El sueño del sapo y la rana

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El SUEÑO DEL

Colección - Literatura ecológica

Sapo y la rana Jaime Quispe Palomino Marleny Pérez Zorrilla

Editado por: Jaime Quispe Palomino

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El sueĂąo del sapo y la rana



El sueĂąo del sapo y la rana

Jaime Quispe Palomino Marleny PĂŠrez Zorrilla

Autor Editor: Jaime Quispe Palomino


El sueño del sapo y la rana Jaime Quispe Palomino Mg. Marleny Pérez Zorrilla Editado por: Jaime Quispe Palomino Dirección: Jr. Bruno Terreros N° 1521 AA. HH. Justicia Paz y Vida - El Tambo - Huancayo

jaime-quispe@hotmail.con

Ilustración: Rosmery Quispe Anchiraico (Burbuja) ISBN: Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2017-02875 ISBN Marzo 2017, Primera edición Tiraje: 1000 ejemplares

Impreso en: Editora Imprenta Ríos SAC Jr. Puno 144, Huancayo Marzo 2017 Editado e Impreso en Perú / Printed in Peru

Queda prohibida cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización del titular de la propiedad intelectual.


Presentación Todos podemos colaborar como instrumentos de Dios para el cuidado de la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades.

Conferencia de los Obispos Católicos del Sur de África.

Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas... ¡No se achiquen! ... ¡Pueden hacer mucho! ¡Pueden hacer mucho!. Papa Francisco Casi con desesperación, en medio de los hedores del “estiércol del diablo”, admiramos e impulsamos este esfuerzo creativo en pro de una cultura ambiental civilizada, de verdad. Conocí a Jaime Quispe Palomino en el Se7


minario Mayor “Pio X”; a través de una de sus creaciones que con el esfuerzo actoral de los seminaristas logramos hacer la dramaturgia y llevar a escena. Una experiencia enriquecedora para todos. Definitivamente es un escritor con convicciones definidas y ubicado en su responsabilidad epocal. Nos sigue estimulando con la aparición de “El Sueño del Sapo y la Rana”, en el que manejando un conflicto entre los batracios y los humanos, con un lenguaje directo y sencillo, como son las cosas importantes; nos lleva a reflexionar sobre las causas y consecuencias de una falta de cultura ambiental; de respeto al otro ser vivo por más pequeño que este sea; a no violentarlo, a ser parte de una cultura de paz. La persistencia en escribir y publicar del autor, un mérito más en nuestro medio, le irá otorgando el oficio formal necesario, que diluirá su entendible afán pedagógico de explicitar; lo que, a veces, romper el ritmo narrativo que nos atrapa en su lectura. Esta publicación dirigida fundamentalmente a los niños, para quienes tan poco se escribe en nuestra patria, por el hecho de considerarla un género menor; constituye un valiosa entrega en la respuesta que nos toca dar a cada uno de nosotros, sin importar el lugar que ocupemos en la sociedad. ¡Gracias a Jaime Quispe Palomino y Marleny Pérez Zorrilla; a leer y cambiar de actitud respecto a nuestra “Casa Común” Víctor Hugo Arana García Actor 8


El sueño del sapo y la rana Cerca del río Chanchas, en medio de los árboles de eucalipto y campos de producción agrícola, había un estanque de agua dulce donde se metía a nadar el sapo Pipo. —Croac, croac, croac —decía tristemente el sapo Pipo—. Croac, croac —seguía expresando su tristeza lúgubremente—. Croac, croac —insistía una y otra vez. —¿Te pasa algo sapito? —preguntó doña Gaña. 9


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—Estoy triste —respondió afligido el sapo Pipo. —Pero, dime porqué —preguntaba insistente doña Gaña. Doña Gaña se acercó al sapo Pipo y se agachó lentamente, para no espantar al sobrecogido animal, hasta llegar a apoyar su cuerpo sobre la alfombra natural de césped. —¡Los sapos estamos desapareciendo! —musitó tristemente el sapo Pipo. En seguida, empezaron a salir de sus grandes ojos lágrimas de dolor e impotencia. —¡Ánimo sapito! —acarició doña Gaña su piel áspera y verrugosa. De pronto, apareció la rana Ana que saltaba agitada y detrás de ella un grupo de niños que la perseguían. —¡Qué pasa! —se puso de pié doña Gaña y gritó estruendosamente con la intención de calmar el desbarajuste. —Es que ese animal es peligroso — 11


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respondieron los niños al unísono. —Quién les ha dicho semejante tontería —preguntó doña Gaña. —Mi madre —respondió uno—. Pues por allí andan diciendo las personas que si —afirmó otro —. Son feos —minusvaloró otro—. Son repugnantes —así fueron despreciando a la indefensa rana que vivía en su respectivo hábitat. La agitadísima rana Ana se puso detrás de doña Gaña tratando de protegerse del peligro que le acechaba. Temblorosa no decía nada. El sapo Pipo, por su parte, trataba de escapar al escuchar el estrépito de los niños. Estiraba las ancas en señal de alerta y sus ojos buscaban un lugar donde esconderse. —Quédate conmigo Pipo —le habló tiernamente doña Gaña—. Yo te voy a proteger. No va a pasar nada —tratando de retomar la calma. 13


—Gracias señora Gaña. Si no fuera por usted ya habrían matado a la rana — dijo con voz de quebranto. Doña Gaña Inmediatamente se dirigió a la rana. —¿Cómo te llamas? —le preguntó. —Ana —le respondió la rana. —Podemos ser amigas —le pidió suplicante por el temor de ser rechazada. —Sí, pero, no eres mala como esos niños que me persiguen con piedras —la rana trataba de cerciorarse de su bondad. —No, ranita —siguió respondiendo doña Gaña. —No entiendo —expresó sorprendida la rana Ana—. Porqué nos tratan de esa manera los hombres —preguntó. —El desconocimiento de la verdadera realidad les hace actuar de esa manera — sentenció doña Gaña—. Nosotros los hombres vivimos inundados por los perjuicios 14


y supersticiones que interfieren el camino de nuestra felicidad. Ante tanta situación controversial de la vida, construida por el mismo hombre, prefieren buscar culpables en aquellos que no entienden, no escuchan ni hablan. Doña Gaña, después de haber hablado tiernamente con la rana Ana, se dirigió a los niños para reprobar su conducta. —Porqué actúan violentamente con este animalito indefenso —empezó a cuestionar a los niños con un tono de amistad constructiva antes que una reprimenda. —Él me dijo que cogiera la piedra lanzara en el cuerpo de la rana —se defendió uno de los varios niños que estaban en el lugar. —Pero sabes que esa actitud está mal —interpelaba la actitud violenta que habían tenido los niños—. Hoy podría ser con la rana y mañana con alguno de tus amigos — 15


aseveró doña Gaña. —Él tiene la culpa —dijo otro niño, acusando a su amigo. Estaba por armarse un gran barullo, como solamente los niños saben hacerlo cuando entran en una desorganizada discusión; hasta que doña Gaña, fiel a su experiencia maternal, tuvo que anticiparse al pataleo infantil. —Shhhh… —hizo esta onomatopeya para calmar el barullo que estaba por armarse—. No se trata de buscar al culpable —especificó doña Gaña— sino de reflexionar nuestro comportamiento frente a los animalitos indefensos que no causan daño alguno. »Todo el mundo merece el respeto. Debemos empezar a respetarnos entre nosotros mismos, siendo forjadores de una cultura de paz y evitando cualquier atisbo de violencia ya que la violencia engendra 16


más violencia. Una sociedad violenta está condena a terminar con heridas de resentimiento social. »Es por eso que no deben perder el tiempo en peleas que no llevan a nada bueno en la vida; más bien ocupen el tiempo en la práctica de los valores del respeto, amistad y comprensión. »Si el respeto empieza con el mismo hombre, éste debe extender su valor también a los animalitos que ustedes estaban persiguiendo sin que les haya hecho nada. Asimismo, es con la naturaleza y todo cuanto existe entre el cielo y la tierra. —Perdóname señora —dijo uno de los niños noblemente que dio el paso adelante. —A mí también perdóname señora — dijo otro niño que se solidarizó con el arrepentimiento de sus actos nocivos. —No lo dudes —dijo doña Gaña dirigiéndose al niño en primera persona para 17


que la colectividad de sus expresiones no termine en saco roto—. El perdón está concedido pero éste será valorizado con la firme promesa no volver a ocasionar daño y deterioro en los animales y en la naturaleza ecosistémica. »Ellos son nuestros hermanos menores —decía dirigiéndose al sapo Pipo que de rato en rato croaba como si quisiera intervenir en la conversación; también a la rana Ana que no terminaba de salir del sobresalto que le habían ocasionado los niños. —Así es —no pudo contener el sapo Pipo el freno de sus palabras que con la gran boca que tenía se le esfumaban las palabras por doquier; el mismo sapo terminaba inundado por sus palabras por la grande boca que tenía. Este acto socarrón ocasionó mucha risa entre los niños. —Tranquilo Pipo —le apaciguó doña Gaña— no te desesperes. Puedes hablar con 18


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toda calma y tranquilidad; pues los niños te respetarán. El sapo Pipo, por la seguridad que se la había devuelto de estar en casa, comenzó a humedecer su verrugoso cuerpo en el estanque donde se había encontrado con doña Gaña. Se deslizaba dentro del agua con las ágiles patas que de momento en momento mantenía su cuerpo inmóvil para dejar volar los mosquitos cerca de su boca. Estiraba la lengua como buen cazador y en pleno vuelo atrapaba mosquitos que a su vez las llevaba dentro de su boca para degustar su alimento cual fuera una verdadera delicia. La rana Ana también se unió a la caza de insectos que pululaban en el estanque de agua. Los niños fueron observando estos detalles que sin duda alguna forman parte esencial de la cadena alimenticia. Se encontraban en un precioso lugar 20


donde corría el río en medio de alfombras naturales de césped, en sus alrededores crecían árboles sin tener que padecer sed en ninguna estación del año porque se alimentaban del agua limpia del río Chanchas; muy cerca sembraban tubérculos como la papa y granos como el maíz, trigo, cebada, etc. Antes de retirarse del lugar, los niños conversaron amenamente con doña Gaña que les había tratado con cariño y les había compartido la armonía que guarda en su interior la madre naturaleza. —Usted señora nos ha enseñado a cuidar los animalitos. Estamos muy agradecidos —decía uno de los niños con una actitud totalmente diferente del principio. —Claro —asintió doña Gaña—. Tenemos que respetar a la ranita que ustedes estaban persiguiendo, a los sapos que encontrarán en este lugar y otros animalitos 21


que tal vez no tengan buena apariencia para nuestra visión, pero, también son nuestros hermanos menores como las mascotas que tenemos en nuestros hogares. Ellos cumplen un rol en el ecosistema; además, son indefensos —acotó. —¿Qué es el ecosistema señora? — sorprendieron a doña Gaña con esta pregunta inocente. —Ehhh…—titubeó un instante—. Es complicado, pero, trataré de explicarles — dijo doña Gaña; pues no se esperaba tamaña pregunta. Los niños esperaban atentos la explicación; además, se habían percatado de la situación embarazosa en que se encontraba doña Gaña creyendo saber pero difícil de adaptar la explicación a los niños. —Es una palabra novedosa para nosotros —expresó otro niño. —Sí, 22

definitivamente

—respondió


consciente doña Gaña—. Ecosistema es el conjunto de seres vivos y elementos no vivos del ambiente que se relacionan entre ellos. Entre los seres vivos estamos nosotros los hombres, los animales, las aves, las plantas, etc. Entre los seres no vivos están el agua, el aire, el suelo, la luz, etc. —especificó—. El ecosistema es pues la armonía y equilibrio entre todos los seres vivos y su relación con el ambiente que le rodea. »Es importante enfatizar la armonía y equilibrio en el ecosistema porque de eso estamos adoleciendo. Rompemos constantemente la armonía entre los hombres con nuestras actitudes violentas y la violencia contra los animales indefensos como los sapos y las ranas y muchos otros más. —Por eso decimos que estamos dañando el ecosistema? —preguntó uno de los niños con quiénes hablaba doña Gaña. —Sí, indudablemente —respondió 23


doña Gaña—. Podemos darnos cuenta que los fenómenos que vemos en el medio donde vivimos están ocasionando el cambio climático cuyo autor principal es el mismo hombre. De allí la urgencia de un cambio de actitud en el hombre que depreda irracionalmente los bosques, mata indiscriminadamente los animales y contaminan los ríos —citó algunos ejemplos que desequilibran el ecosistema. —Somos nosotros mismos los que dañamos el ecosistema ¿Cierto señora? —preguntó el niño. —Sí, dañamos el ecosistema en el momento en que matamos al sapo, la rana, las aves, etc. —Cada uno de ellos cumple un rol especifico en el ecosistema, aunque no nos demos cuenta… —El perrito forma parte del ecosistema —interrumpió cariñosamente uno de los niños. 24


—Sí —respondió doña Gaña—. También el gato y otras mascotas que encontremos en casa. —La araña —preguntó otro curioso niño. —Sí, pero, debemos tener cuidado — advirtió doña Gaña. —La vaca —continuó otro niño con la avalancha de preguntas. —Sí —continuó respondiendo doña Gaña—. También el caballo, el burro, el cerdo, etc. —El río —preguntó otro de los varios niños. —Si —respondió doña Gaña—. Así como la variedad de árboles, cerros, el sol, la luna y todos los astros del firmamento. —El viento —continuaba otro niño con sus preguntas capciosas. —También —respondió pacientemente doña gaña, haciendo uso del sentido co25


mún al momento de responder las preguntas capciosas de los niños exploradores—. Los cerros, las nubes, el frío, el calor, etc. forman parte del ecosistema —acotó. —¡Qué bacán! —respondió emocionado un niño; también los otros se maravillaban saber que el ecosistema es la acción conjunta de todo lo que nuestros ojos pueden ver y lo que se puede percibir por nuestros sentidos por más que no puedan ver nuestros ojos. —Así es que tenemos que asumir el compromiso de cuidar todo el ecosistema para que no se pierda la armonía entre los seres existentes en nuestro planeta —animaba doña Gaña. —Cuidaremos de todos los seres vivos, especialmente la ranita y el sapito —hizo su promesa uno de los niños. —¡Eso está bien! —respondió emocionada doña Gaña. 26


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Los niños se acercaron lentamente a ver al sapo y la rana; pues éstas estaban escuchando la conversación. —Discúlpame ranita —le pidió un niño. En la medida que acercaba su mano para acariciar la rana, ésta se alejaba y comenzaba a croar más fuerte como signo de miedo y autodefensa. —Tranquila ranita —le habló doña Gaña— el niño es tu amigo —le aclaró tiernamente. —Es que tengo miedo —compartió tiernamente la rana Ana— porque los hombre si no vienen a cazarnos terminan matándonos, al final es lo mismo porque terminamos muriendo y desapareciendo. —¡Es cierto! —corroboró el sapo Pipo dando un salto ligero en su mismo lugar; croaba una y otra vez en señal de nerviosismo—, la rana Ana tiene razón —se defendían entre ellos porque ambos corrían el 28


mismo peligro de desaparecer. —Pero ya han escuchado ranita y sapito, estos niños ya no los van a maltratar ni matar sino respetar porque ya son sus amigos —explicó doña Gaña. —¡Claro que sí! —respondieron los niños al unísono. —Escucharon a los niños —preguntó doña Gaña al sapo y la rana. —Siiiiiii —respondieron temblorosos porque éstos animalitos están acostumbrados a vivir en el silencio y cualquier bulla es interpretada como peligro porque en el momento de la caza o matanza sus verdugos hacen bulla. —Tranquilo Pipo, tranquila Ana, los niños sólo se alegran —aclaró doña Gaña. —Está bien —dijo la rana. Después de la conversación, los niños se retiraron y se quedaron doña Gaña, la rana Ana y el sapo Pipo. 29


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Mientras los niños se retiraban, el sapo y la rana croaban de alegría, estiraban las ancas para saltar en medio de la naturaleza y se sumergían en las aguas del estanque que en estaban ubicadas en las orillas del río Chanchas; atrapaban mosquitos con la lengua larga que tenían y terminaban enrollándose dentro de su propia boca. —Noté su miedo por los niños —les compartió doña Gaña. —Quiero que me entiendas. Es difícil crear confianza con estos niños; en general, con los hombres porque son ellos quienes nos matan —confesó el sapo Pipo. —Tienes toda la razón querido sapito, pero, debes desterrar tus miedos así como nosotros los hombres debemos desterrar los prejuicios que tenemos de ustedes — dijo doña Gaña. —Es tan difícil cambiar esta realidad pero tendré que hacerlo —respondió el 31


sapo Pipo. —¿Cierto ranita? —preguntó inesperadamente a la rana Ana que se había quedado suspendida en el sueño de un mundo mejor. —Ehhhh… ¡Sí señora! —respondió instintivamente la rana. Movió la cabeza y volvía a croar en la esperanza. —¿Soñabas

despierta?

—preguntó

doña Gaña. —Sí, efectivamente —confirmó su estado extático la rana Ana. —Me podrías compartir tu sueño querida rana —le pidió doña Gaña. —Soñaba con un mundo mejor donde nuestro amigo Pipo, los ríos, los árboles, los cerros, la tierra, los animales, las plantas, el sol, la luna, el viento, etc. Y el mismo hombre vivamos en armonía como buenos amigos —compartía la rana Ana. —Ese también es mi sueño —se so32


lidarizó doña Gaña— que todos, absolutamente todos, vivamos en armonía y nos respetemos — compartió su visión ecológica del mundo en que vivimos. —Yo también quiero compartir mi sueño —irrumpió con sus palabras el sapo Pipo. —Compártenos tu sueño sapito —le pidió doña Gaña. —Mi sueño era que los sapos y los hombres jugábamos en el río y en el campo, éramos grandes amigos, nosotros los sapos protegiamos de las picaduras de mosquitos y ellos nos protegían del peligro de extinción —compartió entusiasmado el sapito soñador. —¡Qué lindo! ¡Me emociona tu sueño! —expresó entusiasmada doña Gaña. —Ojalá ese sueño sea una realidad —expresó la rana Ana; se puso a croar de alegría, dio un salto de esperanza y volvió a 33


pisar el suelo de la realidad. —¡Claro que tiene que ser así rana Ana! —expresó el sapo Pipo con extremado entusiasmo. —También yo creo que así será porque los niños, en realidad la humanidad entera, estamos tomando conciencia del cuidado del medio ambiente y de todo el ecosistema — doña Gaña apostó por un mundo con cultura ecológica. —Es urgente que tu sueño se haga realidad sapito —habló con más confianza la rana Ana— porque nosotras las ranas y ustedes los sapos estamos desapareciendo. —Es cierto lo que dices ranita —doña Gaña la llamaba con tanto cariño como lo hacía con su esposo y con sus propios hijos— porque en mi infancia habían muchos sapos y ranas y hoy quedan pocos. »Recuerdo que en temporada de invierno abundaban en los ríos, riachuelos, 34


estanques o charcos y en los campos de cultivo o chacras. En los estanques depositaban sus huevos en grandes cantidades y realizaban la metamorfosis que los convertía en renacuajos hasta llegar a ser adultos. »Recuerdo también que los sapos eran utilizados para los ritos supersticiosos o brujerías. Pospuesto que era una mentira. Inclusive le atribuían tener el espíritu de la maledicencia. Por eso los miraban como seres peligrosos, maléficos y mal agüeros. —Debe ser por eso que nos tienen miedo los hombres —sacaba sus deducciones el sapo Pipo que no tenía noción de lo que hacían con él. —Lamentablemente sí querido Pipo —expresó doña Gaña—. Así pensábamos los hombres. Menos mal que ahora ha cambiado esa visión y tenemos mayor respeto por ustedes. —Pero los sapos son inofensivos —de35


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fendió la rana Ana que vivía en el mismo hábitat—. Nunca les he visto hacer daño a nadie —siguió aclarando—. Seguro que es una invención de los hombres —cuestionó. —Es por eso que quieren desaparecernos —Pipo se refería a la extinción que estaban atravesando los sapos. —Sí —respondió enfáticamente doña Gaña—. Por eso y también por la excesiva comercialización de su carne bajo el pretexto de ser medicinal para las enfermedades pulmonares y debilitamiento; otros dicen hasta de virus, bacterias, hongos, etc. —¿Crees que eso sea cierto? —preguntó el sapo que no estaba enterado de las bondades que él tenía. —Tal vez sí —respondió con cierto escepticismo—. Existen, sin embargo, testimonios que corroboran curaciones; pero, la ciencia no ha ahondado el estudio y la investigación. 37


—Si así fuera. El peligro de extinción es mayor en nosotros —respondió preocupado el sapo, dejando caer su sueño en mil pedazos. —El problema no es el buen uso de sus bondades alimenticias del cuál deberías sentirte orgulloso; el problema está en la caza indiscriminada al punto crítico de la extinción —reflexionó doña Gaña. —Eso quiere decir que si tenemos bondades alimenticias los hombres deberían cuidarnos más. Cierto doña Gaña — preguntó orgulloso el sapo Pipo que inflaba el saco bucal como un globo que volvía a croar, esta vez por vanidad. —Es lo más lógico Pipo, pero, los hombres sólo queremos consumir; no tenemos la costumbre de favorecer su reproducción en un ambiente sano y saludable —respondió doña Gaña haciendo uso del argumento de una deficiente conciencia ecológica 38


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—Ese también es mi sueño —compartió entusiasmada la rana Ana—. Que los hombres cuiden de nosotros para reproducirnos en grandes cantidades y puedan utilizar nuestra carne sin tener que correr el peligro de desaparecer. —Claro que sí —corroboró doña Gaña—. Porque ambos corren el peligro de extinguirse del ecosistema. A ustedes ranas también las cazan por sus bondades curativas. —Espero que este sueño se haga realidad lo más pronto posible —decía entusiasmado el sapo Pipo, después de haberse hecho amigo de los niños y de doña Gaña. Se aferraba con la rana Ana al sueño irrevocable de un mundo mejor. —Mientras tanto, seguirán siendo prófugos ambientales que luchan por sobrevivir —expresó doña Gaña la cruda realidad en que vivían. 40


—Sí, tienes razón —respondió el sapo Pipo—. Estamos sobreviviendo en este lugar que ha perdido su pureza por la tala irracional de árboles, la urbanización de los campos de cultivo, el río contaminado por los detergentes, los charcos llenos de basura, el aire contaminado, el sol abrazador y por supuesto la amenaza de caza cada madrugada y cada atardecer. —Ayer vi retirarse de este lugar un grupo de sapos que iban sin rumbo en busca de un lugar donde refugiarse de la contaminación. Los sapos todavía eran niños y su piel sensible, a pesar de ser escamosa, no resistían al sol abrazador, al aire contaminado por el penetrante monóxido de carbono que los vehículos despiden al medio ambiente —comentaba dramáticamente el maduro sapo Pipo que había adaptado su piel a la circunstancia, aunque lo hizo con dificultad. 41


—Ellos son nuestros hermanos refugiados que han tenido que salir forzosamente de este lugar para mantener su especie por instinto de sobrevivencia —dijo la rana Ana con tanta tristeza. —Los volverás a ver pronto —le consoló doña Gaña. —Se fueron sin rumbo. ¿Cómo podría volver a verlos si es tan corta nuestra vida? —respondió el sapo Pipo cubierto, una vez más, por las lágrimas que salían de sus grandes ojos. —Eso también está sucediendo con nosotras las ranas —y se puso a llorar junto al sapo Pipo que gimoteaba una y otra vez por la tristeza que había embargado su corazón. —¡Ánimo, amiga rana! ¡Ánimo amigo sapo! —les reconfortaba doña Gaña—. Recuerden el sueño que ustedes tienen. No declinen en su sueño. Vayan tras él hasta 42


encontrarlo. Si la muerte les sorprende en el camino, el sueño de un mundo mejor debe continuar. »Así como ustedes están viviendo la triste realidad del exilio ambiental, también los hombres están siendo desplazados de su lugar por falta agua que se ha secado para ir a lugares donde vivir con la dependencia de este líquido elemental, la contaminación de los terrenos de cultivo que no tienen agua limpia para el riego, las lluvias ácidas que esterilizan los campos y la hacen infértil, la explotación minera y metalúrgica que de la noche a la mañana desaparecen territorios habitados y trasladan involuntariamente a otros lugares. —¿También está sucediendo con ustedes los hombres? —preguntó sorprendido el sapo Pipo que tenía el rostro humedecido por las lágrimas que había derramado. —Sí, el cambio climático está afectan43


do gravemente al planeta y los daños ocasionados son irreversibles —respondió preocupada doña Gaña. —Qué pena —apenas atinó en decir la rana Ana que estaba acongojada por el dolor de no volver a ver a sus hermanas ranas que también salieron del lugar en busca de un mejor porvenir. —Por eso comparto plenamente el sueño que ustedes mantienen, abrigado en la esperanza de vivir en un mundo mejor — compartió doña Gaña el mismo sueño. Fue una conversación sostenida por las cuerdas vocales de la tristeza y la alegría, el desconcierto y la esperanza, la indiferencia y la preocupación, el rechazo y la amistad, el sueño y la realidad, el hombre y el animal. Era la estación de invierno donde los sapos y las ranas abundan en el campo y en los ríos. De pronto, se abrieron las com44


puertas del cielo para descargar los nubarrones de agua mediante la lluvia, empapar la tierra y hacerla fructificar. —¡Croac, croac, croac! —saltaba el sapo de alegría en medio de la lluvia. —¡Croac, croac, croac! —la rana le seguía, metiéndose en el estanque de agua que aumentaba su volumen por la lluvia torrencial. —¡Gracias Dios por la hermana lluvia! —gritaba entusiasmada doña Gaña con las manos alzadas; tenía la ropa mojada. —Croac, croac —cantaba de alegría el sapo Pipo. —Croac, croac—le correspondía la rana Ana. La amistad había crecido entre el sapo, la rana y doña Gaña. Los tres tenían el mismo sentir. —Tengo que regresar a casa —dijo temblorosa doña Gaña, totalmente empa45


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pada de lluvia con tal solo unos minutos. —Gracias por compartir mi alegría y la de mi hermano sapo —expresó la rana Ana. —Gracias a ustedes por su amistad — retribuía doña Gaña; a la vez que se retiraba del lugar para buscar un lugar donde guarecerse. —¡Adiós amiga! —gritaba el sapo Pipo. —¡Vuelve pronto amiga! —también gritaba la rana Ana. —Cuídense hasta mi regreso —se despedía doña Gaña con la esperanza de volver a verlos. —Lo haremos —gritaban a coro el sapo Pipo y la rana Ana. Mientras tanto, la lluvia animaba la fiesta del sapo y la rana que saltaban de alegría y se sumergían en otros charcos de agua que se habían formado por la torren47


cial lluvia. La lluvia continuaba por la tarde y toda la noche, entre la realidad y el sueĂąo del sapo y la rana.

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.... “El SueĂąo del Sapo y la Ranaâ€?, en el que manejando un conflicto entre los batracios y los humanos, con un lenguaje directo y sencillo, como son las cosas importantes; nos lleva a reflexionar sobre las causas y consecuencias de una falta de cultura ambiental; de respeto al otro ser vivo por mĂĄs pequeĂąo que este sea; a no violentarlo, a ser parte de una cultura de paz. VĂ­ctor Hugo Arana GarcĂ­a Actor


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