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esa posibilidad. Y así ha sido. Además, ser guía de alta montaña me daba una mirada poética y lírica del alpinismo.

En su día coincidió con montañeros como Juanito Oiarzabal. Podía haber seguido sus pasos, pero usted prefirió convertirse en guía. Cada alpinista sigue el camino que le susurra la montaña y Oiarzabal no tiene buen oído, es algo sordo.

¿Y por qué decidió usted ser guía? ¿Es satisfactorio compartir los conocimientos y experiencias propias? Los grandes y clásicos guías de alta montaña han hecho mucho por explicar lo que es el alpinismo, son de alguna manera los guardianes del clasicismo. Compartir con personas que confían en ti los días de montaña es algo muy hermoso. Como dijo el gran guía francés Gaston Rebuffat: “El viento del norte se ha levantado, el cielo y la nieve están en condiciones, el guía puede despertar a su cliente y salir a sumergirse en la noche. En ese momento una cuerda une a dos seres con una sola vida: cuando dos personas comparten lo bueno y lo malo, dejan de ser desconocidos entre ellos”.

¿Qué le ha enseñado la montaña? A disfrutar del buen sabor de la cerveza bebida con los compañeros de cordada en el refugio tras bajar de la cumbre, lo grácil de caminar sin mochila y con sandalias por la alameda con árboles de una pequeña población montañesa, el olor dulce y denso de las montañas verdes de Euskal Herria tras caminar por los 7.000, la riqueza de lo cotidiano vivido junto a la persona querida...

El riesgo es una cualidad que acompaña a este deporte. Es un factor que está en cualquier actividad en la naturaleza. La buena formación, el conocimiento del medio natural y una idea clara de lo que es la actividad en la montaña, ayudan a sobrevivir.

¿Se piensa mucho en el riesgo? El alpinista siempre piensa en el riesgo, lo calcula, le mira a la cara, y pone los medios para correr el menor peligro posible. Hay que ser prudente, hay que hablar con la montaña y preguntarle qué se debe hacer. Y la montaña generalmente responde. El buen alpinista es prudente. La vanidad puede ser más peligrosa que una avalancha.

¿Cuál fue su primera cima? El Jaizkibel, con sus 475 metros, entre Pasai Donibane y Hondarribia. Tenía 14 19 de mayo de 2012

su álbum

PERSONAL Nombre: Felipe Uriarte Camara. Edad: 68 años (17 de marzo 1944). Lugar de nacimiento: Pasai Donibane (Gipuzkoa). Trayectoria: Estudió Ingeniería Industrial Superior pero decidió dedicarse a la montaña. Es guía alta montaña U.I.A.G.M., profesor de esquí alpino y de esquí de fondo. En 1976 fundó la empresa Mendiak eta Herriak, Asociación de Guías de Montaña, abarcando todas las actividades de la montaña. En su extenso curriculum se pueden destacar la expedición Tximist al Everest en 1974, cumbre en Cho Oyu en 1985, cumbre en Malaku en 1991 y Spantik en 2011. Publicaciones: Ha escrito el libro Vascos en el Everest, Cabeza Oscura Humeante, y ha realizado los documentales Manaslu, una montaña del Himalaya y Mintaka.

En el Finsteraarhorn (Suiza).

años y fue con don Diego, el párroco de Donibane, y una cuadrilla de chavales del pueblo. El Jaizkibel es un hermoso lugar amenazado hoy por las palas devoradoras de tierra de los inadaptados al planeta, constructores y políticos incapaces de buscar otras vías de progreso. Como el presidente de la Autoridad Portuaria de Pasaia, Lucio Hernando, que dice que quienes estamos en contra del Superpuerto estamos también en contra del Tren Alta Velocidad. Es falso. Estamos a favor del I+D+I, a favor del tejido industrial vasco que exporta, a favor de las cooperativas vascas, a favor de la universidad, a favor de los jóvenes emprendedores que trabajan con imaginación y preparación... A favor de un País Vasco verde y moderno, como las sociedades del norte de Europa.

Uriarte con su cordada en el Cotopaxi.

En la cumbre del Imja Tse (6.187 metros), en Nepal.

Con sus expediciones ha viajado por todo el mundo y ha conocido otras gentes, otras culturas... La montaña me ha dado la oportunidad de conocer nuestro planeta, sus montañas y los pueblos que habitan en las montañas, me ha dado la gran oportunidad de conocer la gran diversidad de las culturas. Al viajar al Himalaya, a los Andes, a los Alpes, y conocer otros muchos y pequeños pueblos comprendí que era vasco, que tenía una cultura propia, que pertenecía a un país llamado Euskal Herria. Ni mejor ni peor que otras culturas. También com-

Uriarte, en el Koskulak (7.028 metros).

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