Laberinto No.508

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Laberinto

David Toscana Moda vivendis página 2 Adriana Díaz Enciso El poeta, o la santidad página 3 Hugo García Michel Pete Townshend página 5 Heriberto Yépez Todos contra el psicoanálisis página 12

N.o 508

sábado 9 de marzo de 2013

Miradas sobre la fotografía mexicana

José Antonio Rodríguez Página 8 MONO DE RAYAS PARA EL "ALADDIN SANE TOUR", 1973. DISEÑO DE KANSAI YAMAMOTO / MASAYOSHI SUKITA

David Bowie Juan Carlos Villanueva Miriam Mabel Martínez Página 6

MILENIO


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MILENIO

antesala EX LIBRIS

Moda vivendis

Electra bEKO

TOSCANADAS David Toscana dtoscana@gmail.com

S

i decido llenar mi departamento con muebles viejos, eso está bien. Visito una serie de anticuarios, elijo entre vejestorios que no se consideren piezas únicas, pues están lejos de mi bolsillo, y listo. Ahora cualquier visitante me dice que vivo como antes de la guerra. Justo lo que necesita mi nostalgia. Si confieso que no entiendo el arte moderno y prefiero visitar museos con lienzos de hace cien o quinientos años, me tildarán de conservador, pero algo hay de respetable en marcar un gusto. Si prefiero los clásicos literarios a la literatura contemporánea, entonces soy un hombre sabio. Ni se diga en arquitectura. Las casonas antiguas se plantan frente a calles y avenidas con una dignidad y belleza que no posee la arquitectura de hoy. Aunque los nazis destruyeron buena parte de Varsovia, tengo la suerte de vivir en un edificio de 1918 que sobrevivió de milagro. Los amigos me lo chulean, aunque tiene problemas de aislamiento y por las centenarias ventanas se mete el invierno. En todo tenemos derecho a echar un vistazo al pasado, y se puede ganar en belleza y elegancia. Pero hay algo donde tradicionalmente se nos impone un gusto ajeno y novedoso: en la vestimenta. A alguien le pueden gustar los muebles Luis XV, pero ay de él si sale a la calle vestido como cortesano de la época. Creo que las túnicas griegas eran cómodas, pero una cosa es leer a Aristóteles y otra es presentarse a dar un curso vestido a su manera. Gente como Tolstoi, que oponía resistencia a los modelos literarios franceses, y que al final prefirió el traje de campesino, nunca tuvo problemas para aceptar lo último de la moda en vestuario dentro de sus novelas. Sus personajes estaban siempre dispuestos a

criticar a quien se pusiera un vestido o traje del año anterior. Guerra y paz y Anna Karenina son dignas de una pasarela. En el caso de Dostoievski, él nos cuenta que Raskólnikov comete un error grave cuando se dirige a casa de la prestamista: usar un sombrero gastado y pasado de moda. “Era el tal sombrero de copa alta, comprado en casa de Zimmerman, ya muy estropeado, raído, agujereado, muy cubierto de abolladuras y de manchas, sin alas: en una palabra, horrible.” De hecho, cuando ya estaba muy pasada la moda del sombrero de copa, por alguna razón sentimental los diplomáticos continuaron utilizándolo. Por eso, en 1945 luce tan fuera de lugar el ministro de exteriores de Hirohito al firmar la rendición de Japón. Rodeado de militares y marineros, la pretendida dignidad de su vestimenta le inyectó un tono más humillante a la ceremonia. Me puse a pensar en estas cosas porque ayer vi la lista de multimillonarios de Forbes y encontré algunos personajes de la moda. Normal, si tratamos de tener siempre lo último. Eso sin contar que ahora la ropa no está hecha para durar años, como el capote del personaje de Gógol, sino para lavar y tirar. Mis Levi’s solían durar años. Ahora a los pocos meses se rompen del encuarte. Eso también sin meterme en el asunto de que buena parte de los atavíos excesivamente caros se compra con dinero malhabido. Los editores también tratan de establecer modas. Hay que leer la última novedad. También imprimen libros de menor calidad en contenido, con papel que se amarillenta a los dos meses y empastados que se deshojan. Pero cosa rara, a ninguno de ellos vi rozándose con nuestro buen Carlos Slim. L ESPECIAL

DE CULTO

Adriana Díaz Enciso b diazenciso2011@gmail.com ESPECIAL

Roger Gilbert-Lecomte

El poeta, o la santidad

R

oger Gilbert–Lecomte no quería morir el último día de 1943 en un hospital parisino, entre las agonías del tétanos provocado por la aguja sucia que encajó a través del pantalón para inyectarse morfina en el muslo, solo y en absoluta miseria, su hogar un cuarto de una mujer piadosa que lo encontró inconsciente en la calle tras años de adicción, el paso repetido por cárceles y hospitales. No habrá querido tener que implorar poco antes la ayuda de uno de los pocos amigos que le quedaban: “Me estoy pudriendo vivo.” No buscaba reproducir el cliché de la vida arruinada del poeta maldito, sino la revelación. Insisto: No habrá querido morir así. Y sin embargo, sabía que así habría de morir. ¿No lo dijo antes, en su poema “Tétanos místico”?: “En vez de un ascetismo estéril/ Creo que el cuerpo se aniquila/ Por igual en el veneno del vicio.” En la frontera exigua entre la aniquilación del ego que desemboca en el nirvana y el tormento del místico inverso que cae de bruces en la nada, entre los reinos de la lucidez serena y del horror pánico, y buen hijo de sus tiempos modernos, preso del último reducto de dualidad maniquea, esa que divide no la forma de la experiencia sino la esencia de lo humano entre Oriente y Occidente, era dueño de una verdad inobjetable: el sufrimiento es “el único testigo irrecusable, universal, inseparable”. En la curiosa danza de palabras–átomos, desesperación transmutada en el instante de la escritura que busca la expansión y concentración infinitas de una

obra análoga al universo; en la mirada de obstinada lucidez que mira ese universo, el rostro ojeroso, joven, cansado, altivo en el sustento del peso de lo que sabe, ¿qué es lo que miramos con fascinación? ¿La vida –en su acepción mundana– destruida, la muerte horrenda más allá de lo que es soportable imaginar, o la trágica y sublime heroicidad de la batalla? ¿Leemos al poeta, o el trazo de su vida breve? Importante saberlo, porque la fe última de Gilbert– Lecomte fue la poesía, ese acto de transfiguración. “Jamás admitiré el derecho de escribir o pintar de nadie que no sea un vidente. […] aquellos hombres perfecta y conscientemente desesperados que han recibido la contraseña ‘Revelación-Revolución’”. Buscaba el absoluto. Es decir, la santidad. ¿Pues no es cada santo un poeta maldito, y no recorre idéntico camino? Si el tétanos no lo hubiera encontrado en medio de la desesperación para arrojarlo al trance de la muerte, si hubiera tenido tiempo de coronar el descenso al inframundo con el ascenso del héroe, ¿habría encontrado al fin la luz? Sus pares: Nerval, Rimbaud y no el surrealismo; sabemos que la tentativa de Breton de unir las filas surrealistas a Le Grand Jeu, el grupo fundado por Vailland, Daumal y Gilbert–Lecomte acabó mal. ¿Lo hundió la soberbia de creerse capaz de encontrar, definir, concebir al hombre universal? Desde la mirada implacable de ese rostro joven, medida a la vez de la fragilidad humana, Gilbert– Lecomte encarna aún ahora, si no el absoluto, sí su vuelo temerario de Faetón. L

BITÁCORA PSICOTRÓPICA

Xavier Velasco

Una cosa es reírse del qué dirán y otra lidiar con la presión atmosférica. MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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LABERINTO

antesala

Oro en canto son oro: Fuera Sor tija de hadas cabezas Para el escritor veracruzano, el poeta es un arquitecto que juega con el tiempo, los deseos y la música: una luz con alas invisibles POESÍA

ESCOLIOS Armando González Torres agonzale79@yahoo.com.mx

Víctor Toledo

Pensamientos luminosos de la tarde

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o hay coincidencias absolutas La sinestesia es el retorno al Paraíso El universo es una flor sin orillas Las hadas son las plantas sagradas. Si se desenrosca el cuerno del unicornio se volverá una flor (La Flor de la Virgen con una esbelta estrella interior, La Serpiente Azul). La música es la luz con alas invisibles Las alas sonoras de la música se recortaron del arpa del arco iris La música es el lago que cruza la paloma de la luz Es el oído de la Voz. Cuando canta la piedra un río profundo surge de la garganta del sol. Bañada por el rocío, en medio de sus piernas, La estrella dormida se ha convertido en flor. En la puesta del sol los albañiles Se bañan con el alba de añil Con el alba añil se bañan las ninfetas. Los muros contienen el agua vertical de la luz El arquitecto esculpe la luz El poeta habla con la luz Si canta encanta a la luz Hace que la lengua viaje años luz La luz son los pensamientos de dios.

ESPECIAL

D

octor en filología rusa por la Universidd de Lomonosov de Moscú, ensayista y traductor, Víctor Toledo (Veracruz, 1957) se ha destacado, entre otras cosas, por traducir la obra poética completa del escritor Ósip Mandelshtam y por su aportación a las letras contemporáneas con libros como El águila en las venas, La casa de la nube, Ronda de hadas en la noche de San Juan, Des–varios. Ensayos de un diario cultural y La mariposa estrella. Impulsor decidido de la poesía experimental, es miembro del consejo de redacción de la revista Biblioteca de México y director de la colección de poesía, ensayo y cuento “La abeja de Perséfone” (BUAP). Oro en canto son oro: Sor tija de hadas es su más reciente libro.

P

ara quienes solo conocen su acepción académica, el ensayo es un pariente pobre de los géneros literarios, un género árido, solemne y acartonado que, si acaso, solo sirve para realizar la promoción o exégesis de los géneros verdaderamente importantes. Libros como Los ojos de la Medusa de Gilberto Prado Galán constatan, al contrario, las posibilidades que ofrece el ensayo como cruce de géneros y medio de intuición, reflexión y, sobre todo, recreación. Porque al referirse a un tópico tan sensible como la violencia y las decapitaciones, susceptible de teñirse de connotaciones políticas o amarillistas, el autor hace gala de la imaginación y el humor erudito. Los ojos de la Medusa parte de un pretexto narrativo caro al mejor ensayo inglés, una tertulia de amigos. En este caso, son cuatro amigos aficionados a las decapitaciones, cada uno de ellos con una distinta cosmovisión, razonamiento y estilo, acordes a su profesión. A la peculiar reunión que convoca Prado Galán en Los ojos de la Medusa suelen acudir un psiquiatra que se solaza con la fantástica neurobiología del cerebro; un poeta (psicólogo) que hace una anatomía poética basada en el símil y la metáfora; un historiador que realiza un vibrante recorrido por la sucesión trágica de las decapitaciones políticas, y un ensayista cerebral y capaz de asimilar y conjuntar las más distintas visiones y discursos. Al abordar el tema de las decapitaciones, los personajes hacen presente el mito y la leyenda urbana, aluden a las raíces y momentos estelares en la historia de esta forma de barbarie (con un gran elenco de ejecuciones políticas célebres) e incluso llegan a rozar de manera lúdica el tema de la violencia en México. Entre la anatomía

Gilberto Prado Galán Los ojos de la Medusa Universidad Iberoamericana México, 2012 80 pp. recreativa, la biología de los sentidos y la historia del horror, el libro admite exploraciones y digresiones en los más diversos terrenos intelectuales y textuales. Pese a que los personajes carecen de nombre y solo interactúan mediante la sucesión de pequeño monólogos, se vuelven precisos y característicos a través de su lenguaje y establecen curiosos contrapuntos que elevan la eficacia de la escritura. Por ejemplo, mientras el poeta psicólogo despliega sutilísimas descripciones de los órganos superiores, el historiador se regodea con la descripción, en muy distintas épocas, de idénticas ambiciones, intrigas, desmesuras y degüellos políticos. La escritura es ágil y, tanto la disposición dialógica como el logrado humorismo, hacen accesible la abundante información científica e histórica. Por la originalidad del tema, por la disposición de su estructura literaria, por el equilibrio entre brutalidad y sonrisa y por la prosa con que está cuidadosamente tejido, este libro no solo es un homenaje impecable a la mejor ensayística inglesa y a ciertas figuras mexicanas como Torri y Arreola, sino que es un ejemplo de la forma en que el razonamiento y la imaginación literaria pueden conjugarse de manera virtuosa y deliciosa. L

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MILENIO

música

Pioneros de la

electrónica nacional En la década de los ochenta, un puñado de músicos incorporaron teclados y cajas de ritmo a sus canciones, dando vida a un género nuevo en el rock nacional. Este texto deshilvana la historia del synth pop, sin omitir la voz de sus protagonistas ESPECIAL

REPORTAJE David Cortés davidcort@yahoo.com

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ubo un tiempo en el que no había nada. Todo era árido, estéril, a la espera de una semilla de la cual habría de germinar el futuro. Porque el futuro no siempre fue así; antes de que la tecnología se instalara como reina suprema del orbe, pensar en ella era una osadía, una temeridad ante la cual solo se enfrentaron unos cuantos. Y sí, una vez que se internaron por el camino de los sintetizadores, las cajas de ritmo y otros aditamentos electrónicos, esos aventureros constataron que el camino era complicado, difícil, y que al final del mismo no estaba el ansiado tesoro. Siempre ha sido complicado hacer rock en este país; pero cuando la bandera de la vanguardia giró de las guitarras eléctricas a los sintetizadores, el mundo había cambiado, comenzó la era de la electrónica popular, aunque en este país el asunto siguió en manos de una minoría. Una de las primeras respuestas ante la innovación era el ataque verbal. Walter Schmidt, uno de los protagonistas de aquella etapa, recuerda: “Siempre nos han dicho de todo. Una vez le abrimos a un grupo llamado Opus, en el Margo’s, y nos gritaban ¡putos, putos!”. En esos primeros años de la electrónica en México, había que ir a contracorriente. Otro de esos pioneros fue el Capitán Pijama, fundador de Los Pijamas a Go–Go y luego de El Escuadrón del Ritmo: “Carlos Alvarado (Chac Mool), Carlos Robledo (Decibel) y yo, empezamos a comprar sintetizadores y usarlos en el rock. No era fácil entrarle, los manuales no servían de mucho y era necesario ser autodidacta. Poco a poco, las tiendas de música trajeron sintes menos caros, lo cual facilitaba su adquisición. Había grupos de rock progresivo, pero no precisamente en el sentido de componer música electrónica, México era muy hostil a la experimentación”. A mitad de la década de los setenta, la vanguardia era el rock progresivo. Uno de sus exponentes fue El Queso Sagrado, banda comandada por Alex Eisenring quien, en los ochenta, viró hacia el techno o synth pop, un movimiento no exento de cierta brusquedad: “Sí podría parecer brusco el brinco, pero los dos últimos años ya tenía en la cabeza otras ideas sonoras y había empezado a experimentar con sintetizadores y gestando, de alguna manera, lo que sería Syntoma”. Durante cinco años, de 1980 a 1985, Syntoma se convirtió en una de las bandas pioneras de la escena electrónica. No sólo hacían una música extraña y propositiva, también fue uno de los pocos grupos que en sus filas incluía a una mujer, Synthia Napalm.

Roxana Flores, integrante de Interface (dueto junto con Samir Menaceri), Masos y ODD, es otra de las pocas féminas que vivió de cerca el nacimiento de ese género: “Me inicié en la electrónica porque cuando estudiaba violín en la Escuela Superior de Música del INBA, en Coyoacán, para ir a mi salón tenía que pasar por el estudio de música electroacústica; en ese entonces tenían un Buchla o moog modular lleno de cables. Y al pasar oía todos esos sonidos y ruidos. Un día la puerta estaba abierta y wow, quedé fascinada, había una especie de teclado, un controlador y me atreví a tocarlo, el sonido que escuché fue tan inesperado, nunca olvidaré la sensación. En ese momento decidí que yo quería aprender a usar ese monstruo lleno de cables y entender cómo crear esos sonidos”. Resabios de una época dorada El punk y el synth pop, al menos en Inglaterra, se suceden hasta prácticamente empalmarse. El primero, una reacción ante el dinosaurismo del rock progresivo, quería un retorno a lo esencial; el synth pop iba más allá. ¿Cuál era la necesidad de tocar una guitarra, un acorde que implicaba el movimiento de toda la mano, cuando podía hacerse con un dedo? En Inglaterra, bandas como Human League, Orchestral Manouvres in the Dark o Ultravox!, de la mano de Kraftwerk, marcaban la pauta. Aquí, el aferre de unos cuantos se hacía eco de esos sonidos maquinales, fríos y sintéticos que dominaban las salas de baile. Cuenta el Capitán Pijama: “Eran días

de mucho romanticismo por hacer música diferente; pero nos iba de la jodida. Nada de dinero, difícil y muy caro grabar un disco, pocos lugares para tocar, poca gente que nos siguiera. Estábamos abriendo un camino y eso fue valiente, pero no dorado. En una ocasión, alguien que vio a Los Pijamas a Go–Go, y escribió que nuestra música no era válida en un país cuya agricultura era todavía de temporal”. Ulalume, vocalista de Casino Shanghai, formaba parte de las divas de la naciente electrónica nacional, pero para ella su trabajo no era nada excepcional: “Era solo lo que hacía y me gusta hacer, me gusta la vanguardia, una cosa me llevó a otra y me encontré haciendo electrónica. Casino Shanghai aportó a la escena buena y sana diversión, era el principio de la electrónica dance y, claro, también estaba el aspecto pop con una chica al frente”. Walter Schmidt es categórico al señalar: “Siempre hemos estado en el momento y en el lugar equivocado, porque a Size ahora le hacen mucho ruido y le aplauden mucho, pero a nosotros solo nos pelaban nuestros cuates y una bandita. Casino Shanghai también estaba un poco fuera de lugar, ninguno de esos grupos tuvo un gran impacto popular, y no fue por falta de ganas, sino porque fuimos de las primeras personas que empezaron a hacer eso”. En 2005, Roberto Castañeda de Ford Procco, uno de esos músicos influenciados por la incipiente escena electrónica, editó en su sello AT–AT Records, el álbum Back Up: Expediente Tecno Pop 1980–89 que recoge canciones de Size, Silueta Pálida, Volti y Casino Shanghai, entre otros. Comenta que estas bandas “fueron una inspiración importante, asimilar que el ‘Do It Yourself’, pero mexicano, era posible en mi idioma y factible desde mi ciudad (Tijuana). Como un brote viral Size, Syntoma, Volti y otros en mi caso, me contaminaron por esa forma de conectar pop y glam por medio de sonidos modernos .” El ahora Hace unos meses, Roxana Flores abandonó la placidez de la vida en Berlín para aparecer junto con el Dr. Fanatik en el Festival Vive Latino: “Me fascina la música pero, como dijo McLuhan, ‘Rock is not a Musical Genre, is an Environment’ y hacerla implica tener la infraestructura para poder llevar ese estilo de vida. Desde el año pasado, comencé a hacer más cosas con músicos mexicanos y entre los proyectos que estoy trabajando se encuentra una actualización de Interface —con otro amigo y otro nombre—, un colectivo sonoro que mezcla música hindú y electro; y un par de proyectos en solitario: uno acústico y otro electroacústico”. El Capitán Pijama ha llevado una vida azarosa en la música, misma que luego de diversas ausencias y vicisitudes retomó en 2005: “Desde entonces —dice— he estado componiendo y grabando constantemente, con muy pocas presentaciones en vivo. En total, tengo grabados cerca de 45 álbumes”. Discos autoproducidos, ya que ninguna discográfica ha considerado pertinente editarlos. Walter Schmidt y Alex Eisenring, junto con Carlos Robledo, regresaron a la música en 2011 cuando dieron nueva vida a Decibel. Cuenta Schmidt: “Ahora lo que juega el papel más importante en nuestra música es la computadora y creo que en la música electrónica en sí, porque ésta se ha convertido en el estudio de grabación”. Los registros discográficos en la vida de Ulalume no son una constante, pero aun así, su actividad no para. En Nueva York, al lado de Carlo Nicolau y Carlos Vivanco (otras leyendas del subterráneo mexicano) trabajó con los grupos Desire, Wisteria y Dense–undergrowth. “Vamos a reeditar Film (el único disco de Casino Shanghai) y estoy trabajando con Walter Schmidt y Carlos Robledo. Hago cosas como DJ y a principios de noviembre estaré en La Quiñonera con un DJ set para inaugurar la exposición Oído enfático”. Han pasado 30 años y quienes fueran pioneros, hoy se niegan a pasar a la retaguardia. No es que esperen una estatua en alguna plaza pública; ellos saben que, una vez elegido el camino, éste habrá de ser espinoso, aunque al final, si bien no esté el tesoro, sí se encuentren aquellos que, tocados por su halo, reescribirán el futuro. L


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LABERINTO

música ESPECIAL

El guitarrista

Detrás de unos

ojos azules En su autobiografía, el integrante de The Who narra sin tapujos todo cuanto ha visto y experimentado a lo largo de 67 intensos años RESEÑA Hugo García Michel hgmichel55@yahoo.com.mx

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adie sabe lo que es ser el hombre malo / el hombre triste / Detrás de unos ojos azules”, dice la letra de “Behind Blue Eyes”, una de las grandes composiciones de Pete Townshend, contenida en esa obra maestra discográfica que es el álbum Who’s Next de 1971. Sin embargo, después de leer Who I Am, su flamante autobiografía, uno termina por entender y saber mucho de lo que hay detrás no solo de los ojos de este compositor, guitarrista, cantante, productor, arreglista, escritor y hasta periodista, sino en el trasfondo de su alma. It’s a Boy Nacido en Londres, Inglaterra, el 12 de mayo de 1945, Townshend fue el primogénito de dos singulares músicos. Su padre, Cliff, era saxofonista profesional de una banda de swing, mientras que su madre, Betty, fue vocalista y corista de la misma agrupación en diferentes momentos de los años cuarenta y cincuenta. A pesar de haber venido al mundo dentro de un ambiente filarmónico, sus padres no creían en sus posibilidades como músico. Por ello no fomentaron su gusto por el piano y no fue hasta la adolescencia, cuando aprendió a tocar la guitarra, el banjo y la mandolina, que

Pete Townshend Who I Am Harper Estados Unidos, 2012 544 pp.

Cliff y Betty aceptaron por fin que su hijo tenía “ciertas facultades”. Poco después, en una época en que sus progenitores se llevaban muy mal y Betty incluso se hizo de un amante, ésta se sintió incapaz de cuidar a su hijo y lo mandó a vivir con su abuela, Denny, una mujer fuera de sus cabales que lo trataba peor que la directora escolar (“sus nociones domésticas eran victorianas y regía su vida y la mía con precisión militar”) y a quien, a pesar de su avanzada edad, le daba por invitar a cualquier hombre a su casa para acostarse con él. Fueron tiempos traumáticos, de constantes maltratos diurnos y horribles pesadillas nocturnas, tiempos que lo marcarían para siempre.

My Generation Fue en ese tiempo, también, que empezó a relacionarse de manera más formal con la música, al ingresar a The Confederates, un grupo de jazz Dixieland, en el cual tocaba el banjo y donde conoció a John Entwistle, quien ejecutaba el clarinete. Meses después, Pete supo que su compañero de escuela Roger Daltrey, tenía una banda llamada The Detours y que necesitaba a un guitarrista. Fue a verlo a su casa y Daltrey le dijo: “¿Sabes tocar Mi? ¿Sabes tocar Si? ¿Puedes tocar ‘Man of Mistery’ de los Shadows? Muy bien, nos vemos mañana para ensayar”. Para 1963, las cosas se movían vertiginosamente en Londres y en toda Inglaterra. Los jóvenes se dividían en mods y rockers (los primeros, sofisticados y con pretensiones seudo intelectuales, vestían gabardinas, andaban en motonetas Vespa y escuchaban Rhythm and Blues; los segundos, más bien burdos y violentos, usaban chamarras de cuero, pantalones de mezclilla, botas y oían Rock’n Roll). Pete Townshend se convirtió en mod, mientras que Roger Daltrey era más bien un rocker. También se escuchaba hablar mucho de grupos como los Rolling Stones y de unos muchachos de Liverpool llamados The Beatles. De hecho, en diciembre de ese año los Detours le abrieron a los Stones. “Nunca los había escuchado y traté de ser cínico, al afirmar que seguramente su fama la habían logrado solo por sus peinados”, cuenta Townshend en el libro. “Pero apenas los escuché, me quedé atónito. Glyn Jones me presentó a Brian Jones y Mick Jagger, quienes resultaron amables y encantadores. Los vi tocar desde un costado del escenario y me convertí en su fan para toda la vida. Esa noche, Keith Richards tocó la guitarra moviendo el brazo a manera de aspas de molino y me encantó. Pocas semanas después volvimos a abrirles y vi que Keith ya no movía los brazos de ese modo. Entonces decidí que adoptaría ese estilo de tocar”. Fue por entonces que los Detours se convirtieron en cuarteto, con solo tres instrumentistas, ya que Daltrey decidió dejar la guitarra y ser el vocalista. Pete quedó como el único guitarrista, con John Entwistle en el bajo. Meses más tarde, un delirante baterista se uniría a ellos. ¿Su nombre? Keith Moon. Poco después, “nos enteramos de que había otro grupo denominado The Detours y aunque yo quise que entonces nos llamáramos The Hair, adoptamos el nombre de The Who”. I Can’t Explain Who I Am no es una mera recopilación de anécdotas, aunque éstas abundan y es de agradecer la forma tan sencilla y divertida con que están contadas. Más bien se trata de un ajuste que Townshend ha querido hacer con su propia vida. De ahí que revele tantas cosas sin pudor, desde su temprana afición a la marihuana (y más tarde a otras drogas) hasta su ambigüedad sexual (“Mick Jagger es el único hombre con quien seriamente hubiera querido coger”). Pero también revela cuestiones más místicas y profundas. Como el hecho de que en 1967 “escuché la voz de Dios. De pronto, se me volvió claro que yo estaba destinado para tener una conexión trascendente con el universo y su creador”. Townshend empezó a buscar la trascendencia y de ahí su idea de hacerlo por medio de la grandeza musical y la producción de álbumes conceptuales como Tommy, Who’s Next o Quadrophenia. Aunque no siempre fue comprendido. Cuando alguna vez intentó inútilmente hacer entender a sus tres compañeros el significado oculto de una de sus obras, le comentó a su entonces esposa: “Es como tratar de explicar la energía atómica a un grupo de cavernícolas”. ¿Cómo decirles que su viejo ritual de destruir su guitarra y destrozar los amplificadores estaba inspirado en la teoría de Gustav Metzger sobre el arte autodestructivo o que compuso la letra de “My Generation” inspirado por Generations, “la colección de obras de David Mercer, un autor dramático marxista que me impresionó cuando estudiaba en Ealing”? La estabilidad que le dio su encuentro con lo místico (y con el gurú Meher Baba) duró largo tiempo, pero en 1980, dos años después de la muerte de Moon por una sobredosis, volvió a las andadas y se hizo adicto a la cocaína y el alcohol. En 1982 decidió acabar con The Who. Amazing Journey Los siguientes veinte años fueron algo cercano al infierno, a pesar de varios buenos álbumes que sacó como solista y algunos intentos por reunir al grupo (que se terminaron cuando John Entwistle murió en 2001, debido a un pasón de cocaína). El guitarrista se hundió en la depresión, el alcoholismo y la soledad (su matrimonio quedó disuelto) y la puntilla vino en 2003, cuando fue arrestado por tener pornografía infantil en su computadora. Por fortuna, a partir de ahí logró recuperarse y no padecer la misma suerte de Moon y Entwistle. Volvió a casarse y se reunió con Roger Daltrey para reformular al grupo. En el capítulo final de su autobiografía, Pete reproduce una carta que escribió “para el niño que era yo cuando tenía ocho años”. Esta es la conclusión de dicha carta: “Respétate a ti mismo. Trata de recordar que no todo en la vida puede ser perfecto. Cometerás errores. Eso es inevitable. Pero no es que seas feo. Solo serás feo cuando te conduzcas de fea manera. Disfruta la vida y sé cuidadoso con lo que pides —recuerda que se te puede conceder”.L


LABERINTO

Y al día siguiente, resucitó… A veces Duque blanco, otras David Jones, Ziggy o simplemente Bowie, a su 66 años y después de una larga ausencia lanza un álbum paralelo a una exposición en el Victoria & Albert Museum de Londres, que explora el ecléctico universo intelectual de una de las figuras imprescindibles de la historia del rock y de la cultura pop mundial. Sí: David Bowie is

David Bowie The Next Day Sony Music 2013

Juan Carlos Villanueva alteregoarlequin@hotmail.com

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esde que David Bowie escribió “Space Oddity” en 1969, su carrera ha sido el viaje de una nave sin coordenadas definidas con la única misión de extraviarse en el espacio. De todos los personajes que ha imaginado la entelequia del cantante, que en realidad quería ser actor de teatro, el Mayor Tom es el que más prevalece. Al igual que el Mayor Tom, que se sentía mejor lejos de la Tierra y hasta la coronilla de los curiosos periodistas que querían saber qué marca de camisa prefería el celebre astronauta, Bowie demostró su habilidad para burlar a medios, industria y fans con el lanzamiento de más reciente obra, The Next Day. Bowie se tomó 10 años de descanso y regresó de manera intempestiva. En enero, cuando el artista festejaba su cumpleaños número 66, anunció que tenía un nuevo disco. Las sesiones de grabación de The Next Day tomaron dos años y fueron totalmente secretas, aunque una atolondrada filtración de Robert Fripp casi echa a perder la sorpresa. Todos los implicados firmaron un contrato de confidencialidad llamado “El secreto”, donde amigos, camaradas, novias, amantes, hijos y colados, mantuvieron en silencio este proyecto. Fripp reveló en su blog que su amigo David lo había convocado a tocar en Nueva York, pero no había podido viajar. Por suerte, la fanaticada del genio detrás de King Crimson sigue siendo tan selecta que no cundió hacia las masas. El resultado de The Next Day es un disco clasicista. En este álbum, Bowie mira al retrovisor y escribe sobre todo lo que ha dejado, busca lo perdido y añora lo irrepetible. “Lo que hace elegante a Bowie, es saber envejecer sin recurrir a maquillajes ni cirugías artísticas. Jamás lo verás recurriendo al productor de moda. No lo necesita, el tipo sólo tiene que mirar hacia dentro para encontrar la luz”, me decía en una charla Phil Manzanera, el legendario guitarrista de Roxy Music.

“El tiene una fuerte conexión con los años setenta”, decía en una entrevista para la revista Rolling Stone el productor Tony Visconti, quien junto a Bowie creó la trilogía de Berlín que agrupaba discos como Low, Heroes y Lodger. “Existía la necesidad de mirar atrás para reencontrarse en este mundo”. No se trata de un álbum con canciones de cuna para dormir a un brontosaurio, el nuevo álbum de Bowie —sin ser retro— revela la genialidad de los primeros años de su carrera, con guitarrazos penetrantes como en su disco Scary Monsters, y discursos ideológicos que ya venía elaborando desde Earthling, a finales de los noventa, y Heathen y Reality de principio de la primer década de siglo XXI: En el corte electrónico llamado “Heat”, Bowie pronuncia “Me repito a mí mismo, no sé quién soy”. “David Bowie es un maestro de la ilusión, cuando crees haberlo conocido, te abofetea en la cara para demostrarte que ni siquiera él mismo sabe quién es”, me explicaba en una entrevista Adrian Belew, quien tocó la guitarra para Bowie a mediados de los años setenta. “Bowie ha influenciado el curso de la música popular, incluso podría asegurar que es el único capaz de cambiar el destino del rock más de una vez en toda su carrera. Es un profeta y un visionario”, asegura Belew.

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IA EC

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La rola “Where Are We Now?” evoca a esas personas que cruzaron el Muro de Berlín, pero también —posiblemente inspirado por su infarto cardiovascular— es una canción sobre la edad y el paso del tiempo, un recordatorio de que la vida tiene fecha de caducidad, porque “en el momento en que lo sabes, sabes que lo sabes”, recita el tema. “Dirty Boys” huele a estoperoles y maquillaje glam y un reclamo antibélico en “I’d Rather Be High” resuena mientras la lujuria sacude en “Love Is Lost”. Su devoción por los vuelos al espacio exterior que había emprendido con el Mayor Tom continúan en “The Stars (Are Out Tonight)”. Bowie fusiona “Heroes” y “Space Oddity” y logra esta hermosa canción en la que canta sobre dos amantes unidos por el cosmos, mirando hacia el cielo y contemplando el universo entero en su juguetona creación. La historia del mayor Tom sigue en el universo interior de Bowie, perdido dentro de él mismo, contemplándose desde adentro, extraviado en su propio viaje. Bowie solo cierra lo ojos y en seguida aparece el astronauta. L


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de portada ESPECIAL

rock y en la construcción de un modo de ver más andrógino y unisex, así como intentos por hurgar en la “perspectiva de Bowie”; personalmente me quedo con la de Mikal Gilmore, escritor de la revista Rolling Stone, quien retoma una pelea por una chica, en 1962, con su amigo George Underwood, como un acontecimiento que traza el futuro de David Jones: “Como resultado, uno de los ojos del cantante mira siempre hacia delante, como si estuviera huyendo, mientras que el otro, se mira a sí mismo, como si estuviera midiendo la distancia del pasado”. Bowie ya no fue el mismo. Esta exposición más que celebrar al artista, lo define como un creador cuya aportación ha definido distintas vertientes de los últimos cuarenta años de la cultura pop universal. Bowie es el antecedente del punk, el hacedor del Glam Rock, el heterosexual de clóset, el bisexual cínico, el gay que no se concibe minoría… Sexual y asexuado, su presencia en la música crea un rizoma que conecta a la música contemporánea de autores como Philip Glass con la rebeldía adolescente de The Who; el conceptualismo de Pink Floyd con la experimentación musical de Brian Eno y Robert Fripp. También sonoriza el teatro y la literatura inglesas en movimientos aprendidos del mimo Lindsay Kemp. Esta exhibición recorre el proceso creativo bowieano y la intertextualidad que genera entre diversos medios, géneros, artes y otras mentes.

La versatilidad de Bowie está más que en su capacidad por convertirse en otros, en su habilidad para nunca ser devorado por esos otros

El Mayor Tom Miriam Mabel Martínez mirmabel@yahoo.com

E

n 1973 Ziggy Stardust dejó la Tierra, se despidió de su público y de las Spiders of Mars, desde entonces sus contemporáneos y las generaciones subsecuentes —que encontramos en David Robert Jones (Londres, 1947) una referencia— aún lo extrañamos. Su legado no se limita a la música y a la moda, su presencia es una experimentación continua que ha enriquecido a la cultura pop de fines de los años sesenta hasta hoy día, que primero cobijó a los outsiders y luego se extendió a otras expresiones artísticas. ¿Exagerado? Para quienes aceptan esa lucha permanente entre la oscuridad y la necesidad de ser normal, no lo es. El apodo de “camaleón” no refleja la versatilidad de David Bowie, apenas sintetiza parte del desarrollo artístico de un creador que no se conforma con cambiar de color o de traje, también gusta de hurgar en otros campos intelectuales y artísticos. No por nada el álbum The Next Day (producido por Tony Visconti), que lanzará este 12 de marzo en Reino Unido, es producto, entre otras cosas, de una investigación personal sobre la Edad Media. Bowie es un producto de consumo, sí; pero también es parte de su tradición británica. Si en el Reino Unido se inventaron los Estudios Culturales, no resulta extraño que él lo aplique en su tarea creativa. Interdisciplinariedad, curiosidad, necesidad… son parte de su vocación ecléctica, que puede escucharse, sentirse y contemplarse.

Esa personalidad bizarra, que ha permeado nuestra vida cotidiana, es la que se exhibe en David Bowie is, muestra curada por Victoria Broackes y Geoffrey Marsh, que se inaugura el 23 de marzo en el Victoria & Albert Museum. Sin cronologías estrictas se traza, a través de 300 objetos, el mapa intelectual del autor de "Changes" y "Heroes". Entre los objetos expuestos sobresalen el manuscrito de la canción "Fame"—coescrita con John Lennon; 60 atuendos ya clásicos, como el de Ziggy Stardust diseñado por Freddie Burretti, o las vestimentas creadas por Kansas Yamammoto para la gira Aladdin Sane, en 1973, o la Union Jacket codiseñada con Alexander McQueen y que viste en la portada del disco Earthling (1997). Instrumentos escenografías, diarios, dibujos, apuntes despliegan la versatilidad del universo bowieano y dialogan con fotografías provocativas tomadas por Brain Duffy, Masayoshi Sukita o Terry O’Neil (autor del retrato de Bowie y William Burroughs, en 1974), además de extractos de películas —Just a Gigolo (1978) o Twin Peaks: Fire Walk with Me (1992)—, videoclips —"Boys Keep Swinging" (1979) o "Let’s Dance" (1983)— o momentos de giras históricas como Diamond Dogs Tour (1974). Esta muestra plantea las líneas de pensamiento que unen su quehacer no solo a su tradición británica, sino que son relecturas propias sobre el surrealismo, el teatro brechtiano y japonés o el expresionismo alemán, por mencionar algunos temas, que lo hace transitar con soltura entre la modernidad y la posmodernidad. Críticos, especialistas, melómanos, sociólogos y, muy probablemente, antropólogos han tratado de descifrar el fenómeno Bowie y su influencia en el

La llegada de Ziggy Stardust a la escena musical no es casualidad, la gestación de este personaje comenzó quizá en la infancia, cuando su padre le diera un saxofón y posteriormente le revelara el mundo a través de la canción "Tutti Frutti" de Little Richard. Desde entonces la búsqueda no se ha detenido, aunque aparentemente ha tenido pausas. Si bien, su debut lo hizo bajo su nombre verdadero (homónimo del David Jones de The Monkees), la transformación estaba predestinada: The World of David Bowie, disco de 1967, mostraba a un ser en plena metamorfosis. Indudablemente, la huella de Lindsay Kemp está tatuada en la teatralidad que forma parte de la identidad bowieana. La canción “Space Oddity”, de 1969, es la primera llamada: “Ground control to Major Tom”. El video original, la vestimenta y la escenografía dan cuenta de la capacidad de Bowie por absorber, entender y descifrar su momento. Pareciera una continuación rizomática de 1984 de George Orwell (publicada en 1949) y de 2001: A Space Odissey, de Stanley Kubrick, ya sin Hal y enfrentando la soledad, así como un prólogo a la estética futurista reconfirmada en A Clockwork Orange (1971), también de Kubrick. La llegada del hombre a la luna no solo nos legó el diseño lunar del finlandés Eero Arnio, sino la visita de Stardust, cuya estela recorre los setenta (su interacción con Iggy Pop y Lou Reed), los ochenta (quienes vestimos hombreras y copetes esponjados recordamos la canción "Major Tom" de Peter Schilling y la androginia de Annie Lennox), los noventa (el Trance) y hasta los dosmiles en el sonido de los Dandy Warhols o la película Moon (2009), dirigida por su hijo Duncan Jones, sin duda, una relectura desde la cinematografía del siglo XXI de "A Space Oddity". En ejercicio comparativo tal como los explorados por su padre (¿o no es eso la Union Jacket con la bandera inglesa, o la huella del teatro japonés en la delicadeza del Thin White Duke?). La versatilidad de Bowie está más que en su capacidad por convertirse en otros, en su habilidad para nunca ser devorado por esos otros: ya sea el extraterrestre Ziggy o Thomas Jerome Newton de The Man Who Fell to Earth(Nicolas Roeg, 1976) o John, el vampiro de The Hunger (Tony Scott, 1983), o Vendice Pertners, personaje cincuentero en Absolute Begginers (Julian Temple, 1986), cuyo tema es un básico del playlist bowieano. O Poncio Pilato en The Last Temptation of Christ (Martin Scorsese, 1988) o el rey Jareth de Labyrinth (Jim Henson, 1986), ni por su interpretación de Andy Warhol en el Basquiat de Julian Schnabel (1996) o su participación en la banda Tin Machine en los noventa. En este sentido, el nombre de esta exposición, David Bowie is, es más que elocuente. Más allá de su declarada bisexualidad, su juego para deambular entre lo femenino y lo masculino sin prejuicios, su rapidez para absorber los avances tecnológicos y transformarlos en sonido, lo hacen realmente de “otro planeta”. Sin él, el movimiento New Romantic sería imposible, al igual que el glam de Roxy Music y la frialdad de Björk. Su propuesta alcanza las artes visuales (¿qué si no es Mathew Barney?), es un artista que podría insertarse también en la tradición Fluxus. Con esta muestra queda sentado que Mister Bowie sobrepasa la idea del rockstar, está más allá de la invención de un universo paralelo. Su naturaleza ecléctica y curiosa logró captar los cambios culturales de la posguerra. La reconstrucción de su natal Reino Unido le ofreció la oportunidad, como a toda su generación, de explorar y experimentar un mundo que ya se movía al beat del rock & roll y que marcó otro paradigma. Hace 40 años, Ziggy Stardust se despidió de la tierra. Hoy, a sus 66 años, David Bowie regresa. L


08 b sábado 9 de marzo de 2013

MILENIO

fotografía GUILLERMO ARIAS CAMARENA

De la serie "Tijuana mi cielo" MARÍA JOSÉ SESMA GONZÁLEZ

De la serie "Todo en orden"

Miradas sobre la

fotografía mexicana TRABAJO DE CÁMARA José Antonio Rodríguez clicksaladistancia@gmail.com

Tras un hueso.

Y

a se sabe: Alejandro Castellanos, director todavía en funciones del Centro de la Imagen durante ya diez años, hizo caer, paso a paso, los trabajos de este espacio hasta convertirlo en la nada para la cultura fotográfica en México. Primero, de manera silenciosa (y a pesar de una comunidad que pedía evitarlo), lo adhirió al Centro Nacional de las Artes para que oscuros directores de ese lugar tuvieran injerencia y dieran lineamientos a los proyectos fotográficos. Después, lo más terrible, desapareció todos los programas educativos que tanto se habían salvado con su anterior directora, nunca le interesó la verdadera investigación ni los planteamientos curatoriales serios, o bien, invertir en las salas de exhibición para adecuarlas a los parámetros internacionales de exhibiciones fotográficas. Y así hasta hoy, en que se encuentra cerrado, en obras, y ahora absorbido en la Ciudadela por algo que se llama La Ciudad de los Libros y la Imagen –gracias a Consuelo Sáizar–, o sea, quién sabe si se siga llamando Centro de la Imagen. Por tanto, ya hasta el nombre le hizo perder. Esa es la razón por la que hoy, los grupos se están moviendo. Ante su inminente salida y dado su nefasta dirección, los interesados que quieren hueso (bajo la apariencia de “proteger nuestra fotografía”, dicen ellos) le han hecho llegar mensajes al presidente de Conaculta para proponerle un sucesor. Y así, alguien tuvo la pésima idea de proponer a su cuate de al lado. Circula en Internet una carta dirigida a Rafael Tovar y de Teresa (al que se dirigen como “director” de Conaculta, vaya) en la que los abajofirmantes proponen al fotógrafo Enrique Villaseñor. Para no creerse. Y dicen, de verdad, que llegaron a tal conclusión “después de sesudas cavilaciones”. Promovido por el propio Villaseñor –siempre ha sido su ardiente deseo el de ser director del Centro de la Imagen– y por Pablo Aguinaco, sorprende que dentro de los abajofirmantes aparezcan personas serias (acaso porque ya están hartas de la inutilidad de Castellanos, lo que no es pretexto para hacer incluir su nombre) y otras absolutamente desconocidas. En realidad, Villaseñor no tiene mayor

trayectoria que cualquier otro de más presencia. Entonces, lo que se necesita de un aspirante a director o directora, es el perfil de un político sensible, que conozca a fondo la cultura fotográfica y las propias políticas culturales. No un fotógrafo y promotor. No vaya a ser que los propios abajofirmantes terminen diciendo que se salió de Guatemala para entrar a… La Bienal Ya habrá ocasión de escribir sobre la 15ª Bienal de Fotografía, cuando ésta realmente pueda verse. Con meses de retraso, y como resultado de todo lo que ha sucedido en el Centro de la Imagen, la Bienal, que debió haberse realizado en octubre, posiblemente sea vista el 12 de marzo ¡en el Centro Nacional de las Artes! O sea, ni para exhibir un evento al cual consideran importante funciona ya el tal Centro de la Imagen. Por el momento solo es visible a través de Internet, y ya por ahí se entreve lo feíto que vendrá, empezando con los dos premios de Adquisición. Concursar hoy No siempre los números dicen algo. Para el Primer Concurso de Fotografía Contemporánea de México, organizado por la Secretaría de Cultura de Coahuila, la Fundación Mexicana de Cine y Arte A. C. y Alfredo De Stéfano –éste todo un maestro del paisaje fotográfico–, se dice que participaron 929 fotógrafos con casi siete mil imágenes. Acaso eso solo hable del entusiasmo de esos cientos de fotógrafos de todo el país que le quisieron entrar a la circulación de las imágenes o acreditarse con un buen premio (70 y 90 mil pesos para cada uno de los ganadores de las dos categorías, más la coedición de un libro). El caso es que, de todos ellos, solo quedaron 29. El jurado nos evitó la pena de ver tanta inutilidad de imágenes, y eso

se sospecha porque de los elegidos solo unos cuantos son sobresalientes en medio de tanta mediocridad de fotografías que lograron colarse al concurso. Ni siquiera los proyectos premiados alcanzan calidades dignas de visibilidad, como ese primer lugar de Benedicte Desrus (“Casa Xochiquetzal–Mujeres alegres”), de ancianas prostitutas, que se ven en imágenes absolutamente desequilibradas y sin coherencia (rostros, grupos de mujeres, primeros planos sin un adecuado balance en profundidad de campo y en imágenes verticales y horizontales).

El todavía director del Centro de la Imagen hizo caer, paso a paso, los trabajos de este espacio O bien, la ambigüedad: el premio La Otra Mirada otorgado a Juan Carlos Cruz García por su serie “Daños colaterales”, que se divide con esfuerzo entre el testimonio doliente, lo pictórico (ese panteón crepuscular sembrado de cruces) y lo que se ve más bien como una oda a la violencia militar en México (la silueta de los soldados en contrapicada). Por otro lado, ahí están los veteranos que se quedaron sin ofrecer nada nuevo, como Francisco Mata en su serie “Aquí es donde rebotan los sueños”, un trabajo sin chiste de migración y frontera. Sin embargo, aparecen aquí dos jóvenes maestras: Dulce Pinzón con sus dioramas de tonos fantásticos de animales y personas, y Adela Goldbard, con sus paisajes intervenidos, ambas tan innovadoras como efectivas, más tres sorpresas: lo sombrío de la vida urbana en “Formas de la memoria” de Carlos Licón; María José Sesma González y “Todo en orden”, un retrato de familia rica que exhibe el conservadurismo desde la intimidad, y Guillermo Arias Camarena con su proyecto “Tijuana mi cielo”, con esa cotidianidad fronteriza y callejera de los solitarios y desamparados de siempre. Tres proyectos documentales de excelencia. Esto es, cinco sobresalientes fotógrafos de 29 elegidos. Algo es algo. Los resultados del concurso (con todo, un aporte más a la reflexión de por dónde anda la fotografía contemporánea ante tanta nadería que se da en el país) pueden verse en la Fundación Sebastián, en la Ciudad de México, hasta mediados de marzo. L


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LABERINTO

en librerías

La cabeza de Villa

Narcoleaks

Pedro Salmerón Planeta México, 2013 248 pp.

L

a tumba de Pancho Villa es profanada. Al cuerpo del Centauro le arrancaron la cabeza, nadie sabe dónde está. En otro lugar, en otro tiempo, María Eugenia tiene sueños premonitorios: percibe el aire áspero del desierto, camina sobre la arena. El sueño, también, le muestra extraños personajes, todo tiene el tinte de una experiencia ya vivida o, acaso, el de un hecho inminente. Casi en forma paralela, el general Lorenzo Ávila, uno de los seguidores más devotos de Villa, decide investigar quién es el responsable de la mutilación. Sus pesquisas lo llevarán hacia sitios hostiles, lo mismo al corazón más oscuro del norte de México, que al enceguecedor (y abrasador) espíritu del sur. Este es el argumento de una historia aderezada con sones y mariachis, refranes populares y ambientes coloridos, donde gobierna la soledad, el amor, el sexo y el misterio.

Ciudad fantasma

Wilbert Torre Grijalbo México, 2013 336 pp.

E

n Narcoleaks no abunda la sangre, ni los muertos, ni las balaceras entre sicarios. Los matones con apodos rimbombantes ocupan pocas páginas y no se pretende explicar el origen de los cárteles ni de su desaforado poder. En Narcoleaks hay una investigación seria y rigurosa sobre lo que todos sospechamos pero que nos es ocultado por distintos motivos: la intervención de Estados Unidos en la guerra contra el narcotráfico. Fusionando su faceta de cronista con la de investigador, Wilbert Torre hace una larga crónica sobre cómo el gobierno de Felipe Calderón se alió con George W. Bush y Barack Obama para combatir al crimen organizado en el país. A través de los cables de Wikileaks y entrevistas con funcionarios de alto nivel, Torre da cuenta de la malsana relación bilateral entre Estados Unidos y México, y arroja luz sobre temas como las extradiciones de criminales o el operativo Rápido y Furioso.

Q

Fútbol. Mi filosofía

Raquel Castro Ediciones sm/ Conaculta México, 2012 201 pp.

A

tari es rockera, darketa, tecladista de una banda con ciertos fans, alumna destacada de una escuela de música (tan aplicada es que, incluso, le han conferido una beca para prolongar sus estudios en Rusia), cuyo mayor defecto es la indecisión. Eternamente vestida de negro, esta chica, cuyo nostálgico nombre nos remite a las primeras consolas de videojuegos, deambula en fiestas ruidosas e intempestivas y en reventones clandestinos de la colonia Romero Rubio, atraviesa la Ciudad de México en microbuses y vagones del Metro solo para hacerse un mapa mental de la enormidad urbana, colecciona aventuras y romances y escucha discos dark. Novela ganadora del Premio de Literatura Juvenil Gran Angular 2012, esta es una historia que actualiza el ánimo y la condición de las nuevas generaciones de capitalinos, una colectividad varada en el hastío y la indiferencia pero, sobre todo, ansiosa por crear un espacio propio, una auténtica perspectiva de futuro.

Revista de la Universidad de México

Johan Cruyff Ediciones B Barcelona, 2013 176 pp.

H

ablando en términos estrictamente literarios, el capítulo con el que abre su tercer libro el holandés Johan Cruyff, uno de los grandes futbolistas de todos los tiempos, quien tras su retiro se convirtió igualmente en un exitoso estratega, es el mejor y el que más conmoverá al lector (ya Luis Miguel Aguilar lo ha destacado). Su incipit resume la idea que tiene Cruyff del fútbol: es sencillo y, por lo mismo, contundente y memorable: “Todo empieza en la calle”. La filosofía cruyffiana está pensada en primer lugar para la gente dedicada al juego del hombre, pero los legos también pueden acercarse a ella pues, como escribe “Lo que quiero transmitir es que el fútbol no solo es un juego simple, sino que incluso puede ser una manera de vivir”. Técnica, táctica, creatividad, desarrollo, responsabilidad, respeto, iniciativa y compromiso social son algunos de los 14 conceptos de su filosofía.

AMBOS MUNDOS ESPECIAL

Ojos llenos de sombra

Varios autores Antología de Bernardo Esquinca y Vicente Quirarte Almadía, México, 2013, 271 pp. uince relatos como paseo para turistas con aficiones al horror y la sorpresa, historias que registran callejones, edificios, portales, monasterios, la vía pública como sendero fantasmal. De la Leyenda de la Llorona a las crónicas de “aparecidos” en la Nueva España, este libro compilado por Esquinca y Quirarte reúne a escritores mexicanos de diversas generaciones y supersticiosas narrativas: Artemio de Valle–Arizpe, José María Roa Bárcena, Alfonso Reyes, Salvador Elizondo, José Emilio Pacheco, Sergio González Rodríguez, Rafael Pérez Gay, Mauricio Molina, José Ricardo Chávez, Héctor de Mauleón y Gonzalo Soltero, entre otros, cuyos textos invocan episodios que la gente suele murmurar al caer la noche, capítulos de fatalidad y de criaturas que, desde debajo de la cama, se yerguen a la luz de la luna para robarse la tranquilidad y los espíritus de sus infortunados compañeros de calle y habitación.

Ti voglio bere

Núm. 109, marzo 2013 México, 108 pp.

E

n portada, un homenaje al entrañable Rubén Bonifaz Nuño a cargo de Vicente Quirarte, Francisco Hernández, Hernán Lara Zavala, Fernando Serrano, Jorge Esquinca, Hernán Lavín Cerda, Sandro Cohen, Bulmaro Reyes, Raúl Renán y Luis Chumacero. Por su parte, Ignacio Solares presenta una magnífica crónica sobre el asesinato de Gustavo Madero, en los días umbríos de la Decena Trágica. El narrador Enrique Serna medita sobre la relación entre el filósofo y el poeta en su artículo “El síndrome del genio despechado”. Rogelio Naranjo colabora en el reportaje gráfico con coloridas obras de piroxilina sobre fibracel; Margarita Peña hace un recuento de las monjas escritoras de la Nueva España y Vicente Gómez Montero analiza la narrativa de Federico Reyes Heroles, entre otros materiales como el fragmento de una biografía de Jaime Sabines por Pilar Jiménez Trejo y las entrevistas y reseñas que distinguen a esta publicación.

Santiago Gamboa www.facebook.com/Santiago Gamboa–club de lectores

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i algo he aprendido en tantos años de correrías por el mundo es que, además de buenos amigos, una pareja comprensiva, un trabajo no esclavizante y tiempo para el ocio, uno debe tener siempre un bar, un sitio para tomar un buen trago con meseros amigos que escuchan problemas y le sirven a uno “lo de siempre”. Lo tuve en París y se llamaba Les Troix Mailletz. Se llama aún, claro, y cada vez que paso por esa ciudad lo único que quiero es que llegue la noche para ir a la rue du Pétit Pont, entrar saludando a Tony, el taiwanés gordo y bravucón de la puerta, y sentarme en la barra a conversar con María la griega o Stéphanie de Madagascar, que sirven las copas o toman las órdenes de comida. En una ocasión, un 31 de diciembre, Tony puso en mi mesa una botella de champagne Moët & Chandon y dijo: “Cortesía de la casa”. Su gesto me arrancó lágrimas. Luego se bebió dos litros de ginebra con hielo y limón, como si nada. Con menos de la mitad ni el Papa se acordaría dónde trabaja, pero a él nunca lo vi borracho. Jamás perdió la compostura. Mientras trabajé en Radio Francia Internacional, en París, siempre que salía de la redacción a medianoche me iba a Les Troix Mailletz, pues al llegar uno se encontraba con amigos noctámbulos, casi siempre periodistas de la Agencia France Press que hacían el turno de la noche y venían a mojar el gaznate, y así, colgados de nuestros vasos, corregíamos el curso de las guerras, destituíamos ministros y

derrocábamos presidentes hasta que Philippe, un serbio que parecía un armario, nos echaba a la calle con los primeros rayos del sol. Tuve otro bar en Madrid, en mis épocas de estudiante, La Blanca Doble, título de una zarzuela famosa. Allí leí, escribí, aguaité, eché globos, desayuné, almorcé y comí, y por supuesto, bebí... Para tomarle el pelo al camarero le decía: “Manolo, Manolo, dos con leche y uno solo”. En La Blanca Doble mis amigos me dejaban mensajes, pues yo no tenía teléfono, y su cocinera me hizo platos especiales cuando tuve úlcera. En ese lugar, durante una fiesta de año nuevo, bailé pasodobles en la barra y bebí hasta que se me vaciaron los bolsillos, pero el dueño insistió en seguir sirviéndome whisky con un argumento irrebatible: “¡No me da la gana que te vayas!”. En Roma, donde vivo, también encontré un bar. Se llama Ti voglio bere (Quiero beberte) y está lleno de libros y fotos de escritores, nada snob, todo lo contrario, pues parece una cantina de puerto. Las propietarias son dos napolitanas como de fi lme de Rossellini que adoran a Saramago y a García Márquez por ser los dos últimos literatos verdaderamente comunistas, y los salones están adornados con fotos de Marcel Proust y Javier Marías. Un buen sitio para dejar transcurrir el ocio romano bebiendo un Negroni o mirándose en el espejo del bar, detrás de las botellas, comprobando cómo se nos ha ido la vida, tan callando, y ordenar esperanzado el siguiente trago. L


10 b sábado 9 de marzo de 2013

MILENIO

teatro ROBERTO BLENDA

Quiela La pieza basada en la novela epistolar de Elena Poniatowska expone el derrumbe de una mujer que depositó en un hombre sus motivaciones CRÍTICA Alegría Martínez alegriamtz@gmail.com

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ngelina Beloff se hace presente en el escenario. Sola, a la espera de palabras, de una esperanza que no se cumple, abrazada a la sombra de un amor que se alimenta de admiración y recuerdos en la obra basada en las cartas imaginarias escritas por Elena Poniatowska, reunidas en su texto Querido Diego, te abraza Quiela. La actriz Odille Lauría interpreta fragmentos de lo que pudo padecer la pintora rusa ante la partida de su esposo Diego Rivera, luego de convivir 12 años y procrear un hijo que falleció antes de cumplir dos años. Las palabras elegidas por Elena Poniatowska para exponer el precipicio existencial de una mujer que ha depositado en su hombre la motivación de su vida, cobran otra dimensión al pronunciarse sobre la escena. Con adaptación dramatúrgica y dirección de Guillermo León, este trabajo escénico que se presentó en Francia, se centra en el daño que provocó en Angelina Petrovna Belova (1879–1969), el silencio y la ausencia del artista plástico mexicano, quien la dejó sola en París en 1921 con el peso de la muerte de su pequeño hijo. La selección del material epistolar para la escena, conduce al espectador por la textura del sufrimiento, más que por aquellos pasajes también presentes en el texto que, aunque breves, muestran el posterior empoderamiento de la paisajista y grabadora. No obstante, Guillermo León acierta al eliminar ciertos pasajes en que el personaje femenino llama con su mote cariñoso al pintor que en 1929, ya en México, fuera expulsado del Partido Comunista. Una Angelina desolada habita el espacio donde una maleta, una silla, el saco de Diego, sus zapatos marrón y algún papel, apoyan la narrativa escénica que fluye sin tropiezo hasta topar con el delirio del personaje que, una vez ahí, salta hacia la desmesura rozando la farsa en un desequilibrio tonal que produce una grieta considerable en la construcción de la ficción previamente conseguida. Odille Lauría, sin embargo, se recupera pronto del escollo y hace que Angelina Beloff prosiga hacia la oportunidad de una liberación que antes se percibía imposible. Quiela es un trabajo joven que conmueve y subraya ese propagado mal en el que un gran porcentaje de mujeres se demora, a veces irremediablemente. Espejo de aumento que enfatiza el

Quiela se presenta los viernes a las 20:30 horas en La Capilla. Madrid 13, Coyoacán

devalúo en el que se cae en nombre de un amor que destruye desde la indiferencia y el abuso ante una generosidad desbordada. “Angelina me dio todo lo que una mujer puede brindar a un hombre. En cambio, ella recibió de mí, toda la miseria que un hombre puede infligir a una mujer.” Llegó a aceptar el muralista, de quien guardamos imágenes plenas de ternura hacia Frida. La puesta en escena, que parece arribar al menos tres veces a un final que no llega, alude a la etapa como escenógrafa, ilustradora y educadora de la Beloff cuando llega a México, once años después de la partida de su amado. Entonces, el personaje regresa con la actriz en plenitud a la escena y la empatía con el público se afianza. Un vestuario que se apega fielmente al Retrato de Angelina Beloff que pintara Rivera en 1909, donde la retratista posa con blusa blanca de cuello alto y encajes, añade una falda marrón en

el diseño de Edith Traverso que completará con un calzón largo y un sostén con aires de antaño confeccionado en materiales más actuales que los del París del 1900. Con asesoría en iluminación y espacio de Carlos Calvo, quien enmarca con colores contundentes el fondo del escenario para delimitar cambios de lugar y transiciones emotivas, acotados por el sonido de Guillermo León y Xicoténcatl Reyes que acuden a suaves notas de piano; con la asistencia de dirección de Carmen Flores, el entrenamiento de Miguel Malpica y la marioneta de Tatiana Vázquez, Quiela siembra imágenes, interrogantes y admiración por la acuarelista, grabadora e ilustradora, que nos legó además de su obra plástica, el texto Muñecos Animados. Historia, técnicas y función educativa del teatro de muñecos en México y en el mundo, editado por la SEP en 1946. L

LA PUERTA ESTRECHA ESPECIAL

El hombre que comía duraznos Alicia Quiñones aquinonescontacto@gmail.com

C

uenta la poeta Dolores Castro que cuando Efrén Hernández (Guanajuato, 1904–Ciudad de México, 1958) enfermó, ella y su esposo le enviaron un médico a casa. El doctor quedó sorprendido por la desnutrición que padecía, no había conocido a nadie con tan poca grasa en el cuerpo. Andrés Henestrosa también cuenta que Hernández se había hecho alérgico a los duraznos por comerlos día y noche en su juventud. “Comía lo que podía, casi lo indispensable. Tenía normas alimenticias un poco raras, como decir que solo podía comer calabacitas”. Era Efrén Hernández un personaje que vivió ionescamente en una ciudad ruidosa, moderna, cosmopolita, pero que para él significó un lugar donde no hacía falta nada más que una palabra o un libro para construir su mundo. Cuando llegó a la Ciudad de México vivió en la vecindad de lo que hoy es el Hotel de Cortés; su amor por los libros lo impulsó a abrir una librería. “Acurrucado detrás de un mostrador escondido como ratón, prefería leer que atender a los clientes; si alguien llegaba a preguntar por un libro, replicaba: ‘Pero para qué quiere leer eso. ¿Ya leyó acaso El Quijote? ¿Cómo es posible que se atreva a leer un libro sin conocer a don Quijote?”, al poco tiempo la librería cerró por falta de clientes. La vida del autor de El señor de palo estuvo envuelta por la nostalgia. Le entristecía pensar cómo en las noches la gente moría de frío

o sufrían en un aguacero. Y un día simplemente dejó de comer y murió un 28 de enero en su casa de Tacubaya. En esa casa grande que imagino de techos altos, con algunas de sus paredes color marrón, con ventanales grandes y cortinas claras, Efrén Hernández citó a un pequeño grupo de amigos, entre ellos Emilio Carballido. Los citó para leer en voz alta un fragmento de su única pieza teatral: Casi sin rozar el mundo, escrita para la mítica actriz María Douglas, famosa por su interpretación en 1948 de Blanche DuBois en Un tranvía llamado deseo, bajo la dirección de Seki Sano. Carballido dijo que aquel día se encontró con un texto misterioso, ambiguo, de tono equívoco, capaz de ir desde un trazo cómico chaplinesco hasta manifestaciones de religiosidad profunda e indefinida. Los asistentes, según Carballido, estaban desconcertados con la pieza. “No teníamos las referencias necesarias”. Treinta años después cambió de opinión. La rescató, le dio una “pulidita” y la publicó en la revista Tramoya, donde reconoció que aquella tarde se había encontrado con una de las primeras obras del teatro del absurdo que se habían escrito en México, cinco años antes de que llegara a nuestro idioma esta corriente teatral que profesaron Beckett y Ionesco. Casi sin rozar el mundo es una pieza en tres actos con diálogos ligeros y ambientada en una casa elegante, con mayordomo y sirvientes. Detalles como mesas de pared “de buen gusto”, encierran la historia de una pareja próxima a la separación, donde la culpa del protagonista está fincada en la pobreza.

El libro editado por el FCE

Casi sin rozar el mundo se ha recopilado en el segundo tomo de las Obras Completas de Efrén Hernández (FCE, 2012), junto con un guión de cine y crítica literaria y teatral, cuya edición y prólogo estuvieron a cargo de Alejandro Toledo. La puerta estrecha se ha cerrado.. L


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LABERINTO

cine Ana Cruz

“Creo que aquí persiste el machismo y la misoginia en el ámbito político” Como una revisión del genuino avance de las mujeres en la política nacional, el documental aborda la historia del sufragio femenino en el país y las cuotas de género ENTREVISTA

hombres y mujeres. Es impresionante su lucha y la estrategia que ella desarrolla desde ONU Mujeres para que en todos los países se apoye el desarrollo político del sexo femenino. Me habría gustado escuchar a Bachelet hablando de una comparativa entre los distintos países latinoamericanos. No tuve la oportunidad de preguntarle por México. Hablamos de políticas mundiales y de su perspectiva sobre Latinoamérica, lo que sí me comentó es que le sorprendía que aquí la idiosincrasia tuviera tan pocos avances, en especial en las comunidades indígenas donde las mujeres no pueden decidir sobre sus vidas.

ESPECIAL

Carlos Jordán

Otra lectura de su documental tiene que ver con la doble moral mexicana. Sin duda. Lo expone muy bien María de las Heras cuando habla de las mesas de complicidades, a las que no entran las mujeres porque son en cantinas u hoteles. Beatriz Paredes contaba que en la época de Echeverría y López Portillo, lo que se acostumbraba era jugar frontón a las siete de la mañana y los conflictos se arreglaban en el vestidor de hombres.

gonzalezjordan@gmail.com

L

os primeros ejercicios de voto femenino datan de finales del siglo XIX y tuvieron lugar en Estados Unidos y Nueva Zelanda. En Latinoamérica, Uruguay marcó precedente al instaurarlo en 1927, mientras que en México se concretó hasta 1953. Con el propósito de mostrar la historia de las mujeres en la política nacional, la periodista y cineasta Ana Cruz realizó Las sufragistas, filme donde expone el rezago y la discriminación de género que prevalece en el sector. ¿Por qué hacer Las sufragistas? Mi documental anterior se llama Mujeres de la Revolución Mexicana y termina cuando Venustiano Carranza firma la Constitución de 1917, documento donde fueron ignoradas las mujeres. Cuando Hermila Galindo, su secretaria particular se lo comentó, él respondió: “ni modo, ya les tocará”. Estaba estudiando eso cuando escuché a Eufrosina Cruz, quien en 2008 quería ser presidenta municipal de su comunidad pero se lo impidieron. Ahí caí en cuenta que mi siguiente proyecto tendría que ser la historia del sufragio femenino. En la película escuchamos a Beatriz Paredes, Amalia García o Rosario Robles reconocer que sufrieron discriminación. ¿Qué ha hecho que este desarrollo sea tan lento? Hay un componente cultural que promueve que la equidad de género se rezague. Pensemos en la obtención del voto, es impresionante que en Europa lograran el reconocimiento a la participación política de las mujeres desde la primera mitad del siglo XX, y en México esto se consiga hasta 1953, aún después del resto de las naciones latinoamericanas: después de nosotros solo fal-

¿Cuál es su opinión sobre las cuotas de género? Estoy a favor, aunque sé que es un tema controvertido. Creo que son indispensables en ciertos periodos en la vida de una nación, es tanta la desigualdad que arrastramos que las cuotas permiten que se recupere la desventaja. No son medidas perfectas porque lo que se debe ponderar es la capacidad, y es cierto que a veces llegan mujeres sin preparación, pero, dentro de todo, permite acceder al poder y adquirir experiencia. ¿Las sufragistas es una película feminista? No creo. No me considero feminista aunque le tengo un gran respeto al movimiento. Si se le califica así, bienvenido, aquel fue un gremio de mujeres valientes y me podría sumar en términos de que soy una estudiosa del tema. Ana Cruz recopila las voces de lideresas mexicanas

taba Haití. Creo que aquí persiste el machismo y la misoginia en el ámbito político. ¿Por qué si en otras áreas existe más equidad, no sucede lo mismo en el sector político? No sabría explicar la causa. Michel Bachelet dice que la mitad de los puestos de decisión del planeta deben estar repartidos entre

¿Ha encontrado en el cine otra forma de hacer periodismo o es una disciplina diferente? Estudié cine documental en la BBC de Londres y, para mí, escribir el guión es hacer periodismo. Creo que son áreas complementarias, en el documental encuentro la fusión de formas de expresión que me llenan mucho. No estoy peleada con la idea de que el género sea pariente del reportaje, aunque en el cine tu trabajo tiene la ventaja de trascender el tiempo. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

Justicia poética Fernando Zamora @fernandovzamora

A

nna Karenina de Joe Wright (director de Atonement, The Soloist y Pride and Prejudice) hace justicia a Tolstoi. Hacer justicia, dice Aristóteles, es dar a cada quien lo que merece y Wright da tal merecido a Tolstoi que, quien crea que puede sustituir la lectura de la novela viendo la película, saldrá del cine con una jaqueca rusa. Si no supiésemos que el cine es consecuencia de una búsqueda pictórica, si no supiésemos que los grandes pintores se ponen en cada obra metas estéticas y formales, si no supiésemos que los grandes cineastas tienen más de la narrativa de un pintor renacentista que del imaginario de un cuentista posmoderno, correríamos el riesgo de pensar que el film de Wright es un pastiche en el que todo cabe. No. Wright está avanzando en la tradición del cine con base en autores como Greenaway, Sokurov y Branagh. De Greenaway, Wright toma la negación del Estilo de Continuidad hollywoodense. Anna Karenina no quiere extraer al espectador de su realidad para introducirlo en la ficción. Todo el tiempo está recordándonos que esto es una película. De Sokurov, Wright retoma los planos secuencia que, a su vez, conectan con el clasicismo de Hitchcock o Welles.

Con Branagh, Wright se conecta con la riquísima tradición de adaptaciones shakespeareanas. Wright es inglés, claro, y entiende la importancia de Shakespeare en la reinterpretación artística. Por primera vez se adapta a Tolstoi siguiendo la tradición que viene desde el Sturm und Drang hasta Akira Kurosawa. Anna Karenina abre el espectro que hasta ahora se había concentrado en Shakespeare y hace con Tolstoi un comentario poético aunque, como en el caso de Shakespeare, es indispensable un contacto previo con la obra original. Un tema complicado si se piensa que Shakespeare está escrito para ser interpretado en escena, mientras que Anna Karenina fue escrita para ser interpretada en la cabeza. Si uno no ha leído Enrique IV, podrá entender y hasta disfrutar My Own Private Idaho, pero si uno no ha leído a León Tolstoi se quedará con un historia más bien rosa y los impulsos visuales que recibirá en esta película se quedarán en la cabeza como cables sueltos, lanzando chispas, lo harán sentirse abrumado. Anna Karenina es la obra más acabada de un director que parece poder abrir la tradición de adaptaciones shakespeareanas a otros escritores. Para lograr semejante prodigio hay que ser, también, director de actores. Jude Law, por ejemplo, sigue creciendo aquí. Juega con su decadencia física y, sin ser viejo, se entrega al placer de actuar en contraparte con Aaron Taylor–Johnson como quien dice: “hace tiempo que superé al galán, hoy soy un actor”. Anna Karenina es el Gesamtkunstwerk que inspiraba a Wagner, obra de arte total que goza de narrativa, imagen, danza, música y actuación.

Anna Karenina. Dirección: Joe Wright. Guión: Tom Stoppard basado en la novela de León Tolstoi. Música: Dario Marianelli. Fotografía: Seamus McGarvey. Con Keira Knightley, Aaron Taylor–Johnson y Jude Law. Gran Bretaña, 2012. Obras como ésta demuestran que el arte trasciende la futilidad del “me gusta” o “no me gusta.” ¿A quién le importan las opiniones de un crítico? La función de un crítico es subrayar por qué hay que exponerse a una obra como la de Joe Wright. L


12 b sábado 9 de marzo de 2013

MILENIO

varia TANIA BRUGUERA

ESPECIAL

Sigmund Freud

Justicia poética, detalle bolsas de té, 2002-2003

Todos contra el psicoanálisis

Uso social del arte y Tania Bruguera

ARCHIVO HACHE

GUÍA VISUAL

Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

E

l psicoanálisis es una de las ciencias más odiadas por la humanidad. Formalmente apareció con La interpretación de los sueños de Sigmund Freud en 1899, que probó la existencia del inconsciente. Desde entonces, el psicoanálisis es impopular. El psicoanálisis desmitifica, explica. Por eso se le abomina. Un malentendido común acerca del psicoanálisis es creer que su centro es Freud. Se cree que refutar a Freud es refutar a todo el psicoanálisis; como si alguien creyera que refutando a Platón invalida la filosofía entera. Ni Jung, Reich, Horney, Lacan, Fanon o Perls (y largo etcétera) concordaban con la dirección o terapia de Freud. El psicoanálisis inició con Freud. Pero luego se desarrolló críticándolo. Muchos intelectuales son enemigos asiduos del psicoanálisis. No falta alguno que niegue (seriamente) la existencia del inconsciente. Otro cargo común dice que “el psicoanálisis siempre llega a lo mismo, todo lo reduce al Edipo”. La acusación es falsa. El psicoanálisis cuenta con decenas de conceptos, modelos, hipótesis y métodos distintos, incluso opuestos. Se trata de una ciencia con fuertes bases pero vías y fines siempre a prueba. Además, ese reproche es bobo; como pedir que abandonemos la física porque siempre insiste en las mismas leyes. Se niega al psicoanálisis porque hiere el ego, ese príncipe del temor, ese protector. Para el psicoanálisis el hombre consciente es un embajador del hombre inconsciente. Y el niño que fuimos, madre (o padre) de nuestra vida entera.

Ah —gran ofensa del psicoanálisis—, la vida común es neurótica. La neurosis es el concepto menos comprendido del siglo XX. ¿Qué es la neurosis? No percibir una zona de la realidad, porque en el pasado nos hirió. No percibir, por ejemplo, las emociones, el intelecto, los otros, el sexo. Nuestro siglo —que se define por el miedo a lo descubierto por los dos previos— está decidido a deshacerse del psicoanálisis, a pesar de explicar coherentemente las relaciones humanas. Y, claro, es mal visto por el sistema escolar y los mass media. En muchos países, la psicología clínica y la industria farmacéutica gradualmente lo expulsan. Usar psicoanálisis como forma de interpretación cultural ya tiende a desvanecerse, para alegría de los grupos que desde su origen lo rechazan: clérigos, intelectuales, psiquiatras y racionalistas (debido a que merma su autoridad o aura). Hoy en las Humanidades e incluso en la psicología, del psicoanálisis solo quedan rastros, souvenirs. Esto define al psicoanálisis: se usan sus términos pero no se asumen sus consecuencias. No sería imposible que desapareciera de comunidades enteras. El hombre del siglo XX descubrió una clave para comprenderse. Pero no le gustó lo descubierto. Ya lleva tiempo sepultándolo de vuelta. ¿Escuchan las palas? ¿El golpe seco de la tierra recubriendo de nuevo nuestro rostro? L

Magali Tercero mtercero2000@yahoo.com.mx

C

ierto arte actual ha cambiado tanto los parámetros clásicos que incluso su nombre es otro. Los críticos y curadores se refieren ahora a “prácticas artísticas” y se premian proyectos donde se incluyen labores dirigidas a los migrantes, por dar un ejemplo. Se trata de lo que me gusta llamar el nuevo arte académico (ya muy posicionado, horrenda palabra que se usa mucho ahora). Ese trabajo mencionado como “práctica social” en escuelas prestigiosas –léase The Meadows School of the Arts de Southern Methodist University. Quiero decirles que esta cronista no está descubriendo nada nuevo. A fines de los noventa ya se informaba, en las páginas culturales mexicanas, que el arte establecía fuertes relaciones con las ciencias sociales y los problemas de la comunidad. Complejo de dictador Hace casi dos meses, el 15 de enero, la cubana Tania Bruguera (1968), recibió el importante Meadows Prize justamente por su trabajo en el campo de la migración. Ella está abordando (2006–2015), el asunto de la migración hacia el norte, una experiencia que conoce porque vive en Estados Unidos. Hace un tiempo Pablo España, director de la revista Nolens Volens, le preguntó si el artista cubano abusa de su exotismo. El tema es pertinente porque muchos capitalizan su condición, incluidos los que “hacen el bien”, como algunos miembros de ONGs, ciertos periodistas “comprometidos”, y hasta fundaciones de caridad. Bruguera piensa que mientras el gobierno cubano entienda el arte como un “arma de la revolución”, y algunos artistas hayan decidido obviar la paradoja de la libertad, continuará existiendo ese presunto exotismo. Por supuesto, aclara la artista, referirse al “cubano” es generalizar porque “una sola persona no puede representar la complejidad de todo un país ni de una historia. Los artistas estamos redefiniéndonos todo el tiempo, así que mejor eso vamos a dejárselo a los que tienen complejo de dictadores”. El espacio me impide citar la respuesta completa pero la entrevista está en http://www. contraindicaciones.net/2010/12/la-promesade-la-politica-entrevista-a-tania-bruguera. html

Arte versus su utilidad social Bruguera trabaja por la utilidad social del arte. No se cierra a ningún tema y figuras como Giordano Bruno, quemado en la hoguera por sus ideas, son objeto de estudio. En México lanzó, antes de las elecciones de 2012 y en Casa Talavera, El Partido del Pueblo Migrante (PPM), proyecto de arte útil alrededor de la migración en México. Todo esto surgió en la Sala de Arte Público Siqueiros, dirigida por Taiyana Pimentel, donde ambas coincidieron en la búsqueda del lenguaje político en el arte. Bruguera concibió su proyecto como un esfuerzo colectivo (“como artista no me interesa ser autora de nada”). El migrante como ciudadano del futuro, con acceso a dos culturas distintas como mínimo. A esta cronista le interesa mucho este momento creativo de cierto arte actual, no solo porque me permite unir mis vocaciones como cronista de temas sociales y arte, sino porque me muero por ver qué hará en veinte años gente seria y lúcida como Bruguera. Para la comunidad Desde octubre de 2009, el Meadows Prize asigna a dos artistas pioneras en su campo una residencia de un mes en Dallas (más 25, 000 dólares). De las premiadas –la segunda es la violinista Nadia Sirota–, se espera una obra para la comunidad o una nueva forma de enseñar alguna disciplina. Es esencial la colaboración con los estudiantes y las organizaciones de arte. Bruguera es una de las representantes del llamado Arte Útil que, según palabras suyas, busca transformar la vida social y política de la gente. Entre febrero y octubre de 2013, Bruguera transformará un antiguo edificio de los Países Bajos para inaugurar el Museo de Arte Útil, según un proyecto propuesto al Queens Museum de Nueva York y al Van Abbemuseum. “En el Arte Útil uno crea activamente, desarrolla e implementa nuevas funcionalidades para beneficiar a la sociedad en general”, afirma. El museo surge tras una larga investigación en torno “a la práctica del arte socialmente informado”. El objetivo es presentar un estudio de los proyectos pasados ​​y actuales originados en el concepto del uso social del arte. L


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