XII. Sistema de Salud en Uruguay

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Sistemas de Salud en Suramérica

enfermos; en el que estos profesionales se están olvidando de tocar al paciente; en el que el médico reduce el tiempo de escucha al mínimo necesario, impidiendo la actuación terapéutica de la primera “droga” que se administra a todo paciente: el propio terapeuta. ¡La medicina no se basa sólo en evidencias, sino también en narrativas! En estas condiciones, la capacidad de los jóvenes médicos y demás profesionales de innovar, de tener una visión crítica del sistema de salud, pierde calidad, se empobrece. Los sistemas con mayor capacidad de innovación serán, por lo tanto, los que construyan nuevas posibilidades para la enseñanza de las profesiones de la salud y los que resguarden formas de democracia directa y de participación de la población en la formulación de políticas, en el control y en la fiscalización de la calidad de los servicios de salud. O sea, la democratización de la sociedad y la participación social en espacios institucionales en el sistema de salud son indispensables. Vale la pena resaltar que cuando se institucionaliza la participación social, como está ocurriendo en los Consejos de Salud –nacional, de los estados y municipales– en Brasil, se pierde un poco la capacidad de crítica, de innovación y de osadía. Y esto es casi inevitable: se penetra en el aparato del Estado, se pierde autonomía. Tenemos que repensar los grandes espacios democráticos para la renovación de los sistemas de salud. Los sistemas de salud también tendrán mayor capacidad de autoinnovar cuanto más se alejen de la enfermedad y se aproximen a la salud, cuanto más dialoguen con otras ciencias, otros saberes y otras políticas. La intersectorialidad y la transversalidad son categorías esenciales para que pensemos la salud desde una perspectiva amplia e integradora. ¿Cómo pensar la salud hoy sin pensar en educación, desarrollo científico y tecnológico y sin pensar en las otras políticas sociales y económicas que afectan, directa e indirectamente, a la salud? Mientras más abiertos estén los ministerios que cuidan la salud a este diálogo con otras áreas, con otras dimensiones, mayor será la capacidad de innovación. A la séptima transición podemos denominarla económica, científica y de innovación. En Brasil, construimos a lo largo de los últimos años algo nuevo en el modo de pensar las relaciones entre salud y desarrollo. Necesitamos comprender que la salud trae en sí una dualidad distinta de cualquier otra política pública: al mismo tiempo es una política fundamental para la mejora de las condiciones de vida, pero también es una dimensión económica, generadora de empleos, de desarrollo y de innovación extremamente importante. La estimación internacional disponible, presentada en el Fórum Global de Investigación en Salud en 2006, indica que la salud responde por el 20% del gasto mundial, público y privado, con las actividades de investigación y desarrollo tecnoló-


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