ManoVuelta 12 • Indios en las ciudades

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A lo largo de cinco siglos la población indígena de Chihuahua ha sufrido procesos históricos de exclusión social, dominación cultural y marginación económica. Esto se traduce en el paulatino saqueo y devastación de los recursos naturales serranos en condiciones sumamente desfavorables para ellos, mismas que les han ocasionado condiciones de vida deficitarias y crecientemente desfavorables, así como la perturbación de sus prácticas y conocimientos tradicionales. La precariedad de los suelos para la agricultura, los intereses comerciales sobre los recursos naturales, como los forestales, mineros y herbolarios, así como la violencia producto del narcotráfico, la búsqueda de trabajo, de opciones educativas y servicios de salud han provocado que los rarámuri decidan migrar a la ciudad. El interés de este artículo es mostrar, si bien de manera muy general, algunos aspectos sobre la vida de los rarámuri en la ciudad de Chihuahua y las formas en que mantienen su cultura, la transforman y la adaptan a las “nuevas condiciones” generadas por el contexto urbano; haremos un acercamiento a las formas en que los rarámuri viven y sueñan en un territorio distinto y ajeno al que los vio nacer y que les aportó las significaciones colectivas para sobrevivir, rodeados de los desafíos de la modernidad y la globalización.

Ivan Gomezcésar H., Chihuahua, Chihuahua, 2009

Para abordar su situación en la ciudad de Chihuahua es necesario iniciar con una digresión que nos permita ubicarlos en su contexto territorial original de la Sierra Tarahumara y comprender algunos de los elementos más característicos de la cultura y estructura social que han desarrollado durante cinco siglos en esa región. Estos elementos los hacen diferentes a los pueblos indígenas de Mesoamérica, a sus formas de organización socio-espacial y configuraciones culturales. Entre los múltiples aspectos que les dan esta particularidad, y que al mismo tiempo constituye su práctica de resistencia cultural más conspicua, podemos destacar el patrón de asentamiento sumamente disperso que presentan y los lleva a vivir en ranchos o rancherías muy separadas entre sí, prácticamente no hay lugares que puedan considerarse barrios o comunidades en el sentido mesoamericano. Desde luego, este modelo de ocupación territorial también obedece a las características orográficas y ambientales, sumamente agrestes y desafiantes para realizar la reproducción material de estas familias. Ese aislamiento los ha llevado a generar sentido de pertenencia, identidad local y cohesión social, no a partir de la vecindad o contigüidad espacial, sino gracias a la realización de prácticas colectivas, reuniones y rituales que les brindan elementos que dan cohesión, tales como el flujo de información, la actualización de su estructura social, el reforzamiento de sus lazos de parentesco y amistad, la resolución de conflictos, la actualización de su sistema de gobierno y la instauración de un sistema de reciprocidades que vigoriza su red social y su convivencia. Por ello podemos decir que “comunidad rarámuri serrana” se refiere más bien al territorio sobre el que se despliega una constelación de unidades familiares o ranchos que orbitan en torno a prácticas colectivas e intercambios que a un lugar central donde se localiza una iglesia, así como a un sistema de gobierno propio.

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