Laberinto No. 515

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Laberinto

David Toscana Imposible realidad Página 2 Jorge Humberto Chávez Poesía Página 3 Enzia Verduchi 40º a la sombra Página 4 Juan Carlos Villanueva Entrevista con Thom Yorke Página 10

N.o 515

sábado 27 de abril de 2013

Diez años de Diablo Guardián

Xavier Velasco Página 5 ALEJANDRA SAAVEDRA

Libros para niños Elman Trevizo Fanuel Hanán Díaz Antonio Malpica Raquel Castro Antonio Ramos Revillas

Páginas 6 a 8

MILENIO


02 b sábado 27 de abril de 2013

MILENIO

antesala

Imposible realidad

EX LIBRIS

La Fontaine bEKO

DE CULTO

Andrés de Luna b andres10deluna@gmail.com

TOSCANADAS ESPECIAL

Realismo sin lugar a dudas

David Toscana dtoscana@gmail.com

H

ace siglos que los filósofos se hacen preguntas sobre la realidad. ¿Existe algo que sea real? Y en su caso, ¿podemos conocerlo? El abismo para llegar a respuestas certeras está en lo más elemental, pues ni siquiera hay un acuerdo sobre qué es la realidad. Con poca disciplina filosófica, el DRAE define realidad como: “Existencia real y efectiva de algo. Verdad, lo que ocurre verdaderamente. Lo que es efectivo o tiene valor práctico, en contraposición con lo fantástico o ilusorio”. Los filósofos no están tan seguros, bajan las manos; algunos prefieren ocuparse de la incapacidad de asimilar la realidad, y la propia ciencia está lejos de demostrar muchas de sus verdades. Me meto en este laberinto sin salida porque quiero hablar de una realidad aún más descabellada o inasible. Me refiero a esa literatura que llaman realista. El término comenzó a utilizarse por escritores que pretendían hacer una reproducción exacta de los eventos, ambiente, personajes y objetos que interviniesen en las historias que relataban. Cosa imposible, pues las palabras son una mera sugerencia en la mente del lector. El buen Balzac, como buen realista, nos dice en una descripción: “Bajo los tilos hay una mesa redonda, pintada de verde y rodeada por bancas”. Literariamente funciona, y no queremos saber más. Pero, ¿qué realismo hay aquí? Mis tilos, mi mesa y mis bancas serán muy distintos a los de un lector vecino, aunque en la mente de ambos haya una mesa verde y redonda. Comoquiera, el cerebro tiene sus caprichos, y yo, como hombre del desierto, quizá no tenga idea de cómo son los tilos

ni me venga en gana hacer una consulta botánica. Así que mi mente hará el truco de decir tilo = árbol, y acabará por convertirlo en un mezquite. La idea de intentar ser realista, de querer retratar de manera exacta esa mesa, iría en contra del buen gusto y la paciencia del lector. Balzac no sería leído con cariño si su mesa verde y redonda se convirtiera en una mesa de madera de pino de Alsacia pintada color verde Pantone cadmio 18–5424 TCX, con un diámetro de 1.45 metros y grosor de 4.3 centímetros, sostenida en cuatro patas de setenta centímetros de altura y seis de grosor, la cual mostraba sus ya cinco años de elaborada en las astillas que brotaban por todo el extremo y la hinchazón que crea la lluvia y el sol al mantenerse en la intemperie tanto en verano como en invierno… ¿Y quién puede ser realista al describir un árbol o una nube? Eso no se puede ni con los fractales de Mandelbrot. Terreno más impreciso tenemos con lo subjetivo. Balzac nos dice: “Cuando Maxime levantó su bella mano…” Salvo que seamos un peón comunista de hace cien años, podemos imaginar una mano sin callos, esbelta, sin uñas mordisqueadas. Pero de ahí en adelante la belleza está muy lejos de una precisión, de un realismo. Y ya ni se diga si saltamos al mundo de las emociones. Quizá necesito unas clases de teoría e historia de la literatura para entender bien el concepto de realismo, pero prefiero no escarbarle más. La novela me gusta precisamente por irreal, abstracta, sugerente. Porque por mucho que se esmere el autor en poner las palabras justas, yo acabo haciendo otra cosa en mi cabeza, en mi imaginación. Y vaya uno a saber si a eso se le puede llamar realidad. L

ESPECIAL

Max Frisch

La vida como es

Z

urich tiene la voluntad de ser. Es un sitio pequeño y con tiendas que abren cuando tienen que hacerlo. Ahí nació en 1911, Max Frisch. Un hombre que venía de una pequeña burguesía, en donde sus padres Franz y Karolina Bettina hicieron de él uno de sus personajes que tenía que darle algo más a su familia, ser uno de los Frisch. Por fortuna, Max hizo de todo para alejarse de esa condición y prefirió dedicarse a la arquitectura, incluso en su ciudad natal realizó una obra que ahora, luego de la gran fama del escritor, conserva el nombre de Max Frisch Bud, un espacio que tenía alguna piscinas y en el que el autor de Santa Cruz (1946) colocó un techo e hizo unas cuantas intervenciones. Para Frisch, la escritura es algo más que un pasatiempo o una diversión. Había convivido con los nacionalsocialistas en Alemania en 1935, y se dio cuenta de que la situación de aquel país era gravísima. Percibió los desastres que supondrían las políticas antijudías del nazismo. Desde entonces hasta el año de su muerte, en 1991 en Zurich, el autor tuvo que enfrentar esa figura trágica que es el dictador irreflexivo. Frisch debió cortar con los vínculos familiares desde su ruptura matrimonial de Gertrude Constanze Von Reyenberg. Tuvo tres hijos, dos mujeres y un varón, que abandonó para continuar con sus causas literarias. También es fundamental su acopio de detalles y su espíritu nutrido con el líder alemán Bertolt Brecht (1898–1956). Con él aprenderá lo que se necesitaba para concretar una obra de teatro. ¿Qué decir de textos dramáticos de la hondura de La

BITÁCORA PSICOTRÓPICA

muralla china o de Don Juan o el amor a la geometría (ambos publicados por la Editorial Sudamericana en 1964)? En la primera obra se lee: “El tiempo, el tiempo se ha detenido.” Otras de las perspectivas de Frisch fueron Andorra (Cuadernos para el diálogo, 1968), Guillermo Tell, una historia ejemplar (Laia, 1979) y Biografía: Un juego (Monte Avila, 1968). La parte en la que Frisch se muestra más oportuno, más directo en sus aciertos, es en la novela. Muestra de ello fue Homo faber (1957, publicada por Seix Barral en 1968), en la que muestra al ingeniero Faber, un hombre sometido a los intereses de un organismo internacional, que se encontrará en un viaje por Grecia a una linda joven a la que ama y confía en ella. Todo se disolverá cuando descubra que ha cometido un error: ella es su hija. Otro de los textos novelados de Frisch será Pongamos que me llamo Gantenbein (Seix Barral, 1967), una obra cerca del ocultamiento, de la capacidad de un tipo para metamorfosearse hasta casi disolver su esencia, lo que es. Esa idea de borrarse hasta volverse un ser anónimo, un personaje que está detrás de las cosas hasta ser parte de algo, es lo que aparece en El hombre aparece en el holoceno (Alfaguara, 1981), y que también está integrado a Mí o el viaje a Pekín (Alfaguara, 1984). Al final de su vida, solo dejó algunos textos, uno de ellos con estas palabras: “¿Existe realmente la culpa o somos culpables por el mero hecho de haber nacido, de ser? Ya no tenemos utopía positiva, ya no tenemos esperanza, pero no queremos resignarnos a aceptar la vida como es.” L Xavier Velasco

La fe en el infortunio delata un amor propio mal correspondido.

MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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LABERINTO

antesala

Cumpleaños El ganador del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2013, comparte los siguientes versos: una mirada a la ternura y la violencia POESÍA

Harold Pinter: pensar…y sonreír A SALTO DE LÍNEA CONACULTA

Jorge Humberto Chávez

E

l mundo es sencillo cuando tienes nueve años la lluvia por ejemplo siempre corre del poniente lavando los guijarros de la calle

no hay este: sólo norte y poniente la palabra sol es del poniente la palabra río queda en el norte el sustantivo mojado norte también guerra quiere decir Fort Bliss o Vietnam y la palabra papá nos dice algo de Denver o un viejo chevrolet esperando a su dueño papá es norte la palabra país era difícil no era poniente ni norte país parecía decir ciudad y algunos la usaban mejor como barrio al amparo de la montaña Franklin que era norte y los atardeceres y las lluvias ponientes surgió la palabra sur ese mismo día llegó la palabra masacre: significaba trescientos estudiantes abaleados de pronto en una plaza país no era entonces la casa común sino más bien una extraña frontera donde pasaban cosas que no se podían decir madre es como una gran charola de pan dulce y la palabra país más bien se trata de que no tengas panes en la mesa no es difícil entonces comprender lo que son a los nueve años la palabra masacre la palabra sur la palabra país

PASCUAL BORZELLI IGLESIAS

J

orge Humberto Chávez (Ciudad Juárez, 1959) es promotor cultural, poeta y académico. Entre sus libros de poesía se encuentran De 5 a 7 pm (Fonapás Nuevo León, 1980), La otra cara del vidrio (Praxis/Dosfilos, 1984), Nunca será la medianoche (Premiá Editora,1987), La lluvia desde el puente (Boldó i Climent Editores,1992), El libro de los poemas (Dosfilos/Ponciano Arriaga Editores,1996), Bar Papillón (UNAM, 2000), Ángel (Mantis Editores, 2009). Algunos de estos títulos han sido traducidos al inglés, francés e italiano. De su obra galardonada, Te diría que fuéramos al río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay río ni llanto, proviene la pieza que aquí se presenta.

Bianchi en escena

Braulio Peralta juanamoza@gmail.com

¿

Quiere ver actores de primer nivel escenificar a uno de los dramaturgos más lúcidos del teatro contemporáneo? La fuerza de Laura Almela, la madurez de Rosa María Bianchi y la experiencia de Arturo Ríos hacen de Viejos tiempos, de Harold Pinter, uno de los mejores trabajos de esta temporada teatral. Dirigir una pieza de Harold Pinter es un reto. El dramaturgo reclama del público, director y actores, razonamiento sin emociones baratas, rebeldía con causa, no viacrucis de melodrama telenovelero. Pinter es de la corriente teatral del absurdo, al lado de Ionesco y Beckett. Si no acude con frecuencia al teatro, la obra puede desconcertarlo, porque el autor exige conocimiento para entender sus diálogos irónicos, de doble filo, en clave de comprensión intelectual, sin soluciones. Es un dramaturgo para los que la mente va más allá de toda emoción o risa sin raciocinio. Ironía que primero pasa por el cerebro, antes de cualquier entusiasmo gratuito. Pinter pide razones para la risa, no emociones. El director argentino de Viejos tiempos, Rubén Szuchmacher, no podría bordar la puesta en escena sin tres actores de gran nivel. Bianchi, Almela y Ríos son lobos de mar en escena. El público entiende que el dramaturgo es un gozoso animal teatral que encuentra en la tragedia del hombre un atisbo de esperanza: pensar el mundo antes de destruirnos, sin razonar los por qué, sin saber los cómo. Y sonreír. ¡Vaya paradoja! Justo la razón del teatro del

absurdo. El rompecabezas para entender de qué estamos hechos los seres humanos. Pinter escribió Viejos tiempos en 1960 —se estrenó hasta 1971 en Londres y es constantemente escenificada— y su vigencia es arrolladora (aunque es la primera vez en México). Donde uno se pregunta qué pasó. Uno duda todo el tiempo. Una obra muy lejos del realismo, donde uno puede hacer conclusiones. Aquí es imposible. Solo existe la memoria de cada uno de los personajes, su interpretación del recuerdo y la realidad y el deseo como algo más conceptual, menos emocional. El doble filo y la ambigüedad en grado extremo. Y lo que puede suceder en una habitación cerrada cuando tres se confrontan en base a sus recuerdos. Rosa María Bianchi es reconocida por una trayectoria impecable en el teatro mexicano —los mejores directores, de su mano. Laura Almela ha logrado una carrera de actriz independiente — fuera de toda duda. Arturo Ríos hace el balance entre la actriz de representación que es la Bianchi y la vivencial Almela. Un trío del que Rubén Szuchmacher seguro disfruta desde los ensayos hasta el fin de temporada, el 12 de mayo, en la Sala Villaurrutia. Pocas veces pueden verse, tan nítidas, tres actuaciones de nivel y una escenografía de primer mundo, como siempre, de Alejandro Luna. La aparente quietud es la característica de este montaje. El no pasa nada donde todo está pasando. La calma como elemento de transformación del pensamiento. Y la ironía que nos conduce a la risa, la única forma de liberación. L

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04 b sábado 27 de abril de 2013

literatura ARCHIVO: ENZIA VERDUCHI

Infancia restituida Universidad Iberoamericana México, 2012 70 pp.

María Baranda mariabaranda62@yahoo.com.mx

La autora de El bosque de la hormiga en la época de los piratas, los marcianos y otros monstruos

40º a la sombra La niñez, esa edad en la que todo es descubrimiento, fue el motivo que llevó a la poeta italo campechana a explorar, en su más reciente libro, su propia historia: hurgar en los sitios más recónditos de la memoria, evocar una vida y sus espacios. A continuación, un fragmento de la crónica que da título a la obra MEMORIA Enzia Verduchi

C

recí en un lugar que en mayo alcanza los cuarenta grados a la sombra. Al inicio de la década de los setenta, en Campeche no había librerías ni bibliotecas públicas, solo los abogados y los galenos contaban con ediciones en su mayoría de los clásicos griegos, la poesía de Amado Nervo, Rubén Darío, Gutiérrez Nájera y López Velarde; los ejemplares de Baudelaire y Nietzsche eran celosamente guardados y las novelas policíacas de Dashiell Hammett, Raymond Chandler y John Le Carré estaban en boga. Los best seller de Luis Spota y León Uris, así como las historietas de Lágrimas y Risas con la escultural Rarotonga, el enigmático Kaliman y la trágica Oyuki, se vendían en la dulcería de Tabich, entre turrones de pepita y bolitas de coco. No había televisión. La entrada al cine valía por tres funciones, así pude apreciar toda la saga de Pepito contra los monstruos, las mujeres vampiros, los hombres lobo, en fin, contra todo aquel que se dejara, y descubrí el surrealismo mexicano del Santo y Blue Demon. Quien ha vivido en Campeche puede comprender el imposible destino de Mersault, el protagonista de El extranjero de Camus, el calor agobiante que describe el personaje durante el velorio de la madre y lo atormenta en los interrogatorios y la cárcel, el sol de Argel que lo llevó a perpetrar el asesinato, es igual de implacable en el puerto. Uno aspira y transpira la densa humedad, palpa la lenta corrosión del mar en metales, espejos y paredes, obliga al metódico rito de la siesta y estar bajo la regadera por lo menos dos veces al día. En ciertas fechas del verano pareciera que las ideas se derriten, nada tiene lógica. La tarde entra con una brisa suave, solo de noche la ciudad está viva: los viejos sacan sus sillas a la banqueta para conversar y los jóvenes recorren el malecón frente a ese mar sin olas, inamovible, que asemeja un lago. De noche se puede leer y escribir sin que el sudor ciegue. En los ochenta aún no imaginábamos la rapidez de las computadoras y la globalización de la Internet; en una máquina Lettera 32, la misma que diseñó el poeta Franco Fortini para la Olivetti, en 1922, empecé a redactar los primeros esbozos de una región más

cercana a los Cuentos de la selva de Horacio Quiroga que a La Guaranducha de Juan de la Cabada. A la vez, intentaba recuperar la lengua materna con la ayuda de viejas ediciones que eran de mi padre sobre gramática italiana. El español se lo debo a los cuplés interpretados por Sarita Montiel y a los boleros de la trova yucateca; mi madre consideró que cantar todo el día era un práctico ejercicio pedagógico. El mosaico de diversas emigraciones al sureste de México resulta extraordinario; en las comidas familiares era común que los adultos conversaran en una mezcla de hispano–libanés, los niños se entendieran en un español salpicado de modismos regionales y las nanas se cuchichearan en maya. Le debemos a la cercanía con los cubanos la cadencia en la música y nuestra forma de mover las caderas; a la Colonia y a la asidua visita de piratas franceses e ingleses en siglo XVIII, con sus cocineros haitianos, la base de una exuberante y condimentada gastronomía, a la que se suma la tradición indígena mayanse. Así uno va adquiriendo la nacionalidad nómada del trasterrado, se construye la tierra nativa con imágenes y costumbres de dos continentes, se escucha el ritmo cotidiano de la palabra y la reflexión halla sus cimientos en la fusión de las sílabas latinas. Uno habla y escribe como piensa; por momentos se puede pensar en dos lenguas. Constantino Cavafis inauguró el demótico, uso del habla popular en la poesía griega contemporánea. Cabe señalar que Cavafis escribía sus diarios en inglés y su poesía en griego, pero en la calle hablaba en árabe. De manera inversa sucedió con Giuseppe Ungaretti que nace en Alejandría convirtiéndose en un italiano de Egipto, describe la experiencia de los años y el paisaje desértico de Oriente en el idioma familiar, aunque su formación fue en francés en la École Suisse Jacot. Podríamos enumerar ejemplos al infinito de autores de todas las latitudes que realizan su obra en idiomas que originalmente no son suyos pero los hacen suyos y transitan por un universo que edifican a través de esta experiencia. Solo a distancia, puedo describir las sensaciones y las circunstancias, ni el trópico ni el mediterráneo rigen mis obsesiones, pero me motivan a escribir sobre esas vidas que por su complejidad o sencillez, nos sorprenden o simplemente nos hieren. L

E

ste nuevo libro de Enzia Verduchi está poblado de imágenes que podrían estar perdidas en un malecón deslavado por el tiempo, pero que ahora surgen en el calor que derrite lo posible, la manera de vivir en el trópico y la pregunta que siempre se respira: ¿existe aquí el Paraíso? Cada momento del libro es un remanso en la sombra de esa materia justa que es el paso del tiempo, los días y las noches en una ciudad que se antoja cada vez más nuestra en cada renglón, en cada golpe de letra. Ahora, cuando leemos las historias de una infancia reconstruida en el papel, de una adolescencia entrecruzada por dos culturas, dos maneras de estar, de comer, de vivir, de hablar, de bailar, de reír y de leer, pero que nunca exceden una a la otra y que brincan y se reflejan como gritos felices, saboreamos el vigor de su invención y la audacia de quien se permite narrar su propia historia familiar como si de algo más se tratara. Y si la madre irrumpe inquieta desde la cocina, o si el padre espanta los sentidos del mundo exterior con gritos, si el abuelo olvida que los ríos verbales que escribió no eran suyos o si la abuela está muy presente de tan muerta, nos hacen querer asirnos a ese tiempo de la piedad en que todo es posible, inclusive el reconocernos en sus excesos, porque Enzia Verduchi es una autora intuitiva y alerta a cada paso, con una facilidad muy personal para el humor. Su mundo es una mezcla de audacia literaria y de feroz convencimiento de la cotidianeidad donde no se renuncia a nada, ni siquiera a un simple programa de televisión. Pareciera que en su escritura se sobrevive a todo, aun a sus muertos, a los ciclos de sombra o luz que le permiten crear una atmósfera de ruptura entre lo que fue y pasó y lo que ella es ahora. Pero 40 ºa la sombra no es un monumento a la nostalgia, nada más alejado de eso, lo suyo es pura sobrevivencia en las aguas del pensamiento. Su clave es estar cerca siempre de casa, la que no existe, la que de tan suya está desvanecida en su propio recuerdo pero que aún perdura entre las grietas más profundas de la memoria. Pareciera ser que responde a su propuesta de “el cine es poesía”, porque su escritura es cinematográfica, sus imágenes no solo se ven sino que se escuchan y se viven, hay que estar en ellas para leer a Enzia Verduchi. Como si estuviéramos en situaciones delineadas y propuestas desde un ayer que se articula y transforma en un nuevo horizonte donde la autora recupera lo mejor de ella en las cuatro esquinas de su lugar imaginario, su sitio posible, su casa donde acontece la insistencia de una lengua agolpada por un mar negro y azul que urde todas las ramificaciones de la vida: desde los Carnavales y las comidas familiares, las anécdotas más sutiles o los chismes de una provincia intempestiva en su calma, hasta las grandes lecturas que cruzaban todos los mares. Su lengua literaria padeció historias europeas en un malecón del trópico peninsular de México. Y su imaginación de niña se prometió la llegada a un territorio entonces inexistente: la escritura. Sobrevivió a un caudal de ideas de familia, la gran familia entre italiana y campechana, que hicieron de ella una escritora única y llena de gracia entre nosotros, una tajada de maravilla en la intensidad de sus páginas. L


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literatura

A diez años de

Diablo Guardián En los próximos días circulará una nueva edición de la novela ganadora del Premio Alfaguara 2003, con un prólogo donde su autor relata la experiencia de escribir el libro que ha cautivado a miles de lectores. Con autorización de la editorial, presentamos un fragmento del texto de nuestro colaborador NARRATIVA

Xavier Velasco

U

no escribe novelas con la más vieja de las excusas: no ha podido evitarlo. Puede prenderle fuego al manuscrito, mas nunca a la obsesión. Ésta viene detrás y salta dondequiera que ve oportunidad de perturbarle. Se escribe sin papel, la mayoría del tiempo. O en fin: se premedita lo que tarde o temprano ocupará renglones de verdad. Trama uno día y noche, irrefrenablemente. Habla solo en las calles, amenaza al espejo retrovisor, llora en la regadera y aúlla en la azotea. Qué más da la hoja en blanco, relincha a medianoche de cara al plenilunio, si al cabo no es igual la nada que el vacío. Puestos a comparar, el vacío no era muy diferente de esa chamba embustera donde el cliente siempre compraba la razón y uno era aquel lunático adiestrado cuyo negocio estaba en complacer. The Unhappy Hooker, claro. Lo que Arthur Koestler llama compensación y en nada se parece a una recompensa. Maldito sea el cretino que apodó “vida fácil” a este negocio ingrato del putaísmo. Carecer de un plan b no es por necesidad entregarse al plan a, si tiene uno la opción de seguir alquilándose, por vía de mientras. Varios años después de huir del lupanar, seguía trotando calles en procura de clientes calenturientos. Anímate, papito, mira qué rico anuncio. ¿Te gusta cómo muevo los adverbios? No iba a ser para siempre, me Con el Dr. Enedino Godíne z prometía, solo en tanto llegaba la mujer

ROGELIO CUÉLLAR / CORTESÍA ALFAGUARA

fantasma. Suena familiar, claro. Si aquella táctica de mantener un pie en la luna y otro en tierra firme no era propiamente un plan b, sería entonces el Plan Belle de Jour. Volvía de la farra con el amanecer, despertaba de un brinco a pergeñar eslóganes de urgencia, comía redactando líneas de copy, visitaba al cliente a media tarde y arañaba la noche cocinando un artículo para quien se dejara. Ya cerca de las once salía del sarcófago, resuelto a perseguir el cuello de La Esquiva con los puros colmillos por antenas. Escribir sobre rock, efímero quehacer que habíame tomado como calistenia, devenía ya empeño fariseo, toda vez que esas noches desbordadas no podían contarse sin sacar a balcón a sus protagonistas, el narrador entre ellos. ¿Y qué otra cosa era, de Elvis a Kurt Cobain, rocanrolear? ¿Para qué discursear acerca de la música, cuyas notas vitales ya están todas ahí, cuando existe la opción de tomar el dictado de unas caderas a medio vaivén? Lo malo de alquilarse no es tanto la ignominia como la dependencia. Incuba uno el anhelo de cualquier noche de estas colgar los tacones y ya no obedecer a más demonios que los propios, pero he aquí que la puta que lo habita le exige regresar a la coyunda. “¡Nomás eso faltaba!”, gruñe como un cafiche virulento, “¡Que la furcia nos salga novelista!”. Y con toda razón, si nadie puede ser al propio tiempo lenón y rescatista de sí mismo. ¿Qué se hace en esos casos? En mi experiencia, lo que toca es correr por un tambo de plástico y unos cerillos, de paso a la estación de gasolina. Va uno a quemar sus naves, pobre de aquél que llame a los bomberos.

Diablo Guardián Xavier Velasco Alfaguara México, 2013 568 pp. ¿Cuánto cuesta escribir una novela? Por mucho que se estire, calculé, ni de lejos sería comparable con lo que cuesta hacer una película. Si buscaba dejar la mala vida, tenía que empezar por quitarme los clientes de encima, y para eso debía recurrir a alguna forma de financiamiento. ¿Y la protagonista? Por una vez, consideré ese asunto de segunda importancia. Antes de retomar el camino a la luna y achicharrar las naves de una vez, debía hipotecar el castillo que estaba construyendo sobre el aire. Algo me hacía creer que la mujer fantasma se manifestaría cuando me viera entero a su disposición. Y algo muy importante, con dinero en la bolsa. “Prepara una propuesta, algún contrato”, me propuso Federico Patiño, amigo inmemorial de la familia, tras ofrecerse a ser mecenas del proyecto. Calculé un año y medio. Esto es, dieciocho cheques, que a la postre serían veinticuatro. Con eso y mis columnas periodísticas, podía sobrevivir sin romper mi promesa penitente de jamás pergeñar un nuevo eslogan. Sería como un préstamo, a cuenta de futuras regalías. Lo creímos así mi mecenas y yo, aun si tamaños números alegres daban la idea de una estafa piramidal. Haría falta un bombazo editorial para cubrir el saldo de ese adeudo, alcancé a sopesar, pero ya de atentados se hablaría después. Por lo pronto, que nadie contara con las naves de marras (puro carbón mojado, a esas honduras). L


LABERINTO

Libros

para niños Sexualidad, violencia o migración son algunos de los temas que aborda la literatura infantil contemporánea: historias realistas que esclarecen con imaginación el mundo en que vivimos. Los siguientes textos ofrecen una mirada sobre este género editorial. Enseguida, tres cuentos de destacados narradores mexicanos

Breve panorama nacional Elman Trevizo*

E

l inventario actual de la literatura infantil en México permite vaticinar un aumento importante en calidad y cantidad. Las apuestas de las editoriales son claras en cuanto a mayor producción de literatura para niños. Existen incluso casos como el de Editorial Norma, que decidió dedicarse solamente a la edición de libros para el sector infantil y juvenil. En el otro extremo están aquellas editoriales que apenas han empezado a incursionar en ese mercado: Sexto piso, Almadía y Ediciones B. Contenidos y calidad Los temas abordados por los autores mexicanos de literatura infantil (LI) son variados. Muchos de ellos con premisas coyunturales o polémicas como la sexualidad, la paternidad, la migración, la violencia y la muerte; a través de un lenguaje cercano a los infantes, sin condescender; acordes a una estética y muchas veces indagando en el lenguaje poético. Lo subversivo, el humor, la exageración, lo escatológico, el suspenso, son las formas preferidas para atrapar al lector. Editoriales como El Naranjo no solo cuidan la selección de sus textos sino también el aspecto visual, esto convierte a sus libros en un objeto artístico y un deleite incluso antes de empezar su lectura. El Fondo de Cultura Económica, por su lado, cuida mucho la edición de sus textos, pero ha bajado significativamente la inclusión en su catálogo de escritores mexicanos. Salvo excepciones como Vivian Mansour, Carmen Leñero, Silvia Molina y, por supuesto, Francisco Hinojosa, quien publica textos que parecen la réplica de La peor señora del mundo que tanto gusta a los niños. El mayor riesgo que toma esta casa editorial para incluir en su catálogo a autores nuevos es el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños que convoca cada año en conjunto con la Fundación para las Letras Mexicanas. Actualmente, Alfaguara México prefiere apostarle a la literatura juvenil de autores en otras lenguas, quizá esperando que se repita el éxito que obtuvo hace unos años con la saga de vampiros. Hay editoriales preocupadas por la producción de libros infantiles de autores mexicanos. Los que se publican son de buena calidad pero curiosamente se han exportado muy pocos textos a editoriales extranjeras y se han logrado escasas traducciones. Lo que se escribe en México en su mayoría se queda aquí. En fechas recientes, la escritora Verónica Murguía ganó el Premio Gran Angular (novela juvenil) que se convoca en España. Un gran logro al pensar que ese premio lo ganan usualmente los mismos españoles. Es la primera mexicana en ganarlo en las 35 emisiones del premio. Fuera de excepciones como el galardón concedido a Murguía y algunos libros seleccionados en ferias internacionales e inclusiones en listas de honor, algo pasa con los escritores mexicanos de literatura infantil (y juvenil) que la distribución de sus libros se reduce a los colegios y a algunas librerías. Las instancias estatales no ayudan mucho para promocionar a los autores fuera de los colegios. Ahí está el Programa Libros del Rincón y Bibliotecas de Aula que la Secretaría de Educación Pública ha venido implementando cada año para adquirir libros de las editoriales, pero el tiraje solo se distribuye, obviamente, en las escuelas. El Estado falla en la promoción de sus escritores. El sexenio anterior, Conaculta, en su labor editorial, publicó libros poco agraciados en texto e imagen (véase, por ejemplo, La ventana más pequeña del mundo con texto de Jorge Luján e ilustraciones de Javier Zabala). Olvidó también al resto de la literatura mexicana y sus ilustradores,

dejándose llevar por el escritor e ilustrador de moda. Además, el precio de venta de los libros es muy elevado; por la misma cantidad pueden adquirirse ejemplares con papel y contenido de mucha más calidad en otras editoriales de la iniciativa privada. Difícil (casi imposible) subir el porcentaje de lectores en México si las mismas instituciones gubernamentales de cultura establecen un precio elevado a un libro que no lo vale. Algunos sellos como Nostra y Castillo siguen subsistiendo gracias a que en los colegios de México se lee (o se adquiere) mucha literatura infantil. Surgen también editoriales como Tres Abejas que en unas semanas sacará a la luz sus primeros libros. Editoriales van, editoriales vienen, lo que permanece es un grupo de escritores (quizá no rebasen los cincuenta) dispuestos a seguir escribiendo para este público. Los concursos como escaparate Una forma de abrir espacios para nuevos creadores son los concursos cuyo premio es la publicación de la obra. En México hay algunos de este tipo, pero curiosamente no se ve una generación sólida que le siga a los autores que empezaron a publicar en los ochenta, noventa y principios del año 2000 como Antonio y Javier Malpica, Judy Goldman, Juan Villoro, Francisco Hinojosa, Agustín Cadena, M.B Brozon, Andrés Acosta, Norma Muñoz Ledo y Jaime Alfonso Sandoval, salvo excepciones como Antonio Ramos Revillas, Raquel Castro y Pablo Mata Olay que tienen libros publicados para estas edades y cuya presencia empieza a ser significativa. Dos de ellos ganadores de premios convocados por Editorial SM. Invenciones, Hispanoamericano de Poesía, Juan de la Cabada y el Valladolid de las Letras son algunas de las ofertas que hay en cuanto a concursos de LI en el país. Premios como el de Poesía Ilustrada, convocado este año por primera vez, son una ventana a nuevas propuestas de creadores interesados en incursionar en la LI. En todo el territorio nacional surgen nuevos concursos, mientras otros han perdido presencia, como el de Cuento para Niños convocado por la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil de Conaculta; éste se fue degradando durante los últimos años e incluso dejó de convocarse por un tiempo y su regreso fue poco afortunado en cuanto a difusión e impacto. La crítica Es muy redituable para las editoriales, muy gratificante para los autores, un gozo para los libreros y para los lectores, pero la crítica en México trata con desdén e indiferencia a la LI, a pesar de los estudios de las investigadoras Laura Guerrero y Gloria Prado que desde la academia, han emprendido investigaciones sobre este género libresco. Laura Guerrero coordina una revista electrónica de LIJ, el Seminario de la Universidad Iberoamericana y el Diplomado especializado; desde estos frentes ha logrado formar y preparar a expertos en el tema.

Suplementos y revistas para niños En algunos países latinoamericanos existen suplementos especiales para la crítica de la LI, también hay espacios periodísticos en donde se publican textos dirigidos a los niños, con ilustraciones acordes a su edad. Su objetivo es el fomento a la lectura y el entretenimiento de los pequeños. En México, la permanencia y la calidad de los suplementos dependen directamente de cuestiones de consumo; por ello espacios como Mi periodiquito, La Jornada Niños, Gente Chiquita y Un, dos tres por mí, han resentido este vaivén en


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de portada ILUSTRACIONES: ALEJANDRA SAAVEDRA

El libro álbum

ESPECIAL

Fanuel Hanán Díaz*

R

esulta bastante frecuente en los espacios lectores hablar del libro álbum, una particular categoría de libros para niños que muestran un enorme potencial para cautivar lectores desde las primeras edades. A simple vista, destacan por su impacto visual. Son altamente atractivos por el espacio que ocupan las ilustraciones en las páginas, la calidad narrativa que ellas prometen y la profundidad de sentido que el discurso visual despliega en diversas capas y que permite un rico proceso de interpretación. Sin embargo, el rasgo que define con mayor solidez la particularidad de estos libros es la especial relación que se establece entre el texto y las ilustraciones. Algunos especialistas llaman a este modelo de interacción “contrapunteo”, en la medida que las ilustraciones expanden el sentido del texto hacia nuevos territorios y el texto sirve como base para construir una historia en estrecha unión con las imágenes. La dependencia entre ambos discursos crea una especial forma de contar y expresar, alimentada por las bondades de cada lenguaje, el visual y el alfabético. Aún más allá, la riqueza de estos libros se completa con diferentes aportes, del diseño gráfico, de la tipografía y de otros discursos como la publicidad, el cómic y el cine, que le otorgan al libro álbum una gran versatilidad y enormes posibilidades de adaptación pero, sobre todo, una gran afinidad con los lectores, que encuentran en estos libros invitaciones a sumergirse en las seductoras imágenes y a construir significado, avivados por los textos.

donde si la cultura no es redituable se restringe o se corta de tajo. Se habla de fomento a la lectura pero se descuida la comunicación de masas que ofrece un periódico; éste podría cumplir con una labor importante y decisiva en la formación de niños lectores. No existe una prensa infantil en México que conozca a su audiencia y la forme. L *Escritor, editor y periodista. Su más reciente libro es Viajero de otro mundo, Premio Nacional de Novela Editorial Norma 2012.

Diversidad de temas y propuestas Hoy en día los protagonistas de las bibliotecas escolares y de las secciones infantiles de las librerías son los libros álbum, a pesar de que bajo esta categoría se consideran libros de muy variada índole, ilustrados, solo de imágenes, animados… El desarrollo editorial ha permitido que este sector crezca en diversidad. Muchos libros no corresponden al concepto más genuino del libro álbum, aquel donde se mantiene una dependencia interna (interdependencia) de ambos códigos como condición para construir el significado, lo que ha dado origen a una confusión acerca de cuáles libros son realmente álbum y cuáles se parecen en su formato. Dilucidar este territorio, sin embargo, nos puede alejar enormemente de las reflexiones que este artículo propone como tema central. Los libros álbum, y en su conjunto los libros ilustrados para lectores que se inician o que ya tienen autonomía representan un universo de infinitas posibilidades, no solo porque conjugan estilos diversos y aportes culturales de diferentes disciplinas sino porque han sido un canal ideal para desarrollar una amplia gama de temas y de géneros. Desde ese punto de vista, el libro álbum ofrece la posibilidad de que el lector contemporáneo se acerque desde su horizonte a contenidos que pueden resultar duros o difíciles, como la soledad, la muerte, el abandono, los terrores nocturnos o el acoso, pero también a temas y soluciones que abren su imaginación y enriquecen su experiencia de vida, como el viaje imaginario, la aventura, el sueño, la amistad, el triunfo, la exploración de mundos fantásticos, todo ello dentro de coordenadas muy diversas: el realismo descriptivo, el humor o la poesía. Según las estimaciones más recientes, en América Latina se producen más de diez mil libros para niños al año, lo que significa que el abanico de posibilidades es cada vez más extenso y variado. La proliferación de temas y estéticas, como aspecto positivo, permite que los mediadores puedan discutir y conversar con los niños sobre diferentes sentimientos y experiencias, algunas fáciles de compartir, otras más duras, ya sea porque pertenezcan al mundo de la intimidad o porque formen parte de ese conjunto de temas que llamamos tabú. En ese sentido,

los libros álbum son perfectos para la mediación y la exploración sana y más detenida de aspectos que generalmente no se conversan o debaten en colectivo. Por ende, estos libros fortalecen la formación de opiniones, la constatación de que muchas situaciones personales son comunes a otras personas, la búsqueda de respuestas y el enriquecimiento visual. La cercanía con otros medios que también le otorgan preponderancia a lo visual, hacen posible que estos libros establezcan puentes entre la lectura alfabética (libros, revistas, periódicos) y la lectura visual (arte, televisión, cine); entre soportes de papel y soportes electrónicos. A pesar de sus bondades, estos libros tienen como gran desventaja el hecho de que forman parte de un circuito comercial insaciable. Una cuestión de calidad La calidad del libro álbum depende de la ponderación de un conjunto amplio de variables. Por un lado, el cuidado de la edición, que no es poco. Validar si las partes que componen esa totalidad (textos, imágenes, diseño o tipografía) forman un conjunto coherente, armónico y original. Muchos libros representan variaciones de conceptos que han sido exitosos, lo que desdice de su originalidad y de su capacidad innovadora, aunque seguramente representan un éxito comercial. Además de precisar cuál es el concepto y cómo funciona en un libro álbum, siempre se agradece que un libro de esta naturaleza tenga la capacidad de ofrecer una mirada diferente, ya sea tangencial o desde una perspectiva poco común de un tema repetido, o que el libro estremezca, ya sea por su fuerza, su poder evocador (o provocador), su valentía o su honestidad. Un libro álbum de calidad evita los estereotipos, no se acoge a una estética globalizada o comercial, tiene personalidad visual y propone imágenes que seducen. La narrativa visual es quizás uno de los mayores aciertos de esta categoría de libros, donde las ilustraciones decididamente cuentan algo, aportan una lectura que enriquece el texto pero también hacen posible que el lector indague sus diferentes elementos de expresión para alcanzar significados inauditos, incluso alejados de la columna vertebral de la historia. Los textos deben ser significativos, imprescindibles. Aunque visualmente el espacio que ocupan a veces es mínimo (unas palabras, unas líneas), su poder estriba en que sin ellos el conjunto pierde todo sentido. Por tanto, vistos como claves para la interpretación, deben ser sugestivos, potentes y sencillos. Los libros álbum son el resultado de una cadena de decisiones editoriales que llevan a determinar la intervención de las guardas, el uso de los espacios en blanco, el balance de los pesos en la página, la selección tipográfica. Estos criterios seguramente definirán el acabado y la calidad editorial de la propuesta. Tomarse el tiempo para mirar y apreciar libros álbum, seguramente puede consolidar el gusto y la capacidad para evaluar su calidad, antes de favorecer su encuentro con los lectores. *Fanuel Hanán es considerado como uno de los investigadores más destacados en literatura infantil en América Latina.


08 b sábado 27 de abril de 2013

MILENIO

de portada Un genio sin ingenio Antonio Malpica

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a sabes. Eso de las historias de genios mágicos y lámparas maravillosas es de lo más choteado del mundo. Yo creo que solo le gana el meme ese de “Keep calm and (pon aquí tu babosada favorita)”. En todo caso, ésta que te cuento rápidamente tal vez se salga un poco del choteo porque es la única e irrefutable historia verídica de genios maravillosos y lámparas mágicas (o como sea). Era de noche y buscaba debajo de la cama una de mis pantuflas (últimamente se han puesto de un huidizo que no veas… tal vez es una forma de criticar el olor de mis calcetines, no sé). El caso es que tomé una linterna vieja y, como no encendía, la agarré a catorrazos. No encendió, pero apareció un genio. Venía vestido como PSY, lo que debió hacerme sospechar desde un principio. Me saltaré las fórmulas de presentación típicas (“amo, ordena y serás obedecido” y etcétera) para pasar a lo importante: Los 3 deseos. —Genio, ya me las sé de todas todas. Ustedes tienen una forma muy retorcida de interpretar los deseos de la gente. Si pido estar “forrado de lana” me vas a convertir en borrego, ¿o no? Así que seré sencillo y directo. Quiero un millón de visitas a mi página. Y no vayas a prometer celulares gratis o donaciones de Bill Gates para lograrlo. Ocurrió en menos de dos horas. El genio y yo matamos el tiempo mejorando mi forma de bailar gangnam. Y fue una llamada del FBI la que me confirmó el milagro. Querían saber cómo había hackeado twitter. —¡Genio del mal!, ¿cómo que cada link que era posteado en twitter llevaba a mi página? ¿En qué problemón me has metido? Me tranquilizó diciéndome que me quedaban dos peticiones. Comprendí su tenebrosa mente. Siempre hay que guardar un deseo al menos para que todo vuelva a la normalidad (sí, yo también veo Los padrinos mágicos). Pensé que podría escurrir el bulto. Con que ahora soy hacker, ¿eh, genio malvado?, pensé. .. ¡Pues toma esto! —Como recién estrenado y reluciente hacker, deseo hacer mi aportación al mundo. A partir de este momento, de mi propia inspiración… ¡el botón de “No me gusta” en Facebook! (Fanfarrias).

El genio se mostró complacido y yo también. Mientras me enseñaba nuevos pasos de baile, imaginé que hasta el FBI me perdonaría mi travesura cibernética. ¿Quién no ha querido dar “No me gusta” a esa foto del gatito tierno en turno? ¡Seguro que hasta Obama! A las tres horas me enteré por las noticias. Marruecos estaba en guerra con Perú. El índice de criminalidad en varios países se había incrementado hasta en un 3000%. Colibrittany se había suicidado. Y aún no había amanecido. —¡Maldito genio! ¿Qué hiciste? Me hizo comprender que él “solo seguía órdenes”. El mencionado botoncito había desatado el odio en la humanidad. —Está bien, tú ganas —concedí—. Supongo que ahora tengo que pedir que todo sea como antes. Sonrió y me dijo que no me sintiera mal, que así ocurre siempre: El genio hace “rewind” al carrete del tiempo, borra la memoria de los involucrados y aquí no ha pasado nada. Pero también me dijo que, en compensación, me concedería dos regalos: Uno, conservar —yo sí—, la memoria. “Para que lo cuentes a quien quieras”, sentenció, “en un suplemento cultural, por ejemplo”. Y sonreí. Luego, me habló del segundo regalo: “Un nuevo deseo. Pero éste sí, desinteresado y sencillo”. Sonreí más ampliamente y dije: — Q u e lo s niños lean. ¡Concedido!, gritó antes de irse como si bailara a lomo de caballo, solo que sin caballo. Me quedé contento. El sol salía ya por el horizonte y a mí me pareció que el genio, en verdad, me había cumplido mi deseo. “Que los niños lean”, repetí en mi mente. Al menos tú acabas de hacerlo. L

Buen viaje, papá Antonio Ramos Revillas

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oy papá salió de viaje y le dije en la puerta: “Buen viaje, papá”. No se llevó camisetas ni zapatos ni guardó corbatas y abrigos en una gran maleta. Se fue solo con la ropa de todos los días. Dejó en la casa sus tenis y también todas sus gorras y sombreros. Mamá me dijo que papá dijo que iría a un país muy lejano, donde hace mucho sol todos los días y el aire huele como a veces huele la calle después de un día soleado. No sé si me haya dicho la verdad porque antes de salir de la casa mamá me dijo que muy pronto papá vendría a visitarnos.

¡Y yo sé que cuando uno viaja muy muy lejos es bien difícil regresar! Una vez fuimos a la playa y nos tardamos todo un día en llegar; yo hasta me dormí. Cuando abrí los ojos aún estábamos muy lejos y no alcanzamos el mar sino hasta entrada la noche. Lo único que papá se llevó fue una fotografía mía, pero es una foto muy pequeña, que casi ni es foto, porque apenas si cabe en la palma de su mano. Mamá me dijo que esa fotografía le iba a dar muchas fuerzas a donde iba, pero yo sé que las fotos no dan fuerzas, pero si mi papá dijo que sí, seguro le darán. Le pregunté a mamá por qué se iba papá y ella me dijo: —Los papás no deciden cuándo van a irse, pero no te preocupes, ellos siempre regresan. Papá no se fue solo, vinieron por él dos señores que vestían todo de blanco, como si fueran ángeles. Mamá me dijo que eran sus amigos. Yo quería llorar y decirle que no se

Anoche no soñé nada Raquel Castro

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ada mañana, Papá despierta a Anameli con un beso y le pregunta qué soñó. —Ora soñé que un barco se metía por la ventana de mi cuarto y se escondía debajo de mi cama… —Estaba yo en un bosque y unos lobos vestidos de caperucita bailaban conmigo el Juego de Juan Pirulero… —Había un castillo encantado adentro del clóset y un fantasma vivía ahí pero tenía miedo de un suéter que en realidad era un brujo… —Llegaba un extraterrestre con cara de león y me llevaba a conocer el planeta de los gatos gigantes… —Mi tía Loli me regalaba una bicicleta que se convertía en grillo gigante y en vez de correr, daba unos saltos hasta el cielo, pero a mí no me daba nadita de miedo… Cuando Anameli cuenta sus sueños, por raros que sean, Papá sólo sonríe y se queda tan tranquilo. ¡Ay, pero ot ras veces Papá sí que se preocupa! Y es cuando Anameli le responde: —Nada, papi. Anoche no soñé nada. No es que sea malo no soñar o, más bien, no recordar lo que soñamos (porque siempre que dormimos, soñamos). Más bien, que cuando Anameli no se acuerda de sus sueños se desata el caos. Por ejemplo, un día Anameli dice: —Nada, papi. No soñé nadita. Se levanta de la cama, mira a su alrededor y… —¿Y Chirino? ¿Dónde está Chirino? —pregunta al borde del llanto. Nadie sabe quién es Chirino. —¡Pues mi perrito, que lo tengo desde que nací, y que sabe dar la patita y cantar en inglés! Y Papá le tiene que explicar que nunca ha tenido otro animalito de compañía que Tatito Timoteo, el gato. Y que los perros no cantan ni en inglés ni en ningún otro idioma. Otro día Anameli dice: —No tuve sueños. —¿Qué haces, hija? —pregunta Mamá a punto de desmayarse, nada más de ver a la niña con tierra hasta en las pestañas. —Estoy buscando la puerta, mamá. fuera, pero mamá me dijo que si quería portarme mal me esperara un poco y ya después podría hacer lo que quisiera, pero que era bueno que papá me viera bien portado. —Para que tu papá se vaya tranquilo —me dijo. Fue entonces que empecé a dudar mucho de que papá se fuera a ir de viaje a ese extraño país donde no se necesitan abrigos, un país que ni él sabe dónde está. Por eso le pregunté a mamá que cuándo iba a volver papá y arrugó la ceja, como a veces cuando se pone triste, y me dijo que no sabía, pero que él iba a hacer todo lo posible por regresar lo más rápido que pudiera y que con la ayuda de sus amigos lo iba a lograr. Sí, mi papá es un viajero muy raro, porque ni siquiera él sabe cuándo es que va a volver. Viaja sin maleta, no sabe a dónde va, tampoco sabe cuándo va a volver. Le dije esto a mi mamá y ella me respondió: —Esos, hijo, son los mejores viajes.

—¿Cuál puerta? —La que estaba aquí. La que da al sótano donde tenemos muchos columpios y resbaladillas y albercas. Claro, lo que pasa cuando Anameli cree que no soñó nada es que sí sueña… pero cree que sus sueños son parte de la realidad. Y entonces puede pasar cualquier cosa. Como la vez aquella cuando Papá llegó a casa y se encontró el árbol de Navidad lleno de esferas y luces. Eso no es malo… en Navidad. Pero ocurrió en pleno verano. —Dice Ameli que hoy viene Santocós —le informó Didi, el hermanito de Anameli, quien todavía no habla muy bien, pero que sabe perfecto que Santa Claus no viene muy seguido y que hay que aprovechar cualquier ocasión para recibir sus regalos. Peor estuvo el día en que Mamá descubrió que Anameli y Didi no estaban en la casa. Los buscó en todos los cuartos, en el patio, debajo de los sillones de la sala, y nada. Salió a la calle y, por fin, los encontró sentaditos en la parada del autobús. —¿Se puede saber a dónde creen que iban? —preguntó, entre enojada de que se hubieran salido de la casa sin permiso y aliviada de haberlos encontrado sin un rasguño. —Al país de los dulces, mamá — respondió Anameli—. Me gustó tanto cuando me llevaste, que quise ir otra vez y enseñarle a Didi el pasto de menta y el río de malteada de fresa y los árboles de chocolate y los conejos de malvavisco. Pero el tren de caramelo nomás no pasa… Cada noche, Mamá y Anameli tienen un ritual: escogen juntas la pijama que usará la niña, la almohada (tiene dos para elegir: una muy suave y mullida, otra más dura) y el muñeco de peluche que dormirá con ella (los demás se quedan en un sillón). Anameli se lava los dientes y se mete en la cama. Luego mamá le lee cuentos hasta que la pequeña se queda dormida. Entonces Mamá la arropa y le da un besito. Papá se acerca. Los dos la miran dormir y sonríen. —A ver qué sueña ahora —dice Mamá muy quedito. —Y a ver si se acuerda cuando despierte —suspira Papá. Entonces apagan la luz. A lo lejos, se escucha un relincho. En el sueño de Anameli se asoma un burro alado vestido de astronauta… L

Luego fue mamá la que quiso llorar, pero se tranquilizó. Yo también iba a llorar, pero mamá me dijo que uno no llora cuando sale de viaje ni cuando ve alejarse a un ser querido, sino que uno debe llorar cuando los amigos regresan a casa, cuando los hijos regresan a casa, cuando los papás regresan a casa. Dijo mi mamá: —Llora cuando digas “bienvenido” y verás que tengo razón. Entonces mamá me preguntó si le deseaba buen viaje a papá, porque ya se hacía de tarde y él debía irse y mamá debía servirme de comer y debía hacer mis tareas y todo eso. Así que entonces se lo dije: —Buen viaje, papá, Él solo apretó los labios y se fue con sus amigos en su coche blanco. Mamá se quedó callada y vimos que papá agitaba las manos para decirnos adiós. —Que te vaya feliz, papá. L


sábado 27 de abril de 2013 b09

LABERINTO

en librerías

Polaroids y Dr. Martens

Flambus Green: Un duende en la ciudad

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LOS PAISAJES INVISIBLES ESPECIAL

Iván Ríos Gascón www.ivanriosgascon.wordpress.com

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atti Smith es una mujer de inspiración inagotable, amistades perdurables, amores definitivos y duelos prolongados. Si en 1989, el óbito de Robert Mapplethorpe le provocó una enorme grieta emocional, tan profunda que tuvo que escribir Just kids, sus atribuladas y novelescas Memorias para aligerar un poco el vacío que el fotógrafo (y el destino) le dejaron, cuando cinco años después, su marido Fred “Sonic” Smith, guitarrista de la banda punk MC5, se piró del mundo, Patti Smith únicamente encontró el alivio volviendo a las andadas (rockeras, por supuesto), pues desde que se casó en 1980 con el señor “Sonic”, había interrumpido de tajo su carrera musical para dedicarse en cuerpo y alma al matrimonio. Invitada por Bob Dylan para abrir sus conciertos en la gira por la Costa Este de Estados Unidos, en 1995 Patti Smith abandonó Detroit con Nueva York en la cabeza (estaba decidida a volver a la isla donde fue feliz con Mapplethorpe y el sitio donde se relacionó con la plana mayor de la cultura gringa), y aceptó la compañía de Michael Stipe, líder de la banda R.E.M., quien provisto de una Polaroid, registró algunas escenas de la resurrección. Aunque a decir verdad, como fotógrafo Michael Stipe es un estupendo vocalista, la iconografía que reunió para el libro Dos veces intro. En la carretera con Patti Smith (publicado en 1998 por Ray Gun Press y Little, Brown & Company, con prólogos de la Smith y Stipe y textos de William S. Burroughs, Paul Williams, Thurston Moore y Lenny Kaye, entre otros, y que hoy circula en español bajo el sello de Sexto piso), posee un curioso aliento de nostalgia, una grisácea vibra de camerino y el temperamento de un nómada que podría enloquecer si le arrebatan las aceras. Las fotos de Stipe, que alternan con otras placas de Oliver Ray, conforman una narrativa hilvanada por detalles: close–ups de planos divididos, sombras crepusculares, panorámicas que se difuminan pero, a su vez, capturan la inmensidad del escenario y composiciones de tomas yuxtapuestas donde la intención onírica es más que evidente. En las páginas del libro podemos apreciar la gabardina

i algo va quedando cada vez más claro, es que la literatura infantil puede ser todo menos aburrida y tonta. Los niños no necesitan bobadas para aprender sobre distintos temas, sino ser cautivados por historias que atrapen su atención y estimulen su cabeza. Es el caso de Flambus Greeen: Un duende en la ciudad, del autor italiano Roberto Pavanello y con ilustraciones de Stefano Turconi. En este libro, se nos cuenta la historia de Flambus Green, un duende que tiene la importante misión de velar por el bienestar de los seres vivos de la naturaleza, por lo que deberá

Robert Pavanello Alfaguara infantil México, 2012 160 pp. ayudar a algunos “piernaslargas” (humanos) a conservar el jardín botánico de la ciudad. Sin embargo, ahí no acaban las aventuras del osado duendecillo, pues este libro es solo la primera parte de una serie de la cual ya podemos encontrar cuatro libros, en los que Flambus, se enfrenta a nuevos retos ecológicos.

¿De dónde venimos?

E La poeta de Babel

de la Smith cayendo sobre las perneras de un pantalón prendido al tubo de sus botas Dr. Martens. Aquellos pasos se ven suaves, pintan el camino a la guitarra, un primer plano de su mano derecha rasgando las cuerdas; el cable dibujando formas caprichosas en el proscenio, ese cable que se enreda con otros cables, del bajo, el requinto, el amplificador; el micrófono que opera como asidero a tierra firme, hay algo muy expresivo en los claroscuros de la cantante salpicada por el reflector; dos instantáneas donde asoma el vetusto Allen Ginsberg pertrechado con su propia Kodak y una sonrisa maliciosa que me hacen recordar cómo fue que la Smith y el poeta se conocieron: con el cabello recortado, hambrienta y con solo cincuenta centavos en el bolsillo, ella acudió a un Automat, metió las monedas en la máquina para adquirir un sándwich pero la trampilla no se abrió. De pronto, advirtió que había subido el precio a setenta y cinco. Alguien dijo “¿te ayudo?” e insertó el faltante en la ranura y luego le habló de Walt Whitman. Cuando ella abrió la boca, el tipo se dio cuenta: “¿Eres una chica?” Patti respondió: “¿Hay algún problema?” Él comenzó a reír: “Lo siento. Te había tomado por un chico muy bello.” Ahí comenzó una fraternidad perenne, quizá creada por el mismo vínculo que tenía con Mapplethorpe y, ahora que lo pienso, también con Michael Stipe. Una vez Robert le dijo: “Patti, nadie ve como nosotros” Y es que sí. Nadie acostumbra ver como ellos porque en su triste, antiquísima textura, los retratos polaroid imponen una contemplación simbólica distinta. ¿Sobraría decir que durante un tiempo, Mapplethorpe usó la misma cámara? L

l chiste lo hemos repetido muchas personas en México alguna vez: “Yo debí haber nacido en París, pero la tonta (la palabra puede ser más gruesa según el estilo) cigüeña me dejó aquí”. En fin, la cuestión es que el cuento de que los pequeños vienen de París ya no debería ser una respuesta para la pregunta “¿de dónde venimos?”, que inevitablemente los niños harán a sus padres en determinado momento. Sin embargo, aún hay padres que no saben responder. Para esas personas este libro resulta idóneo pues de manera sencilla y amena Peter Mayle, escritor,

Peter Mayle Océano Travesía España, 2012 54 pp. y Arthur Robins, ilustrador, hablan de los órganos reproductores masculinos y femeninos (cómo se llaman, cuál es su función), de las relaciones sexuales, del orgasmo, la concepción, el crecimiento dentro del útero, del trabajo de parto y el nacimiento. Comenzar diciéndoles a los niños que “Las personas pequeñas las hacen las personas grandes” es un buen inicio.

Abue, cuéntame

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esde 1990, Rocío Martínez (Madrid, 1966) se dedica a la ilustración de libros infantiles y juveniles. Ganadora del X Concurso de Álbum Ilustrado A la Orilla del Viento, Martínez se aventuró a escribir Abue, cuéntame, una historia para los primeros lectores, que narra la historia de un abuelo adicto a los libros. Él está muy orgulloso de su nieto, Hugo, un niño a quien le encanta escuchar las historias, los cuentos, las pláticas de los adultos. Un día, el abuelo sufre un ataque que transtorna su capacidad verbal y ahora su voz mezcla elementos “raros”. Hugo no se entristeció,

Rocío Martínez FCE, col. Los primerísimos México, 2013 32 pp. al contrario: está fascinado con el cambio, ya que esto le permitirá acercarse a su abuelo y obtener respuestas impredecibles y llenas de magia. Abue, cuéntame es una conmovedora historia sobre el Alzheimer y cómo esta enfermedad puede convertirse en un vínculo de comunicación entre un abuelo y sus nietos.


10 b sábado 27 de abril de 2013

MILENIO

música ESPECIAL

nos esperaría. No sabía lo que iba a resultar de nuestras capacidades juntos, hasta que lo viví. ¿Cómo me siento tocando con estos músicos? Es una explosión interna. Es algo inédito, es como cuando pruebas algo por primera vez en tu vida, como cuando escuché The Dark Side of the Moon [de Pink Floyd] por vez primera. Es excitante”. Yorke prefiere invertir su energía y tiempo en el futuro. Para el músico, el pasado es una historia trastornada por la mente, un espejismo de nuestras fobias, ansiedades y neurosis. “Usamos la palabra carrera para describir lo que hemos hecho al paso de los años. En este tiempo, yo he estado persiguiendo metas personales y profesionales

que se reflejan en mi trabajo. No me gusta ver al pasado, porque es el reflejo de la mente según tus vacíos, de acuerdo a tus supuestos logros. Es una imagen imperfecta de lo que en verdad eres. Es difícil mirar hacia atrás. No es algo que me guste hacer”. La creatividad de Yorke no muestra signos de agotamiento antes de tiempo: las últimas dos décadas nos han dado una sucesión de piezas exuberantes, adornadas, que retrata a una persona sin miedo, incluso con exceso de sinceridad y la intención de demostrar que su forma musical elegida puede ser erudita y elocuente. Para Yorke, el futuro significa la posibilidad de construir la perfección. “Creo que hay ciertos aspectos de la vida que debes vivir. El propósito de estar aquí es para experimentar estas cosas. Entre más fallas, más te perfeccionas. Me gusta equivocarme, solo así logro la excelencia. Las lecciones en la vida son la gravedad física que te permite moverte hacia delante”. Toda la carrera de Yorke ha sido una larga serie de fascinantes sorpresas, entregado a un estilo sofisticado, excepcionalmente refinado, y eso le ha servido para que en Atoms for Peace siga desarrollando y explorando nuevas ideas. “Este proyecto me da más libertad para improvisar en vivo, adoptando diferentes estilos. No pretendo manipular a los escuchas, si el trabajo no comunica un éxito propio, entonces realmente es un fracaso. Hay que ser fiel a la propia obra, y se han abierto algunos caminos que posiblemente no sean accesibles para todos, y lo acepto. Este proyecto es más arriesgado que lo que he hecho. He estado haciendo esto durante mucho tiempo, y el truco es estar totalmente absorto en lo que sea que estés produciendo para que tus instintos prevalezcan, y a veces eso significa que debes tomar un camino poco transitado musicalmente. No puedes adivinar una audiencia, y creo que eso es también subestimar la inteligencia de tu público. Entonces, Atoms for Peace es un experimento en el que el público es crucial, no en cómo me influyen, sino en cómo responden ante nuestra obra”. En otras palabras, es evidente que Thom Yorke no suele hacer lo que el público espera. En su conversación, él elige las palabras con cuidado y se expresa con una elocuencia extraña. Precisamente, esta manera de elaborar una charla refleja el contenido lírico de su obra que, como nunca, ha sido menos solemne. “Rara vez entro en conflicto para expresar mis pensamientos”, comenta. “No puedo trabajar mucho en la escritura lírica”, dice, “porque sería demasiado falso y consciente de sí mismo, y eso no define mi manera de escribir. Soy instintivo en todo lo que hago. Cuando era más joven, buscando esas líneas eternamente, por meses me complicaba, era odioso trabajar así. Entonces, aprendí que debes dejar ir tus emociones e ideas, las más espontáneas siempre son las mejores”. L

el ensayo, o de pronto en el mismísimo concierto. Simple y llanamente dejan de tocar, sacan la herramienta de su bolsa, ponen el espejito a la distancia reglamentaria y se aplican. El espectáculo es memorable. Sartén f. Utensilio de cocina que bien puede sustituir a los platillos del maestro percusionista. Como sea, el ama de casa suele utilizar la s. para ajustar cuentas conyugales; cuando se estrella en la cabeza del marido, emite gratos sonidos. Tinaco m. Depósito de agua, que una vez vacío, se utiliza para atesorar los dineros que dejan los conciertos. Se coloca en la azotea de las salas de música. Nadie sabe de su existencia más que el representante sindical, en quien todos confían. Uva f. Sobrenombre de un violín concertino ya desaparecido, muerto en el fragor de un concierto. Se le decía así por su estado proclive a la embriaguez. Cuando se le veía aproximarse tambaleando a ocupar su lugar, los músicos le daban la bienvenida: “Pase usted, maestro u.”, le decían. Valquiria f. Derívase de la celebérrima ópera de Wagner —tan famosa, que ha sido utilizada como música de caricaturas para acentuar el carácter dramático de los personajes. Es tal la femineidad de la v., que se acostumbra apodar así a las ejecutantes

del arpa cuando son solteras. Una vez matrimoniadas, solamente el director de la orquesta las puede seguir nombrando de ese modo. Wagner s. patronímico. Apellido de Richard. Compuso numerosas óperas —entre otras, Die Walküre. Gozo de la amistad de Nietzsche —quien terminaría siendo su enemigo. Además de crear hermosas melodías, se especializaba en robarles la mujer a sus amigos. X f. Antepenúltima letra del abecedario. Se la utiliza para definir un concierto sin sustancia. Estuvo x., le comenta el hombre a la mujer cuando se dirige a su automóvil. Pero hubo momentos bonitos, responde ella con la mirada perdida en la bóveda celeste. Ysaÿe s. patronímico. Apellido de Eugène. Maestro del violín. Apenas se levantaba emprendía largas caminatas con el violín bajo el brazo. Y cuando lo juzgaba prudente se detenía, extraía el violín del estuche y le cantaba al sol. Llamado El león por su mirada encendida y complexión robusta. Aunque nació en Bélgica él se consideraba francés. Como francesas eran las mujeres que ocultaban su retrato en el camafeo. Zapateado m. Famosa composición para violín de Pablo de Sarasate. Escasamente tocada por sus dificultades técnicas. L

Para el también colaborador de U.N.K.L.E., el pasado es una historia trastornada por la mente

Thom Yorke

“Me gusta equivocarme, solo así logro la excelencia” El líder de Radiohead habla sobre su nuevo proyecto Atoms for Peace, y sobre la libertad que éste le confiere, además del proceso cronológico que lo llevó a la madurez ENTREVISTA Juan Carlos Villanueva alteregoarlequin@hotmail.com

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hom Yorke se siente más lejos de Radiohead. “Parece que existen otras maneras de comunicarme y las posibilidades son infinitas”, dice en una charla por Internet para Laberinto. “No es que hable de un fin, pero sí de una nueva era que me conduce a crear cosas tan distantes que podría llegar el momento en que mi mente se vuelva otra”. Se refiere al nuevo proyecto llamado Atoms for Peace, cuyo nuevo álbum Amok salió en febrero, luego de tres años de trabajo en estudio, bajo la producción de Nigel Godrich. Cuando la banda debutó en vivo por primera vez en 2010 –integrada por el bajista de Red Hot Chili Peppers, Flea, el percusionista Mauro Reosco y el baterista Joey Waronker–, “no sabíamos lo que

EL PAPEL DE LAS NOTAS

Glosario de términos musicales II/II Eusebio Ruvalcaba eusebius1951_2@yahoo.com.mx

O

nomatopeya m. Sonido —dígase ruido— que producen algunos instrumentos generalmente mal tocados, y que imitan voces ajenas. Por ejemplo, un violín pésimamente ejecutado evoca los chillidos de un gato. Un fagot tocado por un principiante recuerda los barritos de un elefante. Pusilánime adj. Violinista que contempla la partitura de los Caprichos de Paganini, y que en vez de animarse a estudiarlos dice “paso sin ver”. Queso m. Alimento que en formato de botana —generalmente graciosos cubitos— los músicos suelen comer durante los ensayos de la orquesta. A los ejecutantes de instrumentos de aliento se les dificulta disfrutarlo, por lo que prefieren encerrarse en el camerino más cercano y darse un banquete. Generalmente acompañan el q. de una refrescante cerveza. Rímel m. Máscara para pestañas. No hay atrilista mujer que pueda prescindir de embellecerse los ojos —y por ende el rostro— durante


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LABERINTO

cine Andrea Martínez Crowther

“Uno hace cine para que la gente se identifique y conmueva” La vida como un viaje sin destino ni final, los sueños, la experiencia, la alegría y la enfermedad, son los ejes de una cinta que recorre el norte del continente en dos ruedas ENTREVISTA CORTESÍA PRODUCCIÓN

profundicé en nuestra relación pues tuvimos que recordar episodios muy dolorosos de su vida. Además aprendí a reflexionar sobre temas más universales como el dolor, la pena o la alegría desde una historia familiar. Uno hace cine para que la gente se identifique y conmueva, no para la familia. ¿Cómo influye la relación filial en la relación profesional? Ellos nunca dudaron en participar. Mi relación con el documental es similar a la que tengo con la ficción. Escribí un guión previo al rodaje que es bastante fiel al resultado. Me sirvió para definir lo que quiero contar y ubicar el drama a desarrollar. Hice lo mismo con mi tío y mi padre, intenté mostrar rasgos que resaltaran su carácter entrañable. Yo sé que su historia es maravillosa, pero necesitaba encontrar la manera de transmitir eso a la gente. Es interesante el contraste: mientras que el relato de su padre es más serio, el de su tío aporta un gran sentido del humor. Ese fue un gran hallazgo. Conocía el drama desgarrador de mi padre pero la elocuencia de mi tío, con su humor, balanceó la película. ¿El humor y el drama humano es lo que hacen de una historia familiar algo universal? Sí, aunque añadiría el tema de los sueños. Es universal tener un sueño de joven y querer cumplirlo. Es una película sobre el viaje que es la vida misma, todos enfrentamos la muerte, la alegría, la enfermedad.

Fotograma de Ciclo

Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com

E

n mayo de 1966, los hermanos Arturo y Gustavo Martínez salieron de Pachuca a Toronto a bordo de sus bicicletas. El periplo de 82 días fue algo más que una experiencia, les cambió el destino. Uno de ellos conoció ahí a quien sería su esposa y a la postre madre de la directora Andrea Martínez Crowther. Cincuenta años después, la realizadora los convocó para recrear aquella aventura para un documental. A cinco décadas de distancia nada es lo mismo, su padre enviudó, los pueblos cambiaron y ellos reflejan en sus arrugas

las huellas de los tiempos pasados. Sobre esto versa Ciclo. Érase una vez un viaje, filme que se exhibe en las salas del país. ¿Ciclo tiene que ver con la necesidad de indagar sobre sus orígenes? Yo existo gracias a ese viaje. La película me regresó a mi origen, mi padre emprendió el viaje en bicicleta de Pachuca a Toronto, allá conocía a una canadiense que es mi mamá, el resto es historia. El episodio es parte de mi infancia y es cierto, el documental nace de mi interés por indagar en eso. ¿Qué descubrió acerca de esa aventura que no supiera? Viví un acercamiento diferente a mi papá y a mi tío. Al ser la directora y ellos los protagonistas, el esquema de relación cambió. Descubrí en mi tío a un súper personaje y a un hombre carismático; con mi papá

Aunque quizá el gran tema de su cinta es el tiempo. Finalmente usted habla de un viaje que ocurrió hace más de cuarenta años y lo recrea ahora, la cuestión es que ya nada es igual. Sin duda, para el mí es el tercer protagonista. El tiempo da contexto a todo, a lo largo del viaje descubrimos cómo han cambiado los pueblos, las carreteras, los cuerpos mismos. Quise explorar aquello y como directora me interesaba provocar el encuentro entre dos momentos separados por cincuenta años. Al hacerlos recorrer los mismos lugares u obligarlos a leer nuevamente sus diarios, los invité a reencontrarse con el olvido y a reflexionar sobre el paso del tiempo. Llama la atención el uso de los distintos formatos de filmación como propuesta estética. El HD era un formato ideal para grabarlos todo el tiempo; el Súper 8 aporta una cualidad nostálgica de tiempos pasados; mientras que los 35 milímetros brindan una atmósfera especial a los momentos de reflexión. En este sentido, el trabajo del fotógrafo Carlos Arango fue excepcional. L

HOMBRE DE CELULOIDE

Cómo llegar a ser quien eres Fernando Zamora @fernandovzamora

E

stados Unidos tiene tres novelistas clásicos: Mark Twain, Salinger y yo, Jonathan Flynn.” Jonathan Flynn es Robert De Niro en Being Flynn. En este pequeño diálogo recuerda, por su ausencia, un tercer periodo de la literatura clásica de Estados Unidos, la generación Beat. Flynn se nos presenta como viejo Beatnik. De él podría haber dicho Ginsberg: “He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, desnudos histéricamente hambrientos.” Flynn vive así. Es un escritor a quien se le fue el tren de la historia. Camina por Nueva York buscando dónde dormir. Usa de almohada una maleta en la que guarda su tesoro, una novela sin terminar. “Quiero un trabajo que no me haga sentir asco de mí”, responde el hijo de Johnathan Flynn al entrevistador cuando va a pedir trabajo en un refugio para indigentes. Nicholas está en sus veinte y tiene la vida deshecha. Como su padre, tiene también guiños de clasicismo transterrado al Nueva York de nuestro

tiempo. Su nombre recuerda al Nicholas Nickleby que fue Dickens y es, además, como Parsifal: sobreprotegido por su madre (quien quiere evitar que sufra el destino del padre), encuentra que no hay otra cosa que pueda hacer: necesita escribir con la urgencia con la que Parsifal necesita volverse caballero. Tiene también algo de Orestes, lo persiguen las erinias del matricidio (¿del parricidio también?). Es a través de los ojos de Nicholas que leemos la vida y la novela americana de este Beat fuera de tiempo: su padre. Durante más de una escena, su padre le recuerda la locura–lucidez del Quijote: cuando se mira al espejo y enfurece, cuando enfrascado en tareas cotidianas (zurcir una media en el caso del Quijote, lavar calcetines en el caso de Flynn) se enfrenta con el terrible destino del artista: luchar contra los invencibles molinos de viento: la muerte. El olvido. Escribe Ortega y Gasset: “genio significa […] ser capaz de inventar la propia ocupación”. Flynn agrega: “yo soy escritor, ese es mi genio.” Being Flynn es la película que hubiese querido escribir el personaje que interpreta Robert De Niro, un clásico en el sentido de que está llena de guiños que se remontan a aquel “llega a ser quien eres” de Píndaro, pero se solaza también en referencias a Taxi Driver. Imposible no pensar en ello cuando De Niro se enfrenta al espejo o cuando muy al principio de la película, guía su taxi amarillo por las calles de Nueva York. Being Flynn es una obra maestra. Lo es porque conjuga al menos dos elementos capitales del cine: un guión redondo, sin dramas falsos, contenido y

ESPECIAL

Being Flynn (La obra maestra) Dirección: Paul Weitz. Guión: Paul Weitz y Nick Flynn. Fotografía: Declan Quinn. Música: Damon Gough. Con Robert De Niro, Paul Dano y Julianne Moore. Estados Unidos, 2012. alegre en lo terrible de las realidades que toca y porque siempre da gusto ver un “mano a mano” entre dos actores de este calibre. Más si uno de ellos “es un clásico” (De Niro), mientras que el otro (Paul Dano) es todavía, como esa novela que somos todos: un Work in Progress. Por otra parte, la relación de este padre y este hijo, fracasados escritores y amantes de la locura, demuestra una máxima: que amar no es cuestión del corazón o del estómago, es una cuestión de voluntad. L


12 b sábado 27 de abril de 2013

MILENIO

varia ALDO HINOJOSA

ESPECIAL

Pieza de Teresa Margolles

¿Por qué no Las apariencias, asúmanlo, leen los mexicanos? son lo que cuenta ARCHIVO HACHE Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

L

as estadísticas muestran que los mexicanos leen mal y poco. Los estudiantes tienen serios problemas para comprender lecturas. ¿Qué gritan estas tragicómicas cifras? El Iluminismo predica que el libro libera. Pero quizá los mexicanos se oponen al libro como una resistencia política. El libro permanece atrapado en la red autoritaria. La escuela mexicana no es emancipatoria sino represiva. El libro es asociado psicológicamente con las prácticas restrictivas empleadas desde el catecismo hasta las cátedras. Quizá un estudio demostraría que el libro es sobre todo un instrumento para adoctrinar personas a obedecer autoridades. El manejo de la Biblia en la Iglesia y familia, y el manejo del libro de texto por los maestros podría ser uno de los motivos por los que “La Bola” de “Jodidos” se niega consciente e inconscientemente a “leer” y “entender” libros: agacharse. Esta rebelión paga un precio: la “ignorancia”, mezcla de desinformación, desventaja y desacato. Desacato, sí. La no–lectura podría ser un sabotaje al libro como instrucción autoritaria. El rechazo a la “lectura” no solo es reflejo del fracaso del programa escolar sino señal del éxito de la resistencia de las mayorías contra el adoctrinamiento. Me–Hago–el–Menso para NO seguir tus Órdenes. El bajo índice de lectura podría ser una forma en que el mexicano está comunicando su rechazo a ser sometido por el Libro y sus mandamases.

CASTA DIVA Quizá el mexicano no puede “leer” debido a que la comunicación familiar, escolar, mediática y gubernamental no es clara sino incoherente. Aun si el mexicano promedio quisiera aprender a leer, lo contradictorio y confuso de las autoridades no deja desarrollar capacidad de lectura de la realidad (de la cual la lectura de libros deriva). El libro (y la palabra escrita y pública) se usa para ocultar que la comunicación es defectuosa y mal intencionada. El mexicano ve a la palabra pública —del libro al noticiero, y de las promesas de campaña hasta el informe presidencial— como una mentira, una comunicación que no debe creer o atender seriamente porque es desconfiable. El mexicano promedio no lee porque no adquirió en su infancia y juventud las capacidades básicas para confiar en las fuentes debido a la comunicación embustera y despótica de sus padres, profesores, sacerdotes, voceros y funcionarios. Y no cree benéfico aprender a “leer” porque ese sistema engañoso monopoliza la Palabra para justificar sus trampas. (Para colmo, el Libro casi nunca habla del mexicano promedio sino de las clases que lo dominan). El mexicano se protege del poder del libro. Prefiere la “ignorancia” al sometimiento. Se opone —casi silenciosamente— al libro por ser utilizado para humillarlo, castigarlo, engañarlo, manipularlo, controlarlo. Los de Abajo se siguen sublevando. No necesariamente levantando. L

Avelina Lésper www.avelinalesper.com.mx

Vivimos en una ilusión, en una ficción que inventan nuestros abotagados sentidos. Vamos a Zona Maco y el público finge que la pasa bien en una feria que ofrece arte internacional y nacional de segunda y tercera clase. En este mundo cruel de clases y castas, aquí las hay y muy marcadas. Nada del ranking mundial de las subastas, nada de estrellas de los grandes museos, nada de la excitación de los dólares virtuales que se derrochan en Suiza y Hong Kong. Con esta triste perspectiva los galeristas gruñen los precios y se escandalizan con la crítica a sus obras en venta, “Te voy a denunciar para que te saquen de la feria” me grita furiosa una galerista que vende de Teresa Margolles unas fotocopias encuadernadas de un periódico amarillista de Ciudad Juárez y validadas como arte por Cuauhtémoc Medina, 5 mil dólares, nada comparado con lo que cotizan muchos falsos artistas que han pisado los prestigiados pasillos de la Bienal de Venecia. La pintura sobresale y se distancia de esta colección de pretensiones, Daniel Lezama, Javier Peláez, Armando Romero, Chillida, la Galería de Enrique Guerrero con una selección valiosa e inusitada para este espacio, y un Diego Rivera en 2 millones 200 mil dólares en la galería AAMD de Miami. Pero es que fingir es lo que más se da en este mundo de mentiras. Decir que es una feria “de clase mundial” con un centro de prensa paupérrimo que entrega las acreditaciones tarde. Es imposible que un mercado que no figura internacionalmente tenga una feria que se jacte de estar en niveles de la de Sao Paulo y otros ejemplos desproporcionados. A los organizadores de esta feria se les olvida que en lo que sí somos famosos a nivel internacional es en el melodrama, que para engañar el tirón sentimental es un recurso que sabemos explotar muy bien. Necesitan, como preámbulo a su lanzamiento, un Zona Maco reality show con los valores artísticos nacionales haciendo sus complicadas obras con llantas de bicicleta ponchadas, demostrando que los becarios del Fonca no malgastan los impuestos y les implica un gran esfuerzo hacer un fotomontaje y un rompecabezas. El melodrama mexicano ha sacado del

anonimato a muchas nulidades y del olvido a glorias del pasado, ahí está el clan Cuevas para demostrarlo con su telenovela La Ruptura: una madrastra, hijas que nunca han destacado en lo poco que hacen y huérfanas–abandonadas a sus más de 50 años; un artista– padre–marido jaloneado, violencia intrafamiliar, herencias malditas, vestuario con sombreros folklóricos, todo lo que exige el público del horario con más rating. Estos personajes apuestan su vida emocional, sin ningún pudor, y la ofrecen al mundo sediento de dramones. No tendrán la tragedia y el genio de los Mann o los Wittgenstein, ni el glamour, el dinero y la belleza de los Kennedy, pero es lo que nos toca presenciar por acá al sur de la frontera. El performance–culebrón debería formar parte del programa de apoyos de Conaculta, que tanto ha sabido explotar esta familia, porque les darían becas permanentes. Propongo que para el próximo Zona Maco se lleven al clan Cuevas a vivir dentro del recinto de la feria, unidad de terapia intensiva incluida, para que podamos seguir día a día sus miserias. Les garantizo que impactarían a nivel mundial y venderían la instalación con los restos de su estancia, muy al estilo de Buys. Cada año podrían comisionar el área y lanzar nuevos performances–culebrones sin censura. Con lo adictivo que son los folletines, el público iría todos los días a la feria y no se quedaría con la decepción de ver pegatinas en el piso cotizadas en 250 mil dólares y, además, fingir que le encantan las naderías de los stands y aguantar la mala cara de los galeristas. Es una feria, es un evento social para divertirse, gastar dinero y ponerse guapo; están es su oportunidad de brillar en sociedad (¿por qué ese ánimo de guardianes de museo solitario y fracasado como el Arte Alameda?) Pero fingir, ser pretencioso, creerse lo que no son, tiene su punto: la mala cara ya es sinónimo de estatus, vean a los cadeneros de los antros, que son el canon de esta conducta. Por eso necesitamos a los Cuevas exhibiéndose y regalando con generosidad lo único que no tiene precio: la intimidad. L


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