Pastoral Popular Nº336

Page 1

3

Pastoral Popular


4

Pastoral Popular


Editorial

1

“Que ese viento se transforme en vendaval de esperanza” E

n medio de la preparación del Encuentro en torno a la figura de Ronaldo Muñoz (13 de diciembre) han ocurrido dos hechos significativos que llenan de esperanza y alegría a esta Revista. El primero es el Encuentro Mundial de Movimientos Populares reunidos en el Vaticano a fines de octubre y, el segundo, es la constitución en Chile del movimiento liderado por el obispo católico Luis Infanti que busca Declarar Ilegal la Pobreza. En el Encuentro Mundial de Movimientos Populares, nuevamente el Papa Francisco nos sorprende con su palabra clara y firme que toma posición a lado de todas aquellas personas pobres que luchan organizadamente contra las injusticias sociales que los oprimen a nivel planetario. Su discurso titulado por L´Osservatore Romano “Tierra, casa y trabajo. Derechos para todos” -y que publicamos íntegro en esta Revista, junto a las palabras de la dirigente chilena Francisca Rodríguez que en nombre de Vía Campesina, representan a todos/as las campesinas/ os del mundo-, hizo avanzar años luz la llamada “Doctrina Social de la Iglesia”, comprometiéndola definitivamente con el caminar de los pueblos de la tierra. Además, este discurso de carácter programático viene a darle una claridad e intencionalidad meridiana a su gran proyecto de reforma de la iglesia: una iglesia “en salida” (Evangelii Gaudium 2024), con lo cual dice preferir “una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (EG 49). En efecto, el diseño básico de la reforma que necesita la iglesia católica según este discurso iría en la línea de salir al encuentro –caminar conjunto, sinodalmente- de las búsquedas reales que presenta la humanidad y la madre tierra por liberarse de todas las ataduras de dominación. La iglesia se

propone conscientemente dar visibilidad a un hecho silenciado sistemáticamente: “¡Los pobres no sólo padecen la injusticia sino que también luchan contra ella!”. Es decir, no son sólo carencia abierta al asistencialismo, son también propuesta y fuerza creadora. La solidaridad, dice el Papa, es también “luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del imperio del dinero”. Así, la iglesia debe sentir el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor. “Que ese viento se transforme en vendaval de esperanza. Ese es mi deseo”, señala Francisco. Lo esperanzador es que estos deseos compartidos por miles y miles de personas en todo el mundo habitado están ya realizándose y tomando cuerpo en diversos lugares del planeta. Por ejemplo, en este sentido en Chile se ha constituido recientemente la iniciativa que busca Declarar Ilegal la Pobreza (DIP) ayudándonos a comprender que la “lucha contra la pobreza es necesariamente la lucha contra la riqueza desigual, injusta y depredadora”. Para este Movimiento ético “la pobreza no es casualidad: hay una estructura social que ha orquestado leyes, instituciones, convicciones culturales que producen y mantiene la pobreza” (R.Petrella). Por lo tanto, en su superación, cabe una responsabilidad eminentemente política de toda ciudadanía activa. En palabras del economista Hugo Fazio, “derrotar la pobreza es posible siempre que se apliquen consecuentemente políticas para alcanzarlo. Ello hace necesaria una constante y creciente presencia de la opinión pública para conseguirlo. De allí la importancia del movimiento por declarar ilegal la pobreza”. PP

Pastoral Popular


Movimientos Populares

2

Presentación de Francisca Rodríguez de ANAMURI en representación de Vía Campesina

S

aludamos y celebramos esta oportunidad de diálogo por la inclusión social entre los movimientos populares, el Pontificio Consejo Justicia y Paz, el Papa Francisco y los Obispos aquí presentes. Esperamos contribuir y cooperar en pos de hacer realidad en todo momento y lugar los principios de dignidad de la persona humana, del bien común y de la solidaridad. Las y los campesinos del mundo somos pueblos, comunidades, organizaciones y familias altamente diversas. Representamos distintas culturas, visiones de mundo, formas de trabajo, visiones y convicciones políticas y religiosas, pero nos unen nuestros sueños y nuestras luchas por seguir siendo mujeres y hombres del campo y por seguir existiendo como pueblos originarios, agricultores, criadores, recolectores, pastores, pescadores. Nos enorgullecemos de ser lo que somos, no queremos migrar forzadamente a las ciudades o al extranjero. Queremos seguir cumpliendo nuestro papel fundamental: alimentar a la humanidad con nuestro trabajo, nuestros saberes y nuestros bienes naturales, asegurando que el derecho a la alimentación se cumpla para todos y todas sin excepción, y que la Madre Tierra sea cuidada mientras de ella obtenemos el sustento. En este caminar y batallar, reconocemos la influencia de la Iglesia Católica y los esfuerzos de sectores importantes de ella por acompañar a los sectores populares. Somos la inmensa mayoría de quienes trabajamos y vivimos en el campo y casi la mitad de toda la humanidad, pero

accedemos a menos de un cuarto de toda la tierra, luego de siglos de despojo creciente y violento. Con la poca tierra que aún logramos mantener, producimos la mayor parte de los alimentos en el mundo. Sin embargo, la concentración de la tierra en manos de los capitales y la especulación continúa, aumentando su violencia en la medida que resistimos. Este despojo y acaparamiento de la tierra y los territorios, el agua, los recursos naturales y hasta el aire, han sido las consecuencias del avance sin freno del capital sobre el campo y sobre los trabajadores rurales. Los Estados y Organismos Internacionales, incluso las propias Iglesias, han ido cediendo a las presiones y aceptando que se les despoje de sus poderes, deberes y funciones de proteger y defender el bien común. Estamos así atrapados en un mundo dominado por el capital y las lógicas de mercado. La expansión del agronegocio y los monocultivos, el uso cada vez mayor de los agrotóxicos, la explotación del trabajo, la eliminación alarmante de fuentes de trabajo, la concentración cada vez mayor de los mercados y el secuestro de la ciencia y la tecnología para ponerla al servicio del capital, son procesos que se impulsan desde las esferas del poder como una realidad incuestionable. Las consecuencias son claras. A la contaminación y el deterioro de nuestro entorno, se suma el aumento de la desigualdad y el número de personas hambrientas, obesas y enfermas. El agronegocio no busca alimentarnos, sino aumentar sus ganancias. Las enfermedades son parte

Pastoral Popular


Movimientos Populares

3

importante de su negocio: las mismas transnacionales que nos enferman nos venden luego los fármacos que no nos curan, pero nos mantienen funcionando. Los problemas que sufrimos en el campo tienen un impacto fuerte en la ciudad. La migración deteriora la vida de todos, la pérdida de los valores y la cultura. El abandono de nuestros sistemas alimentarios nos va enfermando y quitando el sentido de comunidad. La inseguridad laboral y de fuentes de ingreso se combina con el endeudamiento y el consumismo,

lo que va rompiendo lazos de solidaridad y reciprocidad, despojándonos de la conciencia social. Aumenta la violencia doméstica e institucional, vemos cómo la droga se abre paso mientras las autoridades se niegan a ver a los verdaderos traficantes y criminalizan a la población. El respeto a los derechos sociales y económicos se ha transformado en asistencialismo, con políticas y programas que sólo buscan compensar algunos impactos, pero no nos permiten avanzar en una senda liberadora. Queremos enfatizar que no dejamos la tierra de manera voluntaria. La mayoría de nosotros y nosotras recurrimos a diversos trabajos y generamos múltiples estrategias de sobrevivencia por mantenernos en la tierra. Esa tenacidad es lo que las autoridades llaman la “multifuncionalidad” o nos señalan como trabajadoras “polivalentes”, como si fuera un titulo importante o algo deseado. Las verdaderas causas que nos obligan a emigrar y dejar la tierra están en la falta de adecuadas políticas agrarias y de programas acordes con las necesidades de la agricultura campesina y de nuestras prácticas productivas para la alimentación de los pueblos. Todo esto contrasta con el apoyo amplio de la mayoría de los gobiernos y los organismos internacionales al gran capital, permitiendo el estrangulamiento económico, el arrinconamiento físico, el abuso cada vez mayor por parte de las grandes empresas que van despojando de los derechos laborales a las y los trabajadores y conformando nuevos enclaves de trabajo esclavo. A eso se suman las trabas cada vez mayores que nos van imponiendo para comercializar nuestra producción de manera justa, el no reconocimiento de nuestros derechos

sobre la tierra, el agua, los bosques, el desprecio de nuestros conocimientos y culturas, en fin, el despojo de nuestra propia identidad. Es extremadamente grave el ataque que hoy sufren nuestras semillas. Hace ya más de doce años que levantamos una campaña mundial por su defensa, por defender nuestras prácticas milenarias de cuidarlas, mejorarlas, cultivarlas e intercambiarlas. Son prácticas que con el paso de los siglos se han constituido en derechos fundamentales y sagrados los pueblos indígenas, y para los hombres y mujeres del campo. Este ataque, dirigido por las mayores transnacionales del mundo, encabezadas por Monsanto, es apoyado o avalado por la mayoría de los gobiernos y organismos internacionales que sucumben ante sus presiones y amenazas. Estamos en un momento crítico, en que necesitamos juntar fuerzas con los más amplios sectores para que nuestra resistencia logre evitar que las leyes conviertan en un crimen nuestras prácticas de cuidado e intercambio que hicieron posible la creación y expansión de la agricultura. La ciencia al servicio del capital no solo pone en peligro nuestras semillas y cultivos, también la vida de la Madre Tierra. La ingeniería genética en sus muchas formas y los organismos transgénicos son un ataque a la sacralidad de la vida por parte de empresas que juegan a ser dioses con el único fin de maximizar sus ganancias y dominar el mundo. Bajo falsas promesas de mayor productividad, a pesar que las pruebas indican lo contrario, las empresas con la ayuda de muchos gobiernos están imponiendo los organismos y cultivos transgénicos, que contaminan nuestros suelos, nuestros cultivos, nuestros alimentos y nuestros cuerpos. Mientras resistimos, conservando y cuidando nuestras propias semillas, las transnacionales de los agronegocios presionan a los gobiernos del mundo para que acepten las semillas Termineitor, semillas desnaturalizadas que no pueden vivir si no reciben sustancias químicas que nos venderán las mismas empresas. También hay complicidad entre empresas y muchos gobiernos

Pastoral Popular


Movimientos Populares

4 cuando buscan imponer como solución la mal llamada agricultura climáticamente inteligente, que profundiza la destrucción ambiental, aumenta la concentración y control de las transnacionales, y agrava los ataques a nuestra autonomía y todos los procesos que nos expulsan de la tierra. La ciencia ha sido censurada para que no investigue seriamente y de verdad los efectos de los transgénicos a corto y largo plazo. Así, las y los científicos honestos no puedan dar la voz de alarma sobre lo que efectivamente está ocurriendo. Visto de esta manera nos atrevemos afirmar que estamos frente a un proceso de destrucción masiva de las distintas formas de vida -incluida la nuestra- donde no se permite que la ciencia real haga su trabajo de ir descubriendo lo que ocurre y alertando al respecto. Las comunidades y las familias rurales que tienen la desgracia de quedar encerradas en un mar de cultivos transgénicos sufren graves daños en su salud con tasas alarmantes de cáncer, abortos espontáneos en las trabajadoras y nacimientos de niños con deformaciones congénitas, condenados a morir. Las intoxicaciones masivas conllevan pérdidas de vida y no sólo de la vida humana. También nuestros animales se afectan, las aves se enferman y mueren por los agrotóxicos, la tierra y las fuentes de agua son agotadas o contaminadas. Lo cierto es que, por sobre todo, los cultivos transgénicos producen hambre y pobreza, ya que nos expulsan y su fin primordial es producir materias primas industriales, no alimentar a las personas. Nuestras tierras y territorios así como nuestros bosques y nuestras aguas están siendo arrasadas igualmente por la minería y los mega-proyectos En muchos países sufrimos las consecuencias de las guerras declaradas y no declaradas por las fuerzas armadas regulares, los paramilitares o los narcotraficantes, cuyo fin es oprimirnos, mantener la industria bélica y otros negocios de los grandes capitales. Para esto, criminalizan nuestras luchas y cada día sufrimos la muerte, encarcelamiento y el montaje de juicios contra las y los dirigentes líderes y militantes. Las situaciones son graves, alarmantes e indignantes, como por ejemplo en Afganistán, África Occidental, Colombia, Guatemala Honduras, Kurdistán, Paraguay, México, Palestina, Siria, Sudán, sólo por nombrar algunos de los casos más dramáticos y serios. A pesar de todo lo señalado, seguimos resistiendo aferradas y aferrados a la tierra para mantenernos en el campo y defender su función social, que es “alimentar a los pueblos.” Estamos acá, amigos y compañeras y compañeros, porque entendemos que ésta es una lucha difícil y de largo aliento. Somos hombres y mujeres organizados. Somos parte de la Vía Campesina, un movimiento amplio, con presencia mundial donde defendemos el derecho y el sueño a seguir siendo campesinos y pueblos del campo, donde luchamos por el buen vivir de todas y todos. Somos un movimiento que ha logrado elaborar propuestas de vida, trabajo y convivencia digna entre todos y todas. Cuando los gobiernos dijeron que garantizar la seguridad alimentaria se basaba en generar la capacidad para adquirirla,

tuvimos la convicción y la sabiduría de afirmar que la alimentación no podía convertirse en un negocio por ser un derecho humano fundamental. Entonces proclamamos la Soberanía Alimentaria, como un derecho fundamental de los pueblos a definir, desarrollar y mantener la agricultura campesina y sus sistemas de alimentación. La fuerza y justeza de nuestro planteamiento radica en que junto a un gran número de otros movimientos y redes sociales, fuimos llenándolo de contenido hasta concluir que la Soberanía Alimentaria es un principio de vida que se sostiene, se defiende y no se negocia. La Soberanía Alimentaria comprende nuestro derecho a la tierra y los territorios, al agua, a nuestras semillas y nuestro ganado, a los bienes naturales, a nuestras formas culturales de producir y cuidarlos. La soberanía alimentaria da prioridad a las economías y a los mercados locales y nacionales para asegurar que nuestro trabajo sea compensado de manera justa y nos permita vivir dignamente. La soberanía alimentaría exige nuevas relaciones sociales libres de opresión y desigualdades, y la libertad para ejercer nuestro trabajo, para vivir dignamente y permitir la vida digna del resto de la humanidad. Luchamos por dejar detrás todos los prejuicios discriminatorios y sexistas para avanzar hacia una nueva visión del mundo, construida sobre los principios de respeto, de igualdad, de justicia, de solidaridad, de paz y de libertad. Asumimos que la lucha por erradicar la violencia en el campo y en particular la violencia que sufren las mujeres y la igualdad entre los sexos es primordial. Ya no queremos soportar la opresión de sociedades tradicionales, ni de las sociedades modernas, que sostienen los sistemas patriarcales. Esperamos de este encuentro herramientas importantes para

Pastoral Popular


Movimientos Populares

5

avanzar en nuestras luchas y en la solidaridad entre todas las luchas populares: quisiéramos que este diálogo permita sensibilizar a los miembros de los movimientos populares y de la Iglesia Católica frente a los problemas específicos que enfrentamos. Buscamos esto convencidas y convencidos que la permanencia de la agricultura campesina y de los pueblos indígenas, junto a las otras formas populares de pesca, recolección, crianza animal y caza son la única garantía real de acabar con el hambre, la mala alimentación y el deterioro ambiental tanto en el campo con la ciudad. El año que está terminando fue declarado por Naciones Unidas como el Año Internacional de la Agricultura Familiar. La organizaciones del campo abogamos por que a esta definición había que ponerle nombre y apellido, por tanto lo declaramos el Año Internacional de la Agricultura Familiar Campesina e Indígena. Pero también señalamos que frente a la situación en que se desenvuelve nuestra agricultura, no bastaba un año, pues no sólo vivimos y nos desarrollamos de halagos, reconocimientos vacíos o de buenas intenciones. Lo que requerimos son políticas públicas basadas en el bien común y en el buen vivir de la gente. Requerimos pueblos soberanos para garantizar soberanía alimentaria a la humanidad. La alimentación no puede ni debe ser un negocio; es un derecho humano que los Estados deben garantizar y por tanto deben proteger sus agriculturas y

a quienes continuamos en esta sagrada labor de producir los alimentos para los pueblos. Por tanto, aquí se requiere más de un año para volver las aguas a sus cauces. Por eso clamamos ¡Soberanía alimentaria ya! No podemos continuar aceptando los mil millones de hambrientos, ni un millón, ni cien mil, ni un hambriento mas en el mundo, como si esto fuera una causa natural. Los pueblos con hambre y que no producen su propia comida son pueblos atrapados en la sobrevivencia, que no pueden pensar y decidir libremente, no pueden ser independientes, no pueden resistir ni proyectarse a futuro, no pueden ser libres ni soberanos. Nos parecería importante un pronunciamiento de la Iglesia y los movimientos populares que ponga la defensa de la alimentación y por ende de la agricultura campesina e indígena, en el centro de las luchas sociales.

No podemos subordinar el bienestar de todas y todos los trabajadores a las pretensiones de acumulación de capital. Queremos explicar a todas y todos el porqué de nuestras luchas específicas: Luchamos por una reforma agraria integral y popular, porque sin tierra y sin territorios no somos pueblos, no somos libres ni somos dignos y ésta es no sólo una lucha de las y los campesinos. Luchamos por el fin del agronegocio. Creemos que la sociedad debe limitar las pretensiones de lucro cuando eso impide la dignidad humana, el buen vivir y el cuidado de la naturaleza, poniendo en peligro el futuro de todas y todos. Por las mismas razones, luchamos por el fin de los tratados de libre comercio en la agricultura. Hoy nuestra lucha también se enfoca en la reforma agraria del latifundio mediático, que excluye la voz de las mayorías. A la vez, nos sumamos a la lucha por impulsar la comunicación popular. Luchamos por recuperar y fortalecer nuestras formas de hacer agricultura campesina e indígena de base agroecológica. Solo así podemos asegurar la alimentación para cada persona mientras simultáneamente cuidamos la Madre Tierra y revertimos las causas del calentamiento global. Luchamos por el fin de los cultivos transgénicos en todas sus formas, porque no aportan al bienestar de nadie, porque desde nuestros saberes tenemos alternativas muy superiores. Luchamos porque la dignidad, la justicia, la paz, la libertad, el bienestar, el respeto y el aprecio sea para todas y todos. Luchamos entonces por la igualdad entre los sexos, que incluye la valorización del papel de las mujeres en la agricultura y la alimentación, su aporte económico al sostenimiento de las familias y en la construcción cultural y espiritual Luchamos por poner fin a la violencia doméstica e institucional y por el derecho a la autodeterminación. Porque no hay vida si no hay futuro, luchamos porque haya condiciones para que nuestros hijos e hijas, nuestros nietos y nietas, sus nietos y nietas, tengan la posibilidad real de permanecer en el campo y saber que tendrán una vida digna para ellas y ellos, y para las futuras generaciones. Ofrecemos en reciprocidad nuestro esfuerzo y compromiso por comprender en profundidad los problemas específicos del conjunto de los movimientos sociales, de sus resistencias, y unirnos para impulsar nuestras luchas comunes Del mismo modo, nos esforzaremos por comprender las particularidades de las preocupaciones y los compromisos de la Iglesia Católica. Nos comprometemos a participar en estos días y en el futuro en la búsqueda de tareas y esfuerzos comunes, a desplegar nuestra solidaridad de manera más cotidiana y a juntar fuerzas en la búsqueda de la dignidad, la justicia, la paz y el buen vivir. ¡GLOBALICEMOS LA LUCHA! ¡GLOBALICEMOS LA ESPERANZA!

Pastoral Popular


Movimientos Populares

6

Tierra, casa y trabajo derechos para todos Palabras del Papa Francisco en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares

B

El Papa Francisco recibió a los participantes en el encuentro mundial de los movimientos populares promovido por el Consejo pontificio Justicia y paz y por la Pontificia Academia de ciencias sociales. En la audiencia, que tuvo lugar el martes 28 de octubre, por la mañana, en el aula vieja del Sínodo en el Vaticano, estuvieron presentes, entre otros, el obispo Sánchez Sorondo, algunos prelados y cerca de 150 personas provenientes de 80 países en representación de los cinco continentes. Al inicio, el cardenal Turkson, presidente de Iustitia et pax, dirigió un breve saludo al Pontífice, destacando que el encuentro tiene el fin “de consolidar la red de las organizaciones populares, favorecer el conocimiento mutuo y promover la colaboración entre ellas y las Iglesias locales” para la promoción y la tutela “de la dignidad y de los derechos de la persona humana”.

uenos días de nuevo, estoy contento de estar entre ustedes, además les digo una confidencia, es la primera vez que bajo acá, nunca había venido. Como les decía, tengo mucha alegría y les doy una calurosa bienvenida. Gracias por haber aceptado esta invitación para debatir tantos graves problemas sociales que aquejan al mundo hoy, ustedes que sufren en carne propia la desigualdad y la exclusión. Gracias al cardenal Turkson por su acogida. Gracias, Eminencia por su trabajo y sus palabras. Este encuentro de Movimientos Populares es un signo, es un gran signo: vinieron a poner en presencia de Dios, de la Iglesia, de los pueblos, una realidad muchas veces silenciada. ¡Los pobres no sólo padecen la injusticia sino que también luchan contra ella! No se contentan con promesas ilusorias, excusas o coartadas. Tampoco están esperando de brazos cruzados la ayuda de ong, planes asistenciales o soluciones que nunca llegan o, si llegan, llegan de tal manera que van en una dirección o de anestesiar o de domesticar. Esto es medio peligroso. Ustedes sienten que los pobres ya no esperan y quieren ser protagonistas, se organizan, estudian, trabajan, reclaman y, sobre todo, practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren, entre los pobres, y que nuestra civilización parece haber olvidado, o al menos tiene muchas ganas de olvidar. Solidaridad es una palabra que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces la hemos transformado en una

mala palabra, no se puede decir; pero es una palabra mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero: los desplazamientos forzados, las emigraciones dolorosas, la trata de personas, la droga, la guerra, la violencia y todas esas realidades que muchos de ustedes sufren y que todos estamos llamados a transformar. La solidaridad, entendida, en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los movimientos populares. Este encuentro nuestro no responde a una ideología. Ustedes no trabajan con ideas, trabajan con realidades como las que mencioné y muchas otras que me han contado… tienen los pies en el barro y las manos en la carne. ¡Tienen olor a barrio, a pueblo, a lucha! Queremos que se escuche su voz que, en general, se escucha poco. Tal vez porque molesta, tal vez porque su grito incomoda, tal vez porque se tiene miedo al cambio que ustedes reclaman,

Pastoral Popular


Movimientos Populares

7

pero sin su presencia, sin ir realmente a las periferias, las buenas propuestas y proyectos que a menudo escuchamos en las conferencias internacionales se quedan en el reino de la idea, es mi proyecto. No se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos. Qué triste ver cuando detrás de supuestas obras altruistas, se reduce al otro a la pasividad, se lo niega o peor, se esconden negocios y ambiciones personales: Jesús les diría hipócritas. Qué lindo es en cambio cuando vemos en movimiento a Pueblos, sobre todo, a sus miembros más pobres y a los jóvenes. Entonces sí se siente el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor. Que ese viento se transforme en vendaval de esperanza. Ese es mi deseo. Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto, algo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, casa y trabajo. Es extraño pero si hablo de esto, para algunos resulta que el Papa es comunista. No se entiende que el amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia. Voy a detenerme un poco en cada uno de éstos porque ustedes los han elegido como consigna para este encuentro. Tierra. Al inicio de la creación, Dios creó al hombre, custodio de su obra, encargándole que la cultivara y la protegiera. Veo que aquí hay decenas de campesinos y campesinas, y quiero felicitarlos por custodiar la tierra, por cultivarla y por hacerlo en comunidad. Me preocupa la erradicación de tantos hermanos campesinos que sufren el desarraigo, y no por guerras o desastres naturales. El acaparamiento de tierras, la deforestación, la apropiación del agua, los agrotóxicos inadecuados, son algunos de los males que arrancan al hombre de su tierra natal. Esta

dolorosa separación, que no es sólo física, sino existencial y espiritual, porque hay una relación con la tierra que está poniendo a la comunidad rural y su peculiar modo de vida en notoria decadencia y hasta en riesgo de extinción. La otra dimensión del proceso ya global es el hambre. Cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte se desechan toneladas de alimentos. Esto constituye un verdadero escándalo. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable. Sé que algunos de ustedes reclaman una reforma agraria para solucionar alguno de estos problemas, y déjenme decirles que en ciertos países, y acá cito el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, “la reforma agraria es además de una necesidad política, una obligación moral” (cdsc, 300). No lo digo solo yo, está en el Compendio de la doctrina social de la Iglesia. Por favor, sigan con la lucha por la dignidad de la familia rural, por el agua, por la vida y para que todos puedan beneficiarse de los frutos de la tierra. Segundo, Casa. Lo dije y lo repito: una casa para cada familia. Nunca hay que olvidarse que Jesús nació en un establo porque en el hospedaje no había lugar, que su familia tuvo que abandonar su hogar y escapar a Egipto, perseguida por Herodes. Hoy hay tantas familias sin vivienda, o bien porque nunca la han tenido o bien porque la han perdido por diferentes motivos. Familia y vivienda van de la mano. Pero, además, un techo, para que sea hogar, tiene una dimensión comunitaria: y es el barrio… y es precisamente en el barrio donde se empieza a construir esa gran familia de la humanidad, desde lo más inmediato, desde la convivencia con los vecinos. Hoy vivimos en inmensas ciudades que se muestran modernas, orgullosas y hasta vanidosas. Ciudades que ofrecen innumerables placeres y bienestar para una minoría feliz… pero se le niega el techo a miles de vecinos y hermanos nuestros, incluso niños, y se los llama, elegantemente, “personas en situación de calle”. Es curioso cómo en el mundo de las injusticias, abundan los eufemismos. No se dicen las palabras con la contundencia y la realidad se busca en el eufemismo. Una persona, una persona segregada, una persona apartada, una persona que está sufriendo la miseria, el hambre, es una persona en situación de calle: palabra elegante ¿no? Ustedes busquen siempre, por ahí me equivoco en alguno, pero en general, detrás de un eufemismo hay un delito. Vivimos en ciudades que construyen torres, centros comerciales, hacen negocios inmobiliarios… pero abandonan a una parte de sí en las márgenes, las periferias. ¡Cuánto duele escuchar que a los asentamientos pobres se los margina o, peor, se los quiere erradicar! Son crueles las imágenes de los desalojos forzosos, de las topadoras

Pastoral Popular


Movimientos Populares

8

derribando casillas, imágenes tan parecidas a las de la guerra. Y esto se ve hoy. Ustedes saben que en las barriadas populares donde muchos de ustedes viven subsisten valores ya olvidados en los centros enriquecidos. Los asentamientos están bendecidos con una rica cultura popular: allí el espacio público no es un mero lugar de tránsito sino una extensión del propio hogar, un lugar donde generar vínculos con los vecinos. Qué hermosas son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo. Qué lindas son las ciudades que, aun en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro. Por eso, ni erradicación ni marginación: Hay que seguir en la línea de la integración urbana. Esta palabra debe desplazar totalmente a la palabra erradicación, desde ya, pero también esos proyectos que pretenden barnizar los barrios pobres, aprolijar las periferias y maquillar las heridas sociales en vez de curarlas promoviendo una integración auténtica y respetuosa. Es una especie de arquitectura de maquillaje ¿no? Y va por ese lado. Sigamos trabajando para que todas las familias tengan una vivienda y para que todos los barrios tengan una infraestructura adecuada (cloacas, luz, gas, asfalto, y sigo: escuelas, hospitales o salas de primeros auxilios, club deportivo y todas las cosas que crean vínculos y que unen, acceso a la salud —lo dije— y a la educación y a la seguridad en la tenencia. Tercero, Trabajo. No existe peor pobreza material —me urge subrayarlo— no existe peor pobreza material, que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo. El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son inevitables, son resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima del hombre, si el beneficio

es económico, sobre la humanidad o sobre el hombre, son efectos de una cultura del descarte que considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hoy, al fenómeno de la explotación y de la opresión se le suma una nueva dimensión, un matiz gráfico y duro de la injusticia social; los que no se pueden integrar, los excluidos son desechos, “sobrantes”. Esta es la cultura del descarte y sobre esto quisiera ampliar algo que no tengo escrito pero se me ocurre recordarlo ahora. Esto sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona humana. Sí, al centro de todo sistema social o económico tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el denominador del universo. Cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero sucede esta trastocación de valores. Y, para graficar, recuerdo una enseñanza de alrededor del año 1200. Un rabino judío explicaba a sus feligreses la historia de la torre de babel y entonces contaba cómo, para construir esta torre de babel, había que hacer mucho esfuerzo, había que fabricar los ladrillos, para fabricar los ladrillos había que hacer el barro y traer la paja, y amasar el barro con la paja, después cortarlo en cuadrado, después hacerlo secar, después cocinarlo, y cuando ya estaban cocidos y fríos, subirlos para ir construyendo la torre. Si se caía un ladrillo, era muy caro el ladrillo con todo este trabajo, si se caía un ladrillo era casi una tragedia nacional. Al que lo dejaba caer lo castigaban o lo suspendían o no sé lo que le hacían, y si caía un obrero no pasaba nada. Esto es cuando la persona está al servicio del dios dinero y esto lo contaba un rabino judío en el año 1200 explicaba estas cosas horribles. Y respecto al descarte también tenemos que ser un poco atentos a lo que sucede en nuestra sociedad. Estoy repitiendo cosas que he dicho y que están en la Evangelii

Pastoral Popular


Movimientos Populares

9

gaudium. Hoy día, se descartan los chicos porque el nivel de natalidad en muchos países de la tierra ha disminuido o se descartan los chicos por no tener alimentación o porque se les mata antes de nacer, descarte de niños. Se descartan los ancianos, porque, bueno, no sirven, no producen, ni chicos ni ancianos producen, entonces con sistemas más o menos sofisticados se les va abandonando lentamente, y ahora, como es necesario en esta crisis recuperar un cierto equilibrio, estamos asistiendo a un tercer descarte muy doloroso, el descarte de los jóvenes. Millones de jóvenes, yo no quiero decir la cifra porque no la sé exactamente y la que leí me parece un poco exagerada, pero millones de jóvenes descartados del trabajo, desocupados. En los países de Europa, y estas si son estadísticas muy claras, acá en Italia, pasó un poquitito del 40% de jóvenes desocupados; ya saben lo que significa 40% de jóvenes, toda una generación, anular a toda una generación para mantener el equilibrio. En otro país de Europa está pasando el 50% y en ese mismo país del 50% en el sur el 60%, son cifras claras, o sea del descarte. Descarte de niños, descarte de ancianos, que no producen, y tenemos que sacrificar una generación de jóvenes, descarte de jóvenes, para poder mantener y reequilibrar un sistema en el cual en el centro está el dios dinero y no la persona humana. Pese a esto, a esta cultura del descarte, a esta cultura de los sobrantes, tantos de ustedes, trabajadores excluidos, sobrantes para este sistema, fueron inventando su propio trabajo con todo aquello que parecía no poder dar más de sí mismo… pero ustedes, con su artesanalidad, que les dio Dios… con su búsqueda, con su solidaridad, con su trabajo comunitario, con su economía popular, lo han logrado y lo están logrando…. Y déjenme decírselo, eso además de trabajo, es poesía. Gracias. Desde ya, todo trabajador, esté o no esté en el sistema formal del trabajo asalariado, tiene derecho a una remuneración digna, a la seguridad social y a una cobertura jubilatoria. Aquí hay cartoneros, recicladores, vendedores ambulantes, costureros, artesanos, pescadores, campesinos, constructores, mineros, obreros de empresas recuperadas, todo tipo de cooperativistas y trabajadores de oficios populares que están excluidos de los derechos laborales, que se les niega la posibilidad de sindicalizarse, que no tienen un ingreso adecuado y estable. Hoy quiero unir mi voz a la suya y acompañarlos en su lucha. En este Encuentro, también han hablado de la paz y de ecología. Es lógico: no puede haber tierra, no puede haber techo, no puede haber trabajo si no tenemos paz y si destruimos el planeta. Son temas tan importantes que los Pueblos y sus organizaciones de base no pueden dejar de debatir. No pueden quedar sólo en manos de los dirigentes políticos. Todos los pueblos de la tierra, todos

los hombres y mujeres de buena voluntad, tenemos que alzar la voz en defensa de estos dos preciosos dones: la paz y la naturaleza. La hermana madre tierra como la llamaba san Francisco de Asís. Hace poco dije, y lo repito, que estamos viviendo la tercera guerra mundial pero en cuotas. Hay sistemas económicos que para sobrevivir deben hacer la guerra. Entonces se fabrican y se venden armas y, con eso los balances de las economías que sacrifican al hombre a los pies del ídolo del dinero, obviamente quedan saneadas. Y no se piensa en los niños hambrientos en los campos de refugiados, no se piensa en los desplazamientos forzosos, no se piensa en las viviendas destruidas, no se piensa, desde ya, en tantas vidas segadas. Cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor. Hoy, queridos hermanas y hermanos, se levanta en todas las partes de la tierra, en todos los pueblos, en cada corazón y en los movimientos populares, el grito de la paz: ¡Nunca más la guerra! Un sistema económico centrado en el dios dinero necesita también saquear la naturaleza, saquear la naturaleza, para sostener el ritmo frenético de consumo que le es inherente. El cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la deforestación ya están mostrando sus efectos devastadores en los grandes cataclismos que vemos, y los que más sufren son ustedes, los humildes, los que viven cerca de las costas en viviendas precarias o que son tan vulnerables económicamente que frente a un desastre natural lo pierden todo. Hermanos y hermanas: la creación no es una propiedad, de la cual podemos disponer a nuestro gusto; ni mucho menos, es una propiedad sólo de algunos, de pocos: la creación es un don, es un regalo, un don maravilloso que Dios no ha dado para que cuidemos de él y lo utilicemos en beneficio de todos, siempre con respeto y gratitud. Ustedes quizás sepan que estoy preparando

una encíclica sobre Ecología: tengan la seguridad que sus preocupaciones estarán presentes en ella. Les agradezco, aprovecho para agradecerles, la carta que me hicieron llegar los integrantes de la Vía Campesina, la Federación

Pastoral Popular


Movimientos Populares

10

de Cartoneros y tantos otros hermanos al respecto. Hablamos de la tierra, de trabajo, de techo… hablamos de trabajar por la paz y cuidar la naturaleza… Pero ¿por qué en vez de eso nos acostumbramos a ver cómo se destruye el trabajo digno, se desahucia a tantas familias, se expulsa a los campesinos, se hace la guerra y se abusa de la naturaleza? Porque en este sistema se ha sacado al hombre, a la persona humana, del centro y se lo ha reemplazado por otra cosa. Porque se rinde un culto idolátrico al dinero. Porque se ha globalizado la indiferencia, se ha globalizado la indiferencia: a mí ¿qué me importa lo que les pasa a otros mientras yo defienda lo mío? Porque el mundo se ha olvidado de Dios, que es Padre; se ha vuelto huérfano porque dejó a Dios de lado. Algunos de ustedes expresaron: Este sistema ya no se aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos. Hay que hacerlo con coraje, pero también con inteligencia. Con tenacidad, pero sin fanatismo. Con pasión, pero sin violencia. Y entre todos, enfrentando los conflictos sin quedar atrapados en ellos, buscando siempre resolver las tensiones para alcanzar un plano superior de unidad, de paz y de justicia. Los cristianos tenemos algo muy lindo, una guía de acción, un programa, podríamos decir, revolucionario. Les recomiendo vivamente que lo lean, que lean las bienaventuranzas que están en el capítulo 5 de San Mateo y 6 de San Lucas (cf. Mt 5, 3 y Lc 6, 20), y que lean el pasaje de Mateo 25. Se los dije a los jóvenes en Río de Janeiro, con esas dos cosas tiene el programa de acción. Sé que entre ustedes hay personas de distintas religiones, oficios, ideas, culturas, países, continentes. Hoy están practicando aquí la cultura del encuentro, tan distinta a la xenofobia, la discriminación y la intolerancia que tantas veces vemos. Entre los excluidos se da ese encuentro de culturas donde el conjunto no anula la particularidad, el conjunto no anula la particularidad. Por eso a mí me gusta la imagen del poliedro, una figura geométrica con muchas caras distintas. El poliedro refleja la confluencia de todas

las parcialidades que en él conservan la originalidad. Nada se disuelve, nada se destruye, nada se domina, todo se integra, todo se integra. Hoy también están buscando esa síntesis entre lo local y lo global. Sé que trabajan día tras día en lo cercano, en lo concreto, en su territorio, su barrio, su lugar de trabajo: los invito también a continuar buscando esa perspectiva más amplia, que nuestros sueños vuelen alto y abarquen el todo. De ahí que me parece importante esa propuesta que algunos me han compartido de que estos movimientos, estas experiencias de solidaridad que crecen desde abajo, desde el subsuelo del planeta, confluyan, estén más coordinadas, se vayan encontrando, como lo han hecho ustedes en estos días. Atención, nunca es bueno encorsetar el movimiento en estructuras rígidas, por eso dije encontrarse, mucho menos es bueno intentar absorberlo, dirigirlo o dominarlo; movimientos libres tiene su dinámica propia, pero sí, debemos intentar caminar juntos. Estamos en este salón, que es el salón del Sínodo viejo, ahora hay uno nuevo, y sínodo quiere decir precisamente “caminar juntos”: que éste sea un símbolo del proceso que ustedes han iniciado y que están llevando adelante. Los movimientos populares expresan la necesidad urgente de revitalizar nuestras democracias, tantas veces secuestradas por innumerables factores. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin la participación protagónica de las grandes mayorías y ese protagonismo excede los procedimientos lógicos de la democracia formal. La perspectiva de un mundo de paz y justicia duraderas nos reclama superar el asistencialismo paternalista, nos exige crear nuevas formas de participación que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobiernos locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común. Y esto con ánimo constructivo, sin resentimiento, con amor. Yo los acompaño de corazón en ese camino. Digamos juntos desde el corazón: Ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ninguna persona sin la dignidad que da el trabajo. Queridos hermanas y hermanos: sigan con su lucha, nos hacen bien a todos. Es como una bendición de humanidad. Les dejo de recuerdo, de regalo y con mi bendición, unos rosarios que fabricaron artesanos, cartoneros y trabajadores de la economía popular de América Latina. Y en este acompañamiento rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los acompañe en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza, la esperanza que no defrauda, gracias.

Pastoral Popular

Roma, 28 de octubre de 2014.


Movimientos Populares

11

El Papa Francisco y la alianza de los excluidos Alvaro Ramis

E

l Encuentro Mundial de Movimientos Populares, convocado por el Papa Francisco los días 27, 28 y 29 de Octubre de 2014 se ha transformado en una señal de alcance global y políticamente crucial. Nunca se había visto a un Papa invitar a debatir y compartir a los movimientos sociales de los excluidos y marginalizados del mundo, organizados sin límites étnicos, culturales, o religiosos. Llegaron los campesinos sin tierra, los trabajadores precarios, los colectivos de recicladores y cartoneros de las megápolis latinoamericanas, los pueblos indígenas, las mujeres que luchan por todos sus derechos, Una muestra de los y las protagonistas de las trasformaciones contemporáneas, en el Vaticano, en una escena impensable tan sólo hace un par de años. Para mayor perplejidad, el Papa ha estado acompañado en este evento por el Presidente de Bolivia Evo Morales, pero no en su calidad de jefe de Estado, sino como militante de los movimientos sociales y representante de los pueblos originarios. Y ante esa audiencia impensada Francisco, lejos de inhibirles, les emplazó a seguir adelante, a ir más allá en sus luchas, a avanzar en su agenda de cambio: « Los pobres ya no esperan de brazos cruzados por soluciones que nunca llegan; ahora los pobres quieren ser protagonistas para encontrar ellos mismos una solución a sus problemas. A su juicio « los pobres no son seres resignados, sino que protestan”, y esa protesta «molesta» a los poderosos. Pero sus demandas son necesarias, ya que “ los pobres no se conforman con padecer la injusticia sino que luchan contra ella”. Y para el Papa, la Iglesia les debería « acompañar en esa lucha». La reacción ante este acontecimiento ha sido previsible: el extremo silencio de los medios de comunicación, tan-

to corporativos como eclesiales. No es extraño que esta noticia apenas se haya difundido en Chile. Ni siquiera en los medios de comunicación de la Iglesia, que parecen paralogizados ante las noticias que llegan desde Roma. “Cuando pido para los necesitados tierra, techo y trabajo, algunos me acusan de que ‘el papa es comunista’! No entienden que la solidaridad con los pobres es la base misma de los Evangelios” dijo Francisco. Y es cierto. No lo entienden, ni siquiera los que deberían entenderlo, pero que se han enclaustrado en sacristías y conventos. Evo Morales, junto al Papa, pudo explayarse sin límite al denunciar al capitalismo que todo lo compra y todo lo vende ha creado una civilización despilfarradora. Evo pudo recalcar que “hay que refundar la democracia y la política, porque la democracia es el gobierno del pueblo y no el gobierno de los capitales y de los banqueros” y que “hay que respetar a la Madre Tierra” y oponerse a que “los servicios básicos sean privatizados”. Por su parte, Francisco comentó el discurso de Evo Morales recordando que todo eso ocurre “cuando se saca al ser humano del centro del sistema y que en ese centro está ahora el dinero”. De allí nace el imperativo de “alzar la voz”, ya que “los cristianos tenemos un programa que me atrevería a calificar de revolucionario: las bienaventuranzas del ‘Sermon de la Montana’ del Evangelio según San Mateo”. El Papa Francisco sostuvo que su esperanza radica en que “el viento de la protesta se convierta en vendaval de la esperanza” y para eso sugirió que los Movimientos Populares presentes en Roma formen “una gran alianza de los excluidos para defender los derechos colectivos”. No es una alianza para incluir a los excluidos, como las

Pastoral Popular


Movimientos Populares

12 El Papa Francisco sostuvo que su esperanza radica en que “el viento de la protesta se convierta en vendaval de la esperanza” y para eso sugirió que los Movimientos Populares presentes en Roma formen “una gran alianza de los excluidos para defender los derechos colectivos”. No es una alianza para incluir a los excluidos, como las muchas que ya se han conformado hasta ahora. Se trata de una alianza de los excluidos mismos, para labrar su destino, para hacerse su espacio, soberano, autónomo, propio y completo en la mesa de la humanidad. El contraste más brutal radica en que este discurso valiente, fuerte, profético, no logra ser replicado por un clero que mayoritariamente se ha acostumbrado a contentar a los poderosos, que se dedica profesionalmente a suministrar “servicios religiosos” pero que ha abandonado su función crítica ante una sociedad deshumanizada. Incluso la Doctrina Social de la Iglesia se ha convertido en una disciplina desconocida en seminarios y universidades católicas, que ni la entienden, ni la difunden, ni menos la propagan. De allí que la opción por los pobres

se convierta hoy en el criterio maestro de la Iglesia aliada a los excluidos que el Papa comienza a modelar. ¿Estarán las Iglesias locales, y nacionales a la altura de tal desafío? ¿Será posible que la alianza de los excluidos se pueda replicar en nuestro país? Por ahora parece difícil, ya que el Cardenal Ezzati ha optado por una alianza de los súper incluidos, con los sostenedores de colegios que lucran con dinero público, con los empresarios de la ENADE, con Gutenberg Martínez y la oposición más furibunda a las tibias reformas que el actual gobierno trata de sacar adelante. Una alianza con los que no quieren dejar espacio a nadie en el reparto de los derechos y las libertades, en la redistribución de la educación, de la salud o de la vivienda, o en la lucha por el reconocimiento y la dignidad. El Papa Francisco parece dispuesto a poner su enorme liderazgo político y moral a disposición de un cambio histórico. Se ha dado cuenta de su lugar, como abanderado solidario de las luchas de los pobres. ¿Estará la Iglesia a la altura de ese compromiso?

Pastoral Popular


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.