ADVIENTO - Camino hacia la Navidad

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ADVIENTO -Camino hacia la Navidad-

Jaime Quispe Palomino, Pbro.

alimento que unía lo humano con lo divino y el calor de amor que brotaba de sus entrañas al punto de compartir con los demás la alegría de su interior cuando dijo a su prima Isabel: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava” (Lc 46-47). “María es grande precisamente porque quiere enaltecer a Dios en lugar de a sí misma. Ella es humilde: no quiere ser sino la sierva del Señor (cf. Lc 1, 38. 48). Sabe que contribuye a la salvación del mundo, no con una obra suya, sino sólo poniéndose plenamente a disposición de la iniciativa de Dios. Es una mujer de esperanza: Sólo porque cree en las promesas de Dios y espera la salvación de Israel, el ángel puede presentarse a ella y llamarla al servicio total de estas promesas. Es una mujer de fe: « ¡Dichosa tú, que has creído! », le dice Isabel (Lc 1, 45). El Magníficat —un retrato de su alma, por decirlo así— está completamente tejido por los hilos tomados de la Sagrada Escritura, de la Palabra de Dios… María es, en fin, una mujer que ama. ¿Cómo podría ser de otro modo? Como creyente, que en la fe piensa con el pensamiento de Dios y quiere con la voluntad de Dios, no puede ser más que una mujer que ama. Lo intuimos en sus gestos silenciosos que nos narran los relatos evangélicos de la infancia”47. La Iglesia, Madre y Maestra, nos invita a preparar interiormente nuestra vida para acoger al salvador que trae abundantes bendiciones y tesoros de su reino. Durante el tiempo de Adviento, a ejemplo de la virgen María, debemos prepararnos interiormente para sentir la presencia de Dios en lo más íntimo de nuestro corazón. Preparación exterior. Quien pone la pauta en la preparación exterior es Juan el Bautista que llama insistentemente a preparar el camino del Señor que ya está en medio de su pueblo, según lo habían predicho por boca de los profetas (Cf. Lc 1,70) desde el antiguo Testamento: “está a punto de llegar el que es más fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias” (Lc 3,16). La actitud humilde de Juan el Bautista es imprescindible para acoger a Dios en el camino de la vida haciendo que “el que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer que haga lo mismo; no cobren más de lo establecido; No abusen de la gente,

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Deus caritas est, N° 41.

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