Danixa T.G. (Mujer cueva) - Pasos grandes

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Pasos grandes

Danixa T. G.

(Mujer Cueva)

Ilustraciones de Espiga

Pasos grandes

Danixa T. G. (Mujer Cueva)

Primera edición, 2022

Colección Emergencias

(CC) Danixa T. G., Espiga

Kodama Cartonera

Tijuana/Montreal

kodamacartonera.tumblr.com

Facebook: /kodama.cartonera Twitter: @KodamaCartonera Instagram: @kodamacartonera

Edición: Espiga y Mexa Ilustraciones: Espiga

Logo Kodama: Careli Rojo, a partir de un personaje de Mononoke Hime creado por Hayao Miyazaki (Studio Ghibli, 1997).

Los kodama son espíritus del bosque en la mitología japonesa. Su nombre puede significar “eco”, “espíritu de árbol”, “bola pequeña” o “pequeño espíritu”. En la película de Miyazaki, los kodama sólo se manifiestan cuando el bosque es puro y, al ser contaminado por el hombre, mueren y caen de los árboles como hojas fantasmas.

Esta obra está protegida bajo una licencia Creative Commons

Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0 International. Algunos derechos reservados.

Hecho en CDMX y Montreal / Fait à Mexico et à Montréal

Litha tenía quince años y vivía junto con su abuela en un pueblo muy pequeño donde la mayoría de los habitantes se dedicaban a la agricultura y a la creación de artesanías. A lxs niñxs desde muy pequeños les enseñaban estos oficios para que a la edad de Litha supieran muy bien su labor. Pese a eso, había algo muy curioso e interesante del pueblo, lo curioso es que todxs lxs que vivían ahí iban de un lugar a otro dando pasos pequeños y medianos pero jamás pasos grandes. Pocos sabían lo que era saltar y mucho menos sabían lo que era correr. Con taban que lo hacían de esa manera para cansarse lo menos posible, lo cual le parecía muy extraño a Litha, aunque nunca fue tan extraño como para cuestionar a su abuela, a sus profesoras o compañerxs sobre dicha forma de caminar.

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Hablando de compañerxs, había una chica en el salón de Litha que se llamaba Luna, a menudo estaba sola o con muy poca compañía a la hora del descanso, y casi siempre esperaba a que todas y todos se fueran de la escuela para después ella sa lir. Había algo en ella que a Litha le llamaba mucho la atención pero nunca se había atrevido a acercarse y decirle: “¡Hola!”

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Resulta que Luna vivía a orillas del pueblo igual que Litha; de hecho, ambas seguían el mismo camino hasta que este se dividía en dos y cada una se dirigía a su casa. Un fin de semana que Litha iba por un mandado encargado por su abuela, se percató que la chica estaba recolectando flores muy cerca del camino. Por unos segundos se quedó parada, mirándola e in tentando calmar sus nervios. Siguió caminando sin saber si se detenía para saludarla o seguir su camino fingiendo no haberla visto. Estuvo a punto de detenerse pero sus piernas no actuaron de esa manera y siguieron caminando; a sus espaldas, Litha escucho un sólido: “Hola” y escalofríos recorrieron su cuerpo, pero afortunadamente esta vez sus piernas funcionaron de una mejor manera. Volteó, se le quedó viendo a Luna y esbozó un torpe: “Hola”.

—¿Tú eres la chica de la casa amarilla, verdad? ¿La que vive de aquel lado del camino?—, dijo Luna.

—Sí, ese es mi hogar.

—Hola, yo soy Luna. ¿Vas al centro del pueblo?

En eso la chica hizo algo que Litha nunca antes había visto: se dirigió hacia ella ¡dando pasos grandes! Sin poder evi tarlo, Litha abrió los ojos tanto como nunca antes lo había he cho y por supuesto se quedó pasmada. Ante esta reacción, lo único que pudo hacer Luna fue atacarse de risa.

—¿Por qué no intentas dar pasos más grandes?—, pre guntó Luna.

—¿Pasos más grandes? Jajaja, qué locuras dices. Tengo que irme, nos encontramos en otro momento.

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Así que Litha siguió su camino y aunque lo que había dicho Luna le parecía una locura, no logró sacarlo de su cabeza por varios días. Una semana después hubo otro “casual” encuentro entre las chicas, que en realidad no tenía mucho de casual porque Litha lo había planeado días antes. Como sabía que Luna se esperaba a que todxs salieran de la escuela para ella salir, la chica se dispuso a dar pasos muuuy pequeños con la intención de que Luna la alcanzara, y así fue, cuando menos se dio cuenta la chica casi la alcazaba y de nuevo se percató los enormes pasos que estaba dando.

—¡Hola, Litha! ¿Vas para tu casa?

—Sí, ¿y tú?

—Yo igual. Oye, has hecho el recorrido muy lento, ¿no? Nunca te había alcanzado.

—Es que no quería cansarme.

En ese momento Litha quería preguntarle con todas su fuerzas por qué en la escuela andaba normal como todxs en el pueblo, qué se sentía dar pasos grandes, por qué comenzó a hacerlo- Sin embargo, todo se redujo a balbuceos y palabras en su cabeza.

—Bueno Litha, cuídate mucho, me dio gusto encontrar te. Un día podríamos salir a cortar flores si quieres.

—Cuídate Luna, nos vemos mañana en la escuela.

Y no hubo más, Litha observó cómo Luna la rebasaba y la inquietud por dar pasos grandes la invadió al doble.

—¿Dar pasos más grandes? Mmmm…

Y un día en su habitación, después de tanto pensarlo, comenzó a hacerlo. Sus piernas se sentían muy extrañas y su

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respiración se aceleraba poco a poco. Después de hacerlo unos cuantos días más, decidió explorar su casa de esa misma manera. Pero eso sí, cuidaba mucho que su abuela no la viera, aunque realmente eso no funcionó porque su abuela la había visto muchas veces.

Litha no sabía qué era exactamente lo que pasaba pero es taba disfrutando bastante dar pasos grandes, ¡era emocionante!

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A veces se emocionaba tanto que hasta tomaba impulso ya no para dar un paso grande sino un salto que la llevaba de la sala a la cocina, y ella ni siquiera sabía cómo lograba eso, simplemente es algo que brotaba de ella.

Una tarde, Litha decidió ir a visitar a una amiga de la escuela, y muy contenta con la nueva experiencia decidió que

iría dando pasos grandes, así que se puso sus botines negros y salió. Mientras caminaba observó que las personas hablaban a sus espaldas y la señalaban. Al principio creyó que era su imaginación, pero entre más caminaba más hablaban de ella y más la señalaban.

—¿Ya viste como va caminando?

—¿Qué, nadie le enseñó a no caminar de esa forma?

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—No debería hacer eso.

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Escuchar todos esos murmullos hizo que Litha se sintie ra ansiosa, y lo único que pudo hacer fue salir lo más rápido que pudo hasta dejar a todas esas personas atrás que no hacían más que poner una cara de espanto. En su veloz caminata no pudo evitar que sus lágrimas cayeran y que un sinfín de voces en su cabeza preguntaran qué había hecho mal. Sin esperarlo, Litha encontró a Luna en el camino y fue como si le hubieran puesto un freno automático.

—¡Tú tienes la culpa de esto!—, le dijo Litha firmemente.

—Hola, Litha. ¿Cómo? ¿Qué tienes, por qué lloras?

—Tú tienes la culpa, yo caminaba normal como todxs lxs demás pero por escucharte y dar pasos grandes, la gente habló a mis espaldas y me señaló.

Sin decirle nada más, Litha regresó furiosa a su casa y al entrar no quiso decirle nada a su abuela a pesar del mal aspecto de su rostro. Subió a su cuarto, cerró la puerta y lo único que pudo hacer su abuela fue escucharla llorar.

—No volveré a dar pasos grandes—, dijo Litha y así fue, a partir de ese día Litha volvió a dar pasos muy pequeños.

Una semana después de ese trágico episodio, alguien tocó a la puerta de la casa y sólo se vio cómo un sobre se deslizó por la ranura que había debajo. Al parecer, el sobre era para la joven pero no decía quien lo enviaba. Cuando llegó de la escue

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la, su abuela le dijo que le había llegado un sobre y que lo había dejado encima de su cama. La joven se sorprendió y subió a ver qué era. Aquello era una nota que Luna le había mandado.

Querida Litha

Espero no incomodarte con esta nota, sólo quiero expresarte lo que sentí esa última vez que nos encontramos. Primero lamento mucho que te hayan señalado y hayan hablado de ti, sé que eso puede causar mucha incomodidad y dolor y de verdad lamento mucho que hayas pasado por eso, y también tengo que ser muy honesta contigo… No me arrepiento de haberte dicho que dieras pasos más grandes, sin embargo sé que tuve que haberte dicho lo que eso implicaba. Dar pasos grandes no es algo sencillo, como te pudiste dar cuenta provocará que muchos hablen de ti, y sí, que te señalen. Y eso pasa porque no estás caminando como todas y todos lo hacen, no estás haciendo lo que la mayoría espera o cree que es correcto y eso les incomoda, les sorprende e incluso les molesta. Te quiero hacer unas preguntas ¿Qué sentiste ese día al escuchar tantas cosas y al tener que salir lo más rápido que pudiste? ¿Cómo estaba tu cuerpo? ¿Te cansaste, sentías dolor, rabia, confusión? Y también ¿Qué sentiste al dar los primeros pasos grandes ¿hubo algo emocionante? ¿Algo que te sorprendiera o disfrutaras?

Piensa ambas cosas ¿sí? Y si decides pensar en ello me gustaría platicar contigo.

Te abrazo fuerte. Luna

Al terminar de leer, Litha expresó un gesto de negación. No quería hablar con Luna ni con nadie, pero de nuevo las pa labras de la chica estaban rondando en su cabeza. Un día que estaba acostada sin poder dormir, las preguntas de Luna se hi cieron presentes y comenzó a responderlas en su mente y sí, efectivamente, mientras salía rápido de ese lugar su respiración se agitó, el pecho le dolía y al llegar a casa su cuerpo estaba can sado, no pudo evitar sentir rabia y tristeza por los señalamien

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tos, y una voz en su cabeza le decía que había hecho mal pero también había otra voz diminuta que le decía que ella no se ha bía equivocado. Había personas que seguían hablando, amigas y amigos que se alejaron y con esto la idea de haberse equivocado aumentó. Después respondió la segunda pregunta, recordó las primeras sensaciones en su habitación al dar pasos grandes, re cordó lo diferente que se sentía su cuerpo, la emoción de euforia que le generaba tomar fuertes impulsos que la hacían llegar del comedor a la cocina, y el creer que ella era la única testigo de eso le botaba una sonrisa y una risa traviesa. Siguió pensando por un buen rato y de repente, como si algo no la dejara olvidar la propuesta final que le hizo Luna, en su cabeza retumbó:

—¿Hablarás con Luna?

Esa noche le fue imposible decidirlo; pero la idea le era difícil ignorar ya que cinco días a la semana se encontraba de alguna u otra forma con Luna. Un día, cuando estaba en su casa sin algo urgente que hacer más que estar tumbada en el tapete, de nuevo la voz apareció diciéndole:

—¿Qué tal si vas a buscar a Luna?

Y después de diez resoplidos se paró y salió decidida y muerta de nervios a hablar con la chica.

—¿Estará en su casa o habrá salido? ¿Todavía querrá ha blar conmigo?

Y al alzar la mirada descubrió que Luna se encontraba recolectando flores cerca del camino, como solía hacerlo. Con las manos temblorosas se acercó y le dijo:

—Hola Luna, ¿cómo estás?

—Hola Litha, yo ahora estoy bien, ¿y tú?

—Bien. Bueno, quería saber si tú quieres hablar conmi go respecto a la nota que me mandaste hace unos días, pensé las preguntas y…

En ese momento Litha volteó a ver el rostro de Luna y se sorprendió del gesto sutil que se ha bía generado en ella, era como si algo muy profundo en ella se hubiera tranquilizado y descansara por fin.

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—Claro que sí quiero hablar—, le dijo Luna esbozando una enorme sonrisa.

Así que las dos chicas se sentaron cerca del camino y Litha le recitó todas esas preguntas que tenía al inicio sobre por qué andaba normal frente a las y los demás, quién le había enseñado a caminar así, hace cuánto tiempo lo hacía y también le expresó todas esas sensaciones e ideas que había experimentado la primera vez que lo hizo y el día que salió así al pueblo. Hablaron por horas, y en realidad eso se convirtió más bien en un interrogatorio para Luna ya que Litha no paraba de hablar y hablar. Ya casi que las dos chicas se iban a despedir, siendo así porque la noche las alcanzó y no porque quisieran, Luna le dijo algo a Litha que la dejó sintiendo con mucha fuerza.

—Litha, de nuevo lamento que hayas experimentado todo eso; pero sabes, creo que todas las que decidimos dar pa sos grandes en este lugar pasaremos por lo mismo, creo que nunca se deja de sentir rabia y tristeza, no dejas de dudar de si hiciste bien o no; y claro que duele el cuerpo; dar pasos gran des inevitablemente hará que te canses, pero también nos lleva a lugares a los que muchas personas no pueden llegar, por lo tanto no los conocen, no saben lo que se siente llegar y estar ahí, y creo que de la misma forma es importante recordar esas emociones eufóricas, esas sonrisas y esas risas traviesas que nos invaden por instantes. Lo que hiciste no te hace más que al guien increíblemente valiente. No te digo que el día de mañana salgas de nuevo caminando así, sólo creo que no deberías dejar de hacerlo. Es más, si quieres un día después de clases dejamos que todas y todos se vayan y después andamos juntas con pasos grandes de regreso a casa. ¿Qué te parece?

Litha no pudo evitarlo y tras un impulso irracional la abrazó muy fuerte.

—Me parece maravillosa esa idea. Gracias, Luna.

Y fue como si mucho de lo que le causaba conflicto reco brara la calma.

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Escuché esta historia por primera vez en medio del bosque en Tlaxcala, contada por su autora. Mientras la escuchaba, los sonidos de la voz de Dani se convertían en caras, en colores y movimientos en mi mente. Sin quererlo, ¡ya estaba dibujando! Cada giro en la historia me tenía emocionade, y, cuando acabó, le pedí a su autora permiso para arrojar esos dibujos al papel y autopublicarlos. Como todo, tuvo su debido proceso, su tiempito de germinación y su gru po de gente que ayudó desde una simple retroalimentación hasta echarle montón y sumarse al proceso editorial. Esta publicación es la versión final; el conjunto del cuento y las ilustraciones, editada con la ayuda de la editorial Kodama Cartonera. Agradecemos a la vida, al impulso creador y a nuestro compromiso con la autogestión, pero sobre todo a ti, lectora, que nos dejas compartirte nuestro ser y apoyas nuestros andares. Esperamos disfrutes mucho este fanzine y que nunca dejes de dar pasos grandes. ¡Gracias! Espiga o-o-o

Este texto se diagramó en abril de 2022 y se imprimió en las ciu dades de México y Montreal en un tiraje libre y abierto. Mientras saltan por un bosque aún no profando por algún pie humano, los kodama darán cuenta de ello.

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