Cuentos para el andén Nº50

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nº50

septiembre2016

elmuro [3] andénuno [5]

Tres microrrelatos de Luz Teresa Valderrama andéndos [8]

El colorete: una mejora, Aldous Huxley andéntres [16]

Dos microrrelatos de Kike Parra Veïnat cuentoscomochurros [18] lapuertadelanevera [20] diccionariodesaturno [21] Sttorypics [22] sinopsis [23] brevemente [24]

Relatos en cadena decamino [25] entrecocheyandén [26]

novedades

Normalidad, Xuan Porta

Incorporamos una nueva editorial colaboradora: Enkuadres, que se suma a las más de treinta que colaboran con nosotros. De ellos es el lote de libros para el ganador del concurso de foto.

Edita: Grupo Andén C/ Feijoo, 6 - 4ºA - 28010 Madrid | edicion@grupoanden.com | www.grupoanden.com Comité editorial: Alejandro Moreno, Víctor García Antón, Leticia Esteban | Editora: Natalia Muñoz. Asesores de contenidos: Sergi Bellver, Juan Carlos Márquez y Kike Cherta (España), Juan Martini y Mónica Pano (Argentina), Mª Luz Carrillo (México) Publicidad: edicion@grupoanden.com | Diseño: www.jastenfrojen.com Ilustración: Coordinación: www.leticiaestebanilustracion.com Ilustración portada e interior: Alejandro Moreno

Con la colaboración de:


elmuro

Tema: MIradas

Ganador: Miradas que no matan. Antía Collazo - Vigo, Pontevedra (España)

Finalistas:

Escepticismo. Alejandro Molina Quart de Poblet, Valencia (España) Las mil y una noches. Javier Domínguez Jerez de la Frontera, Cádiz (España) Niño del predelta. Marcos Piaggio Rosario (Argentina)

Concurso de fotografía Participa enviando tus fotos a lector@grupoanden.com Consulta las bases y mira las fotos en Facebook y grupoanden.com Tema del próximo concurso: Libros.

Te escuchamos: Cuentos para el andén @cuentosanden lector@grupoanden.com

www.grupoanden.com

Amores compartidos y solitarios, miedo, crítica al clasismo, algo más de miedo y un poco de reflexión sobre las ciudades que nos ¿acogen? Todo ello sale de estas páginas contado por la tinta de Teresa Valderrama, Aldous Huxley y Kike Parra Veïnat, que no es poca cosa. Xuan Porta nos traerá algo de normalidad, hablaremos de Alehop una revista poco corriente para niños, habrá silencio en la nevera, autopistas en Saturno y leeremos varias sinopsis de Evasión, el best seller que nunca podrás leer. Y más cosas. No te quitamos más tiempo, esperamos que lo disfrutes.

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Tres microrrelatos de Luz Teresa Valderrama

Calle ciega ANTES de que cambie la luz del semáforo los ve en la puerta de un café, al otro lado de la calle. Piensa en huir, pero apaga el motor y se queda para observar la escena. Se dedica a descifrar las palabras, los silencios, los gestos de esa otra intimidad. En ella descubre otra risa, pequeños movimientos de las manos, innumerables gestos ignorados. De él, adquiere la punzante certeza de los rasgos, que ya no le será posible olvidar. Observa cómo el contorno de esos cuerpos (y su propia existencia) se disuelven en la luz moribunda de las seis de la tarde. Una llovizna inesperada los aleja corriendo. Los sigue con los ojos hasta que son apenas dos más entre la gente. Enciende el carro. Quisiera acelerar sin tregua hasta perderse. Pero no hay a dónde ir. El mundo es de repente sólo el sombrío lugar que ellos dos habitan.

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Voyeureuse ES la hora de escapar al desván. Ya conoce los días y los tiempos. Se acomoda en el sillón. Enciende un cigarrillo y destapa con sigilo la cerveza que escondió desde ayer en el armario. Su mirada anhelante acecha en la penumbra. Al otro lado de la ventana, la música y la risa. Aquí, los ronquidos y el frío. Allá, la desnudez gozosa. Aquí, un arrume de caricias ajadas. En el silencio de la casa dormida, su carne insatisfecha de mujer se agita al mismo ritmo de esos dos cuerpos lúbricos y hermosos.

Desfile LOS rítmicos sonidos de la banda del pueblo lo devuelven al campo de batalla que aún habita en sueños. Se refugia debajo de la cama, donde habrá de esperar a que pase el peligro. Pero es inútil. Las tropas enemigas suben ya su escalera.

tw Del libro: Humanum. Ed. Torremozas, 2016. Luz Teresa Valderrama (Bogotá, Colombia). Divide su tiempo entre la creación literaria y su labor como investigadora y docente de ciencias en la academia universitaria. Participó en la antología Cuentan. Relatos de escritoras colombianas contemporáneas, que fue galardonada con el premio Monserrat Ordóñez 2012 y seleccionado por el Ministerio de Cultura en 2013.

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El colorete: una mejora Aldous Huxley

LLEVABAN discutiendo y peleando casi tres cuartos de hora. El rumor inarticulado de las voces llegaba flotando por el pasillo desde el otro extremo del piso. Encorvada sobre su costura, Sophie se preguntaba, sin especial curiosidad, acerca de qué sería esta pelea. La voz que se oía con más frecuencia era la de Madame. Aguzada por la ira, indignada y llorosa, estallaba en borbotones. Monsieur conservaba mayor dominio de sí mismo, y su voz, más grave, afinada a un diapasón más bajo, atravesaba más difícilmente las puertas cerradas y se oía menos en el pasillo. Para Sophie, allá en su cuartucho helado, la pelea parecía consistir en una serie de monólogos de Madame intercalados de silencios extraños y amenazadores. Pero, de cuando en cuando, Monsieur parecía perder la paciencia, y entonces desaparecía el silencio intercalado entre el hervor de palabras agudas y se oían voces agrias, profundas y airadas. Los agudos gritos de Madame eran persistentes, incansables. Incluso cuando estaba fuera de sí, su voz conservaba una monotonía carente de inflexiones y extraña. Por el contrario, Monsieur hablaba ora ruidosamente, ora con suavidad llena de modulaciones y repentinas subidas de tono, lo que hacía que su contribución a la pelea sonara como una serie de explosiones aisladas: guau, guau, guau-guau; como un perro que ladrase lentamente. Pasado algún tiempo, Sophie dejó de prestar atención a la pelea. Estaba cosiendo una combinación de Madame, y el trabajo exigía que se concentrara en él. Estaba muy cansada. Le dolía todo el cuerpo. El día fue duro; como ayer, y como anteayer, y como todos los días. Y ya no era tan joven como antes. Dentro de dos años cumpliría los cincuenta. Todos los días de su vida, absolutamente todos, habían sido duros. Pensó en los sacos de patatas que solía llevar en el campo cuando era pequeña. Caminaba muy lentamente, por el sendero polvoriento, con el saco a la espalda. Otros diez pasos nada más: podría llegar. Y llegaba; pero lo malo era que con aquello no acaba-

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ba la cosa: era menester empezar de nuevo. Una siempre tenía que empezar de nuevo. Alzó la vista de su costura, movió la cabeza a uno y otro lado, y cerró los ojos y los abrió rápidamente varias veces. Había comenzado a ver lucecitas y motas oscuras que bailaban delante de sus ojos. Cada día le ocurría esto con mayor frecuencia. Una especie de gusano amarillento y luminoso reptaba a lo largo de la esquina derecha de su campo visual, y aunque se movía incesantemente hacia arriba, siempre permanecía en el mismo sitio. Alrededor del gusano, unas estrellas verdes y rojas guiñaban sin descanso. Se interponían entre ella y la costura, y no desaparecían aunque cerrase los ojos. Pasados unos segundos, continuó cosiendo. Madame quería la combinación para la mañana siguiente sin falta. Pero no era fácil coser con aquel molesto gusano amarillo. Aumentó de pronto el ruido que llegaba desde el otro extremo del corredor. Se había abierto una puerta. Las palabras se hicieron comprensibles: ...bien tort, mon ami, si tu crois que je suis ton esclave. Je ferai ce que je voudrai. —Moi aussi —dijo Monsieur con una risa agria y peligrosa. Sonaron en el pasillo unos pasos ruidosos. Se oyó el rumor de alguien que andaba en la bastonera. Luego, el portazo de la puerta de la calle. Sophie volvió a concentrarse en su trabajo. ¡Maldito gusano y malditas estrellitas, y maldito el cansancio de todo su cuerpo! ¡Ah, si una pudiera pasarse un día entero en la cama, en una cama inmensa y plumosa, caliente y blanda...! El timbre la sobresaltó. Siempre lo hacía, con su zumbido de avispa irritada. Se levantó, dejó la costura sobre la mesa, se alisó el delantal y se dirigió al pasillo. El timbre volvió a zumbar con furia. Madame estaba impaciente. —¡Vamos, Sophie! ¡Por fin! ¡Creí que no iba usted a venir nunca! Sophie no dijo nada; no había nada que decir. Madame estaba en pie ante el armario abierto. Tenía al brazo algunos vestidos, y otros se veían amontonados sobre la cama. Une beauté a la Rubens, solía decir de ella su marido cuando se

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encontraba de talante amoroso. Le gustaban estas mujeres opulentas, espléndidas, grandes. Que le dejaran a él de esas damitas que parecían tuberías flexibles. La llamaba cariñosamente Hélêne Fourmont. —Uno de estos días—solía decir Madame a sus amigos— tengo que ir al Louvre para ver mi retrato. El de Rubens, ¿sabes? Es realmente inconcebible que haya una vivido siempre en París y que no haya visto nunca el Louvre, ¿no te parece? Esta noche estaba magnífica. Tenía las mejillas encendidas, los ojos le brillaban extraordinariamente a través de las largas pestañas, y su cabello, de un castaño rojizo, estaba alborotado. —Mañana salimos para Roma, Sophie —dijo dramáticamente—. Mañana por la mañana. Descolgó otro vestido al hablar y lo tiró sobre la cama. Al hacerlo se abrió la bata y dejó ver la rica y adornada ropa interior, y el fulgor de una carne blanca y exuberante. —Tenemos que hacer el equipaje inmediatamente. —¿Para cuánto tiempo, Madame? —Quince días, tres meses..., ¿cómo lo voy a saber? —Es distinto, Madame. —Lo importante es irse de aquí. No volveré a esta casa, después de lo que se me ha dicho en ella esta noche, hasta que me pidan perdón humildemente. —Mejor será que nos llevemos el baúl grande, entonces, Madame. Voy a buscarlo. En el cuarto de las maletas el aire estaba enrarecido; olía a polvo y a cuero. El baúl grande estaba en un rincón. Tuvo que doblarse y tirar de él en postura forzada. El gusano y las estrellitas de colores temblaron ante sus ojos. Se sintió mareada al enderezarse. —Yo la ayudaré a hacer el equipaje —le dijo Madame cuando regresó Sophie con el baúl. «¡Qué cara de muerta tenía la vieja!», pensó Madame. No le gustaba tener a su alrededor gentes feas y viejas. Pero Sophie era tan buena criada, que sería una locura despedirla. —No se moleste, Madame. Mejor será que se acueste. Es tarde.

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Sophie sabía que aquello sería el cuento de nunca acabar, si Madame se empeñaba en ayudarla. Comenzaría a abrir cajones, a revolverlo todo... Pero Madame respondió que no podría dormir. Estaba demasiado nerviosa. ¡Los hombres...! ¡Qué «embétement»! Una no era su esclava. Una no iba a dejar que la trataran así. Sophie estaba haciendo el equipaje. Un día en la cama, todo un día en una cama grande y blanda como la de Madame. Dormir, y luego despertar durante unos instantes, para quedar dormida nuevamente al poco rato... —Su última gracia —estaba diciendo Madame— es salir con que no tiene dinero. Que no compre más ropa, me dice. ¡Qué estupidez! ¡Querrá que vaya desnuda! Y eso de que no tiene dinero es sencillamente una majadería. Claro que lo tiene. Lo que pasa es que es un roñoso. Si quisiera trabajar un poco de verdad, en lugar de pasarse la vida escribiendo versos y publicándolos por su cuenta, tendría dinero de sobra. Dio unos paseos nerviosos por la habitación. —Además tiene a su padre. ¿Para qué le sirve si no? ¿Para decirme que debo estar muy orgullosa de estar casada con un poeta? —e imitó la voz temblona del viejo—. Cuando se lo oigo, me cuesta trabajo no echarme a reír en su cara. Y sigue: «¡Qué versos más admirables escribe Hégésippe acerca de ti!», ¡qué pasión, qué fuego! Sonrió al pensar en el viejo, sacudió la cabeza, agitó un dedo en el aire, hizo temblar sus piernas, imitando en todo a su suegro. —¡Pero resulta —añadió riendo— que Hégésippe está calvo y se tiñe los pocos pelos que le quedan! Y en cuanto a esa pasión de sus versos..., es una pura invención. Pero... ¿en qué está usted pensando, Sophie? ¿Para qué vamos a llevarnos ese horrible vestido verde? Sophie volvió a sacar el vestido verde sin decir una palabra. Madame se preguntó por qué habría elegido la vieja aquella noche entre todas para tener tan mala cara. Tenía la tez amarilla y los dientes azulados. Debería mandarla a la cama. Pero, ¿y el equipaje? ¿Qué iba a hacer? Realmente, no había derecho a que todo se pusiera contra ella; hasta Sophie.

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—¡Qué vida ésta! —suspiró, y se dejó caer sobre la cama, en la cual quedó sentada; los suaves muelles la recibieron amorosamente y la columpiaron dos veces antes de quedar inmóviles—, ¡Estar casada con un hombre así! Dentro de poco comenzaré a ponerme vieja y gorda. Y no le he engañado jamás. ¡Y fíjese cómo me trata! Volvió a levantarse y a pasear por el cuarto. —Pero ¡no lo aguanto! —gritó. Se detuvo delante del gran espejo y admiró su figura, magnífica y trágica. Nadie pensaría —se dijo— que ya tenía más de treinta años. Más allá de la espléndida actriz que reflejaba el espejo, vio una miserable criatura, huesuda, desgraciada, vieja, con la cara amarillenta y los dientes azules, que se inclinaba penosamente sobre el baúl. La verdad, era de lo más desagradable. Parecía una de esas mendigas que se ven en las mañanas frías, pidiendo limosna al borde de la acera. ¿Qué hace una: pasar rápidamente, procurando no verlas, o detenerse un segundo y darles unas monedas de cobre o hasta un billete de dos francos, si es que no lleva cambio? Era lo mismo; hiciera lo uno o lo otro, se quedaba una incómoda, advirtiendo con desagrado la presencia de las propias pieles... Eso le pasaba a ella por tener que ir andando, otra muestra de la cicatería de Hégésippe. Si tuviera coche, no tendría necesidad de ver a aquellas mujerucas, ni saber que existían. Apartó la mirada del espejo. —¡No lo aguanto! —dijo tratando de olvidar a la mendiga de la cara amarilla y los dientes azules. ¡No lo aguanto! —y ahora se dejó caer pesadamente en una silla. Pensó en un amante con la cara amarilla y dientes desiguales y azulinos, y se estremeció, cerrando los ojos. ¡Qué horror! Sintió la tentación de volver a mirar. Los ojos de Sophie tenían el color del plomo verdoso, sin vida alguna. ¿Qué hacer? La cara de la mujer era una acusación, un reproche. Y además la estaba poniendo enferma. Jamás se había encontrado tan nerviosa. Sophie, que estaba de rodillas, se alzó con gran trabajo y expresión de dolor agudo en su cara. Fue andando lentamente hasta la cómoda y contó no menos lentamente hasta seis pares de medias de seda. Se acercó de nuevo al baúl. ¡Era un verdadero cadáver andando!

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andéndos

—¡Qué vida, qué vida más terrible la mía! —dijo Madame con acento de profunda convicción. Debería mandar a la vieja a la cama. Pero no podría hacer sola el equipaje… ¡Y era tan importante el salir mañana por la mañana sin falta! Le había dicho a Hégésippe que se iría, y él se había reído; no lo había creído. Pues esta vez le iba a dar una lección. En Roma vería a Luigino. Era un chico encantador; y además, marqués. Tal vez... Pero no podía pensar en nada sino en la cara de Sophie, en los ojos de plomo, en los dientes azulinos, en la piel amarillenta y arrugada. —Sophie —dijo de pronto, y le costó verdadero trabajo no gritar—; ahí, en el tocador, hay una cajita de rouge, de Dorim número veinticuatro. Póngase un poco en los carrillos. Y en el cajón de la derecha encontrará usted una barrita para los labios. Cerró los ojos con esfuerzo, mientras Sophie se levantó con un crujir de huesos de lo más desagradable, y se acercó al tocador. Allí estuvo un rato, que pareció eterno, en silencio. ¡Que vida, qué vida ésta! Madame oyó los pasos lentos de la criada, que se acercaba de nuevo. Abrió los ojos. ¡Ah! ¡Mucho mejor, muchísimo mejor! — Gracias, Sophie. Ahora parece usted mucho menos cansada. Se levantó ágilmente. — Y ahora tenemos que darnos prisa. Corrió hacia el armario llena de vida. — Pero..., ¡por Dios, Sophie! ¡Se le ha olvidado a usted poner mi traje azul de noche! ¿Cómo puede usted ser tan tonta?.

tw Del libro: Mi tío Spencer. Ediciones del Viento, 2012. Aldous Huxley (Godalming (Surrey), Inglaterra). Hijo de un maestro y escritor, una ceguera temporal le impide participar en la Primera Guerra Mundial, y durante ese período se une al grupo de Bloomsbury. En 1937 se muda a California, donde pasaría el resto de su vida. Murió el mismo día que, en Dallas, fue asesinado J.F.K., el 22 de noviembre de 1963. Entre sus obras más destacadas están Contrapunto y Un Mundo Feliz.

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andéntres

Dos microrrelatos de Kike Parra Veïnat

Creadores de caos La ciudad del futuro estará compuesta por una única calle de edificios idénticos. Alrededor de ellos se colocarán enormes espejos encargados de duplicar las imágenes hasta crear una ciudad totalmente inventada e irreal. Quienes vivan en ella no cejarán en su empeño de encontrar la entrada a esas viviendas, pero la mayoría no lo conseguirá. No saben que es más complicado de lo que parece, por lo que se golpearán una y otra vez contra los espejos, hasta que les sangren las cabezas. Solo cuando corra la sangre y se ensucie la superficie duplicada, se darán cuenta del error. Entonces llegarán los que idearon esta ciudad y les exigirán que lo dejen todo como estaba. Bien limpio.

En su otra vida AQUEL hombre no había prestado atención a la tele hasta que la presentadora del telediario dio la noticia de que un individuo había matado a diez feligreses en una iglesia de un estado norteamericano. "Aquí no pasan esas cosas", ha dicho un político en una entrevista. Sin apartar la vista del televisor, el hombre le ha dado un sorbo al bote de Coca-cola Light. Después, se ha encendido un pitillo. Al expulsar el humo se ha acordado de cuando vivía en el campo, donde convivir con la muerte era algo normal. Mataba perros rabiosos, conejos con sarna, gallinas inútiles, caballos cojos. También mató hijos que no obedecían, esposa que te la pega con otro, madre que se mete demasiado en tus asuntos. De eso hace tiempo, sin embargo, la ciudad no le ha borrado la nostalgia de su otra vida. tw Del libro: Siempre pasan cosas. Ed. Enkuadres, 2015. Kike Parra (Alzira, 1971). Profesor de Escritura Creativa en RELEE y escritor empedernido de cuentos. Cree en la felicidad y por ello está trabajando actualmente en tres proyectos literarios. Lo alterna con viajar. Es también autor del libro de relatos Me pillas en mal momento (Relee, 2015).

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cuentoscomochurros

Mírame a los ajos MÍRAME a los ajos, ¿ves bien? ¿Tengo yo cara de berebere?, ¿eh? ¿Tengo pinta de romper espalda encima de camello y cruzar dunas calientes, y dormir en desierto, y cuando amanece poco salir del campamento y hacer hoyo para aliviar, y levantar la cabeza y veo yo culo de todos y todos vean culo de mí? ¡Por favor! ¿Tengo cutis de mirar puesta de sol como idiota? ¿Y perderme el desierto y hacer refugio con toallas de hotel para pasar calor del día, y guardar orina en cantimplora aventura y me vean culo la gente?, ¿eh? ¿Ves por noche a mí caminar con estrella polar y más frío que invierno en Bucarest y me pique escorpión y morrir?, ¿eh? Ni pagasen doble.

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cuentoscomochurros

Mira bien, de verdad, tengo hijas, ¿ves berebere? ¿Crees yo tengo edad de dormir en haima que vuela así, para que entren coyotes o serpientes o turista borracho a morder? ¡Por favor! Que cuscús sabe a la arena, y tajín sabe a la arena y la pan de la pita con sésamo sabe a la arena. Mírame a los ajos. De verdad. ¿Tú crees publicidad?

tw Colaboración mensual con Cuentos como Churros: ellos eligen una de las cuatro fotografías seleccionadas de El muro y cocinan con ella un rico churro que publicamos aquí. I Javier Domínguez, finalista de nuestro Concurso de Fotografía de este mes.

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lapuertadelanevera

Silencio Juan Carlos Santa Aguardo en silencio hasta que pueda gritar a solas.

Marisa Fdez Me encanta imaginar que cuando cierro la nevera los alimentos rompen su silencio.

https://fotosdesdelabase.wordpress.com/

Malo Tania AE dieta: d He ejado la mer co ¡Me voy a o! d un el M

Emilia Vidal Dieta de la lu na: entregate a sonetos y odas, arrastrá algunas m areas y, cada tanto, d ejate besar por el sol.

Paola Mireya Tena Empezamos dieta: hoy potaje de pla nta carnívora, muslitos de fé nix y de Marte. Com papas pra una botella de im aginación '72. https://www.facebook.com/microficciones/?fref=ts

http://mariavidaldom.wixsite.com/emilia-vidal

Sorpresa Juan Carlos Cuando el hielo se descongele encontrarás una sorpresa.

Bruno J enturados los av en Bi a porque presos de la rutin por la os ad er serán lib sorpresa.

https://caprichosliterarios.wordpress.com/

Déjale una nota al mundo en La puerta de la nevera: www.grupoanden.com

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diccionariodesaturno

Una nueva civilización está empezando de cero en Saturno, aún no tienen claros algunos conceptos, ¿les echas una mano con el diccionario? Participa en www.grupoanden.com

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e ez io d a di b e l m rca quiva e t a in la. E s par esca ales tuna a i r t r i n o a f ra ap et iL on os a g co c cinco elic iciITA f m P n i n i y i CA idad ervic ez, c una e la fel io. n y s u v ort isti me en la camb U i r . f s r s 1 ne . A na Ch exp a el bie sibles n a u Elvis ue nsforme con q s po ivale erio. no tra dos u ma s y la edán u eq n imp s s h no qu au olo pio. e lo de u tros, b d ím ro ios xima de o e s do p D d á . a 2 m im ar fica as. n m signi dad mín u vid d o n n s a d e i a d nd co e otr ent uzle Cá vir i m p v la ara R llir r un ep s LEE mbu pleta r / la 2 1. Zaara com.B. . Camuf gspot.com.es a. p pa M blo ort rse to. p a n e s z e i P a n tra isfr rcía ensam os n 2. D si Ga andounp ue Ro ://dibuj zq . A. u p l A les i htt e T v S d PI lo mó s/ TO gu uto t.com.e a AU ctán oiz la spo 3 1. Raermen R que hacberbero.blog C an oca seodelc B . a lp 2 /e p:/ htt

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Sttorypics

Sttorypics

@CarlosGino Ellos, en su tierna inocencia, cruzaron sus miradas y al darse cuenta de lo diferentes que eran, preguntaron instintivamente: —¿Por qué eres un caballo tan pequeño?— Dijo el caballo, con real asombro. —¿Por qué eres un perro tan enorme?— Dijo el perro, maravillado. Por un rato se sintieron cómodos, no estaban solos entre humanos... @Marrodriguez Siento que tengas que tirar de esa calesa. Puedes venir al parque con nosotros. Admiro tu lealtad, amiga. ¿A qué hora acabas? ¿Por dónde vives? Así se posa, menuda figura. @Macilento —Son tan simples —Y tan feos —Son tan tontos —Y tan raros —Me molesta que sean tan primitivos, tan salvajes, siempre buscando supremacía sobre los demás —Y qué decir de la manera en la que se comportan, de un modo tan contradictorio, creyendo que son interesantes Y por si fuera poco el cómo se visten. Cada mes Sttorybox elige una imagen de nuestro concurso de foto, sus usuarios escriben microhistorias en Sttorypics sobre ella, y nosotros publicamos las mejores aquí. I Vis a vis. Carmina Córdoba - Madrid (España)

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sinopsis

«Evasión» Evasión nos descubre el mágico mundo interior de Eva, una niña que ha nacido y crecido en una plataforma petrolífera en medio de uno de los mares más hostiles del planeta. Sin embargo para ella ese limitado espacio es un paraíso muy especial del que deberá aprender a despedirse.

Elena Santaolalla

La gravedad ha perdido su efecto. Todos los objetos, desde los más insignificantes hasta los astros que reinan en la galaxia, comienzan a pulular sin sentido. Físicos y religiosos coinciden: hay que abandonar esta dimensión y desvelar los secretos mejor guardados. Pero, quizás, algunos no quieran irse...

Juan Carlos G. Abad | https://caprichosliterarios.wordpress.com/

Supervivencia, era su primer pensamiento al despertar y el último al dormir. Desde la última gran guerra iniciada por su país vecino no había tregua, el éxodo avanzaba destruyendo vidas, ciudades, países, sin control. La única salida como medio de evasión eran aquellas pequeñas naves que surcaban el cielo.

Elisabet Jiménez

Tenemos el título del próximo éxito editorial, nos falta la sinopsis ¿nos ayudas? Participa en www.grupoanden.com

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septiembre

brevemente

Presente Semana 1 de concurso: 12 de septiembre de 2016 Ganadora: Ruth Bozal Callejo El masajista no tardó en reconocer aquel lunar bajo la nuca del anciano. De niño pasaba horas, espejo contra espejo, preguntándose por ese grueso punto marrón a su espalda, por la insistencia con que su madre exigía al peluquero otro repaso para dejar visible la peca. "Si es que tiene el mismo remolino imposible que su padre" justificaba la mujer ante el resignado barbero. Siempre el cuello al aire, nunca una bufanda que pudiera taparlo. Incluso en casa, ya los dos solos, el lunar ocupaba su sitio. En cuanto murió su madre se deshizo de él, pero aún conservaba el lápiz con el que ella, cada mañana, se lo dibujaba.

La mujer del panadero Semana 2 de concurso: 19 de septiembre de 2016 Ganador: Salvador Terceño Raposo El lápiz con el que ella, cada mañana, se lo dibujaba era el que tenían en el mostrador para anotar los pedidos de la panadería. Llevaban años usando el mismo lápiz e, increíblemente, al contrario que el alma de la panadera, ni se había gastado ni se había perdido. Cuando, muy temprano, entraba aquel chico a por sus dos piezas de pan, ella, de forma discreta, garabateaba nerviosa una marca en una esquina del papel del envoltorio: un asterisco cuando el panadero tenía reparto y un aspa cuando no. Y le manchaba los dedos de harina al entregarle el paquete.

tw Relatos finalistas de septiembre de 2016 del concurso Relatos en Cadena, organizado por la Cadena SER y Escuela de Escritores. Puedes leer todos los seleccionados en www.escueladeescritores.com o www.cadenaser.com.

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decamino

www.revistalehop.com

Alehop es una revista infantil ilustrada, con una estética moderna y cuidada, de contenidos variados y atemporales: no están ligados a períodos concretos del año, de forma que es una revista para releer y coleccionar. Alehop está alejada de estereotipos de género en cuanto a colores, aficiones o roles, con la intención de que pueda gustar por igual a niños y niñas. El acabado y materiales de la revista están pensados para que los niños puedan manipularla (dibujar, escribir y recortar). Está dirigida a niños y niñas a partir de 5/6 años, que se divertirán con Elvis, Julia y Simón, dos hermanos inquietos y curiosos y su inseparable mascota.

tw AAlehop cuenta en la actualidad con 2 números publicados, a la venta en librerías y en www.revistalehop.com. Nos gustaría publicar 2 números al año. Para poder sostener Alehop, estamos trabajando para lograr una mayor repercusión y difusión, buscando estar presentes en eventos y medios.

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entrecocheyandén

Normalidad Xuan Porta Alumno del taller de escritura Creatividad Literaria

NACIÓ sin llorar. Casi de pie. Y salió del hospital en un saco de colores que llevaba colgado su madre. Su primer regalo fue un caballo de peluche. Luego vino la plastilina. Vinieron los clicks. El tambor. Después las películas. Entre ellas, las de la pena profunda. Más tarde empezaron los temporales dentro de casa. Ya de niño, Xurde, se tapaba los oídos con las palmas de las manos para no oír los gritos de su padre, cuando salían al campo y se ponía a bailar alrededor de los grandes robles del bosque. Ni para sentir a su madre berrear que no quemara la hierba cuando prendía hogueras en los prados y cubría el humo con una manta a intervalos irregulares. Acostumbraba a abrir poco la boca. Si se sentaba en la escuela, siempre cruzaba los brazos, y en los recreos, también las piernas. Una vez, en Carnaval, se pintó la cara con rayas y se puso una corona de plumas en la cabeza. Salió a la calle y comprobó que la gente le miraba como a los demás. Aquello cambió su vida. De joven, cuando iba a la finca, Xurde comenzaba a sentir la presencia de los caballos antes de verlos. Después les comunicaba al oído sonidos que solo ellos entendían. Luego montaba sobre ellos sin silla y así galopaba fundido a su caballo Pintu como si fueran viejos amigos corriendo cross a través. La magia les soplaba la cara a los dos en esos momentos. Llegó aquel invierno y comenzó a helar. Pequeñas piedras blancas tocaban a la puerta del cobertizo donde su caballo se hacía mayor. El día que más nevó, llegó una furgoneta, su padre y el conductor bregaban por subir el caballo al remolque. Pintu bufaba y reculaba, pero los dos hombres tiraban de las bridas y le pegaban con unas varas. Se lo llevaban. Xurde cogió la moto y siguió al secuestrador de su espíritu amigo. Llegaron al pueblo, y vio un letrero que ponía Carnicería en letras blancas,

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entrecocheyandén

junto al cobertizo donde metieron a Pintu. Sin pensarlo, sacó del abrigo el hacha que llevaba siempre consigo. Abrió la puerta y vio a Pintu en el suelo, a punto de perder su aliento. Un matarife iba a acabar con sus relinchos para trocearlo y colgarlo en unos ganchos metálicos. Xurde lo olía, lo sabía. Ya se lo había bramado cien veces su padre. Ahora lo comprendía. De un salto se plantó ante el carnicero. Soltó un aullido de guerra y le abrió el cráneo con un solo golpe de hacha. Manchado de sangre, liberó a Pintu, montó sobre él y escaparon al bosque como estrellas fugaces. Mucho sudaron esa vez hasta poder esconderse. Se refugió en una cabaña solitaria, de esas que solo usan los vaqueiros de alzada en verano. En su cabeza retumbaban las palabras mil veces vociferadas por su padre hasta desgañitarse. Las que tanto incendiaban sus oídos. "¡No hagas tanto el indio!" "¡Sé una persona normal!". Su destino no le abandonó. Xurde por fin lo era. Siempre lo había querido. Un indio normal cuidando de su amado caballo, que nunca, nunca, sería troceado salvajemente por nadie.

tw Xuan Porta nace en Gijón/Xixón en 1971 y es licenciado en Biología por la Universidad de Oviedo/Uviéu. Dirigió la revista cultural El Canciu'l Cuélebre. Ha publicado artículos en prensa asturiana y múltiples revistas y, junto a otros autores, la recopilación Xuegos infantiles p'anguañu, y Llagares de sidra natural de Nava y Villaviciosa. Ha recibido varios galardones de relato, microrrelato y poesía.

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