Mafita

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Mafita Vivencias & Recuerdos Por el puente invisible para los demás navega vela al viento nuestra libertad de amarnos contra todo y a pesar de tiempos, de distancias, porque igual estás… Estás… estás… estás en mí… aunque no estés hoy aquí

Marilina Ross


Entre tetas y sorpresas La partera salió y dijo: “es una nena”. Acto seguido, moño rosa en la puerta de la habitación, cintita rosa en nuestra muñeca, una docena de “rosas rosas” en la mesita de luz. Todos automáticamente piensan “¿cómo serás? Y ¿con quién te casarás? Si son muy “progres”, después de recibirte; si son “comunachos”, esperan que sea con alguien de buen pasar para que te banque. Vos no contás. Apenas abriste los ojitos y ya decretaron tu negro futuro. A nadie se le pasó por la cabea que esa nena que nació con los rulitos pegados y chupándose la mano de hambre, podría ser lesbiana. Negro futuro para los mediocres familiares que generalmente tenemos, salvo benditas excepciones. Esos que te aceptan tal cual sos porque se rigen por el viejo refrán “cada uno hace de su culo un pito”. Sos una hermosa beba, llena de salud y buen humor, eso que les va a faltar a tus aprientes cuando tu vida comience a rodar.


Salita celeste Y mi vida comenzó a rodar… Al fin logré zafar del rosa. Parece que mis obligaciones están empezando, esta vez en salita celeste (nada premonitorio, esas son pavadas). A las 13:30 “de punta en cuadrillé”, en la puerta del jardín, con mi bolsita en composé celeste y blanca y con Tábatha, mi muñeca preferida. Amaba esa sala, a mis compañeros/as y, por supus, a mi “seño” Delia. Rincón de la casita –mi preferido, porque a mí no me vengan con esas sandeces de que porque somos lesbianas nunca jugábamos a la mamá y al papá, o no nos bancábamos las muñecas. “A jugar a los rincones” era la frase más linda que decía mi maestra. Corriendo para llegar antes que nadie copara la casita, ponía las cacerolas en su lugar, una mamadera a calentar y hamacaba en mis brazos a la muñeca que no dejaba de llorar porque tenía hambre. Después de darle de comer, me pnía a planchar en una tabla roja con la planchita verde y, como para terminar con todas las cosas del hogar, regaba las plantas… Un rato más de juego o de dibujos y a casa, a seguir jugando con mi hermano, pero ahora con soldaditos y autos –siempre tenía que transar con sus juegos-. Fui como debía ser, jugué con lo que tuve ganas, nada marcaba mi orientación sexual. ¿O acaso yo soy lesbiana porque mamá esperaba un varón y mi hermano me llamó Diego hasta que tuve dos meses?


Cosita loca llamada amor Tocaba el timbre del recrero. Todas al patio. Yo comenzaba mi búsqueda de pequeños pedazos de tiza blanca (ahí empecé a comprender esto del “bajo presupuesto para la Educación”), lograba rescatar algunos y apoyaba mis piecitos de bailarina de malambo sobre el banco para pintar mis sucias zapatillas que alguna vez habían sido blancas. Corrían terribles años y en mi escuela todo era muy milico: tener las zapatillas de gimnasia sucias era motivo de sanción. Estábamos en el patio y la veía llegar, de punta en blanco –debía dar el ejemplo-, chomba y zapatillas blancas impecables, pantalón azul ajustadísimo. Una belleza. Nos ponía en fila y empezaba el candombe. Decía: “¡zapatillas sucias, cordones desatados, remera i-na-de-cua-da!”. Era terrible, pero yo la escuchaba como quien oye la más linda de las canciones; es que su voz ronca me provocaba algo inexplicable en ese momento. Se me hacía el típico nudo en el estómago. Aunque me llamara para retarme, yo era feliz. ¿Sabía que existía! (¿Masoquista, la nena?). Cada clase de Educación Física, el mismo nudo en mi pancita. Fue mi maestra durante toda la primaria. En el ’78 ella estaba encargada de la organización de la fiesta de apertura del Mundial. Ella, mi maestra, la que yo amaba… ¡estaba en la tele! Pasé a la secundaria y en tercer año apareció en el aula. Casi muero. Volvieron a mí todas esas sensaciones que ahora comprendía un poco más. Cuarto año y juntas d enuevo. Me ofrecí para ser su ayudante; no por olfa, sino para verla antes y después de cada clase y lograr un trato más amistoso. Empecé a tener fantasías, sueños eróticos en donde hacñiamos el amor en el cuartito de materiales… ¡Ufff! Quinto año, y todo claro: estaba enamorada de ella desde la primaria. Me conocía desde los seis años y si bien siempre fue bastante hosca, nos llevábamos muy bien y llegamos a charlar y reírnos juntas varias veces. Algunas madres murmuraban que era “medio rara”, “una marimacho”. “Una bomber”, diríamos en el ambiente. Esto no hacía más que alimentar mis fantasías y deseos de un encuentro cercano como en mis sueños, pero esta vez no tendría por qué retarme: las zapatillas me las sacaría antes de entrar a la habitación…

Mafita


Tedeschi Loisa, Diego – Presentador Publicado en © Tres de un par imperfecto. Escritos granizados 1º edición – Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 474 p.; 17 x 24 cm. © 2014 Bubok Publishing S.L. ISBN 978-987-33-4964-5 1. Narrativa Argentina. I. Título CDD A863 Impreso en Argentina / Printed in Argentina Impreso por Bubok Fecha de catalogación: 07/05/2014

Hecho el depósito que impone la Ley 11.723 Prohibida la reproducción total o parcial de la obra sin citar al autor. Todos los derechos reservados.


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