Periódico Andén 85 - Hábitat. Expulsiones y otras canalladas

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#85 año viii septiembre 2016 precio: este periódico

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PARADA OBLIGADA EN LA COMPRENSION DE LA REALIDAD

ilustración por daniel martín - www.dmdesign.com.ar - mardaniel@gmail.com

no se vende

(pero escuchamos ofertas)

Hábitat

expulsiones y otras canalladas


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editorial

tu

localidad

P

rimero la casa, después el auto y por último..., bueno, lo que sea. Algo así decía un consejo biempensante de antaño. Esa sucesión de prioridades cambió. La casa propia es, en los hechos, casi imposible. Douglas Coupland, autor de la célebre Generación X, postula en su novela Planeta Champú que las nuevas generaciones tardan más en dejar las casas de sus padres y que se dan al gasto irrefrenable de cosas superfluas porque no pueden conseguir trabajos con sueldos que les permitan, por ejemplo, pagar un alquiler y mucho menos, una hipoteca. Y de hipotecas imposibles estaba construida la crisis que se llevó puesto al mundo financiero en 2009. Sus consecuencias no son una especulación económica, basta con preguntarles a españoles y griegos. Garantizarnos un techo y un ambiente duraderos insume esfuerzos cada vez mayores. Hay un eslogan que por eslogan es lugar común y, por ende, tiene visos de verdad: la gentrificación es el nuevo colonialismo. Maquiavélico porque nadie es en verdad responsable y todos lo somos: según las leyes de la oferta y la demanda, suben los precios de las propiedades, suben los precios de los productos que se venden en la zona, sube todo, menos los ingresos de quienes viven ahí. Por lo tanto, quienes no pueden soportar los costos son obligados a migrar de sector, de barrio, de municipio. Lo que les pasaba a los que vivían en los campos donde se pretendía plantar soja, pero ahora en la ciudad, en vuestro propio barrio. Y lejos está de ser un fenómeno de clases acomodadas que pugnan por un estacionamiento. Se da en la villa, donde se pagan precios exorbitantes por cuatro chapas sin ningún tipo de servicio. Salvo el primer peronismo ─con reparos─ ningún otro gobierno, anterior o posterior, implementó planes masivos de vivienda que le permitieran acceder a las clases subalternas a la titularidad de su casa. Planes y políticas públicas hubo, pero por lo general vinculados al reparto feudal de prebendas o a planes focalizados no en los pobres, sino en la clases medias; siempre a la espera de que el círculo virtuoso de la economía terminara impactando, como de refilón, en quienes tienen que okupar un terreno ocioso para criar a su prole. Un hábitat reúne las condiciones para que una población se reproduzca y resida en un ecosistema. Pasa en el mundo de los animales, que también padecen la ley de la oferta y la demanda en sus cuerpos y en sus territorios, y pasa allí donde la vida se vuelve insoportable: no hay hábitat posible, si no

planta

estable más o menos

maquinista juan ignacio basso

guardabarreras gabriela giambroni

la que pasa por abajo del molinete giselle méndez

jefe de estación horacio ernesto giambroni

chancho gustavo zanella

boletera soledad ramati

la que endereza las vías maría virginia compte

la que dice que el tren no tiene que poner guiño para doblar yael tejero (de vacaciones)

www.revistasculturales.org

el que corre la zorra manuel fontenla

el que no se quiere bajar del tren césar maffei

el que pinta grafitis en la estación daniel martin

staff

EXIGIMOS QUE LA PRENSA GRÁFICA SEA DEMOCRÁTICA

1) Derogación del decreto 1025 que fomenta la concentración. 2) Ley de Fomento a las Revistas Culturales Independientes 3) Ley que reconozca y proteja el trabajo de canilitas

Las notas que no entraron en el papel encontralas en nuestro sitio web y en las redes sociales. Artículos, diálogos, videos, descargas y toda nuestra historia a tu disposición para informar, comunicar y generar ideas.

hay condiciones de arraigo y querencia. Los que no migran ni se desplazan, los que no se adaptan ni pactan con las fuerzas que depredan su hábitat tienden a la extinción. No es una ley, ni es un destino. Las personas no duermen en la calle ni viven en asentamientos de emergencia porque tienen el hábito de la precariedad. No gastan el 50% de su sueldo en un alquiler por el simple hecho de querer habitar intramuros o tan solo querer pertenecer. Todo aquello ocurre porque es una decisión colectiva, en la que cada integrante de la comunidad es incapaz de descentrarse y padecer con el otro la angustia de dormir al sereno. El derecho a una vivienda digna es uno de esos buenos deseos que se declaman, pero que no se cumplen para nadie salvo para la minoría depredadora que ve en la posesión de la tierra un commodity y no, un hogar. Cuando hablamos de casas sin gente y de gente sin casas, estamos hablando de un mercado que apuesta a la espectacularidad del terror. No es solo una política comercial clasista que apuesta a jerarquizar un territorio, expulsando a los habitantes pobres (con sus hábitos y costumbres), lo es también de género, de etnia, es política etaria. ¿Cuáles son las condiciones para alquilar? ¿Madre soltera? ¿Transexual? ¿Migrante boliviano? ¿Del Congo? ¿Cuántos años tenés? ¿Empleado estatal? ¿Desde cuándo? ¿En dónde está ubicada la propiedad que usás como garantía? El llamado real state es una serpiente que se muerde la cola, y la encuentra sabrosa; y es, a su vez, un generador de sentido común. El clase media que hace malabares para garantizar su techo ve con desprecio e indignación moral a las masas de pobres que toman terrenos, sin percibir que se encuentra más cercano a ellas que al sueño de la casa propia. Es uno de los muchos problemas de la progresía vernácula, echar un manto de piedad sobre los conflictos sociales sin cuestionar el núcleo patógeno del sistema económico en el que vive: uno en el que los ricos tienen muchas propiedades y los pobres, al igual que sus padres y al igual que sus hijos, no tienen ninguna; y, de tenerla, será en un lugar carente de asfalto, de agua, de escuelas, de hospitales, de lugares de esparcimiento, de seguridad. O aun peor, resbalará por las barandas del sistema hasta caerse de él y terminará durmiendo en la calle, ese fenómeno que el cristinismo más cerril no logró perforar. Como proponía Jara, hay que desalambrar, aunque los alambres estén hoy –como ayer– en las mentes y en los corazones de nuestros compatriotas

el que insiste con el carbón gustavo guevara trenes al oriente daniel gómez matías chiappe

el que corta las vías ezequiel pinacchio

la que se pasó de estación maría belén morejón

caminantes de las vías que se detienen en esta estación

sara ciocca, silvio schachter, joaquín vazquez , alejandro campos, colectivo de investigación co-construcción, gustavo torreiro, anibal guiser, mauro zavaglia, lorena putero, franco dre, horacio carbone, juan anguera, horacio cárdenas pasajeros posibles todos los que tengan algo que decir sobre los temas que abordamos

gratarola boleto

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la vivienda: El problema habitacional se constituye como un problema central en las grandes urbes. Nuestro país no es la excepción, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y otras ciudades, como Mendoza, hoy se encuentran con leyes que reconocen la emergencia

L

a vivienda figura en nuestra constitución como un derecho, sin embargo en la práctica nos centramos en debatir las señales del mercado respecto a la compra y venta de inmuebles, pasamos a hablar del mercado inmobiliario y poco de cómo garantizar este derecho. Efectivizar el derecho a la vivienda requiere de acciones y de una legislación fuerte sobre el tema. En nuestro país, un periodo simbólico en esta materia fue entre 1945 y 1955. Las principales medidas del primer gobierno peronista consistieron en la construcción directa por parte del Estado, el congelamiento de los alquileres y el otorgamiento de diversas líneas crediticias a través del Banco Hipotecario Nacional, principalmente para la construcción de unidades Nuevas. Estas políticas se enmarcaban en un plan de desarrollo económico nacional, entendiendo lo económico como aquello que resuelve las necesidades de una sociedad y genera mejores condiciones de vida para ésta, y no solo las actividades que se realizan a través del mercado. Los loteos populares, su posterior venta en cuotas, junto a la estatización de los servicios públicos permitieron ampliar las zonas urbanas y el acceso de los sectores obreros a la propiedad. Estas medidas dieron como resultado un cambio sustancial: el porcentaje de propietarios a nivel nacional que había sido del 37% en el censo de 1947 creció al 58% para el censo de 1960. Dicha tendencia, si bien con menos dinamismo, se mantuvo hasta mediados de los setenta. Sin embargo, en el último censo de 2010 se observó una caída de la cantidad de propietarios y un aumento de las familias con problemas de hacinamiento (es decir, que viven más personas o familias de las recomendadas por habitación). La falta de regulación y de políticas para el sector que llegan con el modelo económico neoliberal en los años setenta y que se profundiza en los noventa se encuentra entre las principales explicaciones. Esta nueva visión plantea la vivienda como una mercancía o una inversión. Así el problema habitacional se va a resolver en el mercado, donde inversores que buscan maximizar sus ganancias construirán viviendas para venderlas o alquilarlas

mercancía, inversión o derecho

y darán respuesta a quienes aún no acceden a su vivienda. El precio para acceder quedará definido por las condiciones de oferta-demanda. Esta idea incluye planteos que definen la vivienda como una mala inversión. Adquirir una propiedad significa inmovilizar una determinada cantidad de dinero, perdiendo la posibilidad de obtener ganancias en el mercado financiero. Este análisis tiene al menos dos supuestos: primero, que quien va a adquirir la vivienda cuenta con el dinero total de su precio, situación poco frecuente excepto entre quienes ya cuentan con una y están en la búsqueda de una propiedad como modo de inversión para resguardar el valor de sus ahorros u obtener una renta; segundo, en Argentina quienes alquilan conviven con una regulación que claramente favorece el derecho a la propiedad privada por encima del derecho a la vivienda. Es decir, no existe obligación de alquiler (se puede tener la vivienda vacía por el tiempo que uno desee) ni fuertes condiciones al contrato de alquiler. Además alquilar tiene un alto costo en términos monetarios para quien debe enfrentarlo como mínimo cada dos años.

¿Por qué regular el acceso a la vivienda? El costo de vida de los trabajadores se ve fuertemente influenciado por la forma en que acceden a la vivienda. En Argentina antes de la quita del subsidio, este gasto implicaba alrededor del 30% de un salario promedio. Es por ello, que en muchos países de Europa cuentan con fuertes regulaciones a la propiedad, pero también al alquiler. Por ejemplo, en Alemania los alquileres son indefinidos: un inquilino que paga regularmente su alquiler, puede considerar pasar su vida en el mismo apartamento o, incluso, para transmitir "su" apartamento a sus hijos, ya que los contratos de arrendamiento son hereditarios. Las condiciones en las que un propietario puede dar aviso de rescisión de contrato a su inquilino se definen estrictamente: se limitan a la recuperación de la vivienda por el propietario para vivir allí y por incumplimiento de contrato por parte del arrendatario (incluyendo dos meses de alquiler sin pagar). Estas medidas junto a la regulación de los aumentos han dado como resultado que gran parte de la población no tenga problemas para acceder a una vivienda. Por el lado de la propiedad existen penalizaciones por vivienda vacía o abandonada. Incluso se llegan a derribar edificios enteros abandonados con el fin de aumentar el suelo urbano. La regulación se basa en las implicancias económicas, sociales y culturales que afectan la calidad de vida de una sociedad. No solo de manera individual, como ya se planteó, relacionado al costo de vida de

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en pugna

lorena putero/ lorena.putero@gmail.com una familia, sino también para el conjunto de la sociedad. Pensar lo eficiente para una sociedad desde una mirada colectiva y no solo individual, eficiencia sistémica. No resulta económico ni eficiente para la sociedad que un grupo de individuos tengan un mayor costo de acceso a la vivienda para que otro grupo, en la mayoría de las ocasiones menor, obtenga mayor rentabilidad. En Argentina el déficit habitacional afecta a más de tres millones de hogares, en paralelo existen 2.494.618 viviendas deshabitadas. El mercado no corrige estas situaciones. Las viviendas vacías se encuentran en los barrios más caros que, además, registran los mayores incrementos de precios, como Palermo o Puerto Madero en la Ciudad de Buenos Aires. Esto se debe a que el propietario no está obligado a alquilar o vender, por lo cual puede esperar a mejores oportunidades. Parecería un conflicto entre privados sin mayores implicancias económicas, pero el suelo no es infinito: las viviendas vacías, abandonados o los terrenos en esta condición implican costos para el conjunto de la sociedad. Por un lado, implican un costo para quienes necesitan acceder: se incrementa el costo del alquiler o sea el costo de vida de las familias. Si no pueden enfrentarlo deberán alejarse, lo que implica incremento del costo de transporte, incluso puede que deban ubicarse en zonas donde algunos servicios públicos, como el gas, no estén instalados lo que incurrirá en mayores costos de vida. Así lo que resulta rentable para un individuo y se defiende desde una mirada liberal, como la rentabilidad del negocio inmobiliario, es un incremento de los costos para quienes no acceden a la vivienda. El Estado también se ve afectado por la especulación inmobiliaria ya que este deberá realizar acciones para solucionar el problema, por ejemplo, construyendo barrios en zonas alejadas, ya que los terrenos aledaños a la ciudad se encuentran a la espera de mejores precios de venta. Así el barrio construido por el Estado tiene un mayor costo solo para beneficiar a un pequeño grupo. El mercado tampoco responde según el tipo de necesidad. Por ejemplo, es más rentable construir departamentos lujosos o de un ambiente, mientras que el problema habitacional se centra en familias de ingresos medios o bajos. Plantear la vivienda desde una mirada económica es pensar en la manera más eficiente de administrar los recursos y bienes de una sociedad con el objetivo de mejorar la calidad de vida de esta y, por ello, resulta fundamental tener presente el acceso a una vivienda digna. En el mismo sentido, si la vivienda se define como un derecho, no puede quedar en manos del mercado


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buenos aires

diálogos

diálogo con silvio schachter

centrifugadora de pobres

Silvio Schachter tiene como profesión arquitecto, pero es un pensador. Tiene la capacidad de ver qué hay detrás de lo que pasa. En esta entrevista, que planteamos a partir del concepto de gentrificación, encontramos que la trama urbana no es local, ni casual, ni necesaria. Detrás de una inocencia aparente hay factores económicos, políticos y sociales de escala global que condicionan la configuración de la sociedad.

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NDÉN: ¿Podrías explicarnos el concepto de gentrificación y darnos algunos ejemplos de este fenómeno? SILVIO SCHACHTER: El concepto de gentrificación surge en Inglaterra en la década del sesenta. Los que se refieren al tema dicen que lo usó por primera vez una socióloga inglesa, por lo cual es un concepto anglosajón que, como ocurre muchas veces, fue adoptado en otras regiones, como Latinoamérica. El concepto es un barbarismo, es una deformación del concepto gentry, que en los siglos XVIII y XIX en Inglaterra se utilizaba para definir las clases bajas aristocráticas que no vivían en palacios o castillos, pero que iban ocupando distintos lugares de la ciudad. Hay múltiples lecturas sobre el tema de la gentrificación y muchos usos del término, pero básicamente la definición que se acepta como punto de partida indica el desalojo de sectores pobres de áreas de interés por su localización, valor del suelo, etc., y también la revalorización de la zona en función de los intereses del capital inmobiliario. En general, quienes producen esos cambios no lo asumen como tal, no hablan de gentrificación, porque eso significaría asumir la expulsión de los pobres. Y se habla de “renovación urbana”, de “puesta en valor”, de “jerarquización y reciclaje de edificios históricos”, etc. Esto se debe a que el término gentrificación posee una carga negativa.

¿Qué relación existe entre la gentrificación y el valor de la tierra? La tierra urbana es un bien escaso (cada vez más escaso) y no reproducible. El lote no tiene valor en sí mismo, porque no hay trabajo, es un bien natural. Lo que sí tiene trabajo es lo que lo rodea, es decir, si el gobierno pone subte, recicla un edificio cultural a una cuadra, alrededor se

nancy piñeiro / nvpmoreno.trad@gmail.com juan ignacio basso / juanibasso@gmail.com construyen casas muy bonitas y hay equipamiento escolar. Estas cosas aumentan el precio del lote y dan una renta potencial relativa muy atractiva. El capital quiere acceder a eso para generar plusvalía a través de la construcción en el lote. Esto genera gentrificación. Dentro de este contexto, podemos entender que la gentrificación se da de muchas maneras. Puede ser violenta, como es el caso de Cacciatore en Buenos Aires o como se produjo en Brasil con el Mundial y las Olimpíadas. Por ejemplo, necesito agrandar el estacionamiento del Maracaná y en 48 horas vuelo la favela Mangueira Metro, la transformo en un estacionamiento, y llevo a la gente a vivir en Campo Grande a 60 km de la ciudad. Esta es una manera brutal de gentrificación que se sigue dando, pero hay otros fenómenos más sutiles.

El Estado fue renunciando al poder de policía y le dijo a los ciudadanos “resuélvanse el problema de seguridad ustedes” ¿Podrías darnos algún ejemplo de gentrificación sin violencia? A veces tienen que ver con grandes proyectos urbanos, como por ejemplo Puerto Madero (aunque este caso es especial porque no significó el desplazamiento de gente). Puerto Madero es la apropiación de tierra pública más brutal que hubo en la Argentina y América latina: ciento treinta hectáreas que eran de la ciudad pasaron a manos privadas, sin que nadie hiciera grandes reclamos. Este caso

puede ser entendido como una gentrificación lateral, porque la existencia de Puerto Madero generó impacto rápido en San Telmo y La Boca. Ese efecto se siente. Es un megaproyecto que pilotea el Estado para que se haga el negocio privado. Esta

es la tendencia hegemónica. A veces los fenómenos de gentrificación son iniciativas privadas, a veces combinadas entre el Estado y lo privado, pero todas tienden a valorizar el suelo y la tierra sobre las cuales se realiza. Un ejemplo que no se ve tan claro es Palermo. Palermo era Palermo viejo, compuesto por gente de barrio, clase media baja, etc. Luego, con cuatro o cinco movimientos (como fueron los estudios de filmación, algunos boliches de comida, y el cierre de las bodegas que estaban sobre Juan B. Justo), modificaron su estructura. Ahora Palermo viejo es Palermo Soho, Palermo Hollywood, Palermo Nuevo…, Palermo es el barrio más grande de la ciudad de Buenos Aires y todo lo que está cerca se quiere llamar Palermo, porque es una marca que cotiza bien la tierra. Aquí hubo un proceso de gentrificación más lento, menos evidente, porque no se echó a la gente de Palermo. Otro ejemplo es el barrio de San Telmo, donde el Estado recicló tres o cuatro edificios importantes (puso el museo de arte moderno, etc.), e intervino en edificios antiguos de la ciudad (como el de Canale). Eso cambió la composición social de un barrio cuyo origen fue de clase colonial, luego la clase pudiente se trasladó al norte y el barrio se fue degradando. Bien, esta es otra de las características de la gentrificación: barrios que, por falta de mantenimiento, por pocos recursos o porque el Estado no está presente, empiezan a degradarse, un sector obrero o de clase media-baja empieza a desplazarse porque ya no quiere vivir allí, y empiezan a aparecer sectores vincu-

lados a la indigencia, la ocupación de casas etc. Entonces todo se viene abajo, nadie interviene y llega un momento en que la erradicación está justificada y cuenta con el consenso de la opinión pública.

Dos generaciones perdieron la calle. No hay bicicletas en la calle, no hay chicos solos en la calle, no hay vida en la calle. La calle es para transitar ¿Existe algún otro tipo de gentrificación? Otro de los elementos que hay que considerar para la gentrificación es el turismo. En esta disputa de las ciudades para ver qué lugar ocupan en la red turística internacional, cada una vende algo: Río te vende la ciudad maravillosa, Buenos Aires se vende como una ciudad de la cultura, Barcelona es Gaudí, Valparaíso y Santiago son Neruda. A veces la acción de concentrar tres o cuatro edificios culturales en un lugar genera el fenómeno de la gentrificación, porque se empieza a valorizar el entorno, cambia la composición y, paulatinamente, la gente de bajos recursos no puede sostener el ritmo de vida que le impone ese lugar. Porque, entre otras cosas, suben los alquileres y con ellos los productos que se venden en los comercios. Hay diferentes teorías que explican esto. Una de ellas es la teoría de las ventanas rotas: si vos tenés un hábitat degradado hay posibilidad de que sea propicia la violencia delictiva. Entonces, una manera de justificar el accionar sobre ello es


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diálogos

ponerla en valor, ponerla linda, limpiar las calles y hacer la “limpieza social”, es decir, sacar lo que molesta, lo que ensucia. Hoy, en Buenos Aires, hay un plan y es “el plan de distritos” que es muy nefasto: lo que hace es congelar las funciones en vez de entremezclarlas, que es lo que le da vida al tejido urbano. Por ejemplo: Si te pongo un distrito institucional como es Parque Patricios, donde pongo la sede de la Municipalidad, cuando no funciona la Municipalidad ese barrio está muerto. Lo mismo en el barrio de los boliches, si los boliches funcionan de noche, de día no pasa nada. En Once vos vas de 8 h de la mañana a 4 h de la tarde y no podés caminar, y después de las 5 h de la tarde están todas las persianas cerradas, no se puede vivir ahí…

¿El barrio del Abasto puede considerarse una zona gentrificada? El caso del del Abasto es un buen ejemplo para ver cómo una acción puntual genera un proceso de valorización inmediato. Cuando funcionaba el Mercado del Abasto esa no era una zona muy agradable para vivir, pero era una zona proletaria, donde vivía la gente que trabajaba en el mercado, y que se fue degradando. Generaba caos de tránsito, mugre, ratas, etc., entonces se decidió trasladarlo al Mercado Central; y quedó un período en el que no se usó y se decidió venderlo a IRSA para que (en ese momento con Soros) hicieran un mega shopping, con la picardía de que compraron todo lo que estaba alrededor. Por eso se hicieron las

dos torres de viviendas, el Carrefour, el Hotel Holliday Inn y varios locales; además de que se transformó en una especie de distrito del tango… No hubo un gran derrame, pero toda la zona cambió sustancialmente.

¿Cuál es el motivo de fondo por el que se produce este fenómeno? Todos estos procesos no podrían existir si no estuviera la renta privada sobre el suelo. Todo el problema de la gentrificación se basa en la tensión especulativa. De no ser así la puesta en valor se haría de otra manera, no expulsando gente. Si el suelo fuera un bien social, sería diferente. Siempre existió la propiedad privada, no es que ahora apareció el problema. El tema es que, en determinado momento, el Estado jugaba un rol de equilibrador de valores, incluso solía expropiar la propiedad privada…, pero desde el sesenta para

acá el Estado ha sido privatizador. En vez de ayudar a controlar estos fenómenos, al privatizar, ha aumentado la presión que realiza la reventa potencial del suelo urbano con todos los fenómenos expulsivos que trae. Como decía, se ha dejado de lado el valor social del suelo. Hubo un momento en que, si bien existía la propiedad privada, el Estado promovía conjuntos habitacionales en tierra pública. Con ello permitía que sectores de bajos recursos, pobres y trabajadores pudieran vivir en la ciudad. Eso se terminó. La inversión es insignificante (representa menos del 1% del presupuesto de la ciudad lo que se invierte en viviendas sociales). Esto explica otro tipo de fenómenos, por ejemplo, el fenómeno político: mucha gente se sorprendió cuando Macri triunfó en las elecciones, pero no se dio cuenta de que se había producido un cambio en la composición social de la ciudad. Y el comportamiento político es un reflejo de ello.

¿Qué cambio se produjo en la ciudad? El grueso de los trabajadores que antes vivían en la ciudad (y no solo en zona Sur) fueron desplazados a otros municipios y fueron reemplazados por una clase media y media alta que tiene otra manera de percibir la sociedad, la realidad y la política, y se comporta políticamente de otra manera. Entre otras cosas, porque abandonó el uso de lo público: Abandonó el club de barrio, abandonó la escuela pública, abandonó la salud pública; porque tiene su pregapa, porque manda a los chicos a la escuela privada, porque va al country o al Megatlón a hacer deporte… Entonces tiene esa sensación de que el Estado no le provee nada. Si a eso sumamos que el Estado fue renunciando al poder de policía y le dijo a los ciudadanos “resuélvanse el problema de seguridad ustedes”, entonces la gente pone la garita, la reja, la alarma, la cámara, etc., y piensa que la única manera de garantizar es con sus propios recursos o comprando la seguridad a cambio de libertad, ¿esa gente qué lectura puede tener acerca del Estado y de la política? Entonces es Macri… En la última elección el 90% de los votos lo obtuvieron candidatos de derecha. Nadie trabaja estos temas porque son problemas a largo plazo y aquí nadie piensa a largo plazo porque las elecciones son cada cuatro años.

¿Esto significa que las reformas urbanas perjudican a los sectores más vulnerables? Es algo contradictorio: las reformas urbanas no son de carácter negativo. No está mal mejorar la calidad de vida del barrio arreglando una plaza, poniendo un centro cultural o mejorando el transporte. Esto se vuelve negativo cuando el destinatario es una sola clase social y se transforma en un elemento especulativo. Por ejemplo: Macri agarró la antigua Usina de Segba y la transformó en la Usina del Arte, vos no podés decir que está mal (hubiese sido peor que la demoliera). ¿Pero cuál es el objetivo? Valorizar todo lo que lo rodea, ¿y quién se va a llevar el dinero de eso? No es la sociedad. Por ello uno puede decir que la Ciudad de Buenos Aires ha sido gentrificada. La conformación social de la CABA cambió. Es un tema complejo, porque la ciudad es un sistema. Como Wallerstein habla del sistema mundo, nosotros tenemos que hablar del sistema ciudad. No se puede mirar la ciudad desde un solo lugar: hay que pensar en lo económico, en lo social, en lo físico, en lo espacial, en el medioambiente, en la movilidad (que no es solamente el transporte). La movilidad tiene un costo social y laboral no reconocido: al trabajador, le pagan las horas de trabajo, no las cinco horas que se pasa viajando para ir a trabajar. Con la concentración de los parques industriales se rompió eso de que el trabajador iba a trabajar en bicicleta.

¿Qué es lo que busca la gente cuando gentrifica? Además del negocio, está el tema de la seguridad, del equipamiento, del transporte. Hay veces que se resuelve bien y otras mal. La seguridad, por ejemplo, se resuelve con la privatización del poder de policía. Eso genera una sociedad que se autoencierra. La gente le pone vallas, le pone cámaras y la calle se perdió. Dos generaciones perdieron la calle. No hay bicicletas en la calle, no hay chicos solos en la calle, no hay vida en la calle. La calle es para transitar y determinados territorios (justamente los que no están gentrificados) son peligrosos y a la gente que vive en esos territorios se considera peligrosa. Lo que está fuera de los muros del country representa una amenaza; para eso, me tengo que proteger. La vida en esos lugares se homogeneiza porque no hay contacto con el diferente, no hay vida social comunitaria. Porque generan sus propias escuelas, sus propios centros de salud, su propia diversión.

¿Qué implicancias sociales tiene la gentrificación? La gentrificación viene acompañada de este tipo de fenómenos de segregación, fragmentación y produce enormes fracturas en las formas de pensar al otro y de pensarse a sí mismo. El chico que no vivió la posibilidad de ejercer su propia experiencia de vida solo (sin el control del celular, de la alarma, de vigilancia en la puerta, etc.), ¿qué tipo de formación social va a tener?, ¿cómo va a ver su propia vida en relación a sus pares?, ¿cómo mira la sociedad, lo bueno y lo malo? Uno va teniendo la sensación de vivir en una sociedad hostil. La vida en la metrópolis es hostil: la gente está de mal humor, es agresiva, desconfía del otro, se insulta. Entonces, además de las formas de amenaza tradicionales (como la violencia criminal o estatal), se ha perdido el lazo que nos vinculaba porque no están los espacios para generar esa

sociabilidad. El chico antes salía a la calle y se juntaba con el de la otra cuadra, no importaba qué profesión tenía el padre (si era comerciante, verdulero o el portero del edificio), hacía otras actividades. Eso se fracturó territorialmente: los chicos de la villa van a escuelas para chicos de la villa, porque el que no vive en la villa no quiere que sus hijos vayan a la escuela con los chicos de la villa. El territorio se ha transformado en un lugar de estigmatización, más que la clase. Porque el tipo labura igual que el villero, tal vez en la construcción, pero el vivir en la villa, no tener domicilio, etc.; no importa quién sos, si vivís en la villa, tenés una carga negativa muy importante. La sociedad no piensa estos temas todavía, y no me refiero a un pequeño grupo, me refiero a los grandes movimientos políticos y sociales de la izquierda. Tienen, en todo caso, un reflejo de resistencia. Pero no lo piensan en profundidad, eluden estos temas, como eluden el tema de la violencia delictiva, violencia interpersonal, etc. Y pensar el sujeto no como categoría abstracta... Si vos querés hacer cambios sociales tenés que tener sujetos voluntariamente dispuestos a hacer esos cambios. No lo harán por ser trabajadores o pertenecer a cierta clase, eso está recontra estudiado * Esta es una versión acotada de la entrevista realizada a Silvio Schachter. El lector que tenga interés podrá encontrar el reportaje completo en www.andendigital.com.ar


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vivir

experiencias

¿Destrucción, conservacionismo o permacultura?

en los humedales

V

ivo en una casa flotante. Está en el agua, pero no es un barco, es una vivienda; no sirve para salir a navegar. Aclaro esto porque siempre me preguntan si se puede ir de vacaciones con la casa flotante a Uruguay. No, no se puede. Vivir de este modo es algo muy especial. Por ejemplo, justo en este momento, un pato acaba de acuatizar delante de mi ventana mientras miro el paisaje en busca de inspiración. La mayor parte del tiempo, mi hogar flota sobre el agua del río Luján. Pero cuando sopla fuerte el viento del sudeste, llegan hasta mi vecindario las aguas del Paraná, que suben por el cauce del Luján empujándolo hacia arriba, y obligándolo a desbordar las orillas e inundar los campos. Entonces vale decir que mi casa flota en dos ríos, aunque esté siempre en el mismo lugar. Y no termina ahí la cosa; antes, hace unos miles de años atrás, aquí estaba el mar. De eso no hay dudas, porque durante una excavación en medio del pueblo de Maschwitz, ─que queda hacia el oeste, a cinco kilómetros tierra adentro de donde escribo─, se encontró el esqueleto de una ballena. Así son las aguas; viajan, mutan, se mezclan, se disocian, suben, bajan, invaden y se retiran solo para volver. Me han invitado a escribir esta nota porque soy habitante de los humedales. Uno de los espacios naturales que hoy están en la primera plana de los problemas del medioambiente. Por lo tanto no tengo más remedio que explicar qué es un humedal. Espero poder escribirlo sin que la nota se convierta en un texto de manual de geografía…

¿Qué son los “humedales del Río Luján”? Es una gran planicie de inundación que contiene los desbordes de los ríos y los caprichos milenarios del mar –que de todos modos, tarde o temprano, vendrá de nuevo a ocupar sus dominios–. Este ecosistema se fue formando durante milenios. El agua salobre de las antiguas ingresiones marinas quedó confinada bajo un manto duro de arcilla que se encuentra a unos diez metros por debajo de la superficie del terreno. De ahí para abajo, si se hace una perforación a cien metros de profundidad o incluso más, solo hay agua salada. Este reservorio de agua de mar que los geólogos llaman “Querandinense” está encerrado por esa cáscara de arcilla impermeable, que es una base chata como un piso, por encima de la cual discurren el río y sus arroyos. Imaginen una losa plana donde la pendiente es de apenas cuatro milímetros por kilómetro. Sí, 4mm de desnivel por cada kilómetro, o sea: nada. Y sin embargo, a pesar de no contar con la ayuda de la gravedad, el río sigue fluyendo misteriosamente hacia el estuario del Plata para salir al mar. Pero no nos vayamos por los meandros… Cuando el mar se retiró, dejó esa gran playa vacía por donde los ríos fueron siguiendo su rastro hasta alcanzarlo mucho más lejos. Como los perros cuando se guían por el olfato, los ríos y los arroyos fueron dibujando un sendero serpentino y depositando en las orillas de su recorrido más y más sedimentos. Pero cada vez que venía la sudestada, el viento se convertía en un dique que cerraba el paso al río. Entonces el agua se iba acumulando hasta superar la altura de las orillas y explayarse sobre la planicie. Como el borde de las costas del río era ya más alto que el resto de la llanura, aunque cesara el viento, el agua ya no tenía cómo volver al cauce principal del río. Y se quedaba ahí tomando sol, evaporándose, dando vida a

las totoras y a las cortaderas, a las ranas, a los mosquitos y al pez comemosquitos que es oriundo de estos bañados. Al aquietarse, el agua depositaba sobre el manto de arcilla los sólidos que viajaban en la corriente y así, siglo tras siglo, se fue formando el terreno fangoso del humedal. Cada quinientos años ese proceso acumulaba una capa de tierra de un metro más de altura. Al cabo de cinco o seis milenios se llegó a lo que encontramos ahora. Bueno, en realidad lo de “ahora” vale para los lugares que todavía no fueron invadidos por los barrios cerrados. Para decirlo más fácil: esto siempre ha sido y será una llanura de inundación, porque así fue diseñado por la Naturaleza. Por lo tanto, si alguien pretende habitar el territorio de las aguas, lo mejor que puede hacer es flotar. De este simple uso del sentido común, surgió la idea que me llevó a crear el concepto econáutico y realizar este vecindario de casas flotantes abierto al río, llamado Hipocampo. Donde antes estaba el mar, ahora hay edificios, mansiones, c e n t r o s comerciales, caminos asfaltados y miles

de familias viviendo en esa ilusión de tierra firme que producen los rellenos. Al principio, los constructores hacían casas enormes sin tener en cuenta que ese terreno se hunde, se mueve. Entonces las mansiones se rajaban y no tenían arreglo. Al final, los que se rajaron fueron esos constructores, perseguidos por los juicios de sus clientes. Así comenzó ese audaz y poderoso experimento de urbanizar el lecho marino.

“No nos une el amor, sino el espanto…“ La maravillosa sentencia de Borges se completa en mi ánimo cada vez que voy a comer a Los Inmortales, en la bahía de Nordelta. ¡La misma pizzería adornada como una cantina, llena de retratos de artistas famosos de los tiempos de Gardel y, sobre todo, la misma pizza que

anibal guiser/ anibal@econautico.com.ar

sirven en la avenida Corrientes! ¡Aquí, en los pantanos del Tigre! Miro hacia enfrente esperando encontrar la fachada de Güerrín, la otra grande del Centro. Pero se ven barcos donde deberían estar los autos y, en la vereda del otro lado, se alza un gran hotel de lujo, cuya marca es una enorme letra “I”. Apunto mi vista hacia el este, esperando ver el Obelisco…, y lo más parecido que encuentro es una pequeña torreta de madera que simula ser un faro antiguo, de algún promontorio de roca en Inglaterra. Pero este faro no tiene luz. De pronto me siento como en Disneylandia, igual de fascinado ante el imponente tamaño de la artificialidad. Cada vez que me adentro en estas urbanizaciones de los megabarrios cerrados, quedo a mitad de camino entre la fascinación y la repugnancia. Por más que lo intente, no logro ser parte de esa actitud de divertida superficialidad. No encuentro felicidad en el consumo de cosas caras e irrelevantes. Ni me produce alegría ver un paisaje estilo Truman Show donde antes estaban los humedales. No es una cuestión de ideología sino de sensibilidad. Más aún cuando me entero de que unos barrios con nombres de santos, quieren avanzar sobre sitios de enterramiento que los descendientes de los habitantes originarios reclaman como sagrados. Pero también tomo consciencia del poder que tienen estos desarrolladores inmobiliarios que admiro y repudio al mismo tiempo. Nadie los detendrá hasta que cumplan una nueva versión de la nefasta sentencia de Dromi y así: “Nada de lo que deba ser natural permanecerá en manos de la Naturaleza”. “Y ahora, ¿quién podrá ayudarnos?” En la ecología, hay dos grandes tendencias: la permacultura y el conservacionismo. La permacultura –cultura de la permanencia de la Naturaleza– propone que el ser humano vuelva a vivir en entornos naturales, para recuperar la sensibilidad que se pierde en las urbanizaciones y asumir una actitud consciente de amor y de respeto por nuestra Madre Tierra. Un asentamiento humano siempre genera algún impacto ambiental. Sin embargo, si se diseñan los espacios de habitabilidad de acuerdo a un criterio permacultural, es posible lograr que la presencia humana se desarrolle en armonía con el ecosistema preexistente. Otro camino es el conservacionismo extremo que promueven muchos ambientalistas. Yo no confío tanto en la Justicia, –a pesar de que en este momento parece haberle dado algo de crédito a los defensores de los humedales–, y menos todavía creo en los políticos. Veo, en cambio, que el avance de los “arrolladores” inmobiliarios es una expansión desenfrenada. Prefiero entonces la creación de ecovecindarios en los espacios que hoy están amenazados por el “progreso”, como la mejor forma de proteger esos entornos naturales y garantizar que no sean invadidos por el afán de lucro de los urbanizadores. En lugar de urbanizar, podemos humanizar. Al fin y al cabo, la insensibilidad de los empresarios tiene, como único objetivo, producir ganancias. Si demostramos que es posible otro concepto de desarrollo que genere muy buenos dividendos y al mismo tiempo proteja al medioambiente, ¿por qué no habrían de tomar ese modelo? Además, sin planeta, no hay negocio.


7 la escuela espacios

panal y trinchera

horacio cárdenas /

A

la tan criticada escuela pública, hija directa de la modernidad, tiene el rostro descascarado, fisuradas las columnas y los cimientos por detonar. Pero, también, tiene algo que aparenta vicio y no es tal. Con su reloj amurallado, ordena el tiempo y el espacio, y así funciona como refugio en nuestros barrios desangelados, un panal de laboriosas abejitas, una guarida contra los ursos de las tinieblas.

l salir de la escuela, nos cruzamos con los guachos del barrio. A veces son diez, otras tres, algunas veinte. Vestidos de felices, gritan su tristeza. Viajando en tóxicas bocanadas, matan un tiempo que los mata encerrados en la falsa libertad de la esquina. No conocen el encierro del asalariado, pero les hace falta para comer y para proyectar. No tienen rutina, pero igual se aburren. No pueden predecir, por eso se encomiendan a la ruleta de vivir el día buscando la vianda de la caza y la recolección, tan de las sobras de su madre como de la billetera ajena. A ese extraño tiempo de ocio ─que, por no oponerse al del trabajo, nada tiene de ocio─, ellos lo llaman con su endeble identidad: la vagancia. Nunca sé qué harán mañana; nunca sé si los volveré a ver. A los pibes que están en nuestra escuela, siempre, sí. La escuela intenta sus leyes, pero el barrio no usa las mismas. La escuela tiene un orden ─maltrecho y anquilosado, pero orden al fin─: tiempo y espacio reglados. El barrio, sin embargo, los sepultó. La caída del trabajo como organizador, la publicitada anomia social, el atroz imperio del más fuerte, convierten los pasajes de entre torres en una jungla sin pasado ni mañana. En la escuela hay un timbre; hay un ahora sí, un ahora no. En el barrio, de eso queda poco. En la escuela hay un adentro del aula, un patio que es afuera. Se sale y se entra, se sigue la norma. En los pasillos todo es fuera y dentro a la vez. ¿Dónde empieza la casilla de los Benítez? ¿Dónde termina la de los Zárate? Puertas abiertas, cocinas al aire, pululan los pibes en cuero entre las mesas de una y otra. Tíos son vecinos; vecinos son tíos. Las ventanas dan adentro de los patios, el hacinamiento asesina el pudor: toda intimidad es lujo. Faltan puertas en territorios que añoran límites. Así la escuela quiebra un modo de vivir. Propone una ley sin saber que es novedad para quien la recibe. Sus límites y funciones son distintos de los códigos de esquina y ranchada, de la barra o de la tumba, donde los porongas tienen sus gatos, a los panchos se los pone pillos, el bondi es diversión y la valentía es pararse de manos. Las normas que sostiene la escuela, si son democráticamente construidas e impartidas, son necesarias para salir de la inmediatez eterna y del abismal desamparo, para ordenar espacio y tiempo en cada personal e íntima existencia. Porque aquí Andrea crece, cree, crea y se enamora; entre triángulos y números decimales toca una flauta de la que

no entendemos cómo hace salir terciopelos y yuchanes florecidos. Jennifer escribe furiosa mientras mira y aprende sobre pájaros, mariposas y zorzales, así vuela y se vuelve hada de barro para reparar sueños rotos. Daniela imagina, discute, organiza, promueve y así, aprendiendo, se pone al hombro la necesaria felicidad de los demás. Rocío lee y estudia, escucha y pregunta, prueba y acierta, explica y enseña con precisas palabras, y así cosecha premios que nunca se guarda, porque de nada le sirve saber, si no es para compartir. Victoria dibuja cien cielos y mil colores y reparte su risa delirante para que todos entiendan sus mucho más hermosas razones que las mustias jergas acovachadas del manual. Matías quiere ser Messi, pero también Armstrong y Gagarin, y quiere conocer al Kun Agüero, pero también conversaría con Galileo y se moriría por tirar sombreritos en Saturno. Cucho y Guada y Maxi y todos nosotros encontramos en la escuela un refugio para el frío sórdido de este cruel mercado de almas. Por unas horas, durante el día ─que acumuladas se vuelven muchas horas, muchos días, una vida─ dejamos de ser orejones para ser pioneros. Somos peones comandando la resistencia, olvidados sacacorchos convertidos en artesanos, orgullosamente dueños de nuestros garabatos y colosos.

¡Cuidado! No vaya a ser que de estos galpones, de estas fraguas, empecemos a desbordar soñadores que, trenzados de las manos, bien despabilados, le tomemos, arrebatada y firmemente los cuernos, al diablo.

Las injusticias no se reparan haciendo dibujitos, claro. El buey de la voluntad nunca alcanza. La escuela no devuelve una infancia robada y un pizarrón siempre quedará ridículo para demoler los abusos. Pero siempre será más que nada. ¡No son estériles las reparaciones del sabio amor y la ternura! ¡No! No lo son. ¡No son en vano las caricias del arte y de la ciencia compartida! Y menos si se tejen en proyecto colectivo. Son semillas fértiles del humanismo revolucionario, la lucha más ardua, intensa y a la vez cariñosa que podamos emprender. Si la escuela no enseña, pierde sentido. La poesía y la geometría no se negocian. Sin la escuela, todo sería peor. Para muchos desangelados, es el impulso a escapar del miedo, saltar de la cama, encontrar un sentido. Es un acurruco en la intemperie de balas cruzadas, cálida cabaña en la desértica aridez de la marginación, un regazo de voces claras que afuera no existen, una agenda simbólica, un mañana distinto del ya. En la escuela, pueden ser los niños que afuera no; pueden ser pibes y no, barrabravas o sirvientas del pinoluz. En la lectura de la palabra, tienen su sopa y su cama caliente. En ella, renacen de la sordidez y del espanto. Si la escuela ayuda a trazar los propios rumbos, rompe guiones para un desfile de marionetas. Quien escribe su historia, arma un proyecto. Enseñar a nombrar nuestro lugar y nuestra historia solo lo puede hacer la escuela, si sabe volverse nido de comunidad que se organiza. Eso no resucita Marías ni mata culebras de inmundicia, pero quien nombra señala, apunta y transforma. Y los amos del dolor tiemblan. Estudiar los mapas del mundo y de uno mismo nos afirma, nos va trazando el documento: ¿quién soy?, ¿dónde estoy?, ¿a dónde voy?, ¿con quién voy? Eso es la Identidad, con mayúscula. Así, por más esclavos que nos quieran, alzamos la frente. Mirándonos las manos descubrimos las cadenas. Y si el carcelero nos descubre descubriendo, huye rápido para escaparle inútilmente a su hora. La escuela ofrece la posibilidad de reconocer, nombrar y erigir el porvenir. Puede la escuela proponer un ensayo de la alborada. Lo hará cuando sea el aire del poema, del grito y de las banderas, de la canción y del fusil; cuando se vuelva lancera de tornos y probetas, de madrugones y de diarios combatientes. Sin esa escuela, la nueva sociedad no llegará nunca. No bajará de la luz de un cometa ni la traerán marcianos de vanguardia. Es necesario, sí, que esto cambie de una vez. Habrá que deshacer el mundo en pedacitos y volver a armarlo entre todos. Habrá que estallar la bronca, la genuina indignación de vergüenza enfurecida. Lo haremos donde el barro se subleva: en las plazas, en la selva y en las fábricas, en toda pieza de casilla, en cada socavón y ─por supuesto─ en las grandes aulas de una hermosa escuela liberada.


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díalogos

baires norte rico, sur pobre:

desequilibrios en

A

ndén: ¿Hay nuevos y viejos paradigmas en políticas de hábitat? SC: En el caso de las villas, sí hubo grandes cambios de paradigma respecto a la radicación y la erradicación, porque, sobre todo durante los gobiernos militares, se hablaba siempre de erradicación; es decir, sacar a la gente de la villa y llevarla al conurbano, en el caso de la ciudad. Hoy de lo que se habla es de radicación; es decir, urbanizar, dar servicios, y no trasladar a la gente. En algunos casos, lo que tenés que hacer es “esponjar”, si hay mucha densidad, pero aun así se habla de radicación.

¿Cuáles fueron los objetivos del Plan Pro.Cre.Ar del que fuiste Coordinadora de Planificación Urbana? El Procrear que se llevó adelante durante estos cuatro años del gobierno de Cristina, que se implementó y se terminó, fue muy especial, porque el objetivo era crear un programa de viviendas anticíclico en un momento de estancamiento de la economía, porque la construcción es un motor de la economía, el que más multiplicación de puestos de trabajo da. Básicamente, la población objetivo de Procrear era clase media con ingresos de hasta treinta mil pesos que se pudieran formalizar y, además, eran créditos hipotecarios. Esa es la gran diferencia con otras políticas de hábitat, que, en general, no son créditos hipotecarios y la formalización del dominio después es muy complicada. En cambio en el programa del que participé, se daba título de propiedad con una hipoteca. ¿Cuáles son las diferencias con el nuevo plan Pro.Cre.Ar? En el nuevo Procrear que lanzó el gobierno actual usan el mismo nombre

porque tiene una gran valoración positiva, pero se cambiaron la instrumentación y los objetivos. El anterior Procrear tenía dos grandes líneas de trabajo. Por un lado, se le daba un crédito hipotecario a la gente que tenía un terreno y construía su casa. Y, por otro lado, para la gente que no tenía terreno, se hicieron los desarrollos urbanísticos, es decir, el Estado construía viviendas, que podían ser entre veinte y quinientas hasta novecientas viviendas en distintos lugares del país, y después se sorteaban entre la gente que se inscribía. Con esa parte del anterior Procrear, se hicieron más o menos doscientas mil viviendas, de las cuales ciento setenta mil fueron con créditos individuales, es decir, la gente tenía un terreno y se construyó su casa En cambio, en el actual Procrear, lo que se da son créditos hipotecarios para compra de vivienda ya construida, vieja o a estrenar, pero no dan créditos para la construcción. Ahora solamente está la compra.

¿Cuáles te parece que son los principales conflictos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en términos urbanísticos? Buenos Aires es una ciudad compleja que tiene grandes desequilibrios: un norte rico, un sur pobre; un norte con muy alta densidad, un sur de menor densidad; un norte con prestigio que se fue hermoseando. Además, las mejores condiciones paisajísticas están en el norte y recrear eso en el sur es mucho más complejo y no había interés. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene muy poca población, y está estancada hace sesenta años. Desde el censo de 1940, tiene tres millones de habitantes y no creció más; pero todos los días duplica la cantidad de gente, que no se distribuye homogéneamente, sino que hay una gran

soledad ramati /

juan i. basso /

concentración en la zona central, que es donde tradicionalmente están los puestos de trabajo. Es una ciudad radial con desequilibrios de densidad, de distribución de riqueza. Tiene, además, un sistema de transporte que está en función de esa concentración, de esa radialidad: todo converge en el centro, y tiene un sistema de transporte al que le falta lateralidad y transversalidad. A su vez, la peatonalidad sirve en zonas de alta concentración de gente, pero tiene que estar complementada con un buen transporte público y tiene que haber una masa crítica de puntos de interés para poder armar áreas peatonales que, de otro modo, serían carentes de sentido.

Se suele sostener que la arquitectura de la Ciudad Buenos Aires la hace lucir como una ciudad europea. ¿Qué pensás al respecto? Cuando se habla de Buenos Aires europeo en realidad se refieren a un recorte muy chiquitito que tiene que ver con el área fundacional, con el sector norte, con ese sector que tiene prestigio, donde a fines del siglo XIX se arma esa arquitectura europea de los palacios individuales. La Recoleta podría ser tranquilamente un pedazo de París, pero eso es una parte ínfima de Buenos Aires.

¿Existe una arquitectura latinoamericana que esté teniendo influencia en Buenos Aires? Yo te diría que, en realidad, hay cambios en la concepción de la arquitectura en general, porque hubo en algún momento una aceptación de que la familia tradicional no existe más. Hay que cambiar también la forma de la arquitectura: las casas tienen que ser mucho más flexibles, donde seguir esa transformación de la vida familiar, las familias ensambladas y las unipersonales.

Entonces, hay una búsqueda de nuevas tipologías y nuevas morfologías que hacen que haya cambios en la arquitectura, pero siempre se localizan en el mismo lugar, en ese norte. En el Sur tenés mucha más densidad de viviendas bajas, que podrían haber tenido el mismo furor que Palermo viejo, pero, al no tener ese prestigio, no evolucionaron de la misma manera.

¿Cambió el modelo con el que se enseña a los estudiantes de arquitectura a ser arquitectos? No se si diría el modelo. En la enseñanza de la arquitectura, no veo que haya una gran diferencia entre las actuales generaciones y la mía, pero sí hay ciertos temas que han cambiado completamente; por ejemplo, en cuanto a lo que significa una autopista en la ciudad, a lo que significa la consolidación, la erradicación, a lo que significa pensar en la vivienda social. Hay una concientización y una puesta en agenda de tratar estos temas en ciertas cátedras. Muy importante el tema de cómo se aborda todo lo que es la problemática urbana y, además, la problemática de la vivienda social. Yo creo que en eso hay una mayor conciencia positiva. Creo que ahora no hay fanáticos de las autopistas urbanas.

¿Considerás que está relacionada la marginalidad con las terminales de tren? Las terminales generan muchísimo movimiento porque por ahí pasan diariamente millones de personas. El tema es que, si vos mirás cómo están ubicadas las terminales de Once, Retiro y Constitución, notás que encierran el centro tradicional y verdaderamente aglutinan la mayor cantidad de pasajeros. Son barreras urbanas, porque no podés pasar de un lado a otro. Retiro es la que menos marginalidad tiene porque está en un borde y la ciudad se


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diálogos

muchos de nosotros sabemos que sin políticas públicas para la vivienda no podemos acceder a la casa propia. Andén se reunió con Sara Ciocca, Coordinadora de Planificación Urbana del Plan Pro.Cre.Ar, durante el gobierno de Cristina Fernández, para conversar sobre los problemas de vivienda y de transporte que dividen nuestra querida Buenos Aires.

desarrolla hacia el otro lado. Pero lo que se creó fue la Villa 31, que tiene una larga historia y está claramente en una zona de servicios, por eso es tan difícil unir la Ciudad con la Villa 31. Toda la zona de transporte portuario, de carga, de personas ─si mirás la zona donde está la villa 31─, está completamente aislada de la Ciudad porque tiene una cantidad de barreras muy grandes. En Once, la marginalidad no tiene que ver tanto porque haya una terminal de trenes, sino por las condiciones socioeconómicas, porque está hecha con mucha majestuosidad, pero la gran cantidad de gente que pasa, los intercambios producen fricciones. En el caso de Constitución, además de tener la estación de tren, ahora, aparecieron las autopistas, con lo cual se hizo un descalabro en el barrio. Te diría que la marginalidad en Constitución no tiene tanto que ver con la terminal de trenes, sino con el desastre urbano que fueron la autopista y sus nudos, la continuación de la 9 de julio y la unión con San Telmo, que la aislaron totalmente y destruyeron la zona.

En la Ciudad de Buenos Aires no aumenta la cantidad de gente que vive desde hace muchos años, pero sin embargo no se logran resolver los problemas de vivienda que existen, ¿cómo se explica eso? Lo que pasa es que Buenos Aires se ha convertido en una ciudad para los ricos, es muy caro y todos los emprendimientos de vivienda que hay son para inversiones. Hay mucha cantidad de habitantes que alquilan, que no son propietarios justamente porque el suelo es muy caro, porque el acceso a la vivienda es muy difícil y la intervención del estado ha sido muy poca. El Estado podría intervenir armando bancos de tierra y comprando tierra para construir vivienda social. En la Ciudad de Buenos Aires, todavía hay una gran cantidad de tierra fiscal, que son las tierras ferroviarias; porque, como la operación ferroviaria se transformó con los avances tecnológicos, quedaron muchas playas ferroviarias desactivadas. En el caso de Procrear, justamente, se hicieron dos proyectos muy grandes en estas tierras. Vos decís que la ciudad no crece, el tema es que la gran mayoría de la construcción, los metros cuadrados que se construyeron en los últimos quince o veinte años son para inversión; no, para vivienda propia. Por eso no

crece… También está aparejado a los cambios en las conformaciones familiares, porque con las familias unipersonales necesitás más viviendas para la misma cantidad de habitantes.

¿Hay alguna razón en la Ciudad que expulsa a las generaciones más jóvenes? La Ciudad tiene barrios que están muy envejecidos; si mirás la pirámide poblacional, ves que vive gente grande, Palermo, por ejemplo, es un caso de población envejecida, son características socioculturales y socioeconómicas. Buenos Aires tiene un norte y un sur, también, en relación a la pirámide social: hay mucha mas gente joven en la zona sur que en la zona norte. En el conurbano, en un barrio cerrado las parejas jóvenes pueden acceder a una casa con tres dormitorios y, con ese mismo dinero, acá acceden a un departamento de dos ambientes. Eso es una cuestión económica. También esa postura de vivir en el verde hizo que mucha gente se fuera, pero la gente grande no puede ir y venir a trabajar. No obstante, yo creo que la base es fundamentalmente económica. Es un lujo vivir en Buenos Aires. Justamente, una de las causas de la proliferación y la persistencia de las villas, sobre todo la villa de Retiro, es porque sus habitantes pueden acceder a su lugar de trabajo sin grandes erogaciones en transporte y en tiempo. Parece una ironía hablar de calidad de vida en la villa, pero está en el corazón de la ciudad


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sobre un

taller

construcciones

y algunas cabreadas

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:15 am La previa | Siempre el frío y la bruma de la mañana hacen difícil levantarse, pero el entusiasmo por estar de nuevo trabajando con nuestros compañeros lo hizo mucho más fácil. Teníamos que ir a la oficina del Luis para nuestra habitual reunión de reencuentro y coordinación. Bajamos a la entrada del hotel y ahí nos estaba esperando Javier Eduardo, más popularmente conocido como el Enlazador de Mundos. Estábamos un poco ansiosos porque teníamos por delante dos días intensos de trabajo en los que debíamos terminar de definir detalles de la tecnología, reunirnos con el secretario de vivienda, visitar la escuela, y solo teníamos unos cuarenta minutos para organizarnos. Debíamos ser operativos y avanzar rápido para irnos al taller, donde nos esperaban los pibes para empezar a trabajar tipo nueve. Nada de eso sucedió. Con el tránsito complicado de la hora pico de la mañana y las calles un poco congeladas, llegamos atrasados a la ofi. Sobre que teníamos poco tiempo…, solo estaban ahí esperándonos Pino y el Luis. El Tincho, como siempre, llegaba un poco más tarde. En eso entró el agrandado del área de forestales, quiso decirnos no sabemos muy bien qué de una tecnología canadiense. Como vino se fue, buscando a quien impresionar. Entre el mate y las demoras, se nos pasaba el tiempo. Adelina miraba la hora y decía que no había apuro, pero la velocidad a la que movía el pie izquierdo le delataba la intranquilidad. Decidimos empezar con el temario que teníamos en mente, total los que faltaban se podía ir sumando a medida que llegaran. Estábamos a punto de largar cuando el resto nos avisa que ya estaban en el taller, que tanta

(LA OPCIÓN DOS-B)

Colectivo de investigación co-construcción / ida y vuelta del WhatsApp los confundió un poco. Una vez más, la planificación de escritorio no estuvo a la altura de las circunstancias. La contingencia le gana la pulseada a la previsión, a ver cuándo lo vamos a entender. Partimos hacia el taller. Nos esperaba una larga jornada de construcción de cabriadas. ***

Pequeña y necesaria digresión | Una cabriada es una estructura reticular de barras rectas unidas en formas de triángulos planos, construidas en madera o metal para cubrir techos. Estas estructuras trabajan a compresión y tracción presentando comparativamente flexiones pequeñas y permiten cubrir luces más grandes que las vigas convencionales. Para construir una cabriada de madera es necesaria una matriz que haga las veces de molde. Una vez cortadas las tablas de madera con sus largos correspondientes, se colocan en la matriz para luego unirlas con clavos, tornillos o varillas roscadas. Para eso, es necesario tener previamente un plano que especifique los largos de las maderas y las dimensiones de la matriz. Ese plano es elaborado posiblemente por un arquitecto. Para poder llevar adelante esos procedimientos, es necesario un espacio físico amplio, puede ser un galpón, una escuela de oficios o una carpintería, y por supuesto, más importante aún, alguien que ejecute la acción, en este caso un carpintero. Cuando un plano junto a su arquitecto llegan a ese espacio y piden que se corte la madera a tres metros de largo y con ángulo de treinta y siete grados y el carpintero responde que eso no es posible porque el largo mayor en que se produce esa madera en el lugar es de dos metros

y que no tienen una máquina tan sofisticada para cortar un ángulo tan preciso, se produce un choque de conocimientos. Primera opción: utilizar otro tipo de madera que no sea la producida en el lugar y así construir la cabriada sin modificar las dimensiones que el plano y su arquitecto demandaron. Supongamos que esa otra madera, a diferencia de la local, proviene de una producción forestal ubicada posiblemente a cientos o a miles de kilómetros, de algún empresario que sabe del arte de elegir los amigos que le conviene tener y que, seguramente, con su monopolio y plusvalía genera empleos precarios. Claro, estamos hipotetizando. Cualquier similitud con la realidad es pura realidad. Descartada esa opción, se abren dos caminos posibles. Opción dos-a: que los arquitectos vuelvan a sus oficinas y, con ese nuevo conocimiento sobre el largo de la madera, rediseñen la cabriada. Opción dos-b: construir un tiempo-espacio que produzca el encuentro entre arquitectos y carpinteros dispuestos a asumir que todo saber es incompleto y que, para construir una cabriada (o, para el caso, un mundo donde quepan muchos mundos), es necesario que esos saberes dialoguen. ***

9.05 am El taller (o la opción dos-b) | Éramos como veinte ese día. Algunos de los chicos ya estaban acomodando las matrices que habíamos hecho el mes anterior, mientras otros estaban bajando las tablas de madera que recién habían llegado. El día seguía húmedo y frío. Quisimos conversar un poco antes de arrancar, pero costaba la charla. Estábamos dispersos y se percibía la ansiedad de

los cuerpos presentes por ponerse en movimiento. “Es que ustedes hablan mucho”, nos dijo el Tincho. Y un poco de razón tenía. Sabemos que el diálogo de saberes no es tarea sencilla. No solo porque nos exige construir un registro para ese diálogo que aloje otras expresiones además de la palabra, sino porque nos obliga a nosotros, palabracéntricos, a mudarnos de ese lugar. Dar paso al silencio, al encuentro prometedor de respirar el mismo aire en el trabajo mancomunado, en una unión tan materializable como intangible, que de a ratos tiene la textura de una madera sin cepillar y de a ratos la calidez de una mirada cómplice. En el taller, los cuerpos hablan. Alguien atento a que no falte agua caliente, un mate lavado en las deshoras del taller, el abrazo apretado de las despedidas. Vamos, que quien trabaja la madera habla con las manos. Comprendido eso, nos pusimos a laburar. Nos organizamos para empezar. La pesada herencia fordista nos llevó a la división de roles: mientras algunos realizaban los cortes de la madera, otros iban armando la cabriada en la matriz, previamente revisada por los ajustes que surgieron en el taller anterior. Algunos cambios habían sido propuestos por los compañeros locales y eso, como siempre, avanzó con fluidez. El problema apareció cuando nosotros (los “expertos” que intentamos co-construir) desplegamos el plano con los cálculos del ingeniero (un “experto” un tanto más duro) que mira con sospecha esto de la co-construcción. Cosas de hippies, pensará. Claro, el ingeniero no es parte de estos encuentros, solo conoce lo que le contamos, los planos, los números, las medidas. A sus cálculos le faltan cuerpos, le falta taller, y eso se nota. La cuenta no daba, cada unión de


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construcciones

¿Qué decir sobre el hábitat que no esté dicho? ¿Cómo contar lo que hacemos y decir algo en ese intento? ¿Qué palabras dicen todo eso que pasa por nuestros cuerpos cuando estamos en el taller? Difícil, pero intentémoslo. He aquí un relato de un día de taller. Encuentre, usted, lo que pueda encontrar, pero sepa que queremos convencerlo de algo: otras formas de habitar el mundo se están construyendo, afine el ojo y mírelas. Y, a las canalladas, ni cabida.

maderas llevaría cuarenta y tantos tornillos. Para el Luis, no entraban; para el Javi, rompían la madera; para el Tincho, era un disparate. Ingeniero, a usted le sobran libros y le falta madera. Negociamos: por ahora, la mitad de tornillos. Lo que entraba. Mientras algunos seguían enroscados en tornillos, varillas y cálculos sin caras, otros andaban con otros menesteres. Que el flaco de la universidad se acercó para que armemos otro proyecto. Que los de la muni decían que es un sueño que se ponga de pie la vivienda digna de madera y lo importante que es la diversificación productiva y la generación de trabajo local. Que el intendente quiere sacarse la foto, pero se le complicó a último momentito así que mandó en su representación al secretario de vaya a saber qué. Que la cosa está complicada en la ciudad y ni hablar del presidente para ricos que no entiende, o no quiere entender, ni jota de cabriadas rebeldes. Que vino el señor ese a explicarnos que el galpón se cierra a fin de mes y que veamos a dónde vamos a hacer las cabriadas, que no es de malo, que el proyecto está bueno, pero así son las cosas, que capaz podemos mudarnos a un lugar más alejado del centro. Sean eternos los derechos que supimos conseguir, le dijimos; y sí, los pibes de los barrios también tienen derecho de trabajar con vista al lago; ah, pero el negocio inmobiliario presiona, y claro, los empresarios compran sus derechos. En fin, detalles de ese orden. En el medio del despiole y de la gente que entra y sale del taller se acercó un periodista a preguntarnos qué hacíamos, que una columnita en el prgrama de las tres y un recuadrito abajo y a la izquierda de la página siete podía salir todo esto. Nos

costó explicar de qué se trataba el proceso, no solo nos gusta hablar, también nos gustan las palabras difíciles, todo un desafío para desaprender. Pareció que luego de un largo rato el mensaje había sido más o menos comprendido. La nota del día siguiente titulada “CONICET construye casas de madera en la ciudad” nos dio a entender que no. El olorcito a guiso que empezó a sentirse nos distrajo de nuestras actividades así que nos congregamos todos alrededor de una mesa improvisada para almorzar. ***

16.25 pm El montaje | Retomar el trabajo en el taller luego del almuerzo siempre es complicado, pero todavía nos faltaba montar el pórtico. El pórtico es la unión de cuatro cabriadas. Varios pórticos repetidos cada metro y medio forman la estructura del sa-lón, el es-queleto. Des

pués se aísla, se reviste y se habita. Sencillito nomás. El Tincho decía que era importante que pudiéramos cerrar el taller así; el montaje del pórtico nos iba a permitir imaginarnos el salón completo y quien imagina tiene la mitad del camino hecho. Imaginar es la tarea. Cuando unimos las dos primeras cabriadas, nos dimos cuenta de que montar un pórtico adentro del galpón no era posible. Creemos en un mundo donde caben muchos mundos, pero la literalidad nos jugó una mala pasada: el pórtico definitivamente no cabía dentro del galpón. No queríamos desarmar el medio pórtico. Si bien le regateamos veinte tornillos al ingeniero, sacarlos para volverlos a atornillar en el patio no entusiasmaba a nadie. El pragmatismo y la creatividad se combinaron en el momento y se hicieron cuerpo

en una amoladora: “cortemos las rejas y saquemos el medio pórtico por la ventana”, dijo uno de los pibes. El entusiasmo trastocó algunos criterios de lógica y sentido común, así que todos coincidimos en que la propuesta era inmejorable. Total, las rejas van y vienen, como los novios. Armamos la otra mitad del pórtico afuera. La unimos en el piso con la primera mitad (la de la ventana sin rejas). Solo cuando lo vimos armado completo dimensionamos su tamaño: era enorme. Hacía falta juntar fuerzas (y muchas) para levantar semej a n t e estructura del suelo. Va r i a s manos y una estanciera tiraron para el mismo lado y levantaron el pórtico. Justito ahí, un ojo atento nos sacó una foto. Esa escena condensa, al menos en esamilésma de segundo, todas la complejidades, todas las aristas, todos los colores de un proceso colectivo. No es por ponernos metafísicos, pero el efecto es casi mágico. La foto está ahí, en la pared blanca de la ofi, y como usted se viene imaginando hace ya unos cuantos renglones, va una frase hecha antes del punto final: esa imagen dice más que estas mil novecientas treinta y una palabras www.facebook.com/coconstruccion/ www.coconstrucciondelconocimiento.wordpress.com/


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alguien tiene que pagar todo esto


arquitectura política

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cimientos

La presente opinión responde a una aplicación de una columna publicada en la Revista del Colegio de Arquitectos de la Provincia de Catamarca. La temática sigue intacta, entendemos la importancia de no dejar de enunciar la Arquitectura como una de las intervenciones políticas más pragmáticas en el acontecer social. En aquel momento, el texto fue un producto de liso y llano de la lectura de La Condición Urbana de Oliver Mongin, y aun lo es.

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a arquitectura, como actividad humana, posee una politicidad trasunta, innegable, la cual debemos revitalizar y poner en cuestión. Y es esta enunciación el único fin del presente escrito. Entendemos que la intervención urbanística tiene una importancia vital en lo cotidiano. El entorno nos condiciona, la accesibilidad nos predispone. El flujo de personas y masas tiene una connotación socioeconómica. La distribución de la estructura urbana y sus formatos no son acéticos, la planificación es intencionada, y así debe serlo. La urbanidad de un lugar exige que desde ahora tomemos ciertas métricas, ritmos. Y tal desafío exige profesionales con la sensibilidad e inteligencia de ir mucho más allá, y mucho más “acá”. Entender qué es “lo nuestro” parece ser la clave más difícil, pero la mayor victoria. Es necesario que los operadores de la arquitectura reivindiquen el papel protagónico, directivo. No estamos solamente en momentos donde la arquitectura dé soluciones, mejore la vida. La función fue esa y mucho más, potenciadora de funcionalidad y de sentido, de humanidad. Con las advertencias del caso, esa política “apolítica” tan impoluta, y de tan ojos claros, no debe confundirnos. Es menester retomar el papel político de sincerar, y propugnar una arquitectura comprometida con ideales de conjunto, de mejoramiento de calidad de vida con carga ideológica. La accesibilidad, la lejanía, el aislamiento, la conexión, la interacción son conceptos netamente arquitectónicos. El plano es un proyecto cultural, estético, pero por, sobre todo, es un proyecto social. ¿Creamos una ciudad justa? ¿Un arquitecto debe posicionarse ideológicamente frente a cada intervención? Debemos priorizar la funcionalidad, dirigida a una proyección duradera. Lo urbano tiende a durar, a perdurar, es ahí la importancia clave de dar un sentido político a la estructura del ejido. Lo hijos de nuestros hijos transitarán la ciudad que estamos creando, el barrio albergará una familia con intereses y necesidades específicos. Pero también sufrirán los muros, las rejas y los espacios privados. Lo que miramos mientras nos dirigimos al trabajo nos constituye. El confort, la accesi-

franco dré /

bilidad, la estética moldean ciudadanos en un sentido o en otro. Nos une o nos divide. La arquitectura respondió históricamente a valores e ideologías de turno, el liberalismo, la desregulación, e incrementó la capacidad creativa (y descomprometida), el individualismo colorido de la forma descontracturada; y, por contrapartida, la sobresaturación, los espacios inutilizables, la dinámica de la fugacidad, del placentero instante son desinterés por el otro. La interpretación suele ser más productiva que la crítica, mas no puede haber interpretación acrítica. Posicionar las velas conforme a los vientos de la historia lleva a buen puerto. El estado se está haciendo cargo mediante las correspondientes instituciones plurales e individuales. Las directrices estatales, tanto económicas, educativas como de infraestructura, suelen tener, a pesar de sus problemáticas específicas, una carga emotiva mucho más social que individual. Más equitativa, más plural. ¿Seguiremos en esa dirección? ¿Qué significado se les puede atribuir a los proyectos que no son económicamente “deficitarios”? La experiencia de la cuidad no puede ais-

larse de una perspectiva del tiempo y de la cultura que modela. El camino ha pasado de “lo cultural que modela la arquitectura” a la “arquitectura que modela lo social”. Obviamente que el flujo es de ida y de vuelta, no hay unidireccionalidad, hay conversación en lo que antes era un solo discurso. Según Mogin, hay un doble fenómeno muy interesante: al “abandono” de ciertos lugares se le contrapone la “museificación” de otros. Y la decisión es netamente política, un sector por sobre otro, una ubicación privilegiada a otra. Lo urbano sin urbanidad parece ser el principal flagelo heredado de la improvisación liberal de los últimos tiempos. Al sugerir que revaloricemos la experiencia urbana por debilitada que esté, la línea del horizonte llega a ser la reconquista de lugares. Ahora sabemos que la reconquista será doble: material, arquitectónica, pero a la vez también mental, pues lo urbano es a la vez una cuestión de edificación y un vector de imágenes e ideas. Asistimos hoy a una voluntad arquitectónica y urbanística de reunir los pedazos, de zurcir el tejido urbano que se desgarró o quedó dañado por la oposición de fuerzas inconscientes. Ahora bien, ¿qué queda fuera? Hay tejido necrosado que no puede salvarse. Aunque la preocupación por revitalizar el tejido ─que pasa por toda la literatura sobre paisajes, los jardines, pero también por las realizaciones ejemplares─ sea saludable, la voluntad de poner el acento en los flujos y de recordar permanentemente la presión que ejercen obliga a comprender que la ciudad no se rehará contra los flujos, sino a partir de ellos. Este es el defecto del arquitecto diseñador que, al no preocuparse ya por respetar un equilibrio urbano condenado al caos, crea efectos engañosos con las imágenes y multiplica meros simulacros cortoplacistas. Uno se pierde cada vez menos en la cuidad, pero ésta está condenada a su propia pérdida. Se impone pues una “estética de la desaparición”. Nos ubicamos fácilmente dentro de la cuidad, pero nos sentimos perdidos. Si no hay camino posible, hay indiferencia; si no hay movimiento posible, si los transportes fallan, nadie se mueve, no hay posibilidades mayores de relación espacial que las relaciones humanas, ya que ambas van de la mano. La indiferencia se traduce en el tiempo y en el espacio y la cuidad muere progresivamente de esta ausencia de movimientos y de tensiones. Recobrar la hospitalidad se vuelve esencial. Pero hospitalidad en la heterogeneidad. En un reconocimiento de la alteridad y del sentido que se le da a cada obra en particular. De buenas intenciones, se pavimenta el camino al infierno. Y de apoliticidad hipócrita, se cubre la indiferencia. Cada vez que se dibuja un plano, se está delineando la sociedad en la que viven. Interviniendo en la realidad. Aquí la importancia y el compromiso del caso


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espacios propios

la casa mínima funcionalidad y simpleza para una sociedad diversa y compleja

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ace un tiempo mi mamá me acercó el dibujo de una casa que hice cuando estaba en jardín de infantes; con el árbol, el perro, el caminito hasta la puerta y una chimenea humeante. En forma lúdica, mi esposa comenzó a buscar esos test que presumen rasgos psicológicos del niño según las características de la casa que dibujó. Resultó curioso ver que los test que encontramos preveían variables psicológicas según la manera de representar cada detalle de la casa, desde la presencia de tejas en el techo, o su falta, hasta la forma del follaje y de las raíces del árbol. Sin embargo, ningún test contemplaba la posibilidad de cambios importantes en la estructura de la casa. Niños, con muchos problemas, con pocos o con ninguno habrían dibujado una vivienda esencialmente igual: la casa de una familia tipo. En la actualidad es probable que cualquiera de nosotros se haya encontrado frente a la foto de una familia tipo, una publicidad de seguros de vida por ejemplo: hombre y mujer en la playa, sonrientes, llevando en sus espaldas cada uno a un hijo, un varón y una hija mujer; mientras nos preguntamos si conocemos alguna familia así en carne y hueso. Y lo más probable es que los participantes de la foto sean actores. En cambio, estamos más cerca de conocer parejas que conviven sin hijos, parejas que no conviven, familias ensambladas, madres solteras, amigos que viven juntos, personas que viven solas, etc. Precisamente lo que se encuentra en crisis de un tiempo a esta parte es el concepto en sí mismo de familia tipo. Y, si esa familia de la fotografía ya no representa la realidad del común de las personas, es probable que la casita que dibujé en jardín de infantes tampoco represente la actualidad de la arquitectura. Hace veinte años, el arquitecto Jorge Sarquis realizó un estudio sobre las nuevas opciones de habitar, en el que afirmaba que había

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más de setenta nuevas formas de familia. Lo que nos ocupa en este caso son justamente los cambios en los enfoques de la arquitectura en relación a los cambios de lo que conocemos por familia. En el marco de esta problemática, me reuní con Juan Kersul, arquitecto interesado en el desarrollo y la mutua influencia que existe entre la arquitectura y los fenómenos sociales. Para Juan, en la actualidad, y más allá de los problemas habitacionales por falta de accesibilidad que sufren las clases medias y bajas (lo que constituiría un tema completo de análisis en otra nota), la realidad de la vivienda actual es que tiende a volverse “mínima” al calor de las nuevas formas de habitar y convivir. Pero este concepto de mínimo no refiere al tamaño, sino a la funcionalidad del espacio. Antes la vivienda se componía de una secuencia espacial infinita en la que, por ejemplo, el living era una especie de habitación sagrada, con algún cristalero antiguo, a la que solo se accedía cuando llegaban visitas o se hacían reuniones familiares, y se tenía para el uso en la vida cotidiana un comedor diario o una cocina con vajilla simple y muebles más prácticos o económicos. Hoy en día ese tipo living-museo tiende a desaparecer porque las casas se han vuelto más funcionales y, sumado al aumento en el costo de acceso a la vivienda, las personas ya no eligen sostener espacios que no utilizarán realmente. Mínimo, entonces, no es expresión de superficie, sino de aprovechamiento del espacio; nada está puesto de manera excesiva u ostentosa, sino todo lo contrario. El arquitecto plantea que la tecnología es otro de los factores que juega en este campo de cambios entre lo social y lo arquitectónico. Desde este punto de vista y siguiendo lo que expresaba anteriormente sobre practicidad contra ostentación, las casas actuales han dejado de tener espacios como antecámaras para darle lugar a

nuevas habitaciones como “sala de juegos” o “sala de cine”. Remontándose en el tiempo y para entender un poco la evolución de las viviendas a lo largo de la historia, Kersul comienza contando sobre aquellas tipologías de casas españolas donde todas las habitaciones confluían en patios internos y no tenían ventanas hacia afuera o, si las tenían, eran pequeñas y altas, pero jamás ofrecían vista a nivel peatonal. La explicación de este sistema cerrado de construcción tiene un origen aún más remoto, en la cultura árabe, donde el clima y la geografía eran hostiles e inhóspitos. En aquel medio el hombre construía una especie de oasis para él y su familia con una orientación exclusiva hacia el interior. La arquitectura respondía a una vida introspectiva y familiar. Con la formación de las primeras ciudades, la reducción de los espacios para habitar y la elevación del costo de acceso a la vivienda, estas “casas a patios”, primero árabes y luego coloniales, fueron heredadas por los hijos y nietos de aquellos jefes de familia quienes las partieron al medio, dando lugar a la “casa chorizo”, tan común en la ciudad actual donde también se las llama simplemente “PH”. Los avances de la tecnología y de las ciudades han ido dando lugar a nuevas tipologías de vivienda, sin embargo la familia como concepto aún no asistía a la crisis en la que se encuentra en la actualidad. Es decir, con avances y cambios de enfoque, la arquitectura seguía construyendo casas para jefes de familia junto a una esposa e hijos. Kersul cuenta, a modo de ejemplo, que en los años noventa el mandato de la arquitectura era el estilo “country”, tomado de la tradición inglesa pre revolución industrial, donde el ladrillo, cocido y cortado artesanalmente, era el elemento característico. En sus orígenes, esta podía ser la casa de una familia de artesanos que vivían rodeados de naturaleza. Fue tal el idilio que hubo hace unas décadas con este tipo de casas de campo que han llegado a ser reproducidas en casas urbanas entre medianeras, con techo a dos aguas (pensado originalmente para escurrir nieve) o, más insólitamente aún, en edificios de varios pisos. Contra la bucólica imagen que despiertan aquellas casas country, familiares, donde la naturaleza y lo artesanal imponen su presencia desde los ladrillos vistos y las


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habitáculos

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maderas, en la actualidad, la arquitectura plantea una especie de nueva modernidad. Hoy un arquitecto diseña casas de líneas rectas, de volúmenes geométricos, de superficies de vidrio, de colores blancos, grises y metalizados, donde el minimalismo y el futurismo son el ideal estético. Es, en estas nuevas casas, donde aparece el concepto planteado al comienzo de mínimo y funcional. Una nueva forma de organización social y una adaptación de la vida a la tecnología y al trabajo han dado lugar a nuevas casas y a nuevos ambientes dentro de ellas; salas donde ver cine o jugar videojuegos, salas para hacer actividad física y, claro está, oficinas ya que el trabajo desde el hogar es una práctica que se encuentra en crecimiento tanto para las personas independientes como para muchas empresas. Con el nuevo rol de la mujer en la sociedad, hay parejas que posponen la crianza de hijos o bien deciden no tenerlos, así como hay muchas parejas con hijos chicos que se separan. Según un estudio del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, desde los años ochenta a esta parte, los hogares unipersonales pasaron de representar el 16% al 29%, en cambio, los hogares familiares compuestos o extendidos bajaron de 29% a 12% en ese mismo lapso. En consonancia con estas nuevas formas de habitar aparecen tipologías de vivienda como “el departamento de soltero” o “loft americano”; un gran monoespacio donde, según el arquitecto, luego aparece la necesidad de crear un cuarto para recibir a un hijo que solo permanece algunos días de la semana. Este hijo posiblemente pasará parte de la semana con su padre y el resto con la madre, buscando en cada casa un espacio propio donde sentirse cómodo y seguro. En esta nueva conformación social cada individualidad cobra importancia a la hora de ocupar los espacios y de utilizarlos; desde los niños que buscan su lugar de pertenencia hasta adultos mayores, cuya esperanza y calidad de vida viene en aumento. El desafío para los arquitectos es entonces diseñar lugares que se adapten tanto a los requerimientos de esta variedad de habitantes como a las transformaciones que las personas sufren a lo largo de su vida. Y, si bien es cierto que el ideal de familia tipo se está diluyendo en una multiplicidad de nuevas formas de relación y coexistencia, la necesidad de habitar bajo un techo continúa siendo prioridad, sueño y motor de la mayoría de los humanos

El espacio teatral

oda situación dramática (teatral) se produce en un espacio, y la constitución de este se presenta de forma dual, en donde lo imaginario y lo real juegan en un mismo tiempo. Uno no es sin el otro. Supera, como elemento estructurante, el concepto concreto de lugar. Es así que la construcción simbólica se trasforma en la herramienta que le da sentido. Cuando presenciamos un espectáculo teatral compartimos esta doble función. En una plaza o salón, circular o rectangular, con separaciones distanciadas o con los actores entremezclados, esta convención está presente. Sin ella, no hay teatro posible. Y, cuando no se produce, nos acercamos más a la mentira que a un acto vivo de Teatro. El teatro está lejos de construir una mentira, se define por ser realizador de la otra realidad, la imaginaria. El espacio teatral no escapa a los paradigmas de los tiempos al momento de pensar el espacio. Hasta principios del siglo veinte, las representaciones se organizaban en la representación fotográfica de lo llamado “real cotidiano”. El realismo, como estética imperante, marcaba su impronta. Sin entrar en detalles del progresismo histórico que den cuenta de los cambios producidos, podemos decir que en todas las formas poéticas de representación se cuenta con una estructura que la sostiene, será el actor en su hacer interpretativo quien dé base de sustentación, en complicidad con el espectador, para que ese espacio se constituya. Por lo tanto hemos incorporado el concepto de “verisimilitud” por el de “la verdad” en escena. Ahora bien, el espacio no se nos presenta de forma recortada o aislada, es atravesado por los otros elementos constitutivos de la estructura dramática de forma dialéctica, y estos son: el texto, no solo como escritura, sino como organización previa; el conflicto, en

horacio carbone/

carbonehoracio@yahoo.com.ar

donde los objetivos de acción entran en lucha; la acción, que da lenguaje a lo teatral; y el sujeto, quien desde su cuerpo concentra el sentido totalizador. El espacio, en el lenguaje teatral, es considerado dentro de las circunstancias del discurso dramático. Así se entenderá el lugar del desarrollo de la escena en un tiempo determinado, sea este anterior o posterior al aquí y ahora de la representación. Entonces será el actor, portador del lenguaje, quien con su cuerpo lo defina. El espacio no será solo los objetos decorativos, sino lo que se haga con ellos. Comparto una descripción de espacio a la que considero como una de las mejores en relación a lo que sugiere un autor para la puesta en escena: Escribe Federico García Lorca, en Bernarda Alba: Primer acto: “Habitación blanquísima del interior de la casa de Bernarda. Muros gruesos. Puertas en arco con cortinas de yute rematadas con madroños y volantes…”. Segundo Acto: “Habitación blanca del interior de la casa de Bernarda. Las puertas de la izquierda dan a los dormitorios…”. Tercer acto: “Cuatro paredes blancas ligeramente azuladas del patio interior de la casa de Bernarda. Es de noche…”. Aquí la luz y el color le dan al espacio teatral una construcción vital. Nada será quietud, mientras el teatro esté vivo. Algunos autores, con su dramaturgia genial, nos simplifican un poco el maravilloso trabajo de construir un mundo tan grandioso como efímero


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querencias

El negocio de la tierra en el Chaco Salteño

La expulsión de los pueblos originarios de su tierra no es una anécdota de los libros de historia. Miles de comunidades en todo el continente padecen en la actualidad la ampliación de frontera agrícola a manos de empresarios y de municipios mafiosos que, con discursos, dan derechos, pero con las manos, niegan. El caso de las comunidades wichi en Salta.

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ivadavia Banda Sur está ubicado en Salta, en el departamento Rivadavia (el segundo más pobre del país) , al sur del Río Bermejo, al norte del Departamento Anta, limita al oeste con el departamento Orán y al este con Chaco, posee diez mil habitantes, mitad “criollos” y mitad Wichi. La población se ubicaba en parajes, puestos y comunidades donde se dedicaban a la cría de ganado, a la siembra en “cercos”, a la caza, la pesca y a la recolección de frutos y de miel silvestre. Ahora se localiza entre los pueblos de La Unión, Santa Rosa y Rivadavia, a causa de la migración interna generada por planes sociales, empleo público y algunos servicios. La poca oferta laboral, la discriminación, el racismo y el manejo político, paternalista y punteril de los fondos públicos, condenaron a la mayor parte de la población a sobrevivir con la asistencia del Estado, vendiendo su fuerza de trabajo en fincas, migrando en temporadas de cosecha, como trabajadores “golondrinas” o realizando changas en el pueblo, además de utilizar los recursos del monte y los ríos degradados hace tiempo. En julio de 2015 murieron cuatro niños wichis por desnutrición. El Estado lejos de garantizar los derechos básicos de estas comunidades responsabilizó a las propias víctimas . Pero, lo cierto es que ninguna comunidad tiene sala de salud, el hospital de la zona tiene solo dos médicos y pocos recursos materiales (la falta de oxígeno causó la muerte de una niña que se dirigía al Hospital de Oran a 250 km). El contexto comunitario es tal que, solo gracias al esfuerzo de militantes sociales, comenzó a funcionar en 2016 el colegio de nivel medio 5235 en La Misión de Rivadavia, sin presupuesto ni decreto de creación, con el objetivo de garantizar el acceso a la educación a cientos de niños que nunca antes habían tenido esa oportunidad. En ese mismo territorio hemos denunciado la acción de un grupo armado, que opera bajo las órdenes

Joaquín Vazquez / joaquin_vaz@yahoo.com.ar

del abogado jujeño Omar Quintar, que amenazó de muerte a criollos e indígenas, mientras intentaba alambrar el madrejón de Finca “Las Llaves” (2.500 hectáreas, pertenecientes a una familia criolla que desde 1947 paga los impuestos), y que ahora figura en Inmuebles de Salta a nombre de Quintar .

Un señor muy amable Quintar llegó a la zona hace más de una década como “pescador”. Se presentó en “Las Llaves”, pidió permiso para acceder al río, pero luego comenzó un “campamento” sin permiso de la familia. Lo que menos esperaban era que, más de diez años después, ese mismo “pescador” terminara apropiándose de sus tierras. La primera finca que “compró” fue “El Breal”, habitada por una comunidad que, con promesas incumplidas de mejores condiciones de vida, fue desplazada voluntariamente. En esas tierras, están las mejores especies de árboles y plantas que, llegado el verano, ofrecen los frutos más preciados, pero un alambrado impide el acceso a tierras de “uso comunitario” por miembros de El Chañaral (“finca” que también “compró” Quintar, con sus más de treinta familias dentro). No solo eso, sobre el Cañadón “Palo Pique” que atraviesa esas fincas, ahora propiedad de Quintar, él construyó terraplenes para desviar el cauce, construir represas y tener criaderos de animales. Esto es de suma gravedad ya que la función del Cañadón es abastecer de agua el viejo cauce del río y los pozos situados a los márgenes del Teuquito: cuando crece el Bermejo (pasa a 25 km del pueblo), si el Cañadón no estuviese bloqueado, todos los pozos que existen desde el pueblo hacia el este estarían con agua por lo menos hasta el invierno, esto afecta a cientos de familias que perdieron ganado por la falta de agua. En Inmuebles de Salta figuran quince fincas a su nombre: Las Llaves, La Negra, La Soledad, El Totoral Lote 24 y 25, Miraflores Lote 47, Mora Sola Lote 45, San Juan, Chañaral, Reducción Lote 51, entre otras.

Quintar es parte de la burguesía más poderosa de Jujuy y es reconocido por el “fraude procesal” cometido en reiteradas oportunidades. En 2003 la comunidad aborigen La Banda, en Volcán (Jujuy), lo denunció por “turbaciones y violencia” por parte de sus “peones”, quienes se introdujeron en el predio que ocupan para despojarlos de la posesión y destruyeron todo el alambrado llevándose sus pertenencias. “Han desarmado y roto corrales, habiéndose dispersado todos los animales” y sufrieron “la privación del suministro de agua para consumo”, dice la sentencia de 2008. Idéntico es su accionar delictivo y patotero, tanto el de quienes iban en la camioneta Toyota patente AKG-469, en la cual cargaba postes y alambres robados en 2003 a la comunidad jujeña de Volcán, como el de su patota armada en Rivadavia Banda Sur. Gracias al accionar conjunto de comunidades wichi y familias criollas, los “gendarmes” de Quintar fueron detenidos (lúmpenes jujeños, prófugos de la justicia) y él no pudo avanzar con el alambrado, pero sigue intentando quebrar ese accionar comprando favores de autoridades. Su vínculo con la justicia y con la política es indiscutible, por eso el Municipio no avanza sobre los terraplenes y se sigue moviendo con absoluta impunidad. Muchos lo vinculan con negocios ilegales, que se suman a los grandes negociados con las tierras de la zona y que dan muestra del avance en la concentración de estas de la mano de la expansión de la frontera agrícola: 30 km al sur de Rivadavia está “Salta Forestal” sobre RN 16 (Dpto. Anta), trescientas mil hectáreas que el gobierno de Romero entregó al actual diputado nacional Alfredo Olmedo y en el cual desalojan, desmontan bosque nativo y plantan soja, sin pagar ningún canon . También al sur, sobre RP 5, se encuentra “La Moraleja SA” (con un patrimonio de más de cincuenta millones de euros), comprada en plena dictadura y

financiada con “dinero negro” de españoles vinculados al PP de Rajoy, principales acusados en los casos de corrupción que estallaron en España en 2013. Más de treinta mil hectáreas donde “golondrinas” cobran salarios miserables por cosecha. El 80% de la producción se exporta al hemisferio norte (incluido un supercontrato con Coca Cola) . Esta finca también fue denunciada en reiteradas oportunidades (la última en 2014 por mil trescientas hectáreas desmontadas ilegalmente). Recientemente se dio a conocer la intención del “Tata” Martino de desmontar dos mil cuatrocientas hectáreas en finca Totoral, perteneciente al municipio de Rivadavia BS, con el apoyo del propio gobierno provincial; como dijo el Ministro de Ambiente y Producción Sustentable contador Javier Montero: “Queremos incorporar más hectáreas a las que las leyes lo permiten para que se produzca más, entendemos que la provincia debe crecer y generar desarrollo, mano de obra. Eso no se logra si no se pone a las tierras a disposición de los productores”. Cabe preguntarse, ¿cuánta “mano de obra” demandan estos cultivos? ¿En qué condiciones trabajan y cuánto cobran los trabajadores rurales? ¿Cuánta riqueza de estas exportaciones queda en Salta? ¿Qué “desarrollo” se genera para las familias criollas e indígenas desalojadas de estas tierras? ¿Qué vinculación tienen las “catástrofes naturales” con el avance del agronegocio sobre bosques nativos? ¿Cuál es la vinculación entre narcotráfico y trata de personas con la apropiación de tierras a través de grupos armados? La RP 13 que atraviesa Rivadavia Banda Sur se está asfaltando, y el “desarrollo” trae estos conflictos como sucede en RN 81, RN 34 y la recientemente asfaltada RP 54. Los límites a estos atropellos dependen mucho de la organización y de la lucha de todos nosotros, para defender lo que queda del bosque chaqueño, con su riqueza y diversidad social y natural, y para lograr mejores condiciones de vida para las familias y comunidades que lo habitan


Ocupación de Estados Unidos entre 1945 y 1952, se escribió en Japón una nueva Constitución nacional que desmanteló los servicios de oferta sexual que proliferaban por aquellos años en la zona. El espacio fue así ocupado por diversas subculturas que no temieron verse asociadas con el inframundo de lo under ante los ojos del qué-dirán. Todavía hoy mantiene su fama (y sus prácticas) originales, sumándose además el de ser un epicentro de subversión política ante el gobierno derechista de Shinzo Abe. Volví a “Café Lavandería” en varias ocasiones. En cada una, los concurrentes me intentaron convencer de la imperiosa necesidad de cambiar el sistema político de Japón. Que el país necesita que el pueblo se despierte y que los jóvenes comiencen a interesarse en la política. Que la situación actual solo beneficia a las élites y que la historia japonesa demostró que seguir estos caminos solo lleva a tristes procesos de militarización. Que debía nacer, en Japón, un espíritu anarquista; más bien, renacer, como en aquellos dorados años treinta en que la literatura y el arte tenían firmes pilares políticos, los años previos a los gobiernos militares y a los subsecuentes gobiernos neoliberales. Convencimientos que cerraban una y otra vez con una frase: “Como sucedió en Latinoamérica a lo largo de su historia”. Me sorprendió que esa idea fuese recurrente. Al parecer, muchos japoneses encuentran en el imaginario de Latinoamérica una suerte de refugio ante lo que se convirtió Japón en los últimos veinte años: un país donde los jóvenes no encuentran sino trabajos precarizados, un país que tiene gastos militares exorbitantes y una dependencia de la energía nuclear que se cobró ya miles de vidas. Los ancianos viven cada vez más, los puestos de trabajo son cada vez menos, la población envejece a un ritmo desproporcionado y se volverá, muy pronto, imposible sostener el sistema jubilatorio. Los jóvenes no tienen un traslado de la escuela a la universidad y de ésta al trabajo como en otras épocas; al contrario, luego de graduarse quedan en un vacío total que hace imposible su supervivencia en un país tan caro como Japón y tan excluyente para quienes están fuera del sistema. “Necesitamos revoluciones, levantamientos, insurrecciones”, se escuchaba en el Café. Citaban a Bolívar, a Pancho Villa, incluso unos versos de José Martí. Evocaban hechos como las guerras independentistas, la Revolución mexicana y la Argentina del 2001. Todas personalidades tan distintas, decían, de otros procesos por los que atravesó Japón: la restauración del poder imperial en el siglo XIX, el devenir potencia imperial y genocida, el ser la cuna del peor de los males actuales, el neoliberalismo. Esta comparación me pareció forzada y por un momento me dio la impresión de que, para ellos, los latinoamericanos somos zapatistas por naturaleza y seguidores inflexibles del subcomandante Marcos. Mi tendencia al escepticismo me hizo explicarles que esto no es así y que, por el contrario, como en todo el mundo, la tendencia es también hacia el conservadurismo. “Ya lo sabemos…”, me respondieron, “…pero su historia revolucionaria no puede quitársela nadie”. Les tuve que dar la razón. Porque lo que, para mí, era algo normal dentro de mi conocimiento histórico, para este grupo de japoneses era un ideal, casi un inalcanzable o, por lo menos, una rareza a lo largo de la historia de su país. Y por supuesto que tenían el derecho de extrapolar y de imaginar todo aquello que se les diera la gana. Al fin de cuentas, los imaginarios que nos hacemos de los otros son siempre falsos, son siempre productos ideológicos y políticos que resultan del ejercicio del poder. Pero también ocurre una transformación cuando usamos las ideas preconcebidas que tenemos del otro para aplicarlas a lo propio, una transformación que además genera una continuidad en otro espacio. Me dejé entonces llevar por el idealismo y concluí que la realidad de uno es la imaginación del otro; que a través de este proceso es finalmente posible construir una nueva realidad. Hoy que Latinoamérica entró nuevamente en uno de sus períodos de avance corporativo, que los presidentes son destituidos y los empresarios gobiernan con todo el poder político bajo su control, que los procesos de izquierda se han agotado sin pena y a veces sin gloria, ¿qué se empezará a pensar de nuestra región? De igual manera, hoy que el Partido Comunista acaba de ganar las nunca-antes-obtenidas trece bancas del parlamento japonés, hoy que existen lugares como “Café Lavandería” y marchas populares que cooptan a cada vez más minorías con cada vez más problemáticas sociales, ¿qué vamos a pensar los latinoamericanos de una de las panaceas del capitalismo como es Japón? Ya veremos qué nuevos orientalismos y latinoamericanismos surgen de uno y otro lado del Pacífico

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cró ni ca

latinoamericanismo

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a primera vez que fui a “Café Lavandería” fue junto a un famoso economista mexicano que reside en Japón, de quien por razones políticas voy a preservar su identidad. Nos infiltramos por esas callejuelas angostas, pero luminosas del barrio de Shinjuku Ni-chome; pasamos una engrasada casa de ramen, un túnel repleto de paraguas abandonados, caminamos varias cuadras más ante el desinterés propio de las capitales primermundistas como Tokio, hasta que, en una esquina en donde había un bar de lesbianas y un minúsculo puesto de onigiri, llegamos a destino. En la entrada, una estrella roja y las palabras: «Música y anti-capitalismo». Cuando entramos, una banda estaba tocando ese tema de porque yo en el amor soy un idiooota…, en un semiperfecto español. En la pared del café había todo tipo de parafernalia izquierdista. Un cuadro parodiaba la imagen de La Última Cena, pero reemplazados los apóstoles por el Che Guevara, Emiliano Zapata y Rosa de Luxemburgo. Al lado se desplegaba un póster en memoria a los cuarenta y tres normalistas desaparecidos en Ayotzinapa en 2014; también, banderas antifascistas, de la CNT y con la A circulada propia del anarquismo. Debajo de la barra, se extendían una serie de autógrafos de bandas como Che Sudaka y Amparanoia, además de otras de intelectuales y camaradas, como el mismísimo Noam Chomsky. Una biblioteca ocupaba toda el ala izquierda (¿casualidad?) del bar; contenía libros de Galeano, Bakunin, Mariátegui, entre tantos otros. Dos gatos se paseaban por todo el lugar, como lo habrían hecho Marx y Engels al participar del gremio de trabajadores de Manchester durante su viaje de 1842. El dueño del bar, el señor Fujimoto, me ofreció inmediatamente una Quilmes y me empezó a hablar de su predilección por las argentinidades; sabía quién fue Néstor Kirchner, los jugadores de la selección de los últimos mundiales y confesaba apreciar la cumbia villera. Su esposa, igualmente encantadora, me preguntó a qué me dedicaba; “literatura”, le respondí, aunque supe que esa respuesta era vergonzosamente inespecífica para el marco del materialismo histórico. Enseguida se le iluminaron los ojos, resultó ser una fanática de la literatura beatnik y hasta editora de algunos textos de Ginsberg y otros sobre él. Me presentó también al director de una revista de música latina, a una anciana que había dedicado su vida a perseguir antiguas civilizaciones andinas, a un chico que estudiaba las variaciones de la lengua popoloca y que había vivido con las comunidades mexicanas que aún las hablan. Ese día conocí también a Yuya Watanabe, a quien me presentaron como “tu negativo”, dado que es un doctorando japonés que investiga la literatura argentina, cuando yo soy lo inverso: un argentino que investiga la literatura japonesa. Honestamente, esperaba que él me citara a los autores de nuestra región de entre los que más se investigan en Japón: Carlos Fuentes, Cortázar, García Márquez. Pero no bien terminamos de presentarnos, Yuya me dijo que estaba leyendo a Washington Cucurto. Ya saben, el cartonero-poeta oriundo de Quilmes que fundó su propia editorial. Yuya también me dijo que estaba realizando su tesis sobre Roberto Arlt y que conocía todo el debate alrededor de la Revista Contorno, el escritor del pueblo frente al escritor de la biblioteca, Florida versus Boedo, etcétera. Conocía también otros autores del submundo literario argento: Osvaldo Lamborghini, Luis Gusmán, todos esos escritores malditos que se pusieron de moda (y con razón) por encarnar mejor que nadie la represión del disenso que sufrió una generación entera de argentinos. Un sobreviviente de la tragedia de Fukushima en 2011 me dijo que conocía al doctor Eiji Oguma, quien fue mi profesor de sociología y es además activista político en contra de la energía nuclear. Al parecer habían marchado juntos en una de las tantas manifestaciones que surgieron en el país a propósito de aquel incidente. Hace poco trabajé con el profesor Oguma cuando subtitulé al español su documental Que nos escuche el Primer Ministro, donde se explica que los medios silenciaron esas manifestaciones, bombardeando en cambio al mundo entero con imágenes de lo rápido que podía reconstruirse Japón. Otro miembro del Café me ofreció el espacio para cualquier actividad relacionada con Latinoamérica, hecho que finalmente se concretó hace unas semanas con la presentación del libro de aforismos Manual de Fluctuaciones del sureño Hernán Bergara, traducido recientemente al japonés. Fue una noche acontecida. Me tomé algunas cervezas más (soy un enemigo férreo de la Quilmes, pero la nostalgia me pudo); luego continué camino por Shinjuku Ni-chome, ese barrio que es, además, el de muchas otras minorías tokienses: bares gays, prostíbulos, esquinas llenas de borrachos y antros con música punk, electrónica y reggae. El barrio de la marginalidad al cual las señoras paquetas de los cercanos no se animan a entrar. Tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial y con la

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hábitat construido mauro zavaglia /

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l hábitat, como espacio de conformación global de la población que alberga, un mestizaje de diferentes pensares y posiciones, pero que se genera con la sumatoria, con el aporte de todos los seres que en él conviven. Cada casa, cada espacio, cada situación que podemos ver en los alrededores de nuestro hogar fueron producto de personas que pasaron por esos espacios, que los habitaron. Y también son parte nuestra. Lo construido corresponde a los aportes personales, nuestro propio hogar (entiéndase hogar como espacio de confort, aunque no siempre sea de esta forma).Las decisiones que tomamos respecto a él, desde la posición de la cama, la mesa o el sillón hasta la elección de los colores, la ampliación de espacios y demás detalles, son producto de nuestra vivencia con el entorno que nos rodea. La participación colectiva, entonces, se convierte en el eje principal de este texto, debemos comprender que sí podemos modificar la calidad de vivencia de otro dentro de nuestro hábitat, y no solo estaríamos ayudando a su visión particular, sino al fortalecimiento de un vínculo sociocultural. La posición global del urbanismo actual del territorio se basa en el proceso de gentrificación. Este proceso tuvo origen en la década del sesenta, y fue definido por la socióloga Británica Ruth Glass en relación a la invasión de algunos barrios obreros próximos al centro de Londres por individuos de clase media que rehabilitaron la deteriorada edificación residencial, haciendo subir los precios de la vivienda y provocando la expulsión de las clases obreras, que originalmente habían ocupado el sector. Existen procesos previos a la denominada gentrificación. Los filtrados residenciales, concepto que fue estudiado por Homer Hoyt, un economista de la Universidad de Chicago, que realizaba estudios de suelo para determinar qué viviendas podían correr riesgo de ser hipotecadas. Cuando uno habla de

filtrados, existen de “arriba hacia abajo” y de “abajo hacia arriba”. El filtrado de “arriba hacia abajo” es el primer paso por dar para la gentrificación. Consiste en desfavorecer la zona, generar situaciones externas que puedan ayudar a la huida de las masas con cierto nivel socioeconómico; por ejemplo, por medio de la inseguridad, de la falta de conexión de transporte público y del desmejoramiento de las obras viales existentes. Cuando la sociedad pudiente del hábitat en cuestión se traslada hacia otra zona, quedan vacancias que pueden ser ocupadas por gente con menos recursos, ya que el valor de los terrenos y de las edificaciones entra en decadencia, generando un envejecimiento del barrio, y dan paso a la inversión de grandes grupos desarrolladores que compran terrenos de poco valor con la intención de demoler las construcciones y generar emprendimientos inmobiliarios para la zona. Esta última condición es el filtrado de “abajo hacia arriba”. Las políticas del Estado actuante en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires intentan demostrar que el proceso de gentrificación ayuda a fortalecer las zonas en donde se aplica, generando mejoras que ayudan a la seguridad y a la circulación turística, y logra un mejoramiento global en la arquitectura y su estética. Actualmente, estos procesos se pueden observar en varias zonificaciones del centro urbano de Buenos Aires, como el siempre relegado sur. Barrios tales como Parque Patricios o La Boca están sufriendo ataques constantes, refugiados en el concepto de distritos, tecnológico y de las artes, respectivamente. Desde la mirada social, ingenua de los conceptos mencionados, esto puede generar un cambio positivo, pero las personas que habitan estos barrios no terminan de comprender que el entorno o hábitat está formado por la participación colectiva, y que el desplazamiento de las personas de bajos recursos será solo el comienzo del desplazamiento de una gran masa social que habita esos barrios desde su infancia, generando una perdida sociocultural irreparable



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resistir desde el

territorio hostil

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eflexionar sobre los movimientos culturales desde una visión de resistencia nos hace optar y tomar posición debido a que estos movimientos ingresan al plano de la política. Ya no podemos seguir viéndolos como pulcros y neutros. Se ensucian con la realidad que los rodea. Ahora bien, si vamos a referirnos a resistir, primero tenemos que ponernos de acuerdo sobre de qué hablamos cuando hablamos de resistencia, quiénes resisten, contra qué se resiste y de qué manera se puede resistir. Si bien el derecho a la resistencia se remonta a la Edad Antigua, cuando Platón trata el derecho del pueblo a defenderse del tirano, este no va a ser el eje central de sus tratados, lo que le preocupaba a Platón era cómo generar gobiernos estables; y no, tratar la problemática de la resistencia en todo su potencial. De manera análoga, en la Edad Media, Santo Tomás de Aquino retoma esta temática y analiza la cuestión del tiranicidio en caso de que la opresión atente contra el bien común, aunque aclara que si no hay excesos por parte del tirano, es preferible una tiranía moderada que oponerse a ella. Hay que esperar hasta la modernidad, cuando la legitimidad del poder se encuentre definitivamente en el pueblo, para que se desarrolle una teoría de la resistencia y en algunos casos de la Revolución. John Locke en el Segundo Tratado Sobre el Gobierno Civil dice: “Un pueblo que es maltratado y gobernado contra Derecho, estará siempre dispuesto a quitarse de encima una carga que le resulta pesadísima” (1997: 138). Si Locke, uno de los padres fundadores y héroe de la teoría liberal proclama el derecho del pueblo a revelarse cuando es maltratado, imaginemos lo que puede decir Karl Marx sobre el derecho a resistir y en definitiva a revelarse contra el orden instituido. Claro está que, en Marx, este derecho va a tomar un carácter de clase y la resistencia se va a transformar en una teoría revolucionaria. Si a todo lo dicho anteriormente le sumamos la visión de Antonio Gramsci ─que desarrolla el concepto de hegemonía cultural en el cual recae el poder de la ideología dominante, y es menester de las clases subordinadas romper con esa hegemonía─, se puede entender fácilmente cuál es la importancia de pensar “la resistencia” en los movimientos culturales y desde dónde se debe resistir. Ahora bien, ¿qué tiene que ver todo esto con el Heavy? Más aún si pensamos el Heavy desde la visión dominante que expresan los medios y que suelen caricaturizarlo como un movimiento que oscila entre el conservadurismo y la violencia. En este punto, nos vamos a diferenciar drásticamente de esa visión. Nuestra postura interpreta el Heavy desde su irrupción en la Argentina en los años ochenta (años en los cuales se desarrollaba la última dictadura cívico-militar) como un movimiento que va a resistir a la ideología dominante. La resistencia en este espacio cultural va a surgir desde las clases subordinadas que sufrían y le ponían el cuerpo

gustavo torreiro /

a esa dictadura, y esto lo podemos ver tanto en los lugares en los que se desarrolla el Heavy como en las letras de las canciones. Ya desde ese momento, se plantea un discurso disruptivo que pone en el centro las vivencias de las clases populares y denuncia la dictadura por la represión. De esta manera, es que podemos analizar cómo en el tema “Torturador” de V8 se pone en evidencia, a través de una supuesta sesión en el dentista, la violencia ejercida por ese gobierno dictatorial. Además se critica parte de la sociedad y, en especial a los Hippies, por el pacifismo ante la violencia del Estado. “Basta de engaños/ el presente es dolor/ yo vivo la realidad/ y de ella es mi reacción/ pues estoy cansado del llanto/ que nunca algo me dio/ de la calma/ a la paciencia ante la represión” (Momento de luchar, Un paso más en la batalla, V8, 1985). Otra crítica que podemos encontrar hacia ese período de la historia Argentina es a través de las abundantes letras que, en diferentes bandas, se interpreta sobre la Guerra de Malvinas, donde se recupera la figura del conscripto, pero se denuncia la traición de los militares. Si bien durante la recuperación democrática siguen las críticas a la ideología dominante, un punto álgido donde la resistencia se hace carne es durante el menemismo. Allí la resistencia ante las políticas neoliberales que se imponían sobre el sudor y la sangre de la clase trabajadora es evidente. Son muchas las bandas de este género que denuncian el impacto de esas políticas; el hambre y la desocupación comienzan a ser temas centrales que aparecen en las canciones. Solo para dar un ejemplo podemos citar la letra de “Clase Trabajadora” de Tren Loco: “Desocupados y bajos salarios de hoy/ La libertad tiene un precio demasiado alto/ Vivimos entre mentiras y la frustración” (¡No me importa!, 1996). La crisis del 2001 y los años posteriores encontró al Heavy de pie y resistiendo en las calles y como dice Emiliano Scaricaciottoli, no es casual que en la masacre del puente, cuando fueron asesinados Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, uno de ellos tuviera puesta la remera de Hermética. El Heavy resistió a la ideología dominante desde su surgimiento, y esto lo convierte en un movimiento cultural sucio y desprolijo sobre todo para ciertos sectores que prefieren la pulcritud de los que se mantienen al lado del camino Bibliografía: -Boron, Atilio (Compilador). La filosofía política clásica: de la Antigüedad al Renacimiento, Buenos Aires, Eudeba, 2000. -Gramsci, Antonio. Antología, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI, 2006. -Locke, John. Ensayo sobre el gobierno civil, México, Editorial Porrúa, 1997. -Marx, Karl; Engels, Friedrich, Manifiesto Comunista, Buenos Aires, Editorial Prometeo Libros, 2003.

torreirogustavo@gmail.com


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