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República de las Letras Revista de la Asociación Colegial de Escritores de Españ'a

126 ' febrero-marzo 2012

actualidad de CHARLES DICKENS J. J. ROUSSEAU. La mujer

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ANTONIO GALA: Homenaje en Antequera FÉLIX GRANDE: El pozo, la lágrima, la victoria

CRÍTICAS Y RESEÑAS DE LIBROS


La Asociación Colegial de Escritores es una entidad libre e independiente que agrupa a los escritores españoles con el fin de fomentar la vida intelectual, las culturas españolas, defender a sus asociad os en los derechos que les reconozcan las leyes, propugnar sus reivindicaciones profesionales, representarlos en los organismos oficiales que les afecten, establecer relaciones de solidaridad y cooperación con otras entidades análogas mundiales y defender la libertad de expresión.

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República de las Letras

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SUMARIO CENTENARIOS:

CHARLES DICKENS y J. J. ROUSSEAU

Jesús Felipe Martínez ActuaJidad de Charles Dickens

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Charles Dickens Visión de diciembre

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Juan Ángel Juristo Charles Dickens. El escritor de los pobres

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Dra. Lourdes Lecuona La novela de los bajos fondos: Baraja y Dickens

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Rogelio Blanco Rousseau. La mujer

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HOMENAJE:

ANTONIO GALA

Antonio Hernández Ofrecimiento en el Congreso de Escritores Andaluces ANÁLISIS:

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FÉLIX GRANDE

Miguel A. Ortega Lucas Félix Grande: El pozo, la lágrima, la victoria

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Sumario

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CRÍTICA DE LIBROS

. Dionisia Garda. El caracol dprado. Concha Carda

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Clara Janés. Peregrinaje. Dionisia Carda

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Pe re Gimferrer. Rapsodia. Manuel Quiroga Clérigo

94

Pedro J. de la Peña. El Reino de la Osa. Pedro Carda Cueto

97

Francisca Aguirre. Detrás de los espejos. Manuel Quiroga Clérigo

90

José López Rueda. Aldea 1936. Antonio Costa Cómez

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Santiago Trancón. Memorias de un judío sefardí. Isabel T. Pérez

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Juan Cano Ballesta. Imagen de Miguel Hernández . José López Rueda

104

Julio Diamante. De la idea al film. Manuel Quiroga Clérigo

106

Pedro Garda Cueto. La mirada del Mediterráneo. Amparo Peris

107

Raúl Guerra Garrido. Haz lo que temas. J. A. Ascunce y A. Rodríguez

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F. Mayor Zaragoza y M. Novo. Donde no habite el miedo. F. Mayor y M . Novo

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RESEÑAS DE LIBROS

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NARRATIVA

Antonio Miguel Abellán - Vicente Blasco Ibáñez - José Luis G . Coronado Alfonso Domingo - José Luis Femández Hemán - José Fuentes Manfredi líRICA

Alicia Aza - Ana Caravaca - José Luis Clemente - Condesa de Noailles Isabel Díez y María Jesús Lozano - Lourdes Femández Martínez Angelina Gatell - Pedro Gollonet - Santiago Montobbio - Manuel Parra Pozuelo José Poveda - María del Valle Rubio ENSAYO

Alfredo Castellón - Raúl Cremades - María Ealo de Sá - Anc.lrés V ázquez Mariscal Juan Vivancos Antón - Rafael Yzquierdo Perrín

RECTIFICACIÓN:

En el número 125 de REPÚBLICA DE LAS LETRAS, en la reseña de Aitor Larrabide sobre el libro Miguel Hernández: de la A a la Z, de Francisco Esteve, se asigna a este el Premio Internacional de Periodismo "Miguel Hernández" de 2005, cuando el ganador de dicho premio fue Mario Crespo López por su artículo "Miguel Hemández y José María de Cossío, la amistad en medio de la tragedia", publicado en Alerta el 12 de diciembre de 2004, y reproducido en El Eco Hernandiano, n.o 6, verano 2005, págs. 3-4, según correo que nos envía el propio Mario Crespo. Corrección de estilo: Laura Martínez


Actualidad de Charles Dickens JESÚS FELIPE MARTÍNEZ

a) Observador de la naturaleza humana, sir

Anthony Trollope (1815-1882), novelista hoy casi olvidado, contemporáneo de Dickens, definía cuál era a su entender la función del escritor: "Cualquier autor que defienda una causa tiene que argumentar como un abogado, o su escritura será ineficaz. Debe tomar partido y aferrarse a él, y entonces será poderoso" . Parece evidente que este hábil creador de folletines y sátiras de la vorágine capitalista tan actuales como El mundo en que vivimos, tenía también el don de la profecía. Un siglo después de ser escritas, las novelas de Trollope eran tan efi-

caces que los londinenses las leían en voz alta en el metro para engañar a la muerte durante los interminables bombardeos de la Luftwaffe. Y seguramente con la misma ansiedad con la que los ciudadanos se agolpaban en los muelles de Nueva York para indagar sobre el destino de la pequeña Nell o en cualquier hogar o taberna para saber cuál sería el próximo objetivo de la 'v enganza del conde de Montecristo o la suerte de cualesquiera de los muchos explotados, ofendidos y humillados que recrearan Sue, Ayguals de Izco, Zola o Blasco Ibáñez. Lectores u oyentes trataban de buscar una luz a su miserable existencia a partir de las débiles y poderosas luminarias de aquellos seres con los que vol-


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vían a sentirse identificados porque sus creadores habían tomado partido por ellos y a ellos se habían aferrado. Pero para defender una causa es necesario conocer todos sus pormenores. y ese análisis detallado de los hechos, que después se convertirán en argumentos, es el primer deber que se impone el novelista. Tras la observación casi científica y minuciosa, vendrá la recreación artística. En otro caso, no tendremos una obra de arte, sino un panfleto. Dickens lo expresa perfectamente a través de uno de sus personajes más queridos. Al comienzo de Los papeles póstumos del club Pickwick, el pícaro Jingle pregunta a Mr. Pickwick, viéndolo rumiar la extraña mudanza de las cosas humanas: "¿Filósofo, sir?". "Observador de la naturaleza humana, sir", contesta Pickwick. Tal vez por ello Peter Ackroyd ha titulado su extensa biografía Dickens. El observador solitario. y el motivo de la observación de Dickens no es ni más ni menos que el de la tremenda convulsión que supone el paso de la sociedad estamental feudal a la sociedad burguesa y capitalista. Una convulsión que hace tabla rasa de las despiadadas leyes anteriores para imponer otras aún más despiadadas en virtud de las cuales el hombre es vampiro para el hombre. Teniendo en cuenta las características de la primera civilización capitalista, obscenamente pragmática, sorprende poco que la reacción estética fuera directa, sin más afeites que los impuestos por la censura. Dickens a veces recuerda a Quevedo, solo que la tragedia no está al servicio del humor, sino que este actúa para dar aliento al lector antes de presentarle el siguiente horror. Engels, al referirse a la situación de la clase obrera en Inglaterra, dice que esta lucha por la supervivencia, por escapar a la voracidad insaciable del

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capitalismo, dará lugar a una reacción artística que él llama "esteticismo anglosajón" . En definitiva, algunos escritores, en el altar de los cuales Dickens ocupa la hornacina central, tratan de llevar a la gente del común los problemas de la gente del común, siguiendo las eternas normas de la tragedia griega, del pathos que hace que el espectador se identifique con las dolencias de los personajes pero que, a la vez, le permite superar sus propias dolencias. Ante la observación de Jean-Paul Sartre de "Frente a un niño que muere de hambre La náusea no tiene peso alguno", Jean Ricardou planteó en un congreso sobre literatura en 1965: "La literatura, por su simple existencia, es lo que hace que el hambre de los hombres constituya un escándalo".1 Paradojas de la vida, creo que un formalista como Ricardou le estaba dando una lección de materialismo a un marxista como Sartre. Porque Marx había salido al paso de la concepción utilitarista del arte al afirmar que "El escritor no considera en modo alguno sus trabajos como un medio. Son fines en sí; son en tan escaso grado un medio para él mismo y para los otros, que sacrifica su existencia a la existencia de ellos, cuando tal cosa es necesaria" . Y, más adelante, al referirse a Dickens en una carta a Engels, Marx afirma que "exhibía al mundo más verdades sociales y políticas que -las que manifestaban todos los políticos profesionales, periodistas y moralistas juntos". Creo que aquí, como en tantas otras cuestiones, don Carlos ha puesto el dedo en la llaga, si bien como en otras tantas ha sido tendenciosamente mal interpretado. Se trata de "exhibir", de poetizar esas observaciones a las que antes me refería, no de transformar.


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Porque ese no es el negociado del artista, sino del revolucionario. El creador o poeta abre el mundo ante nuestros ojos, dice hágase la luz y la luz se hizo. Ese poder mediador de la literatura no tiene la finalidad de transformar la realidad -porque sería una finalidad tan arrogante como estúpida-, sino la de actuar como mediadora entre el universo que nos revela y nosotros mismos. Dickens presenta un universo cercano a los desarrapados, a los desheredados de la tierra, a los menestrales y artesanos, pero también a los banqueros, a los jueces, a los políticos y a los nobles . Cualquier . individuo de cualquier clase social comprenderá ese universo que desfila por las páginas de sus novelas e intentará entender el papel que le ha sido asignado en este teatro. Que se resigne a

representarlo o se rebele contra él ya no es cuestión de la literatura, sino del individuo, o más bien del conjunto de individuos con los mismos papeles o intereses. y si esta comunión con el otro escenario no le ha servido para tratar de cambiar la otra realidad, al menos le ha sido de gran utilidad para comprender -o ignorar- la suya. Que no es poco. Y ahora sí reivindico a Sartre: El autor escribe una partitura, pero

el ejecutante, el que realizará la pieza del concierto, es el lector; al autor, todo lo que hace aquí se le escapa siempre, en tanto que quien toma el libro, que lo ignora, que recibe cada frase como una experiencia nue\la. y que, por consiguiente, puede captarla en su

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verdad concreta, es evidentemente el lector. Si [el lector] ha vivido ese momento de libertad, es decir, si durante un momento ha escapado -gracias al libro- a las fuerzas de alienación o de opresión, téngase la seguridad de que no lo olvidará. Creo que esto es lo que puede hacer la literatura, o por lo menos cierta Iiteratura. 3

Para representar estas fuerzas opresivas y alienantes -y a los individuos que padecen sus dictados- Dickens se sirve de una amplísima galería de personajes de todas las edades y clases sociales. Pero, salvo en el caso de Barnaby Rudge y en Historia de dos ciudades, estos personajes serán contemporáneos, habitantes del campo o de la ciudad de la época del escritor. La novela ya no ofrece al lector la posibilidad de refugiarse en el pasado para ignorar los horrores cotidianos. Ni de encastillarse en el medio rural con una actitud similar a la de la destrucción de las máquinas: si la industrialización trae miseria y vicios, volvamos a nuestros telares manuales, abandonemos la corte y refugiémonos en los molinos de la idílica aldea. Discípulo aventajado de Walter Scott y de Laurence Sterne, Dickens decide, sin embargo, contar a los lectores lo que ellos están viendo o padeciendo a diario. Es decir, contarles sus propias vidas. De ahí el éxito inmediato de sus obras, y. también su modernidad o atemporalidad, por más que sus novelas se sitúen en unas coordenadas espacio-temporales concretísimas. Al igual que en el caso de Shakespeare, ocurre que los conflictos a los que se enfrentan sus seres son, por desgracia, tan antiguos y tan modernos como el hombre, aunque ahora el esce-

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nario sea la ciudad de los albores del capitalismo, donde, como en la cárcel cervantina, toda incomodidad tiene su asiento. Como apostilla Chesterton, "Dickens no mira hacia atrás, sino hacia delante; podría mirar a nuestras modernas multitudes con sátira o con furia, pero le encantaría mirarlas. No debemos encuadernar sus libros bajo el título de La tienda de antigüedades. Más bien podríamos encuadernarlos bajo el título de Grandes esperanzas. Dondequiera que esté la humanidad él nos haría enfrentarnos con ella y haría de ella algo". Efectivamente, entre estos personajes hay uno que, a pesar de no ser humano, es el rey de la creación: la ciudad, la urbe del primer capitalismo. Se suele decir que las primeras novelas de Dickens tienen todavía muchos rasgos de la novela picaresca, entre ellos su carácter itinerante, cuyo máximo ejemplo lo constituiría su primera gran obra: Los papeles póstumos del club Pickwick. Pero tal vez sea La tienda de antigüedades la obra que más se adapte a este modelo de héroe novelesco luchando por la supervivencia en diferentes escenarios, siendo estos los que cambian en tanto que han quedado trazados desde el principio los rasgos de la pequeña Nell, del abuelo, del malvado Daniel Quilp y demás galerías de personajes que entran y salen de la obra. Estaríamos, pues, ante personajes planos, con muchos rasgos de los actantes o arquetipos prenovelescos. Parece evidente que esta característica es tan aplicable a algunos de los personajes de Dickens como a los de otros autores que utilizaron la técnica folletinesca para difundir sus obras. Sin embargo, los grandes personajes de Dickens -como los de Dostoievski, Balzac o Galdós- son héroes novelescos


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plenos o redondos, héroes problemáticos capaces de ir evolucionando durante la obra de acuerdo con los avatares y circunstancias impuestos por el desarrollo de la trama. Pero es que, además, esta evolución se dará a partir de sus condiciones de vida. Es decir, el carácter - y el comportamiento y las normas morales- de estos individuos no es algo innato o heredado de sus progenitores como se heredan los ojos azules, el comercio o el hato de ganado. Dickens, como Marx, nos va a demostrar que es la existencia la que forja la conciencia del individuo, y en los avatares de esa existencia el medio en que se desenvuelva, rural o urbano, va a ser fundamental para esculpir sus rasgos morales. Para conocer estos ambientes, Dickens recurrió, como veremos más adelante, además de a sus vivencias directas, a diversos medios: meterse en las escuelas que iba a descri-

bir, recorrer día y noche los suburbios en paseos interminables, hablar con toda clase de gente, desde perillanes a prostitutas y policías ... Thackeray decía que un caballero inglés sabe tanto de los habitantes de Laponia o de los aborígenes de California como de los moradores de los barrios bajos londinenses de las Siete Esferas o de Wapping, en tanto que Dickens era capaz de rellenar páginas y páginas reflejando todas las circunstancias y detalles de la vida de los seres que pueblan estos barrios . No son los personajes los que configuran el escenario de sus aventuras a la manera en que los caballeros organizaban los palenques para sus justas o los eclesiásticos el decorado de sus procesiones. Ocurre que el escenario ha dejado de ser un decorado para convertirse en un microcosmos, en un agente activo y fundamental para comprender lo que está sucediendo, para marcar -o alie-

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nar- a quienes lo habitan. En definitiva, el burgo ha entrado de lleno en la novela burguesa y Dickens está anticipando a los grandes novelistas urbanos como Fedor Dostoievski, James Joyce, John dos Passos o Frank Kafka. Y también a nuestros grandes novelistas urbanos decimonónicos (Galdós, Clarín, Blasco Ibáñez o Pío Baroja) y a los escritores de mitad del siglo XX que darán un protagonismo activo a la gran metrópolis capitalista como forjadora o destructora de la personalidad, hasta el punto de que algunos estudiosos los agrupen bajo la denominación de "novelistas de crítica de la alienación" por plantear la pérdida de las señas de identidad del individuo en la moderna urbe enajenante. Me refiero sobre todo a Antonio Martínez Menchén y a Luis Martín Santos4 , ya que, aunque en novelas de otros escritores (Juan Marsé o Camilo José Cela, por ejemplo) las descripciones urbanas tienen notable presencia, sin embargo, la ciudad es más un telón de fondo sobre el que se proyecta la

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acción que un personaje determinante en la trama. Otros autores seguirán más la línea de Jane A usten, que desarrollará con maestría William Faulkner: abandono del monstruo capitalista urbano para trasladar a sus personajes a otro territorio creado por el autor-dios. Con mayor o menor carga de paraíso perdido o de arcadia, Ana María Matute, Juan Benet o Luis Mateo Díez volverán la espalda a la megalópolis para llevar a sus seres lejos del urbano ruido . En Dickens, la ciudad se muestra como hecho social y como paisaje humano, pero también es un animal, sinuoso como una serpiente o insaciable como un ogro, al que han de enfrentarse continuamente sus moradores. Otras veces será el laberinto insalubre y amenazador de nuestras pesadillas, poblado por minotauros que han devenido en discípulos de otro Monipodio, en harpías o en miserables de ambos sexos y distintas edades. Estos laberintos se nos presentan también con diferentes disfraces: escuelas, juzgados, hospicios, cárceles, fábricas o covachuelas diversas, pero siempre son elementos fundamentales para comprender lo que está pasando y lo que puede pasar. Elementos recurrentes como el ruido, la suciedad, los olores fétidos, los tonos oscuros y sombríos y, sobre todo, la niebla terminan por configurar un universo en el que, con frecuencia, los personajes no pueden desarrollar sus mejores sentimientos ni establecer relaciones solidarias. Otra vez el medio es un demonio alienante, algo más pegado al individuo que su propia sombra. Algo que, como los vampiros, cobra cada vez más vida con la sangre de sus víctimas. La com plejidad de este sentimiento refleja una auténtica complejidad de visión . Toda la sobe rbia del


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poder -el nuevo poder de' la revoPero, siendo este un elemento lución industrial- se deja sentir en importante para comprender el aumenel lenguaje: la circulación ferroviato de ventas de las novelas en general y ria es "la sangre de la vida". Pero de las de Dickens en particular, existen se admite que este poder domina otros factores que explican este incretodo otro ámbito o propósito humamento tan espectacular, que de vender no. [... ] Así el ferrocarril es a la vez algunos centenares de ejemplares de un "la sangre de la vida" y "ese monslibro se pase a decenas de miles. Entre truo triunfante de la Muerte". Y en . estos catalizadores de las ventas señalaproposición dramática esta ré los siguientes: Dickens responde a contradicciones reales -el poder para dar la • Mayor prosperidad económica. vida o la muerte; el poder para Suele considerarse el año de la Exposición Universal, 1851, la fecha desintegrar, para imponer un simbólica dé una relativa mayor prospeorden, verdadero o falso- de las nuevas formas sociales y económiridad económica y de avances sociales cas de su tiempo. [... ] La sociedad de la Inglaterra victoriana. Evidenes la creadora de las virtudes y los temente, empleo la palabra relativa para vicios. En ella, son sus relaciones referirme a avances sobre las paupérriactivas y sus instituciones las que mas condiciones de vida de las décadas a la vez generan y controlan -o fraanteriores. Superadas las guerras napocasan al tratar de controlar- todo leónicas y convertida en la primera aquello que en el primer tipo de potencia industrial del mundo y en la análisis moral hubiese sido consi-;.;.. , " cabeza del mayor imperio conocido derado un defecto del alma. 5 . . ' . ' .; : hasta entonces, algunas de las migajas de los caudales atesorados por la explob) Nuevo mercado, nuevos lectores. El tación de súbditos propios y ajenos revierten, sobre todo, en las clases folletín medias y en la "aristocracia" proletaria En la segunda mitad del siglo XIX se formada por empleados y obreros cualiproduce un aumento significativo de ficados. Tengamos en . cuenta que las novelas de Dickens se comercializan lectores o auditores de novelas, ya que las lecturas colectivas eran tan frecuenentre 1837 y 18676, por tanto, en los años de este incremento del poder adquisitites corno lo fueron en tiempos anteriores las audiones de los relatos romanceados vo en las clases medias y en los que el aumento de la escolarización va dismio de los cuentos maravillosos. Antes me he referido al interés que nuyendo progresivamente el analfabesuscita en personas de diferentes nivetismo. les económicos y culturales escuchar o • Paso a civilización urbana. Inglaterra se convierte en el primer país de la leer historias protagonizadas por ellas, produciéndose un proceso de interachistoria en el que, hacia 1840, la población dialéctica entre la vida pública y la ción urbana supera a la rural. Ello afecprivada, entre el individuo y las diferentará también a la comercialización y distes colectividades que tratan de condutribución de libros y publicaciones cirlo, de "educarlo": familia, escuela, periódicas. Frente al sistema anterior de vendedores ambulantes que recorrían orfanato, parroquia .. .

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en condiciones penosas extensos territorios para ofrecer su mercancía, los puntos de venta fijos y los préstamos bibliotecarios permiten no sólo aumentar las ventas, sino el número de lectores. 7 • Avances tecnológicos. Junto a la modernización en las técnicas de producción editorial que, unida a la mayor tirada, incide en el abaratamiento del producto, otros progresos científicos contribuyen a.l aumento de lectores. Así, la extensión del ferrocarril permite una difusión más amplia y rápida del libro o periódico, en tanto que la luz de gas y el abaratamiento de las gafas contribuyen a mejorar las condiciones de la lectura. • El folletín 8 • Esta será la invención clave para explicar la masiva aceptación de la novela, la conversión de la epopeya aristocrática o de las canciones rurales en un género que, si bien ya existía, ahora va a pasar a competir con el único género hasta entonces de masas: el teatro. Y tal vez sea porque este folletín también se sirva de algunos de los recursos que los comediógrafos venían utilizando con éxito desde h acía cientos de años: el dibujo esquemático de los personajes que permite al autor seguir fácilmente la trama y proyectar en ellos sus amores y sus odios; argumentos con resabios melodramáticos; tramas en las que la intriga y el misterio tienen gran importancia; avatares que necesariamente conducirán a la recompensa de la virtud y al castigo del vicio ... Uno de los más famosos folletinistas españoles, Ayguals de Izco, proviene del teatro, pero otros dramaturgos como Hartzenbusch, Zorrilla o Martínez de la Rosa también

escribirán folletines .9 Debe tenerse en cuenta asimismo que Dickens nunca renunció a su vocación dramática, hasta el punto de convertir muchas de sus novelas en obras para ser representadas; o de recitar, según iba escribiendo, los diálogos de sus personajes ante un espejo como si estuviera en un escenario. Ello sin contar la otra faceta a la que dedicaría tiempos y energías en los últimos años de su vida: la lectura o narración dramatizada de sus novelas; o lo mucho que disfrutaba disfrazándose y representando distintos personajes o escenas ante sus familiares o amigos. • Junto a los elementos ya reseñados sobre el tratamiento de los personajes, el papel de la intriga y el misterio, el azar como elemento rectificador del destino

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o la administración de los recursos sentimentales y melodramáticos, la publicación por entregas aporta también un factor sabiamente utilizado por Dickens: el diálogo entre el autor y su público. Las admirables dotes de observación de nuestro novelista también se aplican a atender y a sacar consecuencias de las reacciones de sus lectores, bien sea por los comentarios escuchados, bien por las fluctuaciones de las ventas. Ello no significa que Dickens siempre resolviera los avatares de sus obras en función de las demandas del público. Ya he señalado que, por ejemplo, desoyó las voces multitudinarias que pedían que no muriera la pequeña protagonista de La tienda de antigüedades, a lo cual no podía acceder sin romper las normas que rigen la tragedia. Otras veces, como en el caso de la herida recibida por Oliver Twist, prolongaría durante varias entregas la incertidumbre de sus lectores sobre si el balazo había sido o no mortal, con el fin . de mantener la tensión dramática y los correspondientes éxitos de ventas. • En todo caso, lo que quería señalar es esta interacción dialéctica entre novelista y público que tendrá sus resultados en la labor creativa y que nos remite, paradójicamente, a los géneros de transmisión oral como la poesía épica, el relato maravilloso o las diversas formas de representación dramática. Dickens, cuyos éxitos significaban también el triunfo del nuevo método de publicación, disfruta de todas las ventajas y, sobre todo, de los inconvenientes que van unidos a la democratización del consumo. El constante contacto con amplias masas de público le ayuda a encontrar un estilo que es popular en el mejor sentido de la palabra. Dickens es uno de los poquísimos artistas

que son no solo grandes y populares, ni solamente grandes aunque populares, sino grandes porque son populares. [ ... ] La fidelidad a sus lectores, la solidaridad intelectual con las grandes masas de seguidores ingenuos, y el deseo de mantener el tono afectivo de esta relación producen en él la creencia en el valor artístico absoluto de sus métodos que se comunican bien con las masas de inclinaciones sentimentales y, en consecuencia, también una creencia en el instinto infalible y en la pureza de corazón que late al unísono del gran público. [ ... ] Dickens es uno de los escritores de mayor éxito de todos los tiempos y quizá el gran escritor más popular de la Edad Moderna. Es, de todas maneras, el único verdaescritor desde el dero Romanticismo cuya obra no brota de la oposición a su época , ni de una tensión con los ambientes, sino que coincide absolutamente con las exigencias de su público. Disfruta de una popularidad de la que no hay paralelo desde Shakespeare y que está próxima a la idea que nos formamos de la popularidad de los antiguos mimos y juglares. [ ... ] No es solo el creador de la más amplia galería de figuras que penetraron nunca en la conciencia general y poblaron el mundo imaginario del público inglés, sino que su intensa relación con todas sus figuras es la misma que la de su público. 10

e) Justicia

Dickens dedica especial atención a dos temas que no pueden ser de mayor actualidad en estos tiempos recios y,

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sobre todo, en la España devota de Camps y de Lucía: la educación y la justicia. Aunque, con frecuencia, ambos temas se enredan para atrapar en sus redes a sus víctimas, especialmente a los niños, hay novelas en las que tiene mayor protagonismo la denuncia del sistema educativo, mientras que en otras es la maquinaria judicial la que aparece en primer plano mostrando su arbitrariedad e injusticia. Las experiencias de Dickens con el sistema jurídico son variadas. La primera, y más dolorosa, la prisión de su padre. En 1824 es detenido por no pagar sus deudas. La mayor parte de la familia se trasladó a vivir con el Sr. Dickens a la cárcel de Marshalsea, posibilidad establecida entonces por la ley, que permitía a la familia del moroso compartir su celda. El pequeño Charles fue acogido en una casa de Little College Street, regentada por la señora Roylance, yacudía los domingos a visitar a su padre en la prisión. Este mismo año, recién cumplidos los doce, Dickens comienza a trabajar, en jornadas diarias de diez horas, en Warren's boot-blacking factory, una fábrica de betún para calzado, "una casa vieja, astrosa y destartalada, lindante con el río, literalmente infestada de ratas. Estancias con zócalos de madera, carcomidos pisos y escaleras, las enormes ratas grises pululando por los sótanos, el escándalo de sus chillidos y peleas escaleras arriba a todas horas, la suciedad y el abandono que reinaban en aquel lugar se alzan claramente ante mis ojos, como si hubiera vuelto allí de nuevo". En mayo de 1827, Dickens comenzó a trabajar como pasante en el bufete de los procuradores Ellis & Blackmore y, tras unos meses, consiguió el puesto de taquígrafo judicial. Uno y otro empleo le

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proporcionarán datos de primera mano sobre un sistema jurídico arbitrario, corrompido y cruel, cuyo principal objetivo era velar porque se cumplieran unas leyes destinadas a mantener la explotación de los pobres y los privilegios de los ricos. Sus trabajos como reportero en el Doctor 's Commons (1828) y posteriormente su ingreso en calidad de cronista parlamentario en el True Sun, y en el Morning Chronicle (1834) como periodista político, lo cual le obligaba a viajar por todo el país para cubrir la información de las campañas electorales, aumentarán el caudal de conocimientos sobre esas pobres gentes sometidas a las arbitrariedades y opresiones de la superestructura jurídico-política del capitalismo temprano. Poco después, ya escritor consagrado, ampliará sus conocimientos con observaciones directas de lugares y gentes, trabajos como redactor y editor de periódicos y revistas, estudios de las normas y leyes que se van redactando y contactos con los altos cargos de la judicatura y la policía. Todas estas experiencias y observaciones tendrán un amplio espacio narrativo en diferentes obras de Dickens. Así, además de en las novelas a las que luego me referiré al analizar el tema de la educación, en La pequeña Dorrit la detallada descripción de la vida en la prisión de Marshalea remite a la experiencias de Dickens en aquella institución, mientras que la crítica al aparato institucional victoriano también presente en esta novela adquiere una especial relevancia y protagonismo en La casa desolada, donde los interminables litigios de la Corte de la Cancillería que acaban por destruir vidas y haciendas, además de reflejar el trabajo de un periodista que daba cuenta de estos intríngulis y teje-


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manejes legales, anticipan El proceso de Frank Kafka o La caja china de Antonio Martínez Menchén. En Casa desolada se entrecruzan también dos de sus temas favoritos : la infancia y la injusta justicia, y Dickens vuelve a mostrar sus dotes narrativas para que los elementos ambientales actúen como personajes significativos. Otra vez la niebla tiene una función esencial en el desarrollo de la trama. En esta ocasión, cegando al Tribunal Superior de la Chancillería. Pero si la niebla obnubiló al máximo tribunal del

país de las brumas, en un reino de cielo tan diáfano como España la luz cegó hoy, 9 de febrero de 2012, doscientos años y dos días después del nacimiento de Charles Dickens, a los magistrados de la Corte correspondiente, Tribunal Supremo, para utilizar esa ley eterna con la que justifican la justificación de lo injustificable. O sea, su propia arbitrariedad berrenda en sentencias. Otro sí, digo, la Ley del embudo a la que deben sus prebendas medievales. Porque si hoy nos asómbramos al leer las disposiciones legales vigentes en la época de Dickens y su aplicación por parte de unos individuos a quienes solo movían sus intereses de primates -dicho sea con perdón de los primates-, ¿qué se puede inducir de unos señores que, herederos y / o colaboradores de una sangrienta dictadura, a instancias de delincuentes no confesos porque suprimen sus confesiones, condenan a quien trató de demostrar la fechoría, y allanan el camino para que otros malhechores indemnes les paguen las parias correspondientes? En fin, volvamos a la Casa desolada de Dickens, porque la nuestra, si bien aún más desolada, es otra que espera recuperar algún día los muebles arrebatados por la rapiña de sacristanes, gañanes cuarteleros y reyes de copas . Reproduzco un fragmento del modélico análisis de Vladimir Nabokov, referido en este caso a la arquitectura de la novela ll : Casa desolada consta de tres temas principales: 1. El Tribunal de la Chancillería , que gira en torno al aburrido pleito de

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Jarndyce y Jarndyce, simbolizado por la niebla sucia de Londres y los pájaros enjaulados de la señorita Flite. Sus representantes son los abogados y los demandantes locos. 11. El de los niños desgraciados y sus relaciones con aquellos a quienes ayudan y con sus padres, la mayoría de los cuales son impostores o extraños monstruos. El niño más infeliz de todos es Jo, sin casa ni hogar, que vegeta a la sombra sucia de la Chancillería y es agente inconsciente de la trama policiaca. 111. El policiaco: maraña romántica de pistas seguidas alternativamente por tres detectives, Guppy, Tulkinghorn, Bucket y sus ayudantes , las cuales conducen a la desventurada lady Dedlock, madre de Esther, nacida fuera del matrimonio. El truco mágico que Dickens trata de llevar a cabo requiere equilibrar

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estas tres esferas, hacer juegos malabares con ellas, conservándolas en un estado de unidad coherente y manteniéndolas en el aire sin que se le enreden las cuerdas.

d) Protagonismo infantil

Tras los Papeles póstumos del Club Pickwick resulta difícil encontrar una obra importante de Dickens en la que los niños no sean protagonistas, bien se trate de novelas extensas o de relatos navideños. Ello, naturalmente, ha dado lugar a multitud de análisis e interpretaciones sociológicas, psicoanalíticas, biográficas y etcétera. Como ni este es el lugar, ni mucho menos yo soy quién para decidir sobre las últimas ni primeras intenciones de un autor al elegir a sus personajes, me limitaré a constatar algunos hechos que se me antojan relevantes.


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En lo que al protagonismo infantil se refiere, los autores de todas las épocas lo han utilizado 12, bien para relatos iniciáticos (cuento maravilloso, Dafnis y Cloe, Lazarillo ... ) bien como espejo o lupa que aumenta las injusticias y acrecienta nuestros sentimientos más nobles de solidaridad y quijoterismo, aunque esos sentimientos sean muchas veces falsos o produzcan, como en el caso del hidalgo manchego, resultados antagónicos a los buscados por su ímpetu de ayudar al infante azotado. Sea como fuere, en el niño encontramos nuestro pasado, ese tiempo perdido, doliente o feliz, y casi siempre idealizado. De ahí el empleo del niño para que el lector se identifique con él y viva sus aventuras a través de Jim Hawkins, Mowgly, Tom Sawyer o Guillermo Brown. Esta línea iniciática y aventurera, de huida de la mostrenca realidad del adulto, la encontramos también en escritores españoles actuales. Por ej~mplo, en Alfanhuí de Rafael Sánchez Ferlosio o en Crónicas mestizas de José María Merino. Frente -o paralelo- a esta línea, encontramos al personaje infantil como víctima de una sociedad injusta. Ya he indicado el efecto multiplicador de la niñez para reflejar la maldad humana. Además de ello, la veracidad que se atribuye al niño 13 hace que lo que está viendo (o padeciendo) nos parezca mucho más real si él nos lo cuenta que si lo hiciera un adulto. 14 Esta es, obviamente, la línea que va a seguir Charles Dickens en el amplio conjunto de novelas protagonizadas por niños, como elegir la primera persona para la narración de David Copperfie Id. Con frecuencia se afirma que esta elección de los niños como víctimas de la sociedad victoriana (en realidad, muchas de los novelas de Dickens se desarrollan años antes de que fuese

coronada la reina Victoria, 1837) responde a la necesidad de este escritor de reflejar las penurias de su propia niñez. Y se aportan como ejemplo de estas lastimosas experiencias el encarcelamiento del padre y el trabajo inhumano en la fábrica de betún del joven Dickens. No niego que estos hechos influyeran en los avatares de los protagonistas de algunas de sus obras, especialmente en David Copperfield. Sin embargo, si nos atenemos a la realidad, los niños de Dickens sufren unas calamidades muy superiores a las experimentadas por su creador, las éalamidades propias de los hijos de las clases proletarias 15 en las primeras décadas del siglo XIX, a las que más adelante me referiré. Pero volvamos al niño Charles Dickens. De la biografía antes citada de Peter Ackroyd extraigo los siguientes datos sobre la infancia del novelista: • Su padre es un funcionario con un salario que hoy podríamos cifrar en torno a los 2.500€ mensuales netos. Pertenecía, por tanto, a una familia de clase media, con varios sirvientes, aunque sin saberse en qué, el padre gasta muy por encima de sus posibilidades. Una de sus criadas le cuenta historias de terror y cuentos maravqlosos. • Su madre fue la primera maestra que tuvo, instruyéndole día tras día y con buen tino, por suerte para él. (El hecho de que, andando el tiempo, le enseñase rudimentos de latín nos permite afirmar de Elizabeth que era una mujer mucho más cultivada de lo que siempre se ha afirmado y que, a pesar de la posterior inquina de su hijo, no descuidó su educación en ningún sentido). Como le dijo a su amigo John Foster en cierta ocasión: "Conserv o un vago recuerdo de cuando me enseñaba el alfabeto, mientras yo no perdía de vista las

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colosales letras del catón, la enigmática novedad de aquellas formas; cada vez que veo una S o una O me parece revivir el buen recuerdo que guardo de aquellos simpáticos signos". • Al cumplir los seis años, en 1818, su hermana Fanny y él recalaron en una escuela infantil de Rome Lane, que regentaba una señora mayor. Tan arcaicos establecimientos respondían a la idea de que cualquier señora entrada en años que supiera leer y escribir y dispusiera de una cuantas cuartillas podía ejercer como institutriz que enseñara las primeras letras a unos galopines. • Durante los primeros meses de 1821, Dickens comenzó a asistir a un establecimiento escolar de más empaque y enjundia situado en Clover Lane. Dirigía aquella escuela un joven de veintitrés años, William Giles. Podemos descartar a Giles como prototipo de los grotescos educadores que habrán de pasar por la ficción dickensiana. Es más,

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durante los dos años que permaneció en aquella escuela, Dickens llegó a tener mucho trato con la familia Giles. • En 1822 se trasladan a Londres. Dickens escribe sobre esta época y su padre: "Por la indiferencia de que daba muestras y la escasez de recursos que padecíamos, parecía haber renunciado a la idea de darme una educación y apartado de su mente cualquier obligación que pudiera reclamarle en este sentido. Tan bajo caí que, por las mañanas, me limitaba a lustrar sus botas y las mías, y procuraba echar una mano en los quehaceres diarios de aquella casa pequeña, haciendo los pocos recados que requería la mísera vida que llevábamos". • A los doce años (1824) comienza a trabajar en la fábrica de betún de su pariente James Lambert. Estará en esta fábrica entre seis y doce meses. • A los diez días de comenzar a trabajar, detienen a su padre. Tras catorce semanas de estancia en prisión, John Dickens es puesto en libertad. • En 1827 entra a trabajar como chico para todo en un cochambroso despacho de abogados. • Estudia taquigrafía para meterse en el Parlamento como cronista. Gracias a ello aprende a reflejar las hablas populares tanto por su fonética como por el empleo de frases cortas y enunciados. • A partir de 1828 (cumplidos los dieciséis años) comenzará su carrera periodística hasta, muy pronto, convertirse en escritor de éxito. A estos apuntes biográficos habría que añadir el desasosiego por los continuos cambios de domicilio de la familia para tratar de burlar a los acreedores, y la angustia infantil de ir descendiendo cada vez más en la escala social sin saber exactamente por qué. Si tras escri-


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bir miles y miles de páginas dedicadas a descubrir cuáles fueron las causas por las que John Dickens fuera el gastoso más notorio de la historia de la literatura los eruditos no se han puesto de acuerdo, cuál no sería la zozobra existencial de Charles al ver que, después de haber casi arruinado su infancia, su progenitor se mantuvo fiel a dilapidar no solo el c;audal propio sin.o el de sus amigos, el de su cuñado y el de su propio hijo. Esta historia inversa a la del rey Midas molestó y abrumó a Charles durante su exitosa mayoría de edad, pero, sin duda, le humilló, le privó de sus refugios infantiles y le abocó a ser explotado en condiciones infrahumanas a los doce años. Todo ello, incluida la adquisición de esa mansión emblemática de su niñez que simbolizaba el triunfo frente al fracaso, estará presente en las obras de nuestro escritor. Lo cual no significa, y vuelvo al principio de este apartado, que Dickens esté representando su propia existencia en los niños a los que ha concedido la gloria de protagonistas de sus novelas. Porque la vida-muerte de los hijos de los proletarios era mucho más cruda. Véanse si no estos datos sobre la niñez durante la primera mitad del siglo XIX.

EL SISTEMA PENAL Los niños delincuentes eran castigados del mismo modo que los adultos: con penas de trabajos forzados, prisión o sentenciados a muerte. En 1814 fueron ahorcados cinco chicos en Old Bailey, el más joven tenía ocho años, y el mayor trece. Sin embargo, los jueces se dieron cuenta de que encerrar a los niños en las cárceles de los adultos era enviarlos a escuelas de criminales, y en 1854 se crearon los reformatorios para delin-

cuentes menores de 16 años. Las condiciones de salubridad y alimentación de estos lugares no eran mejores que las de las prisiones. Y los castigos físicos, lo mismo que en las escuelas y hospicios, estaban a la orden del día. El simple robo de unas manzanas podía ser penado con varios años de prisión.

EL TRABAJO Los niños pobres eran obligados a trabajar desde muy pequeños. Muchos ganaban unos pocos peniques como deshollinadores, mensajeros, limpia carreteras, vendedores de juguetes o de flores y como mozos de cuerda. Otros


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niños trabajaban junto a sus padres en casa o en pequeños, oscuros y sucios zaquizamíes convertidos en talleres, cosiendo ropa, sacas o zapatos. A menudo eran los operarios de las maquinarias más peligrosas, o de los trabajos más nocivos para la salud. Las niñas empleadas en las fábricas de cerillas de Bryant y May trabajaban con el fósforo, que causaba una enfermedad conocida como phossy jaw que pudría las mandíbulas inferiores. El empleo de niños para determinados trabajos venía dado por su poco tamaño para introducirse por las chimeneas16, o bien por las características de la máquina. La primera hiladora de algodón era tan pequeña que las únicas personas capaces de trabajar con ella o de arreglarla eran los niños. Muchos chicos servían también en casas de familias ricas. En 1850 una de cada nueve chicas de 10 o 12 años trabajaba en una casa de media o alta burguesía prácticamente a cambio de una comida y un cuchitril donde dormir. Tras cumplir los cuatro años los huérfanos eran vendidos por los orfanatos a los jefes de cuadrilla de limpia chimeneas; también era legal "capturar" niños sin hogar y obligarles a trabajar en . un régimen de esclavitud. Los niños se introducían en la chimenea trepando por los muros de la misma con las manos o con rascadores. Hasta 1875 el Parlamento no aprob ó una ley que regularizaba las licen cias de las empresas de limpieza de chimenea, y esa licencia solo se extendía a aquellas que no usaban a niños para escalar por el interior' de las chimeneas. A continuación resumo el contenido de las principales disposiciones legales orientadas a regular el trabajo infantil durante la época en que se sitúan las novelas. La simple lectura de estas normas, que a los empresarios se les antojaban excesivamente beneficiosas para el

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trabajador y procuraban no cumplir, nos hace ver que Dickens se quedaba incluso corto al ofrecernos esos cuadros de explotación y miseria: 1802

-Jornada máxima de los aprendices en fábricas textiles de 12 horas diarias. La jornada laboral será entre las 6 de la mañana y las 9 de la noche. -Todas las habitaciones de las fábricas deben ser limpiadas (con lima) dos veces al año y ventiladas habitualmente. -A cada aprendiz le corresponden dos trajes completos de su talla, sombrero y zapatos. - Serán instruidos cada día de trabajo durante los cuatro primeros años de aprendizaje en lectura, escritura y aritmética. - Los aprendices, hombres y mujeres, serán dispuestos en habitaciones separadas y no dormirán más de dos en cada cama. - Los domingos serán instruidos en las doctrinas de la religión cristiana. 1833. Acta de fábrica

-No habrá trabajadores menores de 9 años. -Los empresarios deberán tener un certificado médico de los niños para que puedan trabajar. - Los niños de entre 9 y 13 años no trabajarán más de 9 horas diarias. -Los niños de entre 13 y 18 años no trabajarán más de 12 horas al día. -Cuatro inspectores harán que se cumplan estas leyes a lo largo del país. 1842. Actas mineras

- No se permite el trabajo bajo tierra de menores de 10 años. Los menores de


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WORKHOUSE EN ANDOVER, 1846

15 años no pueden trabajar con maquinaria. 1844. Acta de fábrica

-Los menores de 13 años no pueden trabajar más de 6 horas y media al día. Mujeres y niños de entre 13 y 18 años no pueden trabajar más de 12 horas al día. 1847. Acta de fábrica

-Se limita el trabajo de mujeres y niños menores de 18 años a 58 horas semanales. 1850. Acta de fábrica

-Se establece el horario diurno como único. 1860. Acta minera

-Los menores de 12 años no pueden bajar a la mina a no ser que sepan leer y escribir.

e) Orfanatos y escuelas

Ambos establecimientos, lógicamente muy unidos a la infancia, ocupan también notable protagonismo en la obra de Dickens.

'WORKHOUSES' Tanto en Inglaterra como en el resto de Europa, los orfanatos u hospicios se nutrían de una numerosísima clientela, debido al alto índice de mortalidad de los progenitores 17 o al abandono de los recién nacidos, bien porque no podían mantenerlos, bien por ser hijos de madre soltera. Para hacerse idea de las condiciones de vida en estos establecimientos bastaría con decir que la mortalidad durante el primer año de las criaturas era superior al 70 por 100. Y quienes conseguían eludir esta mortal amenaza sufrirían el hambre, el frío, toda clase de infecciones y castigos corporales hasta alcanzar


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la edad en que podían ser v endidos para comenzar otra nueva etapa de esclav itud. Como haría con otros lugares que luego aparecerían en sus obras, Dickens consiguió amplia información sobre estos establecimientos. Incluso visitó un workhouse, tras lo cual escribió un artículo escalofriante sobre las condiciones de v ida de estos seres que a él más le parecen fantasmas de pesadilla que personas 18 • En Oliver Twist, segunda de sus novelas y una de las que más fama le dieron, trazará una pintura insuperable sobre las condiciones en las que se desarrollaba la existencia de estos infelices huérfanos. La madre de Oliver muere tras dar a luz en un orfanato y el chico sobrevivirá a las infames condiciones del hospicio hasta que los hambrientos muchachos deciden sortear quién pide comida y la mala suerte recae en Oliver, que, por ese motivo, es expulsado y comienza su vida laboral. Tiene nueve años y, tras ofrecerle el puesto de deshollinador, es empleado por un enterrador, pero la pelea con otro arrapiezo le obliga a huir a Londres, donde entrará a formar parte de una cofradía de ladrones similar a la de Monipodio. A partir de este momento la novela se desarrolla en dos ambientes que darán dos grupos de personajes diferenciados . El dédalo de callejuelas londinenses, con sus tabucos, garitos, cloacas, basuras y desperdicios propios del capitalismo salv aje, producirá carteristas, hampones, prostitutas y también ricos inmorales, arribistas, magistrados ignorantes y crueles. Lejos de este pandemó-

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nium se encuentra la campiña, donde, además de hermosos paisajes, la naturaleza da seres puros, aún no contaminados por la putrefacción de la urbe. Dos personajes, la infeliz prostituta Nancy y Jack Dawkins (El perillán), escapan a este planteamiento un tanto maniqueo, si bien las intenciones de ambos para ayudar a Oliver son diferentes. Porque mientras ella intenta, a costa de su propia vida, ayudarle a escapar de este mundo de delincuencia y miseria, el carterista trata de que se doctore en las artes de su oficio y llegue a sí a convertirse en un hampón respetable y feliz . Naturalmente, tras el largo y duro proceso iniciático, de lucha por la vida con rasgos del género picaresco que tanto gustaba a Dickens, el niño obtiene su recompensa al descubrirse, por una de esas casualidades tan frecuentes en nuestro novelista, el origen noble de Oliver Twist. Se trata de un recurso ampliamente utilizado en los cuentos de hadas y en la literatura de todas las épocas. Piénsese, por ejemplo, con qué frecuencia aparecen en las Novelas ejem-


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pIares cuerpos nobles tras quitarles sus harapos, o en la primera serie de los Episodios nacionales, donde la infeliz Inés pasará de huerfanilla menesterosa a nada más y nada menos que duquesa. Por no hablar de las decenas de folletines con el mismo final. En realidad, es un recurso unido a una de esas falaces majaderías increíblemente extendidas: la unión de la nobleza de sangre con la de espíritu.

ESCUELAS Tres son las novelas que voy a destacar como críticas a diferentes experiencias escolares, todas ellas negativ as . La primera es Nicholas Nickl eby, escrita en 1838, es decir, a la par que

Oliver Twist, si bien las primeras entregas de esta última obra salieron unos meses antes. Nicholas Nickleby es un joven que debe sostener a su madre y a su hermana debido al fallecimiento de su padre. Su tío Ralph, que piensa que Nicolás nunca llegará a nada, desempeña el papel del antagonista, del malvado cuyo afán de destrucción le llevará al suicidio. Aunque carece de formación académica, el joven entra a trabajar como tutor en el internado del villano Squeers Wackford, escuela destinada a martirizar física y mentalmente a los niños. Nicholas pronto se da cuenta de . la estafa que supone la pretendida escuela donde el hambre, la ignorancia y los malos tratos son la base del sistema pedagógico. La violencia gratuita ejercida contra Smike, un niño débil mental y físicamente, es la gota que colma el vaso de Nicholas, quien, tras golpear a Wackford, ante el delirante regocijo de los muchachos, se lleva a Smike a casa.

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Para sobrevivir da clases particulares, trabaja en una compañ ía d e teatro y en tra al servicio d e los h erm anos Cheeryble, donde ocupa una p osición cómoda. A partir de aquí el n ú cleo d e los villanos se ampliará con unos nobles que, acaudillados por sir Mu lb erry Hawk, con la colaboración activa del tío Ralph y pasiva de la madre, tratan d e corromper a la virginal Kate, herm an a de Nicholas. Como en casi todas las novelas de Dickens, el triunfo de la virtud se demora un poco pero al final llega y, aunque el pobre Smike muere, los malvados planes del tío se acaban volviendo contra él, que, no pudiendo soportar la ru in a y la cárcel, se suicida. Aunque no se trate de una de las obras más logradas de Dickens, sob re todo por el esquematismo de la pareja central protagonista-antagonista 19, el dominio del lenguaje y, sobre todo, los recursos humorísticos tan frecuentes en Dickens dan v italidad al texto. Porque el humor en Dickens no tiene, como en Quevedo, la función de distorsionar la realidad, sino de mostrarnos otras visiones de lo cotidiano o de desnudar la psicología de los personajes, con unos finos rasgos irónicos que recuerdan a su admirado Cervantes y con esa técnica teatral tan presente en Dickens. Y, sobre todo, la novela me interesa por la magistral pintura del internado. Recurriendo otra vez a Quevedo, la escuela de Squeers Wackford sí se nos presenta como un ente real en el que sentimos el hambre y el sufrimiento de los pupilos, y no como un pretexto para que el narrador muestre sus habilidades verbales. Otra vez para documentarse de primera mano sobre estos centros, Dick~ns

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recurrió a la experiencia directa. En este caso ocultando su nombre (ya era famoso) y haciéndose pasar por el representante de una viuda que quería traer a su hijo al internado . El propio Dicken s nos cuenta los avatares d e esta novela, ad em ás de algunas jugosas consideraciones sobre la enseñanza y la tendencia d e d eterminados poderes públicos p ara p rivatizarla con el fin d e convertirla en otro negocio: Esta historia la empecé a escribir pocos meses después de la publicación de Los papeles póstumos del Club Pickwick. Po r aquel entonces había bastantes coleg ios económicos en Yorkshire. De ellos quedan hoy, por fortuna , muy pocos. Los colegios privados fueron durante mucho tiempo un buen ejemplo del monstruoso abandono de la educación en Inglaterra y también de la despreocupación que por ella sentía el Estado; más teniendo en cuenta que este es el medio de formar ciudadanos buenos o malos, hombres felices o miserables y desgraciados. Cualquier pe rsona inepta podía abrir una escuela donde deseara , sin previo examen de documentos o títulos , y en cambio se exigía una preparación adecuada a sus funciones al cirujano que ayuda a dar a luz o al médico que está a la cabecera de la cama del hombre en el momento en que abandona este mundo .. .Y tamb ién se le exigía al químico, al procurador, al carnicero, al panadero, al fabricante de candiles y a todo el que quisiera dedicarse a un oficio; al maestro de escuela, no. Por eso estos maestros eran los imposto-


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res más zoquetes, cosa lógica con tal estado de cosas y sin exagerar, los maestros de Yorkshire eran, de entre esta casta, los más relajados y torpes de cuantos se conocieron. Los calificaremos de mercaderes de la avaricia y de la imbecilidad de los padres por la poca ayuda que prestaban a los muchachos. Eran hombres que procedían de ambientes sórdidos y eran tan brutales, que pocas personas les hubieran confiado un caballo o un perro ... Y, sin embargo, ellos formaban la grandiosa piedra angular que, por una absurda e inimaginaria dejadez, raramente superada, se ponía al servicio de la educación. Varias veces hemos oído hablar de la protesta formulada contra un médico mal preparado que ha deformado un miembro lesionado al pretender curarlo. Pero, icuántos cientos de miles de inteligencias se han deformado para siempre por culpa de esos maestrillos incapaces de formarlas! Al referirme a esta casta de maestros declaro y confirmo que los peores fueron en aquellos días los de Yorkshire . Tal casta no ha desaparecido aún por completo, pero va disminuyendo poco a poco. i Bien sabe el cielo lo que queda todavía por hacer en lo concerniente a la enseñanza! ; pero hay que destacar las mejoras hechas en los últimos años y las facilidades dadas para conseguir una buena formación. En este momento no puedo recordar cómo llegué a conocer el caso de los maestros de Yorkshire

cuando aún era un chiquillo robusto y me sentaba en los alrededores del castillo de Rochester con la cabeza llena de Parhidge , Stap, Tom Pipes y Sancho Panza; pero sí que sé que fue por aquel entonces cuando quedaron bien grabadas en mí las primeras impresiones que de ellos tuve. Y estas impresiones andaban relacionadas con la huida de un niño a su casa , porque un maestro, filósofo o amigo de Yorkshire , le había reventado ,un absceso con un cortaplumas sucio de tinta . Sea como fuera , el efecto que estas escuelas me causaron no lo he podido aún olvidar. Como siempre sentí curiosidad por los colegios de Yorkshire , sobre los que, con el tiempo, supe muchas cosas , el día en que tuve quien me escuchara , decidí hablar de ellos por escrito. Con esta intención , me encaminé a Yorkshire antes de empezar este libro; era aquel un crudo invierno que queda bien descrito dentro de mi relato. Yo quería ver a alguno de los famosos maestros y, como se me había advertido que estos caballeros podían , en su modestia, sentir cierto temor a recibir en su casa al autor de los Papeles póstumos del Club Pickwick, consulté con un amigo de la profesión que estaba en contacto con Yorkshire y entre los dos inventamos una piadosa mentira. Este me dio unas cartas de presentación , creo que con el nombre del que me acompañaba en el viaje ; en ellas se mencionaba a cierto muchachito que vivía con su madre viuda, la cual r o sabía cómo educarle. La infeliz señora, para despertar la compasión de los

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parientes hacia su hijo, había decidido enviarle a un colegio de Yorkshire . Yo tenía que figurar como amigo de la pobre dama que viajaba también por aquellos contornos, y si el que recibiera la carta podía aconsejarme algún colegio de los alrededores, el firmante se lo agradecería mucho. Así visité los diferentes parajes de la comarca en los que existían más escuelas, desperdigadas por sus distintos barrios. La persona a quien la carta iba dirigida no estaba en casa, pero aquella noche se presentó en la posada en que yo me albergaba. Cuando terminó la cena, tuve que insistir mucho para que se sentara junto al fuego, en un rincón acogedor, y compartiese conmigo el vino que estaba sobre la mesa. Hoy temo que debe haber muerto. Pero recuerdo que era un hombre jovial, de cara ancha y colorada , y que nos hicimos en seguida amigos y hablamos de todo, menos de la escuela, tema éste que deseaba evitar. -¿No había aquí un buen colegio? -le pregunté, haciendo referencia a la carta. -iAh , sí! -contestó-o Había u.'10 bastante grande. -¿ y bueno? -insistí. -Sí; tan buenO' como otro cualquiera ; es cuestión de opiniones -se excusó . Luego pasó a contemplar el fuego, y dirigió su mirada alrededor de la habitación, mientras silbaba débilmente. Cuando insistíamos sobre un asunto que antes habíamos discutido, el hombre se recobraba ; pero, a pesar de que lo intenté repetidas veces , nunca

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volví a hablar del colegio, ni entre risas, sin advertir que su rostro se ensombrecía y se sentía molesto. y cuando ya habíamos pasado aproximadamente un par de horas muy agradables, de pronto, tomó su sombrero y, aproximándose a la mesa y mirándome fijo a la cara habló así en voz baja: -Bien, señor; hemos pasado unos instantes deliciosos, voy a decirle, pues, a usted lo que pienso. No permita jamás que la viuda mande a su pequeño a ninguno de esos maestros de escuela mientras haya en Londres un caballo al que refrenar y una cuneta en que dormir. No me gustaría sembrar cizaña entre mis vecinos, y preferiría hablarle en tono más sosegado; pero me convertiría en un condenado si me acostara sin decirle, en favor de la viuda, que guarde a su hijo de esos canallas, repito, mientras haya un caballo al que refrenar en Londres o una cuneta donde dormir. Insistiendo en estas palabras con emoción y con cierta solemnidad en su cara alegre, que parecía el doble de ancha que antes, me dio un apretón de manos y desapareció. Nunca más he vuelto a verle; sin embargo, a veces creo haber descrito en John Browdie ciertos caracteres de este personaje. En cuanto a los que pertenecen al linaje de que hablamos voy a citar unas palabras que figuran en el prólogo original de este libro: Una gran alegría y satisfacción ha proporcionado al autor de esta obra saber, por medio de los amigos de estos contornos y por gran cantidad de graciosas manifesta-


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ciones que a él se refieren , y que se han publicado en los periódicos de provincias, que más de un maestro de Yorkshire protesta por creerse el modelo del señor Squeers. Un hombre ilustre tiene motivos para saber de quién se trata ; ha consultado con expertos letrados sobre si tendría base en apoyar un juicio por libelo; otro ha pensado realizar un viaje a Londres para acometer a su infamador; un tercero recuerda que recibió, hace un par de años, la visita de dos caballeros, uno de los cuales conversó con él mientras el segundo dibujaba su retrato ; y aun sabiendo que al señor Squeers no le queda más que un ojo y el del dibujo tenía dos y el boceto publicado no se le parece, sin embargo,. él y sus amigos y vecinos han comprendido en seguida a quién representaba ... , porque eL.personaje era de su misma catadura. Mientras que el autor no puede sino recibir las iras que se le transmitan , se atreve a indicar que estas discordias surgen del hecho de que el señor Squeers representa a una clase , no a un individuo. Mientras la superchería , la ignorancia y la más tremenda concupiscencia sean las únicas cualidades distintivas de cierta clase de hombres, y se pinte la figura de uno de ellos con estas características, sus congéneres reconocerán en ella algo de sí mismos, y todos y cada uno sospecharán y creerán que aquel es su vivo retrato. No alcanzaría el autor su propósito si llamara la atención del público diciendo que el señor Squeers y su colegio son un oscuro y débil cuadro sacado de la rea-

lidad , y que está aun suavizado y apagado de tonos por miedo a que pudiera juzgarse como imposible . No lo alcanzaría tampoco si dijera que se han dado pleitos, reclamando daños y perjuicios como simple recompensa a los largos tormentos y barbaridades impuestas a los niños por los malos tratos de estos, maestros que son viva muestra de los más ultrajantes y groseros detalles de abandono, de crueldad y de vileza ; cosas éstas que ~s impo:>ible imagine el más atrevido novelista. Ni si explicara que , desde que empezó este libro de aventuras , ha ido recibiendo, por diversos conductos privados, de los que es imposible dudar, noticia de las atrocidades cometidas con muchachos abandonados y repudiados , en cuyos desmanes posteriores estas escuelas han sido las únicas culpables; estos desmanes exceden en mucho a todos los que el lector hallará en estas páginas . Cuanto llevamos dicho encierra todo lo que yo necesito expone r sobre el tema , a excepción de que, si hubiera tenido ocasión , hubiera convenido en reproducir algunos detalles sobre procedimientos legales, extraídos de algunos antiguos periódicos . Tal vez otra cita del mencionado prólogo me se rá válida para presentar un hecho que mis lectores juzgarán , sin duda, curioso. Si hemos de t ratar de un hecho más agradable , debemos decir que en el relato hay dos personaj es ext raíd os de la prop ia vida . Es de ad mi ra r qu e lo que nosotros llamamos mun do, tan presto a dar crédito a cuanto juzga

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que es cierto, es de lo más incrédulo para cuanto cree que es fruto de la imaginación y, mientras ·en la vida real admite que un hombre puede no tener defectos y otro carecer de todas las virtudes, es difícil que admita que un personaje, bueno o malo, trazado con toda fuerza en una narración imaginaria , sea verosímil. Sin embargo, a cuantos se interesen por este relato les gustará saber que los hermanos Cheeryble viven: que su caritativa generosidad, su corazón sencillo, su nobleza, su benevolencia sin límites, no han sido creados por la mente del autor, sino que todos los días (y con gran frecuencia en secreto) ejecutan una acción edificante y generosa en esta ciudad de la que son honra y orgullo. Si ahora intentara contar el número de cartas, de toda clase de gentes, llegadas de todos los climas y latitudes que este infortuna,do fragmento arrojó sobre mí, me encontraría metido en un conflicto aritmético que muy difícilmente podría solucionar. Baste decir que opino que las solicitudes de préstamos, donativos y buenos empleos que me han pedido que hiciera llegar a los hermanos Cheeryble (con los que jamás he tenido la menor relación), hubieran agotado los socorros combinados de todos los grandes cancilleres que han ido desfilando desde la dinastía de un Brunswich y habrían causado quiebra al mismo Banco de Inglaterra. Los hermanos en cuestión ya han muerto. Finalmente, hay otro punto sobre el que querría hacer una

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observación. Si en el relato no vamos a juzgar siempre a Nicholas libre de cu lpa o, a veces, no nos va a ser simpático, tampoco pretendemos que esté en esas condiciones en todo momento. Pensad que es un muchacho impetuoso, y que su experiencia es poca o nula; y yo no comprendo por qué clase de razón debo ensalzar a mi héroe falseándole ...

David Copperfield es la segunda de las novelas en las que el sistema educativo inglés merece la atención de Dickens. Escrita entre 1849 y 1850, esta novela se sitúa al inicio de la segunda época del novelista, cuando ya ha desarrollado todas sus habilidades narrativas y goza de un inmenso prestigio tanto en Inglaterra como fuera de su país. También se señala que esta es la obra con más carga autobiográfica de cuantas escribió, si bien los datos concretos del protagonista referidos a sus padres, experiencia escolar, matrimonio, etc., no coinciden con los de su creador. Sí coincide la pretensión de uno y otro: salir adelante, triunfar en la vida, mediante la disciplina, el esfuerzo y la aplicación de sus dotes intelectuales y creativas. También se pueden señalar similitudes en sentimientos del creador y de su criatura, aunque los motivos concretos que originan la tristeza por el abandono del marco rural infantil para llegar a Londres o el amor verdadero posterior al matrimonio no sean los mismos. En todo caso se trata de la novela escrita con más cariñ0 20 y con una intención claramente iniciática bajo los presupuestos de que el trabajador siempre será recompensado mientras que el ocioso o parásito, por muy atractiva y romántica que nos resulte su figura de


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dandy, traerá la desgracia para él y para los demás. Estos presupuestos del beneficio divino al trabajador honrado, claramente vinculados a la moral ya la concepción calvinista del mundo, aparecen con cierta frecuencia en las obras de Dickens. Frente al Catolicismo, que considera el trabajo una maldición bíblica, algo propio de las clases o razas inferiores, no de los hidalgos o castellanos viejos (recuérdese la picaresca ~spañola o los hidalgos de nuestras comedias), para el calvinista es un don que Dios entrega a los hombres para realizarse y salir adelante. Obviamente bajo estos presupuestos es . impensable un San

Isidro Labrador holgazaneando a lo divino mientras los ángeles le hacen el trabajo. Los personajes de la novela se pueden agrupar en tres categorías: los disciplinados, aquellos que carecen totalmente de disciplina, o aquellos que se muestran disciplinados en unos momentos sí y en otros no, pero que irán evolucionando hasta conseguir el control total de sus actos y sentimientos. Los personajes de la primera categoría incluyen a la madura y preocupada Agnes Wickfield y al abnegado y misericordioso Sr. Pegotty. El avaro e intrigante Uriah Heep y el ególatra e inconsiderado James Steerforth son ejemplos de personajes que pertenecen a la segunda categoría. Miembros de la tercera categoría son David Copperfield, quien aprende a tornar decisiones más sabias en sus relaciones a través de la experiencia personal, y su tía Betsy Trotwood, que en un comienzo carece de consideración por otros, pero que se convierte en menos desconsiderada al pasar el tiempo. El proceso de aprendizaje de David en esta novela correrá a cargo de los dos agentes presentes en otras obras: la escuela y la vida. Huérfano de padre y tras el nuevo matrimonio de su madre, es recluido en el internado de Salem-House¡ dirigido por el brutal Sr. Creakle. Otra vez los malos tratos y una enseñanza desprovista de cualquier fundamento racional serán los pilares pedagógicos sobre . los que se sustenta el siniestro edificio. Aquí se hace amigo de James Steerforth y de Tommy Traddles, quienes, en un verdadero estilo dickensiano, desaparecen y . vuelven a aparecer más adelante.

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Tras pasar las vacaciones en casa, David regresa a Salem-House, pero su madre fallece y él debe volver a casa. A partir de aquí se desarrolla su lucha por la vida 21 : comienza a trabajar en una fábrica, escapa de allí y se dirige a casa de su tía Betsy, quien acepta criarlo; el excéntrico señor Dick, amigo de ella, actúa como un segundo padre bautizándole de nuevo con el nombre de Trotwood22 • Otros personajes tendrán también influencia en esta transición a la vida adulta, especialmente su amigo Steerforth, cuya autosuficiencia, descaro, inteligencia y solvencia económica ejercen fascinación y rechazo en David, hasta que la seducción y desgracia de la infeliz Emily por el dandy terminan por colocarlo en la nómina de los villanos. Como he indicado anteriormente, el proceso de formación concluirá con un matrimonio breve por la muerte de la esposa y el descubrimiento del verdadero amor, la angelical Agnes, en quien se ha buscado toda clase de parecidos con cuñadas, hermanas, primeros amores del novelista ... La última novela a que me voy a referir, Tiempos difíciles,23 es la obra de Dickens en la que la enseñanza tiene un papel más importante. Porque en este caso lo que se plantea no es ya el funcionamiento de talo cual establecimiento escolar, sino los fundamentos filosóficos en los que se basan estas instituciones. Es obvio que los sistemas educativos responden a una determinada concepción del mundo, producto de un sistema económico y social. Su diseño, las llamadas leyes educativas, es el resultado de la forma de pensar de las clases dirigentes para seguir manteniéndose en el poder. De ahí que en esta obra Dickens nos plantee que el control de la educación es el control de la sociedad porque coge a las personas en un punto de su

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vida y las transforma en su camino hasta llegar al final del proceso. El sistema educativo es un sistema de transformación humana, de fijación de fines y metas, de asignación de valores y prioridades. Dicho de otra manera, la educación prepara (o conduce, recuérdese la etimología de la palabra) al individuo para desempeñar el papel que le ha sido asignado. Y, lógicamente, desde una óptica capitalista y utilitarista, este papel es el de producir lo más posible con el menor coste posible. El niño es una mercancía y, a la vez, un medio de prod ucción más al que se ha de sacar el mayor jugo o benefici0 24 • Y a la escuela se le asigna esta función de manera directa y, después, a la familia, porque las familias también han ido a esas escuelas y, por lo tanto, se les han inculcado los mismos valores de rendimiento y eficacia laboral. La educación, como en la reforma que anuncia el Partido Popular omnigobernante, no se dirige a la mejora de la persona, sino de la producción. No se aprende para dejar de ser explotado, sino para ser explotado de la mejor manera posible. Y para ello debe entregarse este negociado a una institución con unos resultados inmejorables, porque los encamina ad maiorem

Dei gloriam. A este hecho hay que añadir otro presupuesto ideológico-religioso. Herederos del pecado original, venimos al mundo con una gran carga de males de la que los adultos nos deben ir limpiando. Los castigos, los sacrificios y la férrea y ciega obediencia permitirán al niño ir abandonando ese pesado lastre de maldades y acercándose a los virtuosos adultos. Sobre estas dos piernas se erige la educación que van a recibir nuestros niños en Tiempos difíciles. El maestro Thomas Gradgrind se mueve con el


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doble propósito de quitar la mala herencia de los niños y de convertirlos en productores muy eficaces. Cualquier cosa que no sea útil para la producción es inútil. Y, obviamente, el arte o el razonamiento no solo resultan inútiles, sino contraproducentes. Su escuela no es sino otra factoría nutricia de mano de obra cualificada para las que se dibuj an, entre brumas y humos, a pocos pasos. Otra vez la ciudad es un personaje fundamental, en este caso el alterego de Mr. Gradgrind. La eficacia desolada del maestro es la imagen perfecta de la ficticia ciudad de Coketown, un abrumador centro de producción, de idénticos edificios rectangulares de ladrillos que serían rojos si no los recubriera la suciedad. Es la vida sin ornamentos, sin a<:cidentes, tan perfecta, y deshumanizada, que podría ser contenida en una fórmula matemática. En medio de este escenario baldío, Thomas Gradgrind, convencido de las virtudes de su sistema, criará rígidamente a sus hijos, sin hacer concesión alguna a la imaginación ni a los sentimientos. Los resultados son previsibles: Louisa, cuyas virtudes innatas serán ahogadas en la cuna por las serpientes del utilitarismo, se irá consumiendo entre amarguras vaCÍas para llegar a un matrimonio sin amor; su hermano Tom, en quien la fantasía fuera enterrada antes de nacer, se tornará un muchacho cínico, arrogante y egocéntrico, sin ningún respeto hacia las más elementales normas éticas. Creo que nuestro actual ministro de Educación podría poner estas palabras con las que Thomas Gradgrind define su ideario educativo como introducción a la nueva ley de educación y justificación de la supresión de Educación para la Ciudadanía:

-iHechos, .hechos, hechos! -dijo el caballero. Y "iHechos, hechos, hechos!", repitió Thomas Gradgrind. -Has de guiarte y dejarte gobernar en todas las cosas -dijo el caballero- por los hechos. Esperamos contar, antes de que pase mucho tiempo, con un consejo de hechos, compuesto por comisarios de hechos, que forzarán a la gente a ser personas de hechos y nada más que de hechos. Tienes que desterrar por completo la palabra imaginación. No has de tener nada que ver con ella. No habrás de tener, en ningún objeto de uso ni en ningún adorno, nada que esté en contradicción con los

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b re oLa confrontación entre la frescura vital d e Sissy, su razon amiento lógico, y los alienantes p ropósitos del Sistem a v u elve a traern os a estos tiempos recios en los que se trata de castigar a unos osados profesores que llevan camisetas verdes reivindican do una enseñanza pública d e calidad para todos. La joven Sissy, el contrapunto imaginativo e inocente de la obra, la hija del payaso, cuenta entre lágrimas cómo ha sido reprendida por sus equivocaciones cuando ha sido preguntada en clase, en ese centro amante de los hechos:

hechos. [ ... ] Es e es el nu evo descubrimiento. Eso so n hechos . Eso es buen gusto.

Los oponentes de las teorías de Gradgrind, defensores del instinto, los sentimientos y la imaginación, son Sissy Jupe, huérfana recogida por Gradgrind, y los miembros del circo de Mr. Sleary, del cual procede Sissy. Reproduzco uno de los muchos fr agmentos de la novela que podría estudiarse hoy en las escuelas de pedagogía si tales centros realmente existieran. Además de la maestría narrativa para p resentarnos a los personajes y la situación creada, Dickens traza un magistral boceto de las consecuencias de esa enseñanza utilitarista basada en negar cuanto de humano hay en el hom-

-Cuéntame algunas de tus equivocaciones. -Casi me da vergüenza -dijo Sissy resistiéndose-o Pero hoy, por ejemplo, el señor M'Choakumchild nos está explicando la «prosperidad natural ». -Supongo que quieres decir «nacional » -obse rvó Louisa. - Sí, eso es. Pe ro, ¿no se trata de lo mis mo? -preguntó Sissy tím idamente. -Será mejor que utilices «nacional» si es lo que él ha dicho -repli có Louisa , con su estilo reservado y distante. -Prosperidad nacional. Y él dijo: vamos a ver, esta aula es una nación. Y en esta nación hay cincuenta millones en dinero contante y sonante. ¿Vivimos en una nación próspera? Niña número veinte, ¿no es esta una nación próspera, y no es la tuya una situación floreciente? - ¿Qué respondiste? -preguntó Louisa. -Dije que no lo sabía , señorita Louisa . Pensé que no podía saber si la nación era próspera o no, y si mi situación era floreciente , a no


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ser que supiera quién tenía el dinero, y si una parte era mía, Pero eso no tenía nada que ver con la pregunta. Eso no estaba en absoluto en las cifras -dijo Sissy, secándose las lágrimas. En realidad, estos personajes permiten a Dickens exponer sus teorías sobre el desarrollo armónico del ser humano y la importancia que una educación adecuada tiene en este desarrollo. Cerca de los presupuestos de Rousseau, Dickens no parte de la maldad innata, sino de las virtudes naturales que no deben ser sofocadas, sino desarrolladas por el cariño, la imaginación y los sentimientos. Principios semejantes a los que desarrolla Miguel de Unamuno en su obra Amor y pedagogía, en la que se muestran los peligros de esta educación positivista que mata el amor junto con la imaginación y convierte en desagraciadas a las personas arruinándoles la vida. El siguiente fragmento del Emilio de Rousseau se sitúa en las antípodas expuestas por Grandgind y seguramente podría haber sido firmado por Dickens: Los niños no deben ,usar su intelecto hasta que éste haya adquirido todas sus facultades [... ]. Por consiguiente, la primera educación debiera ser puramente negativa. No consiste en enseñar la virtud o la verdad, sino en resguardar al corazón del vicio y a la mente del error. Si usted pudiese no hacer nada que evitase cualquier cosa que se esté haciendo, si pudiese educar a su alumno fuerte y saludable a la edad de 12 años sin que este fuese capaz de distinguir su diestra de su mano izquierda,

entonces, desde el principio, los ojos de su comprensión estarían abiertos a la razón; sin hábitos ni prejuicios, él no tendría nada dentro de sí mismo que pudiese contrarrestar sus esfuerzos, y se convertiría, bajo sus cuidados, en el más sabio de los hombres. Sin hacer nada al principio, usted habrá producido un prodigio educativo. En la economía, en la educación yen su matrimonio Grandgind adopta los mismos principio que han inspirado, la reciente reforma laboral: poner de patitas en la calle a quienes se le antoje, sea un empleado, un educando o su propia esposa. Sus palabras no pueden ser más actuales:

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¿Educación? Vaya decirle en qué consiste la educación: en que a uno lo pongan de patitas en la calle y no disponga de otros ingresos que los golpes que le dan. A eso es lo que yo llamo educación.

Debe tenerse en cuenta que en la época en que escribe Tiempos difíciles, 1854, el utilitarismo era la filosofía dominante en Inglaterra, y para muchos representaba el progreso, el nuevo espíritu de los nuevos tiempos, como hoy, desgraciadamente, muchos vuelven a confiar en las recetas de papá vampiro. y entre ellos no pocos de la vieja estirpe de los de "vivan las caenas". De ahí que esta obra no solo sea la única novela de protagonismo obrero de Dickens, sino un claro ejemplo de lo que después se llamará "novela de tesis", obras destinadas a defender, de manera creativa, una filosofía o ideología política determinadas. En este caso, el ataque directo a los postulados utilitaristas, caricaturizados en la figura de Thomas Gradgrind, el propietario de una escuela modelo y miembro del Parlamento, que fracasará estrepitosamente tanto en el ámbito educativo por el fiasco vital de sus hijos antes reseñado, como en el de las relaciones sociales, pues limita las relaciones entre patronos y obreros a una pura

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transacción económica ( el cash nexus denostado por Carlyle), impidiendo el diálogo y la comunicación entre los seres humanos y haciendo que todo se rija por las leyes inhumanas de la economía política. Especialmente irritante para el público de la alta burguesía tuvo que resultar el tratamiento afectuoso de los obreros, especialmente de Rachel, otra de las "mujeres-ángeles" de Dickens, frente al retrato inmisericorde de Bounderby, el odioso capitalista que se jacta de ser un self-made man, en un momento histórico en el que estaba en apogeo ese mismo ideal. En fin, confío en que no se prolonguen mucho los hard times tan gratos a obispos, magistrados, banqueros, estafadores y otros vampiros de la misma ralea coronada. Madrid, 14 de febrero de 2012 N.B. Incluyo uno de los artículos de Charles Dickens, como muestra de una faceta poco conocida de este escritor y por la actualidad de muchos de los temas tratados, especialmente de esa actitud de "yo no puedo hacer nada", "esto no va conmigo", denunciada después también por Bertolt Brecht al referirse al ascenso del nazismo ante la pasividad de los ciudadanos.


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CITAS 1. Jean-Paul Sartre: ¿Para que sirve la literatura? Proteo, 1965. 2. Idem, pág. 103. 3. Idem, pág. 108. 4. Recuérdese, por ejemplo, el capítulo de Tiempo de silencio dedicado a describir Madrid, cuyo final no puede ser más significativo: "De este modo podremos llegar a comprender que un hombre es la imagen de una ciudad y una ciudad las vísceras puestas al revés de un hombre, que un hombre encuentra en su ciudad no sólo su determinación como persona y su razón de ser, sino también los impedimentos múltiples y los obstáculos invencibles que le impiden llegar a ser, que un hombre y una ciudad tienen relaciones que no se explican por las p ersonas a las que el hombre ama, ni por las personas a las que el hombre- hace sufrir, ni por las personas a las que el hombre explota ajetreadas a su alrededor ... ". 5. Raymond Williams: 5010s en la ciudad. La novela inglesa de Dickens a D. H. Lawrence. Debate, pág. 52 6. Obviamente me refiero a las primeras ediciones o entregas en revistas o periódicos. 7. Si de los folletos de Dickens se vendían, nada más salir, un promedio de 35.000 ejemplares, creo que, teniendo en cuenta las lecturas públicas y los préstamos personales o bibliotecarios, habría que multiplicar al menos por diez esta cifra para acercarnos a los receptores de la primera entrega de cada número. 8. Téngase en cuenta que bajo esta denominación se insertan obras de diferente intencionalidad y virtudes literarias. En realidad la palabra folletín -folleto pequeño- remite más al canal de distribución -la prensa periódica- que a su contenido o técnica narrativa, si bien el éxito alcanzado por las novelas por entregas hace que asociemos el folletín a este género y no a otros escritos folletinescos como artículos políticos, científicos, etc. 9. Véase Jesús Felipe Martínez (ed.): Novela corta romántica. RD editores. 10. Arnold Hauser: Historia social de la literatura y el arte. Deb a te, págs. 372, 373. 11. Vladimir Nabokov: Curso de literatura europea. RBA libros, pág. 111 Y ss. 12. Véase Jesús Felipe Martínez: Cuentos de protagonista infantil. Akal. 13. Recuérdese la afirmación popular de que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.

14. Con estos fines de denuncia de la injusticia -en este caso de la dictadura franquista- en los años 50 y 60 del siglo pasado aparecerán numerosos relatos protagonizados por niños d e Miguel Delibes, Ana María Matute, Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos, Antonio Martínez Menchén ... 15. Obsérvese que, cruel paradoja verbat la palabra proletario es derivada de prole, por cuanto estas personas, además de a sí mismos, no tenían más bienes que sus hijos. Lo cual se hacía constar en el censo correspondiente. Y como sus hijos tampoco les pertenecían, pues o eran una carga insoportable o una mano de obra más barata para el patrón, realmente no tenían más que perder que sus cadenas. 16. Recordemos que este es el primer empleo que proponen á Oliver Twist. 17. En la España de posguerra volvieron a ser numerosos los hospicianos debido a la muerte por la guerra y más aún a la feroz represión franquista que siguió a la contienda . Recuérdese que uno de los relatos emblemáticos de mediados del siglo pasado -Cabeza rapada- está protagonizado por un hospiciano. 18. "A Walk in a Workhouse", publicado en su periódico Household Words el 25 de mayo de 1850. 19. Chesterton, gran admirador de otras obras de Dickens, decía de ésta que era "una novela de viejo estilo, un tanto incoherente y desmañada, y cuyo protagonista principal es lo que en jerga teatral denominan un palo". 20. En el prefacio a la primera edición Dickens afirma: "de todos mis libros, es te es el que más me gusta", y luego: "como muchos padres, tengo un hijo preferido, un hijo que es mi debilidad; es te hijo se llama David Copperfield". 21. Pío Baraja era un gran admirador de Dickens. Véase Lourdes Lecuona: "La novela de los bajos fondos: Baraja y Dickens" . Eguzkilore, n° 4. Diciembre 1991. 22. La importancia de esta "nueva existencia" del iniciando, el abandono de la niñez en el relato maravilloso, ha sido estudiada por Propp en Las raíces históricas del cuento. Reminiscencias de este rito encOl1tramos también en la cabezada que da el ciego a Lázaro en el toro, y "paresciome que en aquel instante desperté de la simpleza en que como niño dormido estaba". 23. Hard times ha sido traducida también como Tiempos duros. Yo hubiera preferido Tiempos

recios . 24. Dickens es el primero en referirse a los obreros como hands, expresión que traduciremos al castellano como "mano de obra".

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Vi un espíritu poderoso que recorría el mundo sin descanso ni espera. Omnipresente, omnipotente, incapaz de súplica de ninguna clase de hombres podía llegar jamás a su sentimiento de inexorabilidad. Una sola vez se dejaba ver de todas las criaturas nacidas en el mundo; fuera de ese momento era invisible. No había ser vivo hacia el que no volviese una vez su cara velada, y ese instante mareaba el final de aquel ser. Cruzaba por el bosque, y el árbol lozano en el que ponía la vista se secaba totalmente; cruzaba por el jardín , y morían las hojas y se agostaban las flo-

res; cruzaba por el aire, y las águilas sentían aflojarse sus alas y caían; cruzaba por el mar, y los monstruos de los abismos salían a flor, como grandes barcos zozobrados que van al garete. Miraba a las pupilas de los leones en sus cubiles y quedaban reducidos a polvo; su sombra se proyectaba sobre los rostros de los niños dormidos, y estos ya no volvían a despertarse. Tenía marcado su rostro; realizaba de un modo inexorable ese trabajo que tenía marcado; ni se daba demasiada prisa ni se retrasaba, y seguía inconmovible su camino sin acudir a la lIama-


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da. Algunos que lo habían visto acercarse le suplicaban que torciese su ruta; el espíritu volvía hacia ellos su cara, y aún no habían acabado la súplica cuando estaban mudos. Cruzaba por en medio de los salones de los palacios, llenos de luces y de músicas, de cuadros, diamantes, oro y plata; pasaba por delante de los concurrentes de cara arrugada y de cabellos blancos, sin hacer caso de ellos; clavaba sus ojos en los de la alegre desposada; y estos se desvanecían. Se dejaba ver del niño que la viejecita tenía sobre su regazo, y dejaba a la viejecita gimiendo junto al fuego. Fuese quien veía su cara un rey, un bracero del campo, una reina, una modistilla, sus manos quedaban paralíticas, ya empuñasen el cetro, ya empuñasen el arado, o aunque fuesen demasiado pequeñas y sin nervio para poder empuñar nada: el espíritu no hacía jamás alto en la tarea que tenía marcada, y tarde o temprano, volvía su cara imparcial hacia todos. Yo vi a un ministro de Estado, que estaba en su despacho particular; de todo el país sobre el que se extendía su autoridad se alzaba en torno del ministro, subiendo hacia el eterno fii"mamento, un aullido sordo y triste de ignorancia. Era como un murmullo frenético, inexplicable, confuso, pero lleno de amenazas; los corazones de todos cuantos lo oían se estremecían dentro del pecho, aunque eran pocos los que lo oían. Tan sólo en la ciudad en que este ministro de Estado se encontraba, vi treinta mil niños acosados, azotados, encarcelados; pero no educados; por dentro y por fuera tenían tan poco de seres humanos que bien pudieran haber sido amamantados por un lobo o por un oso; todos ellos unían su grito al doloroso grito general. El espíritu cruzaba también

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entre ellos, al igual que entre todas las categorías y rangos de los seres mortales de todas las partes del mundo; y los niños se morían por millares, en su estado de animalidad, con todos los dones de Dios pervertidos ya en sus corazones o arrancados de ellos. El ministro de Estado, cuyo corazón se sentía traspasado por aquellas voces tan terribles que subían noche y día al cielo, a pesar de lo muy débiles que llegaban hasta él, se dirigió a todos los sacerdotes y maestros de todas las sectas y escuelas, y les dijo tembloroso: -i Escuchad ese grito espantoso! ¿Qué haremos para acallarlo? Uno de los que le contestaron le dijo: -i Enséñales esto! Otro.- i Enséñales aquello! Otro más:-iNi esto ni aquello; enséñales esto otro! El siguiente se peleó con los tres anteriores; otros veinte más se pelearon con los cuatro primeros, y con no menor saña se pelearon entre sí. Las voces no se acallaron con eso, y siguieron escuchándose noche y día; y entre tanto, el espíritu que no descansa jamás en su tarea seguía presentándose a aquellos millares de niños, igual que al resto del género humano; y seguían muriendo en aquella su condición de brutos. ,Una voz cuchicheó al oído del ministro de Estado: -Enmiéndalo . por ti mismo. iAtrévete! Acalla esas voces o pierde honrosamente el poder en el empeño. Ningún grano de buena semilla que siembres se perderá. Tú lo sabes bien. iSé valeroso y cumple con tu deber! El ministro se encogió de hombros y contestó: -Es una desgracia muy grande ... , pero durará mientras yo viva- y apartó de sí el asunt9-;


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Entonces la voz susurró al oído de los sacerdotes y de los maestros, y fue diciendo a cada uno: -En el fondo de tu alma sabes que existen cosas nobles que enseñar y en las que concue rdan todos los hombres. iEnséñaselas y acalla ese grito! A lo que cada uno de ellos contestó de idéntica manera: "Es una gran desgracia, pero du rará tanto como yo". y apartó de sí el asunto. Vi una atmósfera emponzoñada y en la que la vida descaecía. Vi a la enfermedad , ataviada con todos sus arreos hediondos y formas espantables, triunfar en todos los caminos, callejuelas, patios, calles míseras y pobres UNA EDUCACiÓN INCOMPLETA habitaciones; en todos cuantos ¡Cómo! iTiratando en mitad de agosto! ¿Cómo es posible? lugares se congregan los seres Oh, señor, es que sólo se nos ha enseñado a pedir en invierno humanos, y sobre todo en las poblaciones más orgullosas y más envaneCidas. Vi verdaderas exterior alguna partícula de su enfermee innumerables multitudes condenadas a dad infecciosa, cargada con un pesado la oscuridad , a la pestilencia, a la obscecastigo del crimen general. Muchas eran las personas que miranidad , a la miseria y a una muerte temprana. A dondequiera que volví los ojos vi ban atentas y alarmadas y veían tam bién esas cosas. Todas iban bien vestilos astutos preparativos que se hacían das y tenían monederos en sus bolsipara borrar la imagen del Creador desde llos; todas eran instruidas, rebosantes el momento de su aparición en la Tierra, de amabilidad y amaban la compasión . a fin de estampar encima de ella la imaTodas se decían unas a otras: "Esto es gen del demonio. Vi salir de esos malohorrible y no debe ser!". Y se manifestó lientes y pestíferos antros las consecuenentre ellas una gran actividad para cias vengadoras de semejante pecado y corregirlo. Pero se vieron obstaculizaque penetraban hasta en los más altos dos por una pequeña multitud de locos lugares. Vi a los ricos heridos en su fortabull iciosos y bellacos harapientos que leza, a sus hijos amados debilitarse y hacían su agosto con aq uellos horrores ; agostarse, a sus hijos e hijas casaderos y entre desvergüenzas y desórdenes, perecer en la aurora de la vida. Vi que ni chocarrerfas, miseria y muerte, rechauno solo de los desdichados que morían zaron a los espectadores buenos, que envenenados por las ponzoñas que resno tardaron en retirarse , manteniéndose piraban en sus profundas bodegas dejaapartados de todo. ba de contribuir a que se escapase al

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Entonces la voz susurró al oído de estos espectadores buenos: "iA poner remedio al mal, aunque haya que pasar por encima de esos sujetos!". Pero todos ellos se encogieron tristemente de hombros y contestaron: "Es una gran desgracia .. ., pero durará mientras yo viva". Y dejaron de ocuparse del asunto. Vi una gran biblioteca de leyes y de procedimientos judiciales tan complicados, costosos e ininteligibles, que, a pesar de unirse un gran número el abogados en una impostura pública, declarándolas estupendamente justas e imparciales, era raro que los hombres honrados que había entre ellos no diesen, particularmente al amigo que iba a consultarles, una contestacióri como esta: -Es preferible que aguantes la estafa o la ofensa, antes de buscar a tientas la manera de enmendarla entre los mil recovecos y extrañas posibilidades que tiene el sistema. Vi una parte del sistema que, por llamarse algo, se llamaba Justicia, y equivalía a la ruina para los pleiteantes, para sus bienes, a un escudo para los delincuentes que tenían dinero, y a un potro de tortura para las personas de bien que no lo tenían; era un apodo para dar largas , una lenta agonía del alma, la desesperación, el empobrecimiento, la t rapacería, la confusión, la injusticia intolerable. Y como parte destacada, vi a los presos consumirse en presidio; a los locos soltando desatinos en los hospitales; a los suicidas con crónicas en las historias del año; a los huérfanos, despojados de su herencia, y a los niños, a quienes se entregaba lo que les pertenecía cuando ya tenían el pelo blanco (si , al fin , se les entregaba). Algunos hombres de leyes y jurisconsultos se reunieron y se dijeron unos a

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otros: "En cualquiera de estos tribunales de derecho hay ante nuestros ojos, en estos momentos, años de tan negras perspectivas. Debemos cambiar estas cosas". Se alzó inmediatamente una multitud de otras gentes: secretarios, rábulas, chupatintas, leguleyos y qué sé yo cuántos tipos más, y a manera de respuesta se pusieron a cantar el "Domina, Bretaña", el "Dios guarde a la Reina", discurseando floridamente, profiriendo motes ofensivos, pidiendo que se nombrasen comités, comisiones , delegados y otra serie de espantajos y acabando por sacar fuera de sí del susto a los innovadores. Cuando estos últimos retrocedían, una voz les susurró al oído: "Si existe una sinrazón que sea conocida de todos, es esta. iAdelante! iCorregidla!". Todos ellos se metieron tristemente las manos en los bolsillos y contestaron: "Desde luego, es una gran sinrazón; pero durará tanto como yo". Y así hicieron a un lado aquella preocupación. El espíritu, con el rostro velado, f1amó a presencia suya a todas aquellas personas que habían hablado de durar tanto como ellos y les dijo, empezando por el ministro de Estado: -¿Cuánto crees que va a durar tu vida? El ministro de Estado contestó: -Los miembros, de mi antigua familia han vivido siempre largos años. Mi padre murió de ochenta y cuatro y mi abuelo de noventa y dos. Sufrimos de gota, pero la sobrellevamos (lo mismo que los honores) muchos años. -¿ y vosotros?-preguntó el espíritu a los sacerdotes y predicadores-o ¿Cuánto creéis que vais a vivir? Muchos contestaron que eran fuertes y que creían pasarían de los setenta; otros eran hijos de antiguos benefi-


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ciados que habían sobrevivido a los jóvenes que esperaban sucederlos. Otros podían lo mismo vivir muchos que pocos años, no tenían base para hacer cálculos, aunque todos ellos creían que vivirían muchos. Lo mismo ocurrió a los espectadores bien vestidos; y a los abogados y jurisconsultos. -Creo comprender, por lb que acabáis de decir, que cada persona tiene marcada su hora -dijo el espíritu. -Sí -exclamaron todos a una. -En efecto -dijo el espíritu-, y esa hora se extiende a toda la eternidad. Todo aquel que es consentidor de una injusticia o una sinrazón y se consuela con la villana consideración de que durará mientras él viva, soportará la parte que le corresponde en el daño causado por toda la eternidad. Y comprenderá claramente

que esto es así cuando llegue el momento de que él y yo nos veamos las caras. iTan seguro como que soy la Muerte! y se marchó; y conforme avanzaba volvía el rostro a derecha e izquierda, atento a su incesante tarea, dejando agotadas las vidas de todos aquellos a quienes miraba. y entonces una voz susurró al oído de muchos de aquellos temblorosos oyentes: -Antes de quitaros una carga de encima, hombres malvados y ego ístas, para quedares a vuestras anchas , cuidad de que lo que ha de durar tanto como vosotros sea una cosa justa como para que dure para siempre. (Publicado en Palabras del Hogar)



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Charles Dickens. El escritor de los pobres JUAN ÁNGEL JURISTO

Las efemérides literarias se diferencian de las artísticas, entre otras cosas, en que son más baratas. Eso lleva a que las instituciones se muestren favorables a apoyar el aniversario de cualquier escritor o de una obra literaria de trascendencia, porque no de trata más que de eso, y, de paso, recoger los ralos beneficios, si se producen, de tal apoyo con apenas esfuerzo de su parte. Con el arte las cuentas son más serias porque la inversión es mayor. También los beneficios resultantes. De ahí el ahínco y el celo que muestran en casos de artistas plásticos, y ello sin que tengamos en cuenta el ahorro en publicidad, ya que el espectáculo es, en sí mismo, un anuncio publicitario, y en este sentido el arte es impagable. La literatura, patito feo del festín cultural, tiene que

conformarse con los resultados de su lugar en el mundo, de su discreción, de habitar entre las conciencias y no en el salón de un museo. Aun así hay excepciones. Charles Dickens amenaza con ser uno de esos nombres este año en que se cumple el bicentenario de su nacimiento, un autor que viene que ni para el pelo en estos momentos de crisis, un autor en que las instituciones culturales se han fijado con especial delectación: habrá una magna exposición cinematográfica promovida por la sociedad Dickens 12, Dickens on the Screen, en Londres, en el Instituto de Cine Británico, que tendrá lugar entre enero y marzo; la publicación de dos biografías, una de Claire Tomalin y otra de Michael Slater, que vienen a completar la ya clásica de Peter Ackroyd,


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Charles Dickens. El escritor de los pobres

y la conmemoración en forma de la emisión de una medalla con la efigie del autor de Tiempos difíciles enmarcada con las siluetas de los nombres de sus obras más populares, David Copperfield y Canción de Navidad. Todo esto en el año en que se festejan los Juegos Olímpicos y el Jubileo de Diamantes de la Reina Isabel, 60 años ejerciendo la Corona en un país que no es ni sombra de lo que fue pero que, quizá por eso mismo, se fascina con la pompa simbólica de un pasado cada días más vaporoso. Estas tres efemérides cubren prácticamente el año 2012, un año que se presume aciago en el Reino Unido y la Europa del euro. El pan y circo mediático está asegurado. También el lado más social del asunto. Y aquí Dickens se muestra idóneo. Como en otros tiempos. Y de ello se han dado cuenta los periódicos, tan afectos al modo de operar del autor de Historia de dos ciudades, no olvidemos que él fue quien fundó el Daily News, abriendo con noticias relacionadas con Dickens desde diciembre del pasado año en sus portadas. Así, el top ten de los personajes de sus novelas que ha organizado The Telegraph, así la inteligente sección abierta por este diario en que un autor o un crítico reconocido del Reino Unido escribe todos los días sobre su personaje favorito de entre toda la obra dickensiana. De la extensa gama de personajes cabría decir que va ya para dos meses que la sección se ha abierto y no parece que tenga trazas de acabar. Porque habría que decir que no hay en la literatura inglesa un autor que haya creado unos personajes tan vívidos como Dickens. Un análisis que se nos antoja dudoso lo achacaría a una mezcla sabia, idónea, de lo caricaturesco con la exposición medida de caracteres morales. Creo que hay algo más. Desde luego el genio, pero también una empatía con el lado

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más cómico y piadoso de la condición humana. La clave radica en esto, pero el saberlo no agota el misterio. Antes bien hace que nos produzca sorpresa por su rareza ya que hay pocos escritores en nuestra cultura occidental que hayan tenido ese don. Uno de ellos fue Cervantes, pero el malentendido respecto al Quijote, Vladimir Nabokov fue su más ilustre representante en el siglo XX, ha hecho que esta novela fuera vista por algunos como provista de una crueldad a todas luces inexistente. Esta línea que entronca a los dos autores, al fin y al cabo Los papeles póstumos del Club Picwick es una obra influida por el legado cervantino, hace que los personajes de uno u otro sean tan vívidos, y hasta tal punto que tienen la facultad de haberse despegado de sus propios autores para siempre. Solo que el número de personajes de las novelas de Dickens es abrumador, como todas las del siglo XIX, se calcula que los personajes inventados por Balzac alcanzan los 10.000, y ello acrecienta la sensación de que estos autores, un Dickens, un Balzac, un Galdós, han creado el mundo otra vez, de nuevo. Lo han recreado. Esos personajes, además, representan a la sociedad múltiple, variada, de su tiempo hasta tal punto que Carlos Marx aconsejaba la lectura de Dickens o Balzac como la manera más segura de que alguien se enterara de los verdaderos problemas que acuciaban a la sociedad británica y a la Francia de la Restauración. Esa visión global es un privilegio otorgado a unos creadores que vivieron el nacimiento de la sociedad industrial y el periodismo, el incipiente surgir de las masas y las convulsiones políticas en un arco que se despliega en el nacimiento de múltiples naciones, el de la expansión imperial, en la lucha social y la especulación financiera a ultranza. N o se volverá a producir jamás. Después de Shakespeare, y si deja-


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Juan Ángel Juristo

mas atrás a Milton, más citado que leído, el autor más popular de Gran Bretaña es Charles Dickens. De eso no cabe la menor duda, y las obras de este autor están tan incrustadas ya en el imaginario de los británicos que bien puede decirse que el paisaje y el paisanaje del siglo XIX están conformados en buena medida por las novelas de este autor, dentro y fuera del Reino Unido. Es la expresión cabal de la sociedad victoriana, de la Inglaterra del Imperio y de la Revolución Industrial, corno Balzac lo es de la Francia de la Restauración y Galdós de la España entera del XIX. Raro privilegio concedido a los autores de los inicios de la novela burguesa y del que no hay novelista posterior que no suspire, aunque sepa que sea imposible, porque ese esta tus le sea concedido, aun sea en raras ocasiones. Tal es el poder de fascinación que aquellos novelistas ejercieron en su tiempo y todavía hoy ejercen. El secreto de tamaña poción suele desvelarse apelando a la época del periodismo, a la burguesía corno clase rectora y consumidora de novelas ... , cosas ciertas por obvias, pero que no agotan el privilegio otorgado a ciertos nombres. Quizá el mejor biógrafo de Dickens haya sido Chesterton. Yo, desde luego, no conozco una semblanza más sutil, inteligente y llena de pasión sobre el inventor del Club Pickwick que la que realizó el escritor georgiano de su colega victoriano. Chesterton alegaba que la empatía simbólica de Dickens le venía porque nadie corno él había entendido el imaginario de un pueblo corno el británico y le había dado una expresión literaria justa y genial. Y tan cierta es esta aseveración que la impronta dejada por este autor, del que el 7 de febrero se cumplido el bicentenario de su nacimiento, sigue siendo la de visualizar una condición, un paisaje, cosa que ni a Shakespeare le ha sido otor-

gado tamaño privilegio, ya que cualquier británico de ahora no se identifica emocionalmente con la época isabelina y sí aún con las brumas, con la miseria y el desamparo de los personajes dickensianos. También con su querencia arcádica, tan semejante al carácter anglosajón, corno la Alicia inventada por Lewis Carroll y el Peter Pan de James Barrie. Dickens, por eso mismo, es un autor actual, idóneo para una época de crisis, para una época de tiempos difíciles, una época que se quiere mirar ahora en la liberal victoriana, que él fustigó con medida condescendencia y de la que sacó conclusiones terribles, prefigurando algunas escenas dignas de Kafka: Casa desolada es su obra más ajustada a esa pesadilla tan propia del siglo XX. No deja de ser irónico que sea en el siglo XXI cuando nuestros ojos retornen a la brutalidad económica del siglo de Marx y Dickens. Premonitorio. El mundo también se ha apuntado al carro del bicentenario. Al fin Y al cabo no lleva aparejado esfuerzo alguno. En España, por ejemplo, estarnos haciendo lo que acostumbrarnos hacer en estos casos: volver a publicar en ediciones bonitas los títulos más populares del autor, algunas en nuevas traducciones, corno sucedió con Tolstoi el año pasado, y poco más, aparte de los consabidos artículos en la prensa. En otros países, corno en Estados Unidos, se lo han tornado con más pasión. En Nueva York, por ejemplo, habrá una exposición de cartas y manuscritos de Dickens en la Biblioteca Museo Margan. En México, el Instituto Nacional de Bellas Artes prepara ciclos de conferencias. Charles Dickens ha dado el pistoletazo de salida. En verano festejaremos los aniversarios de Jean Jacques Rousseau y de William Faulkner. Efemérides para tiempos de crisis.

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La novela de los bajos fondos: Baroja yDickens* DRA.

LOURDES LECUONA

San Sebastián

Entre las características de la novela barojiana, hay dos especialmente importantes que me interesa señalar aquí al comienzo de esta exposición. La primera es que la novela de Pío Baroja arranca de la vida misma y de la experiencia que de ella tiene el escritor.

* Fragmentos

del texto publicado en Eguzkilore, Cuaderno del Instituto Vasco de Criminología. San Sebastián, n. o 4 Extraordinario. Diciembre, 1991.

La segunda característica es la dimensión ética de la novela barojiana. Baroja es en el fondo un moralista, aunque su moral sea una moral agresivamente anticonvencional, anarquizante y que raya a veces en el nihilismo. Estas dos notas esenciales -representación de la realidad y dimensión ética- diseñan el marco en que se inscribe el tema de mi intervención la novela de los bajos fondos .


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Lourdes Lecuona

Además, hay una importante referencia en el tratamiento que aquí voy a hacer de la novela barojiana de los bajos fondos, y es la del novelista británico Charles Dickens, por el que Pío Baroja siente una declarada y profunda admiración, al que, según algunos críticos, imita, y con el que tiene indudables analogías. Y una de las más importantes, sin duda, es precisamente el acercamiento a los bajos fondos: los madrileños de finales del siglo XIX en Baroja, los londinenses de la época victoriana en Dickens, para llevar los con toda crudeza a su obra literaria y tratarlos novelescamente con una clara voluntad ética y moral.

El nivel más visible, por ser el más externo, de analogías entre Oliver Twist y La lucha por la vida es el de los contenidos. En ambos textos, tanto Dickens como Baroja se interesan por el mundo de la marginación y de la miseria, de la delincuencia ·y el crimen. Pero digamos ya desde ahora que en los dos escritores la voluntad de llevar a sus universos novelescos esos bajos fondos de Londres y de Madrid es no solo estética, sino también ética. Hay que subrayar aquí la común actitud ética y moral ante la escritura y la novela de Charles Dickens y Pío Baroja. Y pensamos que quizá una de las expresiones más típicas de esa concepción ética de la novela como representación de lo real es, tanto en uno como en otro escritor, el tratamiento novelesco de esa realidad de miseria y delincuencia donde tan claramente se manifiesta la injusticia y la insolidaridad social. y es seguramente aquí donde más clara y decisiva aparece esa inicial sintonía de Pío Baroja, novelista de los bajos fondos madrileños, con Charles Dic-

kens, novelista de los bajos fondos londinenses.

Dickens alude a esas gentes que prefieren que estas miserias no se muestren, como si las cosas dejaran de existir por el simple hecho de ignorarlas. Y frente a los que tratan de relativizar el valor de la denuncia porque algunas situaciones, personajes o reacciones no serían verosímiles, Dickens argumenta que son sencillamente verdaderas, y explicita clara y tajantemente el objetivo de su novela: 1 wished to show, in little Oliver, the principle of God surviving through every adverse circumstance, and triumphing at lasto

Las miserias o injusticias sociales no dejan de existir porque se ignoren. Pero decirlas como Dickens lo hace, construyendo a partir de ello una novela como Oliver Twist, es enfatizar su dolorosa existencia y provocar no ya la compasión, sino la responsabilidad de la sociedad. También Baroja, en 1903, comienza su novela con una introducción, que es eliminada en la versión posterior. En ella el autor, con una actitud claramente irónioca y desde una ficticia perspectiva autobiográfica, explica cómo llega a la literatura -siempre será más fácil, le ha dicho su padre, hacer una mala novela que una mala cerradura- y cómo se le ha ocurrido y con qué técnica escribir la novela que presenta. Todo el tratamiento, como ya hemos dicho, es profundamente irónico y no hay, a diferencia de Dickens, voluntad de justificar desde una perspectiva más o menos ética, la razón de ser de la

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La novela de los baj os fondos

novela o el objetivo de su escritura. Sin embargo, tanto Oliver Twist como La lucha por la vida -más las dos primeras novelas que la tercera- se presentan como representación directa de lo real, como imagen fiel y casi documental de un espacio social y un tiempo histórico muy concretos y que son, al menos en sus elementos sustanciales, fáciles de idéntificar. Oliver Twist es la típica novela cuyos contenidos expresan directamente el tiempo histórico en el que fue escrita. El año mismo de publicación de la novela comienza el largo reinado de la Reina Victoria, uno de los períodos en que Gran Bretaña vive una de las mayores transformaciones sociales de su historia. La nación en general alca~a un alto grado de prosperidad y de grandeza, pero tras esta vistosa y aparente fachada, se encuentran importantes espacios de pobreza, de miseria y de crimen. Entre ricos y pobres -las upper y lower claseshay un profundo abismo. Pero hay también una creciente conciencia de los abusos y de las injusticias sociales y como resultado de ello la propuesta de medios legales para hacer frente a las necesidades. Así nacen las Poor Laws, o leyes de asistencia pública, y la constitución de las workhouses o asilos para todo tipo de personas desamparadas.

Los estudiosos de Dickens discuten si lo que el escritor criticaba era la legislación antigua o la nueva. La respuesta está seguramente en lo que señala K. J. Fielding cuando apunta que en realidad el verdadero objeto de los ataques es el espíritu que subyace a estas instituciones y que de hecho permanece inalterable con la nueva ley.

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Efectivamente, el capítulo TI, que trata "of Oliver Twist's Growth, Education and Board" puede servir de ejemplo de ese ataque que, utilizando como recurso retórico una cruel ironía, se hace a la filosofía que sostiene de hecho la vida y el funcionamiento de estas instituciones, en la conversación que mantienen los guardianes a propósito de la comida. Cuando Oliver, con su ingenuidad de niño, pide repetir el plato de comida, Mr. Limbkins, con hipócrita extrañeza, comenta: That boy will be hung [ ... ]. 1 know that boy will be hung.

En realidad, hay una especie de velado malthusianismo en la despiadada actitud de los que dirigen el asilo. Es evidente que Dickens, que con Pickwick , su primera novela, se ha hecho una considerable masa de lectores incondicionales, quiere con esta segunda ofrecerles un nuevo motivo de entretetenimiento; pero al mismo tiempo, pretende también enfrentar a su público lector con ese mundo real de pobreza y de miseria, denunciando al mismo tiempo no solo la insuficiencia sino sobre todo la inhumanidad de las instituciones de beneficiencia. Por lo que se refiere a Baroja y su trilogía La lucha por la vida, digamos que el tema central de estas novelas es algo que preocupó al novelista y que se manifiesta en algunos textos con anterioridad a la trilogía. Así, por ejemplo, en un artículo que lleva por título "Golfos", hace una especie de retrato del golfo y de sus variedades que luego pasará a la práctica de la ficción en La busca. Aquí vemos ya al golfo oscilando peligrosamente entre la marginación y la integración social, trayectoria que en la trilogía será ejemplarmente encarnada por Manuel.


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Lourdes Lecuona

Dos años después Baroja sistematiza de algún modo sus ideas sobre la golfería y pretende dar a su tratamiento un tono científico en un trabajo que con el título "Patología del golfo" publica en la Revista Nueva. Joan Estruch ha señalado, en la concepción barojiana del golfo, la influencia de la filosofía de Nietzsche, "que consideraba al delincuente como un rebelde incapaz de someterse a las normas de una sociedad mediocre e hipócrita" . El golfo para Baroja no es un producto exclusivo de las clases bajas, sino que se da como una especie de "detritus de las distintas clases sociales" . Y lo retrata como un hombre desligado por una causa cualquiera de su clase, sin las ideas ni las preocupaciones de esta, con una filosofía propia, que es, generalmente, negación de toda moral. (Ob. cit., V, 56).

y el escritor remata el comentario sentenciando: "partidario de Nietzsche sin saberlo".

Se trata, pues de dos mundos, el londinense y el madrileño de los bajos fon-

dos, cargados de analogías y correspondencias, salvando naturalmente la distancia espacial y temporal entre ambos, y que los dos novelistas llevan a sus universos de ficción con una clara intencionalidad documental y crítica y con una finalidad no menos clara de, más allá de la voluntad estética que como a escritores les corresponde, denunciar desde la razón ética las injusticias de su sociedad y de su tiempo.

Ambos escritores, el inglés en Oliver Twist y el español en La lucha por 1a vida, se comportan como testigos lúcidos y críticos de las realidades más míseras de su país y de su tiempo.

Dentro de ese mundo de los bajos fondos com~n a Dickens y a Baroja, es posible concretar' más las semejanzas entre ambos autores, en la crítica especialmente dura que tanto el británico como el español hacen de dos instituciones muy presentes en ese mundo de miseria y delincuencia como son los organismos de beneficiencia pública y el aparato de la justicia.

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Jean Jacques Rousseau por Maurice QuentĂ­n de Latour


Rousseau - La mujer

ROGELIO BLANCO MARTÍNEZ

Para conocer el presente es necesario recorrer y recordar los tiempos pasados. Para entender la ontogenia del hombre se precisa atender a la filo genia. No obstante existen momentos señeros en la historia de los pueblos. Momentos que no son universales pero que pueden adquirir cierta extensión geográfica o demográfica. Un momento clave para España y sus dominios fue el siglo XVIII. Un periodo en el que el valor del pensamiento y la creencia en la fortaleza de la razón adquiere el culmen. Se aviva y navega por rutas desconocidas del saber. Además los logros se procuran difundir en prensa, conferencias, salones, etc. Acción que podría llevar a afirmar que este movimiento fuera de masas y más bien lo es de círculos. Es un siglo que con frecuencia se nos presenta impaciente y "febril" en ideas y "fabril" en acciones. Es el "Siglo de las Luces", de la Ilustración. La representación o modelo paradigmático del periodo bien pudiera ser La enciclopedia, diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios, dirigida por Diderot y D ' Alembert, editada entre 1751 y 1764. Obra francesa en la que colaboran los escritores relevantes del momento: Voltaire, Montesquieu, Helvecio, Holbach, etc., y Rousseau. El objetivo era recoger todos los conocimientos, exaltar la razón, difundir los logros humanos y combatir el fanatismo y las supersticiones.

Este periodo europeo, en su espacio y singular en cada país, denominado también "lluminisrp.o", tuvo su mayor fortaleza en Inglaterra, Alemania y Francia. En el último país se le suele encuadrar desde el año 1721, fecha de publicación de Las cartas persas de Montesquieu, y 1779, año de edición de El sistema de la naturaleza de Holbach. En el caso de Francia el colectivo de ilustrados es extremo e influyente; cada racionalista posee su singularidad, si bien todos coinciden en reconocer la autonomía de la razón. Una línea que en Occidente arranca con los griegos y que con mayor o menor utilidad, por ejemplo en el Renacimiento, siempre ha estado latente o presente. Por lo tanto, la creencia en la fortaleza de la razón posee un gran recorrido (filogenia). Se explicitó en el XVIII (ontogenia) generando controversias. Es el "siglo filosófico", el siglo de les philosophes l • " Para les philosophes y el resto de los ilustrados, la razón es la fuente y guía del conocimiento. Los contenidos están ahi, en la naturaleza, a través de esta deben lograrse. Nec Cato nec Plato solum mihi ratio magistra esto Los dogmas, la tradición, por sí solos no eran actitudes suficientes. Es necesario actuar con la fuerza y la luz de la razón; mas para que esta sea posible es precisa la libertad y la confianza en las fortalezas del hombre. Esta necesidad se corresponde con la defensa de la autono-


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Rousseau - La mujer

DIS'COURS SUR L'OIl 10 lNE ET LES FO~DSM)m$ DE L'INEO¿LlTC ~AIlMI LES BOA/MES• •

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mía de la razón y el optimismo en un futuro mejor, ley de progreso. A la firmeza de estas ideas se unió la defensa de la tolerancia y la necesidad de difundir los conocimientos (difusión y educación), así como dar utilidad y servicio para el hombre. **********

Dentro de este contexto general, en cada país la ilustración tuvo sus connotaciones, de igual modo que cada ilustrado relevante su singularidad. Un caso destacado fue J.J. Rousseau (1712-1778). Nace en Ginebra dentro de una familia modesta y protestante, su infancia y juventud las vive como hospiciano y marginado. Mora en París en dependencias humillantes. Estas circunstancias condicionan sobremanera al portador de una personalidad emotiva y egocéntrica. Colabora con la Enciclopedia y conoce a los Voltaire y Diderot. Sus teorías y escritos pronto llaman la atención y causan polémica.

Ciertamente su modus vivendi y sus planteamientos no pasan desapercibidos. Reflexiona sobre la igualdad/ desigualdad en su Discurso sobre el origen de la desigualdad de los hombres, obra que defiende que los seres humanos son iguales en origen, por lo tanto, en el estado natural la bondad está presente; será, pues, el estado social el que perturbe la bonhomía natural, un espacio en el que la tendencia al bien ya la felicidad son natos. En las obras Emilio y El contrato social teoriza sobre las causas de esa perturbación y sobre cómo proceder en la práctica para que la igualdad y la libertad puedan estar presentes, aunque bajo las leyes que contractualmente se da al pueblo cuando ejerce la soberanía. **********

Mas, en este espacio y tras estas afirmaciones sobre la ilustración y sobre Rousseau, el objetivo es centramos en la figura de la mujer en los planteamientos


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Rogelio Blanco Martínez

rousseaunianos. Las teorías de los ilustrados eran generalistas sobre la naturaleza humana pero solían especificarse cuando las referencias eran al pueblo llano o el sexo femenino. El pueblo, por ejemplo, para Vo1taire era "la canalla", la educación o las consideraciones que Rousseau fija para la mujer (Sofía) difieren de las diseñadas para el hombre (Emilio). En El contrato social consagra la libertad y la igualdad para todos los seres humanos. Consagración que deviene y se valida en la naturaleza, pues nos iguala a todos, un hecho natural que la historia se encarga de desbaratar. Y, según 10 expuesto, las diferencias entre sexos, por ende, son un constructo social, no un hecho biológico. Esta lógica de igualdad se rompe a la hora de verter contenidos sobre la mujer y el hombre en gran número de ilustrados. La resistencia es mayor en el caso del ginebrino. Rousseau no asume la igualdad entre sexos. La mayor parte de las ideas rouseaunianas sobre la mujer se vierten en El Emilio o de la educación, obra impactante en su momento. El sistemático y mecánico en sus hábitos E. Kant suspendió su paseo diario para leer de una vez El Emilio. Obra que Goethe calificó como "el evangelio de la educación". A la vez generó una línea de influencia e impactó en los teóricos de la pedagogía europea: Decro1y, Pesta10zzi, Herbart, Montesori, Froebe1, Piaget, etc. J,J. Rousseau afirma en sus Confesiones que Emilio es su mejor obra. Inicia su escritura en 1758, y le motiva la tutela que le solicita Mme. de Chenouceaux para con sus hijos. Consta de cinco libros. Será el quinto el que trata de la educación de la mujer (Sofía), momento pertinente en la ed ucación y madurez en la que Emilio cumple 20 años y es preciso buscarle la compañía ideal. Esta parte, Libro V de Emilio, la subdivide en dos secciones bajo los títulos:

"Sofía o la mujer" y "Acerca de los viajes". En ellas se perfila el modelo de mujer que el preceptor elige para Emilio y se definen los dos modelos de sujetos que se pretenden como tipo ideal para los nuevos tiempos. Uno, Emilio, tenderá a 10 público tras los deberes políticos y económicos, es el modelo de ciudadano; por el contrario, Sofía debe tender a 10 privado. Rousseau afirma que la única diferencia entre ambos es más que fisiológica (sexual), de ahí que los diferencie, fije las caracterizaciones. En el caso de Sofía, dos caracteres esenciales: la maternidad y la sujeción al esposo. Ciertamente gran parte de los conceptos modernos de la educación nacen en el XVIII basados en que la desigualdad no es un suceso natural sino cultural y que el sexo, más que un hecho biológico, es una construcción social. A través de la educación, el contractualismo y el

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iusnaturalismo inspiran la urgencia de superar desigualdades y convertir a los seres humanos en sujetos y no súbditos. Esta igualdad pretendida en el caso de Rousseau se queda varada. La educación y figura de la mujer queda subordinada al hombre. Y el Libro V refleja ese objetivo: Sofía al servicio de Emilio. Mientras a Emilio se le educa para que sea autónomo, todas las pretensiones para con Sofía son de sumisión y obediencia. El programa para educar a Emilio se articula en pro de lograr el ciudadano perfecto como padre, marido, sujeto, etc.; para Sofía todo se centra en prepararse y convertirse en esposa y madre. Los hombres y mujeres, pues, nacen diferentes para Rousseau, son de naturaleza diferente. A la mujer le deja el goce de la "virtuosa ignorancia" y del "dignificante an')nimato" por ser el "divino apéndice" del varón. Este cúmulo de afirmaciones, lógicamente, la deja fuera o excluida, como pueblo, en el Contrato social; queda como sujeta, tutelada o perfectamente supeditada al varón. ***********

Estas breves ideas expuestas sobre la mujer en Rousseau causaron polémica y atracción. Ciertamente la polémica en tomo a la igualdad/diferencia venía de antiguo, en el racionalismo estuvo presente. En el caso de España, anteriormente, Luis Vives defendió la igualdad de sexos. En Francia, Poulain de Barre, en De la educación de las damas, defiende la importancia de atacar los prejuicios sexistas e invita a la mujer a la tarea de desarrollar pensamiento propio. Con la llegada de la ilustración, y a pesar de la lógica de sus planteamientos, de modo general se sigue dando instrucción femenina orientada a la preparación para el matrimonio. Por razones de "utilidad doméstica" o por razones de diferencias fisiológicas se legitimó

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durante los dos siglos siguientes, XIX y XX, la necesaria "educación de adorno" y "propia del sexo" a la que se dirigía. Volviendo al s. XVIII, hubo pensadores que se unieron al modelo de Poulain de Barre, que postula la igualdad y defiende los mismos contenidos y métodos en la enseñanza y concluye y vindica para la mujer las mismas profesiones y responsabilidades. Contemporánea a Rousseau, en Inglaterra, está Mary Wollstonecraft. En su libro Vindicación de los derechos de la mujer ataca las ideas del ginebrino, sus planteamientos patriarcales y discriminatorios. Critica el planteamiento de Rousseau por ser "antinatural": primero construye los deberes de cada sexo y sobre ellos coloca al pretendido sujeto natural con rasgos tendenciosamente denominados innatos. Mary Wollstonecraft se negará de lleno a aceptar la sujeción y el sometimiento de la mujer al hombre que había defendido Rousseau, ya que, según la autora inglesa, esta sujeción es irracional y antinatural. Así lo expresa la propia autora: si los hombres luchan por su libertad y se les permite juzgar su propia felicidad, ¿no resulta inconsIstente e injusto que subyuguen a las mujeres, aunque crean firmemente que están actuando del modo mejor calculado para proporcionarles felicidad? ¿Quién hizo al hombre el juez exclusivo, si la mujer comparte con él el don de la razón?2 Uno de los pilares de la Vindicación de los derechos de la mujer será el esfuerzo que hace la autora por demostrar, en contra de la opinión de Rousseau y de la mayoría de los ilustrados, que las mujeres estaban dotadas, al igual que el hombre, de una capacidad racional innata e innegable.


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Rogelio Blanco Martínez

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Wollstonecraft se negará a aceptar la división rousseauniana de sexo masculino-esfera pública y sexo femenino-esfera privada. Esta división condenaba a la mujer a la domesticidad. Este debate le sirve a M. Wollstonecraft para introducir el objetivo central de su obra: la educación de las mujeres. Los planteamientos del M. Wollstonecraft, al igual que los de Olympe de Gouges y otras, caso de España en Josefa Amar y Borbón, actúan de acicate en las futuras sufragistas . . Estas reflexiones y compromisos las extiende a los hombres, sobre todo a los pertenecientes a las clases humildes, a quienes, al igual que a la mujer en general, se les discrimina frente a los aristócratas. Este planteamiento recuerda al que posteriormente utiliza Flora Tristán en La unión obrera, donde equipara la emancipación de las mujeres con la de las clases trabajadoras o proletariado, si bien reserva para la mujer la denominación de "proletariado del proletariado" .

**********

Finalmente, y en el caso de España, durante el siglo XVIII, además de a Josefa Amar y Borbón, conviene recordar la posición de Pedro Montengón y Paret (1745-1824) . .

A este ilustrado español se le calificó como el "rousseau español". Las caracterizaciones que hace de los personajes centrales (Eusebio, Leocadia y Eudoxia) en poco se parece a las de Rousseau (Emilio y Sofía) . Centrándonos en los femeninos, que son los que aquí nos ocupan, en poco se aproximan Leocadia y Eudoxia a Sofía 3• Tanto en lo referido a la naturaleza, la sociedad, el intelectualismo, la idea de libertad, la idea de progreso, la educación de los prototipos (Emilio y Eusebio), la sexualidad, la moral y la religión, la educación y sus métodos, la idea de felicidad, etc., las distancias entre el ginebrino y el alicantino son considerables. Concretamente en el modelo de mujer (Sofía versus Eudoxia o Leocadia),


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también se puede afirmar la diferencia. Es tópico y descontextualizado considerar a Rousseau com~ misógino, mas la consideración que tiene de la mujer no es elevada, pues cuestiona hasta su capacidad racional: La razón de las mujeres es una razón práctica, que les hace hallar con mucha facilidad el modo de llegar a un fin conocido. La conducta de la mujer está sujeta a la opinión pública, su querencia está también a la autoridad. Toda doncella debe ser de la religión de su madre y toda casada de la de su marido. Aun cuando fuera falsa esta religión, la docilidad que sujeta la madre y la hija al orden de la naturaleza borra para con Dios el pecado del error. No hallándose en estado de ser jueces por sí mismas, deben admitir la decisión de sus padres y maridos como la de la Iglesia. No pudiendo deducir por sí mismas las reglas de su fe, tampoco pueden las mujeres asignarle por límites los de la evidencia y la razón; pero dejándose llevar de mil impulsos extraños, se quedan siempre más acá o van más allá de la verdad 4 •

Además de la baja capacidad intelectual que Rousseau asigna a las mujeres, tampoco las cualifica poseedoras de mucha moralidad: N unca una persona hermosa y moza despreciará su cuerpo, nunca se afligirá de veras de los enormes pecados que haga cometer su hermosura, nunca llorará con sinceridad ante Dios porque sea objeto de deseos, ni nunca se podrá convencer de que sea invención de Satanás el efecto más d ulce del corazón5 •

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La desconsideración hacia la mujer de Rousseau alcanza cotas de negarle su dignidad: Yo, por mí, querría que una inglesa moza cultivara con tanto esmero los talentos a menos para agradar a su marido como los cultiva una albanesa joven para el serrallo de Ispahan6 •

La reducción conceptual de Rousseau en tomo a la mujer llega a consideraciones límite, como es comparar su conducta con la de un animal. O como es considerar a las taras de los seres humanos como "los defectos de los hombres y los vicios de las mujeres"7. Rousseau exagera insospechadamente las diferencias entre ambos sexos, entre el hombre y la mujer. Los sitúa en planos diferentes tanto desde el punto de vista moral como intelectual y físico. Rousseau afirma que las diferencias físicas influyen en las morales. Dado que el hombre físicamente es más fuerte, moralmente lo será también. 8 A partir de estas diferencias físicas, no duda en descender al detalle, hasta el punto de afirmar, por ejemplo, que la mujer debe recibir una comida diferente a la del hombre. Además de negarles un menú masculino, es crítico frente a los posibles ademanes varoniles, que condena con contundencia.9 Por tanto, la obra perfecta de la naturaleza es el hombre y la tarea de la mujer es ejercer de complemento. El esfuerzo pedagógico es sobre Emilio y la formación que se ejerce sobre Sofía es para que sea esposa de Emilio, su esposa predestinada, un juguete preparado. La mujer es complemento y uso del hombre. Ya que la teleología del hombre Rousseau es el logro de la felicidad, la mujer se \convierte en un complemento necesario para garantizar esta felicidad; de alguna manera el hombre depende de


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Rogelio Blanco Martínez

la mujer, pero como lo importante es el hombre toda la educación de las mujeres debe ser relativa a los hombres. Agradarles, serles útiles, hacerse amar y honrar de ellos, educarlos cuando niños, cuidarlos cuando mayores, aconsejarlos, consolarlos, hacerles grata y suave la vida; estas son las obligaciones de las mujeres en todos tiempos, y esto lo que desde su niñez se les debe enseñarlO

La función de la mujer para Rousseau la describe nuevamente así: Pues os figuráis que una casada adornara sus talentos, y que los consagrase a la diversión de su marido, ¿no aumentaría la felicidad de este? [.. .] Por la ley de la naturaleza, las mujeres, tanto por sí como por sus hijos, están a la merced de los hombres; no basta con ser hermosas, es preciso que agraden; no les basta con ser honestas, es preciso que sean tenidas por tales; su honra se cifra no solo en su conducta, sino en su reputación, y no es posible que la que se aviene a ser reputada infame pueda nunca ser honrada. El hombre, cuando obra bien, solo depende de sí propio y puede arrostrar el juicio del público; pero la mujer, cuando obra bien, solo tiene hecha la mitad de su tarea y no menos le importa lo que de ella piensan, que es lo que es efectivamente. 11

Al mismo tiempo el ginebrino es partidario del internamiento, en lo posible, de la mujer y de su sujeción al hombre: Desde muy temprano debe aprender a padecer hasta las injusticias, y a aguardar sin quejarse los agravios de su marido [...] si la castigan, es dócil y sumisa y se echa de ver que no tanto

proviene su vergüenza del castigo como de su yerro. En una palabra, lleva con paciencia las sinrazones de los demás y repara con gusto las suyas. [ .. .] La mujer fue destinada a ceder al hombre y aun aguantar su injusticia. Nunca reduciréis a los muchachos al mismo puntO.12

En el mismo orden afirma que tal dependencia de la mujer al hombre es por ley natural: Quiere también el orden de la naturaleza que obedezca la mujer al hombre [... ]. Esta desdicha, si lo es para ellas, es imprescindible de su sexo, y nunca se libran de ella, como no sea para padecer otras mayores. 13

La situación de la mujer rouseauniana se aproxima a un modo de vida semiesclavo. El marido es "su dueño para la vida entera". Cuando el marido siente indife-

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Rousseau - La mujer

rencia hacia una mujer, ella es la responsable por no ejercitar sus talentos agradables. La mujer que acepta esta situación es honesta, amable y prudente, ejerce su verdadero destino, el matrimonio, y, a través de él, alcanza su meta: "la felicidad de una doncella honrada consiste en la de hacer un hombre de bien". Sofía, la prometida de Emilio, acepta que está destinada para ser la esposa de "un hombre de mérito".14 **********

Por el contrario, las figuras femeninas de Montengón poseen presencia y protagonismo, se reconoce su importancia y derechos. La sujeción de la mujer al hombre la considera una infamia, de igual modo rechaza la educación femenina como barniz luminoso para el hombre. Niega todo tipo de reduccionismo para la mujer y defiende una educación igual en forma y contenidos. Las desigualdades entre sexos devienen por razones culturales, no son congénitas.

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En resumen, frente a la sujeción de la mujer respecto del hombre, Montengón defiende la libertad. A partir de aquí exige instrucción y preparación para que sea autónoma y no quede reducida a los quehaceres domésticos. Realizadas estas comparaciones, se debe convenir que Rousseau y Montengón coinciden en la importancia de la educación, en la consideración de esta como necesaria para lograr la mayor autonomía en este mundo. A pesar de las críticas vertidas aquí sobre la concepción de la mujer en Rousseau, no podemos obviar la permanencia de su impronta. Sus teorías contractualistas, la defensa del individuo, de las fuerzas racionales y sentimentales (un precursor del Romanticismo) y la brega por defender la autonomía del individuo dentro de un modelo no-natural, el Estado, han sido motivo de permanente referencia. Rousseau es un clásico y su figura alargada.

CITAS

La civilización y la cultura de las naciones fue siempre obra de siglos. El sexo fuerte, y solo superior en esto, de las mujeres, así como quiso que todo plegase y se humillase al poder y fuerza de su brazo, así también quiso avasallar nuestra flaqueza, á la qual impuso todas las leyes que se le antojaron. Así se vio humillado nuestro sexo, reducida nuestra industria á la economía de la familia, empleadas nuestras luces en los solos cuidados y·ocupaciones caseras, y arrinconado en el hogar nuestro entendimiento, mientras los hombres, llevados de la loca pasión de dominar la tierra, se extendían armados de hierro, [... ] de esta ennoblecida ferocidad proceden nuestra sujeción y dependencia. 15

1 H. Duchhardt: La época del absolutismo. Atalaya, Barcelona, 1997, pág 181. 2 M. Wollstonecraft: Vindicación de los derechos de la mujer, Madrid, Cátedra, 2000, pág. 110. J R.Blanco: Pedro Montengón y Paret. Un ilustrado entre la realidad y la utopía. Universidad Politécnica de Valencia. Valencia, 2001. en este ensayo se dedican las páginas 198-308 a un parangón sobre textos de ambos autores que demuestra la lejanía en lo referido a la consideración de la mujer y otros. 4 J.J. Rousseau: Emilio o la educación, traducción de Ricardo Viñas. Garnier Hermanos, París, 1896, libro quinto, págs. 225-226. 5 J.J.Rousseau: ibidem, pág. 224. 6 J.J.Rousseau: ibidem, pág. 219. 7 J.J.Rousseau: ibidem, pág. 268. H J.J.Rousseau: ibidem, pág. 286. 9 J.J.Rousseau: ibidem, pág. 196. 10 J.J.Rousseau: ibidem, pág. 200. B J.J.Rousseau: ibidem, págs. 199-200. 12 J.J.Rousseau: ibidem, pág. 266. IJ J.J. Rousseau: ibidem, pág. 287. 14 J.J. Rousseau: ibidem, pág. 268. 15 P. Montengón: Eudoxia, hija de Belisario. Casa de Sancha, Madrid, 1793, pág. 73.


Ofrecimiento del homenaje a Antonio Gala . en el Congreso de Escritores Andaluces en Antequera (Málaga) A NTONIO H ERNÁNDEz

Autoridades, queridos amigos: A Antonio Gala lo conocí a finales del año 1964, cuando yo era tan joven que, a mi lado, ni él, que acababa de superar su resaca indisciplinada de Milicia Universitaria, lo parecía. Pero lo era tanto que una década antes los barandas engominados y solemnes del Ministerio de Educación de la época negra, impelidos por la constatación de un talento fuera de serie, tuvieron que conceder una licencia especial para que un quinceañero cordobés pudiese ini-

ciar la carrera d e Derecho en la Universidad de Sevilla. Entonces, cuando lo conocí, ya había sorteado ciertas turbaciones juveniles como la de ingresar en la Orden de los Cartujos, en la que duró lo que tenía que durar una v ez rechazado el pu to de corista, de lo que había He Q huy endo desde el m undanal rui Q convento jerezano, según desinhibido concepto d h Había sortead t


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Ofrecimiento del homenaje a Antonio Gala

patología socialmente enfermiza y ya no tenía que colocarse contra la pared del bar del Ateneo. madrileño con su cartucho de cacahuetes en ristre como unos años antes. Contra la pared para preservarse de algún, tan inoportuno como hambriento, moscón a punto de autoinvitarse al banquete horro a las primeras de cambio. El merodeo, más que posible, seguro, de comensales tan modestos y molestos, lo comentaba Félix Grande el día en que el presidente de la Asociación Colegial de Escritores de España, Juan Mollá, le hizo entrega del premio Quijote, máxima distinción de la asociación referida. Gala, ante la memoria desasosegante, y rejuvenecedora sin embargo, comentó sentencioso en andaluz y en su sitio de genial improvisador: "En la mesa nunca se envejece ... , pero se engorda". Habían pasado muchos años -¡lo mejor es no decir cuántos!- desde aquello que evocaba emocionadamente Félix, los de andanzas poco menos que de lazarillo en apremio de tripas, y casi los mismos desde que Antonio Gala había ingresado en el Gotha de nuestras letras que el premio "Calderón de la Barca" otorgaba, como un marquesado del espíritu, al que lo conseguía. Como algunos de ustedes recordarán, obtuvo aquella marca de distinción con Los verdes campos del Edén, la obra teatral que, entre el elogio unánime de la crítica y la anuencia apabullante del público, hizo que Gala pasara del bocadillo de calamares o el cucurucho de avellanas al caviar o las ostras y que al sonar en los corrillos de cómicos y literatos el nombre casposo de Alfonso Paso se coreara un chiste seguramente puesto en circulación por el propio Antonio: "¿Paso?: Pasó". La carrera de la vida es breve cuando no la apuntala la obra, y la espuma

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de instante -más aún si es una época como la franquista- se escapa por el sumidero del lavabo casi al par que vuelve a crecer la barba. Gala era un portento de la sátira. Y la ejercía. Su colega Moliere advirtió que la repentización es la piedra de toque del ingenio y el nuevo séneca no se paraba en barras a la hora de la crueldad súbita y pasajera, venial para él, terrible para el sujeto en el potro de tortura público. Recuerdo que una poetisa vasca, a la que los dioses le hicieron la cabronada de distribuirle pésimamente la belleza depositándosela toda en el platillo del espíritu, tuvo la mala suerte de que Antonio se diera de bruces con su careto desafortunado y, para más inri, que ella misma colaborara con la evidencia de su rostro poniéndole de título a un libro suyo el espejante de Belleza cruel. Antonio empalmó -la frase, quiero decir- a bote pronto y la colocó por la mismísima escuadra: "¿Belleza cruel? .. ¡Autorretrato!" (su poesía, aún en alza, pone de manifiesto que la pobre pudo levantar cabeza. Ser cruel a tiempo a veces supone un servicio a la sociedad porque de las heridas puede surgir la mejor poesía). Pero la ternura dominante en Antonio casi siempre necesitaba desquitarse de una sevicia provisional solo al servicio de hacerse un hueco en el oficio connatural al teatro de llamar la atención, y como la ironía es la vertiente oculta de la bondad (Kafka aseguró que "de la ternura"), bajaba el tono sin dejar de entrenarse para no perder la forma, y lo mismo retrataba con cirios, cíngulos, flajelos y nazarenos al poeta Luis Feria que mortificaba con un abrazo de oso imposible a Fernando Quiñones, su hermano más querido y zarandeado. Al primero, por su tristeza llena de calabozos, penitente, siempre en el tran-


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Antonio Hemández

ce de tirar o no la llave del armario ... "¿Y tú eres Luis Feria? .. Pues -pareces Luis Semana Santa ... ". Y a su hermano Fernando, que siempre olía a pescado y a inteligencia, ciertamente disfrazado de Caín momentáneo, le espetaba: "Fernando, es cierto, tienes lagunas en tu incultura, pero ya está bien de amagar y no dar". A decir de la malas lenguas envidiosas, y en supuesta justa correspondencia, Antonio Gala se había doctorado en tres carreras sin haber acabado ninguna de ellas, lo que viene a probar que lo curioso de los milagros es que, a veces, suceden, como escribió Osear Wilde, pero lo de su rechazo a la abogacía del Estado es cierto y no un capricho de su currículum académico más que espectacular. Mas como el poeta verdadero es el hombre que espera milagros, decidió que iba a lograrlo escribiendo con una manera de autobiografía sufrida y resplandeciente porque -¿cuánto no ha sufrido Antonio?todas, o casi todas las iluminaciones son hijas de las sombras: Enemigo ínti-

mo, esa contradicción aparente, ese oxí-

moron paradójico, que hasta las cadenas de televisión utilizan, para ponerle morbo a sus programas, pero que siempre será santo y seña de uno de esos grandes libros de poesía que se quedaron en las puertas del Adonáis y, no obstante, traspasaron las menos permeables del tiempo. Los grandes accésits del Adonáis: Pilar Paz, Ángel González, Eladio Cabañero, Antonio Colinas, Manuel Ríos, Antonio Gala. ¡Los grandes accesinados!, que dicen por ahí. Pero yo, sus amigos y discípulos de aquel momento -Diego Jesús Jiménez, José María Velázquez, Colinas, Lostalé, Antonio López Lunas ... - ya encontrábamos en la lisonja de su espejo roto, en el inédito que nos leía con voz de olimpo -Meditación en Queronea-, aquel derroche del dolor esposado hasta la muerte de la Legión inmortal tebana en el campo de batalla, aquella fascinación cultura lista antes de que pusieran su pica en Seix Barrallos llamados venecianos por su turismo incesante, inasequi-

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Ofrecimiento del homenaje a Antonio Gala

bIes al desaliento, entre el folio mártir y la bellísima ciudad adriática. (Curioso que tengan tantos hijos los solteros sin pareja homologada -Pablo, sobre todoyesos hermanos segundos - ¿no hay primos segundos, acaso?- llamados Fernando y Aquilino, pioneros en el cambio, pongo por ejemplo El veloz de Ascanio o el libro de las Flores, del gaditano, o A Sandy Patterson en el puente de San Telmo del inquietantemente inclasificable sevillano, o los poemas de mi paisano Julio y Manuel Mantero, en los que las referencias culturalistas son una consecuencia de ese pájaro del corazón que se posa sobre los libros y los instantes en vez de posarse en el escaparate de la moda diseñada por el Grupo Cántico con la asistencia de un Gerardo Diego menor y catalán confinado por siempre en su obra de prólogos y solapas de libros: Castellet, el desdichado salieri de Juan Ramón Jiménez, excluido por andaluz y porque sí de la obra cumbre -¿será p osible?- del infradicho p ayés de la Barceloneta, Veinte años de poesía española) . Pero el problema d e Gala -no hay m ás que ver los libros citados o Los poemas de la Z ubia- no es el d e su ausencia de antologías antijológicas, sino el que provien e d e h ab er querido ponerle h u mor a es te p aís sin sentido del humor; p aís en el que por una ocurrencia, p or una broma o una chufla que d ebe combatirse con otra, jam ás se h a gan ad o para la inteligen cia a un enemigo y, com o se sab e, se ha perdido a muchos amigos, inmediatamente tornadizos. Y lo qu e es más: el ejercicio, prohib id o como tantas cosas, del talento repentino creativo de la gracia, la b u rla crítica constructiva, el ingenio qu e n o rom pe el traje, pero que dice que no es tá al día . Y, por otro lado, donde la envidia multiplica su luto - un millón

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de ejemplares vendidos de los Poemas de amor es mucha afrenta-, los grilletes fijos, de nómina, relativos a que no se puede ser dos cosas destacadas al mismo tiempo, como decía el a veces inteligente y siempre desagradable don Camilo. ¿Cómo se va a ser nueve, diez veces, si no se puede ser dos, como lo ha venido siendo tan brillantemente Antonio Gala? Por sus frutos lo conocéis y "como gris es, querido amigo, toda teoría y verde el dorado árbol de la vida", en palabras de Goethe, no voy a decir nada que no haya llenado de admiración sobre su obra -su poesía, su teatro, su articulismo, los guiones de televisión, su palabra libre, desatada, de sus conferencias cautivadoras, etcétera, etcétera-, pero sí de otros aspectos conformantes de su personalidad extraordinaria, de su integridad como ser humano y, cómo no, de su amor por Andalucía, de su andalucismo a pecho descubierto, de su defensa de lo andaluz constitutivo univ ersal, a ultranza y a quemarropa muchas veces, de su orgullo, como tal incomprendido, no por las instituciones -este acto es una prueba- sino por los que entienden que proclamarse andaluz antes que español es resfJ;iado pasajero d e conducta castiza irresponsable o simple folclore aldeano sin partitura ni música. Esa manera de autoprotección de los tibios, de los comodones que miran hacia otra parte del sur sin querer darse cuenta de que miren a donde miren, en cualquiera de sus puntos cardinales su tierra les demanda compromiso. Porque toda la integridad del hombre está basada en esa palabra. Con un arrojo que nunca dejó de acompañarse por el conocimiento, su palabra cáustica fue su espada certera contra los de dentro d e siempre y contra los de fuera cre-


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Antonio Hernández

Acto de entrega del premio de la Junta Directiva de ACE a Antonio Gala. Antonio Gala, Juan Mollá (presidente·'de ACE) y Antonio Hernández.

cidos. Y cuando se nos quiso menospreciar, hizo que se le subieran los colores a quienes pretendieron ofendernos, siempre festiva y exactamente didáctico. Enumeremos someramente: la lírica española tiene su balbuceante, pero primo mensaje escrito muy cerca de aquÍ, en Cabra, siglo IX, Mukadam · el Ciego y su tocayo Mukadam el Vidente: la jarcha. Elio Antonio de Nebrija, de Lebrija, sevillano, sistematiza la llamada lengua castellana poniéndole coto al desorden sintáctico aún con la pelliza de Viriato. Fray Luis de Granada, cuando ya olía a océano y nuevas tierras, pero también a ajo y tocino la lengua del imperio, la refina. Don Luis de Góngora, el mago de la palabra desve-

lada, le otorga polisemia y simbolismo precoz, le extrae diamantes ocultos. (Y para qué seguir, Castelar, a quien recurrió Antonio en medio de una casi trifulca con pilotos de Iberia durante el Congreso de Escritores Iberoamericanos celebrado el año 1979 en Las Palmas. Lo cuento telegráficamente: En su territorio, el hotel Iberia de la capital Gran Canaria, los de la escuadrilla civil quisieron que levantáramos el brazo y alguien lo hizo · con el puño cerrado . Antonio, ante el cariz a punto de agresión, intervino con su arma más contundente, la palabra. Y uno de aquellos energúmenos dijo con pretendida sorna que qué bien hablaban y cuánta gracia tenían los de Cádiz, dándole al término

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Ofrecimiento del homenaje a Antonio Gala

el sentido equívoco que se le da cuando quieren convertir en insulto el gentilicio gaditano . Antonio, muy seco, como si aseverara, pero volando a los antípodas de la heterodoxia homosexual, contraatacó: "¡Por ejemplo, Castelar, que, por cierto, no era muy delicado", dijo. Y la risa conjunta de los escritores presentes solo albergó una sombra de duda y un ruego: que no nos tocara en el viaje de vuelta uno de aquellos aviadores de Fuerza Nueva). Y hablando de delicadeza y respeto en el uso del idioma, los andaluces, por lo pronto, ni anacoluteamas ni nos llevamos bien con el laísmo, el leísmo y el loísmo. Y siempre Antonio con su sarcasmo fino contestando a una tal Negreda - " ¿No será Negrera?"- o en momentos más serios y comprometidos diciéndole a todo un país hermano como Cataluña que los emigrantes andaluces no fueron hasta allí para aprender idiomas precisamente, o llamándole al duquesito equino Cayetano Martínez de Orujo. Y, a veces, rizando el rizo, no contra la parte más sacrificada históricamente hablando de sus pobladores, sino contra el sistema todavía esclavista que arbitra como por designio divino, por la gracia de Dios como se atribuía quien ya sabemos, los destinos de cualquier pueblo de la tierra: los Estados Unidos de América. Antonio estuvo allí, en su corazón de dólares y miseria y, ante el horror callejero que ya sufriera cuarenta años antes Federico, respondió, como siempre, con el genio, con la salida insospechada, a la pregunta de qué le había parecido el país de promisión y el oro disyuntivamente fácil: los Estados Unidos tienen dos cosas horrorosas: la segregación racial... y los negros". No se rían. No tiene gracia porque no estaba haciendo un chiste. Los hispanos ya ocupaban el lugar subalterno

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poco antes destinado a los africanos sin que estos, en la prosperidad relativa, hicieran algo por evitarlo. Y a eso se refería, a pecho descubierto y sin miedo a la Stasi alemanoriental que en lengua inglesa ha sido siempre la CrA en cualquier parte del Planeta. Una versión serena del valor es la dignidad, esa virtud, o mejor esa cualidad humana, a que apenas se presta atención cuando el hombre se ha instalado en su cumbre y mira indiferente hacia abajo, enajenado, escapista. Y quiero hablar también de cómo es norma en este ciudadano con los pies y la cabeza en la tierra que tuvo que hacer oídos sordos a las críticas de su propios compañeros cuando, en un gesto sostenido de solidaridad gremial bien entendida, nos subió a todos el caché, prácticamente inexistente hasta entonces, por conferencias, artículos, pregones y otros derechos de autoría. Los que luego serían beneficiados por la generosidad de Gala se pusieron las manos en la cabeza escandalizados aunque con los primeros resultados a favor bajaran para coger el cheque. Medio millón, un millón por charla, diez veces lo que los demás, los que pronto aprendimos lo de siempre sabido: si el movimiento se demuestra andando, la dignidad -por mal que suene-, se muestra cobrando por el trabajo realizado-o Así y en buena medida por él, por su arrojo, hemos vivido un poco mejor. Y hemos de defender ese logro. A partir de ahora, y en vista de este .tiempo de recortes y recentralización regresiva, tendremos que acudir a nuestras armas, recordar, tener presente el ejemplo de Gala luchando por nuestros derechos y olvidar para siempre que se llamaba edad de oro a aquella en que el oro no existía sino en su calderi11a para pordioseros. Reivindicar, exigir,


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Antonio Hernández

demandar, para que los pícaros de cuello blanco y blasones espurios no nos sigan tomando el pelo como hoy mismo, como ayer en los tiempos de Franco o en los de don Luis de Góngora. ¿Les suena su protesta? Cruzados hacen cruzados, Escudos pintan escudos y tahúres muy desnudos Con dados ganan condados, Ducados dejan ducados y coronas, majestad.

¡Cuidado! Antonio se lo sabe de memoria, y si cada hombre tiene su precio, el suyo está en la fundación que llevé;t su nombre, donde las sombras encendidas de Paracelso o Reuclin guardan el elixir de Oriente que torna la luz que deslumbra en la luz que ilumina. Ahí ha ido o irá a parar su dinero, el que tiene y el que fluirá siempre de su obra, para que, como de la piedra filosofal el bien, brote fragante, joven, fresca, su gran amor: la poesía, esencia del arte. Cerca de aquí, en Alhaurín el Grande, existe un premio de poesía llamado "Antonio Gala" de cuyo jurado y o he venido formando parte desde su primera edición. Jamás Antonio ha intervenido para nada en él, salvo para pedir que se reorientara en el sentido de poner el límite de edad de los optantes en los treinta años. Su petición no albergaba otro deseo que el de estar con lo

que no quiere perder de vista, el entusiasmo, aunque últimamente ande negando que no es más bella que la primera la segunda juventud, esa en la que sigue in stalado porque sus características fundam entales son las que lo retratan a él: el sacrificio desinteresado, la ausencia de egoísmo, la contención relativ a de los excesos, y, por descontado, el desparpajo, esa arma necesaria sobre la que Rubén Darío bromeaba en su Letanía a nuestro señor don Quijote en una antífrasis memorable ... "de las epidemias, de la$ Academias de ilustres blasfemias, del puñal con gracia, líbranos señor ". Lo que quería decir que no nos prive de ella para que el humor corrosiv o corrija la malhumorante corrupción, el dispendio, el dislate, lo que no siempre se ataja. Hace poco vi a Antonio endomingado como siempre, siendo por lo que ha sido, cordobesamente enjuto, árbitro de la elegancia, Petronio redivivo, y le dije: "Maestro, estás hecho un p incel" . Y me contestó, tan rápido, tan ágil de cabeza, tan en forma como. siemp re: "¿Un pincel? ... Un brocha gorda". Es cierto que anda pachucho - para chuchos él, y perdónesem e el chiste demasiado fácil: "Troilo, Zaída, Rampín, Ariel y Zagal no podían faltar a esta cita-, pero su mirada consustancia a los años vividos en plenitud. Pasión y sabiduría. Como en su obra. Por eso es un clásico . Y por eso este Congreso de Escritores Andaluces lo homenajea con orgullo.

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Félix Grande. 1945.

Félix Grande: el pozo, la lágrima, la victoria MIGUEL

Hubo un 001.0, una vez, que antes de aprender a escribir ya había aprendido de memoria, bien aplicado, bien atento y perplejo en la primera fila, el abecedario del terror inscrito en el brocal de un pozo. Hubo un niño, una vez, que, después de remontar como una liebre los campos amarillos, y de mirar mucho al horizonte . Miguel A. Ortega Lucas es periodista y escritor, autor de La edad del mediodía (Nausicaa, 2011, Premio Internacional de Poesía Barcarola 2009).

A. ORTEGA LUCAS'

con la aventura en los ojos, y de vislumbrar el escalofrío en los ojos de otra niña del pueblo que apartaba la vista y sonreía, salió al patio de su casa, despacito, para aprender de golpe y sin remedio una lección que algunos tardan décadas en aprender, por afortunados, y otros muchos evitan aprender estrictamente, muertos de miedo. Hubo un niño, una vez, que aprendió muy pronto -¿demasiado pronto?- el sonido del silencio goteando en una víspera, el


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Félix Grande: el pozo, la lágrima, la victoria

respirar del lobo tras la puerta cerrada con llave por los adultos, yesos golpes de la vida, tan fuertes, ante los que sólo cabe enmudecer. Ese niño nació durante la catástrofe de la Guerra Civil española, y creció durante la infamia de la posguerra civil española. Ese niño, como tantos y tantos otros entonces, también conoció el hambre, y los susurros a medianoche de sus mayores, y el coraje y la humillación de sus mayores, y la injusticia en la lenta tortura de pedir fiado al

tendero sin mirarle a la cara. Pero también conoció otras cosas. Conoció la rara leyenda de la vida en el devenir de las estaciones, las cosechas y la luz. Conoció el vértigo, y conoció la fiebre, y conoció la dicha. Conoció el pálpito del universo en el vientre de los animales, la emoción en libros que se abrían como montañas de tiempo, y el silencio y la sabiduría y la dignidad en mil atardeceres junto a un anciano que era un gigante, y que le enseñó a escuchar, paciente, voz adentro, el relato secreto de la tierra que todo lo sabe y todo lo calla. Pero lo que conoció, esencialmente, irreparablem en te, fue el terror. Aquel crío desapareció, claro; pero no murió: sencillamente se fue a esconder un día, al alborear, para seguir viviendo entre el rincón más soleado y el hueco m ás en sombra de la escalera del adolescente que vino a sucederle. Se quedó sentadito, a dejar pasar la tarde, mientras su n uevo hermano mayor salía a la madrugad a a bebérselo todo, en torno a una guitarra con aires de taranta vieja, los amigos que enjugaban los desengaños, la piel fundacion al de una mujer que le reveló implacable, como un oráculo, por qué matan y mueren los hombres. Para entonces, sin embargo, ya no había sol que quitase el frío, todos los dioses habían muerto, y el lobo había atravesado hacía mucho la puerta cerrada de los adultos.

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Para entonces, por fortuna, este hermano mayor del niño aquel ya había aprendido a pedir a gritos socorro a las palabras Con esta voz de luto adónde iré que no me miren negro

Con resolución, con coraje, con humildad; con el asombro intacto, con el misterio a tientas, con el corazón en cueros; con la memoria pobladísima, el talento urgente, y de la mano ciega de dos sombras tutelares que se llaman don Antonio Machado y César Vallejo, el heredero adolescente del niño aquel pidió permiso para calentarse las manos junto a la hoguera del idioma, y le fue concedido. Con una lágrima en una mano y en la otra una espada de madera, se presentó una noche ante los profesores mayores del escalofrío, los brujos más sabios de esta tribu que camina de pie y vive arrodillada, quienes se miraron un segundo, cómplices, y le hicieron un hueco en torno al fuego; dejad que cante el muchacho. Mas con una condición, le dijeron: que llevase consigo a aquel niño atónito, como una cicatriz o un blasón de patria en la conciencia, el resto de su vida. Aquel crío se llama Félix Grande Lara, y acaba de cumplir -perdóneseme la indiscreción- setenta y cinco años. Setenta y cinco siglos, setenta y cinco estocadas, setenta y cinco fiestas con candil celebrando esta cosa rarísima de respirar y ser y estar vivo. También tiene planta de seductor irredento, un pasillo infinito lleno de libros, una mujer -Francisca Aguirre- a quien acompaña y le acompaña desde hace medio siglo, una hija -Lupe- que her~dó su perfil, una patria en Tomelloso -Ciudad Real- y otra en Santiago de Chuco -Perú-, un heterónimo que se llama Horacio Martín, un billete de vuelta a Atocha, una guitarra que le abandonó por Paco de Lucía, un retrato del pincel de Luis Eduardo Aute, las manos cuarteadas por el


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Miguel A. Ortega Lucas

amor, la cabeza como una cosecha de nieve, un banquete con Neruda, una deuda con Cortázar, el altísimo honor de que Luis Rosales le ordenase caballero y el nada desdeñable honor de que Gabriel García Márquez la cagase estrepitosamente, por una vez, al endosarle un adjetivo. Cuando habla no habla: saca del fondo de algún río íntimo palabras que son gemas, fruta, música; cuando te mira en silencio, y te escucha, parece venir de muy lejos, como para darte la mano por un camino que él ya transitó mucho tiempo antes que tú. También es, como su propio apellido indica, uno de los más grandes poetas en lengua castellana que haya dado el siglo XX, a pesar de tener siempre muy presente quiénes son los maestros, los "capitanes del idioma", y sólo consienta denominarse "aprendiz de discípulo" de esos templos; no es falsa modestia: es que este caballero no concibe faltar al respeto a sus mayores, los que le han dado pan, cobijo, apretura, desde que quedase a la intemperie. Pero como yo soy un poco más gamberro, y mi gratitud hacia él es paralela a la suya hacia esos nombres legendarios, no tengo problema en contradecirle, tocarle las narices, ponerle en su sitio, y llamarle Capitán. Porque Félix Grande es un hombre, pero para mí es una leyenda. No es lugar este para airear ciertas guerras o intimidades propias que al lector nada interesan; pero no me resisto a recordar aquí la frase del señor George Steiner que nuestro autor de marras citó en una ocasión, y que Verónica Alai:da Mons recordó a su vez en su espléndido ensayo introductorio a Las rubáiyátas de Horacio Martín (Ed. Anthropos, 1989): "La crítica literaria debería surgir de una deuda de amor". Lamentablemente, y por diversos y comprensibles motivos, casi nunca es así (puedo vislumbrar el entrecejo circunflejo de algunos profesionales de la crítica ante

tal aseveración); pero desde qué lugar, si no; desde qué clase de profilaxis intelectual puede uno acercarse honestamente a una obra de arte que chorrea y humea y crepita en cueros vivos, si no es desde las propias, últimas habitaciones de la sangre, que dijera Federico García Lorca. También escribió Lorca alguna vez que "solo el misterio nos hace vivir, / solo el misterio"; y tanto: como que la vida es una urdimbre constante de correspondencias cuyo fin más profundo es ir hilvanando, paciente, en voz muy baja, los mimbres del azar, para acabar dándole a todo un sentido íntimo, oscuro y comulgante que parece querer responder a todas las preguntas. El caso es que fue hace ya -jesucristosiete inviernos (yo tema veintiún años, mucha prisa y un cuaderno preñado de tinta azul hasta los bordes) cuando me encontré, o me encontró a mí, un libro titulado Biografía (poesía completa 1958-1984). Un libro puede producirte muchos estados de ánimo, desde el tedio a la admiración, desde el placer hasta el consuelo o al .cabreo más infame: este libro fue una revelación. Cuando se establecen -o los estableces tú mismo- paralelismos atónitos entre lo que lees y lo que vives; cuando una voz lejarusima parece contarte una historia que tú ya sabías desde dentro, pero que nunca habías dicho en voz alta; cuando unas páginas conspiran para convertirse en un espejo múltiple que refleja tu historia en todas las esquinas, estalla uno de esos milagros que sólo el arte es capaz de urdir: la reunión con todos los seres que han pasado por aquí antes que tú, acercánd te la certeza de que no estás solo en mitad del vendaval. La conmoción fue m ayor si ca te el hallazgo de ciertos "escabro n drigales" firmados por un pro crit furib do solitario y forajido sin p , O llamado Horacio Martín, clizqu lIiI amigo" del tal Félix Gr #


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nebuloso, supuesto biznieto del machadiana Abel Martín, que se me (nos) había adelantado imperdonablemente escribiendo el poemario de amor y crueldad que cualquier pobre, menesteroso aprendiz de asaltabalcones clandestino hubiera querido escribir. (De hecho jamás te lo perdonaremos, Horacio, que lo sepas: estés donde no estés). Me es francamente difícil no caer en personales (fantasmales) disquisiciones sobre qué significó, significa ese libro para mi misma mismidad; de modo que me apresuraré a notificar que muy pocas veces se habrá escrito un catecismo tal sobre el deseo, la rabia y la desolación, un manual tan implacable contra los enemigos del placer, un susurro tan escandaloso de hombre sublevado contra el tiempo, el olvido y la ceniza, defendiendo a cuchilladas la belleza Tu piel junto a mi piel, eso es lenguaje. Todo cuanto pretenda enmudecerlo maldito sea

Félix Grande -cómo evitarlo- fue una conmoción, un rayo súbito, porque (él sí) mete la boca entre los muslos de las sílabas; las lame, las muerde, las venera; las homa con sudor, con sangre, con lágrimas, con semen, con maldiciones; contempla en su cuerpo las constelaciones, las mareas y el Tiempo y luego la aniquilación de las constelaciones, las mareas y el Tiempo para acabar lanzando un aullido salvaje desde el fondo de la especie: clamar socorro como el nombre de un dios. Desde el fondo de la especie: porque no se pude entender su obra, ni este libro ni ninguna línea de las miles que ha escrito durante toda su vida, sin una concepción fraternal de la palabra poética, esa que nos reúne a todos como hermanos ancestrales para miramos a los ojos mientras todo se derrumba y avanza la carcoma camino de los goznes. Una concep-

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ción que ya traía inoculada desde su infancia (campesina, humilde, de hombres y mujeres humanísimos y de la tierra), y que ese mendigo rotundo, ese príncipe del desamparo llamado César Vallejo le acabaría enseñando a pautar. Difícil encontrar en su obra -no solo poética, también en prosa- alguna pieza en que la alegría no contenga un algo de descomunal abrazo de muchedumbre, o la pena una limosna de calor para los últimos: si hay homenaje, será para todos; si hay orfandad, será universal. Puede así meditar sobre un corazón mellizo y entender que enamorarse también es arrimar un jarro de ternura a los difuntos que hay en el corazón. Puede tantearse en los bolsillos las grietas del cansancio en una mañana cruel, gris, horrenda de tristeza y dictadura, y salir a la calle sintiendo que podría llamar padre o hijo a los anónimos que se le van cruzando sin advertirle. Puede acechar la respiración del cuerpo que duerme a su lado, a salvo de la tormenta en la ventana, y saludar así a los bisabuelos milenarios que padecieron todos los siglos de la lluvia. Puede vestir a su hija con telas graciosas de colores alegres, pero sin poder limpiarse de los dedos la sangre de un manifestante que agoniza en Malasia y en la portada del periódico sobre su mesa. Puede sentir el pánico del cataclismo nuclear en ese mismo periódico, una mañana cualquiera de 1966, y recordar alucinado desde el otro borde de la conciencia y del miedo y de la memoria que fuimos muchos amamos creímos quisimos lo mejor para todos. Es una ética, es una estética: es una moral. El arte literario llevado a las más altas y necesarias consecuencias como implacable arma de inocencia, de protesta, de dolor y de amor (los cuatro puntos cardinales -consanguíneos, anudados, indiscernibles unos de otros- de toda esta poética) al servicio de una belleza subversiva: esa


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que nos lleva a todos, finalmente, a reconocemos en un sueño comunal de -otra palabra clave aquí- concordia. La obra de Grande entronca así con la mejor tradición de aquellos que a lo largo del Tiempo, pero sobre todo durante nuestro problemático y febril siglo XX, han tratado de encender en la noche del bosque algún candil que alumbrase para todos el camino; esos "grandes escépticos que supieron dudar de todo sin caer en la misantropía ni en la frialdad de corazón", en certera definición de Antonio Muñoz Molina: Antonio Machado, César Vallejo, Albert Camus, Luis Rosales, Octavio Paz ... Paladines civiles que han puesto toda su piedad, y todo su genio, al servicio de ese día en que los habitantes de este desventurado planeta nos veamos al borde / de una mañana eterna, desayunados todos (César). Viejos soldados que, saltando por encima de la inercia, del miedo, de lo aborreciblemente testarudo de los hechos (aunque no ignorándolos, sino precisamente desafiándolos), han sabido reunir, con un pie en el desencanto y otro en la esperanza, como optimistas que parten del desengaño (Rosales), con toda la humildad y el coraje posibles, esos pedazos de inocencia de hace décadas para aprender a vivir cada día. He escrito varias veces la palabra inocencia, y no es casual: El lenguaje, las palabras, como la música o las representaciones artísticas -me contaba el propio F.G. en cierta ocasión- , tienen un pie puesto en la inocencia, en el asombro prehomínido. Cuando se tiene una buena relación con las herramientas del arte, uno está trabajando también con la inocencia. Sospecho que para conservar la inocencia hace falta mucho coraje, y el ejemplo supremo para mí es César Vallejo. No recuerdo a otro poeta que haya sido capaz, como él, de llevar sobre los hombros y durante toda

su vida el asombro, el terror de la infancia, y la angustia de la adolescencia, hasta el final, hasta su muerte.

Yes que esa inocencia es revolucionaria. Esa pregunta desvalida del niño (¿Por qué?), estupefacto ante el espectáculo tan. tas veces pavoroso del mundo, es una subversión, la subversión originaria probablemente; por lo mismo, la primera que solemos traicionar conforme atravesamos ese puente que nos lleva a la vida adulta llamado adolescencia. Y es comprensible, hasta cierto punto (solo hasta cierto punto): pues el precio de tal coherencia, de tal valentía, de tal escisión perpleja ante el absurdo; el precio de ese titánico y feroz homenaje consistente en llevar sobre los hombros y durante toda la vida el asombro, el terror, la angustia de la infancia y la adolescencia, es tan alto porque da mucho miedo: se llama dolor, y muy pocos están dispuestos a pagarlo. Ah: pero -dice también Luis Rosales, en ese milagro poético llamado La casa encendida- el dolor es la ley de gravedad del alma, / llega a nosotros iluminándonos, / deletreándonos los huesos, / y nos da la insatisfacción que es la fuerza con que el hombre se origina a sí mismo, / y deja en nuestra carne la certidumbre de vivir / como han quedado las rodadas sobre las calles de Pompeya [...] / Es el miedo al dolor y no el dolor quien suele hacernos pánicos y crueles.

y antes, un poco antes: y yo quiero deciros que el dolor es un don / porque nadie regresa del dolor y permanece siendo el mismo hombre.

Es el miedo al dolor y no el dolor quien suele hacemos pánicos y crueles... Es el dolor el que nos da la fuerza con que el hom-

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bre se origina a sí mismo .. . Pero, ¿qué quiere decir todo esto? ¿Qué clase de apología del sufrimiento es esta? ¿Quiere decirnos Luis Rosales -maestro del maestro del que hablo y de otra gran discípula de lo mismo, Francisca Aguirre- que el dolor es algo admirable, algo hermoso, algo en lo que merece la pena consistir? ¿Forma parte esto de esa vieja impostura romántica de la peor estirpe que ha encontrado siempre en el sufrimiento un raro y comunal prestigio? .. No. No creo. Nada de eso, para nada, verá usté: lo que dice (o lo que yo creo que Rosales trata de decirnos) es que es el miedo al dolor, y no el dolor, el responsable de que escondamos la cabeza bajo tierra como pobres e ilusos animales, creyendo que así cesará la tormenta, cuando no es así, nunca fue así como la Humanidad consiguió conquistar los paliativos, el alivio, la cura a sus milenarias enfermedades civiles. No es el dolor, sino el miedo al dolor, lo que paraliza, pues el dolor es la ley de gravedad del alma que nos acerca así a los otros planetas semejantes, a los demás niños aterrados que comparten con nosotros este tránsito de lo oscuro a lo oscuro (L. Andréyev). El dolor nos da la insatisfacción que es la fuerza con que el hombre se origina a sí mismo: de esa insatisfacción (de ese íntimo y clamoroso No a lo injusto, a lo grotesco, a lo perverso) es de donde el hombre civil ha extraído siempre las fuerzas para cambiar el estado de cosas, y de donde el verdadero hombre artístico (ah!) ha extraído la materia con que plasmar los sueños, los propios y los de su tribu. No es el dolor, sino el miedo al dolor, lo que provoca que tantas veces nos comportemos como zombis, como sonámbulos sin ojos que cruzan las avenidas, las plazas y la Historia mirando sin ver lo que ocurre en todas partes (por cierto: estamos tocando el fondooo .. .). y es sólo mirando ese dolor, auscultándolo, haciéndolo lo más nuestro posible, acariciando suave su testuz, como podremos conseguir que cierre los ojos y

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descanse, al menos por esta noche: Y yo quiero deciros que el dolor es un don porque nadie regresa del dolor y permanece siendo el mismo hombre. Sin este reconocimiento del dolor -por ejemplo-, Mariano José de Larra jamás hubiera escrito ese insólito artículo ("Un reo de muerte") contra la pena capital en la España del año 1837 (!): La sociedad estará ya contenta -concluía-: ya ha muerto un hombre. Sin esa auscultación íntima e irrenunciable del dolor, Franz Kafka jamás hubiera elevado esos soterrados aullidos contra la alienación, la náusea y la culpa llamados El proceso, La metamorfosis. Sin una conciencia tal por el desamparo semejante del hombre, Fernando Pessoa no hubiera podido sentir . nunca aquella ternura informe e inmensa por toda la humanidad infantil, por toda vida social durmiente, por todos, por todo, al seguir con la mirada la desvalida espalda cualquiera de un transeúnte cualquiera de alguna calle de Lisboa, los pobres diablos de hombres, el pobre diablo de la humanidad. ¿ Qué está haciendo aquí todo esto? Pues de esto, de todo esto viene Félix Grande. Desde su iniciático, prodigioso homenaje a Vallejo en Taranta (1961), desde Las piedras (1963), hasta la majestuosidad secreta de sus sonetos a Daena (1985); desde el inmenso Sobre el amor y la separación (1996) hasta las monumentales memorias noveladas La balada del abuelo Palancas (2003); desde Música amenazada (1966) o Puedo escribir los versos más tristes esta noche (1969) hasta Blanco spirituals (1967; en el mejor sentido del término, un libro modernísimo: hoy, y sospecho que por muchos años) o La cabellera de la Shoá (2010), ese insólito, larguísimo, apabullante poema sobre el Holocausto redactado hace apenas dos años sobre el que cabría escribir muchas más páginas, pero que, por resumir, diré que habría hecho enmudecer a Walt Whitman y Alejandra Pizamik y brindar con bourbon a José Hierro y BIas de


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Sepultura de la familia Grande-Lara

Otero y amarillear de envidia a san Pablo Neruda. Llámenlo como quieran; invéntense un nuevo término aquellos que censaron la poesía social y lo anterior y lo subsiguiente; tracen una nueva frontera los amigos de las líneas, los esquemas, las escuelas y las generaciones, esas en las que (dicen siempre) es tan difícil encuadrar a nuestro poeta de marras. Por mi parte, sugiero humildemente que lo coloquen en esta: la que seguirá dando calor en varios tomos cuando todos nos hayamos ido (al carajo, a hacer puñetas o al otro barrio). Sus versos, sus relatos, sus ensayos; su manera de caer y de levantarse, su candor y su desobediencia, su voz y sus silencios y hasta el humo de su tabaco no son sino maneras de tocarle la cara a la vida, intentando acariciar así el rostro de todos los

seres que ama o que olvidó, que conoce o que no abrazará jamás con un sueño de amistad popular que [cruza solitario como un viejo vehículo de mar por el [mar de la historia

Félix Grande acerca las manos a la hoguera del idioma para quitarse el frío, sacudirse el desamparo, y escribir a su luz una plegaria que puede ser un canto de escolar o un salmo dolorido de anciana tras la puerta. Llega exhausto, tras remontar senderos de niebla o mediodías llenos de sol con los más suyos, y hace guardia toda la noche· en torno al fuego como si cada poema fuese una oración de llanto, rebelión o gratitud que rendir pun-

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tual a su familia inmensa de insomnes semejantes, los que tampoco podemos dormir. Escribe como un soldado muy alerta, como un mendigo en su borde exacto, como un padre velando la enfermedad de un hijo que puede ser él mismo o todos nosotros, usted, yo, cualquiera, que desayunamos, pagamos alquileres, buscamos compañía y sabemos que algún día dejaremos de existir. Escribe para conversar con sus fantasmas, para escupir sobre el dolor, para dar un beso a ciegas, para no volverse loco. Escribe como una ofrenda, como una limosna, como un aullido. Escribe para honrar a sus cicatrices y escribe para ponerse una venda de consuelo en la herida irremediable de su pie, como hacía su abuelico: en legítima defensa. , Escribe, esencialmente, irreparablemente, para dar miguitas de inocencia y de calor a aquel niño que ha llevado sobre los hombros toda su vida, y que sólo hace poco aprendió a dormir sin sobresaltos, muy cerca de ese pozo donde las sílabas del terror apenas pueden leerse ya.

Mamá, no te mates. Setenta años. Setenta siglos. Setenta veces siete estocadas entre el hambre y la dicha, el fervor y la angustia, la miseria y la farra, la guerra y la democracia y el éxito y el miedo y Francisca Aguirre y la calle y la huida y Francisca Aguirre y Lupe Grande Aguirre y la calle de Asia, la calle de Alenza, el océano Atlántico y América en llamas y vuelta de nuevo (siempre, siempre de vuelta de nuevo), ha tardado este muchacho, este niño en canas, este implume mayorcito ejemplar, en conjurar una súplica tatuada a hierro candente en su conciencia pronunciada cuando apenas había apren- ' dido a hablar siquiera

Mamá, no te mates.

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Pero miren, mirad: está hablando con ella. Setenta veces siete aullidos más tarde Mamánotemates ahí está, hablando con ella. ¿Lo oís,lo habéis oído? Saben, saben ustedes escuchar? Óiganlo, oídIo: es un niño en un cementerio. Es una conversación bajita, vacilante y valleja; una conversación infantil, libérrima y bajita, de un niño que no ha dejado jamás de preguntar por qué, de un niño absorto ante el trono final de la primera novia, de la muerta inmortal de la leche del origen. ¿ Saben ustedes escuchar? Sabéis? Lo habéis oído? Es un susurro muy quedo, muy bajito, que arde en canas y eriza al mundo y lo oye todo. Retumba. Félix Grande ha escrito el poema de su vida. Félix Grande ha tenido que llegar al último recodo de su vida, al antepenúltimo escalón de la escalera de su vida, para escribir el poema de su vida. Se llama "El madrigal del odio muerto". Puede que no sea el mejor (pero cuál es el mejor: opinen, díganlo ustedes, montaremos una fiesta), el más pirotécnico, el más equilibrista; tal vez no sea el que más pueda llamar su atención, oh mi cómplice, mi hermano: pero es el poema de su vida, el que llevaba esperando a ser escrito desde que, siendo él así de alto apenas, comenzase su madre a enredar con el brocal del pozo (no llegó a matarse; no llegó ... ). y lo puede usted encontrar, qué detalle, en el que es también, puede que no el mejor (opinen, opinen ... ), pero sí el libro de su vida. Un libro que es su familia. Un libro que ha esperado setenta inviernos a ser escrito y que se llama (ah: es que volvió a llamar a su puerta la señora Poesía, varias décadas después .. .), no había otra, Libro de familia. Reconocerá usted al autor, si se fija bien en la foto, desde el principio ("Grupo escolar"): Fila dos, desde abajo. El sexto, de derecha a izquierda.


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En tus ojos dos clavos de silencio, garrapatas de sino. Cuánto miedo, cuánto dos ojos, rujo ITÚO, pariente absoluto y menesteroso

Pues si oyen, si hacen oído, también verán a ese mismo niño hablando con ese mismo niño, hijopaterno de sí mismo setenta veces siete vendavales después. Óiganlo: es el consuelo. Es el niño en canas setenta años después, abrigando, revolviéndole el pelo, dando caramelitos de miel y de reposo a ese mismo niño, abuelopadrehijo al mismo acorde en un abrazo setenta años antes-después de todo: Yérguete. Desapénate: disfruta ya del desagravio: esta cazuela de sosiego que ambos nos hemos merecido: yo aquí en tu infancia y tú allá en mi [posguerra .. . Atiende, rujopaterno de ITÚ: no van a fusilar a papá: el maestro don Ramón es buena gente [y no va a denunciarlo. Merienda en paz: mamá no va a tirarse [al pozo, ni se va a ahorcar en el árbol del patio, oh llanto seco en su jaula de susto, pobre mamá, pobre mujer tu madre ITÚa, perdónala en mis canas, rujo ... No creas todo lo que deambula por tu cabeza hereditaria. Te lo digo en secreto: hoyes siempre todavía. Sss ... Cálmate. Cálmame. Danos por fin la paz [que necesitas para envejecer despacito y morir [sonriendo ...

Hoyes siempre todavía.. . ¿Recuerdan, recordáis ese verso? ¿Lo tenéis presente? Sucede que existen dos ancianos, dos

muchachos de cincuenta años después (ahora que al final de la alcoba va el río ... ), que, gracias a muchas cosas, incluido ese verso del abuelo Machado, han alcanzado la meta; han abrazado la victoria; 10 han conseguido; no están: son reunidos. Son juntos. Más juntos que una lágrima. ("Péndulo santo"): Yo era consciente de que hacías milagros. Respirabas junto al brocal de las heridas de mi niñez agarrotada Por entre el lujo incógnito de medio siglo [de vivir ha ido llegando a casa la multitud [indescifrable: canas, arrugas, dietas, achaques: la vejez, el tragaluz por donde nos es dado contemplar el hermoso abismo de la vida

... Pero si sigue usted leyendo, subiendo y bajando esa escalera bamboleante de medio siglo perfumada de mundo, olorosa a la humedad insurgente de dos criaturas finitas, quizás se quede muy quieto en su sitio, mudo y muda; quizás sin dar crédito a 10 que acaba de leer; quizás -si sabe usted, más o menos, de qué va la feria- se quede usted, te quedes literalmente sin aliento: Félix Grande acaba de decirle ("Esta vejez") a su bastón, a su mástil, al suelo bajo sus pies ... o sea, a Paca Aguirre: Vamos, yérguete de la silla, ponte guapa: estamos convidados a envejecer del todo, y a morir

Qué clase de suprema calma, me pregunto, de totalitaria lucidez, de valentía o paz o vislumbre o entendimiento o revelación o perdón o locura inversa o clarividencia supremos; qué clase de milagro -me pregunto, después de buscar mental-

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mente, durante un buen rato, el término que más se le pudiera aproximar, sin éxito-, qué clase de milagro, repito, me repito, te repito, pudo fraguarse para que el eterno insomne, el clandestino, el empujado; el niño más atento al hueco en sombra del pozo y la escalera y la fosa; el adolescente maltrecho, el amante frenético, el abrochado en llagas; el que escribió, como un mantra, sobre ti y sobre mí, que somos los len.tos forajidos que inventamos los mitos, las religiones y la historia, el lenguaje y las drogas y el amor, únicamen.te porque sabemos que vamos a morir; el hijo, en fin, de María Lara Pradillos y hermano en la niebla de Cesítar Vallejo y hermano menor y mayor, al cabo, del suicida Horacio Martín .. .: qué clase de sortilegio, santodiós, pudo invocar o lamerle la cara a este hombre, a Este (a quien mentir en una página resultaría más nauseabundo que pegarle a un padre y pedirle dinero después: Yo no he llamado patria más que a ti y al lenguaje), para pronunciar al fin, sin lnetafisica, objetivamente, sin vuelo en. el verso, objetivamente, tamaño descomunal indescriptible alarido final de Triunfo?!!?

No tardaremos en morir, señora. En este momento me pide el cuerpo soltar un exabrupto indigno de tan noble lugar -cierto sintagma nominal de postración muy caro al propio Fe. para situaciones similares-; pero no, no lo haré; me contendré de nuevo, qué remedio. Tendré que calmarme, respirar, contar hasta diez, y lanzar a cambio otra pregunta, una más, al aire: ¿cuántos versos han leído ustedes, habéis leído en vuestra vida, amigos míos, más transgresores que estos? Reflexionen, reflexionad un momento sobre el significado profundo de la palabra transgresión, de la palabra subversión, de la hermosísima palabra desobediencia; y ahora pensad también en cuál es el mayor des a-

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fío, la mayor y más terrorífica condena de la vida de cualquier miembro de esta nuestra especie de monos gramáticos, como nos denominó el bautista Octavio Paz. No tardaremos en morir, señora; más aún: en morir sonriendo. Pero ¡quéhijodep .. .! Qué es lo que ha sido; qué es Esto? Los que nos sentamos extasiados, acongojados de emoción, a ese banquete verbal de La balada del abuelo Palancas, supimos ya que este hombre en llamas andaba muy cerca de transmutarse en una hoguera tranquila, en una lenta brasa de sabiduría impávida ya ante el precipicio: Ahí pude ya sin darme cuenta hablar de la guerra, de la posguerra, del hambre, del miedo, del dolor .. ., con naturalidad, y hasta con encanto. Yo nunca había escrito un libro tan afectuoso, ni un libro sobre temas terribles con tanta serenidad, y p az, y buen humor. Pude ya desprenderme de todos esos piojos emocionales que me tenían contraído, incapaz de perdonar a nadie, ni a mí ... Bueno; de pronto llega una edad en la que no necesitas odiar, ni puedes odiarte más a ti mismo.

y es que llegó el abuelo, su abuelo, Félix Grande Martínez (apodado Palancas por sus paisanos debido a cierta hercúlea proeza que emplazo urgentemente al lector a descubrir por sí mismo), cincuenta años después de dejar de fumar, para tomar de la mano a su nieto y enseñarle a entrar en la vejez como entonces le enseñase a entrar en la adolescencia: mirando al miedo a la cara. Mi abuelo no era ningún genio y cuando llegó la hora de morir no tuvo miedo. Mi padre tampoco; tal y como lo he contado sucedió: no era un ser particularmente excepcional, pero al final de


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su vida miró a la muerte con descaro; más aún: con descaro personal y con piedad para los suyos: no consintió que el deterioro depravase una vida poderosa. Por eso, el camino que nos toca hacer a los demás es conseguir que el miedo no nos enloquezca, que no nos convierta en seres perversos el espanto de dejar de ser, de desaparecer, de no haber sido.

Es cierto, debe de ser consoladoramente cierto que, llegados a ciertas edades (lo aseguró hace poco otro angustiado victorioso que vive en un traje llamado Leonard Cohen), nuestras neuronas del pánico comienzan a rendirse, a bajar la guardia, a encogerse de hombros con alguna insondable resignación; con ... alegría?! (Se me viene a las mientes ahora mismo otra anciana legendaria, que dejó este mundo cuando a ella le dio la gana -a los 97 tacos-, y que advertía siempre a sus biznietos estar esperando ansiosa la visita de la hermana Muerte). También debe de tener una musculatura genética de primer orden quien es heredero directo de tal estirpe de gigantes morales: jornaleros del vino y de los montes y de las cabras que enarcaban la ceja impasibles lo mismo cuando se acercaba el nublao que cuando les iban a buscar de noche los señoritos con pistola; caballeros de la tierra con un pie en la alegría y otro en la fatalidad, con un pie en la llanura manchega y otro en la Casa del Pueblo y la Institución Libre de Enseñanza (ya ven: ese intratable pueblo de cabreros" que tan distraídamente describió alguien, aunque sin ánimo de ofender, desde alguna pérgola). Todo esto debe de ser cierto, y vale en parte para explicarnos qué ha sucedido durante los últimos años en las últimas habitaciones de la sangre de este niño nacido en Mérida en 1937 entre -y no es metáfora-la calle Concordia y la calle Calvario; debe de ser cierto, debe de explicarlo en parte, pero solo en parte: no todo. Solo el misterio nos

hace vivir, solo el misterio: quizás, seguramente, es sólo el Misterio, también, el que nos puede premiar (si merecemos tal honor) con ese grandioso galardón de envejecer despacito y morir sonriendo. • No tardaremos en morir, señora. ¿Han, habéis leído bien ese verso? Chirría, escuece; provoca un ruido callado y estruendoso en las grutas últimas de la conciencia. Por varios motivos. Primero, porque pone negro sobre blanco una certeza pavorosa que muy pocos (¿pero quiénes?) se habrán atrevido a escribir, a decir nunca. Segundo, porque precisamente (paradójicamente!) en los días en que vivimos es cada vez más difícil, más raro, más infrecuente, hablar del dolor: simplemente hablar del dolor -y mucho, muchísimo menos en estos términos-oEste verso, ese poema, este libro definitivo del maestro Félix Grande chirría, escuece, provoca un terremoto sordo más allá de las cortinas del engaño, porque es como ese secreto a voces que nadie se atreve nunca a pronunciar, no ya en un poema, sino en la intimidad, entre las cuatro paredes de la conciencia donde solemos pensamos en voz alta con la honestidad más brutal y a bocajarro ... ... Perdone, ¿qué ha dicho ... ? ¿Impudor? Pues sí, claro que sí, señora, caballero; por supuesto: es que se lo ha ganado. Es que puede. No es una distracción; es una conquista. No es ya una cuestión de llegar a viejo: es una cuestión de entender del todo -sospecho- lo único que importa decirse. Unas pocas palabras verdaderas es otro eco machadiano que FG. ha escuchado siempre, a lo lejos, a la hora de enfrentar una página: es una moral, ya lo dije más arriba. Es una estética exquisita al servicio siempre, fatalmente, de una ética ineludible que busca sin descanso la verdad. No la Verdad, por supuesto, con esa grotesca, irrisoria mayúscula, sino la verdad secreta,

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pequeñita e insobornable que no deja de protestar, de pedir que la vistamos con un poco de belleza para poder decirnos aquí estoy, así me llamo. Soy tu propio dolor, déjame amarte (déjame hablarte). Todo arte verdadero es protesta, porque todo arte que aspira a la honestidad es un fiel homenaje a la inocencia, es decir, a la verdad; todo arte verdadero es protesta porque es, también, una infinita deuda de amor. y el amor es siempre subversivo. ¿Recuerdan?: el amor es la cuarta pata, la última y más esencial de esta mesa poética de la que hablamos -junto a la inocencia, la protesta y el dolor- y sobre la cual celebramos este banquete mendicante y colma dísimo que es la poesía, la obra entera de Félix Grande. Hay quienes se dedican a este raro y noble oficio de juntar palabras que aún no han entendido esto, o que (profilaxis literaria también) simplemente no pueden llegar a esto por falta de abundancia vital o de lujuria expresiva. Sí, he dicho lujuria expresiva. Se quedan en una (todo lo respetable que ustedes quieran) aurea mediocritas poética porque no pueden o no quieren o no saben entender que la poesía es un acto sensual, o no es en absoluto. Lo que F.G. también nos enseña es que es sólo a pecho descubierto, en cueros si se quiere, en cueros vivos, como debe uno enfrentarse en una página a los enigmas, los miedos y las conmociones de la propia vida. (Y sí, esto es solo una opinión; pero es que yo no soy objetivo: valga la redundancia). En lo referente a este libro que nos ocupa, el lector también podría sentir algún comprensible desconcierto al encontrar, en un mismo poema, exclamaciones como hijo de puta el miedo, / tus muertos, miedo, atrévete a volver, miedo de mierda! ... , y exclamaciones como ¡Qué parto de tristeza, qué aborto interminable de dolor!; palabros manchegos tales como custión o mandanga aliñados con relámpagos endecasílabos como tu atareada costumbre de morir. Es una custión de gustos,

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claro, y para gustos los colores; a lo que voy, lo que trato de decir es que esta voz libérrima, esta manera cuasi terrorista de mezclar en un mismo compuesto la taberna y la Academia, el diccionario y la canalla, la rima con el párrafo y el soneto entre la plática con Johann Sebastian Bach, el desollado altivo ("Ante tu trono me presento"), y salir airoso del quite, lo consiente, por supuesto, un dominio de los resortes poéticos de primer orden, sí, pero también otra cosa, o sea, lo otro. (Y no es casual recordar ahora que el autor se haya proclamado siempre un irreparable guitarrista flamenco frustrado; y qué inmensa deuda, por cierto, qué inmenso débito antiguo sigue acrecentando y enriqueciendo ese arte milenario -"Criatura de dolor"- la pasión inalterable de este septuagenario tan niño y tan pacodelucía). No se trata de un ejercicio de gratuito funambulismo verbal, este de pasar de la historia del flamenco a la de las propias llagas, de la canta ora Tía Anica la Piriñaca a Jorge Manrique, de su médico de insomnios y niño de Varsovia Jaime Szpilka a Juan de Mairena y los delfines: esto es maestría, sí, pero también la feroz, furibunda, insobornable autenticidad, verdad de la poesía de F.G., que como tal verdad se escribe ya fuera de las normas y de los límites y del TIempo porque la poesía ya es, debe ser, el Tiempo mismo que no existe y que existe a la vez al mismo arpegio en una larguísima y jubilosa conversación consigo mismo y con toda su historia, con todo su tiempo, con todo su amor, con toda su escalera junta. La poesía de este flamenco frustrado (¿?) no es ninguna estatua, ningún fuego fatuo, sino un hermosísimo animal de carne y canto y luces al que siempre se le ven (Lorca de nuevo, claro) los huesos y la sangre: por eso no hay distancia alguna entre Tomelloso y Santiago de Chuco; por eso los cadáveres de Mérida son los mismos de Austwichtz; por eso un conmovedor, irrepetible bramido vallejiano (¡Amadas sean las


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orejas Sánchez!) puede oírse al mismo tiempo y reconocerse hermano y consanguíneo fatal de otro seísmo pronunciado por una hurnildísima viejecilla, llamada Ana Ruiz, camino de la muerte y del exilio y del último verso de su hijo don Antonio Machado: ¿Llegaremos pronto a Sevilla? El Lenguaje, inevitablemente, rompe a llorar. No tardaremos en morir, señora. Este verso, tantos versos de este libro entero, en fin (como ya sucediese cuarenta años antes en las Rubáiyátas; como un saludo a las Rubáiyátas, incluso, al otro lado ya del amanecer temido), hieden, deslumbran la vista, abrasan, pueden resultar tan incómodos, tan corrosivos, porque son una herejía, una pura e implacable transgresión demasiado violenta para nuestro cobarde, anestesiado tiempo, para nuestra pobre y frágil Y cobarde condición. y un prodigio mayor, si cabe, un sortilegio, un inapelable milagro -sigo sin encontrar mejor término-, para quien hasta hace apenas cuatro días rogaba a ese mismo Misterio (a la Hermana Muerte!) que le llevase antes que a su compañera de toda la vida. No es ningún secreto, él mismo lo ha dicho varias veces, en varios sitios: había rogado puntualmente a todos los dioses paganos que le consintieran el último favor de no tener que seguir respirando sin la mano irreemplazable de su rima, su amiga íntima, la poeta Francisca Aguirre. No podría soportar vivir en un mundo en el que ella no existiese, me dijo una vez -él ni se acordará-, mucho antes de casi todo. Pero poco después lo pensó mejor, rectificó: concluyó que la verdadera prueba de amor consistiría precisamente en lo contrario, en dejarla a ella irse primero; que no fuese ella quien sufriese la amputación. De nuevo un círculo, un péndulo santo irresoluble: virando, del insom-

nio del agua negra de la ausencia de su mujer, al agua negra que su propia mujer contemplaría en su ausencia ("Esta vejez"): ¿Puedo / puedes podemos calcular el tamaño del pasmo, el grosor / del desconsuelo del primero que se derrame de la vida / sabiendo que al que se queda Aquí, al sentenciado, / le espera la orfandad desenfrenada, la inundación / de un mar de soledad prelógica? / ¡Quién deja al otro aquí? ¡Con qué energía / sobrevivir? ¿Con qué egoísmo ir el primero í al delito del abandono?

Pero tampoco olvida, cómo iba a olvidarla, a su hija, a la hija de ambos, Guadalupe: es ella, es nuestra hija, la intrépida dulzura / que habrá de dirimir la potestad de su destino / entre el silencio de tilla tumba amada / y el estruendo de un alma en pena .. . [ ...] Pero, amor nuestro, cuando llegue el día / recuerda que en tus lágrimas mamá te está pariendo, / y recuerda en tus lágrimas que nueve meses antes / mamá y papá lanzaron su placer al cuenco de tu nombre [...]. y sin embargo, ah, sin embargo / (y los dos lo sabemos desde la edad del bronce / ahora que cada beso es mineral iluminado) / .. . un poder misterioso mueve sus herramientas / desde las más insignes sapiencias de la tribu / y le arranca a esta veta de la catástrofe, / a este vómito de tiniebla, a este impavidez cósmica, / la conv ulsión de la felicidad / ¿Oyes? H e pronunciad o al fin esa palabra inconcebible: / Felicidad, señora. [Sí, Félix; también nosotros la oímos]. / [... ] ahora tenemos junta a toda nuestra vida: / gorjean en La mayor todos los pájaros de antaño. / ¡Este era el premio! Este era: [...] / esta señorial resistencia a las acometidas del dolor y el d olor ...

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Félix Grande: el pozo, la lágrima, la victoria

Este era: Este era el premio. Nuestra vida reunida, cauterizada, entera: mírala. Este era el premio, el blasón, el galardón último y final. Esta era la victoria. El bisabuelo Palancas atravesando las brumas del Tiempo para venir a dar a Lupe las naranjas de la inocencia. El abuelo Rosales remontando tiempoarriba la calle Libreros de Granada para ir a dar clase por la noche y nunca ya de día, sin saber ya nunca de aquel colegio y aquella vestiduría y aquel sombrero atroz. Horacio Martín rindiendo pleitesía al crepúsculo, a Ítaca y a Doina para aceptar el fin sin dañar ni dañarse. Miguel Hernández compartiendo su tabaco con Perico el Postinero. Julio Cortázar jugándose el tabaco con Juan Carlos Onetti. Félix Grande Ortega y María Lara Pradillos recién casados sin saber ya nunca qué sería eso que llamasen los viejos Guerra Civil. Una prenda de hoguera y tiempo tejiéndose y trenzándose imparable para Félix y los cuatro hermanos de Félix y toda la familia de Félix y la familia toda de Paca Aguirre y para todos los vivos Y todos los muertos de una misma familia mientras allá en un rincón César Vallejo y Antonio Machado beben de la vida y ríen más acá Fernando Quiñones y Eladio Cabañero y llueve Charlie Parker y llueve Piaf y llueve Caracol y el pintor Lorenzo Aguirre pinta sonriendo la escena toda: esto, todo esto era el premio: este tiempo que ya es incendio en calma, / eco de norias, procesión de nudos, tertulia / de ausencias apretadas como los juramentos, / coro de espigas en el viento dormido, / templo en donde el silencio, con su elocuencia exacta, / litúrgica, nacida en la semilla de la música, / dice: Bendito sea cuanto aquí sucedió.

y un sueño, también era un sueño el premio, esta victoria: setenta inviernos, setenta veces siete aullidos Mamánotemates

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después (lo oyen, amigos, podéis oírlo?), este era el premio: Madre: he tenido un sueño. He visto la bisagra de la vida y la muerte. He visto jadear al origen del mundo en el átomo del Deseo. He visto a las galaxias, sonrientes ante tu pelo negro derramado en la [almohada Mamá: he tenido un sueño. He visto la bisagra de la vida y la muerte y al verla, allí, infantil, dormido, [importantísimo como el susurro de la Inauguración, escuché el formidable estruendo de [alegría que se abre en el Espacio para parir [los astros

¿Lo oís, podéis oírlo? Está hablando con ella. Óiganlo, oídIo: es un niño en un cementerio. Es una conversación bajita, vacilante y valleja; una conversación infantil, libérrima y bajita, de un niño anciano con un pañuelo apretado contra la boca invocando a la lágrima más antigua del mundo, desde el brocal de un pozo que ya no existe. Félix Grande ha escrito el poema de su vida. Félix Grande ha hecho las paces consigo mismo, con su infancia, con su madre, con su terror, con la soga, el árbol, la puta rama, el patio, con su niño mismo. Para qué sirve la poesía, suele preguntarse a menudo. Pues para esto, señora: para Esto. Alguna vez he pensado que, posiblemente, el sueño (el sueño fisiológico) no es más que la larga carta, goteante y puntual, que uno le escribe a los muertos que más quiere mientras sigue viviendo, mientras sigue sucediendo la vida, imparable, incomprensiblemente, sin que ellos lo sepan ya; y también que es posible, más probable incluso, lo contrario: que sea la


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Miguel A. Ortega Lucas

carta que ellos nos envían a nosotros desde su orilla de niebla, desde el otro borde de la vida: para que sepamos cómo están, para damos sus noticias (para que no nos falte de nada .. .). y si convenimos, si damos por cierto este delirio, que el sueño es la larga correspondencia con los muertos mientras dormimos, la carta dormida, quizás la poesía sea la carta despierta, la llamada que hacemos con los ojos abiertos, mientras habitamos la zona tangible de este mundo, para que llegue la niebla, para que podamos habitar también, al mismo tiempo, en el fantasma . Para tener, literal, exacta, totalitariamente, toda nuestra vida junta. Para qué sirve la poesía: pues, por ejemplo, para urdir el sortilegio de que un anciano que durmió toda su vida en la cueva del miedo, atenazado, perseguido por el terror que le amamantó desde el principio de los tiempos a través los pechos de una mujer enloquecida por los mastines de pesadilla de la Guerra Civil (de la Guerra Civil), pueda ahora regresar, erguirse de escalofrío ante esa tumba, y que sea ahora su mano la que baje hasta su calavera para depositar una limosna quíntuple en la mendicidad exacta de tu muerte

Porque estos versos, este poema, este libro entero de Félix Grande es un sueño tenaz, un enigma sonámbulo, un territorio de niebla donde las palabras ya no son palabras, ese milenario y afectuoso nombre que les damos a las criaturas que nos dicen; esto ya no es hablar: esto es morder la tierra. Esto no es poesía: es otra cosa que estas menesterosas líneas no alcanzarán a describir; ese roce sigiloso que acecha al golpe de cada verso pero que no se ve, semejante a una bestia moribunda arañando los cristales; una gota de escalofrío recorriendo lenta, implacable, la espina dorsal del otro lado. Quizás exagere ya, a estas alturas (es que soy de Cieza), pero convendrán con-

migo en que calificar a todo esto con el común término de estilo es algo que, me temo, rayaría en la ordinariez. Pues cómo describir -ya me voy rindiendo-, cómo esbozar aquí la conversación definitiva de un viejo y una muerta en asamblea en torno a la lágrima que responde a todas las preguntas Acomódate, madre, en tu mecedora de tierra La paz está llegando, madre Todo va a ser mejor que nunca: ni tú verás mi miedo, ni viviré tu miedo, ya no habrá miedo, ya no hay miedo ... Luisita Grande Lara no volverá a morir ahogándose mirándote resollando [penando consumiéndose hediendo a pus y muerte muriendo de difteria mirándote a los ojos mirándote con pena purulenta ... mirándote quieta de pronto para siempre ante tus [alaridos y el sollozo de piedras de papá .. . y ya no voy a verter la tacita de aceite. Ya

no me voy a hacer otro siete en la camisa. [oo.] Ya no voy a derramar la taza del aceite con el maldito codo, y no vas a pegarme, coloradita por la congestión, loca de horror ante el aceite, tu mano, la alpargata, tu hijo [oo.]. Espantada de tu violencia, furi por tu espanto, máquina de ufrir y e romperte y de romperme [oo.]

ojos benditos, / ni oh'eré a en una sepultura / 1 mos, como do hermani ].

Es decir

mi vida, 1

&te,

Y


MarĂ­a Lara, la madre de FĂŠlix Grande.


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Miguel A. Ortega Lucas

sufrir a seres inocentes: toda mi vida. Toda mi vida. Toda mi escalera. [... ] Qué noria la del miedo pariendo odio, la del odio pariendo culpa, y qué noria de culpa pariendo angustia malparida! [... ] La culpa, madre. ¡La Culpa, María Lara Pradillos! ¡La puta culpa entre tú y yo y el pozo! [...] Sí, madre: aún me quedaba esta gota de odio Ah: pero, ahora, Ahora sí, madre: el llanto. Llora con los cuatro ases imperiales del [llanto. Llora con los setenta veces siete [mandamientos del llanto. Llora hasta que se mezclen en la riada [del llanto los nonatos, los solos, los apestados, [los hambrientos de llanto. Llora sobre los dos odio de llanto, amor [de llanto. Llora a placer: es la liberación: tu [último llanto. Gota final de odio, gota final de llanto: [criaturas juntas de la manita entrando en el palacio de la piedad. [... ] Ya, madre, ya acabó. Nos quedaba por sufrir este trago, este [veneno, esta monstruosidad ... esta revelación . ... Aún había que tragar este maltrago que misteriosamente mortuorio le está abriendo las puertas a la felicidad.

¿Me oyes, María? Desde tu mecedora de tierra ¿puedes oírme? .. . Desde tu atareada costumbre de morir ¿puedes, durante un instante inaudito, demorar ese afán, volver la espalda a esa sequía, y recibir en medio de la cara, en medio de tu sed resurrecta, el diluvio apacible de esta lágrima que te ofrezco como un ramo de siemprevivas? ¿Puedes oírme, María? ... ¿Te besan con su broche de lágrima todas estas palabras de alegría? ¿Aceptas la mano empalabrada de tu hijo, de este viejo que habla solo, con un pañuelo apretado contra la boca?

Mientras beso este puñado de tu tierra que yace palpitante en el absorto cuenco de mi mano, quiero que sepas que la alucinación materna que reside tras el cerrojo de la edad, la madre que está viva, la madre ritornella y lázara perpetua ... desde bajo la tierra me contempla [... ] con la luz ya sin susto de sus ojos ... y de repente me sonríe: me perdona: me quiere.

. .. Vuelve. Casi tres cuartos de siglo en nieve después de todo, vuelve. Vuelve el implume mayor del coraje y la inocencia para postrarse ante el trono de cuna del primer llanto y condecorar con una lágrima el feroz, jadeante y ya victorioso argumento de su vida Vuelve para entonar, como un abuelo de sí mismo y padre ya de la madre niña, en estruendosa voz muy baja, uno de los finales más escalofriantes, emocionantes, vallejos, que uno haya podido oír jamás

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Félix Grande: el pozo, la lágrima, la victoria

Adiós, María. Descansa. La tierra, el tiempo y yo somos tu cuna. Duérmete, ea. A la nana nanita del cementerio una muerta y un viejo en asamblea. Por fin lo que fue estrépito es ya misterio. Duerme, mi niña, ea. Pronto vendrá la luna para lamer mi lágrima, para mecer hl cuna.

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Por fin lo que fue estrépito es ya misterio; por fin lo que fue llaga es ya una lágrima: una secreta, jubilosa, infinita y leal correspondencia . Lo más parecido a la eternidad. Si tal cosa existe, Félix, brujo, Capitán, esta gratitud innumerable, este escalofrío en los huesos del alma me asegura, susurrándome aquí cerca, que serás bienvenido.

Ea, ea ...

Félix Grand e y Paca Agu irre. 12 de octubre de 2007. (Fo to: Chern a Corrales)


CRÍTICA DE LIBROS POESÍA Detrás de los espejos. Manuel Quiroga Clérigo DIONISIA GARCÍA. El caracol dorado. Concha García CLARA JANÉS. Peregrinaje. Dionisia García PERE GIMFERRER. Rapsodia. Manuel Quiroga Clérigo

FRANCISCA AGUIRRE.

NARRATIVA El reino de la Osa. Pedro García Cueto JosÉ LÓPEZ RUEDA. Aldea 1936. Antonio Costa Gómez SANTIAGO TRANCÓN. Memorias de un judío sefardí. Isabel T. Pérez PEDRO J. DE LA PEÑA.

ENSAYO Imagen de Miguel Hernández. José López Rueda JULIO DIAMANTE. De la idea al film. Manuel Quiroga Clérigo PEDRO GARCÍA CUETO. La mirada del Mediterráneo. Amparo Peris RAúL GUERRA GARRIDO. Haz lo que temas. J. A. Ascunce y A. Rodríguez FEDERICO MAYOR ZARAGOZA Y MARÍA Novo. Donde no habite el olvido JUAN CANO BALLESTA.

RESEÑAS DE LIBROS

NARRATIVA ANTONIO MIGUEL ABELLÁN - VICENTE BLASCO IBÁÑEz - JOSÉ LUIS G. CORONADO ALFONSO DOMINGO - JosÉ LUIS FERNÁNDEZ HERNÁN - JosÉ FUENTES MANFREDI

POESÍA ALICIA AZA - ANA CARAVACA - JOSÉ LUIS CLEMENTE - CONDESA DE NOAILLES ISABEL DÍEz Y MARÍA JESÚS LOZANO - LOURDES FERNÁNDEZ MARTÍNEz ANGELINA GATELL - PEDRO GOLLONET - SANTIAGO MONTOBBIO - MANUEL PARRA POZUELO JOSÉ POVEDA - MARÍA DEL VALLE RUBIO

ENSAYO ALFREDO CASTELLÓN - RAúL CREMADES - MARÍA EALO DE SÁ ANDRÉS V ÁZQUEZ MARISCAL - JUAN VIVANCOS ANTÓN - RAFAEL IzQUIERDO PERRÍN



FRANCISCA AGUIRRE

Detrás de los espejos

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M ANUEL Q UIROGA Cl.ÉIImGO>

Si la poesía es sentimiento y emoción a veces, también es confesión y diálogo. Ese es el caso de los poemas que contienen el libro Detrás de los espejos de Francisca Aguirre, editado en la colección Homenajes de la Fundación Centro de Poesía José Hierro de Getafe. En esta misma colección ya se han publicado otros títulos como Dos años de Hierro (2005) de José Hierro, Toda una leyenda (2006) de Claudio Rodríguez, Última luna (2007) de Ángel García López, Al aire de la luz (2008) de Fina de Calderón, Madre (2009) de Antonio Gamoneda, Escombros de la luz (2010) de Diego Jesús Jiménez. Esperemos que en años sucesivos aparezcan los testimonios de los más interesantes poetas de nuestra lengua. Este libro es una breve, pero sustanciosa, antología de poemas que han apa-

recido en varios libros de AguiI:re Ítaca (Premio "Leopoldo Panero- :TI: ));; Los trescientos escalones, que Da aJl dedicó a su padre y fue ~ <lJ!l.JlIl el premio Ciudad de hún erru.:n. ;; lLm otra música, que fue D.ñ«:a JPXlM" Ediciones Cultura Bis "(Jlll (ffiIl Ensayo general PIe.müo]El" cdie Poesía), cuyo título iém .JP>llIibllinID Calambur con su ~ Cf$D1Ü,; lPtl;w;mm dti11 conltlelt1lfe ~ cdie I

MIl11I1f1PJ1iin rmncviiill

Institución AllmilOO de serIe Crítica de 1


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Lírica

anatomía, publicado por Hiperión y al que un jurado compuesto por Soledad Puértolas, . Juan Carlos Mestre, Jon Kortazar, :raula Izquierdo y Ángel Luis Prieto de Paula con<::edió el último premio Nacional de Poesía, que se une a anteriores e interesantes galardones ya recibidos por la autora desde que en 1972 publicó sus primeros versos. Otros poemaribs, libros -de relatos de su autoría y trabajos sobre su obra han aparecido y siguen apareciendo, lo que viene a demostrar ~l innegable iriterés que la obra de Francisca Aguirre tiene para lectores, estudiosos y críticos. "En la noche fui hasta el mar para pedir socorro / y el mar me respondió: socorro". Así comienza el primer poema del libro de Francisca Aguirre, titulado "Triste fiera" . A partir de ahí el mundo se convierte en una meditada exposición. "Lo mejor que podemos hacer es no asustarnos", dice en "La espera", cuando ya a sus más de 81 años, pues nació el 27 de octubre de 1930 en Alicante, la autora ha vivido momentos de horror, los más intensos dolores provocados por la malignidad del género humano y, sin embargo, ha sabido remontar la existencia con esa pátina de ilusión añadida que, tal vez, solo son capacez de inventar los poetas. Francisco José Cruz, en un sabroso prólogo, considera que" al margen de las valoraciones literarias, los textos en prosa y verso de FA. [son], ante todo, un impagable testimonio de coraje y bondad en medio de una época miserable que, corno cualquier época así, nos hace dudar de la razón de ser de nuestra especie". Ciertamente, pues en "Telar" leernos: "Déjale a tu tristeza/el sitio que le corresponde,/pero no le permitas que se arrogue carácter moral" y en "Frontera" exclama: "Yo, que llegué a la vida demasiado pronto,/ que fui -que soy- la que

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se anticipó,/la que acudió a la cita antes de tiempo/y tuvo que esperar en la consigna/viendo pasar el equipaje de la vida/ desde el banco neutral de la deshora", como si quisiera hablarnos, sin citarla, esa indignidad de la existencia, donde hemos de luchar contra políticos asesinos, sabiéndonos inermes ante todas las crisis y no poseyendo más que el leve bagaje de nuestros versos y nuestra infantil esperanza. Y sin embargo aún nos debe quedar fuerza, o arrestos, para subir o bajar "Los trescientos escalones" de su siguiente poema que, ahí sí, llega su propia historia y de una familia abocada al desastre que sufrió la propia España tras la acometida innoble de unos sublevados ruines contra un gobierno legal y un pueblo indefenso. Este es un poema digno de figurar en los anales de nuestra historia poética, por la delicada descripción de orfandad que en él se respira. "Oigo los barcos que salen o entran por el puerto del Havre. /Veo tres niñas muy contentas, en Barcelona,/porque se iban de viaje". Pero aquel viaje no pudo ser. Lo recuerda la autora, después, en su "Curriculum comentado", describiendo cómo su padre, el pintor Lorenzo Aguirre, que había pertenecido el Gobierno de la República, y toda la familia habían ido "primero de Madrid a Valencia, de Valencia a Barcelona y, finalmente, de Barcelona al exilio en 1939". Tras el intento de "tomar un barco para Iberoamérica", "los bombardeos alemanes destruyen el Havre y el ejército alemán empuja a los refugiados españoles a la frontera". El regreso a España provoca el encarcelamiento del padre en Hondarribia, en San Sebastián y luego en Madrid. Pese a que Franco había prometido que no habría represalias, Lorenzo Aguirre es condenado a muerte y ejecutado en la prisión de Porlier en


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1942. Ni siquiera sirvió de nada que esas tres ruñas acudieran a pedir clemencia a la hija del dictador. A partir de ahí la carga de la autora es inmensa y sus versos reflejan de manera intensa su profundo dolor, compartido por quienes han sufrido los años duros y los momentos tristes de su propia infancia, juventud y madurez. En "Es que no comprendes" replica: "Solo queda la música,/porque han huido las palabras". Es cuando aparecen tímidamente esas palabras, "Detrás de los espejos", que no son ni siquiera un grito de clemencia, sino, a lo sumo, la reivindicación de una grave impotencia ante los universos desolados de la incomprensión. "Ellos vienen y tú te escondes. /Sales de ti y te escondes / detrás de los espejos. /Y desde allí los miras y te miras,/ves lo que hacen contigo;/te arañan, te maltran o te escupen". Sin nombrarlos está aludiendo a los miles de seres humanos esclavizados, humillados y ofendidos por quienes a veces usurpan el poder de la existencia, creando páramos de incertidumbre, umbrosos territorios de violencia y rincones extensos en que yace el dolor. Superar esas etapas y continuar viviendo suele ser una heroicidad pocas veces reconocida por quienes, seguramente, han vivido horizontes de un azul oscuro (casi negro) y no han perrrutido a los demás soleadas mañanas de paz. El poema titulado "Desde ninguna parte" termina así: "Apenas queda tiempo, el sol apunta. /Las estrellas, a salvo en su mortaja,/vigilan desde un cielo sin promesas/ el incierto destino de una especie". Habla de esa especie amenazada que son los hombres, cautivos de políticas oscuras y de uniformes indecentes. Desde su atalaya de humo el poeta desea proteger, a veces sin conseguirlo, la ino-

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cente sonrisa de los niños y los limpios amaneceres de los ancianos. Entretanto el mundo sigue con sus crisis, sus pérfidos capitalistas y sus infames gobernantes. "Anónimos" es, precisamente, una prosa poética, llena de musicalidad y armonía, como lo son "El actor" y lICasandra", donde subyace el verso clásico y la sinfonía de las esferas, con tenues recuerdos de Juan de la Cruz y Teresa de Cepeda y ese aire benevolente y diáfano ("En Ávila mis ojos/dentro en Á vila") en q~e todo es posible. Por eso Francisca Aguirre recuerda a "Los que nunca traicionan, los que siempre comprenden. Los sigilosos zurcidores del olvido, los magistrales devanadores de la memoria. Los tañedores del vocabulario. Sé de vosotros lo mejor, lo que p erdona y salva y restituye. No tengo vida suficiente para agradeceros que hayáis existido". Y es que, efectivamente, habla de fIlos dueños del habla, los amos de la lengua". Entretanto el mundo prosigue con sus guerras, sus ambiciones, sus monarcas de lo absoluto, los gobernantes de un universo que no es suyo pero que quieren amaestrar a fuerza de dólares y de corrupciones premeditadas frente a los seres indefensos que, a veces, escriben versos y, otras, pasan hambre, de pan o de justicia. En su "Curriculum" también explica la autora: "Escribo porque aspiro a que mi historia, mi música les llegue a aquellos seres que de una manera u otra la necesitan". Tres poemas inéditos cierran este librito. Anotamos completo uno d e ellos: "Vivimos porque el tiempo nos perdona / como perdona el tigre a las hormigas . /Existimos gracias a una ignoranCia que nos salva;/ a veces el cansancio nos aplasta/como destruye el tigre al hor~iguero / cuando se tumba a d evorar su presa " .

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El caracol dorado D IONISIA G ARCÍA

Editorial Renacimiento, Sevilla, 2011 C ONCHA GARCÍA

EL CARACOL DORADO A LA MINIMA

Alguien se asoma a la ventana y siente el escalofrío de la "existencia" cuando observa, refulgente, la concha de un caracol que pasa sobre las ramas del emparrado. Entre el sueño y la vigilia, la percepción de la realidad se siente sin ambages, y cuando te quieres dar cuenta, del caracol solo queda el rastro estriado de su paso. De alguna manera, este tercer libro de aforismos de Dionisia García es una metáfora del lento movimiento del paso de los días y de su inamovible fijación en la escritura. Todos sabemos que un caracol es el animal que mejor representa la fragilidad. Su casa-concha, donde se esconde y se repliega, está dotada, en su forma helicoidal, de la proporción áurea, de

donde surge la belleza más perfecta. La poeta Dionisia García (Fuente Álamo, Albacete, 1927) publica este libro de aforismos bajo el título El caracol dorado. La obra de Dionisia García -poesía, diarios, ensayos- resalta sobre todo como poeta - no es baladí que en el año 2000 la Universidad de Murcia instituyera un premio de poesía que lleva su nombre- o Admiro su escritura desde hace muchos años y así lo he manifestado en algunas entrevistas y artículos. Nadie como ella singulariza, hablando de poesía, una ruta de objetos cuyo significado casi siempre es el paso del tiempo, pero no el paso del tiempo que se detiene en el instante para que tomemos conciencia de que nunca más regresará aquello que pasó. Eso sería un mero trasunto melancólico. Su mirada es circular y por eso no deja añoranza, sino cierta alegría de vivir, y una complacencia que toca, en alguna zona, algo trascendente -aunque ella lo llama "humanista", en el sentido más cercano del ser-o La autora, que ha residido siempre en Murcia y la reconoce como ciudad propia, es una de las escritoras más personales de este país. Su obra poética, que comenzó en 1976 con El vaho de los espejos (DPM), y continuó con libros como Mnemosine (Rialp), Lugares de paso (Renacimiento, 1999) o El engaño de los días (Tusquets, 2006), es inconfundible. Creo que única cuando trae al oído, mediante ese ritmo discretamente acompasado de una música sin estridencias, latidos de existencia al estirar las oraciones (ya sea en endecasílabos, ya en otros versos como el octosíla-


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bo) como un largo suspiro que encuentra espacio para respirar exclusivamente en el detalle. Pienso que ahí es donde se revela su escritura. Y este desvelamiento de lo cotidiano, permite al lector recorrer lugares de lo que llamamos cotidianidad, que aparece en el texto como quien descorre una cortina sin saber qué va a encontrar y nota inmediatamente que todas las cosas "ya estaban ahí". Un doble juego de la realidad, de resonancias orientales, permite divisar el espacio de la escritura casi minimalista, que se hinca con fuerza en la memoria. Los aforismos vendrían a ser los restos de esa escritura, más ordenados, que realzan la intuición de una excelente observadora. En este libro, la autora recoge una serie de sentencias, frases, y pequeños textos que hablan del mundo actual y sacan a la luz las posiciones de la poeta respecto a cuestiones como el devenir, la fama, la gloria, la vida y la muerte, el amor o la amistad. El aforismo es el zumo de la observación, la esencia del pensamiento y la percepción. Hay aforismos deliciosos: "Nos habita el tedio cuando dejamos de amar"; otros amargos: "En el mejor de los casos, las generaciones se suceden y no conocemos a nadie"; y algunos llenos de resentimiento histórico: "Las revoluciones, como las catástrofes, no se anuncian, el ruido viene después"; y otros, con un gran sentido del humor: "Los poetas bien dotados no tienen prisa". El aforismo requiere agudeza y concisión. Como escribió Carlos García Gual en el prólogo del primer libro de aforismos de Dionisa García, Ideario de otoño (1994; el segundo se publicó en 2004 bajo el título de Voces detenidas): "Está más próxima a Ramón Gómez de la Serna y a Josep Pla que a La Rochefoucault. Primores de lo vulgar, como las prosas de AzorÍn, son muchas de estas reflexiones, ocurrencias, anotaciones de un espíritu

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sensible. Como un pintor que anotara en su cuaderno algunos perfiles ~, a$Í se dibujan estas re.flexí.ones", Una pequeña lista de quienes escribieron ver~ joyas aforísticas: Pascal, íttg~ Séneca/ ietzsche, Weíl, ovam, Cíorán ... Pocas mujeres, es ciem,

e -,

poetas que nos hayan

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brillantes de su arcrítuta. La cita que abre ellliliw, ~~" apoya el contenido deU ~: ""_ embargo no te concedo que b ~ ~ engañen [...] Por tanto no ~ éal b ojos de lo qúe es un vicio deU ~1tI•• $.e abre en dos partes: "~., W "Artificios". En la pr:í.mern. las ~ no carecen de un fondo fílloscó)if]¡oo mm. poso de amargura. Lo que :nos; diire fu» sabemos aunque a veces n o seamos; ~ cientes, y ahí es donde viene a:reallzímr d pensamiento de la autora esa frá maailliidad de la que form~os tan s,o]o 1lIIlI1léal parte. En algunas ocasiones su a d!ez@l1lial hace casi vidente: ''Los estertores de 1lIIlI1léal civilización se anuncian desde lej ';; 1f si volviéramos a intercambiar ~ JPX!llf cosas, sin el dinero mediador. ""_ ~, se detiene ante el detalle insi~ W grandioso: "Si amas por a:Ike nadie te pedirá cuentas". Algunas observacio dente brevedad de lo enfatizan que el , alor el momento pre ente, dI.oD.1lld!J~¡1 a~, • ~ ((ca> cabe algo de felici dicha) que deberiam ~nnma " jjtn8ful. EStte hacer posible una vi ideario humanis " llli exento de ervratir¡¡!i!tllCe$ agridulce , nes sobre la los instant habita el te . amar" . n ex4rel1JeIDl.t~ 1II ••

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Peregrinaje (Notas a una lectura)

Clara Janés

Peregrinaje Salto de Página, Madrid, 2011

DIONISIA GARCÍA

Para acercarse a la poesía de Clara Janés hay que tener voluntad de despojamiento, empeño y decisión de descubrir nuevas sendas. Sus versos nos obligan a un desentendimiento de lo ya experimentado, como punto de partida de lo poético. Es la mirada de Clara J anés una mirada comprometida con la luz del lenguaje, que no admite distracciones . Es también una mirada sin encuentro, de amplio y largo recorrido por los caminos del arte y de la belleza, del amor y la muerte, donde la naturaleza tiene un gran protagonismo. Todo viaje requiere una meditación, un rezo, como preparación para el descubrimiento, así dice uno de los primeros poemas del libro: «Ven, espíritu creador, / ilumina nuestro yermo, / abre un surco / en nuestro fondo perdido. / Ven, ensancha nuestra mente / más allá de los sentidos, / más allá de la curva del pensamiento ... ». Siete poemas rituales, a lo largo del libro, van desvelando momentos del viaje. En el primero se apuesta por la belleza, por la música, y esa "llama que no morirá". Dos


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Poesía

versos de este mismo poema nos dicen de la preparación para el trayecto: «llevamos el manto de peregrino / y el silencio» . Escribe la poeta en su nota aclaratoria (sin duda generosa, y estimada por nuestra parte): «El punto de partida de este libro es un peregrinaje a los lugares donde Holan sitúa su obra Toskana». Sabemos que Clara Janés ha traducido parte de la obra del poeta, que incluye el libro citado. Varios son los apartados presididos por el nombre de los lugares (Volterra, San Gimignano, Certaldo, Bagno Vignoni). Son imprevisibles, y así lo vemos en el libro, los encuentros con otras ciudades que surgen al paso, porque esas imprevisiones son parte de la aventura del viaje, de la indagación, de querer saber y ver. Se advierte en este peregrinar físico de recorrido terrenal, y tal vez paralelamente, otro recorrido interior a través, precisamente, de ese transitar por tierra/vida, con su grandiosidad: pájaros, frutos, agua y música. Con la mirada fija en el Descendimiento de Botticelli, o en unas ruinas abandonadas donde el arte se resiste a perecer. En un momento del libro leemos: «Sólo el amor y la belleza / sobrevuelan las aguas de la muerte». Son estos versos resultado de un caminar oculto en una noche mística que en el penúltimo poema del libro canta: «Nuestro breve camino / ha sido largo, / ha recorrido el arco / del no saber al no saber ... », para finalizar en el último poema: « .. . ese perpetuo y suspenso llamear / de una belleza que nos sostiene todavía / desde lo inaccesible del misterio ». Digamos que es una entrega sin condiciones a ese misterio, alivio esperanzado ante el vacío, junto a la belleza y el amor. Podemos afirmar que Peregrinaje es también un libro de búsqueda y encuentros, con especiales hallazgos, dada la hermosura de sus atinados versos. Clara Janés nos induce, a través de su andadura, a penetrar en su mundo interior, apasionante y lúcido, que sólo un poeta alto puede alcanzar.

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Seix Barral Los Tres Mundos Poesla

Pere Gimferrer y los recuerdos presentes MANUEL QUIROGA CLÉRIGO

Un solo poema largo dividido en 17 secciones es Rapsodia. En esos versos Pere Gimferrer reflexiona en torno al amor y otras experiencias. Y lo hace con todo el bagaje de su madurez y su permanente acercamiento a la poesía. No en vano es autor de una docena larga de libros. Ya en el primero, A rde el mar, el mundo se llenaba de emoción y de música. Es una obra de juventud pues fue publicada cuando Gimferrer apenas contaba veintiún años. Y obtuvo con ella el premio Nacional de Poesía. Hay quien dice que por entonces sus influencias más directas eran las de Vicente Aleixandre. Es cierto que el poeta catalán visitaba al malagueño en su casa de Miraflores de la Sierra Rapsodia. Pere Girnferrer. Seix Barral, Barcelona, 2011 . 87 págs.

por aquellas épocas. Pero también se habló de una voz propia en un momento en que el país no estaba para muchos versos. No lejos de entonces Octavio Paz le había dicho: "Dentro de diez años será usted un hombre joven y dentro de cuarenta un viejo, pero siempre será, estoy seguro, un poeta joven, un poeta dueño de esa perfección que solo lo joven tiene". Han pasado seguramente esos cuarenta años y Gimferrer, nacido en 1945, ha reducido a palabra todo su universo. Cuando nos viene a la memoria la "Oda a Venecia ante el mar de los teatros" del libro citado de 1966 y nos situamos ante los versos de hoy reafirmamos la opinión de Paz. "Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos" decía entonces. Y nos hacía ver el cuadro de Canaletto o asomarnos desde el puente de Rialto y


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contemplar la maravilla de luz y armonía que se reclinan en las aguas bellamente sucias de la laguna véneta. Hoy Gimferrer es académico al ocupar precisamente el sillón que fuera del Nobel Aleixandre. Pero la frescura de sus versos es similar a la de entonces. Confiesa en el prólogo "En apariencia (yen realidad material, pero solo en ella) este poema ha sido escrito en seis días". Pero luego aclara: " .. acaso no sea inútil señalar que la corrección del poema, terminada en primera instancia el 2 de febrero de 2010, se prolongó luego por lo menos hasta el 6 de julio". Tenemos, pues, la certidumbre de que esos versos son producto de sus circunstancias. Una es la inmediatez, o sea, su escritura en corto espacio de tiempo. Otra es la reflexión que hace posible dejar asentada una idea pero tal vez adornándola de nuevos pensamientos o novedosas indagaciones. Eso sucede en otros libros de su autoría como La muerte en Beverly Hills (1968) o el más reciente Tornado (2008). Esta Rapsodia podría ser una verdadera recapitulación del poeta. Sin embargo, es cierto que más bien se configura como un punto y seguido en su obra. De todos sus versos y de gran parte de sus ideas se viene a desprender que el poeta sigue teniendo muchas cosas que contar. Podíamos deCir que demasiadas. y el poeta pretende hacerlo. Desea contarlo con esa placidez de quien espera la mañana tras una noche de inspiración y de silencios. Aleixandre explicaba que en mitad del sueño imaginaba sus mejores poemas que a veces era capaz de reconstruir al despertarse. Es posible que eso les suceda a muchos poetas aunque no lo confiesen. "Se ha desencadenado por la mitad mi vida,/ como el pienso del alba se desploma en los sauces: / tiene el tacto de cuero de la noche dormida/y el corazón de hierro del pajar de la sombra" . Así comienza el libro. Precisión y decisión

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dan paso a imágenes limpias y definitivas. El poeta se va confesando ante una amada ahora cercana y antes en tinieblas. Se lamenta de esos" años sin ver tus ojos en el armario a oscuras" y afirma: "Yo entregué el pedernal de mi vida en tus manos:/una bomba incendiaria en un pomo de flores,/una imagen de arcilla que ha cuajado en la lava". Es la memoria haciéndose presente para rememorar intimidades eternas. Así hasta cumplir los 17 poemas que componen el libro. Aunque sus tepláticas sean diferentes, en ellas hay un hilo sutil que une los versos. Lo hace a través de un ritmo pletórico y unas imágenes vivas. Por ejemplo: "La luz de una campana de titanio/envuelve los viñedos". Nos traslada a la naturaleza de su Valpolicella, tal vez edén ansiado en horas de meditación. Qué decir de "Es sólo un trozo de pincel ellago:/un escudo de luz sujeta Mantua". El mundo latino a sus pies se encuentra en el aire de esa" claridad oscura" dando vida a unos pasos libres y de resonancias clásicas. O cierto espíritu de aventura es capaz de rememorar todo el apar·a to lírico necesario para resucitar juveniles ansias: "Tantos piratas viven el aire". Avanzamos ya por el poema V con esas "Campanadas al sol, la luz de Arezzo ... " donde se funde la vida con la inmensidad del pretérito. "Pero en este silencio de tambores de hierro colado/-primavera en Arezzo, dije a mis veinte años-JI. Así la atmósfera se llena de lugares y personas en una insolución de datos y detalles como es la mención "tus párpados, el aire de París,/una pupila de color limón" . Hay una musicalidad encadenada o ésa necesidad de hablar del amor casi sin nombrarlo. Así es como se van construyendo las emociones que el lector precisa para ahondar en el poema. Veamos (ya poema VII) "no podría quejarme de morir/si muriera en · el vientre de tu espu-

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ma,/ cuando el viento del alba es un paypay". Luego está la sencillez, o sea, el recurso a una palabra clara y urgente. Es como si el poeta no quisiera rebuscar expresiones novedosas sino penetrar en lo coloquial y cercano para hacerlo lírico. Entonces aparece el observador que no solo recorre el mundo sino que lo hace suyo y lo encadena con sus ideas: "En el portal del pabellón del día/va con guantes de goma el jardinero / a cosechar la rosa de la muerte". Ya en su "Oda" escribía Gimferrer "Las piedras vivas hablan de un recuerdo presente". Son precisamente esos recuerdos presentes la base de muchos de los poemas de este nuevo libro. El poeta analiza su pasado y nos lo muestra con el valor que tiene lo vivido, o sea, lo superado. "El tiempo tiene un además de rosa" da fin al poema IX. Todo lirismo y fantasía con ese "terciopelo de los ríos" y la sorpresa mimética y armónica: "el otoño pulsa las guitarras". Álvaro Cunqueiro dejó dicho "Ese amor total por lo total es gran poesía y está en Gimferrer". Es cierto que en estos versos se renuevan los territorios de la reflexión y la ternura de la memoria. Ya no es solo historia rememoración de nombres y de paisajes. Es el tiempo haciéndose eternidad en unos versos limpios. La metáfora se hace intensa y aparece una musicalidad expresa en cada recordación: "En la silla de manos de este claro de luna/van los porteadores de Watteau./Es hora de esperar: tiene la noche/un titular de ajuares de Swaroski,/paillette con los ojos quietos de un recental". Es el arte haciéndose maravilla y retocándose con el brillo del cristal o los confines de hermosos prados. Es que a veces los poetas dan el salto a las nubes de la ensoñación y nos hacen vivir con su ilusión del color y la sinfonía. Después viene la brevedad y la concesión. No hay que dejar de leer el poema XI. Ahí todo es diáfano como ese

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"viento en los cristales" que nos conduce a largos horizontes y perfectos entusiasmos. Italia se renueva y vitaliza. Igual que regresan los nombres y las miradas. Esos "instantes del discurso" o ese "trajín de máscaras del cielo" son partes de una indagación que va más allá de la soledad y hace posible la renovación de las íntimas presencias. Más allá aparecen determinadas preferencias. Lean, lean: "Góngora vive sólo en las palabras" . Qué más deseará un poeta. Además andan por ahí Calderón o Baudelaire y Rimbaud o Garcilaso. No olvidemos el plasticismo de Matisse o esa "crinolina de la Venus negra/ que salvó a Baudelaire". Poco después Magritte y ese mundo de cristales rotos. Aparece, sin embargo, una cierta dosis de pesimismo existencial poco razonable. "El tiempo nuestro es ya despedida". A veces los poetas cargan con esas dosis de negativismo existencial. Muchas veces. Tal vez sea porque ven muy cerca los problemas de este mundo globalizado e inhumano. La pregunta sería qué dejaremos a nuestros hijos y nietos. O mejor: por qué tenemos que soportar a tantos hijos de satanás que desbaratan nuestra economía o envenenan nuestro entorno. Y que siguen ahí. Oiga. Mejor no dar nombres que todos conocemos. Al final regresa Scherezade a ese "Bagdad con borceguí de llamas" o nos hace vivir "la noche de París que vio Proust". Sencillamente escribe el poeta: "A cuestas en la noche de colgantes,/llevamos nuestra oferta: todo el ser". Nada es como parece, como aquellas corbatas que de lejos simulan un cráneo hueco y de cerca una linda señora. Pere Gimferrer habla de un universo diferente. Es el que hace posible la inspiración y nos lleva a esa Rapsodia repleta de emoción y exenta de quimeras. Que el tiempo siga transcurriendo y que poetas como Gimferrer lo sigan contando.


El Reino de la Osa: El universo narrativo de Pedro J. de la Peña PEDRO GARCÍA CUETO

La obra de Pedro J .de la Peña (Reinosa, 1944) es prolífica y ha cultivado durante mu-< chos años todos los géneros literarios, la poesía, la novela, el ensayo. Destaca en su obra ensayística su A ntología de la poesía romántica, publicada por la editorial Júcar (la misma que dio a luz su excelente ensayo sobre la obra de Juan GilAlbert), en 1984; también es reseñable su famoso estudio El feísmo moder¡lista, publicado por Hiperión en 1989 y, no hay que dejar de mencionar Las estéticas del siglo XIX, publicC'.QO por la editorial Aguaclara. Como poeta, su último libro, La zarza de Moisés, se ha convertido en un merecido referente con el premio Nacional de Poesía "José Hierro" en el año 2007, culminación de una obra que se fue consolidando con libros tan interesantes como Círculo de amor, accésit del premio Adonái,s y fue Premio de la Comunidad de Valencia en 1980 por Teatro del sueño; y el premio Ciudad de Valencia en 1991 por El soplo de los dioses. No hay que olvidar su Poesía hípica, todo un canto de amor al caballo, que sigue siendo uno de los libros más bellos dedicados al equino de la poesía contemporánea. En novela, también ha atesorado merecidos premios, como el Ciudad de Palma en

1974 por Lobo leal; el "Blasco Ibáñez" en 1979 por El vacío, vacío. Y dos premios que demuestran su gran pericia narrativa, el premio Ateneo de Santander por Los años del fu ego en 1988 y el " Alfonso el Magnánimo" por la gran recreación del mundo becqueriano, del que es un gran especialista, en Ayer, las golondrinas. Una de sus novelas más interesantes, por la recreación histórica que lleva a cabo, es Los primeros de Filipinas, que recibió el premio Ciudad de Salamanca en diciembre del año 2003. Con una trayectoria como esta, una nueva obra narrativa del poeta de Reinosa siempre despierta interés y, en este caso, más aún, porque De la Peña recrea una época que conoció muy bien, una ciudad que alumbró sus primeros años, antes de marcharse a Valencia, donde ha realizado toda su carrera docente (como profesor de la Universidad de Valencia) y como escritor. Si Valencia ha sido para el poeta de Reinosa el lugar idóneo donde ir asentando una obra prolífica y donde crecieron las amistades con gentes de la cultura tan importantes como Juan Gil-Albert o César Simón, entre otros muchos, Reinosa es el paraje de la niñez donde abre sus ojos al mundo para que nunca más pueda olvidar

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los secretos que las montañas mantienen en sus cumbres. Esta novela, El Reino de la Osa, publicada por Ediciones Tantín, editorial santanderina, toca el interesante tema de los acontecimientos que sucedieron en la ciudad de Reinosa. En el año de 1986 el conflicto de la Naval provocó una eclosión en una ciudad tranquila, que se vio enturbiada por el cierre de fábricas, de empresas, de tiendas, etc., todo por el afán especulador y delictivo de los políticos de turno. En pleno gobierno socialista, estos mostraron su faz más terrible, la que ha enmascarado el falso progresismo que propugnan y donde solo late arribismo y caciquismo. Con estos mimbres, De la Peña construye una bella novela que se asienta en el presente, con flashbacks necesarios, para ir conformando la historia del hombre que vuelve y que asiente atónito a un mundo que se desmembra, a una sociedad herida de muerte para siempre. La Naturaleza, como en las grandes novelas del XIX (Galdós, Clarín, Pereda) es testigo de ese mundo que se agrieta sin que nada pueda hacerse para salvarlo. Desde las primeras líneas de la novela, ya podemos ver la crítica política: El gobierno socialista había iniciado la reconversión industrial yeso suponía la ruina de muchas familias trabajadoras y la crisis inminente en algunas capitales como Cádiz, Cartagena, Sagunto, El Ferrol y el mismísimo Reino de la Osa.

El cierre de Santa Bárbara produce la clausura de un medio de vida para muchos reinosanos, sin que les tiemble el pulso a los políticos de turno. Desde el principio, la ironía de De la Peña es evidente, país de ciegos, dice en la primera página, la mención de Polifemo, el hombre de un solo ojo, hombre que ve el doble que los demás, porque todos ellos

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(clara alusión a un pueblo manipulado desde la Antigüedad, el español, por su incultura ancestral, como diría Cernuda) están ciegos, al dejar que los hombres del poder les conviertan en meros títeres de sus intereses. Las descripciones que aparecen en la novela nos confirman el alto lirismo del poeta de Reinosa, ya que siempre hay un poeta en el espíritu del narrador, el estilo, tan cerca de Gabriel Miró, Gil-Albert, AzorÍn, pero sin dejar de enredarse en lo narrativo como haría Galdós o Baroja, o su admirado Blasco Ibáñez: Se veía en la carbonera, con las ropas sucias, oliendo a turba y a tabaco, que entraba por las rendijas desde el despacho donde su padre trabajaba. Todo aquel mundo estaba perdido, arrancado a la fuerza de su memoria desterrada y volvía hacia él con la fuerza de la carne como alguien que llevara largo tiempo sin tener un coito y, de pronto, se encontrara en la misma cama de siempre con un amor perdido, largo tiempo insatisfecho, y necesitase recuperar las horas idas (p. 27)

Pero también los personajes son retratados, con esa capacidad del que sabe mirar, del retratista que pulsa el tiempo para que el lienzo contenga la luz de lo que no ha de borrarse nunca, misterio de la palabra que se adensa hasta hacer de la página un tesoro para los ojos del lector, como la visión de Nieves del Valle, la que era la chica más hermosa, convertida con el tiempo en un emblema de poder, donde ya apenas la sombra del pasado podía resucitar lo que sintió el protagonista ante la chica del ayer: Hacía tiempo que no veía a Nieves del Valle. Seguía siendo muy hermosa, pero cr:ispada, con un rictus entre la soberbia y la amargura en los labios. Iba además sin ningún maquillaje y con


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un grueso sobretodo por encima del traje masculino, con pantalón y chaqueta de pana (p. 106).

Sin duda, la crítica del narrador hacia una posición falsamente progresista, aquellos que tuvieron en el pasado deseos de cambiar el mundo, a los que se les llenaba la boca de frases altisonantes a favor de los trabajadores, pero que, una vez, entregado el poder en sus manos, eran el peor de los remedios, el abuso, el caciquismo, la intolerancia. Para De la Peña, esa es la crítica fundamental de esta esclarecedora y valiente novela, denunciar el poder de los desclasados que, lejos de sus palabras vacías, han hecho mella, de forma dramática y esperemos que no definitiva, en muchas generaciones. Esa izquierda que lo prometió todo, no ha dejado nada, como la novela denuncia en el caso de El Reino de la Osa. Sin desvelar más de la novela, el autor describe el mundo de las huelgas, la revolución, como si de una cámara cinematográfica se tratase, lo que me recuerda a Eisenstein y su obra maestra, Octubre, donde el cineasta ruso plasma el impulso de la revolución ante la injusticia reinante en el opulento mundo de los zares. El Reino de la Osa, en pleno invierno, tiene tintes del frío soviético en la película citada: El frío en el Reino de la Osa era mayor que nunca. Embozados en sus bufandas, cerrados en sus chupas o en sus chubasqueros, los escasos viandantes se protegían del viento polar como osos solitarios en la etapa nevada (p. 81).

y la huelga, la lucha por unos derechos que el poder, aquel que prometía los mejores deseos para la humanidad, había roto, porque el poder siempre es igual, cercena la vida, la consume, exprime al

pobre, como un cáncer se contagia de su propia avaricia, solo deja las migajas al que lo sufre. Las huelgas, como emblema de un tiempo que puede ser el de ayer, p ero también el de hoy, son una manifestación de la rebeldía de personas que no quieren perder el pan de cada día: Casi a la puesta del sol, la última carga dejó varios heridos graves, que había que trasladar a cristales de fuera, porque la casa de salud no daba abasto. Fue brutal (p. 88).

Porque el poder siempre alimenta su gangrena en los seres indefensos y resguarda a los que lo detentan, los que, en su hipocresía, defienden nuestros derechos para preservar los suyos solamente: Enfrente estaba el búnker de hormigón donde se efectuaban los " controles de calidad" y en el que habían encerrado a los directivos por considerarlo el lugar más seguro. Con una sola puerta de entrada, era también como la sentina maloliente de un barco. Solo que, por esta vez, no eran los negros encerrados sino precisamenté el capitán y los oficiales de la tripulación. Rebelión a bordo de la Bounty, en cine de reestreno (p. 102).

Pablo Requejo, Gregorio Palazón, Nieves del Valle, Víctor Antonio, son personajes que se meten en la piel, seres que podríamos ser nosotros, que respiran al leer la novela, en nuestra almohada, nos hablan, con dolor, de la condición humana. Por ello, la novela crece, nos deja la sabia narrativa de Pedro J de la Peña y su visión de la realidad, llena de ironía, sin que esta olvide que es un hombre de letras, enamorado de la vida y de las palabras, aunque la visión del mundo y su enorme crueldad pesen en su mirada de hombre lúcido en tiempos de mediocridad.


Las campanas y los trenes JOSÉ LÓPEZ R UEDA

Aldea, 1936

o!T

. Edlclooel

: db!!P.~? ANTONIO COSTA GÓMEZ

En El espíritu de la colmena de Víctor Erice, en el filo de la posguerra española, la niña está al margen de la Historia y se refugia en el mito. La Historia aparece en jirones con sus zarpazos incomprensibles. Es una obra de una sensibilidad exquisita. En La luna y las hogueras de Cesare Pavese el campesino italiano regresa al campo de su infancia y se refugia en el esplendor y el misterio de la naturaleza nocturna, en el símbolo y el mito. Son una especie de salvación para ese hombre que regresa de América, como ese lirismo visionario en el que el propio 'Pavese trató de refugiarse en su soledad. José López Rueda tiene más de un punto de contacto con Pavese. Él tiene su río y su . ~astillo, las campanas que sacuden toda "la noche y los trenes que se van lejos. El niño de Aldea 1936 está

en el cruce de la naturaleza con la Historia, ve los absurdos de la Historia y se exalta con el fulgor de la naturaleza, que está captada con una sensibilidad muy rica e intensa. Pero va más allá y la propia naturaleza también se muestra absurda y desesperanzada al final. No solo el niño, casi todos los personajes parecen seres de Camus que se mueven por el exilio buscando un reino. Al final la obra se hace vertiginosa y dice que el cosmos entero muestra la inutilidad de la vida humana. Es la desesperanza que estaba en el existencialismo y el teatro de lo absurdo, el tremendismo español y el esperpento, pero en López Rueda es una desesperanza ferviente. El niño tiene a su alrededor fascinaciones extrañas, se asombra y se interesa por todo, en la obra aparece la lucidez de la infancia, se


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angustia y se entusiasma a partes iguales. A su alrededor está la riqueza de los sonidos de los pájaros, la inmensidad de los olores, la fiesta de los atardeceres que lo dejan alucinado y dilatan el corazón, como diría Camus. De modo que hay ese éxtasis ante la tierra que querían Camus o Nietzsche, pero también el pánico ante lo poco que somos frente a lo incomprensible del mundo. A su alrededor todo son soledades, desde ese perro que observa a los hombres que lo matan con mirada de no comprender pero sin rabia, o la mujer enloquecida que como Pascual Duarte asesina a su hija poseída por los demonios más oscuros, como haría el Meursault de El extranjero, o el loco que se niega a reconocer que su mujer ha muerto y se calcina con ella en el incendio de su casa, o la chica solitaria que afronta la maldición y la muerte por una noche de erotismo ilusionado. Y el beso final de la niña al niño silencioso supone una posibilidad de compañía desolada. La obra presenta una galería de personajes individuales e impredecibles como la vida, mezcla lo narrativo con lo poético, la visión con el documento interiorizado. Y lo hace con una sabiduría literaria que despliega sencillez intensa, musicalidad en el estilo y en la composición, sabia labor de montaje cinemato-

gráfico, procedimientos expresionistas, manchones esperpénticos, fogonazos visionarios. La obra se publicó precariamente en Ecuador en los años 50 y aparece ahora en una edición espléndida en España. Y no llega tarde porque estamos ante una obra profunda que hace vibrar en cualquier momento, porque la voz del narrador está llena de resonancias, porque el niño protagonista tiene todas las magias de la infancia. No llega tarde porque el mito nunca llega tarde. y habrá que ponerla entre las mejores novelas sobre la Guerra Civil, pero algo más, habría que colocarla entre las narraciones más sugerentes de la generación del medio siglo muchos años después, igual que se situó a Antonio Gamoneda entre los poetas de los 50 con bastante retraso. Pero en realidad no hay retraso, al fin y al cabo no se trata de los manuales pasajeros y discutibles, sino de la esencia de la literatura. No deberíamos hablar solo de narrativa de la Guerra Civil, porque la obra trasciende ese tema, la guerra es como el material del que se arrancan destellos y sugerencias. El territorio de esta novela es el mito y la infancia, la precariedad de los paraísos rotos, cruzados siempre brutalmente por la Historia, que es una acumulación de cadáveres, como decía Walter Benjamin.

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Memorias de un judío sefardí La verdadera historia de Dan Kofler SANTIAGO TRANCÓN

Editorial Infonova. Narrativa Madrid, 2011 I SABEL

Digámoslo sin reparos: he aquí un libro singular y excepcional. El título nos remite, desde el comienzo, a un género clásico, el memorialista, más común en la literatura anglosajona que en la nuestra, pero con un subtítulo sugerente, pues se trata de "la verdadera historia" del judío sefardí Dan Kofler. ¿Por qué verdadera? ¿Acaso unas memorias no tienen siempre esa intención de ser fieles a la verdad, al menos a la recordada? En este caso pensamos que "la verdadera historia" alude a dos niveles de significación. Uno se aclara

T. PÉREZ

cuan do n os vam os ad entrando en su . lectu ra, ya qu e la peripecia vital de Dan Kofler es tan apasionante, inverosímil, fuera de lo común y poderosa que el lector podría creer en bastantes ocasiones que es inventada o fantaseada. Y no lo es en absolu t o, los hechos qu e se cuentan son el testimonio de sucesos reales, ciertos, sin maquillaje, que el protagonista, más que recordar, recrea, reconstruye y trae al presente con la intensidad que tuvieron·en el pasado. El otro significado del subtítulo se refiere al texto como artefacto literario. Es un guiño cervantino con que el autor, Santiago Trancón, busca la complicidad del lector para que se deje seducir por una obra narrativa polifónica que integra el género autobiográfico, el biográfico y el novelesco. El autor ha optado por una narración a través de dos voces básicas, una, la autobiográfica en sentido estricto, en primera person a, y otra, la del mismo escritor, convertido en narrador aquisciente, testigo, intérprete, analista y organizador general del texto. Pero este narrador cronista, a medida que va reconstruyendo la vida de Dan Kofler, y ampliando su conocimiento de la historia del judaísmo y del mundo sefardí, se irá convirtiendo él mism.o en personaje que descubre sus orígenes y la pervivencia actual, interiorizada y olvidada a la vez, de la Sefarad que, a pesar


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de la persecución y el intento de aniquilamiento, nunca dejó de existir en nuestro país. Intervienen, además, otros personajes reales, vivos, que se incorporan a la narración cuando van leyendo el manuscrito, cómplices también de su desarrollo, de tal manera que el lector asiste a un work-in-progress, cuyos límites entre realidad y ficción se difuminan y entremezclan, aunque no por ello se confunden. El libro se estructura en 63 capítulos, distribuidos en cinco partes homogéneas, que respetan un orden cronológico, sin prescindir de las anticipaciones, flashbacks y digresiones por las que discurre el hilo argumental de la historia. Dan Kofler o Dino del Monte en su nombre artístico, es un artista judío de ascendencia sefardí, músico y pintor, que desde la Rumanía natal llega a Israel en 1948, es decir, el año en que se constituye como Estado Independiente. Vive su infancia en los kibbutz, estudia música y pintura, y muy joven viaja a Francia, se instala en Alemania, donde obtiene gran éxito como pintor. Vuelve a Israel, más tarde a Amsterdam y recala en España en los últimos años del franquismo. Aquí, sin abandonar la pintura, desarrolla su arte como músico, entra en contacto y trabaja con las grandes figuras del flamenco a las que influye como primer impulsor de la llamada música fusión entre el flamenco, el jazz y la música sefardí y balcánica. En la actualidad es un virtuoso concertista de zimbal, un instrumento milenario de origen indio. Dan Kofler encarna el judío errante, desterrado, que ha vivido éxitos rotundos y fracasos dolorosos, a los que se enfrenta con una honestidad y sinceridad insólitas en la mayoría de las autobiografías. Su vida es una búsqueda apasionada y un intento por comprender la

naturaleza del arte en sus d istintas manifestaciones, propósito que va unido a la busca de sentido del mund o, del ser h umano y de la propia existencia. De la biografía literaria del au tor, Santiago Trancón, conocemos desd e hace tiempo bastantes datos. Doctor en Filología Hispánica, con una larga trayectoria com o escritor, tiene editados numerosos libros que abarcan, entre otros, la p oesía - De la naturaleza del olvido (1989) y Desvelos de la luz, (2008) - , n ovela - En un viejo país (1997)- y ensayo -Teoría del téatro (2006), Castañuela 70. Esto era España, señores (VV AA, 2006) Y Teatro breve de Rafael Gordon (2006)- . H a publicado también cientos de artículos de análisis y crítica teatral y literaria en El Viejo Topo, Ajoblanco, Diwan, Primer Acto, Cuadernos Hispanoamericanos, Signa, etc. H a sido crítico teatral de Diario 16 y El Mundo. En esta obra, Santiago Trancón , haciendo uso de una prosa ágil y fluida, con un manejo preciso y variado de registros lingüísticos y estructuras narrativas, h a logrado una reconstrucción biográfica con vincente en el marco de un complejo y brillante contexto histórico. En definitiv a, nos h a ofrecido, utilizando el título de A. Carpentier, un viaje a la semilla, a la de los personaj es (la vida del protagonista y la experiencia del cronista en esta aventura personal e intelectual) ya la historia de nuestro país. Una travesía que conmueve, fascina, informa y se (nos) interroga sobre el sentido de la vida individual y colectiva de nuestro país en el pasad o y en el momento actual. Como sucede con la auténtica literatura, gracias a estas memorias la realidad se vuelve más rica, diversa y estimulante; y la vida del lector, también.

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Juan Cano Ballesta y su 'Imagen de Miguel Hernández'l

JOSÉ LÓPEZ RUEDA

Escribíamos estas líneas en noviembre de 2010 cuando solo faltaba mes y medio para que finalizase el centenario del poeta de Orihuela. A esas alturas del año hemandiana, Juan Cano Ballesta debía de estar cansado de tanto ajetreo corno había tenido por ser uno de los mejores especialistas en la vida y obra de Miguel Hemández. Corno yo le suelo decir, ese año fue también para él, el año de Cano Ballesta, pues le llamaron de muchos lugares de España para conferencias y congresos, publicó numerosos artículos y estuvo en Ucrania para disertar en Jarkov sobre el poeta. En noviembre de 1999 publicó un último libro sobre Miguel Hernández en Ediciones de la Torre, anticipándose al centenario con una serie de conferencias y trabajos de investigación que ofrecen al lector una vista panorámica sobre la vida y la obra del bardo levantino. El libro se inicia con una crónica de la relación que tuvo Miguel en 1934 con los pintores y escultores de la famosa Escuela J Juan Cano Ballesta: Imagen de Miguel Hernánde., Ediciones de la Torre, Madrid, 2009.

de Vallecas, cuyos miembros cultivaban una estética de terna rural. Eduardo Vicente, Maruja Mallo y el escultor toledano Alberto Sánchez influyeron en la evolución artística del poeta oriol ano , que hasta entonces había militado en las filas de los poetas puros neogongorinos, corno lo prueba su serie de octavas reales de Perito en lunas. Juan Cano recuerda en este primer ensayo que en la primavera y verano de 1937 Miguel estaba ya practicando un: tipo de escritura que se acercaba al"realismo socialista". En su seguimiento de la evolución ideológica y estética del poeta, Cano realiza un estudio minucioso de la relación de Miguel con Pablo Neruda que por entonces había proclamado su defensa de una poesía sin pureza en su revista Caballo Verde para la Poesía. A pesar de 'su admiración por el exquisito Juan Ramón Jiménez, Miguel se ' pasa al campo nerudiano con armas y bagajes. Pero no bastaba con esto. La situación política de España en aquellos años de la Segunda República ponía cada vez más de relieve el descontento de la clase obrera,


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y la revolución de Asturias hizo que los poetas tomaran conciencia social y empezaran a escribir poesía revolucionaria. Miguel Hernández da también ese paso y, como dice José Luis Cano (y también Leopoldo de Luis con otras palabras): "si quisiéramos simbolizar en un solo nombre la poesía social española habría que acudir al de Miguel Hernández". Cano Ballesta dedica importantes páginas de su libro al estudio de Miguel Hernández como autor teatral. Sitúa el auto sacramental titulado Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras como un acontecimiento insólito en aquellos años de laicismo republicano. "Los revolucionarios son identificados con el mal y sus incitadores -señala Cano- y, paradójicamente, este auto le abre las puertas de los ambientes intelectuales madrileños precisa e irónicamente de manos de personas e instituciones que estaban del lado conservador y de la derecha, con la cual pronto iba a romper". Y en efecto esto se produce poco después tanto en su poesía como en el drama El labrador de más aire y en las piezas de Teatro en la guerra. Lo cual se explica por su abandono de la fe católica y su condición de poeta combatiente en lucha contra el fascismo que inspiran las mejores páginas del libro. En el campo de los contactos de Miguel con grandes poetas de su tiempo, Cano recuerda su amistad con Vicente Aleixandre, que le brindó su protección y le enseñó a apreciar la poesía surrealista. Menos conocida para el lector es la relación de Miguel con Federico Carcía Lorca. Cano dedica un ensayo al estudio de la breve correspondencia intercambiada entre ambos poetas. A pesar de la admiración que siempre sintió el oriolano por el granadino, Juan Cano Ballesta no cree que se pueda hablar de una "gran amistad" entre ambos poetas. Lo impidió la desigualdad de sus respectivas situaciones: "el uno

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pobre provinciano y poeta incipiente, el otro en la cumbre del bienestar social y del prestigio intelectual". Entre los muchos datos nuevos que aporta Cano en estos ensayos, son especialmente útiles las páginas que dedica a Miguel como crítico literario y como periodista. El profesor murciano ya había publicado algunos años antes jpnto con Robert Marrast 24 artículos de Miguel con noticias importantes sobre momentos decisivos de su peripecia vital y sobre la vida en las trincheras. En el presente libro analiza dichos artículos y siete prosas de guerra desconocidas o poco conocidas publicadas con seudónimo. Particularmente interesante para lectores no especializados en el tema es el capítulo dedicado al viaje que hizo Miguel a la Unión Soviética formando parte de una delegación que representó a España en el V Festival de Teatro Soviético, que, según informa Izvestia, se inauguró en Moscú el1 de septiembre de 1937. El incansable y acucioso investigador que es Cano Ballesta ha enriquecido lo que se sabía sobre la delegación española en Rusia basándose en las noticias de Izves tia que le tradujo un colega suyo de la Universidad de Virginia. Miguel se entusiasma con la febril actividad de las fábricas soviéticas y solo habla en sus escritos de los aspectos positivos de su admirado país comunista. Pero, como sugirió Juan Cano hace unos días en una conferencia pronunciada en el Instituto Internacional de Madrid, a pesar de la visión optimista que les daba su guía rusa, Miguel y sus colegas españoles debieron de ver la miseria en las calles de Moscú y quizás algo intuirían del tiránico régimen estaliniano. Al parecer, según Cano, Miguel le dijo a Octavio Paz, conversando sobre su reciente viaje a Rusia, que no quería un régimen así para España si la República derrotaba a los golpistas nacionalcatólicos.

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JULIO 01,\ I:ANTE

De la idea al film

Julio Diamante: "El mercado (del cine) está dominado por las multinacionales" De la idea al film JULIO DIAMANTE

Ediciones Cátedra Madrid, 2011, 316 págs.

Director de películas como El arte de vivir, Tiempo de amor, Helena y Fernanda, etc., Julio Diamante, nacido en Cádiz en 1931, es un profesional del cine ya considerado un clásico por los entendidos. En su excelente libro titulado De la idea al film, que tuvo otras ediciones y que ahora ha puesto en los escaparates Ediciones Cátedra (Anaya, Madrid, 2011), el veterano cineasta nos ofrece gran parte de su saber. Lo hace en un tomo de 316 páginas, que incluso incluye una segunda parte titulada "La práctica" con el guión de ocho de sus trabajos, al que antecede una explicación en cada uno de los casos, verdaderos ejemplos de un buen hacer, que servirá de base para un estudio más profundo de todas y cada una de sus labores ante la cámara. La primera parte es "La teoría" con una inserción en sus motivaciones creativas y un estudio de su propia escritura cinematográfica, verdadero manual para quienes se hagan preguntas a la hora de penetrar en el mundo proceloso de la gran pantalla. Una sabrosa bibliografía sobre el tema cierra tan espléndido ejemplo de

dedicación a la noble tarea de convertir en imágenes las ideas. El libro está dedicado a Elena Sáez, de quien dice Diamante: "Quiero recordar que no solo fue mi esposa y compañera, sino también coguionista de Tiempo de amor, El arte de vivir y La Carmeri." . La capacidad de saber manipular los materiales cinematográficos, mover a los actores, obtener la mejor fotografía e insertar la música apropiada son algunos de los análisis que encierra el volumen. En un escueto y sabroso prólogo Santos Zunzunequi afirma que "el libro que tenemos entre manos puede verse como una especie de retomo al pasado de un cineasta, como un viaje a sus motivaciones creativas mediante la exploración retrospectiva de la escritura (entendida esta noción en un sentido amplio) que forma la base de una buena parte de su cine", y José Luis Borau en un preliminar, bajo el título de "En busca de imágenes vivas", escribe: "Atractiva fórmula la escogida por julio Diamante para exponer con claridad y eficacia su teoría particular sobre la escritura cinematográfica, contrastándola a continuación con trabajos de realización igualmente suyos, cumpliendo así en propia carne, como quien dice, el largo proceso creativo que anuncia el título del libro". MANUEL QUIROGA CLÉRIGO


La mirada del Mediterráneo AMPARO PERIS

Sin lugar a dudas, esta magnífica obra nos cautiva, en primer lugar porque los protagonistas son escritores vinculados, de un modo u otro, a un mar tan extenso como distante unas veces, y sorprendentemente tan infinito como la vida misma. Nos adentramos en La mirada del Mediterráneo de Pedro Carda Cueto como quien se dispone a hacer un viaje a lo más profundo de la Literatura, con mayúsculas. Al tocar y acariciar la portada, sus barcas nos llevan al descubrimiento de un nuevo mundo lleno de auténtica cultura. La línea del horizonte nos adentra de lleno en el mar de los buenos libros. Pedro Carda Cueto, escritor y pensador, es, además, profesor de un instituto

en Madrid, donde imparte clases. Les da las pautas a los jóvenes de cómo enfrentarse a la vida literaria, y que aprendan a leer un buen libro, tal vez el mejor camino hacia la Verdad, en estos tiempos de la gran crisis de valores que estamos viviendo. Tal vez, la literatura les salve en estos momentos. Literatura ¿Ficción o realidad? Lo que realmente importa es su lectura, la adicción a los buenos libros. Comienza por Francisco Brines, y desvela una infancia rota qué le marcó, para saberse dueño de una escritura difícil, auténtica. Furiosa y delicada forma de hacernos ver su poesía, digna de un Nobel. César Simón, al que tuve el inmenso placer de llegar a conocer en sus últi-


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mos días, nos lo muestra, como un ser frágil que anida en el abismo que los buenos poetas encuentran y nos muestran como algo tan cercano como la muerte temprana, que él tuvo. De Antonio Porpetta, escritor con el que he tenido ocasión de compartir días de poesía, me parece extraordinario cómo identifica el amor por su amada y la forma de relatarlo. Miguel Veyrat es un poeta diferente, ese juglar que anota Pedro García Cueto y sabe como nadie expresar la negatividad de la vida, que nos hace pensar más allá de nosotros mismos. Arcadio López Casanova, además de escritor, es un filósofo, que Pedro García Cueto va desgranando lentamente, hasta desvelarnos que sus poemas son el reflejo de su propia vida. A Pedro de la Peña, amigo escritor con el que he compartido muchas horas literarias y del que he aprendido que, en un viaje, es donde realmente surge la auténtica literatura, Pedro García Cueto lo presenta como un héroe literario, un caballero montado en su caballo, cabalgando sobre versos escritos con el corazón, con la grandeza de los dioses que le reciben donde va. Es un poeta que ha alcanzado la sabiduría suficiente, y se merece, como pocos, estar en este libro, porquetodossuslibrosytodossusve~

sos han de ser leídos, para disfrutar de lo mejor de sus palabras. J enaro Talens, buen conversador donde los haya, traductor de Rilke, uno de los mejores poetas de todos los tiem':' pos. Pedro García Cueto ha sabido, como nadie, persuadirnos de sus ganas de vivir y aprehenderlo todo. Dice: "La mejor forma de vivir es a través del momento, plena dicha". Con Guillermo Carnero, astuto y de mirada inteligente, vemos, en el estudio que ha hecho Pedro García Cueto, que

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es un divagar constante, lirismo a veces pesimista, y lejano como la Belleza. De Ricardo Bellveser se podrían decir tantas cosas que no cabrían en un solo libro, ni en un solo capítulo. Su propia mirada azul, cuando nos mira a los ojos, es como el Mediterráneo y Pedro García Cueto ha sabido plasmar su personalidad arrolladora y teatral ascenso a los cielos literarios. Ricardo, artífice y genuino creador de los libros bellos y fáciles de leer como este, aunque sea un libro demasiado culto y erudito, digno de tener en toda estantería. A Jaime Siles le basta con pronunciar su nombre para que acudamos a sus obras, a sus lecturas y poemas. Espiritualidad a raudales, y extensos poemarios que no nos dejan indiferentes. Carlos Marzal y Vicente Gallego, mis amigos escritores y creadores de una nueva poesía que ilumina y sorprende. Tanto en uno como otro, Pedro García Cueto ha sabido captar su magia, su talento y la atracción que nos merecen ambos. Su vida es la poesía, o su poesía es su propia vida. Vivir de este modo la literatura engrandece este mundo, ahora en crisis y siempre avanzando, página a página. Éste es un libro libidinosamente literario, digno en su exposición. Pedro García Cueto quiere, al igual que Cicerón, educar y transmitir mensajes, a través de escritores sabios y necios. Unos más sabios que otros, ninguno más necio que el otro, pero todos llenos de sabiduría y con la suficiente capacidad de sorprendernos en cada página de este original e ingenioso libro, de escritores que tienen mucho que ver con el mar Mediterráneo, con sus aguas azules y mansas y sus tormentas, que al fin y al cabo, son como nuestros días, como versos escritos por un escritor que, como pocos, hoy día se preocupa por la


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Cultura, en un país que, gracias a estos escritores y a sus libros, podemos ir cambiando poco a poco y congratularnos con su esencia. Enhorabuena, Pedro Carda Cueto, un escritor que sin ser de Valencia, ha sabido mirar hacia el Mediterráneo como un docto filósofo pensador y, sin duda, su libro La mirada del Mediterráneo es el que todos desearíamos tener en la mesilla de noche. Pedro Carda Cueto ha puesto su mirada en nuestro mar, en nuestros escritores, porque al leer sus libros es como si ya formaran parte de nuestro interior, de

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nuestra propia filosofía y nuestra pasión por regresar a su literatura, a la amistad, a las tertulias que hemos compartido en noches y en horas llenas de mar. Porque ellos también nos miran, nos hablan. Por tanto debemos leer este libro como quien toma la decisión de iniciar un viaje, a tra. vés de los mejores escritores contemporáneos. Un lujo para los sentidos, una delicia literaria. Es un placer poder escribir acerca de escritores con los que he compartido lo mejor de la literatura; sin lugar a dudas, recomiendo -este libro de Pedro Carda Cueto.

CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE VIRGILIO PIÑERA

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Haz lo que temas La novelística de Raúl Guerra Garrido ~Deusto

PRÓLOGO Entre dos caminos el desconocido; entre dos caminos desconocidos el prohibido; entre dos caminos desconocidos y prohibidos el que más temas. (Raúl Guerra Garrido: El otoño siempre hiere) El proyecto «Haz lo que temas». La novelística de Raúl Guerra Garrido nació, como muchos planes, en torno a una mesa con una taza de café. Fue una conversación basada en la amistad y en la admiración: amistad hacia la persona y admiración por su obra. Lo que inicialmente fue una simple charla de compañeros pronto tomó visos de realidad. Formábamos un grupo de profesores universitarios entusiasmados con la idea de afrontar con seriedad el reto del análisis de la obra narrativa de Guerra Garrido. En la puesta en marcha del proyecto todo fueron facili-

JOSÉ ÁNGEL ASCUNCE y ALBERTO RODRÍGUEZ Publicaciones de la Universidad de Deusto Bilbao, 2011. 274 págs.

dades y entusiasmo. Había ideas y ganas. Los resultados nos han dado la razón. La idea original de este trabajo era abarcar lo fundamental de la escritura creativa de Raúl Guerra Garrido. Sin embargo, la lógica dictó la imposibilidad del intento y marcó los límites aconsejables del volumen. Se tuvo que hacer una selección, en la que se optó por quince títulos de una amlia bibliografía. Se priorizaron las obras clave de su novelística, marginando, por las razones ya indicadas, aquellas obras de carácter memorístico, libros de viajes, recopilaciones de artículos, ensayos, etcétera, que, sin desmerecer en calidad, rompían la lógica interna del proyecto. El número de ensayos ofrecidos era suficiente para poder valorar con rigor la narrativa de nuestro autor y para dar una visión muy completa de su creación novelística.


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Cada novela, como la propia existencia, es una auténtica aventura de creación. Como cada persona va generando con sus actos un itinerario de vida, igualmente, cada escritor con su palabra escrita va recreando existencias que no dejan de ser realidades aunque se basen en la ficción y en fábula. La vida es una permanente interrogación que la persona tiene que ir resolviendo con sus acciones. Todo relato, de igual manera, es una pregunta siempre activa, primero, en el acto de escritura y, más tarde, en la acción de lectura. La existencia en la realidad o la vida en la ficción recrean y se hacen en medio de una dialéctica de preguntas y respuestas, de estímulos y reacciones, que cada uno, en los espacios que le corresponden, tiene que resolver. El noelista es una creador de vidas o de fábulas . Cuando el escritor posee una idea o un tema novelable, se cuestiona inmediatamente por el dilema de una forma y de un estilo. Son cuestiones a resolver antes del acto mismo de escritura. Las posibilidades iniciales son ilimitadas, la decisión es única. La idea de novela que se hace durante el acto de escritura puede servir para algunos escritores, pero este no es el caso de Raúl Guerra. Nuestro escritor elabora conscientemente planes der escritura antes de concretar una novela. La idea, antes de hacerse relato es una posibilidad entre otras muchas. Toda opción es un riesgo que implica necesariamente incertidumbre y zozobra. El hombre en la vida como el escritor en el relato no tiene más remedio que decidirse y comprometerse. El escritor genuino tenderá siempre entre las posibilidades

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narrativas que se le ofrecen por aquellas que deambulan por los espacios de lo desconocido y de lo novedoso, por aquellas vías de escritura en que pueda demostrar su verdadera capacidad creativa y narradora. Si la decisión asumida rompe con los cánones habituales y con las convenciones reinantes, el escritor sentirá una sensación de mayor embriaguez creadora, porque siempre en lo prohibido se encuentra la plenitud, aunque nunca se halle exenta de riesgo y temor. Tenía razón el abue19 de Cacabelos, cuando afirmaba que en la vida, en cualquiera de los caminos en los que esta se manifiesta, ya sea realidad o ficción, hay que optar por lo desconocido para explorar los espacios prohibidos, en los que el hombre siente la realidad en toda su plenitud. Este es el ejercicio creativo que define la novelística del escritor: plenitud en la novedad permanente. Raúl Guerra Garrido es un escritor de esta estirpe. Aventurero comprometido con la vida y con la escritura. Este es un principio que se reitera en los relatos analizados y que los estudios que ahora se ofrecen lo afirman con toda unanimidad. El presente volumen «Haz lo que temas ». La novelística de Raúl Guerra Garrido es -quiere ser- un acto de reconocimiento a la persona y al escritor. Como tal, nuestro mayor logro sería que estos estudios despertaran el interés de otros muchos lectores y, como consecuencia, propiciara otras lecturas y otras críticas para hacer más conocida la obra de Raúl Guerra Garrido. JOSÉ ÁNGEL ASCUNCE

Y ALBERTO RODRíGUEZ

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Donde no habite el miedo FEDERICO MAYOR ZARAGOZA -

MARÍA Novo

Ediciones Litoral. Poesía Málaga, 2011, 168 págs.

Dice un antiguo proverbio que "la medida de amar es amar sin medida". Hoy, a lo ancho del mundo, ese amor no deja de manifestarse, en la entrega de tantas y tantas personas que se atreven a acercarse al dolor, que escuchan las llamadas de la fraternidad, que se dejan alcanzar por un sentimiento tan humano corno es el de mirar al otro y hermanarse con él. Pero, al mismo tiempo, vivimos en un mundo de dolor y de muerte. Las guerras declaradas, la violencia oculta, el dominio ejercido desde los poderes económicos ... , todo atenta contra la armonía necesaria para una vida en paz. En más ocasiones de las deseables, parece que olvidásemos nuestra condición de seres humanos, tan enzarzados en conflictos, en usurpaciones, en atentados contra la vida. Vida humana, vidas humanas en riesgo, en situaciones de exclusión, de guerra, de exterminio ... y también esa otra vida, la que nos sostiene, una naturaleza generosa contra la que hemos emprendido una batalla que, finalmente, se está volviendo contra nosotros.

La voz del poeta tiene mucho que decir ante estas realidades, porque la palabra es un territorio de posibilidades en el que se pone de manifiesto lo esencial de nuestra historia personal y colectiva, se transparenta el dolor, se hace real la experiencia de querer amar el mundo y no abarcarlo. La desnudez de la palabra poética no dice ni expresa nada objetivo, pero sugiere, deja abiertas preguntas, sale al rescate de esas formas de vida opacadas por el dinero y el poder. Esa desnudez está instalada en el lugar primigenio de la duda, pero también en la visión de nuestra unidad indisoluble con todo lo existente, en el compromiso de nombrar lo que duele, lo que se desmorona a nuestro lado, también lo que sonríe. Nuestras palabras, las de este libro, querrían hablar de lo que nos queda y de lo que perdimos corriendo detrás de algunos señuelos. Hablar de lo que nos golpea y duele, pero también de esa disposición de los hombres y mujeres que llamamos solidaridad, de la esperanza, de la plenitud que acompaña a todo verdadero encuentro humano. Necesitamos practicar una mirada distinta hacia el mañana, ejercer de forma contundente la resistencia. La sumisión radica en el miedo, en la aceptación del fatalismo, de lo inexorable ... y surge el dogma en lugar de la opción deliberada. Todo saber es compromiso, y hoy sabernos ya como participar, corno hacer una distribución equitativa de los beneficios del desarrollo ... Esto nos


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compromete a ser actores y ya no por más tiempo espectadores, a poner en práctica los ideales democráticos, a construir baluartes de paz en nuestras mentes. Tenemos delante un reto mundial: luchar contra la codicia insaciable, volver a situar a la vida en el centro de nuestras sociedades, en el lugar que hoy ocupa el mercado, el gran usurpador. ¿Podremos perder el mIedo a caminar a contracorriente? ¿Podremos rescatar un lugar para disentir de los odios, para la paz duradera, para la canción colectiva y el abrazo a la Tierra? Las palabras que siguen hablan de és tas y otras cuestiones. De nuestra experiencia de sabernos inacabados; de la fuerza con que despierta cada día la vida; de esa necesidad de hacernos cargo del otro, de transportar el univer-

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so a hombros de un sueño llamado esperanza colectiva y ágil, resistente ante el vértigo ... , basada en la consciencia de la inverosímil capacidad creadora distintiva de la especie humana. Una esperanza que se asiente en el amor. En la penumbra de tantas promesas incumplidas advertidos que llega la hora de decir en alto algunas verdades desnudas que nos desafían. Hablamos desde la soledad, desde la duda, con un equipamiento frágil y sencillo, pero también con la convicción de que nuestras huellas, n~estro paso por el mundo, pueden ser fértiles y capaces de impulsar otras formas de vida si vivimos en un espacio íntimo y profundo donde no habite el miedo. FEDERICO MAYOR ZARAGOZA MARfANovo

¿Tenemos derecho a negar lo que no conocemos, no sabemos? Hay que seguir buscando, interpretando ... hay que seguir sin doblegarse, sin hincarse hay que permanecer ante la espesa niebla que nos rodea.

FEDERICO MAYOR ZARAGOZA

Entrégate, que el viento no disfrace ese rítmico acento con que cantas. Rompe, rompe el fusil, el miedo y la cadena, y estrena con la paz la primavera. Abrázate, que la desesperanza inútil no te asedie, solas las manos, lejanos los oídos. Ven, ven al encuentro, al amor y a la mañana. No existe el hombre solo y sin sonidos.

MARÍA Novo


RE S EÑAS - NARRATIVA

ANTONIO MIGUEL ABELLÁN

Situación de Levante Con esta novela, ambientada en un pequeño pueblo de Andalucía durante la II República, el autor nos sumerge en un cerrado mundo de profundos contrastes, en una época en la que la modernidad comenzaba a aparecer con timidez en ciertos sectores, aunque los nuevos tiempos aún solo fueran patrimonio de unos pocos privilegiados que tenían acceso a esa nueva forma de vida. Mientras, una tremenda lucha social iba fraguándose y emergiendo con fuerza en las comunidades rurales, llevando consigo un ambiente de malestar y violencia que se extendía con rapidez por un mundo de hambre y pobreza, anclado aún en conceptos medievales e inamovibles. En Situación de Levante, el lector encontrará el retrato social de una pequeña comunidad rural cuyos habitantes son víctimas de la necesidad de una nueva manera de vivir y de anhelados cambios que no consiguen llevar a cabo o el destino no les permite realizar del todo . De una forma coloquial e irónica, Antonio Miguel Abellán ahonda en las vivencias de un grupo de personas heterogéneas con diferentes visiones de la realidad, obligadas a convivir en un mismo escenario estancado en el pasado, donde se entremezclan el amor, las pasiones furtivas, el odio, el miedo y la muerte, en un pequeño infierno que domina de manera irremediable la vida de todos.

Antonio Miguel Abellán, escritor, músico y compositor andaluz, comparte su tarea literaria con el trabajo habitual de jefe de redacción en diferentes publicaciones de Internet. Durante varios años dirigió la revista de creación literaria Alforja, de difusión en España y Latinoamérica, y ha publicado relatos cortos y poemas en revistas de literatura de ámbito nacional.

Situación de Levante Antonio Miguel Abellán Cultivalibros

Hasta el momento ha publicado los siguientes libros: Lírica: Reflexiones sobre un ramo de flores y Paréntesis. Narrativa: El juicio y La gran noche. Ensayo: Retratos de un momento. Como músico y compositor, ha escrito canciones tanto para grab acion es propias como para otros artistas nacion ales.


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Reseñas narrativa -

VICENTE BLASCO IBÁÑEZ

La tierra de todos

VICENTE BLASCO

La tierra de todos (1922) testimonia la doble faceta de Blabl.: n Ibáñez como aventurero y como hombre dominado por la pasión literaria. En 1910, el escritor valenciano abandonó la creación y cruzó el Atlántico para probar fortuna como colono en la Argentina. Transcurridos los años, los recuerdos de aquella empresa fracasada impregnan una historia que se desarrolla en los áridos territorios de Río Negro, en la Patagonia, y tiene como punto de arranque un asunto legendario: los terribles efectos que provocó la hermosura de Helena y que darían origen a la guerra de Troya. Blasco Ibáñez, que en otros relatos ya se atrevió a rivalizar con célebres títulos literarios, recoge de la tradición clásica un asunto que le permite exponer, de forma ficcional, uno de los tipos fe m eninos característicos de su narrativa: el de una mujer vamp, capaz de seducir a los h ombres y sembrar la discordia en el tranquilo poblado de la Presa. Es este el motivo que se d estacaría en The Temptress, versión cinematográfica de la obra que Hollywood realizó en 1926, con la actriz Greta Garbo en el papel estelar. Junto a este tema, la novela sobresale por la d estreza descriptiva del escritor, por su hábil manejo de los resortes melodramá ticos y por la importancia que se le conced e a la emigración europea al continente americano en las prim eras d écadas del siglo XX. La tierra de todos es una novela donde el autor conjuga una serie de temas que ha venido manejando en su producción anterior con diversas inquietudes personales que reflejan su singular relación con la realidad. Aquí y allá reaparecen motivos, ideas, técnicas narrativas, ambientes que podrían vincularse enseguida con la práctica literaria precedente, y también con la inmediatamente posterior, cuyo análisis permitiría desbrozar la trayectoria evolutiva del novelista. En La tierra de todos confluyen la observación directa y el poso de las lecturas que Blasco ha venido realizando durante años, por el placer o como requisito para obtener una información a partir de fuentes históricas y librescas. Y junto a estas experiencias fecundadoras cabrá reconocer asimismo un empeño derivado del contacto del escritor con el mundo del cine.

IBÁÑEZ LA TURRA DE TODOS

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Reseñas narrativa

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JOSÉ LUIS G. CORONADO El rastro de la culebra

El ras tro de la culebra es la quinta novela de José Luis G. Coronado; cuenta la historia de dos familias a lo largo de los últimos sesenta años de vida española. El hijo de un ferroviario y la hija de un prócer del régimen de Franco viven una peculiar e' intermitente historia de amor, al hilo de la cual desfilan ante el lector los sucesos y personajes más relevantes de la vida política y cultural desde los años cuarenta a la actualidad. El apogeo y declive de la dictadura, la represión contra las organizaciones obreras y su paulatino auge, la intrahistoria de la transición y los acontecimientos de la actualidad política y social se cuentan apoyados en una extensa nómina de personalidades de la vida real que comparten la trama con los personajes de ficción. El protagonista masculino de la novela, profesor de literatura y estudioso de don Antonio Machado, pone al alcance del lector un enfoque exhaustivo y actualizado de la biografía y la obra del poeta sevillano, así como una visión apasionada de un buen número de escritores de la literatura de todos los tiempos. Y de la mano de la protagonista femenina, entusiasta de los movimientos sociales, la novela hace una incursión en los movimientos vindicativos que nacieron en las revueltas de los años sesenta, desde el feminismo al ecologismo, llegando hasta las organizaciones actuales que luchan a fav or de la recuperación de la memoria histórica.

José Luis G. Coronado, nacido en Cuéllar (Segovia) en 1947, reside actualmente en El Molar (Madrid) y alterna su dedicación a la literatura con el desarrollo de p royectos de integración social y ejerce la dirección d e la revista Capaces, publicación d e referen cia en España sob re temas d e discap acidad. Es colaborad or y articulista asiduo en

El rastro de la culebra José Luis G. Coronado Ex libris

div ersas publicaciones periódicas de ámbito nacional e internacional. Anteriores novelas suyas son: Las glebas (Ed. Valderrojel, 1979). El envés de la utopía (Libertarias, 1984). El tagarote (Cátedra, 1987). Premio "Ángel Guerra" de novela, 2. a edición, 2005. Los frágiles días (Huerga & Fierro, 2010).


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Reseñas narratív

Una historia contundente, tremendamente interesante, llena d e enigmas que deberemos resolver a través del lado oscuro del mundo del arte. La calidad literaria nos asaltará en esta m agnífica novela de imposible resumen . Sus misterios nos trasladan siglos atrás siguiendo la estela de cuadros desaparecidos, historias que se cruzan y nos cruzan; una búsqueda hacia el interior de nosotros mismos; hacia la trastienda que conforma al hombre actual y que ofrece paralelismos con el espíritu humano de todos los tiempos, con sus luces y sombras. Alfonso Domingo nos habla de su proceso creativo, de su largo trabajo de documentación y de las alegrías y sufrimientos que ha vivido en torno a su obra más ambiciosa, El espejo negro (Ediciones Algaida), Premio Ateneo 2011. Una excepcional novela plagada de misterios, símbolos y tramas que confluyen en la pintura de El Bosco y su espejo negro. Este autor tiene tras de sí una fructífera carrera periodística. En ella, ha sido corresponsal de guerra en varias ocasiones, especialista en información internacional, director de documentales y un largo etcétera: televisión, radio, prensa ... Cuenta con tres novelas premiadas y varios libros de ensayos y viaje. Como se puede comprobar nada relacionado con la literatura y el periodismo le es ajeno. Esta importante trayectoria se deja notar en los hilos que sostienen esta complicada trama que mantendrá la atención del lector en cada uno de los caracteres que contiene El espejo negro. Emprender esta aventura, llena de recovecos, es iniciar un camino en el qu e

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Reseñas narrativa

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JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ HERNÁN La segunda muerte

La segunda muerte es una nov ela que transita entre la realidad y la ficción con imperceptible fluidez, tal como en la cinta de Moebius se pasa de una cara a la otra. Maravillosamente escrita, ingeniosa y rebosante de humor, exhibe una capacidad formidable para recrear el habla cotidiana . Y aúna una mirada compasiva y div ertida hacia el mundo con una indagación acerca de uno de los hechos esenciales en la vida: la muerte. ¿Qué significa? ¿Cómo conjurarla? Unos muertos desenterrados. Un pueblo con forma de hombre dormido. Unos chicos que escuchan cuentos. Unos pavos de d os cabezas. Una nev ada de ancianas y una lluvia de n aranjas. Un cementerio escaso y una av alancha de periodistas. Una tartana errante. Una u va prodigiosa. Una roca con fo rma de muela. Un ángel bobo. Una giganta que deriv ó en montaña. Un aparecido antojadizo. Unos toros inmortales. Un incendio forestal. Un año en la v ida de un pueblo ... La somb ra d e un perro y un abuelo. Poesía, filosofía y alta literatura disfrazadas de vida minúscula. José Luis Fernández Hernán publica, por fin, la novela que su s lectores llevan años esperando y que constituye un homenaje a la mej or forma de narrar y de vivir. CAPÍTULO 13 -Sí, eso ya lo sé yo. -¿Pues, si lo sabes ... ? - Ya, pero no es una casualidad. -Entonces, qué es. -¿No fue Alejandrito el que inventó lo d e ir por la n oche al Charcón? ¿Sí? Pues precisamente fue él qu ien cayó al Charcón. -¿Y qué? -¿Qué? El castigo, ese fue el castigo . -No digas tonterías, fue una casualidad. -¡Muchas casualidades! Los muertos salen d e las tumbas, salen como entraron, sin un rasguñ o.

La segunda muerte José Luis Fernández Hernán Nostrum


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Reseñas narrativa

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JOSÉ FUENTES MANFREDI Clamor de las altas tierras. Por el camino de los dioses entre Perú y Bolivia Con José Fuentes Manfredi, poseedor de una voz y una escritura tan propias, nos adentramos en, sin duda, su mejor libro, el último que ha escrito y que el lector tiene ante sus ojos, y como lo que es: un relato que él mismo se hace Clamor de las altas tierras. Por el camino de los dioses entre Perú y Bolivia. Y decir de este libro, por ejemplo, que es magnífico aminoraría la fuerza literaria corrosiva que destila a cada paso por ese clamor que le suscita a este viajero el camino inca; ese que él mismo denomina como mundo daimónico, que, bien cierto, es lo que va encontrando y relatando, tras, al compás, de sus descripciones minuciosas, y tantas veces irónicas, y muchas en la pura alegría más erótica del cuerpo y sus demandas; en suma, de la vida más "real" y cotidiana en estas altas tierras de Perú y Bolivia. Entrelazado a ellos y constantemente apoderándose de este escritura va, se diría, serpenteando, y tanto más cuanto más se ascienden las montañas andinas, ese daimónico mundo por entre ese camino de ancestrales dioses de la altiplanicie. JESÚS MORE O SANZ

-¿Asfixiado por una melena? - le pregunté asombrado. -Sí, con los cabellos de su larga melena siguió relatando aquel misterioso hombre. Dicen que aquella mujer violada aparecía, muchas tardes, donde se la encontraron muerta, para seducir a nuestros jóvenes. Sabe usted que a esa edad -Manolito tenía 15 años recién cumplidos- el calor de la sangre es el que marca todos los pasos de la juventud. Seducidos por una voz angelical, los llevaba al río donde se bañaban de nudos al caer la tarde. Cuando ya les era im sible controlar sus deseos, los chavale caí n en sus brazos, y dicen que, en la e. pi i . n incontrolada del orgasmo, enreda a u larga cabellera en sus frágiles cuell asfixiaba. Murieron así tres chico .

Clamor de las altas tínr4lS. P or el camino de los diosa entre Perú y BolWía José Fuentes MamirOOi Verbum


RESEÑAS - LÍRICA AUCIAAZA El libros de los árboles ALICI/\ AlA

El libro de los árboles nos conduce a un remoto paraje poético del que ya hablaba Gonzalo de Berceo, precursor de una fértil tradición literaria que inscribe voces tan álgidas como las de San Juan de la Cruz o Garcilaso de la Vega yecos tan vibrantes como los de Antonio Machado o Juan Ramón Jiménez. Algo de luminosa opacidad empapa los versos de Alicia Aza. Un acicate amargo de coraje y tristeza, embriagado de símbolos, nos arrastra a la búsqueda de los valores primigenios, valiéndose de esa capacidad inefable de dar vida a lo inane, de transformar en anímico lo sensible, de trocar los fenómenos de la naturaleza en paisaje del alma. El libro de Alicia Aza se divide en tres bloques cuyos títulos nos acercan con lucidez herida a la razón última de la autora, esa pasión desaforada por la vida cuyo más claro reflejo es el árbol, inmerso en la cerrada oscuridad de la tierra y receptor directo del sol más esplendente. "Los árboles que nos h abitan" rememora ese intenso deseo de búsqueda que nos atenaza, la incesante fuerza que nos mueve, el ímpetu arrebatado de alcanzar dimensiones que nos sobrepasan y nos purifian: "Como árboles nacemos y morimos / sin que medien preguntas habitamos / la libertad ausente, sombra frágil". Aza analiza reflexivamente a través de esta al~goría vívida la realidad humana. La mimosa plateada. (Vanidades seductoras) Quisiera ser arbusto en flor dormida primer día de la nueva primavera amanecer repleto de amarillo oro seductor o sedosa ámbar ' que sople como viento por sus ramas y las penetre con denso perfume. Quisiera verter tus m ágicos pétalos con la infusión solícita que otorga los deseos y d estruye m aldiciones y convierte en brisa sosegada el huracán de rastro voluptuoso que destapa sus flores diminutas. Quisiera ser brillante y silenciosa donde las hojas y el viento prediquen el futuro certero e inevitable con el roce que velan los segundos.

EL LlBRO DE LOS ÁRBOLES

i

Colecclón

ANfORANOVA

.. El libro de los árboles Alicia Aza Ánfora Nova


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ANA CARAVACA Tribulaciones de una camaleónica

Ana Caravaca es médico de emergencias y directora de la revista Puesta al Día en Urgencias, Emergencias y Catástrofes. Tiene varias publicaciones científicas y médicas. Además de participar en diferentes foros, congresos, talleres y programas de televisión, ha publicado artículos de opinión, todos relacionados con su profesión médica. En 2003 fue seleccionada como uno de los mejores poetas de Madrid en el certamen "Jóvenes creadores" del Ayuntamiento de Madrid. Ha publicado el libro 13+1 relatos médicos y la novela Dubrovka. Tribulacion es de una camaleónica es el primer poemario que publica.

Tribulaciones de una camaleónica Ana Caravaca Torremozas

No había hecho falta esperar a que llegase. De pronto me encuentro plantada frente a ti corseando la naturaleza impura que ha sido tu pasado indómito por una camaleónica. pensar que creías que los camaleones no éramos más que unos simples reptiles mimetizadores de pensa,m ientos! jy

En esta gargantilla de ósculos y lentejuelas, chispeantes burlas de lo que podría haber sido. Tómalos, digo, estos versos y trágalos con un vaso de vino para que no te arañen los figurantes aludidos y vívelos como yo los he vivido en mi insolente, soberbia, egoísta y estremecedora psicópata alma camaleónica.


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JOSÉ LUIS CLEMENTE Poses y posos A lo largo de los cincuenta poemas que contiene el libro, José Luis Clemente, con su peculiar dominio del lenguaje, va del romanticismo al despotismo, del cinismo a una ternura descaradamente emotiva y del puñetazo en la mesa al savair ¡aire y al dalce ¡ar niente sin olvidarse del exabrupto ni de la excentricidad. Verá baulevard, mujeres desencantadas, tipos descafeinados y otros cortos bien cargados, "tontos del haba" y adorables benditos. Y además de verlo lo olerán gracias a la prodigiosa pintura de Marc Jesús, que ha sab}do plasmar con trazo firme e imaginativa lo que su amigo Clemente puso antes negro sobre blanco. BUENAVENTURA DE JUAN

Para mi abuelo Buenaventura Lloret que tenía pose de galán y poso de anarquista. -presumía de bailar muy bien el garrotín-o Que fue sindicalista, maquinista y jardinero pero, sobre todo, ejerció de hombre libre en un tiempo y un país donde la libertad se escribía con sangre y siempre y por desgracia, de los mejores

DEL CAFÉ Y DE LAS MUJERES En todos los cafés del mundo hay mujeres que saben a café y tazas de café donde se zambullen las mujeres. No es de extrañar. .. que a pesar de los lingüistas los posos sean siempre femeninos.

U".,,,._ E,l,rOR,l

"ICIII

Poses y posos José Luis Clemente Heptaseven


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CONDESA DE NOAILLES

Las pasiones y las tumbas De la poesía de la condesa de Noailles brota una voz que afirma, que se impone, que grita; siempre al acecho, plena y rotunda, no quiere dejarnos cerrar el libro, solo nos permite taparnos los oídos. Esta infinita ansia de comunicación se mezcla con una desenfrenada búsqueda de la verdad, impaciente y desordenada, pero consecuente. La joven Anna, frustrada desde su niñez por no tener la paciencia suficiente para ser una gran pianista como lo era su madre, toma conciencia de lo que ella considera sus" dones" y se consagra como una sacerdotisa al intentar transmitir el mundo, sus secretos, sus movimientos y sus pulsiones secretas . Detrás de sus poemas sigue latiendo siempre esa eterna niña que toca el piano desbocada, sin dominar la técnica, pero con un arrebatado ritmo interior. Su poesía ha bebido directamente de los grandes poetas franceses, del piano de su madre y de los paisajes saboyanos, está impregnada de gran musicalidad y colorismo, posee una sonoridad imposible de restituir completamente en la traducción, con algo de intuitivo y de poco trabajado, como si se dejara llevar por el sentimiento en un arrebato de placer. La propia autor clasifica sus poemas en cuatro grandes apartados: la Pasiones, los Climas, las Elevaciones y las Tumbas. Esta división, y sobre todo, el orden en el que se presentan dichos temas, nos indica la dirección que toma su escritura: un movimiento desde la pasión, pasando por la naturaleza y la poesía. El motivo inicial es, por lo tanto, la pasión, que está en el mismo origen de la escritura . La pasión, satisfecha o no, provoca una herida y un sufrimiento deleitoso que hace que el yo necesite entonar su voz: un a pasión amorosa, de un colorismo y un sensualismo voluptuoso. Cuando uno la lee no tiene que dejarse llevar por el prejuicio de que la búsqueda de la belleza formal es una mera impostura. La rima, el lenguaje, la métrica, forman a sus ojos parte inseparable de ese presente del que intenta apoderarse como sea; no son añadidos posteriores, son partes de su percepción. MIREIA ALONSO RIBEIRO

Las pasiones y las tumbas Condesa de Noailles Torremozas


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ISABEL DÍEZ y MARÍA JESÚS LOZANO Pelillos a la mar Se inició este poemario con un "mal pie" que plantó una de sus autoras: Isabel Díez Serrano, contestando a un cuarteto del escritor e investigador mexicano Fredo Arias de lQ Canal, descubridor del Protoidioma. La autora, María Jesús Lozano Cáceres, contestó airada (y con razón) a ese mal verso de la primera décima. Entre décima y décima, a veces, ardían las palabras, otras echaban humo o se apaciguaban. Arias de la Canal vislumbró otra controversia entre las dos poetas, siendo esta al parecer la segunda entre dos mujeres, que se conozca, ya que Isabel por su parte mantuvo una anterior con la poeta cubana Odalys Leyva Rosabal. Finalmente hubo entendimiento entre las dos, se fueron cruzando reflexiones, pensamientos o axiomas, lo que dio corno resultado este Pelillos a la mar, que, si empezó con mal pie, afortunadamente terminó con un gran lazo de amistad. No podía ser de otra manera. Pasen y lean.

Pelillos a la mar Isabel Díez y María Jesús Lozano Granada Club Selección

ISABEL DÍEZ SERRANO

La muerte sí es bien segura pero de ahí a lo oscuro yo al menos no lo procuro a no ser la sepultura. De mi muerte luz y albura espero llegar a ver que no quiero recorrer la senda del purgatorio, por eso es más perentorio los problemas resolver. ISABEL

A nadie le gusta el tema de abordar la despedida; la muerte es una mordida que pasa por anatema. Siempre será este dilema causa de superstición donde la reencarnación debaten las religiones y son las valoraciones motivo de evolución. M"

J ESÚS


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LOURDES FERNÁNDEZ MARTÍNEZ Las doce de la noche en tiempos de hidalguía y Láminas Mari Lourdes Fernández Martínez ofrece con su obra un patrón, a medida, que puede servir al lector inquieto corno guía en su búsqueda del atavío psicológico que precise en sus relaciones personales; atuendo con el que sentirse cómodo, que lo proteja del pudor y las inclemencias y que, al mismo tiempo, le sirVa para acicalarse. Ella, con su particular sensibilidad de huérfana niña de posguerra, de severos y dilatados internados, de desarraigos e injertos a destiempo, da puntadas muy finas y cortas para prender su mundo interior y su entorno más cercano; al mismo tiempo que hilvana retazos, formado esbozos susceptibles de modificarse, en forma y escala, a gusto de otras sensibilidades. Así hace crítica de los tiempos, aunque sean intemporales las pasiones y actitudes humanas y se repitan en fenómenos sociales novedosos. Es ésta tarea de poetas con espíritu irreverente, que ella no desdeña; su aparente fragilidad es engañosa. Enmascara los pasajes espinosos utilizando la fonética corno anestésico de las hipocresías mundanas que desvela en sus versos, invitando sutilmente a una reflexión profunda. Surgen, entonces, las dudas y afloran las cuestiones, e imploramos comprensión pues no somos infalibles. Son, también, los versos de Mari Lourdes, un canto amoroso a la belleza, a la naturaleza que germina en derredor ajena a ambiciones, ruindades y miserias. Los elementos puros e inocuos son utilizados por medradores para, pasando inadvertidos, usurpar legítimos tronos y consumar sus fechorías, apoderándose de opulentas haciendas que no sabrán apreciar. Durante un tiempo reina la melancolía, pero, afortunadamente, todo tiene plazo de caducidad: ¡No vayáis a creer!: todavía es hoy la primavera.

Las doce de la noche . en tiempos de hidalguía Lourdes Fernández Martínez Ledoria

MIGUEL ALFARO DOMÍNGUEZ

HACIA EL SUEÑO, HACIA EL VIENTO (De su poemario Láminas) 1 Tenía la libertad. A veces mentía al cielo y, porque era de carne, mintió al lirio cuando el color de la miel rozó sus labios. y amaba la libertad . Y su casa quedó transfigurada, blanca la cal, y abiertas las ventanas.

Láminas Lourdes Fernández Martínez Ledoria


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ANGELIN A GATELL Cenizas en los labios Se tiende a vincular la experiencia amorosa con la felicidad, con un tiempo luminoso, con una realidad acogedora, apacible. Pero muchas más veces de lo habitual -incluso en pleno siglo XXI-, el amor se construye, se vive, s~ goza o se sufre en escenarios especiahnente duros, hostiles. Cenizas en los labios es la crónica de una intensa experiencia amorosa vivida en los más duros años de nuestra posguerra por una mujer, "niña de la guerra", hija de la derrota: "Años 40. No hubo / ninguna luz entre la pétrea niebla/ tan solo esperanza / de que el amor vendría a protegerme". Angelina Gatel1, con este libro, nos muestra la plenitud de su saber poético, de su intuición, de su capacidad para aunar una alta ambición lingüística con la recreación de un mundo gris, cruel, en blanco y negro, en el que la humillación, la falta de h orizontes y la demolición de los sueños de un mundo mejor se atemperan con la experiencia amorosa. El amor corno refugio, corno protección de quien aspiró a la felicidad con el telón de fondo de una ciudad derruida, derrotada, de una sociedad en claroscuro, que, a pesar de todo, busca la luz. Un h ermoso libro: intenso, emotivo, madura. Una obra mayor de una de nuestras grandes poetas de la generación del medio siglo. MANUEL RICO

TU MEMORIA Puntual, llegaba a diario la paloma cruzando el mar; y con tu voz bajaba a posarse en mis manos. Me decías: "Hay nieve en mis ventanas y me ahoga la soledad. En mi memoria solo . descansa unos momentos la tristeza cuando eres tú, sin ti, quien la visita como evasiva, transparente, sombra". Prometías volver cuando el verano desvelara su flor : "Hemos de vernos y hablar de tantas cosas ... Aún podemos regresar a Orihuela ... " . Cómo quema el cristal irisad o del recuerdo .. . Yo también estoy sola. En otra nieve.

Cenizas en los labios Angelina Gatell Bartleby Editores


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PEDRO GOLLONET Extraños Bastarían estas estrofas para 'que un lector cualquiera, sín necesidad de más prólogo, se en contrara inevitablemente atraído por la lectura de este libro, Extraños, que posee en sus palabras la perturbadora fuerza de la realidad, la de la úníca v erdad acuciante que a todos nos agu arda en el postrer ínstante de nuestra existencia . Los versos de Extraños, de Pedro Gollonet, obrarán así el milagro de pesarnos como plomo ardiendo en el centro mismo de nuestro alma y a la vez nos dejarán la sensación de ligereza y v uelo con que se sabe vencedor de la desgracia por el m~ro hecho de poder él, efímero, dejar testimonio imperecedero de la vida: "y pienso que la muerte es tan sólo / lo que me queda de tanta esperanza", cita nuestro poeta al inmortal, quien lo duda, Leopardi. Extraños, de Gollonet, tiene además la virtud de sumirnos en el goce de las palabras también una a a un (sevicia, arriscada, bonancible, légamo ... ). Bellas palabras perdidas en la ramplonería del centenar escaso de vocablos con las gentes de hoy creen que por comunicarse (menos que b ásicamente) los humanos. Palabras certeras las de Gollonet, n o rebuscadas, no "líricas", pero deslumbrantes en su significado y en su musicalidad. Libro torrencial, desbordante, que para mí se sustenta en dos precisas columnas que lo vertebran, los p oemas "26 de junio. 19:15 horas. Malviviendo en este afán" y "Perdiendo"'. Prendida, soportada sobre estos dos esenciales poemas, el resto de la arquitectura de Extraños se mantiene con la se eridad de la presencia intangible de la enfermedad y del acabamiento ("el dolor hay que engullirlo / en bocanadas solitarias, anegadas del anonimato ... ") dejando un sedimento quemante de melancólica impotencia en el lector. ¿Qué más se puede pedir en tiempos estos de sedación, profilaxis, abotargamiento? JAIME A LEJ

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SANTIAGO MONTOBBIO La poesía es un fondo de agua marina La poesía de Santiago Montobbio navega por mares profundos donde la palabra se manifiesta en oleajes inesperados. Una poesía que exhibe, a la vez, su humildad y su misterio, lo cotidiano y lo excelso, las cosas simples y el territorio de lo sagrado. Una poesía plena, pero interrogante. Detenida en los recovecos de las ciudades, pero admirada del movimiento. Entre la imagen de la vida y de la muerte, y el ritmo y la arritmia. Lo suave y lo áspero en combinación simbiótica. Una reflexión sobre el sentido poético que se repite para afirmarse y proponer no sus reglas sino su inatrapable libertad. Una constante pregunta sobre el porqué de la palabra descontextualizada que haya su lugar preciso en cada verso . Como si cada palabra huyera de sí misma para encontrarse en un nuevo espacio sólo por el poeta adivinado. ANGELINA MUÑIZ- HuBERMAN

La poesía es un fondo de agua marina Santiago Montobbio Los libros de la frontera

EL MAR ESTÁ AL FINAL DE ALGUNOS NIÑOS Habita su corazón y es quizá su brújula, su ritmo, su latido. El mar está al final de todo lo que resplandece en esta vida. El mar es una infancia. El mar es la libertad, la música. Yo quiero ser el mar que te encuentre y te adivine cuando se despierte la mañana y en tu alma su ritm o seguir, como un niño que al final o en su corazón lo cifra.

NO DEJES DE RESTREGARTE LOS PIES EN EL FELPUDO La casa está muy limpia. La vida es abierta y ancha y debes limpiarte el alma de las espinas del camino. (El alma, las manos, la mirada). No entres nunca antes de hacerlo. N o atravieses sin este requisito ninguna puerta. Nunca sabemos a quién encontraremos, quién tras ella nos espera. 23 marzo 2009


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MANUEL PARRA POZUELO Suma y sigue

Man uel Parra Pozuelo

Manuel Parra ha escrito un valioso y único homenaje a la literatura en Suma y sigue. Ha reunido a sus autores de siempre, los de todos, y ha escrito un poema a cada uno, haciendo un hermoso y testarudo salto en el tiempo y escribiendo desde la voz y las formas que aquellos genios emplearon en su poesía. Su homenaje ha sido por la puerta grande, mirando a la cara de los grandes poetas y metiéndose un poco en sus rincones, en sus libretas, para escribir desde la rima, desde la métrica, casi desde la voz que ellos emplearon tiempo atrás, tiempo atrás. Suma y sigue es el libro inás trabajado y ambicioso de poesía que ha escrito Manuel Parra hasta la fecha, más allá de los homenajes, cuando lo leemos nos parece que estamos ante una especie de testamento poético, un repaso a toda una vida dedicada a soñar, enseñar, escribir y vivir la literatura. Suma y sigue es un libro diferente porque abarca casi una vida entera y con los años llegan los distintos caminos y los muchos sucesos sorprendentes. Hay mucho de pensamiento en estas páginas, de admiración, pero también de dolor contenido y de fina y cabal observación del ser humano. Manuel Parra es un gran conocedor de la vida y la literatura, eso ya lo sabía yo antes de leer este libro y su lectura me ha hecho más grande y seguro de mi pensamiento. PABLO MÉNDEZ

Mario Benedetti Está don Mario hablando de ateísmo, mientras ayer llevaron a los cielos a Monseñor, sin dudas ni recelos, por más que fueran Monseñor el mismo que al poder y los fastos del fascismo dio multitud de apoyos y consuelos, pero don Mario y su verdad sin velos nos demuestras que todo fue espejismo. Más cierta es la ascensión de aquellos curas que a las monjas bien aman porque, en ellas, según don Mario dice, sin tonsuras, pueden gozar de tantas y tan bellas perfecciones que ostentan las criaturas y habitar para siempre en las estrellas.

Suma y sigue

Ed ic inl1 l''' Vitrll "io

Suma y sigue Manuel Parra Pozuelo Vitruvio


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JOSÉ POVEDA Desde tu voz José Poved a

Un camino define a José Poveda: el amor. Toda su vida - su obra- se asienta en tan frágil o granítico paradigma. Las terribles dudas y conmociones cesaron cuando llegó desde su certeza (franciscana y panteísta) a definir que la complejidad es fruto de la unidad, de la sencillez. Siempre lo ha sentido desde la innata receptividad que motiva su inacabable aprendizaje del ser humano; del espíritu que anima y destruye, de su grandiosidad y miseria. Sorprende la línea seguida en constante y humana vocación: "La montaña me condujo a la espontánea comprensión por dificultades y compañerismo. La mar al grandioso universo de vida del que somos hijos y hermanos. Tanto bajo las olas como entre valles y cumbres, se vive la sensación de una soledad compartida a la que pertenecemos desde el uno y la multiplicidad" . Antes estas, sus palabras, no cabe extrañamiento al conocer que si realizó programas de radio versaran sobre el mar o sobre los misterios que envuelven a la vida. Que fundara la asociación de escritores Algar. La asociación Proyecto Humano, de apoyo a los niños desheredados del mundo. Y que, motivado por un extremo altruismo, con a su esposa, atiendan en consulta de naturopatía desde hace 25 años. Es muy reconfortante encontrar personas como José Poveda y María Dolores Martí, su esposa, a quienes el paso por esta sociedad tan radicalmente materialista y falta de valores no consigue destruir. Desde el privilegio de encontrarme entre sus admiradores, cómo negar la poesía nacida con él y desarrollada desde sus mismos actos y palabras. No consigo de otra forma glosar este nuevo, delicioso y profundo libro de poemas. Lector, te quedarás en él. Igual que me ha sucedido. Honda y gratamente. Un descubrimiento. JUAN SANPETRl

ESCUCHÉ TU VOZ ¡Y escuché tu

voz,

devolviendo la luz al dia, para sentirte de nuevo, tan dentro, inseparable y junta, que eres alma en el alma mía!

Desde tu voz José Poveda Prósopon


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MARÍA DEL VALLE RUBIO Cibernáculo

María del Valle Rubio nació en Chucena (Huelva) y reside actualmente en Sevilla. Es diplomada en Ciencias de la Educación y además de a la poesía también se ha dedicado a la pintura. Su obra poética es extensa, ha sido galardonada con varios premios de prestigio como el "Florentino Pérez-Embid", "Antonio Machado", "Rafael Alberti", o Barro ... y se encuentra recogida en el monumental Inusitada lu z , que la convirtió en una autora de referencia. Cibernáculo, su última entrega, es una desbordada y moderna historia de amor, un amor que tiene en la imposibilidad y -en la distancia un enorme peso de erotismo y sensibilidad y donde María del Valle Rubio ha vuelto a encontrarse con la fuerza y el gran color de su poesía.

Cibernáculo María del Valle Rubio Vitruvio

Amor, ahora cuando invisibles somos, cuando yo te secuestro y eres tan solo un sueño, déjame que te adore, que rompa tu nostalgia y te h aga llegar mi corazón herido, para que sólo tú restañes sus heridas .

Son las doce en mi mundo, las d oce campanadas que anuncian despedida. Me despido de ti, me pides un minuto con tu índice en alto. Me desarmas, me atengo a tu dulzura, a tu engaño infantil. Volvemos a empezar nuestra contienda, ese juego cruel de mirarte y quererte; desearte y sufrir me el empeño de acariciar siquiera un pelo de tu barba, un pequeño resquicio de tu boca, la pícara sonrisa que me absorbe en tu oscuro universo donde intento sembrar la luz y la ternura.


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Reseñas Ensayo

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RESEÑAS - ENSAYO

ALFREDO CASTELLÓN Aquellos pájaros anunciaban tierra. Cristóbal Colón (1436-1506)

ALFRF.OO CAS1"EI~ÓN

AQUELLOS PÁJAROS ANUNCIABAN TIERRA CRISTÓBAL COLÓN (14J6-l.WI6)

Alfredo Castellón Molina nace en Zaragoza y cursa estudios de Derecho y Cinematografía. Desde 1958 es realizador de TVE y apuesta por diversos trabajos culturales y dramáticos. Ha publicado las siguientes obras teatrales: Teatro para navidad (tres obras teatrales), Los asesinos de la felicidad, Las conexiones, Alguien grande va a nacer, La pasión de Bubú, Contrapunto de Europa; narrativa infantil: El más pequeño del bosque, La realización en televisión y El pastor y la estrella. En cine ha realizado cortos documentales de temática diversa y biografías de Azorín, Antonio Machado, Santiago Ramón y Cajal, María Zambrano, y largometrajes: Platero y yo y Las gallinas de Cervantes. La biografía de Cristóbal Colón está llena de inexactitudes, enigmas y misterios, incluso los datos que parecen más sólidos y precisos se tergiversan: nacimiento, patria, religión, muerte, etc. Así pues, el camino para elucubraciones y fantasías queda abierto, lo que hace que la libertad narrativa en torno al personaje haya sido la norma, no solo de los que han dramatizado su vida y descubrimiento, sino también, y muy principalmente, de sus biógrafos. Quizá hayan sido esas exactitudes las que me han facilitado la fabulación en torno a su persona y a los acontecimientos que precedieron a su viaje. Es de justicia resaltar, y así lo he hecho, la figura del Rey Fernando de Aragón, tan ninguneado en la mayoría de textos que tratan del descubrimiento. Su lucha en la Reconquista, junto a Isabel de Castilla, había mermado su hacienda, pero los banqueros de la época eran bien acogidos, incluso protegidos, en sus dominios. Por eso, y llegado el momento en que él creyó que el viaje de Colón a las Indias era una "cuestión de Estado", el viaje se realizó. Salvador de Madariaga admite que los apoyos (financieros) más fuertes le vinieron a Colón de la Corte del rey: Cabrero, Santángel, Coloma, Almazán, eran todos hombres del rey. Quiero significar que he aludido en la obra a las denominaciones España y América, pues ni un ni otra habían tomado en aquel siglo carta de naturaleza. Incluso los términos "descubrir", "descubrimiento", son discutibles, pues ¿quién descubrió a quién? Sería más justo admitir que dos civilizaciones se encontraron y que la más fuerte y desarrollada se apoderó de la otra. Eso fue todo.

Aquellos pájaros anunciaban tierra. Cristóbal Colón (1436-1506)

Alfredo Castellón Endyrnion


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RAÚL CREMADES La dama de los cuadernos

Para Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925-Madrid, 2000), una de las figuras más destacadas de la literatura española d el siglo XX, la curiosidad de su hija Marta por su vida pasada era como una puerta mágica hacia la íntima narración de su s recuerdos . "Cuéntame cosas de cuando eras pequeña", le insistía con frecuencia Marta; y Carmiña - como llamaban en familia a la escritora- se dejaba llevar por el placer y la necesidad de rescatar su existencia a través de las palabras. Tras varios años de investigación, documentación y contacto directo con familiares y amigos, Raúl Cremades ha conseguido recuperar el tono y la voz de Carmen Martín Gaite para novelar una apasionante biografía llena de gozo y sufrimiento, de nostalgia y orgullo; de reconocimientos y olvidos, de trabajo constante y pasión por la escritura. Con escrupulosa fidelidad a los hechos reales, gran sentido del humor y sin dejar a un lado los sentimientos más profundos, en La dama de los cuadernos Carmiña va contando a su única hija los principales acontecimientos de su vida: su infancia y primera juventud en Salamanca; la llegada a Madrid, donde se integra en el grupo de creadores que después será conocido como la generación de los 50; su matrimonio y posterior separación del escritor Rafael Sánchez Ferlosio; los primeros premios literarios; su . descubrimiento de Estados Unidos; o la etapa fin al de su carrera en la que disfruta del éxito de ventas y de los más prestigiosos galardones.

La dama de los cuadernos

Raúl Cremades Paréntesis

MARÍA EA LO DE SÁ El R ománico. En los mon u men tos históricos de Can tabria y Portugal

Que una obra que fue todo un acontecimiento en la fe cha de su publicación, tan escasa de estudios serios y minu ciosos, logre perdurar viva durante más d e 20 años y logre asimismo rejuven ecer con esta nueva publicación es m otivo de orgullo para la sociedad que la propicia. Una su erte d e intertexto arquitectónico que la autora descifra en con exion es validadas por la propia experien cia visual y documental, qu e se estudia en lugares ocultos y dispersos de la penín sula Ibérica; y así desfilan ejemplos tan notables como

El Románico. En los manumentos históricos de Cantabria y Portugal

María Ealo de Sá


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San Fructuoso de Montelius en Braga con la elegante perfección de su fábrica o la comprej a teatralidad espacial de S. Joao de Alporao de San tarem. El hecho de transcender los límites regionales y buscar un hilo conductor del estilo románico a través de sutiles trazos de varia m ateria y lugar añ ade un valor de actualidad al libro, con referencia a n ociones como visibilidad o multiplicidad. Creo importante esta m ixtificación d e lo ib érico que el libro propone. Recordemos, p or ú ltimo, las palabras finales d el hispanista portugués Oliveira Martins: "Dentro de unos siglos, alguien, en el ocaso del sol de esta ed ad futura -solo entonces el espíritu se detiene a repasar la H istoria, meditando sobre la naturaleza de las cosas- , hará, resp ecto de la España venidera lo que nosotros (en este caso la autora, María Ealo d e Sá), acabamos de hacer respecto d e la Esp aña del p asado".

Pro J ESÚS S ANTAMARÍA MUÑoZ

MARÍA EALO DE SÁ El arquitecto Juan de Castillo. El constructor del mundo El arquitecto Juan de Castillo forma parte de importante de la formación de la identidad nacional portuguesa y, como d ice Teixeira de Pascoes, en Arte de ser portugués: "sin actividad creadora no hay libertad ni independencia"; y la labor inagotable de creación de un mundo de una belleza especial y única hace de su reconocido e importante acervo arquitectónico una centrada referencia cultural e histórica que trasciende los límites de Portugal. Juan de Castillo responde en esencia a la figura del transterrado que asimila dos mundos diferentes fundiéndolos en un o n u evo, creando una estética novedosa y ya clásica; al mundo de los canteros de Trasmiera, como base técnica, se u ne la necesidad de innovación en los encargos reales portugueses, creando una estética global. Solo quien conozca en profundidad el mundo d e la arquitectura portuguesa por razones de interés y proximidad, así como la idiosincrasia de los lugares de nacimiento y acción de Juan del Castillo, como un trasunto paralelo y como es el caso de Maria Ealo de Sá, puede descifrarnos las claves d e tan importante obra, desde el rigor documental hasta el an álisis pormenorizado de su iconografía arquitectónica.

El arquitecto Juan de Castillo. El constructor del mundo María Ealo de Sá Alberto Lillla


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Reseñas ensayo

ANDRÉS VÁZQUEZ MARISCAL El Génesis. La verdadera historia Estamos ante un análisis del Génesis desde una visión poco ortodoxa del texto sagrado, un recorrido ameno, a la vez que didáctico, que sorprende al conjugar la historia, la investigación y la arqueología con la fe, al tiempo que analiza aquellos aspectos más controvertidos y polé~ micos con absoluta imparcialidad. Muchos mitos tratan de explicar los problemas existenciales del hombre o sus sentimientos más profundos. La lucha de los teólogos de la época contra el politeísmo y las supersticiones convirtió algunos mitos en dogmas que trataron de imponer con sangre y fuego. Con esta visión y un tono desenfadado, a veces irónico y siempre directo, Andrés Vázquez aborda las cuestiones más dogmáticas' del libro del Génesis, aparentemente irreconciliables con la ciencia; las mismas cuestiones que han inquietado a la Iglesia durante siglos por razones de imposibilidad física o contradicción cronológica. Una vez que el dogma vuelve a convertirse en mito original, podemos conciliar la creación del universo descrita en el Génesis con la moderna teoría del Big Bang; la creación del hombre con la teoría de la evolución de las especies; o los siete días de la creación con la teoría de la relatividad. Estamos ante un recorrido cronológico y exhaustivo de los aspectos más polémicos del judeocristianismo, que conjuga la historia, la investigación y la arqueología con la fe, y pretende recuperar el antiguo significado de determinados aspectos religiosos que pueden resultar irrisorios cuando son contemplados como dogmas. Bajo la recuperada luz del mito, el barro con que Adán fue creado, la manzana del árbol prohibido, el Edén o el diluvio adquieren un nuevo sentido que tal vez rompa los esquemas teológicos de algún que otro lector, y que a nadie dejará indiferente.

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La verdadera hi stori a ANDRÉS VÁZQ1IEZ MAR ISCAL

El Génesis. La verdadera historia Andrés Vázquez Mariscal Sirio

ANDRÉS VÁZQUEZ MARISCAL Las claves ocultas de la Biblioteca de El Escorial Tres años de intensa investigación, dentro de un estricto academicismo histórico, han conducido a desvelar uno de los misterios más apasionantes que se mantenía oculto, ante los ojos de todos, en los frescos que adornan la bóveda de la Biblioteca del Monasterio de El Escorial. A partir de una enigmática frase escrita en hebreo y de una tabla con números representadas en uno de estos frescos, el autor realiza un apasionante recorrido sumergiéndonos en un mundo insospechado. Con la ayuda de la Cábala judía, ha conseguido descifrar el mensaje que, intencionadamente, los autores dejaron para la posteridad.

Las claves ocultas de la Biblioteca de El Escorial Andres Vázquez Mariscal Creación


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Reseñas ensayo

REPÚBLICA DE LAS LETRAS126

JUAN VIVANCOS ANTÓN Cabezo de Torres. Historias de nuestro fútbol Historias de nuestro fútbol es fruto de numerosas y amenas conversaciones con muchos vecinos de Cabezo de Torres, que han buscado en el culo de arca aquellas ajadas fotografías, y otros documentos, que plácidamente allí dormían el largo sueño del ayer, del que ahora han sido reclamadas. Pero no ha sido suficiente con rescatar las imágenes de aquellos equipos o grupos de amigos reunidos alrededor del esférico, sino que además se han tenido que ir despejando los jirones con que el olvido había cubierto, con el paso del tiempo, estos bellos momentos de nuestra propia historia escrita por nuestros antepasados, v ecinos y amigos. Así pues, todos ellos, o sus descendientes, aceptando mi invitación, han puesto sus fotos y recuerdos en este libro para compartirlos con todos vosotros. JUAN VrVANCOS ANTÓN

Cabezo de Torres. Historias de nuestro fútbol Juan Vivancos Antón Excmo. Ayto. de Murcia

RAFAEL YZQUIERDO PERRÍN España años 40. Ha m bre/ra cionamien to/estraperlo Rafael Izquierdo Perrín, con el rigor histórico que le caracteriza, se adentra con profundidad e ironía en aquellos terribles años cuarenta de hambre, necesidad, estrecheces, dictados, normas y el famoso Boletín Oficial del Estado . Una época en la que la muñeca Marquita Pérez establecía unas diferencias sociales que se p alpaban en toda España . "En el día de hoy, cautivo y d esarmado el Ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La Guerra ha terminado. Bu rgos, 1.° de abril de 1939. Año de la victoria. El generalísimo. Firmado y rubricado de puño y letra, Franco". Así se daban p or terminados los cañonazos, los bombardeos, las ametralladoras, los fusiles y la "Brigadas Internacionales", es decir, dando paso a un largo, larguísimo, período dictatorial en el que "la mano jamás m e va a temblar", que decía Franco, era una cons tante en su lucha contra el "contubernio", la Masonería y los " rojos" . A ello se le unía una machacona palabrería sobre la "disciplina", la moral y el "Nacional-Catolicismo", afianza dos (es otro decir) en el "Ejército, Iglesia y Partido" (uno solo: FE.T. y de las J.O.N.s.). A.rciones que se afianzab an en un pueblo hundido gracias a los gritos de "¡Arrib a España!" y "¡Viva Franco!", con el brazo en alto y la m ano extendida.

España años 40. Hambre/racionamiento/ estraperlo Rafael Yzquierdo Perrín Ediciones Beta ID milenio



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AC E - Asociación Colegial de Escritores de España ANO XXXIV

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FÉLIX GRANDE ANTONIO GÓMEZ RUFO SECRETARIO GENERAL:

Rafael Alberti VíctorAlperi Carlos de Arce Enrique Badosa Teresa Barbero Marcos Ricardo Barnatán Carlos Barral Antonio Beneyto Esther Benítez Carmen Bravo-Villas ante Jesús Campos Josep M: Carandell Guillermo Carnero Antonio Colinas Carmen Conde José Corredor-Matheos Rafael de Cózar Guillermo Díaz Plaja Luis Mateo Díez Ana Diosdado Antonio Ferres Jesús Fernández Santos Gregorio Gallego Francisco García Pavón José Luis Giménez Frontín Antonio Gómez Rufo Juan Manuel González Félix Grande Alfonso Grosso Raúl Guerra Garrido Eduardo de Guzmán Antonio Hernández Ramón Hernández Paula Izquierdo Diego Jesús Jiménez

Juan Ángel Juristo Agustín Lafourcade Luis Landero Enrique Lenza Ángel María de Lera Jacinto López Gorge Joaquín Marco Julián Marcos Adolfo Marsillach Fernando Martínez Laínez José María Merino Mario Merlino Pau Miserachs i Sala Juan Mollá Isaac Montero Ana María Navales Lauro Olmo Ángel Palomino Salvador Pániker Jesús Pardo Pedro J. de la Peña Meliano Peraile Carmen Posadas Cesáreo Rodríguez Aguilera Mercedes Salisachs Ramón Sánchez Lizarralde Gonzalo Santonja Santos Sanz Villanueva Ramón Solís Andrés Sorel Elena Soriano Daniel Sueiro Francisco Vélez Nieto Alonso Zamora Vicente

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PAULA IZQUIERDO Relaciones con los medios de comunicación . JUAN ÁNGEL JURISTO Vocal de Asuntos Sociales CONSEJEROS:

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