fanZine 4 _ marzo 2013

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Para cuando leáis este presuntuoso prólogo de esta simpar revista, con toda probabilidad el camarlengo vaticano ya habrá pronunciado las palabras que con tanto interés esperamos: “habemus papam”. Primero quemarán la hierba seca, pero antes de eso, consultarán las profecías de San Malaquías (santo medieval que elaboró la lista de Papas desde su tiempo hasta la llegada del fin del mundo) para adecuar su elección a lo escrito tanto tiempo atrás. La lista de Malaquías finaliza en el número 112 que es el correspondiente al próximo Papa. No hay más Papas en la lista. El número 110, “De labore solis”, se correspondía con Juan Pablo II mientras que el 111, “Gloria Olivae”, era Benedicto XVI. El último será “Petrus Romanus” durante cuyo reinado llegará el final de los tiempos. Este es como todo; habrá gente que se lo crea y gente que no. Las profecías se pueden interpretar de muchas formas, sobre todo para intentar ajustar la realidad a lo escrito, pero ya veréis qué risa cuando un Papa italiano salga al balcón del Vaticano y anuncie que tomara el nombre de Pedro, el primero de los Papas, la piedra sobre la que se edificó la iglesia. Para Nostradamus el último Papa será el Papa negro, el papa oscuro. Algunos pensaron que podía referirse a Barack Obama en su papel de líder mundial omnipotente. Si juntamos las profecías de uno y de otro en una cocktelera, agitamos y servimos, obtenemos un licor explosivo. Ya sabéis que el objetivo prioritario de esta revista es no dejaros dormir tranquilos, y en esa búsqueda incansable Benedicto nos lo ha puesto a huevo este mes.

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Ilustración: Carlos Rodón Capítulo 5. Querida Agatha. Serían sobre las doce de la noche cuando Anne, la joven mesonera del hostal en el que nos alojábamos, llamó a la puerta de la habitación. Agatha, con un camisón de flores y una redecilla en el pelo, me mandó abrir la puerta sin ni siquiera abrir los ojos, me levanté en pijama, apenas me había dormido; cuando abrí la puerta allí estaba la mesonera con sus mejillas coloradas y su cuerpo excesivo, me dio una nota y me lanzó un beso, un escalofrío atravesó mi cuerpo, cerré la puerta, me senté en la cama y leí la nota en voz alta: A LA ATENCIÓN DE DOÑA AGATHA CHRISTIE. UN HORRIBLE CRIMEN EN LA MANSIÓN DEL CONDE DRÁCULA. ACUDAN CON LA MAYOR BREVEDAD. GRACIAS Agatha sonrió sentándose en la cama, me miró y sentenció: “El deber nos llama joven Hércules”. 5


El carruaje casi volaba por los serpenteantes caminos que llevaban a la mansión maligna. Cuando por fin llegamos, estaba mareado. En cuanto bajé del carro, a modo de recibimiento, vomité las espinacas y el pastel de carne de la cena frente a la gran puerta de la mansión. Luego bajó Agatha a toda prisa. En el hall del caserón estaban todos los comensales, un tanto raros. Había una momia, un hombre lobo e incluso un travesti entre todos los fenómenos; Agatha se dirigió al que parecía ser el dueño de la casa, el Conde Drácula. Le estrechó la mano y a la orden de “Vayamos dentro y veamos el cadáver” todos, incluido yo mismo, la seguimos hacia el lugar del crimen. El lugar del crimen era el baño y la víctima un Juan Nadie desgraciado que yacía ahora en el suelo de azulejos azul claro, con un abre cartas clavado en el cuello. La escena era bastante desagradable, debió estar sangrando y pataleando bastante antes de morir puesto que había destrozado el lavabo y el váter en su agonía. De su cuello aún brotaba la sangre, como si de una fuente se tratara, y el baño estaba casi inundado, en fin, un drama. A Agatha no parecía importarle demasiado ya que entró pisando la sangre con sus zapatitos de diminuto tacón hasta el cadáver y arrancó el abre cartas, propiciando que un chorrazo de sangre me manchara la americana a cuadros; acto seguido, hizo algo que siempre me molestaba, miró el cadáver como si aún estuviera vivo, le acarició la cara y le susurró algo al oído. Siempre había querido saber que era, pero nunca me lo había dicho, siempre salía con otro tema o le restaba importancia diciendo que eran “tonterías mías” y a mí me mataba la curiosidad. Agatha siempre hacía esas cosas. - ¿Qué opina?- Le preguntó el Conde. - Aún es pronto para opinar - Respondió solemnemente Agatha- Aunque sí opino que a todos nos vendría bien un café, esta noche va a ser larga- Luego se guardó el abre cartas en el bolso y terminó diciendo- El mío con dos terrones de azúcar. Ver trabajar a Agatha era algo que siempre me había interesado, apasionado e incluso perturbado, observarla trabajar en sus investigaciones y contemplarla llegar a conclusiones certeras con una pista que se nos había escapado a todos era 6


fascinante, y esta noche sabía que lo vería otra vez. Cuando terminamos en el baño, el cerebro de mi mentora ya se había puesto en marcha, nos mandó a todos al salón para iniciar su rueda de reconocimiento y situarse un poco en el caso frente a un buen café. La torpona sirvienta, que debería llevar en la casa como mil años por lo ajado de su físico, traía la bandeja con los cafés lentamente, ya que su edad no le dejaba avanzar muy rápido. Para que se haga una idea, querido lector, en lo que tardó en llegar a la mesita del gran salón, nos dio tiempo a todos a sentarnos, acomodarnos e incluso a algún invitado a liarse un cigarro o recargar su pipa y encenderla. Agatha se sentó en el centro de la sala para tener a todos los comensales a la vista. Había sacado sus diminutas gafas para ver de cerca y me había ordenado sacar la libretita en la que apuntaba sus investigaciones, sus dudas y deliberaciones. Tras pedir más luz a un mayordomo inglés bastante estirado que no paraba de seguirnos a todos los lados, dio comienzo el interrogatorio. - Muy bien damas, caballeros y criaturas. Me presentaré, mi nombre es Agatha Christie, investigadora y escritora; este es mi pupilo, Hércules Poirot -me señaló -y si he venido esta noche con tanta prestancia es porque el Conde, aquí presente, requirió mis servicios, y ahora yo requiero los suyos. No voy acusar a nadie aún de asesinato, aunque muchos en sus respectivas vidas los hayan cometido -miró a Sadako, a Mike Myers y al/la señora Bates entre otros -No soy nadie para juzgar nada. Esta noche solo me interesa el cadáver del baño, es para lo que se me ha requerido, y es lo que debo solucionar. Tras esta presentación que conocía de memoria, pues siempre empezaba así sus interrogatorios, dio un sorbo a su café y continuó. - Me gustaría saber, lo primero, ¿qué relación les unía con la víctima? No hubo ninguna respuesta. - Muy bien -dio otro sorbo -si nadie lo conocía ¿qué hacía aquí?

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Nadie contestó, todos se miraron pero reinó el silencio más absoluto. Agatha se empezó a impacientar, miró al Conde y le suplicó: - Si no hay colaboración nunca podremos solucionar esto. El Conde comprendió la situación y decidió dar la cara: - Lo invité yo -todos lo miraron deseosos de saber algo más -A última hora, para hacer un poco de hambre antes de la cena, decidí salir a pasear en mi forma animal; volé por mis terrenos y más allá, y fue allí donde encontré al náufrago. Estaba tirado en la playa, hecho trizas, así que cuando volví a la mansión, avisé a Igor para que fuera a por él, no podía dejarlo allí tirado. Aunque mi corazón esté helado, no deja de ser un corazón. Agatha asintió y me miró, yo no dejaba de apuntar aunque siempre sentía su mirada, alcé la vista, ella me sonrió pícaramente y se volvió hacia los invitados. - Y cuando llegó ¿cómo se comportó? ¿Se mostró extraño? - Nada especial, impactado supongo al vernos pero nada más -contestó la señora Danvers mientras se arreglaba el pelo. - Comió mucho -añadió unos de los zombis rápidos. - Y era muy guapo -dijo sonrojado el/la señora Bates. Yo los miraba a todos y no salía de mi asombro. Aquella panda de monstruosidades cinematográficas y literarias se mostraban casi humanos, con sus gestos y sus dudas, era entre maravilloso y terrorífico. Rápidamente pensé en la magnífica novela que saldría de allí. Entonces una gota cayó sobre el cuaderno. Una gota de sangre. Capítulo 6. Cascadas de sangre. No era a mí solo al que le había caído una gota de sangre. Al Doctor Frankenstein y a su criatura, que estaba demasiado preocupada viendo tontear a su novia con el hombre lobo, también les había caído, incluso al silencioso actor Vincent Price, que yacía al fondo de la habitación tomando un trozo de la desaprovechada tarta de limón con nata que se había servido como postre en la cena, una gota le manchó la corbata y uno de sus zapatos marrones. Pronto las gotas fueron en aumento y todos miramos al te8


cho, de él caían cada vez más, y al cabo de unos segundos ya eran pequeños hilillos de sangre, que en un par de minutos se convirtieron en cascadas de sangre que chorreaban por las paredes y bajaban por las escaleras. Los muebles flotaban, los sillones y sofás navegaban sobre el líquido rojo oscuro. Los invitados se alarmaron, yo mismo me vi llevándome las manos a la cabeza asustado e impotente al no entender la situación, pero Agatha, que debía estar tan asustada como todos, intentó poner paz y tranquilidad. Nos dijo que nos quedásemos quietos, que ella iría a investigarlo, lo que significaba que los dos iríamos. Los invitados, llenos de sangre de arriba abajo, salieron al hall e intentaron tranquilizarse mientras la sangre, que ya llegaba hasta las rodillas, brotaba cada vez con menos fuerza. Agatha y yo subíamos las escaleras lentamente para no tropezar, intentando averiguar el porqué de la sangre. Llegamos al piso de arriba y allí estaba la causa, frente a nosotros vimos como brotaba, ahora casi goteaba después del caos originado; el Conde subió corriendo las escaleras, no sin tropezar antes, y miró lo que nosotros mirábamos, una enorme brecha que cruzaba de parte a parte un cuadro que había al final del pasillo. En él se veía a una familia feliz, una familia victoriana feliz, con su padre, su madre y su hija, una preciosa niña rubia de ojos azules que sonreía y dejaba ver que había perdido algún diente de leche, regalando una divertida y entrañable imagen. Drácula se derrumbó gritando: -¡La casa! ¡La casa ha muerto! Miré al hombre destrozado y a Agatha, que tampoco entendía nada. El Conde hablaba de la casa como de un elemento vivo, como si fuera una persona y aquello resultaba muy extraño. -¿La casa ha muerto? –pregunté. - No lo entienden, la casa llevaba aquí muchos más años que ustedes y yo, muchos más años que cualquiera de los invitados o cualquiera del servicio, la casa estaba aquí desde el principio de todo -el Conde lloraba mientras lo explicaba -la casa siempre ha estado aquí y ahora no está. No sé a qué nos enfrentamos pero si ha podido con la casa, nosotros no

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somos más que peones a los que aniquilar fácilmente - agregó asustado mirando a Agatha. Entonces Agatha me mandó tranquilizar al hombre, llevarlo a tomar el aire fuera. Bajamos las escaleras ante la atenta mirada de todos los invitados y salimos fuera. Nos acompañaron el señor Price, la señora Danvers y la Momia, los dos primeros se encendieron unos puros. - Si esta es la última noche que vamos a ver porque este asesino sin escrúpulos nos quiere arrebatar la vida, no está tan mal- Dijo Vincent tras dar una larga calada a su puro. - Eso son tonterías Price, tú con tus personajes atormentados y yo con mis maquiavélicas artimañas hemos cometidos crímenes más gordos -contestó Danvers con una media sonrisa, intentando disimular su miedo. Yo los observaba mientras tranquilizaba al Conde. La Momia se me acercó y mirando la noche estrellada me preguntó: - ¿Van a solucionar esto? - Por supuesto -le contesté. - Ni siquiera usted se lo cree -sentenció. Tras esto, y con el Conde un poco más tranquilo, entramos de nuevo en la casa. Agatha había puesto un poco de orden con la ayuda de Norman y la novia de Frankenstein. Habían colocado de nuevo las sillas e intentaban achicar la sangre hacia afuera como si de agua se tratase, dejando un terrorífico camino de sangre. Los hombres nos sentamos en un rincón, aún temblorosos. Paul Naschy se encendió un puro y se sirvió un brandy en una copa manchada de sangre, como todo en la mansión. Entonces, oímos un ruido en el pasillo, alguien venía corriendo, sofocado; cuando llegó al salón donde estábamos todos. Era Mike Myers, nos miró asustado y gritó: “¡¿Alguien ha visto a Sadako?!”, con todo el jaleo nos habíamos olvidado de que la chica japonesa, con medio cuerpo dentro de un televisor antiguo, no podía andar salvo dando saltos. Su estatura tampoco era excesiva y todo eso, unido a la cascada de sangre de hace unos minutos, tal vez hubiese provocado un fatal desenlace. Comenzamos su búsqueda. Agatha se acercó a mí y dijo:

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“Hemos venido a resolver un crimen, no a ser parte de uno”, se notaba que la situación empezaba a inquietarla, nunca la había visto así. Pasaron unos angustiosos minutos hasta que Víctor Frankenstein encontró el cadáver junto a un jarrón Ming instalado en un rincón del comedor, allí estaba Sadako, con la boca abierta y llena de sangre hasta arriba. Estaba muerta, al menos la parte de su cuerpo que yacía fuera del televisor, y aún soltaba chispas. La conclusión a la que Agatha y todos llegamos es que la sangre había producido un cortocircuito y eso irremediablemente terminó con su vida. Mike lloraba, no dejaba de decir que había perdido a una gran amiga. Entre un par de hombres, el fortachón Naschy y su archienemigo Frankenstein, sacaron el cadáver al jardín. Allí no olería tanto y no se mancharía aún más la mansión; las miradas de los hombres entre ellos eran casi como un combate, mientras Naschy esquivaba los ojos muertos y llenos de venganza de Frankenstein, este asesinaba, acribillaba con su mirada el rostro avergonzado de Paul preguntándose si, un hombre tan hecho y derecho como él, tendría los bemoles de decirle lo del affaire con su novia o se lo debería sacar a base de patadas y puñetazos antes de partirlo en dos. El licántropo simplemente pensaba en que todo esto acabase para el prometido encuentro sexual con su dama. Llegaron al jardín, tiraron el cadáver y Frankenstein no pudo más, agarró a Paul por el cuello y lo estampó contra un árbol cercano. Este se transformó, cambió su forma a lobo y se abalanzó sobre el monstruo; el combate estaba servido, el resto salimos fuera y mientras unos alentaban la lucha, la Momia y yo intentábamos separarlos con nefastas consecuencias, un corte en la frente y una contusión en la rodilla. La Momia en cambio solo perdió un par de sus andrajosas vendas. La Novia en lugar de asustarse e intentar poner paz, se sentía orgullosa, acariciaba a uno y otro encendiendo aún más sus iras y haciendo que los golpes fueran aún más duros. El combate parecía no llegar a su fin, cuando se escuchó un gigantesco estruendo dentro de la casa. Allí solo quedaba el personal de servicio que gritaba. Cuando corrimos hacia la

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mansión las puertas se cerraron de golpe dejándonos fuera. Los gritos iban en aumento, luego se transformaron en golpes y finalmente en una explosión de cuerpos, como si estallase un globo de agua; después, la puerta se abrió en nuestras narices. Fue una gran masacre, todo el servicio estaba descuartizado, sus miembros colgaban de las lámparas y de nuevo sangre por todas partes; de la cocina salió arrastrándose con un brazo, ya que era el único miembro que le quedaba, el mayordomo inglés que nos atendió a nuestra llegada, se agarró a la pierna de Drácula y gritó antes de morir: “Le dije que la casa no era de fiar”. Todos miramos al Conde y esperamos una explicación. Capítulo 7. El alma de la mansión maligna. Tras la explosión, el combate entre los dos hombres finalizó. En un rincón del salón, que ahora más bien parecía una carnicería, estaba Paul. La Novia de Frankenstein estaba curándole las heridas. En el otro rincón, Víctor curaba a su criatura que miraba triste a su amada sintiéndose profundamente decepcionado. Le daban igual los asesinatos, solo le importaba ella, la que besaba al licántropo y le miraba de reojo con odio. Los demás, apesadumbrados por tanta muerte solo queríamos una explicación. La Momia sirvió un coñac al Conde que estaba apoyado en la chimenea mirando unos cuadros antiguos. Agatha y yo, como al principio de la noche, dispuestos a seguir con la investigación tras el caos desatado. El resto de zombis, asesinos, femmes fatales y Vincent Price expectantes ante las esperadas palabras del Conde Drácula, quien miró a todos y empezó a relatar: - Esta no es una historia de opulencia, esta una historia de pobreza y tristeza. Hace unos años decidí invertir las riquezas de mi familia en el ladrillo, una importante suma. Allá en Transylvania se construía a buen ritmo así que compré viviendas por doquier sin pensar en las consecuencias. Pasó hace unos meses, mi primo Mordecai Dracul llegó a casa. Yo pensaba que vendría a visitarme pero solo venía a pedirme dinero. Le di de cenar, le presté el dinero y desapareció

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con la promesa de devolverlo. Nunca más lo vi; los negocios empezaron a fallar y cuando quise recuperar ese dinero no pude contar con él, así que me quedé sin propiedades y sin la mansión familiar que tantas y tantas generaciones de mi familia habían ocupado. Tuve que empeñarla para poder pagar las deudas. Así que me vi vacío, solo con unos ahorrillos y lo que el servicio me pudo prestar. Con este dinero pude alquilar esta mansión para esta noche, para celebrar nuestra habitual cena. Esta vez me tocaba a mí organizarla y, al no tener un hogar, lo alquilé. A Hugh, el mayordomo que han podido ver antes no le daba buena espina la mansión y así me lo advirtió repetidas veces hasta este fatal desenlace. Todos nos miramos, en parte sorprendidos por la triste historia y en parte horrorizados por la mansión. Lo escribí todo en el cuaderno mientras Agatha escuchaba atentamente la historia. Cuando el Conde terminó su relato, apuró su coñac y se derrumbó. La culpa lo corroía por dentro. Pasaron unos minutos hasta que alguien dijo algo. Mike Myers no dijo lo más correcto: - A ver si lo he entendido bien, ¿nos traes a esta mansión desconocida y tal vez maldita, solo por qué te tocaba hacer la cena? ¿Nos condenas a todos solo por quedar bien? - No, lo hice por reunirnos, por tener una compañía agradable, nada más -respondió el Conde. Entonces Mike saltó sobre él y empezó a golpearle, el Conde no podía o no quería defenderse, se dejó pegar hasta que su cara quedó desfigurada y la sangre le brotaba de su nariz rota. Paul y yo le quitamos de encima al criminal de Halloween, le obligamos a que se sentara en el sofá y le servimos un whisky. Justo en el momento en que Mike cogía la copa, esta reventó en el aire a consecuencia de un espantoso grito que se escuchó en toda la casa. No solo explotó la copa, todos los cristales de todas las habitaciones estallaron al unísono y en el gran salón el enorme ventanal se hizo añicos; todos, capitaneados por Agatha, acudimos al lugar del que provenía el grito. Como el gran corte del cuadro que provocó las cascadas de sangre, venía del piso de arriba. Una vez allí, intentando averiguar de qué habitación prove13


nía, oímos un ruido de juguetes y una niña jugando y riendo; también la melodía de una caja de música. Todo parecía venir de la habitación del fondo, al lado de la gigantesca brecha de la pintura. Agatha, no sin miedo, abrió la puerta y allí había infinidad de juguetes, todos flotando en el aire: un trenecito, unas muñecas danzando al compás de la tonadilla infantil de una caja de música donde una bailarina ejecutaba un precioso baile. Un par de peluches aplaudían a la danzarina; en el centro, sentada de espaldas, había una niña de pelo rubio que reía y jugaba. Agatha se acercó a ella lentamente, yo iba detrás como un buen escudero y el resto de invitados esperaban en la puerta. - No se acerque, por favor -dijo la niña. - ¿Por qué? -preguntó Agatha Tras unos segundos de pausa la niña rio fuertemente y dijo: - Van a morir todos. Aún no lo saben pero ya están aquí. Van a morir todos. Entre los invitados cundió el pánico. Norman se desmayó y yo me caí de culo. Los juguetes dejaron de volar por el aire, la caja de música se cerró y la danza de las muñecas cesó. La niña se giró, no tenía cara, solo una boca enorme con tres filas de dientes. Intentó atacar a la señora Christie, lo impedí como pude con el mayor ejercicio de valor de mi vida. Corría por la habitación mordiendo el aire, sin ver nada, subía por las paredes y corría por el techo, corrió hasta los invitados que salieron huyendo, así que se conformó con Norman que yacía desmayado en el suelo con el traje de su madre puesto y la peluca descolocada. Frankenstein intentó separarla del hombre travestido y se llevó un zarpazo, empezó a comerse al hombre desmayado que despertó de pronto y gritó mientras le salía sangre por la boca. Sus tripas eran engullidas por la niña-monstruo que reía como si se acabara el mundo. Norman murió, Agatha persiguió a la niña por la casa. - ¿Quién eres? -preguntaba la escritora. - Soy el alma de la mansión, de la mansión maligna y ustedes van a morir -respondió la niña escupiendo trozos de

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Norman por el suelo. Los invitados corrieron por la casa, unos hacia las habitaciones a esconderse, otros hacia abajo a intentar huir. Yo estaba entre los del segundo grupo; corrimos a la puerta pero estaba cerrada, la niña bajaba por las escaleras, saltando los escalones de tres en tres. Cuando llegó hasta nuestra posición, se abalanzó sobre Víctor y le arrancó la cabeza de un zarpazo, luego se la volcó en la boca como si fuera una copa y empezó a beber. Intentamos que dejara la cabeza en el suelo pegándole patadas pero ella nos las devolvía más fuertes. Caíamos al suelo con cada golpe y ante mis ojos vi como la señora Danvers le clavaba un hacha en la cabeza. Como respuesta, la niña la tiró al suelo y se la empezó a comer por los pies. Cuando ya había engullido las dos piernas y parte del tronco, la mujer ya había muerto y la niña, con la boca llena solo reía y reía. No sé muy bien qué hicieron los demás pero yo corrí a esconderme debajo de una mesa desde donde observaba la masacre; la niña con el hacha clavada en la cabeza continuaba devorando a la señora Danvers, solo paraba para escupir alguna mata de pelo o huesos. A veces susurraba algo, algo tenebroso que solo alcancé a oír una vez de todas las que lo repitió: “Ya vienen, ya vienen”, y entonces un disparo, el disparo que acabó con la vida de la niña maligna. Bajando las escaleras con un antiguo trabuco pude distinguir al Conde entre la humareda que provocó la detonación. El proyectil hizo estallar a la niña frente a mis ojos, haciéndome vomitar lo poco que me quedaba en el cuerpo, mientras las palabras de la niña retumbaban en mi cabeza.

Continuará...

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Ilustraci贸n: Carlos Rod贸n

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Amaneció y me marché. La distancia hasta el portal se llenó de oscuridad. No tuve tiempo de rectificar, únicamente me pude alejar. Falsa honestidad, falsa debilidad, falsa impudicia. Vivo, no sé por qué. Sigo sin comprender. No quedan excusas, pienso en lo que hice, sólo quiero desvanecerme. Este sueño puede más, en su punto de inflexión arde ese maldito lugar. Inmortalidad. No pararé el tiempo, enterraré ese final, caminaré con honor. Consagraré el no poder vivir una vida normal, sigo mi sueño. Reanimaré la indiferencia llegando a pensar en lo que dejé atrás. Ese triste amanecer en el que se olvidó la ilusión, un largo viaje sin acabar. Cuantos instantes sin recordar, quizá mañana, una promesa sin aceptar. Me golpea el silencio sin cesar en ésta alborada de ansiedad. La luz que me guiaba se esfumó, debo marchar, soportar otro adiós. Mientras me exaspero siento miedo por lo que tengo que hacer. Nunca mostraré compasión, no existe lamento posible, sé que no hay nada más. Sólo queda mi inmortalidad, puedo vivir sin respirar, necesito volver a creer. Pido fuerzas por última vez, sinceramente no sé a quién. Comienza otra noche más y no puedo preguntarme cual será el final, francamente no sé cómo. Sólo queda esta maldición que he de aceptar sin rencor. Cuántos deseos sin realidad, lo lamento, sólo intento serenar ésta aridez. Encerraré el alma en donde la sentí serena, no tiene sentido pedir perdón. ¿Dónde queda ahora el valor? Haré que cada instante sea constante, no quiero ver más allá. A cada nueva luna esconderé la incertidumbre que invade mi razón. Bajo la seguridad de tener que continuar esta inmortalidad.

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Maullidos Ana Vivancos Wisquensin

En los bosques oscuros del mundo vacío se escucha el crujir de la hojarasca. ¡Han regresado desde las tinieblas! comentan los ancianos más longevos del lugar. Y los hombres valientes pierden los nervios buscan refugio bajo las sábanas sucias como niños huyendo del monstruo inventado. La noche envuelve con su manto el mundo en el horizonte una luna horrible sonríe. No surgen de la nada los hombres-lobo no despiertan los vampiros ávidos de sangre ni los muertos regresan de sus podridas tumbas. Sólo se oyen maullidos sonidos escalofriantes que encrespan los vellos más sensibles. Esa noche lúgubre las mujeres paren engendros monstruosos los viejos decrépitos mueren agonizando retorciéndose sus reumáticos huesos hasta asfixiarlos y los hombres valientes se esconden en sus refugios de madera. En la negrura de la noche las hienas ríen los maullidos enloquecen a las audaces aves que emprende el vuelo sin rumbo, enloquecidas. El mundo termina en una sola y fría noche. Sólo los gatos maúllan al unísono mientras en las aldeas las mujeres lloran de rabia eterna no

tendrán ya hijos que heredarán la tierra.

Ilustración: Kike Alapont 18


Ilustración: Carlos Rodón Tom empezaba su turno de noche en la fábrica. Su compañero le pasó las últimas instrucciones enviadas por su empresa y se marchó. Los vigilantes veteranos de su empresa estaban tan quemados con aquél trabajo que apenas si hablaban con los nuevos vigilantes, era como si pertenecieran a una élite que no se relacionaba con cualquiera. En cualquier caso para Tom no eran más que unos fracasados que se habían conformado con el peor puesto de la empresa y encima no tenían la humildad necesaria para reconocerlo. Entró en la fábrica y cerró la pesada puerta de metal, echó la llave y subió las escaleras que daban al piso superior. Una vez allí soltó sus cosas en un enorme sillón que en más de una ocasión le servía de cama y se sentó en la silla que había junto a los seis monitores. Desde allí podía ver no solo el exterior, sino las dependencias más importantes de la fábrica. Pero no se engañaba, mirar esas cámaras era tan divertido como contar de uno a mil. Se reclinó hacia atrás y suspiró, le quedaban doce horas de aburrimiento y sueño por delante. Aunque tenían una televi19


sión, ésta sólo sintonizaba algunos canales y la mayoría de noticias, por ese motivo Tom no la solía usar. Un piloto rojo se encendió. -¡Mierda! - gritó Tom. ¡Ni diez minutos de servicio y ya hay un problema! Se ajustó el cinturón y revisó la pistola. Esperaba no tener que usarla pero últimamente había mucha gente rara merodeando por aquel antiguo complejo de fábricas. Por un poco de cobre, eran capaces de cortarte el cuello. Bajó las escaleras y corrió por el corredor A. A medida que iba avanzando los sensores de luz lo detectaban y se iban encendiendo las luces cercanas a él mientras las que quedaban a sus espaldas se apagaban. Eso le molestaba mucho, porque entre otras cosas le daba escalofríos, todo parecía muy tétrico en la oscuridad. Cuando llegó a la puerta, ésta se encontraba atrancada, aunque prácticamente cerrada. Intentó abrirla para cerrarla correctamente, pero ésta estaba demasiado atascada. Le pegó una patada y la hoja cedió con brusquedad, provocando un sonido extraño. Parecía como si hubiera golpeado algo y ese algo hubiera caído al suelo. Se acercó a la puerta y allí vio un hombre en el suelo, parecía en estado de shock, no reaccionaba. Tom le pregunto si se encontraba bien, pero no obtuvo respuesta alguna, por más que insistía. Entonces vio que llevaba un traje que en otro momento debió ser muy elegante pero que ahora estaba totalmente cubierto de un líquido oscuro. Tom alumbro al hombre con su linterna y quedo paralizado. Aquel hombre debía tener menos de cincuenta años, pero su cara estaba desfigurada, de hecho le faltaba parte de la mejilla y todo su cuerpo estaba cubierto de sangre. Lentamente el hombre se levantó y se aproximó a él renqueante. Sus ojos estaban en blanco y su boca parecía escupir sangre con cada balbuceo. Tom retrocedió y cerró la puerta con un golpe tan bestia que se quedo no solo cerrada sino algo deformada. Cerró con llave y salió pitando. Tras él, aquel extraño hombre, golpeaba la puerta sin mucha fuerza pero con una perseverancia que helaba la sangre. -¿Por qué diablos quería entrar? 20


Tom subió las escaleras saltando los peldaños de dos en dos. Estaba aterrorizado, él no era ningún boina verde retirado, solo era un antiguo camarero reconvertido en vigilante. Agarró el teléfono y llamó a la policía. Al cabo de unos interminables minutos una agente con voz apática le habló. -Policía, ¿dígame? -Señorita le llamo desde la fábrica Drusmor en el parque Joan Malden, alguien está tratando de entrar en la fábrica. Tom miraba el monitor que enfocaba la puerta que había cerrado, esta parecía moverse, aquel ser seguía intentando entrar. -¿Es una persona o varias? -Es un hombre de unos cincuenta años, parece enfermo, pero actúa como un loco. -Bien, mandaré una patrulla, un segundo. Se escuchó como la agente soltaba el teléfono y hablaba por radio. Señor. Si. -La unidad 5 está por la zona en menos de cinco minutos estará allí. -Gracias. -¡Maldito loco! ¡Tenía que venir a joder en mi turno! Tom estaba como hipnotizado mirando la puerta, dio un par de vueltas en círculos y revisaba una y otra vez su arma. Joder este tío me va a buscar la ruina. Se volvió a sentar y vio por uno de los monitores que la patrulla había llegado. -¡Por fin! - Gritó. La policía llamó al timbre de la puerta principal. Tom descolgó el teléfono. -Gracias agentes por venir tan rápido. Es un loco está en la puerta justo al final de la nave donde hay varias camionetas aparcadas, deberían verlas desde su posición. -Ok, las vemos. Permanezca dentro del edificio hasta que nosotros le avisemos. 21


-De acuerdo. Tom suspiró aliviado. Conectó las cámaras de la zona y vio como los agentes se acercaban a las camionetas. Se lo tomaban con tranquilidad. Cuando llegaron a la parte de atrás, las cámaras no estaban bien orientadas, por lo que tuvo que redirigirlas manualmente. -Ahora si voy a ver en directo como te patean el culo. ¡Imbécil! La policía se paró justo a tres metros del hombre, por sus gestos le estaban soltando el rollo típico de la policía. El hombre los miró y se acercó lentamente a uno de ellos. Este le hizo ademán de que se parara, pero el hombre siguió avanzando. Cuando estuvo cerca del policía, Tom presenció el acto más absurdo y aterrador que jamás había visto. Aquel ser, saltó sobre el policía y comenzó a morderle el cuello. El otro agente le disparó pero las balas ni le molestaban, seguía devorando al desgraciado policía. Varios hombres y mujeres se acercaron a ellos pero lejos de ayudar agarraron al otro policía y lo tiraron al suelo. Tom no pudo seguir mirando. No podía creer lo que había pasado. El mundo se había vuelto loco. Escuchó un golpe en la puerta principal. Miró por la cámara y allí estaba John, el compañero que se había marchado hacia menos de veinte minutos. Visto lo visto, no correría ningún riesgo. Movió la cámara hasta enfocar la cara de John. ¡Dios! Tenía la cara desfigurada y cubierta de sangre, le faltaba un ojo y el labio superior. Tom comprobó por las cámaras todas las puertas de acceso y cerro las internas herméticamente. Por lo menos aquella fábrica era segura. Pero de que tenía que defenderse exactamente, ¿era una enfermedad?, ¿unos locos? Volvió a llamar a la policía pero nadie cogía el teléfono. Llamó a su jefe pero él tampoco lo cogía. Encendió la televisión y buscó algún canal de noticias, con la esperanza de encontrar algo que aclarara lo que estaba pasando. CNN bueno. -“Ésta misma debería valer”- musitó Tom. En la pantalla se veían fuertes disturbios por toda la 22


ciudad, la gente corría asustada, otros avanzaban lentamente y atacaban a todos los que encontraban a su paso. La policía no solo no los podía contener sino que además después de ser atacados se unían a la masacre, era como si los infectaran y se volvieran como ellos. Una corresponsal trataba de dar un informe. -Lorna Banson desde la calle 45. Esto es una locura, la gente está literalmente comiéndose entre sí. Les aconsejo que no salgan a la calle hasta que la policía controle la situación. El informe duró poco, una horda agarró tanto al cámara como a la periodista. La cámara seguía filmando, pero Tom no pudo más. Vomitó y vomitó hasta casi quedarse sin aliento. Apenas una hora antes su vida era normal, mediocre pero normal y ahora el mundo estaba loco, nada parecía tener sentido. Se acercó al sofá y se dejó caer. Aunque los cristales de la puerta eran fuertes y la puerta de sólido metal reforzado, los gritos y golpes de los seres se dejaban escuchar. Emitían un lamento insoportable. Tom agarró su pistola y le quitó el seguro. -¡Aún no! - pensó – “Dejemos que pase el tiempo a ver qué pasa” La televisión seguía emitiendo imágenes de gente corriendo. El ejército había tomado las calles, se veían vehículos acorazados y soldados pertrechados más para una guerra que para un disturbio local. -¡Fenómeno, estos les darán caña! Tom miraba entusiasmado como la guardia nacional abría fuego contra los seres. Caían uno tras otro, pero se volvían a levantar. La batalla fue feroz, pero la gente seguía avanzando. Algunos se arrastraban, otros aún faltándole brazos o piernas seguían adelante. Al final los soldados fueron superados y aniquilados. La televisión dejó de emitir. Tom corrió y pulsó todos los botones, canal a canal. -¡No, mierda, no! La televisión también había muerto. 23


Aquellos seres debían haber atacado las instalaciones de las cadenas de televisión o los periodistas las habían abandonado al ver lo ocurrido en las calles. -¡Bien, se acabó! Tom agarró la pistola y se la puso en la sien. El sudor resbalaba por su frente, apretó los ojos y la boca. Los dientes le rechinaron por la presión. -¡Joder! ¡No puedo! Bueno pues si tengo que morir antes me cargaré a todos los que pueda. Abrió la puerta de la sala y camino por el oscuro pasillo C, las luces no funcionaban en aquella zona, debió saltar algún conmutador, cerca de allí se escuchaban pasos. Tom sabía que allí no debía quedar nadie y eso no lo tranquilizaba precisamente. El ruido procedía de una de las puertas interiores que había cerrado desde la sala de control. Allí la oscuridad era total, acercó su linterna a la puerta pero no vio nada raro. Agarró la llave y la introdujo en la cerradura, justo en ese momento un ser se estrelló contra el cristal blindado. A pesar de haberse partido media cara y haber cubierto con su sangre el cristal, seguía golpeándose contra la puerta, sus ojos muertos se posaron en él. Tom sacó la llave de la cerradura y echó a correr. Cuando llegó a la sala D, cerró la puerta del pasillo y entró en la sala blindada. Nada más introducir la clave la puerta se abrió. Entró y encendió la luz. Una fila interminable de bombillas iluminó la estancia. La mayoría de las estanterías estaban ya vacías pero aun había un auténtico arsenal, pistolas, rifles, granadas, etc.… aquellos seres se habían equivocado al meterse con él. Porque a diferencia de otros vigilantes, el no custodiaba latas de conserva o ropa, sino las reservas de una pequeña fábrica de armas. Agarró todo lo que pudo y salió fuera, cerró todas las puertas que daban acceso a la cámara y subió a la pequeña azotea superior. Desde allí podía ver el exterior, a lo lejos se divisaban incendios y algunos helicópteros. La ciudad era un caos y él estaba dispuesto a sembrar un poco de orden.


Tomó un fusil de asalto y comprobó su estado. Acto seguido comenzó a introducir balas en los cargadores. Colocó el selector en posición tiro a tiro. Y seleccionó a su primera víctima que no era otra que su compañero. -Nunca me caíste bien, pero no mereces vivir así. El disparo retumbo en las cercanías que estaban relativamente tranquilas en comparación con el resto de la ciudad. Los seres se acercaron al escuchar ruido. Tom abrió fuego sobre todos los que veía. A lo lejos vio como algunas personas trataban de huir, soltó el rifle y cogió uno de caza con una enorme mira telescópica. Uno a uno abatió a todos los seres que se encaminaron hacia ellos. Cogió unos prismáticos para ver la dirección a la que iban. -¡Joder! Van directos a la peor zona. Tom agarró una granada y la tiró al aparcamiento. El pequeño grupo se quedó paralizado al ver la explosión y aun más confuso al ver a un loco que les hacía señales desde un tejado. Finalmente decidieron que mejor arriesgarse con un loco vivo que con un loco devorador de hombres. Corrieron hacia la fábrica. Tom limpió la zona hasta la entrada. Agarró un subfusil y bajó las escaleras. Corrió hacia la puerta más cercana al grupo. Por el camino recordó que debía pasar por el pasillo donde aquél ser estaba encerrado. Se le heló la sangre. Reanudó la marcha con el corazón latiendo con fuerza. Metió la llave en la cerradura. El ser estaba en frente mirándolo, esperando o al menos eso le pareció. Tom abrió la puerta y rápidamente le disparó a la cabeza esparciendo sus sesos por todo el suelo. Cuando pasaba junto a él, se percató de que llevaba un mono de trabajo, debía ser algún contratista que se quedó haciendo horas extras, pero ¿cómo se infectaría?, debió ser antes. En cualquier caso apartó esos pensamientos de su mente y corrió hacia la puerta exterior, el grupo no estaba a salvo afuera. Abrió la puerta y disparó a todos los seres que se acercaban. El grupo compuesto por dos ancianos, varios jóvenes, un niño y dos soldados se 25


acercaron corriendo. Tom afinó la puntería y acabó con un ser justo cuando agarraba por el pelo a una joven. Los soldados debían estar sin munición porque en ningún momento escuchó disparos. Por fin llegaron a la puerta. Tom cerró con llave y les ordenó acompañarles. Una joven gritó al ver al ser tirado en el suelo. Tom agarró la llave y cerró la puerta de seguridad. Una vez a salvo se relajó y los miró. Uno de los soldados le dio la mano. -Hola me llamo Dexter pertenezco a la Guardia Nacional. Tom lo miró confuso. -Os vi por la tele, os dieron una buena. Dexter bajó la mirada. -Así es, salvo Jimmy y yo acabaron con todos. -Veo que recogisteis supervivientes- comentó Tom. -Son los pocos que encontramos con vida. Tom los miró otra vez. -Bueno pues ¡bienvenidos a mi fábrica de armas particular! Dexter lo miró con los ojos como platos. -¿Has dicho?, ¿fábrica de armas? -Sí, lo cierto es que la estaban cerrando, cuando todo esto pasó. La mayor parte se trasladó la semana pasada, pero aún queda un auténtico arsenal. Todas las puertas exteriores e interiores están cerradas. Si seguís este pasillo hacia la izquierda os llevará hacia la sala de seguridad y hacia la derecha a la cámara donde están las armas. Os aconsejo que vayáis a la sala de seguridad hay un gran sillón donde podréis descansar algo, después bajaré al comedor de la fábrica, estoy seguro de que aún debe haber algo de comer. -¿A dónde vas tú? - Preguntó Dexter. -Voy a la azotea, a ver cómo está el patio. 26


Tom subió la escalera y se asomó con sigilo, procurando no dejarse ver. Fuera en el aparcamiento la muchedumbre se había diseminado. Algún ser deambulaba en las sombras, pero por lo demás las calles estaban tranquilas. A lo lejos seguían ardiendo algunos edificios, ya no había movimiento en el cielo, los helicópteros debían haberse marchado lejos de allí. Un ruido tras él le sobresalto, se volvió rápidamente apuntando con el subfusil. Era una joven. Ella sobresaltada lo miró. -Perdona soy Jean, quería darte las gracias, de no ser por ti ese ser me habría devorado. -Vaya, tu eres la chica a la que le querían hacer un corte de pelo. No hay de qué. Tom volvió a mirar a la calle. A lo lejos empezaba a verse movimiento. Decenas de cuerpos renqueantes se acercaban con torpeza y sin disimulo alguno. -¡Mierda! Esas putas criaturas no se cansan nunca - Gritó Tom. Entonces escuchó un ruido ensordecedor. Varios cazas surcaron el cielo llenando la noche con los estruendos de sus misiles. Las explosiones iluminaban las calles, los edificios ardían y se derrumbaban. Parecía como si quisieran demoler la ciudad entera para acabar con esas criaturas, pero eso no serviría de nada, pensó Tom. Siempre quedaría alguno en alguna alcantarilla, bajo los escombros, aunque acabaran con la mayoría, unos pocos supervivientes podrían provocar la infestación otra vez. Tom agarró un fusil que tenía lanzagranadas y disparó al aire justo cuando un avión venía en su dirección. Tom vio cómo el piloto hacía un giro inesperado que daba a entender que había visto la explosión, pero ¿habría entendido el mensaje? El ruido atrajo a más y más seres, cuando los aviones dejaron de bombardear, las calles estaban llenas de miles de ellos. Y ahora todos parecían dirigirse a la fábrica. Tom mandó a Jean abajo y le ordenó que avisara a 27


los demás para que cogieran todo el armamento que pudieran cargar y subieran al tejado. De ponerse mal las cosas, la azotea sería el sitio más seguro. Cuando todos subieron Tom recordó que apenas si tenían comida, pero los ruidos en la parte de abajo llamaron su atención. Se acercó a uno de los laterales de la azotea y después miró el resto de posiciones. La cosa se ponía mal. Los seres estaban intentando entrar por todas las puertas, no tenían mucha fuerza pero eran tantos, que ejercían demasiada presión sobre las puertas y no todas estaban diseñadas para aguantar mucho. Pronto escuchó como reventaban una de las puertas traseras. Ni siquiera las puertas con cristales blindados aguantarían mucho, y el tiempo acabó dándole la razón. Se escuchaba ruido de cristales rotos y pasos torpes tropezando en la oscuridad. ¡Mierda! Agarró su arma y disparó a los goznes que sostenían la pequeña escalera que daba acceso a la azotea. Tom miró al grupo. Ahora esos engendros no lo tendrán fácil para subir, pero como se amontonaran abajo, esos desgraciados podrían escalar. Cerró la tapa y la atrancó. Lentamente se fue retirando a un rincón de la azotea y se sentó en el suelo. Se llevó las manos a la cabeza y se tapo los ojos. Necesitaba pensar. El resto del grupo se estaba poniendo nervioso al escuchar tan cerca a los seres. Tom cogió su pistola y la miró fijamente, pensó en pegarse un tiro y terminar de una vez con aquella pesadilla, al fin y al cabo él no era responsable de aquella gente ya había hecho demasiado por ellos. Bajo la azotea se escuchaban los lamentos y pisadas. No tardarían mucho en encontrar la manera de subir. Todos estaban asustados y miraban fijamente a Tom. -¿Qué hacemos ahora? -Pregunto Dexter. Tom lo miró incrédulo. -Y ¿me lo preguntas a mí? Tú eres el soldado, que quieres que haga yo. Dexter lo miró. -Sí, es cierto, soy soldado. Pero yo no he sabido prote28


ger a esta gente, ni a mis amigos, el único que ha sabido ser un líder y salvarnos el pellejo a todos eres tú. Me da igual que locura se te ocurra, tu dinos que hacer y todos te seguiremos. Tom se rascó la cabeza con la pistola. -Tío, no soy un líder ni quiero serlo. He tenido suerte y hasta ahora hemos sobrevivido pero eso es todo, a partir de aquí deberéis buscaros la vida. En lo que a mí respecta cuando se acerquen esas cosas me volaré la cabeza. No tengo ninguna razón para seguir luchando. Dexter maldijo en silencio y se alejó de allí. La trampilla de la azotea comenzó a zarandearse, de alguna manera habían conseguido llegar arriba. Dexter miró a Tom que ya le había quitado el seguro a su arma y con un guiño le indicó que todo se acababa. Fue en ese momento cuando un niño se sentó junto a Tom. -Señor usted nos va a salvar de esas cosas, ¿verdad? Tom lo miró. -Hijo yo no sé qué puedo hacer…. El niño lo miró entre lágrimas. -Entonces ¿nos van a comer? Tom se maldijo a sí mismo. Se levantó, acarició la cabeza del chico y le dijo. -Nadie te va a comer mientras yo esté aquí. El niño se abrazó a su pierna y sonrió. Tom miró a Dexter. -Quiero que todos carguéis las armas y la comida, quitad los seguros y estad alerta. Bajaremos a la azotea inferior, desde allí hay una escalera que da acceso a un patio trasero donde está aparcada una furgoneta. Las llaves están en la


guantera. Dexter acompáñalos y asegúrate de que lleguen vivos. Y otra cosa. Si en diez minutos no estoy abajo sácalos de aquí. Dexter lo miró, dudando. Tom captó su nerviosismo. -¿No querías un puto líder que diera órdenes? pues ¡obedece! Dexter asintió, se acercó a él y le dio un fuerte abrazo. Tom vio cómo el grupo se alejaba escaleras abajo. Los vio caminar por la azotea inferior y bajar hasta el patio. Dexter y el otro soldado aseguraron la zona mientras el resto subían a la furgoneta. Sin encender el motor ni las luces esperaban allí. Pero los seres rompieron la trampilla y comenzaron a subir. Tom los acribilló sin compasión, corrió hacia la escalera pero comprobó que la azotea inferior y el patio comenzaban a llenarse de criaturas. Estaba atrapado. La furgoneta se puso en marcha y se alejó de allí rápidamente. Ahora estaba atrapado y solo. Trepó por una chimenea lo más rápido que pudo, con horror, vio como se le caía la bolsa con la munición extra. Ya sólo tenía un cargador y la pistola. Siguió subiendo hasta que ya no tenía escapatoria. Uno a uno fue eliminando a todos los seres que conseguían trepar. Pero pronto se quedo sin balas. Tiró el fusil contra la cabeza de uno, consiguiendo desestabilizarlo y hacerlo caer. Pero vio como se volvía a levantar. Sacó su pistola y se la puso en la cabeza, no quería morir pero mejor una bala que ser devorado. Apretó el gatillo. Tom apretó los ojos, pero nada sucedió. Saco el cargador y comprobó que estaba vacío. -¡Dexter! - Gritó. Dexter circulaba lo más rápidamente posible con las luces apagadas, atropelló a varias criaturas en su camino de huida. El grupo estaba muy disgustado por abandonar de esa forma a su salvador, pero comprendían que no había otra opción, si se hubieran quedado, habrían muerto todos allí. Dexter suspiro aliviado al comprobar que había acertado con la ruta y ahora se alejaban de la ciudad por una carretera secundaria.


Atrás después de unas cuantas horas de viaje, la mayoría estaban dormidos. Algunos no podían ni pensar en cerrar los ojos del miedo que tenían y Dexter apretaba los suyos para intentar ver mejor la carretera y sobre todo no dormirse. Fue entonces cuando dos Jeep salieron a su encuentro. Varios hombres se acercaron a ellos apuntándolos con sus armas. Dexter les gritó su rango y número. Los soldados inspeccionaron la furgoneta y los condujeron a su base. Dexter se enteró de que el ejército iba a bombardear la ciudad hasta no dejar piedra sobre piedra. Todos se miraron, nadie quiso admitirlo pero todos pensaban en Tom. Solo, abandonado y encima si no lo mataban los zombis lo haría el bombardeo. Un helicóptero se aproximaba. Unas pequeñas luces delataban su posición. Lentamente se acercaba hasta que acabó posándose cerca de ellos. Varios soldados saltaron del helicóptero. Tras ellos apareció un hombre. Todos los del grupo se quedaron asombrados. El niño del grupo salió corriendo hacia el helicóptero. Allí con cara de pocos amigos y con un puro en la boca estaba Tom. El niño se le agarró a la pierna, Tom lo cogió en brazos. El grupo entero corrió hacia él entusiasmados al verle con vida. Dexter se acercó a Tom y le puso una mano en el hombro. -Tío eres duro de pelar. Tom le sonrió. -Y tú un ¡cabrón! La próxima vez que me abraces, revisaré el cargador de mi pistola, no me quedó otra que ingeniármelas para escapar. Bueno ahora veamos la fiesta. Todos se giraron al escuchar los aviones, esta vez no eran cazas sino bombarderos. La noche se iluminó a la luz de las explosiones. El bombardeo fue tan intenso que durante horas la noche parecía haber dejado paso al día. La pregunta que todos se hacían era, ¿acabarían la bombas con todos los seres? 31


CAPÍTULO 1 parte II

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..CONTINUA EN EL SIGUENTE NÚMERO!!

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Ilustración: Carlos Rodón

Al subir al vagón me sentí enseguida reconfortada por el cambio de temperatura y esbocé una amplia sonrisa de satisfacción. El interior estaba muy limpio y recogido. Pensé en que aquel mendigo lo había adecentado para hacer su casa allí. Aunque eso sí. Olía a cerrado, a humedad y a sudor rancio. Me saqué la capucha del abrigo y sacudí el agua del flequillo y de la ropa. Me comencé a poner nerviosa, excitada ante el inexplorado espacio que se ofrecía frente a mí. Me dieron ganas de ponerme a investigar como una loca por cada rincón del habitáculo. Y si podía abrir la puerta, colarme en la cabina del conductor. A mitad del compartimento había una vieja guitarra acústica apoyada en un asiento, junto a éste faltaban las filas siete, ocho y nueve de asientos del lado izquierdo y en su lugar había un montón de bolsas de plástico, algo de ropa sucia y un viejo colchón de muelles que ni me atreví a tocar. El olor 39


a sudor rancio venía de él. Me dio mucho asco y más cuando me fijé en las espesas salpicaduras amarillentas, marrones y rojas, desparramadas por encima del jergón y por la pared del compartimento, parecían mocos de enfermo. Me revolvió las tripas y tuve fuertes arcadas. Salí corriendo a vomitar fuera del vagón. Vacié el estómago en la misma puerta. Cuando escuché un lastimero gemido que procedía del interior del vagón, me quedé de piedra y tuve miedo, mucho miedo. Se me hizo un nudo en el estómago y eché la bilis que me quedaba. Tomé un buen trago del frío aire de la mañana y me sentí algo mejor. Me dije a mi misma que si no entraba a ver qué pasaba, me lo iba a estar reprochando de por vida e iba a quedar como una cobarde. ¡Y Marta Alcocer no es una cobarde! Me encontraba algo mareada, asustada y muy cabreada conmigo misma, me armé de valor y pensé en que aquella persona que gemía tan lastimosamente podría necesitar de mi ayuda. Me limpié la boca con la manga del plumas, restos espesos de vómito se quedaron pegados, pero me dio igual. Cogí aire otra vez y me lancé a por todas. La escalerilla estaba llena de vomitina y no era cuestión de pringarme más. Así que salté los tres escalones agarrándome de la barra junto a la puerta. Una vez dentro me paré y escuché, no se oía nada, ¡coño! ¿Lo habría imaginado? Me subió el rubor a las mejillas y me sentí la tía más estúpida del planeta. “¿Otra mala jugada de tu imaginación, Martita?” estaba a punto de llorar de rabia cuando volví a escucharlo, al fondo del vagón, a la derecha, aunque esta vez el lamento gutural era mucho más flojo, me dio un vuelco al corazón y me acerqué con rapidez, pero con cautela, no me fiaba un pelo y el instinto me decía que algo no iba bien. Lo que encontré no lo podía haber imaginado ni en mis peores pesadillas. Un hombre mayor, de unos sesenta años, tirado sobre los dos últimos asientos, con la pierna y brazo izquierdos colgando, “como un muñeco roto” los otros dos miembros habían sido devorados, desgarrados a dentelladas, parecía que un animal salvaje se hubiese cebado en él. El abdomen estaba abierto y lo que un día fueron sus tripas se descolgaban hasta el suelo en jirones desgarrados, sobre una 40


enorme mancha de sangre y fluidos corporales. El hombre intentó hablar, pedir auxilio, clemencia o algo, pero borbotones de espesa sangre le brotaban por la boca a cada intento. Dudé de mi cordura, lo deseché. No sabía qué hacer, a quién pedir ayuda, el hombre, o lo que antes había sido un hombre, se moría y lo haría delante de mis ojos si me quedaba allí. Rompí a llorar y eché a correr. Corrí en dirección a la verja rota por donde nos colábamos las tres mosqueteras. La lluvia me mojaba el pelo y la niebla cada vez era más espesa a mí alrededor; espesa y helada. Me pareció que se movía según me movía yo. Corrí como una exhalación entre las vías aún a pesar de no poder ver nada en cinco metros a la redonda, conocía el sitio y sabía que me dirigía a la salida, el corazón golpeaba mi pecho cada vez más fuerte y me sentía irritada. En ese momento agradecí ser de las mejores atletas del cole y aún tuve ánimo para imaginarme al gordo de Tomás en esta situación, desde luego si le persiguiera un asesino sanguinario ya podía darse por fiambre. Levanté la cabeza, la lluvia impactaba con furia en mi cara, la tormenta me despabilaba y me inyectaba energía, me refrescaba y azuzaba a correr más deprisa. “Tenía que pedir ayuda para aquel hombre, aunque ya estaría muerto cuando llegaran a socorrerlo” “¿cómo alguien pudo hacer algo así, habría sido el tipo desgarbado de la pajarita, o simplemente salió huyendo de aquél horror?” [Al igual que estaba haciendo yo ahora mismo] recordé el titular del Heraldo de Aragón, todos aquellos basureros descuartizados. Toda aquella violencia que se estaba propagando por la ciudad. Apreté más la carrera y tuve la sensación de que el corazón se me iba a salir por la boca. La niebla se iba disipando, y ya podía ver en más de diez metros, el vallado metálico se empezaba a aparecer al fondo del recinto. Giré la cabeza y la niebla ahí estaba. Agarrada al suelo, levantándose en volutas. Más cerrada y espesa, parecía viva, reptando con elegancia. Se arremolinaba sobre sí misma como dándose empuje en grumos espesos y blancos.

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Me alcanzaron unos girones, noté como si me agarraran la pierna y entonces tropecé con algo que había en medio de la vía. Me caí de morros todo lo larga que soy. El impacto fue muy fuerte, dándome en un travesaño con la cabeza. Me hice un corte en la barbilla y al levantarme aturdida vi con lo que me había tropezado. Una mujer tumbada boca arriba. Apenas tenía color sobre su cuerpo semidesnudo. Era de unos treinta años y no llevaba anillos, ni pendientes, ni pulseras. Nada. Salvo un pequeño tatuaje en el vientre. Un corazón roto con los bordes dorados y de un rojo intensísimo. Me sobrevino un profundo sentimiento de pena y un terror sin nombre atenazó mi ánimo de nuevo. Y de nuevo me puse a temblar mientras se escaparon lágrimas de miedo entre los jadeos del esfuerzo. Estuve un rato así; sollozando y temblando. Sin dar crédito a todo lo que estaba sucediendo esa fría mañana. Hasta que, no sé bien de donde narices me sobrevino un destello de coraje, y apelé a la lógica deductiva que tan buen resultado me daba siempre. Y más cuando tenía que poner en orden mi cabeza. Parecía dormida, por lo plácido de su gesto; el brillo del blanco rostro y la extraña y apagada luz de sus ojos azules. La observé atónita, hasta que me di cuenta de que la niebla se había ido por completo. De nuevo, como por arte de magia, todo comenzó a recobrar el color. Me limpié la lluvia de la cara y empecé a llorar como una boba cuando vi la sangre que salía bajo su cuerpo, muchísima sangre, espesa y oscura. No sé por qué me acordé de mi hermana Clara y de su dolor de tripas y aún lloré con más ganas. Eché a correr y no paré hasta llegar a casa de tía Marga. Era la que más cerca vivía de toda mi familia, no pensé en la policía, ni en nadie más que no fuera mi familia. La arrastré hasta las vías, donde había encontrado a la mujer y al hombre devorado y moribundo. Me advirtió de que cómo fuese otra tontada de las mías me la iba a ganar. Cuando llegamos la mujer ya no estaba. No había rastro alguno de que hubiesen arrastrado el cuerpo. Sólo la mancha de sangre difuminada por el agua llovida, casi imperceptible para alguien que no supiese que había estado allí. Marga ponía caras de fastidio y de incredulidad mientras recuperaba el aliento, inclinada sobre las rodillas. Eché a 42


andar intentando asegurarme de que aquél era el sitio. Mientras, pensaba en que un cadáver no se evapora en el aire. ¿Y si no hubiese estado muerta? Si se hubiese levantado de la vía habría dejado un buen rastro, si el suelo hubiese estado seco. El furioso aguacero lo había borrado todo. No encontraba una explicación lógica a aquello por más vueltas que le daba. Cuando volví junto a mi tía con la intención de llevarla hasta el tren donde encontré al hombre desmembrado, me di cuenta de que no estaba sola. En el lugar exacto en donde tenía que estar el cuerpo de la mujer, había un imponente cuervo negro. Y el cuervo nos graznó. Lo hizo dos veces, como riéndose de nosotros, de mí. Como anunciando el final de una grotesca broma, graznó una tercera vez y alzó el vuelo, pero antes de que lo hiciese recalé en sus ojos, los tenía como cubiertos por un velo blanco, grimoso, muerto. -¡¿Tía Marga has visto sus ojos?! - estaba muerta de miedo. - Sí, los he visto - parecía que dudaba un poco - Estará enfermo, ¡anda, vámonos de aquí que te espera una buena en tu casa! - pero tía… lo que vi era real, ella estaba aquí y el otro hombre en un tren, al fondo de las vías…- intenté convencerla, aquello había pasado ahí mismo. - Mira Marta - comenzó a decir, acercando su cara a la mía - Lo que has hecho no le veo la gracia, - su voz era serena, pero dura. - Te parecerá muy guai, muy divertido, pero esta bromita tuya no tiene ni puta gracia - los ojos se le encendieron.- ¡Y más con todo lo que está pasando desde ayer! - ¿Acaso no sabes nada de todas las muertes? ¿De los ataques? O quizá por eso…- me miró con tanta dureza, que no creí que tía Marga pudiese tener esa mirada, el corazón se me encogió y tuve la sensación de que no debía ser más grande que una nuez. - ¡Te has pasado muchísimo, hija de la gran puta!

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Se separó de mí, me dio la espalda y caminó unos pasos con los músculos en tensión. Estaba claro que no creía ni una palabra, así que decidí callar, ya que no tenía ni una maldita prueba, “se había evaporado” y al “Tamagochi” segurísimo que no querría ni acercarse. La vi llamando por el móvil a mamá para que viniese a buscarnos con el coche, cada vez parecía que llovía más fuerte y la lluvia se volvía más espesa, más pesada, más oscura y olía raro, ¿a muerte? Me agarró por el brazo y me llevó arrastras, sin pronunciar ni una palabra, hasta el exterior del recinto de la RENFE, yo no quería volver a casa, no sin antes llevarla junto al hombre devorado. Fue tanta mi insistencia que debí cabrearla de verdad ya que me soltó una sonora bofetada. -¡Como vuelvas a decir una palabra más te inflo a hostias! - Su cara hervía de ira, rompí a llorar - ¡Harta me tienes con tanta tontería! ¡¿No tienes ya suficiente por hoy?! Sus palabras estaban cargadas de… ¿odio? No me lo podía creer, mi tía nunca en la vida me había pegado ni chillado de esa manera. Era una mujer dinámica, extrovertida y macarra. Pero nunca la había visto en ese estado de nervios. Me atreví a levantar la mirada para cruzarme con la suya, sus ojos estaban rojos de ira. -¿Sabes que mi novio fue asesinado ayer noche?- preguntó a medida que se venía abajo, rompió a llorar, me abrazó y lloramos juntas - Lo encontraron esta mañana en Alcalde Caballero, a pocos metros de su casa, me acabo de enterar cariño. Siento mucho haberte pegado mi amor.- me abrazó de nuevo, con tanta fuerza esta vez, que creí que me rompía algo. Estuvimos abrazadas y llorando hasta que llegaron mis padres con el coche. Yo me sentí fatal por haber acudido a ella y por como había ocurrido todo, por cómo me había quedado sin pruebas y por cómo había quedado como una niña estúpida, cruel 44


y mal criada. Mi madre la intentó convencer para que se viniese a casa, pero Marga insistió en irse a descansar, sola. Ella necesitaba de sus soledades, más en momentos así. La vimos alejarse bajo la lluvia, bajo aquella negra lluvia, en aquella negra mañana de aquél negro domingo de mis trece años. Me quedé mirando a través de la ventanilla del Galaxy de mi madre. Hacia aquella hostil ciudad en la que se estaba convirtiendo Zaragoza. No entendía nada, mientras aquella lluvia cada vez era más negra, más sucia. Mis padres comenzaron a discutir por mi culpa y presa de los nervios por toda aquella situación con la que se había despertado la ciudad. Emilio, mi padre, no paraba de repetir que aquello estaba ocurriendo por todo el país, que había comenzado aquella locura homicida al mismo tiempo que el temporal de lluvias que recorría España y el sur de Francia, que era como si el temporal hubiese traído una maldición consigo. Mi madre le tachaba de loco por decir esas cosas, aseguraba que nada tenía que ver una cosa con la otra, que esto era por la crisis, que había mucho desequilibrado suelto. Cruzamos la Avda. Navarra y encaramos la calle Rioja dirección a casa, poco antes de alcanzar la Avda. Madrid una mujer salió corriendo de un portal y se abalanzó sobre un muchacho que caminaba por la calle, lo derribó y comenzó a morderle el cuello, moviendo la cabeza con furia y haciendo saltar chorros de sangre y trozos de carne en todas direcciones. Los gritos del chico llegaban amortiguados hasta el interior del coche. Mis padres ni se enteraron enfrascados como estaban en una, ahora, fuerte discusión. Las pocas personas que circulaban por allí echaron a correr cada una en una dirección distinta. Uno que corrió cruzando la Avda. Madrid acabó bajo un coche que bajaba a toda velocidad. Otro se metió en un bar cercano, para salir a los segundos, zafándose de tres negros en chándal que le iban soltando bocados por donde podían, se quedaron atrás, yo no entendía cómo mis padres no se dieron ni cuenta, y claro está que yo no iba a 45


ser quien se lo dijera, no después de que nadie me creyese en lo que me acababa de ocurrir en las vías. Recuerdo que me quedé observando aquello como el que está viendo una película, impasible, sin sentimientos. Los gritos de mis padres me estaban haciendo estallar la cabeza.

DIÁRIO DE MARTA ALCOCER Zaragoza a 09 de Febrero de 2014. Domingo. 22:00 pm. No voy a escribir más en este diario. Estoy muerta de miedo. Mi padre cerró desde fuera con llave la puerta de mi cuarto y desde hace dos horas no escucho absolutamente nada de ruido en mi casa, sólo la tele, que parece que esté en el canal 24 horas todo el día, porque no paro de escuchar lo que parecen noticias, pero no logro entender desde aquí lo que dicen. Por la ventana de mi habitación sólo se ve el patio de luces y hará cosa de una hora en el piso de enfrente se declaró un incendio, tras unos breves gritos. Nadie ha venido, ni policía ni bomberos. El fuego ha empezado a propagarse por el edificio y creo que me he quedado sola. Clara no ha regresado de su ensayo en el grupo en el que toca la batería, a las ocho tenía que haber estado en casa. No tengo el móvil, ni el portátil, ni nada con lo que comunicarme con el mundo que hay fuera de mi habitación. Tengo puesta la música a todo volumen para no oír los gritos que me llegan desde los pisos del bloque. Estoy muerta de hambre y de sed, pero no me atrevo a forzar la puerta de mi cuarto y salir de aquí. No sé qué puedo encontrarme. Mis padres no están en casa, no han vuelto, ¿Dónde están? Temo por ellos, por mi hermana, por mi tía Marga, por Eva… por mí. La última vez que miré por la ventana el fuego del incendio del piso de enfrente tiraba para arriba, he corrido las cortinas, no quiero ni mirar. No sé para qué cojones estoy escribiendo esto si tengo el presentimiento de que nadie lo va a leer nunca. Creo que todo se ha ido a tomar por el culo, en verdad, alguna vez tenía que ocurrir. Pero qué putada tan gorda es que me tenga que pasar el día en que me caen los trece años. Aún no me he agarrado un ciego, ni me he echado un polvo… ni me he sentido enamorada. La vida 46


aún no ha empezado y ya se acaba.

DIÁRIO DE MARTA ALCOCER Zaragoza a 09 de Febrero de 2014. Domingo. 23:05 pm. Estoy escuchando explosiones en la calle y he sentido cómo la casa temblaba en varias ocasiones. ¿Habrá estallado la guerra? ¿Eso es lo que está ocurriendo? He escuchado el ruido de cazas en el cielo, como los de la Base Aérea, pero pasaban muy cerca, luego más explosiones. Creo que nos están bombardeando. ¿Serán los moros, los alemanes? ¿Quién habrá podido entrar en guerra contra nosotros, y atacar nuestras ciudades? Hace media hora que la ventana saltó por los aires tras una de las explosiones, o por la onda expansiva, no lo sé. Tengo algunos cortes en las piernas y el agua no para de entrar [sigue lloviendo esa lluvia negra] Estoy acurrucada en un rincón, agarrada a este diario como un naufrago a una tabla, es el último regalo que me hizo mi madre. ¿Dónde estará, donde estarán todos? ¿Por qué la gente se comportaba así hoy, por qué tanta locura y violencia? Reconozco que no paro de hacerme preguntas sin sentido, Sé que voy a tener que espabilar, salir del puto cuarto, e irme, pero… ¿A dónde coño?

DIÁRIO DE MARTA ALCOCER Zaragoza a 09 de Febrero de 2014. Domingo. 23:40 pm. Hace diez minutos sonó el teléfono, el fijo de casa. Está en el salón, la tele ya no se oye, y hace tres minutos que me he quedado a oscuras, estoy escribiendo esto con una led de llavero que guardaba en un cajón. Me he acordado de las chuches que compré donde Pepe y me las he comido todas, aún las tenía en el bolsillo del plumas del puto Bob Esponja. Qué boba, ni me había acordado en todas estas horas. Nadie 47


ha regresado aún a casa, se siguen escuchando explosiones y aviones volando bajo, pero pasan de largo y las bombas [o lo que sean] suenan más lejos. ¿Quién habrá llamado? ¡Joder! Intenté salir a responder al teléfono, pero no he podido abrir la puta puerta, le he dado con todas mis fuerzas, con el hombro y lo único que he conseguido es hacerme daño. A patadas y sólo la he abollado un poco, pero sin abrirla. Con la silla de mi escritorio y nada. Sonó dos veces, hasta que se cortó, ¿Cuánto fueron eso, catorce tonos, dieciocho? Estoy encerrada y creo que ya nunca saldré de aquí. He estado a punto en varias ocasiones a liarme a gritos por la ventana, pero visto cómo está todo por ahí fuera he desechado esa idea. A parte, tengo la boca tan seca que dudo que pudiese gritar mucho. La luz de la led llavero se está agotando [le pasa como a mí, coño. Estoy hecha mierda] Creo que me voy a echar a la cama, antes la corrí al lado opuesto de mi habitación para apartarla de le lluvia que entra, de esa mierda de agua negra que no para de caer. ¡Me cago en Dios, ya! ¿Cuándo va a acabar de llover? ¿Cuándo va a acabar todo esto? Decidido, me voy a dormir, no aguanto más despierta. Estoy agotada. Me voy a echar vestida, con botas y todo, tengo frío y hambre, total ¿qué más da ya como me acueste? Solo deseo que mañana cuando despierte haya acabado toda esta locura, no sé si será así, pero de lo que si estoy completamente segura es de que este ha sido el último domingo.

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LA CRIATURA DEL MES... Pennywise (It)

Fran C贸rdoba 路 www.francordobaart.com 路 ilustrador@francordobart.com 49


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SOMBRAS EN KLOOGA Sergio Fernández

Para Gael. 17 de Septiembre de 1944. Campo de concentración de Klooga. Condado de Harju. Estonia. El chico miraba a través de una rendija, producto del mal ensamblaje de dos de los tablones de madera que conformaban el refugio en el que convivía con el resto de los niños prisioneros del campo. Fuera, la lluvia caía con intensidad, aunque no era eso lo que más le preocupaba… Se llamaba Linas y procedía del ghetto de Kaunas, en Lituania. Era demasiado pequeño para entender por que lo trasladaron hasta el lugar en el que se encontraba, pero lo que si sabía con certeza era que ya no deseaba continuar mas allí. Por eso se encontraba a punto de hacer lo que llevaba planeando mas de diez meses. El pequeño Linas huiría de aquella cárcel esa misma noche. Había dedicado gran parte de sus horas de sueño a cavar, bajo su camastro, un agujero en la fría y dura tierracon la única ayuda de una cuchara de madera que conectaba directamente el interior del tugurio con el exterior, por debajo de los destartalados muros de madera del antro en el que dormía. Cuando amanecía cubría el agujero de dentro con una de las sucias mantas del catre, y el exterior lo camuflaba con rastrojos y matorrales que crecían justo en el muro de madera. Eso sólo significaba un paso más hacia la libertad. Sólo un paso. Así que se arrastro por el angosto túnel y una vez que estuvo fuera, agazapado aún dentro del final del agujero, es-

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peró a que la gran luz blanca, casi amarilla, pasara justo enfrente de él. Ciento veintidós segundos. Ni uno más ni uno menos. Eso era lo que tardaba el foco de vigilancia en dar la vuelta completa al campo de concentración. ¡Ahora! En el momento en que pasó de largo el chico comenzó a correr, de frente, directo a la alambrada. y mentalmente empezó a contar… Uno, dos, tres, cuatro… Cincuenta y siete, cincuenta y ocho, cincuenta y nueve, sesenta… La alambrada. También había dedicado horas de trabajo en ella. Una vez que tuvo lista la cavidad que le aseguraba el paso desde el barracón al patio había dedicado un par de semanas a aserrar el alambre que lo separaba del bosque, y algunas noches extra a camuflar su obra.Al principio, aserraba un poco el alambre, daba un par de pasadas, desconfiado y con el miedo metido en el cuerpo y volvía al agujero.Los primeros días casi no avanzó nada, debido a los nervios y el pánico a ser descubierto. Cuando por fin pudo establecer la cadencia de paso del foco de vigilancia, todo fue mucho más fácil y su trabajo avanzó a pasos agigantados. Por suerte para el chico, Franz Von Bodman, el oficial del que dependía su sección sentía verdadera pasión por los muebles clásicos restaurados, por eso habilitó un taller de carpintería en el que él, Linas Sabonis, ejercía las labores de aprendiz, y ahí consiguió la pequeña sierra que utilizaba. Los soldados alemanes no eran demasiado observadores y no se fijaban en los detalles. Solo querían terminar la ronda de vigilancia cuanto antes y regresar al cuerpo de guardia, donde los esperaba el calor de las estufas de gas; afuera llovía con fuerza y hacia demasiado frio. Por eso nunca descubrieron que en la alambrada existía una 52


pequeña hendidura en la que la parte aserrada solo se encontraba superpuesta… Noventa y tres, noventa y cuatro, noventa y cinco, noventa y seis… El pequeño llegó a la alambrada y con extremo cuidado para no hacer más ruido del necesario, separó la parte del alambre que tapaba la abertura que le permitiría salir al bosque. Sin prisa pero sin pausa, se coló por la pequeña rendija. Aún disponía de unos treinta segundos para adentrarse en la frondosa arboleda que, cada vez más cerca, le esperaba pacientemente. Estaba apunto de salir cuando notó que algo tiraba de su pie izquierdo hacia atrás. Los bajos de su desgastado pantalón se habían enganchado en uno de los filamentos de la cerca. Tiró con todas sus fuerzas para liberarse del inoportuno agarre una, dos, tres y hasta cuatro veces, pero no había manerade zafarse. Recordó entonces que aún llevaba la pequeña sierra en el bolsillo, así que rápidamente la sacó y empezó a cortar el pantalón. El foco seguía avanzando hacia su posición, cada vez más próximo. Por fin, después de hacer un buen corte en la tela, al dar un ultimo tirón el enganche cedió. Rápidamente se incorporo y comenzó a correr en dirección a la floresta tan veloz cómo sus cortas piernas le permitían. Tan solo tres metros lo separaban del oportuno refugio formado por troncos, hojas y ramas cuando vio su sombra, magnificada gracias a la luz, en el embarrado suelo. El foco había completado su acusador trayecto. Lo habían descubierto. Las voces de alarma fueron inminentes y casi de inmediato, también comenzó a escuchar los ladridos de lo que parecía ser una jauría de más de mil canes. Las piernas le flaquearon, convirtiéndose en mantequilla, victimas del miedo y el nerviosismo aunque el chico no dejó de correr. La luz de la luna se filtraba solo a veces por las copas de los arboles, pero era suficiente para permitirle ver donde pisaba; hubiese corrido 53


tan lejos del sitio del que huía incluso aunque se hubiesen apagado todas las estrellas del firmamento y esté se sumiera en la más absoluta oscuridad. Cada vez escuchaba los ladridos de los perros más cercanos, y las voces de los soldados nazis sonaban cómo si estuviesen a su lado, gritándole al oído. Aun así, el chico no cejaba en su intento de escapar y corría, ya casi al borde de la extenuación; sus piernas eran demasiado cortas; su corazón, demasiado pequeño. No aguantaría mucho más… Siguió corriendo durante un breve periodo de tiempo cuando, al cabo de un rato, el pequeño Linas notó que definitivamente su corazón no aguantaba más el ritmo cardiaco al que había sido sometido. Las piernas le temblaban, las plantas de los pies le ardían e incluso le habían empezado a sangrar, debido a la escandalosa precariedad de su, ahora gastado calzado. El chaval se derrumbó en el suelo, vencido. Arrastrándose, apoyó la espalda contra un árbol, y vomitó. Solo pasó un momento sentado cuando, a través de las lagrimas que inundaban sus oscuros ojos vio a uno de los enormes perros acercarse lentamente hacia él,de frente. El can lo miraba fijamente y gruñía enseñándole sus fauces en una terrorífica mueca que parecía ser una macabra sonrisa de triunfo. Dio dos vueltas alrededor del muchacho, observándolo fijamente, y finalmente cogió impulso y se abalanzó sobre él. Cuando despertó, había dejado de llover y el bosque había sido invadido por una densa niebla, que apenas permitía ver más allá de sus brazos extendidos. Tenía las ropas, la cara y las manos empapadas en sangre y el perro yacía justo enfrente de él, en el suelo, completamente destrozado. Se incorporó aturdido y sin saber que había pasado, cuando de nuevo comenzó a oír las voces y los ladridos de sus perseguidores. Al girarse, comprobó que los haces de luz de las linternas alemanas, se movían a unos sesenta metros de distancia, buscándolo entre la niebla. Pensó en quedarse allí, agazapado para ver si pasaban de largo, pero luego cayó en la cuenta de 54


que los perros lo olerían a él y a lo poco que quedaba ya de su compañero, así que de nuevo, comenzó a correr. Las hojas secas sonaban bajo sus pies rotos y al muchacho aquel sonido le pareció el ruido más estridente del mundo. Poco tardaron los soldados en descubrirlo y dejar de dar palos de ciego para concentrarse de lleno en dar caza a su objetivo. Las distancias entre el chico y los alemanes se iban acortando más y más. Sintió cómo dos de los perros corrían hacia él. Así que lo dio todo por perdido, y se preparó para el inminente final, cuando de pronto, una sombra menuda y oscura pasó justo a su lado. Seguidamente, a su espalda, oyó un crujido de huesos y el lamento de los perros, que solo duró una decima de segundo. Linas se paró de inmediato, se agachó y se quedo inmóvil, en el sitio. No había ni rastro de los perros y la sombra que momentos antes le había salvado la vida tampoco se encontraba ahí. Pronto distinguió dos luces entre la niebla, seguidas de las imponentes figuras que la portaban. Eran dos militares nazis. Uno de ellos le apuntaba con su pistola Luger, mientras sonreía y mascullaba algo a su compañero en un idioma que al pequeño le resultaba del todo incomprensible. El otro, con el fusil M40 sobre los hombros, asentía mientras se le iba acercando lentamente, cegándolo con la linterna. El alemán que se encontraba en la retaguardia gritó de repente y su cuerpo salió despedido hacia arriba, rozando las copas de los altos arboles, para caer nuevamente al suelo, despedazado. El otro estalló en mil pedazos, ante los ojos del pequeño prófugo, salpicándole el cuerpo nuevamente de sangre y vísceras. Asustado y confuso, con lagrimas de terror nuevamente en los ojos, el chico se levantó y continuó su carrera, presa de nuevo del pánico. Detrás suya sólo podía oír los gritos de agonía y pavor de sus perseguidores, los ecos de la violencia de sus brutales finales. De repente, Linas se encontró en un claro, en mitad del bosque. Justo en el centro, se ubicaba un pequeño refugio de cazadores, construido en recia madera. El chaval subió los tres escalones que lo separaban de su inesperado refugio y se adentro en la casa. En el interior sólo encontró un sencillo catre, una mesa y un par de destartaladas sillas. El olor era nauseabundo, casi irrespirable; sobre la mesa se encontraban varias piezas de animales despedaza55


dos, en avanzado estado de descomposición y herramientas de despiece con las hojas teñidas de negro, cubiertas de sangre seca . Las moscas se habían adueñado de aquél espacio de la estancia. El muchacho se acurrucó en la esquina más alejada del tablero, y escuchó. Afuera sólo reinaba el silencio y los primeros rayos de sol empezaban a entrar por los sucios cristales de las ventanas, tímidamente. El chico se dejó atrapar por el cansancio y la extenuación y poco a poco, empezaba a quedarse dormido, cuando de pronto, algo golpeó la puerta con inusitada fuerza. Linas se apretó con fuerza a la esquina en la que se encontraba, cómo si quisiera atravesar la pared, y sus ojos se llenaron de lagrimas nuevamente. Otro golpe, esta vez más fuerte. Ruido de pasos alrededor de la casa. Las confusas sombras, incorpóreas, se asomaban a las ventanas, para volver a desaparecer. Nuevamente, silencio. De repente, la robusta puerta crujió para al instante reventar y convertirse en millones de finas astillas. En el umbral, la figura de un enorme lobo lo miraba, inmutable. Linas podía ver el bosque a través del animal, y se dio cuenta de que la silueta era translucida, cómo formada por humo y sombras. Con parsimonia, la fantasmagórica bestia se plantó justo en el centro de la casa. Lentamente y de manera gradual su contorno comenzó a mutar, transformándose en la silueta de algo mucho más familiar para el chico, algo que no había echado en falta desde que se adentró en el profundo bosque… Su propia sombra.

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¿Estarán nuestros críticos de cine de acuerdo este mes? Sus opiniones han coincido en las dos últimas ocasiones, no ha habido confrontación alguna, ausencia de sangre, falta de tensión dramática, exquisita amabilidad. Si queréis saberlo, no tenéis más que leer las disecciones que han realizado al film EL CALLEJÓN de Antonio Trashorras. Estamos seguros de que, sea en un sentido u otro, no tendréis más remedio que visionar la película por vuestra cuenta y riesgo, eso sí, nunca volveréis a ver una película de la misma forma... es lo que tiene aprender de auténticos maestros. Y si os quedáis con ganas de más, siempre podéis visitar sus respectivos espacios: Jesús Martí (http://www.elterrortieneforma.com) y Juan Vicente Briega (http://microcrticas-byjuanvi85.blogspot.com.es)

EL CALLEJÓN Año: 2011 Director: Antonio Trashorras Productor: Miguel A. Faura, Mercedes Gamero, Enrique Parbus, Cristian Conti Guión: Antonio Trashorras Fotografía: Javier Salmones Dirección Artística: Javier Alvariño, Juan Carlos Acevedo Efectos Visuales: Onirikal Studio País: España Duración: 75m. / Color

Ficha Artística Ana de Armas, Diego Cadavid, Leonor Varela

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El CALLEJÓN Jesús Martí http://www.elterrortieneforma.com No dejo de sorprenderme del cine que se hace, o se intenta hacer, en este país, un país sin una estructura cinematográfica adecuada en cuanto a educación y aprendizaje que asegure buenos profesionales de futuro, con productoras aquejadas de mil dolores (algunos figurados, otros bien reales) demasiado ocupada en mirarse su propio ombligo, con unos premios que en el mejor de los casos son un reparto de hipocresía y gestos vacios entre la gente del gremio, con una continua persecución hacia los autores noveles que quieran moverse entre los siempre resbaladizos caminos de la independencia y el bajo presupuesto (ya se sabe, el bajo presupuesto no interesa) y podría seguir... pero no tengo tiempo (esto se merece más que un artículo, un libro bien gordo) y tampoco viene al caso, pues hoy nuestro tiempo está ocupado por una película rodada en el año 2011 titulada ‘El Callejón’, que fue dirigida por el crítico y guionista Antonio Trashorras, y que supuso su debut en el largometraje. Pero antes de meternos en profundidad en la obra es conveniente adelantar una pequeña sinopsis: durante una noche invernal, Rosa se ve obligada a hacer la colada en una lavandería de autoservicio situada en un callejón. La chica conoce en el establecimiento a un joven que en un principio es agradable y amable, sin embargo pronto descubre que detrás de esa fachada se esconde un asesino en serie. Rosa se ven atrapada en un juego del gato y el ratón, donde el premio gordo es salvar su vida. El film bebe de múltiples influencias y referencias: Jesús Franco, Argento, De Palma, Lynch e incluso el pesado de Almodovar, entre otros muchos, asoman entre medio del metraje, por supuesto estos nombres también conjugan diferentes géneros con lo que los pequeños trazos de Slasher, Giallo, rollo sobrenatural, thriller atmosférico, vampirismo, un numerito musical ye-ye ultra repelente y todo lo que ustedes quieran pensar tiene cabida, fundiéndose entre sí a lo largo de la película; ¿esto es malo?, pues en un principio no, cientos 58


son los directores que se han dedicado a explorar territorios ajenos, consiguiendo crear con el tiempo su particular y personal sello de identidad; entonces ¿cuál es el problema con esta película?, pues ni más ni menos que la brutal indigestión que provocan todas esas influencias en los breves (aunque tuve la sensación de que de breve nada) 75 minutos de duración. Y cuando digo indigestión es indigestión, pues esa sensación se destila de la torpeza con que se maneja semejante coctel, regalando un resultado poco estimulante y por momentos difuso, pretencioso o simplemente aburrido. Vamos por partes: tenemos una trama argumental muy simple tanto en los personajes (dos principales, tres secundarios) como en las situaciones, tenemos un espacio reducido donde se desarrolla la acción, tenemos una fotografía e iluminación onírica a la par que fría (mucho neón y tubo fluorescente), tenemos un par de giros al vacío sin red ni excusa y por último tenemos una parte final que pretende sorprender y epatar. Todos ellos son elementos bien intencionados, pero una cosa son las intenciones y otra muy distinta el resultado, personalmente a mí me parece más un mal viaje de LSD que un ‘tour de force’ (creo que eso es lo que tenía en la cabeza el director) de imágenes y referencias culturales. La película pretende ser una obra inquietante, opresiva, terrorífica, con algo de sangre (más bien poca) y con final sorpresa, yo creo que no cumple con ninguna de sus pretensiones; lo inquietante y opresivo se tiene que trabajar, no basta con poner musiquilla de mal rollo y hacer planos lentos en un ca-

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llejón mal iluminado (o bien iluminado técnicamente hablando, vamos); el terror debe destilarse de lo anterior buscando más aristas donde el mal rollo pueda agarrarse, enquistarse para finalmente explotar, el terror no surge si antes no hay miedo y, la verdad, miedo la película y la situación mostrada no da de ninguna manera, y por último el final sorpresivo, primero: debe ser eso, sorpresivo, segundo: debe ser consecuente y estar a la altura de lo narrado anteriormente, dando la impresión, en esta obra, de que el último cuarto de hora es un recurso para cerrar un círculo que no sabían cerrar de otra manera, o bien les apetecía una ida de olla lisérgica, pensándolo bien podría ser eso perfectamente. En definitiva una historia típica (aunque pretendan lo contrario) condimentada con un desarrollo nefasto y un ritmo soporífero, lastres demasiado grandes como para pasar de puntillas sobre ellos. El Callejón tiene un acabado técnico muy competente, tanto la fotografía como la iluminación cumplen sobradamente; respecto a los actores poco a decir, Ana de Armas esta justita (no se que le vieron a esta actriz hace un par de años) al igual que el resto del reparto, que no pasan del aprobado benevolente. Es obvio que Trashorras sabe mucho de cine y que sus preferencias son amplias y variadas, también es verdad que este ‘Callejón’ es su opera prima con lo cual puede haberse visto superado por el ansia de enseñar todo lo que llevaba dentro, pero desgraciadamente estas afirmaciones no me bastan para ocultar mi más absoluta decepción, creo que el cine fantástico, sobre todo en nuestro país, puede y debe articular discursos más originales e impactantes, dejando de bañarse en tantos referentes estereotipados, mil veces usados y verdaderamente molestos, y buscando su ‘norte’ en zonas más oscuras e inquietantes. En fin amigos/as, otra oportunidad desaprovechada, y creedme si os digo que me sabe muy, pero que muy mal, todo lo escrito, pero así lo sentí.

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EL CALLEJÓN Juan Vicente Briega González http://microcrticas-by-juanvi85.blogspot.com.es

Este film es, ante todo un film fallido, y es una lástima porque está muy bien, nunca llega a ser brillante pero lleva el camino de serlo. Al debut en la dirección del crítico de cine y guionista Antonio Trashorras, le pasa algo muy grave y es que sabe ser un gran film, se comporta como un gran film de género, incluso se viste como un buen film, pero le falta esa pizca diminuta para serlo. La historia no es lo más original del mundo, una chica tiene que lavar su ropa y se va a una lavandería abierta las 24 horas que está en un callejón oscuro. A partir de ahí el terror. Como punto de partida, pinta bien. El film en ningún momento te deja insatisfecho en cuanto a situaciones de terror y tal, pero el acabado es lo que mata al film. Nada, ni la actriz ni

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los efectos, más allá de una fotografía y una iluminación retro muy kistch ni nada, nada llega. Y repito que no es que Trashorras no se esfuerce por llevar a buen puerto su historia, lucha por ella hasta sus últimas consecuencias, pero la sensación que deja al final es como la que te dejaría un relato de Pesadillas de R.L. Stine, de insatisfacción. Con quince años tal vez No bajes al sótano o Un día en Horrorlandia te pareciera lo más de lo más del terror pero, visto hoy en día con perspectiva, ves que es literatura barata, hijos bastardos de Stieg Larsson o Dan Brown. Pues ese es el problema del film, puede impactar y fascinar a mentes blandas, que no busquen más que el entretenimiento puro y duro, pero los que busquen, como el director, un film/homenaje/ensayo sobre el cine de terror se quedarán con ganas de más, se quedarán pensando que si Trashorras no se ha atrevido a lanzarse de cabeza a la piscina y darnos el film que debe. En cuanto a lo que hay más allá de la dirección nada destacable, una Ana de Armas floja, muy floja, que defiende a su personaje haciéndonos creer que la heroína del film también puede ser una niñata acojonada. El resto del reparto pues igual de flojo, parecen sacados de culebrones y no llegan. Para terminar solo decir que no es el film que nos merecemos los que amamos el terror, pero tampoco es tan malo como para no mirarlo a la cara, funcionaría de maravilla si la gente lo estudiara como ejercicio fallido.

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LA RESEÑA: COLEGIO Z ALA ESTE IGNACIO MALLÉN LAFUENTE: Nació en Teruel el 3 de noviembre de 1984. Trabaja como programador informático y es en su tiempo libre cuando se dedica a escribir relatos de terror y de ciencia-ficción. Uno de sus primeros cuentos, “Caja una Caja”, fue publicado en el 3º número de la revista REDES. “Colegio Z Ala-Este” ganó el National Novel Month de 2011 y es ahora en 2013 cuando ha visto la luz su publicación en la editorial BUBOK. SINOPSIS: Los alumnos del Colegio Privado “Siete de noviembre” deberán luchar por su vida, pero no contra los zombis que les rodea sino contra sí mismos. RESEÑA: ¿Cómo se comportarían nuestros hijos en caso de sobrevivir a un Apocalipsis Zombi? Ignacio Mallén nos invita a vivir una situación límite de pánico desde la página uno de su novela. Utilizando el ya clásico tema de un ataque zombi por contagio de un virus, y sin entrar en detalles, nos sumerge en una vorágine de duros y crueles acontecimientos donde unos adolescentes acostumbrados a vivir rodeados de lujos, son testigos de las muertes más atroces, de los accidentes más estúpidos, de traiciones y de locuras. No es tanto el problema de los zombis lo que se narra en esta historia, sino las luchas internas de unos críos que desean ser los más importantes en la escuela, los reyes del mambo y convertirse en los líderes de una pandilla de compañeros de escuela malcriados. Ellos no captan el peligro real que les acecha, lo viven como un juego de patio de recreo, no piensan más allá del siguiente minuto y el 63


Apocalipsis Zombi pasa rápidamente a un segundo plano tanto para los personajes como para el propio lector, que en algún momento llega incluso a olvidar que en el exterior del colegio ha llegado el fin del mundo. Es entonces cuando sentimos el verdadero terror que nos quiere transmitir el autor y que va impregnando cada página de la novela. En una situación caótica, Ignacio Mallén es capaz de sacar a relucir los peores instintos del ser humano. Solo he echado de menos una cosa: las descripciones. Son escasas y me costaba imaginar el escenario y a los personajes. Pero en general es una buena novela, entretenida y que te lleva a sentir un desagradable estado de mal humor. Conforme avanza la historia, la calidad de la intriga va “in crecendo”. OPINIÓN PERSONAL: La novela se lee rápida, es entretenida y, mientras la leía, solo un pensamiento pasaba por mi mente: me apetecía que todos esos adolescentes egoístas, engreídos y perversos murieran a manos de los zombis lo más rápido posible. Ana Vivancos

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Ilustración: Carlos Rodón MIND THE GAP Francisco Valverde (Valverdikon) Cada día lo mismo, el mismo tono, la misma cadencia, MIND THE GAP, MIND THE GAP, MIND THE GAP. Marco recordaba perfectamente la primera vez que visitó Londres, treinta largos años atrás, y pudo familiarizarse con la advertencia de marras. En aquella ocasión, no entendió su significado, pero ya le llamó mucho la atención la insistencia con la que la megafonía del metro la repetía sin descanso. Fue su profesora de inglés, la misma que gestionó la beca gracias a la que asistió gratis al campus de verano, quien le explicó el significado de la misma. - Vaya tontería, los de aquí deben sabérselo de memoria, y los que no son de aquí no lo entienden. Qué lo digan en castellano para que lo entendamos nosotros. - Chico, para eso estás aquí, para aprender inglés. Eran otros tiempos. Los españoles viajaban a Londres en plan turista para disfrutar de la gran urbe e intentar aprender un poco de inglés. Despedido de su trabajo gracias a las bonanzas de las sucesivas reformas laborales y la voracidad de avaros directivos, tuvo que emigrar para lograr el sustento de cada día, dejando atrás amigos, familia, recuerdos y 65


su Atlético de Madrid. A cambio de todo lo que perdió, logró dominio del idioma, nuevos amigos -un tanto superficiales- un buen sueldo y el placer de sentir, decenas de veces cada día, ese MIND THE GAP trepanándole el cerebro. A primera y última vista, la balanza que medía lo ganado frente a lo perdido estaba claramente desnivelada. Seguía pensando en lo innecesario de repetir constantemente la advertencia. Era uno de esos pensamientos a los que te amarras en un momento dado y ni nada ni nadie puede hacer que cambies de idea, pese a lo nimio de la misma. La primera vez que tomó el metro –el tubo como dicen ellos- tras su regreso, le causó una grata y simpática impresión volver a escucharla, pero a la semana ya estaba harto, al mes irritado y al año escocido. Incluso llegó a escribir una carta a la oficina de atención al cliente para sugerir lo innecesario que resultaba. No obtuvo respuesta alguna. Luchar contra las ortodoxas tradiciones británicas nunca fue buena idea, una lucha condenada desde el inicio al fracaso. Como siempre, desde hacía varios meses, estaba lloviendo. El cielo era de un tono gris plomizo que no dejaba resquicio a la esperanza de ver algún rayo de sol. A punto estuvo de salir de casa sin su mejor herramienta, el paraguas, con el que evitaba empaparse cada día. Caminó varias manzanas sorteando los charcos y lagunas que la lluvia había formado. Andaba por el extremo más alejado de la calzada para evitar que los vehículos levantaran una ola que le dejará sepultado. Todos los que, como él, caminaban por la calle a esas horas intempestivas, se dirigían a la estación de Embankment para tomar el metro hacia el trabajo. Se introdujo en la boca a la vez que una anciana que ya tenía fichada de otras muchas veces. Vestía un impermeable verde con un sombrero verde, paraguas verde, zapatos verdes,... toda ella verde. Cuando ya estaba a resguardo de la lluvia, procedió a cerrar el paraguas, con tal mala suerte que le atizó un golpe a la anciana, desequilibrándola. Intentó sujetarla para que no cayera, pero lo más que consiguió fue moderar el golpe agarrándola por donde pudo. - ¡Lo siento! ¡Lo siento! No la he visto. Soy un estúpido. ¿Se encuentra bien? –preguntó mientras se arrodillaba a su lado. - Creo que sí, joven, pero a mi edad... nunca se sabe. - Lo siento de verás. ¿Le duele algo? ¿La cadera? ¿Las piernas? ¿Algo? - Solo ha sido el susto. Gracias a Dios tengo una buena reserva de grasa que ha hecho de colchón contra el golpe –sonrió tranquilizadoramente. - Entonces, ¿le ayudo a levantarse? - Si no te importa, prefiero estar un rato más así antes de 66


intentarlo. No nos vayamos a precipitar. Por cierto, no nos hemos presentado, me llamo Laura Harris. - Ah, yo soy Marco Lucena, soy español. Lo habrá notado por el acento. ¿De verdad se encuentra bien? - Sí, sí, no estoy mal. Realmente hablas muy bien el inglés, pero está claro que no tienes el acento de aquí. Encantada. Me ayudas ahora a levantarme. - Claro, claro, por supuesto. Marco ayudó a la mujer a levantarse entre las miradas curiosas del resto de los usuarios. Algunos pasaban de largo, otros preguntaban si podían ayudar,... finalmente la cosa no pasó a mayores y Marco consiguió poner en vertical a la mujer sin problemas. Luego, la acompañó hasta el andén agarrándola del brazo como si de su nieto se tratara. - Creo que no es la primera vez que te veo por aquí. ¿Vienes todos los días, verdad? - Sí, uso el metro para ir a trabajar. Todos los días menos los fines de semana. Usted también viene todos los días, ¿a qué sí? - ¿Yo?, todos los días sin faltar uno solo. Vengo a primera hora, me siento en un banco del andén y desayuno con mi marido. - ¿Su marido? ¿Dónde está? ¿Viene ahora? - No, no, mi marido murió hace varios años ya. El tiempo pasa volando. ¡Aprovecha el tiempo! –le sermoneó la anciana apuntándole con el dedo -El caso es que mi marido era el actor Laurence Harris. No sé si te sonará. No creo. En España nunca habréis oído hablar de él. Aquí llegó a ser bastante conocido. Tiene una voz preciosa, por eso le eligieron para grabar los avisos del metro, el célebre MIND THE GAP. Marco no podía creérselo. Su cara se puso completamente roja y su boca se cerró en un extraño rictus. No sabía muy bien qué decir. Odiaba aquella frase, le sacaba de quicio, y ahora el destino le llevaba a conocer a la viuda de su autor. - ¿Te encuentras bien? ¿Pareces enfermo? –preguntó la anciana preocupada. MIND THE GAP –se escuchó por megafonía. - Eh... ¿yo? Sí, sí, no es nada, es solo que... me tengo que ir, lo siento. Tengo que coger este convoy o llegaré tarde al trabajo. Hasta luego. Se introdujo a la carrera en el vagón sin mirar atrás. El tren partió, paró en una decena de estaciones y llegó a su destino. No podía dejar de pensar en la anciana y en su supuesto marido. Se había comportado como un estúpido. No era más que una casualidad, un capricho del destino. La próxima vez que la viera se disculparía. Pasaron los días. Acudía como siempre a la estación sin encontrarse con la anciana. Comenzó a preocuparse por ella, 67


no fuera a ser que el golpe hubiese tenido complicaciones posteriores. Los días tachados se fueron acumulando en el calendario sin que hubiese rastro de la anciana. Pasaron semanas. No podía quitársela de la cabeza. Se sentía culpable. Lógicamente, no había sido adrede, pero aun así, su falta de cuidado podría haber resultado fatal para ella. Dos meses después del fatal encuentro, Marco se levantó mucho antes de lo que solía. Había madurado la idea durante el viernes y se decidió a acudir por primera vez al metro en sábado. Metió su desayuno en una bolsa y salió, todavía de noche, a la calle en dirección a la estación, siguiendo el mismo recorrido que todos los días. Su corazón latía apresurado, tenía que asegurarse de que la anciana se encontraba bien. Accedió a la estación, bajó al andén, miro a la izquierda; allí no estaba la señora. Tenía que estar al otro lado. Miró a la derecha; allí tampoco estaba. MIND THE GAP -tronó la megafonía. Estaba desilusionado, completamente desilusionado. No pretendía ser amigo de la anciana, mucho menos su pretendiente, solo quería saber que se encontraba bien, que no había sufrido ningún daño, sobre todo si él era el responsable del mismo. Arrastrando los pies fue a la papelera más cercana y arrojó la bolsa del desayuno para luego dirigirse a un banco donde se dejó caer. El tiempo fue pasando. Los convoyes iban y venían, trayendo y llevando su ruido a la estación. Con una mano a cada lado de su cabeza, estaba absorto en sus cavilaciones, pero tenía que levantarse, no podía quedarse allí tirado todo el día. MIND THE GAP –insistió la voz por la megafonía. Con gran esfuerzo se levantó del banco dispuesto a marcharse a casa; quedarse tirado en el tresillo siempre era mejor que quedarse tirado en la estación escuchando aquella maldita voz. Se arrastraba a la salida del andén cuando vio enfrente algo que le llamó la atención. Su corazón comenzó a latir con fuerza. No puede ser. Fijó la mirada. Sí, era ella. Estaba en el otro andén, vestida completamente de rosa, pamela incluida. ¿Cuánto tiempo llevará allí? MING THE GAP –continuó impertérrita la voz. Corrió escaleras arriba, pasillo recto, escaleras abajo, hasta el banco en el que la señora Harris se encontraba. Estaba desayunando. Varias magdalenas y pastas reposaban sobre un pañuelo al lado de un termo de té. - Hola, ¿qué tal se encuentra? –preguntó con una boba sonrisa en su cara. - Bien, joven. Muy bien. Estoy desayunando con mi marido. Me encanta escuchar su voz. Por eso vengo todos los días. Hace mucho que no te veía. ¿Has estado enfermo? Siéntate y toma algo. 68


- No, no, he estado bien. Habrá sido la casualidad. He traído mi propio desayuno... ya me lo he comido. Gracias. ¿Lleva mucho tiempo aquí? - Sí, un buen rato. Han pasado no menos de diez trenes en cada sentido. Estaba hablando con mi marido. Mis hijos no aprueban esto. Yo les digo que voy al parque, pero me vengo aquí. Creen que estoy loca y no lo estoy; es solo que me gusta escuchar a mi marido... hablar con él. Desde que murió, este es el único sitio donde podemos hablar. MIND THE GAP –retumbó de repente el sonido en toda la galería poniéndole los pelos como escarpias y el corazón encogido en un puño. Marco no sabía muy bien qué decir. Ciertamente, su comportamiento no era muy normal, pero también era cierto que la voz de su marido seguía sonando en la estación. Normal que la mujer quisiera escucharla. - No se preocupe. Cada uno hace lo que quiere y esto no hace daño a nadie –Menuda subnormalidad acabo de soltar. - Eso les digo yo. Me tratan como si fuera una niña pequeña, como si no supiera lo que hago, como si estuviera loca. Laurence, me pide que les haga cosas malas. Siempre fue muy posesivo. No quiere que nada me pueda apartar de él. - ¿Cosas malas? –repitió Marco alucinando. MIND THE GAP –tronó la potente voz llenándolo todo y dejando a Marco descolocado. - Sí, cosas malas, ya sabes, hacerles daño, incluso una vez me pidió que los matara. Yo no creo que sea necesario llevar las cosas hasta ese punto, pero si algún día intentaran prohibirme venir... yo no sé de qué sería capaz. MIND THE GAP –repitió estruendosa la megafonía sin respetar la frecuencia habitual. Marco no se lo podía creer, no pensaba que se tratara de algo sobrenatural. Era otra casualidad, una jodida casualidad. La anciana estaba completamente chalada. - No creo que sus hijos le vayan a prohibir nada pero, en todo caso, no está bien hacerle daño a la gente. Si su marido le pide esas cosas, quizás fuera mejor que no le escu... - Laurence me está preguntando quién eres –le cortó la anciana -Siempre fue muy celoso. Cuando un hombre se me acercaba, enseguida se ponía en guardia. - Bueno, de mí no debe estar celoso. Yo... soy muy respetuoso con usted. He venido solo para asegurarme de que se encontraba bien. MIND THE GAP –la grabación volvió a adelantarse a lo esperado, como si respondiera a sus palabras. Marco no podía creérselo. Empezaba a desear salir de allí cuanto antes. - Laurence se está enfadando. Me ha dicho que odias escuchar MIND THE GAP, que le odias a él. Yo le he dicho que no puede ser, que está equivocado, pero se me ha puesto hecho 69


una furia. ¿A qué no es verdad? Se equivoca, ¿verdad? Marco no daba crédito a lo que oía. ¿Cómo podía saber esa señora que no le gustaba todo aquello? No, no es que no le gustara, es que simplemente lo odiaba. - No, no... no sé a qué se refiere... será mejor que me vaya. MIND THE GAP, MIND THE GAP, MIND THE GAP –el sistema de megafonía parecía haberse vuelto completamente loco. Todas las luces comenzaron a oscilar mientras la catenaria crepitaba y varios rayos azulados saltaban de un cable al otro. No había nadie más en la estación –MIND THE GAP, MIND THE GAP –la megafonía seguía llenando de ecos la estación. - Laurence no, ¡para!, es un buen chico, no le hagas daño por favor –suplicaba la anciana que continuaba sentada en el banco. MIND THE GAP, MIND THE GAP, MIND THE GAP... Marco no podía creer lo que veía. Esto ya no era una casualidad. Salió del andén a la carrera con la adrenalina por las nubes. Tenía que escapar de aquel infierno bajo tierra. Las luces de los vestíbulos se comportaban de igual manera, oscilando arriba y abajo hasta que, de repente, comenzaron a subir en intensidad llenando todo de un fulgor blanco casi celestial. Con un estampido, el sistema de iluminación reventó dejándolo todo a oscuras. Marco, que continuaba a la carrera por los pasillos, se paró en seco sin saber para dónde tirar, girando sobre sí mismo, intentando protegerse de su invisible agresor que no paraba de gritar. MIND THE GAP, MIND THE GAP, MIND THE GAP... Solo cuando la iluminación de emergencia se activó, Marco tuvo un respiro y pudo continuar la huida hacia la superficie. Las escaleras mecánicas estaban paradas. Subía los escalones de tres en tres con la lengua fuera y el corazón desbocado. El humo comenzaba a llenarlo todo dificultando la respiración. MIND THE GAP, MIND THE GAP, MIND THE GAP... En un momento se plantó en la galería de acceso donde los paneles de los torniquetes se abrían y cerraban compulsivamente como si de la mandíbula de un caimán se tratara. Tampoco allí había ni rastro de vida, ni el personal de la estación estaba en su sitio ni había usuarios intentando acceder. La cabina donde se ubicaba la taquilla estaba llena de un humo grisáceo que salía por las rendijas de ventilación expandiéndose por toda la galería en forma de grandes volutas. La puerta del cuarto de control había reventado por una explosión y, en su interior, el fuego lo consumía todo. Por un momento pensó que no era más que un mal sueño en medio de la noche que remitiría en un instante. Deseó que así fuera; se pellizcaba en el antebrazo pero la pesadilla no finalizaba. 70


Tenía que escapar de allí. La salida a la calle estaba tan cerca... solo tenía que atravesar la línea de torniquetes dentados. MIND THE GAP, MIND THE GAP, MIND THE GAP... Se cubrió nariz y boca con la camisa y, antes de lanzarse contra los torniquetes, calculo la frecuencia de cierre que seguían. Estaban desbocados. Le iba a ser casi imposible atravesarlos sin llevarse un buen mordisco, pero era eso o morir allí. Una, dos y... cogió impulsó y dio un salto para cruzar lateralmente el torniquete. Vio como las hojas se cerraban delante de él y se abrían justo cuando comenzaba a cruzar. Hizo un escorzo recogiendo el cuerpo para ocupar el menor espacio posible, pero las hojas se cerraron antes de lo debido, como si hubiesen olido a su presa. - Ahhhhhhhhhhhhh MIND THE GAP, MIND THE GAP, MIND THE GAP... Los paneles se cerraron por debajo de su rodilla izquierda partiéndole la tibia y el peroné. El dolor llegó inmediatamente después del brutal crujido. Cayó al suelo todavía atrapado por la fiera que no volvió a abrir sus fauces. Las lágrimas afloraron a sus ojos. Si no conseguía liberarse, iba a morir ahogado o quemado. Comenzó a dar patadas con la pierna derecha contra las hojas. Cada movimiento era más doloroso que el anterior pero no podía desfallecer. Los golpes no sirvieron de nada, así que optó por intentar deslizar la pierna hacia abajo. Agarró la pantorrilla con ambas manos y empujó hacia abajo, logrando desplazarla un par de centímetros. El dolor que provocó el movimiento, quedó mitigado por el desplazamiento. Con otros tres o cuatro empujones conseguiría liberarla completamente. No había tiempo que perder. El humo comenzaba a llegar a media altura. MIND THE GAP, MIND THE GAP, MIND THE GAP... La presión de las hojas sobre la pierna provocó la aparición de heridas que comenzaron a sangrar, manchando el metacrilato de rojo brillante. El segundo empujón fue menos efectivo que el primero pero igualmente doloroso. La pierna se desplazó alrededor de un centímetro. Marco se conjuró para acabar cuanto antes. Aplicó todas sus fuerzas en brazos y tórax en el tercer empujón. La pierna se deslizó varios centímetros más pero no quedó libre. El dolor fue tan intenso que no remitió hasta pasado un minuto, retornando a su insoportable nivel previo. MIND THE GAP, MIND THE GAP, MIND THE GAP... A la cuarta fue la vencida, quedando la pierna libre. Las hojas volvieron a abrirse y cerrarse compulsivamente, conscientes de la pérdida de su presa, buscándola, deseando entrar en contacto con la sangre que manaba de la herida abierta. Su pantorrilla izquierda colgaba grotescamente un poco por debajo de la rodilla, impidiéndole andar. Tenía que ponerse 71


a pata coja para avanzar rápido. Apoyó una mano en la parte alta del torniquete metálico, y cuando fue a colocar la otra, una descarga eléctrica de baja intensidad le hizo desistir. MIND THE GAP, MIND THE GAP, MIND THE GAP... -La voz continuaba su salmodia infernal a través de la megafonía, como riéndose de él. No quería tocar nada más que pudiera dañarle. Avanzó a rastras por el enlosado suelo dejando un gran rastro de sangre. Viró a la izquierda para afrontar el último trecho. - ¡Noooooooooo!, ¡Maldita sea!, ¡Nooooooooooooooooo! El motor que accionaba el cierre metálico estaba en funcionamiento. En aquel momento solo quedaba un resquicio. Para cuando él llegará hasta allí, la estación estaría clausurada, chapada, sentenciada. No tenía ninguna oportunidad de escapar por allí. - ¡Piensa Marco!, ¡piensa! MIND THE GAP, MIND THE GAP, MIND THE GAP... - ¡Cállate, maldito hijo de puta bastardo! ...MIND THE GAP, MIND THE GAP, MIND THE GAP... Abandonando la idea de escapar por el acceso, giró sobre sí mismo y miró aquí y allá buscando algo. Entre la humareda, cada vez más densa, descubrió el apagado brillo de una señal que marcaba la posición de una puerta de emergencia. Se dirigió hacia allá lo más rápido que pudo, apoyándose en la puerta se puso en pie y presionó la barra hacía el exterior. La puerta se abrió con un leve chirrido, la humareda del vestíbulo comenzó a escapar por el resquicio. Empujó más y, a medida que lo hacía, la potencia de la corriente de aire iba incrementándose exponencialmente. La galería iba quedando libre de humo, el ruido del aire era tal, que apenas se escuchaba la megafonía, pero allí seguía socarronamente. Cuando la puerta estaba a mitad de su recorrido, Marco perdió el control sobre ella. El viento la abrió de golpe y quedó suspendido en el aire, flotando con todos los miembros estirados; bajo él, un enorme pozo, profundo, insondable. MIND THE GAP, MIND THE GAP, MIND THE GAP, ... «¿Era este el agujero al que te referías, hijo de puta?» Todo el humo que abandonaba el vestíbulo se colaba por la sima hacia el interior de la tierra. Al fondo se podían vislumbrar explosiones, llamas, criaturas aladas girando en círculos, emanaciones de lava,... el mismísimo infierno. Las fuerzas de Marco fueron menguando hasta que la barra se le escapó de la punta de los dedos. Cayó en la sima, girando en círculos y sobre sí mismo, hasta que sus gritos se apagaron. La puerta de emergencia se cerró de un portazo.

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LA ENT REVISTA ABSURDA: DAVID RUIZ DEL PORTAL

David Ruiz del Portal nace en Madrid en la época de los ‘70. Quizás, tal vez por firmar con el diablo un pacto secreto o beber de la fuente de eterna juventud, Del Portal, como así le conocen artísticamente, se mantiene joven y pletórico. Quién le conoce lo comenta; ¿es que no envejece este tío? Lo cierto es que a él le da lo mismo aparentar la edad de un crío, esta virtud la utiliza para exprimir eternas horas en crear y escribir relatos de todo tipo. Horas y horas de trabajo, días y días seguidos de letras. David, escondido en su “Batcueva”, alejado del mundanal ruido y en penumbras para invitar a las musas más vergonzosas, expande su mente abriéndola a todo tipo de conocimiento. Como un extraño chamán, ofuscado en dantesco ritual, Del Portal se mete de lleno en el argumento escogido, creando así historias tan complejas y extrañas como aquella que editó el pasado año: La revelación. Obra, no exenta de polémica, muy acorde con nuestro querido FanZine apocalíptico. Las siniestras musas que rondan su mente no sólo le invitan a crear aventuras donde nuestro insignificante planeta sucumbe, sino que le inspiran a imaginar cuentos, relatos juveniles e historias de aventuras para cualquier edad y gusto: Desde héroes con espada y escudo, hasta niños que emulan ser magos muy al estilo Harry Potter. Cabe reseñar sus próximos lanzamientos; una trilogía de pútridos Zombis con muy mala leche, y un libro-juego inspirado en leyendas Eslavas. ¿No hay que estar muy perjudicado de la cabeza para idear todo esto…? Del Portal es eso, un hervidero de ideas de lo más peculiar; un tío amable y cercano, sencillo, pero retenedor de un extraño poder el cual se le presenta cada madrugada a pie de cama para jorobarle el sueño. ¿Cuál es ese conjuro? ¿De qué 73


artefacto mágico hablamos? De la imaginación, esa que hace a todo artista diferente, extraño y carismático. David es, como nuestra entrevista, un poco loco en muchas cosas, pero eso sí, de imaginación anda sobrado. Démosle una oportunidad para darse a conocer tal cual es. Adelante pues para sacar los colores a nuestro colaborador de FanZine: David Ruiz del Portal. ¿Drogadicto o teleadicto? Ni una cosa ni la otra. Aunque parezca trola me encantan los documentales de la 2. Sólo enciendo la tele para eso y para jugar a la Wii. Las drogas… las drogas no puedo usarlas. Imaginaos lo que haría mi perturbada mente en tal estado. No quiero saber qué historias nacerían tras haber fumado algo extraño. (Risas de la buena) ¿San Valentín o San Cucufato? Ni San Valentín ni San Cucufato… Ni ningún otro Santo. ¿Es que no os habéis leído mi novela…? ¿Calzón largo o medias rosas? Salvo aquella vez que me disfracé de mujer (depilado y todo), opto por ir a escape libre. Me incomoda tener al pajarito preso. Salvo lo formal, en casa ando sin nada debajo del pijama. Cuando me siento apretado no me sale ni una letra. Necesito libertad. ¿Qué prefieres, rascarte el reloj o darle cuerda a la oreja? (Risas). Meterme el dedo en la nariz y soplar a la vez, no veas lo que puede salir del agujero que queda libre. Ya en serio; rascarme el bolsillo, como todos los españoles. ¿Papá o mamá? Cada cual tiene su encanto. A papá… a papá le perdí hace mucho ya. A mamá la tengo cerca. Cada cual tiene su rincón en mi corazón. Papá me inspiró a la hora de lanzarme a la literatura. Dicen que de una crisis o una etapa dura siempre sale lo mejor de cada artista. Tras la pérdida de mi padre, mi cabeza creó su primera obra seria. ¿Manostijeras o dedos de goma? Manos pequeñas, dedos cortitos, y un pulso para robar pan74


deretas. Siempre dicen que tengo manos de niña. ¿…? (Más risas) Más vale primitiva en mano qué… En mi caso está chunga la cosa. No juego ni apuesto. Soy medio Budista y el juego con perras de por medio no va conmigo. Paso de apostar, pero como soy listo mi mujer juega por mí. Las navidades pasadas nos tocó el tercer premio, no es una coña. Por lo cual me quedo con primitiva en mano que pájaros volando… ¿se dice así, no? ¿Arte o forrarte? Arte… y forrarme. Lo malo que en este país, al paso que vamos, ni arte ni forrarse. Al contrario, cada vez más pobreza y más incoherencia. El arte… no sé… nos lo quitarán a este paso si no nos ponemos en pie ya mismo. Lo de forrarse queda para la gente que cobra nómina (una carcajada, esta vez irónica). Si tengo que responder seriamente mis principios son más sencillos. La felicidad que me da el mostrar mi arte es suficiente. No cambio nada de esto por unos eurillos. ¿Chuleta o chuletón? Toma nota de la anterior pregunta: no tengo nómina. Así que pollo y conejo. Y la mayoría de las veces, pasta y arroz, como todo hijo de vecino. El chuletón lo dejo para cuando sea más importante, cuando me cruce con algún político y me reconozca: ¡Hey, mira! por ahí va el escritor ese tan famoso… vamos a invitarle a comer, podemos permitírnoslo. ¿Sol o sombra? Soy como los vampiros. Me quemo rápido al sol. Tengo la piel tan blanca que parece que voy embadurnado en polvos de talco. Tengo el sol prohibido, al igual que entrar en las iglesias, que cuando lo hago me quemo. Así que me quedo con la sombra. El sol lo reservo para las vacaciones; con una crema factor 3.000 y siempre buceando, nada de tumbarme en la playa. Las tardes lluviosas y oscuras me molan mucho, me inspiran. Un café caliente… la pantalla frente a mí… Sombra, sombra, sombra. Sin duda alguna. ¿Ergonomía o economía? ¿Cualo…? No, ya en serio, ergonomía. Necesitamos mantener la balanza equilibrada. Mantener al hombre y a la máquina, junto al entorno, en perfecta sintonía. Así, y sólo así, la 75


economía será factible y justa para todo el mundo. De hecho el universo entero se rige por el equilibrio, solamente el ser humano quiere romper esa paz. Así ocurre… todo se va al garete porque unos pocos quieren lo máximo posible y a otros muchos no les queda nada. La naturaleza es más inteligente: es una línea perfecta. El ser humano en vez de habituarse al entorno para que todo esté bien, se lo carga, lo maneja a su antojo y desequilibra la balanza natural. ¿Mano rala o mano rota? (Carcajada). Qué preguntas madre mía… No soy mano rota, pero me doy mis caprichos. Salvo la muñeca izquierda, que me la rompí a los trece años. Por ese detalle no me admitieron en las fuerzas aéreas. Me quedé sin ser piloto. Era eso o escribir sandeces en entrevistas absurdas… Me tuve que conformar con lo último. ¿Sota, caballo o rey? Me gusta más el juego del Uno. Es más sencillo que la baraja española. De verdad; me encanta variar el esquema, no soy tipo de seguir las pautas y las líneas. Hoy por aquí… mañana por allí… Hoy escribo así y hablo de esto, y mañana escribo “asá” y hablo de aquello. No quiero encajarme, por lo cual soy de Sota, mañana caballo, y pasado, quizá, de Poker. No quiero mantenerme en un punto, enfoco la vida desde varios prismas diferentes. Ahora, ya jugando un poco… prefiero la baraja en la cual se dibuja el caballo. La del rey nunca me gustó. Me indigna comprobar como esa carta domina a los demás por la jeta. ¿De la mar el mero o de la tierra el cordero? ¿Tiene trampa esta pregunta…? ¿Quién coñe ha ideado todo esto…? La verdad… me mola más la carne. Cuanto más cruda mejor. Con su sangre desbordando… mmmmmm… Una vez intenté ser vegetariano y por poco lo logro… (Risas, risas, risas). ¿La virgen del puño o la virgen del moño? Jesús… qué miedo me dais. Me imagino a la Virgen con kimono, cinturón negro y repartiendo leches a los romanos en época de Cristo… me meo encima, vamos… No. Me gusta más una mujer bien peinada, no armando gresca por ahí. ¿Tras un cocido madrileño… silbas o toses? Está claro… al cabo de un rato se escapan los gases. Tío, 76


estás hablando de un cocido… ¿Por Dios o par Diez? Jesús… la madre… la ostia… ¡me cago en to’! Según el momento y según las ganas. Si debo quedarme con una prefiero ¡por Dios!. No sé, será porque hablo mucho de él en mi libro y siempre se pega algo. ¿Strip poker o mus corrido? Strip poker. Correr viene después. ¿Más vale vivir de rodillas que morir no editado? Es a veces, cuando te arrodillas, cuando consigues lo que te propones. Ya en serio; lo suyo es editar, sea de la manera que sea. Editar, autoeditar, coeditar. Eludir a los estafadores es primordial, desde luego, pero autoeditar no significa acabar estafado. Puede ser un paso al siguiente escalón. La gente desea tener sus obras en cualquier stand o punto de venta, pero cierto es que la cosa está muy difícil. Cuando tienes una historia y deseas mostrarla al mundo, lo mejor es ir con paso prudente. Pero llega el momento en que la cuesta se hace muy para arriba. Te cierran puertas. El final es uno, los caminos varios. Cada cual que elija su manera de alcanzar el éxito. Puedes editar sin arrodillarte. Puedes lograr lo que desees siendo bueno en esto y optando por cualquier opción. Depende de cada uno y de las circunstancias. En mi caso hice de todo; edité y seré editado pero todavía no me conoce ni el Tato. Aprendes según vas caminando, los errores son normales, y bajo mi punto de vista, esenciales para crecer. Esto es como los bancos: puedes pedir un crédito y firmar un montón de folios con cláusulas extrañas. Tendrás tu piso, sí, pero te dirán cómo y cuándo devolver el dinero. Si tienes pelas, puedes hacer la casa a tu antojo y pagar a los albañiles acordando tú mismo el contrato. Te gastas muchos euros pero la haces a tu gusto. Con esto de las letras es igual. Ambas opciones son acertadas y correctas, siempre y cuando no te engañen en ninguna de ellas. Animo a todos los que tengan cosas que contar para que luchen por mostrarlas al mundo. Uno no puede quedarse para sí todo su mundo. Es algo muy bonito y gratificante contar historias, y un escritor debe presentarlas a sus semejantes sin sentir miedo o vergüenza. Siempre, y recalco esto, existe alguien en el mundo al que le gusta tu forma de escribir.

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¿Cabeza de ratón o cola de lechón? Siguiente pregunta… (Carcajada) ¿Qué leches es esto…? Entró en la corsetería para comprar… Suelo hacerlo a menudo. Para reyes siempre cae algo sexy para mi mujer. Soy muy goloso. La última vez que entré en una corsetería fue para vender a la dependiente mi libro. Salí con un conjunto muy chulo… pero conseguí enchufarle un ejemplar de La revelación a la chica. Ojo, los sujetadores, insisto, no eran para mí. Que quede claro esto. (Risas).

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El último Papa Ana Vivancos Wisquensin Al llegar la noche todo parecía muerto. Ni una triste rata se podía ver husmeando los restos de basura. No era preciso ordenar un toque de queda; cualquier ser con un mínimo de instinto de supervivencia se escondía en su refugio al ponerse el sol. Rubén hacía guardia en la entrada del Refugio número 8. Esa semana le habían asignado “turno de noche”. Envuelto totalmente en una tela del color de la propia noche, pasaba desapercibido, camuflado en la oscuridad. Para que sus ojos no lo delataran llevaba puestas unas gafas de sol. Un simple destello de cualquier objeto brillante sería la causa de su propia muerte. La noche se hacía eterna. No podía moverse, sólo vigilar la negrura. Al final, después de tanto tiempo haciéndolo, sus ojos se acostumbraron a mirar al interior de la oscuridad en busca de algo más oscuro todavía. Una noche atisbó unas sombras, esas que tanto temían todos los supervivientes. Fue culpa de Noelia. Se empeñó en salir con él a la noche y hacerle compañía en la vigilia. Hacerel amor con el peligro acechando a centímetros de sus sudorosos cuerpos le hizo sentir el mayor placer que un hombre en sus circunstancias podría sentir jamás. Pero Noelia olvidó, justo esa noche, la norma más importante de todas cuando se salía a la oscuridad. No se quitó los pendientes que llevaba en recuerdo de su madre. Y en un segundo, las nubes se movieron, la luna traicionera los iluminó, y el destello de la plata de sus orejas los atrajo. Ella lo empujó al sentirlos a su lado. Desapareció, engullida por los seres de la noche. Nunca regresó…. La echaba de menos. Y, sobre todo, añoraba las largas conversaciones que había tenido con ella cuando recordaban cómo había llegado el mundo a estar como estaba. El mundo. Comenzó a desintegrarse la misma tarde en qué la Iglesia Católica anunció la dimisión de su más alto cargo: El Papa. Hubo un revuelo, un movimiento sigiloso de sombras que nadie atendió. El ser humano se hallaba inmerso en una bruma, en una utopía y en una ficticia plataforma flotante sin saber que navegaba a la deriva desde un principio. En el cónclave se eligió a otro Papa. Un hombre surgido de las mismas sombras que había nacido para acabar con la vida. Ese nuevo Papa invocó a los ángeles. Sus seguidores creyeron que era un iluminado, el segundo advenimiento de 79


Dios hecho hombre. El profeta que volvería a conducir a los fieles por el buen camino. Pero se equivocaron…. El mundo lo siguió, fervoroso, necesitado de una señal que levantara su espíritu muerto. Era el elegido de Dios. Aquel ser oscuro invocó a su ejército y llegó la noche más larga en la historia de la humanidad. Los ángeles invocados por el espíritu de la noche se alimentaron de todos los seres vivos que no tuvieron tiempo de huir. Pocos sobrevivieron a la hecatombe, al apocalipsis. Esos pocos seres humanos se escondieron en sótanos que cerraron y vigilaron. Durante el día podían buscar alimento y pasear por las calles desiertas, pero al ponerse el sol, los ángeles, leales al Papa Sombra, surgían de las profundidades de la oscuridad y se alimentaban de vida. Rubén recordaba que él se escondió en el armario ropero de una casa abandonada donde había ido a jugar a la ouija. Sus amigos fueron desapareciendo uno a uno hasta no quedar nada de ellos, ni siquiera su olor. Cuando amaneció salió como un borracho, mareado y perdido, envuelto en el dolor de sentirse solo. Encontró en su camino a varios vecinos más igual de desorientados y se unieron a su deambular. En aquellos momentos vivían en un sótano numerado. Sabían que había 10 refugios más como el de ellos en la ciudad y se habían organizado para sobrevivir, aguardando a que alguien o algo surgieran para salvarlos. La noche no avanzaba. Observaba la oscuridad buscando alguna sombra, algún movimiento sutil en la oscura noche. Temía y deseaba, a partes iguales, un encuentro. Deseaba ser el primer humano que matara a uno, pero el miedo aterrador a morir, a ser devorado por los ángeles de la Sombra, le atenazaba los músculos. Así que rezaba para que no ocurriera nunca. De repente lo vio: un pequeño movimiento al fondo de la noche. Se movía sigilosamente, lo había visto, o sentido. Habían hablado de ello en las reuniones de los diez refugios. Ignoraban si los ángeles eran inteligentes, si veían en la oscuridad, más allá de lo oscuro, como ellos habían aprendido a hacer. Temían que un día fueran descubiertos incluso camuflados y escondidos. Ese día sería el fin de la humanidad. La sombra se acercaba despacio. Rubén observaba agazapado entre las sombras. No era normal esa lentitud. Los ángeles eran rápidos, apenas daba tiempo a gritar si uno de ellos decidía llevarte. Poco a poco la vio más nítida. Y la reconoció. Noelia. Se acercaba despacio, con temor. Vio sus manos negras alargarse y pedirle sin palabras que la abrazara. Rubén deseó acercarse a ella y besar sus labios. Vio, con

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desesperación, que eran negros también. Noelia era negrura. Al abrir la boca, la oscuridad de su interior era más negra todavía. Había sido devorada por los ángeles de la Sombra.

Rubén quiso huir, pero sus pies se negaron a obedecerlo. Y la oyó. Hablaba. Apenas unos imperceptibles susurros pero claros. ―Ven, Rubén, no temas― decía, ― Los ángeles son buenos. El Papa Sombra me ha hablado. La eternidad existe. Si quieres estaremos juntos para siempre. Rubén escuchó y tembló. ¿Sería verdad? La vida eterna, la inmortalidad. Existían. Pero a qué precio…. Pensó. Solo tuvo unos segundos para decidirse. Amaba a Noelia. Y se dejó llevar por su abrazo maldito…. Noelia lo besó y él se convirtió en un ángel. Ahora tendrían todas las noches del mundo para estar juntos…. y volverían a buscar a los demás.

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Ilustraci贸n: Carlos Rod贸n 82


Zeus despertó sobresaltado con la llegada del nuevo día. Se estiró lentamente, carraspeó un poco y sonrió al girar la cabeza y ver junto a él a la hermosa ninfa Calisto. Ella seguía dormida cuando él comenzó a tocarle la cara. Tenía que tener cuidado para que Hera no la descubriera demasiado rápido, pero, por lo demás, se relamía al recordar la noche de pasión que habían pasado. Calisto despertó en ese instante y le miró con cara picarona. - Buenos días, grandullón. - Hola Preciosa. - Uhm... he tenido un sueño... - dijo mientras se llevaba un pequeño mechón de cabello a la boca - delicioso. - ¿Me lo cuentas? - la profunda voz de Zeus se volvía casi un arrullo cuando amanecía junto a alguna de sus bellas acompañantes. - No sé... si te lo cuento, no se cumplirá – rezongó Calisto acariciándole la pantorrilla con sus pies. Zeus se incorporó un poco y comenzó a hacerle cosquillas. Las risas revolotearon por todo el Olimpo. Hera iba a oírles, pensó Zeus. - Sshhhhhhiiiiiiiiissssss venga, no seas tontorrona... que soy Zeus. Sea lo que sea, puedo concedértelo. - Uhm... qué tentador - Calisto sonrió a Zeus y, poniendo la voz más dulce y embaucadora que pudo, le dijo – he soñado que creábamos un ser bondadoso y feliz. - JA JA JA ¡qué complicado!, ¿no? - y atrayéndola hacia él, continuó - podemos probar... No salieron de la cama durante todo el día. Hicieron un repaso de todo el repertorio de posiciones amorosas que podrían pasar por la mente de cualquiera. El resultado positivo fue que 9 meses más tarde Calisto dio a luz a Arcas. El resultado negativo fue que Hera se enteró y condenó a Calisto a ser una tremenda osa tras el alumbramiento. Zeus, tratando de salvar la vida de Arcas, lo envió a la Tierra como hijo de un joven matrimonio que celebraba su luna de miel en Honolulú. Evidentemente, los padres de Arcas nunca supieron de toda esta intriga divina y, para ellos, todo fue de lo más normal. Desde pequeño, Arcas destacó y sorprendió por su bondad. Cuando los niños se metían con el gafotas de la clase, él lo defendía. Cuando otros arrancaban las antenas a las hormigas para que se enzarzaran en duras peleas o las quemaban con lupas, él las alimentaba con migas de su merienda. Cuando unos se gastaban su dinero en chuches, él ahorraba y le compraba un bocadillo al mendigo del barrio. Y así fue creciendo sano, fuerte y feliz. Cuando tuvo que elegir la carrera universitaria, se lanzó de cabeza al Trabajo Social. Esto le permitió trabajar estrechamente con colectivos marginados y, lo que más le gustaba y llenaba, ayudar al prójimo. 83


En cuanto consiguió juntar algo de dinero, montó un comedor para gente sin recursos. La ayuda la conseguía de subvenciones y de una web “mercadillo” que montó por Internet. Y así llegó el día en que... ------ o -----En el laboratorio 3 del asteroide 121 Hermione, el Doctor Samuel Doce acaba de dar por finalizado su informe. Lleva varios lustros estudiando al ser humano y hasta ahora no había considerado que jugasen con fuego. Sin embargo, en la última versión Humano 702.8, su sensación ha virado completamente de rumbo. Han sustituido la fimbria del hipocampo por un conjunto de células que parecen devorar todo tipo de sentimiento piadoso o benévolo. El resultado ha sido un ser humano que disfruta con cada conducta destructiva llevada a cabo. En la primera prueba, le dieron un pequeño mamífero suave y, teóricamente, atractivo a su vista. Inicialmente, el sujeto lo tomó entre sus brazos y lo acunó tiernamente (lo que les hizo pensar que todo había sido un fracaso). El mamífero dio señales de estar a gusto y confiado y, justo en ese instante, 702.8 le retorció despacio el cuello entre sus manos, sin dejar de mirarlo fijamente a los ojos, hasta que dejó de respirar. En la segunda prueba, descubrieron que el nivel de supervivencia había descendido por debajo del nivel de autosatisfacción. Fingieron un ataque al laboratorio. El sujeto no trató de salvarse, sino que, aprovechando el caos reinante, mató a todos los científicos (clones sin valor alguno) y cada muerte ocasionada, le generó un orgasmo de placer. Hicieron más pruebas con esta versión, perdiendo incluso algunos ejemplares en el intento. Siempre llegaban a la conclusión de que todos sus actos iban encaminados a la autosatisfacción por encima de todo. Samuel se sentía expectante. Habían dado con la naturaleza puramente destructiva del ser humano y, al día siguiente, comenzarían la prueba de carga. Tenían un ejemplar cigoto para insertarlo en el núcleo de experimentación 124, también llamado, Tierra. La idea era seguir todo el ciclo de vida del mismo, desde el nacimiento hasta su muerte, y ver su incidencia en el ecosistema terráqueo (en equilibrio desde hacía centenas de años y solo alterado puntualmente). Durante uno de los periodos de descanso del planeta, inseminaron a una hembra humana con el cigoto y esperaron. Desde el principio, el ejemplar de humano 702.8 dio muestras de no menos del 69% de su potencial destructivo. El embarazo fue complicado y ni siquiera llegó a las 40 semanas de gestación. La hembra humana elegida como madre se suicidó a los pocos meses de dar a luz a una bonita niña a la que lla84


mó Nerea. En la Tierra el hecho se recogió como un accidente fruto de lo que llamaban depresión postparto, pero en el laboratorio tenían claro que el detonante había sido Nerea. Samuel apuntó en sus notas: “La versión Humano 702.8 en su etapa más temprana es capaz de acabar con la vida de otro ser humano usando simplemente el llanto. El humano materno se vuelve inestable ante ambientes ruidosos, falta de sueño y aislamiento del exterior, llegando a preferir la falta de existencia” Nerea fue creciendo y cada etapa nueva que comenzaba, estaba marcada por el dolor-placer... el dolor que ocasionaba a los que la rodeaban y el placer que a ella le producía esto. Su padre se había convertido en alcohólico cuando ella tenía unos 3 años. A los 14 le había convertido en amante suyo y, luego, lo maltrató psicológicamente por lo horroroso que resultaba un padre acostándose con su hija. Samuel apuntó: “La versión Humano 702.8 no siente apego por sus progenitores, llegando a copular con ellos sin importarle las complicaciones que genéticamente podría producir una descendencia de este tipo” A los 16 tuvo un novio que terminó muriendo por mezclar dro gas con coches. Un accidente, dijeron... pobre Nerea, dijeron... Samuel apuntó: “La versión Humano 702.8 es capaz de idear complicados planes de destrucción de un solo objetivo, pudiendo llegar a usar dicha destrucción en su favor”. Y así llegó el día en que… ------ o ------ Es curioso el enredo que estás montando – dijo Yeiayel. - Es divertido, ¿verdad? El otro día estaba curioseando en las distintas dimensiones que tengo a mi cargo y la Tierra se había convertido en algo demasiado predictivo y aburrido. Mira que les tengo cariño, pero chico... qué aburridos que se estaban volviendo – le contestó Vehuiah. (clack) - Te toca. - Uhm... ¿quieres acorralarme aquí o qué? – dijo Yeiayel. - Ja,ja,ja no estaría mal, pero seguro que no te dejas – comentó Vehuiah - Entonces, ¿te gusta la que se está montando? - No lo sé. Tiene pinta de que va a acabar mal. Nerea parece muy poderosa. Has metido a los científicos del asteroide 121 Hermione y... no sé... ellos van varios lustros de evolu85


ción por delante de los terráqueos. Creo que Arcas no tiene mucho que hacer. Ya sabes que creo que el ser humano es malo por naturaleza - dijo Yeiayel. (clack) - Uhm, buena pieza. No empecemos de nuevo con ese tema. Sabes que no me gusta. Arcas tiene sangre divina. Vencerá sin problemas. - Ja,ja,ja... pero, ¿te estás escuchando? Venga... estaba contigo el día que creaste a Zeus y su Olimpo, ja,ja,ja. Son cuatro mindundis... si supieran lo que les rodea, se les caería el alma al suelo – Yeiayel miraba atentamente la pieza de dominó que tenía su amigo en la mano mientras intentaba distraerle con su cháchara. (clack) Vehuiah coge una de sus fichas y cuando la va a colocar levanta la mirada hacia Yeiayel y le dice: - ¿Quieres que hagamos una apuesta? (clack) - ¿Una apuesta? ¿Estás de coña? Ya sabes cómo son los humanos. - Precisamente por eso. Quiero demostrarte que son buenos por naturaleza. - Venga ya... si no fuera por varias de tus intervenciones habrían desaparecido hace ya mucho tiempo. (clack) - Pequeños accidentes (clack) - Ja,ja,ja… ya, claro... (clack) - Bien. Si consigo que Nerea haga un acto de bondad infinita, reconocerás que los humanos son buenos por naturaleza y no volveremos a tocar este tema. Y si tú consigues que Arcas saque a relucir su verdadera naturaleza (según tú, malvada), ganarás tú... ¿qué quieres a cambio? (clack) - Mierda, no puedo poner ficha - Yeiayel lleva perdiendo en la última ronda toda la eternidad frente a Vehuiah - Si gano yo, empezaré todas las partidas de dominó. - Trato hecho. Aunque perderás igualmente ja,ja,ja. Vehuiah y Yeiayel se ponen de pie y se dan un apretón de manos para cerrar el trato. - Ya veremos - dice Yeiayel. - Mi última pieza, amigo. Gano. (clack) ------ o -----Arcas se levantó a las 6:15 de la mañana, como hacía todos los días de diario desde hacía 10 años. Se vistió con su chándal y se dispuso a revisar su agenda del día. 86


Hoy tenía comprometidas varias visitas: · A las 9:00, ir al asilo a charlar un rato con Ramón, que llevará despierto desde las 4:00 de la mañana. · A las 12:00, a la Iglesia de San Camilo para recoger las donaciones de comida y ropa mensual de los feligreses. · A las 14:00, a servir comidas en el comedor. Hoy es lunes, y los lunes siempre va más gente. · A las 17:00 visita al hospital. Hay un nuevo ingreso de un hombre con el espíritu más destrozado que el hígado alcoholizado que lleva dentro (Sergio). Posiblemente no pase de esta noche. Hacia las 19:00 esperaba estar en casa de nuevo para poder poner al día los temas de la web porque llevaba una semana sin tocarla y tenía pendiente enviar varios mails de agradecimiento y otros tantos de solicitud de ayudas. Total, que desayunó fuerte y, a las 8:30 ya iba camino de su primera cita. Todo fue más o menos rutinario, todo salvo el encuentro con Sergio. Arcas no se sorprendió de su historia, aunque como siempre, le hizo una muesca más en el corazón. Trató de contagiarle la esperanza y de curar alguna de las heridas que tenía en el alma para que su partida fuera lo más en paz posible. El hombre le contó lo mucho que amaba a su mujer Rocío y cómo esta había muerto trágicamente a los pocos meses de dar a luz. Le contó lo complicado y horrible que había sido la crianza de su hija Nerea, le contó cómo empezó a tontear con la bebida y cómo terminó acostándose con su niña. Arcas lloró por dentro ante cada uno de estos pasos y, al final, abrazó a Sergio mientras este expulsaba su último suspiro. Fue justo en ese instante cuando una belleza castaña entró por la puerta de la habitación. - Oh, papá... papá... no... no me dejes... La chica entró corriendo y se tiró encima de la cama, totalmente arrebatada en lágrimas. Arcas soltó a Sergio al ver cómo la chica se le venía encima como si fuera la ola de un tsunami. - papá... noooooo... papá Pasados 15 minutos de lloros y ruegos para que Sergio no la dejara sola, Arcas se dirigió a la chica. - Por favor, no llores más. Ha muerto tranquilo y en paz. Por favor... ¿Nerea? En verdad Sergio tenía una sonrisa en su cara. La chica miró la cara de su padre y luego miró a Arcas. Se secó las lágrimas y le dijo: - ¿Quién eres?¿qué hacías con mi padre? Arcas le contó que a veces ingresaban en el hospital a alguna persona moribunda y que, por diversas razones, no conseguían dar con ningún familiar o conocido, y le llamaban a él para acompañarles en sus últimos momentos. 87


Estuvieron hablando durante horas. Hablaron de Sergio y hablaron de Arcas. Cada vez que intentaban hablar de ella, cambiaba de tema con alguna sonrisa o algún gesto puramente femenino que desarmaba a Arcas y le hacía caminar hacia donde ella quería. Así, y con algún toque de Vehuiah y Yeiayel, que estaban de acuerdo en que los dos humanos estrecharan sus lazos, lo que comenzó siendo una cita extraña, terminó siendo una relación amorosa. El doctor Samuel estaba asombrado. Nerea llevaba varios meses sin hacer el mal. No hacía el bien, pero, al menos, no había destruido ninguna vida más. No tenía claro si el nuevo elemento, al que había llamado macho Alfa, había ejercido un cambio conductual o si simplemente todo era parte de un plan meticuloso y paciente por parte de Nerea. Samuel apuntó: “El macho Alfa parece ejercer un efecto sedante y relajante sobre el Humano 702.8, que ha dejado de lado su naturaleza destructiva”. Vehuiah empezaba a frotarse las manos. Se sentía ganador. - Yeiayel, ve preparándote. Vas a ser mi segundón de por vida, ja,ja,ja - Vehuiah se metía con el otro dios. - Tiempo al tiempo, compañero. Tiempo al tiempo. Arcas había empezado a levantarse cada día un poco más tarde. Dormir junto a Nerea era tan delicioso, le producía tanto placer abrazarla y sentirla tan cálida junto a él, que cada día le costaba un poco más separarse de ella. Las citas ya no le parecían tan importantes. Su agenda empezaba a tener muchos agujeros · A las 12:00, ir al orfanato a ver a no sé quién para algo de libros. · A las 15:00, ir al comedor a ayudar a recoger... si me da tiempo. · A las 20:00, ir a la farmacia a por unos medicamentos que nos ha donado Vicente Todos los huecos eran perfectamente taponados por Nerea. Ella era ahora su mundo. La web comenzó a no generar casi ingresos. Se le olvidaba dar las gracias a unos y a otros podía llegar a dárselas 4 o 5 veces y, normalmente, para cuando pedía la subvención de la fundación correspondiente, la fecha límite ya había pasado. Pero, no le importaba... nada importaba mientras tuviera a Nerea al lado. El doctor Samuel apuntó: “El Humano 702.8 parece defectuoso. Si continua así durante dos etapas más, sería recomendable traerla al laboratorio para hacerle análisis y una serie de test de Humphis para comprobar su estado.” Yeiayel le comentaba a Vehuiah: 88


- Pues no lo tengo nada claro. Parece que empieza a equilibrarse la balanza de nuevo. Arcas abandona su lado blanco poco a poco. - Na, esto será una etapa. Está enamorado el chico. En cuanto pase el enamoramiento volverá a su verdadera naturaleza. Pero, Vehuiah comenzaba a preocuparse. Algo raro estaba cociéndose en todo esto. Nerea era demasiado opaca. No conseguía ver en su interior, cosa que le resultaba muy curiosa, porque él era el llamado “Dios elevado y exaltado por encima de todas las cosas”. Por encima de todas las cosas significaba que no podía equivocarse y aquí, algo no le cuadraba. Pasó el tiempo y Arcas entró a trabajar en un banco. Su trabajo consistía en dar malas noticias a la gente. A veces, tenía que negarles la concesión de una hipoteca, a veces tenía que notificarles el embargo de su casa, a veces tenía que decirles que tenían la cuenta en números rojos y que si no pagaban ese mes, tendrían una multa. Hacía tiempo que su felicidad se había evaporado y con ella se habían ido su esperanza y su positivismo. Se había convertido en una especie de zombi aletargado, con una única razón para vivir... Nerea. Fue terriblemente fácil para Nerea consumar su último acto. Su naturaleza así lo dictaba. Una hora antes de que Arcas llegara a casa, llenó hasta la mitad la bañera con agua tibia y echó los pétalos rojos de 12 rosas. Apagó la luz y encendió 10 pequeñas velas que daban un ambiente totalmente apacible al baño. Se desnudó, cogió la cuchilla de afeitar de Arcas y se metió en la bañera. Una sonrisa se dibujó en su cara mientras se hacía un corte (que le pareció precioso) en cada una de las muñecas. Sumergió los brazos en el agua y se dedicó a pensar y regodearse en la escena que contemplaría Arcas al llegar a casa. Cuando Arcas llegó a casa y descubrió el cuerpo de Nerea en la bañera, sintió que los pulmones no le daban de sí. No querían funcionar... le faltó el aire... un fuerte dolor comenzó en su pecho y se fue irradiando hacia los brazos y los hombres. Cayó al suelo y fue arrastrándose con un brazo mientras con el otro se apretaba en el esternón hasta llegar a la bañera. Consiguió alzarse hasta ver la cara de Nerea... lo último que vio fue la su mirada... Nerea abrió los ojos unos segundos para verle boquear y comenzó a reírse horriblemente hasta terminar jadeando en un orgasmo, mientras el alma se le escapaba entre los labios a los dos. ------ o -----Zeus sigue buscando amantes a escondidas de su mujer Hera y creyéndose el dueño del mundo. Hera deja que su marido eche alguna canilla al aire de vez 89


en cuando y, luego, idea torturas horribles para sus amiguitas. Calisto llora por su triste destino en el cielo convertida en Osa Mayor tras su muerte. Samuel hizo un último apunte sobre Nerea antes de continuar con sus investigaciones sobre el ser humano: “El Humano 702.8 es perfecto. Ha dado positivo a la prueba de carga. Ha elegido la autodestrucción a cambio de la autosatisfacción. Con el número adecuado de ejemplares podríamos romper el equilibrio del planeta Tierra limpiamente”. En algún lugar del universo, Yeiayel comienza todas las partidas de dominó y, hasta ha conseguido ganar alguna. Vehuiah sigue creando tramas para su divertimento en todas las dimensiones de las que es creador.

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Habían pasado dos semanas desde el último ataque. Por suerte, le habían cedido una parte del laboratorio y James podría trabajar junto al cuerpo de su hija. Había puesto una mesa con un ordenador junto a su cámara y, cada vez que ladeaba la cabeza, era capaz de ver su hermoso rostro dormido. No tardó en hacer amigos allí, la gente se asombraba de lo que era capaz de hacer aquel hombre, y aquello les ablandaba a todos el corazón, incluso al jefe de laboratorio, un hombre arisco con fama de pocos amigos. James se pasaba más de quince horas allí trabajando, muchos días no se acercaba ni a casa, pero por suerte no afectaba a su matrimonio, pues Mei era consciente de que era un sacrificio para salvar a su primogénita. Una mañana, después de haber ido a casa, James entró en el complejo fuertemente protegido y construido en las entrañas de una montaña rocosa. En cuanto puso un pie dentro se dio cuenta de que el aire estaba enrarecido, la gente susurraba y los rostros no mostraban apatía, nadie saludaba como de costumbre y algunas caras estaban más pálidas de como debía de tenerla un humano corriente y medianamente sano. Pasó todas las puertas de seguridad hasta llegar a la zona del “Proyecto Venus”, una vez dentro, se propuso descubrir qué diablos pasaba, pues en un primer minuto su paranoia le hizo creer que algo le había ocurrido a Shana. —Marcus —llamó a un chico joven de pelo castaño con el que mantenía interesantes conversaciones—. ¿Qué ocurre? —¿No te has enterado? —negó meneando con suavidad la cabe za— Todas las agencias espaciales del planeta han detectado algo. —¿Un asteroide? —preguntó asombrado. —No, algo mucho más grande. —Deja de jugar y dime qué pasa —se acercó como cada día hasta Shana y puso la mano sobre el cristal, era un ritual de saludo. —Señales James, señales inteligentes —el hombre le miró enar cando una ceja y se preguntó si era el día de los santos inocentes—. ¡Naves! —gritó emocionado. Ante la incredulidad de su compañero, Marcus le pidió que le acompañara hasta la zona de al lado, que se dedicaba al estudio espacial. Al contrario que la gente que se había encontrado, allí el aire era más festivo, todos sonreían y comentaban el gran paso que aquello significaba, era la prueba definitiva de que no eran los únicos seres con inteligencia del universo. James vio las pantallas, las señales parpadeaban y no le gustó. No había una señal, había tantas que le resultaba difícil contarlas. Aquella no era su especialidad, pero se dio cuenta al instante de que no era algo bueno ni positivo. —¿A qué viene esa cara? —preguntó Marcus dándole un golpecito 92


en el hombro. —No creo que sea una visita amistosa… —¡Vamos! —otro hombre se unió a ellos— Es un gran descubrimiento, ¿sabes lo que podríamos adelantar? ¡Tienen naves! —alzó ambas manos por encima de su cabeza. —No niego que sea un descubrimiento, ¿pero crees que para decir “Hola” necesitan un ejército? —ironizó frunciendo el ceño. Como si les hubieran tirado un jarro de agua fría, todas las personas de la sala se quedaron en silencio. Parecía que no se habían percatado del elevado número de señales rojas y parpadeantes que tenían frente a sus narices, la emoción había sido tal, que nadie se paró un segundo a pensar en la verdad de todo aquello. Al menos ellos, porque las caras que había visto fuera sí parecían de preocupación. —Necesito tu ayuda Marcus —le agarró con fuerza del brazo y le arrastró hasta su laboratorio. —¿Qué te pasa? Nos has chafado la alegría. —Mira Marcus —comenzó—, si se parecen en una mínima parte a nosotros, todas esas señales, naves o lo que mierda sean, no vienen a saludar —vio como el joven científico cambiaba de color como un camaleón—. Tengo que hacer algo, y tú me vas a ayudar. Antes de decir nada, le hizo jurar que no diría ni una sola palabra. Entonces, comenzó a preparar todo. James lo tenía claro, aunque habría preferido equivocarse, estaba seguro de que les iban a atacar. No dejaría que el indefenso cuerpo de Shana soportase aquello, así que ideó un plan rápido y eficaz: llevarían la cámara de su hija al sótano, la esconderían y conectarían una red de electricidad capaz de soportar tiempo suficiente. Esperaron hasta la noche, cuando la mayoría se había ido o estaban durmiendo. Marcus no estaba de acuerdo con James, pero como bien decía, el protocolo no mencionaba nada con respecto a prohibir mover las cámaras de criogenizado de un lugar a otro. También le ayudó durante los próximos dos días a preparar un abastecimiento titánico de energía, incluso se sorprendieron de su logro, por desgracia no podrían presumir de él. Tres semanas después de recibir las señales, los ánimos ya eran pesimistas. Todos los países habían intentado contactar con los visitantes sin éxito, pero ninguna clase de respuesta habían recibido. Los ejércitos se movilizaron y pronto, no pudieron esconder los hechos. Algunas naves estaban tan cerca de la superficie que cualquiera que saliera a la calle podría ver la espectacular mole en el cielo. Los civiles se lo tomaron de todas las maneras habidas y por haber, algunos se juntaban en ciertas zonas, emocionados ante lo que se avecinaba. Esperaban impacientes con pancartas de 93


bienvenida y paz. Otros se habían llevado a sus familias a los lugares más recónditos, esperando que cuando volviesen, todo se hubiera acabado. —¿Las ordenes siguen siendo las mismas? —preguntó un hombre. —Sí, el consejo ha ratificado la orden original tras meditarlo profundamente. Destruir a los Terrestres. La mujer de piel violeta miraba en la amplia pantalla que tenía frente a ella y en la que se veía el planeta que rodeaban con su ejército. Le pareció terriblemente hermoso aquel color puro y azul, y sintió pena por lo que debían hacer, pero el consejo decidía, y nadie podía cuestionar su modo de actuar. No estaba de acuerdo en la destrucción, ella creía que con diálogo podrían cambiar las cosas, pero cuando encontraban una raza catalogada como potencialmente peligrosa y de nivel 1, no había muchas opciones. También era cierto que no era una situación corriente, en la historia desde la unión de las galáxias y la creación del consejo supremo, solo se habían llevado a cabo tres extinciones, y aquella sería la cuarta. No le pesaba demasiado, pues se había llevado un exhaustivo control sobre aquella raza a la que llamaban Terrestres durante décadas. Una raza joven, en apenas dos mil años habían logrado mucho. Aquello no era malo en absoluto, el problema era su manera de actuar. Eran conquistadores por naturaleza, y el consejo ya tenía suficientes guerras y problemas como para sumar otro. Tenían la certeza de que si aquella raza se hacía con tecnología superior, causaría el caos y aumentaría los confictos que ya tenían entre manos. —Que todas las naves y soldados se preparen. —Sí, señora. El hombre pulsó un botón y comenzó a dar órdenes a otras naves. El ataque estaba coordinado, primero aéreo y después mandarían a las unidades de tierra a terminar el trabajo. Los supervivientes no serían un problema, pues las armas levantarían una capa de polvo tan espesa que la atmósfera cambiaría durante los próximos doscientos años, lo cual acabaría por matar a quien quedase. El resultado final: Una extinción total. James ya había preparado todo, y días antes del ataque, cuando las naves ya se veían en los cielos, se fue a casa. Le contó a Mei lo que había hecho, tal vez no sirviese para nada, pero había sido capaz de darle una pequeña oportunidad a su hija, y aquello le quitó un peso de encima, supo entonces que no moriría preocupado. Aunque no conocía el futuro, sintió en lo más profundo del alma que ella estaría bien. Las transmisiones solo llegaban por radio, las televisiones no funcionaban. Las noticias eran terribles, enormes armas parecidas a misiles, habían caído desde las naves con 94


una potencia superior a varias bombas atómicas. Aquello sucedió durante días, hasta que las transmisiones se volvieron difíciles de sintonizar. James supo que era porque quedaba poca gente dispuesta a gastar su tiempo de vida en dar las noticias, o porque simplemente ya no quedaba nadie para dar las ni escucharlas. La tierra estaba devastada. Un terrible ser metálico llegó a casa de James y Mei para acabar con sus vidas sin sufrimiento. Murieron abrazados y deseando que Shana despertase en un nuevo y mejor mundo.

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Ilustración: Carlos Rodón

PARA ACOMPAÑAR LA LECTURA de la CANCION DE SAN PASCUALITO REY SOBRE PAJAROS NEGROS Abrázame, no pasó nada Apriétame, siente mi sombra soy tu escondite, ya no estás sola Ya no más pájaros negros ya no más sueños despiertos aquí estoy, corazón ... (http://www.youtube.com/watch?v=6SZiZ3S_r7w) ----------------------------------------------------------Todos saben que a los vampiros nos encanta el cátchup, solo o mezclado con mayonesa. Y mojar pan en él y aclarar el gaznate con ingentes volúmenes de bloody mary. A falta de sangre fresca buena es la salsa de tomate.... De vez en cuando hacemos orgías porno-vampíricas en las que se llena una bañera de mayonesa, se añaden unos cuantos botes de cátchup y, con grandes cantidades de pan, nos metemos desnudos, dispuestos a hacer una “guerra de barquitos”. Acompañamos la batalla con vasos largos llenos de bloody mary helado... Bueno, ya sabemos que, en cuestión de orgías y de porno, los vampiros somos muy cándidos y limitados. Tras una de esas orgías, a cuatro amigos míos se les hizo tarde, ya que llegaron las doce de la noche y ellos seguían 96


enfrascados en la diversión, por lo que se convirtieron en esos simpáticos pajarillos -realmente, siniestros mamiferillos- de color oscuro y que gustan de morder yugulares. Total, que salieron apresuradamente volando de la bañera, tal como estaban, y se fueron en busca de sabrosos cuellos de doncellas del lugar. Esa noche los lugareños que en la madrugada, imprudentemente, seguían deambulando por las calles del pueblo, vieron cuatro extraños seres voladores de color “rosa grasiento”, con las comisuras de los labios chorreando un viscoso líquido rojizo y emitiendo risitas histéricas desconcertantes... Los más necios decían: -Mira, unos flamencos revoloteando a estas horas... Algunos, por experiencia, sabían que eran “Los Pájaros Negros”, que no eran precisamente un grupo musical. En aquel pueblo les llamaban pájaros, porque volaban haciendo mucho ruido, como una bandada de patos borrachos, y negros porque parecían de ese color. Aquella noche eran negros, únicamente, por dentro. Y eso desconcertó a muchos. Mis amigos volvieron a casa justo antes de salir el sol, entre cánticos, risotadas y goterones de grasa anaranjados. Cantaban: -¡A miiii me guuusta el pipiribipipi, de laaaaaaaa botaaaa empiná parabapapa. Con el pipiribipipi, con el paparabapapa; al que noooooo le guuuuuste el cátchup es un animal, es un animal! La policía estuvo bastante ocupada al día siguiente. Aparecieron tres pueblerinos sin una gota de sangre, con una pajita con brillantes adornos encastrada en el cuello y embadurnados de cátchup y mayonesa. Gracias a la información proporcionada por numerosos testigos, en el informe se puso como causa de la muerte: Los Pájaros Negros. Fue la primera vez que ocurrieron estos sangrientos y luctuosos hechos pero, no la última...

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