LA LUCHA DE CLASES EN LA HISTORIA DE MÉXICO

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LA LUCHA DE CLASES EN LA HISTORIA DE MÉXICO LA DIALÉCTICA DE LA LUCHA DE CLASES EN LA REVOLUCIÓN MEXICANA Y EN LA REVOLUCIÓN DE INDEPENDENCIA


CUADERNOS DE MATERIALISMO HISTÓRICO


La lucha de clases en la historia de M茅xico La dial茅ctica de la lucha de clases en la revoluci贸n mexicana y en la revoluci贸n de independencia Gabriel Robledo Esparza

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Primera edición, 2009

D.R. © Gabriel Robledo Esparza, Centro de Estudios del Socialismo Científico D.R. © Sísifo Ediciones

www.bibliotecamarxista.blogsspot.com cescedit@prodigy.net.mx

ISBN: 978-607-00-0856-6

Hecho en México, 2009


ÍNDICE

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 La teoría de la lucha de clases . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9   La dialéctica de la lucha de clases hasta    la Comuna de París . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9   La dialéctica de la lucha de clases después    de la Comuna de París . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 La Revolución Mexicana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16   La organización económica y la estructura de clases    en la fase superior del Porfiriato (1900-1910) . . . . . . . . . 16   La revolución de 1910. La dialéctica de la lucha    de clases . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24 La guera de independencia (1810-1821) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31   Constitución de la Colonia a partir de la conquista . . . . . . 31   El régimen feudal en la Colonia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41   La declinación del régimen feudal colonial (1750-1810) . . 46   La dialéctica de la lucha de clases en la Revolución   de Independencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49   Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54   Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61



introducción

“Toda la historia de la sociedad humana, hasta el día, es una historia de lucha de clases.” Manifiesto del Partido Comunista

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l 20 de noviembre del año 2010 se cumplirán cien años del inicio de la revolución mexicana. Dos visiones fundamentales sobre este acontecimiento se han producido entre los estudiosos de la historia nacional: la que corresponde a los intereses de la plutocracia capitalista postrevolucionaria, clase social que es la continuadora económica e ideológica de los terratenientes-capitalistas del Porfiriato, y la que representa los de la pequeña y mediana burguesía industrial que emerge del movimiento revolucionario como heredera económica, política e ideológica de los pequeños y medianos empresarios de la época pre-revolucionaria. La forma más radical que adopta este último enfoque es la que proporcionó a nuestros intelectuales, completa y acabada, el revisionismo soviético: la revolución mexicana fue un movimiento antifeudal y antiimperialista, de algún modo aliada con la revolución proletaria internacional. Una consideración crítica de este magno hecho histórico, que incida en la esencia de los acontecimientos revolucionarios, no ha sido aún desarrollada. Inmediatamente después de la revolución francesa de 1789, una pléyade de pensadores (Mignet, Thiers y Guizot, entre otros) sometieron este movimiento, con los instrumentos teóricos más adelantados de su época, a un análisis crítico implacable, el cual despojó de todos los velos románticos a la revolución por excelencia y puso al descubierto su poderoso motor interno: la lucha de clases.1 No más de 50 años hubieron de pasar para que, con base en este descubrimiento intelectual, otro grupo de preclaros estu-

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diosos estableciera las leyes científicas de la evolución social en el cuerpo teórico denominado materialismo histórico. Pronto se cumplirán cien años de que se inició la revolución mexicana y aún no se percibe en el horizonte teórico una reflexión científica sobre la misma. Pero no sólo eso; también la revolución de independencia, otro de los movimientos sociales más importantes de nuestra historia, de la cual en el 2010 se cumplirán doscientos años de haberse iniciado, permanece aún en la más absoluta oscuridad teórica. Los historiadores nacionales han declarado que la historia patria, es decir, las grandes líneas de la evolución de la sociedad mexicana, entre las que se incluyen la revolución de 1910 y la guerra de independencia, ya están suficientemente exploradas y desentrañados sus aspectos fundamentales; por lo tanto, han concentrado su atención en la micro-historia, una disciplina absolutamente anticientífica que se solaza y refocila en el tratamiento de los pequeños asuntos, las familias, las estirpes, los personajes anodinos, las pequeñas localidades, las anécdotas, las leyendas, etcétera. En este trabajo se intenta una inicial aproximación teórica, en primer lugar a la revolución mexicana de 1910 y en segundo término a la revolución de independencia de 1810, mediante la aplicación de un método rigurosamente científico, cuyos principios fundamentales exponemos a continuación.


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no de los problemas teóricos más importantes del materialismo histórico es el referente a los procesos a través de los cuales se realiza la lucha de clases en las sociedades en que impera la propiedad privada.

La dialéctica de la lucha de clases hasta la Comuna de París Las obras en donde con mayor profundidad exponen Carlos Marx y Federico Engels los principios fundamentales de su teoría de la lucha de clases son: El Manifiesto Comunista, La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850, El 18 Brumario de Luis Bonaparte y La Guerra Civil en Francia. Las ideas fundamentales en torno a las cuales giran estas obras, son las siguientes: En las sociedades que tienen su fundamento en la propiedad privada, las diversas clases sociales se forman, surgen a la lucha política, conquistan y pierden el poder en un orden que está rigurosamente determinado por el desenvolvimiento de la base económica. Los procesos de lucha de clases constan de dos fases que se suponen y se engendran mutuamente. La primera de ellas se inicia con la dominación de los grandes propietarios: el desarrollo de esta clase social, que se asienta en el crecimiento del sector económico correspondiente, genera el de los restantes sectores económicos de la sociedad y con ello el de las clases sociales respectivas. Pero, al llegar a cierto punto, el dominio económico y político de la clase de los grandes propietarios se convierte en una traba insuperable para las demás clases 9


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sociales, al tiempo que se hace impracticable por haber agotado sus posibilidades de expansión el sector económico que la sustenta. Los intereses de las otras clases sociales cristalizan en oposición a los de los grandes propietarios; esto se produce en primer lugar en la clase antagonista más cercana económica y socialmente a la que ejerce el poder, que de hecho es una fracción suya que se ha desprendido del tronco común, la cual se erige en representante de las restantes clases opositoras al hacer aparecer su interés particular como el de todas ellas. Las clases sociales reclamantes se lanzan a la lucha bajo la dirección de la que se ha constituido en su portavoz; en esta contienda, eventualmente llegan a derrotar a su adversario, con lo que la clase que ha acaudillado el movimiento conquista el poder. La nueva clase imperante, por un lado, realiza tímidas transformaciones que no afectan en gran medida los intereses de su antecesora pero que, sin embargo, provocan su reacción violenta encaminada a la reconquista del poder y, por el otro, después de una corta etapa de pequeñas concesiones somete dictatorialmente a su autoridad a sus aliados en el combate, impidiéndoles que saquen adelante sus reivindicaciones fundamentales. Las restantes clases de la alianza primigenia ocupan de nuevo su lugar en la oposición, y son guiadas ahora por una clase con demandas más avanzadas que las de la actual clase gobernante; ésta, que se encuentra sometida a dos fuegos, se echa por último en brazos de su antigua rival y forma con ella una Santa Alianza que tiene la finalidad de aplastar a sus nuevos contendientes. La clase que ahora encabeza la oposición recorre a su vez el mismo camino de su predecesora, hasta lograr alcanzar el poder político; posteriormente, se integra a las antiguas clases dirigentes, con las que establece un frente común a la nueva oposición que fatalmente ha generado. Por fin, la clase más radical de la sociedad, que puede ser la de los más pequeños propietarios o la de los desposeídos, sube al poder y realiza, a través de drásticas medidas (en algunos casos por medio de la violencia revolucionaria), las transformaciones económicas y sociales contenidas tanto en las reivindicaciones de las clases anteriormente contradictoras como en las suyas propias. Principia entonces una etapa en la cual se despliega impetuosamente el sector económico que es el basamento de esa clase


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radical. Pero a su debido tiempo, tal auge induce la expansión del cimiento económico de las clases sojuzgadas y con ello la de ellas mismas, de tal suerte que en un momento determinado la clase en el poder se transforma en un obstáculo para la ascensión de las clases dominadas. El sector económico en que se apoya la clase dominante agota sus posibilidades de crecimiento, con lo que desaparece así el fundamento de su predominio político. Se inicia entonces la fase descendente del ciclo que culmina con la vuelta al poder de la clase de los grandes propietarios, aunque sobre una nueva base económica y política, superior a aquella que fue su punto de partida. Este proceso de lucha de clases lleva al régimen económico ya sea a su nacimiento del seno de su antecesor o a su adelanto dentro de los límites de la misma forma de producción; el movimiento oscilatorio entre esas dos fases conduce al régimen económico de que se trata a estadios superiores de su existencia. En la sociedad capitalista, el ciclo de la lucha de clases tiene inicialmente como protagonistas a los grandes, medianos y pequeños propietarios y luego se extiende hasta la nueva clase de la sociedad, el proletariado. Esta clase social se incorpora a la lucha de clases como un apéndice, primero de la burguesía en general en su lucha contra la aristocracia feudal y después de la fracción liberal de la burguesía o de la pequeña burguesía en su disputa con el gran capital; posteriormente, conquista su independencia y se enfrenta a todas las clases de la sociedad burguesa, contra las cuales sostiene las reivindicaciones más radicales de las mismas. La sublevación obrera provoca la reacción de las clases burguesas, las cuales reprimen a sangre y fuego a los trabajadores y consolidan así su poder: se inicia una nueva etapa de la lucha de clases. Después de recorrer el mismo camino, la lucha de clases desemboca de nuevo en la insurrección proletaria, pero ahora sí como un movimiento que pretende la subversión de la sociedad burguesa y que para ello ha llegado hasta el derrocamiento de la burguesía y la conquista del poder político por los insurrectos. Tal revolución proletaria produce como respuesta un nuevo fortalecimiento de la burguesía; esta clase social reconquista el poder, somete a su dominación a la clase obrera y la lleva a constituirse de nuevo en un apéndice suyo.


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Esta dialéctica de la lucha de clases es la que se produce en su forma pura en las tres revoluciones clásicas de Francia: la de 1789, la de 1848 y la de 1871. En la primera, la lucha de clases se resuelve en el derrocamiento del régimen feudal y la instauración del capitalismo y en la segunda y la tercera en el perfeccionamiento del recién nacido régimen burgués. Conforme a la dialéctica ya reseñada de la lucha de clases, la iniciativa histórica va pasando de una clase social a otra en un orden predeterminado que sigue, en términos generales, el que a continuación se expone: oligarquía, burguesía media, pequeña burguesía y proletariado, para recaer de nuevo en la plutocracia, desde donde se inicia un nuevo ciclo. Después de determinar la esencia del régimen capitalista como la pérdida de la naturaleza humana en el proletariado y derivar de aquí la necesidad histórica de la insurrección de esta clase con el propósito de reivindicar esa naturaleza que se ha apropiado el capital, Marx y Engels se proponen descubrir el proceso a través del cual ha de obtenerse ese resultado. En los trabajos que estamos examinando, teniendo como antecedente inmediato los estudios de los escritores políticos franceses acerca de la revolución de 1789, la cual había llevado a éstos al conocimiento de que el desarrollo de la sociedad tiene como fundamento la lucha de clases, Marx y Engels analizan, con el fin de sacar las conclusiones pertinentes respecto de la lucha del proletariado por el socialismo y el comunismo, la que se suscita en la sociedad capitalista. Después de la revolución francesa, el capitalismo, a la vez que desarrolla sus características como ser determinado inmediato, produce las determinaciones de su esencia positiva; se constituyen y maduran los dos polos que integran su fundamento positivo, hasta llegar a la máxima intensidad del polo negativo. Este enardecimiento del polo negativo trae consigo un doble resultado: por una parte, surge la primera formulación de la doctrina de la revolución, que es un elemento integrante de la esencia negativa del capitalismo, del otro en que éste ha de convertirse, y por otra, se escenifican las primeras insurrecciones obreras que llevan, en un caso, a la imposición de la república a la propia burguesía (revolución de 1848) y, en el otro, a la efímera conquista del poder político por el proletariado en armas (Comuna de París en 1871). Estas sublevaciones obreras tienen un


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contenido capitalista; en el primer caso, porque sus reivindicaciones son burguesas y el resultado del movimiento es la elevación de la burguesía al poder, y en el segundo, porque su reivindicación principal es la defensa de la patria burguesa frente a la invasión extranjera. Sin embargo, con base en ese contenido han desarrollado, como un resultado meramente marginal, los gérmenes de la forma de la esencia negativa del capitalismo, esto es: la insurrección armada del proletariado, la conquista del poder por esta clase social y el establecimiento de su dictadura como los medios para dar a luz al otro régimen social que el capitalismo lleva en su seno. Marx y Engels asimilan teóricamente los resultados de las modernas luchas de clases que se presentan prácticamente ante sus ojos e incorporan a su doctrina, junto al concepto de la esencia negativa del capitalismo, el de la forma que la misma tendrá que adoptar necesariamente, primero en el ámbito nacional y luego a escala internacional, para dar a luz el socialismo e implantarlo en todo el planeta. La labor posterior de los fundadores del socialismo científico consiste en impulsar el movimiento obrero hacia su fusión con la teoría revolucionaria, para de esa manera convertirlo en el núcleo de la esencia negativa del capitalismo, en el enterrador consciente de ese régimen social. La dialéctica de la lucha de clases después de la Comuna de París La derrota de los insurrectos de París dio paso a un crecimiento desbordado del capitalismo en todo el orbe. El fundamento positivo del capitalismo se fortaleció y el ciclo de la lucha de clases regresó a su forma de movimiento entre clases poseedoras exclusivamente. La lucha de clases implica ahora a los dos polos extremos que son los dos sectores fundamentales de toda economía capitalista (sector I, formado por la oligarquía, y sector II, por la burguesía liberal y la pequeña burguesía) y su dialéctica es el paso del poder alternativamente de uno a otro de ellos. Sectores I y II son dos elementos inseparables que en su unidad integran el régimen de producción capitalista; sus relaciones son las de dos polos opuestos: cada sector tiene al otro extrínsecamente y en sí mismo, son, en indisoluble unidad, cada uno, uno y lo otro; se producen y se eliminan a sí mismos y mu-


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tuamente, engendrándose a través de su recíproca complementación; cada sector, al desenvolverse, da vida a su otro dentro de sí y en el exterior; ambos forman una unidad en movimiento que lleva necesariamente al encumbramiento del régimen económico existente a un nivel más elevado. La dialéctica de la relación entre los dos sectores es la siguiente: cada sector, a su tiempo, conquista el poder político e inicia así un ciclo de su existencia: a) genera los elementos constitutivos de sí mismo y de su opuesto, los cuales son también, directamente, elementos negatorios de la anterior forma de ambos; b) bajo su dominación económica y política, esos elementos constitutivos se desarrollan ascendentemente, pero produciendo al mismo tiempo el germen de su negación, tanto en el sector opuesto como en sí mismo; d) el sector opuesto es reducido a la “ruina económica”, a la vez que se socavan las bases de la dominación económicopolítica del sector gobernante; e) se gestan así las premisas que hacen necesario el acceso al poder del sector sujeto a la potestad de su otro; f) se reinicia un ciclo más, pero ahora conducido por el sector que ha desplazado al otro del poder; g) después de cada ciclo, el régimen capitalista y sus partes componentes han dado un salto cualitativo en el camino ascendente. Durante el período en el cual la lucha de clases se produce exclusivamente entre las clases poseedoras de la sociedad burguesa y el proletariado va formado a la cola de la burguesía, el régimen capitalista progresa sustancialmente, con lo cual da lugar a un avance considerable en la explotación y depauperación de los trabajadores que se traduce necesariamente en la exasperación de la negatividad del polo negativo; todo esto origina el resurgimiento de los elementos de la esencia negativa, esto es, el fortalecimiento de la teoría revolucionaria, la reorganización de la clase obrera, su independencia respecto de la burguesía y su insurrección en contra del orden capitalista. Los protagonistas de la lucha de clases son de nuevo la burguesía y el proletariado. Esta clase conquista el poder en un país y establece ahí el socialismo, aunque éste tiene sólo un carácter formal; posteriormente, extiende este nuevo régimen social a un grupo de naciones, las cuales integran un sistema de países formalmente socialistas. La lucha de clases pasa del ámbito nacional al internacional.


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La burguesía internacional se reconcentra en sí misma, ingresa en una nueva fase de su crecimiento impetuoso y lanza un ataque frontal contra el proletariado internacional; por su parte, la primera aparición en gran escala de la esencia negativa del capitalismo, es decir, el socialismo, es débil en extremo, gravada por las inevitables supervivencias del capitalismo y constituye únicamente una forma que conserva aún el contenido capitalista. En estas condiciones, después de llegar a su clímax, este primitivo surgimiento de la esencia del capitalismo se revierte y da inicio la regresión de los países socialistas hacia formas capitalistas de producción, proceso que actualmente concluye ante nuestros ojos con la transformación franca y abierta de aquellos en países capitalistas típicos. Al mismo tiempo que esto sucedía, el proletariado de los países capitalistas fue sometido de nuevo a la burguesía y convertido una vez más en su extensión política. La teoría revolucionaria fue desplazada totalmente por el revisionismo. Todo este movimiento histórico que remata con el establecimiento del socialismo y su necesaria declinación se realiza también por medio de la lucha de clases que va llevando al proscenio, en cada nación y en la escena internacional, a las distintas clases sociales en una secuencia que con gran regularidad sigue el camino ya señalado: gran burguesía, burguesía media, pequeña burguesía, proletariado, gran burguesía, etcétera. En la época moderna —después de la muerte de Stalin y del entronizamiento del revisionismo en Rusia— la lucha de clases ha vuelto a sus cauces antiguos, es decir, a la que escenifican las clases poseedoras. Pero con la misma fatalidad con que antes sucedió, al perfeccionarse el régimen capitalista y en igual medida intensificarse la explotación y depauperación del proletariado internacional, deberá producirse un renacimiento de la teoría revolucionaria en derredor a la cual se organizará la clase obrera para dar cima a su tarea histórica: la conquista del poder político, la destrucción definitiva del orden burgués en todo el mundo y la implantación a escala internacional de la forma más acabada del socialismo, que ha estado madurando como esencia de esta sí fase superior del capitalismo.


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a lucha de clases en nuestro país está regida por las mismas leyes que arriba acabamos de enunciar. En donde más claramente se ve el proceso de la lucha de clases es en los dos grandes movimientos históricos que se produjeron en México: la guerra de independencia y la revolución mexicana. En ellos se manifiestan plenamente las necesarias sucesiones de las distintas clases sociales en el orden que prescribe la ley que los rige.2

La organización económica y la estructura de clases en la fase superior del Porfiriato (1900-1910) Régimen económico existente El régimen económico existente en la fase superior del Porfiriato es el capitalismo típico. Fuerzas Productivas. Ramas de Producción Producción agrícola y ganadera Una parte sustancial y creciente de la producción agrícola y ganadera se realiza en las grandes haciendas mediante la utilización de trabajo asalariado y máquinas de diversa índole; lo característico es que estas haciendas son el núcleo de una estructura productiva que comprende además industrias fabriles y empresas comerciales y bancarias. La producción de los latifundios está orientada en gran medida hacia el mercado mundial y el resto de su producción es destinada a sus propias industrias y trabajadores. Los capitalistas extranjeros invierten capital en grandes explotaciones agrícolas introduciendo así 16


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nuevas técnicas y maquinaria moderna que después serán adoptadas por los terratenientes nacionales; además, complementan al capital nacional pues producen para el mercado internacional, con lo que acrecientan el monto de las divisas que sirven para importar maquinaria y equipo. Cuando asocian el capital nacional a sus empresas lo hacen crecer directamente, cuantitativa y cualitativamente. Otra parte de la producción agrícola y ganadera es obtenida por los medianos y pequeños productores capitalistas del campo, cuyas unidades productivas también han sido mecanizadas y racionalizadas en cierta medida; su producción es principalmente de alimentos y materias primas para el mercado interno y el volumen de la misma va en franco descenso ante la acometida de los latifundistas, quienes, por una parte los despojan de tierras y aguas, y por otra los arruinan a través de una competencia feroz. Producción minera Es también campo de acción de los grandes capitalistas provenientes de la aristocracia terrateniente y comercial. Su desarrollo en manos de este sector capitalista la lleva rápidamente a la mecanización y modernización y la orienta definitivamente hacia el mercado internacional. El capital extranjero penetra también en este ámbito y produce los mismos efectos que en la producción agrícola y ganadera. En este rubro podemos considerar la extracción del petróleo por compañías extranjeras. Por contrapartida, los medianos y pequeños capitalistas de la minería, que atienden preferentemente el mercado interno y que también han llegado a la maquinización de sus explotaciones, ven reducido su campo de acción y son conducidos a la ruina por el desarrollo avasallador del otro sector económico. Producción industrial En una proporción cada vez más grande se realiza en verdaderas fábricas, con maquinaria relativamente moderna, propiedad de la aristocracia terrateniente-comercial-industrial-bancaria. Estas explotaciones fabriles forman por lo general parte de una estructura económica que, partiendo de la hacienda, integra también, además de la industria, al comercio y la banca. El


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capital extranjero tiene aquí uno de sus principales campos de acción; al participar en la producción industrial introduce maquinaria y técnicas modernas, complementa al capital nacional, pues produce artículos que son indispensables para el resto de las industrias o crean patrones de consumo que después podrán ser satisfechos por las industrias nacionales, estimulan el mercado interno al utilizar mano de obra nativa y en algún grado materias primas nacionales, proveen divisas con su inversión monetaria que son empleadas para importar maquinaria y equipo para las empresas nacionales y hacen crecer directamente (cuando se asocian con él) e indirectamente al capital industrial nacional. Una parte del capital extranjero se invierte en el establecimiento de una red ferroviaria y en servicios públicos como teléfonos, telégrafos, agua y electricidad; esta infraestructura permite acelerar la circulación de mercancías en el país, o incrementar la producción de las mismas, con lo cual el capital nacional se desarrolla ascendentemente; además, puesto que un significativo monto de esa inversión se utiliza para la adquisición de insumos y mano de obra nacionales, se induce el desarrollo del capital nacional y, al mismo tiempo, crecen las reservas de divisas en la economía mexicana. Pero esta relación de mutuo engendramiento se da solamente entre el capital extranjero y el sector capitalista de la aristocracia terrateniente-industrial-comercial. En el otro extremo de la estructura industrial se encuentran los productores capitalistas que, habiendo llegado después de un penoso caminar hasta el establecimiento de las manufacturas y a la maquinización de las mismas, se ven literalmente arrollados y lanzados a la ruina por el desenvolvimiento desorbitado del otro sector económico que ha encontrado un potente aliado en el capital extranjero. Comercio El comercio tiene en esta etapa dos cambios fundamentales. Una buena parte de los grandes comerciantes se convierten en exportadores de materias primas y alimentos e importadores de maquinaria, equipo y materias primas industriales. Por otro lado, muchos de ellos también ingresan al negocio de la producción y, con sus excedentes de numerario, fundan fábricas. El


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capital extranjero también se invierte en esta rama, ya sea solo o en asociación con el capital nacional; en ambos casos, ya directa, ya indirectamente, el capital nacional crece y se perfecciona con base en el capital extranjero. Mientras tanto, los medianos y pequeños comerciantes, quienes operan casi exclusivamente en el mercado interno, se ven orillados a la ruina por la competencia de los grandes comerciantes. Banca En esta etapa surge esta nueva rama de la actividad económica. Su finalidad es crear un sistema de crédito que acelere la circulación de mercancías, dinero y capital para de esta manera aumentar la producción de plusvalía. En este campo, el capital extranjero tiene un lugar preponderante; algunos bancos se establecen sólo con capital extranjero, otros con capital extranjero y nacional combinados en diversas proporciones y otros (los menos) con capital nacional exclusivamente. Los capitalistas manufactureros no establecieron ningún banco y, o quedaron fuera de los beneficios de los que se fundaron, o, lo que es peor, se convirtieron en sus clientes siempre insolventes y al borde de la quiebra. Relaciones de producción en la economía porfiriista a) Propiedad privada sobre la tierra, las minas, los bosques, las fábricas, las mercancías y el dinero de los grandes capitalistas que se han organizado en torno al latifundio. b) Propiedad privada capitalista de los medios e instrumentos de producción, las mercancías y el dinero de medianos y pequeños capitalistas agrícolas (rancheros) e industriales (manufactureros) y medianos y pequeños comerciantes a ellos asociados. Este tipo de propiedad es seriamente quebrantada por la agresión violenta de los grandes capitalistas. c) Pequeña propiedad privada sobre medios e instrumentos de producción de los productores doméstico-rurales (campesinos) y artesanal-urbanos; al final del período se encuentra en completa declinación ante el embate violento de los grandes capitalistas y sus antiguos titulares han pasado a engrosar las filas del proletariado.


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d) Propiedad colectiva de las comunidades de indios. Es objeto de una embestida violenta por parte de los grandes capitalistas, quedando sensiblemente reducida. e) Ausencia de propiedad de los proletarios del campo. Los nopropietarios del campo aumentan en una enorme proporción debido al despojo de que son objeto los diversos tipos de campesinos por los grandes capitalistas. Una gran parte del campesinado estaba formada, de hecho, al iniciarse el Porfiriato, por verdaderos jornaleros o proletarios del campo; sólo que éstos conservaban fervorosamente, con el fanatismo del pequeño propietario, como se verá después en el proceso revolucionario en donde la reivindicación de la tierra aparece en un plano primordial, antes de las reivindicaciones que como vendedores de su fuerza de trabajo les corresponden, una pequeña e improductiva parcela que poseían por distintos títulos jurídicos e ilusoriamente utilizaban como un complemento de su reducido salario. Esta evanescente propiedad fue inmisericordemente arrebatada a los trabajadores del campo por los grandes propietarios rurales. f) Ausencia de propiedad de los proletarios de las ciudades; el número de éstos se incrementa en proporción geométrica. g) La relación fundamental entre los propietarios y no propietarios es la del trabajo asalariado. Bajo la dirección de los grandes capitalistas se da cima, con todo lujo de violencia, al proceso de desposesión, a todas las distintas variedades de campesinos, de las tierras de los hacendados que usufructuaban por diversos títulos; literalmente, son echados de ellas por la fuerza; igualmente, los grandes propietarios se apropian de las tierras de los campesinos independientes e incluso se aventuran a disputarles sus propiedades a los medianos y pequeños capitalistas del campo. El predominio absoluto de los grandes propietarios, tanto en el terreno económico como político, da un impulso muy grande y llena de violencia las formas de producción de plusvalía absoluta: los proletarios son obligados por la fuerza a trabajar para los capitalistas y mantenerse aherrojados a los centros de trabajo (esclavitud por deudas en las haciendas, etcétera); el despotismo de los empresarios en los lugares de trabajo alcanza niveles inconcebibles; la reducción del salario, la extensión de la jornada y la intensifica-


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ción del trabajo, libres ya del freno que significaba la subsistencia de la producción doméstico-rural y artesanal-urbana, rompen todos los límites imaginables y condenan a los proletarios a una situación de desgaste acelerado de su fuerza de trabajo que los lleva necesariamente al hambre, las enfermedades y la muerte prematura. La aniquilación física y mental de los trabajadores por su desgaste excesivo es el primer resultado de la explotación capitalista al avecindarse ésta en nuestro país. Las formas de producción de plusvalía relativa siguen avanzando y llegan a un punto superior de su existencia al generalizarse la producción maquinizada, la cual desemboca en el establecimiento de verdaderos sistemas de maquinaria (fábricas). El despojo de las condiciones de vida y de trabajo que por estos métodos se hace a los trabajadores mexicanos avanza inexorablemente: al obrero le es sustraído su instrumento que ahora forma parte de una máquina; todas las facultades físicas y mentales del trabajador, las cuales estaban unidas a los instrumentos manuales, pierden su base de sustentación y entran en una pronunciada pendiente de descomposición y anulación; la corporeidad del obrero, sus facultades físicas y mentales, se convierten en una extensión de la máquina, en la parte viviente de la misma, y por ello el funcionamiento del organismo de los obreros no es autónomo sino heterónomo, es decir, está determinado absolutamente por el movimiento de la máquina, lo que produce aquella descomposición y aniquilación de las facultades humanas; la intensificación del trabajo, inherente al régimen capitalista, supone una mayor adaptación del trabajador a la máquina, con lo que se produce una descomposición más decisiva de sus procesos orgánicos y de sus órganos fundamentales y, en consecuencia, una degeneración más acentuada de su naturaleza humana; las máquinas son las mismas primitivas facultades físicas de los trabajadores, ahora separadas de ellos, mantenidas e incrementadas como tal propiedad ajena por el propio trabajo de los productores, y que existen sólo a condición de provocar la aniquilación de las facultades humanas del obrero individual; el trabajo cooperativo de los obreros, el cual se impone como una necesidad ineludible cuando se introducen máquinas en los talleres, es una facultad de los trabajadores que se apropia el capital y es también un medio de producir la negación de la naturaleza humana del obrero.


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Clases sociales en el Porfiriato a) Propietarios capitalistas de las tierras, las minas, las explotaciones industriales, las mercancías y el dinero. 1. Hacendados capitalistas que valorizan sus tierras a través de la explotación del trabajo asalariado y poseen también empresas industriales, comerciales y bancarias. 2. Grandes capitalistas industriales que valorizan sus medios e instrumentos de producción a través del trabajo asalariado y son además propietarios de haciendas, comercios y bancos. 3. Grandes comerciantes que monopolizan el mercado externo e interno y asimismo invierten en haciendas, fábricas y bancos. 4. Medianos productores capitalistas y comerciantes del campo y de la ciudad. 5. Pequeños productores capitalistas y comerciantes del campo y de la ciudad. b) Pequeños productores doméstico-rurales y artesanal-urbanos. c) Proletarios del campo y de la ciudad. La mayoría de los terratenientes arrendadores de tierras y los grandes comerciantes que se habían enriquecido en el período anterior, se convierten definitivamente en productores capitalistas que introducen en sus haciendas la agricultura en gran escala, racional y mecanizada y ponen grandes explotaciones fabriles. En torno a la hacienda capitalista se integra toda una organización vertical que incluye además fábricas de diversa índole, empresas comerciales de gran envergadura y bancos que cubren sus necesidades crediticias y de medios de circulación. Este complejo agrícola-industrial-comercial-bancario nace del latifundio y lo conserva como su centro de gravitación; en derredor de cada unidad de este tipo se forma toda una estructura económica regional y varias de éstas se unen en un complejo económico de alcance nacional. El sector económico de los grandes capitalistas procedentes de los terratenientes y de la aristocracia comercial y financiera requiere dos puntos de apoyo importantísimos:


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a) capital extranjero que complemente al capital nacional, lo haga crecer y le permita incorporar una tecnología moderna a la producción; b) una relación de intercambio con los países desarrollados de aquella época por la cual se vendan materias primas y alimentos en el mercado metropolitano y con el producto de la misma se compren en él la maquinaria y el equipo necesarios para las empresas agrícolas e industriales de la aristocracia terrateniente-industrial-comercial y financiera. El capitalismo mexicano se inserta así en el capitalismo internacional: recibe con los brazos abiertos al capital extranjero, produce materias primas y alimentos para los países de mayor desarrollo e importa principalmente maquinaria y equipo para su incipiente industria. Al iniciar la aristocracia terrateniente-industrial su portentoso desarrollo económico, entra en oposición con todos los elementos capitalistas del sector que tiene como su centro de gravitación a los industriales manufactureros, medianos productores capitalistas agrícolas y medianos comerciantes y el cual lleva tras de sí a los pequeños productores rurales y urbanos. Los terratenientes consuman el proceso de desalojo de los usufructuarios de sus tierras echando fuera de ellas a los que habían quedado como sedimento durante todos los anteriores movimientos de expulsión de los campesinos de las tierras señoriales; pero no sólo eso, sino que ahora destierran con todo lujo de violencia a los mismos arrendatarios capitalistas que habían sido sus aliados en las anteriores depredaciones contra los campesinos. Las tierras señoriales y las que son arrebatadas a los arrendatarios capitalistas cambian inmediatamente de destino: ahora son utilizadas para producir los productos agrícolas que demanda el mercado mundial y en consecuencia se abandona el cultivo de los productos necesarios para el mercado interno, principalmente el de alimentos. El hambre de trabajo excedente conduce a los terratenientes a enfrentarse con los capitalistas agrarios independientes (es decir, con los rancheros, quienes son propietarios de las tierras que explotan capitalistamente) y a despojarlos por la violencia de sus tierras, aguas, etcétera.


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De la misma manera, las tierras que pertenecen a los ejidos de los pueblos y aquellas que son propiedad de las comunidades de indios y mestizos son presa de la voracidad de los terratenientes, quienes desposeen de ellas a sus ancestrales ocupantes. El desarrollo desorbitado de la industria fabril propiedad de la aristocracia terrateniente-comercial-industrial, la cual tiene su base de sustentación en el capital extranjero y en la nueva relación de intercambio con el exterior, provoca la ruina de los capitalistas industriales provenientes de los antiguos manufactureros, los pequeños productores de artículos industriales y los restos de la red del artesanado urbano que existió en la época de las manufacturas. La aristocracia porfirista dio rienda suelta a las tendencias del régimen capitalista que la persistencia del artesanado y de la industria doméstico-rural no habían dejado florecer en todo su esplendor. La violencia más inaudita es utilizada entonces para despojar a los últimos productores directos de sus medios e instrumentos de producción y someterlos a la esclavitud del trabajo asalariado, extender la jornada, reducir el salario e intensificar el trabajo de los obreros agrícolas y urbanos. Ejemplos extremos de esta violencia son la esclavitud implantada en las haciendas del Valle Nacional, el tráfico de indios mayos y yaquis quienes, después de ser expoliados de sus tierras, eran enviados a trabajar en aquellas plantaciones y la explotación despiadada a que eran sometidos los obreros en Cananea y Río Blanco. La revolución de 1910. La dialéctica de la lucha de clases La clase de los hacendados porfiristas se había escindido en dos grupos: uno de ellos, el más antiguo, asentado en el centro y el sur del país, y el otro, de origen más moderno, el cual dominaba en el territorio del norte de México. El primero, aliado con el capital europeo (francés e inglés), era el que monopolizaba el poder político y lo había usufructuado por más de treinta años; el segundo, firmemente unido con el capital norteamericano, representaba una forma más moderna y dinámica del capitalismo y exigía su participación en el ejercicio del poder. La dominación del primer grupo llegó a un punto tal que se hizo insoportable y oprobiosa para el otro sector de los terrate-


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nientes; éstos, encabezados por Madero, y erigiéndose en los representantes de todas las demás clases sociales, a las cuales arrastraron tras de sí, se levantaron en armas para exigir que se les permitiera participar en el gobierno del país; sus reivindicaciones: sufragio efectivo, no reelección.3 No bien había empezado la lucha, cuando los terratenientes representados por Madero llegaron a una transacción con los terratenientes porfiristas; se pactó la renuncia de Porfirio Díaz, el establecimiento de un gobierno provisional formado en su mayoría por elementos porfiristas y la convocatoria a elecciones para elegir presidente de la República. El ejército revolucionario fue licenciado y el ejército federal quedó como dueño de la situación. Madero llegó a la titularidad del ejecutivo y desde un principio compartió el poder con la fracción terrateniente porfirista; juntos realizaron la tarea de pacificar los ánimos soliviantados de las demás clases sociales para evitar que llevaran hacia adelante sus reivindicaciones específicas, las cuales se iban clarificando y apuntaban precisamente contra el corazón del mismo régimen de los terratenientes, al que pertenecía por derecho propio la familia Madero. En la misma medida en que las clases beligerantes iban siendo sometidas al orden por Madero y sus aliados porfiristas, aquel era desplazado del poder hasta ser eliminado definitivamente. Al hacerlo prisionero y privarlo de la vida, la fracción porfirista de los terratenientes quedaron dueños de la situación y restauraron plenamente el antiguo régimen. La bandera de la revolución pasó a la clase de los medianos productores y comerciantes capitalistas del período manufacturero, quienes incluso habían ya empezado a maquinizar su producción cuando fueron barridos por la fuerza económica de los terratenientes capitalistas. Detrás de ellos marcharon a la contienda los pequeños productores capitalistas del campo y de la ciudad y, constituyendo la base de sustentación de todo el movimiento, los campesinos y los jornaleros del campo. En la lucha contra la restauración terrateniente, la fuerza militar de los campesinos y de los proletarios del campo se consolidó y su conciencia de clase se hizo más clara, enfilando sus demandas hacia la restitución y dotación de tierras y aguas a los pueblos y a las comunidades a través de la reivindicación de la propiedad de lo que los terratenientes les habían despojado y


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del fraccionamiento de los latifundios en lo que excedieran a una mediana propiedad racionalmente explotada. El movimiento de los campesinos y de los jornaleros del campo cobró tanto vigor que pronto sobrepasó la conducción de la mediana burguesía y se enfrentó a esta clase, a la cual le disputó el poder político y militar. La mediana burguesía desplegó todo el poderío que su situación económica le aseguraba y derrotó a los ejércitos de Villa y Zapata, estableciendo su dominación indiscutible. Una vez que las cuentas con las clases más radicales de la sociedad mexicana quedaron saldadas, la alianza de la mediana y pequeña burguesía se internó en sí misma para resolver sus contradicciones. La mediana burguesía detuvo el movimiento en el punto al que había llegado y se convirtió así en la reacción dentro del proceso revolucionario; la pequeña burguesía enarboló entonces la bandera de la revolución: derrotó militarmente a Carranza y dio inicio a las transformaciones económicas y políticas que la misma mediana burguesía había demandado pero fue incapaz de llevarlas a cabo; estas reivindicaciones, por un lado constituían una vulneración a los intereses de los terratenientes (tanto porfiristas como maderistas) y de su nueva aliada, la mediana burguesía, y por otro la conquista de las condiciones para el propio desarrollo ascendente de la pequeña burguesía. Esta radicalización del movimiento engendró la reacción de la alianza que se formó entre las clases que habiendo encabezado las primeras fases de la revolución fueron desplazadas del escenario por otras más avanzadas y la fracción porfirista de los terratenientes. Cuando la acción revolucionaria de la pequeña burguesía se enfiló contra el complemento espiritual del régimen de los terratenientes capitalistas, es decir, contra la iglesia católica, provocó la airada respuesta de esa amalgama de clases dando lugar a la famosa rebelión cristera. Una vez dominado el intento de restauración que se escondía tras de la insurrección religiosa, la pequeña burguesía se detiene en su camino revolucionario y dedica entonces sus esfuerzos a la consolidación de sus conquistas y al desarrollo de las condiciones económicas de su dominación de clase. Un obstáculo para su desenvolvimiento venturoso lo era la supervivencia de la gran propiedad territorial que constituía la base


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del poder económico y político de los terratenientes y de las clases que junto a ellos se habían aglutinado y, por tanto, eran el fundamento de la amenaza constante de restauración que pesaba sobre la revolución. Un sector de la pequeña burguesía —que en el proceso había avanzado hasta constituirse en mediana burguesía— frena su ímpetu ante estos obstáculos señalados; por contrapartida, otro sector de esa misma clase social se radicaliza y saca adelante las reivindicaciones más avanzadas del movimiento revolucionario, aún en contra de la voluntad de sus principales beneficiarios. Lázaro Cárdenas es el conductor de aquella fracción de la pequeña burguesía que hace ir al movimiento revolucionario hasta sus últimas consecuencias. Durante su período de gobierno se da un gran impulso al fraccionamiento de los latifundios y al reparto de las tierras así obtenidas. Igualmente, se nacionaliza la industria petrolera, la cual pasa a constituir el núcleo de un poderoso sector estatal de la economía que sirve de base de sustentación a la economía de los pequeños y medianos capitalistas surgidos del movimiento revolucionario. En suma, se producen cambios profundos en la base económica y la superestructura política e ideológica del capitalismo mexicano. La fracción más combativa de la pequeña burguesía se apoya en el movimiento por ella misma propiciado de los jornaleros del campo y de los proletarios de la ciudad con el fin de lograr la realización de los postulados de la revolución. Este radicalismo, férreamente controlado por el grupo dirigente, es calificado por ellos mismos como un socialismo sui generis (la educación oficial es llamada abiertamente “educación socialista”), pero de lo que en realidad se trata es de, por un lado, la destrucción de la base económica, política e ideológica del antiguo régimen (el cual no era otra cosa que una forma específica del régimen capitalista), y por el otro, la creación de las condiciones económicas, políticas e ideológicas para el desarrollo de otro sector de la clase capitalista, la mediana burguesía en que habían devenido a través del conflicto los pequeños capitalistas de la época porfirista. El fraccionamiento de los latifundios se detuvo necesariamente ante la parte de la hacienda que el propietario podía explotar racionalmente, por lo que se conservaba en gran medida


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al gran capitalista del campo aunque ahora en una propiedad reducida; las tierras y aguas con que se dotaba a los jornaleros del campo eran, simple y sencillamente, un complemento del salario que permitía que se mantuvieran con vida durante los períodos en que sus brazos no se necesitaban en los predios de los rancheros capitalistas y de los antiguos hacendados (los de éstos reducidos a su mínima expresión); los rancheros capitalistas veían disminuir, junto con el tamaño de sus predios, el poder económico y político de los antiguos hacendados e incrementarse el suyo; una nueva pequeña burguesía brotaba tanto de entre los campesinos propietarios de pequeñas parcelas como de los ejidatarios que de inmediato se dividieron en campesinos ricos y jornaleros agrícolas. El Estado, además de repartir las tierras y aguas entre los campesinos pobres (jornaleros agrícolas), organizó la producción ejidal y le proporcionó créditos, insumos baratos, canales de comercialización y en última instancia se convirtió en un verdadero empresario en los ejidos organizados colectivamente, cuyos integrantes quedaron reducidos al papel de meros trabajadores agrícolas al servicio del capital estatal. El Estado mexicano, en poder de la mediana y pequeña burguesía radical, también dirigió la producción ejidal individual y colectiva hacia las áreas que necesitaba el régimen capitalista en esa fase específica de su desarrollo: la producción de alimentos destinados a la reproducción simple y ampliada de la fuerza de trabajo nacional y materias primas para la industria. Con el fraccionamiento de los latifundios propiedad de compañías extranjeras que se dedicaban a la producción de alimentos y materias primas agrícolas para el mercado internacional, se logró llevar una buena parte de las tierras hacia la producción por ejidatarios y pequeños propietarios de alimentos y materias primas para el mercado nacional, lo que se tradujo en un gran impulso al capitalismo mexicano. El régimen pretendidamente socialista que la pequeña burguesía extremista estableció durante la época cardenista en el campo no era otra cosa que una forma determinada del régimen capitalista basado en la explotación del trabajo asalariado y la acumulación de capital. La industria petrolera, una vez sustraída del dominio extranjero, se estableció como empresa de capital estatal (fuerza de


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trabajo de los obreros acumulada en manos del Estado) basada en la explotación del trabajo asalariado; su producción se utilizó entonces principalmente para llenar las necesidades del mercado interno, con lo cual se cubría la demanda de combustibles y materias primas de las empresas privadas capitalistas asentadas también en la explotación del trabajo asalariado. El Estado inicia su transformación en un ente que adquiere cada vez más funciones productivas, de regulación de la actividad económica, prestación de servicios sociales, etcétera, las cuales son sin excepción medios de apoyo y complemento de la actividad de las empresas capitalistas. La pequeña y mediana burguesía industrial tuvo también avances en la época del gobierno cardenista. Utilizando el movimiento obrero como ariete poderoso, logró destruir el poder económico de los grandes industriales heredados del porfirismo y el de los empresarios extranjeros y allanó así el camino para su propio desarrollo ascendente. Mediante la lucha de clases impuso un salario real más elevado y mejores condiciones de vida para los obreros; de esta manera, a la par que aumentaba la demanda de sus productos más característicos, es decir, de los bienes de consumo necesario, hacía posible el incremento de la plusvalía extraída a los obreros cuando prácticamente los cebaba para así aumentar en una gran medida su productividad. La pequeña y mediana burguesía industrial conservó y desarrolló en esta época su base de sustentación: la explotación del trabajo asalariado. Esta clase social produjo también una ideología acorde con las condiciones materiales de vida dentro de las cuales se desenvolvía; tal superestructura comprendía la justificación del nacionalismo, es decir, del desarrollo hacia adentro del capitalismo mexicano y la exclusión del capital extranjero de la mayor parte de las ramas de la economía nacional, la legitimación de la necesidad de la existencia y del carácter no explotador de la pequeña y mediana empresa capitalista, la sanción de la exigencia de producir prioritariamente alimentos y otros bienes de consumo para conservar con vida y en inmejorables condiciones de explotación a los trabajadores mexicanos, la consideración de la empresa estatal como no-capitalista, ajena por completo a la explotación del trabajo asalariado, y la elevación a dogma de la identidad de intereses entre pequeños y medianos empresarios y trabajadores agrícolas e industriales.


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En sus momentos de euforia, esta ideología se concebía a sí misma como socialista; pero ya hemos visto que sólo eran los intereses capitalistas de ciertas clases poseedoras los que existían tras esa imagen que de sí mismos proyectaban. En esta fase del capitalismo mexicano, el desarrollo hacia adentro echó por tierra aquel mecanismo de intercambio con el exterior que se había formado durante el Porfiriato. Con la actuación de la pequeña y mediana burguesía concluye el ciclo de la lucha de clases que da contenido a la revolución burguesa mexicana de 1910. La satisfacción de las necesidades de esta clase social es, al mismo tiempo, la realización de las demandas fundamentales de las demás clases sociales que se habían lanzado al fragor de la lucha pero la abandonaron para agruparse en torno a la aristocracia porfirista, junto a la que permanecieron expectantes.


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l régimen económico existente en nuestro país durante los siglos xvii y xviii fue el feudal-colonial.

Constitución de la colonia a partir de la conquista Primera etapa Fuerzas productivas. Ramas de producción a) Encomienda La primera relación económica que se estableció entre los conquistadores y los indios fue la Encomienda. Esta consistía en el encargo por la corona española de los pueblos de indios a los conquistadores para su evangelización, el cobro del tributo que se reparte entre el encomendero y la Corona, y la utilización de la fuerza de trabajo indígena en servicios personales. b) Mercedes de tierras y solares Base del régimen económico que se formó en la Nueva España lo fueron las mercedes de tierra y solares que se concedieron a los conquistadores por la Corona en proporción a sus méritos y a sus relaciones políticas con la metrópoli. c) Comunidades indígenas Se mantiene la misma forma de producción existente en las comunidades indígenas; el conquistador se sobrepone a la capa superior de la sociedad indígena. 31


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Los conquistadores se alimentan de lo que los indios tributan; con trabajo indígena construyen sus palacios, cultivan sus tierras y mantienen el servicio de sus casas. Con trabajo indígena se derruye la vieja capital del Imperio Azteca y se levanta la ciudad de los conquistadores. d) Pequeña producción y el pequeño comercio La pequeña producción agrícola ganadera y minera realizada por pequeños productores provenientes de los soldados de las tropas de conquista que habían recibido mercedes de tierra de la Corona española, Pequeña producción artesanal realizada por pequeños productores de origen español y el pequeño comercio realizado también por españoles. Relaciones de producción a) Por el derecho de conquista, el rey de España se convierte en el propietario originario de las tierras de los vencidos; el rey transmite a los conquistadores y a las comunidades y pueblos de indios la propiedad, en un caso privada y en el otro comunal de las tierras. Se produce una total recomposición de los asentamientos indígenas que por principio de cuentas son reducidos a la más pequeña extensión territorial posible y además despojados de las tierras más feraces, ambas cosas en favor de la propiedad privada de los españoles. b) Los indígenas conservan su antigua forma de organización tribal y el mismo modo de producción primitivo (asiático). La propiedad de la tierra ya no es como antaño, originaria, sino derivada de la potestad del rey de los conquistadores. Por el derecho de conquista, los españoles se apropian del trabajo excedente de las comunidades indias bajo la forma de tributo en especie que sirve para alimentar a los españoles, de trabajo indígena para el cultivo de las heredades de los conquistadores, la explotación de sus primeras minas y talleres, la construcción de sus fincas y sus palacios citadinos, la destrucción de las ciudades indígenas y el levantamiento de las nuevas ciudades. El trabajo excedente que representan los guerreros indígenas también es utilizado para extender la conquista hacia el interior del país.


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c) La exacción de trabajo excedente de los indios se asemeja al sistema esclavista, pero aún no lo es en toda su extensión; sin embargo, existen ya muchos elementos que apuntan hacia él y a él conducirán ineluctablemente: en primer lugar, en la sociedad azteca había con anterioridad a la conquista una gran cantidad de esclavos; el conquistador, al sustituirse al grupo dominante autóctono, adquiere por eso el derecho de propiedad sobre los esclavos ya existentes; por otro lado, el derecho de conquista engendra una tendencia muy poderosa de los conquistadores a reducir a la esclavitud a la mayor cantidad posible de indígenas utilizando como pretexto principal su condición de prisioneros de guerra en los casos en que las tribus no se han sometido dócilmente a los españoles. Desde los primeros tiempos de la conquista existió el esclavismo en la Nueva España y el trabajo que así se apropiaban los españoles era una gran parte del total de trabajo extraído a los naturales del país. Clases sociales Las clases sociales que se formaron en la primera etapa de la Colonia fueron las siguientes: a) Grandes propietarios de los tesoros en metales preciosos y joyas que habían sido expropiados a los indígenas, de dilatadas extensiones de tierras y solares urbanos, de encomiendas de miles de indios, etcétera. b) Medianos y pequeños propietarios de metales preciosos y joyas, de tierras de cultivo y solares en la ciudad y en algunos casos de encomiendas con unas cuantas decenas de indios; de entre ellos surgen los primeros pequeños productores agrícolas, ganaderos y mineros, los dueños de los primeros talleres artesanales y los primeros comerciantes. c) Comunidades indígenas con su estructura interna de grupos sociales ya profundamente alterada por la intervención de los conquistadores quienes trastocaron todo el orden y la jerarquía de aquellos principalmente desplazando a la antigua nobleza e imponiendo una nueva casta superior completamente entregada a los españoles. d) Una masa creciente de indígenas que, habiendo sido lanzados fuera de la comunidad por el cataclísmico movimiento de re-


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acomodo de los grupos sociales de la sociedad indígena o privados de la comunidad por la violencia destructora de la conquista que barrió con la comunidad misma, son convertidos inmediatamente al esclavismo por los conquistadores. e) Esclavos indios, ya sean aquellos que pertenecen a los mismos indígenas dentro de la comunidad o los que teniendo esa cualidad anteriormente se los apropian los conquistadores por cualquier título, principalmente por el derecho de conquista. b) Grupo social resultante de la mezcla de sangre de los españoles con los indígenas, los mestizos, que en esta época no tienen todavía un lugar específico en la estructura de clases de la sociedad novohispana. Segunda etapa Fuerzas productivas. Ramas de producción a) Encomienda La encomienda continúa siendo la forma principal de dominación sobre los indígenas. De la encomienda el conquistador obtiene la mano de obra necesaria para su servicio privado, el cultivo de sus tierras, la explotación de sus minas y sus talleres, la construcción de sus casas, etcétera. Debido a que en esta etapa se inicia la explotación en gran escala de la minería, con lo cual crece la demanda de alimentos y vestido, también se inician el cultivo, la ganadería y la producción artesanal en grandes unidades; la necesidad de mano de obra aumenta vertiginosamente y en consecuencia se acentúa la tendencia a convertir al esclavismo a los indígenas encomendados para dedicarlos de tiempo completo al trabajo en minas, haciendas, obrajes, etcétera. Una gran parte de los indios encomendados son convertidos en esclavos. b) Minería La minería se convierte en la principal actividad económica de la colonia. Al desarrollarse se funda uno de los dos aspectos de la relación de intercambio con la metrópoli: la exportación de metales preciosos; esta actividad será la que determine de ahí en adelante la supeditación colonial de la Nueva España a España. En este período se establecen grandes explotaciones mineras por españoles que se enriquecieron en la pequeña producción


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minera del período anterior, en la encomienda, con las mercedes de tierra, etcétera, y que invirtieron esa riqueza en la minería. c) Agricultura y Ganadería A causa del auge de la minería se genera un incremento en la demanda de alimentos y otros productos del campo. Surge entonces la necesidad de poner grandes haciendas agrícolas y ganaderas y quienes lo hacen son todos aquellos que se habían enriquecido en el período anterior: algunos pequeños productores, encomenderos, españoles beneficiados con mercedes reales de grandes extensiones de tierras, etcétera. La propiedad se acumula en unas pocas manos y surgen los grandes latifundios. d) Industria El esplendor de la minería, de la agricultura y de la ganadería ocasiona un aumento en la demanda de artículos artesanales; se forman grandes explotaciones que reciben el nombre de obrajes en donde se producen grandes cantidades de esos productos, principalmente de tejidos, basándose en trabajo manual. Los obrajes son instalados por algunos pequeños productores que habían hecho fortuna en el período anterior y por ricos encomenderos y propietarios de haciendas. e) Comercio El auge de todas las ramas de la producción da lugar a la formación de los grandes comerciantes que se dedican al comercio externo e interno en una escala mayúscula. Ellos tienen su origen en todos los elementos que en el período previo amasaron fortunas en la primera forma de organización económica de la colonia. Pequeña y mediana producción minera, agrícola, ganadera, artesanal y pequeño y mediano comercio dedicado principalmente al tráfico interno. Relaciones de producción a) Los conquistadores son propietarios privados de los medios e instrumentos de producción (minas, tierras, obrajes, talleres, etcétera) y de los propios trabajadores (esclavos indios).


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b) Los indios tienen la propiedad común sobre sus tierras y conservan aún la forma de producción asiática; sin embargo, las comunidades son sistemáticamente asediadas por los productores españoles y en muchos casos son despojadas de sus tierras y además sus miembros van siendo convertidos en esclavos por un proceso implacable. El desarrollo de las empresas de los conquistadores somete a la comunidad indígena a un proceso de disolución. c) Las grandes explotaciones mineras, agrícolas, ganaderas y obrajes y una gran parte de los pequeños y medianos establecimientos emplean fundamentalmente como mano de obra a los indígenas que han sido y siguen siendo sometidos a la esclavitud. El esclavismo toma carta de naturaleza en la Nueva España y es la base de sustentación del naciente régimen económico. d) Los grandes, medianos y pequeños propietarios valorizan sus medios e instrumentos de producción a través de la obtención de trabajo excedente de sus trabajadores esclavos. Clases sociales a) Esclavistas: 1. Encomenderos, ricos mineros, hacendados y obrajeros. Son propietarios privados de los medios e instrumentos de producción y de los mismos trabajadores indios; ellos concentran la riqueza en grandes minas, grandes haciendas de beneficio minero, grandes haciendas agrícolas y ganaderas y grandes obrajes. 2. Medianos y pequeños productores que también son propietarios de esclavos indios. b) Grandes comerciantes que monopolizan el mercado externo e interno. c) Medianos y pequeños comerciantes que atienden principalmente al mercado interior. d) Esclavos. La principal fuerza de trabajo de los establecimientos de los conquistadores son los esclavos indios los cuales son propiedad privada de aquellos. e) Comunidad indígena. La forma de organización autóctona de los indios se ve, como ya dijimos, sometida a muchos embates de parte de los conquistadores de tal suerte que la llevan


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a una acelerada disolución, aunque sin llegar a su total extinción. La conversión de los indios en esclavos es, en esta época, el factor principal de disolución de la comunidad indígena. La mezcla de las razas continúa en este período, y da lugar a un nuevo grupo étnico-social que son los mestizos; éstos, liberados definitivamente del lazo con la comunidad, son personas libres que pasan a ser trabajadores de los españoles y los criollos, aunque sin constituir todavía la fuerza principal de trabajo, en formas más libres como el acasillamiento (peón acasillado); además, muchos de sus miembros se convierten en medianos y pequeños productores y comerciantes. Tercera etapa El esclavismo fue la forma que adoptó el régimen económico de la Nueva España inmediatamente después de la conquista. El hambre insaciable de riqueza de los conquistadores, único móvil de sus acciones, los llevó a ejercer la más despiadada explotación sobre los indígenas para extraerles cantidades inconmensurables de trabajo excedente. De esta manera, la sobreexplotación de los esclavos indígenas y su separación de la comunidad que constituía la base de su existencia produjeron entre ellos terribles enfermedades y una enorme mortandad que hizo descender radicalmente la población indígena. Desde luego que esto era, para los conquistadores, un hecho catastrófico porque iba en camino de extinción la única fuente de fuerza de trabajo para la explotación de sus establecimientos. Una parte de los conquistadores, encabezada por sacerdotes “humanistas”, ante el temor de que se acabe la materia prima de la explotación colonial que son los indios, inician una cruzada, con apoyo de la corona, con el fin de reducir los excesos de la esclavitud y buscar otras formas de explotación que no atenten contra la vida de los indígenas. En esta etapa, de alguna manera se aminoran los abusos más flagrantes de la esclavitud, aunque sin terminar con ella; ésta continúa siendo el más importante medio de extracción de trabajo indígena excedente. Además, se instituye una nueva forma de trabajo que coexiste con la esclavitud y que consiste en la repartición de los indios entre los establecimientos de los espa-


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ñoles (minas, haciendas y obrajes) para que trabajen en ellos por un número determinado de días al año por una retribución estipulada y después retornen a sus comunidades de donde no volverán a salir sino hasta el siguiente año. También se empleó el sistema de la congrega, que era la reunión en un sitio (pueblo de indios) de todos los nativos que los anteriores embates de los españoles habían despojado de tierras o aquellos que, como en el norte, formaban tribus nómadas sin un asiento territorial específico. Ni que decir tenemos que los repartimientos de indios de las encomiendas y congregas adquirieron inmediatamente rasgos y características que a fin de cuentas los convirtieron en una forma embozada de esclavismo de los indios. Fuerzas productivas. Relaciones de producción Las formas de producción continúan siendo en lo fundamental las mismas que en la etapa anterior. La minería es la rama de producción principal y la impulsora del desarrollo vertiginoso de todas las demás. Relaciones de producción También son, en lo fundamental, las mismas que en la etapa previa. Tan solo habría que considerar como el germen de una nueva forma de producción al peonaje acasillado que va adquiriendo cada vez más importancia en la sociedad colonial como forma de asegurar la mano de obra para los hacendados e incluso los medianos y pequeños agricultores y ganaderos. En esta relación, el hacendado concede parcelas de tierra en usufructo a cambio de prestaciones en trabajo apenas sí ocultas bajo el disfraz del pago de un salario. Los mestizos son los que están en mejores condiciones, por la libertad en que se encuentran respecto de las ataduras con la comunidad indígena, para acogerse a estas nuevas relaciones de producción. Clases sociales En lo fundamental son las mismas que las del período anterior. A ellas habría que agregar los elementos de las nuevas clases


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sociales que sólo tomarán cuerpo en la etapa posterior: los señores feudales y los campesinos siervos que empiezan a gestarse en la relación de peonaje que se establece entre los mestizos sin tierras y los hacendados. La iglesia Con los conquistadores vinieron los primeros misioneros que hubo en Nueva España. Su labor principal fue inculcar a los indios los principios de la religión cristiana, es decir, la explicación, justificación y sanción ideológica de la propiedad privada y de la explotación del hombre por el hombre. El adoctrinamiento de los indios por los sacerdotes católicos tuvo en Nueva España, y no podía ser de otro modo, como propósito fundamental dotarlos de una ideología apropiada (en sustitución de su antigua religión) que los hace aptos para entrar sumisamente en las nuevas relaciones de producción basadas en la propiedad privada y la explotación que los españoles iban implantando en los lugares que conquistaban. Los excesos de la conquista y de la primera forma de producción establecida en Nueva España, esto es, de la esclavitud más despiadada y sangrienta, dieron pie para que los misioneros sacaran a la luz sus más nobles sentimientos “humanistas” y se opusieron a tales demasías en nombre de la conservación de la vida y salud de los naturales, todo esto, desde luego, con el cristiano fin de que no se extinguiera la mano de obra que era utilizada por los españoles para su sustento y enriquecimiento. Sin embargo, aún esta interesada defensa era realizada en forma mezquina y claudicante: muchas veces que ante sus súplicas lloriqueantes la corona decretó la abolición de la esclavitud, de las encomiendas o de los repartimientos, asustados ante la enormidad de lo que habían logrado, corrieron a aliarse con los encomenderos, los mineros y los hacendados para oponerse a aquellas medidas que amenazaban con llevar a la ruina la economía de la Colonia. Es curioso el caso, por ejemplo, de notable defensor de los indios que hizo una ardiente denuncia de la feroz explotación a la que éstos eran sometidos por los conquistadores, lo que le permitió brillar intensamente en la corte; cuando otro también ilustre defensor, siguiendo el mismo camino, se convirtió en un astro de primera magnitud, el primero, viendo amenazada su preemi-


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nencia, acusó al segundo de ¡exagerar en sus denuncias de la explotación de los indios por los conquistadores con el único propósito de hacer llamear su nombre en la corte! En suma, en esta primera etapa de la colonia la Iglesia tuvo como tarea principal someter ideológicamente a los indios que anteriormente habían sido sojuzgados por las armas. La iglesia actuó como el brazo espiritual de los conquistadores. Cuando la colonización avanzó hacia el norte en donde los indios vivían en estado de nomadismo y cuando en los lugares ya conquistados la violencia de los conquistadores al despojarlos de sus tierras y someterlos a una esclavitud ignominiosa habían obligado a los indios a refugiarse en cerros y montañas, los sacerdotes católicos, guiados por el amoroso propósito de proporcionar mano de obra a los españoles, se dieron a la tarea de fundar misiones, pueblos, etcétera, en donde congregaban a los indios dispersos; ahí les enseñaban la doctrina cristiana, o lo que es lo mismo, los principios de la propiedad privada y de la sumisión a la explotación y los conservaban a disposición de los hacendados, mineros, obrajeros, etcétera, que por mera casualidad tenían sus establecimientos en las cercanías de esos poblados o posteriormente los asentaban precisamente en su vecindad. Ya sea abriendo camino a los conquistadores o ya completando su obra en los lugares en que iban estableciéndose, los sacerdotes católicos, al fundar misiones, villas o pueblos cumplieron con sus funciones terrenales más preciosas: reunir a los indios en forma organizada, mantenerlos a la disposición de los españoles para llenar sus necesidades de mano de obra y someterlos ideológicamente a través de la religión al nuevo modo de producción. Una vez que en determinado territorio las nuevas relaciones de producción se consolidaban, entonces la Iglesia pasaba a realizar tareas más elevadas. La educación de los hijos de los españoles y de las capas superiores de los mestizos, la prestación regular de los servicios religiosos a la población española y mestiza y a los indios conversos, etcétera, fueron los trabajos primordiales de los sacerdotes después de la conquista y pacificación. Las nuevas ocupaciones exigían cantidades muy grandes de sacerdotes, lo necesario para su vestido y alimentación, casas habitación, templos, catedrales, conventos, colegios y en fin todo lo que la vida espiritual de la Colonia demandaba. Para obtener


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los voluminosos recursos necesarios para sus crecientes necesidades, las diversas órdenes, además de las donaciones, dádivas, limosnas, diezmos, etcétera, que percibían, tuvieron que participar directamente en el régimen de producción existente mediante la adquisición principalmente de fincas rústicas. Si recordamos que la primera forma de producción que se estableció en la Colonia fue el esclavismo y que éste empezó a evolucionar hacia un feudalismo específico, entonces la Iglesia fue también una institución esclavista o propietaria feudal; en cualquier caso una gran parte de sus ingresos tuvo que ser cubierta por la explotación del trabajo ya sea esclavo o servil que realizaban directamente en sus propiedades agrícolas. El régimen feudal en la Colonia El repartimiento de los indios entre los españoles para utilizarlos en sus establecimientos mostró pronto sus grandes desventajas. El hacendado, minero u obrajero no podía contar con la mano de obra necesaria en el momento preciso y en la cantidad exigida por la explotación; la fuerza de trabajo estaba controlada por los oficiales de la corona y era la voluntad de éstos la que determinaba a dónde, en qué cantidad y por cuánto tiempo los indios iban a trabajar con los españoles. Este sistema no podía ser la base de una organización económica estable y segura como a la que aspiraban los dueños de la riqueza en la Nueva España. El esclavismo agotó la fuerza de trabajo de los indígenas; el repartimiento, en aquel aspecto en que se alejaba un poco del esclavismo, aunque tendía a conservar la comunidad que es la base de la salud y productividad de los indios, tornaba el aprovechamiento de esa capacidad productiva por los españoles en algo completamente fortuito. Era apremiante en aquellas circunstancias encontrar una forma de asegurar la provisión sin interrupciones de mano de obra suficiente y en tiempo oportuno. Por otro lado, el mestizaje había crecido en forma impresionante; las repetidas mezclas entre españoles, indios y negros habían dado lugar a un grupo social específico que ya no tenía las ataduras a la comunidad, como sus antecesores indígenas. Con todos estos elementos en su punto óptimo empieza a desarrollarse un movimiento de enfeudamiento o adscripción de


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los mestizos, que por definición ya no tenían lazos con la comunidad, y de los indígenas que por alguna razón los habían roto, a la tierra perteneciente a los hacendados y a las unidades productivas de los mineros y los obrajeros; los peones acasillados (que así se les llamaba) estaban obligados a prestar servicios a los propietarios a cambio del derecho de vivir en sus dominios y explotar una pequeña parcela para satisfacer sus necesidades. Esta relación aparece oculta porque formalmente el peón recibe un salario por su trabajo; sin embargo, la verdad surge de una manera brutal en la esclavitud por deudas en que a fin de cuentas caían todos los jornaleros. El régimen esclavista que se estableció en la Nueva España se transformó a ojos vistas en un régimen típicamente feudal. El núcleo de esta nueva forma de organización social lo es la hacienda casi autosuficiente. Formas de producción a) Producción agrícola y ganadera La Colonia llega al punto más alto en la producción de metales preciosos; la minería se estabiliza y su producto se reparte en forma proporcional entre el mercado interno y el mercado metropolitano. La rama de la producción minera pasa entonces a un segundo plano en importancia; la demanda de mercancías generada por esta rama industrial deja de crecer desmesuradamente y toma un nivel estable. La hacienda agrícola y ganadera queda como la base de la economía de la Nueva España y en ella se establece la nueva forma de trabajo ya estudiada que consiste en la concesión en usufructo de una parcela de tierra a los trabajadores (mestizos, indios, etcétera) a cambio de prestaciones en trabajo para el cultivo de la finca cuyo producto en esta fase se utiliza principalmente para cubrir las necesidades del propietario y sólo en un segundo plano para colocarlo en el mercado y obtener un ingreso para gastar como renta. La hacienda se convierte en una unidad casi completamente autosuficiente. Se produce el enfeudamiento (adscripción a la tierra del hacendado) de los mestizos e indios. Paralelas a la hacienda feudal existen la mediana y pequeña producción agrícola, las cuales, en la medida en que utilizan trabajo ajeno, lo hacen bajo el mismo sistema que los hacendados.


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b) Producción minera Se coloca en un lugar secundario en la economía novohispana por las razones expresadas en el anterior parágrafo. La producción minera de la colonia es realizada por unos cuantos propietarios de grandes minas y haciendas de beneficio que adoptan también la nueva forma del trabajo servil (peones acasillados) y por una multitud de medianos y pequeños mineros que se valen del mismo sistema para obtener fuerza de trabajo. c) Producción de manufacturas Al dejar de crecer desorbitadamente la demanda de artículos manufacturados, los obrajes detienen su acelerada expansión y se estabiliza su producción. También en ellos se generaliza el nuevo modo de garantizar la mano de obra, es decir, el acasillamiento de los jornaleros en los propios terrenos del obraje. Hay también una mediana y pequeña producción de manufacturas que se basa en el mismo método de proveerse de fuerza de trabajo. En las ciudades y poblaciones más importantes se establece un verdadero sistema de gremios de productores artesanales que cubren con su producción la demanda existente. Relaciones de producción a) Propiedad privada, bajo la forma feudal, de la tierra, las minas y los obrajes de grandes propietarios españoles y criollos fundamentalmente. b) Propiedad privada de los medianos y pequeños productores, quienes son mestizos principalmente, aún cuando hay entre ellos también españoles y criollos. c) Ausencia de propiedad de los mestizos e indios. d) Propiedad comunal de los indios que aún viven dentro de la organización tribal. e) La relación fundamental se establece entre los propietarios privados y los mestizos e indios no propietarios; el propietario privado concede en usufructo un pedazo de tierra a quienes carecen de propiedad (los acasilla) y éstos a cambio tienen que realizar ciertas prestaciones (cultivo de la finca señorial, trabajo en la mina o en el obraje, etcétera) en favor del propietario.


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f) Una relación secundaria pero definitoria de esta fase del desarrollo de la economía novohispana, es la que se establece entre el propietario privado de los talleres artesanales y sus oficiales y ayudantes. El propietario del taller acoge en su hogar a los trabajadores, les da techo y sustento y les enseña el oficio a cambio de su trabajo; los oficiales y ayudantes viven en una situación de servidumbre personal bajo la tutela del maestro artesano. g) La organización tribal de los indios es aún, al principiar esta fase, proveedora directa de fuerza de trabajo y fuente del mestizaje que enriquece los depósitos de mano de obra de donde se nutren los propietarios privados para “encasillarlos” en sus establecimientos. Sin embargo, la comunidad indígena va perdiendo inexorablemente estas dos funciones porque los mestizos se reproducen ahora fuera de ella y su multiplicación está sujeta a una dinámica propia en los lugares en que residen como peones acasillados. La comunidad va entrando en un estado de estancamiento absoluto, hasta que se convierte, al final de este período, en un cuerpo extraño dentro de la organización económica y social de la colonia. h) La relación fundamental existente en la colonia en la época que nos ocupa es la explotación de los trabajadores acasillados (incluidos en este concepto los oficiales y ayudantes del maestro artesano) por los propietarios privados a través de la exacción de trabajo excedente; el peón acasillado trabaja una parte de la jornada para sí en la tierra que le han concedido en usufructo y la parte restante trabaja en las tierras señoriales (o en cualquier otro tipo de establecimiento del señor) para beneficio del propietario. Clases sociales a) Propietarios feudales: 1. Ricos hacendados, mineros y obrajeros que son propietarios privados de la mayor parte de los medios e instrumentos de producción existentes en la colonia. La Iglesia es uno de los más grandes propietarios privados y posee fundamentalmente grandes haciendas y una gran parte del capital líquido de la nueva España.


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...a mediados del siglo xviii las mejores y más eficientes haciendas azucareras y muchas de las cerealeras y ganaderas, eran propiedad de diversas órdenes religiosas, en especial de los jesuitas... ...El diezmo era entonces, junto con las obvenciones parroquiales, la base económica que sostenía al numeroso clero secular y gran parte de las actividades religiosas... ...la Iglesia recibía donaciones piadosas, legados testamentarios y diversos bienes de toda la población, pero especialmente de ricos mineros, comerciantes y agricultores, que la conviertieron en el mayor propietario de bienes raíces urbanos y rurales y en la institución con mayor disponibilidad de capital líquido... Este capital tenía que invertirse... los conventos y Juzgados de capellanías y Obras Pías... dedicaron una parte de su capital a la compra de propiedades y otra muy considerable la prestaban bajo garantía hipotecaria...”. (“La época de las reformas borbónicas y el crecimiento económico, 17501808”, de Enrique Florescano e Isabel Gil Sánchez, Historia General de México, El Colegio de México, t. 1, México, 1981, pp. 573-575)

2. Medianos y pequeños productores que son también propietarios privados de medios e instrumentos de producción. Entre los pequeños productores quedan incluidos los maestros artesanos de los gremios. b) Grandes comerciantes monopolizadores del mercado externo e interno. c) Medianos y pequeños comerciantes que actúan en el mercado interno. d) Peones acasillados, por definición no-propietarios, que forman el grueso de la población del país y que constituyen la mayor parte de la fuerza de trabajo de la nación a disposición de los propietarios privados. Su naturaleza es, toda proporción guardada, la misma que la de los campesinos-siervos del clásico régimen feudal europeo. e) Oficiales y ayudantes de los talleres artesanales, también nopropietarios, que en lo fundamental se identifican con los peones acasillados. f) Comunidad indígena. La organización tribal va dejando de participar en la organización económica pues ésta tiene ya su propia fuente de mano de obra en una masa en constante aumento de mestizos quienes, por definición, ya no mantienen ningún lazo con la comunidad. Las comunidades de indios quedan al margen del proceso económico y se mantienen como un anacronismo en el seno del nuevo régimen económico.


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La declinación del régimen feudal colonial (1750-1810) La principal forma de organización del trabajo en el período inmediato anterior a la guerra de Independencia (régimen feudal colonial) fue la dependencia personal. Hacendados, mineros, obrajeros y medianos y pequeños propietarios se proveían de mano de obra concediendo a quienes accedían a trabajar para ellos una miserable e insalubre habitación (individual o colectiva), situada en la hacienda o lugar de trabajo, y un pedazo de tierra en usufructo que únicamente con ímprobos esfuerzos era posible hacerlo producir. Este sistema se aplicó en los talleres artesanales, con las diferencias que su propia naturaleza le imponían. La relación entre el propietario privado de la tierra y el trabajador dependiente (campesino-siervo) fue evolucionando: primero el peón tenía la obligación de trabajar en las tierras del patrón y sólo después de ello lo hacia en la suya para complementar un salario que era meramente simbólico; después, logró que le permitieran trabajar todo el tiempo en el pequeño pedazo de tierra que le habían asignado y pagar como contraprestación una renta en especie; por último, al avanzar un grado más en su libertad respecto del dueño de las tierras, consiguió que la renta en especie se transformara en renta en dinero. Sin embargo, la propiedad de la tierra continuaba siendo del terrateniente, del minero o del obrajero. En el proceso de transformación de la relación entre propietario y peón dependiente, éste va obteniendo más libertad para trabajar la tierra que tiene en usufructo y por tanto la hace producir en una escala cada vez mayor El paso de una a otra forma de renta significa un incremento en la producción que al exceder los límites del consumo familiar tiene que lanzarse al mercado. De la masa de peones dependientes van surgiendo una multitud de pequeños productores de mercancías que hacen crecer el mercado en una gran medida y dan a éste un nuevo carácter, un mayor dinamismo. Igual cosa sucede con los oficiales y ayudantes del maestro artesano, quienes, al calor de la transformación


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económica general, se convierten también en pequeños productores de mercancías. De entre los nuevos pequeños productores de mercancías surge una nueva clase de pequeños comerciantes muy activos que son el fermento de un nuevo régimen social. Formas de producción Son esencialmente las mismas que en el período anterior, con la salvedad de que en cada una de ellas aparece la pequeña producción de mercancías entre los peones dependientes y los oficiales y ayudantes del maestro artesano, la cual crece impetuosamente; además, el propietario de la tierra inicia su conversión en comerciante en tierras, es decir, hace del arrendamiento de sus tierras una ocupación más junto a las otras. Relaciones de producción a) Propiedad privada de la tierra, las minas, los obrajes y los talleres artesanales por grandes, medianos y pequeños productores. b) Propiedad privada sobre los productos de su trabajo por el peón dependiente que ahora se ha convertido en pequeño productor. c) Propiedad privada del maestro artesano sobre sus instrumentos de producción y los productos de su trabajo. d) Propiedad privada del antiguo oficial o ayudante artesanal que ahora es un pequeño productor, sobre los medios e instrumentos de producción y los productos de su trabajo. e) Ausencia de propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción, tanto de los peones que aún conservan su carácter de fuerza de trabajo a disposición del patrón, como de aquellos que se han iniciado en la pequeña producción de mercancías (el principal medio de producción, la tierra, permanece bajo el dominio del propietario privado). f) Ausencia de propiedad de los oficiales y ayudantes del taller artesanal. g) Ausencia de propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción de los jornaleros que no han establecido relación de dependencia con los propietarios.


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h) Propiedad comunal de los indígenas que aún conservan su organización tribal. i) La relación entre los propietarios privados del campo y quienes carecen de propiedad son mixtas: una parte de los peones presta sus servicios al propietario privado; otra parte le entrega una renta en especie o en dinero. La nueva forma de relación entre el peón y el propietario privado da otra fisonomía a ambos. A uno lo convierte en pequeño productor de mercancías y al otro en arrendador de tierras; estas nuevas personalidades sólo tomarán sus verdaderas dimensiones en la etapa siguiente, pero ya ahora son elementos disolventes de la forma de organización social existente. La explotación se realiza directamente en el caso de los peones que prestan sus servicios al propietario; indirectamente, cuando le entrega una renta en especie o en dinero; en ambos casos el propietario privado se apropia del trabajo excedente de los peones, ya sea como tal trabajo, como el producto del mismo o como la forma transfigurada del producto, como dinero. El oficial que ha puesto su propio taller artesanal es el típico productor independiente; no es explotado directamente por su antiguo maestro, pero se enfrenta a él en la organización gremial que impide el libre desarrollo de la pequeña producción de mercancías. j) La organización tribal sigue en su camino de decadencia quedando estancada en su desarrollo, constituyendo un verdadero anacronismo. Clases sociales En lo fundamental son las mismas que en el período anterior. A todas ellas hay que agregar a los jornaleros del campo y de la ciudad, que son también una parte importante de la fuerza de trabajo nacional pero que no han sido dotados de una porción de tierra complementaria de su salario, y a un nuevo tipo de pequeño productor de mercancías y de pequeño comerciante de él salido que tiende ardorosamente hacia la propiedad privada sobre los medios e instrumentos de producción y es el elemento disolvente dentro del régimen feudal. Ellos provienen de los antiguos


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peones dependientes y de los oficiales y ayudantes de los talleres artesanales. Los nuevos pequeños productores de mercancías, de los que forman el núcleo fundamental los antiguos peones dependientes, son el fermento revolucionario de la sociedad feudal-colonial. En su proceso de desarrollo han avanzado, ampliando su grado de libertad económica, hasta llegar a la transformación de la dependencia personal respecto del propietario en una relación pecuniaria, en la renta en dinero; sin embargo, la propiedad de la tierra continúa en manos del antiguo propietario y esto constituye un obstáculo insalvable para el progreso económico del pequeño productor de mercancías. Se empieza a gestar, en lo más recóndito de la organización social, la consigna revolucionaria: el fraccionamiento de los latifundios y la propiedad de la tierra para los campesinos. El nuevo pequeño productor de mercancías artesanales choca inevitablemente con la organización gremial. Igualmente, se va incubando la reivindicación revolucionaria: abolición de los gremios. Para la primera decena del siglo xix, todas estas condiciones han madurado lo suficiente como para provocar un movimiento revolucionario: la guerra de independencia de 1810. La dialéctica de la lucha de clases en la Revolución de Independencia En Nueva España, a principios del siglo xix, los españoles detentaban los más altos cargos de la administración pública y de la Iglesia; eran, además, grandes comerciantes y propietarios de enormes latifundios; constituían, por tanto, la capa más poderosa de la aristocracia feudal novohispana. Al producirse la invasión de España por las tropas napoleónicas y ser despojado de su trono Fernando VII, los españoles de la península aumentaron las cargas económicas sobre las colonias para, de esta manera, obtener los ingentes recursos que la lucha contra el invasor extranjero requería; los españoles novohispanos consideraron como una verdadera exacción las exigencias de la metrópoli y se rebelaron en contra del poder de la misma, representado por el virrey Iturrigaray.


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La acción de los dominadores españoles puso en marcha un poderoso movimiento de clases sociales en la colonia que estaban muy lejos de prever. Al calor de la lucha se pusieron en pie de guerra las clases sociales que hasta ahí aparentemente dormitaban en el seno de la sociedad feudal colonial. Los hacendados feudales, clase social formada principalmente por criollos, encuentran propicia la ocasión en que sus enemigos los españoles de la colonia han perdido el apoyo de los españoles peninsulares para alzarse en contra de ellos, liberarse de su nefasta dominación y quedar como amos y señores de la Nueva España. Miguel Hidalgo es el encargado de encabezar la lucha de los hacendados feudales criollos en contra de los representantes de la dominación española en la colonia. Los hacendados feudales levantan en armas, bajo su dirección, a la masa indiferenciada del pueblo, la que constituye la base social del movimiento revolucionario. Esta necesaria participación del “pueblo” como peones de brega de los hacendados es la que hace aparecer el movimiento encabezado por Hidalgo como una lucha popular y a él, al mismo tiempo, como un líder del pueblo que debe guiarlo para lograr la satisfacción de sus ancestrales carencias. Hacendados criollos, medianos y pequeños productores criollos y mestizos, campesinos siervos, semi-libres y libres (antiguos peones dependientes) de origen mestizo e indio, etcétera, integran la fuerza que como un todo se enfrenta a los españoles que han quedado aislados de su metrópoli. El interés general, en el que coinciden todas estas clases sociales, es el de una sola de ellas: la necesidad de los hacendados feudales de deshacerse de la tutela económica y política de la fracción de la aristocracia feudal formada por los españoles, para después tomar el espacio económico y político que su aniquilación deje. Este interés particular es presentado como el interés general de toda la población de la Nueva España al señalar a la dominación española como la causa de todos los males de los habitantes del país. Detrás del interés general se encontraban latentes los intereses particulares de cada clase, los cuales, al calor de la lucha, debían de salir a luz en forma violenta. Los campesinos fueron dando forma a las consignas revolucionarias que los colocaban


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necesariamente en oposición directa con sus aliados en la guerra anti-española, los hacendados feudales; sus reivindicaciones principales eran la liberación de la servidumbre y el fraccionamiento de los latifundios para adquirir la propiedad plena de las parcelas que por ahora sólo ocupaban como usufructuarios o arrendatarios. Después de Hidalgo venía Morelos, el gran estratega representante de los antiguos campesinos-siervos, quienes ahora se estaban convirtiendo en pequeños productores de mercancías. La aristocracia feudal criolla ve con aprensión la enorme fuerza que los campesinos inyectan a la revolución de independencia; su temor le hace comprender lo fácil que es para el “pueblo”, al que ella ha soliviantado en contra de la administración española, cambiar de hombro el fusil y dirigirlo contra su propia aliada. El miedo se trueca en pánico y los criollos abandonan el movimiento revolucionario para echarse en brazos de quienes un momento antes eran sus enemigos mortales —pero que sin embargo nunca dejaron de ser sus hermanos de clase— y juntos enfrentan la insurgencia de los campesinos. La aristocracia criolla abandona a sus antiguos representantes y después los traiciona, pues los entrega a las fuerzas españolas. Hidalgo y los principales jefes insurgentes son sacrificados, con lo que termina la primera fase de la revolución de independencia. En el sur se mantiene Morelos como jefe del ejército de la insurgencia. Este genial luchador encabeza a la gran masa de campesinos que han avanzado en la clarificación de sus reivindicaciones, las cuales ahora unen indisolublemente la independencia con la abolición de la servidumbre y el fraccionamiento de los latifundios. Sus enemigos lo son tanto los españoles como la aristocracia criolla, sus antiguos aliados. Esta, después de agotar su papel en la revolución y al sentir afectados sus intereses por la radicalización de la lucha campesina, se une a la aristocracia española de la colonia y juntos se lanzan a sofocar el movimiento revolucionario. Los campesinos son derrotados por las fuerzas coligadas de la aristocracia feudal novohispana. Una vez que esto ha sucedido, la aristocracia criolla ajusta cuentas con su hermana mayor, la aristocracia española colonial, y la expulsa definitivamente del país, por lo que queda entonces ella como ama y señora de este


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extenso territorio. La independencia es decretada por la aristocracia criolla, que lleva como testigo de honor a las derrotadas huestes de los campesinos. Agustín de Iturbide, primer gobernante de México Independiente, era el representante de la aristocracia criolla, dentro de la cual tenían el peso principal los hacendados feudales. Al asumir el poder, llevó a primer plano los intereses de esta clase, el principal de los cuales era la abolición de las conquistas de los campesinos en la lucha previa. Se trataba de llevarlos a la situación existente con anterioridad a la guerra de independencia y borrar hasta el último vestigio de su pretensión de fraccionar los latifundios. Los campesinos, sometidos ya a la exigencia fundamental de los hacendados de no pretender el fraccionamiento de los latifundios, vuelven a la lucha para evitar ser despojados de todo lo que habían logrado en el proceso revolucionario. Primero, obligan a la sustitución de Iturbide por Guadalupe Victoria, un hacendado criollo representante de la fracción más liberal de esta clase social; por último, imponen en la Presidencia de la República al mestizo que había sido derrotado durante la segunda fase de la revolución, a Vicente Guerrero. Este es el representante de los campesinos ya despojados de sus ilusiones revolucionarias, pero que han conquistado una serie de derechos económicos y sociales superiores a los que tenían con anterioridad a la revolución, de los cuales se les pretende desposeer. En primer lugar, la relación de servidumbre ha desaparecido definitivamente: el campesino es una persona libre con igualdad de derechos frente al hacendado feudal. En segundo lugar, el usufructo de la tierra por títulos inmemoriales es sustituido por el arrendamiento moderno, que se paga en dinero contante y sonante. Al promover el desarrollo del nuevo campesino, arrendatario de tierras y pequeño productor de mercancías, y al defender su existencia frente a la acometida de los hacendados, el gobierno de Vicente Guerrero impulsa por ese


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medio la conversión de todos los hacendados en comerciantes de tierras, en arrendadores del medio principal de producción. Los pequeños productores de mercancías llegan a una transacción política con los hacendados por la cual aquellos se comprometen a reconocer el nuevo “status” de los campesinos y éstos a su vez a abandonar sus pretensiones radicales. Este acuerdo es la máxima conquista de la revolución de independencia y determina ineluctablemente que el paso al capitalismo se realice en nuestro país por la vía Junker, es decir, con base en el gran propietario de tierras y no por la vía “farmer”, esto es, por medio del desarrollo de los pequeños granjeros, lo que supondría el fraccionamiento de los latifundios.


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Notas “Ha sido por el estudio de las instituciones políticas, dice Guizot, que han procurado conocer el estado de la sociedad, el grado o el género de su civilización. Habría sido más atinado estudiar primeramente la sociedad misma para conocer y comprender sus instituciones políticas. Antes de convertirse en una causa, las instituciones son un efecto; la sociedad las produce antes de ser a su vez modificada por ellas; y en vez de buscar en el sistema o en las formas de gobierno el estado del pueblo es menester examinar ante todo el estado del pueblo para saber cual ha sido y cual ha podido ser el gobierno... la sociedad, su composición, el modo de ser de los individuos de acuerdo a su situación social, las relaciones de las diversas clases de individuos, el estado de las personas, en fin, esta es sin duda, la primera cuestión que llama la atención del historiador que quiere observar la vida de los pueblos y del publicista que quiere saber cómo han sido gobernados.” Ensayos sobre la historia de Francia, 10º ed. pp. 73-74, París, 1860 (la primera edición de estos Ensayos apareció en 1822).* 2 El modelo clásico de la dialéctica de la lucha de clases es la que se desarrolla en la revolución por excelencia, la revolución francesa de 1789. Aunque por su contenido se identifica plenamente con la que se presenta en la guerra mexicana de independencia, porque en ambos movimientos sociales se trata del tránsito del régimen feudal al capitalismo, sin embargo, por la forma tiene también una completa correspondencia con la que se escenifica en la revolución mexicana de 1910. Es por eso que enseguida haremos una relación esquemática del proceso de lucha de clases en la revolución francesa. La revolución francesa pasa por dos etapas claramente diferenciadas: la destrucción del régimen feudal y el nacimiento y consolidación del régimen capitalista. La primera de ellas se inicia con la “revolte nobiliaire” (el enfrentamiento de un sector de los terratenientes feudales contra el régimen feudal como un todo), la cual desencadena la lu1

* Nota tomada de: Plejánov, Jorge, La concepción materialista de la historia de Carlos Marx, versión al español de Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, urss, Ediciones Roca, S.A.., Primera Edición, 1974, pp. 37 y 38.


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cha que se entabla entre la gran burguesía francesa (formada por banqueros, arrendadores de impuestos, etcétera) y la aristocracia feudal (terratenientes feudales y clero principalmente), a la que es llevada por aquella clase la masa indiferenciada del “pueblo”. La clase insurgente sólo pretende obtener “derechos políticos” para el tercer estado; reclama “libertad, igualdad y fraternidad”, para así equiparar su situación dentro del Estado con la de los otros dos estados: la nobleza y el clero. El tercer estado se erige en Asamblea Nacional, se declara constituyente y, después de que el pueblo asalta la Bastilla, toma en sus manos una parte del poder. Se establece así una dualidad de dominios, pues la potestad real coexiste con la de la Asamblea Constituyente. Esta duplicidad produce un régimen de transacción entre la nobleza feudal y la gran burguesía: la monarquía constitucional. La marea revolucionaria va haciendo surgir los intereses de las demás clases sociales y los diferencia claramente de aquellos con los que se ha iniciado la lucha; los presenta al lado de éstos como otras tantas exigencias de transformaciones revolucionarias. La burguesía comercial e industrial exige, y la Asamblea Constituyente se ve constreñida a decretar, la liquidación de los gremios, la supresión de fronteras aduanales interiores, la extensión de la tributación fiscal a los dos primeros estamentos (nobleza y clero), la anulación de los privilegios de algunas ciudades y provincias, etcétera. Los campesinos franceses obligan a la Asamblea Constituyente a expedir, el 11 de agosto, una ley aboliendo los tributos y a derogar la jurisdicción señorial. Para poder obtener la satisfacción de sus reivindicaciones, la clase sublevada ha debido conducir a la contienda a todas las clases opositoras; de esta manera, las inicia en los secretos de la vida política y las induce a sacar a luz sus propios intereses de clase para mostrarlos junto con los suyos, como otras tantas reclamaciones, a la aristocracia feudal. La gran burguesía, que tenía ligas íntimas con la aristocracia feudal, no estaba interesada en la transformación radical del antiguo régimen y únicamente pretendía un pequeño cambio que le permitiese tener derechos políticos dentro del mismo; pero la condición indispensable para lograr esas pequeñas de-


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mandas era la exhibición ante aquella de la amenaza del pueblo en armas. Las clases sociales que se encontraban diluidas en el interior del pueblo empiezan a cobrar fisonomía propia; cuanto más crece su beligerancia, más cambia la posición de la gran burguesía; primero es ella la que ha soliviantado al pueblo contra la aristocracia, después se ha visto obligada por esa potencia que ha desatado a aunar sus pretensiones a las suyas y, por último, esa misma fuerza incontrastable que ha sido sacada de su letargo hace valer sus intereses en contra de los suyos. Esta clase social, de tal manera acosada por las fuerzas que ha liberado, se echa incondicionalmente en brazos de la aristocracia feudal; se paraliza entonces el proceso revolucionario y todo parece volver a la situación anterior. Unida la gran burguesía con la aristocracia feudal, detenida la revolución y continuando en esencia el mismo régimen económico-político, la iniciativa revolucionaria pasa a otra clase social, la burguesía comercial e industrial, la cual, lleva a remolque a las demás clases de la población, y se erige así en el representante de todo el “pueblo”. Las cristalizaciones de la época revolucionaria vuelven a un estado de licuefacción y de nuevo se disuelven todos los intereses particulares en el interés general de derrocar a la monarquía, que es la expresión de la alianza entre la nobleza feudal y la gran burguesía, la manifestación más concentrada del “antiguo régimen” y el principal obstáculo para el desarrollo de la revolución. El 10 de agosto de 1792 estalló una insurrección del “pueblo” dirigida por la burguesía industrial y comercial. La Asamblea Legislativa decretó el destronamiento del rey y el 22 de septiembre se proclamó la república. La burguesía comercial e industrial da un paso adelante al derribar el poder real, que era uno de los pilares más fuertes del régimen feudal. Esta fracción de la burguesía recorre el mismo ciclo que la clase precursora, y precipita tras de sí a la pequeña burguesía urbana y rural en unión indistinta con el proletariado agrícola e industrial, clases que a fin de cuentas se rebelan en contra de su progenitora y hace sus reclamaciones particulares. Al igual que su antecesora, la burguesía industrial y comercial se entrega a la reacción feudal, con lo que se pasa al campo


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de la contrarrevolución. La estafeta de la revolución es tomada por la pequeña burguesía. El 2 de junio de 1793 sube al poder la pequeña burguesía francesa e inicia el llamado “período del terror”, que no es sino la fase durante la cual la revolución llega a su clímax. Es entonces cuando se aniquila definitivamente la propiedad feudal sobre la tierra, la cual constituía el cimiento en que descansaba el antiguo régimen. Con la ejecución de Robespierre, el 9 de Termidor (27 de julio) de 1794, termina la época del terror y el poder queda en la fracción más moderada de la pequeña burguesía, la cual detiene el proceso revolucionario en el punto que ha alcanzado e incluso inicia un movimiento de retroceso. Hemos visto de qué manera cada clase de la nueva sociedad acude al combate sosteniendo ciertas reivindicaciones que son una parte del total de transformaciones necesarias para la destrucción del régimen anterior; en ese movimiento, y para lograr sus propósitos, debe poner en estado de guerra a las demás clases sociales que se alinean a su lado en la oposición; ellas son el brazo armado que logra la conquista de las pretensiones de aquella, pero al mismo tiempo hacen llegar a la superficie sus propios intereses, desde luego de una naturaleza más radical. La clase que inició el movimiento lo abandona y deja en manos de otra de las clases de la oposición la defensa de los logros de la revolución y la realización de nuevos avances en ese terreno, que son otros tantos progresos en el camino de la demolición del antiguo régimen. Esta nueva clase portadora de la revolución sigue la misma senda que la que le precedió. En sucesivas oleadas revolucionarias, el poder llega hasta la clase más radical de la nueva formación económica, que es la que conduce hasta sus últimas consecuencias todas las pretensiones de las clases que la antecedieron, paradójicamente en abierta lucha contra ellas mismas, y las suyas propias. Se cierra así la fase de devastación del antiguo régimen. Una vez terminada su obra, y ante la posibilidad de una restauración de la monarquía, la pequeña burguesía francesa es despojada del poder por la burguesía comercial e industrial. Encabezada por Napoleón Bonaparte, esta clase social da un golpe de estado en contra de la pequeña burguesía el 18 y 19 brumario (9 y 10 de noviembre) de 1799 y abre así el período de nacimiento y consolidación del régimen capitalista en Francia.


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La burguesía comercial e industrial es la misma clase que guió un tramo del proceso revolucionario de derrumbamiento del régimen anterior y que a fin de cuentas se alió con la reacción feudal, pero al mismo tiempo es una clase distinta; en aquella época iba detrás de la gran burguesía, era empujada por la pequeña burguesía y sus exigencias eran limitadas y mezquinas; ahora es la conductora de todo el movimiento y lleva detrás de sí a la antigua aristocracia feudal, a la gran burguesía y a la pequeña burguesía urbana y rural y su misión histórica consiste en organizar el régimen capitalista en Francia y extenderlo por toda Europa. Bajo el gobierno de la burguesía comercial e industrial se desarrollan impetuosamente las relaciones de producción capitalista en el campo y en la industria franceses; se realiza una profunda transformación en la organización de la sociedad civil, en la legislación, en la vida política, etcétera, para adecuar todo a las nuevas relaciones de producción. Nacen el contenido y la forma de la moderna sociedad capitalista. Las distintas clases que durante la etapa anterior habían sido desplazadas del movimiento revolucionario y obligadas a asociarse con la reacción feudal, sufren, con el ímpetu vivificador de la burguesía comercial e industrial, una verdadera metamorfosis. Los terratenientes feudales se transfiguran en empresarios capitalistas, banqueros, etcétera; la gran burguesía deja de ser una clase al servicio de la aristocracia feudal y deviene en una burguesía financiera integrada al aparato de producción capitalista; la pequeña burguesía abandona su anterior naturaleza de clase formada por maestros artesanos, campesinos, etcétera, y adquiere un nuevo contenido: ahora la integran pequeños empresarios cuya producción es complementaria de la gran producción capitalista. La burguesía industrial organiza a toda la sociedad francesa a su imagen y semejanza y se lanza a la transformación revolucionaria de Europa. La república francesa deja el paso al imperio napoleónico. El imperio napoleónico fue una copia caricaturesca de las monarquías europeas que a su tiempo habían sido, en nombre de la razón y la ciencia, objeto del odio, la burla y el escarnio de la burguesía francesa; el que esta clase social haya creado una bufonesca corte imperial e ingresado al juego de alianzas, matrimonios, pleitos dinásticos, cortes reales, títulos nobiliarios, etcétera


La guerra de independencia (1810-1821)

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de las decadentes casas reinantes de Europa para iniciar su vida histórica, nos habla muy claro de su verdadera naturaleza. La dominación de la burguesía comercial e industrial impulsó el rápido crecimiento del capitalismo en Francia. Los propietarios territoriales provenientes de la antigua aristocracia feudal enriquecieron aceleradamente durante el auge económico, hasta convertirse en una potencia de la sociedad capitalista que pronto le disputó el poder a la burguesía comercial e industrial; la derrota definitiva de Napoleón en Waterloo permitió a esa clase tomar el poder y restaurar la monarquía, pero una monarquía muy distinta de aquella que había sido derribada en 1792; en esta ocasión se trataba de una institución al servicio del capital y establecida por una clase perteneciente a la sociedad burguesa. Al gobierno de los propietarios territoriales sigue el de la aristocracia financiera, la cual dominó en Francia durante el reinado de Luis Felipe, quien fue derrocado en febrero de 1848 por otro movimiento revolucionario del pueblo francés. De nuevo se produce toda la sucesión de clases beligerantes —como en la primera revolución— sólo que esta vez la clase que completa el ciclo es el proletariado francés, que entra por primera vez a la historia como una clase independiente. 3 Aquí nos permitiremos hacer una precisión. El prejuicio histórico al uso nos dice que hay una sorprendente paradoja en el hecho de que Francisco I. Madero, siendo miembro de una familia de terratenientes, gran propietario territorial él mismo, haya renunciado a su situación privilegiada al ponerse a la cabeza de un movimiento reivindicatorio de las clases populares, incluidos entre ellas los campesinos que constituían la fuente de cantidades ingentes de trabajo excedente para la familia Madero. Mucha tinta se ha gastado tratando de explicar el porqué de la participación de Madero en la revolución mexicana; se ha apelado a una supuesta bondad natural del héroe, a una presunta influencia de doctrinas esotéricas, a una asimilación personal de teorías filosóficas y políticas de tal o cual índole, etcétera. La Dra. María Vargas-Losinberg,* nos da la clave para la solución de * Vargas-Lobsinger María La lucha de clases en la Comarca Lagunera: de la revolución a la expropiación de las Haciendas. 1910-1940, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México, 1999.


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este enigma: el móvil de Madero era un prosaico interés económico. Al final de la época porfirista, del tronco común de los terratenientes capitalistas se empezó a separar una rama de grandes propietarios de nuevo cuño. En la Laguna existía una estructura económica que tenía como núcleo a los grandes terratenientes extranjeros y nacionales pertenecientes al grupo porfirista tradicional; ellos monopolizaban los elementos materiales y humanos de la región y los aplicaban a la producción agrícola, principalmente de algodón; era notable su acaparamiento de las mejores tierras, del agua proveniente del Río Nazas, de los peones acasillados en las propiedades rurales y de los bonanceros, que así se llamaba a los braceros, que por cientos de miles se trasladaban a la región en las épocas del cultivo y la cosecha del algodón. En un lugar más al norte y al oriente del país, en el Estado de Nuevo León, se había estructurado otra forma de la economía terrateniente, distinta y opuesta a la anterior, aunque de ella proveniente, cuyas características fundamentales eran un grado más alto de modernización y su vinculación con el capital norteamericano. Este modelo capitalistaterrateniente moderno, como diáspora, lanzó sus semillas hacia el sur y el occidente; la familia Madero emigró en masa —nadie, hasta hoy, ha siquiera intentado descubrir las causas de esta virtual expulsión de los Madero de la comunidad económica neoleonesa— y se estableció en Parras, Coahuila; desde ahí, una parte de ella se lanzó a la conquista de la Comarca Lagunera. Un obstáculo insalvable para sus propósitos económicos lo constituía la estructura económica porfirista del viejo tipo, ahí firmemente arraigada: ni tierras, ni agua, ni peones, ni braceros en cantidades suficientes pudieron obtener bajo ninguna circunstancia. Precisamente la rama de la familia Madero a la que pertenecía Francisco I. fue la que incursionó en la región lagunera con resultados desastrosos. Las imperiosas necesidades económicas (tierras, aguas y braceros a quienes explotar), se decantaron y se convirtieron, en Francisco Ignacio, primero en exigencias políticas (sufragio efectivo y no reeleción), y después en una ideología “democrática” de “emancipación social”.


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La lucha de clases en la historia de México, de Gabriel Robledo Esparza del centro de estudios del socialismo científico (cesc) editado por sísifo ediciones para su biblioteca marxista, se terminó de imprimir en enero de 2009, en los talleres de SM, Servicios Gráficos. La composición tipográfica fue realizada por Leticia Pérez en tipos Century Schoolbook 11:13, 10:12; y la revisión de pruebas por el autor. La edición es de 1000 ejemplares más sobrantes de reposición y fue realizada en papel Cultural de 90 grs. sm.serviciosgraficos@gmail.com



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