ANDRÉS PASTRANA ARANGO
COMUNICADO Mientras redactan en La Habana los últimos capítulos de la nueva Constitución de Colombia por decisión del Congreso que entregó sus funciones constitucionales, el Gobierno y las Farc anuncian un cese bilateral definitivo de las hostilidades. El nuevo orden, que en aras de un acuerdo de paz deroga el democrático equilibrio de poderes, prescinde de impartir justicia y avala el narcotráfico pasado, presente y futuro de la guerrilla de las Farc, abre una puerta al caos institucional antidemocrático. Quienes no compartimos la tesis del ‘todo vale’, de pactar a toda costa aun por encima del Estado de Derecho, somos los verdaderos amigos de la paz. No nos intimidan los adjetivos ni la propaganda. Defendemos la democracia, el estado de derecho, las instituciones democráticas. Estamos del lado de lo que en Cuba tratan como ‘minucias’ de un país de leyes cuando son, en realidad, la esencia y el fundamento de una paz sólida para las generaciones venideras. Pretender paz sin cimientos democráticos es vana ilusión. Es el engaño de quien propone un juego sin reglas, con árbitros comprados. Es el salto al vacío de una generación timada en nombre de una ilusión. Un cese a las hostilidades pactado sobre el cadáver de los principios más elementales de la Constitución es violación de la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos y de los principios universales inscritos en los tratados suscritos por Colombia, que sí hacen parte del bloque de constitucionalidad que hoy se pretende sustituir con picarescos abusos de las formas legales. El cese al fuego se ha convertido, paradójicamente, en apenas una cuestión de forma de la paz. La democracia, que la nutre y garantiza, es la cuestión de fondo de la supervivencia de la República. Bogotá, 22 de junio de 2016