Premio de redacción

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V Premio de redacci贸n IES Breamo Departamento de lengua castellana y literatura Curso 20102010-11. 11. Tema: El futuro.


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Sara Veiga Beceiro, 1º ESO A. Primer premio en la categoría de 1º y 2º de ESO. MAÑANA. ____________________________________________

Mañana todo cambiará, para siempre. En ese mismo momento, cuanto dentro de diez horas te subas al avión, y Barcelona quede atrás, en ese instante, todo se vendrá abajo. Lo sé porque lo siento, y además creo y percibo que no me volverás a llamar nunca más... Ya me hago a la idea, pero va a ser muy difícil empezar de cero, de nuevo, yo sola. Pero no soy egoísta y sé que allí te necesitan más que yo. Te imagino entre la gente, ayudando a devolverles la vida, curándolos... Y yo cada día miraré en el mapa ese lugar donde tú estás. Te lo prometo, aunque sé que no me oigas. Va faltando menos, los minutos y los segundos pasan velozmente, mientras que yo cada vez siento más miedo, miedo de no volver a verte, de perderte para siempre. De repente me vienen a la cabeza momentos, fechas, días que compartimos. Y es que aún no te has ido y ya te echo de menos. Presiento esto porque hace semanas que no sé nada de ti. Pensé que estarías muy ocupado, preparando ese viaje sin fecha de regreso. Y ya... solo faltan seis horas para que el avión despegue. Lo sé, lo percibo, lo siento... mañana todo cambiará. No quiero que ocurra, no quiero... pero me voy quedando dormida y sueño con que ya es la hora de la partida y estaré allí a tu lado. Lo veo tan nítidamente, como si fuese real. Me cogerás de la mano y subiré a tu lado. Sigo soñando pero oigo un timbre, están llamando a la puerta. Cruzo los dedos para que me den suerte y deseo equivocarme, confundirme con todas esas suposiciones. Ojalá me equivocara... Y lentamente, abro la puerta.

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Sara Caldevilla Loredo, 2º ESO A. Accésit en la categoría de 1º y 2º de ESO. EL FUTURO. ____________________________________________

Me arrodillé ante el baúl. Recogí la llave del suelo y la metí en la cerradura. Despacio, y con mucho cuidado, fui abriendo poco a poco el baúl. Cuidadosamente cogí con los guantes todo objeto que había dentro. Los fui sacando para un trapo que había dejado en el suelo. Cuando acabé, los examiné uno por uno. La caja no tenía otro contenido que no fuera papel, y unos marcos con alguna que otra foto. Los papeles eran cartas escritas por mi tatarabuela. ¡Ah, es cierto! Aún no os he hablado de ella. Bien, pues… Mi tatarabuela murió hace 70 años. Al morir dejó a mi bisabuela este baúl con una nota. La nota decía así: “Querido familiar: esto es muy importante. Me gustaría que este baúl no se abriera hasta el año 2100. Cuando lo abras, lee las indicaciones y, por supuesto, síguelas. Si no estás de acuerdo con lo que hay en el baúl, o tienes algo que añadir, por favor escríbemelo en una carta y quémala, junto con el baúl y todo su contenido. Así yo podré leerlo esté donde esté, y sabré lo que llevo persiguiendo toda mi vida. Muchas gracias. Te estaré siempre agradecida.” Sí, yo era esa persona que debía abrir su baúl. Sí, a la que le debía el trabajo de toda su vida. Sí, a la que siempre estaría agradecida. Sí, la única persona que después de 70 años sabría lo que era tan importante para mi tatarabuela. Lo que contenía EL BAÚL. Después de explicaros esta parte de la historia continuaré. Yo, verdaderamente, estaba muy nerviosa por leer lo que contenía ese baúl, que, fuese lo que fuese, tenía gran valor. Me sudaban las manos. Tenía mucho calor. Y mi respiración era demasiado rápida. Tenía que admitir que nunca había estado tan nerviosa. Decidí ducharme en agua fría rápidamente, y proceder a leerlas a continuación. Me duché. Me puse el pijama y me metí en cama. Cogí todos los papeles y empecé a leer. Leí todas, pero al terminar me quedé dormida. A la mañana siguiente me desperté nada más salir el sol. Recordaba poco de las cartas, y las volví a leer enteras. Todas hablaban de lo mismo. Primero empezaban explicando cómo era el planeta en su época, y después suponía cómo iba a ser en el 2100. 3


Ella vivía en España. En esa época el planeta estaba contaminado por culpa de los seres humanos. Según ella, por toda la contaminación que producían. Mucha gente creía que los recursos no renovables se terminarían y con ellos muchas otras cosas. También creían posible el derretimiento de los polos, por culpa del aumento de temperatura en el planeta. Y, cómo no, la extinción de muchos animales. Mi tatarabuela creía que en el 2100 el planeta estaría gobernado por los chinos y por los Simpsons. Y también creía que los japoneses se extinguirían por culpa de un gran tsunami terremoto que había sucedido en el año 2011. Tengo que decir que mi tatarabuela tenía trece o catorce años cuando escribía esto. Me hicieron gracia sus conclusiones. Creía que en mi época habría coches voladores, teletransportadores, etc... ¿Cómo alguien podía llegar a creer que el ser humano en cien años podría derrotar a las fuerzas de la naturaleza? Sonreí. Cogí un papel y un lápiz, y empecé a escribir. Primero le expliqué que el planeta y todo seguía siendo casi igual. Solo había cambiado la contaminación, y la extinción de los japoneses, como ella decía. Unos años después de que mi tatarabuela hubiese muerto, un pequeño inventor descubrió la energía cefalomagnética, que consistía en mover cosas con la mente. Eso redujo mucho la contaminación, porque ya no hacían falta coches ni nada por el estilo. Lo de los japoneses no supe explicárselo tan bien… Muchos habían muerto en el tsunami. Y otros por las radiaciones de una central. Después de contarle todo esto, le conté que el baúl no había sido abierto hasta la fecha solicitada por ella. Le mandé muchos besos, y me despedí de ella como debía de ser. Me arreglé para salir, y metí la carta en un sobre, este en el baúl, y el baúl me lo metí debajo del brazo. Corrí hasta el parque. Allí dejé el baúl en el suelo, saqué el mechero y le prendí fuego, tal y como ella había dicho en la carta. Cuando solo quedaban las cenizas miré hacia el cielo, y vi cayendo un sobre. En su portada ponía: “Para Irene :) ” Lo abrí rápidamente y leí la carta. Me daba las gracias con todo el corazón por haber tenido tanta paciencia, y por seguir las instrucciones. Pero estaba un poco decepcionada con ese futuro que ella tanto deseaba conocer. Después de leer esto me saltaban las lágrimas de la emoción, pero me sentía vacía. Me faltaba algo. Algo que había tenido hasta ahora, pero que acababa de perder. No sabía qué era, pero sin él me encontraba incómoda. Me di cuenta de por qué estaba vacía. Mi misión ya estaba completa. Yo ya no hacía nada más aquí. Y decidí hacerlo. Me subí a la parte superior del puente. Y después de pensar en mis seres queridos… Salté. No sufrí dolor alguno. Solo alivio. Alivio por poder dar por terminada mi misión. Alivio por dejar atrás todo lo que algún día amé o llegué a amar. Alivio por no tener que preocuparme por nada más. 4


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Luis Crego Rodríguez, 3º ESO A. Primer premio en la categoría de 3º y 4º de ESO. QUERIDO DIARIO. ____________________________________________

- Querido diario: me llamo Fran, bueno en realidad mis padres me llamaron José Francisco, craso error ya que a mi forma de ver es un nombre demasiado largo. Hoy es el último día de vacaciones y al acabar de cumplir doce años mañana es, para mí, el primer día de instituto. Estoy muy nervioso porque no sé cómo es mi nuevo colegio ni cómo son mis nuevos compañeros, a causa de que he tenido que cambiarme de pueblo porque mi padre se ha divorciado de mi madre y se ha comprado una casa en un pueblecito en la costa. La casa es muy bonita pero no me hace ninguna gracia vivir a doscientos quilómetros de mi madre y por encima con una antigua amiga de mi padre que "le está ayudando a superar estos duros momentos". Recuerda no casarte nunca, es bastante nefasto divorciarse a los cuarenta y repartirse los hijos. - Querido diario: hoy es día dieciocho de septiembre; he ido al instituto por primera vez. He conocido a mi nuevo tutor. Es un chico muy majo de unos treinta años con un buen coche y a todos mis compañeros les parece como un héroe. Recuerda estudiar para ser profesor, es un trabajo cómodo y bien pagado. También he conocido a una niña de mi clase que se llama Natalia, es muy guapa, muy lista y tiene una sonrisa muy bonita. He decidido que en el futuro me gustaría casarme con ella. - Querido diario: hoy es día diecinueve y nuestro héroe local, nuestro tutor, está de baja y ha venido a darnos clase un cincuentón medio calvo con una bicicleta roñosa. El nuevo profesor nos hace llamarle Don Adolfo y siempre está quejándose por cualquier cosa, por lo tanto, he cambiado de idea, no quiero ser profesor (tiene sus puntos negativos). - Querido diario: hoy es día veinte los "amigos" de mi clase me han hecho una broma que no quiero recordar aquí porque si algún día logro olvidarla y leo esto lo 5


recordaré. Estoy triste y ahora mismo el único deseo que tengo para el futuro es ducharme rápido y dormir como si no tuviera que levantarme mañana. - Querido diario: hoy es día veintiuno y por desgracia me he tenido que levantar muy a mi pesar, aunque por lo menos no he ido a clase. Sólo quiero dormir. - Querido diario: hoy es día veintidós y he sabido que Natalia es la nueva novia de la persona que organizó la broma mencionada anteriormente. Finalmente odio a Natalia, la odio. He decidido no tener novia hasta encontrar a la persona indicada, ninguna de las chicas de mi clase merece la pena. Son todas unas tontas que hacen caso a los "bromistas". - Querido diario: hoy, gracias a Dios, no tengo nada que contar, sólo que mi padre me ha llamado para ir a cenar, mi nueva mamá (que es como quiere mi padre que la llame) me ha dicho por la mañana que tendría mi cena favorita y lo estoy deseando, algo bueno en este aburrimiento de vida. Acabo de volver de cenar y no he cenado mi cena favorita porque mi "nueva mamá" no sabía por la mañana, cuando me dijo que iba a cenarla, que iba a sobrar comida del mediodía. Por lo tanto si no sabemos lo que vamos a cenar un día cualquiera aun con una idea anterior, cómo pretendemos saber lo que vamos a hacer en el futuro por una acción de un instante de nuestra infancia. Desde que me regalaron este pequeño cuaderno no me han dejado de ocurrir cosas malas y con ellas intentaba decidir mi futuro. Si en un futuro próximo intentase basar mi vida en estas notas, aparte de hacer cosas contradictorias, basaría mi vida en la historia de siete días poco felices. Y en este mismo instante me despido de ti, ya no tan querido diario, porque irás directo a mi chimenea a ver si así, desatándome del pasado, viviendo el presente y esperando el futuro, consigo tener una vida más feliz.

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Cristina Rey Mira, 4º ESO B. Accésit en la categoría de 3º y 4º de ESO. PALABRAS DE DESPEDIDA. ____________________________________________

—No sabes las ganas que tengo de que llegue ese momento. El gran momento de ser dueña de mi propia vida. Esa tontería de ser por fin mayor es una idea que ocupa toda mi cabeza. Más que una idea es un sentimiento, un sentimiento que tiene latido propio y late con más fuerza de vez en cuando, y desde hace un tiempo, con más intensidad todavía. No sé cómo decirte con palabras tiernas algo tan explosivo para mí y a la vez entiendo que tan triste para ti. Ahora sólo siento que quiero comenzar a construir algo totalmente mío, y te pido por favor que me dejes hacerlo porque es algo en lo que no me puedo equivocar porque nunca me sentí tan llena con nada. —Lo único que te pido es que lo pienses, hija; soy la primera que desea tu felicidad pero eres demasiado joven y te puedes estar equivocando. Piénsatelo una sola vez más y si me dices que no, te dejaré, dejaré que te marches. —No me hace falta, mamá: es lo que quiero y siento que debo de hacer, no quiero hacer esto más difícil, simplemente quiero hacerlo. Eres la primera que me dice siempre que haga lo que sienta y eso estoy intentando hacer. Y la niña se fue, sin pensárselo ni un solo momento, sin considerar los consejos de su madre. Salió por la puerta sin visitar alguna de las partes de aquella casa de campo, sin despedirse de su habitación, de su osito de peluche, de su disco de música favorito, de la taza con la que desayunaba cada mañana, de su radio, de su libro de cuentos favorito de Ana María Matute… Salió por aquella puerta sin preocuparse por nada, envuelta en una nube de mil componentes distintos que hacía que permaneciese drogada por aquella impaciencia que le obcecaba de esa manera. La joven, obediente a sus deseos, se fue. ¿A dónde? Pues ni ella lo sabía bien; simplemente se fue sin importarle lo mas mínimo lo que iba dejando a sus espaldas. Mientras tanto su madre se quedó en aquella casa llena de recuerdos y vacía de sentimientos ya. Su corazón roto se reflejaba en aquellos ojos llorosos y mejillas ruborizadas por el llanto, que explotó en ella cuando la joven no hizo más que atravesar aquella puerta. Y el tiempo pasó, como no pudo ser de otra manera.

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La joven había conseguido ya su entrada en el mundo de los adultos y la madre seguía igual que como se había quedado, adentrada en un mundo más gris de como estaba pintado ya. Un día la hija regresó a su hogar y ella seguía ahí. Con el mismo aspecto de siempre. Se abrazaron lo más fuerte que pudieron y se limitaron a estar en silencio. Un silencio que lo dijo todo. De ahí a un rato lo último que pude escuchar fue: —Lo siento mamá. Daría lo que fuese por volver a aquel día en el que me fui. —Ahora estás aquí. Y no vuelvas a pensar nunca más en ese pasado ni tampoco mucho más lejos de este presente… Sólo deja que pase.

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Silvia Legaspi Grueiro, 2º bachillerato B. Primer premio en la categoría de bachillerato. FUTURO DEFINIDO. ____________________________________________

La noche caía, los últimos rayos de sol desaparecían por el horizonte y las tinieblas inundaban los alrededores de la casa en silencio. Se adivinaba una noche clara, llena de estrellas, y una luna parecía columpiarse en el cielo, velando la tranquilidad del hogar que coronaba un acantilado solitario y apartado como cada noche. Se desplomó en la cama. Un calor suave le acariciaba las sienes, en las que sentía un pálpito agradable que lo iba adormeciendo, que le llevaba de forma inexorable a la inconsciencia. Y de repente vio a aquel ser nítidamente, aquel ser que le llamó la atención desde la ventana y que observó fijamente a lo largo del camino que conducía a su casa: subió al camino lentamente, con una sonrisa en la cara que hacía presagiar lo peor, una sonrisa escalofriante. No usó el timbre, dejó que sus dedos huesudos sonaran contra la puerta carcomida por la sal después de tantos años acompañando a la mar. Los surcos de su cara no ocultaban su edad. Desde la ventana se limitó a susurrar un "Vaya, después de tantos años... sabía que volverías" y bajó a abrir la puerta, sorprendiéndose de la frase que acababa de decir. Un seco "Pasa" y un leve gesto para indicar dónde estaba el salón bastaron para que la Muerte entrara en la casa. Él ya la conocía; ya había tenido un encuentro con ella hacía años, a causa de un naufragio. Aquella vez le había ido a visitar al camarote del barco con el que pretendieran llegar a las Azores. La conversación en aquella ocasión había sido: sólo sobreviviría en el caso de que abandonara el mar de por vida ¿Por qué esa condición? Por un capricho de la Vida, o en este caso de la Muerte. Nunca lo había entendido. - Esta vez vengo a por ti sin condiciones. - Lo sé, y lo entiendo – dijo el anciano en el que se había convertido el habitante de la casa con solemnidad- pero quisiera que me contestara a algo antes. - No es esa mi forma de trabajar. - ¿Acaso considera esto un trabajo? Un silencio sepulcral hizo que el anciano se arrepintiera de la ironía empleada al pronunciar aquella frase. Pero en la Muerte, aquellas palabras desataron un torbellino de sensaciones... y una tormenta de sentimientos.

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- Es mucho más difícil de lo que crees. Se trata de matar o morir. Soy humano... -No hay nada más humano que la Muerte, es algo que todos tenemos en común, ¿es eso lo que quiere decir? - No, quiero decir que tengo sentimientos y emociones como tienes tú, que soy de carne y hueso. - ¿Por qué se dedica a matar? - Porque todos queremos vivir. - No le comprendo. - Yo tampoco me comprendo cuando escucho mis palabras. Se trata de un maleficio, es más simple de lo que parece: la muerte es necesaria. Yo tampoco lo comprendería, pero si algo le da sentido a la vida es la muerte; la eternidad haría que no aprovecháramos cada segundo de la vida, siempre habría otro para vivir lo que quisiéramos. Y yo lo comprendí demasiado tarde; antes de que yo llevase a cabo esta tarea, era la Luna quien se encargaba. La mente del anciano intentaba abrirse para comprender las aparentes locuras que describía la Muerte. Por alguna razón, supo que no eran locuras, que se trataba de una verdad mágica e innegable. - Llegó mi hora, y la Luna vino a por mí. Yo había vivido lleno de preocupaciones, no había disfrutado de mis hijos ni de mi esposa, y sólo había trabajado para intentar ser alguien; y algún día llegué a ser un importante hombre de negocios, pero esto no me llenó y la frustración me llevó a la perdición. Una noche salía de un bar apartado, ebrio, y sin dinero, cuando en el estrecho camino que llevaba a mi casa la Luna bajó a decirme que había llegado mi hora, que me iría con ella a hacerle compañía ya que no sabía aprovechar aquella vida que había comenzado 45 años atrás. Entonces lo comprendí todo: no sabía vivir. Así de simple y así de absurdo. Un abismo se abrió en mi pecho, y las ganas de recuperar a mi familia y las riendas de mi vida hicieron que todo aquello de lo que me arrepentía se cayera en aquel agujero que se había creado en mí. La Luna pudo sentir mi arrepentimiento, y la piedad brotó dentro de ella para concederme un milagro: seguiría viviendo y trataría de recuperar a mi familia y de salir adelante; a cambio tendría que hacer por las noches el desagradable trabajo que ella hacía: poner fin a los años de la gente. Acepté, por supuesto. Fui feliz con una familia que me costó recuperar, pero que estuvo unida ante todo lo que pudiera ocurrir. Ahora todos están muertos, y yo vivo solo disfrutando de distintos amigos ya que cada cierto tiempo cambio el lugar en el que vivo para no levantar sospechas. -¿Eso quiere decir que es usted inmortal? - No, por supuesto que no, pero no envejezco, y moriré la primera noche que no haga el trabajo de la Luna. La noche de tu naufragio no morí porque salvé tu felicidad: si no abandonabas la mar, tu mujer te abandonaría a ti. Aquella afirmación no sorprendió al anciano, su mujer nunca apoyara su decisión de trabajar en la mar: su padre y dos de sus hermanos perdieran allí la vida. En realidad su corazón siempre estaría poseído por la mar, y no le hubiera importado morir en el agua salada: en algún lugar había que hacerlo, y la verdad 10


aquel era el que más le atraía, sus recuerdos de niño, y no tan niño, estaban allí. ¿Cuántos barquitos hechos con una hoja habían surcado los mares en su más tierna infancia? ¿Cuántos besos se había llevado la brisa marina en su juventud? ¿Cuántas noches de faenas siendo un hombre maduro había velado aquella agua? y ¿cuántos apacibles silencios mirando el horizonte ya en la vejez guardaba la arena de la playa? La Muerte se levantó, y salió de la casa. El anciano salió detrás de ella de modo hipnótico. La Luna parecía observarles desde la noche, que se había tornado más oscura de lo esperado. En lo más alto del acantilado, la Muerte se giró y miró un segundo al anciano, indicándole que mirara a la mar. Todos aquellos barquitos, los besos, las capturas de pesca estaban allí, envueltos en el silencio característico de su vejez. Saltó sin dudarlo, a atrapar sus recuerdos, a vivir en ellos otra vida. Aquella había acabado. Un golpe de unos nudillos en la puerta le hicieron despertar: el futuro, su futuro, abandonar la mar, una mar que trataría a su familia de una forma despiadada. Tenía que decírselo a su familia... aunque no le creerían. Temblaba cuando unos llantos desoladores y un puño golpeando la puerta parecían vaticinar una mala noticia. - Si tú supieras... es por tu hermano. - No puede ser... - Un golpe de mar, un golpe de la dichosa mar... yo lo sabía... Se cumplía el más horrible de los sueños. El más irritante de los futuros conocidos avanzaba hacia su cumplimiento de manera ineluctable. La debilidad recorría sus piernas y le hacía creer que estaba en la cárcel más profunda: el conocimiento de aquel futuro al que no podría escapar, el encuentro con la Muerte.

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Manuel Vila Villaamil, 1º bachillerato B. Accésit en la categoría de bachillerato. EL FUTURO. ____________________________________________

Coruña, martes 13 de marzo del 2012. El sol comenzaba a esconderse tras el horizonte, y alimentaba tímidamente con sus últimos rayos de luz. Una mujer estaba anonadada contemplando este inolvidable momento, la observé detenidamente, era una bella mujer de unos 30 años, su simple presencia me aportaba sensaciones que jamás hubiera podido percibir, decidí frotar mis ojos, pero después de ello ella seguía ahí. Mi cuerpo ardía de pies a cabeza controlado por una pasión incontrolable. Entregaría todas mis posesiones por poder congelar ese momento y poder disfrutar de él... para siempre. La puesta de sol había concluido, pero ella seguía inamovible oteando el horizonte. Decidí intentar levantarme para poder acercarme a ella, aunque mi timidez me impidiese poder dirigirle la palabra. Me levanté con serios problemas en poder aguantar el equilibrio, estaba tan nervioso que dudaba en que pudiese dar más de dos pasos seguidos sin perder el conocimiento. Me acerqué lentamente y en silencio conté, uno, dos, tres, cuatro pasos, me había acercado más de lo que nunca pudiera haber llegado a imaginar, su silueta se encontraba a tan solo un par de metros. Ya podía percibir su perfume, me hipnotizaba, me conquistaba, me llevaba... sin duda era el mejor de los olores que nunca hubiera percibido. Cerré los ojos, intenté rodearla con mis brazos a ciegas, pero no conseguí ni tan siquiera rozarla. Me sorprendió tanto que volví a abrir los ojos automáticamente. No había nadie. Me giré tan rápido como pude y la vi cruzando la carretera, se alejaba de mí paso a paso... Me sorprendió la naturalidad con la que caminaba, esa forma de caminar la elevaba por encima de la mejor de las musas, era inconfundible... ella era la belleza elevada a su máximo exponente. Mientras cruzaba se giró tan rápidamente como yo lo había hecho antes, a pesar de que estaba a más de diez metros pude ver su rostro, aquello era... superior a cualquier nivel de belleza... era... era comparable al mejor de los poemas que pudiera llegar a escribir. Su cuerpo gozaba de un halo de luz que la recubría... que la hacía estar a años luz por delante de cualquier mujer. Fueron dos segundos del más puro y absoluto placer. 12


Escuché una especie de pitido que sonaba muy violentamente, pero aún así era incapaz de apartar mi ardiente mirada de su figura. Décimas de segundo después, un vehículo la arrollaba con el doble de violencia que el pitido cuyas ondas de sonido todavía retumbaban en las paredes de los edificios más próximos. El atropello fue la peor imagen que nunca había visto, representaba una desgarrada tristeza que se alimentaba de mi poderoso llanto para poder seguir viviendo. Corrí tan rápido como pude mientras escuchaba mi corazón haciéndose pedazos. Clavé mis rodillas en el suelo y aparté las lágrimas que me impedían poder observarla en buenas condiciones, y allí estaba, con el cuerpo ensangrentado y varios huesos rotos, dibujando en el asfalto una figura similar a un ángel. Estaba inconsciente, el conductor responsable de la tragedia estaba completamente paralizado, como yo cuando la vi por primera vez. Corrí hacia él y le cogí el teléfono móvil, llamé a la ambulancia, aunque preso de los nervios, me costó apretar las pocas cifras de las que ese número constaba. Me quedé a su lado mientras no llegaban, la acaricié sin cesar lo más suavemente posible, me acerqué a su rostro y no sé si ficción o realidad, ella movió los labios pronunciando estas palabras: "Nunca me dejes sola, quédate conmigo". Segundos después la ambulancia llegó y se sucedieron los intentos para reanimarla, consiguieron estabilizarla tras numerosos intentos y la trasladaron al hospital. Conseguí meterme en la ambulancia e ir al lado de su camilla mientras seguía acariciándola... Llegamos al hospital y me prohibieron poder entrar en la unidad de cuidados intensivos, así que no tuve más remedio que quedarme en la sala de espera durante horas y horas. Dieron las cuatro de la mañana y el doctor se acercó a mí para comunicarme que había entrado en coma, escena que, tras el atropello, fue el segundo peor momento de mis 32 años de vida. Ahora notaba cómo mi alma se desvanecía en mi interior, las lágrimas resbalaban por mis mejillas sin cesar y, desgraciadamente, no tenía ningún hombro dónde pode apoyarme. La soledad se apoderó de mí en los siguientes días, meses y años... La única compañía de la que gozaba era la de su cuerpo prácticamente sin vida. Los doctores creían que me había vuelto loco, pero no había momento en el que no me acordase de esas palabras que juraría que salieron de su boca... Tenía que hacerlo, sin más, ella era mi vida, se había apoderado de mí. Veinte años después, 2032, todo había cambiado a mi alrededor, un mundo de tecnología me avasallaba, comencé a perder el rumbo, a no encontrar respuestas a mis preguntas... El comportamiento de las personas era totalmente opuesto al de años atrás, quizá todos hubiesen perdido esa confianza que a todos nos caracterizaba, los golpes de la vida habían convertido a todos en seres mustios, sin sentimientos... La sociedad me condicionaba de algún modo, aunque solamente la soledad haya sido mi compañera durante todos estos largos años. Los jóvenes muchachos se reían de mí al verme todos los martes llorando desconsoladamente contemplando cómo se ponía el sol. Los sentimientos se habían suprimido, dando lugar a que los actos se caracterizasen por su crueldad y sangre fría...

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Y llegó el día, 30 años después del atropello, otra vez martes 13 de marzo del 2042, llegué a la conclusión de que ella no volvería, sino que era yo el que debía ir a ella. Así pues, me dispuse a cruzar la carretera de manera tranquila, mientras lo hacía, me giré para mirar el último rayo de sol de ese atardecer, y entonces, décimas de segundo después... noté el impacto. La historia se había repetido 30 años después, fue entonces cuando por fin, nos volvimos a encontrar...

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