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Creando Comunidades Saludables

Fernando Pineda / CEO CREA Results

Las vacunas repotenciadas contra Ómicron

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Las dosis de ómicron están diseñadas para ofrecer protección contra la variante ómicron del virus COVID-19. La variante ómicron es la variante más común y dominante en los Estados Unidos hoy en día. Así como el virus ha evolucionado, también lo ha hecho la vacuna. Obtener la vacuna actualizada brinda protección específica contra las variantes de COVID-19 que circulan en este momento.

Tanto Pfizer como Moderna han producido dosis específicas de ómicron de sus vacunas. La dosis de ómicron de Pfizer está autorizada para personas mayores de 5 años. La dosis de ómicron de Moderna está autorizada para personas mayores de 6 años. Cualquier persona de 5 años o más que haya completado una serie primaria de vacunas contra el COVID-19 debe recibir una dosis de omicrones.

Una serie primaria generalmente significa dos dosis de Pfizer, Moderna o Novavax, o una dosis de Johnson & Jo- hnson. Las personas inmunocomprometidas pueden recibir hasta tres dosis en su serie primaria. Las personas que recibieron previamente cualquier cantidad de dosis de refuerzo originales también deben recibir una dosis de ómicron. Las personas deben recibir su dosis de ómicron al menos dos meses después de completar su serie primaria o recibir su dosis de refuerzo más reciente de la vacuna COVID-19. Si recientemente tuvo COVID-19, puede considerar esperar hasta tres meses después de que dio positivo o comenzó a sentir síntomas por primera vez para programar su dosis de ómicron. Las personas inmunocomprometidas o con alto riesgo de enfermedad grave pueden considerar recibir una dosis de ómicron antes de los tres meses posteriores a la infección. Hablar con un proveedor de atención médica puede ayudarlo a obtener más información sobre el mejor momento para programar su próxima dosis.

Encuentre

Llamada a la acción

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A un paso del fin de la emergencia nacional de salud pública en mayo, muchas personas con síntomas prolongados de COVID se sienten abandonadas por legisladores que están ansiosos por dar vuelta la página. “Los pacientes están perdiendo la esperanza”, dijo Shelby Hedgecock de Knoxville, Tennessee, quien se identifica como sobreviviente de covid-19 de largo plazo y ahora aboga por pacientes como ella. “Nos sentimos olvidados”.

En marzo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) estimaron que un 6 por ciento de los adultos en Estados Unidos -unos 16 millones de personas-, sufren el síndrome de COVID prolongado: problemas de salud persistentes o que emergen después de la infección. Investigadores estiman que el 1,6 por ciento de los adultos estadounidenses -alrededor de 4 millones de personas- tienen síntomas que afectan sus capacidades diarias.

Más de 200 síntomas y afecciones, incluyendo fatiga y depresión, están relacionados con este síndrome, dijo Linda Geng, que trata a pacientes en la clínica de Post-Acute COVID-19 Syndrome (PACS) de la Universidad de Stanford. Su gravedad y duración puede variar. Algunas personas se recuperan en unas pocas semanas, mientras un número menor tiene problemas de salud persistentes y debilitantes.

No hay cura

Actualmente no existe ninguna prueba, tratamiento o cura. Ni siquiera hay una definición médica aceptada.

“Cuando no existen pruebas para comprobar que hay algo anormal, puede causar ansiedad y las personas pueden sentir que no las toman en serio”, dijo Geng. “Una de mis amigas se suicidó en mayo de 2021. Tuvo una infección de COVID leve, pero tuvo complicaciones médicas y se puso tan mal que decidió terminar con su vida”. dijo Hedgecock.

La fatiga crónica seguida por la niebla cerebral y la tos persistente son los síntomas más comunes según una encuesta del COVID-19 Pandemic Research Center de la Universidad del Sur de California. Entre los encuestados que dijeron sufrir de COVID prolongado, el 77 por ciento dijeron que su condición limitaba actividades diarias como ir a la escuela o al trabajo, o socializar. Una cuarta parte dijeron experimentar limitaciones severas. Los antivirales reducen el riesgo de desarrollar COVID prolongado en personas recién infectadas. Pero para aquellas que ya sufren de la enfermedad, la ciencia médica todavía se está poniendo al día. Antes de contraer COVID durante la primavera de 2020, la vida de Hedgecock giraba en torno al ejercicio. Trabajaba como entrenadora personal en Los Ángeles y participaba en competencias de resistencia los fines de semana.

Afectación cerebral

A los 29 años, estaba a punto de lanzar su propio negocio de salud y bienestar, pero empezó a tener problemas para respirar. “Una de las cosas más aterradoras que me pasaron fue que no podía respirar por la noche”, dijo Hedgecock. “Fui a la sala de emergencias en tres ocasiones, y cada vez me dijeron: ‘Estás aquí, te puedes mover, eres joven, estás sana. Vas a estar bien’”. Por año y medio, no pudo disfrutar de uno de sus pasatiempos favoritos: la lectura.

“No podía mirar una página y decirte lo que decía. Era como si hubiera una desconexión entre las palabras y mi cerebro. Era una sensación tan extraña y desalentadora”, dijo. Meses después, bajo la dirección de un especialista, Hedgecock se sometió a una prueba que mide la actividad eléctrica en el cerebro. La prueba reveló que su cerebro había estado privado de oxígeno durante meses, dañando la zona que controla la memoria y el lenguaje.