyo cerebro está al servicio de pensar y no de complacer, acuña esta noción que tan trivialmente se utiliza: “la banalidad del mal.” La autora de Los orígenes del totalitarismo, de La condición humana y de la serie de ensayos Men in Dark Times, no vio en Eichmann a Mefistófeles sino a un tipo estúpidamente mediocre. La idea de lo banal del mal tiene raíces en lo más profundo del pensamiento místico judeocristiano: el mal es estúpido, un sinsentido, lo cual no significa que sea inocuo. Banal significa mediocre y, sobre todo, común. Hoy día la noción se utiliza

Hannah Arendt. Dirección: Margarethe von Trotta. Guión: Margarethe von Trotta y Pam Katz. Fotografía: Caroline Champetier. Música: André Mergenthaler. Con Barbara Sukowa, Axel Milberg y Janet McTeer. Alemania, Luxemburgo, Francia, 2012. estúpidamente (valga el juego de palabras), pero banal, en la terminología de Arendt, es un término casi místico y que va más allá de la noción de que “cualquier persona es capaz de hacer el mal si lo determinan las circunstancias.” Si la entendiéramos así, la noción sería tan peligrosa como la pensaron los enemigos de Arendt. Estaría diciendo que el hombre no es nada más que sus circunstancias y que cualquier persona en las botas de

Eichmann hubiese cometido lo mismo. No. Lo que Arendt está subrayando es lo idiota del mal, lo irracional, lo cruelmente estúpido de la condición del mal que es, sobre todo usual: común. Con una actuación muy poco común, Sukowa revive la luz de una mujer capaz de oponer la inteligencia al mal. Y es triste, pero quienes la mal interpretan solo demuestran lo real de lo dicho: la estupidez es común. Y es cruel. Es banal. L


12 sábado 28 de septiembre de 2013

MILENIO

varia ESPECIAL

ESPECIAL

Jonathan Skinner

La primera estatua pública de México

Norte y sur de la ecopoética

El Caballito: ¿Vandalismo por omisión?

ARCHIVO HACHE

GUÍA VISUAL

Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

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uera de Estados Unidos ya se habla de conceptualismo y Flarf como tendencias de la poesía experimental de la primera década del siglo XXI. La “ecopoética”, en cambio, aún pasa inadvertida en Latinoamérica. Su antecedente es el ecologismo y hacia los 1990’s, la “ecocrítica” sedimentó como enfoque analítico. El ecocrítico acecha, por ejemplo, cuál es la imagen de la naturaleza activa en una obra. Muchos autores y obras han sido ya analizados bajo perspectivas ecocríticas. De este clima surgió la ecopoética: poesía que explora la naturaleza no como temática sino como nuestra serie de relaciones con el ambiente. La ecopoética se diferencia de la poesía sobre la naturaleza en que surgió a partir del acuerdo académico–creativo de la destrucción del “yo” y el “hombre” como centros, consumada por Barthes, Foucault y Derrida. ¿Cómo escribir una poética ambientalista en un sentido post– romántico y post–estructuralista? es una pregunta ecopoética. En Estados Unidos, la revista ecopoetics (solo minúsculas) apareció en 2001, editada por Jonathan Skinner, y promovió la idea y praxis de la ecopoesía. Censar autores es menos relevante que la inquietud común de hacer poesía ecologista. Más allá del paisajismo o idealización de los seres “naturales”, lo que se busca indagar es la interdependencia (urbana y no) con la naturaleza contemporánea. La ecopoética aspira a ser activismo y ética. Detonó

en Estados Unidos por el ecologismo y, a la vez, por la necesidad capitalista de crear nuevos nichos laboral–intelectuales. La ecopoética fue la oportunidad de que una generación progresista formara una estética colectiva no necesariamente izquierdista militante. La ecopoética fue un refugio para muchos poetas y lectores. Afortunadamente, la ecopoética ya no es novedad. Llama la atención que este movimiento no tuvo eco inmediato en Latinoamérica. Quizá el diálogo comenzará en esta década o quizá nunca, algo nada raro entre el sur y norte de América. Mantengámonos atentos a la difusión, traducción, análisis y reformulación de la ecopoética anglosajona en América Latina y a la posibilidad de que se desarrolle aquí un injerto ecopoético. Los ecos de una ecopoética en Latinoamérica serían el altoparlante nerudiano y el neobarroco como (paradójica) ecología naturalizada del poema complejo latinoamericano. Y quizá las cosmovisiones indígenas. Probablemente aquí también podría iniciar como enfoque analítico que otorgue bases teóricas hacia voces, técnicas y formas de poetizar ecologías, la contaminación, los desastres, el consumismo y nuestra relación con el ambiente. Pero quizá una poesía verde no sería afín a las culturas literarias latinoamericanas. Explicar su ausencia, indudablemente, será en el futuro tan revelador como documentar la reinvención o visibilización de ecopoéticas en Latinoamérica. L

Magali Tercero mtercero2000@yahoo.com.mx

Uno Guillermo Tovar de Teresa convoca, vía Facebook, a la defensa de la estatua de El Caballito, realizada por Manuel Tolsá en 1796 en honor del rey Carlos IV. El escritor, coleccionista, historiador del arte y bibliófilo señala la gran importancia de esta pieza que está a punto de ser gravemente dañada debido a una restauración irresponsable. A continuación, Lucía Ruanova Abedrop, curadora y restauradora independiente, crea, de acuerdo con GTT, un grupo abierto en la red social, “Caballito, Conservación”. El Gobierno del Distrito Federal (GDF) y el Fideicomiso del Centro Histórico de la Ciudad de México son mencionados como los responsables de un daño de un 35 por ciento a esta pieza emblemática. En dos días, 500 personas se suman al grupo. Se inicia la discusión con opiniones informadas, medio informadas y nada informadas, descalificaciones, y, sobre todo, el apoyo a la iniciativa de GTT de proteger este bien cultural. Finalmente, las autoridades del Gobierno del Distrito Federal, específicamente Inti Muñoz, director general del Fideicomiso del Centro Histórico de la Ciudad de México, dan la cara con un boletín. Dos Se discute en el muro del grupo qué hacer y cómo, y GTT elogia a Muñoz por responder aunque muchos consideran tibia la explicación del funcionario. El 25 de septiembre es entrevistado en el noticiero de Laura Barrera y Huemanzin Rodríguez en Canal 22. Preocupado, Muñoz, funcionario discreto que no suele estar en el ojo del huracán, asegura: “los daños no son irreversibles, la pátina puede devolverse”. Se apoya en la opinión de expertos. Tres Lucía Ruanova A., administradora del grupo, como ya se dijo, declara: “Muñoz se niega a asumir la responsabilidad que tienen ellos (el Fideicomiso, Alejandra Moreno Toscano y Vicente Flores) del grave problema y sus consecuencias. Muy vaga la entrevista, no hubo cuestionamiento alguno. Nada sobre el contratista Javier Marina, ni la forma en que fue seleccionado. Nada sobre la ilegalidad del inicio de los trabajos. Los entrevistadores —francamente a modo—, fueron decepcionantes. (…). En otro país ya estarían — los tres funcionarios—, entregando sus puestos (…) y enfrentando cargos”. Cuatro César Moheno, secretario técnico del Instituto Nacional de Antropología, habló de daños

irreversibles, después de evaluar la “limpieza” con ácido nítrico. Un día antes de la entrevista televisada, una pequeña comisión, con GTT presente, cuestionó a Muñoz en sus oficinas. ¿Los resultados? Insatisfactorios. ¿Quién decidió dar luz verde a la “restauración” sin autorización del INAH? Al final, ¿tanto peca el que mata a la vaca como el que le agarra la pata? Cinco En algún momento, el arquitecto y pionero de la restauración en México, Jaime Ortiz Lajous, es propuesto para reparar el daño. De inmediato surgen las descalificaciones en la palestra electrónica. Alguien pide que no se meta a todo el INAH en el mismo saco. Tiene razón: generalizar es el principio de la paranoia (“los judíos son malos, los negros no tienen alma, los norteños son narcos, los chilangos te acuchillan por la espalda, las mujeres son inferiores, etc.). Seis Luego del boletín, vago para muchos, Laberinto pide su versión a Inti Muñoz. “[Esto también] tiene que ver con la discusión sobre si la técnica utilizada fue la correcta o no (…). La afirmación ‘hubo daños irreversibles’ es una conjetura producida por una declaración apresurada del INAH. (…) En estos momentos los expertos (…) hacen la valoración in situ del monumento (…). Consideramos casi imposible que haya daños”, afirma Muñoz. Lo álgido del debate, según él, tiene que ver con una polémica, incluso mundial, sobre las esculturas de metal. Para algunos, la pátina del tiempo no debe tocarse y para otros (…) hay que hacer limpiezas más profundas, reponer las pátinas y proteger para el futuro. “Ese debate ha ocurrido todo el tiempo en Europa”. Por ahora, ambas partes están a la espera del dictamen y, lo más importante, desde el 23 se suspendió la “limpieza” del pobre Caballito. Para cerrar, cito la respuesta, en el mismo muro virtual, de Guillermo Tovar de Teresa a la periodista María Elena Matadamas (“la ‘opinionitis’ crea confusión”): “El asunto es enredado y complejo, pues unos no piden permiso, los otros actúan tarde y no exigen las licencias correspondientes, pero todavía nada queda claro. Por eso ves este ‘maremágnum’ de indignación. Pero que la gente se exprese, aún en desorden, me parece sano”. Hasta aquí la cita. ¿Vandalismo por omisión? Laberinto seguirá informando. Mientras que sigan creándose foros ciudadanos para detener no solo el atentado contra la primera estatua pública de la Ciudad de México, sino muchos otros contra nuestra vida cotidiana y civil. L


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