El secreto de las pasas

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A mi hijo Rodrigo, que siempre me inspira...

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Cuando Diana Wholesale llegó a El Poble Nou de Benitatxell, tenía 9 años y la tristeza, que es un animal de dientes afilados, le mordía el corazón. El sol le hería los ojos. Añoraba el cielo nublado de Manchester, la ciudad de donde venía. Había perdido a su madre de repente. Ahora vivía en aquel pueblo de mar y montaña con su abuela, una mujer que siempre llevaba un broche con flores naturales de jazmín y le hablaba del tiempo de la pasa. 12


A Diana le costaba hacer amigos. Iba, claro, a la escuela. En la clase había niños valencianos, chinos, árabes, alemanes, incluso ingleses como ella. Eran simpáticos. Pero Diana no tenía ánimo. Echaba de menos la risa de su madre y su voz por las noches cuando le contaba las leyendas de El Gegant Mitjafava y le tarareaba canciones de los Beatles. 13


Un día su clase fue a Xàbia a ver una exposición de Sorolla, el pintor de la luz. Diana arrastraba los pies de sala en sala. Pero un fogonazo le hizo levantar los ojos. Allí, ante ella, había un cuadro de unos agricultores que guardaban los cañizos de pasas dentro de un riurau. La maestra explicaba que Sorolla lo había pintado durante su estancia en Xàbia.

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