Cartilla Nº1 Espiritualidad y Desarrollo Humano

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¿Conciencia feminista? En la Centroamérica de los años 50's y 60's tal cosa no se conocía. Pero una conciencia de mujer ya se forjaba. No podía ser de otra manera, pues la iglesia, la teología, la exégesis bíblica, todo ese mundo me comunicaba el mismo mensaje: aquí las mujeres no son sujetos; no cuentan. Se definía "la cuestión de la mujer" como algo ajeno, pues en la tradición eclesiástica y teológica, la mujer ha sido "el otro" por excelencia, excluida a priori. Las mujeres no han figurado ni siquiera como interlocutoras legítimas. Preocupada por las definiciones de la mujer en la teología, y sus consecuencias para las mujeres no solo en la iglesia sino también en la sociedad, quise ver en la Biblia no solamente a personajes religiosos sino a personas con cuerpo además de alma, personas y pueblos con condicionamientos económicos, de clase social, de cultura, de sexo. Las convulsiones económicas, políticas e ideológicas en América Latina durante los 70's y 80's reforzaron esta búsqueda, de parte de hombres y mujeres, y los Evangelios respondieron: nos revelaron a un Jesús encarnado dentro de esos condicionamientos. Es más, en esas décadas las investigaciones sociológicas en tomo al mundo judío y la sociedad grecorromana del primer siglo abrieron pistas importantes para nuestras preguntas candentes de mujer.

ESCUELA DE FORMACIÓN Congregación el Buen Samaritano de Peñalolén

La conciencia feminista con que trabajo ahora en las ciencias bíblicas se ha formado como parte integral de este acercamiento a la Biblia desde la realidad concreta de nuestros pueblos, que es donde se define y se desenvuelve la problemática que viven las mujeres. Es por eso que no puedo contestar la pregunta "¿quién es Jesús para ti?" en clave inmediatista, de experiencia espiritual personal exclusivamente. Para mí la dimensión personal es producto de la dimensión histórica, tanto la de Jesús como la mía. La fe en Jesús que ahora vivo a nivel personal tiene que alimentarse y corregirse constantemente en ese diálogo entre dos realidades concretas. Revista Cons-pirando Nº22 diciembre de 1997

Centro Ecuménico Diego de Medellín

Material de Apoyo Nº1 Santiago, 10 de mayo de 2014


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¿Quién fue Jesús?

crear comunidades de igualdad entre las personas. Oigo un fuerte eco de esta realidad en una primitiva enseñanza bautismal: "Todos ustedes, al ser bautizados en Cristo, se revistieron de Cristo. Ya no hay diferencia entre quienes judío y quien griego, entre quien es esclavo y quien libre: no se hace diferencia entre hombre y mujer. Pues todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús" (Carta de Pablo a los Gálatas, 3.27-28, bla).

Irene Foulkes* Me preguntan ¿quién es Jesús para ti? Yo me hago otra pregunta primero: ¿quién fue Jesús? Tengo que brincar atrás unos 20 siglos y tratar de ver a Jesús en su propio contexto antes de verlo en el mío. Lo que descubro, con la ayuda del estudio de la sociología del primer siglo, es a un artesano de provincia, un judío de condición humilde que se atreve a anunciar buenas noticias de parte de Dios, especialmente para la gente marginada, hombres y mujeres. Lo veo caminar por los campos de Galilea, mezclándose con pequeños parceleros cargados de deudas, familias que van perdiendo sus terrenos ancestrales. Veo que se hace acompañar de personas sencillas, muchas de ellas excluidas o rechazadas dentro de un país sumido en una profunda crisis económica, política y religiosa. La gente correcta de esa sociedad lo desprecia por la clase de amigos —¡y amigas!— que tiene. Critican a Jesús porque insiste en que Dios acepta a todas las personas y reivindica particularmente a las que son oprimidas por los hombres que detentan el poder en la sociedad, la religión, la casa. Si me pregunto qué fue lo que movió a Jesús a contradecir tan radicalmente las costumbres y estructuras de su propio contexto, encuentro la clave en su vivencia de un estrecho compañerismo con Dios. Por decirlo así, el corazón del Dios liberador de personas y pueblos oprimidos late en Jesús. Pero ese corazón de amor también exige que las personas y los pueblos practiquen la justicia en todas sus relaciones. Jesús comunicaba estas convicciones, por sus palabras y hechos, aun cuando la burla se convirtió en amenaza, y la crítica en un complot para asesinarlo. El testimonio de Jesús, vivido íntegramente, sellado con su muerte y reivindicado por su resurrección, lo señaló como el Mesías esperado por el pueblo judío, y también como el Cristo y Señor reconocido por creyentes de otras etnias que se unieron a ese tronco milenario. En Jesús, los primeros cristianos y cristianas encontraron una fuente de vida nueva, el camino de liberación de su vieja manera de vivir y el impulso que les movió a *Irene Foulkes, nacida en Estados U-nidos, actualmente vive en Costa Rica, donde se desempeña como profesora de Nuevo Testamento de la Universidad Bíblica Latinoamericana.

Y este Jesús, ¿qué significa para mí? Desde esa base en la realidad histórica, Jesús se me presenta hoy con el mismo ofrecimiento de aceptación y amor incondicional, de liberación integral en todas las esferas de la vida personal y colectiva. Para las mujeres, percibo que la fe en este Jesús tan radicalmente contracultural nos desafía a desechar la inferioridad de género y la exclusión que nos han sido impuestas—muchas veces en nombre del cristianismo. A mi juicio, tal tergiversación del cristianismo traiciona a Jesús. Veo que Jesús se oponía a leyes y tradiciones injustas, desenmascarando los motivos mezquinos de códigos y costumbres que encubrían la explotación de personas y grupos sociales. Junto con sus denuncias Jesús articuló una visión de un mundo alternativo —que él llamó el Reino de Dios— no simplemente como una esperanza para el futuro sino especialmente como un criterio para orientar nuestras actitudes y acciones ahora. Creo que esta visión de Jesús abarca los procesos en que las mujeres reconstruimos nuestra autoestima y nos capacitamos para asumir derechos y responsabilidades en la sociedad y la iglesia. El concepto del Reino de Dios nos sirve de guía para desarrollar una espiritualidad genuinamente cristiana, liberada de las trabas del patriarcalismo. Nos impulsa a recuperar el proyecto de la iglesia como una comunidad de mujeres y hombres en condiciones de igualdad. No siempre entendí así las cosas Somos hijas de nuestra época, y cuando empecé a formarme (años 50's), el campo del estudio académico de la Biblia era casi exclusivamente de hombres. Pocas personas cuestionaban la exclusión de la mujer. Las preguntas —y respuestas— de las mujeres frente a los textos bíblicos, que ahora se escuchan por todo lado, todavía no se articulaban. En ese tiempo se prestaba poca atención a las condiciones sociales y económicas en que vivía la gente común del período bíblico, contexto imprescindible para indagar acerca de la vida de las mujeres y su lugar en la sociedad y la religión.


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