Laberinto N°. 536

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Laberinto

Fabio Morábito Poesía página 3 Braulio Peralta Un instante con Lola Álvarez Bravo página 3 J. Carlos Villanueva Entrevista con California Guitar Trio página 10 Heriberto Yépez In memori@m Rafadro página 12

N.o 536

sábado 21 de septiembre de 2013

Filosofía en México

Gabriel Vargas / Luis Xavier López Farjeat Páginas 4 y 5 ESPECIAL

Contra Günter Grass Marcel Reich–Ranicki Página 6

MILENIO


02 sábado 21 de septiembre de 2013

MILENIO

antesala Seamus revisited EKO

EX LIBRIS

Falso y verdadero TOSCANADAS ESPECIAL

El escritor argentino C.E. Feiling

David Toscana dtoscana@gmail.com

H

ace años leí una reseña en el New York Times. No recuerdo de qué novela se trataba ni quien era el crítico, pero se me quedó grabado lo siguiente: El reseñista comienza hablando bien de la trama y los personajes, menciona cuánto le estaba interesando la historia ubicada en Nueva York. Luego comenta que el personaje viajaba en la línea tal del metro y hace un trasbordo a la línea fulana. “¡Cualquiera sabe que entre esas dos líneas no hay correspondencia!”, comenta el reseñista pobre diablo. “A partir de ahí, ya no disfruté la novela, no podía quitarme de la cabeza esa pifia o mentira.” La mentecatez del crítico es magna. Con esos criterios, La última cena de Leonardo da Vinci sería una porquería porque así no era como se cenaba en la época de Cristo o porque el Cristo parece más italiano que judío. Y ni se diga de tantas crucifixiones que buscan más una expresión estética del dolor que una realidad histórica. Mi favorita, la de Mantegna, está muy alejada de una intención documental o histórica. Y sin embargo, los historiadores y críticos mentecatos les están ganando la partida a los novelistas. Señalar un “error” en una novela es motivo de satisfacción para el lector y de suma vergüenza para el escritor. Umberto Eco habla de que cuando se tienen millones de lectores, siempre habrá algunos que tengan un dato que él no tuvo. Esta gente ociosa le ha recriminado que en El péndulo de Foucault su personaje no haya visto un incendio que justo en la fecha indicada en la novela ocurrió por tal y cual calle de París.

Más aún, son numerosos los escritores que se jactan de la investigación histórica que hicieron para poder escribir su novela. El escritor argentino C.E. Feiling me contó que nunca terminaba de escribir una novela sobre Leopoldo Lugones porque siempre había más que investigar. Una vez que Feiling entrevistaba a William Golding le contó sus penurias y Golding le respondió: “¿Para qué investigas tanto? ¿Acaso no tienes imaginación?”. Muy pronto Feiling publicó la obra que parecía interminable: Un poeta nacional. Que la imaginación y el arte le otorgue mayor autoridad a la historia tiene tres ventajas para el escritor: la primera es que hay más lectores dispuestos a leer verdades que fantasías; la segunda, que es más fácil tomar prestado de la historia que crear un mundo; la tercera, que un escritor puede encargar todo el trabajo duro a sus mancebos. La ventaja para el lector es que puede hablar de lo que leyó con la suficiencia de un historiador. Haga usted la prueba. Lea La fiesta del Chivo y Cien años de soledad, y verá que la novela de Vargas Llosa le da mucho más material de conversación. Nadie, excepto García Márquez, pudo contar la historia de Macondo; nadie, salvo Rulfo, nos pudo llevar de la mano a Comala; pero incontables autores, testigos o no, han narrado la vida en el Gueto de Varsovia. En estos días en los que el autor se convierte en el embajador de sus propios libros, tendemos a olvidar que las novelas tienen un narrador, y que este narrador, por respeto al arte, tiene derecho de mentir, engañar, imaginar, soñar, enviar al drenaje las verdades históricas que le obstruyan la belleza. Y el autor no tiene por qué salir a la defensa de su narrador. L

DE CULTO

Elman Trevizo elman_trevizo@yahoo.com.mx ESPECIAL

Kenneth Koch

Los niños poetas

L

a poesía hilarante de Kenneth Koch puede definirse con uno de sus versos: “Como cuando después de bañarse, uno camina hacia la lluvia”. Además de escribir todos los géneros literarios, Koch, hasta su muerte a principios del siglo XXI, se dedicó a la enseñanza de la escritura creativa. Con su característica forma de abordar los temas que para muchos eran pomposos y exclusivos de los adultos, el poeta norteamericano intentó comprobar que los niños también podían hacer poesía. Para esto propuso una serie de actividades y ejercicios que se han retomado en numerosos talleres en todo el mundo; sin embargo, aunque es evidente, pocos reconocen la deuda a ese primer libro de Koch titulado Wishes, lies and dreams (Deseos, mentiras y sueños) en donde habla de lo que motiva a los niños a escribir sobre su vida. Luego publicó algunos otros sobre sus experiencias en esos talleres. Koch pasó la mayor parte de su vida impartiendo clases en escuelas públicas de Nueva York. Perfeccionó la forma de esas enseñanzas que más tarde también hizo llegar a los asilos de ancianos. Miles leían sus poemas con atención y adoptaban sus enseñanzas. En Hispanoamérica sus textos aparecen de forma esporádica en algunas antologías de poetas norteamericanos; sin embargo, sus volúmenes completos de poesía no se han llegado a traducir al español. Tampoco sus obras de teatro, novelas, cuentos, métodos de escritura y libretos para ópera. Cuando enseñaba escritura creativa lo hacía de una forma peculiar. Llegaba incluso a cantar

óperas italianas en medio de una clase para contagiar a sus alumnos el gusto por el lenguaje. No solo en estos actos era extravagante y festivo. Sus textos poéticos también mantenían ese tono que en ocasiones llegaba a la ironía. Muchos de sus poemas hacen una disertación sobre la poesía misma. Critica la solemnidad de algunos poetas americanos, cuestiona el valor de la inspiración y disecciona sus propios poemas hablando de los elementos gramaticales. Constantemente y con desenfado, hace referencias a otros escritores como Edgar Allan Poe, Lord Byron, Walt Whitman y Herman Melville; y a las tiras cómicas de su tiempo. Kenneth Koch, aunque es el menos conocidos de este grupo, se ubica junto con otros escritores norteamericanos en la llamada Escuela de Nueva York, en donde se incluye a los poetas Frank O’Hara, James Schuyler y John Ashbery; autores que conforme cambian los gustos poéticos son más valorados, estudiados y relacionados con la cultura pop. Ninguno de ellos fue un purista de la lengua. Incluso se les llamaba improvisadores, ocurrentes y casuales. Koch decía que al escribir nunca buscaba la palabra precisa. Su estilo era informal, sin métrica, rima y divisiones uniformes de las estrofas. Le interesaba que el tema encontrara a las palabras de forma natural, como pasa con los niños que, según Koch, encuentran los versos sin buscarlos, siempre y cuando tengan un ambiente propicio para jugar con las palabras y empezar a soñar, a desear y a mentir con la poesía. L

BITÁCORA PSICOTRÓPICA

Xavier Velasco

La inteligencia entra en estado de coma cuando pierde el sentido del humor.

MILENIO LABERINTO Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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LABERINTO

antesala

Mudanza

Un instante con Lola Álvarez Bravo

La fugacidad y el recuerdo coinciden en estas líneas, movimiento perpetuo que no impide dejar huellas perdurables POESÍA

A SALTO DE LÍNEA ADOLFOTÓGRAFO

Fabio Morábito

A

fuerza de mudarme he aprendido a no pegar los muebles a los muros, a no clavar muy hondo a atornillar solo lo justo. He aprendido a respetar las huellas de los viejos inquilinos: un clavo, una moldura, una pequeña ménsula, que dejo en su lugar aunque me estorben. Algunas manchas las heredo sin limpiarlas, entro en la nueva casa tratando de entender, es más, viendo por dónde habré de irme. Dejo que la mudanza se disuelva como una fiebre, como una costra que se cae, no quiero hacer ruido. Porque los viejos inquilinos nunca mueren. Cuando nos vamos, cuando dejamos otra vez los muros como los tuvimos, siempre queda algún clavo en ellos en un rincón o un estropicio que no supimos resolver.

JERRY BAUER

D

e acuerdo con Julio Ortega: “Fabio Morábito asume la voz del nómada, sin centro, y habla desde la intemperie, sin paisaje de fondo, sin escena a favor, despojado del mundo”. El poema que presentamos en esta página proviene de De lunes todo el año, Premio Aguascalientes 1991, reeditado este año por la Universidad Veracruzana. Fabio Morábito nació en Alejandría, Egipto, el 21 de febrero de 1955. Afincado desde hace muchos años en México, es autor, entre otros títulos, del poemario Lotes baldíos, del libro de cuentos Grieta de fatiga y de la novela Emilio, los chistes y la muerte.

La fotógrafa con Olivier Debroise (Ciudad de México, 1989)

Braulio Peralta juanamoza@gmail.com

L

a mañana del 20 de septiembre de 1985, Olivier Debroise esperaba un taxi en la esquina de avenida Juárez y Paseo de la Reforma. Estaba a su lado una mujer mayor, enjuta, triste, cabizbaja, de pelo ondulado, corto: era Lola Álvarez Bravo, la fotógrafa. Olivier cargaba unas bolsas, de esas del mercado, de colores: contenían los negativos de la obra de la artista visual: las fotos a Frida Kahlo, los muralistas, sus paisajes de Acapulco, su visión de las vecindades del Centro Histórico, un mundo en sus ojos con la cámara Graflex que fuera de Edward Weston y le compró a Tina Modotti... Huían de los estertores que había dejado el terremoto en ese cuadro de la ciudad. Olivier no pudo comunicarse con Lola el 19 de septiembre después del temblor. El primer cuadro de la ciudad quedó incomunicado, pero él pudo ir en el transcurso del día y ponerse de acuerdo con ella para dejar la zona de desastre. “No sin mis negativos”, le dijo la pionera, defensora de los derechos autorales de los fotógrafos. El crítico de arte —autor de Diego de Montparnasse, Figuras en el trópico y Fuga mexicana—, se fue directo al departamento de avenida Juárez donde vivía la fotógrafa. De su cajonero de negativos extrajeron las joyas de su lente: “El ensueño”, “Homenaje”—la garza muerta en la playa que rememora a Salvador Toscano—, “El sueño de los pobres”, sus originales que han dado la vuelta al mundo pero que en ese

cajonero son el porqué de sus ojos: una historia a la espera de un biógrafo. Miles de negativos para su resguardo en tiempos de vandalismo por la crisis que provocó la naturaleza. Los dos traían un cigarro prendido en la mano, a la espera del taxi. Fumadores compulsivos. Pero no murieron de cáncer. De ella dejó de palpitar su corazón a los 90 de edad, en 1993. Y él, de un paro fulminante —quizá por las presiones de las adquisiciones de obra para el Museo de Arte Contemporáneo, MUAC, con apenas 55 años, en 2008. Los vi apenas cruzando la calle. Él sonrió: una amistad no se rompe por diferencias en las ideas estéticas y la literatura. Ella, distante, con mirada reservada. La conversación no podía ser otra que el temblor: “Nadie sabe cuántos edificios se cayeron ni cuántos murieron”. Silencio. Congoja. Zozobra. Nos quedamos contemplándonos en medio del susurro de una ciudad apatrullada, enloquecida, caótica, adolorida. Lola me dio su mano al saludar: tersa, delgada, temblorosa. Estaba frente a la mirada de la búsqueda, donde lo popular es un asunto profundo, sin el artificio del folclore. Me miró y le dijo a Olivier: “Mira: es cejijunto, como Frida”. Nos miramos los tres y sonreímos. Ella, tan seca y dura en sus fotos o en sus retratos de Siqueiros, aquí sonreía con soltura. Lola Álvarez Bravo era una solitaria que disfrutaba la vida con sus amigos, cuando la visitaban. Un taxi paró. La despedida. Se fueron para preservar los negativos que ya son historia del arte. Yo, me quedé con la sonrisa de Lola. L

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04 sábado 21 de septiembre de 2013

MILENIO

filosofía

Cinco mitos A propósito de los cambios en el sector educativo nacional, resulta pertinente revisar la importancia del estudio de la filosofía: una de las armas racionales que tiene el hombre para orientarse. Esta disciplina, con una larga tradición de pensadores en nuestro país, contribuye, entre otras cosas, a reflexionar sobre los dilemas éticos que convergen en la pobreza y la violencia. Los siguientes textos reivindican al ejercicio de lo racional por excelencia ENSAYO Gabriel Vargas Lozano*

L

a filosofía ha sido una disciplina que ha implicado un esfuerzo milenario. Se considera que surgió con Tales de Mileto (624–546 AC) uno de los siete sabios de Grecia y que fue bautizada por Pitágoras, quien practicó la filosofía no solo como reflexión sino también como forma de vida. Este origen ha sido debatido en los últimos tiempos con razón, ya que existe también una dimensión filosófica en el pensamiento religioso de la India (Buda, 579 AC); en el ético en China (Confucio (m. 484 AC); en el indígena como en el caso de las poesías de Netzahualcóyotl (Texcoco 1402–1472 DC) quien dejó algunos testimonios de exquisita belleza sobre la transitoriedad de la vida. Pero además, se conservan testimonios de otros tlamatinime en los que se habla de la educación de los niños y de su concepción del mundo y de la vida. Y qué decir del teólogo, jurista y filósofo islámico Al–Ghazali (1058 y 1111 DC) que escribió cuarenta libros titulados La prueba del Islam en los que habló de la incoherencia de los filósofos y frente al cual, Averroes escribió su texto La incoherencia de la incoherencia. La filosofía, entonces, nace y se desarrolla desde hace más de 2,500 años en diversas latitudes y bajo diversas condiciones, como un tipo de reflexión profunda sobre la vida, el sentido de la existencia y la naturaleza humana. Durante todos estos siglos, se constituyó lo que Jaime Labastida llama “el edificio de la razón” compuesto por la filosofía pero, también, por la ciencia. Durante todo este tiempo, la filosofía se ha desarrollado extraordinariamente: algunas de sus ramas dieron origen a ciencias que luego se independizaron pero al árbol de la filosofía le han nacido nuevas ramas como las filosofías de la ciencia, filosofía de la mente, de la historia, de la política, etcétera, y el árbol, lejos de marchitarse, ha adquirido nuevas raíces y nuevos frutos. Es falso que la filosofía se encuentre en extinción y quienes así lo afirman, o son ignorantes o lo hacen de mala fe, al igual que los que abogan sobre su presunta inutilidad. La ciencia y la filosofía son las únicas armas racionales que tiene el hombre para orientarse en la existencia con cierta certeza. Lo demás es desorientación o legitimación del dominio de los poderosos disfrazada de filosofía o, inclusive, de ciencia. Desde mi perspectiva, la “buena” filosofía, proporciona al hombre razones para pensar en lo que sería una sociedad justa; acompaña a la ciencia con la epistemología y la ontología; ha creado utopías entendidas como una crítica indirecta a la realidad (Tomás Moro) o como una estrella polar (Ernest Bloch), entre otras muchas funciones. La filosofía también contribuye a que el ciudadano reflexione correctamente sobre los dilemas éticos que enfrenta como la desigualdad, la pobreza, la violencia, la corrupción; nos permite tener conciencia de nosotros mismos y acceder a la conciencia de nuestra propia práctica; nos permite pensar nuestra sociedad para definir mejores rumbos y construir una sociedad realmente democrática. Tal vez por esas funciones que cumple, y sobre todo por su función crítica, sea que existen fuerzas muy poderosas que, en los últimos tiempos, han buscado eliminarla de la educación; privar al ciudadano de ese bien construido por siglos; confinarla a un vano e improductivo academicismo; impedir a toda costa que el ciudadano se eduque y se enseñe a pensar. Si la pseudo–filosofía contribuye

a reforzar mitos e ideologías negativas, los grupos dominantes le dan la bienvenida y ponen todos los medios a su disposición, sin embargo, si no cumple este cometido, dichos grupos diseñan nuevas formas de orientación ideológica para profundizar la alienación de los individuos. Son estas fuerzas estructurales las que han pretendido silenciar a la filosofía mediante múltiples mecanismos que son reforzados por la implantación en la conciencia de los ciudadanos, lo que yo llamaría cinco grandes mitos: Mito número uno: La filosofía —dicen— es un conocimiento al cual solo pueden acceder las minorías privilegiadas. El libro La filosofía, una escuela de la libertad, publicado por primera vez en español y como una primicia para toda nuestra área lingüística mediante una coedición entre la Unesco y la UAM–I, propone todo lo contrario: la filosofía puede y debe ser enseñada a todos: niños, adolescentes, adultos y en cualquier actividad. Es cierto que hay aspectos propios de los especialistas como ocurre en la ciencia, sin embargo, todo puede ser explicado en forma accesible. La filosofía debe poner una escalera para que todos podamos ascender. Además, como decía Kant en “La arquitectónica de la razón” al final de la Crítica de la razón pura: “no se aprende filosofía sino a filosofar”, es decir, la filosofía no es aprendizaje de nombres y fechas sino la puesta en marcha de una reflexión activa, vivaz, y que toque a la convicción de las personas. Kant también habló de la importancia del uso público de la razón para el logro de una sociedad mejor. Mito número dos: “Los filósofos son unos individuos excéntricos cuya actividad especulativa los mantiene fuera de la realidad”. Algunos contra– ejemplos bastarán: Tales de Mileto fue universalmente conocido por una broma que refirió Platón en su diálogo Teeteto, cuando comenta que una esclava tracia se burló de él por haber caído en un pozo al estar observando las estrellas. Sin embargo, habrá que decir que este filósofo observó el movimiento de las estrellas y esto le permitió dar indicaciones a los navegantes; diseñó puentes pero también acaparó el aceite en primavera y cuando escaseó en invierno, lo vendió a buen precio. Nada tonto y nada fuera de este mundo. Pero como este ejemplo hay muchos más: Locke, a través de sus Dos ensayos sobre la sociedad civil propone el iusnaturalismo y el contractualismo para resolver la crisis de legitimidad de la monarquía inglesa en 1689 y su obra fue el fundamento de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, así como Rousseau lo fue de la Constitución de Apatzingán en nuestro país, y ya no se diga en el caso de los filósofos de la ilustración que prefiguran las instituciones de la modernidad. Lo que ocurrió aquí fue que los poderosos que tomaron el poder, pervirtieron y deformaron sus principios. Mito número tres: “Lo que necesita la sociedad actual —repiten— y sobre todo en las sociedades como las nuestras, son más técnicos y menos filósofos.” Esta es una falacia escandalosa. Nadie se opone a que se formen técnicos pero los técnicos no pueden ser educados como autómatas que no tengan conciencia de su propia actividad o de la forma en que se utilizan las máquinas para la destrucción del medio ambiente; para enajenar al ciudadano o para incrementar y acelerar la violencia. Los técnicos requieren de una formación lógica, la ética, estética y ampliamente filosófica.

Es falso que la filosofía se encuentre en extinción y quienes así lo afirman, o son ignorantes o lo hacen de mala fe, al igual que los que abogan por su presunta inutilidad

Mito número cuatro: los jóvenes solo necesitan adiestrarse como individuos útiles para incorporarse a la globalización mediante un oficio o profesión. Olvidan que para prepararse de manera integral, el individuo, como expresa Edgar Morin, no solo debe “saber cómo” sino también “saber conocer”, “saber ser” y saber convivir. La incorporación de la sociedad a las nuevas tecnologías de la producción, de la comunicación y del consumo requiere urgentemente de una sólida formación técnica pero también filosófica. La filosofía permite que el individuo desarrolle sus capacidades y enfrente al mundo con imaginación y creatividad. Pero hay algo más grave. Recientemente, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que ha exigido la implantación del método de competencias, es decir, un método en que la filosofía sale sobrando, se queja de que nuestro país ocupe el primer lugar de desertores escolares entre 15 y 18 años. Y que 7 millones 337 mil 520 jóvenes “ni estudian ni trabajan”. Es un “drama” —dicen—, es “algo brutal”, es una “falla estructural”. La solución es, de acuerdo con la OCDE, una reforma hacendaria que permita recaudar más dinero para solucionar los problemas sociales.


sábado 21 de septiembre de 2013 05

LABERINTO

filosofía ESPECIAL

RESEÑA

EJERCICIOS DE LA RAZÓN POROSA Luis Xavier López Farjeat

C

El asunto es complejo y no pretendo abordarlo aquí en todas sus dimensiones, sin embargo, lo que creo que está faltando, más allá de que le pongan piso y techos a las escuelas y no impongan leyes que, sin el concurso activo de los maestros, no van a funcionar, es que se requiere que se proporcione a los jóvenes una concepción filosófica que les permita fortalecer, lo que José Ingenieros llamaba, “sus fuerzas morales”. La filosofía podría permitir a esos jóvenes reflexionar sobre su vida y su entorno para encontrar el sentido de su existencia. Mito número cinco: “La filosofía es un saber inútil”. La filosofía es, por el contrario, un saber extraordinariamente útil pero entendido este concepto no en su sentido estrecho sino en el de un desarrollo pleno de las capacidades de los seres humanos como ciudadanos racionales. La filosofía es un saber necesario para todos los seres humanos. Un mundo sin filosofía es un mundo de autómatas en que, quizá, quieren convertirnos. ¿Cuál es el sentido de fomentar todos estos mitos y negar las posibilidades de desenmascararlos? En el fondo, se trata de sustituir la conciencia crítica por las ideologías conformistas o negativas. Se trata de adormecer la conciencia de los individuos para que no se rebelen frente a las injusticias. Es por ello que se busca reducir, marginar y, si se puede, eliminar a la filosofía y las humanidades. Es por esta razón que no se le da espacio en el ámbito público y no forma parte de la política educativa. Aquí encontramos la razón por la cual el régimen anterior eliminó de forma insensata a la filosofía y al área de Humanidades de la educación media superior aunque, afortunadamente, después de cuatro años de lucha de la comunidad filosófica a través del Observatorio Filosófico de México, se empiezan a ver los signos de su cumplimiento. L (*) Profesor e investigador del Departamento de Filosofía de la UAM–I y Observatorio Filosófico de México.

ierta reclusión de la filosofía en la academia ha contribuido a la disociación entre cultura y filosofía. Por cultura suele entenderse un conjunto de creaciones y manifestaciones que ocurren en el terreno de las artes y las humanidades. En las revistas y suplementos culturales predominan las notas relacionadas con la literatura, la música, las artes plásticas, la historia incluso, pero pocas veces con la filosofía. Una de las razones por las que esto sucede es que la mayor parte de los filósofos profesionales en nuestro país se dedican a la producción de libros y artículos de alta especialización, y pocas veces se ocupan de la divulgación. Esta disociación ha hecho de la filosofía una disciplina científica cuyas producciones se dirigen, en definitiva, a una comunidad muy reducida. Acaso por ello, los filósofos son poco leídos y su influencia en el ámbito de la cultura se desconoce, se echa de menos, o su existencia se somete a discusión (a este respecto véase, por ejemplo, el debate iniciado por Guillermo Hurtado en mayo de 2012 en la revista de filosofía Diánoia, de la Universidad Nacional Autónoma de México, y las sucesivas réplicas y comentarios que han ido apareciendo en números posteriores de esa misma publicación). Lo cierto es que en muchos sectores, no solo en el cultural, también en el social, el político o el educativo, la labor de los filósofos mexicanos es prácticamente ignorada o, en el mejor de los casos, se alude a ella de manera tangencial. ¿Quiénes son los filósofos mexicanos? ¿En dónde están? ¿Qué han hecho en el último siglo? El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes recién ha publicado el volumen La filosofía en México en el siglo XX. Apuntes de un participante, en donde Carlos Pereda reúne un conjunto de notas, ensayos, entrevistas, discusiones, análisis críticos acerca de algunos pensadores que podrían considerarse protagonistas destacados del desarrollo de la filosofía en México en el siglo XX (y también en lo poco que va del XXI). No es un libro de historia. Esto quiere decir que el lector no encontrará una exposición de las filiaciones, las influencias y las tesis más destacadas de los filósofos mexicanos. La aproximación de Carlos Pereda a la filosofía en México evita la disección de las ideas como si se tratase de piezas arqueológicas. Pereda está hablando de problemas, soluciones y argumentos que no fueron sino que son parte de la discusión filosófica y, por tanto, no pueden ser abordados desde la mirada de la historia explicativa, sino desde lo que él denomina “historia intelectual argumentada”. Pereda no juega el papel de un cronista ocupado en relatar desde el exterior lo que ha ido aconteciendo en la filosofía en México, sino que más bien, se comporta como un participante, un protagonista más que por lo tanto interviene de manera directa en el ambiente filosófico. Por ello, tras un breve “informe” sobre la filosofía en México en el siglo XX (primera parte), en donde distingue cuatro fases (la generación de los “fundadores”, la de los “transterrados”, la época de los “grandes bloques” y la “irrupción del archipiélago”), Pereda agrupa una serie de notas, apuntes, conversaciones, reseñas y discusiones (segunda parte) en donde se aborda la filosofía de personajes tan representativos como Antonio Gómez Robledo, Adolfo Sánchez Vázquez, Leopoldo Zea, Fernando Salmerón, Alejandro Rossi, Luis Villoro, Ramón Xirau, Juliana González, y algunos otros cuya carrera filosófica está todavía en curso como por ejemplo —y por mencionar unos cuantos— Olbeth Hansberg, Paulette Dieterlen, Mauricio Beuchot, Nora Rabotnikof, Ambrosio Velasco, Guillermo Hurtado, y otros más.

La tercera parte está compuesta por un penetrante ensayo en colaboración con Gustavo Leyva, uno de los académicos mexicanos de mayor prestigio dedicado a la filosofía alemana, y trata precisamente sobre la recepción de ésta en México: la influencia del neokantismo, las aportaciones intelectuales de los fenomenólogos mexicanos y transterrados, la recepción mexicana de Hegel, Marx y Nietzsche. Se incluye en esta sección una breve reflexión sobre la filosofía de la liberación de Enrique Dussel. Las observaciones finales a esta tercera parte arriesgan una especie de diagnóstico sobre la situación de la filosofía en México y América Latina: si bien es cierto que hemos sido importadores de diversas concepciones y distintos modos de hacer filosofía, no hemos jugado un papel del todo pasivo; por ello, no es que hayamos sido colonizados por las filosofías extranjeras, sino que hemos sido capaces de mantener un diálogo muchas veces fecundo que nos ha permitido pensar en nuestro contexto con mayor visión y también con mayor complejidad. Sin embargo, esa tensión entre la filosofía importada y la nacional ha ocasionado algunos “vicios coloniales” como por ejemplo la tendencia muy debatible a hablar de una “filosofía mexicana”, como si la filosofía fuese una disciplina limitable a lo regional. Carlos Pereda es un filósofo de la academia. No obstante, lo que más atrae de su labor intelectual es el interés que desde siempre ha manifestado en traspasar los bordes y las fronteras del quehacer de la filosofía estrictamente académica para ocuparse de la lingüística, la literatura, la historia, la antropología (cuarta parte). En sus propias palabras, importa “volver porosa la razón tanto al mundo de la política, a las investigaciones de las ciencias o al desarrollo de las artes, como a las vicisitudes de la vida personal, incluyendo la vida afectiva”. Pereda no podría ser más claro: “(…) creo que la buena filosofía se hace con ejercicios de la razón porosa”. Entre las muchas virtudes y capacidades que despiertan admiración por Carlos Pereda —un filósofo extraordinario, un intelectual riguroso y un ser humano excepcional— hay algo que me parece particularmente ejemplar, a saber, su habilidad e interés en redactar artículos de filosofía técnicos sin despreciar otras formas de hacer filosofía como lo es la redacción de ensayos destinados a ampliar los horizontes públicos. En este sentido, Pereda es un filósofo que se ha resistido a creer en esa disociación a la que me refería al principio entre filosofía y cultura: si bien la filosofía es una disciplina científica, ello no significa que deba desvincularse de la vida corriente de los seres humanos. Su reciente libro es una muestra fehaciente de alguien que sabe reflexionar con suficiente agudeza sobre el papel que ha jugado, juega y debería jugar la filosofía en nuestro país. L


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Carta a Günter Todo escritor debe ser muy cuidadoso con su obra, los lectores y la crítica no perdonan fácilmente ninguna trampa, omisión o imperfección, el autor se pone a prueba a través del más mínimo detalle. La siguiente misiva es una réplica implacable dirigida al Premio Nobel de Literatura 1999, a propósito de la novela Es cuento largo, en que la sombra de Theodor Fontane es más que perceptible, es una especie de álter ego o doppelgänger del protagonista. Sombra a la que, curiosamente, Grass no le concedió mérito alguno Marcel Reich–Ranicki

…Y ES ALGO QUE SE TIENE QUE DECIR

M

i querido Günter Grass, de “las tareas más difíciles y penosas de esta profesión” –nos dice Fontane–, “es la de tener que decir, con frecuencia también a las celebridades, o lo que es peor, a aquellos que para uno mismo representan grandeza y fama, cosas que no son bienvenidas.” Pero –continúa– “lo malo es lo malo, y es algo que se tiene que decir. Después pueden venir los demás con explicaciones y moderaciones.” Esta es, con bastante exactitud, mi situación. Yo lo tengo a Usted como un escritor extraordinario, aún más: lo admiro… ahora como antes. Sin embargo, debo decir lo que no se puede ocultar: me parece que su novelaEs cuento largo es una obra malograda por completo. También para mí es, créamelo, muy doloroso. Usted invirtió en este libro muchos años de arduo y, ciertamente, doloroso trabajo. Es obvio que puso todo en juego: se ha vuelto la obra más extensa de su vida. ¿Qué es lo que debo hacer entonces? ¿Aludir solamente al total fracaso con benevolencia y tratarlo como a un “cansado peregrino” (también éstas son palabras de Fontane)? No, imposible. Solo una cosa le prometo: quien espera aquí chistes malvados e indirectas maliciosas, éstas van completamente por su cuenta, pues se trata de una cosa más seria –en todo caso para Usted. ¿Quería escribir una novela sobre Fontane? Apenas si lo ha logrado. Usted sabe que desde hace mucho hay una novela como ésta, y que competir con quien la ha escrito sería algo insensato, si no inútil. Y de quien hablo no es más que el mismo Fontane: de sus cartas y recuerdos, de sus diarios y libros de viaje; también de sus críticas y, no por último, de sus novelas y novelas cortas se obtiene un autorretrato del que se derivan dos cosas… cómo era Fontane y cómo quería ser visto. No, Usted no quería escribir sobre Fontane, supongo, sino ante todo sobre Alemania y Berlín en los años del hundimiento de la República Democrática Alemana y, por tanto, de la Reunificación. Como casi todos los autores de éxito, Usted es considerado también —esta designación se la debe en gran parte a sus colegas— como un megalómano. Mi punto de vista es completamente distinto. No ha sido la megalomanía, me parece, la que ha mermado fuertemente su fuerza productiva en lo literario durante los años ochenta y ahora en los noventa, sino más bien la inseguridad o, con mayor exactitud, una menguada confianza en sí mismo. Casi tengo la sospecha de que ahora cree más en su talento como dibujante y grabador que como narrador, como novelista. La crítica y el público se apartaron con gran decisión, y la mayoría de las veces muy abruptamente, de su Ratesa y de Malos presagios, y también de dos o tres libros breves. Eso es una de las razones de su crisis. Otra tiene que ver con la política. En los años sesenta (¡no antes!) Usted, un artista en lo fundamental apolítico, se convirtió en un político amateur apasionado. Decirlo de esta manera no debería ofenderle: escritores que se vuelven hacia la política, siempre actúan muy bien como amateurs —y si Usted se vuelve político de profesión, entonces perjudica a la literatura sin beneficiarse de la política. No, Usted no quiso nunca cambiar en serio de profesión pero ya se le había dado reconocimiento político. En los hechos: Willy Brandt buscó su consejo y terminó decepcionándolo amargamente, pues lo necesitó durante el tiempo que luchó por llegar al poder y cuando fue canciller federal, no quiso saber nada más de Usted. ¿Me equivoco al suponer que eso nunca lo hirió? Fueron también solo decepciones las que posteriormente le deparó la política alemana, especialmente en el periodo alrededor de 1990. Todo se transformó y, de hecho, mucho más rápido de lo que nos hubiéramos podido imaginar. Usted no se quedó atrás, tomó parte en los acontecimientos como orador y publicista. No rechazó invitaciones a entrevistas y discusiones. Eso le honra. No obstante, representó opiniones que la mayoría no compartía. Y se quedó solo. Eso no habla mal de Usted,

Crítico canónico de las letras alemanas

Fontane, maestro del realismo germano

pero le causó un malestar que no pudo soportar. ¿Y es entonces que comenzó a trabajar en su novela Es cuento largo? Uno debe andar con cuidado, escribió Schiller, “de cantar al dolor en medio del dolor”. Es evidente que no estaba seguro por completo de sus medios literarios para realizar, sin muchos detalles, el trasfondo de una historia, sobre todo en lo referente a lo que ocurría en Berlín: a Usted le hizo falta fuerza y valor —¿y quién se lo podría tomar a mal?—, y también aquella predisposición a correr riesgos, la cual es necesaria cuando uno está sentado frente a una hoja de papel en blanco y desea contar. Sin embargo, contar es —de eso estoy seguro— revivir el presente y tener presente lo revivido. ¿Pero a quién se lo estoy diciendo?

Usted, mi querido Günter Grass, decía que para poder tener presente lo vivido, se volvía hacia una idea central, en lo posible original, si bien no del todo extravagante, una idea que debía llevar puesta la novela para ayudar a mantenerse unida. En vez de superar todos los escrúpulos y las inhibiciones (lo sé: tales escrúpulos e inhibiciones son especialmente grandes en un autor mundialmente famoso, el cual ya no es precisamente el más joven) y escribir sobre personas, escenarios y acontecimientos tan directa y sustanciosamente, tan suave y ligeramente, tan jugosamente, como solo Usted puede hacerlo. En vez de decidirse, pues, por la huida hacia delante, le pareció necesario un largo rodeo. Y ahora estamos de nuevo con Fontane. Usted ama a Fontane. ¿Quién no lo ama? Al mismo tiempo, él se le impone como colega de profesión. ¿Porque es un gran experto, uno que domina, por lo visto jugando, sus herramientas? Ciertamente, pero también por algo distinto. El viejo Stechlin —dice el Pastor Lorenzen en su discurso funerario— era mejor de lo que nosotros podemos ser: “un hombre y un niño”. Esas palabras se relacionan frecuentemente con Fontane, y con mucha razón. ¿Qué significa esto si pensamos en su creación literaria? Que era ambas cosas a la vez: crítico y naif. Y ambas en la más alta medida. La síntesis de ser crítico y naif es el secreto de su inmediatez y abandono, de su despreocupación y soberanía y, con ello, igualmente, el secreto de su narrativa. En algunos capítulos de su Tambor de hojalata y en El gato y el ratón, esa ingenuidad se siente de verdad. Después se atrofia y, finalmente, lo abandona –y esa es, tal vez, la kruz de su épica. Fontane, ha pensado Usted, quedaría bien para su tema, algo así como la historia de una familia de Berlín entre 1987 y 1992. Sin embargo, él y su obra son a todas luces productos del siglo XIX.


sábado 21 de septiembre de 2013 07

de portada

Grass FOTOS: ESPECIAL

Tampoco en nuestra fantasía se dejan trasladar a nuestra época pero, posiblemente, tales juegos del pensamiento le han hecho concebir la terca idea de llamar a Fontane para afrontar las dificultades. Usted ha hecho todo lo que estaba en su poder para hacer de su Theo Wuttke, quien es nombrado como Fonty, no precisamente un renacido, pero sí al menos una especie de doppelgänger de nuestro Fontane: como su modelo, Fonty nació en Neuruppin e incluso el mismo día, aunque cien años después. Cuando no se asemejan, su esposa y sus hijos recuerdan a los de Fontane. Fonty es mensajero de oficina en el organismo encargado de la privatización de las empresas de la RDA; sin embargo, viste como Fontane, y con el tiempo se le parece cada vez más. Se identifica con él de una manera tan inusual; habla de sus novelas o baladas como si fueran sus propios trabajos. Durante una enfermedad, traza en delirios de fiebre nuevos finales para las distintas novelas de Fontane. ¿Qué significa eso? ¿Quería Usted mostrarnos que no puede hacerlo mejor que Fontane? Sin duda. Con su sabihondez en cosas de Fontane y con las eternas citas, el mensajero Fonty saca de quicio a todos —como yo a Usted ahora, mi querido Günter Grass. A la inversa no hay nada que hacer. ¿Por qué? ¿Porque soy un sabelotodo profesional? No, no solo por eso. Usted puede hacer casi todo mejor que yo. Aunque hay algo que con seguridad puedo hacer mejor que Usted, esto es, enjuiciar su libro. La razón es muy sencilla: yo no lo escribí. Usted sabe aproximadamente, o tal vez incluso con exactitud, de qué ha prescindido, y no puede olvidar de cómo nació la totalidad en los años de trabajo. Sin embargo, ese conocimiento, a lo largo de las 781 páginas del libro, delimita su mirada, enturbia su visión del resultado. ◆◆◆ Desde hace casi 30 años me parece que en lo fundamental Usted es, a pesar de que lo hizo famoso una novela, un contador de historias. Antes lamentaba que no le saliera bien el conjunto de sus novelas (no sus brillantes narraciones El gato y el ratón y Encuentro en Telgte); que en la mayoría de los casos Usted pusiera solamente una sucesión de imágenes, escenas y episodios. Ahora lamento que nosotros busquemos en vano en la novela Es cuento largo este tipo de fragmentos cerrados en sí mismos.

LA CRÍTICA Y EL AMOR AL ARTE Marcel Reich–Ranicki murió el pasado 18 de septiembre a los 93 años. Le llamaban, a veces burlonamente, pero no sin admiración y temor, el “Papa de la literatura alemana”. Su lengua y su pluma se hicieron respetar; se educó leyendo a Lessing, a Heine, a Brecht. Ningún gran escritor se salvó de su crítica mordaz. En especial, con Günter Grass estableció una relación sin medias tintas. Reseñó y criticó la mayoría de sus libros. Los leyó con inteligencia y humor, pero también con una extraña mezcla de amor–odio. Reconocía el genio del hermano gemelo y asimismo le recriminaba si hacía falta. Afirmaba que “su prosa a veces seduce y a veces provoca a la contradicción. Pero ante ella nadie puede ser indiferente.” Juntos animaron la vida cultural alemana por más de 50 años. Su autobiografía Mi vida, es paralela a Pelando la cebolla de Grass. En ella cuenta su amor por la literatura, a la que consideraba su verdadera patria: un épico álbum de fotos en el que aparecen su familia judía alemana–polaca; el Berlín de los años 30 y su descubrimiento de los clásicos alemanes y los escritores de la República de Weimar; los horrores del nazismo y el campo de concentración donde murieron sus padres; su pertenencia al Servicio Secreto polaco después de la guerra; sus encuentros y desencuentros con escritores del Grupo 47; sus exitosos programas de radio y televisión. Estaba convencido de que sin amor a la literatura no hay crítica. Unas horas antes de morir, relata su amigo, el editor Schirrmacher, Reich–Ranicki de pronto volvió en sí al escuchar el nombre de Grass, abrió los ojos y quiso incorporarse… ¿Fue un intento más de sobrevivir usando la estrategia de Sherezade? (Marco Lagunas) Su Fonty, leemos, nos confía el yo narrador, “está escrito en el vacío”. Por Dios, ¿podría ser aplicable eso mismo a Usted? Fonty admite brevemente: “Mi saco de palabras está vacío… Ninguna chispa quiere saltar”. Pero no: su saco de palabras no está vacío, es incluso magnífico, su contenido cae rodando ininterrumpidamente. Pero en los hechos, ninguna chispa salta. De manera más modesta: la mayoría de las veces las palabras sonoras y los giros resultan sorprendentemente menos que nada. Entretanto, sus quejumbrosos lectores debemos aceptar bostezando que se repita continuamente. Las descripciones se nos ocultan, se nos colma de declaraciones ¿Con qué frecuencia se nos tiene que importunar con la información de que en la familia de Fonty se nombra el buen cuarto el “Salón Poggenpuhlsche”? Fonty aburre a las personas de su entorno con la pregunta revolucionaria de si el Padre nuestro debe ser abolido en la casa del fideicomiso o, como él piensa, debe ser mantenido. ¿Por qué tenemos que sufrir con eso también nosotros? ¿Por qué nombra Usted casi a todos los escritores conocidos de la RDA si, literalmente, no tiene nada que decir sobre ellos, así se trate ahora de Becher o la Seghers o Bredel, Bobrowski, Fühmann o Hack; si nosotros somos despachados con comunicados como: “La aún recién criticada por el colectivo del partido Wolf”? Solo sobre Heiner Müller se encuentran algunas oraciones, si bien no de lo más justas. Francamente, Usted abusa de la paciencia de sus amables lectores. Y lo que es peor, debido a que su tan aburrido y posiblemente algo senil Fonty no puede terminar de hablar (más correcto sería, parlotear) sobre novelas y novelas cortas de su tan amado Fontane. Las conoce todas, nos informa sobre personajes aislados y motivos literarios también a los que las hemos leído, en la mayoría de los casos, en nuestra juventud. Pero, mi querido Günter Grass, simplemente no lo puedo comprender: en su Es cuento largo se encuentran cientos de oraciones sobre la épica de Fontane —y es por eso que no dice ni escribe alguna original o que resalte. ¿Cómo es posible? Lo acepto, estoy desconcertado, me quedo sin respuesta ante esta pregunta. Desde luego, Usted cita a Fontane abundantemente —y así, como son las cosas, debo decir: en su libro entre más proviene de él, mejor para nosotros y para Usted. Pero la cuestión es que la mayoría de las veces Usted no resalta de dónde ha tomado prestados los textos (especialmente en lo referente a la correspondencia). Su Fonty redacta muchas y largas cartas, que en realidad han sido escritas por dos autores —por Usted y por Fontane. ¿Pero quién ha escrito qué? Un especialista en Fontane puede tal vez reconocerlo, yo no siempre puedo, pues, en primer lugar, la obra de Fontane consta de diez mil páginas; y en segundo lugar, Usted no imita nada mal su estilo, especialmente su tono distendido. Probablemente Usted está muy orgulloso del resultado; yo, por el contrario, renunciaría a él de buena gana. Desde hace casi cuarenta años tengo una debilidad por su palpitante, su inconfundible dicción tanto en la prosa como en la lírica, y lamento que ahora sea para Usted divertido hablar a veces con una voz equivocada. Además, se origina una discusión algo riesgosa a través de la mezcla de textos. Quiero darle un ejemplo. En una carta de

su Fonty aparece: “Todo lo que se nombra como alemán, es dominado por la medianía.” Eso es tonto y disgusta. En relación a esto me pongo algo sensible: desde que a mí por primera vez me lanzaron a la cabeza una oración antisemita —yo era aún un niño y fue en una escuela alemana— temo a las generalizaciones nacionalistas y a lo que se les parezca. Ya sabemos hacia dónde puede llegar esto. Ahora, mi querido Günter Grass, Usted tal vez triunfará: ¡Tómala! —ya cayó. Esa oración sobre la mediocridad alemana, dirá eventualmente, no es para nada mía, sino de nuestro gran Fontane. Puede ser, de eso no estoy seguro. Solamente que el sinsentido sigue siendo el sinsentido. Fontane era un escritor rápido, al que en sus incontables cartas a veces se le salía de la pluma una palabra estúpida. Con citas de Fontane se ha causado ya mucha desgracia, a propósito del Tercer Reich. Breve y bueno: sería mejor que Usted jugara con las cartas abiertas, entonces no llegaríamos a una idea desagradable de que, sirviéndose abundantemente de Fontane, nos quiere sacudir un poco las orejas. Por supuesto, Usted podría sentirse llamado a recurrir a Thomas Mann, quien en su Lotte en Weimar unió, sin hacerlas perceptibles, sus propias afirmaciones con las de Goethe. Cierto, mi respuesta solamente es: por desgracia, por desgracia, pues también Thomas Mann contribuyó a la confusión con ese método demasiado cómodo. Es decir, lo desafortunado en su novela consiste en que constantemente se siente llamado a recurrir a Fontane, que no lo cita y lo imita y con ello también lo saquea, pero no le sale bien, ya que de lo que se trata es de aprender lo que de él, como pocos escritores alemanes, precisamente, era tan capaz: trasladar lo mental a lo sensorial y, por lo tanto, hacer de lo espiritual algo visible e ilustrativo. La Alemania actual, que a Usted le disgusta tanto, es incapaz de la unidad; Usted llora por la vieja RDA una pequeña lágrima, ve el futuro de la nación en colores sombríos. Está bien, pero ahora todo es afirmación y no narración, solo se da a conocer y no se muestra. ¿Por quién? Usted mismo no dice nada sobre eso y sobre temas parecidos —y cómo podría, si Usted no existe en la novela, y nadie lo podría confundir con el narrador del libro. Deja hablar al viejo mensajero de oficina Fonty y al eterno espía Hoftaller, el cual (entre otros) ha trabajado para la oficina principal de seguridad del Reich y después fue un hombre del Servicio de Seguridad del Estado —y da a entender que será algo así en el futuro. En todo caso, él es, nos dice Fonty, “colosal en el transcurrir” y tiene “el olfato correcto”. ◆◆◆ Pero tampoco olvido. Hay en su libro un episodio, el cual cae completamente fuera del marco. Usted describe un encuentro con Uwe Johnson. Lo describe maravillosamente. Nadie puede hacerlo mejor que Usted. Pero son solo cinco páginas de 781. L Lo saludo con la vieja cordialidad. Suyo Marcel Reich-Ranicki Tomado de Der Spiegel Traducción: Marco Lagunas


08 sábado 21 de septiembre de 2013

MILENIO

en librerías ESPECIAL

Un misterio trivial RESEÑA Alberto Chimal @albertochimal

P

ublicada en Nueva York por Simon & Schuster, la nueva biografía de J. D. Salinger —que acompaña a un documental de uno de sus coautores, Shane Salerno, y a una enorme campaña publicitaria— intenta escarbar en la leyenda del escritor: en el “silencio” que mantuvo durante los últimos 45 años de su vida hasta su muerte en 2010. El resultado es decepcionante, y no porque el libro no ofrezca algunas informaciones nuevas: más bien, como suele ocurrir, las revelaciones son anticlimáticas. La fama de recluso de Salinger es engañosa, como ya se sabía y el libro confirma: salía de su casa, se relacionaba con amigos y parientes, tenía amoríos, veía cine y televisión, escribía cartas y visitaba iglesias (fue devoto de una variedad de la filosofía vedanta durante décadas). No era un Howard Hughes: solo evitaba la vida literaria, la exposición ante los medios y la publicación…, lo que bastó, claro, para convertirlo en un freak para una cultura global obsesionada con la

fama y la atención. ¿Cómo podía no querer estar todo el tiempo bajo el reflector? Los momentos más embarazosos de Salinger son los que buscan responder esa pregunta como si fuera la única posible sobre J.D. Salinger: los que se dedican solamente a complacer el morbo de fanáticos y curiosos. Largos pasajes describen las relaciones que Salinger entabló con adolescentes para averiguar, dicen los autores, si éstas fueron la base de algunos de sus cuentos más famosos; largos pasajes describen los horrores sufridos por soldados estadunidenses en la Segunda Guerra Mundial, y de vez en cuando recuerdan que “a Salinger le pasó eso también, porque fue soldado”, presuntamente con el fin de indagar si el escritor fue víctima de lo que hoy llamamos síndrome de estrés postraumático, y si ese “trauma” explica el carácter de Holden Caulfield, el protagonista de su gran novela El guardián entre el centeno. Etcétera. Los testimonios de amigos, familiares, estudiosos, escritores y otros están estructurados para llegar a la conclusión sensacionalista que cabía esperar: tuvo que estar “enfermo” —que ser “anormal”— para escribir con ese genio.

J.D. Salinger

Pero el misterio del “trauma” de Salinger es trivial. De una forma u otra el arte es, siempre, la expresión de alguna herida: el resultado de un choque con el mundo, sutil o violento, que al expresarse se remedia o por lo menos se articula. Lo que separa a Salinger de otros escritores no es esa violencia, ni sus detalles, sino sus consecuencias en los textos. Y, por lo tanto, se puede ver la obra disponible, autorizada por Salinger y sus herederos, así como en la otra: la que aún puede aparecer (Salinger anuncia, sin dar fuentes, cinco libros más que se preparan para publicación póstuma) y la que ha sido suprimida u oculta. Tal vez incluso bastaría lo que sí se puede leer —la novela, las tres colecciones de cuentos, los escasos textos sueltos— para entender esa parte del pensamiento de su autor. Un ejemplo. En 1965, Salinger publicó por última vez en su vida: “Hapworth 16, 1924”, un cuento muy largo, casi unánimemente

despreciado por “inverosímil” y “pedante”, es una carta atribuida a Seymour Glass, uno de sus personajes emblemáticos, que a los siete años da la impresión de ser una especie de sabio reencarnado, con recuerdos y conocimientos más allá de su edad en esta vida, una capacidad sobrehumana para leer y, quizá, el don de la profecía. Años antes, en 1948, Salinger se había convertido en una celebridad literaria con otro cuento: “Un día perfecto para el pez banana”, en el que Seymour es un hombre casado y veterano de guerra que se suicida de manera desconcertante. Más allá de toda otra consideración, “Hapworth 16, 1924” da antecedentes del personaje que ponen su muerte en perspectiva: el sufrimiento del mundo puede destruir no solo a un mero ser humano —lo que sería obvio— sino incluso a uno que ha tenido contacto con lo trascendente. Así de enorme es el peso de la vida, dice Salinger, con lo que resulta ser un precursor —uno no superado— de su nueva biografía. L

crea a su vez uno o más sentidos. Como en la parte de su obra que va sobre todo desde principios de los ochenta, en sus piezas líricas hay repeticiones, ambigüedades, plurisignificaciones, y esos vocablos hermosos que suele inventar y que cierta crítica llama con gracia gelmanismos. Pero como todo verdadero poeta, Gelman sabe que la palabra huye, rehuye, se aleja, y no era eso, no era eso exactamente lo que se quiso decir: “La palabra va de aquí para allá, busca un sitio de no marcharse nunca. Su única casa es imposible, nadie la va a construir”. En sus poemas el lector siente que Gelman se expresa como quien habla o canta en voz baja. De los dos grandes filones temáticos de Hoy, en este caso, del filón donde es más notable lo subjetivo, nada me conmueve más que los cuatro o cinco poemas escritos para el hijo, Marcelo, quien fue torturado y ultimado por el ejército argentino hace 37 años, y lo cual sigue siendo una herida que en Gelman no ha podido cicatrizar ni en la casa del recuerdo ni en la casa del corazón. Reproduzcamos uno, donde le habla al hijo con la luz sombría del alma rota, y cuya línea final quiebra la rama de la garganta: “El poema quiere engañar al tiempo y el sufrimiento lo derrota. Si escuchara lo que huye de la puerta, si la imperfecta luz diera tu libro, si traicionara este dolor, si oyera tu descanso, si el alba tropezara con el árbol que te abrigó una vez, si pudieras volver a casa una noche cualquiera”. Ese hijo que nunca acabó de irse los 37 años, que no ha estado y que le enseñó a Gelman la injusticia y el gusto por la maldad que

puede haber en el ser humano. Al recordar sus conversaciones con Joseph Conrad, André Gide señalaba que en su conversación “no hablaba de buena gana de su vida pasada”, es decir, dejaba las despiadadas faenas y aventuras de los ayeres marinos para su literatura. A Gelman hay pasados que le abren demasiadas llagas, a los que prefiere hacer a un lado en la conversación con los amigos, pero que desahoga en sus poemas, aquellos sobre todo que hablan de la pérdida y la derrota. Hay asimismo en el libro, poemas donde recobra una infancia de pobreza con imágenes de nostalgia triste. En el otro fi lón temático, donde prevalece lo objetivo, parece decirnos: la desdicha soy yo pero más los otros, los infortunados y olvidados de la tierra que en su desgracia dejan caer un solo llanto. Ese filón es una diatriba desolada contra el saqueo y la explotación inicuos que hacen los grandes empresarios nacionales y trasnacionales que han creado el capitalismo voraz y salvaje, y contra las dictaduras, que en general han ejercido el poder para favorecer a los capitalistas, como acaeció, salvo excepciones, en la América Latina del siglo XX, en especial la chilena y la argentina. Si se me pidiera reducir en una palabra la gran estatua odiosa contra lo que dispara Gelman los venablos que, por desgracia, tiene la conciencia de que son inútiles, diría: el Poder. No ha habido históricamente siglo más proceloso y funesto, hecho por el hombre y para el hombre que el siglo XX; infortunadamente el siglo XXI no nos ha dado ni nos promete algo que sea mejor. Juan Gelman lo sabe.L

RESEÑA JUANGELMAN.COM

El poeta argentino

Las despedidas no serán hoy Marco Antonio Campos

E

n una entrevista que hice a Jaime Sabines en 1983, al hablar de Diario Semanario, me repuso que el poema en prosa es el que más se acerca al ritmo de la sangre; en este libro, Hoy (Seix Barral, Buenos Aires, 2013), de Juan Gelman, armado solo de poemas en prosa parece confirmar lo dicho por Sabines. Durante todo el proceso de escritura Juan llamó a este libro Condenas; a último momento lo cambió por Hoy. ¿Por qué? Lo ignoro, pero tengo la impresión de que Gelman,

por un lado, quiso afirmar de una manera intensa su propio presente, sin excluir exploraciones muy dolorosas del pretérito personal, y por el otro, momentos políticos del ayer inmediato y del hoy mundial, donde sobresale la crítica al capitalismo salvaje. Valéry y Borges han subrayado la importancia de dar con la entonación adecuada para escribir un poema y regularmente ese tono se halla las más de las veces desde el primer verso; Gelman halla el tono y se deja llevar por el aire rítmico, lo cual, de alguna manera, hace que líneas del poema digan lo que quiso decir pero en otras la música


sábado 21 de septiembre de 2013 09

LABERINTO

en librerías Así es como la pierdes

En medio de extrañas víctimas

Junot Díaz Mondadori México, 2013 208 pp.

E

l ganador del premio Pulitzer presenta su tercer libro de relatos, donde mantiene la línea temática de los anteriores: fundamentalmente la vida de jóvenes dominicanos, nativos y emigrados, en Estados Unidos. Un personaje llamado Yunior, que no es en sentido estricto el mismo en las diversas narraciones en la que aparece, hace que el libro tenga una especie de unidad. En “La doctrina Pura”, acaso el mejor relato del volumen, se cifra la escritura de Díaz. Un joven canceroso es el protagonista, pero el humor asoma entre la desgracia que el tema anuncia.

Un lugar secreto

Daniel Saldaña París Sexto piso México, 2013 303 pp.

U

n museógrafo aburrido al que la vida le da un vuelco repentino, una mujer que en un principio se comporta de manera impersonal pero que luego adopta un papel importante en la vida del museógrafo, un académico español que llega a México siguiendo la pista de un escritor y esa figura, el propio escritor, que también se gana la vida boxeando, conforman el elenco de esta primera novela de Saldaña París, donde la Ciudad de México se yergue como un escenario a ratos divertido, a ratos absurdo o misterioso, y que devora lenta, pacientemente, a los protagonistas del relato.

Hendaya

Nicholas Sparks Roca Editorial México, 2013 360 pp.

A

unque de repente aparezcan palabrotas en sus novelas, Sparks no deja de ser un autor light pero eficiente. Por algo, varias de sus novelas han sido adaptadas por Hollywood. El sueco Lasse Hallström ha dirigido dos: Querido John y la que se comenta, a la que en España le han llamado Un lugar donde refugiarse; aquí en México se ha optado por seguir el título de la película. Cuenta la historia de una mujer casi treintañera que busca comenzar una nueva vida en un sitio alejado y tranquilo, pero un asunto no resuelto de su pasado no va a dejarla en paz.

Bestiario de amor

Marcos Eymar Océano España, 2013 184 pp.

E

l epígrafe de Adam Kovacevic “¿Cómo cruzar la frontera cuando uno la lleva dentro?”, le otorga el tono a esta novela, ganadora del XVI Premio Mario Vargas Llosa de Novela de la Universidad de Murcia. El, en principio, extraño título hace referencia a una ciudad fronteriza que separa a Francia de España. El protagonista de esta novela con tintes policiales, es hijo de una mujer española que se fue a vivir a Francia en busca de mejores oportunidades. Las circunstancias harán que consiga un trabajo fuera de la ley que lo hará recuperar en parte esta raíz.

Pasado en limpio

Richard de Fournival Universidad Veracruzana México, 2012 93 pp.

C

on el propósito de ganarse los favores de una dama, el clérigo, poeta y cirujano Richard de Fournival (1201–1260) concibió este bestiario de amor, una verdadera joya literaria que fusiona a la historia natural con el amor cortés, dos géneros que hasta el siglo XIII no se habían conjugado y que el poeta, en un alarde de ingenio, exactitud e inspiración, consigue comprimir para cantarle a la mujer amada sus sentimientos y deseos pero, también, para decirle sus verdades a esa dama renuente que disfruta con el desaire que le hace al hombre prosternado ante sus encantos.

Primaveral

Alejandro Magallanes Ediciones Acapulco México, 2013 127 pp.

U

n sentido del humor ácido y profundo se percibe en cada página de Pasado en limpio, colección de dibujos, poemas, aforismos, diálogos mínimos, frases y juegos tipográficos, confeccionado por el poeta y diseñador Alejandro Magallanes. En este volumen, las palabras, las ilustraciones y su acomodo en el espacio, tienen igual importancia a la hora de plasmar una idea, un chiste o hasta un albur gráfico que revela el carácter juguetón y un poco oscuro de su autor. Éste y otros libros de Ediciones Acapulco se pueden comprar en www. edicionesacapulco.mx.

El problema son los bancos

Salvador Ortiz Ediciones Acapulco México, 2013 138 pp.

L

os cuentos de Salvador Ortiz transitan entre lo erótico y lo sobrenatural. En poquísimas páginas, el autor teje una trama e inserta con gran naturalidad elementos que rozan lo inverosímil. Desde un amante desesperado que decide retar a su rival a duelo, calles y personas que cambian de nombre y de rostro, hasta rosas que hacen el amor como bestias. Estos saltos extraños pero no por ello forzados, hacen eco de nuestras pasiones más básicas como los celos o la incertidumbre amorosa. La edición es cuidadísima y las ilustraciones son de Selva Hernández.

Varios autores Sexto piso México, 2013 244 pp.

E

ste libro reúne ciento cincuenta cartas remitidas a los directores y ejecutivos de cinco bancos de la Unión Americana, por parte de ciudadanos estadunidenses y canadienses en pleno auge del movimiento “Ocuppy Wall Street”, donde se exponen las demandas colectivas y el punto de vista con respecto a la rapacidad, el abuso y la corrupción del sistema bancario y fi nanciero a nivel mundial. El temperamento de las cartas es variable: algunas son de auténtico rencor, otras dan lecciones de moral, unas cuantas son verdaderos monumentos a la ironía y el sentido del humor.

De firmas, papel y olvido LOS PAISAJES INVISIBLES Iván Ríos Gascón ivanriosgascon.wordpress.com

S

i las epístolas románticas o el intercambio amistoso a través del correo tradicional ha sido desplazado por las nuevas herramientas (e–mail, sms, redes sociales, whatsapp, etc.), debíamos reconocer que hay un género que, románticos que somos, aún precisa del papel para conservar su esencia, ese espíritu contestatario, de crítica o desaprobación que habita en desplegados, manifiestos, declaraciones de principios, alternativa irrenunciable en las democracias y, curiosamente, sin efecto o consecuencias reales, no solo porque las cartas de protesta se parecen a una botella lanzada al mar (a los regímenes no les importa tener quiénes les escriban) sino porque, regularmente, los fi rmantes no se comprometen totalmente con el dicho propio o colectivo, abundan las personalidades que rubrican lo que sea con tal de que se trate de asuntos políticamente correctos, aunque en la práctica mortal de la vida diaria las cosas puedan ser un poquito diferentes. Misivas de denuncia, de llamado a la movilización, de solidaridad o de rechazo a la estupidez sistémica, la fi rma de estos manifiestos da un barniz de militancia, de activismo a contracorriente. El perfecto abajo fi rmante mide su talla verdadera a través de la cantidad de textos que suscribe, la mayoría no lo hace por iniciativa propia, acepta la invitación de uno o varios promotores del criterio y, volviendo al tema inicial, para que estos mensajes adquieran su condición de documento, el papel es la materia prima necesaria. Primero en el legajo donde los signatarios estampen el sello de su puño y letra, después en el rotativo o la revista en que se reproduzca el contenido. Internet aún no ha funcionado por completo como espacio de arenga y expresión, todavía no garantiza un rotundo impacto en la opinión pública. Quizá es por eso que, digamos, la revista neoyorquina n+1, que promovió una página web para que los deudores de la banca y

los integrantes de Ocuppy Wall Street enviaran sus misivas a directores y ejecutivos de instituciones fi nancieras, con el propósito de exponer su malestar a “gente de carne y hueso”, debió de publicar un libro con las 150 mejores cartas de dicho experimento, consciente de que aquellos textos podían terminar hechos ciberpolvo en el vacío inmensurable de la red. El abajo fi rmante tiene un desafío: mantener su postura a pesar del canto de las sirenas, de lo contrario, el papel habrá de recordarle su impostura. Por ejemplo, en 2001, cuando el gobierno español decidió imponerle visa al pueblo colombiano, un puñado de escritores publicó una carta en El País, donde expresaron su decisión de no volver a España en protesta a esa medida xenófoba, discriminatoria. Álvaro Mutis, Gabriel García Márquez, Fernando Botero, Darío Jaramillo, William Ospina, Héctor Abad y Fernando Vallejo suscribieron el documento que, más pronto que tarde, se volvió un panfleto inocuo. Uno por uno de esos escritores fueron traicionándose a sí mismos, sea por un premio, por una corrida de toros, por necesidades familiares y hasta por apetencias gastronómicas, seis de ellos violaron su palabra salvo uno, el más congruente con sus dichos, el más sólido en su postura intelectual: Fernando Vallejo no ha vuelto ni volverá a tierras españolas, a pesar de que el gobierno de Rajoy ha anunciado su intención de poner fi n a las visas para los colombianos. Vallejo lo reiteró así en entrevista para El País, quedó en papel por si hiciera falta: “Yo a España ya no la quiero, y estoy feliz de verla quebrada, en bancarrota, con una deuda impagable de casi dos billones de dólares y un desempleo monstruoso. ¡Lo altaneros que estaban, gastándose la plata ajena! Se aprovecharon de lo lindo de la Unión Europea mientras nos cerraban la puerta a los colombianos. ¡Cuál madre patria! Ésa no es una patria. Ni para los españoles ni mucho menos para los colombianos. Bienvenidos euracas a Perú y Colombia. Pero no de gerentes de bancos: a lavar inodoros.” L


10 sábado 21 de septiembre de 2013

MILENIO

música ESPECIAL

discípulos del líder de King Crimson, el trío hizo su primera gira como parte del proyecto League of Crafty Guitarists, una orquesta de músicos con instrumentos acústicos que servían como ejemplo de lo que Fripp era capaz de aleccionar. Básicamente, era el ego hinchado de Fripp exponiendo a sus mejores estudiantes. “Somos el experimento mejor logrado de Fripp”, ríe Lams. “Muchos creen que es un tipo serio y retraído, y lo es. Pero puedo decir que es generoso y talentoso como nadie más. Empezamos siendo teloneros de King Crimson, John McLaughlin y David Sylvian. Fueron grandes maestros para nosotros. No intentamos crecer bajo su sombra, sino enmarcar su talento y generosidad”. La necesidad de hacer un disco de música clásica en su totalidad —como es Masterworks— obedece a una vieja asignatura pendiente. “Llevábamos al menos diez años intentando hacer un disco como éste. En todos nuestros discos tenemos piezas cercanas a esta idea, pero nunca habíamos hecho algo parecido. Grabamos Four Seasons de Vivaldi con la ayuda de Fareed Haque, quien contribuyó a hacer realidad este álbum. También sobresalen piezas como “Toccata y Fuga” de Bach. Mi historia como músico proviene de la música clásica. Me gradué del Royal Conservatory of Music, en Bruselas. En cambio, Hideyo y Paul tienen antecedentes más cercanos al rock. Esa ha sido la esencia del grupo, tener una fuente del clásico y fusionarla con el rock. Le ha dado cierta frescura. No somos músicos de clásico. El rock fue importante para todos nosotros. Nos sirvió como punto de partida para poder mezclar otros géneros. Los discípulos del líder de King Crimson

California Guitar Trio

“Somos mejores para interpretar que para crear” En Masterworks, su más reciente disco, el grupo formado en el aula de Robert Fripp hace un tributo a Vivaldi, Bach, Schubert y Arvo Pärt ENTREVISTA J. Carlos Villanueva alteregoarlequin@hotmail.com

E

l experimento comenzó hace 21 años, cuando Bert Lams, Hideyo Moriya y Paul Richards se colgaron sus guitarras acústicas y decidieron surcar un sendero tan vasto como exquisito, en el que contemplan pasajes de rock, clásico, jazz y world music. Para California Guitar Trio, interpretar a Bach, Arvo Pärt, Schubert o Vivaldi “significa dignificar y reinterpretar su arte a un contexto del siglo XXI”, dice Lams en entrevista.

La banda editó recientemente Masterworks, un disco que explora la música clásica. En este disco, Tony Levin acompaña al trío en el bajo y cello, y Fareed Haque en la guitarra clásica. “Levin es un viejo amigo que siempre nos da esa frescura que necesitamos”, dice Lams. “Es bueno trabajar con gente que está en contacto persistente con otros artistas. Eso nos ayuda a tener nuevas ideas y aportaciones que se pueden aprender al trabajar con una amplia gama de músicos”. La historia de California Guitar Trio se remite al salón donde Robert Fripp imparte sus clases. Todos

¿Cómo lograron interpretar la complejidad de “Toccata y Fuga en Re menor” y adaptarla a guitarra? Al principio no estábamos seguros de que fuera a funcionar. En órgano suena espectacular, es un instrumento con mayor rango, pero en guitarra sentía que perdía parte de su valor, así que tuvimos que hacer ciertos arreglos y cambiar tonalidades más altas para que pudiera tener un sentido. Esta pieza tiene un valor especial para nosotros. Cuando la hemos tocado en vivo ha sido una de las mejores experiencias, ha generado momentos de ovación. Masterworks fue grabado con un micrófono ante nosotros. No tiene efectos, es natural y orgánico. Su discografía abarca covers, algunas cosas propias y otro tipo de interpretaciones. Existen algunos guitarristas haciendo lo mismo. ¿Cree haber creado un sonido propio? Me gusta pensar que así es. Es un reto para nosotros trazar una línea cada vez que hacemos un disco. Por ejemplo, Andromeda (2010) fue un trabajo lleno de improvisación y un ejemplo para nosotros de lo que debemos seguir. Los tres integrantes del grupo tenemos personalidades muy diferentes, y venimos de diferentes culturas. Para mí, es muy difícil componer. Me considero un mejor intérprete y no me avergüenza decirlo. Creo que somos mejores para interpretar que para crear. Hemos creado nuestro propio sonido. Con cada álbum y actuación, sabemos que estamos más cerca de nuestro estilo y el público es nuestro parámetro. De todos los territorios musicales que han explorado, ¿cuál es el género donde se sienten más vulnerables? La música latina y el flamenco. Definitivamente, no tengo la sensibilidad para tocarlo. Creo que esos estilos solo puedes entenderlos cuando vives y creces en los territorios de los que provienen. L

EL PAPEL DE LAS NOTAS ESPECIAL

Evocación de María Teresa Rodríguez Eusebio Ruvalcaba eusebius1951_2@yahoo.com.mx

1) Este 4 de septiembre, la música mexicana sufrió una gran pérdida: la muerte de María Teresa Rodríguez, pianista de prosapia. A sus 90 años de edad —había nacido el 18 de febrero de 1923—, María Teresa Rodríguez, Teresita, como se le nombraba en el ámbito de la música, poseía uno de los repertorios más considerables a que puede aspirar cualquier profesional del piano, además de ser querida y respetada por sus innegables virtudes humanas y artísticas. 2) La maestra tuvo un aval significativo: Claudio Arrau, quien le pronosticó una carrera brillante. Es muy significativo que esto haya acontecido. Estamos hablando de una época —los años treinta, cuarenta— en que se acostumbraba que eminencias de la música viajasen a México a impartir cursos de perfeccionamiento musical. Naturalmente que no bastaba con inscribirse y ya. Había que ser aceptados en persona por el maestro, que solo admitía a aquel alumno si advertía en él talento y dedicación. 3) Pero desde luego que cuando Claudio Arrau escuchó tocar a Teresita, ya había sido alumna de Antonio Gomezanda, maestro respetado, forjador de pianistas mexicanos. Más adelante sería discípula de Alexander Borovsky, a quien se le sigue honrando como pedagogo excepcional del piano, lo cual ya es decir mucho. 4) Teresita recibió incontables premios y homenajes en vida — entre ellos la Orden al Mérito Cultural de Polonia, por su difusión de la obra de Chopin; el de la Excelencia Académica del Instituto Nacional de Bellas Artes, la Medalla de Oro de Bellas Artes en 2006 y el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 2008—, además de haber

sido la primera mujer en asumir la dirección del Conservatorio Nacional de Música (1988–1991). 5) Pero hay que hacer hincapié en una característica suya que le abrió las puertas del respeto y el prestigio musicalmente hablando: su capacidad de lectura a primera vista. 6) En efecto, fue la pianista de la clase de composición —ahora diríamos taller de creación musical— de Carlos Chávez. Esto hay que verlo como una prueba de fuego. Carlos Chávez tenía un taller con alumnos destacados —y algunos no tan destacados— de composición. De una sesión a otra llegaban con ejercicios de composición. Música que contenía nuevos estilos, voces en plena etapa de experimentación, pruebas de interpretación para poner los pelos de punta, e incluso del propio Carlos Chávez. Pues bien, ahí estaba María Teresa Rodríguez para tocar aquella música —insisto, a primera vista— y que el taller prosiguiera su tarea con la sonoridad por delante. Tarea nada sencilla para ningún pianista experimentado. Esta actividad llevaría a Chávez a invitar a Teresita a que fuera su intérprete —digamos más distinguida— y a que finalmente grabara su obra; incluso él mismo le proporcionó una beca en Europa. 7) Pero aparte de intérprete de más de 400 obras —que, se dice, se sabía de memoria—, la labor de María Teresa Rodríguez está profundamente reconocida en el ámbito del magisterio. Su suman

Directora del Conservatorio Nacional de Música

por decenas los alumnos que ella encauzó en la música. Sus nombres sobrevienen a granel, basta con mencionar a uno: Emilio Lluis Puebla, destacadísimo maestro del teclado él mismo, y pianista. 8) En una entrevista, María Teresa Rodríguez expresó: “Alguien me preguntó cuál sería la música que me gustaría oír cuando estuviera muriendo, y no me queda duda que me gustaría morir acompañada por alguna fuga de Bach; son poemas de incomparable belleza”. L


sábado 21 de septiembre de 2013 11

LABERINTO

cine Iván Lowenberg

“Una película que parte de una obsesión individual” CORTESÍA PRODUCCIÓN

Soledad, incomunicación, enfermedad, parálisis, introversión y otras patologías son los temas que aborda la cinta del director debutante que tomó su experiencia personal como punto de partida para La castración ENTREVISTA Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com

A

sus 24 años, Lourdes (Victoria Santaella) nunca ha besado a una persona. Su vida transcurre entre su trabajo en una empresa de castings y el cuidado de su padre enfermo. No tiene ni ha tenido novio. Lo más cercano a una relación sexual son sus sesiones en el chat. El regreso de su madre, tras varios años de ausencia, le supondrá un tanque de oxígeno en la búsqueda de nuevas experiencias. Inspirado en episodios personales, el realizador mexicano Iván Lowenberg presenta su ópera prima La castración. La castración es filme de aspiraciones psicológicas, ¿no era demasiado riesgo para su ópera prima? Lo hice así porque comparto varios puntos con la protagonista. Creo que es un filme personal, no tanto en lo biográfico sino por un estado mental. Atravesé una situación de encierro donde por cumplir con una serie obligaciones hice a un lado mis espacios. ¿Para una ópera prima es más fácil hablar de historias cercanas? En mi caso sí. No me interesaba ir por el interés económico, sino expresar algo personal. Supongo que a varios directores les sucede lo mismo. Imagínate, La castración me tomó cuatro años. Una película que parte de una obsesión individual te permite sanear el tema y aprender sobre ti mismo. Usa la castración sexual como pretexto para hablar de una mutilación más amplia. Sí, quería hablar de la adolescencia y el despertar sexual tardío porque es algo que conozco. La

Victoria Santaella en el filme de Lowenberg

sexualidad es el pretexto para hablar de todo lo demás, me interesaba mostrar una mutilación emocional y psicológica. La protagonista lo asume como algo natural hasta que llega la mamá y los roles se trastocan. El concepto de castración es en sí mismo una negación al placer y creo que el sexo me facilitó entrar en su universo. ¿Cómo trabajó la actuación de Victoria Santaella? Ella tiene guiños físicos y de carácter que le dan una dimensión psicológica más amplia. Durante el rodaje hacíamos ensayos improvisados sobre escenas que no estaban en el guión. Más que practicar sobre la historia, profundizamos en las relaciones entre los personajes. Creo que eso nos permitió darle movimiento y corporeidad a su interpretación. Su película se mueve dentro de una estética tipo indie, cámara en plano, altos contrastes de luz, etc. ¿Por qué? No fue algo que buscara de manera premeditada. Varia gente me lo ha comentado, pero no sé si está definido por la falta de presupuesto o el tipo de

filmación. Quería diálogos cotidianos y una fotografía tipo documental. Más que una cuestión visual quería incidir en la atmósfera. Pero en su caso, la atmósfera llega a ser premeditadamente claustrofóbica… Claro, eso sí fue planeado. Lourdes es una joven encerrada y mi interés era estar muy cercano al personaje y a su posible sensación emocional. Quería pegarme a ella lo más posible y no dejar espacios ni aire en las tomas. La película plantea distintos tipos de madres, algunas ausentes, otras muy encima de sus hijos. En contraste, la figura paterna no existe. El padre enfermo es el primer pretexto para que ella se evada de sí misma. Mostrar una familia disfuncional me servía para hablar del abandono. Los personajes casi no hablan entre sí y son casi autómatas. Lo que da pie a otro tema de su película: la incomunicación. Sí, creo que ahora hay mucha gente que se abre en internet porque no se siente juzgada. Hay quien le tiene más confianza a un desconocido con quien chatea, que a su propia familia. Me llaman la atención aquellas personas que hablan a un programa de radio y cuentan dramones impresionantes a nivel nacional y no se atreven a hablar con su gente cercana. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

El más orgulloso de los sentidos Fernando Zamora @fernandovzamora

E

l niño que huele a pez es la primera coproducción México–Canadá. Parece que los incentivos fiscales están surtiendo efecto, no tanto porque hagamos cine con Canadá (un hecho de suyo sorprendente) sino por las temáticas que comienzan a tocarse. Los incentivos están permitiendo al cine nacional trascender su carácter local y más allá del cliché, aventurarse en la narración de historias universales, por ejemplo esta fábula sobre un niño que huele a pez. En uno de sus autos sacramentales, Calderón de la Barca escribe que, en el reino de los sentidos, el olfato es guardián del orgullo. La comedia fársica de Cal y Mayor sigue esta línea y revela con ternura y buen humor la soberbia de una sociedad hecha de gente que cree saberlo todo; gente que olisquea al mundo con desdén. Mica es hijo de una mujer que atiende el museo de un fabuloso compositor mexicano, mezcla heterodoxa de Lara con Gardel y una gota de Liberace. Aquí, entre mujeres enamoradas de Guillermo Garibay (el músico), Mica crece y esparce su mal olor. Hay, sin embargo, una niña. Y donde hay un niño que huele a pez y una hermosa niña mulata crece, en la adolescencia, el amor. El niño que huele a pez

es, ante todo, una historia de amor. Hemos visto muchas veces en el cine la historia de amantes separados por el espacio y el tiempo, separados por la muerte o por una singular y fantástica enfermedad. El niño que huele a pez tiene algo de Edward Scissorhands y otro poco de Le huitième jour, esa película belga en la que un muchacho con síndrome de Down se atreve a enamorarse. Tanto en la película de Tim Burton como en la de Van Dormael hay una alta dosis de contenido simbólico o, mejor, alegórico: cine abierto al oficio de interpretar. Más allá de la explicación “científica” que ofrece la realizadora para hacer a su personaje creíble, la enfermedad de Mica enfrenta al espectador con sus propios prejuicios en un film muy original que habla, ante todo, del amor adolescente; ese que, lleno de ansiedad por los cambios del cuerpo, está hecho, como ésta película, de nostalgias agridulces: dolor por el niño que muere y placer por el adulto que viene. Como sea, el amor es difícil en una sociedad que a todos nos quiere igualar. En el mundo del capitalismo contemporáneo no hay sitio para quien huele a pez. ¿Por qué?... Porque se nos enseña a tratar a las personas como objetos y a los objetos como personas. Hay que abrir los ojos en el cine cuando el padre de Mica muestra más interés por una televisión que por las tristezas y alegrías del

El niño que huele a pez (The Boy Who Smells like Fish). Dirección: Analeine Cal y Mayor. Guión: Analeine Cal y Mayor y Javier Gullón. Fotografía: Gregory Middleton. Música: Benoît Charest, Greg Morrison y Yamil Rezc. Con Douglas Smith, Zoë Kravitz, Ariadna Gil y Gonzalo Vega. México, Canadá, 2013 adolescente solitario que está tratando de enamorar a una chica. Esta escena resume bien el contenido de un filme fantástico en todos sentidos: porque realidad y ficción se mezclan y porque el cine mexicano sale de sus clichés. Rorty dice que deberíamos buscar una sociedad en la que nadie tiene derecho a humillar a nadie pero en el mundo que estamos viviendo, ¿es posible evitar la humillación de alguien que huele a pez? L


12 sábado 21 de septiembre de 2013

MILENIO

varia DESIRE OBTAIN CHERISH,

ESPECIAL

Rafa Saavedra, autor de Postcards de ocio y odio

Sugar Cane Meltdown, Unix Gallery, 2013

In memori@m El arte Rafadro (1967–2013) se hace un lifting ARCHIVO HACHE

CASTA DIVA

Heriberto Yépez

Avelina Lésper

hyepez.blogspot.com

www.avelinalesper.com.mx

palpitando en un lenguaje híbrido salpicado de photo– ops idiomáticos y cosas que n enero del 2011, descubrí escuchaba de la gente. Rafa anotaba en su cuaderno, que mi riesgo cardíaco era copy–pasteaba y luego rehacía 4.0, el más alto. Bajo esa condición el único ejercicio posible y remezclaba en pantalla, aunque el componente era caminar”. A inicios de mes, principal era su alabanza a la Rafa Saavedra tuvo un infarto. El pasado martes 17 de septiembre, vida definitoria. Su oído era música indie; su Rafa no sobrevivió la cirugía. tecleo, métrica post–mediática. Su muerte dejó un vacío DJ Rafadro era actitud y ethos tremendo. Rafa era el escritor tijuanense. Sus libros emblemáticos network. son Postscards de ocio y odio Se mantuvo al margen de la literatura mexicana. Se (1995); Butten Smileys (1997) y Lejos del noise (2002). Hubo otros sentía más afín a su programa de radio, ser popnediscos y después y otros vendrán pronto. la calle. Rafa era su propia Este verano hablé con él sobre literatura post–mexicana. sus libros y su investigación en la maestría de Estudios Culturales Decidió publicar de en El Colegio de la Frontera Norte modo independiente y acerca de la escena fanzinera experimentar con redes fronteriza en los 1980–1990. sociales, combinar fotografía y (Rafa, entre otras cosas, veía a escritura virtual. Fue el primer los fanzines como antecedentes escritor latinoamericano de los blogs). sistemáticamente ciberrealista. Rafa era un amante de la urbe. En el 2001–2002, Rafa detonó Seguía la pista a las nuevas el Tijuana Bloguita Front, una tendencias de consumos, red de blogueros: internautas, lifestyles y lenguajes. Era un trasnochados, escritores, archivo drástico, lleno de culturosos, artistas, amigos y cualquiera que posteara y linkeara, guiños, autor de coolto. Rafa siempre sabía qué para hacer crónica vital, leer con adicción y vernos en fiestas, bares y seguía. Su ruta reciente: weekends interminables. crashear lo académico. El TJBF fue un experimento on Como persona, Rafita & off–line, que alternaba internet, era feliz y mega–amiguero. ciudad y escritura. Fue una tribu Optimista desencantado y fabulosa, irrepetible y plural. nihilista buena onda. Checaba Rafa Saavedra no era el líder todo lo que sucedía para —no había—: era el corazón ironizarlo en un after. eléctrico. Rafa fue un nuevo tipo Rafa Saavedra fue el escritor de escritor post–total. experimental mexicano más Sus textos tronaban géneros: ni genuino de los últimos veinte crónicas ni cuentos ni reviews, años. Llevó la escritura fuera del libro y a la escritura la eran Rafa escribiendo. Debido al salto, la crítica sigue paniqueada. drogó de medios. Rafa escribía cool y denso: Las palabras favoritas de Rafa: codificaba el frenesí noctámbulo pals, fiesta, beyondeado, ahora, enjoy, Tijuana, my friends. L y personajes–colectivos

E

E

l dinero compra juventud. Puede comprar lo que sea: reputaciones, memorias, objetos, pero también puede adquirir esa frescura indolente y efímera de la juventud. El mercado ofrece toda clase de productos que incrementan la apariencia de ser jóvenes. Cirugías estéticas que plastifican rostros y expresiones en una falacia rejuvenecedora. Coches de lujo que prometen potencia en una prolongación del vigor sexual y son tan efectivos como el Viagra para conquistar a otros más jóvenes. ¿Si alguien es el rey de las finanzas a los 70 años por qué no tener el imán sexual de Elvis cuando era el Rey a los 25 años? El dinero es poder y esto se demuestra en tener a la mano el cuerpo y la voluntad de alguien que se entrega por una conveniencia material. Ante la incertidumbre de las emociones, por lo menos la certeza de las inversiones. El mercado del arte VIP lo sabe y ofrece objetos de consumo que demuestran riqueza, estatus y que abren la puerta al paraíso de la pubermanía. Eso es parte de su éxito. Las ferias de arte venden obras que podrían ser la escenografía de un versión millonaria de Nerverland, los coleccionistas con síndrome de Peter Pan se compran dulces gigantes envueltos en colores, “esculturas” de aluminio pintadas en alta temperatura de Laurence Jenkell, estas piezas colocadas en sus pedestales son ideales para que el coleccionista decore su casa con sillones rosas, azules y amarillos, y una alberca de pelotas de goma para jugar con niños y que lo juzguen, como a Jackson, por delitos contra la inocencia. El arte se suma con descaro comercial, sin pudor y con el cinismo del que conoce el valor del dinero, a esta manipulación del cliente que desea desesperadamente tener a su lado todo lo que emane juventud. Jeff Koons ha llevado esto a los límites del mullido diván siquiátrico con pinturas de Hulk, de Popeye, gigantes corazones de color rosa, reproducciones en metal de juguetes inflables, su obra es una sucursal de la juguetería de Gepetto. Koons conoce bien a su cliente y le da juguetes, le da entretenimiento, lo premia por ser rico, lo consuela por tener arrugas y lo deja

gastar en un escapismo que además llaman arte. Los berrinches de niño majadero de Hirst, sus pinturas de puntos como tapiz de un kindergarden, las bolitas de Yayoi Kusama, que además se jacta de vivir en el psiquiátrico porque ahí las drogas son gratis. Los galeristas y los artistas saben que esta angustia de ver el tiempo pasar se compensa con el consumo y se diluye con objetos que nos hagan reír. Ofrecen paletas de caramelo, helados derretidos, y tubitos azucarados, de Desire Obtain Cherish, todos tamaño carb addict, y por supuesto el nombre del artista es el manifiesto y concepto de este estilo. La colección de mangas japonesas de Murakami, se apropia de los dibujos de pornografía soft que manosean los adolescentes, y sus flores de colores estridentes con caritas que sonríen. La publicidad deformó la imagen de la juventud, el éxito es ser feliz, sin granos y guapo. Esa juventud torturada y suicida del Romanticismo se extinguió con la llegada de la televisión y la pedagogía. El planteamiento estético del arte VIP está dirigido a que si existe una noción de juventud esta debe ser un producto de consumo, una versión adolescente de Sanrio y Disney. Las obras son chistoretes, se apropian de los cartoons de Felix the Cat, colocan muñecas y pelotas, viven en Wonderland y pueden convencer a los mecenas de que su obra es “arte joven” “expresiones emergentes” y que están investigando en “temas irreverentes que provoquen una ironía”. El artista debe aparentar que es un producto fresco, que continúa con esa fuerza que lo impulsó a vivir de la aventura del arte. La angustia de Madonna ahuyentando al tiempo con una jeringa de botox no es exclusiva de ella, la vive Tracy Emin haciendo neones con frases de canción de verano y la comparte Douglas Gordon apropiándose los programas de Star Trek, ya no son Young y tampoco son Artists pero tienen que seguir en la memoria del mercado como si lo fueran. Ir a una feria de arte o entrar a un museo, es la misma experiencia de estar en un parque de diversiones. Comprar estas obras es hacerse un lifting sin cirugía. L


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