Cuentos para el andén nº15

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andénuno

Old man drive Medardo Fraile EL timbre se oye cuando hay luna nueva, como si el que llama quisiera borrarse entre las sombras. A las tres o las cuatro de la mañana no espero a nadie, porque nadie llama a mi puerta a esas horas. A esas horas duermo o lucho torpemente con las almohadas para acoplarlas mejor al sueño que busco, o me palpo el pecho para asegurarme de que estoy vivo cuando la brisa del amanecer hace chaquear la persiana o levanta la cortina como un aliento. Doy vueltas de noche entre las sábanas y cualquier chasquido o eco en la casa me hacen abrir los ojos, afinar el oído y esperar indefenso a que algo ocurra. A ratos, me hundo en profundidades somníferas y entonces, algunas veces, un timbrazo penetrante, intenso, que nada tiene que ver con el sigilo de la noche, vibra desmesurado, clavándose urgentemente en la casa por todos los rincones, pidiendo una respuesta inmediata. "No puede ser", me digo y, adormilado, me levanto del lecho y ojeo desde el mirador la puerta por entre las varillas de la persiana, y no veo a nadie y la noche despliega ante mí toda su indiferencia o su hipocresía de candor y silencio. Vuelvo a la cama y hago cábalas sobre el trasnochador invisible que reclama mi atención y perpetúa mi inquietud inexplicablemente, que odia mi descanso, que se vale de noches sin luna para hacer su invisibilidad más ostensible y medrosa; el visitante desvelado que quiere y no quiere entrar, al que no puedo tildar de ladrón o asesino, porque no hace eso, porque no tiene nombre. Pienso en la maldad gratuita de alguien, alguien que deambula o trabaja de noche y vuelve a su cobijo o pasa por mi calle resentido o empapado de alcohol. Alguien que no me conoce y llama a mi puerta y tal vez a otras sin motivo alguno, para que su acción sea más miserable aún. He pensado también en las bajas temperaturas de invierno, capaces de zumbar en los oídos del mundo, sellar con hielo una puerta o hacer retroceder un timbre hundiéndolo en el calor precario de la casa. Pero ¿por qué siempre con el cambio de luna, con las calles desiertas, en el filo hiriente de la madrugada, sin más luz que la del farol de una esquina lejana acorralado de sombras?

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