Laberinto No. 504

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Laberinto

David Toscana La misteriosa desaparición del responsable página 2 Santiago Gamboa Rayuela, 50 años página 9 Carlos Jordán Entrevista con Pierre Étaix página 11 Magali Tercero Manuel Álvarez Bravo página 12

N.o 504

sábado 9 de febrero de 2013

La poética de Rubén Bonifaz Nuño

Jorge Fernández Granados / Claudia Hernández de Valle-Arizpe Páginas 6 a 8 KAREN CEBALLOS, LA MEDIADORA MÁS JOVEN DEL PAÍS EN IXTLÁN, OAXACA/CORTESÍA CONACULTA

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En torno a la lectura Antonio Ramos Revillas Juan Domingo Argüelles Página 4


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La misteriosa desaparición del responsable

EX LIBRIS

Hansel y Gretel bEKO

TOSCANADAS David Toscana dtoscana@gmail.com

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l 12 de agosto de 1985, un Boeing 747 de Japan Airlines que iba de Tokio a Osaka, sufrió un grave desperfecto a los pocos minutos de vuelo. Los pilotos perdieron el control de la nave y ésta acabó por estrellarse en una montaña. Murieron 520 personas y cuatro sobrevivieron. O más bien debería decir que murieron 521, pues el responsable de mantenimiento de la empresa se suicidó sin esperar las implicaciones legales del caso o el deslinde oficial de responsabilidades. Esta última muerte fue la que me hizo recordar siempre ese avionazo. Una muerte muy respetable. Si bien Japón ya no ocupa el primer lugar en el índice de suicidios, sigue ocupando este puesto en el imaginario. Para eso están las historias de los samuráis, ahí está Yukio Mishima y los poemas de la muerte. Pero más allá del valor de la vida en cada cultura, de los posibles castigos en el más allá, de los métodos, siempre me llamó la atención que con frecuencia leía en los periódicos alguna nota sobre un japonés que acometía algo que llamaré “suicidio de responsabilidad”. Ahí donde un funcionario mexicano dice “yo no fui, sino los gobiernos anteriores”, o “yo no robé, aunque vaya uno a saber cómo me enriquecí” o “la estrategia es la correcta a pesar de que no damos pie con bola”, el japonés tenía el haraquiri o seppuku a la mano. Esta determinación no la tomaron muchos nipones porque estuviesen deprimidos o no le hallaran sentido a la vida

o quisieran castigar a alguien. Fueron personas que cargaron con una culpa y decidieron pagar. A veces la ley no tiene mecanismos para castigar errores, así sean enormes; entonces algún individuo con sentido de la ética ha de decir: “Mea culpa”. Durante la crisis financiera de 2008, La Jornada publicó un cartón que perfectamente ilustra cuán venido a menos está ese sentido de la ética. Bajo la leyenda 1929 aparece un banquero lanzándose desde lo alto de un rascacielos. Bajo la leyenda 2008, ese mismo banquero, sin culpa alguna, arroja del edificio a varios clasemedieros. En México, nadie es responsable de nada. Así se derrumbe el país o mueran 49 niños o se endeuden los estados o se vacíen las arcas o explote o se queme algún edificio o se caiga un avión o un helicóptero. Aquí los desastres son como los chistes: nunca se sabe quién los originó. Claro que ahí donde no hay ética debería prevalecer la ley. Pero ni a eso aspiramos. Se trata de un círculo vicioso, pues la ley requiere de ética. Si de pronto en México hubiese una epidemia de conciencia samurai, ¿cuántos funcionarios no amanecerían autoinmolados? Alguien dirá que no somos de tradiciones orientales. Hagamos entonces una versión occidental, socrática. En las oficinas de gobierno e incontables casas particulares sería bueno tener una botella de cicuta guardada en una vitrina. “Rómpase el cristal”, dirá la etiqueta, “en caso de irrefrenables ganas de delinquir.” L SOSMOVIERS.COM

DE CULTO

Marco Lagunas b marclagcan@yahoo.de ESPECIAL

Felix Salten

El cazador

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repa desesperado por la empinada colina, está a punto de escabullirse entre los matorrales, pero el cazador lo tiene en la mira. Se escuchan ladridos, luego un disparo atraviesa el bosque. El venado queda tendido, agonizante, retarda su último aliento. Y, después, la foto del recuerdo, Felix Salten y su hijo Paul, con un pie sobre su presa, alzan los pesados rifles en señal de triunfo. Salten el cazador, pero también, por momentos, un cazador cazado, o por lo menos, acosado. Acosado por el temible Karl Kraus, quien nunca le perdonó que lo abofeteara públicamente, y no perdió oportunidad de criticar y de burlarse de las “inconsistencias” de sus escritos; acosado por sus acreedores, quienes durante mucho tiempo financiaron su vida de derroche y sus negocios fracasados; acosado por los nazis, quienes para dejarlo salir de Viena y poder exiliarse en Suiza lo comprometieron a no escribir nada contra el fascismo. Salten, el cazador y el creador de historias divertidas, escandalosas, superficiales, complejas, emocionantes… conmovedoras. Historias tabú que removieron los cimientos morales de la monarquía austrohúngara de finales del siglo XIX y principios del XX, pues con llamativos reportajes y novelas dio a conocer la bizarra vida familiar los Habsburgo, defendió el arte de Gustav Klimt de los ataques conservadores y escribió contra el antisemitismo. Historias vienesas de un escritor de origen húngaro al que ahora se le conoce poco, y esencialmente por

BITÁCORA PSICOTRÓPICA

sus novelas y cuentos sobre niños y animales, muchos de ellos adaptados al cine: El perro de Florencia, Amigos de todo el mundo. Novela sobre un parque zoológico, Florian, El caballo del Kaiser, Niños de la alegría y Bob y Baby. Pero, ante todo, gracias a dos obras: Josefine Mutzenbacher. La historia de una prostituta vienesa contada por ella misma, y Bambi. La historia de una vida en el bosque. La primera tuvo que ser publicada de manera anónima, pues su alto contenido erótico y pornográfico aún hoy resulta inaudito: las aventuras sexuales de una niña que comienzan a los siete años de edad. La importancia de estas “memorias” radica, tal vez, en que Masoch y Freud se asoman burlonamente por ahí; en tanto que Kafka y Nabokov y Fellini seguramente exploraron con más refinamiento ciertos momentos de la infancia de “la Pepi”: lo grotesco de la sesión fotográfica con el italiano, los diálogos entre la hija y el padre, el sigilo del profesor de escuela. ¿Y qué decir sobre la sensibilidad e inocencia de un personaje como Bambi, el corso que en un día de caza pierde a su madre y tiene que aprender a sobrevivir en el bosque, un bosque lleno de voces que paulatinamente le revelan sus secretos? Salten disfrutó poco del enorme éxito financiero de esta obra, pues los derechos de la novelita fueron vendidos por unos pocos dólares para su adaptación al cine. No obstante, el escritor y el cazador es también un clásico del periodismo de escándalo, un clásico de la literatura erótico–pornográfica, un clásico de la literatura infantil. L Xavier Velasco

Yo tampoco me acuerdo de la última vez que decidí olvidarte. MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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Margen del frío

Cauterios

Un oscuro cuadro donde el follaje delimita la dimensión de los senderos, las coordenadas de un viaje a lo incierto o lo demasiado conocido son los ejes referenciales del autor bajacaliforniano POESÍA

ESCOLIOS CORTESÍA ARMANDO GONZALEZ T

Armando González Torres

Jorge Ortega

agonzale79@yahoo.com.mx

V

oy por la intemperie tocando puertas, haciendo sonar las aldabas. Llevo en la mano una llave para rasgar el vidrio o despertar al muerto por la espalda, un astil de cuarzo para escribir una súplica. Voy por la orilla a penas, o apenas por la orilla, por el borde de afuera, sobre una cinta esbelta circuida de vértigo. Pregunto por lo que hay detrás del muro, el resplandor lunar no a todos revelado, la ansiada kriptonita que podría sanar al canceroso, el diamante de sal cuya pureza encandila al ciego y le devuelve la vista. En el hueco estelar vibra la noche y acá abajo el latido de los presentimientos toca el tambor de un aire que está casi a punto de contar un secreto. Pero algo se inmiscuye. El grosor del oxígeno pudriendo la ballesta de una causa, un ensamble de ruidos callejeros ahuyentando al gato insoslayable, la espada luminosa de unos faros hundida en las entrañas del follaje. Y continúo mi camino de lado, por un lado, en la delgada acera de la credulidad, en la zona minada de falsas conjeturas donde la oscuridad se magnifica y en algún sitio deben conspirar las migas del hallazgo.

ESPECIAL

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orge Ortega (Mexicali, Baja California, 1972) es doctor en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Barcelona. Desde 2007 forma parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Su poética comprende nueve títulos publicados en México, Argentina, España y Estados Unidos. Su más reciente libro es Devoción por la piedra (Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, 2011), con el que obtuvo el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 2010.

A

finales de enero me enteré del fallecimiento prematuro del poeta José Luis Aguilar (1964–2013), hombre de bien, amigo generoso y festivo, admirable lector y autor de páginas refulgentes, aunque lamentablemente escasas. Aguilar frecuentó esporádicamente, pero con estruendosa calidez y alegría, la vida literaria; publicó dos libros novedosos y desconcertantes, Nombre de caballo (JHS, 1997) y Cauterio (Ed. Ponciano Arriaga, 2011) y cultivó con erudición e intensidad vital una honda inquietud religiosa en su poesía. Pese a la calidad de su apuesta, sus libros pasaron prácticamente inadvertidos, en parte por la sospecha con que muchos lectores de poesía observan la temática religiosa. Ciertamente, la poesía de tono religioso suele asociarse a un molde y un gusto anticuados (versos para ancianos o monaguillos), así como a una piedad impostada. Esta visión estrecha conduce a la ignorancia de una tradición rica y compleja en la que hay mucho más que villancicos, y en la que, muy a menudo, la inteligencia crítica, el experimentalismo formal o la introspección más desgarradora conviven con la fe (piénsese, por mencionar a un par de autores recién reeditados, en Manuel Ponce o Alfredo Placencia). José Luis Aguilar pertenecía a esta especie de poetas religiosos profundamente reflexivos, que sometía a la criba de la crítica tanto sus creencias como su lenguaje. Conocedor lo mismo de la teología antigua que de la poesía contemporánea, Aguilar aspiraba a una dislocación y elevación del lenguaje, a una glosolalia que tenía tanto de rapto extático como de nonsense, tanto de aspiración mística como de conciencia e ironía posmoderna. Particularmente, en Cauterio, José Luis Aguilar explora las tensiones del vocabulario místico en

un mundo desencantado e intenta aclimatar una forma absolutamente individual para hablar de y con Dios en tonos que van desde la devoción hasta la imprecación, desde el estupor hasta el humor. Todo los poemas se orientan a vislumbrar lo estrujante, misterioso y bizarro; sin embargo, algunos lo hacen con la simplicidad del canto y otros con la acumulación de imágenes. Aguilar era un poeta de imágenes poderosas, paradójicas y fascinantes y precisamente su tarea artística se orientaba a moderar esa sobreabundancia y a buscar un equilibrio entre la propensión al desbordamiento y el laconismo. Sobra decir que, como en todo artista auténtico, en la poesía de Aguilar no hay una doctrina, sino una indagación, a ratos angustiada, que se permite imágenes e inflexiones que serían escandalosas para la ortodoxia. La expresión de Aguilar es familiar y exaltada: si bien denota un desbordante conocimiento teológico y literario, lleno de homenajes y guiños a la tradición, su inquietud es conmovedoramente humana y revela que su fe la vivió fecundamente a través de la incertidumbre y la fragilidad. “Nunca me darás la antorcha de mi resurrección, Diosito, regrésame a la cuna y cántame de nuevo tu canción”. L

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Sala de lectura General Emiliano Zapata, panteón de Yecapixtla, Morelos

Los libros que no se queman Los índices oficiales sobre lectores y número de lecturas por año de manera individual ofrecen un panorama aciago. Sin embargo, el fomento y la promoción de la lectura implican algo más que el diseño de un programa o toda una política cultural. En el fondo del asunto, y como principal protagonista, se encuentra el capital humano. Los siguientes textos abordan la problemática de la lectura desde distintas perspectivas Antonio Ramos Revillas*

U

no de los libros que pertenecen al acervo del Programa Nacional de Salas de Lectura se titula: ¡Es un libro! de la autora Lane Smith y está editado por Océano. El año antepasado el título fue seleccionado junto con otros 27 para ser parte del catálogo de ese programa y se entregaron a más de cuatro mil mediadores de salas de lectura dispersos en todo el país. ¡Es un libro! es un bello texto sobre la importancia de definir al objeto libro en un tiempo donde su competencia directa, casi de su mismo tamaño como una tableta electrónica o un celular, tiene más “funciones” para un usuario como conectarse a Wi–Fi, recargarse, enviar mensajes o servir de consola de videojuegos. En la breve historia, un asno tiene curiosidad por ese objeto que un chimpancé manipula sin tener que ponerle baterías o agregarle unos controles. En nuestros tiempos, tal parece que necesitamos un libro que se llame ¡Es la lectura! para que nos ayude a mirar de otra forma la promoción de la lectura en nuestro país y no solo a través de una encuesta como la reciente Encuesta Nacional de Lectura. El rostro desencajado del rector José Narro era elocuente así como el título de la investigación: “De la penumbra a la oscuridad”. No había manera de oponerse a tal discurso: “México no lee”, dicen, y tal parece que nunca va a leer. Como toda encuesta, también es un asunto de ópticas. Lo cierto es que el porcentaje de lectores que arroja la muestra sería envidiable en comparación a otros países latinoamericanos. Por ejemplo, el 32% de la muestra dice leer más de 30 minutos al día y el siguiente número, el 31.1%, afirma leer al menos una o dos horas a la semana, números que si bien no son para festejar, tampoco son despreciables. Siempre me pregunto: ¿cuáles serían los números felices para afirmar que ya somos lectores? Es interesante también el porcentaje de razones por las cuales la gente no lee además de los fincados en el gusto o en preferir otras actividades recreativas, gusto muy respetado. La encuesta arroja otros números en el rubro de por qué no se lee más. 32.9 % dice que porque no le gusta pero, por ejemplo, 18.1% dice que no lee porque le parece difícil, 21.8% porque no tiene cerca libros que le gustaría leer, 21.7% no cuenta con un lugar adecuado y 9.7% porque no existen libros en su

lengua materna, índices todos estos que de alguna manera se pueden subsanar. Más números arroja la encuesta nacional de lectura, pero seguiremos por el camino difícil mientras consideremos que una encuesta es un indicador para mostrar el pulso real de las prácticas lectoras de nuestro país. Un lector se construye de muchas formas, con muchas decisiones íntimas que no siempre tienen qué ver con una lectura literaria. Una promotora de lectura, Carmen Alanís, en Monterrey, al respecto me relató la historia de una mujer que había ido a una librería a buscar un libro para una niña. Carmen se acercó para platicar con ella y le terminó recomendando un libro sobre una niña que se encontraba en una silla de ruedas y cómo eso no le impedía imaginar y salir adelante. Al final, la señora lloró porque justo necesitaba un libro para una niña en similares condiciones. Mejor ejemplo de cómo el azar forma lectores. Se lee, como ya lo dice Alberto Manguel en Una historia de la lectura: todo. Los signos escritos pero también las imágenes cinematográficas, los atardeceres, el clima, la ciudad y las personas. Las prácticas lectoras, término que tomo de Lucina Jiménez, tienen qué ver no con la imposición de un tipo de lectura, sino de observar cómo lee la comunidad. El concepto se relaciona con lo que significa leer en nuestro país, darnos cuenta de los múltiples contextos desde los que se realiza la lectura en cada grupo social. Y este país tiene muchas prácticas lectoras y las mejores personas que conocen el pulso de éstas son los mediadores y promotores de lectura. Cada uno hace su trabajo en solitario, pero son tan sólo una esquina de muchas esquinas donde la lectura se abre paso en medio de la intolerancia, la discriminación y a veces la falta de más apoyos institucionales y pri-

Sala de lectura "El frijolito", Pátzcuaro, Michoacán

vados no solo en libros sino en cursos, capacitación y sobre todo en promoción del trabajo propio para que esta promoción genere a más y más promotores. En este país, que se dice “no lee”, se “lee mucho” y se necesita leer más. Lo que no sale en las encuestas son justo todas estas historias de mediación lectora exitosa. No sale, por ejemplo, la historia de Graciela Delgado, mediadora del Programa Nacional de Salas de Lectura en el Cereso juvenil de Ciudad Juárez. El año pasado, a ella le tocó comprobar en carne propia lo que la lectura hace por la gente. Ella trabajaba y trabaja con los presos. Con esfuerzo había reunido sus libros y una vez a la semana tenía un taller de lectura. Una tarde le avisaron que los chicos se habían amotinado. En las noticias por televisión, pasaban las imágenes de la cárcel incendiada y al centro del patio el cuadro dantesco de un gran árbol quemándose. Graciela imaginó sus libros chamuscados, su sala consumida por las llamas. Gran sorpresa se llevó cuando entró a los días siguientes y descubrió que de todas las instalaciones penitenciarias solo se habían salvado la pequeña capilla y la Sala de Lectura, ésta última defendida por los lectores que asistían a los talleres. En la Encuesta tampoco viene la historia del grupo Biblionautas, dirigido por la regiomontana Dalina Flores, y que obtuvo hace dos años también el Premio México Lee. Dalina trabaja con estudiantes universitarios de la facultad de Letras y tiene talleres en comunidades y en secundarias. El proyecto tiene más de diez años de trabajar con estudiantes que promueven un contagio de la lectura, crear puentes no solo con la lectura sino también con la escritura. En el mismo campo universitario se encuentra la Biblioteca Infantil Universitaria de la UAQ, dirigida por Beatriz Soto, un sitio que tiene un selecto catálogo infantil y juvenil que pone ante los lectores esa otra literatura para niños que habla también del rechazo, de la soledad, la muerte y el desamparo con una mirada esperanzadora, lúdica y mediada con inteligencia. En San Luis Potosí, Jairo Cristóbal Franco, perteneciente al Programa Nacional de Salas de Lectura tiene un proyecto que se llama Nietos Lectores. ¿Qué es Nietos Lectores? Una sala de lectura itinerante que surgió de un Encuentro de Cultura Lectora en 2010 en la que el escritor argentino Mempo Giardinelli hablaba de su proyecto con personas de la tercera edad en Argentina. Nietos Lectores llega a la mayoría de las instituciones geriátricas en el estado de San Luis Potosí. En cada asilo que visita deja, en primera instancia, un acervo de 35 libros que dona la Casa de la Cultura Ramón López Velarde de San Luis, libros que a su vez solicita al Programa Nacional de Salas de Lectura (PNSL) y a fondos propios. A la semana, el mediador y un grupo regresa y charlan sobre lo leído no solo con los adultos mayores sino con las familias de éstos. Parecido en cuanto a trabajar con grupos de alguna manera “orillados”, aunque tal vez todos pertenecemos de un modo u otro a este grupo, en Reynosa existe el programa Sordos Leyendo, una pequeña sociedad


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de portada FOTOS: CORTESÍA CONACULTA

coordinada por Damián González y que se enfoca en llevar la lectura a una pequeña comunidad de sordos. El grupo no sólo lee sino que ha devenido en estupendos narradores orales. ¿Qué tienen en común todos estos proyectos que esbozo brevemente? Que muchos de ellos pertenecen a la sociedad civil. Son personas que, con diversos apoyos o sin ellos, llevan a cabo acciones de lectura. Personas que han hecho de la lectura ya no solo esta lectura silenciosa que impusiera de alguna manera san Ambrosio, sino que le están devolviendo a la lectura su hecho social, multitudinario. Leen en las maneras como se encuentra su comunidad, han hecho relación primero con la sociedad para leer desde ahí. Saben que la lectura no es solo leer a los clásicos o bien los libros en boga o a los autores famosos en turno, sino que leen lo que tienen al alcance y lo llevan a sus lectores para que éstos construyan interpretaciones únicas sin imposición y sin preguntas. Promulgan una lectura que es muchas lecturas. Algo más que tienen en común es que muchos han sido mediadores o han sido capacitados dentro del Programa Nacional de Salas de Lectura impulsado, a su vez, por la Dirección General de Publicaciones del Conaculta o bien, por la Fundación Alfredo Harp Helú, por el Consejo Puebla de Lectura y el INAOE –quienes organizan una estupenda feria infantil y juvenil del libro y la lectura en las Instalaciones del Instituto Nacional de Astrofísica Óptica y Electrónica en Tonanzintla, Puebla– o por la Fundación Ibby México, sin olvidar a los más de 400 libroclubes en el Distrito Federal, fundados por el legendario Alejandro Aura o los recientes Círculos de Lectura que impulsa el gobierno de Tamaulipas y sin dejar los casos y las historias de muchos maestros de la SEP que, con sensibilidad e inteligencia, promueven la lectura muchas veces al margen de los lineamientos de esa institución o bibliotecarios que también dialogan con los libros y no los ven exclusivamente como estanterías repletas. Solo para proporcionar un número: durante 2012, dentro del PNSL se llevó la lectura a 6 millones de personas dentro de sus programas Salas de Lectura, los Centros de Lectura Escrita y los Paralibros, proyecto gemelo al colombiano PPP (Paraderos Paralibros Paraparques) que consiste en una instalación con forma de parada de autobús pero dotada de libros y colocada en sitios donde existe concentración de gente; en la Ciudad de México, por ejemplo, hay un Paralibros en la Fonoteca Nacional, pero en San Fernando, Tamaulipas, localidad por todos recordada, este Paralibros se encuentra en la plaza principal, junto a un árbol, y donde se atiende a toda una comunidad de niños, mujeres y soldados. O el Paralibros afuera del mercado municipal de Hermosillo, Sonora, y que dirige la mediadora Laura Haddad. Un día lo grafitearon y fueron las mismas marchantas quienes arreglaron los desperfectos antes de que llegara la mediadora. Se necesitan libros, sí, pero se necesitan más que libros personas y capacitación para quienes deseen ser mediadores de lectura. En ese sentido,

el PNSL tiene un Diplomado de Profesionalización de Mediadores de Salas de Lectura en conjunto con la UAM Xochimilco, además de una bella colección de cuadernos de Salas de Lectura donde se pueden encontrar textos de autores como Luz María Chapela, Alberto Chimal, María Baranda, Estela Vázquez, José Gordon y Lucina Jiménez. El PNSL tiene además varios galardones, obtenidos todos ellos en el último año: fue reconocido como un programa modelo a replicarse en América Latina por la CERLALC–Unesco y nominado finalista al Premio Memorial Astrid Lindgren, honor que comparte con el trabajo incansable del grupo Palabras de Arena ubicado en la colonia Virreyes, en Ciudad Juárez, quienes han montado una biblioteca independiente, la Majuana –cuyos muros han sido respetados por el grafitti como en tantas otras salas de lectura­–, que terminan convirtiéndose en un integrante más de la comunidad, una lectura que empieza a reparar el tejido social que tanto necesita que se repare no solo en México, sino en todo nuestro continente. No avanzaremos mucho mientras no comprendamos que, más que libros, necesitamos espacios de diálogo comunitario, experiencias múltiples con el arte, la recreación y la cultura en todos sus aspectos; espacios donde se vea a la lectura no como elíxir de la felicidad sino como una herramienta para el propio reconocimiento y del entorno. Donde la lectura no sea sólo de la “gran literatura”, sino de todo tipo de libros, porque así también existen lectores de diversos intereses y necesidades de lectura, lectores adscritos a los circuitos de la lectura de los que habla Graciela Montes en su libro La frontera indómita: la escolar y la científica, la de best seller y la literaria (un absurdo incluso hacer esta separación), la infantil y la técnica. Lectores que, por ejemplo, lean en un campo de béisbol, como es el caso del mediador Edgar Viramontes en Hidalgo, Nuevo León, o maestros y lectores que asisten al Centro Cultural Talentos y Vida, de Iliana Rani, en Yecapixtla, un proyecto de lectura con vecinos que devino en un centro cultural, o los promotores de lectura que trabajan con la comunidad ñañú en Hidalgo. Leer es todo, leer el cine y la fotografía, el arte abstracto y una guía de metro. Algunas lecturas nos revelan cosas, pero toda lectura nos orienta. Nos dice dónde estamos o bien nos evade de la realidad o al contrario, hay libros que nos recuerdan que somos responsables de lo que sabemos. Como dice Gabriel Zaid: “¿Qué demonios importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa, después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace, físicamente, más reales”. La recuperación de espacios de lectura, más libros y mejor seleccionados para todos los mediadores de este país, más ediciones críticas sobre la lectura, que las hay y son estupendas, pero de libros escritos por promotores mexicanos que traten el tema de la lectura desde nuestro país y una visión más amplia de la lectura, son algunos de los retos de este siglo en este campo. Más escritores e ilustradores que se acerquen al trabajo de promoción con su tiempo y generosidad para una charla también son necesarios. No es su obligación, lo sé, pero ayudaría mucho. Finalmente, saber que si bien en la promoción de la lectura los niños son un componente fundamental, saber que se necesita hacer más por otros grupos, por amas de casa y por obreros, por empleados de empresas y por taxistas. En San Juan del Río y en la Ciudad de México hay clubes y salas de lectura con policías. Lo más urgente es empezar a cambiar el paradigma de que en México no se lee para decir que en México se debe leer más. La insistencia en este discurso nos lo hemos apropiado mediante las encuestas y el desaliento y el “somos lo que decimos”. Hay que dejar de mirar la lectura solo por sus números y empezar a verla a través de las historias de todos los promotores de lectura que hacen un trabajo complejo, la gran mayoría de manera gratuita. La lectura tiene muchos rostros, pero la imagen final no es la de un árbol incendiándose en un motín carcelario, sino la de un grupo de presos apostados en una escalera que defienden sus libros contra los que llevan el fuego para quemarlos. L *Becario del Fonca del programa Jóvenes creadores (2012-2013)

Promover y fomentar la lectura ENSAYO Juan Domingo Argüelles

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uando se habla de promover y fomentar la lectura, hay dos cosas que, asombrosamente, suelen perderse de vista: los conceptos mismos de promover y fomentar. Según define estos verbos María Moliner, promover es activar una acción o producir cierto suceso que lleva en sí agitación o movimiento, y fomentar es dar a una cosa calor natural o templado que la vivifique o anime: puede ser sinónimo de avivar (en el sentido de hacer más viva una cosa), pero también, y básicamente, de dar vida a algo. El ejemplo que pone Moliner es excelente: la gallina fomenta los huevos, es decir les da su calor, para que se desarrollen los embriones y eclosionen los polluelos. No pocas veces he preguntado a personas que se dedican a promover y fomentar la lectura el significado de estas dos acciones, y no las saben definir del todo, o simplemente no las saben, porque, en general, se habla tanto de “promover y fomentar la lectura” (desde las burocracias y los programas educativos institucionales) que estos dos verbos han perdido incluso su significación: se han convertido en “objetivos” abstractos que en los programas oficiales corresponden a muy pálidas y desfiguradas “acciones”. Si antes no definimos, con precisión, qué es lo que queremos hacer, es absurdo plantearnos de qué forma lo vamos a hacer. En los programas burocráticos, a esto —indefinido—, que no se sabe qué es pero que se va a hacer, se le llama estrategia. Y de ocurrentes estrategias están llenos los programas y las campañas de lectura que no saben a dónde van ni, por supuesto, qué quieren hacer pero que, invariablemente, establecen indicadores y metas. Así han sido las políticas de lectura desde hace, al menos, 33 años, cuando el entonces presidente José López Portillo, en 1979, decretó el 12 de noviembre como Día Nacional del Libro y estableció que “el 12 de noviembre será dedicado a la divulgación del libro, a nivel nacional, considerando que la educación dentro del proceso de desarrollo del país es prioritaria”. Desde entonces ya se hablaba de la necesidad de conseguir una población lectora. Y desde entonces, y aun antes, desde el Año Internacional del Libro, establecido por la Unesco en 1972 (en el que nuestro país participó), se hablaba de “formular nuevos objetivos para el incremento de la lectura”, en el entendido de que “una sociedad que lee es una sociedad más educada y con un mayor desarrollo cultural”. Se enfatizaba, desde entonces, la necesidad de elaborar planes y programas para “desarrollar el hábito de la lectura y el fomento del libro”. En México, lo más parecido al fomento y a la promoción de la lectura es lo que hace, exitosamente, el Programa Nacional de Salas de Lectura del Conaculta, con un amplio voluntariado. Lo seguirá siendo, y haciendo, en tanto no se burocratice y se ponga a los voluntarios a llenar formatos de seguimiento y cumplimiento de “metas”. Los voluntarios promueven y fomentan el libro y la lectura (es decir, hacen que suceda la lectura y prestan calor al nacimiento de nuevos lectores) por pasión, no por cumplir metas. Pero esto es insuficiente, porque la escuela no hace nada o casi nada por la lectura placentera (que es la que hay que promover y fomentar), ya que todo lo entiende como “tarea”. ¿Qué hacer? Hay que involucrar a los profesores, alumnos y padres de familia, sin obligarlos, en círculos de lectura, hay que hacer un programa con escritores (de todos los géneros) para que éstos compartan con los alumnos el gusto de leer y la pasión de escribir, hay que conseguir que los profesores no dejen leer como tarea, sino que lean y compartan, en las aulas, la lectura con sus alumnos. La escuela, en México, sigue siendo una gran isla refractaria a todo lo placentero. El aire fresco no ha entrado aún en el sistema educativo. La burocracia cultural y educativa todavía no ha entendido que todo programa de lectura está destinado al fracaso, o a un éxito muy pequeño, mientras no sepa distinguir entre leer y estudiar. L


LABERINTO

literariamente a inmediatos predecesores como Carlos Pellicer y Efraín Huerta— Bonifaz Nuño llega a ciertas pautas creativas, a veces, comparables a todos ellos: avezada vigilancia de la forma y rigor constructivo; prevalencia, aun dentro de temas de la mayor coloquialidad, de la dignidad de la voz poética; el poema asumido como reducto, como diario íntimo o testimonio personal en el contexto de una época donde dicha individualidad se afirma como contraparte a la impersonalidad impuesta por las nuevas relaciones de producción y de convivencia. Dado asimismo el trayecto intelectual de toda su vida, una vida dedicada a la investigación y la docencia universitarias, no es ninguna casualidad que la obra poética de Rubén Bonifaz Nuño ostente precisamente aquellas dos influencias que él mismo se ocupó en distinguir: la literatura clásica grecorromana y las culturas prehispánicas. Hay que advertir de inmediato que ninguna de ellas fue una influencia pasajera o trivial. Por el contrario, ambos mundos resultaron medulares en la actitud final con que asumió el oficio poético y aun con el que llegó a concebir la existencia. “Grecia y Roma me dieron el sentido del orden y de la importancia del idioma”, afirmó en una conversación con Marco Antonio Campos 4; pero más adelante señaló también un deslinde capital para comprender adecuadamente su trabajo: “Mi cultura no está en la Venus de Milo, sino en la mal llamada Coatlicue, la que siempre que la veo, me habla en mi idioma y me dice lo que soy”.

CIAL ESPE

Rubén Bonifaz Nuño

La voz del ángel adversario La obra del poeta, traductor y catedrático veracruzano fue una de las producciones más fecundas y complejas de la creación literaria hispanoamericana. Pletórica de símbolos e imágenes cercanas a la agonía existencial, epidérmica y onírica, su inspiración concibió un centro magnético donde persistía el esplendor de su lenguaje ENSAYO Jorge Fernández Granados

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olía afirmar Rubén Bonifaz Nuño que el trabajo de toda su vida dedicado a la literatura puede dividirse en tres aspectos esenciales: el primero es como erudito y traductor de los clásicos griegos y latinos; el segundo, como estudioso y defensor de las culturas prehispánicas, y el tercero, su obra como poeta. Del primero, él se sentía particularmente satisfecho de haber realizado “sin duda, la óptima versión que hay en español”1 de la Ilíada de Homero, entre otras reconocidas traducciones directas del griego y el latín. Del segundo aspecto, que fue en gran medida una labor de investigación y difusión principalmente de las culturas náhuatl y olmeca, él opinaba que “es el trabajo que en último término considero más importante porque se dirige concretamente a la gente de México” y a través del cual pretendía incitar a “un conocimiento de su pasado indígena que la llevaría necesariamente a tener un

mejor juicio de sí misma”2 . Aquí nos ocuparemos específicamente del tercer aspecto de su trabajo: su obra poética o sus versos, como él prefería llamarla. Los versos de Rubén Bonifaz Nuño están contenidos en veinticinco libros que se han publicado desde 1945 hasta la fecha.3 Constituyen, sin la menor duda, una de las obras más sólidas, genuinas y complejas de la poesía hispanoamericana. Obra cuya cerrada fronda, a la manera de ciertos árboles centenarios, no es agotable desde una perspectiva única. Hay en ella lo mismo dimensiones lingüísticas que literarias y referencias tanto herméticas como antropológicas, las cuales convergen de un modo muy particular en el arte de su versificación, una versificación inusitada y por demás inconfundible. Paralela pero independientemente a algunos de sus contemporáneos Alí Chumacero, Jorge Hernández Campos, Jaime García Terrés, Jaime Sabines, Rosario Castellanos, Enriqueta Ochoa o Eduardo Lizalde —aunque más cerca

Carácter es destino o primera lucha con el ángel Pocos son los escritores en quienes es imprescindible abordar el tema del carácter para indagar en su obra. Rubén Bonifaz Nuño es uno de estos raros casos. Orgulloso, con la misma confianza con la que determina el valor de su trabajo de traducción y enumera sus influencias cardinales, afronta la materia de sus versos. Lo primero que evidencian estos versos es su perfección, su hondura expresiva y su exquisito labrado sonoro. Podrá decirse que alguno de ellos es oscuro o hermético, pero de ninguna manera gratuito. Su autor se vuelca allí con una destreza y una desnudez que solo surgen de quien se está jugando el todo por el todo. Hay, quizá por eso, una intensidad épica, una atmósfera de agonía en ellos. Agonía en el sentido original del término: lucha, combate o enfrentamiento con un adversario. Ciertos gestos pintan de cuerpo entero el carácter de este autor. Carácter que determinó desde muy temprano su modo de ser y de conducirse. En una extensa conversación autobiográfica el poeta, de ya más de ochenta años, revive episodios remotos con particular significado. Uno de ellos está situado en sus primeros años de vida. Cuenta que su hermano mayor, Ángel, solía divertirse cruelmente con las muy desiguales fuerzas entre ambos: Curiosamente, entre mis recuerdos más lejanos y desagradables hay uno que se remonta a mi edad de tres años. Vestía un pantalón de tirantes. Y mi hermano mayor me levantaba y me colgaba en una percha, con gran coraje mío. Y ahí me dejaba un minuto o unos segundos. Posiblemente, de manera inconsciente, todavía le guardo rencor por eso.5

En otro pasaje, no solo recuerda con detalle cierta conducta bastante reveladora de su carácter sino que se siente a gusto enarbolando un lema que llega a su memoria y que, según sus propias palabras, bien podría definirlo: [...] yo era un niño muy peleonero y muy valiente. Me peleé digamos —en la primaria y en la secundaria y hasta en la preparatoria— cuando menos veinte o veinticinco veces. Si alguien me decía algo, yo buscaba pleito inmediatamente. [...] Y siempre, absolutamente siempre, me pegaban. Con Ángel Bassols, compañero de la secundaria, me habré dado de moquetes una docena de veces, y siempre me ganó. Cuarenta años después le preguntaron: —¿Y cómo era Bonifaz? Y él contestó: —No sabía pelear, pero nunca se rajaba. Ése es un lema que me gusta muchísimo: No sé pelear pero nunca me rajo. Eso sí me gusta y me gustaría que quedara. No recuerdo haber ganado una sola pelea en mi vida.


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poesía ESPECIAL

Esta presencia, que a veces adquiere identidad de mujer terrestre y a veces de devastadora divinidad, a la que se alude alternativamente como “señora”, “amiga” o sencillamente “tú” (e incluso “rostro” o “sombra”), es una de las identidades mitopoéticas más complejas que ofrece la literatura mexicana. Tal presencia parece encarnar, según el contexto, lo mismo a la Perfección y la Belleza que a la Muerte y al Conocimiento. Profusos podrían ser los ejemplos con los que esta figura se presenta y atrae, como un centro magnético, el despliegue de los versos de Bonifaz Nuño. Pero lo más significativo, en cualquier caso, es observar cómo aquella presencia es poderosamente metamórfica. En uno de sus últimos libros, Albur de amor, esta presencia es evocada, alternativamente, como mujer y como divinidad prehispánica:

En ambas anécdotas, que podrían pasar por meros desplantes infantiles, es la autoestima el protagonista en conflicto. Un reto competitivo cualquiera que no debe pasarse por alto pues “el que se deja” se disminuye ante los otros, pero sobre todo ante sí mismo. Años más tarde, algunos versos de Bonifaz Nuño seguirían vibrando en el tono orgulloso y retador de aquellos episodios: ...no la nuca turbia de lauros del vencido, ni la ilusión: mi rama solo de hiel, y mi espolón de no dejarme.6

Pero si bien la autoestima se imponía y obligó, aún con la certeza de la derrota, a dar batalla, ella evolucionó paulatinamente hacia algo más sutil y perdurable: la dignidad. Dignidad que se asume como la medida personal del valor y del trabajo, lo mismo que de los actos y de las decisiones vitales. Dignidad que será el código más alto para juzgar la jerarquía de los deberes y las necesidades. En suma, una ética inquebrantable: Vergüenza con sudor, amarga sopa del humilde, abandóname; no vengas, opulenta esperanza. Míos mi callado muro y mi ganada vida sin gratitud, en la perfecta libertad, y mi paz en ruinas y el orgullo pagado con pobreza.7

El orgullo, ese gran gesto del solitario, había decidido desde el origen de sus días recorrer el duro camino de la dignidad “pagada con pobreza”. La vida no hizo más adelante otra cosa que corresponderle, con adversidad y honor, allí donde debía. Este mismo orgullo, sin embargo, este carácter inclinado innatamente hacia el desafío y la confrontación, se convirtió, por diversas vías de evolución, en la energía recurrente de su poética. Una energía sustentada en la autoafirmación y el permanente reto: una poética de la agonía —en el sentido de lucha— con la forma. Pero tal vez la lucha de un hombre con su propia grandeza es una lucha desigual. Como Jacob contra el Ángel, el combate no era entre pares sino entre un hombre y su adversario celeste. El “nagual angélico”8 entonces, el Ángel adversario de esta lucha es la propia sombra que tortura el corazón orgulloso y la ira de un dios punitivo contra el más imperdonable de los sentimientos humanos: la soberbia. Tierra de nadie, toda la que no pisan nuestros pies ahora; lugar de la celada, noche para tender los lazos a la herida y a la angélica presa: el rostro puro del fraterno enemigo. Hasta la grieta horizontal del alba, y la cadera rota y el bautismo.9

Voluntad de forma o la espiral de la serpiente Se ha afirmado con frecuencia que la de Bonifaz Nuño es una poesía barroca. Lo es y no lo es. Si por barroco entendemos el predominio de la forma sobre el contenido, es innegable que una parte de los versos de este autor concuerdan con esa cualidad; pero considerar que el contenido de estos versos ha sido desdeñado en algún momento por compromiso con la filigrana o el lucimiento sería un juicio sumamente superficial. Hay abundancia y hasta sobreabundancia de elementos en algunos momentos; sin embargo la suya es, ante todo, una irrenunciable y rigurosa voluntad de forma. La voluntad de forma es evidente no sólo en cada verso y cada poema, sino en cada uno de sus libros. El manejo virtuoso de la métrica y el gusto por las simetrías se hace

patente a través de series y estructuras progresivas. Prácticamente todos sus libros son sucesiones numeradas de poemas ligados entre sí por una forma que los preside. Esta forma no necesariamente es rígida, pero nunca deja de ser celosamente acotada y muchas veces preestablecida. Cada serie o conjunto, a su vez, alude a un tema que allí se desarrolla. Pero no es un desarrollo narrativo ni conceptual, es, más bien, un pretexto temático. Los temas son apenas unos cuantos, pero tan universales como inagotables. Lo advirtió en su momento Octavio Paz: “El tema de los poemas de Bonifaz Nuño es el tiempo y el amor, ambos fugitivos y recurrentes. La brevedad de la vida y la perennidad de la palabra: temas de Horacio y de Ronsard, temas de antes y de mañana, temas de ahora.” Cada uno de estos conjuntos puede concebirse también como una interrogación sobre la forma. La forma es, no pocas veces, el protagonista sutil, el verdadero tema que está palpitando en estos versos. Tal voluntad de forma bien puede ser un proyecto, premeditado y continuo como sugiere la estructura final y el título bajo los que el autor presenta el principal conjunto de su poesía (De otro modo lo mismo), como bien puede ser manifestación integral del carácter y hasta un modo muy personal de cognición. El conjunto o la serie, para el caso, no son digresiones sino aproximaciones: método que prospera por acumulación de unidades, por proliferación de aspectos y desdoblamiento de imágenes. Sólo bajo este concepto, a mi criterio, Bonifaz Nuño podría ser un poeta barroco. Es decir, bajo el entendimiento de que barroco no es el que se extravía en su propósito, sino quien conoce tan bien los caminos que se da el lujo de divagar. Surgen y se entrelazan así estos versos con sonoridad encadenada y candente. Innumerables las variaciones a lo largo de su obra donde brinda cátedra del ritmo y del encabalgamiento. La cadencia es el perpetuum mobile del mecanismo de sus versos, a la vez rigurosos y espirales, certeros y encriptados: Nadie, ya, tenga miedo. Juntos los enemigos lloran. Ya septiembre de alcohol melancólica su guerra infantil abandera, y en la plaza trajes de fiesta, y la maldita tristeza, y las mujeres. Y arma el canto —dando vueltas— de la patria pobre.10

Sacerdotal potencia, erguida cobra coronada o, de sonora virtud caudal, víbora santa: indecente deidad te hiciste para admitirme en tus santuarios. [...] Quejumbrosa fruición, o gracia gimiente al contemplarse, gozas el triunfo que otorgas, y te vences, y para vencerte te trasmutas. Rasgas tus velos, abandonas tu vieja piel en las espinas, ancha y tendida resplandeces.12

El oído es el alquimista en el atanor interminable del hallazgo. Sonoridad que esculpe el metal fundido del idioma; pero nunca para destruirlo sino para llevarlo de nuevo, recuperado, por el pulso interior del habitante de la urbe, por las galerías solitarias del pensamiento del que deambula y advierte, como un antagonista, su propio paso que lo lleva a un lugar desconocido de tan conocido. Si bien hay un proceso hasta cierto punto progresivo en el ahondamiento y la depuración de un lenguaje y un ritmo propios, deslumbra en Fuego de pobres (1961) la destreza, la concentración alcanzada y la sonoridad ya definitiva de la voz. Sin embargo, no es la sonoridad en sí, la cual puede rastrearse hasta cierto punto en sus libros anteriores, sino el salto cognitivo de esa voz con respecto al acecho de su objetivo. Este objetivo entraña, en el recóndito orden de los símbolos, el mayor de sus empeños. La obra poética de Rubén Bonifaz Nuño se abre con un breve conjunto de sonetos, La muerte del ángel, y con otros poemas escritos en la misma época (1945–1952), cuyo tema, si bien podría relacionarse con alguna influencia religiosa o bien rilkeana, conlleva definitivamente algo más personal, más sutil y hasta cifrado. Hay en ellos, desde el origen, una figura central a quien se dirige la voz enunciadora, figura que acompañará en adelante casi todos sus libros. Se muestra a grandes rasgos como una presencia femenina a la cual se invoca: A ti, para tu amor, límite altísimo de los oscuros límites del alma. Para ti, de quien fuera como un presagio conmovido el sueño; pregunta sola a la que voy, vestido con el claro temor de la certeza.11

Se cumple aquí lo que advierte Mircea Eliade para denotar la presencia de un orden simbólico: un símbolo es todo menos lo evidente a través de su materia, se trata de cierta manifestación de la conciencia cuyo sentido es inagotable. A manera de recapitulación, la poética de Rubén Bonifaz Nuño puede interpretarse como el enfrentamiento y la zozobra de una tradición ante una nueva realidad donde ese modelo tradicional ya no opera y por lo tanto debe transformarse para continuar vigente. En su caso, esa transformación se manifiesta como el permanente reto a la forma poética. Exigencia que él llevó lo más lejos posible. Poética del orgullo y la soledad, de la agonía y el esplendor bajo un dominio absoluto del idioma para la cual aún el más alto grito no puede ser otra cosa que un verso rotundo y perfecto. L 1 Ignacio

Trejo Fuentes e Ixchel Cordero Chavarría: Autoentrevistas de escritores mexicanos, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Col. Periodismo Cultural, México, 2007, p. 45. 2 Ibídem 3 La reunión de prácticamente todos sus libros de poesía se halla en dos volúmenes: De otro modo lo mismo [1945-1971], 1978, y Versos (19781994), 1996. Ambos publicados en México por el Fondo de Cultura Económica en su colección Letras Mexicanas. 4 Entrevista con Marco Antonio Campos: “El dueño de su lenguaje” en La Jornada Semanal, 10 de septiembre, 2000. 5 Entrevista realizada por Josefina Estrada: De otro modo el hombre: Retrato hablado de Rubén Bonifaz Nuño, El Colegio Nacional, México, 2008, p. 36. 6 Rubén Bonifaz Nuño, De otro modo lo mismo (Siete de espadas) “69”, p. 329. 7 Rubén Bonifaz Nuño, op. cit., Siete de espadas, “33”, p. 318. 8 Tal expresión es de él mismo, op. cit., p. 351. 9 Rubén Bonifaz Nuño, De otro modo lo mismo (Fuego de pobres), “19”, p. 259-260. 10 Rubén Bonifaz Nuño, De otro modo lo mismo (Siete de espadas), “20”, p. 314-315. 11 Rubén Bonifaz Nuño: op. cit., Algunos poemas no coleccionados [1945-1952], “Preludio, 1 (Ofrecimiento)”, p. 27. 12 Rubén Bonifaz Nuño, Versos (1978-1994), (Albur de amor) “21”, p. 186.


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MILENIO

en librerías LUIS JORGE GALLEGOS

Una revista legendaria Irradiador. Revista de vanguardia Edición facsimilar Presentación de Evodio Escalante y Serge Fauchereau UAM. México, 2012 128 pp.

RESEÑA

Lecciones de un humanista RESEÑA Claudia Hernández de Valle–Arizpe Así, para olvidar las cosas, me puse otra vez a recordarlas. RBN

L

a Antología general de Rubén Bonifaz Nuño,publicada en México por la UNAM y Gato Negro Ediciones en noviembre de 2009, pero presentada apenas hace un año en la FIL de Minería, es una de las publicaciones más recientes de la obra del poeta, acertada y deleitable, comenzando por su diseño editorial. Se trata de cuatro libros que vienen dentro de una caja que parece guardarlos como un tesoro. ¿Por dónde empezar? ¿Cómo leer esta antología del humanista veracruzano, nacido en Córdoba en 1923 y fallecido el pasado 31 de enero en la Ciudad de México? El orden de los factores no altera el resultado fincado en el asombro, sin embargo, iniciar con la lectura de los ensayos, seguida por la de las versiones y luego por la poesía, puede resultar muy interesante debido a los vasos comunicantes que el lector establecerá. Leer primero el “Discurso de ingreso a la Academia Mexicana” (1963), la “Conferencia de ingreso al Colegio Nacional” (1972) —dos documentos imprescindibles para entender sus ideas y preocupaciones sociales y estéticas— así como la ya célebre entrevista concedida a Marco Antonio Campos con la que cierra este volumen de ensayos, aportará gratificaciones especiales. ¿Cuáles? Por ejemplo, la de constatar que las convicciones de RBN sobre el arte de los antiguos mexicanos —polémicas e innovadoras por demás— o su estudio sobre la muerte, la guerra y la amistad en las culturas latina y náhuatl afloren de otra manera en los poemas, pero iguales en su esencia, en su importancia enorme para entender mejor quiénes somos los mexicanos, de dónde venimos, y ¿por qué no?, hacia dónde vamos. Lo de los vasos comunicantes aplica también a las confesiones del poeta sobre su preferencia por un metro determinado; al cuándo y de qué manera escribió un libro, a los fantasmas que son reales porque cree en ellos, o a su idea del amor como “la única manera de acercarse al misterio”. En la entrevista con Campos confiesa lo que piensa de la mujer, nombra a los poetas que más lo han influido, subraya su amor por la ciudad, pondera la memoria, y con todo ese material en el que se nos revela Rubén Bonifaz, el hombre, nosotros, sus lectores, nos enfrentarnos a su obra poética menos despojados y con la posibilidad de transitar por varios niveles de lectura: saber que esa piedra y esa energía que se renueva siempre es la mal llamada Coatlicue; que la memoria no es sólo memoria sino

“y la memoria/ tenaz dentro de ti, como una fuente/ con el destino de sonar a oscuras” (Tres poemas de antes). Que la mazorca, la muchedumbre de algo, el grupo, en los poemas de la amistad se inscriben, sobre todo, en la tradición prehispánica. Leer antes que la poesía, en el volumen Versiones, los fragmentos de obras de autores griegos y latinos traducidos por RBN, permite identificar después en, por ejemplo, Albur de amor, algunos símbolos de la antigua Grecia y de la Grecia clásica; el cultivo de un ritmo que busca reproducir una sonoridad particular, o la valoración de la mujer en la antigua Roma, siempre en conjunción, eso sí, con el mundo prehispánico, la religión católica, la alquimia, el México del siglo XX y la música popular, amalgama que evidencia su extraordinaria vocación sincrética. Además, leer dichas traducciones supone asomarse a una gran diversidad de temas y estilos; pasar de la misoginia en el Monólogo de Hipólito de Eurípides, a las posibles causas de rayos y truenos que enumera con gracia Lucrecio; descender de la mano de Virgilio al infierno, a algunos de los versos más obscenos de Horacio o a los consejos que Ovidio da a mujeres y hombres en El arte de amar y que tienen una sorprendente vigencia. Los leemos, asimismo, conscientes de que el poeta, al cultivar la traducción más apegada a la forma original, trabajó con iguales dosis de pasión, cautela y rigor. La Antología general es el resultado magnífico del trabajo de jóvenes editores y diseñadores. Son jóvenes también quienes hicieron la selección de textos: Sol Aréchiga, Yael Weiss, Pável Granados, César Arenas y Víctor Mantilla. Vale la pena hacer hincapié en lo de la juventud, porque resulta estimulante y digno de celebrarse que Rubén Bonifaz Nuño sea leído cada vez más por los jóvenes. No puede pasar desapercibido el hecho de que éstos muestren un vivo interés por una obra que es atemporal y ejemplar. El poeta supo conciliar como nadie lo aparentemente distante o hasta irreconciliable de tradiciones que nos han enseñado a ver separadas, ajenas unas de otras, y nos mostró que la interpretación de los textos, a partir del conocimiento, ofrece recompensas insospechadas. Humanista, Bonifaz nos recuerda, entre otras muchas cosas, que la paciencia es virtud, que la sabiduría es producto del estudio de toda una vida, que la gracia de lo pequeño impone tanto como lo monumental, y que la capacidad de observar no radica solamente en los ojos. L

Ernesto Jiménez Olín

D

e 1921 a 1927 el estridentismo, el único movimiento de vanguardia surgido en México que estuvo a la altura de sus pares extranjeros —futurismo, dadaísmo y ultraísmo, entre otros—, cimbró nuestro ambiente artístico e intelectual. Todo comenzó con el gesto individual de Manuel Maples Arce pero, poco a poco, otros jóvenes insatisfechos hicieron eco a su llamado. Tomando en cuenta las reuniones que se hacían en el Café de Nadie en 1923, el grupo estridentista estaba conformado por los escritores, sigo el orden en que los cita Luis Mario Schneider, su estudioso mayor: Arqueles Vela, Salvador Gallardo, Germán List Arzubide, Luis Marín Moya, Febronio Ortega, Miguel Aguillón Guzmán, Gastón Dinner, Francisco Orozco Muñoz; los músicos Manuel M. Ponce y Silvestre Revueltas; y los artistas plásticos Diego Rivera, Leopoldo Méndez, Germán Cueto, Ramón Alva de la Canal; Jean Charlot y Fermín Revueltas (resulta extraño que no se mencione al poeta Kyn Taniya entre los habituales.) En lo referente a publicaciones, importantes para dar a conocer los principios del movimiento, se pueden mencionar tres momentos: el primero fueron los tres números de la hoja volante Actual, que se pegó en las paredes de la ciudad a finales de 1921 y durante 1922. El segundo ocurre con la publicación de los tres números de la revista Irradiador aparecidos en 1923; y el tercero con la aparición de la revista Horizonte en Xalapa, cuya vida va de 1925 a 1927 y que fue la que tuvo mayores recursos pues contó con el apoyo del gobernador de Veracruz, Heriberto Jara. En sus investigaciones El estridentismo o una literatura de la estrategia (Bellas Artes, 1970) y El estridentismo. México 1921–1927 (UNAM, 1985), Luis Mario Schneider lamentaba que hemerográficamente no se contara con ningún ejemplar de la revista del periodo medio, es decir, de Irradiador. En las reuniones efectuadas en el Café de Nadie, cuenta en su estudio de la UNAM, hubo discusiones sobre “la gestación de una editorial y la creación de la segunda revista estridentista Irradiador, de la cual no se conserva ni un solo ejemplar de los tres números que probablemente se publicaron.” (En stricto sensu sería la primera revista, si consideramos que Actual fue únicamente una hoja volante.) Este vacío se ve ahora finalmente colmado con la edición facsimilar de los tres legendarios números de Irradiador, dirigida por Maples Arce y Fermín Revueltas, gracias al esfuerzo de Evodio Escalante y la generosidad de Salvador Gallardo Cabrera, nieto del poeta del mismo nombre. La importancia de esta publicación radica en que permite visualizar la evolución del movimiento, que trasciende lo artístico para incorporar a la ciencia y los asuntos políticos. El análisis detallado de estos tres números se puede encontrar en los estudios introductorios de Evodio Escalante y Serge Fauchereau. Aquí solamente llamaré la atención sobre dos textos: “El estridentismo y la teoría abstraccionista”, de Arqueles Vela, aparecido en el segundo número, y “La audición colorida y las sinestesias de los ciegos”, de Emile Malespine, del tercero. Si el texto de Arqueles Vela destaca, señala Escalante, se debe a que es “acaso el primer intento de establecer en el plan reflexivo lo que sería la poética del estridentismo”. Simultaneísmo, trascendencia de los parámetros tiempo–espacio y anulación del yo son algunos de los temas que toca Escalante. Para Fauchereau, el artículo “El estridentismo y la teoría abstraccionista” tiene valor porque a pesar de que Vela no pretendía teorizar “alude, sin embargo, a teorías que sólo conocían los iniciados en los debates parisinos”. Finalmente, el escrito de Malespine se mantiene dentro de los objetivos vanguardistas de romper esquemas, en este caso, de percepción, ya que se relaciona con un recurso poético presente en la obra de Maples Arce: la sinestesia o mezcla de imágenes. Su verso El silencio amarillo suena sobre mis ojos es un buen ejemplo de esa “audición colorida” de los ciegos. L


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LABERINTO

en librerías Di su nombre

Francisco Goldman Sexto Piso México, 2012 432 pp.

L

as heridas de las que habla el famoso poema de Miguel Hernández —la de la muerte, la del amor, la de la vida— ¿son diferentes o son una sola? Después de leer esta novela de Francisco Goldman, la pregunta parece pertinente. En esta historia de amor trágica, el amado —para usar términos convencionales— cuenta cómo va superando el duelo por la pérdida en un accidente de su amada. Aura, tal es su nombre, murió ahogada en una playa mexicana y los familiares de ella culpan al protagonista, Francisco, de su muerte. Como otros escritores, Goldman va paliando su dolor mientras escribe. Sabines reclamaba al lector en el poema dedicado a la muerte de su padre: “¡Maldito el que crea que esto es un poema!”, pero el verdadero artista siempre hará arte a pesar suyo. Richard Ford tiene entonces razón cuando señala que esta “es una historia tan triste que únicamente la belleza puede redimirla”.

Un amor de Simone

Alguien se lo tiene que decir Juan Manuel Villalobos Tumbona México, 2012 128 pp.

E

n el cuento que da título a este libro, el protagonista se enfrenta repentinamente con el desengaño de las convenciones amorosas: un mexicano radicado en Sidney, lleva una amistad estrecha con dos jóvenes australianos. Andy es soltero y Peter mantiene lo que, en apariencia, es un matrimonio estable. Tamhina, la esposa de éste, no solo es una chica bella y talentosa sino que posee un don especial para inspirar todo tipo de relatos. De copas en un bar, Andy le comenta al mexicano que Tamhina engaña a Peter y, por consiguiente, que su deber de amigo es quitarle la venda de los ojos, un acto de una brutalidad innecesaria, piensa el mexicano, pues no se le puede hacer daño a alguien con tanta impunidad. Sin embargo, el empeño de Andy le hace comprender muchas cosas acerca de Tamhina y su extraño y misterioso amante, y de la urgencia de Andy por destruir ese matrimonio. Alguien se lo tiene que decir gira en torno de la desilusión, el autoengaño y el fracaso.

Memorias de cocina y bodega

Bárbara Jacobs DGP Conaculta, col. El Centauro México, 2012 67 pp.

E

n su nuevo libro, Bárbara Jacobs nos presenta un completo perfil de Simone de Beauvoir. El recorrido comienza con un boceto de la feminista, filósofa y luchadora social a propósito del interés de la escritora mexicana desde su adolescencia: “Éstas y otras generalizaciones que la definían me paralizaban, aun cuando no fueran sino generalizaciones. Existencialista. Protagonista de un amor libre, en el sentido de no convencional. Figura pública mundial. Personaje indispensable de la escena intelectual, de la obligada vida de los cafés, anecdótica y pintoresca...” Jacobs explora en este ensayo —también una bitácora de lecturas— las memorias de Beauvoir, donde descubre la relación amorosa entre la francesa y Nelson Algren. Después del estudio de la correspondencia, Jacobs delinea la imagen de una Simone que, lejos de su pretendida solemnidad, recupera ante el lector un carácter más humano.

Las ventanas más pequeñas del mundo

Alfonso Reyes Lectorum México, 2012 124 pp.

Q

uién mejor que el propio autor, personaje que no requiere presentación ni comentario acerca de sí y de su obra, para explicar el origen de este breve pero interesante anecdotario (no son críticas, no es diario ni son crónicas o remembranzas) sobre los placeres gastronómicos. He aquí una muestra del proemio: “También yo he pagado mi tributo al arte de cocina y bodega: ya un poema sobre la confitería de Toledo o una rápida alusión a las sevillanas y murillescas yemas de San Leandro; ya unas páginas sueltas sobre las tierras castellanas, andaluzas, vascongadas y bordelesas; y hasta he dejado noticia de mis andanzas en busca de caracoles borgoñones y de trufas perigordinas. “En fin, éste no es un libro de tesis ni de disertaciones. No sea que se me canse el lector. Este libro sólo se destina a gente de honrada naturaleza capaz de apreciar el arte del buen comer.”

Poemas y fragmentos Safo Textofilia México, 2012 175 pp.

Jorge Luján/ Javier Zabala Conaculta México, 2013 40 pp.

O

nix es una niña mexicana que por las tardes espera con ansias el regalo de su abuelo. Esta ocasión, el obsequio es una colección de pequeñas ventanas que le envía desde distintas partes del país. Al comenzar a jugar, Onix escucha a lo lejos una canción. Se le hace conocida. Es, claro, el corrido que su madre le ha cantado varias veces: “La cucaracha”, pero un malvado diablillo parece haberle cambiado la letra. Onix juega con varias ventanas y cada una la lleva a descubrir y recordar costumbres de su país como la lotería, el camotero o La Catrina de Posada... Escrito por el argentino Jorge Luján e ilustrado por el español Javier Zabala, este libro estructurado en verso para los primeros lectores, es una propuesta del rescate de las tradiciones populares. Luján, quien también es docente, arquitecto y músico, es autor de más de 30 libros, en los que trasluce su admiración por la cultura mesoamericana.

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a editorial Textofilia ha puesto en circulación una edición bilingüe —griego y español— con los versos de la poeta Safo, quien vivió en la isla de Lesbos hacia el siglo VI a.C. Contemporánea de Alceo, Safo escribió nueve libros de odas, canciones nupciales, himnos, de los que se conservan solo algunos fragmentos; a propósito, Francisco Segovia escribe: “¡Qué despedazada nos ha llegado Safo! Y, sin embargo, qué imagen tan entera de ella nos entregan sus fragmentos. ¿No será, entonces, que no está en verdad deshecha, sino más bien multiplicada en sus pedazos...?” La traducción, introducción y notas están a cargo de Mauricio López Noriega, quien dice haberse ceñido al griego al considerar que otras versiones han pasado por alto la sencillez clásica de Safo y esa sutil y poderosa conciencia femenina que vive en la poesía de la escritora junto a atmósferas radiantes, encantadoras y brillantes.

Rayuela, 50 años AMBOS MUNDOS Santiago Gamboa www.facebook.com/ Santiago Gamboa–club de lectores

L

eí Rayuela más bien tarde, al menos para mis estándares de esos años, pues tenía ya veinte años y vivía en Madrid, donde estudiaba Filología Hispánica. Digo que lo leí tarde porque empecé por García Márquez, luego Vargas Llosa y Carlos Fuentes, José Donoso y Cabrera Infante e incluso Alejo Carpentier, y el motivo de haber retardado a Cortázar tuvo que ver con el mundo de Bogotá del que salí corriendo, la facultad de literatura de la Universidad Javeriana de esos años, donde los más postmodernos se consideraban dueños de Cortázar y por supuesto sus viudas y viudos, lo que fue suficiente para poner distancia con él. Pero en Madrid, lejos de eso que, de forma injusta, yo relacionaba con Cortázar, agarré Rayuela y me la leí de un tirón siguiendo la tabla recomendada por él, y luego, uno por uno, todos sus libros de cuentos y novelas, más los libros de miscelánea como Último Round o La vuelta al día en 80 mundos, o Los autonautas de la cosmopista, y sus escritos políticos, y en el entusiasmo me volví coleccionista y empecé a buscar sus poemas, Pameos y meopas, y el cómic Fantomas contra los vampiros multinacionales —que encontré en primera edición—, y por supuesto, toda esa pasión quedó reflejada en una serie de cuentos “cortazarianos”, con personajes que hablan de jazz en un apartamento parisino. Al terminar la universidad en Madrid me fui a París persiguiendo al espectro de Cortázar, del que no quedaba nada salvo algunos latinoamericanos presuntuosos —como mis antiguos compañeros de la Javeriana— que se vanagloriaban de haber conocido a “Julio” y de tener por ahí una o dos cartas de él. El mundo de Cortázar, esa libertad estética que él promulgó y practicó, y ese

Primera edición, 1963

espacio tan atractivo de gentes cosmopolitas que se pasean por escenarios europeos y bonaerenses hipercultos, tuvo la mala suerte de caer, tras la muerte de su autor, en manos de programadores culturales esnobs y presuntuosos. Algo parecido ocurrió con la obra de Bolaño. Quienes leen y disfrutan los libros, los lectores sinceros, le dan sentido y actualidad a la obra, pero la corte de jerarcas literarios que se proclamó “heredera oficial” en universidades, medios de prensa y en el mundo literario posterior acabó por construir en torno una muralla o “clan de iniciados” que le hizo mucho daño al original, inocente de todo eso. Lo vi en París, por supuesto, pero también en Madrid y en otras ciudades. Ese establishment post–cortazariano que tuvo el poder cultural latinoamericano en Europa en los años ochenta y parte del noventa menguó en momentos en que también Rayuela envejeció un poco. Hoy, 50 años después de su publicación, queda el sabor de una prosa inteligente y original, pero vistos los tiempos arduos que corren para la literatura, me surge la misma pregunta que me hago con Cien años de soledad, Conversación en la catedral o La región más transparente: ¿tendría lectores si fuera publicada por primera vez en 2013 o pasaría desapercibida? L


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MILENIO

teatro CORTESÍA PRODUCCIÓN

La pieza se presenta en el Teatro El Granero del Centro Cultural del Bosque

Los constructores de imperios Catalogada como teatro del absurdo, la obra de Boris Vian pone en evidencia el lastre con el que cargan personajes instalados en la evasión de todo compromiso personal CRÍTICA Alegría Martínez alegriamtz@gmail.com

U

na escalera de lámina color plata, similar a una escalinata de avión, domina el centro del espacio. Su movilidad es como el de un “sube y baja” que puede topar con brusquedad en el suelo, a menos que quienes pongan ahí el pie, equilibren la intensidad de sus pasos. Un rechinido estridente estoquea la existencia de una singular familia perseguida por el eco de algo que los trastoca y los obliga a huir sin tregua, hacia una nueva morada que será, necesariamente, más pequeña que la anterior y estará un piso más arriba. Este espacio es el que habitan los personajes de Los constructores de imperios o El schmürz de Boris Vian, que dirige Mario Espinosa, quien junto con Gloria Carrasco, escenógrafa, y Ángel Ancona, diseñador de iluminación, integrantes de Cornamusa, crean para

el montaje de la obra escrita por el poeta, jazzista, novelista y traductor nacido en París en 1920. Matrimonio, hija joven y ama de llaves, arriban cada vez a un lugar extraño, donde a la espera hay un hombre silencioso que es usado como saco de boxeo. Sujeto por una soga, al igual que otros bultos que cuelgan inertes a unos cuantos pasos, este hombre que calla, escucha y recibe patadas, maletazos y jalones cuando estalla la ira de los adultos, parece ser tomado en cuenta únicamente por la joven Zenobie, quien se dirige a sus padres a punta de verdades que nadie atiende. Con traducción de Humberto Pérez Mortera, esta versión transforma el final de la obra sin robar su esencia, pero añade parlamentos explicativos en boca del schmürz, que en el original

no se encuentran y que llaman la atención por su intención pedagógica para romper el misterio de este personaje. Será que, como lo aclara el director en la hoja de sala, el montaje está en formato de “work in progress”. Quizá, pero no hace falta. Ubicada la acción en un lugar que se puede asociar con una morgue estilo casero, donde bultos, valijas, mesita o sillón se hallan forrados de plástico negro, mientras la escalinata deja escapar destellos metálicos, los personajes se aferran a las palabras, a la vivacidad de los recuerdos que alimentan su desamparo, y a seguir de pie en medio de la infinita persecución de una paz imposible. Juan Carlos Rodríguez como el padre, Carmen Madrid en el rol de la madre y Zenobie, la hija, a cargo de Sofía Espinosa (quien alterna con Patricia Yáñez), Alaciel Molas en el papel de Cruche (la empleada doméstica), Javier Rojas Trejo como El vecino y José Antonio Becerril como El schmürz, generan la violencia explosiva de un puñado de personajes instalados en el miedo, que intentan vivir el presente que se les escapa entre lamentos y exabruptos. Catalogada como teatro del absurdo, esta obra de Boris Vian, estrenada en 1959, pone en evidencia (y actualiza) el lastre que cargan personajes como los padres, instalados en la evasión de todo compromiso personal, con su familia y su entorno, al tiempo en que expone la severidad de los cuestionamientos planteados por la joven hija, que se diluyen en el trajín cotidiano, mientras subraya la artificialidad del vecino o la contundencia desasosegante de la empleada que busca la respuesta precisa, aunque ésta corresponda a la más simple de las preguntas. Mientras el vértigo se detiene ante la irrupción del inmenso rechinido que retuerce los cuerpos y exorbita las miradas, El schmürz, ese hombre con su traje sastre pegosteado de plástico negro, observa, gime, se arrastra, explica, se pone casco y chaleco y avanza hasta acercarse a un padre transformado en militar, en alguien que reconoce su soledad eterna. Los constructores de imperios o El schmürz, con vestuario de Adriana Olivera y codirección de Alicia Sánchez, es una obra con un humor que rechina, un montaje desasosegante hecho por un buen equipo, que trae a escena el texto de un autor imprescindible, inmerso en una estética que nos ubica drásticamente en ese depósito de cadáveres y ausencias que nos hemos empeñado en transformar en hábitat. L

LA PUERTA ESTRECHA MARIANELLA VILLA

Mendoza Alicia Quiñones aquinonescontacto@gmail.com

H

ace un par de semanas se inauguró el teatro de la compañía Carretera 45 en la colonia Obrera. Un foro pequeño, bien equipado y con una interesante propuesta en su cartelera: Juárez–Jerusalem, de Antonio Zúñiga, una historia para adolescentes donde dos niños hablan sobre la violencia en su país; El grillo (teatro de papel), de la dramaturga canadiense Suzanne Lebeau, donde se abordan la muerte y la soledad como un motivo para la creación; y Mendoza, de la compañía Los Colochos. Valentía, amor a la profesión o el motivo que sea, este foro sin apoyos gubernamentales hoy emprende una tarea que gran parte de las instituciones de la Ciudad de México no han podido llevar a cabalidad: mantener propuestas culturales profesionales en colonias como ésta, una de las diez más conflictivas de la Ciudad de México. Carretera 45, originaria de Ciudad Juárez, se propuso mostrar en el centro del país una estética del teatro de la frontera tratada desde temas políticos e históricos. No es gratuito que este grupo dedique una buena parte de sus propuestas escénicas a la “comprensión” de la violencia. Mendoza es una adaptación de Macbeth en tiempos de la Revolución Mexicana. Y aunque

el texto —a cargo de Zúñiga y Juan Carrillo— se haya fijado en el ideario de 1910 y esté ambientada en una cantina, nos convertimos en espectadores del propio siglo XXI, en el que alcaldes son asesinados al término de una fiesta o baleados y degollados, como ha sucedido en los últimos años en México. Dice Lady Macbeth que ese brebaje que a ella le da valor, a los otros duerme. El alcohol es para el asesinato de los políticos una de las herramientas más solventes, según la pieza shakespeareana, detalle que está muy presente en esta adaptación. También se dice que Macbeth es la más desafortunada de todas las obras de Shakespeare, sobre todo para quien actúa en ella. Una idea aún más terrorífica, que Harold Bloom escribió, es que esta pieza también depende del horror que despierta en el espectador. A diferencia de Hamlet, que busca justicia, Macbeth (Mendoza) busca el poder bajo un halo de confusión y de culpa, y aunque parecería cometer un asesinato inducido por su mujer, el hombre de esta casa reconoce sus deseos asesinos desde el principio de la obra; el matrimonio perfecto para vivir la locura y la culpa. Es curioso que esta tragedia se desprenda de la pareja más feliz que creó el autor inglés. Dirigida por Juan Carrillo, Mendoza comienza con el punto medular de la historia: el oráculo. La bruja que se enfrenta al nuevo general aspirante a gobernador para dictar su futuro, una prueba entre la ambición y la cordura. Y pasa lo que ya sabemos: la mujer de Mendoza desea

Escena de la adaptación de Macbeth

que su hombre busque un mejor puesto, que sólo podrá lograr matando a su jefe. No todo en este montaje es un camino sin sorpresas. Los mayores aciertos radican en la forma en que los actores interactúan con el público y en los recursos escénicos, como las máscaras, que nos hacen recordar cuántos demonios ocultamos en nuestra vida cotidiana. La puerta estrecha se ha cerrado. L


sábado 9 de febrero de 2013 b 11

LABERINTO

cine ESPECIAL

Pierre Étaix

“Lo chistoso no es necesariamente cómico” El cineasta francés, uno de los más grandes exponentes de la comedia del siglo XX, rememora su trayectoria en el cine a propósito de una muestra que se presenta en la Ciudad de México ENTREVISTA Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com

J

erry Lewis solía definir a Pierre Étaix como un genio. Heredero de Buster Keaton y Charlie Chaplin, el actor y director francés ha const ruido una vasta trayectoria que alcanza sus puntos más altos en los filmes: Yo yo, El país de la abundanciaySolo la salud cuenta. A sus poco más de ochenta años, el humorista se mantiene vigente y reconoce que es exagerado llamarlo cineasta de culto. Pertenece a una generación que hacía reír de una manera muy diferente, ¿es un hombre nostálgico? No me considero nostálgico, pero sí un hombre legítimamente inquieto. Hacer reír al otro es una tarea que me ocupa permanentemente. ¿Hacer reír es cuestión de vocación o de talento? Como en la música, si quieres componer necesitas un oído musical; para reír se necesita una bis cómica. ¿Usted cómo la descubrió? Por las ganas de hacer cosas chistosas. De niño me marcó ver las películas de Charlie Chaplin, ir al circo y ver a los payasos. Fue inmediata la atracción que ese mundo despertó en mí y se mantiene todavía hasta hoy; incluso puedo decirle que es lo que me mantiene joven. A la hora de interpretar, ¿en qué punto se cruza el circo con el cine cómico? El cine cómico es una expresión particular que no se parece a otra expresión, requiere un lenguaje específico. Sin embargo, se empatan en tanto que el payaso es su propio director, autor y actor, cosa que también sucede con el comediante. Siempre

hago la diferencia entre los actores cómicos y los personajes cómicos. Los primeros no son directores creativos de su propio personaje, simplemente actúan. En cambio las películas de Chaplin o Keaton no envejecen, no tienen ninguna arruga. Pese a pertenecer a la tradición de Tati o Buster Keaton, ha conseguido mantenerse vigente. ¿Cómo lo ha conseguido? Mis películas han sabido moverse en diversas corrientes y cada una interesa a personas distintas. Hay cosas que van más allá del tiempo y las fronteras, y me gusta pensar que el payaso no morirá mientras haya niños. ¿Qué lo hace reír? Todo lo que es chistoso. ¿Qué es chistoso? Dígamelo usted, puede ser cualquier cosa. ¿Hay fórmulas o secretos para la comedia? Ningún secreto. Lo chistoso no necesariamente es cómico. Una situación dramática, se puede volver cómica cuando se mira con la perspectiva del tiempo. Una de las claves radica en la capacidad para reírse de sí mismo pero para eso se requiere cierta inteligencia. ¿En qué radica la universalidad de este género? El humor varía un poco de acuerdo a cada región pero, al mismo tiempo, hay una forma de humor que atraviesa todos las fronteras y eso es lo que más me interesa. Si me pide que la defina, sinceramente no sabría ni por dónde empezar. Lo mismo ha hecho cine en blanco y negro que en color, ¿extraña el primero?

“Pierre Étaix. Todo su cine” se exhibe en la Casa de Francia en México hasta el 16 de febrero; y la Cineteca Nacional presenta una retrospectiva fílmica

Cada evolución trae cosas positivas pero también negativas. Hay cosas que tienen más sabor en blanco y negro, otras no. El trabajo del artista es aprender a apropiarse de lo mejor de todo. La comedia y la tragedia de antes no son iguales a las que se hacen ahora. No es que uno o lo otro esté bien o mal, lo que importa es el uso que se hace de las formas. Mantuvo un litigio con su productora durante veinte años, por lo que tuvo sus filmes en el congelador. También fue expulsado de la Escuela del Circo que fundó. ¿Crear humor ayuda a enfrentar los reveses de la vida? Sí, aunque no encontré soluciones. Mi oficio de cómico me ayudó a tomar distancia ante los problemas, a no echarme para atrás y no tomarlos con tanto dramatismo. Nunca me consideré víctima. No siempre supe sobrellevar la tristeza, pero gracias a la distancia que otorga el humor pude seguir actuando. ¿Cuando le dicen que es un director de culto qué piensa? En realidad todo lo positivo o negativo que se puede decir sobre lo que hice, no me interesa tanto. A veces me parecen abusivas las comparaciones con los master clowns, con Chaplin, Keaton o El Gordo y El Flaco. No me interesa pensar en eso porque no hay que mirar a un mismo, sino actuar desde la honestidad. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

La nobleza de lo imperfecto Fernando Zamora @fernandovzamora

L

a frase es de Murakami: “nobleza de lo imperfecto.” Creo que este es el tema de la mejor película cómica del 2012: Silver linings playbook lo es porque, como saben los dramaturgos, la comedia hace reír con base en nuestros defectos. Silver linings pone en escena estas imperfecciones. Somos él y somos ella. Lo somos en la nobleza de nuestra humanidad y, cuando cae inevitable la pregunta “¿me quieres?”, nos estremece la aparente simplicidad con la que O. Rusell ha regalado a la historia del cine un beso. No hay arrogancia en Silver linings, no hay moraleja ni moralina. Su profundidad está en esto: la ligereza del amor romántico. No hay grandes filosofías estremeciendo la pantalla. Hay, sin embargo, un tú y un yo que conmueven hasta las lágrimas si nos dejamos contagiar de fragilidad y locura. Locura. Pat acaba de salir del manicomio. Está obsesionado con rehacer su matrimonio. Tiene una orden de restricción de por medio. A insistencia de su madre, Pat viene a vivir con la familia. Estadunidenses típicos. Típicamente locos. Fragilidad. Tiffany acaba de perder al amado. Comparte con Pat el conocimiento de cualquier droga psiquiátrica, pero cuidado: ni Pat ni Tiffany

están aquí para construir un autocomplaciente discurso en favor de la locura, no. Silver linings habla de la nobleza de lo imperfecto, pero la locura no es una imperfección ni un defecto, es más: una enfermedad. No hay inocencias idiotas aquí. La locura apesta. Hay que tener mucho carácter para aceptar que estamos locos y, en este sentido, O. Russell ha construido escena por escena a un Quijote post–romántico. La aventura de Pat consiste en evitar que la bipolaridad le siga arruinando la vida. Excelsitud. Esta es la palabra que Pat, el loco, repite como mantra. Con ella se cree cuerdo (o al menos un poco menos loco). Somos él cuando no queremos tomar la pastilla de nuestra curación y nos aferramos a la enfermedad que todo nos permite, somos él cuando queremos hacernos amigos del terapeuta, somos ella cuando todo lo que hemos trabajado en cuatro meses lo queremos tirar al caño a cambio de un polvo y un par de vodkas. Somos la familia de Pat. A Robert de Niro (el padre) no lo veíamos actuando tan bien desde hacía mucho, pero aquí cuando le llora al hijo para pedirle que vea un partido de futbol con él produce una risa salada, de emociones contrarias. Somos el padre cuando nos entregamos, viciosos, a nuestras pequeñas supersticiones, y somos la madre, Dolores, cuando queremos nada más un domingo de felicidad familiar. Somos el amigo del manicomio,

Silver linings playbook (Juegos del destino). Dirección: David O. Rusell. Guión: David O. Rusell basado en la novela de Matthew Quick. Música: Danny Elfman. Fotografía: Masanobu Takayanagi. Con Bradley Cooper, Jennifer Lawrence y Robert de Niro. Estados Unidos, 2012. el loco Danny que ha escapado otra vez para venir a enseñar cómo baila un negro cuando seduce a una mujer. La nobleza de lo imperfecto aquí está: en esta historia hecha de personajes que producen risa con lo brutal de sus verdades y lo compasivo de sus mentiras. Hay, además, un baile que resume la nobleza de esta película. Pat y Tiffany bailan muy mal, pero consiguen con ello todo lo que más han deseado. L


12 b sábado 9 de febrero de 2013

MILENIO

varia MANUEL ÁLVAREZ BRAVO

ESPECIAL

Los Excluidos se volvieron lo Exclusivo

111 años de Manuel Álvarez Bravo

ARCHIVO HACHE

GUÍA VISUAL

Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

L

o marginal de ayer se vuelve lo cool de hoy. Artistas o autores excluidos o soslayados en vida, luego se vuelven símbolos de alternatividad, Jet Set. La mayoría de los curadores, críticos, académicos, lectores, escritores, editores, periodistas, etc., que hoy se identifican con marginales muertos, si hubieran vivido junto a ellos también los hubieran despreciado. ¿A qué se debe que los excluidos se vuelven Lo Exclusivo? A que a las clases estéticas nos gusta, oh, La Distinción. No queremos ser como la perrada que tiene gustos culturales obvios. Queremos Lo Distinto. Para eso mucha gente compra arte: para distinguirse. El arte otorga mayor clase espiritual, intelectual, alta cooltura. Como la Poesía, la que nos Refina. O la Academia, que nos Educa. Y la Música, que purifica el ruido de la Tribu. O el Cine Culto. Los olvidados ¡qué buen Buñuelo Intelectual! Los andrajosos, outsiders, apestados o raros del pasado se vuelven oportunas “joyitas”, lujos–retro de los que quieren distinguirse mediante consumos diferentes a los del Vulgo Culturoso y Mainstream Meado. Ese fenómeno queda evidenciado cuando las mismas comunidades que gustan de los raros y marginados del pasado, desprecian a los marginados y “raros” de este momento. Ni los voltean a ver. No saben ni de quién hablo. Dirán: este tipo lo dice por “provocar”, “polemizar” y “joder”, ¡inventa! El verdadero reto es reconocer el valor de quienes hoy no

aparecen en las revistas, suplementos, editoriales, disqueras, menciones o salas. Pero no para explotar su imagen, hacer dinero y convertirlos en un nuevo producto vendible, presumible como Gran Descubrimiento, un trampolín más en su carrera de Cazador de Talentos o, peor aún, Secreto–de–Unos–Cuantos. Quizá la lección que los grupos culturales pueden extraer de haber ignorado en el pasado obras que hoy les parecen Nice es entender de qué manera siguen activos los patrones de juicio que nos hacen ignorar a otros HOY. Y ya no heredar el desprecio y, por ende, lo próximo Retro–Distinguido. Lo más lamentable de todo este proceso de uso y reciclamiento elitista de los marginados muertos es que cuando los Elitistas Reconocidos los usan para Coolificarse un poco más, los Meta–Elitistas —es decir, los Elitistas que desprecian a los Elitistas–Conocidos– Por–Todos— dicen “ah, esos marginados muertos son un puro mito, una modita pasajera, yo por eso no me mezclo con tales FetiChistes”. O los que se creían dueños del Gran Secreto, al verlo difundido, digan “oh, no, nos ha robado nuestro tesoro la chusma advenediza”. La tragicomedia ping– pongnera del Clasismo Intelectual es que los marginados muertos suelen quedar atrapados; otra vez en entredicho. Pero eso no es una ley. Eso puede cambiar. La clave son los jóvenes sin prejuicios, y los hay, y son muchos. L

Magali Tercero mtercero2000@yahoo.com.mx

El espíritu de las personas En 1927, con apenas 25 años, Manuel Álvarez Bravo hizo una fotografía con este título. La imagen, así se dice ahora venga o no al caso, consiste en tres velitas encendidas colocadas sobre un montículo de tierra o tumba casi anónima. ¿Qué le tocó vivir al incipiente artista? Él quería alejarse de lo pintoresco. Por algo la frase destacada en el inicio de su página web es: “Lo importante en un fotógrafo es su obra, su sinceridad, su capacidad de trascender el plano documental para alcanzar la plenitud humana...”. ¿Cuándo habrá dicho esto que me recuerda a Nathaniel Hawthorne en su prefacio a La casa de los siete tejados? SEXYS 25 Mmmh… Yo a Manuel —cuando un artista te gusta lo llamas por su nombre de pila—, lo conocí de viejo. Nunca me lo presentaron pero me gustaba verlo de lejos en Bellas Artes o donde fuera. Siempre lo rodeaban dizque señorones culteranos pero quien brillaba era él con su espalda vencida, su pelo cano y alborotado, su rostro delgadito. No quise ser presentada porque temo siempre conocer la “detrasidad”, María Luisa La China Mendoza dixit, de quienes admiro. No sé porqué pero imagino tres viudas frente a esa tumbita de Manuel. Uno queda impresionado con las fotos tempranas de Manuel pero también con su descendencia. Por ejemplo, con el parecido asombroso de su nieto Manuel, hoy de unos 25, con su voz hermosa cuando se presenta en los espectáculos de burlesque inteligente, culto, lleno de belleza y picardía, de la gran actriz Adriana Olivera. ¿Adónde me llevas con tus fotos antiguas, Manuel? Pero, volviendo al tema, visite su página www.manuelalvarezbravo.org. Dos años después de la foto de los espíritus, en 1929, Manuel fotografía algo muy vivo y húmedo: unas jícamas que dibujan en oleadas una sensualidad abstracta y maravillosa. Antes se ha clavado en la imagen de unos caballitos diminutos adornando a todo galope, qué cursi que puede ser uno, un carrito de

helados de 1926. Los órganos de 1929 me recuerdan la fotografía vanguardista de Agustín Jiménez, nacido en 1901, un año antes que Manuel. ¿Se habrán conocido? ¿Habrán competido y se habrán odiado como ocurre entre artistas? Hoy 4 de febrero, día en que escribo este pequeño homenaje, MAB cumpliría 111 años. Sus posibles flaquezas no nos importan (iba a decir “flaquezas humanas” como se dice “derechos humanos” pero, ¿para qué si sólo los humanos flaqueamos?). En 1924, a los 22, Manuel compra su primera cámara. En 1926 gana su primer premio con la foto de unos novios en una barca. ¿Es romántico este Manuel? Yo pienso que sí. Lo constato en Los venaditos o pan nuestro, serie realizada entre 1920 y 1930. Maniquís riendo, de los años treinta, es tan espléndida como Los agachados de 1932. Ahí aparecen varios hombres de espaldas en una cantina. ¿Saldría de allí el título de Rius? A saber. Dos años después, Manuel está fotografiando a un obrero asesinado. La imagen nos cimbra. Más adelante participa, a sus 38 años, en la exposición surrealista organizada por André Breton para la galería de Inés Amor del D.F. Breton le pide la portada del catálogo pero no la publican porque Manuel, siempre tan sensual y clásico, hace un desnudo. A los 55 (1957) se convierte en “cinefotógrafo” de Nazarín, dirigida por Luis Buñuel. A esa misma década corresponde la imagen de Pemex aquí reproducida. Era otro México. Nadie esperaba horrores como los de la semana pasada. Can de mar No seguiré dando el currículum porque ustedes pueden verlo en la página citada. Agrego, solamente, cómo se nota que sus retratos de los cuarenta —Silvestre Revueltas y Juan Rulfo, por ejemplo—, fueron hechos de artista a artista. O cómo se nota que Can de mar habla de un Manuel capaz de ver cómo se vinculan las criaturas entre sí. Religión (re–ligare), humor, acontecimientos mundanos, ternura, política, abuelas, mujeres, magueyes mexicanísimos y otros temas son parte de su abecedario fotográfico. No se pierdan la exposición por su cumpleaños 111 en el Palacio de Bellas Artes. L


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