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GENTE Pilar de Arístegui “En casa, leer era tan cotidiano como lavarse los dientes” PINTA, ESCRIBE Y CREA TALISMANES CON PIEDRAS SEMIPRECIOSAS. PILAR DE ARÍSTEGUI ES UNA MUJER MUY ACTIVA, ACOSTUMBRADA A VIAJAR, A MOVERSE, Y SOBRE TODO A CREAR. SU EXPERIENCIA EN KENIA SE HA CONVERTIDO EN UNA HISTORIA QUE SON SUS PARTICULARES MEMORIAS DE ÁFRICA: ‘EL ÁRBOL DE FUEGO’. [TEXTO: ROSANA LAKUNZA. FOTOS: JOSE MARI MARTÍNEZ] ilar de Arístegui es una gran conversadora, una mujer con una vida muy rica que resulta sumamente sencilla a la hora de plantear sus experiencias. Ser hija y mujer de diplomáticos le ha llevado a vivir realidades muy diferentes. Todos los lugares en los que ha vivido le han marcado profundamente, pero ninguno como Kenia. Siendo su marido embajador de este país africano tres muertes sacudieron su existencia: el atentado que costó la vida a su hermano Pedro, embajador en Beirut, el fallecimiento de su madre y el de un amigo. El árbol de fuego le ha servido de catarsis frente a esos duros recuerdos, pero a pesar del dolor, también guarda en su mente la sonrisa africana, la capacidad de vivir con pocos recursos, y sobre todo el papel que juega la mujer keniana en la sociedad.

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¿El árbol de fuego puede considerarse como una autobiografía? No. Sí es un libro personal en el sentido que me ha servido como catarsis. Mientras estábamos en Kenia, ocurrieron una serie de acontecimientos muy trágicos personales y familiares. Hay cosas que suceden en el libro que las he vivido, no todo es ficción o imaginación, pero no por ello es biográfico. Mi vida no es tan interesante como para hacer un libro de ella.

Depende, cualquier vida puede ser interesante y convertirse en un relato apasionado. En eso tienes razón. Hay muchas vidas interesantes, pero no escuchamos. La gen4 ❘ GENTEON

te mayor tiene muchas cosas que contar, cosas interesantes que no hemos vivido. Y la gente joven también tiene muchas cosas que decir y además las dice con un caudal de energía que resulta muy atractivo para los que ya no tenemos veinte años.

En sus libros anteriores se va a épocas lejanas en el tiempo, ¿está obra es un punto y aparte en su escritura? Sí en cuanto al contenido y, por supuesto, la época. El árbol de fuego es ficción pura. Es muy diferente escribir ficción a una novela histórica.

¿Qué es más fácil? En la novela histórica tienes como un andamio que es la historia y sobre ese andamio vas escribiendo. En la novela de pura ficción te sientes más libre, sin ninguna duda. He podido escribir lo que quería, pero al mismo tiempo tenía una responsabilidad mayor, no tienes ningún andamio que te sustente. Vas a volar todo lo alto que puedas.

Escribir ‘El árbol de fuego’ ha sido una catarsis” Hay muchas maneras distintas de vivir”

Usted podría vivir como una reina y se mete en la aventura de escribir, ¿es una mujer muy activa? Sí, soy muy activa pero, además, vivir como una reina es un poco difícil; la vida, y no descubro nada, se ha vuelto muy complicada y muy difícil. Para pagar facturas resulta muy útil un trabajo que te genere dinero, y aunque no sea excesivo viene muy bien. Mi marido está jubilado y no tengo ninguna vergüenza en decir que me ha venido muy bien tener una profesión.

¿De dónde le viene la pasión por escribir? De mis padres, les agradezco mucho que me inculcaran esa pasión por la lectura que ha derivado en la pasión por contar historias. Leer un libro era tan cotidiano en mi casa como lavarte los dientes o lavarte la cabeza. Es una afición que me ha acompañado durante toda mi vida y por varios continentes. He encontrado también que para conocer los países es muy útil leer su literatura, y en su lengua original si es posible. Además, cuando te tienes que relacionar con gente, lo haces mejor si conoces su idiosincrasia.

¿Le es fácil relacionarse con la gente? Me gusta la gente, me gusta lo que tiene que decir y escuchar lo que piensa. He vivido sociedades muy distintas y eso te enseña a ver que nadie está en posesión de la verdad, que hay muchas maneras distintas de vivir.

¿Se arrincona la intransigencia? Viviendo en sociedades distintas y que funcionan bien no tiene por qué haber intransigencia, hay formas distintas de vivir y hay que aceptarlas. Cuando viví en


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