Revista de Bellas Artes, época 3, núm. 7, 1982

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mas que medios de conformar conductas. Mas que hablar de pobreza de una cultura, debemos entonces ponernos en guardia contra nuestra practica de aceptar solo aquellos aspectos de una cultura que se evidencia a traves de una externaci6n ffsica. Podemos juzgar el esplendoroso poderfo de Ia organizaci6n social maya que se extern6 en las huellas ffsicas de Tical ode Lubaantun. Noses mas diffcil en tender que el mundo internode una vieja curandera como Marfa Sabina es quiza tan complejo y profundo como Ia Catedral de Chartres. Y mas sutil, porque no necesita de Ia brutal movilizaci6n de Ia piedra para hacer sentir su poder o perpetuarse. Mas de un fiel contemplara Ia arquitectura religiosa con Ia mente vacfa. Mientras que, por el contrario, bajo Ia b6veda estrellada, esta curandera es capaz de erigir un templo verbal, sintiendose y diciendose emisaria de un espfritu alojado en un vegetal:

Soy mujer piedra del sol sagrado (dice) Soy mujer piedra del sol dueiia Soy la mujer aerolito, Soy la mujer aerolito que esta debajo del agua, Soy la muiieca sagrada, Soy la payasa sagrada, Soy la payasa dueiia, Porque puedo nadar Porque puedo volar Porque puedo rastrear 1

Ya que, en efecto, Ia necesidad de externar un rasgo cultural puede corresponder a su debilitaci6n interna. No olvidemos que Ia construcci6n de Ia basilica de San Pedro, coincidi6 con Ia crisis y Ia fragmentaci6n del cristianismo. De Ia misma manera que Ia externalizaci6n de un rasgo de Ia civilizaci6n conduce a Ia atrofia de Ia internalizaci6n -asf como ellibro aniquila memoria oral - dentro de una misma cultura; el encuentro de una cultura con otra produce iguales fen6menos. La p6lvora, aniquila en una sola deflagraci6n, no solo el valor temerario del caballero andante (como lo deplor6 Cervantes) sino ademas toda Ia manipulaci6n de Ia conducta que produce el impasible coraje del caribe y del Caballero Aguila. America Latina es el resultado del epfrentamiento, Ia sustituci6n y Ia sfntesis de estos estilos de operaci6n sobre el mundo, con sus correspondientes externalizaciones e internalizaciones. De las tres familias de culturas que formaron Ia base hist6rica latinoamericana, dos de elias, Ia aborfgen y Ia africana, se caracterizaron por un enfasis en Ia tecnologfa de Ia conducta, aplicada al dominio de Ia naturaleza animada; y Ia cultura invasora se caracteriz6 por un enfasis en Ia tecnologfa del dominio de lo inanimado, aplicado a Ia conformaci6n de Ia conducta. Las primeras debieron su supervivencia a regulaciones de Ia estructura social que les permitieron dedicarse eficazmente al cultivo del mafz o a Ia cacerfa, por ejemplo; mientras que Ia hispanica debi6 su triunfo a una metalurgia que le permiti6 establecer un poder militar e ideol6gico sustentado en Ia boca de los mosquetes y Ia punta de las espadas. Las culturas aut6ctonas americanas, en lfneas generales, pusieron enfasis en Ia aplicacion de una tecnolog{a de la conducta, dirigida a alcanzar un dominio sobre la naturaleza animada. Recolectoras, cazadoras y luego agrarias, el fruto, el animal y Ia planta fueron su objetivo ultimo; a el subordinaron sus estructuras sociales -de admirable eficacia- y sus herramientas, comparativamente sencillas. La naturaleza americana, aunque no tan idflica como Ia presentaron los romanticos, les permiti6 instaurar una relaci6n arm6nica con Ia ecologla, que no encontr6 obstaculos insuperables. Desde el principio, en este medio se encuentran las rafces de Ia especificidad latinoamericana. Pobre en ' Citado por Alvaro Estrada. Vida de Mana Sabina, Ed. SigloXXI, Mexico,

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