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R E V I S TA D E L A FA C U LTA D D E C O M U N I C A C I O N E S DE LA UNIVERSIDAD PRIVADA DEL NORTE Aテ前 XIII | Nツー81

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APUNTES DE VIAJE En busca de El Rosario de Polloc RESCATES Y REVELACIONES Los humedales de Cascajo

UNOS LIMPIAN, OTROS DESTRUYEN

CULTURA Y MEDIO AMBIENTE Ademテ。s: Recuerdo de Eduardo Galeano/ Casinos y ludopatテュa


AÑO 13 | Nº 80 | noviembre de 2014 Revista Editada por la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Privada del Norte

DIRECTOR Luis Eduardo García EDITOR Hugo Vergara CORRECTOR Alonso Domínguez ILUSTRACIÓN DE PORTADA Renato Barrantes DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN José Carlos Castillo COLABORADORES José Antonio Tejada Renato Salas Marcio Taboada Gonzalo Haro Gerson Ramírez Jarek Gonzales Héctor Lozano Jorge Barreto FOTOGRAFÍA E ILUSTRACIÓN Diana Ortiz Grecia Rodas

COLUMNISTAS Orietta Brusa Gerardo Cailloma Alfieri Díaz

Las opiniones vertidas en los artículos firmados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente las opiniones y juicios de DÍATREINTA.


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OPINIÓN

EL CUADERNO DEL TRIBAL

Escribe: Luis Eduardo García Director de la Facultad de Comunicaciones (Trujillo) leg@upn.edu.pe

EL NUEVO PERIODISTA La práctica del periodismo moderno supone el dominio de las nuevas tecnologías, aunque también el cultivo de los viejos principios: la ética profesional y la belleza del lenguaje.

Es verdad que la vida de un periodista ha cambiado mucho. Su nuevo rol profesional lo ha obligado a convivir con la tecnología, la cual en cierta forma deben dominar para ejercer mejor su oficio. Conocer la tecnología supone no solo manejar herramientas vinculadas al ciberperiodismo, aplicaciones móviles y redes sociales, sino también a medios impresos. En todos los casos, ese periodista debe decidir qué formato es el idóneo para divulgar la información que maneja. Pero los nuevos tiempos exigen a los periodistas, por un lado, conocer lo nuevo y, por otro, perfeccionar lo de siempre. Lo primero se refiere a que debe moverse como pez en el agua en el universo de las tecnologías de la información, así como en el manejo de nuevos conceptos y teorías sobre el periodismo. Lo segundo a que los contenidos éticos y estéticos de hace cien años deben ser enfatizados, pues no han cambiado en lo más mínimo, sino que se han vuelto imprescindibles. Una de las transformaciones que ha sufrido la teoría del periodismo tiene que ver con los géneros que se utilizan para las versiones digitales e impresas. En el terreno de lo digital, los dispositivos móviles y las redes sociales, la subjetividad del periodista debe quedar reducida al mínimo, mientras que en el territorio de los impresos cobra cada vez mayor importancia. Esta diferencia tiene que ver también con el tiempo empleado para escribir y leer mensajes periodísticos. En el ciberperiodismo, se calcula que la lectura de un texto demanda entre 3 y 5 minutos, en tanto para el medio impreso entre 17 y 21 minutos, lo cual supone que la extensión de las frases, para el caso de los medios electrónicos, debe ser mínima. El Libro de estilo del diario El País, por ejemplo, recomienda (para sus dos versiones) que una frase no debe exceder las 20 palabras, una entradilla las 60, un párrafo las 100 y una nota informativa las 900.

Podemos inferir entonces que el periodismo impreso va mejor con los textos más extensos, interpretativos y analíticos, en tanto emplea un tiempo más “largo”. Quizás por esto, quienes practican el periodismo narrativo sostienen que el escenario tecnológico lejos de envejecerlo lo ha revitalizado. Los que escriben y leen crónicas, perfiles y reportajes interpretativos saben muy bien qué tiempo y paciencia necesitan. La idea es que el interés del lector no se pierda hasta el final; cosa que, por lo demás, importan muy poco en el formato digital. En cuanto a los contenidos éticos, estos, pese a su vejez, resultan más actuales que nunca. El periodismo debe recobrar su función de piedra en el zapato de los poderosos y corruptos, para lo cual debe tener bien claro cuáles son los límites del delito y qué rol deben desempeñar en la construcción y el desarrollo de la democracia. Lo estético en el periodismo se refiere al uso correcto de la lengua, aspiración tan vieja como el oficio mismo de informar. Este uso consiste en dos cosas: conocer y aplicar las normas gramaticales del español y practicar un estilo bello, claro, conciso, preciso, breve y fluido que, además, sea fácilmente entendible por el lector. «Los periodistas han de escribir con el estilo de los periodistas, no con el de los políticos, los economistas y los abogados. Los periodistas tienen la obligación de comunicar y hacer accesible al público en general la información técnica o especializada. La presencia de palabras eruditas no explicadas refleja la incapacidad del redactar para comprender y trasmitir una realidad compleja. El uso de tecnicismos no muestra necesariamente vastos conocimientos, sino, en muchos casos, una notable ignorancia» (Normas de escritura, Libro de Estilo de El País, p. 39). Allí está el quid del asunto: el nuevo periodista debe tener adaptabilidad para subirse al tren de los nuevos tiempos y entereza moral y estética para cultivar los viejos principios de su oficio.

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Reportaje

EL INFIERNO TAN TEMIDO Lo que nadie quiere saber del botadero de la ciudad A 4 kilómetros de la ciudad de Trujillo, en la periferia, se ubica el botadero El Milagro, lugar en donde familias enteras se ganan la vida entre la inmundicia, lo inservible y lo que ya “murió”. Texto y fotos: Gonzalo Haro y Marcio Taboada Estudiantes de Comunicación y Periodismo

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Cuando Gabriela volteó para ver a su hija y comprobar que seguía jugando con las chucherías que encontró en la basura, vio horrorizada que un camión recolector retrocedía hacia su pequeña. El instinto de madre protectora se activó de inmediato. Corrió hacia donde estaba su niña pero tropezó con unos cartones y cayó. Rápidamente levantó la cabeza. Se puso de pie y miró a su hija directo a los ojos. Le gritó al chofer para que detenga el vehículo, pero él hablaba por celular mientras conducía y no la escuchó. El camión siguió retrocediendo. —¡Mami!— gritó la niña, asustada, mientras una de las llantas traseras del volquete y sus muchas toneladas, empezaba a aplastarle su frágil cabeza. “Mami”, la primera palabra que aprendió a pronunciar Angella Jimena y la última que diría.

Era sábado y cuando Eliseo José García salió de su trabajo, recibió una llamada inesperada. La voz que le hablaba era un poco ronca, muy extraña. Parecía la de un extorsionador. Tu hija ha sufrido un accidente y tienes que venir a verla — dijo el desconocido antes de cortar y Eliseo creyó que era una broma pero sentía que algo no andaba bien; al menos eso sentía. Tomó el primer colectivo que pasó y trató de tranquilizarse. El celular volvió a sonar. Esta vez fue su suegra, quien a diferencia de otras veces, le hablaba con un tono quebrado, ya sin esperanza. ¿Qué pasa, señora?— preguntó Eliseo, con sorpresa y un creciente temor. —¡Tu hija! ¡La Angella! ¿Dónde estás? Ven rápido al botadero. La bebe se accidentó.— respondió la abuela de la pequeña. ¿Un accidente? ¿Mi niña? – se preguntó Eliseo. De pronto, pensó que podría haberle mordido un perro y que le dejó una herida, por eso tanto alboroto. Al llegar, Eliseo vio de lejos a hombres con chalecos y cámaras fotográficas. Estos, al divisarlo, se le fueron encima cual bandada de gallinazos. Todo era un ajetreo, bulla, caos. Eliseo esquivó —no sabe cómo— a los periodistas y se dirigió hacia el tumulto. Recuerda que la gente le gritaba “mal padre”, pero el no entendía el porqué y se abrió paso rápidamente con los brazos. La primera imagen que vio fue a su esposa Gabriela ahogándose con su propio llanto al lado del cadáver de su engreída. Pasaron solo milésimas de segundo para que Eliseo se lanzara sobre la ba-

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sura, donde su pequeña, Angella Jimena, parecía mezclarse con la inmundicia. No aguantó verla así, y la levantó. Cargándola en brazos se quedó largos minutos observándola. No lloraba, solo atinaba a mirar.

En El Milagro, Angella Jimena apenas vivió 2 años y 8 meses, fue una de las 45 mil personas que convierten a este distrito no oficial en uno de los centros poblados más grandes de la ciudad. Aquí los problemas suelen opacar cualquier intento de progreso. En términos sencillos, es uno de los lugares más hacinados, caóticos y violentos de la provincia. Aparte de ser el típico pueblo donde las pistas asfaltadas son una ilusión creada por políticos que llegan cada cuatro años en búsqueda de votos, en este sector se encuentra la cárcel donde cumplen condena los delincuentes más peligrosos de Trujillo. También está el más grande prostíbulo de la provincia, donde no es extraño que la policía encuentre algunas veces a menores de edad. Y por último, se ubica el botadero El Milagro, donde termina toda la basura de los trujillanos. Para algunos, este último es el más detestable lugar; para otros, un lugar de oportunidades para generar ingresos. En su interior, no existe el orden. Todo está mezclado: papeles, plásticos, desechos de hospitales, animales muertos, heces, etc. En este “Machu Picchu de basura”, miles de personas, incluidos niños —aunque esté prohibido su ingreso— conviven y trabajan, reciclando y recolectando materiales reusables, para luego venderlos. La negativa al acceso de menores de edad se maneja en la entrada al botadero. Aparte de la advertencia pintada en la pared de la entrada, se encuentran los vigilantes, pero los recolectores los burlan fácilmente. Además, es imposible cercar 580000 m2 (medida del botadero), por lo que a través de estos espacios sin muros, los niños entran sin ningún problema. Los recolectores dicen que no quisieran trabajar ahí, que saben lo peligroso y dañino que es para su salud. Saben que se matan lentamente, pero “no hay trabajo para todos y no queremos ser delincuentes, así que no nos queda de otra”. Y es que para describir la crisis socio-cultural que se atraviesa en El Milagro, en general, bastará decir que aquí la mierda


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deja de ser algo subjetivo y pasa a ser completamente literal. No queda de otra; tampoco para Gabriela Rosas, quien siempre que iba a trabajar al botadero El Milagro, llevaba a su pequeña Angella. Sabía a lo que la exponía aunque siempre “la andaba a todos lados”. Desde un principio, los de seguridad le advirtieron de su falta. Luego ya no le dijeron nada. La dejaban pasar tranquilamente. “Aquí cada quien entra bajo su responsabilidad”. —Sé que el chofer y yo tuvimos la culpa. Yo no debía llevarla a un lugar así y él debía manejar sin hablar por celular, debió tener más cuidado. Ahora, mi niña ya no está. Nada ni nadie me la devolverá— dice Gabriela, secándose las lágrimas que le caen por sus mejillas. Y despidiéndose como puede. Eliseo, por su parte, no dice nada. Ahora se queda mirando profundamente la foto de su bebe, como cuando la tuvo entre sus brazos, aquel día que todos quisieran olvidar, aquel día...

… era un día nublado —Yo, mientras recolectaba las botellas, volteaba a cada ratito para verla. Ella jugaba sobre unos costales que se había llenado con botellones. Siempre estuve al pendiente de mi niña— dice Gaby (así la llaman en su casa), queriendo cambiar la imagen de madre negligente que transmitieron los medios de prensa locales. En estos se relataba que la mujer dejó a su hija durmiendo tapada con cartones, lo que causó que el chofer del camión no se percatara de ella.

“Mami, mami, mira” decía Angella, mientras enseñaba desde lejos sus uñitas pintadas con un esmalte que encontró. Gabriela jamás se imaginó presenciar la muerte de su pequeña, mucho menos que este episodio traería repercusión mediática. —Le grité al chofer para que pare pero no me escuchó por estar con su celular. Pero todo muy tarde. Cuando bajó le pegué con todas mis fuerzas. Él no atinaba a nada. Después, corrí a sacar con mis brazos de debajo de la llanta a mi bebé— dice Gaby. El llanto se intensifica y sus manos se aprietan entre sí como queriendo estrangularse. Mientras tanto, Nicolás, de 5 años, juega y ve a su madre llorar, sin tener idea de lo que pasa. Anochece. Son más de las 6. Gaby saca dos mesas pequeñas a la calle con unos cuantos bancos de plástico. Su mamá la acompaña. Llegó el momento de preparar salchipollos y venderlos afuera de su casa. El Servicio de Gestión Ambiental (SEGAT), organización responsable del botadero, le regaló un carrito sanguchero, para que no vuelva a ir trabajar ahí, pero aún no compra la válvula para el gas —debía venir con el instrumento de trabajo— por lo que no puede utilizarlo. Por el momento, ella fríe las presas de pollo y las papas en una sartén pequeña y sobre una cocina vieja. El Segat, además de otorgarle un carrito para hacer sanguches, salchipollos, salchipapas y toda esa comida chatarra que le gusta a la mayoría de la gente, se hizo cargo de los gastos del sepelio de la niña, les regaló víveres y le ofreció trabajo a Eliseo aunque este dijo ya contar con uno: picar piedras bajo el cielo gris de la cantera El Milagro. Porque así como hoy, cuando Gabriela volteó para ver a su hija, era sábado en El Milagro; era un día nublado.

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OPINIÓN

AL FIERRO Escribe: Alfieri Díaz Docente de la Facultad de Comunicaciones alfieri.diaz@upn.edu.pe s

ASU… QUÉ DECEPCIÓN Guste o no guste, Asu Mare 2 es una producción que todo comunicador social debe de ver al momento de su estreno. Más allá de la curiosidad o del entretenimiento, sirve como termómetro de mercadeo referente a los gustos y preferencias del peruvian promedio. La fui a ver la tercera semana después de su lanzamiento (ni loco me soplaba las colas inacabables que la han convertido en el filme más visto durante su estreno). Previamente, les dejé una tarea a mis alumnos para medir su entusiasmo, y me sorprendió que la acogida a esta secuela fuera bastante tibia (la calificaron como ‘aburrida’, ‘absurda’ o “me reí más con la anterior”), aunque nadie se atrevió a criticar directamente a Carlos Alcántara, quien igual se mantiene como el lorcho más querido de nuestros tiempos. Personalmente, considero que la primera Asu Mare es un esperpento; sin embargo, a contracorriente de las apreciaciones juveniles, debo de reconocer que la segunda entrega me agradó más, lo cual me deja en claro que no estoy en sintonía con los gustos de las grandes mayorías, consumidores de Corazón Serrano,

Al Fondo hay Sitio y El Trome. Me duele mucho ser peruano. Asu Mare 2 es mala, la Asu Mare original es pésima. En esta última versión hay al menos un intento de hacer una película, desarrollar una trama, trabajar el perfil de los personajes y dosificar la omnipresencia del protagonista. En la primera, se tiene como estructura a un show unipersonal —que tiene gracia— al que se le han acoplado sketchs de dudoso gusto y risibilidad, empeorados por la locución en off de Alcántara. En la segunda, la participación de otros actores equilibra el argumento, siendo justamente Christian Meier —a quien algunos acusan de hacer el ridículo— una caricatura de villano que tiene los mejores momentos, como al final cuando se corre diciendo: “me parece astalculo tu película”. Si bien no he sondeado a los miembros de mi generación, intento escudriñar el porqué la segunda entrega no ha enganchado con la muchachada. Sin ser un Rolando Arellano —responsable de medir el impacto de las escenas en la primera para asegurar un ‘producto’ infalible en la taquilla—, me aventuro a esbozar algunos motivos.

MENOS PALOMILLA Para la muchachada, Alcántara representa a la pendejada criolla, el canchero, el que tiene lleca, a quien jamás cogerían de lorna, casi casi el Miguelito Barraza o el Adolfo Chuiman de mi generación. En esta secuela, el vovi de Mirones debe combinar el chiste-fácil con el drama, mostrándose como un joven arribista, avergonzado de su pobreza y choledad, despreciando a su propia tegen. Esta faceta, pensada para darle matices dramáticos a la trama, le resta varios puntos, tal como quedó demostrado en la respuesta de mis alumnos frente a la pregunta: “¿Qué es lo que menos te gustó de la película? Cuya respuesta mayoritaria fue que Cachín negara a sus amigos. Ente de ficción o no, el público puede perdonar que hayas sido fumón en la primera parte, pero que el buena gente sea un acomplejado es una traición. MENOS INSIGHTS El éxito de stand-up comedy o de las sitcoms giran en gran parte debido a la identificación de los espectadores con las situaciones representadas o recreadas. A eso le llamamos insight en publicidad, y la primera Asu Mare era una avalancha de insights con las que los peruanos, de todos los

niveles sociales, podían identificarse. En la segunda película, se dosifica este recurso; por lo que el resultado es menos entrañable para el peruano común. Además, crece exponencialmente el lenguaje procaz y las incidencias no propias para menores de edad. Sin embargo, solo en el Perú Cachín puede convertir un producto soez en algo apto para todos. MALA PUBLICIDAD Particularmente no tengo nada contra el Product Placement, siempre y cuando su uso se justifique en la trama y no suene falso o forzado. El abuso de este recurso llega a un punto que molesta y empobrece una película, como cuando hablan de las bondades de Direct TV —que no existía en la década de 1990— tras una pichanga. A la gente de Tondero Films le falta mucho para insertar publicidad de una manera sutil e inteligente. También, a mi parecer, al señor Alcántara le faltó sutileza para desprenderse de Brahma —a la que ligó su imagen durante varios años— y ponerse a beber, descaradamente, cerveza Cristal. Esto demuestra que no solamente es desleal con sus patas del barrio, sino también con la marca que por tanto tiempo le dio de comer.

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Ensayo

LA IMAGEN DE TANATOS EN LA POESÍA DE JOSÉ WATANABE Esribe: Gerson Ramírez Docente de Lengua y Literatura Resulta extraño hablar de la muerte para referirnos a la obra de un escritor cuya poesía presenta como telón de fondo el escenario rural de Laredo, su tierra natal. Desde un primer acercamiento observamos que los elementos esenciales de sus imágenes se sustentan en la visión del río, el ganado abrevando en la ribera, las lagartijas en la tierra caliente, labradores afilando sus machetes, niños corriendo entre los cañaverales. En su poesía, la muerte se presenta como una reafirmación de la vida, a través de una visión profunda de lo que somos frente a lo inefable de la existencia. De esta manera, Laredo y la imagen de la muerte presente en la poesía de Watanabe se puede esbozar desde tres perspectivas: la familia, la individualidad y la posición de los otros.

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1. La imagen de la muerte desde el núcleo familiar Por el origen familiar, Watanabe ha conocido dos visiones: por parte de su madre, de ascendencia serrana, las supersticiones y los mitos arraigados, y por el lado de su padre, el pensamiento budista y la idea de la transitoriedad. En el poema «Informe para mi hermano muerto en la infancia» (De Álbum de familia) evoca la muerte de su hermano, víctima de la peste de viruela, y le pregunta sobre su padre, también ya fallecido: ¿Te ves con papá?/En general, me he vuelto un poco indiferente. /A veces pesa mucho el silencio de los cipreses y los muertos. Aquí observamos una primera postura frente a la existencia, basada en el catolicismo, de que la muerte solo es un tránsito hacia otra vida; sin embargo, a pesar de ser así, va proyectándose en su espíritu cierto aire de escepticismo. En el poema «La cura», de su libro Historia natural, descubrimos la presencia de la muerte, enfrentada a las creencias y supersticiones de la familia. Leemos: El cascarón liso del huevo/sostenido en el cuenco de la mano materna/resbalada por el cuerpo del hijo allá en el norte. /Eso vi. Aquí apreciamos que la vida no se organiza solamente de manera racional, sino que la lucha contra la muerte tiene como aliados a nuestras creencias y supersticiones. Al final de este poema escribe: En ese mundo quieto y seguro fui curado para siempre. /En mí se harán todos los milagros. /Eso vi. / Qué no habré visto. En el poema «Responso ante el cadáver de mi madre muerta» (Banderas detrás de la niebla) el poeta dice: A este cadáver le falta alegría. /Qué culpa tan inmensa /cuando a un cadáver le falta alegría. Watanabe repite el verso “a este cadáver le falta alegría” y remarca así la oposición entre dos conceptos antagónicos: muerte – vida. Y ante el espectáculo de la muerte, aparece como una ironía la idea de que los muertos no están muertos para siempre, porque incluso, puedes ser víctima de sus burlas: Ya se está yendo y no le prometas nada: /le provocarás una frase sarcástica /y lapidaria que, como siempre, te dejará hecho un idiota. /Once hijos, señora Coneja, y ninguno sabe qué diablos hacer /para que su cadáver tenga alegría. Una lucha de contrarios en la que parece prevalecer el concepto de la muerte como tránsito hacia otra existencia. Por eso, a pesar de que nos habla de un acontecimiento que por lo común es doloroso y desconcertante, no resulta patético ni sentimental y Watanabe escapa así de la cursilería.

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2. La imagen de la muerte desde la individualidad Es verdad que el medio nos forma en determinadas ideas acerca de la muerte, pero nuestra percepción de ella se individualiza por las experiencias particulares que vivimos, aquellas que nos tocan la carne y el espíritu, directamente. Sabemos que Watanabe estuvo en la década del ochenta en Alemania tratándose de una aguda dolencia. En su libro Cosas del cuerpo los conceptos de vida y muerte aparecen estrechamente ligados y se plantea la lucha permanente de nuestro ser físico frente a las enfermedades; todas las circunstancias materiales que lo afligen, lo deterioran y lo amenazan. En el poema «Nuestra reina», el poeta habla de la hermosura de la doctora encargada de cuidarlos porque su belleza es símbolo de salud, de larga vida: Eres nuestra reina. /Los enfermos estiramos las manos atribuladas /hacia ti, en triste cortejo. /Queremos tocarte cuando cruzas los pasillos, /altiva, docta, saludable, /oh sí, saludable. Pero el poeta sabe que la vida no siempre es belleza y salud, y que incluso ella, su reina puede morir, y no por eso su belleza se habrá terminado. Entonces escribe: Pero si el conocimiento no te exime /y también te mueres, serías una bella muerta. /Tienes nariz alta, boca /que cierra bien, que se sella, /párpados tersos, largo cuerpo para ser tendido /voluptuoso /sobre una mesa de hierba. Watanabe también ironiza con la idea de la muerte, que no le produce melancolía, sino que más bien la belleza y la sensualidad de quien vela por él o por ellos le quita a la muerte todo signo de tragedia. En el río, como elemento poético, se da la aspiración de una vida saludable relacionada con el pasado en Laredo y la idea de la muerte acechante. Leamos el poema «Los ríos»: Mi hermana viene por el pasillo del hospital, /con sus zapatos resonantes, viejos, peruanos. /De pronto /alguien hace funcionar el inodoro, y es el río Vichanzao / terroso /corriendo entre las piedras. Primero se presentan estos versos en que Watanabe reconoce en la turbidez de las aguas su propia enfermedad. Sin embargo una nueva imagen viene a serenarlo: Y mi graciosa hermana abre el caño /y lava el plato, y esta vez es el Moche, cristalino /y benéfico, /entrando por las heridas de mis costados /abiertos como dos branquias. Observamos como un hecho tan trivial (abrir el caño) lo trae otra vez a Laredo, al río ––esta vez cristalino y benéfico ––. Y en ese contacto vivificante con la naturaleza, la vida le disputa a la muerte su cuerpo enfermo y le prodiga un instante de voluptuosidad: Rico ser pez entonces: una sensualidad /que me permite /este dolor.


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“… ante el espectáculo de la muerte, aparece como una ironía la idea de que los muertos no están muertos para siempre…” Sin embargo, leamos «Orgasmo» (Banderas detrás de la niebla): ¿Me dejará la muerte /gritar /como ahora? Este poema es una gran interrogante, una incertidumbre respecto a lo que puede aguardarnos en este trance. Watanabe es una amante de los placeres, busca y descubre la sensualidad en toda la naturaleza con su detenida observación; es un hedonista que ama profundamente la vida. 3. La imagen de la muerte desde la «otredad» También en la poesía de Watanabe se plantea la imagen de la muerte como un acontecimiento alejado de nuestra realidad inmediata, es decir, todo aquello que los “otros”, nos transmiten de la muerte. En el libro Banderas detrás de la niebla leemos el poema «Riendo y nublado». El poeta refiere la muerte del hijo del carnicero (“La meningitis mató en su cama al hijo del carnicero”). Y esa circunstancia, concatenada con el juego de echar el aliento en los espejos, le demuestra el valor de la existencia: Mirándome en los espejos /y soplándoles tontamente mi hálito /he persistido hasta hoy. / Sí, ese señor

entrecano en el marco dorado soy yo. /Grito: ¡Soy yo! ¡Soy yo! /Y me da un enorme placer verlo, riendo y nublado. /Soy yo /y si no lo fuera también diría que soy yo /porque quiero ser (y seguir siendo) en cualquier rostro vivo /con tal de no ser, como el hijo del carnicero, el muerto. Como vemos, se enaltece el deseo de vivir, aunque nublado, opaco, o enfermo, que finalmente es mejor a cualquier ausencia permanente. En el libro «La piedra alada» leemos el poema Las piedras de mi hermano Valentín: Sé que tú durarás más que nosotros /porque en nuestro pueblo /solo el río / que te da aire fresco y camarones /va rápido. La vida /transcurre como una lenta ceremonia /y el tiempo es más mesurado. Watanabe habla de Laredo como el espacio donde se vive con parsimonia y la muerte se retrasa y, en todo caso, para quien ama profundamente la vida, tal vez sea el espacio donde resultará más grata la existencia. Esta certidumbre abre un nuevo sendero por donde el poeta se acerca al lar nativo, tan entrañable en toda su poesía.

Conclusiones 1. Hablar de la obra de José Watanabe es referirse a Laredo no solo como espacio geográfico, sino también afectivo, simbólico, evocado en las diversas etapas de su vida. 2. Es posible plantearnos tres perspectivas respecto a Laredo y la imagen de la muerte en la poesía de José Watanabe: el núcleo familiar, la individualidad y la otredad. 3. La imagen de la muerte no se sobrepone al concepto de la vida, sino más bien, con una sutil ironía, libran una batalla delante de la incertidumbre ante el real destino del hombre. 4. Watanabe hurga minuciosamente en toda la naturaleza y descubre en ella sensualidad y belleza.

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POLLOC, ARTE DE ALTURA Escribe: Gerardo Cailloma Director del departamento de Humanidades (Trujillo) gerardo.cailloma@upn.edu.pe

Un sábado 14 de febrero, en plenos carnavales, tres viajeros negociaban la tarifa con un taxista cajamarquino para que los lleve hasta su objetivo y luego los retorne a la ciudad. La gestión salió por 70 soles. Premunidos de sus cámaras, enrumbaron a su destino. Luego de cruzar algunos poblados, tomaron la ruta a Celendín, totalmente asfaltada y flanqueada por el inagotable verdor del Cumbe. Luego de media hora el taxi se detuvo en una zona en la que primaba más lo campestre que lo urbano: el centro poblado El Rosario de Polloc. Y en medio de este lugar hallaron un santuario de increíble belleza, esa que te abruma. Informándose, averiguaron que este santuario estaba dedicado a un dios del agua en los ritos prehispánicos. Cuando llegó la conquista, los extirpadores de idolatrías construyeron un santuario cuyos pocos restos se pueden ver en una zona encapsulada. Pero la fuente de agua, el puquio está ahí desde hace siglos, miles de años. Los curas salesianos italianos, que hicieron una notable labor en Ancash, han trasladado su forma de trabajo a esta comunidad heredera del tallado de piedra, como las portadas del Complejo Belén, San Francisco o la Catedral en Cajamarca. Han organizado talleres en los que los jóvenes aprenden un oficio. Su aprendizaje está plasmado en este santuario. Tanto la nave principal como el claustro tienen detalles primorosos, minuciosos cortes hechos a las piedras, al mármol y a todo objeto que han convertido en bellos mosaicos. La visita a este santuario aún desconocido para muchos va a incrementar el interés de los viajeros por visitar Cajamarca y puede convertirse en una alternativa turística de lo más valiosa.

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Polloc es un centro poblado del distrito La Encañada. Está ubicado a 34 killómetros de la plaza de Cajamarca, de donde pueden tomarse buses para pequeños recorridos.

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MEMORIA DE FUEGO POR EDUARDO GALEANO Escribe: José Antonio Tejada Docente de Humanidades

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El 13 de abril, meses antes de cumplir 75 años, murió el escritor Eduardo Galeano. Antes de partir dejó un libro que acaba de ser publicado, al que intituló Mujeres. Su obra se compone de crónicas, ensayos y novelas; también de textos que se resisten a ser encorsetados por fórmulas clasificatorias. «Pensé que conocía unas cuantas historias buenas para contar a los demás, y descubrí, o confirmé, que escribir era lo mío. (…) Aquella noche me di cuenta de que yo era un cazador de palabras. Para eso había nacido». Se trata de un pasaje de su celebrada obra Días y noches de amor y de guerra, y en él Galeano recrea el momento en que decide asumir plenamente su compromiso con la escritura. Su actividad de creación inició cuando aún era un adolescente, con la publicación de caricaturas políticas en el semanario uruguayo El Sol. Firmaba aquellas contribuciones como Gius, en un giro irónico que aludía a su apellido paterno, Hughes. Desempeñó una serie de oficios antes de asentarse definitivamente en el terreno del periodismo y la literatura. Desde esas canteras contribuyó «al rescate de la memoria secuestrada de América». En Uruguay, fue jefe de redacción de la revista Marcha y director del diario Época hasta el día en que tuvo que emigrar a Argentina para librarse de la persecución política. En ese país, escribió para la revista cultural Crisis. Algunos años después, el golpe de estado perpetrado por Videla lo obligaría a dejar también estas tierras y tomar rumbo a España. Luego, retornó a Uruguay en 1985. Al lado de otra figura señera de las letras latinoamericanas, Mario Benedetti, editó la revista Brecha, y más tarde creó su propio sello editorial –Ediciones El Chanchito– a fin de publicar sus obras a un costo accesible para los lectores. La preocupación perenne de Galeano fue el destino de América Latina, signado por su pasado colonial, que hasta el presente deja sentir su gravoso impacto. Prácticamente toda su obra está impregnada de aquella preocupación. Un libro publicado en 1971, Las venas abiertas de América Latina, constituye una de sus primeras aproximaciones a la dolorosa historia del despojo que estas tierras sufrieron desde la época de la conquista europea. La crítica dirigida contra el afán de dominio traducido en las voraces políticas económicas implementadas por los centros de poder mundial es frontal y acerba. Son estas estrategias de control y explotación del capital las que han sumido en la miseria y el atraso a los países de América Lati-

na. El balance efectuado por Galeano es contundente: el presente sigue siendo la prolongación del despojo iniciado hace más de cinco siglos; las trasnacionales ahora cumplen disciplinada y eficazmente ese papel; el subdesarrollo de nuestras naciones tiene como cínica contraparte la opulencia del norte industrializado. Memoria del fuego, su famosa trilogía, del mismo modo, procura trazar la ominosa ruta histórica que siguió la expoliación de nuestros países. La exposición, sin embargo, parte del recuento de los mitos precolombinos, es mucho más ambiciosa en su abordaje histórico y cristaliza en un peculiar híbrido narrativo que tiene de exposición histórica, novela, poesía épica, ensayo, crónica e incluso testimonio. Como el mismo Galeano lo menciona en introducción de la obra, determinar el género al cual esta pertenece no es algo que le quite el sueño. Memoria del fuego es, nos dice, un relato histórico asentado en base documental, pero narrado de una manera muy personal. La pluma de este escritor se desplaza con maestría y plasma, a lo largo de los tres volúmenes, un vívido fresco del accidentado proceso histórico que nuestros pueblos han recorrido luego de que las culturas originarias fueran avasalladas por la invasión europea. En dos ocasiones se le otorgó el premio Casa de las Américas: en 1975 por La canción de nosotros, y en 1978 por Días y noches de amor y de guerra. La obra premiada en 1978 es un testimonio en que Galeano rememora los tiempos de la dictadura uruguaya y luego la que se vivió en Argentina. A través de textos fragmentarios, Galeano hilvana en un tono entrañablemente personal pasajes de su vida durante la década de los setenta, en que se mezclan las alegrías cotidianas y los horrores de la persecución política. Están retratados ahí el recuerdo de sus hijos cuando eran pequeños y la turbulencia social de aquella época; los amores intensos y la persecución política; las preguntas y dudas ante un mundo que regatea justicia y solidaridad; y la desaparición y muerte de los amigos que compartían sus ideales. Es un libro bello y doloroso a la vez. Es el claroscuro que dio su matiz a la vida del escritor uruguayo en las particularmente difíciles horas del activismo político. Ahora, Galeano ya no se encuentra con nosotros. Pero ahí está su obra. El ejercicio de la escritura fue el medio al que recurrió para permanecer aquí: «Esa iba a ser mi manera de estar con los demás después de muerto (…) así no se iban a morir del todo las personas y las cosas que yo había querido».

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Reportaje

Científico peruano rescató humedales del Cascajo y ahora limpiará el lago Titicaca

EL HOMBRE QUE SUEÑA CON UN VERDADERO PLANETA AZUL ¿Qué mueve a una persona a decidir descontaminar, él solo, las aguas de un humedal equivalente a mil doscientas piscinas olímpicas? Para el biólogo Marino Morikawa, la respuesta es simple: “ahí, yo jugaba de niño”. Escribe: Héctor Lozano Docente de Fotografía

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Marino Morikawa Sakura, por la recuperación de su infancia De niño, Marino Morikawa solía ir a pescar en las aguas de Los humedales del Cascajo, enclavados en su natal Chancay. Algunas décadas más tarde, este territorio que ocupa un lugar entrañable en su memoria está a punto de desaparecer. Marino, que ha pasado varios años en el extranjero formándose como científico, no duda en asumir la misión de ir en su rescate con lo que aprendió en el Japón. Corría el año 2010 cuando su padre le dio la noticia: “¡Los humedales del Cascajo pronto serán cubiertos con tierra!”. El Ph.D. Morikawa se encontraba entonces en los laboratorios de la Universidad de Tsukuba, pero poco tiempo después estaba de regreso en el Perú para confirmar con sus propios ojos lo que su padre le había contado.

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La contaminación Como tantos sitios que merecerían atención en nuestro país, Los humedales del Cascajo fueron en algún momento abandonados a su suerte. Sus aguas se contaminaron debido a los botaderos ilegales que empezaron a cercarlas, sobre los que cerdos, incluso vacas y ovejas establecieron un precario hábitat. Por si fuera poco, algún alcalde hizo construir un canal de desagüe que bordeaba los humedales con dirección al mar, aunque la mayor del desperdicio era vertido en los humedales. Por su parte, la lechuga de agua (una especie invasora) aportó su cuota contaminante y terminó de asfixiar las aguas de los humedales. Esta lechuga cubrió en su totalidad la superficie acuífera impidiendo el paso de la luz y el oxígeno a las profundidades, ocasionando de este modo la putrefacción y mal olor de la totalidad de los humedales que, inicialmente, contaban con un área de 150 hectáreas y que hoy se ha reducido a 40. La motivación Los humedales del Cascajo están situados 80 kilómetros al norte de Lima en la provincia de Huaral. Han pasado 20 años desde la última vez que el doctor Morikawa estuvo en los humedales. Además de acompañar a su padre a pescar, recuerda que solían llevar el bote inflable y pasear en familia sobre las aguas del Cascajo. Recuerda, también, haber visto volar bandadas y bandadas de aves incluyendo los flamencos, aquella ave que inspiró al libertador José de San Martín. Sin embargo, luego de dos décadas todo parecía una laguna de oxidación. La unión entre el cariño y gratos recuerdos de su infancia, así como su especialización en el manejo y control de aguas fueron la motivación perfecta para no dudar ni un segundo en que debía y podía hacer algo al respecto. “… Esto es algo difícil de explicar y entender para muchas personas, lo primero que hice: me arrodillé y pedí perdón a los humedales porque no es justo que las cosas maravillosas que viví no las pueda vivir la nueva generación, me arrodillé puse las manos al suelo y sentí un latido, un pulso en mis manos, estás viva,

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estás viva le dije, no estás muerta como todos creen que estás…” Inmediatamente, Marino puso manos a la obra. La familia de Marino siempre gozó de buenas relaciones dentro de la comunidad. Es así que, siendo amigos del alcalde de Huaral, aprovechó la oportunidad para visitar a Juanelo, como solían llamar al alcalde por la confianza que se tenían entre sí: “… Juanelo dame un año nada más y hago lo posible para recuperar los humedales...” ¿Tú solo? Pregunta el alcalde. En mi gestión hemos hecho varios intentos por recuperar los humedales y no lo hemos conseguido. Sí, lo sé, le respondió Marino – pero no te preocupes por nada, no te costará ni un centavo, yo me voy a hacer cargo de todo y si me enfermo es mi responsabilidad –. Finalmente, el alcalde accedió a la solicitud de Marino. Después de conseguir el permiso para trabajar en el ambicioso proyecto, Marino empezó a tocar puertas, pues necesitaba dinero para poder recuperar el Cascajo - Todas las puertas que toqué, todas me las cerraron- Toqué más de 40 puertas en Lima y Huaral. Marino viajó a Japón, tomó todos sus ahorros e hizo préstamos hasta en 3 bancos y regresó a Perú. El proceso de recuperación Marino acampó inicialmente por tres días en los humedales, dedicó día y noche para conseguir lo siguiente: Realizar un monitoreo del lugar para identificar las causas contaminantes. Identificar el número aproximado de personas que transitan por los humedales para conocer cuántos son lugareños y cuántos provienen de otras zonas. Estudiar el viento para identificar el comportamiento del mismo durante el día y realizar un mapa de sectorización de ocho partes y así recolectar la lechuga de agua, la cual se desplazaba en función al viento. Aplicación científica: Sistema Nanotecnológico Dentro del amplio sistema nanotecnológico, Marino eligió dos métodos. Uno de ellos es el sistema de Micro Nano Burbujeo que lo explica así:


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“… Lo primero que hice: me arrodillé y pedí perdón a los humedales porque no es justo que las cosas maravillosas que viví no las pueda vivir la nueva generación, me arrodillé puse las manos al suelo y sentí un latido, un pulso en mis manos, estás viva, estás viva le dije, no estás muerta como todos creen que estás…” “Imagina las burbujas de la gaseosa, todos podemos ver las burbujas y como se elevan a la superficie. Ahora imagina una burbuja 10 mil veces más pequeña e imperceptible al ojo humano. Esta puede estar de entre 5 a 8 horas dentro de la fase líquida”. Una de las propiedades de la micronanoburbuja es que al ser tan pequeña posee un campo electromagnético de iones positivos y negativos, es decir se convierte en un imán, y su función fue la de atraer a los virus y bacterias a un campo magnético para atraparlas como una tela araña. Al no poder moverse, estas mueren, y la concentración de nanoburbujas ocasiona una explosión que libera una energía que se denomina radicales libres. La liberación de radicales libres elimina a los virus y las bacterias y, si en caso la micronanoburbuja llega a la superficie, los virus y bacterias se gasifican y desaparecen por acción de la radiación y los rayos ultravioletas”. El segundo método es el Biofiltro: Construyó con cerámica local los biofiltros, cuya función era la de preservar aquellas bacterias “buenas” que contribuyesen a la conservación de la micro flora y la bioremediación. Los Resultados Las primeras pruebas para la recuperación del agua, las que Marino realizó en los laboratorios de la universidad de Tsukuba Japón, le tomaron 6 meses. Increíblemente, al aplicar-

lo en los humedales, pudo recuperar el primer sector en 15 días y en 4 meses había recuperado la totalidad de los humedales. Logró la sensibilización de los lugareños, quienes luego de verlo trabajar en solitario por más de 10 horas diarias empezaron a acercarse a preguntar qué era lo que estaba haciendo. Hasta que una mañana, en la que Marino vencido por el cansancio llegó tarde al humedal, se encontró con más de 100 personas de todas las edades que lo esperaban para empezar a trabajar con él gritando: Marino, estamos contigo. De las casi 40 especies de aves migratorias que inicialmente paraban en los humedales, el número se duplicó hasta llegar a identificarse 88 especies de aves y 10 de peces luego de la recuperación de los humedales. Ha recibido, recientemente, un reconocimiento por la labor científica realizada a favor de Perú: ganó el Premio Nacional del Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (Concytec) 2014. Nuevos retos El sistema diseñado por Marino Morikawa Sakura, enfrentará dos ambiciosos retos el 2015: uno de ellos es el de limpiar el lago más alto del mundo, El Lago Titicaca, y, el otro, descontaminar el Rio Chira en la ciudad norteña de Sullana - Piura.

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Crónica

EL AZAR DEL DELIRIO Los casinos trujillanos son como templos en los que cada feligrés tiene que dejar, fervorosamente, una ofrenda para obtener lo que con devoción anhela. Un hombre ingresa alzado en silla de ruedas. Quizá busca un milagro mientras estira sus manos hacia la anfitriona que le lleva un tarro de fichas. Escribe: Jarek Gonzales - Estudiante de Comunicación y Periodismo Ilustración: Diana Ortiz - Estudiante de Comunicación Audiovisual en Medios Digitales

Mientras inhalo la última bocanada de Marlboro rojo, pienso en cuánto dinero podría perderse en un par de minutos. También en cuán rápida puede ser una vigilia en el Moulin Rouge de Orbegoso. Meditabundo, intento aliarme con la noche. Casi todos los negocios de este jirón han cerrado sus puertas y Trujillo está a punto de acostarse. Entro como un jugador frecuente, ocultando mi inexperiencia, con la certeza de que tengo que echar a suerte unas cuantas monedas para sentir en carne propia la sensación: cómo una máquina tiene el poder de atrapar a una persona. Las azafatas deambulan por los pasillos con una fuente de bocaditos que tardan en ser devorados por los jugadores. Creo que soy el único que los come rápido. Trato de utilizar mis fichas sin prisa, con tranquilidad. A mi costado, una señora de unos cincuenta y tantos años se come las uñas de la mano izquierda, dedo por dedo, mientras que con su otra mano presiona con fuerza uno de los tantos botones que, según ella, le harán ganar. Aquí los amuletos del azar acompañan a cada jugador. Por ejemplo: el señor que está detrás, cada vez que va a empezar una nueva partida, besa el rosario de un Cristo que le tiene que hacer el milagro sí o sí. Otro se frota las manos y luego cruza los dedos esperando que le toque el símbolo de la campana, el cual le haría ganar el premio mayor. En el último rincón del lugar, un póster de Toulouse Lautrec acompaña a un hombre que juega póker en una máquina. En su mano izquierda tiene más de siete billetes de cien

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soles, los cuales, cada diez segundos, los apuesta sin titubear. Poseído por las cartas de la pantalla, ha perdido más de quinientos soles en cuestión de segundos; pero no se inmuta en lo absoluto, por el contrario, descontrolado introduce más billetes hasta perderlo todo. Se rasca la cabeza con la pica que le carcome la piel, rumiando la revancha - Solo me faltó el maldito as de corazones y ganaba-luego, se pierde por la puerta de salida con la derrota a cuestas. Las luces del casino penetran las miradas que se fijan en las figuras rodantes de las pantallas. El reloj da su curso a pasos agigantados. El sonido de las monedas hace contacto con el acero y eso contagia pero la felicidad se esfuma en segundos. Mientras, el vigilante en la puerta destapa su Taurus, saca las balas, gira el tambor como giran las máquinas con una suerte de ruleta rusa, en donde cada jugada decide quién debe vivir. Quise escapar del jirón Orbegoso y emigrar en dirección a otra casa de juegos, pero al dar unos pasos, me encuentro con el Casino Star. —Es uno de los más antiguos de la ciudad— me dice, un trabajador. No hay tanta gente en las máquinas, pese a que han llegado algunas nuevas y aún embolsadas. Transito por los pasillos de esta sala y observo, al fondo, un ambiente alejado del sonido de las monedas que me transporta a una película de gánsters en Las Vegas: la mesa de póker – Lo mínimo que apuestan son cien soles, lo máximo 5 mil por juego— me comenta el caballero que a los jugadores. Me quedo un rato a ver una partida, para disimular pido un vaso de


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Johnny Walker etiqueta roja. Ninguno pestañea o, peor aún, deja ver sus cartas: ese as bajo la manga que quizá pueda desplumar a sus contrincantes. Cuando el juego se tornaba intenso, suena un celular — carajo, no jodas estoy ocupado— El hombre cara de mafioso pide disculpas cortésmente, toma un sorbo de whisky y continúa. *** La noche silencia todo, menos el rechinar de los triciclos con bolsas que llevan los recicladores, el sonoro ronquido de los vagabundos que duermen acurrucados en cartones afuera del Banco de Crédito de Gamarra y, sobre todo, el sonido de los tragamonedas del casino Gangas. En el interior de este lar, una señora de unos cuarenta y cinco años siente que mi mirada está apuntando hacia su máquina y al instante, tapa extrañamente los botones que presiona. Al perder, voltea y me mira con ojos encendidos, culpándome de su fracaso. Vuelve a jugar, esta vez gana doscientos soles y de manera veloz se dirige hacia la caja, cambia todo ese dinero por fichas y vuelve a apostarlo todo. Aislado de los demás, en una zona exclusiva para fumadores, un tipo un poco mayor que yo inhala y exhala pitadas de humo por su ansiedad de ganar. En una jungla de máquinas donde la mayoría son veteranos, tal vez la edad no defina la experiencia y la suerte la sentencie. Está impregnado en lo suyo, ha ganado ciento cincuenta soles (la pantalla de la máquina me lo confirma); sin embargo, decide doblar todo. Mientras todo acontece, en la radio se oye: “Nunca debiste amar más el dinero ni tu orgullo pasajero, que tanto me hizo llorar…”, pero el tipo ni siquiera se inmuta. *** A pocos metros del Banco Interbank está la pirámide de azar Keops, justo al frente del Banco Continental en la cuadra 6 del jirón Pizarro para ser exacto. Es 2:15 de la madrugada del sábado y siento que la mirada de la imagen del IV faraón de la dinastía egipcia me invita a pasar. Un miembro de seguridad que lleva terno como un agente me advierte que está prohibido ingresar con objetos metálicos excepto llaves. Mientras me termina de revisar, observo a tres mujeres sentadas en la acera debatiendo cuánto gastarán durante la noche. —600 soles no le duelen a nadie, y por último es la plata de mi esposo. Tiene que engreírme de una forma u otra— pronuncia, entre risas, una mujer robusta a sus amigas. Un mendigo arropado con un costal mira la televisión en la pantalla led que colocaron para atraer a los transeúntes. No se fija en quién entra y en quién sale, mucho menos se percata de lo que ocurre dentro. Al parecer es el casino más grande de Trujillo. El clima es intenso, hay mucha gente, en su mayoría de la tercera edad. Una anciana golpea con fuerza una máquina con sus dos manos; está encolerizada porque no ganó ni un carajo. Es rea de la ludopatía, tiene la mirada perdida y sus ojeras denuncian las malas noches, —esta mujer es terca. Muchas veces han venido sus familiares a llevarla, pero no les hace caso. ¿Qué más pueden hacer?— me comenta una anfitriona. Detrás, una pareja de esposos juega mientras come una porción de papas con milanesa como si cenaran en el comedor familiar. Otra señora está degustando del mismo plato, pero a dife-

rencia de los demás, presiona los botones con el tenedor. En todos los ambientes se respira perfume, humo de cigarro y alcohol. Son las 2:40 de la madrugada y un anciano se acaba de quedar dormido con los brazos cruzados sobre la máquina, sueña y sonríe. *** Sin la necesidad de cruzar, me encuentro frente a dos guardias de hierro que están estáticos. Sostienen una lanza para custodiar el casino Excalibur. Estas réplicas de centinelas medievales no dejan ver su rostro, relatan el misterio que incita mi arribo precipitado. Afuera se oyen ruidos de bombos y platillos — Es la procesión del Señor de los Milagros—, susurra una voz a lo lejos. De pronto, una señora con hábito morado ingresa. Camina lento como si aún estuviera en la procesión. Echa a suerte unas cuantas fichas y logra vaciar con audacia todas las monedas que caen como lluvia sobre la caja metálica. — El Cristo moreno le trajo suerte— me dije, susurrando. *** La siguiente parada es el Garden City, una sala con apariencia de club de salón de los años cincuenta, con cortinas blancas y una tarima. En la entrada, el miembro de seguridad me extiende la mano invitándome a pasar: lleva un pin circular que reza “Bienvenido y suerte” como vaticinando un triunfo anticipado. Un largo ascenso, con maceteros de cisnes y flores artificiales a los costados, me lleva a las máquinas. Un sorteo se lleva a cabo y una mujer gana en una ruleta rusa trecientos soles, los que, junto a su esposo, se hacen polvo en un dos por tres. *** Empieza a amanecer. La casa municipal se abre de par en par. Autoridades ediles y trabajadores hacen su ingreso y a mí me recibe el Palacio Royal. En la puerta de vidrio una placa rectangular grabada advierte: “Los juegos realizados constantemente pueden ser dañinos para su salud”. Un hombre obeso de aproximadamente cuarenta y siete años no quiere, al parecer, mostrar su identidad: lleva lentes oscuros y una gorra negra. Arranca con sigilo de su billetera dos billetes de cien soles que mete en la máquina. Le pregunto cuál es la máquina que recibe monedas a partir de un sol. Se asusta y atina a decirme —Pensé que era mi mujer—. Me señala la máquina que busco, sin añadir una palabra más. Alrededor de la sala, siete señoritas con minifalda apretada desfilan con bandejas por los pasillos, ofreciendo bebidas y bocaditos a los clientes. Una anciana vacía su monedero con ansias y se dirige a un cajero de Globalnet. Una pareja de jóvenes entra a “matar la curiosidad”, dan un par de vueltas y se marchan. Me digo a mí mismo que no soy el único en hacerlo. De un momento a otro, del interior de un taxi amarillo baja una señorita. Muy seria, se dirige a una máquina y jala del brazo a la anciana que estaba a punto de meter el último billete que le quedaba en el monedero. —Mamá ya deja de gastar el dinero que te manda Julio— dijo, con impotencia. La anciana sumergida en su silencio se va con ella del brazo. Son las 7:30 de la mañana y aún hay seis mujeres y dos hombres apostándolo todo. Yo, aliado del insomnio, vuelvo a preguntarme: ¿cuánto dinero podría perderse en una noche? Mejor dicho, ¿cuánta vida podría perderse por el dinero?

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(Estudio NÚMERO)

ESCRIBIR, UN LLAMADO A LA CONCIENCIA Dios mío, ¡cuántas cosas le diría si supiera escribir! (Ramón De Campoamor) Escribe: Alonso Dominguez - Docente de Lengua y Literatura Fotografía: Grecia Rodas - Estudiante de Comunicación Audiovisual en Medios Digitales

Los medios de comunicación urbanos y cotidianos, aquellos del vértigo noticioso e incluso del morbo popular, se han convertido en una evidencia de nuestra precaria sensibilidad, de nuestra abandonada preocupación por los detalles y su trascendencia. ¿Acaso debemos de ser transgresores sin reparo alguno? Un diario que proclama muerte con minúsculas y un noticiero que pigmenta de amarillo obsceno a sus televidentes son la expresión del escaso o nulo interés por el uso cálido y adecuado de la lengua. Quien olvida que la palabra “obstáculo” debe de tildarse o escribe “ostáculo” es tan insensible como el que abusa de expresiones como “tienes que” y “hacer”. Escribir requiere atención, también dedicación, no solo por el mismo proceso sináptico, sino por el valor estético implícito al comunicarse con otro. Sí, escribir bien deviene del buen gusto, de la preocupación por el mensaje y su forma, del deleite que se puede suscitar, del goce que se ha sentido al hacerlo. ¿Qué tan cálido debe de ser un periodista, un abogado, un médico o un docente? Tanto como se lo permita su formación y su manera de ser. No es deber exclusivo de un poeta el rozar con las palabras el alma de todo mortal. Escribir con buen gusto y corrección es un deber humano. En el calor de una frase, en su cadencia, puede reflejarse el carácter y lo oculto de nuestra personalidad. Extremo contrario, en -26-

el descuido, en la desidia (así sea una tilde), exponemos nuestra mezquindad, nuestro desinterés por lo pequeño, por lo sutil, por lo aparentemente nimio. El lector también merece que su experiencia sea agradable, a pesar de discrepar o rechazar las ideas finalmente. Hay quienes pueden sentir repulsión al contemplar una palabra mal escrita; sin embargo, también existen quienes son insensibles a la omisión de un punto seguido, por ejemplo. ¿De dónde nace esta polaridad? ¿Acaso es transmitida de generación en generación? No se puede ser categórico al aceptar o negar, pero, lo que sí se puede asumir es que somos los deudores, en gran medida, del desinterés o del rechazo por la buena escritura. Claro que ello no determina el fervor o el repudio total; no obstante, sí exacerba el ánimo por conocer, por leer y buscar. Entonces, más allá de la pésima imagen que granjeamos por escribir sin reparo en la ortografía y en la gramática, estamos llamados a ser atentos, a pensar en el lector y su experiencia. Ello implica fijarnos en cuán minuciosos y considerados somos al momento de escribir un mensaje por correo electrónico, por Whats App o, más aún, en textos con fines académicos o laborales. Lo valioso está en lo minucioso, en lo cálido, no solo porque habla bien de nosotros, sino también porque dice quiénes somos.


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OPINIÓN

CRÓNICAS MARCIANAS Escribe: Orietta Brusa Docente de la Universidad Privada del Norte orietta.brusa@upn.edu.pe

LA PESTE DEL RACISMO Todas estas son situaciones provocadas, auspiciadas y aprovechadas por las multinacionales. En esta multitud de desesperados hay mujeres embarazadas, niños y ancianos que huyen de sus países o, sencillamente, de la miseria, la cárcel, la tortura y la muerte. Buscan un futuro mejor. Donde hay cadáveres, hay chacales y buitres. Y los políticos son los mejores carroñeros. Sucede que partidos de la derecha más bruta y fascista aprovechan esta tragedia para espantar a los pobres, así como a la muy bruta clase media, con la invasión del Isis, la pérdida del trabajo, la delincuencia. Así, Frente Nacional en Francia y Lega Lombarda en Italia son los partidos más fascistas y agresivos. Por supuesto la mafia, bien arraigada en la política, gana millones con las subvenciones que el gobierno italiano y la UE establecen para los que lleguen a Italia y estén encerrados en los campos de concentración (llamados, graciosamente, Centros de Acogida). Allí solo comen pasta y arroz; mientras, los empresarios que manejan dichas subvenciones se enriquecen gracias al apoyo de alcaldes y otras autoridades. Otros que ganan son los que transportan a todas estas personas: delincuentes de todas las nacionalidades que cargan, hasta el imposible, carcochas que flotan solo por milagro y, cuando son descubiertos por la Guardia costera, las abandonan. Otras veces, la hunden las embarcaciones o botan a la gente al mar, tal como hacían los mercaderes de esclavos cuando se les prohibió este lucroso comercio en el 1800. Además, lo más llamativo es que un pasaje en dichas condiciones puede costar entre 5 o 6000 dólares. Para agudizar tal situación, la Unión Europea ha favorecido esta masacre con la famosa visa Schengen, la que pronto tendrán los peruanos para viajar por toda Europa. La Ley che ha creado fronteras infranqueables para proteger a sus ciudadanos de las nuevas “hordas bárbaras”. Por otro lado, además de la plata que los gobiernos brindan con tanta generosidad a las empresas mafiosas, no podemos olvidar el gran aporte de mano de obra barata que los indocumentados proporcionan a las empresas “normales”, manejadas por ciudadanos también normales: los empresarios. Solo un ejemplo: en Puglia (el tacón de Italia) hay grandes cultivos de tomates. Allí trabajan los extranjeros que sobreviven a la travesía, vigilados por capataces que son similares a los guardias de un campo de algodón donde trabajan los esclavos antiguamente. Los alojan en chozas donde no duermen ni los perros vagos, sin agua, luz o cualquier norma de higiene. Para ser contratados, tienen que proporcionar una mujer, al dueño, para que la viole (El jus primae noctis de la Edad Media). Trabajan desde las seis de la mañana

hasta las diez de la noche y les pagan, cuando los pagan, quince o veinte euros al día. Quien protesta es callado a palazos por los capataces. Algunos han tratado de denunciar sus problemas en la comisaría, pero han descubierto la ley que impusieron la Lega y el renovado partido fascista, Alianza Nacional (2002), bajo uno de los gobiernos de Berlusconi. En consecuencia, han sido arrestados y expulsados por indocumentados. Otros han escapado; los han buscado, unos han sido capturados y otros asesinados. Entre 5 y 7 mil personas viven, actualmente, en estas condiciones. Ningún italiano, ahora, quisiera un trabajo así. Esto, tal vez, es aún normal para los campesinos en el Perú, en las empresas agroindustriales muy premiadas por su responsabilidad social; pero allá no. Este tipo de trabajo solo es tomado por los extranjeros ilegales. De todas maneras, la Lega Lombarda sigue con propalar el miedo a la pérdida de trabajo. Es una pena y una vergüenza ver las reacciones de los brutos comunes y corrientes respecto a estos infelices; el odio, el desprecio, el racismo que se perciben en los comentarios de esos que se sienten civilizados y dueños del mundo. Se olvidan de que en la segunda mitad del 1800 hubo una migración italiana masiva hacia América, 14 millones de personas, cuando toda la población del país era de 30 millones. Actualmente, los descendientes de los migrantes que viven en EE.UU, Brasil y Argentina son 64,15 millones; mientras que en Italia hay poco más que 60 millones. Y no vamos a contar a los que están en el Perú, Uruguay, Australia y todos los otros estados donde se refugiaron los que, en ese entonces, no tenían ni dónde caerse muertos. Hubo una segunda migración en el siglo XX, por toda Europa, en la cual fuimos la cenicienta frente a los ojos de todo el mundo. Nunca debemos de olvidar el mensaje de un letrero de esos tiempos, en un bar suizo: “Se prohíbe la entrada a negros, perros e italianos”. Ni el desastre de Marcinelle, en Bélgica, donde, en una mina de carbón, murieron 262 personas de las 275 que trabajaban ahí, en mayoría italianos. Ahora tenemos miedo a los delincuentes que llegan de África. Al Capone, Lucky Luciano, etc. ¿También eran africanos? Hemos dejado un legado no indiferente en los países a donde migramos. Y menos mal que el arte, como siempre, sublimó todo (“El padrino”). La película es tan buena que uno se distrae y piensa que esa realidad fue solo un cuento. Pero ¿No es un italiano, Zazá, uno de los socios de Oropeza? Felizmente, gracias a los economistas, podemos estar felices: todos los índices macroeconómicos en el mundo están en crecimiento. Esos 21 mil muertos en el Mediterráneo eran solo turistas imprudentes.

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a n u a r e u f i ? s r o Y n ¿ o h e d n ó i t s e cu pios los pro e d o t n limie al cump no mismo. a v e l l ue es eu moral q imo y d ad de Comunicacion j d ó a r d p i l l a e lt Cu acu od Honor. respect de Humanidades y F te deberes n e rgara ugo Ve

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La valiente y honorable acción de Raúl Porras Barrenechea le permitió llegar al billete de 20. El rostro del ex presidente Prado jamás tuvo ese privilegio.

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Hay, por lo menos, dos películas hollywoodenses que fueron presentadas en habla hispana como “Cuestión de Honor”: A few good men (1992) y Pride and Glory (2008). A pesar de esa confusa y molesta costumbre publicitaria, en este caso el cambio, al menos, resulta coherente. A few good men expone la decisión de unos abogados militares norteamericanos de denunciar a un condecoradísimo coronel sindicado como responsable intelectual del homicidio de un soldado de origen latino. En Pride and Glory, la encrucijada del detective Tierney resulta más complicada cuando su hermano, policía también, aparece involucrado en el asesinato de cinco colegas. En ambas, la cuestión es clara: cumplir con los deberes que moralmente les exigen su institución, su país y su conciencia misma o consentir que la admiración, el afecto o la camaradería, permitan una injusticia. Es evidente que la disyuntiva de los protagonistas de estas historias enfrentaba ciertos códigos como el mandato a la obediencia, respeto a la autoridad y protección a la familia contra otros como el derecho a la vida y el cumplimiento cabal de la Ley. Precisamente, para que exista una cuestión de honor, los deberes y obligaciones se cruzan. Lo indica claramente la primera acepción que la Real Academia de la Lengua Española tiene para honor: cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo. Es decir, no se puede tomar una decisión sin antes haber revisado cada uno de los intereses involucrados, privados o públicos, personales o colectivos. La cuestión se centra en el respeto de la honra; se debe proteger la honorabilidad de las personas o restablecerla. Entonces, el honor no es siempre avenido a la honra. Para el filósofo venezolano Rafael Baralt, el honor se constituye por códigos estructurados por costumbres en el espacio y el tiempo. Es arbitrario y convencional, mientras que la honra es invariable e inherente a la naturaleza misma de las cosas, es decir que trata de las virtudes. Eso impide que un criminal sea tomado

como honrado a pesar de tener un código de honor al que se rija. El verdadero hombre de honor es el que defiende las virtudes. En 1960, el canciller Raúl Porras Barrenechea, ministro de Relaciones Exteriores del Perú, debía dar un discurso en la cumbre de cancilleres de la OEA para definir la postura del gobierno peruano en la crisis entre EE.UU. y Cuba. Los norteamericanos habían pactado previamente con la mayoría de gobiernos para que aboguen a favor del bloqueo económico y la censura que buscaban contra la revolución cubana, muchos se prestaron. El presidente peruano, Manuel Prado Ugarteche, envió a Barrenechea, reconocido por su postura conservadora de derecha, a sumarse a los deseos estadounidenses. Sin embargo, cuando Barrenechea empezó su discurso, enfatizó la vocación conciliadora del Perú y recordó que fueron latinoamericanos, quienes por primera vez buscaron la hermandad de todos los pueblos de América. Dicho eso, rechazó enérgicamente toda injerencia extranjera con afanes totalitaristas: “… América Latina, distinta fundamentalmente de los Estados Unidos por su individualismo exagerado, su idealismo tenaz, su entusiasmo por las ideas puras y los dogmas políticos, la indisciplina de su vida política, su culto de las ideas de humanidad e igualdad, ha erigido particularmente como norma de su vida internacional la proscripción de la fuerza y la exclusión de los elementos perturbadores del orden y las doctrinas disociadoras de otras partes del mundo, que chocan, como dijo Sáenz Peña, con la fecundidad del suelo americano y con los sentimientos de clemencia y generosidad propios de nuestra raza.” Pese a la incomodidad y la agitación política causada, al punto que Prado no solo exigió su renuncia sino ordenó que no fuera recibido en el aeropuerto por una comitiva como le correspondía a su investidura, Barrenechea recibió reconocimientos por su entereza. Él se vio envuelto en su particular cuestión de honor, supo enfrentarse a ella y pasó a la posteridad. Una lección de honorabilidad política que, en la actual coyuntura, parece tristemente imposible.

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ACHIYAKU (Voz quechua: agua luminosa)

Un fotoreportaje de Jorge Barreto

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El realizador audiovisual y fotógrafo independiente, Jorge Barreto es un confeso telúrico. Lleva casi una década persiguiendo paisajes serranos a los que retrata desde su particular visión: sin el menor rasgo de nostalgia o pena pero tampoco pretendiendo abrumar la vista con la imponencia del abrupto territorio. No, su visión es, a falta de mejor expresión, la vallejiana Mecánica sincera y peruanísima. En esta serie fotográfica, Barreto redime el elemento controversial de esta

tierra, en este tiempo: el agua. Sus lagunas cajamarquinas equilibran, con su valor lumínico, la solemne inmutabilidad de la tierra y la violenta inquietud del cielo. Esta muestra forma parte de un prolífico trabajo de 7 años en la zona, tiempo en el que Barreto ejerció la docencia con los cursos de fotografía y audiovisuales en UPN – Cajamarca; siete años en una búsqueda que quizá sea la del encuentro con su contraparte, su Phuyuqhawa, la que mira las nubes.

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mi face: https://www.facebook.com/joqui.barreto - mi portafolio: https://www.behance.net/nube -32-


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… integran con viento los mujidos, las aguas con su sorda antigüedad… De Telúrica y Magnetica – César Vallejo

mi flickr: https://www.flickr.com/photos/131840374@N03/ -33-


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QUINTAESENCIA

CHARLY Y YO Escribe: Renato Salas - Docente de Humanidades Ilustración: Diana Ortiz - Estudiante de Comunicación Audiovisual en Medios Digitales

Nos conocimos al amanecer de un invierno calamitoso. Cinco de la mañana en punto y desde una grabadora ochentera giraba ese cassette original con el endemoniado arpegio de Confesiones de invierno. Tendría 13 o 14 años y mi existencia se resumía a labores escolares que nunca cumplía y al cagarme de frío todas las mañanas en que timoneaba un bote de remos. No recuerdo ahora al propietario de esa cinta, pero sí mi cara anonadada ante unas letras que transformaron mi adolescencia, que encendieron ese luminoso sendero del pensar en limpio, del pensar en serio. No necesité de suplicar para que me prestaran ese cassette, (lo hubiera hecho) esa misma tarde escuché, devoré, analicé, copié, resalté, lloré con esa banda que abría para mí el verdadero arte. Sui generis, nombre que en ese tiempo ni se asomaba en mi diccionario mental, ni idea que era latín, y menos el significado del mismo. Solo necesité de sus letras, de su música para sumar una nueva adicción a mi vida. (Para eso, ya me tornaba coleccionista de adicciones). Por esos años aún giraban los vinilos en las salas caseras y mi primera captura fue el álbum Vida, sí, ese disco marrón en el que salen sentados Charly y Nito en una vieja pared. Sí, yo lo tuve en disco 33 RPM (aunque años más tarde hiciera un trueque por ver en vivo a Atahualpa Yupanqui). Si es que no me equivoco, este es el disco que más he escuchado en mi vida y no tan solo yo: el que cayera de visita por casa se encontraba en la obligación de escu-34-

charlo, y también la interpretación que había hecho yo del mismo. Sin el fantasmagórico Google de hoy, que todo lo entorpece, que todo lo agiliza, fui reuniendo datos: viejas revistas, periódicos, amigos, contactos extraterrestres, señoras en el mercado que fueron moldeando la figura de Charly García para mí. Pero en 1985, año en el que entrara García al poder -y no me refiero al García del que venimos hablando, o sea, del genio, sino de la bestia, sí, ese que nos gobernó con una torpeza absoluta durante cinco años, llevándonos a la hambruna, a un mundo de colas, apagones, falta de agua, panes populares ennegrecidos, leches encis fantasmas- y bajo todo ese manto contextual la banda sonora que irrumpiría en la Feria del Hogar con todos sus clics modernos, que hasta el día de hoy es lo único que acepto bailar. Tras la presentación en la Feria del Hogar, descubrí que Charly había montado selecciones argentinas rockeras como lo fueron Serú Giran y La máquina de hacer pájaros. Asimismo, experiencias tales como Por suigieco y todos los discos solista que se vendrían a borbotones llenos de alcohol, llenos de drogas, llenos de vida. Y así García y yo nos conocimos, nos hicimos patas, bebimos, fumamos juntos, salimos a latear por la Ciudad de Palomino, nos fuimos a Marcahuasi, tiramos dedo por el sur y el norte del Perú. Y nos fuimos haciendo viejos, cambiamos los vinilos por los cd, los VHS por los bluerays, los tragos baratos por otros más baratos y aquí nos tienen ahora, en Lima y en Buenos Aires, a cinco horas en avión, más conectados que nunca, más vivos que nunca.


junio 2015 • díatreinta

RETIRAS

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