Historia de Bríndisi

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BRÍNDISI Gianfranco Perri Título original: Brindisi nel contesto della storia Traducido al español por: Juan Dager-Yabrudi Nieto

2016



BRÍNDISI Gianfranco Perri

Título original: Brindisi nel contesto della storia Traducido al español por: Juan Dager-Yabrudi Nieto

2016




Historia de BRÍNDISI Un libro imaginado viajando ………………….... Ettore Catalano Bríndisi en el contexto de la historia ………..… Gianfranco Perri Bríndisi …………………………………………… Giacomo Carito La prehistoria y la protohistoria de Bríndisi: de los orígenes a la ciudad mesápica y a la conquista romana de 267 a. C. Bríndisi durante la Roma republicana: del año 267 a. C. al año 27 a. C. Bríndisi durante los últimos años de Roma republicana: del 90 a. C. al 27 a. C. Bríndisi en los tiempos del Imperio romano: del año 27 a. C. al año 337 d. C. Decadencia de la Bríndisi romana hasta el fin del imperio de Occidente San Leucio y el primer cristianismo en Brindisi Bríndisi en los años de la Alta Edad Media, del 476 d. C. al año 1070 Brindisi bajo la dominación longobarda Bríndisi de los Longobardos a los Normandos, entre Bizantinos Sarracenos Eslavos… Bríndisi Normanda (1070 - 1194) Bríndisi Suaba (1194 - 1268) Bríndisi Angevina (1268 - 1442) Bríndisi Aragonesa (1442 - 1496) Bríndisi cedida a Venecia en 1496 Bríndisi en los primeros siglos de la Edad Moderna: la ciudad española entre 1509 y 1713 Bríndisi durante el reino de Carlo V Bríndisi durante el reino de Felipe II Bríndisi en el Siglo XVII


Bríndisi en el paréntesis austriaco del Siglo XVIII Bríndisi en el autónomo Reino di Nápoles El terremoto de 1743 en Bríndisi La reapertura del puerto de Bríndisi en 1778 Bríndisi en tiempos de Revolución y de Imperio Bríndisi en el Reino de Las dos Sicilias En defensa de la ciudad y del puerto de Bríndisi Bríndisi en el ocaso del reino borbónico Bríndisi en el nuevo Reino de Italia El bandolerismo post-unitario en el territorio brindisino Para Bríndisi primeras señales de progreso Bríndisi a comienzo de Novecientos Bríndisi en la primera guerra mundial Bríndisi en la veintena fascista Bríndisi en la segunda guerra mundial Bríndisi capital Bríndisi en búsqueda de identidad: de la postguerra a los años ’60 La Montecatini La dulce vida brindisina BIBLIOGRAFÍA HISTORICA DE BRÍNDISI


Un libro imaginado viajando La historia de Bríndisi cuenta con muchos nombres ilustres de historiadores profesionales y de cultores egregios de la historia patria, desde Aníbal De Leo, por solo citar un gran nombre, a los estudiosos modernos y contemporáneos, de Sirago a Liberati, de Carito a Caputo por solo citar algunos entre tantos nombres, a los cuales, hoy, se suma el volumen de Gianfranco Perri con un acento y tono particulares. El libro de Perri “Bríndisi en el contexto de la historia” es, ante todo, un homenaje de amor a su ciudad, un libro imaginado viajando, dentro de la ruta de un profesional que, aunque trabajando lejos de Bríndisi, no ha dejado de mirar hacia su tierra de origen y se ha esforzado en insertar la historia de su patria chica en la compleja trama de la historia grande. De allí deriva el carácter divulgativo del libro y su destinación privilegiada, el público de aquellos jóvenes que desean mantener la historia colectiva de la ciudad, sin exageraciones parroquiales y con el sentido de la complejidad de las cuestiones de las historias dentro de la historia. La escritura de Perri, airosa y al propio tiempo atenta, coge la imagen de Bríndisi “antiquísima”, para decirlo con De Leo, de la prehistoria y de la protohistoria hasta los años más recientes de la segunda guerra: recorriendo sus páginas, podemos recorrer los eventos históricos más amplios e inclusivos por una parte, y por la otra, notar la articulación específica de aquellos en la trama de la vida pública de Bríndisi, una ciudad que ciertamente vale mucho más allá de la opinión común y corriente, sobre todo a la luz de los tristes eventos “ políticos” -o mejor judiciales- que nos están afligiendo en los últimos decenios. Hará bien a la memoria colectiva de cuantos tienen en el corazón a esta bella y desconocida ciudad (muchos de mis amigos escritores europeos y sudamericanos, han quedado maravillados de la belleza de una ciudad que no conocían sino por la memoria histórica de la antigüedad) trayendo a la mente no solo el origen de la ciudad mesapia (una de las últimas en caer ante la conquista romana), sino también la permanente importancia, al correr de los siglos, de su puerto, del cual partió la expansión romana a Oriente, las guerras púnicas y aquellas contra los piratas ilirios, la ciudad de Marco Pacuvio, aquella en la cual floreció el comercio, la agricultura y el deleite del famoso vino, la ciudad de la cual partían para Grecia los jóvenes nobles para completar su educación, la ciudad que vio a César, a Pompeyo, a Cicerón y a César Octaviano. Y me detengo aquí para no quitar al lector el placer de descubrir los tantos episodios históricos que vieron después, en la vertiginosa vuelta de las varias épocas históricas, a Bríndisi como protagonista de la historia de nuestra región, invadida y ocupada, después


de la caída de Roma, por numerosos pueblos, de los Longobardos a los Normandos, de los Bizantinos a los Sarracenos, pasando a través de la era federiciana y las de los dominios angevino, aragonés y español, hasta el Reino de Nápoles y después el de Saboya. No puedo, sin embargo, dejar de señalar, por la importancia y relieve, los años de Bríndisi en el nuevo reino de Italia, cuando el diputado de Bríndisi era, en 1861, Cesare Braico, figura espléndida del patriota anti-borbónico al cual he dedicado un texto teatral puesto en escena en el Teatro delle Pietre y después los años míticos de la “Valigia delle Indie”, que, con la terminación y el desarrollo de la línea férrea, unió, por casi cuarenta años, a Inglaterra, a través del puerto de Bríndisi, con Bombay, y suscitó la construcción de estructuras logísticas de capital importancia. Y luego, los primeros años del Novecientos que vieron alcaldes como Federico Balsamo, el potenciamiento del puerto, el desarrollo de una industria ligada al trabajo de los productos agrícolas y eventos como la construcción, en el 1903, del Teatro Verdi, la Primera guerra mundial, la explosión del “Benedetto Brin”, la salvación del ejército serbio y las páginas de valor escritas por nuestros marinos. Debo señalar también, por lucidez y compromiso, el tratamiento de la historia de Bríndisi en la segunda post-guerra, un alternar de acontecimientos hasta ahora en discusión, como el abatimiento de la Torre del Reloj, la increíble demolición del Teatro Verdi y del Parque de la Remembranza: son estos los años que Perri define como los años de la “masacre”, seguidos por la industrialización rápida con la Montecatini y la industria química cuyos graves daños ambientales padecemos hasta el día de hoy. Perri, al final de su bello trabajo, se detiene, con la melancolía de quien ha vivido aquellos días, en los tiempos que también en Bríndisi pueden definirse como aquellos de la “dulce vida”, con el Club Estoril de Lilli Malcarne y el célebre restaurante La Sciaia a mare, también de la familia Malcarne, que llevaron a Bríndisi a célebres personajes del jet set, a cantantes y artistas que dejaron el recuerdo de su paso. En aquel período realmente todo parecía funcionar en Bríndisi y prometía un futuro muy distinto de aquello que después le ha tocado en suerte por una serie de razones que por caridad a la patria es mejor olvidar. Es mejor aceptar el sabio juego de encaje propuesto por Perri y pasar un buen rato en descubrir cuanto es Bríndisi hoy, “ignorada”, para decirlo con el título del célebre libro de Nicola Vacca. Prof. Ettore Catalano Universidad de Salento


Bríndisi en el contexto de la historia Soy, decididamente, un “reincidente”: no encuentro en efecto otra definición más acorde al caso. Otra vez un libro sobre Bríndisi, sobre la historia de Bríndisi. Y, que quede claro rápidamente, otra vez se trata de un libro sencillamente divulgativo de la historia de Bríndisi. ¿Y porqué otro ahora? ¿Qué cosa hay de más respecto de “Schegge di storia brindisina” o respecto de “Bríndisi raccontata”? Pues bien, realmente de nuevo no tiene mucho: tal vez solo -de toda manera importante y espero útil- la organización y sistematización con que se presenta la historia de Bríndisi, en rigurosa secuencia cronológica, desde sus lejanos orígenes hasta nuestros días. Extrañamente, no obstante la vastísima bibliografía disponible sobre Bríndisi y su polimilenaria historia, los libros publicados que presentan todo el período de la historia de la ciudad de manera orgánica y sistemática son poquísimos, creo que en realidad son solo tres, y muy antiguos: el del plagiario Andrea Della Monaca de 1674, el del marino Ferrante Dascoli de 1886 y finalmente el de carácter esencialmente muy -demasiadoresumido del contemporáneo Alberto Del Sordo en 1997. Este libro mío tiene también algo de distinto y de particular. Me explico: Del incansable y curioso viajero que he sido y que sigo siendo, cada vez que me he hallado viajando, a lo largo y ancho repetidamente por toda Europa, la del Oeste y la del Este, como se decía antes -y no solo por Europa- entre ciudades, monumentos, calles, plazas, edificios, castillos, parques, estatuas, museos, etcétera, me ha venido siempre de manera espontánea y casi inevitable el relacionar aquello que -en sentido histórico- he visto, con mi ciudad, con Bríndisi. Me preguntaba, de hecho y casi automáticamente, ¿y en Bríndisi? ¿Qué sucedía mientras ocurría todo esto? ¿Quién gobernaba en Bríndisi mientras reinaba este rey o emperador? ¿Qué pasaba en Bríndisi mientras la historia grande registraba estos hechos? Pues bien, la respuesta que pude darme algunas veces era solo aproximada, otras veces entraba en crisis porque no podía precisar: ¿Era Bríndisi romana? ¿Estaban en Brindisi los suabos o todavía los normandos? ¿Estaban los españoles o los aragoneses? ¿O quizá- los angevinos o los austríacos? ¿Este emperador germánico o checoeslovaco o español, o turco, tuvo algo que ver con Bríndisi? ¿Esta guerra involucró a Bríndisi? ¿Y en qué bando estaba Bríndisi? Confieso que a veces, cuando no existía Google, escribía un recordatorio y, apenas era posible, entre libros y enciclopedias trataba de reconstruir... pero no siempre me fue posible. Ahora todo es un poco más fácil... ¡viva Google!... Cosa parecida me ocurría cuando, de muchacho, en Bríndisi, veía o pensaba en algún


elemento citadino histórico peculiar, un palacio, una iglesia, un monumento, una plaza, una vía... Me encontraba preguntándome: ¿Pero data de antes o de después de la caída del Imperio romano? ¿Fue durante las Cruzadas? ¿Fue antes o después de la Revolución francesa? No tengo idea de si, y a cuantos, les ha sucedido algo parecido, pero a algunos de mis amigos brindisinos, jóvenes y menos jóvenes, me consta que continúa ocurriéndoles lo mismo con frecuencia, mientras que a otros no les pasa simplemente porque, en general, esas preguntas no se las hacen, o porque, de todos modos, no tienen mucho deseo de buscar las respuestas. Pues bien, este libro lo he imaginado -viajando- y lo he escrito -en buena parte también viajando- pensando en todo ello. ¿Porqué no narrar la historia de Bríndisi en el contexto de la historia y así facilitar a los muchachos y a los jóvenes y no tan jóvenes brindisinos y a tantos de mis amigos, el orientarse mejor en la objetivamente compleja y articulada, y además, densísima y fascinante historia polimilenaria de la ciudad? Posteriormente, ya tomada la decisión, mi hábito didáctico de profesor y mi formación técnica de ingeniero han hecho el resto: una propuesta clara, simple y esquemática, con un texto en dos columnas paralelas; en la columna izquierda el “contexto de la historia” y en la columna derecha la “historia de Bríndisi”. Dos textos separados del todo: cada uno de los dos puede ser leído de manera del todo independiente del otro. La idea es que se pueda recorrer la historia de Bríndisi y, en el momento en el cual se crea oportuno y útil o necesario, para entender mejor o para valorar la historia, se pueda al mismo tiempo consultar el contexto histórico en el cual transcurrió aquella historia de Bríndisi. NOTA: Esta versión en español presenta solo la columna de la historia de Bríndis. Espero que esta contribución mía, en su intrínseca simplicidad y en su carácter divulgativo, pueda ser en alguna medida apreciada y sobre todo pueda, en todo caso, contribuir a una mayor difusión de la historia de una ciudad que de historia con “H” mayúscula está impregnada profundamente. Una historia que es importante conocer bien, sobre todo entre los jóvenes, para que constituya la base necesaria para la conservación de la memoria colectiva de la ciudad propia, en el convencimiento de que la eliminación del pasado conduce inexorablemente a la eliminación del futuro. Gianfranco Perri

28 junio, 2016

Dígote que si en tus venas no circula la herencia de los milenios, que si tu corazón no canta el poema de la lejana memoria tú no eres un hombre, no representas a un pueblo ni puedes ufanarte de ser miembro de una noble ciudad Cesare Teofilato


Bríndisi… (*) La historia de la ciudad se puede resumir en la de su puerto y debe entenderse en el marco general de referencia ofrecido por el desarrollo de los nexos entre los estados ribereños del Mediterráneo y por los grandes itinerarios comerciales que unían a Europa, África y Asia. Bríndisi parece una ciudad marcada por relaciones siempre opuestas, entre la tensión y el entendimiento; sus fortalezas de mar y de tierra recuerdan y son restos de un Mediterráneo dividido y lo son igualmente las torres para la defensa de la costa y las murallas en que los soberanos de España ostentaron sus insignias heráldicas. De sentido opuesto son también otros reflejos del pasado: el arca-relicario de San Teodoro, cuyos restos mortales fueron llevados a Bríndisi desde Eucaita y están ahora guardados en la basílica Catedral; lo que perdura del barrio de los esclavones; las huellas de un cementerio de los albaneses, que el azar quiso que fueran encerradas en los contrafuertes de la iglesia de San Pablo; la retícula de la Judea; la recuperación y la interpretación de los motivos culturales islámicos y bizantinos sugieren intercambio y aportes recíprocos entre Oriente y Occidente. Prescindiendo de otras posibles referencias, al establecimiento de Punta Le Terrare en la orilla de levante del puerto medio, se le ha podido conectar con los itinerarios prehistóricos del ámbar y de la obsidiana y poner en el grupo de los sitios implicados en las frecuentaciones micénicas. La presencia de una colonia corintia, cuyas huellas fueron descubiertas en el siglo pasado en el área afectada por la construcción de la estación férrea, al lado de la Mena, y por tanto de lo que podría ser un canal-puerto, documenta una etapa en las relaciones entre las dos orillas del Adriático que la llegada de los mesapios debió hacer superar con rapidez. Es en los términos de la alianza militar con Atenas -en efecto- donde Bríndisi halla un elemento disuasorio a la expansión de Tarento hacia el Adriático. Las relaciones entre las dos culturas, la griega y la mesápica, por otro lado, no deben ser entendidas en el signo de la exclusión recíproca; son más evidentes los signos relativos al intercambio, a los aportes recíprocos, a las referencias culturales y a los cultos comunes. Recorriendo las callejuelas de la llanura que mira al seno de poniente, se puede intuir el marco urbanístico mesápico, por otro lado, representado por los residuos sobre los cuales se ha querido construir un teatro y que demuestra la reutilización que los romanos hicieron. (*) Texto integral de la magistral INTRODUCCIÒN a “BRINDISI NUOVA GUIDA” - 1994


Precisamente, la integración de Bríndisi en la estructura imperial romana le dio un renovado papel al puerto que, de una importancia regional, pasó a convertirse en uno de los principales centros en las relaciones internacionales. Conectado a Roma mediante la vía Apia, a la cual se unirá posteriormente la vía Trajana, se convirtió en la escala adriática de más importancia en el contexto de la expansión hacia Oriente. La ciudad, entonces integrada por una importante presencia de griegos, se interesó precozmente en la predicación evangélica. Uno de sus obispos, Marco, participó en 325 en el Concilio de Nicea; de los cerca de trescientos participantes, solo siete eran de Occidente. Si se considera que de los siete solo cinco eran titulares de sedes episcopales, siendo los otros dos, Víctor y Vicente, sacerdotes romanos representantes del pontífice, se entiende la importancia adquirida por la cátedra de Bríndisi. En Nicea, Marco fue particularmente cercano a Atanasio, entonces diácono, y desde el 328 patriarca de Alejandría de Egipto. Atanasio no dejará de recordar el papel desempeñado por Marco en la defensa de la ortodoxia y deja entrever vínculos entre Alejandría y Bríndisi que encontrarán posteriormente desarrollo en la gran figura de Leucio. A aquel, originario de Alejandría y después obispo de Bríndisi, se le debe el impulso decisivo ya sea de la evangelización de Salento como de la organización de su iglesia en una estructura válida en el plan organizativo y pastoral. Leucio se convirtió casi en el modelo del arzobispo ejemplar; después de su muerte su culto se difundió a lo largo de la vía Apia y de la Trajana, en toda la Italia meridional. El papel de Bríndisi cambia con la declinación del Imperio Romano de Occidente, durante todo el siglo v y buena parte del siglo vi puede decirse que su puerto tenía importancia solo a nivel regional, como centro comercial de un transpaís agrícola de gran productividad. Los cereales embarcados en Bríndisi se describen como esperados y necesarios para las provisiones del racionamiento de la Urbe. Se puede colegir también una cierta importancia de la producción vitivinícola para la cuales tienen interesantes referencias en aquellos siglos: vino de Bríndisi fue hallado en la bodega de Herodes el Grande, de ese vino que, en opinión generalizada, se consideraba que mejoraba con el transporte por mar. Es durante la guerra greco-gótica que se tiene el primer indicio del surgimiento de Otranto como ciudad-región salentina. Fue allí, seguidamente, donde los representantes del Imperio de Bizancio establecieron su sede mientras que la ciudad de Bríndisi decayó progresivamente en importancia. En 674 fue destruida por los Longobardos del ducado de Benevento, liderados por Romualdo, su población se dispersó por los caseríos de tierra adentro y el obispo trasladó su residencia a Oria.


Historia presencial o de intervención periódica es la de Bríndisi entre los siglos vii y ix: de las incursiones sarracenas a la reiterada determinación longobarda de impedir el uso del puerto a potencias hostiles del testimonio de la cultura franca, a las tentativas de reconstrucción de la ciudad por el obispo Teodosio, entonces residente en Oria, la ciudad que los bizantinos establecieron al final del siglo ix. La reconstrucción se podrá hacer efectiva solo en el transformado marco político originado por la creación, por parte de los normandos, de una estructura estatal que comprendía toda la Italia meridional. En el marco de la expansión dinámica del nuevo reino y del interés papal por las escalas adriáticas tenidas como puntos de salida y como campo de reunión de los cruzados, está situado el renacimiento de Bríndisi. Puede estar este simbolizado en el acto con el cual el pontífice Urbano II, en 1089, consagra el perímetro de la nueva catedral. Las facilidades y exenciones fiscales favorecieron el repoblamiento de la ciudad a la cual está obligado a trasladarse también, desde Oria, el metropolitano Godino. Las tensiones entre la ciudad y el poder central son evidentes y persistentes, hallando el modo de expresarse más claramente en la tentativa subversiva de 1156, de acuerdo con otros centros costeros de Puglia y con los bizantinos. El papel asignado en el ámbito del reino al sistema portuario de Puglia, visto como centro para las operaciones militares directas a Oriente, no compensaba las exigencias contrarias, vinculadas al tránsito comercial, precisamente, con las áreas en las que los normandos ejercían presiones hostiles. Durante la minoría de edad de Federico II esta dinámica, debido al estado de anarquía en el cual cayó el reino, tuvo manifestación en el rol y en las decisiones que Bríndisi adopta: de la firma de un tratado de colaboración política y comercial con Venecia, a la toma de los edificios simbólicos del poder central. Del gran suabo, Bríndisi, excluida del ámbito de las ciudades sede de feria, vio valorizada principalmente su función militar. Sede de una de las más notables cecas del reino y ahora protegida con una nueva fortaleza construida por Federico ii, el castillo de tierra, eje principal de un nuevo perímetro defensivo con el cual, innovando la urbanística de la ciudad, se permitía la expansión del poblado sobre la colina frente al seno de levante del puerto interno. Van consideradas en este sentido, o sea como centros de agregaciones del desarrollo urbano, las construcciones eclesiásticas de Santa Lucía, del Cristo de los Dominicos, de San Antonio Abate, que entonces se proponen en la llanura de levante. Allí había ya, por otro lado, significativa presencia, ya fuera ligada al barrio de los amalfitanos alrededor de la iglesia de Santa María della Scala, ya fuera en la retícula viaria entre el canal de La Mena y la vía Annunziata donde estaba un importante asentamiento judío.


La tentativa de Federico no tuvo éxito, pero habría de todas maneras suministrado indicaciones de gran importancia a los aragoneses que, en el siglo xv, concretaron posteriormente el proyecto. Durante el período angevino, la ciudad vio el surgimiento de los dos partidos opuestos, el de la familia Ripa y el de la familia Cavalerio. El progresivo colapso del poder central favoreció la degeneración de las tensiones que al fin condujeron a una auténtica guerra por las calles que, al decir de los historiadores cuatrocentistas, sería la causa de la progresiva declinación de Bríndisi. La ciudad, incapaz de encontrar el equilibrio interno propio, para hacer posible la conducción política, entra finalmente a formar parte del principado de Tarento. Un nuevo giro en la historia citadina se tuvo en el siglo xv cuando, vuelta la ciudad al poder del rey, inicia, con una serie orgánica de medidas, su repoblamiento y su recuperación. Albaneses, esclavones, griegos, vinieron aquí atraídos por las grandes exenciones fiscales que produjeron grandes desplazamientos de población desde varios centros de Tierra de Otranto. Al mismo tiempo los turcos, desde la bahía de Valona, amenazaban con un desembarco sobre la costa de Puglia; para la Sublime Puerta, Bríndisi, Tarento y Otranto, representaban objetivos básicos. Que la nueva frontera de Occidente pasara ahora por el Adriático fue evidente con la toma turca de Otranto en 1480; el conjurado peligro hizo tomar conciencia de la necesidad de una efectiva modernización completa del sistema defensivo salentino. En Bríndisi fue construido, en la entrada del puerto, el castillo alfonsino sobre las ruinas de la abadía de San Andrea; el castillo de tierra fue ampliado con un nuevo cerco de muros recuperando el antiguo proyecto de Federico II. El nuevo gran eje viario que conecta la Porta Mesagne con la Porta Reale, en el puerto, se cruzaba con el otro eje que de la Porta Lecce va hacia San Pablo, creando una nueva distribución de los espacios urbanos; el centro citadino, por siglos centrado sobre un eje que tenía como polos opuestos la Catedral y San Benedetto, se desplaza hacia el sur. Justo entre el cruce de los dos nuevos trazados entre las puertas urbanas surgirá a comienzos del ´600 la iglesia de Santa María de los Ángeles que, no es de extrañar, tendrá también, en determinadas circunstancias, funciones de catedral. La configuración aragonesa estará completamente definida en el período virreinal; no solo los españoles adecuaron las fortalezas existentes a los progresos logrados por la artillería, sino que también procuraron lo necesario para establecer un plan orgánico de defensa de la costa promoviendo la construcción de las torres sobre el litoral, aún hoy visibles en Guaceto, Teste di Gallico, Punta Penne, Matarelle.


Puede decirse que el mayor empeño fue dirigido a las construcciones adicionales del castillo de tierra y a la construcción del fuerte sobre la isla de San Andrea, donde estaba el castillo de los aragoneses, en el que las dos estructuras fueron separadas por una dársena y a su vez aisladas del resto de la isla mediante la excavación de un canal y protegidas con un cuerno de defensa adicional dando seguridad al puerto de Bríndisi y a toda la Tierra de Otranto. Durante el siglo xvi la función militar de la bahía fue progresivamente acentuándose; abierta, sin embargo, al comercio con los turcos, mantiene una cierta importancia no solo en lo relativo al manejo de la producción agrícola, del vino y del aceite en particular, sino también para la trata de esclavos, en general turcos, capturados en verdaderas y auténticas acciones corsarias realizadas por sociedades que frecuentemente se organizaban en Bríndisi. Este también es un siglo de profundas inquietudes religiosas; no falta la presencia de protestantes, aun prescindiendo del caso específico de Gió Bernardino Bonifacio, marqués de Oria, que por sus ideas fue obligado a trasladarse, primero a Suiza y después a Danzig. La renovación inducida por el Concilio de Trento, en el cual tuvo un papel principal el brindisino Gió Carlo Bovio, determinó en la arquidiócesis nuevas referencias espirituales con el establecimiento de las órdenes reformadas. No tuvo éxito, sin embargo, el intento de introducir aquí a los Jesuitas, no obstante las repetidas solicitudes de los arzobispos, entonces de nombramiento real y de nacionalidad española. La Orden de San Ignacio de Loyola podrá abrir su propio colegio en Bríndisi solo a mitad de ´700, poco antes de que fueran expulsados del reino de Nápoles. En el campo se asiste a notables procesos de estructuración hacendística; todo el ciclo de producción hacía referencia a las fincas, al menos hasta el siglo xiv. Entre el siglo xvi y el xvii fueron progresivamente fusionadas hasta la creación de grandes latifundios en los cuales parece insignificante la producción olivícola y siempre más importante, pero carente de salida comercial, la vitivinícola protegida por lo mismo, por privilegios que impedían a la ciudad el consumo del vino no local. En un plano económico más general, la ciudad expiaba además las consecuencias relativas a la expulsión de los judíos del reino de Nápoles, expulsión que no fue adecuadamente compensada por instituciones, tales los llamados Montes de Piedad, difundidos también por las determinaciones conciliares tridentinas: sufría, en otras palabras, de una reducida posibilidad de adquisición de capital. Nuevas posibilidades, en un entorno diferente creado por la crisis del Imperio Otomano, parecieron abrirse para Bríndisi en el curso del siglo xviii; ya la decisión de Carlos III de promover un servicio postal directo Nápoles-Constantinopla, a través de los puertos de Bríndisi y Durazo, esbozó una nueva función para los puertos del Adriático creando,


al mismo tiempo, expectativas que están bien resumidas en las solicitudes que la ciudad presentará, cada vez de manera más apremiante, a la Corona. Se solicita una distinta y más actualizada oferta de servicios portuarios y, para tal fin, se pide el inicio de un programa orgánico de obras públicas. Sería necesario casi un siglo, a través de alternas vicisitudes caracterizadas por garrafales errores a nivel de proyecto y ejecución de las obras, para que el puerto recuperara su plena capacidad comercial y se convirtiera finalmente en la escala principal para los tráficos hasta más allá de Suez, con la llegada a Bríndisi de la Valija de las Indias. En este período, durante la segunda mitad del ´800, un nuevo eje direccional sustituyó al español, constituido por la vía que uniría la estación ferroviaria con el puerto, síntesis, podría decirse, de una ciudad por la cual se circula con prisa. La venta de las propiedades eclesiásticas expropiadas dará lugar, al mismo tiempo, a nuevos ordenamientos de propietarios; los empresarios de la Italia centro-septentrional podían comprar, muy baratos, terrenos que, al cabo de pocos años, tendrían una importante revalorización. La vitivinicultura, como consecuencia de la crisis de producción en Francia, se amplió de manera notable, lo que hizo que se recuperaran también los terrenos incultos o marginales y se produjera el saneamiento, de hecho, de los pantanos. La recuperación del puerto, la reanudación de la agricultura, aunque a través del impacto de crisis también graves en la primera mitad del ´900, determinaron finalmente un nuevo rol para Bríndisi que en 1927 se convirtió en capital de la nueva Provincia. Durante el primer gran conflicto mundial, Bríndisi sufrió duros bombardeos que destruyeron grandes zonas del poblado y produjeron el desplazamiento de la población a los centros menores vecinos. En septiembre de 1943 se refugió, después de su salida de Roma, el rey Vittorio Emanuel iii retomando Bríndisi, consecuentemente, el fugaz papel de capital del reino. El fin de la guerra mostró también el inicio de una nueva fase histórica determinada bien fuera por la reducción de la presencia militar, o bien en el plano comercial, por la interrupción hasta 1990 de las relaciones con Albania y por la creciente prioridad, en el tráfico de pasajeros directos más allá de Suez, del medio aéreo. La respuesta que se le dará a estas cuestiones con la creación de la zona industrial, el incremento de las relaciones con Grecia, la búsqueda de un papel en el tráfico comercial con Asia es una historia reciente, casi una crónica aún abierta. Giacomo Carito



La prehistoria y la protohistoria de Bríndisi: de los orígenes a la ciudad mesápica y a la conquista romana de 267 a. C.

Bríndisi hace aproximadamente 20.000 años - Reconstrucciòn de Eugenio Corsa

Desde los tiempos más remotos, el territorio sobre el cual surge Bríndisi acogió asentamientos humanos y las evidencias arqueológicas testimonian que su poblamiento hunde sus raíces en la prehistoria, en un período de tiempo que abarca desde el paleolítico superior hasta el fin de la Edad del Bronce. Las primeras huellas encontradas a lo largo de la costa norte brindisina, en la localidad de Giancola a pocos pasos de Torre Testa, se remontan, de hecho, a 12.000 años, en la última era glacial del paleolítico superior. El asentamiento de Torre Testa ha dejado a la luz muchos objetos de pedernal, restos de conchas cardium, lapas con huellas de haber sido abiertas por el hombre, bolas y hachas de bronce y obsidiana. Otros numerosos hallazgos, realizados siempre en la costa, confirman que el territorio de Bríndisi fue también habitado en fases sucesivas, tanto en la prehistoria como en la protohistoria, relacionados así: Al Neolítico, hace entre 8.000 y 6.000 años; a la Edad del Cobre hace entre 6.000 y 4.000 y a la Edad del Bronce entre 4.000 y 3.200 años.

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Núcleo y esquirlas de sílice: Torre Testa

Excavaciones arqueológicas en Apani

En el terreno vecino a la iglesia de Santa María del Casale fue encontrada por el canónigo Pasquale Camassa una tumba perteneciente al período neolítico. Se trataba de una tumba de piedra de las denominadas “cáscara de huevo” que contenía los restos de un esqueleto en posición sedente. Sobre los escollos de Apani, situados al sur del promontorio de Torre Guaceto a cerca de 400 metros de la costa norte de Bríndisi y en la zona llamada Punta delle Terrare, adyacente a la playa de San Apolinar en el puerto medio de Bríndisi, fueron hallados abundantes testimonios de frecuentación protohistórica comprobada, fechable en la Edad del bronce. El asentamiento en la costa de Apani pertenece a una aldea de cabañas construidas con vigas de madera y repelladas con arcilla que estaba defendida del lado de tierra por un muro de piedra seca reconocible de ambos lados del arrecife. En el interior de las cabañas fueron halladas numerosas manufacturas de arcilla como fragmentos de vasos y contenedores cerámicos de variada dimensión, útiles para la conservación de los alimentos o para su preparación y consumo, placas de chimeneas moldeadas en arcilla y, próximos a las mismas, algunos restos de comida a base de caza y moluscos marinos. También fueron halladas gran cantidad de bellotas de encina, para la producción de harina. Además: espátulas, punzones, hojas de pedernal y piedras duras, muelas y otros artefactos en piedra y en hueso de animales, especialmente astas de ciervo. Igualmente, el asentamiento de Punta Terrare data de la Edad del Bronce, particularmente al período medio comprendido entre la segunda mitad del XV y finales del siglo XIII a.C. La aldea estaba defendida por un cinturón de muralla y en el sitio fueron halladas diversas estructuras de cabañas y una herradura en hierro para caballo cerca de un hacha y un puñal. Las excavaciones abundan en objetos de cerámica doméstica suave, hecha a mano con

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arcilla de origen local, y de objetos de cerámica de origen egeo, vasos de tipo doméstico con decoración apenínica con motivos en espiral o en curvas o meandros logrados con incisiones, que comprueban antiguos contactos e intercambio comercial con aquella civilización desarrollada en el Egeo entre los siglos XV y XIII a. C. El descubrimiento de muelas de numerosos huesos de animales domésticos y salvajes, de varias conchas marinas y la abundante presencia de desechos de cocina y de vajilla ha permitido verificar que aquellos antiguos habitantes de Bríndisi se dedicaban a la agricultura, a la recolección de moluscos, a la pesca, a la ganadería, a la caza, y al trabajo de la lana.

Excavaciones arqueológicas en Punta Terrare a Brindisi

Todos estos hallazgos que datan de la edad media del bronce que confirman igualmente la presencia de fragmentos de tipo micénico, corresponden así a un período en el cual fueron seguramente navegantes antiguos los que se asentaron en aquella localidad, sin lugar a duda estratégica para su actividad y al mismo tiempo con abundante agua dulce como lo atestiguan los antiguos canales de Fiume Piccolo y de Fiume Grande y con ello al propio tiempo un transpaís fértil y rico en carne de caza. Para hallar en Bríndisi algún elemento de tipo histórico más que de carácter protohistórico, es necesario aproximarse al siglo VIII a. C., con la necrópolis proto-corintia-mesápica hallada en la Vía Tor Pisana en el extremo de un canal que divide la península rodeada por las dos ensenadas del puerto. El canal que en un comienzo fue, necesariamente, un tercer brazo del puerto que corría a lo largo del eje de las actuales avenidas Corso Umberto I y Corso Garibaldi. En una primera excavación fueron descubiertas cinco tumbas, con platos, tazas, vasos y

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ánforas, mientras que en una segunda excavación fueron halladas veintitrés tumbas con pequeños jarrones, fíbulas, ánforas -denominadas trozellas- y una crátera apula. Y siempre en el mismo lugar, en etapas sucesivas, se hallaron varias otras tumbas, unas de incineraciones y otras de inhumaciones, conteniendo estas, también numerosos jarrones. Hoy en día todos los historiadores están contestes en el origen mesápico de Bríndisi, la cual fue Brunda antes de convertirse en la Brundusium romana en el 267 a. C., cuando Brunda fue posiblemente la última ciudad importante en ser incorporada al dominio itálico de Roma. Muchos estudiosos consideran, por otra parte, que el nombre de la ciudad de Bríndisi deriva de Brention, que en lengua mesápica quiere decir “cabeza del ciervo”, dada la conformación geométrica ramificada de su puerto. Pero el consenso de los historiadores se va disipando cuando se trata de definir quiénes fueron los Mesapios, de donde y cuando vinieron y cuál fue la extensión de su territorio, la Mesapia, y cuál era su relación territorial, política y cultural con sus vecinos. Los Romanos, en efecto, cuando conquistaron la Mesapia, además de restaur el antiguo autoctono nombre de Calabria, sepultaron con su memoria histórica todo aquello que se pudiera ver de aquel pueblo y de su territorio y lo que pudieran, eventualmente, conocer de sus antecesores. Y uniendo a esto la consolidada tradición que generalmente ve inevitablemente envuelta en la leyenda local la historia de las antiguas colonizaciones, se puede intuir bien la razón de tanta incertidumbre. La tradición histórica siempre ha señalado el origen griego de los Mesapios, basado sobre el hecho de que su población fuese originaria del Epiro, o quizás proveniente de la isla de Creta, pero sin descartar su origen nórdico, ósea Ilirio, que recientemente es el mayormente acreditado. Es un hecho que la entrada de los Mesapios en el contexto propiamente histórico se pierde en el silencio de las fuentes, en el largo período de la fase prehelénica y precolonial de la región. En cambio, está suficientemente acreditada históricamente la tesis según la cual la región de la Japigia abarcaba casi toda la Puglia actual y que solo posteriormente se dividió en Daunia al norte, Peucezia al centro y al sur Mesapia, que fue abitada por dos poblaciones mesapicas: Los Calabros a noreste y los Salentinos a sud, a los cuales, con la fundación de la lacedemona Tarento a finales del siglo VIII a. C., se añadieron aquellos nuevos griegos que se distribuyeron a noroeste, sobre la región jónica. El asentamiento mesápico con el establecimiento en Apulia meridional de aquellas gentes ilirias, epirotas o cretenses, se debe conectar a un período comprendido en la segunda mitad del segundo milenio a. C., mientras que casi todos los historiadores concuerdan también en el hecho de que los Japigios, originarios, en cambio, de Iliria, les habían precedido no mucho antes y estaban mayoritariamente aposentados en el centro norte de la península de Apulia.

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Mapa adaptado de “Gruppo Archeologico Brindisino”

Los Mesapios, desembarcados en la costa adriática más meridional del tacón itálico, después de haber formado núcleos de colonización costera, penetraron en su nuevo país hasta ocupar todo el territorio comprendido, entre el istmo de Bríndisi-Tarento al norte y el promontorio de Leuca al sur: sustancialmente la península Indruntina, esto es, la futura Tierra de Otranto, o el actual Salento. Los Mesapios, de lengua griega, fueron pastores y agricultores, pero sobre todo hábiles domadores de caballos, tenaces combatientes a caballo y buenos arqueros. Inicialmente no vivieron realmente en una verdadera ciudad sino en pequeños grupos de cabañas dispersas por el territorio cuyos habitantes se reunían en centros fortificados en caso de ataques externos o para celebrar sus fiestas y ritos. En Bríndisi, aunque llegó a ser considerada entre las ciudades mesápicas más importantes, no hay, en efecto, restos de edificios mesápicos, mientras han sido hallados numerosos restos de cerámica y trazas de un cinturón de murallas. Topográficamente, en Bríndisi los Mesapios ocuparon inicialmente, alrededor del siglo VIII a. C., la llanura que mira a la ensenada de poniente del puerto interno, configurando una malla ortogonal que recuerda la de las ciudades griegas. Posteriormente, en el siglo VII a. C., se establecieron en la península, y en el curso del siglo VI la ciudad fue defendida por una muralla que seguía el discurrir de las actuales Vía Armengol, Vía Fornari, Vía Casimiro y el muelle del puerto. Dos o quizá más zonas necrológicas estaban fuera de este recinto de murallas y no se excluye que un circuito externo aún más amplio encerrase un área más grande, como ocurre también en otras importantes ciudades mesápicas.

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Bríndisi, de hecho, debe a los Mesapios su configuración urbanística; una cerca, con al menos tres aperturas para el acceso, que define una estructura geométrica esencial donde es identificable un signo de la cruz dentro de un círculo. El sistema defensivo mesápico, retomado por los Romanos, resaltaba la peculiaridad topográfica de las colinas. Una muralla, por ejemplo, ceñía la pequeña colina adyacente a la ensenada de poniente del puerto de la cual existe un trozo actualmente visible entre Corte Capozziello y Vía Pasquale Camassa.

Fortificaciones mesápico-romanas - Vía Camassa, Brindisi

Entre los siglos VI y V a. C. los Mesapios fueron una nación cuyos confines comprendían la actual península salentina, con Egnazia como límite extremo al norte hacia la Peucezia y con un par de docenas, entre centros urbanos y puertos commerciales de distinta importancia. Las localidades verosimilmente abitadas por los Calabros eran: Ostuni, Carovigno, Ceglie, Brindisi, Mesagne, Oria, Manduria, Valesio, Lecce, Rudiae, San Cataldo, Fratuentum, Portus Tarentinus y Otranto. Las verosimilmente abitadas por los Salentinos erano: Soleto, Vaste, Castro, Vereto, Capo di Leuca, Ugento, Alezio, Gallipoli, Nardò y Senum. Los restos de importantes obras defensivas como las grandes murallas de doble muro las cuales quedan supérstites actualmente en pie con su alineamiento, de las cuales la mejor conservada es la de Manduria, atestan el carácter de ciudades fortificadas que tuvieron aquellos centros urbanos, y atestan el intenso período de guerra y de lucha que estos pueblos debieron afrontar.

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En efecto, durante un poco más de 400 años comprendidos entre el 708 a. C. y el 267 a. C., o sea los años que van de la fundación de Tarento a la romanización de Bríndisi, los Mesapios brindisinos y los Griegos tarentinos coexistieron pero no siempre pacíficamente. Según escribió Aristóteles, después de la segunda guerra mesenia, algunos ciudadanos de Esparta nacidos de la unión adulterina de madres lacedemonias con sus esclavos emigraron hacia la Magna Grecia y fundaron una colonia en Tarento forzando después a los autóctonos mesápicos a refugiarse en Bríndisi. Siguieron siglos de rivalidad, de lucha y de guerra abierta de los Mesapios contra los Tarentinos con éxito alterno hasta cuando, en el año 473 a.C., instados por la venganza y el temor común al peligro representado por aquella república acrecida en poder y fuerza, Mesapios y Peucesios y tal vez Daunios, se coaligaron en un ejército unido de 20.000 contra la ciudad estado de Tarento que pidió ayuda a Reggio, la otra capital de la Magna Grecia. Pero, finalmente, después de algunos años de guerra greco-japígica, los Japigios obtuvieron la mejor parte y casi aniquilaron a los Tarentinos y a los de Reggio. Tarento, sin embargo, evitó su total aniquilación y se repuso. Si bien Tarento nunca pudo vencer de manera total a los Mesapios, se registraron sin embargo episodios de victorias locales tarentinas y de su conquista parcial, expugnando también ciudades mesapias completas, entre las cuales figura la famosa y hasta ahora enigmática bárbara destrucción, con el respectivo saqueo, de Carbina, la actual Carovigno, un episodio ocurrido pocos años antes o quizás pocos años después de la gran guerra greco-mesápica. Muy probablemente, con la conquista de Carovigno, los Tarentinos esperaban obtener el control costero sobre el Adriático mediante una cabeza de puente desde la cual les fuera fácil el atacar a Bríndisi, pero esto quedó solo como una aspiración nunca realizada. Tarento floreció definitivamente bajo el principado de Arquitas, pero a su muerte, en el 347 a.C., las discordias internas la debilitaron nuevamente y bajo la renovada amenaza de los Mesapios se volvió hacia al rey del Epiro, quien fue en su ayuda librando una guerra de desgaste contra los Mesapios. De hecho, la lucha entre Griegos autóctonos y alóctonos, o sea entre Tarentinos por una parte y Mesapios y Japigios de la otra, se dilató por años, hasta la guerra samnítica, contribuyendo al desgaste y a la disgregación de todos los territorios de la futura Tierra de Otranto - finalizando con facilitar la conquista romana y la colonización de toda la península Puglia - que se convirtió en Calabria. Hasta no ser sometidos totalmente por los Romanos, los Japigios y en particular los Mesapios, aunque fuertemente influidos por la cultura griega, ya fuera la original de ultramar o sucesivamente la tarentina, más cercana y más presente, mantuvieron durante varios siglos una importante identidad propia y una autonomía política, militar y cultural. Símbolo de esta gente mesápica es la “trozella” una forma típica de su cerámica. Se trata

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de un ánfora de forma ovoidal más o menos cónica en la base, con asas altas en forma de cintas verticales que terminan, en lo alto y cerca de la panza, con rueditas - las trozas- y que presenta elementos decorativos geométricos tales círculos, cuadrados y triángulos, junto a otros como hojas. La “trozella” producida en los siglos VIII y VII a. C. recibió una clara influencia proto geométrica micénica. Bríndisi fue la última ciudad mesápica en ser incorporada, en el año 267 a.C. al dominio itálico de Roma, después de dos duras campañas militares: la primera dirigida por los cónsules Atilio Régulo y Ghinio Librone vencedores de Sallentineis, la segunda conducida por los cónsules Numerio Fabio y Decio Junio vencedores de Sallentineis Messapieisque. Sin embargo, Bríndisi se mostró luego como fiel aliada de la urbe republicana y después imperial.

La “trozzella”: tipico elemento mesápico de Brindisi

Bibliografía: - BRINDISI NELLA PREISTORIA: Brindisiweb.it - BRINDISI PREISTORICA E PROTOISTORICA: D. Vitale & A. Romano -2014 - PUGLIA ANTICA: BRINDISI NUOVA GUIDA: G. Carito -1994 - LE MURA DE BRINDISI: SINTESI ISTORICA: G. Carito -1981 - PRIME RICERCHE SU PORTO GUACETO: M. Cafiero -1973 - RAPPORTI TRA GRECI E INDIGENI IN MAGNA GRECIA TRA VI E V SECOLO a.C.: Santoro -1973 - BRINDISI DALL’ETÀ MASSAPICA ALL’ETÀ ROMANA OSSERVAZIONI SULLA TRADIZIONE LETTERARIA: G. Laudizi -1996

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Italia en el 267 a. C. después de la conquista romana de la messápica Brunda: Brundisium

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Bríndisi durante la Roma republicana: del año 267 a. C. al 27 a. C. Poco después de la conquista romana ocurrida en el año 267 a. C., Bríndisi fue colonizada por Roma en el año 244 a. C. en condiciones privilegiadas, con magistrados locales, un senado propio, una moneda acuñada con plena autonomía, etcétera. Luego, en el 90 a. C. también los Brindisinos adquirieron los derechos y los deberes de la ciudadanía romana “la civitas”. El 5 de agosto de 244 a. C., según comentado por Cicerón, fue enviada a Bríndisi una colonia de derecho latino y entre los colonos había también familias nobles y consulares. En un territorio de cerca de 400 kilómetros cuadrados fueron asentados 6.000 colonos romanos. Bríndisi, gracias a su extraordinario puerto, durante los años de florecimiento de la república romana fue también espectadora privilegiada, cuando no protagonista, de la mayoría de los más importantes acontecimientos que se sucedieron en la excepcionalmente fausta, aunque también convulsa, larga vida de la gloriosa república. Bríndisi, en efecto, con la extensión de la Vía Appia hasta su puerto, se convirtió en la cabeza de playa para la expansión romana de ultramar hacia Oriente y su puerto jugó un papel importante al final de la Primera guerra púnica que, librada del 264 a. C. al 241 a. C., tuvo como vencedores a los Romanos sobre los Cartagineses. En el 229 a. C. durante la guerra contra los piratas ilirios, que con base en Albania infestaban todo el mar Adriático, el puerto de Bríndisi abrigó a toda la flota de 200 barcos que al mando del cónsul Gneo Fulvio Centumalu zarpó hacia Apolonia para someter a la reina Teuta, mientras el ejército con dos legiones de 20.000 infantes y 2.000 caballeros, encabezado por el otro cónsul Lucio Postumio Albino, era trasbordado desde Bríndisi. Entre las familias importantes brindisinas, se convirtió en famosa aquella en cuyo seno, en el año 220 a. C. nació Marco Pacuvio, padre de la tragedia escrita en lengua latina, hijo de una hermana de Ennio de Rudie, quien había vivido algún tiempo en Bríndisi, al igual que tantos otros personajes importantes e influyentes de aquella Roma republicana. Marco Pacuvio viajó a Grecia y vivió largamente en Roma. Fue famoso en vida y murió nonagenario en su ciudad natal. Su epitaffio, escrito por él, es modesto y solemne:

Adolescente, sebbene ti affretti, fermati un poco a interrogare il sasso che tu ora vedi e ciò che è scritto leggi. Qui son le ossa di Marco Pacuvio: poeta. Ora lo sai, mi basta. Addio!

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Con la guerra contra Aníbal, Bríndisi se convirtió en sede permanente de una poderosa flota romana, primeramente en funciones anti-cartaginesas y luego, poco después de la victoria de Aníbal sobre los Romanos en el 216 a. C. en Cannes, asumiendo en el año 215 a. C., bajo el mando del pretor Marco Valerio Levino, también la misión estratégica más complicada de la defensa de la costa italiana respecto del rey macedonio Filipo V, quien aprovechando la decadencia militar de los Ilirios, había comenzado a meterse además de en el Egeo también en las costas adriáticas orientales, así como en las italianas, adriáticas y jónicas. Aníbal no pudo entrar en Bríndisi como sí pudo, en cambio, hacer en la vecina Tarento en el año 212 a.C. Bríndisi permaneció siempre fiel a Roma aun cuando, en el año 209 a.C., doce de las treinta colonias romanas se rehusaron a continuar la lucha contra los Cartagineses y en dicha ocasión el senado romano manifestó solemnemente el reconocimiento de Roma hacia la ciudad de Bríndisi.

Aníbal y Escipión

Y fue de Bríndisi que, en aquel mismo año 209 a. C., partió el cónsul Quinto Fabio Máximo con dos legiones llegadas por mar desde Sicilia, ocupando Manduria para aislar a Aníbal de sus aliados salentinos y para retomar Tarento. Después de la derrota de Aníbal por parte de Escipión en el año 202 a. C., Roma se volcó militarmente hacia Macedonia y su rey Filipo, el cual había sido un peligroso partidario y aliado de Aníbal durante los largos años de la guerra. En el año 200 a.C. llegó a Bríndisi Publio Sulpicio Galba y, enrolados en las legiones los veteranos voluntarios del ejército africano, zarpó desembarcando en Apolonia. Algunos años después, en el 198 a. C., se le unió el otro cónsul Tito Quinto Flaminio, el cual partió del puerto de Bríndisi con 8.000 infantes y 800 caballeros. Filipo fue vencido y en el 194 a. C. y Tito Quinto Flaminio desembarcó en Bríndisi con sus tropas para dirigirse a Roma a celebrar el solemne triunfo.

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En el año 191 a.C. el cónsul Acinio Glabrione se unió al ejército en Bríndisi y zarpó para afrentar a Antíoco III el Grande de Siria, el cual era reo de haber expandido sus dominios a costa del territorio macedonio y griego. El rey sirio, derrotado en las Termópilas, se refugió en Asia, donde al año siguiente, en el 190 a.C., fue enfrentado por las legiones de Cornelio Escipión y Publio Escipión, siendo derrotado nuevamente y obligado a firmar la paz en el año 188 a. C. Con la gran expansión comercial en marcha hacia todo el Oriente, en la que participaron además de Bríndisi otras ciudades de Italia, Roma decidió consolidar su hegemonía que seguía siendo menoscabada por Macedonia y su rey Perseo, sucesor de Filipo. La piratería, en efecto, aún causaba estragos en aquellos años bajo la sombra de la protección de aquel reino de ultramar. Así, en el año 172 a. C. Roma decidió reanudar la guerra y el senado ordenó iniciar la leva del ejército y concentrarlo con una flota en Bríndisi. Entonces, fueron llevadas a Bríndisi naves de muchas atarazanas con las cuales en el año 171 a. C., preparadas las provisiones necesarias al ejército conducido por el pretor Lucrecio, se hizo una primera expedición al Epiro. Posteriormente, en el 170 a. C., otras 8 naves con 2.000 soldados romanos zarparon para Iliria. Después de los primeros años de guerra con pocos éxitos, en la primavera del 169 a. C. Roma decidió intensificar el esfuerzo militar y de Bríndisi partieron hacia Macedonia varias legiones al mando del pretor Quinto Marcio Figulo y, en el 168 a. C., por último, partió el cónsul Lucio Emilio Paullo, que en Pidna venció a Perseo y, finalmente, Macedonia fue debelada. Dando así aviso a los piratas y reasumida la hegemonía de Roma, el comercio recibió en Bríndisi un nuevo impulso y los habitantes brindisinos establecieron relaciones de negocios y de amistad con muchos de aquellos pueblos orientales conquistados por los Romanos, activando con ellos las buenas relaciones comerciales amén de las buenas relaciones en general. La ciudad comprendió y aprovechó la ocasión propicia para ejercer ya sin peligros, el tráfico en el Adriático y de expandirlo ampliamente hasta sus adyacentes costas egeas multiplicando así sus propias ganancias mediante las siempre crecientes relaciones comerciales. Bríndisi se convirtió en terminal, de además de la Vía Appia, también de la Vía Marittima, la carretera costera a lo largo del Adriático, y de la Vía Minucia, la futura Vía Traiana, que descendía de los Abruzos hacia el Sannio y luego hasta la Apulia, para así completar un imponente sistema viario que tenía como eje fundamental el puerto de Bríndisi. Para la ciudad de Bríndisi siguieron años en los cuales, si bien la importancia militar

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disminuyó durante largos períodos al no haber la intervención de los Romanos en las grandes guerras con Oriente como aquellas que se habían sucedido en los últimos cien años, creció con el puerto la importancia comercial, asociada ahora a su posición geográfica privilegiada y a la sabia integración de la densa red vial, con las numerosas y florecientes rutas marítimas.

La Vía Appia y la Vía Minucia, luego Trajana

Bríndisi, además que por su puerto y por la abundancia de la pesca en sus aguas, fue loada también por la fertilidad de su campo, siempre famoso por la cantidad y la calidad de su vino. Estrabón, tal vez el más grande geógrafo de la antigüedad, dio fe de que el agro brindisino era mejor que el tarentino; Varrón y Plinio, alabaron la viña brindisina; Ennio ensalzó el pez vela brindisino “Brundusii sargus bonus est”. Al desembarcar en Bríndisi en viaje a Roma en el año 145 a. C. el académico Carneades, el historiador Diógenes y el peripatético Critolao, la crema de la juventud romana acudió deseosa de escoltarles. Aquellos filósofos atenienses que se encaminaron a Roma eran los dueños de la cultura y de los métodos filosóficos de aquel momento; y en Roma de filosofía solo se entendía poco, por no decir nada. Como consecuencia de esto ellos causaron en Roma el impacto de profetas y tuvieron también la suerte común de los profetas, su actividad fue mejor acogida que en su patria. Mientras Diógenes hablaba con simplicidad y sobriedad y Critolao utilizaba frases delicadas y bien expresadas, Carneades en cambio tenía la palabra ardorosa y vehemente llenando la ciudad con su estruendo al modo de un huracán.

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Los padres romanos de la última generación vieron con buen ojo el que su juventud aprovechara la cultura griega; solo Catón no se rindió porque temía que la juventud romana se olvidara del trabajo y de la guerra por darse a la oratoria, y al notar que inclusive el senador Galo Acilio solicitaba el poder servir de intérprete a los griegos en el senado, su indignación se desbordó. Actuó de tal manera que el senado romano definió rápidamente el asunto que le interesaba para que aquellos volviesen rápidamente a sus escuelas a enseñar a los hijos de los Helenos y la juventud romana pudiese así nuevamente escuchar solo la palabra de las leyes y de los magistrados. Y así fue, según Plutarco, como aquellos tres filósofos griegos fueron finalmente puestos con muchos cumplidos en la puerta. Sin embargo, el mismo gruñón de Catón, tan temeroso de que los Romanos -permaneciendo invadidos de la producción literaria griega- pudiesen debilitar su mente, en contra de su voluntad quedó algo influido por aquella, y terminó por ceder un poco a su influencia. Se cuenta anedoticamente, que de este período es también originario el dicho “hacer un brindis”, que es aquel deseo que, acompañado del gesto de alzar la copa, es con mucho el más utilizado y el más famoso del mundo.

En aquellos años los jóvenes nobles romanos eran enviados a Grecia para aprender la cultura en la cuna de Cartesio, Hipócrates, Pitágoras y de tantos otros célebres intelectuales. Naturalmente aquellos romanos salían del puerto de Bríndisi y -se cuentafue allí donde se comenzó a recitar el deseo de “poder reencontrarse en Bríndisi”. Un deseo que se difundió por otras ciudades marítimas al decir de “hagamos como en Bríndisi”, y que con el tiempo pasó luego al más directo de “hagamos un brindis”, para desear el bien o para simplemente festejar, y que se difundió a lo ancho del mundo.

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Bríndisi durante los últimos años de la Roma republicana: del 90 a. C. al 27 a. C. Durante la guerra social, Bríndisi, por su fidelidad a Roma, en el año 90 a. C. se convirtió en municipium y sus ciudadanos fueron inscritos en la tribu Maecia, asumiendo todos los derechos y los deberes de este nuevo estatus administrativo. En el año 62 a. C. Pompeyo desembarcó en Bríndisi después de completar en Oriente las campañas militares que dieron a Roma el control político directo e indirecto del Ponto, de Siria, de Palestina, de Bitinia y de Armenia. Cicerón fue obligado al exilio bajo la Lex Claudia de capite civis romani y llegó a Bríndisi directo para Durazo en abril de 58 a. C.; permaneció en la ciudad cerca de la casa y huerto de Marco Lenio Flaco y el 29 de ese mismo mes se embarcó. Y al año siguiente, tornando del exilio, asistió en la misma casa de Lenio Flaco al festejo del aniversario de la fundación de la colonia romana: era el 5 de agosto. De Bríndisi embarcó en el 54 a. C. la expedición militar al mando del cónsul Licinio Craso contra los Partos, una expedición que tuvo un resultado desastroso en la cual murió el propio Craso, quien con Cayo Julio César y Gneo Pompeyo había integrado, en el año 60 a. C., el Primer Triunvirato. Bríndisi fue escenario de muchos de los más importantes episodios de las guerras civiles que hubo en Roma en el último siglo de vida republicana y entre estos tantos episodios y entre estas tantas guerras civiles, está la famosa lucha entre César y Pompeyo, que Bríndisi de mala gana tuvo en cierto modo que personificar con su puerto.

En el año 49 a. C., informado de la inminente llegada de César a Roma, Pompeyo emprendió la fuga hacia Grecia y con un pequeño ejército y la mayoría de los senadores, partidarios suyos, llegó a Bríndisi para organizar el embarque hacia Durazo.

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César llegó a Bríndisi y puso asedio a la ciudad y, careciendo de una flota, pensó en poder impedir la fuga de Pompeyo obstaculizando la salida del puerto. Comenzó a construir un dique de tierra y piedras para cerrar el estrecho de la salida del puerto interior, pero al fallar siguió sumergiendo gabarras y clavando estacas. El intento de obstrucción del estrecho sin embargo falló y Pompeyo se embarcó de noche con sus soldados. Luego, César entró en Bríndisi sin ninguna resistencia, encontrando la ciudad con un ambiente a su favor que le reveló las trampas que a lo largo de las calles citadinas le había preparado Pompeyo. El mismo César describe aquel puerto de Bríndisi en su “De bello civili”. Y el famoso Andrea Palladio representó aquel episodio brindisino en un grabado impreso en el libro en el cual se publicó en lengua vulgar el escrito de César “Comentarii di Caio julio César”, editado en Venecia en 1575.

Mapa del puerto de Bríndisi - A. Palladio “I Commentari di C. Givlio Cesare”, 1575

Al año siguiente de la fuga de Pompeyo desde Bríndisi, llegaron a su vez los pompeyanos con la flota de Libón a intentar el asedio del puerto de Bríndisi donde estaban atrincherados los cesarianos. Libón, leal pompeyano, con sus cincuenta naves ocupó por poco tiempo la isla de Pharos, hoy de San Andrés, en el intento fallido de impedir a Antonio el traerle socorros a los asediados. Así, finalmente, en aquel mismo año 48 a. C. César pudo zarpar del puerto de Bríndisi con su ejército. Alcanzó entonces a Pompeyo en Farsalia donde este con un ejército que doblaba en número al de César fue vencido por los veteranos de las guerras gálicas, mejor adiestrados en el combate y devotos de su comandante.

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Pompeyo huyó a Egipto y el rey Tolomeo, padre de Cleopatra, convencido de hacerle un favor a César lo mandó decapitar. Pero César no se lo agradeció y lo obligó a abdicar en favor de su hija. Bríndisi, prestigioso municipio romano presentaba en aquel tiempo un interesante aspecto urbanístico: la ciudad yacía entre dos colinas separadas por un pequeño valle, en medio del cual estaba la Basílica o Palacio de justicia y, bastante cercanos, los templos de Apolo y de Diana. Más arriba, hacia estaban los jardines y al fin la muralla. En el interior del cerco de la ciudad, había también muvis otros edificios y las termas públicas y fluía, siguiendo el cauce del valle, el acueducto. En la parte más baja y más cercana al puerto, se encontraba una enorme cuenca en forma de paralelogramo, capaz de recoger las aguas del mar. Un largo muelle aislado sobre el cual se alzaban dos columnas limitaba uno de los lados. Más allá, del otro lado, estaba un foro circundado de varios edificios, igualmente en los alrededores de la cuenca, repleta de barcos en carena, en construcción o a punto de zarpar, se erigían varios palacios y templos. Más allá de las dos columnas del muelle, sobre el cual había estatuas de Italia y de Grecia, estaba la entrada del puerto y, a su vez, el mar abierto. Además de los templos a las divinidades paganas, del teatro y de los otros edificios necesarios y comunes en una ciudad romana importante, de los cuales no queda noticia, quedan en Bríndisi restos y memoria de algunas obras romanas y, aún hoy, existe la Vía Lata, con el mismo nombre de la de Roma. De los templos al Sol y a la Luna se erigió la iglesia de San Leucio y de los templos de Apolo y de Diana la Catedral. Existía también un templo dedicado en solitario a Apolo en la orilla izquierda del cuerno izquierdo opuesto a la ciudad, ribera que hoy se llama de San Apolinar. De las ruinas del anfiteatro situado en el actual barrio Cappuccinos durante el período federiciano se extrajo material para el reforzamiento de la estructura defensiva del puerto y de las fortificaciones del castillo de tierra. Dos vías, según Lucio Estrabón, unían Roma con Bríndisi, “una a mano derecha, para los Pedicolos, o Peucecios, Daunios y Samnitas, era la Minucia y futura Trajana; la otra a mano izquierda, la Vía Appia, para carros que, yendo por Oria, llegaba a Tarento y se dirigía a Venosa; ambas vías se unían luego, en Benevento”. La noble familia brindisina de Marco Lenio Flaco había convertido su casa en una especie de cenáculo de la cultura y entre sus huéspedes estuvieron Horacio y Cicerón, amigo de vieja data y que se convirtió en asiduo de aquella casa de fresco huerto que lo hospedó también en circunstancias muy complicadas y muy riesgosas, como en aquella última visita a Bríndisi que realizó en el año 48 a. C., después de la batalla de Farsalia, cuando Cicerón permaneció un año muy preocupado, pues la ciudad era devota a César, su enemigo político.

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En Roma, César, después de aniquilar a Pompeyo, se convirtió a los pocos años en dueño sin oposición y casi todopoderoso, lo que no impidió que en los idus de marzo del 44 a. C. fuera asesinado en el senado de 23 puñaladas. A los pocos años del asesinato de César se desató la tercera guerra civil romana, esta vez entre Marco Antonio y Octavio Cayo, llamado también Octaviano, sobrino-nieto de César y heredero suyo. No obstante la perspectiva de una ruptura entre Marco Antonio -jefe del partido cesarianoy Octaviano -legítimo heredero de César- no fuera bien vista por los soldados, Marco Antonio se dirigió a Bríndisi con la intención de emprender el camino de Roma para tomarse el poder. En el año 40 a. C. Marco Antonio desembarcó en Bríndisi, proveniente de Cefalonia con la flota de Domicio Enobarbo, uno de los condenados por el asesinato de César y autor el año anterior de un golpe de mano en Bríndisi que había devastado el territorio. En Bríndisi -sin embargo- no solo estaban localizadas las legiones cesarianas partidarias de Octaviano, sino que la población toda apoyaba al heredero de César. Las legiones de Marco Antonio asediaron la ciudad siendo rechazadas, mientras que Octaviano se dirigía a Bríndisi con sus tropas para socorrer a la ciudad. Esta situación de estancamiento militar y la firme oposición de la población brindisina a Marco Antonio, indujeron a este a desistir y, con la mediación de Mecenas y Coceyo Nerva, se llegó a la firma del “Foedus Brundisinum”, la famosa paz brindisina, mediante la cual se acordó instituir el segundo triunvirato. A Antonio le correspondió Oriente, a Octaviano, España, y a Lepido, África. Para rubricar mejor la paz, Marco Antonio desposó en Bríndisi a Flavia, hermana de Octaviano. Bríndisi, posible causa de un nuevo conflicto, dio así su nombre a un tratado que parecía poder abrir una época de paz. Y Virgilio, el gran poeta mantuano, escribió para la ocasión la Égloga IV. En aquel mismo año 40 a. C., llegó a Bríndisi directo para Roma, el rey de Judea, Herodes el Escalonita, llamado El Grande, en compañía de un grupo numeroso de amigos, el cual construyó expresamente para aquel viaje una lujosa gran trirreme. La paz brindisina, sin embargo, se reveló nada fuerte y pocos años después, en el 37 a. C., cuando se debía renegociar en Bríndisi el entendimiento entre los triunviros, uno de ellos, Marco Antonio, se presentó con casi 300 naves, causando una gran conmoción. Los negociadores partieron de Roma y se dirigieron a Bríndisi - longa finis viae - adonde llegaron en el famoso viaje descrito por el poeta Horacio en su Sátira V del Libro I. Viajaron: Mecenas, representante de Octaviano, Coceyo Nerva, en funciones de mediadores y, en el camino se les unieron Capitone, Vario, Tucca y Virgilio, cuya

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posición, favorable al principio a Antonio, estaba ahora a favor de Octaviano, como está claramente documentado en el propio texto horaciano. Finalmente, la negociación no tuvo lugar en Bríndisi sino en Tarento, con la mediación de Fulvia, mujer de Marco Antonio y hermana de Octaviano y gracias a la presión ejercida por las legiones que se oponían a una nueva guerra civil. La paz -sin embargo- duró menos de un decenio. Octaviano, tomando como pretexto la inconveniencia para Roma de los amores surgidos entre Antonio y Cleopatra, logró que el senado se volviese contra Marco Antonio. En el año 31 a. C. Octaviano desembarcó en Bríndisi en compañía de Agripa, Mecenas y una docena de senadores que lo apoyaban: concentró un centenar de naves, la flota más grande que se había visto hasta entonces en aquellas aguas, zarpando al encuentro de Marco Antonio. Se encontraron en Accio y la victoria favoreció a Octaviano. Después de Accio, Octaviano volvió a Bríndisi permaneciendo 27 días aclamado por el pueblo y por todos los magistrados, los senadores y los caballeros que había hecho confluir allí, y en pública ceremonia en el templo de Apolo y en el de Diana, sacrificó a los dioses para agradecer la victoria “confestimque coepit nomari cesar”, empezando en esa ocasión a hacerse llamar César. Apenas dos años después, en el 29 a. C., fue una vez más el puerto de Bríndisi el que acogió como César vencedor a Octaviano, que había retomado Egipto de las manos de Marco Antonio, quien se había suicidado después de Cleopatra. Para inmortalizar tal ocurrencia, el senado ordenó que fuesen erigidos dos arcos de triunfo, uno en Roma y el otro en Bríndisi, del cual no hay trazas actualmente. Aquel arco del triunfo en Bríndisi fue uno de los primeros arcos triunfales construidos fuera de Roma y está representado en la famosa columna Trajana. Muy probablemente fue transformado en la medieval Puerta Real, que fue edificada en las proximidades del puerto y cuyos cimientos fueron destruidos, junto a varios otros restos, por Andrea Pigonati, en el año 1781 durante sus trabajos para mejorar el puerto. Octaviano, volviendo de la campaña de Armenia, regresó una vez más a Bríndisi al lecho de muerte de su amigo Virgilio, el cantor de Roma, quien falleció el día 21 de septiembre del año 19 a. C., en la casa que la tradición popular, quiere que estuviera situada en la colina occidental cercana al puerto, en la cumbre de la actual escalinata, llamada, precisamente, de Virgilio. Se dice que, en sus últimas horas de vida, Virgilio quiso quemar su manuscrito de la Eneida y que fue la intervención del propio Augusto la que impidió se realizara la voluntad del poeta. César Octaviano, finalmente, fue aclamado en el año 27 a. C. como “Augusto”, o sea emperador, por sus soldados. Había nacido así, de hecho, el Imperio romano.

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Casa de Virgilio a Bríndisi - Grabado en acero de Karl Werner, 1840

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Los territorios romanos al nacer el Imperio romano a finales del I siglo a. C.

Bibliografía: - PUGLIA ANTICA: V. A. Sirago -1999 - BRINDISI NUOVA GUIDA: G. Carito -1994 - BRINDISI ALL’EPOCA ROMANA: C. Petrera -1980 - IL BIMILLENARIO VIRGILIANO: G. Carito -1978 - CICERONE E BRINDISI: A. S. Stampacchia -1972 - SUL “FOEDUS BRUNDISINUM” dalla conferenza del professore S. Alesandri: A. Giannotti -1969 - LA ROMANITÀ DI BRINDISI ATTRAVERSO LA SUA STORIA E I SUOI AVANZI MONUMENTALI: P. Camassa -1934

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Bríndisi en los tiempos del Imperio romano: del 27 a. C. al 337 d. C.

Cesare Ottaviano Augusto Emperador - Piazza del popolo di Brindisi

Brundisium, también denominada Calabrum, fue considerada por los Romanos como “caput regionis”, o sea la ciudad más importante de la región, que tomó de aquella ciudad el nombre de Calabria. El emperador Augusto, entre el 9 d. C. y el 14 d. C., con la reorganización administrativa de la península itálica creó la Región II, un poco más extensa que la actual Puglia, y la denominó Apulia et Calabria.

Regio II: Apulia et Calabria

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Brundisium, incluso durante la época imperial siguió desempeñando con su puerto un rol de primerísima importancia para Roma: una importancia estratégica, militar, política y comercial. Viajes y rutas pasaron por Bríndisi y -según cuenta Plinio el Viejo- desde el gobierno de Augusto en adelante, por obra de su yerno Menemio Agripa, fueron recopiladas las medidas de la distancia de Bríndisi a las localidades más notables de la época, distancias que venían a sumarse por lo tanto al recorrido de la Vía Appia para obtener el total de las de Roma. He aquí dos de las rutas más importantes: Roma - Brundisium - Durracchium - Tessalonike, o sea: 360 millas de Roma a Brindisi (la Vía Appia), más 225 millas en barco de Bríndisi a Durazo, más 245 millas de la Vía Egnatia en la otra ribera del Adriático. Roma - Éufrates, o sea: 360 millas de Roma a Brindisi (la Vía Appia), más 87 millas de Bríndisi a Acroceraunia (Valona), más 132 millas de Valona a Corfú, más 87 millas de Corfú a Leucade, más 88 millas de Leucade a Patras, más 102 millas de Patras al istmo de Corinto, más 212 millas del istmo de Corinto a Delos, más 200 millas de Delos a Éfeso, más 499 millas de Éfeso a Mazaca (Capadocia), más 244 millas de Mazaca a Éufrates. Plinio el Viejo dice que Bríndisi era una de las principales ciudades italianas, gracias a su magnífico puerto, que gozaba de la fama de ser muy seguro y tenía, además, en tiempos de la navegación a vela, la enorme ventaja del viento nocturno de tierra, favorable a la salida del puerto, mientras que de día la brisa marina favorecía el aproximarse y entrar en el puerto. El puerto de Bríndisi tenía, finalmente, otra gran ventaja natural, como lo recuerda el mismo Plinio: contar con agua potable de muchos manantiales que brotaban cerca de los embarcaderos; los más apreciados fueron el de Posillipo y el de Fontanelle. Por todo esto, durante el Imperio romano, el puerto de Bríndisi llegó a ser privilegiado por las relaciones con todo el Oriente y fue preferido a cualquier otro puerto del sur del Adriático. Pasando por Bríndisi y descansando en ella, fueron muchos los viajeros y por los motivos más diversos: negociantes, funcionarios, militares, políticos, autoridades, intelectuales, estudiosos, artistas, turistas. Además... muchos ejércitos y, sobre todo, una enorme cantidad de mercaderías. En el año 20 a. C. fueron llevadas a Bríndisi las cenizas de Germánico, el joven príncipe muerto en circunstancias misteriosas en Antioquía de Siria, recogidas en una urna ostentosamente llevada en brazos por su viuda, Agripina la Mayor.

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Y precisamente fue en Bríndisi donde, con la concurrencia de sus habitantes, se dio comienzo a los espectaculares funerales en honor al joven príncipe que continuaron, a lo largo de la Vía Appia, hasta Roma. Y en Bríndisi -cuenta Tácito- murió también, la supuesta envenenadora de Germánico, la Maga Martina.

Agripina desembarca en Bríndisi con las cenizas de Germánico - Benjamín West, 1868

En el año 66 a. C., Nerón, el discutido y extravagante quinto emperador romano, visitó Grecia para participar en los juegos olímpicos, en un viaje que duró más de un año. Nerón salió de Roma el 10 de agosto y el 25, con su numeroso cortejo llegó a Bríndisi después de haber escapado de una emboscada cerca de Benevento tendida por su yerno Corbulón. La salida de Bríndisi ocurrió sin problemas y Nerón con su corte llegó a Corfú el 27 de agosto. De Grecia, Nerón regresó a Roma solamente en marzo del año 68 a. C. Está históricamente documentado también que Tito Flavio Vespasiano, en la primavera del 70 d. C. desembarcó en Bríndisi proveniente de Oriente, donde el año precedente había sido proclamado emperador por sus legiones en plena guerra civil, estallada en el año 68 d. C. después de la muerte de Nerón por suicidio. Y llegó a Bríndisi para dirigirse a Roma y tomar posesión del imperio. Vespasiano fue saludado por la población y fue aclamado emperador. Otro gran emperador romano que legó su nombre a Bríndisi fue Trajano. Fue emperador del 98 al 117 d. C. y a él le fue dedicada la antigua Vía Minucia, un camino que unía Benevento a Bríndisi y que él ordenó pavimentar y en parte volver a trazar para así abrir una segunda vía de enlace entre Roma y Bríndisi: la “Vía Traiana” que, desarrollándose cerca de la costa adriática, llegaba a Bríndisi desde la Vía Egnazia en vez de ir a Tarento y que era más corta que la Vía Appia. De sobra conocido en Bríndisi también es el “Pozo Trajano”: una imponente estructura hidráulica subterránea, construida en pleno centro urbano, que existe aún bajo la superficie de la calzada, en la confluencia de la Vía Pozzo Traiano con la cuesta de las calles Vía

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San Dionisio y Vía Annunziata. Una obra hidráulica verdaderamente grandiosa, sorprendente por haber sido construida poco después del año 100 d. C., hace casi veinte siglos. Permaneció útil hasta todo el Ochocientos y continúa siendo accesible mediante una alcantarilla. Abastecía de agua a toda la ciudad brindisina que en tiempos del imperio llegó a tener 24 fuentes públicas. El pozo se compone de dos cámaras con dos albercas divididas por un diafragma con varias aperturas. Un tanque de recolección y de decantación, y otro de clarificación. En el primero entraban cuatro túneles de dirección opuesta y de altura diferente respecto del fondo, con la función de recoger el agua de toda la cuenca acuífera. Una vez recogida y decantada, el agua a través de un desagüe pasaba al segundo tanque con extracción. En el lado más largo de cada tanque tres grandes pilastras de piedra tallada, en un total de doce, sostenían el depósito. El Pozo Trajano completaba y, eventualmente, se integraba con las demás numerosas instalaciones hídricas brindisinas que datan de la época imperial: el acueducto llamado pozo de Vito, las termas de Apolinar, el acueducto Trajano, las termas halladas próximas a la actual plaza Crispi y las cercanas a la plaza Victoria. El 27 de octubre del año 113 d. C. Trajano emprendió su última gran empresa militar directa hacia el Asia Menor: inicialmente hacia Armenia donde la situación política con respecto a Roma se estaba precipitando y prosiguiendo entonces hacia Asiria y Mesopotamia. Trajano llegó con sus legiones a Bríndisi para embarcarse en la misión con la cual alcanzó la máxima extensión del imperio, y en esa ocasión dispuso el inicio de grandes trabajos de acondicionamiento de la vieja Vía Minucia hasta aquel puerto de Bríndisi, que él sabía bien que era entonces estratégicamente muy importante para Roma y para el imperio.

Máxima extensión del imperio alcanzada con las conquistas de Trajano en 117 d. C.

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Adriano, sucesor de Trajano, fue un emperador viajero de espíritu amable y poco belicoso. Gobernó el imperio del año 117 d. C. durante veinte años y prefirió a Grecia entre todas las naciones del imperio. A Grecia, a su amada Atenas, fue muchas veces saliendo o regresando, casi siempre, por el puerto de Bríndisi. Además del haberse encargado de la reorganización civil del imperio está históricamente reconocido que Adriano también mejoró las condiciones naturales del puerto de Bríndisi. Durante el ejercicio del gobierno del imperio compartido entre Marco Aurelio y su hermano Lucio Vero, este dirigió una prolongada campaña en los confines orientales contra los Partos y durante el receso del período invernal, entre el 163 y el 164 d. C. desposó -en Éfeso- a Lucila, su sobrina, hija quinceañera de Marco Aurelio. El emperador quiso acompañar en el matrimonio a su hija Lucila, y con su mujer se dirigió a Bríndisi para embarcarse. Llegado a Bríndisi, sin embargo, Marco Aurelio no se embarcó y Lucila, acompañada de su madre Faustina y de un tío de Lucio, Marco Vettuleno Cívica Barbaro, continuó el viaje por mar del puerto de Bríndisi hasta Esmirna. En el 175 d. C. se embarcó en Bríndisi el joven Aulo Gellio, proveniente de sus estudios en Grecia en una escuela de reconocidos maestros, él mismo contó después que encontró con mucha satisfacción una exhibición entera de libros. Y comenta divertido que en esa ocasión pudo comprar, muy baratos, libros raros de antiguos griegos. Septimio Severo fue uno de los tantos emperadores romanos que debieron afrontar a los irreductibles Partos, un pueblo siempre dispuesto a rebelarse para independizarse de Roma en aquella lejanísima -aunque periférica- provincia del imperio. En el 197 d. C. Septimio Severo zarpó de Bríndisi con un poderoso ejército para retomar el control, a fines del año 198 d. C., de aquella estratégica provincia imperial. Cuando el joven sirio Heliogábalo, que después de la muerte de Caracalla fue proclamado emperador de los ejércitos romanos en Oriente, se dirigió finalmente con toda su corte a Roma en el otoño del año 219 a. C., también desembarcaron en el puerto de Bríndisi. Después de Septimio Severo, aunque no está históricamente registrado que los emperadores Diocleciano y Constantino hayan pasado por Bríndisi durante sus largos años de reinado, muy probablemente no cometeríamos un error al afirmarlo, ya que ambos se dirigieron muchas veces a Oriente, donde vivieron hasta la muerte en Nicomedia, la nueva capital imperial escogida por el primero y confirmada por el segundo. Y, en efecto, como bien lo escribe el sabio Annibale De Leo: «Y aunque las historias antiguas no expresen claramente haber desembarcado en Bríndisi tantos otros personajes ilustres, que de Grecia y de Asia pasaban a Occidente, sabemos que estuvieron en Roma, y no habría porque dudarlo».

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O, como comenta Fernando Ascoli: «Pasaron por Bríndisi muchos más, cuyos nombres no han quedado registrados en la historia; seguramente porque siendo esta la vía natural y ordinaria para aquellos que de Oriente pasaban a Occidente, y viceversa, los historiadores antiguos probablemente no se cuidaban de mencionarlos».

¿Y cómo era aquella Bríndisi de los tiempos luminosos del imperio romano? Lastimosamente no tenemos descripciones fieles, ni directas y, menos, detalladas. Y los restos físicos que se conservan, constituyen solo trazas mínimas de los tantos palacios, monumentos, templos, y grandes infraestructuras de variado género, que sin embargo, sin asomo de duda, existieron y han integrado la ciudad durante aquellos tres siglos en que Bríndisi vivió cierto esplendor. Los documentos históricos hallados relativos a la Bríndisi romana son escasos y muy deficientes para ser capaces de dilucidar, de manera irrefutable, el origen, la hechura y la función del más importante monumento romano (?) de la ciudad, milagrosamente conservado: las dos famosas columnas, tradicionalmente conocidas como las columnas romanas terminales de la Vía Appia.

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Las Columnas Romanas de Bríndisi - Litografía de Wenzel, 1828

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Sin embargo, de aquellos pocos e incompletos indicios documentales disponibles y gracias a numerosos e importantes yacimientos arqueológicos llegados hasta hoy sobre la vida en aquella época luminosa de Bríndisi, por lo menos se pueden hacer probables o posibles conjeturas, como lo hace, por ejemplo, el historiador Vito Antonio Sirago: «Bríndisi era etapa obligada para muchos viajeros. Proviniendo de Roma, se debía dejar el vehículo de a caballo y tomar la nave. Para el cambio se necesitaba un día y en la espera la ciudad debía ofrecer alojamiento y comida. Entonces, ciertamente había prestación de servicio de hoteles y de posadas, e igualmente servicio para el mantenimiento de las carrozas y de los caballos: con mozos de cuadra, proveedores de paja y heno, herreros carpinteros, etcétera. Aún más importante era el servicio que en Bríndisi se debía prestar para el mantenimiento de las naves, un verdadero arsenal para cuya eficiencia se debía disponer también de personal especializado y de todos los materiales indispensables, madera y brea, además de otros accesorios de metal y demás. El tránsito terrestre y marítimo, en suma, debía destinar un amplio sector de la población brindisina para satisfacer la demanda múltiple de los viajeros: taberneros, hosteleros, artesanos especializados, transportadores marítimos y terrestres, faeneros de todo tipo, comerciantes al por mayor y al detal, banqueros, etcétera. Y entre los comerciantes profesionales en Bríndisi había también muchos extranjeros, orientales en su mayoría, que residían en la urbe, ejerciendo con todos los derechos. Pero la actividad portuaria de Bríndisi, hasta buena parte del siglo iv, no se limitaba solo al servicio de pasajeros, sino también se movilizaban grandes volúmenes de mercaderías, con todos los servicios anexos. Era un movimiento incesante de llegada y de salida de tantos y variados productos. A Bríndisi llegaba, para la exportación, el excedente de los varios productos agrícolas recolectados no solo en el territorio próximo, sino también en las otras vecindades. A Bríndisi llegaban, además, mercancías más o menos exóticas, ya fuera del cercano como del más lejano Oriente...» Para concluir esta síntesis relativa a Bríndisi en los luminosos siglos de su romanidad, hay que señalar aquí los tres personajes brindisinos que más han contribuido al estudio, a la preservación y a la difusión de la romanidad brindisina: Annibale De Leo (1739-1814) Giovanni Tarantini (1805-1889) Pasquale Camassa (1857-1941)

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A. De Leo, historiador, paleógrafo y arzobispo, recogió orgánicamente sus estudios sobre la romanidad brindisina en dos de sus más importantes escritos: “Sulla cultura dell´agro brindisino” de 1811 y “Dell´Antichissima cittá di Brindisi e suo celebre porto” de 1846, póstumo. G. Tarantini, bibliotecario arqueólogo y archidiácono, fue un estudioso incansable que contribuyó admirablemente a la búsqueda y a la interpretación de la epigrafía brindisina, de la cual dejó valiosísimos testimonios. El canónigo P. Camassa, que dedicó su talento también a una encomiable obra de divulgación con muchos de sus escritos, entre ellos: “La romanitá di Brindisi attraverso la sua storia e i suoi avanzi monumentali” de 1934.

Repartición del imperio según el método de la tetrarquía ideado por Diocleciano

Bibliografía: - STORIA ROMANA. L’IMPERO: W. F. Pili -2012 - BRINDISI NUOVA GUIDA: G. Carito -1994 - BRINDISI AL TEMPO DI AUGUSTO: V. Sirago -1979 - PER LA STORIA ECONOMICA DI BRINDISI ROMANA: G. Liberati -1973

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Decadencia de la Bríndisi romana hasta el fin del imperio de Occidente En el año 395 d. C., después de casi sesenta de la muerte de Constantino, el Imperio romano fue finalmente dividido oficialmente en dos por Teodosio el Grande: el imperio de Occidente y el de Oriente.

Teodosio: el último emperador de todo el Imperio romano

Esto, para Bríndisi señaló el inicio de una lenta pero inexorable decadencia, que terminó en el año 476 d. C. y que estuvo acompañada en la práctica con la decadencia misma del imperio romano de Occidente, al cual siguió perteneciendo hasta el fin: hasta la renuncia o deposición de Rómulo Augustillo, último emperador de Occidente, por acción del germánico Odoacro.

El último emperador -Rómulo Augustillo- depone frente a Odoacro

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La economía de toda la región meridional de Italia fue sacudida, a comienzos del siglo V, por las invasiones de los Visigodos de Alarico que, devastada Roma en el 410 d. C., se dirigieron al sur hasta Sicilia continuando el saqueo.

Alarico re de los Godos - Oleo de Giuseppe Leonardo - Museo del Prado

En el resto del siglo que precedió a la caída del Imperio romano de Occidente, caracterizado por el gradual traslado del centro neurálgico político, militar, cultural y comercial del Imperio romano de Occidente a Oriente, la historia oficial no registró elementos o eventos de particular relevancia para la ciudad de Bríndisi. No queda sino presumir que en aquellos años maduró aquel proceso decadentista, que en realidad comenzó a desarrollarse con la transferencia a Nicomedia de la capital del imperio decidida por Diocleciano y que debió prolongarse, sin solución de continuidad, hasta el fin del periodo tardo-antiguo que, por convención, se hace formalmente coincidir propiamente con el año de la caída del Imperio romano de Occidente: el 476 d. C. En efecto, con la reestructuración provincial de Diocleciano de fin del siglo III, se produjo para Bríndisi un proceso de marginalización gradual con el rediseño forzoso de su rol de acuerdo con las nuevas exigencias de un estado muy centralizado que padecía una crisis financiera. Así Bríndisi, al final terminó con perder, aunque fuera en parte, su importancia como puerto de embarque para Oriente, así como del resto la perdió -temporalmentetambién Otranto. En efecto, todo el sector meridional de la Legio II decayó, en algunos casos de manera drástica e, incluso, desaparecieron algunas ciudades: Rudiae, cerca de Lecce y Egnazia sobre la costa al norte de Bríndisi.

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San Leucio y el primer cristianismo en Bríndisi De Leucio no se tienen noticias ciertas, no se sabe con precisión la época en la cual vivió: la leyenda lo sitúa a fines del siglo II, durante el imperio de Cómodo, o en los primeros años del siglo IV, bajo Diocleciano, aunque probablemente vivió bajo Teodosio I (finales del siglo IV) o bajo Teodosio II (comienzos del siglo V). Por otra parte, las huellas cristianas en Bríndisi podrían ser aún más antiguas: aunque no se tienen pruebas documentarias al respecto, es bastante probable que el propio apóstol Pedro en su viaje, si bien se cita un posible desembarco en la vecina Egnazia, desembarcase realmente en Bríndisi y de ahí -por la Vía Appia- se dirigiese a Roma. De todos modos, en los primeros decenios que siguieron a la muerte de Jesucristo, la predicación del nuevo mensaje cristiano casi con certeza llegó a Roma pasando por Bríndisi, que como consecuencia fue, si no la meta primera al menos la primera etapa occidental de los evangelizadores. Y es también muy probable que Bríndisi haya sido la sede episcopal más antigua después de Roma. Leucio habría nacido en Alejandría de Egipto y su primera formación, seguida a la muerte de su madre, la tuvo en una comunidad monacal egipcia. Una visión celestial, en la fiesta de la Anunciación de la Virgen, le hizo cambiar su nombre de Eupressius a Leukios, “cándido” en griego, a raíz de la visión que le había indicado que con aquel nombre sería obispo y llevaría adelante la misión de difundir el evangelio y combatir la idolatría. Fue siempre esa visión, aunque ya estaba ordenado obispo, la que lo habría llevado a Bríndisi para restituir en la ciudad la ortodoxia, liberándola de erróneas interpretaciones cristológicas. Zarpó de Alejandría, se detuvo en Andrinópolis, luego a Otranto, para llegar al fin en una nave dálmata a Bríndisi, donde, desembarcando en el puert, en el Seno de Poniente, constató la existencia de un fuerte partido pagano, encabezado por el prefecto Antíoco, que tenía como referencia cultural esencial al Sol y a la Luna. El propio Antíoco fue a rogarle y a obtener, por su conversión, una señal: la lluvia que no caía desde hacía dos años. Leucio, que hasta ese momento había predicado fuera de la puerta occidental de la ciudad, la actual puerta Mesagne cerca del anfiteatro romano, pudo así promover la edificación de una iglesia dedicada a la Virgen y San Juan Bautista, fundando la diócesis de Bríndisi de la cual fue el primer obispo. Leucio, según una tradición devota, murió como mártir, según otra tradición murió de pulmonía o de malaria. Fue sepultado en el corazón de la necrópolis pagana de Bríndisi, en el actual barrio de los Capuchinos, en las proximidades de aquel mismo lugar en el cual había desembarcado y había comenzado a difundir el mensaje evangélico. Murió un día 11 de enero, bajo el emperador Teodosio I (379-395) o, más verosímilmente, bajo Teodosio II (408-450).

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En el siglo VI el edificio sagrado más visitado de la ciudad fue el martyrium que, construido por voluntad del mismo Antíoco, fue el mausoleo de San Leucio, en el cual por deseo del obispo Teodosio reposaría la parte del cuerpo -un brazo- de San Leucio que fue devuelta a Brindisi desde Benevento, donde habían ido a parar los despojos del santo, después de haber sido hurtados en Brindisi por gente procedente de la cercana Trani. Había sido en el siglo VII que los despojos de San Leucio, hurtados durante la noche, habían sido trasladado a Trani. «Y la falta de reacción a tal hecho, la absoluta incapacidad de expresar mediante el culto a la memoria reliquiar una consciencia colectiva, denuncia en todo su dramatismo el nivel de empobrecimiento, también en lo moral, a que llegó la ciudad» -Rosanna Alaggio-

Predicación de San Leucio - Oleo de Oronzo Tiso - Catedral de Brindisi

Hacia fines del siglo IX se comenzó a construir la basílica de San Leucio, siendo consagrada en los primeros años del siglo X por el obispo Giovanni. Basílica que, derrumbada, existía aún en el siglo XVIII, cuando fue demolida -en 1720- para construir con el material resultante, el palacio del Seminario. Una planimetría del ‘700 señala en el centro del área presbiteral del edificio de la basílica, un sarcófago indicado en la leyenda como el sepolchrum D. Leucii.

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Bríndisi en los años de la Alta Edad Media, del 476 d. C. al año 1070 «…La memoria del medioevo brindisino ha quedado a menudo oculta, dada la enorme celebridad de que tuvo su puerto en la edad clásica, cuando, así cómo está históricamente certificado, el asentamiento dentro del perímetro amurallado de Bríndisi llegó a ocupar una superficie de veinte hectáreas. Por lo contrario, el asentamiento medieval se redujo hasta ocupar una superficie de solo quince hectáreas…» -Rosanna AlaggioUna comparación que, aunque aparentemente solo geografica, constituye sin embargo un claro indicio del gran retroceso ocurrido para Brindisi, no solo en sentido urbano, sino indudablemente también en sentido económico-social. «…El circuito de la muralla de Bríndisi en la edad tardo-antigua hace pensar en una ciudad de cerca de quince mil habitantes. Según lo que se ha podido encontrar en las excavaciones efectuadas a lo largo del callejón Capozziello, donde aún se pueden ver algunos restos, aquella muralla subía hacia la iglesia de San Paolo y, siguiendo el natural terraplén, continuaba hacia la Vía San Lorenzo de Brindisi y seguía hasta el sector ahora ocupado por la iglesia de San Benedicto. Luego de la Vía San Lorenzo de Brindisi, el recinto doblaba hacia el sitio del actual palacio del Ayuntamiento, excluyendo el canal La mena que corría a lo largo de las actuales avenidas Garibaldi y Umberto. Del palacio del Ayuntamiento, la muralla, doblando la actual Vía della Congregazione, llegaba hasta la plaza del Domo y de allí, finalmente, descendía hacia el mar para cerrarse en el callejón Capozziello…» -Giacomo CaritoA final del siglo V, los Godos de Teodorico obtuvieron del emperador Zenón vía libre para invadir Italia: persiguieron a Odoacro, que en el 476 d. C. había depuesto al último emperador de Occidente, y establecieron una administración calcada en el modelo romano, con un corrector al mando de varias regiones, secundado por un procurador y de un prefecto en las ciudades portuarias, incluida Bríndisi, con la inclusión de los comiti siliquatorium, que no eran otros sino los agentes de aduana. Durante los sesenta años que, a partir del 493 d. C., perduró en Italia el reino de los Godos, Bríndisi fue gobernada por varios ministros estando el rey en Ravena, la capital. La ciudad no registró inconveniencias importantes durante todo el reinado de Teodorico, que duró sus buenos 25 años, ni durante los gobiernos de sus sucesores inmediatos, Amalasunta, su hija, y tal vez su nieto, Atalarico. Después fue el momento de Teodato, un rey avaricioso, tirano y despótico, que suscitó rápidamente la reacción del emperador de Oriente, Justiniano I, impaciente desde hacía algún tiempo por realizar su sueño de reunificar todo el Imperio romano.

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En torno a aquellos años de gobierno gótico, se estableció en la región de Apulia et Calabria un estado de relativa prosperidad económica, que duró hasta el estallido de la guerra con los Griegos (535-553 d. C.). «…El comercio y la agricultura fueron favorecidos entonces en Bríndisi, porque las tierras adyacentes a la ciudad, ricas en humus y agua aun en sequía, daban buenas cosechas. La ciudad estaba también provista de almacenes para el grano y para los otros productos agrícolas que los comerciantes exportaban con naves propias del puerto de Bríndisi, al menos hasta el fin del primer decenio del siglo VI. Durante el conflicto greco-gótico que duró veinte años, Bríndisi fue ocupada en varias ocasiones por los dos contendientes, pero los hechos se resolvieron sin demasiados daños. Bríndisi no tenía murallas o, más probablemente, tenía las viejas murallas mesápicoromanas en decadencia y superadas por el desarrollo urbanístico. Parece que, durante el conflicto entre Godos y Bizantinos, los Brindisinos por proteger sus intereses económicos siguieron una política ambigua, posicionándose según el caso con el ocupante de turno, permitiendo de esa manera a la ciudad el salir de aquella guerra con un mínimo de daño. Los daños más considerables de la guerra, en efecto, los sufrió principalmente la campiña, recorrida y devastada por los ejércitos opositores. Tal devastación debió de todos modos causar, por extensión, también un desequilibrio en la economía brindisina que se apoyaba mucho en ese entonces en la exportación de productos agrícolas. No fue, sin embargo, la guerra gótico-greca la única causa de la decadencia de la ciudad de Bríndisi. Contribuyó a ello también la errónea política económica de los sucesores de Justiniano I, el precario estado de la seguridad de las vías de comunicación terrestres, infestadas de bandidos y, por último, una serie de catástrofes naturales, como fueron los terremotos y los maremotos. A partir de la segunda mitad del siglo VI, todo el sistema económico salentino sufrió un fuerte proceso involutivo, y Bizancio consideró al Salento como un mercado del cual exportar sus productos y no se preocupó de favorecer la actividad productiva local. Bríndisi vino a ser un simple puerto de frontera, quedando entonces casi totalmente fuera de los itinerarios comerciales importantes. El despoblamiento del campo, las condiciones inhumanas de vida y la rapacidad del fiscalismo bizantino, fueron las principales causas de la depresión que, iniciada en aquel período, sería una constante para Bríndisi hasta el final del primer milenario…» -Giacomo Carito-

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Bríndisi bajo la dominación longobarda En el año 568 a. C. los Longobardos comenzaron a invadir Italia procediendo gradualmente, pero con rapidez, de norte a sur. En el centro-sur de la península fundaron los ducados de Spoleto, al este de Roma, y el de Benevento, al sur de Roma, presionando desde aquellos sobre el ducado bizantino de Calabria, que había sido creado agregando la península de Bruzio, la actual Calabria, con la península constituida por la parte meridional de la romana Apulia y de la romana Calabria, el actual Salento: dos penínsulas distintas, pero inicialmente conectadas por una franja costera que se extendía a lo largo de la orilla occidental del Golfo de Tarento. Y aquí hay que señalar que, no obstante que la historiografía enfatiza la barbarie de los Longobardos en el territorio meridional, los “civilizados” Bizantinos que aquel territorio gobernaron y les disputaron en aquellos años, no solo no fueron menos barbaros de los Longobardos, sino que en ocasiones aún los superaron en la rapaz avidez y en la refinada crueldad. Ya desde finales del siglo VI, efectivamente, la ciudad de Bríndisi y su Iglesia estaban empobrecidas, mas no por obra de los Longobardos que estaban aún lejos, sino debido al gobierno ineficaz y fiscalista de los oficiales corruptos del imperio. Buena parte del Salento aparecía desierta aún antes que, provenientes de Lucania y de la Alta Puglia, los Longobardos irrumpieran en aquella punta oriental extrema, en donde Otranto fue la única ciudad importante que pudo permanecer a salvo bajo el control imperial bizantino. «…La conquista Longobarda de Bríndisi ocurrió en la segunda mitad del siglo VII, en un período de tiempo comprendido entre la muerte del emperador Constanzo II, acaecida en el 668, y la de Romualdo, ocurrida en 677. En el 674, los Longobardos, guiados por Romualdo, asolaron a Bríndisi porque era una “ciudad marítima difícil de reconquistar”. La escala brindisina podría servirle entonces a los Griegos y tal vez por eso los Longobardos prefirieron destruirla antes que dejársela al adversario. Prezioso, el último obispo residente en Bríndisi antes de la transferencia de la sede a Oria, murió un poco antes de la llegada de los Longobardos de Benevento y fue sepultado lejos de la ciudad -en la actual zona Paraíso- en un sarcófago con un escrito grabado a mano alzada, indicio una sepultura apresurada hecha por una ciudadanía en desbandada y, probablemente, ya en fuga. La documentación epigráfica ofrece, en efecto, la certeza de que quedaron en los límites de la ciudad solo pocos grupos de Hebreos, en parte establecidos en la zona llamada “Judea”, cerca de la ensenada de Levante del puerto interno, y en parte cerca de la actual

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Vía Tor Pisana. Estos permanecieron en Bríndisi porque allí tenían una escala marítima de la floreciente colonia oretana, que residía en Oria. Alguno que otro reducido grupo de ciudadanos se estableció en derredor del viejo martyrium de San Leucio. Los Longobardos, destruida Bríndisi, hicieron de Oria su piedra angular más sólida en la Tierra de Otranto, piedra angular fácil de defender al tratarse de una posición sobre elevada respecto de la zona circundante, y fue entonces cuando Oria fue elegida sede del obispado brindisino. El traspaso del obispado a Oria indica el abandono de la ciudad, confirmado por el Anónimo Tranese quien describe la ciudad de Bríndisi como casi privada de habitantes cuando sus conciudadanos contrabandearon los despojos del proto-obispo Leucio llevándoselos a Trani, para después pasarlos a Benevento. Un abandono también confirmado por la casi absoluta falta de referencias a Bríndisi en las fuentes del siglo VIII…» -Giacomo CaritoCon la ocupación longobarda de una parte de Salento, y en particular Tarento y Bríndisi, el nombre de Calabria comenzó a ser utilizado para designar solamente a la península de Bruzio, y luego terminó con identificar aquel territorio de manera exclusiva, sustituyendo, de hecho, la denominación original.

Ocupaciones iniciales de los Longobardos en Italia - Máxima extensión de sus dominios

Aquellos años de la dominación longobarda, iniciada alrededor de 670 d. C. con la destrucción total de la ciudad por la acción directa de Romualdo duque de Benevento, fueron para Bríndisi años difíciles y de oscuridad casi total sobre cuanto pudo ocurrir en una ciudad en ruinas, medio abandonada, casi totalmente deshabitada y, de hecho, ruralizada.

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Los Longobardos permanecieron en Italia aproximadamente dos siglos, hasta el año 774 d. C. y sobre la ciudad de Bríndisi dominaron sin oposición durante cien años, hasta que fueron depuestos, nueva y definitivamente, por los Bizantinos que, habiendo conservado durante el dominio longobardo únicamente a Otranto con su territorio, aquel mismo año recuperaron el Salento, parte de Apulia y de Calabria, y gran parte de Campania, volviendo a dominar prácticamente todo el Meridión de la península italiana, menos Benevento con su territorio aledaño. En el norte en cambio, una buena parte de Italia pasó al dominio directo de los Francos de Carlomagno, coronado emperador por el Papa Gregorio II en la Basílica de San Pedro la noche de Navidad del Ochocientos, dando nacimiento al Sacro Imperio Romano, que duró hasta 1806, cuando Napoleón indujo a renunciar al último emperador, Francisco José de Habsburgo.

Emperadores del Sacro Romano Imperio: entre 800 y 1000

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Bríndisi de los Longobardos a los Normandos, entre Bizantinos Sarracenos Eslavos … En todos aquellos cien años oscuros transcurridos bajo los Longobardos, Bríndisi lo pasó definitivamente mal, entre otras cosas porque estuvo expuesta e indefensa ante ejércitos de bárbaros y de bandidos de todos los orígenes: Sarracenos del sur, Eslavos del norte y noreste, Esclavones y otros que, desde antes y hasta mucho tiempo después que gobernaron los Longobardos y los Bizantinos, azotaron por siglos la infortunada ciudad. Expulsados los Longobardos, sin embargo, debían pasar para Bríndisi otros trescientos años en condiciones precarias, del 774 d. C. al 1070, durante los cuales formalmente gobernaron en la ciudad los Griegos bizantinos del imperio romano de Oriente, mediante una serie de administradores y funcionarios civiles y militares que se avecindaron y que con numerosas interrupciones se alternaron con otros tantos invasores de turno. Entre estos los Sarracenos, que quemaron y robaron muchas iglesias dejando en pie -no sin antes despojarlas- solamente las de San Leucio y de Santa María del Puente, y que redujeron la ciudad poco a poco a un caserío. En el 838, los Árabes intentaron utilizar el puerto de Bríndisi como base para las operaciones militares en el Bajo Adriático. Sin embargo, en el año 839 d.C., el príncipe de Benevento, el longobardo Sicardo, después de numerosas tentativas pudo expulsar a los Sarracenos atrincherados entre las ruinas aún humeantes. Los Moros expulsados, sin embargo, ocuparon permanentemente Guaceto donde construyeron un campo atrincherado, que estuvo activo hasta la caída, en el 871, del emirato de Bari. Y Bríndisi entró -temporalmente- en el olvido de la historia. «… En el Cronion Salernitanum, Bríndisi es citada una sola vez solamente para recordar el intento fallido del príncipe beneventano Sicardo, cerca de 839, para liberarla de un grupo de Sarracenos: ...Después de haber vencido con un engaño al ejército de Sicardo, los Agarenos abandonaron la ciudad, no sin antes haberla incendiado. También en el Synopsis Historiarum, el nombre de la ciudad salentina es citado otra vez solo para recordar la escala realizada a fin de siglo IX por Nicéforo Focas, para regresar a Constantinopla…» -Rosanna AlaggioEn aquellos mismos años, los monjes basilianos que se negaban a obedecer el edicto iconoclasta, huyeron dejando sus tierras -egipcia, palestina, siria, turca, etcétera- y en su diáspora privilegiaron mucho a Puglia, considerada lugar natural donde refugiarse al lado del mar y donde muchos fueron bien acogidos por las poblaciones de campesinos locales. Aquellos monjes crearon por todos lados cenobios, criptas, eremitorios, templos y monasterios, agrupando a su alrededor a la población y con su presencia activa terminaron por impregnar muchos de aquellos territorios de cultura, costumbres y ritos griegos que sobrevivieron a todo lo largo del dominio bizantino.

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En Bríndisi, los monjes basilianos fundaron eremitorios y monasterios, entre estos aquel que fue destruido por los Sarracenos en el siglo IX y que, conservándose en pie solo parte del claustro, fue después reconstruido por los Normandos y dedicado a San Benedicto. Otro monasterio, asimismo destruido por los Sarracenos y reconstruido por los Normandos con la imposición de la regla benedictina, fue el de San Andrés que los monjes basilianos fundaron en la isla de Bara, situada a la entrada del puerto. También la iglesia de la Santísima Trinidad, llamada también de Santa Lucía, fue reconstruida sobre los restos de una construcción basiliana y, en efecto, la cripta parece conservar muchos elementos de la primera iglesia. Se generalizó y se multiplicó en aquellos siglos también el fenómeno de las cuevas habitadas por los anacoretas, que con aquella modalidad de eremitazgo trataron también de escapar a las persecuciones sarracenas. Se trató obviamente de lugares siempre fuera de las murallas urbanas, dispersas por el campo, preferencialmente en las colinas. En Bríndisi, importantes cuevas fueron halladas en la isla de Bara, después llamada de San Andrés, y en las islas Pedagne. Inevitablemente, se abrieron importantes frentes de lucha interna en el mismo catolicismo entre los seguidores del romano pontífice y los del rito griego, que de hecho y a la larga debieron necesariamente convivir. Cuando a los Griegos se alternaban en el gobierno de la ciudad los distintos duques o reyes italianos, muchas veces filo romanos, se cerraban las instalaciones religiosas basilianas para sustituirlas con las benedictinas. Pontífices y reyes suprimían los obispados griegos e instaban a la gente a abandonar las iglesias griegas, que después eran demolidas porque eran declaradas “en peligro”. Suerte parecida probablemente le tocó a la iglesia de San Basilio, que con su torre estaba situada en la colina a espaldas del actual Hotel Internazionale, y a la de San Juan de los Griegos frente al mar, y que además pudo haber sufrido también la iglesita circular llamada de San Juan al Sepulcro, la cual eventualmente, primeramente o sea en origen, había sido un templo pagano. En el 996 el obispo Gregorio se hizo conceder del emperador griego el título de arzobispo de Bríndisi y también la proto-cátedra de su iglesia. Sin embargo, la diócesis arzobispal de Bríndisi pasó definitivamente a la Iglesia romana solamente en el siglo XI, con la llegada y el control de los Normandos, en 1070. El obispo griego de designación imperial, Eustasio, fue obligado a mantener como sus predecesores la liturgia latina y finalmente pasó del cisma de Oriente de 1054, a la unidad con la iglesia romana. Se suprimieron entonces los calogerados convirtiéndolos en monasterios benedictinos, se

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sustituyeron los obispados griegos por los latinos prohibiendo ordenar a los popes -los sacerdotes griegos- reduciéndolos poco a poco en número y asumiendo ellos la dirección de las parroquias prohibiéndoles oficiar en las iglesias latinas. Y así, después de alterna toma de posiciones, también el favor de la población terminó por escoger al papado romano. Sin embargo, el poder, real y eclesiástico no logró erradicar del todo el culto, las costumbres y la lengua misma de Oriente, fuertemente arraigada en la población. Uno de los motivos por los cuales Bríndisi, y más en general toda Italia meridional, se vio durante tantos años alterada por incursiones de todo tipo, fue porque la iglesia romana no apoyó nunca sinceramente la presencia bizantina en el sur de Italia, sino que de hecho miró constantemente a reemplazarla, ya fuera en lo religioso o en lo temporal, y para ello no tuvo escrúpulos de servirse de una u de otra fuerza, aunque fuera extranjera y aunque fuera poco ortodoxa, para conseguir aquel objetivo. En efecto, en todos esos años de formal -aunque débil- gobierno bizantino, los Sarracenos fueron combatidos, más que por las armas bizantinas, por las venecianas o las filo-papales de los varios reyes o príncipes de Italia, como Sicardo, que fue derrotado por los Árabes en el año 839 d. C. y como Ludovico II el Joven, que a partir del 844 d. C. los combatió varias veces, buscando el sueño de reunificar en su reino la península italiana toda. Nombrado en el año 855 d. C. emperador del sacro imperio romano, Ludovico II, el Joven, en el 867 d. C. fue capaz de expulsar a los Sarracenos de Bari, Tarento y Bríndisi, con más ayuda del Papa que de los Bizantinos que, de todos modos, presentes militarmente con su general Nicéforo Focas, pudieron así restaurar su poder administrativo sobre toda Puglia, que fue entonces incorporada en la región bizantina denominada Thema de Langobardia. Parece ser que también en esa ocasión, a Bríndisi le tocó, una vez más, ser semi-destruida. Y no fueron solo los Sarracenos los que se cebaron contra Bríndisi en aquellos años desventurados, la ciudad debió -por último- sufrir el asalto y la invasión de los piratas eslavos que, oriundos de la vecina tierra del otro lado del mar, Dalmacia -entonces libre del control del imperio de Oriente- la dejaron también, en la ruina. En ruinas la encontró por lo tanto el proto-espatario bizantino Lupo -el cronista (?)enviado por el emperador de Oriente, Basilio II, para continuar la obra de reconstrucción ya iniciada en el año 886 por su predecesor Nicéforo Focas -ya antes intentada por el obispo Teodosio- el cual hizo posible establecer un catapanado en Bari, inició la reconstrucción de Bríndisi y Tarento, e impuso la prohibición al rito latino en favor del griego en aquella parte bizantina de Italia. «…Finalmente, después de que Durazo en el año 1005 volvió a ser parte del dominio del imperio de Oriente, el sector meridional de la costa adriática italiana, y naturalmente también su territorio interior, constituyeron espacios de vital importancia estratégica, ya

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que la capital del imperio podía ser fácilmente alcanzada por tierra después de la breve travesía de Bríndisi a Durazo. El puerto de Bríndisi se convirtió, como lo había sido durante toda la antigüedad, en el más importante terminal de la Vía Egnazia en Italia. La ciudad fue así llamada a desempeñar de nuevo, después de siglos de anonimato, un papel de primer plano en un ampliado panorama político. El alcance de la inversión bizantina en Bríndisi después de aquel acontecimiento es valorable gracias al testimonio de una epigrafía, aún legible en parte, esculpida en la base de una de las columnas que da al promontorio de poniente mirando justo a la embocadura del puerto interno.

Su fecha, referida a la primera mitad del siglo XI, hace aún más evidente la consistencia de la relación entre el grabado del funcionario y la restauración del dominio imperial sobre la costa dálmata. Pronto, sin embargo, después de poco más de un cincuentenario, la presión de la conquista normanda -con, durante muchos años, la consiguiente inestabilidad por el continuo asedio, las tentativas de ocupación y finalmente la toma de la ciudad- impidió al curso dado por la reconstrucción bizantina el dar una norma de desarrollo que fuera capaz de proyectar la economía citadina a una mayor escala…» -Rosanna AlaggioSobre las famosas columnas “romanas” que la tradición, muy probablemente errónea, perpetuada por siglos quiso que fueran consideradas como los términos miliares de la Vía Appia, el historiador Cesare Marangio analizando el epigrama medieval grabado por Lupo en la base de la columna sobreviviente y el fragmento de la edad romana puesto sobre la base de la columna caída, llegó a las siguientes conclusiones:

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«…Las evidencias nos hacen suponer, sin margen alguno de duda, que las dos bases de mármol jaspeado blanco, distinto del fuste y además tipológicamente disímil entre una base y la otra, no son las originales y que los textos allí compuestos debían aludir con mucha probabilidad a otros monumentos brindisinos de épocas diferentes, cuyas estructuras fueron reutilizadas en parte como apoyo firme para las dos columnas, después de su radical y consistente reconstrucción…» -Cesare Marangio-

Las columnas con la denominación de “Colonna Cleopatra” - Foto Brogi, 1875

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Las columnas “romanas” de Brindisi - Foto Antonio Palma, 2015

Bibliografía: -

GLI ARCIVESCOVI DI BRINDISI SINO AL XII SECOLO: G. Carito -2010-20092008-2007

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BRINDISI MEDIEVALE: R. Alaggio -2009

-

UN DECRETO SENATORIO ROMANO A BRINDISI: C. Marangio -1994

-

LO STATO POLITICO-ECONOMICO DELLA CITTÁ DE BRINDISI DAGLI INIZI DEL IV SECOLO ALL’ANNO 670: G. Carito -1976

-

APULIA E IL SUO COMUNE NELL’ALTO MEDIOEVO: F. Calabrese -1905

-

BRINDISI IGNORATA: N. Vacca -1954

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Italia en la mitad del año 1000

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Europa en la mitad del año 1000

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Bríndisi Normanda (1070 - 1194) Exactamente solo un siglo y cuarto duró la presencia de los Normandos en Bríndisi. Sin embargo, en tan poco tiempo “estos septentrionales, inteligentes hasta superar la astucia griega, persistentes en sus propósitos, de largas capas, de cabezas rapadas, de aspecto devoto que tenía del sacerdote y del bandido” dejaron en herencia muchos rastros suyos y muchas de sus obras valiosas. Roger, Roberto, Guillermo, Godofredo, Margarito, son algunos de los personajes que evocan a los Normandos en Bríndisi. La Catedral, la iglesia de San Benedicto, la fuente Tancredo, todas construidas por los Normandos, se pueden contemplar todavía, a frente de tantas otras de sus obras perdidas en el tiempo, como lo fue, por ejemplo, el monasterio benedictino que sobre los restos del anterior basiliano fue construido en la isla de Bara y que fue destruido alrededor de 1500. En 1070, después de una decena de años de luchas que con acontecimientos alternos tuvieron por escenario Bríndisi, como resultado de la disputa entre los Bizantinos y los Normandos, estos, capitaneados por Roberto “El Guiscardo” y su hermano Roger -quien asedió la ciudad- vencieron a Nicéforo Caranteno, último gobernador bizantino representante en Puglia del emperador de Oriente. A dicha lucha pertenece aquel legendario episodio en el cual una noche, con el señuelo de su rendición negociada, los Bizantinos atrajeron a la ciudad a cuarenta caballeros normandos con sus escuderos, para después descuartizarlos y decapitarlos. Los cuerpos fueron arrojados en unos pozos llamados desde aquella época “hediondos” y las cabezas enviadas a Durazo, como trofeos de guerra: una acción tanto cruel como pírrica. Roberto asignó el gobierno de Bríndisi a Godofredo -hijo de su hermana Emma, hija del primer matrimonio de Tancredo- quien casó con la noble longobarda Sighelgaida y, con el título de conde de Conversano, ejerció largamente sobre la ciudad un papel dominante en el gobierno y retomó la reconstrucción, ya emprendida por el proto-espata bizantino Lupo después de la nueva destrucción que la ciudad había sufrido por la mano de los Sarracenos y de los piratas eslavos. Para contrarrestar la presión de los Bizantinos, en el año 1081 Roberto embarcó en Bríndisi su ejército de 30.000 hombres y 150 naves hacia Dalmacia, donde enfrentó en varias batallas al emperador Alessio, venciéndolo. El 8 de febrero de 1082 tomó Durazo y regresó a Italia dejando allí a su hijo Bohemundo. Pero, en el año 1084, debió reembarcar en Bríndisi acompañado de Godofredo, y después de una inicial victoria naval fue finalmente derrotado. El 14 de julio de 1085 murió en Cefalonia, a setenta años y su cuerpo fue enviado por mar a Bríndisi.

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En 1086, Bohemundo y Roger Borsa, hijos de Roberto Guiscardo, después de la muerte de su padre llegaron a un arreglo, con la mediación del pontífice Urbano II y de Roger de Sicilia, en base al cual Bríndisi fue asignada a Bohemundo. El conde Godofredo, convertido en vasallo de Bohemundo, con su mujer Sighelgaida y con el apoyo del papado, más allá de concentrarse para reconstruir a Bríndisi, se empeñó en hacer regresar a Bríndisi la cátedra de San Leucio con el arzobispado transferido a Oria hacia los últimos años del siglo VII, teniendo, para lograr tal objetivo, que hallarse con la enconada resistencia del arzobispo Godino, el cual permaneció aún por años en Oria. Godofredo, que fue el gran restaurador de Bríndisi, fue el que inició la construcción de la Catedral y fue capaz, inclusive, el 9 de octubre de 1089, de llevar a Bríndisi al Papa Urbano II, para hacerle consagrar el recinto. La construcción de la Catedral, en estilo gótico con piso de mosaico, se terminó finalmente en 1143 y cincuenta años después, Roger III, hijo del rey Tancredo fue coronado rey de Sicilia en 1191, el primero en hacerlo fuera de Palermo, y al año siguiente se casó con Irene, hija de Isaac II Ángelo, emperador de Constantinopla. La Bríndisi normanda, finalmente reconstruida, fue adquiriendo importancia estratégica gracias a su puerto, destinado a convertirse en uno de los más importantes del Adriático: la escala más frecuentada por los ejércitos cruzados, preferido por su posición geográfica. A fines del siglo XI habían, en efecto, comenzado las cruzadas -la Primera fue convocada el 27 de noviembre de 1095 por el Papa Urbano II- y el reinado de los Normandos coincide con el tiempo del máximo fervor religioso por la liberación del Santo Sepulcro, por lo que muchos de los cruzados, italianos y extranjeros, se embarcaron en gran número en Bríndisi para Tierra Santa. Se demoraban en la ciudad mientras esperaban las naves, hospedándose o recuperándose en los varios hospitales: el de Santo Tomás y el de San Egidio, o el de San Martín cerca del monasterio de Santa María Veterana, llamado así por las monjas negras de San Benedicto, favorito de Godofredo y Sighelgaida. O el Alemannorum de Santa María de los Teutones, en las inmediaciones del castillo de tierra, o el del Santo Sepulcro de los Jerosolimitanos, vecino de la Catedral. Los Templarios, en cambio, tuvieron su hospedaje en las inmediaciones de la iglesia del Santo Sepulcro o, tal vez, en las cercanías de la actual estación ferroviaria, con la iglesia anexa de San Giorgio. Los Agustinos fundaron el convento de Santa María de la Gracia, como hicieron también los Carmelitas, ambos en las cercanías de la actual puerta Mesagne. Y también los Caballeros Hospitalarios, que posteriormente se denominaron los Caballeros de Malta, tuvieron en Brindisi su casa de San Giovanni de Hospitales en cercanías del puerto a la cual, más tarde, agregaron la iglesia de San Giovanni de los Griegos.

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Ya en la Primera cruzada, desde Bríndisi se embarcaron muchos soldados y peregrinos entre los cuales, el 5 de abril de 1097, estaba una parte del ejército francés comandado por Roberto Courteheuse de Normandía, junto a Stefano de Blois y el canónigo de Notre Dame, Fulquerio de Chartres- siguiendo después de Durazo, para Constantinopla por la Vía Egnazia. En 1096 se embarcó Hugo de Vermandois, hijo de Enrique I de Francia y, en 1101, Guillermo conde de Nevers, que de Bríndisi desembarcó en Valona alcanzando después Ankara para unirse al ejército franco-lombardo. En 1102, hacia la mitad del año, los Húngaros con la ayuda de los Venecianos ocuparon Bríndisi y Monopoli, que abandonaron después de su pavorosa devastación que se prolongó durante tres meses. Después, en 1105, los Venecianos volvieron a atacar Bríndisi durante la guerra con Génova y Pisa. El 10 de octubre de 1107, Bohemundo zarpó de Bríndisi para Dalmacia en una nueva expedición normanda contra los Griegos del imperio, y estos, comandados por Isaac Contostefano, pusieron sitio a Bríndisi. En aquella ocasión, Sighelgaida, viuda de Godofredo, muerto a finales de 1104, y madre de Tancredo, señora de Bríndisi y vasalla de Bohemundo, fingió estar dispuesta a negociaciones con los Griegos para dar así tiempo al refuerzo normando de llegar a Bríndisi y forzar, finalmente, a los Griegos a la retirada. En Bríndisi era señor Tancredo, hijo del conde Godofredo y de Sighelgaida, cuando Roger II, el gran conde de Sicilia, en el año 1128 conquistó Bríndisi, la que en el mismo año fue reconquistada por Tancredo. Al año siguiente, en 1129, Roger II puso asedio logrando convencer a Tancredo a aceptar una guarnición suya en la ciudadela, pero en el año1131 Tancredo atacó aquella guarnición expugnando la ciudadela. Finalmente, en el año 1132, Roger II conquistó nuevamente Bríndisi y obligó a Tancredo a cedérsela por una compensación económica. El Papa Inocencio II elevó a la dignidad ducal a Rainulfo, quien fue conde de Puglia y este, con la aprobación de los habitantes, en el año 1137 se tomó Bríndisi, pero dos años después, en el año 1139, el duque Guillermo, hijo de Roger II, re- conquistó la ciudad. Los acontecimientos fallidos de la Segunda cruzada, que tuvieron lugar entre 1147 y 1149, no afectaron a Bríndisi, de donde -en cambio- en aquel mismo año de 1147, zarpó la flota de Roger II para atacar nuevamente al imperio de Oriente. La flota normanda se volvió hacia Corfú y Roger II la tomó en el primer asalto sin combatir. Entonces, prosiguió la campaña emprendida y saqueó Tebas y Corinto. En febrero de 1154 murió en Palermo el rey Roger II y ni siquiera así cesaron las batallas entre Griegos y Normandos por el control de Puglia. En noviembre del año siguiente el

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emperador Manuel Comnenos decidió una enésima expedición, con un ejército poderoso y una flota numerosa contando con el posible apoyo de los barones de Puglia, dispuestos a rebelarse contra el gobierno normando. Los Griegos, comandados por Giovanni Duca, después de haber ocupado numerosas ciudades costeras, entraron en Bríndisi con la ayuda de sus partidarios y pusieron asedio a su “roca” en la cual estaban atrincherados los soldados normandos, cercándola desde el mar y después tomándola bajo el mando de Alessio, sobrino del emperador. Guillermo I, el Malo, sucedió a Roger II, preparó una flota y un ejército llegando a Bríndisi por mar y por tierra. Vencidos los Bizantinos, conquistó la ciudad el 28 de mayo de 1156, apresó a Alessio y lo llevó a Palermo liberándolo solo después de la firma de la paz, entregando así definitivamente Puglia a Occidente. Como consecuencia de aquella violenta batalla -según lo narró el propio GuillermoBríndisi, al contrario de Bari, fue perdonada de ser incendiada no obstante su notoria actitud filo-bizantina, pero fue, sin embargo, saqueada, despoblada y reducida a la pobreza, para castigar a los “viles e infieles traidores”. Todo ello dejó durante siglos, en Bríndisi y su provincia, la odiosa memoria de aquel cruel rey normando, Guillermo I, el Malo, que murió en 1166 y a quien le sucedió su hijo, Guillermo II el Bueno. En 1177, llegó a Bríndisi el obispo Guillermo de Tiro, de regreso a su sede de ultramar después de haber participado en el sínodo lateranense. En Bríndisi encontró a Enrique, conde de Troyes, lo mismo que a Pietro de Courtenai y a Filipo de Beauvais, sobrino del rey de Francia: todos se embarcaron de vuelta a Durazo. En 1189, Guillermo II se sumó inmediatamente a la llamada del Papa Clemente III a la Tercera cruzada, pero no pudo participar activamente porque halló súbitamente la muerte. A primeros de abril de 1191, mientras el rey Ricardo estaba en Messina con Felipe Augusto de Francia antes de la expedición, en Bríndisi estaba alojada su madre, Eleonora de Aquitania, y su novia Berengaria de Navarra, que se hospedaron en la casa del almirante brindisino Margarito. Después Berengaria se embarcó, con Giovanna, hermana de Ricardo, para Siria, celebrándose finalmente su matrimonio en Chipre, el siguiente 12 de mayo. Esa Tercera cruzada no tuvo el éxito esperado: Guillermo II murió el mismo año del inicio de la cruzada. El emperador Barbarroja murió en el viaje antes de llegar a Tierra Santa, ahogado en un río de Cilicia. Felipe II de Francia el 12 de julio de 1191 logró la rendición de Acre pero, no muy convencido de la empresa, regresó a Europa, desembarcando en Bríndisi con toda su tropa.

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Itinerarios de la prima segunda y tercera cruzada

El ejército inglés del rey Ricardo, finalmente, solo llegó a conquistar algunas ciudades de la costa, pero no Jerusalén, que se mantuvo en manos de Saladino y así, también el soberano inglés, vencido y humillado, dejó Acre en el año 1192, directo a Bríndisi, donde se cree que no pudo, sin embargo, desembarcar, porque naufragó sobre la costa de Friuli. En los últimos años del reinado de los Normandos, volvió a Bríndisi Margarito, llamado Margaritone, quien fue un gran almirante, leal militar y ministro consejero de los dos últimos reyes normandos: Guillermo II el Bueno y su sucesor, Tancredo, de hecho, el último rey normando. Margarito realizó numerosas hazañas en el mar por orden de Guillermo II, en algunas de las cuales también fue en ayuda de los cruzados que, luchando en Tierra Santa durante la Tercera cruzada, se hallaron en grandes dificultades. Famosa fue la ya citada suntuosa casa que Margarito se hizo construir en cercanías de la “roca”, la Domus Margariti, una casa para aquellos tiempos ciertamente espléndida, con baños, jardines, y todo lo necesario. Un palacio que después, en 1215, Federico II, en parte regaló a los caballeros Teutónicos y en parte destinó a sede de la ceca de Bríndisi. En el año 1194, el mismo de la muerte de Tancredo y del fin del reino normando, Margarito fundó en Bríndisi un monasterio afuera de la puerta a Lecce, cuya iglesia fue después llamada de Santa María del Puente. Acercándose el fin del reinado de los Normandos decayó, sin embargo, la fortuna de Margarito, que murió en desgracia solo un año después, en 1197, ciego y prisionero en Alemania.

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Tancredo en 1189 fue coronado rey de Sicilia al fallecimiento de su padre, Guillermo II, concertó el matrimonio de su hijo, Roger III, celebrado en 1193 en la catedral de Bríndisi, con Irene Ángelo, hija del emperador bizantino Isaac II. Para la ocasión se reconstruyó la romana “fuente grande” que, de allí en adelante fue denominada “fuente Tancredo”.

El claustro del monasterio de las Benedictinas

La Fuente Tancredo en Brindisi

En la catedral de Bríndisi, a fines de julio de 1192, fue también la investidura oficial de rey de Sicilia conferida al mismo Roger III, en la espera de la ceremonia de coronación que debía celebrarse en Palermo. Roger III tomó en su mano el reino al lado de su padre Tancredo, pero en diciembre de 1193, a la edad de solo diecinueve años, murió. En su lugar Tancredo designó rey de Sicilia a su otro hijo, Guillermo III, de solo nueve años, confiando la regencia a su mujer Sybilla. El mismo Tancredo murió al año después, en 1194, a la edad de 55 años: fue él de hecho, el último verdadero rey normando. El emperador Enrique VI, en efecto, apenas murió el rey Tancredo, descendió a Italia y reivindicó el reino de Sicilia para su hijo, Federico II, legitimado en cuanto que era hijo de Constanza de Altavilla, su esposa normanda.

Bibliografía: - TRA NORMANNI E SVEVI NEL REGNO DI SICILIA: MARGARITO DE BRÍNDISI: G. Carito -2013 - SULLA PRESUNTA ZECCA DI BRINDISI IN ETÁ NORMANNA E SUI FATTI OCCORSI NELLA CITTÁ DAL 1042 AL 1194: E. Travaglini -1973 - BRINDISI AL TEMPO DELLE CROCIATE: O. Giordano -1972

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Bríndisi Suaba (1194 - 1268) Los Suabos de la casa de Hohenstaufen gobernaron solo por algunos decenios, del 1194 al 1268, pero aquellos fueron años importantes para Bríndisi, porque fue tenida en mucha consideración por Federico II, el famoso y carismático emperador del sacro imperio romano, al cual le fue atribuido el célebre saludo a la ciudad, pronunciado a su regreso de Tierra Santa, después de haber terminado con éxito la Sexta cruzada: “Filia Solis Ave, nostro gratissima Cordi” En marzo de 1198, no obstante la muerte de Enrique VI, del puerto de Bríndisi los cruzados alemanes zarparon para la Cuarta cruzada las treinta naves preparadas. Pero la cruzada se le fue de la mano del papa Inocencio III que la había convocado y que acabó, en abril de 1204, con el saqueo de Constantinopla por parte de los cruzados y de los Venecianos, que después se repartieron el imperio bizantino y crearon el imperio “latino”, que duró menos de 60 años, hasta 1261, cuando se restableció el bizantino. En 1212 de Bríndisi salió también el así llamado “ejército de los niños”, organizado por un predicador de doce años, el pastorcillo alemán Nicolás, que convenció y reunió a 8.000 de su misma edad diciendo que había caminado sobre el mar y que había convertido al cristianismo a los infieles de Tierra Santa. Sin haber obtenido la bendición del papa, los pequeños cruzados se fueron a Ancona, donde según la profecía el mar se abriría delante de ellos, lo cual no ocurrió. Llegados luego a Bríndisi, el arzobispo Gerardo, cuasi moribundo, buscó sin resultado el oponerse y persuadir a los adolescentes a abandonar el absurdo proyecto, pero estos, después de padecer robos y violencia, pudieron encontrar algunas naves directas para Oriente, donde terminaron vendidos como esclavos. En 1215 llegó a Bríndisi el santo franciscano Egidio de Asís acompañado de un cofrade, y los dos frailes permanecieron en la ciudad por algún tiempo a la espera de embarcarse. Durante la Quinta cruzada, que duró de 1217 a 1221, Bríndisi y Messina fueron los puertos de encuentro y de partida de los ejércitos que iban hacia los santos lugares. Del puerto de Bríndisi en 1217 zarpó la flota de Pedro de Courtenay, coronado por el pontífice Honorio III como emperador latino de Constantinopla, para expugnar Durazo junto a la flota veneciana, pero después de una calamitosa navegación fue vencido y capturado en la otra orilla adriática, y murió prisionero. En septiembre del año siguiente, 1218, después de una estancia de cerca de un año en Bríndisi, partió una flota en socorro de Jerusalén a las órdenes del legado papal, el obispo Pelagio de Santa Lucia.

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En marzo de 1221, Federico II envió de Bríndisi a Damieta una flota de cuarenta galeras bien armadas. No obstante aquel enorme esfuerzo bélico, la Quinta cruzada, fracasó miserablemente con la triste derrota del 8 de septiembre de 1221. Federico II en 1222 encontró en Bríndisi a Giovanni di Brienne, rey de Jerusalén, y el 9 de noviembre de 1225 se casó en la Catedral de Bríndisi con la joven hija Isabella, reina de Jerusalén.

Retrato de Federico II con el halcón

Cuando en 1227 el papa Gregorio IX, recién elegido, insinuó a Federico II no aplazar más la cruzada, la ciudad de Bríndisi fue escogida como el único puerto de reunión y de salida de la Sexta cruzada que debía estar dirigida por el soberano más carismático del Medioevo, Federico II de Suabia, el cual convocó a reunirse en Bríndisi a los príncipes y a los caballeros cruzados para iniciar finalmente la expedición. Hermano de Salza, maestro de la Orden Teutónica, difundió la noticia y en el transcurso de algunos meses de toda Europa llegaron a Puglia miles de guerreros, liderados por hombres intrépidos, tales Ludovico, landgrave de Turingia. Fondeada en el puerto de Bríndisi, la flota imperial compuesta por 50 galeras y naves de transporte estaba lista para embarcar a las decenas de miles de gente armada llegadas en número exorbitante; solamente de Inglaterra llegaron 60.000.

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Las embarcaciones fueron, sin embargo, insuficientes para acoger a todas las guarniciones y proveer de comida, agua y de cuanto se necesitara. Las condiciones higiénico-sanitarias precarias, la incomodidad y el calor tórrido causaron una terrible peste de paludismo, que en breve hizo estragos entre los cruzados, muchos de los cuales se dispersaron por toda Italia propagando el mal. Los hospitales, aunque eran numerosos, los de los Benedictinos de Santa María Veterana y los pertenecientes a las órdenes militares activas en la ciudad -los Teutónicos, los Templarios y los Hospitalarios- fueron insuficientes y en el cementerio al lado del hospital de San Martín fueron sepultados numerosos cruzados fallecidos a causa de la pestilencia. Entre las víctimas estaban los obispos de Anjou y de Augusta. Finalmente, en agosto la flota inició el viaje hacia Tierra Santa: el 24 de agosto salió el primer contingente seguido del segundo el 1 de septiembre y del tercero el 8, con Federico II y el lugarteniente Ludovico, landgrave de Turingia. Sin embargo, ambos estaban enfermos y tres días después, en Otranto, Ludovico murió y Federico II decidió quedarse para curarse, confiando el mando de toda la flota al duque de Limburgo. La noticia llegó a Gregorio IX y el pontífice, sintiéndose engañado, no perdonó al emperador y el 29 de septiembre en Anagni lanzó la excomunión contra el Suabo. En una carta enviada a todos los obispos, Gregorio IX acusó a Federico II de haber convocado al ejército en un período de calor en un lugar notoriamente malsano, y de fingir estar enfermo para retener a los cruzados y de no haber dudado en asesinar a Ludovico para apoderarse de sus bienes. Federico II, que había viajado a Pozuelo para una cura de baños termales, decidió partir al año siguiente y apenas se recuperó retomó la preparación de la cruzada y envió a 500 caballeros a la vanguardia. Después, el 28 de junio de 1228, se embarcó en sus naves reunidas de nuevo en Bríndisi dando finalmente comienzo a la Sexta cruzada, la única que salió del todo de Bríndisi y que pasó a la historia como la cruzada de los excomulgados. El papa Gregorio IX comentó: “Ignoramos qué estúpido consejo había seguido, mejor dicho, qué diabólica astucia le había sugerido, sin penitencia ni absolución, a dejar en secreto el puerto de Bríndisi, sin dejar claro a dónde se dirigía”. En realidad, el papa actuaba de mala fe o bien estaba desinformado, porque el emperador había delineado públicamente con detalles y claridad, tanto su meta como los objetivos de su expedición. La flota predispuesta en Bríndisi por Federico II para la Sexta cruzada embarcó solo un pequeño ejército y numerosos peregrinos. Después de la parada en Corfú y en Chipre, la

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flota llegó a San Juan de Acre el 7 de septiembre de 1228 y Federico II, sin sostener combate alguno, en el año 1229 estipuló una diplomática paz con el sultán Malek Al Kamil, con la cual Jerusalén pasó a control cristiano por diez años, concediendo a los musulmanes el acceso a los lugares de culto. Federico II regresó como rey de Jerusalén con solo dos galeras a Italia y desembarcó en Bríndisi el 10 de junio de 1229, seguido por un contingente armado, y antes de pasar a Barletta organizó la reconquista del reino, que en parte había estado ocupado por las armas papales guiadas por Giovanni de Brienne. En Puglia solo tres ciudades permanecieron fieles a Federico II: Barletta, Andria y Bríndisi. Sobre la llegada del emperador al puerto, el historiador Kantorowicz, que fue biógrafo federiciano, comentó: “era tan sorprendente aquel suceso que al ver la insignia imperial los habitantes de la ciudad no creían a sus propios ojos, porque ya habían llorado a Federico II por su muerte”. Federico II hizo realizar en Bríndisi la construcción del gran castillo de tierra, una majestuosa fortaleza cuadrilátera con cuatro torres circulares en los ángulos circundadas por un foso, erigida probablemente sobre los restos de la precedente “roca” normanda, y proveyó al mismo tiempo a reparar las obras del puerto y a mejorar el cinturón de murallas de la ciudad, con la reconstrucción del arco ojival de Puerta Mesagne.

El castillo suabo construido en Bríndisi por Federico II - También dicho ‘Castillo de tierra’

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En aquellos mismos años, en torno a 1235, fue construida la iglesia de Santo Domingo con un monasterio anexo, llamada seguidamente del Cristo o del Crucifijo, cuando un adinerado veneciano de regreso de Oriente con un precioso crucifijo debió descansar varios días en Bríndisi a causa de una fuerte tempestad. El prior de Santo Domingo sugirió al veneciano el desembarcar el crucifijo para que descansara en un lugar apropiado, o sea en la iglesia. Sin embargo, al momento de reiniciar su partida, ninguno pudo mover al crucifijo de su lugar y el veneciano debió contentarse con emprender su camino llevando solo un dedo del mismo, el índice de la mano derecha. Durante el dominio suabo, en Bríndisi funcionó una importante ceca, que se añadió en el reino a la de Messina: allí se acuñaron los tares, los augustales de oro y los denarios apulenses. La sede de la ceca fue la llamada Domus Margariti.

Augustal de oro de Federico II: Ceca de Bríndisi, 1230

La participación de Bríndisi a las cruzadas tuvo como último acto el episodio del desembarco del rey Luis IX de Francia, hermano de Carlos de Anjou, durante la Séptima cruzada, que duró del año 1248 al 1254. En 1250, Luis IX en el intento de arrancarles a los infieles el Santo Sepulcro, en la toma del Cairo cayó prisionero de Saladino, el cual declaró estar dispuesto a devolverle la libertad a cambio de una enorme suma de dinero, que el rey debía entregarle personalmente, mientras que Saladino retendría la hostia consagrada que, por concesión papal especial, el devotísimo rey de Francia llevaba siempre consigo. Luis IX llegó a Bríndisi y Federico II, que por aquella época estaba a pocos meses de su partida, hizo acuñar todo el dinero requerido en la ceca de la ciudad: 30.000 marcos de oro, con los cuales Luis IX se presentó en Damieta ante la presencia de Saladino para pagarle el rescate pactado y hacerse devolver la hostia consagrada.

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Saladino, impresionado de la lealtad de Luis IX no quiso el dinero y devolvió la hostia consagrada. Estos dineros “volvieron” a Bríndisi y por aquel episodio fueron llamados “tornesi” porque fueron devueltos y también porque hicieron “volver” libre al francés de la prisión de Tierra Santa. El rey Luis IX regresó enseguida a Bríndisi, pero el furor del viento imposibilitó que su nave pudiera atracar y terminó encallando sobre un escollo cerca de tres millas de la ciudad. Conocedor de la costumbre del soberano francés de viajar con la hostia consagrada, apenas llegó la noticia a la ciudad del cuasi naufragio, el arzobispo Pietro II en persona quiso ir al lugar seguido de todo el clero y de buena parte del pueblo de Bríndisi, y dada su avanzada edad pensó en servirse de un caballo para recorrer rápidamente aquel trayecto relativamente largo. Apenas llegó al lugar del naufragio, cerca de la posteriormente llamada Torre Caballo, el arzobispo se acercó a la nave y de la mano del capellán de a bordo, Roberto de Sorbòn, tomó en depósito el precioso cáliz contentivo de la hostia consagrada y lo llevó triunfalmente hasta la Catedral en procesión en unión del pueblo, que a pie seguía al caballo con su caballero y su preciosa carga. Fue aquella la primera vez en que la eucaristía iba en procesión fuera de los muros de una iglesia. Y fue aquel el episodio que después de algunos años inspiró la bula papal de Urbano III -Transitur de 1264- con la cual se instituyó en toda la Iglesia universal la procesión del Corpus Domini.

El arzobispo de Bríndisi a caballo con la eucaristía

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Y en Bríndisi en recuerdo de aquella primera vez, se le concedió hasta hoy día el uso especial de usar el caballo en una tradición, única en todo el mundo, llamada, en efecto, del “caballo parado”. El arzobispo para la circunstancia cabalga siempre sobre un caballo blanco. El grupo, hacia 1716, iba bajo dosel cubierto de dos parasoles hechos con plumas de pavo real, pero después se recurrió a una sencilla sombrilla de brocado de oro. Federico II murió el 13 de diciembre de 1250 y sus títulos pasaron a su hijo legítimo Conrado IV, mientras que al hijo ilegítimo Manfredo le tocó la lugartenencia del reino de Sicilia, que vino a ser equivalente a un trono para todos los efectos con la muerte prematura de su hermano medio Conrado IV.

Castillo de Federico II Castel del Monte

Tumba de Federico II Catedral de Palermo

Manfredo, sin embargo, resultó ser un soberano poco amado y, por sus claras ambiciones expansionistas, entró muy pronto en conflicto con el papa francés Urbano IV, el cual pidió ayuda a Carlos de Anjou, hijo del rey de Francia Luis VIII, y hermano del siguiente rey Luis IX, coronándolo en Roma rey de Sicilia. En 1255, Bríndisi se alió con el papa y se rebeló contra Manfredo, atacando sus tropas en Nardó junto a Tommaso de Oria. Manfredo se dirigió entonces sobre Bríndisi y, después de un prolongado y luchado asedio, la retomó en 1257. Finalmente, Manfredo murió en batalla campal cerca de Benevento en 1266, y Conradito de Suabia, el joven hijo de Conrado IV, bajó a Italia en el intento de rescatar las posesiones de la familia, pero su expedición, después de haber seguidamente tenido una ruinosa derrota en Tagliacozzo en 1268, tuvo fin trágicamente con su decapitación. El reino italiano de los Suabos de la casa de los Hohenstauffen había acabado y se había iniciado el de los Angevinos franceses, con Carlos I de Anjou.

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Rodolfo I 1273-1291 Alberto I 1298-1308 Discendenza Lussemburgo Enrico VII 1308-1313 Ludovico di Baviera 1313-1347 Carlo IV 1347-1378 Venceslao 1378-1400 Ruperto 1401-1410 Sigismondo 1410-1437

Discendenza Sassonia Enrico II 1002-1024 Discendenza Franconia Corrado II 1027-1039 Enrico III 1046-1056 Enrico IV 1084-1106 Enrico V 1111-1125 Lotario II 1125-1138

Discendenza Asburgo Alberto II 1438-1439 Federico III 1452-1493 Massimiliano I 1493-1519 Carlo V 1519-1556 Ferdinando I 1556-1564 Massimiliano II 1564-1576 Rodolfo II 1576-1612 Mattia 1612-1619 Ferdinando II 1619-1637 Ferdinando III 1637-1657 Leopoldo I 1658-1705 Giuseppe I 1705-1711 Carlo VI 1711-1740 Discendenza Wittelsbach

Discendenza Hohenstaufen Corrado III 1138-1152 Federico I 1153-1190 Enrico VI 1191-1197 Ottone IV 1209-1218 Federico II 1220-1250 Discendenza Asburgo Rodolfo I 1273-1291 Alberto I 1298-1308

Carlo VII 1742-1745

Discendenza Lussemburgo Discendenza Asburgo Francesco I 1745-1765 Enrico VII 1308-1313 Giuseppe II 1765-1790 Ludovico di Baviera 1313-1347 Francesco II 1792-1806 Carlo IV 1347-1378 Venceslao 1378-1400 Emperadores del Sacro Romano Imperio: entre 1000 y 1800 Ruperto 1401-1410 Sigismondo 1410-1437 Discendenza Asburgo Alberto II 1438-1439 Federico III 1452-1493 Bibliografía: Massimiliano I 1493-1519 - BRINDISI: R. Alaggio -2015 Carlo V 1519-1556 Ferdinando I 1556-1564 - BRINDISI IN ETÁ SVEVA: G. Carito -1994 Massimiliano II 1564-1576 Rodolfo IID´ORIA 1576-1612 - TOMMASO NELLA LOTTA TRA MANFREDI E LA CHIESA: Mattia 1612-1619 A. Ancona -1974 Ferdinando II 1619-1637 - LA CITTÁ DI BRINDISI NEL CONTESTO DE LA VICENDA FEDERICIANA: F. M. De Ferdinando III 1637-1657 Leopoldo I 1658-1705 Robertis -1974 Giuseppe I 1705-1711 - LA ZECCA DI BRINDISI IN DOCUMENTI E SCRITTI DI EPOCA SVEVA: E. Carlo VI 1711-1740 Travaglini -1972 Wittelsbach Discendenza

- BRINDISI IGNORATA: N. Vacca -1954 Carlo VII 1742-1745 - BRINDISI AL TEMPO DELLE CROCIATE: O. Giordano -1972 Discendenza Asburgo Francesco I 1745-1765 Giuseppe II 1765-1790 Francesco II 1792-1806

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Bríndisi Angevina (1268 - 1442) Decapitado que fue Conradito de Suabia en el 1268, los franceses de la Casa de Anjou pudieron asumir el trono del reino de Sicilia con Carlos I y con la bendición de su paisano francés papa Clemente IV. También el rey Carlos I de Anjou, como antes que él hicieron casi todos los reyes normandos y los Suabos, puso especial cuidado en Bríndisi, a la que visitó varias veces reconociéndole en seguida el gran valor estratégico, tanto militar como comercial. En defensa del puerto de Bríndisi de la posibilidad y probabilidad de ataques de los enemigos venidos por mar, el rey Carlos I de Anjou dispuso varias obras defensivas. Mandó construir un segundo castillo de tierra, sobre la colina adyacente a la actual estación portuaria y lo fortificó. Y también amplió notablemente el castillo suabo. También hizo poner sobre el canal de entrada del puerto interno, una cadena de hierro que se tendía entre dos torres durante la noche y que se retiraba bajo un cobertizo durante el día. La primera de las dos torres fue terminada al principio del año 1279 sobre tierra firme del lado de poniente, mientras que la segunda, construida en el mar, tuvo un proceso más lento que duró hasta casi el fin del año. Alrededor de las dos torres se construyeron también unas pequeñas fortificaciones para alojar a la guardia y a los encargados de la cadena que se tendía entre las dos torres cada noche y que, en caso de peligro, cerraba el acceso del canal. Dichas dos torres fueron más tarde sustituidas por dos gruesas pilastras, las cuales fueron a su vez dejadas en desuso cuando en el año 1577 se completó la construcción del Fuerte de mar, que dejó sin uso la cadena. La torre adyacente a la orilla de San Apolinar pronto se arruinó y con sus cimientos y estructura circundantes se formó el llamado seco angevino, finalmente excavado con las obras de mitad del año 800, mientras que la otra permaneció en pie ocupada por la guardia aduanera hasta cuando, en 1775, Pigonati la hizo destruir con el fin de utilizar los materiales para su casi inútil obra de reapertura del canal. Aunque está documentada la existencia ya durante el período romano de una torre-faro sobre la costa brindisina, fueron los reyes normandos los que iniciaron el edificar construcciones que sirvieran, además de faros, como torres de avistamiento y también como primeros baluartes de defensa. Después, los Suabos continuaron utilizando aquellas torres, integrándolas y reforzándolas.

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Pero fue en el período angevino, y en particular durante el reinado de Carlos I y de su hijo Carlos II que se sintió la exigencia de unas mayores fortificaciones costeras y hacia el final del siglo XIV fue construida la Torre Caballo, inmediatamente al sur del puerto, y probablemente también una torre cilíndrica en la isla de San Andrea constituyendo aquellas dos torres, un primer sistema defensivo costero que fue un siglo después, alrededor de 1570, integrado por otras cuatro torres: primero la Torre Mattarelle, más al sur y después, la Torre Penne, la Torre Testa y la Torre Guaceto, más al norte. Fue el rey Carlos I de Anjou, personado en Bríndisi, quien quiso la construcción de la torre, después conocida como la Torre del Caballo, cerca del lugar del naufragio de su hermano el rey Luis IX de Francia, para que se pusiese en ella un faro con el que los navegantes pudiesen evitar los infortunios frecuentes en las noches oscuras y tempestuosas.

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Cuando el rey supo que en 1275 el brindisino Pasquale Facciroso, a su muerte, había dejado cincuenta onzas de oro para que en el lugar llamado “Escollo del caballo” se construyese una torre| con un faro, mostró en seguida un gran empeño particular en aquella realización, hasta ordenar después de un año la finalización -a expensas del gobiernosegún un diseño que él mismo había hecho en ocasión de una inspección suya en Bríndisi: una planta circular de 15 metros de diámetro, con altura de 22 metros, dos losas arqueadas más una mezzanina, y una culminación almenada de un metro de alto. Sucedió, sin embargo, que “...por los fuertes vientos y las marejadas, los errores en el proyecto y los materiales baratos...” la torre aún inconclusa, se vino abajo. El soberano entonces dispuso que lo ya construido fuese derribado completamente y que se hiciese inmediatamente una reconstrucción sólida y fue así como solo en 1301, bajo Carlo II Anjou, la Torre del Caballo se terminó por completo.

Torre Caballo: Según documentos angevinos

En el período angevino, revistió también gran importancia el arsenal marítimo que, de factura imponente, ya deseado por Federico II, fue finalmente construido por Carlos I y fue posteriormente varias veces reforzado por los Angevinos. Otra obra importante de la que el rey Carlos I de Anjou se ocupó en Bríndisi fue la ceca, o casa de acuñación, para cuya ampliación hizo construir un nuevo local especial en reemplazo de la antigua sede suaba, ya no muy funcional, la Domus Margariti, la cual fue entonces donada a los frailes menores que la convirtieron en convento adyacente al cual, posteriormente, en 1322, le construyeron una gran iglesia: la de San Pablo.

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Ceca de Brindisi – Monedas de Carlo I Anjou rey de Nápoles

Los proyectos, o tal vez los sueños, expansionistas franceses concebidos por Carlos I de Anjou, que incluían la conquista de Oriente y que tenían en Bríndisi una natural y fuerte referencia estratégica, fueron, sin embargo, bruscamente interrumpidos por el estallido de los movimientos insurgentes en Sicilia: las Vísperas sicilianas de 1282. Y, años después, cuando el rey se dirigía a Bríndisi para asumir en persona el mando de la armada con la cual emprender la campaña de reducción de los rebeldes, la muerte lo sorprendió en Foggia, el 7 de enero de 1285. En el primer año del reinado de Carlos II de Anjou, iniciado en 1285 y durado hasta su muerte ocurrida en 1309, Bríndisi sufrió una fuerte y duradera carestía, tal vez a causa de la prolongada guerra contra los Aragoneses instalados en Sicilia y de la larga permanencia en el puerto de la flota militar, que en aquella guerra en curso incluía la de la base naval de Nápoles. En 1298 la guerra llegó hasta las puertas de Bríndisi, cuando la ciudad defendida por el capitán francés Godofredo Granvilla, resistió el asedio del capitán aragonés Rugerio de Loira, el cual en poco tiempo había tomado Otranto y Lecce. Por los mismos años Roger de Flor, que había nacido en Bríndisi en 1267 de una noble señora brindisina y había quedado huérfano del padre alemán, Ricardo Blum, caído en combate con Conradito de Suabia en la batalla de Tagliacozzo contra el ejército angevino, era ya un experto oficial de marina, furioso con Carlos II de Anjou por haber este confiscado los bienes de su padre, pasó a combatir con los ejércitos aragoneses y en el año 1299, como vicealmirante, fue el artífice de la liberación de Mesina del asedio angevino.

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Después de 1302, el almirante brindisino pasó a combatir al servicio del emperador de Oriente Andrónico II, en guerra contra los Otomanos, obteniendo numerosas victorias contra los Turcos, ganando mucho prestigio y la consideración del emperador, que sin embargo, le valió también la envidia del hijo, Miguel, heredero del trono que, sospechando de aquel prestigioso soldado de grandes éxitos y que no era ni siquiera cuarentón, lo hizo asesinar en 1305. Carlos II de Anjou hizo construir en Bríndisi la iglesia de Santa María Magdalena y en el año 1305 la donó a los padres del convento de Santo Domingo. Después de la muerte de Carlos II, el ascenso al trono del Reino de Nápoles de su hijo Roberto de Anjou coincidió con un triste y trágico destino, que se consumó en Bríndisi en el verano de 1310: el inicuo proceso contra los Templarios del reino de Nápoles celebrado en Santa María de Casale. Para aquel proceso debió ser transferido a Bríndisi todo el aparato de la “justicia” y la escogencia de la sede indica que Bríndisi debía representar en el reino, el lugar de mayor actividad y de mayor frecuencia de aquellos caballeros, como del resto lo demuestran otras numerosas circunstancias. Que el proceso fue celebrado en Santa María del Casale no significa que lo fue dentro de la actual iglesia -que no existía entonces en cuanto que solo fue edificada un año después por Caterina de Valois, mujer de Felipe, príncipe de Tarento, incorporándola en el interior de una antigua capilla- sino más bien en algún convento o edificio adyacente que tomó del título de la capilla el nombre.

Santa María del Casale: sede del “Juicio a los Templarios del reino de Nápoles“

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En cuanto a la circunstancia de que para el infame proceso fuera escogido un lugar solitario a campo abierto, se explicaría con el hecho de que se trataba de un “proceso” que, por las cosas absurdas que se habían dicho y por las evidentes injusticias que en el procedimiento y en el fondo del asunto se habían consumado, les pareció muy oportuno a los organizadores -Carlos II de Anjou, rey de Nápoles y su primo Felipe el Hermoso, rey de Francia- de tener lo más lejos posible los ojos y los oídos de la gente. Fueron preparadas las 127 acusaciones más absurdas y con las calumnias más evidentes hacían sostener falsos testimonios pagados, así como con pretendidas confesiones arrancadas con tortura. Los inquisidores se instalaron el día 15 de mayo y procedieron a toda prisa a dictar sentencia contra los indefensos Templarios, detenidos y torturados, en el castillo de Barletta, vetados en cuanto a tomar parte en el proceso que se realizaba a sus espaldas. Los imputados fueron condenados, y los bienes ejecutados y el mandato judicial suprimido. La débil autoridad papal de Clemente V carecía de la suficiente energía para influir y enfrentarse a tanta ignominia. Los arzobispos de Bríndisi y de Benevento, que estaban oficiando entre los jueces, solo hallaron la fuerza para rehusarse a intervenir en el proceso. El rey Roberto de Anjou, iniciando su reinado se ocupó de modernizar la administración del estado napolitano y comenzó su gobierno aligerando las tasas y extendiendo la obligación del pago a los señores feudales y a los barones que habían estado exentos hasta entonces. El 9 de marzo de 1315, el rey decretó que la unidad de pesos y medidas para el comercio, anárquicamente disímiles de ciudad en ciudad y de villa en villa, fueran homologadas al menos a nivel regional, y para la Tierra de Otranto estableció que fuese justamente la tasa de Bríndisi la que prevaleciera “…observando que la ciudad de Bríndisi es más famosa que las otras ciudades y tierras de toda la provincia”. Durante el reinado de Roberto de Anjou, en torno a 1320, los Hospitalarios edificaron sobre la margen del cuerno derecho del puerto interno, el del Seno de Poniente, una iglesia en honor a San Giovanni con el anexo de un albergue. Además, en aquel mismo período, se inició la edificación de la iglesia de Santa María del Casale y paralelamente, quizás en el mismo lugar donde había estado la famosa “roca normanda”, se inició también la construcción del templo de San Pablo ermitaño, que se terminó en 1322, uniéndolo al convento ya habitado por los padres Franciscanos, que había sido establecido antes en las instalaciones de la antigua Domus Margariti. El rey Roberto de Anjou gobernó mucho tiempo, hasta su muerte en 1343, sobreviviendo por lo tanto a su gran adversario aragonés, Federico III, rey de Sicilia, quien murió en 1337.

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San Pablo ermitaño: iglesia y monasterio franciscano

El rey Roberto de Anjou murió dejando en herencia a su sobrina Giovanna I un reino angevino bastante debilitado, tanto en el plano internacional como en el interno, y para Bríndisi vinieron años muy tristes. A la carestía de 1345 y a la desolación de las crueles luchas ciudadanas entre las familias potentadas de los Cavallerio y de los Ripa -que se transformaron en el año 1346 en una lucha civil degenerando en horribles asesinatos y saqueos en toda la ciudad- se unió la célebre terrible peste de aquel 1346, que redujo a la miseria total a la ciudad. Giovanna I, al unirse al cisma de Occidente, entró en conflicto con el papa Urbano IV que la excomulgó y que en 1382 coronó como rey de Nápoles a Carlos III de Durazo. En reacción a aquella decisión del papa, Luis de Anjou, hermano del rey Carlos V de Francia, invadió el territorio del reino de Nápoles en el curso de 1383 y en poco tiempo llegó a Bríndisi, que fue tomada y bárbaramente saqueada.

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Después, sin embargo, justo en la batalla para la retoma de Bríndisi, el ejército de Luis fue vencido por el duraciano Alberico de Barbiano y de allí a poco Luis murió de improviso en Bisceglie. Años después, en 1394, Luis II de Anjou, renovando las pretensiones del padre sobre el reino de Nápoles, saqueó Bríndisi que había permanecido fiel a los duracianos. A Carlos III de Durazo le sucedió en el trono de Nápoles su hijo Ladislao, entonces niño. Con Ladislao de rey, Bríndisi permaneció como posesión directa de Margarita, la regente madre, para después pasar, en 1414, con la muerte de Ladislao y bajo el reinado de su hermana Giovanna II, a Giovanni Antonio Orsini del Balzo, hijastro del rey Carlos III. Giovanna II murió en 1435 y el reino de Nápoles pasó finalmente al poderoso rey de Sicilia, Alfonso de Aragón, el cual -sostenido también por Giovanni Antonio Orsini del Balzo, príncipe de Tarento, quien se había alzado a la reina Giovanna II cambiando de bando- después de múltiples y alternadas batallas logró, en el año 1442, prevalecer sobre el otro pretendiente al trono designado por la reina, René de Anjou, hermano menor de Luis III de Anjou. Con aquella reina segundogénita, la casa angevina -la duraciana- terminó de reinar en Nápoles después de 60 años de desgobierno, dejando a Bríndisi en un estado lamentable, consecuente con aquel período calamitoso durante el cual, los saqueos, los incendios, la carestía y los demás hechos propios de las guerras civiles y de las guerrillas urbanas, se vieron pronto sucedidos también por el terremoto, la peste y la inundación.

Bibliografía: - LE MURA DI BRINDISI: SINTESI STORICA: G. Carito -1981 - 200 PAGINE DI STORIA BRINDISINA: G. Roma -1968 - LA ZECCA DI BRINDISI IN DOCUMENTI E SCRITTI DI EPOCA SVEVA: E. Travaglini -1972 - BRINDISI IGNORATA: N. Vacca -1954

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Bríndisi Aragonesa (1442 - 1496) Fue, por tanto, en 1442, cuando el rey Alfonso V de Aragón y I de Sicilia, ganó la partida mantenida durante siete años sobre René de Anjou y logró apoderarse del reino de Nápoles reunificando el territorio del antiguo reino de Sicilia, que había sido normando y suabo, instituyendo como capital a la ciudad campana. Bríndisi estaba señoreada por el príncipe de Tarento, Giovanni Antonio Orsini Del Balzo, el cual con el acceso al trono de Nápoles del aragonés Alfonso I había adquirido aún más prestigio y poder, habiendo sido uno de los más entusiastas y efectivos sostenedores del nuevo soberano en la lucha contra el representante de la casa angevina. Preocupado el príncipe Orsini de la potencia en franca ascensión de los venecianos, sin lugar a dudas con buenas razones, obsesionado por la idea de que aquellos, teniendo el dominio del mar, podrían apoderarse fácilmente de Bríndisi, en1449 maduró y desarrolló -para impedirlo- una estratagema, extraña en cuanto que desafortunada, que al final resultaría funesta en alto grado para Bríndisi: «...Allí donde la desembocadura del canal era atravesada por una cadena asegurada lateralmente a las torretas situadas en las dos orillas, hizo hundir una embarcación cargada de piedras y tapó de tal manera el canal que solo permitía el paso de embarcaciones pequeñas. ¡Nunca debió hacerlo! De ahí que el vertimiento de piedras en el puerto fuera la causa grave de la malaria y de la mortalidad en los habitantes. Tal vez hubiera sido mejor, y sin tal vez, que alguno de los temidos ocupantes se hubiese adueñado de Bríndisi, antes de que el príncipe hubiese podido realizar el desventurado proyecto. Fue fácil y poco costoso sumergir una embarcación cargada de piedras y la posteridad solo conocería de la fatiga y cuánto dinero el que se necesitó para sacarla y dejar libre -nuevamente- el canal. Más perjudicial para los ciudadanos fue esta preocupación del príncipe, que temía perder un fragmento de su estado, que todas las precedentes y las siguientes devastaciones. La obra inconsulta del príncipe fue naturalmente mal vista en la ciudad, la cual preveía dichas tristes consecuencias. Pero el hecho estaba cumplido...» -F. AscoliAparte de este “detalle” Bríndisi gozó bajo el príncipe de Tarento y el rey Alfonso I de unos cuantos años de tranquilidad e -incluso- de recuperación, si bien quedando siempre muy lejos de la de antes y, más aún, de la del antiguo esplendor. Entre las importantes ciudades salentinas Bríndisi no era ciertamente la última, ni siquiera por la población, que alrededor de 1450 había alcanzado tres mil fuegos, 15.000 mil habitantes. Pero una tremenda desgracia se cernía sobre la ciudad: a fines de 1456, el 5 de

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diciembre, un terremoto terrible afectó a gran parte del reino de Nápoles, y Bríndisi estuvo entre las ciudades más golpeadas «...Y la ruina cubrió y sepultó a casi a todos sus conciudadanos y quedó totalmente deshabitada... Y al terremoto siguió la peste, que invadió la ciudad y truncó la vida a aquel pequeño número de habitantes que habían sobrevivido al primer flagelo...» -Andrea Della MonacaEl 27 de junio de 1458 murió en Nápoles el rey Alfonso I y lo sucedió su hijo, ilegítimo pero legitimado después, Ferrante, con el nombre de Ferdinando I de Nápoles, que debió combatir a varios enemigos externos y el odio de muchos de sus barones, entre ellos el príncipe Orsini de Tarento que continuó tiranizando sobre Bríndisi hasta su muerte acaecida, con la alegría de los brindisinos, en 1463, tal vez estrangulado por los sicarios del rey. Los Brindisinos acogieron con gran entusiasmo al rey Ferdinando I, el cual quiso en gratitud ocuparse del bienestar de la desventurada ciudad, y con un real decreto del 10 de marzo de 1465 le otorgó importantes privilegios, gracias a lo cual Bríndisi pudo en poco tiempo, reedificarse y repoblarse. Con la ruinosa derrota sufrida por los Venecianos en Negroponte el 12 de julio de 1470, a manos de los Turcos de Mahomet II, ya apoderado de Constantinopla, las costas adriáticas del reino de Nápoles se volvieron inseguras y por eso el rey dispuso la fortificación de Bríndisi, encargándola a su hijo Alfonso, mediante la terminación de un cinturón de murallas en todo el frente del mar y estableciendo, justamente en la desembocadura del puerto interno, en la parte de levante, la erección de una gran puerta, denominada por Alfonso, en honor a su padre el rey Ferrante, “Puerta Real”. En 1480 el turco Mahomet II, ya dueño de Constantinopla decidió conquistar Bríndisi, envió una potente flota al mando de Ahmet Giedik, pero las desfavorables condiciones del mar le impidieron acercarse a Bríndisi y la flota fue desviada al sur. Así, el 28 de julio de 1480, Otranto fue atacada y después de dos semanas de asedio fue doblegada no obstante la heroicidad de la defensa. Con los habitantes muertos en batalla, o martirizados, o esclavizados, Otranto quedó en manos turcas por un año, hasta cuando, después de la muerte de Mahomet II y el largo asedio de Alfonso, hijo del rey Ferrante, los Turcos se retiraron. En aquel mismo 1481, Bríndisi fue fortificada aún más por Ferrante, el rey Ferdinando I, ordenando a su hijo Alfonso la construcción de una gran fortaleza en forma de torre cuadrada sobre la punta occidental de la isla de San Andrés, a la entrada del puerto, que los turcos llamaron castillo rojo por el color que a cierta hora parecía tomar la piedra de carparo con la cual fue construida: había surgido el Castillo Alfonsino, también llamado Aragonés.

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Después en 1484 fueron -por lo contrario- los Venecianos los que intentaron la conquista de Bríndisi alistando una flota al mando de Giacomo Marcelo, el cual pensó mejor en no atacarla desde el mar sino desembarcando en Guaceto desde donde inició la marcha contra Bríndisi. Pero Pompeo Azzolino, noble y corajudo brindisino, organizó un grupo de ciudadanos y salió al encuentro de Marcelo, enfrentándolo y derrotándo sus tropas hasta devolverlo al mar. Al regreso a la ciudad de Azzolino fue acogido triunfalmente por sus conciudadanos que ordenaron poner sobre la fachada de su palacio, del lado del mar frente al cuerno derecho, en el barrio Sciabbiche, una tarja de mármol en memoria del hecho. Alfonso continuó las obras de fortificación de Bríndisi y en el 1485 dotó de un gran antemuro la torre ya construida en la isla de San Andrés transformándola en castillo, y en 1492 hizo excavar un gran foso para tallar la isla para que así el mar, pasando por este foso, rodease el castillo por todas partes. El rey Ferrante hizo reforzar también el castillo de tierra, haciendo erigir en la orilla externa del foso otro cinturón de muralla y en los ángulos hizo construir cuatro baluartes redondos. Después hizo cubrir el foso con una bóveda firme para así obtener una calle interna protegida y provista de refugios bajo tierra, y por último hizo abrir dentro del fuerte una plaza, vacía por debajo para poder minarla en caso de necesidad.

Castillo Alfonsino – También dicho ‘Aragonés’ o ‘Castillo de mar’

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Ferrante murió el 25 de enero de 1494 y en el trono le sucedió su hijo Alfonso II, pero pronto abdicó este en favor de su propio hijo Fernando II, llamado Ferrantino, en el inútil intento de evitar la invasión del reino por parte de Carlos VIII de Francia, el cual pretendía la sucesión como heredero de los Angevinos. Pero la jugada no surtió los efectos esperados y también Ferdinando II, siguiendo los pasos de su padre Alfonso II, debió huir en el mismo año de 1495 a Sicilia donde, apoyado esta vez por Venecia, sostuvo una guerra de guerrillas, encabezada por Federico I, su hermano menor, contra los Franceses. En aquella dura y cruel guerra, Bríndisi estuvo siempre al lado de los Aragoneses, a diferencia de otras muchas ciudades salentinas, entre ellas Lecce y sobre todo Tarento, que fueron -por lo contrario- partidarias franceses. Quizás en reconocimiento de esto, el rey Ferdinando II, hizo acuñar una moneda con la frase grabada “fidelitas brundusina” y en el revés el escudo de la ciudad con las dos columnas. Finalmente, los Aragoneses conservaron el reino pero se convirtieron en “deudores” de Venecia a la cual le habían dado en prenda y garantía por lo recibido, la posesión de las ciudades de Trani, Otranto y Bríndisi, que pasaron de hecho a los Venecianos. El 30 de marzo de 1496 en la Catedral de Bríndisi se formalizó lo ya pactado entre Príamo Contareno, representante del Dogo de Venecia, Agustino Barbarigo, y el notario Gerónimo de Imprignatis, enviado del rey de Nápoles. Y este, Ferdinando II de Aragón, con una carta quiso excusarse y explicar a los brindisinos las razones de esa cesión y la supuesta temporalidad de la misma.

Bibliografía: - LE MURA DI BRINDISI: SINTESI STORICA: G. Carito-1981 - BRINDISI DURANTE L’INVASIONE TURCA DI OTRANTO: V. Zacchino - 1978 - BRINDISI E GALLIPOLI SOTTO GLI ARAGONESE: L. De Tommasi -1975 - MEMORIA HISTORICA DELL’ANTICHISIMA E FEDELISSIMA CITTÁ DI BRINDISI: A. Della Monaca -1974

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Bríndisi cedida a Venecia en 1496 No obstante la desconfianza y de hecho el abierto descontento que caracterizó el ánimo de los Brindisinos en relación a la cesión de su ciudad a los Venecianos, estipulada por parte del aragonés rey de Nápoles en 1496, la nueva situación debía revelarse bastante positiva: el Dogo Agustino Barbarigo no solo confirmó todos los privilegios concedidos a Bríndisi por los gobernantes aragoneses, sino que añadió otros importantes, entre los cuales el referente a que cuando las galeras venecianas pasaran por las cercanías de Bríndisi, debían entrar en el puerto y permanecer durante tres días. Los Brindisinos manifestaron pronto su satisfacción y Venecia por su parte supo premiarlos en consecuencia, y en breve tiempo creció notablemente el respeto recíproco y la simpatía entre los Brindisinos y los Venecianos. Y Bríndisi conoció años de bienestar y de expansión del comercio, del tráfico y de la industria. Sin embargo, el 11 de noviembre de 1500 se estipuló en Granada un acuerdo entre el rey de España, Fernando el Católico, marido de Isabel de Castilla, y el rey de Francia, Luis XII, para repartirse el reino aragonés de Nápoles del rey Federico I, sucesor de Fernando II, que había muerto prematuramente en el año 1496. El acuerdo establecía la región de Campania y la zona de los Abruzos para el rey de Francia, y Calabria y Puglia para el rey de España. Sin embargo, posteriormente, el acuerdo, en 1504, desembocó en guerra abierta entre España y Francia por la disputa sobre la llanura de la Puglia, al fin de la cual los Españoles tuvieron la mejor parte y Fernando el Católico, que era ya rey de Sicilia, vino a ser el nuevo soberano del reino de Nápoles, arrebatándoselo a su primo Federico I, incorporándolo a la corona española y nombrando un virrey, todo ello con la aquiescencia del Papa Julio II. Y fue en el pleno de aquella guerra que hubo, el 13 de febrero de 1503, el famoso “Desafío de Barletta” entre trece caballeros italianos filo-españoles capitaneados por Ettore Fieramosca y trece caballeros franceses liderados por Charles de Torgues: duelo donde vencieron los italianos. Venecia permaneció neutral en aquella guerra, tal vez porque estaba ocupada en luchar contra los Turcos, y de los beneficios de aquella neutralidad pudo usufructuar también Bríndisi. Sin embargo, la prosperidad gozada por la ciudad bajo el dominio veneciano, finalmente duró poco. Venecia fue, en efecto, atacada por una Liga de innumerables enemigos coordinados por el papa Julio II y guiada por el emperador Maximiliano de Austria y al fin debió sucumbir, y por salvar lo salvable sacrificó una buena parte de las posesiones propias, específicamente aquellas que eran reclamadas por el papa y por los Españoles, incluida Bríndisi.

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En 1509 Bríndisi fue entregada a los Españoles por los Venecianos que habían tenido la posesión durante trece años. El marqués Della Palude tomó en depósito la ciudad y sus dos fortalezas, esto es el castillo de tierra y el del mar, en nombre de Fernando el Católico, regente de España. También en esta oportunidad, no obstante la preocupación de Bríndisi, el cambio de gobierno resultó inicialmente aceptable: los Españoles conquistadores del reino, que habrían de permanecer doscientos años, ratificaron los privilegios de Bríndisi y le concedieron otros nuevos; el rey Fernando concedió un indulto general y el virrey de Nápoles, el conde de Ripacursia, permitió que el puerto de Bríndisi fuera abierto a la bandera turca, para fomentar así aún más el comercio. El 15 de enero de 1516 murió Fernando el Católico y lo sucedió su nieto Carlos de Habsburgo, hijo de su hija Juana la Loca y de Felipe el Hermoso, archiduque de Austria e hijo del emperador Maximiliano. Así en 1519 Carlos, muertos todos sus antecesores, los abuelos Fernando y Maximiliano, unificó a sus solo 19 años la corona del imperio y de los estados austríaco y español. Y en 1520, en la Catedral de Aquisgrán, fue también coronado emperador del Sacro Imperio Romano con el nombre de Carlos V.

El imperio de Carlo V

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Bríndisi en los primeros siglos de la Edad Moderna: La ciudad española entre 1509 y 1713 El breve paréntesis veneciano de Bríndisi, entre 1496 y 1509, constituyó la bisagra del traspaso de la ciudad del dominio aragonés al dominio propiamente español, del reino de España del regente Fernando el Católico y, después de su muerte en 1516, del de su nieto Carlos I, el futuro emperador Carlos V. La corona de España instituyó en el reino de Nápoles un virreinato que mantuvo su posesión directa hasta 1713, manteniendo en Nápoles al virrey y todos los órganos administrativos más importantes, y estableciendo en las distintas provincias y ciudades del reino, gobernadores y capitanes de guarniciones que siempre fueron españoles. Apenas Bríndisi fue entregada por los Venecianos a los Españoles, el rey Fernando el Católico se preocupó por hacer inspeccionar las defensas de la ciudad y envió con tal propósito al arquitecto militar Fernando de Alarcón. Alarcón se dio cuenta pronto que la defensa de la ciudad era insuficiente para garantizar la defensa de la tierra, por lo cual se dispuso a la realización de varias estructuras, quedándose en Bríndisi, como castellano oficial, hasta su muerte, en 1549, y operando de hecho sobre todo durante el largo reinado de Carlos V, rey y emperador.

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Bríndisi durante el reinado de Carlos V Alarcón inició la construcción del bastión de San Giorgio y reestructuró y amplió el de San Giacomo. Adyacente a la Puerta Mesagne, construida en 1243 durante el período del suabo Federico II, inició la edificación de un bastión sobre el cual aún está grabado en piedra el escudo real de Carlos V. Además, reforzó la Puerta Lecce, que había sido construida por Ferdinando de Aragón en 1476, completándola con la cortina de murallas y también sobre esta puso el escudo de Carlos V, asociándolo esta vez, al suyo y al de la ciudad de Bríndisi.

Bastión de San Giacomo - foto de 1951

Y nuevamente llegó la peste a Bríndisi, en el mes de julio de 1526, por cierto, introducida y favorecida por tantas tropas que se acercaban continuamente, transitando y permaneciendo en condiciones higiénicas del todo lamentables. La única medida real decretada para enfrentarla fue la erección de un templo dedicado a San Rocco, después rebautizado con el nombre de Santa María del Carmen y pegado al monasterio de los padres Carmelitos, en la entrada a la ciudad de Porta Mesagne, y que dio nombre a la vía Carmen. En agosto de 1528, en el ámbito de la nueva fase de la guerra librada por el nombramiento del Sacro Romano Emperador entre la España de Carlos V y la Francia de Francisco I, Bríndisi fue atacada por Simone Teobaldo, el general romano comandante de 16.000 soldados entre franceses, venecianos y pontificios. La ciudad fue obligada a rendirse y, cuando Teobaldo fue por su mala suerte abatido por un proyectil lanzado desde el castillo de tierra, fue orriblemente saqueada por la soldadesca ya en desbandada, que después se retirò.

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En aquel mismo año, el 20 de noviembre de 1528, una de las dos columnas romanas que habían desafiado por varios siglos la intemperie de los tiempos, se cayó sin razón aparente. «...El fragmento superior quedó sobre el de abajo, mientras que lo comprendido entre la base y el capitel, cayó a tierra. No sucedió ninguna desgracia, los trozos caídos fueron luego llevados a Lecce y el mayor pedazo hasta el día de hoy está con mucha maravilla de todos atravesado sobre el pequeño...» -A. Della MonacaAl fin, Carlos V venció a Francisco I y la paz que derivó con el Tratado de Cambray del 5 de agosto de 1529, reafirmó el dominio de España en todo el reino de Nápoles. Entre las condiciones de la paz se incluyó que Carlos V tuviese el derecho de nombrar en el reino 18 obispos y 7 arzobispos, entre estos el de Bríndisi, y desde entonces la iglesia brindisina, que hasta entonces era pertenencia del pontífice, pasó a ser regia, garantizando al reino, con el nombramiento de los prelados españoles, la confiabilidad de una ciudad valiosa estratégicamente. A Bríndisi le fueron restituidos todos los privilegios que en el pasado se le habían ya concedido por el rey Ferdinando I de Aragón y Fernando el Católico, y que habían sido revocados por el comisario Girolamo Morrone por el comportamiento ciudadano, considerado erróneamente como hostil al emperador, durante aquella invasión de los soldados romanos, venecianos y franceses. Aunque si bien después de la Paz de Cambray todos los militares franceses y los venecianos abandonaron la ciudad y el territorio todo, y aunque en los casi dos otros siglos que siguieron con la dominación española directa no se sufrieron otros ataques militares externos importantes, las condiciones asociadas a la inseguridad de la ciudad permanecieron precarias debido a las correrías de la piratería turca que, por lo contrario, no cesaron. Al final de aquel histórico año de 1529, después de la peste de 1526, del asalto y saqueo de las tropas papales, francesas y venecianas, después de la caída de la columna romana, Brindisi estaba en una situación desesperada y su población estaba reducida a menos de 400 hogares, cerca de 2.000 habitantes, un mínimo nunca jamás tocado. Era alcalde Doménico Casignano, el arzobispo era Girolamo Aleandro, el gobernador de la provincia de la Tierra de Otranto era Ferdinando Lofredo, el virrey en Nápoles era Filiberto de Chalon, príncipe de Orange, y el rey de Nápoles, de España, etc. era el emperador Carlos V. El castellano general de la ciudad era Fernando de Alarcón y su segundo Giovanni Glianes, el jefe del puerto y aduanero mayor era Giovanni Michele Salvatori. El 4 de marzo de 1533 fue bautizado en Bríndisi Ferrante Fornari -hijo de Lucio y Orsola del Boquien será después regente de la Cancillería real y del Consejo colateral del reino de Nápoles.

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Manfredi

1254-1266

Corradino Carlo I d’Angiò

1266-1268 1268-1285

1268-1282

Carlo II

1282-1286

1285-1309

Giacomo

Pietro II

1286-1296

En 1536 Carlos V envió a Bríndisi una colonia de Griegos Coronios, y en los Federico primeros III 1296-1321 decenios fue su sacerdote Antonio Pirgo, que en la Catedral celebró conRoberto el rito griego 1309-1343 Pietro II varios bautismos de niños Coroneos y otros. 1321- 1342 Y la liturgia griega, que se había desarrollado desde el Cisma de Oriente de Ludovico 1054, se 1342-1355 Giovanna I mantuvo en uso en la ciudad hasta 1680, no obstante el Concilio de Trento de 1545 había 1343-1381 Federico IV oficialmente sustituido el rito griego por el católico oficiado en latín. 1355-1377 La comunidad griega posteriormente, terminó gradualmente abandonando lengua Carlo III laMaria 1377-1402 madre, que se mantuvo circunscrita a solamente una isla lingüística de(di Durazzo) algunas aldeas 1381-1386 Martino I situadas en la península salentina. 1392-1409 Luigi Martino II En 1541 fue restaurada la Fuente Tancredo y en 1544 fue reforzada la guarnición militar 1386-1399 1409 «...Con el fin de que la ciudad no sea atacada por la armada turca la cual se encuentra en Ladislao Bianca las aguas de Sicilia...» -Andrea Della Monaca1399-1414 1409-1412 II En 1545, la población de Bríndisi estaba definitivamente restablecida, Giovanna sumando 1.200 1414-1435 Ferdinando I hogares, más de 6.000 habitantes. 1412-1416 Renato 1435-1442

Alfonso I d'Aragona

1442-1458

1416-1458

Ferdinando I 1458-1494

Alfonso II 1495 Giovanni I Ferdinando II 1458-1479 1496

Federico 1496-1501

Luigi XII di Francia Ferdinando III (II di Sicilia - il cattolico) Giovanna (la pazza) Carlo V d’Asburgo (IV di Napoli, I di Sicilia) Filippo II (I di Napoli e di Sicilia) Filippo III (II di Napoli e di Sicilia) Filippo IV (III di Napoli e di Sicilia) Carlo II (V di Napoli, II di Sicilia)

1501-1503 1503-1516

1479-1516 1517

1517-1556 1556-1598 1598-1621 1621-1665 1665-1700 1700-1713

Filippo V Angiò di Borbone (IV di Napoli e di Sicilia)

1700-1707

Carlo d’Asburgo (VI di Napoli, III di Sicilia)

1707-1734

Carlo di Borbone (VII di Napoli, IV di Sicilia) Ferdinando (IV di Napoli, III di Sicilia, I delle 2 Sicilie) Giuseppe Bonaparte

Vittorio Amedeo di Savoia

1713-1720 1720-1734

1734-1759

1806-1808

1759-1825

1808-1815 Gioacchino Murat Ferdinando (IV di Napoli, III di Sicilia, I delle 2 Sicilie) 1825-1830 Francesco I

Ferdinando II Francesco II

Todos los reyes del Reino de Nápoles y del Reino de Sicilia

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1830-1859 1859-1861


Bríndisi durante el reinado de Felipe II Con la abdicación de Carlos V, en 1556 subió al trono de España, y al de Nápoles y Sicilia, su hijo Felipe II, el cual gobernó por más de cuarenta años, hasta 1598, en los albores del siglo XVII. El nuevo virrey de Nápoles fue Fernando de Toledo, duque de Alba y en Bríndisi, de 1558 a 1562, fue alcalde Giovanni María Stefanio. El 22 de julio de 1559 fue bautizado en Bríndisi, por Don Giovanni Sguri, Giulio Cesare Russo, hijo de Guillermo y de Elisabeth Marsella: Giulio Cesare se hizo franciscano, con el nombre de fray Lorenzo de Bríndisi y fue beatificado por Pio IV en 1783. San Lorenzo de Bríndisi fue canonizado por León XIII, en 1881, y posteriormente fue proclamado “doctor apostólicus” por Juan XXIII en 1959. El 8 de noviembre de 1559 entró en funciones el nuevo hospital de Bríndisi, llamado de Santa María de la Piedad, cuando el antiguo, vecino a la iglesia de San Giacomo, cerca del puerto, estaba ya en desuso por los años. En 1560 nació en Bríndisi, Giovanni María Moricino, médico y filósofo, autor de una monumental historia de Bríndisi, cuyo manuscrito titulado “Antigüedad y vicisitudes de la ciudad de Bríndisi, desde su origen hasta el año 1604” fue después plagiado y publicado por Andrea Della Monaca en Lecce en 1674, bajo el título “Memoria histórica de la antiquísima y fidelísima ciudad de Bríndisi”. Hacia el final de noviembre de 1560, murió el arzobispo Francesco Aleandro y lo sucedió Gió Carlo Bovio, nacido en Bríndisi en 1522, de un noble boloñés y una noble brindisina, Giulia Romano. Fue el primer arzobispo de Bríndisi después del Concilio de Trento, el de la Contrarreforma, y fue un célebre humanista. Como consecuencia del renovado temor de nuevas incursiones y saqueos por parte de los Turcos, el rey Felipe II, poco después de acceder al trono de Nápoles, dispuso construir en Bríndisi, el fuerte de la isla, “Forte a mare”, contiguo al castillo alfonsino. «...Les parecía, y era verdad, a los ingenieros reales que en aquella isla además del castillo, quedase vacío tanto espacio afuera del restante escollo, y que en este podían los enemigos tener un gran espacio para hacer emplazamientos y baterías como en la guerra de Lautrech se había visto por experiencia...» -Andrea Della MonacaLa isla de San Andrés se iba alargando conforme se avanzaba hacia noroeste y así la nueva fortaleza casi tomó la forma de un triángulo isósceles cuyo vértice estaba sobre el antiguo castillo. Sobre los ángulos de la base, de los cuales uno mira al norte y el otro al sur mediodía, fue erigido un fortísimo caballero con terraplén y una gran plaza arriba. Se acordó después dejar las dos fortalezas desunidas, agrandando y profundizando el foso ya practicado por Alfonso de Aragón en el momento de la construcción del castillo y

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transformándolo en una dársena de unión entre las dos estructuras, para poder así impedir al enemigo que hubiese eventualmente conquistado una de las dos fortalezas pasar fácilmente de la una a la otra. Fuerte y castillo estuvieron por un tiempo unidos por un puente de piedra que pasaba el foso; sin embargo, posteriormente aquel puente fue sustituido por uno levadizo de madera para poder más fácilmente aislar las dos estructuras en caso de necesidad. Los trabajos, iniciados en 1558, duraron sus buenos 46 años, a causa, ya fuese por la no disponibilidad del material y por otras dificultades técnicas, o bien a causa de las múltiples modificaciones añadidas al proyecto inicial, una de las cuales fue el corte realizado en 1598, transversal a la isla en el sitio en el cual terminaba la nueva fortaleza, hacia el noroeste, con la intención de aislarla completamente creando un canal entre el puerto externo y el mar abierto. Paralelamente a la ejecución de los exigentes y complejos trabajos de construcción del fuerte de la isla, se elaboró y se materializó un plan completo para el reforzamiento de las defensas costeras de Bríndisi. Así, a partir del año de 1569 fueron construidas en serie, a todo lo largo del litoral, cuatro nuevas torres: la Torre Testa, la Torre Penna, la Torre Matarelle y la Torre Guaceto, que vinieron a acompañar a la preexistente angevina, llamada Torre del Caballo.

El Fuerte de mar y el Castillo Alfonsino

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El arzobispo Bovio, en 1566, llamó a Bríndisi a los Capuchinos y les hizo edificar, en un terreno situado entre los torreones de San Giacomo y San Giorgio, el monasterio, con una iglesia dedicada a la Annunziata, que fue después llamada de la Dolorosa o de la Piedad. Después, en 1568, el mismo arzobispo Bovio concedió a los frailes Menores de San Francisco de Paula la iglesia de Santa María del Casale y los frailes, al lado de la iglesia, edificaron un monasterio. El sucesor de Bovio, el arzobispo Bernardino de Figueroa, noble español, instituyó en 1571 un convento de vírgenes capuchinas bajo la regla de Santa Clara y a sus expensas erigió su monasterio cerca de la Catedral. En 1576, el prestigioso literato brindisino Lucio Scarano, que había nacido en 1540, fue nombrado prior de la Universidad de los filósofos de Bolonia y estuvo después entre los fundadores de la Academia veneciana. De Bríndisi fue oriundo y ciudadano ilustre también otro importante humanista del siglo XVI, Nicoló Taccone: poeta, notario y abuelo materno de Gió María Moricino. Se sabe que vivió vecino de la iglesia de San Pablo ermitaño. Los padres Capuchinos, en 1578, cedieron a los mismos frailes Menores su iglesia de la Annunziata con el monasterio anexo, y se construyeron un nuevo monasterio fuera de la muralla con una iglesia anexa, la de los Capuchinos precisamente, edificando -al parecerlas nuevas estructuras en un terreno que había pertenecido al antiguo anfiteatro romano, en aquel tiempo ya en buena parte destruido.

Iglesia de los Capuchinos - Construida en 1578

Al final del siglo XVI, el 13 de septiembre de 1598, después de haber reinado por más de cuarenta años, murió en España el rey Felipe II, y lo sucedió en el trono su hijo el rey Felipe III, quien reinó hasta su muerte en 1621.

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Bríndisi en el siglo XVII En 1604 regresó a su ciudad natal de Bríndisi, Fray Lorenzo Russo, General de la orden de los Capuchinos, hombre de singular valor, doctrina y santidad. Giulio Cesare Russo nació en Bríndisi el 22 de julio de 1559, de Guillermo y Elisabeth Marella, ambos de familias honorabilísimas. Estudió en la escuela de los Conventuales de San Paolo y después, fallecido su padre, fue enviado a Venecia a convivir con su tío Pietro hasta cuando fue a Verona donde vistió el hábito capuchino el 24 de marzo de 1576 con el nombre de Lorenzo. Fray Lorenzo estudió filosofía, teología y lenguas, muertas y vivas, aprendiendo latín, bohemio, alemán, español, francés, griego y hebreo. Tuvo una fulgurante carrera eclesiástica llegando pronto al cargo de General de la Orden. Fue famoso en toda Europa y estuvo encargado de importantes asuntos, tanto de la Iglesia como del Principado. por decisión de tres pontífices y dos emperadores, del mismo rey de España y del duque de Baviera. Murió cerca de la corte del rey Felipe III en Lisboa, el día 22 de julio de 1619, día de su cumpleaños número sesenta.

San Lorenzo de Brindisi - Brindisi 22 julio 1559 - Lisboa 22 julio 1619

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El 6 de julio de 1607, estando en Bríndisi, Fray Lorenzo escribió una carta para Giovanni Leonardo Ripa: “... he pensado que sería bueno comprar la casa que está vecina a la de mi nieta e incluso la que está junto al cortijo enfrente de la casa grande, para tener una plaza más amplia. Haz el favor de avisarme, si se pueden obtener, y el precio de todas las cuatro casas juntas, y cuanto será el largo y el ancho de todo el lugar, y de que monto se puede disponer para fabricar la iglesia de Santa María de los Ángeles en forma de cruz...”. Fue aquella iglesia con el monasterio anexo para las hermanas capuchinas, que habiendo aumentado su número y su fama permanecían entonces estrechas en la sede inicial en la plaza de la Catedral, un proyecto que Fray Lorenzo persiguió hasta su finalización. Y así, desempeñando el cargo de preceptor espiritual de Maximiliano, duque de Bavaria, convence al poderoso duque a ser el promotor de aquel proyecto, hasta el punto de que en 1609 el duque envió de Bavaria el proyecto con una financiación importante, iniciándose la construcción. La construcción duró una decena de años sin interrupción con un fabuloso resultado: un espléndido monasterio y una suntuosa iglesia: «...Había todavía en esta iglesia un Cristo en cruz de marfil, de cerca de dos palmos de alto, todo hecho en una sola pieza con excepción de los brazos magistralmente unidos al cuerpo...» c. d. s. d. b. 1529-1787

Iglesia de Santa María de los Ángeles - Construida en Brindisi entre 1610 y 1619

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En 1618, en Bríndisi el gobernador español era el capitán español Pedro Aloysio De Torres, la ciudad estaba definitivamente repoblada reuniendo los 10.000 habitantes, número que no duraría por mucho tiempo y al cual después de un nuevo y prolongado decaimiento se volvería solo al final de la existencia del estado napolitano, en 1860. No obstante que los alrededores de la ciudad sobreabundaban en agua potable, en la ciudad escaseaba y los ciudadanos para reabastecerse diariamente estaban obligados a transportarla desde fuera de las murallas. Aloysio De Torres, quizás el mejor de los gobernadores de Bríndisi durante el larguísimo virreinato español de Nápoles, decide afrontar el problema del agua, causante de frecuentes epidemias, proyectando un acueducto que hizo construir con la contribución monetaria de los ciudadanos pudientes. Una primera fuente, la de Crisóstomo, llamada comúnmente la Conserva, fue creada más o menos a mitad de camino entre el bastión de San Giorgio -en cuya vecindad llegaba el agua a través del antiguo acueducto romano- y la marina. De aquella posición, una tubería transportó el agua hasta la plaza Mayor, posteriormente Mercado, situada enseguida al norte de la actual plaza Victoria, en medio de la cual el gobernador Aloysio hizo fabricar una fuente monumental: «...El lugar de la caída de las aguas se hizo todo de mármol, primero se levantó una columna que servía de base a una gran taza de mármol muy bello, de la que cuatro cabezas de caballo elaborados en bronce vertían abundantísima agua, y después se elevó más sobre otra columna, más delgada que la primera, de la cual corría el agua en el gran vaso inmediato ya citado de la boca de cuatro medios caballitos de bronce con el capitel elaborado ligeramente y ceñido de una corona real...» -Andrea Della Monaca-

Fuente De Torres - Plaza Mercado en 1905

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Pila de la fuente


Finalmente, el gobernador hizo esculpir sobre el exterior de la gran pila de mármol la siguiente inscripción en latín, aún legible parcialmente: “PETRO ALOYSIO DE TORRES PRAETORI, QUOD ROMANO EMULATUS, AUTHORITATE ET INDUSTRIA SUA; PHILIPPI TERTII REGIS; ET PETRIS GIRONIS DUCIS OSUNAE PRO REGIS AUSPICIIS, AC CIVIUM LABORE ET IMPENSA, AQUARUM DUCTUS TEMPORUM ET MALI GUGLIELMI INJURIA DESTRUCTOS RESTITUERIT, ATQUE REPURGATO FUNICULO VETERI ET INSTAURATO FORNICE NOVO AD STRUXERIT, AC SINUOSO TRACTU PER TUBOS, FISTULAS ET SALIENTES IN URBE PER TRAXERIT: ORDO, POPULUSQUE BRUNDUSINUS PARTE COMMODITATIS ET ORNAMENTI MEMOR ET GRATUS POST ANNUM SALUTIS MDCXVIII”

«...Posteriormente se decidió poner una tubería subterránea que desde la plaza llevó el agua al puerto por debajo de las columnas, en cercanías de la Puerta Real, donde de las bocas de dos cabezas de caballo brotaba abundantemente para ir a mezclarse con la vecina del mar...» -Andrea Della MonacaEl 18 de septiembre de 1628 fue sepultado en su capilla de la iglesia de San Paolo, Giovanni María Moricino, autor del manuscrito “Memoria histórica de la ciudad de Bríndisi”. Fue médico y alcalde de Bríndisi. Comenzando el año 1647, en Bríndisi y en todo el reino, habían ya transcurrido casi ciento cincuenta años desde que Fernando el Católico había agregado la Italia meridional a su monarquía en España, y la situación general no podía ser peor: «...Perdida la libertad, el dominio español fue penetrando y la corrupción y la perversión fueron grandes. El hábito del trabajo, despreciado; los bienes de la familia destinados al primogénito, con los hijos segundones condenados a la impotencia y excluidos del matrimonio, forzados los varones al clero o al ejército y si era mujer, al claustro. La corrupción pasaba de la corte a la nobleza y de esta al pueblo. El orden y la economía perdidos; el fausto y el lujo imperaban. Se cultivaba más la apariencia que la esencia, en la casa miseria y hambre y afuera grandeza y pompa. El clero y la nobleza mandaban y todos eran caballeros, barones, marqueses, condes, excelencias, ilustres y claros. Los terrenos permanecían incultos; los ingresos cesaron; el lujo y los impuestos aumentaban. El virrey no miraba otra cosa sino reunir dinero, y de las entradas del reino, dos tercios iban a España para pagar los soldados de los ejércitos españoles. La justicia era lenta, la magistratura venal. La vida y las propiedades eran poco seguras…» c. d. s. d. b. 15291787 Reinaba entonces Felipe IV que en el 1621 había sucedido a su padre Felipe III y el virrey Don Rodrigo Ponce de León, para hacer frente a nuevos gastos de guerra, el 3 de enero de 1647 publicó un decreto estableciendo nuevos gravámenes, afectando con ello nada menos que la venta de fruta, principal alimento que se comercializaba en las provincias meridionales, especialmente en verano. En Bríndisi era alcalde el noble Ferrante Glianes, cuando el 5 de junio de 1647 estalló la revuelta:

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«… El alcalde Glianes fue apresado en su casa, fue apedreado por el pueblo y fue llevado encarcelado a una casa bajo la marina, donde lo retuvieron todo el día, y después en la tarde lo mandaron libre a su casa, y el jefe popular fue, o mejor dicho, los verdaderos jefes populares fueron Donato y Teodoro Marinazzo, y quitaron los diezmos, sin hacerlos observar cómo era la costumbre. El 5 del siguiente mes de agosto fue nombrado alcalde del pueblo el noble Benedetto Leanza, mientras la población estaba aún sublevada y en tumulto, haciendo muchos daños y muerto a algunos, con incendio de muchas casas, entre las cuales estaba el palacio del doctor Ludovico Scolmafora, con todos los muebles que estaban dentro, pero el citado Ludovico escapó, como también asesinaron a un joven que se apodaba maestro Carlos Della Veritá, y lo arrastraron detrás de un caballo por toda la ciudad, y les fueron quemadas todas las casas a los Della Veritá...» c. d. s. d. b. 1529-1787

Palacio Scolmafora - Incendiado en la revuelta de 1647

La revuelta del barrio brindisino Sciabbiche había, aunque por poco, precedido la más trascendental napolitana dirigida por el famoso Masaniello, que puso a sangre y fuego Nápoles y en serio peligro la estabilidad del reino entero, y que fue finalmente ahogada en sangre por la corona española en abril de 1648, casi un año después y con mucho esfuerzo. En Bríndisi, el 3 de septiembre de 1648 «... Siendo alcalde Francesco Ronzana, llegó un auditor real, apellidado Aras, acompañado de quinientas personas armadas las cuales, unidos a los nobles, asaltaron al barrio marinero, siendo apresados todos los jefes populares con otros adherentes, siendo llevados a Lecce y posteriormente a Nápoles, donde en 1649 fueron procesados.

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Cuatro jefes populares fueron ajusticiados el 17 de diciembre, Donato y Teodoro Marinazzo, Gregorio Adorante y Carlo D’Aprile alias Micoli. Marco Scatigno se envenenó dentro de la cárcel y Alessandro Lepre y Oratio Sinopo fueron a galeras, y otros se fugaron...» c. d. s. d. b. 1529-1787 En los primeros días de marzo de 1656 estalló una horrible peste en Nápoles y la ciudad resultó diezmada. La peste duró cerca de ocho meses y todas las provincias del reino napolitano fueron infestadas rápidamente, menos Calabria y la Tierra de Otranto. Bríndisi y toda la provincia “...por la intercesión de San Oronzo y de otros santos protectores fue liberada de todo contagio...” y así Carlo Stea, que por aquella época era alcalde de Bríndisi, ofreció los pedazos de la columna romana caída cien años antes, a la ciudad de Lecce para que erigiese una nueva columna y poner encima la estatua de San Oronzo. El nuevo alcalde, Giovanni Antonio Cuggió, no lo aceptó jamás. También el siguiente alcalde, Carlo Monticelli Ripa, se opuso siempre y acordó enviar a Nápoles la súplica al virrey Gaspar de Bracamonte de anular la disposición ya emanada, de entregar los pedazos de la columna caída a la ciudad de Lecce, pero sin obtener algún resultado. Sucedió el alcalde Andrea Vavotico, el cual, mediante previa orden perentoria recibida del gobierno, entregó de mala gana los siete pedazos, incluyendo el capitel: corría el año1660 y los de Lecce emplearon un año entero y continuo para transportarlos hasta su ciudad, deteriorándose parte de los mismos y rompiéndose completamente el capitel. Eran aquellos años en que se apoderaron de todo el reino napolitano bandidos y ladrones, perseguidos por el ejército y la policía: el 31 de marzo de 1664, siendo gobernador en Bríndisi el napolitano Onofrio Mormile, fueron ajusticiados Martino Sumarono de Martina y Donato Capasa, de Bríndisi, “ladrones públicos y saqueadores del campo”. El arzobispo de Bríndisi era el español Francesco de Estrada, el cual en 1664 fundó a expensas suyas el colegio de las Escuelas Pías en el -adquirido por él y restauradoconvento de los padres Celestinos: un acontecimiento que debía resultar posteriormente como muy importante para la vida cultural de la ciudad. En efecto, como consecuencia de la Contrarreforma, con el siglo XVII la situación educativa y cultural de Bríndisi había sufrido un notable empobrecimiento, y la reversión de esa tendencia llegó justamente gracias a la presencia y a la fructífera acción que comenzaron a hacer, y que perduraría por mucho, los Escolapios. En el mismo año de 1665, el 17 de septiembre, murió el rey Felipe IV y lo sucedió su joven hijo Carlos II, con la regencia de su madre, Mariana de Austria.

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Cúpula de la iglesia de las Escuelas Pías

El 13 de agosto de 1671, un par de meses antes de su muerte, el arzobispo Francesco de Estrada bendijo la iglesia de la confraternidad de las almas del purgatorio, construida a expensas de los fieles brindisinos y dedicada a San Sebastián. Posteriormente, el 25 de abril de 1672, los padres de Santa Teresa fundaron la iglesia y su convento, en el barrio que ya entonces se llamaba “de los españoles”. Fueron también esos años de continuos ataques de los Turcos, en el más grave de los cuales, el 5 de agosto de 1673, fue saqueado Torchiarolo, con 4 paisanos muertos y 84 esclavizados. El 5 de junio y el 10 de octubre de 1676, los Turcos desembarcaron entre la Torre Penna y la Torre Testa y asaltaron varias granjas llegando hasta la puerta del Casale. A raíz de aquel hecho, se decidió terminar la cortina defensiva comprendida entre el Torreón Infierno y Puerta Mesagne. Y fueron aquellos tiempos de carestía, la más grave de las cuales se verificó en el año 1694, con una carestía general de grano, de vino, de cebada, de fríjoles, además de otros muchos víveres. Para colmo de la desdicha, el 8 de septiembre «...Cerca de las 18 horas, estando el aire ventoso, hubo en esta ciudad un horrendo terremoto, que duró por espacio de un padrenuestro rezado lentamente, habiendo tres veces una después de la otra, sacudido la tierra y hecho temblar a los muros de los habitantes, y el mar se agitó durante más de media hora, infundiendo el terror y el susto en todos los ciudadanos...» c. d. s. d. b. 15291787

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Y no acabó allí: el siguiente 29 de septiembre, se produjo un desastroso incendio en el monasterio de San Benedicto que lo destruyó por la mitad, obligando a las monjas de clausura a salir y a refugiarse en el vecino monasterio de la iglesia de Santa María de los Ángeles.

Iglesia de Santa Teresa - Construida en 1672

Bibliografía: - SCUOLA E CULTURA A BRINDISI DALLA SECONDA METÁ DEL XVI SECOLO AI PRIMI DEL XIX SECOLO: G. Carito -1979 - CRONACA DEI SINDACI DI BRINDISI DALL’ANNO 1529 AL 1787: Pietro Cagnes & Nicola Scalese -1987 - MEMORIA HISTORICA DELL’ANTICHISSIMA E FIDELISSIMA CITTÁ DI BRINDISI: A. Della Monaca -1764 - DELL’ANTIQUITÁ E VICISSITUDE DELLA CITTÁ DI BRINDISI: G. M. Moricino manoscritto del 1600

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Bríndisi en el paréntesis austríaco del siglo XVIII En Bríndisi, los diez años de la guerra de sucesión española entre 1703 y 1713, constituyeron, de hecho, una especie de transición incruenta entre el antiguo, prolongado y ya deteriorado, dominio español y el nuevo dominio austríaco, destinado -por lo contrario- a tener una vida breve. «...Fue el 20 de julio de 1707, cuando llegó a Bríndisi la noticia de que el ejército austríaco había entrado en Nápoles y que en el trono se había sentado Carlos III de Austria. El castellano del Castillo de tierra, sin haber recibido alguna orden y disposición al respecto, enarboló la bandera imperial de los Habsburgo. El castellano del Fuerte del mar no fue por lo contrario- del mismo parecer y transcurrieron días de tensión que vieron incluso el intercambio de algunos cañonazos entre las dos guarniciones. Toda la ciudad finalmente se alineó con el imperio de Austria y con el nuevo rey Carlos III, y lo festejó desenfrenadamente durante sus buenos ocho días, con manifestaciones festivas de todo género, a las cuales, finalmente, se asoció también el Fuerte del mar. El 21 de abril de 1708 llegó a Bríndisi con setenta soldados, entre húsares y alemanes, el general imperial Conde de Caraffa, y durante dos días inspeccionó los dos castillos y todas las demás instalaciones militares. El 23 y 24 de junio de 1709 atracaron en el puerto de Bríndisi cinco galeras y cuatro buques de guerra malteses. En noviembre de 1711 hubo en la ciudad otro día de fiesta y de festejos populares, militares y clericales, aclamando esta vez la elección al trono, en la ciudad de Frankfurt, del rey Carlos III como emperador del Sacro imperio romano con el nombre de Carlos VI. Firmada finalmente la Paz de Utrecht, en diciembre de aquel mismo año de 1713, llegaron al puerto de Bríndisi un total de 19 grandes tartanas napolitanas repletas de soldados españoles con sus familias: en total los soldados eran tres mil cincuenta y las mujeres con sus hijos eran cerca de mil. Después de un mes zarparon para Fiume de donde debían seguir a Hungría para incorporarse al servicio del ejército imperial...» c. d. s. d. b. 15291787 El 6 de marzo de 1714 se firmó el Tratado de Rastadt, que vino a complementar el acuerdo estipulado el año anterior en Utrecht y a legitimar el traspaso definitivo del reino de Nápoles a los Austríacos. Carlos VI de Habsburgo, emperador del Sacro imperio romano y káiser de Austria, asumió así oficialmente también el nuevo título de rey de Nápoles, con el nombre de Carlos III, nombrando virrey al conde Wirich Philipp von Daun. Los Austríacos, en la condición de nuevos gobernantes, llegaron formalmente a Bríndisi el 4 de junio de 1715. Eran 150, incluyendo al capitán, al teniente y a los otros oficiales.

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En los días siguientes se estacionaron en el Fuerte del mar y en el Castillo de tierra, desalojando a los soldados españoles y sus familias, en total 800 personas, de las cuales 700 lo fueron del Fuerte del mar y 100 del Castillo de tierra. La antipatía que los Brindisinos habían acumulado en aquel momento hacia los militares españoles era de tal magnitud que nadie quiso prestarse para el traslado de sus enseres. Sin embargo, cuando el 18 de junio llegó a la ciudad el general austríaco Valles y se notificó de la disposición que permitía a los soldados españoles el ponerse al servicio del ejército austríaco a condición de que los de mayor edad alcanzaron inmediatamente Nápoles y los jóvenes Hungría, solo muy pocos se enrolaron, mientras que muchos prefirieron, aunque fuera en la miseria, quedarse en Bríndisi. Después, y para su buena suerte, un mes después, una nueva disposición austríaca reintegró a los artilleros y oficiales españoles a sus puestos en el Castillo de tierra y en el Fuerte del mar. En el año 1716 la arquidiócesis de Bríndisi tuvo finalmente, después de ocho años de vacancia, un nuevo arzobispo, el español Paolo de Villana Perlas, el cual encontró el episcopado en un gran abandono procediendo él de inmediato a su reacondicionamiento. El arzobispo Perlas decidió entonces hacer construir en el terreno adyacente al episcopado un Seminario, cuya primera piedra fue puesta por él el 26 de mayo de 1720. Lástima que el arzobispo para la construcción del Seminario ordenó emplear los materiales extraídos del antiquísimo templo de San Leucio, que estaba deteriorado, cometiendo con ello un daño irreparable.

El Seminario de Bríndisi - Construido en 1720 - Fotografía de Achille Mauri, 1869

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«...A comienzos de 1729 una enfermedad endémica comenzó a atacar a los Brindisinos y hubo también una gran carestía, de dinero, de trigo, de fríjoles, de cebada y en general de todo, a la cual se puso remedio parcial enviando naves para comprar en los puertos vecinos. El 25 de abril de aquel año, a la una de la madrugada, se sintió un terrible terremoto. El 23 de julio de 1730 arribó una tartana napolitana con la orden de embarcar para Nápoles tres grandes cañones del Castillo de tierra con 500 de sus balas. Uno se llamaba “el veneciano” de balas de 55 libras de peso, el otro se llamaba “el castrado” también de balas de 55 libras y el tercero se llamaba “medio sagrado” de balas de 11 libras. En la ciudad se manifestó un gran malestar por aquel traslado que se consideró indicio del abandono de la ciudad por parte del gobierno real. Un fuerte terremoto fue registrado el 19 de marzo de 1731, seguido de una réplica importante el día 21, y después siguieron muchas otras: el 8 de julio, el 17 de septiembre y el 18 de noviembre. Muchas edificaciones fueron afectadas y la misma Catedral fue seriamente dañada...» c. d. s. d. b. 1529-1787 En el entretanto, en Europa se había reiniciado la guerra, la de la sucesión polaca, y también en el reino de Nápoles, la paz, con duración de solo diez años, estaba ya deteriorada: los Españoles habían decidido el emprender, esta vez destinada a triunfar, su revancha sobre los Austríacos: Felipe V entró triunfante en Nápoles el 17 de mayo de 1734 y, destronado Carlos III de Austria, nombró rey a su propio hijo, Carlos de Borbón. Y aquella no fue ciertamente una investidura cualquiera: el reino de Nápoles, en efecto, fue proclamado como independiente y autónomo respecto de España. El reino no fue más un dominio español y su rey no fue más el rey de España que reinaría a través de un virrey. Desde aquel momento, el reino de Nápoles fue un reino verdadero, autónomo y con rey propio.

Nápoles en ´700

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Bríndisi en el autónomo Reino de Nápoles A Bríndisi, el 24 de marzo de 1734, llegó la orden de que parte de los soldados austríacos con estación en la ciudad, salieran para Barletta a reunirse con el grueso de las tropas alemanas llegadas de Fiume, a donde llegarían desde Nápoles: primero, el mariscal de campo Giovanni Caraffa y después el virrey austríaco del reino de Nápoles, Giulio Borromeo Visconti. El 22 de abril arribaron a Bríndisi una nave, un pinco y cuatro tartanas con 1.500 soldados alemanes a bordo, y al día siguiente llegaron al puerto otras cuatro fragatas con otros tantos soldados. Después el 7 de mayo, proveniente de Tarento, el virrey Visconti llegó a Bríndisi con toda su corte, sus ministros, sus oficiales, su guardia y su séquito, acompañado también del marqués de Ottaviano, virrey austríaco del reino de Sicilia. Después de una permanencia de ocho días, el 15 de mayo, partieron todos para Bari y de allí el virrey se embarcó de noche para Trieste, mientras los soldados de su séquito se encaminaron a Bitonto para enfrentar al ejército español que, después de haber entrado un día antes en Nápoles, estaba persiguiendo a los Austríacos ya en fuga del reino, después de menos de 30 años de dominación. Los Austríacos no pudieron combatir a los españoles y después de Bari, Tarento y Lecce, incluso Bríndisi -de última- capituló: se rindieron las guarniciones alemanas del Castillo de tierra y por último, después de casi tres meses y por falta de víveres, también las del Fuerte del mar, el 10 de septiembre de 1734, a los 4 meses exactos de la entrada a Nápoles del ejército español. Después de 27 años, Bríndisi volvió a manos de los españoles: el retrato del nuevo rey Carlos de Borbón, fue exhibido en el “Sedile” y los festejos, a los cuales era tan aficionada la ciudad, se prolongaron por tres días enteros y otras tantas noches.

Carlo di Borbón re de Nápoles y de Sicilia - Primer rey del nuevo reino autónomo

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Probablemente en aquellos días de festejos, entre el pueblo fueron muy pocos los que entendieron la esencia de la novedad: estos nuevos gobernantes españoles no iban a ser simples funcionarios de la corona de España, y en Nápoles no habría más un virrey, sino un rey propio, de un nuevo reino, independiente y autónomo. Sin embargo, después, con el transcurrir de los meses y de los años, la novedad comenzó gradualmente a llegar a Bríndisi. El 11 de julio de 1735, del gobierno estatal del nuevo reino, se informó a las autoridades de la ciudad que: “Todos los familiares del arzobispo, cursores, sacristanes, y sacerdotes, pagaran los diezmos, y no fuesen exentos...” Inevitablemente en Bríndisi aparecieron serias tensiones entre los administradores públicos civiles, es decir: los consejeros elegidos, el alcalde y el gobernador por una parte y el clero, en la persona del arzobispo napolitano Andrea Maddalena, por la otra. Y las tensiones acumuladas se formalizaron en la ocasión de algunos episodios específicos, los que por sí eran bastante insulsos: «...En enero de 1738, con ocasión de los festejos por el matrimonio del rey Carlos con Amalia Walsbonga, hija quinceañera del rey de Polonia, el monseñor que oficiaba las ceremonias religiosas en reemplazo del arzobispo, ausente en Nápoles a causa de las tensiones surgidas, le denegó al consejero Lorenzo Ripa que “la paz y el incienso” se diese a todos los consejeros presentes y no solo al alcalde y al gobernador. Y poco después, como desquite, el alcalde Tommaso Cantamessa, le rehusó al arzobispo que el predicador de la ciudad en lugar de celebrar la Cuaresma en la iglesia de Santa Teresa, lo hiciese en la Catedral en sustitución del predicador arzobispal que estaba enfermo. Fue la gota que hizo derramar el vaso y las relaciones se rompieron completamente y la palabra pasó a los tribunales, primero al de Lecce y después al de Nápoles. La decisión real acerca de que “la paz es el incienso” desde Nápoles fue pronunciada el 10 de septiembre e intentó el ser salomónica estableciendo “que los Elegidos podían no intervenir en las funciones religiosas oficiales sin que por esto incurrieran en censura; pero que, yendo no tenían derecho ni al incienso ni a la paz, y debían acompañar al arzobispo, acabada la función, hasta la puerta de entrada de su palacio...” La ciudad quiso interpretar la decisión como una victoria, visto que los Elegidos no irían a las funciones religiosas del arzobispo, y por esto se hicieron repicar las campanas del reloj. Naturalmente, las tensiones entre los administradores ciudadanos y el arzobispo no cesaron: al día siguiente de la sentencia, el alcalde reunió en el Ayuntamiento al parlamento ciudadano y decretó expirado el derecho del cual el arzobispo gozaba en relación al “jus prohibendi” por la barca del Casale, una concesión de la cual el arzobispo

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obtenía, alquilando a terceros el derecho, de 70 ducados al año...» c. d. s. d. b 1529-1787 Este decreto ciudadano fue impugnado y remitido al tribunal y, de hecho, pronto se regresó al status quo, y el arzobispo de Bríndisi continuó durante más de cien años aún, hasta 1861, cobrando el alquiler por aquella extraña concesión. En septiembre de 1742, llegó a Bríndisi la resolución que establecía que la Iglesia también pagara los impuestos sobre sus propios bienes, impuestos -sin embargo- equivalentes a la mitad de la tarifa general establecida. Para dar actuación a tal disposición estatal, además, se ordenó la formación de un catastro específico. En consecuencia, en Bríndisi la autoridad civil nombró inmediatamente una comisión compuesta de seis diputados civiles y dos eclesiásticos, un agrimensor y un trabajador del campo. Todo acabó porque, finalmente, el 26 de agosto de 1741, después de años de insistencia de parte del rey Carlos de Borbón se firmó entre la Santa Sede y la Corte de Nápoles el Tratado de arreglo: un concordato con el cual disminuyeron muchas de las inmunidades reales, locales y personales, que habían existido hasta aquel momento en todo el reino en favor de la Iglesia. El terremoto de 1743 en Bríndisi «...El miércoles 20 de febrero de 1743, a las veintitrés horas y tres cuartos hubo en esta ciudad un terribilísimo terremoto, que en tres réplicas duró dos minutos... y fue tan horrible que arruinó los palacios y todas las viviendas: muchas están caídas y muchas no están aptas para ser habitadas, las casas en general están dañadas, y muy resentidas... La Catedral quedó inhabilitada para ofrecer las misas y demás celebraciones religiosas, de tal modo que los Capitulares oficiaron en Santa Clara... Fue de tal manera espantoso que, habiéndose retirado el mar, se podían ver las grietas de la tierra, y el embarcadero de Puerta Real se partió en tres... Al nuevo Seminario se le desplomó la fachada, y así mismo tres aposentos del palacio del monseñor arzobispo Maddalena... A los Capuchinos se les cayó la campana y se quebró la campana de los Agustinos y un hermano viandante, murió por haberle caído encima un muro, enfrente del palacio Blasi en la marina... Murió justo adelante de la fuente Conserva una niña de tres meses que estaba acostada en su cama, al caerle la casa encima... El día 26, llegó de Lecce a Bríndisi el ingeniero Mauro Manieri en compañía del maestro albañil Pascal de Martano, quienes aconsejaron a monseñor Maddalena que no

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permaneciese en su palacio en vista del peligro que amenazaba el tener que desmantelar la Catedral lo cual comenzó el 28 y se terminó de demoler el uno de marzo la primera nave, o sea la placa de techo del medio de la iglesia ...» c. d. s. d. b. 1529-1787 La tradición popular quiere que, en el momento de ese terremoto, la estatua de la Madona de la Asunta de la iglesia de San Pablo, abrió las manos que antes tenía unidas, en acto de implorarle al Señor que aplacara la ira divina sobre la ciudad: la estatua vestida de la Madona, la mañana siguiente al terremoto, fue hallada en aquella postura detrás de la puerta de la iglesia, donde los fieles la encontraron, y que desde entonces es conservada hasta el día de hoy en la misma iglesia.

Madona de la Asunta en la iglesia de San Pablo

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«...Por aquel año la procesión del domingo entre-octava del Corpus Domini fue al Sedile, siguió por los Granafei y el Arzobispado, volvió por las Escuelas Pías, y después volvió por Santa Hipólita, y se retiró a los Ángeles. La procesión del jueves, octava del Corpus Domini, salió de los Ángeles, se dirigió por Santa Hipólita, por San Pablo, en cuya iglesia entró precedida de los religiosos con flores y antorchas encendidas, fue a Santa Teresa, adelante de la iglesia bendijo la vista del castillo, después salió y descendió por la marina delante de Montenegro, regresó por San Giovanni, entró a Santa Clara, salió por el domo caído, entró en la iglesia de las Escuelas Pías, volvió por delante del archidiácono Stea, por la Concordia, delante de Santa Hipólita, y se retiró. No obstante que los trabajos de la demolición de la Catedral se realizaron con toda la cautela posible, el 20 de junio a mediodía, se cayó ruidosamente la mitad de la iglesia y la noche siguiente se cayó el campanario, con dos campanas que aún no habían sido bajadas, de las cuatro que eran en total. El 17 de julio se puso finalmente la primera piedra para los cimientos de la nueva Catedral, del lado del hospital civil...» c. d. s. d. b. 1529-1787

Catedral de Brindisi - Restaurada después del terremoto de 1743

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En realidad, parece poder deducirse que el terremoto: «...Aunque tuvo un gran efecto, produjo daños muy relativos incidiendo sensiblemente solo en el patrimonio edilicio -ya en mal estado- ofreciendo, por otro lado, la oportunidad para una redefinición global de los escenarios urbanos... El número de víctimas fue muy reducido y los registros parroquiales no registraron, para febrero de 1743, un índice de mortalidad superior al habitual... El terremoto incidió, de manera relevante sobre edificios ya envejecidos o de todas maneras en deterioro, facilitando así la ocasión para una redefinición en una dirección juzgada más acorde a los tiempos de la ciudad. Esto, en cierto sentido, justifica los gastos que se hicieron en transformar los que podían restaurarse o fortalecerse en auténticas renovaciones… El terremoto permitió la oportunidad para adecuar la Catedral al gusto de los tiempos; que la hubiera destruido es falso. Pero, de hecho, se fue formando la opinión de que fue derribada hacia 1743: “por el tremendo terremoto ocurrido” ...» -Giacomo CaritoEn aquel mismo año de 1743, mientras Bríndisi se hallaba aún bajo el efecto del terremoto, hubo una carestía de trigo y posteriormente, en los primeros días de junio, llegó también la peste desde Messina, la cual había quedado muy afectada, y se aplicaron con éxito todas las medidas posibles para controlar el mar, en la costa que va de San Cataldo a Villanova. El 11 de julio del mismo año de 1743, murió repentinamente el arzobispo Maddalena y lo sucedió Antonino Sersale, nacido en Sorrento en el seno de una familia patricia. También el nuevo arzobispo, come del resto había hecho al comienzo eficientemente Maddalena, se esforzó de inmediato a fin de que se llevase a feliz término la construcción del Seminario que había sido emprendida por el arzobispo Paolo de Villana Perlas y que había sido descuidada por Maddalena. El 21 de noviembre de 1744 fue la apertura solemne con unos cuarenta internos. También la reconstrucción de la catedral fue llevada a feliz término y el arzobispo Sersale la bendijo el 26 de junio de 1749, y fue consagrada el 2 de julio de 1750. Seguidamente, en septiembre de 1750, Sersale dejó Bríndisi para ir a su nuevo destino de Tarento, después de haber expresamente pedido y obtenido el postergar su traslado hasta completar la reconstrucción de la Catedral. Antonio Sersale fue finalmente reemplazado por el arzobispo Giannangelo De Chiocchis. «...En 1754 la ciudad de Bríndisi tenía 8.104 habitantes; 3.565 en el área de la parroquia de la Catedral; 1.376 en la de Santa Lucía; 1.341 en la de Santa María del Monte: y 1.822 en la de Santa Ana. Sumando los religiosos, los monjes, los militares, los forasteros, los viajeros y los peregrinos, que sumaban los 600 en total, la población llegaba a un total de 8.604 habitantes...» c. d. s. d. b. 1529-1787

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Después que en la capital del reino, Nápoles, en 1759 ocurrió el cambio en el trono, de Carlos, al hijo Ferdinando IV, en Bríndisi, siendo alcalde el doctor Stefano Palma, el 20 de septiembre de 1763 se inició la construcción del nuevo reloj, que se terminó el mes de abril del siguiente año de 1764: la torre del reloj del ´700, que sustituyó a la más modesta y ruinosa torre del ´600 y que, en 1956, fue ignominiosamente demolida por la igualmente ignominiosa administración de la ciudad.

Torre del reloj - Construida en 1763

En aquel año de 1763 en Bríndisi se contaban once conventos: el de la Madalena, el del Crucifijo, el de San Pablo, el del Carmen, el de los Teresianos, el de las Escuelas Pías, el de San Francisco de Paula, el de los Jesuitas, el de San Benedicto, el de los Ángeles y el de Santa Clara.

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La reapertura del puerto de Bríndisi en 1778 Ferdinando IV de Borbón, probablemente no fue un gran rey como lo fue su padre, pero tuvo el mérito de haber socorrido y de hecho salvado Bríndisi, preocupándose de la reapertura de su puerto e insistiendo en los intentos de terminar la obra. En 1775, en efecto, Ferdinando IV envió a Bríndisi dos ingenieros, para la época los más calificados del reino para las obras hidráulicas, con la misión de determinar las medidas necesarias para sanear el puerto y la ciudad toda: fueron Vito Caravelli, profesor de matemáticas, y Andrea Pigonati, teniente coronel de ingeniería. Los dos ingenieros hicieron estudios y compilaron los proyectos que sometieron al rey: fueron aprobados y así regresaron a Bríndisi para ejecutar lo proyectado. «...En el año 1776, cuando Andrea Pigonati dio principio a los trabajos de reapertura del canal que comunicaba el puerto externo con el interno, la marisma en la parte central del paso tenía 25 centímetros de agua en la marea alta, mientras que en marea baja el agua desaparecía del todo, y lo seco permanecía descubierto hasta por 50 centímetros en algunos sitios. Con dificultad, y solo en la marea alta, se podía pasar por el canal en bote y el puerto interno era un lago estancado donde podían navegar solo botes y nadar las nutrias. Las labores comenzaron el 4 de marzo y el 28 arribó al puerto una polacra proveniente de Nápoles, cargada de varios utensilios y de madera destinada a la obra. Los trabajos avanzaron entre muchas dificultades, no siendo la menor la insuficiencia y la falta de preparación de la mano de obra local, por lo cual se debió recurrir al trabajo forzado: en abril de 1777 llegaron a Bríndisi cien trabajadores forzados y el 26 de diciembre llegaron otros doscientos de aquellos. Debido a la poca disponibilidad de piedras grandes necesarias para la ejecución del proyecto, Pigonati pensó en poder disponer de los bloques resultados de la demolición de algunas estructuras viejas situadas en la proximidad de Puerta Real y también utilizó las piedras tomadas de la torre derrumbada que había sido construida por los Angevinos para la operación de la cadena de cierre del canal. «…Los cimientos de la torre angevina destruida permanecieron sumergidos formando el espacio seco que se denominó “seco angevino” y que fue en tiempos recientes eliminado usando minas...» -F. A. CafieroEn abril de 1778, el piloto brindisino Francesco Alló, pudo por primera vez entrar hasta la vecindad de la Puerta Real con un navío cargado, y pudo repartir con una carga de aceite: la anchura del canal ya había sido ampliada y la profundidad había ya llegado a los 5 metros con 20 centímetros. Después, el 20 de junio, entró felizmente en el puerto interior el barco holandés “Joven Adriana”, con un cargamento de unos 3.740 hectolitros de trigo.

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Memoria de la reabertura del puerto de Brindisi - Andrea Pigonati, 1871

Pigonati entregó la obra realizada el 30 de diciembre de 1778, a los 2 años, 9 meses y 22 días del inicio de los trabajos: la obstrucción que había aislado al puerto y a la ciudad durante siglos había sido finalmente removida. A la entrega de la obra, el canal, con la boca dirigida al levante griego, era largo 1.861 palmos incluidos los muelles y los arrecifes, tenía 18 palmos de profundidad, y de ancho 183 palmos hacia la rada y 162 palmos a la salida del puerto interno. Las orillas del canal estaban conformadas por andenes en forma de muro que fueron prolongados con dos pinceles sobresalientes en el puerto externo. Sin embargo, poco después el canal comenzó a llenarse de nuevo, el pantano en el puerto interno comenzó a rehacerse y la malaria volvió. Pigonati, actuando con una buena dosis de ignorancia y con tanto de arrogancia, había cometido el craso error de orientar la desembocadura del canal a greco-levante y aquel grave error de ingeniería terminó por anular el enorme esfuerzo. Después de pocos años y varios improbables intentos de corregir aquel error, el puerto de Bríndisi estaba otra vez perdido y cerrado al gran tráfico naval, y la ciudad entera estaba de regreso a su más gravosa problemática. En 1788 el rey Ferdinando IV envió a Bríndisi a Nicola Vivenzio, abogado fiscal del Real patrimonio, con una comisión secreta, para analizar las aguas del puerto externo y para verificar la situación del saneamiento del puerto interno. En 1789 el rey encargó a los ingenieros Carlo Pollio y Conforti los trabajos correctivos que, sin embargo, después de nueve años de ejecución, no resolvieron tampoco el problema.

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En abril de aquel mismo año de 1789, el economista y naturalista suizo Carl Ulysses von Salis, que visitó Bríndisi escribió: «...A medida que nos acercábamos a la ciudad se encontraban zonas miserables y desoladas, que da mucho pesar ver allí sin cultivo una campiña bendecida con un suelo fértil y un clima aún más propicio. Largas calles con casas ruinosas, patios enyerbados, tugurios apoyados en viejos muros. Pocas son las casas habitadas y las personas que las viven están diariamente expuestas al lento pero inevitable efecto de la fiebre malarica. El total abandono en que ha sido dejado el puerto ha formado grandes pantanos que rodean la ciudad llenando el aire de exhalaciones pestilentes, por lo cual no hay más en Bríndisi una cara rosada. La fiebre malarica reina durante todo el año y son pocos los que tienen delante de sus vidas miserables un tope de más de sesenta años. Los trabajos de algunos años atrás fueron tan mal realizados por el ingeniero Pigonati, tal vez por ignorancia o por otras razones, que la ciudad es todavía tan miserable e insalubre como era antes de su venida. ¡Aún no habían pasado once años de que la obra de Pigonati estuviera terminada y ya el canal estaba bloqueado nuevamente por las algas y la arena...» El ilustre viajero tampoco dudó en polemizar con Pigonati, rebatiéndole, entre otras cosas de las tantas aseveraciones que escribió, la poca benevolencia mostrada hacia los habitantes de Bríndisi, en su “Memoria del riaprimento del porto di Bríndisi”, publicado en 1781. Carl Ulysses von Salis escribió: “¿Y con que justicia se puede reprochar a los Brindisinos su indolencia porque trabajan solo cuatro horas al día y pasan el resto de la jornada en las tabernas, buscando ahogar en vino sus miserias?” Los varios trabajos realizados después por Pollio, fueron parcialmente útiles, pero fueron solamente accesorios respecto al problema de fondo: «… Se construyó el nuevo Lazareto en el lado izquierdo del puerto interno, que antes había estado en la isla de San Andrés. Fue también rellenada y realzada sobre el nivel del mar la carretera de la Mena, en el eje de la cual pasaba un canalón que dividía la ciudad y en el cual se recibía el agua del mar que desembocaba en aquel y además -desde ponente y desde sur- se recibían las aguas que bajaban de las alturas de la ciudad y que, estancándose causaban un aire letal. Los residuos encontrados, de muchos trozos de madera de barcos y de otros elementos de pesca, habían hecho pensar que el canal había sido un ramal del puerto. La carretera así reformada se llamó Carolina, como la reina y debajo de la vía fueron enterrados canales subterráneos, que con su inclinación artificial recibían las aguas de la ciudad y las llevaban al mar, sin que este pudiera participarle de las suyas. Finalmente, en las riberas desde el arsenal hasta el embarcadero de Santa María, fueron formadas las banquetas de enormes rocas.

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El rey, que daba mucha importancia a la restauración, fue a Bríndisi y quiso en persona visitar la obra del puerto el 27 de abril de 1797, y con sus regias manos quiso medir la profundidad del canal...» c. d. d. s. b. 1787-1860 Bríndisi en tiempos de Revolución y de Imperio En el censo de 1789, la reducida población urbana de Bríndisi era de 5.608 habitantes, mucho menos de los 8.104 de solo 35 años antes, y la población total era de 5.853: 2.491 en el área de la parroquia de la Catedral; 795 en la de la Annunziata; 990 en la de Santa Lucía y 1.332 en la de Santa Ana. Y un total de 245 religiosos. Los solos números descarnados, ya de por sí dicientes, no reflejan en pleno el deterioro profundo que por aquella época permeaba el tejido social de la ciudad. El abogado Vivenzio, en efecto, en su informe al soberano sobre las graves condiciones en que se hallaba la ciudad al visitarla en 1788, indicó con lujo de detalles y de argumentos, la percepción que tenía de los desequilibrios políticos, económicos y sociales de la ciudad y, entre otras cosas, trató de ladrones a los gobernantes locales “tanto los del presente como los del pasado”, atribuyendo a tales circunstancias, buena parte de la responsabilidad de que la ciudad estuviese reducida al extremo. Como consecuencia directa de aquel despiadado relato, el rey Fernando II emitió, el 13 de junio de 1789, dos disposiciones que se referían respectivamente “Al buen gobierno de la Universidad -el Ayuntamiento- de Bríndisi” y al “Reparto de los cargas públicas -fiscalesen la ciudad de Bríndisi”. Dos disposiciones que, en verdad, iban también para las otras ciudades del reino y que hacia el final de aquel siglo estimularon un proceso de evolución de los ordenamientos ciudadanos que anticipó los cambios revolucionarios, próximos a llegar. 1789, en efecto, fue el año en que se inició la Revolución francesa, cuyo eco no tardó mucho en alcanzar a las poblaciones del reino de Nápoles, incluida la de Bríndisi. Y, de hecho, en la “Cronaca dei Sindaci di Bríndisi”, ya por el año 1792 es posible hallar las primeras noticias premonitorias de las tantas otras destinadas a sucederse y a multiplicarse en los años próximos a venir, impulsadas por la animadversión de una población inteligente en cuanto que valiente y de su espíritu liberal y libertario. El 22 de enero de 1792 fue bautizado por Annibale De Leo, archidiácono y futuro arzobispo, Giovanni Luigi Crudo, nacido el día antes, hijo de Benedetto, doctor en leyes que fue gobernador regio y juez en Bríndisi, y de Anna Plantera de Veglie. Su abuelo, homónimo y también doctor en leyes, fue marido de Teresa Errico del fu Onofrio. Se trataba nada menos que de Giovanni Crudomonte, destinado a ser con los años uno de los más reconocidos y activos patriotas de la Italia meridional por la causa de la unidad nacional.

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«...Ya desde finales de 1792, en torno a Teodoro Monticelli -nacido en Bríndisi, en el barrio marinero Sciabbiche, el 5 de octubre de 1795- se reunía el primer club jacobino surgido en Nápoles, y tal vez en Italia, transformación de una ya operativa logia masónica. Monticelli Teodoro era hijo menor del barón Francesco Antonio y de Eleonora de los condes de Sala. Hizo sus primeros estudios con los Padres Escolapios de las Escuelas Pías; se trasladó luego a Lecce con los Padres Celestinos donde tomó el hábito talar; pasó al colegio de San Eusebio de Roma, y a fines de 1792 llegó a Nápoles para enseñar filosofía y aquí transcurrió toda su vida de estudio, de enseñanza y de investigación. Murió en Pozuelo el 5 de octubre de 1845. Teodoro Monticelli fue uno de los primeros en Italia en entusiasmarse y en sufrir por las nuevas ideas de libertad y de emancipación desarrolladas en el ambiente ilustrado napolitano, que de la Revolución francesa de 1789 obtenían el impulso para la acción, por lo cual su figura sobresalió heroicamente en el proceso de la conjura jacobina de 1794 y en la de 1798: debido a su inquebrantable firmeza de carácter estuvo entre los poquísimos que se impusieron…» c. d. s. d. b. 1787-1860

Teodoro Monticelli: Brindisi 1758 - Pozuelo 1845

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Fundada en Nápoles la República, entre el 22 y el 24 de enero de 1799, a Bríndisi las noticias no llegaron inmediatamente, ni de Nápoles ni de Lecce. El 4 de febrero, Victoria y Adelaida, dos princesas francesas, tías del rey Luis XVI, llegaron al puerto de Bríndisi acompañadas de un grupo de nobles, huyendo de las tropas napoleónicas y en espera de un embarque seguro para Corfú, donde fueron después llevadas en dos fragatas rusas. El 8 de febrero, finalmente, se supo en Lecce y quizá en la provincia toda, incluso en Bríndisi, sobre la fuga del rey Ferdinando IV de Nápoles a Palermo, y de la proclamación de la República partenopea. «...La noche del 14 de febrero, el pueblo de Bríndisi se alborotó contra aquellos que en la ciudad conjuraron contra el rey, pretendiendo así apoderarse de la defensa del soberano Borbón. Los habitantes del barrio marinero, Sciabbiche, estaban a la cabeza de la revolución que en el siguiente día 15 fue aún más grave. Casi todos los nobles y el arzobispo Annibale De Leo, fueron arrestados y traídos al castillo y habría tal vez pasado a medidas más graves, si no hubiese sido por un acontecimiento providencial. Sobre las dieciséis horas se esparció la noticia, infundada, de que el príncipe heredero de Nápoles estuviera de incógnito entre un grupo de emigrados corsos, que se habían reunido en la ciudad en busca de un embarque para Corfú, declarándose contrarios a la Revolución francesa. Fue suficiente esta noticia para que no se pensara más en perseguir a los jacobinos, sino en honrar al príncipe, que fue llevado a la iglesia Catedral en un carro y a hombros. Era este príncipe -por el contrario- un corso llamado Raimondo Corbara, y corrió rápidamente la voz por la provincia y en menos de doce días fueron enviadas a Bríndisi muchas diputaciones. Al corso se le recomendó, igual que a las princesas francesas, que para bien- secundaran el bulo y sostuvieran su parte, y que con cierta autoridad trataran lográndolo- que se calmara el tumulto y que fuesen puestos en libertad los arrestados. El mismo consejo le fue sugerido a las diputaciones a las que no se le ocultó la verdad, y todos, aceptando el consejo de seguir el error común, les manifestaron en nombre del legítimo soberano, su constante compromiso y fidelidad. Después de esto, el príncipe de mentirijillas, Corbara, se embarcó para Corfú donde, según aseguró, obtendría de las potencias aliadas que la sitiaban, socorro para Brindisi y regresaría con tropas regulares de defensa contra los enemigos franceses. Por el contrario, el 9 de abril a Brindisi llegó un buque francés denominado “Gènereux”, seguido de cuatro transportes con mil hombres de desembarco, víveres y municiones de guerra. Se emprendió la acción contra el Fuerte del mar que, mal provisto de guarnición y de municiones de guerra, capituló después de tres horas de ardua resistencia.

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También la ciudad dio señales de rendición, y seguidamente se expidió al barco francés una diputación parlamentaria, compuesta por las autoridades ciudadanas, entre la cual estaba el arzobispo. Esta diputación fue benévolamente acogida y se le aseguró que, si bien la ciudad sería ocupada por la tropa, en verdad esta entraría amistosamente. Después del desembarco, aquella misma noche, un intento de ataque por tierra, por parte de una multitud de Sanfedistas, fue rechazado. Sin embargo, después de solo ocho días, asegurando obedecer órdenes recibidas de Bari, clavados los cañones y botada en el mar la pólvora de la fortaleza, todos los soldados franceses evacuaron la ciudad...» c. d. s. d. b. 1787-1860 La reconquista borbónica de Nápoles por parte del cardenal Ruffo, ocurrida el 13 de junio, fue notificada a todas las provincias del reino y a Lecce la noticia llegó el 26, a Bríndisi llegó el 27, y... “se hicieron fiestas y juergas”. En las cárceles napolitanas de Portici y Granili, entre los miles de prisioneros hechos por la represión borbónica, resultaron ser oriundos de Bríndisi el militar Giovanni Pagliara, nacido en 1777, hijo del médico Giacinto y de Saveria Carasco y el estudiante Cherubino Balsamo, nacido en 1776, hijo de Doménico y de Gracia Maiorano de Piano de Sorrento. En Lecce fueron procesados los hermanos Giuseppe y Pietro Montenegro, ambos padres Celestinos. Sin embargo, entre todos los brindisinos, ciertamente el más comprometido con la causa jacobina fue el sabio Teodoro Monticelli, quien se salvó del patíbulo erigido el 29 de octubre de 1799, solo porque había pasado ya tres años de prisión en el Castillo de San Elmo. Fue luego condenado nuevamente por el Tribunal de la Gran Causa de los Reos de Estado en el proceso de 1798 a otros siete años de encarcelamiento en la torre de Savignana, en Sicilia, pero en 1801, después de la paz con los Franceses, fue favorecido por el rey y liberado, con los demás prisioneros políticos. Hubo -sin embargo- otro ilustre brindisino al cual el destino en esta circunstancia no le fue favorable: Carlo De Marco, ministro y consejero del rey Fernando IV, al cual desaconsejó en vano la guerra contra los franceses en 1798, contrastando en esto con el primer ministro Acton y la reina Carolina. El historiador Antonio Lucarelli, a propósito de la caída de la República y del regreso de los Borbones, escribe: “No se equivocó nuestro conterráneo Carlo de Marco, apreciado consejero y agudo analista de los eventos, durante mayo, cuando corría a la ruina la suerte de la democracia, quien interrogado acerca de los remedios para oponerse a tantos males, respondió que no conocía ninguno que fuera eficaz en aquel momento, y agregó que si Ferdinando de Borbón había conseguido derribar él mismo su trono, los republicanos hicieron de todo para irreparablemente hacer caer a la república”.

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Carlo De Marco: Brindisi 1711 - Nápoles 1804

«...Y fue así, que S. E. Carlo de Marco, después de cuarenta años de secretario y de consejero de Estado, en el año 1799 fue despojado por el rey, de todos los cargos y de sus sueldos, quedando a la edad de 89 años reducido a ser un particular desconocido, arrastrando en adelante su edad y vendiendo las cosas que le quedaban para poder sobrevivir, y tras haber, dos años antes, donado al rey en dinero y en plata 40 mil ducados. Posteriormente plugo a su S.M. en enero de 1802 darle una pensión de 3.000 ducados al año para pasar los pocos años que pudiese vivir, habida cuenta que nació el 11 de noviembre del año 1711. Murió a la edad de 93, en 1804...» c. d. s. d. b. 1787-1860 Con la guerra entre el reino de Nápoles y Francia congelada por la Paz de Florencia, la situación en todo el Bajo Adriático quedó confusa e inestable, con la presencia de las armas inglesas y napolitanas y con la reticencia de los napoleónicos a abandonar el área. “...El 13 de junio de 1801 hacia las cuatro de la tarde, un bergantín borbónico, el Lípari, que llevaba a bordo 64 soldados al mando del teniente de navío Roger Séptimo, y que iba seguido de una polacra sorrentina cargada de trigo, entró en el puerto de Bríndisi. Hete aquí que apenas anclados los barcos, aparecieron cuatro navíos ingleses, los cuales cañonearon con tanta violencia a los dos barcos, que casi se hundieron gravemente dañados. Los ingleses acudieron entonces con una escuadra de lanceros y capturaron a los artilleros, lo mismo que al comandante y al piloto, intentando sacar a seco las embarcaciones.

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En este punto intervinieron los franceses y ardió la refriega, en la que participaron las fortalezas brindisinas: granaderos franceses y marineros británicos encontraron la muerte. De los registros de muertos de la Catedral de Bríndisi -no obstante- se deduce que no hubo decesos de militares franceses en tal hecho. Pero sí resultaron muertos en el real hospital, sin sacramento, muchos de los soldados franceses que estaban en la circunscripción de la ciudad y que fueron sepultados en la iglesia, algunos con sus familias, diezmadas la mayoría por las fiebres de malaria. En Mesagne estaba alojado y mantenido con ración un batallón constituido por 350 soldados franceses. Estos y todos los demás, al firmar el 11 de abril de 1802 los Franceses y los Ingleses el Tratado de Paz de Amiens, entre el 30 de abril y el 5 de mayo debían abandonar la provincia de Tierra de Otranto, donde se comportaban como conquistadores. No lo hicieron así y comenzaron solo poco después a partir sin prisa alguna. El ejército francés, en efecto, hizo oficialmente regreso, a la Tierra de Otranto y a la provincia de Bari, el 15 d junio de 1803 “por la dificultad surgida entre los franceses y los ingleses”. A finales de diciembre, Francia envió las tropas cisalpinas, compuestas por vénetos, genoveses, romanos, sicilianos, y leceses. Querían ser llamados italianos, aunque estuvieran entremezclados con polacos. En Bríndisi los soldados franceses faltaron solo desde mayo de 1802 a julio de 1803, y en Lecce, en abril de 1804, estaban otros 3.000, bajo el mando del general Lechi...» c. d. s. d. b. 1787-1860 Pero para entonces el trono de los Borbones en el reino de Nápoles, tenía sus días contados, y los soldados franceses, no solo en Bríndisi sino en todo el reino, estuvieron como en casa por casi 10 años: de 1806 a 1815: los años de los dos gobernantes napoleónicos en Nápoles, primero Giuseppe Bonaparte y después Gioacchino Murat. El marqués de la Schiava fue el último “presidente” borbónico de Terra de Otranto, y el 7 de marzo de 1806 para aquella provincia fue nombrado por el gobierno napoleónico, el conde Francesco Anguissola, que de allí en adelante, se llamó “intendente”. Lecce fue designada como capital de la provincia que fue dividida en dos subintendencias, la de Tarento y la de Mesagne, en cuyo distrito fueron incluidos los municipios de Campi, Salice, Francavilla, Oria, San Vito de los Esclavos, Ostuni, Martina, Ceglie y Bríndisi. Mariano Monticelli, brindisino, fue el primer subintendente de Mesagne. Al instalarse en Nápoles el nuevo rey napoleónico, era alcalde en Bríndisi, Teodoro Vavotici, y allí permaneció por un par de años, coadyuvando en el nuevo cuerpo de representantes del consejo municipal, que tomaron el nombre de “decuriones”.

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Estos fueron elegidos entre los propietarios, en número de 10, que tuviesen no menos de 48 ducados de renta en las ciudades de 3.000 a 6.000 habitantes y, en las ciudades más populosas, en número de 3 por mil de los habitantes con no menos del doble de renta. La elección de los decuriones fue decidida por sorteo, y la del alcalde y los diputados a las comisiones comunales, fueron elegidos por mayoría. El 14 de noviembre de 1806, fueron nombrados los docentes de la Universidad de Nápoles y el brindisino Teodoro Monticelli, de antigua creencia jacobina, obtuvo la cátedra de Teología moral. Fue emprendida la restauración de la Vía Egnazia, desde Nápoles hasta Puglia y el 5 de marzo de 1808, el rey promulgó el decreto para la construcción de una carretera de Bari a Lecce: “El primer trayecto de Bari a Monopoli, el segundo trayecto de Monopoli a Ostuni pasando -abandonada la vía de la costa- por Fasano, el tercer trayecto de Ostuni a Lecce: pasando por Bríndisi y después, por Tuturano, San Pietro Vernotico, Torchiarolo y Surbo, hasta llegar a Lecce. La mencionada vía sería hecha a expensas del tesoro del reino y de las donaciones voluntarias de la población que quieran concurrir a los gastos, ya fuere con dinero, en especie, en transporte, o en jornadas de trabajo”. A raíz de la decretada supresión de monasterios y conventos en el reino, en 1809 en Bríndisi tocó suprimir, entre muchos otros, aquello de los conventuales de la iglesia de San Pablo, y fue así que la iglesia de San Pablo Ermitaño pasó de la administración del arzobispo a la de la fraternidad de la Inmaculada, lo que después permitió a la iglesia el salvarse de la decretada demolición. El arzobispo De Leo estuvo naturalmente muy resentido por aquella iniciativa del estado napoleónico y Vito Guerreri, a tal propósito, escribió: “Lo que -sin embargo- le atravesó el corazón y no le dio paz hasta el fin de su vida, fue la supresión general de las órdenes religiosas, realizada entre 1808 y 1809 por los invasores. Celosísimo como era de su ministerio pastoral, no sin sufrirlo, vio como le quitaban a su Iglesia nueve buenas casas religiosas que habían constituido, no solo tantos bellos adornos ciudadanos, cuanto la fuente de instrucción moral y científica, como la ayuda a los trabajadores contra la pobreza. Además, sufrió por la pérdida de personas de las cuales podía valerse, entre los mejores, diligentes y asiduos colaboradores de la viña de Jesucristo, confiada a su ministerio”. Al comienzo del año 1811, el gobierno napoleónico de Nápoles, envió, para inspeccionar

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los puertos de la costa adriática del reino, al príncipe Cariati que se acompañó con el señor Maurín, armador de barcos y el señor Vincenzo Tironi, contratista, el cual presentó la propuesta técnica y de los costos para las obras a seguir para sanear el puerto de Bríndisi: “Las operaciones a seguir deberán ser utilizadas para recibir cualquier flota naval numerosa, además de aquel número de barcos mercantes que con el tiempo podrían llegar para un floreciente y rico comercio. Pero primero que todo eliminar la totalidad de las causas inductoras de un aire malsano”. «…El 22 de abril de 1813, el rey Murat, fue a Bríndisi, desde Lecce adonde había llegado el día anterior -el 21 de abril- y había instituido un cuarto distrito en la provincia de la Tierra de Otranto con capital en Gallipoli y había cambiado el nombre y la sede de la subintendencia de Mesagne, trasladándola a Bríndisi, que desde entonces ostentó la capitalidad del distrito homónimo. En Bríndisi, el rey decretó la requisición por utilidad pública, de algunos locales y entidades eclesiásticas. Los conventos de los agustinianos, de los teresianos, de los conventuales y de los paulistas, fueron usados por el municipio, mientras que aquellos de los dominicos, de la Madalena y del Crucifijo, lo fueron por los militares. Y estando en Bríndisi, el 22 de abril el rey firmó el decreto con el cual el arzobispo de Bríndisi fue autorizado a establecer en aquel municipio una biblioteca pública dotada con sus fondos particulares, la cual fue puesta bajo la dirección inmediata de los arzobispos pro tempore de la Iglesia de Bríndisi, bajo la dirección del ministro del Interior. Firmó también un decreto para aceptar el ofrecimiento de los comerciantes de pagar una sobretasa del arancel del aceite, con el fin de constituir un fondo para ser invertido en la construcción de dos puentes y la carretera por Lecce. En mayo de aquel año 1813 fue trasladada a los locales del ex convento de los franciscanos de San Pablo, la subintendencia que había estado por un decenio en el ex convento de los Celestinos en Mesagne, y se llevó de Mesagne a Bríndisi también el comando de los batallones. El 3 de septiembre de 1813 el de Bríndisi fue declarado por el gobierno central “puerto militar” junto a los puertos de Gaeta, Baia, Crotone, Manfredonia y Tarento. En el año 1814, el Castillo de tierra de Bríndisi fue convertido en un “baño penal” -o sea: en prisión- “por tener más de un centenar de cumplidores de penas que se suponían indispensables para limpiar aquel puerto con las dragas ordinarias de sandalias y cucharones...» c. d. s. d. b. 1787-1860

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La carcel “baño penal” en el Castillo suabo de Brindisi

Posteriormente sobrevino el final también para el imperio de Napoleón y para el reinado de Murat, y en Bríndisi, en los días en que se desarrollaron los hechos, a finales de 1815, recalaron en el puerto varias naves de la flota de Murat a la espera de recibir órdenes: la fragata Cerere, la corbeta Fama, la fragata Carolina y el bergantín Calabrese. Pero a los pocos días, con la derrota de las tropas de Murat el 2 de mayo en Tolentino, las cuatro naves fueron bloqueadas por la escuadra inglesa del comodoro Campbel. A continuación de la derrota, el caos: «...Compañías enteras de desertores desharrapados y abatidos recorrían toda la Puglia. Desbandada la gendarmería, desarmada la guardia, interceptada la vía por numerosos saqueadores, los intendentes y subintendentes fueron obligados a abandonar sus sedes y los caballeros y propietarios estuvieron aterrados por la proliferación del bandolerismo y por la anarquía…» c. d. s. d. b. 1787-1860 Esta era la situación mientras Gioacchino Murat venía depuesto el 19 de mayo de 1815 y el Borbón, Ferdinando IV, regresaba, después de casi diez años, al trono de Nápoles, con el nombre de Ferdinando I de Las dos Sicilias.

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Bibliografía: - “PIGONATI” NO - “MONTICELLI” SI: G. Perri -2014 - CRONACA DEI SINDACI DI BRINDISI DALL’ANNO 1787 ALL’ANNO 1860 (c. d. s. d. b. 1787-1860): R. Jurlaro -2001 - VITA ECONOMICA E AMMISNISTRATIVA A BRINDISI SUL FINIRE DEL SETTECENTO: G. Lisi -1977 - IL TERREMOTO DEL 1743 IN BRINDISI: G. Carito -1983 - LA CITTÁ DI BRINDISI ALL’APERTURA DEL CAN. PIGONATI: F. A. Cafiero -1969 - CRONACA DEI SINDACI DI BRINDISI DALL’ANNO 1529 ALL’ANNO 1787: Pietro Cagnes & Nicola Scalese -1787 - MEMORIA DEL RIAPRIMENTO DEL PORTO DI BRINDISI: A. Pigonati -1781

Italia en 1815 después de la restauración de Europa

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Bríndisi en el Reino de Las dos Sicilias En 1815, después del paréntesis del decenio francés de los dos reyes napoleónicos, y ya de vuelta al amparo de las armas austríacas y de los navíos ingleses, regresaron al trono napolitano los Borbones, aún con el mismo rey Ferdinando IV de Nápoles, III de Sicilia y, desde aquel momento oficialmente, I de Las dos Sicilias. Después de los habituales festejos que acompañaron la partida de los gobernantes de turno y la llegada de los nuevos, el regreso borbónico en este caso, también en Bríndisi los hechos insurreccionales de 1820 y 1821, tuvieron un eco destacado y produjeron importantes repercusiones. La noche del 17 de septiembre de 1820 fue atacada una patrulla del regimiento “Real corona” acuartelado en el castillo de tierra donde funcionaba el baño penal, y del cual el 25 se reportó la fuga de un grupo de “galeotes”. El ataque fue atribuido a los “subversivos” Giovanni Crudo, Luigi D’Amico y Nicola Morichio. Cuando de Nápoles llegó la noticia de la promulgación de la Constitución: «...El carbonario Giuseppe Capece de Cisternino hizo confeccionar una bandera tricolor con los emblemas carbonarios, la hizo bendecir y la llevó a Carlo Marzolla en el Fuerte y sustituyó la de S.M. A su lado estaba también Francesco Doria, capitán del Lazareto... Otros implicados brindisinos en el movimiento carbonario de 1820 fueron Carlo Berradi y Vito Montenegro, gestores de farmacia... Y los dos carbonarios brindisinos, Pietro Magliano y Domenico Nervegna, participaron en Nápoles en la causa del general Guillermo Pepe...» c. d. s. d. b. 1887-1860 Después, en marzo del año siguiente, en 1821, en Nápoles regresaron a los cargos los ministros fieles a Fernando I y llegaron puntuales las condenas para los liberales comprometidos que habían defendido la constitución de 1820: muchos fueron exiliados, entre ellos Francesco Pennetta de Bríndisi. El 20 de junio de 1821, el decurionato de Bríndisi aprobó la constitución del cuerpo de las guardias cívicas y precisó que no podían formar parte de ello aquellos individuos que hubieran pertenecido a alguna sociedad secreta proscrita, prohibición extendida también para las nóminas a otros empleos públicos. El 21 de junio, día del Corpus Dominis, algunos carbonarios «...Hicieron insultar a monseñor, el obispo de Bríndisi, que iba a caballo en la procesión: hicieron disparar al mar dentro del puerto dos cañonazos para asustarle el caballo, y así el pobre prelado casi se rompió el cuello, mientras se desternillaban de risa los granujas...» c. d. s. d. b. 17871860 Durante la noche de aquel mismo día festivo, cuatro carbonarios brindisinos, comprometidos con los hechos políticos de 1820, Francesco Del Bueno, Luigi D’Amico,

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Francesco Bianchi y el sacerdote Santo Chimienti, intentaron embarcarse clandestinamente para Grecia en un barco griego que enarbolaba bandera inglesa que estaba en el puerto. «...Pero del asunto se tenía aviso, y estaba dispuesta una emboscada de doce gendarmes a caballo y otra gente. A las dos y media de la noche fue avistado el barco y, con la ayuda de señales de bengalas, los fugitivos se dirigieron al lugar señalado para el embarque. Los acompañaba como guía un hermano de Santo Chimienti, Antonio, el cual, seguido de un aldeano que arreaba un asno cargado de equipaje, fue el primero en toparse con los francotiradores. Detenido Antonio se dio la alarma, y los otros fugitivos con el aldeano del asno se dispersaron y el barco desapareció. En vano las autoridades se esforzaron en hacer hablar al arrestado y Chimienti permaneció detenido por dar una versión evasiva hasta que, después de cuatro meses de prisión, fue liberado. No se tuvo traza alguna de los cuatro que se dieron a la clandestinidad...» c. d. s. d. b. 1787-1860 La Junta de escrutinio de la provincia de la Tierra de Otranto, el 3 de octubre de 1821 finalmente dictó en Lecce su sentencia condenatoria, y fueron destituidos en la circunscripción de Bríndisi: Francesco Doria, capitán del Lazareto; Carlo Demilato, notario de Francavilla, Giovanni Specchia y Oronzo Tanzarella, notario, de Ostuni; Lucio Alessano, cirujano de la Marina real, Luigi Antonucci, secretario de Mesagne, Antonio D´Ippolito, receptor del registro y Giuseppe De Cesare, secretario municipal de Bríndisi. El 3 de enero de 1825, murió el rey Ferdinando I de Las dos Sicilias. Lo sucedió su hijo Francisco I, el cual gobernó durante solo seis años, hasta su muerte en 1830, cuando lo sucedió su hijo Ferdinando II. En 1830, los eventos trasalpinos encendieron la esperanza entre muchos de los sectarios de Bríndisi y en aquel año, se reanimaron las actividades. «...A las tres y pico de la noche del 8 de febrero, en el palacio de Francisco Pérez se reunía un grupo del cual hacían parte varias personas de confianza. La policía llamó varias veces, pero en vano; por último, regresó con refuerzos de gendarmería y renovando el intento, el portón fue abierto. El comisario, entró en una sala y se halló con personas de ambos sexos, en parte en pie, en parte sentados, mientras que Felice Quarta y Moisés Della Corte tocaban instrumentos musicales. Entre ellos estaba el archifamoso sectario, don Giovanni Crudo: “Crudomonte, hombre irreconciliable con el sistema imperante, teniente legionario, gran maestro del orden carbonario llamado a hacer innovaciones políticas, culpable del más grande sectarismo y otros hechos criminosos después de marzo de 1821, y uno de los que durante el nonimestre simuló condenar a muerte y quemar la efigie del príncipe de Metternich en la plaza pública del municipio”.

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Estaban también Pietro Magliano, que en 1820 se había distinguido como revolucionario en la capital y Domenico Nervegna, archienemigo del sistema y sectario consumado. El comisario, que de la tardanza en que abrieran comprendió que se trataba de otra cosa más que de una fiesta bailable, les ordenó a todos retirarse. Los sorprendidos hombres fueron detenidos bajo órdenes durante quince días, pero no se produjo ninguna molestia para las señoras...» c. d. s. d. b. 1787-1860

Palacio Pérez – Foto brindisiweb.it

En octubre de 1830, en el baño penal de Bríndisi fue frustrado un complot de detenidos, tendiente a introducir en el mismo armas compradas a través de Teodoro Cromio, el vendedor de vino en el castillo, que era cómplice de Bernardino Campagnolo. Los conjurados, Luigi Melino, Giuseppe Odierna, Giuseppe Silvestri, Rocco Paoletti y Francesco Gambarella, liderados por Giuseppe Bibone, fueron acusados por otros dos detenidos, Salvatore Caragiali y Francesco Santoro. «…Los denunciados, viejos carbonarios de varias provincias con compañeros de Nápoles y Campobasso, siguiendo los movimientos de Francia, se proponían desarmar al cuerpo de guardia, irse al campo para hacer prosélitos e iniciar la revolución...» c. d. s. d. b. 17871860 Para aquel tiempo, Bríndisi había vuelto a la grave situación consiguiente a la nueva colmatación ocurrida del puerto interno, después que los hechos políticos y militares que

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sucedieron a lo largo de los treinta años ya transcurridos del siglo XIX, hicieron imposible o inanes todos los intentos serios de solución sucesivos a los trabajos de saneamiento que fueron parcialmente realizados a fines del siglo anterior. A lo sumo, durante aquellos años de dramáticos hechos políticos y militares debidos a la alternancia en Nápoles de gobiernos centrales entre borbónicos y franceses, se intentó dar algún mantenimiento saltuario y puntual al canal que permitiera comunicar el puerto externo con el interno, para evitar -al menos- su total obstrucción y el consiguiente total empantanamiento del puerto interno. En defensa de la ciudad y del puerto de Bríndisi En 1829 el suizo Charles Didier visitó Bríndisi, y su descripción de ella en muchos aspectos no difiere mucho de aquella hecha exactamente 40 años antes por otro viajero, su conterráneo Carl Ulysses von Salis. Escribió Charles Didier: “Al no renovarse el agua del puerto interno, este se convirtió en un pantano pestilente. Se hicieron inmediatamente algunos trabajos para ampliar el canal recientemente, pero fueron insuficientes y aún así, el puerto está colmatado hasta la mitad... Diezmada por la malaria, la población descendió de cien mil habitantes a seis mil: entre 1827 y 1829, en la desolada ciudad los nacimientos fueron 1.117 frente a 2.323 decesos... Bríndisi está poco poblada y poco industrializada y el campo del entorno es verdaderamente una estepa desierta y con frecuencia palúdica, donde se puede caminar un día entero sin ver un rostro humano y sin encontrar un árbol debajo del cual protegerse del sol” El 23 de agosto de 1830, el municipio de Bríndisi, encomendó al canónigo Giovanni Tarantini, que estaba completando en Nápoles sus estudios, el cargo de representante oficial de la ciudad en la Corte, el Gobierno y las oficinas adscritas a aquella, para defender la causa del saneamiento del puerto y el desecamiento del pantano mefítico que rodeaba a la ciudad. «...Contemporáneamente, el ilustre brindisino Giovanni Monticelli, habiendo oído sobre las maniobras palaciegas encaminadas a distraer al rey Ferdinando II de su deseo de promover los trabajos de saneamiento del puerto de Bríndisi en favor de la construcción de un nuevo puerto en Gallipoli, se apersonó varias veces en Nápoles durante 1831, escribiendo para el rey su primera relación intitulada “Difesa della città e porti di Brindisi”. En dicha relación, Monticelli denunció las maniobras tendientes a desacreditar todo proyecto de recuperar el puerto de Bríndisi, basadas en una serie de medias verdades y descaradas mentiras, todo ello utilizado para enmascarar -nada menos- los mezquinos intereses económicos y el miserable regionalismo en favor de Gallipoli contra Bríndisi.

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Y demostró lo infundado de las inicuas e interesadas opiniones según las cuales el aire malsano de Bríndisi era algo intrínseco a la ciudad, o sea que era independiente de la problemática de la obstrucción de las aguas del puerto interno y era -por lo mismo- un problema sin solución y constituía -por lo tanto- aquello, una razón en sí misma suficiente para no invertir dinero en la desgraciada ciudad.

Monticelli luego, decidió ampliar su informe, completándolo con la valiosa contribución de Benedetto Marzolla, un prestigioso oficial brindisino, el cual en aquellos años tuvo en Nápoles el importante cargo de procurador en la ciudad de Bríndisi. La nueva relación fue entregada a Giuseppe Ceva Grimaldi, ministro de estado para asuntos internos, y con el título “Defensa de la ciudad y puertos de Bríndisi - segunda edición aumentada y corregida” fue publicada en 1832. En dicha segunda edición corregida y aumentada, se agregaron nuevas y detalladas consideraciones relativas a toda la problemática de la comparación entre las ventajas de restaurar el pleno funcionamiento del puerto natural de Bríndisi y las desventajas, sobre todo las técnicas, pero también las económicas, las estratégicas, las militares y las políticas, de construir en su lugar un nuevo puerto del todo artificial en Gallipoli.

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También Francesco Antonio Monticelli, barón y diputado gratuito de la ciudad de Bríndisi, echó su cuarto a espadas en apoyo de la causa de su anciano tío Giovanni, elaborando en 1833 una “Tercera memoria en defensa de la ciudad de Bríndisi y de los puertos de Bríndisi”. El 2 de mayo de 1833 el rey Ferdinando II, a poco de asumir el trono, pasó por Bríndisi, proveniente de Lecce y siguiendo por Foggia, donde lo esperaba la reina María Cristina de Cerdeña. Fue aquella la primera de una serie de visitas del soberano a la ciudad y a su puerto, de cuya suerte, desde esa ocasión hasta su muerte, quedó siempre interesado. En efecto, al fin, el rey Ferdinando II, por su propia previsión, por el mérito de los Monticelli, y para fortuna de Bríndisi, no acogió las maniobras de los cabilderos de Gallipoli. No solo: intuida la mala fe y el intento de engaño, se disgustó tanto que destituyó del gobierno a Giuliano De Fazio, director de puentes y carreteras, principal sostén de la absurda tesis anti-brindisina...» -Gianfranco PerriEn 1834 el rey nombró una comisión para la compilación de un proyecto encaminado al relanzamiento definitivo del puerto de Bríndisi, y dicha comisión, después de dos años, se lo presentó. No obstante los grandes gastos previstos, los trabajos fueron apoyados por el soberano, el cual nombró superintendente de las obras a uno de los integrantes de la comisión, el coronel de ingenieros Albino Mayo, y fue a Bríndisi en persona para mostrar su directo aval al gran proyecto. De manera lamentable, sin embargo, los trabajos no se dirigieron en la correcta dirección y después de buenos ocho años, fue necesario dictar un nuevo decreto real especial para dar un renovado impulso al proyecto y la construcción de la obra pudo finalmente iniciarse formalmente solo en 1843, previendo “la reducción de la isla angevina con la apertura del canal borbónico eliminando las antiguas banquinas Pigonati que hacían de dique y llevando el agua a su reflujo original...” En 1845 el rey Ferdinando II fue en persona a Bríndisi para verificar los trabajos, y regresó en 1846 por el mismo motivo, y lo repitió el 26 de mayo de 1847, el año en que se completó la modificación de la orientación del canal que, orientado hacia tramontana, resolvió el gran problema de la periódica colmatación y la consecuente obstrucción. Sin embargo, posteriormente, en el inicio de 1848, los trabajos fueron suspendidos nuevamente al volver en aquel año a repetirse en el reino, los hechos políticos y militares desestabilizadores, como eco de los acontecimientos franceses y del resto de Italia. Se reanudaron solamente en 1854 y el rey Ferdinando II regresó por última vez a Bríndisi en enero de 1859, con los trabajos bastante avanzados y, prácticamente, en la víspera de su muerte.

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Bríndisi en el ocaso del reino borbónico Agotada la revuelta estallada en Palermo el 12 de enero de 1848, la capital siciliana fue reocupada por las tropas borbónicas el 15 de mayo de 1849 y el 13 de septiembre el mariscal Marcantonio Colonna entró en Lecce, la capital de Tierra de Otranto. Así comenzó un largo período de persecuciones, arrestos, procesos y condenas, que se prolongó por casi todos los años ´50. Entre los centenares de condenados hubo también varios brindisinos, entre ellos Cesare Braico y Giovanni Crudomonte, que fue condenado a 24 años en el baño penal de Procida. «...El 19 de agosto de 1852 fue descubierto un complot “para cometer la fuga del baño penal de Bríndisi y conspirar con el fin de hacer matanzas y saqueos en la ciudad”. Fueron hallados emblemas y distintivos sectarios consistentes en una bandera tricolor y siete cintas iguales, poesías de G. Berchet, la poesía “La toletta” de L. Corabi, una carta con el escrito “Dios y el pueblo” y muchas cartas subversivas. En 1853 fue instruido el proceso político en la gran corte criminal de Lecce a cargo de Vincenzo Zocchi y Donato Stefanachi de Lecce, Nicola Carbone de Capua y Giuseppe Nisi de Bríndisi “por los discursos tenidos en las prisiones de Lecce, encaminados a difundir el descontento contra el gobierno”. A fin de año, las cárceles de Bríndisi “debajo del reloj” acogieron a Camilo Mónaco de Oria, que estaba en la ciudad en arresto domiciliario por las turbulencias políticas en las que estaba involucrado en la capital, cuando el 18 de octubre “con temeraria audacia maziniana acompañada de desprecio, mientras se hallaba en el teatro de Bríndisi la noche en que se festejaba el onomástico del rey, un poco antes de que la orquesta entonase el himno borbónico, salió con desprecio, volviendo poco después que se terminó de cantar el himno”. En el mes de agosto de 1855 hubo “una conspiración con discursos y escritos encaminados a difundir el descontento contra el gobierno” y por eso en Lecce fue procesado -con los dos detenidos Pietro Gorgia y Domenico Romeo- el presidiario del castillo de Bríndisi, Luigi Sivo. En 1856 fueron descubiertas en Bríndisi las actas de un círculo republicano en la venta de lotería de Cesar Chimienti, y con él fueron procesados por “asociación ilícita y por conspirar contra el gobierno” Domenico Balsamo, Giovanni Crudomonte, Cesare Gioia, Giovanni Bellapenna, Ignazio Mele, Giuseppe Camassa, Tommaso Quarta, Giovanni Laviani y don Pasquale Marangio de San Pietro Vernotico. El 10 de julio de 1857 fue la instrucción penal de Vincenzo Greco, detenido político del baño penal, acusado de haber redactado un “escrito criminoso para incitar a los habitantes del reino a armarse contra la autoridad: la proclama a los leceses... para que socorran a los hermanos de Sicilia y Cilento que ya han comenzado a desertar de la tiranía...» c. d. s. d. b. 1787-1860

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En Bríndisi, también los últimos acontecimientos del entonces próximo al ocaso reino borbónico, no podían otra cosa más que interesar al puerto y su incompleta obra de restauración: El 17 de enero de 1856 se celebró una pomposa ceremonia de inauguración de las nuevas obras portuarias, y este fue un pasaje del discurso que dio el intendente de la provincia, Sozi-Carafa, el día 6 de mayo de 1858: “En el puerto de Bríndisi, además de los otros trabajos en curso, y que no serán aplazados, vendrá la dura empresa de la excavación para dragar el canal de entrada al puerto interno, lo que influirá de manera importante a mejorar las relaciones comerciales de la provincia porque podrán cómodamente anclar allí mismo, aún los barcos de gran tamaño. Son de mucha importancia las banquinas que se están construyendo para asegurar los diques de manera que no se corroan y se caigan por la fuerza y el contacto con las olas. Las obras de saneamiento que ya han sido terminadas han transformado el aspecto de Bríndisi y de todo lo que la rodea...”. En Caserta, el 22 mayo de 1859 murió repentinamente el rey Ferdinando II y le sucedió el joven hijo Francisco II, quien reinó por poco tiempo y fue el último rey de Las dos Sicilias.

Francisco II de Borbón: último rey de Las dos Sicilias

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El 28 de diciembre de 1860, en medio de los acontecimientos ligados a la expedición a Sicilia de los “Mil” de Garibaldi y a la consiguiente anexión del reino de Las dos Sicilias al reino de Cerdeña -luego reino de Italia- Alfonso De Carlo, el nuevo gobernador de la provincia de Tierra de Otranto, anunció el concurso de licitación de una nueva serie de trabajos programados y ya aprobados para el puerto de Bríndisi, entre ellos la construcción de una parte de la banquina en el seno de poniente: otra clara señal de cuán importante y prioritario era para los Brindisinos el ya secular asunto del puerto.

Giuseppe Garibaldi

Bibliografía: - “PIGONATI” NO - “MONTICELLI” SI: G. Perri -2014 - CRONACA DEI SINDACI DI BRINDISI DALL’ANNO 1787 ALLL’ANNO 1860: G. Jurlaro - 2001 - TERZA MEMORIA IN DIFESA DELLA CITTÁ E DE´ PORTI DI BRINDISI: F. Monticelli -1833 - DIFESA DELLA CITTÁ E DEL PORTO DI BRINDISI: G. Monticelli - 1832

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Bríndisi en el nuevo Reino de Italia El Meridión, en el ordenamiento administrativo del territorio no cambió mucho con la anexión al reino italiano, y a nivel regional Bríndisi continuó perteneciendo a la extensa Provincia de Lecce, que solo cambió su nombre del anterior de Provincia de la Terra de Otranto. La Provincia de Lecce permaneció subdividida en los mismos anteriores cuatro distritos, de los cuales uno quedó con Bríndisi como capital, y en el territorio de Bríndisi permanecieron incluidos 16 municipios y 4 fracciones. Los otros tres distritos de la Provincia quedaron Gallipoli, Tarento y Lecce. La de Bríndisi era la más pequeña de las 4 circunscripciones de la Provincia de Lecce. De hecho, no incluía aún los municipios de Fasano y Cisternino que pertenecían a la Provincia de Bari, mientras que los de San Pedro Vernotico y Cellino San Marco pertenecían al distrito de Lecce, mientras que los pequeños municipios de Veglie, Guagnano y Salice Salentino, estaban agregados al distrito de Bríndisi. Con respecto a los actuales veinte municipios pertenecientes a su provincia, Bríndisi, en 1861, estaba en el último puesto en cuanto al número de habitantes, contándose 9.137, con menos que Francavilla Fontana, Ceglie Messapico, Ostuni y Fasano. Solo cincuenta años después, en 1901, Bríndisi pasó al primer puesto con 23.106 habitantes. El 27 de enero de 1861, se votó para la primera cámara de diputados del reino y por Bríndisi salió elegido el médico Cesare Braico, voluntario garibaldino. En aquel mismo año, la crónica citadina registró que en julio fueron fusilados en la plaza 11 soldados borbónicos capturados en Cellino San Marco y condenados por bandolerismo. El bandolerismo post-unitario en el territorio brindisino Por ser bastante llano y por la ninguna peligrosidad de su campiña, el territorio brindisino fue uno de los que menos se acomodó a la actividad de la guerrilla propia del bandolerismo, explicándose así en buena parte la limitada difusión que tuvo el fenómeno, el cual, en efecto, si se excluyen algunas manifestaciones muy puntuales que se produjeron en los días iniciales que siguieron a la proclamación del reino de Italia, todo permaneció temporalmente limitado a un breve período de tiempo, muy bien definido: el que quedó comprendido entre septiembre y diciembre de 1862. No obstante que también en el campo brindisino existían todas las graves condiciones sociales y económicas que en todo el Meridión de Italia constituían la verdadera causa del resurgimiento endémico del bandolerismo. La clase más pobre, la de los braceros campesinos y de los desposeídos, también en el

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campo brindisino, sufrió en esos primeros años post-borbónicos condiciones miserables e incluso de embrutecimiento, víctima de las seculares injusticias y de los abusos ejercidos por muchos de los feudatarios y terratenientes locales. Y en tal contexto, el bandolerismo se convirtió con frecuencia en la forma inmediata de protesta, salvaje y brutal, de aquella pobreza contra las antiguas y seculares injusticias. A aquella ancestral situación se unió, además, el extremo fiscalismo del nuevo estado y la nueva leva obligatoria. Una mezcla explosiva para los ex soldados, para los desertores, para los renuentes a la conscripción, para los convictos fugitivos y para los delincuentes comunes, que se unieron a los braceros proletarios y a los campesinos decepcionados y hambrientos, para aumentar las filas de las tantas partidas de bandoleros o, al menos, para apoyar sus acciones violentas. El 8 de septiembre de 1862, en el campo a lo largo de la costa entre San Vito y Carovigno, se vio merodear por primera vez, una banda de ladrones de a caballo encabezada por un tal Giuseppe Nicola Laveneziana, llamado “hijo del rey”, oriundo de Carovigno, que se dio al bandolerismo al regreso de su servicio militar y después de ser imputado por tentativa de homicidio. Esta persona, como otros capitanes, fue subordinado del jefe de bandoleros Pasquale Domenico Romano, un ex sargento borbónico oriundo de Gioia del Colle, llamado “Enrico la muerte”. Al amanecer del día siguiente, la banda asaltó el hato Masciarella y secuestró a Vincenzo Brandi, hijo del propietario Domenico, para luego exigirle un rescate. Se inició la cacería de la banda por parte de la policía, la guardia nacional y los carabineros, de San Vito y de Bríndisi y en el alboroto de la persecución, el secuestrado pudo escaparse. Pero la banda fue creciendo de día en día; a los primeros cinco se les fueron sumando una decena y al poco tiempo eran más de una centena. Y los asaltos a las fincas se hicieron rutinarios. El 23 de octubre, en la proximidad de la finca “Santa Teresa” entre Bríndisi y Mesagne, la banda compuesta por una cincuentena de bandoleros y comandada por su jefe Romano, fue interceptada por un grupo de carabineros y de guardias nacionales en patrulla. Los guardias, más de una docena, se dieron a la fuga dispersándose por el campo, mientras que ocho carabineros se retiraron abriendo fuego e hiriendo a uno de los bandoleros, los cuales volviendo atrás capturaron a 13 de los guardias. Los capturados fueron llevados a la finca Santa Teresa, tres de ellos fueron fusilados y a otros seis les fueron cortadas las orejas, mientras los cuatro restantes se salvaron, porque estaban heridos. La noche del 20 de noviembre, la banda compuesta por un centenar de ladrones se dirigió

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a Carovigno con la intención de asaltar el pueblo y de insurreccionar a la población. Asaltaron al cuerpo de guardia, pusieron en fuga a las guardias allí presentes y robaron las armas. Muchos ciudadanos se sumaron a la revuelta e, invocando al rey Francisco II y con insignias religiosas, tomaron por asalto el palacio del ayuntamiento y, donde pudieron, saquearon alimentos, tabaco y cuanto más pudieron. La mañana siguiente, de San Vito, apenas llegó la noticia, un pelotón de unos quince, entre carabineros y guardias nacionales, se puso sobre el rastro de la banda, pero al encontrarla unida debieron desistir y retirarse, dejando en el campo al guardia Michele Catameró que, hecho prisionero, fue asesinado. Después de algunos días, la noche del 23 de noviembre, la banda se dirigió hacia Erchie, con la intención de repetir los hechos de Carovigno. Pero encontraron al alcalde, Francesco Papa, con la población y las guardias prevenidas, y solo algunos grupúsculos de población los acogieron y aclamaron. En el enfrentamiento a balas que se derivó, uno de los bandoleros fue herido y los demás decidieron desistir y huyeron a la campiña. La banda se dirigió hacia Manduria llevándose y después matando a Giuseppe Biasi, un anciano liberal arrendatario en la finca “Santoria” de Torre Santa Susana. El objetivo de Romano era el de unirse con la famosa banda de Carmen Rocco, cuya fuerza era de más de dos mil bandoleros, para organizar una insurrección a gran escala, pero el ambicioso plan no encontró aceptación. Y desde entonces, la suerte de Romano y de su banda, declinó rápidamente. El 1° de diciembre la banda entera fue alcanzada y emboscada por el ejército -la 16ª Compañía del 10° Regimiento de Infantería- en la finca “Monaci”, entre Noci Alberobello y Mottola. En el enfrentamiento el bandolero Giuseppe Nicola Laveneziana cayó con otros lugartenientes de Romano, el cual logró salvarse porque en la batalla ocultó rápidamente su identidad. Otros fueron heridos, y muchos huyeron y se dispersaron, para después, con el paso del tiempo, caer casi todos prisioneros y ser encarcelados o ejecutados. El comandante Romano murió el 5 de enero de 1863, en el bosque de Vallata, cerca de Gioia del Colle. Murió asesinado con otra veintena de sus propios bandoleros, en el curso de un enfrentamiento con el ejército. Con su muerte terminó también la breve historia del bandolerismo brindisino, entendido como fenómeno político de masas. Los pocos posteriores resurgimientos que hubo, en efecto, no fueron más que diversas manifestaciones de la delincuencia común, sin un movimiento político verdadero, ya fuera de tipo contestatario o reivindicador.

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Primeras señales de progreso para Bríndisi Después del fracaso de los propósitos del rey Ferdinando II de Borbón de construir la línea ferroviaria Nápoles-Bríndisi, en 1862 le tocó al Parlamento del nuevo reino de Italia aprobar la construcción de la línea ferroviaria Ancona-Foggia-Bríndisi, que fue confiada a la Sociedad Meridional de Ferrovías. El tramo final, Bari-Bríndisi, fue abierto el 29 de enero de 1865 e inaugurado solemnemente el 25 de mayo del mismo año por los príncipes Umberto y Amadeo de Savoia. El tráfico ferroviario Bríndisi-Lecce fue abierto algunos meses después, el 15 de enero de 1866, y después de otros veinte años le tocó el turno a la línea Bríndisi-Tarento. Dicha obra completó la línea ferroviaria adriática, una de las principales arterias viales de Europa, destinada a tener una gran importancia en el comercio con Oriente, favorecida como lo fue por el ya planeado proyecto de la “Valigia delle Indie” convertido en realidad en 1870, a su vez favorecido por la apertura del Canal de Suez, comenzado en 1859 e inaugurado el 17 de noviembre de 1869, además de la finalización del túnel del Moncenisio, que con la vía ferroviaria debajo del Monte Frejus comunicó a Italia con el norte de Europa, el 17 de octubre de 1871. Con la terminación de la línea adriática, de hecho, se comenzó a materializar la idea de atravesar la península italiana con la ferrovía para luego embarcar en el puerto de Bríndisi la “Valija de India”, la importante unión entre Londres-Bombay, que ya funcionaba a través del puerto francés de Marsella.

El vapor de la Valija de las Indias - Lo sbarco alla Stazione marittima

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En ese orden de cosas, con los usuales retardos burocráticos de Bríndisi, en 1869 fueron iniciados los trabajos para la construcción de una carretera amplia para unir las estaciones ferroviarias y el puerto y fue construido el Great Eastern India Hotel, inaugurado en 1870 enfrente del muelle donde debían atracar los barcos a vapor de la inglesa Peninsula and Oriental Steam Navigation Company.

The Great Eastern India Hotel en construcción - Fotografía Alinari, 1870

El 25 de octubre de 1870 la “Valigia delle Indie” transitó por primera vez a través de la península con embarque en Bríndisi del piróscafo Delta. La ruta constituyó para Bríndisi un importante recurso y se mantuvo activo de modo ininterrumpido durante más de 40 años, a pesar de varios inconvenientes e incidentes que le afectaron la funcionalidad y la existencia misma, y no obstante la implacable competencia que jamás dejó de ejercer Marsella. Posteriormente, en 1914, al estallido de la Primera guerra mundial, la valija fue suspendida definitivamente. En la cresta del entusiasmo, y sobre todo de la necesidad creada por la “Valija de las Indias”, se construyeron en la ciudad importantes infraestructuras. En 1869 se terminó el dique de “Bocche di Puglia” que unió la tierra firme a la isla de San Andrea, y se realizó el pincel del Castillo alfonsino. A fines de 1870, se inauguró el tránsito ferroviario urbano que unió la estación central con la marítima y, en 1887, se completó el muelle central del puerto.

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Además, en 1872 fueron proyectados y parcialmente iniciados los trabajos de saneamiento de “Fiume grande”, mientras que los de “Fiume piccolo”, ya proyectados en época preunitaria, vinieron seguidamente entre 1870 y 1880. Otros importantes saneamientos, sobre la zona de “Ponte grande” en el Cillarese y la zona de “Ponte piccolo” en el Patri, fueron hechos entre 1880 a 1890. En 1890 surgió el hospital civil de Bríndisi, en las inmediaciones del Domo, en un área actualmente ocupada por el Museo Provincial Ribezzo. Fue establecido en los locales que una vez hicieron parte de un hospital civil aún más grande edificado por los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén, del cual subsiste en pie un pórtico. Funcionó hasta cuando fue derruido en los bombardeos durante la última guerra. En 1890 fue elegido alcalde de Bríndisi, Engelberto Dionisi, quien en 1891 encargó el diseño del teatro municipal, el Teatro Verdi. De ese modo, finalmente, la ciudad con su puerto saneado y en gran parte ya reestructurado pudo renovarse; las descripciones de los viajeros que por Bríndisi volvieron a pasar, siempre en mayor número, cambiaron poco a poco el tono. En 1890 el filólogo austríaco Gustav Mayer, visitó Bríndisi y en su libro “Puglia 1890” escribió: “...Bríndisi, para todos los que están obligados a permanecer durante un par de horas o un día a la espera del barco a vapor, es considerada como un sitio mortalmente aburrido. Yo quiero rectificar esta opinión que, sin embargo, corre de boca en boca entre muchos viajeros. ...La ciudad, y la vía misma que lleva al puerto, presenta un aspecto serio y tranquilo. Todo está ordenado y aún el mismo populacho es diferente: aquel tan característico de las ciudades de mar, aquí falta. ...El ojo pasa con agrado de las casas modernas construidas sobre dos promontorios a la sombra de pinos y de palmeras, al puerto interno, y de allí al pintoresco castillo, que hoy sostiene el faro para señalar, a gran distancia del puerto, la costa italiana. …Como en la antigüedad, Bríndisi está situada al final de la Vía Appia. Era el punto de partida para aquellos que se movían hacia Oriente y a Grecia y el punto de arribo para los que llegaban. Aún hoy conserva el mismo uso, siendo el punto de arribo de la ferrovía de Europa noroccidental y prácticamente un anillo de unión entre aquellas regiones y el Oriente e India. …Varias veces en el curso de la semana llegan y salen barcos mercantes italianos, austríacos y griegos, que comercian con Corfú, con Constantinopla y el Pireo y Alejandría de Egipto: y es el punto de arribo de la valija indiana.

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...Semanalmente llega un enorme vapor de la Compañía oriental y peninsular, que de día parece un monstruo flotante sobre las aguas y de noche una larga vía iluminada. ...El ruido y el alboroto al cargar y descargar las mercancías, los centenares de viajeros que descienden a tierra para visitar la ciudad, los indios de color oscuro con turbantes en la cabeza que se ven por aquí y en los tugurios del puerto, y la muchedumbre que se congrega en la playa para contemplar este espectáculo con la boca abierta. Y de ñapa alguna banda musical que de manera destemplada interpreta “Santa Lucía” o alguna nueva canción popular, tanto como conseguir alguna moneda de parte de las señoras o de los señores ingleses apoyados en el parapeto de la nave. Todo esto pone un poco de vida y de movimiento en la ciudad que generalmente es muy calmada y tranquila. …De allí viene que, paseando por el muelle del puerto interno y examinando los letreros de las tiendas, pareciera estar en una ciudad gobernada por la administración inglesa. Todas las marcas están en dos idiomas; todos, desde el vendedor de corales y de fotografías hasta el más miserable vinatero, anuncian sus maravillosos productos en inglés y en italiano. ...Si bien Bríndisi ejercía sobre mí una irresistible fascinación por sus antiguas y gloriosas memorias, tuve igualmente que dejar esta ciudad al día siguiente de mi llegada, y salí en el tren que en una hora me llevó a Lecce...” En 1883, la administración municipal aprobó el “plan regulador de desarrollo urbano” de la ciudad, que le fue encomendado a los ingenieros brindisinos D’Errico, Santostati y Palma, y realizado “buscando las necesarias nuevas redes de vías y los necesarios nuevos ordenamientos urbanos, ampliando, enderezando y reordenando las vías antiguas, derribando perjudiciales obstáculos y eliminando los sectores malsanos de acuerdo a un moderno sistema de construcción...”. El plan regulador fue elaborado sobre una serie de cuatro planchas manuscritas, logradas agrandando y actualizando la base geométrica del “Mapa de la ciudad de Bríndisi” que elaboró con la escala de 1:2000 Carlo Fauch en 1871. En el mapa de 1871, es posible notar que: «... El camino que en 1797 se había ya convertido en la carretera Carolina y que después en 1882 se convertiría en el Corso Garibaldi, está erróneamente identificado como “Strada Amena”: en verdad en su comienzo era “Strada della mena”, por el insalubre canal de desagüe que por tantos años la había surcado, llevando al mar el agua de lluvia y todo aquello que venía recogiendo poco a poco. La “Strada Amena” tiene un extremo próximo al muelle del puerto, desembocando entre aquellos que serían los Jardines Vittorio Emanuele II° -que en el mapa es el Largo San Francesco- y la Estación marítima -que en el mapa es la Sanitá marittima- y llega hasta la Plaza Mercado, indicada en el mapa donde después estará la Piazza Vittoria y algo

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separada de la Piazza Sedile que está localizada un poco más al norte, donde está también identificado el edificio del Municipio. Superada la Plaza Mercado, la Strada Amena desaparece en un ensanche muy amplio, señalado en el mapa con Largo delle Anime. El transversal norte de la Strada Amena antes de la Plaza Mercado, hoy la Vía Rubini, se llama Strada Orologio, y se sabe muy bien el porqué, mientras la transversal de enfrente, la del sur, lleva al Pozo Trajano. Al sur del mapa está señalada la Porta Lecce con la silueta de la iglesia de Cristo a su lado. La Strada Porta Lecce que se une perpendicularmente a la Strada Lata, la cual es rectilínea y larga, en dirección NE apuntando al mar y en dirección SO con el nombre de Strada Saponea de cara a una no muy bien identificada estación. Entre la Strada Lata y la Strada Amena, está también identificado el Largo San Dionisi, y también las dos calles casi paralelas de San Dionisi y de Santa Lucia. Al oeste del mapa está indicada Porta Mesagne y al lado la Strada pel Castello orientada al norte. De la puerta Mesagne sale la Strada Carmine que después de Largo Angioli toma el nombre de Strada Angioli, hoy Via Ferrante Fornari, que llega a Piazza Sedile y sigue en el lado opuesto con la Strada Maestra hasta el mar, donde llega entre Largo San Francesco a la derecha y la Aduana a la izquierda, no existiendo en el mapa rastro alguno de la Puerta Real, que justo de allí había en los siglos precedentes constituido la entrada en la ciudad desde el mar, en tanto que la Porta Mesagne había sido la salida hacia tierra adentro, o viceversa. Esta fundamental directriz de calles, de alguna manera separa el sector ya descrito del sur de la ciudad, del sector norte. En el sector norte, el imponente castillo de tierra, que no está representado en el mapa, con la adyacente Piazza Castello, delimita la ciudad al oeste, en la zona en la cual está identificada la Strada S. Benedetto y está representado el cuartel del mismo nombre. Siguiendo una dirección paralela a la de la Strada Maestra, todo el sector norte de la ciudad está surcado, de oeste hacia este, de la Strada S. Barbara -siendo este un error del mapa ya que no se trata de la santa sino del apellido Santabarbara- hasta el Largo S° Prefettura, luego la Strada delle Scuole Pie hasta el Largo Cattedrale. Además de la iglesia, están identificados el Seminario, el Palazzo arzobispal y el Hospital civil, y de aquella plazuela de la Catedral, salen la Strada Santa Chiara y la Strada Montenegro en dirección norte, y la Strada del Domo hacia el sur. Más al norte, saliendo una vez más del castillo de tierra, está la Strada S. Aloy hasta el Largo S. Paolo, con la silueta de la iglesia unida a la del adyacente S° Prefettura y luego, la Strada De Leo y el Largo S. Teresa, con la silueta de la iglesia. De San Paolo, de De Leo y de Santa Teresa, se podía bajar al barrio “Sciabbiche” y por tanto al mar, caminando por una de las tres bajadas de las cuales la menos inclinada y más

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ancha era la central, el Pendio Marinazzo entre la Strada De Leo y la Via Sciabbiche; la otra bajada era Fontana Salsa. El paseo marítimo central entre la Sanitad Marítima y Sciabbiche, se llama Strada Marina, y sobre aquel paseo marítimo estaba ya establecido el Albergo delle Indie Orientali. Sciabbiche, el histórico y antiquísimo barrio marinero instalado al pie de Santa Teresa, está representado en el mapa por el gran bloque triangular comprendido entre Santa Teresa, la Strada Montenegro y la Vía Forno Sciabbiche, y por otros siete bloques menores alienados de frente al mar a lo largo del muelle del Seno de Poniente, comprendidos entre la bajada que desciende de S. Paolo al oeste y la Strada S. Chiara al este. La Vía Forno Sciabbiche finalmente, desemboca al noreste en la Plaza Monticelli y, frente a la Strada Montenegro, también está señalado el Largo Montenegro. En cuanto al “Plan regulador de 1873”, juntando sus cuatro planchas originales, lo he dispuesto y representado como si se tratase de un mapa único orientado con el norte hacia arriba, y en el mismo los colores indican: el verde las demoliciones y en rojo oscuro las nuevas parcelaciones a incorporarse al esquema urbano. La red de vías está en blanco. La Plancha I es aquella del cuadrilátero del suroeste: en un lado la calle Porta Lecce más y la calle Conserva, en el otro la Strada Carmine, luego la muralla de Puerta Mesagne, el Bastión San Giacomo con la mitad del Bastión Cappelli frente a la estación ferroviaria, y en el cuarto lado la muralla del Bastión San Giacomo y la Puerta Lecce. Está trazado el cuadrado que será el de la Piazza Cairoli y están señaladas las trazas del que será el Corso Umberto I° y la del que será el Corso Garibaldi y que posteriormente será en aquel tramo el Corso Roma, con la iglesia de la Dolorosa en el extremo, posteriormente llamada de la Piedad. La Plancha II es la del cuadrilátero de noroeste: en un lado la Strada Carmine, en el otro la calle Armengol más la bajada Fontana Salsa que desciende del Largo S. Paolo hasta la playa en el Seno de Poniente, luego la orilla hasta el Castillo de tierra que funciona como cárcel “baño penal” y en el cuarto lado la muralla entre el castillo y Porta Mesagne. Domina la enorme Plaza Castillo, adyacente al castillo y otrora completamente vacía, y finalmente las iglesias de S. Benedetto y la de S. Ana. La Plancha III es la del cuadrilátero del noreste: en un lado el Corso Garibaldi, la Piazza Comestibili y el Corso Umberto I°, en el otro lado la calle Conserva más la calle Armengol además la bajada Fontana Salsa, luego el tercer y cuarto lado lo constituye el muelle contiguo al Seno de Poniente, del Corso Garibaldi a Montenegro, y de allí a la bajada Fontana Salsa. Están comprendidos en este sector el Domo con el Seminario, las iglesias de S. Teresa, S. Paolo, S. Chiara, S. Cosimo llamada posteriormente Scuole Pie, S. Giovanni al Sepulcro y la iglesia de los Ángeles.

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La Plancha IV es la del cuadrilátero del sureste: en un lado los Corso Garibaldi y Umberto I°, en el otro la calle Conserva entre el Corso Umberto I° y Porta Lecce, mientras el tercer y cuarto lado lo constituyen el muelle contiguo al Seno de Levante, de Porta Lecce hasta la desembocadura de la calle Vía Lata, y de allí a la Sanitad y futura Estación Marítima. Son también muy visibles las iglesias de Cristo, S. Lucia, S. Sebastián o Las Animas, y luego, las iglesias de La Annunziata y de la Madonna del Monte...» -Gianfranco Perri-

Mapa de Brindisi - Carlo Fauch, 1871

Plan regulador de Brindisi de 1883

Bibliografía: -

I GRANDI LAVORI DEI PRIMI ANNI DEL XX SECOLO: Brindisiweb.it

- BRINDISI RACCONTATA: G. Perri -2014 - LE MAPPE DI BRINDISI: G. Perri -2012 - IL BRIGANTAGGIO POLITICO NEL BRINDISINO DOPO L’UNITÁ: V. Carella -1973

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Bríndisi a comienzos de Novecientos En 1901 Bríndisi tenía 23.106 habitantes, convirtiéndose en la ciudad más poblada del distrito del cual era capital que en total alcanzó los 152.861 habitantes, con sus 16 municipios y sus pedanías. Una población que en el nuevo siglo estaba destinada a crecer de manera notable, no solo por un acentuado aumento de nacimientos y por la ausencia del fenómeno migratorio hacia América, que en aquel inicio de siglo prevaleció por lo contrario en toda Italia, inclusive en la meridional, pero debido también a la inmigración regional, al principio temporal y después permanente, favorecida por la positiva coyuntura económica unida al auge del cultivo vitícola, así como del de la aceituna y de las frutas en general, auge resultante también al ocurrido saneamiento de muchas de las extensas áreas palúdicas que circundaron la ciudad durante siglos. En tal contexto, a pesar de que las condiciones de los campesinos brindisinos eran mejores que las de otras regiones del Meridión italiano, no faltó la miseria y la explotación, y el largo recorrido hacia el mejoramiento económico y social, aunque fue constante y tenazmente buscado, fue lento y tortuoso, lleno de reivindicaciones específicas de tipo sindical y muchas protestas, que en algunas ocasiones fueron violentas. Como si fuera poco estaban también en Bríndisi los pescadores, que habitaban el histórico barrio marinero “Sciabbiche” y que en aquellos comienzos de siglo sufrieron penurias en sus condiciones de vida, peores incluso que las de los campesinos, ya que del mar obtenían su sustento con dificultad, amén de lo estrictamente necesario para vivir pobremente una vida de carencias, muchas veces por la avaricia del mar y otras por las malas condiciones atmosféricas.

El histórico barrio “Sciabbiche” - Fotografía Alinari, 1906 (detalle)

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Sin embargo, la ciudad no estuvo segregada nunca: comúnmente, la gente vivía entremezclada, cohabitando en una misma calle, ya se tratase de un rico propietario en su palaciega casa propia o de un mísero artesano en su casucha de alquiler. Es de anotar, por otro lado, que los trabajadores de la tierra vivían en su gran mayoría en el centro habitado y no en el campo, y con el establo para el caballo y “lu travinu”, cosa del resto usual también para otros campesinos del Meridión.

“Lu travinu” - Durante la vendimia brindisina

En Bríndisi en aquellos años se desarrolló una prometedora industria orientada a la elaboración de productos agrícolas, o de algún modo conexa con tal producción. Se multiplicaron los establecimientos vinícolas y olivares, incluidas las fábricas de barriles, que durante años proporcionaron barriles también a otros países mediterráneos.

Los famosos “Barrileros” de Bríndisi

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Como consecuencia de aquel desarrollo agrícola e industrial llegó el reflorecimiento de la actividad portuaria brindisina, que en 1903 señaló un récord, con 2.656 naves, de las cuales 2.355 eran de vapor y 301 veleros, con un tráfico comercial cercano a doscientas mil toneladas, que hasta 1914 creció hasta duplicarse.

La Vía Marina sobre el malecón del puerto - Fotografía de 1903

En 1905 se terminó el edificio de la aduana, en el paseo marítimo, al lado de la estación marítima, construida también esta en aquellos primeros años del siglo, en 1902. En todos aquellos años, se importó esencialmente carbón y se exportó vino, aceite, granadas, hortalizas, frutos secos y los barriles de los ya famosos toneleros brindisinos. También el movimiento de pasajeros en el puerto de Bríndisi fue notable en aquellos años: ya en 1910 se llegó a los 16.000 pasajeros y en 1912 el número se duplicó, alcanzando el tope de 55.000 pasajeros en 1914. Con este panorama y con las continuas peticiones que en muchas ocasiones se le hicieron al gobierno central por parte de la administración municipal y de la sociedad brindisina, se obtuvieron los dineros necesarios para el deseado potenciamiento del puerto. Se dragaron los fondos más críticos y se construyeron, por etapas hasta 1914, casi 850 metros de nuevos muelles, principalmente en el Seno de Poniente. En 1890 fue elegido alcalde Engelberto Dionisi y en 1892 fue elegido diputado el marqués Franco Monticelli, ambos de izquierda. Posteriormente, de 1896 a 1910 fue alcalde el conde Federico Balsamo, quien dirigió ininterrumpidamente la administración liberal, compuesta de varios grupos de la época: católicos, monárquicos, republicanos, anticlericales, demócratas, etcétera, con la única oposición de los representantes socialistas.

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Mientras, en el Parlamento nacional de Roma, fue representante de Bríndisi, reelegido de 1900 a 1921, el abogado Pietro Chimienti, militante del partido liberal, fue subsecretario de Gracia y Justicia y de Marina, e igualmente ministro de Correos y Telégrafos, por más de un año. La larga administración Balsamo, emprendió muchas iniciativas tendientes a la modernización, en lo social, de la ciudad, aún carente de servicios básicos. Pero en aquel campo, las tentativas más significativas, relativas a la construcción de un nuevo hospital cívico y de dos nuevos edificios para las escuelas elementales femeninas y masculinas, quedaron por varios motivos comenzadas y sin terminar. Estuvo un poco mejor en el campo de la infraestructura urbana y se pavimentaron casi todas las calles del centro, especialmente aquellas directas al puerto; se construyó un puente en la Vía di Porta Lecce, que unió el este con el oeste de la calle que se llamó Vía Taranto, se alargó el Corso Garibaldi en el tramo que se llamó Corso Roma; se construyó el nuevo mercado municipal, desplazándolo del Largo delle Anime. La obra más importante de la época para Bríndisi fue indudablemente el proyecto y la construcción del nuevo teatro municipal, el Verdi, inaugurado oficialmente la noche del 17 de octubre del año 1903 con la ópera lírica “La Traviata”, de Giuseppe Verdi. Un teatro funcional, bello y elegante, a tono con la “Belle Époque” que también en Bríndisi hizo su aparición.

El Teatro Verdi – Inaugurado el 17 octubre 1903

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En efecto, el Teatro Verdi, si bien era el más emblemático, no fue ciertamente el único polo mundano de la ciudad en aquellos primeros años de ´900. El sitio de encuentro y de búsqueda de los ciudadanos, en particular de aquellos más adinerados, fueron los círculos y los cafés, abiertos siguiendo los cánones de la época, siempre en plena actividad y en constante crecimiento. El interés del público, por los espectáculos teatrales y mundanos, alentó a algunos empresarios a crear nuevos locales, que hicieron compañía a los ya existentes, tales el antiguo Teatro Comunal Marco Pacuvio, en la Vía Ferrante Fornari, y el Teatro del Festival, ambos ya activos el siglo anterior. En enero de 1903, en la Plaza Cairoli abrió el Politeama Bellini. En la Sala Edison, situada en la ahora plaza de Mercado, se proyectaron las primeras películas, precedidas y seguidas de espectáculos de revista. En 1913, en el Corso Umberto I° se construyó un nuevo politeama llamado “Duca degli Abruzzi” para espectáculos líricos, revista y cinematográficos. En mayo de 1914 fue inaugurado el Cinema Teatro Mazari, una construcción en estilo Liberty en el cual los espectáculos de variedad y de opereta se alternaban con las proyecciones cinematográficas

Teatro Verdi – Interior

Bibliografía: - VECCHIA BRINDISI TRA CRONACA E STORIA: A. Del Sordo -1978 - PROBLEMI ECONOMICI, POLITICI E SOCIALI DI BRINDISI DAL 1900 AL 1915: G. Andriani -1975

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Bríndisi en la Primera guerra mundial En Bríndisi la “Belle Époque” se practicaba también en verano, cuando se trasladaba a las bellas playas del puerto: “Brento” fue en la época el establecimiento balneario a la moda, precursor de la playa “Santa Pulinara”, que disponía de cabañas de madera y de un restaurante con un tupido pinar detrás. Y fue allí donde a muchos de los brindisinos les llegó la noticia de que el 29 de junio 1914 en Sarajevo fue asesinado el heredero del trono de Austria. La noticia, sin embargo, no escandalizó en Bríndisi ni tampoco en el resto de Italia y, en efecto, el siguiente 2 de agosto Italia se declaró neutral en la guerra ya declarada entre Austria y Alemania de un lado y los países de la alianza -Francia, Inglaterra, Rusia y otros miembros menores- del otro lado. Sin embargo, las cosas comenzaron a cambiar para la ciudad. La Real marina italiana, que ya desde hacía algunos años estaba asentada en el castillo de tierra, del cual se había eliminado el “baño penal” y donde se había instalado la base torpedera trasladada desde Messina después del terremoto, mudó a Bríndisi también la Primera escuadra naval y 8 enormes naves, el 22 de julio, tiraron el ancla en el antepuerto. El tráfico comercial del puerto fue reducido y posteriormente suspendido, y a los pescadores les fue prohibida la pesca puerto afuera, por el minado indiscriminado de las aguas del Adriático llevado a cabo por la marina austríaca. La Real marina italiana comenzó a extender la servidumbre militar a todo lo largo y ancho del puerto, incluyendo la calle panorámica que conducía desde Sciabbiche hasta el extremo del Seno de Poniente, ya cerrada desde hacía algunos años al tránsito. Fue requisado el largo tramo de la costa Guacina, en el lado oeste del puerto medio, para hacer una base de hidroaviones y construir los hangares. Fue cerrado el acceso al Puente Piccolo para hacer un paso aduanero. Fue restringido el paso sobre el Puente Grande. Se requisó y se cerró el área de la Piazza Castello para construir un cuartel, que fue posteriormente llamado “Ederle”. A la ciudad comenzaron a llegar numerosos refugiados de los países balcánicos, creando muy pronto situaciones de emergencia humanitaria, a las que la administración municipal y los mismos ciudadanos hicieron frente del mejor modo posible, aunque entre grandes dificultades logísticas, aún más críticas por el permanente arribo a la ciudad de numerosas tropas italianas “en tránsito” para alojarse con sus oficiales. El 24 de mayo de 1915, Italia entró en guerra contra el Imperio austrohúngaro y Bríndisi tomó repentinamente el aspecto de una plaza fuerte naval: fue restringida la libertad de circulación de los habitantes y a casi todos los pescadores les fueron decomisadas las embarcaciones.

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El frente Occidental

El frente Oriental

El frente Italiano

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Las aguas del puerto de Bríndisi se llenaron de decenas y decenas de unidades militares, italianas, francesas e inglesas: cruceros, acorazados, submarinos e hidroaviones. Y se instalaron varias baterías costeras, tanto fijas como móviles. «...El 27 de septiembre de 1915, a las ocho y 10 minutos de la mañana un estruendo desgarró el aire del puerto de Bríndisi: explotó la santabárbara del acorazado Benedetto Brin en la base del antepuerto, frente a la costa de Guacina. La nave se incendió y se hundió llevándose al fondo del mar a 456 marineros, la mitad de la tripulación de 943 hombres que aquel lunes estaban a bordo, y entre los tantos caídos estaba el comandante de la nave, el capitán Gino Fara Forni y el comandante de la 3ª División Naval de la 2a Escuadra, el contraalmirante Ernesto Rubin di Cervin.

Hundimiento del acorazado Benedetto Brin - Puerto de Bríndisi, 27 septiembre 1915

Inmediatamente después del estallido las autoridades adelantaron la hipótesis de un atentado por parte de los enemigos de guerra austríacos, pero poco a poco comenzó a tomar cuerpo la más verosímil posibilidad de un auto incendio ocurrido en la gran bodega destinada a depósito de municiones; el calor de la sala de motores, vecina a la santabárbara, podría haber desatado el incendio que a su vez habría hecho estallar las municiones. Nunca se dio una respuesta definitiva... y hoy día ciertamente no importa mucho saber ya la verdad exacta, de seguro nunca les importó demasiado saberla a aquellos 456 marineros. En los muelles del puerto se reunió una muchedumbre que asistía al cruel espectáculo de la recuperación de los cuerpos destrozados y de los sobrevivientes heridos que fueron recuperados en el hospital de la Cruz Roja y en el Albergo Internazionale, que fue prontamente habilitado para la enfermería de emergencia y que, para la ocasión, fungió como hospital militar.

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El alcalde, Giuseppe Simone, decretó tres días de luto ciudadano y el consejo municipal decidió dedicarle al Benedetto Brin y a sus víctimas una calle del distrito Casale. Los funerales de los primeros cadáveres recuperados tuvieron lugar al día siguiente de la explosión y los de los demás se hicieron los días siguientes. Todos los despojos de los marineros que no pudieron ser enviados a sus familias fueron sepultados en un área del cementerio urbano especialmente habilitada y en esa área fue erigido posteriormente un monumento fúnebre y fueron fijadas treinta tarjas marmóreas con los nombres grabados de aquellos 456 desafortunados marineros italianos. Varios años después, durante los trabajos de dragado del puerto, fue afortunadamente recuperada la campana del Benedetto Brin, y desde entonces se la guarda en la capilla sagrario del Monumento al Marino de Italia, levantado en Casale, enfrente del muelle...» -Gianfranco PerriEn 1916 fueron construidos para la base brindisina de hidroaviones de combate, los grandes hangares proyectados por el ingeniero Luigi Bresciani: 6 hangares con muros de ladrillos y cemento y con cobertura a barril con cúpulas de cemento con arco rebajado, que son aún hoy funcionales y utilizados por la ONU. Adyacente a los hangares Bresciani, se construyeron también 3 enormes hangares para dirigibles, los cuales sin embargo fueron posteriormente abandonados y trasladados a San Vito de los Normandos, por razones de seguridad.

Hangares Bresciani para hidroaviones y hangares para dirigibles en construcción a Bríndisi en 1916

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En 1915 las fuerzas austrohúngaras, unidas a las alemanas y búlgaras atacaron Serbia y la invadieron después de haber vencido la resistencia de un ejército claramente inferior, que emprendió la retirada de los serbios hacia Albania, con el mismo príncipe Alejandro, heredero del trono, y parte de la población civil. Tratóse de una larga retirada épica y desastrosa, por lo peligroso del territorio, por el inhóspito clima invernal y por la hostilidad de la población local. Murieron cerca de trescientos mil hombres y solo ciento cuarenta mil soldados lograron alcanzar los puertos de Durazo y Valona, donde las fuerzas armadas italianas crearon campos de acogida desde los cuales evacuaron hacia Bríndisi a todos aquellos miles de soldados y refugiados civiles, mediante un gigantesco puente naval que fue obstaculizado y atacado repetidamente por la marina austríaca. La operación de salvamento tuvo un costo enorme para Italia, en términos de naves hundidas y de marineros fallecidos. Y en recuerdo del salvamiento del ejército serbio, en Bríndisi fue empotrada frente al mar una gran tarja de mármol en la cual se lee: “DE DICIEMBRE DE 1915 A FEBRERO DE 1916 LAS NAVES DE ITALIA CON 584 CRUCEROS PROTEGIERON LA HUÍDA DEL EJÉRCITO SERBIO Y CON 202 VIAJES TRAJERON A SALVO A 115 MIL DE LOS 185 MIL REFUGIADOS QUE DESDE LA ORILLA OPUESTA TENDÍAN LA MANO” El 22 de enero llegaron también a Bríndisi el rey Nicola de Montenegro, con la reina y sus dos hijos, que después de algunos días salieron para Francia. La guerra en el mar fue siempre muy cruenta. La noche del 11 de diciembre de 1916, el acorazado Regina Margherita, gemelo del Benedetto Brin, saltó por los aires impactado por dos torpedos enormes en el trayecto de Valona a Bríndisi. De los 945 militares de la tripulación, solo se salvaron 270. El puerto de Bríndisi se convirtió en 1916 en la base de los MAS, los famosos velocísimos Motoscafos -lanchas rápidas- Anti Submarinos creados y realizados por Italia, que pronto resultaron ser unos medios navales de guerra muy eficaces. La base pronto hizo que se intensificaran los bombardeos aéreos sobre Bríndisi. Los primeros bombardeos aéreos graves fueron el 27 de julio y el 10 de agosto de 1916. Posteriormente, un bombardeo nocturno el 29 de septiembre de 1917 destruyó muchas casas y causó muchas víctimas civiles. El 9 de mayo de 1918 uno de los dos aviones austríacos K 387 que bombardeaban Bríndisi fue abatido y fueron apresados los aviadores de a bordo. El 9 de junio, una escuadrilla de 14 hidroaviones austríacos atacó la plaza fuerte marítima siendo uno de ellos capturado.

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Avión austriaco Hansa Brandemburg W13 capturado a Bríndisi en junio de 1918

Al menos dos de los submarinos con base en Bríndisi no regresaron, desapareciendo con toda la tripulación, sin dejar rastro alguno: el Balilla en abril de 1916 y el W.4 en julio de 1917. En el balance, la contribución militar de la ciudad en aquella guerra terrible fue notable, también en términos oficiales: 227 unidades de guerra concentradas en el puerto al mismo tiempo que otras unidades aliadas, 207 acciones de guerra aeronaval, 30 incursiones aéreas del enemigo con 660 bombas sobre la ciudad y 14 aviones enemigos derribados. Concluida la guerra con la victoria del 4 de noviembre de 1918, a la ciudad de Bríndisi le fue conferida la Cruz al mérito de guerra del Almirantazgo por Paolo Emilio Thaon di Revel, jefe de estado mayor de la marina italiana y duque del mar, que fue comandante en jefe de las fuerzas navales italianas del Bajo Adriático y que desde Bríndisi dirigió las operaciones de la guerra naval. “A la gloriosa ciudad de Bríndisi, cuya generosa población, no obstante los repetidos ataques desde el mar y del cielo, de las numerosas víctimas de la ferocidad enemiga y las indecibles privaciones causadas por la suspensión de todo tráfico, jamás decayó en el ánimo, confiero la cruz del mérito de guerra. A la admiración de los italianos señalo la ciudad condecorada por la magnífica prueba de coraje y de fe que ha dado durante la larga y dura guerra y porque con su fiereza contribuyó eficazmente a la llegada de la victoria final. Tahon di Revel”

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Bibliografía: -

CENTO ANNI FA ARRIVARONO A BRINDISI I MAS: G. Perri -2016

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L’ANNIVERSARIO N° 100 DELLA TRAGEDIA DELLA BENEDETTO BRIN: G. Perri -2015

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LO STORICO E GLORIOSO IDROSCALO DI BRINDISI: G. Perri -2012

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TRA CIELO E MARE 80 ANNI DI AVIAZI- ONE E INDUSTRIA AERONUTICA A BRINDISI: Archivio di Stato di Brindisi -2007

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BRINDISI DURANTE LA PRIMA GUERRA MONDIALE: G. Andriani -2000

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Bríndisi en la veintena fascista Las crónicas resaltaron las funciones bélicas realizadas por la ciudad de Bríndisi durante la gran guerra, desde tener un puerto seguro para la marina italiana, francesa e inglesa hasta el abastecimiento de víveres, la acogida a los refugiados eslavos y albaneses, etcétera. Sin embargo, fueron las empresas navales y aéreas, así como las incursiones de los enemigos en el puerto y la ciudad -tributo pagado por los Brindisinos para lograr la victoria- que enfatizaron y exaltaron la estrategia imperialista del fascismo. La ciudad tenía necesidad de reconstruir su economía, de resolver el problema del trabajo, de modernizar sus estructuras urbanísticas, higiénicas, sanitarias, escolares y muchas otras urgencias. El fascismo se apropió de las aspiraciones de los Brindisinos y se empeñó en dar a la ciudad un aspecto urbano moderno y adecuado a los objetivos hacia los cuales se inclinaba el régimen. En ese contexto, el elemento más diciente de la historia de Bríndisi durante los veinte años del régimen fascista que se instauró en Italia entre las dos grandes guerras fue, sin duda, su elevación administrativa a Provincia, separada y autónoma de la Provincia de Lecce, a la cual la ciudad pertenecía desde los primeros días del gobierno napoleónico de comienzos del Ochocientos, cuando aquella provincia, con Lecce como capital, se llamó Terra de Otranto. Fue con el decreto-ley del 2 de enero de 1927, que el jefe del gobierno italiano, Benito Mussolini, erigió a Bríndisi como capital de Provincia, mientras era podestá, o sea alcalde, Serafino Giannelli. Mussolini dijo en esa ocasión: “A la Provincia de Bríndisi la he querido decretar por varios motivos y especialmente por los méritos adquiridos por la ciudad durante la guerra mundial, por lo cual también he decidido que deba surgir en Bríndisi el monumento a los marineros de Italia. Además, porque su puerto, conocido por todos los navegantes del mundo, es considerado como el más seguro de todos los mares y de todos los océanos; porque Bríndisi está destinada a una alta misión en nuestra expansión y, en fin, porque Bríndisi, poderosa en tiempos del imperio romano, deberá regresar a su antiguo esplendor. Y, por cierto, no es carente de significado el que hoy la ciudad retome el lugar que le corresponde en la historia de Italia, la que, por deseo de la divina suprema providencia, podrá tener un eclipse, pero jamás hundirse en las tinieblas de la noche”. Para Bríndisi, aquel tan deseado reconocimiento administrativo, significó también el comienzo de un período de gran renovación urbana, que vio la construcción de un gran número de obras públicas, monumentales, recreativas, educativas, paisajísticas, de infraestructura, etcétera, que cambiaron en cierta medida el aspecto de la ciudad, modernizándolo y también mejorándolo, aunque fuera solo de manera parcial e incompleta. Hasta incluso llegar a trastornar por completo algunas zonas del centro -como

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ocurrió para los históricos barrios Sciabbiche y San Pietro degli Schiavoni- con un plan regulador de desarrollo urbano, aquel del ingeniero Telesforo Tarchioni, de 1934, discutible en gran parte. Un plan regulador que fue inicialmente centrado en el resane higiénico del hábitat y en la ampliación de dos zonas: en las afueras de Porta Mesagne y en Casale. En la primera zona, los Cappuccinos, para trasladar a la clase rural erradicada de San Pietro degli Schiavoni, y en la segunda zona, la aldea pescadores, para alojar a los habitantes erradicados del viejo barrio marinero Sciabbiche. El ingeniero Tarchioni, encargado de la Oficina técnica provincial, fue asesorado por una comisión de expertos y el plan regulador fue adoptado por el podestá el 3 de marzo de 1934 y aprobado con el Real decreto N°1.000 del 18 de marzo de 1935. El plan regulador fue plasmado en dos planimetrías generales a escala 1:1.000 y de once planchas, correspondientes a los barrios urbanos. Adjunto al plan regulador fueron también presentados un reglamento para su ejecución y las normas municipales edilicias de decoración, de estética y de higiene.

Plan regulador de desarrollo urbano de Bríndisi de 1934

Aquel plan regulador se realizó solo parcialmente, primero, por las usuales dificultades burocráticas y en especial las financieras y segundo, por la llegada del nuevo período bélico. De todos modos, aunque fuera de manera no siempre coordinada y más o menos acorde al marco de aquel plan, se hicieron numerosas obras públicas.

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Estas las más importantes: Aeropuerto - Parque del recuerdo - Monumento al Marinero italiano - Colegio Naval - Edificio del Banco de Nápoles - Instituto Técnico Comercial Edificio de la Provincia - Plaza, escalinata y fuente del Imperio - Estación marítima Liceo gimnasio Marzolla - Fuente de las Anclas - Casa del Balilla - Monumento a los Caídos - Escuelas elementales San Lorenzo y Costanzo Ciano - Acueducto y alcantarillado - Campo deportivo - Palestra Galiano - Edificio Banco de Italia - Cuartel de Carabineros - Instituto para maestros - Mercado cubierto - Edificio de Correos - Estatua del emperador Augusto - Hospital provincial Di Summa - Edificio de Gobierno - Cárcel Judicial Sanatorio. Se construyeron casas populares, y para empleados públicos. Y en el sector industrial fueron realizadas importantes instalaciones: el Establecimiento Aeronáutico SACA y el Establecimiento Montecatini Fertilizantes SpA. El Aeropuerto de Bríndisi Con el Real Decreto de 28 de marzo de 1923, fue fundada la Real Aeronáutica Militar, que recibió del ejército y de la armada, todos los campos aeronáuticos terrestres y todas las bases de hidroaviones entonces existentes. En Bríndisi la AM tomó posesión del campo terrestre de San Vito de los Normandos, surgido en 1918 a cerca de 9 kilómetros de la ciudad con el adyacente campo de dirigibles y luego, tomó posesión también del hidródromo Orazio Pierozzi, operante en la costa oeste en el antepuerto desde los días que habían precedido a la Primera guerra mundial. Y el mismo 1923 la AM inició la construcción del hidródromo civil, que fue completado en 1925. Paralelamente, se vinieron a constituir las primeras aerolíneas privadas italianas: la Sociedad Servizi Aerei SISA en 1921, la Sociedad Anonima Navigazione Aerea SANA en 1925, la Sociedad Transadriatica en 1926 y la famosa Aero Espresso Italiana AEI que, fundada el 12 de diciembre de 1923, el 7 de mayo de 1924 estipuló con la Aeronáutica Militar una convención para la implantación y el ejercicio de una línea comercial entre Italia, Grecia y Turquía, vía Bríndisi.

El Hidródromo de la Aero Espresso Italiana - 1925

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Así nació la primera línea aérea internacional italiana y el 1° de agosto de 1926 del hidródromo de Bríndisi partió el primer vuelo comercial internacional de línea italiana, que abrió al tráfico la línea Bríndisi - Atenas - Constantinopla con hidroaviones Macchi M24. En 1927 fue añadida la línea Bríndisi - Atenas - Roda y la SISA inauguró la Bríndisi - Durazo - Zara. En 1928 otra importante compañía, la SAM Societá Aerea Mediterranea, inició la Bríndisi - Valona con hidroaviones Savoia Pomillo S59. En el frente militar, en los años veinte Bríndisi vino a ser sede del 86° Grupo de hidroaviones dotado de numerosos aparatos Macchi M24 y posteriormente Stai Marchetti S55, y así surgió la necesidad de nuevos hangares cuya construcción, establecida al norte de los hangares Bresciani ya operativos desde 1916, fue comisionada a la Sociedad Officine Savigliano de Turín, que los completó alrededor de 1930: 4 hangares con estructura reticular metálica y una sola luz, con revestimiento en latonería ondulada cincada y cúpula central de aireación de doble falda en material de policarbonato. El de Bríndisi fue un hidródromo militar y civil de vanguardia, con infraestructura y servicios de gran calidad; operó a plena marcha durante los años veinte, con gran utilización de hidroaviones en muchas de las nuevas rutas comerciales y militares del Mediterráneo, mientras que los aviones, militares y civiles, continuaron operando en el campo terrestre de San Vito de los Normandos.

Hidroaviones SM.55 del 35° “Stormo” desplegados frente los Hangares Savigliano - 1937

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El Aeródromo Linee Aeree SAM (luego Ala Littoria) - 1934

Posteriormente, en 1931, la administración provincial de Bríndisi decretó la construcción de un aeropuerto nuevo, procediendo a la expropiación y adquisición del terreno agrícola situado a la espalda del hidródromo e iniciando los trabajos de construcción. El campo entró en funciones en 1933, inaugurado por Mussolini el 30 de julio, y la aerostación fue completada en 1937, con la pista de despegue orientada al norte, inicialmente de 50 metros de ancho y 600 de largo y después alargada hasta sumar 850 metros. Siguiendo la política del régimen, todas las sociedades aéreas italianas fueron poco a poco liquidadas o fusionadas hasta la formación de una compañía única de bandera, la llamada Ala Littoria, que en el aeropuerto de Bríndisi manejaba las líneas: Bríndisi - Rodas; Roma - Bríndisi - Bagdad; Bríndisi - Roma – Trieste; Roma - Bríndisi - Tirana - Salónica; Bríndisi - Durazo - Lagosta - Zara - Lussino - Pola - Trieste. El nuevo aeropuerto de Bríndisi que fue militar y civil, englobó el hidródromo tomando también inicialmente el nombre “Orazio Pierozzi” del heroico comandante de la Patrulla Hidroaviones de Bríndisi durante la Primera guerra mundial. Posteriormente, en 1938, el aeropuerto civil fue intitulado a Antonio Papola, un piloto instructor caído en servicio, mientras que el militar conservó el nombre original de Orazio Pierozzi. Entre 1937 y 1938, en el aeropuerto militar se formaron el 35° con aviones SM55 y los Grupos 95° y 86° con hidroaviones CANT Z606, que operaron en Bríndisi hasta la Segunda guerra mundial.

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El Parque del Recuerdo El comité pro-Parque del Recuerdo, creado en 1922, individualizó en la zona comprendida entre Vía Bastioni San Giacomo y Porta Lecce el área más idónea, por la posición y amplitud para acomodar todos los 300 árboles conmemorativos de los militares brindisinos caídos en la gran guerra, terminada hacía algunos años. El 14 de marzo de 1924, el concejo municipal presidido por el alcalde Serafino Giannelli, dispuso la adquisición del terreno para construir el parque. El área escogida, de propiedad de los esposos Giudice y D’Amelio, se extendía entre los barrios Cristo y Piedad. El parque fue inaugurado el 9 de enero de 1927 por el sacerdote Rodolfo Ercolini, en un ritual sencillo y austero, en presencia de la autoridad local. Un parque verdísimo, el único pulmón vegetal verdadero de la ciudad, creado siguiendo los rigurosos cánones protocolares emanados del Ministerio de Instrucción Pública, a partir de la misma tipología de árboles, de su plantación, etcétera. Los cuatro caminos internos fueron dedicados al Rey, a Thaon de Revel, a Cadorna y a Díaz. En el centro del mar verde, el monumento conmemorativo a los Caídos, una obra de bronce, representando un militar en lo alto de la cima de una roca en el acto de avanzar decidido empuñando con la izquierda una bandera y en la diestra una granada. Cuando, de manera reprochable, el parque fue eliminado en 1956, la estatua desapareció, pero una similar, del mismo escultor, Vitantonio De Bellis, fue erigida en la villa de Cisternino, donde hoy puede ser vista.

El Parque del Recuerdo - Inaugurado el 9 enero 1927

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El Campo deportivo La provincia entera de Bríndisi en el momento de su fundación no tenía ni siquiera un campo de deportes. El Municipio de Bríndisi dispuso por lo tanto el construir uno lo más pronto posible y para ello adquirió un terreno de su propietario, Pio Guadalupi, en la zona del Casale. El tiempo de la construcción fue muy breve: el proyecto fue elaborado por el ingeniero Ugo D´Alonzo y los trabajos, adjudicados a la empresa Cosimo Piccinni de Bríndisi, comenzaron el 26 de junio de 1929 y terminaron en solo 4 meses. Incluyeron la valla y la entrada monumental, la parte posterior de la curva sur, dedicada a Michele Stasi, sobre cuyo prospecto interno fue puesto un “fascio”, el haz de varas con el hacha símbolo del poder del lictor.

El campo deportivo del littorio - Construido en 1929

Además del campo de balompié, con las dimensiones de 100 metros por 50 metros, incluyó todo entorno también la pista atlética con largo reglamentario de 400 metros. La instalación del “Campo sportivo del littorio” fue inaugurada el 27 de octubre de 1929 en presencia de las autoridades y de miles de ciudadanos. En 1930 el municipio complementó la construcción con la tribuna cubierta y las graderías. Bajo los tres sectores de la tribuna central, hallaron espacio para varios locales, destinados a los servicios necesarios al desenvolvimiento de las actividades deportivas, tales vestuarios y duchas, gimnasio, baños y oficinas. El Monumento a los Caídos Un primer monumento para conmemorar también en Bríndisi a los innumerables soldados caídos en la primera guerra mundial fue encargado en 1926, al escultor de Bari, Vitantonio De Bellis, para ser puesto en el centro de la Plaza Victoria.

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Llegado que fue a la ciudad el monumento, representando una victoria alada, no gustó mucho porque fue considerado poco majestuoso y así, alguien señaló que el escultor brindisino Edgardo Simone, ya famoso y reconocido en toda Italia y América, debería ser el autor del monumento a los caídos para su ciudad natal. A él, en 1924, ya le había sido encargada la tarja de bronce recordatoria de la cruz de guerra otorgada a la ciudad de Bríndisi, posteriormente puesta en la fachada de la Capitanía del puerto. La poco apreciada victoria alada fue adquirida por el municipio de Erchie, donde aún ahora hace hermosa muestra de esa bella villa municipal, mientras que la administración de Bríndisi contactó a Simone y, en 1927, le encargó el monumento. Edgardo Simone lo esculpió en su estudio de Nápoles y, debido a sus muchos viajes a América, lo completó con notable atraso a la fecha pactada. El primer lugar para erigirla decidido por los administradores fue en el frente de la estación del ferrocarril, Plaza Crespi. Pero la indignación y la protesta del escultor por la trivial e irracional escogencia del lugar para un monumento tan importante, llevó a que cambiaran su destino y se decidió ponerlo en la Plaza Dionisi, en el paseo marítimo del puerto interno, en donde fue inaugurado en presencia del rey Vittorio Emanuele III el 22 de noviembre de 1931.

El monumento a los Caídos en Plaza Dionisi - Fotografía de 1936

Tampoco aquel lugar fue del completo agrado del escultor, quien llamó infeliz y absolutamente estrafalario el escogimiento del sitio, hasta tal punto que no quiso asistir a la inauguración. Aquel mismo día, en Bríndisi el rey inauguró también la sede nueva del Banco de Nápoles, Un hermoso edificio en estilo Liberty en la plaza Victoria.

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La controversia relativa al lugar del Monumento a los Caídos, sin embargo, no desapareció y, tomada la decisión de reubicarlo en la Plaza Victoria, fue desmontado en 1938 quedando los fragmentos apilados en aquella plaza. Pero no fueron reensamblados allí, ya que tampoco este sitio fue considerado concorde al carácter de la composición, facturada toda en mármol blanco de Carrara. Solo en 1940, por fin, se halló para el monumento su puesto definitivo en la Plaza de Santa Teresa. El Monumento al marinero de Italia Entre los 92 proyectos presentados y expuestos en la exposición de Roma, fue declarado vencedor el trabajo llamado “Está como una torre” del arquitecto Luigi Brunati y del escultor Amerigo Bartoli. Los trabajos de construcción se iniciaron el 28 de octubre de 1932, con la supervisión del arquitecto Brunati, en la orilla Posillipo del puerto interno de Bríndisi.

El monumento nacional al marinero de Italia – Inaugurado en el 4 Noviembre 1933

El monumento realizado en piedra de carparo y de Trani, en forma de un gigantesco timón de barco, con una altura de 54 metros desde la plataforma superior, donde está la puerta de entrada, y con 68 metros desde la plataforma inferior, en la cual se abre la entrada a la cripta votiva realizada en arcos ojivales con una nave central y 8 nichos. En el interior del sagrario está la estatua de bronce de la Madona Estrella Maris y están esculpidos los nombres de todos los 5.922 marineros italianos caídos durante la Primera guerra mundial.

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Visto desde arriba, el conjunto de la construcción tiene el aspecto de un pájaro estilizado. En la plataforma superior, al lado del monumento, en el lugar de las dos estatuas de marineros previstas en el proyecto, fueron instalados los cañones de dos submarinos austrohúngaros, mientras en la base de la escalinata que conduce a la entrada, fueron puestas las anclas que habían pertenecido a los acorazados austríacos “Viribus Unitis” y “Teghetoff”. En las dos paredes laterales del “timón” fueron adosados bajorrelieves en mármol blanco de dos haces lictores. El 4 de noviembre de 1933, el rey Vittorio Emanuele III participó en la inauguración de la obra, terminada en menos de un año y financiada con los fondos recolectados en los conciertos presentados en el Teatro Verdi, organizados con la participación del famoso tenor salentino Tito Schipa. Para facilitar la entrada de las autoridades y de los demás invitados, se dispuso desde el muelle Montenegro hasta Posillipo un sugestivo puente de barcos de una longitud de 250 metros. El liceo Marzolla y otras escuelas A la antigua institución del liceo clásico de Bríndisi se le dio el nombre de Benedetto Marzolla, en 1905, cuando el Concejo municipal, en la sesión del 28 de octubre, decidió llamar al instituto escolar con el nombre del ilustre conciudadano, cartógrafo y geógrafo, autor de preciosas colecciones y atlas. Obtenido el estatus de “regio” para el instituto en 1927, por efecto de la reforma Gentile, se creyó necesario obtener una nueva sede idónea para alojar al “Regio Liceo Ginnasio Statale”.

Liceo clásico Benedetto Marzolla - 1933

Ideado por el arquitecto Saverio Dioguardi de Bari, como una construcción central en la ciudad y abierta a la misma, monumental pero no imponente, el nuevo edificio fue

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construido, en el área de la Piedad, entre el Corso Roma y la Vía Taranto, y fue inaugurado el 12 de enero de 1933. En 1937, al resultar pequeño el edificio para acoger a una población escolar en permanente crecimiento, fueron dispuestos los trabajos para elevar otro piso para la construcción de nuevas aulas, unas estancias accesorias y un aula magna uniendo las dos alas del edificio. Se construyó, además, una segunda escalera hacia el patio que se dispuso de cara a la calle Benedetto Marzolla. Entre 1928 y 1929 se construyó el Instituto Comercial Marconi, en el terreno del antiguo convento de los Dominicos del Crucifijo, adquirido con tal propósito por el Municipio y reestructurado por completo.

Instituto Comercial Guglielmo Marconi - 1929

Las escuelas elementales femeninas de San Lorenzo tuvieron una larga gestación, iniciada antes del estallido de la gran guerra. Sin embargo, fue solo al inicio de la veintena del régimen fascista que pudieron ser finalmente construidas, y entraron en funciones en 1922.

Escuelas elementales San Lorenzo - 1922

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En 1935 la administración municipal ordenó la construcción de una escuela elemental nueva en el barrio San Nicolicchio: se inauguró el 28 de octubre de 1939 y nombrada “Costanzo Ciano” fue también sede, en un ala distinta, del Instituto de maestros denominado “Arnaldo Mussolini”.

Escuelas elementales Costanzo Ciano – 1939

También en el barrio Cappuccinos se construyó una escuela elemental, y en el barrio Casale, en 1931, se hizo un edificio para la escuela elemental rural, con dos aulas para sesenta alumnos cada una. Se construyeron también dos guarderías: En 1934 en el barrio Montecristo, con tres aulas para cincuenta alumnos, el refectorio, un salón de entrada, la cocina, la dirección, los baños, un gimnasio descubierto y el alojamiento para los custodios. En 1935 en el barrio Cappuccinos, cercanas a la escuela elemental del barrio, se hicieron cuatro aulas para sesenta alumnos cada una y un salón para las actividades internas, un vestíbulo, un refectorio, y un patio para jugar al aire libre. El Colegio naval Accademia Marinara dell´Opera Nazionale Balilla, es el nombre oficial original del más conocido popularmente en Bríndisi como Colegio naval. Esta estructura fue, en mucho, la obra más notable realizada en Bríndisi, durante la veintena fascista. El proyecto, en 1934, fue encargado por la ONB al arquitecto romano Gaetano Minnucci, y para su edificación, con sus 7.000 metros cuadrados, se escogió un área con mucho verde, de cerca de 65.000 metros cuadrados, de propiedad de Donato De Jure y situada a lo largo de la orilla norte del Seno de Poniente del puerto interno. Fue el mismo Mussolini el que dio comienzo simbólico a los trabajos de construcción de la academia, el 8 de septiembre de 1934 y tres años más tarde, el 5 de diciembre de 1937, el Colegio naval de la GIL -Gioventù Italiana del Littorio- sucesora de la ONB, fue inaugurado.

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Una imponente estructura, con una arquitectura racionalista de forma geométrica bien definida y con el tímpano orientado hacia el mar. Con todos los servicios para el estudio, el alojamiento, la alimentación, la recreación y el deporte de los alumnos. El gimnasio fue concebido en dos niveles, el de arriba reservado a la gimnasia con aparatos y al atletismo y el nivel inferior dedicado al boxeo y la esgrima. Integraron la estructura, también una piscina cubierta, un gran teatro y un campo de fútbol. El colegio fue también una obra espléndida por fuera. Rodeado de un bosquecillo de eucaliptos y de un bellísimo parque, cuidado con esmero, con los canteros diseñados como ancla y la leyenda “Collegio Tommaseo”, en honor al lingüista y escritor dálmata Nicoló Tommaseo, nacido en Sebenico, a quien le fue dedicado el colegio después de la Segunda guerra mundial, cuando acogió a centenares de estudiantes prófugos, istrianos, julianos y dálmatas.

El Colegio naval “Nicolò Tommaseo” - 1937

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La Estación marítima Después del traslado de la fábrica de baldosas de carbón “Carbonifera Reggio” a la orilla opuesta en el Seno de Levante, se despejó una amplia área cercana a la estación marítima y luego, en julio de 1936, se comisionó la elaboración del proyecto para una estación nueva, paralelamente a la construcción de la carretera de entrada al puerto del Seno de Levante en alternativa al bulevar de la ciudad. El criterio guía para la preparación del proyecto fue el de facilitar el uso, por separado, del servicio de pasajeros y del ferroviario -la estación se unió mediante una vía férrea especial con la estación ferroviaria central- disponiendo independientes los locales con mayor movimiento de público, como el restaurante y la oficina de correos. La destinación de los espacios fue distribuida a lo largo de un camino porticado y organizado a ras de piso en tres cuerpos de fábrica con entradas independientes. Todo ello con una arquitectura que daba además un aspecto paisajístico urbano a la construcción. El proyecto fue llevado a cabo por el ingeniero Rocco Manzo de Ingeniería Civil bajo la dirección del arquitecto Gaetano Rapisardi. Los trabajos de construcción se iniciaron a fines de 1936, pero solo se completaron con gran atraso a fines de 1940.

La nueva Estación marítima de Bríndisi - Completada en 19400con la guerra ya comenzada

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El Gimnasio Galiano Durante la construcción del liceo Marzolla, se planteó la necesidad de dotar a la escuela de un gimnasio y se encargó al ingeniero Ernesto Ricci, de la Oficina técnica municipal, la elaboración del proyecto. El 29 de noviembre de 1931 tuvo lugar su inauguración dedicada a Elio Galiano, un vanguardista de Francavilla Fontana que a sus escasos 17 años fue asesinado. El gimnasio, de 240 metros cuadrados de superficie cubierta y 1.200 metros cuadrados de superficie descubierta, comprendía los vestuarios, el depósito de los aparejos, las oficinas, los baños con ducha y un alojamiento en el piso superior para los custodios. El campo abierto para baloncesto, se reveló después como un crisol de generaciones de campeones de la nueva disciplina deportiva, destinada a entrar en el DNA de los Brindisinos.

El gimnasio Elio Galiano - Inaugurado en 1931

Bibliografía: - TRA CIELO E MARE 80 ANNI DI AVIAZIONE E INDUSTRIA AERONAUTICA A BRINDISI: Archivio di Stato di Brindisi -2007 - BRINDISI DA CAPOLUOGO DI PROVINCIA A CAPITALE DEL REGNO DEL SUD: G. Andriani -2000 - BRINDISI 1927-1943 DA CAPOLUOGO A CAPITALE. LE ARCHITETTURE: Archivio di Stato di Brindisi -1994

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Bríndisi en la Segunda guerra mundial «...Cuando el uno de septiembre de 1939 comenzó la guerra con la invasión de Polonia por parte de Alemania, el gobierno italiano declaró su neutralidad, pero al mismo tiempo llamó a las armas a todos los hombres aptos y dictó la ley de la movilización civil. Así, en Bríndisi, el podestá Corradino Panico Sarcinella, el 11 de mayo de 1940 dispuso la compilación de la lista de censo de toda la población civil: de las edades comprendidas entre 14 y 18 años para los hombres y de las de 14 a 45 para las mujeres, además de la de todos los hombres de edad comprendida entre los 45 y los 70 años. La no beligerancia italiana duró solo 284 días y el 10 de junio de 1940 Italia declaró la guerra a Francia y a Gran Bretaña, alineándose con Alemania. El alcalde Panico hizo entonces preparar los carnets anonarios para el racionamiento de los consumos de la población civil: pan, sopas, arroz, harina, azúcar, aceite, etcétera, e hizo las listas de los refugios y de los albergues, además de las habitaciones familiares, capaces y obligadas a alojar por turno a los oficiales de paso...» -Giuseppe AndrianiCon la Segunda guerra mundial la ciudad, que tenía 42.000 habitantes, vio entonces un cambio radical de los intereses comerciales locales hacia los intereses nacionales, que la hicieron una cabeza de puente militar, con un departamento aéreo ocupado en las operaciones en Grecia y Albania, y con el puerto lleno de movimiento de hombres y de material militar, para la campaña de Grecia y hacia los puertos libios de Trípoli y Bengasi. Durante el curso de la guerra, la ciudad de Bríndisi fue varias veces objetivo de bombardeos aéreos realizados por la Royal Air Force inglesa. La primera incursión fue el 20 de octubre de 1940 y en poco menos de un año se registraron varias decenas. A raíz del acoso de los bombardeos aéreos sobre la ciudad, se construyeron galerías de refugio: en el Bastión del Cristo, en la Calle Casimiro, en Corte Capozziello, en la Calle de Leo, en la Plaza Angeli y en la Calle Marconi. Luego también se utilizaron refugios preparados en otros sitios de la ciudad: bajo la Plaza Santa Teresa, en las inmediaciones de la Cuestura, en el sótano del Palacio Tarantini y de la escuela Costanzo Ciano y posteriormente otros aún en el nivel enterrado de grandes palacios. Cuando el número de los muertos de los bombardeos se elevó, el Municipio hizo construir centenares de cabañas: en los barrios Salesiani, Sanatorio, Paradiso y Perrino. En el curso de 1941, las incursiones aéreas inglesas llevaron a cabo sobre la capital otros 21 ataques entre el 30 de octubre y el fin de año. El bombardeo aéreo más desastroso fue en la noche del 7 al 8 de noviembre de 1941: las incursiones tuvieron comienzo hacia la medianoche y terminaron poco antes del alba. En aquella noche terrible muchos edificios de la ciudad se fueron a ras del suelo por los continuos bombardeos que causaron decenas y decenas de muertos y centenares de heridos.

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No obstante que los aviones apuntaban a los objetivos militares, la “puntería” fue muy imprecisa: en lugar del Castillo suabo o del cuartel Ederle con todas las infraestructuras militares adyacentes de la Marina, fue completamente arrasado todo el conglomerado de casas de la calle Ciudadela y una serie de casas en la calle San Eloy. La misma suerte corrió el edificio de la GIL ubicado en el bulevar Umberto I y el edificio de la Clínica del doctor Teodoro de Castro, en la calle Independencia, ambas edificaciones cercanas a la estación ferroviaria central. «...En aquella misma trágica noche fueron afectadas por las bombas, la Iglesia de La Annunziata y la zona de Porta Lecce, donde murió toda la familia Martinelli. Fueron bombardeadas, la calle Santabarbara, la plazuela Guglielmo de Bríndisi y Vía Lauro, donde vivía el anciano canónigo Pasqualino Camassa, que murió poco después por las secuelas de las heridas que le causó el derrumbamiento de su casa. “Sobbr´alla Difesa” -en las cercanías de la base de la Armada- las zonas más afectadas fueron la calle De Sanctis y la plazuela Della Volta, posteriormente aquellas entre la calle Ciudadela, la calle San Eloy y la calle Lucio Scarano. Durante aquellos bombardeos un avión fue derribado por los antiaéreos y fue recuperado del fondo del mar en 1952, permaneciendo por largo tiempo en el muelle a la altura de la Plaza Lenio Flaco, en el barrio Sciabbiche.

Bombardeos: Via Cittadella - 8 noviembre 1941

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Bombardeos: Vía Independenza - 8 noviembre 1941

…También fue bombardeada la casa de Vito De Marco y Cosima Pati, en la calle San Aloy casi en el ángulo con la calle Lucio Sacarino. Eran ello los abuelos maternos de Albina Aprile -mi madre- que con ellos vivía y que los indujo a abandonar la casa solo un momento antes de que fuera alcanzada por la bomba. Habían apenas atravesado la calle para dirigirse a la calle Rodas, a casa de los padres de mi madre y, estando aún en la acera frente a la casa, la bomba la golpeó de lleno y la derrumbó totalmente, quedando en pie solo la fachada. Algunos de los escombros de los bombardeos aéreos permanecieron intactos hasta comienzos de los años sesenta y fueron el campo de acción de “nosotros” los muchachos nacidos en las cercanías de la base de la Armada. ...El cuartel Ederle ocupaba por entero toda la cuadra rectangular delimitada actualmente por las cuatro calles: Vía Castello, Vía Cittadella Nuova, Viale dei Mille y Viale della Libertá. Las bombas caían en aquella área en mayor número y una señora anciana que vivía en el piso en alto del edificio con los arcos asomados y que miran aún a la calle San Eloy a pocos metros de aquel ángulo, viendo desde su ventana entreabierta al soldado, comenzó a darle voces instándolo a salir de la garita y a refugiarse en el portal del edificio, mucho más resistente y un poco menos expuesto a las bombas. El guardia no quiso moverse y la señora después de repetidas como inútiles llamadas, bajó por la calle, se encaminó a la garita y materialmente arrastró afuera al soldado hasta hacerlo refugiarse en el portal del edificio. Solo habían transcurrido unos cuantos minutos de aquel momento cuando una bomba alcanzó de lleno la garita: no recuerdo el nombre de aquella anciana señora ni supe nunca el de aquel joven soldado que hacía la vigilancia...» -Gianfranco Perri-

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Después de aquella terrible noche, cerca del ochenta por ciento de la población civil de Bríndisi se mudó, por miedo, a los pueblos vecinos de la provincia -un poco más tranquilos- a Mesagne y a otros. Son tristemente sintomáticos del ambiente que imperaba en la ciudad aquel 8 de noviembre de 1941, algunos de los registros de clases redactados por las maestras y los maestros que fueron a la escuela aquella mañana: María Franco, de 26 años: “La escuela está vacía. Las familias se desplazaron hacia los pueblos más seguros. Nadie presente de los 25 alumnos que asistían. El Delegado Provincial, recién llegado a la ciudad, nos ha hablado a todos de la terrible hora que se atraviesa...” Luigi Pigna, de 31 años: “La escuela está completamente vacía en cuanto a que todas las familias están obligadas a irse. Por medidas de ahorro de combustible, el ministro ha prolongado las vacaciones hasta el 18 de enero. De los 51 inscritos una decena asiste porque los otros se han reintegrado a los municipios vecinos...” Matilde Musaio Valletta, de 32 años: “La desastrosa incursión aérea, durante 5 horas, ha despoblado la ciudad. La escuela está desierta. Las repetidas incursiones aéreas han hecho que huyeran todos. ¿Dónde podremos encontrar a nuestros pequeños? Sin duda en los municipios vecinos...” El bombardeo del 16 de diciembre de 1941 fue particularmente difícil, por los derrumbamientos que produjo: dañó el área de la plaza de la Catedral, alcanzando el campanario, el hospital civil, el Arzobispado y el palacio Balsamo. Los daños más importantes fueron los ocasionados al campanario, que quedó destruido.

Bombardeo del 16 diciembre 1941: Campanario de la Catedral

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Las fuentes militares reportaron que, en Bríndisi, a causa de los bombardeos de noviembre de 1941, perecieron 126 civiles y 3.847 personas quedaron sin techo, mientras que fueron destruidos 30.600 metros cuadrados de habitaciones, amén de los 31.800 metros cuadrados que quedaron muy dañados. Además de las víctimas de los bombardeos, Bríndisi debió lamentar muchas otras víctimas entre los militares, especialmente, entre los de la armada y los de la aeronáutica, no solo brindisinos sino también otros, que del puerto y aeropuerto de Bríndisi partían -y que no siempre volvieron- por sus misiones de guerra. Muchos militares brindisinos participaron y se distinguieron en varios frentes de guerra y en más de treinta fueron condecorados. Entre ellos fueron galardonados con la medalla de oro al valor militar “a la memoria”: Leonardo Ferrulli, subteniente piloto; Vincenzo Gigante, combatiente guerrillero; Aldo Spagnolo, “camisa negra” . Brindisinos Medallas de Oro en la Segunda guerra mundial

Leonardo Ferrulli Tenente pilota Brindisi: 19.1.1918

Vincenzo Gigante Partigiano combattente Brindisi: 5.2.1901

Aldo Spagnolo Camicia nera Brindisi: 15.5.1920

Bríndisi capital Firmado que fue el armisticio el 8 de septiembre de 1943, el rey Vittorio Emanuele III y el general Pietro Badoglio, jefe del gobierno, en la tarde del 9 de septiembre abandonaron Roma durante la noche y se dirigieron a Pescara, donde se embarcaron en el navío militar “Baionetta” dirigiéndose al Sur, con a bordo la reina, el príncipe heredero Umberto y un buen número de altos funcionarios del reino, militares y civiles, mientras que todos los ministros del gobierno, a excepción del de la marina y el de la aeronáutica, permanecieron en Roma, desconocedores de aquella partida.

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La tarde del viernes 10 de septiembre de 1943, el comandante de la plaza marítima de Bríndisi, el almirante Luigi Rubartelli, recibió, vía radio y de manera inverosímil, la noticia de la llegada de la nave Baionetta, con su pasaje real. Los alemanes habían abandonado Bríndisi la tarde anterior directos al Norte, mientras que aún no se habían reunido en la ciudad militar las fuerzas aliadas y así, el rey decidió el desembarcar en Bríndisi y se alojó con su familia en el palacete del Almirantazgo.

El navío Baionetta en el cual el rey llegó a Bríndisi

Los soberanos hallaron una ciudad casi desierta, en donde las condiciones de vida eran muy difíciles. Se carecía de todo y entre los pocos habitantes que quedaban, estaban muchos que incluso padecían hambre. Mas de la mitad de los Brindisinos, en efecto, se había desplazado desde hacía cierto tiempo a los varios pueblos de la provincia, por temor a los bombardeos que habían alcanzado y destruido las casas, las calles y muchas de las iglesias, edificaciones simbólicas, seleccionadas por el enemigo -según se decía- para debilitar así la moral de la población, mientras que se habían -de manera extraña- perdonado los muchos objetivos militares presentes en la ciudad. En ese ambiente, durante su permanencia en Bríndisi, el rey estuvo siempre en el castillo, saliendo raramente, siempre en carro, huésped de alguna familia noble de la zona, dando así la impresión de que no quería tener contacto con la población brindisina. Algunos testimonios directos recuerdan al rey como una persona contristada, preocupada y probablemente esperanzada de poder volver pronto a Roma.

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Únicamente con ocasión de su participación en una misa celebrada en el aeropuerto, el rey tuvo manera de encontrarse con la gente de Bríndisi. La reina, en cambio, tuvo una actitud de mayor interés hacia la población brindisina y participó en varias ocasiones en iniciativas de beneficencia.

Vittorio Emanuele III en el aeropuerto de Brindisi - 1943

Dado que casi todos los ministros permanecieron en Roma, se pensó en reconstituir el Consejo de ministros con los subsecretarios plenipotenciarios y así, el 13 de noviembre, se pudo anunciar la constitución del nuevo gobierno, cuya composición fue publicada el 18 de noviembre de 1943 en el primer número de la “Gazzetta Ufficiale del Regno d´Italia” -serie especial- impresa en Bríndisi en la Imprenta Ragione. El nuevo gobierno, integrado por doce ministros, se instaló en los locales de la Prefectura, en la plaza Dante, en la cual tuvo su primera reunión oficial el 24 de noviembre de 1943. Y así, la actividad administrativa del gobierno, después de un reinicio en condiciones tan críticas, reanudó lentamente sus funciones. Desde Bríndisi se buscó también recomponer al deshecho ejército italiano, que había sido por parte del rey innoblemente abandonado sin órdenes y completamente desbaratado, partiendo de las divisiones militares que en aquella fecha fatídica se hallaban dispersas en la provincia de Bríndisi y de Tarento, por haber sido asignadas a la defensa de las dos bases navales. En Bríndisi, el 28 de septiembre de 1943 fue constituido el Agrupamiento Motorizado, compuesto por tres batallones y comandado por el general Dapino. A Bríndisi se trasladó también la Real Academia Naval, llegando de Venecia a bordo de la nave Saturnia el 12 de septiembre de 1943 y tomando sede en el Colegio naval. El 14 de septiembre también llegaron a Bríndisi las dos naves-escuelas, los veleros Americo Vespucci y Cristoforo Colombo. La Academia naval permaneció en Bríndisi, en la sede del Colegio naval, hasta su regreso a su sede histórica de Livorno, el 20 de julio de 1946.

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Los veleros Americo Vespucci y Cristoforo Colombo en el puerto de Bríndisi en 1943 las dos naves escuela de la Academia Naval Italiana

Inicialmente, el territorio sobre el cual el nuevo gobierno pudo extender su poder se limitó a la Provincia de Bríndisi, a Lecce, a Tarento y a toda la isla de Cerdeña, dando así comienzo al Reino del Sur, que estuvo a la sombra de la ocupación militar aliada, permanente y estrechamente supervisado por la Allied Military Mission que desde el primer día de la llegada del rey a Bríndisi, arribó a la ciudad y se instaló en el Hotel Internacional. Posteriormente, el 11 de febrero de 1944, los Aliados permitieron finalmente la transferencia de los territorios meridionales ocupados, a saber, Sicilia, Calabria, Basilicata y la Provincia de Salerno al Reino del Sur y así, después de cinco meses en Bríndisi exactamente 154 días- el rey y el gobierno de Badoglio se trasladaron a Salerno. Se cerró así un paréntesis de indiscutible importancia para el contexto histórico de la ciudad: Bríndisi, fue la capital de Italia, un hecho histórico destinado -sin embargo- a quedar formalmente controvertido: por una parte, están aquellos que además de la historicidad le atribuyen la plena legalidad y por otra parte están aquellos que, en cambio, lo niegan. He aquí algunos de los argumentos en apoyo de las dos tesis encontradas: Rosario Jurlaro: Bríndisi pudo ser considerada capital del reino para todos los efectos, aunque lo fuese de una nación dividida en dos partes. Fueron abiertas las sedes de los ministerios en algunos edificios del centro histórico y en la Imprenta Ragione fueron impresos algunos números de la Gaceta Oficial, firmada por Vittorio Emanuele III, con en el pie de página impreso: “scritto in Brindisi”.

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En Bríndisi el gobierno tomó decisiones importantes, entre estas la declaración de guerra a Alemania. Básicamente, Bríndisi desempeñó todas las funciones importantes de la capitalidad del reino... Roberto Piliego: Bríndisi ha sido solo la sede casual de un gobierno muy precario, privado de soberanía real, bajo el control directo de las fuerzas militares angloamericanas. La confianza de los ex-enemigos en el rey y en el jefe de gobierno Badoglio era muy limitada, por no decir inexistente y ambos eran considerados puramente instrumentales en el buen éxito del plan aliado de la invasión de Italia. No es pues exacto hablar de Brindisi como capital de Italia, ni tampoco del llamado Reino del Sur. El escogimiento de una capital puede venir solo en plena libertad, sin constricciones o condicionamientos de algún género, con un acto oficial del gobierno y del parlamento... Giuseppe Teodoro Andriani: Bríndisi ha sido capital de Italia, como lo demuestra no solo la presencia de un gobierno, sino la del rey. La salida precipitada de Roma de Vittorio Emanuele III debe entenderse como una exigencia nacional para salvar a la monarquía, evitando la captura del soberano, que se habría convertido en rehén en mano de las tropas alemanas. Por lo tanto, se puede hablar de una transferencia de los máximos cargos del Estado a fines de asegurar el desenvolvimiento de las funciones y la continuidad legal, salvando a la persona del rey y nombrando nuevos ministros de un gobierno que venía siendo reconocido, como lo demuestra el envío de embajadores por parte de Rusia y posteriormente del Reino Unido y de los Estados Unidos... Y más recientemente, el profesor Antonio M. Caputo, con su libro sobre este asunto histórico, ha querido realzar el empeño y la función que la ciudad y sus alrededores desempeñaron efectivamente en los meses en los cuales Bríndisi fue capital de Italia, señalando cómo en aquel evento, Bríndisi no constituyó un simple refugio de fortuna, elegido al azar. “De Bríndisi recomenzó el Estado, se despertó el orgullo nacional que la dictadura y la desastrosa guerra habían desaparecido. Aún si ciertamente no fue en Bríndisi, ni aún en Italia, donde se decidió la suerte de la guerra, pero desde Brindisi se participaba de hecho a aquellos eventos, bien garantizando unión y apoyo fundamental a la unidad de los combatientes, o bien asistiendo impotente -quizás también por las duras condiciones impuesta a quien había salido perdedor de la guerra- como fue por la tragedia sufrida por nuestros militares en las islas griegas”.

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Bibliografía: - 1943 BRINDISI...PERSINO CAPITALE: A. M. Caputo -2015 - BRINDISI CAPITALE. PARLANO GLI STORICI: G. Membola -2013 - GIANFRANCO PERRI RACCOTA 50 FOTO DI BRINDISINI LA MIA GENTE: G. Perri -2013 - BRINDISI DA CAPOLUOGO DI PROVINCIA A CAPITALES DEL REGNO DEL SUD - G. Andriani -2000

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Bríndisi en búsqueda de identidad: desde la posguerra a los años Sesenta La segunda postguerra en Bríndisi fue, como en el resto de Italia, necesariamente aún más difícil que la primera, ya que en esta ocasión ni si quieras hubo el consuelo moral de la victoria como en la primera. Se trataba de una ciudad empobrecida y reducida, amén de en el alma, en lo físico. El único aspecto positivo, y tal vez el motor único de empuje, radicaba en la confianza en la democracia reconquistada a un precio muy alto, igual que la esperanza de un futuro que constituyó una promesa de la nueva clase política y de la dirigencia de la ciudad- sería seguramente mejor, en una nación por vez primera con el carácter de república. El presidente de la Provincia, el doctor Antonio Perrino, resumió la situación de esta manera descarnada: “...Una ciudad postrada por la ocupación militar, con un puerto reducido al estado de una laguna desierta, cercada con vallas de alambre de púas herrumbroso a lo largo del espacio entre los muelles, con agregaciones miserables de chozas y de tugurios, hasta en el centro, con una economía exhausta, una clase dirigente en decadencia, pocas y destartaladas escuelas, una red de vías desastrosa, una masa de desocupados famélica y sin preparación para enfrentar las nuevas exigencias del mercado de trabajo...” Los servicios públicos, como el transporte, la salud y la higiene, estaban casi colapsados. La desocupación era altísima. La finanza comunal era deficitaria y escaseaban los recursos financieros. La falta de alojamiento fue el problema más grave, difícil y acuciante de afrontar: el regreso de los militares, la llegada de los prófugos y exiliados provenientes de las ex colonias, de Albania y del territorio perdido de Venezia Giulia, Istria y Dalmacia y aquellos foráneos, venidos del campo y de las provincias vecinas, aumentaron la necesidad de alojamientos cuya disponibilidad ya era escasa, inclusive como consecuencia de las acciones de guerra, con más de 3.000 habitaciones destruidas y más de otras 2.000 dañadas. Hacia la mitad de los años ´50 la población urbana residente superó los 65.000 habitantes -en 1959 se llegó a los 70.000- mientras centenares de familias no habían podido todavía abandonar las chozas o sótanos o los locales invadidos abusivamente o gracias a una tácita tolerancia, tales los cuarteles, o edificios escolares y edificios de propiedad privada considerados en ruinas, adonde estaban constreñidos a buscar refugio. En el campo productivo privado la situación de posguerra no fue -tampoco- de color de rosa: el puerto, perdido ya su papel estratégico-militar, quedó casi inactivo; la agricultura y en especial el sector vitivinícola sobre el cual la ciudad se sostenía sufrió una crisis

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enorme y la industria mecánica, la SACA en primer lugar, sin más pedidos estatales, comenzó a despedir a sus empleados. El 31 de marzo de 1946 fueron las elecciones administrativas y la mayoría izquierdista que resultó vencedora nombró alcalde a Francesco Lazzaro, el cual venía ejerciendo aquella función desde noviembre de 1945, ya que había sido designado por el comité municipal de liberación. Lazzaro estuvo en el cargo hasta abril de 1948, cuando una nueva administración nombró alcalde al democristiano Vincenzo Guadalupi. De frente a la generalizada crisis del sector agrícola y mecánico-industrial de Bríndisi, los administradores de la ciudad se concentraron en la atención para la valorización del gran potencial ligado al puerto, promoviendo la constitución de una “zona franca” con un área industrial anexa. Para ello, se individualizaron las estrategias y en diciembre 1949 se constituyó entre grandes esperanzas y expectativas el “Consorzio Porto di Brindisi” en un clima de optimismo generalizado. En pocos años -sin embargo- aquel ambicioso proyecto corrió el riesgo de naufragar antes de tiempo, a causa de la ineficiencia, la rivalidad y los conflictos de intereses entre los asociados, pero sobre todo a causa de la despiadada, y en muchos casos desleal, competencia del puerto de Bari. Después de una larga gestión comisariar, el Consorcio del puerto reactivó su acción, bajo la presidencia de Teodoro Titi y con la participación del abogado Lazzaro, en aquel tiempo reelegido alcalde de la ciudad, y en coincidencia con la aprobación de parte del Parlamento nacional, de la ley constituyente de la “zona franca” con la asignación de recursos financieros para las primeras obras a realizar en el área industrial. No obstante la retoma de la actividad del Consorcio -sin embargo- el puerto comercial e industrial de Bríndisi en la mitad de los años ´50 no había conseguido sobresalir, pero se mantenía entre los puertos más solicitados en lo relativo al movimiento de pasajeros: las conexiones con Grecia, Yugoslavia, Turquía y el Cercano Oriente, pusieron al puerto de Bríndisi en el tercer puesto en Italia, después de Génova y Nápoles, con un total de pasajeros que en 1959 alcanzó 77.500 unidades, con un total de 1.513 naves atracadas, incluidas todas las mercantes. También el aeropuerto de Bríndisi registró un importante aumento del tráfico de pasajeros, alcanzando volúmenes importantes, con las operaciones de la línea aérea inglesa Airwork y Skyway, la línea helénica Olympic y la compañía nacional LAI. En 1959 se efectuaron 2.328 vuelos de línea, de los cuales 706 eran italianos y 1.622 eran extranjeros, alcanzando un total de 21.349 pasajeros, de los cuales 6.233 eran italianos y 15.126 eran extranjeros.

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El tráfico mercantil portuario, en cambio, a la espera del desarrollo de la “zona franca” y del área anexa industrial, continuó decayendo, quedando limitado al carbón para los ferrocarriles y, con la Montecatini, a los fosfatos, la pirita y otros varios productos químicos: las estadísticas registraron para el año 1959 solamente 90.000 toneladas de tráfico comercial. El 1956 fue para Bríndisi un año difícil e infortunado, desde muchos puntos de vista: Al comienzo del año, una inusual nevada produjo una larga serie de graves repercusiones, especialmente en el ya sufrido sector agrícola y después, hacia el fin del año, el 19 de noviembre, la ciudad fue golpeada por una tempestad -un ciclón se decía- que causó grandes daños en la infraestructura y sobre todo en todas las casas humildes de los barrios populares. Luego, además de la naturaleza, pusieron mucho de lo proprio también los hombres: los administradores de la ciudad. 1956, en efecto, fue el año en que la nefasta administración urbana autorizó el derrumbamiento criminal de la torre del reloj del ´700, materializado el 13 de febrero. También en aquel año fue concebida la nefasta decisión de erradicar el Parque del Recuerdo y lo que quedaba del histórico barrio marinero Sciabbiche y, por contera, el 1956 fue el año en que se ratificó la delictuosa resolución que declaró al Teatro Verdi como “no apto e inseguro”, exponiéndolo de esa manera a la consiguiente demolición “...en cuanto a que: ya no satisfacía más a las necesidades para las cuales había sido construido, no era más un monumento digno de ser conservado, y el valioso espacio en que se encontraba podría ser mejor utilizado”. Las decisiones político-administrativas que caracterizaron escandalosamente todos aquellos años de la historia de Bríndisi, disminuyéndole forzosamente el perfil -cuando se recuerdan aquellas torpes medidas que privaron a la ciudad de piezas prestigiosas de la historia propia- llevan inevitablemente a hablar de “estrago” sin con tal énfasis correr mínimamente el riesgo de caer en la manifestación de los síntomas del victimismo congénito al espíritu parroquial que a veces afectan los egos. Las bellezas a las cuales Bríndisi fue obligada a renunciar en aquellos años, en los cuales -algunos así lo siguen afirmando en el intento improbable de justificar- eran distintas las sensibilidades y las prioridades, ya no son susceptibles de recuperarse y por lo tanto, solo queda el poder recordar la historia, la semblanza y la importancia que tuvieron para la ciudad y para su comunidad, con la esperanza de que el relato de aquella nefasta cadena de absurdidades e imperdonables acciones, pueda convertirse en advertencia para las generaciones presentes y futuras de la ciudad.

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La Montecatini En 1931 una empresa química milanesa, la Sociedad Anónima, Montecatini, instaló en la orilla del Seno de Levante del puerto interno, un establecimiento para la producción de abonos fosfáticos, conformado por 24 edificios y dependencias, entre los cuales estaba el de San Apolinar, que aún hoy es atestiguado por el gran galpón, aún llamado “ex Montecatini”.

Galpón Ex-Montecatini

Los empleados alcanzaron el pico máximo de 150 trabajadores, pero luego fueron disminuyendo y en 1958, por la competencia de otros productos en el mercado, se suspendió la unidad mayor, el del sulfato de cobre, permaneciendo activa solo la menor del perfosfato. Hacia el fin de los años ´50, se fue consolidando la idea de una nueva política para el Meridión italiano, que preveía la creación de nuevas áreas de desarrollo industrial, siguiendo la estrategia de implantar grandes establecimientos con el objetivo y la esperanza de que el estímulo recibido en torno a estos desarrollos, se materializara en una larga lista de pequeñas y medianas industrias, que pudiera finalmente establecer una economía de carácter industrial y por ende promover y, posteriormente, animar la difusión de una sociedad emprendedora también en las regiones del Sur, entonces deprimidas económicamente.

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En aquel contexto, Bríndisi, animada por la aspiración de apropiarse de un rol que le devolviera el prestigio en el panorama nacional e internacional, y acicateada por la necesidad de salir de una larga crisis económica y del subsiguiente drama del desempleo, se puso adelante en las primeras filas, cuando las influencias políticas y los administradores del momento, con el honorable Giulio Caiati a la cabeza, se convencieron de que ese modelo de desarrollo era entonces el único posible para replantear la suerte de la ciudad. Ignoraban, entonces, ellos: …que muchas de aquellas grandes instalaciones se convertirían finalmente en “catedrales en el desierto”: que los intentos de crear una red de pequeñas industrias y de estimular la iniciativa económica local fracasarían; que aquel modelo de desarrollo habría resultado extraño al entorno en el cual fue implantado; que los daños ambientales causados serían muy graves; que los errores cometidos resultarían irreversibles y el tiempo perdido sería imposible de recuperar…

Inauguración y colocación de la primera piedra Montecatini di Bríndisi - 8 marzo 1959

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Pero, todo esto se lo puede y se lo debe decir ahora, mientras -sin embargo- también hay que recordar como la noticia de la instalación de un gran complejo industrial en la ciudad, anunciada a fines de 1958 por el presidente de Montecatini, Carlo Faina, generó una enorme ola de entusiasmo entre la población y entre todos sus dirigentes. El 8 de marzo del año siguiente, Antonio Segni, presidente del Consejo de ministros, con la bendición del arzobispo Nicola Margiotta, puso la primera piedra del nuevo establecimiento Montecatini que, se dijo entonces, representaba la realización más ambiciosa de la industria química italiana. El periodista Nino B. Lo Martire, en un largo, detallado y sintomático artículo de enero de 1963, intitulado “El momento mágico de una ciudad”, relató así aquel comienzo: “ “…Llega a nuestra ciudad la noticia de que la gran industria del Norte tiene el propósito de poner las bases para la construcción de uno de los mayores complejos petrolquímicos de Europa. La noticia va de boca en boca, de casa en casa, vuela como el viento y abre el corazón de los brindisinos a la esperanza que se acerca cada vez más a la certidumbre. …Una atmósfera febril siguió al deseo de la población y, cuando los primeros técnicos pusieron mano a la concreción del establecimiento, trabajadores, cultivadores, barberos, vendedores ambulantes, desempleados y subempleados, acudieron para ser escogidos. En la región una vez cultivada de alcachofas, el complejo petroquímico adquirió forma y contenido. ...850 hectáreas, cuatro veces la superficie urbana de Bríndisi, unos 100.000 metros cúbicos de concreto, medio millón de quintales de materiales metálicos, 200.000 metros cúbicos de construcción, 20 empresas constructoras y 15 empresas mecánicas para completar 4.500 trabajadores, además de un centenar de otras empresas que en todas partes de Italia trabajaron para suministrar toda la maquinaria requerida para las realizaciones de 27 instalaciones químicas, una central termoeléctrica y más, fueron el primer balance de la gigantesca empresa... ...La atmósfera febril del montaje ha dejado el puesto a la más recogida del inmediato comienzo de la producción, con las instalaciones listas y funcionando, señalando el nacimiento de una ciudad nueva en la cual nuestra generación tiene la suerte de vivir hoy una vida distinta y más humana, de aquella vivida por nuestros padres y abuelos. …Las chimeneas de las fábricas industriales de la petrolquímica ya remontan en el cielo cual signo visible de que el viejo Meridión tiene actualmente los días contados y que hoy Bríndisi es ya distinta respecto del ayer y que el mañana se avizora más próspero que el presente...» -Nino B. Lo MartireEn efecto, un aire de fiesta y de satisfacción circulaba en la ciudad, unido a la convicción de poder entrever al fin un horizonte diferente para Bríndisi, de cumplir un sueño, de dejar

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atrás al viejo Sur abandonado y garantizar a las futuras generaciones una mejor vida que la vivida por sus padres. Y aunque hubo alguna tímida reserva de parte de los políticos más a la izquierda, que aun valorando los numerosos puestos de trabajo que la instalación proveería manifestaron su escepticismo sobre el anunciado contagio laboral a las pequeñas empresas, por lo general los meridionalitas no expresaron objeciones de fondo y, por lo contrario, saludaron al progreso que estaba al fin llegando al Sur sobre la cresta de la ola petrolquímica. Más allá del análisis económico y de las reflexiones de carácter político, la instalación de la petrolquímica empujó la ciudad y su provincia en el contexto del proceso de industrialización del país y alteró profundamente la realidad brindisina. Una realidad periférica y atrasada, que hasta aquel momento había, con insistencia, buscado durante mucho tiempo, pero sin encontrarla, una identidad propia, en la modernización de la agricultura, en el desarrollo del tráfico comercial y en la estrategia militar de los diferentes gobiernos. El establecimiento de la industria Montecatini en Bríndisi fue quizá consecuencia de la elección tomada desde lo alto y respondía a la llegada de la sociedad industrial a Italia y a la lógica de la integración del país en el sistema económico mundial. Y Bríndisi, con tal establecimiento, adquirió una identidad industrial: una identidad evidentemente impuesta, aunque al mismo tiempo y, de todas maneras, bien aceptada por casi todos los Brindisinos de entonces. En el primer año de funcionamiento fueron elaboradas 1.500.000 toneladas de petróleo, produciendo propileno, etileno, butano y otros elementos. Para completar el ciclo productivo fueron sometidas a electrólisis 200.000 toneladas de sal gema proveniente de las minas sicilianas, de las cuales se obtuvieron cloro y soda cáustica, mientras que del mar se extrajo bromo. Inicialmente el complejo se dividió en dos sociedades distintas, la Montecatini y la Polymer, la primera poseía las instalaciones del área petrolífera y la segunda las de la producción del policloruro de vinilo. Las dos sociedades se fusionaron en 1968 y todo el complejo petrolífero de Bríndisi pasó a estar bajo la dirección de la Montedison, con una administración única. En 1964, los trabajos de instalación se completaron y a los dos años de la apertura, el número total de dependientes, principalmente de operarios, se situó en 4.550, a los cuales se les unieron cerca de otros 3.000 de las empresas contratistas, que se ocuparon sustancialmente del mantenimiento, constituyendo estas últimas, casi por entero, la llamada inducción, que finalmente resultó insatisfactoria porque fue muy inferior a las previsiones optimistas iniciales, frustrando así todas las expectativas.

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El personal fue organizado de acuerdo a tres niveles principales: un grupo administrativo superior, constituido en su mayoría por personal foráneo, con pocos contactos con los trabajadores calificados, un grupo intermedio constituido por los jefes de secciones y de los jefes de departamentos ayudados por los asistentes técnicos de variado tipo, subdivididos a su vez en varias categorías. Los operarios venían por las dos terceras partes de la provincia brindisina y por el tercio restante, salvo algunas excepciones, de las provincias limítrofes de la región. El personal tenía en promedio una edad comprendida entre los 21 y los 30 años y en una tercera parte una edad comprendida entre los 31 y los 50 años; pocos los muy jóvenes y aún menos los muy ancianos. Provenían por mitad de familias relacionadas con la agricultura, aunque en realidad ellos trabajaban para el sector secundario y terciario ya antes de la entrada en la nueva empresa, como muestra de que ya en Bríndisi se había entrado en un ambiente preindustrial urbano, es decir en un territorio en el cual una larga tradición de oficios y comercio había hecho ya totalmente urbano el estilo de vida. Sin embargo -en general- las posibilidades ocupacionales generadas por la industria resultaron -en el balance- insuficientes para satisfacer todas las grandes expectativas que se habían generado en la población de la región y, aparte de eso, siendo una gran parte de los puestos de trabajo creados “por tiempo determinado”, el sistema terminó con producir una disminución definitiva de la mano de obra en el campo y en otros sectores tradicionales, agravando inmediatamente la crisis de la mano de obra en aquellos sectores, sin, por otro lado, tampoco conseguir el estabilizar del todo la mano de obra en la industria: por lo tanto, de hecho e infortunadamente, al final del asunto, se trató de un parcial pero igualmente estrepitoso, fracaso.

Bibliografía: - IL PETROLCHIMICO A BRINDISI: T. Schirinzi -2014 - ALLA RICERCA DI UN RUOLO. BRINDISI 1946-1960: A. Mita -2000 - BRINDISI NEI DOPOGUERRA. 10 ANNI DI STORIA POLITICA: Archivio di Stato di Brindisi -1988 - BRINDISI IERI OGGI DOMANI: N. B. Lo Martire -1968.

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La “dulce vida” brindisina “Pobre, pero contento” es un dicho muy acertado, aunque es también considerado ser demasiado repetido y hasta abusado. Sin embargo, entre mis amigos en Bríndisi, contemporáneos míos o de una media generación anterior a la mía, nacidos -para ser más claro- durante la guerra o poco años después, hay todavía muchos que sienten aquel dicho como “propio” para todos los efectos. Resabidamente, la “dolce vita” fue por antonomasia, aquella vivida por el jet set de la capital romana entre la segunda mitad de los años ‘50 y la primera mitad de los ´60, alrededor del mundo un poco fantasioso y artificioso de los divos y divas de Cinecittá -la industria cinematográfica italiana- Pero, en una gran medida, el país todo fue contagiado, por un contagio que tuvo especial éxito en algunas ciudades italianas: ¡y Bríndisi fue, ciertamente, una entre aquellas! He aquí el relato de la Bríndisi “pobre, pero contenta” de aquellos años, en la transcripción -resumida por mí- de algunos pasajes de la entrevista que dio Iole La Rosa a Giorgio Tricarico, Giancarlo Cafiero y Galiano Lombardi, publicada en la revista mensual “Tutto Bríndisi” de julio - agosto de 2010. Una imagen de la vida veraniega del Bríndisi de aquellos años, con la playa mítica de San Apolinar y su “redonda”, el transbordador lleno de turistas con la siempre fascinante partida para Grecia, India o Israel, el “corso” -con las luces de los avisos en varias lenguaslleno de turistas y de jóvenes con zuecos y permanentemente empeñados en los intentos de abordar a las -extranjeras o natías- bellas muchachas, las tardes de baile y las muchas noches pasadas en el Club Estoril fundado por Lilli Malcarne, o en la Sciaia a mare con la participación frecuente de muchos de los más famosos y populares artistas de aquella época: Fred Bongusto, Peppino Di Capri, Mina, Lucio Battisti, Domenico Modugno, etcétera, acompañados en sus exhibiciones por muchos buenos artistas y grupos musicales brindisinos, los “conjuntos”, como se los llamaban entonces.

El restaurante “Sciaia a mare”

La terraza del “Estoril Club”

«…”No teníamos mucho, pero vivíamos bien y nos sentíamos siempre felices, o al menos serenos”, empieza Giorgio Tricarico con una luz especial que le ilumina la mirada. “La ciudad vivía en el puerto y con el puerto, que estaba lleno de naves y transbordadores,

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italianos y foráneos, que atracaban y zarpaban de día y de noche”, agrega Giancarlo Cafiero. “De los trenes, en la estación marítima, bajaban los muchachos y las muchachas que venían de todo el mundo. Esperábamos con particular interés sobre todo el tren proveniente de París, lleno de franceses, pero que llevaba también jóvenes ingleses, alemanes y nórdicos”, recuerda Galiano Lombardi.

Los “Giardinetti” de la Estación marítima

Ferries para Grecia: “Appia” y “Egnazia”

Corso Garibaldi

....Todos nosotros nos dedicábamos con ahínco para aprender las lenguas extranjeras, aunque fuese solo para una aproximación con las turistas. Estábamos siempre disponibles e interesados en acompañar a cualquier pasajero en tránsito, hacia las taquillas de viajes o hacia cualquier otra dirección especifica. …Preguntábamos con particular curiosidad detalles sobre sus vidas y sobre sus lugares de origen. Estábamos fascinados y fuertemente estimulados por toda aquella gente, que parecía muy distinta a nosotros y a veces extraña, otras veces rara, ciertamente liberada respecto de lo más tradicional y convencional de la cultura de nuestro Sur. ...Algunos turistas aprovechaban de la breve parada en Bríndisi para darse un baño de mar y para ello abordaban los veleros que nos llevaban a las playas de San Apolinar, la Pineta, Fiume Piccolo, o Fiume Grande. Otros, en cambio, residían en la ciudad durante varios días y participaban de los festejos de verano, fueran en la playa o en los sitios nocturnos.

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…En San Apolinar se organizaban juegos y fiestas, y nosotros llevábamos sándwich y coca-cola o cerveza, para animar aquellas fiestas, que a veces duraba la noche entera alrededor de la fogata encendida en la playa. …La “redonda sobre el mar” de la playa de San Apolinar tenía una magia muy suya y muchos brindisinos la supusieron inspiración de la famosa canción intitulada “Una rotonda sul mare”, interpretada por el entonces popularísimo cantante Fred Bongusto, el cual durante el verano de 1964 pasó muchos de sus días en la playa de San Apolinar.

La redonda sobre el mar de “Santa Pulinara”

La playa San Apolinar

...Particularmente famosa era la fiesta de la vendimia: a lo largo del paseo marítimo brindisino se exhibían grupos folclóricos provenientes de todas partes de Europa. Y después venía la “melonada”, la fiesta por excelencia -el día 15 de agosto- Ferragosto: en todas las playas y muelles del paseo marítimo se abrían y se obsequiaban, a todos los presentes, gigantescas sandías, o patillas. Se organizaban competiciones, bailes, juegos y tantos festejos que duraban todo el día y seguían durante la noche, con fogata, música y alegría. ...Durante todo el verano brindisino, también las tardes de baile en el Club Estoril eran muy frecuentadas y muy bien organizadas: las fiestas de la tarde permitían a los más jóvenes y a las muchachas el poder participar, pues de noche para muchas de ellas era complicado; avanzada la tarde, en efecto, el Club Estoril se transformaba en nocturno, mientras que el restaurante de la vecina Sciaia a mare se llenaba de comensales venidos de toda la región, con cantantes famosos, que se exhibían, o que pasaban allí sus tardes y noches mundanas. Era frecuente también la presencia, para la cena, de celebridades internacionales o de importantes y acomodados personajes. Y después de la cena, sin falta…, todos al Estoril...» -Iole La RosaAhora, para terminar el relato de este último, breve -duró poco, más o menos diez años- y deliberadamente “ligero” episodio de la historia de Brindisi, que he decidido intitular “La dulce vida”, probaré hacerlo con una pregunta seguida de una posible respuesta:

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¿Por cual extraña razón resulta posible el probar hoy tanta nostalgia colectiva relacionada con aquel puñado de años que transcurrieron hace ya mucho tiempo? Y bien: “Una historia continúa a ser recordada, por toda la vida y con entusiasmo nostálgico, cuando ha -sutil pero incisivamente- tocado la sensibilidad y cuando, al mismo tiempo, ha estado vivida con una buena dosis de excitación”. Y nuestra historia, la historia italiana transcurrida en los años acaballados entre los ´50 y los ´60, fue propiamente vivida como una especie de excitante adolescencia colectiva, en un país entonces pobre materialmente, en el cual los padres de familia se arremangaron y permitieron a sus hijos el estudiar y a sus propias esposas de tener en casa la lavadora, la nevera y la televisión, y después pudieron comprarse la moto y también el carro, aunque para todo aquello tuvieron que firmar una montaña de letras de cambio, necesariamente con esfuerzo, pero cumpliendo siempre con pagar las deudas. «...Aquella adolescencia colectiva nuestra de 1960 alcanzó metafóricamente la cumbre de la excitación, reflejándose en los ojos trasnochados de Marcello Mastroianni -en “La dolce vita”- quien, mirando a Anita Ekberg en el agua de la fuente de Trevi cayó en una última tentación ingenua y dijo: “Sí, sí, ...yo también vengo..., vengo yo también...” Una ingenuidad que, al igual metafóricamente, solo algunos años después, fue trágicamente interrumpida en la costa toscana, en aquella repentina curva de la Vía Aurelia, por la cual el exuberante Victorio Gassmann -en “Il sorpasso”- manejaba alegremente bajo el sol de Ferragosto, su Lancia Aurelia B24 Spider. Y desde entonces, nada mas ha sido igual...» M. Panella, 2010¿Y en Bríndisi?... Vinieron los años ´70 y los ´80: aquellos del contrabando y de la “sagrada corona unida”. «Los veinteañeros brindisinos de los años ´60 hoy tienen el cabello, siempre que lo conserven todavía, encanecido... Eran todos bellos aquellos jóvenes brindisinos de hace medio siglo, aunque con muy poco dinero... Ahora, la nostalgia los coge a menudo por la garganta cuando evocan los hechos de aquellos años y hacen mucho esfuerzo en tratar de contar a sus hijos sobre aquella Bríndisi que ya no existe más...» -Lionello Maci-

Bibliografía: -

GENTE DI BRINDISI. PROTAGONISTI ANEDDOTI CRONACHE DEL PASSATO: L. Maci -2014

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BRINDISI "filia solis" Nella parte più a nord del Salento è situata Brindisi, città antichissima crogiolo di culture e teatro di vicende entrate a buon diritto nei manuali della grande storia, città nobile e antica che secondo alcuni si dovrebbe chiamare Brunda. È noto a tutti che questo nome significa testa di cervo, non in greco o latino, ma in lingua messapica, il porto di Brindisi ha infatti la forma di una testa di cervo, le cui corna abbracciano gran parte della città. Il porto è famosissimo in tutto il mondo e da ciò nacque il proverbio che sono tre i porti della terra: Junii, Julii et Brundusii. La parte più interna del porto è cinta da torri e da una catena; quella più esterna la proteggono gli scogli da una parte e una barriera di isole dall'altra: sembra l'opera intelligente di una natura burlona, ma accorta. La costa, che dal monte Gargano fino a Otranto è quasi rettilinea ed incurvata in brevi tratti, nei pressi di Brindisi si spacca ed accoglie il mare, formando un golfo che si insinua nella terra con uno stretto delimitato, come già detto, dalle torri e dalla catena. Un tempo, questa stretta imboccatura era profondissima e poteva essere attraversata con navi di qualsiasi grandezza. Da questo stretto, il mare si riversa per un lungo tratto dentro la terraferma attraverso due fossati naturali che circonvallano la città; è sorprendente, soprattutto nel corno destro, la profondità del mare che in qualche punto, dicono, supera i venti passi. La città ha all'incirca la forma di una penisola, tra i due bracci di mare. Sul corno destro, ha una fortezza di straordinaria fattura, costruita con blocchi di pietra squadrata per volere di Federico II, e poi ha il castello Alfonsino, il Forte a mare dei brindisini. Brindisi è cresciuta sul più orientale porto d'Italia che ne ha determinato il destino. Le colonne terminali della via Appia, specchiandosi dall'alto della loro scalinata nelle acque del porto interno, vigilano su quella che la tradizione vuole come l'ultima dimora di Virgilio. E poi Brindisi cela tantissimi altri frammenti di storia, le cui testimonianze sono ancora leggibili nel tessuto urbano, attraverso itinerari che si devono percorrere per ammirare l'eleganza dei suoi numerosi palazzi, le maestose dimore dei Cavalieri Templari, la ricchezza del suo patrimonio chiesastico e da ultimo, per scoprire l'essenza autentica della città che il grande Federico II definí "filia solis", esaltando la mediterranea solarità di questo straordinario avamposto verso l'Oriente.


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