Capitalismo Moderno y Revolucion TI

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EL CAPITALISMO MODERNO Y LA REVOLUCIÓN tomo i



EL CAPITALISMO MODERNO Y LA REVOLUCIÓN

TOMO I

El estado actual del socialismo y el nacimiento de la teoría revolucionaria

Gabriel Robledo Esparza

LITERARIA

M A R X I S TA

R

CENTRO DE ESTUDIOS DEL SOCIALISMO CIENTÍFICO

R


Primera edición, 2007

D. R. © Gabriel Robledo Esparza, Centro de Estudios del Socialismo Científico D. R. © Sísifo Ediciones, de esta edición

Impreso en México, 2007


ÍNDICE

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 PRIMERA PARTE CAPÍTULO I. Estado actual del socialismo y de la revolución socialista internacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 CAPÍTULO II. La “Lógica” de Hegel. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 Esquema de la “Lógica” de Hegel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 CAPÍTULO III. La aplicación por Marx y Engels de la dialéctica hegeliana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 CAPÍTULO IV. La dialéctica del régimen capitalista después de la Comuna de París . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43 CAPÍTULO V. Esquema de la dialéctica del ser y la esencia del régimen capitalista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47

NOTA CRÍTICA El estalinismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 SEGUNDA PARTE EL NACIMIENTO DE LA TEORÍA REVOLUCIONARIA CAPÍTULO I. Antecedentes de la teoría revolucionaria. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63 1. Antecedentes filosóficos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64 El materialismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66 —El materialismo mecanicista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66 —El materialismo inglés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66


—El materialismo francés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66 —El socialismo crítico-utópico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68 —La historia política . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68 El idealismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 —La filosofía hegeliana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70 La lógica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70 La filosofía de la naturaleza es el conocimiento enajenado de la naturaleza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 La filosofía del espíritu . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83 Feuerbach . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100 2. La Economía Política . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102

CAPÍTULO II. Los primeros planteamientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105 1. En torno a la crítica de la Filosofía del Derecho . . . . . . . . . . . . . . . . . 105 2. Sobre la Cuestión Judía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 3. La ideología alemana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108 4. Crítica de la Economía Política . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130 5. La Sagrada Familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135 6. Los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 .. . . . . . . . . . . . . . . . 137 A. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137 B. Primer Manuscrito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140 C. Segundo Manuscrito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150 D. Tercer Manuscrito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151 E. Estructura de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 . 157

CAPÍTULO III. Notas sobre el concepto de la esencia natural del ser humano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165 A. Base biológica del trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165 B. Base social del trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168 C. El proceso del trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168 D. Desarrollo histórico del trabajo y de sus condiciones de existencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170 E. La esencia natural del ser humano en la sociedad capitalista . . . . . 172 F. El comunismo y la esencia natural del ser humano . . . . . . . . . . . . . 182 G. El socialismo y la esencia natural del ser humano . . . . . . . . . . . . . . 184

CAPÍTULO IV. La anulación, degeneración y descomposición de los procesos psíquicos en el régimen de producción capitalista . . . . . . . . 187 Notas críticas sobre la teoría de Freud . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187


INTRODUCCIÓN

Los países de Europa oriental vivieron, a partir de 1989, una acelerada transformación: los gobiernos llamados socialistas o comunistas que en ellos existían fueron derrocados y en su lugar se establecieron regímenes que se dedicaron a la conformación de una estructura política como la que tenían los países capitalistas, el desarrollo de la producción para el mercado, la restauración franca y abierta de la propiedad privada y la consolidación de las relaciones capitalistas de producción que de todo esto brotaban necesariamente. Aunque se presenta como una floración intempestiva, la vuelta de los países de Europa oriental al modelo capitalista es el resultado de un largo proceso histórico. El socialismo instaurado en Rusia desde 1917 alcanzó el punto superior de su existencia en la década de los cincuenta; en esta época, la producción era casi en su totalidad colectiva, la economía, sujeta a una dirección centralizada mediante un plan único, crecía aceleradamente con base en una pujante industria pesada y el trabajo era un deber moral que tenía por objeto la satisfacción de las necesidades de la colectividad. El socialismo se extendió a todos los países que habían quedado bajo la tutela de Rusia cuando ésta los liberó de las garras del fascismo. Se formó así un sistema de países socialistas. Desde esa alta cima, el socialismo (que correspondía a grandes rasgos al concepto marxista de esta formación económico-social, aunque, como veremos después, sólo en su aspecto formal) inicia su ineluctable declinación. La economía y la sociedad soviéticas, ante el empuje de una fuerza incontenible que el mismo socialismo había creado, empezaron a sufrir cambios significativos. El socialismo se instituyó con el propósito de satisfacer las necesidades individuales de los trabajadores, por lo que se mantuvo vivo en la sociedad socialista el interés individual como el fin último del desarrollo; este interés fue el elemento disolvente del régimen socialista. Aunque en el socialismo soviético se había abolido la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción, sin embargo quedó intangible la propiedad privada del obrero sobre sí mismo. El propio desenvolvimiento venturoso del socialismo dio lugar al nacimiento de un grupo social, procedente de la clase de los trabajadores, formado por los dirigentes del Partido y los técnicos y científicos, que era de hecho el con-

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ductor de la economía y los procesos sociales; por contrapartida, la gran masa de los obreros quedó confinada al trabajo físico y al trabajo mental más simple y rutinario. Se conformaron de tal suerte dos grupos antagónicos: una burocracia que incluía a los cuadros superiores del Partido y a los técnicos y científicos de procedencia obrera y una numerosa clase trabajadora que estaba excluida de la dirección del proceso productivo. La burocracia naciente intentó de inmediato convertir la administración de la economía en la propiedad sobre los medios e instrumentos de producción; la cruenta lucha de Stalin tuvo como razón última de ser la defensa de la propiedad colectiva de los primeros embates de la burocracia obrera. Para la década de los sesenta, la burocracia soviética era ya de facto propietaria de los medios e instrumentos de producción y había organizado la descentralización de las empresas, la propiedad por grupos y la autogestión e introducido de una manera muy amplia, en la económia soviética, las relaciones mercantiles y el estímulo material. La propiedad colectiva y la planificación centralizada fueron definitivamente sustituidas por nuevas formas de propiedad y dirección de la economía. La clase obrera soviética, por su parte, quedó sujeta a la explotación de esa nueva clase dominante surgida de su seno. La relación entre la burocracia y la clase obrera soviética era simple y llanamente la del trabajo asalariado: aquélla se nutría del trabajo excedente extraído a ésta. La nueva forma de organización económica que se implantó en la URSS tendía ardorosamente hacia la restauración plena del capitalismo; sin embargo, como la base del poder de la burocracia era precisamente esa forma específica de organización económico-política en la que no había un retorno definitivo a la propiedad privada sino sólo un estado de transición hacia ésta desde la propiedad colectiva, entonces la clase poseedora refrenaba por todos los medios a su alcance la fuerza que movía al régimen soviético hacia el capitalismo. Dos tendencias contradictorias se instalaron dentro de la clase dominante soviética: una, que cuidaba del mantenimiento del estado de cosas existente, si acaso introduciendo en él modificaciones graduales, y otra, que procuraba el apresuramiento de las medidas liberalizadoras para llevar rápidamente el régimen soviético hacia el capitalismo, aunque esta última ocultaba sus verdaderas intenciones escudándose en un supuesto socialismo democrático y humanista, en el que quería transformar al “socialismo estalinista gris y opresor”. Estas dos fuerzas fueron las que, asentadas sobre los firmes cimientos de la explotación de trabajo asalariado, determinaron por décadas la dialéctica del desarrollo del régimen soviético. Advirtamos que un sector de la clase gobernante soviética defendía algo que ni por asomo era el socialismo; se trataba, como hemos visto, de una degeneración de ese régimen social que había adquirido una forma sui géneris del capitalismo y que tenía su soporte en la explotación de los obreros soviéticos y la acumulación de capital. El otro sector —que escondía sus apetitos tras la propuesta de la humanización del socialismo mediante la exaltación del individuo,

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lo que a fin de cuentas es el verdadero fundamento del régimen burgués— era el abanderado de la rápida implantación del capitalismo del tipo existente en el mundo occidental. Los demás países pertenecientes al campo soviético también vivieron el cambio del socialismo a un capitalismo embozado. Las relaciones entre ellos y Moscú pasaron de la cooperación y la ayuda mutua a la explotación y la dominación por el oso imperialista. En los países que giraban en torno a la Unión Soviética se formaron igualmente dos corrientes dentro de la clase imperante, pero aquí la disidencia tuvo manifestaciones más radicales que la acercaron peligrosamente a la completa restauración capitalista y se enriqueció con la inclusión en sus filas de artistas, escritores, filósofos, etcétera, que dieron a su lucha una aureola de poesía y romanticismo. En otros casos, la oposición incorporaba a sí a la misma clase obrera. Lo sucedido en Yugoslavia, Hungría, Checoslovaquia y Polonia fue ejemplo de la potencialidad tan grande de esa tendencia y de la reacción airada del centro del imperio para evitar su desmembramiento. Más de un intento de las fuerzas reclamantes de enseñorearse de esos países, volverlos al capitalismo típico y desintegrar el sistema del que eran parte, fueron brutalmente reprimidos por el ejército ruso. A mediados de los ochenta, Gorbachov se puso a la cabeza de los contestatarios al iniciar desde el gobierno la fase de regreso definitivo de la economía y la sociedad soviéticas al capitalismo. Como era de esperarse, tal decisión dio un gran impulso a la corriente antagónica en los otros países del sistema. Todo el año de 1989 está lleno de movimientos políticos en la mayoría de los países del este europeo que confluyen en la deposición de los gobiernos denominados comunistas y en el acceso al poder de los líderes discrepantes, quienes de inmediato se dan a la tarea de poner en obra sus reivindicaciones más sentidas, cuyo eje rector lo es la restauración de la propiedad privada capitalista. La insurrección de las fuerzas contradictoras en las naciones sojuzgadas por Moscú alentó a su vez a los impugnadores del régimen en el interior de la propia Unión Soviética, quienes arrebataron el poder a Gorbachov y se lo entregaron a Boris Yeltsin. La antigua URSS se desintegró y en su lugar surgió una Mancomunidad de Naciones que, sin obstáculo al frente, han entrado por una ancha calzada al proceso de plena restauración capitalista. Debemos dejar bien establecido que las transformaciones habidas en los países nombrados socialistas no tienen como contenido la derrota del socialismo porque éste había dejado de existir en esas naciones desde finales de los cincuenta; se trataba únicamente del hundimiento de una forma específica del capitalismo que se denominaba a sí mismo socialismo y comunismo y como tal pasaba a los ojos del mundo. De igual manera, lo que ha empezado a reemplazar al capitalismo especial existente en Europa oriental no es ningún “socialismo democrático” ni algún híbrido colocado entre los dos sistemas, sino el capitalismo típico del mundo occidental.

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Esta situación ha sido interpretada de varias maneras. La izquierda del mundo occidental, poseída de una cándida estulticia, saludó entusiastamente estos acontecimientos pues los consideró como la entrada de lleno de esos países a lo que ella llamaba el “socialismo humanista”. Por fin, aquel socialismo triste y despótico iba a adquirir un rostro humano. Por una explicable inversión ideológica, la izquierda veía en el capitalismo específico existente en los países de Europa oriental un régimen verdaderamente socialista, aunque gravado con una herencia estalinista que no le permitía pasar a una forma superior, más democrática; en la disidencia, avanzada del capitalismo occidental, encontraba a los paladines de la democracia socialista, del socialismo humanista (utopía esta a la que aspiraban por igual, en las décadas pasadas, la pequeña burguesía de los países capitalistas y la oposición de las naciones antiguamente socialistas antes de volverse descaradamente pro-capitalista y que excluía tanto a la gran burguesía como a la burocracia obrera y preconizaba el reinado del individuo como tal). Muy pronto, sin embargo, su voz tuvo que enmudecer ante una realidad abrumadora: por lo que los sublevados bramaban como ciervos sedientos era por la propiedad privada capitalista. Otra corriente de pensamiento echó también las campanas al vuelo, aunque por un motivo diferente. Partiendo del mismo supuesto que la izquierda, es decir, de la reputación del capitalismo encubierto existente en Europa oriental como una forma determinada del socialismo, pero a la vez comprendiendo exactamente la naturaleza pro-capitalista de los grupos que encabezaron la rebelión, arribó al convencimiento de que el derrumbe de los regímenes “comunistas” o “socialistas” era la prueba palpable del fracaso del socialismo marxista y estimó confirmado su viejo prejuicio del carácter antihumano de este sistema social. La naturaleza humana, vulnerada por la dictadura socialista, dijeron, se ha sublevado por fin para demandar a la historia que corrija su terrible desviación y le reintegre los atributos que le ha expoliado, sobre todo su valiosa libertad individual. El capitalismo clásico, sazonado con algunos rasgos humanistas, es el que se acomoda perfectamente a la naturaleza del hombre. Para ellos no quedaba duda alguna de que la historia había decretado la muerte del socialismo. A pesar de todo, los principios del socialismo marxista tienen ahora mayor actualidad que nunca. Lo que ha concluido su ciclo vital es esa grotesca deformación, a fin de cuentas una variedad de la ideología burguesa, que los teóricos de Europa oriental hicieron pasar impunemente, por muchos años, como el socialismo marxista. Desde sus escritos de juventud, Marx definió con una precisión meridiana la esencia del régimen de producción capitalista. En su trabajo En torno a la crítica de la filosofía del derecho,1 escrito en 1844, Marx sostiene ya que en la clase de los proletarios del régimen capitalista se da la pérdida total del hombre, es decir, la negación absoluta de su naturaleza humana y en ellos mismos debe surgir la necesidad de su recuperación mediante la actividad práctica revolucionaria. En un famoso texto posterior, en La Sagrada

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Familia,2 Marx determinó lo que es la esencia del régimen de producción capitalista: la aniquilación de la naturaleza humana en el proletariado moderno, y lo que debe ser, conforme a la dialéctica del fenómeno, el resultado del movimiento revolucionario: la recuperación, a través de la lucha de los trabajadores, de esa naturaleza perdida. En los Manuscritos económicos-filosóficos de 1844,3 que constituyen el guión de una obra que jamás fue escrita definitivamente, Marx manifiesta que en la relación trabajo asalariado y capital el trabajador es un ser espiritual y físicamente deshumanizado; el capital es la forma enajenada que adopta la naturaleza humana del trabajador; el trabajo engendra al capital como su naturaleza enajenada y el capital produce al trabajador como un ser despojado de su naturaleza humana. Esta mutua implicación tiene un desenlace conforme a lo siguiente: la separación entre el trabajo y la naturaleza humana llega al punto en que ésta ha sido arruinada por completo y convertida absolutamente en su contrario; es aquí en donde ambos polos se exigen acuciantemente y no pueden continuar existiendo sin lograr su unión. Marx obtiene la conclusión de que la contradicción trabajo asalariado-capital debe resolverse, de acuerdo con las premisas establecidas, mediante la superación de la enajenación del trabajo que se logra con la reapropiación de su naturaleza humana por el trabajador. Esta desenajenación del trabajo es el contenido del socialismo y del comunismo. En El Capital,4 su obra clásica de madurez, Marx desentraña las formas que adopta el trabajo en la sociedad capitalista y su relación con la naturaleza del hombre. La producción de plusvalía absoluta y relativa, la maquinización e intensificación del trabajo, etcétera, conducen a la culminación de la deshumanización del trabajador iniciada desde la época de la disolución de la comunidad primitiva. El capital desposee al obrero de todas sus capacidades humanas y se las apropia para sí; el ser humano así disociado de su naturaleza esencial queda sujeto a un movimiento en el cual todos sus procesos orgánicos, todos sus órganos y funciones entran en una pendiente de desgaste, descomposición, atrofia y degeneración que tiene como resultado la devastación de las características biológicas de la especie. En el consumo masivo, resultado y condición de existencia del capital en su etapa superior, el trabajador, llevado de la mano por el capital, se prostituye a sí mismo y pone en sobretensión sus órganos y procesos orgánicos para desarrollar un cúmulo de necesidades individuales exacerbadas y obtener una satisfacción magnificada de ellas bajo la égida del principio del placer. Se completa así la deshumanización del trabajador. Lo que existe en el mundo occidental y lo que cobrará rasgos más definidos en los países de Europa oriental en los próximos años, es el capitalismo, que entra así en una fase de desarrollo desbocado ahora que fue removido el obstáculo que representaba la forma primitiva del capitalismo existente en las naciones del bloque soviético. De lo que se sigue que el proceso de deshumaniMarx, Carlos, En torno a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, 1844, París.Contenido en Carlos Marx y Federico Engels, La Sagrada Familia y otros escritos filosóficos de la época, traducción 1

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zación de la especie, sufrido en primer lugar por su nervio vital que es la clase de los trabajadores, continuará en ascenso de una manera acelerada. La situación a que está llegando la clase obrera moderna corresponde fielmente a aquella que Marx consideraba desde sus primeros escritos como la premisa de la revolución. La historia, esa vieja calladamente hacendosa, ha querido hacer las cosas cuidadosamente; decidió llevar hasta sus últimas consecuencias la deshumanización de los trabajadores para después colocarlos frente a esa caricatura de sí mismos en que han quedado convertidos a través de la explotación directa del capital y de la exaltación de sus necesidades individuales; reconociéndose como la encarnación de una monstruosa degeneración de la especie humana, deberán tomar conciencia de la necesidad de subvertir el orden actual y establecer, ahora sí definitivamente, el socialismo y el comunismo, en donde primero se recuperará la naturaleza humana del hombre y luego se dará libre curso a sus enormes potencialidades. El destino de la revolución que el proletariado actual se verá obligado a realizar es el establecimiento del socialismo y su posterior evolución hacia el comunismo, tal y como Marx y Engels lo previeron en sus elaboraciones teóricas iniciales. El comunismo es, para Marx, desde ese temprano esquema de 1844, la supresión de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción y la del obrero sobre sí mismo, la reapropiación de la naturaleza humana de la especie, la reivindicación de la producción y el consumo colectivos y la abolición de las necesidades individuales como el motor de la producción. Así, nos dice en los Manuscritos…, en el comunismo, supresión positiva de la propiedad privada: • el hombre produce al hombre, • el objeto es la realización directa de la individualidad del hombre y a la vez la existencia de otro hombre, es decir, es un objeto social (colectivo) • el carácter social (colectivo) es el carácter total del movimiento, • el hombre crea a la sociedad y la sociedad crea al hombre, • la actividad y el consumo son sociales (colectivos), • la apropiación de la naturaleza es social (colectiva), • la existencia natural del hombre se convierte en su existencia humana en la sociedad (colectividad),

del alemán por Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalvo, S.A., 1967, México, D.F., pp. 3-15. 2 Ibíd., pp. 100-102. 3 Marx, Carlos, Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Ediciones de Cultura Popular, S.A., 1977, México, D.F. 4 Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la Economía Política, 3 tomos, versión del alemán por Wenceslao Roces, tercera edición, Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires, 1964.

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la naturaleza se convierte en hombre en la sociedad (colectividad), la existencia individual es directamente actividad social (colectiva), la conciencia individual es directamente conciencia social (colectiva), la conciencia social es la forma teórica de la comunidad real, la apropiación de la esencia natural del hombre se realiza de una manera total a través de sus relaciones humanas con la realidad: ver, oír, olfatear, gustar, sentir, pensar, juzgar, percibir; todas las cualidades del ser individual son órganos directamente sociales (colectivos) que se relacionan de una manera humana con el objeto, se da la emancipación de todos los sentidos y cualidades humanas, se realiza la conversión de todos los sentidos en subjetiva y objetivamente humanos, se produce la conversión para el hombre del objeto en objeto humano u hombre objetivo al convertirse el objeto en objeto social (colectivo), el mundo objetivo se hace en todas partes para el hombre en sociedad (colectividad), todos los objetos se hacen para él objetivación de sí mismo, se convierte en sus objetos, las fuerzas esenciales del ser humano, que están constituidas por la estructura industrial, se volverán humanas en sociedad (colectividad). El desarrollo de la industria —condicionado por el desarrollo de las ciencias naturales— ha preparado la emancipación humana, aunque directamente y en forma preponderante les ha correspondido consumar la deshumanización.

El socialismo y el comunismo, a donde la revolución proletaria que viene ha de arribar, deberán tener, por una necesidad histórica, las características que Marx les asigna en los Manuscritos...; su fundamento lo será la supresión implacable de la individualidad de los integrantes de la sociedad y la implantación de una verdadera colectividad. La teoría marxista, de acuerdo con lo que hemos visto, tiene plena vigencia en los días que corren; la realidad del capitalismo coincide totalmente con el concepto que de ella se ha formado la doctrina de la revolución. Sin embargo, esta teoría ha sido por completo desplazada, desde hace muchos años, de la base social que la debe llevar a su materialización, es decir, de la intelectualidad pequeño burguesa y de las capas superiores del proletariado, y ha quedado reducida a una escondida existencia en los anaqueles de las bibliotecas. En las circunstancias descritas, la labor de los revolucionarios consiste en tratar de explicarse teóricamente, como premisa para su acción práctica, todo el proceso que aquí hemos señalado esquemáticamente del nacimiento del socialismo, su declinación y la necesidad de su reaparición en una forma superior y definitiva.

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Primera parte



CAPÍTULO I

EStaDo actual Del SocialiSMo Y De la ReVoluciÓN SocialiSta iNteRNacioNal

La moderna clase obrera internacional está dotada de una conciencia y una organización burguesas; su actividad política consiste en sacar adelante las reivindicaciones de un sector de la burguesía en contra de otro; no posee una conciencia y una organización revolucionarias, ni despliega una lucha que tenga como finalidad el derrocamiento del régimen burgués y la instauración del socialismo; ella se encuentra por completo sometida a la dominación ideológica y organizativa de la burguesía. Los pocos partidos de occidente que aún se llaman a sí mismos comunistas, o que de algún modo declaran al marxismo-leninismo como su base doctrinaria, son partidos de la oposición burguesa. No constituyen, por tanto, ni por su naturaleza lo podrían ser, el instrumento para realizar la tarea de dar conciencia revolucionaria al proletariado internacional, organizarlo y dirigirlo hacia la consecución del poder y la construcción del socialismo. La teoría revolucionaria —el marxismo-leninismo— ha sido derrotada, desalojada de sus posiciones y primeramente sustituida por el revisionismo y posteriormente por una doctrina franca y abiertamente burguesa. En los países antiguamente socialistas se constituyó una forma degenerada del socialismo que al mismo tiempo era una estructura capitalista sui géneris; en los días que corren, la mayoría de estas naciones están entrando de lleno al camino de la restauración total del capitalismo. El sistema de países socialistas ya no existe y su lugar lo ha tomado un grupo de naciones que cada vez se integran más al sistema mundial del capitalismo. La revolución socialista mundial ha sido vencida y regresada a su punto de partida y el capitalismo, bajo una forma u otra, ha extendido de nuevo su dominación, con fuerza centuplicada, sobre todo el planeta. Esta situación descrita cierra toda una fase de existencia de la revolución mundial durante la cual el progreso de la teoría y el movimiento revolucionarios del proletariado, que desembocaron en la revolución socialista internacional y en la formación de un sistema de países socialistas, produjo necesariamente su propia negación. La tarea de los revolucionarios es intentar comprender la naturaleza de la etapa actual de la revolución, para lo cual deben aplicar a su estudio el instru-

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mento cognoscitivo por excelencia del marxismo-leninismo: la dialéctica materialista. Con la sorpresiva eclosión del capitalismo en los países del este europeo, el revisionismo fue expulsado de una parte de sus antiguos dominios; ya que en el período previo la mayoría de los partidos comunistas occidentales se habían convertido en partidos pequeño burgueses o burgueses de izquierda que se despojaron sin rubores de su vestimenta revisionista y adoptaron una ideología abiertamente burguesa, el revisionismo quedó reducido a una rareza ideológica que tiene su campo de acción en unos cuantos países y en unos pocos partidos de todo el mundo. Sin embargo, el revisionismo ha dejado una herencia nefasta; en sus diversos tipos, por decenios pasó ante los ojos de todo el mundo como la verdadera teoría del marxismo-leninismo y con ese carácter fue anatematizado por la nueva primavera del capitalismo en Europa oriental. De tal suerte, el revisionismo ha seguido ganando batallas después de muerto. Utilizar los elementos de la teoría del marxismo-leninismo para dilucidar el significado de la etapa actual de la revolución mundial exige necesariamente la crítica despiadada de ese pesado cuerpo muerto que es el revisionismo, la reivindicación de los principios fundamentales del marxismo-leninismo y su desarrollo creador para aplicarlos a la revelación de la naturaleza de la fase presente de la revolución. La dialéctica materialista es la teoría del conocimiento del marxismoleninismo, el corazón de esta doctrina, por lo que es lo primero que debemos rescatar de la dominación revisionista y devolverle su naturaleza original. El contenido fundamental de la dialéctica materialista son las formas más generales de la estructura y del movimiento del mundo objetivo, el reflejo de esas formas en el pensamiento como leyes generales de la objetividad y el postulado del origen de ese reflejo en la actividad práctica humana. Las fuentes de la dialéctica materialista fueron: 1) las ciencias empíricas, que en la época de Marx ya habían agotado las determinaciones del ser del mundo objetivo y estaban instaladas en el interior del mismo, en su esencia, trabajando por develarla; 2) la dialéctica hegeliana, que era el reflejo más completo de la objetividad y que comprendía las leyes generales del ser y la esencia; 3) el materialismo filosófico que con Feuerbach había llegado a definir la verdadera relación entre el ser y el conocer. Marx y Engels tomaron todos estos elementos y fundaron la dialéctica materialista; con este instrumento cognoscitivo abordaron la determinación de la esencia del mundo natural y humano. Marx y Engels no elaboraron un tratado sistemático de dialéctica sino que adoptaron íntegra la dialéctica hegeliana, a la cual sólo “pusieron sobre los pies”, y la emplearon como el método científico del conocimiento.

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CAPÍTULO II

La “LÓGica” De HeGel

La Ciencia de la Lógica5 de Hegel es el tratado de dialéctica más completo jamás escrito. Su primera parte, la lógica objetiva, comprende las leyes más generales del mundo objetivo, aunque presentadas como pensamientos sustantivados. Para Hegel, el ser tiene tres niveles de existencia: el ser determinado inmediato, el ser determinado infinito y la esencia.

Esquema de la “Lógica” de Hegel I. Primer nivel de existencia del ser. El ser determinado finito Es el algo con una cualidad que es otra cualidad en sí misma y cuya existencia consiste en la incorporación de la otra cualidad a sí; el destino del algo es llegar a ser la unidad plena de él y su otro merced al rellenamiento de su constitución por medio de la asimilación del otro exterior. II. Segundo nivel de existencia del ser. El ser determinado infinito Es el algo que tiene una cualidad que es una compleja combinación de cualidades determinada por la naturaleza de la sustancia infinita como tal y en la que el rellenamiento de la cualidad y el paso de una a otra cualidad se da, hasta que el algo perece, a través de cambios cuantitativos. El ser se interna es sí mismo y produce su esencia. III. Tercer nivel de existencia del ser. La esencia positiva (contradicción solucionada) La esencia positiva son los dos polos que contienen cada uno a su contrario en sí mismo, lo engendran en sí mismo, lo excluyen de sí y lo generan en el exterior Hegel, G.W.F., Ciencia de la lógica, traducción directa del alemán de Augusta y Rodolfo Mondolfo, Solar, S.A., Hachette, S.A., Buenos Aires, Argentina, segunda edición castellana, 1968. 5

La “Lógica” de Hegel

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como el otro polo y se procrean a sí mismos en el otro polo a través de esa exclusión (véase cuadro 1). Esta esencia positiva es el basamento del ser determinado dentro de los límites de su existencia, antes de su extinción. La esencia positiva contiene en sí misma, en estado germinal, los elementos del otro en que fatalmente ha de convertirse el algo. Una vez que el algo está plenamente constituido con sus tres niveles de existencia, la esencia despliega su carácter negativo y se inicia el desenvolvimiento de los elementos de su otro. La esencia es primeramente el tercer nivel de existencia del ser determinado, la contradicción polar que determina la existencia del ser; esta esencia se niega a sí misma y es entonces también aquella que desarrolla en sí los elementos del otro en que ha de transformarse el algo, es la esencia negativa. Hegel ha realizado una verdadera revolución en la teoría del conocimiento. Para la lógica y la teoría del conocimiento anteriores a él la esencia es sólo el fundamento, la base de lo que el ser determinado es. En lo que se transforma el algo una vez que fenece está sujeto a la casualidad y a la arbitrariedad o a una necesidad basada en la simple regularidad de la aparición de los fenómenos. Hegel descubre la naturaleza más profunda del cambio: el ser determinado es él mismo y el otro que le ha de suceder; su esencia contiene en embrión los elementos del otro en que se ha de transformar y es, con esta naturaleza dual, el fundamento de aquél; el movimiento de la esencia consiste en el desarrollo de los componentes del otro del ser determinado hasta concluir con su aparición en la existencia, mediante la negación de su progenitor, como otro ser determinado específico; durante todo este período, la esencia negativa es también fundamento del ser determinado actualmente existente. La necesidad del mundo objetivo adquiere así un significado más hondo: el ser determinado es tal porque es en sí mismo el otro en que ha de devenir, su ser es pasar a ser precisamente este otro ser determinado. La relación entre el ser determinado y la esencia negativa es, antes que nada, la de forma y esencia, en donde ésta es un mero sustrato indeterminado y extrínseco de aquel pero que está destinado a producir al otro que ha de sustituir al ser que existe actualmente. Después, la relación pasa a ser la que hay entre forma y materia; la materia es la esencia que no es aún fundamento ni negación del ser determinado, sino su base indeterminada, pero que ha dejado de ser extrínseca a él: la materia es tal por mediación de la forma, se niega a sí misma y se convierte en su otro, en la forma; ésta es ella sólo por mediación con la materia: se niega y viene a ser su otro, la materia. Forma y materia son el mismo ser determinado que aún no desarrolla su esencia como fundamento y negación. Sin embargo, la materia del ser actual es la sustancia con la que ha de construirse el nuevo ser determinado. La relación forma-materia pasa a la de forma-contenido. La materia deviene en contenido. Éste es la esencia positiva formada por los polos positivo y negativo, de los cuales el segundo es el germen del otro del ser inmediato deter-

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El capitalismo moderno y la revolución


La “Lógica” de Hegel

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p o S i t i V a

E S e N c i a

F u N D Produce y excluye lo positivo; lo en- a gendra en su exterior. M e N Niega a su otro t o El polo positivo niega al negativo y se engenp Se transdra a sí mismo en él o forma en S positivo Se niega i a sí mismo t i V o Polo positivo

El polo negativo niega Al excluir lo negativo y engendrarlo al positivo y se engen- como su otro excluyente, lo positivo se niega a sí mismo, se convierte en dra a sí mismo en él sí mismo en negativo, niega al polo Se niega a sí negativo y se engendra a sí mismo en Se transmismo él. Al excluir lo positivo y engendrarlo forma en como su otro excluyente, lo negativo negativo se niega a sí mismo, se convierte en sí mismo en positivo, niega al polo positivo y se engendra a sí mismo en él Al engendrarse mutuamente como Polo negativo polo positivo y negativo a través de su mutua exclusión, se niegan a sí Está contenido en el polo positivo mismos al cambiarse en sí mismos en Está contenido en el polo negativo su otro y niegan a su otro engendrándose a sí mismos en su otro

Niega a su otro

Produce y excluye lo negativo; lo engendra en su exterior

Polo positivo

Polo negativo Al excluir lo negativo lo engendra como su otro excluyente Contiene al polo negativo en su in- Al excluir lo positivo lo engendra Contiene al polo positivo en su interior y se convierte constantementerior y se convierte constantemen- como su otro excluyente te en él por medio de su exclusión. te en él por medio de su exclusión. Engendra lo negativo, lo integra a sí y A través de su mutua exclusión se en- Engendra a lo positivo, lo integra a sí gendran como polos positivo-negativo y lo excluye de sí lo excluye de sí independientes

La esencia positiva

Cuadro 1


minado. La esencia negativa está aquí sólo en estado latente. El contenido del ser actual es el que ha de producir la forma y el contenido del nuevo ser. La dialéctica entre polo positivo y polo negativo de la esencia positiva (contenido del ser determinado) da lugar a la reflexión del segundo de ellos, es decir, a la producción por el polo negativo de la forma del otro que ha de sustituir al ser inmediato actual, pero sólo de la forma, que en este estadio coexiste con el contenido de aquél. La esencia positiva ha dado a luz a la esencia negativa, esto es, a los elementos del otro del ser determinado, pero únicamente como una forma que conserva el mismo contenido del ser de donde proviene. La nueva forma adquirida por el ser determinado elimina a la forma precedente (véase cuadro 2). IV. Cuarto nivel de existencia del ser. La esencia negativa a) La esencia positiva se niega a sí misma y produce la forma de la esencia negativa La relación forma-contenido evoluciona hacia la relación fundamento-fundando; el fundamento son las determinaciones del ser inmediato existente pero bajo la forma de la esencialidad, esto es, del otro que le ha de seguir; lo fundado son las determinaciones del ser inmediato presente; el fundamento se niega a sí mismo y engendra a lo fundado; éste a su vez se niega a sí mismo y produce al fundamento. El ser determinado inmediato se ha desdoblado en dos: el contenido del ser determinado inmediato actual que es lo fundado y la forma del ser que ha de sustituirlo, del otro en que ha de transformarse el ser existente, que es el fundamento. La esencia ha adquirido así la forma del nuevo ser, pero conserva aún el contenido del anterior; éste es el paso previo necesario para que ella se establezca como las determinaciones específicas del próximo ser inmediato que son la negación del que hoy existe. b) La forma de la esencia negativa es negada Las determinaciones del ser inmediato existente y su forma negativa se dan un mutuo impulso que resulta en el paso de las primeras a una fase superior de su existencia; ya investidas con su nueva naturaleza, su acción inicial consiste en la anulación de la forma de la esencia negativa y la restitución de la forma primitiva (véase cuadro 3).

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El capitalismo moderno y la revolución


La “Lógica” de Hegel

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La esencia positiva genera primeramente, mediante la reflexión de su polo negativo, la forma del otro que ha de sucederle

Esencia negativa (sólo la forma del otro)

Polo negativo

Polo positivo

Esencia positiva

FORMA De la esencialidad negativa, de las determinaciones del otro hacia el que ha de evolucionar pero conservando aún el contenido del ser actual

CONTENIDO Determinación del ser inmediato actual

FORMA del ser inmediato actual

Cuadro 2 Producción de la forma de la esencia negativa

}

} Es desplazada por la forma de la esencialidad negativa

Fundamento formal

Fundado


Cuadro 3 Negación de la forma de la esencia negativa

Esencia positiva

Polo positivo

Polo negativo

FORMA del ser inmediato actual CONTENIDO Determinación del ser inmediato actual FORMA De la esencialidad negativa, de las determinaciones del otro hacia el que ha de evolucionar pero conservando aún el contenido del ser actual

Esencia negativa (sólo la forma del otro)

FORMA del ser inmediato actual Esencia positiva

Polo positivo

Polo negativo

CONTENIDO Del ser inmediato actual pero en una fase superior de su existencia FORMA

Esencia negativa (sólo la forma del otro)

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El capitalismo moderno y la revolución

FUNDADO (fundamento positivo de ser actual) Se engendran y se niegan mutuamente FUNDAMENTO FORMAL (fundamento negativo del ser actual)

Adquieren una negatividad extrema, anulan la forma de la esencialidad negativa y recobran su forma anterior


Cuadro 4 Restauracion de la esencia positiva FORMA del ser inmediato actual Esencia positiva

Polo positivo

Polo negativo

CONTENIDO Determinaciones del ser inmediato en su nueva naturaleza; recobran su papel de fundamento positivo de lo que el ser es

c) La esencia positiva es restaurada Las determinaciones del ser determinado actual en su nueva fase de existencia son otra vez sólo la esencia positiva, el fundamento de lo que el ser es; se reanuda la relación primitiva entre contenido y forma (véase cuadro 4). d) Producción por la esencia positiva del contenido de la esencia negativa El movimiento de recíproca implicación entre forma y contenido de las determinaciones del ser inmediato en su nueva naturaleza tiene como resultado la exacerbación de la negatividad del contenido, lo que origina que las determinaciones del ser inmediato actualmente existente den lugar a otras distintas que son ya elementos materiales del otro en que éste ha de convertirse y que por el momento carecen de su naturaleza negativa; estas nuevas determinaciones pasan a ser el fundamento real (negativo) y aquéllas de donde provienen, lo fundado. El ser determinado existente llega a tener así, como fundamento de su existencia, a su propia negación, a los elementos del otro en que fatalmente devendrá (véase cuadro 5). El ser determinado inmediato tiene ahora la estructura siguiente: las determinaciones del ser determinado actual que son el contenido de la forma correspondiente y las determinaciones propias del ser determinado en que el existente ha de trocarse, que son un contenido distinto del anterior y el cual se dará la nueva forma de la esencialidad negativa mediante la negación de la anterior. Aquéllas y su forma específica son lo fundado y éstas son el fundamento real que al producir su forma característica será el fundamento integral (real y formal). Las determinaciones del ser actual, que aquí tienen el carácter de un fundado, comprenden desde luego las determinaciones de la esencia positiva y por lo tanto constituyen una relación polar (polo positivo y polo negativo) que se rige por los principios señalados en la parte correspondiente de este estudio; el resultado final de esa relación es la gestación de las determinaciones del otro del ser actual.

La “Lógica” de Hegel

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El capitalismo moderno y la revolución

Esencia negativa (contenido del otro)

Esencia positiva

Polo negativo

La esencia positiva produce posteriormente, a través de la reflexión de su polo negativo, el contenido del otro que le seguirá. Es el fundamento real.

Polo positivo

CONTENIDO Determinaciones del ser en sí y por sí, es decir, del otro en el que el algo ha de transmutarse al perecer.

CONTENIDO Determinación del ser inmediato actual en una fase superior de su existencia

FORMA del ser inmediato actual

Cuadro 5 Producción del contenido de la esencia negativa

}

}

Fundamento real

Fundado


e) El contenido de la esencia positiva se escinde en dos contenidos Como al momento de su surgimiento las determinaciones del otro ser determinado carecen de su carácter negativo, son idénticas a las determinaciones del ser inmediato que les dieron vida, se continúan en ellas, y al hacerlo fijan una diferencia entre las mismas, lo que da a lo fundado un doble contenido: unas determinaciones (polo negativo del ser actual) que son la continuación del fundamento real y que por tanto son las determinaciones del otro en lo fundado y otras determinaciones (polo positivo del ser presente) que son extrínsecas tanto a aquéllas como al fundamento (véase cuadro 6). f) La esencia positiva produce, a través del polo negativo, los polos positivo y negativo del contenido de la esencia negativa Las determinaciones del otro que se encuentran en el fundamento adquieren su carácter negativo; su negatividad se manifiesta haciendo entrar las determinaciones positivas de lo fundado, que aparecían como extrínsecas, en una relación positiva de recíproca implicación con las determinaciones negativas de lo fundado y llevando a aquéllas al seno del fundamento en donde establecen una relación negativa con las determinaciones negativas del mismo; en el fundamento surge una réplica de la relación polar existente en lo fundado pero de signo distinto porque aquí el polo negativo ejerce una acción que pretende echar de la existencia al polo positivo que representa al ser determinado existente en la actualidad para dar lugar al nuevo ser representado aquí por el otro polo (véase cuadro 7). El contenido de la esencia negativa se ha escindido así en dos: el contenido A que es el polo positivo y que representa al ser determinado actual en la esencia negativa y el contenido B que es el polo negativo de la misma que pretende anular al ser actualmente existente. Al vincularse el polo negativo y el polo positivo de la esencia negativa en una relación negativa, se unen también el polo positivo y el polo negativo de la esencia positiva en una relación de engendramiento de B por A. El polo negativo de la esencia negativa (contenido B) establece la lucha con propósitos devastadores contra el polo positivo (contenido A) de la misma; este polo positivo de la esencia negativa a su vez engendra al polo positivo de la esencia positiva el cual produce al polo negativo que a su tiempo generará al polo negativo de la esencia negativa (véase cuadro 8). g) Los dos polos de la esencia positiva engendran a los dos polos del contenido de la esencia negativa y viceversa Al traer el contenido B (polo negativo) de la esencia negativa hacia ésta al contenido A (polo positivo) de la esencia positiva y vincularse ahí ambos contenidos

La “Lógica” de Hegel

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El capitalismo moderno y la revolución

Esencia negativa (forma y contenido del nuevo ser pero aún en el seno del actual)

Extrínseco tanto al polo negativo como fundamento

Esencia positiva

El polo negativo se determina como el que engendra el contenido de la esencia negativa

Polo positivo Contenido A

Nueva forma de la esencialidad negativa, de las determinaciones del otro

Contenido del otro en el que el algo ha de devenir

Polo negativo Contenido B

Forma del ser inmediato actual

El contenido del otro en que el algo ha de devenir se continúa en las determinaciones del ser inmediato; a causa de ello, el contenido de la esencia positiva se escinde en dos contenidos que corresponden a los polos positivo y negativo

Cuadro 6 El contenido de la esencia positiva se escinde en dos contenidos

}

}

Fundamento integral (real y formal) un solo contenido

Fundado Doble contenido


La “Lógica” de Hegel

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Polo positivo Contenido A

Polo negativo Contenido B

Forma del ser inmediato actual

} Fundado Doble contenido

Esencia negativa

Polo negativo Contenido B

FORMA DEL OTRO

Polo positivo Contenido A

}

Fundamento integral (real y formal) Doble contenido

El contenido B (polo negativo) de la esencia positiva genera el contenido del otro; este contenido adquiere su negatividad e incorpora a su campo el contenido A de la esencia positiva con el que traba la lucha que tiene como finalidad aniquilarlo, echarlo de la existencia para dejar subsistente sólo al nuevo ser inmediato

Esencia positiva (fundamento positivo del ser determinado)

Cuadro 7 Producción de los polos positivo y negativo del contenido de la esencia negativa


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El capitalismo moderno y la revolución

Polo positivo Contenido A

Polo negativo Contenido B

Forma del ser inmediato actual

} Fundado Doble contenido

Esencia negativa

Polo negativo Contenido B

FORMA DEL OTRO

Polo positivo Contenido A

}

Fundamento integral (real y formal) Doble contenido

El polo negativo de la esencia negativa trae al terreno de ésta al polo positivo de la esencia positiva; al hacerlo vincula a su vez al polo positivo y al polo negativo de la esencia positiva. Se completa así la estructura de la esencia en sus dos niveles con dos pares de polos que en su dialéctica han de llevar al surgimiento del nuevo ser determinado por medio de la negación del ser determinado anterior

Esencia positiva (fundamento positivo del ser determinado)

Mutuo engendramiento de los polos de las dos esencias

Cuadro 8


en una relación de oposición, dan lugar a la unificación del contenido A (polo positivo) y el contenido B (polo negativo) de la esencia positiva en una relación de procreación mutua. El ser determinado inmediato queda así compuesto de la siguiente forma: una esencia positiva con dos contenidos (polo positivo y polo negativo) que se generan recíprocamente y que por la reflexión de su polo negativo da lugar al surgimiento del polo negativo de la esencia negativa el cual vincula a sí, trayéndolo a su dominio, al polo positivo de la esencia positiva, con el cual establece una relación contenciosa; una esencia negativa integrada por dos contenidos, el polo negativo que es producto de la reflexión del polo negativo de la esencia positiva y el polo positivo que ha sido traído desde la esencia positiva al terreno de la esencia negativa, en donde entra en franca lucha con el otro polo y de ahí es lanzado de nuevo al seno de la esencia positiva. La dialéctica total que de aquí brota es la siguiente: los polos positivo y negativo de la esencia positiva se producen uno al otro; este movimiento se traduce en la reflexión del polo negativo, es decir, en su conversión en el polo negativo de la esencia negativa; este último trae hacia la esencia negativa al polo positivo de la esencia positiva y entra con él en una relación conflictiva; este polo positivo de la esencia negativa se transmuta en el polo positivo de la esencia positiva y ahí se reanuda de nuevo todo el proceso. Las determinaciones que en el fundamento real constituyen los elementos del otro en que el algo ha de transformarse y que son uno de sus contenidos (el polo negativo del mismo), tienen que acreditar su ser negando, con la intención de desplazarlas de la existencia, las determinaciones del ser inmediato, del algo existente que es otro de los contenidos del fundamento (polo positivo). Las determinaciones extrínsecas e inesenciales que eran uno de los contenidos de lo fundado (su polo positivo) entran, por mediación de la relación fundamental [es decir, de la vinculación negativa inmediata de los contenidos (polo positivo y polo negativo) en el fundamento], en relación con el otro contenido de lo fundado (su polo negativo); esa conexión es positiva, de creación de las determinaciones negativas de lo fundado. Queda así perfectamente estructurado el fundamento negativo del ser determinado y bien delimitados los elementos cuya dialéctica ha de llevar a la metamorfosis de éste en otro ser determinado. Cuando lo fundado está ya bien formado como el ser determinado inmediato existente que tiene dos contenidos de los cuales se enlazan engendrando el contenido A (las determinaciones positivas del ser determinado actual) al contenido B (sus determinaciones negativas) y el fundamento tiene también sus dos contenidos cuyo nexo consiste en la negación por el contenido B (que son las determinaciones del nuevo ser inmediato en que se convertirá el que existe) del contenido A (que son las determinaciones del ser actual), entonces lo fundado se vuelve condición que produce al fundamento y que a su vez es producida por éste. Lo fundado es la generación de los elementos del otro en su interior (contenido B, polo negativo) por el contenido A (determinaciones del ser inmediato,

La “Lógica” de Hegel

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polo positivo); esta generación es a su vez la del fundamento como negación en él de las determinaciones del ser inmediato (contenido A, polo positivo) por las del otro ser (contenido B, polo negativo); el fundamento a su tiempo produce a lo fundado como condición. La mutua procreación de la condición y el fundamento da por resultado que del contenido B de aquélla, es decir, de las determinaciones del otro que se encuentran bajo la forma del ser actual, advenga el contenido B del fundamento, esto es, las determinaciones que son ya un elemento del otro que ha de venir después del ser actual; de igual manera, las determinaciones del ser inmediato que se encuentran en el fundamento se transforman en las determinaciones positivas de la condición (contenido A de lo fundado). La relación llega a su clímax cuando el polo negativo de la esencia positiva se ha vuelto en su totalidad el polo negativo de la esencia negativa; por tanto, el polo positivo de la esencia positiva ha desaparecido también pues su razón de ser es el engendrar y ser engendrado por el polo negativo; todo su contenido se ha incorporado al polo positivo de la esencia negativa. La esencia positiva desaparece; quedan enfrentándose en lucha abierta pretendiendo su mutua desaparición el polo negativo (que es el otro del ser inmediato actual) y el polo positivo (que es el ser inmediato actual pero ya en su papel defensivo ante la acometida del otro polo) de la esencia negativa (véase cuadro 9). Cuadro 9 Enfrentamiento del polo negativo y el polo positivo en la esencia negativa

Esencia positiva (desaparece)

Este polo vuelca todo su contenido en el polo positivo de la esencia negativa

Esencia negativa

Polo positivo CONTENIDO A

Polo negativo CONTENIDO B

Este polo vacía todo su contenido en el polo negativo de la esencia negativa

Polo positivo CONTENIDO A

Polo positivo CONTENIDO B

Quedan enfrentados en lucha decisiva el polo positivo y el polo negativo de la esencia negativa

h) La esencia positiva desaparece y en la esencia negativa se establece la contienda entre el polo positivo y el polo negativo La dialéctica de la relación lleva a que el total de las determinaciones negativas de la condición (fundado) se transmuten en fundamento (en elementos del otro

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El capitalismo moderno y la revolución


La “Lógica” de Hegel

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Momento de la cosa en sí

Momento de la cosa en sí

Momento de la cosa inmediata esencial

Es el nuevo ser inmediato que aún tiene como sus momentos a la condición y al fundamento

COSA INMEDIATA ESENCIAL

A través de su negación por el fundamento se convierte en fundamento (se integra a él) y desaparece como condición

Momento de la cosa inmediata esencial

Determinaciones del nuevo ser inEn la negación de la condición se mediato absolutamente negativas convierte en ser inmediato y desapay enfrentadas a las determinaciorece como fundamento nes del ser inmediato anterior

FUNDAMENTO

Polo negativo

Es el otro en que está a punto de transformarse el ser determinado actual

Cosa en sí

CONTENIDO

Determinaciones del ser inmediato anterior enfrentadas absolutamente a las del nuevo ser

CONDICIÓN

Polo Positivo

V. El surgimiento del nuevo ser inmediato a la existencia

Cuadro 10 Aparición del nuevo ser en la existencia

El nuevo ser inmediato nace al devenir el fundamento en cosa inmediata esencial

Es el nuevo ser inmediato que ha surgido a la existencia mediante la eliminación tanto de sus condiciones como de su fundamento

COSA INMEDIATA ESENCIAL

El ser inmediato anterior perece al transformarse la condición en fundamento


ser inmediato) y que todas las determinaciones del ser inmediato anterior que estaban en el fundamento se truequen en condición. Quedan entonces enfrentándose sólo el fundamento que son las determinaciones negativas como elementos del nuevo ser inmediato y la condición o fundado constituida únicamente por las determinaciones del ser inmediato en vías de desaparecer. Se establece la lucha decisiva entre ambos elementos. V. El surgimiento del nuevo ser inmediato a la existencia En esta última fase del desarrollo de la esencia han quedado totalmente polarizadas las determinaciones del ser inmediato existente y las del que ha de sustituirlo a su acabamiento. La condición son las determinaciones del ser inmediato anterior y el fundamento las del nuevo ser determinado inmediato; éste se encuentra como cosa en sí, como contenido de los dos momentos que son la condición y el fundamento que están en franca lucha. De la mutua negación de condición y fundamento se produce el nuevo ser inmediato, la cosa inmediata esencial, que los conserva todavía como sus momentos. A través de la negación de la condición por el fundamento, aquélla se hace fundamento y desaparece como condición; el ser inmediato anterior perece cuando la condición se vuelve fundamento. En la negación de la condición por el fundamento éste se transmuta en ser inmediato y desaparece como fundamento; el nuevo ser inmediato nace al transformarse el fundamento en cosa inmediata esencial. El nuevo ser inmediato es la cosa inmediata esencial que ha surgido a la existencia mediante la eliminación tanto de sus condiciones como de su fundamento. El nuevo ser inmediato ha roto el cordón umbilical que lo unía al anterior. En este punto Hegel da cima a su tarea de reflejar en toda su complejidad el mundo objetivo; ha develado los tres niveles de existencia del ser determinado (ser determinado inmediato, ser determinado infinito y esencia como fundamento positivo de lo existente) y la esencia del ser determinado como el desarrollo del otro en el que ha de transmudarse a su perecimiento (esencia negativa). En resumen, conforme a la Lógica de Hegel, el ser tiene tres niveles de existencia; el ser determinado finito, el ser determinado infinito y la esencia. El ser determinado finito, que es una compleja combinación de la sustancia infinita, se interna en sí mismo y produce su esencia. Ésta está constituida por dos polos contrarios que se encuentran en una relación de mutuo engendramiento y negación y es el fundamento, la causa última del ser determinado. Éste tiene una forma y un contenido que se corresponden. La esencia como fundamento y causa última del ser determinado, partiendo del contenido que le es propio y conservándolo como su base, inicia el desarrollo de los elementos del otro ser inmediato en que ha de convertirse a su extinción. Produce una nueva relación entre los mismos polos de la esencia positiva; en ella el polo negativo actúa como elemento negatorio del actual ser inmediato y constitutivo del nuevo ser que ha de venir; el polo positivo se

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El capitalismo moderno y la revolución


desempeña como elemento de la conservación del ser inmediato existente. Esta relación contenciosa que se da entre los mismos polos que son el fundamento del ser inmediato, da como resultado el surgimiento de la forma, pero sólo de la forma del nuevo ser inmediato, la cual se alza sobre el mismo contenido del ser inmediato anterior; lo que se ha generado, por tanto, es tan sólo la forma del nuevo ser empalmada, por así decirlo, al contenido del ser anterior. Esta forma del nuevo ser surgiendo del contenido del ser anterior es la esencia negativa, por ahora sólo formal, de éste. La aparición de la forma del nuevo ser hace madurar a la esencia del ser inmediato actual obligándola a pasar a una fase superior de su existencia. En esta nueva etapa de vida da otra vez lugar al desarrollo de los elementos del nuevo ser que ha de sucederlo pero ahora como un par de polos, distintos de los de la esencia positiva, que pasan a constituir el contenido del nuevo ser inmediato. La esencia negativa, que es la forma y la materia del nuevo ser inmediato en el seno del que lo precede, queda constituida también por dos polos entre los que se establece la lucha definitiva que tiene como resultado la eliminación del ser inmediato anterior y el surgimiento a la existencia del nuevo ser inmediato.

La “Lógica” de Hegel

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CAPÍTULO III

La aplicaciÓN poR MaRX Y ENGelS De la Dialéctica heGeliaNa

Según dejamos establecido, Marx y Engels hacen suya la dialéctica hegeliana. Utilizando este instrumento teórico, develan la naturaleza del ser determinado inmediato del régimen capitalista, ponen de manifiesto la esencia que es su fundamento positivo y descubren la esencia que es el otro en que indefectiblemente ha de transformarse, su fundamento negativo. Para Marx y Engels, quienes en esto siguen rigurosamente a Hegel, el régimen capitalista procrea los elementos de su negación, pero primeramente con su carácter de elementos constitutivos de su propia existencia; son el polo negativo de su fundamento positivo. El proletariado es el polo negativo del régimen capitalista generado por éste como la encarnación de la desposesión de la naturaleza humana por el capital; en esta fase dicho despojo se manifiesta bajo la forma de la vulneración inmediata de las condiciones de existencia de los trabajadores (reducción del salario, extensión de la jornada, intensificación del trabajo, esclavitud fabril, etcétera, lo que da por resultado el hambre, las enfermedades y la muerte prematura de los obreros). La potencia negatoria del proletariado está encaminada fatalmente a lograr la satisfacción de las necesidades individuales de sus integrantes en su calidad de elementos del régimen capitalista; su lucha, por tanto, no trasciende los límites de ese régimen social. Los avances intelectuales, que también son producidos por el régimen capitalista, dan lugar a las determinaciones de su negación, que son igualmente la negación teórica del capitalismo; pero, tal como sucede con la lucha del proletariado, su expresión teórica no trasciende los linderos del capitalismo. Las determinaciones negativas del ser determinado del régimen capitalista pasan a una forma superior y más intensa de la negatividad (la forma más elevada de la negación de la naturaleza humana en el proletariado por el capital); a causa de ello se reflejan en sí mismas y producen las determinaciones de la esencia que son los elementos del otro en que aquél ha de convertirse; ellos constituyen la esencia como fundamento negativo del capitalismo. Elementos constitutivos del régimen capitalista lo son las fuerzas y capacidades de la especie desarrolladas hasta su forma más alta (polo positivo de la esencia positiva); estas fuerzas y capacidades son también un elemento negato-

La aplicación por Marx y Engels de la dialéctica hegeliana

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rio del régimen capitalista (polo negativo de la esencia positiva): en su desenvolvimiento llevan a los individuos de la especie a un proceso degeneración física y mental que amenaza con aniquilar por completo su naturaleza humana; esta absoluta deshumanización del hombre, que no tiene paliativo alguno, cuando es asimilada conscientemente por los individuos de la especie es el acicate para la destrucción del régimen capitalista (acción del polo negativo de la esencia negativa sobre el polo positivo de la misma) y la conversión de la riqueza industrial en el medio para reconstituir la vida colectiva y la naturaleza biológica del hombre hasta el punto en que vuelvan a encontrarse en una unidad indisoluble el ser humano plenamente regenerado y sus capacidades y fuerzas sociales. La exaltación de la individualidad, que es necesaria para reconocerse el hombre como una verdadera piltrafa e iniciar el camino de su regeneración, será el punto en que aquélla empiece su autoaniquilación y dilución en la colectividad. Elemento constitutivo del régimen capitalista lo es el proletariado (polo negativo de la esencia positiva); esta clase es la que produce la riqueza social (fuerzas y capacidades de la especie, polo positivo de la esencia positiva) a costa de su creciente degeneración física y mental; es por tanto la que, al adquirir plena conciencia de este hecho (cuando deviene en el polo negativo de la esencia negativa), debe realizar la destrucción del régimen capitalista y, por medio de la anulación de la individualidad de sus miembros (la propiedad privada del obrero sobre sí mismo), restablecer la colectividad, que es la forma natural de organización de la especie. Elementos constitutivos del régimen capitalista son la ciencia y la ideología que él mismo genera en su proceso de vida (polo positivo de la esencia positiva). La ciencia, como instrumento del régimen capitalista para el sometimiento de las fuerzas de la naturaleza al dominio del capital, es un factor primordial en la degeneración física y mental del hombre que aquél ineluctablemente produce (polo negativo de la esencia positiva). En su insaciable hambre de riqueza, el capital exige a la ciencia el penetrar cada vez más profundamente en el conocimiento de la naturaleza y de la sociedad; la hace ir del ser a la esencia de la naturaleza y agotar las determinaciones del ser de la sociedad. Con estos elementos, la ciencia devela la esencia de la naturaleza y la sociedad, descubre el otro del régimen capitalista, el socialismo y el comunismo que “en cuanto que naturalismo acabado se iguala al humanismo y como humanismo acabado se iguala al naturalismo... es la solución genuina del conflicto entre el hombre y la naturaleza...” (Manuscritos...). La ciencia, en cuanto conciencia de la esencia del régimen capitalista, se convierte en un elemento negatorio de éste (en el polo negativo de la esencia negativa) y como hondo conocimiento de la naturaleza deberá ser una parte de la conciencia humana en el proceso de reapropiación de la naturaleza biológica y la vida colectiva del hombre en el socialismo y, posteriormente, en el comunismo, ha de llegar a constituir parte de la conciencia humana de la especie. El desarrollo de la esencia es, por tanto, el proceso por el cual los elementos constitutivos del régimen capitalista se truecan en elementos negatorios del

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El capitalismo moderno y la revolución


mismo y posteriormente devienen en elementos del otro que ineluctablemente lo ha de sustituir. Esta transformación es posible y necesaria porque los elementos componentes del régimen capitalista son en sí mismos su otro. Los elementos de la esencia negativa del capitalismo que han de llevarlo a ser su otro son: un proletariado consciente, organizado y activo que tiene pleno 4pmp4ahaFm p =F d" ¦F ="=F " m" ¤ "dF«" =F d" F¨zdp "4a¸m 4"za "da ": d" 4¤"d 4pm_ a F Fm d" "ma ¤ad"4a¸m =F p=" d" 4"z"4a="=F ^¤h"m" Fm dp "*"b"=p F : y de la necesidad histórica de la recuperación de la naturaleza humana a través de la implantación de un régimen económico y político que reivindique la vida colectiva, mediante la anulación implacable de la individualidad, como el núcleo fundamental de dicha naturaleza; y una teoría que comprenda fielmente la esencia negativa del régimen capitalista y que sea el instrumento para dar conciencia, organizar y conducir al proletariado a la actividad práctica revolucionaria. Estos elementos entablan una lucha revolucionaria en contra del régimen capitalista, la cual tiene por objeto la aniquilación de la burguesía como clase al despojarla del poder político, la conquista del poder político por el proletariado y la instauración del socialismo. En una primera fase, la lucha revolucionaria da como resultado el desarrollo en una forma más alta del mismo régimen capitalista (del fundado que es el ser inmediato existente); pero ello a su vez impulsa el desenvolvimiento de las determinaciones del otro que él contiene y su reflexión en elementos de la esencia negativa. Después de un período de mutuo engendramiento y negación del régimen capitalista y de su otro, la burguesía y el proletariado quedan totalmente polarizados, en franca lucha decisiva: el proletariado en su absoluta mayoría es ya un elemento activo del nuevo régimen y ha dejado de ser elemento constitutivo del régimen capitalista; la burguesía, por su parte, ya no es la procreadora del proletariado como complemento suyo sino que se encuentra absolutamente enfrentada a él. El desenlace histórico de esta lucha es la derrota de la burguesía, el establecimiento de la dictadura del proletariado, la apropiación por esta clase de los medios e instrumentos de producción, los que dejan de ser instrumentos de la deshumanización y son ahora medios de la recuperación de la naturaleza humana a través de la reconstitución de la colectividad (propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción, consumo colectivo y abolición definitiva del interés individual, es decir, de la propiedad privada del individuo sobre sí mismo). De esta manera, el otro del capitalismo, su esencia, el socialismo, surge a la existencia. Marx y Engels, una vez que han develado teóricamente la esencia del régimen capitalista, emprenden la labor de transformar el polo negativo de esa formación social, de elemento de su esencia positiva en constituyente de su esencia negativa. De esta manera, dedican todos sus esfuerzos al desarrollo multifacéti-

La aplicación por Marx y Engels de la dialéctica hegeliana

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co y profundo de la teoría revolucionaria y a su difusión entre los obreros y a la organización de la lucha del proletariado con la finalidad de convertirla en una lucha revolucionaria por la conquista del poder político y la implantación del socialismo. El régimen capitalista, mientras tanto, sigue en este período consolidando y ampliando su esencia positiva, su base de existencia. La insurrección obrera en París en 1848 y la comuna en 1871 son transformaciones ocasionales de la negatividad de la esencia positiva, manifestaciones meramente formales y aisladas de la esencia negativa; la insurrección armada del proletariado contra la burguesía, la conquista del poder político, la formación de órganos de gobierno obrero, etcétera, son episodios meramente esporádicos que no representan el paso generalizado del régimen capitalista a su otro, sino que constituyen un resultado marginal del proceso principal de desarrollo de la contradicción burguesía-proletariado como parte constitutiva de dicho régimen.

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CAPÍTULO IV

La Dialéctica Del RéGiMeN capitaliSta DeSpuéS De la CoMuNa De PaRíS

En los últimos 30 años del siglo XIX y los primeros decenios del siglo XX, el capitalismo desarrolla en gran medida su esencia positiva. En la misma proporción, intensifica la negatividad de sus determinaciones en su papel de elementos constitutivos del régimen capitalista; es la negación de la naturaleza humana que se caracteriza por la aniquilación física del sujeto humano a través de la reducción del salario, la extensión de la jornada, la intensificación del trabajo, la esclavitud fabril, la insalubridad, las enfermedades y la muerte prematura. La negatividad de las determinaciones es tan intensa que produce su reflexión, es decir, su tránsito a elementos de la esencia negativa: el perfeccionamiento de la teoría revolucionaria, la lucha revolucionaria del proletariado, la conquista del poder político por los trabajadores y el establecimiento del socialismo en Rusia, pero todo ello sólo como una forma (abolición de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción y establecimiento de la propiedad colectiva sobre los mismos) cuyo contenido lo son todavía las determinaciones del ser, de la esencia positiva del régimen capitalista (la propiedad privada del obrero sobre sí mismo); tan es así que el proletariado se ha levantado en armas con el fin de satisfacer sus necesidades elementales y no, ni mucho menos, para reapropiarse conscientemente su naturaleza humana. En el período a que nos referimos, el régimen capitalista eleva el carácter negativo de sus determinaciones de existencia, pero como elementos constitutivos de ese régimen; la negatividad avanza de tal manera que produce la reflexión de esas determinaciones, lo que por ahora sólo se traduce en el surgimiento de la forma del régimen socialista, la cual tiene como contenido a las mismas determinaciones de existencia del capitalismo; quiere esto decir que éstas no han alcanzado la negatividad superior [anulación de la naturaleza humana en el proletariado “superabundantemente satisfecho” (según Marcuse)] que lleva necesariamente al surgimiento de otra serie de determinaciones negativas que son los elementos materiales del nuevo régimen (proletariado consciente de ser la encarnación de la total anulación de la naturaleza humana y, por tanto, sujeto de la revolución que debe conducir a la reconstitución de la naturaleza humana que el capital le ha sustraído).

La dialéctica del régimen capitalista después de la Comuna de París

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Después de la revolución rusa se da una relación de mutuo procreamiento y negación entre el régimen capitalista internacional y la forma del régimen socialista establecida en aquel país. El capitalismo internacional sigue acrecentando en gran medida la negatividad de sus determinaciones de existencia y su reflexión produce la implantación del régimen formalmente socialista en un grupo de países de Europa oriental, se constituye así un sistema de países formalmente socialistas. El sistema de países capitalistas y el sistema de países formalmente socialistas entran en una relación de gestación y negación recíproca. Aquél da un paso adelante y se inicia la transformación del capitalismo tradicional en el capitalismo de consumo que tiene como fundamento la tendencia a la satisfacción en un alto grado de las necesidades individuales (no humanas) de las capas superiores de la clase de los trabajadores y que constituye la forma superior de explotación a través de la cual se da cima al proceso de anulación de la naturaleza humana en el proletariado de esos países. En el sistema de países formalmente socialistas, después de conquistar el punto más alto de su desenvolvimiento, se produce el fortalecimiento de su contenido capitalista que lleva a la degeneración del socialismo formal, el cual primero evoluciona hacia una variedad híbrida —socialismo en degeneración, capitalismo sui géneris— que prevaleció en Europa del este por cerca de 50 años y después se trueca en un régimen capitalista clásico que acaba con el último vestigio de aquella forma. La esencia negativa meramente formal del régimen capitalista ha sido destruida por su contenido capitalista, pero, como contrapartida, el capitalismo ha entrado a la fase en que deberá llevar sus determinaciones negativas (explotación del proletariado) hasta sus últimas consecuencias y en donde, por tanto, su negatividad será tal que dejarán de ser elementos constitutivos del régimen capitalista, serán repelidas por éste y obligadas a convertirse en las determinaciones del nuevo régimen que ahora sí tendrá una naturaleza material y formalmente socialista al haber abolido definitivamente y de raíz el interés individual (la propiedad privada del obrero sobre sí mismo) que es el contenido más recóndito del régimen capitalista. La teoría revolucionaria quedó constituida en lo fundamental con los trabajos de Marx y Engels; como ya vimos, ellos estructuran en una unidad armónica el conocimiento del ser determinado, de la esencia positiva y de la esencia negativa del régimen capitalista y descubren el otro que el capitalismo lleva en su interior y las fases del proceso de su surgimiento a la existencia. Sin embargo, queda fuera de su horizonte teórico el que el socialismo tenga que ser por necesidad primeramente una forma que envuelve a un contenido capitalista. Lenin y Stalin parten del punto en donde Marx y Engels habían dejado el progreso de la teoría revolucionaria y lo continúan; la perfeccionan en lo que respecta a la conquista del poder por el proletariado y a la construcción del socialismo, pero éstos conservan, sin embargo, el carácter de una forma que mantiene un contenido capitalista.

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De esta suerte, la revolución y el socialismo que estos dos pensadores llevan a la práctica no son el vehículo para que el proletariado se reapropie la naturaleza humana, sino solamente un medio a través del cual los trabajadores satisfacen sus necesidades elementales como individuos, lo que a fin de cuentas es la meta confesada del régimen capitalista. Puesto que el propósito fundamental del régimen socialista es la satisfacción de las necesidades individuales de sus componentes (individuos propietarios privados de sí mismos), se hace al individuo el fundamento de la organización social y esto lleva necesariamente a la exaltación desmedida de la individualidad. Esta ineludible conservación y luego inevitable enaltecimiento del individuo, que son el más caro principio del régimen capitalista, constituyen el cáncer que corroe la forma del socialismo implantada en Europa del este y que por último la llevan a su extinción. Los revolucionarios de la época de Lenin y Stalin, al trabajar teóricamente en la determinación de la forma del régimen socialista, firmemente asentada, según se ha visto, en un contenido capitalista, dejaron de lado la parte de la teoría previamente desarrollada referente al aspecto material de la esencia negativa del régimen capitalista, es decir, el concepto de la explotación que es la absoluta deshumanización de la especie en el proletariado y el del socialismo que implica la reapropiación de la naturaleza humana perdida, principalmente del ser colectivo del hombre. El que Marx y Engels no hubieran podido determinar teóricamente la naturaleza de simple forma con un contenido capitalista de la primera aparición del socialismo, el que Lenin y Stalin tuvieran por fuerza que reputar al socialismo como un medio para satisfacer las necesidades individuales de los trabajadores y dejar de lado el contenido material de la revolución y del socialismo y, por último, el que el socialismo formal haya degenerado en una variedad sui géneris del capitalismo trajeron la consecuencia necesaria de la revisión de la teoría revolucionaria. Después de la muerte de Stalin se manifiesta plenamente la degeneración del socialismo formal; en esta misma época se inicia el proceso de revisión de la teoría revolucionaria. Al final, nos encontramos con que ésta ha sido sustituida totalmente por una variedad de la ideología burguesa: la dialéctica, que era el método para lograr el conocimiento de la esencia negativa del ser inmediato, ha quedado reducida a un instrumento para cuando mucho penetrar a la esencia positiva del mismo, la explotación del proletariado no es ya la anulación en él de la naturaleza humana del hombre sino solamente la vulneración de sus condiciones de vida y la negación de su libertad individual, la consigna de la conquista del poder político por el proletariado es reemplazada por la de la vía parlamentaria al socialismo y éste es caracterizado como un régimen social en el que se da libre curso al desarrollo de los individuos, el socialismo humanista. Este revisionismo moderno al que nos referimos tuvo su época de oro durante el predominio en Europa del este de la variedad degenerada del socialismo formal; fue, en realidad, la ideología oficial de ese régimen social. Ya que

La dialéctica del régimen capitalista después de la Comuna de París

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esa ideología provenía de un régimen que había sido formalmente socialista, se le identificaba inmediatamente como la versión más pura de la teoría revolucionaria; con el respaldo del socialismo degenerado de Europa del este, el revisionismo dio la lucha decisiva en contra de la verdadera teoría revolucionaria y la expulsó de todos los reductos en los que se había hecho fuerte y finalmente la suplantó. De esta manera, el revisionismo, una variedad determinada de la ideología burguesa adornada con un ligero barniz de la teoría revolucionaria, quedó a los ojos del mundo como la formulación más depurada de ésta; mientras tanto, la verdadera teoría de la revolución entró en un estado de animación suspendida en los empolvados textos de Marx y Engels. A causa de que el tipo degenerado del socialismo formal se puso de lleno en el camino de la plena restauración capitalista, su ideología también fue desplazada y sustituida por una variedad descaradamente burguesa; puesto que el revisionismo estaba considerado como la forma más desarrollada del marxismoleninismo, su derrota fue conceptuada también como la aniquilación total de la teoría revolucionaria.

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CAPÍTULO V

ESqueMa De la Dialéctica Del SeR Y la eSeNcia Del RéGiMeN capitaliSta

En forma esquemática, podemos decir que el régimen capitalista y su esencia han pasado por las siguientes etapas: 1. Gestación del ser del capitalismo durante el régimen feudal. El capitalismo es la esencia negativa del feudalismo. 2. Primer período de vida del ser del capitalismo. Comprende desde su nacimiento hasta la terminación de la segunda guerra mundial. a) Época del capitalismo de libre cambio. El capitalismo se constituye como ser determinado inmediato y produce su fundamento como su esencia positiva. La esencia positiva del capitalismo está escindida en dos polos: el polo positivo integrado por la burguesía y su complemento ideológico y el polo negativo formado por el proletariado y los elementos intelectuales que le corresponden en el régimen burgués. La relación entre estos dos polos es de unidad y lucha; la negatividad del segundo de ellos alcanza su máxima intensidad en esta relación y da lugar al desarrollo de la lucha del proletariado, que llega incluso a la insurrección armada y a la momentánea conquista del poder (París, 1848 y 1871), y al de los elementos intelectuales correspondientes a esa lucha, que están englobados todos en las doctrinas del “socialismo utópico”; sin embargo, el contenido y la forma del movimiento obrero son en esta época de carácter eminentemente burgués, no van más allá de las determinaciones del ser del capitalismo y su resultado es el perfeccionamiento del régimen burgués, su elevación a una fase superior de su existencia. La agudización de la negatividad del polo negativo tiene también en este período otra consecuencia: las determinaciones negativas del ser determinado se reflejan en sí mismas y traen al mundo la teoría de lo que es el otro en el que el capitalismo ha de transformarse y de las condiciones para que esto suceda. Nace así la teoría revolucionaria que tiende desde el primer momento a unirse al movimiento obrero con el fin de llevarlo a ser un movimiento revolucionario que desemboque en la instauración del socialismo, es decir, en el surgimiento a la existencia de la esencia negativa del capitalismo. b) Época del capitalismo monopolista. En esta época continúa en ascenso

Esquema de la dialéctica del ser y la esencia del régimen capitalista

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el desenvolvimiento del ser determinado del régimen capitalista y de su esencia positiva. El movimiento obrero crece y se organiza en torno a la lucha por las demandas inmediatas de los trabajadores; la teoría revolucionaria empieza a fusionarse con el movimiento obrero organizado y dirige a los proletarios en su lucha cotidiana, a la vez que prepara las condiciones para conducirlos a la conquista del poder. La negatividad del polo negativo se exacerba, por un lado al ser llevada la explotación de los trabajadores, bajo la forma de la vulneración de sus condiciones de existencia, hasta los extremos de un exterminio físico masivo y, por el otro, al provocar con esto la rebelión generalizada de la clase obrera en contra del orden burgués con la finalidad de evitar esa exterminación; la negatividad exaltada da lugar a que las determinaciones del ser del capitalismo se reflejen en sí mismas y se produzca entonces un avance en la teoría revolucionaria, una fusión más íntima de ésta con el movimiento obrero, la conquista por éste del poder político y la instauración de la forma, pero sólo de la forma, del otro del régimen capitalista, del socialismo. Se establece así en Rusia el primer régimen del socialismo formal. Esta forma del socialismo implantada en Rusia da impulso al desarrollo del ser determinado y de la esencia positiva del capitalismo en los países del sistema capitalista, con lo cual crece en ellos la negatividad de su polo negativo; el capitalismo, a su vez, reobra sobre la forma que su otro ha adoptado, el socialismo formal. De esta dialéctica resulta la transformación de todo un grupo de países del este en naciones en las que también impera el socialismo formal; se estructura así un sistema de países formalmente socialistas. 3. Segundo período del ser del régimen capitalista. La relación entre el capitalismo y la forma de su esencia negativa hace surgir un resultado doble: por una parte, en los países capitalistas el polo negativo inicia el tránsito a un nivel superior de su existencia en el cual la explotación del proletariado se debe manifestar rotundamente como la anulación de la naturaleza humana [descomposición y degeneración de todos sus órganos y procesos orgánicos por medio del trabajo maquinizado y la satisfacción en un alto grado de las necesidades individuales (no humanas) del sector de la aristocracia obrera] y por la otra, en el sistema del socialismo formal la forma socialista empieza a ser reabsorbida por su contenido capitalista, por lo que esos países entran en un proceso, primero de degeneración del socialismo formal y luego de restauración definitiva del capitalismo típico (formal y materialmente). A partir de la caída de los regímenes degenerados del socialismo formal en Europa del este se inicia una fase de desarrollo incontenible del ser determinado del capitalismo a todo lo largo y lo ancho del planeta. Este nuevo y poderoso impulso a que se ve sometido el régimen capitalista ha de derivar, por necesidad, en la culminación del proceso de anulación de la naturaleza humana, de tal manera que el polo negativo adquiera su máxima negatividad

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y procree los elementos materiales de su esencia negativa, del nuevo régimen social, del socialismo, el cual tendrá ahora sí una existencia tanto formal como material. La explotación capitalista tiene dos aspectos fundamentales: uno que se deriva de las formas de producción de plusvalía absoluta y otro que tiene su origen en los métodos de producción de plusvalía relativa. En una primera etapa de existencia del capitalismo predomina el primer aspecto, el cual se caracteriza por la no-satisfacción de las necesidades individuales de los obreros; esta situación genera, en contrapartida la lucha por lograr la satisfacción de las mismas; con base en este aspecto de la explotación se desarrolló la primera aparición del socialismo, la cual se constituyó como la forma del nuevo régimen social pero que conservaba el contenido del régimen anterior. Este contenido lo eran precisamente las necesidades individuales de los trabajadores (último reducto de la propiedad privada), las cuales continuaron siendo el fundamento del régimen formalmente socialista. En su desenvolvimiento, el socialismo formal dio un fuerte impulso a su contenido capitalista, el cual adquirió tal fuerza que rompió aquella envoltura socialista y se dio primero una forma sui géneris del capitalismo y posteriormente adquirió la forma clásica del capitalismo occidental. El propio desarrollo de la forma del socialismo hizo pasar a la esencia del régimen capitalista a una etapa superior. En ella cobra una mayor importancia el segundo aspecto de la explotación y se manifiesta una tendencia a que ésta se realice a través de la satisfacción en un alto grado de las necesidades individuales de las capas superiores del proletariado, lo cual implica, necesariamente, una monstruosa intensificación del trabajo; el consumo desenfrenado y el trabajo intenso dan un poderoso impulso al proceso de descomposición y degeneración de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores, a la anulación de su naturaleza humana. De esta naturaleza superior de la esencia del capitalismo brotan necesariamente los elementos materiales del nuevo régimen social. La esencia positiva del régimen capitalista produce la materia (el contenido) del polo negativo de la esencia negativa. En primer lugar, en su forma superior, la esencia del capitalismo lleva a la más terrible degeneración y descomposición de la naturaleza humana en el proletariado: por otra parte, conduce a una monstruosa exaltación de la individualidad, la cual es precisamente el vehículo para la absoluta anulación de las capacidades naturales de la especie. En segundo lugar, esa enorme depauperación a que se ve reducido el proletariado en la etapa superior del desarrollo de la esencia del capitalismo habrá de obligar a la intelectualidad pequeño burguesa (que también se ve sometida a la anulación de sus capacidades humanas por medio de la exaltación desmesurada de su individualidad) a reconocerse como una grotesca caricatura de ser humano y reivindicar y desarrollar la teoría revolucionaria con el fin de llevarla hasta el interior de la clase obrera para darle conciencia de la forma

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superior que adopta la explotación en esta última etapa de capitalismo y de la necesidad imperiosa de realizar la revolución socialista. Este proletariado consciente constituirá el contenido material del polo negativo de la esencia negativa. Su característica fundamental será que habrá echado fuera de sí el contenido que aún conserva durante la primera aparición del capitalismo: el agente de la revolución, el proletariado, habrá anulado su individualidad y será, en la lucha, un ser eminentemente colectivo. Este polo negativo de la esencia negativa, plenamente constituido como un elemento que material y formalmente pertenece a la nueva organización social, desarrolla la forma más alta de su negatividad y plantea la lucha frontal y decisiva contra el polo positivo, es decir, contra la burguesía, para expulsar de la existencia al régimen capitalista y hacer surgir plenamente el socialismo. El socialismo, en su segunda aparición histórica, tendrá así una naturaleza acabada, completa, será lo que es tanto formal como materialmente. No habrá entonces ni la más remota posibilidad de regresar hacia el capitalismo: el socialismo se implantará en toda la faz de la tierra y se abrirá entonces el anchuroso camino que lleve a la humanidad al comunismo. A la par con la aniquilación de la forma del socialismo marxista ocurrida en los últimos años de la década de los cincuenta del siglo XX, se originó la moderna revisión de la teoría del marxismo-leninismo. El revisionismo moderno fue la ideología del capitalismo sui géneris que se estableció en los países de Europa oriental después de la caída, sancionada oficialmente por el xx Congreso del PCUS, en 1957, del socialismo formal. Este revisionismo moderno continuó siendo la ideología del tipo de capitalismo existente en los países que se llamaban a sí mismos socialistas hasta que en el otoño de 1989 fueron derrocados los gobiernos de esas naciones. Con el “socialismo real” (una forma específica del capitalismo) se derrumbó también su complemento ideológico que era el revisionismo. Éste había sido declarado oficialmente como la forma superior del marxismo-leninismo, por lo que su derrota se consideraba también la de esta teoría. Los revolucionarios modernos tienen la obligación de desligar absolutamente el marxismo-leninismo de esa caricatura suya que fue el revisionismo soviético, el cual paladinamente se hacía pasar por una forma superior de esa doctrina, y desarrollarlo creadoramente con la finalidad de aplicarlo a las condiciones actualmente existentes. La teoría marxista-leninista detuvo abruptamente su desenvolvimiento cuando el socialismo marxista fue derrotado, inmediatamente después de la muerte de Stalin; de ahí en adelante, hasta 1989, fue sometido a un proceso de metamorfosis por el cual, debajo de la apariencia de la teoría revolucionaria, se fue deslizando un contenido capitalista que desplazó finalmente a la esencia de la teoría revolucionaria; en su última fase de existencia, el revisionismo adquirió la forma que le correspondía, es decir, la de la ideología del sector II de la burguesía y de la pequeña burguesía internacionales y sólo conservó el nombre (usurpándolo, por tanto) de la teoría revolucionaria.

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En vista de todo esto, para reivindicar el marxismo-leninismo es absolutamente necesario hacer la crítica del revisionismo y llegar de esta manera a la esencia misma de las tesis revolucionarias; con este instrumento teórico en las manos, será posible acometer la tarea histórica de elucidar la naturaleza de la fase actual del desarrollo capitalista, en la cual se produjo el nacimiento, la declinación y muerte del socialismo formal, y las características de la nueva etapa de existencia de ese régimen social que se ha inaugurado con el desmoronamiento del “socialismo real” en Europa del este, para, de esta manera, determinar la labor que corresponde a los revolucionarios en el proceso de reinstauración del socialismo, ahora también en su carácter material, en la sociedad humana. Como un prerrequisito para este desenlace histórico es absolutamente necesario reivindicar la teoría revolucionaria mediante su rescate de la asfixia por ese cuerpo muerto que es el revisionismo, la vuelta a sus formulaciones originales y su desarrollo creador de acuerdo con las nuevas condiciones de existencia del capitalismo. Reivindicar la teoría revolucionaria requiere abordar el estudio de la constitución de sus elementos fundamentales, clásicos. En primer lugar, es necesario estudiar sus antecedentes en las explicaciones que los mismos Marx y Engels hicieron en algunos de sus escritos y pasar más tarde al análisis de las primeras formulaciones de esa teoría hechas por estos autores en sus trabajos iniciales. Posteriormente, se debe acometer el examen en los textos de los teóricos de la revolución del concepto de “naturaleza humana”, porque éste es el punto de apoyo de la noción de la esencia del régimen de producción capitalista como la anulación absoluta de la naturaleza específica del ser humano, la degeneración y descomposición de los procesos y órganos de los trabajadores. El estudio concienzudo de la “Lógica” de Hegel, con un especial énfasis en la doctrina de la esencia, ya que ahí se encuentra formulado de una manera precisa el proceso de tránsito del ser determinado a su otro, del cual a fin de cuentas el paso del capitalismo al socialismo no es sino un caso especial, es también una tarea inaplazable de los revolucionarios. En la segunda parte de este primer tomo se intenta hacer una aportación a esa tarea al abordarse el estudio de la constitución de los elementos fundamentales, clásicos, de la teoría revolucionaria. En primer lugar, se estudian sus antecedentes en las explicaciones que los mismos Marx y Engels hicieron en La Sagrada Familia y en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844; después se pasa al estudio de las primeras formulaciones hechas por Marx y Engels en En torno a la crítica de la Filosofía del Derecho, La Cuestión Judía, La ideología alemana, Crítica de la Economía Política, La Sagrada Familia y Manuscritos económico-filosóficos de 1844. El cuerpo principal de este primer tomo lo compone el estudio sobre los Manuscritos económico-filosóficos...; de ellos se hace un resumen concentrado que sirve de base para establecer una serie de hipótesis acerca del concepto

Esquema de la dialéctica del ser y la esencia del régimen capitalista

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marxista de “naturaleza humana”, punto de apoyo éste, a su vez, del concepto de “esencia del régimen de producción capitalista”. En los Manuscritos... Marx da la definición más completa y profunda de lo que es la esencia del régimen de producción capitalista; de ahí entonces la importancia que tiene un análisis detenido de los mismos. La anulación absoluta de la naturaleza específica del ser humano, resultado necesario del régimen de producción capitalista, queda suficientemente ilustrada en el análisis que en el capítulo IV de la segunda parte de este tomo se hace de la degeneración y descomposición de los procesos psíquicos de los trabajadores.

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NOTA CRÍTICA

El eStaliNiSMo

La consideración del socialismo que existió en Europa del este a partir de 1917 como una forma con un contenido capitalista nos da la pauta para comprender con más exactitud la naturaleza de ese período particularmente controvertido de la historia del régimen soviético que fue la etapa de gobierno de José Stalin. En el cuerpo principal de este trabajo hemos sostenido la tesis de que el socialismo surgió inicialmente como una forma que conservaba un contenido capitalista; en efecto, de un capitalismo que vivía los inicios de su existencia en donde la explotación se manifestaba concentradamente en la no-satisfacción de las necesidades individuales de los trabajadores (la situación de los obreros y campesinos rusos sólo constituía una forma especialmente agravada de las condiciones generales de existencia del proletariado internacional) brotó una primitiva aparición del socialismo. El régimen soviético empezó así su camino ascensional, en cada una de cuyas fases cumplió con los postulados de la teoría del marxismo-leninismo, hasta llegar al punto de superior de su existencia en donde logró, a través de la dictadura del proletariado, la aniquilación de la burguesía y la pequeña burguesía, la conversión de una parte sustancial de los medios e instrumentos de producción en propiedad colectiva, la colectivización casi total de la producción y del consumo y la abolición del interés individual como el incentivo de la actividad de los trabajadores. Estas características alcanzadas por el socialismo en la cumbre de su primigenia aparición histórica —comprendida aproximadamente entre el fin de la segunda guerra mundial y la realización del xx Congreso del PCUS— correspondían por completo al concepto que de ese régimen social había forjado el marxismo-leninismo en su proceso de vida teórico-práctica. Sin embargo, el socialismo marxista-leninista instaurado en Rusia recibió en herencia, conservó y desarrolló un contenido capitalista. El proletariado ruso vivía, en el período previo a la revolución, en un estado de insatisfacción creciente de sus necesidades elementales; la clase obrera estaba formada por individuos, es decir personas que son propietarios privados de su corporeidad y que, por tanto, tienden a llenar plenamente esa naturaleza suya —la individuación de los seres humanos, tan cara a Hegel que la hace el fin último de la historia humana, es un proceso que se inicia al disolverse la comunidad primitiva y que culmina en el régimen de producción capitalista—. El empobrecimiento

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creciente de los trabajadores hace surgir inexorablemente en ellos la exigencia de cubrir esas necesidades insatisfechas para así realizarse como individuos. El marxismo-leninismo toma a ese individuo propietario de sí mismo y lo enfrenta a un dilema: el capitalismo se basa íntegramente en la disminución constante del nivel de vida de los obreros; por otro lado, es posible la conquista de un nuevo orden social, el socialismo, en el cual el capital sea abolido y en consecuencia se garantice la satisfacción plena de las necesidades individuales de los trabajadores. El proletariado ruso fue puesto en pie de lucha por los revolucionarios precisamente al proporcionarle una conciencia que comprendía la oposición entre el capitalismo y la satisfacción de las necesidades de los obreros y la unidad entre ésta y el socialismo. El socialismo marxista-leninista establecido en Rusia inició su existencia teniendo en su interior, como su contenido, al individuo propietario de sí mismo que era el producto y fundamento del régimen capitalista. En su primera aparición el socialismo era una forma con contenido capitalista. En la última parte de la época llamada estalinista han madurado suficientemente la forma y el contenido del socialismo marxista-leninista implantado en Rusia, régimen social que para entonces se había extendido ya a los países del este europeo y a China. La forma del socialismo marxista-leninista tenía, a estas alturas, las características que señalamos al iniciar esta nota; pero al mismo tiempo había fortalecido su contenido capitalista. Los trabajadores soviéticos, después de llenar sus necesidades elementales, pugnaban por la satisfacción de otras más sofisticadas que correspondían a su individualidad en plena eclosión; todo esto chocaba por fuerza con la forma dentro de la que hasta ahí aquéllas se habían desenvuelto. El advenimiento de nuevas necesidades individuales y su satisfacción abundante ya no cabían en el marco de una economía centralizada de propiedad colectiva que “despóticamente” exigía la anulación del interés individual. En la sociedad soviética madura existían dos grupos sociales específicos: por un lado, la burocracia obrera, formada por técnicos, científicos, administradores y cuadros superiores del Partido Comunista y, por el otro, la gran masa de los trabajadores industriales y agrícolas; sobre esta estratificación social ejerció su influencia la expansión de las necesidades individuales de los trabajadores y la hizo evolucionar hacia una división de clases en la que la burocracia se constituyó como la clase poseedora de los medios e instrumentos de producción y la base obrera como la clase no-propietaria proveedora de trabajo excedente; en esta situación, el proletariado soviético entró en una relación con la clase poseedora como la que ya se perfilaba en el capitalismo del mundo occidental de explotación de la clase obrera basada en la constante elevación del nivel de vida de las capas altas del proletariado; al mismo tiempo, se restituía, a pasos agigantados, en el resto de los trabajadores soviéticos, la forma de explotación capitalista que se caracteriza por la no-satisfacción de las necesidades elementales de los obreros.

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Surgieron en la sociedad soviética de los últimos años del gobierno de Stalin dos fuerzas sociales en conflicto: por un lado, los defensores de la forma del socialismo marxista-leninista, con Stalin a la cabeza, y por el otro, quienes promovían el vigorizamiento del contenido capitalista de ese régimen social. Una verdadera lucha de clases, violenta y definitiva, se escenificó durante los últimos años del período estaliniano, de la cual salió derrotado el socialismo marxista-leninista. La muerte de Stalin sólo vino a dar libre curso a lo que ya existía firmemente asentado en el seno de la sociedad soviética. A partir de aquí se inicia el desmantelamiento en la Unión Soviética y en los demás países socialistas de la forma del socialismo marxista-leninista y su relevo por una forma sui géneris del capitalismo que corresponde plenamente al contenido capitalista previamente fortalecido. El xx Congreso del PCUS fue realizado por la fracción antiestalinista recientemente instalada en el poder. Aunque ya totalmente identificada con el proceso de regresión hacia el capitalismo, no pudo declararlo así abiertamente porque el socialismo marxista-leninista y su dirigente, Stalin, gozaban todavía de un enorme prestigio entre las masas; fue por eso que en lo referente a la política interna sólo se hicieron públicas dos cuestiones: una condena al “culto a la personalidad”, sin nombrar explícitamente a su destinatario, y un llamado al establecimiento del estímulo material como medio para incrementar la productividad y el bienestar personal de los trabajadores. La denuncia de los llamados “crímenes” de Stalin sólo pudo tener por el momento el carácter de un “informe secreto”. En lo que el grupo jruschovista se abrió de capa fue en lo referente a los problemas de la revolución internacional; revisando de la a a la z las tesis del marxismo-leninismo, formuló toda una “teoría” de la revolución proletaria que tenía como eje rector la colaboración de clases: se dio vida al revisionismo más descarado que contenía aquéllos celebrados conceptos de “la crisis general del capitalismo”, “el papel determinante del socialismo en la arena internacional”, “el tránsito pacífico y parlamentario al socialismo en los países capitalistas”, “la coexistencia pacífica”, “la emulación económica entre los dos sistemas sociales”, etcétera. No fue sino hasta el XXIII Congreso del PCUS cuando se incorporaron a sus documentos oficiales las reivindicaciones más sentidas del grupo que ahora estaba en el poder de la Unión Soviética. Quedó así establecida plenamente en la realidad y en los principios la nueva estructura económico-política de los países antiguamente socialistas, eufemísticamente llamada por los intelectuales pequeño burgueses de occidente “socialismo real”. En este régimen social existían dos clases sociales fundamentales, la burocracia, nacida de la misma clase obrera, que detentaba la posesión de los medios e instrumentos de producción y la clase de los trabajadores, excluida de la propiedad y usufructo de aquéllos; la relación entre ambas clases era la de explotación del trabajo asalariado en su versión moderna, es decir, la exacción de plusvalía paralela a un incremento del nivel de vida determinado por su productividad de las altas capas de los trabajadores y la explotación de la gran masa de los trabajadores a través de las formas tradicionales, es decir, de aquellas que implican la no-satisfacción de sus necesidades

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elementales. La industria estaba descentralizada en empresas semiautónomas que se relacionaban a través del mercado y en las cuales se buscaba primeramente la maximización de los beneficios; las relaciones mercantiles habían ya tomado carta de naturaleza en el capitalismo característico de Europa oriental. El resto de la historia es de sobra conocido: el “socialismo real”, que era en verdad una forma determinada del régimen capitalista, se derrumbó estrepitosamente y dio paso a la forma clásica del capitalismo de occidente. Después del xx Congreso del PCUS, y al calor de la “desestalinización” que ahí se inició, se desató entre la intelectualidad pequeño burguesa de occidente, presuntamente marxista, una pasión desbordada por la crítica del régimen soviético; dilatadas controversias se suscitaron entre los más conspicuos representantes de la intelligentiza y en ellas se obtuvieron conclusiones que iban desde la determinación minuciosa del tipo y grado del socialismo que ahí había existido —desde luego para reducirlo a su mínima expresión o hacerlo pasar como una grotesca deformación de un “modelo” de socialismo por ellos preconizado— hasta la negación franca de su existencia en cualquier época del régimen soviético. En su labor de crítica del régimen soviético y particularmente del período estaliniano del mismo, la intelectualidad pequeño burguesa de occidente (un coro de “nulidades graves”) mejor conocida como “la nueva izquierda” y que en forma arrogante se llamaba así misma marxista, empezó a buscar afanosamente en los textos del joven Marx la justificación teórica para una concepción del socialismo que ya tenía plenamente estructurada. Temblando de pavor ante el espectáculo de la violencia revolucionaria que intentaba infructuosamente suprimir el interés individual, la intelectualidad pequeño burguesa de occidente argumentaba que en el régimen soviético, cualquiera que fuese el tipo y el grado de socialismo ahí existente, se negaba absolutamente la libertad individual, elemento esencial ésta de la naturaleza humana; para el intelectual pequeño burgués, compendio y suma del individuo de la sociedad capitalista, que se considera a sí mismo como el producto superior de la “creación”, el ombligo del mundo, que ama desmesuradamente todo lo que constituye su individualidad (su pervertida sensibilidad, su burda imaginación, su pretendida inteligencia, su cierta estulticia) y cree firmemente que si esas facultades suyas son vulneradas o abolidas se derrumbaría el universo, la conculcación de esa libertad era el más nefando de los crímenes. Por contrapartida, se postulaba que el socialismo —un socialismo “humanista y democrático”— debería tener como centro de gravitación precisamente el libre desarrollo del individuo como tal. Se buscaba en el joven Marx lo que era imposible de encontrar a menos que se desvirtuara completamente su pensamiento: la idea de que la verdadera naturaleza humana, reivindicada por el “socialismo humanista”, era la del individuo que, habiendo prescindido de la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción, conservaba sin embargo la propiedad privada sobre sí mismo, sobre sus facultades y capacidades personales, deseos, apetitos, etcétera, y, amo y señor de los mismos, los potenciaba hasta el infinito; este individuo libre e hipertrofiado es precisamente el átomo constitutivo del régimen de producción capitalista. 56 •

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La intelectualidad pequeño burguesa, ese Cuasimodo físico y espiritual, engendro del régimen capitalista, pretende establecer un mundo a su imagen y semejanza. Todas sus repugnantes deformaciones, sus insanos apetitos, sus aberrantes necesidades son presentados como componentes de la naturaleza verdaderamente humana y, por tanto, el desenfrenado florecimiento de los mismos como el contenido esencial del socialismo. El desenvolvimiento sin sujeciones del individuo es la forma a través de la cual se realiza en la fase superior del capitalismo, en la sociedad de consumo, la depauperación más profunda del proletariado. A través de la potenciación de las formas clásicas de producción de plusvalía y de intensificación del consumo, extremos que se dan un mutuo impulso, se completa el proceso de anulación de la naturaleza humana de los trabajadores que se caracteriza por el desgaste, descomposición y degeneración de todos sus órganos y procesos orgánicos; es precisamente por medio de la exaltación de su individualidad como el trabajador es despojado por el capital de todas sus características humanas. La tesis de Marx, que ninguno de los integrantes de la “nueva izquierda” ni de sus actuales seguidores supo ni ha sabido encontrar en ninguno de sus textos, es diametralmente opuesta a la del socialismo humanista: la naturaleza humana es la que florece en el individuo que ha recobrado su característica del ser social, que se ha subsumido por completo en la colectividad; de ahí entonces que el contenido del socialismo debe ser precisamente la abolición implacable del individuo “libre” e independiente de la colectividad y la restauración del hombre colectivo. Como vemos, la crítica del régimen soviético, y sobre todo del período estaliniano del mismo, tenía como fundamento una posición eminentemente burguesa: lo que con tanta vehemencia se cuestionaba era una política que, con indudables errores, defectos y excesos en su aplicación, representaba la exigencia esencial del socialismo marxista: el sometimiento del individuo a la colectividad a través de la dictadura del proletariado. En la sociedad capitalista moderna, que comprende ahora también a los países de Europa oriental, se producen ya las premisas de un resurgimiento del socialismo que lo será tanto en la forma como en el contenido. El reconocimiento de la terrible miseria física y moral, la absoluta depauperación y la irreversible aniquilación de la naturaleza humana a que son condenados los trabajadores y de que todo esto es producto exclusivamente de la exacerbación de su individualidad, hará posible que los obreros nieguen esa conciencia deformada suya desde el momento mismo de la lucha por el poder y que, al conquistarlo, estén ya dotados de una conciencia colectiva que será el contenido del régimen socialista por venir. Una condición previa para la realización de la próxima revolución socialista es el combate denodado en contra de todas las modernas desviaciones que ha sufrido el marxismo-leninismo; un lugar muy especial en esta batalla lo tiene el enfrentamiento con las doctrinas de la intelectualidad pequeño burguesa que, impulsada por un odio visceral a Stalin, tiene ya casi cuatro décadas explorando los textos de

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Marx y de Hegel, dando vueltas en torno al concepto del “socialismo democrático y humanista”, sin haber logrado hacer aportación alguna a la teoría revolucionaria. Marx y Engels, bien provistos con los instrumentos cognoscitivos que les brindaba la filosofía hegeliana, principalmente la “Lógica”, develaron la naturaleza exacta del capitalismo y su necesaria transformación en el socialismo. Aplicando la doctrina de la esencia determinaron que el capitalismo tenía en sí mismo a su otro y que el desenvolvimiento de aquél era al mismo tiempo el desarrollo de los elementos de éste; para los fundadores de la teoría revolucionaria la esencia del capitalismo era el socialismo. La esencia tenía que aparecer, es decir, el socialismo tenía que llegar a la existencia a través de la negación del régimen de donde provenía. Para Marx, Engels e incluso Lenin, el socialismo, que se implantaría en la sociedad humana después de terribles luchas de clases, guerras entre naciones, avances y retrocesos, guardaría en su interior por mucho tiempo vestigios del régimen anterior ya fuese como una pequeña propiedad en proceso de extinción o una conciencia individualista de los trabajadores; pero el propio desarrollo del socialismo crearía las condiciones para que todo eso fuera erradicado definitivamente del nuevo régimen. Quedaba por completo fuera de la visión de Marx, Engels, y Lenin que la primera presentación histórica del socialismo tuviera que ser sólo una forma con un contenido capitalista y que, por tanto, el perfeccionamiento de esta forma implicase ineluctablemente el fortalecimiento de aquel contenido. No pasaba por sus mentes, ni podía hacerlo, que el ascenso progresivo del socialismo en su primer surgimiento a la existencia tuviera como fundamento a un elemento del capitalismo en constante expansión. La historia nos ha puesto ante el hecho puro y simple: el socialismo, después de llegar a la cúspide (no en los años ochenta, desde luego, sino en la década del cincuenta) sucumbió y fue reemplazado por una variedad específica del capitalismo. Esta situación es la que debemos explicarnos teóricamente y a partir de ahí encontrar el camino hacia la nueva fase de la revolución. En esta tarea tenemos que volver necesariamente al instrumento cognoscitivo por excelencia del marxismo que es la Lógica hegeliana puesta de pie. Marx y Engels, con esta misma herramienta, habían determinado el movimiento general de la esencia del capitalismo hacia la existencia, pero no tomaron en cuenta los detalles del mismo porque la realidad aún no lo exigía. En su Lógica, Hegel establece como una ley general del movimiento de la materia que el nuevo ser que se gesta en el interior del que existe actualmente viene a la existencia primeramente como una forma que mantiene como su contenido y fundamento, vale decir, como su razón suficiente de ser, al mismo ser de donde proviene; este contenido posteriormente rompe la envoltura dentro de la que ha vivido, entra en una fase superior de su existencia y se da la forma que le corresponde —su forma anterior conservada y superada—; el ser existente inicia un nuevo período de vida en el cual produce en su interior los elementos tanto formales como materiales de su otro que al surgir a la existencia lo hacen negando el ser de donde provienen y separándose definitivamente de él.

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Después de derrotar al socialismo marxista-leninista y a la forma primitiva del capitalismo que existía en Europa oriental, el capitalismo ha entrado de lleno en un período de dominación absoluta sobre el planeta; pero en esas mismas circunstancias germinarán necesariamente las semillas de una nueva y definitiva, real y formal, instauración del socialismo.

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Segunda parte

EL NACIMIeNTO De LA TeORÍA ReVOLUCIONARIA



CAPÍTULO I

ANtEcEDENtEs DE la tEoRía REVolucioNaRia

En la introducción a este trabajo hemos expresado que el régimen capitalista se interna en sí mismo y crea su esencia negativa, es decir, los elementos materiales e intelectuales de su negación y de su conversión en otro régimen social. La negación especulativa del capitalismo es la teoría revolucionaria del proletariado; ésta nace y se desarrolla con base en las mismas producciones teóricas de la formación social capitalista. Dicho de otro modo, la ciencia y la ideología burguesas son al mismo tiempo su otro, esto es, el germen de la doctrina de la revolución. Durante su gestación en el seno del feudalismo, el capitalismo procrea a la ciencia y a la filosofía modernas, que son aquí tanto una condición y resultado necesarios de la producción industrial como un arma poderosa en contra de la ideología feudal. En su proceso de vida posterior, el capitalismo da un impulso gigantesco a la ciencia y a la filosofía, las cuales son ya una palanca imprescindible de su existencia. La ciencia y la filosofía modernas, hijas, como ya vimos, del capitalismo naciente, tienen en sí el germen de su propia negación: están fatalmente destinadas a producir la ciencia y la filosofía revolucionarias. En la fase del capitalismo de libre cambio hay una primera negación del régimen capitalista, pero dentro de sus propios límites. A ella corresponden las primitivas luchas del proletariado moderno que desembocan en la insurrección armada de la clase obrera francesa en 1848 —la cual, como dice Marx, es una lucha por reivindicaciones burguesas— y en 1871 y las producciones teóricas que son la semilla de la teoría revolucionaria y que aún no trascienden los linderos de la ideología burguesa.

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1. Antecedentes filosóficos En La Sagrada Familia (capítulo VI, apartado 3, parágrafo d) Batalla crítica contra el materialismo francés)6 Marx y Engels hacen un recuento de los antecedentes de la filosofía revolucionaria que están desarrollando. El materialismo y la metafísica son partes integrantes de la ideología del régimen capitalista; son los extremos de una contradicción que se desenvuelve a través de un proceso de mutua complementación y oposición hasta desembocar en la unión de ambos polos. El materialismo inglés y francés del siglo XVIII viene al mundo y adquiere su madurez en lucha abierta y declarada contra la metafísica del siglo XVII representada por Descartes, Malebranche, Spinoza y Leibniz y la teología y la escolástica que formaban la base de sustentación espiritual del régimen feudal y eran un arma defensiva poderosa en su lucha contra el capitalismo naciente. El materialismo inglés y francés del siglo XVIII es producto necesario del avance del capitalismo; es una condición y resultado del progreso industrial, germen de la negación de ese régimen social. El materialismo inglés y francés evoluciona necesariamente hacia el socialismo y comunismo crítico-utópicos; éstos representan la negación teórica del régimen capitalista, pero que no lo trascienden; son a la vez una negación del materialismo que es un componente del capitalismo. El carácter limitado del materialismo y del socialismo y comunismo crítico-utópicos que son su resultado necesario, es puesto de relieve suficientemente por Marx y Engels en dos obras importantes: Tesis sobre Feuerbach y Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico. El materialismo y el socialismo y comunismo crítico-utópicos no revelan, sino por el contrario ocultan con más fuerza la esencia del régimen de producción capitalista; el resultado último de la acción práctica que de ellos se deriva es el mantenimiento del capitalismo, cuando no su perfeccionamiento. El carácter negatorio del materialismo inglés y francés del siglo XVIII no tiene aún la suficiente fuerza y profundidad como para llegar a la esencia del régimen capitalista; se mueve por completo en el terreno del ser del mismo. Sin embargo, es el punto de partida para un salto cualitativo que ha de llevarlo a una fase superior de su existencia, en donde su acción negatoria ahora sí incida sobre la esencia del régimen capitalista. La metafísica —idealismo— del siglo XVIII, que engendra y niega al materialismo y a la vez es engendrada y negada por él, es también un producto necesario de la existencia del régimen capitalista. El desarrollo de las formas de pensamiento —reflejo de las formas del movimiento de la materia— provee a la burguesía del instrumento indispensable para guiar su acción práctica sobre

Marx, Carlos y Federico Engels, La Sagrada Familia y otros escritores filosóficos de la época, versión al español de Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalbo, México, 1967, pp. 191-200. 6

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la naturaleza; esta filosofía es igualmente un arma poderosa de la burguesía en contra de la teología y la escolástica, pilares éstos del régimen feudal. El materialismo inglés y francés niega la metafísica de Descartes y seguidores y la obliga a dar un salto cualitativo. Surge así la metafísica de Kant, Fichte, Shelling y Hegel que alcanza su forma superior en el sistema de la Metafísica Universal instaurado por Hegel. La filosofía idealista de Hegel representa la formulación más completa de las leyes del pensamiento y de la evolución de la materia, de la naturaleza orgánica y de la sociedad humana, pero consideradas como una sustancia con vida propia, no como un reflejo de la realidad, sino como la única realidad. Es evidente que este progreso de la filosofía idealista es un resultado necesario del desenvolvimiento del régimen capitalista y que, a la vez, constituye un instrumento poderoso para la acción práctica —desarrollo industrial— de la burguesía. El perfeccionamiento de la filosofía idealista se realiza a costa de negar a la filosofía materialista del siglo XVIII. La filosofía hegeliana produce, al final de su proceso de vida, su propia negación, la cual no va más allá de la filosofía burguesa; es Feuerbach quien, desde este terreno, critica el idealismo de Hegel y reivindica el materialismo. Esta negación de la filosofía idealista no incide, ni puede hacerlo, sobre la esencia de la filosofía burguesa. La misma reivindicación del materialismo no significa su perfeccionamiento sino su regresión hacia una forma primitiva. Por último, esa negación no muestra la naturaleza de la filosofía idealista sino que la oculta y, por tanto, la refuerza. No obstante, como en el caso del materialismo, esta negación a la que nos referimos es el punto de apoyo para un salto dialéctico hacia la negación esencial de la filosofía burguesa. Marx y Engels dicen, en La Sagrada Familia,7 que la Metafísica Hegeliana, enseñoreada entonces de la filosofía, debería de ser derrotada por el materialismo perfeccionado por la especulación. Es decir, que la negación teórica del régimen capitalista, aquella que debería llegar a su misma esencia, sólo podría ser realizada por una teoría que fuera la superación dialéctica del materialismo y el idealismo, esto es, por el materialismo dialéctico. Marx y Engels toman los elementos del materialismo y el idealismo desarrollados primero como elementos constitutivos del régimen capitalista y después como los de su primitiva y limitada negación y hacen explícito y organizan y sistematizan el carácter negatorio más profundo que ellos mismos contienen. Esta negación teórica va ahora a la esencia del régimen de producción capitalista y su finalidad última es la transformación revolucionaria del régimen existente.

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Marx, Carlos y Federico Engels, op. cit., pp. 191-192.

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El materialismo El materialismo mecanicista La física de Descartes sirve de base al materialismo cartesiano. “En su física, Descartes había conferido a la materia fuerza autocreadora y concebido el movimiento mecánico como obra de su vida... Dentro de su física, la única sustancia, el fundamento único del ser y del conocimiento es la materia.”8 Es decir, que Descartes concebía en su física a la materia como lo primordial, como el fundamento del ser y del conocer. El defecto principal de su materialismo se encuentra en el reconocimiento del movimiento mecánico como la única forma del movimiento de la materia. Este defecto es más notable en sus seguidores —Leroy, Cabanis y Lemettrie— quienes explicaban “el alma como una modalidad del cuerpo y de las ideas como movimientos mecánicos”.9 El materialismo cartesiano (mecanicista) sigue existiendo hasta el siglo XIX teniendo la base de su vitalidad en el desarrollo de las ciencias naturales mecánicas y desembocan en la verdadera ciencia de la naturaleza. Vemos aquí cómo del seno del mismo de la metafísica es engendrado su contrario, el materialismo. El materialismo inglés La metafísica de Descartes, cuyo postulado fundamental era la existencia de ideas innatas en la conciencia del hombre, genera como contrapartida otra forma de materialismo representada por Gassendi y los ingleses Bacon, Hobbes y Locke. Este materialismo pone el acento en el problema del origen de las ideas, de su proceso de formación; frente a las ideas “innatas” de la metafísica cartesiana se desarrollan las tesis de que las ideas que se forma el hombre acerca del mundo exterior son el producto de un proceso que parte de las sensaciones (la relación directa del hombre con la naturaleza a través de los sentidos) y se eleva hasta el pensamiento. Los sentidos son los que para este materialismo suministran todos los conocimientos: Nihil est in intellectum quod non fuerit in sensu. El materialismo francés Los materialistas franceses (la “Ilustración francesa”, los llama Hegel) son los continuadores directos de los ingleses y los que “dotaron al materialismo inglés de espíritu, de carne y de sangre, de elocuencia. Le infundieron el temperamento y la gracia que aún no tenía. Lo civilizaron... Helvétius (Helvecio) concibe inmediatamente el materialismo con referencia a la vida social.10 Ibíd., p. 192. Ibídem. 10 Ibíd., p. 196. 8 9

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Los franceses consideraron, como los ingleses, que la totalidad de las ideas del hombre eran sensaciones transformadas; pero no se quedaron en eso y, refiriendo esta tesis a las relaciones sociales, sostuvieron que todas las concepciones y sentimientos del hombre son el resultado de la influencia del medio ambiente social; a su vez, el medio ambiente social dependía del tipo de legislación y de las formas de gobierno. El Estado, cuyas leyes responden a las exigencias de la razón, puede crear las condiciones necesarias para asegurar una vida moral y hacer que el hombre sea ilustrado. La Ilustración francesa llevó el materialismo hacia un punto superior de su desarrollo. El materialismo cartesiano había establecido el principio general de la primacía de la materia, último fundamento del ser y del conocer; los ingleses, partiendo de este principio, lo enriquecieron postulando que las ideas del hombre tenían su origen en la experiencia sensible, en la relación directa del hombre con el mundo exterior a través de sus sentidos y, por último, los franceses lo perfeccionaron estableciendo la tesis de que es el ser social el que determina la conciencia social. Los filósofos materialistas franceses pensaban que el medio ambiente social era el que determinaba las opiniones de los individuos (es decir, sus ideas, sentimientos, emociones, voluntad, acción, etcétera); por lo tanto, para que el individuo experimentase verdaderos sentimientos humanos, para que su comportamiento fuese verdaderamente humano había que organizar el “medio ambiente” en forma tal que correspondiese a las exigencias de la naturaleza humana. Según los franceses, el espíritu humano no es un don de la naturaleza, sino el fruto de la educación, por la cual entendían el conjunto de influencias del medio sobre la personalidad. Pero el medio social mismo sólo se halla determinado, según ellos, por el régimen político. Y estos filósofos apelaban a la razón para que de la cabeza de sus más preclaros hijos sacara, ya acabado, el sistema social que sería cabal expresión de las necesidades del hombre. Como vemos, los materialistas franceses dejaban entrar por la puerta de atrás lo que habían expulsado por la de adelante: el idealismo; “el medio ambiente es el que determina las opiniones” y “el medio ambiente social es determinado a su vez por las leyes y las formas estatales”, habían dicho; entonces, para cambiar el medio ambiente inhumano era necesario construir, en la mente de los filósofos, una organización social (leyes y formas estatales) que correspondiese a la naturaleza humana y una vez terminada en sus detalles no había más que aplicarla. No se buscaba la solución a los problemas sociales en la sociedad misma, en los elementos que su desarrollo brindaba. Esta etapa es pródiga en estudios acerca de la naturaleza humana (recordemos la obra de Rousseau, sobre todo el “Discurso acerca de las causas de la desigualdad humana”) y en teorías relativas a la reforma social; todos los argumentos sobre estas materias son desarrollados por la propia ideología burguesa como base de sustentación del régimen capitalista y armas para el combate al feudalismo, pero, al mismo tiempo, contienen en germen los elementos de la negación del régimen burgués.

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La Revolución francesa de 1789, que fue un resultado directo de la labor desarrollada por la Ilustración francesa, echó abajo toda la organización feudal de la sociedad al tiempo que instauró el reinado de la clase burguesa. El socialismo crítico-utópico El propio capitalismo crea, en la época posterior a la Revolución francesa, los elementos de una primitiva negación de su naturaleza; la situación a que es llevado el proletariado naciente a causa del crecimiento de la riqueza capitalista provoca el surgimiento, a partir del materialismo francés, de una primigenia doctrina socialista y comunista (Owen, Fourier, Cabet, Saint Simon, Dezamy, Gay, etcétera) que se propone acabar con los males surgidos del desarrollo de la sociedad moderna estableciendo una forma de organización social acorde con la naturaleza humana y cuyos lineamientos generales son formulados sacándolos de las cabezas de sus epígonos por medio de la razón pura; el socialismo crítico-utópico, como fue llamado por Marx y Engels, constituye el germen de la negación teórica del régimen de producción capitalista y es la base del movimiento práctico del proletariado de esa época. Los razonamientos de los socialistas crítico-utópicos (la crítica de la sociedad burguesa y los atisbos de la sociedad del futuro) tienen su punto de apoyo en los argumentos de los materialistas franceses, a los cuales superan y perfeccionan, y constituyen el punto de partida de las tesis de la teoría revolucionaria del proletariado. El socialismo crítico-utópico es la negación del régimen de producción capitalista sin traspasar sus confines. No aprehende la esencia del régimen ni determina por tanto una acción práctica revolucionaria del proletariado; sus postulados, sin embargo, son elementos que, en un salto dialéctico, pasarán a formar parte del materialismo dialéctico. La historia política Después de la Revolución francesa, en plena época de la Restauración, un grupo de escritores políticos (Guizot, Thierry y Mignet) sometieron a un concienzudo estudio el movimiento que acababan de presenciar. De sus análisis extrajeron la conclusión de que la sociedad se desarrolla regida por leyes intrínsecas y que sus cambios no obedecen a la voluntad de tal o cual persona, a los efectos de la legislación, a las determinaciones estatales o a los dictados de la “razón”, sino a las condiciones materiales que forman la base de su desarrollo, a la organización de la sociedad civil, a la lucha de clases; descubrieron que la “sociedad civil” es la que determina la legislación y el Estado. Ha sido por el estudio de las instituciones políticas, dice Guizot, que han procurado conocer el estado de la sociedad, el grado o el género de su civilización. Habría sido más atinado estudiar primeramente la sociedad misma para conocer y comprender sus instituciones políticas. Antes de convertirse en una causa, las instituciones son un efecto; la sociedad las produce antes de ser a su vez modificada por ellas; y en vez de buscar en el sistema o en las formas de gobierno el

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estado del pueblo es menester examinar ante todo el estado del pueblo para saber cual ha sido y cual ha podido ser el gobierno... la sociedad, su composición, el modo de ser de los individuos de acuerdo con su situación social, las relaciones de las diversas clases de individuos, el estado de las personas, en fin, ésta es sin duda, la primera cuestión que llama la atención del historiador que quiere observar la vida de los pueblos y del publicista que quiere saber cómo han sido gobernados. [Ensayos sobre la historia de Francia, décima edición, París, 1860, pp. 73-74 (la primera edición de estos Ensayos apareció en 1822).]11

Las ideas críticas de los historiadores posteriores a la Revolución francesa son la continuación y superación de los materialistas franceses; establecen teóricamente la relación exacta entre la “sociedad civil” y la legislación y el estado, la cual había sido considerada inversamente por la Ilustración francesa, y descubren el motor de la historia moderna de los pueblos: la lucha de clases. Estos avances teóricos se realizan bajo la influencia del régimen capitalista y son elementos de su propio desarrollo; pero al mismo tiempo contienen en forma embrionaria los de la teoría revolucionaria. El idealismo En la comunidad primitiva se da el proceso de constitución y consolidación de las características fundamentales de la naturaleza humana. El conocimiento primitivo, aunque envuelto en las formas primigenias de la magia, el totemismo, etcétera, se encuentra en íntima y armónica unión con todos los elementos de la naturaleza del hombre. Al disolverse la comunidad primitiva, esta prístina unidad se rompe; el conocimiento se desgaja del tronco común y se inicia su proceso de sustantivación, por el cual se convertirá en una potencia ajena y negatoria de la naturaleza humana. La sustantivación del conocimiento consiste en que, separado de la unidad primera con todas las fuerzas del hombre, cobra vida propia y se considera a sí mismo como la única realidad. El conocimiento sustantivado empieza a existir al disolverse la comunidad primitiva, se desarrolla a lo largo de la historia posterior de la sociedad humana y alcanza su más alta expresión en la filosofía idealista alemana de Kant, Fichte y Hegel. La moderna filosofía idealista parte de Descartes, quien en su Metafísica sostuvo el principio de que el hombre poseía una serie de “ideas innatas”, independientes de la experiencia. Esta tesis central, que considera al pensamiento como una sustancia, como algo preexistente, es la que sirve de base a la moderna filosofía idealista. Plejanov, Jorge, La concepción materialista de la historia de Carlos Marx, versión al español de Ediciones en Lenguas Extranjeras, primera edición, Ediciones Roca, S.A., Moscú, URSS, 1974, pp. 37 y 38. 11

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Para nuestros propósitos, sólo nos interesa aquí el remate de toda esta corriente filosófica, es decir, el sistema de Hegel. La filosofía hegeliana En La Sagrada Familia (capítulo VIII, apartado 4, El misterio revelado del “punto de vista”),12 Marx y Engels establecen que la clave de la filosofía hegeliana se encuentra en su Fenomenología. En ella —dicen Marx y Engels— Hegel reemplaza al hombre por el conocimiento; la realidad humana más variada aparece simplemente como una forma determinada, como una característica del conocimiento. En la Fenomenología, las bases materiales, sensibles, objetivas del conocimiento humano, son suplantadas por el “saber absoluto”, por el conocimiento que tiene su fundamento en sí mismo y es independiente de la realidad objetiva. Toda la Fenomenología tiende a demostrar que el conocimiento es la única realidad. El conocimiento (la conciencia, la idea) bajo la forma del “espíritu” es una sustancia con vida propia que en su movimiento genera a la materia, la naturaleza y la sociedad humana. El “espíritu” es el reflejo en la conciencia humana de la evolución de la materia, la naturaleza y la sociedad; de ahí entonces que en él se comprendan, de una forma invertida, las leyes generales de la estructura y el movimiento de la realidad objetiva. La filosofía de Hegel llega, pues, al punto superior en que ha desarrollado las leyes del movimiento de la materia como leyes del pensamiento (dialéctica) y las leyes de la evolución de la naturaleza y la sociedad como las del “espíritu absoluto”. En donde mejor encontramos expuesta la doctrina de Hegel es en la Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas.13 La Enciclopedia contiene la evolución de lo que Hegel llama el “espíritu”. El espíritu no es otra cosa que el reflejo enajenado del mundo (de la realidad); es decir, es el conocimiento sustantivado. Las partes de la Enciclopedia son: • La lógica, • La filosofía de la naturaleza, y • La filosofía del espíritu o fenomenología. La lógica Es el pensamiento sustantivado. Es el espíritu en su existencia interna. Marx, Carlos y Federico Engels, op. cit., p. 257. Hegel, G.W.F., Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, cuarta edición, Editorial Porrúa, S.A., México, 1980. 12 13

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Para Hegel el pensamiento es una sustancia con vida propia que constituye el fundamento del mundo. Su naturaleza consiste en el movimiento del ser a la esencia y el surgimiento a la existencia; el resultado de este movimiento es la formación del concepto que evoluciona hacia la idea y el espíritu absoluto. Esta sustancia hegeliana existe primeramente encerrada en sí misma, sin desarrollo exterior. Hegel considera que el mundo existe realmente y su estructura y movimiento son el presupuesto del conocimiento. Fuera de la lógica, pero como basamento de la misma, Hegel postula la existencia real del mundo estructurado en niveles que van del ser a la esencia y moviéndose en el sentido de convertir a la esencia en un existente, en el ser. La lógica no es sino la forma en que el pensamiento se apropia la realidad siguiendo precisamente esa estructura y ese movimiento que empieza por el ser y llega a la esencia que es la naturaleza más intima de la realidad. En la fase más alta, el pensamiento produce el concepto, que es la forma superior de apropiarse mentalmente el mundo exterior. En este punto Hegel se plantea el problema de la cognoscibilidad del mundo. Existe la realidad con su estructura y sus leyes inmanentes y el pensamiento existe también como un reflejo que cada vez más se ciñe a la realidad; ¿de dónde proviene esa facultad del pensamiento? Hegel, que no conoce la actividad práctica humana sino sólo la teórico-especulativa, postula que el concepto, es decir, el reflejo de la realidad en la mente es la única realidad y el demiurgo del mundo subjetivo y objetivo. Para Hegel el mundo es cognoscible porque los dos, conocimiento y realidad, son el producto del desarrollo del concepto y, por tanto, su mutua relación consiste en el reconocimiento del mismo en ambos como su naturaleza esencial. El concepto, según Hegel una sustancia preexistente desde el origen de los tiempos, engendra la subjetividad y la objetividad. La subjetividad se mueve desde el concepto hasta el silogismo; la objetividad, como manifestación del concepto, evoluciona a través de las fases del mecanismo, el quimismo y la teleología; ambos, después de un proceso de mutuo reconocimiento, desembocan en la idea, que es la fusión del concepto subjetivo y objetivo, y, por tanto, la verdad. La idea, forma superior del concepto, engendra a su vez una forma superior de la objetividad: la vida orgánica, la cual evoluciona hasta la vida pensante; la idea remata en la idea absoluta, es decir, en el espíritu consciente de sí mismo. El núcleo racional de la lógica de Hegel se encuentra en: 1. Puesto que Hegel reconoce la existencia y cognoscibilidad del mundo exterior, su ontología es el compendio más completo, jamás alcanzado por la filosofía, de la estructura de la materia y de las leyes de su movimiento. Para Hegel, la materia está estructurada en dos niveles fundamentales: ser y esencia, y su movimiento es precisamente aquél por el cual despliega su esencia a partir del ser hasta convertir la naturaleza esencial en un existente. El ser lleva en sí su esencia como su otro; ésta, negando al ser, pasa desde un

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estado propiamente germinal hasta su más completa madurez, en donde se hace explícita y alcanza la naturaleza del ser. Este ser, a su vez, tiene en sí mismo su otro, es decir, su esencia en estado germinal que deberá recorrer el mismo camino señalado. Ésta es la ley absoluta del movimiento de la materia. Si detenemos este movimiento en un momento determinado, encontraremos por fuerza a la materia estructurada en dos niveles fundamentales, el ser y la esencia. La esencia contiene en sí misma el motor de su movimiento: está integrada por polos opuestos que en un proceso de mutua complementación y oposición la llevan desde su estado germinal hasta su madurez. En la introducción adelantamos ya los principios fundamentales de este movimiento, al que Hegel dio el nombre de dialéctica. 2. Para Hegel, el pensamiento puede penetrar y penetra hasta la inasequible “cosa en sí” de los kantianos. La realidad es cognoscible y lo es hasta su estructura más íntima y sus movimientos más complicados. La lógica no es sino el compendio de las leyes conforme a las cuales el pensamiento se apropia el objeto de la manera más completa: aprehende primero lo superficial y accidental, es decir, la apariencia del fenómeno, lo que Hegel llama las determinaciones del ser; con estos elementos construye el concepto subjetivo que es la unidad en la oposición de las determinaciones del ser y la esencia; con el concepto como hipótesis de la naturaleza del objeto, va hacia éste para su verificación, resultando de ello la elaboración de la idea como la forma de pensamiento en la cual el concepto, es decir, la hipótesis y el objeto coinciden plenamente. Forma de movimiento general de la matería Ser ↓ Esencia en estado germinal, como el otro del ser ↓

Desarrollo de la esencia. Proceso dialéctico ↓ Esencia plenamente desarrollada, que es la negación y superación del ser y al mismo tiempo es el ↓ nuevo ser que tiene a la esencia como su otro

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Ejemplo Nebulosa indiferente Materia pensante en estado germinal, como su otro Desarrollo de la nebulosa indiferencias hacia el movimiento mecánico, físico y químico. Aparición de la vida ↓ Vida pensante, forma superior del desarrollo de la materia, que al mismo tiempo es la ↓ materia pensante que tiene a la nebulosa indiferencia como su otro


La “idea absoluta” es el reflejo superior de la realidad en la conciencia, es la aprehensión nuevamente del ser pero con una riqueza de determinaciones formando su contenido como resultado de todo el proceso. El carácter místico de la metafísica de Hegel radica en: a) Cada forma del pensamiento: concepto e idea, son tomados por Hegel no como medios específicos de reflejarse la realidad en la conciencia humana sino como el fundamento último de la realidad, como la única y verdadera realidad. Hegel encuentra que las cosas se desarrollan de acuerdo con el concepto y la idea que son el reflejo de su movimiento; mediante una transposición, considera que son dichos reflejos mentales, el concepto y la idea, los que forman la esencia de las cosas y determinan su desenvolvimiento; de aquí entonces que, según Hegel, la más íntima realidad de las cosas, su verdad, lo sea su concepto o idea, es decir, el pensamiento. b) En virtud de la inversión realizada entre reflejo y cosa reflejada, las formas del pensamiento se sustantivan y cobran vida propia; pasan a constituir una sustancia —el pensamiento, el espíritu— que pretende existir desde el inicio de los tiempos y que se erige en el fundamento último, en el demiurgo de todo lo existente. En Hegel sólo encontramos la formulación más acabada de este proceso porque, como ya lo habíamos señalado, el mismo se inicia desde los tiempos de la disolución de la comunidad primitiva, cuando el conocimiento se desprende de la primigenia unidad con los demás elementos integrantes de la esencia natural humana; desde entonces, el pensamiento —el espíritu— tiene una existencia sustantivada, ajena y opuesta a aquélla. Habiendo perdido todo contacto con la realidad de la que procede, la sustancia espiritual hegeliana pretende existir desde el principio de los tiempos, dentro de sí misma, en un constante movimiento circular en el que sus partes se encuentran al mismo tiempo en sucesión y simultaneidad; es decir, es el espíritu en movimiento interno que al mismo tiempo es ser, esencia, concepto e idea que a la vez se encuentra en tránsito de una a otra forma. La lógica de Hegel es, aunque en una forma invertida, la formulación más exacta, no superada hasta ahora, de las leyes de la estructura y del movimiento de la materia y del pensamiento; puesta sobre los pies, como dice Marx, constituye una parte integrante de la doctrina del marxismo con el mismo derecho que los propios textos de Marx, Engels y Lenin y con mucho mayor razón porque los clásicos únicamente aplicaron ampliamente el método hegeliano en todo su trabajo teórico, pero no desarrollaron algo que pudiera considerarse como una “lógica marxista”. Marx y Engels utilizaron en todos sus trabajos teóricos el método —la dialéctica— que se contiene en la lógica hegeliana, pero no como algo externo y accidental, sino como aquello que permite penetrar a la esencia del objeto y que por tanto se convierte en parte integrante de su reflejo mental: El Capital, la obra cumbre de Marx, es, de la A a la Z, una aplicación de la Lógica de Hegel al estudio de la economía política; de igual manera, las tesis clásicas de la explotación y

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depauperación del proletariado y del establecimiento del socialismo constituyen una versión de la doctrina hegeliana de la esencia en el terreno de la historia de la sociedad humana. Como dejamos dicho, el revisionismo es lo que pasa hoy en todas partes como la forma más refinada de la teoría marxista; de ahí entonces que para la reivindicación de esta última, para dar de nuevo vigencia a las tesis marxistas, para poner de relieve lo esencial de los planteamientos de Marx y de Engels, sea legítimo y necesario apoyarse en lo que fue el método utilizado por ellos para forjar la teoría de la revolución; y no sólo eso, sino que en virtud de que con la derrota del socialismo y la anulación de la teoría marxista se presenta una situación inédita para la que no hay respuesta en ninguno de los textos clásicos, sea igualmente legítimo y necesario acudir al método en el que abrevaron Marx y Engels. El revisionismo tiene dos actitudes distintas frente a Hegel: un sector de esa corriente ideológica experimenta un terror pánico, un miedo cerval ante la filosofía hegeliana; es el mismo sentimiento que los invade ante la obra fundamental del marxismo, El Capital de Carlos Marx, que es para ellos una tierra ignota; acostumbrados a seguir la línea de menor resistencia intelectual que significa el adoptar sin reservas los prejuicios teóricos de la pequeña burguesía y darles una leve mano de barniz marxista, la sola lectura, no se diga el estudio de la obra hegeliana, reclamaría un esfuerzo mental que por definición no están capacitados para realizar; otro sector del revisionismo, por el contrario, se acerca a Hegel de la misma manera que lo hace a El Capital, es decir, con el propósito de encontrar puntos de apoyo para el prejuicio teórico pequeño burgués que es el fundamento de su doctrina económico-social: el socialismo humanista. La dialéctica, como método del conocimiento, es una generalización de las leyes del movimiento de la materia que nos auxilia a conocer en toda su extensión y profundidad a la totalidad del ser o a una parcela determinada de la realidad; su característica fundamental, que la distingue claramente de la lógica formal y de la ontología anterior, es que considera que todos los fenómenos tienen tres niveles de existencia: el del ser determinado, el de la esencia positiva y el de la esencia negativa y que su movimiento consiste en internarse en sí mismos, producir su esencia y dar lugar así al otro que tienen en su interior en estado germinal; el conocimiento del objeto, para ser un fiel y completo reflejo suyo, debe también seguir ese camino: partir del ser determinado, llegar a la esencia y descubrir el otro que aquél tiene en su interior y en el que ha de transformarse ineluctablemente; es evidente que la necesidad de esa transformación no se la da al objeto el método del conocimiento sino su propia naturaleza y el pensamiento únicamente puede aprehenderla con mayor o menor exactitud. El método dialéctico es el alma del marxismo-leninismo; su divisa es siempre calar hasta lo más hondo del objeto para encontrar la esencia del mismo, esto es, el otro que existe en su interior y en el que ha de convertirse indefectiblemente; es el método científico por excelencia y se alza sobre las ruinas de la lógica formal y de la gnoseología a ella inherente, las cuales únicamente aprehenden la superficie del objeto y su relación con una esencia interna, inmó-

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vil que es el fundamento, la causa última del ser encerrado en sí mismo; para ellas, el objeto es una multitud de determinaciones superficiales inconexas entre sí que sólo reconocen una relación lineal de causa a efecto con otra multitud de determinaciones igualmente desvinculadas que son la razón suficiente de las primeras. La lógica formal es el método del conocimiento característico de la ideología burguesa; ésta se solaza muy especialmente en esa pretendida cientificidad de considerar a esas determinaciones formales como variables que pueden ser sometidas a un modelo matemático lo más complicado posible y de ahí extraer las hipótesis del movimiento del objeto teniendo como límite absoluto la naturaleza actual del mismo. El revisionismo toma directamente este método del conocimiento del arsenal de la ideología burguesa y únicamente lo adereza con las dos o tres simplificaciones que con fines didácticos hicieron Marx y Engels de la dialéctica; así pertrechados, acometen la tarea de realizar un análisis “revolucionario” de la realidad. El revisionismo tiene un cuidado muy especial en desvirtuar la teoría marxista del conocimiento y es por eso que niega que la Lógica de Hegel, puesta sobre sus pies, sea una parte integrante de aquélla, el corazón mismo de la dialéctica materialista; en lugar de ella introduce una variedad cualquiera de la gnoseología burguesa. No sólo es una conclusión en nuestra argumentación, sino una premisa suya, la consideración de la dialéctica hegeliana, “puesta sobre los pies” por el marxismo, como el único método científico. La teoría marxista fue sustituida, a la caída del socialismo que aquí hemos denominado formal, por el revisionismo; un terreno especialmente afectado por esa transformación lo fue el del método del conocimiento revolucionario de donde, en primer lugar, expulsó a la dialéctica hegeliana que era el núcleo del mismo y la sustituyó por una vulgarización extrema de las famosas tres leyes enunciadas por Engels en más de uno de sus trabajos; posteriormente, debajo de esta delgadísima y frágil capa pseudomarxista, se introdujo toda una versión de la teoría del conocimiento burguesa. Marx y Engels fueron, antes de ser marxistas, hegelianos de izquierda; su formación filosófica se hizo dentro de los límites de la filosofía hegeliana, la cual adoptaron íntegramente. La filosofía hegeliana plenamente formada comprende las siguientes partes: la lógica, la filosofía de la naturaleza y la filosofía del espíritu. La lógica hegeliana tiene dos aspectos claramente diferenciados: su carácter místico y su naturaleza racional. En su cualidad sobrenatural es la descripción de las características y del desarrollo del pensamiento puro, una sustancia suprahumana que conforme a la filosofía hegeliana es el fundamento de la naturaleza y del espíritu. En su condición racional es el reflejo en la conciencia humana de las leyes más generales de la estructura y del movimiento de la realidad objetiva. La lógica formal también era el reflejo de la objetividad, pero únicamente de la

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superficie de la misma, de tal manera que estaba constituida por abstracciones vacías, categorías fijas y rígidas y superficiales representaciones del ser que tenían el sello de la accidentalidad; la lógica de Hegel —la dialéctica— es el reflejo de los dos niveles de existencia del mundo objetivo: el ser, que tiene en sí mismo a su otro que es la esencia, y la esencia que es el otro del ser y que tiene en sí al ser como su otro, y del movimiento que va del ser a la esencia y de ésta al ser; es la más completa y profunda representación del ser y la esencia del mundo. En atención a esto, la dialéctica hegeliana está integrada por un cuerpo de categorías y conceptos fluidos, cuya naturaleza fundamental es la contradicción y la necesidad y que producen abstracciones llenas de contenido (concretos del pensamiento) que reflejan la riqueza de determinaciones del ser y de la esencia y de su paso de uno a otro. Una vez que Hegel ha descrito en su Lógica el proceso del surgimiento a la existencia de la esencia del ser anterior materializado como un nuevo ser, se propone entonces analizar la relación que existe entre el ser y la esencia. El ser que acaba de surgir a la existencia aparece completamente desvinculado de la esencia que le dio origen: tiene de nuevo el carácter de lo superficial, accidental, inconexo y casual: es, simplemente, lo que existe. En un primer acercamiento a esa relación, la especulación descubre al otro del ser determinado como la ley del fenómeno, es decir, que detrás de la accidentalidad del ser determinado encuentra la regularidad de su transformación en otro ser determinado: el ser determinado es el fenómeno y la ley del mismo es el otro en que se convierte regularmente; pero el otro es aquí extrínseco al ser determinado, un mero resultado reiterado. En un avance posterior, el conocimiento advierte al otro del ser determinado ya en el interior del mismo, pero como una simple posibilidad; el ser determinado es la realidad y su otro es una posibilidad que está implícita en aquél y que llega regularmente a la existencia. Por último, en una fase superior, el pensamiento localiza al otro del ser determinado en el interior del mismo, pero ahora como el germen de aquel en el que necesariamente se ha de transformar: el ser determinado es en sí mismo lo accidental y lo necesario, es él y su otro, y su existir es producir ineluctablemente a ese otro ser determinado que lo ha de sustituir. Lo accidental del ser determinado es en sí mismo lo necesario en dos sentidos: primero, como resultado indefectible del ser determinado anterior y, segundo, como el origen ineludible de un tal nuevo ser determinado. El revisionismo se empantana en la superficie del ser determinado, en lo accidental, casual e inconexo buscando en ello la causa de sí mismo; la necesidad, que es lo único que puede explicar lo casual, queda para ellos fuera de su horizonte teórico. El concepto de la necesidad que desarrolla Hegel en su lógica es, desde luego, una parte integrante de la teoría marxista del conocimiento; aplicándolo a la realidad del régimen capitalista es como los clásicos extraen la conclusión de la inevitable, fatal, ineluctable transformación de esa forma de organización de la sociedad en el socialismo.

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La lógica objetiva de Hegel, que abarca las dos primeras partes de su lógica, el ser y la esencia, contiene la descripción más detallada, minuciosa, exhaustiva e integral que se haya hecho por filósofo alguno, anterior o posterior a aquél, de la estructura fundamental y de las leyes más generales del movimiento de la materia; esta lógica objetiva es, al mismo tiempo que el reflejo omnicomprensivo del mundo objetivo, un método que puede y debe aplicarse en los más variados campos del conocimiento para obtener el concepto exacto de su objeto, ya que éste, como parte de la realidad, se rige también por aquellas leyes generales. La filosofía de la naturaleza es el conocimiento enajenado de la naturaleza El conocimiento de las leyes de la naturaleza (mecánica, física, química, vida orgánica) y de la evolución y concatenación universales es también un conocimiento enajenado. En la unidad originaria, el conocimiento —mágico— de la naturaleza está íntima, directa e indisolublemente ligado con la actividad práctica que es expresión de la naturaleza de la especie. Al destruirse esta unión, el conocimiento de la naturaleza se sustantiva, cobra vida propia y se considera a sí misma la única realidad. Conforme a Hegel, el espíritu, en su proceso de vida interno, adopta la forma de la idea absoluta. Ésta contiene a su otro en su interior como su esencia germinal; su otro es la naturaleza. La idea engendra a la naturaleza como su otro y de esa manera se exterioriza, es decir, sale de sí para desplegarse externamente, tomando la forma de la materia en movimiento. En esta existencia exterior, la idea recorre todas las fases que la constituyen y que ya nos son conocidas: ser, esencia, concepto e idea en sus formas materiales transfiguradas correspondientes que tienen como último resultado la aparición de la vida orgánica pensante, es decir, de la especie humana. La naturaleza, postula Hegel, se desenvuelve de una manera caótica, accidental; el espíritu tiene que ejercer una enorme fuerza para introducir en ese caos el orden y la necesidad. La idea vive, en la naturaleza, una vida degradada, pues aunque es la esencia última de la misma no puede reconocerse conscientemente en ella; es decir, que ni el concepto ni la idea pueden tener conciencia de sí en esta vida enajenada dentro de la naturaleza. El espíritu no es libre en la naturaleza. La labor de la filosofía es descubrir detrás de la caoticidad y accidentalidad de la naturaleza la obra ordenadora y sistematizadora del espíritu; es decir, dotar al conocimiento de la naturaleza de las características de necesidad y causalidad. El nódulo racional de los postulados hegelianos lo hallamos en la presuposición básica de la que parte. Para él, la naturaleza exterior existe y es cognoscible hasta en sus más recónditos niveles; de esta manera, para desarrollar este supuesto y llevarlo hasta sus últimas consecuencias, Hegel ha debido apropiarse, en una forma enajenada, de los resultados de las ciencias positivas modernas, los cuales han sido obtenidos en la actividad práctica, en la industria, y produ-

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cir a partir de ahí la imagen mental correspondiente. Las leyes de la evolución y concatenación universales toman en Hegel, por ello, su forma más acabada: encontramos en primer lugar la ley general de movimiento de la materia, su tendencia intrínseca a evolucionar desde las formas primitivas de movimiento (nebulosa indiferencia) hasta alcanzar el estadio superior, es decir, la materia pensante, pasando por una serie de grados intermedios, cada uno de los cuales procede del anterior y engendra al que le sigue; esta ley intrínseca de la materia corresponde por completo a la ley expuesta por Hegel de la evolución del ser hasta la esencia que deviene en un nuevo ser. En segundo lugar, y como secuencia de lo anterior, Hegel devela las leyes de la estructura de la materia, la cual está formada por niveles que van del ser a la esencia. La inversión mística, la metafísica de Hegel, radica en lo siguiente: a) Es evidente que el pensamiento —el ser pensante— es el resultado último del desarrollo de la naturaleza; el pensamiento, por tanto, sólo puede ser el reflejo —reflejo activo— de ese desarrollo anterior y de la estructura actual que es su consecuencia; en una grosera transustanciación Hegel toma ese reflejo y lo sitúa como la esencia de lo reflejado, como la más íntima realidad de lo existente, como lo existente de verdad. b) Dotado de vida propia, sustantivado, el reflejo de la naturaleza, es decir su concepto y su idea, se transforman en manos de Hegel en el productor de lo reflejado; la naturaleza es engendrada por el espíritu. c) La naturaleza es intrínsecamente una materia caótica en la que reina el azar y la accidentalidad; el espíritu, a través del concepto y de la idea, ejerce su acción para conducir a la naturaleza por el camino de la necesidad y la causalidad. Hegel le escamotea así a la naturaleza su característica esencial: el desarrollo a través de la férrea necesidad que se impone por medio de la accidentalidad y se la atribuye al espíritu, quien es el encargado de introducirla a una naturaleza reluctante. La transposición que realiza Hegel es aquí también clara y evidente. d) La naturaleza es cognoscible sin límite alguno; esto es así, según Hegel, porque el conocimiento y la naturaleza están formados por la misma sustancia espiritual; de tal suerte, el espíritu, al aprehender la naturaleza, se descubre en ella a sí mismo. Ya hemos señalado cómo después de la disolución de la comunidad primitiva el conocimiento se separa de los demás elementos de la naturaleza humana y se sustantiva; igualmente, la actividad productiva se desgaja del tronco común y se convierte en negatoria de aquella naturaleza; ambas, conocimiento y praxis, siguen caminos separados. El conocimiento se separa de la unidad originaria existente en el proceso de trabajo colectivo-conciencia colectiva-proceso de trabajo colectivo; sigue un camino propio, independiente y sólo mantiene relaciones extrínsecas con el proceso de trabajo. La liga que anteriormente había entre el individuo y el proceso de trabajo y la conciencia colectiva se ha roto; por lo tanto, para él la conciencia

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social (es decir, el conjunto de conocimientos existentes en un momento dado) es algo ajeno, una potencia exterior preexistente. El conocimiento es, en consecuencia, una potencia de la naturaleza del hombre con vida y movimiento propios, independiente y ajena a los individuos; la causa de esta sustantivación radica, como ya señalamos, en su separación de todos los demás elementos de la naturaleza humana; su función específica, el reflejo de la realidad, la hace ahora de una manera enajenada, a través de una relación extrínseca con la actividad práctica; va, de este modo, de la actividad práctica a la ciencia, de ésta a la filosofía y luego recorre inversamente este camino. El conocimiento ya no es un elemento de la naturaleza humana; por el contrario, se ha convertido en una potencia de su negación; su propiedad característica cambia y se transforma en ideología. Ahora es realizado por un grupo de personas pertenecientes a la clase dominante (o por ella asimiladas) y su finalidad es mantener y desarrollar el régimen de explotación existente. La materia prima y el producto de la actividad de los pensadores son las imágenes mentales. Todo esto no tiene nada de místico pero contiene en germen los elementos que después deben evolucionar en ese sentido: a) El objeto mental y los métodos y reglas para su obtención se presentan ante el individuo como teniendo una existencia en sí y por sí, con independencia de la actividad práctica. Éste es el punto de partida para la posterior consideración del conocimiento como un sujeto suprahumano distinto de las potencias naturales humanas, con vida propia, existente desde el principio de los tiempos. b) La actividad cognoscitiva se presenta para el individuo como la aplicación de esos métodos y reglas del pensamiento, preexistentes y ajenos, a la develación de la naturaleza del objeto, la construcción de la imagen mental correspondiente y su incorporación al conocimiento sustantivado; aquí es el punto de apoyo para la consideración del conocimiento como la facultad de un sujeto suprahumano, distinto de las potencias naturales humanas, de poder penetrar por sí mismo en la naturaleza del objeto y de producir como objetos mentales la sustancia que lo constituye. La conciencia está separada de la actividad práctica; al perder el individuo la relación con la conciencia pierde también la conciencia de la relación entre el conocimiento y la actividad práctica; para explicarse entonces el conocimiento del objeto dando de lado a la actividad práctica, considera que el conocimiento sustantivado es una sustancia espiritual suprahumana, existente desde el principio de los tiempos y que es el fundamento y demiurgo de la realidad; esa sustancia produce al mundo y al conocimiento del mismo. El concepto En la actividad productiva enajenada, y por lo que hace al régimen capitalista, en la industria, se establece la relación directa entre el hombre y su objeto. Esta

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actividad productiva consiste en la aplicación de una serie de conocimientos preexistentes, producto de la práctica humana anterior, materializados en determinados instrumentos de producción, capacidades humanas, procesos productivos y características del objeto; a su vez, la actividad práctica humana es fuente de una serie de conocimientos acerca de las características del objeto, los instrumentos de producción, las capacidades humanas y los procesos productivos. Estos conocimientos se obtienen, en el régimen capitalista, en el proceso de explotación y son literalmente arrancados por el capital a los trabajadores; su naturaleza es la parcialidad y la inmediatez. Los conocimientos generados en la práctica industrial (o en la producción en general) son absorbidos por una instancia superior al servicio del capital atendida por un grupo especial de trabajadores, independientes o asalariados; su labor consiste en elaborar y perfeccionar constantemente una imagen mental de la actividad productiva específica: los instrumentos, capacidades, procesos y objeto. Esta imagen es producto de la actividad práctica y, a la vez, el instrumento a través del cual esta actividad práctica se realiza. Dicha imagen mental tiene las siguientes características: a) En virtud de la enajenación del conocimiento, pertenece al capital; es decir, no tiene la característica de instrumento de la actividad práctica integrante de la naturaleza humana. El capital es una potencia humana enajenada, negatoria de la naturaleza humana; de ahí que uno de sus elementos, la imagen mental del proceso industrial, sea también ajena y negatoria de dicha naturaleza. b) es instrumento de explotación del trabajo asalariado por el capital y resultado de ese proceso explotador; c) está reducida a un solo aspecto de la realidad por lo que es incompleta, inconexa, casual, etcétera; d) tanto en ésta como en la anterior instancia la enajenación y sustantivación son la base de su mistificación. El mecanismo real es el siguiente: en la actividad práctica productiva el hombre obtiene los elementos para forjar la imagen mental de la realidad; con ella como instrumento proyecta en su cerebro la actividad práctica a realizar; de nueva cuenta actúa sobre la realidad para llevar a cabo ese proyecto, obteniendo de ahí nuevos elementos con los cuales enriquece la imagen mental preexistente; adscrito a un grupo especial de trabajadores y separado del trabajo manual, el pensamiento inicia aquí su proceso de mistificación: soslaya u oculta el proceso de formación de los elementos de la imagen mental y la considera existente por sí misma; luego se instala en ese terreno y, trabajando sólo con imágenes mentales, proyecta la transformación de la realidad; es por eso que para el pensador (trabajador intelectual, filósofo, etcétera) la imagen mental aparece como un sujeto vivo suprahumano, distinto de las facultades humanas, de cuya naturaleza participa, que puede aprehender por sí mismo el mundo exterior y la actividad transformadora de la realidad como brotando directamente de la imagen mental y realizándose a través del individuo. Aquí encontramos la base para la posterior

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consideración del pensamiento como demiurgo de la realidad. Al quedar libres los conocimientos de sus lazos con los demás elementos de la esencia natural humana, tienen una enorme volatilidad que los impele hacia el cielo filosófico de manos del capital. La ciencia Esta imagen mental, propiedad del capital, se eleva hacia una instancia superior del conocimiento enajenado, la ciencia. La labor científica es también una labor del capital; los científicos son trabajadores independientes o, cada vez más, trabajadores asalariados al servicio del capital. La función de la ciencia consiste en producir una imagen mental de todo un sector de la realidad con las imágenes mentales parciales que le proporcionan las instancias anteriores, por ejemplo de los fenómenos físicos, químicos, atómicos, biológicos, etcétera. Esa imagen mental tiene las siguientes características: a) pertenece al capital con todas las implicaciones que este hecho trae consigo; b) es instrumento de explotación del trabajo asalariado por el capital y resultado de la misma; c) abarca todo un sector de la realidad; d) su alejamiento de la industria, que es el núcleo de la actividad práctica humana, es mayor que el de los niveles cognoscitivos anteriormente considerados; su mistificación es también de un grado mayor. La ciencia recibe sólo imágenes mentales elaboradas que constituyen su materia prima; con ellas trabaja tratando de integrarlas en una síntesis superior, en una imagen mental más amplia, más completa y más sistematizada; el producto de su función está constituido también por imágenes mentales como hipótesis, teorías, etcétera, con las que forma la imagen mental más adecuada del sector de la realidad correspondiente. La materia prima de su actividad no le es proporcionada directa y explícitamente por la industria ni sus productos van a ella en la misma forma; sólo por un proceso indirecto de sublimación en un caso y decantación en el otro se establece la comunicación entre la ciencia y la industria. La ciencia se satisface encerrada en sí misma produciendo pensamientos sin que su fin remoto ni próximo sea la acción sobre la realidad en ningún sentido. En suma, la ciencia utiliza como materia prima y produce imágenes mentales que integra en un cuerpo de pensamientos sobre un sector de la realidad; para ella lo que realmente existe, puesto que es con lo que trabaja y el resultado de su trabajo, es el pensamiento; de ahí que se refuerce la mistificación del pensamiento en esta área específica de su acción: 1) se robustece su pretensión de ser la realidad más íntima de los objetos; 2) igualmente se hace más fuerte la creencia de que es una sustancia que puede conocer la realidad en virtud de una mística facultad que posee, sin necesidad de pasar por el proceso productivo, y

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3) su resultado real es producir y perfeccionar un cuerpo de pensamientos, una sustancia espiritual. De la imagen mental desarrollada por la ciencia se desprende hacia abajo conocimientos que, llegando a la actividad práctica industrial, comprueban o no su validez y la de la hipótesis de donde parten; a su vez, de la prosaica realidad, de la producción, brota una serie de conocimientos que se van elevando hasta llegar a la ciencia, en donde sirven de base a nuevas hipótesis, teorías, etcétera. La filosofía La ciencia evoluciona hacia una fase más alta del conocimiento enajenado, el pensamiento filosófico. Éste es, desde luego, también una función del capital realizada de una manera indirecta a través de pequeños productores intelectuales. La filosofía se nutre con los elementos que le proporcionan todas las ciencias; su trabajo consiste en forjar una imagen mental de la realidad. Esa imagen tiene las siguientes características: a) pertenece al capital; b) es el basamento último de la función explotadora del capital y a la vez resultado de la misma; c) abarca la totalidad de la realidad, las leyes generales del conocimiento y del ser; introduce en los elementos que le brindan las ciencias positivas las características de esencialidad, necesidad y causalidad y las engarza en el esquema de la concatenación universal; d) es el nivel del conocimiento más alejado de la actividad productiva cuya mistificación alcanza el más alto grado. Su labor se desarrolla tomando como base las imágenes mentales sectoriales que le proporcionan las ciencias y el resultado de la misma es una imagen mental que comprende la totalidad del ser y del conocer; una vez forjada, esa imagen se levanta en contra de su humilde y lejano origen, es decir, de la actividad productiva y se declara a sí misma como una sustancia independiente que tiene una existencia desde el comienzo de los tiempos y que es el fundamento y demiurgo de la realidad y del conocimiento. Se postula como existiendo primero en sí misma, luego exteriorizándose en la naturaleza y, por último, recobrándose a sí misma en el espíritu; es en esta fase en la que alcanza la forma superior de manifestarse y en la que pretende poseer en sí y por sí la capacidad de dotar a los conocimientos que le proporcionan las instancias inferiores de las características de esencialidad, necesidad y causalidad mediante su sometimiento a la forma del concepto y la idea, de la misma manera que su forma enajenada se había impuesto sobre la caoticidad y accidentalidad de la naturaleza, dotándola de orden y concierto; al ejercer esa facultad intrínseca, el espíritu filosófico recoge todos los conocimientos que le proporciona el saber de nivel inferior y llega a través de ellos a reconocer en la realidad la obra del concepto y de la idea, es decir, la obra de sí mismo bajo otra de sus formas. En suma, el

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pensamiento filosófico, debido a la enajenación de la naturaleza del hombre, se convierte en una sustancia independiente de todos los demás elementos de la naturaleza humana y se erige por sí mismo en el pretendido creador de la realidad y fundamento último de la misma y en el depositario de la facultad del conocimiento, con independencia absoluta de la actividad práctica; el pensamiento filosófico ignora así todo el complicado proceso por el cual los conocimientos se van formando lentamente en la misma actividad práctica industrial, es decir, en la producción, suben luego trabajosamente por los demás peldaños del saber y desembocan finalmente en el saber filosófico; de la misma manera da de lado al proceso inverso, es decir, aquél por el cual el conocimiento adelantado por el pensamiento filosófico como hipótesis o teoría del mundo desciende hasta la práctica para recibir ahí la sanción definitiva; la facultad que se arroga el espíritu filosófico de poder dotar a los conocimientos inferiores de las características que les permite reflejar con exactitud creciente la realidad tiene su origen en la práctica industrial, pues es la industria la que ha penetrado realmente hasta los niveles más íntimos de la estructura de la materia y la que ha reproducido los movimientos más complicados de la misma. El conocimiento tiene su origen y su confirmación en la actividad práctica industrial. La filosofía de la naturaleza de Hegel participa también del doble carácter que posee su lógica: una corteza mística y un contenido racional. El aspecto misterioso radica en que Hegel considera a la naturaleza como un producto enajenado del pensamiento puro y, por tanto, a la evolución de aquélla como el desarrollo no consciente de éste. Su racionalidad estriba en que es el reflejo en la conciencia humana de las leyes de la evolución, en nuestra isla cósmica, desde la materia inorgánica hasta la materia orgánica y de ésta desde sus formas inferiores hasta la materia pensante; y se trata de las leyes dialécticas, no metafísicas, que tienen como fundamento la contradicción y la necesidad. Es, por tanto, la más rica de las representaciones de la evolución concreta de la materia que la muestra elevándose por diversos grados de desarrollo cada uno de los cuales está contenido en el anterior y contiene a su vez al que le sigue. De esta representación surgen las determinaciones más generales de la lógica dialéctica y ésta, a su vez, es un instrumento para penetrar más profundamente en las leyes de la evolución de la materia. La filosofía del espíritu En la “Crítica de la filosofía y dialéctica hegelianas en general”, último capítulo de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844,14 Marx expresa los antecedenMarx, Carlos, Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Ediciones de Cultura Popular, México, D.F., 1977, pp. 144-176. 14

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tes que su doctrina tiene en la filosofía y dialéctica hegelianas en lo que respecta al proceso de desarrollo del mundo humano. En la Enciclopedia, nos dice Marx, Hegel comienza con la Lógica, con el pensamiento especulativo puro, y termina con el conocimiento absoluto —con el espíritu abstracto autoconsciente, autocomprensivo, filosófico o absoluto (es decir, sobrehumano)—. La Enciclopedia es la expresión del desarrollo del espíritu filosófico. La primera posición crítica que toma Marx frente a Hegel es respecto a la naturaleza del espíritu filosófico, del cual dice que es el espíritu enajenado del mundo que se considera a si mismo en forma abstracta. Para Hegel, el conocimiento, la capacidad natural-humana integrante de la esencia de la naturaleza del hombre, es una sustancia con vida propia. Esta sustancia, el espíritu filosófico —saber absoluto—, tiene un proceso de vida que se inicia con la aparición del pensamiento abstracto, continúa con el desarrollo del espíritu —los variados campos del conocimiento humano: filosofía de la naturaleza, del derecho, del estado, etcétera— y termina con el saber absoluto, es decir, con el espíritu filosófico que toma conciencia de su proceso de autogeneración y desarrollo. En el contexto de lo que Marx ha estado analizando a lo largo de los Manuscritos, el espíritu filosófico —saber absoluto— es el conocimiento humano convertido en una potencia ajena y opuesta a la esencia natural del ser humano; es el resultado del proceso de anulación y enajenación de la esencia natural humana que se inicia con la disolución de la comunidad primitiva. El espíritu filosófico tiene una existencia real como sustancia con vida propia; su causa —la causa de su sustantivación— se encuentra, como se ha dicho, en el proceso de enajenación de las potencias esenciales del ser humano. Hegel lo que hace es expresar racionalmente este hecho —es decir, el conocimiento sustantivado—, concebirlo como la única realidad y dotarlo de conciencia —autoconciencia— en la persona de la filosofía del espíritu. Tal y como ya vimos, la facultad intelectual, el pensamiento, forma parte de las facultades físicas y mentales que en unidad integran la primigenia esencia natural humana; la conciencia social es también parte de ésta; posteriormente, las facultades y potencias se desgajan de su tronco original e inician un desarrollo propio, ajeno a la esencia natural del ser humano e incluso opuesto a ella; se da el proceso de anulación de la naturaleza humana. Esas facultades y potencias cobran vida propia y se convierten en la esencia enajenada del ser humano; en el capitalismo, ésta alcanza su máximo desarrollo y se materializa en la ciencia y en la filosofía. Tarea fundamental del socialismo y del comunismo es la reapropiación de esas facultades y potencias con la finalidad de reconstituir la naturaleza esencial del hombre. Al destruir la colectividad, el conocimiento (la conciencia social), deja de ser elemento del proceso de trabajo integrante de la esencia natural humana y se convierte en algo ajeno y opuesto a ella, que incluso provoca su degeneración y descomposición.

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Adquiere así el carácter de una sustancia, aparentemente con vida propia, compuesta por las siguientes partes: leyes del pensamiento, acervos de conocimientos sobre los diversos campos de la realidad incorporados en unidades independientes y leyes generales sobre la estructura, relaciones mutuas y evolución de los anteriores elementos, etcétera. El conocimiento sustantivado se nutre, de una manera inconsciente, de los productos mentales que surgen de la actividad práctica del hombre; éstos se van filtrando espontáneamente y se elevan hasta formar parte del conocimiento enajenado; una vez ahí obran en el sentido de impulsar su desarrollo interno, haciéndolo pasar a etapas superiores de su existencia. El conocimiento, en virtud de su naturaleza enajenada, considera tener la causa de su desarrollo en sí mismo. En el punto superior de su existencia, el conocimiento enajenado cobra conciencia de sí y de toda la historia de su generación y desenvolvimiento. Es precisamente lo que Marx llama el espíritu enajenado del mundo que se considera a sí mismo en forma abstracta. La lógica es el pensamiento enajenado Según Marx, en la Enciclopedia Hegel describe el desenvolvimiento del espíritu filosófico. La evolución del espíritu filosófico comienza con la Lógica. La segunda posición crítica de Marx en relación a Hegel consiste en la determinación de lo que es la Lógica. Para Marx, la Lógica es el pensamiento enajenado. Es decir, es el reflejo abstracto de la naturaleza y de la vida del hombre que se ha desgajado de la esencia natural humana y se ha sustantivado. La naturaleza y la vida del hombre son exteriores al pensamiento abstracto enajenado; éste aprehende a la naturaleza y al hombre como tal pensamiento abstracto enajenado. Esto es, el pensamiento enajenado aprehende a su fundamento real, la naturaleza y la vida del hombre, como algo ajeno a sí mismo, como algo que no constituye su base de existencia. Las leyes y formas del pensamiento forman parte del conocimiento humano, son la conciencia que el pensamiento tiene de sí mismo como un momento del proceso del conocimiento integrante de la esencia natural humana. Al desintegrarse ésta, se produce la sustantivación y la enajenación ya estudiadas; con ello, las leyes y formas del pensamiento (agrupadas en la disciplina llamada “Lógica”), adquieren esa misma naturaleza, es decir, son la potencia humana del pensamiento sustantivada, enajenada y negatoria de la esencia natural del hombre. La primera fase de existencia del espíritu filosófico, es decir, de la conciencia que sobre sí mismo tiene el conocimiento sustantivado, es aquella en la que aparece y tiene sus primeros desarrollos la ciencia de la Lógica, esto es, la conciencia del pensamiento sobre sí mismo.

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El espíritu es el resultado del desarrollo del pensamiento enajenado El movimiento del espíritu filósofico pasa de la Lógica a la Filosofía de la naturaleza. La tercera posición crítica de Marx en relación con la doctrina de Hegel, la adopta respecto de la filosofía de la naturaleza. La naturaleza —dice Marx— es exterior al pensamiento abstracto enajenado; éste aprehende a la naturaleza como tal pensamiento abstracto enajenado. En la comunidad primitiva, la naturaleza es la fuente de las facultades naturales humanas y el campo en el cual se ejercitan y fortalecen; el pensamiento, como facultad humana específica, está en íntima y armónica unión con la naturaleza: produce, a través de la actividad práctico-humana, los reflejos mentales del mundo exterior y los integra en un acervo de conocimientos del mismo como instrumento para la realización de las potencias de la esencia natural humana en su acción sobre la naturaleza. Al disolverse la comunidad primitiva, la naturaleza se hace ajena a la esencia natural humana y se convierte en un elemento de su negación; el pensamiento se disocia de todos los demás factores constitutivos de la esencia natural humana, pierden su unidad primitiva y cada una de ellas se desarrolla por su cuenta, relacionándose sólo extrínsecamente; el pensamiento produce, en esa relación extrínseca, los reflejos mentales correspondientes a la naturaleza exterior y los integra a un cuerpo de conocimientos que forman parte del conocimiento humano enajenado; el conocimiento de la naturaleza adquiere así las características ya estudiadas que corresponden al conocimiento enajenado: es una sustancia con vida propia, ajena y opuesta a la esencia natural humana, que en apariencia tiene su causa en sí misma, con independencia de la actividad práctica (producción). En su segunda fase de existencia, el espíritu filosófico (autoconciencia) toma el acervo de conocimientos sobre la naturaleza elaborados por el pensamiento enajenado, los dota de orden y sistema y los integra en el cuerpo que forma el conocimiento enajenado; dicho de otra manera, descubre las leyes generales que rigen a los diversos fenómenos y campos de la naturaleza, las concatenaciones existentes entre ellos y la evolución de esa totalidad y las lleva a formar parte del conocimiento sustantivado y ajeno a la naturaleza humana. Este conocimiento de la naturaleza, que desemboca en la ciencia y la filosofía modernas, es un elemento más del proceso de anulación de la esencia natural humana. Esto es, el pensamiento enajenado aprehende a su fundamento real, la naturaleza y la vida del hombre, como algo ajeno a sí mismo, como algo que no constituye su base de existencia. El pensamiento abstracto enajenado —el pensamiento puro— va incorporando a su sustancia los distintos campos del conocimiento humano que también tienen el carácter de entes sustantivos desprendidos de la esencia natural del ser humano; al final del proceso nos encontramos a la totalidad del conocimiento humano estructurado como el conjunto de las potencias intelectuales

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del ser humano desgajadas de su esencia natural, es decir, formando parte de la esencia enajenada de la naturaleza humana (ciencia, filosofía, etcétera). El espíritu es el reflejo abstracto del desarrollo de la naturaleza y de la sociedad humana que se ha separado de su unidad originaria con los demás elementos de la esencia de la naturaleza humana y que constituye ahora la esencia enajenada del ser humano; ese reflejo se ha sustantivado y cobrado vida propia, en apariencia independiente de la base real que le dio vida. La cuarta posición crítica de Marx frente a Hegel es la determinación de que el espíritu filosófico o saber absoluto, que es el resultado superior de la evolución del pensamiento abstracto enajenado, es la conciencia enajenada (abstracta) que de sí mismo y de su evolución tiene el espíritu —autoconciencia—. El desarrollo del pensamiento enajenado, que comprende las diferentes fases del conocimiento humano, se da de una manera inconsciente, sin que la conciencia enajenada sepa el porque de su existencia; en la fase superior de su proceso de vida, la conciencia enajenada adquiere conciencia de sí misma y de su proceso de surgimiento —de su proceso abstracto enajenado de autogeneración—, es decir, se convierte en autoconciencia desenajenada. (Marx hace una mordaz crítica a esta autoconciencia omnisciente, absoluta y todopoderosa que realiza inconscientemente la mayoría de sus funciones fundamentales y que sólo post festum viene a enterarse, es decir, a tener conciencia, de lo que ha hecho.) Para Hegel los únicos productos de la actividad humana son las entidades espirituales y la esencia natural del hombre es la autoconciencia, es decir, el espíritu que se piensa a sí mismo y a su generación y evolución como tal espíritu. La conciencia produce estas entidades espirituales como reflejo directo de la realidad. La conciencia, ya hemos visto, son las potencias espirituales del ser humano que han sido desprendidas del tronco de la esencia de la naturaleza humana, se han sustantivado y han tenido un desarrollo autónomo; esta conciencia, así enajenada, realiza su función de apropiación de la realidad objetiva creando las entidades mentales correspondientes; éstas se van agregando al cuerpo sustantivo de la sustancia enajenada. La autoconciencia, esencia natural del ser humano según Hegel, existe en primera instancia como una conciencia abstracta, vacía de todo contenido, como pensamiento abstracto, como potencia. Al desplegar sus potencias de desarrollo y ejercer sus facultades intrínsecas aprehende la realidad objetiva y construye las entidades mentales correspondientes; pero al hacer esto ha debido concentrarse en el objeto, perdiendo en ello su característica esencial, es decir, la conciencia de sí misma, que es sustituida por la conciencia del objeto. Éste es, cabalmente, el contenido del proceso de enajenación de la autoconciencia (enajenación del ser humano) tal y como la concibe Hegel. En esta enajenación se van produciendo una serie de elementos sustantivos, entidades espirituales, por el momento expresión de la autoenajenación de la autoconciencia.

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La enajenación de la autoconciencia llega al punto en el cual se exige imperiosamente la revocación de la enajenación. Es decir, la autoconciencia enajenada, la esencia natural humana perdida, reivindica la reapropiación de su facultad fundamental, la conciencia de sí, y la incorporación como elementos suyos —de su sustancia— de todas las entidades espirituales producidas durante el proceso. La autoconciencia desenajenada no es, pues, sino el conjunto de las potencias y productos intelectuales del ser humano sustantivados y desgajados de la unidad primitiva de la esencia natural —de la verdadera esencia natural ya estudiada— que han cobrado conciencia de sí en la cabeza del filósofo, el cual ha introducido en ellas orden y concierto, las ha sistematizado de acuerdo con el principio de su evolución. Toda la historia del proceso de enajenación y todo el proceso de la revocación de la enajenación no es, pues, otra cosa que la historia de la producción del pensamiento abstracto (es decir, absoluto); del pensamiento lógico, especulativo. La enajenación, que forma pues, el verdadero interés de la enajenación y de la eliminación de la enajenación, la oposición de en sí y para sí, de conciencia y autoconciencia, de objeto y sujeto; es decir, la oposición, dentro del pensamiento mismo, entre el pensamiento abstracto y la realidad sensorial o sensorialidad real. Toda otra oposición y movimiento de estas oposiciones no es sino la forma exterior, la capa, la forma esotérica de estas oposiciones que son las que importan, y que constituyen el significado de estas oposiciones profanas.15

La enajenación no es, para Hegel, el hecho real de que el hombre objetive sus fuerzas esenciales en oposición a sí mismo, en forma no humana; es, por el contrario, el hecho de que objetive las entidades espirituales, que son el reflejo de esas fuerzas esenciales enajenadas, en oposición al pensamiento abstracto, a la autoconciencia. Puesto que para Hegel todas las fuerzas esenciales enajenadas del ser humano son sólo entidades espirituales y, puesto que también para él la naturaleza esencial del hombre es el espíritu —la autoconciencia—, la revocación de la enajenación, la apropiación de las fuerzas esenciales enajenadas del hombre, es una apropiación que se da en el pensamiento puro —en la autoconciencia—, es la apropiación de esos objetos como pensamientos —como entidades espirituales, como fases del espíritu— y por la vía del pensamiento —de la autoconciencia—. Pese a su idealismo, la filosofía de Hegel tiene un núcleo racional que es el punto de partida de la teoría marxista: la concepción de la constitución y de la realización de la esencia natural humana como el proceso de autogeneración, enajenación y revocación de esa enajenación de las potencias esenciales del hombre; si bien, Hegel considera la esencia natural humana como constituida por la autoconciencia —la conciencia consciente de sí misma—, las potencias humanas como las entidades espirituales que son su reflejo enajenado y el 15

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Marx, Carlos, op. cit., p. 152.

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proceso de enajenación y revocación de la enajenación como la enajenación y desenajenación del pensamiento abstracto, del espíritu, de la autoconciencia. Marx toma esta concepción de Hegel como su punto de arranque y, poniéndola sobre los pies, considera a la historia del hombre como el proceso a través del cual, en primera instancia, produce los elementos esenciales de su naturaleza: capacidades físicas y mentales del individuo, fuerza de trabajo colectiva, conciencia social, etcétera, todas como elementos objetivos, naturales —naturales humanos—; en su desarrollo, esos elementos objetivos, producto de la acción práctico-consciente del hombre, se separan de la esencia natural del hombre, entran en oposición objetiva, real con ella, la aniquilan y se convierten en la esencia enajenada del ser humano, una esencia enajenada real, objetiva; la separación entre el ser humano y su esencia llega a tal punto de hostilidad que se hace imperiosa la reapropiación de esos elementos por el hombre para reconstituir su esencia natural; esa reapropiación es una acción objetiva, práctico-consciente, del hombre. El papel de la conciencia —del ser consciente— es reflejar todo este proceso real, objetivo, como prerrequisito para la acción práctico-consciente enfilada a recobrar la esencia natural del hombre. En el capítulo final de la Fenomenología, “Saber Absoluto”, se hace una condensación de la obra, se establece la relación de la Fenomenología con la dialéctica especulativa y se expone la conciencia de Hegel en relación a ambas y su relación recíproca. Hegel parte del postulado de que la esencia natural del ser humano es la autoconciencia. La función esencial de la autoconciencia es apropiarse entidades mentales (pensamientos, representaciones e imágenes mentales, etcétera), organizarlas, sistematizarlas e incorporarlas a su sustancia. Para realizar esta función esencial, la autoconciencia debe primero producir entidades mentales. En el proceso de engendrar las imágenes mentales, la autoconciencia las elabora directamente a partir del objeto exterior; esta actividad no es su función esencial, que como decimos consiste en relacionarse con entidades mentales —espirituales—, sino la negación de la misma. De ahí entonces que la autoconciencia se enajene —es decir, realice una función que no es de su esencia— y produzca los objetos mentales como corporización de esa esencia enajenada. La autoconciencia restaura su naturaleza esencial perdida al apropiarse los objetos mentales creados por ella en el proceso de su enajenación e incorporarlos a su sustancia; reasume así su función esencial anteriormente señalada. En la primera fase del proceso, la autoconciencia establece la objetividad, una objetividad enajenada. Como potencia separada de la primigenia esencia natural del ser humano, la conciencia —el hombre consciente— elabora los pensamientos, las imágenes mentales en relación directa con el objeto.

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Al reapropiarse su naturaleza esencial, la autoconciencia supera —niega— la objetividad y restaura la no objetividad del objeto, su naturaleza espiritual, o más bien dicho, su verdadera objetividad que es el espíritu. La conciencia, como potencia separada de la esencia natural del ser humano, se apropia las entidades previamente elaboradas y las incorpora a su sustancia. La objetividad no puede ser, para Hegel, otra cosa que la autoconciencia enajenada. El ser humano es un ser natural, objetivo, sus capacidades y potencias son fuerzas naturales y objetivas que actúan sobre el mundo objetivo, natural; la objetividad del mundo exterior es establecida a través de la acción teórico-práctico del ser humano. La autoconciencia, por el contrario, establece la objetividad cuando crea entidades mentales; el objeto es para ella, precisamente, aquella entidad que sólo es la imagen del objeto real. El objeto —la imagen mental producida por la autoconciencia enajenada— es negatividad pura; en su movimiento niega su objetividad —su carácter de imagen mental del objeto real— porque esa objetividad no es sino la negación de la verdadera esencia del ser humano, la autoconciencia, es decir, negación de la función de apropiarse entidades espirituales e incorporarlas a su sustancia; es una objetividad enajenada. Al negarse el objeto, se supera su naturaleza objetiva —imagen mental— y se reapropia su verdadera naturaleza, como parte integrante de la autoconciencia, como entidad mental ya producida y que ahora se incorpora a la sustancia de la autoconciencia. Se restaura la verdadera objetividad de la autoconciencia. El proceso de apropiación del objeto por la conciencia mediante la creación de imágenes mentales del mismo, es, para Hegel, la negación de la naturaleza esencial de la autoconciencia; todo el acervo de imágenes mentales creadas por la conciencia es la objetivación de la esencia natural de la autoconciencia; la negación de la negación es la recuperación por la autoconciencia de su esencia a través de la superación de la enajenación; esta superación se realiza negando la objetividad enajenada del objeto y restaurando su verdadera objetividad, es decir, transformando al objeto en parte de la autoconciencia. El proceso real es el siguiente: el ser humano ejercita sus capacidades objetivas esenciales —físicas y mentales— creando un mundo objetivo que es la negación de su esencia natural humana; éste es el proceso de enajenación de su naturaleza esencial; tal mundo objetivo está constituido por sus propias capacidades físicas y mentales ahora ajenas —negatorias, opuestas— a su esencia natural; la desenajenación es la fase del proceso a través de la cual el ser humano recupera su esencia natural al reapropiarse sus fuerzas esenciales materializadas en el mundo objetivo que ha producido. Este proceso no tiene nada de misterioso y se realiza a través de relaciones naturales, objetivas, entre el hombre —ser objetivo— y la naturaleza.

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Hegel se establece de lleno dentro del proceso real de la enajenación, sin llegar a aprehender su verdadera naturaleza: a) En primer término, toma uno de los elementos que constituyen la enajenación real del ser humano, la capacidad intelectiva sustantivada, como la esencia natural del ser humano; es decir, a uno de los elementos negatorios de la esencia natural como la propia esencia. b) En segundo lugar, concibe la actividad de esa potencia enajenada de la esencia natural del ser humano apenas sí como el propio proceso de enajenación de dicha esencia. c) En tercer lugar, concibe el proceso de constitución y desarrollo de la capacidad intelectiva sustantivada, es decir, de este elemento de la negación real de la esencia natural humana, como el movimiento de reapropiación de la esencia natural del ser humano. La desenajenación es, en Hegel, el proceso por el cual se constituye y desarrolla uno de los elementos de la anulación real de la esencia natural humana; es decir, por el cual se afirma y confirma la enajenación real del hombre. El aspecto positivo de la filosofía de Hegel radica en que descubre el movimiento formal de la historia del hombre: constitución de su esencia natural, enajenación y reapropiación de la misma. No obstante, como hemos visto, lo que Hegel considera como la esencia natural del hombre y su enajenación y desenajenación es precisamente lo contrario de los que ellos son en la realidad. Marx y Engels toman como punto de apoyo ese reflejo abstracto e invertido del movimiento real, lo ponen sobre los pies y lo dotan de contenido, con lo cual establecen el proceso real de la historia humana, la cual debe desembocar, necesariamente, en el comunismo, que es la fase en la que el hombre se reapropia sus fuerzas esenciales. La dialéctica —la negación de la negación— adquiere también así su significado real, revolucionario: es la negación de la naturaleza antihumana del mundo del hombre y a la vez la restauración de su naturaleza esencial, la reconstitución de la esencia natural humana, la reapropiación de las fuerzas esenciales del hombre. En resumen: El espíritu es, en Hegel, el conocimiento enajenado del pensamiento, la naturaleza y la historia humana. El espíritu, que existía en sí mismo desde la eternidad, se exterioriza en la naturaleza al final de cuyo desarrollo produce al ser pensante; en él empieza el espíritu a cobrar conciencia de sí mismo. La especie humana posee, como característica esencial, la facultad del pensamiento y la autoconciencia; dicha facultad la ha desarrollado en primera instancia como pensamiento del objeto en su inmediatez y superficialidad y como conciencia de la conciencia que conoce lo inmediato y superficial —autoconciencia en la fase de su constitución—; la autoconciencia engendra a su otro, es decir, a la conciencia del objeto que ahora penetra a un nivel más profundo de la esencia del mismo, la autoconciencia, esto es, la certeza de sí mismo, se

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ha enajenado en su otro, la conciencia del objeto y a través de él construye una sustancia espiritual —la esencia de las cosas— por el momento ajena y negatoria de aquella otra sustancia original; por último, la autoconciencia recobra su naturaleza esencial, es decir, la certeza de sí misma de la conciencia pero en una forma superior, haciendo suya la sustancia espiritual —la esencia de las cosas— previamente desarrollada. La autoconciencia recobra su naturaleza esencial mediante la revocación de la enajenación; concibe de nuevo al ser en su inmediación y simplicidad pero conteniendo en su interior todo el desarrollo anterior. Esta reapropiación por la autoconciencia de su naturaleza esencial es, al mismo tiempo, el retorno del espíritu a sí mismo después de su enajenación a través de la naturaleza; es la vuelta al comienzo de donde partirá de nuevo todo el mismo proceso. El núcleo racional de las ideas de Hegel lo encontramos en lo que sigue: a) la tesis de que el desenvolvimiento de la naturaleza desemboca necesariamente en la aparición del ser pensante, es decir, de la especie humana; para Hegel, la existencia de la especie humana no es un hecho accidental, que podría haber acontecido o no; por el contrario, es el resultado ineluctable del desarrollo de la naturaleza; esta tesis es aún más profunda: en última instancia, significa que la materia tiene como su esencia más íntima al pensamiento, es decir, al ser pensante y que, por tanto, su movimiento lleva siempre por necesidad a la aparición, bajo determinadas circunstancias, de la materia pensante; b) la idea de que la naturaleza del hombre ha tenido un proceso de vida que pasa por las fases de: 1) su constitución; 2) su enajenación, y 3) la revocación de la enajenación y su reapropiación; c) el hecho de que el desarrollo del conocimiento humano históricamente ha seguido la vía que va de la apariencia a la esencia de las cosas. La metafísica de Hegel radica en los puntos siguientes: a) la pretensión de que la forma superior de existencia de la naturaleza, es decir la naturaleza pensante, no es sino una fase del desenvolvimiento espiritual del propio pensamiento enajenado y sustantivado; el resultado es puesto como su propio generador; b) la consideración del pensamiento y la autoconciencia como lo específicamente humano; la actividad enajenada, es decir, separada de los demás elementos de la naturaleza del hombre, por la cual el ser humano produce e integra en una sustancia espiritual las imágenes del mundo exterior con absoluta independencia de la actividad práctica que actúa sobre la realidad transformándola, es tomada como la típica actividad humana, como la actividad distintiva de la especie; c) la idea de que la historia de la constitución, enajenación y revocación de la autoconciencia es la historia real de la especie humana; la autoconciencia es, por un lado, sólo una de las potencias humanas y además en estado de enajenación (es decir, separada del resto de facultades integrantes de la naturaleza huma-

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na); su actividad consiste en producir e integrar en una sustancia las imágenes mentales de la esencia de las cosas; encerrada en sí misma, su materia prima son los conceptos y las ideas y el resultado de su trabajo lo son los conceptos y las ideas estructurados en una forma sistemática; se alimenta de pensamientos y produce pensamientos; no tiene ninguna relación directa y explícita con la actividad práctica humana. Por otro lado, el producto de la autoconciencia es sólo un reflejo de la realidad no obtenido directamente por ella de la misma a través de la actividad práctica, ni destinada directamente a realizar dicha actividad; esto quiere decir que, además de que la autoconciencia es una potencia enajenada de la verdadera humanidad, es sólo una de dichas potencias. Es Feuerbach el que, mediante la crítica de la metafísica hegeliana, de la corteza mística de su filosofía, al restaurar el materialismo pone la base para que Marx y Engels se deshagan de aquella envoltura idealista de la filosofía hegeliana, la sustituyan por el principio materialista de la primacía del ser sobre la conciencia —la conciencia no es más que el ser consciente— y conserven el rico contenido racional de aquélla. Queda así estructurada la base fundamental de la teoría del materialismo dialéctico que es el núcleo de la doctrina marxista. En ésta su forma primitiva, el materialismo dialéctico comprende lo siguiente: el principio fundamental de la primacía del ser sobre la conciencia, el reconocimiento de la actividad práctica humana como el único criterio de la verdad, la exhaustiva y pormenorizada recopilación de las leyes generales de la estructura y del movimiento de la materia que se contiene en la lógica hegeliana y que es al mismo tiempo el más completo método del conocimiento científico, la representación abstracta de la evolución de la naturaleza y el reflejo, abstracto también, del desenvolvimiento de la especie humana. Marx y Engels, con base en aquel principio esencial, conservan íntegra la dialéctica hegeliana como método del conocimiento; no realizan ninguna formulación nueva de la misma, sino que se atienen rigurosamente a la versión de Hegel. Engels efectúa un fallido intento de hacer una exposición de la dialéctica hegeliana en un lenguaje materialista; el resultado fue ese esbozo de trabajo que se conoce como Dialéctica de la naturaleza,16 en el cual se contiene la famosa y excesivamente simplificada explicación de las “tres leyes de la dialéctica” que es, para el revisionismo de todas las épocas, la suma y compendio de la dialéctica materialista. Armados con los principios materialistas y con la dialéctica hegeliana, Marx y Engels acometen la tarea de llenar de contenido los dos esquemas hegelianos de la evolución de la naturaleza y de la especie humana. En lo que se refiere al ámbito de la historia natural, es realmente poco lo que investigan los dos teóricos revolucionarios; de ellos, es Engels el que más atención pone a esta área del conocimiento y lo hace únicamente para ordenar y sistematizar, con base en el principio materialista y de acuerdo con el esquema hegeliano, el abundante Engels, Federico, Dialéctica de la Naturaleza, traducción directa del alemán por Wenceslao Roces, Editorial Grijalbo, S.A., México, 1982. 16

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acervo de conocimientos proporcionado por las ciencias positivas que eran impulsadas por la producción capitalista. En donde realizan el grueso de su labor teórico-revolucionaria es en el ámbito de la historia humana y lo hacen aplicando a este sector del conocimiento la tesis nodal del materialismo, la dialéctica hegeliana y el esquema hegeliano de la evolución de la humanidad. Desarrollan así las leyes fundamentales de la estructura y evolución de las sociedades humanas, forjando los conceptos de formación económico-social, base económica y superestructura política e ideológica, fuerzas productivas y relaciones de producción, clases sociales, lucha de clases, revolución social, etcétera; pasan después, equipados con los mismos instrumentos y con esas primeras leyes fundamentales, al estudio del régimen de la propiedad privada para encontrar en él la clave de la evolución de la especie humana, que consiste en la pérdida, en esa formación económico-social, de las características esenciales de la especie pero, al mismo tiempo, en la producción de los elementos para su restauración en una forma más alta en una formación económico-social que debe suceder a la de la propiedad privada, en el comunismo; continúan, utilizando todo ese bagaje teórico acumulado, con el análisis específico de la última fase de la propiedad privada, el régimen de producción capitalista, al que dedican una parte sustancial de su labor teórica y por medio del cual determinan al detalle cómo se da culminación en él al proceso de anulación de la naturaleza humana de la especie y la manera en que se crean las premisas para el cambio revolucionario hacia la sociedad comunista; se descubren las leyes de la economía y de la lucha de clases de la sociedad capitalista. Con fundamento en todo lo anterior, Marx y Engels adelantan las hipótesis del proceso de cambio revolucionario del capitalismo al socialismo y de ahí al comunismo. En diversos pasajes de sus distintas obras Marx y Engels reconocen la relación que guarda su doctrina con la filosofía hegeliana. En seguida citaremos los más representativos de ellos: Pero de la descomposición de la escuela hegeliana brotó además otra corriente, la única que ha dado verdaderos frutos, y esta corriente va asociada primordialmente al nombre de Marx. También esta corriente se separó de la filosofía hegeliana replegándose sobre las posiciones materialistas. Es decir, se decidió a considerar el mundo real —la naturaleza y la historia— tal como se presenta a cualquiera que lo mire sin quimeras idealistas preconcebidas; se decidió a sacrificar implacablemente todas las quimeras idealistas que no concordasen con los hechos, enfocados en su propia concatenación y no en una concatenación imaginaria. Y esto, sólo esto, es lo que se llama materialismo. Sólo que aquí se tomaba realmente en serio, por vez primera, la concepción materialista del mundo y se la aplicaba consecuentemente —a lo menos, en sus rasgos fundamentales— a todos los campos posibles del saber. Esta corriente no se contentaba con dar de lado a Hegel: por el contrario, partía de su lado revolucionario, del método dialéctico, descrito más arriba. Pero bajo su forma hegeliana este método era inservible. En Hegel, la dialéctica es

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el autodesarrollo del concepto. El concepto absoluto no sólo existe desde toda la eternidad —sin que sepamos dónde—, sino que es, además, la verdadera alma viva de todo el mundo existente. El concepto absoluto se desarrolla hasta llegar a ser lo que es, a través de todas las etapas preliminares que se estudian por extenso en la Lógica y que están contenidas todas en un dicho concepto; luego, se “enajena” al convertirse en la naturaleza, donde, sin la conciencia de sí, disfrazado de necesidad natural, atraviesa por un nuevo desarrollo hasta que, por último, recobra en el hombre la conciencia de sí mismo; en la historia, esta conciencia vuelve a elaborarse a partir de su estado tosco y primitivo, hasta que por fin el concepto absoluto se recobra de nuevo por completo en la filosofía hegeliana. Como vemos en Hegel, el desarrollo dialéctico que se revela en la naturaleza y en la historia, es decir, la concatenación casual del progreso que va de lo inferior a lo superior, y que se impone a través de todos los zigzags y retrocesos momentáneos, no es más que un clisé del automovimiento del concepto; automovimiento que existe y se desarrolla desde toda una eternidad, no se sabe dónde, pero desde luego con independencia de todo cerebro humano pensante. Esta inversión ideológica era la que había que eliminar. Nosotros retornamos a las posiciones materialistas y volvimos a considerar los conceptos de nuestro cerebro como las imágenes de las cosas reales, en vez de reputar las cosas reales como imágenes de tal o cual fase del concepto absoluto. Así, la dialéctica quedaba reducida a la ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano: dos series de leyes idénticas en cuanto a la esencia, pero distintas en cuanto a la expresión, en el sentido de que la mente humana puede aplicarlas conscientemente, mientras que en la naturaleza, y hasta hoy también, en gran parte, en la historia humana, estas leyes se imponen de un modo inconsciente, bajo la forma de una necesidad exterior, en medio de una serie infinita de aparentes casualidades. Pero, con esto, la propia dialéctica del concepto se convertía simplemente en el reflejo consciente del movimiento dialéctico del mundo real, lo cual equivalía poner la dialéctica hegeliana cabeza abajo; o mejor dicho, a invertir la dialéctica, que estaba cabeza abajo, poniéndola de pie. Y, cosa notable, esta dialéctica materialista, que era desde hacía varios años nuestro mejor instrumento de trabajo y nuestra arma más afilada, no fue descubierta solamente por nosotros, sino también, independientemente de nosotros y hasta independientemente del propio Hegel, por un obrero alemán Joseph Dietzgen. De tal manera volvía a ponerse de pie el lado revolucionario de la filosofía hegeliana y se desprendía al mismo tiempo de la costra idealista que en Hegel impedía su consecuente aplicación.17 Entretanto, junto a la filosofía francesa del siglo XVIII, y tras ella, había surgido la moderna filosofía alemana, que fue coronada por Hegel. El principal mérito de esta filosofía es la restitución de la dialéctica como forma suprema del pensamiento... La filosofía alemana moderna alcanzó la cumbre en el sistema de Hegel, en el que por vez primera —y ése es su gran mérito— se concibe todo el mundo de Engels, Federico, Ludwig Feuerbach y el Fin de la Filosofía Clásica Alemana, en Carlos Marx y Federico Engels, Obras Escogidas, t. VII, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, Argentina, 1973, pp. 376-378. 17

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la naturaleza, de la historia y del espíritu como un proceso, es decir, en constante movimiento, cambio, transformación y desarrollo, y se intenta además poner de relieve la íntima conexión que preside este proceso de movimiento y desarrollo. Contemplada desde este punto de vista, la historia de la humanidad no aparecía ya como un caos árido de violencias absurdas, todas igualmente condenables ante la razón filosófica, hoy ya madura, y buenas para ser olvidadas cuanto antes, sino como el proceso de desarrollo de la propia humanidad, que el pensamiento debía seguir ahora en sus etapas graduales y a través de todos los extravíos, y demostrar la existencia de las leyes internas que guían todo aquello que a primera vista pudiera creerse obra del azar.18 Recuérdese que la crítica que las ciencias naturales oponen a Hegel, en aquello en que está certeramente orientada, sólo versa sobre estos dos aspectos: el punto de partida idealista y la construcción arbitraria de un sistema que se da bofetadas con los hechos. Pues bien, descontando todo esto, queda todavía en pie la dialéctica hegeliana. Corresponde a Marx —frente a los “gruñones, petulantes y mediocres epígonos que hoy ponen cátedra en Alemania culta”— el mérito de haber destacado de nuevo, adelantándose a todos los demás, el relegado método dialéctico, el entronque de su pensamiento con la dialéctica hegeliana y las diferencias que la separan de ésta, a la par que en El Capital aplicaba este método a los hechos de una ciencia empírica, la economía política.19 Las leyes de la dialéctica se abstraen, por tanto, de la historia de la naturaleza y de la historia de la sociedad humana. Dichas leyes no son, en efecto, otra cosa que las leyes más generales de estas dos fases del desarrollo histórico y del mismo pensamiento. Y se reducen, en lo fundamental, a tres: ley del trueque de la cantidad en cualidad, y viceversa; ley de la penetración de los contrarios; ley de la negación de la negación Las tres leyes han sido desarrolladas por Hegel, en su manera idealista, como simples leyes del pensamiento: la primera, en la primera parte de la Lógica, en la teoría del Ser; la segunda ocupa toda la segunda parte, con mucho la más importante de todas (NB) de su Lógica, la teoría de la Esencia; la tercera, finalmente, figura como la ley fundamental que preside la estructura de todo el sistema. El error reside en que estas leyes son impuestas, como leyes del pensamiento, a la naturaleza y a la historia, en vez de derivarlas de ellas. De ahí proviene toda la construcción forzada y que, no pocas veces, pone los pelos de punta: el mundo, quiéranlo o no, tiene que organizarse con arreglo a un sistema discursivo, que sólo es, a su vez, producto de una determinada fase de desarrollo del pensamiento humano. Pero, si invertimos los términos, todo resulta sencillo y las leyes dialécticas, que en la filosofía idealista parecían algo extraordinariamente misterioso, resultan inmediatamente sencillas y claras como la luz del sol.20 Engels, Federico, Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico, en Carlos Marx y Federico Engels, Obras Escogidas, t. VII, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, Argentina, 1973, pp. 301-304. 19 Engels, Federico, Dialéctica de la Naturaleza, traducción directa del alemán por Wenceslao Roces, Editorial Grijalbo, S.A., México, 1982, pp. 27-28. 20 Ibíd., p. 41. 18

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Lo que hay de grande en la Fenomenología de Hegel y en su resultado final —la dialéctica de la negatividad. Como el principio motor y engendrador— es, por tanto, de una parte, el que Hegel conciba la autogénesis del hombre como un proceso, la objetivación como desobjetivación, como enajenación y como superación de esa enajenación, el que capte, por tanto, la esencia del trabajo y conciba al hombre objetivado y verdadero, por ser el hombre real, como resultado de su propio trabajo; el comportamiento real, activo, del hombre ante sí mismo como ser genérico o la manifestación de sí mismo como un ser genérico real, es decir, como ser humano, sólo es posible por el hecho de que crea y exterioriza realmente todas sus fuerzas genéricas —lo que, a su vez, sólo es posible mediante la actuación conjunta de los hombres, solamente como resultado de la historia— y se comporta ante ellas como objetos, lo que, a su vez, hace posible, solamente y ante todo, la forma de la enajenación. Provisionalmente, anticiparemos tan sólo esto: Hegel adopta el punto de vista de la economía política moderna. Concibe el trabajo como la esencia, como el ser del hombre que se hace valer; sólo ve el lado positivo del trabajo, pero no su lado negativo. El trabajo es el devenir para sí del hombre dentro de la enajenación o en cuanto hombre enajenado. El único trabajo que Hegel conoce y reconoce es el abstractamente intelectual. Por tanto, lo que en general constituye la esencia de la filosofía, la enajenación del hombre que se sabe, o la ciencia enajenada que se piensa, es lo que Hegel reconoce como esencia suya.21 Se trata, ahora, de resumir los momentos positivos de la dialéctica hegeliana, dentro de la determinación de la enajenación. a) La superación como movimiento objetivo, que se hace retornar a sí la exteriorización. “Es ésta la visión, expresada dentro de la enajenación, la visión enajenada en la objetivación real del hombre, en la real apropiación de su esencia objetiva por la negación de la determinación enajenada del mundo objetivo, por su superación, en su existencia enajenada, como el ateísmo, en cuanto a superación de Dios, es el devenir del humanismo teórico, y el comunismo, como superación de la propiedad privada, la reivindicación de la vida humana real como su propiedad, es este devenir del humanismo práctico, o el ateísmo es el humanismo conciliado consigo mismo mediante la superación de la religión, y el comunismo mediante la superación de la propiedad privada. Sólo con la superación de esta mediación —que es, sin embargo, una premisa necesaria— se llega al humanismo que comienza positivamente consigo mismo, al humanismo positivo.” Pero en ateísmo y el comunismo no son ninguna evasión, ninguna abstracción, ninguna pérdida del mundo objetivo engendrado por el hombre, de sus fuerzas esenciales nacidas y manifestadas para la objetividad, ninguna pobreza que retorna a la sencillez no natural, no desarrollada. Son, por el contrario, por vez primera, el devenir real, la realización realmente devenida para el hombre de su esencia, y de su esencia en cuanto real.

Marx, Carlos, “La dialéctica y la filosofía hegelianas”, en La Sagrada Familia y otros escritos filosóficos de la primera época, traducción del alemán por Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalbo, S.A., México, 1967, pp. 55-56. 21

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Por tanto, Hegel, al concebir el sentido positivo de la negación referida a sí misma —aún cuando, una vez más, de modo enajenado—, concibe la autoenajenación, la exteriorización de la esencia, la desobjetivación y desrealización del hombre como autoadquisición, cambio de esencia, objetivación y realización. “En una palabra, concibe el trabajo —dentro de la abstracción— como la conciencia genérica y la vida genérica en gestación”.22

De lo expuesto se desprende claramente que la relación entre el marxismo y la filosofía hegeliana es compleja y profunda. El revisionismo y la dialéctica Una corriente revisionista pretende que hay una dialéctica de Marx distinta de la dialéctica de Hegel y que toda la rica y exhaustiva exposición de la ley general del movimiento que está comprendida en la Lógica de Hegel (la dialéctica del ser y de la esencia) es sólo idealismo y misticismo. Ya hemos visto que Marx y Engels reconocen explícitamente que es la dialéctica hegeliana, despojada de su envoltura idealista, la que utilizan en sus trabajos teóricos (véase las citas arriba transcritas); pero para ciertos revisionistas, el contenido racional que Marx dice conservar de la dialéctica hegeliana es el que expresa en una frase suya: “en la inteligencia y explicación positiva de lo que existe abriga a la par la inteligencia de su negación, de su muerte forzosa; porque crítica y revolucionaria por esencia, enfoca todas las formas actuales en pleno movimiento, sin omitir, por tanto, lo que tiene de perecedero y sin dejarse intimidar por nada”. Al interpretar oficiosamente a Marx, el revisionismo castra la doctrina marxista: por un lado, propone que lo verdaderamente revolucionario del marxismo, su principio fundamental, es el concepto del devenir heraclitiano, con lo cual hace retroceder al marxismo, en filosofía, más de 20 siglos; por otro, desecha la dialéctica hegeliana con todas sus abundantes determinaciones de la realidad al considerar que aplicarla al conocimiento del objeto es misticismo y dogmatismo porque se lleva al proceso cognoscitivo un prejuicio que impide que aquél sea visto en su estado puro, fáctico; de esta manera, hace regresar al marxismo, en este aspecto, muy atrás de la filosofía hegeliana, para recaer en la experiencia inmediata e ingenua, en la empiria, que son el fundamento de la antigua metafísica. De acuerdo con esto, Marx y Engels eran, ni más ni menos, unos místicos que, poseídos de una virtud sobrenatural, de una inteligencia sobrehumana, con la sola creencia en el principio de que todas las cosas llevan el germen de su negación en sí mismas, pudieron extraer de la materia bruta de los hechos, a fuerza de estrellar en ella sus cabezas, la teoría científica que explica al mundo y a la sociedad humana. En suma, para el revisionismo, el marxismo es una doctrina que tiene sólo dos principios: el de la primacía del ser (del ser práctico, de la “praxis”) sobre la conciencia y el del devenir, armado con los cuales se enfrenta directamente a los objetos para reproducirlos en el pensamiento; por lo tanto, desposeída de 22

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Ibídem, p. 64.

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la dialéctica hegeliana, a la doctrina de la revolución sólo le quedan como instrumentos del conocimiento la filosofía heraclitiana, la experiencia inmediata e ingenua que es el fundamento de la metafísica, la metafísica misma (principio de identidad, etcétera), el empirismo que busca la verdad en la experiencia que está presente en la percepción externa e interna y que es la base de la filosofía crítica (kantismo), la propia filosofía crítica (categorías fijas e inmóviles que sólo pueden aprehender lo singular, casual, yuxtapuesto, accidental, etcétera; la contradicción y la necesidad están en el pensamiento, no en la realidad objetiva; la “cosa en sí”, la esencia, no es cognoscible), el saber inmediato, sustentador del cartesianismo, que postula que únicamente lo particular e inmediato es aprehensible a través de categorías y conceptos y que lo general es cognoscible sólo por medio de un acto de fe, el cartesianismo para el cual el conocer es también un acto de fe: cogito ergo sum y el supremo método de la dialéctica que consiste en el arte de discutir posiciones opuestas hasta llegar a encontrar la verdad. El revisionismo pretende hacer retroceder al marxismo a las posiciones filosóficas anteriores a la filosofía hegeliana, en alguna parte incluso hacia la filosofía griega. La revisión moderna de la teoría marxista se originó al mismo tiempo que el socialismo soviético era sustituido por el llamado “socialismo real”; fue la fracción radical de la intelectualidad pequeño burguesa la que, tratando de darle a sus intereses de clase un sustento teórico que fuera distinto del que tenían los de la burguesía y los de las otras capas de la pequeña burguesía, volvió los ojos a la teoría marxista para tomar de ella aquello que a sus propósitos convenía. La teoría marxista es la concepción científica de la evolución de la sociedad humana; como tal, aprehende su objeto a partir de su ser y se interna, por pasos sucesivos, hasta llegar a la esencia del mismo, pero considerada ésta en su aspecto negativo, es decir, como el germen del otro en que aquél ha de transformarse ineluctablemente. El marxismo trabaja primero sobre las determinaciones del ser del régimen capitalista, después penetra a las de la esencia positiva, es decir, a las que son el fundamento de su existencia y por último se adentra en las de la esencia negativa. El conocimiento marxista es un movimiento que sólo se detiene cuando llega al corazón mismo del objeto, a la esencia negativa; en su camino va dotando de orden y concierto, para poner de relieve al otro que contienen en su interior, primero a las determinaciones del ser y luego a las de la esencia positiva que ya la ciencia social anterior, pertrechada con las armas de la lógica formal, se había encargado de develar, aunque de una manera incompleta y confusa y en un lenguaje disímil y contradictorio; sólo después de todo esto, la ciencia marxista se introduce en la esencia negativa de su objeto. La intelectualidad pequeño burguesa posee una naturaleza de clase típicamente burguesa y su instrumento del conocimiento es, por necesidad, la lógica formal, que es el alma de la metafísica; conservando esa naturaleza y ese bagaje gnoseológico, su fracción radical busca una afilada arma con que enfrentarse a la burguesía, encontrándose en su indagación con la teoría marxista plenamente desarrollada.

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Sin abandonar sus intereses de clase ni el método del conocimiento que a ellos corresponde, la intelectualidad pequeño burguesa radical toma la organización y sistematización que el marxismo hace de las determinaciones del ser y de la esencia positiva y la preparación que de ellas se realiza para que conduzcan al conocimiento necesariamente hacia la esencia negativa y las somete a la camisa de fuerza de la gnoseología burguesa, las reduce a la naturaleza de la lógica formal y la metafísica y las despoja de esa inquietud que las llevaba fuera de sí mismas y las deja confinadas a los límites del ser existente; de esta manera, castra el contenido revolucionario de la doctrina marxista porque deja fuera del conocimiento la esencia negativa al detenerse en las esferas del ser y de la esencia positiva. Ese trabajo, que consiste en reducir la teoría marxista a las determinaciones de la lógica formal y de la metafísica y que es lo único que ha realizado la intelectualidad pequeño burguesa radical en las últimas décadas, es considerado por ellos como un desarrollo creador del marxismo. El marxismo, en su análisis del régimen capitalista de producción, hace una aplicación exhaustiva y detallada de la doctrina de la esencia contenida en la lógica hegeliana, después, desde luego, de haber desembarazado a ésta de su “cáscara idealista”; aprehende las determinaciones del ser y la esencia positiva, busca en ellas y encuentra su carácter reflexivo, la dinámica de su movimiento que las lleva necesariamente a transformarse en las determinaciones de la esencia negativa y llega así al conocimiento pleno de su objeto: la esencia negativa del régimen capitalista consiste en que en él se alcanza la fase superior de la anulación de la naturaleza humana y al mismo tiempo en que ahí se fraguan los elementos de una forma más alta, colectiva, de las capacidades de la especie, que son los gérmenes de un nuevo régimen económico, el socialismo, el cual tiene las características que necesariamente se gestan en el seno de su progenitor, el régimen capitalista, y no las que la desenfrenada imaginación de la intelectualidad pequeño burguesa les atribuye. En su nefasta labor, el revisionismo abjura de la exuberante dialéctica hegeliana y la sustituye por una supuesta dialéctica marxista que está integrada por unas cuantas fórmulas abstractas sacadas de la lógica hegeliana (como las famosas tres leyes) y sometidas al proceso que ya conocemos de reducción a la lógica formal y la metafísica, por las propias determinaciones de la lógica formal y la metafísica traducidas a un lenguaje marxista, por el principio del devenir heraclitiano, por la experiencia inmediata e ingenua, por el empirismo, por los postulados de la filosofía crítica, por el saber inmediato basado en la fe, etcétera, es decir, por toda la enorme variedad de posiciones gnoseológicas de la ideología burguesa que tienen como común denominador el mantenerse empantanadas en el conocimiento del ser y de la esencia positiva. El revisionismo en el terreno de la teoría económica política del marxismo se caracteriza entonces porque se sustituye la teoría marxista, que cala hasta la esencia negativa del régimen capitalista, por una variedad de la ideología burguesa que no transgrede los límites del ser y la esencia positiva del mismo; pero este revisionismo encuentra su punto de apoyo en el revisionismo a que se ha some-

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tido a la teoría marxista del conocimiento, la que tiene su fundamento sustancial en la dialéctica hegeliana, al reemplazarla por una forma de la teoría del conocimiento desarrollada por la filosofía burguesa que sólo puede aprehender, de una manera formal y metafísica, las determinaciones del ser y la esencia positiva. La revolución de que está grávido el capitalismo moderno sólo podrá realizarse si los revolucionarios pueden llegar teóricamente a comprender la esencia del régimen de producción capitalista, y esto exige que previamente se reivindique la teoría marxista en sus aspectos económico y político para que sea el instrumento de ese conocimiento incisivo; tal reivindicación únicamente es posible a condición de que se rescate la parte medular de la filosofía marxista, la dialéctica materialista, que tiene como su centro a la dialéctica hegeliana en toda su extensión y profundidad, tal y como está expuesta por Hegel en su Lógica bajo los títulos de “Doctrina del ser” , “Doctrina de la esencia” y “Doctrina del concepto” ya que nada más así podrá recobrar el marxismo su carácter de ciencia revolucionaria que sabe llegar hasta las honduras de la esencia del mundo. La filosofía de Hegel es un elemento constitutivo de la ideología del régimen de producción capitalista; es, por un lado, una poderosa arma en contra de la escolástica y la teología, bases de sustentación del régimen feudal y, por otro, un resultado y punto de apoyo del desenvolvimiento de la ciencia burguesa y, con ello, del progreso de la industria capitalista. Al mismo tiempo, la filosofía hegeliana contiene los elementos de su negación, que a la vez son los de la negación del régimen de producción capitalista; éstos son los que pasarán a formar parte de la teoría revolucionaria del proletariado. Feuerbach Según Marx el gran aporte de Feuerbach consiste en: 1) Dar la prueba de que la filosofía no es sino la religión expresada en pensamientos y racionalmente expuesta, y que por tanto ha de ser igualmente condenada como otra forma y manera de existencia de la enajenación del hombre. 2) Haber establecido el verdadero materialismo y la verdadera ciencia, ya que Feuerbach también hace de la relación social del hombre al hombre el principio básico de la teoría. 3) Su oposición a la negación de la negación, que afirma ser lo positivo absoluto, lo positivo que se afirma a sí mismo, lo positivo fundado en sí mismo.23 Feuerbach demuestra que la filosofía es la enajenación de una facultad humana, el conocimiento, y su sustantivación en un ente con vida propia que se opone, domina y sujeta a los seres humanos. En oposición a esta enajenación establece al hombre y su relación con los demás hombres como la sustancia del proceso del conocimiento y a éste como un predicado de la misma. Establece, como dice Marx, el verdadero materialismo y la verdadera ciencia. Marx, Carlos, Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Ediciones de Cultura Popular, México, D.F., 1977, p. 148. 23

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Critica, por tanto, la mistificación que Hegel hace de la dialéctica, oponiendo a aquélla el verdadero papel de la negación como un proceso que no sólo afirma la naturaleza del fenómeno, sino que también y principalmente la niega y la supera, transformándolo cualitativamente. Las tesis de Feuerbach constituyen una primera negación de la filosofía burguesa, pero que no excede sus límites; al mismo tiempo, al restaurar el materialismo, aunque en una forma incompleta, prepara el salto cualitativo hacia la dialéctica materialista que es el nódulo mismo de la teoría revolucionaria. Las críticas de Feuerbach a la filosofía hegeliana, la restauración del principio fundamental del materialismo y la crítica a la mistificación hegeliana de la dialéctica son prerrequisitos necesarios para el nacimiento de la teoría revolucionaria. Las limitaciones de Feuerbach las expone magistralmente Marx en su Tesis sobre Feuerbach:24 1. El defecto fundamental de todo el materialismo anterior —incluyendo el de Feuerbach— es que sólo concibe el objeto, la realidad, la sensorialidad, bajo la forma de objeto (objekt) o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana, como práctica, no de un modo subjetivo. De aquí que el lado activo fuese desarrollado por el idealismo, por oposición al materialismo, pero sólo de un modo abstracto, ya que el idealismo, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, como tal; Feuerbach quiere objetos sensibles, realmente distintos de los objetos conceptuales; pero tampoco él concibe la actividad humana como una actividad objetiva. Por eso, en La esencia del cristianismo sólo considera como auténticamente humano la actitud teórica, mientras que concibe y plasma la práctica sólo en su forma suciamente judaica de manifestarse. Por tanto, no comprende la importancia de la actividad revolucionaria, práctico-crítica. 2. El problema de sí se puede atribuir al pensamiento humano una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento aislado de la práctica es un problema puramente escolástico. 3. La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que, por lo tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación distinta, olvida que son los hombres quienes cambian las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado. Conduce, pues, forzosamente, a la división de la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la sociedad (así por ejemplo, en Robert Owen). La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria. 4. Feuerbach parte del hecho de la autoalienación religiosa, del desdoblamiento del mundo en un mundo religioso, imaginario, y otro real. Su cometido conMarx, Carlos, Tesis sobre Feuerbach, en Carlos Marx y Federico Engels, Obras Escogidas, t. Editorial Ciencia del Hombre, Buenos Aires, Argentina, 1973, pp. 9-11. 24

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siste en disolver el mundo religioso, reduciéndolo a su base terrenal. No ve que, después de realizada esta labor, queda por hacer lo principal. En efecto, el hecho de que la base terrenal se separa de sí misma y se plasme en las nubes como reino independiente, sólo puede explicarse por el propio desgarramiento y la contradicción de esa base terrenal consigo misma. Por lo tanto, lo primero que hay que hacer es comprender ésta en su contradicción y luego revolucionarla prácticamente eliminando la contradicción. Por consiguiente, después de descubrir, por ejemplo, en la familia terrenal el secreto de la sagrada familia hay que criticar teóricamente y revolucionar prácticamente aquélla. 5. Feuerbach, no contento con el pensamiento abstracto, apela a la contemplación sensorial; pero no concibe la sensorialidad como una actividad práctica, como actividad sensorial humana. 6. Feuerbach diluye la esencia religiosa en la esencia humana. Pero la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales. Feuerbach, que no se ocupa de la crítica de esta esencia real, se ve, por lo tanto, obligado: 1) a hacer caso omiso de la trayectoria histórica, enfocando de por sí el sentimiento religioso y presuponiendo un individuo humano abstracto, aislado; 2) en él, la esencia humana sólo puede concebirse como “género”, como una generalidad interna, muda, que se limita a unir naturalmente los muchos individuos. 7. Feuerbach, no ve, por consiguiente, que el “sentimiento religioso” es también un producto social y que el individuo abstracto que él analiza pertenece, en realidad, a una forma determinada de sociedad. 8. La vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios que descarrían la teoría hacia el misticismo encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión práctica. 9. Lo máximo que puede lograr el materialismo contemplativo, es decir, el materialismo que no concibe la sensorialidad como una actividad práctica, es contemplar a los distintos individuos dentro de la “Sociedad Civil”. 10. El punto de vista del antiguo materialismo es la sociedad “civil” el del nuevo materialismo, la sociedad humana o la humanidad socializada. 11. Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo. 2. La Economía Política En La Sagrada Familia (capítulo IV, apartado 4, Glosa marginal núm. 1),25 Marx y Engels hacen un esbozo de la crítica de la economía política (llamada por ellos

Marx, Carlos y Federico Engels, La Sagrada Familia y otros escritores filosóficos de la época, versión al español de Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalbo, México, 1967, pp. 96-99. 25

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en ese tiempo todavía “economía social”), labor que habrían de continuar hasta rematar en El Capital. Sus tesis fundamentales son las siguientes: La economía política clásica considera a la propiedad privada como el fundamento inatacable de la sociedad moderna. Acepta las condiciones de la propiedad privada como condiciones “humanas y sociales”. En realidad, esas apariencias se contradicen con los hechos económicos. Entonces, la economía política estima que esos hechos encuentran su explicación en una forma determinada de la propiedad privada, a la que hay que suprimir o modificar. Dentro de esta contradicción se mueven sin poder salir de ella. La labor teórica de la economía política —Adam Smith y David Ricardo, principalmente— produce los elementos necesarios para el conocimiento del régimen de producción capitalista en función de su conservación y perfeccionamiento; aunque va más lejos que la economía vulgar —la cual se detiene en la apariencia más superficial del fenómeno— sin embargo no puede ni quiere llegar a la esencia del mismo. Estos elementos constitutivos del régimen de producción capitalista son germinalmente elementos de su negación, es decir, elementos de la teoría económica marxista (tal es el caso, principalmente, de la teoría del valor desarrollada por los economistas clásicos). Proudhon, en su obra ¿Qué es la propiedad?, inicia la crítica de la economía política en el terreno mismo de la economía política. Opone la “apariencia humana” de las relaciones económicas a su realidad y en ellas las disuelve; establece que los supuestos falseamientos de la “apariencia humana” de las relaciones económicas son el resultado necesario de la existencia de la propiedad privada, fundamento de la sociedad burguesa y que, por tanto, la inhumanidad de las relaciones económicas burguesas tiene su origen en la propiedad privada en general y no en una forma determinada de la misma. Las tesis de Proudhon son la negación teórica de la economía política burguesa que no pasa de los linderos de ésta; al mismo tiempo, constituyen el punto de partida para el desarrollo de la economía política marxista, la cual es la negación teórica de la economía burguesa y, con ello, del régimen de producción capitalista.


CAPÍTULO II

Los pRimERos plaNtEamiENtos

1. En torno a la crítica de la Filosofía del Derecho26 El primer trabajo teórico de Marx, realizado en 1843, fue una revisión crítica de la filosofía del derecho. En él llega a la conclusión fundamental de que tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del espíritu humano sino por las condiciones materiales de vida, la llamada sociedad civil, y la anatomía de la sociedad civil había que buscarla en la economía política. Así lo dice Marx expresamente en el Prólogo a la Crítica de la Economía Política.27 En este primer planteamiento de Marx encontramos la herencia de Feuerbach, quien había establecido que la filosofía, entre cuyas ramas se encuentra la filosofía del Estado y del Derecho, no era otra cosa que el conocimiento enajenado. El espíritu, conforme a Feuerbach, no tiene vida propia sino derivada de la base humana que es su fundamento. En suma, aplicado por Marx a la crítica de la Filosofía del Derecho y del Estado, el postulado de Feuerbach se transforma en el principio de que no es la evolución del espíritu humano (espíritu absoluto de Hegel) lo que explica la naturaleza del derecho y del Estado, sino que éstos encuentran su explicación en la sociedad civil, la que a su vez la tiene en la economía política. También se manifiesta la influencia de los historiadores franceses, continuadores de los materialistas de esa misma nacionalidad, quienes se explicaban la naturaleza del Estado y del derecho en la sociedad civil y la de ésta en la lucha de clases. Con base en este principio fundamental, Marx desarrolla posteriormente los elementos esenciales del materialismo histórico. A la par con el establecimiento de los principios fundamentales del materialismo histórico, Marx hace, en el trabajo que comentamos, una aplicación de ellos al análisis del régimen de producción capitalista. Marx, Carlos, En torno a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, 1844, París, contenida en Carlos Marx y Federico Engels, La Sagrada Familia y otros escritores filosóficos de la época, traducción del alemán por Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalbo, S.A., México, D.F., 1967, pp. 3-15. 27 Marx, Carlos, Crítica de la Economía Política, Editora Nacional, México, D.F., 1973, pp. 6-7. 26

Los primeros planteamientos

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Parte del punto al que ha llegado la filosofía. La filosofía alemana, heredera y continuadora de la filosofía de Hegel, ha realizado la crítica de la religión, que es la premisa de toda crítica. Una vez terminada la crítica del cielo, es necesario realizar la crítica de la tierra, es decir, acabada la crítica de la religión es necesario realizar la crítica del derecho y del estado. La filosofía alemana del derecho y del estado había llegado, con la filosofía hegeliana, al punto superior de su desarrollo; al contrario del régimen económico-político de Alemania, que apenas si se encontraba en el punto focal de 1789. La filosofía alemana era contemporánea de los pueblos más adelantados económica y políticamente; no así la realidad económica alemana. En los pueblos modernos, después de lograda la emancipación política, se planteaba la emancipación humana como el siguiente paso de la revolución. Expresa Marx que el papel que a Alemania correspondía en este proceso era el de realizar la crítica de la filosofía del Estado y del Derecho modernos como prerrequisito para obtener el conocimiento de la realidad económica y política que preparase la acción revolucionaria; las armas de la crítica deberían preparar la crítica de las armas. La sociedad moderna había engendrado “una clase con cadenas radicales, una clase de la sociedad burguesa que no es una clase de la sociedad burguesa... una clase que es, en una palabra, la pérdida total del hombre. Esta disolución de la sociedad como una clase especial es el proletariado”. La condición para la emancipación humana (la recuperación total del hombre) es que la filosofía, en su labor crítica ya señalada, prenda en ese “candoroso suelo popular” y se haga uno con el movimiento que desarrolla el proletariado moderno. La filosofía no puede llegar a realizarse sin la abolición del proletariado y el proletariado no puede llegar a abolirse sin la realización de la filosofía. Marx capta aquí la esencia del régimen de producción capitalista: el engendramiento de una clase social, el proletariado, que es la pérdida total del hombre y, como consecuencia, la necesidad histórica de que esta clase realice la acción práctica revolucionaria, iluminada por la filosofía crítica, mediante la cual se logre la recuperación total del hombre. Como prerrequisito para esta tarea debe hacerse una crítica de toda la ideología existente, la que empieza con la crítica de la filosofía del derecho y del estado. Se forjará así el arma de la crítica. Basado en el principio materialista previamente desarrollado, Marx aplica dialécticamente, es decir, negándolas y conservándolas al mismo tiempo, las ideas de Hegel acerca de la naturaleza humana y de la historia de su desenvolvimiento. Marx sostiene que en el régimen capitalista se da, en la clase de los proletarios, la pérdida total del hombre, es decir la anulación absoluta de su naturaleza y ahí mismo surge, ineluctablemente, la necesidad de su recuperación mediante la acción práctica revolucionaria; es, como vemos, un “enderezamiento” de la tesis hegeliana del desarrollo de la autoconciencia como esencia

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natural del ser humano a través de su constitución, enajenación (pérdida) y recuperación. Para llegar a la esencia del régimen de producción capitalista, Marx ha empleado de una manera rigurosa el método dialéctica de Hegel. En resumen, en este trabajo Marx descubre, aunque de una manera incipiente aún: 1) Los principios fundamentales de la teoría-crítica, es decir, del materialismo histórico; 2) la esencia del régimen de producción capitalista; 3) el papel revolucionario del proletariado moderno; 4) el papel de la teoría en todo este proceso, y 5) la necesidad del desarrollo del arma crítica. Este primitivo planteamiento de Marx constituye la primera negación teórica del régimen de producción capitalista que llega a la esencia del mismo. Se basa, como ya vimos, en todos los elementos negatorios desarrollados por el propio régimen capitalista, puestos de pie y sistematizados por Marx.

2. Sobre la Cuestión Judía28 En La Cuestión Judía, escrito en septiembre y octubre de 1843, Marx establece la diferencia entre la mera emancipación política y la emancipación humana, agregando al contenido ya señalado de ésta una connotación muy importante: Toda emancipación es la reducción del mundo humano de las relaciones, al hombre mismo. La emancipación política es la reducción del hombre, de una parte, a miembro de la sociedad burguesa, al individuo egoísta, independiente y, de otra parte, al ciudadano del Estado, a la persona moral. Sólo cuando el hombre individual real cobra en sí al ciudadano abstracto y se convierte, como hombre individual, en ser genérico en su trabajo individual y en sus relaciones individuales; sólo cuando el hombre ha reconocido y organizado sus forces propres como fuerza social y, cuando, por tanto, no desglosa ya de sí la fuerza social bajo la forma de fuerza política, sólo entonces se lleva a cabo la emancipación humana.

En este punto establece Marx cuál es el contenido fundamental de la tarea histórica de “recuperación total del hombre”: cuando el hombre individual se convierte en ser genérico, cuando en sus relaciones individuales ha reconocido y organizado sus fuerzas individuales como fuerzas sociales. Marx, Carlos, Sobre la Cuestión Judía, 1843, Zurich, contenida en Carlos Marx y Federico Engels, La Sagrada Familia y otros escritores filosóficos de la época, traducción del alemán por Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalbo, S.A., México, D.F., 1967, pp. 16-44. 28

Los primeros planteamientos

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Esto es, también, de una manera nebulosa e imprecisa, el enunciado de la naturaleza del régimen de producción socialista y del comunismo.

3. La ideología alemana29 En la primavera de 1845, cuando Engels se reunió con Marx en Bruselas, juntos realizaron un trabajo teórico con la finalidad de “despejar el contraste de nuestra manera de ver con la ideología de la filosofía alemana, respecto de ponernos en regla con nuestra conciencia de antaño...”30 El resultado de la colaboración de Marx y Engels fue un manuscrito que no pudo ser publicado en su época, al cual actualmente se conoce como La ideología alemana, en donde exponen una primera versión de los principios fundamentales del materialismo histórico y los aplican a la determinación de un primitivo esquema del desarrollo de la sociedad humana y de su desenlace necesario, esto es, el establecimiento del comunismo. Modo de producción, base económica y fuerzas productivas Marx y Engels establecen que la primera premisa de toda historia humana es la existencia de individuos humanos vivientes. El primer estado de hecho comprobable es la organización corpórea de estos individuos y de acuerdo con ella su comportamiento hacia el resto de la naturaleza. La característica esencial del ser humano es que produce sus medios de vida. El modo de producción es un modo de vida de los hombres y depende de la naturaleza de los medios de vida que éstos tratan de reproducir. Lo que los hombres son coincide con su producción: son lo que producen y cómo lo producen. La producción humana sólo aparece al multiplicarse la población. La producción supone un intercambio entre los individuos. El intercambio está determinado por la producción. La estructura interna de una nación depende del grado de desarrollo de las fuerzas productivas, de la división del trabajo y del intercambio interior y exterior. El nivel de desarrollo de las fuerzas productivas lo determina el grado hasta el que se ha desarrollado la división del trabajo. División del trabajo: (que implica un desarrollo de las fuerzas productivas y viceversa). 1º. Separación del trabajo comercial e industrial del trabajo agrícola = separación del campo y de la ciudad. Marx, Carlos y Federico Engels, La ideología alemana, Ediciones de Cultura Popular, S.A., México, D.F., 1974. (Primera edición en español, Ediciones Pueblos Unidos, S. A., Montevideo, Uruguay, 1958. Se utiliza, por autorización expresa, la traducción directa del alemán de Wenceslao Roces.) 30 Marx, Carlos, Crítica de la Economía Política, edición citada, p. 9. 29

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2º. Separación del trabajo industrial del comercial. 3º. Separación dentro de estas ramas en diferentes sectores. A cada fase de desarrollo de la división del trabajo corresponde una fase determinada de la propiedad. La propiedad es la relación de los individuos entre sí en lo que respecta al material, el instrumento y el producto del trabajo. La primera forma de propiedad es la propiedad de la tribu. La segunda forma está representada por la antigua propiedad comunal y estatal, que brota como resultado de la fusión de diversas tribus para formar una ciudad, mediante acuerdo voluntario o por conquista, y en la que sigue existiendo la esclavitud. Junto a la propiedad comunal, va desarrollándose ya, ahora, la propiedad privada mobiliaria, más tarde la inmobiliaria, pero como forma anormal, supeditada a aquélla. La tercera forma es la de la propiedad feudal o por estamentos. Así como la Antigüedad partía de la ciudad y de su pequeña demarcación, la Edad Media tenía como punto de partida el campo. En la organización feudal, existe una comunidad de propietarios que se enfrenta a la clase productora dominada, los pequeños campesinos siervos de la gleba. En las ciudades, existía la propiedad corporativa, la organización feudal del artesanado. Aquí, la propiedad estribaba, fundamentalmente, en el trabajo de cada uno. Surgieron los gremios. Durante la época feudal, la forma fundamental de la propiedad era la de la propiedad territorial con el trabajo de los siervos a ella vinculados, de una parte, y de otra el trabajo propio con un pequeño capital que dominaba el trabajo de los oficiales de los gremios. En la agricultura, la división del trabajo veíase entorpecida por el cultivo parcelado. En la industria no existía división del trabajo dentro de cada oficio, y muy poca entre unos oficios y otros. Superestructura social y política Determinados individuos como productores actúan de un determinado modo y contraen entre sí relaciones sociales y políticas determinadas. La observación empírica debe poner de relieve en cada caso la trabazón entre la organización social y política y la producción. Superestructura ideológica La producción de las ideas y representaciones, la conciencia, aparece primero directamente entrelazada con la actividad material y el comercio material de los hombres; es el lenguaje de la vida real. Las representaciones, los pensamientos se presentan aquí todavía como emanaciones de su comportamiento material.

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Más tarde son lo mismo, pero en la ideología (en la producción espiritual tal y como se manifiesta en el lenguaje de la política, de las leyes, de la religión, de la moral y de la metafísica) aparecen invertidos. En esa inversión parece como si los pensamientos determinaran la actividad material de los hombres. Historia. La producción y la reproducción humanas El primer hecho histórico es la producción de los medios indispensables para satisfacer las necesidades humanas. El segundo hecho histórico es que la satisfacción de esta primera necesidad, la acción de satisfacerla y la adquisición del instrumento necesario para ello, conducen a nuevas necesidades. El tercer hecho histórico es el de que los hombres que renuevan diariamente su propia vida comienzan al mismo tiempo a crear a otros hombres, a procrear: es la relación entre hombre y mujer, entre padres e hijos, la familia. Estos tres hechos históricos son tres aspectos o “momentos” que han existido desde el principio de la historia. Modo de producción, fuerzas productivas y relaciones de producción El cuarto hecho histórico o “momento” es el de que los hombres contraen entre sí determinadas relaciones de producción. La producción y la reproducción implican la relación entre los individuos. Esta relación es natural y social. En sentido social se entiende la relación como cooperación de diversos individuos para un fin determinado. De donde se desprende que un determinado modo de producción, o una determinada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación. Este modo de cooperación es también una fuerza productiva. A un determinado modo de producción corresponden, por tanto, determinadas relaciones de producción. Las fuerzas productivas condicionan el estado social. La historia de la humanidad debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y del intercambio. La conciencia humana El quinto hecho histórico es la conciencia del hombre, la que se manifiesta bajo la forma del lenguaje. La conciencia es, ante todo, naturalmente, conciencia del mundo inmediato y sensible que nos rodea y conciencia de los nexos limitados con otras personas

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y cosas, fuera del individuo consciente de sí mismo; y es, al mismo tiempo, conciencia de la naturaleza, que al principio se enfrenta al hombre como un poder absolutamente extraño, omnipotente e inexpugnable, ante el que los hombres se comportan de un modo puramente animal y que los amedrenta como al ganado; es, por tanto, una conciencia puramente animal de la naturaleza (religión natural). Inmediatamente, vemos aquí que esta religión natural o este determinado comportamiento hacia la naturaleza se hallan determinados por la forma social, y a la inversa..., pp. 31-32.

División del trabajo Al aumentar la producción, acrecentarse las necesidades y al multiplicarse la población se desarrolla la división del trabajo. La división del trabajo originariamente no pasaba de la división en el acto sexual. Más tarde, la división del trabajo se introduce de un modo “natural” en atención a las dotes físicas (por ejemplo, fuerza corporal), a las necesidades, las coincidencias fortuitas, etcétera. La división social del trabajo inicia con la separación del trabajo físico y mental. Esta división es la base de la sustantivación de la conciencia. Con la división del trabajo se da la distribución desigual del trabajo y sus productos, es decir, la propiedad (privada). La esclavitud es la primera forma de propiedad. La división del trabajo implica la contradicción entre el interés del individuo y el interés común. Con la división del trabajo los actos del hombre se erigen en un poder ajeno y hostil. ...Finalmente, la división del trabajo nos brinda ya el primer ejemplo de cómo, mientras los hombres viven en una sociedad natural, mientras se da, por tanto, una separación entre el interés particular y el interés común, mientras las actividades, por consiguiente, no aparecen divididas voluntariamente, sino por modo natural, los actos propios del hombre se erigen ante él en un poder ajeno y hostil, que lo sojuzga, en vez de ser él quien los domine. En efecto, a partir del momento en que comienza a dividirse el trabajo, cada cual se mueve en un determinado círculo exclusivo de actividades, que le es impuesto y del que no puede salirse; el hombre es cazador, pescador, pastor o crítico crítico, y no tiene más remedio que seguirlo siendo, si no quiere verse privado de los medios de vida..., p. 34.

Precariedad de la vida individual frente a la consolidación de los propios productos en un poder material erigido sobre el individuo, sustraído a su control. El Estado En virtud de la contradicción entre el interés individual y el interés común, cobra éste una forma propia e independiente, el Estado, separado de los reales intereses particulares y colectivos, como una comunidad ilusoria.

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Las luchas dentro del Estado son luchas de clases. La clase que aspira a implantar su dominación debe conquistar el poder político. La necesidad histórica del comunismo El poder social, el poder del Estado, es un poder ajeno al individuo. El poder social, es decir, la fuerza de producción multiplicada, que nace por obra de la cooperación de los diferentes individuos bajo la acción de la división del trabajo, se les aparece a estos individuos, por no tratarse de una cooperación voluntaria, sino natural, no como un poder propio, asociado, sino como un poder ajeno, situado al margen de ellos, que no saben de dónde procede ni a dónde se dirige y que, por tanto, no puedan ya dominar, sino que recorre, por el contrario, una serie de fases etapas de desarrollo peculiar e independiente de la voluntad y de los actos de los hombres y que incluso dirige esta voluntad y estos actos..., p. 36.

Para acabar con esta “enajenación” es necesario que ese poder sea insoportable y que engendre a una masa de la humanidad como desposeídos que se encuentra en contradicción con un mundo de riqueza y de cultura, lo que presupone, en ambos casos, un gran incremento de la fuerza productiva, un alto grado de su desarrollo. Esta masa desposeída debe conquistar el poder del Estado con el fin de reapropiarse ese mundo de riqueza y cultura por medio del establecimiento del comunismo. El comunismo sólo puede ser una acción “coincidente” o simultánea de los pueblos dominantes, lo que presupone el desarrollo universal de las fuerzas productivas y el intercambio universal que lleva aparejado. El comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. El comunismo es el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. El proletariado sólo puede existir en un plano histórico-mundial, lo mismo que el comunismo, su acción sólo puede llegar a cobrar realidad como existencia histórico-universal. La producción de la conciencia Los individuos, al extender sus actividades a un plano histórico-universal se ven más sojuzgados por un poder extraño a ellos. Por medio de la revolución comunista y la abolición de la propiedad privada, se disuelve ese poder. La dependencia total se convierte, gracias a la revolución comunista, en el control y la dominación consciente sobre estos poderes. La concepción materialista de la historia consiste en exponer el proceso real de producción material de la vida inmediata (modo de producción). Al modo de producción corresponde una forma de intercambio específica.

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El modo de producción es la sociedad civil, la cual en sus diferentes fases es el fundamento de toda la historia. Con base en la sociedad civil se explican la acción del Estado y los diferentes productos teóricos y formas de la conciencia, como la religión, la moral, la filosofía, etcétera. A partir de esta premisa se estudia el proceso de nacimiento del estado y de las teorías y formas de conciencia. Toda la concepción histórica, hasta ahora, ha hecho caso omiso de esta base real de la historia, o la ha considerado simplemente como algo accesorio, que nada tiene que ver con el desarrollo histórico. Por eso, esta concepción sólo acierta a ver en la historia las acciones políticas de los caudillos y del Estado, las luchas religiosas y las luchas teóricas en general, y se ve obligada a compartir, especialmente en cada época histórica, las ilusiones de esta época. La filosofía hegeliana de la historia es la última consecuencia, llevada a su “expresión más pura” de toda esta historiografía alemana, que no gira en torno a los intereses reales, ni siquiera los intereses políticos, sino en torno a pensamientos puros. Equivocación de Feuerbach cuando al declararse comunista se llama “hombre común”. Sustituye un hecho real, es decir, los secuaces de un partido político, por una categoría. Feuerbach, en su Filosofía del futuro, sostiene y desarrolla que el ser de una cosa o del hombre es al mismo tiempo su esencia, que las relaciones de su existencia, el modo de vida y la actividad de un individuo animal o humano constituyen aquello en que su esencia se siente bien. La concepción feuerbachiana del mundo sensible limitada a la mera contemplación y a la sensación: dice “el hombre” en vez de los “hombres históricos reales”. Por lo demás, en esta concepción de las cosas tal y como realmente son y han acaecido, todo profundo problema filosófico se reduce a un hecho empírico puro y simple. La unidad del hombre con la naturaleza ha consistido siempre en la industria, siendo de uno u otro modo según el mayor o menor desarrollo de la industria en cada época, lo mismo que la lucha del hombre con la naturaleza, hasta el desarrollo de sus fuerzas productivas sobre la base correspondiente. Incluso la ciencia natural pura adquiere tanto su fin como su material solamente gracias al comercio y a la industria, gracias a la actividad sensible de los hombres. Feuerbach... ve cómo también el hombre es un “objeto sensible”; pero, aún aparte de que sólo lo ve como “objeto sensible” y no como “actividad sensible”, manteniéndose también en esto dentro de la teoría, sin concebir los hombres dentro de su trabazón social dada, bajo las condiciones de vida existentes que han hecho de ellos lo que son, no llega nunca, por ello mismo, hasta el hombre realmente existente, hasta el hombre activo, sino que se detiene en el concepto

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abstracto “el hombre”, y sólo consigue reconocer en la sensación el “hombre real, individual, corpóreo”; es decir, no conoce más “relaciones humanas” “entre el hombre y el hombre” que las del amor y la amistad, y además, idealizadas... No consigue nunca... concebir el mundo sensible como la actividad sensible y viva total de los individuos que lo forman, pp. 48-49. En la medida en que Feuerbach es materialista, no aparece en él la historia, y en la medida en que toma la historia en consideración, no es materialista. Materialismo e historia aparecen completamente divorciados en él, cosa que, por lo demás, se explica por lo que dejamos expuesto, p. 49. Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante, p. 50. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones dominantes concebidas como ideas, pp. 50-51. Los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión y, por tanto, entre otras cosas, también como pensadores, como productores de ideas, que regulen la producción y distribución de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean, por ello mismo, las ideas dominantes de la época, p. 51. La división del trabajo... se manifiesta también en el seno de la clase dominante como división del trabajo físico e intelectual, de tal modo que una parte de esta clase se revela como la que da sus pensadores (los ideólogos conceptivos activos de dicha clase, que hacen del crear la ilusión de esta clase acerca de sí misma su rama de alimentación fundamental), mientras que los demás adoptan ante estas ideas e ilusiones una actitud más bien pasiva y receptiva, ya que son en realidad los miembros activos de esta clase y disponen de poco tiempo para formarse ilusiones e ideas acerca de sí mismos, p. 51. La existencia de ideas revolucionarias en una determinada época presupone ya la existencia de una clase revolucionaria, acerca de cuyas premisas ya hemos dicho más arriba lo necesario, p. 52. ...el truco que consiste en demostrar el alto imperio del espíritu en la historia... se reduce a los tres esfuerzos siguientes: 1º. Desglosar las ideas de los individuos dominantes, que dominan por razones empíricas, bajo condiciones empíricas y como individuos materiales, de estos individuos dominantes, reconociendo con ello el imperio de las ideas o las ilusiones en la historia. 2º. Introducir en este imperio de las ideas un orden, demostrar la existencia de una trabazón mística entre las ideas sucesivamente dominantes, lo que se logra concibiéndolas como “autodeterminaciones del concepto” (lo que es posible porque estas ideas, por medio del fundamento empírico sobre el que descansan, forman realmente una trabazón y porque, concebidas como meras ideas, se convierten en autodistinciones, en distinciones establecidas por el propio pensamiento). 3º. Para eliminar la apariencia mística de este “concepto que se determina a sí mismo”, se lo convierte en una persona —”la autoconciencia”— o, si se quiere

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aparecer como muy materialista, en una serie de personas representantes “del concepto” en la historia, en “los pensadores”, los “filósofos”, los ideólogos, concebidos a su vez como los fabricantes de la historia, como el “Consejo de los Guardianes”, como las potencias dominantes. Con lo cual habremos eliminado de la historia todos los elementos materialistas y podremos soltar tranquilamente las riendas al potro especulativo, pp. 54-55.

La base real de la ideología Intercambio y fuerza productiva La más importante división del trabajo físico y espiritual es la separación entre el campo y la ciudad. Esta separación comienza con el tránsito de la barbarie a la civilización, del régimen tribual al Estado. Con la ciudad surge la necesidad de la administración, de la policía, de los impuestos y del régimen colectivo. Con la separación entre el campo y la ciudad la población se separa en dos grandes clases. Esta separación, basada en la división del trabajo y en los instrumentos de producción. Es la expresión más palmaria de la absorción del individuo por la división del trabajo, por una determinada actividad que le es impuesta, absorción que convierte a unos en limitados animales urbanos y a otros en limitados animales rústicos, reproduciendo diariamente este antagonismo de intereses, p. 56.

La ciudad es producto de la concentración de la población, de los instrumentos de producción, del capital, del disfrute y las necesidades. El campo, al contrario: aislamiento y soledad. La división entre la ciudad y el campo sólo puede darse dentro de la propiedad privada. Es la palmaria expresión de la absorción del individuo por la división del trabajo. El trabajo es un poder sobre los individuos y así será mientras exista la propiedad privada. La abolición de la antítesis entre la ciudad y el campo es una de las primeras condiciones para el establecimiento de la comunidad. Desde otro punto de vista, esta separación representa la independencia del capital respecto de la propiedad territorial. La ciudad Ciudades que se formaron en la Edad Media basadas en los siervos de la gleba convertidos en hombres libres.

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La única propiedad de éstos es su trabajo especial y un pequeño capital consistente en las herramientas más necesarias. La competencia de los siervos fugitivos que constantemente afluían a la ciudad, la guerra del campo contra la ciudad, la necesidad de un poder militar organizado, la propiedad común sobre determinado trabajo, la necesidad de tener lonjas comunes para vender sus mercancías, el antagonismo entre unos y otros oficios, la necesidad de proteger un trabajo aprendido con mucho esfuerzo, toda una organización feudal en suma, obligaron a los trabajadores de cada oficio a organizarse en gremios. Durante toda la Edad Media hubo una copiosa emigración de los siervos del campo hacia la ciudad. En la ciudad los siervos no tenían acomodo en la estructura gremial; formaron un grupo especial, la plebe, los jornaleros, que ejercían trabajos sin calificación y que estaban desorganizados y sin poder. La ciudad, verdadera asociación creada por la necesidad de defender la propiedad y multiplicar los medios de producción y de defensa de los vecinos. La plebe sin organización ni poder. Los oficiales y aprendices organizados en torno a sus maestros por relación patriarcal. La división del trabajo en la ciudad: • entre los distintos gremios era completamente natural; • en los mismos gremios no existía; cada artesano debía estar versado en los diferentes trabajos de su oficio. El limitado intercambio, el aislamiento de las ciudades, la escasez de la población y el poco desarrollo de las necesidades impedían que la división del trabajo se incrementara. En la ciudad, el capital era natural, formado por la vivienda, las herramientas del oficio y la clientela tradicional y hereditaria; se transmitía de padres a hijos, no era un capital tasable en dinero, móvil, era estable. La segunda división del trabajo es la separación de la producción y el cambio. Surgen los primeros comerciantes en las ciudades o se desarrollan los ya existentes. Con ello se establece la posibilidad de relaciones comerciales más allá de los límites inmediatos. Crece el intercambio entre las ciudades y las regiones. Al constituirse el cambio en una clase especial y al extenderse el intercambio más allá de los límites de la ciudad se opera una relación recíproca de mutuo engendramiento entre la producción y el cambio. Se produce una nueva división del trabajo: las distintas ciudades se especializan en la explotación de una rama industrial específica. De las diversas ciudades fue surgiendo una clase especial con intereses comunes: la clase burguesa. Su agrupación se impuso por la comunidad de intereses, esto es, la oposición al régimen feudal y por sus intereses económicos comunes.

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La burguesía se desarrolla bajo sus condiciones. Luego, por efecto de la división del trabajo, se escinde en varias fracciones. Por último, incorpora a las clases poseedoras preexistentes. Da lugar a que de la clase desposeída con que se encuentra (la plebe) y de una parte de la clase poseedora anterior (artesanos arruinados) se forme una nueva clase: el proletariado. Los individuos se agrupan en clases cuando se ven obligados a sostener una lucha común contra otra clase; sin embargo, ellos se enfrentan unos con otros por sus intereses opuestos (competencia). La clase se sustantiva frente a los individuos y les asigna una posición en la vida, un destino, la trayectoria de su desarrollo personal. Los individuos son absorbidos por la división del trabajo; esta absorción es, al mismo tiempo, una absorción del individuo por determinadas ideas. Para eliminar esta absorción no hay otro camino que la abolición de la propiedad privada y del trabajo mismo. La división del trabajo entre las diferentes ciudades trae consigo el establecimiento de las manufacturas. Las manufacturas se salen ya de los marcos del régimen gremial. Su primer florecimiento (Italia, Flandes) tuvo como premisa histórica el comercio exterior. En Inglaterra y Francia se basaron en el comercio interior. ...aparte de las premisas ya indicadas, las manufacturas presuponen una concentración ya bastante avanzada de la población —sobre todo en el campo— y del capital, que comienza a reunirse en pocas manos, ya en el interior de los gremios, a despecho de los estatutos gremiales, ya entre los comerciantes, p. 62.

El trabajo maquinizado, el más susceptible de desarrollo. El trabajo textil fue el primero que se vio impulsado por la extensión del intercambio. El arte textil se sale de los marcos de la forma de producción tradicional: campesinos que tejían para atender sus propias necesidades. Aparece en las ciudades una nueva clase de tejedores que destinan su producto al mercado interior e incluso al exterior. El arte textil, que en la mayoría de los casos requería poca destreza y que no tardó en desdoblarse en una serie infinita de ramas, se resistía por su propia naturaleza a soportar las trabas del régimen gremial. Esto explica por qué los tejedores trabajaban casi siempre en aldeas y villorrios sin organización gremial, que poco a poco fueron convirtiéndose en ciudades y que no tardaron en figurar, además, entre las más florecientes de cada país, p. 63.

Con la manufactura cambian las relaciones de propiedad. La manufactura moviliza una masa de capital natural e incrementa el volumen del capital móvil frente al natural.

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La manufactura se convirtió en refugio de los campesinos contra los gremios. Las manufacturas trajeron un período de vagabundaje; poco a poco fue absorbiendo a los vagabundos. El comercio entre las naciones adquiere, con la manufactura, un carácter político: guerras, aranceles protectores, prohibiciones, competencia. La manufactura acaba con la relación patriarcal entre oficiales y maestros y la sustituye con la relación monetaria entre el trabajador y el capitalista. Auge de la manufactura y el comercio por el descubrimiento de América y de la ruta marítima hacia las indias orientales. Se importaron nuevos productos; se lanzaron grandes cantidades de oro y plata a la circulación. Se empieza a formar un mercado mundial. Surge una nueva fase del desarrollo histórico. La colonización de los países recién descubiertos es un nuevo incentivo a la lucha comercial entre naciones, la cual adquiere mayor extensión y encono. El comercio y la manufactura crearon a la gran burguesía. La pequeña burguesía se concentraba en los gremios. Las relaciones comerciales entre las naciones tenían dos formas. 1ª. Forma. 1. Prohibición de exportar metales preciosos. 2. Proteccionismo interior y exterior. 3. Aranceles aduaneros. 2ª. Forma. Lo mismo, pero con fines fiscales. Surgen los aranceles de exportación con fines puramente fiscales. Esto constituía un obstáculo a la industria. El segundo período de la manufactura comprende desde mediados del siglo XVII hasta finales del XVIII. Desarrollo más rápido de la navegación y del comercio que de la manufactura. Las colonias se convierten en consumidores importantes. Las naciones fueron tomando posiciones en el mercado mundial. Leyes de navegación. Monopolios coloniales. La competencia entre naciones se eliminaba por medio de aranceles, prohibiciones y tratados, en la medida de lo posible. La lucha de competencia se decidía finalmente por medio de guerras marítimas. Inglaterra, la nación más poderosa en el mar era superior en el comercio y en la manufactura. La manufactura protegida por aranceles, monopolios y tarifas aduaneras diferenciales.

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Necesidad del proteccionismo por la necesidad de verse arruinados por la competencia extranjera. La manufactura depende por completo de la expansión o restricción del comercio. Tiene muy poca influencia sobre el mismo. De ahí que tenga una importancia secundaria y que los comerciantes sean los más influyentes durante el siglo XVIII. Eran los comerciantes, y sobre todo los armadores de barcos, quienes por encima de los demás pugnaban por conseguir protección del Estado y monopolios; y aunque también los manufactureros, es cierto, demandaban y conseguían medidas proteccionistas, marchaban constantemente, en cuanto a importancia política, a la zaga de los comerciantes. Las ciudades comerciales, y principalmente las ciudades marítimas convirtiéronse en cierto modo en centros civilizados y de la gran burguesía, al paso que en las ciudades fabriles subsistía la pequeña burguesía acomodada... el siglo XVIII fue el siglo del comercio, p. 67.

Este período se caracteriza también por la cesación de las prohibiciones de exportación de oro y plata, por el nacimiento del comercio de dinero, la aparición de los bancos, de la deuda pública, del papel-moneda, de las especulaciones con acciones y valores, del agiotaje en toda clase de artículos y del desarrollo del sistema monetario en general. El capital vuelve a perder ahora gran parte del carácter natural todavía inherente a él, pp. 67-68. La gran industria maquinizada El crecimiento del comercio aumentó en tal volumen la demanda de los artículos que el sistema manufacturero ya no podía satisfacerla. Esta demanda que las anteriores fuerzas productivas no podían llenar fue la fuerza propulsora del tercer período de la propiedad privada desde la Edad Media. Creó a la gran industria que tiene como fundamento la aplicación de las fuerzas naturales a la producción industrial, la maquinaria y la más extensa división del trabajo. Este proceso se da en Inglaterra en donde, además, se había desarrollado la libre competencia y la mecánica teórica. El proteccionismo se aplicó para impulsar el desarrollo de la gran industria maquinizada. La gran industria maquinizada: • universalizó la competencia, • creó los medios de comunicación y el moderno mercado mundial, • sometió al comercio, • convirtió todo el capital en capital industrial, • engendró la rápida circulación y la centralización de los capitales, • obligó a los individuos a poner en tensión sus fuerzas al máximo,

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• destruyó la ideología, la religión, la moral, etcétera, • creó la historia universal, • colocó a la ciencia de la naturaleza bajo el mando del capital, • arrancó a la división del trabajo la última apariencia de un régimen natural, • acabó con todo lo natural, • redujo todas las relaciones a relaciones de dinero, • destruyó al artesanado y las fases anteriores de la industria. La gran industria y la revolución proletaria El desarrollo de la gran industria maquinizada engendró una masa de fuerzas productivas que encuentran en la propiedad privada una traba entorpecedora. Estas fuerzas productivas tienen, bajo la propiedad privada, un carácter unilateral, para la mayoría son fuerzas destructivas y ni siquiera pueden aplicarse. La gran industria crea una clase que se mueve por el mismo interés (o sea, que cuyos miembros tienen un interés común), que ha perdido toda nacionalidad, que se desentiende del viejo mundo y se enfrenta a él. La gran industria hace insoportable al obrero la relación con el capitalista y con el mismo trabajo. Los proletarios desarrollan un movimiento de clase al que arrastran a toda la masa. La relación entre el Estado y el derecho y la propiedad Primera forma de propiedad, la propiedad tribual. La propiedad tribual aparece como propiedad del Estado y el individuo sólo tiene derecho a disfrutarla (possesio). La propiedad tribual es la propiedad de la tierra. La propiedad tribual en el mundo antiguo y en la Edad Media. La propiedad privada sólo como propiedad mobiliaria (esclavos, etcétera). La propiedad tribual se desarrolla hasta llegar al capital moderno, a la propiedad privada pura que se ha despojado ya de toda apariencia de comunidad y ha eliminado toda influencia del Estado sobre el desarrollo de la propiedad. El Estado moderno ha sido comprado por los propietarios privados a través de la deuda pública. La burguesía es una clase que se halla obligada a organizarse en un plano nacional y a dar a su interés medio una forma general. El Estado es la forma de organización que se dan los burgueses tanto en lo interior como en lo exterior. El Estado sólo existe en función de la propiedad privada. El Estado cobra una existencia especial junto a la sociedad civil y al margen de ella.

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Todas las instituciones tienen como mediador al Estado. De ahí surge la ilusión de que la ley se basa en la voluntad libre. El derecho privado se desarrolla conjuntamente con la propiedad privada como resultado de la desintegración de la comunidad natural. Entre los romanos se da el primer desarrollo del derecho privado. La primera ciudad que en la Edad Media mantenía un comercio extenso por mar, Amalfí, fue la primera que desarrolló un derecho marítimo. Cuando la industria y el comercio siguieron desarrollando la propiedad privada, se desarrolló también el derecho teniendo como base el derecho romano. Esto fue así con excepción de Inglaterra. Según el derecho, las relaciones de propiedad existentes son el resultado de la voluntad general. Instrumentos de producción y formas de propiedad naturales y civilizados Diferencia entre los instrumentos de producción naturales y los creados por la civilización. Instrumentos de producción naturales (la tierra, el agua): • los individuos son absorbidos por la naturaleza, • la propiedad (territorial) aparece como un poder directo y natural, • los individuos aparecen agrupados por un vínculo (familia, tribu, tierra), • el intercambio es entre los hombres y la naturaleza, • el poder del propietario sobre el que no lo es descansa en relaciones personales, • existe la pequeña industria absorbida por el empleo del instrumento de producción natural, sin división del trabajo. Instrumentos creados por la civilización: • son absorbidos por un producto del trabajo, • aparecen como poder del trabajo, del trabajo acumulado, del capital, • independientes unos de otros, • ya debe de haberse llevado al cabo la división del trabajo físico y el intelectual, • el poder del propietario tiene que haber cobrado forma material en un objeto, en el dinero, • la industria consiste en la división del trabajo y sólo se realiza por medios de ésta. Partiendo de los instrumentos de producción se revela la necesidad de la propiedad privada para ciertas fases industriales: • industria extractiva: la propiedad coincide con el trabajo, • pequeña industria y agricultura anterior: la propiedad es consecuencia de los instrumentos de producción existentes, • en la gran industria, contradicción entre el instrumento y la propiedad privada surge con el desarrollo de la industria; con esta contradicción surge la posibilidad de la abolición de la propiedad privada.

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La gran industria reduce todas las particularidades de los individuos a dos formas simples: la propiedad privada y el trabajo. En el dinero, implícito el que el intercambio sea de individuos en determinadas condiciones y no de individuos como tales. Esas condiciones: trabajo acumulado (capital) y trabajo real (trabajo asalariado). (Es decir, no como individuos libremente asociados.) Intercambio entre trabajo asalariado y capital. Dos hechos: 1. Las fuerzas productivas aparecen como fuerzas totalmente independientes y separadas de los individuos. La causa de esto, que los individuos existen diseminados y en contraposición los unos con los otros. (Antítesis de la colectividad.) Estas fuerzas sólo son reales y verdaderas (es decir, humanas) en la cohesión y en el intercambio entre estos individuos (esto es, en la colectividad). Una totalidad de fuerzas productivas que adoptan una forma material y que para los propios individuos ya no son sus propias fuerzas, sino de la propiedad privada y que por tanto son suyas en cuanto propietario privado. A estas fuerzas productivas se enfrentan la mayoría de los individuos, de quienes se han desgarrado, los han convertido en individuos abstractos y los han puesto en condiciones de relacionarse entre sí como individuos (reales, verdaderos, colectivos, humanos). La única relación que existe entre los individuos y las fuerzas productivas y su propia existencia es el trabajo; éste ha perdido en ellos toda apariencia de actividad propia y sólo conserva su vida empequeñeciéndola. En épocas anteriores, separadas: • la propia actividad, y • creación de la vida material (el trabajo), • por estar atribuidos a personas distintas (esclavistas y esclavos, señores y siervos). La creación de la vida material (el trabajo), es una modalidad subordinada de la propia actividad. (Porque el trabajo se consideraba una actividad secundaria.) En el capitalismo, desdoblamiento de estos dos aspectos: • la vida material (satisfacción de las necesidades) es el fin, • la creación de esta vida material (el trabajo) es el medio. El trabajo es ahora la única forma posible, pero negativa, de la propia actividad. Las cosas han llegado a tal punto que: • los individuos necesitan apropiarse la totalidad de las fuerzas productivas (propiedad colectiva) para: • asegurar su propia existencia (absorbida por las fuerzas productivas), • poder ejercer su propia actividad. (Su actividad como ser colectivo.) Esa apropiación condicionada por el objeto a apropiarse: totalidad de fuerzas productivas que existen dentro de un intercambio universal.

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La apropiación es el desarrollo de las capacidades individuales que corresponden al instrumento de producción. La apropiación de una totalidad e instrumentos es el desarrollo de una totalidad de capacidades individuales. (NB. Se trata de la eliminación de la división entre el trabajo físico y mental. En el socialismo deberán desarrollarse en todos los individuos las capacidades físicas y mentales que requiere el instrumento socializado y automatizado. En cada individuo habrá una unidad armónica de esas capacidades. Muy importante, porque de aquí saca el revisionismo al “Marx humanista” que postula el desarrollo de las capacidades individuales como la sensibilidad, la imaginación, etcétera.) Esta apropiación sólo puede ser realizada por los actuales proletarios, quienes están completamente excluidos del ejercicio de su propia actividad. Sólo ellos se hallan en posibilidad de hacer valer su propia actividad de una forma íntegra en la apropiación de una totalidad de fuerzas productivas y en el desarrollo de una totalidad de capacidades. La totalidad de los instrumentos sólo puede ser absorbida por la totalidad de los individuos. La apropiación sólo puede ser llevada a cabo por una asociación universal de los proletarios y por una revolución que: • derroque el modo de producción e intercambio anterior y la organización social correspondiente; • desarrolle el carácter universal y la energía que se necesita para tal revolución, • despoje a los proletarios de todo cuanto pueda quedar de su posición en la sociedad anterior. (NB. De la individualidad capitalista.) El comunismo. Producción de la forma misma de intercambio El comunismo: • echa por tierra todas las relaciones de producción y de intercambio anteriores; • aborda de un modo consciente todas las premisas naturales como creación de los hombres anteriores, despojándolas de su carácter natural y sometiéndolas a los individuos asociados; • elabora las condiciones de esta asociación; • hace de las condiciones existentes condiciones para la asociación, • su labor es esencialmente económica. Diferencia entre el individuo personal y el individuo contingente Las condiciones de intercambio de los individuos, antes de que se interponga la contradicción (NB) son condiciones inherentes a su individualidad y no algo externo a ellos:

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• en estas condiciones producen su vida material; • son las condiciones de su modo de manifestarse, • este modo de manifestarse produce estas condiciones. Estas condiciones corresponden a su condicionalidad real, a su unilateralidad, la que sólo se revela cuando se interpone la contradicción. (Es decir, cuando las relaciones de producción dejan de corresponder al desarrollo de las fuerzas productivas.) Estas condiciones se manifiestan ahora como trabas. Dialéctica entre las condiciones de intercambio y las fuerzas productivas naturales. Motor de la historia. Estas diferentes condiciones, que primeramente aparecen como condiciones del propio modo de manifestarse y más tarde como trabas de él, forman a lo largo de todo el desarrollo histórico una serie coherente de formas de intercambio, cuya cohesión consiste en que la forma anterior de intercambio, convertida en una traba, es sustituida por otra nueva, más a tono con las fuerzas productivas desarrolladas y, por tanto, con el modo progresivo de la propia manifestación de los individuos, que a son tour se convierte de nuevo en una traba y es sustituida, a su vez, por otra. Y, como estas condiciones corresponden en cada fase al desarrollo simultáneo de las fuerzas productivas, tenemos que su historia es, al propio tiempo, la historia de las fuerzas productivas en desarrollo y heredadas por cada nueva generación y, por tanto, la historia del desarrollo de las fuerzas de los mismos individuos, p. 84.

El desarrollo de las fuerzas productivas se ha efectuado hasta ahora de un modo natural. No se halla subordinado a un plan de conjunto de individuos libremente asociados. Por lo tanto, el desarrollo lento e irregular en el que coexisten relaciones de producción modernas con reminiscencias de anteriores relaciones productivas. “Todas las colisiones de la historia nacen, pues, según nuestra concepción de la contradicción entre las fuerzas productivas y la forma de intercambio...”, p. 86. Esta contradicción entre las fuerzas productivas y la forma de intercambio, que, como veíamos, se ha producido ya repetidas veces en la historia anterior, más sin llegar a poner en peligro la base de la misma, tenía que traducirse necesariamente, cada vez que eso ocurría, en una revolución, pero adoptando al mismo tiempo diversas formas accesorias, como totalidad de colisiones, colisiones entre diversas clases, contradicción de la conciencia, lucha de ideas, etcétera, lucha política, etcétera..., p. 86.

Los poderes personales de los individuos transformados en materiales (sustantivados) y extraños a ellos, sólo pueden revocarse mediante el sometimiento al mando de estos individuos de esos poderes materiales y la supresión de la división del trabajo. Esto sólo puede hacerse dentro de la comunidad. La comunidad de los proletarios revolucionarios toma bajo su control sus condiciones de existencia y las de todos los miembros de la sociedad. En

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esa comunidad toman parte los individuos como tales individuos. (NB. Es decir, como individuos colectivos, como individuos cuyas fuerzas productivas tienen carácter socializado.) (No como individuos determinados por la división del trabajo y la sustantivación de las fuerzas productivas.) Esta comunidad es la asociación de los individuos que entrega a su control (de la comunidad) las condiciones de sus condiciones de libre desarrollo y movimiento de los individuos, condiciones que hasta ahora se hallaban a merced del azar y habían cobrado existencia propia e independiente frente a los diferentes individuos precisamente por la separación de éstos como individuos y que luego, con su necesaria asociación y por medio de la división del trabajo, se habían convertido en un vínculo ajeno a ellos. La asociación anterior estaba forzada por las condiciones de producción (fuerzas de producción y formas de intercambio) existentes; dentro de estas condiciones, los individuos lograban el disfrute de lo contingente. Al derecho del individuo a disfrutar libremente, dentro de ciertas condiciones, lo que le ofreciera el azar se le llamaba libertad personal. Esta absorción de los individuos por determinadas clases no podrá superarse hasta que se forme una clase que no tenga ya por qué oponer ningún interés especial de clase a la clase dominante. Diferencia entre el individuo en su vida personal y esa misma vida supeditada a una rama del trabajo y a las correspondientes condiciones (fuerzas de producción y formas de intercambio). Esta diferencia, en el estamento y más aún en la tribu, aparece velada y sólo se manifiesta con la aparición de la clase. El carácter fortuito de las condiciones de vida para el individuo sólo se manifiesta con la aparición de la clase, que es, a su vez, un producto de la burguesía. La competencia y la lucha de unos individuos contra otros es la que engendra y desarrolla ese carácter fortuito. ”...En la imaginación, los individuos, bajo el poder de la burguesía, son, por tanto, más libres que antes, porque sus condiciones de vida son, para ellos, algo puramente fortuito; pero, en la realidad, son, naturalmente, menos libres, ya que se hallan más supeditados a un poder material”, p. 89. Para los proletarios, su propia condición de vida, el trabajo, y con ella todas las condiciones de existencia de la sociedad actual, se convirtieron para ellos en algo fortuito, sobre lo que cada proletario de por sí no tenía el menor control y sobre lo que no podía darles tampoco el control ninguna organización social, y la contradicción entre la personalidad del proletariado individual y su condición de vida, tal como le viene impuesta, es decir, el trabajo, se revela ante él mismo, sobre todo porque se ve sacrificado ya desde su infancia y porque no tiene la menor posibilidad de llegar a obtener, dentro de su clase, las condiciones que le coloquen en la otra.

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Los proletarios, para hacerse valer personalmente, necesitan acabar con su propia condición de existencia anterior, que es al mismo tiempo la de toda la anterior sociedad, con el trabajo. Se hallan también, por tanto, en contraposición directa con la forma que los individuos han venido considerando, hasta ahora, como sinónimo de la sociedad en su conjunto, con el Estado, y necesitan derrocar al Estado, para imponer su personalidad. Conclusiones: 1. En la primera parte de este trabajo, Marx y Engels establecen los conceptos fundamentales del materialismo histórico: Modo de producción: una forma de organización de los individuos humanos provistos de una organización corpórea específica apta para la producción de sus medios de vida. Relaciones de producción: el intercambio que se establece entre los individuos, el cual está determinado por la producción. Fuerzas productivas, cuyo desarrollo está determinado por la división del trabajo (separación del trabajo comercial e industrial del trabajo agrícola, esto es, del campo y de la ciudad, separación del trabajo industrial del comercial y separación en el interior de estas ramas en diversos sectores). El nivel de las fuerzas productivas determina la estructura interna de una nación. A cada fase de la división del trabajo corresponde una fase determinada de la propiedad. La propiedad es la relación de los individuos con respecto al material, el instrumento y el producto del trabajo. Formas de propiedad: tribual, antigua comunal y estatal que tiene como centro a la ciudad y la feudal o por estamentos. Superestructura social y política. Relaciones sociales y políticas que contraen entre sí los individuos. Superestructura ideológica. Conciencia. Ideas, representaciones y pensamientos de los individuos humanos que primero se presentan como emanaciones de su comportamiento material y más tarde aparecen invertidos, es decir, como si los pensamientos determinaran su actividad material. 2. En la parte siguiente, nuestros autores amplían los conceptos desarrollados sobre el materialismo histórico y los aplican a un primer acercamiento a la historia humana y a su necesario desenlace. En la producción y reproducción de su vida los hombres contraen determinadas relaciones. A un determinado modo de producción corresponden determinadas relaciones de producción. Las relaciones de producción son también una fuerza productiva. La historia de la humanidad es la historia de la industria (de la producción) y del intercambio (de las relaciones de producción). La conciencia se manifiesta bajo la forma del lenguaje.

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El aumento de la producción provoca la división del trabajo. La división del trabajo: • se da ya en el acto sexual; • después se produce una división “natural” en atención a las particulares dotes físicas de cada individuo, • la división social del trabajo se presenta con la separación del trabajo físico y mental; ésta es la base de la sustantivación de la conciencia. Con la división social del trabajo se distribuyen desigualmente el trabajo y sus productos, esto es, la propiedad (privada). La primera forma de propiedad es la esclavitud. La división del trabajo implica la contradicción entre el interés individual y el interés común. Con la división del trabajo los actos y los productos del hombre se erigen en un poder ajeno y hostil al individuo, que se sustraen a su control y lo sojuzgan. La vida individual es precaria frente a la consolidación de los productos en un poder material ajeno y hostil. El interés común cobra vida propia e independiente en el Estado; este interés es ajeno al interés de los individuos. Las luchas en el Estado son luchas de clases. La clase que quiere implantar su dominación debe conquistar el poder político. El poder social, la fuerza de producción multiplicada que tiene su origen en la cooperación de los diferentes individuos bajo la acción de la división del trabajo, es un poder ajeno a ellos, que no pueden dominar, independiente de los actos de los hombres y que incluso dirige esta voluntad y estos actos. Para acabar con esta “enajenación” es necesario: • que este poder sea insoportable, y • que engendre una masa de la humanidad como desposeídos en contradicción con un mundo de riqueza y cultura (que es aquella fuerza de producción multiplicada y sus productos que existen como propiedad privada). Esto presupone un alto desarrollo de las fuerzas productivas. La masa desposeída debe conquistar el poder del Estado con el propósito de reapropiarse el mundo de riqueza y cultura mediante el establecimiento del comunismo. El comunismo no es un “ideal” ni un estado que deba implantarse, sino el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. El proletariado sólo puede existir en un plano histórico-universal. El comunismo sólo puede llegar a ser realidad como existencia históricouniversal. La revolución comunista implica la abolición de la propiedad privada. En el comunismo, la dependencia total se convierte en el control y la dominación consciente sobre los poderes.

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3. En seguida, Marx y Engels acometen la tarea de determinar la relación entre la base económica y la superestructura ideológica. A este punto le conceden una importancia crucial porque es precisamente aquí en donde ponen de relieve la contraposición entre la visión idealista de la historia y el método materialista que están forjando. El principio fundamental de la concepción materialista de la historia es que con base en la sociedad civil (modo de producción) se explican el nacimiento y la acción del Estado y de los diferentes productos teóricos y formas de la conciencia como la religión, la moral, la filosofía, etcétera. Todas las concepciones históricas anteriores han hecho caso omiso de esta base real de la historia o la han considerado como algo accesorio. La filosofía hegeliana de la historia, que gira en torno a pensamientos puros, es la última consecuencia, llevada a su expresión más pura, de esta historiografía alemana. Limitaciones de Feuerbach: • sólo ve al hombre como “objeto sensible” y no como “actividad sensible”; • no concibe a los hombres dentro de su trabazón social dada, bajo las condiciones de vida existentes que han hecho de ellos lo que son; • no llega, por tanto, hasta el hombre realmente existente, hasta el hombre activo, sino que se detiene en el concepto abstracto “el hombre”, • no reconoce más “relaciones humanas” “entre el hombre y el hombre” que las del amor y la amistad, y además, idealizadas. Por tanto, en la medida en que Feuerbach es materialista, no aparece en él la historia, y en la medida en que toma la historia en consideración, no es materialista. Las ideas dominantes son la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes. Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes de la época. La división del trabajo se manifiesta en la clase dominante de tal suerte que una parte de esta clase la forman sus pensadores (ideólogos) y otra parte adopta una actividad pasiva y receptiva ante las ideas e ilusiones que la primera crea. La existencia de ideas revolucionarias presupone la existencia de una clase revolucionaria. Proceso de sustantivación de los productos de la conciencia: 1) Separación de las ideas dominantes de su base material. 2) Introducir un orden en estas ideas demostrando que hay una trabazón mística entre ellas. 3) Se les convierte en una persona (“autoconciencia”) o en una serie de personas representantes “del concepto” en la historia: pensadores, filósofos e ideólogos, a los que se les concibe como los fabricantes de la historia. 4. Más adelante, Marx y Engels utilizan todas las herramientas teóricas hasta aquí desarrolladas para estudiar detalladamente el proceso de tránsito del régimen feudal al régimen capitalista, mostrando la evolución histórica que va desde el régimen artesanal y parcelario hasta la gran industria maquinizada.

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La gran industria maquinizada engendra una masa de fuerzas productivas que encuentra una traba insuperable en la propiedad privada. Estas fuerzas productivas tienen, bajo la propiedad privada, para la mayoría, el carácter de fuerzas destructivas. La gran industria crea una clase con intereses comunes que ha perdido toda nacionalidad y que se desentiende del viejo mundo y se enfrenta a él. La gran industria hace insoportable para el obrero su relación con el capitalista y con el propio trabajo. Por ello, los proletarios desarrollan un movimiento de clase en contra de estas condiciones en que viven. La gran industria maquinizada es la forma superior de la propiedad privada. La propiedad privada evoluciona desde la propiedad mobiliaria (esclavos, etcétera), hasta la propiedad privada capitalista (propiedad privada pura). El Estado sólo existe en función de la propiedad privada. El Estado moderno pertenece a los propietarios privados, quienes lo han comprado a través de la deuda pública. Para ciertas fases industriales, la propiedad privada es necesaria (industria extractiva y pequeña industria y agricultura anterior). En la gran industria maquinizada, por el contrario, surge una contradicción entre el instrumento y la propiedad privada, es decir, que la propiedad privada se convierte en una traba para el desarrollo de la industria. Esto hace que surja la posibilidad de la abolición de la propiedad privada. La gran industria maquinizada reduce a todos los individuos a dos formas simples: la propiedad privada y el trabajo. El intercambio no es entre individuos como tales, es decir, individuos libremente asociados, sino entre el trabajo asalariado y el capital (obreros y capitalistas). En la gran industria maquinizada, las fuerzas productivas aparecen como totalmente independientes y separadas de los individuos. Esto es así porque los individuos se encuentran diseminados y en contraposición unos con los otros. Las fuerzas productivas solamente pueden ser reales y verdaderas, esto es, humanas, en la cohesión y el intercambio entre estos individuos, es decir, en la colectividad. Las fuerzas productivas son una totalidad que adopta una forma material. Los individuos se relacionan con ellas de dos maneras: • para unos de ellos no son sus propias fuerzas, sino de la propiedad privada; por tanto, sólo pueden relacionarse con ellas como propietarios privados; • para la mayoría de los individuos, aquéllas se les han enajenado y los han convertido en individuos abstractos, con lo que los han puesto en condiciones de relacionarse entre sí como individuos humanos (reales, verdaderos, colectivos). La única relación que esta mayoría de individuos tiene con las fuerzas productivas y su propia existencia es el trabajo; en la industria maquinizada el trabajo

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ha perdido toda apariencia de actividad propia y sólo conserva la vida de los trabajadores empequeñeciéndola. En el régimen capitalista: • el individuo trabajador sólo puede crear su vida material a través del trabajo, • su propia actividad (actividad como individuo colectivo) no se pone en funcionamiento en el trabajo. Por lo tanto, en el régimen capitalista la creación de la vida material del obrero se realiza empequeñeciéndolo y por medio de una actividad que no es propia. Los individuos trabajadores han llegado a tal punto, en el régimen capitalista, que necesitan apropiarse la totalidad de las fuerzas productivas para asegurar su propia existencia y poder ejercer su propia actividad. La apropiación de esa totalidad de fuerzas productivas es el desarrollo de una totalidad de capacidades individuales. Únicamente los actuales proletarios, completamente excluidos de su propia actividad, son quienes pueden realizar esa apropiación. La apropiación sólo puede realizarse: • por una asociación universal de los proletarios, y • por una revolución que derroque el modo de producción e intercambio existente y la organización social correspondiente, que desarrolle el carácter universal y la energía que se necesita para esa revolución y despoje a los proletarios de todo cuanto pueda quedar de su posición en la sociedad anterior (de la propiedad privada sobre sí mismos). El comunismo es el movimiento real por medio del cual los proletarios se apropian de la totalidad de las fuerzas productivas. El comunismo derruye las relaciones de producción y de intercambio anteriores, somete las fuerzas productivas a los hombres asociados y desarrolla las condiciones de esta asociación.

4. Crítica de la Economía Política31 En el prólogo a la Crítica de la Economía Política, Marx hace un resumen de los puntos principales del materialismo histórico y declara que a ellos había llegado ya en los años en que emprendió la revisión crítica de la filosofía del derecho hegeliana, es decir, en esa época pródiga en profundos desarrollos teóricos comprendida entre 1843 y 1848, año este en el que culmina la primera fase de la formación de la teoría marxista con la publicación del Manifiesto del Partido Comunista. El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, me sirvió de guía para mis estudios, puede formularse brevemente de este modo: en la producción social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, 31

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Marx, Carlos, op. cit.

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independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productoras materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real, sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y política y a la que corresponden formas sociales determinadas de conciencia. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia. Durante el curso de su desarrollo, las fuerzas productoras de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo cual no es más que su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad en cuyo interior se habían movido hasta entonces. De formas evolutivas de las fuerzas productoras que eran, estas relaciones se convierten en trabas de estas fuerzas. Entonces se abre una era de revolución social. El cambio que se ha producido en la base económica trastorna más o menos lenta o rápidamente toda la colosal superestructura. Al considerar tales trastornos importa siempre distinguir entre el trastorno material de las condiciones económicas de producción —que se debe comprobar fielmente con ayuda de las ciencias físicas y naturales— y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas y filosóficas; en una palabra, las formas ideológicas bajo las cuales los hombres adquieren conciencia de este conflicto y lo resuelven. Así como no se juzga a un individuo por la idea que él tenga de sí mismo, tampoco se puede juzgar tal época de trastorno por la conciencia de sí misma; es preciso, por el contrario, explicar esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto que existe entre las fuerzas productoras sociales y las relaciones de producción. Una sociedad no desaparece nunca antes de que sean desarrolladas todas las fuerzas productoras que pueda contener, y las relaciones de producción nuevas y superiores no se sustituyen jamás en ella antes de que las condiciones materiales de existencia de esas relaciones hayan sido incubadas en el seno mismo de la vieja sociedad. Por eso la humanidad no se propone nunca más que los problemas que puede resolver, pues, mirando de más cerca, se verá siempre que el problema mismo no se presenta más que cuando las condiciones materiales para resolverlo existen o se encuentran en estado de existir. Esbozados a grandes rasgos, los modos de producción asiáticos, antiguos, feudales y burgueses modernos pueden ser designados como otras tantas épocas progresivas de la formación social económica. Las relaciones de producción son la última forma antagónica del proceso de producción social, no en el sentido de un antagonismo individual, sino en el de un antagonismo que nace de las condiciones sociales de existencia de los individuos; las fuerzas productoras que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa crean al mismo tiempo las condiciones materiales para resolver este antagonismo. Con esta formación social termina, pues, la prehistoria de la sociedad humana.32

Los sujetos de la evolución histórica son, para Marx, los modos de producción. Un modo de producción lo constituyen las fuerzas productivas, que son la fuerza humana de trabajo y los medios e instrumentos de producción (una extensión de aquélla), las relaciones de producción, que son las que contraen los 32

Ibíd., pp. 7-8.

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hombres en el proceso de producción, es decir, las relaciones de propiedad y la conciencia social que sobre este fundamento se levanta (superestructura ideológica en las sociedades en donde existe la propiedad privada). El modo de producción es la forma de organización social mediante la cual el hombre desarrolla su esencia natural. La esencia natural del ser humano es el trabajo. El trabajo es la actividad vital consciente, es decir, la actividad consciente a través de la cual el hombre satisface sus necesidades vitales mediante la transformación de la naturaleza. Esta actividad es la manifestación de las capacidades físicas y mentales del ser humano, quien las ejerce actuando sobre la naturaleza con la finalidad de producir los medios necesarios para reconstituirlas. Lo característico de la actividad productiva es que se realiza conscientemente, es decir, representado en la conciencia del hombre todos los elementos y las fases de la actividad productiva como prerrequisito para la acción. El modo de producción tiene como fundamento las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Ambas constituyen los dos polos de una contradicción. Las fuerzas productivas —medios e instrumentos de producción y fuerza de trabajo— son la materialización de las facultades y las capacidades humanas. El proceso productivo es el ejercicio de esas facultades. Las relaciones de producción son las que contraen entre sí los hombres en el proceso productivo, relaciones de propiedad. Las fuerzas productivas, que expresan un cierto grado de desarrollo de las facultades y capacidades humanas, engendran las relaciones de producción (de propiedad) que les corresponden. En su movimiento, las fuerzas productivas procrean en su seno los elementos de una forma superior que, a su vez, produce los de unas nuevas y más altas relaciones de producción (propiedad). Las viejas relaciones de producción, de ser el vehículo para el desarrollo de las fuerzas productivas, se transforman en una traba para el mismo: se abre una época de revolución social. Se establece un nuevo modo de producción formado por las fuerzas productivas en un punto superior de su desarrollo y unas más altas relaciones de producción que le corresponden. Los puntos extremos de este proceso son: a) El período de constitución de las capacidades y facultades humanas de la especie, es decir, del nacimiento de las fuerzas productivas; éstas crean las relaciones de producción que les corresponden: propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción, fuerza de trabajo y conciencia colectivas. b) Las capacidades y facultades humanas constituidas en la fase anterior entran de lleno en un desarrollo ascendente, aunque de una manera contradictoria: su perfeccionamiento implica primero su materialización en un instrumento individual y después una desposesión de aquéllas a los individuos y su conversión en capacidades y facultades colectivas, que en la fase superior del régimen 132 •

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capitalista se materializan en la industria maquinizada, a la que se aplica una reunión de fuerzas individuales de trabajo sustantivadas, sujetas a un proceso de degeneración y atrofia de sus características humanas. Se crean las relaciones de producción que corresponden a esta etapa: propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción, ausencia de propiedad o propiedad precaria derivada de la gran propiedad, exacción de trabajo excedente de los productores directos por los propietarios de los medios e instrumentos de producción, sujeción de la mayoría de los integrantes de la sociedad a los propietarios privados, etcétera. c) Las capacidades y facultades humanas llegan al punto superior de su desarrollo: se han convertido en una unidad mecanizada y socializada que es operada por el obrero colectivo, a cuyos integrantes se ha suprimido la individualidad antinatural de que todo el desarrollo anterior los había dotado. Se reivindican, aunque en una forma más alta, las relaciones de propiedad, la fuerza de trabajo y la conciencia colectivas. Los modos de producción sustentados en la propiedad privada están integrados por una base y una superestructura. La base está formada por las fuerzas productivas y las relaciones de producción. La superestructura está compuesta por el derecho, el Estado y la conciencia social sustantivada (ideología). Las relaciones entre base y superestructura son las siguientes: Ambas constituyen los polos de una contradicción: la base es la estructura económica de la sociedad y la superestructura jurídica, política y las formas de conciencia social se alzan sobre ella. La estructura económica produce sus propios elementos: fuerzas productivas y relaciones de producción, y a la vez, los de su opuesto, es decir, las formas jurídicas, estatales e ideológicas correspondientes. Se abre una fase de mutua complementación: la base produce la superestructura que le corresponde y ésta a su vez influye sobre la base, propiciando su desarrollo. La mutua complementación da paso a una fase de oposición y lucha: en la base se gesta un cambio cualitativo (negación de su naturaleza anterior), es decir, una nueva base económica que entra en lucha con la anterior. En la superestructura surgen también los elementos que representan a la forma social en germen, los cuales entran en oposición y lucha contra los elementos de la superestructura generada por la anterior base económica. Conforme avanza la gestación de la nueva base económica en el seno de la antigua, en la misma medida arrecia la lucha entre ambas; igualmente, se desarrollan los elementos negatorios de la antigua superestructura que son, a la vez, constitutivos de la que debe sustituirla. Los elementos de la nueva superestructura niegan a la vieja superestructura y ejercen su influencia sobre la base para ayudar al parto de la nueva base económica.

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Las etapas históricas de este proceso son las siguientes: a) En la comunidad primitiva, la formación económica basada en la propiedad y el trabajo colectivos no está escindida en los dos elementos considerados: base y superestructura; todos sus elementos constitutivos forman una unidad indiferenciada; no existen ni el derecho ni el Estado ni una conciencia social sustantivada. b) Al disolverse la comunidad primitiva y aparecer la propiedad privada, las formaciones económicas que en ella se asientan se dividen en dos polos, base y superestructura, dando lugar al surgimiento del derecho y del Estado y de la ideología como una conciencia social sustantivada; a lo largo de la existencia de la propiedad privada (desde el esclavismo hasta el régimen capitalista), se da el proceso dialéctico de unidad y lucha de contrarios entre base y superestructura. c) En la sociedad comunista, al abolirse la propiedad privada, es anulada la superestructura que a ésta le corresponde y desaparecen por tanto el Estado, el derecho y la conciencia social sustantivada; la formación económico-social vuelve a su primitiva unidad. El motor último de la dinámica de los modos de producción se encuentra en las fuerzas productivas. Cada modo de producción surge a la existencia como la negación de un modo de producción anterior y a su vez es negado por un nuevo modo de producción. Al desarrollarse engendra primeramente su esencia positiva, la contradicción polar que es el fundamento de su existencia y que contiene en germen su esencia negativa, el otro modo de producción en que se ha de transformar fatalmente; posteriormente, produce su esencia negativa, esto es, los elementos del nuevo modo de producción; por último, estos elementos llegan a la existencia estableciendo el ser del nuevo modo de producción. Y así sucesivamente. El fin último de la evolución de los modos de producción es el perfeccionamiento de las capacidades y facultades humanas; en una primera fase se generan esas capacidades y facultades como características fisiológicas del individuo humano directamente socializadas que tienen como complemento instrumentos de producción rudimentarios; posteriormente, se destruye la colectividad y los hombres inician un desarrollo individual y autónomo de sus facultades y capacidades y de sus instrumentos de producción que implica la anulación de sus características naturales-humanas adquiridas en el período anterior y una forma de producción basada en la exacción de trabajo excedente y en la sujeción de una parte de la sociedad a otra; en otra fase, los instrumentos de producción adquieren un desarrollo independiente hasta convertirse en la moderna industria maquinizada que constituye ahora el conjunto de las capacidades y facultades humanas pero enfrentadas a los individuos, que se ven inmersos en un proceso de atrofia, degeneración y anulación de sus características naturales-humanas; finalmente, se realiza la fusión entre las capacidades y facultades humanas materializadas en una unidad industrial y la fuerza humana de trabajo, desindividualizada y socializada.

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Los modos de producción que se suceden necesariamente en la historia humana, son los siguientes: la comunidad primitiva, la comunidad asiática, el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo y el socialismo. Estas tesis, en cuyo desarrollo se ha hecho una rigurosa aplicación de la dialéctica hegeliana, constituyen lo que Marx llamó el “hilo conductor de sus estudios”, son el punto de partida para la evolución posterior de su teoría.

5. La Sagrada Familia. (capítulo IV, apartado 4, Glosa Marginal Crítica núm. 2)33 En este trabajo, Marx y Engels aplican las tesis desarrolladas en sus escritos anteriores a la lucha teórica en contra de los seguidores de la filosofía hegeliana, quienes continuaban sus campañas especulativas contra la filosofía de la religión de Hegel. En esta polémica enriquecen y perfeccionan sus ideas expresadas en los trabajos anteriores. Marx y Engels parten de los resultados obtenidos por Proudhon: el reconocimiento de que la miseria tiene su origen en la existencia y desenvolvimiento de la propiedad privada. De ahí en adelante establecen las leyes que rigen el desarrollo de esta antinomia. El proletariado y la propiedad privada son antinómicos y constituyen un todo; son dos formas del mundo de la propiedad privada. La esencia negativa de la propiedad privada radica en que en ella se hace ajena al hombre su naturaleza específica. La propiedad privada capitalista es la forma superior que adopta este tipo de propiedad. La clase burguesa y la clase proletaria están sujetas al mismo estado de desposesión; es decir, que ambas han perdido las características naturales de la especie humana. Fase de mutua complementación La propiedad privada está obligada a mantenerse a sí misma y a su contrario. Es el lado positivo del fenómeno. La relación de mutuo engendramiento entre propiedad privada y proletariado produce como resultado necesario el reforzamiento de la anulación de la naturaleza humana tanto en el proletariado como en la burguesía. El propio movimiento de la propiedad privada crea los elementos de su negación:

Marx, Carlos y Federico Engels, La Sagrada Familia y otros escritores filosóficos de la época, traducción del alemán por Wenceslao Roces, segunda edición, Editorial Grijalbo, S.A. México, D.F., 1967, pp. 99-103. 33

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a) En su punto superior, la enajenación se manifiesta en el proletariado en la miseria “en adelante ineluctable, imposible de paliar, absolutamente imperiosa”. b) La clase burguesa vive la apariencia de una existencia humana que es la base de su poder; se afirma en el lado positivo del fenómeno. c) El proletariado se ve ineluctablemente empujado entonces, por la contradicción que existe entre su naturaleza humana (en potencia) y sus condiciones de vida, que son la negación franca, neta y absoluta de esa naturaleza humana, a rebelarse contra ese estado de cosas. Cambio revolucionario El proletariado está entonces obligado a trabajar por su supresión y por la de la propiedad privada. Condiciones para el cambio revolucionario La propiedad privada, en su movimiento, produce al proletariado en cuanto proletariado, es decir, a la miseria consciente de su miseria física y moral. Dicho de otro modo, produce el movimiento obrero, la teoría revolucionaria y la fusión de ambos. De esta manera, el proletariado consciente (armado de la teoría revolucionaria) ejecuta la sentencia que el asalariado dicta contra sí mismo al producir la miseria propia y la riqueza ajena. El proletariado desarrolla una lucha revolucionaria contra la propiedad privada que desemboca en la supresión de ambos contrarios. “Y entonces, el proletariado habrá desaparecido tanto como el contrario que lo condiciona, la propiedad privada.” En este trabajo, Marx y Engels, situados ya de plano en la esencia del régimen de producción capitalista, profundizan el análisis de su naturaleza mostrando con más claridad el movimiento implícito que debe llevar a la abolición de ese régimen social y a la instauración de uno superior. Es notable la herencia de la economía política clásica y de su crítico principal, Proudhon, pues la argumentación de Marx y Engels empieza precisamente en el punto al que aquélla había llegado en el análisis de la propiedad privada. También salta a la vista que Marx utiliza aquí, de una manera rigurosa, en la consideración de los contrarios existentes en el régimen de producción capitalista y de sus relaciones mutuas, el método dialéctico y la teoría de la esencia hegelianos. Los elementos constitutivos de la teoría revolucionaria que Marx y Engels desarrollan en este trabajo son los siguientes: 1) La determinación de la esencia (de las determinaciones negativas del ser determinado del régimen capitalista cuando alcanzan su máxima negatividad y se ven obligados a producir los elementos materiales del otro) del régimen de producción capitalista como la negación de la naturaleza humana; esto

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2)

3) 4) 5)

sólo había sido expresado en el trabajo anterior como la “perdida total del hombre en el proletariado”. La determinación del origen de la negación de la naturaleza humana en la propiedad privada en general; la propiedad privada capitalista es la forma superior de la propiedad privada, en consecuencia la negación de la naturaleza humana alcanza su punto superior en el régimen de producción capitalista. La determinación de los contrarios existentes en el interior del régimen capitalista y de la dialéctica de su desarrollo. La determinación de las condiciones y fases que debe seguir la lucha revolucionaria del proletariado, y La determinación del resultado final de esa lucha.

Aquí Marx y Engels llegan de primera intención a lo que es la esencia negativa del régimen de producción capitalista: la anulación de la naturaleza humana en el proletariado moderno, y a lo que debe ser, conforme a la dialéctica del fenómeno, el resultado del movimiento revolucionario: la recuperación, a través de la lucha revolucionaria del proletariado, de esa naturaleza perdida. En un escrito posterior (Manuscritos económico-filosóficos) Marx y Engels desarrollan el concepto de “naturaleza humana”, que ellos llaman “esencia natural humana”, y lo que son los procesos de pérdida y recuperación de la misma. Lo que importa subrayar es que en estos primeros trabajos Marx y Engels trazan los rasgos esenciales de la teoría y el movimiento revolucionarios, los cuales serán desarrollados al detalle más tarde. La esencia de la explotación capitalista la asocian Marx y Engels incondicionalmente a la forma en que se manifiesta primitivamente. En su desarrollo, la esencia del capitalismo evoluciona en un sentido ascendente (perfeccionándose) y al mismo tiempo cambia la forma en que se manifiesta.

6. Los Manuscritos económicos-filosóficos de 184434 A. Introducción El revisionismo moderno realizó cabalmente su labor de revisar la teoría revolucionaria y sustituirla por una forma embozada de la ideología burguesa. En esta tarea llegó hasta el núcleo mismo de las concepciones revolucionarias, la noción de la esencia de la explotación capitalista, a la que reemplazó con las ideas que una parte de la burguesía y la pequeña burguesía sostienen acerca de las formas primitivas o imperfectas a través de las cuales dicha esencia se exterioriza. En sus elaboraciones más acabadas, el revisionismo emplea un lenguaje y conceptos típicamente marxistas cuando revisa las tesis revolucionarias sobre esta materia. Marx, Carlos, Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Ediciones de Cultura Popular, S.A., México, D.F., 1977. 34

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En sus manifestaciones más descaradas, el revisionismo hace suyos ciertos conceptos burgueses referentes a la naturaleza del régimen capitalista que obtiene directamente del arsenal de la ideología burguesa (de la parte de ella que corresponde al sector “liberal” de la burguesía) y pequeño burguesa; tales conceptos reconocen su origen en los economistas clásicos, quienes lograron determinar al detalle algunas formas de la explotación capitalista a las que confundieron por necesidad con su esencia, ante la cual se detuvo impotente su análisis. De igual manera, el revisionismo oculta y sustituye por su formulación burguesa las tesis revolucionarias referentes al Partido y proceso necesarios para la conquista del poder por el proletariado y a la naturaleza del socialismo y el comunismo. Para el revisionismo, el socialismo es un régimen en el cual se anulan las formas primitivas e imperfectas de la explotación capitalista, pero se mantienen vivas y en ascenso su esencia y la forma perfecta que le corresponde. En efecto, el “socialismo humanista y democrático”, cuya instauración ha sido el sueño dorado del revisionismo, estaría constituido por una diluida base de organización colectiva de las funciones más generales de la sociedad, un nivel superior de organización en grupos sociales (universidades, “colectivos”, etcétera) en los que existiría la “propiedad por grupos” y la “autogestión”, un último nivel de desarrollo de los individuos en cuanto tales y, aunado a esto, un proceso incontenible de perfeccionamiento de la esencia de la explotación capitalista. El revisionismo toma la forma superior, perfecta, en que se manifiesta la esencia de la explotación capitalista (a través de la satisfacción y desarrollo de las necesidades individuales) y la considera ¡como lo característico del régimen socialista, que por definición supone la anulación de la explotación capitalista! Los clásicos del marxismo-leninismo determinaron con exactitud cuál es la esencia de la explotación capitalista; en justa correspondencia con ello, delinearon los procesos necesarios (Partido, propaganda, agitación, conciencia revolucionaria, lucha teórica, económica y política, insurrección armada, conquista del poder por el proletariado, etcétera) para el derrocamiento del régimen capitalista y la instauración del socialismo; igualmente, establecieron a grandes rasgos la naturaleza específica del régimen socialista y del comunismo, meta última éste de la revolución proletaria. Los primeros movimientos revolucionarios del proletariado guiados por el marxismo-leninismo (en Rusia, principalmente) se realizaron en una fase de existencia del capitalismo en la cual predominaban, con una fuerza enorme, las formas primitivas e imperfectas de la explotación; en torno a ellas se estructuró todo el aparato revolucionario atacando la fase de la esencia que correspondía a aquella forma; el propio proceso revolucionario hizo pasar la esencia del régimen de producción capitalista a una fase superior. Al conquistar el proletariado ruso el poder instauró un régimen formalmente socialista basado en su dictadura y en la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción. La conciencia del proletariado era también formal-

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mente colectiva, organizada en derredor de la necesidad de abolir aquellas formas mencionadas y reforzada por factores externos que impusieron un “comunismo de guerra”; pero en su núcleo esencial la conciencia del proletariado ruso siguió presa de las determinaciones que brotaban de su esencia capitalista (vida latente de las necesidades individuales) dado que el movimiento revolucionario no había llegado al punto de transformar la conciencia íntimamente capitalista del proletariado en una conciencia socialista, es decir, en una conciencia que tuviera como finalidad específica la abolición de la individualidad capitalista de los trabajadores. Durante la segunda guerra mundial el socialismo así establecido se desarrolló aceleradamente extendiéndose a otros países a través de la guerra revolucionaria de liberación; de esta manera quedó integrado formalmente el sistema de países socialistas. Ese mismo proceso ascendente de vida del socialismo dio impulso al desenvolvimiento de las necesidades individuales de los trabajadores; dotada de una fuerza inconmensurable, la esencia capitalista en su nueva fase de existencia fue creciendo en el seno de los países socialistas hasta lograr destruir la organización colectiva de la sociedad y sustituirla por formas sui géneris de organización y producción capitalistas (propiedad por grupos, autogestión, etcétera). Se produjeron entonces la degeneración del socialismo existente en esos países y el restablecimiento más o menos profundo del capitalismo, hasta llegar, en nuestros días, a la restauración del capitalismo típico. Se cerró así toda una primera fase de existencia del socialismo. Como vemos, la teoría y el movimiento revolucionarios habían abandonado, mucho antes de que se produjera la vuelta al capitalismo en el mundo socialista, el análisis de la esencia de la explotación capitalista y de la naturaleza exacta del socialismo y del comunismo, el desarrollo de los conceptos de los clásicos en estas materias, la denuncia entre el proletariado de dicha esencia y la formación de una conciencia revolucionaria que contuviese todos estos elementos. Sobre esta base, el revisionismo moderno actúa contribuyendo por su cuenta a reforzar la ocultación de la esencia de la explotación capitalista y su reemplazo por una forma determinada de la misma. En la actualidad se abre una nueva etapa del desarrollo del socialismo, ésta sí, ahora, antesala directa del comunismo. En ella los revolucionarios, mediante los métodos y con los instrumentos preconizados por el marxismo-leninismo, deberán dirigir su acción hacia la dotación al proletariado de una conciencia que comprenda, además de los aspectos formales de la explotación capitalista, la esencia de ésta y, además de la necesidad de la forma colectiva de la organización social, la de la anulación implacable de la individualidad de sus miembros como una condición para la existencia de aquélla. De esta manera, la acción práctico-consciente de los trabajadores estará encaminada a la formación de un régimen formal y materialmente socialista que no pueda ya por ningún concepto recular hacia el capitalismo, sino que sea la base más firme para el advenimiento del comunismo.

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Para abrir el acceso a esa nueva fase del socialismo es necesario desplegar una lucha inflexible contra el revisionismo —que ha revisado meticulosamente todas las partes integrantes de la teoría revolucionaria— reivindicando en todos los campos las tesis clásicas del marxismo-leninismo; pero no sólo eso es necesario sino también realizar una labor creadora cuyo objetivo sea detallar aquellos aspectos de la teoría que los clásicos sólo dejaron esbozados en sus aspectos generales Esta parte de nuestro trabajo tiene precisamente ese doble propósito: restablecer las formulaciones clásicas de la teoría de la esencia de la explotación capitalista y con ellas las de la naturaleza característica del socialismo y el comunismo y trabajarlas más detalladamente con la finalidad de preparar así la nueva etapa de la revolución mundial. Consta de tres apartados: a) un resumen de los Manuscritos económico-filosóficos de Carlos Marx con comentarios nuestros; b) unas “Notas sobre el concepto de esencia natural del ser humano”, y c) unas “Notas para una crítica de la teoría de Freud” en las cuales se estudia la anulación, degeneración y descomposición de los procesos psíquicos en el régimen de producción capitalista. B. Primer Manuscrito En este primer manuscrito, Marx hace un resumen de los economistas clásicos respecto del salario, la ganancia, la acumulación de capital y las relaciones entre todos esos conceptos, organizando, sistematizando y llevando hasta sus últimas consecuencias las proposiciones de los clásicos, pero sin transgredir los límites del régimen capitalista. Salario El salario se determina por la lucha antagónica entre capitalista y obrero. El triunfo corresponde necesariamente al capitalista. Esto es así porque: • El capitalista puede vivir más tiempo sin el obrero. • El obrero no puede subsistir mucho tiempo sin el capitalista. • Los capitalistas se agrupan en asociaciones para defender sus intereses. • Las asociaciones de los obreros están prohibidas y cuando las forman les acarrean graves consecuencias. • Los capitalistas y los terratenientes tienen, además de sus rentas, ingresos por ganancias industriales. • Los obreros sólo tienen ingresos por sus salarios y no reciben ningún tipo de ganancia industrial, ni renta de la tierra ni intereses sobre capitales. • Esto es la base de la intensidad de la competencia entre los obreros. La situación desventajosa del obrero se deriva de la separación necesaria entre el capital, la propiedad de la tierra y el trabajo. Esa separación es fatal para el obrero. El salario que pagan los capitalistas al obrero gira en torno al precio natural del trabajo.

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El precio natural del trabajo es aquel que provee para la subsistencia del obrero y de su familia, para que no perezca la raza de los obreros. El trabajo es una mercancía como cualquier otra y por lo tanto su demanda gobierna necesariamente su producción. Si la oferta sobrepasa a la demanda entonces una gran parte de la población no tendrá trabajo y se hundirá en la pobreza y el hambre. Si la oferta es mayor que la demanda se reducirá el precio comercial del salario por debajo de su precio natural. Los demás factores de la producción, cuando su precio comercial desciende por debajo de su precio natural, pueden emigrar a otras ramas productivas con lo que al descender la oferta el precio comercial se acercará al precio natural, restableciéndose el equilibrio entre la oferta y la demanda. En el caso del trabajo esto es prácticamente imposible porque: “...1) donde existe una considerable división del trabajo es extremadamente difícil para el obrero dirigir su trabajo hacia otras vías; 2) porque a causa de su relación de subordinación al capitalista es el primero que sufre”, p. 14. Las fluctuaciones del mercado afectan menos a la renta del suelo y a la ganancia industrial que al salario del obrero. Si el capitalista mantiene el precio de sus mercancías por arriba de su precio natural obtiene un provecho adicional, pero el obrero que trabaja en su fábrica no recibe ninguna ventaja de ello. El precio del trabajo es mucho más constante que el precio de las subsistencias y frecuentemente se encuentran en relación inversa. En épocas de carestía el alza de precios provoca una contracción de la demanda de mercancías; esto, a su vez, da como resultado que disminuya la demanda de trabajo con lo que disminuyen los salarios. Por otro lado, debido a los altos precios de las subsistencias los salarios suben por su tendencia a nivelarse con el precio natural del trabajo. Los aumentos y las disminuciones se compensan equilibrándose por tanto los salarios. En épocas de abundancia el aumento de la producción genera un incremento en la demanda de obreros; el salario sube. Por otro lado los precios de las subsistencias bajan y con ellos el salario. Ambos movimientos se compensan. El obrero no sólo tiene que obtener los medios necesarios para su subsistencia sino que tiene también que buscar trabajo, es decir, la oportunidad de desplegar sus capacidades físicas y mentales. La sociedad se puede encontrar en tres situaciones fundamentales distintas, las que se analizan en relación con la suerte que en ellas tienen las condiciones de vida de la clase obrera: 1) Disminución de la riqueza social. La clase que más cruelmente sufre con la caída de la prosperidad social es la clase obrera. 2) Riqueza social en aumento. Ésta es la condición favorable al obrero. Aumenta la producción; se incrementa la demanda de obreros; sube el salario. Al subir el salario el obrero trata de obtener más ingresos trabajando tiempo extraordinario. Trabaja en exceso y acorta su vida. De esta manera da paso a nue-

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vos contingentes de trabajadores. El sacrificio de una parte de sus miembros es la condición para el aumento de la ocupación de la totalidad de la clase obrera. El enriquecimiento progresivo de la sociedad se basa en el aumento de los capitales y las rentas. Este aumento tiene las consecuencias siguientes: El crecimiento de la riqueza supone el aumento de la acumulación; la acumulación es concentración de trabajo de los obreros en manos de los capitalistas; por lo tanto el crecimiento de la riqueza se basa en el despojo de lo que el obrero produce y en su concentración en manos de otra persona; los medios de trabajo y de subsistencia del obrero se concentran en manos de los capitalistas. La acumulación del capital aumenta la división del trabajo: • La división del trabajo aumenta el número de obreros. • A su vez el número de obreros aumenta la división del trabajo. • La división del trabajo incrementa la acumulación. • Por la acumulación de capital y la división del trabajo el obrero llega a depender más y más del trabajo para su subsistencia y de un trabajo cada vez más unilateral, mecanizado. • La dependencia del trabajo hace depender al obrero de las fluctuaciones del mercado, de la aplicación del capital y del capricho del rico. • El aumento de las personas que dependen únicamente del trabajo determina la competencia entre ellos y hace disminuir su precio. • Los dueños del dinero se ven forzados a hacer negocios con él. La competencia entre los capitalistas arruina a los capitalistas medios y pequeños y los lanza a las filas del proletariado aumentando la competencia entre ellos y haciendo descender su precio. En consecuencia las condiciones más favorables tienen los siguientes resultados para los obreros: • Trabajo extraordinario. • Muerte prematura. • Decadencia hasta convertirse en máquinas. • Relación de servidumbre respecto del capital. • Aumento de salarios que: • Presupone y envuelve la acumulación de capital; enfrenta cada vez más al obrero el afán de enriquecerse sacrificando su espíritu y su cuerpo. • Aumento de la división del trabajo que acentúa más y más su unilateralidad y dependencia. • Incremento de la competencia entre los hombres y las máquinas. • La máquina se enfrenta al obrero como competidora. • Sobreviene la sobreproducción que lanza obreros al arroyo y hace descender sus salarios. 3) Riqueza social en su punto culminante. • El salario y el interés del dinero serían muy bajos.

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• La competencia entre los obreros sería tan grande que los salarios descenderían en gran proporción viéndose reducidos a lo necesario para mantener el mismo número de obreros. El excedente de obreros tendría que morir. • En resumen: en el estado decreciente de la sociedad, miseria progresiva; en el estado progresivo, miseria compleja; en el estado culminante, miseria estacionaria. Según Adam Smith, una sociedad no es dichosa si la mayor parte de sus miembros padecen; el estado de mayor riqueza obliga a la mayoría a padecer; en consecuencia la economía política procura la desventura de la sociedad. Comparación que hace el economista entre lo que teóricamente es el obrero y lo que es la práctica. Remontándose por arriba de la economía política, Marx propone responder a dos preguntas: 1) ¿Qué significa en la evolución de la humanidad esta reducción de la mayor parte del género humano al trabajo abstracto?. 2) ¿Cuáles son los errores que cometen los reformadores sociales que, o quieren elevar los salarios y de este modo mejorar su situación de la clase obrera, o consideran la igualdad de salarios (como Proudhon) como finalidad de la revolución social? Conforme a la economía política el trabajo se presenta sólo como actividad para obtener salarios. Wilhelm Schulz: Salario mayor para las ocupaciones que suponen talentos específicos o reparación más prolongada; salario menor para las actividades mecánicas, monótonas en las que una persona puede entrenarse fácil y rápidamente. Esta clase de trabajo es el que abunda en el estado actual de organización del trabajo. El promedio encubre las diferencias salariales. El cálculo del monto del salario también debe de considerar la seguridad de su permanencia. Ésta disminuye constantemente. Igualmente el cálculo del salario debe tomar en cuenta las horas trabajadas antes y ahora. En general ha aumentado en los últimos 25 años. Si aumentan el salario puede ser, sin embargo, que las necesidades sociales hayan aumentado en mucho mayor proporción por lo que en realidad el salario habrá disminuido relativamente. Pero la economía política ve al obrero sólo como un animal de trabajo; como una bestia estrictamente reducida a sus necesidades corporales. La productividad del trabajo crece enormemente con las nuevas maquinarias más modernas. Sin embargo esto ha traído consigo un aumento de la duración del trabajo esclavo. La simplificación del trabajo sustituye el trabajo de los obreros adultos por el de las mujeres y niños.

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Teóricamente

Prácticamente

El producto integro del trabajo pertenece El obrero sólo recibe la parte menor y estrical obrero tamente indispensable del producto; sólo lo necesario para subsistir, no como hombre, sino como esclavo y para perpetuar, no la especie humana, sino la clase esclava de los obreros Todo se compra con trabajo. El capital es El obrero se ve obligado a venderse él mistrabajo acumulado mo, su propia humanidad La renta del terrateniente es, en la mayor El salario del obrero sólo alcanza para eviparte la 3a. Parte de la renta del suelo; la tar, en el mejor de los casos que se le mueganancia del capitalista industrial es el do- ran dos de cada cuatro hijos ble del interés del dinero El trabajo es lo único que acrecienta el va- La propiedad privada activada, el terratenienlor de los productos de la naturaleza te y el capitalista, son seres ociosos que sin trabajar se propinan de los productos del trabajo El trabajo es el único precio constante del trabajo La división de trabajo aumenta el poder productivo del trabajo, la riqueza y el refinamiento sociales El trabajo se convierte en capital acumulado y con esto aumenta la creciente prosperidad social

No hay nada más fortuito que el salario La división del trabajo empobrece al obrero más dependiente y lo reduce a la condición de máquina Al acumularse el capital se hace al obrero más dependiente del capitalista

El interés del obrero nunca se opone al de La sociedad siempre se opone al interés del la sociedad obrero El salario es una deducción que la tierra y La renta y la ganancia son deducciones sael capital permiten que vaya a las manos cadas de los salarios del obrero El trabajo, en cuanto que su propósito es el puro aumento de riqueza, es dañino y pernicioso

El trabajo asalariado es agotador y destroza el cuerpo y lisia moral e intelectualmente. Los hombres son condenados a ocupaciones tan bajas, a una degradación tan devastadora y cruel que por comparación el estado de salvajismo parece una condición regia. London: (1842) • Incremento de la prostitución. • Incremento de la población. En cuanto mayor la pobreza, mayor la población. • La teoría del trabajo como mercancía es la teoría de servidumbre disfrazada.

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• El actual régimen económico rebaja simultáneamente el precio y la remuneración del trabajo; perfecciona al obrero y degrada al hombre. • Las máquinas lanzan al arroyo a los obreros, etcétera. La ganancia del capital El capital: es el trabajo acumulado en reserva. Da al capitalista poder de dirección sobre el trabajo y sus productos. La ganancia del capital: Es completamente diferente del salario. La ganancia del capital es regulada por el valor del capital empleado, sin atender al trabajo de inspección y dirección que, por otra parte, es realizado por funcionarios a sueldo del capitalista. Es decir, que la ganancia del capitalista nada tiene que ver con su trabajo personal sino que está en función del valor del capital invertido. El capitalista emplea a los obreros para obtener de la venta del valor que produce un excedente sobre lo que les adelantó como salario. El capitalista no tendría interés en invertir grandes capitales si su ganancia no fuera proporcional al volumen del capitalista. Los capitalistas obtienen una ganancia tanto de los salarios como de las materias primas cuyo valor adelantan. ¿Cuál es el nivel normal de la ganancia? Existen múltiples dificultades para determinarlo. En general debe ser mayor que el interés del dinero. Cuanto mayor es la ganancia que se puede obtener, más alta la tasa de interés y al contrario. La tasa de ganancia más baja es aquella que cubre un poco más de lo necesario para compensar las pérdidas ocasionales del capital. La tasa de ganancia superior es aquélla en la cual el precio de la mayor parte de las mercancías consume el total de la renta del suelo y reduce el salario. La ganancia puede aumentar también cuando el capitalista mantiene el precio de mercado por sobre el precio natural: • A través del secreto industrial. • Por medio de monopolios. • Por circunstancias fortuitas. • Por el mayor grado de elaboración de las mercancías, que reduce la parte de la renta del suelo. • Mientras mayor volumen del capital mayor es la masa de la ganancia. • Mediante el abaratamiento de los medios de circulación. • Por la división del trabajo.

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El poder del capital sobre el trabajo y los móviles del capitalista El lucro es el único móvil del capitalista. “Los planes y proyectos de los poseedores de capital regulan y dirigen todas las operaciones más importantes del trabajo, y el objeto que se proponen todos esos planes y proyectos es la ganancia”, p. 36. La acumulación de capitales y la competencia entre los capitalistas Marx establece, con citas de los economistas, los puntos principales acerca de la acumulación de capital: acumulación, concentración y centralización de capital, baja de la tasa de ganancia, ruina de los pequeños y medianos capitalistas, restauración del monopolio. La renta del suelo La renta del suelo es una deducción que hace el propietario del suelo de la ganancia del capitalista agrario (arrendatario capitalista). La sociedad queda reducida a dos clases sociales fundamentales: capitalistas y obreros. El trabajo enajenado En esta parte de los Manuscritos Marx se da a la labor de descubrir la esencia de la relación trabajo asalariado-capital. Partiendo de las premisas de la economía política, con sus propias palabras, se ha demostrado que: a) El obrero degenera en mercancía y se convierte en la más miserable de las mercancías; b) la miseria y el envilecimiento del obrero están en razón inversa al poderío y magnitud de su producción; c) el resultado de la competencia y de la acumulación del capital es la restauración del monopolio; d) la sociedad se divide en dos clases fundamentales; la de los propietarios y la de los obreros no propietarios. La economía política tiene como fundamento la propiedad privada, pero no la explica. No prueba cómo proceden de la esencia de la propiedad privada: la codicia, la separación del trabajo, capital y tierra, la de intercambio y competencia, valor y desvalorización del hombre, monopolio y competencia, etcétera.

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Comprender esa conexión esencial es la tarea a realizar. Argumentación: Se parte de un hecho económico actual: • El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías produce. • La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. • El trabajo no sólo produce mercancías; se produce a sí mismo y al obrero como mercancía y justamente en la proporción en que produce mercancías en general. Este hecho expresa que: • El objeto que produce el trabajo se le enfrenta como un ser extraño, como un poder independiente. En consecuencia: • El objeto, el producto del trabajo es el propio trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha hecho cosa. • Su propio trabajo se enfrenta al obrero como un ser extraño, como un poder independiente. • La objetivación del trabajo es su realización. • La realización del trabajo es la desrealización del trabajador. En la expresión más rotunda de esta contradicción el obrero es desrealizado hasta llegar a la muerte por inanición. • La objetivación del trabajo es la pérdida del objeto y servidumbre a él. Hasta tal punto lo es que el obrero no sólo es despojado de los objetos más necesarios para su vida sino que su trabajo mismo se convierte en un objeto del que sólo se apodera con grandes esfuerzos. • La apropiación es el extrañamiento, la enajenación. Esto se manifiesta en el hecho de que mientras más objetos produce el obrero menos puede poseer y más cae bajo el dominio de lo que produce: del capital. • El mayor desgaste del obrero se traduce en un mundo objetivo extraño más poderoso que él crea frente a sí; mientras más grande es ese mundo objetivo más pobre es el obrero y menos le pertenece como suyo. • El trabajador pone su vida en el objeto pero desde ese momento su vida no le pertenece sino al objeto. Todo esto tiene su origen en el hecho de que el obrero está relacionado con el producto de su trabajo como objeto extraño. El trabajo del obrero existe fuera de él como algo extraño a él que se convierte en poder en sí mismo, que se le opone como algo hostil y ajeno. Se examinará ahora el proceso de objetivación del trabajo, es decir, la producción del obrero.

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• El trabajo, para objetivarse, necesita de la naturaleza; ella le provee medios de vida en un doble sentido: 1) como material para realizar su trabajo, 2) como medios de subsistencia. • En virtud de la relación del trabajo con su producto como un objeto extraño, la naturaleza (el mundo sensorial externo) va dejando de ser un objeto que pertenece al trabajo en los dos sentidos arriba expresados. La naturaleza se enajena del trabajo. • Se establece una doble servidumbre del trabajo respecto del objeto: 1) recibe un objeto de trabajo, es decir, recibe trabajo. 2) recibe medios de subsistencia. Esta servidumbre llega a su expresión superior: el ser humano sólo como obrero puede mantenerse en calidad de sujeto físico, y sólo es obrero en cuanto sujeto físico. La economía política oculta la enajenación inherente a la naturaleza del trabajo no considerando la relación directa entre el obrero (trabajo) y la producción. Es decir, que no considera que la privación en que viven los obreros, los tugurios en que se ven obligados a morar, la deformidad de sus cuerpos y sus espíritus, su calidad de accesorios de las máquinas, su falta de trabajo, su estupidez y cretinismo, sean producidos directamente por el trabajo. Si el producto del trabajo del obrero es algo extraño a él, el trabajo, la actividad productiva, debe ser la enajenación activa, la enajenación de la actividad, la actividad de la enajenación. La enajenación del trabajo se manifiesta en: • El trabajo es externo al trabajador porque: No se afirma sino que se niega a él. No desarrolla una libre energía física y espiritual sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. (Anula sus facultades físicas y mentales.) Su trabajo no es voluntario sino forzado. (Es la condición para mantener su existencia física.) No es la satisfacción de una necesidad sino solamente un medio para satisfacer las más apremiantes necesidades fuera del trabajo. El trabajo no es suyo, sino de otro. Es su autoenajenación. El trabajador se siente libre sólo cuando realiza sus funciones animales: comer, beber, engendrar, habitación y atavío; y en sus funciones humanas (la facultad de trabajar) se reduce a un animal. Lo animal se convierte en humano y lo humano en animal.

Ya se analizó el producto como producto enajenado del obrero y la actividad productiva como su autoenajenación; ahora se pasará a analizar una tercera característica del trabajo enajenado. • El hombre es un ser genérico porque: (o: La esencia del ser humano consiste en que:) La naturaleza exterior (orgánica e inorgánica) es el cuerpo de la especie humana. La naturaleza exterior constituye una parte de la vida humana y de su actividad: 1) es un medio directo de vida, y 2) es el material, el objeto y el instrumento de su actividad humana. La vida de especie, la esencia del ser humano, consiste físicamente en que el hombre vive de la naturaleza y en que el ámbito del que

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vive es más universal que el de cualquier otra especie. La naturaleza forma parte de la conciencia humana como objeto de las ciencias naturales y como objeto de arte. La naturaleza pertenece al hombre en forma colectiva. La actividad vital del hombre es la transformación consciente de la naturaleza. El hombre hace de su actividad vital el objeto de su voluntad y de su conciencia (a diferencia del animal). La esencia del hombre consiste en que tiene una actividad vital consciente. Esta actividad vital en su forma natural se realiza colectivamente. La manifestación y afirmación del hombre es la producción práctica de un mundo objetivo, la elaboración de la naturaleza exterior. Su producción es universal, reproduce a toda la naturaleza y a la medida de cualquier especie.

El trabajo enajenado hace ajena al hombre su esencia humana porque: 1) enajena la naturaleza del hombre al enajenar aquélla del trabajo (véanse páginas anteriores) ya que el trabajo es la esencia de la especie humana, y 2) enajena del hombre la actividad vital consciente al hacer ajeno al hombre el trabajo (véanse páginas anteriores). Al hacer ajena al hombre su esencia humana hace ajeno al hombre respecto del hombre porque la esencia humana sólo se realiza en la comunidad; al enajenar aquélla del hombre disuelve la comunidad: hace ajeno al hombre del hombre mismo. Si el producto y la actividad productiva son ajenos al hombre, ¿a quién pertenecen? Desde luego, pertenecen a otros hombres. Si el producto y la actividad productiva son ajenos al obrero pertenecen a otro hombre que no es obrero. Si la actividad del obrero constituye un tormento para él es fuente de placer para el no obrero. Si el obrero se relaciona con el objeto de su trabajo como con un objeto poderoso, independiente, hostil y extraño se está relacionando con él de forma que otro hombre independiente de él, poderoso hostil, extraño a él que es el dueño de este objeto. Si el obrero se relaciona con su actividad como una actividad que lo sojuzga se está relacionando con ella como la actividad al servicio de otro, bajo las órdenes, la compulsión y el yugo de otro. Mediante el trabajo enajenado, el hombre: • Produce su relación con el objeto como un objeto extraño y hostil. • Produce su relación con el acto de la propia producción como un acto extraño y hostil. • Produce la relación en que los otros hombres se encuentran con su producto (apropiación). • Produce la relación en la que está con estos otros hombres, y • Al enajenarse de su propia actividad posesiona al extraño de la actividad que no le es propia. • En suma: el trabajo enajenado crea la relación del trabajo con el patrono o capitalista, un hombre que está fuera del trabajo y le es extraño, produce la propiedad privada.

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Conforme a la Economía Política el análisis partió de la propiedad privada como fuente del trabajo enajenado; ahora nos encontramos con que el trabajo enajenado produce la propiedad privada. Sólo en la última fase de su desarrollo revela la propiedad privada el secreto de su existencia: Es el producto del trabajo enajenado y es el medio por el cual el trabajo se enajena. Con estos elementos se resuelven varias antinomias: La economía política parte del trabajo como de la verdadera sustancia de la producción y no le da nada al trabajo y todo a la propiedad privada. Esta contradicción es la contradicción del trabajo enajenado consigo mismo. Proudhon falla a favor del trabajo. El salario y la propiedad privada son idénticos; en consecuencia un aumento forzado de los salarios no acabaría con la enajenación del trabajo; la igualdad de salarios sólo transforma la relación actual del obrero con su trabajo en la de todos los hombres con el trabajo. El salario es una consecuencia directa del trabajo enajenado y el trabajo enajenado la causa directa de la propiedad privada. De la relación del trabajo enajenado con la propiedad privada se deriva que la emancipación de la sociedad de la propiedad privada, de la servidumbre, etcétera, toma la forma política de la emancipación de los trabajadores porque ella contiene la emancipación universal del hombre y porque toda relación de servidumbre tiene como base la relación del obrero con la producción. Se plantean aquí dos problemas: 1) Determinar la naturaleza de la propiedad privada en su relación con la propiedad verdaderamente humana, social, y 2) ¿Cómo llega el hombre a extrañar, a enajenar su trabajo? C. Segundo Manuscrito Con base en el concepto de “esencia natural humana” Marx analiza ahora la relación trabajo asalariado-capital. La relación de la propiedad privada. En el trabajador se da el hecho subjetivo de que el capital es el hombre que se ha perdido totalmente a sí mismo. En el capital se da el hecho objetivo de que el trabajador es el hombre que se ha perdido totalmente a sí mismo. El trabajador produce el capital; el capital le produce a él; se produce, pues, a sí mismo y el hombre, en cuanto trabajador, en cuanto a mercancía, es el resultado de todo el movimiento. El hombre sólo existe en esta relación como trabajador. Su esencia humana (propiedades humanas) existe enajenada bajo la forma de capital. La producción no produce solamente al hombre como mercancía la mercancíahombre, el hombre en función de mercancía; lo produce en esta calidad como un ser espiritual y físicamente deshumanizado, pp. 85 y 86.

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La relación de la propiedad privada contiene latentes la relación de la propiedad privada en cuanto a trabajo, la misma relación como capital y las relaciones mutuas de ambos. Existe la producción de la actividad humana en cuanto a trabajo, esto es, una actividad extraña a sí misma, al hombre y a la naturaleza y, por tanto, a la conciencia y al flujo de la vida: la existencia abstracta del hombre como simple trabajador que, por consiguiente, puede caer todos los días de su vacío pleno al vacío absoluto, en la no-existencia social y por consiguiente real. Por otra parte, está la producción del objeto de la actividad humana como capital, en el que se ha extinguido toda determinación natural y social del objeto y ha perdido la propiedad humana su cualidad natural y social (es decir, ha perdido toda ilusión política y social, no se mezcla con ninguna relación aparentemente humana), que también permanece él mismo en los más diversos modos de existencia natural y social y es indiferente respecto de su contenido real. Esta oposición lleva a su culminación, y necesariamente la culminación, la cúspide y la decadencia de toda la relación, pp. 86 y 87. La relación de la propiedad privada es trabajo, capital y la relación entre ambos. El movimiento que estos elementos han de recorrer es el siguiente: Primeramente: Unidad inmediata y mediata de ambos. Capital y trabajo primero aún unidos, luego separados y extrañados, pero exigiéndose y aumentándose recíprocamente como condiciones positivas. Oposición de ambos. Se excluyen recíprocamente; el trabajador sabe que el capitalista es la negación de su existencia y viceversa; cada uno de ellos trata de arrebatar su existencia al otro. Oposición de cada uno de ellos consigo mismo. Capital igual trabajo acumulado igual trabajo. Como tal descomponiéndose en sí mismo y sus intereses, así como éstos a su vez se descomponen en intereses y beneficios. Sacrificio total del capitalista. Cae en la clase obrera así como el obrero —aunque sólo excepcionalmente— se hace capitalista. Trabajo como momento del capital, sus costos. El salario, pues, sacrificio del capital. Trabajo se descompone en sí mismo y en salario. El trabajador mismo, un capital, una mercancía. Colisión de oposiciones recíprocas, p. 92.

D. Tercer Manuscrito Marx desarrolla aquí la idea de que el comunismo es el desenlace necesario del desenvolvimiento de la contradicción; propiedad privada-trabajo. La propiedad privada y el trabajo La naturaleza subjetiva de la propiedad privada —propiedad privada dinámica para sí, como sujeto, como persona— es el trabajo, p. 93. La esencia subjetiva de la propiedad privada es el trabajo. En las fases anteriores del desarrollo de la propiedad privada este hecho permanece oculto y se considera a la propiedad privada como una cosa, como algo exterior al hombre.

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En el régimen capitalista se dan las premisas para que la economía clásica descubra, tras la apariencia material de la propiedad privada, su esencia subjetiva. Es así como una de las principales aportaciones de la economía clásica es el reconocimiento del trabajo como esencia de la propiedad privada. La economía clásica empieza con la apariencia de reconocer al hombre; en su desarrollo, al reconocer al trabajo como la única fuente de riqueza, niega al hombre y se convierte en una teoría de carácter antihumano. Su cinismo aumenta conforme se desarrolla la industria. Toda riqueza se ha convertido en riqueza industrial, la riqueza del trabajo; y la industria es trabajo concluido, tal como el sistema industrial es la cualidad de la manufactura —del trabajo— en su madurez, y tal como el capital industrial es la forma objetiva concluida de la propiedad privada. Vemos cómo sólo ahora puede la propiedad privada consumar su dominio sobre el hombre y convertirse en su forma más general en un poder históricomundial, p. 98.

La propiedad privada y el comunismo La oposición no propiedad-propiedad sólo puede ser aprehendida en su conexión activa, en su relación interna, cuando se entiende como la antinomia de capital y trabajo. Por tanto, aunque existente desde la disolución de la comunidad primitiva, la esencia de la propiedad privada sólo puede ser captada en la fase superior de su desarrollo, en el régimen de producción capitalista. Es también en esta fase durante la cual dicha contradicción avanza inexorablemente hacia su resolución. La superación de la enajenación sigue el mismo camino que la autoenajenación: 1) Se considera a la propiedad en su aspecto objetivo, pero teniendo como su fuente al trabajo; por lo tanto, la superación de la enajenación debe ser la superación del capital en cuanto tal (Proudhon). Esta consideración sirve de base a la primera forma que adopta el comunismo, movimiento éste de superación de la enajenación. Esta primera forma del comunismo es sólo una generalización y consumación (no-superación) de la relación trabajo asalariado-capital. Pregona la conversión de todos los hombres en trabajadores asalariados y del capital en propiedad privada de la comunidad y la igualdad de los salarios. La abolición del capital en cuanto tal significa literalmente la destrucción de aquello que no sea posible poseer por todos como propiedad privada; significa, por tanto, la destrucción de todas las fuerzas esenciales del ser humano desarrolladas durante el capitalismo y la reducción de todos los hombres al mínimo nivel de vida; es una regresión a la simplicidad antinatural del hombre pobre y sin necesidades que no sólo no ha superado la propiedad privada, sino que ni siquiera la ha podido alcanzar.

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La comunidad es sólo una comunidad de trabajo, y una igualdad de salarios que paga el capital comunal: la comunidad como fuente universal. Los dos lados de la relación son elevados a una universalidad imaginaria: el trabajo como un ámbito en el que se coloca todo el mundo, y el capital como la universalidad reconocida y el poder de la comunidad, p. 100.

2) El comunismo a) todavía de naturaleza política: democrático o despótico b) con la superación del Estado, aún incompleto y todavía afectado por la propiedad privada (es decir, por la enajenación del hombre). En ambas formas el comunismo es la reintegración del hombre a sí mismo, la superación de la autoenajenación humana; pero puesto que aún no ha aprehendido la cualidad positiva de la propiedad privada al igual que la naturaleza humana de la necesidad, permanece esclavo de ella y corrompido por ella. Ha aprehendido el concepto, pero no su contrariedad, p. 102. 3) El comunismo como la superación positiva de la propiedad privada. El desarrollo de la contradicción trabajo asalariado-capital desemboca necesariamente en su superación, en el comunismo. El comunismo es, por tanto: La superación positiva de la propiedad privada como autoenajenación humana. (El restablecimiento de la propiedad común.): a) la auténtica apropiación de la concretidad humana por y para el hombre, b) un retorno completo del hombre hacia el hombre como ser social (es decir, humano): retorno pleno y realizado dentro de todo el desarrollo previo, c) en cuanto que naturalismo acabado se iguala al humanismo y como humanismo acabado se iguala al naturalismo, d) es la solución genuina del conflicto entre el hombre y la naturaleza y entre el hombre y el hombre, la verdadera resolución de la lucha entre la existencia y la esencia, entre la objetivación y la autoconfirmación, entre la libertad y la necesidad, entre el individuo y la especie; e) es el enigma resuelto de la historia y sabe que él es la solución; f) es la anulación de la autoenajenación humana. “Toda la historia es, por tanto, el hecho real de su génesis (el del origen de su existencia empírica) como su conciencia racional: es el proceso aprehendido y conocido de su devenir”, p. 102. El movimiento revolucionario (el proceso por el cual la relación trabajo asalariado-capital desemboca en el comunismo) encuentra su base empírica y científica en el desarrollo de la propiedad privada, más exactamente en la de la economía. La propiedad privada material es el reflejo sensorial de la vida humana enajenada. (Es la propia esencia humana enajenada.) El desarrollo de la propiedad privada (producción y consumo) es el reflejo sensorial del proceso de enajenación del hombre. La religión, la familia, el Estado, la ley, la moralidad, el arte, la ciencia, etcétera, son modos particulares de producción y, por tanto, formas

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particulares de la enajenación humana. La supresión positiva de la propiedad privada como la apropiación de la vida humana es la supresión positiva de toda enajenación; la supresión positiva de la propiedad privada es la supresión de la enajenación económica en primer lugar, y como consecuencia, de todas las demás formas de enajenación humana. En el comunismo, supresión positiva de la propiedad privada: • el hombre produce al hombre; • el objeto es la realización directa de la individualidad del hombre y a la vez de la existencia del otro hombre; • el carácter social (colectivo) es el carácter total del movimiento; • el hombre crea a la sociedad y la sociedad crea al hombre; • la actividad y el consumo son sociales (colectivos); • la apropiación de la naturaleza es social (colectiva); • la existencia natural del hombre se convierte en su existencia humana en la sociedad (colectividad); • la naturaleza se convierte en hombre [re-unión del hombre y la naturaleza] en la sociedad (colectividad). “De este modo la sociedad (colectividad) es la unidad consumada en cualidad del hombre y naturaleza —la verdadera resurrección de la naturaleza—, el naturalismo del hombre y el humanismo de la naturaleza realizados a plenitud”, p. 104. • la existencia individual es directamente actividad social (colectiva); • la conciencia individual es directamente conciencia social (colectiva); • la conciencia social es la forma teórica de la comunidad (colectividad) real; • la apropiación de la esencia natural del hombre se realiza de una manera total a través de sus relaciones humanas con la realidad: ver, oír, olfatear, gustar, sentir, pensar, juzgar, percibir; todas las cualidades del ser individual son órganos directamente sociales (colectivos) que se relacionan de una manera humana con el objeto; • se da la emancipación de todos los sentidos y cualidades humanas; • se realiza la conversión (o restauración) de todos los sentidos en subjetiva y objetivamente humanos; • se produce la conversión para el hombre del objeto en objeto humano u hombre objetivo al convertirse el objeto en objeto social (colectivo); • el mundo objetivo se hace en todas partes para el hombre en sociedad (colectividad); • todos los objetos se hacen para él objetivación de sí mismo, se convierten en sus objetos; • las fuerzas esenciales del ser humano (sus capacidades productivas), que están constituidas por la estructura industrial, se volverán humanas (serán reapropiadas por el hombre) en sociedad (colectividad). El desarrollo de la industria —condicionado por el desarrollo de las ciencias naturales— ha preparado la emancipación humana aunque directamente y en forma preponderante les ha correspondido consumar la deshumanización;

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• las ciencias naturales se convertirán en la base de la ciencia humana; • las ciencias de la naturaleza incluirán a la ciencia del hombre lo mismo que la ciencia del hombre incluirá a las ciencias de la naturaleza: habrá una sola ciencia; • el hombre es el objeto inmediato de la ciencia de la naturaleza, • la naturaleza es el objeto inmediato de la ciencia del hombre. El socialismo es la autoconciencia positiva del hombre, ya no mediatizada a través de la anulación religiosa, así como la vida real es la realidad positiva del hombre, ya no mediatizada a través de la propiedad privada, a través del comunismo. El comunismo es la posición en cuanto negación de la negación, y es entonces la fase de hecho necesaria para la próxima etapa del desarrollo histórico en el proceso de emancipación y recuperación humanas. El comunismo es la forma necesaria y el principio dinámico del futuro inmediato, pero tal comunismo no es objetivo del desarrollo humano, la estructura de la sociedad humana. Necesidad, Producción y División del trabajo Bajo la propiedad privada... cada cual especula para crear en otro una nueva necesidad, de manera de conducirlo a un nuevo sacrificio, a colocarlo en una nueva dependencia, seducirlo con un nuevo modo de deleite y con ello con la ruina económica... El aumento en la cantidad de objetos es acompañado de la extensión del dominio de los poderes alienados a los cuales está sujeto el hombre, y cada producto nuevo representa una nueva potencialidad de mutuo engaño y saqueo. El hombre se hace cada vez más pobre en cuanto tal; su necesidad de dinero es mayor si quiere vencer los poderes hostiles... Por tanto la necesidad de dinero es la necesidad que produce el moderno sistema económico y la única que produce. La cantidad de dinero en grado creciente es su único atributo efectivo; así como reduce todo a su forma abstracta, del mismo modo reduce a sí mismo en el curso de su propio desarrollo a algo puramente cuantitativo. El exceso y la intemperancia se convierten en su verdadera medida. Se refleja esto subjetivamente en que la extensión de los productos y necesidades se reduce a un esclavismo ingenioso y siempre calculador de caprichos inhumanos, refinados, antinaturales e imaginarios... Esta enajenación se refleja en que produce refinamiento de las necesidades y de sus medios; y un embrutecimiento bestial, una simplificación completa, grosera, abstracta de la necesidad; o mejor, en que simplemente se renace en su opuesto...

El desarrollo de las necesidades de la burguesía, que son lo contrario de las necesidades humanas (caprichos inhumanos, refinados, etcétera), se basa en la anulación de toda necesidad de los trabajadores. De este modo la multiplicación de las necesidades y de los medios para satisfacerlas engendra la ausencia de las necesidades y de medios, demuestra la economía política... Esto lo prueba:

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1) Al reducir las necesidades del obrero al nivel más simple y miserable de subsistencia física y la de reducir su actividad al más mecánico movimiento abstracto. Dice entonces: El hombre no tiene necesidad, ni de actividad, ni de goce. Porque aún a esto lo llama vida humana y existencia humana. 2) Al contar con el más bajo nivel de vida (existencia) como norma general —porque es aplicable a la mayoría de los hombres—, convierte al obrero en un ser insensible que carece de toda necesidad, así como al hacer de su actividad una pura abstracción de toda actividad. Por tanto, para él todo lujo del obrero le parece censurable y todo aquello que vaya más allá de la necesidad más abstracta —sea en el ámbito del goce pasivo o en una manifestación de la actividad—, le parece un lujo. La economía política, esa ciencia de la riqueza es por tanto la ciencia de la negación, de la privación, de la economía, del ahorro: y alcanza al punto de privar al hombre hasta de la necesidad de aire puro o del ejercicio físico. Esta ciencia de la industria ampulosa es simultáneamente la ciencia del ascetismo, y su auténtico ideal es el avaro ascético, parásito y extorsionador, y el esclavo ascético pero productivo.

[Controversia entre los economistas: una escuela recomienda el lujo y execra del ahorro; otra recomienda el ahorro y execra del lujo. La primera admite que es necesario el lujo para producir trabajo (es decir, ahorro absoluto); el segundo recomienda el ahorro para producir riqueza (es decir, lujo).] La falta de necesidad (su anulación) como fundamento de la economía política se refleja contundentemente en su teoría de la población. Hay demasiada gente. Aún la existencia de los obreros es puro lujo... [La economía política tiene como fundamentos: a) La prostitución de las necesidades (mediante su desarrollo desorbitado) en las clases poseedoras, y b) La anulación de toda necesidad en la clase de los trabajadores.] La producción para el rico es refinada, velada, ambigua, apariencia. La producción para los trabajadores es tosca, directa, franca, la cosa auténtica. La industria especula tanto sobre el refinamiento como sobre la grosería de las necesidades. La riqueza bajo la forma de despilfarro, etcétera, es decir, bajo la forma de la renta de la tierra, evoluciona hacia la riqueza y su disfrute como una función del capital. ...El capitalista industrial también goza. Por ningún motivo retorna a la sencillez antinatural de la necesidad; pero su placer es sólo secundario —recuperación—, que se subordina a la producción; al mismo tiempo es un placer calculado y económico. Porque lo carga a los costos del capital y lo que se despilfarra en su placer no debe exceder a lo que será reemplazado por beneficio a través de la reproducción del capital. El placer está pues subordinado al capital, y el individuo que goza, subordinado al individuo que acumula capital, p. 129.

El fundamento de la sociedad es la sociedad civil la que está formada por individuos, cada uno de los cuales es una totalidad de necesidades que se relacionan con los otros como medios para satisfacerlas.

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La división del trabajo es la forma social que adquiere el trabajo enajenado, es decir, el trabajo que se desarrolla con la finalidad de satisfacer las necesidades de los individuos. La división del trabajo es la forma enajenada que adquiere la esencia natural de la especie humana. Diversas tesis de los economistas clásicos acerca de la división del trabajo: Adam Smith: La división del trabajo es la consecuencia necesaria, lenta y gradual de la propensión al cambio de los productos. (Esta propensión es una característica natural-humana) La diferencia de los talentos naturales no es tanto la causa como el efecto de la división del trabajo. El motivo del intercambio es el egoísmo. Skarbek: El derecho de propiedad exclusiva es indispensable para el establecimiento del intercambio entre los hombres. Mill: el intercambio desarrollado, el comercio, es una consecuencia de la división del trabajo. “La economía política concuerda en su totalidad, no obstante, en que la división del trabajo y la riqueza de producción, división del trabajo y acumulación de capital, se interrelacionan mutuamente; así como concuerda en que solamente la propiedad privada liberada —liberada a sí misma— pueda producir la más útil y completa división del trabajo”, p. 135. El examen de la división del trabajo y del intercambio es de sumo interés, porque se trata de pautas perceptibles de la actividad humana y de potencialidad humana esencial, como actividad y fuerza de la especie. Afirmar que la división del trabajo y el intercambio se originan en la propiedad privada equivale a afirmar que el trabajo es la causa de la propiedad privada... Precisamente en el hecho de que la división del trabajo y el intercambio son corporizaciones de la propiedad privada, reside la doble prueba, por una parte de que la vida humana necesita de la propiedad privada para su realización y por otra que es necesaria la supresión de la propiedad privada. La división del trabajo y el intercambio son dos características relacionadas con las que la economía política presume del carácter social de su ciencia y en el mismo sentido dan vigencia a la contradicción en ella: el establecimiento de la sociedad a través de intereses antisociales, particulares, p. 137.

El dinero y sus consecuencias sociales El dinero es el lazo de la unión entre el hombre y su esencia enajenada. E) Estructura de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 Marx hace un resumen de las formulaciones de los economistas clásicos respecto del salario, capital y renta del suelo. Encuentra que la economía política ya había llegado a establecer muchas determinaciones de lo que son el salario y el capital y las relaciones mutuas entre ambos.

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Conforme a la economía clásica: a) la esencia subjetiva del capital es el trabajo (el capital es trabajo acumulado); b) las relaciones entre trabajo y capital son contradictorias; se oponen y se complementan, engendrándose mutuamente; c) la miseria y degeneración física y espiritual de los trabajadores están en relación inversa al poderío y magnitud de su producción, de la acumulación de capital; d) el resultado de la competencia y de la acumulación del capital es la restauración del monopolio; e) la sociedad se divide en dos clases fundamentales: la de los capitalistas y la de los obreros, cuyos intereses son opuestos; f) el basamento de la sociedad actual es la propiedad privada: propiedad privada del obrero sobre su fuerza de trabajo y propiedad privada del capitalista sobre los medios de trabajo y de vida. La economía clásica no llegó a tener una gran claridad en sus concepciones y se debatía en contradicciones para ella insolubles; sus conclusiones apenas si lograban insinuarse a través de las brumas teóricas en que estaban envueltas. Marx tomó este material y lo dotó de orden y claridad, lo sistematizó; en este sentido —y sólo en éste— Marx es el último y más brillante de los economistas clásicos. Con base en las ideas de los clásicos se habían desarrollado también los gérmenes de la doctrina del socialismo y el comunismo; en efecto, se consideraba que si el trabajo era la fuente de toda la riqueza, el obrero debería recibir el producto íntegro de su trabajo —Proudhon— o un incremento sustancial en sus salarios. Surgen el socialismo y el comunismo primitivos. Marx, con base en su doctrina del materialismo dialéctico e histórico, emprende la tarea de desentrañar la esencia de la relación trabajo asalariado-capital. Establece que la “economía política” (economía clásica) tiene como fundamento la propiedad privada, pero no la explica, es decir, no aprehende la esencia de la misma ni puede, por tanto, comprender la conexión esencial entre la propiedad privada y la relación trabajo-capital. Marx considera que para develar la esencia de la relación trabajo asalariado-capital es necesario llegar a la esencia de la propiedad privada. Para penetrar en la esencia de la propiedad privada analiza la forma que éste tiene de manifestarse en la fase específica de su desarrollo que es la propiedad privada capitalista. En el régimen de la propiedad privada capitalista, dentro de la relación trabajo-capital, el trabajador se convierte en mercancía; la desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas; el trabajador no sólo produce mercancías sino que se produce a sí mismo como mercancía. Penetrando en este hecho Marx encuentra la esencia del mismo: a) El producto es ajeno al trabajador; b) el producto es su propio trabajo que se ha hecho cosa y que se le enfrenta como un ser extraño e independiente, como una potencia hostil;

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la objetivación del trabajo es la pérdida del objeto; la cosificación del trabajo es la realización del trabajo; la realización del trabajo es la desrealización del trabajador; el trabajo se convierte en objeto; en virtud de la pérdida del objeto la naturaleza se enajena del trabajo; todo esto tiene su causa en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser. i) El trabajo es externo al trabajador porque: • no se afirma sino que se niega en él; • no se desarrolla su libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu; • su trabajo no es voluntario sino forzado; • no es la satisfacción de una necesidad sino sólo un medio para satisfacer las más apremiantes necesidades, • el trabajo no es suyo, sino de otro. c) d) e) f) g) h)

j) El producto y el trabajo son ajenos al trabajador porque el trabajo hace ajeno al hombre de su esencia humana. La esencia de la propiedad privada capitalista es el trabajo enajenado, es decir, el trabajo que hace ajena al hombre su esencia humana. La esencia de la propiedad privada en general es el trabajo enajenado, esto es, el trabajo que hace ajena al hombre su esencia humana. En este contexto, aunque Marx no lo dice explícitamente, es evidente que la relación entre trabajo asalariado y capital queda reducida a un caso particular de la relación entre trabajo y propiedad privada y que aquélla es la última y más aguda forma que adopta la enajenación del trabajo. Para establecer la esencia de cada etapa del desarrollo de la propiedad privada (esclavismo, feudalismo y capitalismo) es necesario descubrir la forma específica que adopta en cada una de ellas el trabajo enajenado en relación con la esencia humana. El análisis partió de la propiedad privada como fuente del trabajo enajenado: ahora nos encontramos con que el trabajo enajenado produce la propiedad privada. En el plan de Marx estaba considerado el entrar luego a estudiar lo que es la esencia humana y las causas por las cuales ésta se vuelve ajena al hombre; estos problemas están planteados de la siguiente manera en los manuscritos: a) Determinar la naturaleza de la propiedad privada en su relación con la propiedad verdaderamente humana, social, y b) ¿Cómo llega el hombre a extrañar, a enajenar su trabajo? La parte del manuscrito en donde Marx desarrolla detalladamente la solución a estos problemas se perdió y nunca ha sido encontrada. Existen, sin embargo, elementos suficientes para reconstruir el pensamiento de Marx. En el texto se da una amplia explicación de lo que, conforme al espíritu del marxismo, es el concepto de esencia humana.

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De una manera sintética podemos decir que para Marx la esencia natural humana está constituida por las características biológicas de la especie adquiridas a través del trabajo y por la propiedad, la producción y el consumo colectivos. Una vez establecido lo que es la esencia humana, Marx pasa a analizar lo que en este texto enriquecido (analíticamente) es la relación trabajo asalariadocapital y encuentra que: a) El trabajador es un ser despojado de todas sus características humanas, es un ser espiritual y físicamente deshumanizado. [La deshumanización llega al punto en que todos los procesos orgánicos, todos los órganos y funciones de los trabajadores entran en un proceso de atrofia y degeneración que lleva a la aniquilación de las características naturales de la especie humana. Este proceso es causado por las formas específicas que adopta el trabajo en la sociedad capitalista: producción de plusvalía absoluta y relativa, maquinización e intensificación del trabajo, etcétera, y por la forma específica que en ella adopta el consumo (consumo masivo, sociedad del bienestar).] b) El capital es la forma enajenada que adopta la esencia humana del trabajador. c) El trabajo engendra al capital como su esencia humana enajenada y el capital engendra al trabajador como un ser despojado de su esencia humana. Este mutuo engendramiento debe llevar a un desenlace conforme a lo siguiente: a) La separación entre el trabajo y su esencia humana llegan al grado en que la naturaleza esencial del hombre se ha anulado por completo y convertido absolutamente en su contrario. b) Dicha separación debe llegar hasta donde ambos polos se exijan acuciantemente y no puedan continuar existiendo sin lograr su unión. Marx llega a la conclusión de que la contradicción trabajo asalariado-capital debe resolverse, conforme a las premisas establecidas, superando la enajenación del trabajo a través de la reapropiación de su esencia natural (humana) por el trabajador. Esta desenajenación del trabajo a través de la reapropiación de la esencia natural (humana) por el trabajo es el contenido del comunismo. El comunismo es la abolición (o superación positiva) de la propiedad privada. Marx hace una descripción más o menos detallada de lo esencial del comunismo. [Las facultades físicas y mentales individuales del ser humano se fraguaron en un largo período de tiempo —el cual se mide por millones de años— y alcanzaron su perfeccionamiento en la que podemos llamar la última fase de su desarrollo biológico y la primera de su desarrollo social que es la comunidad primitiva, forma de organización que se prolongó por miles de años; a la comunidad primitiva la sucede el régimen de la propiedad privada que culmina con

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la formación económico-social capitalista; en relación con todo el período de constitución y perfeccionamiento de la naturaleza biológica del hombre, el régimen de la propiedad privada es tan sólo un instante que tiene como sujetos a los seres humanos ya plenamente formados biológicamente, y si acaso hay alguna evolución en sus capacidades individuales naturales humanas es sólo como el último resultado de un impulso proveniente de aquel largo movimiento anterior que se pierde en la noche de los tiempos.] [Lo característicamente humano en la comunidad primitiva lo constituyen las facultades biológicas de los individuos y la naturaleza colectiva de las mismas. La propiedad privada desgaja al individuo de la colectividad. Inmediatamente se inicia una existencia más o menos autónoma de los individuos que tiene como resultado el desarrollo antinatural de las facultades biológicas del hombre (ya sea mediante su exaltación o por su represión) que conquista su punto culminante en el régimen capitalista en donde todas esas facultades se encuentran en un estado de descomposición y degeneración; lo típicamente humano del individuo, que maduró y se consolidó plenamente durante la comunidad primitiva, se ha perdido en el reinado de la propiedad privada.] [En una evolución paralela, y precisamente por medio del desarrollo antinatural de las capacidades individuales de los seres humanos, la especie va creando nuevas capacidades cuya peculiaridad radica en que ahora tienen un carácter colectivo, no individual y que van incorporando las distintas fuerzas de la naturaleza al ser de aquélla hasta conquistar la totalidad de la naturaleza exterior e interiorizársela en la forma de la estructura industrial capitalista.] [No tiene nada de místico ni de misterioso este despliegue dual de la especie: creación de sus capacidades sociales a costa de la aniquilación de las capacidades de sus individuos. Pero tampoco es difícil de comprender el desenlace que está implícito en todo ese movimiento: para que la especie pueda subsistir y desarrollar en toda su extensión sus nuevas capacidades adquiridas es necesario que se restauren las facultades biológicas humanas de los individuos, es decir, ni más ni menos que aquellas que poseían en el régimen de la comunidad primitiva; y para que esto sea posible es imprescindible que se nieguen y se destruyan todas aquellas facultades antihumanas que tomaron el lugar de las verdaderamente humanas. Esto quiere decir que la propiedad privada, habiendo preparado todos los elementos para el ingreso de la especie en la etapa superior de su existencia, no ha aportado nada a la naturaleza humana de los individuos sino que, por el contrario, se las ha sustraído de una manera escandalosa.] Marx termina con un análisis de lo que son las necesidades en la sociedad capitalista por oposición a las necesidades en el comunismo, de la división del trabajo como fundamento de aquellas necesidades y del dinero como lazo de unión entre el hombre y su esencia enajenada. Este trabajo de Marx es el antecedente necesario de su posterior trabajo teórico. En él descubre la esencia del régimen capitalista de producción y su ineluctable transformación, conforme a la dialéctica interna de esa esencia, en el socialismo y el comunismo. En El Capital desarrolla al detalle la naturaleza del

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régimen capitalista para extraer de ahí, también al detalle, la táctica y la estrategia del cambio revolucionario, conservando siempre como su base los descubrimientos teóricos hechos en aquel primitivo estudio. Es evidente que la más profunda y cabal comprensión de El Capital, sobre todo en estos tiempos de dominio absoluto del revisionismo moderno, sólo puede obtenerse teniendo como punto de partida las tesis desarrolladas por Marx en esta su obra de juventud. El revisionismo, que requiere por un lado una base en la teoría burguesa para fundamentar todas sus concepciones económicas, puesto que éstas son burguesas en el fondo, y por otro mantener la apariencia de que esa base es la teoría económica marxista, toma de ésta la parte en que Marx organiza y sistematiza las tesis de los clásicos y la hace pasar como la esencia del régimen capitalista. El revisionismo actual, lo mismo que la economía clásica, no ha comprendido ni comprenderá la esencia de la propiedad privada, ni la conexión esencial entre la propiedad privada y la relación trabajo asalariado-capital; es decir, no ha entendido ni entenderá que la esencia de la propiedad privada es la anulación de la esencia natural del hombre, ni mucho menos lo que ésta sea. Igualmente, el revisionismo no alcanza a saber cuál es la forma que adopta en la actualidad la ley de la depauperación creciente en relación con la anulación de la esencia natural del hombre ni, por supuesto, lo que es el comunismo como reapropiación de la esencia natural del hombre. Para el revisionismo moderno, la depauperación se manifiesta, en las sociedades de bajo desarrollo capitalista, como hambre, desnutrición, insalubridad, violencia, antidemocracia, dominio del gran capital sobre el mediano y el pequeño, etcétera, y en las sociedades desarrolladas como la sumisión del proletariado (y de la pequeña burguesía) al “aparato de dominación total” que arruina la preciosa individualidad de las personas. Para el revisionismo moderno, en consecuencia, el socialismo y el comunismo tienen el significado ya sea de una elevación general de las condiciones de vida, ya de la abolición del gran capital dejando subsistente la propiedad de la pequeña burguesía (socialismo “humanista”), ya del establecimiento de la propiedad por grupos (autogestión o “socialismo realmente existente”), etcétera. No cabe duda de que el revisionismo, que se llama heredero del marxismo-leninismo, no sólo no lo es, sino que no pudiendo siquiera ser el continuador de la economía clásica, ha caído al miserable nivel de la economía vulgar. La táctica y la estrategia que los grupos y partidos revisionistas proponen para establecer en los diversos países las caricaturas de socialismo y comunismo que pregonan son también meras caricaturas de los métodos clásicos preconizados por Marx, Engels, Lenin y Stalin para la realización de la revolución proletaria, métodos que los clásicos habían derivado de la esencia misma del régimen capitalista de producción y que rigen por tanto en donde quiera que exista esta formación económico-social. En realidad, los revisionistas de todo tipo sólo son la avanzada teórica y práctica de un sector determinado de la burguesía (la llamada burguesía media, burguesía no-monopolista, burguesía liberal, burguesía

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nacionalista, etcétera) y de la pequeña burguesía, cuyos intereses formula teóricamente e impulsa prácticamente; el revisionismo deviene necesariamente en oportunismo. Ya hemos señalado que la parte de los Manuscritos en donde Marx desarrolló el concepto de “esencia” natural humana, base de su argumentación en ese trabajo y nódulo de toda su obra posterior, se perdió para siempre. Dicho concepto sirvió a Marx como punto de partida e hilo conductor para la redacción del segundo y tercer manuscritos; las características que en ellos adjudica al comunismo como “superación positiva de la propiedad privada” son, de acuerdo con sus tesis, la reivindicación de la naturaleza esencial del hombre perdida durante la existencia de la propiedad privada; de ellas, mediante un trabajo de reconstrucción, es posible extraer el concepto de esencia natural humana desarrollado por Marx en los manuscritos y utilizado como base de sustentación de sus siguientes trabajos. En el capítulo que sigue realizamos un intento de reconstrucción de este insustituible elemento teórico.

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CAPÍTULO III

NOTAS SOBRE EL CONCEPTO DE LA ESENCIA NATURAL DEL SER HUMANO

En este capítulo nos proponemos desarrollar el concepto de la esencia natural humana, el cual, aún siendo el eje central en la argumentación de Marx en los Manuscritos…, no aparece en ellos explícitamente porque presumiblemente su exposición se hacía en la parte extraviada de este documento. Sin embargo, lo que conocemos de los Manuscritos… nos permite hacer un intento de reconstrucción de lo esencial del pensamiento de Marx. La esencia natural del ser humano, su característica esencial como especie, es el trabajo. El trabajo es la actividad vital consciente, es decir, la actividad consciente a través de la cual el hombre satisface sus necesidades vitales mediante la transformación de la naturaleza. Esta actividad es la manifestación de las capacidades físicas y mentales del ser humano, quien las ejerce actuando sobre la naturaleza con la finalidad de producir los medios necesarios para reconstituirlas. Las necesidades del ser humano están integradas tanto por el ejercicio de sus facultades físicas y mentales como por la reconstitución de las mismas. Lo característico de la actividad productiva es que se realiza conscientemente, es decir, representando en la conciencia del hombre todos los elementos y fases de la actividad productiva como prerrequisito para la acción.

A. Base biológica del trabajo La organización corporal del ser humano, la estructura y funciones de sus órganos, sus procesos orgánicos y psíquicos, su sensoreidad, su fisiología, sus propias necesidades están en relación directa y necesaria con su esencia natural que es el trabajo; son producto del trabajo y los medios a través de los cuales se realiza la actividad vital humana. Las características biológicas de la especie son, por tanto, parte integrante de la esencia natural humana. La medida de todas las características biológicas y de las necesidades naturales de la especie humana es una premisa y resultado del trabajo; es, por tanto, un elemento más de la esencia humana. Esto quiere decir que las funciones

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naturales tienen límites bien determinados, más allá de los cuales se convierten en lo contrario de lo que por su naturaleza son. Las características biológicas de la especie y su medida han sido dadas por un largo proceso —el de la constitución de la esencia natural del hombre— que abarca un enorme período de tiempo (para algunos cuando menos once millones de años). En sus obras “El origen del hombre”35 y “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”,36 Darwin y Engels describen minuciosamente las distintas características físicas y mentales que van adquiriendo las especies progenitoras del ser humano y son otros tantos avances en la constitución de las capacidades de la especie humana. Esta evolución desemboca en la formación biológica del ser humano como tal, cuyas características específicas (es decir, las que lo distinguen como especie) son: 1) una constitución física, una disposición corpórea apta para la producción de sus medios de vida, esto es, para hacer producir a la naturaleza conforme a sus fines (lo que es diametralmente opuesto a la actividad meramente apropiatoria, recolectora, de las especies inferiores), y 2) el pensamiento, o sea la facultad de representación del objeto y de las capacidades físicas del sujeto en el interior del mismo como medio para dirigir su actividad hacia la transformación y la apropiación de aquél, lo cual es lo contrario de la vida fundamentalmente instintiva de las especies inferiores. Las características físicas específicas del ser humano según Engels y Darwin, son: • Posición erecta, por la cual las extremidades inferiores se especializan en la locomoción y las superiores quedan libres, en posibilidad de adquirir otras funciones. • Las manos como instrumento por excelencia para la transformación y apropiación del objeto. • Los sentidos altamente desarrollados para captar con mayor precisión los objetos exteriores. • El cerebro, como centro rector de los procesos anímicos, plenamente desarrollado, con una enorme capacidad de energía nerviosa para sus funciones específicas. • Todos los cambios (fisiológicos, funcionales, orgánicos, etcétera) que en el organismo traen consigo los cuatro anteriores en virtud de las leyes de la correlación del crecimiento. La especialización de las manos del mono en ciertas funciones distintas de la locomoción (al trepar a los árboles, al recoger y comer sus alimentos, etcétera) Darwin, Charles, El origen del hombre y la selección en relación al sexo, Editorial Diana, S.A., México, 1971. 36 Engels, Federico, El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, en Carlos Marx y Federico Engels, Obras escogidas, t. VII, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, Argentina, 1973. 35

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crea y fomenta la tendencia a la adopción de la posición erecta; la consecución de ésta, a su vez, deja las manos libres para adquirir mayor destreza y habilidad en sus funciones tradicionales y para desarrollar nuevas funciones; la postura erecta se convierte en una necesidad del mono antropoide. La mayor habilidad y destreza de las manos, así como las nuevas funciones que ellas van adquiriendo al penetrar más profundamente en la naturaleza del objeto, determinan un gran progreso de los sentidos (vista y tacto, fundamentalmente); el mono antropoide adquiere un conocimiento más completo de las características del objeto exterior que se apropia y de las capacidades físicas de su organismo que puede poner en obra para esa apropiación. Todas estas transformaciones redundan en cambios de la estructura de la mano que la hacen más apta para sus nuevas funciones. El cerebro del mono recibe, a través de los sentidos, una mayor cantidad de datos acerca de un mayor número de objetos y fenómenos exteriores, los cuáles debe clasificar, organizar y almacenar para su utilización futura; además, debe coordinar y dirigir todas las nuevas funciones orgánicas destinadas a la apropiación de los objetos; es evidente que en estas circunstancias las funciones del cerebro se amplían y perfeccionan. Todo este proceso, por el cual se van constituyendo las características específicas del ser humano, es el resultado de la actividad del mono para satisfacer sus necesidades elementales. El desarrollo de las características específicamente humanas y del objeto son los dos extremos de una contradicción que se engendran mutuamente y cuyas relaciones son de unidad y lucha; el perfeccionamiento de las capacidades del mono antropoide hace más extenso y profundo el campo de la naturaleza que es objeto de su actividad, es decir, provoca la ampliación del objeto; por su parte, el crecimiento del campo de acción de su actividad impulsa hacia un punto más alto las capacidades del mono. Son características mentales específicas del ser humano, de acuerdo con Engels y Darwin: • la memoria de acontecimientos pasados, • previsión, • razón e • imaginación, las que se traducen en la capacidad de hacer abstracciones, formar conceptos generales, tener conciencia, etcétera. El mejoramiento de estas capacidades, al llegar a un punto determinado, hace necesario el establecimiento del lenguaje, el cual a su vez se convierte en un potente acelerador del proceso de perfeccionamiento de las capacidades mentales. El desenvolvimiento de las capacidades mentales del ser humano tiene su origen en la actividad práctica cotidiana realizada sobre la naturaleza con el fin de satisfacer sus necesidades y es, al mismo tiempo, el medio para que el ser humano perfeccione, amplíe y profundice su actividad práctica.

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Ésta es la característica especial que lo distingue de las restantes especies animales superiores las que, en lo fundamental, aunque habiendo llevado más o menos a un alto nivel las características mencionadas, regían su actividad por los instintos, no producían sus medios de vida ni instrumentos, ni habían estructurado el lenguaje. El paso del mono al hombre se caracteriza porque las facultades mentales, que ya existían en germen, toman un gran impulso que las hace elevarse hasta niveles altísimos, siempre en torno a la actividad práctica tendiente a obtener los medios de vida. Al final de este proceso quedan constituidos los elementos mentales de la naturaleza biológica del hombre.

B. Base social del trabajo La forma de organización social colectiva es la que sirve de base al trabajo. Ésta se integra por una fuerza colectiva de trabajo, la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción, una actividad productiva y una de consumo colectivas, una organización y dirección colectivas del trabajo colectivo y una conciencia colectiva. El trabajo y la naturaleza biológica, elementos constitutivos de la esencia natural del ser humano, tienen como condición imprescindible de su existencia la forma de organización colectiva; ésta es también integrante de la esencia natural del ser humano. La vida colectiva es premisa y resultado de la esencia natural del ser humano. La constitución de las características fundamentales de la esencia humana se dio dentro de los marcos de una forma de organización colectiva; en una relación de mutuo impulso, se perfeccionaron tanto la esencia humana como la vida colectiva de la especie. La forma de organización social colectiva tiene como fundamento la subsunción del individuo en la colectividad; la conciencia y la actividad individuales pertenecen a y están determinados plenamente por una conciencia y una actividad colectivas. La organización corporal del ser humano, la estructura y funciones de sus órganos, sus procesos orgánicos y psíquicos, su sensoreidad, su fisiología tienen una naturaleza directamente colectiva porque la colectividad fue el elemento primordial para su constitución y su desarrollo primigenio en la comunidad primitiva.

C. El proceso del trabajo El proceso del trabajo se compone de las siguientes instancias: a) Representación, en la conciencia de la comunidad, de sus necesidades vitales, sus fuerzas y capacidades, las fuerzas totales de la naturaleza y los objetos medios y procesos que se requieren para satisfacer aquellas necesidades. b) Organización y dirección colectivas de la acción práctica de la comunidad,

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que son la expresión de una voluntad colectiva cuya motivación proviene de la fase a). c) Actividad práctica colectiva sobre la naturaleza (realizada a través de la fuerza colectiva de trabajo): producción (apropiación) y consumo comunes, mediada por y a su vez mediadora de a) y b). d) Representación mental, en la conciencia individual-social, de la necesidad vital del individuo, de las necesidades vitales de la comunidad, de su fuerza individual de trabajo, de la fuerza colectiva de trabajo, de la subsunción de aquélla en ésta, de las fuerzas totales de la naturaleza y del plan de organización y dirección colectivas. Esta representación en el individuo está plenamente determinada por la representación en la conciencia colectiva. La conciencia individual está subsumida en e indiferenciada de la conciencia colectiva. e) Impulso psíquico a la acción que se manifiesta como un deber incuestionable derivado de la voluntad superior de la colectividad; la voluntad individual se encuentra subsumida en e indiferenciada de la voluntad colectiva. f) Actividad práctica individual encaminada a la apropiación del mundo exterior (producción y consumo) en colectividad con los demás individuos de la comunidad; la acción individual está subsumida en la actividad colectiva. La fuerza de trabajo individual subsumida en e indiferenciada de la fuerza colectiva de trabajo. Esta actividad individual es mediada por y a su vez mediadora del movimiento de a) a e). El sujeto del proceso de trabajo es la colectividad. La conciencia, impulso a la acción y actividad individuales son directamente sociales; no tienen autonomía, pues son sólo la encarnación o manifestación de la conciencia, voluntad y acción colectivas. El individuo no tiene por tanto existencia propia sino una existencia derivada de la colectividad, quien es el verdadero sujeto del proceso. El resultado del paso a) a b) es el desarrollo del sujeto —de su capacidad de transformación consciente de la naturaleza— y el del objeto —que significa la conversión de áreas más extensas y profundas de la naturaleza en campos del dominio humano—. El proceso del trabajo, tal y como ha sido descrito, es también un elemento constituyente de la esencia natural del ser humano. La esencia de la naturaleza humana está compuesta, según ha quedado establecido, por la naturaleza biológica, la base social y el proceso de trabajo. Estos tres elementos se condicionan mutuamente, de tal manera que no pueda existir ninguno de ellos sin los otros ni la esencia natural humana sin la concurrencia de los tres. Todos los elementos que forman la esencia natural del ser humano se constituyeron y perfeccionaron en un largo período de tiempo (once millones de años según algunos) y se consolidaron en la época de los albores de la historia humana, durante la comunidad primitiva.

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D. Desarrollo histórico del trabajo y de sus condiciones de existencia Las características esenciales de la naturaleza humana se consolidaron dentro de la comunidad primitiva. En ella cada individuo actúa como órgano de una entidad superior, la colectividad; su fuerza de trabajo está subsumida en una fuerza de trabajo colectiva; la producción y reproducción de su vida son funciones sociales. 1. El individuo actúa conforme a su esencia natural y desarrolla sus fuerzas y capacidades individuales: a) Produce, usa y perfecciona sus instrumentos (que pueden ser de producción o de consumo) a través del proceso de trabajo reseñado anteriormente; el instrumento es una extensión de su corporeidad física y al mismo tiempo un órgano de la fuerza colectiva de trabajo. Por tanto, su actividad individual es un componente de la actividad social. A través de esta actividad: • Perfecciona sus capacidades físicas y mentales y con ello la esencia biológica del individuo y la base de las mismas. • Generaliza la producción y uso del instrumento perfeccionado, desarrollando así las capacidades físicas y mentales, la esencia biológica de la especie; las capacidades del individuo se convierten en características de la especie. • Crea un acervo de conocimientos relativos a la producción y uso de instrumentos y, en consecuencia, sobre sus fuerzas naturales y las fuerzas de la naturaleza, el que se convierte en patrimonio común de la especie. b) Produce, usa y perfecciona el instrumento colectivo (redes, vgr.). c) Produce directamente su vida mediante la asimilación (consumo) de los objetos que le son proporcionados por la comunidad; lo hace por medio de una acción como la descrita en el análisis del proceso del trabajo; produce y reproduce por tanto su esencia orgánica (biológica, fisiológica, etcétera) ya descrita y con ello las bases de su actividad esencial y de su vida colectiva. La medida fisiológica del consumo está dada por la estructura biológica y la de ésta por el proceso de trabajo y la organización social. d) Actúa, fusionando con las de los otros individuos su fuerza de trabajo y su instrumento, para apropiarse los productos de la naturaleza (recolección) e incluso para hacerla producir (formas primitivas de agricultura y ganadería). Igualmente, para producir otras condiciones de existencia: vivienda, vgr. En fases superiores, también la producción de sus instrumentos llega a ser social pues se establece para ello una primitiva división del trabajo entre los miembros de la tribu. Da así a su fuerza de trabajo individual el carácter de una fuerza de trabajo directamente social, colectiva. Pone en obra en forma armónica, promoviendo de esta manera el perfeccionamiento de todos estos aspectos de la esencia natural humana, el proceso de trabajo, su base biológica y su sustento social colectivo.

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La fuerza productiva es en esta época aún muy pequeña: las fuerzas y capacidades físicas del individuo, su mezquino instrumento que representa el dominio apenas sí de la epidermis de la naturaleza y las fuerzas y capacidades de la cooperación. Las fuerzas y procesos naturales que el hombre aprovecha o pone en marcha para producir son también las más sencillas y superficiales. e) El individuo actúa colectivamente de acuerdo con lo establecido en la descripción del proceso del trabajo. Fomenta así las condiciones de la vida colectiva (organización social colectiva) que son la base del trabajo humano y de la naturaleza biológica del hombre. 2. La colectividad actúa de acuerdo con la esencia natural de la especie organizando y dirigiendo conscientemente la producción y el consumo sociales conforme a las instancias del proceso del trabajo ya reseñadas. Organiza y dirige la vida colectiva como un todo, con lo que garantiza las bases del proceso de trabajo y de la estructura biológica del individuo. La esencia natural de la especie humana se forjó, como vemos, a través de la organización colectiva de la sociedad; es por eso que la vida colectiva constituye también una característica imprescindible de la esencia natural del hombre. En todo el período señalado la esencia natural del individuo y de la especie se desenvuelven y perfeccionan en un movimiento armónico de mutuo engendramiento. La evolución ascendente de la esencia natural del individuo y de la especie llega a un punto en el que da como resultado (en virtud del incremento de la productividad) la disolución de la tribu en familias (gens): • se inicia así la anulación de las condiciones colectivas de vida, elementos integrantes de la esencia natural del ser humano; • igualmente comienza el desarrollo autónomo de las capacidades y de los instrumentos individuales, desgajados éstos de su base social colectiva e incluso opuestos a ella; • empieza, como consecuencia de lo anterior, un proceso de anulación y degeneración de todos los elementos y condiciones de la esencia natural humana. Este movimiento remata en la constitución de una sociedad de pequeños productores, antecedente inmediato de la sociedad capitalista. En la sociedad capitalista las capacidades e instrumentos individuales, producto de toda la época anterior, se incorporan a la máquina; se multiplican y profundizan las fuerzas naturales que forman el campo de acción de la fuerza de trabajo (véase El Capital, t. I, capítulo XIII, Maquinaria y gran industria).

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E. La esencia natural del ser humano en la sociedad capitalista 1. Base material El régimen de producción capitalista está constituido por una masa de medios e instrumentos de producción y bienes de consumo cuya propiedad está fraccionada entre cierto número de individuos que forman una exigua minoría de la sociedad, por una multitud de individuos que carecen de propiedad sobre los medios e instrumentos de producción y únicamente la tienen sobre su fuerza de trabajo, por la relación que entre ambos grupos sociales se establece en la esfera de la producción, es decir, la exacción a los trabajadores de trabajo excedente y su acumulación creciente como capital en manos de los capitalistas, por la determinación de los productos como mercancías, por la naturaleza de los instrumentos de producción como máquinas complejas que realizan funciones físicas y mentales y por el carácter del trabajo de los obreros que es totalmente abstracto, sin contenido alguno. 2. Base social La organización social capitalista está integrada por una clase de propietarios privados independientes que detentan individualmente fracciones de los medios e instrumentos de producción, por una masa de fuerzas individuales de trabajo autónomas e independientes entre sí y por una multitud de conciencias y voluntades individuales también independientes, autónomas y sustantivadas. Existe en el capitalismo una comunidad formada por la asociación de los capitalistas privados. Esta comunidad tiene, como tal, la propiedad sobre las condiciones generales de la existencia y reproducción del régimen de producción capitalista. También existen una conciencia y una voluntad de esa comunidad que son la representación de las condiciones generales de existencia del régimen de producción capitalista y la determinación de mantenerlas y desarrollarlas. En una palabra, esa comunidad es el Estado capitalista. Esta forma de organización social es la antítesis de la forma colectiva, base y fundamento de la esencia natural del ser humano, tal y como ya lo explicamos anteriormente. Es, en sí, la negación de uno de los elementos de la naturaleza esencial del hombre y, por tanto, de ésta en su totalidad. En efecto, genera, desarrolla e impulsa necesariamente la anulación del trabajo humano y la descomposición y degeneración de las características biológicas del hombre, es decir, provoca la anulación de la esencia natural del ser humano. 3. Proceso de trabajo El proceso de trabajo tiene, en el régimen de producción capitalista, las siguientes instancias: • El obrero es un ser apremiado por sus necesidades vitales individuales, autóno-

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mas y sustantivadas. El motor de su actividad es la satisfacción individual de esas necesidades. La fuerza individual de trabajo es sustantivada, tiene vida propia, es decir, no es parte indiferenciada de una fuerza colectiva de trabajo que satisface las necesidades sociales de la especie. La conciencia del individuo, igualmente, no es una parte indiferenciada de la conciencia colectiva que se representa las necesidades sociales, sino una conciencia individual que se representa las necesidades individuales como punto de partida y finalidad de su actividad. • Las fuerzas y capacidades individuales del trabajador son un medio para satisfacer sus necesidades individuales sustantivadas. No constituyen una porción indiferenciada de las fuerzas y capacidades sociales de la especie que actúa orgánicamente fundida con los demás trabajadores para la realización del trabajo colectivo y la satisfacción de las necesidades sociales. La conciencia individual del obrero representa esas fuerzas y capacidades individuales como de su propiedad y al servicio de sus necesidades individuales. • Los medios e instrumentos de producción fraccionados entre los propietarios privados son una propiedad ajena al obrero con la que tiene que relacionarse diariamente para obtener los medios de subsistencia necesarios. No son un todo único propiedad de la colectividad que satisface precondicionadamente las necesidades de sus integrantes. El trabajador se representa en su conciencia a sí mismo y a los medios de producción como entes separados y ajenos. • La actividad por la cual se relacionan las capacidades del obrero con la parte de la máquina o proceso a la que está adscrita es la manifestación de su fuerza individual de trabajo. No es la actividad individual fundida indisolublemente con las demás fuerzas de trabajo formando una fuerza colectiva que actúa como un todo sobre la totalidad de los medios e instrumentos de producción. • La cooperación forzada por el capital entre varios obreros individuales para actuar sobre los medios e instrumentos de producción detentados por un propietario privado no es la unión natural-humana que brota directa y espontáneamente de la vida colectiva y que al mismo tiempo es su presupuesto. • La fuerza de trabajo del obrero es una mercancía enajenable que se intercambia por el equivalente de sus medios de subsistencia. No se trata de la fuerza individual de trabajo diluida en la fuerza colectiva (inalienable, por tanto) que recibe los medios de vida a través de la colectividad. • El resultado del trabajo del obrero es un objeto que pertenece al propietario de los medios e instrumentos de producción. No es el producto indiferenciado de una fuerza colectiva de trabajo que entra al fondo colectivo, ya sea como medio de producción o medio de consumo. • El capitalista, por su parte, es poseedor de sus necesidades vitales individuales sustantivadas, entre las que sobresale la necesidad imperiosa de acumular. • La forma de satisfacerlas es a través de la exacción de trabajo excedente, es decir, de la explotación de los trabajadores. • Para él las necesidades vitales del obrero individual son el medio para establecer la unión entre la fuerza individual de trabajo y la parcela de los medios e instrumentos de producción que le pertenecen.

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• Las fuerzas y capacidades individuales de los obreros son los instrumentos mediante los cuales se valoriza el capital. • Su capital (medios e instrumentos de producción) es una propiedad cuya finalidad es incrementarse incesantemente a través del intercambio con el trabajo vivo. • La actividad productiva del obrero es para el capitalista el uso de uno de los elementos del capital productivo de su propiedad. • Su actividad principal es como organizador y director del proceso productivo, en la cual emplea necesariamente la violencia física y moral para reunir las fuerzas de trabajo individuales de los obreros y obligarlos a realizar las funciones productivas que les asigna. • La fuerza de trabajo de los obreros es, para el capitalista, una mercancía que existe en el mercado junto a las demás mercancías. • Otra instancia más del proceso capitalista de trabajo es la organización y dirección del trabajo privado como una función del capitalista individual o de sus empleados a sueldo. Esta función se basa, por necesidad, en la violencia física y moral que se ejerce sobre el obrero individual quien, precisamente en virtud de su autonomía e independencia, tiende a sustraerse a la voluntad del capitalista. La violencia moral consiste también en el halago a los placeres de los obreros como un medio de someterlos a la disciplina del trabajo asalariado. • El obrero y el capitalista se representan en su conciencia individual todas estas instancias y desarrollan la actividad práctica individual a que aquélla los impulsa. • El obrero la realiza para, en cooperación forzada por el capital con otros obreros, relacionarse con la fracción de medios e instrumentos de producción que pertenecen al capitalista privado que los contrata y efectuar la función cuyo resultado es producir bienes en los que se materializa un valor valorizado (proceso de valorización del capital). Se trata de una fuerza de trabajo individual, sustantivada y autónoma que es puesta a funcionar por el capital (por un propietario privado) reuniéndola con las otras fuerzas individuales de trabajo y con la parte de los medios de producción de su propiedad para producir bienes que le son ajenos. No es la fuerza individual fundida en una fuerza colectiva que actúa sobre medios e instrumentos de producción colectivos. • En esta actividad el obrero produce trabajo excedente que se apropia el capitalista, quien lo convierte en trabajo acumulado y lo emplea como medio para extraer más trabajo excedente. No es la actividad individual indiferenciada de la actividad colectiva a través de la cual el individuo produce y reproduce en colectividad los medios e instrumentos colectivos de trabajo y el fondo colectivo de consumo. • Esta actividad se basa en la maquinización de la producción. La maquinización capitalista de la producción genera directamente la anulación, atrofia y descomposición de los procesos y la estructura orgánica de los individuos. No es la actividad en colectividad a través de la cual se manifiestan y reproducen las características biológicas de la especie. El capitalista organiza y dirige el proceso de trabajo que se realiza con los elementos productivos de su propiedad. La base de esta actividad del capitalista

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es, por necesidad, la férrea violencia física y moral ejercida sobre los obreros individuales. • Otros elementos más del proceso capitalista del trabajo son: La organización y dirección de la actividad práctica de la comunidad de los capitalistas privados y la acción práctica de la comunidad, a través del Estado, para mantener y desarrollar las condiciones generales de existencia del régimen de producción capitalista. 4. Base biológica del trabajo en la sociedad capitalista Ya vimos que la naturaleza biológica del hombre se constituyó y perfeccionó en interacción con la forma de organización social colectiva y el proceso colectivo de trabajo; la comunidad primitiva fue el estadio social en el que todos estos factores se consolidaron como integrantes de la esencia natural humana. Al disolverse la comunidad se desintegraron la organización colectiva de la sociedad y el proceso colectivo del trabajo; se instauraron en su lugar el régimen de la propiedad privada, la organización social con base en el propietario privado y el proceso privado de trabajo. Este movimiento culmina con el establecimiento del individuo (pequeño productor agrícola, industrial, intelectual y artístico) como el basamento de la sociedad; remata, por tanto, en la época de la disolución del régimen feudal. A lo largo de este desarrollo, la naturaleza biológica del hombre, privada de sus pilares de sustentación (organización social colectiva y trabajo colectivo), se ve sometida a un proceso de degeneración conforme a lo siguiente: a) Capacidades físicas y mentales Al desintegrarse la colectividad, las capacidades físicas y mentales del ser humano quedan libres y se desarrollan autónoma e independientemente con cada individuo. Su destino cambia radicalmente: ya no están enlazadas directamente a la comunidad, sino que ahora sirven directamente al individuo, quien ya no existe en la colectividad. Por lo tanto, no son ya el resultado ni la premisa de la esencia natural humana, sino el efecto de la descomposición de la misma y elementos para su anulación. Es decir, cambia su destino del natural-humano al antinatural no-humano. Como el lazo de unión entre las distintas capacidades del individuo es también la colectividad (organización social y proceso de trabajo), al disolverse ésta se rompe la unidad armónica entre aquéllas, las cuales se desarrollan autónoma e independientemente. El destino de cada una de las capacidades ya no está ligado armónicamente al de las demás ni, por tanto, a través de esa unidad, con la colectividad y la esencia natural del ser humano. Su destino es ahora antinatural y no-humano.

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b) Procesos y funciones orgánicas y fisiológicas Son la otra cara de las facultades físicas y mentales del ser humano. Experimentan, por tanto, el mismo proceso que aquéllas: • se desarrollan autónomamente con cada individuo, • cambia su destino del natural-humano al antinatural no-humano, y • se desintegra la unidad armónica entre ellas existente y se trastroca su destino. c) Órganos y estructura orgánica Los órganos y la estructura orgánica son el basamento de los procesos y funciones orgánicas y fisiológicas y, por tanto, de las capacidades físicas y mentales del ser humano. Al producirse el proceso de individualización, sustantivación, disgregación y funcionamiento antinatural y no-humano de las capacidades físicas y mentales se quita la base para el funcionamiento normal, humano de los órganos principales. Puesto que la naturaleza de estos órganos y sus relaciones recíprocas determinan toda la estructura del cuerpo humano, su funcionamiento antinatural provoca, por una especie de ley invertida de la correlación, la descomposición de dicha estructura y su conversión en antinatural y no-humana. Al iniciarse el proceso de disolución de la esencia natural del ser humano se sientan las premisas para el desarrollo autónomo de los individuos, la atrofia o hipertrofia, de acuerdo con el desarrollo individual, de las capacidades físicas y mentales del ser humano individual, la adscripción de cada una de las facultades físicas y mentales a individuos distintos con la consiguiente anulación de todas las demás, la atrofia e hipertrofia de los procesos orgánicos y fisiológicos, la descomposición de la unidad armónica entre los distintos procesos y funciones, la degeneración de los órganos fundamentales, la descomposición de toda la estructura orgánica del ser humano individual y, en suma, la degeneración y descomposición de la naturaleza biológica del ser humano. El régimen de pequeños productores dueños de sus propios medios e instrumentos de producción constituye, tal y como lo llevamos explicado, el remate de la primera fase de un proceso de degeneración y descomposición de la esencia natural humana que tiene su culminación en la sociedad capitalista; es, por tanto, un régimen antinatural y no-humano. En él se lleva hasta sus últimas consecuencias el desarrollo de las capacidades individuales y, por tanto, de los instrumentos individuales. Se produce en él el proceso que hemos expuesto de degeneración y descomposición de la naturaleza biológica del hombre. A partir de la pequeña producción de mercancías se engendra el régimen de producción capitalista.

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Los métodos de producción de plusvalía relativa son el medio para realizar la supeditación real del obrero al capital. La supeditación real del obrero se lleva a cabo por el paso de sus capacidades físicas y mentales individuales (altamente perfeccionadas en la etapa anterior) de su corporeidad física hacia el capital. El método superior de producción de plusvalía relativa es la producción maquinizada; en la máquina se concentran todas las capacidades físicas y mentales que le han sido sustraídas al obrero. Los elementos de su antigua esencia se han materializado en la máquina; la industria es la suma total de los elementos de la esencia natural de la especie humana, por ahora ajenos a ella. A través de la maquinización de la producción se consuma el proceso de anulación de la naturaleza biológica del ser humano, integrante de su esencia natural: • las capacidades físicas y mentales, que sufrieron un proceso de degeneración durante todo el período de la propiedad privada anterior al capitalismo, pasan del obrero a la máquina, subsistiendo en el individuo una capacidad abstracta, sin contenido, que se reduce a cuidar, alimentar, etcétera, a la máquina que ahora reúne todas aquellas capacidades concretas. Se arruinan definitivamente, en el individuo, todas las capacidades físicas y mentales antiguas integrantes de la esencia natural-humana; • los procesos orgánicos fisiológicos, que se encuentran ya en una fase adelantada de su degeneración, son privados también de contenido y orientados hacia el servicio de la máquina, quedando sujetos al funcionamiento de la misma y convertidos en sus apéndices; con esto se da cima al proceso de desintegración de la primitiva unidad de los mecanismos biológicos del trabajador y se provoca la anulación de unos y la exaltación desmedida de otros, de acuerdo con las necesidades de la máquina correspondiente; se pierde por completo la medida original de los procesos orgánicos; • como consecuencia de lo anterior, se llega al punto superior en el proceso de degeneración y descomposición de los órganos y de la estructura orgánica de los trabajadores. La actividad realizada por el obrero se materializa en trabajo abstracto que, cobrando vida propia, se acumula como capital que incrementa el cuerpo vivo que ahora son las antiguas capacidades del obrero. El capital sólo vive a costa de absorber el trabajo abstracto del obrero; de ahí entonces que esta actividad, antinatural en esencia, engendre los elementos y las condiciones para su mantenimiento y desarrollo como tal actividad anulatoria de la esencia natural humana; hay una relación de generación recíproca entre ambos extremos de la contradicción cuyo resultado es un ahondamiento de la degeneración y descomposición de la naturaleza esencial del hombre. El capital, en virtud del hambre insaciable de trabajo obrero que posee, absorbe cantidades cada vez mayores de trabajo abstracto. El resultado de esto es el refuerzo inconmensurable de la relación estudiada y una intensificación y aceleración del proceso degenerativo que ya hemos apuntado.

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El obrero asimila los objetos y las condiciones que garantizan su reproducción como ser vivo (alimentos, salud, habitación, etcétera). Esta acción tiene como resultado la conservación del obrero en aptitud para seguir la actividad productiva antinatural que hemos descrito; por tanto, tal asimilación es la condición para mantener y ahondar la descomposición de la estructura y las funciones orgánicas del individuo, es decir, la anulación de su esencia natural humana. En el caso de que el obrero no reciba los objetos ni las condiciones necesarias para la reposición diaria de su naturaleza degenerada y en degeneración, habrá un desgaste mayor de la fuerza de trabajo, lo que se traducirá en hambre, enfermedades, etcétera, fenómenos que, además de sus efectos directos sobre la salud inmediata de los trabajadores, proporcionan un fuerte impulso a la degeneración y descomposición del organismo humano. Cuando, en las sociedades industriales avanzadas, el consumo masivo toma carta de naturaleza, los órganos, funciones y procesos orgánicos de la asimilación trabajan mucho más allá de los límites fisiológicos que les impone la naturaleza biológica esencial del hombre. Se refuerzan la degeneración y descomposición del organismo humano. La unión del individuo con los medios de producción a través de la colectividad y el trabajo colectivo, son elementos fundamentales de la esencia natural del hombre. El obrero está separado de los medios de producción y de vida y de los demás trabajadores. Esta separación es el resultado de toda una evolución histórica que se inicia en la época de la disolución de la comunidad primitiva y remata en el régimen de producción capitalista; representa la anulación de una condición fundamental para la reproducción y desenvolvimiento de la esencia natural del hombre, por lo que trae consigo la conversión del trabajo en la actividad antinatural ya estudiada y la degeneración biológica del individuo y de la especie. Dada esa separación, el trabajador, para poder conservar su existencia física, es decir, la vida antinatural a que es condenado por el capital, se ve obligado a buscar, lograr y mantener cotidianamente, en forma individual, la reunión con los elementos que se le han hecho ajenos, realizando para el capital, en cooperación forzada con otros trabajadores, la actividad antinatural que es la negación del trabajo humano. Genera, de este modo, una enorme tensión psíquico-física encaminada hacia la obtención, de los capitalistas, bajo esta base antinatural, de los elementos para la reconstitución de su naturaleza biológica en degeneración (alimentos, salud, habitación, etcétera). La satisfacción de las necesidades elementales no es ya una función social, colectiva. Los capitalistas ejercen, a su vez, una presión (violencia) psíquico-física desmesurada sobre el trabajador individual para obligarlo a realizar la actividad antinatural del trabajo enajenado en cooperación con otros trabajadores. Esta sobretensión y presión psíquico-física a que se ve sometido el trabajador individual colabora también, en virtud de que hace funcionar todos los procesos orgánicos más allá de sus límites naturales y fuera de su destino natu-

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ral, a la descomposición de la estructura y las funciones orgánicas de los individuos y de la especie; se anula también desde este frente a la esencia natural del hombre. El individuo es separado también de las condiciones de su reproducción biológica; la sexualidad se convierte de una manifestación de su naturaleza humana en un poderoso medio para su anulación. La conversión de la necesidad sexual humana al principio del placer trastoca todos los mecanismos sexuales de la reproducción, transformándolos en vehículos de la degeneración de la esencia biológica del hombre. Los trabajadores son determinados como individuos por el régimen de producción capitalista; cada uno de ellos es un centro de multitud de intereses concretos cuya satisfacción exige un impulso a la acción que choca con obstáculos internos y externos. Todo el proceso psíquico-físico de la vida individual tiene por base una relación desnaturalizada (no colectiva) del individuo con los demás individuos y con los medios e instrumentos de producción e implica, por tanto, un desgaste desmedido de los órganos y procesos vitales que se traducen en la descomposición acelerada de sus cuerpos y sus mentes. Pero, además, es opuesta a la forma de trabajo abstracto que es inherente al régimen capitalista, por la cual el obrero se limita a vigilar el funcionamiento de la máquina que es la que realiza el trabajo concreto de que se trata. Por tanto, existe una absoluta contraposición entre la constitución psíquico-física individual de que ha dotado al obrero el régimen capitalista y la forma de trabajo abstracto que éste mismo le exige, de tal manera que se requiere de una enorme violencia física y moral para unir la individualidad concreta del obrero a la abstracción de la forma de trabajo capitalista, las cuales se repelen drásticamente; esa contraposición lleva a los mismos resultados que ya hemos señalado: desgaste y descomposición de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores. Esta oposición que señalamos nos muestra dos cosas: a) en el régimen capitalista se ha alcanzado la absoluta contradicción de la propiedad privada, esto es, el obrero como el propietario de sí mismo (individuo, persona) y la completa desindividualización y despersonalización del trabajo capitalista; el revisionismo saca de aquí la peregrina conclusión de que por un lado es necesario reducir al individuo a límites “normales”, “racionales” y, por el otro, ajustar los medios e instrumentos de producción, altamente socializados, a ese individuo “normal” y “racional” mediante la “autogestión”, la “propiedad por grupos” y la dotación de un contenido individual para el trabajo capitalista; b) la maquinización y la socialización de la producción han puesto la base para la constitución de un instrumento colectivo que es la forma más alta que adoptan las capacidades de la especie; esta forma excluye drásticamente al individuo y la vida individual determinados por la propiedad privada en su fase superior de existencia que es el régimen capitalista y presupone precisamente la previa anulación de la individualidad. La individuación y desindividualización que el régimen capitalista produce necesariamente en el trabajador lo somete a un estrujamiento entre ambos

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extremos que se traduce en la aceleración del proceso de aniquilación de sus características naturales-humanas. La maquinización y socialización de la producción y la desindividualización del trabajo que ellas implican, son los gérmenes, aún gravados de su contrario —la parcelización de las fuerzas productivas en propiedades privadas independientes y la individualización de los trabajadores— de la forma superior que en el comunismo adquieren ambas: una colectivización total de los medios e instrumentos de producción y del individuo trabajador. El régimen capitalista supone y engendra una pequeña producción complementaria de la gran producción; su fundamento lo es el pequeño productor, categoría en la que englobamos tanto a los pequeños productores de mercancías propiamente dichos como a los intelectuales, artistas, etcétera, quienes son poseedores de medios de producción tales como su “inteligencia”, su “sensibilidad”, etcétera. La actividad que realiza el pequeño productor es antinatural (la negación del trabajo humano constituyente de la esencia natural del hombre): 1º. porque está desgajada de la vida y de la organización colectivas de la comunidad, soporte del trabajo humano y de la esencia biológica del individuo, y 2º. porque las antiguas capacidades físicas y psíquicas tienen ahora un desarrollo autónomo, individual, desmesurado, es decir que sale de los límites estrictos fijados por las bases biológica y social del trabajo. En vista de tales circunstancias, la actividad productiva del pequeño productor provoca directamente la degeneración y descomposición del organismo del individuo. El capitalista, a través de la absorción de fuerza de trabajo de la clase obrera, su acumulación como capital y su empleo como medio para absorber trabajo vivo produce directamente la anulación del trabajo humano y la degeneración y descomposición de las características biológicas de la especie y conserva y refuerza la forma de vida y organización social privada, capitalista, que es el fundamento de aquéllas anulación, degeneración y descomposición mencionadas. 5. La industria moderna y la esencia natural humana La industria moderna está formada por las antiguas capacidades físicas y mentales del ser humano que, en un movimiento histórico, han llegado a independizarse del individuo, a concentrarse y a materializarse en un cuerpo vivo propiedad de los capitalistas; éste se nutre con el trabajo absorbido a la clase de los trabajadores. El aparato industrial es el vehículo para la deshumanización del hombre moderno, es decir, que su existencia y expansión tienen como fundamento y resultado la consumación del proceso de anulación de la naturaleza esencial del ser humano. Pero al mismo tiempo, puesto que son sus propias capacidades naturales, sólo que transfiguradas y ahora ajenas a él, la industria moderna representa las fuerzas esenciales del hombre, las cuales debe reapropiarse para poder así restaurar, sobre una base más alta, su esencia natural humana.

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El engendramiento recíproco entre los dos procesos señalados (el desarrollo de la industria y la deshumanización del hombre) llega al punto en el cual la tensión entre ambos extremos es tal que sólo puede resolverse con la restauración de la unidad primitiva. La depauperación creciente se acerca con peligro a una degeneración total e irreversible de la especie humana y esa situación amenazante tiene su origen en el desarrollo incesante y autónomo, bajo la forma de capital, de sus antiguas capacidades naturales, es decir, de su esencia natural ahora enajenada y existente bajo la forma del complejo industrial. En estas mismas condiciones se crean ineluctablemente las premisas para la reapropiación de su esencia natural por el ser humano: 1º. La maquinización y la socialización crecientes de la producción constituyen el germen de la forma superior de la naturaleza humana, es decir, de las capacidades humanas como un instrumento colectivo, como una unidad productiva no parcelada, sujeta a la dirección de la colectividad. 2º. La desindividualización del trabajo capitalista (trabajo abstracto) es el germen de la forma superior del trabajo humano como trabajo social directamente aplicado a un instrumento colectivo. Es también, por tanto, el germen de la anulación del individuo y de la vida individual de los trabajadores y de la reconstitución de las características biológicas de la especie. 3º. La negación de la naturaleza humana de los trabajadores adquiere en la última fase del capitalismo un carácter agudo; su descomposición física y mental entra en un pendiente descendente. 4º. La polaridad entre la naturaleza y la vida individual de los trabajadores y las exigencias de la producción socializada de un trabajo abstracto y colectivo se magnifica, por lo que se vuelve más acuciante la pretensión del aparato industrial de desembarazarse de aquéllas. 5º. La degeneración de la esencia humana se manifiesta en la última fase del régimen capitalista de una manera aguda, directa y explícita, sin la mediación de las formas primitivas de la explotación capitalista que ocultaban la raíz del fenómeno. 6º. El socialismo ha recorrido una fase de su existencia durante la cual, en virtud de haberse dado en una etapa muy primitiva del capitalismo, colectivizó el régimen social con la finalidad de garantizar e impulsar la satisfacción de las necesidades individuales de los trabajadores, con lo cual generó al individuo como tal; en su evolución posterior, el crecimiento desorbitado de las necesidades individuales rompió en pedazos la antigua organización social colectiva y obligó a la restauración de formas capitalistas como la propiedad por grupos, la autogestión, etcétera, lo que resultó por necesidad en un sustancial avance en la degeneración de la naturaleza esencial del hombre en esos países; más tarde, ese proceso de exaltación del individuo llevó al pleno restablecimiento del capitalismo, lo cual habrá de ocasionar una más profunda vulneración de las características fundamentales de la especie humana.

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7º. En las sociedades industriales modernas, las tradicionalmente capitalistas y las que antaño fueron “socialistas”, se ha aportado la prueba práctica de que el desarrollo del individuo como tal —sueño dorado del oportunismo moderno—, aún cuando sus condiciones generales de existencia sean colectivas, deviene necesariamente en la degeneración de las características naturales de la especie y en la destrucción de la colectividad. 8º. La exaltación de las necesidades individuales y la violenta desindividualización que exige el régimen capitalista, generan, como contrapartida necesaria, el placer antinatural, un malestar y una inquietud crecientes, una inconmensurable insatisfacción que es el elemento psíquico constituyente de la energía revolucionaria. 9º. Al establecer prácticamente, en la realidad, la relación directa entre el desarrollo del individuo y la anulación de la esencia natural del hombre, se hace posible contar con los elementos para dar conciencia a los trabajadores de la esencia de la explotación capitalista, la cual se realiza, en su forma superior, precisamente a través de la satisfacción y exaltación de las necesidades individuales. Es decir, que se crean las premisas que permiten dar conciencia de la verdadera naturaleza de las necesidades individuales.

F. El comunismo y la esencia natural del ser humano El comunismo es el estadio social que resulta de la reapropiación de su naturaleza esencial por el ser humano. En el comunismo: • El proceso de trabajo tiene, en lo formal, la misma naturaleza que posee en el régimen de la comunidad primitiva: el sujeto del mismo es la colectividad, lo cual significa que la fuerza productiva y la conciencia individuales están subsumidas y disueltas en la fuerza de trabajo y en la conciencia colectivas. La producción y el consumo son sociales. Esto quiere decir que se ha terminado con la situación existente en el régimen capitalista, conforme a la cual el obrero individual era sometido a la exacción de su fuerza de trabajo por el capital y al consumo antinatural, con lo que se provocaba su extenuación y la degeneración y descomposición de sus funciones y órganos fundamentales; los órganos y procesos orgánicos (físicos y psíquicos) sustentadores del trabajo y del consumo tienen en el comunismo sus funciones y dimensiones naturales en virtud de la subsunción del individuo en la colectividad. Por su contenido, el proceso de trabajo es radicalmente distinto del que se da en la comunidad primitiva; en ésta, la actividad productiva, que es una manifestación directa de sus capacidades naturales realizada a través de instrumentos individuales que son una extensión de la corporeidad del individuo o por medio de instrumentos colectivos poco desarrollados, es al mismo tiempo la actividad que reconstituye las características biológicas de la esencia natural humana; en el comunismo,

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en virtud de que ha habido un movimiento previo de concentración de las capacidades e instrumentos individuales en la máquina, se disocian en el tiempo las dos partes de la actividad productiva antes unidas; por un lado, en el manejo del instrumento colectivo realiza la actividad productiva que es el ejercicio de las capacidades físicopsíquicas y, por el otro, se despliega la actividad, realizada también a través del instrumento colectivo, que tiene como finalidad directa la reconstitución cotidiana de las características biológicas naturales del individuo. Dicho de otro modo, en la comunidad primitiva la producción es, en una unidad, el ejercicio de las características biológicas humanas del individuo y la reconstitución de las mismas y tiene como finalidad producir los bienes que mediante la asimilación permitan aquella reconstitución; en el comunismo, la actividad productiva tiene dos fases claramente diferenciadas: una, a través de la cual se producen los bienes necesarios, y otra, por cuyo intermedio se reconstituye la propia naturaleza biológica del individuo. • La constitución biológica de los individuos corresponde por completo a la que es componente de la esencia natural del ser humano y que se estableció durante el largo período de existencia de la comunidad primitiva; está en relación directa con (es el presupuesto de) el proceso de trabajo y la base social colectiva del mismo. • La base social del trabajo es la organización social colectiva de la producción y el consumo. El fundamento de esta organización es la propiedad colectiva, cuyas características esenciales son las siguientes: a) Estructura industrial basada en el trabajo maquinizado, consolidada en una unidad sujeta a un plan central establecido y dirigido colectivamente. b) Actividades productiva y de consumo colectivas por medio de la estructura industrial consolidada. c) Planificación colectiva, central y unitaria de la producción y el consumo colectivos. Las fuerzas individuales disueltas en la fuerza colectiva de trabajo han perdido las características de “individualidad” con las que las había dotado el régimen capitalista; en este sentido, la vida y la organización colectivas características del comunismo tienen su base en la previa anulación de la individualidad como tal. Esto es posible en virtud de que en este régimen social las necesidades individuales son satisfechas precondicionadamente por la sociedad, evitándose así su desarrollo antinatural. Esta forma de organización colectiva es el presupuesto y el resultado del trabajo y de la constitución biológica del ser humano en el comunismo y, por tanto, elemento integrante inseparable de la esencia natural humana que en este régimen se manifiesta plenamente.

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G. El socialismo y la esencia natural del ser humano El socialismo es la fase de transición entre el capitalismo y el comunismo; es la etapa del desarrollo social en la que se realiza la reapropiación de la esencia natural del ser humano. En esta fase son aplicables todas las prescripciones del marxismo-leninismo respecto de la revolución socialista y la construcción del socialismo. El socialismo ha completado toda una etapa de su desarrollo, la cual se inició con la revolución de octubre de 1917 y terminó con la restauración plena del capitalismo que se está produciendo actualmente en los países antiguamente socialistas. En este período, el socialismo se estableció en Rusia mediante un movimiento revolucionario guiado por la teoría del marxismo-leninismo; a través de la guerra revolucionaria de liberación se fue extendiendo a un grupo de países hasta consolidar un sistema de países capitalistas. El socialismo fue instaurado en una fase primitiva del régimen capitalista; en ella predominaban formas también primitivas de manifestarse la explotación de los trabajadores que correspondían a las primeras fases de desarrollo de su esencia. El movimiento revolucionario dirigido por los Partidos Comunistas de aquella época se basó fundamentalmente en la dotación al proletariado de una conciencia sobre las formas primitivas de manifestarse la explotación capitalista, las cuales por el momento correspondían a la fase de desarrollo de la esencia; la acción práctica del proletariado tuvo como resultado fundamental el hacer pasar al régimen capitalista a una etapa superior de su existencia, en la cual llegaron a una fase más elevada su esencia y la forma a través de la cual ésta se manifiesta. El régimen económico-político que en esos países se instauró fue formalmente socialista: propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción, dictadura del proletariado, etcétera; pero ya que el movimiento revolucionario no había estado conscientemente dirigido a la anulación de la esencia misma de la explotación capitalista tal y como se manifiesta en su fase superior, esto es, la propiedad privada del obrero sobre sí mismo, ella se mantuvo latente en la conciencia de los trabajadores a través del desarrollo del interés individual; posteriormente, estas circunstancias evolucionaron hasta romper la forma colectiva de organización y, primero, establecer formas capitalistas como la propiedad por grupos, la autogestión, etcétera y, después, llegar a la total restauración capitalista en el sistema socialista. Hoy se abre una nueva etapa del socialismo, ésta sí, ahora, precursora directa del comunismo. En ella los revolucionarios, mediante los métodos y con los instrumentos preconizados por el marxismo-leninismo (Partido, lucha teórica, propaganda, organización, agitación, lucha económica, lucha política, insurrección armada y conquista del poder), deberán llevar su acción hacia la dotación al proletariado de una conciencia que comprenda, además de los aspectos formales de la explotación capitalista, la fase actual de su esencia y, además de

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la necesidad de la forma colectiva de la organización social, la de la anulación implacable de la individualidad de sus miembros (de la propiedad privada sobre sí mismos) como una condición para la existencia de aquélla. De esta manera, la acción práctico-consciente de los trabajadores estará encaminada a la formación de un régimen formal y materialmente socialista que no pueda ya por ningún concepto volver hacia el capitalismo sino que sea la base más firme para el advenimiento del comunismo. En la segunda fase del socialismo se produce la restauración de las características fundamentales de la esencia del ser humano a través de la reapropiación de su esencia natural enajenada que es la industria: a) La base social colectiva es restablecida tanto formalmente, merced a la instauración de la dictadura del proletariado, la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción y el consumo colectivos, como materialmente en virtud de la abolición de la propiedad privada del obrero sobre sí mismo y el establecimiento de la propiedad colectiva sobre el individuo, esto es, la anulación de la conciencia individual capitalista y el establecimiento de la conciencia individual social. b) La naturaleza biológica es restaurada en su totalidad: la estructura orgánica, las funciones y procesos orgánicos, la medida de esas funciones y procesos son restablecidos en sus características naturales. Todas las fuerzas industriales se vuelcan ahora a ese fin exclusivo: regenerar las capacidades físicas y mentales humanas llevadas por el capitalismo al borde de su aniquilación irreversible. Pero para poder cumplir con esa función, la estructura industrial debe sufrir una profunda transformación que vaya mucho más allá de la forma que adoptó en la primera etapa del socialismo, pues ahí se encontraba gravado por la noanulación de la esencia de la explotación capitalista y, por tanto, impregnada de muchas características de la estructura industrial capitalista. c) El proceso de trabajo es devuelto a sus cauces naturales al restaurar la base biológica y social de la esencia natural-humana.

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CAPíTULO IV

La aNulaciÓN, DEgENERaciÓN y DEscomposiciÓN DE los pRocEsos psíquicos EN El RégimEN DE pRoDucciÓN capitalista

Notas criticas sobre la teoría de Freud Para el marxismo clásico, la característica fundamental del régimen capitalista es que en él se da cima al proceso inherente a la propiedad privada de anulación, degeneración y descomposición de la naturaleza esencial del hombre. La reivindicación revolucionaria que de aquí se desprende es el establecimiento del socialismo y del comunismo como las formas de organización social en las que ha de restaurarse la naturaleza esencial de la especie humana. El capitalismo tiene al socialismo en su interior como su otro; esto quiere decir que el capitalismo es tal porque lleva en su entraña los gérmenes del socialismo y su evolución histórica consiste precisamente en el desarrollo de los mismos hasta llegar a la aparición del nuevo régimen social. En una primera fase de existencia del capitalismo, el socialismo ha aparecido pero como una forma solamente que mantiene en su interior un contenido capitalista. Tal ha sido el caso del socialismo que se implantó en Rusia en 1917, el cual después se extendió a diversos países y por último se extinguió a lo largo de un proceso que se inicia con la muerte de Stalin. El contenido capitalista que se conservó y desarrolló durante la primera aparición del socialismo fue el individuo capitalista, propietario privado de sí mismo. Esta pervivencia del capitalismo en el socialismo fue la causa de la disolución del nuevo régimen; a la vez, fue el punto de apoyo para un desarrollo más profundo del régimen capitalista internacional, que ha entrado así a una fase superior de su existencia, en la cual se producen, en una forma más alta, los gérmenes de una nueva aparición del socialismo. La condición inexcusable para la reinstauración del socialismo es la anulación de ese individuo capitalista, propietario privado de sí mismo y el establecimiento del hombre colectivo. La forma y el contenido del régimen socialista tendrán así la misma naturaleza. Freud estudia, en su teoría psicoanalítica, precisamente a este individuo capitalista del que hacemos mérito y reputa sus procesos psíquicos como los

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característicos de la especie; esos procesos mentales pueden exceder los límites de lo “normal” y entonces entra en función el psicoanálisis para desentrañar las causas de su carácter morboso y, en lo posible, reintegrarlos a los confines de la normalidad. Para Freud, los procesos psíquicos normales del individuo capitalista son una manifestación de la verdadera naturaleza humana del hombre y no, como es la realidad, una expresión de la anulación, degeneración y descomposición de los procesos psíquicos de la especie causadas directamente por la propiedad privada, de la cual es la más alta forma de existencia el régimen de producción capitalista. Es, entonces, una exigencia teórica para el desarrollo de la lucha revolucionaria en esta etapa superior de vida del régimen capitalista, la crítica marxista de la teoría psicoanalista de Freud, porque ello nos permitirá conocer en su forma pura el prejuicio burgués sobre la naturaleza humana, que es el que sostiene Freud y el mismo que se mantuvo intocado, sin crítica alguna, durante la primera fase de existencia del socialismo, y determinar el concepto marxista de la naturaleza humana, el cual tiene su centro de gravedad en el carácter absolutamente colectivo del individuo humano. En nuestro trabajo de crítica de la teoría de Sigmund Freud utilizaremos el brillante resumen de sus tesis que él mismo ha hecho en “Esquema del Psicoanálisis” (escrito en 1910), que se encuentra en el vol. II de sus Obras Completas. Los instintos y la vida anímica Freud considera que el hombre de la sociedad capitalista es el hombre superior, resultado de toda la evolución anterior de la humanidad. La naturaleza físicopsíquica del mismo es, para Freud, la verdadera naturaleza del hombre y sus procesos psíquicos, los procesos psíquicos normales, los que forman parte de sus características típicamente humanas. El nódulo de la teoría de Freud radica en la tesis de que en el hombre de la sociedad capitalista perviven una serie de instintos animales, principalmente de naturaleza sexual. Si prescindimos de los impulsos internos por conocidos, podemos decir que el motor capital de la evolución cultural del hombre ha sido la necesidad real exterior, que le negaba la satisfacción cómoda de sus necesidades naturales y le abandonaba a magnos peligros. Esta negación exterior le obligó a la lucha con la realidad, lucha cuyo desenlace fue en parte una adaptación y en parte un dominio de la misma, pero también la colaboración y la convivencia con sus semejantes, a lo cual se enlazó ya una renuncia a varios impulsos instintivos que no podían ser satisfechos socialmente. Con los progresos siguientes de la cultura crecieron también las exigencias de la represión. La civilización se basa, en general, en la renuncia de los instintos, y cada individuo tiene que repetir personalmente en su camino, desde la infancia a la madurez, esta evolución de la Humanidad hasta la resignación razonable. El psicoanálisis ha mostrado que son, predominante, si no exclusivamente, impulsos instintivos sexuales los que

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sucumben a esta represión cultural. Parte de ellos integra la valiosa cualidad de poder ser desviados de sus fines más próximos y ofrece así su energía, como tendencias ‘sublimadas’, a la evolución cultural. Pero otra parte pervive en lo inconsciente en calidad de impulsos optativos insatisfechos y tiende a lograr una satisfacción cualquiera, aunque deformada, p. 110.

Los instintos son tendencias internas del organismo animal surgidas en interacción con el mundo exterior para obligar al individuo a realizar las funciones de su conservación y reproducción. Dichas tendencias están en íntima e indisoluble conexión con los diversos sentidos y con el mecanismo insatisfacción-satisfacción a través de los cuales se asimilan los objetos que sirven a esas funciones naturales. La necesidad natural se manifiesta a través de los sentidos internos y externos como una sensación de insatisfacción que es elevada hasta el punto en que obliga a la realización de conducta determinada; una vez realizada ésta se produce en el organismo una sensación opuesta, de satisfacción, que aplaca la excitación previa de las sensaciones. Los sentidos, procesos orgánicos, etcétera, están en relación directa con ese movimiento; por él están determinadas y a él sirven. En las fases más primitivas del desarrollo biológico del hombre (cuando se inicia la constitución de su morfología como ser humano), el individuo lleva una existencia puramente instintiva, es decir, realiza sus funciones naturales (buscar comida, techo y pareja) bajo el impulso acuciante de la necesidad inmediata. El resorte para la acción es la exaltación de esa necesidad hasta el punto en que obliga a la búsqueda del satisfactor (ejemplo típico es la época del celo en los animales). La transformación del mono en hombre implica necesariamente el nacimiento y desarrollo del pensamiento. Ahora el individuo reconoce el nexo existente entre el mundo y sus necesidades elementales y actúa conscientemente para proveer la satisfacción de las mismas. Es evidente que en estas circunstancias los instintos sufren una transformación radical pues el reconocimiento consciente de las necesidades determina que aquéllos dejen de ser palanca para la acción con lo que se anula el enardecimiento de las necesidades respectivas; también es evidente que los procesos especiales mediante los cuales el individuo se apropia del objeto (por el hambre la comida y por la libido el sexo) siguen existiendo pero despojados de su carácter exacerbado precisamente porque ahora se provee conscientemente a la satisfacción de sus necesidades respectivas. Precisamente las primeras formas de organización tienen como objetivo fundamental garantizar al individuo, a través de la comunidad, la satisfacción de sus necesidades elementales. La producción, la reproducción humana y la defensa de los individuos frente a los ataques de otras comunidades se tornan actividades conscientes rígidamente reglamentadas y organizadas. Como vemos, las primeras formas de organización humana se alza sobre las ruinas de los instintos como tales y se basa en la actividad consciente de sus integrantes. En estas sociedades encontramos que el individuo mantiene un perfecto equilibrio entre

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sus sentidos, su actividad mental y su actividad productiva y reproductiva como medios para la satisfacción de sus necesidades naturales. El movimiento ascensional de las fuerzas productivas lleva necesariamente a la disolución de la comunidad primitiva y al establecimiento de las sociedades clasistas. En ellas la fuerza colectiva de trabajo se fracciona en una multitud de fuerzas parciales de trabajo sustantivadas hasta llegar a una completa atomización. De la misma manera se inicia un movimiento por el cual van cobrando sustantividad, independencia y autonomía las necesidades individuales, los procesos orgánicos correspondientes y los órganos y estructuras orgánicas que les sirven de base. El régimen capitalista es la etapa superior de desarrollo de las sociedades clasistas y en donde todos estos procesos alcanzan su culminación. El individuo queda aquí por completo separado de los medios e instrumentos de producción y de vida; el lazo de unión entre sus necesidades naturales y su satisfacción, es decir, la colectividad, ha sido totalmente destruido. En consecuencia, para el individuo aparecen por un lado sus necesidades (las que anteriormente eran sociales y por tanto asunto de la colectividad) y por el otro, completamente ajenos a ellas, los medios para satisfacerlas. Se produce la más radical sustantivación, independencia y autonomía de las necesidades. Esta separación determina en primer lugar que ahora el individuo tome a su cargo lo que anteriormente correspondía a la colectividad: debe representar en su conciencia la necesidad individual, absolutizándola, y los medios para satisfacerla; luego, efectuar la acción práctica correspondiente en oposición a las necesidades de los demás individuos y sobre un objeto ajeno y hostil. La necesidad se convierte en un estado sin solución de continuidad puesto que la separación del individuo respecto de su objeto es constante. Las sensaciones y procesos orgánicos, que en la comunidad primitiva se activaban en relación con una necesidad inmediata y luego retornaba su estado de potencia, adquieren también la característica de trabajar sin solución de continuidad, en ininterrumpida tensión provocada por la separación entre las necesidades y su objeto. El pensamiento del individuo asume ahora las tareas que anteriormente realizaba la colectividad a través de la conciencia colectiva. El primer resultado de este proceso es el funcionamiento antinatural y antihumano de las sensaciones y procesos orgánicos y psíquicos lo que ocasiona la degeneración de la esencia biológica del hombre. Las necesidades individuales sustantivadas adquieren una enorme potencia de desarrollo cuantitativo y cualitativo; su número y variedad crecen ilimitadamente. En virtud de la separación entre la necesidad y el objeto, que se hace más decisiva conforme progresa el régimen capitalista, y del aumento ilimitado en cantidad y calidad de las necesidades, se restaura la exacerbación de las sensaciones y procesos orgánicos, la que, conforme anotábamos, es la forma instintiva en que el animal es impelido a realizar la acción vital. Vemos aquí que: 1) el

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régimen capitalista revive un proceso puramente animal —lo humano lo trueca en animal—, y 2) al hacerlo resurgir lo rebaja más allá de los límites del reino animal pues la fiera sólo exaspera sus sentidos ante una necesidad inmediata y los pacifica al satisfacerla mientras que el individuo del régimen capitalista vive un estado constante de excitación psíquico-sensorial, la cual no es calmada sino acicateada por la satisfacción de las necesidades inmediatas; lo animal es también desvirtuado y anulado por el régimen capitalista. El capital hace salir al hombre de la escala zoológica. La relación insatisfacción-satisfacción se sustantiva transformándose de un medio para lograr la conservación y reproducción de los individuos en un fin en sí mismo que requiere de nuevas y más sofisticadas necesidades para su funcionamiento: evoluciona hacia el mecanismo displacer-placer; éste se basa en la estimulación consciente de las sensaciones de insatisfacción y satisfacción: el displacer es una sensación sumamente avivada de insatisfacción que requiere de una satisfacción magna de la misma; la necesidad concreta es sólo un medio para satisfacer la necesidad abstracta de obtener placer. En la oposición polar displacer-placer se da la inversión completa de la relación entre las sensaciones y las necesidades humanas y la apropiación del objeto. La actividad vital del individuo se convierte en un medio para satisfacer la necesidad absoluta de obtener placer, es decir, una sensación agrandada proveniente de todos los órganos y procesos orgánicos. Resumiendo: a) en el régimen capitalista se da cima al proceso de sustantivación y autonomización de las necesidades individuales; b) en virtud de ello las necesidades individuales cobran una fuerza inconmensurable de desarrollo; c) este estado de necesidad sin solución de continuidad genera una multitud de impulsos psíquicos a la acción; d) la antítesis psicofísica insatisfacción-satisfacción evoluciona hacia la forma displacer-placer; se da la completa inversión de la relación entre las necesidades individuales y los procesos orgánicos que son el vehículo para satisfacerlas: de medios se convierten en fines; e) ese estado de necesidad mantiene todos los procesos orgánicos de la apropiación del objeto en interminable tensión, funcionando más allá de cualquier límite natural; la hipertrofia de las sensaciones, característica inseparable del mecanismo displacerplacer, también mantiene todos los procesos orgánicos correspondientes en sobretensión y provoca su desgaste y descomposición; g) los impulsos a la acción del hombre capitalista medio no son apetitos provenientes de una naturaleza animal que perviven en el hombre; por el contrario, son el resultado necesario del régimen de producción capitalista que: 1) restaura un proceso puramente animal; 2) lo hace salir de los límites del reino animal, y 3) vulnera la estructura biológica del individuo retrotrayéndola a un nivel inferior al más bajo de la escala zoológica. En la sociedad capitalista todo en enajenable y el hombre individual aspira a apropiarse de todo lo que existe. Pero al mismo tiempo el orden económico sólo permite que esa apropiación se realice dentro de ciertos límites y conforme a ciertas reglas. Este tipo de organización social por un lado exalta sin límite

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alguno los deseos de sus integrantes y por otro pone barreras muy concretas a la realización de los mismos. Este movimiento contradictorio dentro de la sociedad capitalista es la causa del desarrollo ilimitado de los instintos y de su represión hasta el punto en que así conviene al capital. Ambos factores, los instintos y su represión, se suponen y se engendran recíprocamente, dándose un mutuo impulso ascendente. El pensamiento, reflejo activo de la realidad, recoge en su seno esta contradicción y a la vez reobra sobre ella. La mente humana elabora las representaciones de todos los apetitos que brotan en el individuo del régimen capitalista y dicta la orden para su satisfacción; pero al mismo tiempo forja los “principios éticos y estéticos” (reflejo de los límites que impone el régimen económico a los apetitos que él mismo impulsa) y ordena la represión de esos apetitos permitiendo su satisfacción sólo en un grado muy reducido. La represión de las “necesidades instintivas” provoca una exaltación de las mismas, su reelaboración más exacerbada por el cerebro y una presión centuplicada sobre éste para que ordene de nuevo se provea a su satisfacción. Pero, paralelamente, el cerebro debe reelaborar, dándoles una potencia mayor, los “principios éticos y estéticos” y debe ejercer un esfuerzo gigantesco para imponerlos sobre los “instintos” previamente exaltados. El desarrollo de los apetitos, determinado por el del régimen capitalista, suscita la represión de los mismos, la que a su vez da lugar a un desarrollo mayor de aquéllos, los cuales ahora requieren una represión más grande, y así sucesivamente. Este movimiento, generado y potenciado por el desenvolvimiento del régimen capitalista, tiene las siguientes consecuencias para el organismo de las personas: 1) La sobreexcitación de las necesidades elementales pone en sobretensión a los órganos en donde residen y a los sistemas a través de los cuales se satisfacen, provocando de esta manera su desgaste acelerado y su descomposición respecto de sus funciones naturales. Esta sobreexcitación, a su vez, presiona antinaturalmente sobre el cerebro para que asimile las percepciones correspondientes, las prepare, proporciones teóricamente los medios para satisfacer las necesidades y ordene la acción correspondiente con lo que este órgano también sufre un proceso de desgaste y descomposición. 2) El enconamiento de las necesidades supone una satisfacción enardecida de las mismas; la relación insatisfacción-satisfacción es sustituida por la de displacer-placer. Este tipo de satisfacción tiene los mismos efectos que la necesidad respectiva sobre los órganos y los sistemas correspondientes, al igual que sobre el cerebro. 3) El acrecentamiento ilimitado de las necesidades individuales se realiza con base en el funcionamiento del proceso descrito en los apartados 1 y 2, reforzándose así los efectos nocivos sobre el organismo humano. Pero aquí hay que agregar algo: la creación de nuevas necesidades se basa en la conversión de

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todos los órganos, las funciones, los sentidos y las sensaciones del organismo humano en fuentes de las mismas, con lo que éste se pone en sobretensión, potenciándose así el proceso de su desgaste y descomposición. 4) La lucha entre las dos tendencias contradictorias (los “instintos” y su represión), que se realizan de una manera cada vez más violenta en el cerebro, origina necesariamente su desgaste acelerado, su degeneración y la descomposición de sus mecanismos fundamentales. 5) El resultado de esa lucha puede ser el desplazamiento del “deseo instintivo” hacia el inconsciente y su mantenimiento en esa órbita, lo que requiere el despliegue de una gran energía mental ya que aquél propende a procrear una fuerza interna cada vez mayor; esta función antinatural que realiza el cerebro deviene en su descomposición acelerada. 6) Puede ser que la fuerza represiva no sea lo suficientemente vigorosa y que entonces el “deseo instintivo” se busque una forma sustitutiva de realizarse: a) provocando un estado patológico en cualquier otra parte del organismo, o b) repercutiendo directamente sobre el cerebro en donde produce la descomposición de todos los procesos anímicos (neurosis, psicosis, etcétera). 7) Puede ser también que la lucha se siga escenificando sin solución de continuidad, tanto en el inconsciente como en el consciente del individuo, alternativa o simultáneamente, lo que, como es obvio, agrega a los efectos tradicionales la agravante de ser un proceso constante, cotidiano, que se traduce en una vulneración más decisiva del cerebro humano. 8) Entre más “necesidades individuales” desarrolle el individuo más sobrecargado estará el cerebro “contiendas anímicas”. 9) Por su parte, el pensamiento se convierte también en un instrumento del proceso al especular sobre nuevas necesidades, con lo que da un nuevo impulso al movimiento para llevarlo a una fase superior cuyo resultado es la aceleración de la descomposición del cerebro. 10) Si el resultado de la lucha entre las tendencias anímicas encontradas es la represión, entonces los “instintos” cobrarán un gran impulso en su vida “subterránea”, con los resultados consabidos para el organismo humano. 11) Si lo es la derrota definitiva de los “principios éticos y estéticos”, entonces la necesidad individual encuentra en su propia satisfacción el impulso hacia una necesidad y una satisfacción mayores, con las consecuencias conocidas para el organismo humano. Como vemos, el régimen capitalista determina necesariamente, a través de los procesos psíquicos, un proceso acelerado de desgaste, degeneración y descomposición de todos los órganos, funciones, sentidos, sensaciones, etcétera, del organismo humano. Freud considera que el “hombre normal” no es aquel que tiene “apetitos” sino el que teniéndolos, y en proporción creciente, sabe dominarlos y los reduce a las proporciones prescritas por la ética y la estética.

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Los deseos y su represión Freud señala una característica fundamental de los deseos reprimidos durante la infancia: siguen viviendo dentro del sujeto adulto, aunque en una forma inconsciente, exigiendo su satisfacción. La energía mental que consumen las dos tendencias contradictorias (deseo y represión) se sigue gastando continuamente, aunque ahora la lucha entre ellos se produce en el inconsciente de las personas. Es evidente que el cerebro del hombre capitalista “normal” está sobrecargado, en su subconsciente, de una gran cantidad de “pares de contrarios” que consumen un gran volumen de energía mental con resultados desastrosos para la estructura y funcionamiento del sistema nervioso. La regeneración del cerebro humano —órgano que bajo el régimen capitalista de producción sufre una acelerada degeneración progresiva— requiere de la abolición de esa lucha enconada entre los “pares de contrarios” anímicos, lo cual, a su vez, supone la abolición de esos mismos “contrarios”; la “reivindicación” revolucionaria en esta materia es: abolición de las necesidades individuales como el fundamento de la vida social a través de su satisfacción consciente precondicionada por la colectividad. El hecho psíquico y las instituciones de la religión, el derecho, la ética y las formas estatales Freud toma como objeto de su estudio al hecho psíquico en sí mismo, tal como éste se da en la sociedad burguesa; no analiza para nada la estructura económica de esa sociedad: el estado de las fuerzas productivas que en ella se desenvuelven, las relaciones de producción (relaciones de propiedad y formas de producción y de distribución) que le son inherentes ni las relaciones de clase que con base en ellas se establecen; tampoco examina la superestructura política, jurídica e ideológica que de ahí brota ni estudia, por tanto, la determinación específica que ejercen esa estructura y superestructura de la sociedad sobre el contenido, la forma y el desarrollo del hecho psíquico. De ahí entonces las flagrantes inversiones en las que incurre Freud: 1) considera al mecanismo psíquico del hombre de la sociedad burguesa, que está fijado absolutamente por la estructura económica de la misma, como el mecanismo psíquico del “hombre en general”, del hombre de todas las épocas; por eso sólo sabe decir barbaridades cuando aplica el “método psicoanalítico” al estudio del fenómeno psíquico en las formaciones sociales primitivas; 2) Freud reputa a la sociedad burguesa como la forma superior de organización social en donde florece en todo su esplendor la naturaleza humana del hombre; de ahí que tenga al mecanismo psíquico del hombre de la sociedad burguesa como la forma superior de la actividad mental del ser humano; encubre así el carácter específico del fenómeno psíquico dentro de la sociedad capitalista que consiste en que por su contenido, su forma y su desarrollo es directamente un menoscabo del sistema nervioso que se manifiesta en el desgaste acelerado, la degeneración y la descomposición del cerebro y de los demás órganos nerviosos y en el trastrocamiento de todos los procesos psí-

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quicos; 3) de acuerdo con Freud la naturaleza biológica (y en consecuencia los instintos y las necesidades) del hombre de la sociedad burguesa es la naturaleza biológica del hombre en general, igual para los hombres de cualquier época; el único cambio que reconoces es la represión de los instintos animales (que pasan a tener una vida latente) por las necesidades que impone la exigencia de la vida en sociedad; la medida del progreso social es para Freud el grado en que se han reprimido esos instintos animales y la energía así liberada se ha desviado hacia actividades superiores (culturales, intelectuales, etcétera); con ello da de lado a la influencia decisiva que la estructura económica capitalista ejerce sobre la constitución biológica del hombre, la cual es tan profunda que provoca la restauración de los instintos animales, que adquieren así una forma más aguda aún que en la etapa del desarrollo biológico del hombre, la represión de esos instintos animales por ella misma exaltados, la alteración de todos los procesos del organismo y la degeneración y descomposición de los órganos fundamentales del ser humano, entre ellos, naturalmente, aquél en el cual reside la capacidad intelectiva del hombre; 4) por último, y ya de plano poseído de una euforia intelectual incontrolable, Freud se pasa abiertamente al idealismo: considera que las formas ideológicas como el derecho y la religión y las instituciones del Estado son productos del desarrollo de los fenómenos psíquicos, específicamente del complejo de Edipo. Los actos fallidos y casuales Esto nos revela de qué manera los “pares de contrarios” psíquicos se encuentran en un estado de constante tensión, en lucha continua, consumiendo cantidades gigantescas de energía psíquica mientras permanecen en el inconsciente del individuo; la fuerza de los deseos reprimidos se manifiesta en la vida cotidiana como la tendencia hacia su exteriorización; irrumpen en la vida consciente bajo la forma de equivocaciones, olvidos, errores, tics, etcétera, aparentemente casuales. En el inconsciente del hombre normal se produce una lucha tremenda, destructora del sistema nervioso en general, entre cada uno de una multitud de pares de contrarios psíquicos cuya cantidad aumenta conforme es más rica la vida anímica del individuo, vale decir, en tanto más desarrollada se encuentra la sociedad burguesa. No sólo se trata aquí de los deseos reprimidos desde las épocas de la infancia y la pubertad, sino de todos y cada uno de la enorme multitud de “deseos insatisfechos” (reprimidos) que la propia sociedad burguesa genera durante la vida diaria del individuo “normal”; como el ser humano es en la sociedad burguesa un ser individualizado al máximo, entonces toda su actividad debe darse a través de la concepción de propósitos (deseos) que chocan con la actividad de los demás individuos, por lo que son necesariamente moderados hasta el punto en que las relaciones de poder existentes lo imponen. Esta cotidiana contienda de opuestos, como de suyo se comprende, recarga de trabajo al sistema nervioso del individuo y da lugar a su degeneración progresiva. Es propio de la estulticia burguesa considerar esta actividad psíquica característica

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del hombre de la sociedad burguesa como la actividad psíquica típicamente humana, precisamente porque considera al hombre burgués como el tipo humano por excelencia. Es evidente que el prejuicio burgués confunde aquí la forma con el contenido: en cualquier tipo de sociedad el hombre habrá de representar sus necesidades como propósito de su actividad, pero sólo en la sociedad burguesa esos propósitos chocarán con la realidad provocando la represión. Y esto es así necesariamente ahí en donde las necesidades son llevadas más allá de sus límites naturales y en donde la satisfacción incluso de las necesidades elementales es dejada a cargo del individuo como tal, que debe entrar en competencia con los demás individuos para lograrlo. En la sociedad comunista debe desaparecer esta cotidiana “lucha de contrarios” al reducir las necesidades a sus límites naturales (humanos) y al organizar a su satisfacción precondicionada por la sociedad, al contrario de la reivindicación pequeño burguesa que exige la estimulación de las necesidades individuales. Como una acotación marginal, diremos aquí lo siguiente: el propósito declarado del psicoanálisis es mantener los “deseos reprimidos” dentro de los límites de lo “normal”, es decir, sin que se manifiesten en neurosis, psicosis, etcétera; esto quiere decir que para ello los principios “éticos y estéticos” introyectados al individuo por la sociedad burguesa deben adquirir una fuerza enorme, lo que supone el empleo de cantidades gigantescas de energía psíquica, con el desgaste y degeneración correspondientes del sistema nervioso. O sea, que la situación que el psicoanálisis considera “normal” es aquélla en la cual se vulnera más decisivamente el aparato anímico del hombre. Por otro lado, no olvidemos que a cada refrenamiento de los deseos corresponde, necesariamente, una exasperación de los mismos con una mayor intensidad. Una nueva teoría —proveniente de los intelectuales de la pequeña burguesía urbana— postula un tipo de sociedad —no comunista— en donde se deje libre el campo a las necesidades instintivas de los individuos. Esa teoría es el marcusianismo. Aparte de que una situación tal generaría por sí sola su contrario, o sea, la represión, sus efectos sobre el sistema nervioso del ser humano serían idénticos, cuando no superiores a los mecanismos anteriormente descritos. El principio del placer sería la base inexcusable de una tal sociedad: el hombre tendría que especular constantemente acerca de nuevas necesidades y nuevos satisfactores cada vez más refinados para halagar aquel principio que se desarrollaría desmesuradamente; el placer es representado necesariamente en el cerebro, por lo cual, al convertirse en una situación sin solución de continuidad de intensidad creciente, presionaría grandemente sobre este órgano; la exigencia de un placer de intensidad cada vez mayor obligaría al cerebro a accionar enérgicamente sobre los demás componentes del sistema nervioso para que extremaran su funcionamiento; por último, cada nivel de satisfacción placentera alcanzado embotaría a fin de cuentas la capacidad receptiva del cerebro, por lo que sería necesario iniciar de nuevo el ciclo con un impulso a las necesidades, un aumento de la intensidad del placer, etcétera; el resultado de todo esto sería, evidentemente, un desgaste y degeneración progresivos del sistema nervioso humano. Desde luego que una situación permanente de este tipo no sería posible de ningún

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modo, pues estructurada necesariamente en torno a una forma cualquiera de producción capitalista (y no es otra cosa lo que proponen los marcusianos en su fórmula del “socialismo humanista”) provocaría ineluctablemente la correspondiente limitación necesaria para evitar el caos del sistema. Esto no excluye que una situación de esta naturaleza tenga una vigencia transitoria, más o menos larga, dentro de los límites mismos de la sociedad burguesa; o que, como en las modernas “sociedades de consumo”, se “liberen” algunas formas de manifestación del instinto sexual, descargando al inconsciente de la tarea de su represión, pero transfiriendo a la vida consciente del individuo —dominada por todos los mecanismos represores directos del sistema— el trabajo agotador de realizarlas prácticamente. Estas manifestaciones del instinto sexual, que son liberadas de su cautividad en el inconsciente y postuladas como legítimas y que pasan a ocupar el proscenio de la vida anímica, son aquéllas referentes a la promiscuidad sexual, al homosexualismo, a la realización pública y masiva de la actividad sexual, etcétera; esa liberación fue necesaria para el desarrollo venturoso de la “sociedad de consumo”, pues ella requería, para promover el consumo masivo, de la liberación de una enorme energía libidinal que hasta entonces había permanecido reprimida en el inconsciente y que a lo sumo se manifestaba en las formas subterráneas de la prostitución, etcétera. Una vez logrado su objetivo, vuelven a funcionar los elementos restrictores de la sociedad para encaminar esa energía libidinal liberada del inconsciente hacia los propósitos del régimen burgués (integración al aparato productivo y consumo masivo), conteniendo de nuevo, en aras de la familia y la propiedad privada burguesas, aquellas manifestaciones del instinto sexual previamente liberadas que adquieren otra vez su carácter inconsciente y buscan un desarrollo subterráneo. La teoría de los sueños El psicoanálisis nos aporta una prueba más de cómo el régimen capitalista de producción vulnera decisivamente el sistema nervioso de los individuos. El período de sueño es la parte de la vida diaria del hombre durante la cual, teóricamente (es decir, de acuerdo con su conformación biológica), debe poner en reposo todos sus órganos y procesos fundamentales con el fin de recobrar la energía perdida durante el resto del día. Pero resulta que el cerebro del hombre continúa, aún en ese estado, trabajando a marchas forzadas, elaborando sueños que sirvan, como los síntomas en los estados psíquicos patológicos, de satisfacciones sustitutivas de los deseos reprimidos. El aparato psíquico del hombre se encuentra, durante el período del sueño, sobrecargado por el trabajo que supone mantener en estado latente los pares de contrarios que de otra manera asaltarían la conciencia del individuo interrumpiendo su reposo, por la energía que requiere el mantener en equilibrio las fuerzas de esos opuestos y por la que se emplea en la preparación de los sueños cuando la potencia de aquéllos es tal que debe buscarse una transacción entre sus tendencias opuestas a través de la satisfacción ideal del deseo reprimido. Como vemos, el estado de “reposo” es

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el que representa una mayor actividad para el cerebro, con lo que el desgaste y la degeneración del sistema nervioso se extienden a todos los momentos de la vida del hombre, se convierte en un proceso perenne. El exceso de trabajo con que se recarga el cerebro durante la producción de los sueños lo comprenderemos mejor si tomamos en cuenta que éste debe: a) condensar las ideas latentes; b) deformarlas; c) darles la forma de imágenes visuales, y d) infundir una cierta coherencia a este resultado. Los sueños nos demuestran una vez más la existencia de una borrascosa vida inconsciente en la que se escenifican luchas violentas entre poderosas fuerzas contrapuestas que no dejan de actuar, sino que más bien adquieren un nuevo impulso, durante el período del descanso nocturno (sueño). Para el apologista del régimen burgués, el estado del sueño con las características aquí descritas es un estado “normal” del ser humano. Y así lo es en realidad, pero sólo en relación con las necesidades de explotación del régimen capitalista de producción. La estulticia del psicoanalista burgués lo hace ver en los sueños una sabia previsión de la naturaleza que así permite que el cerebro se descargue de las tensiones acumuladas durante el día. En relación con la constitución física y psíquica del hombre tal y como ésta se presenta como resultado de su desarrollo biológico, el sueño es, en la sociedad burguesa, un estado patológico que se caracteriza por el funcionamiento excesivo del sistema nervioso y que se traduce en un desgaste y descomposición acelerada del mismo, todo lo cual tiene su causa en el régimen capitalista de producción, que sólo sabe existir devastando todos los órganos y procesos fundamentales del organismo humano, llevando a la ruina, en unas cuantas decenas de años, lo que es el resultado de millones de años de labor paciente de la naturaleza. En la sociedad comunista deberá desaparecer toda esa actividad psíquica desplegada durante el período del sueño (deberán desaparecer también, desde luego, los sueños) y recobrar este estado su verdadero papel de restaurador de las energías gastadas durante la vigilia. La teoría sexual Lo que Freud llama instintos parciales de la sexualidad, que nacen y se forjan durante la niñez del individuo no son, en esencia, sino los mecanismos fisiológicos y psíquicos a través de los cuales maduran y se hacen conscientes las necesidades fisiológicas fundamentales y su satisfacción. Pero el funcionamiento de este mecanismo adquiere formas específicas, derivadas de la organización del régimen económico, que actúan sobre la naturaleza biológica de ese mecanismo modificándola. Como ya lo hemos señalado repetidamente, la base fundamental del régimen capitalista es el ser humano individualizado. El individuo actúa sobre el mundo exterior tomándolo como objeto de sus necesidades y se representa a éstas como el motor de su actividad. Con ello da lugar al crecimiento hipertrofiado de las necesidades individuales, a la desmedida exasperación de las sensaciones y procesos psíquicos a ellas y a su satisfacción asociadas y a su represión hasta los niveles prescritos por el régimen capitalista. Toda esta situación se traduce nece-

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sariamente en el desgaste, degeneración y descomposición de los órganos y funciones orgánicas, esto es, en la anulación de la naturaleza biológica del hombre. Este proceso de individualización principia desde que el ser humano viene al mundo; la familia es el lugar en donde comienza. En el seno de la familia, por tanto; a) se inicia la “educación” del niño que tiene como finalidad llevarlo a ser un individuo en toda la extensión de la palabra; los padres, y en general la familia, se convierten en los agentes más poderosos para, desde esta temprana edad, matar en germen la naturaleza esencial del ser humano y conducirlo de la mano por el camino de su degeneración y deshumanización; b) las necesidades fisiológicas fundamentales se ven sujetas de inmediato a lo siguiente: • la educación para su satisfacción 1) está a cargo de individuos, y 2) tiene como propósito establecer la individualización del ser humano; • de ahí que deban ser sometidas al movimiento ya estudiado: 1) exacerbación de las necesidades y de su satisfacción; 2) establecimiento del mecanismo displacer-placer, y 3) represión; • la sensualidad del infante se desgaja de su función natural (o sea, de su papel de medios para lograr la satisfacción consciente de las necesidades fisiológicas) y se convierte en un fin en sí misma. Para que la familia burguesa pueda realizar cabalmente la tarea que la sociedad le ha encomendado, los hijos les son entregados en propiedad privada. Nos encontramos aquí conque el ser humano, en cuanto viene al mundo, se ve sometido a la acción destructiva que el régimen capitalista ejerce a través de la familia al subvertir necesariamente las funciones fundamentales del organismo del infante convirtiéndolas de funciones naturales en fuentes de placer, iniciándose así desde esa temprana época el proceso de desgaste antinatural, degeneración y descomposición de los órganos y procesos fundamentales del ser humano. En una sociedad humanizada, en el comunismo, la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción y sobre los hijos habrá sido abolida. La educación para la satisfacción de las necesidades fisiológicas fundamentales estará en manos de la sociedad, la cual dará la justa medida a la sensualidad del individuo como medio para la satisfacción natural-humana de aquéllos; los hijos habrán sido rescatados de la tiranía, el capricho, la ignorancia, los prejuicios y la pretendida “cientificidad” de los padres y de esos antros repugnantes, en donde toda inmoralidad tiene su asiento, que son los hogares. El infante aprende pronto a manejar sus sensaciones independientemente de su función natural, organizándolas en torno a la excitación de los genitales; se abre una etapa, entre los tres y los cinco años, de intensa autosatisfacción a través de la masturbación. Inmediatamente entra en funciones la represión por los padres de esta actividad infantil hasta lograr reducir la sensibilidad del niño a los límites naturales. Durante esa fase de exaltación desorbitada de su sensibilidad, el niño empieza a relacionar su placer con la fuente de la cual provienen

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la estimulación y la satisfacción de sus necesidades, es decir, con sus padres, estableciéndolos como objeto de su actividad libidinal, fenómeno que impone su impronta a toda la vida emotiva del niño. Se desarrolla así lo que Freud llama complejo de Edipo, el cual se rige por leyes distintas, derivadas de las relaciones que se establecen dentro del matrimonio entre los dos sexos, según que el niño sea varón o hembra. Se produce lo que se denomina “enamoramiento” del niño respecto del padre del cual proviene, presuntamente, la satisfacción de las necesidades y las sensaciones placenteras correspondientes y en contrapartida se genera una animadversión en contra de aquél a quien se considera el obstáculo a aquella satisfacción. Debemos dejar suficientemente claro que ese “enamoramiento” del infante, que tiene como núcleo la obtención de placer a través de la manipulación de sus genitales y la representación de la figura de la persona amada, no está relacionada en forma alguna con la actividad reproductiva; es decir, que el infante no concibe al objeto de su amor en relación con el acto sexual. Esto no excluye, desde luego, lo que es un elemento importantísimo e inseparable del complejo de Edipo; cierto tipo de escarceos entre padres e hijos que se encubren tras el manto de un casto amor filial, pero que son esencia de un avivamiento de las sensaciones de los infantes buscada conscientemente por ellos mismos. Ya veíamos cómo la trasposición de los mecanismos a través de los cuáles se desenvuelven las funciones fisiológicas de los niños y la sensibilidad infantil tenían su origen en la estructura de la familia y ésta a su vez en la forma de organización social, es decir, en el capitalismo. Sobre esta base, es absolutamente necesario que surja el complejo de Edipo como resultado del desenvolvimiento del infante dentro de los marcos de la familia de la sociedad capitalista. En la sociedad comunista, en donde la educación infantil será una función colectiva que se sustentará en firmes bases científicas y desaparecerá el hogar de la familia individual típica del capitalismo, no habrá la más mínima posibilidad de que se den situaciones tan escandalosas y bochornosas como el complejo de Edipo. Sólo quienes, como Freud, conciben la forma de organización social existente como la fase superior y perfecta de la sociedad y, en consecuencia, a la familia individual como la forma superior de convivencia de los seres humanos, sólo ellos pueden considerar, contra todo sentido común, a este primitivo desarrollo de la sensualidad humana y al complejo de Edipo como características biológicas de la especie y no, como lo que son, manifestaciones de las modificaciones a que son sometidas las características biológicas de la especie por el régimen de explotación capitalista. Hemos dicho que al llegar la sensualidad infantil a su fase superior, es decir, al punto en el cual se establece la autosatisfacción a través de la manipulación de los genitales, esta actividad es refrenada por los padres; de igual manera se ejerce una represión de ambas hacia una zona especial de la psiquis del niño que queda fuera de la conciencia del sujeto. Se estructura así, de una manera firme y definitiva, el inconsciente, que había empezado a formarse ya en la fase anterior. Ya tuvimos oportunidad de investigar a qué resultados conduce esta disociación de la vida psíquica del hombre y aquí sólo diremos que la vulneración del cerebro y del sistema nervioso que se deriva del apaciguamiento

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de los “instintos” previamente exaltados por el propio régimen de producción empieza en una época muy temprana de la vida del hombre y se prolonga hasta el fin de la misma, con lo que se comprueba que el capitalismo condena a los individuos a vivir postrados en una situación interminable de enfermedad. Agreguemos también que desde esta época se va modelando al niño como un ser individual, por lo que su vida anímica cotidiana se desenvuelve a través de la lucha devastadora de contrarios psíquicos, muchos de los cuales van pasando al inconsciente, en donde se mantienen por toda la vida merced a un proceso de sedimentación; desde este otro punto se dañan también el cerebro y el sistema nervioso en la forma en que vimos en páginas anteriores. En resumen, en el régimen capitalista de producción, durante la infancia de los individuos, se da un proceso por el cual se desarrollan sus sensaciones mucho más allá de las funciones naturales que les corresponden, convirtiéndose en fines en sí mismos, se estructura una primitiva relación entre esas sensaciones excitadas y un objeto exterior, en este caso uno de los progenitores, y se genera una primitiva tendencia a la conversión de todos los órganos y procesos funcionales en fuentes de sensaciones placenteras, con independencia e incluso en oposición a sus funciones naturales. Estos procesos no son, como asegura Freud, una primitiva manifestación del instinto de reproducción, sino una degeneración de las funciones del ser humano impuesta por el régimen de explotación capitalista. Reprimidas estas degeneraciones, pasan al inconsciente, en donde se mantienen en un estado de latencia por varios años, hasta que son reavivados en la forma que pasamos a exponer. La necesidad sexual —es decir, la verdadera función reproductiva del ser humano— empieza a manifestarse en el individuo entre los doce y catorce años. La naturaleza de esta necesidad es, en lo fundamental, idéntica a la de las necesidades fisiológicas de la época infantil; se exterioriza como un tipo determinado de sensaciones procedentes de la zona genital que exigen la realización de un acto que proporciona otro tipo de sensaciones con las que se anuncia que la función sexual ha quedado concluida. Este sencillo mecanismo biológico, producto de toda la evolución anterior de la especie humana y que aparece ya plenamente organizado durante la comunidad primitiva, sufre importantes transformaciones provocadas por la sociedad capitalista, conforme a las cuales se intensifican las sensaciones genitales de insatisfacción y satisfacción y se convierten en sensaciones de displacer y placer que se sustantivan de su función natural, adquiriendo el carácter de fines en sí mismas, con lo que se recarga el trabajo de los centros nerviosos respectivos y del cerebro y se integran a la satisfacción sexual una amplia gama de sensaciones placenteras procedentes de otros órganos y funciones distintas de los de la reproducción, los cuales también se ven abrumados de trabajo mucho más allá de sus límites naturales. En la sociedad capitalista el ser humano se encuentra separado de los medios e instrumentos de producción y de sus condiciones de trabajo y de vida. La necesidad sexual también tiene su objeto artificialmente separado de sí.

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Esto trae como consecuencia que el individuo adolescente, cuando maduran sus órganos sexuales, se encuentre en un estado constante de insatisfacción sexual, lo que se traduce en la irritación de las sensaciones correspondientes hasta hacerlas desembocar en un estado constante de displacer. La sociedad pone límites muy rígidos a través de la familia, etcétera, a la satisfacción, por medio del acto sexual, de esa necesidad aguda del adolescente. La vehemente necesidad sexual encuentra una satisfacción sustitutiva en el autoerotismo. La satisfacción es plenamente una sensación regida por el principio del placer. La vigorosa necesidad sexual del adolescente revive e incorpora todos los procesos placenteros desarrollados durante la niñez. Esta eclosión de la sensualidad del adolescente gira totalmente en torno al principio del placer; la necesidad sexual nace directamente como un placer; las sensaciones adscritas a la sexualidad se sustantivan y cobran vida propia, desvinculadas por completo de su función natural de reproducción humana, y ya sustantivadas integran en su torno a casi la totalidad de las sensaciones orgánicas, convirtiendo de hecho a todo el organismo en un órgano sexual. La agudización de las sensaciones originalmente vinculadas a la función reproductiva, su conversión al principio del placer y la sustantivación de éste transformándolo en un sujeto con vida propia, ajeno por completo a la función de la que proviene y que incluso somete a su dominio a todos los demás procesos orgánicos, trae consigo necesariamente una absoluta indeterminación del órgano y del objeto sexual. Ese monstruoso órgano sexual que es el organismo del adolescente exige imperiosamente satisfacciones placenteras; y tiende, por tanto, a conseguirlo en la forma que sea. En esta etapa de la vida del individuo de la sociedad capitalista se fomentan, junto con la tendencia a la satisfacción de la necesidad sexual a través de la cópula “normal”, todas las poderosas tendencias hacia el incesto, la homosexualidad y todo tipo de desviaciones sexuales. La represión social-familiar actúa de nuevo con mayor fuerza para encauzar la actividad del adolescente por el camino “correcto”. De pasada diremos que la restricción actúa, tal y como ya lo sabemos, enviando hacia el inconsciente todo lo que considera anormal (incesto, homosexualidad, desviaciones, etcétera); desde aquí, todas estas fuerzas, que tienen su fuente de vida en el mismo régimen capitalista, actúan ejerciendo presión sobre la conciencia para obtener su realización. La represión logra desterrar de la conciencia al inconsciente las fuerzas que impelen hacia la actividad sexual indiscriminada en todos los sentidos; enfila por tanto la actividad del individuo a la satisfacción de la necesidad sexual a través de la cópula con un individuo del sexo opuesto que no pertenece al primer círculo de la familia consanguínea y después de cumplir con los requisitos, sobre todo económicos, que el régimen exige, o sea, a través del matrimonio que es un acto de cambio que fundamentalmente tiene como finalidad la satisfacción de la

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necesidad sexual previamente avivada en extremo y la procreación de acuerdo con las necesidades del capital. En el lapso que hay entre la represión de la sexualidad indiscriminada y la práctica “normal” de la sexualidad, las fuerzas aquéllas siguen obrando activa y poderosamente en el inconsciente, acumulando una enorme energía potencial. La actividad sexual “normal” hacia la que es encaminado el adolescente, tiene las siguientes características: a) Se basa en una necesidad sexual sin solución de continuidad y en excitación creciente. b) Esto implica la exasperación de las sensaciones displacenteras de los órganos genitales. c) Por lo tanto, la satisfacción es también una satisfacción exacerbada, placentera. d) Se asienta firmemente en el mecanismo displacer-placer. e) Está completamente separada de la función reproductiva; ésta es sólo un resultado residual. f) Su finalidad es obtener la mayor cantidad de placer en sus órganos sexuales a través de la utilización de los órganos correspondientes del sexo opuesto. g) En virtud de estar fincada en el principio del placer, tiende necesariamente a incorporar una serie de procesos orgánicos, distintos de los específicamente sexuales, productores de placer. Al mismo tiempo, la tendencia a la sexualidad indiferenciada ejerce presión desde el inconsciente y el freno represor actúa con una fuerza mayor para contener el proceso dentro de los límites normales. h) Establece al individuo del sexo opuesto como instrumento para obtener placer, es decir, como objeto de excitación de sus procesos orgánicos placenteros, como una fuente de sensaciones placenteras para la vista, el tacto, el oído, el gusto, el olfato, etcétera, y los genitales, todo el organismo del sexo opuesto se convierte en fuente de excitación para obtener placer. i) Especula con los procesos orgánicos placenteros del individuo del sexo opuesto; obtiene placer de la producción de placer. j) La necesidad de obtener placer se convierte, por la relación dialéctica entre la estimulación y la represión, en una situación sin solución de continuidad. k) Revive, pero ahora centrada en el sexo opuesto y en individuos ajenos al núcleo familiar, la indeterminación del objeto; se desarrolla una fuerte tendencia a satisfacer la virulenta necesidad sexual con todas las personas del sexo opuesto: a esta tendencia se opone la represión que debe multiplicar su fuerza para mantener los apetitos dentro de límites “normales”. l) La sujeción de esta tendencia origina que esa satisfacción indeterminada tenga vida sólo en el consciente del individuo, chocando antes de su realización con los obstáculos puestos por aquélla. m) Se escenifica en el individuo una lucha constante entre dicha tendencia y su aplacamiento. n) A esto se aúna la presión que la primitiva tendencia indiferenciada de la adolescencia sigue ejerciendo sobre el individuo, exigiendo su realización. o) De ahí que con férrea necesidad deban presentarse, como producto necesario

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del matrimonio, la infidelidad, el incesto, las “perversiones sexuales”, etcétera que son manifestaciones de las dos tendencias indiferenciadas que ya se estudiaron. Como vemos, la necesidad sexual adopta, a causa de la estructura económica del régimen de producción capitalista, características específicas que obran sobre su naturaleza biológica, modificándola: a) revive y se incorpora procesos de producción de placer procedentes de otros órganos y funciones del organismo; por lo tanto, determina que las sensaciones que brotan de todos los órganos y procesos del organismo readquieran su forma exacerbada de manifestarse y reafirma el carácter antinatural de dichas sensaciones, las cuales no sólo se independizan de sus funciones específicas sino que pasan a servir a órganos y procesos completamente ajenos a los de su origen, en donde son exaltados desmesuradamente; b) las sensaciones provenientes de la excitación de los genitales, características de la función reproductiva del hombre, son convertidas al principio del placer, con lo que se independizan de su función natural; c) establece al complemento sexual como un objeto de placer, con lo que se ponen las bases para la indeterminación absoluta de ese objeto; d) hace inevitable la represión de los procesos (a), (b) y (c), con lo cual proporciona un mayor impulso al desenvolvimiento de los mismos. Freud concibe ese desarrollo de los que él llama “instintos sexuales parciales”, del “instinto sexual genital” y de la apropiación indeterminada del objeto, como manifestaciones biológicas de la función reproductiva humana que deben ser contenidas dentro de ciertos límites en aras de la “civilización” (eufemismo empleado para designar a la sociedad burguesa), cuando no son sino degeneraciones de las funciones naturales del ser humano impuestas por el régimen capitalista de producción. Las consecuencias de los procesos descritos en relación con la constitución orgánica del ser humano son las siguientes: a) en primer término, sobreviene un desgaste acelerado de los órganos en los que radican las sensaciones, los cuales funcionan mucho más allá de sus límites naturales bajo la égida del principio del placer; b) los mecanismos nerviosos a través de los cuales se producen las sensaciones placenteras con una intensidad creciente sufren también un proceso de desgaste; c) el cerebro, centro nervioso en donde se reflejan con potencia creciente los procesos de producción de placer, se desgasta igualmente a una velocidad vertiginosa; todos los órganos, mecanismos, funciones y procesos del ser humano se ven sometidos a una degeneración absoluta en relación con su naturaleza biológica, la cual ha sido lograda a través de millones de años de labor paciente de la naturaleza y que se ve en peligro de ser destruida en unos cuantos decenios; e) esos órganos, mecanismos y funciones del ser humano son sometidos a un proceso de descomposición irreversible dentro del régimen capitalista de producción; f) la represión de la sexualidad, inherente a la esencia del régimen de producción capitalista, da origen a una exaltación de la sexualidad que tiene los resultados consabidos para la estructura orgánica del ser humano;

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g) en el inconsciente, el preconsciente y el consciente del ser humano se escenifica una lucha devastadora, cada vez más violenta, entre las tendencias contradictorias del enconamiento y apaciguamiento de la sexualidad que desemboca en el desgaste acelerado, la degeneración y descomposición del cerebro. En las primeras fases del régimen capitalista el mecanismo represor funciona en toda su extensión, provocando como contrapartida el florecimiento de la prostitución pública y privada; esta situación es altamente perniciosa para la sociedad burguesa porque amenaza con acabar con uno de sus pilares más sólidos, la familia, en el seno de la cual el amor conyugal se ha visto reducido a la expresión mínima del placer, en tanto que éste se eleva hasta alturas insospechadas en los prostíbulos, en las alcobas de los amantes y en las otras mil formas de la prostitución privada. Por otro lado, la sociedad burguesa, al convertirse en “sociedad de consumo” requiere la liberación de todos los mecanismos productores de placer para obligar a los individuos a consumir sin descanso y a proporcionar más trabajo excedente mediante la conversión del trabajo en un placer. Surge entonces, en la fase superior de la sociedad burguesa, una tendencia al relajamiento de las restricciones sexuales con la finalidad de liberar la energía libidinal y 1) encauzarla hacia las relaciones conyugales haciéndolas más liberales, o lo que no es sino lo mismo, llevando la prostitución al seno del hogar, 2) emplearla como medio para que el hombre trabaje y consuma más. Como se ve claramente, los mecanismos represores, relajados de una parte, tienen sin embargo que actuar más rígidamente en otros aspectos que se ven presionados por aquel crecimiento irrestricto del principio del placer: siguen funcionando las limitaciones al comercio sexual incestuoso y al comercio sexual extraconyugal que se derivan del derecho de propiedad proveniente del matrimonio y, sobre todo, continúa en pie el hecho de que el ejercicio de la función sexual en su nueva forma ampliada sólo puede realizarse mediante actos de cambio que se rigen en absoluto por las leyes económicas de la sociedad capitalista. La necesaria liberación de la sexualidad en la “sociedad de consumo” cristaliza en el establecimiento franco y abierto, dentro de un sector de la sociedad (pequeña burguesía urbana), de la prostitución, la degeneración, el vicio, es decir, de las peores manifestaciones del principio del placer, como actividades legítimas, como las únicas actividades legítimamente humanas. El desarrollo desmesurado del principio del placer dentro de esta clase social tiene por objeto servir de polo de atracción para acelerar la liberación de la sexualidad de todos los miembros de la sociedad. El desbocamiento del principio del placer y su establecimiento como fin legítimo de la existencia humana, tienen sobre el organismo de los individuos los efectos devastadores que ya señalamos anteriormente; aquí sólo aludiremos a aspectos específicos que habían quedado sin analizar. Al convertir el trabajo en una actividad libidinal (placentera), el régimen capitalista cierra más constrictivamente las cadenas sobre la clase obrera pues aumenta la intensidad y la extensión del trabajo, con lo que provoca una aceleración en el ya de por sí veloz proceso de desgaste, degeneración y descomposición del organismo de los tra-

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bajadores. Al propiciar el consumo incesante de cantidades crecientes de bienes, el régimen capitalista obliga a los obreros a desplegar más trabajo (intensiva y extensivamente) para poder adquirir la masa de mercancías existentes en el mercado; el propio consumo, que no es sino la apropiación de objetos a través del mecanismo del placer, provoca necesariamente el desgaste, degeneración y descomposición del organismo de los trabajadores a causa del funcionamiento antinatural de todos los procesos orgánicos; por último, la especulación sobre nuevas necesidades y satisfactores, que se realiza a través del mecanismo psíquico de lucha violenta entre pares de contrarios, determina el desgaste, degeneración y descomposición del cerebro humano. Dos clases de instintos en la vida anímica Encontramos de nuevo aquí otra forma en que se manifiesta el error fundamental de Freud: considerar como manifestaciones de la naturaleza biológica del hombre las tendencias a la violencia, la destrucción y la agresión (englobando todo esto en lo que absurdamente llama “instintos de muerte”), cuando no son sino el producto de la estructura económica de la sociedad capitalista. En este punto valen todas las consideraciones que hemos hecho al estudiar los “instintos de vida” en páginas anteriores. Sólo señalaremos que la exaltación y represión de las necesidades individuales, la reviviscencia de la forma instintiva de satisfacerlas, la exaltación del mecanismo del placer como forma de llenar esas necesidades y la concurrencia entre los individuos para satisfacerlas generan necesariamente el odio y la violencia, no como instintos biológicos, sino como resultado ineluctable de las contradicciones económicas existentes en la sociedad capitalista. Calcúlese la enorme estulticia de personas como Marcuse, quienes desean el establecimiento de una sociedad en donde sólo exista un placer lúdico, sensual, sereno como único sentimiento del hombre, sin que existan los polos contrarios a los que va íntima y necesariamente unido, es decir, sin que existan el displacer, el odio, la violencia, la agresión, etcétera. En la sociedad comunista deberá abolirse la familia individual y la educación infantil se organizará sobre bases científicas, proporcionándole un carácter social, colectivo y estableciéndose formas de convivencia colectivas; además, la necesidad sexual deberá satisfacerse precondicionadamente por la sociedad. De esta manera se quitarán las bases para el nacimiento y desarrollo de la función sexual como un proceso que incorpora en sí a todos los órganos y funciones del organismo como fuente de placer. Volverá entonces a reobrar la función sexual sus características biológicas originales. La crítica de Freud y la revolución proletaria Ya dejamos establecido que Freud toma como sujeto de estudio al hombre me-

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dio capitalista, sea cual fuere la clase social a la que pertenece; partiendo de ese mismo punto hemos demostrado que el régimen capitalista produce necesariamente la degeneración y descomposición de los órganos y procesos psíquicos de todos los individuos y que lo hace precisamente a través de lo que Freud considera la estructura psíquica del “hombre normal”. La vulneración del mecanismo psíquico humano tiene sus comienzos en la época de la disolución de la comunidad primitiva. Al desintegrarse la colectividad, las necesidades individuales se desprenden del tronco común originario (necesidades colectivas) y se sustantivan adquiriendo independencia y autonomía. Como resultado de todo esto se originan los procesos ya estudiados de establecimiento de la necesidad como un estado sin solución de continuidad, de su exacerbación y represión y de la formación de la vida psíquica correspondiente que se caracteriza por la existencia de multitud de pares de contrarios anímicos en constante lucha. El régimen de producción capitalista tiene como su premisa y resultado una individualización cada vez más decisiva de sus integrantes, la que se traduce en la intensificación y profundización del proceso psíquico descrito; en consecuencia, la ruina de los órganos y procesos psíquicos adquiere en este régimen su forma más acusada. Burguesía y proletariado están integrados por individuos; por lo tanto, toda su actividad se realiza a través del mecanismo psíquico que ya hemos estudiado. Esto quiere decir que su acción práctica tiene como resultado necesario la devastación de la estructura psíquica de sus componentes. Siendo idéntico el funcionamiento de la psíque tanto en los individuos que forman la clase burguesa como en el proletariado, adquiere, sin embargo, un contenido diferente en ambos dado el distinto papel que desempeñan en el régimen capitalista. La primera diferencia que anotamos radica en que la organización psíquica descrita tiene en la burguesía como contenido fundamental la necesidad absoluta de acumular, en tanto que en el proletariado, la satisfacción de sus necesidades elementales; esto no quiere decir, desde luego, que las necesidades elementales de la burguesía no sean satisfechas en la misma forma que su necesidad principal, ni que el proletariado no sienta surgir en su pecho el “noble impulso” a la acumulación. Ajenos a la propiedad colectiva sobre los medios e instrumentos de producción, burguesía y proletariado se relacionan con ellos de manera opuesta. La burguesía posee en propiedad privada los medios e instrumentos de producción; éstos no son otra cosa sino, por un lado, fuerza de trabajo de los proletarios materializada y, por el otro, las capacidades esenciales de la especie que le han sido sustraídas por el capital. El capitalista despliega la actividad necesaria para absorber del proletariado lo que es la sustancia de la propiedad privada (trabajo obrero) y conservarla e incrementarla en competencia violenta con los demás capitalistas; dicha función explotadora la realiza a través del mecanismo psíquico que ha sido objeto de nuestro estudio.

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El proletariado sólo tiene en propiedad privada su fuerza de trabajo, la cual únicamente en estado de potencia permanece bajo la propiedad del obrero, pues para ponerla en ejercicio debe venderla al capitalista; el producto, que es una materialización de su fuerza de trabajo, pertenece al capitalista, es decir, que los medios de producción y de vida que el obrero produce le son ajenos; el producto es, también, la materialización de las facultades esenciales de la especie que el obrero enajena de sí en el proceso productivo y que se convierten así en propiedad del capitalista; el trabajo produce directamente en el obrero la destrucción de su naturaleza biológica humana, la degeneración y descomposición de su cuerpo y de su mente. Esta actividad del proletariado, por la cual enajena su fuerza de trabajo, el producto de su trabajo y sus capacidades esenciales y aniquila su naturaleza biológica, la realiza a través del mecanismo psíquico ya analizado. La relación que se establece entre burguesía y proletariado se caracteriza porque en ella los capitalistas sólo viven para extraer a los obreros cantidades crecientes de trabajo excedente (materia prima del capital) para lo cual los mantienen bajo la esclavitud del trabajo asalariado; con ello producen la anulación de la esencia humana en el proletariado, al tiempo que acumulan los elementos materiales de la misma bajo la forma enajenada del capital. Por su parte, el obrero vive aherrojado al capital produciendo trabajo excedente que se apropia el capitalista; al hacer esto origina la negación de su esencia natural y su objetivación como potencia ajena. Burguesía y proletariado realizan sus funciones específicas a través del movimiento psíquico ya descrito. En suma, la explotación capitalista se lleva a cabo a través de la dinámica psíquica cuyo resultado es el menoscabo creciente de los órganos y procesos anímicos de los individuos. A la degeneración y descomposición de la estructura psíquica de los trabajadores que proviene de la forma característica de su funcionamiento en la sociedad capitalista se suma la que es ocasionada directamente por el capital en la órbita productiva cuando, por un lado anula las capacidades intelectuales de los trabajadores y convierte a sus despojos en apéndices de las máquinas y, por otro, se las sustrae y las materializa en el capital. La atrofia de sus capacidades mentales, determinada ineluctablemente por el capitalismo, da lugar necesariamente a la degeneración de los órganos y procesos orgánicos en donde aquéllos radican. Sobre este terreno preparado por el capitalismo en el seno de la producción misma obra la primera tendencia mencionada. Desde estos dos frentes actúan, dándose un mutuo impulso ascendente, las fuerzas que generan la acelerada ruina de la naturaleza biológica de los trabajadores. En su actividad práctica, la burguesía genera la individualización creciente de los componentes de la sociedad capitalista y con ello fomenta la base para el desarrollo del proceso psíquico que se caracteriza por provocar la anulación y descomposición de sus órganos y funciones psíquicas; realiza la explotación de los trabajadores a través de ese proceso por el cual refuerza los efectos anterior-

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mente producidos, y directamente, en la órbita productiva, ocasiona la anulación y descomposición de los órganos y facultades mentales de los trabajadores. La burguesía está irremisiblemente obligada a mantener y perfeccionar el régimen capitalista y la relación de explotación a él inherente y en ella “se siente bien y tiene la apariencia de una existencia humana”; es el polo positivo del fenómeno. El proletariado es el nervio vital de la sociedad, la inmensa mayoría de sus componentes; la burguesía, al actuar conforme a su naturaleza produce en él, a través del movimiento anímico que nos ocupa y directamente al anular y sustraer sus capacidades físicas y mentales, la degeneración y descomposición de su naturaleza biológica; con ello destruye uno de los elementos fundamentales de la esencia natural de la especie humana. El proletariado está irrevocablemente destinado a terminar con esa relación porque, entre otras cosas, en él se materializa, producida por la burguesía, la aniquilación, que amenaza ser irreversible, de la especie humana. En la órbita de la producción, el capital ha desposeído al trabajador de sus capacidades mentales; de la misma manera que ahora realiza un trabajo abstracto, sin contenido, la actividad mental que lo acompaña es también abstracta y sin contenido; se da entonces necesariamente en estas circunstancias la atrofia de los órganos y procesos mentales de los trabajadores. Como contrapartida a este embotamiento de sus facultades mentales, el obrero desarrolla durante sus horas de trabajo una intensa vida anímica en la que se produce una incesante contienda entre los clásicos pares de contrarios que ya definimos y que tienen en este caso como contenido todos los deseos, los anhelos, los problemas, las necesidades, las insatisfacciones del individuo que se refieren a sus condiciones de vida y de trabajo; esta vida anímica en que necesariamente cae el obrero en su tiempo de trabajo, tiene la naturaleza de un estado de ensoñación, de semiinconsciencia durante el cual, como en el sueño, hay un proceso sin solución de continuidad de enfrentamiento de deseo y represión y de forjamiento de satisfactores sustitutivos; el inmoderado desgaste y la degeneración acelerada a que con esto se ven sometidos los órganos del entendimiento y los procesos mentales de los obreros se suman a los que provienen de las otras fuentes ya estudiadas. La evasión que la vida anímica aneja al trabajo produce en el obrero tiene un límite muy concreto en la prosaica realidad; el estado de ensoñación en que se encuentra el obrero es roto bruscamente por las exigencias del trabajo forzado capitalista; este despertar produce en el obrero una repulsión y un odio profundo contra el trabajo que lo ha sacado intempestivamente de sus quimeras, los cuales sólo supera con una nueva inversión en el mundo de la fantasía. Atento como siempre a lo que puede elevar sus ganancias, de la observación de este hecho el capital extrae la conclusión de que si hace placentero el trabajo al obrero éste abandonará su reluctancia para trabajar y será más productivo. En este punto empiezan a regir las leyes ya estudiadas del principio del placer: el trabajo placentero por un lado provoca el desgaste y degeneración de la fisiología de los procesos mentales de los trabajadores y, por el otro, da lugar a

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una exigencia de un placer cada vez mayor, lo que a fin de cuentas hace renacer, de una manera magnificada su odio y repulsión al trabajo, con lo que se reinicia el ciclo descrito. Adendum sobre la teoría sexual En el régimen de la propiedad privada, la colectividad ha sido abolida y en su lugar queda el individuo puro y simple. En este contexto, la necesidad sexual es una necesidad individual que se rige por el principio del placer: es una necesidad exacerbada que requiere una satisfacción también exacerbada. La necesidad sexual tiene primero un desarrollo interno que comprende la exacerbación de la necesidad y la autosatisfacción placentera. El individuo dota a sus órganos y procesos orgánicos de la facultad de desarrollar una necesidad sumamente avivada y una satisfacción magnificada, placentera de la misma. Esta sustantivación de la corporeidad y la sensoreidad de los individuos, producida directamente por la propiedad privada, es antinatural y antihumana; es una verdadera prostitución de la naturaleza humana del hombre. El individuo se hace a sí mismo objeto de sus apetitos, especula con sus órganos y procesos orgánicos para obtener de ellos una sensación placentera. En este sentido, la sexualidad se manifiesta primeramente como homosexualidad, porque el objeto de la sexualidad es el propio organismo del sujeto, es decir, alguien de su mismo sexo. El individuo establece las características físicas del individuo del sexo opuesto como un objeto para la satisfacción placentera de su necesidad exacerbada. Al mismo tiempo, da a sus atributos físicos el carácter de objeto para la satisfacción sexual del otro individuo. La heterosexualidad es el goce de los propios procesos orgánicos mediante la utilización de otra corporeidad; tiene por tanto, como su fundamento más íntimo a la homosexualidad en su expresión más degradante, es decir, aquella que toma a su propio organismo como objeto; la homosexualidad clásica no es sino una variante de la homosexualidad implícita en la relación heterosexual; la heterosexualidad tienen en sí mismo a su otro que es la homosexualidad. Esta doble objetivación de la corporeidad y la fisiología del individuo es también antinatural y antihumana, es una prostitución elevada a la segunda potencia de la naturaleza humana. La relación sexual tiene como propósito la apropiación del objeto, la cual es primeramente mental y la satisfacción del apremio sexual, que es autista. Posteriormente, la apropiación es real; la satisfacción se obtiene por medio de la utilización de los órganos, procesos orgánicos y fisiológicos del objeto sexual.

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Cuando está plenamente constituido, el mecanismo sexual implica a ambos: una apropiación mental que es el antecedente de una apropiación real; ésta, a su vez, avanza a través de excitaciones parciales hasta llegar al clímax erótico. La relación sexual es un acto de cambio privado, un do ut des. Te proporciono mi corporeidad y mi sensoreidad para que satisfagas tu exacerbada necesidad sexual y tú haces lo mismo para mí. El presupuesto y el resultado de la relación sexual es un estado de constante insatisfacción exacerbada interrumpido por breves puntos climáticos de placer. Las características físicas del objeto sexual poseen una gradación de menos a más de acuerdo con la intensidad del placer que proporcionen. El summum de esta gradación es la belleza física. La forma superior de la relación sexual es la que se establece entre dos personas con atributos físicos superiores. Tal es el caso de los amantes de Verona, Romeo y Julieta, quienes son jóvenes y hermosos. Los atributos físicos sustantivados como objeto para satisfacer la necesidad sexual exaltada tienen un determinado valor de cambio. Mientras mayor sea el placer que proporcionen y, por tanto su belleza, mayor será su valor de cambio. Así sucede con la argiva Helena, prototipo universal de la belleza. El valor de cambio de los atributos físicos está en principio dirigido a obtener un equivalente en los atributos físicos del complemento sexual; pero, inmerso en el mundo infinito de las mercancías, también se puede cambiar adicionalmente por una variedad inmensa de las mismas: bienes, riquezas, posición social, etcétera. Igualmente, el poseedor de bienes, riquezas, posición social, etcétera, puede sumar ese valor al de sus atributos físicos y obtener en el intercambio un objeto sexual de características extraordinarias. La persona que intercambia su corporeidad por la corporeidad del otro más un determinado volumen de objetos o relaciones valiosos, concede a éstos un carácter libidinal; quien adiciona a sus características físicas una cierta cantidad de bienes considera a éstos como una extensión de su sexualidad. Las mercancías, además de ser materializaciones sustantivadas de fuerza humana de trabajo, incorporan en sí mismas funciones fisiológicas de los individuos, poseen una naturaleza libidinal. La relación sexual tiene como núcleo el intercambio de corporeidades; para ello, las características físicas del individuo deben sustantivarse, convertirse en algo enajenable, en un valor de cambio para su poseedor originario que en su destinatario se transformará en un valor de uso erótico; este otro individuo, a su vez, dará el mismo carácter a sus atributos físicos. A ese nódulo del intercambio sexual se suman todas las relaciones libidinales que están mediadas por los bienes o las posiciones sociales. Las diversas mezclas y las distintas proporciones en que todos estos elementos entran en la conformación de la relación sexual dan lugar a una infinita variedad de situaciones en que los individuos se pueden encontrar. De ahí las incontables posibilidades de la temática que aborda la literatura romántica y erótica.

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Se pueden, por tanto, intercambiar, en una relación que tiene como núcleo a la relación sexual, atributos físicos, bienes, posiciones sociales, servicios personales, protección económica, virtudes morales, cualidades intelectuales y espirituales, etcétera, en variadísimas mezclas en las que puede incluso llegar a quedar oculta la relación fundamental. Una enumeración que no agota la totalidad de esas posibilidades, es la siguiente: • Un intercambio de características físicas superiores (belleza) entre individuos de las clases poseedoras, como en el romance de Romeo y Julieta. • Un intercambio entre una belleza femenina excepcional y un individuo físicamente insignificante pero poseedor de una riqueza o una posición social relevantes, que es la situación que se presenta en el matrimonio de Carlos y Diana. • Un intercambio entre una mujer sin prendas físicas notables pero poseedora de bienes o posición social privilegiada y un varón únicamente dotado de belleza física. • Un intercambio entre dos poseedores de fortuna y relaciones en el cual la presencia o ausencia de cualidades físicas introduce variantes a la dialéctica fundamental que es la que existe entre las cosas. • Un intercambio entre dos desposeídos en el que entran en juego la existencia o no de cualidades físicas y al cual se añaden relaciones de servidumbre y de potestad de pater familias. Todos los enumerados son casos extremos; entre ellos existe un infinito número de variaciones posibles. La familia es la célula de la sociedad; en ella se produce y reproduce a los elementos personales del régimen de producción, que en los polos de la estratificación social son los obreros y los propietarios de los medios e instrumentos de producción. La familia se integra por una pareja y sus hijos; las parejas se forman con base en la atracción sexual y se establece como relación fundamental el intercambio sexual entre sus componentes. A la par que esta relación se dan otras que se refieren específicamente a la función económica de los individuos: en la pareja proletaria se intercambia la protección económica del varón por los servicios personales de la mujer, los cuales comprenden también la procreación de los hijos, futuros proletarios; en la pareja de propietarios se intercambian la manutención de la mujer por la dirección de los trabajos del hogar, la procreación de los herederos y la representación social. La relación con los hijos es también un intercambio de prestaciones de diversa índole: manutención actual por apoyo económico posterior y sostenimiento en la vejez, el sustento por la obligación de preservar la propiedad, etcétera. La familia es, por tanto, el lugar en donde se realizan todas aquellas transacciones de intercambio que implican prestaciones sexuales, económicas, de servicios personales, etcétera, que tienen valores muy diversos y que coexisten en su interior en una abigarrada combinación. En la familia se inicia el desarrollo de la sexualidad de los individuos; es por ello que los primeros objetos teóricos de la necesidad sexual lo son inelucta-

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blemente los integrantes de ese núcleo parental y esto inevitablemente da lugar a que se presenten los llamados complejos de Edipo, de Electra y toda clase de tendencias incestuosas. A esto debemos agregar el hecho de que en los integrantes de la familia cuya sexualidad ya ha madurado pervive la indeterminación objetual, lo que los impele también a tener idealmente como objetos a los demás miembros de la familia. Estos deseos incestuosos son mantenidos a raya por una poderosa represión familiar, social y religiosa y enviados al subconsciente, dejando en la conciencia únicamente los objetos sexuales que están fuera del grupo familiar. Las cualidades físicas del individuo transfiguradas como medios para satisfacer una necesidad sexual exacerbada producen una sustancia con movimiento propio que baña a todo lo que existe en el mundo de la propiedad privada, las personas, las cosas y las relaciones; la sociedad en la que reina la propiedad privada llevada hasta su extremo, la sociedad capitalista, es una sociedad totalmente libidinal, una sociedad en la que la relación del individuo con los otros individuos y con los medios de producción y de vida es absoluta y totalmente libidinal, gratificante en grado extremo para su sensoreidad. La notable economía de la naturaleza impuso a los mismos órganos dos o más funciones distintas; así, aquél en el cual radica la sexualidad humana es también el que realiza la función excretora. La sustantivación de las cualidades físicas para realizar el intercambio sexual implica por tanto la transfiguración de lo sucio y repulsivo en lo excelso y placentero. Inter faeces amamur. O, más propiamente dicho, amamos las heces; el sexo es escatológico por definición. La relación sexual tiene como eje absoluto a la necesidad exacerbada del individuo; la satisfacción placentera es lo primordial y el objeto con que esto se logra es secundario. De ahí que la necesidad sexual sea en principio indeterminada y que, por tanto, admita teóricamente como objeto al mismo cuerpo del individuo, al de un individuo del sexo opuesto, al de un individuo del mismo sexo, al de un pariente consanguíneo, al de un niño, al de un adolescente, al de un adulto, al de un anciano, etcétera, aunque la realidad le imponga límites a esos deseos acuciantes y sólo permita que se realicen de acuerdo con ciertas reglas, la violación de las cuales constituye toda la gama de las llamadas conductas sexuales desviadas; igualmente, la necesidad sexual es insaciable por definición, por lo que, por un lado incorpora cada vez a más órganos y procesos orgánicos al binomio displacer-placer y por el otro pronto agota el objeto sobre el que actúa y tiende inmediatamente a desplazarse a otro objeto, primero mentalmente y luego de facto. El individuo de la sociedad en donde impera la propiedad privada se apropia realmente de su objeto sexual y al mismo tiempo se encuentra haciendo una evaluación, una apropiación teórica de otros objetos, hacia los que eventualmente puede dirigir su acción, abandonando momentánea o definitivamente al objeto primitivo. La infidelidad teórica o real es una consecuencia necesaria de la forma que adquiere la sexualidad en el régimen de la propiedad privada. La fidelidad tiene a su otro, a la infidelidad en sí mismo; cuando las relaciones eco-

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nómicas y sociales hacen imposible la transmigración real del individuo de un objeto a otro, entonces, mientras realmente se efectúa la apropiación sexual del objeto primitivo, idealmente se está tomando a otro objeto distinto. En las sociedades en donde impera la propiedad privada —el régimen capitalista tiene como fundamento la propiedad privada llevada hasta sus últimas consecuencias— la necesidad sexual y su satisfacción tienen la característica fundamental de ser antinaturales y no-humanas; lo que ahora se nos impone como necesario es determinar cuáles deberían ser los atributos de la necesidad sexual para que ésta tuviera la cualidad de lo natural-humano. En primer lugar, presupone la desindividualización del ser humano; establecido esto, la necesidad sexual debe ser reducida a su mínima expresión, desexacerbada, devuelta a sus límites naturales, biológicos; la satisfacción es despojada del carácter de una búsqueda del individuo para darse una gratificación placentera y se le dota de la naturaleza de una función social determinada externamente al individuo por reglas que fija la colectividad; con ello, se elimina el proceso de objetivación de la corporeidad y la sensoreidad de los individuos que era indispensable para la realización de la función sexual en el régimen de la propiedad privada.

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El capitalismo moderno y la revolución, Tomo I, de Gabriel Robledo Esparza, del Centro de Estudios del Socialismo Científico, (CESC) en coedición con Sísifo Ediciones para su Biblioteca marxista, se terminó de imprimir en enero de 2008, en los talleres de SM, Servicios Gráficos. La composición tipográfica fue realizada por Leticia Pérez en tipos New Aster de 12:14, 10:12, 9:11, 8:10; y la revisión de pruebas por el autor y Georgina Chargoy, todos con la coordinación de Miguel Ángel Sánchez Jiménez. La edición consta de 1,000 ejemplares más sobrantes de reposición y fue realizada en Cultural de 90 gramos. sm.serviciosgraficos@gmail.com.



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