Laberinto No. 470

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Laberinto

David Toscana Recuerdos de la mala literatura página 2 Dalí Corona Cartografía del tiempo página 3 Miguel Barberena Jean Echenoz página 8 Juan Carlos Villanueva Entrevista con Wayne Hussey página 11

N.o 470

sábado 16 de junio de 2012

Karl Kraus en sus aforismos

Héctor Orestes Aguilar Página 4 ESPECIAL

MILENIO

Correspondencia inédita

Fernando Pessoa y Mario de Sá-Carneiro Página 6


02 b sábado 16 de junio de 2012

MILENIO

antesala DE CULTO

José Abdón Flores b abdon_@excite.com ESPECIAL

Recuerdos de la mala literatura TOSCANADAS

DEVIANTART

momento nos encargaron Pregúntale a Alicia. Quizás eso nos mantendría fuera del mundo de las drogas o quizás aprenderíamos algunas mañas. Del libro de los supervivientes me quedaron muchas imágenes, del de Alicia no recuerdo casi nada. Como todos, hube de memorizar un poema. Declamé “El seminarista de los ojos negros”. Los versos tenían la requerida carga sentimental, sobre todo ahí donde dicen:

David Toscana dtoscana@gmail.com

C

ursé la secundaria en los años setenta, para ser precisos, de 1973 a 1976. Supongo que mi escuela no era muy dada a las artes literarias, pues de las aulas no tengo el recuerdo de Sor Juana o Rulfo u Onetti o Fuentes o García Márquez, sino de algunas lecturas que hoy me darían vergüenza. En 1973 el libro de mayores ventas fue Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach. Y ahí estábamos todos leyendo, explicando lo obvio, subrayando frases como “Juan evocó en su pensamiento la imagen de las grandes bandadas de gaviotas en la orilla de otros tiempos, y supo, con experimentada facilidad, que ya no era sólo hueso y plumas, sino una perfecta idea de libertad y vuelo, sin limitación alguna”. Sí, muchachos, nos decía la maestra. Ustedes pueden ser lo que quieran ser, volar alto, ser libres. Y nosotros nos creíamos Juanes Salvadores, cuando no éramos sino la manada. El libro, además de cursi y lugarcomunesco, tenía malas fotografías e ilustraciones ramplonas sin otro propósito que aumentarle páginas. Encima, venía de una editorial española, con esos gachupinismos que nos causaban erisipela: “Para comenzar”, dijo, con una sonrisa seca, “llegasteis todos un poco tarde al momento de juntaros”. Al año siguiente leímos aquel de los supervivientes de los Andes. Y, pese a la queja de algunas beatas, en algún

La niña angustiada miraba el cortejo los conoce a todos a fuerza de verlos... tan sólo, tan sólo faltaba entre ellos el seminarista de los ojos negros.

Pero apenas era para declamarse entre los compañeros. Si uno aspiraba a participar en las asambleas con los padres de familia, eran dos los poemas reglamentarios: “Por qué me quité del vicio” y el de “Mamá, soy Paquito”. Si los respectivos declamadores lloriqueaban, más se les aplaudía, aunque ya les brotara el bigote, aunque nadie entendiera eso de “cubierto de jiras, al ábrego hirsutas” ni mucho menos aquello de “y un cielo impasible despliega su curva”. Y entre todas las obras maestras de la literatura, ¿qué otra maravilla se eligió en mi escuela como lectura obligatoria? El triángulo de las Bermudas, que creo que todavía está de moda entre algunos sobrenaturalistas. A veces pienso que la escuela debería ser el sitio donde la gente se educa; a veces la idea me parece una utopía. Y sin embargo veo que hasta la mala literatura deja alguna huella. Deja recuerdos del libro y de haberlo compartido. Nos deja una frase que evoca algún tiempo. El propio bachiller Sansón Carrasco dice que: “No hay libro tan malo que no tenga algo bueno”. Supongo que es verdad. Mas los malos libros han de servir como escalón; jamás como cúspide. A cualquier lector ha de llegarle el momento en que, como el cura y el barbero, deba enviar ciertos libros a la hoguera. Y ahí donde hubo malos libros, cenizas quedarán. L

Alfredo Gangotena

La lengua exiliada

A

lfredo Gangotena (1904-1944) es uno de esos autores excéntricos por haber desarrollado su obra en dos lenguas y, más precisamente, por haber iniciado y consolidado su obra no en la lengua madre, el español, sino en la adoptiva, el francés. Hijo de terratenientes ecuatorianos, tuvo una formación clásica, que coronó cuando la familia Gangotena Fernández se trasladó a París en 1920. La influencia del padre impidió que se matriculara en la Escuela de Bellas Artes, por lo que optó por la Escuela de Minas para convertirse en ingeniero. Durante estos años entró en la órbita de personajes centrales de la vanguardia como Cocteau, Max Jacob, Jules Supervielle —con quien compartía la lengua española— y sobre todo el poeta francobelga Henri Michaux. Su mala salud sería un elemento central en su obra. En ella se puede hablar del “cuerpo como vehículo de angustia”. Varios son los versos y los poemas en los que Gangotena refiere un cuerpo en permanente corrupción y disgregación (“Tiemblan los muros y las hojas/ Os digo y aseguro:/ Hay alguien que sangra./ Alguien que sangra con gotas gruesas,/ pesadas como el ácido soterrado en el seno terrible de la montaña”). Alfredo Gangotena era el típico autor que, estando en el medio adecuado, podía dar frutos. En 1923 publicó sus primeros poemas en la revista Intentions, con un reconocimiento inmediato de los vanguardistas. En total, publicó 26 poemas

EX LIBRIS

en ocho años de vida parisina y, más importante aún, en ese lapso fundamentó su estilo. A finales de 1927 regresó a Ecuador con su familia. Esto le supuso una ruptura terrible pues de golpe vio truncada una forma de vida. Gangotena habría podido seguir desarrollando su poesía en la esfera de las clases pudientes ecuatorianas pero su "afrancesamiento" le cerró incluso esta puerta. En su reclusión, comenzó a desarrollar un aire de misantropía y una contenida violencia contra la vida (“¡Tierra! Tierra tres veces maldita, esta vez te contemplo animado de todo el odio de que serán capaces un día mis ojos”). Le tocó vivir el exilio en tierra propia. En 1928 publicó su primer libro, Orogénie, el libro de la tierra, compuesto por los poemarios “Orogénie” y “L’Orage Secret”. A éste le siguieron Absence, en 1932, y Nuit, en 1937, todos publicados en París. Tempestad secreta, su primer y único libro en español, fue publicado en Quito en 1940. La poesía de Gangotena se desmarcó de las influencias principales a las que estuvo expuesta —como el surrealismo— y desarrolló una vena hermética, simbólica y mística. Una sombra además lo perseguía: la hemofilia. Michaux refiere que “esa enfermedad lo ponía a merced de un diente arrancado, de una simple infección. Lo llevaba a un miedo continuo, prácticamente fuera del mundo”. Alfredo Gangotena volvió a París en 1937 como agregado cultural y después estuvo en Valparaíso como cónsul. Pocos años más tarde murió de una peritonitis. L Cicerón bEKO

BITÁCORA PSICOTRÓPICA

Xavier Velasco

No comprende el buen gasto las mieles del mal gusto.

MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Roberto Pliego Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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LABERINTO

antesala

Cartografía del tiempo

Tres del Águila

Algo tan común como el viaje de un padre y un hijo rumbo a la escuela funciona aquí como recordatorio de las separaciones que nos persiguen POESÍA

A SALTO DE LÍNEA TECNOLOGICODEGUAYMAS

Dalí Corona

Los hombres, hijo mío, sí lloran. Eduardo Langagne

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a voz de mi hijo al despertarse no es la misma que al cruzar la puerta de la escuela. Un río que en su viaje lleva peces cuando a las siete en punto se levanta, un páramo sombrío cuando suena la campana que le muestra que es la hora de empezar las clases. Solemos platicar en el camino de la casa hacia la escuela; hablamos de los días pasados y lo que haremos al iniciar las vacaciones. Repasamos, juntos, vocales y alfabeto, corregimos nuestra expresión verbal para las cenas en familia. La voz de mi hijo en las mañanas no es la misma que al cruzar la puerta de la escuela, algo, como un banco de peces, le cruza la garganta y le impide decir “adiós, papá” cuando me marcho.

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n días pasados, el escritor Dalí Corona fue reconocido con el Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal 2012 por Cartografía del tiempo. El libro propone una mirada paciente del universo cotidiano —comenta su autor— y está dividido en cuatro partes: el insomnio, la casa, la calle y la infancia; cada una de ellas intenta descubrir la maravilla de los milagros domésticos. Dalí Corona es autor de los poemarios Voltario, Desfiladero y Ansiado norte, Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2009.

El escritor sonorense Carlos Sánchez

Braulio Peralta braulioperalta@yahoo.com.mx

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arlos Sánchez es un escritor de Sonora que con su libro Matar empieza a conocerse por los rumbos del centro de la República. Ha ganado varios premios nacionales con sus libros, pero no ha tenido la suerte de ser publicado por una editorial de mayor difusión. Se ha especializado en talleres de literatura para presos. Y de ahí ha emanado parte de su obra. Un ejemplo: “Soltó los dedos sobre el concreto del pasillo en el pabellón cuatro. Recogió el dinero de las apuestas; con un once había ganado el Huesito. Levantó la vista para caminar hacia la celda. Sacó de entre su pantalón una punta de acero. Al momento de encajarla en el cuerpo del Chuti, el Luisillo le decía: Yo soy carnal de El Lupe, el bato que mataste en tu barrio”. Directa como la entrada de una daga en el cuerpo, así es la literatura de Carlos Sánchez. Ojalá una editorial piense en este escritor revueltiano, tan necesario. 2. Luis Mario Moncada ganó el Premio Juan Ruiz de Alarcón. Nacido en 1963, el dramaturgo tiene una vida profesional radiante, en activo. Este año su obra Un soldado en cada hijo te dio se estrena en Londres, con la Royal Shakespeare Company, que además se presentará en el marco del Festival Internacional Cervantino. Para quien no conozca su trayectoria, Moncada se dio a conocer entre los jóvenes con Carta al artista adolescente, una versión teatral de la obra de James Joyce, con un éxito y crítica inigualable. El dramaturgo es un excelente

adaptador de clásicos y guiones de cine. Su último montaje, 9 días de guerra en Facebook es un repaso a la polémica vieja y actual sobre la guerra en Medio Oriente, de primera porque nos cronica la historia para pensar y tomar opciones. El jurado que decidió el galardón estuvo integrado por Enrique Singer, Luis Emilio Aguilar y un servidor. Moncada ganó por unanimidad. El Juan Ruiz de Alarcón lo han recibido, entre otros, Sergio Magaña, Vicente Leñero, Elena Garro, Emilio Carballido, Héctor Mendoza, Víctor Hugo Rascón, Sabina Berman, David Olguín y Flavio González Mello. A esos nombres sin duda habrá que añadir en el futuro los nombres de Ximena Escalante, Mauricio Jiménez o Elena Guiochins... 3. “A partir de este año” el Comité Organizador del Homenaje y Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez, otorgado cada año por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, “reformulará sus procesos de selección”, escribe a los que han sido miembros del jurado, mismos que han recibido la distinción, la directora general de la Feria, Nubia Macías. No explica más. Pero agradece “sinceramente el tiempo que ha dedicado al mismo en sus ediciones anteriores”. Destacan entre los merecedores del Benítez , y miembros del jurado, los nombres de José Emilio y Cristina Pacheco, Carlos Monsiváis (qepd), Elena Poniatowska, Vicente Leñero, José de la Colina, Hugo Gutiérrez Vega y Guillermo Sheridan, entre otros, con un servidor incluido. (Espero que la carta no me haya llegado sólo a mí.) L

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MILENIO

literatura

Karl Kraus en sus aforismos La aparición de Verdades a medias, verdades y media, una versión bilingüe de Gonzalo Vélez con una selección de perlas del gran polemista checo asentado en Viena, debe considerarse un gran acontecimiento literario. Es la razón de los textos que aquí presentamos ENSAYO WORDPRESS.COM

a los negocios y la pequeña industria, pudiese acceder tan rápido a un medio ya dominado por otros escritores de generaciones contiguas, en especial los miembros del grupo La joven Viena: Arthur Schnitzler, Hugo von Hofmannsthal, Felix Salten y Richard Beer-Hofmann, quienes liderados por el crítico católico Hermann Bahr terminaron por rechazar de su círculo a “el pequeño Kraus”, como lo llamaban. Éste les dedicó, en venganza, uno de los panfletos más famosos de las letras modernas alemanas, La literatura demolida, veintitantas páginas en que ridiculizó a esa caterva de señoritingos escenificando una enorme mentira literaria. La joven Viena era para Kraus una frívola causa a la búsqueda de poder cultural y reputación de iconoclastia: toda una panda de farsantes. La historia y las complejas ingenierías de la canonización han querido que por lo menos dos contertulios de La joven Viena se establecieran como clásicos de la literatura moderna —Schnitzler y Hofmannsthal—, cuyos libros son referencias dentro y fuera del ámbito cultural alemán y cuyas piezas teatrales son representadas permanentemente en escenarios de todo Occidente. De un tercer cofrade de aquel grupo, Felix Salten, también han sobrevivido dos contribuciones a la educación sentimental de modernos y postmodernos: la novela del venado Bambi y la novela de la puta Josephine Mutzenbacher, de cierto modo complementarias. A contramano, Kraus no es un autor tan bien conocido a través de la lectura. Sus obras carecen de recepción directa muy amplia, pues no las compuso pensando necesariamente en hacer libros, no concibió sus escritos para la industria editorial. No fue autor de ficción, escribió demasiado y sobre los temas más diversos y es muy sabido que su muy citada obra teatral Los últimos días de la humanidad es irrepresentable, como él mismo advertía a los lectores del texto dramático. La dureza, el cinismo y la ironía de sus obras tampoco han jugado a su favor en la diseminación de su lectura.

Kraus fue desde su temprana madurez un héroe cultural para la comunidad intelectual vienesa

El autor de Los últimos días de la humanidad

Héctor Orestes Aguilar

¡

Ilumíname, San Claudio Magris! ¡Ilumíname! Que tu proverbial lucidez guíe mis tientos por las ásperas líneas del depredador de la falsía y el engaño, por las páginas implacables del defensor de la lengua contra toda perversión e inmundicia. ¡Ilumíname, San Elias Canetti, converso a la fe del Maestro para luego renegar de ella, sostenme en mi debilidad! Sé mi protector y condúceme a la inteligencia de una obra devastadora e inabarcable ¡Ilumíname, Santa Walpurgis!, acaso ante las hogueras prendidas para honrarte pueda cifrar a quien esto lea las sentencias escritas bajo tu influjo. Karl Kraus (1874-1936) está de regreso. Verdades a medias, verdades y media recopila aforismos suyos provenientes de las obras Sprüche und Widersprüche (1909), Pro Domo et Mundo (1912)

y Nachts (1919), en versiones de Gonzalo Vélez y con prólogo de Pablo Soler-Frost. Este volumen de 125 folios confirma que no hay aproximación más delicada al legado de Kraus que enfrentarse a su escritura fragmentaria. Ante la obra de un despiadado perfeccionista del lenguaje cualquier error es suicida. En forma tácita, el comentarista está advertido de no resbalar por la cuesta de lo retórico, ornamental o gratuito, los defectos más repudiados por el aforista y con más furia censurados en todas las víctimas de sus reparos. Karl Kraus fue desde su temprana madurez un héroe cultural para la comunidad intelectual vienesa, pero el camino hacia su destacado protagonismo no fue nada fácil. Nacido en 1874 en Jiin, una muy pequeña ciudad de Bohemia, llegó con su familia tres años más tarde a la capital del Imperio austrohúngaro. En el mes que cumplió dieciocho años publicó su primera crítica, una reseña del drama en cinco actos Los tejedores, de Gerhart Hauptmann, en el Wiener Literatur-Zeitung. Es verdaderamente admirable que un chico judío de provincias, proveniente de un entorno dedicado

La antología presentada por Gonzalo Vélez ofrece una ruta para entrar a su obra. Dividida en cuatro capítulos, la colección reúne aforismos sobre el arte, el lenguaje y el pensamiento; el Eros, las mujeres y la moral; las costumbres y contradicciones; y, como epílogo, un retrato del escritor satírico a través de 24 citas, pruebas elocuentes de la dificultad de penetrar su biografía. ¿Qué hallarán los contemporáneos en los célebres y temidos párrafos que nutren estas páginas? En principio, un libro para hoy. La última compilación de aforismos del autor austriaco que circuló en librerías mexicanas fue Contra los periodistas y otros contras (Taurus) hace 20 años. Las memorables traducciones de José María Pérez Gay no han sido recopiladas aún. Por tanto, esta edición viene a llenar un vacío y a dar luz sobre una obra ineludible. No puede concebirse la historia del aforismo sin las contribuciones de Karl Kraus. Por razones que me resultan inexplicables, además, no termino de fantasear lo que hubiera hecho Kraus de haber contado con una herramienta como twitter. En cualquier caso, en cuanto Verdades a medias, verdades y media esté en librerías, los twitteros que quieran hacer gran literatura deberían hacerse de un ejemplar. Encontrarán una biblia entrañable. Los lectores hallarán también una moral. Mejor aún, una fanática actitud moral. La de un reaccionario y un antimoderno dispuesto a enfrentarse sin otorgar concesiones a todo aquello que atenta contra sus principios, tanto éticos como estéticos. Está también, palpitante, estridente, la voz de un crítico. Un crítico salvaje de la lengua petrificada de la prensa. El enemigo mortal de la fraseología barata, frívola y corrupta de los periodistas y políticos, sobre todo de quienes participaron consciente, programáticamente, en la cuesta bélica de principios del siglo XX,


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LABERINTO

literatura azuzando los nacionalismos y después confiriéndole plausibilidad a la Gran Guerra. La crítica de un adelantado. De alguien que ve cómo el político va transformándose con perversidad en ser mediático. Una mirada que detecta la implacable y aterradora irrupción de los medios en la intimidad del sujeto y su consecuente empoderamiento ubicuo, total. La perspectiva del visionario que, en solitario, lucha contra la propaganda totalitaria y contra el vacío de los valores. En estos aforismos se lee al gran misántropo, a veces confundido con el gran misógino, quien celebró la aparición en 1903 del explosivo tratado Sexo y carácter. Un estudio fundamental, del joven suicida Otto Weininger, calificado como pionero de la crítica al feminismo y del antisemitismo judío. Es el Kraus que se atreve a decir “La cosmética es la ciencia del cosmos de la mujer”, para luego rematar con el famoso: “Por lo menos las mujeres poseen cosméticos. Pero los hombres, ¿con qué cubren su vacuidad?” Para algunos será un curso poco terso, incómodo. El traductor ha tenido la delicadeza y el tino de apuntar, en su breve introducción al segundo capítulo, la posición que mantuvo nuestro escritor hacia las mujeres (y hacia los hombres, como revelan las líneas antes citadas). Las veneraba, sobre todo a ciertas aristócratas y actrices, a las que prodigó sus pasiones y de las que vivió enamorado siempre. Lo suyo, definitivamente, no podría ser calificado de machismo, al menos no como lo designamos en la actualidad. “El hombre es el origen del deseo, la mujer el origen del espíritu”, sentenció Kraus. Tiene razón Soler-Frost cuando señala en su presentación general que Kraus es un autor que hace reír y que el origen de su inigualable capacidad satírica radica en su oído, capaz de captar giros y registros lingüísticos de cualquier persona conocida, así fuese de manera tangencial. Esto fue un arma del polemista temible, capaz de llegar a la ridiculización extrema de sus adversarios, a la agresión verbal de sus contrincantes, así hubieren sido éstos sus contertulios juveniles. “¡Los ahorcaremos con sus propias citas!”, fue su consigna. En Verdades a medias, verdades y media, hay regocijantes estocadas en contra de políticos, periodistas y militares, por supuesto; pero también son lacerados el filósofo, el poeta, el artista y los psicoanalistas, de quienes bien explica el aforista: “Meten la mano en nuestro sueño como si se tratara de nuestro bolsillo”. Es un gran aporte que el presente acopio de un corpus tan complejo como el de los aforismos de Kraus aparezca en versión bilingüe. Para una editorial mexicana es un verdadero acontecimiento, por ser la primera ocasión que se hace en nuestro país y por permitir a quienes puedan leer alemán acercarse a los originales para contrastarlos con sus versiones al español. Es otra muestra de gentileza y generosidad por parte de Gonzalo Vélez y sus editores, que no han tenido temor alguno a prestarse al ojo escrutador de los lectores en ambas lenguas. Sin haber sido un expresionista militante, Kraus escribió algunos poemas expresionistas memorables. En sus aforismos es perceptible una notable destreza métrica y una fina respiración. Por suerte para nosotros, el traductor mismo es un poeta dotado con oficio y variados recursos. Alguna vez, en una breve carta por fax que le remitió a Viena, el recién fallecido Carlos Fuentes —que lo trataba de “antepasado”, pues tanto su familia como la de los Vélez son antiguos linajes veracruzanos con parentesco— le escribió a Gonzalo que su poesía le recordaba la obra de José Gorostiza. Antipático, egomaniaco, obsesivo y lleno de incongruencias, Kraus encarnó una acción directa que ahora puede parecernos temeraria y en muchos aspectos inaceptable, como su ninguneo de Joseph Roth, Hermann Broch y Robert Walser, escritores muy estimados. Si el mito del gran escritor satírico sigue teniendo vigencia, a pesar de todo, es porque a los contemporáneos nos seducen sus contradicciones, su enorme capacidad de invención y expresividad literarias, su excepcional coraje. Los aforismos aquí reunidos lo comprueban. Karl Kraus fue un reaccionario y un antimoderno y por eso lo admiramos y queremos. L

Al alma

no le queda cicatriz Karl Kraus

A

l periodista lo estimula tener un plazo fijo. Escribe peor si tiene tiempo.

◆◆◆ El periodismo es un mercado de futuros en el que el grano tampoco está contenido en la idea, pero produce una paja efectiva. ◆◆◆ El historiador no siempre es un profeta en reversa, pero el periodista siempre es alguien que después sabía todo de antemano. ◆◆◆ El talento que revolotea sin centro de gravedad por el mundo resulta de lo más preocupante, ya que ofrece alimento dulce para la enemistad del filisteo contra todo lo auténtico. Un artículo en un suplemento cultural entierra una docena de obras de arte. ◆◆◆ Tener un talento —ser un talento: algo que siempre se confunde. ◆◆◆ Existen precursores de los originales. Cuando dos tienen un pensamiento, éste no le pertenece a quien lo haya tenido primero, sino a quien lo tenga mejor. ◆◆◆ Como disculpa de una noche de lectura: La literatura existe cuando algo pensado es al mismo tiempo algo visto y algo escuchado. Se escribe literatura con el ojo y con el oído. Pero debe ser leída para que sus elementos se enlacen. Solamente al lector (y sólo a aquel que es un lector) se le quede en la mano. El lector piensa, ve y escucha, y recibe la vivencia en esta trinidad que el artista le dio a la obra. Se debe leer, no escuchar, lo que está escrito. Para reflexionar acerca de lo pensado, el escucha no tiene tiempo, así como tampoco lo tiene para volver a ver lo que ya vio. Pero bien podría hacerse el sordo con lo que escuchó. Sin duda un lector también escucha mejor que un escucha. A éste sólo le queda una resonancia. Ojalá que esa resonancia resuene con suficiente fuerza como para convertirlo en lector y que así pueda recuperar lo que desaprovechó como escucha. ◆◆◆ La idea de que una obra de arte sea alimento para el apetito filisteo me espanta el sueño. Ser digerido por el ciudadano es algo que repudio. Pero permanecer en su estómago tampoco es atractivo. Por ello lo mejor tal vez sea no servirle nada. ◆◆◆ Reírse de la vanidad de los actores, de su necesidad de aplauso y de cosas similares, es ridículo. La gente de teatro necesita la ovación para actuar mejor, aunque ésta sea artificial. La satisfacción que muestra determinado actor cuando le aplauden aquellos a quienes para eso pagó es una muestra de su ser artístico. Casi ningún gran actor lo hubiera sido, si el público hubiera venido al mundo sin manos. ◆◆◆ El político está inserto en la vida, sin saber dónde. El esteta huye de la vida, sin saber adónde. ◆◆◆ El nacionalismo: es el amor que me une a los tontos de mi país, a los ultrajadores de mis costumbres y a los corruptores de mi lengua. ◆◆◆ La sexualidad mal reprimida ha destruido algunos hogares; pero la bien reprimida, el orden del mundo. ◆◆◆ No es lo mismo la capacidad genial de la mujer para olvidar, que el talento de la dama para no acordarse de algo.

◆◆◆ Ella se dijo: “¿Acostarme con él? Está bien... pero nada de intimidad”. ◆◆◆ Una mujer de sensualidad inagotable y un hombre con un flujo incesante de pensamientos: dos ideales del ser humano que la humanidad considera enfermizos. ◆◆◆ La cosmética es la ciencia del cosmos de la mujer. ◆◆◆ Por lo menos las mujeres poseen cosméticos. Pero los hombres, ¿con qué cubren su vacuidad? ◆◆◆ En la edad en que antes les daba sarampión a los niños, ahora les dan sinfonías. No creo que se recuperen. ◆◆◆ Para todas las cosas se da uno tiempo, menos para las eternas. ◆◆◆ Se desdeña a la gente que no tiene tiempo. Se deplora a las personas que no tienen trabajo. Pero a los hombres que no tienen tiempo para trabajar, ¡se les envidia! ◆◆◆ Psicoanálisis: un conejo tragado por una boa constrictora porque sólo quería investigar cómo se veía ahí dentro. ◆◆◆ Un psicólogo sabe con claridad cómo surgió El holandés volador: “a partir de una fantasía infantil de Richard Wagner que se origina en el gran deseo del niño de igualarse a su padre, de colocarse en el lugar de su padre, de ser tan grande como él...”. Pero luego de que los psicólogos han asegurado que esto es un hábito psíquico de todos los niños varones —sin mencionar en absoluto los celos eróticos y los pensamientos incestuosos que el niño mama con la leche materna y que, con la sola excepción de Soxhlet,1 serán los que pre-dominen en su vida—, a la psicología únicamente le quedaría por responder una pregunta: qué predisposición o qué impresiones específicas de Wagner fueron las que prepararon el surgimiento de El holandés volador. Ya que de todas las personas de su mismo sexo, a Wagner es la única a la que se le puede atribuir la autoría de El holandés volador, mientras que las demás, en su mayoría, deben al magno deseo de igualar al padre su profesión de corredores de bolsa, abogados, conductores de tranvía o críticos de música, y sólo aquellos que soñaron con convertirse en héroes se volvieron psicólogos. ◆◆◆ La verdad es una sirvienta torpe que rompe los platos al limpiarlos. ◆◆◆ Mis lectores creen que escribo para el día, porque escribo a partir del día. Por eso debo esperar hasta que mis cosas hayan envejecido. Posiblemente entonces habrán adquirido actualidad. ◆◆◆ Palabra y esencia —éste es el único vínculo al que he aspirado en toda mi vida. ◆◆◆ No, al alma no le queda cicatriz. A la humanidad le habrá entrado una bala por un oído y le habrá salido por el otro. L Traducción de Gonzalo Vélez ¹Franz von Soxhlet (Brünn, 1848-Múnich, 1926) fue un químico alemán especializado en la química de los alimentos, conocido por haber inventado el extractor Soxhlet en 1879 (al cual dio nombre) y por haber propuesto en 1886 la leche como uno de los primeros alimentos susceptibles de ser pasteurizados. [N. del t.]


Cartas de Fernando Pessoa y Mario de Sá-Carneiro*

Fragmentos de una vida Nacidos con dos años de diferencia, los autores del Libro del desasosiego y de Céu em fogo (Cielo en fuego) compartieron el proyecto renovador de impulsar la vanguardia literaria en Portugal a principios del siglo XX. Fueron, pues, amigos y compañeros de ruta, como muestra el material que ofrecemos en estas páginas, parte de un volumen en preparación de Miguel Ángel Flores en torno al recibimiento de la obra de Fernando Pessoa en España

A

sombra en Fernando Pessoa (18881935) la gran energía que desplegó en el orden de la escritura. Su vida fue breve, sólo vivió 47 años, pero pareciera que en ese lapso se resumieron muchas existencias. Tuvo tiempo para escribir sus poemas, que fueron abundantes; sus ensayos, que abarcan muchas páginas; ocuparse de las tareas que le imponía su vida profesional; reunirse con sus amigos en las míticas tertulias en los cafés de la Baixa y el Chiado, los dos barrios más emblemáticos de Lisboa; de leer sin pausa, y, si eso no bastará, de mantener una abundante correspondencia. La revista Orpheu fue su máxima aventura literaria y quiso con ella ubicar a Portugal en el mapa de las vanguardias europeas. Se reproduce ahora una muestra de su correspondencia con Mário de Sá-Carneiro (1890-1916), cuyos poemas estuvieron en la misma sintonía que los de Pessoa y alcanzaron el rango de excelencia propio de su amigo. Ambos compartieron intereses comunes y a ambos toca la distinción de haber sido los más importantes actores de la vanguardia literaria en las letras portuguesas. A pesar de las afinidades literarias, sus personalidades fueron muy distintas. Respecto a las cartas cruzadas entre Pessoa y Sá-Carneiro, sólo se reproducen las que sobrevivieron del primero, quien conservó copias de éstas. Sá-Carneiro se suicidó en París en un cuarto de hotel. El autor de la Oda marítima hizo esfuerzos por recuperar todos los papeles de su amigo, pero los dueños del hotel se negaron a sus requerimientos. Pessoa dirige la última carta a Armando Côrtes-Rodrigues, dándole noticia de la muerte de Sá-Carneiro.

De Mario de Sá-Carneiro a Fernando Pessoa Brasserie Universelle 31, Avenue de l’Opéra París, 21 de enero de 1913 Mi querido amigo, Ya va siendo relativamente largo su silencio —subrayo, relativamente. Y como a mi disposición de espíritu se le antojan en este momento algunos minutos de conversación con un amigo doblemente querido —por la amistad, por las “ideas”—, me acordé de escribir esta carta banal, sin interés y rápida. Vivo como de costumbre, observándome mucho, soñando “con lo más allá”, para después, escépticamente, encogerme de hombros y para después seguir soñando… el eterno ajetreo… símbolo mezquino, pero, ay, muy real de la existencia. Al menos de mi existencia. Ajetreo o veleta. No lo sé. Y todo esto es tan triste, tan triste… Ramos —no recuerdo si ya se lo dije — me escribió de Río, va a regresar a Lisboa en febrero. ¿Sabe que Santa-Rita descubrió un Fernando Pessoa aquí? Y yo estuve de acuerdo con el descubrimiento. Ayer se sentó junto a nosotros en un café del Barrio

Latino. Por cierto, no lo conocemos. Porque este Fernando Pessoa se resume en un muchacho que nos hace recordar a usted. Nos hace recordarlo mucho. No tanto por los rasgos fisionómicos detallados como por cierto “aire” en la expresión, cierta mueca de actitud inmóvil, rostro apoyado en el brazo, muy característico de usted. ¿Comprende? Así creo verlo. Porque fluidos simpáticos y saudosos fluctúan envolviéndolo —porque su presencia me hace recordar, en fin, a un amigo querido—. Y estas evocaciones, niñerías, son muy gratas, créamelo. ¿Qué ha sucedido por allá, recientemente? ¿La Gran Ave quebraría sus alas ungidas de misterio, ebria de luz? Disculpe la palabrería, que esa, en verdad, es la de un borracho. Aunque usted sabe bien que detesto el alcohol. Tal se deba a la lluvia —exceso de agua—. Porque hoy llueve mucho. Un horror. La gran ave en cuestión, seguro ya se dio cuenta, es A Aguia, que creo que está paralizada. ¿¡Por qué!? ¿Y la gente? Los Lacerdas, Beirões, Santa-Ritas, Ponces, Ferros... (¡mezcla heterogénea!), Castañés y Cía, caricaturizables. Dígame algo. Abomino del alcohol. No fumo. No juego. No me inyecto cocaína ni morfina. El ajenjo me sabe mal. Ceno todos los días a distintas horas en restaurantes diferentes. Como platos variados. Ora me acuesto a las 3 de la mañana, ora a las 9 de la noche. Soy incapaz de tener un horario para cualquier actividad, de tener hábitos. Y eso se debe a que no fumo, que no juego, etc. Los vicios son hábitos, aunque son malos hábitos. Soy tan repelente a los hábitos que estoy acorazado con acero fantástico contra los vicios. Nunca podré ser un vicioso de la misma forma que nunca seré un hombre disciplinado… Pero francamente, al escribir esta carta, parezco abismado en un Atlántico de carraspera… En mi psicología de veras enmarañada hay cosas interesantes que le detallaré de vez en cuando, con minucia, en pago de sus estudios. Mire, por ejemplo: la imposibilidad de renunciar. Escuche: Decidido a correr hacia una probable desilusión. Y una mañana recibo en el alma un latigazo más —prueba real de esa desilusión—. Era el momento de retroceder. Pero yo no retrocedo. Sé ya, positivamente, que sólo hay ruinas al final del callejón y sigo corriendo hacia él hasta que los brazos se me rompen en el muro espeso del callejón sin salida. Y no se imagina, mi querido Fernando, adónde me ha llevado esta manera de ser. Hay en mi vida un muy lamentable episodio que sólo así se explica. Aquellos que lo conocen, en el momento que lo viví, lo llamaron locura y disparate inexplicable. Pero no, no lo era. Es que si yo empiezo a beber un vaso de hiel, he de beberlo forzosamente hasta el final. Porque, ¡extraña cosa!, sufro menos agotándolo hasta la última gota, que arrojándolo apenas empezado. Yo soy de aquellos que llegan hasta el final. Esta imposibilidad de renuncia, yo la veo artísticamente bella y hasta he de tratarla en uno de mis cuentos, pero en la vida es una triste cosa. Los actos de mi existencia íntima, uno de ellos casi trágico, son resultantes directos de este triste fardo. Cosas que parecen inexplicables, se explican así. Pero nadie las comprende. O muy pocos… Si así divago es porque me encuentro actualmente en circunstancia análoga. Corrí hacia una ilusión dorada —¡pobre ilusión!—, ella pudo entretanto ser una realidad. Pero anteayer recibí una vez más un latigazo en el alma. Y sigo corriendo… Después me siento tan pequeño, tan débil, tan poca cosa… Y siempre un escalofrío en la columna, horripilante, esterilizador… En estos momentos aun así —¡oh miseria!— encuentro un poco color de rosa la vida. Literatura… ¡No! ¡No soy culpable de ser así! “Triste producto”, así me llamó, una noche lluviosa de otoño, un querido amigo —hoy muy lejos.

Fernando Pessoa en la Plaza de Figueira en 1928; a la derecha, Mario de Sá-Carneiro

Tenía razón… en cuanto a mí, en todas las almas hay cosas secretas cuyo arcano se guarda hasta la muerte. Y son guardadas, hasta en los momentos más sinceros, cuando nos abrimos, nos exponemos, muy adoloridos, en un lance de angustia, ante los amigos más queridos —porque las palabras que las podrían traducir serían ridículas, mezquinas, incomprensibles al más perspicaz—. Estas cosas son materialmente imposibles de ser dichas, la propia Naturaleza las encerró —no permitiendo que la garganta humana pudiese conseguir sonidos para expresarlas, tan sólo sonidos para caricaturizarlas—. Y como esas ideasentraña son las cosas que más estimamos, nos falta siempre el valor de caricaturizarlas. De aquí viene lo “aislados” que somos todos nosotros, los hombres. Dos almas que se comprendan enteramente, que se conozcan, que sepan mutuamente todo cuanto en ellas vive —no existen—. Ni podrían existir. En el día en que se comprendiesen totalmente —¡oh ideal de los enamorados!— estoy seguro de que se


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de portada FOTOS: ESPECIAL

De Fernando Pessoa a Mario de Sá-Carneiro Lisboa, 6 de diciembre de 1915

fundirían en una sola. Y los cuerpos morirían. ¡Literatura!... He aquí la idea de otro cuento… Es curiosa esta función del cerebro-escritor. De todo cuanto en sí descubre y piensa hace novelas o poesías. Más feliz que los otros para quienes las horas de meditación sobre sí mismos son horas perdidas. Para nosotros son horas ganadas, sólo que menos nobles. El desperdicio es noble. El interés, vil; y el artista es más interesado que el judío. ¡Todo —escenarios, pensamientos, dolores, alegrías— es transformado en materia de arte! ¡Gana siempre! ¡Tristes cosas! ¡Grandes cosas! ¡Qué orgullo! ¡Qué orgullo! Perdóneme este caos, perdóneme de corazón y escríbame, pronto, muy pronto, ¿si? Hable de lo que le digo, haga referencia a esta borrachera. Un gran abrazo de su muy, muy amigo Sá-Carneiro Gran Hotel du Globe ¡Escriba! ¿Recibió El Mercurio?

Mi querido Sá-Carneiro: Como le escribo esta carta, antes que todo, por tener necesidad psíquica absoluta de escribirla, Usted disculpará que deje para el final la respuesta a su carta y postal recibidos el día de hoy, y entre inmediatamente en aquello que será el asunto de esta carta. Soy presa una vez más de todas las crisis imaginables, pero ahora el asalto es total. En una coincidencia trágica, cayeron sobre mí crisis de varios órdenes. Estoy psíquicamente cercado. Renació mi crisis intelectual, aquella de la que le hablé, pero ahora renació más complicada, porque además de haber renacido en las antiguas condiciones, nuevos factores vinieron a enmarañarla del todo. Estoy por eso en un desvarío y en una angustia intelectuales que usted apenas si imagina. No soy dueño de la lucidez suficiente para contarle las cosas. Pero, como tengo necesidad de contarlas, iré explicándolas conforme pueda. La primera parte de la crisis intelectual, ya usted sabe lo que es; la que apareció ahora deriva de la circunstancia de que haya yo tomado conocimiento de las doctrinas teosóficas. La forma como las conocí fue, como usted sabe, demasiado banal. Tuve que traducir libros teosóficos. Yo nada, absolutamente nada, conocía del asunto. Ahora, como es natural, conozco la esencia del sistema. Me sacudió a tal extremo que yo juzgaría hoy imposible, tratándose de cualquier sistema religioso. El carácter extraordinariamente vasto de esta religión-filosofía; la noción de fuerza, de dominio, de conocimiento superior y extrahumano que rezuman las obras teosóficas, me perturbó mucho. Algo idéntico me sucedió hace mucho tiempo con la lectura de un libro inglés sobre Los Ritos y los Misterios de los Rosacruces. La posibilidad de que allí, en la Teosofía, esté la verdad real me “asombra”. No me juzgue usted en el camino de la locura: creo que no lo estoy. Esto es una crisis grave de un espíritu felizmente capaz de tener crisis de éstas. Si usted medita en que la Teosofía es un sistema ultracristiano —en el sentido de contener los principios cristianos elevados al punto donde se funden no sé en qué más allá de Dios— y pensar en lo que hay de fundamentalmente incompatible con mi paganismo esencial, tendrá usted el primer elemento grave que se añadió a mi crisis. Después fíjese: la Teosofía, al admitir todas las religiones, tiene un carácter enteramente parecido con el del paganismo, que admite en su panteón a todos los dioses. Usted tendrá el segundo elemento de mi grave crisis de alma. La Teosofía me aterra por su misterio y por la grandeza ocultista, me repugna por su humanitarismo y proselitismo esenciales (¿comprende usted?), me atrae por parecerse tanto al “paganismo trascendental” (este es el nombre que yo doy a la forma de pensar a la que he llegado), me repugna por parecerse tanto al cristianismo, que no admito. Es el horror y la atracción del abismo realizados en el más allá del alma. Un pavor metafísico, ¡mi querido Sá-Carneiro! ¿Me siguió bien en todo este laberinto intelectual? Pues bien. Fíjese que hay otros dos elementos que aún más vienen a complicar el asunto. Quiero ver si consigo explicarlos lúcidamente…

De Fernando Pessoa a Mario de Sá-Carneiro Lisboa, 14 de marzo de 1916 Mi querido Sá-Carneiro: Le escribo hoy por una necesidad sentimental — un ansia afligida de hablar con usted—. Como se desprende de esto, nada tengo que decirle. Sólo esto —que estoy hoy en el fondo de una depresión sin fondo—. El absurdo de la frase hablará por mí. Estoy en uno de aquellos días en que nunca tuve futuro. Hay sólo un presente inmóvil con un muro de angustia alrededor. La orilla de aquel lado del río nunca, mientras esté allá, estará acá; y es ésta la

razón íntima de todo mi sufrimiento. Hay barcos para muchos puertos, pero ninguno para que la vida no duela, ni hay desembarco para el olvido. Todo esto sucedió hace mucho tiempo, pero mi amargura es más antigua. En días del alma como hoy siento bien, con toda la conciencia de mi cuerpo, que soy una criatura triste a quien la vida golpeó. Me pusieron en un rincón desde donde se oye jugar. Siento en las manos el juguete roto que me dieron por una ironía de hojalata. Hoy, día catorce de marzo, a las nueve y diez de la noche, mi vida de veras lo sabe. En el jardín que entreveo por las ventanas silenciosas de mi secuestro, fueron impulsados todos los columpios hacia arriba de las ramas de donde cuelgan; están allá en lo alto; y así ni la idea de que haya huido puede, en mi imaginación, tener columpios para olvidar la hora. Poco más o menos esto, pero sin clase, es mi estado de alma en este momento. Como la que vela en el “Marinero” me arden los ojos de haber pensado en llorar. Me duele la vida poco a poco, a tragos, por intersticios. Todo esto está impreso en tipo muy pequeño en un libro con el lomo descosido. Si no estuviera escribiéndole, tendría que jurarle que esta carta es sincera, y que las cosas de nexo histérico que ahí van, salieron espontáneas de lo que siento. Pero usted sentirá bien que esta tragedia irrepresentable es de una realidad irrisoria —llena de aquí y de ahora, y que sucede en mi alma como el verde en las hojas. Por esta razón el Príncipe no reinó. Esta frase es enteramente absurda. Pero en este momento siento que las frases absurdas dan unas enormes ganas de llorar. Puede ser que si no deposito esta carta en el correo mañana, releyéndola, me demore en copiarla a máquina, para insertar frases y giros en ella del Libro del desasosiego. Pero eso nada le quitará la sinceridad de la que escribo, ni la dolorosa inexorabilidad con que la siento. Las últimas noticias son éstas. Hay también estado de guerra con Alemania, pero ya antes de esto el dolor hacía sufrir. Del otro lado de la Vida, esto debe ser la leyenda de una caricatura casual. Esto no es bien la locura, pero la locura debe otorgar un abandono a aquello con que se sufre, un gozo astuto de los sobresaltos del alma, no muy diferente de éstos. ¿De qué color será sentir? Miles de abrazos de su siempre muy suyo. Fernando Pessoa. P.S. Escribí esta carta en un rapto. Releyéndola, veo que, decididamente, la copiaré mañana, antes de enviarla. Pocas veces he tan expresamente escrito mi psiquismo, con todas sus actitudes sentimentales e intelectuales, con toda su histeroneurastenia fundamental, con todas aquellas intersecciones y esquinas en la conciencia de mí mismo que de él son tan características… Usted me da la razón, ¿no es verdad?

De Mário de Sá-Carneiro a Fernando Pessoa París, 4 de abril de 1916 Mi Querido Amigo: En este enredo formidable de cosas trágicas y hasta picarescas, no sé cómo hacer para contarle ciertos detalles. Mire, chillidos y cabriolas siempre —y siempre, al final, la buena Estrella para encontrar personas que están allí para soportarme. El milagro no se produjo, pues no se podía producir —mi Padre no recibió el telegrama, ya lo sé—. Así que ayer en la mañana dejé tranquilamente al personaje femenino de estos enredos durmiendo, seguro de que al mediodía regresaría a su casa con mil francos… Salí para escribir un telegrama larguísimo en el que contaba todo y anunciaba mi suicidio a las 2:30 en la estación de Pigalle (Nord-Sud). Y que le dejaría mi “pluma fuente” en la caja de cierto café, como último recuerdo. Efectivamente, preparé todo para mi “muerte”. Le escribí una última carta a usted, otra más a mi Padre —y a ella otro telegrama—. Después fui a dejar la pluma… Y me dicen que Mlle. fulana muy afligida andaba buscándome (por lo demás le he dado una cita antes de “morir” a las 2 en otro café)… Camino y camino, y todos los cafés entre la Plaza Pigalle y la Plaza Blanche me llaman… f


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MILENIO

en librerías ESPECIAL

f Decidí entonces —aunque ya había comprado el boleto— esperar hasta encontrarla… De modo que cuando la pobre muchacha una vez más afligidísima me buscaba, me encontró tomando una cerveza y consultando un Almanaque en un café… Eran las 4 de la tarde… Me contó entonces que había enviado a la hermana a la estación Norte-Sur, y que fuera al consulado portugués, mientras tanto, desde donde regresaba… Ahora aquí aparece, cuando menos me lo esperaba, ¿quién? Orfeu —mi amigo—. ¡Orfeu!... Los cónsules la recibieron risueñamente… que no hiciera caso… que sabían muy quién era yo… que cierta revista de locos de la cual yo era el jefe, etc… y que un desquiciado, de un grupo de tarados, embrutecidos por la cocaína y otras drogas… ¡Ah, ha de estar de acuerdo que esto es de primer orden! En fin… Quedó muy contenta por encontrarme —me regañó, por supuesto— y fue a conseguir dinero puesto que yo no lo tenía… Antes de eso hice otra escena: quise romperme un vaso, yo, en la cara. Ella detuvo a tiempo mi mano. No obstante me corté un labio… Una lindura como usted ve… Me consiguió también dinero para mandar un nuevo telegrama a mi Padre —y en suma, hasta recibí la respuesta—, será ella que —no sé cómo: así es: además lo sé…— me conseguirá el dinero. Vea usted qué cosa tan opuesta a mi suerte, a mi psicología… Ahora ya no es una broma decir que yo viví a costa de una mujer… Lindo, ¿eh? Un encanto… El final de todo esto: Misterio… Tal vez incluso el metro… Pero no haga caso… ¡Huy, qué maldición! Perdone todos los sustos que le hice pasar (vengo, por demás, de ponerle un telegrama para sosegarlo). Imagine que la muchacha tuvo que conseguir 60 francos que gastamos en dos días en un restaurante y en un café pues el lunes yo le prometí que conseguiría dinero (no se fijó los gastos porque de lo contrario me hubiera matado)… Estará usted de acuerdo que tengo la suerte de topar siempre con criaturas que no me mandan a paseo —y que en el fondo gustan de mí por mi pachorra… Pues la verdad es la siguiente: y es la única que me hace interesante. ¿No cree usted? Supe que mi Padre no recibió el telegrama pues muy afligido pidió noticias sobre mí en la legación… Pero ésta no telegrafío la respuesta… pues no hay fondos para tales imprevistos. Usted escriba. Ríase: pero en el fondo tenga mucha pena —mucha, de su, su Mário de Sá-Carneiro

De Fernando Pessoa a Armando Côrtes-Rodrigues Lisboa, 4 de mayo de 1916 Mi querido Côrtes-Rodrigues: No le he escrito. He atravesado por una enorme crisis intelectual. Y ahora estoy mucho peor, con la enorme tragedia que nos sucedió a todos. Sá-Carneiro se suicidó en París el día 26 de abril. No tengo cabeza para escribirle, pero no quiero dejar de comunicarle esto. Claro está que la causa del suicidio fue su temperamento, que fatalmente lo llevaría a eso. Hubo, por supuesto, una serie de perturbaciones que fueron las causas ocasionales de la tragedia. Se suicidó con estricnina. Una muerte horrorosa. Ya había intentado suicidarse tres veces —un 3 de abril la primera. ¡Una gran desgracia! Naturalmente Orpheu publicará una plaquette, con textos sólo de sus colaboradores, en memoria de Sá-Carneiro. En cuanto usted pueda —cuanto antes mejor— mándeme algo breve (lo más esmerado posible) en su memoria. No se olvide. Lo mejor sería si lo mandara en el próximo vapor. Y déme noticias suyas. No las he tenido. Mis respetos para su Padre. Un gran abrazo del Siempre y muy suyo Fernando Pessoa En la casa A. Xavier Pinto y Cía. Rua de S. Julião, 101, 1.° Lisboa L *Las cartas que escribió Fernando Pessoa se han tomado del libro en dos volúmenes que preparó la estudiosa de la obra de Pessoa, Manuela Parreira da Silva, para la editorial Asírio & Alvim, con el título Corrêspondencia (1999). Las cartas que Sá-Carneiro le envió a Pessoa desde París pertenecen al libro que elaboró Teresa Sobral Cuhna con el título Corrêspondencia com Fernando Pessoa, y que apareció en 2009, bajo el sello editorial Relogio d’água. Nota y traducción de Miguel Ángel Flores.

Otra mente brillante Relámpagos, una biografía imaginaria acerca del científico Nikola Tesla, cierra la trilogía inaugurada por el novelista francés Jean Echenoz en 2006 RESEÑA Miguel Barberena

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on Relámpagos, el novelista francés Jean Echenoz (1949) termina su trilogía de vidas imaginarias. La empezó en 2006 con una especie de biografía no/ velada del compositor Maurice Ravel (Ravel); siguió en 2008 con la del atleta checo Émil Zátopek (Correr) y ahora cierra el ciclo con una “ficción sin pretensiones biográficas” sobre el ingeniero serbio-americano Nikola Tesla (1856-1943), padre del electromagnetismo. En estos tres libros, inspirados por las Vidas imaginarias del excelente cuentista Marcel Schwob (1867-1905), Echenoz ha hecho suyo un género a caballo entre la vida verdadera y su ficción literaria: vemos a Ravel salir de la tina de baño en su casita de Montfort l’Amaury; a Zátopek dormido en el trolebús, camino al estadio olímpico. Los “relámpagos” del nuevo título (Deséclairs, en francés) se refieren a la actividad mental del ingeniero Tesla, las tormentas eléctricas que iluminaron sus ideas y su excéntrico destino, desde su nacimiento, una noche salida de Frankenstein, alumbrada por una tormenta de relámpagos en algún lugar de los Balcanes. Fue el inventor de todo lo que sería útil durante los próximos siglos: la transferencia inalámbrica de energía, la corriente alterna (AC), la bombilla sin filamento, el radar, el aparato de radio, los rayos X. Pero murió solo, pobre, olvidado, rodeado de las palomas que él mismo criaba, en la azotea de un modesto hotel de Manhattan. Obsesivo-compulsivo, lleno de tics, fobias y manías, Tesla ha quedado en el imaginario como la caricatura misma del científico extravagante, a lo Ciro Peraloca. Inspiró al Lex Luthor de Superman y David Bowie lo encarnó en una película. Fue “virtualmente rico” durante una etapa de su vida —vivía a todo tren en una suite del hotel Waldorf Astoria— pero, pésimo para los negocios, no supo cuidar sus más de 700 patentes, entre las que habría que incluir el control remoto, el microscopio electrónico, el acelerador de partículas, el aire líquido, el neón, los robots, incluso las ideas precursoras de internet… Pero no alcanzó su objetivo máximo, que era dotar al planeta de energía universal gratuita para todos. Otros obtuvieron la gloria y los dividendos de esas invenciones: Marconi le robó la paternidad de la radio; Röntgen, la de los rayos X; Thomas A. Edison ganó millones a su costa y luego lo despidió sin clemencia. Nikola, que en la novela de Echenoz se llama Gregor, para confundir más las cosas, fue un niño que ya desde muy temprano daba muestras de su genio: Echenoz lo retrata montando y desmontando los relojes de casa para divertirse. Emigró a Estados Unidos en 1884, después de una típica formación austro-húngara,

Jean Echenoz Relámpagos (traducción de Javier Albiñana) Anagrama Barcelona, 2012 149 pp.

entre la Serbia natal, el tecnológico de Graz y luego Budapest, Praga y finalmente París. De ahí partió a Nueva York y pronto se colocó como uno de los más renombrados ingenieros electrónicos del lugar, con un laboratorio en la Quinta Avenida que fue devorado en un incendio provocado por las envidias del mundo científico. Se asoció a Thomas A. Edison y a George Westinghouse, pero en la “guerra de las corrientes” que se desató entre los dos gigantes Tesla fue la víctima colateral. Se enemistó con el terrible Edison, perdió el apoyo de Westinghouse y del magnate John Pierpont Morgan. Se quedó, literalmente, chiflando en una loma de Colorado, tratando de comunicarse con extraterrestres en las noches de relámpagos. Utilizaba un generador que dejó a oscuras toda la región de Colorado Springs. Echenoz vuelve a tomar a un héroe de la vida real para enfrentarlo a situaciones imaginarias. Aunque lo de “héroe” en el caso de Tesla es un decir: desde las primeras páginas lo describe como un niño “precozmente antipático”, de carácter “receloso, despectivo, susceptible, cortante”, que “se hace notar por sus caprichos, cóleras, mutismos, arrebatos, actos intempestivos, destrozos, roturas de objetos, sabotajes y otros desperfectos”. Así lo será toda la vida, un misántropo en toda la extensión de la palabra; un hombre célibe que muy probablemente murió virgen. Sobra decir que Echenoz tiene en la vida exagerada de Tesla “al más grande inventor de todos los tiempos”, un material novelístico excepcional. Y no lo desaprovecha: con elegancia, ironía, humor, ternura y, sobre todo, un estilo impecable, narra la secuencia íntima de Gregor/ Nikola. Como telón de fondo, la inmigración, Estados Unidos, las mezquindades de la comunidad científica, los intereses del mundo financiero e industrial, las convulsiones del mundo… Echenoz cierra con este libro una etapa de su ya dilatada carrera —su primera novela, El meridiano de Greenwich, data de 1979— y, a los 63 años, abre su etapa tardía, la cual promete ponerse muy interesante. L


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LABERINTO

en librerías

Todos los cuentos

El mal de la taiga

Gabriel García Márquez Diana México, 2012 506 pp.

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ste volumen reúne los relatos cortos de García Márquez incluidos en los libros Ojos de perro azul, Los funerales de Mamá Grande, La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada y Doce cuentos peregrinos. Aquí están muchos de los escenarios de sus novelas: Macondo, la costa colombiana, las lluvias eternas, los trenes; están también los seres fabulosos, la muerte, los sueños, la nostalgia, los adjetivos inusitados y el gusto por la precisión que caracterizan su escritura. El primer cuento —“La tercera resignación”— es de 1947 y los últimos —“Tramontana” y “El avión de la Bella Durmiente— de 1982. Entre ellos hay 35 años y un amplio muestrario de recursos narrativos desplegados en 38 historias, varias de ellas llevadas al cine: “En este pueblo no hay ladrones”, “Sólo vine a hablar por teléfono” (filmada como María de mi corazón) y “La viuda de Montiel”, por ejemplo.

Conspiración de las cosas

Cristina Rivera Garza Tusquets Editores México, 2012 119 pp.

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s asunto sabido que algunos habitantes de la taiga sufren ataques de ansiedad y piensan únicamente en abandonar sus bosques. Y es también sabido que a veces las mujeres dejan a su marido para huir con otro hombre. A tales certezas agreguemos una detective poco efectiva, dada a escribir sus casos y contratada para encontrar a una de esas parejas adúlteras, y tendremos esta novela enigmática. La búsqueda no es más que una oportunidad para remover los secretos que guardan la taiga y sus habitantes: ¿qué forma han tomado las leyendas de niños devorados por lobos hambrientos o por sus propias madres?, ¿qué aspecto adquiere la realidad cuando no hay sino aislamiento y noche? A caballo entre el registro de emociones y sucesos y la divagación lírica, Cristina Rivera Garza reinterpreta las claves ominosas de ese género en el cual hemos proyectado nuestros más viejos temores: el cuento popular.

La civilización del espectáculo

Felipe Soto Viterbo Random House Mondadori México, 2012 189 pp.

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a historia del empresario exitoso que, con el paso de las páginas, se va hundiendo en un hoyo de gusano cada vez más profundo es casi un lugar común. Sin embargo, la transformación que le ocurre a Diego García está lejos de ser tan simple como aparenta. Una acusación de fraude es el detonador de esta trama en que la poesía y el amor son sólo recuerdos lejanos a los que Diego recurre para sublimar su insípida y exitosa vida que irá hundiéndose acompañada de infidelidades, sexo y un pasado que regresa a cobrar viejas cuentas. A través de saltos temporales que no sabemos si son producto de la imaginación de Diego o recursos narrativos del autor, asistimos a la decadencia moral y psicológica de un hombre cuyas acciones van enredándose junto con la prosa de Soto Viterbo. La novela deja a Diego y al lector al filo de un abismo mental preguntándose si dar o no el siguiente paso.

El siglo que despierta (Edición de Juan Cruz)

Mario Vargas Llosa Alfaguara México, 2012 226 pp.

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e entrada, Vargas Llosa pasa revista a algunos ensayos dedicados al tema de la cultura en las últimas seis décadas. Pese a sus diferentes enfoques, autores como T. S. Eliot, George Steiner y Guy Debord coinciden en que la cultura está en crisis debido a su masificación, a su pérdida de valores. Steiner habla también del deterioro de la palabra ante la prevalencia de la imagen y de cómo la tradición se aleja de la vida cotidiana para volverse materia de especialistas. Después de esta introducción, Vargas Llosa pregunta: “¿Qué quiere decir civilización del espectáculo?” La de un mundo que privilegia la diversión, responde, cuyas consecuencias son “la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad y, en el campo de la información, que prolifere el periodismo irresponsable de la chismografía y el escándalo”, donde los intelectuales desaparecen mientras se multiplican los charlatanes.

La lucha contra el crimen organizado Giovanni Falcone INCP México, 2012 119 pp.

Carlos Fuentes, Ricardo Lagos Taurus México, 2012 231 pp.

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n el otoño de 2011, el novelista y el ex presidente chileno se reunieron a conversar en un hotel londinense. Habían diseñado un cuestionario como si fuera una hoja de ruta, con el propósito de responder a la perplejidad que significa vivir en el mundo en que vivimos. Este libro es fruto de aquella charla. Debe leerse, por supuesto, aunque sin perder de vista su chispeante oralidad. Muchos son sus temas: los sueños y las pesadillas del presente, la globalización, el combate a la pobreza, el porvenir de la izquierda política, las fortalezas de la cultura latinoamericana, el futuro de Cuba, el papel de España en una Europa agotada, el tamaño de la sombra que proyecta Estados Unidos en el orbe entero, China, los fanatismos religiosos… No hay duda de que las sociedades andan de mal humor. Encima de todo, dicen Fuentes y Lagos, no podemos estar seguros de cómo se despertarán mañana.

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on una “Invitación a la lectura” de Genaro Góngora Pimentel y un interesante prólogo de Samuel González Ruiz, este libro recupera tres conferencias impartidas en México por el legendario juez Giovanni Falcone, asesinado por la Mafia italiana hace veinte años, el 23 de mayo de 1992. Los días 10, 11 y 12 de septiembre de 1990, Falcone habló en el Instituto Nacional de Ciencias Penales de las organizaciones criminales italianas, de sus características y relaciones en el mundo. Refirió asimismo la necesidad de crear estrategias internacionales para combatirlas, los intereses económicos y políticos que dificultan esta labor y propician los llamados paraísos fiscales. Los nexos de las organizaciones criminales con terroristas es otro de los asuntos abordados por Falcone en este volumen donde no deja de lado la lucha que el gobierno mexicano emprendía en ese tiempo contra los cárteles de las drogas.

Un geógrafo de los márgenes RESEÑA Roberto Pliego

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or las venas de la literatura mexicana corre una fuerza que, al menos desde los primeros años del siglo XX, ha procurado la autonomía de la creación, la gracia imaginativa y los registros interiores frente al arrebato pedagógico y el compromiso político. Callada, a veces marginalmente, se ha abierto paso hasta modelar una suerte de canon en el que convergen libros y autores que no por variopintos dejan de compartir una identidad. Este es el objeto de los retratos, apuntes y notas que conforman La pequeña tradición, un libro concebido como antídoto frente a la pereza intelectual y la superficialidad del cliché. Volver a pensar en Jorge Cuesta, José Revueltas o Alfonso Reyes —tres de los dieciocho convocados por Armando González Torres— parece un riesgo mayúsculo cuando atendemos a las miles de páginas con las cuales la crítica ha querido responder al desafío que significan sus obras. Sabemos, sin embargo, y ahí están, por ejemplo, Del crepúsculo de los clérigos y Zaid a debate, que González Torres tiene debilidad por los riesgos mayúsculos. Suele detenerse ahí donde la mayoría pasa de largo, y no por extravagante sino por un sincero instinto de curiosidad. La pequeña tradición descansa sobre dos apartados: “Sombras fundadoras” e “Inevitablemente modernos”. El primero interroga a los años posrevolucionarios que van de 1920 a 1950. ¿Valdría calificarlos como un periodo de tanteo? Así parece. Mientras la política establecía los modos de concebir y entender la cultura, un puñado de escritores cultivaba las formas puras del arte en franco rechazo del adoctrinamiento y la propaganda. Cada vez que invocamos el espíritu de resistencia de esos años traemos a cuento a los Contemporáneos. González Torres lo hace, por supuesto, aunque desde una perspectiva que nace de un impulso ético: la creación literaria es, ante todo, una forma de autoconocimiento. De esta manera se acerca, por mencionar dos casos paradigmáticos, al corpus ensayístico de Xavier Villaurrutia y de Jorge Cuesta y, con no menos audacia, a la prosa subversiva de Rubén Salazar Mallén y José Revueltas Que la búsqueda de la belleza es una elección moral queda de

manifiesto en el segundo tramo de La pequeña tradición. Y qué mejores exponentes de este empeño que los miembros de la llamada Generación de Medio Siglo sobre la cual recayó la tarea de liberar, de una vez por todas, a la literatura mexicana de sus lastres ideológicos. Su sola mención evoca en nosotros las figuras de Juan Vicente Melo, Salvador Elizondo, Alejandro Rossi, José de la Colina, en quienes González Torres se detiene para certificar una sensibilidad que propende a “una escéptica de la condición humana” o quizás al ejercicio gozosamente formal y virtuoso de la escritura. El culto al arte como acto de resistencia, la anomalía como gesto de renuncia a convertir la página impresa en guía cívica o fuente de entretenimiento, la libertad creativa como respuesta al utilitarismo, la exploración de los espacios íntimos como desafío a la algarabía pública y al mercado, la lectura como gesto gratuito, el reencuentro con el pasado como anulación de las fronteras entre lo nacional y lo cosmopolita son nociones a través de las cuales González Torres va perfilando un gusto —una geografía desde los márgenes— del cuento, la novela, el teatro, la poesía, la miniatura, el epigrama mexicanos. Uno echa en falta que La pequeña tradición no haya convocado a Inés Arredondo, Juan García Ponce y Sergio Pitol, tres escritores para quienes la escritura fue sobre todo un hecho estético. Es decir, uno se queda con ganas de prolongar la experiencia lectora al lado de González Torres. Su acercamiento a los escritores que transformaron la rebeldía en vocación traza no sólo la genealogía de una postura literaria sino, y casi por añadidura, la de su propia obra, cada vez más refi nada, inventiva y audaz. L


10 b sábado 16 de junio de 2012

MILENIO

música Wayne Hussey

“La inspiración es el alma gemela de la espiritualidad” El líder de la legendaria banda de rock alternativo The Mission habla en esta charla del corazón de la música y de la religión como una forma de mitigar el miedo a la muerte ENTREVISTA

pero en mi mente y espíritu soy el mismo niño”, asegura. “Ahora que empezamos esta gira, me puse a escuchar el álbum God’s own medicine, y encontré esa inocencia. Descubrí que es un gran disco, muy fresco, inocente, incluso ingenuo”. La banda que se formó en 1986 —tras una ruptura en Sisters of Mercy— ha estado celebrando su primer cuarto de siglo con diversas tocadas por Europa y Latinoamérica, y está de vuelta con los integrantes originales: Wayne Hussey (guitarra y voz), el bajista Craig Adams y el guitarrista Simon Hinkler; el baterista Mick Brown es el único ausente. “Me he sentado al piano para componer nueva música”, dice Hussey. “Creo que la inspiración es ahora fundamental para nosotros. Entre más envejeces, descubres que las mejores ideas son aquellas a las que no les das tantas vueltas. Es simple: te llega una idea, la escribes, grabas y resulta una gran pieza. Es un proceso espiritual que captura el momento”.

JUAN CARLOS EQUIHUA

¿Puede profundizar más sobre esa espiritualidad? Nosotros creamos canciones desde el alma y el corazón. Una canción pierde el espíritu si le das muchas vueltas. No tienes que analizarla demasiado. La inspiración es el alma gemela de la espiritualidad, al igual que la poesía. La espiritualidad es corazón, no un ejercicio intelectual. No soy un arquitecto que diseña sus canciones, no tengo un esquema para componer ni horarios para hacerlo. La industria musical está plagada de gente infeliz que busca el éxito. Nosotros ya pasamos por eso. La industria obliga a mucha gente a pensar que tiene que hacer música para satisfacer a otros. Eso sería precisamente la antítesis de una espiritualidad. Creamos para satisfacernos, y si a alguien del público le gusta, ¡genial! Cuando creamos música reflejamos nuestras emociones más profundas, y cuando el escucha se identifica con ella, se impone un nuevo reflejo. El arte es un espejo.

La alineación original de The Mission

Juan Carlos Villanueva

U

n sábado hace no tanto tiempo, Wayne Hussey y sus compañeros de The Mission se encontraban en la colonia Condesa. Parecían crudos y buscaban algo de desayunar. Tenían una cita con un grupo de fans en el Café Bizarro, un pequeño lugar de estilo gótico-alternativo, muy ad hoc para nuestro encuentro. Eran las 10 de la mañana, y la primera comanda del grupo rogaba una tanda de margaritas. El día sería largo: fans, ensayos y un concierto por la noche. Unas fotos enmarcadas de Nick Cave y Robert Smith, junto a portadas de Joy Division y David Bowie, entre otros héroes de la época, adornaban la reunión. Hussey (Bristol, Inglaterra, 1958) se acerca para nuestra entrevista; luce serio, de escasas palabras. Hace pausas frecuentes para analizar sus

respuestas, parece que no sabe sonreír ni por cortesía. Sin embargo, conforme se empina los tragos de margarita se torna un tipo afable, incluso ocurrente. “Recuerdo la primera vez que tocamos en México, en septiembre de 1990, en el Teatro Ángela Peralta. Estaba en el escenario y me pasaban tragos, hasta que terminé vomitando uno de ellos. Después subió una mujer y la besé; eso me gustó”. Pero Hussey ya no es la estrella de rock de hace 20 años, no tiene cabellera larga, tampoco gusta de los excesos ni viste de modo estrafalario. A sus 54 años de edad, el líder y vocalista de The Mission se mantiene en forma pero sin perder ese espíritu artístico que lo llevó a ser una de las figuras más emblemáticas del rock gótico de los años ochenta y noventa. “No he perdido la emoción y la capacidad de asombro. Soy el niño que nunca creció, sólo envejeció. Me siento viejo sólo en términos físicos

Me hizo recordar unas líneas de Sigmund Freud sobre las aspiraciones de un artista, que consistían en el poder, la riqueza y el amor de las mujeres. Es muy cierto, pero nosotros ya tuvimos muchas mujeres, que ahora son gordas y viejas (risas). No puedo decir que no somos narcisistas, porque sería una mentira. Nos gusta estar sobre el escenario, ser admirados. ¿Sigue manteniendo su devoción religiosa? Ya no existe. En los primeros discos tenía mucha carga religiosa. Crecí en una familia mormona. Pero ahora no creo en nada. No sé qué sucedió, pero he dejado de creer. ¿Es ateo? No lo sé, sucedió de un momento a otro. De pronto, me di cuenta de que todo lo religioso es una gran mentira. ¿Cree que la religión es sólo un cuento de hadas para mitigar el miedo a la muerte? Por supuesto. Mis padres son muy religiosos y siguen pensando que cuando mueran se reencontraran en otro lugar. El miedo a la muerte hizo que inventaran el mito de la religión y Dios. La idea de que nos espera un lugar mejor es parte de buscar una respuesta a nuestra infelicidad porque vamos a morir. L

EL PAPEL DE LAS NOTAS ESPECIAL

Sonata para violonchelo y piano de Blas Galindo Eusebio Ruvalcaba eusebius1951_2@yahoo.com.mx

C

uando menos en México, no es precisamente cosa de todos los días una sonata para violonchelo y piano. Por ahí andan las de Federico Ibarra y Leonardo Coral, pero la verdad es que se cuentan con los dedos de una mano. Quizá por la popularidad de la sonata para violín y piano, la de violonchelo no ha tenido tal difusión —y no sólo en México sino en el mundo entero; y no es cosa de hoy sino de tiempo atrás (a Mozart no le quitó el sueño, ni a Schumann tampoco)—. Lo cual ha provocado una suerte de círculo vicioso, porque al no haber suficientes sonatas se difunden poco y atraen con sordina a los compositores que acaso se aventuren a su composición. Es muy grato escuchar la sonata de Blas Galindo. Compositor nacido en San Gabriel, Jalisco, en 1910, y muerto en la ciudad de México en 1993, Blas Galindo siempre estuvo del lado pedregoso de la vida. Su música es producto del pensamiento, de la tenacidad de ser compositor. Si nos remontamos a su vida, si la observamos desde la óptica implacable de la objetividad, lo vemos apegado a la música desde pequeño, tomando iniciativas que iban desde la formación de una banda en su pueblo, hasta viajar a la Ciudad de México para presentarse ante Carlos Chávez y pedirle que le dé clases; desde ser parte del famoso Grupo de los Cuatro, que formaría con Daniel Ayala, José Pablo Moncayo y Salvador Contreras para adentrarse en el arte de la composición y conocer y dominar sus secretos (de aquella

aventura musical saldrían obras maestras), hasta dedicarse al magisterio y moldear generaciones de alumnos intuitivos. Dividida en tres movimientos de formato convencional, la sonata para violonchelo y piano es una obra que posee virtudes que caracterizarían la música de Galindo. Bien construida, bien estructurada, seduce y encanta. Se la escucha, y resalta de inmediato la feliz mixtura entre el carácter enérgico del violonchelo y la dulzura del piano. Creo que ahí estriba gran parte de la belleza de esta pieza, en que siempre conserva el equilibrio entre las dos voces. Ambos instrumentos van de la mano, pero no jugándose la vida a la orilla del abismo sino contemplando el alegre horizonte. Es decir, no experimentando más de la cuenta. Todo el tiempo, la sonata vibra al compás de la emoción. Posee pasajes de trémula belleza en los que ambos instrumentos intentan ir más allá, a ver cuál de los dos aporta más al acontecimiento de hacer música. En lo que se refiere a la interpretación, Ignacio Mariscal y Carlos Alberto Pecero integran una pareja de excelente comprensión en el sentido del ensemble. Hacer música de cámara exige lo mejor de cada participante. Y ambos tocan no nada más con un dominio absoluto de su técnica sino con una musicalidad de verdad sobrecogedora. Vale la pena precisar que, hoy por hoy, Ignacio Mariscal es de los más altos intérpretes del violonchelo. Nada le es ajeno en el arte de su instrumento. Posee un sonido aterciopelado y firme a la vez, algo que llama poderosamente la atención y que suele denominarse arte, el arte de tocar el violonchelo. L

Blas Galindo


sábado 16 de junio de 2012 b 11

LABERINTO

cine CORTESÍA PRODUCCIÓN

Natalia Almada

“La violencia genera silencio” Se diría que nada ocurre en un cementerio. La directora sinaloense demuestra lo contrario al traducir visualmente la lógica de la guerra contra el narcotráfico ENTREVISTA Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com

E

l día de don Martín transcurre entre muertos y mausoleos. Su trabajo consiste en mirar y vigilar el orden de Jardines de Humaya, la última morada de algunas víctimas y victimarios de la guerra contra el narcotráfico. Con cámara y tripié en mano, Natalia Almada se dio a la tarea de captar su cotidianeidad. Fruto de ello es El velador. Almada sumerge al espectador en ciertos paisajes y escenarios pero sobre todo en una manera de ver el mundo que contrasta con una violencia omnipresente. ¿Por qué eligió el cementerio Jardines de Humaya? Soy de Culiacán, así que ya conocía el panteón; de hecho, hace seis años filmé ahí con Élmer Mendoza. El cementerio me pareció un símbolo interesante para hacer una reflexión sobre la violencia creciente en México. En cierto sentido, me permitió hacer una metáfora sobre cómo una ciudad se convierte en una ciudad de muertos. ¿En qué momento se dio cuenta de que Martín sería el protagonista? No estaba muy segura de que sería el personaje central de la película. Mientras filmaba, descubrí que era la persona más consistente. Estaba ahí todo el tiempo, a la misma hora. Finalmente, su trabajo consiste en mirar y me pareció bonito plantear la película a través de sus ojos. La película se plantea en función de los paisajes o escenarios que él observa. Fue premeditado, aunque también lo determinó el lugar. En un cementerio puede no pasar nada pero al mismo tiempo es un espacio donde conviven el pasado de la gente que lo habita y el futuro porque finalmente todos vamos para allá. Para encontrar la propuesta visual me dejé llevar por la atmósfera: por eso hay tomas largas, un ritmo lento y con atención

en el detalle. Fue una película en solitario. Filmé a lo largo de un año, sin un guión, sólo con mi cámara y mi tripié. La pequeña televisión de Martín aporta las referencias al narcotráfico. ¿Por qué usarla como el elemento que contextualiza? La televisión no narra lo que sucede en el panteón pero sí da a entender su significado. Me permitió contrastar el mundo interior con el exterior, en el entendido de que lo interno se encuentra en el cementerio. También me ayudó a darle referencias al público que no es mexicano. De hecho, carga todo el peso en la imagen, pues no hay diálogos. Eso obedece a un reflejo de lo que sucede en el panteón y en la ciudad. La violencia genera silencio, la gente se cuida mucho de no hablar de más, por eso a veces el testimonio se vuelve superficial e incluso poco fiable. Una imagen, en cambio, es más reveladora y contundente.

El velador se inscribe en la ola de cintas sobre el clima de violencia en México pero que apuestan por formas novedosas de abordarlo. ¿Cómo siente que el cine se ha acercado el tema? Creo que es favorable e importante que los artistas, mediante el cine o las artes plásticas, se ocupen de lo que sucede en el país. Da igual que sea Teresa Margolles o Élmer Mendoza. Si no fuera así estaríamos ante una situación más grave. En lo particular, me gusta saber que participo en un diálogo. Miss bala es una película muy diferente a la mía pero creo que juntas pueden ayudar a que entendamos lo que sucede en México. No se trata de ver cuál es mejor sino de verlas como parte de un todo. Estuvo durante un año filmando en el cementerio, donde por cierto están los restos de Arturo Beltrán Leyva.

Escena del documental El velador

Mi presencia en Jardines de Humaya fue intermitente. El tiempo me ayudó a ganarme la confianza de la gente y a comprender mejor la dinámica del lugar. Lo que sí te puedo decir es que el panteón creció de manera considerable. Es interesante ver las grandes capillas que se construyen a los muertos y a la vez la pobreza de la casa de Martín. Ese es otro de los ejes de la película. Desde el principio, este contraste me pareció ideal para mostrar cómo la disparidad socioeconómica es el origen de la violencia. Hablas de Martín, pero también filmamos a los albañiles que trabajan muy duro para construir el mausoleo de un muerto. Es mi forma de tratar de ampliar el diálogo sobre la violencia hacia un escenario de concentración de la riqueza. Aunque otra forma de ver los mausoleos tiene que ver con el culto a la muerte. Sí, pero creo que también lo trasciende. Un mausoleo nos comunica algo sobre la persona, quién fue, su poder y riqueza. Las capillas representan una forma de decir “no quiero que me olviden”, no importa que sea un jovencito quien lo habite. Tengo la sospecha de que su formación como documentalista debe más a disciplinas como la fotografía que a la historia o al periodismo. Mis primeros estudios fueron en fotografía. Veo de todo, pero soy de las que prefieren improvisar ante las contingencias de la realidad. Me interesa armar el guión durante el montaje. No soy tanto de guiar a la gente sino de meditar el tiempo de una toma, sin descuidar mi punto de vista que, a final de cuentas, es lo que da un toque personal a la historia. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

La sonrisa de un hombre infeliz Fernando Zamora @fernandovzamora

V

ivir sin decencia es algo que no podría soportar”, dice Albert Nobbs al amigo que ha encontrado en esta su historia, la de un hombre renacido en un callejón luego de haber sido violado en el cuerpo de una mujer. Albert Nobbs es un personaje adorable, entre otras cosas por el cariño que ha puesto en él su creadora: Glenn Close. La lucha de Nobbs por “la decencia” tiene un poco de lucha por lo “normal”, esta dudosa quimera que tanto hemos visto en el cine. No está de más recordarlo. Y Nobbs lo hace bien: esos placeres pequeños de los que disfrutan sin darse cuenta las mayorías hegemónicas (hombres y mujeres blancos, heterosexuales y bien acomodados) son placeres por los que alguien como Albert Nobbs cambiaría su cuerpo: invitar a salir a una muchacha, tomar chocolate con ella, soñar con un establecimiento propio, tener un buen amigo y una esposa son clichés de tarjeta postal que en el caso de Nobbs se han convertido en urgencia. Hace unos meses, durante la ceremonia del Oscar, Glenn Close y Meryl Streep compitieron con un par de obras que son, para ellas, el clímax de sus carreras. Streep compitió con el personaje de Margaret Thatcher. Durante la filmación de Iron lady, Streep estuvo al

tanto de cada gesto e inflexión, de cada centímetro de su piel. Era tan importante para ella La dama de hierro que por primera vez se dio permiso de hacer campaña. Sí, la Streep efectivamente cabildeó entre sus amigos para asegurarse de que ganaría la estatuilla. Efectivamente, ganó. En el caso de Close, su compromiso con Albert Nobbs fue tanto que decidió re-escribir una obra de teatro en la que estuvo actuando durante varios años en el Off-Broadway neoyorquino. Albert Nobbs estuvo a punto de ser filmada por el húngaro István Szabó, pero por alguna razón (probablemente Szabó se dio cuenta de lo difícil que sería dirigir a una actriz tan comprometida con su personaje) Close contrató a Rodrigo García para dirigir su proyecto. Esto es cine de actor. En el extremo del “método”, Close enfermó durante el rodaje. En su universo debe haber alguna lógica: “Si Nobbs enferma, también yo debo enfermar”. Cuando en el Oscar anunciaron que Streep había ganado el Oscar por La dama de hierro, Close esbozó una sonrisa triste, raquítica y desolada. Era, aún, la sonrisa de Nobbs. El guión original que trabajó Glenn Close está basado en la historia del novelista irlandés George Moore. Exponente del realismo literario, Moore parece haber conocido a un dublinés que esperó casi cien años para apoderarse del cuerpo de esta

Albert Nobbs (La increíble historia de Albert Nobbs). Dirección Rodrigo García. Guión Glenn Close, John Banville, George Moore y Gabrielle Prekop basados en una historia de István Szabó. Fotografía Michael McDonough. Música Brian Byme. Con Glenn Close, Mia Wasikowska, Aaron Johnson, Jonathan Rhys Meyers. Gran Bretaña, Irlanda, 2011 magnífica actriz que saca a flote un filme que a Rodrigo García a veces se le va por la pendiente de los clichés. En sus empeños, a Nobbs le va la v ida, sí. Por eso, aunque sea una película triste, vale la pena esperar con gozo el momento en que se ilumina la pantalla con la sonrisa de Close. El hombre-mujer exhala en éxtasis luego de haberse atrevido a tomar un chocolate con la chica que tanto ha deseado. En esta sonrisa, convalece de amor. L


12 b sábado 16 de junio de 2012

MILENIO

varia ESTRELLA CARMONA RONZÓN

MEXICOAHORAONUNCA.COM

El lenguaje de los misiles

Numerología política del 132

Estrella Carmona: Tempestades de acero

ARCHIVO HACHE

GUÍA VISUAL

Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

J

unto a una causa social urgente se requiere un nombre, lema o símbolo que cohesione e inspire a una nueva identidad cultural. Eso fue “#YoSoy132”. Analicemos su numerología política. Colectividad fuertementeindividualista: “Yo soy”. Mensaje de sus videos: querer contar uno por uno. Por eso parten de juegos de número (“#”). Pero sin ser masa. No les atrajo “Ninis” o “Prole”. Ni tomar el “Somos Legión” de Anonymous o el “99%” de Occupy. “#YoSoy132” es fórmula cuya magia es mostrar que “son más de los que crees” y simultáneamente mantenerse élite pensante en que no se pierde el rostro, y en lugar de máscaras se prefiere enseñar la credencial universitaria. Asirse a la cifra 132 es una manera de no volverse los incontables y anónimos 60 mil muertos de la narco-guerra calderoniana. “Somos estudiantes. Somos un antiguo minero, o un joven rebelde, o una burguesa guapa. Somos lo que ustedes no son” decía un primer manifiesto, algo narcisista. Es azar —o guiño inconsciente— que la cifra 132 sea complementaria de 68 y sumen un bicentenario alternativo. 132 es un intento psicohistórico de cerrar la herida del 68; de resolver el 2 de octubre no se olvida (depresivo). Los estudiantes evitan pensar en repetición del 68, aunque está en su inconsciente como sugiere su reacción a defensa de Peña Nieto sobre “Atenco”, que simboliza el fantasma de ellos ser reprimidos por el gobierno. #YoSoy132 es un fenómeno

de la generación Millenial mexicana, nacida a partir de 1982. Post-Gen X. Anti-nihilistas. Los Millenials tienden a ser Yo-Yos y 132 es un subgrupo crítico-activista de MexMillenials. Aparecer hoy no es azar: sus primeros miembros alcanzan los 30. Siento 32 es aviso de que su madurez comienza. Otra generación toca la puerta. Antes del relevo, 132 quiere dejar su marca, actuar. Este subgrupo generacional es además la primera manifestación pública de lo que he llamado —en mi libro La increíble hazaña de ser mexicano— el “nuevo mexicano”. Los nuevos mexicanos carecen de aquel ingrediente de la vieja mexicanidad: “No se puede”. Los 132 crecieron en alternancia; no vivieron como generaciones previas en el No-Se-Puede-con-el-PRI. Son post-foxistas. 132 funciona porque tienen una Buena Imagen —no son “indios” o “revoltosos”, SME o “maestros”—: son lo juvenil que la propia Televisa impulsó como lo más fresco y atractivo. Pueden ser percibidos como RBD anti-EPN y Morena Fresa: 132 “cool”. Si esos mismos reclamos y millares fueran encapuchados, la clase media se asustaría. Pero videorostros de la Ibero facilitaron la buena acogida. 132 es cibercultura post-EZLN. En pre-elección, 132 es una esperanza contra televisoras y PRI. Pero en verdad nadie sabe si serán la “nueva conciencia” del “2012” —por cierto, 20 + 12 = 32— o el principio de 132 No Alcanzó. 2012 está por contarse. L

Magali Tercero http://magalitercero.arteven.com

E

n mayo pasado platiqué largamente con el arqueólogo brasileño Luiz Eduardo Laufer y el museógrafo Tarcisio Padilla sobre la gran exposición retrospectiva Tempestades de acero, curada y museografiada por Laufer y Padilla —éste último director del Espacio Eje Central—, para conmemorar el primer año de la muerte de la extraordinaria pintora Estrella Carmona (19622011). A continuación transcribo momentos importantes de la entrevista para que el lector sepa cómo se conformó Tempestades de acero. Omito las preguntas. Luiz Eduardo Laufer: Nos basamos en el criterio cronológico —la muestra va de 2001 a 2011—, y en el temático, donde presentamos obra acerca de la guerra. Tarcisio Padilla: Hay robots, misiles, colores y texturas: una trama. Eduardo y yo fuimos de la mano. Raquel Tibol nos hizo un texto maravilloso y descriptivo. El gran amor de pareja de Luiz Eduardo y Estrella se refleja en este discurso de museografía y curaduría que rompe los estatus ortodoxos. LEL: Probamos nuevas formas de presentar su obra, como a ella le gustaría. No pusimos cuadros de cabeza, como sucedía antes por equivocación. La pintura era su vida. No tenía un discurso pero siempre apoyó el discurso feminista con su obra. Se reía cuando le decían “tu pintura parece hecha por hombre”. ¡Le cuestionaban su feminidad! TP: Se discrimina mucho una pintura con tal fuerza. Era idealista, con formación humanista. Contra la falocracia LEL: Estrella siempre criticó la falocracia. Tenía una iconografía fálica porque está presente en la guerra, en las instituciones religiosas. Nació en el puerto de Veracruz, cinco veces heroico. A Estrella le gustaba mucho Otto Dix. […] Pasaba horas frente a su obra. “¿Qué ves, Estrella?”, le decía. Y por supuesto era obra de José Clemente Orozco. LEL: Le daba mucha risa el mundo de los curadores. Ella se centraba en su taller, en su pintura. En 2004 empezó a dar clases en La Esmeralda. No era institucionalizada. Siempre respetó mucho el trabajo de los demás. Nada del arte le desagradaba. Todo tipo de obra —performances, instalaciones, arte conceptual— le interesaba. TP: En Eje Central ni somos galeristas ni queremos exprimir al artista [sino] potenciarlo. A Estrella nunca le interesó ser protagonista de nada.

Laberinto: Me decías hace un rato, Luiz Eduardo, que entre sus temas están las nuevas tecnologías. LEL: Cuando la conocí andaba muy clavado con la informática. Nos juntamos y empezamos a jugar r y salió una animación: “Corpus dialéctico”. Estuvo en la Bienal de Sudáfrica. Después ganó una beca sobre el tema con El espíritu de las máquinas. Escuchaba música industrial, rock, etcétera. Todo eso la influyó mucho. Como decías, los artistas se adelantan a las situaciones. Esos grupos eran de Yugoslavia, de artistas que ya estaban imaginando la guerra que llegaría al país. Esa música ya la oíamos en el Tianguis Cultural de El Chopo. Innovación, trastorno, mundo industrial Pido a Laufer y Padilla que definan con una palabra cada etapa de la obra de Estrella Carmona. TP: Los ochenta: innovación. Tuvo un gran impulso de romper estos cánones ortodoxos de la pintura. Tenía una madurez precoz y podía tutearse con los artistas mayores. En los noventa encuentra una gran libertad de expresión… la plenitud de su abstraccionismo. Hace rato hablabas del aspecto visionario de los artistas. Estuvimos llenos de maquilas después de que Estrella las pintó. En el 2000 Estrella llega a una culminación como artista. LEL: Trastorno para los ochenta porque en el 85 no sólo tembló en la ciudad de México, sino en nuestras estructuras cognitivas. Vimos que estábamos en un orfanato. El gobierno no hacía nada y tuvimos que movernos. Veo trastorno en la solidaridad entre la gente. Pintura industrial para los noventa pues surgieron todas las maquilas en el norte de México… Vivimos en Coahuila. En 2001, cuando vio la tragedia de Irak, la decadencia norteamericana, tuvo una crisis muy fuerte en torno al humanismo. Ya no vio el mundo con tanta alegría. Se percató de que estaba enferma y de que iba a morir. Estrella jamás tocó el tema de la muerte. Su tema es la vida. Pensaba que había mucho rescatable en el mundo. No creía que era el fin de todo. Era sensata […]. Siempre se centró en la construcción de un mundo nuevo. [En su lecho de muerte] su preocupación era histórica: ¿qué había pasado con la marcha del poeta Sicilia? TP: Estrella terminó [su vida creativa] en blancos y negros. Sus últimos cuadros son espectaculares, un expresionismo de una calidad absoluta. Y éste es un gran homenaje no luctuoso sino al amor. L


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