Laberinto 464

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Laberinto

David Toscana Desaprender página 2 Christine Lavant Las cabezas de la noche página 3 Braulio Peralta El soundtrack de mi vida página 3 Adrián Curiel Rivera ¿Hacia la novela multimedia? página 8

N.o 464

sábado 5 de mayo de 2012

Entrevista con Ernesto Cardenal

Lina Zerón Página 5 pierre boulat (parís, 1969)

Correspondencia inédita

Cortázar epistolar Página 6

MILENIO


02 b sábado 5 de mayo de 2012

MILENIO

antesala

Desaprender

De culto

Claudina Domingo b caballitodetroya@hotmail.com ESPECIAL

Calvert Casey

Fascinación por la morbidez TOSCANADAS especial

David Toscana dtoscana@gmail.com

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e supone que el mundo avanza. La ciencia descubre cosas. Sabemos más de lo que se sabía antes. O tal vez no. Quizás hemos aprendido cosas a cambio de desaprender muchas otras. Dependiendo del tema o la situación, al conversar con un maestro de secundaria del siglo XIX, podríamos apabullarlo con nuestros conocimientos, o bien, él podría hacernos sentir que somos unos idiotas. La Nasa habrá llegado muy lejos, pero ¿cuánta gente medianamente educada sabe hoy señalar las constelaciones? ¿Podemos decir sin titubear cuándo la Luna está creciente o menguante? Si por un lado los diccionarios han de actualizarse con neologismos, también terminan por eliminar una serie de voces que han caído en desuso. No sé cómo vendrá el nuevo diccionario de la RAE, pero recuerdo que la edición del 2001 eliminó alrededor de 6 mil voces con respecto a la anterior. Y yo me pregunto si no son precisamente esas 6 mil voces las que más pudieran interesarnos a quienes tenemos afición por leer textos antiguos en español. Hace poco me topé con esta antigua expresión: “Sin decir oxte ni moxte” que creo equivale a nuestro actual “Sin decir agua va”. Para salir de dudas, consulté el DRAE y me encuentro con que planean desaparecer “moxte” en la siguiente edición. Hoy sabemos treparnos a un coche, meterle la llave a la ignición y conducir por las calles transitadas. En cambio, muchos ya no sabemos ensillar un caballo, ni montarlo como se debe. Si hoy naciera un genio de la arquitectura y quisiera construir la más bella de las

iglesias, habría que decirle que ya los artesanos no saben hacer lo que sabían; que se conforme con un diseño cuadrado, planchas de concreto y estatuillas hechas en China. ¿O por qué será que entre más mano le meten los contemporáneos a la Sagrada Familia de Barcelona, más fea la dejan? ¿Qué haría un papa contemporáneo si apenas hoy surgiera la idea de decorar la capilla Sixtina? Cuando camino por las calles del viejo Monterrey, me topo con casas que se construyeron a finales del siglo XIX o principios del XX. En su sencillez, todas muestran un gusto por las proporciones, los detalles, la selección de materiales. No son casas diseñadas por arquitectos, sino por amas de casa, maistros, oficinistas de medio pelo. ¿Por qué todas esas casas antiguas son bellas? ¿Por qué ahora esa misma gente levanta casas espantosas? ¿Qué desaprendimos acerca de la belleza? ¿Por qué patanes con dinero pagan millones por una mamarrachada de Andy Warhol? ¿Qué hubiesen pensado los Medici? Con tantos miles de títulos que se publican cada año, resulta que el precio de conocer la literatura contemporánea es descuidar a los clásicos. ¿Por qué diablos alguien que no ha leído Don Quijote querría leer la última novedad? Tengo que sentir agradecimiento hacia aquellos lectores que van a la librería y salen con alguna novela del Toscana. Pero también me veo obligado a recordarles que mis libros suelen estar entre los de Tolstoi y Turgueniev. De todas todas, yo elegiría a mis vecinos. Es un hecho que como lectores nos estamos desclasicando, del verbo desclasicar, palabra que tal vez un día aparezca en el DRAE, y a cambio otra tendrá que morir. L

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an poco precisa resulta su biografía como poco difundida su obra y, sin embargo, Calvert Casey fue un escritor que también fungió como testigo de la Revolución cubana. Aunque nació en Baltimore en 1924, desde niño pasó temporadas en La Habana. De su producción se conocen relatos, poemas, algunos ensayos y un capítulo de novela. En sus relatos la influencia estadunidense se deja sentir en la precisión de su prosa y en lo vertebrado de la constitución de sus personajes, lo que convive con la sensualidad imperante en sus atmósferas: los tonos de las calles y parques tropicales, así como los imprescindibles burdeles de La Habana. Pero el rasgo más característico de su obra lo constituye la morbidez. En “Notas de un simulador” y en “La plazoleta” (relatos que comparten párrafos) la fascinación erótica por la muerte consigue el estatus de homenaje: el narrador y el personaje buscan un momento revelador y necesario que aquiete su angustia. La descripción de la agonía resulta de una sensualidad que toma tintes poéticos y ansias de erotómano: la persecución del último aliento de un ser humano se convierte en el orgasmo que persigue su observador. Los indicios (las profecías) del acto supremo del vivir (morir) constituyen puntos erógenos: llagas, tumefacciones, rigideces, tonos de piel. Resulta curioso que desde temperamentos y filosofías distintas Casey llegara a una reflexión cercana a la de Elias Canetti (el mejor y mayor enemigo de la muerte). Mientras Canetti recuerda a lo largo de La provincia del hombre que el número de muertos del hombre sobrepasa por mucho al número de vivos sobre la Tierra, Casey dice: “Pensé que vivimos rodeados de

Ex libris

Bitácora Psicotrópica

muertos; sobre los muertos, que en número inmenso nos esperan en los cementerios del mundo […] hay cenizas suyas en el cemento con que levantamos nuestras casas o en la taza que llevamos a la boca cada mañana; cenizas de rostros y de ojos y de manos, que permanecen junto a nosotros todo el tiempo que duran nuestras vidas y que nos rodean y están junto a nosotros, y debajo de nosotros y encima de nosotros”. Casey también escribió sobre los escritores que lo marcaron: D.H. Lawrence, Henry Miller, Franz Kafka. En uno de sus relatos, ensaya, por ejemplo, una reescritura de El proceso. Calvert Casey se suicidó a los 45 años mediante una sobredosis de somníferos (no hay que olvidar que el sueño es nuestra representación cotidiana de la muerte) en Roma. Rafael Rojas especula que su suicidio se debió a la incompatibilidad entre su adhesión a la Revolución cubana y su homosexualidad. Yo especulo también: los obsesionados con la muerte están (secretamente) obsesionados con la enfermedad. Prefieren la muerte, por mucho, a la vejez. Antes de morir, Casey destruyó su novela Gianni, Gianni (dedicada a su amante Giovanni Losito), especulo, en un acto de pudor: los obsesionados con la muerte viven pensando en lo que pasará después de la suya. Muestra de ello es su magnífico poema del que tomo algunos versos (“A un viandante de mil novecientos sesenta y cinco”): “Pasas junto a las murallas resecas sin proyectar sombras./ Te empuja el viento de enero; agosto no logrará aminorar tu marcha./ Donde quiera que estés llegan tus pasos hasta mí. […] Tu último paso será tu último gesto./ Si encuentras a quien buscas y te detienes, rodarás muerto a sus pies”. L Marat y Charlotte bEKO

Xavier Velasco

Radical es aquel que lo perdona todo menos un odio no correspondido.

MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Roberto Pliego Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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LABERINTO

antesala

Las cabezas de la noche

El soundtrack de mi vida

Los versos de la escritora austriaca se nutren de las sombras, la inmundicia, el dolor; de la desesperación ante “el flagelo de Dios” poesía

A salto de línea especial

Christine Lavant

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n cada hueso de mi espina dorsal apunta el dedo del sol otra pregunta no escucho, habito una mina, entre mis oídos retumba, de estrato en estrato, la campana incensada que arroja el cadáver de tu nombre. Mi voluntad envejece hace tiempo en el asilo para pobres, y sobre el techo se derrite el último copo del frío entendimiento; se cuela. El tormento del interrogatorio a través de la luz solar trae demasiado día desde el pozo. Nunca miro dentro, miro hacia la fosa del mundo de sombras, hacia donde vamos juntos, y cuento los huesitos junto a tu nombre, en tanto los míos son reanimados bajo la insolación. Cada uno viene hacia sí y sabe qué fue y es, y augura. El hueso del cráneo evita ahora todo, siente, en el misterio, el calor solar como un taladreo entre mis oídos.

¡

Una noche sin cabeza! Ningún perro ladra a la luna abotargada. Frente a la ventana abierta el viento da vuelta hacia atrás, por donde venía. El olor de los desperdicios lo habita todo, avanza hacia la dignidad y se incorpora hacia una pequeña Babel de polvo, donde las sedientas niñas de mis ojos miran a lo lejos el flagelo de Dios. Nadie señala mi corazón, no puedo saber su hora. Esta noche sin cabeza es una herida muy pequeña, en ella nadie muere o se hace devoto Oh, Dios de mi miedo, oh, Dios obediente, ve adentro y suelta las lenguas de los perros hasta que la luna frente al horror se vuelva más densa y angosta y cortante ordene al viento liquidar la Torre de Babel, esta dignidad en el polvo. Prefiero respirar el polvo humillado, ¡no quisiera nunca ir hacia la dignidad! Nadie señala mi corazón y sin una hora confiable me acomete un sueño sin cabeza. Versión al español de Lorel Manzano

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urante sus noches sin cabeza, Christine Lavant se dolía por horas en una esquina de la habitación. Se ataba al dolor. Comía poco: galletas, té, bocanadas de cigarrillos. Transcurridas las horas rodaba su razón. Entonces, “atrapada por un recelo nuevo, un poco vago”, comenzaba a escribir, con el dolor atado a la silla y el estómago acostumbrado al hambre: de su infancia escrofulosa, del desamparo, la pobreza. Nació en 1915, en el valle de Lavant, en la provincia austriaca. Rodeada de ocho hermanos y padres sumidos en la miseria, respiró en el aire la tuberculosis. Enfermó de escrófula, se le hincharon los ganglios del cuello, perdió un oído y parte de la vista. Tenía cuatro años cuando fue internada por primera vez, doce la segunda. Su perspectiva era la de una niña con la cabeza entre vendas… ¡Y cómo amaba las esquinas!: “siempre brindan protección por dos lados, son como algo familiar”. Los recuerdos de aquellos días en el hospital giran en los motivos de su primera novela, La niña (1948). Durante el día, Lavant se ganó la vida como costurera; por las noches escribió. Sus poemarios Las bufandas del mendigo (1956), El huso en la luna (1959) y El grito de los pavorreales (1962) representaron para la crítica uno de los grandes momentos de la poesía austriaca del siglo XX. Lavant se ató al dolor hasta su muerte, ocurrida en 1973, y lo hizo siempre de noche. (Lorel Manzano)

Braulio Peralta braulioperalta@yahoo.com.mx

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n hilo de canciones hace la historia de una persona, sin querer. El ejercicio es refrescante: sin críticas a la pieza elegida en sí, más como el recuerdo de lo que vamos transformando en nuestro camino. Soy neófito en la música pero con el oído puesto en las emociones. Van los sentimientos sin razón. 1. Era un niño y jugaba al cartero cuando escuché “Un telegrama” de Monna Bell, hasta allá, en mi pueblo, Tuxpan, Veracruz. Por cierto, el cartero nunca llegaba a casa. Será por eso. 2. El color contaba en la familia. Mulatos, prietitos y café con leche. Me tocó blanco. Toña la Negra interpretaba, de Agustín Lara, “Oración caribe”. Mi abuelo, mi raza, mi esencia huasteca en las tardes tuxpeñas. Mi primaria. Los juegos en el río y el mar. La inocencia. Y el racismo como plaga. 3. Mi primer amor de estudiante, en secundaria. El deseo como despertar. “Usted”, de Gabriel Ruiz, interpretada por Los Panchos. Duró tres años la historia. La suerte de ser correspondido. Aún lo recuerdo como un hálito de vida. 4. Escape a la ciudad para sobrevivir. Raphael estaba de moda. Y de repente aparece la canción, “Mi gran noche”. Me sentía dueño de Paseo de la Reforma en el convertible de un amigo. Mis ojos eran la noche. 5. La amistad que se sella con una pieza: “This is my life”, de Shirley Bassey. Mi entrada al movimiento homosexual de la mano de Nancy Cárdenas, Carlos Monsiváis y Juan Jacobo Hernández. La declaración de mi homosexualidad a la familia. La salida de mi casa. La libertad sexual.

6. “I will survive”, de Gloria Gaynor, ya era un himno del movimiento gay de entonces cuando la escuché por vez primera, en discotecas y amaneceres en Acapulco. Las pasiones desenfrenadas. La sensación de ser libre. La puerta falsa. 7. Destape a punto de perdición. Alaska canta en Ciudad Neza, en vivo, “A quién le importa”. Un amigo a punto de morir. La renovación de la vida después del abismo. El sida y sus secuelas. 8. Los amigos de mi generación, muertos. La mejor pieza que llega tarde al auxilio es “El recuento de los daños”, de Gloria Trevi. Años noventa, década de meditación. 9. A España para encontrarme con lo mismo pero con nuevas experiencias. La llegada del amor. “Un millón de amigos”: Roberto Carlos marca mi relación con Jonathan. Doy gracias a la vida por esos instantes de quietud. 10. Regreso a México, la libertad de ser. Otra historia de amor, la definitiva, con 18 años. “I’m your man”, de Leonard Cohen. El arte como punto de partida. La vida con amor, sin miedo. 11. Odio la canción “El rey”, de José Alfredo Jiménez, pero mi padre la adoraba. Y cuando murió, se me vino la letra a la cabeza. 12. Juan Gabriel tenía que ser cuando interpreta “Amor eterno”. La muerte de mi madre. Una forma de despertar, también, sin dejar de ser el niño que fui. La lista es larga pero estas son mis resurrecciones. Coda Si Laura Barrera no me hubiera invitado a compartir estos recuerdos en su programa, no se los contaría. Siempre lo agradeceré. L

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MILENIO

literatura ESPECIAL

El autor de Las flores del mal

La folie c’est la folie La intuición plural de Roberto Calasso se entretiene ahora con el diálogo que establecieron la plástica y la literatura en el París decadente, orgiástico y caprichoso de Charles Baudelaire CRÍTICA Iván Ríos Gascón thewhitesubway@yahoo.com

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icen que el sueño es un presentimiento o un arrebato espiritual, un sueño puede ser la alegoría de las ideas en gestación o sólo un mensaje que ha de explicarse por sí mismo, cuando la fantasía busca asideros en su luminosa irrealidad. Borges lo veía de esta manera: “Tenemos esas dos imaginaciones: la de considerar que los sueños son parte de la vigilia, y la otra, la espléndida, la de los poetas, la de considerar que toda vigilia es un sueño” (Siete noches). A través de una misiva, Charles Baudelaire le relató un sueño a otro Charles, Asselineau, que presagiaba la aventura estética del espíritu parisino y, a su vez, definió el diálogo intelectual entre la plástica y la literatura del siglo XIX. El sueño de Baudelaire, críptico, extraño, orgiástico, exuberantemente divertido, pudo ser una magnífica ficción surrealista: a las tres de la mañana, Baudelaire se encuentra con Castille, quien tenía que hacer unos recados, y ambos trepan a un coche de punto. Baudelaire debía entregar un libro suyo, de reciente aparición, a la madame de un burdel. En la mente del poeta se aloja la idea de aprovechar el viaje para fornicar con una puta, pero la experiencia ha de tornarse incómoda, extraña: antes de entrar al prostíbulo, Baudelaire advierte dos detalles escabrosos. Su pene cuelga por una abertura de la bragueta y va descalzo. El paroxismo adquiere mayor intensidad, cuando pisa un charco al pie de la escalera. El espacio al que ingresa el poeta es una especie de laberinto conectado por varias galerías. Ahí, las chicas conversan con los parroquianos, algunos individuos matan el tiempo como suele suceder en los gabinetes de lectura. Las paredes de cada

Roberto Calasso La Folie Baudelaire Anagrama España, 2011 426 pp.

recinto están colmadas de dibujos, miniaturas y pruebas fotográficas, muchos de ellos dedicados a aves de plumajes coloridos. Baudelaire se tranquiliza al reparar en que, mágicamente, ha recuperado los zapatos. Aquella vastedad gráfica en los muros le hace pensar que un decorado de esa naturaleza sólo podía responder a los intereses artísticos del periódico Le Siècle, cuya perspectiva se reflejaba en la aspiración por instaurar un gran museo de medicina. No obstante, de entre todas las piezas, destaca una figura viviente sobre un pedestal. Se trata de un monstruo nacido en esa casa. Aunque no es feo, como refiere Baudelaire a Asselineau, su morfología resulta alucinante: luce un rostro gracioso y bronceado, tipo oriental. De su cabeza emerge un apéndice color rosa verdoso, como una inmensa serpiente de caucho, que debe enroscarse en los miembros para poder caminar. El monstruo le dice a Baudelaire que su función consiste en permanecer en el podio, para la contemplación de la clientela. Y aunque no está del todo insatisfecho por ser parte del museo, el mayor problema radica en que, debido a su tamaño, todas las noches comparte la mesa con una chica alta y esbelta. Baudelaire no se atreve a tocarlo. Sólo se limita a escuchar su patética historia, cuando despierta súbitamente por el ruido que Jeanne Duval, su mujer, hizo al arrastrar un mueble. Este sueño gravita o, mejor dicho, es el hilo conductor del asombroso libro de Roberto Calasso, La Folie Baudelaire, una inclasificable obra maestra como el resto de su bibliografía, La ruina de Kasch,

Las bodas de Cadmo y Harmonía, Ka, K. o La rosa de Tiepolo, genuinos anfiteatros de clarividencia intelectual, donde el italiano ha desentrañado los misterios de la divinidad, la inspiración y el arte, a través de un oceánico periplo por las vidas, la inquietud creadora y la excelsa producción de pintores y poetas, esos seres cuya mirada nos recuerda que hemos perdido al paraíso. La Folie Baudelaire es un amplio itinerario donde Calasso recupera una intuición plural: de Ingres a Delacroix y Chopin, de Degas a Manet, Gautier, Mallarmé, Rimbaud, Valéry, Sainte-Beuve, Balzac, Flaubert, Proust, d’Aurevilly y Bourget, en cuyo centro palpita la ubicua presencia del autor de Las flores del mal, cada página condensa un instante que se asume eterno, el soplo del que fluye la genialidad con todas sus certezas. Folie, recuerda Calasso, era “lugar de caprichos y voluptuosidades” pero, también, “asilo de seres perdidos en la desolación de una tierra en la que sólo se puede ser chamán o exiliado o lo uno y lo otro a la vez”. Folie, vocablo francés que consigna a la locura, para Sainte-Beuve era el quiosco raro, hecho de marquetería, que Baudelaire se construyó a sí mismo para gozar la exquisitez de los paraísos artificiales y mirar hacia la punta extrema de la Kamchatka romántica. “¿Qué es la vida literaria sin una cadena de complicidades?” La pregunta que plantea Calasso prefigura el ánimo de su fascinante recorrido. La connivencia se halla en la rudeza con que tratan a Ingres los partidarios de Delacroix (Baudelaire incluido) y la conmiseración urdida por el respeto que Delacroix siente por Chopin; el contubernio por el “polen de la carne” entre Mallarmé, Degas, Manet y Renoir; la alianza imperceptible de la Décadence y la Modernité, exaltada por el propio Baudelaire al proclamar al ilustrador Constantin Guys como el máximo exponente del naturalismo y la belleza en Le Peintre de la vie moderne o la confluencia simbólica y remota que Nietzsche descubrió en una lectura casual. Calasso observa: “Contrariamente a lo que afirman los diccionarios, décadence es palabra alemana, o al menos sólo asume su pleno significado cuando se la traspone a la prosa alemana. Eso es lo que sucedió cuando Nietzsche la encontró, en 1883, leyendo el ensayo de Paul Bourget sobre Baudelaire. En esas páginas se encuentra la definición de qué es ‘un estilo de decadencia’, líneas que tendrían una vasta descendencia, aunque Bourget fuera olvidado o citado solamente como novelista para señoras: ‘Un estilo de decadencia es aquel en que la unidad del libro se descompone para dejar paso a la independencia de la página, donde la página se descompone para dejar paso a la independencia de la frase, y la frase para dejar paso a la independencia de la palabra’. A partir de entonces Nietzsche tendió a sustituir por décadence el término alemán Verfall, hasta hacer repicar obsesivamente aquella palabra en la prosa extrema de Ecce homo. Ya en 1886, en una carta a Fuchs, Nietzsche escribía: ‘Ésta es la décadence: una palabra que, entre gente como nosotros, obviamente, no es una condena, sino una definición’ ”. Calasso sigue meditando: “El décadent resulta cercano al fetichista: celebra el triunfo de lo idiosincrásico, se opone a que su singularidad sea absorbida por un todo”, y esta aseveración revela su propio estilo: La Folie Baudelaire se descompone en vastas independencias como metáfora de la Exposición Universal. Ahí transita un Baudelaire que propone citas clandestinas a su madre Caroline en el Louvre; un Baudelaire cautivado por la bêtise poética y la bohème que ama por superstición; un Baudelaire visionario, testigo de la transformación de todo un siglo pues, tiene razón Calasso, “escritor es precisamente el que sabe captar todo a la letra”, incluso el sueño ajeno. Para entenderlo mejor, recordemos lo que escribió el poeta Charles Simic: “El sueño más antiguo que se haya registrado, según se sabe, es contado por una mujer, la supervisora de un palacio en Mesopotamia, quien en su sueño entra a un templo y descubre que las estatuas se han desvanecido al igual que la gente que las veneraba. Para Calasso, la literatura es el guardián de todos esos espacios rondados por fantasmas”, y en La Folie Baudelaire se reúnen decenas de espectros y pinturas que, tal vez, alguien soñó en 1821, el año en que nacieron dos genios capitales: Charles Baudelaire y Gustave Flaubert. L


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LABERINTO

poesía

Ernesto Cardenal:

“Dios duerme conmigo en la hamaca” El poeta, sacerdote y luchador social fue distinguido con el Premio Reina Sofía, uno de los más prestigiados en lengua española. Laberinto ofrece a sus lectores una entrevista realizada el día mismo en que el autor de Tocar el cielo recibió la noticia, y un poema inédito Entrevista lina zerón

Lina Zerón

Ernesto Cardenal

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rnesto Cardenal responde al teléfono. Me agradece la llamada. A sus 87 años, su mente es lúcida, habla claro, sin buscar las palabras, sabe el punto exacto dónde encontrarlas. Ha respondido muchas entrevistas y dicho casi lo mismo en todas; sin embargo, al cambiar el tema del premio por la cotidianidad, me comenta otras cosas. Cuéntame cómo recibiste la noticia del Premio Reina Sofía. La noticia no me despertó ya que todos los días me levanto a las tres de la mañana a meditar y hacer oración, así que cuando sonó el teléfono a las 5:30 AM para notificarme que me habían otorgado el Premio Reina Sofía ya estaba por tomar mi primer alimento. Me alegré mucho ya que fue algo totalmente inesperado para mí. Me sentí gratamente sorprendido ya que ni siquiera sabía que estaba nominado porque yo no tengo premios, salvo el Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda que me dieron en Chile en el cual, por cierto, le dije a la presidenta que yo me jactaba de ser el poeta menos premiado de la Real Academia de la Lengua, y ahora que me dan el Reina Sofía por un lado me hacen feliz pero por otro me quitan algo del orgullo que sentía al no ser tomado en cuenta por los que se dicen intelectuales. La gente que me quiere bien, los amigos, los muy cercanos, están felices. He recibido llamadas de todas partes del mundo, donde ha llegado la noticia y que me conocen, por supuesto. Ahora mismo te hice esperar en el teléfono porque estaba llena la oficina de reporteros de por acá. ¿Para qué sirven los premios? Depende a quién se los den y qué premio. A mí, la verdad, no me interesan mucho, pero éste me cayó muy bien porque es un reconocimiento en vida a mi obra y es muy grato que la declaren patrimonio cultural de Iberoamérica. ¿A quién no le va a gustar eso? Y de la remuneración económica, pues Dios fue el que escuchó mis oraciones, ya que toda la semana habíamos estado muy preocupados por la demanda que me volvió a poner la señora esa, Nubia [Arcia], que tiene secuestrado el Hotel Mancarrón, que no es de su propiedad porque está en nuestros terrenos y es de nuestra asociación, de Solentiname. Ella lo administra porque nosotros se lo pedimos pero eso fue en el siglo pasado. No tiene títulos de propiedad y ahora quiere que le demos una cantidad enorme de dinero por perjuicios. Hubieras visto el vuelo que le dieron a esa noticia, la publicaron en primera plana, pero hoy salió también en primera lo del Reina Sofía, así que un premio importante le calla la boca a todos los que han cuchicheado sobre lo otro. Espero que esto me ayude a salir adelante de ese problema y que por fin me devuelvan el hotel que sirve para el desarrollo de Solentiname. Esa es la herencia para sus hijos. ¿Cuándo te entregan el premio? Me dijeron que será en noviembre, en la ciudad de Salamanca. Ya nos iremos todos para allá, en comitiva, como nos gusta, a festejar, sobre todo estar vivo, porque a mi edad cada mañana es un regalo.

El celular

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¿Le diste las gracias a Dios por el Premio? Yo siempre le agradezco todas las mañanas desde mi cama, o acostado en mi hamaca cuando voy a Solentiname. Converso con él, en mi lenguaje, a mi manera. Digamos que Dios duerme conmigo en la hamaca, así de cercanos somos. Yo no le pedí ningún premio, sino que dejaba en sus manos el problema de la demanda y mira con lo que me sale, enviándome un premio por mi poesía. ¿Al poeta o a la poesía? Yo estoy convencido que el poeta debe identificarse con su poesía, con su verdad. Si uno se siente revolucionario en su poesía, debe serlo en su vida. Si se siente religioso, debe serlo. Y si no se siente religioso o revolucionario, debe escribir esa verdad. Así, el amor, y el amor libertario, han constituido mi búsqueda de la verdad. El tema del amor, en consecuencia, el amor a la mujer, el amor de hombre, el amor humano se convirtió después en amor divino. La literatura debe prestar un servicio, debe estar, como todo lo demás en el universo, al servicio del hombre. Por lo mismo, la poesía también debe ser política. Aunque no propaganda política, sino poesía política. Por eso es que fue posible cambiar la vida de sacerdote al servicio de la patria. Sí es posible el cambio. Por ejemplo, el cambio que produjo la Revolución mexicana, que después fue otra cosa pero fue la primera de los tiempos modernos, anterior a la soviética. Fue una verdadera revolución, con los defectos de los seres humanos pero con su grandeza. La nuestra fue más breve pero también fue un cambio de hombres a hombres nuevos. Sandino, nuestro guerrillero, recibió gran influencia de México, donde se formó como revolucionario. Fue marcado especialmente por Zapata, aunque también tendría mucha afinidad con Pancho Villa, tanto que hizo a “La Adelita” su himno de guerra. Bien merecido el premio a la poesía y al poeta. ¿Cierto? Pues si lo quieres ver así, sí, ya que el poeta debe ser el guardián en silencio, frente al culto desmesurado del dinero y la fama. Debemos tratar de ser hombres más esenciales. L

ablas en tu celular y hablas y hablas y ríes en tu celular sin saber cómo se hizo y menos cómo funciona pero qué importa eso lo grave es que no sabes como yo tampoco sabía que muchos mueren en el Congo miles y miles por ese celular mueren en el Congo en sus montañas hay coltán (además de oro y diamantes) usado para los condensadores de los teléfonos celulares por el control de los minerales corporaciones multinacionales hacen esa guerra inacabable 5 millones de muertos en 15 años y no quieren que se sepa país de inmensa riqueza con población pobrísima 80% de las reservas mundiales de coltán están en el Congo yace el coltán desde hace tres mil millones de años Nokia, Motorola, Compak, Sony compran el coltán también el Pentágono y también la corporación del New York Times y no quieren que se sepa ni quieren que se pare la guerra para seguir agarrando el coltán niños de 7 a 10 años extraen el coltán porque sus pequeños cuerpos caben en los pequeños huecos por 25 centavos al día y mueren montones de niños por el polvo del coltán o martillando la piedra que les cae encima también The New York Times que no quiere que se sepa y así es que no se sabe ese crimen organizado de las multinacionales la Biblia identifica justicia y verdad y el amor y la verdad la importancia pues de la verdad que nos hará libres también la verdad del coltán coltán dentro de tu celular en el que hablas y hablas y ríes en tu celular.


LABERINTO

Cortázar

especial

epistolar

En el año 2000 apareció una entrega parcial de las cartas de Julio Cortázar. Doce años después Alfaguara publicó en Argentina, y próximamente lo hará en México, una versión corregida y muy aumentada que discurre entre 1937 y 1984, bajo la coordinación del filólogo Carles Álvarez y de Aurora Bernárdez, primera esposa y albacea literaria del entrañable cronopio. De esta correspondencia, ofrecemos unas cuantas probadas

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ay que conocer muy mal a los cronopios para imaginar que guardan cartas”, escribió Julio Cortázar al director de cine argentino Manuel Antín, el 23 de agosto de 1962. Y así fue. Como Proust, Flaubert, Joyce, Claudel, Gide y Nabokov, Cortázar escribió miles de cartas pero, a diferencia de otros que, como Tolstoi, conservaron, ordenadas, copias de todas y cada una de las cartas que escribieron y recibieron a lo largo de su vida, el padre de los cronopios guardó muy pocas copias (apenas las de los últimos tiempos relativas a cuestiones “en marcha”) y, según parece, apenas ninguna de las recibidas. Hay que agradecer que a Cortázar le molestara hablar por teléfono y que su forma de hablar fuera escribir, golpeteando sobre su máquina. También hay que agradecer que los amigos, familiares, conocidos y especialistas atesoraran esas páginas durante décadas y las cedieran gentilmente a Aurora Bernárdez —primera esposa y albacea literaria del escritor— y al filólogo español Carles Álvarez Garriga, quienes realizaron la monumental tarea de rescate, compilación y edición de gran cantidad de páginas inéditas. Y alegrarse de que, en los once años que pasaron desde la primera edición, internet haya facilitado mucho la tarea de los investigadores. El resultado: una versión corregida y muy aumentada de la edición de las cartas de Julio Cortázar que preparó Aurora Bernárdez con la colaboración de Gladis Yurkievich y publicó Alfaguara en Buenos Aires el año 2000. Muy aumentada porque, a lo largo de casi 3 mil páginas distribuidas en cinco tomos, se agregan más de mil epístolas inéditas en las que Cortázar confronta su pensamiento con hombres y mujeres ilustres de su generación. A lo largo de cinco décadas —desde 1937 hasta 1984— se va dibujando la autobiografía de Cortázar. Puede hablar del sol, de los agentes de la CIA husmeando en su correspondencia, de la obra de teatro que vio la

noche anterior; se puede pelear con editores, aceptar con elegancia socarrona las críticas a sus obras… No importa de qué hable, con cada salto de renglón rompe las reglas del lenguaje, aparece allí donde no se lo espera y muestra, sin alarde, esa escasa virtud entre los intelectuales de poder reírse de sí mismo. Cuenta Aurora Bernárdez que a Cortázar le interesaban muy poco las historias personales y no era amigo de las confidencias. Por eso impacta sorprenderlo tan mortal, imponiéndose a su padre, que reaparece como un fantasma “desde el fondo del tiempo y la distancia” para reclamarle al hijo que, de ahí en más, use su nombre completo, Julio Florencio, en los artículos que dé a conocer. “Todavía estoy vivo y se me conoce por el nombre que ha aparecido en La Nación”, le escribe. Y también, y fundamentalmente, cuando le escribe a Aurora Bernárdez, su primera mujer y su amiga de tantos años, pidiéndole que, en caso de que él muera en su inminente viaje a Nicaragua, vaya a su casa y busque en los cajones: “Sobre todo hay fotos, que sólo vos debes ver y destruir. Muchas fotos de Carol desnuda, fotos que quiero guardar para mí porque fueron momentos de amor y de belleza. No las destruyas sin mirarlas, porque comprenderás lo que fueron para ella y para mí. Sólo vos debes verlas, será como si yo mismo las mirara una vez más”. Una confesión de amor y dolor tras la muerte de su segunda esposa, Carol Dunlop, a quien, el 12 de febrero de 1984, Julio Cortázar seguiría hasta la tumba en el cementerio de Montparnasse. (Claudia Selser)

A Aurora Bernárdez

París, viernes 3 de abril de 1965

Topotita Itaita: Vos, ahí. Yo esperando, ahí. A las cuatro y media por expreso, ahí. Pero me alegré mucho con tu carta, que respira sol romano (y trabajo en la FAO, pobrecita). No lo niego: vos me invitaste y yo no fui. Pero si supieras cómo me estoy quitando trabajo de encima, cómo pongo al día mi correo, cómo paseo por París que está maravilloso, y cómo voy a conciertos, cines y teatros, comprenderás que hice muy mal en no irme con vos porque corro el peligro de perder ocho kilos. Es increíble (hablo en serio) la cantidad de cosas que tengo que hacer antes de que nos vayamos. Lo de Harss quedó interrumpido, y me lo reclaman de Buenos Aires; comprenderás que tengo para cuatro o cinco días de trabajo. Los líos editoriales me llevan horas hasta dejarlos más o menos encaminados, y como se traducirán, espero, en dólares, creo que vale la pena. Para tu regocijo especial sigo recibiendo reviews de los USA, todas favorables hasta ahora menos una de un tal Orville Prescott, en el New York Times, donde hace polvo la novela, y la declara a pretentious bore.1 Yo creo que puede ser un bore, pero que no es pretentious. […] Te copio: “La casa está en este momento exactamente como si hubiéramos sufrido un bombardeo. La cocina sin piso, con dos agujeros, uno enorme, la veranda sin techo, todo lleno de escombros. Los


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de portada albañiles están trabajando rápidamente por todos lados; Aldo levantó el piso de la cocina para que hagan la losa. La parte nueva ya tiene el techo casi listo”. ¿Estás contenta, honguito pelusiento? Escribime pronto, y decile a Italo [Calvino] que estoy conmovido de que relea con tanto cuidado la traducción de mis cuentos. ¡Riego las plantas! Te extraño mucho, bicho feo, y ojalá el 20 sea mañana y vos llegues y yo te dé tantos besitos, Woof Woof.

Mario Vargas Llosa vive en: 17, rue de Tournon, París 6eme.

de los temas mismos del ensayo. La primera cosa es que no se trata en absoluto de un ensayo sino que en realidad es una novela, la novela de otras novelas o la ficción de otras ficciones; quizá por eso las páginas más “ensayísticas”(Carpentier y García Márquez) se sienten como incorporadas desde otro mundo mental y sobre todo desde otra intención; vos sos el primero en sentirlo y decirlo una cantidad de veces, y además entiendo que no solamente no está mal sino al revés: los pasajes a lo otro, a tu mundo más propio y más tuyo, se hacen así más sensibles y proyectan mejor la carga personal que pusiste en todo lo que no era deliberadamente ensayístico. Aquí una pausa para decirte que las páginas sobre Gabo son admirables y que me mostraron una cantidad de cosas que nunca había sido capaz de racionalizar. Y volviendo al conjunto del libro, tengo que decirte hasta qué punto me resulta asombroso que alguien con una capacidad creadora tan grande —no es una frase, eso se siente y se sabe a cada página— haya tenido la intención y la voluntad de adentrarse en la creación ajena, y lo haya hecho sin sacrificar para nada su propio mundo personal, que está continuamente vivo y presente. […] Cuando hablo de tu capacidad creadora, lo hago lúcidamente; se siente no sólo en los párrafos o desarrollos o explicaciones que te pertenecen absolutamente, sino en esa asimilación desconcertante (para mí, que tengo mala memoria) de pasajes, frases, moods, alusiones y cien otras cosas extraídas de mis libros. Ese collage que abarca tantos cuentos y novelas (pues también están Alejo y Gabo, y por poco entra Fuentes, y curiosamente ni una vez citas a Vargas Llosa o a Asturias que también habrían podido meter baza, pero vos sabrás) me parece a mí una nueva creación, no te diré continua y total porque tampoco era tu deseo y ni siquiera tu nostalgia, de eso estoy seguro a pesar de muchas frases autoirónicas que te vas tirando por la cara a lo largo del camino; no hablo de una creación dentro de y por la creación ajena, y eso en el fondo sería la meta de la más alta crítica, solamente que en nuestras tierras ya sabemos que no abunda. […] Qué más puedo decirte, Ariel gran monstruo, si en realidad no te he dicho nada y ya voy para dos páginas y la Unesco me va a echar a la calle si sigo sin revisar el Programa y Presupuesto para 1971-72. Sí, una cosa importante: no te has equivocado ni una sola vez en tu versión de mis cuentos fantásticos. Estoy acostumbrado a las interpretaciones más delirantes, a veces divertidas por lo piantadas que son. […] Si un día se publicara tu libro, me sentiría muy feliz; y no es Narciso el que habla, créeme, es alguien que ha aprendido a leerse mejor en un libro donde hablaban de él, y se siente un poco menos solo en su coto de caza. Te abrazo muy fuerte, Julio Cortázar

A Ariel Dorfmann

A Juan Carlos Onetti

A Victoria Ocampo

Saignon, 23 de junio de 1965

Mi querida Victoria: Creo que ya en alguna otra carta le pedí perdón por escribirle a máquina. Sé que no está bien, y sin embargo reincido, porque escribir a mano me resulta cada vez más penoso. En todo caso, estoy mucho más presente cuando escribo así, a toda velocidad y tachando de cuando en cuando algún comienzo de frase en el que la máquina se toma libertades excesivas. También tengo que pedirle disculpas por el involuntario retardo de mi respuesta, pero ya verá usted por el encabezamiento que no estoy en París. Nos hemos venido a Saignon, un pueblecito de 200 habitantes, en plena Vaucluse (a unos veinte kilómetros de la fuente donde Petrarca vio por primera vez a Laura), donde encontramos un bastidon que se convertirá en nuestro refugio una vez que hayamos terminado de pintarlo y de ponerle cortinas de paja. […] Espero que ya esté perfectamente restablecida. Si la operaron en enero y todavía sigue sintiéndose dolorida, me doy cuenta de que no se trataba de algo banal. Si yo fuera tan egoísta como me creo a veces, debería alegrarme de que sus insomnios le hicieron conocer mis cuentos, pero debo tener alguna generosidad, puesto que lamento las circunstancias que la acercaron a mis Armas secretas. Es curioso que yo, cuando estoy enfermo, me vuelvo resueltamente hacia los novelones del siglo XIX. En un hospital, hace diez años, releí casi todo Dickens; en una clínica, otra vez, llené un montón de lagunas balzacianas. Lo del “opio de Occidente”, después de todo, es más literal de lo que uno piensa; yo estoy muy contento de que mis relatos la hayan distraído, arrancándola por un rato a sus dolores. Y estoy todavía más contento de que hayan sido Las armas secretas, porque en ese tomo están los cuentos míos que todavía prefiero. […] Gracias, Victoria, por su carta tan cariñosa y tan suya. Aurora la recuerda con su afecto de siempre, y yo la abrazo muy fuerte, Julio Cortázar

París, 12 de abril de 1971, con los castaños florecidos y un sol ya tibio y una máquina de escribir prestada con teclado francés, o sea la Q en el sitio de la A y viceversa, la M en lugar de la coma y otras miserias… Mi auerido [sic] Ariel, lo mismo tiraré para adelante aunque ya te haya llamado auerido [sic], que no está mal como errata: ¿aura herida?, ¿herido de aura? En todo caso vos sabés mejor que yo que hay un tiempo para leer y otro para maldecir las muchas cosas que impiden leer, y desde noviembre he maldecido harto, así castizamente, y sólo ahora, tantos meses después de ese noviembre en que me diste tu libro (tus, pero ahora hablo del Omenaje), he dado con el agujero del tiempo donde era posible poner velozmente un sillón, una lámpara, los cigarrillos y una botella de tinto, cerrándole toda posibilidad de desagujerearse; a lo largo de la mañana y la tarde de ayer leí tu ensayo, lo acabé a medianoche y ahora en la Unesco estoy como del otro lado de una zona donde han pasado tantas cosas, donde durante horas he vivido una extraña situación que, siendo eso, situación, me mostraba a mí mismo des-situado, viéndome por los ojos de otro, conociéndome por la inteligencia de otro, palpándome por la sensibilidad de otro. […] Pero basta de describirte mi sacudón personal, porque lo que me interesa es tratar de decirte algo sobre eso que has escrito y que no se parece a nada de lo que conozco sobre cualquier tema, sin hablar

Saignon, 30 de julio de 1978

Querido Juan Carlos: Me hizo gracia que te despidieras en tu carta deseándome que no me mortifique demasiado el calor. Figurate que es precisamente lo contrario, porque después de los inviernos de París, un argentino como yo necesita sol y calor en cantidades inagotables, y este mes de julio me los ha dado con una generosidad que yo no esperaba después de una primavera más bien desvaída y estúpida. Por lo cual estoy más negro que Nicolás Guillén, me paso el día desnudo en mi rancho, y trabajo en lo mío con unas ganas que hace mucho no sentía. Tengo también razones más vitales y profundas para sentirme bien. Después de un largo y penoso proceso, Ugne y yo nos separamos; la cosa fue dura, puesto que habíamos vivido juntos más de ocho años, pero ya no tenía sentido pasar de la verdad a la comedía y pretender que seguía siendo la verdad. Yo estoy viviendo con una chica que conocí en Montreal el año pasado, que me da una inmensa ternura y una paz que me hacía falta hasta un punto que sólo alcanzo a comprender ahora. Como ves, vivo un verano total; me alegra poder decírselo a un amigo como vos. Desde luego acepto con alegría (e muito obrigado!) la invitación de colaborar en la Estafeta Literaria. Tengo un cuento inédito,2 de unas ocho páginas, que me gusta bastante, y si ustedes lo quieren,

pues de acuerdo. En cuanto a la remuneración, si en vez de 300 me pagaran 400 dólares, me parecería bastante justo, pero si no se puede, decímelo vos mismo y yo estaré de acuerdo. Prefiero esperar tus noticias, y si todo va bien, te envío enseguida el cuento o se lo mando a Rosales, como ustedes prefieran. Ojalá me toque dar un salto a Madrid, para cumplir mi deseo de ir a verte a tu casa, cosa que no pudo ser la última vez (en Madrid siempre tengo problemas jodidos, y se me arman unos líos que desequilibran todos mis planes, pero no será así la próxima vez). Hasta siempre, gracias por la invitación, saludos a Luis Rosales y para vos un gran abrazo de Julio Cortázar […]

A Ofelia Cortázar

Saignon, 3 de agosto de 1978

Querida Ofelia: Recibí tu carta, y te agradezco que me hayas informado en detalle del estado de salud de mamá. No es que me tome demasiado de sorpresa, puesto que la edad es la edad, pero confío en que el tratamiento que le hace el doctor Romeo dé buenos resultados y mamá pueda vivir de una manera normal y sin verse privada de cosas que le gustan, como la lectura o la televisión. Por mi parte, todo lo que has leído en los diarios es un tejido de macanas a cual más completa. Te las resumo para que por lo menos en ese plaño te quedes tranquila. Primero: no es cierto que me divorcié de Ugne, por la simple razón de que nunca nos habíamos casado. Simplemente acabamos de separarnos porque ya no había entre nosotros los sentimientos que nos habían unido hace años. La segunda mentira se refiere a mi salud; he tenido una neumonía bastante seria, que me trataron perfectamente, y a los quince días estaba curado; eso de la “depresión” es un invento del periodista, pero no me sorprende porque en realidad lo que ese periodista y muchos quisieran es que yo estuviera verdaderamente deprimido, cosa que no tengo la menor intención de hacer. Quedate entonces tranquila, pues mi salud es excelente. Y justamente en mi última carta a mamá (esa que según vos le produjo una crisis de rabia, cosa que no entiendo) le conté de mi separación y de que estoy viviendo con una chica con la que me siento muy bien y muy feliz. De modo que, como ves, el balance es positivo y favorable, y no hay ninguna razón para que te inquietes.

Porque después de los inviernos de París, un argentino como yo necesita sol y calor en cantidades inagotables Todo el resto de tu larga carta no puedo ni siquiera comentarlo. Cada uno tiene sus razones, y vos tenés las tuyas para juzgar como juzgas (muy cruelmente, te lo digo con toda franqueza) mi actitud con respecto al país. Lo que me asombra es que no te des cuenta de una cosa, y es que por más que yo lo quisiera (y vaya si lo quisiera) es absolutamente imposible que por el momento yo desembarque en mi país. Te digo de paso que cometés un lamentable error cuando hacés referencia a mi ciudadanía francesa, pues no la tengo (me la negaron dos veces), pero deberías saber que los argentinos y los franceses tienen el principio de la doble nacionalidad, es decir que el hecho de tomar la ciudadanía francesa no te quita la de argentino, y viceversa. Te lo digo porque me duele que también vos caigas en esa grosera calumnia que tantas veces me han tirado a la cara los verdaderos enemigos de la Argentina. En cuanto a todo lo que me decís sobre tus impresiones sobre la situación en el país, es perfectamente tu derecho y no haré el menor comentario. Algún día, quizá, llegues a saber lo que verdaderamente significa que yo no pueda escribirte sobre eso; por ahora seguí contenta con todo lo que te rodea, pues saberte feliz y satisfecha me da, como te imaginas, una gran alegría por vos. Me alegro de que hayas recibido el dinero que te envié. También a propósito de eso, algunos comentarios que dejás caer sobre lo que en el fondo considerás un egoísmo de mi parte, o sea no estar con ustedes, deberías reflexionar un poco sobre lo que ha podido representar para mí en estos años comprar ese departamento para ustedes dos, y ayudarlas en lo que puedo cada vez que siento que necesitan dinero. No pretendo ningún mérito especial por eso, pero es la única (metete eso en la cabeza por favor) manera de estar cerca de ustedes. No tengo otra, puesto que te repito que no puedo ir personalmente. Entonces, por lo menos pensá que tus reflexiones no me parecen demasiado acertadas. En fin, nada de esto tiene importancia. Espero que mamá siga bien, vos también, y que pronto reciba noticias favorables de ella o de vos. Te agradeceré mucho que no dejen pasar demasiado tiempo sin mandar por lo menos dos líneas. Hasta siempre, con un abrazo de tu hermano que te quiere, Julio L 1 Un plomo pretencioso. 2 “Queremos tanto a Glenda”, publicado en Nueva Estafeta, número 1, Madrid, diciembre de 1978.


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MILENIO

en librerías

¿Hacia la novela multimedia? ¿Cómo han impactado las telecomunicaciones y los nuevos dispositivos electrónicos en la concepción y el ejercicio del arte literario? Esta es la interrogante sobre la cual descansa El lectoespectador de Vicente Luis Mora CRÍTICA Adrián Curiel Rivera

E

l cintillo publicitario que acompaña a esta obra condensa bien su contenido: “un ensayo sobre la influencia de los cambios sociotecnológicos en la cultura, por uno de los críticos más seguidos en la blogósfera”. Se trata de un libro polémico. Sergio González Rodríguez lo considera un material útil para entender las propuestas de los nuevos escritores encaminadas a superar moldes caducos. En cambio, Enrique Lynch, crítico de El País, opina que los blogs que integran casi el total del ensayo debieron permanecer colgados en la página web de Mora, pues en conjunto constituyen un desconcertante “tecnoempacho”. Como sea, no se puede negar a El lectoespectador el mérito de sentar las bases para un análisis en mayor profundidad del actual impacto de las telecomunicaciones y los dispositivos electrónicos en la concepción y ejercicio del arte literario. Mora parte de ciertas premisas. La letra no basta ya para percibir nuestro mundo, pero tampoco la imagen. Hemos pasado del espacio de la contemplación, anterior al de la cultura de la máquina, al del pensamiento y la electricidad, y de ahí al ciberespacio. Nuestro modo de relacionarnos con la realidad no está condicionado más por una simple percepción de los sentidos, sino por una cibercepción que podría entenderse como la visión “aléphica” (en alusión al genial talismán ideado por Borges) que proporciona Google Earth, punto de vista equiparable al del astronauta sobre la Tierra, al del cibernauta sobre los sistemas. En consecuencia, la concepción del tiempo ha cambiado radicalmente en las sociedades (Mora no se detiene en el problema de las sociedades del subdesarrollo carentes ya no digamos de computadoras sino de agua potable); la visión del espacio es más amplia, así como sus potencialidades físicas y mentales. La ética y la política de las relaciones privadas han mutado gracias a las redes sociales. La televisión y los periódicos tradicionales —según Mora— han dejado de ser órganos hegemónicos de control de la información ante el incontenible embate libertario de los internautas. El mundo, en defi nitiva, es enteramente otro, incluso las nuevas generaciones de “Pangea” (nuevos Era y Hábitat), cuasi cyborgs, experimentan lo tecnológico como orgánico. Lo digital para ellos ya no implica una distinción entre lo relativo a los dedos, el procesamiento de cifras y el viaje invisible de bytes. Del anterior contexto se desprende la necesidad perentoria de construir una nueva cosmovisión del siglo XXI y, para ella, un nuevo arte literario nutrido de internextos y textovisuales. La originalidad de estos novedosos registros radicaría en su constitución de narrativas por las que es posible “navegar”, conformando historias interactivas, discursos —lato sensu— estéticos presentados en “formatos archivables” y que demandan un nuevo receptor o consumidor cultural: el lectoespectador familiarizado con las formas artísticas híbridas compuestas por texto e imagen. En el plano de la novela, estaría por consiguiente gestándose una

Vicente Luis Mora El lectoespectador Seix Barral Barcelona, 2012 271 pp.

nueva raza de escritores, resultado de una dialéctica estéticohistórica que ha superado las fases de la novelística tardo y posmoderna para anclar en la edad “pangéica”. En otros términos, a decir de Mora, se ha evolucionado del tiempo de la écfrasis (la descripción como herramienta primordial de la arquitectura y el desarrollo argumentales novelescos) al estadio superior de la visualidad. De la mímesis clásica a una posterior que no distingue diferencias entre la realidad y sus simulacros. Al narrador de “Pangea” no le basta saber escribir. Si pretende ser autor (no sólo escritor) de la novela del futuro, deberá diseñar soportes interactivos, incluir enlaces a materiales audiovisuales, intervenir incluso en su maquetación. El “narrador automático” o “pangéico” acabará sustituyendo al fosilizado narrador omnisciente no sólo decimonónico sino de la novela del siglo XX. Hago un paréntesis: no hace mucho pregunté a Mora, con quien mantengo ocasional contacto por correo electrónico, si existía otro tipo de narrador que no fuese omnisciente, aunque se escudara detrás de técnicas y est rateg ias “objetivas”, disfrazado de au s e nc i a . Su respuesta f ue enfática. Pero a la fecha me sigo preguntando lo mismo. El ensayo aborda muchos otros aspectos interesantes. Uno de ellos es el del electrotro, el escritor que tanto en la ficción como en la vida real se busca a sí mismo en internet o se encuentra ahí accidentalmente, lo que le genera confl ictos de personalidad que además se agudizan si hay que

enfrentarse a indeseables sosias u homónimos, o cuando la autoestima se mide con base al número de resultados obtenidos —después de teclear el nombre propio y hacer clic al ratón— por Google en fracciones de segundo. El tema del electrotro y sus repercusiones en la identidad del sujeto anuncia promisorias vetas de análisis. Mora, por otra parte, pese al evidente optimismo que le despierta la perspectiva de ser él mismo un habitante de Pangea (“las nuevas tecnologías sólo son la misma humanidad por otros medios”), se muestra escéptico en torno a una quimera habitual entre los navegantes de la Red: confundir la facilidad para hacer consultas vía internet con el acceso al conocimiento. También es consciente de los riesgos que entraña la utopía de las redes sociales, muchos de cuyos adeptos sucumben a un narcisismo “virtual” onanista, aislados de manera paradójica por una neurosis que imposibilita cualquier contacto humano. El ensayista declara que House of leaves (2000) de Mark Danielewski es el Quijote fundacional de la novela pangéica. El inconveniente que se evidencia aquí es que el referido texto, a pesar de incontables guiños a la actualidad tecnológica, no establece puente alguno con documentos multimedia más allá del papel impreso o su versión en libro electrónico. Esto obliga a rectificar los alcances del textovisual, que en adelante deberá concebirse como libro digital cuya estructura esté “cimentada en los nuevos soportes informáticos”. Pero de este precepto se desprenden conclusiones también cuestionables. Si el escritor español Jorge Carrión —retomo un ejemplo de Mora— traslada a un libro convencional una imagen escaneada de la página web de Google, estará ciñéndose a los preceptos de la literatura del porvenir, mientras que simular la redacción de un correo electrónico sin reproducir fielmente sus características de diseño informático condenaría al narrador a la obsolescencia. Tampoco se aclara la razón por la cual el lectoespectador, a diferencia del novelista ingeniero, obligado siempre a un trabajo estético de montaje textov isua l, tend r ía plena libertad de acceder o no a las entradas y enlaces que se le proponen para ensayar diversas lecturas de la trama (ejercicios metaliterarios que Julio Cortázar ya desarrollaba en la tercera sección de Rayuela). El lectoespectador me hizo recordar una antología apadrinada por el crítico catalán José María Castellet en 1970, Nueve novísimos poetas españoles (en la cual debutaba Manuel Vázquez Montalbán). De ellos se predicaba, asumiendo una postura de vanguardia y de manera similar a lo que Mora encuentra en diversos na r radores “pa ngéicos” actuales, que constituían la primera generación formada no en el “humanismo literario” sino desde los presupuestos de los medios masivos de comunicación. Es plausible la tentativa de Mora de fundar una teoría literaria que explique las nuevas circunstancias de creación artística. Sin embargo, conlleva el riesgo de devenir dogma donde la tecnología quede exaltada a teleología y divinidad, donde las mediaciones de la creación literaria y sus infinitas posibilidades suplanten lo que el arte tiene de humano. Más allá de su soporte, la novela siempre será letra impresa (o, si se prefiere, “configurable”) e imaginación. Y una ventaja de la novela prepangéica —al menos la de papel—: se puede leer a la luz de una vela, aunque se vaya la luz o nos roben la computadora. L


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LABERINTO

en librerías El reino de las moscas Alejandro Páez Varela Alfaguara México, 2012 167 pp.

A

na, Esperanza y Fernanda: tres mujeres atadas a un hombre distinto, pero que van siendo consumidas de igual forma por la violencia, el encono y el implacable desierto chihuahuense. Páez Varela toma como eje temático la vida de cada una para construir una historia sobre la locura y el odio circunscritos a la mortífera Ciudad Juárez. Sin embargo, El reino de las moscas no es una novela sobre el narcotráfico en el norte del país. Más que los cuernos de chivo, el clásico policía corrupto o los miles de dólares regados en una casa abandonada, se nos ofrece una serie de personajes sumamente humanos, que creen acercarse a su libertad y sólo se aproximan a un destino funesto. Se aman, se odian, se matan entre ellos y perecen entre palmeras de diez mil dólares que no germinan en la arena. Una novela donde las armas más letales no son las Kalashnikov sino los retorcidos hombres que las empuñan.

El Sunset Limited Cormac McCarthy Mondadori México, 2012 96 pp.

C

ormac McCarthy es un escritor que nació para que sus obras fueran llevadas al cine. La adaptación más famosa es No es país para viejos —filmada por los hermanos Coen—, que aquí titularon Sin piedad para los débiles; pero también están All the pretty horses, Outer dark, The road y El Sunset Limited, que dirigió Tommy Lee Jones y en la cual actuaron él y Samuel L. Jackson. Publicada en 2006, El Sunset Limited es una obra de teatro que enfrenta a dos personajes llamados simplemente Blanco y Negro. Blanco es un profesor decepcionado de la vida y Negro un ex presidiario que se asume como creyente. Ellos se conocieron en una estación del metro cuando Negro le salvó la vida a Blanco, quien pretendía suicidarse. El diálogo filosófico, digámoslo así, que entablan, girará en torno a Dios y la muerte, dos temas que para McCarthy obligatoriamente debe tratar todo escritor que se precie de serlo.

Aislada belleza cubana

Ventajas de viajar en tren Antonio Orejudo Tusquets México, 2012 152 pp.

¿

Acaso la dimensión interior del ser humano es tan sólo una sucesión de historias superpuestas, historias sobre nosotros mismos y sobre los demás? En otras palabras: ¿la personalidad “es nada más que electricidad y bioquímica”? La pregunta mueve a ser tomada con seriedad pero Orejudo piensa de modo muy distinto. Para empezar, concibe a un puñado de personajes que se mueven entre el absurdo y la hilaridad. Para continuar, los vuelve protagonistas de una serie de relatos imaginados por pacientes esquizofrénicos, sin pies ni cabeza, puros disparates, que ya en conjunto terminan por crear, aunque resulte paradójico, un mundo organizado y coherente. Y quién está detrás de ello. Un demiurgo risueño, quizá la encarnación de la figura suprema del escritor, con todo y manías. Ventajas de viajar en tren es una gran novela, con un aire a Si una noche de invierno un viajero… de Italo Calvino.

Liberalismo político John Rawls Fondo de Cultura Económica México, 2011 359 pp.

D

adas las confusiones que aún genera el término “liberalismo”, en principio la importancia del libro de Rawls radica en que permite que el lector distinga la diferencia entre “liberalismo económico”, cuyo principio es la limitación del papel regulador del Estado a favor de la ley de la oferta y la demanda, y el “liberalismo político”, que busca que los ciudadanos tengan los mismos derechos y mayor libertad de actuación. Rawls ha corregido y reelaborado algunas ideas de su Teoría de la justicia, y ahora reflexiona sobre cómo en una sociedad democrática puede haber equilibrio a pesar de la pluralidad de las doctrinas comprensivas, razonables, incompatibles entre sí —religiosas, filosóficas y morales—, que la integran. Para Rawls, la Ilustración se equivocó precisamente al creer que las ideas religiosas ya no estarían presentes en una sociedad moderna. Libro difícil, pero esclarecedor.

CARTA

Estimado Braulio Peralta:

M

e dolió mucho tu artículo “Rebelde con causa” del 21 de abril, pero me tomé unos días para digerirlo y no escribirte visceralmente. Comienzas diciendo: “Hay que defender la libertad de expresión”. No hay nada que objetar. Ahora bien, esto es aplicable en un 100% a cualquier individuo, pero cuando tú tienes acceso a medios de expresión que no cualquiera tiene, por el hecho de llamarte Günter Grass, NO ERES cualquier individuo, tienes una responsabilidad que no cualquiera tiene. Günter Grass ante todo es un MENTIROSO. Tuvo una personalidad antes de recibir el Premio Nobel y otra después de escribir la obra Beim Häuten der Zwiebel (Pelando la cebolla), aparecida en 2006 donde da a conocer su pasado nazi. Günter Grass no escribió nada, ni los intelectuales de Occidente escribieron nada sobre la matanza en Siria, anterior a la aparición del texto de referencia. Hipocresía y silencio ¿respecto a qué? Israel, India y Pakistán se negaron a firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear; sin embargo, Israel no ha vertido ninguna amenaza de hacer desaparecer a otro país del mapa. Así que lo que afirma Grass son MEDIAS VERDADES.

Evidentemente tú no tienes la menor idea de lo que fue el Holocausto. Alemania de Goethe, de Schiller, de Beethoven, de Mozart, de Einstein, de Thomas Mann. NO SE PERDONA ESA MANCHA EN LA HISTORIA (“La shoa nos llena a los alemanes de vergüenza”, Angela Merkel, 18 de marzo de 2008). No es “Ley no escrita”. ES LEY que es un delito fomentar el antisemitismo o negar el Holocausto. Si no hay generación que no conozca el episodio, Ahmadineyad y Chávez ¿no pertenecen a esta generación? Israel da todas las garantías de libertad de expresión. Tiene congresistas árabes y cada 4 años HAY ELECCIONES, sino es que antes. Ten presente una cosa: “si los enemigos de Israel bajan las armas, se logra la paz, si Israel baja las armas DESAPARECE” ( Benjamin Netanyahu). Con respecto a Noam Chomsky, Israel tiene el derecho de no permitir el ingreso de personas que la difaman, como Estados Unidos no permite el ingreso de García Márquez y México lo contempla en el artículo 33 en su Constitución Política. Raúl Gettner México, D.F.

COMO NO LLEGAN LAS CARTAS Wendy Guerra

E

n las esquinas, frente a los semáforos de La Playa, pisando los empedrados del Casco Histórico, o pescando sobre las aguas de Cojímar, justo allí donde Hemingway anclaba su barco El Pilar, transcurren hombres muy parecidos a William Levy, Andy García, Francisco Gatorno y César Évora. Bastaría sólo con ponerlos en manos de un buen estilista, y así, quemados por el sol, un cubano elegido al azar saltaría a la fama de una telenovela contemporánea, una película exitosa. Faltaría entonces ver si poseen el talento de César, más allá de la belleza natural que encontramos por aquí a simple vista. Los cubanos no tenemos acceso a canales de televisión extranjeros y vemos la programación con programas muy alejados al mundo de esa Belleza. Pero en el potente mercado negro de las imágenes en “bolsa negra”, se alquilan películas y telenovelas de México y el mundo donde aparecen “los hombres y mujeres más bellos”. Las elije, por ejemplo, People magazine. Exóticas rubias o morenas cinceladas a mano desfi lan con una banda en la cintura, pueden ser tan naturales como nosotras, o tal vez no, se ayudan con adelantos de la cosmetología. En La Habana camino al lado de bellísimas mujeres que no lo saben. Así saltó a la fama la actriz cubana Daysi Granados, “El rostro del cine cubano”, descubierta entre los vidrios de una elegante tienda departamental habanera. Los problemas del mundo (poco a poco) van siendo los nuestros, y los cubanos, quienes (cual voyeristas) alquilamos las “visitaciones del capitalismo”, sentimos que La Belleza es “allá” una categoría esencial, algo sin lo cual no se puede triunfar. Las cubanas no hemos tenido una buena nutrición, ni cremas que ayuden a mantenernos expuestas al sol sin consecuencias. Partiendo de lo básico salimos a la calle a resolver el duro día. ¿Será el perfeccionismo estético una condición para arrollar en la transición? ¿Qué rostro prefiere el mundo? Cincuenta años más tarde y desde Cuba nos preguntamos qué será la belleza para el resto de Occidente. ¿Una mujer de quirófano, una al natural? ¿Seremos mañana un país equilibrado en cánones sociales y estéticos, admitiremos un modelo que modifique lo que hasta ahora nos parecía naturalmente bello? L

ESPECIAL


10 b sábado 5 de mayo de 2012

MILENIO

teatro especial

La muerte de un viajante se presenta en el Foro Cultural Chapultepec de viernes a domingo

En una casa hipotecada La pieza emblemática del dramaturgo estadunidense Arthur Miller retrata a una familia golpeada por la ausencia de reconocimiento social, sin cabida en el sueño americano Crítica Alegría Martínez alegriamtz@gmail.com

V

er en escena La muerte de un viajante de Arthur Miller nos da la oportunidad de acudir de nueva cuenta a un gran texto dramático escrito en 1949, ganador del Premio Pulitzer, que estuvo seis años continuos en la cartelera neoyorquina bajo la dirección de Elia Kazan y que fue trasladado al cine por el director alemán Volker Schlöndorff, protagonizado por Dustin Hoffman y John Malkovich. Con un elenco heterogéneo en el que participan actores de muy diversas formaciones, el director José María Mantilla lleva a escena esta obra sobre una

familia estadunidense de clase media que vive de los sueños, el anhelo de reconocimiento, el deseo de estatus y las regalías ficticias que da la apariencia, envuelta en una incomunicación que arrincona a cada uno de sus miembros en una casa hipotecada. Delineados con perfección, los personajes, que oscilan entre lo que buscan y lo que nunca hacen para conseguirlo, son un reflejo de lo que se ha enquistado en una parte de nuestra sociedad sin que más de 60 años hayan operado un cambio de fondo. La mentira en la que vive la pareja que encabeza a la familia Loman (ella consiente y apuntala la actitud errónea de un padre iracundo, agotado y solapador que propaga en sus hijos una ansiedad de grandeza sin ética, principios ni compromiso) se

va tragando al núcleo familiar completo. Uno de los hijos se ha vuelto un mujeriego y el otro, a su pesar, es un derrotado. José María Mantilla, quien decidió eliminar a tres personajes femeninos —dos de cierta relevancia y uno menor—, realiza algunos cortes a la obra con la esperanza de que el espectador, educado en la imaginación cinematográfica, realice la elipsis correspondiente. Es cierto que eliminar al personaje de la secretaria del mejor amigo de Loman, Jenny, no trae mayor consecuencia que la de no enterar al espectador de que el único amigo que posee el protagonista se enoja cada vez que éste lo visita en su oficina. Sin embargo, el segundo corte, que elimina la aparición de dos personajes femeninos en la única cena que tienen hijos y padre, conduce a que no quede suficientemente clara la explosión de rabia de la madre, lo que detona la decisión final del padre y el contundente cierre de la historia. La puesta en escena cumple al contar la historia de una familia enclavada en el fracaso. Sin embargo, al tratarse de un texto que exige precisión absoluta, como si se tratara de la partitura de un gran concierto, hay fragmentos que no pueden suplirse sólo con palabras. Un elemento como las rosas que la madre arroja a los pies de su hijo menor —porque hasta ese momento el autor nos ha conducido por todos los acontecimientos mediante flashbacks—, nos permitían ver todo lo que había sucedido, de modo que pudiéramos enterarnos del tamaño de la acción y sus consecuencias. Construido también de forma que el espectador pueda escuchar y ver las alucinaciones y los recuerdos del padre, Willly Loman, quien es visitado por su hermano muerto, que disfrutó de riquezas en vida, el texto exige un cuidado excesivo en cada uno de los lenguajes que intervienen en la puesta en escena, difícil de lograr. La producción ejecutiva de Sebastián Sánchez Amunátegui es de calidad y reúne el trabajo de creadores como Arturo Nava, quien diseña una escenografía compleja y funcional de varios niveles, que permite ver el interior y el patio de la casa que abre paso también al espacio del restaurante y el cuarto de hotel. El diseño de vestuario de Lissete Barrios, apegado a la época en que se desarrolla la obra, cercana a la década de 1950, visible sobre todo en los vestidos de la madre, así como el diseño sonoro de Pedro de Tavira, quien retoma la solicitud del dramaturgo que requiere la presencia de una “flauta tenue y delicada que evoque hierba, árboles y el horizonte”, introducen acertadamente al público en el ambiente de una obra considerada por muchos un “ataque al sueño americano”. Con un elenco conformado —sin que se anuncien con antelación los posibles alternantes— por José Elías Moreno, Silvia Mariscal —que fue suplida por Talía Marcela—, Osvaldo de León, Guiseppe Gamba —suplido por Rodrigo Livago—, Miguel Conde, Talía Marcela —suplida por Mayté Juárez Diez—, Emilio Guerrero, Julián Pastor, Héctor Kotsifakis y Raúl Morquecho, el montaje requiere un ajuste que equilibre el tono, la precisión de las reacciones que deben evitar adelantarse a los hechos clave y la homologación de los lenguajes actorales que desajustan el resultado, al estar algunos actores plenamente en personaje, como Kotsifakis, Moreno, Conde, Pastor y Guerrero, inmersos en su circunstancia y conscientes de ésta, mientras otros personajes sufren desconcentración, falta de experiencia y tropiezos de algunos de sus intérpretes. L

Columna invitada

El gran montaje de las elecciones Araceli Álvarez Ugalde araceli_au@yahoo.com.mx

R

ecuperar el teatro como espacio de discusión pública. Ese es el objetivo de Teatro Ojo con el proyecto escénico Electores 2012. Durante ocho sesiones un grupo variado de 20 personas expone ante el público momentos trascendentes de su vida ligados a la política, su contexto familiar, social, por quién votarán en las próximas elecciones presidenciales y la razón de su voto. No se trata de un estudio sociológico ni de un análisis estadístico, tampoco de teatralizar la realidad, sino de intervenirla, de “abrir el espacio de lo sensible, lo personal, lo íntimo y cómo resuena eso en el espectáculo que son las elecciones”, declara Héctor Bourges, director de la compañía. Hace dos años este grupo intervino el Teatro El Galeón con animales disecados, un jardín natural y el Étant donnés de Marcel Duchamp, a partir del libro El sexo y el espanto de Pascal Quignard; en 2008 realizó diez acciones en los lugares emblemáticos del movimiento estudiantil de 1968, y en esta ocasión llega al MUAC para reinventar los espacios teatrales. Es “escena expandida”, dice Bourges, “donde lo escénico ocurre en muchos ámbitos y con otro tipo de convenciones”.

ESPECIAL

Ninguna de las sesiones es igual, los participantes, lo expuesto, el orden, incluso el acomodo del público será tan diverso como quien participe en ellas. Artistas, intelectuales, académicos y expertos compartirán la experiencia al lado de los “actores principales”, veinte personas sin afiliación política, elegidos de una centena de aficionados al teatro inscritos en Entusiasta UNAM, se mezclan edades, intereses, extracciones sociales e intenciones de voto. ¿Qué influye en su elección? ¿Conocen a los candidatos? ¿Desde dónde se elige? De eso nos iremos enterando en el desarrollo del proyecto. En la sesión de inicio los electores participantes realizaron el retrato hablado de López Obrador, Vázquez Mota, Peña Nieto y Quadri, contaron anécdotas, por ratos fueron actores, otros, ciudadanos comunes, provocaron en su público ganas de ponerse de pie y contar la experiencia propia, rebatir sus argumentos o declarar la conformidad con ellos. Mezclado con los testimonios se proyectaron imágenes históricas de nuestra política, obtenidas de archivos públicos y privados, resultado de una investigación de Teatro Ojo. Se recordó la candidatura de Ernesto Zedillo, el rostro descubierto del subcomandante Marcos, las osamentas de El Encanto o las primeras campañas del PAN, para hacer cruces con la actualidad, para recordar. De todo lo que sucede en la sala se guarda registro fotográfico y de video, archivo que se buscará exponer públicamente. Hasta el momento algunos participantes han cambiado de intención de voto, algunos reconocen que quizá ya no anulen su boleta; otros, que su tendencia se erige hacia una corriente distinta.

Retratos hablados realizados por los electores

Electores 2012, Teatro Ojo Miércoles 9 y 23 de mayo, 13 y 20 de junio, 4 y 18 de julio, 18:00 MUAC, Insurgentes Sur 3000 30 pesos

Habrá que irlos escuchando en las dos sesiones por mes que tienen para contarnos cómo actúan en este magno escenario que es México y pensar en nuestra propia actuación. Mañana la audiencia se dividirá entre el futbol y el debate de los presidenciables. Los miércoles hasta el 18 de julio, se discutirá desde el teatro. L


sábado 5 de mayo de 2012

LABERINTO

11

cine cortesía de self servicios ejecutivos

Guillermo González

“La realidad supera todo juicio moral” Con Flor de fango el director mexicano inicia una prometedora carrera. Se trata de una cruda visita al mundo de la pederastia y la prostitución infantil entrevista Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com

E

l profesor Augusto Talanquer (Odiseo Bichir) recibe en casa a Marlene (Claudia Zepeda), una joven huérfana que estudia la secundaria. Entre ambos surge un incipiente romance que trastoca la tranquilidad en casa. La línea que en principio nos lleva a pensar en un homenaje a la Lolita de Nabokov, truncará su camino cuando un tío reaparecido convenza a la niña para que lo acompañe a Tampico, donde ella terminará trabajando en una casa de citas. Enamorado y obsesionado por la repentina desaparición de la chica, él profesor decide ir a su rescate, lo que sacudirá todos los aspectos de su vida. Siento que la película tiene un origen más social que artístico. ¿Es así? En parte. El programa de análisis Círculo rojo informó alguna vez acerca de una adolescente que vivía con sus abuelos y fue raptada por su tío. Los abuelos levantaron la denuncia pero no tenían la edad ni el dinero para atender la investigación. Gracias al trabajo periodístico descubrieron que la joven trabajaba en un prostíbulo de Tapachula. Siempre pensé: ¿qué pasaría con la joven? Después descubrí unos artículos sobre la creciente explotación sexual en los puertos. El título, Flor de fango, proviene de un testimonio de Luis Buñuel. Mientras buscaba locaciones para Los olvidados, en la zona de Nonoalco, dijo: “De pronto en esas barriadas miserables hay pequeñas bellezas, pequeñas flores de fango”. Quería cuestionar el destino de los niños en un ambiente corrupto. De modo que desde un principio supo que abordaría la pederastia y la prostitución infantil. Ambos son temas que me interesan. Son reflejo de una situación complicada, ante la cual no parece haber

solución. Hay centenas de niños prostituyéndose en las calles o en casas de citas y la policía no hace nada. Uno de los intereses que persigue la película es reflexionar sobre lo qué sucede con los jóvenes atrapados en ese mundo. Si no los buscan sus familias, entonces ¿quién lo hará? A partir de ello nació el argumento de la película, que por otro lado me permitió abordar el tema de los límites a los que nos pueden llevar sentimientos tan fuertes y complejos como la obsesión o el amor. Sin embargo, su reflexión se concentra más en el plano personal que social… Quería contar la historia de un hombre, un maestro, que sigue a una joven de la que aparentemente se enamora. Tal vez puede parecer utópico lo que hace, pero estoy convencido de que atrás de los grandes problemas sociales existen historias de individuos y una buena película debe apostar a rescatar esos episodios. Su cercanía con la condición humana es lo que hace al cine un arte. No quería hacer una película de denuncia sino tocar sentimientos personales e íntimos. El cuestionamiento social es apenas el telón de fondo. Por eso el personaje de Marlene, más que una víctima, termina por convertirse en una suerte de Lolita. Sin duda hay semejanzas con Lolita. Fue un trabajo complicado en tanto que Marlene padece situaciones que la actriz Claudia Zepeda no había vivido. Trabajamos mucho en hacerle entender la realidad del personaje. Por otro lado, la inocencia de Claudia terminó por darle vida a un personaje tan complejo. Aunque por momentos me parece que hace un juicio moral hacia los personajes. No quise hacer ningún juicio de manera consciente. Quería hacer una película sobre la vida real y la realidad supera todo juicio moral. Hay una cuestión

Claudia Zepeda en Flor de fango

importante, y la dejo en forma de pregunta. Sin duda es totalmente reprobable desear en un plano sexual a una menor de edad, ¿pero es igual de reprobable amar a una menor de edad? ¿Cree que la película transmite exactamente lo que usted quería decir? Recordemos que un guión muere al inicio del rodaje, y cuando acaba el rodaje aparece la edición, un proceso en el que se define la verdadera naturaleza del filme. Para entonces es muy difícil que las cosas queden como se plantearon en el guión. Lo que sí te puedo asegurar es que defendí el tema, casi sobre todas las cosas. ¿El tema es lo que más le importa? No tanto, pero el tema es lo que da cohesión. Si no lo tienes claro la película pierde balance y puedes terminar haciendo un dramón inservible. Mi personaje principal, Augusto Talanquer, es un ser con una vida apacible interesado en investigar el caos, pero en un laboratorio, es decir, de manera ideal. Igual que en una reacción química, aparece un catalizador, que es Marlene, quien termina por detonar una serie de reacciones inesperadas y desconocidas que llevan al profesor a conocer el desorden en la vida real, que está representado por el crimen. Entre la colusión de autoridades con delincuentes y la pasión amorosa, siempre tuve claro que debía pesar más la obsesión amorosa. Sólo así podía trascender un fenómeno para el que no tengo respuesta. L

Hombre de celuloide ESPECIAL

Niños secuestrados Fernando Zamora @fernandovzamora

L

a infancia está sobrevalorada. Son tiempos en los que uno es muy frágil y lleno de dudas. Está uno impotente. Vi Play de Ruben Östlund y a la mañana siguiente seguía pensando en ella, en la cuna que se quedó estorbando en el pasillo del tren, en que esta cuna (cuya historia pareciera no resolverse) es la clave que cierra una película que incomoda un poco, pero se disfruta mucho. ¿Cómo es que tres niños suecos se dejan engañar tan fácilmente por cinco niños africanos? ¿Cómo es que se involucran con ellos tanto que se dejan secuestrar? ¿Qué sucedió con el niño que cargaba la cuna? En una cultura como la mexicana (me atrevo a decir que también en la estadunidense) es difícil imaginar el extremo de esta situación: tres niños suecos (dos rubios y uno de origen latinoamericano pero aculturado) se ven abordados en un centro comercial por dos chicos africanos. “¿Me enseñas tu celular?”, pregunta el de aspecto más inocente. El rubio saca su celular, el otro dice: “Éste es el teléfono que robaron a mi hermano”. El truco es universalmente conocido. No es raro que alguien caiga, es raro lo que sucede después y que Östlund lo utilice para hacer un manifiesto político a favor de la integración cultural. Y el manifiesto no es tan obvio como parece. Podría uno confundirse, pero Play no adolece de vulgaridad. El director no usa caricaturas (buenos vs. malos) para que sintamos a lo largo de dos horas lo que viven los inmigrantes y quienes se rozan con ellos. No es fácil ni en una ni en otra parte. Hay un distanciamiento entre culturas que refuerza la ausencia de closeups y el uso del tiempo real. Todo es de una elegancia y frialdad escandinavas.

Play (Play. Juegos de hoy). Dirección Ruben Östlund. Guión Ruben Östlund y Erik Hemmendorff. Fotografía Marius Dybwad Brandrud. Con Kevin Vaz, Sebastian Blyckert, John Ortiz. Suecia, Dinamarca, Finlandia, 2011 Hay que notar que ni los suecos ni el latino (quien, como veremos, sigue siendo un extranjero) se atreve a decir la palabra ominosa: “negro”. Los únicos que la pronuncian son ellos: “¿Cómo te atreves a mostrarle tu celular a un negro que viene a pedírtelo? ¡Que te sirva de lección!” Los árabes-africanos saben lo que producen en los blancos europeos. Y se aprovechan de ello para provocar confusión. Play es una de las estrellas del 32 Foro Internacional de la Cineteca. En ella vivimos dentro de una Europa que se cree secuestrada. Play retrata las ansiedades de una sociedad que, pionera en el descubrimiento de los derechos humanos, no

sabe muy bien cómo aplicarlos. Esta intuición puede probarse con el escrito para prensa en el Festival Internacional de Dublín: “Play es la astuta observación, basada en un caso real de bullying”. El bullying es, por si alguien no lo sabe, un término que se ha puesto de moda en el mundo y que así, en inglés, se aplica al caso de niños y adolescentes que molestan a sus compañeros. Play no es un caso de bullying. El bullying se da entre pares. Quien crea que Play habla de bullying no ha entendido nada, pero los publicistas se niegan a usar otra palabra ominosa: “racismo”. Play es un profundo retrato de las sociedades occidentales, del roce obligado entre antiguos colonizadores y antiguos esclavos. L


12 b sábado 5 de mayo de 2012

varia darío díaz gonzález

especial

E. M. Cioran

Sueño dramático

After life del aforismo

Noticias de Jalapa y Coatepec

archivo hache

Guía visual

Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

M

ientras novela y poema, y aun ensayo, desfallecen, internet ha reanimado al aforismo. La noción de aforismo proviene de Hipócrates. En la escritura griega, aforismo era un principio de ciencia médica; síntesis de saber anotado. Junto a él, los griegos desarrollaron el arte gnómico del apotegma. El pensamiento presocrático frecuentemente es apotegmático: saber filosófico, a veces codificado para evitar que cualquiera pueda descifrarlo. Pero entre el aforismo y nosotros hay, por lo menos, dos grandes tradiciones paralelas: los refranes populares y el aforismo moderno. Por un lado, doxa sonorizada e ingenio popular agraciado abreviados y, por otro, brevedad corrosiva, acidez, chiste, máxima mínima, aforismo moderno de Lichtenberg, Joubert, Nietzsche, Schopenhauer, Cioran y miles de emuladores. Diferencia esencial entre el aforismo griego y el aforismo moderno: uno era un género medicinal; el otro, un género enfermo. El aforismo médico diagnostica, pronostica o trata nuestros males; el aforismo moderno, en cambio, ironiza, exalta o poetiza nuestros rasgos y estragos. Como el ensayo, el aforismo dejó de ser saber y devino estilo. ¿Cómo fue que el aforismo dejó de ser sabiduría o medicina y se convirtió en ironía o enfermedad? El cristianismo —la gran cura con que Occidente sustituyó a la filosofía griega— se expandió como plaga y probó ser remedio fallido, disfuncional, gran patología transcultural.

Occidente ya no pudo resumir saber confiable, síntesis segura de curación y, en su lugar, concentró su resentimiento, desprecio, clasismo, misoginia, altivez, sarcasmo, comedia y amargura en el aforismo, formita favorita del nihilismo moderno. La re-tradición nihilista del aforismo se encapsuló exitosamente, e hizo que el aforismo perdiera por completo su visión médica hasta volverse un género sintomático de nuestra época. Entre uno y otro, por cierto —más que el aforismo como máxima moral— se sitúa un momento decisivo: Lautréamont, para quien las máximas ya sólo eran materia de apropiación y remezcla. En las últimas décadas, la publicidad (el arte mercadotécnico del slogan) y más reciente y poderosamente el microblogging han hecho que el ciudadano global recapitule su pensamiento cotidiano en un género muy similar y a veces idéntico al aforismo. A su escuela y secuela médica, filosófica, moral, irónica, nihilista, se suma su tradición virtual que deviene aforismo viral. El neo-aforismo es una mutación del aforismo moderno. Anotemos sus rasgos: al contrario del aforismo antiguo, el neo-aforismo no cree derivarse de una sabiduría privilegiada, y se diferencia del aforismo moderno porque no es una condena del mundo sino descripción o definición veloz de experiencias tecnourbanas de New Life. El neoaforismo es vital. ¿Su vicio? Cínico residual, el neo-aforismo está enganchado al after-party. L

Magali Tercero http://magalitercero.arteven.com

La Ceiba Gráfica En estos días el artista sueco Per Anderson, residente en Veracruz desde 1974, continúa dirigiendo en Coatepec el taller litográfico La Ceiba Gráfica, un oasis donde no sólo es posible estudiar toda clase de técnicas sino residir un tiempo para producir obra o tomar cursos. La escritora y promotora cultural Esther Hernández Palacios, a quien busco durante una breve visita de puente a la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) de Jalapa, me cuenta que Anderson y su taller han sido muy importantes en la formación de jóvenes artistas gráficos. Antes de instalarse en el casco de la antigua hacienda La Orduña, construida en 1547 y dedicada, durante la Colonia, al cultivo de la caña de azúcar. “Necio como todo artista”, según Hernández Palacios, recientemente premiada por Bellas Artes por su último libro, Anderson pidió consejo y consiguió que el gobierno del estado, entonces a cargo de Fidel Herrera, cediera en comodato la antigua hacienda. Fundada en 2005 por la asociación civil Artistas Veracruzanos Bajo La Ceiba, ha llenado un hueco importante. De acuerdo con sus fundadores, “el Taller de Producción Litográfica cuenta con recursos tecnológicos generados durante los últimos diez años. Se dibuja sobre mármol u ónix mexicano con lápices, tusch y crayolas litográficas y se imprime con rodillos de cuero y prensas litográficas de fabricación propia. La técnica de litografía es la inventada por el alemán Alois Senefelder en 1796, y fue adaptada a los materiales mexicanos. Se imprime tanto en color como en blanco y negro desde formatos pequeños hasta 125 x 93 cm. Puesto que hay ahí una ceiba gigante, se bautizó con el nombre de este árbol a la nueva asociación civil y taller. Anderson puso en marcha el proyecto con la ayuda del artista Martín Vinaver. El objetivo de La Ceiba Gráfica es el desarrollo del individuo y la sociedad a través de la experiencia artística, según se informa en la página web (http://www. laceibagrafica.org/index2.htm). Ahí los mármoles europeos fueron sustituidos con piedras provenientes de las minas de un yacimiento cercano a Perote. “Como buen loco creativo, Anderson ha levantado no sólo este centro sino ha replicado la idea

en otros estados, impartiendo talleres y llevando herramientas para el trabajo”, dice mi entrevistada. La Ceiba tiene, además, espacio para que residan seis artistas al mismo tiempo. Han residido ahí José Luis Cuevas y Francisco Castro Leñero, entre otros creadores destacados. Otro logro ha sido la creación de un papel artesanal a partir de las sábanas y toallas viejas donadas por hoteles. También el gobierno sueco ha apoyado el proyecto. En suma, se trata de un centro vivo de producción y promoción de las artes, sala de conciertos incluida. Por cierto, en esa hacienda Anderson encontró una máquina para hacer losetas de piso a la manera del siglo XIX. Localizó entonces a una persona que conocía su funcionamiento y ahora ofrece loseta especial a los restauradores de edificios antiguos. Con ello se recupera una antigua tradición. FILU. Medalla al Mérito Gilberto Aceves Navarro acaba de ser premiado con la Medalla al Mérito de la Universidad de Veracruz en el contexto de la FILU, feria fundada en 1994 que mañana 6 de mayo será clausurada. Como se sabe, Aceves Navarro realizó recientemente la muestra antológica Cinco décadas. Una mirada en el Palacio de Bellas Artes. La exposición contó con 400 obras y 23 series de esculturas, pinturas, grabados y dibujos, además de piezas de arte objeto. Aceves Navarro perteneció al grupo de la llamada Ruptura. Los organizadores calificaron al artista como “el último de los expresionistas abstractos de este país”. Darío Díaz González El 30 de abril fue inaugurada en la Biblioteca Carlos Fuentes una retrospectiva de Darío Díaz González, artista jalapeño nacido en 1968 que ha incursionado en la pintura, el dibujo, la fotografía y el video. Como mencionó Germán Martínez Aceves, del equipo organizador de la FILU, Díaz ha hecho una exposición donde reúne obra en torno a la mujer realizada desde 2002. El pintor dijo a Laberinto que está abierto a la práctica de cualquier género. En la exposición pudo verse tanto obra abstracta como figurativa e, incluso, telas en blanco y negro e impresiones digitales. Entre las obras incluidas están Chac Mool y Había una vez la abuela manatí blanca. L


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