Laberinto No. 487

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Laberinto

David Toscana Tengo orgullo de ser del norte página 2 Mario Santiago Papasquiaro Poesía página 3 Heriberto Yépez Carta a un lector del 2050 página 12 Avelina Lésper El autoritarismo estético de la UNAM página 12

N.o 487

sábado 13 de octubre de 2012

El Premio FIL: la polémica interminable Armando González Torres / Héctor González / Carlos Paredes Páginas 3, 4 y 5 YAN BO

Premio Nobel de Literatura 2012

Mo Yan

Cuento inédito en español Entrevista / Nieves Martín Díaz Una tarde con el autor / Edgardo Bermejo Páginas 6 a 8

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MILENIO

antesala DE CULTO

Ernesto Jiménez Olín ESPECIAL

Tengo orgullo de ser del norte TOSCANADAS ESPECIAL

Vista de la ciudad de Monterrey

David Toscana dtoscana@gmail.com

H

ace veinte años, cuando publiqué mi primera novela, comenzaba a hablarse de un supuesto fenómeno llamado “Literatura del norte”. Nunca supe bien de qué se trataba. Por supuesto Monterrey estaba en el septentrión mexicano, pero ¿qué tiene que ver la geografía con la palabra? Si hay más distancia entre Monterrey y Tijuana, que entre Monterrey y el D.F., ¿por qué nos gusta la división nortesur y no la oriente-occidente? ¿Que yo soy escritor del norte? ¿Qué significa eso? ¿Acaso significa que me he de poner un sombrero vaquero, una cuera tamaulipeca y gritar “ajúa” cada vez que me sale una buena frase? Sin embargo acepté el mote de escritor del norte, pues eso me llevaba a encuentros y congresos donde bebíamos mucha cerveza y la pasábamos bien. Nos hacía gracia cuando alguien mencionaba que la norteñés era una estrategia comercial, ya que no solemos agotar las primeras ediciones ni ganar premios de relumbre. Otros lo tomaban como un intento del centro de decir que éramos regionalistas, de pocos alcances, pues siempre había que cargar con una etiqueta que minimizaba el cosmos. Los escritores del centro eran mexicanos; nosotros éramos meramente tijuanenses o regiomontanos o culichis. A Jesús Gardea, un narrador excepcional, lo sepultó la crítica al llamarlo “narrador del desierto”. Si bien, luego de mucho repasarlo, acabé por aceptar una característica en los narradores del norte: somos bárbaros y

primitivos, como el resto de los norteños. Esta revelación me llegó con la anécdota que ahora cuento: En cierta ocasión leía el libro de un célebre narrador capitalino. En una de las páginas me topé con este enunciado: “una puerta de cristal biselado”. Hube de interrumpir mi lectura para llamar a Felipe Montes. Ni siquiera tuve que hacerle una pregunta. Tan sólo dije: “Puerta de cristal biselado”, y él de inmediato me respondió: “Puerta de vidrio”. Claro que sí, le dije, no hace falta más. Y colgamos. A los dos minutos me llamó para preguntar: “¿Por qué no simplemente puerta?”. Le expliqué que quienes estaban fuera miraban hacia dentro; y los de dentro miraban hacia fuera. Colgamos. Volvió a llamarme a los dos minutos. “Pues deja la puerta abierta”. En el contraste entre una puerta abierta y otra de cristal biselado, entre echarse un trago y degustar un Château La FleurPétrus 82, entre ponerse los zapatos y calzarse unos botines Salvatore Ferragamo de piel de becerro, entre simplemente “ir”, y “abordar una Cadillac Escalade color negro para dirigirse a”, está la esencia de la diferencia entre la narrativa del norte y la del centro. ¿Que somos bárbaros? Sí. ¿Poco sofisticados? ¿Secos? También. La frase es bien conocida: “Donde comienza la carne asada termina la civilización”. Tal vez sea verdad; pero ¿a quién no se le hace agua la boca nomás de pensar en una arrachera con aguacate, chiles toreados, tortilla de harina y una cerveza bien helada? L

Alfred Kazin

Un intelectual de Nueva York

L

a controversial personalidad del crítico literario, cronista e historiador de la cultura Alfred Kazin (1915-1998) provocó que, incluso en el área donde menos cuestionamientos se esperaban, sus méritos fueran minimizados. En algún momento los especialistas en literatura estadunidense averiguarán el porqué de los despiadados juicios de Joseph Epstein: “Kazin fue un buen pero no un gran crítico. Su método fue un intento de entrar en la mente de los escritores que eran el tema de su crítica, para revelar su drama interno en el entorno histórico de su tiempo. Como escritor crítico tenía cierta fluidez, pero sin notables poderes de formulación. Clamó vivir por las ideas pero no parece haber tenido alguna, o al menos ninguna que pareciera persuasiva”. Oponiéndose a este severo punto de vista, la aparición de su primer libro On native grounds: An interpretation of modern american prose literature (1942; En tierra nativa. Interpretación de medio siglo de literatura norteamericana, FCE, 1993) fue unánimemente celebrada, lo cual llevó a Kazin a ocupar el lugar de Edmund Wilson y Malcolm Cowley en la prestigiosa The New Republic y posteriormente a ser considerado “el más poderoso reseñista de Estados Unidos”. Cuarenta años después de este primer libro, se publicó An american procession: The major american writers from 1830 to 1930. The crucial century (1984; Una procesión. Cien años de literatura norteamericana, FCE, 1987), que lo complementa. El primer volumen va de 1890 a 1940 y entre los autores

EX LIBRIS

BITÁCORA PSICOTRÓPICA

que estudia se hallan Edith Wharton, Theodore Dreisser, Sherwood Anderson, Sinclair Lewis y John Dos Passos. Kazin anotó en uno de los prólogos: “El joven que escribió En tierra nativa entre 1938 y 1942 lo hizo con plena confianza en que la historia es la madre de la literatura y que los Estados Unidos insurgentes del decenio de 1930, que lo conectaban con las tradiciones de la crítica social y del escenario norteamericano en general, estaban en la base de su libro”. Hablando de la crítica, es importante señalar el papel de gente como Van Wyck Brooks. En el segundo, encontramos estudios sobre Emerson, el historiador Henry Adams, Melville, Whitman, Hawthorne, Dickinson, Pound, Eliot, Hemingway y Fitzgerald, entre otros. “El siglo literario que empezó con Nature (1836) de Emerson —escribe Kazin en el prefacio— se cerró (pero no enteramente) cuando el espíritu libre de los modernos fue disipado por la guerra, la depresión, la ideología política, el academicismo y el post-modernismo”. Hijo de un matrimonio infeliz formado por un padre que se dedicaba a pintar casas y una madre que confeccionaba vestidos, Kazin tenía un testículo que no le bajó, era tartamudo y se casó tres veces. Estos hechos no le impidieron tener una buena imagen de sí mismo —“Amo mi mundanidad, mi esnobismo, mi facilidad”— ni formar parte de “la maravillosa generación de escritores y críticos”, como la denomina Richard Rodríguez, otro de sus comentaristas, conocida como “los intelectuales de Nueva York”. L Charles Darwin bEko

Xavier Velasco

La poesía surge de la necesidad de equilibrar la cábala y la cábula.

MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Roberto Pliego Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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antesala

EME ESE PE Escritos días antes de la muerte de su autor, estos versos invocan la estética callejera que marcó al movimiento infrarrealista

El combustible Bryce ESCOLIOS ESPECIAL

POESÍA

Mario Santiago Papasquiaro Los muelles del universo se están quemando

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oriré sorbiendo pulque de ajo haciendo piruetas de cirquera en la Hija de los Apaches del buen Pifas Bajo la bendición de las imágenes sagradas / inmortales del Kid / el Chango / el Battling / el Púas Ultiminio / el Ratón (sacerdotes del placer del cloroformo) Qué más que saber salir de las cuerdas & fajarse la madre en el centro del ring La vida es 1 madriza sorda Alucine de Efe Zeta Película de Juan Orol Mejor largarse así sin decir semen va o enchílame la otra garabateando la posición de feto pero ahora sí definitivamente & al revés (3 de enero de 1998)

F

undador del movimiento infrarrealista, Mario Santiago Papasquiaro fue el seudónimo de José Alfredo Zendejas Pineda. Nació en la Ciudad de México en 1953 y murió en 1998. Aunque Roberto Bolaño lo retrató en Los detectives salvajes, Mario Santiago fue para sí mismo un personaje, una reinvención desde la literatura. Los versos que aquí presentamos corresponden a Arte & basura. Una antología poética de Mario Santiago Papasquiaro, que en breve comenzará a circular bajo el sello de Almadía, y cuya selección y prólogo estuvieron a cargo del escritor mexicano Luis Felipe Fabre. En la edición se incluyen textos en su mayoría inéditos, algunos escritos en pedazos de papel, en servilletas. “La poesía de Mario Santiago —escribe Fabre— no es sólo poemas, o, mejor dicho, los poemas de Mario Santiago no son sólo textos: son acciones, gestos. [...] Todos los libros que pasaron por sus manos le sirvieron como cuadernos donde emborronar versos, frases, poemas. Una escritura literalmente marginal: escrita al margen y en el margen de los libros de literatura. Hay algo de vandálico en elegir los libros de otros poetas como espacio para la propia escritura: algo de grafiti y algo de intervención”.

El ganador del Premio FIL 2012

Armando González Torres

es, simplemente, un escritor tramposo que ha incurrido en delitos de plagio nocivos para el l tema del premio FIL acto y el pacto creativo. a Bryce se ha vuelto Bryce representa un caso inflamable: provoca extremo de esa economía de la tensas sobremesas llenas de impostura con que la industria disputas o silencios incómodos. editorial busca perpetuar el Las posturas son claras: muchos prestigio de un autor que ya se han pronunciado contra la no produce, nutriéndolo con premiación con dinero público lo que se pueda: maquinazos, a un escritor que practica publicidad, bufonerías, premios compulsivamente el acto por y presencia en las páginas de definición más anti-creativo, el opinión. Los valores de libertad plagio; otros han manifestado, con expresiva, imaginación y humor razones atendibles, su fascinación que esgrimió en algún momento por la obra narrativa del escritor y Bryce se contrarrestan con esa consideran que sus plagios no la actitud de profundo desprecio empañan. De hecho, basados en a la creación que lo llevó a la noción de extraterritorialidad apropiarse de textos de otros de la literatura, señalan que el para mantenerse vigente. Más juicio literario está más allá de que una víctima del puritanismo, cualquier consideración moral Bryce es el ejemplo de un escritor o judicial y tachan de moralistas famoso que ha aprendido que, a quienes se escandalizan. en virtud de su celebridad Yo no concuerdo con ningún e influencias, puede pasarse linchamiento, pero me asombra de listo, estafar autores que un premio, patrocinado modestos y defraudar por importantes instituciones publicaciones y lectores. educativas y culturales, reviva Algunos piden comprensión a un cadáver literario y avale un para la travesura senil de un ilícito creativo. Por lo demás, artista exhausto que ya no repudiar a un plagiario no es un guarda energía o talento para acto de moralina: ya se ha dicho responder a la desmesurada hasta el cansancio, el delito de demanda, y al que sólo le queda Bryce no es extraliterario, sino el recurso de robar textos. Nadie que atañe directamente al oficio es quien para juzgar ese drama, creativo. ¿Quién pondría en pero lo cierto es que no todos duda, por ejemplo, los valores y los escritores que enfrentan la integridad literaria de la obra esa encrucijada roban textos. de Celine, Pound, Brasillach, De cualquier manera, como no Drieu La Rochelle, Borges, Genet, me gusta ser considerado un Hamsun y tantos otros personajes moralista anacrónico, me sumo controvertidos, satanizados por al piadoso entusiasmo con que la moral convencional o el culto se reconoce la dignidad del a lo políticamente correcto de su plagio: será emocionante ver las tiempo? Sin embargo, Bryce no gesticulaciones de los presentes es, a diferencia de esos autores, en la ceremonia de premiación un gran transgresor o chivo cuando, entre aplausos grabados, expiatorio de las convenciones; intercambien abrazos y elogios. L agonzale79@yahoo.com

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literatura ESPECIAL

otro candidato. Son varios los escritores que cada año están en condiciones de honrar al premio y de ser honrados por éste. ¿Qué necesidad había de crear una situación tan equívoca?”. Autor de más de veinte títulos, Bryce cuenta en su haber con los premios Planeta y Nacional de Literatura en España, entre otros. Ignacio Trejo Fuentes ve en su obra los bonos suficientes para ganar el reconocimiento de la FIL: “Tiene las cualidades para recibir esta y otras distinciones. Es un narrador estupendo, crítico y sobre todo divertido: si no te enamoras de sus personajes y su circunstancia o estás loco o no sabes leer o eres, de plano, envidioso. Siempre recomiendo su lectura a mis alumnos universitarios”. Si bien reconoce las virtudes del novelista, Domínguez Michael sostiene que las acusaciones empañan su carrera: “No he leído una sola opinión que ponga en duda la relevancia de Un mundo para Julius o de La vida exagerada de Martín Romaña, de varios de sus cuentos. El problema no radica allí. En condiciones normales —es la conducta de Bryce, sus plagios, la que las ha tornado anormales— la crítica y el público habrían recibido la noticia con beneplácito”. Luigi Amara opina que atrás de las críticas hay otro tipo de impugnaciones: “El pretexto son los plagios, pero en realidad se cuestiona a un jurado y a una casi mafia que, según algunos, está detrás de los premios. Como plagiario, Bryce carece de talento pero como novelista es un gran novelista. La acusación de ‘se premia a un plagiario’ tiene sesgo y me parece engañosa. No se le recompensa como plagiario sino como narrador”.

Premio FIL: la polémica interminable El affaire Bryce Echenique ha polarizado a la comunidad intelectual en México. Como botón de muestra, entregamos las opiniones de cuatro críticos y ensayistas. Para completar el cuadro, los lectores encontrarán una crónica desde Perú, la tierra donde se hicieron públicos los primeros coqueteos del autor de Un mundo para Julius con la práctica del plagio ENCUESTA Héctor González

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Alfredo Bryce Echenique ganador del Premio FIL? Quienes pensaban que su prestigio literario se había desmoronado con las acusaciones por plagio despertaron y vieron que estaban equivocados.Donde fuego hubo cenizas quedan... y la flama se avivó. Escritores e intelectuales han esgrimido argumentos cuestionando la integridad del jurado. Bryce Echenique salió al paso. En su defensa, aseguró ir ganando la batalla en los tribunales, aunque de inmediato lo desmintió el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual. La controversia ha subido de tono al punto de que Dulce María Zúñiga, directora de la asociación civil encargada del certamen, confesó al diario El País su preocupación pues nunca habían sido cuestionados por la integridad moral de un laureado. El jurado podrá estar en un brete, pero es firme. En un comunicado emitido el jueves 4 de octubre anunció: “Las acusaciones de plagio en contra de Bryce competen al ámbito penal y corresponde a los tribunales —no a un jurado literario— decidir sobre este asunto. Más allá de las acusaciones en su contra, el jurado votó a favor de otorgarle el Premio por su obra narrativa y la relevancia que, a lo largo de más de cuatro décadas, esta ha adquirido en la literatura del siglo XX”.

◆◆◆ Las posiciones son claras y no admiten medias tintas. El crítico y narrador David Miklos dice que los señalamientos contra Bryce son suficientes para no otorgarle al galardón: “Ciertamente sus plagios no tienen nada que ver, al menos en apariencia, con su creación literaria. Sin embargo, sí lastima reconocer a un plagiario comprobado. No es una cuestión de ponernos moralinos, es ética pura y dura. Se vale preguntarnos: ¿era necesario darle un premio tan importante? Yo no lo haría”. En el mismo sentido se manifiesta Christopher Domínguez Michael, quien se reconoce sorprendido: “Como van pasando los días va quedando cada vez más claro que el jurado cometió un grave error al premiar a Bryce Echenique. Fue, para empezar, una falta de tacto. En una de las ocasiones en que yo fui jurado de ese Premio, había un candidato muy bueno, un escritor de primera línea, que en ese momento estaba en un litigio judicial por asuntos editoriales. Decidimos, para no ponerlo ni a él ni al premio en un predicamento, optar por

◆◆◆ Los críticos consultados atribuyen la responsabilidad del escándalo al jurado. “Ignoro si calcularon la repercusión del fallo. Igual y sí, pero quizá tuvieron un motivo raro para airear el asunto y generar polémica. Siendo muy fríos, el medio literario es muy aburrido, no pasa nada. Se escriben libros, se publican y fuera de eso hay aburrimiento. Por lo mismo, se extraña la polémica y se necesitan eventos que prendan las brazas. No sé si es un jurado de humoristas o de brutos, no sé realmente que buscaban o si creían que iba a pasar de largo”, dice Miklos. Luigi Amara no descalifica el veredicto pero sí la defensa de los dictaminadores: “La estrategia de ampararse en que el plagio se juzga en el campo judicial es facilota. En todo caso si van a apelar a ese tipo de actitudes tendrían que considerar si el plagio está fuera de la discusión literaria. Es una actividad que puede entenderse de varias maneras. Hay muchos autores que han empleado la copia como instrumento creativo, aunque no es el caso de Bryce. Creo que la discusión se ha trasladado a un plano moral. Y más que apelar a la legalidad, el jurado debería señalar que se cuestiona el premio no por los méritos literarios de Bryce sino por una conducta moral”. ◆◆◆ El Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances no se entrega a un título y sí a una trayectoria. Justo en este renglón Domínguez Michael encuentra su argumento para no desdeñar las acusaciones contra Bryce Echenique. “Los artículos, para bien y para mal, forman parte de la obra de un escritor. No voy a ser yo, un ensayista, quien comparta opiniones que consideran morralla a la escritura de artículos, como si fuera una actividad subsidiaria de naturaleza alimenticia donde se vale aquello que es indecoroso en verso o en prosa de ficción. ¿Habrían pensado eso Ortega y Gasset u Octavio Paz, cuyo pensamiento se manifestó, en la gran mayoría de los casos, a través de artículos en los periódicos? ¿Lo habría pensado Borges, cuyas primeras obras maestras fueron humildes reseñas para El Hogar, una revista de modas?” En contraste, Amara defiende la idea de separar la obra del individuo. “Es un premio al trabajo, no al comportamiento cívico de una persona. Tan es así que cuando muera Bryce seguiremos leyendo sus libros. Borges se cansó de hablar del otro Borges. Yo no dejo de leer a Ezra Pound a pesar de su pasado fascista. Recordemos que no es el reconocimiento a un prohombre. Podemos encontrar cualquier cantidad de escritores plagiarios pero


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literatura con una obra interesante. A Bryce se le entrega un premio literario. Las consideraciones legales son otra cosa. Si tiene multas por conducir ebrio o no pagar impuestos, no incide en la consideración de su trabajo”. ◆◆◆ ¿Quién pierde: el autor, el jurado o las instituciones que respaldan al certamen? Premiar a Bryce es premiar a la ilegalidad, dice la mayoría de los críticos, toda vez que parte de los 150 mil dólares que conforman el monto proviene de recursos públicos. “La polémica refleja la preocupación, por fortuna creciente en México, de darle transparencia a los dineros públicos, de los cuales proviene buena parte del monto del premio. Este galardón no es un capricho de particulares sino una tradición respaldada por la segunda en importancia de las universidades públicas del país, la cual debe estar por encima de toda sospecha y no enviar el mensaje de que los artistas y escritores están exentos de la honorabilidad que se le exige a cualquier ciudadano. El asunto es moral, por razones obvias, y es literario también”, explica Christopher Domínguez Michael. Trejo Fuentes ve más envidias que otra cosa y defiende al peruano: “No se está celebrando la ilegalidad, como afirman los impugnadores, sino el talento. Si efectivamente Bryce Echenique ha plagiado, a quien debería penalizarse es a los integrantes del jurado por pendejos. La disputa no afecta al Premio FIL, aunque sugiero a Raúl Padilla que ponga más cuidado al elegir a los jueces”. David Miklos reitera la responsabilidad de los dictaminadores: “Se premió la obra de un novelista. El problema es que éste tenía un historial de plagio. Volvemos al tema del jurado. No sé en qué estaba pensando. Lo prudente, en todo caso, es que Bryce Echenique renuncie. No obstante, la mancha ya está ahí y la FIL lo avaló”. Amara, autor de ensayos que defienden al plagio como un mecanismo creativo, centra sus comentarios en el tipo de literatura que queremos. “Kevin Perromat, un experto en el tema, propone que lo juzgado literariamente se circunscriba a este terreno sin mezclar lo legal. Propone también que deje de hablarse de plagio en la literatura, porque es algo que depende de las intenciones de quien lo aplica. ¿Qué pasaría si Bryce dijera que estaba haciendo literatura posmoderna o no creativa? Todas las acusaciones y escándalos que se han armado a su alrededor se sustentan en dos situaciones: una, que el plagio es nocivo; dos, que es un acto ilegal que puede empañar la obra de un autor. Pero ambos preceptos no son del todo claros y en todo caso están a discusión. El espíritu del premio de la FIL es reconocer una obra valiosa, más allá del comportamiento del autor”. Los días pasan y mientras se acerca la fecha de la entrega del galardón, las descalificaciones han subido de tono. Ahí está, por ejemplo, el intercambio de mensajes entre Jorge Volpi y Fernando Escalante Gonzalbo. “Basta ver lo que sucede entre ambos para darse cuenta de que es una pugna que va más allá de Bryce. ¿Quién sabe qué cosas están en juego? Tampoco creo que haya que darle un peso excesivo al premio. Así como los plagios no eclipsan los méritos estéticos de las novelas de Bryce, tampoco creo que le den más valor a su obra. Una de las consecuencias graves es que en la percepción de los lectores y la gente que lee los periódicos se afianza la idea de que el plagio es una cosa muy mala, con lo cual prevalece una visión muy provinciana de la literatura”, puntualiza Luigi Amara. Una vez fijadas las posturas, Domínguez Michael concluye que el peruano debería renunciar al reconocimiento: “La salida está en manos de Bryce, quien respetando a los jurados que se la jugaron por él e impidiendo que la asociación civil que rige el premio tome medidas extraordinarias, debe renunciar a la presea”. En 2005 la Feria Internacional del Libro de Guadalajara laureó a Tomás Segovia. Nadie cuestionó la calidad del poeta pero los herederos de Juan Rulfo criticaron la designación, reviviendo alguna vieja rencilla entre ambos escritores. La controversia provocó que la FIL no pudiera usar el nombre del autor de Pedro Páramo. Hoy el reconocimiento vuelve a generar un escándalo. L Nota: la encuesta se realizó entre el 5 y 9 de octubre de 2012.

¿Quererlo como lo queríamos antes? EXPEDIENTE Carlos Paredes

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ara los peruanos la comparación ha sido inevitable: Alfredo Bryce Echenique y Mario Vargas Llosa, los dos iconos de la literatura peruana contemporánea. Su obra es vasta, conocida y reconocida. Ambos salieron jóvenes de Lima buscando, en la Europa efervescente de la segunda mitad del siglo pasado, la magia del autoexilio que les permitiera crear los mundos de los que están hechas sus novelas. Su literatura tiene esa pátina de lo universal y cosmopolita que los ha vuelto admirados afuera y atesorados en el Perú. Versátiles, cultos y combativos, cada uno desde su trinchera, han alimentado la discusión política y cultural con sus crónicas, columnas y artículos periodísticos. Están, por mérito propio, en el exclusivo club de autores que pueden vivir de escribir. Pero Alfredo Bryce Echenique no es Mario Vargas Llosa. La diferencia no es el glamour de alcanzar la cima del Everest literario que es el Nobel de Literatura. Tampoco las traducciones de sus obras o los millones de libros más que ha vendido Vargas Llosa después de ponerse el esmoquin en Estocolmo. La diferencia no está en la literatura, sino en la obra periodística, ensayística. Mario Vargas Llosa ha demostrado ser un autor total; un novelista capaz de crear historias fantásticas que no pueden abandonarse sino hasta el punto final de la última página, un periodista con amplia experiencia, autoridad y solvencia, y un articulista de opinión que ensaya explicaciones desde su indomable opción liberal, sin complejos ni silencios políticamente correctos. Podemos coincidir o discrepar de su opción política pero en él reconocemos a un demócrata cabal. De Alfredo Bryce Echenique, ahora, varios plagios de por medio, sólo podemos decir que es un gran escritor de novelas.

A esa altura del culebrón, la pregunta vargasllosana era necesaria: ¿cuándo se jodió Alfredo Bryce Echenique? Al principio estuvo la denuncia. Era 2006 y un amigo íntimo del inalcanzable autor de Un mundo para Julius afirmó ser víctima de un plagio. Herbert Morote, un intelectual y educador de prestigio, le había enviado a Bryce, para recibir comentarios y aportes, varios capítulos de un libro sobre la crisis de la educación en Perú. Poco tiempo después, el 25 de junio de 2006, se publicó en el diario El Comercio de Lima un artículo firmado por Alfredo Bryce Echenique titulado “La educación en ruinas”. Morote reconoció con asombro que estaba leyendo partes exactas de su libro inédito. Hizo un análisis letra por letra de ambos textos y el resultado fue contundente: de 408 líneas del artículo firmado por Bryce, 331 eran de su propiedad intelectual. Apenas 77 añadidas por su amigo, el gran escritor. Su amigo le había robado el 81% del artículo. Nadie lo creía. Morote llamó de inmediato a Bryce y éste ensayó una justificación: se trataba de un error de su secretaria, que por distraída había enviado un archivo equivocado. Le ofreció una retractación pública. La prometida enmienda fue una burla peor que vale la pena citar textualmente: “Lamento mucho que, debido a la excepcional extensión del artículo que publiqué el 25 de junio del 2006, no se haya publicado la nota que suele aparecer acerca de su autor y, en este caso, también la nota en que debía agradecer al señor Herbert Morote el manuscrito que me envió desde España, titulado ‘Pero… ¿tiene el Perú salvación?’, en que se aborda extensamente el tema de la educación, y que me fue de gran utilidad en la redacción de mi artículo”. Morote decidió actuar legalmente. Contrató a un bufete de abogados para que lo representara en una demanda ante INDECOPI, la oficina peruana que defiende los derechos de autor. El escándalo mediático fue inevitable y dos jóvenes periodistas, expertos en el arte de buscar en el infinito mundo de Google y otros archivos del ciberespacio, descubrieron que Morote no era el único fusilado por Bryce. Hallaron hasta 36 artículos de

opinión y ensayos ajenos que Bryce había publicado como si fueran suyos con el peso que le daba su nombre. Los agraviados por el robo intelectual eran básicamente escritores, como el gallego José María Pérez Álvarez. La lista de este “atraco a pluma armada”, como alguien calificó la conducta de Bryce por esos días, incluía al diplomático peruano Oswaldo de Rivero y a investigadoras como la chilena María Soledad de la Cerda. Aunque el estupor y el enojo fueron unánimes entre birlados y lectores, hubo algún plagiado, como Pérez Álvarez, que se sintió halagado de que uno de los grandes de la literatura en español lo hubiera copiado. “Debe gustarle mi estilo”, dijo después de protestar por la apropiación de su artículo “Las esquinas habitadas” que Bryce copió groseramente y envió a un periódico de Lima, veinte meses después, bajo el título de “La tierra prometida”. Reclamó disculpas públicas y pidió un encuentro con el plagiario. Bryce Echenique respondió con una trama argumental digna de sus mejores novelas: era víctima de un complot del entorno del ex presidente de Perú Alberto Fujimori, al que, dijo, había combatido. La idea era, según él, acabar con su prestigio por la vía del descrédito. Si los peruanos reconocemos a algún intelectual que combatió radicalmente a la dictadura de Fujimori, ése es Mario Vargas Llosa y no tenemos noticias de que el dictador o su esbirro Montesinos hayan utilizado su nombre para plagiar a otros autores. A esa altura del culebrón, la pregunta vargasllosana era necesaria: ¿cuándo se jodió Alfredo Bryce Echenique? No se sabe aún. Hace unos días el diario Perú21 informó de otros siete plagios de Alfredo Bryce Echenique. No sólo eran fusilados de autores en español: el italiano Marcello Foa y el crítico literario francés Sean James Rose serían, según la investigación, otras víctimas de asalto intelectual. Desde aquel 2006 de las primeras denuncias, Bryce ha ganado algunas batallas simbólicas, no legales, por tratar de reivindicar su nombre. Lo mejor para recuperar su prestigio, habría pensado, era seguir escribiendo. En 2007 publicó Las obras infames de Pancho Marambio. Dos años después el libro de cuentos La esposa del Rey de las Curvas y Penúltimos escritos. Este año fue el autor más vendido de la última FIL limeña con su estrenada novela Dándole pena a la tristeza. Poco antes, en 2010, la sucursal peruana de Santillana, el sello español que ha comprado todos los derechos de autor de Mario Vargas Llosa, decidió publicar un homenaje a Bryce, un libro para celebrar sus 70 años de vida y los 40 de Un mundo para Julius en el que escribieron Almudena Grandes, Enrique Vila-Matas, el editor Jorge Herralde y los peruanos Fernando Ampuero, Alonso Cueto y Giovana Pollarolo. Para este libro-homenaje titulado Una vida de novela, Bryce hurgó en los más íntimos cajones de sus recuerdos y entregó a las editoras cartas elogiosas que en su tiempo le mandaron amigos como Julio Ramón Ribeyro, Augusto Monterroso, Julio Ortega y Mario Vargas Llosa. La decisión del jurado de la XXII edición del Premio FIL de Literatura, Lenguas Romances 2012 de Guadalajara ha hecho que Alfredo Bryce Echenique vuelva a resbalar. Esta vez al despeñadero de la decepción de gran parte de la comunidad cultural peruana. Si con los primeros plagios uno de sus más agrios críticos, el periodista autodidacta César Hildebrandt, lo calificó como “el cuadragésimo primer miembro de los chicos de Alí Babá”, los que aún lo respetaban como novelista, como el crítico Fernando Vivas, ahora abogan por no indultarlo de sus fechorías porque sostienen que en su alucinada respuesta a los intelectuales que cuestionaron el premio de la FIL volvió a atacar a la verdad. Vivas no duda en calificar la decisión del jurado como “desatinado galardón a un plagiario no arrepentido”. Queda claro que mintió cuando sostuvo que un juez peruano había ordenado que lo “desmulten”. INDECOPI tuvo que desmentirlo. Los más jóvenes, la nueva generación de las letras peruanas, como el escritor Juan Manuel Robles, no objetan el premio, dicen que se lo merece porque es un maestro, uno de los más sólidos creadores de personajes de la literatura peruana. Pero Robles dice que le hubiera gustado recibir la noticia del premio FIL “queriéndolo como lo quería antes”, antes de haberse plagiado por lo menos cuarenta textos, antes de mentir cínicamente, antes de incumplir su penitencia intelectual. L


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Mo Yan

“Un escritor debe saber reírse de sí mismo” En noviembre de 2010, el Instituto Cervantes de Madrid fue el escenario de esta charla con el Premio Nobel de Literatura 2012, una voz crítica y fresca de la China abierta al mundo Nieves Martín Díaz REUTERS

mujer, retrata a un matriarcado rural y una vida cruenta a los ojos de quienes vivimos en las ciudades. Cada vez tenemos menos capacidad de aguantar las angustias de la vida, no sólo en las ciudades sino también en el campo, no sólo en España sino también en China. Aunque el mundo avanza y mejoran las sociedades, debemos mantener la capacidad de soportar angustias porque ellas siempre están ahí. Usted, de hecho, ha sufrido grandes angustias. Por ejemplo, Grandes pechos, amplias caderas fue prohibida en China. Sí, fue prohibida durante los años noventa, pero ya se permitió su publicación. Esta novela está dedicada al alma de su madre. ¿Tiene creencias religiosas, cree en algo más allá de la vida? No tengo ninguna creencia religiosa, pero respeto todas las religiones: el budismo, el taoísmo, el catolicismo, el islamismo… ¿Ser un autor conocido en Occidente le ayuda o le perjudica en su trabajo literario? Seguramente al gobierno chino le interesa dar a conocer al mundo su cultura, sus escritores. El reconocimiento de Occidente ha sido de ayuda, un factor positivo, y el gobierno chino está abriéndose cada vez más en este sentido. ¿Cuál sería su obra más crítica con el poder del gobierno? La república del vino es una obra muy crítica; revela muchas realidades tristes de China. En Las baladas del ajo dice que los novelistas siempre tratan de alejarse de la política pero que la novela gira en torno a la política. Es una frase de Stalin. Es una frase ficticia, que Stalin nunca pronunció. La relación del escritor con la política es una relación contradictoria. Los escritores no quieren ser parte de la política pero es inevitable comprometerse con la política para poder expresarse. Un buen escritor puede escribir sobre la política pero necesita ir más allá, mucho más allá de la política. Además de la crítica, de los dramas, y de la vida humana, en sus novelas hay también mucho humor. Pienso en La vida y la muerte me están desgastando, una obra alegórica en la que el protagonista tiene varias vidas. Empieza además en un infierno donde el protagonista está a punto de ser quemado como un pollo frito. De hecho, reencarna primeramente en un burro, un animal que aparece en varias de sus novelas. ¿Cómo juzga la parte humorística de su obra? Queda mucho por aprender de Cervantes, de El Quijote. Un buen escritor debe escribir obras serias pero con humor, con mucho humor. Me ha gustado esa referencia a Cervantes porque quiero preguntarle por la auto-meta-literatura en La vida y la muerte… Usted se cita a sí mismo, cita alguna obra suya y se ríe incluso de sí mismo. Antes de burlarse o reírse del mundo o de los demás, un escritor debe saber reírse de sí mismo.

El autor de Las baladas del ajo

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o Yan nació en febrero de 1955 en Gaomi, un condado pobre de la provincia costera de Shandong. Su primera novela fue Lluvia en una noche de primavera (1981). El éxito llegó con El rábano transparente y sobre todo con El sorgo rojo y Vino de sorgo que serían llevadas al cine. Después vendrían Grandes pechos, amplias caderas, Las baladas del ajo, La vida y la muerte me están desgastando y País de vino, todas ellas publicadas en español por la editorial Kailas. Su verdadero nombre es Guan Moye. Mo Yan es un seudónimo que significa “No hables”. ¿De pequeño le dijeron que era mejor el silencio? Vino de la disciplina familiar, que en esa época era normal en la sociedad china. Hablar demasiado podía traerte problemas, por eso los padres nos decían “No hables mucho”.

Imagino que eso ocurrió en Gaomi, su tierra natal, una fuente de inspiración en su obra, como también lo son las zonas rurales, la historia de China. ¿Sigue todo ello en su memoria? La infancia y la experiencia de la juventud son de las fuentes más importantes para escribir. A lo mejor se agotan pero puedes aprender de otras personas, de otras experiencias, para integrarlas a tu propia creación. En Sorgo rojo y Vino de sorgo, llevadas al cine por Zhang Yimou, el mundo rural aparece hasta la invasión japonesa en la década de 1930. Además hay un tema que, creo, comparte con el director, que es la admiración y el aprecio por las mujeres fuertes y decididas. La película refleja una parte de mi mundo literario, pero para sumergirse más habría que leer mis otras obras. En la novela Grandes pechos, amplias caderas, además de pasajes de la historia de China a través de los ojos de una

Se le ha comparado con autores como Kafka y Kundera. A mí me ha recordado a Flaubert. ¿Qué otros autores le gustan? Un escritor recibe influencias diversas. Kafka, Flaubert y Cervantes han contribuido mucho en mi creación. También me gusta Camilo José Cela, la poesía de Juan Ramón Jiménez y Platero y yo. En La vida y la muerte me están desgastando la comparación entre el ser humano y el burro y otros animales proviene de Platero y yo, pero mi obra intenta reflejar lo que pasa en mi país. Por último, su nombre ha sonado más de una vez como posible Nobel de Literatura. El escritor japonés Kenzaburo Oé —que obtuvo el Premio en 1994— dijo que si tuviera que elegir se lo daría a Mo Yan. Si consiguiera el Premio Nobel volvería a visitarte. L La entrevista fue realizada con ayuda del traductor e intérprete Linglong Tan para El Planeta de los Libros (elplanetadeloslibros@gmail.com)


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de portada ESPECIAL

La carpa de oro

Enfant de fer (El niño de hierro, Senil, 2004) consta de dieciséis cuentos seleccionados por el mismo escritor chino. Son sus favoritos y tienen como personaje a un niño. Para Mo Yan, una infancia desgraciada es una fuente de inspiración infinita. A través de los ojos de la infancia el mundo puede ser descrito sin la pantalla de la visión adulta. Seleccionamos uno de ellos, mezcla de tradición, aliento fantástico y vida social de los años cincuenta y sesenta en la China comunista Mo Yan

L

a luna emerge, el lago Qingcao se transforma en un vasto espejo centelleante de luz plateada. Por momentos, algunos peces saltan fuera del agua, describiendo un arco de plata; al caer, rompen el espejo de mercurio, en tanto se forman ondas concéntricas. Bajo un viejo sauce, al borde del lago, un abuelo y su nieto están sentados, en silencio. El anciano fuma, el rescoldo destella rojizo de manera intermitente en el interior de su pipa, iluminando apenas su rostro benévolo. —Abuelito, es tiempo de sacar la red. —Muy bien, vamos. El abuelo se levanta, desanuda la cuerda atada a la cabilla de hierro. La red tiene forma de grulla: una vara larga de bambú en cuya punta hay un bolsón de red. Es pesada, y el viejo la estira lentamente; la red emerge poco a poco del lago, y de pronto hay algo que remueve el agua. —¡Abuelito, hay un pez gigante! El abuelo sube la red por encima de la superficie, la luna la ilumina, en el interior hay una carpa que emite destellos dorados. Lleva la red hacia el borde; el nieto, brincoteando todo el tiempo, toma la presa y la mete en un cubo lleno de agua. El pez da algunos saltos en el cubo, pero después ya no se escucha nada. El abuelo sumerge de nuevo la red en el agua, vuelve la cabeza para ver dentro del cubo. —Abuelito, pesa como diez libras, ¿no? —Más o menos. —¿Qué es, abuelito? —El abuelo enciende un cerillo. El resplandor alumbra el cubo. Se trata de una carpa dorada. Sus aletas y su cola tienen el color rojo vivo de las hojas de arce quemadas por la escarcha. —Una carpa de aletas doradas —dice el abuelo. —¿Y es bueno este pescado? —pregunta el nieto. —Mmmh —responde el abuelo, la mente en otra parte. —Abuelito, no parece contento. Atrapamos un gran pez. —Es muy extraño, este pez está muy tranquilo. —¿Pero qué dice, abuelito? —Ay, hijito, este pez es demasiado generoso. Cuando saqué la red del agua, habría podido romper los hilos de un aletazo. Nuestra red sólo puede con peces chicos. —Seguro se durmió. El abuelo se sumerge en profundas reflexiones, el hornillo de su pipa enrojece intermitentemente. En el entorno todo está en silencio, una ligera bruma se alza de la superficie del lago, algunos lotos rosados, sobre el agua, componen un cuadro. En las matas de hierba acuática, algunos insectos emiten chillidos tenues. —Abuelito, ¿en qué piensa? ¿No está contento con el pez que atrapamos? —No pienso en nada, hijito. Ven, vamos a sacar la red otra vez. En esta ocasión, está vacía. La red flota en el agua, todo queda de nuevo en silencio. —Abuelito, cuénteme una historia. —Bueno, te voy a contar la historia de la carpa de aletas doradas. —¿Otra vez esa donde la carpa se vuelve una nuera? Ya me la contó mil veces —masculla el niño molesto. —Esta vez no se trata de una carpa que se convierte en humano, sino de un humano que se convierte en carpa. —¿Eso existe? —Sí. El niño se acerca, el abuelo extiende los brazos y abraza a su nieto. —Hace algunos años… —¿Cuántos años?

—Los niños no deben interrumpir a sus mayores, pon atención. Hace algunos años, a la orilla de nuestro lago Qingcao, había una niña que se llamaba Jin Zhi. Y era una niña muy bonita, con sus párpados superiores dobles, nariz recta, su boquita que se redondeaba al hablar y dos trenzas gruesas. Llamaba la atención a primera vista. Ese año, una escritora de la ciudad fue enviada a nuestro pueblo para trabajar en la base. Se decía que había escrito un libro titulado El lago Qingcao; ¡incluso tu padre y sus camaradas leyeron ese libro! La escritora vivía en casa de Jin Zhi. Después ocurrió la Gran Revolución. La escritora fue sometida todos los días a sesiones de crítica, incluso fue golpeada algunas veces… “Una tarde, luego de que la escritora sufrió la más dura de las sesiones de crítica, fue llevada más muerta que viva a casa de Jin Zhi quien, llorando, enjuagó los restos de sangre en el cuerpo de la mujer. El doctor del pueblo no se atrevió a desplazarse para curar las heridas. Jin Zhi pensó entonces en el marido de una tía materna que vivía en la otra ribera del lago. Ese hombre había abandonado en su juventud el terruño para afrontar el mundo; en su casa tenía un remedio muy eficaz contra las contusiones. Cuando alguien está en peligro, pasa como con el fuego: hay que moverse rápido. La señorita Jin Zhi confió la escritora a los buenos cuidados de una vecina y se dirigió a la ribera del lago. “ ‘Lago Qingcao, lago Qingcao, de este a oeste tienes algunos kilómetros pero de norte a sur tienes treinta’. Hace muchos años, la Tejedora celeste había dejado caer entre los humanos el vehículo del que se servía; se hizo un agujero en el suelo, y así se originó nuestro lago Qingcao. La casa de la tía de Jin Zhi se encontraba en la ribera opuesta, en el pueblo de los Wang. Si bien para llegar en lancha se tardaba el tiempo de fumar algunas pipas, ir por tierra tomaba dos días. En esa época, los barcos estaban resguardados con candados pues se temía un sabotaje perpetrado por un enemigo poderoso. Una vez al borde del lago, la joven se quitó sus largas vestimentas, las metió en un bolso que se anudó al cuerpo y se tiró al agua. “Esa noche también había un hermoso claro de luna. Fue justo debajo de este sauce que la señorita Jin Zhi se arrojó al lago. Era una excelente nadadora, parecía un enorme pez blanco que retozaba en el agua. Nadó y nadó, braceando con vigor, la luna la iluminaba claramente. Era medianoche cuando llegó a la otra orilla. Se puso de nuevo su ropa, fue a tocar a la puerta de su tía. El tío, que adoraba a su sobrina, le dio el precioso remedio. Inquieta, la tía le dijo: ‘Sabes, Jin Zhi, estamos en la tercera vigilia,1 una jovencita como tú, sola en el lago… ¿Si te llega a pasar algo? No te vayas, mañana tu tío te lleva’. Jin Zhi dijo: ‘Tía, soy buena nadadora, no me va a pasar nada’.

“La señorita Jin Zhi se volvió a tirar al agua. Una jovencita, después de todo, no tiene mucha resistencia, y a mitad del lago estaba rendida, tenía la impresión de tener diez pesas de báscula atadas al cuerpo… Fue entonces que una nube blanca llegó flotando en el cielo y tapó la luna; gotas de lluvia, blancas, gruesas como monedas, comenzaron a caer dispersas… Un momento después, la luna reapareció, pálida, poco a poco se hundía, volviéndose más y más grande, se enganchó de la copa del sauce al borde del lago, y ahí se quedó, mirando el agua que centelleaba como un vasto espejo”. —¿Y la señorita Jin Zhi? —preguntó el nieto con impaciencia. Los ojos del abuelo brillaron bajo la luna. —Abuelito, ¿está llorando? —¡Claro que no, de qué hablas! El abuelo tiene una gran barba blanca, cómo podría llorar. Todavía no acabo de contar la historia. Al amanecer, la escritora, ayudada por la vecina, se dirigió a la orilla del lago. Todo estaba en silencio, se escuchaba claramente el ruido de las perlas de rocío goteando de las hojas hacia la superficie del agua. La escritora dijo dulcemente: “Valiente niña, te traje El lago Qingcao que tanto deseabas leer”. Sacó una bolsa de cenizas y las arrojó delicadamente sobre el agua. “De pronto comenzaron a levantarse olas, una fisura se abrió a mitad del lago, brilló una luz roja, y emergió una carpa dorada, sus aletas y su cola eran rojas como las llamas. La carpa nadó hasta la orilla, llevaba sobre la cabeza un bulto de ropa. Después golpeó con la cola tres veces el agua, y se alejó lentamente hacia el centro del lago; la luz roja desapareció. Sobre el lago, brilló de nuevo el claro de luna. La escritora sacó el bulto de ropa del agua. Envolvía una botella de polvo blanco de Yunnan”.2 —Abuelito, ya terminó la historia, ¿verdad? —Ya, ya terminó. —Y la señorita Jin Zhi, ¿se convirtió en carpa? —Mmmh, puede ser. Un pájaro alza el vuelo entre las hierbas verdes de la ribera, vuela agitando sus alas con fuerza antes de arrojarse sobre los juncos a mitad del lago. Algunas ranas se sumergen con un rumor de “¡plop!”, como si fueran piedras arrojadas al agua. El contenido del cubo es vertido ruidosamente; una capa de espuma se forma en la superficie del lago. —¿Pero qué te pasa, hijito? —Es para que la señorita Jin Zhi encuentre el camino a su casa. —Hijito… L Traducido del francés por José Abdón Flores 1Alrededor de la medianoche. (N. del T.) 2Provincia de la República Popular de China, cuyo nombre significa el Sur de las Nubes; colinda con Laos, Vietnam y Myanmar. (N. del T.)


08 b sábado 13 de octubre de 2012

MILENIO

de portada STR

Polifonía RESEÑA Gerardo Laveaga Justicia Alfaguara México, 2012 336 pp.

Gabriela A. Couturier

J

Una tarde con Mo Yan CRÓNICA Edgardo Bermejo Mora

C

onocí a Mo Yan en el otoño de 2004, conversamos brevemente en una casa de te del centro de Pekín en la que solían reunirse otros escritores de su generación. La pequeña casa de te se encuentra frente al Templo de Confucio, un lugar emblemático que rinde culto a la sabiduría y al pasado, donde hasta principios del siglo XX se realizaban los arduos exámenes que permitían ingresar a la alta burocracia de las dinastías imperiales. Un sitio rodeado de árboles y de fantasmas, una suerte de isla nostálgica donde se respira y se conserva el pasado que en el resto de la ciudad se devora o se destruye. La casa de te, si aun existe, posee una intimidad extraordinaria. Los parroquianos más asiduos guardan en las estanterías del lugar sus cajas de infusiones finas que custodian como oro. Aquella tarde bebimos un te compuesto del primer brote de hojas que nacieron con la primavera, traídos desde una montaña de Sichuan, nada menos. El dueño de aquella extravagancia era el gran mexicanista Chen Zhongyi, un novelista y académico chino doctorado en literatura por la UNAM. Él fue quien nos presentó en esa ocasión y quien propicio la charla que ahora evoco. En algún momento de nuestras conversaciones, Chen y yo coincidimos en la pertinencia que tendría hacer una selección de novelistas contemporáneos chinos para ser traducidos y publicados en México. De la mano generosa de Chen finalmente llegamos a una selección mínima de diez obras canónicas de la literatura china contemporánea escrita a partir de los años ochenta, es decir, después de la apertura y la modernización. La propuesta era concentrarse principalmente en los autores de su generación, con obras en plena expansión para ese entonces. Chen nació en 1957, mientras que Mo Yan, su colega y compañero de viaje generacional, en 1955. La suya ha sido una generación que sucedió en el tiempo literario a la llamada “generación de la herida”, aquellos escritores nacidos una década antes o acaso menos, a quienes les tocó sufrir de manera más directa los horrores de la revolución cultural, y que a partir de los años setenta produjeron una literatura aterida y estéril, asfixiada en los gases ideológicos que les tocó respirar, y desbordada en sus afanes de denuncia. Antes de “la herida”, y con sus muy honrosas excepciones, el panorama no era más prometedor: legiones de escrituras abrazadas por la exaltación nacionalista y la retórica maoísta de tufo soviético sumergieron a las letras chinas a partir de la segunda mitad del siglo XX en una edad oscura, de la que ahora han resurgido plenamente renovadas y diversas. Mo

Yan pertenece a una generación cuyos principales referentes literarios estaban no dentro sino fuera de China, lo mismo en la literatura japonesa que en el canon más amplio de la tradición occidental. A diferencia de los autores de “la herida”, escritores de la generación de Mo Yan como Yu Hua (1969), Su Tong (1963) o la escritora Wang Anyi (1954) —todos ellos ahora ampliamente traducidos a otras lenguas —, vivieron una aproximación desde la infancia o desde la primera adolescencia a los peores años del horror revolucionario. El suyo no fue el trauma del destierro, la reeducación en granjas remotas, la violencia y la denostación pública que padecieron sus antecesores, sino la pobreza extrema de la infancia —todo, menos épica; la división familiar y el desgarramiento social que trajeron aquellos años—. Se entiende entonces que la exploración de lo familiar, los empobrecidos escenarios rurales y urbanos sean materia común en las obra de esta generación, por otra lado muy diversa en términos estilísticos. Mo Yan aceptó aquella tarde que se tradujera para México, con la ayuda de Chen, una novela que curiosamente aun no se ha publicado en España, como sí ha ocurrido con buena parte de su obra principal. Se titula La tortura de sándalo, y es nada menos que una perturbadora historia de amor y tortura en China durante la Rebelión Boxer. Inevitablemente le referí el caso de Salvador Elizondo y su novela Farabeuf, a quien tanto impresionó la imagen de la tortura china de los mil cortes. La mención nos condujo hacia la única referencia que tenía Mo Yan de la literatura mexicana: había leído con gran interés las dos obras de Juan Rulfo traducidas y publicadas en China en los años setenta. Le parecía mayor y se dijo fascinado por los fantasmas de Rulfo. Fuera de Comala, para él todo era Cuautitlán. Aquella tarde Mo Yan me refirió una sola historia antes de apurar su te y retirarse andando. Me recordó que estábamos a unos pasos del Templo de Confucio, donde en 1966 había sido denostado hasta la ignominia el gran escritor Lao She, en plena Revolución Cultural. El autor de la célebre obra teatral La casa de te fue, como muchos otros millones, acusado de contrarrevolucionario, sometido y vejado en público. Ese mismo día Lao She regresó a su casa cerca del lago de Hohai, y se arrojó al agua con una voluntad suicida inquebrantable. Murió ahogado a los 67 años de edad. Nuestra generación, me dijo Mo Yan, ha vivido en un escenario muy distinto. Si nuestra literatura no es capaz de superar el estado de sobrevivencia extrema en la que vivió por décadas, estamos perdidos. Tomó su abrigo y cruzó la puerta. No imaginé que ocho años después le darían el Nobel. L

usticia, la nueva novela de Gerardo Laveaga, es una fábula en la cual los personajes son alegorías de distintos aspectos del sistema de justicia mexicano: de abogados corruptos a ministros confabulados o incapaces, y de jóvenes inocentes cuya inocencia los pierde (o que pierden su inocencia) a presos envilecidos por el sistema carcelario. Según el epígrafe de Anacarsis, las leyes son como telarañas, capaces de atrapar a los débiles pero sin argumentos ante los fuertes. Y, sin embargo, en Justicia parece quedar claro que la enorme telaraña del sistema judicial mexicano tiene el poder de atrapar a todos los que se crucen en su camino. Esto no quiere decir que todos paguen el mismo precio, sino que nadie puede escapar a la lógica perversa de un sistema que dicta que sólo mediante trampas, sólo mediante la corrupción y el engaño, se puede llegar a algún lugar. Y el lugar al que se llega no siempre (o más bien, casi nunca) es al que los participantes quieren llegar. Ni siquiera los más poderosos, ni los que mejor conocen las leyes ni los más faltos de escrúpulos: todos quedan atrapados en la pegajosa irregularidad de un sistema diseñado para estorbar la justicia, para premiar o para castigar con independencia de las leyes y para usarlas en provecho propio. En un mundo donde “la Constitución decía lo que los ministros querían que dijera”, en el que “los juicios no tenían que ver con la inocencia o la culpabilidad de una persona, sino con la calidad de la acusación y con la atención o desatención que pusiera un litigante para descalificarla”, donde “los abogados somos como los taxistas [...], vamos a donde nos piden que vayamos”, donde los políticos admiten que “la realidad es que, cuando entras a la política […], poco te interesa lo que se pueda hacer por una comunidad o por un país. Entras para ver qué te toca en el reparto”, el lector se va sintiendo angustiosamente atrapado en esa misma trama: la que reconoce en los periódicos y los noticieros, cuando tiene suerte; pero la que paga con su propia frustración y su propia impotencia cuando no. La novela está ambientada con algunas historias que en el origen fueron reales (como la guardería Ábaco o la tragedia del antro Romanova), pero ese no es su único parecido con la realidad. Fabricación de culpables, juicios amañados, jueces “acotado[s] por incisos y fracciones […] cuyo mundo se limitaba a expedientes y términos constitucionales”, culpables que salen tranquilamente de la prisión y abogados que se jactan de servir a sus clientes aunque no a la justicia son, todos, tristes recordatorios de que “el hilo se revienta por lo más delgado”, como lamenta un personaje, un preso que ya no tiene nada que perder. Justicia es una novela polifónica en la que un asesino, una joven abogada, el procurador de la capital, un ministro de la Suprema Corte de Justicia, un reo, varios abogados corruptos, una adolescente valiente y un senador arrepentido encarnan la condición del sistema de justicia (o no) en México. Laveaga pinta un mundo donde todo, la naturaleza, la vida, la justicia misma, está supeditado a los intereses de los más pudientes, y donde esa rueda trágica, una vez en marcha, es imparable. Incluso cuando intentan detenerla los mismos que la echaron a andar. Incluso con las mejores intenciones: todos —la naturaleza, la vida, la inocencia y desde luego la justicia— acaban aplastados por una lógica interna que premia momentáneamente a los que saben manipularla pero que a la larga resulta costosísima para el país. El tema de la dualidad pasa por la novela como un leitmotiv que ilustra los mundos que coexisten en México: el lujo y el poder o la pobreza y la envidia, los grandes restaurantes o la cárcel, las buenas intenciones o la incapacidad. Y, en el personaje de la hermosa abogada, el amor por las leyes o por la música; por la compañía y la ciudad o por la soledad y la provincia. Los personajes de Justicia están ahí para ilustrar lo que está mal en este mundo de abogados sin escrúpulos y de políticos con agendas propias, por lo que en ocasiones pueden parecer caricaturescos (“no, no es lo que debe hacerse según la ley, pero si nos ceñimos a esta, no vamos a avanzar mucho”). Por eso, y por su inquietante similitud con la realidad, más que una novela es una llamada de atención, o de auxilio, y por lo mismo lectura obligada, sobre el alarmante mundo de la procuración de justicia en nuestro país. L


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LABERINTO

en librerías

Comus

La verdad John Milton Axial México, 2012 148 pp.

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n 1634, en el castillo de Ludlow, fue representado por primera vez el poema dramático Comus, la caballeresca historia de una doncella que pierde su camino. En su extravío encuentra a un extraño ser, hijo de una bruja, que la secuestra y tratará de persuadirla para que le entregue su virginidad. Comus es extraño desde su nombre: es un juego de palabras que en inglés refiere a una especie de máscara: un juego de quitar y poner rostros a un hombre. Su autor, John Milton, proveniente de una familia puritana, es junto a Shakespeare, Chaucer y Spencer uno de los más importantes exponentes de la literatura en lengua inglesa del siglo XVI. Esta pieza, pensada para su representación y escrita en verso rimado, está poblada de referencias a personajes y símbolos de las tragedias griegas, así como a las del Bardo de Avon. Con traducción de Mario Murguía, esta edición bilingüe nos lleva sobre las alas de seres sobrenaturales.

Riikka Pulkkinen Salamandra Barcelona, 2012 318 pp.

S

in exagerar: una suerte de primavera florida ha llegado a las letras nórdicas. Para muestra, ahí está Riika Pulkkinen (Finlandia, 1980). No pertenece al numeroso grupo de exponentes del género policiaco, tan al gusto del mercado, sino a una estirpe que se conduce con elegancia y sensibilidad. La verdad es su segunda novela y puede leerse como un canto elegiaco. Elsa, uno de los personajes principales, aguarda la muerte por cáncer junto a su esposo, su hija, sus nietas. Parece preparada porque la vida ha derramado sus dones sobre ella. La espera, sin embargo, es una oportunidad para preguntarse por el significado del amor más allá del despecho y la traición. Sin aspavientos ni explosiones sentimentales, y con la naturaleza glacial como testigo, Pulkkinen exhibe una mano diestra para hacernos saber, o cuando menos creer, que el perdón puede transformarse en el espejo de la felicidad.

Ambiciones gemelares LOS PAISAJES INVISIBLES ALLEN GINGSBERG

Jack Kerouac en Nueva York, 1953

Iván Ríos Gascón www.ivanriosgascon.wordpress.com

La forma del agua Andrea Camilleri Salamandra Barcelona, 2012 224 pp.

L

uego de ser guionista y director de teatro y televisión, el italiano Andrea Camilleri pasó a ejercer la escritura dentro del género negro. La novela que se comenta es el primer volumen de una serie de diecisiete, cuyo protagonista es el comisario siciliano Salvo Montalbano, quien se suma a otros personajes emblemáticos como el Maigret de Simenon. Un rasgo a destacar de su personalidad, al menos en La forma del agua, es la fidelidad; memorable es la frase que le dice a la mujer —hija de un colega— que lo quiere seducir: “Has tenido mala suerte, Anna, has tropezado con un hombre honrado”. En este caso inicial, el comisario debe hacer uso de sus habilidades para saber qué ocurrió verdaderamente con el ingeniero Luparello, que mueve los hilos políticos, y sus derivados, de la región. Aparentemente murió víctima de un ataque al corazón mientras tenía sexo, pero las cosas no son tan simples.

Peña Nieto. El gran montaje

Los rumores del miedo Darío Zalapa Solorio Fondo Editorial Tierra Adentro México, 2012 92 pp.

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l joven narrador michoacano ha compuesto seis universos cerrados donde, como sugiere el título, sólo prevalece el miedo. Son, en apariencia, muy distintos entre sí: pueden adoptar la forma de una confesión, un diario de miserias, una carta o una crónica desapasionada; pueden ocurrir en una playa inhóspita, en parajes rurales o en una ciudad anónima. Si una impresión se impone en cada uno de ellos es la del miedo a uno mismo, quizás a descubrir un demonio interior que yace quieto y mudo. De entre ellos, los lectores deberían tomar muy en cuenta el relato que cierra el volumen, deudor de una historia apócrifa del desorden psiquiátrico. Se instala ahí donde la niñez da paso a la juventud y la crueldad se oculta bajo la máscara de la indefensión. Ya no es noticia el tino que el Fondo Editorial Tierra Adentro muestra a la hora de promover a las nuevas generaciones de escritores mexicanos.

Revista de la Universidad de México Nueva época/ Núm. 104 México, 2012 112 pp.

Jenaro Villamil Grijalbo México, 2012 220 pp.

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n su más reciente libro, el periodista mexicano Jenaro Villamil presenta un recuento de las elecciones del pasado 1 de julio. Todo comienza con las jornadas electorales y los porcentajes esperados por priístas como Pedro Joaquín Coldwell, según conversaciones con medios de comunicación. Pero el reportero de la revista Proceso va más allá de una consignación de cifras esperadas o detalles de las votaciones: aborda directamente las críticas y las supuestas irregularidades de la campaña de Enrique Peña Nieto a la presidencia; este libro es también un registro de los acontecimientos negativos que, desde 2005 a la fecha, han rodeado al ahora presidente electo. Esta especie de reconstrucción de una carrera política está acompañada por la aparición de movimientos como YoSoy132, de los disturbios en los partidos políticos, de las relaciones de Peña con expresidentes y un breve análisis de información en el último decenio.

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as primeras páginas de este número están dedicadas a Ernesto de la Peña, muerto el pasado 10 de septiembre. La entrega inicia con el poema inédito “El sol nocturno”, en el que De la Peña escribe: “Quédate aquí, inmortal fallecido,/ no te percates de tu muerte,/ aunque estés asediado por sus brazos sombríos/ y su cadena inevitable”; continúa con su ensayo, también inédito, sobre la poesía de Elsa Cross y concluye con un texto en el que Vicente Quirarte destaca su profundo humanismo, su gusto por la vida, su memoria prodigiosa. Era como la música —dice Quirarte—, “avasallante y conquistador; un mar en sí mismo, fecundo e interminable”. En las últimas páginas, Édgar Esquivel recuerda sus encuentros con él, su manera de caminar, de hablar, su generosidad para con los jóvenes. En otros temas se incluyen colaboraciones de Julio Ortega, Jorge Volpi, Hernán Lara y Margo Glantz, entre otros.

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os dos primeros párrafos del apartado 27 del Libro del desasosiego de Fernando Pessoa enuncian: “No teniendo nada que hacer; ni que pensar en hacer, voy a poner en este papel la descripción de un ideal: apunte. “La sensibilidad de Mallarmé dentro del estilo de Vieira; soñar como Verlaine en el cuerpo de Horacio; ser Homero a la luz de la luna”. La fecha del apartado es imprecisa. En la edición de Seix Barral traducida por Ángel Crespo, el año 1930 aparece con signos de interrogación. En el libro Jack Kerouac. América y la generación beat de Dennis McNally (por cierto, una de las biografías más exhaustivas sobre la frenética vida del vagabundo del Dharma), se consigna una frase casi idéntica al último de los ideales de Pessoa, que Kerouac dijo a Allen Ginsberg y a Gregory Corso: “Ahhh, yo sólo quiero ser Cervantes a la luz de la luna”. Según McNally, Kerouac expresó ese romántico objetivo en 1958, cuando participó en el Brandeis Forum en una mesa inquisitorial denominada “¿Existe una generación beat?”, al lado del catedrático Ashley Montagu, James E. Weschler (editor del Post neoyorquino) y del escritor británico Kingsley Amis, debate que perdió no por divagar más de la cuenta ni por leer atropelladamente el estribillo de uno de sus poemas de Mexico City Blues, ni por su provocador aspecto de granjero de Kentucky (jeans y camisa de franela a cuadros, un atuendo que desentonaba con los sobrios trajes y corbatas de sus contendientes), sino porque estaba completamente ebrio. Así que zigzagueando, tambaleante, al término de la discusión se acercó a Ginsberg y a Corso y cuando éstos le presentaron sus respetos a través de un pacto para cambiar al mundo, Kerouac

profirió su lunática aspiración de metamorfosearse en el Manco de Lepanto. ¿Sería posible que Kerouac haya leído a Fernando Pessoa y, sobre todo, el Libro del desasosiego? Definitivamente no lo creo, es más, sospecho que nunca supo, siquiera, de la existencia del poeta portugués, así que aquella frase tal vez nunca la dijo, tomando en cuenta que la fuente de McNally acerca de esa anécdota provino, ni más ni menos, que de una entrevista con Allen Ginsberg, un barbudo bardo que sí, posiblemente, había leído algo de Pessoa. No obstante, me gusta la idea de que dos artistas geográfica, cronológica y estéticamente tan lejanos y disímbolos, cuya única afinidad electiva era el alcohol, hubieran escrito y pronunciado ambiciones gemelares. Uno ansiaba ser Homero y el otro Cervantes, ambos lo deseaban a la luz de la luna, tal vez porque el reverso aciago de la noche es el territorio de las quimeras, las calamidades, el horror, la embriaguez, la agonía y la muerte pero, sobre todo, de la transustanciación. Y ahora que lo pienso, de una carta en la que H. P. Lovecraft le contó una de sus pesadillas a Donald Wandrei, surgió el cuento llamado “El ser bajo la luz de la luna” (The thing in the moonlight), donde el héroe narra el pavor que le provoca un sueño donde enfrenta a ciertas criaturas que aúllan y se desplazan a cuatro patas, con rostros como conos blancos que se estrechan para formar un tentáculo rojo. Jack pudo conocer ese relato pero en Fernando es improbable. De cualquier modo, la imagen de sus noctívagos empeños queda muy bien en sus vocaciones, esas sí muy parecidas, de genios y de monstruos. L


10 b sábado 13 de octubre de 2012

MILENIO

teatro AVE MARÍA AGUAYO

El espectáculo cierra su ciclo de presentaciones este domingo 14 de octubre a las 13:00 horas

Carlos Monsiváis va al teatro Poco o casi nada sabemos de Le dije mexicano y no se rio, con la que el ensayista y detective de sucesos incursionó en el arte escénico CRÍTICA Alegría Martínez alegriamtz@gmail.com

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n la terraza del Museo del Estanquillo, contra esquina de La Profesa con su campanario en pie, una muestra del teatro escrito por Carlos Monsiváis se escucha en la voz de Los Cómplices de Monsi, grupo integrado por Tito Vasconcelos, Braulio Peralta, Édgar Vivar y Tere Valenzuela bajo la dirección de Mario Ficachi, quien eligió y adaptó los textos de este autor imprescindible. Con el Centro Histórico a los pies de un Monsiváis plasmado en un plotter a escala natural y a color, frente a la audiencia y a espaldas de los intérpretes —quienes en su mano portan también el rostro impreso en blanco y negro del pródigo escritor—, inicia un canto de añoranza. Parlamentos que trasminan humor, pesar, ironía, amor por México, siempre críticos, envueltos en sarcasmo y plenos de las verdades perversas de nuestra idiosincrasia, vuelan libres en la voz de los actores, a ratos enmarcados por las notas de un teclado a cargo de Alejandro Muraira. Cada intérprete coloca el libreto en su atril y la obra de Monsiváis resuena ante el micrófono a cuatro voces, todas distintas, alguna distante y quebradiza, otra engolada y artificial, una experta sobre el

escenario y otra más contundente y honesta, todas unidas para dar nueva vida a los fragmentos de una obra escrita para la escena —de la que poco o nada se conoce. Acogidos, equipo artístico y audiencia, por el espacio mágico que el escritor consiguió destinar a la cultura popular, hasta antes sin lugar propio, donde cada imagen, rincón y palabra nos habla de lo que somos, el trabajo titulado Le dije mexicano y no se rio da inicio con la presentación del Catálogo de nuevas profesiones. La primera escena reproduce un congreso de organizaciones políticas que integran cifras descomunales de miembros inexistentes, una reunión en la que se intenta imponer reglas rotas desde su génesis. Al llegar a su fin, apenas ha dado tiempo de leer los nombres de las agrupaciones, la cantidad de firmas que las respaldan y la evidente farsa política de la que forman parte. El proveedor de teorías, nuevo profesionista que se espera contribuya al bien social, ofrece distintas

versiones sobre un mismo hecho —tantas como periódicos—, de modo que el contratante de este eficiente facilitador tenga a mano la justificación más absurda de un artero asesinato, por ejemplo. La casualidad hace de seguro que las descabelladas hipótesis presentadas tengan amplias similitudes con las versiones oficiales que se difunden con barniz de seriedad. Amenazas sordas que anulan la posibilidad de testigos, mitos sobre los muertos que reviven gracias a la fantasía popular ante la necesidad de su presencia; propuestas varias incluyen el jueguito del porvenir que la astucia del nuevo profesionista inventa en igual proporción a lo trágico del suceso. La narración sigue su curso hasta la presentación de La pronosticadora del pasado, ocupación que satisface el anhelo de que los acontecimientos funestos se modifiquen por vía de la palabra al nivel de un sueño maravilloso, como la matanza de Tlatelolco. Los textos teatrales de Carlos Monsiváis, profundamente críticos, punzantes y dolorosos, inscritos en su humor natural, ácido e inteligente, descubren historias cortas y nombres propios de lugares y músicos que son asimismo parte de la historia de quienes escuchan y observan esta especie de recital dramático, irónico, musical. La crónica de la transformación de posturas políticas mediante canciones románticas, de protesta y comerciales, está inserta en la historia de las hermanas Zarza y Suspiro que cambian de repertorio y de nombre, según el curso de la moda y los acontecimientos, hasta convertirse en Tocha y Mocha, para terminar siendo Savonarola, el Dedo que Denuncia, o Fidelia, la Lideresa del Voto Cantado. Fragmentos de telenovelas tituladas Carlota y Maximiliano sí que aguantaban un piano o La noche triste se fue de fiesta, interpretadas por Guillermo Furray como el emperador, María Trivas como su esposa e Ignacio López Terco como Hernán Cortés, y El Loco Valdez como Bernal Díaz del Castillo, afianzan el “abrazo glorioso entre la televisión y la historia, entre lo visual y lo práctico, lo electrónico y lo prestigioso”. El final, que se desprende del título del espectáculo, es una plática entre tres productores teatrales que teorizan sobre la mejor forma de que vuelva el público a las salas. Conversación que en realidad es una feroz crítica a la asumida práctica del racismo nacional, a nuestra identidad autovapuleada, a nuestro lenguaje pervertido, mal adaptado y bien adoptado; a nuestro afán de mentir hasta la muerte antes de aceptar que ignoramos lo que se nos pregunta. Le dije mexicano y no se rio es un grito profundo, irónico y desesperado de Carlos Monsiváis, en voz de sus amigos, en formato de teatro en atril, con algo de utilería, que revive al escritor en su faceta de dramaturgo, hábil conocedor de nuestras más hondas contradicciones. L

LA PUERTA ESTRECHA ESPECIAL

Con ustedes: Angelina Beloff Alicia Quiñones aquinonescontacto@gmail.com

A

ntes de viajar al teatro L’Elysée, en Lyon, Francia, la joven compañía TequioMéxico presentó un par de funciones de su más reciente producción, basada en Querido Diego, te abraza Quiela. El libro de Elena Poniatowska se establece a partir de una serie de cartas que la pintora rusa Angelina Beloff le escribió a Diego Rivera. Se trata de un diálogo con ella misma, con su fracaso. Entre la esperanza de una mujer abandonada y el olvido de un hombre nace esta historia. En el escenario se dibuja el París de principios del siglo XX. Las palabras de su protagonista nos revelan una ciudad con demasiadas razones para la melancolía: el frío, la pobreza y la posguerra. Es el París de Modigliani, de Picasso, de Gris y de Rivera. No sabemos si el pintor mexicano se marchó de esta ciudad por alguna imposibilidad creativa o por

alejarse de la ruindad que había construido junto a Beloff. Con la muerte de su primer hijo, Rivera regresó a México en 1921 prometiéndole que, en cuanto se estableciera, vivirían juntos de nuevo. La adaptación —como la obra de Poniatowska— está cargada de tristezas, y centrada en las pérdidas y en el proceso de una artista que vive el desapego, cuya única salida es el arte. En este monólogo, la actriz Odille Lauría —una de las mejores que he visto en el teatro mexicano— juega con pocos elementos: una silla, una maleta con dos o tres cambios de vestuario y una botella con alcohol. Con ellos nos envuelve en la historia y en la personalidad de Beloff. La pieza teatral tomó un claro partido por retratar la huida de Rivera y las consecuencias en la vida de la pintora rusa. Sin embargo, Poniatowska, quien estuvo presente en una de las funciones, al final acotó dos o tres detalles. Dijo, en principio, que no toda la vida de la artista había sido un melodrama y que uno de los procesos más fuertes para ella fue la muerte de su hijo. Escrita y dirigida por Guillermo León, Quiela es una recomendable propuesta teatral; desafortunadamente, al final da un giro forzado y un poco telenovelesco: Beloff despierta de su depresión y las circunstancias sociales la obligan a cambiar de país y viaja a México en 1932. Ahora, en la escena, es feliz y construye una vida distinta, enfocada a las artes plásticas.

Hoy se presenta la última función de Quiela, en el teatro La Capilla

La obra cae cuando la actriz se sale del personaje y comienza a narrarnos el final de la vida de Beloff. Se acabó la ficción. Pero éste no es un problema de la actriz, sino de la dramaturgia o la dirección. El público salió feliz. Se notaba que había disfrutado de la pieza, pero cuando Elena Poniatowska agradeció y bajó del escenario, uno quedó con la sensación de que algo no le había gustado. La puerta estrecha se ha cerrado. L


sábado 13 de octubre de 2012 b 11

LABERINTO

cine ESPECIAL

Javier Martín-Domínguez

“El espectador agradece que no intentes engañarlo” El director español dialoga sobre las afinidades entre el documental y el periodismo y la manera en que traza a sus personajes ENTREVISTA Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com

N

o hay mejor guía que la vocación y el interés. Al menos así lo entiende Javier Martín-Domínguez, documentalista que divide su vida profesional entre el cine y la televisión. Hace unos días el director de Leonora Carrington y el sueño surrealista y Mapas de agua y arena: las vidas de Jane y Paul Bowles, visitó México para participar en el encuentro Artes.docs. Durante su estancia, habló en exclusiva con Laberinto. ¿Por qué se dedica al documental? Digamos que por vocación. Empecé trabajando como periodista televisivo, después estudié cine. Ambas disciplinas me permitieron trabajar con elementos de la realidad e ir más allá. Tiempo después mis gustos personales me llevaron a especializarme en temas culturales y artísticos. El documental es una forma de dedicarse al cine pero con elementos de la realidad. Hay una relación entre periodismo y documental pero se mueven por derroteros distintos. La relación más evidente es la curiosidad por la realidad. Las líneas son muy cercanas, pero el documental te permite trascender la historia diaria y hacer trabajos más perennes. A su vez, una postura estética no tiene cabida en el periodismo. ¿Cómo elige sus historias? Me acerco a artistas que en verdad me perturban. En el caso de Leonora Carrington, a mediados de los años setenta leí Memorias de abajo, donde narra el periodo que pasó en un psiquiátrico español. Su testimonio me pareció muy extraño porque era una literatura compleja y psicoanalítica. Años más tarde,

la contacté y en lugar de hacer una película de la obra descubrí que me interesaba más conocer su vida. Con Paul Bowles, el proceso fue similar. Me identifiqué con su obra literaria, su estilo de la aventura, el viaje y la búsqueda de sitios exóticos. Después decidí visitarle y terminé haciendo una película sobre él.

Leonora Carrington

¿Qué tipo de relación establece con sus personajes? Me interesa hacer amistad con ellos, sin que esto signifique renunciar a sus momentos complejos, raros, o a sus tensiones vitales. Construyo complicidades para que se expresen ellos mismos. Soy un mero intermediario, alguien que busca una memoria audiovisual que quede para quienes quieran bucear en el personaje.

Sin duda. El documental no está dentro del marketing de las películas de ficción. No obstante, tiene otras vías, puede salir en televisión, DVD e Internet. Además, es una herramienta importante para el aprendizaje. A lo mejor a un estudiante le cuesta leer un libro de 250 páginas pero sí aguanta un buen documental. Como instrumento educativo o de memoria histórica tiene cada vez más relevancia. Es decir, tiene una vida muy distinta al cine convencional.

¿En términos éticos, cuáles son sus límites? Aunque aborde la realidad, todo trabajo es subjetivo. La ética y el respeto hacia el personaje están en la edición o el montaje. Ahí es donde respetas intimidades o posiciones. Sin embargo, lo más importante es la honestidad y no ocultar tu punto de vista. El espectador agradece que no intentes engañarlo.

En México, el documental vive un buen momento. ¿Cuál es la realidad del género en España? Cuando inicié la producción de mi película sobre el matrimonio Bowles a principios de los años noventa, a la hora de buscar apoyo con las televisoras no podía siquiera mencionar la palabra documental porque significaba un no inmediato. Tuve que venderlo como un especial. Ahora la situación es diferente, porque ha ganado mucho prestigio y porque los medios están al alcance de muchas personas. Hoy es aceptable una película que se rueda con la cámara de un teléfono móvil. Lo más importante es ubicar el objetivo y el camino que tomará un proyecto.

¿Qué define la estructura: el personaje, la realidad, el director? En el cine de ficción partes de un guión cerrado, con pequeñas variaciones. Puedes tener un plan de rodaje y hacer cambios mínimos. Pero en el documental arrancas con ideas generales o más o menos estructuradas. Casi siempre el rodaje te obliga a ir por otro lado y es en la mesa de montaje donde reconstruyes el rompecabezas dentro del estilo narrativo que te impongas. El documental es por definición minoritario, pero si es artístico imagino que avanza aun más a contracorriente…

En su país se han puesto en marcha políticas financieras que afectan a la cultura y a la producción fílmica. ¿Cuál es su expectativa a este respecto? La situación económica es tan crítica que se han tomado medidas radicales para sacar el país a flote. Quizás en una situación de emergencia deba ser así, pero lo cierto es que la cultura sirve para que seamos más educados, para que la sociedad se retrate a sí misma sin limitaciones. No debe ni puede gravarse en los mismos niveles que otros productos, sobre todo en un momento como el que vivimos. Si castigamos a la cultura no solo se destruye el tejido artístico sino la capacidad de un país de ser auténtico, libre y de construir su historia como debe. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

Las otras razones de Frankenstein Fernando Zamora @fernandovzamora

A

un quienes perdieron la fe en Burton (tal vez a causa de Alicia en el país de las maravillas o por haber producido Lincoln cazavampiros) pueden volver a encender una vela. Frankenweenie (2012) va hacia el espíritu de Burton tan en sus orígenes que parece secuela de Vincent (1982), un corto que, cual pinchazo de metadona, hace ver el terror a la muerte como algo ligero. Vincent puede verse en Youtube a menos, claro, que ese nazismo llamado “obliga a los artistas a cobrar a través de distribuidoras carnívoras” no lance un interdicto sobre la Red. Hay en Youtube otro corto que se llama Frankenweenie (1984); en éste se basó la película de estreno en la cartelera. El Frankenweenie de 1984 marca la primera ocasión en que Burton trabajó con actores reales y anuncia su primera gran obra: Edward Scissorhands (1990). Burton no podía ser más original que volver a sus primeras obras maestras. Si en 1984 Burton se dibuja a sí mismo como niño de suburbio con sueños de grandeza, en 1990 se retrata como adolescente que tal vez a causa de esos mismos sueños de grandeza no puede dejar de herirse y herir a los demás. Resumiendo: en el Frankenweenie que se estrenó ayer Burton vuelve a retratarse como niño; retoma la

animación (en blanco y negro, además) y, mezclando técnicas del pasado y de hoy, dirige una película que en su aparente simpleza abre al espectador a un sentimiento que lleva por el camino del misticismo: ternura, esa forma de amor que, como la fuerza que mantiene unido el núcleo del átomo, no es extensa, pero es profunda. Lo que el protagonista de Frankenweenie siente por Sparky es un amor tan profundo que los une la fuerza de la ternura. Por otra parte, Burton no se limita a redescubrir su propio pasado en tanto autor y en tanto ser humano; avanza su búsqueda como artista. Si en Alicia... quiso reinterpretar un mito de amor prohibido (el amor de un adulto por una niña) en Frankenweenie investiga el mito de Shelley y, libre de las ataduras burguesas que boicotearon la empresa de Alicia (los estudios se negaron a que la protagonista fuese efectivamente una niña, con lo que destruyeron la obra de Burton), argumenta a favor del mito del científico loco. Víctor es un Fausto. Sólo el amor puede salvarlo. ¿Por qué Víctor es el único que consigue el sortilegio de revivir? ¿Acaso Frankenstein en la novela de Shelley no amaba también a su novia? Sí, pero hizo el experimento con rabia: era mucho más el furor que la ternura. Este es el secreto del personaje de Burton y desde que Coppola encontró un punto de vista inédito de Drácula yo no he visto en el cine nada que en lo de revivir mitos tenga tal contundencia. El

Frankenweenie. Dirección Tim Burton. Guión John August, Leonard Ripps y Tim Burton basados en una idea de Tim Burton. Fotografía Peter Song. Música Danny Elfman. Con las voces de Catherine O’Hara, Charlie Tahan, Martin Short y Martin Landau. Estados Unidos, 2012 discurso en torno a la ciencia es más actual que nunca y desacredita la noción frívola de que la ciencia se hace sólo con la cabeza. La furia del científico de Shelley produce monstruos. Las lágrimas de un niño de suburbio eran el ingrediente que faltaba en la fórmula del original Víctor Frankenstein. L


12 b sábado 13 de octubre de 2012

MILENIO

varia ESPECIAL

ESPECIAL

Carta a un lector del 2050

El autoritarismo estético de la UNAM

ARCHIVO HACHE

CASTA DIVA

Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

A

migo, era octubre y 2012: los escritores discutían en InterNeta lo que editores no permitían discutir en revistas, porque a veces ellas eran lo sospechado. El principal debate en el mundo literario era la pelea sobre el Premio de Literatura en Lenguas Romances, de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que ese año tocó a Alfredo Bryce Echenique. La indignación nació por líos de Bryce Echenique con plagios de artículos; unos lo decían multado (y él decía que no) por la justicia peruana, ¡vaya oxímoron! ¿Cometió plagio? No hay modo de saberlo. Entonces ni ahí ni en ningún lado se podía saber algo. Además, una parte de los escritores que pedían revocar el premio ¡fueron rápido coro para validar una elección presidencial fraudulenta! En parte era un desplazamiento del reclamo que muchos intelectuales no habían hecho en el terrero político. En esos mismos días, un hijo del principal intelectual mexicano había ganado otro premio —un millón de pesotes— de la compañía Sanborn’s, y Carlos Slim el mayor millonario del planeta en la época de un México hundido en la miseria. ¿Que qué era México? Era un país pinchurriento, impune y corrupto, que ocupaba los actuales Estados Unidos de Segunda América. Semanas antes, Pablo Raphael polemizaba la repartición de becas y ramas en la Ciudad Letrada. Y justo meses antes el escandalazo cultural era el Premio Villaurrutia dado a

Sealtiel Alatriste, al que luego renunció por puestos públicos y plagios cometidos, o no cometidos, quién sabe, porque, como te digo, en ese país ¡sepa la bola! Su verso más popular no era ninguno de Octavio Paz, el Nobel (que le consiguió Salinas, decían, no por inmerecido, sino porque Salinas necesitaba legitimarse por el fraude de 1988, aun a través de Miss Universo de 1991, el Premio Nobel de Literatura de 1990, o Nafta en 1994). Ah, sí, decía que el verso más popular no era de Paz sino de Jaime Sabines, el Poeta perteneciente a una familia de caciques del régimen que jodió a aquel país, y ese verso decía: “Yo no lo sé de cierto, pero supongo”. ¡Ah, cabrón, chingón el bato, pues! Los críticos patrios creían que el verso era tan popular por ser de poema amoroso chicloso, ¿tú crees? ¡Qué va! Era popular por parecerse a la frase de un cómico llamado Capulina: “No lo sé, puede ser, a lo mejor, tal vez, quién sabe…”. El verso de Sabines y la frase de Capulina —como chance toda esa cultura— aludía a que ahí no se podía saber nanais, nada de nada, na-dita. Su gente se tenía que hacer pen —pluma— o dejada. Unas veces pa’ no perder la vida, otras veces porque parece mentira la verdad nunca se sabe. Entonces si en ese país casi nunca se podía saber si el presidente había ganado o qué pedo, mucho menos se podía saber si el escritor sí o no. Así estaba la cosa, pues, en el 2012, o ve tú a saber. L

Avelina Lésper www.avelinalesper.com.mx

G

enuinamente me interesa saber por qué genera tanto interés el que salga una colección privada de un espacio universitario”, dijo la doctora Teresa Uriarte a las preguntas de la prensa acerca del abrupto anuncio de la expulsión de la colección Blaisten de las instalaciones del Centro Cultural Universitario Tlatelolco de la UNAM. Doctora, si usted, que es la coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM, no lo sabe, se lo voy a explicar. La colección Blaisten es la más importante de arte mexicano moderno. Su valor no sólo es económico, es estético e histórico. Sus obras son insustituibles, únicas e irrecuperables. Está conformada por piezas que han sido reunidas durante décadas y que describen la evolución y la creación de una identidad en la plástica mexicana. No está cambiando la decoración de sus oficinas, está dejando sin recinto a una colección fundamental para el acervo nacional. Propone cambiarla por la colección Coppel que, en su mayoría, contiene objetos que, sin la protección de un museo, no pueden llamarse arte. Doctora, nos dice que debemos sentirnos privilegiados de que la colección Coppel preste, pongo el ejemplo, unas piedras de Jimmy Durham o el “vocho” de Francis Alys. El privilegio es para los Coppel porque le dan valor académico y un recinto universitario a sus objetos de modas banales y efímeras que venden en cualquier feria de arte. Las colecciones contemporáneas y privadas están expuestas en los recintos de la UNAM; es un exceso dedicarles una sala especial. Es evidente la abusiva decisión de sacar una colección que se concentraba en un espacio. No está valorando la pérdida para el público y para la generación de conocimiento: está ejerciendo el autoritarismo estético de la universidad. En sus museos hay intereses, no hay pluralidad; ese término es parte de la demagogia universitaria. Afirmaron que se trata de decisiones colegiadas, resultado de un estudio muy profundo. ¿Qué clase de estudio concluyó que deberían sacar a una colección que presentó exposiciones

de gran afluencia, como la del Dr. Atl, y que propone algo que la UNAM no ofrece en ninguno de sus espacios? La sacan porque en ella predomina la pintura, porque es histórica y porque no necesita de sus propuestas curatoriales para tener un valor. No es una decisión colegiada, es una imposición estética sin margen de negociación. Es consecuencia de la misión de dedicar los museos universitarios a “La escena contemporánea en su diversidad”. Doctora Uriarte, es muy grave que le sorprenda que la prensa se interese por la colección Blaisten. Esto denuncia que no está enterada del aprecio que la colección tiene para el público, y que no entiende el error de esta decisión. Además, usted hace el increíble anuncio de que la UNAM se convierte en bolsa de trabajo para sus egresados. Echar a una colección de pintura con valor histórico permitirá que sus postgraduados en Historia del Arte con estudios curatoriales realicen ejercicios debutantes con colecciones contemporáneas. Entonces, le pido públicamente que deje los favoritismos de lado, actúe con equidad y transparencia, y que se comprometa a darles espacio en el MUAC a los graduados de la ENAP, que es una Facultad de la UNAM, para que expongan sus obras. Sin discriminar a los que salgan como pintores, grabadores o escultores. Si los curadores pueden hacerlo, también los artistas merecen ese derecho. Recuerde que, hasta ahora, el arte lo hacen los artistas, no los curadores. Entre sus cambios está homologar los recintos. Todos a exponer lo mismo: esa es la libertad creativa de la UNAM. Le pregunto, con genuino interés, ¿por qué tratar con ese desprecio a una colección tan valiosa? ¿Por qué afirman que van a generar experiencia y conocimiento cuando están dirigiendo los museos a exponer exclusivamente lo que un grupo entiende como arte? Sacar a la colección Blaisten es una decisión de fascismo estético. Este autoritarismo, este maltrato a la pintura y al coleccionismo valioso, nos deja con la profunda preocupación de que, si es verdad que usted será la nueva titular de Conaculta, nos espera un sexenio árido y de trato prepotente. L


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