Intelectuales, Crisis Ecológica y Colapso (I) - Trotskismo Argentino y Frente Amplio Chileno

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Partidos, Intelectuales, Catástrofe Climática y Colapso (I) La izquierda tradicional y sus intelectuales ante el colapso en América Latina: los casos del trotskismo argentino y el Frente Amplio chileno (compilación)

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Índice I. La izquierda tradicional y sus intelectuales ante el colapso en América Latina. Los casos del trotskismo argentino y el Frente Amplio chileno 1. La historia ante el horizonte de Chernóbil 2. El trotskismo argentino y el Frente Amplio chileno ante el problema climático-energético: ¡nada que decir! 3. La ceguera de los intelectuales de izquierda ante el cataclismo ecológico en América Latina: los casos del Frente Amplio chileno y el trotskismo argentino 3.1. La ignorancia generalizada de los intelectuales de izquierda en Argentina y Chile ante el problema ecológico-energético 3.2. Intelectuales, Frente Amplio chileno y trotskismo argentino. O el cambio climático y el derrumbe energético como una entelequia etérea y lejana (Pendiente - Publicación Primera Quincena de Enero del 2021) 3.2.2. Dos formas (sutiles) de negacionismo climático de la intelectualidad frenteamplista chilena. O el cretinismo politicista de Alberto Mayol y Luis Thielemann (Pendiente Publicación Primera Quincena de Enero del 2021) 3.2.3. Argentina: el debate Astarita-Maiello. ¿Y donde quedó la crisis ecológica? (Pendiente - Publicación Primera Quincena de Enero del 2021) II. La traición teórica del trotskismo argentino ante el desafío estratégico del estallido pandémico, la crisis climática y el problema del colapso. El caso del PTS 1. El “paisaje estratégico” del trotskismo argentino ante el estallido pandémico y la crisis ecológica 1.1. Trotskismo gaucho y crisis climática: ¿una expresión sui-generis de la degeneración histórica del industrialismo marxista? 1.2. El estado de la reflexión del PTS ante la crisis climática en el contexto del trotskismo argentino 2. El PTS y la cuestión ecológica: entre la ceguera estratégica y el “greenwashing” ideológico III. ¡La Revolución Socialista ante el abismo! ¡Por una Segunda Conferencia de Zimmerwald para enfrentar el desastre planetario!

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I. La izquierda tradicional y sus intelectuales ante el colapso en América Latina. Los casos del trotskismo argentino y el Frente Amplio chileno Miguel Fuentes1

Parte I2 1. La historia ante el horizonte de Chernóbil ¡El mundo se ha transformado en una central nuclear a punto de estallar por los aires! ¡Todas las alarmas suenan con un ritmo frenético! Las alarmas de los niveles de CO2 en la atmósfera terrestre, no vistos en millones de años en nuestro planeta. Las alarmas del calentamiento global y su estela de súper sequías, megaincendios y huracanes sin precedentes que se suceden alrededor del globo. Las alarmas del deshielo del ártico y la pérdida del albedo terrestre, la acidificación marina y la desestabilización de las gigantescas reservas de metano contenidas en el permafrost y los hidratos de metano de las estepas siberianas y los lechos oceánicos de las regiones árticas. Las alarmas de la crisis del agua que se extiende con fuerza por cada rincón del orbe y que amenaza ya con convertir a países como Chile en un completo desierto. Las alarmas de la crisis de los alimentos que, agravada por las sequías y los eventos cada vez más recurrentes de clima extremo, ha comenzado a preparar el escenario para el desarrollo de hambrunas bíblicas en todos los continentes. ¡El proceso histórico se ha transformado en un Chernóbil de escala planetaria! ¡Todas las alarmas suenan con un ritmo enloquecido! 1

Marxismo y Colapso Web / www.marxismoycolapso.com. Esta sección fue finalizada durante las primeras semanas del mes de diciembre del año 2021, previamente a los resultados de las elecciones presidenciales chilenas que dieron como ganador al candidato del Frente Amplio Gabriel Boric. 2

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Las alarmas del agotamiento de las energías fósiles y el pronto declive de las reservas de petróleo, gas natural y carbón en todo el planeta, esto tal como hemos empezado a ver en las sucesivas crisis eléctricas y en los problemas de abastecimiento de gas que afectan a lugares tan disímiles como Venezuela o China. Las alarmas de la creciente escasez global de recursos y el desarrollo de las primeras grandes crisis en las cadenas de suministro internacionales, las cuales viene afectando a una cantidad cada vez mayor de ramas industriales en todo el planeta. Las alarmas de la sobrepoblación y el avance de las primeras oleadas súper migratorias que amenazan durante las próximas décadas con poner en movimiento a miles de millones de personas en todo el globo. Las alarmas de la crisis pandémica y el surgimiento de nuevas y más letales formas del virus original del covid-19 tales como la variante ómicron que, luego de casi dos años de pandemia y más de cinco millones de muertos oficiales, podría no sólo revertir la acción de los planes de vacunación en todo el mundo, sino que además generar un verdadero tsunami de infecciones en todos los continentes. ¡Todas las alarmas han sido activadas! ¡Todas las sirenas del proceso histórico lanzan a los cuatro vientos de la economía, la política, las relaciones sociales y la lucha de clases su advertencia terrible! ¡A ritmo frenético, las sirenas de las contradicciones ecosociales de nuestra época histórica anuncian un pronto estallido de magnitudes geológicas, el estallido del colapso del mundo! Ese estallido de la historia que está destinado a acompañar y moldear desde hoy (y para siempre) el tránsito de las sociedades humanas a través de la nueva y terrible edad de la VI Extinción Masiva: el Antropoceno. Esa época de muerte en la cual la posibilidad de la sobrevivencia humana se jugará palmo a palmo, centímetro a centímetro, con su posibilidad opuesta; es decir, la de la desaparición total de nuestra especie y el propio fin de la vida terrestre. Tal como las moléculas de agua se agitan furiosas unas sobre otras antes de su transformación desde el estado líquido al gaseoso, así mismo han comenzado hoy a agitarse los componentes ecosociales básicos de la producción de la vida moderna, alterando progresivamente desde dicha base genética en mutación el completo andamiaje económico, social, político e ideológico de las sociedades contemporáneas. Ha sido así en la propia base fundamental y última del proceso social: la relación sociedad-naturaleza, en donde de la mano del avance de la transición antropocénica se han acumulado fuerzas histórico-magmáticas que preanuncian ya (¡con todo el poder de madre Gea!) un tipo de erupción civilizatoria que amenaza con convertir a la sociedad moderna (y toda su parafernalia tecno-optimista) en la última ruina pompeyana de la evolución histórica.

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El proceso histórico se ha transformado en un Chernóbil

Tal como sobrepasado el punto de densidad máxima la materia comienza a colapsar sobre sí misma, produciendo una alteración fundamental de las leyes del espacio-tiempo, así mismo es el propio proceso histórico moderno el cual, estrellándose una y otra vez con los límites objetivos infranqueables de su expansión material (la crisis del agua es una muestra evidente), parece haber comenzado a “perder consistencia” y a precipitarse al agujero negro de su propio colapso, ese abismo en el cual sería la civilización moderna en su totalidad (entendida como un determinado modo de reproducción biofísica de la especie humana) la cual estaría próxima a desintegrarse. Tal como un león agazapado observa a un antílope que se desangra ante un arroyo, tomando una pausa para observar sus debilidades y encontrar el instante preciso para lanzarse al cuello del miserable animal para exterminarlo, así también la bestia del colapso nos contempla en el escenario histórico, esperando su oportunidad no sólo para poner fin a aquello que hemos llamado sociedad contemporánea, sino que además para desangrar hasta la muerte a la historia misma. ¡El fin de la historia! ¡Esa es la presa postrera de esa fiera llamada el colapso del mundo! ¡Ese es el peligro último!

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El colapso al acecho del mundo

¡El planeta se ha transformado en un Chernóbil de escala cósmica! ¡El proceso histórico se ha convertido en una bomba de desintegración evolutiva! Son así las propias placas tectónicas sobre las que se sostiene la existencia del modo de producción moderno, esos pilares profundos de la economía contemporánea llamados ciclos del oxígeno, del hidrógeno, del carbono y del nitrógeno, las cuales se alistan, alteradas en su génesis geológica por el hombre moderno, para un reacomodo mortal. Un reacomodo planetario (epocal) del “modo de producción” más importante de los que cualquier teórico de los modos de producción podría haber concebido jamás: ¡el “modo de producción” de la vida terrestre! ¡el “modo de producción” de la biosfera! Un reacomodo mortífero, el reacomodo de las “placas tectónicas” de la historia humana, cuya fuerza liberada no podrá más que barrer, tal como un terremoto grado diez debería barrer con cualquiera de los petulantes y odiosos rascacielos de la sociedad industrial, cada uno de los sostenes estructurales de la civilización contemporánea. Un reacomodo asesino, el reacomodo de las condiciones fundamentales de la reproducción ecosocial de toda sociedad o cultura humana, cuya furia demoledora está a punto de descargarse sobre cada especie viva de nuestro planeta. Ese es el poder titánico de aquella bestia tetracéfala que se nos abalanza, ¡la bestia del cambio climático, la crisis energética, la sobrepoblación y la escasez de recursos! Por cada fracción de grado de aumento de la temperatura global, por cada descenso en las reservas de agua potable del mundo, por cada mega incendio que se propague en cualquier región del planeta, por cada súper huracán, sequía o desastre ambiental que tenga lugar en cualquier rincón del orbe, eso es lo que se nos viene encima: la bestia del colapso, ese desastre comparable por su furor destructivo a un estallido nuclear del curso histórico. ¡Ese desastre que se avizora ya en el proceso social y que nos recuerda que la sociedad actual ha devenido en un Chernóbil con la potencia exterminadora de la geología terrestre y la historia humana combinadas! 2. El trotskismo argentino y el Frente Amplio chileno ante el problema climáticoenergético: ¡nada que decir! Aunque completamente evidente y cristalino, sin importar las toneladas de investigaciones científicas que apuntan en la dirección de lo previamente descrito, sin importar las evidencias 6


cada vez más numerosas de lo desesperado de nuestra situación, la gravedad “terminal” de la crisis ecológica-energética está lejos de constituir una certeza en el campo de las izquierdas anticapitalistas, las corrientes feministas y los progresismos-ciudadanos en una gran cantidad de países alrededor del mundo. Una muestra de lo anterior puede verse en algunos casos como los de Argentina y Chile. Preocupadas casi exclusivamente ya sea de seguir impulsando las tradicionales luchas reivindicativas de la izquierda de los siglos pasados, o bien de adornar estas últimas con las novísimas reivindicaciones de género y de aquellas que dan vida a ese verdadero potpurrí ideológico que constituyen los “movimientos por la diversidad” del capitalismo tardío, estas tendencias habrían al parecer simplemente decidido hacer vista gorda a la lucha más importante a la cual se ha enfrentado la revolución y el socialismo jamás: la lucha por la sobrevivencia humana y la defensa de la civilización. Sin siquiera reconocer la existencia o la importancia de esta lucha (posiblemente la última verdadera “lucha social” ante la cual se verán enfrentados los actores históricos de la sociedad moderna), estos movimientos (izquierdas anticapitalistas, feminismos y progresismos ciudadanos) han decidido así desconocerla para seguir privilegiando, o bien como dijimos el impulso de los mismos programas políticos de izquierda de los siglos XIX y XX (aunque esta vez con un perfil insurreccional prácticamente inexistente), o bien la promoción de las cada vez más exóticas reivindicaciones del feminismo académico (nuevos diccionarios de lenguaje inclusive incluidos) o de las todavía más excéntricas (y al mismo tiempo ecosocialmente superfluas) demandas de los llamados “movimientos por la diversidad sexual”. Literalmente, ha sido así la gran mayoría de las corrientes de izquierda, feministas y progresistas de la actualidad las cuales habrían optado por reemplazar la discusión, organización y acción política en torno al problema de la catástrofe ecológico-energética, la escasez de recursos y la sobrepoblación ya sea, como señalamos, por una sucesión cada vez más numerosa de campañas electorales de tono izquierdista o democrático-institucional tradicional3, ya sea por el impulso de dicha infinidad de demandas feministas y/o trans-divergentes que han venido expresándose durante la última década en ciertos contextos urbanos latinoamericanos particularmente influenciados por los discursos liberales de la modernidad tardía4. ¿Algunos ejemplos de lo anterior? ¡Los ejemplos sobran! En el caso de Argentina son de hecho la gran mayoría de partidos de izquierda los cuales han decidido soslayar cualquier referencia sistemática a la problemática ecológica-energética en sus respectivos análisis históricos, marcos estratégicos, definiciones políticas y consideraciones tácticas centrales. Un ejemplo concreto de esto puede encontrarse en la mayor parte de los partidos que constituyen el llamado Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) para los cuales las temáticas del cambio climático y la crisis energética o bien sencillamente no serían considerados como factores de importancia en sus respectivos programas, o bien serían integrados al modo de meras “consignas verdes” dispuestas a jugar un rol más bien complementario (o marginal) en la práctica política de los mismos, quedando aquellas generalmente remitidas al ámbito del posicionamiento de estas organizaciones ante determinados conflictos socioambientales. En otras palabras, dichas temáticas (cambio climático, crisis energética, escasez de recursos y sobrepoblación) no tendrían virtualmente ningún peso interpretativo de relevancia para estos partidos en el análisis 3

Es sabido que una gran parte de las organizaciones de izquierda en América Latina han devenido hoy, en esencia, en meras “maquinarias de votos” orientadas principalmente a participar ya sea en los interminables ciclos electorales que les ofrecen las decadentes democracias capitalistas, ya sea en la propia maquinaria institucionalestatal de los Estados burgueses. 4 Revísese sobre este tema el próximo documento de Miguel Fuentes “Notas rápidas para una crítica de la intelectualidad feminista y LGTB ante la problemática del colapso. Los casos de Argentina y Chile”. Este documento estará disponible en el sitio web de Marxismo y Colapso durante el mes de febrero próximo (2022).

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de los procesos socioeconómicos y políticos del presente, siendo consideradas de este modo, en los hechos, como una especie de “factores exógenos” del proceso histórico. Es decir, como si constituyeran meramente una serie de “influencias externas” de este último que, aunque expresándose con fuerza en ciertas coyunturas (por ejemplo, durante el actual ciclo pandémico), seguirían estando sin embargo subordinadas al influjo de las tendencias económicas, sociales y políticas tradicionales de largo aliento del sistema capitalista contemporáneo5. Lo anterior, como si la crisis ecológico-energética y su estela cada vez más numerosa de amenazas existenciales para nuestra sociedad no estuviera asociada a niveles inéditos potenciales de disrupción histórica capaces de alterar la propia naturaleza sociohistórica de los pilares socioeconómicos y políticos fundamentales del mundo moderno. Piénsese aquí, entre otras cosas, en el impacto que podrían generar (y que están de hecho comenzando a generar hoy) las tensiones producidas por una sucesión de catástrofes ecológicas, sequías, períodos agudos de escasez energética y de recursos, shocks migratorios como efecto del desarrollo de oleadas de refugiados súper masivas, mega hambrunas, aumentos de los niveles oceánicos y hundimiento progresivo de las zonas costeras, no sólo en las dinámicas (y modelamiento) de los próximos choques revolucionarios y contrarrevolucionarios en diversas regiones, sino que, además, en la propia viabilidad en el mediano y largo plazo de numerosos Estados nacionales tales como los de Argentina o Chile. Es decir, un número cada vez más amplio de verdaderas “discusiones epocales” que, como ya señalamos, ninguno de los actuales partidos que componen el FIT: entre otros, el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS), el Partido Obrero (PO) o Izquierda Socialista (IS), vienen integrando a sus reflexiones estratégicas centrales.

El Frente de Izquierda y los Trabajadores de Argentina (FIT)

En el caso de Chile, la situación no es mejor que en el país vecino. En realidad, es mucho peor. Efectivamente, aquí las organizaciones de izquierda (caracterizadas por una adaptación mucho más intensa a las instituciones burguesas y una naturaleza decididamente más moderada que 5

La idea de fondo es que la explotación del trabajo, los índices de productividad económica o la geopolítica serían, en pocas palabras, “más importantes que el clima”. Dicho de otra manera, que los ciclos naturales que hacen posible la vida en la Tierra serían menos relevantes que el ciclo económico.

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en el caso trasandino), serían no sólo más ignorantes de los peligros de la crisis climática y energética que sus contrapartes argentinas, sino que estarían asimismo en gran medida desprovistas (al menos en los casos de los partidos más importantes) de una evaluación básica del papel del capitalismo en el agravamiento de la misma. En general, estas organizaciones carecerían tanto de una real evaluación de las causas y gravedad de la crisis eco-energética, así como también de una discusión mínimamente sistemática respecto de las dinámicas que podría tomar la crisis ecosocial en el futuro cercano y de las supuestas vías que tendría la sociedad industrial para morigerar, contener o incluso revertir esta última. Por el contrario, de un modo totalmente grosero, el conjunto de las corrientes de izquierda y progresistas en Chile (neoconcertacionistas, frente-amplistas, “comunistas”, populistas, trotskistas, anarquistas, etc.) no irían más allá en sus respectivos tratamientos teórico-políticos del problema ecológico, generalmente, o bien de los discursos tecno-optimistas del llamado “capitalismo verde” (es decir, la postura que defiende la posibilidad de una “reforma ecológica” de la sociedad capitalista que sea capaz de responder a los desafíos del cambio climático y el agotamiento de los combustibles fósiles)6, o bien de la ciertamente vacía, ultra general y siempre políticamente correcta crítica al “extractivismo”. ¡Como si hubiera existido alguna vez algún tipo de sociedad capitalista (o socialista) no basada en los principios ecocidas del crecimiento económico infinito y en la destrucción más voraz de los sistemas naturales! ¡Como si la propia sociedad industrial en todas sus posibles variantes (capitalistas o socialistas por igual) se hubiera caracterizado en algún momento por un modelo de desarrollo ecológicamente “respetuoso” de las barreras biofísicas del planeta! ¡Como si el “extractivismo” no fuera el sello y la esencia de toda forma concebible (sea la que sea) de sociedad industrial de masas! En los hechos, la discusión en este ámbito (el inminente cataclismo climático-energético) en el campo de las izquierdas chilenas no pasaría así, de manera incluso más marcada que lo visto en el caso argentino, de la marginal inclusión que harían algunas organizaciones políticas (siempre minoritarias) ya sea de una que otra proclama “ecosocialista” o “caracterización anticapitalista” (general) de la crisis ecológica, ya sea de una que otra tímida alusión a la consigna, a menudo totalmente invisibilizada por los partidos de izquierda en un país de raigambre minera como Chile, de cierre y prohibición de la nefasta megaminería. Lo anterior, intentándose habitualmente mantener más o menos intactos los (ya enmohecidos) programas políticos de las izquierdas siglo-veinteras tales como, entre otros, el marxismo-leninismo, el trotskismo, el estalinismo, el autonomismo o el anarquismo. Todo esto, como ya sugerimos al referirnos a los planteamientos del susodicho “capitalismo verde”, en un contexto caracterizado por una discusión del problema climático-energético moldeada por la eterna promesa (tomada acríticamente por una gran cantidad de organizaciones sociales y de izquierda) acerca del papel que podrían jugar las energías renovables en la materialización de dicha tranquilizadora utopía (adoptada acríticamente por izquierdistas, progresistas y derechistas por igual) concerniente a la posibilidad de una civilización industrial “eco-amigable” y “respetuosa” del medioambiente. Es decir, aquella utopía tecno-green basada en presupuestos eco-modernistas y tecnooptimistas tan generales y abstractos (no contrastables ni técnica ni científicamente) que no poseerían más utilidad que permitir a los partidos de izquierda (o de derecha) “barnizar” sus programas políticos (ya totalmente obsoletos o en vías de estarlo) con una capa no muy

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Para una revisión de algunos de los problemas estructurales a los cuales se enfrentaría la actual sociedad capitalista para llevar a cabo una reforma ecológica integral de su modelo de desarrollo económico, véase el documental de Stephen Emmott (basado en el libro homónimo) Diez mil millones, disponible en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=sPWsoi_Fo90.

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profunda de “conciencia ecológica” con la cual poder dar la impresión de estar diciendo algo, relativamente coherente, en torno a la crisis climática7. Un ejemplo de lo anterior puede encontrarse en las posturas del candidato del Frente Amplio Gabriel Boric frente a la crisis ecológica en el contexto de las actuales elecciones presidenciales chilenas, constituyendo estas últimas una posible síntesis de los postulados del conjunto de partidos de su conglomerado político y de todos aquellos sectores que se vienen sumado a su campaña electoral8. Como pudo apreciarse en un reciente debate electoral entre Boric y su contendor conservador José Antonio Kast (en esencia un negacionista climático con un perfil parecido al que tienen Trump o Bolsonaro), la posición del primero ante los debates que vienen dándose en la Convención Constituyente en torno a las posturas de la llamada “teoría del decrecimiento” (es decir, ante el planteamiento que defiende la necesidad de una “reducción planificada” de los actuales indicadores de desarrollo económico debido a la virtual “imposibilidad ecosistémica” de seguir replicando estos últimos), no podía ser más clara: su rechazo total de estas posiciones, las cuales aquel descartaría como “minoritarias”9. Lo anterior dejando además en claro su más férreo apoyo tanto a la continuidad de una serie de ramas productivas caracterizadas por un acusado carácter destructivo; por ejemplo, la ultra contaminante megaminería chilena (una de las más voraces a nivel mundial en términos de sus impactos medioambientales), así como también de prácticamente las mismas “agendas procrecimiento” (ecocidas) impulsadas en Chile por los anteriores gobiernos concertacionistas y derechistas10. 7

Para una crítica de las reales capacidades de las energías renovables para sustituir el aporte energético de los combustibles fósiles, puede revisarse el documental El planeta de los humanos de Jeff Gibbs y Michael Moore en el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=wH2fDtQ0MnA. 8 Estos partidos y sectores abarcarían un amplio espectro político que iría desde la esfera de la corrupta Democracia Cristiana y los ex partidos de la Concertación involucrados en los pasados escándalos financieros de PENTA y SQM hasta los conglomerados neoconcertacionistas del Frente Amplio, el Partido Comunista y todo ese abanico de nuevos aliados electorales que se han aglutinado recientemente alrededor de la figura de Boric entre los que destacaría la mayor parte de los referentes del movimiento feminista y las organizaciones trotskistas chilenas; por ejemplo, las dirigentes de la Coordinadora Feminista 8M Alondra Carrillo (proveniente del ámbito anarquista-libertario) y Karina Nohales (proveniente del campo de la socialdemocracia trotskista internacional referenciada en la ya extinta LCR francesa), la fundadora de la organización trotskista-feminista “Pan y Rosas” Pamela Contreras y el dirigente obrero Camilo Parada (referente del Movimiento Anticapitalista, actualmente la principal organización trotskista chilena). En el terreno de las tendencias trotskistas universitarias (asociadas más que nada a círculos sociales de elites al interior de las clases medias profesionales), destaca el entusiasta y caluroso apoyo que recibiera la candidatura de Boric por parte de algunos representantes del PTR tales como el referente mediático Carlos (Lobo) Henríquez y el dirigente universitario Joaquín Romero, habiendo llegado el primero a sumarse activamente a la campaña digital de apoyo al candidato frenteamplista. Debe recordarse aquí que tanto Henríquez como Romero acostumbran a menudo presentarse como miembros de una “izquierda radical” que constituiría, supuestamente, un tipo de “alternativa política” ante el proyecto encabezado por Boric. Téngase presente que en el caso de estos “izquierdistas radicales”, aquellos fueron formados en la escuela de la colaboración política con el Frente Amplio y el PC inaugurada en el seno del movimiento trotskista chileno durante los años 2016-2017 en el contexto de la cuestionada vicepresidencia de Bárbara Brito de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), esta última un elemento proveniente (tal como en el caso de otros dirigentes del PTR tales como Fabián Puelma Müller, Dauno Tótoro o Domingo Lara) de las más rancias elites socioeconómicas criollas. 9 Una aproximación didáctica e informada respecto a las principales ideas de esta teoría, sus referentes intelectuales y una visión sucinta sobre su desarrollo en tanto corriente política puede verse en la entrada de Wikipedia sobre este tema en el siguiente enlace: https://es.wikipedia.org/wiki/Decrecimiento#:~:text=Lo%20que%20propone%20el%20decrecimiento,sea%20lo %20menos%20traum%C3%A1tico%20posible. 10 El aludido debate entre Gabriel Boric y su contendor José Antonio Kast organizado por la Asociación de Radiodifusores de Chile (ARCHI) puede verse integro aquí: https://www.youtube.com/watch?v=TNBC65Q1oME.

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Gabriel Boric es contrario a las políticas de decrecimiento

Literalmente, las mismas políticas de desarrollo contaminantes aplicadas en Chile durante los últimos treinta años, aunque esta vez remozadas, en palabras de Boric y otros exponentes de un supuesto modelo de crecimiento capitalista con “vocación ecológica”, con abundante palabrería en torno a la posibilidad de una “reforma verde” del sistema productivo basada tanto en la aplicación de una serie de nuevas tecnologías pretendidamente “eco-sustentables”11, así como también en el desarrollo de fuentes de energía “alternativas” que permitirían, teóricamente, conciliar las necesidades de los patrones de crecimiento económico actuales con el respeto del medioambiente12. Fuentes de energías alternativas tales como las llamadas “energías renovables”, las cuales serían hoy no sólo virtualmente incapaces para satisfacer las necesidades energéticas de Chile o el mundo, sino que estarían asociadas, además, a niveles de contaminación tanto o más altos que aquellos generados por las energías tradicionales (hidrocarburos), esto si tomamos en cuenta las enormes cantidades de materias primas (ultra contaminantes) que los sistemas de producción energética o transporte basados en las denominadas “renovables” (en la mayoría de los casos altamente inestables) requieren para su implementación (piénsese aquí en el ámbito de la construcción de vehículos eléctricos y su dependencia de extensas cantidades de litio para la elaboración de sus baterías)13. ¿O acaso los paneles solares y las grandes turbinas eólicas no requieren para su fabricación, como sabemos, de una cantidad verdaderamente sideral de minerales y materias primas cuya extracción, al menos en los niveles actuales (condicionados por las necesidades de la monstruosamente 11

Por ejemplo, aunque sin siquiera ser mencionadas en su programa presidencial, las tecnologías de captura de carbono, imposibles todavía de escalar a los niveles requeridos para poder siquiera tener una mínima incidencia sobre las más de 40 mil millones de toneladas de dióxido de carbono emitidas cada año a nivel mundial. Una crítica a las tecnologías de “remoción de carbono”, en los hechos la única tecnología que podría brindarnos alguna posibilidad para “detener” o incluso “frenar” el curso de calentamiento global súper catastrófico en que nos hallamos inmersos, puede leerse en el artículo de James Temple “Carbon removal hype is becoming a dangerous distraction” (MIT Technology Review), disponible en: https://www.technologyreview.com/2021/07/08/1027908/carbon-removal-hype-is-a-dangerous-distractionclimate-change. 12 Para una refutación informada de esta idea en formato audiovisual véanse los documentales ya referidos de Jeff Gibbs (El Planeta de los Humanos) y Stephen Emmott (Diez mil millones). 13 Véase aquí la charla de Jorge Riechmann “¿Dónde estamos? Crisis ecosocial y emergencia climática”, disponible en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=KXwzJkDYtdE.

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gigantesca sociedad de masas contemporánea), vuelven inevitable la destrucción de una cantidad vastísima de ecosistemas? ¿O acaso la ya mencionada y pretendidamente eco-friendly industria de los automóviles eléctricos (¡que de ecológicos no tienen nada!) no necesita, como dijimos, de volúmenes cada vez mayores de litio, extraído a costa de la progresiva destrucción de eco-regiones completas del planeta, esto tal como sucede hoy en Chile en el desierto de Atacama? Energías “eco-amigables” tales como la del “hidrógeno verde” (elogiada por Boric y sus aliados del Frente Amplio por su supuesta “sustentabilidad ambiental”) cuyos costes de producción y distribución serían tan altos que terminarían volviendo su uso, en tanto sustituto de las fuentes fósiles, no sólo en inviable en el corto y mediano plazo, sino que, además, tal como en el caso de la energía solar y eólica, altamente contaminante. Esto último si se consideran tanto las cantidades ingentes (ecológicamente inviables) de minerales y metales que se requerirían para la construcción de las centrales de hidrógeno, así como también la serie de insumos necesarios para el funcionamiento de estas últimas, las cuales en el caso de las plantas de hidrógeno “azul” o “gris” utilizarían extensas cantidades de hidrocarburos en forma de gas natural. Energías “alternativas” que, tal como queda claro al profundizar un poco en el tema, no tendrían en realidad nada ni de “ecológicas” ni de “sustentables”, esto al menos si lo que se busca es seguir replicando las tasas de crecimiento económico, los niveles demográficos, los estilos de vida y los marcos de derechos sociales propios de nuestra sociedad moderna, la cual en pocas palabras sería ya, si consideramos el carácter absolutamente ecocida de dichas tasas de crecimiento y estilos de vida, una sociedad medioambientalmente muerta14. 14

Piénsese aquí en la virtual “imposibilidad ecosistémica” de replicar no sólo el absolutamente derrochador estilo de vida de las ricas, “pluralistas” y decadentes sociedades europeas o norteamericanas en el resto del mundo, sino que, además, la particular concepción de estas últimas respecto de las llamadas “libertades individuales”, caracterizadas generalmente por un énfasis individual-modernista completamente ajeno (ecosocialmente alienante) a los equilibrios ecológicos planetarios. Dicho de otro modo, el concepto de “libertad individual” característico de la civilización moderna sería no sólo muy “costoso” en términos ambientales y de los recursos planetarios disponibles, sino que, asimismo, intrínsecamente ecocida. Lo anterior representa, entre otras cosas, un problema teórico de primer nivel (capital) para la ideología socialista moderna cuyo concepto filosófico de “libertad individual”, aunque barnizado por una correspondiente lectura marxista, no diferiría mucho del que caracteriza a las ideologías liberales, esto al menos desde el punto de vista del peso que tuvieron las ideologías humanistas antropocéntricas en el desarrollo (moderno) de este término. Puede decirse así que la crítica del marxismo clásico al concepto de libertad individual sería, especialmente en los casos de las tendencias de izquierda más proclives a defender la legitimidad de las democracias liberales en contraposición con las supuestas “deformaciones” de los llamados “socialismos totalitarios” del siglo XX, cuando mucho, circunstancial. Es decir, se aceptaría el contenido último de la definición liberal del término de “libertad humana” (de aquí el apoyo a veces un tanto acrítico de una gran parte de las ideologías socialistas a la reivindicación de una serie de libertades democrático-burguesas definidas como “progresivas”), aunque acompañándose siempre dicha aceptación, no obstante la mayoría de las veces de manera meramente discursiva, de la “advertencia teórica” en torno a que la realización íntegra de esta “libertad” sólo podría lograrse (materializarse) en el contexto de una sociedad socialista basada en la superación revolucionaria del capitalismo y la sociedad de clases. Ha sido precisamente esta doble operación teórica de aceptación-adopción y crítica del concepto de “libertad” propio del liberalismo por parte del marxismo (una operación ya visible desde los orígenes de esta escuela teórica) lo cual habría llevado a este último en décadas recientes a una adopción casi sin contrapesos (grosera) de las “ideologías de género”, esto no sólo a pesar del rechazo visceral manifestado tempranamente por Marx y Engels en contra de algunas de sus expresiones más extremas (por ejemplo, las referidas a la esfera del llamado movimiento por las libertades sexuales), sino que, además, rechazándose igualmente cualquier tipo de crítica ecosocial del carácter tendencialmente anti-ecológico de una parte sustancial de las mismas. Piénsese aquí, por ejemplo, en la contradicción existente, por un lado, entre el concepto de “identidad individual” presente en el ya mencionado movimiento en pro de la diversidad sexual, en muchos casos totalmente hostil al peso del elemento genético-biológico (natural) en la definición de las identidades sexo-genéricas y proclive, asimismo, a la promoción de una serie de caros y medioambientalmente nocivos tratamientos de manipulación corporal (esto último, por ejemplo, en términos de los ciertamente poco eco-amigables implantes de materiales artificiales o cócteles de hormonas utilizados en aquellos) y, por otro lado, la cada vez más desesperada situación ecológica y de escasez de recursos que se vive actualmente a nivel global.

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Energías “limpias” que, además de no tener en los hechos nada de limpias (pensemos en las enormes cantidades de carbón requeridas para la construcción de un solo panel solar), no constituirán tampoco, por lo ya mencionado, ninguna alternativa ni al “modelo de desarrollo” contaminante del cual Boric buscaría supuestamente alejarse ni al curso de desastre ecológico en el cual la humanidad se encuentra embarcada. Es más, como dijimos, las “energías renovables” ni siquiera representarían una real alternativa a la dependencia del sistema industrial de los combustibles fósiles, esto si se toma en cuenta lo ya referido en torno al papel de aquellos no sólo en la fabricación de los dispositivos utilizados por las plantas de energía basadas en fuentes renovables (entre otros, los paneles solares), sino que, además, para el propio funcionamiento de estas últimas (por ejemplo, en el caso de la mayoría de las centrales de hidrógeno). Lo anterior incluso sin considerar el vital rol que juegan los hidrocarburos en la producción mundial de alimentos, necesarios para el sustento de esos millones de trabajadores (y sus familias) en cuyos hombros debería sostenerse la “transición energética”. En definitiva, una economía industrial basada en paneles solares, turbinas eólicas o plantas de hidrógeno es, si lo que se busca es replicar las mismas dinámicas actuales de crecimiento y no reducirlas drásticamente, tan “ecológica” como una central eléctrica de carbón pintada de verde.

Paneles solares: ¿limpios y ecológicos?

Pero las “políticas ecológicas” del actual candidato presidencial del Frente Amplio chileno, en esencia tan destructivas medioambientalmente como las de su contendor electoral Kast, no serían un patrimonio exclusivo de su sector político, sino que, además, una característica común de toda la izquierda chilena, esto inclusive en sus sectores pretendidamente “anticapitalistas” y “combativos”. En el caso del dirigente estalinista Eduardo Artés, en los hechos el único candidato que defendió en la primera vuelta de las pasadas elecciones presidenciales un programa identificable como de izquierda, sus políticas de desarrollo productivo (a tono con el contenido brutal-industrialista que caracterizara alguna vez a los planes económicos de Stalin) serían incluso todavía más ajenas e ignorantes del problema climático que en el caso de Boric (el cual al menos reconoce, aunque sólo de palabra, la gravedad de este último). Igualmente, en el caso de los ex candidatos a diputados del Partido de Trabajadores Revolucionarios (PTR) Lester Calderón y Dauno Tótoro, tan ajenos como Una ampliación de estas ideas podrá encontrarse próximamente en el ya citado documento de Miguel Fuentes “Notas rápidas para una crítica de la intelectualidad feminista y LGTB ante la problemática del colapso. Los casos de Argentina y Chile”.

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Boric y Artés a una real discusión del problema climático y a las políticas de decrecimiento, aquellos no habrían ido en este terreno más allá, en esencia, de las mismas políticas del Frente Amplio en torno a la promoción de las “energías renovables” y el mencionado “hidrógeno verde”, aunque esta vez remozadas (embellecidas) con una serie de frases pro-socialistas tales como las de “estatización bajo control obrero”, “control comunitario” o “ecología en beneficio de todos”; es decir, intentando reemplazar la utopía del “capitalismo verde” por la de un socialismo industrial (tanto o más históricamente ecocida que el modelo capitalista) con “perfil ambientalista”. Ósea, la misma estafa de un “capitalismo ecológico” pero con banderas socialistas y alusiones emotivas a Lenin. ¡Como si la estatización de los yacimientos de megaminería implicara que las miles de toneladas de materiales tóxicos generadas por estos últimos pudieran adquirir un carácter medioambientalmente “neutro” por hallarse bajo propiedad estatal! ¡Como si los niveles de alteración ecosistémica asociados a esta industria pudieran dotarse de un contenido “ecoresponsable” por el hecho de encontrarse bajo “control obrero”! ¡Como si el “control comunitario” pudiera revertir el carácter esencialmente ecocida de las tecnologías utilizadas en la extracción de las miles de toneladas de cobre, carbón o litio arrebatadas del seno sufriente de madre naturaleza, todo para seguir alimentando los nefastos circuitos internacionales de producción de “bienes basura” destinados a satisfacer el voraz apetito por “tecno-mierda” de una especie (la nuestra) devenida en la peor plaga de la vida terrestre! ¡Como si el socialismo pudiera evitar que las termoeléctricas o las centrales de “hidrógeno verde” no se asocien, si lo que se busca es mantener las mismas tasas de consumo y uso energético del presente, a niveles de contaminación tanto o más altos que los producidos por el petróleo y el carbón! ¡Claro, porque el socialismo industrial en sus diversas variantes ha dado muchos ejemplos, todos muy contundentes, de su “vocación ecológica”: por ejemplo, en los casos de los ultra destructivos planes de industrialización dispuestos por Lenin y Trotsky en la ex URSS y materializados más tarde (a un nivel enloquecido) por Stalin, en los desastres del Mar de Aral y Chernóbil, o bien, en los ejemplos históricamente más limitados (¡aunque también sugerentes!) de las políticas ambientales (sin duda muy “conscientes” y “vanguardistas” para su época) que han caracterizado a algunas experiencias locales de control obrero tales como la de los cordones industriales chilenos de los años 70’s o la de la fábrica de cerámicos Zanón en Neuquén (Argentina) en tiempos recientes.

Lester Calderón (PTR): ¿contaminación bajo control obrero?

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La sintonía ideológica (de signo moderno-industrialista) que caracterizaría a los partidos de izquierda a los que nos hemos referido en Argentina y Chile en el ámbito de la problemática ecológica, sintonía que en última instancia los volvería partícipes de algunas de las tradiciones filosóficas ilustradas que se encuentran, paradójicamente, en el ethos del conjunto de las organizaciones políticas burguesas tradicionales (por ejemplo, las de afiliación socialdemócrata clásica o incluso conservadora-derechista15), no se remitiría meramente al terreno político-programático, sino que, igualmente, al de las propias elaboraciones teóricas y la “consistencia filosófica-política” de las figuras intelectuales que darían sustento a los programas (y en el fondo a los “sentidos comunes”) de dichos partidos. Veamos algunos ejemplos. Parte II16 3. La ceguera de los intelectuales de izquierda ante el cataclismo ecológico en América Latina: los casos del Frente Amplio chileno y el trotskismo argentino 3.1. La ignorancia generalizada de los intelectuales de izquierda en Argentina y Chile ante el problema ecológico-energético Es sabido que la no discusión de un tema o problema particular, o bien la marginalización o escasa importancia dado al mismo, constituye un “hecho teórico” tan relevante como una discusión acabada y sistemática de éste. Es decir, los “silencios teóricos” importan tanto como los “desarrollos teóricos” en tanto aquellos pueden ser indicativos de una determinada perspectiva de mundo o sociedad para la cual dicho tema o problema es (o debe ser) 15

Digamos que tanto un militante marxista como uno conservador (o liberal) han estado en gran medida de acuerdo, sin muchos cuestionamientos, con el papel fundante que ambos adjudican a la perniciosa y absolutamente eco-destructiva gran industria moderna (basada en los métodos de la fabricación en serie) en sus respectivos “planes de desarrollo”. Nótese además que tanto un marxista como un conservador (o liberal) tendrían más o menos los mismos problemas para adaptar sus respectivos modelos de sociedad a un verdadero ideario ecosocial basado en el respeto de los equilibrios ecosistémicos planetarios; es decir, un ideario basado en un enfoque radicalmente distinto al marco valórico antropocéntrico que ha sido consustancial a la modernidad. En los hechos, imbuidos de la misma ideología ilustrada-modernista que se halla en la base filosófica de algunos conceptos tales como el de los “derechos humanos universales” (término desde el cual se derivan históricamente, como dijimos, otras nociones tales como las de los “derechos de género” o “derechos sexuales”), uno y otro deberían reaccionar con la misma “incomodidad teórica” (y espanto) ante una definición de la especie humana que reconozca, si se toma en consideración el papel ecológicamente destructivo y parasitario que nos viene distinguiendo como especie durante los últimos siglos (o incluso tal vez milenios), nuestra condición como una de las peores “plagas biosociales” de la vida terrestre. Mencionemos al pasar que el acervo filosófico humanista-liberal desde la cual se origina históricamente el término de los “derechos humanos” (acervo que el marxismo adapta en este punto, vía Hegel, de una manera más o menos acrítica) ha carecido hasta hoy no sólo de una perspectiva ecosistémica integral, sino que habría constituido además una de las principales palancas de legitimación ideológica de la instrumentalización moderna (ecocida) de la naturaleza en “beneficio” humano. Dicho en pocas palabras, la contracara de la ideología moderna de los “derechos humanos universales” ha sido, virtualmente, el “universal desconocimiento” (jamás visto en las sociedades y sistemas ideológico-religiosos pre-modernos) del derecho de todo el resto de las especies vivas de nuestro planeta a su propia existencia. Resaltemos que lo anterior constituye asimismo un problema teórico de gran relevancia para el conjunto de las corrientes ecologistas, muchas de las cuales ni siquiera son conscientes de la virtual incompatibilidad ecosistémica de un programa consecuente de “protección ambiental” y uno orientado a la satisfacción integral de las denominadas “necesidades humanas”, las cuales se presentarían en el actual escenario de colapso ecológico, energético, demográfico y social inminente como planetariamente “excesivas”, esto al menos si aceptamos la acepción contemporánea de esta definición y sus amplias ramificaciones (altamente derrochadoras en términos ambientales) en todos los ámbitos de la vida moderna. Este problema ha sido tratado teóricamente en las últimas décadas por una serie de exponentes e investigadores de los campos de la llamada “ecología profunda” y el “anti-humanismo”. 16 Esta sección fue elaborada durante la segunda mitad del mes de diciembre del año 2021.

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invisibilizado. Un ejemplo paradigmático de lo anterior puede encontrarse en el campo de la llamada intelectualidad de izquierda militante latinoamericana, la cual seguiría siendo hasta hoy, a diferencia de lo ocurrido en otras regiones tales como Europa o Norteamérica (o incluso en ciertos espacios académicos de la propia América Latina), casi tan ajena a los problemas referidos a la triple crisis ecológica, energética y de recursos que avanza a nivel global como lo era a fines del siglo pasado. Han sido los pensadores que forman parte de esta intelectualidad, reconocidos como referentes ideológicos por una serie de partidos, colectividades o sectores de izquierda, poseyendo o no una relación orgánica con estos últimos, algunos de los principales responsables en el terreno académico-intelectual de las verdaderas operaciones de “invisibilización programática” que, tales como lo visto anteriormente en el ámbito del trotskismo argentino o la nueva socialdemocracia neoconcertacionista chilena del Frente Amplio, caracterizarían a la mayoría de las organizaciones de izquierda latinoamericanas. Como para fortalecer aún más el efecto de invisibilización ejercido por el establishment político y los grandes pulpos económicos capitalistas sobre las realidades (cada vez más patentes) del cataclismo climático-energético en ciernes y su estela de fenómenos económicos, sociales y políticos de desestabilización planetaria, ha sido así también todo aquel ejército de intelectuales de izquierda y progresistas que pululan alrededor de las organizaciones de izquierda latinoamericanas los que vienen alimentando, legitimando y en el fondo replicando un sentido común para el cual la crisis climática sigue siendo, en definitiva, un problema referido meramente a las “temáticas ambientales” y no una discusión con la capacidad de poner en duda la propia la continuidad (en el corto plazo) no sólo de todos y cada uno de los proyectos revolucionarios de la modernidad, sino que, igualmente, de la existencia misma de nuestras sociedades. Lo anterior, sin siquiera mencionarse el hecho de que los peligros asociados al inminente derrumbe eco-energético constituirían, además, una amenaza para la sobrevivencia última de la civilización y la propia especie humana. Serían así los Atilio Borón (Argentina), los Nestor Kohan (Argentina), los Rolando Astarita (Argentina), los Carlos Ruíz (Chile), las María Angélica Tijoux (Chile), los Alberto Mayol (Chile), los Christian Castillo (Argentina), los Matías Maiello (Argentina) y los Luis Thielemann (Chile) los cuales, entre otros (¡entre muchos otros!), habrían decidido simplemente cerrar sus ojos, de la forma más miserable posible, ante una de las peores amenazas ante las cuales se ha enfrentado aquello que constituye uno de sus principales “objetos de estudio”: los llamados movimientos sociales. Esos movimientos reivindicativos de la modernidad industrial que, cada uno de ellos (¡todos, sin excepción!), desde el terreno de la organización sindical y los movimientos estudiantiles hasta el de las barriadas populares, las movilizaciones de los “sin tierra” y los pueblos indígenas de las sociedades latinoamericanas, han sido puestos hoy cara a cara ante la peor crisis existencial ante la cual se han visto expuestos jamás: ¡la extinción masiva! Todos ellos, desde las luchas ecológicas del capitalismo tardío hasta los nuevos movimientos reivindicativos de género y de las diversidades sexuales, enfrentando el horizonte de una muerte súbita, brutal y en todo el sentido del término horrorosa, esto tal como muestra (de forma “premonitoria”) el destino que han sufrido muchos de estos movimientos en el contexto de algunos procesos tales como la guerra civil en Siria, la expansión del Estado Islámico o la crisis venezolana, alimentados como una serie de estudios señalan por los efectos desestabilizadores del cambio climático y la crisis energética en regiones cada vez más amplias del globo17. 17

Véase para el caso de los efectos del cambio climático en el estallido y las dinámicas de la guerra civil siria el artículo de Carmit Valensi, Shira Efron y Kim Noach (2021) “A Decade of War in Syria: Between Climate Change and Political Stability”, disponible en la página web de The Institute for National Security Studies en el siguiente enlace: https://www.inss.org.il/publication/syria-climate-change.

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Y allí están estos intelectuales, generalmente sirviendo como sostenes ideológicos (a veces críticos, a veces silentes) de uno que otro de aquellos peleles social-democratoides amaestrados para administrar (a veces con una pose “crítica”) los planes de las grandes transnacionales y el FMI en sus respectivos países, enterándose cada día del avance de la crisis del agua, de la crisis de los recursos y del desarrollo de problemas tales como el inicio de las súper migraciones climáticas o el incremento de los eventos de clima extremo, ¡aunque sin decir absolutamente nada relevante respecto ni de estas amenazas ni del verdadero “peligro civilizatorio” que representa un derrumbe climático y energético planetario!18 Y allí están estos intelectuales (¡allí los Borón, los Kohan, los Ruiz, las Tijoux!) acomodando la mayoría como pueden sus culos a esa “frontera respetable” que todo “académico respetable” debe siempre respetar; es decir, primero los intereses de sus puestos académicos y luego los de la “convivencia democrática” y la promoción de la “paz social” a la cual sirven como perros falderos, esos valores “progres” de mierda en pos de la legitimación de la democracia burguesa que todo intelectual “serio” debe siempre reverenciar. Y allí están estos intelectuales callando como eunucos intelectuales ante el desafío teórico más relevante desde el origen del pensamiento revolucionario moderno: ¡el colapso! Todos ellos, prostituyendo como meretrices ideológicas de la Babilonia capitalista cada uno de los preceptos del pensamiento marxista (esto en los casos en los cuales alguno de estos servidores teóricos “anti-neoliberales” de las democracias para ricos latinoamericanas decidan llamarse a sí mismo, efectivamente, como “marxistas”), todos ellos casi indistinguibles de cualquiera de esos profesores foucaltianos-lacanianos-y/o-hegelianos tradicionales que pueblan las instituciones universitarias para posar de “rebeldes intelectuales” ante sus dóciles auditorios estudiantiles y académicos. Todos ellos dedicándose esencialmente, a diferencia de los intelectuales marxistas militantes del pasado del estilo de Lenin, Trotsky o Luxemburgo, a abogar más por el “equilibrio” entre sus carreras académicas y la lucha por un tipo de “cambio social” más o menos vago (más o menos institucional y republicanamente respetable) que por un real proyecto de transformación revolucionaria. Todos ellos, en definitiva, como exponentes de un mar de mierda universitario-institucional mucho más amplio compuesto por ese otro ejército de intelectuales “críticos” (esta vez todavía más democráticamente inofensivos y lavados que los anteriores) dedicados a la teorización de esta o la otra variante más o menos elaborada, más o menos simple, de todo lo ya teorizado por los intelectuales marxistas, socialdemócratas y/o progresistas durante el último siglo en los ámbitos de la teoría económica, social o política, aunque esta vez, obviamente, complementando las “nuevas teorizaciones” con los últimos “sabores ideológicos” (feministas, culturalistas y/o pro diversidad sexual) del momento. Todo esto, como era de esperarse, discutido, reproducido y ampliado por ese vasto océano de “cuadros teóricos” marxistas, marxianos, anarco-libertarios, comunista-libertarios, autonomistas, zizekianos o simplemente de “izquierda” que constituyen muchas veces el verdadero “puente interpretativo” (o “elemento de anclaje”) entre las elaboraciones de algunos de los intelectuales aludidos previamente y el conjunto de las “elites dirigentes” (llamadas en ciertos casos “comités centrales”) de aquel arco de organizaciones políticas que en Chile van desde el Frente Amplio y el Partido Comunista hasta la Coordinadora Feminista 8M y el sector de los autodenominados intelectuales 18

En Chile la mayoría de estas “mascotas intelectuales” de la democracia burguesa vienen girando en torno a la candidatura del hoy presidente electo Gabriel Boric, mientras que en Argentina una parte importante de los mismos cumplen actualmente la función de “consejeros de izquierda” del presidente Alberto Fernández. Resta todavía ver como estos intelectuales serán capaces de mantener sus respectivos apoyos a estos presidentes (catalogados como “democráticos” y “progresistas”) cuando sus gobiernos se vean pronto obligados a una ofensiva represiva en toda la línea en contra de los sectores populares chilenos y argentinos, esto para contener el posible ciclo de protestas sociales que se avizora en América Latina como producto de la combinación de los efectos de la crisis pandémica y una situación económica internacional cada vez más inestable.

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trotskistas “radicales”19. Todos ellos, en consecuencia, colaborando con el fortalecimiento de un sentido común (tanto ideológico como teórico, programático, político y táctico) cuyo máximo “horizonte histórico” en el campo de la izquierda militante no iría más allá o bien de Allende y la Unidad Popular, o bien de los cordones industriales chilenos y los soviets rusos, esto en momentos en los cuales lo que tendríamos al frente sería, por el contrario, tal como indican de forma cada vez más fehaciente los informes de una serie de cuerpos científicos tales como el IPCC20, ¡el mismo apocalipsis!

Carlos Ruíz, lacayo intelectual de la democracia burguesa

¿Apocalipsis? ¡Teleología! ¡Falta de sofisticación!, nos replican a coro los serios intelectuales de izquierda. ¿Fin del mundo? ¡Impostura teórica! ¡Aquello es más propio de los relatos bíblicos que de una verdadera discusión universitaria moderna! ¿Cataclismo ambiental? ¡Mecanicismo! ¡La historia es demasiado compleja e intrínsecamente incognoscible por nuestros modelos interpretativos como para “determinar” o “decretar” nada! ¡Esto es un insulto a Gramsci! ¡Esto es un insulto a Adorno! ¿Qué acaso no estás enterado de la última lectura de Zizek en torno al concepto de praxis?, nos reprende el intelectual-filósofo universitario. ¡Deberías estar ya al tanto del debate Freud-Lacan y sus aplicaciones al pensamiento marxiano! ¡La historia no se puede reducir a la ecología! ¡No existen los determinantes! ¡No existen los categóricos! ¡La causalidad histórica es un tema demasiado complejo como para ser reducido al clima!, nos explica de manera muy calmada y bonachona la académica feminista interesada en “temas de ecología”. ¡Es por algo por lo que el naturalismo “pre-sociología del 19

Todo esto en el caso de que el “elemento de anclaje” entre las elaboraciones de los académicos de izquierda y las organizaciones sociales no tome cuerpo en alguna de las múltiples fundaciones, centros de estudio o revistas convenientemente posicionadas al interior de las marañas político-institucionales y las redes de financiamiento del progresismo chileno tales como la Fundación Nodo XXI (liderada por el intelectual neoconcertacionista Carlos Ruiz), la Fundación SOL (a cargo de los investigadores social-liberales Marco Kremerman y Gonzalo Durán) o la revista Actuel Marx Intervenciones-Chile (dirigida por la académica semi-bacheletista María Emilia Tijoux). Es decir, toda esa telaraña de redes de influencia tejidas al alero de las rectorías y decanatos neoliberales del sistema universitario chileno que se extendería actualmente, bajo el manto oscuro de los discursos “progresistas”, no sólo hasta las propias oficinas de los diputados y senadores del Frente Amplio y de otras fuerzas neoconcertacionistas sino que, asimismo, como producto del reciente triunfo electoral de Boric, hasta el propio corazón del aparato gubernamental chileno. 20 IPCC: Intergovernmental Panel on Climate Change.

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conocimiento” de un Engels o el determinismo materialista “pre-hermenéutico” de un Lenin no fueron tomados en cuenta por la “teoría crítica”! ¡Escuela de Frankfurt! ¿Dónde quedaron las enseñanzas de la Escuela de Frankfurt! ¡El llanto de Popper! ¡El desagrado de Feyerabend! ¡Marxismo occidental! ¡Marxismo occidental!, chillan nuestros sofisticados intelectuales de izquierda. ¡Falla epistemológica! ¡Aberración! ¡Aquí no hay “política”! ¡Aquí no hay “sujeto”! ¡Esto es mero determinismo ambientalista!, chillan otra vez nuestros sesudos intelectuales marxistas (o marxianos), alejándose asqueados ante nuestro tosco y ordinario “naturalismo” para el cual es mucho más importante el estudio del comportamiento de una ardilla o un gato que la lectura de El Capital o los Grundrisse, ese “naturalismo” cuyo presupuesto básico (elemental) es que sin agua no hay lucha de clases ni comunismo, al menos no al modo en que estos conceptos han sido concebidos en los últimos dos siglos. ¡Intelectuales de izquierda! ¡Métanse sus sofisticaciones por el culo! ¡Los relatos apocalípticos bíblicos o las películas de zombies son mucho más útiles para discutir nuestra situación actual que sus ideologías presas de una modernidad decadente! ¡Filósofos universitarios de “mentes abiertas” y sensibilidad social “crítica”! ¡A la mierda con sus putas sofisticaciones de pensamiento “dialéctico-dialectizante”! Esas “sofisticaciones” (muchas veces nada más que jerga intelectual atenida a las buenas costumbres académicas) que en el caso de la mayoría de los intelectuales marxistas no sólo desdeñan olímpicamente las propias reflexiones “naturalistas” de un Engels (¡o las de un Marx!) en torno al problema ecológico, sino que además pasan por alto, de la forma más grosera pensable, las primeras líneas de la obra fundacional del marxismo (El Manifiesto Comunista) en donde se señala, de la manera más literal concebible, el horizonte histórico de una posible “autodestrucción” de los sujetos sociales fundamentales del enfrentamiento de clases y, por lo tanto, la existencia de una “resolución epocal” alternativa a la de un desarrollo capitalista infinito o una revolución proletaria victoriosa: esto es, ¡el colapso! Es decir, justamente, ese horizonte del proceso social contemporáneo cuya materialización postrera (anticipada también por algunos pensadores marxistas tales como Rosa Luxemburgo o Walter Benjamin) ha adquirido hoy su forma histórica concreta, ese monstruo tetracéfalo de la historia llamado cataclismo ambiental, derrumbe energético, escasez de recursos y sobrepoblación. Ese monstruo histórico-mitológico que, respirándole ya en la nunca a cada uno de los habitantes y formas de vida de nuestro planeta, nuestra filosóficamente sofisticada y consecuentemente democrática intelectualidad “marxo-progresista” no ve (o no ha querido ver).

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El monstruo del colapso

¿Pero es la intelectualidad de izquierda latinoamericana militante; por ejemplo, la existente en países como Argentina o Chile, realmente tan ciega con respecto a la crisis ecológicaenergética y el resto de los problemas asociados a esta última? ¿Existen ejemplos de esta “ceguera” e indiferencia teórica con relación a esta temática en términos de discusiones teóricas, históricas y políticas concretas? ¡Los ejemplos sobran! Esto último si consideramos que ha sido en realidad, como señalamos, la mayor parte de la actual intelectualidad marxista y/o democrático-progresista la cual, caracterizada en estos países por una menor exposición a los nuevos desarrollos científicos y debates intelectuales que vienen avanzando en la esfera internacional alrededor del problema climático-energético21, compartiría no sólo niveles casi totales (supinos) de ignorancia sobre este último, sino que, además, un “desgano teórico” casi completo por realizar la más mínima integración del mismo y de otros desafíos existenciales contemporáneos tales como la escasez de recursos, las súper oleadas migratorias o los peligros de la sobrepoblación a sus respectivas reflexiones teóricas o político-programáticas. Lo anterior aún a sabiendas (o en muchos casos sin saberlo del todo) de que estos problemas constituyen una literal “pateadura de tablero” no sólo para los presupuestos fundamentales desde donde la intelectualidad de izquierda construye sus respectivos “relatos”, sino que, asimismo, parafraseando a Naomi Klein, lo “cambian todo”22. Tomemos por lo tanto algunos ejemplos del listado de intelectuales argentino-chilenos referido previamente; esto es, el caso de los intelectuales marxistas argentinos Rolando Astarita-Matías Maiello y el de los académicos neoconcertacionistas chilenos Alberto Mayol-Luis Thielemann y llevemos nuestra discusión a un plano discursivo más concreto. Y ya que antes partimos por 21

Para un resumen de algunos de los efectos más importantes que tendrá el cambio climático durante las próximas décadas, véase el libro de Mark Lynas Seis Grados (2014, Librooks). 22 Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima (Naomi Klein, 2015, Paidós).

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el lado argentino, empecemos esta vez (para ser verdaderamente imparciales y no despertar ningún tipo de rencilla nacional), por el lado chileno. 3.2. Intelectuales, Frente Amplio chileno y trotskismo argentino. O el cambio climático y el derrumbe energético como una entelequia etérea y lejana (Pendiente - Publicación Primera Quincena de Enero del 2021) 3.2.2. Dos formas (sútiles) de negacionismo climático de la intelectualidad frenteamplista chilena. O el cretinismo politicista de Alberto Mayol y Luis Thielemann (Pendiente Publicación Primera Quincena de Enero del 2021) 3.2.3. Argentina: el debate Astarita-Maiello. ¿Y donde quedó la crisis ecológica? (Pendiente - Publicación Primera Quincena de Enero del 2021)

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II. La traición teórica del trotskismo argentino ante el desafío estratégico del estallido pandémico, la crisis climática y el problema del colapso. El caso del Partido de Trabajadores Socialistas (PTS)23 Miguel Fuentes24 1. El “paisaje estratégico” del trotskismo argentino ante el estallido pandémico y la crisis ecológica 1.1. Trotskismo gaucho y crisis climática: ¿una expresión sui-generis de la degeneración histórica del industrialismo marxista? Argentina es en muchos aspectos un país único en América Latina y el mundo. Un país especial, un país diferente. Y esto no sólo por sus paisajes, sus excelentes carnes, la belleza de sus mujeres, la diversidad de climas y el atractivo arquitectónico y cultural de algunas de sus ciudades tales como Buenos Aires, cuna entre otras cosas de los éxitos de Maradona, del rockero Charly García y de seductores estilos musicales tales como el Tango, el cual cuenta incluso con asiduos grupos de entusiastas en lugares tan alejados como Cracovia o Moscú. Digamos, asimismo, que no muchos países latinoamericanos han tenido el merito de tener al mismo tiempo a un Papa en el Vaticano, al mejor jugador de fútbol del mundo y a una princesa de la realeza europea, contando igualmente con el mérito de poseer a una connacional que llegó a cautivar el corazón (escándalo televisado de por medio) del mismísimo galán mexicano y actor internacional Gael García Bernal, esto en desmedro de una para ese entonces ya desdichada y sufriente Natalie Portman. Pero Argentina es también especial en términos políticos. Otra vez, no cualquier país en América Latina ha logrado tener a un Perón y a una figura política tan icónica como Evita, la cual sabemos ha inspirado musicales en Broadway o películas en Hollywood. Y recordemos, como olvidarlo, que el mismísimo revolucionario cubano Ernesto Guevara fue también un originario de este país sudamericano (de ahí precisamente, para quienes no lo habían notado, su apelativo de “Che”). En nuestros días, Argentina sigue siendo un país especial en términos políticos. De hecho, puede decirse que constituye un verdadero “museo paleontológico” en lo que a la praxis política de las organizaciones de izquierda se refiere, esto si consideramos que en este país (una especie de “Jurassic Park” del marxismo) las Tesis de Abril de Lenin de 1917 o las resoluciones de los primeros congresos de la III Internacional siguen siendo consideradas no sólo de una actualidad invaluable en el ámbito de los partidos anticapitalistas, sino que, además, produciendo acaloradas discusiones (incluso en las redes sociales) alrededor de las mismas. En efecto, cualquiera que se de el tiempo puede hallar estos y otros debates tales como las caracterizaciones del Kuomintang chino elaboradas por el partido bolchevique a principios del siglo pasado o los entretelones de la pugna entre las camarillas de Zinoviev, Trotsky o Stalin durante la década de 1920 entremezclados (de la manera más cotidiana posible) o bien con el debate en torno al carácter de esta u otra de las políticas gubernamentales de los gobiernos de Mauricio Macri o Alberto Fernández, o bien con las perspectivas de la siempre esperada y candente próxima campaña electoral. En otras palabras, debates que en cualquier otro país sólo podrían ser hallados en las bibliotecas, los departamentos de historia en las universidades o en las reuniones sociales de antiguos militantes comunistas de mediados del siglo XX, constituyen hoy para un sector significativo de la izquierda argentina algo así como un ejercicio obligado 23

Este artículo constituye un extracto de una próxima publicación en torno al problema de la crisis pandémica y el colapso. 24 Marxismo y Colapso Web / www.marxismoycolapso.com.

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de “historia antigua revolucionaria” que debe ser permanentemente regurgitado para pontificar cada discusión que se precie de relevante. La explicación de lo anterior es también “especial”, en este caso al modo de una especie de anomalía política típicamente gaucha; esto es, Argentina es quizás el único país del mundo en donde el término de izquierda corresponde, efectivamente, a algo cercanamente coherente con lo que ha sido considerado históricamente, al menos hasta las décadas de 1960 o 1970, como dentro de las fronteras (aunque desde siempre muy amplias y generosamente difusas) de dicho término. Este punto no posee una importancia menor si se considera el escenario político internacional y latinoamericano en el cual este apelativo (ser de izquierda) ha terminado designando, ya por varias décadas, a casi cualquier cosa, constituyendo algunos ejemplos de esto tanto una serie de partidos políticos hoy ya directamente cooptados por los intereses empresariales tales como en los casos del Partido Socialista (PS) o el Partido por la Democracia (PPD) en el vecino Chile, o bien en el de una serie de experimentos populistas burgueses y proyectos social-liberales (no menos amigables con las clases capitalistas) tales como los pasados gobiernos de Lula en Brasil o el de Tsipras en Grecia. Pero como decimos, en Argentina las cosas son distintas. A contrapelo de esta situación de virtual “socialdemocratización universal” de las antiguas organizaciones socialistas, en este país el término de “izquierda” ha logrado durante las últimas décadas ser efectivamente recolonizado y apropiado por un tipo de izquierda que luce, habla y al menos pretende actuar como las de antaño. Una izquierda preocupada de autodefinirse como “marxista”, “anticapitalista”, “pro obrera” y de aplicar, aunque con diversas variantes de acuerdo a cada partido u organización en particular, los principios de la “independencia de clases” y las lecciones estratégicoprogramáticas del marxismo revolucionario heredadas desde Marx hasta nuestros días. ¿No suena mal? ¿No? En definitiva, un escenario político dotado con la presencia (esto también constituye un caso excepcional) de una izquierda trotskista compuesta por diversos partidos de miles de militantes que vienen teniendo la capacidad de constituirse en un actor político de importancia a nivel nacional y de paso de cosechar, no está demás notarlo, cientos de miles de votos en cada elección nacional del último tiempo. Como vemos, una izquierda trotskista no sólo muy lejos de aquella imagen tradicional (muchas veces interesada) del trotskismo como un movimiento político caracterizado por una tendencia irrefrenable a la atomización y a la impotencia, sino que, a la vez, de lo que ha sido esta tradición política durante su propia historia, remitida generalmente (por una combinación de factores objetivos y subjetivos) a una existencia constreñida a ciertos sectores de vanguardia (más bien reducidos) del movimiento obrero o las clases explotadas, esto al menos desde la muerte de Trotsky hasta nuestros días25. Con todo, 25

Un ejemplo adicional de la capacidad que ha tenido el trotskismo para constituirse en determinados contextos históricos en una fuerza política y social relevante fue su rol en el desarrollo de la Revolución Boliviana de 1952 y la elaboración de las llamadas Tesis de Pulacayo, uno de los manifiestos políticos obreros más radicales desarrollados en América Latina (y posiblemente a nivel mundial) durante el siglo XX. Otro ejemplo de lo anterior puede encontrarse en el rol que tuvo el Partido Obrero Revolucionario (POR) en la lucha de clases chilena durante las décadas de 1950 y 1960, habiendo llegado a jugar un papel de primera importancia en la fundación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en 1965, uno de cuyos miembros fundadores fue el intelectual trotskista Luis Vitale. Finalmente, puede traerse aquí a colación el significativo papel que ha tenido el trotskismo, prácticamente desde su creación, en la prefiguración de algunas de las tendencias políticas más radicales de la llamada “extrema izquierda” francesa, esto especialmente desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad. Todo esto, además, sin mencionarse el relevante peso que tuvo la intelectualidad trotskista durante el siglo XX en el desarrollo de algunos de los aportes teóricos más importantes a la tradición marxista desde el fin de la segunda guerra mundial, pudiendo traerse aquí a colación a ciertas figuras tales como el economista Ernest Mandel, el filósofo Daniel Bensaïd o el sociólogo Michel Lowy, este último uno de los fundadores de la actual corriente ecosocialista. En el caso de Chile, por ejemplo, el mencionado Luis Vitale es considerado como uno de los

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no estamos diciendo aquí ni que la izquierda argentina en general ni el trotskismo gaucho en particular constituyan una especie de “isla histórica” en la cual sea posible hallar (como congelados en el tiempo) lo que fueron en su momento el partido bolchevique o las organizaciones comunistas revolucionarias fundadas a nivel internacional al calor del impacto de la revolución soviética y la fundación de la III Internacional26. Más bien, a lo que apuntamos es a señalar la posibilidad de que en el caso argentino el curso de “degeneración democrática” (y literal degradación histórica) que viene avanzando en el seno de la izquierda mundial desde la década de 1980 podría haber tomado en este país una forma particular (sui generis) que, al menos en parte, a pesar de no ser tan grosera como en el resto del mundo (lo cual constituye sin duda un punto a favor del trotskismo en tanto tradición revolucionaria), tendería a presentarse bajo la “vestimenta”, “lenguaje” y en cierta manera los “gestos” de las antiguas izquierdas marxistas de comienzos del siglo pasado. En resumidas cuentas, un tipo de degeneración histórica encubierta (agazapada) bajo los ropajes ideológicos de los programas marxistas clásicos y en algún sentido “decorosa” (respetuosa) de las tradiciones históricas de estos últimos. Ósea, el extremo opuesto de lo sucedido con el caso ya mencionado de la deriva histórica degenerativa (realmente grotesca) que han seguido en décadas recientes las izquierdas marxistas en otras latitudes, por ejemplo, en el caso de Chile.

La izquierda trotskista argentina

Todo esto, sin embargo, en el marco de un particular fenómeno de “declinación histórica” en el cual las viejas tradiciones anticapitalistas y antiimperialistas aparecerían ahora entremezcladas con ese océano de militancias millenials y “alternativas” que caracterizarían a los actuales partidos trotkistas argentinos, los que serían a su vez particularmente permeables a adoptar las nuevas banderas (multicolores) de esa serie de nuevos movimientos ciudadanos constituidos alrededor de las llamadas reivindicaciones de género, la promoción de las diversidades sexuales o de algunas consignas tales como la despenalización de las drogas. Esto último, empero, tal como plantean algunos referentes históricos del trotskismo argentino tales como Jorge Altamira, desde una perspectiva a menudo intensamente democratista y careciendo principales historiadores de este país durante el siglo XX, habiendo llegado a tener su obra, además, una importante resonancia a nivel latinoamericano. 26 El caso de la fundación del partido comunista chileno (PCCh) en 1922 por el dirigente obrero Luis Emilio Recabarren es un ejemplo icónico de lo anterior.

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de una verdadera delimitación revolucionaria de clase27. Ósea, tal como señalamos previamente, un fenómeno de degradación histórica que constituiría el caso opuesto (aunque degradación, al fin y al cabo) al que puede verse en otras latitudes consistente en el abandono casi total que han hecho las organizaciones de izquierda de lo que fueron alguna vez los “textos sagrados” de la praxis revolucionaria marxista, esto mediante la literal prostitución neoliberal y democrática-burguesa de sus programas políticos28. Un tipo de “prostitución programática” que, para el caso particular del trotskismo gaucho, se caracterizaría paradójicamente, por un lado, por una “defensa irrestricta” (muchas veces incluso al pie de la letra) de las ideas de Marx, Lenin, Trotsky o de cualquier otro de los referentes del marxismo clásico y, por otro lado, por una integración más o menos superficial (acrítica) al acervo programático revolucionario de todas aquellas nuevas problemáticas sociales y teóricas (como mencionamos, entre otras, las temáticas de género, las reivindicaciones de las minorías sexuales o la legalización de las drogas) ante las cuales el socialismo debería supuestamente dar cuenta durante este siglo. Lo anterior, por lo general, sin una real reformulación o adecuación estratégica de esta serie de nuevas problemáticas o del programa marxista tradicional a las realidades fundamentales del presente: por ejemplo, el cambio climático, la crisis energética o la posibilidad de un fenómeno de colapso civilizatorio inminente. En pocas palabras, una pretendida “renovación teórica” que se reduciría, en realidad, a una integración más o menos formal (mecánica) de esta u otra problemática à la mode (en boga) y no a una real reflexión en torno a la imbricación ni de estas problemáticas (mediáticamente muy “rentables”) ni de los programas anticapitalistas tradicionales con las tendencias profundas del curso histórico actual29. Esto último pasándose literalmente por alto, como dijimos, una mínima discusión respecto a la validez, vitalidad y proyecciones que tendrían tanto aquellas problemáticas (por ejemplo, las asociadas a las reivindicaciones de la llamada “diversidad sexual”), así como también las antiguas consignas de los programas socialistas del pasado (por ejemplo, la del control obrero de la producción), ante el contexto (objetivo) de cataclismo planetario que está configurándose ante nosotros como efecto del avance (ya imparable) de las crisis climática, energética y de recursos global. A todas luces, una supuesta “renovación teórica” que tendría mucho en común con la predica de aquellos evangelistas cristianos ultra ortodoxos del presente más preocupados de explicar porque las nuevas necesidades del ciudadano contemporáneo deben seguir adecuándose a los “textos bíblicos” (en este caso a los programas revolucionarios tradicionales de los siglos pasados) y de porque estos últimos, que tampoco sería necesario modificar en lo sustancial a la luz de las nuevas realidades planetarias (por ejemplo, el cambio climático), seguirían constituyendo también hoy (dos siglos luego de elaborados) la única “respuesta integral” a cada una de las nuevas demandas sociales (temáticas de género, disidencias sexuales, etc.) ante las cuales los programas revolucionarios de hoy deberían dar respuesta30. 27

Véase la nota de Jorge Altamira “Una delimitación clara con el feminismo de género” en el siguiente enlace: https://revistaedm.com/edm/51/una-delimitacion-clara-con-el-feminismo-de-genero. 28 Uno de los ejemplos quizás más evidentes de esto puede verse en el caso del ya referido Partido Socialista de Chile (PS), una organización política que durante las décadas de 1960 y 1970 se caracterizó por defender en dicho país una serie de posiciones políticas de transformación social incluso más radicales que las propugnadas por aquel entonces por el Partido Comunista. 29 Una muestra de esto puede encontrarse en el tipo de adopción que han hecho diversas organizaciones trotskistas argentinas del ideario de la llamada “tercera ola” feminista y del concepto de “sororidad”. 30 Es decir, un tipo de discurso que contravendría la propia esencia de lo que fueron alguna vez tanto la revolución doctrinaria del cristianismo durante sus primeros siglos de existencia como el propio marxismo durante los siglos XIX y XX, los cuales constituyeron por lo general sistemas interpretativos más interesados en lograr un enriquecimiento de sus respectivos corpus filosóficos mediante una integración de las realidades sociales de sus particulares contextos históricos que de “encorsetar” (constreñir) estas últimas al marco de las viejas concepciones

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En definitiva, el extremo como dijimos “opuesto” (aunque complementario) del mismo fenómeno de degeneración teórica-estratégica del marxismo en tanto práctica histórica al que nos hemos referido más arriba para décadas pasadas en el ámbito de las llamadas corrientes “renovadas” de izquierda, aunque en este caso no por una “renegación teórica” del marxismo clásico o de sus programas políticos tradicionales, sino que mediante una “aferración ciega” (disfrazada de “principismo teórico-político”) a las estrategias socialistas del pasado. Un fenómeno de “bastardizacion teórica” opuesta y como decimos al mismo tiempo complementaria a lo visto en el caso de los partidos de izquierda reformista a nivel mundial (por ejemplo, aquellos en el terreno de la nueva socialdemocracia europea) que poseería, en última instancia, una raíz común; esto es, el desarrollo de un marco ecosocial y ecohistórico objetivo cada vez más incompatible con el proyecto y modelo de sociedad socialista moderno, siendo el propio estallido pandémico (que literalmente tomó por sorpresa al conjunto de la izquierda mundial y que ha comenzado ya a tener profundas implicaciones en la vida interna de sus partidos) una muestra clara de lo anterior. Volveremos sobre este punto.

¿El trotskismo latinoamericano y la nueva socialdemocracia europea como expresiones de un fenómeno común (opuesto) de degeneración teórico-programática del marxismo?

Uno de los indicadores de este curso de degeneración de la práctica revolucionaria (encubierta bajo la apariencia de una fidelidad a los principios programáticos del marxismo) detectable hoy al nivel de las principales organizaciones de la izquierda trotskista en Argentina puede verse, entre otros ámbitos, en los importantes grados de parlamentarización e institucionalización que vienen caracterizando a los partidos que integran el Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT), esto sobre todo en los casos, tal como ha planteado el ya aludido Jorge Altamira, del anteriormente mencionado Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y de la fracción mayoritaria del Partido Obrero (PO)31. Ahora bien, ha sido quizás en el tratamiento que han doctrinales o teóricas presentes en aquellos (resguardadas en el primer caso por el antiguo Sanedrín judío y en el otro por los teóricos decimonónicos del liberalismo). 31 En los hechos, la praxis política de estas organizaciones viene desde hace algunos años girando casi exclusivamente alrededor de los ciclos electorales, habiendo pasado a constituir la intervención de las mismas en los diversos frentes de la lucha de clases (sindical, estudiantil, ecológico, indígena, etc.) un espacio orientado en gran medida o bien al mero potenciamiento de “figuras parlamentarias”, o bien a la captación de militantes destinados a nutrir a los aparatos partidarios. Un ejemplo de lo mismo, aunque a una escala mucho menor, lo constituye el Partido de Trabajadores Revolucionario (PTR) en Chile, el cual ha devenido, en esencia, en una pequeña maquinaria electoral alimentada por los “ciclos congresales”. En otras palabras, una lógica de la acción

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dado dichas organizaciones al problema del cambio climático en las últimas décadas (tal como veremos ahora para el caso de sus reflexiones sobre el estallido pandémico) en donde el curso degenerativo que estaría aquejando al trotskismo argentino adquiriría el contorno de una verdadera “senilidad teórico-estratégica”, siendo justamente las discusiones y reflexiones de estos partidos con motivo de la pandemia una muestra contundente de lo anterior. Con todo, es precisamente porque el trotskismo ha mantenido hasta hoy un programa y un perfil estratégico que posee importantes “hilos de continuidad” con las corrientes marxistas revolucionarias de los siglos pasados (una diferencia ciertamente fundamental con el terreno de la socialdemocracia o las llamadas corrientes socialistas renovadas desde los años 90's) que dicho “curso degenerativo” (o carácter declinante) constituiría un “caso testigo” no sólo de la incapacidad creciente del programa trotskista para lidiar con las tendencias históricas profundas del presente, sino que, además, de los cada vez más evidentes síntomas de la obsolescencia del propio marxismo clásico (y de todos sus programas políticos) para dar cuenta de los nuevos problemas que, tal como en el caso de la pandemia y el cambio climático, estarían comenzando a influenciar (y que influenciarán con mucha más fuerza a partir de ahora) el desarrollo de la lucha de clases y el proceso histórico, esto en el marco del avance de la actual transición antropocénica32. 1.2. El estado de la reflexión del PTS ante la crisis climática en el contexto del trotskismo argentino Es cierto que los partidos trotskistas en Argentina no poseen una sola lectura o posición ante la crisis climática y que sus respectivos tratamientos del ciclo pandémico han sido igualmente variados. En casos extremos, existen algunas organizaciones caracterizadas tanto por una reflexión marcadamente más pobre o destacadamente más profunda respecto a estos temas en comparación al común de las corrientes adscritas a esta tendencia. En el primer caso, por ejemplo, encontramos a Democracia Obrera, una organización cuyas discusiones alrededor del problema climático y la crisis pandémica son hasta hoy prácticamente inexistentes33. En realidad, esta organización constituiría (tanto en éste como en otros ámbitos) un ejemplo icónico de una corriente de izquierda teóricamente muerta34. En el otro extremo, por el política en la cual la lucha de clases se convertiría (tal como es común en el ámbito de las organizaciones reformistas clásicas) en una especie de “trampolín mediático” para el desarrollo de figuras públicas que, usualmente desligadas de las organizaciones sindicales o populares y siempre más interesadas en ampliar su base de votos y/o en la “conquista” de nuevos espacios en los medios de prensa oficiales que en el impulso de una real política de combate anticapitalista, serían presentados por sus respectivos partidos como pretendidos “tribunos populares”, esto supuestamente de acuerdo al significado que Lenin diera a este término. Un ejemplo paradigmático de lo anterior lo constituyen en Argentina las figuras de Nicolás del Caño y Myriam Bregman, ninguno de los cuales poseería una relación orgánica ni con el movimiento obrero ni con alguna organización popular de base. 32 Puede revisarse sobre este y otros temas los ya referidos documentos “¡La Revolución Socialista ante el abismo!” y “Crisis ecológica, Colapso civilizatorio y Crisis Terminal del Marxismo Clásico”, disponibles en el siguiente enlace: https://www.scribd.com/user/91514165/MF2017. 33 El sitio web de Democracia Obrera puede visitarse en el siguiente enlace: http://www.democraciaobrera.org. 34 Por regla general, este tipo de organizaciones trotskistas parecieran estar atrapadas constantemente no sólo en un siglo XX sin fin, sino que, a la vez, en medio de un proceso revolucionario mundial permanente en el cual toda orientación teórica, estratégica y política se reduciría, sin más, al conocido apotegma de Trotsky sobre que “la crisis de la humanidad es la crisis de dirección del proletariado”. Esto último en un escenario político determinado siempre por la lucha (¿eterna?) entre revolucionarios (ósea, trotskistas o en vías de serlo) y reformistas (ósea, estalinistas o en vías de serlo). Consecuentemente, debido a que la tarea central de los revolucionarios radicaría en la disputa por la dirección política de las clases explotadas, la cuestión ecológica no sería entendida entonces más que como una especie de “externalidad” (o factor accesorio) de la lucha de clases, esto al menos en tanto objeto teórico de reflexión estratégica, programática y política. Desde aquí, en tanto producto directo de la crisis ecológica (comprendida como decimos al modo de una mera externalidad del conflicto de clases), el ciclo

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contrario, hallamos a uno de los principales partidos de izquierda en Argentina y una de las últimas adhesiones de importancia al ya mencionado FIT, el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST). En este caso, se trata una de las pocas organizaciones trotskistas a nivel internacional en haber integrado en sus definiciones programáticas la noción de ecosocialismo, destacándose además por poseer entre sus filas a algunos de los referentes más reconocidos del ecologismo socialista argentino: por ejemplo, Mariano Rosas, fundador de la Red Ecosocialista35. Puede decirse asimismo que el MST ha sido una de las primeras organizaciones marxistas en desplegar un trabajo de intervención constante en los principales conflictos ambientales de su país, viéndose acompañado esto último por un seguimiento permanente de estos conflictos en sus distintas plataformas mediáticas. Otra de las características del tratamiento que ha dado el MST a la cuestión ecológica ha sido la elaboración de diversos materiales de debate teórico inicial sobre la misma, siendo posible encontrar en estos últimos una serie de polémicas teórico-políticas con otros partidos trotskistas tales como el PO o el PTS, los cuales de acuerdo con el MST defenderían a menudo posiciones o enfoques de signo industrialista o incluso extractivista36. Recientemente, una de las posturas principales de esta corriente con respecto al estallido pandémico ha sido enfatizar su relación con el desarrollo del fenómeno más general de la crisis ambiental y el quiebre de los equilibrios ecosistémicos planetarios37. Con todo, puede decirse que esta organización constituiría más bien una excepción dentro del campo de las corrientes trotskistas en lo referente a su tratamiento del problema ambiental y la crisis sanitaria, caracterizándose como dijimos por un nivel de complejidad mucho mayor al de estas últimas. Debido a lo anterior, no creemos que sea productivo en lo que respecta a los objetivos de nuestra discusión tomar ni el tipo de negacionismo climático implícito que caracterizaría a organizaciones tales como Democracia Obrera ni el ciertamente mucho más sofisticado perfil ecosocialista del MST como “ejemplos representativos” (testigos) del estado actual de la reflexión teórica y programática del trotskismo argentino sobre el problema ecológico38. Escogeremos por lo tanto para este debate un caso intermedio: el PTS, es decir, una organización trotskista con el nivel teórico y los recursos militantes suficientes como para no poder excusarse por no haber tomado hasta hoy el problema de la crisis ecológica (y su expresión planetaria más reciente, el estallido pandémico) como uno de los desafíos teóricos y estratégicos centrales para la lucha de clases y el horizonte socialista durante este siglo. A continuación, daremos así una breve mirada a las posiciones que ha adoptado el PTS ante la cuestión ecológica durante las últimas décadas, discutiendo para esto algunos aspectos de la evolución general que han tenido estas posiciones en la vida interna y las definiciones programáticas de dicho partido. Esto último como marco introductorio para un posterior debate con las posturas sobre el ciclo pandémico defendidas por uno de los principales intelectuales de esta organización: el sociólogo Matías Maiello. pandémico no sería considerado así más que como un tipo de “accidente histórico”. Ósea, un evento que, a pesar de poseer una magnitud ciertamente inédita, no constituiría más que un mero “remezón” del proceso social que, por su carácter en gran medida “exógeno”, estaría en última instancia incapacitado para alterar las tendencias fundamentales del mismo. 35 Visítese la página de la Red Ecosocialista del MST en el siguiente enlace: https://mst.org.ar/tag/redecosocialista. 36 Algunos de estos debates pueden encontrarse en la sección de notas de prensa de Mariano Rosas en el portal web del MST (https://mst.org.ar/tag/mariano-rosa). 37 Idem. 38 Para una discusión con algunas de las posiciones del MST y la Red Ecosocialista desde un enfoque marxista colapsista, revísese el debate entre Michael Lowy, Miguel Fuentes y Antonio Turiel “Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista” citado en secciones anteriores.

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2. El PTS y la cuestión ecológica: entre la ceguera estratégica y el “greenwashing” ideológico A diferencia de organizaciones tales como Democracia Obrera o la actual fracción mayoritaria del PO, el PTS tendría a su haber la producción de una serie de elaboraciones teóricas y políticas durante los últimos años cuyo objetivo habría sido avanzar hacia una discusión más sistemática sobre el debate ecológico. Un ejemplo de lo anterior son los intentos que ha dado este partido por discutir el actual ciclo pandémico desde un punto de vista que buscaría enmarcarlo en la problemática más general de la crisis climática. Aclaremos con todo algo importante. A pesar de estas elaboraciones, tanto el programa como las definiciones políticas centrales del PTS se caracterizarían hasta hoy, tal como en el referido caso de Democracia Obrera (organización con la cual el PTS comparte un origen común), por una nula (o casi nula) preocupación tanto por la cuestión ecológica, así como también por el problema de la imbricación entre esta última y el terreno de la reflexión estratégica. Lo anterior, por lo menos, tanto al nivel del “núcleo duro” de las elaboraciones y concepciones teóricas de sus principales dirigentes, así como también de las resoluciones programáticas, políticas y tácticas centrales de sus congresos partidarios. Dicho de otro modo, la cuestión ecológica no ha existido (ni al parecer existirá en el futuro cercano) en tanto “objeto de discusión político-estratégica” para el PTS desde prácticamente su fundación hacia fines de la década de 1980. Efectivamente, a diferencia del ya citado MST o de otras organizaciones trotskistas del ámbito internacional tales como la ex Liga Comunista Revolucionaria de Francia que optaron en décadas pasadas por integrar el concepto de ecosocialismo en sus definiciones políticoprogramáticas, el PTS parecería seguir anclado, por el contrario, al menos en el terreno de sus definiciones programáticas básicas y su método de análisis histórico, a una realidad internacional más propia a la de fines del siglo pasado. Esto es, un contexto ecosocial en el cual la crisis ecológica global seguía constituyendo todavía o bien nada más que una mera “hipótesis científica”, o bien una especie de problema teórico de carácter “exótico” supuestamente alejado de los problemas políticos “reales” a los cuales deberían enfrentarse las fuerzas de izquierda. En el caso de las elaboraciones teóricas y políticas de algunos de los principales dirigentes y cuadros intelectuales de este partido tales como, entre otros, Emilio Albamonte, Christian Castillo, Claudia Cinatti, Paula Bach, Andrea D’Atri o Gabriela Liszt, podemos afirmar que el nivel de atención dado por estos últimos a los desafíos que implica la crisis ecológica y la serie de crecientes catástrofes ecosociales asociadas a la misma (la pandemia es un ejemplo) ha sido muy similar al que le han conferido sus antiguos compañeros de Democracia Obrera, ósea cercano a cero. Lo anterior, dicho sea de paso, a pesar incluso de que esta crisis y sus efectos ecosociales han venido adquiriendo un rol cada vez más claro en tanto factores “modeladores” de las tendencias fundamentales de la lucha de clases y la geopolítica durante las últimas décadas. ¿Algo extraño para quienes, tales como Albamonte o Castillo, han escrito kilómetros de tinta (o de espacios en word para ser más exactos) en torno a la necesidad de un “marxismo para el siglo XXI?” ¡Sin duda! Bastante extraño, claramente, para alguien que como Castillo escribiera un material (por lo demás muy formador en su momento) titulado como “Discutiendo desde Trotsky con las ideas dominantes de nuestra época”39 y que casi dos décadas después de su publicación todavía no se percata de que, justamente para “discutir con las ideas dominantes de nuestra época”, se hace necesario “dialogar” no con Clausewitz, Gramsci o Judith Butler, sino que, precisamente, con el “desafío dominante” de esta última; es decir, la crisis ecológica y el peligro de un colapso 39

“Desafiando la miseria de lo posible. Discutiendo desde Trotsky con las ideas dominantes de nuestra época”. Christian Castillo y Emilio Albamonte 2004, Estrategia Internacional 24. Enlace: http://www.ft.org.ar/estrategia/ei21/EI21Trotskydominantes.htm.

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civilizatorio cercano. Bastante extraño, igualmente, para alguien que como Albamonte se da el trabajo de escribir con su discípulo Matías Maiello (ya volveremos con este último) un mamotreto de más de 600 páginas bajo el pomposo título de Estrategia Socialista y Arte Militar en el cual no son capaces de referirse ni siquiera en un acápite a la crisis ecológica, esto en un contexto internacional en el cual la importancia de aquella ya era plenamente evidente40. Esto último, dando ciertamente cuenta de los grados de “sofisticación teórica” de los que suelen preciarse frecuentemente los dirigentes del PTS con respecto a su tratamiento del llamado “arte militar”, pasando literalmente por alto los numerosos informes del Pentágono41 y una serie de agencias militares imperialistas que, junto a organismos financieros internacionales tales como el Foros de Davos, han venido catalogando reiteradamente al cambio climático como uno de los principales factores mundiales de desestabilización política (y bélica) del presente siglo42. Es decir, pasando por alto el hecho de que la crisis ecológica ya estaría jugando un papel de primer orden en el estallido de una serie de conflictos armados de gran importancia geopolítica; por ejemplo, la pasada guerra civil en Siria o la expansión militar del Estado Islámico43. Reconozcamos con todo que el libro de Albamonte y Maiello si resulta interesante si lo que se busca es (aceptamos que esto podría ser una caricatura) o bien un abigarrado volumen académico de reflexiones teóricas con respecto a los problemas de “la guerra y la paz”, o bien algún informado compendio enciclopédico marxista de discusiones en torno al viejo Clausewitz, las tácticas utilizadas por Napoleón en la batalla de Austerlitz o el tópico siempre tan candente entre los “estrategas militares trotskistas” del papel de la caballería y las palomas mensajeras en los primeros años del Ejército Rojo fundado por Trotsky.

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El índice y prólogo de esta publicación se encuentran disponibles en el sitio web del Instituto de Pensamiento Socialista (IPS). 41 Revísese el documento “National Security and the Threat of Climate Change” del Center for Naval Analyses (CNA), disponible en el siguiente enlace: https://www.cna.org/cna_files/pdf/national%20security%20and%20the%20threat%20of%20climate%20change. pdf. 42 Un compendio de los factores de desestabilización global definidos por el Foro de Davos puede verse en la nota de prensa “These are the top risks facing the world in 2020”, disponible en el sitio web del Foro Económico Mundial en el enlace: https://www.weforum.org/agenda/2020/01/top-global-risks-report-climate-changecyberattacks-economic-political. 43 Un comentario sobre este tópico puede revisarse en la primera sección de este documento “El primer año de pandemia: balance y perspectivas de la crisis pandémica desde una mirada ecosocial”.

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El fundador del PTS Emilio Albamonte: un marxismo del siglo XXI sin crisis ecológica

La carencia casi total de cualquier tipo de reflexión teórica y estratégica alrededor de problemas tales como la crisis ecológica o energética en los referidos casos de Albamonte o Castillo, dos de los principales cuadros teóricos del PTS, no es casualidad. Como dijimos, ha sido el conjunto de los miembros del comité central de este partido los que habrían optado hasta hoy por una actitud de “omisión” semejante ante estos nuevos (y candentes) problemas teóricoestratégicos del siglo XXI, siendo un ejemplo de esto último, como ya señalamos, el papel marginal que se le ha conferido al problema ambiental en prácticamente la totalidad de los congresos partidarios44, manifiestos programáticos45 y publicaciones teóricas centrales de este partido desde su creación. Una muestra palmaria de lo anterior puede verse, entre otros lugares, en el caso de los contenidos de la revista Estrategia Internacional (el principal órgano de reflexión estratégica de esta organización), la cual hasta el momento de su descontinuación en el año 2017, luego de casi tres décadas de existencia, no había incluido más que un par de artículos acerca de la problemática del cambio climático, esto frecuentemente en su sección de “variedades”46. ¡Vaya forma la de discutir un “marxismo para el siglo XXI” que tienen estos estrategas trotskistas que ni siquiera se dignan a reflexionar, justamente, sobre la principal amenaza 44

Una muestra de esta total subvaluación del problema ambiental puede hallarse en las resoluciones del último congreso del PTS en donde las implicancias programático-estratégicas del agravamiento actual de la crisis ecológica mundial y el ciclo pandémico son prácticamente ignoradas. Véase aquí la nota “XVIII Congreso del PTS. Las tareas del PTS en la nueva situación”, disponible en el siguiente enlace: https://www.laizquierdadiario.com/La-tareas-del-PTS-en-la-nueva-situacion. 45 Nótese el papel marginal que tiene el problema de la crisis ecológica en el eje argumentativo del manifiesto programático “El desastre capitalista y la lucha por una Internacional de la Revolución Socialista”, publicado por la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional (FT-CI), es decir por la corriente internacional a la cual pertenece el PTS. Este manifiesto se encuentra disponible en el siguiente link: https://www.laizquierdadiario.com/ManifiestoEl-desastre-capitalista-y-la-lucha-por-una-Internacional-de-la-Revolucion-Socialista. 46 Como puede comprobarse al revisarse los contenidos de esta revista entre los años 1993 y 2016, el problema de la crisis ecológica ha sido casi totalmente ignorado y/o excluido de las principales reflexiones teóricas y estratégicas de la FT-CI. La mayoría de los números de esta publicación se encuentran disponibles en el siguiente enlace: https://www.estrategiainternacional.org/La-Fraccion-Trotskista-Cuarta.

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ecosocial del presente siglo: el cataclismo ecológico planetario! ¡Vaya manera que tienen estos líderes marxistas de hacer carne la sentencia de Lenin en torno a que “sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria”, esto negándose a teorizar, precisamente, respecto a un fenómeno (el derrumbe ecológico) destinado a estallar en el corazón mismo de la lucha de clases moderna! ¡Que audacia la de estos defensores de la IV Internacional para atreverse a hablar de un “marxismo de combate para las necesidades del presente” sin siquiera sentirse interpelados por el conocido adagio marxista en torno a que “cinco centímetros de error en la teoría pueden equivaler a kilómetros de error en la práctica”, aquello decidiendo ignorar en sus reflexiones estratégicas (¡de la manera más oportunista y miserable posible!) un vector de transformación histórica (la crisis climático-energética) que de no ser considerado (¡o incluso siendo considerado!) amenaza ya con tirar por el despeñadero de la historia cualquier intento serio de transición socialista durante este siglo: ¡el siglo del infierno climático planetario!

“Sin teoría revolucionaria, no hay práctica revolucionaria” (V.I. Lenin)

A pesar de lo anterior, el PTS sí contaría con algunas publicaciones, discusiones y materiales políticos (elaborados sobre todo en los últimos años) en los cuales la crisis ecológica habría comenzado a abrirse paso en el seno de las reflexiones teóricas y políticas de esta organización, lo anterior especialmente a partir del desarrollo de las grandes movilizaciones climáticas del 2019 y, más recientemente, con motivo de la pandemia de covid-19. En términos generales, el historial de la reflexión teórica del PTS en torno a la crisis ecológica (y de una gran parte de las organizaciones que conforman su corriente internacional, la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional) puede dividirse en tres momentos: 1. el periodo previo al año 2015 caracterizado por una elaboración esporádica y escasa de artículos de discusión en torno a la cuestión ecológica, la mayoría dispersos en diversas publicaciones47; 2. las discusiones teóricas y 47

Uno de los más relevantes de estos materiales es el artículo “El capitalismo y la ‘crisis ecológica’. Aproximaciones desde el marxismo” de Claudio Crevarok, publicado durante el año 2006 en la revista Lucha de Clases (6). Digamos con todo que la publicación de este artículo no tuvo prácticamente ninguna repercusión en el desarrollo teórico y estratégico del PTS y la FT-CI, consistiendo en los hechos en un documento de índole más

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materiales temáticos sobre el problema medioambiental (notas de prensa, artículos de actualidad, documentos de reflexión teórica, etc.) desarrollados entre los años 2015 y 2019 bajo la conducción de la sección ecológica de La Izquierda Diario y en el contexto de un primer salto catastrófico de la crisis ecológica mundial48 y; 3. las diversas publicaciones temáticas sobre la crisis climática desarrolladas a partir del ciclo de movilizaciones ambientalistas del 2019 y el estallido pandémico (2020-2021), esta vez a cargo de una serie de intelectuales ligados a la revista Ideas Socialistas que contarían con una mayor confianza por parte del comité central de este partido. Un aspecto importante de esta periodificación radica en el hecho de que mientras que en el primer periodo (pre-2015) las publicaciones alrededor de la temática ecológica no tuvieron prácticamente ninguna resonancia en el marco de discusiones políticas del PTS, las del segundo periodo comienzan, por el contrario, a abordar una serie de problemáticas caracterizadas por una repercusión ideológica creciente en el ámbito de las reflexiones internas de este partido. Más aún, aunque manteniéndose todavía fuera del foco de atención del comité central de este último, el avance de estas nuevas temáticas (impulsadas durante esos instantes como señalamos por la sección ecológica de La Izquierda Diario) tuvo como resultado no sólo una mayor dinamización de estos debates en sectores cada vez más amplios al interior de las filas del PTS, sino que, además, el desarrollo de un cuestionamiento inicial (aunque velado) de algunos aspectos claves del programa de esta organización, esto último mediante la creciente visibilización de una serie de problemáticas de naturaleza tendencialmente ecosocialistas o incluso de signo colapsista. Un ejemplo de lo anterior puede apreciarse en los contenidos de las primeras notas de reflexión sobre la crisis climática publicadas por el militante del PTS Roberto Andrés en colaboración con quién escribe hacia finales del año 2015, habiéndose comenzado en aquellas a discutir, por primera vez en los medios de prensa de este partido, la perspectiva histórica de un cambio climático súper catastrófico en el escenario social y político49. Otro ejemplo de lo mismo pudo verse por estos momentos en la convocatoria a la bien “exótica”. Otras aproximaciones tempranas a la problemática ecológica en el ámbito de la FT pueden encontrarse en algunos de los artículos del dirigente trotskista boliviano Javo Ferreira, influenciado posiblemente por la importancia que poseen los discursos eco-indígenas en Bolivia. El artículo de Crevarok se encuentra disponible en el siguiente enlace: http://www.estudiosecologistas.org/documentos/reflexion/Ecosocialismo/14Resenas_Criticas_C_Crevarok.pdf. 48 Esta sección fue creada por el militante del PTS Roberto Andrés durante los años 2015 y 2016 luego de una serie de conversaciones con Miguel Fuentes, quién asumió durante un periodo la formación de aquel en los preceptos básicos de la cuestión ecológica y la perspectiva de un colapso civilizatorio cercano. 49 La colaboración entre Roberto Andrés y Miguel Fuentes durante el periodo 2015-2016 dio como fruto, entre otras cosas, la elaboración de los primeros artículos de reflexión en el PTS sobre la cuestión ecológica a partir de una revisión actualizada tanto del estado de la discusión científica en torno a esta última, así como también de una serie de nuevos conceptos interpretativos tales como el de Antropoceno. Uno de los materiales publicados en La Izquierda Diario durante este periodo fue la nota de prensa “A propósito de la cumbre climática de París (I). ¿Cuál es la gravedad de la crisis climática?”, escrita por Fuentes durante el año 2015. Curiosamente, esta nota ha sido una de los pocas que sobrevivió la subsecuente purga y disciplinamiento ideológico a la cual fue sometido Andrés por las direcciones del PTS, debiendo este último abandonar a partir de entonces cualquier mención en los órganos de prensa de este partido a la discusión de un posible colapso ecosocial. Nótese que el nombre del autor de este artículo, replicando de algún modo las tácticas ideológicas del periodo estalinista en la ex URSS, fue censurado. La colaboración entre Fuentes y Andrés se quebró abruptamente durante el año 2016 como consecuencia tanto del temor de este último a la idea de formar una fracción ecosocialista al interior del PTS para derrocar, por la vía de una insurrección política interna, a las camarillas de dirigentes negacionistas climáticos encabezadas por Albamonte, así como también debido a la negativa por parte de Andrés a denunciar la traición de la diputada de este partido Myriam Bregman consistente en haberse negado a rechazar en el congreso argentino la trampa imperialista de la Conferencia Climática de París (COP-25). La nota referida de Fuentes en La Izquierda Diario se encuentra disponible (aunque posiblemente no por mucho tiempo más) en el siguiente enlace: https://www.laizquierdadiario.com/Cual-es-la-gravedad-de-la-crisis-climatica.

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charla-debate organizada por la Juventud del PTS titulada “¿Puede el capitalismo llevarnos a un colapso ecológico y civilizatorio?”50. En años recientes, aunque ya en el contexto de un posible disciplinamiento ideológico por parte de las direcciones del PTS en contra de los incipientes cuestionamientos ecosocialistas de la sección ecológica de La Izquierda Diario al marco programático de su partido, cabe mencionar la publicación por parte del referido Roberto Andrés de una serie de artículos en los cuales aquel, de cara a los desafíos de la crisis ecológica y el riesgo de un colapso planetario, habría llegado incluso a defender la necesidad de una “profunda renovación teórica y política” de la estrategia trotskista, esto a contrapelo de las políticas del comité central de su organización51.

Roberto Andrés, fundador de la sección ambiental de La Izquierda Diario

Aunque no es posible ahondar aquí en los detalles del potencial tensionamiento ideológico que habría tenido lugar al interior del PTS en tiempos recientes entre un sector aglutinado alrededor de la sección de ecología de La Izquierda Diario (influenciado por un discurso con un tono más ecosocialista) y la política de las direcciones tradicionales del PTS con motivo de los debates referentes a los nuevos problemas de la crisis ecológica-energética y el concepto de Antropoceno, sí puede notarse que algo de este tensionamiento podría haberse expresado como resultado de la elaboración de la declaración “El capitalismo destruye el planeta, destruyamos el capitalismo”, publicada por el PTS y sus organizaciones internacionales hermanas durante el año 2019 en el contexto de la convocatoria de la primera marcha mundial por el clima. Una de las ideas centrales de este documento habría sido el planteamiento, por ejemplo, de dar una mayor centralidad política a la problemática ecológica en el conjunto del debate estratégico 50

La invitación a este evento todavía puede encontrarse en la página de La Izquierda Diario en el siguiente enlace: https://www.izquierdadiario.es/Puede-el-capitalismo-llevarnos-a-un-colapso-ecologico-y-civilizatorio. 51 El trabajo de reflexión teórico-política de Roberto Andrés alrededor de la cuestión ecológica, literalmente despreciado por las direcciones del PTS (probablemente por ser visto como demasiado heterodoxo o “ecléctico” para los requerimientos del tipo de ideología monolítica exigida por Albamonte y sus acólitos), puede ser encontrado en su sección de artículos en La Izquierda Diario en el siguiente link: https://www.laizquierdadiario.com/Roberto-Andres.

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marxista, esto quizás para incomodidad de un sector de las dirigencias de los partidos firmantes52. Otra posible evidencia de lo mismo se hallaría hace un tiempo en la republicación de esta declaración con motivo de la realización de una nueva marcha mundial por el clima, siendo aquella firmada esta vez no por la Fracción Trotskista en su conjunto (tal como había ocurrido durante el 2019), sino que, por el contrario, tan sólo por sus “secciones juveniles”. Lo anterior parece sugerir así que debió haber existido algo en el manifiesto publicado en el año 2019 que habría sido interpretado por las direcciones oficiales del PTS y la FT como probablemente demasiado “heterodoxo” (o teóricamente disruptivo) para los marcos teóricoestratégicos tradicionales del trotskismo53. Sea como sea, los contenidos de esta declaración (la cual está con todo muy lejos de plantear una alternativa de renovación teórica-estratégica a la altura del desafío climático) habrían quedado en gran medida en letra muerta si se considera que el problema de la crisis ecológica ha sido desde entonces nuevamente invisibilizado en la mayoría de los documentos programáticos de los partidos que forman parte de la FT54. Una muestra de esto serían las ya mencionadas resoluciones de los últimos congresos de sus organizaciones nacionales. Otra muestra de lo mismo podría verse en el hecho de que algunas de aquellas (por ejemplo, el PTR chileno) no sólo se habrían negado a integrar hasta hoy cualquier alusión seria a la crisis ecológica-energética en sus programas, sino que, además, destacarían por manifestarse en contra de una de las principales consignas ecosocialistas a nivel internacional: la prohibición de la megaminería. Esto último desde una comprensión siglo-veintesca (industrialista) de la llamada “nacionalización de los recursos naturales” que sería totalmente ajena a cualquier consideración ambiental55. En lo que respecta al periodo que va entre la primera marcha mundial por el clima del año 2019 y la actualidad, se produciría ahora un posible giro interno en el “centro de gravedad” de la producción teórica-política del PTS en lo referente al tema ecológico, esto probablemente tanto debido a la creciente importancia que ha venido adquiriendo el problema climático en el ámbito de la izquierda mundial, así como también como resultado del mayor protagonismo que ha dado el estallido pandémico (al menos a nivel teórico) a las discusiones ambientales. Uno de los rasgos de este potencial giro habría sido un desplazamiento (posiblemente orquestado desde el propio comité central) del liderazgo ejercido hasta ese momento en este terreno por la ya referida sección medioambiental de La Izquierda Diario y algunas de sus figuras principales tales como Roberto Andrés o la activista ecológica Valeria Foglia (identificados ahora por la 52

Esta declaración puede encontrarse en el sitio de La Izquierda Diario en el siguiente enlace: https://www.laizquierdadiario.com/El-capitalismo-destruye-el-planeta-destruyamos-el-capitalismo-138252. 53 Compárese el cambio que tuvieron las organizaciones firmantes de este manifiesto en las versiones publicadas del mismo durante los años 2019 y 2021 en los siguientes links: (2019) https://www.laizquierdadiario.com/Elcapitalismo-destruye-el-planeta-destruyamos-el-capitalismo-138252 y (2021) https://www.laizquierdadiario.com/Huelga-Mundial-por-el-Clima-El-capitalismo-y-sus-gobiernos-destruyen-elplaneta-destruyamos-el. 54 Puede afirmarse desde aquí que uno de los límites más importantes que presentó la creación de la sección medioambiental de La Izquierda Diario fue no haber dado el paso para constituirse en un grupo de opinión, tendencia o fracción interna con la capacidad tanto de haber ganado mayores espacios al interior del PTS para la discusión estratégico-política en torno a la crisis climática, así como también de disputar niveles crecientes de influencia y dirección política al interior de este partido en contra de sus actuales dirigencias negacionistas. 55 Digamos en todo caso que lo anterior (la casi nula integración de la problemática ecológica en la reflexión estratégica de estas organizaciones) no ha sido un impedimento para que tanto el PTS argentino como el PTR chileno vengan haciendo un uso asiduo de las “banderas ambientales” en términos electorales, esto posiblemente motivados por el interés de utilizarlas como “ganchos comunicacionales” al servicio de la captación de votos. Un ejemplo de esto puede encontrarse en las recientes candidaturas de Myriam Bregman (PTS) y Lester Calderón (PTR) en los pasados ciclos electorales en Argentina y Chile.

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camarilla dirigente como probablemente poco confiables ideológicamente) hacia un sector de intelectuales más ligados al “establishment académico” de este partido y aglutinados alrededor de la revista Ideas Socialistas56. Entre otros, puede mencionarse entre estos últimos a algunos referentes ideológicos del PTS (en ascenso dentro de las estructuras de poder internas de esta organización) tales como Matías Maiello57, Esteban Mercatante58 o el militante de la sección española de la Fracción Trotskista Diego Lotito59, calzando en gran medida sus perfiles intelectuales con el de aquellos “pensadores mascotas” que suelen orbitar alrededor de los comités centrales de los grandes partidos burocráticos de izquierda para jugar un rol de soporte ideológico de los mismos. Es decir, una imagen diametralmente opuesta a la encarnada previamente por Andrés o Foglia como encargados de la sección ecológica de La Izquierda Diario y caracterizados por una mucho mayor cercanía a las luchas socioambientales y los sectores populares. En definitiva, el objetivo del desplazamiento de las figuras de Andrés y Foglia del eje de los esfuerzos de elaboración teórica del PTS en torno a la cuestión ambiental en beneficio de los Maiello, Mercatante o Lotito habría sido, al mismo tiempo que permitir a las estructuras de poder del PTS mantenerse más o menos ajenas a cualquier integración efectiva de la problemática ecológica en sus reflexiones estratégicas y políticas, conferir a los aparatos de dirección de esta organización una especie de “cobertura ideológica verde” que, materializándose en el aliento de una serie de publicaciones y esfuerzos editoriales de mayor calibre a los impulsados hasta ese entonces, buscarían dar la impresión de que el PTS en general y sus dirigencias en particular sí estarían “respondiendo” adecuadamente al desafío teórico y político (cada vez más más imperioso) de la crisis ecológica. Dicho de otro modo, una típica maniobra de greenwashing ideológico que tendría por finalidad permitir a la nomenklatura política de este partido no sólo cerrar el flanco ante una potencial ofensiva teórico-ideológica ecosocialista o incluso de signo colapsista que pudiera verse alimentada por un contexto histórico en el cual la crisis ambiental vaya tomando cada vez más fuerza, sino que, a la vez, seguir favoreciendo la reproducción de un marco estratégico marxista industrialista (tradicional) ajeno en lo fundamental a las complejidades político-programáticas del nuevo problema climático. Partamos por lo tanto nuestro debate en torno al ciclo pandémico con una de estas “mascotas intelectuales” de las camarillas políticas del PTS: el autodesignado especialista en Gramsci y “estratega militar” Matías Maiello (recordemos que es coautor del ya citado libro de Albamonte sobre “arte militar y estrategia socialista”) y analicemos su caracterización de la crisis sanitaria y sus posiciones ante la misma. Como veremos, sus puntos de vista poseen las fortalezas, contradicciones y silencios de un método de análisis (el marxismo clásico) que, aunque óptimo 56

Uno de los posibles indicadores de lo anterior podría hallarse en el último tiempo en la repentina detención de la producción teórico-política de Roberto Andrés en los medios de prensa del PTS en torno al problema ecológico, posiblemente dolido por su aparente exclusión de las recientes publicaciones de ecología marxista del equipo de Ideas Socialistas. En el caso de Valeria Foglia, conocida por su labor como editora de La Izquierda Diario y por haber dado en el último año importantes pasos hacia una mayor comprensión del real carácter catastrófico de la crisis climática, aquella podría haber sido de hecho expulsada. ¡Lamentable destino el que parecen haber tenido los fundadores de la discusión ecológica en el PTS, desplazados por un grupo de pelafustanes académicos al servicio de las jerarquías burocrático-negacionistas de este partido! 57 Los artículos de Matías Maiello en La Izquierda Diario pueden visitarse en el siguiente enlace: https://www.laizquierdadiario.com/Matias-Maiello. 58 Los artículos de Esteban Mercatante en La Izquierda Diario pueden visitarse en el siguiente enlace: https://www.laizquierdadiario.com/Esteban-Mercatante. 59 Los artículos de Diego Lotito en La Izquierda Diario pueden visitarse en el siguiente enlace: https://www.laizquierdadiario.com/Diego-Lotito.

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para interpretar las dinámicas económicas, sociales y políticas de los siglos XIX y XX, habría comenzado ya a hacer agua, de manera alarmante, de cara al nuevo tipo de procesos súper catastróficos de los que la pandemia (hasta ahora el más actual y acabado producto de una crisis ecológica en pleno “despliegue histórico”) ha sido una muestra inicial. Esto último, según pensamos, preanunciando una verdadera “crisis de actualidad” de todo el marco teórico marxista heredado de la modernidad y, desde ahí, del completo armazón teórico estratégico de las izquierdas anticapitalistas modernas.

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III. ¡La Revolución Socialista ante el abismo! ¡Por una Segunda Conferencia de Zimmerwald para enfrentar el desastre planetario! Miguel Fuentes60

Se propone en este documento que el cambio climático estaría adquiriendo el carácter de un factor catastrófico de orden terminal en la dinámica histórica, entendiéndose por esto último un tipo de factor histórico que, tanto por sus probables consecuencias sobre el medio natural y las condiciones de existencia humana, así como también por su papel como catalizador (acelerador) de las principales contradicciones económicas, sociales y políticas del presente, tendría el potencial de gatillar una “crisis terminal” (o colapso) del sistema capitalista y la civilización contemporánea. Teniendo en cuenta la naturaleza del proceso ambiental y geológico implicado en el calentamiento global, asociado por ejemplo a los peligros inherentes al deshielo del Ártico y al aumento inédito de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, el cambio climático podría actuar, asimismo, como detonante de un fenómeno (fulminante) de extinción de la vida terrestre, esto si seguimos los planteamientos de un importante grupo de científicos alrededor de este tema. Considerando lo anterior, sugerimos para las próximas décadas el desarrollo de tres grandes escenarios históricos (posiblemente concatenados entre sí) como consecuencia probable del avance de la crisis ecológica: crisis estructural, colapso civilizatorio y extinción masiva. Debe considerarse en este punto, sin embargo, que la gravedad de la crisis ecológica dependería además de su mayor o menor sincronización con un potencial escenario de derrumbe energético global como resultado de un agotamiento en el mediano plazo de los combustibles fósiles, así como también de los grados de intensidad que vaya tomando la crisis capitalista de conjunto. Se plantea desde aquí la necesidad de declarar un “estado de emergencia” entre las organizaciones anticapitalistas alrededor del mundo con respecto a estos peligros, superiores a todos aquellos a los que la humanidad se haya enfrentado jamás. Esto último con el objetivo 60

Marxismo y Colapso Web / www.marxismoycolapso.com.

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de iniciar un proceso inmediato de reflexión, discusión y acción conjunta en torno a los mismos. Se defiende igualmente la urgencia que tendría, ante la verdadera “emergencia estratégica” que constituiría la amenaza de una crisis ecológica súper-catastrófica y el riesgo de un colapso civilizatorio cercano, la convocatoria de una “Nueva Conferencia de Zimmerwald”, esto tomando como antecedente la reunión encabezada por el puñado de revolucionarios que, ante el estallido de la Primera Guerra Mundial (es decir, el fenómeno histórico más catastrófico de los desarrollados hasta ese entonces), participaron en 1915 de la convocatoria de la Conferencia de Zimmerwald hace exactamente un siglo.

¡Hay que declarar una “Emergencia Estratégica” en el seno de la Izquierda Revolucionaria!

Defendemos así la necesidad de una Segunda Conferencia de Zimmerwald entendiéndola como una respuesta internacionalista desde donde avanzar a la rediscusión (y actualización) del programa de la revolución socialista de cara a los nuevos e inéditos peligros a los que la humanidad parece aproximarse. Debe recordarse aquí que fue justamente en Zimmerwald en donde el marxismo sentó las bases para el impulso de una política a la altura del desastre que significó el estallido de la Primera Guerra Mundial, la cual representó en ese entonces la materialización histórica del nuevo tipo de amenazas propias de la fase imperialista. Sería así posiblemente en una instancia similar a la Conferencia de Zimmerwald en donde, tal como ayer cuando la humanidad comenzaba a ser envuelta en las tinieblas de un desastre de magnitudes hasta ese momento inconcebibles, podríamos empezar a dar los primeros pasos en la discusión y enfrentamiento del verdadero cataclismo geológico-histórico que se aproxima. En otras palabras, una Segunda Zimmerwald en donde, tal como ayer cuando los partidos marxistas se vieron obligados a enfrentar situaciones históricas signadas por la ausencia de procesos revolucionarios clásicos y por una aguda crisis de las direcciones revolucionarias, sea posible sentar los jalones teórico-programáticos y políticos de una respuesta revolucionaria mundial ante la ya cercana crisis global. Esto último teniendo como perspectiva fundamental, además, la refundación (en el corto y mediano plazo) de un gran partido mundial de la revolución socialista.

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¡Por una Segunda Conferencia de Zimmerwald!

Entendemos, sin embargo, que producto de la derrota de la revolución socialista durante el siglo XX y el tiempo de sobrevida que dicha derrota brindó al capitalismo, permitiéndole a este último exacerbar las contradicciones económicas, sociales, políticas y ecológicas globales a niveles nunca vistos, el desarrollo de un desastre planetario sería ya prácticamente imposible de evitar. Esto tal como ocurrió, aunque a una escala menor si consideramos las repercusiones que podría tener hoy la crisis ecológica, con motivo del estallido de la Primera Guerra Mundial y la incapacidad que mostraron las fuerzas revolucionarias para evitarla. De esta forma, tal como en 1914, las fuerzas reaccionarias que nos conducen a un desastre de magnitudes tan inimaginables como las que tuvo en su momento el inicio de la Gran Guerra, cuentan hoy con una fuerza tan avasallante que nada parece ser capaz de detenerlas. No podemos olvidar aquí que ha pasado más de un siglo desde que Rosa Luxemburgo nos advirtiera, con su famosa frase de “Socialismo o Barbarie”, respecto a los peligros a los que se enfrentaba la humanidad como producto de la dinámica suicida del capitalismo. ¡Un siglo, en el cual las bases del capitalismo se han mantenido prácticamente intocadas, permitiendo un avance sin precedentes de su voracidad destructiva! Aun así, teniendo en cuenta esta situación adversa, caracterizada por la ausencia de procesos revolucionarios clásicos, planteamos que los fenómenos de desestabilización que traería consigo el desastre ecológico y social en ciernes, exacerbando al límite las contradicciones económicas, políticas y sociales capitalistas, podrían alentar el desarrollo de un nuevo ascenso revolucionario mundial de magnitudes quizás insospechadas. Esto último, por lo menos, durante el periodo inicial de la crisis ecológica-social planetaria, momento durante el cual sería posible, otra vez, el impulso de una política anti-capitalista que se haga carne en cientos de millones en todo el planeta. En concordancia con esta perspectiva (tal como han comenzado ya a discutir los principales órganos de seguridad imperialista alrededor del mundo), basta con considerar aquí los efectos desestabilizadores que podría tener una situación internacional de inestabilidad social y geopolítica aguda, alimentada por el cambio climático y la crisis energética, sobre los pilares de la dominación imperialista, pudiendo aquella ofrecer importantes oportunidades revolucionarias para las masas en diversas regiones del mundo.

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Establecemos aquí una analogía entre este potencial escenario catastrófico con el periodo histórico comprendido entre el inicio de la I Guerra Mundial y la derrota del nazismo en 1945 cuando se produjo, en medio de un salto de las tensiones inter-imperialistas y de la crisis económica, social y política internacional, el avance de una serie de grandes procesos revolucionarios en distintos países (por ejemplo, la Revolución Rusa). De importancia clave en esta analogía sería, además, la capacidad que habría mostrado durante estas décadas el movimiento obrero y popular para avanzar, al calor de una serie de avances y retrocesos de la lucha de clases mundial, en el camino de una respuesta internacional propia (independiente) ante la crisis capitalista. Aunque ante la perspectiva (ya probablemente inevitable) de la muerte de decenas o cientos de millones como secuela de una degradación aguda de las condiciones de habitabilidad ecológica de nuestro planeta, pensamos que la posibilidad de una replicación en el futuro próximo de un fenómeno de ascenso revolucionario mundial podría ser uno de los principales resultados del agudizamiento de la próxima crisis capitalista, esta vez potenciada a niveles inauditos por las penurias que producirá sobre las masas los golpes de la crisis ecológica y energética global en ciernes.

La crisis ecológica planetaria prepara golpes inauditos sobre los pueblos del mundo

Y si pensamos en los devastadores efectos que tendrá el derrumbe ecológico durante las próximas décadas sobre una serie de países desarrollados y del llamado “tercer mundo”, esto tal como es posible ver hoy en el caso de la crisis de refugiados en Europa y la guerra civil siria (cuyas dinámicas fueron potenciadas, tal como han sugerido una serie de investigaciones, por el cambio climático), todo indica que sólo será del avance de una política anti-capitalista basada en la independencia de clases y la auto-organización de los explotados de la cual podría depender, prontamente, el destino de la humanidad completa. Es evidente, de hecho, que no existe ninguna chance de combatir las causas estructurales de la actual crisis ecológica en tanto la sociedad capitalista no sea extirpada de raíz. Lo anterior mediante una revolución mundial que permita arrebatar a los capitalistas las riquezas materiales e intelectuales que tienen secuestradas para ponerlas, de una vez por todas, al servicio de la humanidad en su conjunto. Una revolución mundial que nos permita, en definitiva, avanzar hacia la abolición de las caducas jerarquías de clase y la creación de una sociedad comunista global basada en la planificación racional de la economía y el desarrollo tecno-científico. En otras palabras, el

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único modelo de civilización capaz de brindarnos una alternativa de sobrevivencia ante la hecatombe planetaria a la cual nos estamos aproximando. No podemos olvidar aquí, precisamente, que ha sido el capitalismo y su estructura económica y social arcaica (“faraónica”) el principal responsable de la crisis ecológica global en curso. Ejemplo de aquello es la insólita distribución mundial de recursos en la cual el 1% de la población humana posee una cantidad de riquezas equivalentes a las del 99% restante, generando lo anterior un patrón de sobreconsumo irracional en el cual el 20% de los habitantes del planeta utilizan más del 80% de los recursos globales. Todo esto en circunstancias en las cuales más de mil millones de personas viven hoy en el hambre absoluta, existiendo a la vez alimentos suficientes para una población de más de 12 mil millones; es decir, una cifra muy superior a los 7 mil millones que componen la población mundial actual. Otro ejemplo de lo mismo ha sido la decisión (suicida) de las corporaciones capitalistas de impedir una transición tecnológica desde un patrón productivo basado en los combustibles fósiles a uno que tenga como eje el uso de las energías limpias, aquello debido a la resistencia de los grandes pulpos económicos ligados a la industria petrolífera y a sus distintas ramas productivas. A la luz de estos datos, queda claro que esperar que la sociedad capitalista pueda brindar una respuesta al verdadero test de sobrevivencia que significará el derrumbe ecológico-social que estaría a punto de producirse, sería como pretender que un simio resolviera una ecuación matemática altamente compleja, quizás la más compleja a la cual se haya enfrentado el Homo sapiens jamás. ¡No! Ninguna respuesta puede esperarse del capital, sus gobiernos, sus instituciones o sus partidos políticos. El capital, devenido en una bacteria asesina, no representa hoy más que una amenaza evolutiva (existencial) para el conjunto de nuestra especie. ¡Es por la evolución, entonces, por la cual debemos aniquilarlo! Y es que… ¿puede acaso concebirse hoy otro punto de inicio para una política ecológica?

La muerte del capital se ha convertido en una necesidad ecológica

Ahora bien, tomando en consideración la situación política internacional (caracterizada como dijimos por la ausencia de procesos revolucionarios clásicos) y las actuales condiciones de degradación ecológico-planetarias, las cuales presentarían ya un nivel de deterioro que habría 42


alcanzado un “punto de no retorno”, creemos que cualquier ascenso revolucionario futuro deberá ser pensado, como ya mencionamos, asumiendo un escenario de desastre no sólo inminente, sino que además inédito. Esto último, nuevamente, tal como ocurrió en el caso del horizonte histórico al cual debieron enfrentarse los marxistas revolucionarios durante las primeras décadas del siglo XX, caracterizadas por el desarrollo de una serie de fenómenos reaccionarios de magnitudes no vistas hasta ese entonces. Ejemplos de dichos fenómenos fueron, entre otros, el estallido de las Guerras Mundiales y el ascenso del Fascismo, adquiriendo aquellos en cierto momento del proceso histórico (tal como en el caso de la crisis climática hoy) una dinámica imparable. Algunos gérmenes de estos fenómenos reaccionarios de nuevo tipo durante el presente siglo podrían encontrarse, posiblemente, en el surgimiento de ISIS y la ya mencionada crisis migratoria europea, así como también en el avance (inicial) de la extrema derecha y el neofascismo a nivel internacional. Debe considerarse aquí, asimismo, el factor reaccionario adicional que ha venido ejerciendo sobre el proceso histórico durante décadas recientes la caída de la URSS y el agudo retroceso que experimentaron los niveles de subjetividad revolucionaria de las masas y las organizaciones marxistas en todo el mundo, poseyendo todavía estas últimas una influencia mucho menor a la que alcanzaron durante el siglo pasado.

La crisis ecológica alentará fenómenos reaccionarios inéditos

Proponemos aquí el concepto de revoluciones en el abismo a modo de una representación gráfica del perfil que podrían adquirir los procesos revolucionarios durante las próximas décadas, buscándose con esta definición entrever algunas de las similitudes y diferencias que podrían existir entre estos últimos y los desarrollados durante la primera mitad del siglo XX. Uno de estos rasgos comunes se encontraría, según pensamos, en el pronto avance en el ámbito internacional de una potencial crisis estructural generalizada del sistema capitalista asociada, entre otras cosas, a un importante salto de calidad en los grados de descomposición de éste. Lo anterior tal como lo ocurrido en el caso de la crisis capitalista que inauguró el estallido de la primera guerra mundial y que, luego de cobrarse las vidas de decenas de millones de personas, se extendió hasta la firma de los acuerdos de Yalta y Potsdam cuando las fuerzas aliadas que triunfaron en contra del nazismo sentaron las bases de un nuevo orden internacional. Ahora bien, si el periodo comprendido entre el inicio de la Gran Guerra y el estallido de la revolución

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rusa (1914-1917) marcó el inicio explosivo de esta crisis histórica, la situación actual poseería todavía, en gran medida, un carácter introductorio. En otras palabras, rechazando cualquier tipo de escepticismo con respecto a la posibilidad de una respuesta revolucionaria internacional de los explotados ante el cambio climático, esto como resultado de la magnitud ya inmanejable que habría alcanzado la crisis ecológica y de una supuesta pasividad crónica de las masas para lidiar con aquella, el concepto de “revoluciones en el abismo” hace énfasis en el efecto catalizador que podría tener dicha crisis y sus múltiples repercusiones sobre la lucha de clases internacional, pudiendo alentar desde ahí el desarrollo de múltiples procesos revolucionarios alrededor del mundo. Esto último, sobre todo, en el caso de generarse una sincronización entre los efectos del fenómeno de degradación medioambiental planetaria en curso y el derrumbe económico, social y político que se asociaría al mismo.

El horizonte de la revolución mundial ante un escenario de catástrofe eco-social inminente

Paralelamente, se resalta con el concepto de “revoluciones en el abismo” el hecho de encontrarnos ante una situación histórica con perspectivas radicalmente diferentes a las que debió enfrentar la revolución socialista en el pasado, esto incluso en los escenarios más adversos. Nos referimos aquí, principalmente, a la posibilidad de un inminente fenómeno de colapso del capitalismo y la civilización moderna, esto como producto de la combinación de los devastadores efectos que tendrán el cambio climático, el derrumbe energético y las futuras crisis económicas, sociales y políticas mundiales. Entre otras cosas, esta sincronización de crisis estructurales múltiples tendría la capacidad de generar, tal como desarrollaremos más adelante, un debilitamiento gradual (y posterior derrumbe) de los pilares fundamentales de la sociedad contemporánea. Destacamos en este punto, de este modo, la posibilidad del estallido de revoluciones sociales que podrían verse inmersas durante este siglo, de iniciarse un fenómeno de colapso civilizatorio, en una situación de disolución progresiva de las bases objetivas de la lucha de clases moderna, esto al menos en el sentido en que dichas bases fueran concebidas por Marx y Engels en los albores del socialismo científico. En términos de la perspectiva de la revolución proletaria, esto quiere decir que, si el nacimiento del imperialismo implicó la madurez de las condiciones objetivas para la revolución socialista mundial, un fenómeno de colapso contendría en sí, por el contrario, una potencial “involución histórica” capaz de poner en riesgo, de manera permanente, la vigencia de dichas condiciones. Esto significaría, por lo tanto, 44


la apertura de un escenario histórico que constituiría el opuesto dialéctico del periodo abierto por la I Guerra Mundial y la Revolución Soviética; esto es, la transición entre la época de la actualidad de la revolución socialista mundial a la de la caducidad progresiva (al menos en su acepción proletaria moderna) de esta última. Discutimos lo anterior a partir de dos intuiciones teóricas de la tradición marxista: 1-La existencia de un horizonte histórico alternativo al triunfo de la revolución obrera y la perspectiva comunista: el colapso, posibilidad contenida en la célebre frase de Rosa Luxemburgo “socialismo o barbarie”. Dicho de otro modo, el tipo de resolución negativa (catastrófica) de la lucha de clases moderna a la cual habría hecho referencia el Manifiesto Comunista en su alusión a una posible “destrucción mutua de las clases fundamentales en conflicto”. 2-Las reflexiones de Marx y Engels en torno al concepto de naturaleza, pudiendo entreverse en aquellas el riesgo de una potencial crisis terminal de la sociedad capitalista como producto de su alienación respecto al medio natural (vía enajenación del trabajo). A partir de aquí, opinamos que otra de las intuiciones teóricas de Marx al plantear que “ningún sistema social deja la escena histórica sin antes dar todo de sí” adquiriría hoy, asimismo, su pleno significado histórico, debiendo interpretarse esta afirmación de cara al momento actual de maduración de las condiciones objetivas para la autodestrucción del capitalismo.

La perspectiva del colapso

A un nivel más concreto, lo anterior tomaría la forma de una probable revitalización de la vieja teoría de la catástrofe malthusiana, la cual, aunque refutada en su momento por Marx y Engels, podría estar adquiriendo hoy un nuevo tipo de actualidad histórica, alimentada esta vez por la propia descomposición y decadencia histórica del capitalismo. Las bases de este peligro se encontrarían, parafraseando a Trotsky, en el desarrollo de una dinámica en tijeras (exponencial) al nivel de las contradicciones estructurales que hacen posible la existencia del sistema capitalista; es decir, la doble contradicción capital-trabajo y capital-naturaleza, las cuales podrían sintetizarse hoy, a su vez, en el desarrollo de un tercer tipo de contradicción epocal: capital-existencia humana. Muestra de esto último sería la situación histórica contemporánea caracterizada, entre otras cosas, por la combinación de una inminente crisis ecológica y de recursos planetaria sin precedentes y, por otro lado, la existencia de un nivel tecnológico cada 45


vez más insuficiente para lidiar con la magnitud que estaría tomando aquella. Ejemplo de esta deficiencia tecnológica creciente se hallaría en la total inexistencia en el presente de tecnologías capacitadas para lidiar con la escala de las amenazas asociadas a la crisis medioambiental: por ejemplo, las derivadas de las actuales concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera, no vistas en varios millones de años. Lo anterior plantearía en perspectiva el desarrollo de una potencial falla estructural de los mecanismos de generación de plusvalía (contradicción capital-trabajo) y recursos básicos (contradicción capital-naturaleza) de la sociedad industrial, dando esto por resultado la implosión (o colapso) del sistema capitalista en su conjunto. En términos del proceso histórico, integrando el carácter inédito que tendrá la crisis ecológica durante las próximas décadas, esta falla estructural (en ciernes) tomaría, a su vez, la forma de una crisis sistémica del patrón tecnológico-productivo que dio origen al capitalismo moderno: la revolución industrial. Todo esto acompañado de un potencial retroceso cualitativo del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas alcanzado durante los últimos siglos y de manera paralela, además, al avance de una de las peores crisis de recursos a las cuales se haya enfrentado la civilización en su historia.

Crisis ecológica, derrumbe de las fuerzas productivas y colapso

En términos epocales, se plantearía así ante nosotros el inicio de una última “carrera de velocidades” entre el horizonte revolucionario moderno (cuyas bases objetivas podrían comenzar a erosionarse) y su antinomia histórica: el colapso civilizatorio… el cual contendría, a su vez, el germen de un riesgo aún más definitivo: la extinción humana. Lo anterior como consecuencia de un posible agudizamiento del nuevo fenómeno de extinción planetaria que, siguiendo lo planteado por una serie de investigaciones, ha comenzado ya a dar sus primeros pasos: la sexta extinción masiva de la vida terrestre. Sexta extinción que podría constituir, otra vez de acuerdo con lo señalado por una serie de científicos, una de las extinciones más drásticas y fulminantes que haya experimentado nuestro planeta.

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El horizonte de la extinción humana

El concepto de revoluciones en el abismo representaría así la última forma teórica posible de revolución proletaria; esto es, su límite histórico final, simbolizado por la materialización de una perspectiva práctica de desintegración de los factores sociales que le confirieron en el pasado su viabilidad histórica. El destino de la revolución en el marco de esta dinámica terminal se dirimiría así, en último término, en un débil equilibrio entre una última oportunidad para un triunfo revolucionario mundial, la irrupción inminente del colapso y el peligro (mortal) del fin de la historia; es decir, de la desaparición de nuestra especie. Aunque es cierto que la perspectiva de una revolución socialista se mantendría en gran medida vigente hasta el inicio de un fenómeno de colapso, es importante considerar, en términos del análisis del proceso histórico contemporáneo, que la maduración de las condiciones históricas para este último debería producirse mucho antes de su consumación plena. Esto plantearía la existencia de un periodo de contenido precolapsista que se caracterizaría, como es lógico inferir, por un fortalecimiento progresivo de dichas condiciones, las cuales comenzarían a ejercer un influjo cada vez más protagónico sobre el devenir histórico. Este periodo precolapsista, el cual podría estar ya dando sus primeros pasos en el escenario social, tendría como uno de sus rasgos centrales el impacto degenerativo (creciente) que la maduración de las bases objetivas para un colapso civilizatorio produciría sobre todos los aspectos de la vida social, esto por ejemplo en el caso de las estructuras sociales tradicionales de la sociedad actual. Una de las causas motoras (basales) de este verdadero curso de degeneración de la historia moderna se hallaría, como mencionamos anteriormente, en el ya referido estancamiento potencial y posterior derrumbe de las fuerzas productivas del sistema industrial. A partir de aquí, el avance de este proceso de declive terminal del capitalismo, el que como dijimos estaría dando ya sus primeros pasos al nivel de las bases del sistema económico, político y social contemporáneo, podría asimilarse al desarrollo de una especie de interferencia creciente sobre la dinámica histórica que, en un nivel avanzado, de manera similar a como los ruidos de fondo son capaces de alterar y hasta llegar a anular las medidas acústicas, adoptaría la forma de un fenómeno paulatino de distorsión y posterior cancelación reaccionaria (irreversible) de la lucha de clases moderna. Tal como el caso de la atrofia muscular que suele afectar al cuerpo humano antes de la muerte, el desarrollo de este fenómeno de “cancelación 47


reaccionaria” de la lucha de clases se expresaría, en su estadio final, al modo de una parálisis creciente de las capacidades de lucha de la burguesía y el proletariado en el sistema social, llegando a constituir dicha dinámica una de las expresiones más claras de la inminencia de una próxima fase de colapso generalizado. Este fenómeno de atrofia histórica de los “tendones” fundamentales de la lucha de clases actual constituiría, de hecho, una de las principales materializaciones históricas de la ya referida hipótesis de Marx y Engels en torno a una posible perspectiva de autodestrucción mutua de las clases centrales del capitalismo. Haciendo una analogía con el proceso de senescencia de los seres vivos, esta dinámica socio-degenerativa podría representarse así como un tipo de envejecimiento estructural (o agotamiento histórico) de las clases sociales del sistema industrial, debiendo en su momento dicho “envejecimiento” culminar, luego de que aquellas hayan dado todo de sí en el proceso social, con la muerte (o el colapso) de estas últimas.

Envejecimiento estructural de las clases sociales fundamentales del capitalismo

Aunque no podemos extendernos más aquí con respecto a las características que podría presentar este posible fenómeno de “cancelación reaccionaria” (y envejecimiento estructural) de la lucha de clases moderna, puede decirse que aquel sería una de las causas primarias en la aparición de las ya mencionadas “fallas estructurales” que comenzarían a afectar al sistema económico, social y político contemporáneo. Eventualmente, en línea con lo dicho con relación al tipo de “interferencias históricas” que el avance de un proceso de precolapso civilizatorio producirían sobre la dinámica social, estas fallas terminarían por generar una distorsión progresiva (cada vez más aguda) de la mecánica del enfrentamiento de clases propia del periodo industrial, esto por ejemplo alentando formas de pugna revolución-contrarrevolución con características crecientemente “anómalas” y asociadas a grados cada vez más mayores (también atípicos) de turbulencia histórica. 48


El avance de una etapa de precolapso tomaría así la fisonomía de una especie de dialéctica negativa (degenerativa) del desarrollo capitalista que estaría signada, tal como ya dijimos, por la combinación de un potencial derrumbe de las fuerzas productivas a nivel mundial con los efectos de la apertura de una fase de lucha de clases e imperialismo decadente (es decir, cuyos agentes sociales se encontrarían en estado de desintegración). Aunque con características todavía desconocidas, dicho proceso de degradación estructural podría expresarse en la dinámica histórica, tal como veremos más adelante, con ciertos fenómenos tales como, entre otros, el desarrollo de crisis económicas agudas sin salida, quiebres generalizados de las cadenas productivas internacionales y colapsos económicos regionales o continentales de carácter crónico. Otros fenómenos asociados probablemente con este curso “degenerativo” del proceso social serían el avance de un posible debilitamiento sistémico de los sostenes del poder imperialista mundial y la apertura de un periodo de desorden global de naturaleza permanente. En el ámbito de la lucha de clases, algunos fenómenos históricos relacionados eventualmente con este marco histórico de descomposición eco-social podrían abarcar, por un lado, desde un potencial salto en el proceso de debilitamiento y descomposición de las condiciones económicas de reproducción de la clase obrera hasta, por el otro lado, el desarrollo de revoluciones sociales “seniles”; es decir, revoluciones que estarían incapacitadas objetivamente para dar cumplimiento a las tareas históricas que las motorizaron. Otra posible anomalía histórica relacionada con esta etapa de precolapso podría ser, asimismo, el nacimiento de estados revolucionarios “condenados”: en otras palabras, formaciones estatales socialistas que, en la medida en que las condiciones para un colapso civilizatorio se profundicen, estarían destinadas a desintegrarse en el corto y mediano plazo.

Dinámica degenerativa terminal del capitalismo (1)

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Dinámica degenerativa terminal del capitalismo (2)

La dialéctica histórica específica que pueda adquirir la interacción entre el desarrollo de potenciales procesos revolucionarios de contenido pre-colapsista y el avance de un fenómeno de “cancelación reaccionaria” de la lucha de clases moderna constituiría así, en última instancia, una de las dinámicas cruciales del proceso político y social contemporáneo. Entre otras cosas, dicha interacción representaría la materialización no sólo de la última manifestación de la ley de desarrollo desigual y combinado develada por Trotsky para el periodo imperialista, sino que además el último estadio posible de la dinámica revolucionaria permanentista (también descubierta por Trotsky) correspondiente a la edad moderna. Más aún, el choque histórico entre estas dos tendencias fundamentales del proceso histórico futuro marcaría el momento cúlmine (final) del enfrentamiento revolución-contrarrevolución de toda la historia de la lucha de clases holocénica; es decir, su cierre definitivo.

La perspectiva histórica de una cancelación reaccionaria de la lucha de clases moderna

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A pesar de este potencial escenario con tonalidades híper-catastróficas cada vez más acusadas, pensamos que sería todavía posible “extender” los límites del horizonte revolucionario moderno más allá, incluso, de la propia vigencia de las condiciones objetivas que permitieron su existencia en el pasado. Lo anterior, por lo menos, durante un cierto periodo y bajo circunstancias específicas. Resaltamos aquí la posibilidad teórica del estallido de futuros procesos revolucionarios que presenten una naturaleza “bi-epocal”; es decir, revoluciones sociales que, aunque originadas en el marco histórico moderno, serían capaces de atravesar (en el contexto apropiado) los límites de este último, esto en la medida en que el propio mundo moderno que permitió su desarrollo inicial comience a desmoronarse. La dinámica de estas revoluciones bi-epocales (las cuales constituirían un tipo de dinámica permanentista extendida o sui generis de la revolución socialista) podría graficarse así al modo de una flecha impulsada por una fuerza de aceleración originada en un contexto histórico pasado que, gracias a un fenómeno particular (inducido) de inercia histórica, se encontraría capacitada para continuar su trayectoria hacia su objetivo final: el comunismo. Esto último hasta el momento en que dicha fuerza de inercia se agote, o bien hasta que la flecha en cuestión pueda encontrar, en condiciones favorables, esta vez durante una etapa de colapso, una nueva “plataforma de lanzamiento” desde donde ser reimpulsada. Siguiendo esta metáfora, la fuerza mecánica generada por un determinado instrumento de disparo simbolizaría las condiciones objetivas (modernas) que harían posible el avance inicial de estos procesos revolucionarios bi-epocales, constituyendo la fuerza de inercia de aquellos el papel del factor subjetivo en un escenario histórico en fase de derrumbe: es decir, que presente bases objetivas en estado de disolución. Finalmente, los “puntos de apoyo” que pueda alcanzar la revolución socialista ante un potencial escenario de colapso civilizatorio (o bien, en el sentido de nuestra metáfora, las plataformas de lanzamiento desde las cuales sería posible reimpulsar nuestro “proyectil revolucionario”), requerirían ser alcanzados (construidos) con anterioridad al momento de colapso en sí; en otras palabras, durante el período de crisis estructural previa. Esto al modo de las trincheras construidas en un campo de batalla, antes de la batalla misma.

Revoluciones bi-epocales

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En términos de la mecánica de clases asociada a una eventual dinámica de revoluciones biepocales, debe subrayarse la posibilidad teórica de que, como resultado del fenómeno de agotamiento del sistema industrial que caracterizaría a un proceso de colapso, se configure una situación marcada por un creciente “vacío” (o ausencia) de sujeto social revolucionario en el escenario histórico. Una situación como ésta se daría en el caso de que un debilitamiento agudo del movimiento obrero y las demás clases explotadas bajo el capitalismo no pueda ser “compensado” o contrarrestado a tiempo por el surgimiento de nuevos sujetos revolucionarios (alternativos), propios del nuevo contexto colapsista. Coherentemente con lo dicho respecto al papel que podrían jugar los factores subjetivos en la preservación del horizonte socialista durante un periodo de derrumbe civilizatorio, destaca aquí la relevancia que podrían alcanzar las organizaciones revolucionarias que logren estar en condiciones de intervenir al calor del próximo marco colapsista, esto último llegando posiblemente a adquirir, por un determinado momento, el carácter de verdaderos sustitutos históricos del rol de las clases revolucionarias del periodo industrial. Esta perspectiva guardaría algunas semejanzas estructurales (aunque obviamente en otro contexto histórico) con la teoría del foco guerrillero desarrollada por el Che Guevara y otros exponentes de la política foquista en América Latina durante la segunda mitad del siglo XX. No es descartable suponer, por lo tanto, que dicha teoría (y su concepción respecto al papel de las vanguardias guerrilleras en la “creación” de las condiciones objetivas de una revolución socialista) pueda adquirir una importancia renovada de cara al nuevo escenario de colapso capitalista que ya inicia. Cabe mencionar, asimismo, que una dinámica de “sustitución” del papel de las clases revolucionarias por parte de la acción de determinadas organizaciones políticas, alentada como hemos dicho por el curso de declive histórico del modo de producción capitalista, debería ser también válida para el caso de las propias clases burguesas, las cuales ante la degradación de las condiciones objetivas que permitieron el afianzamiento de su poder durante la era industrial podrían también, al menos por un cierto periodo… “refugiarse” en el factor subjetivo: es decir, en el ámbito de la acción histórica de sus respectivas estructuras políticas. Desde aquí, la degradación de las condiciones objetivas de reproducción de la sociedad industrial no debería entenderse como una especie de declive automático (inmediato) de las organizaciones políticas actuantes durante la era moderna, muchas de los cuales podrían, de hecho, comenzar un proceso de transición (o mejor dicho mutación) hacia formaciones ideológico-políticas propiamente colapsistas.

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La teoría del foco guerrillero podría adquirir una renovada relevancia ante un contexto de colapso

La perspectiva de un colapso civilizatorio cercano supone así, entre otras cosas, el desafío estratégico de comenzar a reflexionar en torno a las vías por las cuales impulsar la lucha por el socialismo no sólo ante un escenario de crisis estructural capitalista probablemente similar a las desarrolladas durante siglos pasados, sino que, además, en medio de una crisis civilizatoria que amenace con tirar abajo los propios pilares del mundo moderno. Dicho de otra manera, la posibilidad de revoluciones sociales al calor de una potencial dislocación fundamental tanto del modo de producción capitalista, el comercio mundial, el estado-nación, el imperialismo, la vida urbana, el desarrollo tecno-científico y la lucha de clases, así como también de una crisis generalizada de los soportes ecológicos básicos de la sociedad contemporánea y la vida terrestre. Tal como se indica en las siguientes figuras, el proceso histórico durante las próximas décadas podría presentarse así al modo de una tendencia general colapsista con posibles “bifurcaciones históricas” (multi-lineales) cuyas trayectorias serían definidas tanto por la evolución que vaya tomando la situación económica, política, social y de la lucha de clases actual, así como también por el propio avance de la crisis ecológica global y sus fenómenos asociados de crisis energética y de recursos planetaria.

Tendencia colapsista y posibles puntos de divergencia histórica (a)

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Tendencia colapsista y posibles puntos de divergencia histórica (b)i

Con respecto al peso específico que podría tener en el devenir histórico futuro la evolución de los factores económicos, políticos y sociales tradicionales del desarrollo capitalista, es posible entrever, en la medida en que un fenómeno de colapso tome fuerza, una modificación sustancial del papel que tuvieron estos últimos durante los siglos XIX y XX, aquello como producto de la influencia creciente que deberían alcanzar pronto los avatares (cada vez más disruptivos) de la situación ecológica-energética y de recursos a nivel mundial. Lo anterior se expresaría, a nivel general, al modo de un declive progresivo del peso que tuvieron los factores históricos “clásicos” del desarrollo industrial (caracterizados por un contexto de desarrollo ascendente de las fuerzas productivas) y un aumento de la importancia de las nuevas condiciones sociohistóricas que, asociadas a una exacerbación de la crisis medioambiental, deberían acompañar la apertura de un periodo de colapso.

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Ahora bien, es posible intuir que, sea cual sea el curso efectivo que tome el proceso colapsista, su evolución estará marcada por el rebasamiento de múltiples puntos de ruptura histórica cuya resolución irá determinando, durante el transcurso de este siglo, en una dirección u otra, el curso general del mismo. Entre algunos de estos puntos de inflexión a los que se aproxima el desarrollo histórico contemporáneo pueden avizorarse los siguientes: salto exponencial de la crisis ecológica y energética global, inicio de fenómenos súper-migratorios explosivos, surgimiento y propagación de fallas terminales en el mercado mundial, fractura agrícola planetaria y del sistema internacional de producción de recursos, estallido de las primeras guerras e invasiones climáticas, ciclo final de las revoluciones modernas, derrumbe de las primeras ciudades y estados nacionales, fallas ecosistémicas continentales generalizadas, desintegración de bastiones estructurales completos del proletariado mundial y del sistema de clases moderno, caída de los poderes imperialistas clásicos, agudización extrema de la crisis terminal del capitalismo e inicio de una fase abierta de colapso civilizatorio y extinción humana fulminante. Se indican a continuación, a modo de diagrama, algunas de las principales tendencias bajo las cuales podrían agruparse estas potenciales bifurcaciones históricas del proceso histórico colapsista, cada una de aquellas representando niveles particulares de necesidad (y contingencia) histórica, así como también distintos grados de interdependencia causal entre las mismas. Lo anterior quiere decir, por ejemplo, que si bien el tipo de dinámica histórica que se clasifica bajo la designación de (a1) podría eventualmente devenir en las agrupadas bajo las denominaciones (b2) o (b3), lo más probable sería que aquella termine adoptando, como producto de su desarrollo objetivo previo, un curso histórico más cercano a una dinámica (b1)ii. Téngase en cuenta que el ordenamiento de estas fases y sus respectivas dinámicas (o, como hemos dicho, “bifurcaciones históricas”) toman como base el esquema de la posible trayectoria general del proceso de colapso mostrada en figuras anteriores.

Posibles divergencias histórico-epocales del proceso histórico colapsistaiii

Una de las manifestaciones más claras del carácter disruptivo de estas “bifurcaciones epocales”, todas ellas inscritas ya dentro de las posibilidades objetivas del curso histórico 55


actual, sería la irrupción de una serie de problemas estratégicos de nuevo tipo en la lucha de clases. Estos últimos, propios de la dinámica tardo-capitalista súper-catastrófica que estaría tomando forma, tendrían como uno de sus factores basales el proceso ya referido de degradación (primero parcial y luego generalizada) del desarrollo de las fuerzas productivas que caracterizaría a una fase de colapso. Nuevos problemas, crecientemente influenciados por la amenaza cercana del derrumbe del capitalismo y la disolución de las premisas materiales del proyecto socialista moderno que, aunque todavía solapados bajo el paraguas de los problemas económicos, sociales y políticos tradicionales de la sociedad contemporánea, han empezado ya a vislumbrarse en la escena internacional, esto tal como puede verse (de manera incipiente) en los casos de la guerra en siria, la crisis migratoria internacional y la situación venezolana. Nuevos problemas, muchos de aquellos posiblemente irresolubles desde el punto de vista socialista tradicional, que constituyen ya (o que constituirán dentro de poco) un desafío teóricopolítico y programático ante el cual la mayoría de los programas revolucionarios del periodo industrial comenzarían a quedar virtualmente obsoletos. Problemas de nuevo tipo, totalmente inéditos, que estarían siendo dinamizados por la combinación de cinco causas motoras fundamentales, inscritas cada una en la base de desarrollo de la actual crisis eco-social planetaria: 1-La escala de la crisis medioambiental y energética que está empezando a dar sus primeros pasos a nivel internacional (factor de magnitud); 2-el escaso tiempo del cual dispondría, de acuerdo a las principales proyecciones científicas de la crisis medioambiental, un proceso revolucionario mundial para reaccionar de manera efectiva ante aquella (factor temporal); 3-la perspectiva de un derrumbe generalizado del desarrollo de las fuerzas productivas del sistema capitalista en el mediano plazo (factor económico); 4-el peligro creciente de un fenómeno de debilitamiento estructural y desintegración progresiva de la clase obrera y los demás agentes revolucionarios del periodo industrial, esto como resultado de la dinámica de derrumbe socio-económico global ya indicada (factor sociológico) y 5-la traba ideológica (posiblemente insalvable) que implica la existencia de una perspectiva industrialista hegemónica en las filas de la izquierda mundial, lo cual actuaría, entre otras cosas, como un tipo de “camisa de fuerza” que impediría a las organizaciones anti-capitalistas una real calibración de los desafíos estratégico-políticos involucrados con el horizonte de una crisis civilizatoria cercana (factor político-ideológico). Mirado desde un punto de vista más general, la perspectiva de un colapso civilizatorio se presenta así al modo de una ruptura espacio-temporal del tiempo histórico en la cual las leyes clásicas de la dinámica revolucionaria propias del periodo industrial empezarían irremisiblemente a fallar, esto antes de caducar completamente. Una imagen sugerente para visualizar esta posible “ruptura epocal” sería la de una especie de agujero negro cuya fuerza de atracción sería capaz de alterar, distorsionar y luego de producir un completo derrumbe del propio devenir histórico moderno. Expresión clara de esta ruptura en ciernes del “tejido histórico” contemporáneo desde el punto de vista de la estrategia socialista sería, tal como ya hemos indicado, la obsolescencia (o inutilidad) creciente que estaría comenzando a afectar a algunas de las reivindicaciones revolucionarias tradicionales del siglo XX, encontrándose ya muchas de estas últimas prontas a perder una gran parte de su capacidad para asegurar una satisfacción plena (íntegra y efectiva) de las necesidades sociales de la humanidad.

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El colapso como fuerza gravitatoria fundamental del proceso histórico futuro

En tanto nueva “fuerza gravitatoria” del proceso histórico, la inminencia de un fenómeno de colapso se expresaría en el ámbito de la lucha de clases al modo de una “curvatura reaccionaria” de la trayectoria histórica de esta última capaz de inducir, entre otras cosas, una alteración de los “vectores” político-sociales sobre los cuales el programa socialista moderno adquirió vigencia en el pasado. Una de las particularidades de esta “curvatura” sería el fortalecimiento de las distintas tendencias históricas que, como producto del actual empeoramiento de la situación eco-social planetaria, estarían comenzando a sentar las bases (de allí precisamente su influjo reaccionario) para una involución civilizatoria de largo alcance en el proceso social. Otra manifestación de esta “curvatura epocal” del devenir histórico y del tipo de distorsiones estructurales (regresivas) que aquella estaría a punto de producir sobre la lucha de clases puede verse en el caso de la aparición de una serie de “paradojas históricas irresolubles” (sin solución) desde el punto de vista de las perspectivas políticas del periodo moderno, esto como producto de una mayor sincronización entre los diversos factores de orden súper-catastrófico que están empezando a imprimir su sello al curso social. Uno de los resultados de lo anterior sería, como hemos dicho, una tendencia al debilitamiento paulatino (y anulación gradual) de la facultad y vitalidad histórica de los programas revolucionarios actuales para responder a los desafíos de la crisis de la sociedad contemporánea.

La curvatura reaccionaria de la lucha de clases

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Un ejemplo del carácter inédito que podrían tomar pronto estos desafíos (y de la naturaleza irresoluble de los mismos desde el ángulo de los esquemas políticos tradicionales) puede encontrarse, entre otros, en la creciente incapacidad que tendría una política de expropiación de la industria alimentaria para resolver el problema del hambre que azota hoy a diversas regiones del mundo, aquello ante un escenario de calentamiento global superior a los 1.5 grados centígrados que generaría, tal como atestiguan una serie de modelos climáticos, una irremisible fractura agrícola planetaria. Debe tenerse en cuenta, asimismo, la inexistencia de tecnologías que permitan impulsar en el mediano o largo plazo una nueva “revolución verde” que haga posible una ampliación de la base alimentaria a nivel internacional. Hay que recordar aquí, además, que esta llamada “revolución” habría terminado por producir en décadas recientes un agudo debilitamiento de la capacidad agrícola de los suelos en vastas regiones del mundo. Y todo esto sin mencionar el papel que jugará en el agravamiento de las hambrunas la situación internacional de agotamiento cercano de recursos básicos y el avance de los actuales niveles (inviables) de degradación ecosistémica global. Otro de estos potenciales problemas, asociados a un contexto de colapso, se encontraría en las dificultades insalvables que podrían experimentar un gran número de sociedades durante este siglo (incluidas aquellas que puedan avanzar hacia formas de organización socialista) para hacer frente a los nuevos fenómenos súper-migratorios que están comenzado ya a gestarse. No puede descartarse en este punto la posibilidad de que, estableciendo una analogía con el caso de las invasiones germánicas que afectaron al imperio romano (formadas en ese momento por una serie de grupos étnicos con menores grados de desarrollo tecno-científico, social y artístico), muchas de estas oleadas súper-migratorias decanten, tarde o temprano, en verdaderas invasiones climáticas violentas de magnitudes gigantescas que golpeen regiones o incluso continentes enteros. Debe considerarse aquí, igualmente, que estos procesos migratorios serán llevados a cabo por parte de poblaciones que, como producto tanto de los altos grados de desesperación y descomposición social que podría llegar a caracterizarlas, así como también del estrechamiento cada vez más agudo de la base de recursos de la mayoría de los sistemas sociales alrededor del mundo (lo que impedirá a estos últimos ofrecer una respuesta de sobrevivencia a dichos pueblos), puedan transformarse en el mediano y largo plazo en una amenaza mortal no sólo para el proyecto socialista, sino que además para cualquier tipo de sociedad organizada que logre mantenerse en pie ante el nuevo y convulsivo escenario histórico. Finalmente, puede mencionarse asimismo la potencial caducación, en el marco de sistemas sociales que deban enfrentar crisis de recursos agudas más o menos permanentes, de la validez histórica de una serie de derechos individuales hoy entendidos como básicos en numerosas sociedades democrático-burguesas avanzadas, por ejemplo aquellos relacionados al ámbito reproductivo. Contrariamente al tipo de dicotomía moral existente en contextos sociales tardocapitalistas alrededor del problema del aborto entre un campo reaccionario “pro-vida” (enemigo de cualquier forma de aborto legal) y otro “progresista” defensor del derecho de las mujeres a una decisión plena sobre sus cuerpos, no es descartable que, ante la amenaza doble de la falta de recursos y la sobrepoblación, numerosas sociedades se vean obligadas en el futuro próximo a la implementación de controles de natalidad estrictos basados en prácticas de aborto obligatorio y planes de esterilización masiva forzosa de hombres y mujeres. Algunos ejemplos de estas formas de control demográfico (entre los cuales se ha contado en ciertas ocasiones el infanticidio) pueden hallarse en una serie de sociedades tribales (pre-modernas y contemporáneas) caracterizadas por la búsqueda constante de un equilibrio entre poblaciones, recursos y eco-sistemas. Tal como es sabido, la búsqueda de este equilibrio tuvo en muchos casos una importancia fundamental no sólo para la sobrevivencia de diversas sociedades

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indígenas, sino que además para la consolidación de sus propias estructuras sociales e ideológicas.

El peligro súper-migratorio es una amenaza para el socialismo

En definitiva, como puede apreciarse, estos y otros de los problemas asociados potencialmente al desarrollo de la próxima crisis planetaria que se vislumbra en el horizonte (los que se presentarían, como dijimos, al modo de la irrupción de “paradojas históricas irresolubles”) aludirían así, a un nivel más general, a la cuestión en torno a la posibilidad (o bien imposibilidad) de un proceso de transición socialista efectiva en el marco de una caída abrupta, inédita, del avance de las fuerzas productivas. Nuevos problemas, de la más variada índole y cuyas implicaciones estratégicas abarcan desde la cuestión de la centralidad obrera hasta la teoría de genero y la vigencia de las reivindicaciones democráticas propias de la sociedad moderna que, ligados en su génesis con la nueva perspectiva de colapso civilizatorio, han comenzado a desafiar (y que desafiarán con mucha más fuerza en el futuro) cada aspecto de la discusión programática, política y táctica de las organizaciones revolucionarias. Nuevos problemas, muchos nada agradables para el oído socialista (o progresista liberal) tradicional, muchos como hemos dicho con un carácter posiblemente irresoluble, pero que requieren ya de un tratamiento urgente por parte de las organizaciones anticapitalistas, esto si aquellas desean preservar algo de la poca sintonía que todavía poseen con los procesos históricos fundamentales de nuestro tiempo. Nuevos problemas, de carácter inédito, que se disponen a azotar de manera violenta no sólo la validez de todos y cada uno de los programas de transformación revolucionaria heredados del siglo pasado, sino que a la vez los propios “sentidos comunes” (e incluso las simbologías) del ideario de la izquierda mundial, moldeados durante la era moderna. Recordemos aquí que es esa misma izquierda que hasta hace poco se deleitaba (la responsabilidad es compartida) con aquellas típicas imágenes épicas de trabajadores delante de gigantes fumarolas brotando de poderosas chimeneas industriales capaces de teñir el horizonte en su voracidad destructiva, la cual deberá lidiar hoy (si es que fuera capaz, hipotéticamente, de hacerlo) con los efectos económicos, sociales y políticos de la peor crisis ambiental a la cual se ha enfrentado la humanidad.

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La izquierda industrial-productivista de los siglos XIX y XX

Nuevos problemas, definitivos, que requerirán que las organizaciones de izquierda avancen a una reflexión respecto a los mismos que vaya mucho más allá de los lugares comunes (obsoletos) a los cuales éstas recurren a menudo intentando aparentar tener una respuesta (utilizando frases emotivas) ante algunos de los peligros históricos más importantes de nuestro tiempo, aquello por ejemplo en el caso del ya citado fenómeno inicial de súper-migraciones ante el cual lo único que éstas tienen al parecer que decir es repetir (como loros) la frase de “ningún ser humano es ilegal”. Esto último, claro, en la medida en que estas organizaciones no quieran dejar la tarea de responder ante estas nuevas problemáticas en las manos de otro tipo de referentes, los cuales tendrán seguramente muchos menos escrúpulos para posicionarse (de forma firme) ante aquellas: por ejemplo el neo-fascismo o cualquier otra de las tendencias ultrareaccionarias que están comenzando a surgir hoy desde las entrañas del tipo de “fosa civilizatoria” a la que nos acercamos. ¡Nuevos problemas, totalmente inéditos, ante los cuales la izquierda se jugará, de cara al próximo derrumbe planetario, la posibilidad de la construcción del último proyecto revolucionario de la modernidad! ¡Nuevos problemas, terminales, en los que se decidirá el destino mismo de nuestra especie y en donde deberemos elegir, por vez postrera, en una lucha a muerte en contra de nuestro destino fúnebre, entre el reino de la estupidez (y su correlato lógico: la extinción humana)… o el reino de la sobrevivencia! ¡Nuevos problemas, epocales, alrededor de los cuales tomará cuerpo la próxima era de monstruos y héroes mitológicos que ya se perfila en el escenario social y en donde, a costa de ríos de sangre, ya sea para su regeneración definitiva o para su declive final… la historia habrá de ser conquistada o perdida para siempre!

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La última batalla

Y aunque es cierto que el avance de estas nuevas problemáticas constituye todavía un escenario hipotético, su validez radica en la objetividad (indiscutible) de las variables consideradas en el mismo. Es decir, las consecuencias potencialmente explosivas del cambio climático al nivel del desarrollo social, el grado inédito que ha alcanzado hoy la descomposición capitalista y, por último, la naturaleza catastrófica-terminal de los peligros que se desprenden de la combinación de dichos factores. Todo esto teniendo en cuenta, asimismo, como ya dijimos, el pronto avance de una posible crisis tecnológica y energética estructural (o insuficiencia tecnológica terminal) del modo de producción capitalista para lidiar con la dimensión (cada vez mayor) de estos peligros. Peligros mortales, decisivos, que comienzan ya a cernirse sobre el curso social y que podrían adquirir durante las próximas décadas la fisonomía no sólo de algunas de las principales amenazas existenciales a las cuales se ha enfrentado la humanidad en su historia, sino que además replicar, en pleno siglo XXI, los mismos procesos que gatillaron, en el más remoto pasado geológico, el avance de los distintos fenómenos de extinción masiva que ha experimentado nuestro planeta. Extinciones masivas que, tal como sabemos, hicieron sucumbir en su momento a una gran parte de las especies naturales, esto por ejemplo tal como lo ocurrido al fin del periodo pérmico. Todo aquello, tal como comienza a reconocer un grupo cada vez más nutrido de investigadores alrededor del mundo, producto de las fenomenales fuerzas destructivas que el capitalismo ha desatado en su desenfreno maniático. Querámoslo… o no, pensémoslo posible… o no, el siglo XXI podría así ponernos, mucho más pronto de lo que nuestros prejuicios modernos puedan sugerirnos, ante un escenario en el cual podría ser inevitable pensar que la lucha por el socialismo ni siquiera pueda llegar a ser resuelta, íntegra y efectivamente, en nuestro propio planeta, esto debido a que este último (tal como sugieren algunos de los científicos más importantes de la actualidad)… podría volverse durante este siglo, literalmente, inhabitable. ¡Este es el nivel de desastre al que nos han conducido esos malditos maniáticos: la burguesía! ¡Este es el verdadero rostro, al fin descubierto, del siglo XXI: el peligro (cercano) de la aniquilación total!

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¡Enfrentamos el peligro de una aniquilación total!

Creemos así que con el objetivo de prepararnos ante el posible apocalipsis ecológicocivilizatorio al cual estaríamos aproximándonos, apocalipsis que como dijimos podría implicar la necesidad de llevar la lucha por un horizonte comunista hasta un escenario (ahora sí) “postmoderno”, nos veremos obligados a echar mano de todos los “recursos programáticos” de la tradición revolucionaria y la lucha de clases en su historia. Y es que ¿cómo podríamos hacer frente a un contexto de barbarie absoluta, por ejemplo de producirse un incremento de 2 o 3 grados centígrados de la temperatura global, sin contar con la voluntad de lucha que inspiró a algunos de los líderes de las primeras revoluciones modernas tales como Robespierre, Marat, Saint Just o Cromwell, todos ellos modelos de decisión y tenacidad ante el desastre? Asimismo, ¿cómo podríamos resistir el golpe de un verdadero Armagedón planetario, esto en el caso de que la temperatura alcance los 4 grados centígrados de aumento durante las próximas décadas, sin la audacia teórica de aquellos que, tales como Jacques Roux o Babeuf, fueron capaces de concebir las bases del programa comunista contemporáneo, o bien sin el espíritu de redención que caracterizó a las primeras corrientes comunistas medievales: entre otras las representadas por Fray Dulcino o Thomas Müntzer? Más aún, ¿cómo podríamos llegar a soportar “la caída de todo lo existente, de cumplirse las peores predicciones en torno al calentamiento global, sin tener en cuenta el coraje de todos esos líderes indígenas que debieron enfrentar en el pasado el colapso (y exterminio) de sus respectivas sociedades, por ejemplo los caudillos Lautaro (mapuche), Túpac Amaru II (andino) o María Angata (rapanui)? Finalmente, ¿cómo seríamos capaces de sobrevivir el dantesco escenario de un aumento de la temperatura terrestre en 5 o 6 grados centígrados (¡o más!) durante este siglo, aumento que haría prácticamente inhabitable la mayor parte del planeta, sin tomar en consideración las ideas de los socialistas utópicos y sus modelos alternativos de sociedades futuras basadas en la creación de colonias tecnológicas?

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La tradición revolucionaria se apresta a su último desafío

¡No! Los desafíos teóricos, estratégicos y políticos serán demasiado vastos como para desdeñar estas y otras tradiciones revolucionarias y de la lucha de los oprimidos durante los siglos pasados. En realidad, ante aquella verdadera “mezcla de tiempos históricos” que podría traer consigo el tipo de derrumbe civilizatorio que ha comenzado a desarrollarse ante nuestros ojos, no tendremos más alternativa que tomarlas en cuenta a todas… esto desde las luchas antiesclavistas de Espartaco y los líderes plebeyos de la Antigua Roma hasta las guerras de liberación nacional en las Américas impulsadas durante los siglos XVIII y XIX, entre otros, por Francisco de Miranda, Toussaint-Louverture, Simón Bolívar, San Martín y Bernardo O’Higgins. Mixtura de tiempos que, de producirse la caída de los pilares de la sociedad moderna, podría también traer de regreso, nuevamente, como salidos de una caverna que se creía sellada para siempre, todos y cada uno de los peligros, enemigos y horrores de la sociedad de clases que ya dábamos por superados. Todos y cada uno de los monstruos ancestrales de la explotación del hombre por el hombre, despertados otra vez a la vida para cobrar venganza por sus derrotas pasadas.

Los enemigos ancestrales de la lucha de clases al acecho de la historia

Mixtura de tiempos históricos en la cual tendrá lugar la última carrera de velocidades de la lucha de clases holocénica, inaugurada hace más de tres mil años en el Valle de los Reyes en el Antiguo Egipto cuando se produjo, un 14 de noviembre de 1152 a.C bajo el reinado de Ramsés III, la primera huelga de la historia. Mixtura de tiempos históricos en la cual la voz de esos artesanos de los albores de la civilización que desafiaron, en el nombre de Ra, el poder de los sumos sacerdotes será oída nuevamente, ahora para triunfar o ser acallada para siempre, en

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el desafío final de los explotados en contra del último gran faraón de la prehistoria humana: el capital, servidor oscuro de Seth, la representación maligna del caos primigenio que hoy a adoptado su forma definitiva… ¡el colapso!

El fin de la lucha de clases holocénica

La perspectiva de un potencial colapso civilizatorio no se presenta así, por lo tanto, al modo de una “progresión hacia el futuro” (entendiendo por futuro un estadio necesariamente superior al actual) sino que, por el contrario, como un viaje a ciegas a lo desconocido. Y aunque lo anterior sería una característica más bien usual del proceso histórico, puede decirse que el grado de incertidumbre de éste podría ser hoy mucho mayor que en el pasado, esto por lo menos si consideramos el peso (ya asfixiante) que poseen las certezas modernas que se hallan en la base de la mayoría de los sistemas filosóficos y de pensamiento hegemónicos de nuestro tiempo, incluyendo aquí al propio marxismo. Un ejemplo de lo anterior sería, entre otras cosas, el inevitable cuestionamiento que una perspectiva de colapso generaría con respecto a algunos conceptos ideológicos fundamentales de la modernidad tales como los de progreso constante, crecimiento infinito, avance continuo de la complejidad social, dominio técnico sin límites de la naturaleza, etc. De a poco, el siglo XXI va presentándose así como el puerto de salida de un viaje no sólo desconocido, sino que completamente a ciegas. Un viaje en el cual la única certeza parecería ser su dirección: el infierno. ¿Cómo podríamos, entonces, llegar a prescindir de los aportes de aquellos líderes revolucionarios que, alguna vez, debieron enfrentar al mismísimo demonio, esto tal como en el caso de los ya mencionados predicadores comunistas del medioevo tardío Fray Dulcino o Thomas Müntzer? Con todo, no queremos decir con lo anterior que el Socialismo científico y las experiencias revolucionarias de los últimos siglos (entre otras la Comuna de París y las revoluciones rusa, española, cubana o chilena) no deban continuar jugando un papel clave (prioritario) como guías para la acción revolucionaria en el presente. Más bien, a lo que apuntamos es a que sería necesario emprender un reacondicionamiento del programa revolucionario moderno de cara a los posibles escenarios históricos (inéditos) a los cuales la revolución deba enfrentarse en el futuro, aquello tal como hizo la generación de marxistas clásicos de la primera mitad del siglo XX al consumarse la transformación del capitalismo de libre competencia en capitalismo imperialista. Esto último considerando los posibles escenarios futuros de la lucha de clases moderna (…y más allá de la misma si es necesario), así como también dando cabida a un mayor

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diálogo entre la tradición marxista clásica y sus predecesores teóricos: socialismo utópico, tradición comunista-ilustrada francesa, corrientes mesiánico-igualitarias, etc. Llevado a un ámbito programático, lo anterior significaría comenzar a reformular los problemas fundamentales de la lucha de clases tales como la toma del poder, la insurrección armada, la centralidad obrera, la dictadura del proletariado, el periodo de transición, el partido obrero, la internacional, la lucha política, etc., desde una evaluación detallada de los potenciales cursos que pueda (o no) tomar el proceso histórico, considerando para ello el papel históricamente disruptivo (terminal) de la crisis ecológica. Todo esto discutiendo la articulación de dichos problemas tanto con el avance de un posible escenario (tradicional) de crisis capitalista, así como también la probable hibridación de éste con dinámicas catastróficas potencialmente inéditas que, aunque todavía hipotéticas, podrían constituir una realidad muy contundente durante el presente siglo. Esto último sobre todo si tenemos en cuenta, como ya mencionamos, las recientes informaciones provenientes del ámbito científico en torno a las desastrosas consecuencias que traerá el calentamiento global en los próximos años, así como también si consideramos el verdadero callejón sin salida económico, tecnológico, social, político y ecológico al que parece habernos llevado la podredumbre capitalista en su fase de decadencia absoluta.

El Marxismo clásico debe renovarse ante los problemas del colapso… o morir

No podemos olvidar aquí que el capitalismo ya ha demostrado, en contadas ocasiones durante el siglo pasado, su vocación destructiva. Guerras mundiales, bombardeos atómicos, carrera nuclear, conflictos regionales, golpes de estado sangrientos, hambrunas continentales, miseria abismal, explotación sin límites, destrucción medioambiental a escala planetaria. Década tras década, ha sido el mismo capitalismo el cual ha venido cavando no sólo su propia tumba, sino que la de cada habitante y especie natural de este planeta. Ha sido el mismo capitalismo, en definitiva, el que ha venido preparando, paciente y cotidianamente, un descalabro de proporciones bíblicas. Y no podemos olvidar tampoco que, al no haber sido frenado a tiempo por los procesos revolucionarios del pasado, el desenfreno capitalista se ha desarrollado a un ritmo tan enloquecido e insospechado que sólo un idiota (o un ciego) tendría problemas para reconocer que hoy, efectivamente… lo peor es posible. No puede sorprendernos, por lo tanto, el hecho de que nos veamos ahora ante la escabrosa tarea de pensar la revolución ante escenarios que, tal como han comenzado a sugerir algunos de los más importantes centros de investigación científica alrededor del mundo, podrían ponernos prontamente ante una realidad que pareciera ser sacada más bien de una novela o película futurista. Pero este es un efecto común. ¿Quién habría imaginado en 1930 que la capital intelectual del mundo, Alemania, sería dominada por aquel nuevo tipo de inquisición semi-secular llamada

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nazismo? ¿Quién habría pensado al estallar la II Guerra Mundial en Auschwitz o en la “solución final”, o bien en el apocalipsis nuclear de Hiroshima y Nagasaki? ¡Nadie! Y es que el capitalismo ha tenido siempre una virtud: su ingenio insuperable para el horror. Hoy, el capitalismo lo ha hecho otra vez. Justo cuando comenzábamos a pensar, ingenuamente, en la posibilidad de una nueva oportunidad revolucionaria tal como las anteriores, el capitalismo ha utilizado su “último as”: su autodestrucción inminente y con ello la posible aniquilación del género humano. Con esto, el “hábil” capitalismo nos ha puesto, nuevamente, ante una situación desesperada. Septiembre 2019 (2015-2016)

Santiago – Londres

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Notas i

Un fenómeno de colapso capitalista debería tener lugar, potencialmente, durante el transcurso de las próximas décadas, aquello si consideramos el conjunto de investigaciones científicas que apuntan tanto al desarrollo de un importante salto catastrófico en la dinámica actual de la crisis ecológica, así como también a una drástica disminución de los recursos básicos a nivel global. Uno de los indicadores claves de lo anterior serían los ritmos que estaría tomando el proceso de calentamiento global, llegando a hablarse de un aumento de la temperatura media del planeta de hasta 5 o 6 grados centígrados para fines de este siglo; es decir, una cifra muy por encima del “límite de seguridad” establecido por la ONU de 1.5 grados c. Es importante recordar aquí que, tal como hemos visto previamente, el papel de la crisis climática en un futuro fenómeno de colapso civilizatorio no debe reducirse a los meros efectos medioambientales de la misma, debiendo considerarse además su rol como catalizador (intensificador) de las tensiones sociales y políticas del presente. Teniendo en cuenta la disminución de recursos básicos que traerá aparejada en el futuro esta crisis (por ejemplo en el ámbito de la agricultura mundial), así como también la existencia en la actualidad de graves déficits tecno-científicos y medio-ambientales que harían inviable el desarrollo de una posible “segunda revolución verde”, un posible colapso capitalista generalizado se presenta durante este siglo, por lo tanto, como altamente probable. Esto último incluso considerando la posibilidad del estallido de revoluciones socialistas triunfantes en el próximo periodo, las cuales (dada la gravedad del tipo de crisis que se aproxima) deberían ser también arrastradas por la dinámica colapsista. Con todo, estas revoluciones socialistas (las cuales han sido denominadas en este documento como revoluciones en el abismo) podrían jugar un papel clave, si bien no en la anulación del proceso de colapso propiamente tal, sí en la administración del mismo (esto sobre todo en el caso de que aquellas adopten una dinámica de tipo bi-epocal). ii Otro ejemplo de lo mismo puede encontrarse en el hecho de que las probabilidades del desarrollo de un fenómeno de extinción humana total serían más altas para el caso (b3) que para el de (b2), esto como producto de un escenario histórico marcado por la derrota de un hipotético ciclo revolucionario socialista anterior durante la fase (a3). Igualmente, el caso (3c) se debería caracterizar, por la misma razón, por un grado de degeneración mayor de las condiciones histórico-sociales que en el caso (3b), dando como producto una menor capacidad de reacción de la humanidad ante el avance de un fenómeno de extinción masiva. Es posible sugerir aquí que los casos (3b) y (3c) dejarían abierta la posibilidad del desarrollo de mecanismos sociopolíticos (y tecnológicos) que permitan a potenciales sistemas sociales post-capitalistas no comunistas (es decir, basados en la existencia de la explotación de clases u otras formas de opresión social) evitar un fenómeno de extinción humana total, aunque en estos casos en el contexto de un probablemente agudo (y quizás inconcebiblemente monstruoso) fenómeno de retroceso civilizatorio. No puede olvidarse en este lugar que los procesos de involución tecno-económica y cultural constituyen una parte importante del proceso histórico en el pasado, esto por ejemplo en el caso de la caída del Imperio Romano y las sociedades altomedievales que le sucedieron. Ahora bien, para el caso de la conquista de una hipotética sociedad comunista post-colapso (3a), tampoco debe descartarse la posibilidad de que aquella llegue a presentar (por lo menos durante sus primeras fases) una fisonomía muy diferente a la imaginada por los pensadores marxistas clásicos, esto principalmente por el contexto de masiva destrucción de fuerzas productivas en el cual dicha sociedad (o sociedades) serían gestadas. Finalmente, en el caso de un escenario de extinción humana total, aquel debería darse como resultado de la combinación catastrófica (y retroalimentación mutua) de las dinámicas (a3), (b3) y (3c). En términos del proceso histórico contemporáneo actual, la situación parece apuntar a la apertura de una dinámica precolapsista cuyo destino se juegue en el rango de posibles trayectorias históricas comprendidas entre las dinámicas (a2) y (a3). Esto último plantearía que un escenario realista (posiblemente optimista) para la lucha socialista durante este siglo debería considerar la alta probabilidad de la apertura en el mediano plazo de una dinámica colapsista de tipo (b2). iii I.C: Involución Civilizatoria.

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